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LA TENSIÓN ENTRE LA BIOMEDICINA, LAS CREENCIAS Y LA CULTURA

EN LA ATENCIÓN DEL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO

Claudia S. Krmpotic (UBA - CAEA/CONICET - Argentina)


Mariangeles Funes (CAEA/CONICET - Argentina)

Introducción

El objetivo de esta ponencia es indagar en las razones que explican las actuales
preocupaciones en torno del dolor, el sufrimiento y la muerte. ¿Se trata acaso de una crisis
de confianza en el sistema biomédico y su encarnizamiento terapéutico, o de una nueva
puesta en escena de la religiosidad como respuesta a las enfermedades crónicas e
invalidantes? En particular nos preguntamos si la religión explica estas actitudes favorables
al cuidado dada una revitalización de sus instituciones, o puede entenderse como un
aspecto del malestar de la cultura, o de la angustia posmoderna. Para ello consideraremos
un caso institucional concreto que ofrece cuidados paliativos y que demuestra la presencia
de un activismo religioso y una organización que ha perdurado por 900 años.
La especialización en cuidados paliativos, la ética del cuidado y hasta los propios
comités de bioética hoy instalados en casi todos los servicios de salud, en el contexto de los
últimos 20 años en sociedades complejas tanto centrales como periféricas, ponen de
manifiesto la apelación planteada por diversos grupos a partir de los 70’ en torno a una
humanización de la ciencia médica. No obstante, ¿cómo interpretar esta adhesión de los
profesionales y la institucionalización de nuevas prácticas?
Teólogos y médicos durante la década del 60’, y posteriormente filósofos, médicos y
abogados se detuvieron a reflexionar en los principios éticos y legales que guiaban la toma
de decisiones acerca de la salud con los pacientes y sus familias. Así -como señalan Luna y
Salles1- las discusiones bioéticas giraron en torno de las decisiones de vida y muerte:
eutanasia, aborto, formas artificiales de sostenimiento de la vida, y otros temas de ética
médica. Por su parte, Gilligan2 introduce la cuestión de género al advertir que la filosofía
moral tradicional ha dejado de lado el valor de sentimientos como la compasión, el cariño y
el interés por el otro, aspectos que se vivencian en la experiencia femenina, distinta de la
masculina. Así distingue dos tipos de enfoques en la interpretación de problemas morales: el
de la ‘justicia’, que enfatiza principios abstractos y reglas universales, y el del ‘cuidado’, que
se concentra más en los sentimientos y las relaciones interpersonales. Abona de esta
manera el terreno de la discusión moral a partir de dimensiones como las emociones en la
vida cotidiana, cuyos principios deben ser valorados a partir de la importante misión de
ayudarnos no sólo a responder de manera apropiada a los demás, sino también a percibir la
dimensión moral de las situaciones con las que nos enfrentamos.

I. Cuidar/curar

Los equipos de Cuidados Paliativos generan espacios integradores en los que su


accionar terapéutico, brindado en diversos centros de salud oficiales y privados, pretende
instalar un cambio en el paradigma biomédico actual. En la atención que se presta en el
cuidado final de la vida se observa apertura y encuentro con otras terapias complementarias
para el tratamiento del paciente, introduciendo nuevos conceptos de la vida cotidiana de los
pacientes y sus familias a la vida médica3. Este cambio hacia el interior de los grupos de

