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CUENTOS BREVES

1
El ático
Por Reyes Adorna
Mis abuelos estaban hartos de advertirme que no fuera al ático, pero nunca me
explicaron el porqué. Como soy de naturaleza curiosa, aproveché que no
estaban en casa y me dirigí hacia allí algo asustada. Abrí la puerta y sólo vi lo
que todo el mundo espera encontrarse en un ático: muebles antiguos,
estanterías llenas de cajas y un baúl repleto de polvo. Éste llamó mi atención, y
sin pensar demasiado, lo abrí. Me quedé un poco sorprendida al ver que dentro
de él sólo había un libro, uno grande y extraño cuyo título era Personajes.
Creyendo que era una obra de gente importante, lo abrí con cuidado y
rápidamente y sin que yo pudiese hacer nada por evitarlo, fui absorbido por él,
tragado sin masticar.
Ya me he acostumbrado a vivir en un libro, incluso he asimilado mi condición de
personaje de ficción. Lo que sigo sin soportar es haberme convertido en el jefe
ambicioso de una gran empresa, porque desde que vivo aquí no hago más que
gritar, trabajar y llevar corbata.

2
El DESTINO
• Por Reyes Adorna

La pitonisa me dijo que mi vida cambiaría de forma radical.


Pero no me dijo en qué consistiría ese cambio.
Viendo que el tiempo pasaba y todo seguía igual, me
divorcié de mi marido, aunque en realidad lo quería, me
mudé de ciudad, aunque mi ciudad me gustaba y me
busqué un trabajo totalmente distinto al que tenía, aunque
la verdad es que el trabajo me daba mucha satisfacción.
Ahora, cuando veo mi vida tan cambiada, echo de menos a
mi marido, a mi ciudad y a mi trabajo, pero he llegado a la
conclusión de que qué le voy a hacer, si ese era mi
destino.

3
El designio

Por Carlos Varela

Comencé a sospechar algo cuando yo le


pregunté cuál era su signo zodiacal y ella
me contestó que caníbal. Desde entonces,
semana tras semana, no he hecho otra
cosa
que yacer bajo sus designios y desaparecer
lentamente entre sus dientes.
4
El Jefe

Por Victor del Val

Cuando Dios hizo La Luz, sorprendió


dormida a La Muerte, que yacía en un
rincón de La Eternidad cansada de no servir
para nada. De inmediato, el Jefe Supremo
le diagramó una tarea y la puso a trabajar...

5
El azar y el destino
Por LoveSick
I
Estaba pensando en el azar y en el destino cuando el azar quiso que
conociera a una mujer y el destino me unió a ella.

II
Convivíamos los cuatro: El destino, el azar, ella y yo. El destino
Siempre estaba dispuesto a hacer alguna cosa, mientras que el azar
se hacía el loco y saltaba por la ventana. Ella y yo contemplábamos
estas escenas boquiabiertos.

III
Al final ella se puso de parte del destino y yo del azar: Ella tenía ganas
de que hiciéramos algo y yo salté por la ventana.

6
Fracaso
Por Choan C. Gálvez

Decidido a acabar con mi vida, me arrojo al paso del tranvía. Un joven


se tumba junto a mí, sin pedir permiso, mientras el convoy llega y no
llega. Al poco, una pareja se acomoda a nuestro lado.
Cuatro personas tendidas son suficientes para alertar al tranviario, que
comienza a frenar la marcha del vehículo. Cuando el tranvía se detiene
a un palmo de mi brazo izquierdo, los individuos tumbados en el suelo
se pueden contar – hay quien lo hace – por docenas.
El mundo del arte me loa y me concede el no deseado título de Rey de
la intervención urbana y considera la Tumbada sobre las vías como mi
primer gran éxito.
Yo, que la considero un fracaso, me decanto por el salto al vacío.

7
Planteamiento, nudo, desenlace
Por Choan C. Gálvez

Tres náufragos y tres melones en una


balsa.
El tiempo se agota.
Los náufragos son devorados.

8
Odio

Por Choan C. Gálvez

Mi odio hacia las gaviotas es profundo y sincero.


Es natural, por tanto, que enseñara a volar a mi
ejército de gatos, que infundiera en mis tropas el
mismo odio asesino, que al fin los mininos
dominaran los secretos del vuelo y el gavioticidio.
No todo había de ser perfecto: ahora son los gatos
quienes cagan sobre nuestras cabezas y nos
despiertan chillando al alba.
Mi odio hacia los gatos es profundo y sincero.
9
El cerezo

Por Vicente Pérez

El genio de las matemáticas cavó el hoyo en el


jardín e introdujo dentro el arbolito. Durante años
lo regó y abonó con cariño para que creciera alto y
robusto, el magnífico cerezo le proporcionaba
exquisitos frutos, pero... el genio de las
matemáticas no era feliz, su árbol no lo amaba, su
raíz no era cuadrada.
10
Qué linda era
Por Choan C. Gálvez

Ha pasado mucho tiempo, pero ella conserva los mismos


ojos negros –quizá incluso más negros–, la misma melena morena y
lisa, la misma nariz respingona, idéntica y perfecta dentadura.

Veinte, quizá veintidós años que no la veía, pero la he reconocido de


inmediato: Ana Clara Rodríguez Sanz, antiguo amor de instituto. Qué
linda era, qué linda es.

Mas la ciencia forense no admite sentimentalismos ni identificaciones


visuales de antiquísimos amantes. He de extraerle sangre, tomar sus
huellas dactilares. Analizar, comparar, colocar una etiqueta en el
pulgar de su pie izquierdo y muerto.

11
El príncipe azul

Por Diago Lezaun

El príncipe azul besó a la princesa y se


convirtió en rana, hasta aquí todo normal,
predecible. El problema es que no sabía
usar las branquias. Se tambaleó, cayó de
lado y murió de asfixia.

12
Un atisbo de ternura
Por Diago Lezaun

Sonó por la radio el Cascanueces de


Tchaikovsky; lo reconocí porque mi madre
lo ponía en el tocadiscos cuando era niño.
Confieso que un atisbo de ternura me hizo
sonreír, pero seguí apuñalándola.

13
Qué lindos nenes
Por Choan C. Gálvez
Una marea celeste y rosa de bebés, qué lindos, esperando
la visita de su santidad. Ay, pero el santo padre se retrasa,
los niños se aburren y nadie les trae la cena.
Todavía no hablan, muchos de ellos no tienen dientes o
apenas gatean pero... vean, vean cómo se lanzan unos
sobre otros, hambrientos, y cómo al celeste y al rosa se
suman el rojo de la sangre y el gris, el verde, el marrón el
azul y otros colores propios de los ojos que ruedan por el
suelo.
Qué lindos nenes.
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