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Artemio Baigorri

HACIA LA URBE GLOBAL


Badajoz, mesópolis transfronteriza

Editora Regional de Extremadura


Mérida, 2001

Este libro ha sido publicado por la Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2001, con el
ISBN 84-7671-622-2

Caso de no encontrarse en librerías, en la página


web del autor (sección Noticias y Novedades)
pueden encontrarse enlaces para su adquisición
en librerías virtuales o directamente en la
editorial:
http://www.unex.es/sociolog/BAIGORRI/

Esta versión se difunde exclusivamente a efectos de utilización como


documentación de trabajo por los alumnos del curso de doctorado “GLOBALIZACIÓN,
HACIA LA URBE GLOBAL”, del programa virtual Localizando la Globalización de la
Universidad de Extremadura. La paginación no se corresponde exactamente con la del
libro.

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INDICE

Introducción

Primera Parte: DE LO RURAL A LO GLOBAL

El análisis transdisciplinario de la ciudad y el territorio desde una perspectiva sociológica


Regadío y urbanización
La ciudad como artefacto
La ciudad red
La ciudad y el territorio de la red, en los albores del Tercer Milenio

Segunda Parte: MESÓPOLIS TRANSFRONTERIZAS

La medida de las ciudades


De la ciudad intermediaria a la mesópolis
Ciudades y mesópolis transfronterizas
Ciudades y regiones en la frontera hispano-lusa: de ‘cul de sac’ a nodos esenciales

Tercera Parte: LA FORMACION DE UN AREA MESOPOLITANA DE CARACTER


TRANSFRONTERIZO EN BADAJOZ

Las tres adaptaciones


Badajoz, mesópolis transfronteriza

Cuarta Parte: LA MESÓPOLIS DE BADAJOZ EN EL CONTEXTO IBÉRICO Y EUROPEO

La permeabilización de las fronteras intracomunitarias y la extensión de la función mesopolitana


de Badajoz en el territorio portugués
La red urbana de Extremadura y Alentejo y el papel de la mesópolis pacense
Ciudades que se mueven: bananas, arcos, diagonales y triángulos en la península ibérica y Europa
La síntesis abierta

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Introducción
Este trabajo propone, tomando como objeto de análisis una ciudad media situada junto a una
frontera en proceso de desaparición, un marco para la comprensión del proceso de urbanización
del mundo.
Una ciudad, Badajoz, que se ubica en una serie de marcos sociales, económicos y espaciales.
Y cuyo desarrollo se debe, en buena parte, a su posición espacial, en la frontera, y junto a una
zona de nuevos regadíos planificados.
El marco teórico debe ser por tanto lo suficientemente amplio para que nos permita entender
cómo una zona rural, intensamente rural, con una agrociudad excéntrica que durante casi un siglo
sobrevive como capital administrativa, se transforma en menos de cuatro décadas en un
semicontinuum urbano inserto en lo que denomino la urbe global, y articulado por lo que a su
vez denomino una mesópolis, cuyo ámbito de influencia se extiende a territorios de dos Estados
nacionales. Para ello atenderemos algunas cuestiones previas:
a) La ciudad como artefacto social.
b) El papel de la ciudad en el territorio.
c) El proceso de transformación/urbanización de lo rural, en particular el que,
determinado por la tecnología, se produce en las zonas de regadío.
d) Los conceptos de ciudad media, ciudad intermediaria y mesópolis.
e) El papel de las ciudades transfronterizas
Aunque como tesis doctoral1, este trabajo debería, según dictan las normas académicas al
uso, asentarse a la sombra de algún paradigma (Khun, 1971:33), se da la circunstancia de que el
paradigma, en este caso, no ha alcanzado todavía su síntesis. Era sin duda una situación
paradójica, y en consecuencia arriesgada, particularmente en el campo de las ciencias sociales:
pues me apoyo en un paradigma en construcción a cuya síntesis pretendo contribuir. Y, en la
medida en que precisamente uno de los componentes fundamentales del nuevo paradigma es la
transdiciplinariedad2, la dificultad es aún mayor, aunque a estas alturas de la Historia, el riesgo
de ser acusados de eclecticismo es bastante llevadero.
No obstante se trata, explícitamente, de una investigación sociológica. Este trabajo se
presentó como tesis doctoral en una Facultad de Sociología, de forma que la transdisciplinariedad
tiene unos límites obvios, por más que los propios límites teóricos y heurísticos de la Sociología
estén, como la frontera sobre la que se asienta la ciudad que en la segunda parte analizo, en un
proceso de dilución3.
Para no hurtarme a mis obligaciones como sociólogo, he buscado a menudo el amparo en
la convicción, compartida por buena parte de los sociólogos y de los científicos sociales en

1
El texto recoge sin apenas modificaciones la tesis tal y como fue presentada. Dado el formato de la publicación, se han
eliminado la mayor parte de los mapas, gráficos y esquemas, así como se ha descargado en lo posible del aparato erudito que
tan agobiante llega a resultar a veces en las tesis doctorales.

2
Lo que nos obliga a considerar a teóricos e investigadores de disciplinas bien diversas, anclados además en paradigmas que,
a menudo, son contradictorios entre sí, pero que en todos los casos aportan elementos que nos ayudan a comprender la realidad.

3
Aún así, la voluntad transdisciplinaria marcó todo el proceso. Los directores de la tesis fueron un arquitecto y un sociólogo,
y el tribunal que la juzgó estuvo compuesto por tres sociólogos, un arquitecto/economista, y un geógrafo. Debo agradecer
especialmente que mis directores de tesis, los profesores Ramón López de Lucio (del Departamento de Urbanismo y Ordenación
del Territorio de la Escuela de Arquitectura de Madrid) y Cristóbal Gómez Benito (del Departamento de Sociología II de la
UNED) asumiesen el riesgo de apadrinar mi tesis. Espero qu e, más allá de la máxima calificación obtenida, el premio
independiente otorgado por la Real Academia Española de Doctores a la tesis, y ahora esta publicación, les compense la aventura
de dirigir a un tesitando tan particular.

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general, de que "la teoría social ha llegado a comprender una gama de enfoques variada y, con
frecuencia, confusa" (Giddens, Turner et.al., 1990:12). Recurriré si es preciso a la protección de
los santos padres para defender estas posiciones, pues fue justamente Durkheim quien ya en
1897, en una recensión para L’Anée Sociologique, advirtió de las dificultades de anclarse en un
único paradigma científico para interpretar las relaciones de los hombres (como sociedad) y el
espacio, campo para el que propuso la denominación de morfología social:
"Los trabajos que tratan de estas cuestiones conciernen actualmente a disciplinas
diferentes. Es la geografía la que estudia las formas territoriales de los estados; la
historia, la que describe la evolución de los grupos rurales o urbanos; es a la
demografía a la que corresponde todo lo que concierne a la distribución de la
población, etc. Creemos que es interesante sacar de su aislamiento a estas ciencias
fragmentarias y ponerlas en contacto reuniéndolas bajo una misma rúbrica; de esta
forma adquirirán conciencia de su unidad. (...) La que nosotros proponemos tiene la
ventaja de poner de relieve claramente la unidad del objeto sobre el que versan todas
esas investigaciones, a saber, las formas sensibles y materiales de las sociedades, es
decir, la naturaleza de su substrato" (Durkheim, [1897]1988:242)
Probablemente su denominación de morfología social, siempre que en buena lógica
lleguemos con sus contenidos transdisciplinarios a otras ciencias, fuese en su simplicidad más
exacto que mi denominación de Ciencias del Territorio. Sobre esta cuestión me extenderé en el
próximo epígrafe.
Lo que ahora interesa rescatar de Durkheim, además de los antecedentes de nuestra
propuesta de Urbanística como una de las Ciencias del Territorio -como lo son las Ciencias
Ambientales-, es algún andamiaje -o simplemente muleta- que nos ayude a caminar por el caos
de la transdisciplinariedad. Precisamente unos pocos años más tarde afinaría, en un artículo
escrito junto a Paul Fauconnet, el mecanismo fundamental para bandearse en este proceso, y al
cual me he atenido a lo largo de mi investigación:
"Ese estado de dispersión [entre las ciencias señaladas en la cita anterior] tiene otra
consecu encia que quizás sea más general: impide que estas diferentes ciencias tengan de sociales
otra cosa que no sea el no mbre. E n efecto, si la p alabra n o fuera p ara ellas u n vano epíteto ,
deberían tener por principio fundamental el de que todos los fenómenos de que tratan son
sociales, es decir, son manifestaciones de una única realidad, que es la sociedad. Los únicos
fenómenos que debería retener el observador son los que presen tan ese carácter, y la explicación
debería consistir en hacer ver cómo dependen de la naturaleza de las sociedades y de qué
manera especial la expresan. Siempre se los ha de poner en relación con ella, sea mediata, sea
inmediatamente. Pero mientras los diferentes especialistas permanezcan encerrados en sus
respectivas especialidades, será imposible que lleguen a comulgar en esta idea directiva, pues
como cada uno de ellos sólo estudia un a porción de l todo, que tom a por el todo mismo, no
alcanza a tener una noción adecuada de ese todo, es decir, de la sociedad. Dicen que los
fenómenos de los que se ocupan son sociales porque se producen, manifiestamente, en el seno
de asociaciones humanas, pero muy pocas veces se considera a la sociedad como la causa
determinante de los fenómenos que se producen en su esfera" (Durkheim, [1903]1988:284)
Un último apunte se hace preciso. Aún cuando en modo algunos me he posicionado nunca
en mi trabajo investigador, ni lo hago en el curso de este proyecto, 'contra el método'4, sí debo
ampararme, ante el proceloso mar al que me enfrento, en la reflexión final que hace Feyerabend
en su obra más conocida:
"...la separac ión existen te entre las cien cias y las arte s es artificial, es el efecto lateral
de una idea de profesionalismo que deberíamos eliminar, que un poema o una pieza teatral
pueden ser inteligentes a la vez que informativas (Aristófanes, Brecht) , y una teoría científica
agrada ble de contemplar (Galeileo, Dirac), y que podemos cambia r la ciencia y h acer qu e esté

4
Antes bien, uno de los principales autores que a mi entender sustentan el nuevo paradigma, Marvin Harris, ha atacado con tino
y duramente -quizás demasiado- la epistemología libertaria de Feyerabend (Harris, 1982:36 y ss.)

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de acuerdo con nuestros deseos. Podemos hacer que la ciencia pase, de ser una matrona
inflexible y exigente , a ser una atractiva y condesc endiente cortesan a que in tente anticiparse a
cada deseo de su am ante. Desde lue go, es asunto nu estro elegir un dragón o una gatita como
compañía" (Feyerabend, 1974: 122)
¿Qué quiere decir, en el campo de la Sociología Urbana en el que supuestamente se incluiría
este trabajo, la propuesta de Feyerabend?. Nels Anderson, en su impresionante obra -más
enciclopédica que holista- Sociología de la Comunidad Urbana, nos aporta un argumento
definitivo:
"El sociólogo urb ano debe extraer su molienda de muchos molinos. Debe volver los ojos
a los especialistas por lo menos en dos niveles distintos, empezando por los estudiosos:
historiadores, econ omistas, científicos, ecólogos, psicólogos, geógrafos y demógra fos. En otro
nivel, ha de b uscar los e specialista s que se preocupan menos por los conceptos y están más
atentos al man ejo y la acción: a dministra dores, ing enieros, trab ajadore s sociales..." . (Anderson,
1965:13)

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Primera Parte
De lo rural a lo global

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1.
El análisis transdisciplinario
de la ciudad y el territorio desde
una perspectiva sociológica

He señalado la necesidad de plantear un tipo de análisis transdisciplinario en el objeto de


nuestra investigación, dada la multitud de facetas que es preciso considerar; pero no bajo el
principio comtiano de considerar la Sociología como una especie de cumbre en la pirámide de
la ciencia positiva, sino por el contrario partiendo de la asunción de la incapacidad de observar
ciertos fenómenos sociales con un único enfoque, sea el de la Sociología o sea el de cualquier
otra disciplina.
En la observación de la ciudad y el territorio en tanto que fenómenos socialmente
producidos, y que a su vez influyen en otras estructuras, fenómenos e instituciones sociales, dicha
perspectiva transdisciplinaria se hace más nítidamente evidente. Sin embargo, este enfoque
plantea no pocos problemas, dado que el estudio de la ciudad y el territorio puede verse en parte
como una actividad científica (Urbanística, Sociología Urbana, Geografía Urbana... como
enfoques parcelarios), y en parte como una técnica o arte aplicada (Urbanismo y Ordenación del
Territorio).
En lo que hace a la técnica, la multidisciplinariedad en el análisis y el planeamiento
urbanístico es hoy un hecho5. No se trata de una opción epistemológica, una teoría, una -
metodología o una técnica particular, sino que empíricamente observamos que profesionales de
ciencias y técnicas variadas se ocupan de forma habitual del Urbanismo, por tanto son
urbanistas en cuanto práctica profesional. Y en la teoría también se ocupan del Urbanismo
gentes especializadas en materias muy distintantes entre sí, y por tanto son teóricos del Urbanis-
mo, o dicho con más exactitud -aunque el término sea un raro neologismo difícilmente aceptable-
son urbanólogos. Aparentemente, y más allá de las lógicas competencias corporativistas por el
dominio de este territorio, nadie le discute a nadie, en lo particular, su competencia para
ocuparse del Urbanismo.
Sin embargo, esto debería implicar que cada urbanista realmente existente, procedente de
unas u otras ramas científicas o técnicas, conoce no tanto su rol en una supuesta multidisciplina-
riedad jerarquizada, como más bien sus límites, y qué es lo que las Ciencias y Técnicas vecinas
pueden hacer por él. Esto es, que cada urbanista procedente de cada una de las ramas sepa
embeberse de las demás. Si no lo hace así podrá decir a lo sumo que hace Construcción u Obra
Pública, Derecho Urbanístico, Hacienda Pública, en nuestro caso Sociología Urbana, pero en

5
Una versión más amplia de este epígrafe se publicó en (Baigorri, 1995b), pero el origen del texto es en realidad más antigua.
El sustrato procede de la ponencia redactada como documento-base para una mesa redonda sobre la multidisciplinariedad en
el planeamiento, con la participación de profesionales de todas las ciencias y técnicas que desembocan en el diseño y la práctica
urbanística, en el marco del I Curso de Urbanismo organizado por la Asociación Extremeña de Sociología (Badajoz, 1993-94).
La parte en la que se apunta una propuesta de discusión en torno a unas Ciencias del Territorio, está extraída de una conferencia
sobre Espacios naturales, sociedad y ordenación del territorio, discutida en las I Jornadas de Divulgación Ecológica de la
Universidad de Zaragoza (1990).

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modo alguno podrá pretender que hace Urbanismo.

De los ‘grandes generalizadores’ a los transdisciplinarios


Aunque el Urbanismo ha existido siempre como práctica social, no surge como objeto de
análisis, conceptualización, y diseño sobre bases metodológicas previas, antes del siglo XIX, al
igual que otras muchas ciencias (entre ellas la propia Sociología). En una primera fase, que
Françoise Choay -más multidisciplinaria que transdisciplinaria- denominó el preurbanismo, es
obra de grandes generalizadores: sociólogos, historiadores, economistas, políticos, filósofos...
De Saint-Simon a Engels, pasando por Owen, podríamos escoger cualquier nombre representati-
vo según nuestras preferencias.
En una segunda fase, muy breve y que cubre la última década del siglo XIX y primera del
XX, pasa a ser de alguna forma patrimonio de los técnicos, fundamentalmente los arquitectos.
Paradójicamente a raíz de las denuncias de los reformadores sociales, que obligaron a tomar
conciencia en Europa del caos provocado en las ciudades industriales por la mezcolanza de usos
y falta de infraestructuras higiénicas, se produce un auge de las ordenanzas constructivas, y una
revisión de las teorías estéticas y arquitectónicas 6.
Ya bien entrado el nuevo siglo hallaremos una buena representación de este programa en
la panarquitectura de Le Corbusier, quien declaraba con cierta soberbia que "el urbanista no es
más que un arquitecto"7. Pero de forma inmediata, y ya en los últimos años del siglo XIX,
aparece una tercera fase reactiva que pone en tela de juicio el urbanismo de los técnicos -después
llamado tecnocrático-, y que ataca desde frentes muy diversos -tecnólogos, humanistas y
filósofos coinciden en la crítica-, pero básicamente desde los paradigmas de las Ciencias
Sociales. La coincidencia se centra justamente en la convicción de la complejidad del fenómeno
urbano, y en la imposibilidad de circunscribirlo a un único enfoque, pero sobre todo coinciden
en la crítica del urbanismo real practicado por los denominados especialistas. Esta línea8 se
prolongará prácticamente hasta nuestros días, aunque señalar un nombre representativo de esta
tercera fase sería difícil, pues son muy numerosos. Tal vez alguien suficientemente conocido y
aceptado desde todos los ámbitos de las Ciencias Sociales podría ser Lewis Mumford9, pero en
realidad habría de ser el estructuralismo -a la vez ideología y paradigma científico- el que
ofrecería más tarde un fuerte basamento para construir el mito de la multidisciplinariedad (lo que
de hecho socavó la riqueza holística que venía aportando esa que podríamos denominar tercera

6
No hay que olvidar que ya en el último cuarto del siglo XIX, como muy bien puso de manifiesto en la época (Engels, 1978),
la producción de ciudad, y particularmente la construcción de viviendas, empieza a manifestarse como un sector fundamental
en el capitalismo. Entra dentro de la lógica que los técnicos -más poderosos que los científicos sociales- y los abogados, se
apropiasen en cierto modo de la temática .

7
Muy lejos quedaba ya 1841, año en el que la Asociación de Arquitectos de Berlín se había negado a participar en un concurso
para la construcción de viviendas obreras, por considerar que esta 'indigna' tarea carecía de 'interés arquitectónico'. Por el
contrario, a finales del XIX la vivienda popular era ya un buen negocio.

8
A menudo se ha interpretado erróneamente esta crítica, incluso desde la filas de la Sociología, según hace (Nisbet, 1979:89),
como un permanente lamento sociológico contra la ciudad, foco de vicios, maldades y perversiones. Y es, efectivamente, desde
la sociología, desde donde primeramente se denuncian las graves contradicciones del proceso de urbanización, pero es también
desde la sociología -en su mismo origen- desde donde se plantea un paradigma positivo de progreso que lleva a considerar a la
ciudad como el espacio de la máxima libertad y creatividad social.

9
A quien precisamente es también difícil (como al propio Urbanismo), circunscribir a una sola disciplina. Mumford fue esencial-
mente sociólogo, pero también periodista (crítico de arte y arquitectura), historiador de la civilización, tecnólogo, además de
urbanista -y profesor de Urbanismo-.

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vía).
Aunque podríamos ubicar a finales de los años '60, con la crítica del estructuralismo y la
falsa multidisciplinariedad desarrollada por Lefebvre, el arranque de lo que sería una cuarta fase
de plenitud10, en tres décadas esta línea apenas ha hecho sino balbucear11. De forma que navega-
mos todavía en el mito de la multidisciplinariedad.

El mito de lo multidisciplinario
Cuando representantes de las distintas especialidades que confluyen en el Urbanismo
intentan poner en común sus puntos de vista, vemos cómo al exponer la visión urbanística de
cada una de las disciplinas la multidisciplinariedad se viene abajo. Precisamente, como han
puesto de manifiesto los historiadores de la ciencia, una de las características de las Ciencias, de
todas las Ciencias por igual, es su actitud imperialista12. Lo cual conduce en último término a
situaciones de conflicto interdisciplinar, antes que a la supuesta colaboración multidisciplinar.
Es decir, lo que en realidad se ha intentado no ha sido una interacción creativa entre las
disciplinas; sino que más bien se ha probado, desde cada una de ellas por separado, a abarcar
todos aquéllos aspectos ajenos que pudieran parecer de interés para ofrecer un corpus más
acabado de la propia disciplina.
Esto, que en el ámbito de las Ciencias Sociales es un hecho admitido, con el que más o
menos se ha aprendido a convivir, se complica cuando entran en juego disciplinas técnicas como
la Arquitectura y la Ingeniería (las cuales tienen menos delimitados los campos entre sí, pero sí
que los procuran delimitar muy estrictamente, en común, frente a otras ciencias y técnicas), y más
aún cuando hacen su desembarco en el planeamiento urbanístico-territorial las Ciencias Naturales
(Biología y Bioecología, Geología, Agronomía, etc), algunas disciplinas artísticas (Historia del
Arte, Diseño, Arqueología...) e incluso hallamos ahora también acercamientos desde la Cibernéti-
ca, la Energética o la Dinámica de Sistemas. De hecho, esta afluencia masiva a una disciplina
poco definida llevó en los años '60 a un cierto caos epistemológico, una situación que se ha
mantenido en las décadas pasadas y ha llevado incluso al descrédito del Urbanismo aplicado,
reducido al arte de la componenda y trapicheo, tanto entre disciplinas como entre los propios
agentes sociales e instituciones interesados.

Sociología y Urbanismo
Del mismo modo que Le Corbusier proclamó que el urbanista no es sino un arquitecto,

10
En 1965 SCIENTIFIC AMERICAN compone un número monográfico sobre la ci udad que constitu ye en mi opinión uno de
los hitos multidisciplinarios en la historia del Urbanismo contemporáneo. Sociólogos como Kingsley Davis, Sjoberg o Nathan
Glazer compart en cartel con arquitectos-urbanistas co mo Hans Blumenfeld o Kevin Lynch, juristas como Charles Abrams,
economistas e ingenieros. La edición española, en 1967, por Alianza Editorial, alcanzó un gran éxito, y todavía sigue
reeditándose y demandándose por los estudiosos.

11
Cabe hablar, en los términos planteados por la Sociología de las Ciencias de Khun, de intereses material-corporativos que
bloquean la generalización del nuevo paradigma; cabría hacerlo, parafraseando términos marxistas, de la contradicción entre las
estructuras que conforman el modo de producción urbanística imperante y el desarrollo de nuevas formas productivas
emergentes; y habrá, en fin, quien considere que en la década ominosa del superconservadurismo neoliberal no podía caber un
paradigma crítico y humanista como el que había propuesto Lefebvre unos años antes, orientado a desembocar en el urban ismo
transdisciplinar.

12
Competencia, dominio y sucesión son conceptos de la Ecología Humana plenamente aplicables al desarrollo de los programas
científicos.

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Patrick Geddes había advertido, muchos años trás, que el urbanista no puede estar encarnado en
un simple constructor de paralelogramos o en un sencillo dibujante de perspectivas. Geddes es
una figura señera en esa segunda fase citada, de reacción frente a los especialistas, y ello explica
quizás el radicalismo de su crítica. Fue el maestro de Mumford13, y proclamaba provocador que
"salvo contadas excepciones, el arquitecto más prestigioso, por competente que sea en
la concep ción de e dificios aislad os, se revela tan poco experto en materia de ordenación urbana
(town plannin g) como las au toridades mu nicipales" (citado en C hoay, 197 1; 426).
Esto lo escribía en Ciudades en evolución, publicada en 1915 y que constituye tal vez el
primer manual sobre planeamiento. Su primera gran obra, Desarrollo urbano, se publicó en
1904, y consideraba el Urbanismo (él lo denominaba polística, en tanto ciencia de las ciudades)
como una ciencia aplicada, que se desarrolla mediante la experimentación, y que se convierte de
este modo en "una arte cada vez más eficaz, susceptible de mejorar la vida de la ciudad y de
contribuir a su evolución". Por tanto hay que iniciar con Geddes cualquier reflexión sobre el
papel de la Sociología en el Urbanismo, porque constituye sin duda el punto en el que, desde la
Sociología, se plantea una cierta actitud imperialista hacia el Urbanismo como la que antes se ha
achacado a otras disciplinas.
Pero la propia reflexión sociológica es precisamente urbanística ya en su origen, y tenía una
larga tradición de casi un siglo cuando Geddes publica su primera obra. Es sin duda esa profunda
y larga tradición la que empuja a Geddes, probablemente cuando toma contacto con la literatura
social a través de Ebenezer Howard, Le Play y otros, a sociologizar tan extremadamente el
Urbanismo.
Como es sabido, la revolución industrial había provocado, desde finales del siglo XVIII, pero
especialmente a partir de mediados del XIX, un impresionante crecimiento demográfico de las
ciudades; en realidad mucho más impresionante, en términos relativos, que el que hoy en día nos
abruma, porque la capacidad de respuesta de las ciudades para absorber las sucesivas oleadas era
mucho más lenta. La nueva fisonomía de la ciudad industrial, que se extiende por Europa, genera
profundos cambios sociales, y es en buena parte la preocupación por estos cambios lo que dará
lugar a la aparición de la Sociología14.
Como hoy, hay en el propio origen de esta ciencia una Sociología Física (o Física Social) y
una Sociología Política: unos se ocuparon de medir esos nuevos fenómenos sociales, como
Quetelet, Champneuf, o Levasseur, mientras que otros hacían una crítica de las estructuras
causantes de esa problemática, proponiendo su reforma, como Saint Simon y Considerant
(quienes procedían de la ingeniería y terminaron dedicados a la incipiente Sociología), o como
Fourier, Owen y Cabet, cuyos modelos utópicos de ciudad han tenido (y siguen teniendo) una
fecunda influencia, no siempre reconocida por los inseminados15.

13
Geddes fue el creador de conceptos universalizados como el de conurbación, o las eras paleotécnica y neotécnica que
desarrollaría luego Mumford. Curiosamente también fue mu y polifacético, pues se formó como biólogo con T.H. Huxley, para
pasar a través de los geógrafos franceses y la sociología física de Le Play hasta el urbanismo. Como académico, fue primero
profesor de Botánica en Escocia, pero terminó, harto de las miserables intrigas académicas de Londres, como profesor de
Sociología en la Universidad de Bombay.

14
Se trata de una ciudad que crece de forma espontánea, orgánica, no planificada, para la que Gaston Bardet aplicaba justamente
el concepto de urbanización por contraposición al de urbanificación planificada."L'un est le mal, l'autre remède"(Bardet,
1963;5)

15
Modelos que son antes que nada, no lo olvidemos, modelos de reorganización social. En este sentido, no es admisible el tipo
de absorción disciplinaria que hace Benévolo -y que se ha generalizado desde que en 1963 publicó sus Orígenes del Urbanismo
moderno- cuando habla de proyectos como los de Owen en los siguientes términos:"Esta proposición constituye el primer plan
urbanístico moderno desarrollado en todas sus partes, desde las premisas político-económicas hasta el programa constructivo
y el presupuesto financiero" (Benévolo, 1992:73). Esto es, desde luego, no haber comprerndido a Owen, para quien lo

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Estos antecedentes de Física Social debieron haber influído sin duda en Cerdá, quien en su
Teoría General de la Urbanización incorpora no sólo análisis sobre arquitectura e ingeniería sino
también sobre "Derecho de la Administración, 'estudios societarios', estadística, geografía, la
higiene pública, la propiedad, la economía política, la intervención de la Administración con
la expropiación urbanística, policía y edificación, etc" (García-Bellido, 1994;1109), lo que lleva
a algunos autores como el propio García-Bellido a considerarle, en cierto modo, un antecedente
-español, por lo demás- de una urbanística transdisciplinaria16.
En el último cuarto de siglo se dará un periodo de interesantes confluencias. La Sociología
confluye en muchos casos con el Socialismo, hasta el punto de que el primer análisis en
profundidad de la especulación urbana, la crítica más feroz de la ciudad industrial y burguesa
desde el ámbito de la Sociología, está en Engels, en su informe sobre La situación de la clase
trabajadora en Inglaterra, y muy especialmente, en lo que al Urbanismo se refiere, en el pequeño
ensayo Contribución al problema de la vivienda. En el campo de la Filosofía Social -más que
en el estrictamente sociológico- la interacción de gentes como el filósofo social John Ruskin
(entre 1860 y 1870 plantea su 'elogio de la diversidad', y propone "la ciudad como un
espectáculo más atractivo que el paisaje") y su discípulo el arquitecto William Morris (que
publica en 1891 su utopía socio-urbanística de caracter socialista, Noticias de ningún sitio),
permiten atisbar posibilidades de transdisciplinariedad, pero se trata de casos aislados que no
llegan a fructificar.
A caballo de los siglos XIX y XX es la gran teoría sociológica, en sus distintos programas,
la que constituye sin duda el principal instrumento de análisis de la ciudad. Las dicotomías entre
solidaridad mecánica/solidaridad orgánica de Durkheim, o entre comunidad/sociedad de
Töennies, son la máxima expresión analítica del conflicto entre la sociedad tradicional rural, y
la sociedad industrial urbana. Superan con mucho la simple oposición campo/ciudad enunciada
por Marx y Engels desde un paradigma economicista17, y el simplón antiurbanismo naturalista
y naïf del pensamiento social dominante en los Estados Unidos en el siglo XIX (en Jefferson y
Thoreau especialmente). La obra de Simmel sobre Las grandes ciudades y la vida del espíritu
tendría una profunda influencia en las décadas siguientes, sobre todo porque define la ciudad
como un hecho social, y apunta la mayor parte de los problemas de los que la Sociología Urbana
se sigue ocupando todavía. En su obra Sociología (1908) hallamos, y con este título además, una
de las tempranas reflexiones -si exceptuamos la de Durkheim citada páginas atrás, en términos
de morfología social- sobre El espacio y la sociedad, en el que se plantea o la superposición
determinante de lo social sobre lo físico:
"Lo que tiene importancia social no es el espacio, sino el eslabonamiento y conexión
de las partes del espacio, producidos por factores espirituales" (Simmel, 1986;II,644).

político-económico, esto es la organización social, no es una premisa, menos aún una parte, sino el objetivo último; siendo lo
urbanístico -como lo educativo, lo tecnológico, lo productivo...- un elemento más del sistema.

16
Sin embargo, el enciclopedismo de Cerdá -con independencia de la justa reivindicación nacional de su papel procreador del
Urbanismo- pudiera ser tomado también como una visión premonitoria de la forma en la que algunos técnicos han entendido,
en las últimas décadas, la multidisciplinariedad, invadiendo disciplinas ajenas mientras simultáneamente protegen la propia con
artillería pesada. Ya antes de que este fenómeno se generalizase (me refiero al relleno de las Memorias Informativas con 'estudios
societarios'), Bidagor había criticado en Cerdá su voluminosa Memoria del proyecto de ensanche de Barcelona, por cuanto "no
se ve por ningún lado la utilización de todos estos estudios" (Bidagor, 1968;268). Pues, efectivamente, no se trata de rellenar
memorias con 'datos societar ios', sino de interpretar globalmente la realidad territorial -urbana o rural- que se planifica. Parece
más fácil asumirlo a nivel planetario -Gaia-, que a nivel local.

17
Contradicción que Kropotkin, que ejerció de antropólogo, sociólogo y geógrafo, además de como uno de los patriarcas del
anarquismo, pretendió superar mediante una simbiosis de la industria y el campo, una superación dialéctica del enfrentamiento
campo/ciudad que inspiraría profundamente, por ejemplo, el ideal usoniano del arquitecto americano Frank Lloyd Wright.

- 14 -
Es en este momento, no antes ni después, cuando podemos hablar de la aparición del
concepto de lo rural y lo urbano, como expresión dicotómica fundamental que constituye la
espina dorsal del urbanismo moderno. Max Weber aplica su metodología de los tipos ideales al
estudio de la ciudad. Para él la ciudad, como tipo ideal, implicaría el mercado, la plaza fuerte,
una jurisdicción propia, leyes al menos parcialmente autónomas, un asociacionismo específico
y una administración relativamente independiente puesta en manos de unas autoridades elegidas
por los habitantes de la ciudad. Es Weber, más que Marx, quien profundiza en ese aserto que se
cuenta estaba inscrito en el frontispicio de la puerta principal de una ciudad alemana, ya en la
Edad Media: "el aire de la ciudad nos hace libres"(Weber, 1987;40).
Debemos hacer en este punto, al hablar de los antecedentes de una ciencia de las ciudades,
siquiera una mención a Angel Ganivet, quien de no haberse cruzado a los 33 años con una
depresión suicida podría haber llegado a ser el Simmel español, pues tarde o temprano su
psicosociologismo se hubiese topado con la naciente sociología alemana. Su Granada la Bella,
escrita en 189618, constituye la temprana respuesta en castellano a la rampante tecnocratización
del urbanismo, en términos mucho más sutiles y profundos que la mera oposición reaccionaria
a los ensanches tan habitual en la época. La dicotomía urbano-rural, según la cual "la diferencia
entre pueblo y ciudad está precisamente en que la ciudad tiene espíritu, un espíritu que todo lo
baña, lo modela y lo dignifica" (Ganivet, 1905;89); la influencia en los valores y actitudes de la
forma urbana; la crítica de los arquitectos que, "en nuestra época, más que hombres de ciencia
o de arte, son acomodadores"(Ganivet, 1905;103); la evolución orgánica de las ciudades como
"una acción oculta de la sociedad"; incluso un fermento -en su análisis de la función de los hitos
artísticos, así como de la fisonomía de las calles- de lo que seis décadas más tarde Kevin Lynch
desarrollaría como la imagen de la ciudad. Muchas de las más grandes cuestiones que, desde la
Sociología, se han planteado en torno a la ciudad, apuntaban en un Ganivet al que una precipitada
huída del mundo -y de los celos- impidió llegar a madurar19.
Estamos a la vez en un momento en el que los fracasos de las comunidades utópicas de
Fourier, Owen o Cabet han caído en el olvido, pero están de moda las propuestas de otro utópico
autodidacta y preocupado por las cuestiones sociales, Ebenezer Howard, sobre la ciudad jardín20.
Estamos en el momento en el que hace su aparición, en 1910, la palabra urbanismo21, justamente

18
Una Historia del Urbanismo en España transdisciplinaria (es decir, no limitada a los artistas y técnicos) permitiría recuperar
no sólo a Ganivet, sino a otros muchos autores preocupados, más o menos tempranamente pero siempre con notables
aportaciones, por estas cuestiones. Como el periodista y revolucionario liberal Fernández de los Ríos, quien a mediados del XIX
dedicó un libro muy crítico al proyecto de ensanche de Madrid, en el que proponía una visión metropolitana de la ciudad, además
de la repoblación forestal de su periferia. Bidagor reconocía que si los técnicos le hubiesen hecho caso, Madrid sería hoy una
ciudad de mayor calidad (Bidagor, 1968;265).

19
No es baladí recordar que Simmel tenía 45 años cuando publica Las grandes ciudades y la vida del espíritu (1903); Geddes
50 años cuando publica su primera gran obra, Desarrollo de las ciudades(1904); y Weber tenía ya 59 años cuando publica su
libro La ciudad(1925).

20
Lo social, en Howard, es inseparable de lo urbano. Como es sabido, el título de su obra, publicada en 1898, es precisamente
Mañana:una vía pacífica hacia la reforma social. Con el importe de la venta de su libro creo una Asociación de rápido éxito,
que encargó la materialización de sus ideas urbanísticas a los arquitectos Parker, Unwin y Louis de Soissons, surgiendo así las
primeras ciudades-jardín que servirían de modelo durante décadas en muchos ensanches urbanos y nuevas ciudades de Europa
y Estados Unidos. Tal vez podría incluirse a Arturo Soria en esta nómina de utopistas, pero su componente social no fue tan
intenso como el que hervía en los utópicos anglosajones o franceses. Soria era más un emprendedor, en el sentido actual del
término, que un reformador.

21
En un artículo de un geógrafo, Paul Clerget. (Bardet, 1963;19). No obstante, García-Bellido corrige a Bardet el nombre de
Clerget (que sería Pierre), y además atribuye al italiano A.Contento la primera utilización del término, en 1902 (García-Bellido,
1994;1123ss.).

- 15 -
el mismo año en que se celebra en Londres el primer gran congreso multidisciplinar, con la
participación de Geddes, Bonnier, Adam, Howard, Unwin y otros. Hay una verdadera eclosión
del Urbanismo, hasta el punto de que podríamos decir que es entonces cuando surge como
ciencia. Desde la Sociología, y frente al planteamiento meramente arquitectónico que reflejan los
primeros manuales de construcción de ciudades de Stübben o Sitte22, se reivindica el Urbanismo
como ciencia de la distribución de los grupos humanos en el espacio. Es decir, en cierto modo
en la línea propuesta por Durkheim.
La Escuela de Chicago -nuevamente la Sociología preocupada por el crecimiento explosivo
de las ciudades23-, intentará, en las primeras décadas del siglo XX, incorporar las aportaciones
de una ciencia en proceso de formación, la Ecología, a estas cuestiones. Surge así la Ecología
Humana, con Robert Park y Ernest Burguess como máximos exponentes, quienes acuñaron el
término en 1921. De alguna manera recogen todo el bagaje de los sociólogos que se han ocupado
del espacio en el siglo XIX, de los primeros sociólogos urbanistas, y de elementos de la naciente
Geografía Humana. Sus estudios sobre la ciudad de Chicago, siguiendo su proceso de conversión
en una metrópolis moderna, han tenido una gran influencia. Y aunque la Escuela de Chicago se
agotó en sí misma, en buena parte por su reduccionismo cuantitativo, no obstante las teorías de
Park, Burguess o luego Hawley vinieron a aportar, a la interpretación de los hechos sociales, una
perspectiva espacial y territorial que otras ciencias relacionadas con el espacio, como la
Geografía, no habían llegado a profundizar por su caracter esencialmente descriptivo. Al análisis
geográfico de la forma, la Ecología Humana añade la investigación de la función, la interrelación
y sobre todo los procesos24. Pero entretanto la influencia de otras grandes teorías, sobre todo del
estructural-funcionalismo de Parsons, y el surgimiento de otros problemas de dimensión
planetaria, contribuyeron en mayor medida a apartar al sociólogo del Urbanismo como fenómeno
global, limitando su campo de observación a cuestiones microsociológicas de alcance limitado.
Los excesos de los técnicos en el desarrollo de las ciudades, entre los años '30 y '60 (en una
parte notable por la influencia de Le Corbusier), contribuyeron a la aparición de nuevos y más
profundos problemas sociales. La reconstrucción de las ciudades europeas tras las segunda guerra
mundial, con una radical separación funcional, la renovación especulativa de los centros urbanos
en las principales ciudades americanas, la agudización del fenómeno de la urbanización y la
afluencia masiva de inmigrantes a las ciudades y metrópolis de los países en vías de desarrollo,
el recrudecimiento de los fenómenos de segregación social y espacial, atrajeron de nuevo la
mirada del sociólogo hacia la ciudad y los problemas urbanos. Las teorías de Geddes volvieron
a ser influyentes entre los estudiosos más imaginativos.
Sin embargo, la omnipresencia del estructuralismo -especialmente cuando éste fue marxista-

22
Precisamente se denominan así, construcción de ciudades, tanto el d e Sitte (V iena, 188 9) como el de Stübben (Berlin, 1890).
En realidad son manuales de diseño viario y sistemas generales, y de arquitectura neoclásica, y no manuales de Urbanismo tal
y como hoy podemos entenderlo (y ya era entendido entonces) en toda su complejidad. García-Bellido presenta estas obras (así
como la de Reinhard Baumeister, editada en 1876), como comprensivas de aspectos sociológicos (García-Bellido, 1994; 1110),
pero para G.Albers la obra de Baumeister es "eminentemente técnica", y la de Sitte eminentemente esteticista. Las notas de este
autor nos permiten ver cómo también en Alemania la cuestión urbana fue antes social que técnica, citando la obra del estadístico
Bruch El futuro edilicio de Berlín y el plan de edificación (1870), y el que denomina el "primer libro sobre urbanismo escrito
en lengua alemana"(Albers, 1978;33), obra de la condesa Dohna-Poninski, bajo el seudónimo de Arminius, y con el título de
La penuria habitacional de las grandes ciudad es y los fundamentos de una ayuda efectiva

23
No hay que olvidar que Chicago, que soportó un crecimiento y una industrialización compulsivos, y constituye uno de los
principales puntos de atracción de inmigrantes, simbolizaba entonces lo que Londres alcanzó a simbolizar en el siglo XIX.

24
No en balde se lamentaba McKenzie, en 1926, de que "falta todavía un estudio de la expansión considerada como un proceso,
aunque los materiales para ello y los puntos más esenciales y familiares de los diferentes aspectos del proceso existen ya
contenidos en ordenanzas de planificación de la ciudad , zonificación y estudios regionales"(en Theodorson, 1974;I,71)

- 16 -
mantuvo a los sociólogos atados a problemas sectoriales sin una perspectiva global25,
prácticamente como les ocurre a todos cuantos se ocupan, desde uno u otro ámbito, del
Urbanismo. La propia Sociología se circunscribe entonces, avergonzada, a los denominados
problemas sociales, como la segregación, la cuestión de los inmigrantes, la pobreza urbana (el
cuarto mundo), los denominados movimientos sociales... como si toda la ciudad, y aún el espacio
sobre el que ésta se asienta y articula, no fuese en sí misma una cuestión social. Se construye una
Sociología Urbana corta y timorata, que se agota en sí misma, y que cuando no es pura geografía
(esto es, descripción) parece incapaz de incorporar seriamente lo espacial a los fenómenos
sociales. Hoy se reconoce que no mucho más se ha añadido "a los círculos concéntricos de
Burguess y la tesis del urbanismo de Wirth"(Flanagan, 1993;4). Se busca ciertamente su
participación multidisciplinar, pero apriorísticamente se reduce su campo de intervención,
interna y externamente, quedando en la práctica urbanística como elemento decorativo en el
proceso de planeamiento.

¿Es posible un urbanismo transdisciplinario?


Es frente a esta derrota de la Sociología frente a la que se alzan teóricos e investigadores
sociales como Paul Goodman o Henri Lefebvre, con sus propuestas globalistas/holistas, en el
primer caso, o de cooperación interdisciplinaria en el segundo. Es un momento en el que se
empieza a aceptar la idea del caracter político de la planificación del espacio, cuando por fin se
"reconoce que los contextos sociales subyacentes tienen un alcance más profundo que
el que pueda ser influido de manera sustancial por algún otro tipo de planificación: la ley sobre
el horario de com ercio, los aparatos d e televisión y las heladeras c ontribuyen m ás a la
'desolación de los c entros urbano s' que las concepc iones urbanísticas" (Albers, 19 78;46).
Tempranamente se reflexiona en esa línea también en España, donde los primeros grandes
informes sociológicos se ocupan, precisamente, tanto de la ciudad como de la ordenación del
territorio tal y como hoy la conocemos; y donde se plantea, en el Informe Foessa de 1970,
"pensar no sólo en una planificación física, sino en una alteración fundamental de las
estructuras básicas: propiedad del suelo, segregación y relaciones entre las clases, participación
ciudadana, organización de la enseñanza o del transporte colectivo, y todo ello en el sentido de
un 'óptim o social' en el aprove cham iento del esp acio." (De Miguel, 1974; 329)
Díez Nicolás, fuertemente influenciado por la Escuela de Chicago, elabora asimismo
diversos estudios sobre el sistema de ciudades, bajo el principio de tratar como hechos sociales
el desarrollo urbano y la ordenación del territorio.
En 1962, Lefebvre propone explícitamente, en la revista Utopie, la necesidad de una
Facultad de Urbanismo. Su tesis de partida es que,
"incluso si planteam os com o princip io metod ológico el que nin guna c iencia se ren uncie
a sí misma, y que, por el contrario, cada especialidad debe avanzar hasta el límite la utilización
de sus recursos para alcanzar el fenóm eno global, nin guna de e stas ciencias p uede pretender
agotarlo. Y tampoco regirlo." (Lefebvre, 1971;230)
Sin embargo, el propio Lefebvre señala el tipo de limitaciones que surgen cuando se plantea
en términos metodológicos la multidisplinariedad, a la que califica de diálogo de sordos, o
seudoencuentros sin lugares comunes. Porque el problema fundamental y primario es el del
lenguaje. Un lenguaje, una terminología y unos conceptos comúnmente compartidos son la base

25
Con muchas excepciones, ciertamente. Cabría citar a Elisabeth Pfeil, Nels Anderson, Kingsley Davis, Phili p Hauser, Sjoberg,
etc. Merece destacarse en este punto a David Riesman, que en La muchedumbre solitaria actualizó de alguna manera la lectura
de Simmel sobre la vida espiritual en las grandes ciudades (Riesman, Glazer, Denny, 1955), y que intentará una lectura holista
de algunos de los fenómenos urbanos más determinantes de la época, en el conjunto de trabajos reunidos en Abundancia, ¿para
qué? (Riesman, 1965).

- 17 -
del desarrollo científico, y no siempre ocurre eso en el Urbanismo multidisciplinar. Cada
especialista busca ser el hombre de la síntesis, es decir concibe la síntesis en su propio terreno,
a partir de sus datos, de su experiencia profesional parcializada, de su terminología, de sus
conceptos y tesis... Se termina en compromisos mediocres, sobre todo por cansancio, porque hay
que detener la discusión en algún momento.
Lefebvre propone la creación de una Facultad que, básicamente adaptando la propuesta de
Durkheim a las nuevas condiciones científicas existentes un siglo más tarde, "reagrupe alrededor
del análisis del fenómeno urbano todas las disciplinas existentes, desde las matemáticas
(estadística, pero también teoría de la información y cibernética) a la historia y la linguïstica,
pasando por la psicología y la sociología"(Lefebvre,1971;231). Y en la que el diseño y las
Ciencias de la Naturaleza, podríamos añadir al retomar la propuesta lefebvriana, tendrían un
fuerte peso específico. Pues, en cierto modo, los límites de las tesis de Lefebvre devienen de su
carácter metafísico. Del mismo modo que en Sociología se distingue muy bien -aunque no
siempre sabemos o queremos hacerlo- entre Sociología y Filosofía Social, habría que distinguir
aquí entre Filosofía Urbana y Urbanismo propiamente dicho. La no distinción de la parte del
discurso de Lefebvre que corresponde a uno y otro ámbito creo que ha limitado fuertemente
-además de las razones ya señaladas sobre competencia intercientífica, ecología o relaciones de
producción- las posibilidades de materialización de su propuesta. Él mismo señala la
imposibilidad de separar "la crítica de las ciencias especializadas de la crítica implacable de las
políticas especializadas, de los aparatos políticos y sus ideologías" (Lefebvre, 1971;245). En
España, donde, gracias a la actividad divulgadora -y a la práctica urbanística- de Gaviria, sus
teorías urbanísticas tuvieron durante una época tanta aceptación como en Francia, esas
contradicciones de su propuesta de programa científico fueron aún más manifiestas, aunque
fueron más determinantes de su fracaso las barreras -tanto externas como internas- existentes
para la institucionalización de una vía que aparecía como fuertemente crítica para con lo
establecido, como se pone de manifiesto en diversos trabajos de la época (Gaviria, 1981;63)26.
Paul Goodman podría ser representativo de esta nueva tendencia en los Estados Unidos,
donde en el mismo periodo (a partir de mediados de los '60) se observa una recuperación de las
teorías de Mumford, además de la aparición de toda una generación de pensadores que, desde
disciplinas diversas, se acercan al Urbanismo con una actitud globalizadora que podríamos ya
considerar en cierto modo transdisciplinar. Citemos a Jacobs, economista, con sus obras Vida y
muerte de las grandes ciudades y La economía de las ciudades; los sociólogos Bukchin con Los
límites de la ciudad; Illich (quien, aunque europeo, desarrolla su actividad en México, y además
en el marco de la cultura intelectual anglosajona) con sus trabajos sobre La sociedad conviven-
cial; o Alexander con sus propuestas, desde la arquitectura, de Un urbanismo democrático. El
propio Goodman es un sociólogo que se ocupa de aspectos tan diversos como el diseño urbano,
el tráfico o la psicología del espacio, y que escribe precisamente varios de sus libros en
colaboración con un arquitecto, su hermano Percival, llegando a diseñar un modelo utópico de
ciudad nueva, Communitas. Y es justo en 1962, en la misma fecha en que Lefebvre hacía sus
propuestas de Facultad de Urbanismo, cuando Goodman alega:
"He sido calificado de ignoran te que toca ba, sin pro fundizar e n ellos, una amplia

26
Se dió a lo largo de los años '70, en España como en buena parte de Europa, un rico proceso de confluencias que produjo a
finales de aquella década, y primeros años de la siguiente, algunos de los mejor es document os de plan eamiento de l Urbanismo
español. Sin embargo, la mayor parte de los sociólogos-urbanistas de la época, siendo sin duda uno de los casos má s
representativos el de Gaviria -aunque también, desde 'escuelas' distintas, cabría citar a De Miguel o Díez Nicolás-, terminaron
por desertar d el Urbanis mo y la Ordenación del Territorio y pasarse a áreas menos competitivas disciplinariamente. La dimisión
de los sociólogos, y la entrada de otros profesionales procedentes de las ciencias naturales, ha contribuído a una renovada
tecnocratización del planeamiento.

- 18 -
variedad de temas: sociología, psicología, urbanismo y tecnología, pedagogía, literatura, ética
y estética. Es cierto que m is conocimiento s no son mu chos, pero es falso que escriba sobre gran
diversidad de temas. El único que atrae mi atención es el comportamiento del ser humano en el
escenario que ha n mon tado ellos m ismos.” (Goodman, 1973;7)
Un escenario, por lo demás, que no es sino el medio natural transformado, el medio ambiente
urbano o rural, y que atrae a científicos sociales desde campos muy diversos, pero que guardarán
en común, frente a la tradición de la Ecología Humana de la Escuela de Chicago, casi dos únicos
elementos: de un lado, la misma falta de sistematización que ofrece la propia Naturaleza; de otra
parte, el lema recogido en la última de las XI Tesis sobre Feuerbach de Marx: "Los filósofos se
han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo"27.
El proceso de institucionalización de la Sociología en España dejó fuera, desgraciadamente,
esta rica vena, y para comprender aquella situación cabrían también, por supuesto, muy buenas
explicaciones sociológicas. A las dificultades intrínsecas a las que debió enfrentarse la
institucionalización de la propia Sociología habría que añadir, por supuesto, también la evidencia
de que la Sociología Urbana, la Ecología Humana y la Demografía no constituían, en modo
alguno, un complemento curricular suficiente para enfrentarse a la complejidad del fenómeno
urbano-territorial, pero no era así como se veía hace tres lustros.

Del Urb anismo a las Ciencias del Territorio


Desgraciadamente está por desarrollar una Ciencia del Territorio, autónoma en su
metodología y conceptos, y que deberá ampararse en el paradigma de la Ecología Social, una de
cuyas ramas sería precisamente la Urbanística (o Urbanología, si damos el salto de la técnica a
la ciencia).
Las Ciencias del Territorio tienen como objetivo el conocimiento (para su posterior
optimización) de las relaciones entre la sociedad (más que el hombre individual, o el hombre
como especie, temas que serían más propios de la Psicología Ambiental en el primer caso, y de
la Ecología o la Etología en el segundo) y el medio físico-territorial en el que se desenvuelve la
vida de esa sociedad. Una de sus aplicaciones será obviamente la planificación física, territorial
o urbana, que perseguiría desde estos presupuestos una armónica distribución de las actividades
en el espacio, y su regulación de acuerdo con la capacidad de los ecosistemas (naturales y
artificiales, biológicos y sociales) y con las relaciones entre ellos. Partiendo, por supuesto, de que
el Territorio tiene sus propias leyes de desarrollo, de componente social e independientes de la
dinámica de los ecosistemas naturales, que en unos casos han sido definidas de forma parcelaria
desde diversas disciplinas científicas, y en otros casos están por definir. Hoy, en este sentido,
estamos en disposición de conocer con anticipación los cambios que en la estructura, la forma
o la función del territorio, o la ciudad, pueden provocar las transformaciones sociales, económi-
cas o medioambientales. Y a su vez, y por consecuencia, podemos establecer las transformacio-
nes territoriales y/o urbanísticas que podrían ser coadyuvantes de cambios, hacia mejor, de la
sociedad. Pues, con palabras de Geddes, "nuestros informes no pueden sino apuntar a la acción,
como el diagnóstico al tratamiento"(en Jakson, 1973;27).
Creemos que la Ciencia del Territorio, y el arte de la ordenación territorial o del Urbanismo
que de ella puede derivarse, forman parte del magma de las Ciencias Sociales. No se trata en
absoluto de una ciencia exacta, y tampoco puede ser tratada en términos ingenieriles ni, en el
extremo opuesto, exclusivamente artísticos (como ocurre con la arquitectura o las propias obras

27
Hay que hacer una especial mención, al hablar de una perspectiva transdisciplinaria, al esfuerzo realizado por Edgar Morin
en los últimos años.

- 19 -
públicas que jalonan y estructuran el territorio, rural o urbano). Antes bien, es una ciencia de
aproximación, como todas las ciencias sociales, y en consecuencia sujeta a paradigmas filosófi-
cos previos. Es, en fin, una ciencia y una actividad fuertemente ideologizada; en último término
es el componente ideológico el que determina en el planificador, en primer lugar, el propio
conocimiento previo de la realidad territorial, primando unas técnicas de análisis sobre otras,
unos aspectos sobre otros, y en segundo lugar las propias soluciones (se preferirá primar el
aumento de la velocidad de circulación de los coches, o el aumento de la comodidad y libertad
de los peatones; la productividad en las empresas o el bienestar e integración de las comunidades
de trabajadores; el aumento del PNB o el incremento de la felicidad y sociabilidad de la
población...)
En este marco el Urbanismo, tal y como hoy lo conocemos, podría constituir la avanzadilla
de la configuración de las Ciencias del Territorio, por cuanto constituye la única rama de las
llamadas Ciencias Sociales (aceptando que pertenece a este ámbito) que ha entrado a saco, y con
pretensiones totalizadoras, en la Ordenación del Territorio.
Se plantea, en suma, la necesidad de construir una Ciencia del Territorio que supere las
limitaciones de las distintas ramas del conocimiento que se acercan al fenómeno de la relación
entre los hombres y grupos sociales y el espacio, mediante la construcción de una terminología
común, conceptos comunes, una metodología propia y una base epistemológica común, que en
mi opinión debe enmarcarse bajo el nuevo paradigma ecológico. Una de las ramas de esa Ciencia
del Territorio (o especialidades, por decirlo en términos curriculares) sería la Urbanística. Esto
es lo que entendemos por transdisciplinariedad, que no es sino la superación dialéctica del
conflicto interdisciplinar. Naturalmente es un proceso apenas iniciado, aunque a la vez imparable.
Como en el caso de tantas otras ciencias, la mayor o menor duración del proceso de consolida-
ción de estas Ciencias del Territorio dependerá de sus posibilidades de institucionalización.
En conclusión, desde el ámbito de la Urbanística, el objeto de nuestra investigación no puede
ser la ciudad en sí misma, sino la ciudad en el territorio, entendido éste en un sentido amplio,
global, y entendidos ambos -ciudad y territorio- como construcciones sociales, que son
determinados/por y determinan/a el conjunto de las estructuras e instituciones sociales. Nos
situamos por tanto en la posición señalada según la cual la Urbanística, como ciencia
transdisciplinar, tiene como objetivo, entre otros, el conocimiento de las relaciones entre la
sociedad y el medio físico-territorial en el que se desenvuelve la vida de esa sociedad. Y, en
consecuencia, esta perspectiva urbanística juega un papel fundamental, junto a la perspectiva
sociológica, en nuestro trabajo.

- 20 -
2.
Regadío y urbanización
Justificados los presupuestos epistemológicos que nos inducen a aplicar un enfoque desde
la perspectiva de la Urbanística, debemos recordar una vez más que esta investigación tiene una
adscripción curricular realmente existente: la Sociología.
Sin embargo, los problemas de los que nos vamos a ocupar pueden tratarse desde la
perspectiva de dos especialidades que, hoy por hoy, no tienen en común otra cosa que la
denominación Sociología de.... La Sociología Urbana y la Sociología Rural se desarrollan desde
presupuestos y trabajan bajo supuestos no sólo distintos, sino en ocasiones casi antagónicos28,
y sin embargo una vez más resulta casi imposible discernir en qué medida nuestro trabajo se
ubica en una u otra especialidad. Uno de los factores fundamentales que, según la hipótesis que
intentaremos demostrar, han determinado el desarrollo de la mesópolis de Badajoz, ha sido el
regadío. Y sin embargo, el Regadío constituye un ámbito de investigación propio de la Sociología
Rural, que por otra parte no ha prestado sin embargo atención a la función urbanizadora de esta
infraestructura. Por su parte, la Sociología Urbana considera al Regadío como un fenómeno
propio de lo rural, y tampoco ha prestado atención a dicha función. Una vez más, por tanto,
debemos movernos sobre el filo de la transdisciplinariedad, que tal vez podríamos resolver en
este caso a través de una Sociología de la Urbanización que participase más intensamente de los
presupuestos que hemos planteado en el ámbito de la Urbanística y las Ciencias del Territorio.
Aquí, nuevamente, creemos que la introducción de un paradigma ecológico entendido en un
sentido materialista29 ayudaría a superar las limitaciones y riesgos derivados. De ahí el interés de
desarrollar más ampliamente dicho paradigma.

Sobre el materialismo ecológico como paradigma explicativo


En realidad el regadío, factor esencial en nuestra investigación, no es hoy por hoy un
concepto sociológico. Cuando utilizamos el término 'el regadío' estamos haciendo referencia a
todo un campo semántico, un complejo constructo que incluye desde aspectos físico-naturales,
y sobre todo técnicos, hasta cuestiones psicosociales, pero rara vez lo hallamos operativizado
como concepto.
Aunque a efectos de nuestro trabajo definiremos como regadíos a aquellos territorios que,
formando una cierta unidad socioeconómica, cuentan con una importante presencia de la
agricultura de regadío, es ciertamente difícil -cuando no imposible- ir mucho más allá. La edad
del regadío, el origen institucional -con o sin colonización, espontáneos o planificados, de
iniciativa privada o pública-, la calidad de suelos y aguas, su ubicación relativa en los espacios
nacionales y en el sistema económico global, la cercanía de grandes centros urbanos, el propio
peso porcentual del regadío en el conjunto de sus superficies labradas, el origen y las

28
Hasta tal punto que la Sociología Rural surge, en las primeras décadas del siglo XX, casi como una reacción al exceso de
atención prestada por la Sociología a los problemas urbanos.

29
Muy lejano, por tanto, del ecologismo de corte idealista -es decir, basado en a prioris y creencias indemostrables, como es la
supuesta superioridad ontológica de la Naturaleza frente al Hombre- que en los últimos tiempos viene penetrando la Sociología
Rural.

- 21 -
características étnicas de su población..., y otras variables, hacen difícil hablar de unidades
homogéneas. Desde un punto de vista agronómico, o incluso geográfico, la diferenciación es
ciertamente muy simple; pero su tratamiento como hecho social cosificable y exterior al
individuo, capaz de "ejercer una influencia coercitiva sobre las conciencias individuales"
(Durkheim, 1988:47), en suma como objeto de la Sociología, es ciertamente problemático.
La Sociología Rural distingue, ciertamente, características diferenciales en aquellas áreas en
las que el regadío constituye la estructura productiva fundamental. No en vano la existencia del
Instituto Nacional de Colonización, luego Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario30, cuyo
objeto fundamental -aunque no único- fue la transformación en regadío y colonización de vastas
áreas del territorio, permitió sin duda la consolidación de la Sociología Rural en España. De
hecho, algunos de los más importantes estudios de Sociología Rural en España han tenido como
objeto las zonas en las que el IRYDA desarrolló su actividad. Y algo muy parecido podría decirse
de otros países en los que se ha desarrollado la Sociología Rural31.
Por otra parte, la preocupación por el cambio social, asimilado normativamente en términos
negativos, como 'decadencia rural', ha llevado en ocasiones a los sociólogos rurales -pero más
a menudo a los antropólogos-, a ocuparse de analizar estos procesos de cambio en las áreas de
regadío. Aunque, en la medida en que es propiamente en las zonas de agricultura de secano
donde hemos asistido a una auténtica decadencia socioeconómica, han sido estas áreas las que
centraron la preocupación de sociólogos y antropólogos, muy especialmente en los años '70 y '80.
En una de las primeras compilaciones sobre la materia, el clásico Aspectos cambiantes de la
España rural (Douglas, 1978), hallamos que de los diez trabajos recogidos, ninguno se centraba
en áreas de regadío. La decadente meseta castellana; las abruptas sierras que en el siglo XVIII
fueron sobrepobladas y que en consecuencia han sufrido a lo largo del siglo XX una brutal
adaptación demo-ecológica; y sobre todo el latifundio, como elemento mítico de la preocupación
rural, han alejado sistemáticamente a antropológos y sociólogos del regadío, salvo que sus
obligaciones profesionales les hayan obligado a atenderlo como objeto de estudio32.
Las bases epistemológicas de la Sociología Rural dominante en las últimas décadas ha
influido también en estas limitaciones. El peso que las diversas formas de estructuralismo
-marxista o neomarxista- han venido poniendo en las clases sociales, como constituyentes
fundamentales de las estructuras sociales, ha constituído un poderoso lastre.
Sin embargo, se trata de un tipo de materialismo estrecho, basado paradójicamente en
abstracciones metafísicas como las relaciones de producción, o -más estrictamente en lo rural-
las relaciones de dependencia, que han convertido a la Sociología casi en una Metafísica,
haciendo un recorrido inverso al que Saint Simon o Comte proclamaron con sus teorías de los
tres estados, hasta llegar a un nuevo estado teológico o ficticio (Comte, 1984:27) en el que el
debate sobre el campesinado se convirtió en una pura discusión escolástica, que durante casi
medio siglo no ha logrado salir de los esquemas ideales prefijados no por Marx, sino
esencialmente por Kautsky y Lenin. En cierto modo el propio Kautsky anticipaba la explicación

30
A efectos operativos, en adelante utilizaremos únicamente la denominación IRYDA de forma indiferenciada, para evitar
confusiones, aunque su antecesor el INC tuviese características estructurales e ideológicas distintas.

31
Del mismo modo, el origen de la Sociología Rural de tradición anglosajona debe mucho a los problemas derivados de las
grandes actuaciones colonizadoras en el centro y el Sur de los Estados Unidos, a finales del siglo XIX y principios del XX,
muchas de las cuales -sobre todo en California, Texas y otros grandes Estados- estaban claramente vinculadas a la transformación
en regadío.

32
Y es aquí especialmente donde el IRYDA jugó un papel fundamental, que en el futuro ayudará a analizar con mejores bases
que las utilizadas en este trabajo los cambios sociales operados en las zonas de regadío.

- 22 -
de este fenómeno, al referirse en su caso a los debates ideológicos de finales del XIX:
"Para estos partidos [los democráticos y revolucionarios, pero podríamos decir igual
'para estas escuelas sociológicas'] surgidos en las ciudades, el campesino era un ser misterioso,
incomp rensible y a veces temible. El qu e otrora combatiera enérgicamente contra la Iglesia, los
príncipes y la nobleza, se aferra ahora tenazmente a estas instituciones; con la misma fuerza que
otras clases luchan por su emancipación, interviene él, a menudo, en favor de sus explo tadores,
esgrime contra la democracia las mismas armas que ésta le facilitó para su defensa ." (Kautsky,
1974:10)
Sobre esta base, era por tanto mucho más fácil intentar meterlos a todos en un mismo saco,
con la famosa "relación asimétrica de dependencia con el resto de la sociedad" (Sevi-
lla-Guzmán, 1979:25)33, y realizando a lo sumo taxonomías internas determinadas por dos únicas
variables: el estatuto de dominio de la tierra, y el tamaño de la explotación. Han sido pocos los
autores que han prestado atención al hecho de que
"la distribución del tamaño de las explotaciones no parece estar correlacionado con el
tipo de estratificac ión socia l agraria ni con otro criterio de tipo estructural. Las diferencias de
calidad de la tierra, tipo de agricultura (secano o regadío), topografía, climatología, etc, son tan
grandes de una región a otra e incluso dentro de una misma región, que es muy difícil que el
indicador 'tamaño de la explotación' tenga por sí mismo significado relevante ." (García Ferrando,
1978)
Desde esta perspectiva, no cabe duda de que el materialismo -cuando es histórico, o
dialéctico- se nos aparece en último término como una forma más de idealismo34.
Frente a la dejación que la Sociología ha hecho de estas cuestiones -salvo muy escasas
excepciones, entre las que habría que citar a Gaviria-, en el campo de la Geografía sí
encontramos, en las últimas décadas, un cierto interés por el regadío y sus particularidades. No
en vano la Geografía se ocupa fundamentalmente del paisaje, y el regadío supone una profunda
transformación. Aunque, en realidad, ha predominado la investigación sobre la colonización
estatal, a partir sobre todo de los trabajos de Ortega (Ortega, 1979) -cuyo modelo siguieron
muchos geográfos rurales en los años '80-, más que sobre el regadío en sí mismo.
Y, sin embargo, podemos hallar una antigua vena auténticamente sociológica y materialista,
que en Marvin Harris la hallamos convertida en paradigma pero que está presente en autores tan
dispares como Costa o Geddes (y en un sentido distinto, en Kropotkin). Con estos autores
podemos empezar a entender las profundas diferencias sociales que vienen determinadas no sólo
por las relaciones de producción, entendidas como "la relación directa existente entre los
propietarios de los medios de producción y los produtores directos" (Marx, 1984:679); ni
siquiera por un modo de producción entendido como "una estructura global formada por tres
estructuras regionales: estructura económica, jurídico-política e ideológica" (Harnecker,
1974:16). Sino más bien por el conjunto de lo que podríamos llamar las materialidades, lo que
supone (además del rechazo de la dialéctica hegeliana de las negaciones contradictorias)
incorporar "la presión reproductora y las variables ecológicas al conjunto de las condiciones

33
Que no es sino la aplicación acrítica del postulado de Marx: "La división más marcada del trabajo material e intelectual es
la separación entre la ciudad y el campo. La oposición entre ciudad y campo hizo su aparición con el paso de la barbarie a
la civilización, de la organización tribal al Estado, del provincialismo a la nación, y persiste a lo largo de la historia de la
civilización hasta nuestros días" (Marx, 1969:60)

34
Todo lo cual no ni ega las importantísimas aportaciones de Kautsky, sino las malas adaptaciones de muchos de sus epígonos.
Es lógico que el alemán no se ocupase ni siquiera tangencialmente del regadío, ya que escribía sobre agriculturas propias de
países con elevada pluviosidad. Tan sólo trató -inspirado por las aportaciones de Liebig- del riego como sistema para aprovechar
las aguas fecales de las ciudades, evitando con ello la contaminación de los ríos y contribuyendo así a mejorar las tierras con
abonos naturales. Curiosamente hallamos en Kautsky -como lo estaba en Engels, por otra parte- un primer atisbo de crítica
ecológica a la todavía incipiente Revolución Verde, y sin embargo en esta cuestión no han reparado sus epígonos hasta muy
recientemente.

- 23 -
materiales" (Harris, 1982:12).
Hemos señalado ya al menos tres, de entre los elementos que podrían constituir este
paradigma (Baigorri, 1995c):
a) El determinismo no mecanicista de los ecosistemas naturales y artificiales, en interrelación
con el sustrato tecnológico, sobre las estructuras sociales y territoriales., y en mayor medidad
sobre las infraestructuras 'mentales' (en un determinismo imperfecto de carácter ecológico, no
biológico).
b) La implementación del azar, en los términos planteados por la física de la Sinergética,
como variable de importancia en los hechos humanos.
c) La hipótesis de que la obtención de la máxima eficiencia, en términos coste-beneficio,
condiciona los comportamientos, creencias y descubrimientos sociales.
Sólo a partir de ahí podemos empezar a dar un contenido al concepto de el regadío, así como
de otros sistemas de producción, y a otros muchos fenómenos sociales.
El antecedente sociológico más nítido de este paradigma sería el ya citado Patrick Geddes.
Algunos de sus trabajos, como su famoso artículo Sección del Valle, han profundizado en esa
interrelación entre las formas de adaptación tecnoecológica y las formas de organización social.
Mumford sintetizó su aportación en los siguientes términos:
"cada forma de vida, como lo ha expre sado P atrick Ged des, está marcada no sólo por
el ajuste al m edio am biente, sino por la reb elión con tra ese am biente." (Mumford, 1971: 340)
Desde nuestra perspectiva, Patrick Geddes, y luego Lewis Mumford, se anticiparon a las
actuales corrientes teóricas, construyendo los auténticos pilares de una Ecología Social que sólo
pálidamente inspiró a la Ecología Humana de la Escuela de Chicago35.
En cuanto a Costa, no es este el lugar para remarcar el carácter sociológico de buena parte
de sus escritos, aspectos ya puestos de manifiesto en excelentes trabajos de Cristóbal Gómez
Benito y Alfonso Ortí. Pero sí me gustaría centrarme en el hecho de que en Costa hallamos,
aunque sin la sistematización de un Geddes, una interpretación más materialista de lo que a
primera vista parece, menos amparada en el ambientalismo del jurista Montesquieu que en el
andamiaje organicista del Spencer (posiblemente a través de la obra de Henry George, que debió
conocer en sus giras por Norteamérica) para quien
"la evolución d e la vida no es otra cosa que la continua adaptación de las relaciones
internas a las relacion es externas. Los 'vencedores' en la 'lucha por la existencia' son aquellos
individuos o grupos que poseen en el más alto grado la facultad de adaptación." (Ferraroti,
1975:70)
Una adaptación que obtendría sus mayores éxitos a través de la cooperación y la ayuda
mutua, pues
"la práctica de la ayuda mutua y su desarrollo subsiguiente crearon las condiciones
mismas de la vida social, sin las cuales el hombre nunca hubiera podido desarrollar sus oficios
y artes, su cien cia, su intelige ncia, su esp íritu creado r." (Kropotkin, 1970:274)
Pero sin perjuicio del influjo que, en el progreso, tiene la acción individual:
"La libertad tiende a separar al hombre de los hombres, y la fraternidad a unirlos todos
bajo el régimen de una sola familia, de cuyas dos tendencias opuesta s nace la a rmonía social.
Son como las dos fuerzas de proyección y de atracción que retienen a los planetas en su normal
carrera h acia el sol." (Costa, S/F: 41)
Todo lo cual no deja, por supuesto, de lado -aunque Costa no incida en estas cuestiones
como lo hizo Kropotkin-, ni la división en clases ni las determinaciones que esta división tiene
sobre las superestructuras culturales. Pues:
"la fuente de la libertad está en la inde penden cia, y la raíz d e la indep enden cia está en

35
Podemos relacionar estrechamente la obra de Geddes con la de otro sociólogo no menos advenedizo: Thorstein Veblen, que
iluminó tempranamente a la Sociología sobre las repercusiones sociales, culturales y políticas de la tecnología.

- 24 -
el estómago, de tal suerte que el que tiene estómago dependiente de ajenas despensas, tiene toda
su persona bajo la dependencia ajena, y por el contrario, el que posee la llave del estómago es
dueño y señor de la conciencia" (Costa, 19 75:195 ).
Este materialismo innegable de Costa ha sido calificado en ocasiones, con gran acierto
semántico, como un materalismo hidraúlico (Ortí, 1984). Y es esta línea de pensamiento
sociológico la que, por caminos e influencias directas o indirectas, está en la base de los primeros
trabajos sociológicos de Mario Gaviria. Si despojamos sus textos de la parafernalia marxista
ineludible en los años '70, particularmente en (Gaviria,1975) se marca un punto de inflexión en
el tratamiento de estas cuestiones36. Así como han pretendido ampararse en esa línea algunos de
mis trabajos (Baigorri, 1978b,1980b,1980c,1983,1984b,1992b,1995e), sin olvidar que otros
autores han venido incorporándose a esta línea interpretativa37, como se pone de manifiesto en
los más recientes planteamientos sobre la Sociología Rural en España, ya despojados en una parte
importante del adjetivo ‘rural’ para presentarse como Sociología Agraria (Gómez Benito,
Gonzalez Rodriguez, 1997).
Naturalmente, deberemos tomar en consideración, en nuestro caso, los principios teóricos
de una Ecología Humana que, aunque surgida y considerada habitualmente como una Sociología
Urbana, no debemos olvidar que bebe también de la preocupación por los cambios en la sociedad
rural norteamericana, y que tuvo una gran influencia también en la planificación rural
(Friedmann, 1981: 79ss). Como ha apuntado Hawley, "el punto central de la Ecología humana
pasó a ser la preocupación por los modos en que las poblaciones humanas se organizan al
objeto de mantenerse en su medio ambiente" (Hawley, 1991:25). El modelo POET (población,
organización, medio ambiente y tecnología), propuesto en tales términos por Otis Duncan, es un
instrumento fundamental para esta comprensión. En uno de sus intentos de sistematización
teórica, uno de los fundadores de la Escuela de Chicago lo expresaba de esta forma:
"El equilibrio biótico y el equilibrio social, allá donde existen, son mantenidos
conjugad os, precisamente por la interacción de estos cu atro factores: 1) población, 2) artefactos
(cultura tecnológ ica), 3) costum bres y cree ncias (cultu ra no m aterial), y 4) rec ursos na turales."
(Park, 1936)
Si hubiésemos de dar una denominación ajustada, para ese cúmulo de principios que, no de
forma ecléctica, sino como consecuencia de un proceso evolutivo de selección natural,
conforman un paradigma interpretativo que según se ha señalado se alimenta tanto del marxismo
como de la Ecología, de los conceptos dicotómicos de competencia y ayuda mutua, de las
ciencias físicas o de la Antropología de Marvin Harris, dudaríamos entre Ecología Social, no
muy apropiado por corresponder ya a la denominación de una especialidad sociológica, derivada
de la Ecología Humana, que parece se va consolidando, o la más ajustada de Materialismo
Ecológico.

El regadío como estrategia de adaptación ecológica y factor de


organización social
No es mi intención discutir aquí el origen del regadío, ni mucho menos sus aspectos técnicos,
aspectos que pueden ser de interés para el agrónomo pero difícilmente para el sociólogo. Sin

36
Si bien, de un lado debido a la falta de sistematización y de una elaboración teórica, y de otra parte debido a las
particularidades sociológicas de la Sociología española, la aceptación y asimilación de estos nuevos planteamientos ha sufrido
un retraso de casi dos décadas en nuestro país.

37
Despreciada a menudo en las últimas décadas, como veíamos en el caso de la Ur banístic a, por el in flujo del estructur alismo
marxista más estrecho.

- 25 -
embargo, y aunque el tema del regadío no es sino una parte del todo que estamos analizando,
debemos hacer referencia a algunas de estas cuestiones para comprender la importancia que
atribuimos a este sistema de cultivo como articulador de las sociedades rurales en las que se
implanta, y sobre todo como factor de urbanización de dichas sociedades.
Como es sabido, el regadío se basa en la aportación a la tierra de caudales suplementarios
a los procedentes de la lluvia, detraídos de fuentes diversas, tanto superficiales como
subterráneas. La función agronómica del regadío es corregir las deficiencias hídricas de las
plantas en el estío, cuando la evapotranspiración es más elevada.
Pero esta definición es incompleta si no tenemos en cuenta que, salvo en unos pocos
desiertos que no cuentan con capa fértil alguna, casi en cualquier terreno puede sobrevivir en el
estío algún tipo de planta. Es decir, lo que el regadío incorpora es la posibilidad de supervivencia
del tipo de plantas que el hombre ha venido seleccionando como más aptas para su alimentación
y sostén -o el de los ganados que forman parte de su cadena alimentaria-, y más productivas. El
regadío es por tanto un artefacto humano que humaniza el paisaje por cuanto permite en
cualquier territorio no la vida genérica -pues siempre existirán especies evolutivamente adaptadas
a las estepas más secas-, sino la vida humana. Es en este sentido que debemos hablar del regadío
no únicamente como una tecnología, sino como una estrategia de adaptación ecológica de los
grupos humanos, en suma como un hecho social.
Pero debemos ir un punto más allá, pues el agua es solo uno de los elementos esenciales de
la producción agraria. Los otros dos son el suelo (es decir, el sustrato de enraizamiento y los
nutrientes de las plantas, que hoy día pueden ser aportados artificialmente), y la luz, sin duda el
único elemento auténticamente esencial para la producción de la práctica totalidad de los
alimentos -incluídos los de origen animal-. Las horas de sol -y en estrecha relación con éstas, las
temperaturas- de que disfruta un territorio a lo largo del año determina la amplitud de la variedad
de plantas, así como los ciclos de cultivo.
De ahí que, al descubrir la posibilidad del riego, el hombre no sólo superó las limitaciones
derivadas de la cantidad y distribución en el tiempo de las precipitaciones, sino que inventó un
activador de la productividad al optimizar las relaciones entre agua-nutrientes-sol.
"Es evidentemente fácil poner en evidencia las ventajas agronómicas de la irrigación,
la principal de las cu ales es el incremento de los rendimiento s, variable según las condiciones
climáticas (...); una probabilidad de cosecha n ormal tanto m ás interesante cuando las
condiciones climáti cas iniciales se señalan en el gradiente de la sequía(...); la gama de
alternativas de cultivo posibles, normalmente limitada en los países secos a una serie muy
reducid a de esp ecies espe cializada s, puede ser enriqu ecida..." (Bethemmont, 1980:282)
Es decir, el regadío es también un sistema captador de energía solar. En la actualidad la
captación artificial, por ejemplo mediante paneles solares, es mucho más eficiente de la que
realizan las plantas -una hectárea de paneles solares no muy avanzados recuperan tanta energía
como 40 Has. de bosque-; pero no obstante,
"¡una hectárea de espejos no es más que una hectárea de espejos!. Los vegetales tienen
la particularidad de ser captadores de energía que además poseen cualidad es difícilmen te
reemplazab les: mantienen el clima, producen oxígeno, actúan contra la contaminación
atmosférica, luchan con tra la erosión y regu lan la esco rrentía de la s aguas ..." (Piermo nt,
1982:15)
En cualquier caso, el regadío supone un incremento sustancial en la eficiencia energética de
la agricultura respecto a los sistemas de secano. Mucho antes de que, a partir de la obra de Gerald
Leach (Leach, 1981), se hiciesen populares los balances energéticos de la agricultura38, dos
38
Curiosamente este tipo de balances, centrados exclusivamente en la agricultura química, habitualmente han beneficiado por
sus resultados a la agricultura de secano, y en general a los sistemas preindustriales de producción agropecuaria (Naredo,
Campos, 1980, o Campos, 1984). La razón está en lo que puede denominarse críticamente como un energetismo que proyecta

- 26 -
antropólogos chinos estudiaron los inputs de trabajo y el rendimiento en peso de la producción
agrícola en una aldea china, determinando que en el regadío se obtenían más de 50 calorías por
cada caloría gastada (Fei,Chang, 1947).
La eficiencia energética del regadío supone la producción de excedentes. El estudio citado
de los antropólogos chinos mostraba cómo en la aldea estudiada, a pesar de las tecnologías
arcaicas utilizadas, los campesinos producían cinco veces sus necesidades alimenticias. Esta es
la cuestión fundamental, pues es ahí donde surgen los excedentes, y sobre todo un tipo de
excedentes no aleatorios, esto es no dependientes tan directamente de la climatología como los
producidos en secano -salvo grandes catástrofes-.
La mayor alternativa de cultivos que permite el regadío facilita, por otra parte, frente a los
monocultivos, una fuerte presión demográfica en condiciones de dietas equilibradas, lo que
además facilita el desarrollo humano. Los antropólogos han apuntado hace tiempo cómo la
biomasa vegetal alimenticia39 refleja los recursos alimenticios, y por consiguiente estará
fuertemente correlacionada con la importancia de los grupos humanos (J.Birdsell, citado en
Hardesty, 1979:198).
Por otro lado, el regadío permite obtener las mayores producciones en peso justamente en
productos que, por su elevado contenido en agua, son altamente perecederos. Por el contrario,
los cultivos de secano son más fácilmente exportables, por su mejor conservación -incluso
algunos productos, como la carne, pueden autotransportarse en vivo-; lo cual, unido a la situación
genérica de monocultivo, no posibilita una gran presión demográfica in situ. Mientras que la
necesidad de exportación de muchos de los excedentes del regadío40 fuerza el desarrollo de
tecnologías -y en consecuencia también formas de organización del trabajo- que posibiliten su
transporte a largas distancias una vez transformados (esto es, conservados por desecación, o
envasados en medios que dificulten su putrefacción). Todavía hoy observamos cómo en general
los productos de la huerta -esto es, los más específicos del regadío- se transforman preferente-
mente in situ, pues los costes de transporte siguen siendo a veces insorportables; pero este hecho
ha sido aún más evidente en el pasado. Es la eficiencia económica la que determina la preferencia
por transportar un kilo de producto con el valor añadido -que no pesa- ya incorporado.
¿Cómo actúan los determinantes biológicos en esta nueva situación hombre-medio que el
regadío establece?. Marvin Harris hace una buena síntesis de los mecanismos que se activan, al
analizar el regadío en las sociedades tradicionales:
"El excedente fue desviado desde las aldeas hasta las ciudades; se intercambió a través
de mercados y dinero por bien es y servicios no agrícolas ; se transfirió en forma de impuestos a
los gobiern os local y central, y se empleó para criar un gran número de hijos y mantener una
alta tasa de cre cimiento demog ráfico (...). Al aum entar la cantidad de agua suministrada a los

linealmente los sistemas de cálculo economicistas, no haciendo consideración de otras variables difíciles de medir, pero que
tienen consecuencias energéticas en el balance global de los grupos humanos (como el bienestar, la satisfacción, en suma el
placer). Estas cuestiones las he discutido en (Baigorri, Beperet, y Casado, 1982) y en (Baigorri, 1982)

39
La biomasa vegetal genérica guarda una correlación directa con la cantidad de vida orgánica existente en un ecosistema. Pero
para la existencia de los grupos humanos esa biomasa debe ser digerible, o bien por el hombre o bien por los animales
domésticados utilizados para la alimentación humana. De ahí que la supervivenci a y desarr ollo d e la espe cie huma na haya
conducido habitualmente a la desaparición de ecosistemas naturales de gran riqueza biológica, pero cuya energía resultante no
puede ser directamente aprovechada por el hombre. Sólo el desarrollo científico y tecnológico -como lo es el regadío- permite
multiplicar la capacidad de producción de energía metabolizable por los seres humanos, reduciendo así la necesidad de destruir
ecosistemas naturales biológicamente ricos.

40
No olvidamos que la mayor parte de los regadíos se dedican a cultivos de secano (cereales, grasas, vid) obteniéndose
simplemente mayor productividad. Pero la más elevada eficiencia del regadío se alcanza justamente en cultivos que les son
específicos.

- 27 -
campos, aumen ta la cantid ad de tra bajo qu e puede invertirse en la producción sin pérdidas
sustanciales en la relación input-output. Por tanto, en vez de utilizar el potencial de ahorro de
trabajo de su tecn ología p ara traba jar meno s, la agricultu ra de reg adío opta por intensificar su
esfuerzo d e increm entar su o utput." (Harris, 1990:140)
Esto ocurre por cuanto diversas evidencias empíricas nos vienen mostrando de forma
sistemática que:
"el ritmo al cual la generación de padres tiene niños está en gran parte determinado por
el hecho de si el tener un hijo más supone una gana ncia clara de b eneficios sobre costos, pa ra
la pareja , por términ o medio ." (Harris, 1990:156)
Por supuesto, en la actualidad la capacidad de sustentación debe tener en cuenta otros
muchos factores y relaciones ecológicas, por ejemplo entre las zonas destinadas a producir
excedentes y las destinadas a la alimentación de la población local; las condiciones climatológi-
cas del enclave; las exigencias de la economía de mercado, etc. De ahí que se diga que:
"la capacidad sustentadora del medio es dinámica, y no estática -como sugiere la curva
normal de crecimiento demográfico utilizada sistem áticame nte por a lgunos a utores." (Harde sty,
1979:206)

Regadíos, ciudades y Estados


Hasta qué punto podemos considerar estos factores como determinantes de la aparición de
las ciudades es una cuestión a tener siquiera en cuenta, sobre la que en el siguiente epígrafe
profundizaremos. Tradicionalmente se ha considerado que las ciudades constituyen un punto
evolutivo derivado del desarrollo de las aldeas agrícolas, las cuales a su vez habrían evolucionado
desde los primitivos asentamientos de cazadores/recolectores, pero algunos autores han puesto
en entredicho este hecho admitido, siendo seguramente Jane Jacobs quien más acertadamente ha
propuesto la preexistencia de las ciudades allí donde la agricultura más rápidamente se
desarrolló.
Para Jacobs, son las ciudades las que, gracias a la acumulación de todo tipo de capacidades,
generan y difunden los avances tecnológicos -desde la selección de las especies a los artefactos
mecánicos- que se aplican en la agricultura.
"Las economias urbanas crean nuevos tipos de trabajo para el mundo rural, y, al
hacerlo, inventan y reinventa n nueva s econo mías rura les (...). Las ciudades también eliminan el
trabajo anticuad o del mu ndo rur al, dejando de comprar las importaciones rurales [pero] tales
eliminaciones tienen siempre como base la incorporación de trabajo n uevo." (Jacobs, 1971:47)
Más adelante, al hablar específicamente de la ciudad, veremos propuestas que pueden abonar
tanto la tesis de Jacobs -que sin duda es en gran parte aceptable en las sociedades modernas-
como la contraria, pues seguramente en el origen de las ciudades y el desarrollo de la agricultura
haya un poco de todo, por cuanto ambas se basan en dos elementos básicos para su implantación
y crecimiento: el sedentarismo y el intercambio con zonas lejanas, pero sobre todo las elevadas
densidades demográficas-. Se trata una vez más de un problema irresoluble en términos
mecanicistas de causa/efecto.
En la actualidad, sobre todo tras los graves conflictos que en las sociedades modernas se han
observado por el control del agua resulta evidente que el desarrollo de la capacidad de control
del agua para riego es seguramente indisoluble del control del agua tanto para abastecimiento
como para generación de fuerza motriz41. Del mismo modo, sin la existencia de redes de
intercambio comercial que conectan áreas distantes entre sí, y que la agricultura por sí sóla no

41
En numerosos valles templados españoles, el desarrollo industrial a partir del siglo XVI, fund amentalmente textil y luego
agroalimentario, coincide con una presencia de regadíos tradicionales gracias a la facilidad para derivar aguas. Hemos estudiado
con cierto detalle este caso en las sierras riojanas (Baigorri, Gaviria, 1984), pero he observado también el fenómeno en otros
valles en los sistemas Ibérico y Central, y en otros pequeños valles mediterráneos.