1
Luna, E. y A. Salles, 1995. Decisiones de vida o muerte. Sudamericana, Bs. Aires
2
Gilligan, C., 1982. In a different voice: Psychological theory and women's development. Harvard
University Press.
3
Jacobs, L., 2002. “Hospital Care at the End of Life: an Institutional Assessment”, en Journal of Pain
and Symptom Management. Vol. 24 Nº 3.
1
trabajo en los centros de salud se vivencia como una experiencia que impacta de manera
positiva en el ámbito socio-cultural. En éstos equipos interdisciplinarios se procura intervenir
desde una idea de salud integral, en el que se toma como unidad de tratamiento a la
persona más su entorno vincular, considerando además aspectos ligados a su marco
religioso y socio-cultural. Mac Donald4 señala que “el cuidado paliativo es un abordaje que
mejora la calidad de vida de los pacientes y sus familiares, frente a los problemas asociados
a enfermedades que amenazan la vida, a través de la prevención y alivio del sufrimiento,
mediante la temprana identificación, evaluación precisa y resolución del dolor y otros
problemas físicos, psicosociales y espirituales”. Los profesionales se plantean en su labor
diaria la necesidad de un cambio científico dentro de la atención médica5 postulando las
bases hacia un nuevo paradigma en la atención: de la medicina orgánica y curadora a una
medicina cuidadora. De esta manera promueven la apertura de consultorios en los que se
asiste el dolor crónico y brindan servicios interdisciplinarios de cuidados paliativos. A su vez
llevan adelante campañas en las que explican los derechos de los pacientes al alivio del
dolor, a recibir un tratamiento adecuado que conciba una atención que contemple no sólo
los aspectos físicos, sino también lo psicológico, lo social y lo espiritual.
Lo sugestivo en la propuesta que esgrimen los especialistas en cuidados paliativos
se presenta en lo discursivo cuando plantean que la medicina debe priorizar el cuidar en la
medida en que el curar se ha tornado en los casos de enfermedades terminales, en una
empresa con efectos malsanos. Así el ensañamiento terapéutico suele agravar el
sufrimiento del enfermo y no intervenir de ninguna manera deja desamparado al paciente y
su familia. Se proponen ‘cuidar más allá de curar’, reconociendo los límites de los
tratamientos para controlar la enfermedad, y colocan el interés en potenciar el alivio del
padecimiento y en el acompañamiento, conjugando en su atención ‘ciencia y compasión’. La
paliación o medicina paliativa se presenta como un aspecto de la terapéutica orientada a
aliviar signos como el dolor, insomnio, ansiedad, etc. procurando dar respuesta a las
necesidades de los enfermos con patologías terminales, y poniendo en valor los conceptos
de asistencia en el hogar y atención interdisciplinaria.
La literatura sobre el cuidado informal/familiar ha ido creciendo en los últimos 30
años, aunque es sobre finales del siglo que se formalizan políticas gubernamentales y se
regulan las acciones. Como señala Luxardo6, en un comienzo primaron dos concepciones:
por un lado, el cuidado como tarea desgastante para quien la realiza, ligada al sacrificio; y
por otro, una visión utilitaria en la que los médicos transferían saberes acerca de cómo
cuidar mejor, buscando reducir así la carga sobre el propio centro médico como sobre los
cuidadores, mitigando el stress de aquellos. A partir de los ochenta los planteos comienzan
a girar en torno del potencial del cuidado como fuente de identidad y satisfacción,
demostrando desde la experiencia los estímulos del dar en sistemas de reciprocidad y
mutualidad.
Si bien la humanización del accionar médico será en general bien visto, una mirada
en retrospectiva de los aspectos planteados nos lleva a un siglo atrás cuando en la
Argentina así como en la Región en general, la medicina buscaba imponerse y
autonomizarse de la religión. En este sentido recogemos la afirmación de Laplantine7: “si
nos situamos del lado del saber médico, asombra constatar que, por lo que conozco, todas
las historias de la medicina escritas por médicos -con excepción en todo caso de la de

