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Extractos del libro “LA ESENCIA DE LA PSICOLOGÍA DE JUNG Y EL BUDISMO

TIBETANO”.- Radmila Moacanin

2. Carl Gustav Jung.

Él nació y vivió su vida entera en Suiza, el país que no ha conocido ninguna guerra por muchos,
muchos años. Creció como un niño tímido y sensible, con frecuencia en contra de las creencias
de sus padres y las exigencias de sus maestros. Encontró refugio en su personalidad Número
Dos. Esta personalidad fue su auténtico y verdadero “sí mismo”, alcanzando hasta lo profundo
de las raíces de la humanidad en sí misma, quizá antes de que la humanidad existiera.

“En algún lugar profundo del fondo siempre supe que yo era dos personas. Uno era el hijo de
mis padres que fue a la escuela y era menos inteligente, atento, trabajador, decente y limpio que
muchos otros chicos. El otro ya era maduro, -de hecho anciano-, escéptico, desconfiado, alejado
del mundo de los hombres; pero cercano a la naturaleza, la tierra, el sol, la luna, el clima, todas
las criaturas vivientes, y sobretodo, cerca de la noche, de los sueños y de todo aquel trabajo que
“dios” dispusiera en él”.

Mientras que su personalidad Número Uno era brillante, su personalidad Número Dos estaba
sufriendo de dolor, el dolor de la insatisfacción de la totalidad. Él buscó es totalidad toda su
vida.

Él escuchó acerca de un profesor de Viena y fue a verlo, ambos se convirtieron en buenos


amigos. El profesor se volvió famoso; y en tanto su fama crecía, su amistad menguaba. Sólo
más tarde Jung comprendió que no era su amistad la que menguaba, era su personalidad
Número Dos la que se estaba transformando en un individuo por derecho. El profesor y Jung se
separaron, esto fue el impacto más grande de su vida, le condujo dentro de una oscuridad tal que
él nunca había conocido en su vida, pero a partir de allí emergió todo su trabajo. A partir de ese
momento, Jung se dedicó completamente a su personalidad Número Dos. A la edad de ochenta y
cinco años, su larga y fructífera vida llegó a su fin. Pero su personalidad Número Dos continúa
viviendo, porque “no existió el tiempo en que no fuera, y no habrá ningún tiempo en el que
dejará de ser”. (“For there was never a time when it was not, and there can be no time it will
cease to be”)

1593862_1_Fiscal__Extractos del libro La esencia de la psicología de Jung y el Budismo Tibetano


-2-

“En cierto sentido, mi vida ha sido la quintaesencia de lo que he escrito”, dice Jung en la
introducción de su autobiografía. Ningún evento, ningún aspecto externo o interno de su vida es
irrelevante o carece de importancia en su trabajo.

“Mi vida es lo que he hecho, mi trabajo científico. Uno es inseparable del otro. El trabajo es la
expresión de mi desarrollo interno, dado que el compromiso con los contenidos del inconsciente
forma al hombre y produce sus transformaciones. Mis trabajos pueden ser referidos como
estaciones a lo largo del camino de mi vida”.

El período que sigue al rompimiento con Freud fue un tiempo particularmente preñado en la
vida de Jung. Tiempo en el que nuevas ideas estaban germinando. Fue un tiempo de confusión,
torbellino, aislamiento, soledad, de caos interior. Jung fue asediado por sueños confusos,
imágenes, visiones, una oleada de material inconsciente que por momentos le hizo dudar de su
propia sanidad mental. Pero fue también una intersección crucial, la estación más creativa a lo
largo del camino de su vida. Estos fueron los años de confrontación de Jung con el inconsciente.

Aquí aparece la visión de Siddhartha Gautama, el príncipe inocente y bien protegido


conmocionado por los vislumbres del lado trágico de la vida. Su determinación de encontrar
respuestas –primero sin éxito, al buscarlas en los eruditos-; y finalmente, dentro de sí mismo, en
meditación profunda bajo el árbol de Bodhi. De manera similar, Jung no pudo encontrar
respuestas, ni de Freud, ni de ningún otro; de ningún libro o teoría. Y como Siddhartha, él dejó
atrás todo aquello para buscar las respuestas dentro de su propia psique. Este fue el comienzo de
un experimento que duraría muchos años, y que produjo una riqueza de material, su
contribución más creativa.

Jung observó cuidadosamente, anotó y embelleció con dibujos sus sueños, fantasías y visiones.
Todos ellos se convirtieron en parte de su famoso libro Rojo.

