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CHARLOTTE Mary MEW (Bloomsbury, 15 de noviembre de 1869 – 24 de marzo de 1928) fue una poeta

y cuentista inglesa, cuya obra se encuentra a caballo entre la poesía victoriana y el movimiento
moderno. Presumiblemente lesbiana, pero nunca correrspondida, acabó con su vida desinfectante en la
residencia de salud mental en que había ingresado voluntariamewnte.

POEMAS

À QUOI BON DIRE (“Está de más decir”)

Diecisiete años atrás dijiste


Algo que sonó como a un adiós;
Y todos creen que te moriste
              Menos yo.

Y yo, al volverme rígida y sentir frío


A esto y aquello dije adiós también;
Y todos ven que he envejecido
              Menos tú.

Y una buena mañana en una calleja soleada


       Una muchacha y un muchacho han de besarse y jurar
Que nadie se amará así de nuevo
       Mientras que por ahí, tú sonreirás
Y yo te habré hecho un cariñito en el pelo.

AMOR MARINO

La marea va y viene por el extenso mundo. Aquí, los pequeños peces lanzan burbujas, nadan
Recuerdo que creíamos, en el último Junio, con el viejo resplandor de la Luna
que el temblor, la llamada de un corazón amante, sobre la arena gris, mojada;
como el mar, durarían. pero ya no somos el uno para el otro
más que ese viento que pasa rozándome la mano.

Versión de Roberto Díaz en su “Poesía de habla inglesa. Las Mujeres” (Need Ediciones, 1999)

EL CHANGELING*

No toquen ninguna campana para mí, queridos padres,


no desperdicien suspiros;
están mis hermanas, está mi hermano pequeño
que juega en un lugar llamado Paraíso,
todos tus hijos, tus hijos para siempre;
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pero yo, tan salvaje,
tu desgracia, con un extraño rostro marrón,
no fui del todo tu hija.

En el jardín, mientras jugaba todo el día, el verano pasado,


a lo lejos escuché el dulce trinar
de un extraño recién llegado,
la llamada más querida y clara de un pájaro.
Vivía allí abajo, en el profundo hueco verde,
mi propio antiguo hogar, y las hadas dicen
que la palabra de un pájaro debe seguirse,
así que la seguí, durante una noche y un día.

Una noche, también, junto al fuego de la guardería,


nos acurrucamos y nos quedamos muy quietos;
de repente, cuando el viento soplaba más fuerte,
algo rasguñó el alféizar de la ventana,
se asomó una cara marrón, pellizcada;
me estremecí; nadie lo escuchó ni pareció verlo;
sus brazos se agitaron y sus alas temblaron:
supe que había venido por mí.

¡Algunos son tan malos como pueden ser!


Durante toda la noche bailaron bajo la lluvia,
dando vueltas y vueltas en una ronda que goteaba,
arrojaron sus gorras al cristal a la ventana,
trataron de hacerme gritar y aullar
y arrojar lejos la ropa de cama:
quise quedarme bajo las frazadas,
¡si tan solo hubieras dejado una luz encendida,
nunca me habrían llevado!

A veces no te hablaba, ya ves, no respondía,


y es porque en los largos y oscuros atardeceres
puedes escuchar el mundo entero susurrando;
las tímidas hierbas verdes que hacen el amor,
las plumas que crecen en la paloma gris,
el pequeño latido del corazón del colirrojo,
el golpeteo de los pies de la ardilla,
los guijarros arrastrados por las corrientes plateadas,
los juncos que hablan en sueños,
el silbido de las alas negras del murciélago,
el dulce tintineo de la campanillas azules,
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la madera salvaje, zumbando;
todo lo que hay para escuchar
en el corazón de las cosas ocultas.
Pero nada de eso se oye entre el alboroto de los niños,
es por eso que deseaba el silencio,
no podía hacer mis sumas, ni cantar, ni tranquilizarme.
Y cuando, por eso, me enviaron arriba,
me arrodillé para decir mis oraciones;
¡pero el rey que se sienta en el campanario de tu iglesia
no tiene nada que ver con nosotras, las hadas!

A veces te complací, querido padre, querida madre,


aprendí todas mis lecciones y me gustó jugar,
y me adoré al hermanito pálido
a quien otro pájaro debe haber llamado.
¿Por qué me trajeron aquí para hacerme
no tan mala ni tan buena?
¿Por qué, a menos que sean malvados, quieren,
a pesar de eso, llevarme de regreso
a su bosque húmedo y salvaje?
Ahora, cada noche veré brillar las ventanas,
el resplandor de la lámpara dorada y el brillo rojo del fuego,
mientras nosotros jugamos entre las ramas ramas enroscadas,
cantando entre los árboles junto a la corriente.
Negras y frías son sus noches en el mundo;
y viven tanto tiempo y no sienten dolor:
creceré, pero nunca envejeceré,
siempre, siempre tendré mucho frío,
y nunca más regresaré.

*The changeling (“el cambi-ante/ado”) es una figura de la mitología popular que se refiere al niño/a con
quien se cree que las hadas han sustituido en secreto al verdadero hijo de unos padres.

JUNIO DE 1915

¿Quién piensa hoy en Junio y su primera rosa?


Algún niño, quizá, de ojos resplandecientes, de cabello revuelto y luminoso,
se inclinará ante ella.
En un camino verde y soleado, que nos parece está tan lejos 
como las estrellas intrépidas con respecto a estas veladas luces de la ciudad.
¿Qué es el pequeño Junio para un gran mundo roto con ojos apagados
de tanto ver el rostro del dolor, el rostro del espanto?