4
Mac Donald, N., 1991. Palliative care - the fourth phase of cancer prevention, Cancer Detect
Prevention.
5
Tripodoro, V., V. Veloso, R. Nastasi, N. Garrigue, 2007. ¿Cuál es el cambio cultural necesario para
desarrollar los Cuidados Paliativos en nuestra sociedad? Opinión de los trabajadores de un hospital
universitario, VII Jornadas Nacionales de Debate Interdisciplinario en Salud y Población Instituto de
Investigaciones Gino Germani. Facultad de Ciencias Sociales-Universidad de Buenos Aires.
6
Luxardo, N., 2006. “El cuidado en el hogar de enfermos crónicos y/o terminales: implicancias y
tensiones”; en Krmpotic, C. Cuidados, terapias y creencias en la atención de la salud, Ed. Espacio.
Buenos Aires.
7
Laplantine, F., 1999. Antropología de la Enfermedad. Ediciones del Sol, Buenos Aires, p. 119-120.
2
Lichtenthaeler- consideran que, hasta una fecha más o menos reciente (el Renacimiento o el
comienzo del siglo XIX, según distintos autores), la práctica médica estaba estrechamente
ligada a la cultura y a la época en que se inscribía y que nunca llegó a liberarse ni de la
“superstición religiosa” (en especial antes de Hipócrates), ni de la “especulación filosófica”
(la larga era del galenismo). Más tarde sobrevendría una ruptura (que la historiografía
contemporánea tiene mayormente tendencia a situar alrededor de la década de 1800), en
cuyo curso se realizaría la emancipación definitiva de la medicina como ciencia objetiva por
referencia a lo social”, aunque no por ello menos ‘cultural’ que en otra época o sociedad.
Desde el punto de vista de la práctica médica y la organización institucional, dicha
ruptura que se encarnó en el proceso de medicalización consistió precisamente en
abandonar los criterios del ‘hospice’ -las ‘casas de Dios’ que desde el siglo IV dieron refugio
de viajeros y extranjeros de paso por las ciudades, y luego cuidado cristiano a los enfermos
carentes, sin familia ni hogar- para pasar a una medicina que realmente cure, construyendo
nuevas categorías para definir los límites del padecimiento y de la muerte, y colocando en el
horizonte de semejante empresa la noción de ‘esperanza de vida’ como meta del desarrollo.
La muerte fue cada vez mas ocultada, privada, aislada, institucionalizada y bajo el control de
los profesionales (cuando en tiempos pre-modernos era frecuente, abierta y común). Si para
entonces significó el modo en que el saber biomédico redefinió la enfermedad, sus causas,
los síntomas y la terapéutica, sostenemos que asistimos a un hiato similar y a una renovada
tensión cuidar-curar, aunque bajo otras circunstancias históricas.
En Argentina se puede observar, al igual que lo señala Servín8 en México, que en el
siglo XIX, se perfiló la definición ideológica que asumió el Estado-Nación. Una autoridad
central reorganizó y encaminó a la sociedad argentina hacia una nueva estructura
socioeconómica, desplazando las ideas ligadas a la Iglesia-Estado. En ese contexto
histórico se impuso un liberalismo científico y la meta del progreso instrumental,
quebrantándose el vínculo religioso. Podemos encontrar eco en la historia de nuestro país,
en lo que dice Servín respecto de México: “La reestructuración del Estado-nación determinó
condiciones laicas definiendo la frontera entre el pasado y el presente; se contextualizó el
ideal colectivo-científico, de orden y equilibrio, bajo la custodia gubernamental acelerando el
cambio a la modernidad”. La nueva legislación, la política de salud y la práctica médica
transformaron el concepto de asistencia hospitalaria, sustituyendo el principio de caridad
cristiana, que prevaleció desde la colonización de nuestro territorio por los Españoles hasta
el siglo XIX, al de beneficencia bajo el amparo y protección del Estado, generando planes
nacionales de salubridad y la asistencia médica. Los avances en las investigaciones y las
campañas higienistas y de vacunación redujeron la mortalidad y las consecuencias de las
epidemias que sufría la población por aquel entonces. Se sustentó una nueva teoría de la
salud-enfermedad basada en el comportamiento de los micro-organismos, que se fundaba
en la salubridad, la prevención y la higiene, permitiendo consolidar la ciencia médica en el
país. La incorporación de estas innovaciones requirió de nuevas condiciones en los edificios
y en su equipamiento. De esta manera se pasaría del claustro religioso a un sistema en el
que se incorporó lo más avanzado de la medicina y como resultado de éstos cambios el
concepto de salud-enfermedad dejó de ser un castigo divino para supeditarse a los alcances
de la ciencia y la tecnología.
La medicalización implicó una reelaboración ideológica del cuerpo, sus signos y
símbolos que fue asumido como iniciativa del Estado a partir de las recomendaciones de los
grupos de profesiones, lo que derivó en un camino hacia la politización de la enfermedad. Lo
que observamos al respecto hoy en día en el espacio local quizás sea un más tímido papel
del Estado frente a un rol más activo de organizaciones no-gubernamentales, acerca de las
cuales hablaremos seguidamente.