- 28 -
justifica en origen -pero sí el tráfico de hierro, o de otros minerales previos como la obsidiana,
o de pieles y productos para el consumo conspicuo-, es difícil pensar en la implantación de
especies de cultivo variadas.
En fin, es probable la existencia de diversas actividades económicas no agrarias incluso antes
de la invención de la agricultura:
"Está claro que los hombres preagrícolas fueron algo más que cazadores: fueron
artesanos, constructores, comerc iantes y artista s. Hicieron grande s cantida des de ar mas, y
variadas, así como vestidos, cuencos, edificios, collares, murales, esculturas (...). Usaban
diverso s 'biene s de pro ducc ión.'" (Jacobs, 1971:56)
Aunque no es menos cierto que las evidencias sobre las culturas cazadoras-recolectoras,
previas a las agrícolas, nos hablan de una movilidad y unos sistemas de recolección que dificultan
las elevadas concentraciones demográficas que posibilitan la existencia de ciudades. Cuando "el
intervalo de tres o cuatro años en el alumbramiento es una constante entre los cazado-
res-recolectores, y parece ser una respuesta biológica a la exigencia de movilidad" (Leaky,
1993:114), es difícil pensar en la generación de la densidad social que requiere la existencia de
ciudades. En suma -cabe insistir en ello- no puede llegarse mucho más allá de suposiciones
imposibles de demostrar.
En cualquier caso, el mantenimiento de estos complejos sistemas, tanto de las ciudades como
de sistemas agrícolas basados en el control del agua, tiene también una fuerte correlación con el
sistema político. Nuevamente en este caso, en qué medida uno u otro son causa y efecto es algo
sobre lo que sin duda no habrá acuerdo. Pero la correlación se hace evidente en el indebidamente
denominado modo de producción asiático, basado en buena parte en la administración y cuidado
de los grandes sistemas de riego, y que más bien habría de ser denominado modo de producción
hidraúlico; tanto por la preeminencia de la gestión del agua en dichos sistemas, como por la
convicción de que dicho sistema no fue privativo de los países asiáticos de tradición despótica42.
En este modo de producción,
"un sistema jerárquico central es responsable de promover y mantener importantes
sistemas de irrigación por toda la cuenca (...). La población puede alcanzar así unos centenares
de miles de ind ividuos (...), pero la inestabilidad política y los cambios dinásticos consecuentes
pueden acarrear frecuentemente una baja espectacular de la población. En ausencia del poder
central, decaerá el mantenimiento de los sistemas de irrigación y la obstrucción de los canales
por el cieno aca bará despo blando va lles enteros" (Hardesty, 1979:205).

El regadío y la urbanización (algunos fundamentos históricos y sociales)


Si no es seguro que la agricultura esté en la base de la aparición de las ciudades, y por tanto
no podemos atrevernos a establecer conclusiones al respecto, sí que abundan sin embargo las
pruebas sobre la estrecha relación entre el regadío y el fuerte crecimiento de las mismas, así como
con la extensión en el territorio de la cultura urbana, esto es con la urbanización, desde los
tiempos más lejanos de la historia conocida, hasta la actualidad. Particularmente si retenemos esa
conjunción regadío/comercio/urbe que hemos expuesto previamente. Los pueblos más antiguos
de la Península Ibérica sobre los que se conoce suficiente, los iberos, muestran esta coincidencia
entre agricultura de primor, comercio y grandes centros urbanos.
Se ha señalado cómo "los frutales y cultivos de huerta formaron un cinturón verde en torno
a las ciudades, según el sistema de explotación de vegas y huertas actuales" (Arribas, 1987:94).

42
Probablemente el despotismo hidráulico estuvo presente en algunos estados prístinos mesoamericanos. Por otra parte, los
descubrimientos arqueológicos que se vienen realizando en los últimos años en algunas zonas de Aragón en las que el agua ha
sido históricamente un bien escaso y estrictamente administrado (el denominado Bronce de Botorrita es sin duda el indicio mejor
estudiado), bien podrían hacer pensar en alguna forma de despotismo hidráulico en algunas de las comunidades prerromanas
de la Península Ibérica.

- 29 -
Este autor señala, en un estudio ya clásico, cómo en las áreas más densamente pobladas del
Levante se hacían prácticas avanzadas como el injerto, pero sobre todo cita el tipo de productos
que, entre los viajeros griegos y luego romanos de la época, habían alcanzado cierta fama; todos
ellos son cultivos de regadío -e incluso de los que hoy definiríamos como de primor-, y se
atribuyen -al menos en su denominación- a ciudades: como las 'rosas de Carthago-Nova', o las
'alcachofas de Córdoba'.
Estos hechos, sin duda, abonan la tesis de Jacobs sobre la preeminencia de la ciudad. Sin
embargo, en una época parecida (entre dos y seis siglos antes de nuestra era) aparecen las
ciudades que, en el valle mexicano de Oaxaca, darían lugar a una de las más poderosas
civilizaciones americanas. Según Flannery (citado en Hardesty, 1979), unos siglos atrás los
agricultores primitivos habían venido abandonando los cultivos de secano, iniciándose
lentamente en la plantación de pequeñas huertas en el fondo de los valles, que eran regadas con
pozos artesianos. Lo que sí se produce, en los siglos siguientes a la aparición de las ciudades, es
una complejización y mejora de los sistemas de regadío, implantando el sistema de canales y
alcanzando un equilibrio óptimo entre el regadío y el secano, en el sistema conocido como
"infield-outfield". Probablemente sea la presencia de la ciudad la que mejor pueda explicar estas
mejoras.
En el caso de los grandes regadíos de Oriente43 el esquema parece repetirse. El caso
paradigmático es el de Mesopotamia, aunque mucho antes entre el Tigris y el Eúfrates progresó
el reino de Sumer, con mucho la primera civilización. Sus inicios se fechan entre el 2.700 y el
2.300 antes de nuestra era, y estaba basado justamente en "pequeños Estados urbanos, porciones,
en realidad, de territorio rural, agrupados, cada uno de ellos, alrededor de una ciudad-capital"
(Kramer, 1985:15).
De lo que no cabe duda alguna es de que, si bien el regadío en sí no exige de otras virtudes
que la observación, por el contrario la construcción, y sobre todo la gestión y mantenimiento de
estos complejos sistemas, exige de la acumulación de un tipo de conocimientos científicos y
técnicos de orden muy diverso -agronómicos, pero también físicos, constructivos, en suma de
ingeniería-, que exige la colaboración de gentes no menos diversas, y seguramente orientadas
además hacia intereses distintos. Y "estos trabajos exigen también un conjunto de costumbres
y leyes sociales, o la participación colectiva de grupos" (Scotti, 1968:159). Sjoberg ha hecho la
interpretación más extendida en la literatura sobre el tema44, explicando por esta confluencia de
factores que estamos analizando la aparición de las ciudades; primero en la región mesopotámica
y luego en el valle del Nilo:
"Para posibilitar la aparición de las ciudades fue preciso, aparte del progreso
tecnológico (...), que entraran en juego (...) un tipo especial de organización social gracias al
cual el excede nte agríco la, fruto del p rogreso tec nológic o, pudo ser conve nientem ente
cosechado, almace nao y d istribuido (...) y ca paz tam bién de o rganizar la fuerza d e trabajo
necesaria parala c onstrucc ión en g ran esca la." (Sjoberg, 1971:39)
Pero no sólo hallan muchos autores en el regadío una condición necesaria para la aparición
de las que podríamos denominar las ciudades prístinas, sino que incluso el Estado prístino es
considerado por notables antropólogos como estrechamente relacionado con esta infraestructura.
Es el caso precisamente de dos autores que estarían entre los primeros antecedentes del
materialismo ecológico: White y Steward, quienes desarrollan sus propuestas en paralelo a la

43
No olvidemos que es en Asia donde se concentra la mayor parte del regadío mundial, y donde además se conservan los
regadíos más antiguos.

44
Tan extendida que, en la inmensa mayoría de las obras sobre urbanismo, hallamos transcrita sin más, sin aparato crítico alguno,
la tesis expuesta por S joberg.

- 30 -
famosa teoría del historiador Karl Wittfogel sobre el modo de producción asiático, o teoría
hidraúlica.
En Leslie White hallamos la justificación para la consideración de ese factor de concentra-
ción energética que, según se ha apuntado, constituye el regadío. Para este autor,
"el funcionamiento de la cultura como un todo halla base y determ inación en la
cantidad de energía dominada y el modo en la cual la misma es pu esta a trabajar" . [Si bien]
"la energía, en sí misma, carece de significad o. Para que tenga sentido en los sistemas culturales,
la energía debe ser encauzada, dirigida y gobernada, con ayuda de medios tecnológicos, por
medio d e herram ientas de u na u otra clase." (White, 1943)
Para White fue la concentración de energía derivada de las nuevas tecnologías de riego y del
desarrollo de la agricultura lo que posibilitó la aparición de las grandes civilizaciones urbanas
de Oriente Medio. Sus tesis han alimentado toda una línea energetista en la Antropología, de la
cual Marshall Sahlins o Richard Newbold Adams son un buen exponente. Para éste último la
clave parece estar en un principio de la evolución: "la centralización de una unidad suele ocurrir
como parte de la coordinación de esa unidad con otras unidades" (Newbold, 1983:233).
Por su parte, Julian Steward opta claramente por el regadío como factor directamente
determinante de la aparición tanto de las ciudades como de algunos de los primeros Estados45.
Vale la pena que reproduzcamos una extensa cita en la que se recoge lo esencial del esquema
evolutivo de Steward, en el que regadío, civilización urbana y Estado se unifican:
"La agricultura fue uno de los grandes factores que produjeron poblaciones densas, las
cuales fueron, a su vez, base de otra línea de evolución que cubrió un lapso co nsiderab le de la
prehistoria y la historia p rimitivas de China, m esopota mia, Eg ipto, la costa septentrional del
Perú, probablemente el valle del Indo y po siblemente el Valle de México. Esta línea tuvo tres
etapas. En el primer periodo, los grupos primitivos empezaron a cultivar plantas alimenticias a
lo largo de las húm edas orillas de los ríos o en las tierras más altas donde las lluvias eran
suficientes para los cultivos. Ocupab an aldeas pe queñas pe ro perman entes. En alguna de eaas
zonas la segunda etapa em pezó cu ando la gente supo desviar las aguas de los ríos por medio de
canales para irrigar grandes extensiones de tierra. El cultivo intensivo hizo posible una
población mayor y libró a los agricultores de la nece sidad de emplea r todo su tiem po en la
producción de los alim entos básicos. Parte del tiempo que quedó disponible se empleó en
ampliar el sistema de canales y zanjas y parte en desarrollar oficios. este periodo conoció el
invento del tejido en telar, de la metalurg ia, de la rue da, las m atemátic as, el calen dario, la
escritura, la arquitec tura mo nume ntal y religiosa, y productos a rtísticos extremadam ente bellos.
Se distinguió tam bién por la iniciación de centros urba nos.
"Cuando las obras de riego se ampliaron tanto que los canales servían a muchas
comunid ades, se hizo necesario un control coordinador y administrativo. Satisfizo esta necesidad
una clase gob ernante o una b urocrac ia, cuya a utoridad dispuso p rincipalmente de sanciones
religiosas, pues los hombres esp eraban de los dioses la lluvia de que dependía su agricultura.
La centralización de la autoridad en un territorio extenso señaló la aparición del Estado.
[Aunque] el hecho de que se formase un Estado en los centros de irrigación de ningún modo
quiere decir que todos los Estados naciesen de esa manera.
"(...) Cuand o los estad os teocrá ticos llegaro n al límite de l agua d isponible y la
producción se niveló, empezaron a invadir y conquistar a sus vecinos para exigirles tributos. Los
Estados se convirtieron en Imperios (...). Como la riqueza se basaba ya en la tributación y no en
el aumento de la producción, llevaban en sí las semillas de su pro pia ruina ." (Steward, 1968:
127)
Naturalmente -y debemos insistir en ello-, ni siquiera en los casos citados puede considerarse
a la irrigación como factor único. Lo que Gordon Childe denominó revolución urbana se produce
en un territorio que es, a la vez que potencia agraria, cruce de caminos de los comercios más

45
La diferencia fundamental entre Steward y Wittfogel es que éste cree haber hallado una teoría universal para la aparición del
Estado, mientras que el antropólogo propone la teoría del estado hidraúlico sólo como una de las líneas evolutivas posibles,
aunque plenamente aplicable a las civilizaciones orientales.

- 31 -
diversos. Los excedentes agrarios permiten la instalación de comerciantes; la propia agricultura
precisa de la importacion de materiales que la ciudad (volvemos a la tesis de Jacobs) le
suministrará...
Pero a la vez es de toda lógica que el saber acumulado en la construcción de sistemas de
control de las aguas y de riego sean trasvasados fácilmente a la ingeniería y arquitectura de las
ciudades, además de a la definición y construcción del Estado. Probablemente la avanzada
ingeniería hidraúlica utilizada en la civilización romana para el abastecimiento y saneamiento
de poblaciones fuese aprendida de los ingenieros agrarios que los romanos debieron encontrar
en muchos de los territorios conquistados46. A partir de estos hechos,
"el curso de la evolución urbana só lo puede ser correcta mente in terpretad o si se le
estudia paralelamente a la evolución de la organización tecnológica y social y, especialmente,
de la org anizació n política." (Sjoberg, 1971:46)
Si atendemos a la evolución de las ciudades españolas, observamos una fuerte coincidencia
entre muchas de aquellas ciudades ibéricas citadas por los geógrafos grecorromanos por sus
valiosas producciones de huerta, y las que a lo largo de la Edad Media alcanzaron preeminencia,
particularmente durante el periodo de dominación musulmán. Como Valencia, Murcia o
Granada...
Asimismo, las evidencias históricas o arqueológicas nos indican que, aún cuando el
surgimiento o crecimiento de muchas ciudades tuviese una fuerte relación con el regadío, en
absoluto ello quiere decir que los labradores constituyen un grupo social privilegiado -aunque
los grupos privilegiados siempre han poseído las mejores explotaciones agrarias47-, y estaríamos
con ello abonando las tesis de Jacobs. Por su parte Caro Baroja, al describir las vasijas
prerromanas del Levante señala:
"la ausenc ia de escen as agríco las en la cerá mica de Liria no q uiere dec ir otra cosa ,
sino que las clases superiores para las cuales estaba fabricada desdeñaban aquella a ctividad."
48
(Caro Baroja, 1985:T.I, 257)
Por otro lado, a pesar de las grandes diferencias ecológicas y culturales entre las
civilizaciones y las ciudades de Oriente Medio, Asia o América, todas las ciudades primitivas
parecen tener rasgos organizativos comunes, entre los cuales se incluye la ubicación de los
artesanos lejos del centro urbano:
"los ciudadan os más pob res se veían obligados a vivir en las afueras de la ciudad, como
también los labradores propia mente dichos y los que sólo practicaban la labranza ocasionalmen-

46
Lorenzo Pardo escribió que "contra lo que se cree, los riegos no fueron importados por ninguno de los pueblos que por
invasión temporalmente triunfante, ocuparon en siglos remotos nuestro suelo, sino que son de genuina tradición indígena e
impuestos a la necesidad de las primeras poblaciones estables por la Naturaleza" (citado en Diaz Marta, 1969:27). El que
posiblemente sea el documentos romano más antiguo referido a la península, encontrado en una vega lateral al Ebro, en Aragón,
describe la mediación que el general romano debe hacer, entre dos aldeas recientemente conquistadas, para evitar un conflicto
armado en relación con la administración de los riegos.

47
Una de las numerosas tablillas sumerias interpretadas por los arqueológos (Kramer, 1985) contiene la reprimenda de un
escribano a su hijo, que ha dejado de asistir a la escuela y se ha convertido en un bala perdida de la ciudad, en la que le recuerda
cómo ha evitado siempre el mandarle a trabajar en sus fincas, junto a sus siervos, "como hacen otros padres". Esto texto de hace
unos 4.000 años muestra no sólo el eterno enfrentamiento generacional, o los prob lemas del fraca so escolar , sino asimismo que
la posesión de grandes propiedades agrarias por los profesionales urbanos adinerados no es tampoco un asunto reciente.

48
Lo cual, por otra parte, nada nos dice de la importancia objetiva de dicha actividad, habida cuenta del comportamiento
suntuario y las normas de consumo conspicuo que el hombre ha observado a lo largo de toda su evolución. Sería difícil hallar
hoy, por poner un ejemplo suficientemente explícito, objetos decorativos en los hogares de clase alta en los que se reproduzcan
escenas de programación informática, o de construcción de ordenadores. Las escenas que suelen ser preferidas en todas las
épocas hacen referencia a menudo a sistemas p roductivos que o torgaron en su día el poder a la actual clas e dirigente. La
arqueología industrial, que por otro lado se plasma repetidamente en la obra de los artistas plásticos, literatos y cineastas, apunta
sin duda en la dirección de dicha hipótesis.

- 32 -
49
te; sus dispersas viviendas a cababan confundiénd ose con el ca mpo lib re." (Sjoberg, 1971:45)
En la Edad Contemporánea hemos tenido ocasión justamente de observar esa estrecha
interacción entre el desarrollo del regadío y el de las ciudades, o la urbanización en términos
genéricos, en los áridos Estados fronterizos de Estados Unidos y México. El desarrollo de las
grandes conurbaciones de San Diego o Los Ángeles, en los EE.UU., y Mexicali o Ciudad Juárez,
en México, es indisociable de las grandes transformaciones en regadío que se iniciaron a finales
del siglo XIX:
“El crecimiento de la región fronteriza, y de las ciudades mejicanas de la frontera en
particular, es (...) directamente un resultado de la agricultura de regadío. (...) Y los suministros
de agua siguen siendo la clave para el futuro desarrollo del área, influy endo so bre el crecim iento
agrícola , las tenden cias migra torias y la ur banizac ión.” (Fernández, 1989:45)
Si bien no es menos cierto que el propio desarrollo urbano-industrial de ciudades del entorno
como San Francisco y luego Los Angeles posibilitó el desarrollo de la tecnología, de la capacidad
política y del poder económico necesarios para acometer las grandes obras infraestructurales que
posibilitaron el desarrollo de la agricultura de regadío. Además de ofrecer la suficiente demanda
in situ de productos agrícolas50.

La urbanización del mundo rural


en el marco de la urbanización global del mundo
(hacia una Sociología de la Urbanización)51
A pesar de esa intensa vinculación prístina entre agricultura y ciudad, o al menos entre
regadío y ciudad, lo rural y lo urbano han estado realmente escindidos durante siglos, e incluso
milenios. Sin embargo, el desarrollo de la sociedad industrial ha generado un fenómeno de
urbanización general del espacio. Entendida tanto como crecimiento del número y tamaño de las
ciudades -esto es, entendiendo la urbanización cuantitativamente-, como en cuanto extensión de
hábitos culturales urbanos al conjunto del territorio -esto es, entendiendo la urbanización
cualitativamente-.
Para algunos autores, "la industrialización no es un puro fenómeno tecnológico, sino que
se produce en un modo de producción determinado, el capitalismo, cuya lógica refleja"
(Castells, 1971:87); sin embargo, lo que esencialmente caracteriza a las ciudades capitalistas
-concentración no sólo demográfica, económica y política, sino también cultural, diversidad
étnica y social, capacidad y disposición para la innovación y el cambio...- lo encontramos ya en
las mesopotámicas, por lo que debemos de considerar y dar un mayor peso a los condicionantes

49
El desapego del campo hacia la ciudad puede tener por tanto un origen tanto cultural como económico. Los hortelanos y
agricultores del entorno de las ciudades debieron ver a éstas más bien como fuente de ingresos y posibilidades de ascenso social
que -según se prop one des de Marx- como fuente de expoli os y de intercambio desi gual. S in embar go, ell os y sus bienes no
podían ser beneficiarios de las ventajas defensivas de la ciudad, a pesar de contribuir a su magnificencia.

50
La reciente atención prestada por la investigación histórica y antropológica al espacio geográfico de la frontera USA/México
ha permitido mostrar cómo esa fuerte interacción entre irrigación y ciudades, en la que es casi imposible establecer dónde está
la causa y dónde el efecto, estaba presente desde la colonización de la zona por monjes españoles. Por una parte, los dominicos
instalaron misiones allí donde algunas etnias prehispánicas ya mantenían ciertas formas primitivas de irrigación; pero a la vez
la instalación de misiones donde no existían aprovechamientos previos provocó la construcción de infraestructuras para el
transporte de agua y el cultivo de regadío. Ver un profundo análisis de estos antecedentes en (Meyer, 1984)

51
Lo esencial de este apartado procede de la comunicación De lo rural a lo urbano, presentada en el V Congreso Español de
Sociología (Granada, septiembre 1995). Una versión más desarrollada fue discutida en el curso Desarrollo rural local, celebrado
en la Universidad de Évora, en julio de 1996, dirigido por la Dra. Mariana Cascais.

- 33 -
tecnológicos y ecológicos, frente a la consideración monista de las relaciones de producción. Sólo
podríamos estar de acuerdo con el marxismo esquemático de Castells aceptando la consideración
de Weber de que el capitalismo ha existido siempre (Weber, 1985). Es sobre todas estas
cuestiones sobre las que trata este capítulo.
En los países desarrollados, caracterizados ya por el modo de producción informacional -del
que, no obstante, sabemos todavía menos de lo que a veces parece- la categorización de los
espacios rurales y los espacios urbanos depende exclusivamente de delimitaciones arbitrarias,
basadas en el tamaño de los municipios, o a lo sumo en el peso de la población activa agraria.
Lo rural y lo urbano tan sólo tienen peso específico cuando se ponen en juego las elevadas
plusvalías que, en el planeamiento urbanístico, se derivan del trazado o retrazado de las líneas
de delimitación del suelo urbano o apto para urbanizar. Y ciertamente, en el origen mismo de la
Sociología Rural existe ya la preocupación por el tema:
“aquel que inten ta establec er las diferen cias espec íficas entre la ciudad y el campo,
distinguir prolijam ente entre lo rural y lo urbano, debe enfrentarse de inmediato con algunas
dificultades muy serias, obstáculos que no resultan perceptibles de inmediato.” (Lynn Smith,
1960:13)
Más aún, no debemos olvidar -y será conveniente volver a ello más adelante- que estas
dificultades llevaron a Sorokin y Zimmerman a tratar conjuntamente en su obra ambos 'mundos',
pues ya entonces planteaban la evidencia de que es una escala, y no una dicotomía, lo que
proporcionaría el medio más satisfactorio para clasificar a la población según sus características
urbanas o rurales (Sorokin, Zimmerman, 1929:15-38).
Hoy la cuestión es aún más delicada, justamente cuando uno de los motores del nuevo modo
de producción informacional es la propia producción y reproducción de la ciudad, de ahí los
grandes conflictos que se desarrollan en torno a la frontera física entre lo rural y lo urbano. Han
desaparecido casi por completo en las sociedades avanzadas, las diferencias que hicieron surgir,
primero en Simmel y luego en Wirth, la preocupación por un modo de vida urbano que, con el
tiempo, y sólo como negativo fotográfico, perfiló el concepto de lo rural. El espíritu del
capitalismo y la sociedad informacional han penetrado hasta tal punto en esos supuestos espacios
rurales que no es fácil percibir hoy diferencias en hábitos, actitudes y valores, y menos aún en
lo que se refiere a las estructuras y relaciones de producción. Vivimos en una urbe global, en la
que los vacíos cumplen exclusivamente la misma función que, en términos de microurbanismo,
cumplieron los parques y las zonas verdes en la ciudad industrial. Y la Sociología Rural es
demasiado a menudo, en lo que a las sociedades avanzadas se refiere, casi una ideología, en el
mejor de los casos una utopía.
Las bases de este proceso están en la transformación tecnológica y ecológica (es decir,
también funcional) de estos espacios. Por ello, si queda algún ámbito para el ejercicio de la
Sociología Rural, ésta sólo puede darse a través del reencuentro con la Sociología Urbana, a
través de una Sociología de la Urbanización, que puede cumplir un importante papel, no tanto
en las sociedades avanzadas como en los países y territorios menos desarrollados. Su objeto sería
el análisis de los procesos de cambio -el cambio es un concepto casi inexistente en la Sociología
Rural- que propician la integración de estos espacios en la urbe global; así como la interpretación
de las funciones que, en ese mismo marco, corresponden a los vacíos más alejados de las redes
informacionales de esa urbe.
A caballo entre los contenidos y denominaciones tradicionales de Sociología Rural,
Sociología del Desarrollo, Sociología Urbana y Ecología Humana, debe darse una revolución
epistemológica en esta parcela de la Sociología, bajo riesgo de quedar subsumida -como ya está
ocurriendo- en la Antropología Cultural o Ecológica. De hecho, los propios órganos de la
Administración que en su día dieron lugar, primero en los Estados Unidos y luego en Europa, a

- 34 -
la institucionalización de la Sociología Rural, desaparecen por anacrónicos. La cuestión estriba
en determinar si la Sociología, del mismo modo que en su día supo hacer ver a los políticos y
técnicos responsables de la ordenación y el desarrollo rural la conveniencia del conocimiento
sociológico como herramienta imprescindible, sabrá hacer ver a los nuevos tecnócratas la utilidad
de los sociólogos en la ordenación del territorio en la urbe global52.

Lo rural y lo urbano
Desde que la sociedad industrial se definió claramente como un proceso civilizatorio, uno
de cuyos elementos fundamentales fue la urbanización, lo rural nunca se ha definido, quedando
como residuo de lo-que-aún-no-es-urbano. Del mismo modo que, desde que hace algo más de
un siglo se inició la reflexión sociológica sobre las consecuencias de la Revolución Industrial,
con su acumulación de masas de población en las ciudades -lo que vulgarmente se asimila al
proceso de urbanización-, la dicotomía se viene planteando en términos de polarización y luego
de oposición. Pero sobre todo, y en el marco general del positivismo que desde su origen
caracterizó al pensamiento sociológico, se ha venido tratando el tema en términos de sucesión
histórica de etapas, y en consecuencia de jerarquización: si la revolución industrial traía el
progreso económico a las sociedades, la urbanización conllevaba el progreso social.
Esta valorización no ha sido siempre explícita, pero ha estado desde luego latente en la gran
teoría -al menos en Spencer, Durhkeim, Simmel, Töennies o Redfield...-. Ya se hablase de
solidaridad mecánica o solidaridad orgánica, de comunidad o asociación, de lo folk y lo urban,
etc, aún cuando se manifestara cierta preocupación por el tipo de desórdenes sociales provocados
por la urbanización, se estaba poniendo en lo alto de la escala evolutiva a lo urbano, y en el
origen -lo más bajo- a lo rural.
Ciertamente, en Occidente y desde el origen mismo de las ciudades, éstas supusieron un
avance objetivo hacia formas de organización social más democráticas, y sobre todo basadas en
el imperio de la ley. Se ha atribuído repetidamente a Marx una frase que Weber rescató de la
puerta principal de una vieja ciudad alemana, y que al parecer recoge un verso de una antigua
canción medieval: "El aire de la ciudad nos hace libres"(Weber, 1987:40); pues la ciudad ha
posibilitado una acumulación de capital y una concentración demográfica que ha hecho factible
un incremento de la creatividad social. Y se ha puesto en la ciudad el origen de la democracia,
ya desde la polis griega 53. Antes aún, en las primeras ciudades sumerias, hallamos los primeros
códigos legales que regulan las actividades y suponen un atisbo de estado de derecho. La
invención de la escritura, en las ciudades mesopotámicas, parece guardar relación con el control
de los bienes públicos realizado por los sacerdotes. Las teorías apuntan hacia la realización de
elecciones para obtención de ciertos cargos, como el de jefe militar, y las transcripciones de las
tablillas escritas nos hablan de un gobernador que, aunque hereditario, se consideraba a sí mismo
el sirviente de Dios en la ciudad, formalmente ni más ni menos que los otros ciudadanos. La
hipótesis que propone Gordon Childe es bastante probable si atendemos a los muchos ejemplos
de la historia antigua y reciente:
"Sólo cuando una ciudad empezó a obtene r hegem onía sobre otra s ciudad es por m edio

52
Naturalmente, desde nuestra perspectiva diferenciamos implícitamente la Sociología Rural de la Sociología Agraria, que por
supuesto en el nuevo marco societario del modo de producción informacional no debería mantenerse separada de una Sociología
del Trabajo que debe abandonar de una vez su industrialismo, ya que las formas del trabajo en la Sociedad de la Información
guarda casi tantas simil itudes co n las formas d e trabajo o organizaci ón agraria s como las que pueda tener con la organización
industrial. Pero esta es, ciertamente, una cuestión que va mucho más allá de los objetivos de este trabajo.

53
Paradójicamente, en la actualidad es en las áreas rurales más deprimidas y despobladas donde únicamente hallamos formas
de democracia directa al estilo griego, en España bajo la denominación político-administrativa de concejo abierto.

- 35 -
de una conquista militar, el gobernador de la ciudad victoriosa llegó a ejercer sobre sus súbditos
-al principio, h abitantes de las ciud ades co nquistad as- un d ominio comparable al que ejercieron
los primer os faraon es." (Childe, 1989:167)
En los términos que estamos viendo, la definición e identificación de lo rural y lo urbano ha
sido relativamente simple; tan simple que, durante siglos, ha llevado a la construcción de toda
una mitología que de forma recurrente reverdece, en torno a la Arcadia pastoril y campesina54.
Pero en la actualidad las cosas no son tan sencillas. El proceso de urbanización dejó de ser
hace mucho tiempo un mero proceso cuantitativo, de mera acumulación demográfica al abrigo
de una acumulación -previa o simultánea- de recursos y sobre todo excedentes, para pasar a ser
un proceso de carácter cualitativo.
Si los sociólogos han hablado de la urbanización como modo de vida -como hizo Wirth-,
es porque ya no puede verse en términos de acumulación exclusivamente -ni mucho menos en
los simplistas términos de una organización del consumo colectivo- , sino en cuanto extensión
de estilos culturales, de modos de vida y de interacción social, osea no sólo de producción y
consumo. Es decir, lo urbano ya no está únicamente en las ciudades. Cuando se ha hablado de
la urbanización del mundo campesino (Lefebvre, 1969, Gaviria, 1975, Baigorri, 1980b y 1983,
entre otros), se ha querido expresar ese proceso que entonces se veía como colonización cultural,
pero que no es en realidad sino la extensión del núcleo civilizatorio -capitalista e industrial
durante los siglos XIX y XX- a la totalidad del territorio social.
Aún en el supuesto de que, considerando la urbanización55 como un proceso indisociable de
la revolución industrial, la vinculásemos al capitalismo, únicamente allí donde las formas de
intercambio y de relación no fueran de tipo capitalista podríamos hablar tal vez de cultura rural,
es decir preindustrial, y sólo en este sentido precapitalista. Pero
"allí donde triunfan el intercambio de mercan cías, el diner o, la econ omía monetaria y
el individualismo la comunidad se disuelve, es reemplazada por la exterioridad recíproca de los
individuos y el 'libre' contrato de trabajo" (Lefebvre, 1 971:27 . Cabe recordar que la primera
versión de este artículo es d e 1949 ).
Donde algunos veían únicamente -o nada menos que- la desapariciòn física del campesinado
como grupo social (Barón, 1971), debía entenderse más bien la desaparición de una cultura. No
de un colectivo social y productivo, sino de aquellas instituciones sociales y culturales que
constituían un freno para la adaptación de ese colectivo a la sociedad urbano-capitalista56. No es
extraño así que hayan podido verse estos procesos tanto en términos de fracaso y hundimiento
de las poblaciones afectadas (Pérez Diaz, 1966 y 1978) como de éxito adaptativo (Gaviria, 1975).
Estamos, con esta tesis de Lefebvre, en una versión marxista de Simmel y Toënnies. Es, ni
más ni menos, la apreciación de Marx en el Manifiesto Comunista de que el capitalismo "ha

54
También, al menos desde el fabulista Samaniego, la crítica del mito ha sido recurrente. Algunos de mis trabajos han procurado
justamente el desengaño racional de ese mito (Baigorri, 1980 y Baigorri-Cortés, 1984).

55
No utilizamos aquí el término urbanización como lo hace Howard Newby (Newby, 1980), quien en realidad hace referencia
a un proceso de suburbanización, de extensión física de las ciudades fuera de sus límites, sea a través de la segunda residencia
o del fenómeno de los 'commuters'. En (Bauer, Roux, 1976 y Baigorri, 1980b y 1983) ese es sólo uno de los procesos, entre
otros, que producen -o provocan, si quiere percibirse el fenómeno como algo negativo- la urbanización del mundo campesino.

56
De hecho, quienes tempranamente se ocuparon de estos procesos desde la perspectiva de los propios campesinos, en modo
alguno alertaban sobre la desaparición de los agricultores como productores de mercancías, sino únicamente de estilos culturales
como los de los pastores trashumantes y los jornaleros instalados en chozos; en suma, y más allá de los sentimentalismos urbanos,
se trataba de la desaparición de modos y estilos de vida no sólo precapitalistas sino precivilizados en un sentido amplio -y
democrático- del término (Bayo, 1973). A pesar de cierto sentimiento de pérdida por la desaparición de un campesinado más
antropológico y etnológico que sociológico, hoy -salvo que nos consideremos entomólogos en lugar de sociólogos- no puede
cabernos ninguna duda de que la desaparición de esos rústicos, autoexplotados como yunteros y pequeños labradores o
explotados por otros como los jornaleros, sólo puede entenderse como un avance social y civilizatorio (Baigorri, 1995e).

- 36 -
sometido el campo a la ciudad" (Marx, 1971;336). Y no sólo por el mero efecto de la
concentración demográfica, sino también por la ruptura de las relaciones sociales y de producción
tradicionales.
Pero, a siglo y medio del Manifiesto, ¿qué puede significar hoy esa polaridad rural-urbano,
en un planeta donde se ha hablado ya de metrópolis, luego de megalópolis, y últimamente de
ciudades-mundo?. Cuando se plantea la existencia de cuatro o cinco ciudades-mundo que
constituyen el auténtico centro económico e intelectual del planeta (Jones, 1992;29-33), e incluso
apunta el surgimiento -más hipotético que real- de las tecnópolis, como quintaesencia de las
ciudades-mundo (Castells-Hall, 1994), ¿qué sentido tiene hablar de lo rural y lo urbano como
categorías con vida propia?.
Podemos echar mano de definiciones, pero ninguna sirve, salvo como frágil muleta para
mantener ficciones epistemológicas, supuestos campos científicos que no son sino refugio de
nominalismos: sociología rural, sociología urbana, geografía rural, geografía urbana, ordenación
rural, ordenación urbana... y ahora hasta turismo rural. El Instituto de Estadística, para censar y
cuantificar a la población, habla de zonas rurales, zonas intermedias57 y zonas urbanas, sin otro
criterio, como en casi todos los países, que el tamaño demográfico.
Sin embargo, en las áreas metropolitanas existen municipios clasificados como rurales que
son dormitorios de la metrópoli58. En el entorno de todas las ciudades hallamos ese tipo de
situaciones en las que la definición podría llevar a discusiones inacabables; del mismo modo que
podríamos plantearnos hasta qué punto son urbanas, si tenemos en mente las tipologías de Hall,
muchas de nuestras pequeñas ciudades, incluso capitales provinciales. Y la cuestión no es baladí,
por cuanto la arbitraria clasificación del INE dificulta seriamente, en la actualidad, la realización
de análisis más afinados de la realidad social.
En el fondo lo que probablemente ocurre es que la dicotomía no nos sirve, por lo que
tendríamos que hablar, efectivamente y de nuevo, de gradaciones, de un continuum que iría desde
lo más rural -o menos urbanizado- a lo más urbano -o menos rural-.
Sin embargo, resulta difícil fijar las variables que nos permitan establecer esa gradación, y
situar empíricamente un objeto de investigación dado en una supuesta escala. De Redfield a hoy
la atribución de un mayor o menor grado de ruralidad/urbanidad se hace, básicamente, de un
modo más intuitivo que científico. Y probablemente ello sea así a causa de uno de los déficits
que han esterilizado tanto la Sociología Rural como la Urbana: en este caso la desatención de la
forma, haciendo caso omiso de las recomendaciones primero de Durkheim y luego de Simmel.
Una y otra se han ocupando de estructuras, o lo sumo de funciones; desaprovechando así tanto
el rico manantial, precipitadamente atrofiado, de la Ecología Humana, como las aportaciones de
ciencias hermanas como la Geografía59. Y sin embargo, sólo el análisis de las formas de

57
Aparte de la distinción cuantitativa (según tamaño demográfico de los municipios) que hace el INE, nunca nadie ha definido
sociológicamente esas zonas intermedias, que de hecho nada tiene que ver con el concepto de ciudades medias, que forman parte
de las zonas urbanas definidas por el INE. Esta ya vieja distinción estadística entre zonas rurales, intermedias y urbanas abona
las tesis que se implantaron a partir de los años '30 y '40 en la línea de un continuum rural-urbano (Lynn, 1940), que según
Redfield iría más allá, a un continuum tribal-rural-urbano (citado en Gubert, 1986,211).

58
En el centro mismo de la principal metrópolis española hemos tenido ocasión de hacer sociología rural, y hasta proponer un
Programa de Desarrollo Agrario (Baigorri, Gaviria, 1984b). Sobre estas cuestiones había avanzado algunas reflexiones en
(Baigorri, 1983)

59
Las causas del déficit de la forma tal vez haya que buscarla en factores ecológicos de dominio disciplinario del tipo de los
expuestos al hablar de la Urbanología. Las técnicas (arquitectura, ingenierías) que basan su actuación en el espacio, han limitando
la capacidad de desarrollo del análisis sociológico, lo que explica que hayan existido voluminosos análisis sociales rurales y
urbanos que no incluyen ni un solo plano.

- 37 -
agrupación e interrelación social en el espacio puede ayudarnos a matizar esa gradación,
siéndonos más fácil a partir de ahí el localizar vectores más estrictamente sociológicos. Así, el
concepto francés, más formal y por tanto espacial, de rurbanización (Bauer, Roux, 1976) es
previo, y mucho más rico, que el anglosajón, más estructural, de conmuterización (Newby,
1980)60, y desde luego resulta imprescindible para explicar los cambios estructurales que han
caracterizado a los procesos que determinan la urbanización global del territorio.
En realidad, este proceso ha sido visto -o previsto, cuando la finalidad no era analítica sino
transformadora- bajo denominaciones, interpretaciones -y valoraciones- diversas, por lo que
conviene que siquiera prestemos atención siquiera a algunas de las más interesantes.
A las primeras observaciones marxistas sobre la dialéctica campo-ciudad, Kropotkin
respondería a finales del XIX con su propuesta de equilibrio ecológico:
"Tened las fábricas y los talleres cerca de las huertas y tierras de labor, y trabajad en
unas y o tras alterna tivamen te." (Kropotkin, 1972:148)
Propuesta que sería asumida por los ordenadores rurales, primero en Norteamérica a partir
de la segunda década del siglo XX, y que hoy se ve materializada en la agricultura a tiempo
parcial. Y en el mismo año en que Kropotkin publicaba su alegato eco-libertario, Kaustky
advertía de la necesidad de una "facilidad de relaciones entre el campo y la ciudad", como base
para la "difusión de la civilización en el campo y para borrar el antagonismo cultural que separa
a éste de la ciudad"(Kautsky, 1974:225); siendo la industria el instrumento que permitiría -como
así ha ocurrido- la modernización del campo. Más aún, y ello nos avanza aspectos a los que luego
prestaremos atención -el aislamiento informacional-, cree que
"en las zonas qu e continú an siend o puram ente agrícola s y que, a c ausa de lo inacce sible
de su territorio o de la tozudez d e sus habitantes, perm anecen cerra das a la penetra ción de la
industria, la población decae desde el punto de vista del número, de la fuerza, de la inteligencia,
del nivel de vida, y con ello se empo brece el su elo, y deca e la explo tación ag rícola." (Kautsky,
1974:323)
El nacimiento de la propia Sociología Rural viene determinado justamente por este tipo de
preocupaciones, a través de la Comisión para la Vida Rural creada por el presidente Theodor
Roosevelt. La ordenación rural de la Sección de Población Agrícola y Vida Rural del Ministerio
de Agricultura de los Estados Unidos perseguía justamente, desde 1919, la plena incorporación
sin traumas de los espacios rurales -que, no lo olvidemos, se rigieron desde siempre en los
Estados Unidos por criterios capitalistas- a la sociedad industrial. No se trataba pues tanto de una
colonización por el Capitalismo, como de una colonización por la Civilización Urbana. Así
debemos entenderlo cuando el objetivo era "el mejoramiento de la vida en las granjas" (Lynn
Smith, 1960:8). Howard Odum, uno de los primeros teóricos, desde el Sur de los EE.UU., de las
desigualdades regionales y del desarrollo endógeno, plantea estos desafíos en un texto que podría
haber sido escrito muy recientemente, aunque fue publicado en 1939:
"Quizás en ninguna parte estén claramente m arcadas las extrao rdinarias transform acio-
nes de la ciencia y la tecnología como en la transición de la cultura rural a la civilización
urbana, de la vida agraria a la socie dad ind ustrial. Sin du da, la tend encia m undial h acia la
urbanización está cambiando todo el pa isaje cultural de la nación haciendo que urbanización,
o cultura de la megalópolis, se hayan hecho sinónimo s de los sup erlativos de la tecnolo gía." (en
Friedman, 1981:61)
Naturalmente este tipo de preocupaciones, crecientemente extendidas, dieron lugar
repetidamente a otra oleada de lamentos por la pérdida de una Arcadia que indefectiblemente no

60
Me refiero al sentido en el que lo utiliza Newby, no al que, desde mediados de los '50, se venía haciendo para el análisis del
desarrollo centrípeto de la ciudad americana.

- 38 -
sufren quienes la lloran61.
Las llamadas de los ideólogos de la tierra contra el desarraigo del progreso se sucedieron,
particularmente en la Alemania pre-nazi62. Pero también en otros ámbitos se pretendía guardar,
como hacía el geógrafo G.Roupnel en 1932, "la armonía universal de toda esta sonriente
campiña" (Roupnel, 1932:202).
Vale la pena el contraste de estas posiciones con las de Costa, a quien se acusa de
enfermedades similares, y que sin embargo clamaba desde finales del siglo XIX contra
"los pueblos que se duermen en medio del día, como las vírgenes fatuas, llegan tarde
y con las lámparas apagadas a las puertas ya cerradas del peregrino, sin alcanzar a donde se
celebran los desposorios del mundo antiguo con esta espléndida civilizavión moderna" (Costa,
s/f:191) 63.
Tras la segunda guerra mundial el proceso civilizatorio se aceleró de nuevo. Desde el campo
del Urbanismo se habla de la necesidad de que "lo mejor de la civilización urbana llegue 'a la
tierra'", y se propone el término de ruralística, complementario de la urbanística, como concepto
provisional hasta que se desarrolle uno urbano-rural (Bardet, 1963:114 y 18).
En realidad, es lo que de hecho ya estaba ocurriendo, y la Ecología Humana se interesaba
parcialmente por tales procesos, aunque no llegó a profundizar lo suficiente antes de que esta
rama de la Sociología se extenuase a base de mediciones64. Como también lo percibían los
geógrafos, particularmente Gottmann, quien promueve el concepto de megalópolis65 con la
publicación en 1961 de su obra de igual título, para un tipo de ciudad que es casi un país, ya que
incluye el propio campo dentro de sí misma. Más aún, tempranamente advertía sobre un proceso
que más tarde retomaría Toffler: los signos de decadencia de la industria justamente al
desparramarse en el territorio.
"la tendencia tiene sus raíces e n una co nsecuen cia simple de la evo lución so cial y
científica de nuestra era. Lo oc urrido co n la agricu ltura está pa sando c on la pro ducción fabril,
con el aume nto de la m ecaniz ación, con la rac ionalizac ión y otras mejoras tecnológ icas."
(Gottman, 1973; 63)
Pero los sociólogos no se apercibían de estos cambios. Según escribía Henri Lefebvre en
1953, porque "han pasado del estudio de los primitivos al estudio de los medios urbanos e
industriales" (Lefebvre, 1975:62).
En Europa estos procesos se dieron más lentamente. Entre los años '30 y '70 se producen

61
Hans Paul Bahrdt, comentando la opinión de Elisabeth Pfeil de que las ciudades fueron desde el comienzo objeto de reflexión,
va más allá y señala que, en realidad, "antes de que realmente existiera la gran ciudad, ya comenzó a polemizarse contra ella"
(Bahrdt, 1978:64)

62
Unas buenas muestras se recogen tanto en (Ferry, 1994) como en (Bahrdt, 1978)

63
Las propuestas de Costa, como la de todos los grandes agraristas, distinguen con extremada finura -al contrario que muchos
de los modernos ruralistas- la agricultura como sistema productivo que, con las adaptaciones pertinentes a las transformaciones
tecnológicas, siempre será necesaria e incluso imprescind ible, de la ruralidad -o en términos más clásicos y reales, la rusticidad-,
como modo de vida y de interacción social que constituye un lastre para la mejora en las condiciones de vida de los propios
agricultores.

64
Hay algunos trabajos de los años '50 que, desde la Ecología Humana, analizan el proceso de cambio en las áreas rurales más
cercanas a las ciudades, proponiendo un proceso inacabable ajustado al principio ecológico de gradiente; y según el cual
sucesivas áreas rurales se van incorporando a las áreas metropolitanas, pasando a ejercer sus funciones otras áreas más alejadas.
Se señalaba ya có mo en los Estados Unidos "la intensa dispersión de industria, población y terciario, y la pareja conversión
de suelo rural a usos no agrícolas están produciendo impresionantes cambios en los sectores rurales de las áreas satélites"
(Martin,1957:481).

65
Un concepto, por lo demás, que venía siendo utilizado por los sociólogos desde las primeras décadas del siglo XX, y muy
particularmente por Geddes, que inspiró sin duda los trabajos de Gottman.

- 39 -
diversas reformas agrarias de variado signo -estructurales, tecnológicas, educativas...-, que
convierten en sujetos del máximo interés sociológico a los campesinos. Y aunque en el fondo lo
que todas las reformas agrarias buscaban era la urbanización del campo, entendida como proceso
civilizatorio, de incorporación de los espacios sociales rurales a la modernidad ciudadana, sin
embargo se produjo, entre los sociólogos encargados de colaborar con los técnicos que diseñaban
las reformas agrarias, un contrasentido; pues al tomar al campesinado como un sujeto histórico,
se les llegó a considerar como un objeto de valor, y como tal susceptible de ser conservado en
términos patrimoniales66.
Las razones eran seguramente bien diversas. Posiblemente la influencia del marxismo
-particularmente, a partir de los años '60, del maoismo- hizo que muchos considerasen al
campesinado poco menos que como sujeto revolucionario, que debería oponerse a lo que
podríamos denominar como la penetración del capitalismo en el ecosistema de la Arcadia. Por
otra parte, gracias a la revolución de las comunicaciones, y al fuerte crecimiento de la riqueza en
Occidente, la Antropología estaba de moda; los sociólogos dejaban de hacer Sociología y se
aplicaban a la Etnología, descubriendo desde la ciudad ricos filones en esas casas rurales en las
que les invitaban a buen jamón y mejor vino67. Hay también una fuerte influencia del modelo
etnográfico de Eric Wolf, para quien los campesinos seguían estando "entre la tribu primitiva
y la sociedad industrial (...), ni son primitivos ni modernos" (Wolf, 1975;5), a pesar de que la
evidencia mostraba que los agricultores de los países desarrollados -incluída España- se
manejaban perfectamente con la modernidad de los complicados tractores y cosechadoras, de las
endemoniadas letras de cambio, los seguros, los colegios de sus hijos, las calculadoras, las
sembradoras hidroneumáticas, las semillas selectas...
La Sociología se lamentaba de que el capitalismo se lanzase a "insertar al campesinado cada
vez más dentro de los mecanismos del sistema económico global y a modelar sus explotaciones
de acuerdo con sus intereses" (Sevilla-Guzmán,1979:240). Estábamos, en el último cuarto del
siglo XX, planteándonos el mismo tipo de problemas que ocuparon a Marx, Durkheim, Weber,
Toënnies o Simmel en el último cuarto del siglo XIX. En suma se construía una Sociología Rural
apropiada para paliar los efectos de la Desamortización decimonónica, pero se hacía con un siglo
de retraso, cuando los campesinos deseaban incorporarse rápidamente a la modernidad.

Modernidad y urbanización
Esta modernidad no podemos asimilarla con la industrialización -que de hecho empieza a
decaer desde los años '60-; ni siquiera con el capitalismo -que convertido en welfare state, gracias
a la socialdemocracia europea y el liberalismo político norteamericano, no era ya ni la caricatura
de sí mismo-. Es una modernidad que, en mi opinión, habría que entenderla como sinónimo de
urbanización.
Es este un concepto que no puede asimilarse al meramente cuantitativo, que a partir de
Kingsley Davis se entiende como proporción de población urbana (Davis, 1979:13), sino más
bien en el sentido de modo de vida con que Wirth lo entendió en 1938; pues "las influencias que
las ciudades ejercen sobre la vida social del hombre son mayores de lo que indicaría el
porcentaje de población urbana" (citado en Giddens, 1991;591). Aunque hasta Lefebvre no
habrá una clara identificación del concepto de sociedad urbana con la sociedad postindustrial,
y ello haciendo referencia, "más que a una realidad palpable, a una tendencia, una orientación,

66
En realidad, el mismo proceso que, hemos señalado, se produjo en la sociedad americana en las primeras décadas del siglo
XX.

67
Estos aspectos también forman parte de la Sociología de la Sociología, aunque no sea habitual sacarlos a colación.

- 40 -
una virtualidad"(Lefebvre, 1972:8). Siendo consciente de que, en este proceso, en absoluto
quedan deja fuera los supuestos rurales:
"¿El campo?: ya no es más -nada más- que 'los alrededores' de la ciudad, su horizonte,
su límite. ¿Y las gentes de la aldea?. Desde su punto de vista ya no trabajan para los señores
terratenientes. Ahora pro ducen pa ra la ciudad, pa ra el mercado urbano. Y si bien saben que los
negociantes de trigo o madera los explotan, no obstante, encuentran en el mercado el camino de
la libertad" (Lefebvre, 1972:18).
Con anterioridad había afinado también este proceso:
"La industrialización produce la urbanizac ión, en un a primer a fase, neg ativame nte
(estallido de la ciudad tradicional, de su morfología, de su realidad práctico-sensible). Después
de esto, aparece la verdadera tarea. La sociedad urbana comienza sobre las ruinas de la ciudad
antigua y su contorno agrario. A lo largo de estos cambios, la relación entre industrialización
y urbaniza ción se transforma. La ciudad deja de ser un recipiente, receptáculo pasivo de
productos y de la produ cción. Lo que subsiste y se refuerza de la rea lidad urban a es su
dislocación, el centro de decisión formará part e en adelante de los medios de producción y
dispositivos de explotación del trabajo social por los que detentan la información, la cultura, los
mismos poderes de decisión." (Lefebvre , 1969:1 66).

Lo rural, en lo global
Se observa, en suma, el proceso de urbanización -más allá de la crítica política de Lefebvre-,
como un estadio evolutivo en el proceso general de civilización68. Y este proceso evolutivo de
carácter casi positivista, que Patrick Geddes había desarrollado en La sección del valle, podemos
encontrarlo incluso en la biografía intelectual de los propios sociólogos. Además de en el propio
Geddes, de Weber a Lefebvre son muchos los que hallamos preocupados inicialmente por temas
rurales, para pasar a ocuparse en su periodo de mayor fertilidad de temas urbanos. En realidad,
en los grandes sociólogos a la preocupación por lo rural le sigue, tarde o temprano, la
preocupación por lo urbano; porque hacer una diferenciación radical es, ciertamente, absurdo.
¿Queremos decir con todo esto que lo rural no existe?. Ni mucho menos, pues nos faltan
datos empíricos suficientes como para sostener una afirmación semejante; aunque sí podemos
hallar factible el defender la inutilidad de la separación epistemológica entre lo rural y lo urbano.
Si las tesis que venimos desarrollando son acertadas, lo rural serían apenas algunos intersticios,
fuera de la marcha de la civilización, que quedarían en el interior de lo que denominamos la urbe
global.
Sin duda una clave para entender estos procesos está en el desarrollo de las comunicaciones,
justamente como corresponde a la sociedad de la información que ha sustituído a la sociedad
industrial. MacLuhan apuntó hace tres décadas la conformación del planeta en una especie de
aldea global, sobre la base tecnológica del "poder descentralizador que el ordenador tiene para
eliminar ciudades y todas las demás concentraciones de población" (McLuhan, 1985:55). Y,
efectivamente, hemos podido observar en Europa, y particularmente en España, de qué forma una
infraestructura de comunicaciones, la autopista, provocaba profundos cambios socioeconómicos
en muchas áreas rurales, del mismo que antes los produjo el ferrocarril69. Las redes telemáticas
están haciendo el resto, pues
68
Es la urbanización, como fase civilizatoria diferenciada de la sociedad industrial, el mejor argumento contra la creencia en
el fin de la historia. Las sociedades humanas nunca dejan de evolucionar, siendo el cambio la constante que diferencia,
justamente, a las sociedades humanas de las animales; así como lo que diferencia a la Sociología de la Etología.

69
Desgraciadamente en España no conocemos estudios que se hayan ocupado a posteriori de los efectos sociales de las
autopistas, a pesar de que previamente, y durante el proceso de construcción, la literatura anti-autopista que se produjo -o
produjimos- fue abundantísima. En Estados Unidos la profunda transformación ecológica que a nivel federal supuso la red
interestatal de autopistas generó por el contrario importantes programas de investigación, que mostraron cómo "el cambio más
notable se produce en el suelo rural, que sufre una transformación a usos más intensivos" (Kirk, 1974:311)

- 41 -
"en una soc iedad b asada e n la inform ación, la v entaja competitiva reside ahora en una
organización mucho más flexible y descentralizada de la producción y del trabajo, con el fin de
reducir los costes fijos, hacer mejor u so de las capac idades existentes, acercarse más al cliente
y evitar las limitaciones sobre la movilidad." (Johnston, 1994:79)
El proceso no ha llevado a una aldea global, en el sentido casi tribal de McLuhan70, sino más
bien -desde una perspectiva civilizatoria y positivista- a una ciudad global, a lo que yo llamaría
la urbe global: un contínuum inacabable en el que se suceden espacios con formas y
funciones diversas, con mayores y menores densidades habitacionales, cohesionados por
diversos nodos o centralidades, pero que en su totalidad participan de una u otra forma y
a todos los efectos de la civilización y la cultura urbanas. Sólo en la medida en que un espacio
se halle incomunicado podrá hablarse de cierta carga -de intensidad variable- de ruralidad71,
seguramente coincidente en muchos de los casos con la depresión económica. Precisamente un
reciente trabajo sobre municipios y comarcas deprimidas utiliza diversas variables construídas
a partir del censo de edificios y viviendas (es decir, variables de urbanización) como índices de
depresión. En realidad, la población resultante era, sobre el censo de 1981, de poco más de dos
millones de personas, en 1.699 municipios cuyo tamaño medio era de 1.249 habitantes (Mella,
1990). Posiblemente esos dos millones de personas constituyen, en la actualidad, el espacio
social rural en España, aunque tal vez habría que añadirles algunos millones más de rurales que,
aunque insertos espacialmente en la urbe global, como inmigrantes marginados, no han sido
asimilados todavía por la cultura urbana (Baigorri, 1996:339 ss.).
Naturalmente, este proceso natural de urbanización hemos visto que no siempre ha sido, ni
lo es todavía, bien aceptado desde buena parte de la sociología, particularmente desde la
Sociología Rural, aún cuando por ello se esté pagando el precio de perder su especificidad
sociológica y pasar a convertirse en Antropología o Etnografía. Incluso, paradójicamente, este
pavor generalizado a la urbanización del mundo campesino tiene graves efectos sobre el propio
urbanismo. La advertencia hecha por Jane Jacobs hace tres décadas sigue siendo plenamente
vigente:
"los principios rectores de l urbanismo actual y de la s reforma s que se refier en a la
vivienda tienen como base una resistencia puramente afectiva a admitir que la concentración
humana es deseable: esta negativa apasionada ha contribuído a matar intelectualmente el
urbanismo" (en Choay, 1970: 463).

El ámbito de la Sociología de la Urbanización


Es obvio que, sobre estas bases, no puede tener sentido una Sociología Rural tal y como hoy
la entendemos, así como resulta también carente de sentido una Sociología Urbana claramente
diferenciada de la anterior. En tanto ambas se reencuentran, ha de ser precisa una Sociología de
la Urbanización (entendida ésta como proceso civilizatorio en marcha), que también podría ser
denominada Sociología de los Asentamientos Humanos -lo que menos importa es el nombre-,
pero que en suma permita una lectura global del territorio como producto social.

70
Tengamos en cuenta que la obra de Mc Luhan se desarrolla en el marco del primer gran pavor ante la irrupción de las
tecnologías de la comunicación. Siguiendo los modelos de Mc Luhan se hablaría luego -en los años '70 y fundamentalmente
desde Italia- incluso de una Nueva Edad Media.

71
Esto no se contradice con la crisis de algunas ciudades, pues la urbe ya no necesita con las nuevas redes comunicacionales,
de la concentración. Se percibe una fuerte tendencia "hacia la dispersión/fragmentación de los territorios urbanos"(López de
Lucio, 1995), y la 'glocalización', como proceso de cohesión entre la economía global y la eonomía local (Enrique, Corominas,
1995). Son estos fenómenos de dispersión, fragmentación, glocalización, los que permiten explicar la ya efectiva urbanización
de todos los espacios sociales. Pero sobre estas cuestiones nos extenderemos más adelante.

- 42 -
En cuanto a la cuestión agraria, ésta deberíaser tratada en los mismos términos que
cualquier otro sector socioeconómico, como Sociología Agraria, tal y como existe una Sociología
Industrial, una Sociología del Conocimiento, o una Sociología del Ocio; o bien en el ámbito de
la Sociología del Trabajo. Pero su ámbito de estudio no puede ser ya la sociedad rural, porque
como tal no existe, sino el colectivo de trabajadores y empleadores que conforman el sector
agrario, y que no es sino uno más en cualquiera de los territorios -metropolitanos, urbanos o
rurales- que tomemos como unidad de análisis72.
Es decir, todo este replanteamiento -más allá o más acá de los nominalismos- no implica un
cambio de objetivo, sino de enfoque. La mejora en las condiciones de vida de la población
apartada de las centralidades de la urbe global, así como la conservación del medio rural,
seguirán siendo objetivos ineludibles. Pero del mismo modo que no podemos concebir esa
población tal y como concebíamos al campesinado, tampoco podemos identificar el medio rural
con el medio natural, como el ecosistema propio del campesinado, sino como un artificio más,
una parte de la urbe global, con formas y funciones muy distintas de las consideradas
tradicionalmente por la Sociología Rural. Funciones que no vienen determinadas, dictadas por
la “ciudad triunfante” como opuesta al campo, según corresponde a la visión más simplista y
repetitiva, sino que más bien responden a las nuevas necesidades productivas, territoriales,
ambientales, anímicas, comunicativas o de ocio de la sociedad globalmente urbanizada.
En otros trabajos he definido un tipo de territorios73, a caballo entre los conceptos
tradicionales de lo rural y lo urbano, en los que
"la tierra, cultivable o no cultivable, ha dejado de tener esa única fun ción de p roducir
alimentos, o en general materias primas. Nuevos factores económicos han entrado en juego, de
forma que el agricultor no es sino un agente más en com petencia por el uso y control de ese
suelo, aunque siga siendo el que más superficie domina y admin istra (y esta sería quizás una de
las principales diferencias entre estos territorios con los puramen te urbanos y m etropolitanos)
(...) El problema estriba en cómo compaginar todas estas funciones con las vocacionales del
territorio, esto es la agricultura y la ganadería, e incluso el mantenimiento de esp acios
'vírgenes'." (Baigorri, 1983,151).
En este tipo de espacios sólo tangencialmente tienen interés y peso los tradicionales
problemas campesinos. Las cuestiones que preocupan son ya culturalmente urbanas: la geofagia
(que hemos definido como "el apetito insaciable por devorar tierra fértil"), la banalización del
paisaje, la pérdida de peso político de los agricultores, y los excedentes, son los temas
característicos de las zonas agrícolas de los países ricos (Baigorri, 1992b). El tipo de conflictos
sociales predominantes en este tipo de territorios tan sólo formalmente se diferencian a veces de
los estereotipos de conflictos urbanos74. En muy contadas ocasiones podríamos hablar en puridad
de conflictos campo-ciudad, e incluso es en las ciudades donde en ocasiones se desencadenan

72
Ello supondría una restitución de de la plena igualdad del llamado campesinado respecto del resto de la ciudadanía, frente
al actual tratamiento etnográfico, del tipo del que se prodiga a las tribus en extinción. Tal vez así dejasen de ser necesarios los
viejos alegatos sobre el olvido del campo, repetidos hasta la saciedad por todos los presidentes de la Hermandad Nacional de
Agricultores y Ganaderos, y desgraciadamente todavía recogidos en la literatura científica (García de León, 1992). El concepto
de la ciudad cntra el campo es hoy un concepto anacrónico, inútil y profundamente reaccionario. El que todos los sociólogos
de origen rural hayamos amanecido a la Sociología mamando y abusando de esa invariante no justifica su conservación en la
literatura social, que debe ocuparse hoy más bien de analizar la ciudad en el campo o el campo en las ciudades.

73
Nominados como agro-urbanos para evitar su confusión con los espacios rurbanos, que son más bien la periferia de lo
urbano, en forma de detritus o de fuga lujosa del estrés (Baigorri, 1983:148)

74
En realidad los últimos grandes conflictos campesinos, fundamentalmente de jornaleros en torno al subsidio de desempleo
-hemos tenido ocasión de analizar en profundidad el paro agrario en (Baigorri, 1995e)-, no sólo constituyen conflictos propios
de la sociedad urbana, sino que utilizan plenamente la escenografía mediática que caracteriza a los conflictos en la Sociedad de
la Información.

- 43 -
conflictividades propias de las sociedades campesinas (Baigorri, 1996c).
Pero lo importante es que esta clase de territorios son los que contienen en la actualidad a
la mayor parte de la población considerada estadísticamente como rural, así como la mayor parte
de la producción agropecuaria. Y si dejamos de considerarlos rurales, pero a la vez mantenemos
los presupuestos epistemológicos tradicionales de la Sociología Rural, entonces el objeto social
que quedaría para esta rama de la sociología debería circunscribirse a algunos desiertos
demográficos alejados, como decíamos, de las redes informacionales de la urbe global.

Regad ío y urbanización en la Sociedad Industrial


y en la Sociedad de la Información
Profundicemos un poco precisamente en ese tipo de espacios que, en una buena parte de los
casos -aunque no siempre-, se corresponden con las grandes zonas regables.
Para Simmel, que hace la primera gran reflexión sobre la vida en las grandes ciudades, hay
tres elementos fundamentales de la vida urbana:
a) El reloj, tema que sería desarrollado ampliamente por Mumford en su obra Técnica y
civilización (Mumford, 1971), pero sólo muy recientemente ha sido incorporado al quehacer
sociológico75.
b) El imperio de la racionalidad, entendido por Simmel como "intensificación de la vida
nerviosa", y la indiferencia que le es consustancial, es una reflexión implícita en la Sociología
desde su mismo origen.
c) La amplitud del círculo de relaciones, de la que la Sociología Urbana contemporánea se
ha ocupado ampliamente a partir de la Escuela de Chicago.
Naturalmente, éstos y otros elementos característicos de la vida urbana son consecuencia de
la existencia previa de lo urbano, pero no explican su origen. La explicación hay que buscarla
más atrás, en la sociología de Durkheim, a partir de la cual podemos establecer tres factores como
fundamento de lo urbano: "el número de habitantes, la densidad relativa del sistema ciudad y
la complejidad y diversificación de la estructura y las funciones" (según Schmidt-Relenberg,
1976: 171).
Hemos señalado cómo estos procesos se vienen extendiendo, con mayor o menor intensidad,
al conjunto del territorio. Hace varias décadas Nels Anderson apuntó con nítidez este proceso que
ahora retomamos, al señalar los distintos niveles de urbanización que, en aquel momento, podían
preverse. En dicho esquema hallamos apuntadas, además de las preocupaciones del presente
trabajo, algunos de los grandes temas de la relación campo/ciudad que se han observado
recientemente (conmuterización, rurbanización, etc):
"Conforme la urbanización toca a las aldeas, podemos pensar en el proceso a distintos
niveles de logro:
1) Conforme la gente va hacia las ciudades y conforme las ciudades agrandan su zona
muchas aldeas han d e ser absorbida s. Quizá pierdan su carácter de vieja aldea pero sus nombres
continúan c omo no mbres de las zon as en dond e estuvieron com o comun idades rurales.
2) Las aldeas que están dentro de distancias conmutativas de las ciudades, aunque
antigua mente ocupadas por gente rural que desarrollaba un trabajo rural y vivía un modo de
vida rural, han venido a ser ocupadas por gente de orientación urbana que desarrolla tipos
urbanos de trabajo.
3) Las aldeas más alejadas de las ciudades, aunque están en contacto frecuente con los

75
Para Simmel, "a través de la esencia calculadora del dinero, ha ingresado en la relación de los elementos vitales la precisión,
la seguridad en la determinación de igualdades y desigualdades, la univocidad en los acuerdos y convenios, una de cuyas
manifestaciones externas es la difusión del uso del reloj de bolsillo" (Simmel, 1978:14).

- 44 -
centros urbanos, po drán conv ertirse en lugares de tipos d e trabajo mixtos, rura les y urbanos,
pero la gente q ue desarrolla labo r rural cada vez será más urban a en su mo do de vivir.
4) Las aldeas aún más alejadas de las ciudades y con un contacto menos frecuente con
los centros urbano s no sólo c ontinua rán desa rrollando su trabajo rural sino q ue, a pesar de la
presión de la urbanización, se las arreglará para mantener en gran medida el modo de vida
rural.
5) Las alde as, especia lmente de las regiones subdesarrolladas, que están situadas a una
gran distancia y casi no han tenido contacto con los centros urbanos seguirán siendo poco
afectadas por la influencia del urbanismo. Siguen siendo totalmente rurales o primitivas en su
trabajo y en sus m odos de vida. Po drían ser c onsidera das com o fronte ra, la línea externa del
urbanism o en exp ansión." (Anderson, 1965:108)

Obviamente, en la época en que aparece el libro de Anderson, el factor distancia es todavía


fundamental para delimitar los perfiles de la urbanización. En realidad, lo que se hace es ampliar,
como las ondas infinitas que una piedra produce en un estanque, los círculos concéntricos de la
Escuela de Chicago. En los países más desarrollados las distancias físicas de la ruralidad se han
venido reduciendo sistemáticamente, hasta el punto de que en muchas zonas
"los residentes en zona s rurales están, con ligeras e xcepciones, separados de cualquier
punto del mundo , en relación con los residentes de las zonas u rbanas , solamen te por un corto
espacio de tiempo de conducción po r carretera y un corto vuelo extra ." (Blakey, Brads-
haw,1985:38)
Pero es que en la Sociedad de la Información, en la que la ciudad se torna virtual, hemos
mostrado que no es la distancia el factor determinante. En la urbe global, según veremos, la
propia centralidad es asimismo virtual; no se corresponde con un espacio físico, un barrio, una
manzana de oro, ni siquiera una sede gubernamental. La centralidad es únicamente un proceso
de interrelación telemática entre protocentralidades diversas ubicadas en espacios físicos
distantes entre sí. En la urbe global todos cuantos participan de la cultura urbana y forman parte
de la red virtual tienen acceso en tiempo real a las centralidades.
Las características socioeconómicas y culturales de las zonas de regadío nos ayudan
justamente a entender con mayor claridad estas hipótesis que avanzamos. De hecho, si trazamos
una serie de círculos en torno a aquellas ciudades españolas que cuentan en su entorno con áreas
de contraste entre el regadío y el secano (como Madrid, Zaragoza o Sevilla...), observaremos
cómo municipios -o núcleos- situados a la misma distancia de la metrópoli muestran una
evolución distinta respecto a la urbanización -tanto física, como sobre todo cultural- según sean
de regadío o de secano; y ello a pesar de que, en las áreas metropolitanas de las grandes ciudades,
en todos los casos la agricultura juega ya un papel económico, social y político insignificante.
Precisamente es habitual que sea en los municipios de secano, más reticentes a la incursión en
la urbanización, en donde más tardíamente los sectores económicos relacionados con la
agricultura han sido desalojados del poder político.

¿Cómo se urbaniza el regadío?


¿Cómo y por qué se han producido esos cambios antes, y más aceleradamente, en las áreas
de regadío?. Debemos revisar para ello, simultáneamente a los propios cambios, algunas de las
características intrínsecas de este particular sistema de explotación agraria.
Mientras que la agricultura se basa en ciclos eternamente repetidos, hasta convertirse en casi
rituales76, no precisa de un instrumento como la planificación del tiempo. Por el contrario, el
agricultor de regadío, bien de forma intuitiva o bien de forma consciente, con ayuda o no de

76
Hasta tal punto que generan auténticos rituales festivos, a través de los cuales se socializa a los nuevos miembros de la
comunidad.

- 45 -
instrumentos de planificación, hace un gran uso del calendario y del reloj, porque de año en año
las alternativas y rotaciones de los cultivos pueden variar, bien sea por las propias necesidades
y/o limitaciones del suelo, bien por las fluctuaciones del mercado -o de las subvenciones en la
actualidad-. En cuanto al reloj, es fundamental en casi todas las épocas, pero muy particularmente
en periodo de riegos: un retraso significativo puede suponer que el turno de riego pase al
siguiente aguas abajo de la acequia, con graves pérdidas de productividad o incluso riesgo de
agostamiento de la plantación.
El agricultor de secano se adapta en su funcionamiento productivo, pero también en su vida
cotidiana, a los ciclos naturales que marcan el día, la noche y las estaciones. El mantenimiento
de una comunidad orgánica y arraigada a la tierra es así mucho más factible. Por el contrario, el
agricultor de regadío se enfrenta a los ciclos naturales: trabaja de día o de noche según las
necesidades de la explotación, y no según los dictados de la naturaleza -aprovecha la noche
fundamentalmente para regar, también para cosechar mecánicamente-; engaña a la naturaleza con
la ayuda de semilleros, o incluso invernaderos, y por supuesto y fundamentalmente con la ayuda
del riego. Es decir, las condiciones para la ruptura con la tradición, con la comunión orgánica con
la Naturaleza, son intrínsecas al trabajo de regadío, y se inspiran justamente en los avances en
la urbanización. Podemos apoyarnos para este punto en Mumford, quien se expresa en estos
términos al referirse a la agricultura neotécnica77:
"Hasta el siglo XVII el artefacto más importante del hombre fue prob able mente la
ciudad misma; pero durante est e siglo las mismas tá cticas que había u tilizado pa ra su pro pia
adaptación a lo dom éstico las ap licó a la ag ricultura en la constru cción de invernaderos de
cristal (...). El agricultor neotécn ico, no contento con tom ar a la naturaleza tal y como se
presenta, trata de de terminar las cond iciones exa ctas del sue lo, de la tem peratura , de la
humedad, de las horas de sol n ecesarias p ara que se dé el cultivo específico q ue él desea ."
(Mumford, 1971:279)
La división del trabajo, por otra parte, es considerada desde Adam Smith como uno de los
elementos que fundamentan el desarrollo de la sociedad industrial, y en consecuencia de la
urbanización. Jacobs señala cómo se produce este proceso, que permite sobre todo la adición de
nuevos trabajos y en consecuencia -como lo expresaría Durkheim, aunque no está en Jacobs- el
desarrollo de una creciente diversificación funcional:
"Las divisiones de trabajo ya existentes, producen más divisiones de trabajo debido a
la interve nción de las a ctivida des qu e se añ aden , y éstas producen nuevas adiciones susceptibles
de división (...) Cuanto mayor sea la variedad y el número de divisiones del trabajo realizadas
ya en una economía, mayor será la capacidad intrínseca de la econo mía para añadir aún más
clases de b ienes y servic ios." (Jacobs, 1971 :69)
Y también nuevamente hallamos en el regadío una división del trabajo tan ajustada que está
mucho más cerca del taller taylorista que de la Arcadia campesina. Operaciones tan delicadas
como la poda y el injerto en los frutales; trabajos tan sistemáticos y repetitivos como el aclareo
manual, la escarda, o la plantación de hortalizas procedentes de semilleros78. La adición de

77
A partir de los trabajos de Geddes, Mumford diferencia tres fases fundamentales en el desarrollo tecnológico y adaptativo de
las sociedades humanas: una fase eotécnica, una fase paleotécnica, y una fase neotécnica. El concepto de tercera ola popularizado
por Toffler fue propuesto por Mumford en las primeras décadas del siglo (Mumford, 1971:23).

78
La hortelanía siepre ha sido una actividad minoritaria aún dentro de la agricultura de regadío. Pero no debe olvidarse que
cereales como el maíz o cultivos industriales como la remolacha han precisado también, hasta muy recientemente, de ese tipo
de trabajos detallados y repetitivos de los hortelanos (aclareo, escarda, desmoche en el maíz, deshojado de las remolachas
recolectadas...) más propios de la fábrica que del campo. Otros cultivos extensivos del regadío, como la alfalfa, contenían hace
sólo treinta años también ese tipo de tareas tayloristas que, no obstante, podían ser realizadas incluso por niños: la siega y
agavillamiento manual que en el cereal de secano se realiza una sola vez, en la alfalfa se hace varias veces al año, dependiendo
el número exacto de la cantidad de agua, la calidad de la tierra y la edad de las plantas -por otra parte, el trabajo con la dalla o
guadaña es mucho más complejo y técnico que la siega con hoz, requiriendo un conjunto de movimientos repetitivos

- 46 -
nuevos trabajos es inevitable: agricultores y herreros descubrirán al unísono nuevas máquinas
adaptadas a los repetitivos movimientos del hortelano. Pero otro hecho es común a lo que sucede
con la Revolución Industrial en las ciudades: esos trabajos menores posibilitan la ocupación
habitual de niños y mujeres.
Esa adición de trabajo que está en la base del desarrollo urbano es más improbable en los
secanos, por la escasa variedad de inputs y outputs. La variedad de empleos auxiliares
-fitosanitarios, vendedores, mecánicos...- es muy superior en el regadío. La diferenciación
funcional y las adiciones de trabajo producirán a su vez la atracción de población foránea, y
sabido es que otra de las condiciones de la urbanización es la diversidad étnica. El gran geógrafo
navarro Alfredo Floristán, en su tesis doctoral, La Ribera tudelana de Navarra, ponía de
manifiesto:
"cómo los pueblos cuya principal base económica es el regadío tienen cierta 'seguridad'
demo gráfica(...); aquellos que viven esencialmente de los cereales de secano o que han conocido
las crisis del olivo y de la vid son demográficamente más inestables, suministrando de cuando
en cuando contingentes de emigración temporal o definitiva hacia las grandes ciudades
españolas así como hacia un m edio rura l más segu ro o de ec onom ía diferente." (Floristán,
1951:7)
Mientras que el secano expulsa población, y posibilita instituciones como los mayorazgos79,
el regadío atrae población80. Y a la vez que la existencia de mayores posibilidades de trabajo, que
evitan la emigración, provoca un fenómeno fundamental que está en la base, por otro lado, de la
penetración del capitalismo en el campo: la división de las propiedades. La forma de trabajar en
el regadío provoca asimismo la división y privatización de la propiedad comunal. "La vida del
agricultor de regadío es distinta: más intenso y continuado el trabajo -mimos a la tierra y a las
plantas, limpieza de acequias, entretenimiento de caminos" (Floristán, 1951:72). Obviamente
la competencia ha de ser mayor, así como las dificultades para mantener un comunalismo agrario
que beneficia al menos trabajador.
Este otro elemento señalado, el trabajo más intenso y continuado, es sin duda alguna otra
clave. Si el trabajo y su organización se consideran desde un punto de vista materialista como
variables altamente determinantes, es lógico que genere diversas configuraciones mentales, como
así ha sido mostrado primero de forma intuitiva y luego de forma científica.
La propia complejidad de los trabajos necesarios para conquistar la tierra para el regadío
hace necesaria la colaboración y el apoyo mutuo (conceptos sensiblemente distintos del
comunalismo tradicional), otro elemento fundamental que está en la base de civilidad -de la
civitas-. En términos filogenéticos, mientras que el roturador de secano es un individuo aislado
que, con sus bueyes, se lanza a conquistar tierras sin precisar otra ayuda que la de los jornaleros,
en el regadío deben desecarse charcas, canalizar las aguas, a veces incluso desviar el trazado de
poderosos ríos, como durante siglos se ha hecho en la Ribera del Ebro. Para ello no sólo debían
unirse los agricultores, sino que aún los mismos municipios debían asociarse a otros para
enfrentarse a las aguas bravías. Y todo ello, hasta épocas muy recientes, para conseguir regular

relativamente complejo.

79
Evidentemente, la institución del mayozargo debió tener una base ecológica, en la existencia de una base productiva estable
-y por tanto limitada.

80
Muchos de los inmigrantes -legales e ilegales- de África y del Este de Europa se han instalado, en los últimos, en las zonas
de regadío españolas. En realidad, este fenómeno novedoso se ha dado en repetidas ocasiones a lo largo de la historia, en las
zonas regables de mayor tradición -valles laterales de la cuenca del Ebro, Valencia y Murcia-, de forma documentada al menos
desde el siglo XII. En realidad, no otra cosa es la re-conquista, por Alfonso el Batallador, de la Ribera del Ebro, que una
colonización de las tierr as de vega altamente prod uctivas -y reg adas- por p arte de hamb rientos campesinos y montañeses navarros
y vascofranceses.

- 47 -
caudales muy reducidos. De ahí que la estricta regulación del agua de riego, escasa y cara, haya
sido también base de una tradición democrática, sobre el principio del imperio de la ley, origen
de la civitas y del Estado. Debemos retener algunos de los elementos fundamentales de la
dicotomía entre comunidad y asociación en Tönnies81, no siempre bien comprendida. Pues la
esencia de la asociación, que creemos plenamente aplicable a la sociedad regable, es la
independencia en la interacción necesaria, sobre la base del contrato que liga pero a la vez
delimita: "El contrato es el resultado de dos voluntades individuales divergentes que se cruzan
en un punto" (Tönnies, 1979:75).
Lo que nos falta elucidar, no obstante, son los pasos concretos a través de los cuales este
vasto complejo de procesos desembocan en la urbanización como modo de vida.
Una reinterpretación de algunos trabajos recientes que, no obstante estar cargados de
prejuicios, analizan empíricamente algunos de estos procesos, podría darnos alguna clave.
Contrastando los condados de agricultura industrial82 con los de agricultura mesocrática de los
Estados Unidos, Dean MacCannell y Edward Dolber-Smith afirman que "la vinculación positiva
entre agricultura y condiciones de la comunidad rural, se rompe para convertirse en una
vinculación negativa, es decir las mejoras en la economía agrícola se asocian con una
degradación de la comunidad rural" (MacCannel, Dolber-Smith, 1985:117). En realidad, el
radicalismo empirista de su trabajo les impide ver lo que sus propios datos muestran: la aparición
de un proletariado mucho más cercano al proletariado industrial que al subproletariado
tradicional del campo americano. Un proletariado mucho más libre, y con capacidades para la
emancipación individual, que justamente constituye el sustrato ideológico de la sociedad
americana. De hecho, otros trabajos han mostrado el intenso proceso de conversión de los
trabajadores mejicanos/chicanos en propietarios de sus propias explotaciones -a veces a través
de cooperativas- (Rochin, 1985).
Lo que es innegable, y es eso justamente lo que intentamos elucidar, es que el desarrollo
tecnológico de las agriculturas avanzadas de regadío, efectivamente, "producirá una mayor
degradación de las comunidades rurales" (MacCannell, Dolber-Smith, 1985:118). ¡Pero es que
precisamente eso es la urbanización, la civilización,...!
Para entender el concepto de urbanización, también hay que tener en cuenta que "uno de los
escasos puntos de acuerdo en la Escuela de Chicago era la creencia de que no existía orden
social en la ciudad moderna, sino únicamente una caótica lucha por recursos escasos y por la
supervivencia" (Savage, Warde, 1993:23). Precisamente Robert Park tiene un texto en el que se
expresa muy bien esa lectura de la ciudad como un espacio social fragmentado, caótico incluso:
"Las ciudades, particularmente las grandes ciudad es, están en un equ ilibrio inestable.
El resultado es que los vastos ag regados, casuales y móbiles, que constituyen nuestra población
urbana, están en un perpetuo estado de agitación(...), y en consecuencia la comunidad está en
perma nente co ndición de crisis." (Park, 1967:22)
Ese mismo contraste supone el regadío respecto del secano.
Una cuestión que debe quedar clara, lo que permite establecer un modelo, una teoría
sociológica, es que ese resultado no responde a la planificación. Es el conjunto de interacciones
y sinergias lo que provoca la urbanización, y nos queda analizar mediante qué procesos. De
hecho, esta urbanización ha contradicho los presupuestos de los planificadores en aquellos casos

81
Sin olvidar sus consideraciones sobre la esencia de la ciudad: "Cualquiera que sea su origen empírico, la ciudad ha de ser
considerada como un todo del que la solidaridad individual y las familias particulares que la constituyen son necesariamente
dependientes" (Tönnies, 1979:63)

82
El denominado Sunbelt (cinturón del Sol), abarca justamente la mayor parte de las tierras de regadío de California, Tejas,
Florida y Arizona.