Él tenía que mostrar que sus experiencias más personales y subjetivas eran potencialmente
experiencias de toda la humanidad, porque éstas eran una parte inherente de la naturaleza de la
psique. Era un camino revolucionario en la metodología científica, una nueva manera de ver las
cosas. Jung tenía que probar que sus propias experiencias eran reales, que el inconsciente era
una realidad psíquica demostrable.
-3-

3. MÉTODOS EN LA PSICOLOGÍA DE JUNG Y EL BUDISMO TIBETANO

La cura de las almas.

La cura de las almas, dice Jung en sus Memorias, Sueños y Reflexiones, es su tarea. A diferencia
de la mayoría de las metodologías de psicoterapia convencionales, cuyas metas fueron
básicamente el ajuste de la personalidad y la curación de los síntomas, y para cuyo fin eran
aplicadas las técnicas terapéuticas de manipulación. El propósito de la psicoterapia de Jung es la
curación del alma, un acercamiento a lo numinoso. La meta no es solamente la curación de la
patología, sino sobretodo, la realización de la totalidad del individuo, o la autorrealización.

Dentro de cada ser humano está escondida la semilla de su futuro desarrollo, que en su
significado último es una semilla de divinidad. Y la tarea profunda de la psicoterapia de Jung es
ayudar a esa semilla a abrirse y madurar hasta su completo potencial.

¿Cuáles son los métodos que Jung desarrolla para alcanzar esta meta?

Jung nos dice que en el proceso natural de individuación encontró un modelo y un principio
guía para su método de tratamiento. El proceso de individuación es esencialmente un proceso
autónomo e inconsciente, en el que la psique en su impulso natural y espontáneo hacia la
totalidad está esforzándose por armonizar sus contenidos concientes e inconscientes. De esta
manera, explica Jung, el terapeuta debe seguir la naturaleza como su guía. Y su intervención es
menos una cuestión de tratamiento, que de desarrollo de las posibilidades creativas latentes
dentro del mismo paciente.

Jung observó que aquellos de sus pacientes que tenían éxito en liberarse de la esclavitud de los
problemas de su vida y alcanzaron más altos niveles de desarrollo psíquico e integración, en
esencia no hicieron nada más que permitir que las cosas sucedieran. Permitieron que su
subconsciente les hablara en silencio y ellos escucharon sus mensajes pacientemente y les
dieron la más grave y completa atención. En otras palabras, ellos establecieron una relación con
sus procesos inconscientes.

“El arte de dejar que las cosas pasen, acción a través de la inacción, dejarse ir uno mismo como
decía el Maestro Eckhardt, se convirtió para mí en la llave que abría la puerta al camino.
Debemos dejar que las cosas sucedan en nuestra psique. Para nosotros este es un arte del que
-4-

mucha gente no sabe nada. La conciencia siempre está interfiriendo, ayudando, corrigiendo, y
negando, nunca deja que el proceso psíquico crezca en paz”.

Cuando al proceso psíquico se le permite crecer en paz, el inconsciente fertiliza la conciencia y


la conciencia ilumina el inconsciente. La interfusión y la unión de los dos opuestos resultan en
una actitud creciente de despertar y un ensanchamiento de la personalidad. Jung postulaba que
esto puede lograrse de mejor manera, cuando el proceso no está regulado desde afuera y el
terapeuta no interfiere con la operación de la naturaleza.

Mientras una personalidad más amplia se está creando, la conciencia se incrementa se


transforma, y un nuevo centro de la personalidad emerge –el Sí mismo-, mientras que las
tendencias del ego disminuyen. El nuevo centro como un imán, atrae hacia sí todo lo que
auténtica y genuinamente pertenece a la unicidad de la personalidad. La integridad y la unidad
del individuo se establecen gradualmente por sí mismas, fuera del plan de su terreno original. Y
todo lo que no es esencial, lo superfluo se desprende. El ego que se ha desarrollado en respuesta
a las presiones y los dictados del mundo externo y el ambiente cultural, se inclina y da paso a
los impulsos del mundo interior del individuo, su ser interno, su alma, su Sí mismo. De este
modo, el ego ha sido sacrificado a favor del Sí mismo. La existencia mundana ha adquirido un
significado, el individuo se ha puesto en contacto con lo numinoso. Su condición inicial
inconsciente se ha transformado en una consciencia más elevada. Y el redondo de la
personalidad, cuyo símbolo es el mandala, ha sido llevado a cabo.