8
Servín, M., 2008. “Elementos que contribuyeron a modificar la tipología arquitectónica de claustro en
los hospitales mexicanos”; en Sipes (comp.) Patrimonio Cultural Hospitalario. Temas de Patrimonio
Cultural. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Comisión para la Preservación del Patrimonio
Histórico Cultural de la Ciudad de Buenos Aires. Ministerio de Cultura. Argentina, p. 130.
3
Asimismo, las prácticas disciplinarias y seculares no se desprendieron completamente de
sus principios morales -contrariamente a lo que muchos sostienen- no muy distinto de lo
que ocurre en el presente cuando profundizamos en los principios de los cuidados paliativos.
Frente a una muerte rutinizada que a toda costa busca ser evitada -en una sociedad
dominada por los valores de la juventud y la vitalidad- y convertida en dominio de expertos,
se percibe como un trance que cada vez en menor medida exige al doliente un significado
del tipo que la religión había brindado. Es sobre esta experiencia vacía y mercantilizada que
los profesionales llaman la atención al recuperar valores éticos como la compasión y el
cuidado.

II. El caso de Pallium y el Hostal de Malta

Dado que nos interesa demostrar que no es casual la influencia religiosa en los
fundamentos de estas iniciativas, colocamos la atención en una organización particular. El
Programa de Cuidados Paliativos del Hostal de Malta es un emprendimiento de la
Asociación de Caballeros Argentinos de la Orden de Malta junto al Equipo Interdisciplinario
PALLIUM9. Conocimos el centro de día Pallium Latinoamérica (Hostal de Malta) como parte
de nuestro trabajo de campo durante los años 2007 y 2008, considerándose un contexto
adecuado para explorar los conocimientos, valores, expectativas y experiencias en torno al
tema en cuestión. El enfoque metodológico basado en una etnografía nos permitió captar
factores, vivencias y significados que explican las creencias y las prácticas en tono a la
atención de la salud en la ciudad de Buenos Aires (Argentina), a partir de los materiales
obtenidos en las observaciones y las entrevistas abiertas, extensas y recurrentes con
informantes calificados. Este trabajo parte fundamentalmente de observaciones a prácticas
complementarias realizadas.
El Hostal de Malta tiene como objetivo responder a las necesidades de las personas
enfermas de cáncer, en lo que atañe a su confort, el alivio de los síntomas propios de la
enfermedad, la calidad de vida y sus necesidades espirituales, colocando un énfasis
especial a este último aspecto del cuidado en particular cuando se agotan las posibilidades
reales del tratamiento curativo. La atención tiene como destinatarios a enfermos terminales
residentes en el área de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Quienes se desempeñan en el servicio entienden que ofertas como esta deben
replicarse ya que en la Argentina los tumores constituyen la segunda causa de mortalidad,
señalando que “8 de cada 10 enfermos de cáncer presentan dolor de severa intensidad
antes de morir, agravado por ansiedad y depresión. Está científicamente comprobado que
los dolores pueden reducirse a través del cuidado paliativo: la atención física, psicológica y
espiritual al enfermo, así como la contención a la familia, control de síntomas, etc”. Entre las
actividades que se realizan en el Hostal de Malta se destacan el control de síntomas y
acompañamiento de pacientes, actividades recreativas para pacientes que se llevan a cabo
en el Centro de día, atención domiciliaria, visitas a enfermos que son realizadas por el
médico, la enfermera y un capellán optativo con guardia pasiva las 24 horas, así como
también acompañamiento para los familiares de los pacientes.
Este caso es paradigmático aunque no necesariamente determinante de la presencia
religiosa, ya que se trata de las primeras organizaciones de este tipo. Al momento de iniciar
los servicios de cuidados paliativos en nuestro país en 1982, no había programas de este
tipo a domicilio, ni Centros de día que recibieran enfermos para brindarles esta atención y
cuidados. El Hostal de Malta se encargó de remodelar una casa en el barrio de Palermo
donde funciona hasta la actualidad. La Orden de Malta financia el mantenimiento del lugar y
a un equipo interdisciplinario de profesionales integrado por médicos, psicólogos, asistentes
sociales, enfermeros y terapeutas ocupacionales que conforman el ‘Equipo Pallium’.
No obstante, en poco tiempo y en concordancia con los avances en diferentes países
del mundo, el Estado argentino establece la obligatoriedad de implementar Cuidados