- 48 -
en los que el regadío es el resultado de planes de transformación y/o colonización. La intención
de los colonizadores, de los transformadores, era paradójicamente profundizar en la ruralización,
incluso llevar desde las ciudades a nuevos pueblos a parte del proletariado. Por lo demás, los
poblados (donde se construyeron) fueron planificados sin prever un fuerte crecimiento. La
urbanización es un resultado totalmente imprevisto del proceso de ocupación del territorio para
usos más intensivos.
Desde el origen mismo de la política colonizadora moderna en España, se lleva implícito un
deseo de disgregación de la población, derivado de la consideración de la ciudad como
perversión moral. Fermin Caballero, que fue estadístico y catedrático de Geografía, además de
ministro de Gobernación, expresaba esta idea nítidamente en su obra Fomento de la población
rural, publicada en 1863: "cuanto mayor es el número de trabajadores, crecen las ocasiones de
perder el tiempo (...). Reunir gente es aumentar las conversaciones y las disputas" (Caballero,
1980:65). En realidad, el mismo fondo lo hallamos en la mayoría de las propuestas más
conocidas de los socialistas utópicos. Y aún más atrás hallamos el antiurbanismo de los
fisiócratas que influyó en Jovellanos y su idea del 'poblamiento racional'
Con la acuñación del término 'política hidráulica' por Joaquín Costa (en el Congreso de
Agricultores celebrado en Madrid en 1880), el regadío pasará a ser considerado como el mejor
instrumento para la colonización. Pero curiosamente es también Costa quien primero atisbará,
de forma intuitiva, la relación entre regadío y urbanización. En uno de sus numerosos textos
dedicados a reivindicar canales, imagina el territorio transformado, en los siguientes términos:
"con un cuadricu lado esp eso de carreteras, tranvías y ferroc arriles en continua
agitación y mov imiento , con una red de acequias y bra zales que reprod uce la red de arteria s y
venas del cuerpo humano; esmaltada por millares de aldeas, alquerías, cortijadas y fábricas
entre ciudad y ciudad , entre villa y villa, preparando la total urbanización de este vas to oasis."
(Costa, 1975: 140)
He subrayado los términos que nos relacionan esa intuición de Costa con la realidad
posterior. Pero hay algo más que intuición, porque Costa ha relacionado previamente, en ese
mismo texto, los regadíos con el dinamismo y la concentración urbana en Granada, en Murcia,
Valencia, la Plana de Castellón o la Ribera del Ebro...
En cualquier caso la relación entre los cultivos y la organización social, en particular la
organización política y legal, es tan vieja que está atisbada ya en Montesquieu, para quien "las
leyes guardan una gran relación con el modo en que el pueblo se procura el sustento"
(Montesquieu, 1984: T.I:282). Y la propia organización física tiende, en el regadío, ineludible-
mente, a la urbanización. En su obra, Floristán Samanes se detiene a analizar cómo el regadío
urbaniza casi en su mismo origen. En los pueblos de la Ribera del Ebro, los huertos más cercanos
a los núcleos urbanos (también llamados hortales), que es donde se cultivan los productos más
intensivos, más costosos en trabajo, para consumo doméstico, pronto aparecen cerrados,
protegidos no sólo frente al paso de los ganados (los pastores ya se encargan de cuidar que el
ganado no se meta, bajo riesgo de demandas), sino también frente a los ladrones. El huerto es el
primer paso a la urbanización del campo; primero se cierran con bardas (diversos setos de
espinos), y luego se cierran con tapias, a las que poco a poco se añadirán primero una caseta, que
luego se irá ampliando, y con el tiempo se convertirá en el corralón y almacén. Lo que en los
pueblos de secano son eras abiertas, en el regadío son corralones cerrados.
Esa función de protección frente al hurto la recoge también Floristán en su libro, a partir de
encuestas, aunque él mismo se niegue a creer lo que responde la propia población:
"Parece (las encuestas han respondido unánimemente en este sentido) que el cerrar los
huertos no responde sino a la intención de defensa contra el hurto. Creemos sin embargo, que
el motivo inicial no fue tanto esa necesidad, cuanto la de abrigar sus cultivos y protegerlos del

- 49 -
ganad o comu nal" (Floristán, 1951:87) 83.
El hecho es que los más graves problemas urbanísticos que repetidamente se han planteado,
desde finales de los años '70, en las zonas rurales, guardan relación con la progresiva
urbanización de la huerta por los propios agricultores, en un proceso que tiene continuidad lineal
directa con esos cierres de huertos referidos por Floristán.
En suma, podemos decir que los factores que llevan a la urbanización/modernización del
regadío son los mismos que han generado la ciudad:
a) Concentración demográfica: densidad
b) Diversificación funcional: desarrollo tecnológico, división y adición de trabajo
c) Contractualismo: derecho

Fenomenología de la urbanización en las áreas de regadío


De forma sobre todo intuitiva, y más descriptiva que analítica, he señalado en diversos
trabajos estos procesos de cambio en las comunidades rurales de regadío. Inicialmente había un
acuerdo general -ya se ha señalado- en verlo como un negativo proceso de incremento en la
dependencia de los agricultores respecto de la ciudad (Gaviria, 1975), sobre la base de las teorías
del desarrollo desigual: a la mercantilización de la economía campesina se añadiría la reducción
del contenido de sus actividades, haciéndoles más dependientes de diversas intermediaciones.
Pero a la postre (Baigorri, 1983), debemos insistir en ello, se trataba de una adaptación exitosa
a la modernización urbano-capitalista. Reproduzco algunos párrafos de un artículo publicado en
1980, en el que intenté sintetizar estos cambios que actualmente creo podemos interpretar más
eficazmente:
"El agriculto r se ha especializado en la producción de alimentos y ya no sabe hacer
nada m ás. Incluso para producirlos dep ende del exterior.
Fuera de su medio debe adquirir todos los utensilios, desde la ta jadera d e hierro ha sta
el tractor, así co mo la en ergía pa ra hace rlos funcion ar, porqu e ni la energía metabólica ni los
propios alimentos natu rales sirven ya. Ni siquiera sabe repara r esos utensilios cuand o se
estropean. Para eso están los talleres 84.
Y frente a esa casa de ado be, piedra caliza o lad rillo que el p ropio ag ricultor se ha cía
en los ratos libres, ahora encarga a un constructor profesional que le haga una, o incluso en
muchos casos la compra hecha en serie, en un bloque típica mente urba no. De form a que si antes
la casa le 'costaba' el tiemp o libre de dos o tres inviern os, ahora le cuesta el equivalente a los
beneficios que la ex plotación pu eda darle du rante diez años.
Frente al corral y el huerto, la tienda, y aún en muchos casos, el supermercado 85. Ya
sólo los viejos y algún sentimental sabe, pueden, tienen tiempo o quieren cuidar su huerto, y los
animales de carne han emigrado a las gigantescas granjas industriales, desde donde luego serán
reenviad os, emb alados y sin sustanc ia, a los com ercios de lo s pueblo s.
En gran número de casos, y aunque parezca contradictorio, en el campo se están
comiendo hoy los peores alimentos, porque los comerciantes de los pueblos, que cada amanecida
van a la gran ciudad a comp rar al me rcado c entral, compran lo má s bara to, lo pe or, el 'reb ús'.
Y ese 'rebús' es pagado luego en los pueblos, por los agricultores, al mismo precio que pueda
pagarlo un urbanita del E nsanche b arcelonés.

83
Sin embargo, para la protección frente al ganado bastan los setos y bardas (aún sin pinchos, simplemente de especies no
comestibles por el ganado), o sencillamente los bardos construídos con cañas peladas que se utilizaban -y utilizan a veces- para
la protección de los vientos.

84
Hoy podemos verlo como un proceso de diferenciación funcional. Precisamente es en las zonas de regadío donde los talleres
más aceleradamente se fueron instalando, y donde además la especialización de los mismos ha sido más intensa.

85
El hipermer cado, máxima expresión de la interacción urbana, forma ya también parte de la fisiología del regadío. Es difícil
hallar un pueblo de regadío que no cuente con un hiper -por supuesto que en los extrarradios de una ciudad- a no más de 60 kms.

- 50 -
Y el supermercado frente a las conservas, sa lazones y emb utidos que en c ada casa
campesina se hacían. La p ropia matan za no es, dond e se conserva, las más de las veces, sino un
acto fabril y aséptico. Frente a la vida, en fin, el consumo. La televisión ha sustituído, como
centro de la casa, al hog ar, en torno al cua l se hacía la historia de los p ueblos y la planificación
econó mica de la hacien da.
La televisión ha apag ado, tamb ién en el camp o, las conversa ciones, los planes, las
críticas ('¡Calla, que está el parte!'), generando incluso hábitos negativos para la salud
campesina. Si ayer la comida era silenciosa, permitiendo así masticar, salivar y tragar
adecu adam ente los alimentos, dejan do la chách ara para luego, al sentarse en el hogar, hoy los
agricultores comen corriendo, si es por la tarde porque a las tres abren el taller 'y quiero estar
el primero con el trac tor' -despu és de la pa rtida en el b ar, por supuesto-, y si es por la noche
porque em pieza 'Dallas' 86.
Y hay que ap rovechar la co mida para hablar, con lo que los alimentos son tragados en
malas condiciones de masticación y sa livación, generan do diversas enferm edades y dolencias.
La propia televisión, consumida abusivamente, ha generado también entre el campesinado una
notable falta de horas de sueño.
Y de la calabaza más grande al tractor más grande, se ha dado un paso cualitativo, que
ha ido de la sana y tradicional emulación para lograr mejores producciones, productos más
cuidados, grandes y hermosos, a la pura envidia consumista, llegada, cómo no, de las ciudad es.
Tras el mejor tractor, va la cab ina mejor equ ipada (las hay co n radiocass ette estéreo, aire
acondicionado y envoltura insonorizada, aunque las condiciones de seguridad no hayan
mejorado prácticam ente nad a), la cosec hadora más gra nde, el m otocultor más m oderno ..., y de
ahí se ha pasado imperceptiblemente al coche más grande, al televisor más caro... la deuda
mayor. ¡Ah!, la televisión, los periódicos, vívoras que lo han emponzoñado todo con el veneno
consum ista que ya ha devo rado las c iudade s.
El campo es un mercado más para la industria. Es lóg ico así que tam bién la ind ustria
cultural y el ocio hayan llegado a las zo nas rurales87, como un 'bulldozer' que lo arrasa todo,
excepto aquello que también puede ser industrializable, vendible al por mayor. La cultura rural
no existe ya, o al menos no es reconocible en las zonas rurales de mayor concentración
demográfica y mayor dinamismo económico 88.
La propia educ ación reprod uce todos estos m ecanismos, sirviendo para en señar a los
hijos de los ag ricultores a fo rjarse tal vez u n porven ir en las ciudade s, donde el po rvenir es negro
para los propio s 'urbanita s', pero siend o absolu tamente ineficaz para conseguir su adaptación
al medio en que viven89.
No es extraño así, como hemos estudiado recientemente en La Rioja, que enfermedades
tan típicamente urbanas como el 'estres' hayan hecho su aparición con fuerza en el campo 90. Los

86
Famosa serie televisiva de finales de los '70, antecedente de los denominados culebrones, y que constituyó sin duda uno de
los mecanismos ideológicos que darían lugar muy poco más tarde, en casi todo Occidente, a la denominada cultura del pelotazo.

87
No creo que sea casual que, en la actualidad, algunas de las más importantes rutas del bacalao en España se superpongan a
importantes zonas de regadío. Algunos ejemplos de los que me he informado: Ribera del Ebro, Huerta de Valencia, Huerta de
Murcia, Vegas del Guadiana...

88
¿Era eso realmente tan lamentable?. Si tenemos en cuenta mi propia determinación de huir de esa ruralidad sobre la que
expreso tales lamentos, no deja de resultarme hoy bastante gracioso el texto. Lo cual -debo afirmar reivindicativo-, no le quita
validez alguna como una descripción más acertada, de la realidad rural, que aquellas que en la misma época todavía hablaban
de "las transformaciones a abordar en el sector agrario para responder al reto de la modernización" (Moyano, 1983:127).

89
La mejor evidencia empírica de este hecho la constituímos justamente quienes hemos huído del mundo rural con una cierta
mala conciencia que nos condujo, inicialmente, a situarnos en una posición de redentores agrarios. Nadie que yo conozca
dedicado a tales prácticas ha conseguido, sin embargo, readaptarse a la vida en el medio rural, y ya no digamos en la agricultura
-poses aparte-. Aunque aparentemente no tenga sentido esta anotación en un texto acad émico -de nuevo, Sociología de la
Sociología-, cabe señalar que, siendo yo uno de los pocos predicadores de la buena nueva neoruralista que optó sinceramente
por reinstalarse a vivir de verdad en un pueblo de verdad -no de la periferia de una metrópoli, y no sólo en vacaciones-, de nuevo
no tardé mucho en desertar de la ruralidad, en busca de la civitas.

90
Estos hechos, que se recogen en (Baigorri, Cortés, 1984), se refieren precisamente a los agricultores de regadío.

- 51 -
agricultores consumen en términos relativos mayor cantidad de tranquilizantes y drogas médicas
que los habitantes de las ciudades. La prop ia actividad agríco la, que en otro tiem po se
consideraba fuente de salud, es ahora la más peligrosa y arriesgada, después de la construcción.
El campo, pues, se ha integrado a la perfección en el conjunto de usos, formas de vida,
trabajo y cultura que conforman la civilización urbano-capitalista. La letra de cambio, los
intereses y el plazo d e amor tización so n tamb ién en el m undo ru ral la quin taesencia del sistema ."
(Baigorri, 1980b)

¿Es posible determinar los niveles de urbanización de las comunidades


'rurales'?
Aunque esta cuestión no afecta a nuestro objeto inmediato de estudio, creo que no debe
quedar sin plantearse al menos. El empirismo bien entendido -a la Wrigth Mills- nos muestra la
evidencia de estos procesos si observamos los territorios y pueblos con los ojos de la experiencia
sociológica91. Sin embargo, este tipo de acercamiento a la realidad dificulta al cumplimiento de
algunos presupuestos fundamentales en el conocimiento científico acumulativo, pues resulta
difícil estimular a partir del mismo la comprobación -tanto da que sea en términos de
verificación, como de falsación-. Por ello deberíamos intentar construir un modelo de
comprensión del proceso de cambio, de lo rural a lo urbano, que sea operativo en esa dirección
del conocimiento científico.
Cuando las categorías de lo rural y lo urbano derivan de una mera distinción cuantitativa,
como son los tamaños de la población, el proceso es relativamente simple, pero estimo que en
ese caso estamos haciendo Geografía y no Sociología. Por ello incluso dentro de ese modelo
habría que sustituir siquiera el tamaño de la población por la densidad, como indicativo mucho
más apropiado. Pero ni siquiera esta medida sería ajustada, dada la diversidad superficial de las
unidades mínimas de análisis más habituales: los municipios. Cuando en el Sur de España
contamos con municipios cuya superficie es equivalente al de algunas provincias del Norte de
España92, las comparaciones a nivel municipal dejan de tener sentido. Si además algunos de estos
municipios son multinucleares, incluyendo núcleos que geográfica o estadísticamente son
considerados como urbanos -incluyendo capitales provinciales, como ocurre en el caso de
Badajoz93, el modelo se complica más todavía.
Otras variables de orden cuantitativo que tradicionalmente se han utilizado para la
categorización del continuum rural-urbano derivan de las actividades productivas. Ya en el más
clásico tratado de sociología rural se señala que de entre todas las diferencias entre lo rural y lo
urbano, la diferencia relativa a la ocupación parece ser la que posee mayor importancia
fundamental, al considerar que las características intrínsecas a la actividad agraria constituyen
factores que modelan el carácter de las personas involucradas (Sorokin, Zimmerman, 1929:17).
Sin embargo, a la vista de algunos trabajos recientes parecería que tampoco puede hoy
considerarse esta distinción como fundamental. Para algunos autores, la vinculación agricultu-
ra-sociedad rural es hoy un estereotipo, cuando en los Estados Unidos el empleo agrario en el
conjunto de los condados catalogados como rurales no supera el 9% (Parker, et al, 1989:12).

91
Lógicamente, cuando la experiencia descansa en el análisis tanto de lo rural como de lo urbano la percepción de la realidad
es más probable.

92
Justamente el municipio que ocupa nuestra investigación en el orden empírico, Badajoz, con 1.500 kilómetros cuadrados, es
mayor que algunos Estados reconocidos por la ONU, o casi tan grande como la provincia de Guipúzcoa. De Norte a Sur, la
distancia entre los extremos del término municipal es de 70 kms, mientras que de Este a Oeste los extremos más alejados distan
unos 50 kms.

93
También hallamos esta situación en municipios como Alicante, Murcia y otros.

- 52 -
Aunque la economía de los territorios rurales siguen en buena parte dependiendo de la
agricultura, "por primera vez en la historia 'rural' y 'agricultura' han dejado de ser sinónimos"
(Schmandt, et al, 1991:2). En el caso de nuestro país, algunos ensayos de análisis de la actividad
sectorial han mostrado la existencia de diferentes modelos de ocupación en los municipios
estadísticamente clasificados como rurales, unos todavía agrarios -como el andaluz o el gallego-,
otros con predominio de la actividad industrial -como el vasco-, o de servicios -como en las áreas
isleñas, la zona mediterránea o Madrid- (García Sanz, 1995), lo cual plantea a su vez problemas
más serios e irresolubles desde la perspectiva de la Sociología Rural, sobre todo cuando vemos
que ni siquiera parecen ponerse de acuerdo los distintos autores que tratan la cuestión desde esta
perspectiva. Por ejemplo, en un notable monográfico sobre lo rural en los USA publicado en la
revista Agricultura y sociedad, el sociólogo californiano Edward Blakely sostiene simultánea-
mente la definición de las comunidades rurales como las sostenidas por una economía basada en
la extracción de recursos naturales o en la agricultura, y situadas bajo el umbral de las grandes
ciudades, esto es poblaciones inferiores a los 25.000 habitantes (Blakely, Bradshaw, 1985:23),
junto a la consideración de las mismas como zonas con menos de 20.000 habitantes “situadas
a distancia considerable de cualquier centro urbano principal”94, y caracterizadas en muchos
casos porque las actividades agrícolas y forestales ya no son predominantes (Blakely,
1985:10,11). Esta línea que estimamos bastante confusa es la que en mayor medida se ha
extendido en la Sociología Rural española de los últimos años95.
En suma, cuando las variables cuantitativas tradicionales no responden a nuestras
necesidades, o nos conducen a un estado de confusión interpretativa, debemos acudir a la
definición de otro tipo de variables, tal vez más relacionadas con la primitiva consideración de
lo rural y lo urbano como modos de vida en cierto modo contrapuestos, o a lo sumo claramente
diferenciados, como estaban presentes en Simmel o Wirth.
En este sentido, estimo que deberíamos investigar en torno al concepto de redes
relacionales. Si, como veremos más adelante al hablar de la ciudad red, aceptamos la propuesta
de Philip Hauser en el sentido de que el incremento en la interacción humana potencial determina
en el campo de lo social una gran transformación, equivalente a una mutación genética (Hauser,
1972), creo cada vez con más convicción que sería la amplitud de la red relacional de la media
de los individuos que habitan un espacio la que determinaría su grado de urbanización. No
disponemos todavía de datos empíricos que puedan confirmar esta hipótesis, pero es un campo
particularmente interesante sobre el que habrá que investigar en el futuro.

94
Esta definición conectaría plenamente con nuestro próximo planteamiento de una definición sobre la base de las estructuras
o redes relacionales.

95
Si la estructura productiva no responde al concepto tradicional de lo rural como predominantemente agrario; si se ha analizado
ya hasta la saciedad la aculturación de las sociedades rurales -una aculturación que no es sino un sinón imo de urbanización-;
si son urbanitas quienes -como domingueros, emigrantes con estancias vacacionales, 'neorurales', etc- en una parte importante
mantienen la idea de ruralidad..., ¿no estamos hablando entonces, efectivamente, de una mistificación, en suma de un 'producto
urbano', como diría Lefebvre?.

- 53 -
3.
La ciudad como artefacto
Si hemos expuesto y justificado -con mayor o menor acierto- nuestra hipótesis de la
inmersión de lo rural en lo que hemos denominado la urbe global, debemos ahora exponer qué
significado tiene ese modelo de urbe global que, como constructo social, caracteriza al actual
estadio de la civilización humana.
En el ámbito estricto del estudio de la ciudad la posición que he apuntado, basada en los
presupuestos del complejo de elementos al que he denominado materialismo ecológico, ha sido
ampliamente aceptada desde hace décadas, por influencia directa de los trabajos de Mumford y
del desarrollo de la Antropología histórica, muy particularmente de los funcionalistas. Y parece
que, de nuevo, posiciones más o menos cercanas a la expuesta vuelven a ser consideradas, tras
un largo y tedioso paréntesis estructuralista (desde mediados de los ‘60 a mediados de los ‘80)
desarrollado al abrigo del marxismo más estereotipado96.
Para el estructuralismo marxista, como muy acertadamente ha sintetizado Giddens, “el
terreno y entorno creado reflejan los sistemas de poder social y económico” (Giddens,
1991:596). Como mero reflejo, producto social pero no hecho social, la ciudad no tendría aquella
cualidad que Durkheim atribuyera a los hechos sociales, de 'imponerse' a los individuos, y
co-determinar sus comportamientos. Esta posición constituye, desde mi punto de vista, una gran
simplificación de esa compleja construcción humana que es la ciudad.
Citábamos más atrás a Gordon Childe, para quien la ciudad define un punto en la evolución
de los pueblos de la tierra que marca el paso de la barbarie a la civilización -en un lenguaje
políticamente correcto, del estado de naturaleza al estado de civilización-, coincidiendo la mayor
parte de las civilizaciones en algunos puntos:
a) la aglomeración demográfica; b) la diferenciación funcional; c) la concentración de poder
económico y político; y d) la utilización de símbolos convencionales para transmitir información,
esto es una cultura escrita.
Pero lo que más me interesa resaltar aquí de esta aportación es su consideración de que, si
existe una coincidencia en ese proceso evolutivo, “el punto de partida fue también semejante,
en tanto en cuanto todas las culturas bárbaras que hemos examinado se basaban en el cultivo
de los mismos cereales y en la cría de las mismas especies de animales” (Gordon Childe, 1989:
169).
Por mi parte, creo que ha quedado suficientemente claro que me interesa poco en este punto97
si la Revolución Agrícola fue anterior o posterior a la ciudad, es decir, cúal fue la causa última,
el deus ex machina, o en términos más coloquiales el huevo de la gallina del huevo. En las
ciencias sociales estamos acostumbrados a manejarnos por meras correlaciones, sin determinis-
mos ciegos, y la cuestión no afecta básicamente a nuestro razonamiento. En uno de los artículos

96
Este paréntesis se abre en buena medida con la obra de Castells . Es partic ularmente i nteresant e, como hit o, el redu ccionismo
que aplica de la propuesta interpretativa sobre la relación entre las ciudades y la evolución social establecida por Gordon Childe.
Para el sociólogo español, la ciudad es simplemente “el lugar geográfico donde se instala la superestructura políti-
co-administrativa” (Castells, 1971:84-86).

97
No porque se trate de una cuestión baladí, sino porque estimo que no estamos en condiciones de establecer conclusiones
definitivas sobre la cuestión, habida cuenta de la escasez de información fidedigna sobre los primeros de nuestros antepasados
que descubrieron la tecnología agrícola y la organización urbana.

- 54 -
neoclásicos más citados, Sjoberg apuntaba cómo
“para posibilitar la a parición de las ciud ades fue p reciso, apa rte del p rogreso
tecnológico alcanzado con posterioridad al nivel de la sociedad popular, que entraran en juego
dos factores. U no, un tipo espec ial de orga nización so cial gracias al cual el excedente agrícola,
fruto del progreso tecnológico, pudo ser convenientemente cosechado, almacenado y distribuido
(...). Y el otro factor requerido fue la existencia de un medio ambiente geográfico que permitiera
facilitar a los campesinos no solamente el suelo fértil imprescindible, sino también el
abastec imiento de agua adecuado a las necesidades del campo y del consumo urbano” (Sjober,
1967: 39)
Y hemos visto como, por su parte, Jacobs presentó tempranamente una posición contraria
a la generalmente aceptada. A partir de la evidencia empírica de que en las sociedades modernas
todos los avances tecnológicos, incluídos los agrícolas, se generan en las ciudades, esta
economista estimó que
“...del mismo modo que el trabajo rural se desarrolla actualmente en las ciudades y de spués se
trasplanta, así debió trasplantarse la agricultura” (Jacobs, 1971:44)
No olvidemos que la obra de Jacobs aparece en un periodo en el que, una vez más -por
tratarse de un fenómeno cíclico y fuertemente redundante- el antiurbanismo ha alcanzado cierta
preeminencia en el pensamiento progresista. Buena parte del planeamiento territorial y
económico de la época buscaba romper la preeminencia de las ciudades. Explícitamente se refería
a esta cuestión:
“Todas estas consecuencias lógicas del dogma de la precedencia agrícola original están
implícitas -muchas ve ces como presupuestos no formulados- en los modernos proyectos prácticos
de desarrollo económico plan ificado. No son meras concepciones académicas. Tanto en los
países marxistas como e n los cap italistas, se usan estas ideas como supuestos de trabajo. Las
ciudades han sido durante mucho tiempo reconocidas como ó rganos primario s de desa rrollo
cultural (...) Mi propósito ahora es, más bien, mostrar que las ciudades son también órganos
econó micos pr imarios.” (Jacobs, 1971:12)
Lo que interesa rescatar de estas aportaciones es su consideración de la ciudad, en suma, no
como mero reflejo de una superestructura político-administrativa, sino más bien como
instrumento tecnológico de desarrollo social y económico.
A partir de estos presupuestos no resulta difícil entender la ciudad como “un artefacto físico
preciso y bien delimitado” (López de Lucio, 1993:135).
Desde la definición más simple que el Diccionario de la Real Academia hace de la ciudad,
como un “conjunto de calles y edificios”, a la definición más sofisticada que podamos hacer de
ella como “un fragmento de lo que se constituye como una red mundial de telecomunicaciones
digitales” (Mitchell, 1995), hablamos ciertamente -por más que utilicemos ampliamente
analogías orgánicas- de un artefacto, inventado por el hombre para mejorar su existencia.
Como tal artefacto, es decir como instrumento tecnológico, constituye un instrumento de
optimización en la adaptación de la especie humana a su entorno; es decir es un artefacto
socialmente determinado, en suma un hecho social. Pero como todo instrumento tecnológico,
determina a su vez a los grupos humanos que lo utilizan, influyendo en los cambios sociales. Con
independencia de la estrecha interrelación que dicho instrumento pueda guardar, en cada
momento histórico, con las estructuras de dominio, ya las entendamos como estructura de clases
o como grupos de status.
Si tenemos en cuenta todas estas consideraciones es más fácil ver la evolución de la ciudad,
e incluso de la metrópoli, desde una perspectiva menos apocalíptica de lo que es usual; esto es,
desde una perspectiva simplemente positiva en el sentido comtiano del concepto, que muestre
siquiera algunas de las funciones fundamentales de las que el ser humano se beneficia.

- 55 -
La ciudad como organ ización física de la co existencia
Es importante hacer estas consideraciones, aún cuando suponga una cierta disgresión, por
cuanto en los últimos tiempos asistimos de nuevo a una cierta demonización de la ciudad,
particularmente de la gran ciudad98. Muy particularmente desde la arquitectura -curiosamente
principal protagonista tecnológica de la forma física de las ciudades-, desde la dinámica de
sistemas, la economía o la ecología, la ciudad ha sido ya condenada. La metrópoli es vista como
"el espacio de la crisis global"99, como el espacio en el que se materializa un "círculo infernal,
sin salida, de más aparato penal, más cárceles, más policías y más ejecuciones" (Fernández
Durán, 1993:416). Todo empeño por justificar la pervivencia y utilidad de la ciudad parece
remitir al encargo de Yahvé a su profeta: '¿pero acaso hay algún hombre justo?'.
Walt Whitman, el poeta del hombre corriente y de la Naturaleza, el visionario, respondió
con sus versos, por anticipado:
"¡Las formas más importantes surgen!
Las formas totales d e la Democ racia, el producto de siglos,
Formas q ue proyectan siempre otras form as,
Formas d e las ciudades turbu lentas y viriles,
Formas de los amigos y de los hombres hospitalarios del mundo entero,
Formas que vigorizan a la tierra y se unen indisolublemente con la tierra entera"

Este sencillo poema es la mejor respuesta frente a los profetas del apocalipsis, que querrían
reducir a cenizas las ciudades. Whitman recorrió los campos y ciudades de una Norteamérica que
se convulsionaba, que modificaba profundamente sus estructuras económicas y sociales,
encaminándose hacia la sociedad industrial; que recibía sucesivas oleadas de gentes de allende
los mares, encaminándose hacia el mosaico multicultural que es hoy; que desarrollaba el sistema
más democrático entonces conocido -como descubrió Tocqueville-; que se encaminaba en suma
a convertirse en la primera potencia mundial. Y allí donde fué, el poeta encontró hombres y
mujeres luchando por adaptarse a aquel mundo cambiante, esforzándose por construir un mundo
nuevo. Percibió con extremada sensibilidad cómo esas ciudades, "turbulentas y viriles" (no creo
haber leído nunca una descripción sociológica más rica, en tan sólo dos palabras, de la ciudad
industrial), contenían no sólo ese "bello producto de siglos", la Democracia, y la capacidad de
crecimiento permanente (las "formas que proyectan otras formas"), sino asimismo la
hospitalidad hacia el extranjero, e incluso la capacidad de "vigorizar la tierra" (¡qué mejor
forma de expresar las modernas tesis de Jane Jacobs sobre el origen urbano de la agricultura!).
Y todavía hoy no termina de entenderse que incluso la protección misma de la Naturaleza tiene
su única justificación -y su principal sostén- en las ciudades. Naturalmente, Walt Whitman
observaba a las gentes, no las teorías sobre la gente.

98
Este epígrafe se ha adaptado a partir de una conferencia pronunciada en noviembre de 1995 en la Escuela de Arquitectura de
Madrid, en el Curso de Rehabilitación Ecológica de la Ciudad, dirigido por los Dres. López de Lucio y Hernández Aja. Esta
visión ligeramente optimista sobre la ciudad va siendo crecientemente aceptada. En marzo de 1996 Jacques Derrida hacía una
intervención, ante el denominado Parlamento Internacional de Escritores, en la que planteaba la idea de la ciudad-refugio, como
espacio de asilo para autores perseguidos; algo que se produce según Derrida, "en el cruce de varias tradiciones occidentales,
europeas y paraeuropeas" (Derrida, 1996). Ciertamente, en un mundo crecientemente maltratado por la regresión al terruño que
practican los diversos tipos de nacionalismos/integrismos, la ciudad vuelve aparecer como atalaya guiada por principios
universalistas, refugio para el pensamiento libre.

99
Por supuesto, cuando se habla de crisis no se entiende en el sentido creativo en el que tradicionalmente ha sido entendido este
concepto desde el pensamiento progresista positivo. Desde esta posición las crisis no son en principio valorables como positivas
o negativas, sino en función de los resultados en que desemboquen los cambios que se producen en el marco de la crisis. Hemos
reflexionado sobre esta cuestión en (Baigorri, 1980d) entre otros lugares.

- 56 -
El mundo que hoy nos interesa seguramente tiene mucho de aquélla América en construcción
(o en reconstrucción, pues se estaba construyendo una nación sobre las ruinas de otros pueblos),
pero es esencialmente otro, extremadamente más complejo y difícil de aprehender en unos
sencillos versos. Estamos precisamente en un momento tan confuso, y de cambio tan acelerado,
que los conceptos y teorías que expliquen nuestra relación con el espacio están por hacer, del
mismo modo que están por nacer los poetas de la realidad virtual, los Whitman que viajen
errabundos por las praderas y sites de la Web.
En este apartado quiero profundizar, como paso previo a la interpretación de las tendencias
de la ciudad en el territorio, sobre el concepto mismo de ciudad, como fenómeno social, en los
albores del tercer milenio.

La ciudad, cumbre provisional del desarrollo social, tecnológico y moral de la


especie
La ciudad es algo más, mucho más, que esos 500 millones de personas sin hogar que tanto
en tanto denuncian los informes de la ONU; mucho más que la especulación urbanística, el caos
edificatorio, la neurosis o la violencia.
La ciudad es también la más compleja y grandiosa creación humana -entendiendo a la
Humanidad como ser social- y es posiblemente, como ha quedado dicho, el artefacto humano
más antiguo y más adaptable a los cambios en el entorno.
Hemos visto que posibilitó seguramente la aparición de la agricultura, al permitir la
distribución de excedentes a una población que había dejado de recolectar sus propios
alimentos100. Tal vez inicialmente como un sistema de explotación de los campesinos por parte
de los guerreros, pero también como un mecanismo de acumulación, centralización y
redistribución de conocimientos e informaciones. Una acumulación de conocimientos que se
producía también por su capacidad para acoger a gentes, culturas y saberes de lugares diversos
y distantes. Y, sobre todo, por su capacidad para regular la convivencia entre formas de vida,
creencias y colores de piel muy distintos entre sí.
Esas mismas características podemos observarlas en todas las grandes ciudades a lo largo
de la historia, y podemos observarlas hoy mismo en nuestras ciudades, desde las metrópolis a las
áreas agropolitanas menos compactas.
Hemos señalado con Durkheim de qué forma la densidad física y moral que se produce en
las ciudades pudo posibilitar tanto la división del trabajo social, como la aparición de la que
denominó la solidaridad orgánica, esto es no basada en las semejanzas, sino en el derecho y las
reglas objetivables, que son la base de la libertad. Esa densidad física y moral refuerza la
dependencia mutua, pero a la vez acentúa las diferencias y la especialización, aumentando con
ello la complejidad y el dinamismo de la estructura social, y en suma la capacidad tecnológica.
Por supuesto que esa densidad también intensifica la lucha por la vida, y en suma la probabilidad
de conflictos se acrecienta. Pero los mismos procesos de diferenciación, división y especializa-
ción permiten superar esas limitaciones, aunque no desde luego por el camino de la felicidad.
"La mayor intensid ad de la lucha implica nuevos y penosos esfuerzos que no son de
naturaleza como para hacer más felices a los hombres (...): Tal es el motor del progreso (...). La
división del trabajo es, pues, un resultado de la lucha por la vida; pero es una solución

100
En apoyo de la tesis de Jaco b, podemos citar la o bra clásica de Weber sobre la ciudad, que aportaba el argumento de que
"mientras que en nuestros días consideramos con razón que el ciudadano normal es un hombre que no puede satisfacer sus
necesidades alimentarias trabajando su propia tierra, en el origen de la mayor parte de las ciudades de la Antigüedad sucedía
precisamente lo contrario. Al revés de lo que sucede en la Edad Media, el ciudadano de pleno derecho de la Antigü edad se
caracterizaba, en un principio, por ser propietario de una tierra completamente libre, un 'kleros', un 'fundus' (un 'chalek' en
Israel) que lo abastecía: el ciudadano prototípico de la Antigüedad era, pues, un 'ciudadano del campo'" (Weber, 1987:11).

- 57 -
dulcificada" (Durkhe im, 1993 ).
El éxito de la ciudad como producto social, durante al menos 8.000 años desde que hiciera
su aparición entre el Tigris y el Eúfrates, ha consistido justamente en posibilitar esa contradicción
y hacerla productiva, creativa. Como veremos más adelante, puede ponerse en duda desde
presupuestos filosóficos divergentes si ello constituye o no alguna especie de progreso; pero la
realidad es que las gentes, a medida que su capacidad de raciocinio, su acceso a la informacion
y su libertad de movimientos se han incrementado, no han dejado de afluir a las ciudades, a lo
largo de esos 8.000 años, en busca de mejores condiciones de vida, o de la mera supervivencia.
Como lo siguen haciendo todavía hoy hacen millones de personas en todo el mundo, tanto en el
Tercer Mundo como en los países más ricos del planeta, y sigue siendo por la vía de la división
del trabajo, y de la especialización productiva, por la que esas gentes que afluyen a las ciudades
encuentran un nicho en el que sobrevivir.
Por otra parte, esa acumulación de personas lo sigue siendo también hoy de inteligencias,
lo que posibilita que la ciudad siga siendo la masa crítica en la que cualquier levadura puede
fermentar, tanto para crear obras de arte, como para desarrollar otros artefactos que hagan la vida
de los hombres, si no más feliz, siquiera menos penosa. La ciudad no es sólo el espacio de lo que
Marx denominaba "el hampa de las grandes ciudades, esa podredumbre pasiva, esa hez de los
más bajos fondos de la vieja sociedad" (Marx, 1971), sin duda más influído por la literatura de
Dickens que por la realidad. Lo es, sin duda. Pero no es en menor medida, al decir de Toynbee,
la máxima expresión de las distintas civilizaciones, "encarnando su conciencia corporativa en
monumentos públicos" (Toynbee, 1985). Y es también, y en suma, el espacio de la libertad y, en
ningún momento mejor utilizada la expresión, el espacio de la coexistencia.

La ciudad, espacio de libertad, e imagen del Estado como garante de los débiles
Esta característica de la ciudad como otorgadora de libertades ha sido de siempre entrevista.
No en vano, y también desde la más remota antigüedad, los reformadores apocalípticos han
clamado contra las ciudades como centros de corrupción de las gentes. Max Weber supo mostrar
con agudeza, desde la Sociología, la causa y raíz del caracter libre de las ciudades, al apuntar que
el corazón, la última razón de ser, y el elemento más determinante de una ciudad, es el mercado,
que no es otra cosa que la interacción social en forma de intercambio.
"el hecho de que la ciudad fuese un mercado, y permitiese por tanto ganar dinero en
el comercio y la artesanía, decidía a numerosos señores a obtener provecho de sus esclavos y de
sus siervos, no ya como fuerza de trabajo utilizada a su propio servicio o en una explotación
agrícola, sino como inversión : los conv ertían en a rtesanos o en pequ eños co mercian tes y, a
camb io de un tributo de servidumbre, los dejaban dedicarse a su actividad después de haberlos
provisto eventualmente de lo que necesitaban (...) La posibilidad de la compra de su libertad
estimulaba la actividad del pequeño burgués no libre" (Weber, 1987:39)
De esta forma se hacía especialmente atractivo escapar de la servidumbre rural, y no es
extraño que a finales de la Edad Media se hiciese popular una célebre expresión: "El aire de la
ciudad nos hace libres".
Tönnies aportó algunas importantes claves al respecto. Proponía, a finales del XIX, la
existencia de dos formas básicas de agrupación social: la comunidad, basada en el afecto y la
emoción, y que correspondería a las sociedades agrarias, y la asociación, basada en la
instrumentalidad y la razón, que correspondería a las sociedades urbanas e industrializadas. La
primera se basa en hábitos, en tareas regularmente repetidas, en la memoria y en la fe; la
cooperación se deja llevar por la costumbre. Sin embargo, en la asociación es la ciencia y la
razón la base de la interacción social; el intercambio se basa en la comparación y el cálculo, y la
producción -ejemplarizada en la fábrica- en las normas regladas. La quintaesencia de la

- 58 -
asociación serían el contrato y la ley, que alcanzan a cubrir "hostilidades internas e intereses
antagónicos" (Tönnies, 1979), particularmente en el marco de la urbe donde, según Tönnies, se
manifiestan en su máximo esplendor las contradicciones entre capital y trabajo.
La base sobre la que todo esto es factible es el Estado, que sólo puede surgir con las
ciudades, como una construcción social arquetípicamente urbana, es decir como producto de la
razón.
El Estado moderno surge en las sociedades europeas como instrumento de poder del príncipe
urbano frente a los señores feudales, o rurales, pero también surge, mucho antes, como
instrumento de racionalización de las relaciones sociales. No importa aquí tanto si se trata de la
libre asociación, como Locke proponía, para la ayuda mutua, o bien de la lectura más realista de
Hobbes, que habla de cesión de derechos con el fin de contar con una protección superior frente
a los poderosos. Lo cierto es que, como apuntó Hermann Heller,
"el aumen to de la inter depen dencia y del intercam bio, con secuenc ia de la cre ciente
división del trabajo, hizo más necesaria una ordenación normativa social establecida de modo
conscien te y según un plan y, qu e, en lo posible, sea previsible en su ejecución. Sólo en la época
de la eco nomía de cam bio mu y avanz ada le fue posible a la jerarquía del Estado organizar un
orden normativo semejante" (Heller, 1961).
En suma, en la ciudad encuentran los menesterosos, que desde su mismo origen afluyen a
ella incesantemente, tanto una mejor forma de vida, o al menos la mera supervivencia, como la
protección del Estado frente a los abusos de los poderosos.
E inversamente sólo a través de la urbanización el Estado ha podido extenderse a todos los
rincones. La urbanización es, para bien o para mal, una estatificación. Cuando uno piensa en las
guerras carlistas, que ensangrentaron España durante casi un siglo, justo mientras se construía
el nuevo Estado burgués y urbano, en estos términos, es más fácil comprenderlas como el
enfrentamiento de los espacios rurales, comunitarios pero a la vez feudalizados, frente al avance
del Estado, centralista y contractual, y de la urbanización que los caciques y patriarcas rurales
hallaban corrupta por democrática. Es ciertamente una simplificación, pero sólo en la medida en
que todo modelo explicativo de la realidad es una simplificación que no contempla todas las
variables.

Crítica de la crítica a la gran ciudad: contra la 'ecología profunda' y el


territorialismo
Es en ese ambiente en el que se gesta la crítica a la gran ciudad, una crítica que siempre ha
estado vinculada a la defensa de una ruralidad que, sin embargo, sólo se manifestaba en términos
de Arcadia para las clases dominantes rurales, o para quienes desde la comodidad de la propia
ciudad oteaban un horizonte de supuestas aventuras y fiestas pastoriles.
Al contrario de lo que ocurre en el pensamiento asiático (Nisbet, 1979), el pensamiento
occidental se ha desarrollado en el ambiente cálido del enfrentamiento campo-ciudad, rural-
urbano. Desde las Confesiones de Rousseau a la ecología profunda tan sólo hay un puente, que
cruza sobre el abismo del fascismo, abierto por Spengler y su consideración de la sociedad
urbana como moribundía de la civilización. Las llamadas de los ideólogos de la tierra contra el
desarraigo del progreso se sucedieron, particularmente en la Alemania pre-nazi (Ferry, 1993);
pero también en otros muchos ámbitos se pretendía guardar, como hacía el geógrafo G.Roupnel
en 1932, "la armonía universal de toda esta sonriente campiña".
No vamos a detenernos en ello, por cuanto es una cuestión excesivamente tangencial al
objeto de nuestra investigación. Pero creo necesario hacer siquiera alguna mención a los erróneos
planteamientos de un paradigma ecológico mal entendido, que apunta en el balance negativo de

- 59 -
la civilización urbana todos los males que hoy aquejan a la Naturaleza, cuando la Naturaleza que
conocemos no es sino una artificiosidad no menos antinatural que los parques y jardines urbanos,
obra del hombre y de sus sucesivas necesidades biológicas y sociales (Baigorri, 1991b). Y es
precisamente desde la ciudad, desde la razón y el derecho urbanos, desde donde actualmente se
está haciendo más por la conservación de aquellos fragmentos de la Naturaleza realmente
existente que la Humanidad de finales del siglo XX considera conveniente conservar.

La urbe global: la dispersión tecnológico/virtual de la ciudad (las metrópolis


como centralidades)
Y sin embargo, la oposición campo/ciudad que se manifiesta a través de la crítica de la
ciudad ha perdido hoy todo su sentido. He puesto ya de manifiesto que el proceso de
urbanización dejó de ser hace mucho tiempo un mero proceso cuantitativo, de mera acumulación
demográfica en torno a una acumulación de recursos, para pasar a ser un proceso de carácter
cualitativo. Hemos visto cómo al hablar desde la Sociología de la urbanización como modo de
vida, ésta pasa a verse no en términos de acumulación demográfica, exclusivamente, sino como
extensión de estilos culturales, modos de vida e interacción social. Es decir, lo urbano ya no
está únicamente en las ciudades. Hemos visto asimismo cómo seguramente lo rural serían ya
apenas algunos intersticios, fuera de la marcha de la civilización, que quedarían en la urbe global.
Información, cultura, poder de decisión, son los elementos claves en este proceso de
urbanización. Hemos señalado, apoyados en McLuhan, cómo una clave para entender mejor estos
procesos la encontremos en las comunicaciones, como corresponde a la sociedad de la
información que ha sustituído a la sociedad industrial. En suma, hemos apuntado que sólo en la
medida en que un espacio se halle incomunicado podrá hablarse de cierta carga -de intensidad
variable- de ruralidad.
Todo lo cual no está en contradicción, desde luego, con la crisis de las grandes ciudades, por
cuanto la urbe ya no necesita con la misma intensidad que en la sociedad industrial, de la
concentración, gracias a las nuevas redes comunicacionales. Observándose una fuerte tendencia
"hacia la dispersión/fragmentación de los territorios urbanos" (López de Lucio, 1995), o lo que
se ha denominado la 'glocalización', como proceso de cohesión entre la economía global y la
eonomía local. Son estos fenómenos de dispersión, fragmentación, glocalización, los que
permiten explicar la ya efectiva urbanización de todos los espacios sociales. Y, en este marco,
ciertamente, la ruralidad se correspondería con esos territorios peor comunicados, coincidentes
a su vez con los más deprimidos económicamente; en el caso español apenas dos millones de
habitantes.
Del mismo modo, el propio concepto de gran ciudad, de metrópolis, deja de tener sentido.
La urbe global hace que el hinterland metropolitano de Nueva York pueda incluir a Roma,
Londres o Tokyo, y viceversa. O que el hinterland de Madrid incluya Benidorm y Marbella. No
hay ciudades globales, como proponía Sassen, sino que hay una urbe global.
En este sentido, podría decirse por tanto que la ciudad ya no existe como espacio físico.
Utilizamos el concepto de global no en referencia a su tamaño -como se plantea en los conceptos
de urbe, metrópolis, ciudades-mundo, megalópolis, ni siquiera en el sentido en el que lo
planteaba Doxiadis-, sino más bien para designar el proceso, insisto en ello, por el que los
aspectos físicos y morales de la ciudad se extienden a todos los rincones del universo,
civilizándolo. La sociedad urbana, propuesta por Henri Lefebvre como realidad virtual, ya ha
fraguado, formalmente, en el mismo marco de realidad virtual en que la ubicó, al proponer que
"lo urbano viene a ser un continente que se acaba de descubrir y cuya exploración se lleva a
cabo edificándolo" (Lefebvre, 1972). ¿Podría definirse mejor avant la lettre que como lo hizo

- 60 -
Lefebvre, anticipándose en el tiempo, el concepto de espacio virtual de relación, la máxima
expresión actual de la coexistencia, que es la red Internet?.
En este marco, ¿tiene sentido hablar de centralidades?. Sin duda, aunque la propia
centralidad es asimismo virtual; no se corresponde con un espacio físico, un barrio, una manzana
de oro, ni siquiera una sede gubernamental. La centralidad es únicamente un proceso de
interrelación telemática entre protocentralidades diversas ubicadas en espacios físicos
distantes entre sí. Y, del mismo modo que en los tiempos de la urbe local los ciudadanos,
habitantes de la urbe, tenían la posibilidad de acercarse a la centralidad, a los espacios físicos del
poder, económico, político o cultural, en la urbe global todos cuantos participan de la nueva
cultura urbano-global y forman parte de la red virtual tienen acceso en tiempo real a las
centralidades, sin tener que desplazarse más de lo que tendría que hacerlo un ciudadano de la
periferia de las ya extintas metrópolis.
El problema analítico mayor es que nos faltan todavía conceptos para denominar estas
nuevas categorías funcionales, por lo que debemos seguir utilizando todavía, con modestia, los
conceptos caducos de ciudad, urbe, metrópolis, campo, etc.

Las bases del consenso y el conflicto: ciudad, Estado y derechos


Según hemos visto, lo que hizo posible el éxito de la ciudad moderna fue el contrato, la
norma y el Estado. La prolongación y/o renovación de dichos presupuestos, la nueva urbanidad
de la sociedad informacional, sólo puede basarse, para seguir constituyendo un artefacto eficiente
para la especie humana, en la defensa y asunción de una cultura de la res-pública común, como
único bastión de la coexistencia intercultural. Es decir, de unos valores universales, basados en
la razón y no en sistema alguno de creencias, culturas étnicas, almas del pueblo o religiones.
Aunque en realidad el espacio de la coexistencia es el mismo de siempre: el trabajo, la
producción, las mercancías. Materiales o culturales. Bienes de consumo o información y
conocimiento. Pues no otra cosa es la coexistencia que el libre acceso, en igualdad de
condiciones, al trabajo, a los medios de producción, a las mercancías, el saber y la riqueza.
Los conflictos están, siguen ahí, en absoluto hemos llegado al fin de la historia -ni al
angelical, ni al apocalíptico-. En mi opinión, la polarización se basa nuevamente en el esquema
más clásico, esto es en la saintsimoniana división entre poseedores y productores. Naturalmente
el concepto de posesión, cuyo desarrollo nos conduce ineludiblemente a la necesidad de
definición de un bloque dominante101, va más allá del análisis marxista sobre la propiedad de los
medios de producción (aunque la propiedad constituye todavía un elemento clave para la
ubicación de ciertas clases y estratos sociales), yendo más bien en la dirección de las tesis de
Dahrendorf sobre el Poder, y en particular de su concepto de titularidades (Dahrendorf, 1990).
Entre ambos polos tenemos un espacio que se ensancha o se estrecha según sean las
circunstancias sociales, por influencia generalmente de cambios a menudo imprevistos derivados
del impacto de nuevas tecnologías, cambios ecológicos, o acontecimientos provocados por
esferas que, aunque interrelacionadas en cierto modo con las infraestructura tecno-económico-
ecológica, poseen autonomía propia: como la política, la religión, la cultura y la etnicidad, etc.
Ese espacio intermedio correspondería a las clases medias, que pueden funcionar en un momento
dado como colchón en los conflictos entre clases dominantes y clases productoras, o como
aliados respectivos de unas y otras; e incluso en ciertos momentos -de máxima polarización y

101
No utilizo el término bloque en el sentido gramsciano, sino sobre la consideración weberiana de la dificultad de hablar de
clases en el nuevo modo de producción emergente, no capitalista. El bloque integraría en un nivel de dominio, hegemonía o élite
-la denominación me resulta indiferente, es en cualquier casi una alianza- a las clases dominantes del modo de producción
industrial y a los sectores de élite que dominan el nuevo modo informacional emergente.

- 61 -
riesgo de conflicto violento entre los dos polos- seguramente como clase hegemónica,
atribuyéndose entonces la dirección de su acción a los estratos burocrático-estatales de la misma.
La emergencia de un nuevo modo de producción, el imperceptible paso de la sociedad
industrial a la sociedad de la información102, ha supuesto modificaciones profundas en la
estructura de clases, reagrupaciones y fraccionamientos.
Así, resulta a todas luces evidente el proceso de segregación de la clase de los managers, o
administradores, quienes de constituir una pequeña fracción, dependiente de la burguesía
industrial, está intentando convertirse, desde mediados del sigo XX y en todos los países
avanzados -gracias a su importancia funcional-, en clase hegemónica, tal como en su momento
hizo la burguesía respecto de la aristocracia.
Y por otro lado no es menos evidente la consolidación de un nuevo proletariado en unos
términos tan fuertes como ni siquiera los marxistas han sabido detectar (la permanente confusión
entre proletariado y clase obrera industrial ha facilitado esta incapacidad de lectura). Hallamos
ahora un proletariado que produce bienes materiales, y un proletariado que produce información.
En ambos casos se da la misma alienación entre productor y producto; la misma marginación
respecto de la propiedad de los medios de producción, pero sobre todo respecto del poder social
que produce la ideología dominante, y respecto del poder político que asigna los recursos entre
los distintos intereses en conflicto.
Y hallamos, en fin, un nuevo sector, que en modo alguno responde a la tipología del
lumpenproletariado, de características muy variopintas, en el que en la actualidad se dan las
mayores dificultades de integración: inmigrantes, parados de larga duración, jornaleros, pequeños
agricultores empobrecidos...
Harán falta varios decenios, sin embargo, antes de que todas estas transformaciones cuajen
en una estructura dicotómica definida, de perfiles claramente delimitados, como la que Saint
Simon o Marx (e incluso Talcott Parsons, en un sentido distinto) pudieron observar. Antes de ello
no podremos estar seguros, por ejemplo, de quién juega el papel de clase incapaz de integrarse
a la sociedad y que por tanto querría destruirla -es decir, demoler sus estructuras fundamentales-.
Podría serlo tal vez ese sector periférico al sistema al que aluden las teorías de la sociedad dual,
pero también podría llegar a serlo el proletariado informacional, mientas que el proletariado
industrial se disgrega entre la integración (capas altas de especialistas con trabajo fijo) y la
lumpenproletarización de los más desvalidos103. Una teoría del conflicto y un análisis de las
luchas de clases, si partimos de la tesis de su presencia, deberá buscar si en las sociedades
avanzadas se produce la polarización dicotómica que conduce a lo que Mao Tse-Tung
denominaba 'contradicción principal'.
Y no menor importancia tendrá el ver si hallamos también esas contradicciones secundarias

102
A la espera de una denominación aceptada para ese nuevo modo de producción emergente, esa nueva estructura social, que
en los años '70 recordaba a los sorprendidos investigadores una nueva edad media (R.Vacca, U.Eco...), y que en los años '80
ha sido denominada a menudo -erróneamente- sociedad dual, opto por denominarla, de forma instrumental, modo de producción
planetario, pues sin duda el elemento más destacable y más tempranamente detectado ha sido la total interrelación de los
sistemas locales en una red (networking) mundial.

103
En los últimos tiempos han aparecido diversas interpretaciones estrictamente saintsimonianas, fuertemente enraizadas en lo
que podríamos llamar la nueva fisiocracia (para la cual el concepto de bienes de la tierra se haría extensivo al conjunto de los
bienes materiales). Desde posiciones en apariencia radicalmente distintas, se ha señalado la ocupación de la posición de clase
hegemónica por parte de los especuladores que se basan "más en una econo mìa de 'adqui sición' de la ri queza (estatal y
planetaria) que de producción de la misma" (Naredo, 1993); o se ha señalado la conformación de una nueva clase social,
formada por los políticos de profesión "sin vocación" y los financieros y especuladores, quienes habrían conseguido fundir en
una sola clase, igualmente explotada, a empresarios y obreros: "La explotación vía salario queda superada y sustituída por la
explotación mediante la usura crediticia y la confiscación fiscal" (Funes, 1997).

- 62 -
determinadas e influídas por la contradicción principal, tan despreciadas por el análisis marxista,
pero tan importantes en el análisis gradualista y funcional de la estratificación, hasta el punto de
determinar las alianzas de clase y los cambios sociales de carácter revolucionario104. Naturalmen-
te, si la estructura presenta clases con intereses contrapuestos, se producirá una práctica de
enfrentamiento, traducido en acciones políticas.
La contradicción principal es sobre todo, en mi opinión, de orden político, como ya lo era
en la Grecia de Aristóteles entre esclavos y libertos, aunque evidentemente tenga una clara
interrelación económica. A mi modo de ver la contradicción estriba en la existencia de medios
técnicos y culturales que permitirían un reparto del Poder político, o lo que es lo mismo una
democracia más participativa, más directa -determinando en último término, no debemos
olvidarlo, una democracia económica-, simultáneamente al mantenimiento de estructuras
políticas que imposibilitan dicha difusión de Poder. Como lo ha expresado con notable claridad
Norberto Bobbio,
"en la socieda d capitalista avanza da, don de el pod er econó mico se h alla cada vez más
concentrado, la democracia, pese al sufragio universal, la formación de los partidos de masa y
un grado bastante elevado de movilización política, no ha conseguido mantener su s promesas,
que eran, sobre todo, de tres órdenes: participación (o bien concurso colectivo, y generalizado,
aunque indirecto, en la toma de decisio nes válida s para tod a la com unidad ), control de sde aba jo
(a base del principio de que todo poder no controlado tiende al abuso) y libertad de disentimien-
to" (Bobbio, 1986)
Obviamente, para los marxistas la interpretación es muy distinta, por ser secundaria la esfera
política. En una sociedad internacionalizada la contradicción esencial es el conflicto Norte-Sur.
Para otros la contradicción esencial será la oposición Hombre-Naturaleza, y aún quedan quiénes
siguen considerando la oposición Campo-Ciudad como esencial. Pero todas son difíciles, cuando
no imposibles de engarzar en una estructura de clases sociales, aunque no falten los intentos
teóricos al respecto.
En cualquier caso, creo que los niveles de integración post-industriales que todavía conserva
la sociedad informacional emergente105, impiden la manifestación de una contradicción principal.
Habrá que esperar sin duda un momento de crisis económica real y profunda -no como las
pequeñas recesiones que estamos atravesando, y que sólo afectan todavía a los sectores más
marginales de la sociedad, pudiendo los sectores medios seguir ejerciendo de colchón- para que
ésta se manifieste.
Todas estas transformaciones se manifiestan asimismo en la aparición de nuevos actores
colectivos, que representan los intereses tanto de las nuevas clases como de los diferentes grupos
de estatus, y que juegan justamente en la ciudad su papel. A las clases y grupos de estatus que
simbolizan esa contradicción básica entre poseedores y productores, y al sistema de partidos, se
añaden los que se denominan, inapropiadamente, 'movimientos sociales en el ámbito de la
sociedad civil', concepto que recoge el modelo desarrollado por (Offe, 1988).
La mayoría de los denominados nuevos movimientos sociales persiguen demandas que
combinan bienes e intereses particulares y materiales concretos tradicionales (conflictos urbanos
por remodelaciones de centros urbanos, conflictos en general por la exclusión...), junto con otro

104
Entiendo aquí el término revolucionario no en el sentido político, de cambio violento, sino en el sentido civilizatorio, en tanto
cambio profundo estructural, por la que una clase -o grupo de clases- adquiere la hegemonía social y económica -y en
consecuencia política-, a consecuencia tanto de un cambio político de carácter revolucionario como de una fractura o cambio
radical ecológico o tecnológico. Así, el poder de los managers no se ha debido a un cambio revolucionario de carácter político,
sino esencialmente de carácter social y tecnológico (fundamentalmente organizacional).

105
Derivada, posiblemente, de la alianza entre los managers -por ut ilizar una ter minolo gía ya clásica, que se correspondería hoy
con los detentadores del conocimiento y la información- y el capital financiero.

- 63 -
tipo de bienes no particulares aunque tampoco colectivos (como los propios de un género), así
como con bienes colectivos para el conjunto de la humanidad que no son asimilables, por otro
lado, a bienes materiales cuantificables y utilizables por los demandantes (como es el equilibrio
ambiental, la paz internacional, la cooperación al desarrollo...). Es el conflicto, en suma, por
inmateriales que, además, son inconmensurables, frente a los cuales las clases sociales y grupos
de status pueden adoptar posiciones incluso contradictorias, siendo por ahora el campo más
paradigmático en este sentido el del medio ambiente (Baigorri, 1978b).
Estos nuevos protagonistas del conflicto social han de definir los términos en los que hoy
debe plantearse el derecho a la ciudad. Decía Lefebvre que este derecho camina lentamente,
"a través de sorprendentes rodeos (la nostalgia, el turismo, el retorno hacia el corazón
de la ciudad tradicional, la llamada de centralidades existentes o nuevamente elaboradas). La
reivindicación de la naturaleza, el el deseo de gozar de ella, desvían el derecho a la ciudad (...)
aunque sin conseg uir eludirlo. El derecho a la ciudad no puede concebirse (tampoco) como un
simple derecho de visita o retorno hacia las ciudades tradicionales. Sólo puede formularse como
derecho a la vida urbana, transformada, renovada" (Lefebvre, 1969)
Es una tesis plenamente compartible en la actualidad, aunque sea más dudoso su corolario,
según el cual el proletariado habría de ser el "agente, vehículo o apoyo social de esta
realización". Pero en cualquier caso, insistiendo en la idea de Lefebvre, sólo podremos ir
descubriendo este nuevo continente a medida que lo construyamos.

- 64 -
4.
La ciudad red

La ciudad se nos aparece primero, en cuanto artefacto, ciertamente como un recipiente físico,
o más exactamente -en términos históricos- una serie de “recipientes cada vez más complejos”
(Mumford, 1961:16). Pero es también, de ahí que haya interesado a la Sociología, un conjunto
de relaciones, cuya densidad determina tanto la organización física y social como la propia forma.
Hace ahora 'sólo' cien años que Durkheim proponía, en una nota sobre morfología social
publicada en L'Année Sociologique (1897-1898), que la Geografía, la Historia y la Demografía,
entre otras ciencias fragmentarias, se uniesen a la Sociología para explicar "cómo han nacido los
grupos urbanos, cúales son las leyes de su evolución"(Durkheim, 1988:243).
Efectivamente, para Durkheim lo que denominaba el substrato social varía en función del
tamaño y de la densidad social; pero además, como hecho social "la constitución de ese substrato
afecta directa o indirectamente a todos los fenómenos sociales, al igual que todos los fenómenos
psíquicos están en relación, mediata o inmediata, con el estado del cerebro" (Durkheim, 1988:
241).
Hace casi tres décadas el sociólogo Philip Hauser, que dirigió el Departamento de Sociología
de la Universidad de Chicago y la Oficina del Censo de los Estados Unidos, hizo un sencillo
cálculo que no es preciso siquiera actualizar para comprender la dimensión de las interacciones
sociales, por lo que lo reproduzco tal cual:

Densidad de población Área con densidad Número de personas en un


(personas/milla cuadrada) considerada círculo de 10 millas d e radio
1 EE.UU. en 1500 314
50 Mundo en 1960 15.700
8.000 Media ciudades centrales en área metropolitana en EE.UU. 2.512.000
17.000 Chicago 5.338.000
25.000 Nueva Yo rk 7.850.000
75.000 Manhattan 23.550.000
(Hauser, 1972:105)

Obviamente, el número potencial de contactos entre las personas se multiplica exponencial-


mente en función del tamaño y la densidad de las aglomeraciones. Sobre esta base, Hauser
proponía que
"puede establecerse, como hipótesis, que el incremento en la interacción humana
potencial producido por un sistem a de vida aglome rado, ha determin ado, en el camp o de lo
social, una gran transformación: el equivalente a la mutación genética en el campo biológico"
(Hauser, 1972:107)
Si bien hay que advertir, en este punto, que el concepto de Durkheim de densidad social es
mucho más complejo en su desarrollo que el de la mera densidad física. Pues el nivel de
desarrollo tecnológico, por ejemplo, modifica sustancialmente la intensidad de las interacciones
y encuentros. Sobre esta base, Bouthoul compara las densidades inversas, físicas y sociales, de
territorios desarrollados y primitivos, concluyendo:
"Uno es un grupo con actividades numerosas y diferenciadas, cuyos elementos
colaboran y están enlaza dos por un sistema de comunicaciones, transportes y organización
perfeccionad os; el otro está formado p or elementos prim itivos simplemente yu xtapuestos"

- 65 -
(Bouthoul, 1964:21)
La base que otorga importancia, en nuestro razonamiento, a tales cálculos la hallamos en un
conocido artículo de Simmel sobre Las grandes ciudades y la vida intelectual; para éste
"el fundame nto sicológico sob re el que se levanta el tipo de las individualidades de las
grandes ciudad es, es la intens ificación d e la vida n erviosa q ue resulta d el rápido e ininterrum pi-
do intercamb io de impresion es externas e internas" (Simmel, 1978:12)
Pero es en su obra fundamental, publicada en 1908, donde el padre de la Sociología alemana
nos apunta una clave fundamental, al hablar de las relaciones entre espacio y sociedad:
"El espacio es una forma que en sí mismo no produce efecto alguno. Sin duda en sus
modificacion es se expresan las en ergías reales; pero no de o tro mod o que el len guaje expresa
los procesos del pensamiento, los cuales se desarrollan en las palabras pero no por las palabras.
(...) Lo que tiene importancia social no es el espacio, sino el eslabonamiento y conexión de las
partes del espacio, producidos por factores espirituales". (Simmel, 1986:644)
Por su parte, Tönnies, al estudiar las formas de comunidad y asociación (como modelos de
organización social) nos aporta un elemento que debe ser considerado en este contexto:
"Parece justificada la presunción de que, a despecho del deseo natural de m antenerse
a sí mismo o de obtener la mayor cantidad posible de bienes de las otras personas, permanece
vivo en la relación de ciudad y campo cierto espíritu fraterno para dar y recibir, espíritu que,
aparte de estas actividades de true que, se alimenta e n virtud de los múltiples lazos de amistad
y parentesco y suministra puntos de reunión gracias a los temp los y plazas pública s" (Tönnies,
1979:57)
Volviendo una vez más a Durkheim, ahora a su obra fundamental para entender las
sociedades contemporáneas, La división del trabajo social, tomemos un pequeño comentario de
su distinción entre la solidaridad orgánica (propia de la sociedad industrial) y la solidaridad
mecánica (propia de las sociedades antiguas):
"Cuando la manera de ser solidarios los hombres se modifica, la estructura de las
sociedades no pue de dejar d e camb iar. La form a de un cuerpo se transform a necesa riamen te
cuando la s afinidades mo leculares no son ya las mismas" (Durkheim, 1993:I,217)
Sin embargo, nos estamos moviendo por ahora en el ámbito de la analogía orgánica más
simple, que determina un modelo estructuralista de tipo mecanicista, a la manera del cuerpo
humano, error en el que cayó Spencer. Algunos de los nuevos paradigmas recuperan, en un
sentido bien distinto, este tipo de analogías, ahora con el apoyo de la cibernética, para explicar
incluso el funcionamiento del conjunto del planeta, como hace Lovelock (1979) en Gaia. Pero
el asunto no es, al menos desde una perspectiva sociológica, tan simple. El desarrollo de la
hipótesis de Gaia, al enfrentarse con la presencia del hombre, y su papel en ese supuesto
organismo cibernético que es la Tierra, plantea un hecho difícil de explicar mecánicamente:
"Lo que de especial tiene el hombre no es el tamaño de su cerebro, equivalente al de un
delfín, ni su incompleto desarrollo co mo an imal socia l, ni siquiera la facultad d el habla o la
capacidad de utilizar herramientas. El hombre es especial porque de la combinación de todas
esas cosas ha surgido una entidad enteramente nueva. Cuando estuvo organiza do socia lmente
y logró proporcionarse una tecnología, el hombre empezó a utilizar un talento tota lmente nuevo:
el de obtener, conservar y elaborar información, empleada después para manipular el entorno
de modo deliberado y p revisor" (Lovelock, 1986:155)
¿Cómo se consigue esto?. La Sinergética, o teoría de la acción de conjunto, desarrollada
entre otros por Hermann Haken, físico matemático y uno de los padres de la teoría del láser,
puede ser de cierta ayuda para entender mejor este tipo de procesos, no en sus particularidades,
sino justamente en su desarrollo de conjunto. La Sinergética considera que, a partir de situaciones
de caos, la materia inanimada puede autoorganizarse para producir fenómenos que parecen
racionales:
"Observaremos que los componentes se van ordenando como impulsados por una mano
invisible, pero que al mismo tiempo esta mano invisible, que llamaremos 'ordenador', sólo nace
de la interacción de los sistemas individuales. El ordenador nace de la acción de conjunto de las

- 66 -
partes individuales y, recíprocamente, el comportamiento de éstas está go bernad o por aq uél. Es
como el antiguo enigma de qué fu e primero : el huevo o la gallina . Expresa do en térm inos de la
sinergética, el ordenador esclaviza a las partes individuales. es como un titiritero que hace bailar
a las marionetas, a la vez que éstas actúan sob re el titiritero, lo dirigen (...). Esta génesis forzosa
del orden a partir del caos en gran medida es independiente del sustrato material en que tienen
106
lugar los proceso s" (Haken, 1986:7-9)
Haken hace ciertas observaciones sobre el funcionamiento del cerebro, a partir de
descubrimientos que han mostrado cómo las funciones no pueden ser atribuídas a una u otra
zona, aunque determinadas regiones cerebrales son responsables de funciones concretas. Lo
fundamental es la acción colectiva de todos sus componentes. Y el propio desarrollo biológico
del cerebro parece confirmar este modelo de funcionamiento. Lo que aparentemente es un
desordenado proceso de crecimiento resulta al final en un orden no buscado por ninguna de las
partes, sino por el conjunto.
"Sin duda alguna , la constru cción de la red de n eurona s en el cereb ro está autoorg ani-
zada. Hasta donde sabemos, las conexiones se establecen motu p ropio, sin la intervención de una
instancia superior" (Haken, 1 986:17 3).
La puesta en marcha del sistema -o más apropiadamente, de la red- responde a un esquema
idéntico, que vale la pena reseñar:
"Las conexio nes se estab lecerían en tre célula s individuales en m edio de un co nfuso
desorden. Pero con la llegada de impulsos nerviosos de los órganos sensoriales a esta red,
determinadas conexiones se desarrollarían más que otras, conforme al grado de uso, o también
por sí solas. Por tanto la red, con su capacid ad funcio nal, se formaría sólo durante, y a través
de, su utiliza ción. E n la litera tura pr ofesion al esta idea de que en el sistema nervioso las
conexiones se fortalece n con su utilización, p or ejemp lo con la elaboración de percepcion es, se
conoce como 'sinapsis de Hebb'. Las sinapsis son determinadas piezas de unión intercaladas
como cuadros de mando entre las células nerviosas. Esta teoría afirma, por tanto, que las
sinapsis se fortalecen con su utilización" (Haken, 1986:174)
La diferencia respecto de los sistemas con los que el estructuralismo pretende explicar y
cuadricular el mundo en que vivimos, es no solo sustancial, sino que determina una forma
distinta de observar el mundo, y particularmente el aspecto del mundo que nos ocupa. A partir
de la física cuántica nuevos conceptos han permitido romper para muchas cuestiones -en mayor
medida cuanto más complejas sean- con la analogía del orden mecánico y determinista: el caos,
el azar, lo imprevisible, son elementos que deben ser considerados también.
Henri Lefebvre supo expresar tanto en términos poéticos como sociológicos esta nueva
perspectiva en su principal obra antiestructuralista, Hacia el cybernántropo: contra los
tecnócratas, cuando al terminar el libro plantea los desafíos que esperan al antropo frente al
cibernántropo:
"El antropo deberá sabe r que no represe nta nada y que prescribe un a manera de vivir
más que una teoría filosófico-científica. Perpetuam ente deberá inv entar, inventarse, reinven tarse,
crear sin procla mar la cr eación, m ezclar las pista s y las cartas d el ciberna ntropo, d esconce rtarlo
y sorprend erlo. Para vencer, y h asta para entabla r la batalla , primero debe valorar sus
imperfecciones: desequilibrio, perturbaciones, olvidos, lagunas, excesos y fallas de conciencia,
desenfreno, deseos, pasión, ironía . Ya sabe que siempre será vencido en el terreno de la lógica,
de la perfección técnica, del rigor formal, de las funciones y de las estructuras. Alrededor de las
rocas del equilibrio, él será la ola, el aire, el elemento que socava y recubre (...), Vencerá por
el Estilo" (Lefebvre, 1973:182)
Pero volvamos al cerebro, a nuestra analogía orgánica en términos de red. A mediados de
siglo Pierre Teilhard de Chardin definió, en el curso de su curiosa construcción teológica, el
106
No deja de ser paradójico, y se plantea en este punto como auténtica nota al pie, que cuando algunos pretenden incorporar
más y más paradigmas de las ciencias físico-naturales a las ciencias sociales, desde la Física más avanzada se recupere un modelo
que pertenece plenamente a la Sociología. La descripción del 'ordenador' que hace Haken no está muy alejada de los modelos
determini stas de 'lo social' exp uestos po r Durkheim.

- 67 -
término noosfera, para describir la "envoltura pensante de la tierra" (citado en Martin,
1980:100). Veía la tierra como una esfera enredada de canales intercambiando inmediatamente
pensamientos, información y actos intelectuales. Problamente inspirado en ese concepto de
noosfera, aunque también y sobre todo por el paradigma de la densidad social de Durkheim
desarrollado más ampliamente por la Escuela de Chicago, y aplicando la entonces novedosa
Teoría de la Comunicación, en 1962 R.L. Meier definía a la ciudad, en Una teoría de las
comunicaciones del crecimiento urbano, como aquellas parcelas de tierra en las que intensos
procesos de comunicación tienen lugar. La comunidad crece en la medida en que sus
componentes se desplacen a través del espacio de manera que sus trayectos coincidan o se crucen
más frecuentemente que si realizasen movimientos aleatorios en las proximidades de sus
respectivos domicilios. Algunos autores han recuperado los modelos de Meier, proponiendo su
comprensión en un sentido más amplio, no referido exclusivamente a las interacciones
individuales:
"Las comunicaciones [como las propone Meier] podrían ser definidas en un sentido más
amplio al incluir tanto el transporte físico de población y b ienes, como a la amplia variedad de
canales que sirven los movim ientos de in formación (...). Centrándonos en el sistema de
comunicación-circulación, se sugería, podríam os conocer m ejor cómo fun cionan las ciud ades,
qué determina su estructura, y cómo ésta puede cambiar en la medida en que las tecnologías
faciliten cambios en la circulación" (Salomon, 1996:79)
Tal vez pudiésemos comprender más fácilmente el comportamiento de las ciudades si,
efectivamente, llevásemos al extremo nuestra analogía cerebral, considerando a la ciudad como
el cerebro de la Humanidad. Tal y como hace el cerebro en su proceso de desarrollo, la ciudad
ha venido creciendo complejizando sus redes neuronales, pasando de ofrecer una estructura de
células aisladas a autoconstruir una estructura de conexiones múltiples, en red.
Como hipótesis, podemos considerar que, a partir de un momento determinado de su
evolución -tanto filogenética como ontogenética-, el cerebro humano no puede seguir
desarrollándose internamente sin afectar a su equilibrio físico107. El desarrollo del cerebro se hace
exterior al hombre desde entonces, las redes neuronales se prolongan externamente. No es nada
nuevo. McLuhan lo atisbó en los años '60, aunque no podía imaginar su alcance real, y se perdió
en disquisiciones neotribales:
"El homb re no sólo es un robot en sus reflejos particulares sino en su com portam iento
civilizado y en todas sus reacciones alas prolongaciones de su cuerpo, que llamamos tecnología.
Resulta ahora bastante evidente que las prolongaciones del hombre con sus consiguientes
ambientes, son la zona principal en que se manifiesta el proceso evolutivo.
Con la prolongación del mismo sistema nervioso como nuevo medio de información
electrónica, ha sido p osible alcanzar un nuevo grado de conciencia crítica" (McLuhan, 1985:13)
En estos términos, el cerebro del hombre social es, seguramente desde el neolítico (al menos
desde la construcción de Ur), la ciudad. Y la evolución de la Humanidad se convierte, en cierto
modo, en el proceso de desarrollo de ese cerebro externo de la especie. Las calles, ciertamente,
son canales de comunicación e información. La ciudad industrial (con sus tendidos eléctricos y
de ferrocarril) rompe las barreras de la distancias, crea nuevos conductos, y la red telemática
terminará por conectar todas las neuronas.

La dinámica de la red
Hablamos pues de una concepción de la ciudad sensiblemente distinta de la que la considera
un mero habitáculo del poder, una estructura o marco físico para las relaciones de producción

107
No es vanal la imagen construída por la literatura de ciencia-ficción, sobre humaoides con cráneo gigantesco sobre minúsculos
cuerpos (la famosa imagen fantasmagórica de Encuentros en la tercera fase), o incluso masas cerebrales sin cuerpo físico (en
la saga de Dune).

- 68 -
capitalistas, o cualquier otra simplificación. Se trata de una concepción de la ciudad como
elemento de una red neuronal que posibilita la vida del hombre sobre la tierra en condiciones de
progreso. Por supuesto sin olvidar que siempre hay un 'ordenador' que esclaviza a los elementos
de la red, pero que a la vez es esclavizado por ella; y cualquiera de las fluctuaciones en términos
de caos puede llevar a la sustitución del 'ordenador'108.
El contraste entre la analogía mecanicista y la neuronal la expresó con claridad Christopher
Alexander, en el campo estricto del Urbanismo, al comparar los sistemas basados en estructuras
jerárquicas en árbol, "símbolo del ejército, estudiada expresamente con el fin de crear disciplina
y rigidez", con su propuesta de estrcuturas semireticulares.
"...en toda ciudad hay miles e incluso millones de sistemas en funcionamiento cuyos
residuos físicos no aparecen como unidad en las estructuras en árbo l. En el peor de los ca sos,
las unidades que aparecen ni siquiera corresponden a realidad viviente alguna; y los sistemas
reales, que constituyen la verdadera vida de la ciudad, están desprovistos de rece ptáculos físicos.
Ni el plano de Columbia ni el de Stein, por ejemplo, corresponden a realidades socia les.
Su ordenación física y su sistema de funcio nes denunc ian una jerarq uía de grupo s cerrados,
siempre más rígidos, que van desde la ciudad entera hasta la familia; cada grupo constituido por
lazos asociativos de distinta fuerza.
Si, en un contexto de sociedad tradicional, pidiéramos a un individuo cualquiera que
nombra ra a sus mejores amigos y pidiéramos a cada uno de éstos que nombrara a su vez a los
suyos, todos se nombrarían los unos a los otros y acabarían formando un grupo cerrado. Los
pueblos están constituídos por un determinado número de grupos separados y cerrados de este
tipo.
Pero la estructura social es hoy en día muy diferente. Si pedimos a un hombre que
nombre a sus amigos y después a cada uno de éstos que nombre a los suyos, todos nombrarían
personas distintas y muy prob ablemente d esconocidas p ara el primer i nterpelado; estas personas
nombrarían a su vez a otras y así en adelante. En la sociedad moder na no e xisten prác ticamen te
grupos cerrados. La realidad de la estructura social contemporánea está llena de sobreposicio-
nes -los sistemas de amigos y conocidos forman unsemirretíc ulo, no un á rbol." (Alexander,
1971:35)
Esta imagen de urbe global es muy distinta, a su vez, de la observada por Saskia Sassen y
luego desarrollada más ampliamente por Castells109. Desde nuestra perspectiva el desarrollo
tecnológico y humano condicionan la evolución de los asentamientos humanos y de sus formas
de interacción, en mayor medida que las estructuras de dominación determinadas por el modo
de producción imperante. La propia denominación plana de capitalismo, para el conjunto de
sistemas de producción imperantes en el planeta es, más que un estereotipo, una caricatura de la
realidad. Así como su modelo de polarización, "particularmente en las mayores ciudades como
Nueva York o Los Ángeles" (Sassen, 1987:140) no es en realidad sino la imagen de las
desigualdades que, por lo demás en mayor medida, han caracterizado a las sociedades
-occidentales y orientales- en cualquier otro momento de su evolución. Constituye la descripción

108
Esa esclavización mutua entre el 'ordenador' y el resto de los elementos de la materia en movimient o hacia algu na forma
ordenada podría llevarnos a reflexionar sobre la posibilidad de alguna especie de actualización del materialismo dialéctico. Sin
embargo no es ese el objeto de nuestra investigación, por tentador que pueda resultar. Aunque la cuestión puede abrir una vía
interesante en el campo de la teoría de las ciencias sociales.

109
En las propuestas de Castells en torno a la ciudad informacional hallamos el mismo tipo de limitaciones, derivadas del fuerte
'background' de estructuralismo marxista. Si bien admite “la emergencia del espacio de los flujos, suplantando el significado
del espacio de los lugares” (Castells, 1989:494), sin embargo otorga un carácter superestructural a la red, mera expresión
espacial -como antes lo fue la ciudad industrial en sus más tempranas tesis- de las estructuras de dominio de la nueva clase
'profesional-manageri al'. Y es que para Castells, al contrario que en el paradigma ecológico, las tecnologías en modo alguno
pueden determinar siquiera en parte los hechos sociales o la lógica organizativa. Sin embargo, si no atribuímos determinación
alguna a las tecnologías, como a los otros elementos del modelo ecológico -ya en su configuración POET- difícilmente podemos
explicar, por no ir mucho más lejos, la propia preeminencia que ha adquirido en las últimas décadas la nueva clase
tecno-managerial

- 69 -
de sólo uno de los diversos planos que debemos contemplar de una realidad que nos es
únicamente aprehensible en términos estereoscópicos.
El reforzamiento de algunos nudos de la red que conforma la urbe global, fundamentalmente
Nueva York, Londres, Tokio, París o Frankfurt, (Sassen, 1990), al actuar como 'ordenadores' en
el momento en que, a partir de la situación de caos que se crea en el sistema-mundo en los años
'70, se precipita la red, no invalida la validez de nuestro modelo de urbe global. En cualquier
momento, en la próxima estación de caos, pueden ser sustituídos por otros. Los cuales no están,
necesariamente, siendo planificados para ello, en la medida en que otorgamos cierta importancia
al factor caos110.
Siguiendo con nuestro concepto abierto y no siempre previsible de red, rescataremos las
hipótesis del antropólogo Newbold Adams, quien al analizar -sobre presupuestos energetistas-
la evolución de las estructuras sociales, propone la que denomina una "secuencia fundamental
del crecimiento" que iría de la fragmentación a la centralización, y de la que la organización
reticular, que él denomina de coordinación, sería una fase intermedia. En este sentido, podríamos
entender la implantación de tales 'ordenadores' -las ciudades globales de Sassen- como una
superación de la red, pero es que la centralización que nos sugiere este antropólogo
"ocurre como p arte de la coordinación de una unidad con otras unidade s [...y...] puede
mostrar tendenc ias oscilator ias hacia la centrali zación y hacia el sentido contrario (...). Una
unidad se cen traliza como una respuesta a la presión externa, y en las sociedad es hum anas la
única presión continu a es la ejercida por o tras sociedades. Esta p resión de otra s sociedades
exige la coordinación externa, al mismo tiempo que busca la centralización interna" (Newbo ld
Adams, 1 983:23 3).
En suma, ocurre la centralización cuando una unidad de operación se encuentra en posición
de tener el poder de tomar decisiones para un gran número de unidades. Y, por otra parte, "la
centralización no significa que la toma de decisiones resida necesariamente en un individuo"
(p. 237); es algo relativo, y es tan importante saber a quién incluye como saber a quién excluye.
Por lo cual, "nada nos dice que tal coordinación pueda durar eternamente, sobre todo cuando
esté sometida a la llegada de nuevos objetos de control, y por lo tanto a nuevas fuentes de
poder" (p.239). Si en el modelo de Newbold introducimos los conceptos de la sinergética y de
la teoría del caos111, puede llegar a ser un magnifico instrumento analítico de los procesos de
desarrollo y crecimiento, aunque ciertamente queda mucho por definir al respecto.
Pero en nuestro modelo interpretativo los nudos de diversa escala que articulan y 'ordenan'
la red no constituyen, únicamente, agentes individuales orientados a su maximización, como se
desprende implícitamente del modelo de Sassen, y sobre todo de Castells. Debemos diferenciar
nuestra posición, basada según se ha mostrado en un paradigma materialista ecológico, de las
posiciones en las que se observa una cierta confluencia, desde mediados de los ‘80, entre quienes
desarrollan una especie de corolario de las ideas de Castells:
“la nueva agenda para la investigación social [en sociología urbana] es descubrir qué
hace a cada ciud ad única en su respuesta a las f uerzas globales, y comprender cómo es que
algunas ciudad es son ca paces d e resistir a las tendencias regionales generales, mientras que
otras lo personifican” (Flanagan, 1 993:13 7).
En la medida en que consideramos no sólo a la competencia, sino en mayor medida a la

110
De hecho, la aplicación práctica que se ha seguido de estas teorías subiéndose supuestamente a la cresta de la ola del cambio,
esto es el desarrollo de las denominadas tecnópolis (Castells, Hall, 1994), se ha mostrado como un grandioso fracaso
planificador.

111
Y más aún si, yendo más lejos, invertimos dicho modelo general, situando la tendencia global no hacia la centralización, sino
por el contrario hacia la descentralización -un modelo más acorde con la tendencia hacia la entropia de todos los sistemas de la
materia-. Sin detenernos en ello, apuntemos siquiera dicha posibilidad.

- 70 -
cooperación, como factores del desarrollo social y humano (onto y filogenéticamente), no
podemos estar de acuerdo con una posición cuyas consecuencias normativas han sido en plena
lógica fuertemente criticadas:
"...se propone la c reación de ag encias de desarro llo económico metropolitano, de
carácter mixto -capital público y privado- que sean verdaderas empresas de promoción y
fomento, capace s de com petir mun dialmen te en la captación de inversiones. Es de cir, dedicarse
al 'city ma rketing ', a la venta de la ciu dad, en los foros intern acionales. Pero cuyas tareas sean,
también, através de la inyección de capital público, hacer factible las costosas transformaciones
de determinados espacios estratégicos, para su puesta en el mercado" (Fernández Durán,
1993:221).
Por otro lado, justamente desde una posición materialista no podemos ciertamente aceptar
que la ciudad, por más que en tanto institución social tiene la vida propia que atribuímos a los
hechos sociales, sea un individuo, ni siquiera la suma (adición) de diversos individuos (o grupos
dirigentes) y de sus acciones. Sino que, en tanto artefacto, contiene ciertamente una red de
posiciones sociales, de agentes en conflicto de intereses y dentro de los cuales determinados
grupos sociales poseen fragmentos más o menos hegemónicos del Poder. En cierto sentido, es
cierto que cada ciudad es una individuación, pero por ahora cuando hablamos de la ciudad lo
hacemos en los mismos términos en que utilizamos el concepto de Humanidad para referirnos
al conjunto indiferenciado de los hombres.
Hablamos en suma de redes, no meramente de agentes individuales.... Sólo así, por lo demás,
podemos tener una visión de conjunto con independencia de que desconozcamos algunos
mecanismos particulares. Aunque cada individuo busca la maximización individual, ésta sólo
la obtiene con la colaboración de otros, y así se genera la red, que luego se superpone como
hecho social al individuo -lo mismo podríamos decir en términos de grupos, de clases incluso-.
La red, o más exactamente este concepto aplicado a la ciudad, está ya en Doxiadis, aunque
éste está todavía atado en cierto modo a una analogía orgánica de tipo corporal, con sus centros,
y sus jerarquías... Si bien apuntó también, y debe ser un elemento clave desde nuestra
perspectiva, la movilidad natural y contínua de las centralidades (Doxiadis, 1979). Y cierto
concepto de red viene siendo aceptado al desarrollarse la hipótesis de ciudad-mundo planteada
inicialmente por Friedmann, entre otros (Friedmann, 1986), aunque sigue muy presente en esa
línea de análisis (Knox,Taylor, 1995) la idea de la jerarquización como algo estructural y
fuertemente determinante. Los principios sobre los que se basaría esta idea de ciudad-mundo
serían, según los ha planteado recientemente Friedmann, los siguientes:
“1º) La existencia de ciudades que articulan grand es econom ías regionales, nacionales
e internacionales; ciu dades que sirven como centros a través de los cuales fluye el dinero, los
trabajadores, la información, los bienes y otras variables económicamente relevantes. Como
centro extienden su influencia en un ámbito o región, cuyas relaciones económicas articulan en
la econo mía glo bal o esp acio de la acumu lación glo bal (...)
2º) Hay algo así como un 'espacio global de acumulación' que es un conjunto de
economías nacion ales y regio nales qu e sirven a los propós itos de la ac umula ción de c apital a
escala mund ial. Este espa cio incluye áreas de p roducc ión prim aria, luga res produ ctivos
específicos y, por supuesto, concentraciones espaciale s de cons umido res. En cierto sentido este
espacio global se c orrespon de con e l conjunto del Plane ta Tierra (...)
3º) Las ciudades-mundo son mayoritariamente regiones urbanizadas que son definidas
por den sos esque mas de interacció n más q ue por fro nteras po lítico-adm inistrativas (...)
4º) Estas ciudades-región -los nodos correspondientes del sistema global- pueden ser
ordenadas en una 'jerarquía de articulaciones espaciales', más o menos en relación con su poder
de decisión. En lo alto e ncontram os las ciudades q ue son el objeto d e las investigaciones de
Saskia Sassen: los centros de control y mando de la economía global, Nueva Y ork, Londres y
Okio (...)
5º) La cult ura dominante de las ciudades-mundo es cosmopolita, como definida y

- 71 -
marcada por aqu ellos estratos so ciales a los q ue Leslie S klair llama la clase ca pitalista
transnacional (Friedmann, 1995:22-23)
Sin embargo, la apariencia de jerarquía estable es, seguramente, sólo un residuo del estilo
industrial de urbanización. Aunque se aceptan los cambios en la jerarquía de ciudades, éstos no
afectarían al núcleo fundamental de estas teorías, que prescriben
“una visión bifocal: un ojo dirigido a la dinámica del sistema capitalista en el corazón
-the espacio de la acumulación global y sus articulaciones- y otro a la fragmentada periferia de
los excluídos. Los dos deben soldarse en una visión estereoscópica” (Friedmann, 1995:43).
Creemos que es posible una interpretación a la vez menos mecanicista y también menor
organicista, en la que otorgamos capacidad de incidencia en el modelo global tanto a las
estructuras derivadas de los sistemas de producción y dominio, como a los elementos
individuales de la red, como a los efectos derivados de las transformaciones tecnológicas y,
derivadas de éstas, medioambientales. No habría así una estructuración nítida entre cen-
tro-periferia, sobre todo porque además cada centro tiene su propia periferia interior, y viceversa.
Se trata, en suma, de un concepto de red auto-construida y extremadamente dinámica, atendiendo
a tan elevado número de variables sociales, económicas, tecnológicas, medioambientales..., que
la lógica de su desarrollo no es tan fácilmente predictible como se desprende del modelo de
Friedmann, aunque éste reconoce no obstante lo que define como “la inherente inestabilidad del
sistema” (Friedmann, 1995:36).
Pero volviendo a nuestra propia analogía, si es acertada encontraríamos que el territorio
cumple en realidad el papel de la sinapsis entre las células cerebrales, las neuronas. En el
territorio los núcleos o nodos neuronales tenderán obviamente a conectarse a la red, incrementan-
do la extensión de ésta. En el marco de ese proceso se irán estableciendo nuevas redes locales
de colaboración, con sus propios elementos 'ordenadores', a través de las cuales la integración
en la red global puede llegar a ser más eficiente. En nuestra hipótesis de que lo rural, en la
sociedad de la información, serían apenas algunos intersticios de lo urbano, habría que añadir
que no nos estamos refiriendo a los lugares más inmediatos, sino a aquellos puntos más alejados
de las redes de telecomunicaciones. Rescato en Abraham Moles un apunte que reafirma estas
posiciones:
"[Trabajamos en] tres direcciones: por una parte, la de los espacios próximos, donde
las distancias son un orden de magnitud a la medida del ser humano (del módulo humano); por
otra parte, la de los espacios 'lejanos', que implican en nuestra sociedad la n oción de recu rso
a una tecnología del 'transporte'; y, por fin, en el análisis de un sistema de 'telepresencia', en
donde la presencia real se sustituye por una presencia 'vicarial', una telepresencia, y donde las
redes que la consolidan consiguen ajustar la distribución de los seres en el territorio social. De
esta manera, en México o Brasil, la regresión de la civilización no está en función de la lejan ía
con respecto a una capital, o con una gran ciudad, sino en función de la distancia a una 'malla'
de la red d e com unica cione s que v iene co nstruye ndo u na 'soc iedad malla da'" (Moles, Rohmer,
1990:240).

