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POEMAS / Eugenio Montejo

EL DUENDE

sta misma calle, pero antes,

a bordo de mis veinte,


de noche en noche, con tabaco y lmpara,
escriba poemas.

Alrededor la multitud dormida


soaba con dinero
y alguna que otra estatua recosa
el azul de su sombra.

Nunca supe qu duende a mis espaldas


voltil e insistente
fijos los ojos me segua
frase por frase y letra a letra.

No, no era aquel azul casi corpreo


arrancado del mrmol,
ni mi ngel de la guarda anochecido
y en ardua vela,

ni tampoco un espectro hamletiano,


veraz hasta el misterio,
ni ninguna presencia subitnea
de aquella poca.

Nada de nada ni de nadie,


sino yo mismo, yo mismsimo.
Pero no aqul de entonces: ste
que cifra ya sesenta,
ste era el duende
El que aqu vuelve buscndome de joven,
en esta misma calle, a medianoche,
y me llama
y no es sueo.

EL SOL EN TODO

El trpico y sus horas de calor,


el sol sobre las cosas da tras da,
y el rencor de los malos matrimonios...
Se oye un sapo a la sombra en todo esto
que no se ve porque no hay sombra,
sino luz recta y piedras refractarias.
El calor de las horas emerge con su lava
de pantanos volcnicos.
Hay silbatos de barcos en el polvo sin puerto,
un salobre espejismo sin espumas,
el acre aroma de frutas descompuestas
y el color sin color de la miseria.

Qu ms, qu menos, cul sopor no dicho,


cul nieve inalcanzable en densos copos
cayendo siempre como blancos sapos,
en las noches ms trridas y amargas?
...Y cuanto no se tuvo ni ha de tenerse nunca,

lo que perdimos antes de este mundo,


el calor con su tedio y su postedio
y la tierra que gira para otros
y tanto sol en todo, hasta de noche,
y el rencor de los malos matrimonios.

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