9
Pallium Latinoamérica. En www.pallium.org consultada el 10/01/2009.
4
Paliativos como parte del Programa Médico Obligatorio (anexo 1 ítem 8, resol. S. P.
939/200010); mientras que la resolución 934 (2001) establece las normas para su
organización y funcionamiento. Los Cuidados Paliativos se avienen al marco regulatorio del
Ministerio de Salud de la Nación para la asistencia de personas con sufrimiento en el final de
la vida. En 1999, PALLIUM participa como asociación invitada en la Comisión Asesora de
Cuidados Paliativos creada por Resolución del Ministerio de Salud de la Nación Nº 221/99
por la cual se elaboró la Norma de Organización y Funcionamiento en Cuidados Paliativos
(resolución Ministerial Nº934/01); en esta gestión continúa hasta el presente trabajando en la
elaboración de guías y protocolos.
Si bien el servicio es profesional y la responsabilidad por este tipo de atención
asumida por la política sanitaria oficial, lo cierto es que el Hostal depende de la Orden de
Malta. El origen de la Orden de Malta data del año 1098 y sigue desarrollando sus
actividades hasta la actualidad; su lema es la “Defensa de la Fe y ayuda a los pobres y
necesitados” y su sede principal se encuentra ubicada en Roma11. La denominación
completa es “Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y
de Malta”. Esta orden religiosa de cuño católico fue fundada en Jerusalén en el siglo XI por
comerciantes amalfitanos, quienes establecen un hospital para peregrinos. En el marco de
las cruzadas brindan servicios hospitalarios y militares contra los ejércitos musulmanes
árabes y los turcos. También llamados Caballeros Hospitalarios o Caballeros de San Juan,
con posterioridad conquistaron la isla de Rodas, pasando a llamarse Caballeros de Rodas y,
tras la cesión del archipiélago maltés, Caballeros de Malta12. En su Constitución, se estipula
que es una organización religiosa-laica (tanto por contar con miembros laicos, como por no
obligar a la vida en común), soberana, militar, caballeresca, de tradición nobiliaria13, con
personalidad jurídica, aprobada por la Santa Sede, y sujeta al derecho internacional,
sosteniendo un carácter jurídico doble: se inscribe tanto en el derecho internacional como en
el canónico. Integran la Orden personas físicas y jurídicas y las tareas humanitarias de sus
voluntarios se vinculan al trabajo asistencial, sanitario y de intervención social.
Signo de su vitalidad ha sido su expansión: durante el siglo XIX se fundaron las
asociaciones nacionales Alemana, Británica, Española, Francesa, Portuguesa y de los
Caballeros italianos. Durante el siglo XX, se crearon asociaciones nacionales en el
continente americano y en los países donde no existe una asociación nacional la Orden
tiene Obras asociadas. Entre los organismos dependientes de la Orden de Malta
encontramos a la "Asociación para el estudio del problema mundial de los refugiados", el
"Comité Ejecutivo Internacional de la Orden de Malta para la Asistencia a los Leprosos", y
asociaciones como la "Ayuda Internacional de la Orden de Malta" y la "Organización de
Telemática Médica y Salud para América"14. Asimismo, la Orden de Malta cuenta con
representantes en organizaciones internacionales como el Comité ejecutivo del Alto