- 72 -
5.
La ciudad y el territorio de la red,
en los albores del Tercer Milenio

Aún en la consciencia de no haber llegado a articular un modelo definido de interpretación


de la ciudad global sobre la base del concepto de red -mas con la convicción de haber desbrozado
un buen trecho del camino-, y en cualquier caso conscientes de que nuestro modelo interpretativo
es todavía frágil, al estar aún en construcción, debemos probar no obstante a aplicarlo de alguna
forma, buscando su posible operatividad.
Y para ello debemos contrastar este modelo, que correspondería única y exclusivamente al
estadio actual de nuestra civilización, y sus tendencias de futuro más evidentes, con los modelos
que han caracterizado otros momentos. Y debemos hacerlo, para terminar este capítulo,
atendiendo no sólo a la propia interpretación territorial de la ciudad, sino asimismo a la
interpretación del papel que el propio territorio cumple en ese paradigma en construcción.
Una vez más, debemos insistir previamente en nuestra convicción de que los usos del
territorio y su relación con la ciudad (es decir, su forma y su función) vienen determinados por
las relaciones y los medios de producción, y mediados por ciertas construcciones mentales y
estilos de relación con la Naturaleza, es decir estilos culturales, además de por el propio entorno
ambiental físico. Aunque estamos muy lejos aún de poder determinar mediante qué mecanismos
concretos ocurre eso, creo que el modelo que se propone puede constituir siquiera una pequeña
ayuda para avanzar en esa dirección. Al menos puede ayudarnos a racionalizar el aparente caos
en que el mundo real, en este caso el territorio, se nos aparece, al ubicar las tendencias actuales
en una cierta línea histórica.

De los asentamientos de interacción aleatoria


en la sociedad pre-tecnológica, al sistema jerarquizado
urbano-territorial industrial
La caracterización de la historia humana en términos de cierta analogía con la evolución de
los organismos vivos, de lo más simple a lo más complejo, es tan antigua como el intento de
comprender el sentido de las cosas, y sobre todo el sentido de los cambios que, aún dentro de
nuestro estrecho horizonte vital, los seres humanos llegamos a observar. Cada cierto número de
generaciones, la Humanidad -o la parte de la misma que protagoniza la Historia en cada
momento- se enfrentan con el hecho empírico de que la sociedad ha cambiado, y lo percibe en
términos de lo que Toffler describió como un shock de futuro (Toffler, 1970). Quienes,
padeciendo lo que podríamos denominar el síndrome de Ludd, se posicionan frente a los
cambios, encuentran que el shock no es sino la prueba de que, indefectiblemente, la Humanidad
camina hacia su destrucción. Pero quienes con Kant consideran la historia como una progresión
inacabable hacia mejor (Kant, 1989), estiman que se trata tan sólo de las incomodidades propias
del proceso adaptativo, y se apresuran a intentar construir un modelo explicativo.
Tal vez ninguna de las dos posiciones extremas describa la realidad en su totalidad, sino

- 73 -
únicamente una parte de la misma. Pero en cualquier caso, con independencia de que, frente a
dichos cambios sociales, nos situemos en posiciones apocalípticas o integradas, por utilizar la
ya clásica dicotomía de Umberto Eco, es evidente que dichos modelos constituyen un
instrumento de la razón que nos permite comparar no sólo diferentes periodos, sino asimismo
distintos espacios históricos. Y más en particular, en lo que al análisis del territorio se refiere,
permiten explicar en términos más complejos de los usuales las transformaciones que se vienen
produciendo tanto en su forma como en su función.
Partimos en suma de la idea, muy propia de las Ciencias Sociales, de que construyendo un
modelo interpretativo de la evolución podemos enfrentarnos con mejores 'armas' al aparente caos
del momento del cambio, atendiendo a la función normativa que también atribuímos a la ciencia.
A veces, como puso de manifiesto Friedmann respecto de Mumford, pueden incluso convivir
una modelización de la historia en términos implícitamente positivos, con una posición
apocalíptica en lo que hace a la valoración (Friedmann, 1981), y en ese punto surge sin duda la
necesidad de la utopía, como superación de esa flagrante contradicción del espíritu; cuestión que
va mucho más allá de los modestos planteamientos de nuestra reflexión.
El modelo más aceptado en la actualidad que explique la sucesión de las civilizaciones
distingue, a partir de una situación primigenia que nos es plenamente desconocida en sus
aspectos fundamentales, tres grandes eras -u oleadas civilizatorias, en Toffler-: una era agrícola
o tradicional, que se iniciaría con la primera revolución tecnológica conocida, la del Neolítico;
una era industrial o moderna, que se inicia no tanto con la Revolución Industrial inglesa como
con la Revolución Comercial del siglo XV; y una era informacional, o postindustrial112, que se
nos vendría anticipando desde mediados del siglo XX (Toffler, 1980). No es cuestión de
extendernos en una descripción exhaustiva, pero debemos señalar siquiera algunos aspectos, de
entre los que caracterizan a estas sociedades.

Sociedad Sociedad Sociedad


Agraria / Industrial / Informacional /
Tradicional Moderna Postindustrial
Objetivo que determina Supervivencia Incremento Realización
acciones y elecciones física del nivel de vida personal
Tendencia Demográfica Población Estable Explosión Demográfica Estancamiento/Equilibrio
Tipo de Asentamiento Rural Urbano Ciudad global/ virtual
Sector Clave Agricultura Industria Servicios
Actividad Dominante Extractiva Fabricación Información
de la Naturaleza
Productos Estratégicos Alimentos Bienes y Equipos Ideas
Recurso Básico Tierra Capital Conocimiento
Tipo de relaciones Comunitar ismo Individualismo Individualismo
de Mercado Corporativo
Energia Metabólica Fósil Inteligente
Relación con el Tiempo Ritmo de la Naturaleza Basada en el reloj Flexibilidad orgánica
Movilidad Física Escasa Grande Virtual
Relación vs. Naturaleza De dependencia De dominio De equilibrio

Si prestamos atención a los factores recogidos en la tabla, observaremos cómo han debido
determinar tanto la forma como la función del territorio, en su relación con la ciudad, en cada uno
de los momentos de dicha evolución.

112
En trabajos posteriores he introducido la denominación más atinada de Sociedad Telemática, para la nueva sociedad.

- 74 -
Aunque no tenemos recuerdo histórico de cómo los hombres anteriores al neolítico utilizaron
el territorio, tenemos la certeza de que en cuanto a la Humanidad le fue posible se estableció en
asentamientos permanentes, refugiándose de una Naturaleza que le era hostil. En realidad, el
hombre nunca ha vivido -fuera del mundo de los sueños y de la utopía social- en armonía con la
Naturaleza. Al contrario, sólo ahora, después de unos cien siglos de lento progreso, se encuentra
en condiciones de lograrlo -sin que ello implique, por supuesto, la convicción en que vaya a
llegar a hacerlo-. Aunque la forma en que -sobre todo a partir de Kingsley Davis- se ha descrito
la urbanización del mundo, ha llevado a pensar que la población humana haya pasado de estar
dispersa por campos y bosques a amontonarse en las grandes ciudades, el hecho cierto es que la
inmensa mayoría de la población vive en asentamientos estables con cierto nivel de urbanización
desde hace al menos cuatro mil años. El poblamiento disperso ha sido históricamente más raro
de lo que lo es actualmente.
Cuando el hombre descubrió la agricultura, pudo establecer en torno a sus asentamientos un
sistema de producción permanente de alimentos113. Descubrió incluso que los mismos factores
tecnológicos que le permitían producir alimentos le facilitaban la conversión de algunos
fragmentos de naturaleza en espacios que reproducían la utopía milenaria de una armonía en la
que la Naturaleza no agredía al hombre, sino que se le ofrecía. El sueño del paraíso de la utopía
judaíca se materializaba en los jardines interiores a los muros de la ciudad, y en las huertas de
su entorno. Pero más allá de esos pequeños espacios conquistados a la Naturaleza, se extendía
la terra ignota, el espacio del temor y la incertidumbre. Es en realidad la idea que transmiten
también los primeros mapas conocidos-.
El territorio externo a los asentamientos humanos ha sido, en la mayoría de las culturas, un
lugar oscuro y desconocido, espacio de hadas pero también de belicosos monstruos. El hombre
penetraba con temor en esos territorios, a dotarse de algunos recursos como la caza, la madera
y unos pocos minerales conocidos. El historiador J.R. Hale calculó que la distancia máxima a
la que un individuo podría llegar a desplazarse, por término medio, en las sociedades agrarias,
era de 25 kms (Hale, 1971). Si bien la capacidad de soñar siempre hizo imaginar al hombre que,
más allá de los bosques impenetrables, había lugares donde los perros se ataban con longanizas;
y aunque ciertamente no los había, sí existían otros grupos encerrados en sus pequeños territorios
humanizados, con los que, cuando unos pocos se aventuraron a encontrarlos, pudieron
intercambiar ideas y productos.
Podemos suponer que, en dicho estadio, los asentamientos humanos, con mayor o menor
carga de urbanización, constituían unidades predominantemente autosuficientes, gracias a los
recursos de su entorno más inmediato. Sin embargo, las teorías difusionistas de los antropólogos
nos permiten deducir la existencia de cierto tipo de relaciones entre asentamientos cercanos y/o
lejanos entre sí, pero dado el peso de lo natural tales relaciones e interacciones debían ser
fuertemente aleatorias, ni siquiera en todos los casos basadas en caminos o rutas preestablecidas.
No obstante, el desarrollo de asentamientos netamente urbanos, ciudades más poderosas
ubicadas en ciertos enclaves privilegiados -determinados por la mayor facilidad de dominio del
entorno ambiental, además de por situaciones estratégicas en en ciertas rutas estables- debió
modificar tal situación primigenia, determinando el establecimiento de flujos más o menos
permanentes de interacción, circulación de materiales, energía concentrada -en forma de
alimentos, productos energéticos, y en su momento monedas- o información, con una tendencia
creciente a la jerarquización.
Por otra parte, no nos cabe duda alguna de que fue el dominio de la Naturaleza el principal

113
Obviamos aquí la cuestión de la ciudad prístina, tema del que nos hemos ocupado en otros apartados.

- 75 -
desafío de la Humanidad durante varios milenios. Como al enemigo, se la observó sistemática-
mente; los viajeros descubrieron cómo otras comunidades habían encontrado algunos de sus
puntos débiles, y estos se difundieron multiplicando los conocimientos. Y al cabo, el hombre
llegó a la conclusión de que no era una brizna de hierba a merced de Los Elementos, sino que
podía llegar a ser su señor. Lo que Weber definió, al analizar la formación de las sociedades
modernas, como un 'desencantamiento del mundo' (Weber, 1985), equivale a lo que los
historiadores de la cultura han descrito como "el paso de una cosmología mágica, pre-moderna,
pre-capitalista, a una cosmología moderna, capitalista, científica" (Macfarlane, 1987). Lo cual
a su vez implica la idea de un mundo ordenado, medido en el espacio y en el tiempo. Los
bosques, las zonas pantanosas que habían atemorizado a los hombres, se convirtieron en fuente
inagotable de recursos para su progreso material. No debemos olvidar que las primeras
chimeneas fabriles se elevaron no en las ciudades, sino en los campos, cerca de las minas, de las
materias primas y de la energía (fósil o hidraúlica). La Sociedad Industrial conquistó
sistemáticamente el territorio, organizándolo en función de las necesidades productivas.
Sin embargo, en el punto álgido de la Sociedad Industrial no era la dispersión lo que
primaba, sino la concentración en las grandes ciudades. A lo largo de la primera mitad del siglo
XX, en los países industriales, se produce un no menos sistemático vaciado de los espacios
rurales, en la medida en que sólo en la ciudad industrial la división del trabajo posibilita la
sucesiva incorporación de nuevas oleadas de pobladores a los beneficios del progreso. Las
mismas revoluciones tecnológicas que incrementaban la productividad industrial, poniendo al
alcance de mayor número de gente los bienes materiales, incrementaban a su vez la productividad
agraria, arrojando de los campos a las ciudades a los campesinos 'improductivos'.
La Sociedad Industrial es, por naturaleza, la Sociedad Urbana. No vamos a retormar las
características básicas que hemos señalado en el cuadro de síntesis, pero sí debemos resaltar en
este punto que la ciudad industrial se convierte en un gigantesco organismo que debe alimentarse,
y que produce desechos. Diversos autores plantearon en los años '60 los términos del
metabolismo de las ciudades, definido como "la suma de todas las materias y productos que
aquélla necesita para el sostén de sus moradores" (Wolman, 1979); un proceso ya imparable,
pues como en el metabolismo orgánico, "no sólo implica una combustión, sino que la
continuación ininterrupida de ésta -la respiración- es condición para la prosecución de nuestra
vida" (Jouvenel, 1969). La función del territorio pasó a ser la de soportar, en el sentido más
amplio, el metabolismo de las ciudades. Y la planificación en este contexto, tanto la económica
como la urbanística, adquirió la función de otorgar racionalidad legitimadora a este proceso,
intentando ordenar la gestión de unos hinterland que, en las condiciones vigentes, se mostraron
a corto plazo incapaces de soportar los efectos del metabolismo. La oposición campo/ciudad, o
rural/urbano, tenía ciertamente un sentido de lucha seminal por el control del territorio.
Es en este marco en el que cabe el modelo analítico de los sistemas de ciudades, e incluso
su más afinada expresión del sistema de ciudades mundo, siempre entendido en todo caso, dicho
sistema, como una estructura jerárquica y con tendencias a la estabilidad.

La crisis de los sistemas urbanos de la sociedad industrial


A partir de mediados del siglo XX las cosas habían empezado a cambiar: se había iniciado
la transición, en la que en la actualidad nos vemos envueltos, hacia la Sociedad de la
Información.
Describir cómo se inició el proceso va más allá de los propósitos de este texto, pero creo
necesario señalar someramente al menos algunos hitos fundamentales que han marcado una lenta

- 76 -
transición de la que no siempre hemos sido conscientes.
En primer lugar la Revolución de las Comunicaciones -antes aún que la de las telecomunica-
ciones-. La constante aceleración en la velocidad tanto de la comunicación entre las personas
como del transporte de mercancias y personas hizo innecesaria la concentración en las ciudades
de las estructuras productivas -y por supuesto las residenciales-. El proceso de dispersión de
actividades fue inmediato, y el uso de la tierra en vastos territorios empezó a reflejar "la variedad
de formas de vida de su gente y el poderoso influjo de la ciudad" (Gottman, 1973). En las últimas
cuatro décadas hemos asistido a un proceso sistemático de dispersión, iniciado en los Estados
Unidos en los años ‘50, y luego generalizado en todos los países industriales.
En segundo lugar las sucesivas revoluciones tecnológicas (tanto la electrónica e informática,
como la operada con la invención de nuevos materiales, la biogenética, y por supuesto las
telecomunicaciones) que han generado nuevas formas de producción no basadas en la industria
pesada y que, con el conveniente sostén de infraestructuras de comunicación, contribuyen aún
más a la dispersión productiva en lo que llamo la urbe global.
En tercer lugar la fragmentación social y económica. La división urbana del trabajo ha
propiciado la disgregación de los grandes grupos sociales (clases sociales, comunidades con
raíces comunes, etc) en una miríada de grupos de interés, cohesionados por todo tipo de factores
sociales, desde las relaciones de producción a los sistemas de creencias. La diversidad social se
ha acentuado enormemente.
En fin, hay que hacer al menos referencia al cambio de valores que se inicia en los años ‘60
-a partir del momento en que en los países industriales la población encuentra satisfechas sus
necesidades básicas-, apuntados tempranamente (Sacco, 1974) y sistematizados por Inglehart
como valores postmaterialistas (Inglehart, 1990). Estos nuevos valores van a generar la aparición
de lo que se denominó el ‘empresariado moral’ (Becker, 1973), capaz de organizar redes de
presión y que se erigen en promotores de usos socialmente admitidos para el territorio.
En correspondencia con todos estos factores, asistimos a la propia fragmentación de la
ciudad:“el espacio urbano, como globalidad, se fragmenta en multitud de piezas más o menos
alejadas entre sí; se rompe la continuidad, característica de la urbe hasta ahora” (López de
Lucio, 1993). Lo que no es, en realidad, sino el proceso de constitución de la urbe global.

El territorio de la red en la urbe global


Es este marco el que queremos interpretar con la imagen de la red urbana, como abstracción
de la urbe global.
La desconcentración que se produce al iniciarse la decadencia de la sociedad industrial ha
provocado la transformación del propio concepto de urbanización. Ya no cabe referirlo
únicamente al desplazamiento de población hacia las ciudades -aunque se siga produciendo-, sino
también y sobre todo a la extensión de la cultura urbana al conjunto del hinterland de las
ciudades. Lo cual, por otra parte, convierte en ineficiente la tendencia a la concentración
demográfica en los grandes centros dominadores del sistema urbano, posibilitando la
recuperación, evidente en los países más avanzados, de las pequeñas y medianas ciudades, sobre
las que en un próximo capítulo profundizaremos.
Lo cual ha hecho que la contradicción entre lo rural y lo urbano haya dejado de estar vigente.
En los países avanzados no puede hablarse ya de espacios rurales y espacios urbanos, sino de
una continuidad isomorfa de caracter urbano, rota tan sólo en algunas islas: en unos casos,
pequeños núcleos perdidos en el espacio y el tiempo, que mantienen relativamente viva la cultura
rural; en otros, las grandes metrópolis, que aportan una nueva cultura metropolitana, no

- 77 -
suficientemente definida pero esencialmente distinta de la cultura urbana.
A cambio, ahora podemos entender la dialéctica campo/ciudad en un sentido mucho más
estricto, como relación entre lo que se entiende por continuum edificado, o suelo urbano en
términos de planeamiento, y su territorio circundante114.
Naturalmente, estos modelos no son universales. Hay espacios que parecen anclados en un
punto temporal indefinido, cuyo suelo rústico parece responder al concepto ideal que todos
tenemos de Naturaleza115. Aunque las fuerzas a las que vamos a referirnos se pueden detectar
incluso en tales espacios, fundamentalmente aparecen en el entorno de las grandes ciudades, y
más aún en aquellos territorios tremendamente complejos de economía mixta, agroindustrial pero
con un creciente peso del sector servicios, que constituyen las zonas agrarias más ricas (Baigorri,
1983).
En este sentido, hace casi veinticinco años que inicié una reflexión sobre las interrelaciones
entre la estructura, la forma y la función del territorio exterior a las ciudades, tomando como
elemento de análisis esa competencia que diversos agentes ejercen, expresada en términos de
competencia por el uso del recurso tierra116. Parece de interés retomar dichos análisis por cuanto
describen las características del territorio como recurso justo en el momento en que la sociedad
industrial empezaba a transformarse en sociedad de la información, pero en un país que vivía
todavía los últimos estertores de una era de las chimeneas que, como los peores dictadores,
moría matando. Creo que tenemos ya una cierta perspectiva histórica que debería permitirnos
distanciarnos del mero entrechocar de las olas, y comprender dichos procesos en un marco
evolutivo más general.
A medida que percibimos cómo desaparece la oposición dicotómica campo-ciudad, al
estructurarse el territorio de los países desarrollados en un contínuum crecientemente isomorfo
al servicio de la red urbana global, llegamos a la conclusión de que los protagonistas de la
competencia ya no son los campesinos frente a los urbanitas, sino una especie de todos contra
todos. Tal y como en la Naturaleza distintas especies compiten por el territorio, además de
competir además a nivel interno los miembros de cada especie.
Así, los ecologistas urbanos compiten, pretendiendo un uso bio-arqueológico de ciertos
suelos caracterizados como 'espacios naturales', con los domingueros (que los desean para un
uso recreativo-residencial), las grandes corporaciones (que los precisan para instalar sus plantas
de producción o sus instalaciones de ocio) o el propio Estado (que puede precisarlos para ubicar
sobre ellos grandes infraestructuras o equipamientos). Y a su vez todos ellos, urbanitas, compiten

114
Desde una perspectiva normativa -la del planeamiento urbano-, deberíamos pasar a ver el conjunto del término municipal
(o el conjunto de términos municipales, si nos enfrentamos a un planeamiento de ámbito comarcal o regional) como un recurso
que cumple funciones muy diversas, que satisfa ce a grupos sociales y eco nómicos muy diferenciad os entre sí, y que como
veremos genera a menudo una fuerte competencia. Compatibilizar todas las demandas y necesidades manteniendo un equilibrio
entre ellas, y manteniendo a su vez un equilibrio entre las alternativas conservación y desarrollo, es el gran desafío del
planeamiento del siglo XXI.

115
Me resisto a utilizar el término Naturaleza, por cuanto la Naturaleza no existe en las sociedades desarrolladas. El campo, el
espacio rústico, lo rural, es el resultado de la acción civilizatoria del hombre a lo largo de siglos y aún milenios. La Naturaleza
es un espacio ideal que incluso c omo concepto surge muy tardíamente en la historia de las ideas, en el marco del Renacimiento,
cuando el hombre occidental alcanza la percepción de que la ha perdido para siempre. Hoy la Naturaleza es casi exclusivamente,
al decir de Lefebvre, un reclamo publicitario.

116
En informes para el Plan Director Territorial del Alfoz de Burogs (1977), los PGOU's de Puerto de Santa María y Alfaro
(1980), Alicante (1981), Ejea de los Caballeros (1982), Tauste (1983) y Badajoz (1985), así como en la propuesta de análisis
para el Plan Especial del Suelo No Urbanizable de Tudela de Navarra (1983), y sobre todo en el Estudio Territorial de
Extremadura (1991). He intentado sistematizar algo de estas cuestiones en (Baigorri 1982, 1983, 1984 y 1992) y en (Baigorri,
Gaviria et al, 1985, pp.50-91).

- 78 -
con los rurales, que pueden precisarlos (compitiendo a su vez entre sí) para la agricultura, la
ganadería, la producción forestal o la caza.
Algunos parques naturales, como el de Doñana en el Sur de España, son ejemplos
paradigmáticos, en los que hemos visto competir a biólogos conservacionistas, agricultores de
regadío, ganaderos, cazadores, urbanizadores y al propio Estado (que los toma como área de
descanso para sus dirigentes)117; obviamente la alianza entre conservacionistas y aparato del
Estado ha supuesto su institucionalización como Parque Natural, pero un juego de alianzas
distinto podría haber conducido a otro resultado. He tenido ocasión de conocer otros ejemplos,
como el del embalse de Alange, en Extremadura; construído para mejorar los regadíos de las
Vegas del Guadiana, se ha convertido en un espacio fuertemente competido por las industrias de
la ciudad de Almendralejo, que deben efluir los resíduos de los molinos de aceite de oliva sobre
algunos cauces que lo alimentan; la ciudad de Mérida, que ha empezado a utilizarlo como fuente
de abastecimiento; el municipio de Alange, justo donde se asienta la presa, a cuyos actuales usos
turísticos termales -cuenta con unas termas de origen romano- querría añadir un turismo más
masivo de pantano; la principal organización ecologista de la región, que monopoliza el uso de
varias islas y penínsulas; los ganaderos de la zona, que han construído siempre refugios y ahora
se ven perseguidos por los ambientalistas... podríamos buscar todavía más agentes en conflicto.
No se trata, estrictamente, como tradicionalmente se ha planteado, de una oposición
conservación/desarrollismo. Hay competencias dentro de lo que podríamos llamar el bloque
histórico productivista: los promotores inmobiliarios y turísticos compiten por ejemplo con las
grandes factorías potencialmente contaminantes; unos y otros con las explotaciones mineras; los
propios usos infraestructurales, dirigidos funcionalmente en beneficio de la maquinaria producti-
va, pueden hallarse en competencia con otros usos productivos agrarios, industriales o
inmobiliarios. Y hay también, cada vez en mayor medida, competencia dentro del supuesto
bloque histórico proteccionista118.
Del juego de interrelaciones y alianzas, es decir de las posibilidades de comensalismo entre
distintos agentes en competencia, dependerá el uso final que funcionalmente se asigne a ese
espacio protegible. Los grupos o alianzas pueden conseguir que el espacio sea protegido, o
asignado a otros usos, en función de su capacidad de influir en la toma de decisiones colectivas.
Es así como podemos hablar de una construcción social de los espacios naturales (Baigorri,
1991b y 1999).
Considerar estos procesos supone ir más allá de los habituales análisis del territorio,
centrados casi exclusivamente en dos aspectos: la estructura (del suelo, de la diversidad
biológica, de la propiedad, de las explotaciones) y la forma (paisajes, cultivos, parcelación...).
Hay que añadir un tercero: las funciones que cumple el territorio, cada vez mayores y más
complejas, y casi siempre metaagrarias.
En (Baigorri, 1984) mostraba cómo el recurso tierra cumple hoy funciones muy diversas,
destacando como esenciales las siguientes:
a) Conservación de la vida (conservación de la biomasa)
b) Producción agraria
c) Explotación de recursos naturales (minas, aprovechamientos forestales y cinegéticos, etc)
117
La quintaesencia de dicha competencia podemos observarla en un hecho sólo aparentemente anecdótico, ocurrido a finales
de 1997. La prensa nacional, en estas fechas, informa sobre el conflicto surgido en el parque de Doñana al ser denunciado por
cazar patos en la zona de reserva nada menos que el biólogo que durante años fue director-conservador del parque. Sin duda la
competencia entre sectores se materializa incluso en contradicciones y conflictos internos de los propios agentes que compiten.

118
Sin ir más lejos, los agricultores, que inicialmente fueron los mejores aliados de los ecologistas en la mayor parte de los países
avanzados, han terminado por convertirse en objeto de los más duros ataques por parte de los ambientalistas.

- 79 -
d) Descongestión de la ciudad como:
1) soporte de actividades industriales o de servicios molestos, insalubres y
peligrosos
2) soporte de servicios y dotaciones particulares o institucionales que requieren
unos espacios caros dentro de los cascos urbanos
e) Crecimiento y desarrollo residencial de las propias ciudades y pueblos
f) Soporte de redes de transporte y comunicación (carreteras, líneas eléctricas y telefónicas,
ferrocarriles, canales y conducciones de agua, etc) entre los nudos de la red urbana
global119.
g) Descanso y bienestar para todas las capas sociales, si bien compartimentados los espacios
por clases y estratos.
De forma que diversos actores deben competir por el uso y control de este recurso hoy
escaso: agricultores, ganaderos, residentes urbanos, comerciantes, industriales, organismos
públicos, grupos conservacionistas, etc, lo que se manifiesta como competencia por el uso
agrícola, ganadero, urbano, residencial, forestal, comercial, minero o infraestructural de la tierra.
En (Baigorri, Gaviria et al., 1985) mostrábamos, sobre el área metropolitana de Madrid,
tantos usos no agrarios en el territorio supuestamente rústico como nunca hubiésemos podido
imaginar. Nada menos que 177 usos concretos y distintivos, desde centrales térmicas a
recicladores de materiales de construcción, pasando por usos tan peregrinos como centros de
amaestramiento de perros de seguridad, empresas pirotécnicas, clubs de tiro, cuarteles, centros
de investigación inmunológica, grandes lavanderías asépticas, mercado de ocasión de camiones,
guardamuebles, seminarios, residencias de animales, cárceles, casinos de juego, escuelas taurinas,
clubs de alterne, frontones, grandes antenas de seguimiento espacial y un largo etcétera, en el que
se incluía también, obviamente, el uso agrícola.
Es la confluencia de todas estas funciones diversas, este sinnúmero de usos diferenciados,
junto a los propios núcleos urbanos existentes, lo que otorga personalidad al territorio. Si
consideramos al suelo rústico como un espacio ignorado120, esa multitud de funciones se
desarrollará de forma desordenada, provocando disfunciones y contradicciones, no sólo entre el
medio ambiente y el desarrollo urbano (o edificatorio), sino también entre la industria y la
agricultura, o entre esta y las necesidades dotacionales, de ocio, etc. Ejemplos claros son los
fenómenos de las parcelaciones ilegales, los vertederos incontrolados, o fenómenos como los
huertos periurbanos, propios de las grandes ciudades y metrópolis (Baigorri, Gaviria, 1985).
Un análisis realizado en la época de ocaso de las chimeneas, en el municipio de Alicante,
puede servirnos de ejemplo; pero podríamos tomar cualquier otro término municipal de cualquier
ciudad media dinámica. El término municipal de Alicante se ha complejizado notablemente des-
de entonces (1981), pero en aquellos momentos mostraba en todo su esplendor la competencia
por el territorio121.
Los mapas, e incluso los recorridos superficiales del territorio, nos hablan de un espacio
ignorado, tal y como tradicionalmente es visto por los urbanistas. Sin embargo, se trataba de un
espacio ciertamente ignorado por los planificadores, pero en absoluto vacío. En todo caso

119
Hoy se reconoce que autopistas, conexiones aéreas o trenes de alta velocidad, “son en realidad transportes 'urbanos'”
(Dumont, 1995:65)

120
Bien ignorándolo, como ha venido ocurriendo con el planeamiento tecnocrático tradicional, bien superprotegiéndolo hasta
imposibilitar cualquier actividad, como ocurre con el planeamiento tecnocrático ambientalista de nuevo cuño.

121
De hecho, hoy probablemente no sea posible observar la riqueza y variedad de agentes en competencia que, justo en plena
crisis de la Sociedad Industrial, tuvimos ocasión de detectar.

- 80 -
podríamos hablar de un vacío imperfecto, lleno de cosas, actividades, apetencias, en suma
tensiones.
La observación más somera mostraba la existencia de poblamiento disperso, pequeñas
pedanías -originariamente surgidas como asentamientos campesinos que facilitan el control y el
cultivo de un extenso territorio de 20.000 Has, y que con el tiempo se han ido complejizando-,
cuya población oscilaba entonces entre los 58 y los casi 1.000 habitantes (exceptuando la urba-
nización turística de Playa de San Juan, con casi 2.000 habitantes permanentes). Y si a a ello le
añadimos las vías de comunicación nos aparece ya una malla, más densa cuando incorporamos
la red de caminos rurales no pavimentados, que interconecta los distintos puntos del término
municipal, así como al conjunto del municipio con el exterior.
La superposición de las líneas eléctricas de alta tensión, las subestaciones y las líneas
telefónicas que surcan el término municipal, y que posibilitan el uso multifuncional del territorio,
empieza a complejizar notablemente ese vacío. Y si añadimos la relativamente densa red de cana-
les y tuberías que, con agua potable o de riego (procedente de embalses del interior, del trasvase
Tajo-Segura e incluso de varias estaciones depuradoras de aguas residuales), recorren el término,
la situación se complica aún más. Precisamente la agricultura ultrintensiva de regadío, que utiliza
en buena parte esas redes citadas, era todavía en 1981 -dado su poder económico- un poderoso
agente competidor en la utilización del territorio122.
Como lo eran los usos extractivos. Mármol, yesos, cemento, arcillas..., pues en la medida
en que los recursos lo permiten la ciudad se construye con materiales de su entorno. Se incluía
la producción de sal marina, para cuya decantación se precisan de grandes superficies de terreno,
aunque la caída del precio de la sal ya venía provocando entonces una decadencia generalizada
de las salinas marinas en todo el territorio nacional, ante la imposibilidad de que este uso
compitiese con las elevadas rentabilidades ofrecidas por la función residencial sobre la primera
línea de playa123. Y debíamos incluir, asimismo, los usos extractivos forestales.
La densa malla de redes de comunicación y abastecimiento que cubre un territorio aparente-
mente vacío -y en consecuencia incontrolado124- facilita la ubicación fuera del casco urbano de
actividades molestas, insalubres o peligrosas, o que requieren grandes superficies de suelo, con
un elevado coste en suelo urbano.
Y se ha señalado, en fin, cómo el territorio cumple asimismo una función de ocio, descanso
y bienestar para los habitantes de los cascos urbanos, alcanzando por igual a todas las capas
sociales. El proceso temporal por el que las distintas clases han accedido a la satisfacción de esta
necesidad nos marca un proceso de segregación espacial, que al igual que se observa en los
núcleos urbanos podemos detectarlo en las áreas de suelo rústico utilizadas para el ocio125.

122
En la agricultura de Alicante el único factor limitante es el agua, para obtener altísimos rendimientos, y el coste de acarreo
de este recurso, por elevado que sea, es compensado por las producciones de de primor.

123
Curiosamente, la decadencia de las salinas marinas, tan codiciadas por los promotores inmobiliarios de costa, provocó la
recuperación de minas de sal interiores que habían sido abandonadas años atrás.

124
Desde un punto de vista normativo, el principal efecto de la consideración de los espacios 'no urbanizables' como vacíos
territoriales ha sido la falta de control y policía urbanística sobre los mismos.

125
En una primera época las clases altas utilizaron las limpias playas de San Juan y la periferia urbana del Norte, en las huertas
más antiguas y feraces huertas, en un área que por su cercanía al casco pronto termina siendo absorbida. A su entorno acudieron
luego las clases medias, ocupando áreas más extensas de la huerta. Y, ya a partir de los años '70, la clase trabajadora debe con-
formarse con los terrenos más alejados del casco urbano, por su menor coste (por su lejanía, ilegalidad y baja calidad ambiental
y paisajística, a menudo con vistas a instalaciones mineroindustriales). La generalización de este fenómeno supone la aparición
como hongos de parcelaciones ilegales.

- 81 -
Por tanto, hablar de algo tan simple conceptualmente como el suelo no urbanizable, ese es-
pacio vacío en el que aparentemente no hay nada -e incluso nos parece que no hay efectivamente
nada, en espacios sin grandes valores ambientales, cuando lo observamos superficialmente-, es
a todas luces insuficiente cuando nos detenemos a analizar esa multiplicidad de funciones que
atiende ese territorio, y desde un punto de vista normativo resulta obvio que la ordenación será
inadecuada, al no atender a la multiplicidad de agentes que compiten por el uso de ese suelo.
De ahí que, para el caso que nos ocupa, en mi interpretación general del territorio126 no
hablase de un suelo no urbanizable, sino más bien de tres tipos de espacios, “urbanizados con
intensidad variable”: el casco urbano, los territorios suburbanizados, y los territorios
semidesertizados, que aunque atendían funciones muy complejas y aparecían relativamente
habitados, no constituían un casco urbano definido.
En suma, hoy podemos decir a ciencia cierta que el desierto no existe. El aviador que
protagoniza la famosa historia de Saint Exupéry no hubiese sido visitado por ningún principito;
ningún viajero de otro planeta se atrevería a descender ante la intensidad de tráfico actual....
Aventureros, probadores de coches, arqueólogos, geólogos a la búsqueda de petróleo o de
minerales, biólogos buscando la planta salvadora contra la sequía, adoradores del sol, o de la
luna, o de la arena, o del yo perdido en la inmensidad... navegan incansables, por tierra o aire,
a través de los desiertos geográficos -que no sociales-. Y si esto es así para los llamados
desiertos, ¿cómo podemos seguir creyendo que el territorio de la civilización se resuelve en una
dicotomía simple entre lo rural y lo urbano, atribuyendo además a lo rural alguna especie de
vacío?.

El jardín de la urbe global


La imagen de urbe global que se propone, entendida como “un continuum inacabable en
el que se suceden espacios con formas y funciones diversas, con mayores y menores densidades
habitacionales, pero que en su totalidad participan de una u otra forma de la civilización y la
cultura urbanas”, hasta el punto de que, al abarcarlo todo y descansar sobre las telecomunicacio-
nes, la ciudad “deja de existir como espacio físico (...), se hace virtual” (Baigorri, 1995), se
inspira en parte en la ecumenópolis de (Doxiadis, 1979), que avanzaba los nuevos esquemas
dominantes de organización social en red -concepto que incluye la idea holista de interrelación
entre todos los factores-, antes que en el neoestructuralismo jerárquico, propio del pasado, que
se deriva tanto de los modelos de Sassen, como de los de Castells y Hall, e incluso del modelo
de ciudad-mundo de Friedmann. Para Doxiadis, la ecumenópolis se constituye como resultado
de la interacción de cinco elementos: las capacidades de la Naturaleza, las necesidades del
Hombre, las estructuras sociales, la capacidad técnica para la edificación en general (lo que él
llama las conchas), y las redes, en el sentido más amplio del término. Es decir, básicamente el
modelo POET (Población, Organización -cultura no material-, Medio Ambiente y Tecnolo-
gía-cultura material-) propuesto por los sociólogos de la Escuela de Chicago como paradigma
de la Ecología Humana(Park, 1936).
Algunos autores interpretan imaginativamente la urbe global en términos de una virtualidad
límite, en la que “sus lugares serán construídos virtualmente por software, en lugar de
físicamente con piedras, y estarán conectados por conexiones lógicas más que por puertas,
pasajes y calles” (Mitchell, 1995). Frente a dicha interpretación, la tradición ecológica nos ata

126
El estudio que utilizamos se enmarcaba dentro de los trabajos preparatorios de la revisión del PGOU, encargados por el
Ayuntamiento a la consultora urbanística EUSYA, de Madrid.

- 82 -
a la materia, Pero más desde la temprana perspectiva ecohumanista de un Jouvenel que reclama
la necesidad de convertirnos en jardineros de la Tierra (Jouvenel, 1969), o un Whyte que
proclama la urgencia de tratar el territorio a un nivel micro, construyendo en términos de humano
el “paisaje final” (Whyte, 1968), que desde el tecno-ambientalismo alimentado por el modelo
de una economía de la nave espacial Tierra (Boulding, 1966) o la hipótesis de Gaia (Lovelock,
1979).
En la urbe global que corresponde a la Sociedad de la Información, el territorio menos que
nunca va a poder ser considerado como Naturaleza, sino como un auténtico entorno ambiental
(environment) que sostiene diversidad de usos, respondiendo a demandas no menos diversas.
Aquí los intersticios en la red urbana global son cada vez más reducidos, y afectan simultánea-
mente a escalas de muy distinto nivel127 -y en consecuencia la planificación territorial y
urbanística tiene un papel importantísimo que cumplir buscando la convivencia de diversos y
legítimos intereses que compiten por su utilización-. Se trata en suma de considerar el conjunto
del territorio como objeto de la acción planificadora, analizándolo ya no como Naturaleza, sino
como un espacio que forma parte intrínseca de lo urbano, tremendamente complejo en usos y
funciones, estrechamente interrelacionadas entre sí y sobre el que agentes muy diversos y
contrapuestos compiten por su dominio. El territorio de la urbe global ni es el campo, ni mucho
menos la Naturaleza; su capacidad funcional como recurso es muy superior, según ha quedado
expuesto, y olvidarlo es condenarnos a seguir planificando en los mismos términos que en la era
de las chimeneas128.
Quiero recordar que la idea de ciudad global fue anticipada en un sentido bien distinto por
Yona Friedman, como utopía realizable en términos de proyecto que satisface la satisfacción de
un grupo de seres humanos mediante el consentimiento de dicho grupo, es decir bajo radicales
principios democráticos (Friedman, 1977). Ciertamente, la Historia no ha terminado, y a las
nuevas formas de la ciudad debe corresponder una nueva utopía realizable, una nueva
construcción social en la que la Humanidad ejerza, ciertamente, como jardinera de la Tierra. El
territorio, entonces, no es sino el jardín de la urbe global, con toda la implicación intraurbana que
tiene el concepto de jardín. El hombre esperaba que, más allá de la terra ignota, hallaría el Jardín
del Edén. Hoy se ve obligado a ser, él mismo, el jardinero de toda la Tierra si quiere sobrevivir
como especie. Afortunadamente, cuenta con los principios morales, las capacidades y los medios
técnicos necesarios para conseguirlo.

127
No olvidemos que la base ecológica de las ciudades no está en su entorno inmediato, sino en lugares dispersos y muy alejados
del planeta, pues se ha evaluado en 4,3 Has la base ecológica actual -el footprint- de un urbanita avanzado (Wackernagel, Rees,
1995). El modelo de urbe global es pues un instrumento analítico fundamental, ya que en estos términos el entorno de los
instersticios de la urbe sería el conjunto del planeta.

128
A menudo la convivencia de usos y funciones de la sociedad agraria, la sociedad industrial y la sociedad de la información
tienden a confundirnos. Sobre todo porque nos manejamos con conceptos -pro o anti- anclados en la sociedad industrial.
Pensemos como ejemplo de uno de esos nuevos usos a tener en cuenta, en los centros de teletrabajo que van a ir surgiendo,
alejados de las grand es ciudade s, con su p ropia área residenci al y de ocio, tal y como los p oblados industriales y mineros
florecieron en el siglo XIX. El factor de localización no es la materia prima, ni el transporte, ni la insalubridad o molestias que
la actividad pueda suponer sobre la ciudad existente. En el marco de la red global de transportes y telecomunicaciones, la
localización de estos nuevos poblados informacionales está determinado fundamentalmente por dos factores; el coste del suelo
-demasiado alto para talleres informacionales que generan escaso valor añadido por unidad de producto, en el centro de las
ciudades- y un entorno de calidad que sea capaz de atraer a los teletrabajadores.

- 83 -
Segunda Parte

Mesópolis transfronterizas

- 84 -
- 85 -
En este apartado se trata de esa particular categoría de ciudades para las que he utilizado el
neologismo mesópolis, profundizando especialmente en las que además tienen la cualidad de ser
transfronterizas, como ocurre en el caso de Badajoz.
Puede sin duda parecer contradictorio, después de dedicar una buena parte del esfuerzo
precedente a intentar demostrar el advenimiento de la urbe global, el intentar distinguir ahora una
parte del todo. Sin embargo, no es menos cierto que, según se ha expuesto, el concepto de urbe
global se concreta en una red urbana constituída por unidades que pueden distinguirse
empíricamente, aunque en no pocos casos, en las conurbaciones y en las denominadas regiones
urbanas, sean difícilmente delimitables.
El mismo concepto geddesiano de metrópolis nunca ha presentado dificultades para la
distinción entre las unidades político-administrativas que las forman. De hecho, las políticas
metropolitanas que han constituído la característica fundamental del urbanismo del siglo XX no
han impedido la manifestación de intereses y estrategias individualizadas, y a menudo
contrapuestas, de los distintos municipios -o perímetros administrativos, en general- que
conforman las metrópolis.
Asimismo, la definición por Gottman del concepto de megalópolis, tomando como primer
ejemplo el Noroeste de los Estados Unidos, no impidió el discernimiento de ciudades concretas
que, formando parte de dicho aglomerado urbano, se benefician o sufren las sinergias -positivas
y negativas- del aglomerado, pero tienen a su vez perfiles claramente delimitados, políticas
individuales, y estrategias consecuentes.
Incluso el novísimo concepto de metapolis propuesto por Ascher (1995), entendido como
algo que va “más allá de las ciudades”, y referido el conjunto de Europa o de Norteamérica
como regiones o continuos urbanos en el futuro (concepto que no va mucho más allá del de
Gottman), se concreta en espacios urbanos perfectamente discernibles y delimitables.
Del mismo modo, en la urbe global podemos distinguir fácilmente cómo los distintos nudos,
más o menos importantes demográficamente, más o menos influyentes desde el punto de vista
económico, político o cultural, siguen correspondiéndose en buena medida con espacios
históricos, para los que conservamos la rudimentaria definición de ciudades.
Aunque se hace crecientemente difícil una correspondencia directa entre dichos espacios
sociales y los lugares físicos en los que las ciudades surgieron y se han desarrollado. El espacio
urbano de la metrópolis de Nueva York está formado no por los lugares -perímetros administrati-
vos con una base física contigua- que dieron lugar a la ciudad del mismo nombre, sino por un
conjunto mucho más amplio de lugares, con los que en ocasiones -gracias a las telecomunicacio-
nes- ni siquiera existe contigüidad física. De igual forma el espacio social al que denominamos
Madrid se corresponde hoy con un conjunto de perímetros administrativamente diferenciados del
lugar Madrid, que constituye el municipio articulador de una metrópolis, pero también se
corresponde con un conjunto de posiciones sociales interconectadas geográficamente y ubicadas
en lugares físicos a veces incluso muy alejados de la corona metropolitana. “Incluso los
ciudadanos de una ciudad utilizan su nombre con diferentes sentidos, dependiendo del
contexto”(Habitat, 1996:14).
Para los teóricos de las ciudades-mundo, aún cuando atribuyen un peso determinante a las
tendencias a la centralización del poder y de la actividad económica, aparece la evidencia de que
“existen no obstante una multiplicidad d e correlac iones esp aciales pa ra esta
concentración, y en este sentido vemos emerger una nueva geografía del centro, que puede
incluir una red m etropolitana de nodos conectados a través de las telecomunicaciones
avanzada s. No se trata de suburbios en el sentido en que los concebíamos veinte años atrás, sino
de una nueva forma o espacio de la centralidad” (Sassen, 1995:73)
Hasta qué punto tales centros virtuales podemos asignarlos a un lugar geográficamente

- 86 -
definido es una cuestión que está por resolver129. Pero, en cualquier caso, no podemos negar que
tales lugares son materializaciones de la urbe global en los que las gentes viven, disfrutan, se
afanan y trabajan, existen y tienen nombres, por más que en muchos casos el propio nombre
geográfico pueda constituir incluso un equívoco.
Pero, sobre todo, en los mismos términos que hablamos de las ciudades-mundo 'estableci-
das', también podríamos hacerlo de otros muchos nodos de la red urbana global, de mucha menor
escala tanto física como virtual.
En suma, más allá -en realidad, más acá- de la urbe global no podemos negar la existencia
de ciudades concretas, cuyo espacio social puede diferir del geográfico, pero que constituyen en
cualquier caso objeto de estudio también en sus individualidades, que responden a los intereses
concretos de sus habitantes -o de sus grupos dominantes-. La importancia de la existencia de la
urbe global radica, en este caso, en la inevitabilidad de tener en cuenta la posición -o posiciones-
y funciones de la ciudad concreta en la urbe global.
El rápido desarrollo de las teorías de la globalización, y en el caso del análisis de la ciudad
de las teorías de las ciudades-mundo, ha centrado los análisis casi en exclusividad en este tipo
de megalópolis, como si el carácter 'ordenador' que tienen en la red fuese determinante del
comportamiento del conjunto. Como ya hemos apuntado, esa posición presupone un principio
estructuralista de carácter jerárquico que a nuestro modo de ver no puede aplicarse plenamente
al funcionamiento de la red global, mucho más imprevisible e incluso anárquica de lo que puede
desprenderse de dichas teorías. Por el contrario, es necesario el análisis también de los nodos de
importancia diversa de la urbe global, así como el de esos intersticios en los que según he
expuesto se mantiene la ruralidad, y por supuesto de ese tipo de sinapsis que es el territorio, para
poder construir una imagen más o menos acabada del conjunto de interacciones que mantienen
esa urbe global en términos casi virtuales, y poder entrever las tendencias evolutivas de la misma.

129
Cabe señalar la reciente consideración de estos presupuestos justamente al analizar una de las tipologías nodales más
características de la sociedad de la información en el marco de la globalización: los parques tecnológicos, o tecnópolis. Frente
a la consideración de las mismas como espacios físicos centralizadores -según el modelo de Castells y Hall- se apunta el
surgimiento de tecnópolis virtuales que superan las limitaciones derivadas de la proximidad física, pues “las empresas se
comunican y cooperan más con otras empresas y con centros de investigación que trabajen en el mismo campo, aunque estén
distantes, que con otras firmas o centros más próximos, incluso situados en el propio recinto del parque, pero pertenecientes
a áreas tecnológicas diferentes (...). La proximidad física posibilita ciertas sinergias, pero la relación entre las empresas o
centros de una misma comunidad o red científica y tecnológica, sin limitaciones de tipo geográfico, es más importante. El fax
y el correo electrónico han contribuido en gran medida a reforzar los vínculos entre los miembros de estas redes virtuales”
(Escorsa, 1997:139)

- 87 -
6.
La medida de las ciudades

En este apartado haremos una revisión, siquiera somera, de las diversas tipologías de nodos
que componen la urbe global, centrándonos fundamentalmente en los países avanzados, en cuyo
marco se ubica el objeto de nuestra investigación. A partir de esa base podremos avanzar en el
concepto de mesópolis que se propone para dicho objeto de estudio.
Tradicionalmente, y gracias al apoyo -a menudo único apoyo- de la Demografía, la
diferenciación entre lo rural y lo urbano ha sido particularmente sencilla, dependiendo del punto
en que -por supuesto, siempre de forma arbitraria- se decidiese fijar la densidad a la que se
atribuía la condición de población urbana (Davis, 1967:14)130. La cuestión del tamaño ha sido,
en realidad, el criterio básico para la distinción de lo que es ciudad de lo que no lo es, de lo que
es urbano de lo que es rural.
Cuando estamos planteando la ruptura de la dicotomía rural/urbano, las cosas se ponen desde
un punto de vista analítico sensiblemente más difíciles. Recordemos que todavía en 1973 Lewis
Mumford consideraba que “la definición misma (de ciudad) está todavía en discusión”
(Mumford, 1973:384), y que a principios de la presente década se apuntaba que
“en estos mome ntos hay registrada s y codificadas más de cien definiciones operativas
de lo urbano y la urbanización sin que haya acuerdo alguno sobre la bondad de ninguna de
ellas” (Salcedo, 1990:247)
De hecho, las definiciones de ciudad que ofrece el Diccionario de la Real Academia de la
Lengua son extremadamente pobres (“Población, comúnmente grande, que en lo antiguo gozaba
de mayores preeminencias que las villas”), y a menudo redundandantes (“Conjunto de calles y
edificios que componen la ciudad”). Son definiciones que ayudan muy poco a comprender, y
nombrar, el mundo en que vivimos.
No obstante, un par de componentes de la definición castellana guardan estrecha relación
con la realidad que el concepto pretende describir.
De un lado hallamos la referencia al tamaño, “comúnmente grande”, que en su ambigüedad
nos lleva ya a recordar la advertencia crítica de Wirth (1938) sobre el error de utilizar la mera
dimensión como instrumento de clasificación de los asentamientos humanos. Ya Aristóteles
advirtió:
“La mayor parte de las personas juzgan el tamaño de una ciudad por el número de sus
habitantes; mientras debieran considerar n o su número, sino su influencia... ya que una gran
ciudad no debe ser confundida con una ciudad populosa” (citado en Jones, 1992:20).
Efectivamente, tenemos también en la definición de la RAL esa mención a situaciones
pretéritas en las que la ciudad respondía a una posición determinada en alguna especie de
jerarquía (“gozaba de mayores preeminencias que las villas”) o especialización funcional.
Ciertamente, ciudades como México DF, o Shangai, a pesar de su mayor población, son menos
influyentes que otras más pequeñas como Londres, Paris o Chicago. En suma, el tamaño y la
posición/función podrían ser elementos constituyentes de los nodos en la red de la urbe global.
Pero si hemos dado por perdida la dicotomía rural/urbana, deberemos utilizar otro tipo de

130
Recordemos esta colorista definición de Kingsley Davis, al hablar del origen de la ciudad: “...se trataba de pequeñas ciudades
rodeadas de una aplastante masa de gentes rústicas” (Davis, 1967:11), e imaginemos a las masas de gentes rústicas asomando
por entre los adoquines de la ciudad radiante.

- 88 -
artefactos analíticos para la distinción. Hablaremos de gradientes, y es aquí donde tiene sentido
nuestro trabajo; porque en sí mismo el concepto de mesópolis, como veremos más adelante,
exige una holgura entre la mesópolis y la ciudad media.... es un grado, difícilmente definible
además en términos numéricos. Se trata, en cierto modo, de volver al principio, a considerar -con
los primeros sociólogos que intentaron sistematizar lo rural y lo urbano- que las diferencias de
tamaño, densidad y ocupación, etc, cada una de ellas asombrosamente distintas tanto en la ciudad
como en el campo, constituyen individualmente bases inadecuadas para distinguir entre las
aglomeraciones rurales y urbanas (Sorokin, Zimmerman, 1929:13-58).
Aquellos presupuestos de los clásicos nos hacen recordar que una de las bases epistemológi-
cas del conocimiento sociológico es el relativismo. En la observación de las ciudades desde la
perspectiva sociológica se hace particularmente cierto un principio más tardíamente aceptado
desde otras disciplinas: que los criterios acerca de su grandeza varían sensiblemente según la
perspectiva del observador, pero también dependiendo del objetivo de la investigación (Jones,
1992:43).
En suma, el tamaño de las ciudades es, si lo contemplamos a escala mundial, inconsistente
desde la perspectiva sociológica. Y justamente el concepto de urbe global nos ayuda a superar
tales dificultades, por cuanto en el mismo no establecemos exactamente una jerarquía -de tamaño
o funcional-, sino que más bien nos interesa conocer la dirección de los flujos -de información,
capital, trabajo o energía- y los distintos roles que desempeñan los nodos de la red. La cuestión
del tamaño hay que circunscribirla por tanto, en cada caso analizado, al entorno homogéneo más
inmediato. Pero no olvidando a la vez que, dentro de dicho relativismo, “la misión peculiar de
la ciudad consiste en aumentar la variedad, la velocidad, el grado y la continuidad de la
relación humana” (Mumford, 1973:388), y todo ésto guarda una estrecha relación con el tamaño,
como ya hemos visto al revisar las consideraciones al respecto desde Durkheim a Hauser (vid
supra, 84 ss.), pero también con la forma y la función.
En consecuencia con todo lo anterior, tradicionalmente se han atendido a cuatro tipo de
componentes analíticos tanto para definir lo urbano, como para clasificar jerárquicamente los
núcleos urbanos (Salcedo, 1990):
- El tamaño, considerando límites inferiores que oscilan entre los 10.000 y los 100.000
habitantes, según los casos y fines de la delimitación, para definir desde qué tamaño se considera
a un núcleo como ciudad. Este es el indicador más utilizado en España, entre otras razones por
la preeminencia de la perspectiva geográfica, pero es un indicador tremendamente errático, y sin
duda el más fuertemente marcado por el relativismo territorial. A menudo hallamos en un mismo
trabajo, con unas pocas páginas de separación, cómo la cifra en la que se fija el corte entre el
asentamiento rural y la ciudad varía sustancialmente. Lo mismo ocurre en trabajos sociológicos
(FOESSA, 1970:1188ss.), que en otros de carácter geográfico (Zoido, 1995:145ss.).
- La actividad predominante, entendiéndose que la ciudad diversifica y complejiza las
actividades, y sobre todo 'debe' diferenciarse de un entorno que se supone rural y agrario. Por lo
que como índice se ha venido tomando el peso relativo de la actividad en el sector agrario. Sin
embargo, este elemento plantea, tanto como el tamaño, la cuestión de la arbitrariedad en el corte
a partir del cual la diferencia cuantitativa se supone que genera una variación cualitativa. Por otra
parte, el propio desarrollo de la sociedad de la información ha puesto de manifiesto, como ya
hemos señalado supra, las limitaciones de este factor, ya que la diversificación de las actividades
se produce también en asentamientos que bajo ningún parámetro serían considerados urbanos131.

131
Sin olvidar la existencia de fenómenos, como las urbanizaciones turísticas que se extienden por buena parte de las costas de
los países desarrollados -o en vías de desarrollo con sistemas sociales estables-. Aquí hallamos numerosos asentamientos que,
estando alejados por su reducido tamaño de cualquier definición como ciudad, no cuentan con población activa agraria.

- 89 -
- El tipo de producción económica predominante, distinguiendo a la ciudad la exportación
de bienes y servicios hacia su entorno, del que importa alimentos (Salcedo, 1990:246). Sin
embargo, hoy hallamos cómo supuestas zonas rurales importan idéntica proporción de alimentos
que las ciudades, dada su creciente especialización funcional. Por lo que éste parámetro funcional
habría que entenderlo en un sentido más amplio, atribuyendo a los asentamientos urbanos la
cualidad de centros de consumo de masas; pero en las sociedades avanzadas ni siquiera nos sería
de utilidad. A menudo hallamos cómo los principales centros de consumo de masas -grandes
centros comerciales- se ubican relativamente lejos de las ciudades, en áreas rurales equidistantes
de varios centros urbanos y en las que el suelo que tales centros demandan tiene un precio mucho
menor. Por otro lado, ciertas áreas rurales o naturales constituyen a su vez, en su propia
ruralidad o estado de naturaleza, también centros de consumo de masas altamente especializados.
- Ante la incertidumbre de los factores citados, no pocos autores se han lanzado, desde hace
varias décadas, a la construcción de índices sintéticos que definen lo urbano “como una cifra
producida mediante la combinación, más o menos afortunada, de magnitudes de diversa
naturaleza” (Salcedo, 1990:247). En España, primero Díez Nicolás y luego De Miguel y
Salcedo, fueron pioneros en la construcción de este tipo de índices; y se han seguido construyen-
do con aparatos estadísticos crecientemente complejos, aunque siguen chocando con la barrera
del relativismo territorial, incluso a nivel nacional.
Atendiendo a la importancia que atribuimos al relativismo, se nos hace difícil de partida
incluso el definir el contexto en el que, en nuestro caso, debemos movernos. Pues las
características de la urbanización son distintas según atendamos al contexto más inmediato de
nuestro objeto empírico -la región de Extremadura, o incluso sus regiones contiguas, como
Andalucía o Alentejo-, o bien al conjunto de España, o de la Península Ibérica -es decir,
incluyendo Portugal-, o en un sentido más amplio al contexto de la Unión Europea. De ahí que
optemos, en suma, por aceptar las definiciones institucionales que los institutos de Estadística
utilizan, coincidiendo en España y Portugal en el corte de los 10.000 habitantes para separar los
asentamientos que podrían ser considerados como ciudades de los que no.
Aunque en otras áreas del planeta no cabría afirmar algo parecido, podríamos establecer
como hipótesis de trabajo, para el conjunto peninsular, el siguiente agrupamiento atendiendo
exclusivamente al tamaño132:
- de 10.000 á 100.000 habitantes, pequeñas ciudades funcionalmente especializadas
(agrociudades, capitales administrativas de ámbito provincial o regional, ciudades
industriales, ciudades turísticas, etc...)
- de 100.000 á 500.000 habitantes, ciudades medias
- de 500.000 á 1.000.000 habitantes, grandes ciudades
- más de 1.000.000 de habitantes, metrópolis
Sin embargo, a partir de este punto, la diversidad se dispara. En los tramos bajos se hace muy
díficil distinguir, en la literatura más habitual, si algunos de los asentamientos que sobrepasan
los 10.000 habitantes son ciudades, agro-ciudades133 o simplemente grandes asentamientos

132
Según el Padrón de Habitantes correspondiente a 1996, hay actualmente en España tan sólo dos ciudades que superan el
millón de habi tantes (Madri d y Barcelona), cuatro que tienen entre 500.000 y 1.000.000 de habitantes (Valencia, Sevilla,
Zaragoza y Málaga), y sólo cuaren ta y nueve con una población entre 100.000 y 500.000 habitantes, aunque ninguna de ellas
alcanza los 400.000. Badajoz, la ciudad que nos ocupa, se sitúaba en el Padrón de 1996 en el puesto 47º del conjunto de ciudades
españolas.

133
Lo cual no deja de ser en cierto modo una preocupación baladí, si tenemos en cuenta que la propia denominación de
agrociudad presupone la consideración de ciudad, y si recordamos que no hemos atribuido ya a la actividad agraria, en sí misma,
una marca particular de ruralidad en la urbe global.

- 90 -
rurales.
Y, en los tramos altos, se hace asimismo difícil distinguir el punto a partir del cual
empezamos a hablar de grandes ciudades, y aún más de metrópolis o incluso ciudades-mundo.
En Portugal, la capital del país, Lisboa, con apenas un millón de habitantes, y poco más de dos
millones incluyendo su área metropolitana, no cabe duda de que constituye una metrópolis local,
aunque en el conjunto peninsular se ubicaría entre la tercera y la quinta posición en la jerarquía
de ciudades. Por su parte, en España, Madrid constituye no sólo una metrópoli de importancia
en el sistema urbano europeo, con casi tres millones en la ciudad y más de cuatro si incluímos
el área metropolitana, sino que forma parte del paquete de ciudades-mundo considerado por
Friedmann -aunque no se considera así en la obra, más antigua, de Peter Hall-; sin embargo,
juega sólo un papel periférico en el grupo de ciudades-mundo que actuarían, según dicho
paradigma, como 'ordenadores' del sistema urbano mundial.
Por otro lado, la medida de las ciudades no es posible deducirla de los datos censales, con
los que debemos trabajar, ya que éstos se refieren a los términos municipales. En muchos casos,
según se ha señalado, aunque existe una ‘frontera’ administrativa entre dos o más núcleos
urbanos, éstos constituyen de hecho un aglomerado en términos funcionales, económicos y de
interacción social. Ya en 1965 la Dirección General de Urbanismo publicaba un informe sobre
las Áreas Metropolitanas de España en 1960, en el que se seguían los criterios establecidos en
1960 por la Oficina del Censo de los EEUU134 para las standard metropolitan statistical area
(SMSA), que fueron rápidamente adaptados para todo el mundo por el International Urban
Research (Hall, 1965:19). En el caso español se definían un total de 26 áreas metropolitanas, una
de las cuales era la de Badajoz. Y aunque algunos analistas consideraron entonces que “algunas,
como las de Badajoz o Jerez, son menos válidas desde el punto de vista funcional” (FOESSA,
1970:1210), debemos tener en cuenta que era generalizada la opinión de que el vaciado de la
España interior se mantendría, estimándose en algunos trabajos que la aglomeración de Madrid
alcanzaría los nueve millones de habitantes en el año 2.000 (García Barbancho, 1967:111), lo que
evidentemente no ha ocurrido.
Pero, en un sentido bien distinto, hallamos también municipios que incluyen diversos
núcleos urbanos de relativa importancia, o una masa informe de poblamiento disperso, por lo que
la población señalada por los censos y padrones, referida al conjunto municipal, no refleja la
importancia real -menor a la inducida-, de la ciudad capital del término municipal. A veces buena
parte de la población que censal y administrativamente se asigna a una ciudad depende
funcionalmente y se vincula social y económicamente a otra distinta.
En cualquier caso, debemos insistir en el carácter relativo de la medida de las ciudades.

134
Tradicionalmente se ha venido utilizando la definición metropolitana de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, que
entendía por metropolitan area el área de 100.000 o más habitantes que comprende al menos una ciudad o área urbana compacta
de más de 50.000 habitantes, así como las circunscripciones administrativas contiguas a la misma ciudad (o área compacta), a
condición de que responsan a ciertos requisitos (fundamentalmente relacionados con la densidad, estructura ocupacional, etc)
típicamente urbanos. En 1960 el US Bureau of the Census propuso adoptar la citada SMSA, que se compone de: 1) una ciudad
central de al menos 50.000 habitantes (o dos ciudades limítrofes que sumen esa población); 2) los counties (más o menos
asimilables a nuestros términos municipales como unidades administrativas) que contienen a la central city o las dos twin-cities;
3) los counties limítrofes, si tienen carácter metropolitano y constituyen con la central city un conjunto económica y socialmente
integrado. Para determinar si un condado posee carácter metropolitano se tiene en cuenta que al menos el 75% de su empleo sea
no agrario; que al menos el 50% de su población resida en circunscripciones administrativas limítrofes menores con una densidad
mínima de más de 100 habitantes por kilómetro cuadrado, y que se dispongan en una cadena ininterrumpida de asentamientos
que se alejan de la ciudad principal; y, en fin, que la población ocupada no agraria del condado debe equivaler al menos al 10%
de la ocupación no agraria que habita en el condado que contiene a la ciudad más grande del área, o bien el condado que no
contiene la central city debe ser el lugar de residencia de una población ocupada no agraria superior a 10.000. Obviamente, un
sistema de definición tan complejo, y tan finamente adaptado a la de por sí compleja tipología territorial de los Estados Unidos,
ha dificultado su aplicación analítica indiscriminada.

- 91 -
Aunque, ciertamente, la relatividad afecta en mayor medida a los niveles más bajos y más altos
de la jerarquía. Hablar de ‘grandes ciudades’ refiriéndonos a las que sobrepasan los 500.000
habitantes resulta ciertamente pretencioso en un planeta en el que en 1990 había 281 ‘ciuda-
des-millón’ -como se denomina a las que superan esa cifra mágica en la demografía urbana-135,
de las cuales 61 se sitúan en Europa, y 12 ‘megaciudades’ -ciudades o conjuntos metropolitanos
con más de diez millones de habitantes- (Habitat, 1996:11ss.). En el otro extremo, hablar de
‘ciudades’, por más que las entendamos como ‘pequeñas’, para todos aquellos núcleos o
aglomeraciones con una población entre 10.000 y 100.000 habitantes puede resultar un ejercicio
fallido en muchos casos. En cuanto a las ciudades medias, la variabilidad es asimismo tan
enorme que, como veremos en el siguiente apartado, hay quien duda de que deba utilizarse tal
categoría, que a menudo se presta a confusión.

Límites del concep to de ciudad media


Dentro del tramo de entre 100.000 y 500.000 habitantes hemos considerado la ubicación de
las que llamamos ciudades medias. Sin embargo, no plantea menos problemas esta categoriza-
ción. El tamaño debe sin duda tener de alguna forma en cuenta la función, pues hallamos
ciudades de más de 100.000 habitantes que en modo alguno contienen la complejidad social,
cultural, económica, en suma funcional, de la ciudad media, por su carácter de ciuda-
des-dormitorio, ciudades de monocultivo productivo, etc136.

135
Hay que señalar, no obstante, que en el caso español varias de las cuatro ‘grandes ciudades’ con más de 500.000 y menos de
1.000. 000 de habitantes se incluir ían dentro de la categ oría de ‘ciudades-mi llón’ segú n los criterios de la s SMSA.

136
Ciertamente, sabemos desde Durkheim, como se ha citado repetidamente, que la propia densidad genera diversificación y
especialización, en suma lo que caracteriza a la ciudad. De ahí que muchas ‘ciudades dormitorio’ occidentales hayan
evolucionado complejizándose has ta alcanzar auténticas funciones de ciudad media. Sin embargo, a menudo ello exige una
intervención exterior para que sea factible. El caso de las ciudades dormitorio del Sur del Área Metropolitana de Madrid (AMM)
es paradigmático a este respecto; sin duda su propio crecimiento ha generado demandas al mercado, que han llevado a una
complejización de sus funciones, pero se ha dado asimismo una voluntad, por parte de las administraciones superiores
-particularmente de la autonómica- por lograrlo, realizando determinadas inversiones multiplicadoras en esa dirección: creación
de Universidades, dotación de equipamientos avanzados, etc. A pesar de tratarse de ciudades de más de cien mil habitantes -en
algunos casos rondando los doscientos mil-, por sí mismas difícilmente habrían evolucionado en esa dirección. Esto no se ha
producido, por ejemplo, en las ciudades dormitorio del Este del AMM (Coslada, San Fernando de Henares, Torrejón), lo que
unido a un tamaño insuficiente no les ha permitido convertirse en auténticas ciudades medias.

- 92 -
Ciudades ibéricas mayores de 20.000 habitantes
Fuentes: Elaboración propia sobre INE, Censo 1991; INE-Portugal, Anuários Estatísticos das Regiâoes 1995

GRAFICO 1

La posición de las ciudades


Además, la propia posición geográfica de la ciudad modifica estas características. Ciudades
como Santiago de Compostela -o incluso El Ferrol-, en Galicia; Reus, en Cataluña; o Mérida en
Extremadura, más allá de su diversidad funcional y de tamaño -entre 60.000 y 90.000 habitantes-
coinciden en una posición importante en la red urbana, lo que hace que, pese a no alcanzar esa
barrera arbitraria de los 100.000 habitantes, cumplan funciones, en algunos casos, incluso de tipo
metropolitano.
En ciertos casos, aglomeraciones de ciudades que no alcanzan de lejos los 100.000
habitantes constituyen sin embargo, en su conjunto, una densa malla urbana que a todos los
efectos debería analizarse de forma conjunta, aunque en casi todos los casos aparece dentro del
conjunto una ciudad que supera los 100.000 habitantes. El concepto estándar de ‘regiones
urbanas’, pensado para las grandes megalópolis, no sirve para esas aglomeraciones simplemente
por una cuestión de escala137; y sobre todo porque, frente a ese concepto jerarquizante, que exige
la preeminencia de una gran ciudad central, se presentan territorial y socioeconómicamente más
bien en términos de red. La gran conurbación que se extiende entre Murcia y Benidorm, y que
137
Normalmente el concepto de ‘región urbana’, definido como “la esfera de influencia económica de una ciudad con un núcleo
definido en términos de concentración de empleo y un ‘commuting hinterland’ compuesto por todas aquellas áreas en las que
más gente acude a trabajar a dicha ciudad en cuestión más que a otras ciudades” (Cheshire,Hay, 1989:15), se aplica a las
grandes metrópolis, como una medida de la población intermedia entre el distrito administrativo estricto y la ‘región
metropolitana’. Como ejemplo puede citarse el caso de Londres, en donde el distrito administrativo estricto -Birmingham- tiene
961.000 habitantes, que se amplian a 7,4 millones cuando consideramos la ‘región urbana’, y a 12,5 millones si nos referimos
a la ‘región metropolitana’ (Habitat, 1996:60).

- 93 -
se adentra en el interior de las provincias de Murcia y Alicante, no aparece articulada en torno
a una de sus ciudades en concreto; Alicante, Murcia y Elche, además de otras de menor tamaño,
interaccionan estrechamente en el marco de una densísima red de ciudades medias y agrociuda-
des, con numerosos intersticios de poblamiento disperso de carácter rural, hasta constituir ese
aglomerado de más de 1,8 millones de habitantes que marca el extremo sur del denominado Arco
Mediterráneo, al que más adelante nos referiremos138.
Mumford utilizó, junto al de región urbana, el término red urbana regional, que él señalaba
como una forma emergente distintiva de la cadena evolutiva eopolis, polis, metrópolis,
megalópolis y conurbación (Mumford, 1973:384); es sin duda un término mucho más adecuado
para definir las situaciones a que nos estamos refiriendo. Deberíamos por tanto hablar, en este
caso, de redes metropolitanas regionales, y es aquí donde comienza a ser de utilidad la
introducción del concepto de mesópolis, para identificar a los principales centros urbanos
interrelacionados pero no contigüos que articulan dichas redes, y que sin embargo no alcanzan
a constituirse individualmente en metrópolis centralizadoras u ordenadoras del conjunto.
Algo parecido podríamos decir del corredor que se extiende entre Vigo y El Ferrol, en
Galicia, en el que resulta difícil a todas luces fijar una ciudad centralizadora de un conjunto que
alcanza 1,6 millones de habitantes. Y, a una escala menor, podríamos señalar la conurbación
lineal de carácter transfronterizo que se extendería desde San Sebastián a Bayona, y que suma
casi 400.000 habitantes en el lado español y más de 180.000 en el lado francés. Así como, en
último término, cabría señalar el caso que nos ocupa, tomando un corredor entre Elvas (en
Portugal) y Mérida, con casi 250.000 habitantes y en el que no puede decirse que ni siquiera la
mayor de las ciudades existentes, Badajoz, constituya una ciudad central en términos jerárquicos.

Funciones urbanas
La consideración de la diversidad funcional a que responden los distintos núcleos urbanos
nos ayuda también a reducir la perplejidad en la que puede sumirnos la mera consideración del
tamaño. Siendo además una cuestión a la que se ha dedicado, a lo largo del siglo XX, especial
atención en la planificación territorial. Desde la Sociología, en particular desde la Ecología
Humana, se ha trabajado ampliamente esta cuestión (Duncan, 1960), habiendo sido justamente
desde este ámbito desde el que más tempranamente se produjeron trabajos sistemáticos en
España (Díez Nicolás, 1972b).
Se trabajó bajo la hipótesis de la dominación metropolitana, según la cual una gran ciudad
tiende a controlar la distribución de personas, instalaciones y servicios, en una gran región
circundante, centralizándolos, es decir, dando lugar a una gradación que está en función de la
distancia al centro (Bogue, 1949). Aunque han sido economistas y geógrafos quienes finalmente
se han servido en mayor medida de las funciones -y sobre todo mantienen todavía importantes
líneas de trabajo en esta dirección, lo que no ocurre en la Sociología-, buscando definir jerarquías
realmente existentes, de lo cual ha surgido un vasto campo de colaboración multidisciplinaria
en torno a lo que hoy se conoce como Ciencia Regional, a partir entre otros de los trabajos de
Walter Isard y August Loesch (Isard, 1956; Loesch, 1954).
No vamos a extendernos en una cuestión sobre la que la literatura ha sido abundantísima a
lo largo de medio siglo, y que ha dado lugar a los modelos de sistemas urbanos que hemos
analizado y criticado en capítulos previos, frente al modelo interpretativo de red en que nos
amparamos. Pero sí querría resaltar la necesidad de tener en cuenta las funciones para analizar

138
En realidad, tampoco es, en sentido estricto, una conurbación, dado que existen discontinuidades con usos agrícolas
vinculados a la ciudad pero que no son ciudad.

- 94 -
las estructuras y subestructuras de la red urbana global. Funciones que tradicionalmente han sido
entendidas de forma muy diversa: religiosa, de recreo o salud, industrial, capitales políticas y/o
militares, cultural, etc. Sobre la base del ‘principio de la función clave’, desarrollado por la
Ecología Humana139, se acepta de forma general desde el análisis regional el principio de que
“El crecimiento de una ciudad depende de la medida en que pued a ofrecer, de ma nera
eficaz, productos y servicios a poblaciones del exterior. La relación entre el tamaño de la ciudad
y su composición se refleja principalmente en la naturaleza de las actividades de exportación o
básicas que son características de ciudades de diferente tamaño” (Anderson, 1973:404).
De entre los modelos analíticos funcionalistas más recientes resulta particularmente
interesante la siguiente clasificación, realizada pensando precisamente en las ciudades europeas
y que nos aporta algunos instrumentos para seguir avanzando en la formulación de las mesópolis
transfronterizas.

TIPOS FUNCIONALES DE CIUDADES

Tipo de ciudad Características Ejemplos

Ciudades Globales Acumulación de sedes centrales financie- Londres, Paris, Ma-


ras, políticas, económicas y culturales de drid
importancia global-mundial

Ciudades de servicios Basadas en industrias avanzadas, centros Bristol, Reading, Mu-


y alta tecnología en nacionales de I+D, servicios orientados a nich, Barcelona
ascenso la producción de importancia internacio-
nal

Ciudades industriales Basadas en industrias tradicionales (mo- Metz, Oberhausen,


en declive noestructuradas), infraestructura física Mons, Sheffield, Área
obsoleta, desempleo estructural Metropolitana de Bil-
bao

Ciudades Puerto Industrias de construcción y reparación Liverpool, Génova,


naval en declive, legado ambiental, en las Marsella, Cádiz, El
situadas al Sur se añaden funciones de Ferrol
entrada

Ciudades en ascenso Extensa economía informal y subclases Palermo, Tesalónica,


sin industrialización marginalizadas, desarrollo incontrolado y Nápoles, Murcia, El-
moderna deterioro ambiental che

Ciudades de una em- Economía local muy dependiente de una Leverkusen, Eindho-
presa sola empresa ven, ¿Zaragoza?

Nuevas ciudades Ciudades completas en sí mismas con Milton Keynes, Evry,


población procedente del hinterland de Tres Cantos
las grandes aglomeraciones urbanas

Satélites monofuncio- Nuevos esquemas urbanos dentro de Sophia-Antípolis,


nales grandes aglomeraciones focalizadas hacia Roissy
una sola función (tecnópolis, aeropuerto,
etc)

Pequeñas ciudades, Pequeñas ciudades y áreas semiurbaniza- Tudela, Talavera de


centros rurales, cintu- das en regiones rurales, a lo largo de co- la Reina
rones rurbanos rredores de transporte con vacíos en el
potencial económico

139
Según este principio, “en todo sistema de relaciones entre diversas funciones la conexión del sistema con su medio ambiente
está mediada, primariamente, por una función o por un número relativamente pequeño de funciones que se llaman función o
funciones clave”(Hawley, 1973: 40)

- 95 -
TIPOS FUNCIONALES DE CIUDADES

Tipo de ciudad Características Ejemplos

Ciudades de turismo Economía l ocal depen diente de l turismo Salzburgo, Venecia,


y cultura internacional y de eventos culturales de Palma de Mallorca
importancia europea

Ciudades de frontera/ Hinterland dividido por fronteras nacio- Aaachen, Basel, Ba-
Ciudades de entrada nales; puertas de entrada para emigrantes dajoz
económicos y refugiados políticos

Fuente: Kunzmann y Weneger, 1991


(se han añadido en cursiva algunos ejemplos españoles)

- 96 -
7.
De la ciudad intermediaria
a la mesópolis

Las definiciones más recientes de ciudad media alcanzan tal nivel de empirismo que resultan
poco operativas. Así, uno de los últimos informes de la Comisión Europea sobre ordenación del
territorio define a las ciudades medias como ciudades relativamente grandes, con dimensión
suficiente como para no estar en desventaja en relación a las ciudades de más de 500.000
habitantes en materia de servicios, equipamientos y sostenibilidad económica. En síntesis, el
informe considera como ciudades medias a todas aquellas ciudades europeas de menos de
500.000 habitantes cuya población creció en la década de los ‘80 (Comisión Europea, 1995).
Como respuesta analítica a tales insuficiencias conceptuales, se ha venido introduciendo en
los últimos años -fundamentalmente desde la literatura francesa- el término de ‘ciudad
intermediaria’ (ville intermédiaire). Hay incluso razones de orden semántico que aconsejan
cambiar de terminología; pues de hecho las ciudades medias, tal y como las entendemos,
atendiendo a la anterior clasificación funcional apenas tendrían sentido en el grupo de las
pequeñas ciudades y centros rurales, por más que tradicionalmente se haya utilizado el término
en relación con ciudades que centralizan determinadas funciones, articuladas en torno a la
función clave de la capitalidad administrativa, provincial o comarcal.
“El vocabulario tiene aquí un peso fundamental: hablar de ciudades medias, es
sobreentender una cierta dulzura d e vivir, un cierto dejar pa sar, un ad ormecim iento que sólo
conduce al descolgamiento y el subdesarrollo. Pero un concepto nuevo está en trance de
emerger: el de las ciudades intermediarias (los anglosajones hablan de ‘ciudades libres’); se
ponen entonces en valor otras connotaciones que insisten en el dinamismo que perm ite provocar
relaciones y en la capacidad de sostene rse sobre u na auto nomía constructiva, en relación con
un territorio vivo.” (Gault, 1989:20).
El concepto de ‘ciudad media’ de la Comisión Europea nos apunta la dirección clave para
el desarrollo del concepto de ‘ciudad intermediaria’: es de alguna manera el éxito en el desarrollo
lo que caracterizaría a este tipo de ciudades, diferenciándose de las tradicionales ‘ciudades
medias’ porque éstas permanecen ancladas en el pasado, en el dolce far niente provinciano.
Tornqvist (1988) señala, tras analizar diversos países europeos, la existencia de siete factores
fundamentales:
a) Buena red de comunicaciones interior y exterior (nacional e internacional)
b) Nivel de instrucción y de capacidad de investigación superior a la media
c) Buen entorno residencial para segmentos cualificados de la población activa
d) Diversidad significativa de oportunidades de empleo
e) Núcleo urbano central eficiente
f) Fuerte apoyo a las actividades de ámbito cultural
g) Implicación activa de las instituciones públicas en la vida de la ciudad
Por otra parte, la ‘ciudad intermediaria’ valoriza lo que se ha denominado “la lógica de la
organización espacial en red” (Camagni, 1993), por oposición a las lógicas competitivas

- 97 -
predominantes en periodos anteriores140. Más aún, la percepción de la existencia, en Europa, de
“ciudades que ganan en países que pierden” (Benko, Lipietz, 1992) hace hablar a algunos
autores de “ciudades que ganan en regiones que pierden” (Ferrâo et al., 1994), precisamente
como un factor que habría acompañado a muchas de las políticas de potenciación de las ciudades
medias, en las que no se habría tenido en cuenta el concepto de red y la implicación con su
hinterland, al contrario de lo que ocurriría con las ciudades intermediarias.
La ‘ciudad intermediaria’ ya no es así la ‘ciudad media’ que se constituye simplemente en
centro situado en un nivel intermedio de la jerarquía urbana, con mera voluntad de acumulación
de los recursos -demográficos, económicos y naturales- de su entorno. Es fundamentalmente un
núcleo integrado en el circuito -o red- de relaciones que se establecen en el seno de los sistemas
nacional e internacional; un intermediario por tanto (efectivo o potencial, o lo que es lo mismo,
real o virtual) entre espacios situados en dimensiones distintas: las ‘ciudades-mundo’ de una
parte, y los territorios hasta ahora marginales en la otra.
En suma, podríamos definir a la ‘ciudad intermediaria’ en términos dinámicos, y en un
sentido optimista y emprendedor, como una ciudad de entre 100.000 y 500.000 habitantes,
aproximadamente, con capacidades para su afirmación, tanto a nivel nacional como internacio-
nal, en los sistemas urbanos en los que participa, y con capacidad para contribuir al desarrollo
del entorno territorial inmediato del que extrae buena parte de su fortaleza.
Sin embargo, el concepto de ciudad intermediaria implica en el fondo una posición arbitrista,
orientada más al diseño de estrategias de desarrollo local que reequilibren el territorio, que al
análisis de la realidad propiamente dicho; por lo que de hecho se retrotrae al mismo concepto de
ciudad media tal y como fue pensado -con casi idéntica finalidad en el discurso-, en la
planificación territorial/regional de los años ‘60. La cualidad que se pretende, ese carácter de
intermediación entre lo local y lo global, es la misma que se pretendió atribuir a las ciudades
medias, sobre todo, en la planificación del desarrollo francesa y española. También entonces el
papel que se pretendía para las ciudades medias era el de evitar la excesiva concentración de la
población en los grandes centros urbanos, optimizando los recursos dispersos en el territorio
sobre la base del desarrollo polarizado en una serie de Centros de Crecimiento(Moseley, 1977).
Nos referimos, muy particularmente, a la política de las ‘metrópolis de equilibrio’ fomentada en
Francia en los años ‘60, y orientada a favorecer el desarrollo regional, basada en la creación de
elementos estructurantes, empleo público e incremento de la centralidad. En el caso de España,
aunque no existió una política equivalente de manera explícita, la política de Polos de Desarrollo
cumplió idénticas funciones, pues los mismos llevaban implícita la potenciación de algunas de
las ciudades medias141. Por tanto, la ‘ciudad intermediaria’ haría en realidad referencia, más bien,
a un momento evolutivo de las ciudades medias, que no todas ellas han podido alcanzar.

140
De hecho, diversas redes de ciudades se han establecido en Europa en la década de los ‘90, generalmente al amparo del
programa RECITE. El balance de una de estas redes, formada por Évora (Portugal), Lamia y algunos suburbios de Tesalónica
(Grecia), Speyer (Alemania), Charleroi (Bélgica), Zwolle (Holanda) y Tarragona (España), concluye que ‘las ciudades medias
europeas también juegan su papel, formando una fuerza estructurante en la Unión Europea”(Silva, 1994:12).