Cómo sucede la armonización entre los contenidos concientes e inconscientes; nadie lo sabe,
porque es un proceso de vida irracional. En la psicoterapia de Jung no hay métodos de
tratamiento fijos; los métodos se desarrollan naturalmente, en la medida en que el trabajo
progresa y en respuesta a las necesidades del individuo en particular. Cada individuo es único e
impredecible y por esto Jung disfruta que los terapeutas se liberen ellos mismos de todos los
preconceptos y presunciones teóricas y abandonen todos los métodos y técnicas.

Jung nos dice que él es deliberadamente poco sistemático, y solamente el entendimiento


individual es el método, por decirlo de alguna forma. “Necesitamos un lenguaje diferente para
cada paciente”. De cualquier forma dos métodos diferentes fueron utilizados por Jung en su
práctica, consistentemente: el trabajo con los sueños y la imaginación activa. En tanto la
interpretación de los sueños tiene una larga historia que se remonta a la antigüedad, la
imaginación activa es un producto original del trabajo artístico de Jung. Visualiza el proceso de
-5-

la imaginación activa de manera equivalente al de la operación alquímica. En esencia involucra


un diálogo entre dos opuestos, esto es la conciencia y el inconsciente, en el curso del cual todos
los aspectos de un ser son integrados gradualmente. Este es el trabajo de la reconciliación y de
la unión de los opuestos que conlleva a la transformación psicológica.

Hay varios pasos en el proceso. Inicialmente, la tarea es inducir a un estado calmado de la


mente, libre de pensamientos, meramente para observar de forma neutral, sin juicio, sólo para
contemplar el surgimiento espontáneo y el desdoblamiento de los contenidos del inconsciente y
los fragmentos de la fantasía. Esta parte es muy similar a las prácticas básicas de meditación. La
experiencia se archiva, bien de forma escrita, o dándole cualquier otra forma tangible, como un
dibujo, una pintura, una escultura, un baile, o cualquier otra variedad o expresión simbólica. En
el siguiente estadio, la mente conciente empieza a participar de manera activa y
deliberadamente en una confrontación con el inconsciente, el significado del producto
inconsciente y su mensaje tiene que ser comprendido y conciliado en relación con la posición y
las exigencias de la mente conciente. Como Jung establece:

“Es exactamente como si tuviera lugar un diálogo entre dos seres humanos con los mismos
derechos, cada cual de ellos da al otro crédito por un argumento válido y lo considera valedero
para modificar los puntos de vista por medio de una comparación minuciosa y una discusión o
cualquier cosa que pueda distinguirlos claramente uno de otro”.

Finalmente, una vez que el ego y el inconsciente han llegado a un acuerdo el uno con el otro y
uno tiene ahora la capacidad de vivir concientemente, una actitud ética y una obligación tienen
que seguir; uno ya no puede continuar conduciendo su vida ignorante de los trabajos ocultos del
inconciente.

Debe hacerse hincapié en que, los principios de la psicología de Jung no son aplicados como
método de tratamiento médico, sino más bien, de auto-educación. La psicoterapia como dice
Jung: “Trasciende sus orígenes médicos y deja de ser meramente un método para el tratamiento
de la enfermedad. Ahora trata la salud, o tiene tanto un derecho moral para la salud psíquica,
cuya enfermedad es, como mucho, el sufrimiento que nos atormenta a todos. Por esta razón la
psicología analítica puede autoproclamarse como servidora del bien común”.

En su psicoterapia Jung apunta a llevar a sus pacientes hacia un estado de fluidez en el que sus
experiencias cambien y crezcan sin quedar atrapados a ninguna condición fija. Al mismo tiempo
-6-

él procura hacer surgir en ellos un sentido de sus conexiones supra-personales, para ampliar sus
capacidades de conciencia, más allá de la conciencia personal. Esto es particularmente
importante para el hombre moderno, cuya actitud racional ha frustrado y reprimido la dimensión
de su vida espiritual.

Jung hace hincapié en que lo espiritual o en el reino de la experiencia religiosa no se refiere a


ningún crédito, dogma o metafísica.

(…)

4. SÍMBOLOS ARQUETÍPICOS

Como se discutió en el capítulo anterior, la visualización es uno de los métodos principales de


meditación en Vajrayana. Los principales tipos de deidades visualizadas son expresados
aparentemente en forma personificada en la iconografía tántrica, mientras que internamente
corresponden a diferentes estados psicológicos. Mediante la identificación con la variedad de
deidades del panteón budista tibetano, la conciencia profana trasciende hacia el conocimiento de
lo sagrado, y de este modo las imágenes se convierten en símbolos de transformación. Las
imágenes antropomórficas tántricas se refieren a arquetipos que ya son reales para el meditador.
De acuerdo con Jung, los arquetipos cobran vida cuando son significativos para el individuo.
Como todos los símbolos poderosos, las imágenes tántricas, cuando son infundidas con
emoción, ganan luminosidad y proveen al meditador de una energía que les lleva un paso por
delante hacia otro reino psicológico – el transpersonal, espiritual.