10
Resolución publicada en el Boletín Oficial de la Nación Nº 29520, Noviembre 2000.
11
Galimard Flavigny, B., 2006. Histoire de l'Ordre de Malte. Perrin, París.
12
Quienes integraron la Orden adoptaron la regla de San Agustín, el negro hábito y una cruz de paño
blanco con ocho puntas, que se corresponden con las ocho bienaventuranzas. Su misión en primera
instancia estuvo vincula con funciones hospitalarias, prestando atención médica a los creyentes que
peregrinaban a Jerusalén, y cuando Raymond du Puy se desempeñó como el segundo Gran Maestre
de la Orden, la misma tomó un carácter militar. Durante el siglo XX la Orden centró nuevamente su
misión en la asistencia hospitalaria, bajo el gobierno del Gran Maestre Frey Ludovico Chigi Albani
della Rovere, llevando a cabo tareas humanitarias durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
13
Junto a la nobleza tradicional, se acepta hoy en día el ingreso de personas dotadas de nobleza
personal, basada en una ejemplar vida cristiana y méritos hacia la orden.
14
Sus organizaciones de carácter internacional desempeñan las siguientes funciones: a) la unidad
móvil de información de Malteser Internacional que se ocupa de la ayuda médica y humanitaria; b) el
Comité Internacional Hospitalario de la Orden de Malta, que promueve las actividades internacionales
de la Orden y coordina sus entes; c) el Comité Internacional de la Orden de Malta (CIOMAL) que
lucha contra la lepra y contra la discriminación de quienes la padecen.
5
Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados, la Organización Mundial de la
Salud, el Cruz Roja, la FAO, la Unesco y el Consejo de Europa.
Por su parte, la Asociación de Caballeros Argentinos15 tiene más de cincuenta años
de existencia, con múltiples programas de asistencia a enfermos y desamparados: el
Programa AMAPEL de Ayuda Maltesa Argentina para la Erradicación de la Lepra, la
asistencia a la Sala de Niños Prematuros de Alto Riesgo del Hospital de San Justo, el
Programa de Cirugía reparadora para enfermos del leprosario de Gral. Rodríguez, y el caso
analizado de Cuidados Paliativos del Hostal de Malta.
En el origen del vocablo pallium hallamos también huellas interesantes. Cobo
Medina16 señala que es una palabra que proviene del latín, que significa capa, manto,
cubierta, colcha. Es de la misma familia que palla, que hace referencia a las piezas o tapices
con que se cubren y adornan las paredes anteriores de una casa; y evoca al término pellis,
que es piel. Palio procede asimismo de pallium, que es el dosel que, sostenido sobre cuatro
o más varas largas mantenidas cada una por una persona, cubre, protege o dignifica a quien
se halla bajo él. Así que paliación evoca la última prenda o envoltura que se coloca sobre el
cuerpo, la que mitiga el exceso de frío; es también la que adorna y, por extensión, aquello
con lo que se cubre, protege, dignifica, lo que estimamos o respetamos; en nuestro caso el
ser que está muriendo.
Para el catolicismo el palio es una indumentaria religiosa, derivada del pallium o
palla. El mismo tiene la forma de una faja circular que carga sobre los hombros y de la cual
penden ante el pecho y en la espalda presenta dos tiras rectangulares. Su confección es
realizada toda en lana blanca, destacándose sobre ella seis cruces de seda negra y se suele
adornar con tres clavos metálicos, que recuerdan los clavos de la Pasión de Cristo. Este
ornamento es llevado desde el siglo V por los obispos de Oriente como emblema de su
dignidad y oficio pastoral, y simboliza a la oveja que va sobre los hombros del Buen
Pastor17.

III. Religión, biomedicina y cultura

Durante los siglos XIX y gran parte del XX se pretendió cambiar el sentido de la salud
y la enfermedad la estructura ideológica, separando las condiciones materiales de las
espirituales, proclamando la necesidad de atención médica en un sentido racional y
funcionalista, destituyendo la atención de la salud por la vía espiritual por la de instituciones
de beneficencia pública con carácter civil y estructuras administrativas. Hoy el discurso
médico presenta algunos quiebres de aquel edificio casi monolítico y los cuidados paliativos