141
Lo cual no implicaba cier tamente, en modo alguno , una política de potenciación de las ciudades medias. Frente a la propuesta
descentralizadora que aparecía en (García Barbancho, 1968), y que se extendió en los años siguientes a nivel regional siguiendo
el modelo ‘Paris y el desierto francés’, por ejemplo en (Gaviria,Grilló, 1975), los análisis sociológicos mostraban friamente que
“en cualquier caso, esta propuesta tan radical se enfrenta con la dura realidad de que ni por asomo se está produciendo
espontáneamente la tendencia hacia las ‘ciudades medias’ y ni siquiera confiamos en que las autoridades puedan (o quieran)
provocarla” (FOESSA, 1970:1218).

- 98 -
GRAFICO 2

Sin embargo, una de las fuentes de las que bebe el concepto de ciudades intermedias es el
planeamiento estratégico de ciudades de finales de los años ‘80. La ciudad de Poitiers (Francia),
en concreto, investiga en 1987 en torno al concepto de ‘metrópolis intermediarias’, una noción
que por un lado permitía salir de esa noción demasiado estrecha, a la que hemos hechos
referencia, que relaciona las ciudades medias con el número de habitantes; y por otra parte la idea
de ‘metrópolis’ contiene en sí misma una cierta capacidad de influencia, y por tanto de autonomía
y de autoorganización. Por su parte, la idea de la intermediación sugiere que no se trata ni de
grandes metrópolis, ni de pequeñas ciudades que se sitúan por debajo del umbral crítico de
desarrollo (Gault, 1989:36).
Es en este punto en el que podemos introducir la denominación de ‘mesópolis’, no por un
mero nominalismo que persiga la distinción vanal, sino por cuanto entendemos que una sola
palabra sintetiza en este caso esos contenidos asignados a las ‘metrópolis intermediarias’.
De alguna manera, en las mesópolis hallaríamos aquellos centros urbanos con capacidad de
iniciativa que son implícitamente aceptados como cabeceras o líderes de un subsistema urbano,
pero que a la vez tienen conciencia de sus debilidades y dependencias respecto del sistema de
grandes ciudades y metrópolis, así como de su papel dinamizador respecto de su hinterland, que
será más o menos amplio en función, fundamentalmente, del sistema de poblamiento imperante.
No son por tanto ciudades pequeñas o medianas ciudades que viven de su entorno, que son
parasitarias del mismo -algo consustancial a muchas pequeñas capitales administrativas-, sino
que articulan, y sobre todo se articulan en un hinterland productivo y dinámico dentro del cual
coexiste una red de ciudades pequeñas y medianas.
Incluso entre los principales defensores del paradigma de las ciudades-mundo, como hemos
apuntado, se observa de hecho una línea de revisión crítica de la hipótesis de las ciudades-mundo
como centros de creciente centralización, y sobre la imagen de jerarquía de ciudades. Por ejemplo
Lyons y Salmon señalan
“alguna evidencia de que la creciente g lobalizac ión de la eco nomía mund ial esté
redefi niendo las relacion es dentro de la jerarq uía urba na y, en e ste proceso , expand iendo el

- 99 -
potencial de control glob al de alguna s ciudades de los estratos más bajos de la jerarquía”
(Lyons&Salmon, 1995:99)
En este mismo sentido, la evolución bastante positiva de numerosas ciudades medias -o
intermediarias- nos apunta, según algunos autores, que
“no existe ningún fatalism o que lleve a un a margina lización creciente de las
aglomeraciones que no ocupan una posición cimera en términos demográficos, como los modelos
de organización territorial del tipo centro-periferia dejaban preveer” (Ferrâo et alt., 1994:1133)
Por todo ello, la mesópolis viene en muy corta medida determinada por el tamaño, si bien
es probable la existencia de un tamaño mínimo -que arbitrariamente podemos situar en los
100.000 habitantes142 para ser operativos- a partir del cual se genera la densidad crítica suficiente
para la autogeneración y diversificación creciente de las actividades económicas.
Atendiendo estrictamente al tamaño y a la posición, hemos realizado el siguiente mapa, que
recoge todas aquellas ciudades que, aisladas o formando parte de redes urbanas, corredores o
áreas metropolitanas, superan los 100.000 habitantes en la Península Ibérica143. En posteriores
capítulos retornaremos al mismo, pero por el momento puede servirnos para medir groseramente
su relativamente escaso número.

142
Dicho corte arbitrario es sólo aceptable desd e la perspectiva de aproximación en que nos hallamos. No cabe duda de que la
definición del conjunto de mesópolis españolas no puede hacerse en modo alguno considerando la variable del tamaño.
Pequeñas o incluso medianas ciudades es probable que estén actuando funcionalmente como mesópolis, en ciertos territorios.
Pensamos, dentro de Extremadura, en Plasencia, que con menos de 37.000 articula sin embargo una vasto corredor, entre
Navalmoral de la Mata/Talayuela y Coria, de u nos 200. 000 habi tantes y una compleja act ividad eco nómica. Lo mismo podemos
decir de ci udades co mo Tudela, en Navarra, con apenas 26.000 habitantes pero que articula un vasto hinterland económico lo
suficientemente alejado de las grandes ciudades del entorno (Zaragoza, la más cercana, está a más de 80 kilómetros y con una
‘frontera’ administrativa de por medio) como para poder disfrutar de cierta autonomía. En cualquier caso, se trata de avanzar
operativamente, dejando para una futura investigación la definición de variables que permitan ‘medir’, y situar en sus respectivas
redes, las mesópolis españolas.

143
. Como puede desprenderse de la nota anterior, esta clasificación constituye un borrador de partida para una futura
investigación sobre la red urbana peninsular. Por ahora no he utilizado otra variable que la población, agrupándola por criterios
meramente empíricos, basados en el conocimiento del territorio. En fases sucesivas deberemos afinar y desarrollar el sistema,
para incluir variables estructurales de otro tipo, que definan funciones urbanas e incidan en otro tipo de criterios establecidos
como puedan ser las SMSA. Sin embargo, creemos que el esfuerzo realizado resulta lo suficiente operativo como para incluirlo
en este trabajo como ilustración provisional

- 100 -
Ciudades medias, mesópolis, grandes ciudades y metrópolis en la Península Ibérica
(Elaboración p ropia sobre datos c ensales)

GRAFICO 3

A nivel meramente de hipótesis, que como queda dicho habría de ser verificada para cada
caso en la misma medida en que intentamos hacerlo para el de Badajoz, podemos establecer la
siguiente clasificación de tipologías sobre la casuística recogida en el mapa, componiendo la
estructura de redes urbanas que articulan la península ibérica:

Regiones metropolitanas y grandes ciudades:


Madrid -la única ciudad peninsular que es aceptada como ciudad global, o ciudad mundo,
por algunos autores-, es entendida aquí, en tanto metrópolis, como un continuum urbano -no
necesariamente de uso residencial- que se extiende entre Toledo y Guadalajara. Entendida en
este sentido amplio -que las fronteras regionales impiden de nuevo tratar, como en su día lo
impedían las municipales-, se trata de una metrópolis de 4,9 millones de habitantes.
Barcelona, con 1,6 millones de habitantes, articula sin embargo una metrópolis también en
un sentido amplio que incluye más de setenta municipios que totalizan 3,9 millones de
habitantes.
Lisboa, a pesar de la relativamente poca población de la municipalidad de dicho nombre
(menos de 700.000 habitantes), articula en su península y la de Setúbal una población de más de
2,4 millones de habitantes, que a pesar de no ser la principal conurbación portuguesa actúa como
metrópolis local.
Valencia, con 750.000 habitantes, articula a otro medio centenar de municipios en un
hinterland relativamente cercano, que suma 1,8 millones de habitantes.

- 101 -
Sevilla, con 650.000 habitantes, domina otros veinte municipios en su entorno más
inmediato con los que totaliza 1,1 millones de habitantes. Sin embargo, no está claro si no
debería hablarse más bien de una metrópolis del Guadalquivir, que incluye la conurbación de
Cádiz-Jérez (0,66 millones) y Huelva (0,22 millones). Sería interesante estudiar si nos
encontramos frente a un caso ideal de red metropolitana en la que el peso de la metrópolis
principal está justamente compensada por varias mesópolis. Hablaríamos de una región
metropolitana de aproximadamente 1,9 millones de habitantes.
Bilbao es sin duda el caso más extraño en la península, por cuanto constituye tal vez la única
área metropolitana por decisión propia. Con algo más de 360.000 habitantes en el municipio
central, alcanza algo más de un millón de habitantes si le sumamos, además de los municipios
del área metropolitana constituída, otro medio centenar de su hinterland. En este sentido, Bilbao
constituiría probablemente justamente el tipo ideal de ‘gran mesópolis’ en España. Los
particularimos que se alimentan en un territorio como el vasco explican que, en lugar de tratarse
como gran conurbación -como de hecho funciona de forma espontánea- al conjunto que se
extiende a lo largo de la autopista entre la ría de Bilbao y Bayona -poco más de 100 kilómetros
separan ambas ciudades-, se desarrollen estrategias que claramente entran en competición entre
el denominado Gran Bilbao y la conurbación transfronteriza -en proceso de desarrollo- que se
extiende entre San Sebastián y Hendaya. La metrópolis vasca sumaría 1,6 millones de habitantes,
y nos encontraríamos, si esta hipótesis fuese verificada, frente a un caso muy similar al señalado
para el caso de Sevilla. En este caso serían las mesópolis de San Sebastián y Bayona justamente
las que estarían cumpliendo esa función intermediaria a que se ha hecho referencia. Por otra
parte, como más adelante veremos, este corredor y el de Badajoz constituyen los dos únicos de
carácter transfronterizo de la Península.
Zaragoza, con 600.000 habitantes, es probablemente la única gran ciudad que pueda
entenderse como tal en la península, tanto por su perfil -sin área metropolitana, pero con un vasto
hinterland- como por sus funciones y tamaño.

b) Conurbaciones y áreas mesopolitanas


La gran conurbación Oporto-Coimbra constituye sin duda el ejemplo más potente y
paradigmático, en la península, de espacio urbano articulado por mesópolis. En sí el distrito del
Grande Porto tiene entidad propia, articulado por las mesópolis de Porto (302.000 habitantes)
y Vila Nova de Gaia (248.000 habitantes), junto a otras ciudades medias, media docena de las
cuales superan los 100.000 habitantes. Pero quizás debiéramos extender este corredor hasta el
entorno de otra mesópolis, Coimbra; de forma que el conjunto, un corredor de unos 150 kms de
largo y menos de 40 de profundidad, totaliza los 4 millones de habitantes, constituyéndose en la
tercera concentración urbana de la península, después de las regiones metropolitanas de Madrid
y Barcelona.
La que hemos denominado Arco Mediterráneo Sur144 es, como región mesopolitana, sin
embargo, aún más paradigmático de todo aquello que encerraba la idea de las ciudades
intermediarias, atendiendo a su dinamismo, la autonomía de las ciudades, el funcionamiento de
los flujos internos en términos de red, etcétera. No se trata ya de hablar del continuum urbano
que se extiende entre Benidorm y Elche, articulado por Alicante, sino que entendemos debe
incluirse dentro de esta vasta región mesopolitana el entorno metropolitano de Murcia y

144
Seguramente es una denominación inapropiada, muy influida por la literatura más reciente sobre la materia, que siguiendo
los criterios franceses -cuyo Mediterráneo forma ciertamente un arco- incluye toda la costa levantina y andaluza dentro del
llamado Arco Mediterráneo (Salvá, 1997).

- 102 -
Cartagena. La mayor de las ciudades consideradas, Murcia, no alcanza los 330.000 habitantes;
mientras que las otras tres tienen entre los 170 y los 270.000 habitantes (Alicante). El conjunto
del medio centenar de municipios, que incluyen numerosas ciudades de más de 20.000 habitantes
y, sobre todo, un continuum de poblamiento y utilización y administración netamente urbanas
incluso de los espacios agrarios, totalizan algo más de 1,8 millones de habitantes.
Algo parecido podríamos decir de lo que bien podríamos denominar el Corredor Urbano
de Galicia, que se extiende en una estrecha franja entre Vigo y Ferrol totalizando 1,6 millones
de habitantes, en medio centenar de ciudades de tamaños diversos, jaspeadas por amplios
intersticios rurales. No habiendo una ciudad que domine claramente sobre el conjunto, debemos
entender como mesópolis no sólo a las dos ciudades que sobrepasan los 100.000 habitantes (Vigo
y La Coruña), sino también por su posición y funciones a Santiago, a pesar de no alcanzar dicho
tamaño.
A otra escala, presenta características muy parecidas la Región Mesopolitana Astur,
articuladas por las mesópolis de Gijón y Oviedo, que además de competir articulan una red más
extensa que totaliza 0,8 millones de habitantes.
El caso del corredor urbano de la Costa del Sol, como ocurre con la conurbación turística
de la isla de Mallorca, presenta características especiales por su condición de regiones-factoría
en las que la explotación del turismo casi como monocultivo plantea problemas de interpretación
territorial de orden diverso. En ambos casos nos hallamos con dos grandes ciudades (los algo
más de 500.000 habitantes de Málaga frente a los algo menos de 300.000 de Palma no significan
mucho, habida cuenta de la mayor significación que en la capital balear tiene la población
consumidora flotante). Dudaríamos en este caso de si hablamos de regiones metropolitanas o
mesopolitanas, requiriendo un análisis de mayor profundidad del que podemos hacer en este
momento.
Del mismo modo que resulta dudoso el tratamiento analítico que debiéramos dar a la
pequeña conurbación en torno a Tarragona (con casi 300.000 habitantes), que funciona con
cierta autonomía como red pero dificilmente se la puede desvincular de la región metropolitana
de Barcelona, ya que de hecho se produce una continuidad urbana física entre ambas
conurbaciones.
Finalmente -teniendo en cuenta que las regiones mesopolitanas de San Sebastián/Hendaya,
de Cádiz/Jerez y Huelva las hemos asignado potencialmente a regiones metropolitanas que
potencialmente las incluyen- tendríamos el caso de la región mesopolitana de las Vegas del
Guadiana, articulada fundamentalmente por la mesópolis de Badajoz, pero en cuya red juega
también un papel fundamental una pequeña ciudad como Mérida, como ocurría en el corredor
Gallego a otra escala y con ligeramente distinta significación funcional en el caso de Santiago.
Según extendamos la región al corredor Elvas-Mérida (algo más de 240.000 habitantes) o
hagamos una delimitación más laxa, incluyendo un corredor de algo más de 120 kilómetros y
unos 40 de profundidad (incluyendo Almendralejo y las ciudades gemelas de Don Benito y
Villanueva, entre otras, superando así ampliamente los 300.000 habitantes), la significación del
mismo varía. No vamos a extendernos ahora en esta cuestión, por cuanto es justamente el objeto
de la investigación.
Y en una situación parecida hallamos al pequeño corredor que se extiende entre El Ejido
y Almería, que suma algo más de 250.000 habitantes. En cuanto al caso de Andú-
jar-Linares-Úbeda, ya se ha señalado la dificultad de adscribirlo a una tipología concreta de red
urbana.

c) Ciudades medias

- 103 -
Aparecen luego 14 ciudades medias de más de 100.000 habitantes, de desigual tamaño pero
funcionalmente en todos los casos asimilables al concepto tradicional de las ciudades medias:
Valladolid (que si tenemos en cuenta la cercanía y vinculación casi metropolitana de Palencia
sobrepasa los 420.000 habitantes), Santander (que, como en el caso de Valladolid, si incluímos
Torrelavega y algunos pequeños núcleos de su entorno más inmediato supera los 320.000
habitantes), Córdoba (algo más de 350.000 habitantes incluyendo algunos municipios de carácter
metropolitano), Granada (311.000), Pamplona (250.000), Vitoria (206.000), León (173.000),
Salamanca (169.999), Burgos (160.000), Jaén (156.000), Lérida (140.000), Albacete (130.000)
y Logroño (127.000).

Características de la mesópolis
A la luz de lo visto en el epígrafe anterior, y con el apoyo de la literatura sobre las
denominadas ‘ciudades intermediarias’, podemos intentar establecer, en términos de hipótesis,
las características que definen a las mesópolis, y que las diferencian tanto de las ciudades medias
como de las grandes ciudades y las metrópolis.
Ya he puesto de manifiesto el criterio de que las mesópolis no constituyen un tipo acabado
de ciudad; no son ‘ciudades de destino’ en el sentido en el que escribió Toybnee, sino que
representan un momento determinado en la evolución orgánica de las ciudades, que no todas
llegan a alcanzar y que puede evolucionar, además, hacia lo que conocemos como ‘gran ciudad’,
o más probabilísticamente -por cuanto reproduce en mayor medida, bien que a una escala menor,
el funcionamiento metropolitano- hacia la metrópolis145. Naturalmente, no entramos aquí en la
proyección hacia el futuro del proceso evolutivo, no estando en condiciones de discutir el modelo
evolutivo de Geddes y Mumford que culmina en la ‘necrópolis’, es decir en el bloqueo,
decadencia y muerte de las ciudades. Nos quedamos en los estadios empíricamente conocidos,
si bien es cierto que la tesis de la urbe global presupone que la necrópolis no es, al menos, el
estadio siguiente a la metrópolis, ni siquiera a la megalópolis. Dejamos por tanto a los
investigadores del futuro la oportunidad de dictaminar si el modelo de Mumford es operativo.
Así, respecto de las metrópolis, áreas y regiones metropolitanas, la diferencia es fundamen-
talmente de grado. Como veremos, el comportamiento de las mesópolis respecto de su hinterland
es muy semejante al de las metrópolis, pudiéndose incluso hablar también de un área
mesopolitana y una región mesopolitana, como círculos imperfectos de vinculación. Asimismo,
las formas que podemos esperar encontrar en las mesópolis pueden ser muy parecidas a las que
se proponen para las metrópolis (Jones, 1992:237).

145
Lógicamente, cuando hablamos de ‘regiones mesopolitanas’ en las que ninguna de las mesópolis domina claramente sobre
el conjunto de la red (como ocurre en el Arco Mediterráneo del Sur), no es fácil preveer cúal de las ciudades puede seguir el
curso de dicha evolución.

- 104 -
Posibles formas futuras de las metrópolis (Jones, 1992)

GRAFICO 4

Analizadas en el marco de la hipótesis de la urbe global que venimos manejando en este


trabajo, las mesópolis desarrollan una función de articulación de redes urbanas, pero sobre todo
facilitan la integración en la urbe global de los intersticios rurales, con los cuales dialogan e
interaccionan estrechamente. Al contrario que las pequeñas y medianas ciudades no mesopolita-
nas, o las grandes ciudades ‘aisladas’, las cuales tan sólo ‘integran’ a los espacios y hábitats
rurales que las circundan en un hinterland extenso en la medida en que los utilizan en sus
procesos de metabolismo, como espacios residuales, convirtiendo a los espacios rurales en
espacios aislados de la urbe global.
Por el contrario, las mesópolis son intermediarias, integrando lo rural a lo urbano en
términos de igualdad. Paradójicamente son las mesópolis, producto en buena parte de la
globalización, los tipos de hábitat urbano que en mayor medida contribuyen a la conservación
de lo rural como un espacio diferenciado, pero a la vez vinculado, a su través, a la urbe global.
Mientras que las grandes ciudades tan sólo integran en la urbe global los corredores a través de
los cuales se comunican con otras grandes ciudades y metrópolis:
“Las ciudades intermediarias presentan, de forma unánime, un carácter particular: su
escala les permite desarrollar de forma privilegiada cualidades de urbanidad, de civilidad,
siendo espacios privilegiados en los que los rurales se transforman en ciudadanos” (Gault,
1989:75)
Podemos probar, pues, a señalar los elementos que definen, empíricamente, a las mesópolis.
Como veremos, varios de estos elementos podemos hallarlos en cualquier ciudad, o en ciertos
casos en otros tipos distintos de ciudad (ciudades medias, grandes ciudades, metrópolis). Sin
embargo, lo que creemos que caracteriza a las mesópolis es la presencia simultánea de la
totalidad, o la mayor parte, de las siguientes características.

- 105 -
1) Son ciudades cuyo tamaño oscila, dentro de un amplio margen, entre los 100.000 y los
500.000 habitantes, dependiendo del contexto territorial y sistema de ciudades al que se vinculan.
2) Su crecimiento es fundamentalmente intradirigido, esto es generado por la interacción de
la ciudad con su hinterland, en mayor medida que exodirigido146. Asimismo, una parte importante
de su crecimiento demográfico se debe a los propios efectivos, ya que cuenta con un porcentaje
superior a la media, de población en edad reproductiva.
3) Seguramente, la mesópolis tiene su origen en una agrociudad, más fácilmente que en una
capital política o religiosa, o que en una pequeña ciudad especializada industrial. De hecho, su
complejidad sectorial incluye una participación importante del sector primario, especialmente
de la Agricultura, a través del cual se produce la principal interacción con su hinterland.
4) Dentro de su hinterland existen otras pequeñas y medianas ciudades, en término de
‘ciudades gemelas’ o no, cuyo crecimiento correlaciona positivamente con el de la mesópolis,
con la cual además compiten en muchos aspectos.
5) La media del crecimiento de los núcleos menores de su hinterland debería correlacionar
también positivamente con el del crecimiento de la mesópolis, en la medida en que es una
interacción de intercambio efectivo -aunque desigual-.
6) Las ciudades y pueblos de su hinterland commutan con la mesópolis, pero manteniendo
un nivel importante de autonomía, no una dependencia total (como ocurre por el contrario en los
pueblos o ciudades dormitorio, como los del entorno de Valladolid o Pamplona)
7) Las mesópolis presentan rasgos de multiculturalidad. Como veremos, esto se manifiesta
muy especialmente en el caso de las ciudades transfronterizas.
8) Las mesópolis deben disponer de un conjunto de infraestructuras culturales y productivas
básicas:
- universidad con carreras científicas, sociales y humanas;
- centros de investigación públicos y/o privados relacionados con las actividades
económicas fundamentales de su hinterland;
- museos de temáticas diversas y en algún caso con proyección y/o vocación internacio-
nal;
- instituciones feriales estables, con actividad regular a lo largo del año y de proyección
más que local y regional;
- palacios de Congresos, o espacios en los que éstos se celebren con regularidad a lo largo
del año;
- prensa diaria, emisoras de radio y televisión local;
- imprentas industriales y editoriales;
- aeoropuerto, estación de ferrocarril y comunicaciones por autopista/autovía con
metrópolis del sistema de ciudades dentro del cual se insertan;
- cámara de comercio y sedes de organizaciones empresariales y profesionales;
- sedes financieras;
- sedes administrativas de diverso orden;
- polígonos industriales planificados y polígonos deslocalizados de uso industrial y
desarrollo espontáneo

146
Entendemos por crecimiento exodirigido, por ejemplo, el debido a la instalación de una gran empresa, como puede ser el caso
de Valladolid y la influencia que en su día tuvo FASA. También el debido a la mera posición geográfica, como es el caso de
Zaragoza, cuyo crecimiento de las últimas décadas responde, fundamentalmente, a su ubicación en el centro del triángulo de la
industrialización. Asimismo, es un crecimiento exodirigido el que se produce en respuesta a las necesidades de espa-
cio-dormitorio de un núcleo mtropolitano, como pueda ser el caso de Guadalajara. Probablemente debamos entender también
en este sentido el crecimiento debido a la implantación de una capitalidad artificial, producto de procesos de regionalización.

- 106 -
9) El dinamismo demográfico de la ciudad tiene un reflejo en estilos de crecimiento urbano
en ocasiones compulsivos, con crecimiento en mancha de aceite, sin una planificación
completamente racional y con momentos de incapacidad de absorción de las nuevas demandas
residenciales. En este sentido, en las mésopolis siempre existirán barrios de aluvión, desestructu-
rados. Además, previsiblemente los cascos antiguos de las mesópolis aparecen en estado de
abandono, salvo cuando constituyen un recurso económico (turístico) de primer orden. Frente
a las ciudades medias, las mesópolis no fijan fronteras al desarrollo urbano, con lo que la
tendencia al vaciado de los centros históricos es en la actualidad tan acelerado como en las
metrópolis.
10) Las mesópolis, aún teniendo una identidad, no la tienen claramente definida, ni poseen
un fuerte sentido de identidad y pertenencia particularista entre sus habitantes. Son en
consecuencia ‘acogedoras’ para los recién llegados, que no tienen dificultades de integración en
las redes de sus respectivas capas sociales. Paradójicamente, las mesópolis invierten en la
proyección de una imagen exterior de la ciudad, aunque ésta no responde a un patrón permanente
-al contrario de lo que ocurre en las ciudades medias o grandes ciudades-, modificándose en
función de los cambios políticos que se producen.
11) La sociedad civil de las mesópolis es capaz de generar la aparición de grupos y
plataformas de interés cívico, en respuesta a conflictos urbanos importantes, y capaces de incidir
sobre la opinión pública. Sin embargo, frente a lo que sucede en las ciudades medias, dicha
sociedad civil es extremadamente móvil, y sus organizaciones tienen un metabolismo muy
acelerado.
12) Las mesópolis ofrecen cierta actividad cultural regular, aunque no se potencia la cultura
de élite. Pero, a la vez, tienen facilidad para incorporar a sus tradiciones nuevos hábitos (el
carnaval es un buen ejemplo).

- 107 -
8.
Ciudades y mesópolis transfronterizas

Es en el caso de las ciudades transfronterizas donde tal vez se desarrolla más intensamente
la función intermediaria de la mesópolis. Sin embargo, las ciudades transfronterizas presentan
en sí mismas una serie de particularidades que debemos analizar. Y, siendo en la frontera
hispano-portuguesa donde se localiza nuestro objeto de estudio, será asimismo conveniente que
nos aproximemos a la misma.
Al contrario de lo que ha ocurrido desde la Economía o la Geografía, el Urbanismo apenas
empieza a preocuparse de los fenómenos que se derivan de la existencia de fronteras políticas.
Tampoco la Sociología ha prestado, hasta muy recientemente, atención a un fenómeno del que
tradicionalmente tan sólo se ha analizdo a fondo uno de sus efectos: la inmigración.

Las fronteras: de espacios de conflicto a espacios-problema147


Tradicionalmente, y así lo ha señalado ampliamente la doctrina económica a partir de los
trabajos de Christaller (1966) y Lösch (1967), las fronteras políticas han constituído un serio
obstáculo para el desarrollo económico, suponiendo barreras artificiales a la racionalidad de la
organización económica y a la complementariedad potencial de las zonas fronterizas. En primer
lugar el historial bélico que caracteriza a estos espacios constituye un depresor de cualquier tipo
de gran inversión productiva, que puede ser fácilmente devastada o rapiñada por el enemigo
potencial, y a ello se añaden las habitualmente grandes distancias relativas a los centros
nacionales. Y además, como en buena parte ocurre en nuestro país, las fronteras suelen coincidir
con accidentes geográficos, insoslayables sin cuantiosas inversiones en infraestructuras.
Imponentes cordilleras, abruptos cauces o auténticos desiertos, se encargan a menudo de
constituirse en auténtica tierra de nadie. De forma que las redes de transporte suelen ser trazadas
en paralelo a la frontera, siendo competitivas en lugar de complementarias, con lo que aún se
alejan más las posibilidades de interacción social y económica. Y, también por todas estas
razones, las zonas fronterizas han recibido escasa atención desde la Economía, más interesada
tradicionalmente por las causas que producen riqueza, antes que por las que producen pobreza.
Sin embargo, no es menos cierto que desde hace varias décadas se viene observando cómo,
en situaciones particulares, sea la de la Regio Basiliensis -entre Suiza, Francia y Alemania- o la
frontera EUA-México, largos periodos de paz internacional y un incremento de la integración
económica han removido muchas de las tradicionales barreras al desarrollo en las regiones
fronterizas (Hansen, 1981). Otros ejemplos, como el de la frontera Colombia-Venezuela, que se
ha convertido en la zona limítrofe de mayor actividad de Sudamérica (Fernández, 1990), apoyan
esta nueva perspectiva.
Y en respuesta a estos fenómenos, un núcleo de estudiosos -sobre todo en los EUA y
México, aunque también en Europa- han venido construyendo lo que actualmente podríamos
considerar una rama de los Estudios Regionales, a la que han gustado denominar Estudios

147
Parte de este capítulo, en el que ha colaborado Georgina Cortés, ha sido presentado en común como comunicación a la XXIII
Reunión de Estudios Regionales, Universidad Politécnica de Valencia, Noviembre 1997

- 108 -
Fronterizos y que en América ha alcanzado cierta importancia en el campo de las Ciencias
Sociales (ver, entre otras aportaciones de interés: Alegría, 1992; Arreola y Curtis, 1993;
Bustamante, 1989; Fernández, 1977; Ganster et al., 1997; Hansen, 1981; Herzog, 1990;
Martínez, 1986; Petras, 1980; Ranfla, 1984; Stoddard, 1986). Si bien en la medida en que las
fronteras exitosas han afectado fuertemente a otros muchos aspectos de la realidad social -el
desarrollo de ciudades y metrópolis de frontera, problemas relacionados con las migraciones,
conflictos étnicos, impactos ambientales, etc-, los Estudios Fronterizos han incorporado en
mayor medida una perspectiva transdisciplinaria muy alejada del economicismo y la metodología
cuantitativa que hoy por hoy caracterizan a los Estudios Regionales; y muy alejada también de
hecho del tipo de análisis sobre regiones fronterizas de la tradición europea, más antigua pero
también hasta muy recientemente bastante limitada a aspectos geográficos, de seguridad y
económicos.
Los grandes cambios de carácter estructural que, en el marco de la llamada globalización,
se han producido tanto en la economía como en la política internacional, han provocado un
cambio de actitud, en el análisis académico, hacia los espacios o regiones fronterizas. Las
fronteras, su significación, y su estudio tanto en el marco de los estados nacionales como en el
marco de las comunidades transnacionales y de la globalización, han cambiado sustancialmente.
Por una parte, los efectos de la globalización han hecho que la agenda tradicional de la
política exterior, centrada en cuestiones militares y de defensa nacional, se ocupe de cuestiones
tan diversas como los intercambios culturales, las migraciones y los mercados de trabajo
transfronterizos, el tráfico de drogas, la extensión de epidemias o los impactos medioambientales
(Duchacek, 1990). Y, siendo las regiones fronterizas las que en mayor medida sufren o se
benefician de esos fenómenos, éstas han iniciado diversos procesos de acción binacional -a veces
trinacional-, que ha desembocado en cierto tipo de 'diplomacia subnacional' que reclama cada vez
mayor atención por parte de los investigadores. Si bien, demasiado a menudo, se plantean serias
contradicciones entre lo que tradicionalmente hemos conocido como 'interés nacional', y el
'interés territorial' de carácter transnacional de las regiones frontera.
Sin embargo, el pleno desarrollo del concepto de regiones frontera, o del de ciudades
transfronterizas que en esta investigación nos ocupa, se enfrenta en la práctica a fuertes
limitaciones metodológicas, derivadas fundamentalmente de la diversidad cultural de las
naciones-estado. Así como el proceso de internacionalización de la producción y el consumo,
materializado actualmente en términos de globalización, ha conducido lentamente, desde la
aparición del capitalismo, a la homogeneización de variables referidas a las economías
nacionales, en el caso del análisis regional, por haberse considerado tradicionalmente una
cuestión interna a la nación-estado, este proceso de homogeneización ha sido mucho más lento.
La propia diversidad de organización administrativa del territorio dificulta a menudo las
comparaciones.
Si bien en ciertos ámbitos, como la Unión Europea, la construcción de instituciones de
gobierno supranacionales ha permitido avanzar extraordinariamente en este sentido148, en lo que
a las unidades mínimas de análisis que deben considerarse al hablar de espacios o regiones
transfronterizas -siempre por debajo del nivel de las regiones políticas o administrativas, y que

148
La tradición del regionalismo político en Europa, y la larga experiencia en el análisis regional, ha favorecido la construcción
de un sistema de información regional muy avanzado en unos pocos años. Las llamadas 'unidades administrativas de base' en
la Nomenclatura de Unidades Estadísticas Territoriales de la UE, corresponden en España al nivel de las regiones, y el sistema
Eurostat mantiene una base datos homogeneizada, que incluye a los países de la AELC (Suiza, Liechtenstein, Noruega e
Islandia), que favorece extraordinariamente el análisis regional. Los cuatro volúmenes del Portrait of the Regions constituyen
un instrumento analítico novedoso en el planeta.

- 109 -
en el caso de España son por ahora los municipios-, el camino de la homogeneización -o la
construcción de indicadores que sustituyan dicho proceso- apenas se ha iniciado. En el caso que
nos ocupa, la frontera hispano-portuguesa, así se nos pone de manifiesto al iniciar cualquier
análisis de carácter microterritorial.
En el campo de la Sociología Urbana y el Urbanismo el interés por los fenómenos
fronterizos es relativamente reciente. Aunque algunas sugerencias planteadas por los pioneros
de la Escuela de Chicago debieran haber llevado a los seguidores de la Ecología Humana a
profundizar en estas cuestiones, el hecho cierto es que la literatura es escasa149. Como se ha
señalado, en el caso de Europa, donde las ciudades de frontera han existido desde hace mucho
tiempo, tan sólo se tratado el tema en profundidad desde perspectivas políticas, administrativas
o jurídicas. Y en América, donde la influencia de la Escuela de Chicago y su preocupación por
la distinción entre áreas político-administrativas y ‘áreas naturales’ (Zorbaugh, 1926) debiera
haber llevado a prestar más atención a estas cuestiones, sólo el desarrollo de los Estudios
Fronterizos, y más recientemente la constitución del Tratado de Libre Comercio (TLC) ha
generado un auténtico corpus de literatura, generalmente transdisciplinario150, sobre ciudades de
frontera.

Posibilidades y límites en el análisis y la planificación de regiones y


ciudades transfronterizas
Fenómenos como la globalización, la ruptura o dilución de las fronteras, el imponente
crecimiento de muchas metrópolis y ciudades que se tornan transfronterizas, exigen modificar
nuestras perspectivas:
"nos están obligando a reajustar nuestros mapas mentales geopolíticos y reevaluar el
papel que las organizaciones internacionales, naciones-estado, regiones, subregiones, ciudades
y organizacion es no gubern amentales jueg an en los asun tos internacionales" (Joenniem i,
1997:6 5).
Por otra parte, los cambios en la estructura de la economía global y en las relaciones
estratégicas están transformando drásticamente el entorno económico y ofreciendo nuevas vías
y oportunidades para las ciudades-regiones (Clement, 1994) que, como en el objeto de nuestra
investigación, pueden beneficiarse de una nueva posición geoestratégica y de las complementa-
riedades que se derivan del hecho transfronterizo. Se han señalado algunos de los beneficios
evidentes de la cooperación transfronteriza (Cappellin, 1993):
1) La reducción de los costes de transacción y otros obstáculos a la actividad económica;
2) el desarrollo de redes que permiten intercambios de información en áreas de interés
común y, como resultado, ayuda para la creación de alianzas;
3) la utilización conjunta de recursos (agua, bosques, ríos...), y un más eficiente tratamiento
de los problemas ambientales transfronterizos;

149
No olvidamos que la Antropología Cultural, sin embargo, sí ha prestado una intensa atención a las fronteras, particularmente
desde que, a partir de los años ‘60, el problema de los inmigrantes ilegales hispanos en los Estados Unidos alcanzó grandes
dimensiones. Ese mismo fenómeno ha contribuido al desarrollo de la Antropología Urbana, que ha tratado muy especialmente
la presencia de culturas hispanas en las metrópolis norteamericanas del Sur. No obstante, estas aportaciones quedan fuera de
nuestro objeto de estudio.

150
Los paradigmas dominantes en los Estudios Fronterizos son hoy por hoy, sin embargo, económicos y en menor medida
geográficos, por la fuerte vinculación de los Estudios Fronterizos a la Ciencia Regional. Las aproximaciones netamente
sociológicas sólo superficialmente se acercan a la problemática urbana, centrándose fundamentalmente en la problemática de
las migraciones y en los mercados de trabajo.

- 110 -
4) una comunidad de recursos en la provisión de ciertos bienes y servicios públicos
estratégicos (aeropuertos, universidades, ferias internacionales, facilidades para la investigación,
infraestructura de transporte, etc), que permitan prever la no duplicación de costosas infraestruc-
turas;
5) en el caso de proximidad geográfica directa, permite alcanzar las economías de escala
precisas para poder permitirse la dotación de ciertos servicios públicos para los que de otro modo
no podría encontrarse justificación;
6) la administración y/o limitación de los efectos potencialmente perversos de la
competencia interregional.
Se trata en suma de cuestiones que empiezan a tener una importancia evidente y que va a
tenerla aún más en el futuro. Sin embargo, los problemas tanto metodológico-analíticos como
estratégicos son importantes, derivados de una serie de hechos que dificultan el trabajo:
1) El localismo, que justo a aspectos positivos puestos de manifiesto por el desarrollo de las
euroregiones, plantea también serias limitaciones, al añadirse en muchos aspectos a formas de
nacionalismo. En suma, no siempre las ventajas de la colaboración transfronteriza son percibidas
así por todos los agentes, que siguen viendo en ciertos casos un enemigo exterior151. Así, desde
Alentejo el mayor peso relativo tanto económico como demográfico de Extremadura, y muy
especialmente Badajoz, es percibido a menudo como un intento de absorción (Cascais, 1996,
Nazario, 1997).
2) Las dificultades para el análisis transfronterizo, derivadas de las dificultades del idioma,
que se hacen más evidentes en el trabajo de campo que cuando nos limitamos a la comunicación
académica o especializada.
3) La falta de uniformización de muchas variables estadísticas en los ámbitos municipales,
así como la propia diferencia en la organización administrativa del territorio.
4) Las diferencias económicas, sociales y conceptuales que permanecen más allá de la
superación de las barreras comerciales, entre regiones tradicionalmente orientadas, en términos
culturales, en sentidos diametralmente opuestos, a causa del respectivo interés nacional.
Atemperando los cánticos de alegría por la cooperación transfronteriza, algunos autores
advierten:
“aunque argum entos utilitarista s y aparen temente ra cionales so n frecuen temente
utilizados para ap oyar la idea de la co operació n transfron teriza, uno no pue de igno rar la
historia, el lenguaje, las percepciones culturalmente definidas de las regiones fronterizas, y otros
elementos que crean específicos (y en parte únicos) contextos de cooperación transfronteriza”
(Scott, 1997).
5) La propia resistencia de los Estados a perder, aún en el marco de la Unión Europea, ciertos
controles sobre la la soberanía territorial152.
La Regio Basiliensis, y la Euroregio, como pioneras gracias a su ubicación en países
firmantes de los primeros tratados de libre comercio que dieron origen a la Unión Europea, han
aportado una gran experiencia en el tratamiento de estas cuestiones, si bien sus proporciones

151
En el caso de la frontera hoy más paradigmática del planeta, la de Estados Unidos con México, este hecho es una evidencia.
Junto a la percepción, sob re todo desde el anál isis más arraigado en lo local, de los beneficios innegables de la cooperación
transfronteriza, desde el lado norteamericano se acentúan los temores a la mexicanización -no sólo hispanización- de los Estados
sureños, o se subraya la importancia del tráfico de drogas; por su parte, desde el lado mexicano se denuncia la fuerte penetración
de la cultura anglosajona en las ciudades del Norte del país, y se temen las consecuencias de una nueva colonización económica
mucho más sofisticada; o incluso de intervencionismo territorial directo (Friedmann, 1984)

152
En 1997 el Gobierno Español ha impuesto la condición, para cualquier actuación binacional, del acuerdo previo por el
Consejo de Ministros, lo que obviamente va a dificultar y ralentizar cualquier política de cooperación transfronteriza
interregional o local. No obstante, no es previsible que tales limitaciones puedan ser realmente aplicadas.

- 111 -
geográficas -muy pequeñas territorialmente- y demográficas -elevadas densidades-, así como su
posición geoestratégica tradicional las convierten en ‘malos’ modelos por más que deban ser
atendidos. La aglomeración de Basel, con tan larga tradición que incluso cuenta con un
seudoparlamento, sobrepasa los 2,5 millones de habitantes en una reducida superficie, repartidos
casi a partes iguales entre Francias, Alemania y Suiza (Brinner, 1986); y la Euroregio, también
en un pequeño territorio transfronterizo entre Alemania y Holanda, agrupa a más de 100
jurisdicciones distintas -pueblos, ciudades y municipios- con una población de casi dos millones
de habitantes. Y otro medio centenar de asociaciones euroregionales de diverso cuño se han
añadido en los últimos años, al amparo fundamentalmente de los programas INTERREG.
Frente a euroregiones como éstas, el caso de Extremadura y Alentejo es muy distinto, pues
nos enfrentamos a extensos territorios con bajas densidades de población y con divisiones
administrativas bien distintas. Sobre una superficie de 41.602 km2, en Extremadura existen dos
provincias: Badajoz (21.657 kms2) y Cáceres (10.945 kms2). Mientras que en Alentejo, sobre una
superficie de 26.930 kms2, hallamos cuatro distritos: Portalegre (5.935 kms2), Evora (7.228
kms2), Beja (8.503 kms2) y parte del Distrito de Setúbal (cinco concejos con 5.264 kms2).
Mientras en Extremadura hallamos 382 municipios, con un total de 627 entidades de población,
en Alentejo la población está mucho más dispersa: está dividida administrativamente en 290
freguesías, que cuentan con un total de 1.064 núcleos -a menudo meros caseríos- de población.
La estructura urbana de Extremadura (con una población de algo más de un millón de habitantes,
y 25,5 habitantes por kilómetro cuadrado) es por tanto mucho más concentrada en términos
relativos que la de Alentejo (algo más de medio millón de habitantes, con una densidad de 19,9
habitantes por kilómetro cuadrado); mientras Extremadura cuenta con una ciudad de casi 150.000
habitantes (Badajoz), y otras dos dos que superan los 50.000 habitantes (Cáceres y Mérida), en
el caso de Alentejo la mayor ciudad, Évora, apenas sobrepasa esa cifra.
En el caso hispano-portugués el modelo de la frontera México-USA es mucho más
interesante, por cuanto en ambos casos encontramos algunas invariantes que otorgan a estos
espacios una personalidad particular. Respecto de la frontera americana se ha señalado:
“Después de la derrota militar mexicana frente a los Estados Unidos, inmediatamente
después de haber quedado trazada una nueva frontera internacional, en 1848 (corregida en
1853) las regiones de la frontera actual se caracterizan por su marginalidad, por su distancia
con respecto al centro político y económico de la nueva España. (...Se trata de) un espacio
salvaje, olvidado y desértico. (...) La población rural es poca; aun después de la creación de los
distritos de riego del Colorado y del Río Bravo, la población agrícola se concentra en las
localidades de tamaño urbano (...). La barrera entre las dos naciones se impermeabiliza al
mismo ritmo que resurgen los nacionalismos y en la medida en que esos márgenes desérticos
cobran importancia de manera espontánea o estratégica. La línea fronteriza, durante mucho
tiempo teórica, se materializa en una verdadera barrera que corta en seco los ‘hinterlands’
difusos de los centros urbanos pioneros” (Vanneph, Revel-Mouroz, 1994:10-11).
Esta perfecta síntesis de las aportaciones de Stoddard, Herzog y Fernández podría ser
traspuesta, con muy pocas modificaciones, al caso hispano-portugués, a pesar de las profundas
diferencias derivadas, fundamentalmente, del desigual fondo histórico que actúa como
background en la formación de las fronteras (de apenas dos siglos en el caso americano, y de casi
un milenio en el caso ibérico).
Hay una diferencia infranqueable, como es el hecho de que en la frontera americana los
efectos más conocidos de integración, subsidiariedad y sinergia en ciudades transfronterizas los
encontramos referidos a grandes metrópolis, como San Diego-Tijuana o El Paso-Ciudad Juárez.
No obstante, algunos autores han señalado la coincidencia, en muchos aspectos, entre los

- 112 -
problemas de las pequeñas y medianas ciudades de frontera, y esas grandes metrópolis
transfronterizas (Herzog, 1986:1).

- 113 -
9.
Ciudades y regiones en la frontera
hispano-lusa: de ‘cul de sac’
a nodos esenciales

España y Portugal entraron a formar parte de la Unión Europea en 1985, sólo un año antes
de la firma del Acta Única Europea. Hasta entonces, y durante muchos siglos, ambos países
habían permanecido espalda contra espalda. El propio proceso de surgimiento de la nación
portuguesa, la competencia como imperios ultramarinos, los continuados enfentamientos bélicos
-el último a principios del siglo XIX-, generaron una auténtica frontera de carácter militar -sobre
todo, pero no únicamente, en el lado portugués-, escasamente poblada y en la que los contactos
apenas se han derivado del hecho de que las comunicaciones terrestres de Portugal con el resto
de Europa, y viceversa, indefectiblemente debían pasar por España. Incluso el denominado Pacto
Ibérico, que 'hermanó' a las dos dictaduras que durante décadas sometieron a ambos pueblos,
ocultaba un fondo de desconfianzas y desprecios mutuos. Tampoco hay que olvidar que,
tradicionalmente con una renta inferior a la española, y todavía hoy con menos de diez millones
de habitantes, y con los grandes centros de producción manufacturera y agroindustrial ubicados
en el Norte y en el Mediterráneo, el mercado portugués no tenía gran atractivo para la economía
española.
En concreto, la frontera hispano-lusa en Extremadura se ha caracterizado, aún desde antes
de la formación de los dos estados nacionales, por la conflictividad. Primero entre musulmanes
y cristianos, y luego entre lusos y castellanos. La rapiña de territorios -y en consecuencia
recursos- ha sido durante siglos habitual en las dos direcciones, constituyendo el episodio más
reciente la anexión, por España, del territorio de Olivenza, a principios del siglo XIX153. Hasta
el punto de que, todavía hoy, diversos tramos de la frontera no son oficialmente aceptados por
Portugal154.
En suma, mientras que Portugal se orientaba hacia el Océano, tanto hacia sus colonias y
ex-colonias como hacia Inglaterra, que tradicionalmente ha impuesto su influencia económica
y cultural en el país luso, España orientaba sus intereses hacia la Europa transpirenaica y el
Mediterráneo. Conformándose así un territorio, a lo largo de buena parte de 'la raya' fronteriza,
que respecto a los centros económicos y de decisión de ambos países constituía un cul de sac,
fuertemente limitado en sus posibilidades de desarrollo endógeno por el abandono secular.
Regiones como el Alentejo portugués y la Extremadura española -con fuertes diferencias, no

153
A pesar de que dichos territorios -cuyas principales familias huyeron a Portugal- fueron colonizados para asegurar un
españolización con familias procedentes de Castilla, conservaron un núcleo demográfico portugués importante, sobre todo en
algunas aldeas en las que el portugués sigue siendo una lengua viva.

154
Un hecho que alimenta auténticas paradojas. El ‘territorio oliventino’, separado de Portugal por el río Guadiana, ha quedado
aislado durante casi dos siglos al ser volado el puente que comunicaba Olivenza con Elvas. Sin embargo, aún cuando Portugal
mantiene un núcleo de ‘irredentos’ que siguen reivindicando la soberanía sobre Olivenza, el no reconocimiento de la frontera
ha impedido durante casi dos décadas, la construcción del nuevo puente (las gestiones se iniciaron a mediados de los ‘80, y se
inauguró el último año del siglo).

- 114 -
obstante, entre sí-, aparecen sistemáticamente entre las más atrasadas y menos ricas de Europa155.
Territorios, a partir de ese momento, fuertemente dependientes de fuerzas exteriores: de la
presencia del ejército, de la extensión de la administración pública, las inversiones públicas
extraordinarias y el turismo comercial transfronterizo, fundamentalmente.
No es extraño, dada la fuerte influencia que en dicho estado de cosas ha tenido la frontera,
que en los años ‘70, cuando se intensifica el análisis regional en España, se popularizase el
término ‘telón de corcho’ para referirse a este espacio bloqueado para el desarrollo (Pintado,
Barrenechea, 1972).
Sin embargo, más allá de los intereses de Reinos y Estados, la población de la frontera ha
aprovechado también históricamente su situación geográfica en lo posible. El contrabando -a
menudo un mero complemento económico de las escasas rentas de los jornaleros tanto en el
campo como en la periferia urbana- ha sido sin duda el aspecto más literario y colorista de las
interacciones que se han producido, pero no el único ni con mucho el más significativo. De
hecho, el comercio regular, complementario durante décadas -debido a las diferencias de precios
en ciertos productos, y también a la diferente fiscalidad con que los respectivos países han tratado
ciertos artículos como el tabaco, las bebidas alcohólicas, el café, etc-, ha sido mucho más
determinante en el proceso espontáneo de integración que el contrabando156.
Los historiadores recogen, por ejemplo, la tradicional presencia de jornaleros temporeros
portugueses en Extremadura. El hecho de que, tras desaparecer en los años ‘60 (cuando la
mecanización de los secanos extremeños amortizó buena parte de los empleos), haya resurgido
este fenómeno en los años ‘80 y ‘90, en las Vegas regables del Guadiana, ha hecho que se le
considerase un fenómeno nuevo. Sin embargo, a principios de siglo está documentada una
presencia abundante de jornaleros alentejanos, llegándose a plantear en determinadas épocas
-como occurrió en 1918- graves conflictos, pues los sindicatos campesinos extremeños los
consideraban una competencia desleal por sus bajas exigencias salariales (Macías, 1994:50). Si
bien las relaciones entre los sectores jornaleros de ambos países han sido en general buenas,
“hasta el punto de que muchas uniones matrimoniales mixtas y la mezcla de apellidos es hoy
muy corriente en barrios populares de Badajoz y en pueblos de la frontera”(Cayetano, 1994:34).
Hasta tal punto esto es así, que en las comarcas fronterizas del Norte de la provincia de
Badajoz hallamos pequeñas aldeas fundadas muy recientemente -en términos históricos, pues
hablamos del siglo XIX y principios del XX- por portugueses. Algunas asentadas dentro de la
jurisdicción española, que en su momento intentaron incluso independizarse de los municipios
en que se ubican, y otras, como El Marco o la Rabassa (en La Codosera), asentadas justo sobre
la línea internacional.
Avanzando algunos elementos que se desarrollan con mayor amplitud en los siguientes
capítulos, se puede decir que, objetivamente consideradas, ninguna de las dos regiones carecen
de recursos para superar su postración, y hay una larga tradición de observaciones y hechos
aislados que muestran las grandes posibilidades que se derivan de la optimización de los
elementos complementarios de que disponen, tanto a nivel regional como sobre todo en ciertos
ámbitos locales de carácter municipal y/o comarcal, y que sólo la entrada en la Unión Europea
de los dos países peninsulares ha permitido empezar a poner en valor. De hecho, las ciudades

155
Hablamos de 'regiones menos ricas', por cuanto hablar, como demasiado a menudo se hace en la literatura académica, de
'regiones pobres de Europa', constituye un insulto a las dos terceras partes del planeta, por más relativismo que apliquemos al
concepto de pobreza.

156
Por lo demás, el contrabando, al mezclarse estrechamente a partir de los años ‘70 con el tráfico de drogas, ha venido perdiendo
sistemáticamente el reconocimiento consuetudinario que se le ha atribuído tradicionalmente.

- 115 -
enfrentadas de Badajoz y Elvas han funcionado durante décadas como puntos comerciales
fronterizos claramente complementarios. Hasta tal punto que en los años '70, cuando se completó
la política de Polos de Desarrollo en España, hubo serias propuestas, conscientes de este hecho,
visionarias de la potencial posición estratégica de estas ciudades y observadoras de los positivos
efectos del desarrollo transfronterizo en la Regio Basiliensis, que pretendían la creación de un
núcleo de desarrollo de carácter transfronterizo en la zona (Martin Lobo, 1971b).
Como veremos, hay que buscar en su posición fronteriza algunos de los factores que han
posibilitado el crecimiento de la ciudad Badajoz, en una posición claramente excéntrica no sólo
respecto de la nación española sino de la propia región extremeña y aún de su provincia, y su
conformación como principal centro industrial de la región (Cortés, 1996).
La caída de las fronteras económicas y ciudadanas ha puesto de manifiesto lo acertado de
aquellas propuestas. En el marco de la nueva conformación europea de la Península Ibérica, la
zona que nos ocupa aparece ubicada en una posición privilegiada, casi en el centro geográfico
de un triángulo formado por las metrópolis de Madrid, Lisboa y Sevilla, en cuyo interior habitan
más de diez millones de habitantes; tal y como Zaragoza se halló ubicada, al iniciarse las
primeras etapas del desarrollo español, en el centro del triángulo Barcelona-Bilbao-Madrid
(Baigorri, 1995). El hinterland que analizamos estaría altamente capacitada, en caso de que
puedan alcanzarse las sinergias necesarias, para ofrecer a esa población servicios de ocio de alta
calidad en un entorno ambiental privilegiado, alimentos frescos de calidad, y por supuesto
también productos manufacturados. Por otra parte, la existencia una pequeña mesópolis
transfronteriza de algo más de 200.000 habitantes, de la que pretendemos averiguar si
efectivamente funciona como tal, posibilita a priori la futura implantación de centros de
teletrabajo de todo tipo sea cual sea su complejidad tecnológica157.
Diversos servicios profesionales -desde la construcción a servicios a empresas, pasando por
la hostelería- se han visto de hecho beneficiados a ambos lados de la frontera por la desaparición
física de la misma158. Se instalan centros de distribución que buscan la atracción de la población
de ambos lados. Algunas Ferias profesionales que se celebran en la institución ferial de badajoz
tienen ya carácter transfronterizo, o binacional. La ciudad de Badajoz se consolida de forma
creciente tanto como un centro transfronterizo de servicios como en cuanto que -más lentamente
en este caso- centro de un mercado de trabajo transfronterizo. Incluso servicios públicos
sanitarios -del INSS- y educativos de la ciudad son utilizados de forma creciente de forma
habitual por ciudadanos portugueses -hechos que por su parte plantean otro tipo de problemas
de planificación propios de las ciudades transfronterizas-. La complementariedad está, en suma,
creciendo159, y así es percibida por los agentes económicos y sociales más dinámicos.

157
La implantación de este tipo de centros parece hallar economías de localización en territorios alejados de los centros
económicos, pero que cuentan sin embargo con una mínima infraestructura tecnológica -ciudades medias o intermediarias-, un
relativamente bajo coste de vida, y sobre todo alta calidad ambiental (Richardson & Gillespie, 1996).

158
No se trata únicamente del desigual coste de los salarios -que, salvo en algunos sectores que siguen anclados en ciertas formas
de economía sumergida, no ha tenido gran incidencia-, sino de la desigual especialización que en algunos servicios se ha operado
a ambos lados de la frontera.

159
Un ejemplo muy explícito de las complementariedades que pueden obtener las zonas de frontera nos lo muestra la presencia
de un número relativamente numeroso de doctorandos portugueses en la Universidad de Extremadur a. Frente a un mecanismo
extremadamente complejo y duro de obtención del doctorado en Portugal, la existencia de una Universidad española en la misma
frontera posibilita a muchos titulados el optar por la vía española de doctorado. Asimismo, algunos estudiantes portugueses van
apareciendo en diversas carreras de la Universidad de Extremadura. Y en sentido inverso, aunque todavía no esté siendo utilizada
esta posibilidad, los aspirantes a universitarios de la zona de Badajoz tienen la posibilidad de acceder a la Universidad de Évora
(a 90 kms de la frontera) para cursar estudios todavía no ofertados por la Universidad extremeña -Sociología, Paisajismo, y
próximamente Arquitectura-, aprendiendo además un idioma, y sin el incremento de costes que supondría otro tipo de salida para

- 116 -
Por parte de las instituciones estas potencialidades han sido ya percibidas. El 17 de enero de
1992 se firmó el Protocolo de Cooperación Transfronteriza de Puente Ajuda, entre Extremadura
y el Alentejo, que culminaba una etapa previa de relaciones y acercamientos. Desde entonces se
han sentado las bases para una cooperación firme, a través de diversas Comisiones de Trabajo,
y con el apoyo de dos Gabinetes de Iniciativas Transfronterizas, de carácter técni-
co-administrativo, ubicados en Mérida y Évora respectivamente. El Programa Operativo de
Desarrollo de las Regiones Fronterizas de España y Portugal de 1989, acogido a la inciativa
comunitaria INTERREG, ha sido el sustrato para dicho desarrollo de la cooperación institucional,
que ha dado hasta la fecha numerosos frutos, sobre todo en lo que a actividades relaciones,
académicas y de promoción se refiere. El INTERREG II ha servido para profundizar en las bases
del desarrollo transfronterizo.

realizar estudios en el Extranjero.

- 117 -
- 118 -
Tercera Parte

La formación
de un Area Mesopolitana
de carácter transfronterizo
en Badajoz

- 119 -
- 120 -
La vía a través de la cual me he ocupado de los procesos de urbanización, y desaparición de
lo rural, ha sido la preocupación por las transformaciones sociales que conlleva el regadío. Ya
se ha hablado en otros epígrafes del tipo de espacios agro-urbanos que constituyen la mejor
imagen de la acelerada transformación de lo rural en urbano. Y justamente las zonas de regadío
-en mayor medida cuanto más antiguos son dichos regadíos- ofrecen a su vez una muestra
inequívoca de tales procesos.
Si desde una perspectiva ecológica entendemos que las infraestructuras y los ecosistemas
condicionan los sistemas sociales, nos encontramos en el caso del regadío frente a un tipo de
infraestructura que además modifica profundamente los propioas ecosistemas, y establece nuevos
mecanismos de adaptación al medio. Siendo su primer elemento el incremento de la capacidad,
o del soporte poblacional, del espacio. Creo que ahí está la clave de cómo el regadío se constituye
en un poderoso factor de urbanización: en la medida en que posibilita el incremento de la
densidad demográfica.
¿Cómo ocurre ésto?. El regadío produce, desde luego, una gran cantidad de excedentes, pero
no está ahí la clave, sino en la condición de excedentes altamente perecederos. En este sentido,
posibilita una fuerte presión demográfica, pero in situ, esto es en las inmediaciones de las
huertas. Los excedentes del regadío terminan exigiendo el desarrollo de tecnologías y formas de
organización que hagan posible su exportación una vez transformados (conservados). A su vez,
el desarrollo de las nuevas tecnologías posibilita el ensanchamiento natural progresivo del
hinterland -por ejemplo extendiendo el riego a tierras a las que de forma natural no podría llegar-,
entrando así en un círculo virtuoso de progreso económico, tecnológico y social.
Nos enfrentamos, por tanto, a una transformación ecológica que conlleva a la larga una
revolución tecnológica. La consecuencia de todo ello es la introducción de nuevos valores y
actitudes, la reestructuración del territorio y el espacio del hábitat, y en su conjunto el desarrollo
económico y social.
De hecho, como veíamos, el surgimiento de las primeras civilizaciones urbanas (las que se
desarrollan en torno al Tigris y el Eúfrates) está intensamente ligado al desarrollo de la irrigación.
El regadío está en el origen no sólo de las ciudades, sino incluso del Estado.
Si desde una perspectiva ecológica podemos entender la ciudad como un mecanismo de
concentración energética altamente eficiente, el regadío constituye el más antiguo y eficiente
instrumento ecológico de concentración energética. Gracias a la capacidad refrigerante del agua,
la agricultura multiplica por diez su capacidad de captación de una energía gratuita e inagotable,
como es la del sol.
Estos procesos hemos podido verlos con claridad en el caso de Extremadura, donde he
propuesto que el regadío constituye la tercera y definitiva gran transformación ecológica, o
revolución tecnológica. De ahí que sea importante que analicemos previamente los efectos del
regadío en esta región, y muy particularmente en las Vegas del Guadiana, en cuyo fondo se
asienta la ciudad de Badajoz160.

160
Una primera versión de los apartados siguientes fue discutida en el Seminario sobre la Economía Extremeña, Facultad de CC.
Económicas y Empresariales, Badajoz, Diciembre 1996, y publicada en el monográfico dedicado a Extremadura de la revista
Situación (1997); en ese artículo pueden verse tablas y gráficos más detallados.

- 121 -
10.
Las tres adaptaciones

Sobre el territorio extremeño se han operado tres grandes transformaciones ecológicas que
(lógicamente mediatizadas por las estructuras económicas, la tecnología y los sistemas de
pensamiento y de creencias) han determinado las distintas formas de adaptación de la población
al territorio, las densidades demográficas, y los actuales niveles de desarrollo económico y social
(Baigorri, 1997b).
La primera gran transformación fue la dehesa. Un largo proceso de selección de especies
vegetales dio lugar al desarrollo de un modo de producción agro-ganadero específico, hoy todavía
conservado en extensas áreas de la región, que permitió la adaptación, durante varios siglos, de
una población escasa y dispersa. Pero en el siglo XVI este sistema había alcanzado su punto
crítico en cuanto a la capacidad de sostén de la población en las zonas más densamente pobladas.
La emigración al nuevo continente descubierto permitió en parte importante aflojar la
presión demográfica (entre mediados del siglo XVI y mediados del XVII la población extremeña
se reduce casi a la mitad, teniendo alguna influencia en ello la migración intercontinental)161.
Pero lo que en mayor medida fue determinante fue la segunda gran transformación, esto es
la agricultura moderna162 de secano: allí donde la presión demográfica era más intensa -y las
estructuras de propiedad y dominio lo permitían-, se sustituyó el bosque adehesado por un
complejo sistema de policultivos (olivar, viñedo, frutales de secano, cereal, legumbres...); en
otras áreas se implantó el monocultivo cerealista, en un proceso que se agudizaría en los siglos
XVIII y XIX para responder tanto a las grandes hambrunas como al desarrollo demográfico
nacional. La agricultura de secano conforma un nuevo ecosistema que está en condiciones de
posibilitar un nuevo crecimiento de la población: es entre 1860 y 1960 -y no antes- cuando se
dobla la población de Extremadura, alcanzando casi 1,4 millones de habitantes.
Sin embargo, a mediados del siglo XX tanto la dehesa como la agricultura de secano, junto
a la limitante estructura de propiedad y dominio de la tierra, se mostraron de nuevo incapaces de
sostener el crecimiento.
Una vez más será la emigración la estrategia adaptativa que se impone para muchos. Pero,
sobre todo, será también un proceso de cambio social y tecnológico el que dé una respuesta

161
No hay acuerdo entre los historiadores sobre la importancia real de la emigración extremeña a América. Es realmente difícil
establecer una cifra a cinco siglos de distancia, cuando todavía hoy es imposible conocer, no ya en los Estados Unidos -donde
los ilegales se cuentan po r millones- sino en E spaña, el vo lumen real, y el origen geo gráfico, de los inmigrantes. Pero los
argumentos de Domínguez (1988), sobre la importancia de la emigración clandestina, así como sobre el predominio de la
influencia andaluza, extremeña y canaria, en los usos y costumbres, nos permiten suponer que un porcentaje relativamente
importante de las 150.000 personas que se estima emigraron en el siglo XVI debieron ser extremeñas. Si tenemos en cuenta que
emigraban justamente las personas en edad de procrear, tendremos una explicación de la decadencia demográfica de Extremadura
-es probable, por otra parte, que las guerras imperiales se nutriesen de soldados en este tipo de territorios donde la presión
demográfica era elevada- . Y, como es sabido, la capacidad de una población para sobrevivirse, particularmente con anterioridad
al siglo XX, la marca la proporción de individuos con capacidad reproductiva.
162
Entendemos por tal la que se desarrolla en Europa a finales de la Edad Media, con la introducción de nuevos tipos de arados,
rediseño de medios de transporte, introducción de nuevas especies animales de tiro, generalización de los sistemas de rotación
de cultivos, etc. En la era moderna, cuando la agricultura de secano llega a extenderse en Extremadura, estas técnicas se
completarían con el abonado y la selección de semillas.

- 122 -
perdurable a la presión demográfica: esta tercera gran transformación ecológica será el regadío.
A pesar de las modestas proporciones que la transformación en regadío ha alcanzado en
Extremadura (con respecto a otras regiones), y de que la maduración de los mismos ha coincidido
con una época de crisis agraria, este nuevo sistema de producción ha posibilitado una nueva
acumulación de capital, y ha preparado a la región para soportar un nuevo crecimiento
demográfico163. Por primera vez después de medio siglo, la población extremeña se estabiliza.
Y no sólo porque se reducen las demandas de mano de obra en las áreas tradicionalmente
receptoras de emigrantes164, sino porque el territorio ha acrecentado su capacidad de sostén.
Aunque es justo en las zonas de regadío en donde únicamente se produce una auténtica
recuperación demográfica.
Por tanto, en la medida en que, según hemos puesto de manifiesto, a la luz de las teorías del
materialismo cultural y la ecología social la infraestructura ecológica y la estructura económica
condicionan las superestructuras sociales, debemos suponer que el regadío está transformando
profundamente extensas áreas de Extremadura: complejizando su economía, modernizando las
estructuras productivas, reorientando el modelo territorial de la región, modificando los sistemas
de creencias y las actitudes, acelerando en suma los cambios sociales...165
Naturalmente este proceso, puesto en marcha a mediados de siglo (pero atisbado en las
primeras décadas), se enfrenta hoy a importantes bloqueos.
De una parte de carácter supracional, como la Política Agraria Comunitaria (PAC) y los
acuerdos de libre comercio Norte-Sur en materia de alimentos (última ronda del GATT), pesados
lastres para el desarrollo de la agricultura en los países desarrollados.
En segundo lugar, de carácter nacional, como los instrumentos de planificación (Hidraúlica,
del Desarrollo e incluso del Regadío), sistemáticamente polarizados, que tienden a desviar los
recursos (hidraúlicos, económicos) y las inversiones infraestructurales hacia las áreas más
desarrolladas del Estado.
Y, en tercer lugar, los hay también de carácter regional. La incomprensión de la dialéctica
ecología-regadío, la estructura de la propiedad (contradictoria con las necesidades de gestión del
sistema productivo del regadío), la falta de una cultura del agua, la falta de formación
agroempresarial o la falta de estructuras de transformación y comercialización de la producción,

163
Repasemos en este punto algunas cuestiones planteadas en la primera parte, en la que recogíamos los elementos teóricos que
nos permiten explicarnos cómo el regadío produce un curioso fenómeno, ampliamente descrito por los antropólogos, que choca
con el principio del mín imo esfuerzo que se acept a como consustancial a las acciones humanas: "La alta densidad demográfica
de las sociedades que practican la agricultura de regadío es debida al hecho de que al aumentar la cantidad de agua
suministrada a los campos, aumenta la cantidad de trabajo que puede invertirse en la producción sin pérdidas susta nciales en
la relación input-output. Por tanto, en vez de utilizar el potencial de aho rro de trabajo de su tecnología para trabajar menos,
la agricultura de regadío opta por intensificar su esfuerzo de incrementar su output" (Harris, 1990, p.140). Si relacionamos
estas aportaciones con algunos de los grandes modelos interpretativos, desde la Sociología, del desarrollo del capita lismo, como
el de la ética protestante del trabajo (Weber, 1964) y de los mecanismos del crecimiento económico, como la motivación
ambiciosa (Mc Clelland, 1968), tendremos una más clara explicación de los mecanismos por los que el regadío posibilita una
acumulación de capital y dispara la demografía.
164
Otros ponen el acento en elementos exógenos: la emigración estaría determinada por la demanda de fuerza de trabajo en las
áreas en desarrollo. Desde nuestra perspectiva, los factores son básicamente endógenos, infraestructurales (ecológicos) y
estructurales (económicos, sociales). No se emigra hacia un buen nivel de vida, sino que se emigra desde un mal nivel de vida
(es de Perogrullo la condición necesaria de que existan no uno, sino varios lugares a los que emigrar, en los que las condiciones
sean mejores). La pervivencia de sociedades prehistóricas cerca de sociedades avanzadas de consumo, mientras no se vea limitada
su capacidad de sustentación, es la mejor prueba del fundamento de estas afirmaciones.
165
Nuestro modelo explicativo no es unánimemente compartido, pero en su simplicidad permite una interpretación coherente
del pasado y del presente de la región. Superando así los vacíos explicativos de teorías y modelos que, sean endo-estructurales
(centrados en limitaciones internas, geo-físicas o incluso de personalidad), o bien basados en las teorías del subdesarrollo
(modelos centro-periferia), en ambos casos son en el fondo culpabilizadores (de nosotros o de los otros), y conducen a fondos
de saco cuando se trata de proponer alternativas.

- 123 -
limitan la capacidad endógena de acrecentar la superficie regable. Si bien éstos factores internos
son los que el propio desarrollo socioeconómico alentado por el regadío puede permitir en mayor
medida superar.

El regadío en Extremadura
El regadío es reciente en Extremadura; aunque se han encontrado vestigios de regadíos
romanos cerca de Badajoz, es probable que sobre algunas villas de las vegas del Guadiana se
levantasen luego algunas almunias, y está documentada en el siglo XV la existencia de pequeños
regadíos en algunas estrechas vegas cacereñas.
La escasa importancia histórica es achacable a la confluencia de factores diversos (nivel
tecnológico, estructura de la propiedad y presión demográfica, fundamentalmente)166. El caso es
que sólo a partir de mediados del siglo XX se inicia un proceso intenso de transformación167 que
queda bloqueado en los '70, para recuperarse sólo muy tímidamente en los últimos años.
De las ocho regiones más importantes por su superficie (Castilla-León, Aragón, Cataluña,
Valencia, Murcia, Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía) y por la extensión de su
agricultura, tan sólo Murcia posee una superficie de regadío menor que la extremeña (aunque en
términos relativos la importancia del regadío es mayor también en Murcia, al ser su superficie
geográfica regional inferior). Ahora bien, si considerásemos otras variables, veríamos cómo
Extremadura resalta en la relación Has Regadío/habitante (la segunda más alta tras Aragón),
mientras que en la relación Has. Regadío/activo agrario le sobrepasan Aragón, La Rioja, Navarra,
Murcia, Castilla-León... e incluso Cataluña, a pesar de ser una región esencialmente industrial
y de servicios.

GRAFICO 5

166
En mayor medida que los condicionantes "naturales", que son siempre superables en función del desarrollo tecnológico del
momento.
167
Basado en programas iniciados por el gobierno de la República, e incluso en demandas y propuestas de finales del XIX. Pero
no es objeto de este trabajo referenciar la historia, sino la significación actual de los regadíos.

- 124 -
De hecho, la relativamente elevada relación entre regadíos y población en Extremadura
guarda más relación con la baja densidad demográfica que con la importancia objetiva del
regadío. El Gráfico recoge un índice de importancia real del regadío relacionando, mediante la
suma de los factores, con el total de tierras cultivadas, la población de la región y los activos
agrarios.
Este índice marca, en positivo o negativo, y por alejamiento de la media nacional, la
importancia real que el regadío, como infraestructura territorial, tiene para cada región. Según
este indicador, Extremadura vendría a ser la 8ª Comunidad Autónoma española por la impor-
tancia real de su regadío. E incluso si entrásemos en matizaciones de valor económico la
importancia real de Extremadura en este tema resultaría todavía inferior.
El regadío extremeño es, pues, reciente, y en términos objetivos no es todavía muy importan-
te, a pesar de su envidiable potencial. De las causas de esta situación lo tradicional ha sido
achacarlo a los mismos factores socioeconómicos a los que se ha atribuído el atraso secular de
la región. Pero no hay que olvidar tampoco que el regadío necesita población, mucha población,
para florecer. Produciéndose una acción sinérgica entre la presión demográfica, el capital y las
condiciones naturales168, situación que aquí tan sólo se han dado en puntos muy localizados del
Norte de la región antes del siglo XX169.
El regadío, en Extremadura, no ha sido pues una consecuencia natural, como lo ha sido en
La Rioja, Navarra, Aragón, Valencia, Murcia o Cataluña. Paradójicamente, el regadío extremeño
tal vez sea el único (como conjunto regional) que responde a las tesis largamente defendidas a
lo largo de varios decenios, a finales del siglo XIX y principios del XX, por unos regeneracionis-
tas, con Costa(1975) a la cabeza, que pensaban en regiones del Norte de España, donde ya
existían no sólo una cultura del agua sino también unas particulares condiciones estructurales.
El regadío ha llegado a Extremadura desde arriba, como parte de un programa de
"redención", lo que ha acarreado problemas y generado no pocas contradicciones. Pero, regadío
al fin, también en Extremadura se ha consolidado en un sistema que con los lógicos retroalimen-
tadores está produciendo los mismos -o parecidos- efectos que pudo producir en otras regiones
españolas décadas -o siglos- atrás.
Aunque prácticamente hasta 1980 las únicas transformaciones derivaron de actuaciones del
INC-IRYDA170, desde entonces venimos asistiendo a una tímida demanda de pequeños regadíos
de iniciativa local, y sobre todo a un fuerte y sostenido movimiento de actuaciones aisladas de
iniciativa privada. El incremento de la regulación, particularmente de la cuenca del Guadiana,
ha sentado las bases para que, en lo sucesivo, veamos desarrollarse con mayor amplitud el
regadío hasta el límite de los recursos hídricos de la región.
Por otra parte, los relativamente bajos precios del suelo rústico en Extremadura, bajos costes
laborales en relación a otras regiones, abundancia de agua y bondad del clima, han atraído desde
finales de los años '70 a empresarios foráneos -agrarios y no agrarios-; en ocasiones este hecho
es considerado como pernicioso (y ciertamente en no pocos casos se trata de inversiones

168
La sinergia entre presión demográfica regadío -en la medida en q ue ésta es una respuest a adaptativa a dicha presión- podría
ayudar a explicar, por otra parte, algunos de los fracasos en la implantación planificada de regadíos, no siempre atribuíbles a
factores físicos.
169
Tampoco son plenamente aceptables, con los datos actuales, otro tipo de tópicos ancestrales sobre la mala calidad de los
suelos, o el fuerte estiaje de la región, que todavía hoy se utilizan desde ciertos ámbitos para oponerse a la extensión de los
regadíos (Baigorri, 1997b).
170
Dejando a un lado los pequeños regadíos existentes en algunas zonas, sólo se detectan algunas experiencias aisladas de
regadíos de inicitiva privada en torno al Tiétar, en las primeras décadas del siglo XX. En esas fechas se inicia la transformación
de La Bazagona y su entorno, que actualmente constituye una rica zona regable.

- 125 -
especulativas, sobre todo fuera del regadío), pero es a todas luces evidente que está teniendo en
el regadío y en su entorno económico una positiva influencia. Pues se trata en ocasiones de
empresarios dinámicos e innovadores, que indirectamente ayudan a la difusión de nuevos
cultivos, nuevas técnicas y tecnologías de gestión del agua de riego, nuevos canales de
transformación/comercialización, etc. No cabe duda de que estos procesos socioeconómicos
aceleran los trances de urbanización social de la zona171.

Mapa de situación del regadío


Fuente: Landsat, Catastro de Rústica y elaboración propia

GRAFICO 6

La Tabla siguiente recoge la evaluación del estado actual de los regadíos de la región, que
realicé a mediados de los ‘90 (Baigorri, 1997b) dado que no se disponía de una evaluación oficial
fidedigna. Por su parte el mapa que hemos elaborado a partir de fotografías del satélite Landsat
(Ilustración 12), ofrece su ubicación aproximada en el territorio a principios de los ‘90.
El regadío se concentra en las Vegas del Guadiana, y en el conjunto Tiétar/Jerte/Alagón-
/Arrago, aunque aparecen pequeñas zonas aisladas de importancia fuera de estos sistemas
principales. Fuera de los municipios cercanos a los dos grandes sistemas hidráulicos, la superficie
regable no sobrepasa el 10 % de la superficie censada.

171
Precisamente, el origen predominante en este tipo de empresarios agrarios de regadío coincide con las principales zonas
agrarias de regadío del Estado: Levante y el Valle del Ebro.

- 126 -
TABLA 3:
SINTESIS DE LAS ZONAS REGABLES EN EXTREMADURA
ZONAS REGABLES DE CACERES
ZONA Presa/Sistema Río Has.Regables( .)
Gabriel y Galán Varias Alagón 38000-39000
Rosarito Rosarito Tiétar 15800-20000
Borbollón Borbollón Arrago 8700-9000
Valdecañas Valdecañas Tajo 6400-6700
Ambroz Arroyo Baños Ambroz 5000
Riv.Fresnedosa Fresnedosa 3516
Peraleda Valdecañas Tajo 1434-1800
Salor Salor Salor 744-800
Vegas Altas CC Orellana Guadiana 12500
Iniciativa Privada 10000
Calzadilla-Guijo Alagón 400
Valdeiñigos 300
TOTAL CC 102794-109016
NOTA: Los de Ambroz y Rivera Fresnedosa están terminados, en fase de puesta en cultivo. Habría otras 1.000
Has aproximadamente en otras pequeñas actuac iones en Carrascalejo, C asas de Don A ntonio, Las Minas,
Aliseda, Cañame ro, Mem brío, etc. Po dría fijarse una cifra media aceptable de unas 104.000 Has en la p rovincia
de Cáceres

ZONAS REGABLES DE BADAJOZ


Orellana Orellana Guadiana 43500-43900
Entrerríos Elevación Guadiana 735-800
Zújar Zújar Zújar 17100-24000
Montijo/Lobón Montijo Guadiana 36600-40000
Alange Elevación Guadiana 3500
Jerez Ardila/Brovales Ardila/Brovales 1600-1686
Olivenza Piedra Aguda Olivenza 675-700
Iniciativa Privada 30000
TOTAL 133710-144586
NOTA: Entre los pequeños regadíos, tradicionales o planificados, habría que hablar de La Codosera (100 H as),
Zalamea/D ocenario (243), Alamillo (46). Por otro lado, en la cuenca alta del Guadiana, entre Cíjara y Orellana,
se localizan casi 700 Has de pequeños regadíos locales; en la cuenca media, entre Orellana y Montijo, hay más
de 3000 Has basadas en pozos, de subálveos del Guadiana y sus afluentes; con aguas subterráneas del
subválveo del Guadajira y La Albuera se han transformado más de 5.000 Has; en el tramo bajo del Guadiana,
fundamen talmente entre Badajoz y Olivenza, las cifras oscilan según la fuente entre 3500 y 7000 Has; hay unas
decenas de Has. en el Lácara, y algunos centenares difíciles de acotar en la cuenca del Ardila. Una cifra
razonab lemente precisa para usar respecto a Badajoz debería estar seguramente por encima de las 140.000 Has.

Fuente: Declaraciones de Puesta en Riego, Censos Agrarios, Memoria del Plan Hidrológico Nacional, Avance del Plan
Nacional de Regadíos, Atlas de la Cuenca Hidrográfica del Guadiana, Catastro de Rústica, Instituto
Geográfico-Landsat, y elaboración propia

Regad ío, territorio y d esarrollo


- 127 -
Pero si el regadío ocupa todavía un escaso porcentaje del territorio extremeño (más del que
reflejan los Censos Agrarios, según hemos demostrado), no es menos cierto que las áreas más
desarrolladas de la región se concentran asimismo en reducidos corredores que, precisamente,
vienen a coincidir de forma bastante regular con la distribución del regadío. Aquí se concentran
la población, la industria, la actividad mercantil, el terciario más avanzado, el empleo, el
dinamismo social y económico en suma...172. Hasta el punto de poderse afirmar que, en la
actualidad, es el regadío el principal elemento estructurante del territorio y del desarrollo
económico en esta región (Baigorri y Cortés, 1991, Baigorri, 1995, y Cortés, 1996).

Ejes estruc turantes del territo rio

GRAFICO 7

De los ejes que podríamos abstraer como estructurantes de la región, los dos más importantes
(las Vegas de Guadiana, con más de 300.000 habitantes, y el Corredor del Norte, con unos
125.000), que concentran un 40% de la población extremeña, deben su conformación actual a
los regadíos transformados a lo largo del siglo XX; gracias a los riegos la población ha sido
retenida en Vegas Altas, incluída el área Villanueva-Don Benito. Sin los regadíos, estas dos
grandes ciudades que hoy compiten con Badajoz no habrían ido mucho más allá que Castuera
o Herrera del Duque, por poner dos ejemplos de ciudades venidas a menos" (Baigorri, 1980:165).
Y, efectivamente, sin tener en cuenta los efectos del regadío es difícil entender cómo
Plasencia, que ocupa el puesto 17º al iniciarse el siglo con 8.000 habitantes, es hoy la cuarta
ciudad extremeña, con casi 40.000; mientras que Trujillo, la séptima ciudad de la región en 1900
-casi 13.000 habitantes-, ha pasado en 1991 a ocupar el puesto 17º -menos de 9.000-. Podemos
observar con mayor detalle este aspecto en el cuadro siguiente, que recoge la variación en el

172
Y en consecuencia, también se concentran en estas áreas el tipo de conflictos y problemas sociales más característicos de las
sociedades desarrolladas: conflictos medioambientales, caos urbanístico, inmigración, tráfico de drogas, alcoholismo, violencia
y siniestrabilidad juvenil, etc. Naturalmente, el desarrollo económico y social tiene, hoy por hoy, dos caras indisolubles.

- 128 -
ranking de los dieciocho municipios más poblados en 1900, 1960 y 1991 respectivamente.

Pueblos y ciudades que ganan y pierden posiciones en los Censos de Población

GRAFICO 8

Todos los municipios que se incorporan al ranking en los sucesivos censos tienen
importantes superficies de regadío, o articulan comercialmente áreas de regadío. Mientras que
los municipios que sucesivamente se caen del ranking corresponden al tipo de territorios que se
beneficiaron de la primera adaptación ecológica: la dehesa
Ciertamente, más allá de los lugares comunes sobre la decadencia demográfica y económica
de Extremadura -que en menos de treinta años, a partir de 1960, perdió más de un tercio de su
población, lo que de hecho suponía más de la mitad de la población en edad reproductiva-, no
debemos olvidar -especialmente en el marco de las hipótesis sobre las que estamos trabajando-
la diversidad territorial de la región.
Es decir, junto a ciudades y extensos territorios de la región que iniciaron en 1960 una
profunda decadencia demográfica y social, hallamos no sólo ciudades sino comarcas enteras que
no sólo no han perdido, sino que han incrementado sistemáticamente tanto su población como
su riqueza. Así, el conjunto de los municipios de la región que podemos considerar de regadío
(a efectos de este propósito, hemos considerado como tales a los que cuentan con más de 200
Has), han incrementado su población, tomados en conjunto. E individualmente tomados, casi
todos los municipios que han crecido demográficamente se sitúan a lo largo o en torno a los dis
principales sistemas hidráulicos.
El siguiente muestra con mayor detalle este hecho. En el mismo se compara la evolución
demográfica, a lo largo del siglo, de los conjuntos de municipios que pueden ser clasificados,
respectivamente, como silvoganaderos (aquellos en los que la dehesa sigue siendo el ecosistema

- 129 -
predominante), cerealistas (aquellos en los que predomina el monocultivo de secano), de
policultivo de secano (en los que la convivencia de olivar, vid, cereales y otros productos del
secano intensivo complejiza su economía) y propiamente de regadío (Baigorri, 1991).

GRAFICO 9

Resulta obvio, a la vista de los datos, que los territorios que siguen anclados en las dos
anteriores adaptaciones ecológicas, la dehesa y el monocultivo cerealista de secano, se
encuentran desde 1960 en un proceso constante de decadencia demográfica, y por ende
económica. Los territorios que históricamente han intensificado el cultivo de secano,
especializándose en ciertos productos (olivar u viñedo, fundamentalmente) observan una
progresión más lenta en la pérdida de población, con cierta tendencia en los últimos censos a la
estabilidad. Únicamente los territorios caracterizados por los cultivos de regadío han mantenido,
después de 1960, la tendencia creciente que se inició a principios de siglo en toda la región.

La formación del corredor agropolitano de las Vegas del Guadiana

Vamos a centrarnos ahora en el eje de las Vegas del Guadiana, en cuyo desarrollo
agropolitano hallamos uno de los fundamentos del crecimiento y consolidación urbana de
Badajoz.

- 130 -
Delimitación de las Vegas del Guadiana

GRAFICO 10

Se trata de un territorio en el que la imagen de lo agropolitano, como fusión entre lo rural


y lo urbano, o más concretamente como el predominio socioeconómico de lo urbano sobre una
base física rural, se hace claramente visible173.
A causa de la construcción de numerosos poblados de colonización en el marco del Plan
Badajoz, la dispersión geográfica de los núcleos -general en casi toda la región, y muy
particularmente en la provincia de Badajoz- se ha reducido notablemente, hasta semejarse al tipo
de poblamiento de las vegas de regadío más antiguas. Pero, sobre todo, lo que se ha creado es una
estrecha red de interrelaciones económicas que otorgan personalidad propia a la zona; de una

173
Las Vegas del Guadiana incluyen algunos municipios de la provincia de Cáceres, particularmente Miajadas -con más de
10.000 habitantes y, después de Talayuela, en las Vegas del Tiétar, el municipio con más intenso crecimiento de la región-. Sin
embargo, a efectos de facilitar diversos tratamientos estadísticos, y en la medida en que la vinculación administrativa de todo
orden -incluídas las dive rsas coamarcalizaciones- mantiene la división p rovincial vigente, hemos optado por limitar nuestro
análisis a los municipios de la provincia de Badajoz. Hemos discuti do esta problemática r elativa a la zonificación limitada por
los perímetros en (Baigorri, Rodriguez-Cancho, 1991).