¿Cuál es el papel de las imágenes en la práctica budista, cuyos fundamentos psicológicos y


metafísicos están basados en el concepto de la vacuidad? En las palabras de Lama Govinda:

“Lo abstracto de los conceptos filosóficos y las conclusiones requiere ser constantemente
corregido por la experiencia directa, por la práctica de la meditación y por las contingencias de
la vida diaria. El elemento antropomórfico en el Vajrayana no nace pues, de una carencia de
entendimiento intelectual (como en el caso del hombre primitivo), sino por el contrario, del
deseo conciente de penetrar desde una actitud meramente teórica e intelectual, hacia la
conciencia directa de la realidad. Esto no puede ser logrado mediante la edificación de
convicciones, ideales y objetivos basados en el razonamiento, sino únicamente a través de la
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penetración conciente en esas capas de la mente que no pueden ser alcanzadas o influenciadas
por los argumentos lógicos y el pensamiento discursivo.

Esa clase de penetración y de transformación es posible únicamente a través del irresistible


poder de la visión interna, cuyas imágenes primordiales o arquetipos son los principios
formativos de nuestra mente. Como semillas ellas se hunden en el suelo fértil de nuestro
subconsciente, con el fin de germinar, crecer y revelar sus potencialidades…

La subjetividad de la visión interna no disminuye su valor real. Tales visiones no son


alucinaciones, porque su realidad es aquélla de la psique humana. Son símbolos, en los cuales se
incorporan el conocimiento más elevado y el esfuerzo más noble de la mente humana. Su
visualización es el proceso creativo de la proyección espiritual, a través del cual la experiencia
interna se traduce en forma visible, comparable al acto creativo de un artista, cuya idea
subjetiva, emoción o visión son transformadas en una obra de arte objetiva, que ahora toma una
realidad por sí misma, independiente de su creador”.

De manera similar, Jung nos dice que inicialmente los arquetipos son formas vacías, pero que
contienen la posibilidad de ciertas percepciones y acciones; y cuando estos son activados se
convierten en una fuerza poderosa en la vida y en el comportamiento de un individuo. Sin duda,
el arquetipo puede tomar una realidad autónoma propia y tomar control sobre toda la
personalidad. La visión puede guiar hacia la creación artística o los descubrimientos científicos,
como el famoso caso del descubrimiento del anillo de benceno de Kelule. Pero las visiones
también pueden guiar hacia la demencia si no son integradas en la conciencia.

La línea divisoria entre estos dos caminos es frecuentemente muy fina. Los budistas Tibetanos,
al igual que Jung son concientes del daño que implica y, por tanto, exhortan a que se tomen las
salvaguardas apropiadas. La visualización tántrica y la, de algún modo comparable, técnica de
la imaginación activa de Jung, ambas requieren la guía de un maestro calificado o un analista.
Además, en la práctica Vajrayana cada visualización va precedida y terminada mediante la
meditación en la vacuidad y en la disolución de las imágenes, lo cual actúa como una protección
en contra de la identificación continua con los símbolos: el meditador se hace conciente de que
las deidades son productos de su imaginación.

Una de las más importantes (y en el Tíbet, una de las más populares) deidades es Tara. Ella es el
aspecto femenino del Buda. En el Tíbet ella es reverenciada como la madre de todos los Budas.
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En esencia, Tara simboliza la sabiduría que trasciende la razón, totalmente desarrollada. Ella es
la buda de la actividad iluminada, la liberadora; quien, a través de la autoliberación de la
esclavitud de las pasiones egocéntricas guía desde la orilla de la implicación mundana en lo
profano (samsara) hasta la otra orilla de la iluminación (nirvana).

Tara aparece en una variedad de aspectos: la Tara verde, la Tara roja, la Tara blanca, etc.,
veintiuna de ellas y cada una corresponden a una imagen arquetípica ligeramente diferente de la
psique. En la terminología junguiana ella representa el arquetipo de la Madre. De cualquier
forma, ella es la imagen de la madre que ha integrado en sí misma todos los opuestos, lo
positivo y lo negativo. De este modo, para Eric Fromm, discípulo de Jung, Tara simboliza “la
forma más elevada, la culminación del arquetipo de lo femenino. Ella es la gran Diosa, quien,
en la totalidad de su despliegue, llena el mundo, desde su fase primordial más baja hacia su
suprema transformación espiritual”.

