Un día, fue Yoha al mercado y compró diez burros. Montó
en uno y se dirigió a casa. De camino, contó los burros para verificar si estaban todos y sólo le salían nueve. Inquieto, se bajó del burro y volvió a contar y esta vez le salieron diez. Subió de nuevo al burro y volvió a contarlos y sólo vio nueve burros.
“Es mejor ir a pie teniendo diez burros que ir subido y perder
uno”, pensó Yoha. EL JUEZ
Un mendigo pedía limosna en la puerta de un restaurante
del cual salía un suculento olor a asado de carne. Tirado en la acera, el mendigo se decía lo afortunado que era por poder disfrutar de semejante aroma cada día mientras mendigaba. Un día fue a una panadería, compró una barra de pan y se acercó a la cocina del restaurante para comérsela mientras olía la carne asada. El cocinero, que se dio cuenta de lo que estaba haciendo, le pidió un dinar por cada día que pasase disfrutando del olor que despedía la carne.
Ante la negativa del mendigo a pagar tal suma, el cocinero
le llevó ante Yoha, el juez, a quien expusieron los hechos: -Ese hombre -dijo el cocinero-, se pasa el día disfrutando del olor de mis asados y se niega a pagar por ello. -¿Y cuánto dinero pides? -preguntó Yoha. -Un dinar por día -contestó el cocinero.
Entonces Yoha sacó una moneda de dinar de su bolsillo, la
tiró al suelo y preguntó al cocinero: -¿Has oído caer la moneda? - Sí, señoría -contestó el cocinero. -Pues considérate pagado -dijo Yoha. EL BURRO APRENDE A LEER
Uno de los grandes conquistadores de la historia, Tamerlán,
recibió como regalo de cumpleaños un burro. El regalo le hizo mucha gracia y se lo fue mostrando a la gente. Yoha, que estaba presente entre los invitados, se dirigió a Tamerlán y le dijo que ese burro tenía pinta de ser un animal muy inteligente, que hasta prodría aprender a leer. -Si consigues enseñarle a leer –dijo Tamerlán entre carcajadas-, te colmaré de oro y riquezas, pero si fracasas te castigaré. -Dame tres meses y cien dinares por adelantado y te lo demostraré –contestó Yoha. Tamerlán aceptó y Yoha volvió con el burro a su casa.
Después de tres meses, Yoha regresó a la corte de
Tamerlán arrastrando al animal hasta una mesa donde colocó un gran libro. El burro enseguida comenzó a mirar las páginas con mucha atención, volviéndolas con la lengua, mirando a Yoha y rebuznando cada vez que pasaba una, lo cual despertó la admiración de todos los presentes.
Tamerlán, sorprendido, ofreció a Yoha un cofre lleno de
monedas de oro y joyas, y le preguntó: -¿Cómo has podido lograr que el burro aprenda a leer? Yoha contestó: -Pues con el dinero compré cien pieles de ciervo, las encuaderné en forma de libro, coloqué granos de cebada entre las páginas y comencé a pasar las páginas mientras el burro se comía los granos. Así, poco a poco, el animal empezó a dar vueltas a las páginas del mismo. Cuando controló bien la técnica dejé de ponerle cebada entre algunas de las hojas, pero el animal seguía buscando una a una. Ahora que he dejado de poner cebada, el burro busca en vano y rebuzna de hambre para despertar mi compasión. De esta manera he superado tu prueba. NOTAS: Nasr Eddin Hodja es un personaje del imaginario de la cultura musulmana. La leyenda del personaje recorre la historia desde el siglo VIII hasta nuestros días. Algunos creen que vivió en Turquía, entre los años 1202 y 1284. Otros, lo relacionan con la corte de Harún-ar-Raschid, el célebre califa de la dinastía abbasí, o contemporáneo del gran conquistador tártaro Tamerlán. Hay versiones de sus cuentos en decenas de lenguas. En Egipto le llaman Goha, Hoca en Turquía, Djeha (o Joha) en el Magreb, y Appendi en Asia central. El popular Giufá de los cuentos del sur de Italia, constituye probablemente otra, y no la última, de sus metamorfosis. Reivindicado por la cultura sufí pero también por la tradición popular, Yoha es el personaje más divertido y más sabio del oriente árabe