- 131 -
forma más intensa en las denominadas Vegas Bajas (entre Montijo y Badajoz), debido a su mayor
antigüedad.
En realidad, hablamos no ya de dos, sino de tres zonas plenamente diferenciadas:Vegas
Bajas, Vegas Altas y la Vega de Olivenza (el perímetro de las Vegas del Guadiana debiera incluir
también, probablemente, la zona de pequeños regadíos antiguos de La Codosera).
En primer lugar, las Vegas Bajas, que constituyen la zona más antigua del Plan Badajoz,
hasta el punto de que su transformación se había iniciado de hecho antes de la Guerra Civil. Este
territorio, ya en plena producción a finales de los años ‘60, contaba con una cierta articulación
previa: entre Mérida y Badajoz (60 kms) se incluían algunos dinámicos municipios como
Montijo, Puebla de la Calzada o Talavera la Real, que sin duda aprovecharon desde antiguo las
áreas más fácilmente dominables de sus vegas174. Sobre este entramado previo se asentaron un
total de 14 nuevos poblados de colonización, así como algunos ensayos de poblamiento disperso,
permitiendo de esta forma una más intensa ocupación del territorio, y densificando también la
malla de comunicaciones -y en consecuencia, de interacciones tanto sociales como económicas-.
Esta densificación del territorio se percibe incluso en fenómenos estrictamente urbanísticos.
Así, a mediados de los años ‘80, uno de estos poblados, situado originariamente a menos de 2
kms del núcleo urbano de Talavera la Real, había sido plenamente incorporado al casco urbano.
Aunque nunca fue considerado estrictamente como poblado, constituía de hecho un núcleo
plenamente diferenciado, y claramente distanciado de Talavera: el nombre que se le adjudicó,
Aldea del Conde, muestra su personalidad diferenciada. Otro ejemplo podemos hallarlo en el
proceso de fusión fáctica, por efecto del crecimiento, de las dos principales agrociudades situadas
a medio camino entre Mérida y Badajoz: Montijo y Puebla de la Calzada, que hoy forman de
hecho una pequeña conurbación175.
En cuanto a las Vegas Altas, constituyen una zona regable más joven. De hecho, la últimas
fases de transformación de una de sus subzonas, dominada por el Canal del Zújar, se ha puesto
en riego en la última década del siglo XX. Pero los 18 nuevos poblados que se construyeron en
los años ‘50 y ‘60 se asientan sobre las tierras dominadas por el más antiguo Canal de Orellana,
pues los regadíos del Zújar no incluyeron nuevos poblamientos. En esta zona, tradicionalmente
adehesada, la densificación del hábitat provocada por la transformación en regadío y colonización
es aún más que en las Vegas Bajas.
Nuevamente encontramos aquí dos agrociudades, Don Benito y Villanueva de la Serena,
situados muy cerca y cuyo crecimiento ha venido generando una auténtica conurbación, que en
la actualidad totaliza más de 50.000 habitantes, constituyéndose de hecho en la tercera ciudad
de la región. Ya en 1980 planteábamos la necesidad de introducir un tratamiento mancomunado
de ambos núcleos (Baigorri, Gaviria, Mejías, Serna, 1980); y muy recientemente, en 1996, los
Ayuntamientos de ambos municipios han puesto en marcha una Mancomunidad que pretende un
desarrollo armónico del espacio en que se produce el encuentro físico de ambos núcleos.
La tercera de las zonas es una pequeña transformación en regadío, dentro del municipio de
Olivenza, en la que se construyeron dos poblados para atender a algo menos de 1.000 Has
transformadas. Es una zona separada tanto geográfica -dista unos 20 kms de Badajoz, el núcleo
más cercano de las Vegas Bajas-, como temporal y administrativamente, del conjunto analizado,

174
Hay de hecho constancia de explotaciones agrarias romanas cercanas al río, cuyo único sentido, en una zona insalobre, sólo
podemos hallarlo en el aprovechamiento de sus aguas para el riego.
175
Conurbación cuyos problemas urbanísticos de ordenación conjunta están todavía, por cierto, pendiente s de resolve r. Como
ocurre con el otro par de ciudades de las Vegas (Don Benito y Villanueva de la Serena), cada municipio desarrolla su
planeamiento prácticamente de espaldas al otro, a pesar de que los primeros edificios de ambos están ya separados por menos
de doscientos metros.

- 132 -
ya que es la más joven de las tres zonas consideradas, y no utiliza canales derivados del sistema
Guadiana-Zújar, sino que se trata de una pequeña zona regable basada en el aprovechamiento del
río Olivenza. Pero no cabe duda de que hoy esta zona conforma, con el resto, una unidad.
Son por tanto los municipios afectados por estas tres zonas regables -a excepción de los
pertenecientes a la provincia de Cáceres- los que incluimos en ese Corredor del Guadiana
entendido en un sentido amplio, que hoy constituye el principal espacio articulador de la región,
y cuyo desarrollo y crecimiento ha sostenido en buena parte el propio desarrollo de la ciudad de
Badajoz y su tendencial proyección metropolitana.
Si observamos la variación entre los censos de 1981 y 1991 resulta evidente la mayor
maduración de las Vegas Bajas, más antiguas, que en el periodo considerado han ganado
población, mientras que en las Vegas Altas todavía hay algunos municipios que o mantienen
estable su población, o incluso han perdido algo en el periodo. Si bien, junto a la edad de los
regadíos de Vegas Bajas hay que considerar también la acción sinérgica que sobre el desarrollo
de su entorno ejerce la principal ciudad de la región. Asimismo, el peso de la actividad agraria
es ya sensiblemente menor en el conjunto de las Vegas Bajas.
Pero, tomados en conjunto, los 19 municipios que, en la provincia de Badajoz, constituyen
el Corredor del Guadiana -como lo denominaremos en lo sucesivo- han venido incrementando
su peso demográfico respecto del conjunto de la provincia a lo largo del siglo. Mientras en 1930
sumaban 130.000 habitantes, frente a 564.000 en el resto de la provincia, en 1995 se habían
elevado a 311.000, mientras el resto de la provincia ha visto reducirse su población a 364.000.
Por otra parte, este crecimiento no se ha basado únicamente en el desarrollo de las principales
ciudades. Lo que caracteriza a este espacio como un corredor económico es el hecho de que
constituye una malla, una red territorial de núcleos urbanos, económicos y sociales que
interactúan obteniendo sinergias que benefician al conjunto. Excepto Villar de Rena, Medellín
y Guareña, todos los demás municipios han ganado población en el periodo 1981/1991. Y en el
lustro que separa el último censo del último recuento de la población de derecho de que
disponemos (1995), Guareña y Medellín parecen haberse incorporado también a las tendencias
de crecimiento; quedando Villar de Rena -el más excéntrico del corredor- como único municipio
que, siguiendo la tendencia de tantos otros municipios de la región, ha continuado perdiendo
población.
El gráfico siguiente nos muestra la realidad funcional de esta región urbana a la que, por sus
proporciones, especialización funcional y características físicas, más convendría la denominación
de región agropolitana. En el mismo hemos agrupado los municipios por tamaños, y vemos
cómo, aunque es un hecho que las mayores ciudades se han beneficiado más del crecimiento,
incluso el conjunto de los de menos de 25.000 habitantes tienen hoy prácticamente la misma
población que en 1960, momento cumbre de la demografía extremeña, al contrario de lo que
ocurre en el resto de la provincia.

- 133 -
GRAFICO 11

La situación no se explica únicamente, por tanto, en el hecho de que el Corredor del


Guadiana acoja a las principales ciudades de la provincia. En 1930 el conjunto del corredor, con
las mismas ciudades, suponía apenas un 22% de la población total de la provincia, mientras que
en 1995 supone más de un 46%.
Pero lo que en mayor medida nos interesa resaltar es el peso que, más allá del demográfico,
tiene el corredor respecto del conjunto provincial respecto de una serie de variables indicadoras
tanto del grado de desarrollo económico como de la intensidad de la urbanización, entendida
como modo de vida. Para ello hemos procesado datos de fuentes muy diversas176, que nos
permiten establecer dicha significación. Así, mientras en el Censo de 1991 el Corredor del
Guadiana suponía un 44,91% de la población total, su peso es mucho menor en todas aquellas
variables que indican una mayor carga de ruralidad, como pueda ser el analfabetismo (tan sólo
un 32% de la población analfabeta de la provincia reside en el corredor), la importancia de la
población activa agraria (un 29%), o el peso de las mujeres que permanecen dedicadas a las
tareas domésticas (40,15%).
Por el contrario, las variables que indican tanto niveles más intensos de urbanización, como
un mayor acercamiento a las tendencias de terciarización y cuaternización propias de la sociedad
de la información, muestran en el Corredor del Guadiana un peso muy por encima del que
demográficamente le corresponde.
Así, en lo que a estilos de vida se refiere, observamos cómo el 66,5 % de la población
separada/divorciada de la provincia se concentra en las Vegas, o el 57,2% de las mujeres
ocupadas; así como el 56,5% de la población originaria de países extranjeros, y el 57,2% de todos
los residentes en la provincia nacidos fuera de Extremadura. Hallamos también casi un 58% de
los estudiantes universitarios, y frente a la baja participación señalada en el analfabetismo,
encontramos que un 82,6% de los universitarios con grado de doctor se localizaban asimismo,

176
Censos de Población, Anuarios BANESTO y Sistema Informatizado de Estadísticas Municipales de Extremadura (SIEMEX)
de la Junta de Extremadura.

- 134 -
en 1991 en el Corredor del Guadiana.
En fin, en lo que a las actividades y el potencial económico se refiere los datos son asimismo
suficientemente explícitos: tanto la cuota de mercado como el número de licencias comerciales
estaban en el mismo año del Censo, 1991 -según los datos de BANESTO- ligeramente por
encima del peso demográfico de la zona. Pero otros indicadores de actividad que aporta el mismo
banco de datos, como el porcentaje del total de instrumentos notariales de la provincia (58%) o
el número de teléfonos (54%) son aún más llamativos. Ya hemos hecho referencia, por lo demás,
al bajo peso de la población activa agraria (un 29%), mientras que el conjunto de ocupaciones
más avanzadas, que podemos considerar características de la Sociedad de la Información,
concentran en el corredor casi un 57% de sus efectivos provinciales.
Debemos insistir en este punto en la percepción de que el territorio analizado se constituye,
antes que en un subsistema jerarquizado, en una red cuya sinergia posibilita el desarrollo del
conjunto. Naturalmente, no podemos olvidar que el área incluye tanto a la capital regional como
a la capital provincial, que es a su vez no sólo la principal ciudad de Extremadura, sino la mayor
en un radio de más de 200 kilómetros. El propio crecimiento de estas dos ciudades es subsidiario
del conjunto de la zona, pero no nos cabe duda alguna de que a la vez la fuerte concentración
urbana de Badajoz posibilita la optimización económica del conjunto; sin un núcleo de
acumulación el beneficio socioeconómico de las Vegas no sería tan fácil de percibir a nivel local.
Y se trata, ciertamente, como más adelante veremos para el caso de Badajoz, de un
crecimiento que no se produce exactamente a costa del resto del territorio, en una relación de
dependencia, sino que es endógeno. No es extraño así que casi un 9% de la población de la zona
(más de 26.000 habitantes en 1991) proceda de fuera de Extremadura, siendo 2.500 los habitantes
de origen extranjero (casi un 0,9 % de la población).

La extensión del Corredor de las Vegas en Portugal


El río Guadiana sigue un trazado geológicamente racional, pero geográficamente extraño.
Después de discurrir de Este a Oeste desde Castilla La Mancha, tras atravesar la ciudad de
Badajoz hace un giro de casi 90º para descender hacia el Sur, de forma que buena parte de su
curso bajo está marcado por la frontera entre España y Portugal. A vista de satélite, es como si
el territorio pidiese que el Guadiana prolongase su recorrido Este-Oeste hasta Setúbal o Sines.
Tal vez a muy largo plazo la mano del hombre modifique el arbitrario trazado de la Naturaleza.
Hasta hoy puede parecer un futurible bastante improbable: a medida que nos adentramos en
Alentejo nos alejamos de las Vegas del Guadiana, extendiéndose una mancha de casi 200
kilómetros de anchura de cultivos de secano, hasta la costa lisboeta; pero, sin modificar el trazado
del río, pronto veremos llegar las aguas del Guadiana casi hasta Sines, en el Atlántico. La
construcción del conjunto regulador de Alqueva, al Sur de Badajoz, va a suponer la transforma-
ción de más de 100.000 Has de nuevos regadíos en torno a Beja.
En cualquier caso, las Vegas del Guadiana no terminan en Badajoz. La existencia de la
frontera no permitió en su día una planificación unitaria del Guadiana, pero el ejemplo del Plan
Badajoz animó a la realización, ya en los años ‘70, de diversas transformaciones en regadío en
el lado portugués de la cuenca. Aunque en el conjunto del Alentejo hay unas 60.000 Has
dominadas, el área realmente regada apenas supera las 27.000 Has, distribuidas en pequeñas
actuaciones muy dispersas en el territorio, tanto en la cuenca del Guadiana, como en la del Tajo
y en otros pequeños ríos que desembocan en el Atlántico; la mayor zona regable, el Vale de
Sorraia, en el Norte de la región y en la cuenca del Tajo, domina algo más de 12.000 Has y riega
10.000 (CCRA, 1994:37).

- 135 -
En la zona de Elvas/Campomaior el embalse de Caia, sobre el río del mismo nombre que
desemboca en el Guadiana justo en la frontera de Badajoz, permitió dominar algo más de 7.000
Has, de las que se riegan en la actualidad poco más de 3.000, aunque hay que añadir una cifra
indeterminada de pequeñas transformaciones de iniciativa privada, tanto en la vega del Caia
como directamente en la del Guadiana, que durante unos kilómetros discurre abierta a lo largo
de la frontera, casi hasta Juromenha. Así, sin llegar a tener el potencial de las Vegas Bajas, los
regadíos de Elvas y Campomaior han supuesto una intensificación agraria que ha venido
acompañada del tipo de transformaciones características del regadío; más aún dado que en Elvas
se instaló una estación de investigación y extensión agrarias. Pero lo que interesa señalar en este
punto es el hecho de que, en los últimos años, se viene dando una interacción creciente a ambos
lados de la frontera, habiéndose llegado a intercambiar determinadas producciones entre
conserveras en momentos de dificultades. Por otra parte, el tipo de producciones agrícolas de la
zona, tanto en regadío como en el secano y la dehesa, son las mismas que en Extremadura, lo que
facilita la extensión de una red de suministros y servicios técnicos a la agricultura que, desde
hace años, no conoce de fronteras.
Por tanto, podemos decir con razones suficientes que el corredor de las Vegas se adentra en
Portugal, más allá de la frontera, en términos de continuidad geográfica y agronómica. Son los
municipios de Elvas y Campomaior, fundamentalmente, los que constituyen dicha prolongación.
Sin embargo, en el caso de Elvas, la ciudad fronteriza con Badajoz, no podemos decir, como
en el caso del corredor de las Vegas, que haya sido el regadío el factor fundamental de su
desarrollo. Aunque sin duda en los últimos años los regadíos de Caia y el Guadiana y la
agroindustria han contribuído a diversificar la economía de la ciudad y a la creación de empleo,
la importancia de Elvas viene de mucho más atrás, y responde a su función comercial, y sobre
todo a su condición de ciudad fronteriza. Y, a otra escala, algo parecido podríamos decir de
Campomaior, que constituye el vértice Norte de la mesópolis de Badajoz.

Elvas, ‘baluarte’ comercial


En su obra sobre la urbanización de Europa entre los siglos XVI y XX, Jan de Vries incluye
a Elvas como una de las cinco ciudades portuguesas (con Lisboa, Coimbra, Évora y Oporto) que
habrían participado de dicho proceso (Vries, 1987:356). No debemos olvidar que, en el periodo
considerado, la dirección del crecimiento demográfico era inversa a la actual, hallándose las
mayores potencialidades urbanas en el interior de la Península en lugar de en sus costas. Elvas
aparece entonces como uno de los más importantes ‘puertos secos’ (como se denominaba a las
aduanas interiores) entre Castilla y Portugal, hasta el punto de que en 1650 tenía la misma
población que Évora (hoy tiene la mitad), más que Coimbra, y casi la misma que Oporto. En ese
periodo, Elvas parece que tenía incluso no sólo más población, sino mayor importancia
económica que Badajoz.
Todavía a finales del siglo XVIII, época en que los informes sobre el estado socioeconómico
de los territorios del Estado proliferaron, se pone de manifiesto el evidente dominio comercial
de Elvas sobre Badajoz. Refiriéndose a Badajoz, dice uno de aquellos informes:
“las artes prácticas y oficios están en un doloros estado y decadencia. Comenzando por
los olleros, zapateros, carpinteros y herreros de Badajoz, se demuestra este mal, que proporciona
a los Portugueses el aumento de su comercio activo con grave daño del nuestro” (Larruga, 1797,
T. XL:216)
En dicha época, por cada unidad monetaria exportada a Portugal a través de los puertos secos
de Extremadura, se importaban 1,8 unidades. De ahí que en el mismo informe se expresase la
necesidad de

- 136 -
“que en varios pueblos de esta provincia sobre la raya de Portugal se establezcan
ferias, donde el paso que se saque la ventaja de ellas para el comercio interior de la misma
Provincia, vendam os a los Po rtuguese s quanto podam os con a ctividad d e nuestro comerc io
activo. Los portug ueses tienen ferias en va rios pueblos de este reyn o sobre la misma frontera.
La necesidad de nuestros españoles por una parte y la alegría, llevan a muchos á estas ferias.
En ellas no solo se surten de lo que necesitan, sino de lo que las casualidades, el gusto y el
capricho apetecen . En esto y e n la ma nutención ga stamos mucho dinero con utilidad del
comercio ac tivo de los Portugu eses” (Larruga, 1797, T. XXXIX:277)
Estos datos aislados pretenden únicamente mostrar cómo la interacción comercial en este
punto de la frontera viene de muy atrás, si bien las proporciones se han invertido en determina-
dos momentos históricos, y asimismo el cierre de la frontera en diversas épocas ha supuesto un
hándicap para la profundización de tales relaciones. Pero, sobre todo, estos elementos muestran
la importancia histórica de Elvas como centro comercial fronterizo. Una importancia que,
menguada en cuanto a su significación peninsular o nacional, ha mantenido hasta la disolución
de la frontera. Actualmente la ciudad intenta recuperarse, mediante la especialización sectorial,
de la crisis que para el comercio ha supuesto primero la desaparición de la frontera y luego la
construcción de la autopista.
La crisis comercial derivada de la disolución de la frontera -que, como se verá, ha provocado
incluso la relocalización a Badajoz de algunos comercios y servicios elvenses- se percibe en el
hecho de que, a lo largo de los años ‘90, por primera vez en varias décadas el municipio haya
perdido algo de población: casi 400 habitantes entre 1991 y 1995. Un fuerte contraste con los
saldos naturales positivos que mantuvo tanto en las dos décadas anteriores (IAPMEI,CCRA,
1993:2.4). Pese a todo, Elvas es la sexta ciudad del Alentejo, después de Évora, Beja,Santiago
do Caçem, Odemira y Portalegre, con una población en 1994 de 24.100 habitantes, cuya
población activa, según el Censo de 1991, presentaba la siguiente distribución, de características
más urbanas que la del conjunto regional.

ELVAS ALENTEJO
Sector Primario 16,2 23,2
Sector Secundario 19.3 25,9
Sector Terciario 64,6 50,8

Sin embargo, la importancia regional de Elvas va más allá de su significación demográfica,


y guarda una estrecha relación con su posición geográfica en la frontera. La misma frontera que
hizo de Elvas una fortaleza casi inexpugnable177, la convirtió en centro comercial de primer
orden.
Así, según los datos del Anuario Estatístico da Regiâo do Alentejo 1995, del Instituto
Nacional de Estatística, frente a la muy baja densidad demográfica del Alentejo (19,6 habitantes
por kilómetro cuadrado), Elvas ofrece una densidad de 38,1 Habs/Km2, que se refleja asimismo
en la complejidad de su economía y en otros indicadores. Así, mientras que su población en 1994
supone un 4,55 % del conjunto alentejano, sin embargo la población menor de 24 años equivale
a un 4,98% del total, y por el contrario la de 65 y más años sólo supone un 3,86% del total. Es
decir, la población de Elvas está mucho menos envejecida que la del conjunto de la región: frente

177
En 1659 (no casualmente en uno de los momentos de mayor esplendor de Elvas), la ciudad fue sometida a un terrible sitio
por el español Luis de Haro. En la famosa batalla ‘das linhas de Elvas’ se decidió la independencia de Portugal, aunque supuso
para la ciudad una profunda crisis. En 1706, de nuevo, tropas españolas y francesas intentarían sin éxito tomar Elvas, y en 1711
hubo un nuevo cerco. La condición de baluarte frente a un supuesto anexionismo español ha pesado largamente en la
construcción cultural de la ciudad (Sardinha, 1969). Esa paradoja, por la cual España ha sido y es para Elvas tanto la fuente
fundamental de su riqueza como el enemigo potencialmente anexionista, no sólo ha estado presente en la historia, sino que se
percibe en el presente de la ciudad.

- 137 -
a un porcentaje del 26,2% mayores de 60 años para el conjunto de la región, Elvas presenta un
23,2%. Asimismo, la tasa de actividad, un 41,4% en Elvas, en ligeramente superior a la del
conjunto regional (41,1%); pero sobre todo, la tasa de paro (6,10% en Elvas) es muy inferior al
10,2% que se alcanza en la región.
Frente a ese peso demográfico del 4,5%, sin embargo el número de sociedades en actividad
suponía en 1994 un 6,25% del total, y las constituídas en 1993 alcanzaban un 6,73% del total,
y tenían un 4,6% del personal empleado por las empresas de la región. Este mayor dinamismo
se percibe especialmente en el hecho de concentrar, a 200 kms del puerto más cercano, el 9,1%
de las empresas exportadoras de comercio intracomunitario, y el 6,9% de las exportadoras
extracomunitarias. Cuenta asimismo con el 4,8% de los bancos y cajas de ahorros de la región,
el 6,2% de las cajas multibanco, y 6,5% de las compañías aseguradoras.
Su importancia comercial y turística -al tradicional turismo comercial se une el turismo
gastronómico, y en los últimos años el turismo rural- se percibe asimismo en el hecho de
concentrar el 7,7% de los huéspedes en establecimientos hoteleros, porcentaje que alcanza casi
el 24% si consideramos únicamente a los huéspedes españoles. Más de 600 personas se emplean
en el comercio, y otras tantas en la hostelería.
Su posición como ciudad de servicios de una extensa comarca se percibe asimismo en la
concentración del 5,4% de los médicos de la región, o el 11% de las publicaciones periódicas
(casi el 25% de la tirada total de las mismas) con un 4,5% de la población. O en el hecho de que
su presupuesto municipal sobrepase el 5,4% del conjunto de la región, frente a ese 4,5% de
población.
No hay que olvidar la actividad industrial, presente también en la ciudad a través de las
agroindustrias -destacando una industria de concentrado de tomate, y una potente cooperativa
agrícola-, la industria textil o las artes gráficas, entre otros subsectores importantes. Asimismo,
existen casi medio centenar de empresas constructoras -además de un centenar de autónomos-,
que emplean a más de 500 trabajadores, y que en los últimos años se han beneficiado asimismo
de la cercanía de la frontera, realizando obras en España.

Campomaior, ¿del contrabando a la especialización?


Las características de Campo Maior son esencialmente distintas de las de Elvas, aunque en
mi opinión -y como hipótesis de trabajo- participa asimismo de la penetración del Corredor del
Guadiana, en términos siquiera parecidos a los que podríamos atribuir a algunos municipios del
lado español, como Olivenza.
Campo Maior no es una ciudad comercial, sino más bien una agrociudad, aunque ya menos
del 23% de la población activa, en el Censo de 1991, estaba adscrita al sector Primario. Su
vinculación con Badajoz viene de lejos, y he hecho estuvio a punto de ser anexionada por España
a principios del siglo XIX, como ocurrió con Olivenza.
Trabajadores de Campo Maior han participado tradicionalmente en las tareas agrícolas de
Badajoz y otros municipios españoles; las relaciones familiares son estrechas por la existencia
de matrimonios mixtos; en distintas épocas la ciudad ha acogido a refugiados políticos pacenses;
de las más de 150 mujeres que trabajan como empleadas domésticas, una parte importante realiza
ese trabajo en Badajoz; actualmente, el embalse de Caia constituye uno de los espacios de recreo
natural de los ciudadanos pacenses...
Sin embargo, nos interesa destacar en este punto, siquiera de una forma superficial, aquellos
elementos que, por la vinculación a la frontera y por otros factores -como el regadío-, hacen que,
aunque más débilmente que Elvas, Campo Maior forme de hecho parte del Corredor del

- 138 -
Guadiana.
Así, a pesar de haber perdido población entre 1991 y 1994, como en el caso de Elvas, Campo
Maior también ha visto aumentar levemente su peso en el conjunto de la región, lo que se
manifiesta asimismo en una densidad de población (34,3 habs/km2) que casi dobla a la media del
Alentejo(19,6).
También en este caso hallamos una población menos envejecida que en el conjunto regional,
un porcentaje superior de divorcios del que le corresponde por población, y otras variables en las
que su peso relativo nos muestra, si no tanto una situación económica mucho más boyante -la
tasa de paro es particularmente elevada en este municipio-, sí un nivel de desarrollo y
urbanización relativamente mayor, teniendo en cuenta que no deja de ser un pueblo grande, con
algo menos de 8.500 habitantes. Así ocurre con el volumen de negocios de las empresas locales
(un 2,3% del volumen total del Alentejo, a pesar de que como hemos visto su población es un
1,6%, el personal empleado en las empresas es un 1,7%, y el número de sociedades activas un
2,5%). La distribución de la población activa presenta así un notable contraste con el conjunto
regional, con menos peso que Elvas en el Terciario, pero un peso muy superior en el Secundario
(Industria y Construcción).

CAMPO MAIOR ALENTEJO

Sector P rimario 22,3 23,2

Sector Se cundario 29 25,9

Sector T erciario 48,7 50,8

Sin duda ha sido la posición fronteriza la que ha facilitado el desarrollo de la agroindustria


(que ocupa a más de 400 trabajadores) en Campo Maior. Existe la evidencia de que el tradicional
contrabando de café -más fácil a través de Campo Maior al no ser necesario atravesar cauces-
está en la base de la potente industria cafetera de la localidad. De las cinco principales empresas
agroindustriales existentes, tres de ellas (Delta, Cubana y Camelo) se dedican a la torrefacción
del café, estando situada una de las cuales a sólo unos cientos de metros de la frontera de
Badajoz, a pesar de que ésta se halla a más de 15 kilómetros de Campo Maior. También la
importancia de la construcción, con más de 250 trabajadores, hay que relacionarla como en el
caso de Elvas con la cercanía de la frontera, y sobre todo de una ciudad como Badajoz que
demanda de esa actividad.

- 139 -
- 140 -
11.
Badajoz, mesópolis transfronteriza 178

La ciudad tomada como objeto de estudio es, antes aún de definirla como mesópolis, el
principal núcleo habitado en un gigantesco término municipal; el principal centro agropolitano
de una extensa y fértil comarca de regadío; una excéntrica capital de una también extensa
provincia; y en último término -mas no con menor importancia- la principal ciudad fronteriza en
la raya de Portugal, asentada sobre uno de los ejes radiales de la península.
Con 1.500 Km2 de término, el municipio de Badajoz (recientemente reducido en unos 30
km2 al segregarse Valdelacalzada) es mayor que algunos Estados reconocidos por la ONU, y casi
tan grande como la provincia de Guipúzcoa. De Norte a Sur, la distancia entre los extremos del
término municipal es de 70 kms, mientras que de Este a Oeste los extremos más alejados distan
unos 50 kms. Se trata de un territorio extremadamente complejo, que incluye desde zonas de
sierra, con alturas máximas cercanas de los 500 metros (Sierra de Loriana al Norte, en las
estribaciones de la Sierra de San Pedro) a las Vegas del Guadiana, que cubren la franja central
del término municipal, con alturas mínimas de 180 metros sobre el nivel del mar.
El río Guadiana secciona en dos mitades casi iguales el término, y a él desembocan en su
margen derecha los ríos Alcazaba, Gévora (que a su vez recoge las aguas del Zapatón) y Caia,
mientras por su margen izquierda recoge las aguas de algunos arroyos de gran recorrido aunque
escaso aforo (como Rivillas, Calamón e Hinojales), y del río Olivenza. A los que hay que añadir
como cursos artificiales importantes los canales de Lobón (margen izquierda) y Montijo (margen
derecha), que terminan dentro del término de Badajoz. Y es en esa franja central donde se
concentra la población y la riqueza del municipio.
En realidad, en la ciudad de Badajoz sólo habitan 111.000 de los casi 140.000 habitantes del
municipio. En las Vegas del Guadiana diez poblados de colonización agrupan a más de 10.000
personas, a las que hay que sumar otras 1.200 personas que residen en viviendas también
construidas por el Instituto Nacional de Colonización (INC) y vinculadas a la explotación. Y al
menos otras tantas personas residen en viviendas vinculadas a las explotaciones, en fincas de
secano y regadío, así como en urbanizaciones ilegales. Si a ello añadimos la existencia de tres
grandes acuartelamientos desperdigados en el territorio (Cuartel de Sancha Brava en el Sur,
División Acorazada en el Norte, y Base Aérea al Este, todos ellos en la franja central del término
municipal), podremos concluir la complejidad de este territorio, completo como una provincia.
Todos estos núcleos urbanos (empezando por la propia capital) vienen extendiéndose en los
últimos años, sobre todo siguiendo las carreteras, sea con usos residenciales, industriales o de

178
Los datos de este capítulo proceden del estudio socioeconómico del municipio de Badajoz que he dirigido en 1995, financiado
por el Fondo Social Europeo, y en el que también participaron Ramón Fernández (co-director del estudio), Javier Luna, Georgina
Cortés, Milagros Bordel, María Victoria Gómez, Jesús Manuel González, Celia Herrera, Ana Jiménez, Mercede s Lozano, Eva
Mejías, Isabel Méndez, Antonia parejo, Pedro Ribero y María Rubio. No obstante, la mayoría de los apartados han sido
reelaborados a partir de mis propios textos y del resumen del estudio que realicé para su difusión. El primer tomo completo, con
todas las tablas y gráficas, puede consultarse, además de en el propio Ayuntamiento, en la biblioteca de la Facultad de CC.
Económicas y Empresariales de la Uex. El resumen puede consultarse en mi Webteca, en la siguiente dirección URL:
http://club.telepolis.com/baigorri/index.htm

- 141 -
servicios, constituyendo lentamente una pequeña malla mesopolitana, pero a costa de la
desaparición de tierras de cultivo en regadío de alta productividad por falta de criterios
urbanístico-territoriales apropiados.
No obstante, fuera de las Vegas del Guadiana el territorio de Badajoz está prácticamente
despoblado, aunque en los últimos años la extensión del fenómeno de la segunda residencia ha
propiciado la aparición de núcleos clandestinos (aunque hasta la fecha tolerados) de poblamiento
que ofrecen una cierta apariencia de presencia en el territorio.
La existencia de una red radial de vías de carreteras y caminos (aunque un seudoanillo que
conecta San Francisco de Olivenza, San Rafael, Valverde de Leganés, La Albuera, Alvarado,
Talavera, Valdelacalzada, Guadiana, Alcazaba y la carretera 530 da una falsa sensación de malla
que no funciona como tal) es en cualquier caso un buen índice de los bajos índices de
poblamiento y aprovechamiento del territorio.
El término municipal se encuentra, no obstante, prácticamente rodeado de núcleos de
población, constituyendo a su vez una corona de influencia directa y potente, tanto en el lado
español como en el lado portugués de la frontera. La pertenencia de estos espacios al hinterland
más inmediato de Badajoz es tan clara que los tres embalses del entorno son utilizados de forma
predominante por la ciudad: el de Villar del Rey para abastecimiento, y para el esparcimiento
ciudadano los de Caia y Piedra Aguda (este último a pesar de las fuertes restricciones impuestas
desde la municipalidad de Olivenza, beneficiaria más directa de sus aguas).
En conjunto, la corona de núcleos pertenecientes a otros municipios inmediatos suman otros
60.000 habitantes, por lo que podemos estimar en 200.000 habitantes la población del
conjunto mesopolitano de Badajoz.
En el esquema siguiente se ha resaltado lo que podríamos considerar el núcleo mesopolitano
de Badajoz, constituido por el contínuum Montijo-Elvas, donde se concentran, en un eje de
menos de 50 Kms de longitud y algo más de 10 kms de anchura, unos 180.000 habitantes, una
buena parte de la industria de la provincia y las principales infraestructuras.
Especialmente importante es el corredor Badajoz-Talavera, en el cual la liberación de la
carretera nacional -al construirse la autovía por un nuevo trazado-, así como la existencia de
algunos importantes equipamientos (sean el aeropuerto o Merco Badajoz) e importantes
industrias, ha posibilitado su conversión en un espacio de futuro en el conjunto mesopolitano179.
Un corredor que, en cierto modo, se prolonga de forma natural en el tramo Badajoz-Elvas,
constituido -especialmente a partir de la desaparición de la frontera- en un contínuum de
instalaciones y servicios que tienen pleno carácter metropolitano (universidad, residencias,
industrias, almacenes, áreas recreativas, hoteles y restaurantes, equipamientos sanitarios...); en
diversos documentos hemos propuesto que el conjunto de edificios que acogían los servicios
fronterizos hoy en desuso, a ambos lados de la frontera, deberían ser rescatados para usos
mesopolitanos.
Siguiendo las leyes de la urbanización, la red de carreteras a través de las cuales se comunica
Badajoz constituye una malla por la que se extienden los usos y actividades urbanos (residencia-
les, industriales, equipamentales), excepto por el NorOeste de la ciudad, donde la existencia de
frontera ha impedido la urbanificación de la carretera de Campomayor (aunque a medio/largo
plazo, especialmente tras la futura desaparición de la barriada marginal de Las Cuestas de
Orinaza, esta zona será uno de los ejes de expansión de la ciudad). El tejido intersticial formado
por esta red radial de carreteras constituye un caldo de cultivo para la urbanización espontánea

179
Como lo muestra tanto la recient e construcción d e un campo de golf y complejo hotelero y residencial, como sobre todo la
lenta pero continuada instalación de pequeñas industrias y almacenes de exposición-venta en las márgenes de la antigua carretera.

- 142 -
(y en consecuencia caótica, y de peligrosos efectos urbanísticos, sin que los sucesivos planes de
ordenación hayan sabido dar hasta la fecha una respuesta adecuada).
Naturalmente, según se observa en el esquema, a medida que nos acercamos a la ciudad la
intensidad de ocupación metropolitana se acrecienta, mientras que por el contrario al alejarnos
del centro el vacío de usos urbanos es cada vez mayor, especialmente en las áreas Norte y Sur,
alejadas de las tierras de regadío, que quedan fuera de el eje citado Montijo-Elvas. Siguiendo el
esquema de otras muchas ciudades, estos espacios más alejados, sobre los que la presión
urbanística es ínfima, y en los que los precios del suelo son todavía muy bajos, son los preferidos
para la instalación de los grandes equipamientos (como los cuarteles, el campo de fútbol, la
cárcel, el cementerio, etc.). Pero su carácter plenamente mesopolitano queda puesto de manifiesto
especialmente por la presencia de elevadas densidades de segunda residencia (siempre ilegal).

GRAFICO 12

Si el hinterland inmediato de Badajoz está constituido por lo que hemos denominado su área
mesopolitana, que coincide en buena parte con lo que siglos atrás fue el territorio de Badajoz

- 143 -
(Valverde de Leganés, Talavera, Villar del Rey o La Roca eran en el siglo XVI aldeas de
Badajoz), su gran espacio de influencia está constituido, en mayor medida incluso que el
conjunto de la provincia (Sánchez Zabala, 1992), por el eje de las Vegas del Guadiana: un
territorio, como hemos analizado, vertebrado por el cauce y, sobre todo, por los regadíos y las
infraestructuras (ferrocarril, autovía, oleoducto, en el futuro gaseoducto) que se concentran a
ambas márgenes del río Guadiana.
Aunque Badajoz no se encuentre geográficamente en la cabecera de las Vegas, sino a los
pies de las Vegas, constituye en cualquier caso la cabecera efectiva de este territorio, de poco más
de 120 kms de largo y menos de 20 de anchura media, en el que se concentran casi 350.000
habitantes y el mayor potencial económico de la región.
De una parte, la forzada capitalidad regional de Mérida ha potenciado enormemente a esta
ciudad, que se ha visto asimismo beneficiada por su ubicación en el centro geográfico de las
Vegas, y a la vez en el cruce con la Ruta de la Plata; y, por otro lado, el crecimiento de la
conurbación Villanueva-Don Benito (en íntima conexión con Miajadas, especialmente a través
de la red de poblados de colonización de los tres municipios), esta evolución territorial y
socioeconómica ha mermado el peso efectivo de Badajoz en el conjunto de las Vegas. Aunque
sigue siendo, no obstante, la principal ciudad del corredor, y continúa centralizando una serie de
servicios fundamentales, si bien la fuerza de su influencia se debilita a medida que nos alejamos
en dirección Este.

Evolución histórica
En cierto modo, Badajoz es una ciudad permanentemente refundada, a menudo sobre campos
de ruinas. Sea por influencia de su permanente condición de ciudad fronteriza, sea por causa del
azar histórico, lo cierto es que ni siquiera quedan noticias ciertas de un Badajoz prístino.
Sucesivos pobladores han construido repetidamente la ciudad sobre las ruinas de otra anterior
de la que, a veces, olvidaron incluso el nombre.

Antecedentes
Aunque los restos arqueológicos hallados en el entorno de la ciudad, y sus propias
características geográficas, sugieren la existencia de tempranos pobladores -incluso con contactos
comerciales exteriores, a la vista de las cerámicas griegas procedentes del núcleo de Huelva y del
foco del Guadalquivir (Araya, Rubio, 1991:19) encontradas en la actual Alcazaba-, sin embargo
cuando los romanos colonizan las vegas bajas del Guadiana no encuentran una ciudad, o una
aldea, que pudiera ser asimilable al actual Badajoz, o al menos no dejaron noticia de ello. Como
tampoco dejaron noticia de que durante su dominación existiese ciudad alguna, aunque
nuevamente la existencia de diversas villas en su entorno inmediato (en Botoa, Talavera, San
Francisco de Olivenza, Sagrajas, Las Tomas...) sugiere la existencia de algún agrupamiento de
rango superior, que daría con el tiempo origen a alguna aldea visigótica. Curiosamente, sí queda
referencia, a juicio de los arqueólogos, de Elvas, así como de Botoa -al Norte de la ciudad, junto
al río Gévora, más fácilmente dominable que el Guadiana- (Alvarez, 1985).
El sentido común debe llevarnos a pensar que un punto como el que ofrece el cerro de La
Muela debió ser bien aprovechado como lugar estratégico, tal y como lo ha venido siendo en los
siglos siguientes. Pero sobre todo debemos pensar en las posibilidades productivas de una
confluencia de ríos como la que nos ofrecen el Guadiana, el Gévora y el Rivilla/Calamón (que
debió traer más agua cuando los bosques cubrían el sur del municipio). Si los romanos tuvieron

- 144 -
infraestructuras de regadío en Las Tomas y otras villas de las Vegas, no es improbable pensar que
su conservación en la época visigótica, junto a la inmensa riqueza de pastos del entorno,
posibilitasen la supervivencia de algún poblamiento de cierta importancia cuando Ibn Marwan
el Chilliqui, considerado oficialmente el fundador de Badajoz en el año 855, decidió refugiarse
aquí tras su intentona revolucionaria. Si en su camino hacia Mérida se había hecho fuerte en
Alange, de ricas huertas regadas con aguas termales, después de pasar varios años en la
metrópolis de Córdoba, no es muy creíble que escogiese para su pactado retiro un cerro desierto,
ni siquiera un despoblado. Si el cronista Aben Adari cuenta dos siglos más tarde, sobre Ibn
Marwan y los suyos, que "el emir les permitió que se fueran a Batalyos y se establecieran en él,
el cual era entonces una aldea", debemos tomar que al menos esa aldea ya existía, tal vez una
aldea venida a menos tras las invasiones árabes180.
Durante casi cuatro siglos Badajoz fue una ciudad árabe, pero sobre todo fue, con algunos
paréntesis, un reino independiente. Bajo la dinastía aftasí llegó a ser una de las cortes más
destacadas de entre los reinos árabes y cristianos del interior: sus dominios se extendían sobre
casi toda Extremadura y buena parte del Alentejo. Y fue entonces cuando se configura como
ciudad fronteriza, primero entre los reinos cristianos y los musulmanes, y luego con un tercero
en discordia: Portugal.
La depresión del Guadiana constituye por otra parte uno de los mejores pasos de
comunicación entre Lisboa y el resto de la península, y será repetidamente utilizada en las
incursiones en uno u otro sentido. Los aftásidas utilizaron sin duda su estratégica situación
geográfica, en tanto que "puerta principal en el camino de Córdoba y Castilla la Nueva hacia
Lisboa" (Barrientos, 1990:87), como elemento esencial para la supervivencia, modificando
sucesivamente sus alianzas. Y sin duda en la actualidad, cuando hallamos a Badajoz ubicado en
el centro de tres polos de fuerza y atracción (el frente Sevilla-Huelva, Lisboa y Madrid), la ciudad
debería aprender de la estrategia aftasí: de su ubicación en un punto equidistante entre las grandes
ciudades de origen árabe del Sur, el ámbito del viejo reino portugués a Poniente, y los viejos
reinos cristianos del Norte y del Mediterráneo.
Badajoz pasó así a ser apetecida por todas las dinastías expansionistas: almorávides primero,
almohades después (que levantarán, a mediados del siglo XII, el recinto amurallado cuya
estructura hoy se conserva), siempre los portugueses, y al fin los leoneses, cuyo rey Alfonso IX
conquistaría definitivamente la ciudad en 1230.

Una ‘olvidada’ plaza fuerte fronteriza


Los musulmanes fueron rápidamente empujados hacia el Sur, pero durante siglos Badajoz
seguiría siendo plaza fuerte fronteriza, sufriendo las consecuencias de los deseos expansionistas
de españoles y portugueses, y llegando a ser una de las ciudades españolas más veces sitiada. Ello
explica la existencia de un conjunto de fortificaciones tan extenso, del que se conservan en parte
la muralla de origen almohade y el conjunto que, a la moda Vauban, se construyó a mediados
del siglo XVII para hacer frente a las fortificaciones de Elvas y Olivença.
Hasta tal punto ello es así que, a principios del siglo XVIII, Badajoz es considerada
exclusivamente una plaza fuerte, cuyos escasos 14.000 habitantes eran en su mayoría militares

180
En cualquier caso, es preciso hacer referencia a la escasez de documentación histórica de la ciudad, frente a la abundancia
de otras ciudades de la región, así como de las ciudades de similar importancia del resto del país. La buena voluntad y el empeño
de los escasos historiadores y arqueólogos locales no ha sido suficiente todavía para sacar de la oscuridad el origen de Badajoz.
La particular y esquizofrénica estructuración de la Universidad de Extremadura, fundada en los años ‘70, tiene buena culpa de
ello, pues la ubicación de los estudios de Historia únicamente en Cáceres ha determinado que los trabajos de los historiadores
extremeños se centren en mucha mayor medida en esa provincia.

- 145 -
o religiosos, dedicándose el resto de la población básicamente a cuidarles y abastecerles. Como
se ha apuntado acertadamente,
"en lo sociológico y lo cultural, lo militar y lo eclesiástico determinaron también, de
modo exclusivo, la existencia de Badajoz durante prácticamente toda su historia hasta época
bien reciente" (Gonzá lez, 1993 :75).
El desarrollo urbanístico de la ciudad vendría limitado justamente, hasta mediados del siglo
XX, por este fuerte componente eclesiástico-militar181. Del mismo modo que la pujanza del
comercio y la falta de iniciativas de progreso industrial tal vez haya que buscarlas en buena
medida en ese carácter eclesiástico-militar de la ciudad, dominada por grupos sociales (clérigos,
militares y terratenientes con propiedades en el resto de la provincia) con tradicionales
preferencias por las inversiones en fincas, frente a las inversiones productivas en talleres
industriales. Durante casi siete siglos la ciudad no hizo sino vegetar, alimentada por tres únicas
fuentes de riqueza: las rentas de la Iglesia, obtenidas de sus extensos dominios territoriales; los
sueldos de los militares; y las rentas agrarias centralizadas en la ciudad por algunos de los
terratenientes de la provincia (los más grandes propietarios centralizaban la acumulación en
Madrid). Fuentes a las que hay que añadir el contrabando, que ha sido un mal (o un recurso,
según se mire) endémico en la ciudad. Entre 1787 (fecha del Censo de Floridablanca, en que
según la interpretación del mismo que hace el INE la población sería de 11.872 habitantes) y
1836 (recién instituida la organización provincial, y año de puesta en marcha de las desamortiza-
ciones), esto es en medio siglo, la población de Badajoz apenas creció en un 18 %, por lo que
podemos hablar claramente de un estancamiento demográfico. Urbanísticamente esta
predominancia secular de cuarteles, campos de entrenamiento militar y conventos, ha marcado
también a la ciudad en su morfología.
La declaración, en el siglo XIX, de Badajoz como capital provincial, no vino sino a
consolidar esta orientación de la ciudad hacia el comercio y los servicios prestados a las clases
ociosas, a las que a partir de entonces habrían de añadirse los funcionarios del Estado. Mientras
tanto, la última contienda con Portugal, la denominada guerra de las naranjas, que había
supuesto a principios de siglo la anexión por España de Olivenza y sus aldeas, significó de forma
progresiva el cierre definitivo de la raya. Durante prácticamente dos siglos Badajoz miró de
nuevo hacia Portugal únicamente a través de las bocas de sus cañones, y de los ojos astutos de
los contrabandistas. Rota la posibilidad de flujos, la ciudad quedó situada en un fondo de saco
al que sólo acudían, obligados por un destino no deseado, clérigos, soldados y funcionarios.
No obstante, no cabe duda de que la dotación de una fuerte estructura administrativa (a la
Capitanía General del distrito militar de Extremadura se fueron añadiendo el Gobierno Civil, la
Diputación Provincial, Audiencia, Cámara de Comercio, Colegio de Abogados, Ateneo, Instituto,
Escuela Normal...) supuso un revulsivo para la sociedad local tradicional, dinamizando y
complejizando la economía local, además de un más estrecho contacto con los centros de poder
político, económico y cultural de la nación, en suma un flujo más intenso de la información y la
iniciativa182. Por otro lado, aunque la condición de centro militar de importancia no la perdería,
Badajoz deja de ser considerada plaza fuerte, y los efectivos militares van perdiendo peso

181
Todavía hoy algunas grandes operaciones urbanísticas de la ciudad (Hospital Militar, equipamiento comercial de la Plaza
Conquistadores...) encuentran fuertes cortapisas por su pertenencia al Ejército. Y actuaciones como la construcción de una torre
metálica de comunicaciones en el nuevo Cuartel de la Guardia Civil, con un fuerte impacto visual sobre el casco de la ciudad,
muestran ese predominio que lo militar ha tenido en la ciudad.
182
No hay que olvidar los buenos negocios habidos en torno a la tierra a partir de las desamortizaciones. Desamortizaciones que
a su vez provocaron una fuerte proletarización de los campesinos de la provincia. Muchos labradores con iniciativa, pero sin
capital, fueron desposeídos de las tierras de la Iglesia que cultivaban, y la ciudad en crecimiento debió aparecérseles como una
esperanza nueva.

- 146 -
relativo respecto del total de la población (aunque siguen formando parte de la clase dominante,
con la que las conexiones familiares son ya muy estrechas).
Llegaron entretanto el ferrocarril, la electricidad (gracias a un generador de vapor) e incluso
la masonería, que tendría una gran influencia en el republicanismo local. El crecimiento
demográfico fue intenso: frente al estancamiento señalado del medio siglo anterior, entre 1836
y 1887 la población se duplica, pasando de 14.000 a 28.681 habitantes. El Censo de 1900 recoge
una población de 30.899 habitantes, lo que supone que, respecto al primer censo fiable (el citado
de Floridablanca, un siglo antes) la población se había triplicado183. No olvidemos que, en el
mismo periodo considerado, la población española había pasado de 10,4 a 18,5 millones de
habitantes, esto es, ni siquiera había llegado a doblarse. Asfixiada por las murallas, la ciudad salta
el Rivilla y el Guadiana, y se extiende por la carretera de Madrid (San Roque) y por lo que
entonces era el camino a la estación.
Hay que atribuir sin duda a este enriquecimiento demográfico por aportes externos el relativo
dinamismo que encontramos en la ciudad a finales del siglo XIX184, cuando se promueve incluso
una gran Exposición Regional Extremeña. Los servicios básicos comenzaban a extenderse por
la ciudad: telégrafo, teléfono, servicio de incendios, ferrocarril que le comunicaba con Madrid,
Sevilla y Lisboa, abastecimiento de agua potable con el canal del Gévora, alcantarillado,
alumbrado eléctrico en muchas calles de la ciudad, abundancia de plazas con fuentes y jardines,
y desde el verano de 1892, un tranvía de iniciativa privada que conectaría inicialmente la plaza
de San Juan con la estación. Tras sucesivos intentos (promovidos por la masonería local), en
1902 abriría sus puertas al público el Monte de Piedad de Badajoz. Hay ciertas expectativas que,
por otro lado, no se terminan de ver cumplidas:
"La mendicidad es una lacra muy extendida. En los meses inv ernales va gaban por la
ciudad solicitando la carida d pública, niño s semidesnudo s, ancianos, jorna leros sin trabajo y
también perso nas progina rias de pueblos a dyacentes" (Sánchez González, 1991:54).
La agricultura de secano y la ganadería extensiva de su término municipal sigue siendo la
única posibilidad de empleo para extensas capas de la población, además de los crecientes
servicios. Del total de empresas que se anuncian en la guía editada en 1892 con ocasión del IV
Centenario y de la Exposición Regional, tan sólo aparecen nueve establecimientos que podríamos
considerar industriales: un par de fábricas de chocolate, dos sombrererías, una fábrica de cervezas
y gaseosas, una fábrica de muebles, una marmolería, una hojalatería y fábrica de faroles, una
fábrica de baldosas hidraúlicas y una imprenta (Sin Autor, 1892). Y, efectivamente, poco más
que eso significaba la actividad industrial en la ciudad.
La relativa alegría económica de los años '10 y '20, derivada de las posibilidades de
exportación de granos y carne, a consecuencia de la I Guerra Mundial, no supuso para Badajoz
cambios importantes. Aquella acumulación de capital, en forma de grandes beneficios obtenidos

183
La implantación del estado de las provincias supuso un auge en la construcción de edificios públicos y de viviendas, y una
fuerte demanda de trabajadores en el servicio doméstico. El proceso socioeconómico operado en Mérida a lo largo de las dos
últimas décadas del siglo XX puede hacernos una cierta idea de lo que debió suponer la implantación de la provincialidad en
Badajoz en el siglo XIX (en cualquier caso, hay que tomar con cierta reserva los datos de Madoz, dada la tradición de
poblamiento disperso en la por otro lado extensa demarcación de Badajoz; tal vez el crecimiento de población no fue tan intenso,
y el salto cuantitativo hay que atribuirlo en parte a la mejora de los instrumentos censales)
184
Una muestra de la fuerte influencia que en la revitalización de la ciudad tuvieron las gentes venidas de fuera, fundamentalmen-
te a ocupar puestos de funcionario o militares, y también a est ablecerse co mo comerciantes, la tenemos en la composición de
la logia Pax Augusta, una de las más dinámicas e influyentes de la ciudad. De los 105 miembros conocidos, de 43 de ellos no
se dispone de datos sobre su filiación; de los 62 restantes, de los que se conoce su procedencia, el 71 % eran gentes originarias
de fuera de la ciudad: 26 habían nacido en otros pueblos y ciudades de la región, y 18 en otras regiones españolas. Tan sólo de
18 de este centenar de masones se tiene constancia de que fuesen nacidos en Badajoz (cálculos a partir del listado recogido en
López Casimiro, 1991:31-44).

- 147 -
por los grandes propietarios, no se traducen como en otras regiones en inversiones industriales
o mejoras de las infraestructuras productivas. La composición de la población activa de Badajoz
en 1933 nos muestra una ciudad en la que la agricultura sigue siendo el principal medio de vida
de sus habitantes: de las 9.592 personas activas con derecho a voto, 4.776 (un 49,8%) lo están
en el sector primario, 1.417 (un 14,8%) en el secundario, y 3.399 (un 35,4%) en el terciario
(según cálculos de Agorreta, citado en Rosique, 1988:53). La miseria circundante seguía
atrayendo población a la ciudad, pero debido casi en exclusividad a la demanda de obreros sin
cualificación, y sobre todo de criadas a cama y comida. Una lenta, pero continuada, afluencia de
población que seguía apretujándose dentro de la ciudad fortificada.

La ‘agitación’ del Plan Badajoz


En 1920, según el Censo de Población correspondiente a aquel año, la mitad de la población
era analfabeta. Veinte años más tarde, en 1940, todavía se encontraba en situación de
analfabetismo el 38% de una población exhausta y acogotada tras una sangrienta guerra. De los
55.869 habitantes de hecho censados en 1940, un 8% estaba formado por presos, militares y
fuerzas del orden.
El fantasma del hambre se extendía por la provincia, por lo que la afluencia a Badajoz se
agudizó: mientras en la capital la población aumentó entre 1930 y 1940 en casi un 28%, en el
resto de la provincia el crecimiento fue de apenas un 4%. En este año, al menos 2.248 personas
(casi un 13% del total de población activa) aparecen censados como servicio doméstico (de los
cuales 157 eran hombres), y aparece ya una reducción sustancial de la población activa agraria.
Badajoz comenzaba a convertirse, además de en refugio de la población expulsada de los campos
por el hambre, en una ciudad de servicios. Aunque viajeros como Gerald Brenan, a su paso por
Badajoz, encuentran una ciudad profundamente subdesarrollada económica, social y culturalmen-
te.
En 1947 el Gobierno Civil de Badajoz inicia un extenso estudio de recursos y necesidades
que, presentado un año más tarde, pondría sobre el tapete la deseperada situación de la provincia:
tierras abandonadas, agricultura en crisis (se ha visto cómo la población activa agraria se había
reducido casi a la mitad en el municipio, entre 1933 y 1940), y sobre todo la existencia de más
de 100.000 familias (equivalentes a casi la mitad de la población de la provincia) condenadas a
la desesperanza, el hambre y la inseguridad más completa.
La propuesta de plan de desarrollo que se hacía incluía, además de la transformación en
regadío de extensas áreas de la provincia, la expropiación de miles de hectáreas de tierras de
secano subexplotadas para la instalación de 5.000 yunteros, la creación de huertos familiares en
todos los pueblos y ciudades, y otras medidas de dotación de infraestructuras e industrialización.
El estudio fue silenciado (a pesar de que había sido solicitado por el propio dictador Franco
en su visita de 1945), pero la gravedad de la situación y el creciente malestar social que reflejaba,
junto al retraso en las obras de colonización de las Vegas del Guadiana, aprobadas entre 1940 y
1946 sobre la base de la Ley de Colonización de Grandes Zonas de 1939, generó185 una
aceleración en la normativa que desarrollaba estas obras. Y, sobre todo, produjo un replantea-
miento global de las actuaciones. En 1949 se aprueba una nueva Ley de Colonización y
Distribución de la Propiedad de las Zonas Regables, que constituirá la base jurídica del Plan
Badajoz. Y en 1951 se crea una Comisión Técnica Mixta (con participación de los Ministerios
de Agricultura, Industria y Obras Públicas), que en menos de un año tuvo preparado un Plan de

185
Además de la necesidad de garantizar la paz social, la extensión del hambre en todo el Estado y la urgencia en asegurar el
abastecimiento alimenticio están también entre las causas esenciales de la puesta en marcha del Plan Badajoz.

- 148 -
obras hidraúlicas, colonización, industrialización y electrificación de la provincia de Badajoz,
aprobado en abril de 1952.
Lo que estos datos dispersos ponen de manifiesto es que, a lo largo de la segunda mitad de
los años '40, en la ciudad se desatan muchas expectativas. La población de Badajoz aumenta en
esa década en un 42%, mientras que la tasa de crecimiento intercensal del resto de la provincia
es de tan sólo un 7%. Comienzan a extenderse barriadas suburbiales: los más dinámicos de entre
los más pobres ocupan la tierra de nadie de las orillas de ríos y arroyos y construyen allí sus
viviendas-chabolas.
Gerald Brenan, el gran hispanista inglés, que visita por aquel entonces la ciudad, parece que
la encuentra muy curiosa en la tarde (a la hora del paseo, en el que los pobres y las clases medias
y altas se reparten dos tramos bien diferenciados de la calle San Juan), e incluso le atrae la
aventura de la noche por la Plaza Alta y sus aledaños, donde
"la policía aband ona su p uesto en la plaza alta a las diez de la noche, y las estrechas
callejuelas están a osc uras. A partir de en tonces no es un sitio recomenda ble para pase ar".
Sin embargo,
"a la luz del de la mañana, ofrece una impresión mucho menos excitante. Uno ve
entonces una deslustrada y pequeña ciudad provinciana con un núcleo de tenderos y oficiales
de clase media, unos cuantos soldados, contrabandistas, mercaderes de ganado y tratantes de
caballos, y un amplio grupo marginal de extrema pobreza" (Brenan, 1985:156).
Nuevamente encontramos pues a Badajoz refundándose sobre campos de ruinas, aunque esta
vez la ciudad no había quedado físicamente arruinada por la guerra, ni siquiera tan afectada como
en el sitio de 1812, pero sí que había quedado moralmente hundida la sociedad local y provincial.
Y una vez más la encontramos repoblada con gentes llegadas de otras tierras: 30.053 de los
79.291 habitantes censados en 1950 (un 38% de la población, lo que supone un porcentaje
altísimo para la época, especialmente en una ciudad no industrializada) eran nacidos fuera de la
provincia186.
Lo que en primera instancia, y en cuanto a efectos directos, provocó la puesta en marcha de
los mecanismos que llevaron al Plan Badajoz, fue una intensificación de la agricultura local.
Muchos grandes propietarios hacen incluso amagos de transformar en regadío en las Vegas
Bajas, para evitar las expropiaciones a que daría lugar la colonización, o asegurarse mayor
superficie de tierras en 'reserva'.
Ya en el censo de 1950 la población activa agraria del municipio se ha recuperado,
alcanzando a 11.891 personas187. Se incrementa asimismo de forma espectacular la actividad en
el sector de la Construcción (los activos en este sector pasan de 722, en 1940, a 2.584 en 1950).
En términos relativos es el sector Terciario el que menos crece, reduciéndose incluso su
participación, si bien pasa de 9.595 personas, en 1940, a 11.654 en 1950.
A lo largo de la década de los '50, y primeros años '60, la ciudad vive una intensa agitación
socioeconómica. La Administración multiplica sus efectivos en la ciudad; se instalan
delegaciones de grandes empresas relacionadas con la construcción del Plan Badajoz; en el
término municipal se construyen diez poblados, que suponen la instalación de más de 11.000
habitantes sobre más de 12.000 Has de regadío (a las que hay que sumar otras 4 ó 5.000 Has
transformadas en reservas y tierras exceptuadas); se observa incluso un amago de industrializa-
ción: se instala una desmotadora de algodón, en los poblados se industrializa el lino y el cáñamo,

186
Para hacernos idea de la importancia de esta proporción, compárese con la de otras capitales provinciales: Cáceres (11,2%),
Avila (21%), Palma de Mallorca (27%), Burgos (21,6%), Cádiz (19,2%).
187
Es factible suponer que la circulación de noticias sobre un plan de regadíos y colonización atraería a numerosa población de
los pueblos a la ciudad, empadronándose a la espera de poder obtener buen puesto en las obras, o en las adjudicaciones de
parcelas.

- 149 -
se llegan a instalar tres conserveras, una fábrica de piensos, una central lechera, una planta de
gaseosas y refrescos, una manufactura de gomas y plásticos... Se construye el polígono de El
Nevero, y se prevé la instalación de al menos otra docena de industrias, tanto al abrigo de los
nuevos regadíos como orientadas a la transformación de productos tradicionales del secano y la
dehesa.
En diez años el Estado ha invertido en la provincia casi 5.000 millones (unos 130.000
millones en pesetas actuales), y esta fuerte inyección económica debió de notarse en la capital
provincial, donde se percibe un aire de optimismo respecto a un plan "cuyas consecuencias se
prevé han de tener influencia y repercusión suficientes sobre la evolución y la orientación
económica de la región" (Martin Lobo, 1962:766). De hecho en 20 años, respecto de 1940, la
población de la ciudad se ha duplicado, acercándose en 1960 a los 100.000 habitantes. Se
construyen numerosas viviendas, miles de ellas en régimen de autoconstrucción en las barriadas
marginales.
Sin embargo, pronto empiezan a dejarse oir, de forma soterrada, voces escépticas respecto
a los grandiosos resultados esperados. Aunque no cabe duda de que el impacto inicial de las
obras permitió una acumulación casi primitiva de capital en la ciudad188, a lo largo de los años
'60 se produce un gran parón en la transformación de regadío, y en la colonización, pero sobre
todo se abandonan los programas de construcción de infraestructuras y de la prometida
industrialización: se abandonan las obras del ferrocarril de Villanueva-Talavera, se olvidan
proyectos de industrias. En 1965 el Plan Badajoz debería haber estado ultimado, pero un año
después todavía faltaba por ejecutar un 50% de las acciones programadas.
Y la ciudad, después de aquel pequeño boom, entra en un nuevo letargo, mientras los
pueblos de la provincia se despueblan, ya no para venir a la capital sino para marchar lejos, a las
provincias del Norte o a Europa. Cientos de funcionarios y profesionales llegados al calor del
Plan Badajoz marchan a otras ciudades, donde encuentran además mayores posibilidades para
la educación de sus hijos.
Efectivamente, entre 1964 (cuando, con 103.000 habitantes, se alcanza un hito), hasta 1975,
la ciudad permanece estancada demográficamente. Los sucesivos intentos de acelerar la
continuación del Plan Badajoz, prorrogado en 1966, conducen al fracaso. En 1971 todavía no se
habían cubierto ni siquiera los objetivos fijados en 1952, los cuales fueron incorporados al III
Plan de Desarrollo 1972-75. Parte de los efectivos demográficos que marchan a mejores destinos
en el escalafón administrativo son cubiertos por sucesivas oleadas de desesperados procedentes
de los campos empobrecidos de la provincia y, como novedad y de forma creciente, de Portugal.
En su viaje por la raya, Antonio Pintado y Eduardo Barrenechea describen con las siguientes
palabras la situación, al inicarse la década de los '70, de Badajoz:
"había personas que tenían grandes esperanzas en el futuro de la recién aprobada
Universidad pacense. Había otros que veían en ello un hecho más bien favorable para Badajoz,
y otros finalmente que se mostraban totalmente escépticos a propósito de las ventajas que ello
pudiera traer a la provincia, añadiendo que difícilmente se encontrarían catedráticos que
quisieran trasladarse a Badajoz, con lo que las cátedras se rían finalm ente ocupadas por lo que
ellos llamaban 'notabilidad es locales' (...) Re specto a la situación g eneral de la econo mía
pacense, todos decían que la cosa estaba rematadamente mal. Se mencionaba el catastrófico
estado de la agricultura y la ganadería, la creciente despobla ción de lo s camp os debid o a la
emigración, los gravísimos problemas que Badajoz tenía en lo relativo a vivien das. Bada joz es,
al parecer, la primera 'escala' qu e los emigrantes del cam po extrem eño y tam bién, en c ierta

188
En ocasiones demasiado ‘primitiva’, pues además del trabajo, materiales y servicios demandados por la operación la historia
no escrita habla de enriquecimientos al abrigo de una operación que en cierto momento, y debido a la dependencia de tantos
organismos, llegó a estar incontrolada. En 1966 se habían invertido 7.364,5 millones de pesetas de la época, en cualquier caso
1.989,9 millones más de lo presupuestado para el 50% de las acciones realizadas hasta el momento.

- 150 -
medid a, del campo portugués, hacen antes de encaminarse a zonas industriales de España o
Europa. De 100.00 0 habitantes qu e tiene la ciudad, un os 30.000 vive n en suburb ios" (Pintado,
Barrene chea, 197 2:59-60 ).
Por su parte, desde una perspectiva bien distinta la Memoria de 1970 del Consejo
Económico Sindical de la Provincia (CESB, 1971:195), aunque señala entre los logros de la
Administración el saneamiento de San Roque, así como la urbanización y construcción de los
polígonos de Santa Marina y San Fernando, advierte de un déficit de al menos 4.000 viviendas
en la capital.
Desánimo, por tanto, en una ciudad que lo había esperado todo del Plan Badajoz. Los
propios gestores reconocían una cierta sensación de fracaso. El entonces secretario gestor del
Plan, Enrique Martin, declaraba en 1969:
"es preciso no olvida r que el Plan B adajoz, en 19 70 como en 1952, de be entenderse
como un plan de objetivo limitado en cuanto ni afecta a toda la provincia, sino a una parcela que
no va más allá del 6 por 100 de su total extensión, ni supone intervención en todos los aspectos
que gravitan sobre su desarro llo econó mico y so cial" (Declaraciones al diario HOY, 27-XII-69).
Efectivamente, Extremadura iniciaba la década de los '70, por ejemplo, siendo la única
región española que no contaba con Universidad. La Memoria de 1970 del Consejo Económico
Sindical de la Provincia muestra la desesperanza a pesar de la manifiesta autocensura de sus
autores:
"La economía provincial marcha sin personalidad propia, a pesar de poseer entre sus
logros más esperanzadores, y todavía esperanzado, la gran obra del Plan Badajoz, al que
todavía no se le ha encontrado el cauce necesario, porque uno de entre sus problemas más
urgentes está centrado en una deficientísima comercialización de la producción en todas las
escalas" (CESB , 1971:1 3).
La población activa agraria alcanza todavía al 20% de la población activa total del
municipio. De las 57 parcelas del polígono de El Nevero, diez años después de su construcción
tan sólo se habían vendido en firme 26 -no obstante lo cual se solicitaba su ampliación (CESB,
1971:199), pues la esperanza nunca se pierde-.
Con todo, y en parte gracias a los portugueses, sobrevive la función comercial de la ciudad,
convertida de nuevo en una olvidada capital de provincias. De Portugal viene, además, no sólo
clientela para comercios y bares de Badajoz, sino también un fuerte contrabando (café, tabaco,
textiles...) que tiene su base de operaciones en las barriadas más periféricas.
"esta Badajoz que atrae como la luz a las mariposas a los portu gueses, q ue en la noche
de la frontera hispano-lusa ven relucir algunas bombillas de colores: las del 'centro' de Badajoz,
ya que en varias de sus zonas suburbiales hasta la luz falta" (Pintado, Barrenechea, 1972:196).
Pero, más que de una ciudad comercial, o de servicios, debemos referirnos ya claramente a
Badajoz, a mediados de los '70, como a una agrópolis, que compatibiliza su función con la de
capital administrativa (gracias a este carácter de capital administrativa ha conservado al menos
ciertos hábitos urbanísticos, y aunque la miseria y el subdesarrollo siguen siendo las impresiones
más fuertes que la ciudad depara al viajero, también destaca, en todas las referencias leídas, la
sorpresa por sus paseos y jardines).

Tendencias recientes
Entretanto llegó la crisis. Pues fue en una pequeña parte la crisis económica, generalizada
a partir de 1973, lo que salvó a Badajoz de quedar reducida al tamaño de Teruel. Pero en una
parte mucho más importante, como hemos apuntado y veremos, fue la entrada en la madurez de
los regadíos de las Vegas del Guadiana lo que supuso la definitiva transformación de la ciudad.
Hay, ciertamente, un cierto reverdecimiento de inversiones públicas en la provincia, en los años
'70, que obviamente repercuten (cuando no son inversiones directas en Badajoz) en la capital:

- 151 -
nuevas transformaciones en regadío en la provincia, mejoras en las infraestructuras, construcción
de la Universidad, ampliación del polígono industrial, construcción de viviendas sociales...
Aunque no es menos cierto que, especialmente a partir de 1975, los emigrantes extremeños no
tienen a dónde ir, porque todas las grandes ciudades industriales están en crisis. De forma que,
después de haberse quedado estancada durante prácticamente una década, la población de
Badajoz se incrementa de nuevo, en más de 12.000 habitantes en sólo cinco años.
Debemos insistir en la parte de causa que el Plan Badajoz supone en este nuevo despertar
de Badajoz. Había en el término municipal un millar largo de colonos que después de veinte años
habían aprendido a desnevolverse en el mercado, a tener iniciativa, a endeudarse e invertir a su
pequeña escala, y en cuyos hijos se había asentado el famoso achievement motive de McClelland.
Aprenden oficios en mayor proporción que los hijos de otros grupos sociales de las capas medias
y bajas de la sociedad. Se instalan en la ciudad cabecera con pequeños negocios. Los colonos que
se van jubilando pasan a vivir a Badajoz, donde han ido comprando el pisito189. Aunque no es
menos cierto que la democratización del país, y en consecuencia de la sociedad pacense, tuvo
también cierta influencia en este rejuvenecimiento de Badajoz, al provocar un aumento de las
demandas a las que la administración local, estatal y luego regional deberán hacer frente.
En la perspectiva de este trabajo no interesa especialmente conocer la evolución urbana de
la ciudad. Pero en la medida en que esa evolución denota tendencias territoriales que guardan
relación con el proceso de formación de la mesópolis, y con su carácter transfronterizo, es preciso
siquiera un acercamiento a la evolución de la conurbación a lo largo del siglo XX.

GRAFICO 13

Respecto de la situación de principios de siglo -cuando la ciudad salió de las murallas del

189
Naturalmente, hablamos de hipótesis, sobre la base de los conocimientos empíricos sobre la cuestión. Queda por hacer un
estudio sistemático, tanto para la ciudad como para la región, de las consecuencias globales que a medio y largo plazo ha
supuesto el Plan Badajoz, más allá de sus limitaciones intrínsecas. En este sentido, una de las investigaciones posibles de interés
debería centrarse justamente en la evolución de las familias de colonos, y su impacto social y económico en la ciudad.

- 152 -
XVII, iniciando una tímida expansión tomando como polos de atracción las dos principales vías
de comunicación: la carretera de Madrid y la estación del ferrocarril-, los años ‘60 muestran ya
una imagen territorial mucho más compleja. Se han roto las murallas por el Oeste y por el Sur,
iniciándose una expansión planificada. Parcelaciones clandestinas han permitido una extensión
en autoconstrucción en dirección Sur Oeste, en la llamada barriada de Antonio Domínguez y en
el hoy tristemente famoso Cerro de Reyes, arrasado en 1997 por el desbordamiento de los
arroyos Rivilla y Calamón. La barriada formada en torno a la estación se ha constituido ya en una
centralidad propia, tanto por la aparición en su entorno del Polígono Industrial El Nevero, como
sobre todo por la opción planificada -según la lógica urbanística de la época- de construir al otro
lado del río todas las viviendas sociales de promoción pública, lejos del centro burgués y cerca
de la zona industrial, utilizando así el río como auténtica muralla de contención social. Más
adelante se intentaría fijar otra barrera con la circunvalación de la carretera general, que
definitivamente segregaría los barrios populares de Antonio Domínguez y Cerro de Reyes.
Pero lo que nos interesa mostrar en la secuencia no es tanto la evolución urbana como el
inicio de un proceso de complejización del territorio, esto es de metropolización -mesopolización
según nuestra propia nomenclatura-. Vemos cómo hacen su aparición los poblados de
colonización, y se intensifica el poblamiento disperso en el entorno de la ciudad -en las Vegas
y en las mejores tierras de cultivo, pero también muy especialmente en las zonas adehesadas-.
Y vemos también cómo sistemáticamente viene ocupándose la franja de casi cuatro kilómetros
que separaba la ciudad de la frontera; primero con el polígono industrial y el desarrollo de la ya
antigua pero entonces creciente barriada de autoconstrucción de Las Moreras, en la que residían
muchos de los contrabandistas de la ciudad.
Por otra parte, la aparición del aeropuerto, la construcción de la Universidad, el crecimiento
del núcleo de servicios en torno a la frontera de Caya, muestran la formación del corredor que
viene de las Vegas del Guadiana y se extiende hasta la frontera. En fin, hay que señalar que en
los años ‘70 hacen su aparición las parcelaciones ilegales, que paradójicamente son a la vez
indicador de los niveles de urbanización de la ciudad -por cuanto sus urbanitas precisan de
segunda residencia- como del origen rural de mucha de la población de la ciudad190.
A finales de los ‘80 esas tendencias se agudizan, y vemos cómo el corredor ideal que iría
desde Talavera la Real a la frontera de Caya se densifica. Pero sobre todo se produce una
explosión urbana totalmente incontrolable -e incontrolada-.
Se ha hecho ya hincapié en la gran extensión del término municipal de Badajoz, un término
que debió ser incluso mucho más extenso antes de que sus aldeas periféricas alcanzasen (como
recientemente ha hecho Valdelacalzada) su independencia. Es, ciertamente, un territorio
demasiado extenso para ejercer un control efectivo sobre el mismo, por lo que debe considerar
la probabilidad de que, a medio o largo plazo, otros poblados intenten y obtengan la autonomía
municipal.
Tres áreas constituyen, actualmente, los grandes vacíos del territorio municipal. Espacios
de bajos rendimientos agronómicos y escasez de agua que, como tales, no han posibilitado la
presencia de poblamiento. Es un elemento al que se debería prestar atención fundamentalmente
por dos razones:
a) Porque estos grandes espacios, alejados de los núcleos urbanos, y a menudo con

190
No obstante, el fenómeno de las parcelaciones ilegales tiene una significación muy particular en el caso de Badajoz, donde
pudimos descubrir, a mediados de los años ‘80, una presencia mucho más intensiva, en términos relativos, que en grandes
ciudades como Madrid (Baigorri, 1986). La aparición de la segunda residencia en Badajoz tiene una fuerte dependencia de
factotres extraurbanísticos, y está más relacionada con factores antropológicos, como el tradicional ‘hambre de tierras’ de una
población rural marcadapor el latifundismo y emigrada a la ciudad.

- 153 -
interesantes valores naturales, pueden posibilitar en ciertos casos actuaciones (de
iniciativa pública o privada) orientadas al desarrollo del ecoturismo o turismo rural, como
instrumento de humanización del territorio.
b) Porque a largo plazo, si por azar llegan a hacerse realidad los proyectos de regadío
derivados del futuro Gran Canal de Barros, una parte no despreciable de las tierras
situadas al Sur del término municipal pueden transformarse, y llegar a precisar de una
mayor intensidad de poblamiento, tal vez incluso la construcción de un nuevo poblado
equidistante entre Alvarado y Villar del Rey, cerca de la carretera de Sevilla.
Es decir, debemos entender dichos vacíos como grandes reservas eco-territoriales cara al
futuro. Fuera de estos vacíos, la conurbación pacense se extiende día a día, ocupando un área
territorial cada vez más extensa. En una parte importante este crecimiento se ha desarrollado -y
se sigue desarrollando- de forma no planificada, provocando graves consecuencias urbanísticas
y medioambientales.
En la actualidad, y en la misma medida que en otras medias y grandes ciudades españolas,
una multitud creciente de usos dispares se implantan fuera de los ámbitos de los núcleos urbanos.
Sea a la búsqueda de un suelo más barato (caso de los grandes acuartelamientos o algunos
equipamientos sociales, como las residencias de ancianos o los equipamientos deportivos en La
Granadilla), sea a la búsqueda de una naturaleza virgen, real o imaginada, donde ubicar segundas
(e incluso primeras) residencias.
Este proceso nos habla de elementos fundamentales en la planificación económi-
co-territorial:
1) En primer lugar, señala tendencias de ubicación de actividades; un aspecto especialmente
importante tanto en lo que se refiere a actividades relacionadas con el ocio, como a actividades
productivas (incluidas las industriales).
2) Nos advierte de futuras necesidades infraestructurales. En este sentido hemos señalado
públicamente en más de una ocasión la necesidad, a medio plazo, de una vía local que, a modo
de cinturón, conecte la N-V y la carretera de Olivenza. O la necesidad de mejorar las
comunicaciones entre los poblados, segregados por el propio Río Guadiana sin otro paso (en más
de 20 kms) que los puentes urbanos de Badajoz y el badén (no siempre utilizable) de Talavera.
La búsqueda de una sinergia en el regadío aconseja la construcción de una nueva vía entre Balboa
y Novelda (Baigorri, 1995, T 1:30).
3) Nos advierte asimismo de la conveniencia de arbitrar estrategias de desarrollo de carácter
metropolitano, implicando de alguna manera en las mismas al menos a los municipios de
Talavera y Elvas.
4) Pero, sobre todo, nos recuerda la necesidad de revisar en profundidad el planeamiento
vigente, de forma que se incorporen y tengan en cuenta todos estos aspectos territoriales,
evitando con ello la intensificación del crecimiento descontrolado, en mancha de aceite, que ha
caracterizado al área periurbana en los últimos años.

La población
La población de Derecho de Badajoz, según el Padrón Municipal de Habitantes correspon-
diente a 1994, era de 130.153 habitantes. Si tenemos en cuenta que el último Censo, correspon-
diente a 1991, recogía una población de algo más de 130.247 habitantes, que en realidad eran
127.700 si descontamos Valdelacazada, parece que nos encontramos frente a un nuevo periodo
de crecimiento demográfico en la ciudad. Con una variación del 1,9 % en tan sólo tres años,
resultando un saldo positivo medio anual de casi un 0,7%, puede decirse que Badajoz es,

- 154 -
actualmente, una de las ciudades españolas de más rápido crecimiento.
Este crecimiento, según se observa en el gráfico, viene siendo sistemático al menos desde
finales del siglo XVIII; pero con importantes variaciones tendenciales, primero en el periodo
intercensal 1940-1950, y luego en el periodo 1975-1994, en los que se producen fuertes saltos
expansivos.

GRAFICO 14

En nuestra opinión, y según ha quedado reflejado en el análisis histórico municipal, tales


variaciones obedecen, además de a la consolidación de la capitalidad provincial de Badajoz, a
los efectos de la transformación socioeconómica y territorial operada por causa del Plan Badajoz.
Seguramente los más profundos efectos demográficos y económicos de dicha transformación
están todavía por manifestarse en Badajoz. Ello explicaría que el relativo vaciado administrativo
de la ciudad, tras la implantación de la capitalidad regional en Mérida, no haya tenido efectos
profundos en la demografía local.
En este sentido, Badajoz ha seguido un proceso de crecimiento bastante similar al del
conjunto de las capitales españolas, con la particularidad de que, en el último periodo intercensal,
si bien se han reducido las tasas de crecimiento como en todas las grandes ciudades, esta
ralentización no ha sido tan intensa.
Entre 1900 y 1991 se ha multiplicado por 4,2, algo menos que las otras dos capitales
extremeñas, pero más que otras grandes ciudades, como por ejemplo Barcelona (cuya población
se ha multiplicado por 3,1). En cuanto al citado último periodo intercensal, 1981-1991, en el que
la población de las grandes ciudades españolas ha crecido muy escasamente (un 7,8% en Sevilla),
o incluso ha decrecido en las dos principales metrópolis españolas (un -3,3% en Madrid, y un -
4,2% en Barcelona), Badajoz ha mantenido un importante crecimiento demográfico del 13,89%
(inferior, no obstante, al crecimiento de un 17,35% en Cáceres, o de un 22,37% en Mérida,
porcentaje este último que refleja el impacto sobre esta ciudad de su conversión en capital
administrativa y política regional).

- 155 -
El gráfico siguiente muestra el contraste entre la evolución del municipio y los de los
conjuntos regional y nacional tomando 1900 como base 100. Si hasta los años '60 la evolución
de Extremadura y España fue pareja, a partir de esta fecha la población regional inicia un fuerte
descenso que sólo se detendrá en los años '80. Sin embargo, el municipio de Badajoz comienza
ya en los años '40 a alejarse de estas tendencias, mostrándose así la agudización, también en,
Extremadura del proceso de urbanización que se ha dado en el conjunto nacional.

GRAFICO 15

No puede decirse sin embargo, frente a lo comúnmente aceptado, que Badajoz haya actuado
de estación intermedia de la emigración provincial, pues se viene desarrollando con una dinámica
propia, reflejo obviamente los procesos de urbanización característicos del siglo XX. De hecho,
a la vista de la procedencia de la población del municipio, puede decirse que sólo una pequeña
parte de la emigración regional o provincial tomó la capital como un punto de paso191. Ni siquiera
ha funcionado Badajoz, al contrario que tantas otras capitales provinciales españolas, como polo
vaciador de la provincia; sino que, aún desarrollándose en base a los roles funcionales que ha
cumplido respecto del territorio circundante, en cierto modo ha mantenido un crecimiento
autosostenido. Tan sólo un 24,3% de la población censada en 1991 había nacido en otros
municipios de la provincia, y un 2,7% en la provincia de Cáceres, a los que habría que añadir un
12% nacidos en otras CCAA o el extranjero. Si consideramos la población mayor de 10 años
migrante en los diez años anteriores al censo (1981-1991), en el municipio de Badajoz tan sólo
16.055 personas están en esta situación, y de éstas menos de un 45 % procedían de la provincia
o la región, procediendo la mayoría de otras regiones o del extranjero.
Sin duda, la ubicación tradicionalmente periférica de la capital en un cul-de-sac, hasta la

191
Probablemente hayan sido los poblados de colonización los que en mayor medida hayan cumplido ese papel, en muchos casos,
de estación intermedia en el proceso migratorio. Muchos de los colonos y jornaleros atraídos inicialmente a los poblados de
Badajoz por la transformación en regadío optaron luego, en los primeros años de puesta en riego, por abandonar y emigrar a otras
capitales españolas o al extranjero.

- 156 -
apertura de las relaciones intracomunitarias con Portugal, ha dificultado durante décadas esa
función captadora de migraciones rurales; sin olvidar la existencia en la provincia de otras
ciudades importantes como Mérida, Almendralejo, Don Benito o Villanueva. Sin embargo, el
fuerte desarrollo de la ciudad, unido a la consolidación de un área mesopolitana todavía poco
definida, así como la definición de un eje hasta Lisboa que prolongue el de las Vegas del
Guadiana, provocará sin duda a corto/medio plazo una intensificación de los movimientos
migratorios hacia la ciudad, tanto desde las áreas más rurales de la provincia y la región, como
de las comarcas vecinas de Portugal. De hecho, según el estado del Padrón Municipal en 1994
el número de vecinos nacidos en el Extranjero, fundamentalmente portugueses, pasa ya de los
2.100. Entre 1950 y 1991el número de extranjeros se ha multiplicado casi por cuatro, pero sobre
todo su peso relativo se ha doblado en la ciudad, al crecer más rápidamente que la población
total, pasando de suponer un 0,84 % de la población, en el Censo de 1950, a un 1,64% en el
Padrón a la fecha de 1994. Aunque la explotación estadística del Padrón no incluye el país de
origen de los extranjeros, la fuerte presencia en barriadas populares como Antonio Domínguez
(126), Casco Antiguo (293), Cerro de Reyes (110), Cuestas de Orinaza (47192), Gurugú (92), San
Fernando (223) y San Roque (230) apunta a que se trata esencialmente de portugueses193.
Ya esta complejidad demográfica nos apunta diferencias sustanciales respecto al tipo de
ciudades que se ajustan a la perfección a la categoría de ciudad media.

Discusión sobre el tamaño real de la población de Badajoz


Antes de seguir adelante, debemos plantear una cuestión que me parece de suma
importancia. No sólo porque se trata de una hipótesis que de poder ser verificada debería implicar
cambios en la planificación y organización de la ciudad, sino -en el marco de nuestra
investigación por cuanto constituye un apoyo de nuestra tesis sobre el carácter mesopolitano,
esencialmente distinto del de la ciudad media, de Badajoz.
Como veremos inmediatamente, en la ciudad de Badajoz sólo habitan en realidad 111.000
de los 130.000 habitantes censados en 1991194. En las Vegas del Guadiana diez poblados de
colonización agrupan a más de 10.000 personas, a las que hay que sumar otras 1.200 personas
que residen en viviendas también construidas por el INC y vinculadas a la explotación Y al
menos otras tantas personas -un número en cualquier caso indeterminado- residen en viviendas
vinculadas a las explotaciones, en fincas de secano y regadío, así como en urbanizaciones
ilegales.
Pero a esta población debemos añadir la existencia de tres grandes acuartelamientos
desperdigados en el territorio (Cuartel de Sancha Brava en el Sur, División Acorazada en el
Norte, y Base Aérea al Este, todos ellos en la franja central del término municipal), lo que
complica sin duda este territorio, completo como una provincia.

192
Hay que tener en cuenta que sólo una pequeña parte de la población extranjeras -especialmente portugueses de etnia gitana-
de las Cuestas de Orinaza está empadronada en la ciudad.
193
E1 porcentaje, no obstante, está todavía sensiblemente por debajo de la media para el conjunto nacional. en donde son de
origen extranjero un 2+1% de la población. Sin embargo, la evidencia nos muestra -como se verá más adelante- la existencia
de un volumen superior de población portuguesa que conmuta con la ciudad pero reside en municipios portugueses del área
mesopolitana
194
Todo el análisis demográfico está referido-según se cite en cada caso- o bien al Censo de 1991, cuyos datos oficiales han sido
publicados, o bien al estado del Padrón en 1994, sobre el cual hemos podido profundizar con mayor detalle. Los 137.000
habitantes citados en el Padrón de 1997 son, por tanto, únicamente un dato de referencia que muestra el dinamismo de la ciudad,
pero sobre cuya estructura no hemos podido trabajar todavía. No obstante, considerarnos que los análisis referidos al Padrón
de 1994, pese a tratarse únicamente de los resultados de las actualizaciones automáticas a partir del Censo de 1991, son
suficientemente actuales.