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¿O qué es el mundo roto para Junio y aquél 
de mano diminuta y anhelante, de ojos resplandecientes, de cabeza revuelta y luminosa?

 Versión de Hernán Bravo Varela (rev. Letras Libres, Cd. México, 15 de Junio de 2018)

JUNTO AL LECHO (Beside the bed)

Alguien ha cerrado los ojos, tus labios grises, como la madrugada,


enderazado y plegado las manos inquietas, temblarían enrojeciendo,
cubriendo el pecho antes agitado; irrumpiendo en la antigua y singular sonrisa
así, suavizado y acallado yaces ante este fraude de muerte.
como un niño
que no será, otra vez, Porque toda la noche
interrogado o reprendido no te has dirigido a nosotros
pero ninguno de nosotros cree ni has hablado
que esto sea, para ti, descanso. ya es hora de que despiertes;
tus sueños no han sido profundos.
Así como el cerrar las ventanas
no nubla ni amortigua el azul del cielo Yo, por ejemplo, he visto
ni la pantalla puesta delante de la llama sus hilos delgados y retorcidos
somete su fuerza, entubiarse y, de súbito, romperse.
así, si acerco mi mejilla a la tuya, ¡Esto es sólo una piadosa ficción de sueño!

Versión de Roberto Díaz en op. cit.

LA LLAMADA

Desde nuestro lugar junto al fuego


donde dormimos, soñamos y observamos el resplandor
o rastrillamos las cenizas, deteniéndonos
para que apenas viéramos el sol o la lluvia arriba,
o mucho más alto
que este mismo fuego rojo o apagado.
Esta noche escuchamos una llamada,
un traqueteo en el cristal de la ventana,
una voz en el aire agudo,
y sentimos un aliento agitando en nuestro cabello,
una llama dentro de nosotros:
algo rápido y alto entró y salió, y eso fue todo.
¿Era un ángel brillante u oscuro? ¿Quien puede saberlo?
No dejó ninguna marca en la nieve,
pero de repente rompió la cadena,
abrió de par en par la puerta
que no volverá a cerrarse;
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y ya no podemos sentarnos más aquí.
Debemos levantarnos y partir:
el mundo es frío y oscuro,
y está cubierto de misterio, enemistad y duda,
pero debemos ir, aunque no sabemos
quién llamó o qué marcas dejaremos en la nieve.

PERO DEBEMOS IR

Desde nuestro lugar junto al fuego


donde dormimos, soñamos y observamos el resplandor
o rastrillamos las cenizas, deteniéndonos
para que apenas veamos el sol o la lluvia arriba,
o mucho más alto
que este mismo fuego rojo o apagado.
Esta noche escuchamos una llamada,
un traqueteo en el cristal de la ventana,
una voz en el aire afilado,
y sentimos un aliento moviéndose en nuestros cabellos,
una llama dentro de nosotros:
algo rápido y alto que entró y salió, y eso fue todo.
¿Era un ángel brillante u oscuro? ¿Quién puede saberlo?
No dejó ninguna marca en la nieve,
pero de repente rompió la cadena,
abrió de par en par la puerta
que no volverá a cerrarse;
y ya no podemos sentarnos más aquí.
Debemos levantarnos y partir:
el mundo es frío y oscuro,
y está cubierto de misterio, enemistad y duda,
pero debemos ir, aunque no sepamos
quién llamó ni qué huellas dejaremos en la nieve.

TIRARON LOS ÁRBOLES (The trees are down)


Otro ángel clamó a gran voz diciendo: no hagáis daño
a la tierra, ni al mar, ni a los árboles…
(Apocalipsis)

Están cortando los enormes árboles donde terminan los jardines.


Durante días hubo un rechinar de sierras, un silbido de ramas al caer, 
un desplome de troncos, un crujido de ramas pisoteadas 
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con los "ay" y los "uy", con la charla ruidosa y las risas ruidosas de
los hombres, por encima de todo.

Recuerdo que una noche de primavera, hace mucho tiempo,


ante una reja, luego de bajarme de un carro, me encontré una gran rata
muerta       en el lodo de la entrada.
Recuerdo haber pensado que una rata, viva o muerta, había sido dejada de
la       mano de Dios,
pero que en mayo, al menos, hasta una rata debería estar viva.

El trabajo de toda la semana casi está listo. Falta aquella rama


  en el tronco amarrado, en esa lluvia delicada y gris, 
        verde y alta,
        a solas sobre el cielo.
            (¡Y derribada ahora!)
        Salvo eso,
        de no ser por la rata vieja y muerta
que alguna vez, por un momento, consiguió deshacer la primavera, jamás
habría pensado en ello nuevamente.

La primavera no está deshecha hoy por un momento;


estos solían ser árboles enormes, ella estaba en sus troncos y raíces.
Cuando los hombres, con sus "ay" y "uy", se hayan llevado toda la gracia
susurrante,
para mí, media primavera se habrá ido con ellos.

Ahora se está yendo, y han golpeado mi corazón como los corazones de los


       plátanos;
ha latido mitad de mi vida con ellos, al sol, bajo las lluvias,
       en el viento de marzo, en la brisa de mayo,
en los violentos ventarrones que hasta ellos llegaron sobre los techos de los
       grandes mares.
     Tan sólo hubo una lluvia sutil mientras morían; 
debieron escuchar los gorriones en vuelo,
las pequeñas criaturas reptantes en la tierra ahí donde yacían.
        Pero el día entero oí clamar a un ángel:
        "No lastimen los árboles".

FIN

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