Además, las deidades pacíficas y airadas, otra categoría de seres, juegan un importante papel en
el Budismo Tibetano. Son las denominadas dakinis, que poseen cualidades divinas o
demoníacas, y pueden representar el impulso inspirador humano. Ellas son la encarnación del
conocimiento y los poderes mágicos, y son descritas como “genios de la meditación y ayudantes
espirituales”, capaces de despertar las fuerzas ocultas en la oscuridad del inconsciente.

La palabra dakini o en tibetano khandroma significa “espacio” y “éter”, refiriéndose a aquello


que hace posible el movimiento.

Uno obtiene el sentimiento de la naturaleza fluida de la dakini; ella mueve la psique y causa la
fluidez de todo lo que es rígido y concreto, cualquier cosa que esté encapsulada en
pensamientos y dogmas conceptuales, cualquier formulación fija. En este sentido ella simboliza
el principio del movimiento y refleja las fuerzas dinámicas, que son las mismas en el cosmos
que en la psique del individuo.

La dakini de más elevada categoría es Vajrayoguini. Ella es la figura divina de la musa


inspiradora que “redime los tesoros de eones de experiencia, que yacen dormidos en el
subconsciente y los levanta hacia el reino de la conciencia más elevada, más allá de nuestro
intelecto”. Los budistas tibetanos dicen que Vajrayoguini siempre ha existido dentro de lo
profundo de nosotros mismos, en nuestro inconsciente, pero está sofocada por el ego. Cuando el
concepto del ego es “agujereado” permitimos aparecer a Vajrayoguini. (Cuando pienso en
-9-

Vajrayoguini siempre me recuerda a la Bella Durmiente). Vajrayoguini siempre es descrita en la


iconografía tibetana con una curiosa expresión que es simultáneamente, amorosa y sonriente,
pero también airada, de manera que revela la ambivalencia esencial de cada arquetipo.

En el contexto de la psicología de Jung, Vajrayoguini sería una imagen primordial, y como tal
puede actuar como mediadora, probando su poder liberador1, un poder que siempre se ha
poseído en varias religiones”.

El símbolo tántrico de la dakini algunas veces ha sido comparado en Occidente con el concepto
de Jung de uno de los mayores arquetipos, denominado anima. El anima se refiere usualmente
al aspecto femenino de la psique masculina. Aparece en muchas formas diferentes, y posee
ambos aspectos, demoníaco y benevolente. Ella puede ser guía y mediadora, guiando al hombre
hacia su transformación o su perdición.

Pero la noción de anima es mucho más compleja. Primero que nada el anima no se aplica
exclusivamente a la psique masculina: como figura arquetípica ella puede funcionar en la psique
de cada género. En el mundo occidental orientado hacia lo masculino, el concepto de anima
como la contraparte femenina y la integración apropiada de ambos aspectos, es crucial para el
equilibrio psicológico…

5. CONEXIONES, SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS

Introducción

En este capítulo propongo primero discutir los equivalentes conceptuales y metodológicos entre
los dos sistemas e identificar los puntos donde confluyen, donde son similares o paralelos y
donde ellos difieren. En el próximo, examinaré la visión de Jung acerca de las tradiciones
orientales, en términos de su relevancia con respecto al mundo occidental. Y su visión, tanto
como la del budismo tibetano, en relación a los posibles peligros inherentes a la práctica del
Tantra. Finalmente, me gustaría comentar el tema de la ética y su impacto potencial en la
comunidad mundial, el cual es un aspecto importante e integral en ambos sistemas.

Conciencia e Inconsciente

1
Redeeming Power: se puede traducir como redentor o liberador.
- 10 -

El concepto básico de conciencia y de inconsciente en el sistema junguiano tiene una variedad


de connotaciones y por esto, es objeto de muchos malentendidos y distorsiones. Para agravar el
problema, los conceptos de Jung son confundidos con frecuencia con aquellos de Freud, que son
enormemente distintos. Trataré de revisar algunos de ellos, siendo conciente de que mi
investigación es extremadamente inadecuada. Toda una vida –o como los budistas dirían,
incontables vidas-, de estudio y práctica difícilmente nos capacitarían para comprender
plenamente estos conceptos en ambos sistemas.

La visión de la conciencia y el inconsciente de Jung son de igual importancia. La conciencia es,


de cualquier manera, un último vástago de la psique inconsciente. Lo que significa que la
anterior aflora de la última. En este caso equipara a la conciencia con el ego. Él postula que:

“La conciencia necesita un centro, un ego para el que hay algo conciente. No conocemos ningún
otro tipo de conciencia, ni siquiera podemos imaginar una conciencia sin un ego. No puede
haber conciencia donde no hay nadie para decir: yo soy conciente”.

