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Raghida Abillamaa

YOHA Y LOS NUEVE BURROS

Un día, fue Yoha al mercado y compró diez burros. Montó


en uno y se dirigió a casa. De camino, contó los burros para
verificar si estaban todos y sólo le salían nueve. Inquieto, se bajó
del burro y volvió a contar y esta vez le salieron diez. Subió de
nuevo al burro y volvió a contarlos y sólo vio nueve burros.

“Es mejor ir a pie teniendo diez burros que ir subido y perder


uno”, pensó Yoha.
EL JUEZ

Un mendigo pedía limosna en la puerta de un restaurante


del cual salía un suculento olor a asado de carne. Tirado en la
acera, el mendigo se decía lo afortunado que era por poder
disfrutar de semejante aroma cada día mientras mendigaba. Un
día fue a una panadería, compró una barra de pan y se acercó a la
cocina del restaurante para comérsela mientras olía la carne
asada. El cocinero, que se dio cuenta de lo que estaba haciendo,
le pidió un dinar por cada día que pasase disfrutando del olor que
despedía la carne.

Ante la negativa del mendigo a pagar tal suma, el cocinero


le llevó ante Yoha, el juez, a quien expusieron los hechos:
-Ese hombre -dijo el cocinero-, se pasa el día disfrutando del
olor de mis asados y se niega a pagar por ello.
-¿Y cuánto dinero pides? -preguntó Yoha.
-Un dinar por día -contestó el cocinero.

Entonces Yoha sacó una moneda de dinar de su bolsillo, la


tiró al suelo y preguntó al cocinero:
-¿Has oído caer la moneda?
- Sí, señoría -contestó el cocinero.
-Pues considérate pagado -dijo Yoha.
EL BURRO APRENDE A LEER

Uno de los grandes conquistadores de la historia, Tamerlán,


recibió como regalo de cumpleaños un burro. El regalo le hizo
mucha gracia y se lo fue mostrando a la gente. Yoha, que estaba
presente entre los invitados, se dirigió a Tamerlán y le dijo que
ese burro tenía pinta de ser un animal muy inteligente, que hasta
prodría aprender a leer.
-Si consigues enseñarle a leer –dijo Tamerlán entre carcajadas-,
te colmaré de oro y riquezas, pero si fracasas te castigaré.
-Dame tres meses y cien dinares por adelantado y te lo
demostraré –contestó Yoha.
Tamerlán aceptó y Yoha volvió con el burro a su casa.

Después de tres meses, Yoha regresó a la corte de


Tamerlán arrastrando al animal hasta una mesa donde colocó un
gran libro.
El burro enseguida comenzó a mirar las páginas con mucha
atención, volviéndolas con la lengua, mirando a Yoha y rebuznando
cada vez que pasaba una, lo cual despertó la admiración de todos
los presentes.

Tamerlán, sorprendido, ofreció a Yoha un cofre lleno de


monedas de oro y joyas, y le preguntó:
-¿Cómo has podido lograr que el burro aprenda a leer?
Yoha contestó:
-Pues con el dinero compré cien pieles de ciervo, las encuaderné
en forma de libro, coloqué granos de cebada entre las páginas y
comencé a pasar las páginas mientras el burro se comía los
granos. Así, poco a poco, el animal empezó a dar vueltas a las
páginas del mismo. Cuando controló bien la técnica dejé de
ponerle cebada entre algunas de las hojas, pero el animal seguía
buscando una a una. Ahora que he dejado de poner cebada, el
burro busca en vano y rebuzna de hambre para despertar mi
compasión. De esta manera he superado tu prueba.
NOTAS:
Nasr Eddin Hodja es un personaje del imaginario de la cultura
musulmana. La leyenda del personaje recorre la historia desde el
siglo VIII hasta nuestros días. Algunos creen que vivió en
Turquía, entre los años 1202 y 1284. Otros, lo relacionan con la
corte de Harún-ar-Raschid, el célebre califa de la dinastía
abbasí, o contemporáneo del gran conquistador tártaro Tamerlán.
Hay versiones de sus cuentos en decenas de lenguas. En Egipto le
llaman Goha, Hoca en Turquía, Djeha (o Joha) en el Magreb, y
Appendi en Asia central. El popular Giufá de los cuentos del sur
de Italia, constituye probablemente otra, y no la última, de sus
metamorfosis. Reivindicado por la cultura sufí pero también por
la tradición popular, Yoha es el personaje más divertido y más
sabio del oriente árabe

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