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Un bonito día

Nada más llegar a mi pueblo me asomé por la ventana y vi el


lago azul y cristalino. Los pájaros volaban de un lado para otro
entonando sus hermosas canciones. Volaban sobre mi cabeza, con
sus blanquecinas panzas al descubierto.
Más allá del hermoso lago se podían observar los frondosos
bosques de pinos dejando al desnudo lo más alto de la montaña,
como si fuera una cabeza intentando asomarse entre la vegetación.
Justo en el centro de aquella inmensidad de agua emergía un
islote al que llaman La tortuga. Recibe este nombre por su forma
totalmente esférica y medio hundida, y por su gran variedad de
tonalidades verdes.
En las orillas empezaban a aparecer puntitos de colores que
se movían a merced del viento, que no eran otras que las flores
infectadas de abejas buscando polen para el invierno.
Sobre la superficie de aquella llanura cristalina los barcos
flotaban como corchos moviendo sus grandes y pesados vientres. Y
en lo alto, el sol dejaba caer sus rayos sobre las olas produciendo
así una sensación de destello.
En aquel momento no se me ocurrió otra cosa más que
sonreír.

Estrella Moraleda Hernández, 1º A

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