- 157 -
Pero sobre todo, esta complejidad nos sugiere que la población real de Badajoz es
sensiblemente superiora a la que recogen censos y padrones, al igual que ocurre en las grandes
ciudades y metrópolis. De hecho, he estimado195 que la población real del municipio sobrepasa
hace tiempo los 150.000 habitantes, atendiendo a los siguientes factores:
- Los acuartelamientos aportan -entre soldados de reemplazo y militares de carrera que
residen con sus familias temporalmente en Badajoz sin censarse- entre tres y cinco mil
habitantes al flujo del poblamiento informal -por analogía con la economía informal-;
- La Universidad aporta al menos entre cinco y seis mil habitantes;
- El flujo de familias clandestinas en las barriadas marginales requeriría análisis que no
estarnos en disposición de realizar, pero todas las operaciones de realojo realizadas hasta
la fecha nos han aportado indicadores de que dicho flujo es importante196;
- El elevado número de representaciones comerciales que son cubiertas por empleados
sólo temporalmente destinados a Badajoz, supone varios centenares de residentes
temporales, a veces en compañía de sus familias;
- Las aproximadamente 1.200 plazas hoteleras de la ciudad, con una ocupación media que
sobrepasa el 50%, aportan otro medio centenar de habitantes/año;
- Los temporeros portugueses, que residen durante varios meses del año tanto en los
poblados de colonización y los campos del municipio, como en las inmediaciones de la
ciudad197;
- Las trabajadoras domésticas en régimen interno, que sin embargo permanecen censadas
-y de hecho tienen allí su residencia oficial- en sus pueblos, españoles o portugueses...
En suma, el porcentaje del 10% de población extra que muchos expertos suponen eleva la
población censal de las grandes ciudades creo que en el caso de Badajoz deberíamos estimarlo
como sensiblemente superior. De forma que, atendiendo a la población estimada por la última
revisión del padrón de 1996 (137.000 habitantes), podríamos estimar la población actual real del
municipio en torno a los 160.000 habitantes.

Distribución espacial de la población


La positiva evolución demográfica que hemos observado en el tiempo presenta, sin embargo,
características desiguales en el espacio198.
Los datos muestran cómo, en lo que a localización de la residencia principal se refiere al
menos, se ha venido dando a lo largo del siglo un proceso de concentración de la población en
el principal núcleo urbano del municipio. No obstante, la ocupación del territorio más productivo

195
Esta estimación se discutió en la ponencia debatida en las I Jornadas sobre Badajoz mesópolis trans fronteriza, organizadas
por mí en diciembre de 1996, en la Facultad de CC. Económicas y Empresariales de la Universidad de Extremadura.
196
Según las informaciones regularmente publicadas en la prensa, o recogidas de trabajadores sociales y vecinos de barriadas
marginales, en los últimos años de existencia de la frontera, y en el momento de mayor intensidad en el tráfico de drogas, la
barriada de las Cuestas de Orinaza acogía habitualmente bandas, no asentadas en la ciudad -a menudo procedentes de Galicia-
que residían temporalmente. Utilizándose ocasionalmente -cuando la presencia policial era menor- como un espacio-refugio.

197
Durante muchos años, ciertos lugares de la dudad han sido espacios de residencia a veces temporal, a veces permanente, de
este tipo de población migrante, sobre todo gitanos portugueses. Así ocurría con la cabecera del Puente de Palmas, cuyo fortín
era habitado por varias familias, o incluso alguno de los arcos del puente. Asimismo, en fábricas, almacenes o incluso iglesias
abandonados de algunas barriadas -como la de la Estación-, o en antiguas villas abandonadas en torno a la Avenida de Elvas su
presencia ha sido habitual.
198
Valdelacalzada, fundado también como poblado de colonización, se ha segregado recientemente del municipio de Badajoz.
Sin embargo, para ciertos análisis deberemos considerar el municipio incluyendo a dicho poblado, dada la imposibilidad de
desagregar ciertos datos hasta la celebración de los nuevos Censos de Población, Edificios y Viviendas, Agrario, etc.

- 158 -
con poblados de colonización ha tenido un éxito relativo, si tenemos en cuenta que la población
implantada no sólo se ha mantenido sino que se ha incrementado, y ha servido entre otras cosas
para reducir ostensiblemente la población que, hasta bien entrado los años '60, residía en pésimas
condiciones -muchas familias en chozos- en las grandes fincas del término municipal. Incluso,
teniendo en cuenta la depresión demográfica sufrida en las últimas tres décadas por los pueblos
rurales de menos de 3.000 habitantes, los poblados deben considerarse un éxito de la
planificación.

GRAFICO 16

Pero, así y todo, su crecimiento es escaso, especialmente en algunos de los poblados más
pequeños y/o excéntricos, que o bien se han mantenido -como Sagrajas y Valdebótoa- o incluso
han perdido población respecto al momento de su fundación -como Novelda-. El gráfico expresa
visualmente (en formato de escala logarítmica para facilitar su lectura) estos procesos.
Dentro del propio núcleo principal, la evolución ha sido también dispar. Así, hemos asistido
en las últimas décadas al vaciado del centro de la ciudad, en beneficio tanto de las periferias
surgidas a finales del siglo XIX (San Fernando y San Roque), como sobre todo de los nuevos
ensanches promovidos en los años '40 (Santa Marina) y '70 (Ordenandos, Valdepasillas...). Dicho
vaciado se corresponde sin ningún género de dudas con las tendencias generales a la
suburbanización que se han producido -sobre todo desde los años ‘60- en la práctica totalidad
de los países desarrollados, y muy particularmente en las grandes ciudades españolas. Por el
contrario, los procesos de gentrificación que también se han observado en las grandes ciudades
occidentales, normalmente a partir de los años ‘70 aunque con calendarios dispares (Warde,
1991), si bien es cierto que se han manifestado también en la ciudad (Baigorri, Fernández, 1991)
no han tenido sin embargo -al menos por ahora- una plasmación importante; o no hasta el punto
de conseguir el completo vaciado del centro

- 159 -
GRAFICO 17

No obstante, entre la rectificación del padrón de 1990 y la de 1994 se observa una débil
recuperación de la población del casco, coincidiendo con las operaciones de renovación en torno
a las rondas (edificio Presidente, Plaza de Minayo, Ronda del Pilar, etc), y algunas operaciones
de rehabilitación e incluso renovación de viviendas dentro del casco antiguo.

Características generales de la población


De acuerdo con las tendencias generales de la población española, la población del
municipio ha seguido un cierto proceso de envejecimiento en los últimos años, a causa de la caída
simultánea de la mortalidad y de la natalidad; si bien en el caso de Badajoz hemos de incluir
también como variable de importancia a los jubilados procedentes de pueblos de la provincia que
afluyen en sus últimos años para vivir en casa de sus hijos residentes en Badajoz o en residencias
de ancianos (un fenómeno característico de casi todas las capitales de provincia), así como de
antiguos emigrantes que retornan tras la jubilación.
No obstante, Badajoz presentaba en el Censo de 1991 (última fecha comparable con datos
nacionales) un balance sensiblemente más suave que el del conjunto nacional: un 23,5 % de
menores de 15 años frente a sólo un 19,4% en la media española, y un 10,9 % de 65 y más años
frente a un 13,8% a nivel nacional. Y, en lo que se refiere a la región (con casi un 16% de la
población con 65 o más años) las diferencias son mucho más notables. Respecto al conjunto de
Extremadura, la de Badajoz es todavía una población joven, aunque con una tendencia acelerada
al envejecimiento. En el gráfico se recogen las pirámides de la población correspondientes a tres
momentos del siglo XX.

- 160 -
GRAFICO 18

El envejecimiento de la población, sin embargo, no es homogéneo. En cierto modo, la vejez


de los asentamientos determina la tasa de envejecimiento de la población, destacando en este
sentido el casco antiguo, donde el porcentaje de población con 65 o más años sobrepasa el 19%.
Dejando a un lado el diseminado de la Granadilla, que contiene las dos mega-residencias de
ancianos ubicadas en la zona, se observa un esquema circular imperfecto, según el modelo de la
Ecología Humana de Park y Burguess, en el que las sucesivas coronas recogen a la población más
joven.
La población estaba en 1994 agrupada en algo menos de 39.000 hogares (con una ocupación
media de 3,33 personas/hogar), frente a los 34.570 hogares que aparecían en el Censo de 1991
(con una ocupación media entonces de 3,69 personas/hogar).
Sin embargo, encontramos tanto situaciones de hiperdensidad en barriadas marginales (casos
especialmente significativos son los de Suerte de Saavedra, Nueva Luneta y Cuestas de Orinaza,
en los que se alcanzan las densidades más altas, llegando en el último caso a casi 5 miembros por
hogar de media), como estilos reproductivos propios de las clases medias (como puede ocurrir
en Las Vaguadas, Cañada de Sancha Brava o Urbanización Universidad, donde se alcanza el
tamaño mínimo de 1,81 personas/hogar).
Los datos sobre el tamaño de los hogares nos muestran el proceso de vaciado de las áreas
más antiguas de la ciudad, como hemos visto demográficamente muy avejentadas (especialmente
significativo es el caso del Casco Antiguo), así como la reducción operada en el tamaño de los
hogares en aquellas áreas actualmente en proceso de envejecimiento (El Progreso, San Roque,
Santa Marina, UVA, San Fernando...). Por su parte, la densidad de los poblados refleja la
permanencia de tasas de natalidad relativamente más altas que en el conjunto municipal, así
como la endémica escasez de viviendas.

- 161 -
Espacio, población y segregación
Dado el objetivo de este trabajo, no voy a extenderme en identificar otras características
estructurales de la población. Sin embargo, estimo de interés incorporar la aproximación a la
segregación urbana en la ciudad que, con ayuda de algunos indicadores, hemos construido en
1995; o lo que es lo mismo, las características estructurales de la distribución ecológica de la
segregación social en Badajoz199.
Ponderando las distintas variables analizadas barrio a barrio, elaboramos un índice sintético
provisional (ISM) que nos permite ver espacialmente la distribución de las desigualdades
sociales en el municipio. Se han utilizado las siguientes variables:
1) % de la población menor de 10 años (las elevadas natalidades sólo se mantienen en
zonas marginales, o en algunos reductos de clase alta),
2) % de población de 65 y más años (el envejecimiento excesivo demográfico de un
espacio es síntoma a menudo de marginalidad),
3) familiares ajenos a la familia nuclear, por 100 (como se ha visto, en las zonas más
pobres varias familias constituyen hogares extensos),
4) % de analfabetismo,
5) % de paro masculino (mucho más indicativa de segregación que la tasa global de
paro),
6) restando el % de.población con estudios universitarios.

GRAFICO 19
Aparecen claramente diferenciados tres estratos, que podríamos asimilar sin dificultades a
los de clase alta, media y baja como predominantes en cada área, teniendo en cuenta algunas

199
En una comunicación al VI Congreso Español de Sociología (Baigorri, Fernández, 1998) hemos avanzado en el análisis de
la segregación social en Badajoz, al completar estos datos con otros procedentes de diversas encuestas realizadas en los últimos
años en la ciudad. Puede verse, para un desarrollo más exhaustivo del ISM, (Baigorri, 1995, T. 1: 57-60).

- 162 -
salvedades derivadas de la propia disposición de datos desagregados200, y junto a ellos un área
(Cuestas de Orinaza) plenamente diferenciada, por superar todos los índices.
Sin duda los procesos de realojo de las Cuestas de Orinaza, iniciados a mediados de los ‘90
(aunque ahora detenidos), han podido desdibujar en parte, aunque no sustancialmente, el
esquema espacial descrito. Pero muy especialmente la devastación del barrio marginal del Cerro
de Reyes, por efecto de las inundaciones de 1997, va a suponer una modificación sustancial del
mapa de la segregación. Aunque la mayor parte de las familias van a ser realojadas junto a
barriadas ya de por sí marginales, también se están construyendo bloques de realojo en zonas de
ensanche residencial de las clases medias.
Especial significación adquiere la situación de los poblados de colonización, cuyos índices
de segregación nos muestran la necesidad de conseguir en ellos una más intensa urbanización (en
términos socioeconómicos, no de planeamiento físico), para su integración plena en las
tendencias y estándares de la ciudad. De otro modo permanecerán en situación similar a la de los
barrios marginales.

Proyección de la población
A partir de los análisis de los movimientos de población realizados por el sociólogo Ramón
Fernández (Baigorri, 1995:61-66), disponemos de los elementos necesarios para plantear una
proyección, según determinadas hipótesis respecto al comportamiento de los fenómenos
demográficos.
La población de partida que hemos utilizado es la correspondiente a 1 de enero de 1.994
según rectificación del Padrón Municipal de Habitantes.
La mortalidad en Badajoz es ya lo suficientemente baja, como para esperar que pueda seguir
descendiendo en los próximos años; de hecho en los últimos cinco años ha aumentado, aunque
levemente, por lo que estimamos que se mantendrá en torno a los valores alcanzados en 1.991.
Lo mismo se puede decir de la mortalidad infantil, que en los últimos cinco años se mantiene por
debajo del 100/00, y en 1.991 ha sido del 60/00, por lo que es muy difícil que tome valores inferiores
a estos en los próximos años. La elaboración de las tablas de vida nos permite establecer
probabilidades de supervivencia para cada uno de los grupos de edades, y con ello establecer el
tamaño de los distintos grupos en los siguientes años.
La fecundidad hemos visto que ha descendido de forma continuada en los últimos años. Los
factores conocidos que inciden en el descenso de la fecundidad son la prolongación del tiempo
de estudios, la incorporación de la mujer a la actividad y la inseguridad ante el empleo, por lo que
tendríamos que plantear un amplio período de descenso de la fecundidad. Pero en Badajoz hay
que tener en cuenta la llegada constante de población inmigrante, que normalmente presenta una
más elevada tasa de fecundidad, población que además pertenece mayoritariamente a los grupos
de edades de fecundidad más elevada. Por ello la hipótesis planteada es de una cierta
estabilización de las tasas de fecundidad en los próximos años.
En cuanto a las migraciones, son el elemento más difícil de determinar con precisión. La
única fuente fiable es la derivada de las Variaciones Residenciales del Censo de Población, pero
los datos disponibles no permiten clasificarlos por sexo y edades, por lo que hemos realizado una
estimación general de la población inmigrante en función de la evolución de estas Variaciones
Residenciales.
En el último decenio han llegado a Badajoz una media anual de más de 1.200 persona,
200
Es el caso del Casco antiguo, donde claramente aparecería una radical diferenciación entre las zonas altas y bajas del casco,
por la que un sector bajaría de nivel (la zona más alta), mientras que el resto se elevaría. Del mismo modo habría que atender
al caso de Suerte de Saavedra, donde la importante colonia de familias de la Guardia Civil eleva los niveles del conjunto.

- 163 -
siendo además cada año más numerosos los inmigrantes a la ciudad201, con lo que es previsible
que esta tendencia a aumentar el número de inmigrantes que llega a Badajoz continúe en los
próximos años.
Atendiendo a estas tendencias, en la proyección de las migraciones para los próximos años
se contemplan dos hipótesis: una alta, según la cual en los próximos veinte años llegarán a
Badajoz más de 70.000 inmigrantes, y otra baja, en la que la llegada de inmigrantes se reduce
a unos 50.000.
En cuanto a la proyección del incremento resultante de los movimientos del saldo natural,
hemos estimado un crecimiento de unos 16.000 habitantes en los próximos veinte años.
En resumen, y según nuestros cálculos, Badajoz alcanzará los 150.000 habitantes en los
primeros años del próximo siglo, para llegar o aproximarse mucho a los 200.000 habitantes hacia
el año 2.014202; aunque si incluimos la población flotante no censada que más atrás ha sido
evaluada, los 200.000 habitantes reales deberían alcanzarse antes de finalizar la primera década
del siglo XXI.

GRAFICO 20

La actividad
Según la explotación realizada del Padrón de Habitantes de 1994, de los 130.153 habitantes
censados en el municipio, 47.795, esto es un 36,72% del total, constituyen la población activa;
una tasa claramente inferior a la media nacional del momento (en torno al 39%). Si atendemos

201
En el periodo 1981-86 la media anual fue de 1.012 personas; en el periodo 1986-90 fue de 1.360; y en el bienio 1990-91 la
media anual alcanzó las 2.088 personas.
202
Los 137.000 habitantes que resultan del Padrón de 1996 indican, aunque sea muy pronto para afirmarlo con seguridad, que
las líneas marcadas por nuestra proyección son acertadas.

- 164 -
a los índices de actividad utilizados por le Encuesta de Población Activa (actividad de 16 y más
años), las distancias se reducen levemente: mientras la tasa de actividad española estaba en torno
al 49% de la población de 16 y más años, en Badajoz se reduce hasta un 46,96%, debido a las
menores tasas de actividad entre la población femenina (un 31,1%, frente a un 35% a nivel
nacional), ya que la tasa de actividad de los hombres es la misma (un 64,23%).
No obstante, hay que tomar las cifras de padrón con mucha precaución, por cuanto contienen
numerosos errores, dada la escasez de medios para su actualización y control efectivo; por lo que
nos referiremos a los datos más fiables que podemos utilizar para hacer comparaciones a nivel
nacional, como son los del Censo de Población de 1991.
En el Censo, por el contrario, se refleja una tasa de actividad superior a la de la media
nacional, debido a la existencia de una tasa de actividad más alta tanto entre los hombres como
entre las mujeres, lo que guarda una mayor correlación con el carácter urbano. Sin embargo, la
mayor tasa de actividad no se traduce en mayores índices de ocupación, como veremos, sino en
tasas de paro sensiblemente más elevadas que las nacionales.
La pirámide de la actividad, la ocupación y el paro refleja una tendencia similar a la del
conjunto nacional, donde las cohortes de 15-19 y 20-24 años, que constituyen la anchura máxima
de la pirámide, todavía pronostican una fuerte afluencia de jóvenes al mercado de trabajo durante
los próximos diez años, en relación además con un fuerte incremento en las tasas de actividad
de las mujeres.

GRAFICO 21

En suma, tras unas décadas de descenso en la tasa de actividad, como consecuencia de las
crecientes tasas de escolarización y la generalización del sistema de jubilación (entre 1950 y 1981
el número de hombres activos aumenta en menos de 2.000 nuevos efectivos), se produce en los
últimos años un fuerte crecimiento. Sobre todo a consecuencia de la incorporación de la mujer
al mercado de trabajo (mientras la cifra absoluta de activos masculinos aumenta en un 57% en

- 165 -
casi medio siglo, el número de mujeres activas se multiplica casi por tres, aumentando en
términos absolutos en casi un 238% en el mismo periodo).
No obstante, respecto del Censo de 1981 se observa la drástica reducción de las tasas de
actividad en las cohortes más jóvenes, por efecto de la creciente universalización de las
enseñanzas media y superior; pero sobre todo destaca el descenso entre los varones: en la cohorte
de 20-24 años ha pasado de un 75,9 al citado 36%, mientras que entre las mujeres desciende de
un 46,6% al 31,5% citado. Sobre los datos anteriores, podemos estimar que, en lo que a las
nuevas cohortes afluentes se refiere, las mujeres se han equiparado ya a los hombres en lo que
a la incorporación al mercado de trabajo se refiere; si bien queda por estimar en qué medida en
las cohortes de más edad (a partir de las que ahora están entre 25-29 años) puede darse en años
sucesivos un incremento de la actividad.
Sobre la base de estos datos, así como de los manejados para establecer la proyección de la
población, se ha estimado el flujo de hombres y mujeres que, en los años futuros, se incorporarán
al mercado de trabajo, y para los cuales lógicamente la ciudad deberá disponer de empleos u
ocupación. Para la estimación nos hemos basado (sin introducir correcciones basadas en tablas
de vida203) en la aplicación de las tasas de actividad máximas actuales, a las nuevas cohortes que
se incorporan. En este sentido, hemos estimado que, en el horizonte de los próximos diez años,
al menos 16.600 hombres jóvenes que hoy tienen menos de 29 años, y unas 15.900 mujeres de
las mismas edades, se incorporarán al mercado de trabajo en el municipio, esto es un total de
32.500 nuevos/as activos/as. Si tenemos en cuenta que, en dicho periodo, no es previsible la
desaparición de activos actuales, por defunción y jubilación, en un número muy superior a los
10.000, podemos concluir las necesidades de creación de nuevos puestos de trabajo en una cifra
que superaría los 20.000, para el periodo 1995-2005.
Naturalmente, la población activa es sólo una parte de la cuestión. El análisis debe
complementarse con el de su distribución en población ocupada y población parada.
El cuadro siguiente recoge los cambios producidos en la participación sectorial de la
actividad, entre mediados de siglo (cubriendo el periodo inmediatamente anterior al Plan
Badajoz) y la actualidad -los datos de 1994 no corresponden al Padrón, del que no disponemos
de estos datos, sino a la encuesta realizada en ese año.
Se observa cómo el gran y definitivo vuelco de la ciudad y el municipio hacia el sector
servicios se había operado ya en el momento de realizarse el Censo de Población de 1981,
atenuándose dicho proceso a lo largo de la pasada década para volver a agudizarse en el último
lustro, acelerándose notablemente la pérdida de empleo en la agricultura que, por otra parte, ni
la industria ni la construcción consiguen absorber, por cuanto en los últimos años han perdido
asimismo capacidad de generación de empleo, tanto por el desmontaje de industrias y
tecnificación de las existentes, como por el proceso de tecnificación de la construcción, así como
por la creciente afluencia de trabajadores de otros municipios y regiones (incluyendo a Portugal)
a muchas de las obras realizadas en el municipio de Badajoz.
De hecho, si comparamos estos datos más recientes con la realidad nacional, se pone más
de manifiesto la existencia de una economía local en la que los sectores más específicamente
productivos tienen un reducido peso204.
Mientras que la suma de Agricultura+Industria+Construcción suponen, en el segundo
trimestre de 1994, un 41,5% de la actividad a nivel nacional (un 40 % considerando la
203
Por otro lado , la creciente preeminen cia de los movimientos migratorios hace improbable cualquier proyección de la población
activa a niveles inferiores que el nacional.
204
Los datos nacionales proceden de la Encuesta de Población Activa (EPA) del INE correspondiente al 2º Trimestre de 1994.
Los datos locales son los ya señalados, extraídos de nuestra propia encuesta realizada a finales del mismo año 1994.

- 166 -
ocupación), a nivel local tan sólo alcanzan a un 25% de la actividad (cifra que se reduce a un
17,4% considerando la ocupación real).

La agricultura
Las 96.327 Has censadas en 1989, última fecha censal, se distribuían en 2.156 explotaciones.
De esta superficie un 67,2 % está labrada, frente a un 30,9% ocupado por pastizales, dehesas y
repoblaciones forestales. Esto supone una intensidad bruta por encima de la media de la
provincia, donde la superficie labrada supone tan sólo un 40% de la censada, y desde luego muy
superior a la media nacional, donde sólo un 37,8% de la tierra era de labor en 1989. El porcentaje
de tierra labrada, por otra parte, se mantiene estable en un 67% desde el Censo de 1972, a pesar
de las variaciones absolutas en la superficie censada.
Esta mayor intensidad de aprovechamiento se manifiesta en la estimación realizada por el
Ministerio de Agricultura sobre las Unidades de Trabajo Hombre/Año(UTA) generadas por la
agricultura local, que se fijaban en 1989 en 3585 UTA, lo que supone como media una UTA por
cada 26,8 Has como media, mientras que a nivel provincial se necesitaban 58,15 Has,
generándose a nivel nacional una UTA por cada 34,5 Has. Es un primer indicador de la potencia
de la agricultura local, que está sensiblemente por encima de las medias tanto provincial como
nacional en cuanto a intensidad de aprovechamientos se refiere.
No obstante, como en el entorno de todas las grandes ciudades españolas también en Badajoz
se asiste a un progresivo abandono de fincas, y sobre todo al paso a usos no agronómicos, que
se refleja en la variación de la intensidad global del agrosistema local. Así, se ha reducido en el
último periodo inter censal tanto el volumen ganadero, como sobre todo la demanda bruta de
trabajo, aunque se ha incrementado, debido a la intensificación, el volumen neto de trabajo por
Hectárea.
Obviamente, no hay que olvidar que este incremento de trabajo asalariado por Hectárea
viene también, en buena parte, determinado tanto por la sistemática reducción de activos entre
los empresarios agrarios, como sobre todo por la agudización del proceso de envejecimiento que,
también de forma sistemática, se viene operando desde 1972, y que convierte a los envejecidos
agricultores en dependientes cada vez en mayor medida de fuerza de trabajo externa a la
explotación, sobre todo en el regadío y en los momentos de cosecha (de lo que se deriva la
masiva afluencia de inmigrantes portugueses a Badajoz, especialmente a las áreas de regadío).
El número de jóvenes agricultores se ha reducido ostensiblemente, pasando de 318 (un 10,5%
del total de agricultores) a 120 (un 5,75%), lo que plantea serios interrogantes sobre las
posibilidades de conservación del sistema agrario en el municipio en los términos tradicionales.
Incluso el número de agricultores de 35 a 54 años se ha reducido, pasando de 1.414 a 992,
aunque su peso relativo se ha mantenido estable en torno a un 47%.
Un aspecto esencial de la Agricultura de Badajoz es la importancia del regadío, lógica en la
medida en que venimos argumentando que el regadío está en buena medida en la base del
desarrollo reciente de la ciudad.
Según datos del catastro de Rústica (Baigorri, Rodriguez, 1992, T.II:12), la superficie de
regadío en el municipio era de 22.689 Has en 1992. Si tenemos en cuenta que el Censo Agrario
de 1989 fijaba la superficie total en regadío en la comarca de Badajoz en 23.666 Has, y añadimos
que Talavera dispone de casi 3.458 Has, a las que hay que añadir no más de 90 Has entre el resto
de los municipios de la comarca de Badajoz (Albuera, Almendral, Corte de Peleas, Entrín Bajo,
Nogales y Torre de Miguel Sesmero), podemos concluir que entre el momento del Censo y el año
1992 la superficie de regadío habría podido aumentar en el municipio.
Los cada vez más recurrentes problemas de sequía y la necesidad de reducir la inversión en

- 167 -
trabajo han llevado a un aumento sustancial en las formas de regadío distintas de la de gravedad:
la superficie de regadío por gravedad se ha reducido en casi 3.000 Has, mientras que la de
aspersión ha aumentado en 1.000 Has, y la regada mediante goteo, sistemas localizados y otros
equivalentes se mantiene estable en cifras absolutas, lo que teniendo en cuenta la reducción en
la superficie censada supone un incremento relativo; de hecho, estas tecnologías de riego
automatizadas y basadas en el ahorro de agua suponían en el censo de 1982 un 6,87% de la
superficie regable, mientras que en el de 1989 pasaron a significar un 6,91%.
Como conclusión del apartado dedicado a la agricultura cabe hablar de las inmensas
posibilidades del sector a nivel local, centradas tanto en el regadío como en la explotación
integral de la dehesa y en algunos otros cultivos como el olivo, para generar elevadas
producciones y empleos no tanto en el propio sector como en las agroindustrias y empresas
transformadoras y comercializadoras.
Cara al futuro puede decirse que la Agricultura local ha alcanzado un punto de no retorno
en cuanto a las posibilidades internas de generación de empleo (con independencia de esas
crecientes necesidades de empleo temporal en los momentos de la recolección, según el modelo
californiano, y que no afecta a la fuerza de trabajo local sino a los inmigrantes temporeros). Más
aún, parece necesaria la redefinición de nuevas áreas de producción, orientadas al abastecimiento
de los 12 millones de personas que, en un radio de 400 kms ahora bien comunicados (en el
famoso triángulo Madrid-Sevilla-Lisboa), circundan el municipio, tanto con productos en fresco
(hortelanía de primor) como transformados. El crecimiento de las cooperativas agrarias y su
creciente diversificación va a ser sin duda el elemento que en mayor medida provoque la creación
de empleo en el sector, junto al desarrollo tecnológico que, sobre la base de la Universidad y el
SIA, puede darse en el marco de los Institutos Tecnológicos. En síntesis, puede decirse que el
principal vacío productivo del sector estriba en la posibilidad, aún no materializada, de adaptar
la agricultura local al modelo implantado no tanto en Almería como en el Suroeste de Cádiz y
el Sur de Huelva. De hecho, parece que es en esa línea en la que evolucionan tanto las
organizaciones de cooperativas agrarias de la zona como los empresarios agrarios más dinámicos.

La industria
En términos absolutos, en modo alguno podemos considerar a Badajoz un enclave industrial.
La acumulación primitiva de capital provocada por el desarrollo agrario de su entorno y su
conversión en capital provincial no conllevó la creación de un tejido industrial. Las pocas
industrias que, desde finales del siglo XIX, se van implantando en el municipio corresponden en
su inmensa mayoría a iniciativas de inversores procedentes de fuera de la ciudad, e incluso de
fuera de la región. Por su parte, el intento de industrialización planificada desde el Estado que
llevaba implícito el Plan Badajoz constituyó un estrepitoso fracaso: apenas algunas agroindus-
trias, apoyadas con capital público, un buen número de las cuales desaparecieron en menos de
dos décadas.
En los últimos años, no obstante, hemos asistido a la aparición de alguna nueva industria
(incluyendo algunos fracasos), con ayuda de los programas de apoyo financiero institucional, y
sobre todo a la consolidación de un escaso tejido microindustrial cuya función es el mero
mantenimiento de la ciudad, no produciendo salvo escasísimas excepciones para la exportación
fuera del municipio; es decir un tipo de industria que estaría más cerca de las características del
sector terciario que del secundario.
Por otra parte, en términos relativos respecto del conjunto regional, Badajoz sí que
constituye uno de los principales centros de localización industrial, apareciendo como el más
importante en diversos subsectores (Cortés, 1996).

- 168 -
La superficie de suelo industrial prevista por el PGOU de Badajoz, buena parte de la cual
está ya realizada o en proceso de generación, es de casi 340 Has. Al casi centenar existente en
el momento de aprobación del Plan, en 1990 (46 Has en el Polígono el Nevero, 42 Has en el
conjunto San Roque-Ctra de Madrid-Ctra Corte de Peleas- Ctra Sevilla, y pequeños enclaves en
el entorno de Santa Marina y San Fernando, ya en la práctica sustituídos por usos residenciales
o de servicios) se unen 112 nuevas Has en el entorno de San Roque-Ctra de Madrid, 58 en la
ampliación de El Nevero y 74 en el entorno de San Fernando-Ctra de San Vicente-Ctra de
Cáceres, además de pequeñas superficies de entre 1 y 3 Has en la mayoría de los poblados de
colonización; todo ello calificado como Suelo Urbano o Urbanizable, o bien en términos de
legalización de ocupaciones de hecho por medio de Areas de Admisibilidad Industrial en Suelo
No Urbanizable. Y, en el marco de referencia mesopolitana, debemos referirnos a la creación del
polígono industrial de Olivenza, el incipiente desarrollo industrial en el corredor Badajoz-Elvas,
o el nuevo suelo industrial en Talavera la Real, áreas todas éstas que han de actuar sinérgicamen-
te con las actividades industriales en particular, y económicas en general, de Badajoz.
Según los trabajos sobre localización industrial realizados por la profesora Cortés, en 1992
el número de establecimientos industriales existentes en el municipio de Badajoz era de 384, de
los cuales 275 eran industrias no agrarias, y 109 eran industrias agrarias.
Según los datos del Registro de Industrias No Agrarias, el número total de establecimientos
instalados en el municipio de Badajoz es de 275, que supone un 8,36% del total de la región
(porcentaje muy inferior, por tanto, al que le correspondería idealmente según la población).
Aunque hay algunas CNAE poco representativas por el número de establecimientos, en las que
Badajoz supone el 100% de la actividad regional (19 y 22), es mayor el número de CNAE en las
que el municipio no presenta ninguna actividad (10,11,16,23,30 y 38). Internamente, el mayor
peso dentro del municipio es el de la CNAE 31 (con el 20% de los establecimientos), seguido
de la 41 (con el 16%) y la 46 (con el 12%), intercambio los puestos 1º y 2º respecto de la media
regional, ocupados en ésta respectivamente por las CNAE 41 y 31.
Sin embargo, los establecimientos de Badajoz ofrecen mayores índices de empleo que la
media regional. El empleo total en el municipio de Badajoz en este tipo de industria de mayor
componente tecnológico, estaría en torno a los 1.985 puestos, de los cuales 1.326 (casi el 86%)
se ubicarían en Badajoz capital, y el resto en los poblados. Respecto del total regional, el empleo
del municipio equivaldría a un 11,2%, esto es prácticamente la misma proporción que su peso
demográfico. Las actividades con mayor peso en el empleo serían la CNAE 41(Industrias
Alimentarias básicas como aceites, cárnicas, lácteas, conservería y harineras) con 570 empleos,
la CNAE 42(Otras alimentarias como azúcares, piensos, vinos y licores) con 301 empleos, la
CNAE 47 (Industrias relacionadas con el papel) con 202 empleos, la CNAE 31(Fabricación de
productos metálicos, excepto máquinas y material de transporte, y fundición, estructuras
metálicas, carpintería metálica, etc) con 171 empleos, y la CNAE 24 (Producción de Materiales
de Construcción) con 115 empleos.
A las industrias agrarias se las considera Industrias de Primera Transformación, pues se
caracterizan por una elaboración muy básica de los productos, lo que no significa una menor
capacidad de producción (a menudo se trata de plantas de gran capacidad productiva), sino una
menor capacidad para fijar valor añadido, y obtener por tanto plusvalías de dicha producción.
A pesar de la importancia que la agricultura tiene el municipio, especialmente el regadío, tan
sólo aparecían registradas 109 actividades en Badajoz, que suponen sólo un 3,9% del total de la
región, lo que muestra en suma un bajo índice relativo de actividad en industrias agrarias. De
éstas son las más importantes las CNAE 41 con 61 establecimientos (el 3,8% del total regional),
la CNAE 42 con 25 establecimientos (un 4,1%) y la CNAE 46 con 22 establecimientos (un 3,9%

- 169 -
del total).
Según el Registro de Industrias Agrarias, el empleo teórico de estas actividades en Badajoz
equivale a 1.420 puestos de trabajo (evidentemente la mayoría de éstos son puestos de
temporada), lo que supone un peso relativo del empleo local superior al peso relativo de la
actividad, pues equivale a un 10% del empleo total de la región (por debajo todavía, no obstante,
del peso demográfico del municipio).
La actividad más destacable dentro de este sector el la C.N.A.E. n.41 "Fabricación de Jugos
y conservas vegetales", que supone el 83% del empleo local en agroindustrias, y se concentra en
Villafranco, Badajoz, Pueblonuevo y Guadiana, siendo además la única CNAE en la que
prácticamente todos los poblados tienen algún puesto de trabajo. Para esta CNAE, del total de
empleo existente en Extremadura, Badajoz supone un 13 % (porcentaje superior a su peso
demográfico), y además es el más disperso en el territorio, ya que sólo el 29% del empleo
municipal se concentra en el núcleo capitalino, el 86,99% correspondería para Extremadura
menos Badajoz y el 13,01% para Badajoz y Municipio ( el 9,24% para los Poblados, 3,77% para
Badajoz capital).
La C.N.A.E.n.42 "Elaboración de Piensos compuestos","Elaboración de café, té y
sucedáneos", "Elaboración crianza de vinos".., es considerable a tratar pues con un 100% para
Extremadura, el 92,81% correspondería para Extremadura menos Badajoz, 7,19% para Badajoz
Municipio (5,28% en Badajoz capital, 1,91% para Poblados) .En Badajoz capital es donde se
concentra el mayor número de empleo de esta actividad.
Las C.N.A.E. n.43 y 31 ("Fabricación de prendas exterior punto"-"Acabado de textiles"
y "Carpintería"-"Fabricación de herramientas"-"Talleres mecánicos" respectivamente) son
actividades en las que no se registra empleo en Badajoz Municipio, es decir, el total se encuentra
en Extremadura menos Badajoz.
La C.N.A.E. n.46 "Fabricación de piezas de madera, carpintería y actividades anexas a
la industria del mueble" del 100% considerado para Extremadura, el 97,74% es para Extremadura
menos Badajoz y el 2,26% para Badajoz Municipio (2,20% para Badajoz capital).
Atendiendo a las grandes empresas que facturan más de 200 millones de pesetas al año, los
datos Fomento de la Producción correspondientes a 1990 mostraban que de las empresas de este
volumen existentes en Extremadura (305), un 16% (50 empresas) se encontraban en Badajoz. Sin
embargo, considerando únicamente a las empresas industriales (CNAE inferiores al 50), en la
región tan sólo aparecían recogidas 139 empresas, de las cuales únicamente 16 estaban situadas
en Badajoz; esto es, un 11,5%, un peso equivalente al porcentaje de la población extremeña
censado en el municipio.
Cabe destacar el hecho de que, atendiendo a las exportaciones realizadas por estas grandes
empresas, el peso del municipio de Badajoz es muy superior, pues las exportaciones de las
empresas localizadas en su término municipal (casi 2.800 millones de pesetas) suponían casi un
19% de las exportaciones de grandes empresas de toda la región (14.855 millones). Con 1.367
millones (un 22,2% del total regional para esa CNAE), es la CNAE 41 la más exportadora del
municipio.
El empleo generado por las grandes empresas industriales de Badajoz guarda proporción con
el peso demográfico del municipio respecto del total regional: con 705 empleos, suponía el
11,1% de los puestos de trabajo potenciales de este tipo de industrias en el conjunto de
Extremadura.

La construcción y la vivienda
El crecimiento demográfico pacense se refleja en la evolución del parque de viviendas, que

- 170 -
pasa de algo más de 17.000 en 1950 a casi 43.000 en el Censo de Vivienda de 1991205. Mientras
la población se ha multiplicado por 1,6 en dicho periodo, el número de viviendas lo ha hecho por
2,5. Ello muestra un aparente sobredimensionamiento del parque de viviendas, pero sobre todo
muestra las deficientes condiciones de habitabilidad y hacinamiento que debía soportar buena
parte de la población pacense a mediados del presente siglo, cuando muchas familias vivían
todavía en chozos rurales y/o chabolas urbanas (en 1950 el número de chozos, chabolas y
similares era de 1.210, y todavía diez años después aparecían censadas 1.052 infraviviendas de
este tipo).
En cuanto a la Construcción como actividad productiva, se desarrolla en una secuencia
temporal cíclica, marcada por momentos de mucha actividad y momentos de cierto letargo
(actualmente la ciudad se encuentra en un momento de efervescencia, sustancialmente
incrementado por la construcción de más de 1.200 viviendas de promoción pública para el realojo
de los afectados por las inundaciones de 1997), como por otra parte viene siendo la norma en el
sector de la vivienda y la construcción a nivel general.
A estos procesos cíclicos contribuyen, sin duda alguna, y además de su función principal
como productor de bienes y servicios demandados por la población (y en consecuencia con una
demanda variable), su función añadida y ya secular de motor de la economía, de un lado
canalizando la inversión pública en periodos de recesión, y de otra parte en la medida en que
salvo en periodos muy críticos los consumidores no pueden prescindir de la vivienda. La
influencia de estos distintos factores provoca un comportamiento explosivo, con periodos de
boom a los que siguen (cuando el mercado se satura, o se dispara el precio del dinero) fuertes
recesiones en el sector.
De hecho, a lo largo de los años ‘80 y primera mitad de los ‘90 la evolución del sector,
medida tanto en número de viviendas construídas, como en cuanto al porcentaje de crecimiento
respecto desde momento censal anterior, se ha producido un cierto aletargamiento. Como vemos
hasta 1981 la tendencia indicaba un crecimiento acelerado, pero a partir de esta fecha caen tanto
la tasa como, subsiguientemente, el número de viviendas construidas al año.
Este proceso de ralentización de la tendencia se ha mantenido en los últimos años, periodo
que hemos analizado con mayor detalle. Pasándose de 1.004 viviendas en 1992 a 256 en el año
1994 (un proceso que, sin embargo, sigue un rumbo distinto en lo referido a construcciones para
uso no residencial). Si bien es preciso hacer referencia a un hecho que, en cierto modo,
enmascara los datos del mercado de la construcción y la vivienda, como es el de la construcción
ilegal, que se ha disparado en los últimos años en las numerosas parcelaciones ilegales que asolan
sin control el término municipal de Badajoz. El Censo de Viviendas de 1991 recogía más de
1.500 viviendas (evidentemente construidas fundamentalmente a lo largo de los años ‘80) en las
parcelaciones ilegales que aparecen en los Censos, pero no en las estadísticas de obra nueva y
licencias de construcción del MOPTMA, por ser en su inmensa mayoría ilegales.
Asimismo, en los últimos años hemos asistido a un proceso de reducción del número medio
de viviendas por edificio construido, que en cierto modo refleja el fuerte proceso de extensifica-
ción urbana seguido en Badajoz en los últimos años: la escasa demanda de vivienda existente
se ha centrado en la tipología de vivienda unifamiliar.
Es en 1994 cuando observamos una caída más acusada en el número de licencias tramitadas.
Atendiendo a la naturaleza cíclica del sector, asistimos con anterioridad, durante el período 1989-
93, a un estadio alcista del sector durante el cual la actividad constructora llegó hasta límites en
los cuales se llegó a sobrepasar la demanda, encontrándonos en la actualidad en una situación

205
Los datos censales sobre vivienda incluyen los referentes a Valdelacazada

- 171 -
inversa, con una oferta muy superior a lo potencialmente demandable (y, sobre todo, con una
importante oferta en tipologías residenciales poco demandas, mientras que la oferta de tipologías
de elevada demanda, como son las viviendas unifamiliares, la oferta es escasa debido a la
insuficiencia de suelo calificado para ello)206.
Para obtener una visión más completa de la situación actual, y su estadio recesivo, podemos
añadir que la superficie construida en 1994 (44.811 m2)) representa algo más de 1/4, en relación
con la construida en 1992 (162.074 m2). En cualquier caso, debemos insistir en la recuperación
del mercado que viene produciéndose desde 1997, aunque no podemos profundizar en dicho
proceso.
Respecto del sector de la Construcción es interesante destacar, atendiendo al objeto de
nuestra investigación, el creciente peso que tiene la mano de obra foránea, incluida la portuguesa.
Según las propias empresas, una de las causas podría asentarse en el poder sindical; los
trabajadores foráneos, especialmente los portugueses, se prestan a trabajar en peores condiciones
horarias y/o salariales.
A nivel de estructura productiva, el sector promotor-constructor se encuentra representado
en el municipio de Badajoz por un total de 569 establecimientos productivos. De estos, 105
corresponden al segmento inmobiliario, y 464 al segmento construcción. El segmento
inmobiliario se compone de 5 empresas dedicadas a la promoción de terrenos, 93 a la promoción
de edificaciones, y 7 a servicios referentes a la propiedad inmobiliaria.
Por su parte, como ya dijimos antes, el segmento de la construcción se completa con un total
de 464 empresas. De éstas, son 231 las que corresponden verdaderamente a la actividad de
edificación y obras civiles; desagregadas, a su vez, en tres vertientes: Edificación, obra civil, y
albañilería o pequeños trabajos de construcción.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que cuando se citan número de empresas, nos referimos
a actividades; es decir que son numerosas las empresas que simultanean varias de esas
actividades, por lo que el número efectivo de empresas se reduce ostensiblemente. En sentido
inverso, hay que hacer referencia al carácter sumergido de una parte importante del sector. De
un lado se da una sumersión funcional, al tratarse de empresas que están censadas en municipios
del entorno (por estar ahí su domicilio en unos casos, o para pagar menos impuestos en otros
muchos), o incluso en Portugal, pero que ejercen sus actividades en el municipio de Badajoz. Y
de otra parte una inmersión absoluta de muchos trabajadores autónomos, los tradicionales
chapuzas, que a menudo llevan también empleados, e incluso a veces cuadrillas, y que trabajan
absoluta fuera de la legalidad fiscal. Lo que haría, en suma, necesario, elevar el número de
empresas activas en el municipio. Por lo que podemos tomar las cifras citadas como suficiente-
mente representativas.
Las debilidades del sector aparecen a la hora de constatar que las empresas que en esta
relación funcional, representan el papel de núcleo (inmobiliarias de terrenos y constructoras de
cierta entidad) están representadas en su mayoría por capital exógeno al área; y que las empresas
endógenas solamente acceden al proceso acumulativo a través de subcontratas para la ejecución
de tareas puntuales y específicas.
Parece que se ha perdido, por tanto, la oportunidad de construir un sector endógeno, en su
núcleo principal, mediante la capitalización de firmas pacenses; y de este modo, la construcción
de Badajoz ha quedado como mera receptora de las inercias de capital foráneo. Con lo cual, en

206
Lamentablemente, el último PGOU no tuvo presentes las nuevas tendencias respecto a la demanda en los países desarrollados,
y no calificó suelo suficiente para vivienda unifamiliar. Es esta falta de planificación, este planeamiento inadecuado, uno de los
causantes más directos de la explosión de construcciones ilegales en suelo no urbanizable, así como de los elevados costes de
la vivienda unifamiliar en la ciudad.

- 172 -
Badajoz se está produciendo la entrada de empresas foráneas que compiten con las pacense por
nichos de mercado, en los cuales tenían el monopolio antes las residentes; esto es, subcontrata-
ción de tareas específicas y pequeñas obras (caso de empresas portuguesas).

- 173 -
11.
Una ciudad de servicios
con funciones mesopolitanas

El análisis del sector Servicios (incluyendo tanto el Terciario como la transición al


Cuaternario) exige un análisis más minucioso, por cuanto es a través de este sector donde
fundamentalmente se percibe la función metropolitana (o más estrictamente mesopolitana) de
Badajoz207.

Badajoz como centro comercial provincial, regional y transfonterizo


En el análisis de la población activa y ocupada se ha señalado cómo el sector servicios daba
trabajo, en 1994 (según el Padrón de Habitantes), al 75% de la población ocupada. Relacionando
los datos padronales con los resultados de la encuesta sobre mercado de trabajo realizada en el
curso del mismo estudio, hemos estimado en unas 32.881 las personas activas en el sector
servicios, de las cuales estarían ocupadas en torno a 24.300.
Asimismo, hemos hecho ya suficiente referencia al proceso por el que Badajoz, convertida
a mediados del siglo pasado en capital provincial, ha venido sistemáticamente creciendo como
centro comercial y suministrador de servicios de un extenso hinterland, de amplitud variable
según el producto o servicio suministrado, pero que en su extensión máxima alcanza a la
totalidad de la provincia pacense y parte de la de Cáceres, llegando por el Oeste hasta Lisboa en
algunos aspectos.
Esta cualidad comercial, y terciaria en general, de Badajoz, se percibe sobre todo en la propia
cualidad de las actividades, más que en el número de las mismas existentes o en el volumen de
facturación de las mismas (dato éste último desconocido a la fecha).
Atendiendo a los datos del Anuario Banesto del Mercado Español, el número total de
licencias comerciales censadas en Badajoz supone, tanto respecto al total provincial como
respecto al regional, un porcentaje tan sólo superior en unas décimas respecto del peso
demográfico del municipio. Así, conteniendo el 13,91% de la población de la región, el total de
licencias comerciales supone un 14,90%, esto es un porcentaje levemente superior; mientras que,
a nivel provincial, conteniendo el 21,09% de la población (insistimos en que de los municipios
mayores de 1.000 habitantes), recoge el 22,92% de las licencias comerciales.
Sin embargo, si analizamos los datos en un sentido más cualitativo el carácter de importante
centro comercial de Badajoz se pone más fácilmente de manifiesto. Para ello atenderemos al peso
de los grupos de licencias comerciales. Observamos cómo es en el Grupo 9 (comercio no
clasificado) donde el peso de Badajoz está muy por debajo de su significación demográfica y
comercial real; un grupo en el que, por otra parte, se incluyen casi el 19% de las licencias
comerciales de la región. Por otra parte, en el Grupo 1 (materias primas agrarias, productos
alimenticios, bebidas y tabaco, es decir el comercio diario) su peso comercial está sólo
ligeramente por encima de su significación demográfica (un 14,07% frente al 13,6% de

207
Este apartado sintetiza y actualiza parte del documento ya citado, (Baigorri, 1995, T1:163-358)

- 174 -
población, a nivel regional, y un 21,05% frente al 21,09% de población, a nivel provincial),
siendo el grupo que totaliza más licencias comerciales en la región, un 36%. En fin, en el Grupo
8 (comercio ambulante) también es escasa la significación de Badajoz, inferior a su peso
demográfico.
Sin embargo, en los grupos correspondientes a productos con mayor valor añadido el peso
de Badajoz se dispara ostensiblemente respecto a su significación demográfica (un 13,6% de la
población regional y un 21,09% de la provincial). Estos grupos muestran cómo Badajoz es un
centro comercial de primer orden a nivel regional y transfronterizo, en lo que se refiere a
comercio no diario y sobre todo a comercio especializado208.
Así ocurre con el Grupo 2 (textil, confección, calzado, artículos de piel, caucho, cuero y
plástico), donde Badajoz abarca un 19,3% de las licencias de la región, y casi un 30% de las de
la provincia. En el Grupo 3 (artículos de madera, corcho, papel y artes gráficas) acapara casi un
26% de las licencias de la región, y más de un 38% de las de la provincia. En el Grupo 4 (drogas,
productos químicos, pinturas, velas, pólvora, combustibles y carburantes) desciende su peso, pero
aún así alcanza un 16% del total regional y un 25% del provincial. En el Grupo 5 (venta de
edificios, terrenos, materiales de construcción, cristal y vidrio, artículos de loza) alcanza casi un
17% del total regional y 25% del provincial. En el Grupo 6 (minerales, metales y sus aleaciones,
transformados metálicos, excepto material de transporte y maquinaria) se alcanza el 23% de las
licencias de Extremadura, y un 37% de las de la provincia de Badajoz. Y en el Grupo 7
(maquinaria de todas clases y material de transporte) se alcanza el 21,5% del total regional, y el
33,5% del provincial.

GRAFICO 22

208
Por otra parte, respecto del comercio diario no pueden tomarse actualmente en consideración, hasta en tanto se disponga de
estudios económicos fiables, la comparación estadística de las licencias comerciales. Resulta absurdo hacer equivalente una
licencia de carnicería en un pequeño pueblo de 1.000 habitantes a las de las ubicadas en centros comerciales como Pryca,
Continente o Simago.

- 175 -
Si sumamos los grupos correspondientes a los comercios de mayor volumen de facturación,
por la cualidad de sus productos (esto es los grupos 2,3,5,6 y 7), el conjunto supone que, a nivel
regional, casi un 21% de estos comercios están situados en el municipio de Badajoz, mientras
que a nivel provincial se sitúan en esta ciudad más de un 32% de las licencias comerciales.
A nivel provincial, y a partir de los listados detallados del Censo de Actividades del IAE,
observamos nuevamente cómo en aquellas CNAE referidas a actividades de mayor valor añadido,
o más especializadas, el peso comercial de la capital provincial es muy superior a su significación
demográfica. Así, mientras que la población de la ciudad supone un 21% de la población total
de la provincia, las actividades de comercio al menor de alimentos y bebidas suponen únicamente
un 17% del total provincial, pero en lo que se refiere al comercio al mayor de muebles, o
electrodomésticos, la ciudad ocupa más de un 35% del total provincial, y más de un 22,5% en
el comercio al menor de esos mismos productos. Supone asimismo un 50% de los establecimien-
tos de venta al menor de muebles y equipamiento de oficina, casi un 36% del comercio al menor
de libros y papelería, etc.
El análisis detallado del comercio muestra la importancia metropolitana de los mismos
respecto de una amplia zona de la región y de Portugal. Así, los principales comercios de algunas
zonas concretas de la ciudad (como el entorno de Puerta Palma) señalaban al ser encuestados que
entre el 50 y el 60% de su clientela eran portugueses. En otros comercios minoristas el peso de
la clientela portuguesa oscila entre el 10% para el comercio de papelería y librería, el 15% para
las tiendas de confección y más del 30% en las tiendas de calzados o artículos de piel209.
Como ya ha quedado apuntado, ha sido justamente esta función de centro comercial
transfronterizo lo que ha llegado a las principales empresas del sector a implantarse (o intentar
hacerlo, al menos) en Badajoz. Tanto en lo que se refiere a empresas franquiciadoras como, sobre
todo, en lo que se refiere a grandes almacenes y grandes superficies. A la implantación de
Galerías Preciados (Hoy El Corte Inglés) en los años ‘70 seguiría Simago (hoy absorbida por una
subsidiaria de Continente). Pero ha sido en los años ‘90 cuando, al abrigo de la caída de la
frontera, se ha desencadenado en mayor medida el fenómeno.
Destaca la presencia de Pryca, que ya en 1994 facturaba un 30% de sus ventas a portugueses,
contando desde el principio con sistemas informáticos que permiten el cobro directo en escudos
así como el pago con tarjetas de crédito portuguesas.
En el caso de Continente, implantado en 1996, su penetración en territorio portugués no es
todavía tan intensa (entre otras razones porque entre los consumidores tiene una imagen de
precios superiores a los de Pryca, así como por las mayores dificultades que los portugueses
encontraban al principio para el pago inmediato con sus tarjetas de crédito), pero las encuestas
realizadas a clientes han permitido estimar, en 1997, la presencia de público portugués en torno
a un 3% de la clientela total los días de diario, y en torno a un 12% los sábados.
Tanto Pryca como Continente, por otra parte, realizan sus campañas publicitarias
(incluyendo el buzoneo doméstico) por igual en el entorno español y portugués de Badajoz, y sus
sistemas de reparto de muebles y electrodomésticos cubre buena parte del Alentejo210.
En lo que al resto de los servicios se refiere el esquema observado en el comercio se acentúa.
Atendiendo al Censo de Actividades sujetas al IAE, observamos cómo el porcentaje de licencias
en la capital, respecto del total provincial, es incluso ligeramente superior a su peso demográfico
(20,8 frente a 20,1).
209
Por el contrar io otros minoristas, como los de muebles, sufren fuertemente la competencia del comercio portugués, hacia el
que se desvía una buena parte de la demanda local.
210
Los datos sobre Pryca proceden de (Baigorri, 1995, T. 1: 192), y los de Continente de la entrevista realizada a su director
comercial en 1997.

- 176 -
Pero, sobre todo, destaca el hecho de que los servicios más sofisticados, especializados y con
mayor valor añadido se concentran en la capital, en unas proporciones que no tiene nada que ver
con el dato escueto del número de licencias. Esto es especialmente visible en aquellas actividades
en las que el número de licencias es muy pequeño, concentrándose la mayoría en Badajoz. Así
ocurre con los restaurantes (casi un 28%), servicios de guarda, limpieza y engrase y descarga de
vehículos (25,5%), agencias de viaje (40%), intermediarios del transporte o servicios de
mudanzas (33% en ambos casos), teléfonos y telecomunicaciones (89%), instituciones de crédito
distintas de los bancos y cajas de ahorro (44%), compañías aseguradoras (67,5%), servicios
auxiliares financieros y de seguros (46%), servicios de propiedad inmobiliaria (33%), servicios
jurídicos (35%), gabinetes técnicos (50,5%), servicios de publicidad y relaciones públicas (43%),
explotación electrónica por cuenta de terceros (53%), estudios de mercado (60%), cobradores de
deudas (80%), alquiler de bienes de producción y consumo (23,2%), servicios de limpieza (56%),
clínicas y servicios sanitarios (44%), explotación de máquinas automáticas (75%), agencias de
servicios domésticos (100%), agencias matrimoniales (100%), organización de congresos
(100%), otros servicios superespecializados (49,5%), y un largo etcétera.
En el caso de los servicios, la función de mesópolis transfronteriza se pone de manifiesto
nuevamente al analizar la composición de la clientela. Aunque lamentablemente no se disponen
de estudios detallados al respecto, algunos datos procedentes del Estudio Socioeconómico de
Badajoz, así como datos aislados ofrecidos por algunas empresas nos muestran que, efectivamen-
te, una parte importante de la clientela de los servicios procede no sólo del entorno regional sino
también del entorno transfronterizo.
Así, aunque en la actualidad por la tendencia general a la unificación de los intereses en el
marco de convergencia hacia el euro, se ha reducido su importancia, durante muchos años la
Banca local ha captado numerosos recursos portugueses. Aunque reticente a aportar esta
información, hemos conseguido datos, referidos a 1996, de uno de los principales consorcios
bancarios que opera en la ciudad. A través de estos datos hemos podido observar cómo el
volumen de cambio de moneda se ha venido reduciendo sistemáticamente, debido a la
generalización del pago con tarjetas de crédito211: entre 1992 y 1996 se pasó en ese banco de 450
á 150 millones de pesetas. Pero el dato más importante es la existencia, en 1997, en dicho banco,
de aproximadamente 200 clientes portugueses, con unos depósitos que superaban los 400
millones de pesetas212, la mayor parte de los cuales procedían, según las estimaciones del propio
banco, del dinero negro. Otras fuentes han estimado en un 3% el volumen total de clientes
portugueses, y en términos dinerarios se ha estimado en un 30% el volumen de recursos ajenos
procedentes de Portugal de algunas de las oficinas bancarias de la ciudad (Baigorri,
1995:T1:211).
No obstante, como se ha señalado, esta situación está variando sustancialmente a medida que
se ha perdido el trato fiscal favorable que esos depósitos tenían en España, y a medida que
Madeira se viene consolidando como paraíso fiscal.
Por otra parte, la presencia de portugueses en otros servicios de uso cotidianos abunda en
la consideración de la ciudad como núcleo mesopolitano transfronterizo. Las encuestas realizadas
en el marco del Estudio Socioeconómico de Badajoz nos mostraban una presencia de portugueses
de en torno a un 10% en los pubs y establecimientos de diversión nocturnos, así como en torno
a un 5% en el caso de las peluquerías o de los servicios fotográficos, entre otros.

211
De hecho, buena parte de los ‘cambistas’ que operaban por libre en las calles de la ciudad, cerca de las zonas comerciales,
han desaparecido en los últimos años.
212
No obstante, la mayor parte de estos clientes no son de las zonas vecinas de Badajoz, sino de Lisboa y su entorno.

- 177 -
Los servicios avanzados, o el cuaternario incipiente de badajoz
Los subsectores del Terciario que hemos analizado hasta este momento constituyen la
quintaesencia de la ciudad. La concentración del comercio y servicios a las personas y a la
comunidad caracterizan a las concentraciones humanas que hemos dado en denominar ciudades,
y en consecuencia constituyen un aspecto fundamental de la economía y la sociedad pacense.
Sin embargo, el concepto de ciudad es ya insuficiente para analizar categorías urbanas muy
distintas, que con el desarrollo de la Sociedad Industrial, y luego con el incipiente proceso de
aparición de una Sociedad de la Información, han hecho su aparición en el espacio de desarrollo
de los países más avanzados.
Más allá de los conceptos -esencialmente geográficos- que hacen referencia más bien al
tamaño del espacio urbano, como son los de metrópolis, megalópolis, e incluso ecumenópolis,
hay que atender a las características estructurales, y sobre todo funcionales, de las ciudades, para
definir su grado de evolución, adaptación, y sobre todo capacidad para enfrentarse a los
profundos cambios globales, tanto sociales como tecnológicos y económicos, que ahora se están
produciendo en el mundo.
La determinación del grado en que Badajoz responde al modelo de mesópolis transfronterizo
que hemos propuesto nos lleva a intentar percibir hasta qué punto la ciudad camina en la
dirección que, en términos globales, parece conducir la evolución de las metrópolis del mundo.
Y, en este sentido, se hace imprescindible atender al grado de implantación en Badajoz de
algunos de esos subsectores estratégicos que, directa o indirectamente relacionados con la
producción, acumulación y distribución de conocimiento e información, han dado en
denominarse el cuaternario.
Para ello atenderemos a una serie de sectores estratégicos: los servicios a empresas, tanto los
de carácter administrativo y de gestión como los tecnológicos; la industria de la información, que
constituye hoy día un claro indicador del desarrollo de los sectores avanzados en las ciudades;
lo que hemos denominado la industria del conocimiento y el crecimiento personal, en referencia
a todos los sectores relacionados con la educación, reglada o no reglada, básica o permanente.

Los servicios de asesoría y gestión a empresas


Una de las singularidades más características de este sector es la permeabilidad de las
fronteras existentes entre los servicios prestados por unos y otros profesionales, es decir que en
un porcentaje muy amplio, se ofertan por estos profesionales la totalidad de los servicios que
comprende sector, ya sea el campo laboral, fiscal o de gestión de documentos y ello, en algunos
casos pese a que en principio tributen bajo uno solo de estos epígrafes, no tengan la titulación y
licencia requerida para su prestación, o tan solo publiciten un servicio específico. Es el caso
especialmente de las Gestorías Administrativas, Graduados Sociales y Asesoras Jurídicas.
En el caso de las Gestorías Administrativas, la práctica totalidad de las Gestorías del
municipio son locales y pequeñas, con un número medio de 3 empleados por establecimiento.
Asimismo, su clientela es básicamente de ámbito local, aunque con singulares oscilaciones,
motivadas por la especialización en un determinada tipo de tramitación o de documentos. Se ha
estimado que un 85% de la clientela es local, y el resto de los municipios del entorno
mesopolitano. Respecto a Portugal, aunque a medio plazo los gestores consultados creen que se
generará una demanda, en la actualidad solo se prestan servicios a empresas españolas aunque
sean de capital portugués.
Por su parte, las asesoras fiscales (incluyendo las asesorías contables, mercantiles,

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financieras y de empresa), que se estimaban en 1994 en más de 60, son en el 90% de los casos
de capital local, y con un único establecimiento; la cifra media de empleados de cada
establecimiento del subsector contando a los profesionales titulares de la explotación es de
cuatro, aunque este es un índice relativo debido a que aproximadamente la mitad de las asesorías
fiscales ofrecen también servicios de asesoría laboral.
En lo que se refiere al destino de los servicios ofertados, viene a coincidir básicamente con
la muestra de las Gestorías Administrativas, y es que estos servicios de asesoría y gestión tienen
una clara vocación local, debido sobre todo a su tamaño y al de las empresas y profesionales a
los que atienden, muy reducido en nuestro municipio. Igualmente los servicios fronterizos con
Portugal son inexistentes en el estricto ámbito de las Asesorías Fiscales, a no ser las relativas a
empresas portuguesas radicadas en Badajoz, cuyo número esta aumentado en los últimos años,
sobre todo en el sector textil y en las empresas de restauración.
En fin, respecto a las asesorías jurídicas no responden a titulo específico alguno
oficialmente homologado, pese al uso creciente de la misma. En el conjunto nacional los
gabinetes han alcanzado un gran desarrollo, coincidiendo con el momento en que el sector
servicios adquiría la condición de mayor influencia en la economía, y por motivos de
posicionamiento estratégico en el mercado, habiéndose puesto ya en marcha un proceso de
especialización de los despachos, que da lugar a denominaciones como Estudios, Asesorías,
Consulting, etc... Sin embargo, en Extremadura el sector primario de la agricultura y ganadería
sigue teniendo un peso específico muy importante en la economía, lo que sin duda incide, por
el factor tradicional y conservador asociado al sector primario, en la denominación clásica y
tradicional de Despacho de Abogados, puesto que en buena medida es demandante de estos
servicios.
En los últimos cuatro años han aumentado en un 77% el número de Abogados ejercientes
en la ciudad de Badajoz, pasando de 205 a los actuales 317. Es evidente que la demanda de estos
servicios en la ciudad, aunque ha aumentado, no ha crecido en ningún caso a este ritmo galopante
de la oferta, sino que obedece más bien a factores externos, como son la popularización general
de los estudios universitarios y en particular los de Derecho, y creciente austeridad en el gasto
público, congelándose las oposiciones, con el consiguiente trasvase al ejercicio de otras
profesiones como Abogado y Procurador, para cuyo acceso no se requiere, en principio, además
del título, más que la colegiación.
Como sucede en todo el sector, la inmensa mayoría (90%) de los despachos abiertos en
Badajoz, son de carácter local y únicos, aunque el ámbito de su actuación, por la propia
jurisdicción del colegio profesional es provincial; el número de empleados asalariados del sector
no llega ni tan siquiera a la cifra de uno por cada abogado, en lo que incide por un lado, la escasa
necesidad de personal en los despachos con un importante volumen de trabajo (que salvo
excepciones contadas, le llevan a contratar exclusivamente un trabajador para el desempeño de
las labores administrativas), y por otro lado, en los despachos con menos volumen, generalmente
los que llevan menos tiempo abiertos, o bien, contratan a trabajadores a media jornada o bien
realizan los mismos profesionales las tareas administrativas.
El destino de los servicios de asesoramiento y defensa jurídicas demandados, está en relación
con el volumen de actividad. Así, de los radicados en la ciudad de Badajoz que tienen un mayor
volumen y dependiendo, claro está, de la especialidad que oferten, el ámbito provincial puede
llegar a abarcar hasta un 40% o 50% de los asuntos, el regional un 10%,y el otro 50% el mismo
Badajoz, mientras que los despachos con menos volumen se circunscriben casi exclusivamente
al ámbito local de la ciudad; en el apartado de Portugal, salvo algunas despachos contados que
tienen relaciones y acuerdos con otros Abogados portugueses, de Elvas generalmente, para

- 179 -
interesarse recíprocamente asuntos de nacionales que deban decidirse en la jurisdicción del otro
país, lo que en ningún caso supera la cifra del 5% del volumen de actividad, las relaciones se
circunscriben a las mantenidas como asesores legales de empresas portuguesas radicadas en
Badajoz.
Respecto a los servicios de Graduados Sociales, según los datos del Colegio Provincial de
Graduados Sociales de Badajoz, existían en 1993 en Badajoz 21 Graduados Sociales colegiados
como ejercientes libres radicados en la ciudad, mientras que los colegiados no ejercientes se
aproximaban al centenar. Dentro del grupo de los Graduados Sociales colegiados como
ejercientes, el número medio de empleados es de 4, aunque no es muy indicativo de la situación
media del conjunto por las oscilaciones tan importantes de la muestra -algunos no tienen
empleados, mientras que un único Graduado tiene 16 empleados-; la totalidad de los
establecimientos de la muestra son de carácter exclusivamente local si bien algunos de los más
antiguos han tenido otros centros abiertos en otros núcleos urbanos de la provincia que en la
actualidad han pasado a otros profesionales allí radicados. Estos profesionales más antiguos
todavía mantienen en torno a un 30% de la clientela en el conjunto provincial, pero entre el resto
este porcentaje rara vez sube del 10%.
En los últimos años han hecho su aparición, por ahora tímidamente, otro tipo de gabinetes
de asesoría a empresas, que se ocupan desde el diseño de la imagen corportativa a la gestión de
trabajo temporal, al amparo de la reciente legislación sobre este tipo de empresas como agentes
intermediarios en el mercado laboral213. Asimismo, han aparecido algunas empresas que agrupan
servicios generales a la empresa (desde organización de congresos, o servicio de azafatas, hasta
mensajería y seguridad integral) que más intensamente orientan su oferta al ámbito metropolitano
de la ciudad, no limitándose al mercado local. Por otro lado, y analizando las páginas amarillas
telefónicas, detectamos una serie de servicios que únicamente aparecen en Badajoz y que
consolidan esta función de la ciudad como centro de comercio y servicios: así la existencia de
un detective privado, de varias empresas de seguridad (de las 16 que aparecen en toda la
provincia, la mitad están radicadas en Badajoz), fabricantes de sellos de caucho (las dos únicas
empresas de la provincia radican en Badajoz), o de maquetas, etc.
Sin embargo, siguen faltando en la ciudad toda una serie de importantes servicios
indicadores de un fuerte desarrollo económico y social. En unos casos resulta evidente que la
escala en que nos movemos no permitiría rentabilizar dichas inversiones; sin embargo, en otros
muchos casos lo que se pone de manifiesto ante la inexistencia de tales servicios es la falta de
iniciativa empresarial, especialmente en aquellos sectores que, en los últimos años, han realizado
una rápida e intensa acumulación de capital -como es el sector de la hostelería nocturna, entre
otros-, pero están diversificando muy lentamente sus inversiones.

La asistencia y la consultoría técnica. El ‘know-how’ local


Si los servicios avanzados marcan el tono de la incorporación de una sociedad al proceso de
cambio y a la modernidad tecnológica, económica y social, el estado de la asistencia y la
consultoría técnica constituye uno de los mejores indicadores de ese tono.
Sin embargo, la diversidad profesional, técnica y empresarial que caracteriza a estos
servicios, hace prácticamente imposible su análisis sin una dedicación a los mismos de carácter
monográfico, a través de una encuesta específica y de carácter sistemático. De hecho, en casi
todos los campos profesionales en que la asistencia y la consultoría se producen hallamos una

213
A finales de 1998 existen ocho empresas de trabajo temporal radicadas en Badajoz, si bien alguna de éstas no dispone ni
siquiera de oficina de representación.

- 180 -
práctica profesional libre, junto a empresas especializadas, de carácter personal o societario, pero
asimismo hallamos en muchos casos la presencia de técnicos y especialistas de estos temas
integrados laboralmente en empresas en las que la asesoría es imprescindible, pero no dedicadas
propiamente a dicha actividad. Por otra parte, hallamos un fenómeno que, como nos ocurrirá al
analizar el sector de la salud, no deja de ser característico, como es la compatibilidad del trabajo
en la Administración, como técnico especialista en cualquiera de estas materias, con el ejercicio
libre, no siempre en los términos que exige la legislación sobre incompatibilidades, y ni siquiera
siempre de acuerdo a la legislación fiscal. En mucha mayor medida hallamos esta situación en
las instituciones universitarias. En fin, se da el caso de profesionales y técnicos que, por su
juventud o por la escasez de trabajo, funcionan por completo en términos de economía
sumergida, bien al amparo de otros profesionales o bien en la más completa ilegalidad. De ahí
las dificultades intrínsecas de acometer una investigación sobre este sector, sin una dedicación
más intensa y con mayores plazos.
Así y todo, hemos creído necesario aproximarnos a esta realidad siquiera en lo que
constituiría una introducción. Para ello nos basaremos en la explotación de las Páginas Amarillas
de CETESA, como fuente que consideramos más fiable por cuanto en ellas aparece todo aquel
que directa o indirectamente se ofrece al público como capacitado para la realización de una tarea
determinada. Es una fuente, en este sentido, funcionalmente más útil que los colegios
profesionales, pues en éstos no siempre se conoce la situación efectiva de los asociados
(vinculación a la administración, trabajo asalariado en empresas, ejercicio libre, no ejercicio
funcional...), y aún en la conciencia de las dificultades derivadas del ya señalado retraso con que
se publica esta -poco utilizada, pero extremadamente útil- fuente de datos.
Hemos recogido, además de los datos correspondientes a la Guía 94-95 (la más reciente),
los de la Guía 93-94 y los de Guía 92-93, con el fin de observar si de un año a otro se han dado
cambios sustanciales. Y a la vista de los datos se percibe que el grado de concentración en la
capital provincial de los servicios técnicos más avanzados es muy superior a la del comercio o
los servicios personales o comunitarios (equivalente a 2,5 veces su peso demográfico).
La segunda ciudad de la provincia, a pesar de ostentar la capitalidad regional, está muy
alejada de Badajoz tanto en términos absolutos como relativos. Y en todos los sectores
considerados se da la misma situación, con desigual intensidad. Por otra parte, se percibe como
de un año a otro el porcentaje de se mantiene estable, en torno al 50%.
Ciertamente, Badajoz se constituye así en la capital del conocimiento no sólo de la
provincia, sino también de la región. En la ciudad se concentra (además de la Universidad y
algunos centros de investigación) el sector que, sin duda alguna, en mayor medida posibilita el
desarrollo de nuevas actividades, la modernización de las empresas, la capacidad tecnológica del
mercado.
No debemos olvidar, no obstante, que en buena parte todo este aparato de consultoría
depende del gasto de las Administraciones. El sector privado pacense no tiene, todavía, capacidad
o imaginación para utilizar toda la capacidad técnica con que cuenta la ciudad.
Por otro lado, se trata de sectores muy inorgánicos, condicionados en la mayoría de los casos
por el carácter corporativista (sólo a través de los colegios profesionales participan asociativa-
mente), sin asociacionismo empresarial y sin relaciones mutuas en la mayoría de los subsectores,
lo que impide hoy por hoy una sinergia positiva. Asimismo, se trata de sectores que cada vez en
menor medida crean empleo (las nuevas incorporaciones se hacen en términos de autoempleo),
ya que la tecnificación (fundamentalmente informática, y que alcanza ahora a la cartografía
digitalizada) conduce, por el contrario, a la amortización de empleos tradicionales del sector
como los delineantes, auxiliares administrativos, etc. Salvo en algunas pocas empresas de

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ingeniería, y escasísimos estudios de arquitectura, el régimen de trabajo es semiartesanal.
Sin embargo, es previsible que a corto plazo asistamos a una cierta reordenación de este
sector. La nueva legislación de colegios profesionales, la profundización de las relaciones
transfronterizas y comunitarias en general, así como los propios procesos de tecnificación,
influirán en estos cambios, aunque es todavía pronto para prever la dirección de los mismos.

Un desierto informático y telemático aceleradamente colonizado


La informática ha dejado de ser el caballo líder que se suponía iba a ser en el nuevo
relanzamiento económico de las sociedades desarrolladas. Se ha mostrado ya únicamente como
un complemento necesario, pero insuficiente, dadas las dificultades para desarrollar productos
propios fuera de las grandes tecnópolis informáticas del mundo. El intento informático que en
Extremadura supuso en su día la planta de montaje de microordenadores domésticos Dragon
acabó con muchos sueños al respecto.
Sin embargo, tampoco cabe duda alguna de que la presencia de un fuerte sector informático
es indicativo de que de una ciudad participa de los nuevos sectores punta de la economía. Y esto
no puede decirse, en modo alguno, de Badajoz. El peso del sector en la ciudad es todavía
minúsculo, más aún si tenemos en cuenta que, en no pocos casos, los distintos epígrafes recogen
en realidad a las mismas empresas, que se anuncian como suministradoras de una excesiva
diversidad de productos. Esta escasa especialización es sin duda la primera muestra de la baja
calidad general del sector en la ciudad; de hecho, al analizar el resto de los sectores se han
recogido repetidas quejas sobre las carencias existentes, la falta de preparación técnica de los
suministradoras, la baja calidad y los excesivos precios de los servicios de mantenimiento y
reparación, etc. Hasta principios de los ‘90, la ciudad se movía, en términos informáticos, en un
régimen de oligopolio, regido por dos o tres grandes empresas que sin embargo ofrecían muy
poca diversidad de servicios y productos, y para las que -salvo notables excepciones- el gran
negocio eran los cursos de informática, a menudo subvencionados por el INEM o el FSE.
Sin embargo, en la segunda mitad de los ‘90 la situación ha cambiado radicalmente. La
aparición de numerosas franquicias ha introducido interesantes factores de competencia en el
sector, así como la presencia de grandes almacenes y sobre todo grandes superficies. Por otra
parte, la existencia en Mérida y Cáceres de carreras informáticas ha generado una masa crítica
de profesionales que han contribuido a modernizar la informatización de la ciudad. Junto a ello,
asistimos en los últimos dos o tres años a una creciente presencia de empresas especializadas en
las telecomunicaciones. Tanto en este caso, como en el de la informática, su mercado se extiende
también al otro lado de la frontera, aunque todavía débilmente debido a la menor capacidad
adquisitiva de los consumidores portugueses214.

214
En la guía de páginas amarillas de la provincia correspondiente a 1993/94 el 50% de los establecimientos de la provincia
relacionados con las nuevas tecnologías estaban en Badajoz; en la última (94/95) el porcentaje se elevaba al 53,3 %.

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GRAFICO 23

La industria de la información
La industria de la información, que da empleo a más de 300 personas en Badajoz y
contribuye fuertemente a la economía local, es también, sin duda alguna, paradigmática de las
funciones metropolitanas que cumple la ciudad. Además de 5 gabinetes de prensa y comunica-
ción (número que se ha incrementado sensiblemente en los últimos años), existían 5 emisoras de
radio, 1 diario y la delegación de otro diario, editado en Cáceres, varios periódicos no diarios,
7 revistas periódicas, casi todas ellas especializadas, dos editoriales privadas y tres servicios
públicos de publicaciones, dos emisoras locales de televisión (una de ellas por cable), y 5
agencias de publicidad.
La proyección transfronteriza de la industria de la información se pone de manifiesto muy
especialmente a través de la existencia de dos publicaciones específicas que utilizan los dos
idiomas indistintamente y que específicamente están orientadas como publicaciones transnacio-
nales: la revista de literatura ESPACIO ESCRITO, editada por la Diputación de Badajoz, y el
boletín O PELURINHO, editado por el Ayuntamiento y dedicado a la cooperación transfronteri-
za. Por otra parte, aunque no se dispone de datos fiables al respecto

La salud como sector económico


La Salud se manifiesta de forma creciente como uno de los subsectores del Terciario más
importantes. Especialmente cuando cuentan con Facultades de Medicina (como es precisamente
el caso de Badajoz), o centros de investigación médica, algunas ciudades han encontrado incluso,
en el sector de la Salud, su perfil específico; no sólo en la medida en que centralizan servicios
de atención a un amplio hinterland, por mera racionalización administrativa, sino porque
incorporan incluso una oferta de servicios que va mucho más allá.
En el caso de Badajoz creemos que estamos en un proceso de especialización en este sentido.
A pesar de la descentralización sanitaria realizada por las Administraciones Públicas,
especialmente a lo largo de la última década, que ha supuesto la creación de varios hospitales
comarcales, así como la dotación de numerosos centros asistenciales de diverso rango en toda
la provincia, la capital provincial ha seguido constituyendo un centro de referencia de primer
orden no sólo para la atención de especialidades que la Sanidad Pública no tiene capacidad para
descentralizar, sino también para la atención médica en el campo de la Sanidad Privada.

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La importancia provincial y regional de Badajoz, en cuanto al personal se refiere, ha
descendido, pero se ha mantenido (e incluso se ha incrementado a nivel provincial) en lo que a
dotaciones, si entendemos las camas hospitalarias como un índice de las mismas, se refiere.
Nuevas especialidades y servicios se han puesto en marcha en los últimos años, en la capital
provincial; por citar algunas de las más importantes: Medicina Intensiva (1984), Psiquiatría
(1986), Reumatología, Angiología y Cirugía Vascular (1987), Dermatología, Neurocirugía
(1988), Inmunología, Alergia Medicamentosa, Infecciosos, Unidad de Transplantes, Tomografías
Computarizadas, Angiografía Digital (1989), Oncología Clínica, Centro Periférico de Diálisis,
Diálisis, UCI Pediátricos (1990), Farmacología Clínica (1992), etc. Y, sobre todo, en los últimos
años han hecho su aparición importantes inversiones en medicina privada, construyéndose dos
importantes clínicas privadas que atienden no sólo la demanda local sino también provincial y
transfronteriza.
En (Baigorri, 1995) hemos estimado en torno a 4.200 personas la población activa vinculada
al sector de la Salud, de las cuales unas 3.200 están ocupadas (la tasa de paro en el sector, según
estos datos, está por tanto en torno a un 22%, muy por debajo de la media local). Esto es, casi un
9% de la población activa del municipio pertenecería al sector de la Salud, lo que efectivamente
le convierte en un sector no sólo importante, sino básico en la economía local.
Por otro lado, este sector manifiesta una especial vocación transfronteriza. Durante años,
mujeres portuguesas (incluso desde Évora, que dista 110 kms) han acudido a dar a luz a los
hospitales de Badajoz, las más de las veces simulando que se trataba de una urgencia al
encontrarse en la ciudad. Aunque no hemos podido conseguir datos fiables sobre la cuestión,
todos los servicios médicos consultados coinciden en este hecho. La reciente construcción de un
servicio de maternidad en Elvas ha reducido, no obstante, la utilización de este servicio en
Badajoz, pero siguen siendo intensamente utilizadas por la población portuguesa otras muchas
especialidades215, tanto en la medicina privada como en el sector público. No en balde, Badajoz
se constituye en el principal centro de salud dentro de un radio de 200 kms.

La industria del conocimiento y el crecimiento personal


Cuando se dice que Badajoz es una ciudad universitaria no se es siempre consciente de lo
que ello significa en términos económicos. Disponer de Universidad supone, ciertamente, contar
con una infraestructura básica que puede -sólo puede- coadyuvar al desarrollo acrecentando la
formación de la población y aumentando su motivación hacia el éxito. Pero, además de todo ello,
la Universidad es en sí misma una gran empresa, que crea empleo y atrae consumidores desde
puntos lejanos hasta la ciudad.
Junto a la Universidad, en las grandes ciudades se desarrolla toda una industria -y lo
denominamos así en la medida en que transforma recursos naturales, población virgen en
conocimientos, incorporándoles el valor añadido de la formación- que constituye en conjunto un
importante subsector -que, más que pertenecer al Terciario, al amorfo sector servicios,
pertenecería al emergente sector Cuaternario, o sector informacional-. Debemos por tanto
acercarnos en la medida de lo posible a esa realidad en el municipio objeto de estudio.
El conjunto del sector de la enseñanza, tomada en su sentido más amplio, tiene un peso
importante en la economía de la ciudad. La encuesta sobre mercado de trabajo realizada en el
marco del Estudio Socioeconómico de Badajoz estimaba el empleo directo generado por el
sector, entre docentes y no docentes, por encima de los 3.200 puestos de trabajo (de los cuales

215
Durante años, una excepción han sido los dentistas, cuyas tarifas eran considerablemente más bajas en Portugal, lo que ha
llevado a muchos pacenses a utilizar dichos servicios en el país vecino.

- 184 -
al menos 2.500 serían docentes), a los que habría que añadir una cifra que podría rondar el
centenar de empleos sumergidos, así como una cifra importante de empleo inducido en
subsectores del Terciario fuertemente vinculados (papelería, librería, limpieza, mantenimiento...).
La enseñanza (o como la hemos denominado aquí, la industria del conocimiento y el
crecimiento personal) constituye por tanto uno de los sectores claves de la socioeconomía local,
que por lo demás se proyecta especialmente en su hinterland de influencia. Así, varios colegios
de la ciudad cuentan con alumnos portugueses procedentes de Elvas, a quienes los padres
trasladan a diario a Badajoz. Asimismo la Universidad cuenta con algunos (muy escasos todavía)
alumnos procedentes de Portugal, sobre todo en los cursos de Doctorado, dada la dificultad de
obtención de este grado en aquel país.
En la actualidad existen en Badajoz 80 centros educativos, que suponen algo más de un 10%
de los existentes en la región y un 19% de los de la provincia; lo cual coincide aproximadamente
con la importancia demográfica del municipio. Sin embargo, y en relación con la importancia
económica del sector y la función metropolitana de Badajoz, conviene señalar que de los centros
citados 34 son privados, suponiendo casi un 28% del total de centros privados de la región, y un
42% del conjunto provincial.
Respecto a la Universidad, en el semidistrito de Badajoz (no todos los centros de la
Universidad de Extremadura (Uex) están ubicados en el campus) cursan estudios casi 10.000
alumnos. Con casi 600 profesores y más de 300 empleados, la Universidad de Extremadura se
constituye así en el principal centro ‘productivo’ de la ciudad. Si bien la división de la Uex en
dos semidistritos ha dificultado la consolidación de la función universitaria de Badajoz, ya que
durante muchos años los estudios de ‘letras’, humanidades y sociales se han localizado en el
semidistrito de Cáceres, con excepción de Magisterio. Actualmente sin embargo está situación
está empezando a cambiar, con la implantación en Badajoz de titulaciones como Economía,
Psicopedagogía, Biblioteconomía y Documentación y, a corto plazo, Comunicación Audiovisual.
Con ello, aunque tímidamente, se está corrigiendo el fuerte sesgo de ‘campus de ciencias’ que
caracterizaba al de Badajoz.
Por otra parte, además de los colegios privados hay que señalar la existencia, atendiendo a
las altas del IAE, de casi un centenar de centros dedicados a las más variadas enseñanzas regladas
y no regladas, en la mayor parte de los casos de utilidad profesional. El tipo de enseñanzas
predominantes con las de informática, idiomas, mecanografía, formación administrativa,
peluquería, corte y confección, baile, etc. Entre estos centros hay que destacar la existencia de
una empresa que ofrece un título superior en Administración de Empresas, no homologado, en
términos de franquiciado.