Jung cree que la conciencia, “la más extraordinaria de todas las curiosidades de la naturaleza”,
existe y tiene el impulso de ser ampliada, por la simple razón de que sin ella “las cosas saldrían
menos bien”. Por otra parte, Jung habla acerca de, “una conciencia más elevada”, la cual es una
conciencia más profunda y más receptiva, que se relaciona con el reino transpersonal.

Y parafraseando a Ignacio de Loyola, poniéndolo en el contexto de la terminología psicológica,


Jung afirma:

“La conciencia del hombre fue creada hasta el fin, de manera que pueda (I) reconocer… su
descendencia desde una unidad más elevada;… (2) pagar tributo y relacionarse prudentemente
con esta fuente;… (3) ejecutar sus órdenes inteligente y responsablemente;… (4) Y, de este
modo, apoyar a la psique como un todo, en un grado óptimo de vida y de desarrollo”.

De acuerdo con Jung los símbolos de la totalidad, los cuales resuelven y trascienden los
opuestos, podrían ser llamados “conciencia”, también “Sí mismo”, “alto ego”, o cualquier otra
cosa. Para él “todos estos términos son simplemente nombres para hechos que por sí solos
llevan peso”.
- 11 -

El desarrollo y la extensión de la esfera de la conciencia es lo que Jung llama individuación.


Pero él postula que la mente conciente ocupa una posición relativamente central, mientras que la
psique inconsciente lo rodea todo.

El inconsciente es el área psíquica con un ámbito ilimitado, es la matriz de todas las


potencialidades. Y se imagina mejor como un estado fluido que tiene su vida propia, y cuya
actividad es autónoma e independiente. El inconsciente percibe, tiene propósito e intuiciones,
siente y piensa como lo hace la mente conciente. Jung define el contenido del inconsciente
como sigue:

“todo lo que sé, pero en lo que no estoy pensando en el momento; todo de lo que una vez fui
conciente pero ahora he olvidado; todo lo que percibo por mis sentidos pero que no nota mi
mente conciente; todo lo que involuntariamente y sin prestar atención yo siento, pienso,
recuerdo, quiero y hago; todas las cosas futuras que están tomando forma en mí y en algún
momento vendrán a la conciencia…”

Así pues, el inconsciente incluye los contenidos del futuro de la psique conciente, y anticipa los
procesos futuros de la conciencia. Pero en suma, el inconsciente contiene depósitos ancestrales
acumulados desde tiempos inmemoriales. De este modo, para Jung el inconsciente tiene una
especia de rostro de Jano: un lado de éste apunta hacia atrás en la prehistoria, el mundo de los
instintos rudos; y su otro lado apunta hacia el destino futuro del hombre. Ésta es una paradoja,
porque el inconsciente “es visto como un factor creativo tanto como un audaz innovador; y aún
es, al mismo tiempo, el fuerte sostenedor del conservadurismo ancestral”. Como mercurio, -la
personificación del inconsciente-, es dualista y contiene todos los aspectos de la naturaleza
humana; la oscuridad y la luz; el mal y el bien; la bestia y el superhombre; lo demoníaco y lo
divino. Uno puede concebir al inconsciente como una especia de Casa del Tesoro, que es la
fuente de toda inspiración, creatividad y sabiduría. Como un sistema psíquico autónomo, el cual
habla en el lenguaje de los símbolos, uno de cuyos roles es corregir las tendencias de la mente
conciente y compensar su rigidez con una percepción más amplia, imaginativa y no racional,
que restaure el equilibrio y muestre un significado más comprensivo. Las motivaciones del
inconsciente son, con frecuencia, más sabias y más objetivas que el pensamiento conciente. Por
esto el inconciente podría ser un valioso guía que apunte el camino hacia nuestro verdadero
destino propio.
- 12 -

Sobre la base de la conciencia individual separada y el inconsciente tras ella hay un inconsciente
colectivo, el legado común de toda la humanidad y la fuente universal de toda la vida conciente.
En lo profundo del inconsciente colectivo no hay diferencias individuales ni culturales, ninguna
separación. Es el reino de la unidad primordial, la no-dualidad, y a través de él cada persona
está conectada con el resto de la humanidad.

El budismo tibetano dice que la mente conciente cuando está clara, sin oscuridades, libre de
proyecciones –la conciencia pura-, es la raíz de la felicidad y la liberación; y se experimenta
como un estado de bendición. Éste es el estado más elevado conocido como luz clara. De
cualquier forma, hay varias clases y grados de conciencia y estos son descritos en diferentes
términos. De manera similar, hay varios niveles de conciencia y del inconsciente en la estructura
de la psique, como los conceptualizados por Jung.