15
Soberana y Militar Orden de Malta. En: www.ordendemaltaargentina.org, consultada el 10/01/2009.
16
Cobo Medina, C., 2001. Ars Moriendi. Vivir hasta el final. Ed. Díaz de Santos, España.
17
El palio se confecciona con lana de corderitos bendecidos por el Papa en la fiesta de Santa Inés
(21 de enero) en una capilla del Palacio Apostólico. El emblema de Santa Inés es un cordero, por la
similitud de su nombre (en latín Agnes) con la palabra cordero (en latín agnus). En esa ocasión le
presentan al Papa dos corderos adornados uno con flores blancas (simbolizando la virginidad de
Santa Inés) y el otro con flores rojas (simbolizando su martirio). Luego, los corderos son llevados a la
Basílica de Santa Inés, en la Vía Nomentana de Roma, donde está enterrada la santa, y son criados
por los padres trapenses de la Abadía de las Tres Fuentes. Los palios son confeccionados
posteriormente por las monjas benedictinas de Santa Cecilia con la lana recién esquilada. Luego se
los coloca en un cofre sobre la tumba de San Pedro en la Basílica Vaticana, y en la Misa de la fiesta
de San Pedro y San Pablo (29 de junio) son bendecidos y entregados solemnemente por el Papa a
los nuevos arzobispos nombrados durante el año. No obstante, cuando el Papa no puede hacer la
entrega del palio por el mismo, le corresponde la entrega al Cardenal Protodiácono, él mismo que
anuncia Urbi et Orbi (a la Ciudad y al Mundo) la elección de un nuevo Papa. El Papa Benedicto XVI
ha decidido usar un palio muy similar a los que se usaban antes del siglo X, con cinco cruces rojas
que recuerdan las cinco llagas de Cristo (Dictionnaire historique de la Papauté : ornements
pontificaux).
6
son un ejemplo de ello: las prácticas médicas se conjugan con los sentimientos de los
pacientes y sus familias, con las experiencias religiosas y los rituales18.
Si las instituciones en términos simbólicos son espacios de solución permanente a
problemas de una colectividad dada, que se mantienen como tales a partir de una
internalización de sus valores y su objetivación en productos fiables y eficaces, entonces se
mantendrán vitales sea cual fuere su origen (si religioso o secular). La organización que
analizamos muestra una fortaleza típica de organizaciones de tipo antiguo, de rígidas
jerarquías, internacionalismo y vínculos con grupos sociales de poder. Pero si a su vez la
observamos como una más en el conjunto de organizaciones de origen religioso, puede
extrañarnos su vigencia ya que sus principios parecen resultar irreconciliables con el
egoísmo e individualismo imperante en la sociedad actual. Diversos analistas19 coinciden en
afirmar que la influencia de la religión institucionalizada ha disminuido, al tiempo que resurge
como reacción a los efectos secularizantes a través de nuevas formas de intervención en los
asuntos y la política global, mientras que además existe una amplia gama de actividades
que la participación en las iglesias no parecen alentar. Entonces debe profundizarse en su
existencia, lo que no explica per se su vigencia.
Ciertamente, ser miembro activo de una iglesia tampoco explica unívocamente la
orientación de nuestras creencias. Aún así, tampoco es concluyente que la participación en
un contexto religioso determine por sí sola una mayor predisposición hacia un activismo
humanitario. Si pensamos en la identidad profesional supongamos, de los médicos que
integran estos grupos, y la entendemos sólo determinada por la inserción laboral o la clase
social el análisis resulta incompleto, ya que sus miembros participan además de otros
grupos -según género, edad, creencias religiosas, nacionalidad, raíces étnicas, gustos, etc.-
por lo que nos hallamos ante una multiplicidad de pertenencias que revelan los sujetos. La
identidad se torna más compleja y variable a lo largo de la vida. Es probable que un
voluntario o profesional comulgue con determinadas creencias, pero que su compromiso en
torno al cuidado haya estado más influido por una experiencia personal en un momento
determinado de su vida, y eso haya modificado el sentido de su participación en las
actividades humanitarias aún persiguiendo su propio interés profesional.
Por su parte, en el campo de la salud el Estado social se ha impuesto junto a una
profesionalización y mercantilización de sus servicios. Sin embargo el caso nos demuestra
como una paradoja, una innovación desde una institución religiosa antigua, con larga
tradición en la atención de los enfermos y abandonados. Probablemente no seamos tan
seculares como creemos, o en todo caso debamos considerar que en algo ha fallado la
interpretación dominante sobre los resultados de la secularización y sobre la propia noción.
Que el monopolio religioso se haya reducido no supone su desaparición. Sino que más bien
la secularización remite a una transformación en la comprensión de la naturaleza y la cultura
no unilateral y definitiva, sino en términos de ‘sucesivas cristianizaciones’20 seguidas o
acompañadas por retrocesos, en que cada momento presenta una recuperación de la ‘fe’ en
el marco de diferentes ángulos seculares; se trata entonces de la forma en que la herencia
cristiana ha sido transpuesta a la modernidad. Dicho de otro modo, implica que la sociedad
se seculariza (reconstruye la herencia cristiana) y que la Iglesia también cambia a partir de
los principios seculares (como la búsqueda de poder, la sobrevivencia y la ganancia).

