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En el sitio del otoño, en las arboledas, yo me siento bien con Paula,

mi amiga del alma; me acompaña el sol bajo al atardecer y me siento


protegida por las hojas caídas. Me divierto en los columpios y en la pista de
fútbol echo partidos amistosos aunque ruidosos; al lado, la fragua, donde
por la noche celebramos cumpleaños y fiestas, con su chimenea calienta
todo. En el medio la fuente, el contador y la sala de herramientas para el
alguacil, eso sí bien bonito con preciosos colores pintados por nosotros.
Cuando el río suena agua lleva, eso dice el dicho y si lo sigues encuentras
nuestra peña toda ordenada y no hay que olvidarse de los juncos, plantas
marroncitas que a todos al corazón les llega. Cruzando tierras y tierras
llegas al silo muy cansado, pero vale la pena. Allí ensayamos, comemos,
jugamos y hacemos teatro con cariño para la gente del pueblo. Al lado de la
arboleda encontramos el abrevadero para las ovejas y al ladito de las
huertas la granja de los chotos ¡ Ay, qué olor por favor! –dicen todos. Y el
pastor en su caravana blanca y amueblada duerme. Más arriba tenemos el
monte lleno de jaras y encinas: cuando paseas por él respiras de maravilla,
sus corzos corriendo por la ladera y los conejos y liebres entre los pinos
saltan de alegría, los jabalíes y sus jabatos comen bellotas en la encina y las
rapaces esperan a ver si hay comida, y todo esto compone mi fin de semana
en el pueblo y por eso, entre semana, deseando estoy que llegue mi fin de
semana.

María Contreras Orejana 1ºA ESO

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