Desde la visión de una de las escuelas acerca de los principios budistas, hay seis clases de
conciencia: aquellas que derivan de la vista, el oído, el olor, el gusto, el tacto y la conciencia
mental. En el tope de estas seis está la conciencia afligida o engañada, responsable de la idea
equivocada del ego. Y subrayando todo esto, está la conciencia de almacén (alaya-vijnaya), la
fuente de toda conciencia; donde están almacenadas todas las experiencias del individuo desde
tiempos sin principio. Sus contenidos latentes aparecen a las otras clases de conciencia cuando
surgieron por medio de las asociaciones y condiciones correspondientes.

La noción de la conciencia de almacén corresponde claramente al concepto de Jung sobre el


inconsciente. Como la descripción de Jung acerca del inconsciente, lama Govinda arguye que
alaya-vinaya “contiene cualidades demoníacas tanto como divinas; crueldad tanto como
compasión; egoísmo tanto como altruismo…

6. CONCLUSIÓN

Para perfilar un cierre, debería tocar un par de puntos par resaltar las conclusiones alcanzadas en
mi intento por comprender y encontrar posibles paralelismos entre el budismo y la psicología de
Jung.

Ambos sistemas nacieron y se desarrollaron en dos áreas ampliamente separadas una de otra
geográficamente, históricamente y culturalmente y estaban separadas en el tiempo por un lapso
de dos milenios y medio. Con todo, ambos, a pesar de todas sus diferencias aluden hacia los
- 13 -

mismos problemas humanos y han encontrado que las soluciones están para ser avistadas
únicamente dentro de la psique de cada individuo.

Lo primordial en lo que concierne al budismo es la culminación del sufrimiento. La principal


tarea de Jung fue la curación de las heridas de la psique del hombre. De cualquier manera, el
budista cree que la total liberación del sufrimiento es posible; la visión de Jung es que el
sufrimiento está en la naturaleza de la vida y que es incluso un ingrediente necesario que no
puede ser nunca completamente eliminado.

La meta última en ambos sistemas es que nosotros nos convirtamos en lo que somos en realidad.
Para el budismo Mahayana esto significa alcanzar la budeidad; cada ser sin excepción tiene este
potencial. Para Jung esto significa alcanzar la totalidad, realizar el “sí mismo” de uno, el cual es
un impulso inherente de la psique. El camino hacia la budeidad es extremadamente largo, pero
se cree que mediante la práctica de los métodos del Tantra se puede alcanzar en una sola vida.
Para Jung, la realización del Sí Mismo es un proceso sin fin.

El desarrollo progresivo de la conciencia a través de la introspección es la meta inicial de


ambos, budismo y la psicología de Jung. Pero los budistas sostienen que la conciencia puede ser
desarrollada completamente, de forma que ningún contenido inconsciente puede perturbar a la
mente, y consecuentemente adquirir un perfecto control, -el estado de conciencia pura-. La
conciencia para los budistas está asociada con la bendición2: el conocimiento es felicidad, la
ignorancia es sufrimiento.

Jung no cree que una conciencia pura, descontaminada del inconsciente pueda ser alguna vez
alcanzada. Además la integración del inconsciente en la conciencia, la reconciliación de los
opuestos supone la no eliminación del inconsciente o el control de éste, sino una concesión de
ambos aspectos de la psique.

El principio y uso de los opuestos es fundamental en el modelo de Jung, como lo es en el


budismo, y se enfatiza particularmente en las prácticas de Tantra.

Ambos sistemas requieren que cada aspecto del individuo esté envuelto en el proceso, nada es
rechazado. El conocimiento y el entendimiento intelectual son importantes, especialmente en los
estadios iniciales del camino, pero tienen que ser complementados por el sentimiento y la

2
Bliss: bendición.
- 14 -

intuición, y la comprensión3 ganada en el curso de la contemplación o la meditación tiene que


ser traducida en acción y convertirse en una vida significativa4.

El camino comienza y termina en la psique, la mente. Jung proclama que él no hace


declaraciones filosóficas o metafísicas, y que su trabajo está basado únicamente en la evidencia
empírica. El budismo, en contraste, por ser una religión, lidia necesariamente con categorías
metafísicas y filosóficas. De cualquier forma, el Buda mismo se negó a responder preguntas
pertinentes a la naturaleza de lo Absoluto, sabiendo que los argumentos filosóficos originan
discordia y confusión y no añaden nada a la solución del sufrimiento, el problema fundamental.
En lugar de esto, enseñó el camino del medio, para ser elaborado más tarde por la escuela
Madhyamaka, cuya actitud básica es la libertad frente al dogmatismo y el acercamiento
dialéctico, en una tentativa por resolver conflictos teóricos mediante el ascenso a un punto de
vista más elevado.