18
Asistimos al Centro de Día Pallium el días en que se recuerda a los muertos (2 de noviembre) y
compartimos la celebración en la que se invitó a las familias de los pacientes fallecidos, se leyó una
poesía alusiva escrita por una de aquellas pacientes, se encendió una vela por cada fallecido a la vez
que se iban pronunciando sus nombres, y una cantante cerró el ritual con su arte compartiendo un
refrigerio con los asistentes.
19
Puede consultarse Wuthnow, R., 1996. Actos de compassion. Alianza, Madrid; Berger, P. (ed.).
1999. The desecularization of the World. Eerdmans, Michigan; Berger, P. y T. Luckmann., 1997.
Modernidad, pluralismo y crisis de sentido, Paidós, Barcelona.
20
Martin, D., 2005. On secularization. Towards a revised general theory. Ashgate, Great Britain.
7
Asimismo, la Iglesia no se involucra en un tema ajeno a su tradición: muy por el
contrario y aunque sea redundante, se vincula con la experiencia íntima del dolor y con la
muerte, un objeto que se asocia a las más poderosas metáforas de la vivencia espiritual en
torno del sentido de la vida. El temor a la muerte es una experiencia antropológica universal
-sean cuales sean nuestras diferencias sociales- y por lo tanto constituyen el fundamento de
toda teodicea religiosa y expresión práctica de sus rituales21. Históricamente las voces
autorizadas para dar respuesta a esas preguntas incluso por el propio Estado fueron de la
Iglesia, de modo que es mucho más real pensar en ámbitos de negociación entre Estado-
profesiones-Iglesias, que en luchas y desplazamientos de tipo absolutos. Así en nuestro
país las iniciativas religiosas se colocan al frente de las respuestas a los problemas de la
transición epidemiológica que atravesamos, con la mayor distribución por tipos de muerte
por enfermedades del sistema circulatorio y por neoplasias, en ambos casos con
características de cronicidad y terminalidad. En una situación de aislamiento social los
dolientes se vuelcan muy a menudo a la religión en busca de consuelo, no obstante ello no
determina que ese contacto conduzca a formar parte permanente del grupo religioso; sin
embargo si motiva a los grupos religiosos a ofrecer y ampliar los servicios terapéuticos
creando intimidad y un mayor contacto social ampliado.

Conclusión

Este análisis puntual nos permite realizar algunos señalamientos finales. Por un lado
afirmar que este tipo de intervenciones innovadoras con los dolientes provienen de entornos
con diversas cosmovisiones que se articulan, y de este modo las enriquecen. Que el
activismo de grupos profesionales y no-profesionales se potencia cuando establece
vínculos religiosos. Que por su parte, el análisis social debe profundizar en la dinámica de la
secularización en la postmodernidad a fin de dar cuenta de aspectos que contradicen la
mercantilización de la vida humana, frente al auge que está cobrando el trabajo voluntario y
el valor indiscutible que se da a la solidaridad. Quizás nos encontremos ante concepciones
de la compasión que resultan compatibles con el individualismo, y ante nuevas fuentes que
alimentan los actos humanitarios. Es este individualismo junto a la pérdida de lazos fuertes
como la familia, lo que vuelve a colocar el problema del abandono en ocasión de
enfermedad, y de este modo se crean las condiciones para la re-edición de la tensión
cuidar-curar, eje que ha motivado la preparación de este material.

21
Turner, B., 1998. La religión y la teoría social. Una perspectiva materialista. FCE, México.
8

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