De esta forma es el acercamiento de Jung a su propio trabajo y su práctica. No hay teorías


definitivas o métodos terapéuticos indiscriminadamente aplicables para todo el mundo, puesto
que cada individuo es único en su situación específica. (…)

EPÍLOGO

Mi religión es muy simple. Mi religión es la amabilidad. - Su Santidad el Décimo Cuarto Dalai


Lama.

El mundo pende de un hilo muy delgado, y esa es la psique del hombre. – C.G. Jung

Desde que las guerras comienzan en la mente de los hombres, es en las mentes de los hombres
donde la defensa de la paz debe construirse. –Preámbulo a la constitución de la UNESCO

Jung realizó un salto cuántico en la psicología. Cualquier cosa que se escriba acerca de Jung
sólo puede ser un pálido intento para describir la magnitud de su trabajo, que va mucho más
lejos de los campos de la psiquiatría y la psicología: sus descubrimientos tuvieron un
considerable impacto en el arte, la literatura, la ciencia, la ecología, la teología y en el
entendimiento de la importancia de la religión en nuestras vidas. Mucho de su trabajo es

3
insight
4
Moral duty, o deber moral, no es una visión acertada de “meaningful life”, una de las seis paramitas
que se traduce como “una vida significativa”.
- 15 -

visionario, profético y eminentemente relevante para la situación presente del mundo. La


psicología de Jung es una obra de arte; no únicamente porque algunos de sus escritos son
bellamente poéticos pero sobretodo, porque es capaz de inspirarnos individualmente en
diferentes formas y transformar nuestra conciencia, tal y como lo hace una magnífica pieza de
arte.

Además, cada vez que leemos a Jung nos sorprendemos con nuevos descubrimientos, algo
escondido se nos revela mientras crecemos, profundiza nuestro entendimiento, y toca los más
sutiles niveles de nuestra conciencia. Esto también es el sello distintivo de las grandes obras de
arte.

Mientras nos acercamos al trabajo de Jung y algunas de sus ideas originales concernientes al
inconsciente colectivo, la alquimia o la psicoterapia, el significado del mandala, o del “Sí
Mismo”, -todos, representaciones del proceso de individuación-; uno descubre lugares
desconocidos en uno mismo, hace nuevas conexiones y alcanza comprensiones frescas. Pero
uno debe pisar lenta y gradualmente, permanezcamos en la superficie y ganaremos meramente
una comprensión intelectual poco profunda. Jung nos recuerda repetidamente, que sólo la
experiencia directa tiene valor.

Todo lo que se puede decir acerca del encuentro con el trabajo de Jung, se aplica igualmente a
las enseñanzas del budismo tibetano. Ambas tradiciones nos dicen que debemos permanecer
tranquilos y en silencio, la mente limpia de la contaminación interna y externa y permitir al
inconsciente hablar mientras nosotros escuchamos nuestra sabiduría interna, que es nuestro
verdadero Guru.

La naturaleza y los trabajos de la mente son tópicos básicos en las enseñanzas budistas, tal y
como lo es la psique/mente en el trabajo de Jung. El entendimiento de la mente está
cercanamente relacionado al entendimiento de la experiencia del sufrimiento. El budismo
tibetano discute en profundidad los varios aspectos del inevitable sufrimiento humano, del que
nadie es inmune, pero que nosotros en occidente preferimos ignorar; acentuando en su lugar, un
entendimiento estrecho de la “persecución de nuestra querida felicidad”. A pesar de esta
persecución millones de personas sufren de depresión, alcoholismo y otras adicciones; el
suicidio y la violencia están ampliamente extendidos entre las personas de todas las edades y
caminos de la vida. Existe una plétora de emociones aflictivas, como los budistas se refieren a
ellas; o, aflicciones del alma, como Jung denomina a tales conflictos internos.
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Aquellos individuos cuyas vidas están fragmentadas o carentes de sentido están muy lejos de la
libertad para perseguir la felicidad; ellos sólo pueden buscar escapar del sufrimiento, la soledad
y la desesperación a través de cualquier medio destructivo que tengan a su disposición.
Trágicamente ellos se convierten en la tierra de reproducción de la ira, el odio y la violencia
hacia ellos mismos y los otros.

Aprendemos de Jung que la salud psicológica requiere una vida significativa. (…)

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