Ocio y turismo
La ‘industria del ocio’ constituye sin duda en Badajoz la mejor expresión de la función de
mesópolis transfronteriza que atribuimos a la ciudad.
Por una parte, funciona como centro recreativo de un extenso hinterland que incluye un radio
de en torno a 100 kms dentro de Portugal, y por otro viene funcionando desde hace décadas como
punto de conexión turística imprescindible con Portugal. Mientras las fronteras estaban en pie,
Badajoz funcionó durante muchos años como base de operaciones de los numerosos turistas que
acudían a Elvas a comprar productos portugueses (textiles, bronces, muebles....).
A medida que el turismo de playa ha venido incrementándose en Portugal, Badajoz ha
funcionado también como última parada en España para muchos turistas que se dirigían hacia
las playas portuguesas. A partir de la caída de la frontera y de la construcción de la autovía
Madrid-Badajoz (más aún desde la construcción incompleta de la autovía Badajoz-Lisboa) está

- 185 -
función se ha reducido sustancialmente, pero no ha desaparecido todavía, como se ha puesto de
manifiesto en 1998, cuando más de 5.000 visitantes de la Exposición Universal de Lisboa
permanecieron alojados en Badajoz, acudiendo a visitar la Expo en autobuses desde Badajoz.
Entre tanto, y en el marco del fuerte desarrollo turístico del conjunto de la región, así como
gracias a la construcción de dotaciones de ocio especializadas, como el campo de golf, Badajoz
ha venido convirtiéndose en destino turístico específico, aunque de poca importancia, así como
en base de operaciones para el desarrollo de ciertas prácticas en su hinterland (como la caza).
En cualquier caso, los análisis realizados sobre la ciudad han evidenciado un desequilibrio
del sector turístico en relación al resto de sectores económicos, así como han señalado, sobretodo,
la existencia de grandes potencialidades dentro de este sector que la ciudad aún no ha conseguido
poner en marcha.
La ubicación periférica de la ciudad ha impedido durante décadas la difusión de las riquezas
patrimoniales y naturales de la provincia, en su conjunto, y de la capital en particular. Esta
situación marginal es, en sí misma, un evidente obstáculo a la afluencia turística; y ha
condicionado el que todavía hoy, cuando ya no puede hablarse de marginalidad comunicacional
(especialmente en la medida en que se sitúa en el corredor de paso de los crecientemente
importantes flujos turísticos hacia Portugal), Badajoz sigue definiéndose sin embargo,
esencialmente, como ciudad de paso y escala, y no de destino preferente.
Pero ha tenido una incidencia mucho mayor que el aislamiento geográfico tanto el
sistemático destrozo de los bienes histórico-artísticos de la ciudad (empezando por su conjunto
amurallado), como el propio desprecio hacia los propios recursos del que hasta fechas recientes
han hecho gala las fuerzas vivas de la ciudad, incluidas las culturales.
Sin embargo, debemos recordar una vez más que la ciudad de Badajoz se ubica en el centro
de un triángulo que concentra casi diez millones de habitantes, y que los flujos turísticos se
direccionan hoy condicionados menos por las distancias entre los puntos de origen y destino, que
por el peso específico que supongan los recursos patrimoniales y de interés de las ciudades. De
hecho, la ciudad de Badajoz cuenta con recursos patrimoniales declarados históricos y de interés
nacional desde los años 30.
Las infraestructuras de acceso a la ciudad se han mejorado e incrementado en la última
década; la finalización de la autovía de Extremadura (N-V), o la creación del aeropuerto civil,
son factores positivos que en conjunto vienen a facilitar la llegada de viajeros.
Badajoz capital tiene una oferta hotelera importante y proporcionada a la ciudad de servicios
que la define: 2 de cuatro estrellas, 2 de tres estrellas, y otros 2 de dos estrellas, 6 hostales y 6
pensiones. Aunque, sin embargo, Badajoz no ofrece ninguna otra oferta diferenciada ni
complementaria del alojamiento hotelero; no existiendo campings o albergues para otro tipo de
demandas, más asequibles económicamente para los jóvenes.
Paralelamente a los servicios de hostelería existe una oferta diversificada de servicios de
restauración. En Badajoz está registrada la presencia de 80 restaurantes en la ciudad, además de
otros 16 en los poblados de colonización. Naturalmente, a este número hay que añadir una cifra
indeterminada de establecimientos que, aún no contando con la categoría de restaurante, cumplen
esta función a todos los efectos: tanto bares dentro de la ciudad como, sobre todo, ventas
ubicadas en el suelo rústico.
Los datos de la Oficina Municipal de Turismo sobre visitantes desde su apertura en 1993
apuntan de hecho a un crecimiento importante en el número de turistas. Entre 1993-1994 se pasó
de 15.000 a 20.000 visitantes, suponiendo un aumento del 30%, especialmente significativo en
un periodo de recesión económica. En el año 94 el 80% de los turistas que eligieron Badajoz
como destino (o escala) y pasaron por la Oficina de Turismo eran españoles, colectivo que creció

- 186 -
en un 17,5% respecto al año anterior. Pero es el aumento en el número de visitantes extranjeros
el que destaca especialmente, habiendo crecido en un 128% en un sólo año.
Hasta mediados de la década de los ochenta, la oferta lúdico-cultural de la ciudad se basaba
en cuatro salas de cine, los festivales anuales de teatro y folklore y las diversas exposiciones de
pintura del Colegio de Arquitectos y la obra cultural de la Caja de Ahorros de Badajoz. Estas
actividades se vieron diezmadas cuando hacia 1985 cerraron prácticamente todas las salas de
cine, ante la crisis del sector. Se abre así un largo paréntesis, que duraría casi diez años, y que
institucionalmente se cierra con la rehabilitación del teatro Lopez de Ayala y la fundación del
Consorcio López de Ayala, que gestiona el teatro. En este periodo hay que señalar la
construcción del museo arqueológico en La Alcazaba, los trabajos de reconstrucción -lenta, pero
sostenida- de esta fortaleza árabe, así como la construcción de un Museo Iberoamericano de Arte
Contemporáneo.
Pero además de la diversidad cultural que generan y dinamizan el propio Consorcio y los
nuevos museos, existen un buen número de celebraciones festivas, didácticas y de ocio,
repartidas a lo largo del año y que se generan en distintos puntos de la ciudad. Algunas de estas
actividades se difuminan en el tiempo, apareciendo a veces y desapareciendo otras, pero forman
parte de la tradición local y tienen muchas posibilidades para su plena recuperación.
Por otra parte, desde la iniciativa privada, así como desde otras instituciones semipúblicas,
se ha producido también, en los últimos años, una recuperación de la actividad cultural local. Se
han recuperado antiguas asociaciones, y han aparecido nuevas. Las Cajas de Ahorro apoyan
algunas de estas iniciativas, en buena parte como fruto de la competencia financiera: a las
tradicionales actividades. Hoy Badajoz ofrece a lo largo del año un cúmulo de actividades que
complementan sus recursos patrimoniales para alcanzar una oferta turística muy interesante.
Diversos certámenes de música, muestras de audiovisuales e informática, semana de cine, ciclos
de conferencias, ferias y fiestas populares, y ahora una notable oferta museística.
Pero, sobre todo, en los últimos años se ha incrementado fuertemente la oferta de actividades
de ocio y recreativas en general desde la iniciativa privada, teniendo en mente en buena parte de
los casos la estratégica posición de la ciudad y su carácter mesopolitano. En los últimos años al
único cine que sobrevivió a la crisis de mediados de los ‘80 se han sumado, además del Teatro
Lope de Ayala (que es utilizado como cine cuando no hay acontecimientos culturales) dos
multicines, estando en construcción en la actualidad un tercero (situada, no por casualidad, en
la zona más cercana a la frontera); es decir, en trece años se ha pasado de una a 10 salas de cine,
estando en construcción otras cinco más. Asimismo hay que citar el campo golf, el establecimien-
to de numerosos salones recreativos, así como la creación de parques infantiles de recreo.
Junto a ello hay que señalar el fuerte desarrollo del ocio nocturno de fin de semana en la
ciudad, que atrae a la población joven de un extenso hinterland, incluyendo en el mismo a
Portugal.
Estrechamente vinculada a la industria del ocio en su concepción más amplia está la función
de Badajoz como Ciudad de Congresos, función avalada tanto por los distintos acontecimientos
consolidados, como por la actividad que desarrolla la organización IFEBA (Institución Ferial de
Badajoz). En lo que a Congresos se refiere, la ciudad ha alcanzado ya un nivel e intensidad
equivalente al de ciudades de mayor tamaño.
El desarrollo de IFEBA se basa, precisamente, en el intento de acercamiento entre Badajoz
y Portugal, después de décadas de alejamiento. Es el momento de incorporación de los dos países
a la CEE y en el que comienza a reducirse el control fronterizo entre los dos países. En
consecuencia, el volumen de exportación e importación entre los dos países se dispara entre 1985
a 1989, pasando las exportaciones portuguesas a España de 40.156 a 196.667 millones de

- 187 -
pesetas, y las españolas a Portugal de 89.540 a 327.770 millones.
En este marco, no cabe duda de que el objetivo básico de hacer de IFEBA un puente
comercial entre ambos países es un objetivo estratégico de primer orden, lo cual ha venido
produciéndose a lo largo de los años ‘90, a través de diversos eventos periódicos.
FECIEX. Feria de la Caza y la Naturaleza Ibérica que se amplía a Pesca, Equitación y Golf.
Se celebra en Septiembre, y tiene una fuerte presencia no sólo de público portugués, sino también
de expositores portugueses.
FEHISPOR. Es la feria más importante de la ciudad, y surge específicamente como feria
hispano-portuguesa. El recinto de celebración es IFEBA y la fecha durante el mes de Noviembre.
El número de participantes y asistentes portugueses se viene incrementando sistemáticamente de
año en año.
SALÓN DEL AUTOMÓVIL CLÁSICO Y DEPORTIVO. Se celebra entre el Verano y
el Otoño y en el recinto de IFEBA.
FEREX. Feria del regalo y del producto extremeño. La fecha de celebración es en el mes
de Diciembre y en IFEBA.
MODEC. Feria del mueble y la decoración. La primera edición se realizó en el año 94.
También en esta feria la presencia de expositores portugueses se viene incrementando de año en
año.
IBEROCIO. Es una feria esencialmente local -aunque de año en año se registran también
más visitantes portugueses- dirigida a los niños y los adolescentes.

La administración, principal empresa de la ciudad


La Administración Pública constituye el motor esencial de la economía de Badajoz, si bien
este hecho es un poco menos cierto a medida que algunas empresas de propiedad o fuerte
participación pública (como Telefónica, Argentaria-Caja Postal, etc) vienen siendo privatizadas.
Ya hemos cómo sectores cómo la sanidad o la educación (ambos mayoritariamente de titularidad
pública) tienen una fuerte participación en la actividad y la ocupación.
En conjunto, y en base tanto a los datos obtenidos, como a nuestros propios cálculos,
podemos situar en una cifra cercana a 15.000 el total de personal ocupado al servicio de la
Administración y las empresas públicas (Baigorri, 1995). Si a ello añadimos el empleo inducido
directamente (suministro de bienes y servicios) por el complejo público, podríamos decir sin
exageración que la economía local se basa en los recursos económicos (tanto en forma de sueldos
como de gasto público) aportados por la Administración pública. Lo cual tiene cierta lógica en
la medida en que la capitalidad provincial de Badajoz viene siendo desde mediados del XIX,
según se ha visto en otros apartados, determinante de su economía y estructura social, si bien a
la vez arroja ciertas sombras sobre la capacidad emprendedora de la ciudad.

El impacto socioeconómico de la presencia militar


Si este trabajo se baja en la consideración de Badajoz como mesópolis transfronteriza, y en
los cambios que la frontera ha sufrido en los últimos años, lo cual ha determinado algunas de las
nuevas funciones de la ciudad, no podemos olvidar la más importante de las funciones que
Badajoz ha cumplido a través de varios siglos: la de ser plaza fuerte frente a Portugal, hito para
controlar el territorio y proteger el poblamiento del Sur de Extremadura. Interesa considerar
siquiera someramente la importancia que la presencia militar tiene la ciudad, pues esta presencia
no sólo ha influído -e influye- fuertemente en la economía local, sino que también ha llegado a

- 188 -
condicionar en numerosas ocasiones el desarrollo urbanístico de la ciudad.
Sociológicamente, la presencia militar ha supuesto asimismo la conformación, a lo largo de
al menos dos siglos, de un tipo especial de grupo dominante local, fruto de un largo mestizaje
entre la gran propiedad agraria, el alto funcionariado, el gran comercio, el clero y el ejército. Y,
en términos económicos, la presencia militar ha supuesto también, secularmente, un importante
flujo dinerario que ha permitido el desarrollo y la consolidación de ciertos servicios.
En la actualidad sólo tangencialmente tiene influencia en el desarrollo urbano la presencia
militar; y en cuanto a la composición de los grupos dominantes, y en general la estratificación
social, se han complejizado en el municipio. Sin embargo, las consecuencias económicas de la
presencia militar no sólo siguen siendo importantes, sino que se han acrecentado en los últimos
años, y es probable que se intensifiquen en el futuro.
Además de los servicios normales, propios de la demarcación y derivados de su carácter de
capital provincial, el municipio de Badajoz cuenta con una notable presencia del Ejército del Aire
(que gestiona una base aérea que ha permitido disponer de aeropuerto civil con un bajo coste)
y, sobre todo, del Ejército de Tierra, que cuenta con dos acuartelamientos en el término municipal
y otras instalaciones complementarias.
Esta presencia militar es importante desde varios puntos de vista:
- De una parte, en la medida en que el Ejército proporciona una serie de puestos de trabajo
directos, no sólo de carácter militar, que desarrollan su actividad en la ciudad. Esto supone una
presencia permanente de cientos de familias, con empleo fijo y un status socioeconómico medio
y medio-alto, que demandan bienes y servicios a la economía local. Los puestos de trabajo
directos del complejo militar -militares profesionales incluídos- en la ciudad sobrepasan en la
actualidad los 2.000.
- De otra parte, por cuanto las instalaciones militar, especialmente los acuartelamientos,
demandan asimismo bienes y servicios, tanto de suministros como de mantenimiento.
- En tercer lugar, porque los miles de jóvenes que prestan su servicio militar en los
acuartelamientos de la ciudad contribuyen asimismo al desarrollo de empresas locales de bienes
y servicios, especialmente -aunque no únicamente- de hostelería.
- En último lugar, aunque no con menor importancia, porque el complejo militar constituye,
en sí mismo, un recurso utilizable por la ciudad en ciertos aspectos de formación, y que puede
contribuir por otra parte a la mejora de las infraestructuras y equipamientos por vías directas e
indirectas.
En (Baigorri, 1995) hemos estimado el flujo monetario que la presencia militar supone en
la ciudad, el cual sobrepasaría los 5.000 millones de pesetas anuales, procedentes del Ministerio
de Defensa. A ello deberíamos añadir el gasto que los aproximadamente 2.500 soldados de
reemplazo (así como sus familiares y amigos cuando les visitan) realizan en la ciudad, y que
atendiendo a estimaciones muy moderadas, es más que probable que sobrepase los 200 millones
de pesetas directamente inyectadas en los establecimientos comerciales.

- 189 -
Cuarta Parte
La mesópolis de Badajoz
en el contexto ibérico y europeo

- 190 -
- 191 -
12.
La permeabilización de las fronteras
intracomunitarias y la extensión de la función
mesopolitana de Badajoz en el territorio
portugués

La formación de la mesópolis pacense guarda una estrecha relación con el proceso de


incorporación de España y Portugal a la Comunidad Europea, y la consiguiente dilución de sus
fronteras. Hasta que esto no ha ocurrido, la posición de Badajoz en un fondo de saco de los
sistemas nacionales de comunicación ha impedido sistemáticamente la plena optimización de los
efectos derivados del desarrollo social y económico de las Vegas del Guadiana. De ahí la
conveniencia de que prestemos cierta atención a este proceso, para poder comprender la actual
proyección transfronteriza de la mesópolis.

La metrópolis imposible
En el urbanismo y la ordenación territorial, casi todo ha sido entrevisto antes que realizado.
Y no me refiero a la obviedad de que tanto el desarrollo urbano como el desarrollo regional
respondan la mayoría de las veces a un planeamiento previo; sino más bien al hecho de que el
futuro ha sido a menudo entrevisto, más allá de las voluntades planificadoras, por los
observadores de la realidad social que aplican no sólo las técnicas de análisis prospectivo sino
también la imaginación espacial y la intuición. Aunque lo que Toffler llamaba la colisión con el
futuro sea permanente en las sociedades avanzadas, en realidad el futuro nunca nos coge de
sorpresa, o al menos no a todos. Si miramos hacia atrás, siempre encontraremos a alguien que
lo ha oteado. Ocurre, eso sí, a veces, que el futuro va más allá incluso de lo imaginado, o no llega
a materializarse plenamente por la aparición de circunstancias imprevibles -la acción del caos y
el azar-.
En el caso que nos ocupa, a partir de 1960 se producen diversas propuestas tanto analíticas
como de planificación, que suponen de alguna manera antecedentes, directos o indirectos, de
nuestra interpretación sobre las funciones territoriales de Badajoz como área mesopolitana
transfronteriza. En alguno de los casos considerados ha sido necesario poner sobre la mesa
incluso más imaginación de la que pusieron los propios autores, para llegar a incluir la propuesta
en una supuesta progresión de la idea; pero no cabe duda de que, tomadas en conjunto, todas
estas propuestas analíticas o normativas nos marcan una línea que desemboca en las hipótesis que
estamos desarrollando ahora en nuestro trabajo.
Hemos localizado tres hitos que nos han parecido de importancia básica:
a) la consideración de Badajoz como metrópolis en un estudio del Ministerio de la
Vivienda de 1960;
b) la propuesta de creación de una ciudad nueva, en la línea de las new town inglesas, en

- 192 -
la cabecera de las Vegas del Guadiana, realizada en el Informe FOESSA de 1970;
c) y las diversas propuestas en torno a la creación de un polo de desarrollo transfronterizo
Badajoz/Elvas planteadas también a partir de 1970 por Manuel Martin Lobo, e
incorporadas en parte por los Consejos Económico Sindicales de la época
A mi modo de ver, una serie de temas, estrechamente interelacionados entre sí y de gran
importancia en la época a que vamos a referirnos, están en la base de los antecedentes que vamos
a revisar:
a) desde una perspectiva local, la atención que entre 1960 y 1975 se presta al proceso de
desarrollo y consolidación infraestructural del Plan Badajoz
b) el boom sociológico sobre la urbanización del mundo, planteado a partir de los trabajos
de Kingsley Davis
c) la explosión de literatura sobre la planificación y el desarrollo regional en general, así
como sobre la ordenación territorial y los sistemas de ciudades
d) el diseño e implementación de los Planes de Desarrollo Económico y Social, y la
atención prestada a la política de Polos de Desarrollo
En cualquier caso, debemos diferenciar la consideración de estos tres hitos, estrechamente
relacionados con nuestro objeto empírico de estudio, de las distintas teorías e interpretaciones
que se han venido sucediendo sobre el sistema urbano peninsular, y a las cuales prestaremos
atención en la tercera parte de este documento.

La metrópolis española nº 26
En 1960 el Centro de Estudios Sociales publica el documento La concentración urbana en
España, que recoge entre otros el intento de Díez Nicolás de determinación de la población
urbana en España (Díez Nicolás, 1960), corrigiendo los criterios censales del INE de considerar
como urbana a la población residente en municipios de más de 10.000 habitantes, e introduciendo
los criterios que venían siendo asumidos por la Sociología Urbana en los Estados Unidos. Es
decir, añadiendo al criterio unidireccional de la demografía el criterio funcional o económico.
Con lo que se pretendía medir ya no sólo la urbanización como proceso ecológico, sino sobre
todo la urbanización entendida como hecho social, es decir -según hemos señalado en otros
capítulos- como modo de vida.
A partir de estas consideraciones fue más fácil introducir en sucesivos análisis de la
población española y su distribución, consideraciones sobre un tipo particular de ciudades, las
agrociudades, presentes fundamentalmente en el Sur de España y muy particularmente en
Extremadura, para las que las categorías usuales de rural y urbano no terminaban de ser útiles.
De este modo, y a partir de dichas corrreciones, el nivel de urbanización de una provincia como
Badajoz (no olvidemos que la práctica totalidad de los análisis de la época se centraban en la
provincia como unidad administrativa y estadística) aparecía realmente bajo, pero por encima de
otras muchas provincias españolas.
Cinco años más tarde, en 1965, la Dirección General de Urbanismo del Ministerio de la
Vivienda -entonces a cargo de Pedro Bidagor, uno de los grandes nombres del Urbanismo
moderno en España- hace público el primer intento de definición y análisis de las áreas
metropolitanas españolas. En esta definición se utilizan criterios estrictamente demográficos, y
tal vez justo por esa desconsideración de criterios funcionales Badajoz salta, en el procesado de
los datos, como una de las 26 áreas metropolitanas españolas.
Sin embargo, el AM considerada en aquel trabajo incluía únicamente, además del municipio
de Badajoz, a Puebla de la Calzada, Montijo y La Garrovilla, y obviamente le faltaba una lectura
territorial complementaria. Desubicaba el área metropolitana del conjunto de las Vegas del

- 193 -
Guadiana, y sobre todo el análisis se cortaba, según la lógica de la época, en la frontera
portuguesa. Lo cual choca con el hecho de que los científicos sociales venían considerando
-hemos señalado conscientemente el trabajo de Díez Nicolás en España- otros factores antes que
el meramente demográfico para definir las áreas metropolitanas.
Por lo demás, aquel modesto metropolitanismo fue fuertemente contestado en la época,
dando origen a la literatura sobre las ciudades medias como alternativa. Algunos trabajos
empezaron a recomendar incluso la canalización de las migraciones hacia unas 300 cabeceras
comarcales para impulsar la constitución de ciudades medias (García Barbancho, 1968). Algunos
instrumentos estadísticos desarrollados en la época (como el Atlas Comercial de España
realizado en 1963 por el Consejo Superior de Cámaras de Comercio, Industria y Navegación),
que abonaban modelos interpretativos basados en los sistemas jerárquicos de ciudades,
contribuyeron a generalizar los estudios sobre la importancia de las ciudades medias.

GRAFICO 24

De hecho, ya en los años ‘70, cuando los más graves problemas relacionados con la
urbanización rápida empezaron a ponerse de manifiesto en las grandes metrópolis españolas, el
movimiento científico/ideológico de promoción de las ciudades medias llegó a tomar cuerpo
legal, con la definición por parte del Consejo de Ministros de un conjunto de cabeceras de
comarca y núcleos de expansión, aprobado en 1974 básicamente como instrumento de
coordinación de las inversiones de los distintos organismos de la Administración.
Este documento rompía toda posibilidad de interpretación metropolitana de la dinámica de
las Vegas del Guadiana, particularmente del hinterland más inmediato de Badajoz. Aunque tenía
la virtud de introducir la consideración de cabeceras dobles, que son reflejo de lo que luego
hemos denominado agropolización del corredor del Guadiana; así, de las 12 cabeceras
comarcales definidas para la provincia de Badajoz (junto con 29 núcleos de expansión), en tres
de los casos las cabeceras son dobles: Don Benito/Villanueva de la Serena, Montijo/Puebla de
la Calzada y Zafra/Los Santos de Maimona, y los dos primeros constituyen núcleos expansivos
de las Vegas. Por lo demás, observando la zona de las Vegas se percibe claramente la continuidad

- 194 -
territorial de todas las cabeceras; muy particularmente en las Vegas Bajas, obviamente más
consolidadas en los años ‘70.

En suma, aquella definición de las 26 áreas metropolitanas entre las que se incluía a Badajoz
no tuvo efecto alguno en la planificación del territorio. Pero, aún así, creemos de interés el
rescatar esa primera consideración de Badajoz como articuladora de un área metropolitana.

Propuesta de creación de una ciudad nueva en un eje ideal Lisboa-Madrid


En 1970 aparece el segundo Informe FOESSA sobre la situación social de España, dirigido
por Amando de Miguel. El análisis de la urbanización, en todos sus aspectos, que incluye aquel
documento es realmente ejemplar para la época, siendo uno de los textos más sólidos aportado
en España, desde las ciencias sociales, hasta aquella fecha, sobre la cuestión.
En dicho informe se pretende hacer una interpretación global del sistema urbano español,
y se plantean una serie de problemas importantes sobre la congestión de las grandes metrópolis
y la función del territorio no urbanizado. Por un lado, el informe FOESSA hace una reinterpreta-
ción del estudio sobre las Áreas Metropolitanas del Ministerio de la Vivienda. Se basan en los
mismos datos censales de 1960, pero ahora se consideran no sólo factores demográficos, y
además teniendo en cuenta por primera vez, al analizar el sistema de ciudades, no sólo los
núcleos españoles sino el conjunto peninsular como un todo.

GRAFICO 25

Sobre el plano peninsular resultante, entre otros aparece con gran nitidez, por primera vez
explicitado, un corredor que iría idealmente (si olvidamos la fortaleza de la frontera en la época)
desde las Vegas Altas (desde Don Benito y Villanueva de la Serena) hasta Lisboa. En cualquier
caso, como tal corredor de las Vegas del Guadiana podría interpretarse ya sin dificultad.
Del mismo modo que a la vista del plano se percibe a gran escala un hecho que algunos
estudios de la época ponían de manifiesto: la falta de polarización de esta zona por ninguna otra

- 195 -
metrópolis importante. De hecho, Trujillo, entre Badajoz y Madrid, marcaba una frontera
invisible (pero real) para muchos indicadores de relación entre Badajoz y Madrid; mientras que
a la vez la frontera política fijaba hacia poniente otra frontera real. Badajoz aparecía así como
“no inserta en ninguna otra zona más amplia” (Campos Nordman, 1973).
Pero nos interesa rescatar aquí el estudio de FOESSA sobre todo porque se plantea una
curiosa propuesta de new town que se insertaría como continuación de ese eje de las Vegas, y que
podría constituir, según los autores que lo proponen, justamente el punto de conexión entre el
mismo y Madrid, ya que de hecho se plantea dentro de una corona exterior para la descongestión
de Madrid.
Pero el planteamiento que se hace es claramente distinto del que está en la base de la política
de new towns en Inglaterra. En esta propuesta se considera que
“no es posible planear ‘pequeñas’ nuevas ciudades cerca de la gran metrópoli sin que
se conviertan en ‘d ormitorios’ de ést a última. Es necesario dejar entre unas y otra no un
‘cinturón verde’ de parques artificiales sino un amplio terreno de puro ‘camp o’ para que la
nueva ciudad pueda realmen te ser autosu ficiente, variada, de seable. V ista en el con junto, la
nueva ciudad sería entendida com o una ‘ciudad regional’” (Foessa, 1 970: 12 59).
Pero sobre todo, hay una voluntad explícita en los autores de esta utópica propuesta de
conexión con Lisboa, conformándose unos ejes bastante coincidentes con los ahora nuestra
interpretación plantea como existentes.
La nueva ciudad, NC-I, estaría situada en torno al Guadiana, entre los embalses de Orellana
y Cijara, y los argumentos territoriales que se aportan para proponer dicha ubicación son:
a) La cercanía de la entonces proyectada autovía Madrid-Sevilla
b) Su posición bastante equidistante entre Madrid, Sevilla y la frontera portuguesa en
Badajoz
c) La equidistancia entre Talavera, Toledo, Ciudad Real, Córdoba y Badajoz, “todos ellos
centros de cierta envergadura y escasamente comunicados entre sí”.
d) Las enormes disponibilidades de agua del Guadiana, y con muy buen olfato no sólo
pensando en el abastecimiento:
“La zon a concr eta represe nta quizás la máxima su perficie de agua embalsada que se
concentra en las regiones interiores. Este dato no sólo garantiza el aba stecimiento de ag ua para
la industria o el consumo doméstico, sino que contribuye a deslindar una extensa zona apta para
deportes y recreo” (Foessa, 1970:1260).
e) La última razón aducida nos introduce claramente en los criterios que estamos utilizando
en nuestra investigación:
“NC-I, aunque situada en una zona escasamente poblada y agreste, se constituye en
cabecera de la zona de regadíos de Badajoz, muy poblada y potencialmente muy rica. La salida
lógica de los productos de esos regadíos es hacia Portugal o hacia Mad rid. El núcleo de NC-I
facilita esta segunda vía y se constituye en sí mismo en un foco de desarrollo de la zona y en un
importante cen tro consumid or de produ ctos agrarios” (Foessa, 1970:1260).
No es ocioso recordar que la propuesta de NC-I llevaba incorporada la necesidad de terminar
la línea ferroviaria Villanueva-Talavera. Como tampoco es ocioso recordar que la única
utilización que la administración pública hizo de esta propuesta fue la de deducir que la posición
sería igual de buena para construir una central nuclear216.
Pero lo que particularmente interesa resaltar de la propuesta del informe FOESSA es el
hecho de que asistimos ya a una consideración transfronteriza, claramente orientada a optimizar
un corredor extendido hasta Lisboa; por más que, en la época en que se plantea, no pasase de los

216
Afortunadamente, aunque NC-I quedó en propuesta utópica, la central nuclear de Valdecaballeros, que constituía una
auténtica antítesis de la nueva ciudad porque hipoteca en vez de potenciar las Vegas del Guadiana, tampoco ha llegado a ponerse
en marcha, aunque a lo largo de una década se intentó su construcción.

- 196 -
buenos deseos217.

GRAFICO 26

Propuesta de creación de un Polo de Desarrollo transfronterizo Badajoz/Elvas


Ese interés transfronterizo que comienza a detectarse con el inicio de la década de los ‘70
se explicita en las propuestas de Manuel Martín Lobo, un Ingeniero de Montes originario de
Badajoz que había trabajado en diversos organismos relacionados con la planificación del
desarrollo, habiendo contribuido con sus trabajos y artículos en prensa a introducir en los
ambientes de la Administración el interés por los estudios regionales y la planificación
territorial218.
A lo largo de los años ‘60, varios de sus trabajos apuntan a la necesidad de superponer, a la
necesidad de crecimiento global de la economía que fundamentaba el I Plan de Desarrollo
Económico y Social y en buena parte los siguientes planes, alguna especie de ordenación
territorial que permitiese un desarrollo regional por el que la separación entre regiones ricas y
pobres no se ampliase (Martin Lobo, 1962). Insistiendo en la conveniencia de centrar el
desarrollo no tanto en polos, como hacían los primeros Planes de Desarrollo siguiendo el modelo
de Perroux, sino más bien en ejes, entendiendo que

217
Las propuestas utópicas de repoblación de estos territorios semidesérticos, que pudieran suponer una prolongación del
corredor de las Vegas del Guadiana no acaban con el informe FOESSA. Una década más tarde, en un proyecto experimental de
plan de ecodesarrollo para las comarcas orientales de Badajoz, se plantea la “creación de un nuevo núcleo urbano que fuera
experimental en todo lo relacionado con el urbanismo ecológico, cuyo nombre pudiera ser La Serenía y estuviera establecido
en el centro de La Serena, entre el Zújar, Campanario, Castuera y Cabeza de Buey, casi equidistante a ellos tres” (Baigorri,
Gaviria, Mejías, Serna, 1980:32)
218
Fue promotor de una de las primeras reuniones científicas sobre el tema en España, con la celebración en Madrid, en 1967,
del IV Congreso Internacional de Economía Regional. Fue asimismo miembro fundador de las asociaciones españolas de Ciencia
Regional y de Economías Regionales.

- 197 -
“todo auténtico eje de desarrollo se compone de un itinerario, de una infraestructura
y de una corriente d e circulació n y constitu ye un au téntico ‘ag ente de impu lsión’ del d esarrollo
y un auténtico ‘vector de propagación’ de éste. Es evidente que un eje cualquiera de
comunicación no puede ser considerado siempre como un eje de desarrollo y muy a menudo es
necesario promoverlos al rango de auténticos ejes de desarrollo” (Martin Lobo, 1966:277).
Pero nos interesa recoger ahora los planteamientos que, sobre tales principios, hace a
principios de los ‘70 en relación con las potencialidades del corredor de las Vegas del Guadiana,
centrándose en la propuesta de creación de un Polo de Desarrollo transfronterizo entre Badajoz
y Elvas.
Martin Lobo inicia su campaña con un artículo en el diario YA, en junio de 1970, en el que
propone explícitamente que a los siete polos de desarrollo planteados por el III Plan de Desarrollo
se añadan otros tres de carácter transfronterizo con Portugal: los de Badajoz-Elvas, Ayamonte-
Vila Real y Tuy-Valença do Miño. El detonante lo constituye la firma, el 22 de mayo de 1970,
de la prórroga del Tratado de amistad y no agresión hispano-portugués (el conocido Pacto
Ibérico), que incluía una serie de protocolos sobre actuaciones económicas, comerciales, de
cooperación científica y tecnológica, culturales, de seguridad social, etc. Tanto la prensa nacional
como sobre todo la regional, se hicieron eco de dicha propuesta, si bien no llegó a traducirse en
acciones concretas desde la Administración. El diario INFORMACIONES señalaba:
“Dos pasos so n ineludib les: primero , dotar a la zona de una infraestructura de
comunicaciones básica (Extremadura, Salamanca y Zamora necesitan asomarse al mar por
Portugal, y la nación vecina necesita salidas ‘a tierra’, a Europa, por España). La frontera de
Portugal no puede separarn os m ediante una larga franja de cientos de kilómetros de atraso.
Quizás ninguna c ooperación pueda ser m ás fructífera para ambas naciones que la propuesta:
hagam os ‘polos gem elos’ a ambo s lados. Derribem os fronteras econó micas” .
En los meses siguientes, diversas iniciativas empresariales y administrativas se encaminaron
en esa dirección, sin que sin embargo llegasen a cuajar en nada concreto. El tema quedó
planteado en una reunión sobre el tema del Consejo Económico Interprovincial de Extremadura,
en Badajoz, así como del Consejo de Regiones del Oeste Atlántico, miembro del Consejo
Internacional de Economías Regionales. Algunas intervenciones políticas -concretamente de
López Rodó- llegaron a hablar de la creación de un área de libre comercio peninsular, y desde
la Diputación de Badajoz llegó a proponerse el establecimiento en Badajoz de un polígono
comercial orientado a ese fin.
Sin embargo, los criterios manejados por el Comité para el Desarrollo del Suroeste de la
Península Ibérica, en el que participaban entre otros los organismos antes citados, si bien
incorporaban el criterio de ejes de desarrollo, no se planteaban de hecho un tratamiento
horizontal de las relaciones transfronterizas, sino un desarrollo en paralelo de los corredores
tradicionales Norte-Sur: el eje Évora-Castelo Branco en Portugal, y el eje tradicional de la Ruta
de la Plata (Zafra-Plasencia) en Extremadura.
En un posterior artículo en la prensa local (Martin Lobo, 1971b), se concretaría la propuesta
de Martin Lobo, sustentada en una serie de precedentes en otros puntos de Europa, en la zona del
Mosela (que afecta a Francia, Alemania y Luxemburgo), Basilea (afectando a Suiza, Francia y
Alemania) y sobre todo en Tréveris (Alemania), tradicionalmente en fondo de saco frente a
Francia y que por efecto de la construcción de una serie de autopistas y la apertura de las
fronteras comunitarias pasaba a constituirse en la época en un nudo de conexión fundamental.
El planteamiento para el polo Badajoz-Elvas se hacía en los siguientes términos:
“Harán falta, naturalmente, industrias agrarias que no exigen precisamente una
localización concentrada en un polo, sino justamente diversificada s, adaptada s a los recursos
agrarios de la zona, pero ello no impide que se pueda y se deba hacer una concentración de
determinadas industrias en un p olo de desarrollo q ue ejerza unas esp eciales funciones
impulsoras de todo el territorio circundante, del que se debe hacer al mismo tiempo la adecuada

- 198 -
ordenación.
“Pero tal empresa requiere también el establecimiento de ‘ejes de desarrollo’
adecuados que faciliten el intercambio con los polos y cabeceras próximos. Se trata, en
definitiva, de rellenar adecuadamente -con el establecimiento de unas fuerzas impulsoras- un
espacio interior hoy día práctica y económicamente vacío.
“Habrá que tenerse en cuenta que serán más convenientes que los ejes de de sarrollo
paralelos a la frontera -los cuales por otras razones pueden y deben existir también- aquellos
ejes de desarrollo que ayuden a ‘grapar’ y ‘coser’ p or así decirlo la sutura d e una frontera para
que de ahora en adelante una más que separe” (Martin Lobo, 1971b)
Como ocurrió con la propuesta incluída en el informe FOESSA, la de Martin Lobo, a pesar
de surgir de miembros especializados en la planificación del aparato del Estado, y de recoger una
amplia respuesta local de las fuerzas vivas, no llegó a materializarse en ninguna actuación
concreta. La frontera política pesaba todavía demasiado, y ni la definición de la Zona de
Preferente Localización Industrial (1971), que consideraba el conjunto del Plan Badajoz, ni la
creación del Gran Área de Expansión Industrial de Extremadura (1978, aunque en funcionamien-
to real desde 1981), tuvieron en cuenta ese tipo de propuestas transfronterizas.
Sin embargo, no cabe duda de que estas aportaciones constituyen aproximaciones a la
percepción de una realidad económica y social que superaba, no sólo el ámbito transfronterizo,
sino que asimismo partía en todos los casos señalados de la consideración implícita de una
tendencia metropolitana en Badajoz.
La propia necesidad de orientación hacia Portugal no ya de la ciudad, sino del conjunto
provincial, era expuesta en los siguientes términos por el investigador independiente Eduardo
Barrenechea, en 1973:
“Badajoz se encue ntra entre la espada de Castilla y la pared de Portugal, bajo el
enorme peso de la pobreza que baja por tod a la linde fro nteriza, desd e el Norte, y ta n sólo
abie rta (pero horriblemente comunicada) con Andalucía. Con una Andalucía deprimida de la
que, por mu cho tiempo, n ada se pued e esperar.
“La salida natural de Badajoz es Setúbal, y el futuro puerto de Sines. Y esto nos
retrotrae a lo ya dicho sobre la situación de todas y cada una de las provincias y distritos
fronterizos. ¡Arriba el telón!, ¡arriba la frontera!.. . Sólo bajo ese pre supuesto, a m i entender,
puede iniciarse una obra sólida para lograr el despegue” (Barrenechea, 1973).
El único reflejo de todas estas propuestas y análisis críticos, en documentos oficiales, lo
encontramos en un tímido apunte editado por el Gabinete Técnico del Consejo Económico Social
de Extremadura y Huelva en 1974, denominado Acciones conjuntas hispano-portuguesas, y en
el cual se plantea por primera vez lo que podríamos denominar una interpretación transfronteriza
de una región europea, descrita en los siguientes términos:
“Tenemos en la península ibérica una zona compuesta por seis provincias españolas
y nueve distritos portugueses (138.000 km2), que se ha denominado Lusitania Interior (Orense,
Zamora, Salam anca, C áceres, B adajoz y Huelva , Villa Real, Bra ganza, V iseu, Gua rda, Cas telo
Branco, Portaleg re, Evora, Beja y Faro), y que se caracteriza por ser una de las Áreas más
abando nadas, pobre y en decadencia, de toda la Península. Los mapas de cada país no incluyen
el vecino, y por ello no se resalta ese gran espacio d e subde sarrollo qu e es la “Lu sitania
Interior”, y que a escala europea forma, sin duda, una de las manchas más grandes de pobreza”
(Marzal, 1974).
En el mismo se plantean una serie de posibles actuaciones en política industrial, política
agraria, política comercial y política de transportes, en realidad de muy poca enjundia. Pero si
destacamos aquel breve documento es porque por primera vez aparece consciencia del eje de
desarrollo industrial de las Vegas del Guadiana, si bien no llega a plantearse su prolongación
transfronteriza.

La ruptura progresiva del ‘telón de corcho’

- 199 -
En realidad, lo que las propuestas de Martin Lobo ponían de manifiesto no era sino la
contradicción entre las estructuras vigentes -determinadas en su configuración histórica por la
existencia de una frontera política- y el desarrollo de las fuerzas productivas, que efectivamente
comenzaban a tender hacia una interacción de tipo mesopolitano. De hecho, el corredor
Badajoz-Elvas actuaba ya como un conjunto transfronterizo, especializado justamente en el
comercio de frontera, tanto legal como ilegal.
Badajoz constituía, tradicionalmente, un centro comercial para la aristocracia terrateniente
alentejana, y para buena parte de las clases medias de las ciudades portuguesas del entorno.
Eduardo Barrenechea, al recorrer la raya de Portugal, encuentra en Badajoz, en 1970, que la
ciudad
“atrae como la luz a las mariposas a los portugueses, que en la noche de la frontera
hispano-lusa ven relucir algunas bombillas de colores: las del cen tro de Bada joz” (Pintado,
Barrenechea, 1972:196).

GRAFICO 27

Efectivamente, aunque no disponemos de estimaciones fidedignas al respecto, el trasiego de


portugueses en Badajoz venía haciéndose cada vez más intenso, como lo muestra el gráfico, que
recoge la evolución de entradas de extranjeros por el paso fronterizo de Caya, en Badajoz219.
Entre 1961 y 1971, el movimiento de viajeros en la frontera hispano-portuguesa se había
multiplicado casi por cinco, pasando de algo menos de 90.000 a casi 410.000220. Si bien no
hemos hallado por desgracia constancia de estudios de la época que profundizasen en estas

219
Los datos sobre entradas de viajeros por los puestos fronterizos son poco fiables, pero no nos interesa tanto señalar el número
exacto de portugueses, como más bien la tendencia general a un incremento del trasiego de viajeros por Badajoz.
220
La caída de la tendencia general ascendente que se produce en los años 1974 y 1975 se debe al deteriorio en las relaciones
que s eproduce entre ambos países a partir de la Revolución de los Claveles (a la quema de la embajada española en Lisboa siguió
un recrudecimiento de los controles a los portugueses, y hasta la disolución del franquismo las incomodidades frontetrizas, en
general, se incrementaron). A partir de la muerte de Franco, sin embargo, la tendencia se recuperó, e inclu so asistimos a un nuevo
crecimiento exponencial, tras el estrechamiento de lazos entre los nuevos regímenes democráticos de ambos países.

- 200 -
cuestiones. De hecho, los numerosos informes generados por los diversos organismos
provinciales y supraprovinciales dedicados a la planificación económica, como hemos visto, rara
vez -por no decir ‘nunca’- hacen mención de la importancia que estaba ya adquiriendo en la
época la presencia de portugueses en el comercio de Badajoz.
Por el contrario, algunas de las grandes empresas comerciales de la época sí habían percibido
este fenómeno: como ya hemos citado, a principio de la década de los ‘70 tanto Simago como
Galerías Preciados habían abierto sendos centros comerciales en la ciudad, en el caso de GP
claramente orientado no sólo a la población local sino también a los visitantes portugueses. Y
pocos años más tarde El Corte Inglés instalaría una pequeña avanzadilla. Una socióloga
alentejana describe en estos términos la atracción que la ciudad suponía en la época para los
portugueses:
“El movimiento que se inició por las compras apoyadas en una peseta barata, y que el riesgo
apenas calculad o de pa sar la fronte ra con m ercancía ilegal hac ía más a tractivo, en tró
rápidam ente en los hábitos de la s clases más a ltas de la población portuguesa más o menos
próxima. Y el prestigio que se asoc iaba al uso de ropa espa ñola (...) haría que estos há bitos se
extendiesen a una c lase med ia que en el Alentejo hace treinta años casi no tenía expresión. Las
excursiones a Badajoz sucedían invariablemente ante de navidad, antes de la Primavera y del
Verano y en el inicio del curso escolar para equipar a los niños” (Cascais, 1996)
Mas no vamos a extendernos en la evolución del sector comercial pacense, al que ya nos
hemos referido en los capítulos dedicados a la estructura socioeconómica de la ciudad.
Lo que únicamente interesa poner de manifiesto en este punto en ese despegue en las
relaciones sociales y económicas que se produce a partir de la liberación política y económica
de España y Portugal, pero que sobre todo se dispara a partir del ingreso de ambos países en la
Comunidad Económica Europa, cuando por otra parte se produce, como ha puesto de manifiesto
Mariana Cascais, una cierta ‘democratización’ en la utilización de la Badajoz como ciudad de
referencia por parte de buena parte de la población del Alentejo. No sólo por disponer de más,
mejores y más baratos productos en su comercio, sino asimismo por disponer de servicios de
calidad (médicos, profesionales...) que pueden ser utilizados en el mismo plazo de tiempo que
un desplazamiento equivalente cuesta en una gran ciudad. Desde buena parte del Alentejo se
puede ir y regresar, para realizar una compra o acceder a un servicio profesional en Badajoz,
dentro de la mañana o de la tarde. En el caso de las compras, como se ha señalado, el comercio
transportará al municipio del comprador portugués, al día siguiente, el electrodoméstico o equipo
adquirido.
Así, entre 1985 y 1988 se pasa de menos de 75.000 a más de 175.000 viajeros por el puesto
fronterizo de Caia; esto es, estamos hablando de un incremento de un 130% en apenas tres años,
cifras que no han dejado de incrementarse hasta 1993, cuando la desaparición de los controles
fronterizos (que no han sido sustituídos por imprescindibles encuestas de origen/destino
realizadas en la ex-frontera) nos hicieron perder la posibilidad de conocer la evolución posterior.
Aunque parezca increíble, actualmente, en el momento en el que el tráfico es más intenso, y en
que es asimismo más intensa la utilización de Badajoz como metrópolis de servicios de buena
parte del Alentejo, no sabemos cuántos portugueses llegan a diario a la ciudad.
A cambio, empezamos a disponer de datos, siquiera parciales y poco actualizados, sobre su
incorporación al mercado de trabajo de la ciudad (lógicamente, al mercado regular221). En 1994
casi el 63% de los demandantes de empleo extranjeros en el INEM de Badajoz eran portugueses,
lo que significa que casi 500 personas del otro lado de la raya estaban en ese momento buscando

221
Creemos que la mayor parte del trabajo portugués en Badajoz es sumergido. Bien directamente (como ocurre con la mayoría
de las empleadas domésticas, muchos trabajadores de la construcción, jornaleros, etc), bien indirectamente al formar parte de
empresas portuguesas que, sobre todo en el sector de la construcción, se desplazan a realizar trabajos en Badajoz.

- 201 -
un trabajo regular en el núcleo de la mesópolis. Asimismo, se registraron en las oficinas del
INEM un total de 60 contratos con trabajadores portugueses. En 1995 la cifra de demandantes
de empleo portugueses fue inferior a la del año anterior (314), pero sin embargo el número de
contratos se dobló respecto del año anterior (112).
Hay que tener en cuenta, por otro lado, que en modo alguno se trata únicamente de contratos
para realizar el tipo de trabajos característicos de los inmigrantes, esto es los que no quieren
realizar los naturales del país. Al contrario, nos encontramos ya frente a un mercado de trabajo
transfronterizo en pleno auge, y que afecta a muy diversos sectores productivos y categorías
profesionales, aunque lógicamente predominan la construcción y la agricultura. Así, entre los
contratos realizados en 1995 hallamos varios profesionales y técnicos, directivos de empresa,
administrativos, vendedores, etc.222.
Asimismo, se ha hablado en otros apartados de la importancia de la Universidad en el marco
de la formación de la mesópolis de Badajoz. En este sentido, la caída de la frontera ha facilitado
un goteo (muy lento) de estudiantes portugueses; en el curso 96-97 había un total de 25 alumnos
siguiendo carreras en la Universidad de Extremadura, de los que 18 estaban en el Campus de
Badajoz (más de la mitad en la Facultad de Medicina). A los cuales hay que añadir un total de
30 alumnos inscritos en los diferentes programas de Doctorado, de los cuales 26 lo hacen en el
Campus de Badajoz. Son cifras, sin duda alguna, muy pequeñas, pero que nos parecen
importantes como síntoma, sobre todo por cuanto al parecer algunos alumnos presentan como
razón fundamental el hecho de que la Universidad de Extremadura está más cerca y más
fácilmente comunicada con sus domicilios que otras universidades portuguesas (Luengo, 1996).

El ingreso en Europa y el desarrollo institucional de la cooperación


transfronteriza
Este proceso ya imparable de normalización de las relaciones transfronterizas en el ámbito
mesopolitano ha venido apoyado en una buena medida por la incorporación de ambos países a
la Unión Europea, sobre todo debido a la aplicación de diversas directrices y programas
comunitarios que han alentado la cooperación transfronteriza. Si bien hay que señalar que, con
anterioridad a este ingreso efectivo, ya el Estatuto de Autonomía de Extremadura señalaba
expresamente, entre los objetivos de las instituciones extremeñas, el de “impulsar el
estrechamiento de los vínculos humanos, culturales y económicos con la nación vecina de
Portugal”; de resultas del cual la política de la Junta de Extremadura desde su mismo origen ha
orientado parte de su esfuerzo a promover esa colaboración.
Entre las primeras actuaciones de aliento comunitario que establecieron las bases para el
actual proceso de cooperación/integración transfronteriza, hay que señalar el Programa
Operativo de Desarrollo de las Regiones Transfronterizas de España y Portugal 1989-1993
elaborado por los gobiernos nacionales de ambos países en el marco de los primeros borradores
de Planes de Desarrollo Regional de regiones de objetivo 1, que luego se integraría en la
iniciativa INTERREG de la Comisión Europea (1990-1993). Posteriormente, los representantes
políticos de las regiones de Extremadura, Alentejo y Centro establecerían diversos protocolos de
colaboración que permitió la realización de proyectos conjuntos en el ámbito de programas
222
Los datos sobre empleo proceden del estudio Trabajadoras sin fronteras. Las empleadas de hogar portuguesas en la ciudad
de Badajoz, desarrollado entre 1996 y 1997 por un equipo de las Universidades de Extremadura y Evora (formado por
A.Baigorri, S.Baltazar, M.Cascais, R.Fernández yL.Gómez) yfinanciado por la Dirección General de Enseñanzas Universitarias
e Investigación de la Junta de Extremadura. Dicho estudio ha percibido la existencia de una cantidad importante de mujeres
conmuters que trabajan en Badajoz pero residen en municipios portugueses de su área mesopolitana.

- 202 -
interregionales europeos como LEDA, RECITE, LACE, PIE, etc.
Todos estos procesos se oficializan con la firma de Protocolos de Cooperación entre
Extremadura y Alentejo (1992), así como con la región Centro (1994), lo cual supone ya un
cierto compromiso de actuación conjunta. Una de las instituciones fundamentales surgidas de
estos protocolos ha sido el Gabinete de Iniciativas Transfronterizas (GIT), con sedes en Mérida,
Évora y Coimbra, al abrigo del programa INTERREG. Es sin duda el GIT el principal
responsable de que, en los últimos años, la cooperación transfronteriza se haya intensificado y
de que, de resultas de esta intensificación, Badajoz haya profundizado en su papel de mesópolis
transfronteriza223. El GIT canaliza y sistematiza las diversas actuaciones de las Consejerías de
la Junta de Extremadura, además de contribuir a la financiación de investigaciones de interés
transfronterizo realizadas desde la Universidad y otras instituciones y organizaciones públicas
y privadas.
Hay que tener en cuenta que las actividades de cooperación transfronteriza en las que
participa el GIT (financiadas con fondos comunitarios) cubren todas las áreas de interés, y
muchas de ellas se concretan físicamente en Badajoz y su entorno mesopolitano (Olivenza tiene
un especial protagonismo en este sentido). Como señalaba el periodista Fernando León en un
reciente trabajo en el diario Extremadura (20/XI/98:35), “Badajoz es cada vez más el lugar de
encuentro para todo tipo de jornadas y congresos en torno a la frontera”.
Otras instituciones públicas han contribuido asimismo a ese proceso. Como la Diputación
Provincial de Badajoz, que contribuyó con casi 800 millones el Programa Transfronterizo de
1989-90, y se incorporó asimismo a la financiación del programa INTERREG a partir de 1990,
del mismo modo que se ha implicado en el programa INTERREG II que finaliza en 1999. Los
programas culturales de la Diputación han contribuido a difundir el conocimiento de los pueblos
situados a ambos lados de la raya, pero sobre todo la promoción de la cooperación transfronteri-
za se expresa con mayor eficiencia en la edición de la única revista bilingüe español/portugués
existente en ambos países, y que ha alcanzado un notable prestigio en los respectivos círculos
culturales: Espacio/Espaço Escrito.
Por su parte, el propio Ayuntamiento de Badajoz, sin duda el agente, aún siendo el más
interesado, que en menor medida contribuye a la potenciación de la función transfronteriza de
la ciudad, también ha desarrollado una serie de actuaciones. El anterior gobierno de la ciudad
instauró una Delegación de Relaciones con Portugal (hoy transformada en Comisión
Extraordinaria de Relaciones con Portugal), que puso en marcha aulas de portugués, la edición
de una revista bilingüe (O Pelourinho), así como la organización de numerosos eventos
culturales de cooperación. Asimismo, se promovió la implantación de una Feria de Muestras
hispano-portuguesa en la ciudad que, como ha quedado dicho, ha venido adquiriendo creciente
importancia con los años. Sin embargo, no se ha ido mucho más allá desde entonces, y siempre
con altibajos.
Por otro lado, no hay que olvidar que otros ayuntamientos del área mesopolitana de Badajoz
desarrollan sus propias políticas de cooperación transfronteriza cada vez más intensas.
Destacando sobre todo Olivenza y Alburquerque.

¿Cooperación o penetración? La percepción desde Portugal de la función


de Badajoz como mesópolis transfronteriza

223
Un indicador, elaborado por el propio GIT de Extremadura, de la importancia que la cooperación transfronteriza ha
alcanzado, es el número de noticias publicadas en los medios de comunicación extremeños en relación con actividades de
cooperación. En 1983 eran 7 en todo el año, cifra que pasó a 353 en 1995, y se ha disparado a 1.315 en 1997.

- 203 -
Esta creciente colaboración transfronteriza, y sobre todo la progresiva conversión de Badajoz
en la mesópolis que articula una vasta zona que supera las fronteras nacionales, viene siendo
percibida también desde el país vecino. Especialmente a partir de los trabajos sobre la
urbanización regional y las ciudades medias que se vienen realizando en la Universidad de Évora,
en el Alentejo.
“Badajoz siempre in cremen tó su voca ción exp ansionista y se afirma cada vez más como
mesóp olis transfronteriza; y su área de influencia atrae a la que podría ser el área de in fluencia
de Elvas. A través de un comercio que se estructuró a lo largo de los años en torno a un eje
portugués, la ciudad vió reforzar su supremacía en un área que integró un mosaico de
localidades cada vez más amplio.
La metropolización se refleja en una forma geográfica que expresa las estrategias
espaciales de los actores (empresas, instituciones, individuos), tendiendo al dominio de las
sucesivas escalas de actividad es y funciones. (...) Badajoz, en cuanto que mesópolis, puede
caracterizarse como una metrópo lis tendenc ial. Con un reducido papel d e metróp olis, articula
de forma efi ciente las escalas local y regional; integra un conjunto de localidades que
constituyen un mesosistema, en el que el número de agentes activos es cada vez mayor (...) Las
infraestructuras a cualquier nivel, particularmente las de transportes, con la garantía de mejores
accesibilidades; las oportunidades reales o virtuales de trabajo, promueven la concentración
urbana e incrementan una movilidad creciente de las poblaciones periféricas en dirección a
(Cascais, 1996)
Badajoz, cuya área de influencia se acrecienta continuamente”
En este sentido, los intentos de ordenación territorial realizados sobre el Alentejo, en el
marco de análisis nacionales portugueses, vienen a poner de manifiesto en ocasiones, aunque
nunca explícitamente, que Badajoz es justamente la ciudad que le falta a la región para ser
articulada espacialmente, y que Évora defícilmente puede llegar a ser por su pequeño tamaño
(50.000 habitantes). Concretamente, el Programa Operativo del Alentejo, realizado por encargo
de la Unión Europea, reconoce que
“No se verifica la existencia de una red equilibrada de centros urbanos de dimensión
media , capaz de constitu ir una estru ctura qu e permita un corre cto orden amiento global d e la
región” (CCRA, 1994:10)
Mucho más lejos había llegado la Comisión de Planeamiento de la Región Sur de Portugal
(que incluía también el Algarbe) en 1972, en el marco de los trabajos preparatorios del IV Plan
de Fomento. En el análisis y diagnóstico que se realiza en dichos trabajos, se propone un
esquema en el que ya se atribuye a Badajoz, implícitamente, un papel de metrópolis transfronteri-
za (CPRS, 1972), con más agudeza que la mostraban los planificadores españoles del Desarrollo
en esa misma época según hemos visto.
Efectivamente, como ha apuntado Saudade Baltazar:
“La ciudad de Badajoz, siendo la mayo r de la región y por la posición estratégica que
ocupa en el eje Lisboa-Estremoz-Elvas-Badajoz-Mérida-Madrid, detenta una posición
privilegiada frente a los otros centros poblacionales de diminuta dimensión, al constituirse como
verdadero polo de atracción para los habitantes de los pequeñ os aglom erados ta nto españoles
como po rtugueses.
En el lado portugu és esta área d e influencia se extiende mucho más allá de los concejos
limítrofes (Elvas y Campo Maior), terminando incluso por ‘cautivar’ al alenteja no en g eneral.
Obviam ente esta influencia dism inuye a medida que la distancia física aumenta respecto de
Badajoz” (Baltazar, 1996)
Sin embargo, el papel hegemónico que viene atribuyéndose fácticamente a Badajoz preocupa
en general al otro lado de la frontera, donde es a menudo percibido como una ‘invasión’ que, de
entrada, terminaría definitivamente con las esperanzas de que Évora, capital del Alentejo, se
convirtiese en una ciudad media de entidad suficiente como para ser considerada ciudad
intermediaria. La presión, desde Occidente, de Lisboa y su fuerte crecimiento metropolitano, y
desde Oriente desde Badajoz, parece según algunos análisis que estaría contribuyendo a una

- 204 -
cierta ruptura del Alentejo como región económica unitaria, como espacio-región en suma. De
hecho, muchos de estos análisis deben interpretarse desde la clave de la competencia entre
ciudades, como se pone de manifiesto más o menos explícitamente en algunos trabajos:
“Si Évora no invierte su posición estratégica, podría ser ‘engullida’ por el Área
Metropolitana de Lisboa y po r Badajoz, lo que sign ifica que n o obten dría ning una ven taja de su
localización geográfica. (...lo que provocará...) una desenfrenada invasión de pro ductos y mano
de obra eu ropeos, y en particular la tentativa de invasión por parte de ‘nuestros hermanos’”
(Nazário, 1997:359)
En términos menos apasionados, la profesora Cascais advierte de la formación de un tipo
de relaciones asimétricas:
“Podemos ver crecer los elementos que vuelven el sistema asimétrico, y las relaciones
aparen temente más complejas son cada vez más de dependencia respecto a la capital del
sistema” (Cascais, 1996)
Estas actitudes, generalizadas entre las clases medias y los profesionales y técnicos de la
región, podría explicar, entre otros hechos, el implícito desinterés de la ciudad gemela asimétrica,
Elvas, respecto a cualquier tipo de planeamiento infraestructural o territorial unitario, que pudiera
suponer cualquier especie de aceptación de un papel subordinado de esta ciudad respecto de
Badajoz. Un papel que puede ser plenamente aceptado -e incluso a veces promovido- en
Olivenza, dentro del área mesopolitana española, en la medida en que se entiende que ello puede
potenciar a la propia ciudad224-, pero que es mucho más difícil de aceptar en una ciudad que no
sólo pertenece a otro país, sino que además durante casi cinco siglos ha sido uno de los bastiones
defensivos más importantes frente al expansionismo español.
Este conjunto de fenómenos constituye, sin duda, uno de los principales desafíos para que
el espacio transfronterizo pueda optimizar todo su potencial de desarrollo en el futuro. No
olvidemos que el ‘miedo a la invasión española’ ha sido y es ampliamente explotado con
intenciones políticas en Portugal. El ex-primer ministro Cavaco Silva argumentaba, en su
campaña contra los proyectos de regionalización política de Portugal, que la regionalización
conduciría al Alentejo a convertirse más en una prolongación de Extremadura y Andalucía que
en una región portuguesa225.

Perspectivas futuras. Potencialidades, desafíos y limitaciones


Los desafíos y limitaciones existen también, sin embargo, en el lado español del área
mesopolitana. Efectivamente, un cierto complejo de superioridad respecto al Alentejo ha
caracterizado tradicionalmente a las clases medias, y sobre todo a las clases altas, en Badajoz226.
Lo que se ha plasmado, durante la etapa de gobiernos socialistas en la ciudad, en una cierta
posición paternalista no siempre aceptada desde el otro lado de ‘la raya’, y que por otra parte,

224
Olivenza se ha convertido no sólo en uno de los atractivos turísticos esenciales para la propia ciudad de Badajoz, sino que
viene funcionando desde hace años como centro subsidiario de congresos, no sólo de ámbito regional sino también internacional,
beneficiándose de su posición geográfica en el anillo mesopolitano. La reciente creación de una Escuela Regional de Teatro en
esta localidad -decisión que a posteriori puede interpretarse como una estrategia para situarla ‘en Badajoz’ evitando a la vez
conflictos con las otras dos capitales regionales- consolida esta función. Es por otra parte esta posición mesopolitana de Olivenza
(que fue entrevista en término s algo megalómanos, casi como ciudad dormitorio de Badajoz, por el Plan General elaborado a
principios de los ‘70) la que ha facilitado sin duda la construcción del nuevo puente internacional en Ajuda.
225
Declaraciones en el diario Expresso, 30/XI/1996, citado en (Cascais, 1996). Personalmente, el propio Cavaco Silva nos
expresaba recientemente, en el curso de una comida en el marco de un encuentro sobre regiones ibéricas transfronterizas, dicho
temor.
226
Actitud harto ridícula si tenemos en cuenta la posición de Badajoz en el ranking de ciudades españolas, pero que
sistemáticamente caracteriza a las clases altas de los espacios menos desarrollados.

- 205 -
ha conducido a pocas actuaciones de las que Badajoz puede beneficiarse; mientras que, desde la
entrada de la derecha en el gobierno municipal, la actitud dominante ha sido la que ya denunciara
Martin Lobo hace tres décadas: un discurso en el que menudean los tópicos transfronterizos sobre
hermanamientos y consanguineidades, pero ello junto a un desprecio sistemático de los agentes
del otro lado de la frontera227. Se puede llegar a percibir las posibilidades de ‘penetración’ de los
intereses económicos de la ciudad al otro lado de la frontera228, pero no se alcanza a ver, por parte
de los dirigentes locales, la auténtica virtualidad de su carácter metropolitano, lo que implicaría
un conjunto de políticas de mucho más hondo calado.
En (Baigorri, 1997) hemos señalado cómo Extremadura y Alentejo están en el camino de
resolver la dicotomía rural/urbana, al empezar a posibilitarse la permanencia de la población en
sus lugares de origen, pero ahora deben responder al desafío de la urbanización. Tanto en el
sentido de completar la urbanización cultural de toda la población, rural y urbana, como sobre
todo en el sentido de consolidar una red urbana que permita economías de escala para el
desarrollo social, económico y cultural. Sólo la existencia de ciudades importantes posibilita la
existencia de espacios virtuales en los que hallamos el fomento de la libertad de creación e
innovación cultural, social y económica. Y, en este sentido, la mesópolis transfronteriza de
Badajoz puede cumplir un papel fundamental para ambas regiones -en otro apartado señalaremos
las necesidades de intervención que se derivan de la nueva posición geoestratégica de la ciudad
en el contexto ibérico y europeo-.
Sin embargo, ello exige para alcanzar el éxito tanto un cambio de actitudes recíprocas entre
los agentes de ambos lados de ‘la raya’ (esto es, superar la desconfianza en el lado portugués,
y la prepotencia paternalista en el lado español), pero sobre todo un conjunto de actuaciones
estratégicas en la ciudad que desempeña la función metropolitana. En (Baigorri, 1997e y 1997f)
avanzaba algunos de estos presupuestos.
En primer lugar, y aunque conscientemente he intentado no adentrarme a lo largo del trabajo
en aspectos estrictamente urbanísticos de la ciudad, debemos hacer referencia siquiera a la
imagen territorial de la mesópolis. Una imagen que es, fundamentalmente, virtual.
En el esquema siguiente se ha construido, a partir de las redes incompletas, pero tendenciales
o virtuales, existentes, la red de relaciones -es decir, de comunicaciones- que articula el espacio
mesopolitano. La imagen muestra cómo sobrela conformación espontaneista y aparentemente
caótica del territorio es posible construir una imagen de orden -esto es, un plan-, que sin
embargo, dada su escala -y esta es sin duda la primera consideración esencial- no puede ser
diseñado únicamente desde Badajoz, y afectando -e interesando- sólo a Badajoz. Lógicamente
es una propuesta, hoy por hoy, condenada al rechazo, por cuanto ya se ha perpetrado una revisión
sui generis del planeamiento urbanístico vigente en la ciudad, y ni la revisión, ni el propio PGOU
vigente, tienen una idea territorial de carácter global sobre la ciudad, y mucho menos sobre su
función mesopolitana.
En este sentido, y en el ámbito del planeamiento urbanístico, cuanto estamos diciendo
significa que el PGOU de Badajoz no debería ya plantearse en modo alguno de forma aislada,
sino que debería partirse de un Plan Director Territorial Mesopolitano que afectaría a ambos

227
El ejemplo más paradigmático de esta actitud lo constituye sin duda el tratamiento del antiguo complejo fronterizo. Su
reconversión en espacios funcionales debería haber partido de una consideración conjunta de sus potencialidades en términos
mesopolitanos transfronterizos. Así, se plantea por ejemplo un nuevo ferial para la ciudad, sin mayor virtualidad que en cualquier
otra localización periurbana, mientras se obvia la posibilidad de una auténtico recinto ferial de exposiciones transfronterizo, que
podría haber sido financiado por la UE. Al contrario, Badajoz reflexiona sobre la ampliación o reubicación de IFEBA, mientras
Elvas desarrollo su propio seudorecinto de exposiciones.
228
La campaña realizada en 1998 para convertir Badajoz en ‘ciudad dormitorio de Lisboa’ (según palabras textuales del alcalde)
durante la Exposición Universal, pone claramente de manifiesto esta actitud.

- 206 -
lados de la frontera, y que debería tener en cuenta a los municipios extremeños y alentejanos
colindantes de Badajoz y Elvas. Es decir, el planeamiento urbanístico y territorial de Badajoz
debe ser pactado con el conjunto mesopolitano, buscando explícitamente la optimización de las
infraestructuras y equipamientos de los que debe dotarse la ciudad, y que van a ser (son ya de
hecho) utilizados con la misma facilidad por el conjunto mesopolitano.

GRAFICO 28

En este sentido, el modelo territorial de redes mesopolitanas que aquí se expresa plantea la
necesidad de optimizar las redes hoy existentes, que de forma orgánica expresan con cierta
aproximación la mesópolis virtual. En este sentido, es sobretodo necesario completar los
fragmentos inconclusos (o rotos tiempo atrás, como ocurría con el puente de Ajuda) de esa trama,
para facilitar las comunicaciones intramesopolitanas y facilitar así las sinergias tanto potenciales
como reales.
Muy estrechamente vinculado al planeamiento está el hecho de que Badajoz, como
mesópolis, debe prepararse para soportar, en los próximos años, no sólo un fuerte crecimiento
demográfico (con el profesor Fernández Díaz hemos estimado que antes de quince años la
población de Badajoz se habrá incrementado en una cifra que oscilará entre los 50.000 y los
70.000 nuevos habitantes), sino también un incremento de las migraciones procedentes de
Portugal (como hemos visto, en los últimos años se están instalando una media de 170
portugueses anuales, población joven con tasas de natalidad mayor que las españolas, en suma
con un crecimiento exponencial, y son muchos y muchas más los que ya acuden a diario a
trabajar a Badajoz).
Por lo cual la ciudad debe prepararse para la multiculturalidad: Badajoz -y no sólo su
comercio- debe aprender a convivir de verdad con un pueblo que es vecino, primo incluso si se
quiere, pero en primer lugar diferente. El hecho de la multiculturalidad debe llevar a los agentes

- 207 -
sociales implicados en la gestión de la ciudad a “organizar la heterogeneidad, es decir,
organizar, defender y fomentar la comunicación entre gente diferente” (Touraine, 1998).
Uno de las variables que deberíamos considerar en este proceso es el del avance del
bilingüismo, siquiera funcional. Precisamente uno de los indicadores más obvios tanto del cierre
cultural de la frontera, durante muchas décadas, como de la posición acomplejada de la burguesía
local, es el desconocimiento del idioma portugués en Badajoz, incluso en los sectores que durante
años han sobrevivido gracias al comercio con Portugal. La supuesta facilidad de los portugueses
para los idiomas, y por tanto, para comprender el español, ha constituido una excusa absurda que
sólo lentamente empieza a dejar de ser operativa.
Desde finales de los años ‘80, sin embargo, en consonancia con los procesos de interacción
político-administrativa, esta situación empezó a cambiar levemente. Pero en los últimos años el
conocimiento serio del portugués por parte de sectores claves de la ciudad ha empezado a ser
visto por las fuerzas vivas como ineludible. En suma, se observa un creciente interés en la ciudad
por el aprendizaje de este idioma. Al desarrollo de un número relativamente numeroso de cursos
de portugués organizados por la Universidad Popular de Badajoz, y por las organizaciones
empresariales debemos unir la creciente demanda de este idioma, casi hasta bloquear la
capacidad docente, de la Escuela Oficial de Idiomas (donde sólo el número de profesores es
insuficiente). El gráfico siguiente muestra la evolución entre 1988 y 1998: en diez años se ha
pasado de 147 a 226 matriculados, aunque no hay que olvidar que, según la impresión detectada
entre expertos locales, el fuerte crecimiento que se ha producido en los últimos cursos ha estado
estrechamente relacionado con la construcción en la ciudad de un centro comercial de El Corte
Inglés, en el que era sabido se primaría el conocimiento del portugués. Lo cual no viene sino a
reconocer la utilidad funcional del bilingüismo en la ciudad.
Por otro lado, la consolidación de Badajoz como mesópolis postindustrial, orientada a la
prestación de servicios del cuaternario (basados en la información) hace ineludible el diseño de
una estrategia propia en un aspecto tan fundamental como es la Universidad. La cual, además de
a las necesidades regionales, debe responder a las necesidades de esta mesópolis que articula a
más de un cuarto de millón de habitantes, y que alcanzará antes de quince años más de medio
millón de habitantes dentro de un círculo de 100 kms. Y, en este sentido, y a pesar del esfuerzo
de algunos académicos en esa dirección, no se percibe una voluntad clara de orientación de la
Universidad hacia el lado portugués de la mesópolis229.
La proyección institucional hacia el área mesopolitana transfronteriza debería conducir, más
allá de la proyección cultural y comercial, hoy apropiadamente gestionadas, a la creación de
instituciones administrativas transnacionales adecuadas a las particularidades de este territorio.
Este debe tener lugar definiendo además estrategias comunes con las ciudades alentejanas
del hinterland pacense -especialmente con Elvas y Évora-. La desamortización funcional de las
instalaciones de la antigua frontera constituye una ocasión de oro para establecer en ellas
instituciones relacionadas con estas cuestiones230.

229
Aunque existen diversos convenios de la Universidad de Extremadura con la Universidad de Evora, así como algunos
proyectos de investigación conjuntos, no hay una voluntad explícita de optimizar los recursos. Así, hemos visto el escaso número
de alumnos portugueses matriculados en la Uex, pero es que no hay ningún alumno español en la Universidad de Evora. Los
planes de estudios de la Uex ignoran sistemáticamente, por otra parte, la función transfronteriza de la Universidad, con ejemplos
claros como la no consid eración d el portug ués como asignatura siquiera optativa en las nuevas titulaciones implantadas en el
Campus de Badajoz, lo que facilitaría además la comunicación y proyección de los futuros egresados con Portugal.
230
Se ha planteado la posibilidad de constitución de un Instituto de Estudios Fronterizos, aunque la propuesta ha recibido
únicamente palabras de aliento de las instituciones, pero no apoyos explícitos. Sin embargo, estamos pensando en instituciones
más ejecutivas, como una Comisión Transfronteriza de Desarrollo Urbano y Regional, de carácter técnico y formada por las
administraciones locales, provinciales/departamentales y regionales de ambos lados de la frontera.

- 208 -
Desde un punto de vista de las políticas mesopolitanas, las tendencias que venimos
apuntando deberían llevar también a las instituciones a reflexionar sobre la posibilidad de
segregar todos los poblados de colonización del municipio de Badajoz, pero sobre todo a
reflexionar sobre el papel que éstos deben y pueden jugar. No debemos olvidar que la
consecución de autonomía financiera les otorgaría mayor capacidad para su desarrollo
económico, siendo beneficiario indirecto del mismo el conjunto mesopolitano y por tanto la
capital. La situación actual probablemente esté perjudicando fiscalmente tanto a Badajoz como
a los habitantes de los poblados, en beneficio de otras ciudades de la región que no sufren esa
dispersión geográfica de su población.
Por otra parte, dicha descentralización administrativa aportaría mayor sentido a la creación
de algún tipo de organización institucional mesopolitana, siempre de carácter transfronterizo, que
atendiese al diseño de políticas territoriales de interés común, diseño e implantación de
infraestructuras y equipamientos de interés mesopolitano, etc. Todo ello orientado a alejar
cualquier interpretación de planeamiento transfronterizo impuesto.

- 209 -
13.
La red urbana de Extremadura y Alentejo
y el papel de la mesópolis pacense231

Desde la Geografía y la Sociología Urbanas se utiliza habitualmente el concepto de sistema


de ciudades para referirse a la organización e interacción, en el espacio de un territorio
determinado, del conjunto de ciudades que lo vertebran. Sin embargo, un sistema es un conjunto
de cosas interrelacionadas entre sí, en el que cualquier cambio en una de ellas determina cambios
en todas las demás. Desde esta perspectiva, difícilmente en nuestro caso podemos, en puridad,
utilizar tal concepto, que por otro lado hemos discutido ya ampliamente en otros capítulos. Nos
hallamos, en este caso, más bien frente a un conjunto de ciudades con desiguales áreas de
influencia, que se superponen a menudo con las áreas de influencia de otras ciudades -incluso
de fuera de la región, como ocurre en el Norte de la región con Béjar, o en el Sur con Sevilla- y
que en modo alguno están organizadas en un sistema.
No obstante, el territorio nos muestra algunas regularidades, y sobre todo algunas tendencias
espaciales, que pueden ayudarnos a entender cómo se organizan estas regiones, y sobre todo
cómo podrían organizarse en el futuro, en el marco de una profundización de las relaciones
transfronterizas. Pero para ello debemos hablar más bien de redes, mallas y corredores, como
conceptos mucho más apropiados que los de sistema o jerarquía.
En este sentido, a niveles intraregionales sí que se generan ciertas estructuras, o redes
urbanas, que incluyen en algunos casos corredores más o menos consolidados. En el caso de
Extremadura, el corredor del Guadiana, o los corredores Norte y Sur de la Ruta de la Plata, o
el corredor del Norte (Navalmoral-Plasencia-Coria) son bastante claros, mientras que en el caso
del Alentejo se presentan de forma mucho menos definida; pues el más importante corredor
funciona de paso por la región, aunque estructura ciertamente el territorio entre Elvas y Vendas
Novas, camino de Lisboa. Siendo muy difícil de percibir como realmente funcional tanto el
corredor ideal Portalegre-Estremoz-Évora-Beja, como el corredor repetidamente planeado Sines-
Beja-Moura. Tomando ambas regiones en conjunto, aparece cada vez más nítida la conformación
de un corredor, generado tanto por necesidades de comunicación supraregional (Madrid-Lisboa),
como por factores endógenos, entre el área agropolitana de Don Benito-Villanueva y Lisboa;
aunque el nivel de interacción urbana en el interior del corredor es muy desigual, ya hemos
estudiado cómo su conformación viene siendo progresiva.
Las diferencias entre ambas regiones son lógicas, y derivadas en buena parte de su desigual
peso demográfico y económico. El Alentejo, con apenas medio millón de habitantes, tiene una
densidad media de 20 hbs/km2. Mientras que Extremadura, aún teniendo también una de las
densidades más bajas de Europa, 26 hbs/km2, sobrepasa el millón de habitantes. Por otra parte,
en Extremadura se han desarrollado en las pasadas décadas poderosas infraestructuras de regadío
que han posibilitado el desarrollo de algunos corredores y la consolidación y crecimiento de
ciudades que han actuado como centros de servicios articuladores de las vegas regables; mientras

231
Una versión de este apartado ha sido publicada como un capítulo del Atlas visual de Extremadura y Alentejo, Ed.
Extremadura, Cáceres, 1997

- 210 -
que los grandes regadíos de Alqueva, que hubiesen podido cumplir idéntica función en Alentejo,
llevan más de veinte años de retraso232. En consecuencia, la principal ciudad alentejana, Évora,
alcanzaba en su último censo 53.000 habitantes. Mientras que la principal ciudad extremeña,
Badajoz, supera ya los 130.000 habitantes, y la región cuenta con otras dos ciudades (Cáceres y
Mérida), además de la conurbación Don Benito-Villanueva de la Serena, que superan los 50.000
habitantes.
El propio hecho de hablar de ciudades, para estas dos regiones, ha planteado en algunas
épocas ciertas dudas. Si en el siglo XVI no cabía duda alguna del carácter urbano de las que hoy
son las principales ciudades de este territorio (es en ese siglo cuando se funda la Universidad de
Évora), a partir del siglo XIX no pocos viajeros han dudado sobre si hablar de ciudades o de
grandes pueblos polvorientos.
Hoy, cuando culturalmente la inmensa mayoría de la población extremeña, y una parte
importante de la alentejana, está urbanizada, en términos físicos es asimismo innegable que las
principales ciudades lo son efectivamente (en mayor medida, por su mayor tamaño, en
Extremadura). Bien que pertenecientes a categorías muy bajas, en cuanto al tamaño, pero
cumpliendo idénticas funciones que otras grandes ciudades; incluso hallando procesos y
mecanismos de carácter metropolitano, aunque en algunos casos preferimos hablar de agrópolis
(como ocurre en la conurbación rurbana de Don Benito-Villanueva-Miajadas).
Naturalmente, al hablar de ciudades nos estamos refiriendo a municipios, ya que las
características espaciales y los procesos históricos de ambas regiones han favorecido la existencia
de diversos núcleos urbanos en muchos municipios, así como la extensión (cada vez más en
declive), del poblamiento disperso (en Extremadura rejuvenecido en parte, como consecuencia
de las urbanizaciones ilegales, en los últimos años). Sin embargo, no cabe duda de que, si bien
espacialmente dispersos, el conjunto de los núcleos de los municipios multinucleares actúan
funcionalmente como si se tratase de un sólo núcleo, teniendo los núcleos menores (fundamental-
mente poblados de colonización en Extremadura, freguesías en Alentejo) la misma significación
funcional y urbanística que los barrios en las grandes urbes.
La Tabla 21 recoge la población de los municipios de más de 20.000 habitantes de ambas
regiones. En el mismo hemos incluído -ya sumadas- tanto las conurbaciones formadas por Don
Benito y Villanueva como la que forman Santiago de Cacém y Sines.

PRINCIPALES CIUDADES DE EXTREMADURA Y ALENTEJO

Ciudad/Conurbación Región Población 1991

Badajoz Ex 130247

Cáceres Ex 84319

Évora Al 53754

Mérida Ex 51135

Don Benito/Villanueva de la Serena Ex 51129

232
La construcción de la presa de Alqueva, por fin ya iniciada en 1997, y sobre todo la transformación en regadío subsiguiente,
en el sur de Alentejo, es un factor a tener en cuenta a largo plazo, por cuanto influirá en la promoción de nuevos corredores de
comunicación económica, potenciando algunas pequeñas ciudades del Sur; y ello sin olvidar los efectos que pueden derivarse
de la extensión del embalse casi hasta las inmediaciones de Badajoz (permitiendo, por ejemplo, la ampliación y mejora de los
regadíos de Olivenza y su zona de influencia).

- 211 -
Santiago de Cacém/Sines Al 43822

Plasencia Ex 36826

Beja Al 35827

Odemira Al 26418

Portalegre Al 26111

Elvas Al 24471

Almendralejo Ex 24120

En ambas regiones se producen una serie de coincidencias. La fundamental, coincidente con


las tendencias continentales, es la progresiva concentración de la población en las principales
ciudades, previo paso en ocasiones por las ciudades más pequeñas, lo que agudiza el
despoblamiento de los núcleos más pequeños. En Extremadura la población concentrada en
municipios de más de 20.000 habitantes alcanzaba a un 25,7% en el Censo de 1970; diez años
después se elevaba a casi el 32%, y según el último Censo de 1991 alcanza casi el 36%, siendo
previsible que en año 2001 supere el 40%. En Alentejo la concentración en estos municipios
mayores alcanzaba casi idéntica proporción en 1991 (un 36,5%). Aunque, en el caso de
Extremadura, este hecho parece no amenazar por ahora la supervivencia de los municipios
menores, ni siquiera de los núcleos, en Alentejo sí se observa cierta tendencia a la desaparición
de algunas de sus núcleos más pequeños, debido al elevado número de freguesías exisentes en
su territorio.
Otra de las consecuencias coincidentes es el tipo de crecimiento, de carácter compulsivo y
desordenado, de las principales ciudades, observándose en todas ellas tanto fenómenos de
especulación del suelo, como de fragmentación y segregación social, al no poder hacer frente de
forma planificada (en unos casos por falta, y en otros por exceso de planificación) a la afluencia
masiva y continuada de población procedente de los núcleos menores. En Alentejo se ha hablado,
al analizar las ciudades, de crecimiento sin objetivo.
"Las ciudades asisten a su propio crecimiento y no pueden hacer nada; cada nuevo
elemen to acontece como si nada hubiese, como si cada ciudad fuese a nacer en ese mom ento. Y
está desarticulada la periferia de las ciudad es, fruto de una 'clandestinidad antigua' que se ve
sustituíd a por u na 'pla nificac ión a e mpell ones'" (Cascais, 19 93).
Y respecto a Extremadura también hemos señalado en su día la 'improvisación calculada'
como modelo de crecimiento urbana, la construcción en aluvión233, la congestión y la
especulación como bandera, pues
"ha sido en el solar urbano, en la ciudad, donde se han concitado casi todas las expectativas
empresariales" (Rodriguez Cancho,Baigorri, 1994).
Sin embargo, se perciben algunas diferencias sustanciales. Pues, al menos hasta la fecha, en
la mayoría de las ciudades de Alentejo, siguiendo en parte el ejemplo de Évora, han sabido
conservar vivo y habitado el casco antiguo. Yendo aún más allá, Évora se ha integrado en una
red europea de ciudades medias y ha liderado la realización de planes estratégicos de desarrollo
para este tipo de ciudades.
Por el contrario, el proceso en las principales ciudades ciudades extremeñas se ha orientado

233
Entre los efectos derivados de ese tipo de producción de ciudad debemos citar, como más paradigmático, la tragedia urbana
producida por la ya famosa riada de Badajoz de noviembre de 1997, que costó la vida en la ciudad a casi veinte personas y ha
provocado la necesidad de realojar a casi 1.000 familias.

- 212 -
hacia el vaciado de los centros históricos, tras la ya irreversible ruptura de las murallas, y su
consiguiente degradación (salvo en Mérida, donde la omnipresencia de la administración regional
en el centro ha evitado su degradación, aunque plantea otro tipo de problemas urbanísticos). Y
no es previsible que actuaciones aisladas, como el Plan Urban en Badajoz (financiado con fondos
comunitarios), modifiquen esta tendencia, ya que se centran en áreas demasiado pequeñas y
delimitadas y no se integran en un proyecto global de ciudad, por lo que bien pudieran
convertirse en meros reactivadores de la especulación. El dinero, sin imaginación, casi nunca
resuelve otra cosa que la economía de los intermediarios.

La red urban a de Extremad ura


Uno de los primeros intentos de definir un sistema urbano extremeño se recogía en el
Reconocimiento Territorial de Extremadura, realizado en 1980 por INTECSA para el Ministerio
de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU). Dicho estudio planteaba la existencia de nueve lugares
centrales (Plasencia, Navalmoral, Cáceres, Trujillo, Badajoz, Mérida, Don Benito-Villanueva,
Almendralejo y Zafra), y otros núcleos principales y secundarios, que polarizarían al resto del
territorio. Sin embargo, la inexistencia de una adecuada red orgánica de comunicaciones, los
profundos déficits infraestructurales y equipamentales de todo tipo, y sobre todo el atraso
económico general de la región, han impedido en el fondo la consolidación de ninguno de los
sistemas entrevistos a nivel teórico como óptimos. Ha sido siempre obvio que había unas
ciudades más importantes que otras, las cuales además eran retroalimentadas por los sucesivos
procesos descentralizadores de la administración, generalmente apoyados en las cabeceras de los
partidos judiciales; pero el manejo de las variables normalmente utilizadas no decía mucho más.
Hay que prestar atención, para entender realmente la red urbana extremeña, a una
infraestructura que ha resultado fundamental para el desarrollo de Extremadura: los regadíos.
Hemos visto en capítulos precedentes cómo al madurar han complejizado la economía regional
y han generado una serie de flujos e interacciones territoriales nuevas, que se superponen (y en
buena medida anulan) a las redes y corredores históricos. En el Estudio Territorial de
Extremadura I, realizado en 1991, utilizábamos el concepto de corredor como
"una unidad estrecham ente interrela cionad a, que cuenta con una o más concentraciones
urbanas de impo rtancia diversa que centralizan las actividades económicas de la zona, y capaz
de retroalimentarse a sí m ismo. A su vez el con junto territorial del corredor co nstituye una
centralidad que coh esiona co n desigu al fuerza un entorno territorial próximo, situado
claramente fuera de la zona, y en relación de dependencia" (Baigorr i, 1992:6 7).
En estos corredores se agrupa más de dos tercios de la población regional, y dentro de los
mismos se sitúan las principales ciudades de la región. Otros trabajos han comprobado la
existencia de dichos ejes desde otras perspectivas, como la localización industrial (Cortés,
1996:555ss.), o al menos han incorporado la consideración del regadío como elemento
vertebrador del sistema urbano (Sánchez Zabala, 1992).
Junto al regadío hay que considerar dos elementos nuevos: en primer lugar el proceso de
regionalización, que ha convertido a una de las ciudades extremeñas, no la mayor ni la más
importante económicamente, en la capital política y administrativa regional. Este hecho, aunque
no ha alterado sustancialmente la estructura de los corredores conformados en los últimos años
por el regadío, ha influído notablemente en la recuperación del eje (cada vez más cuarteado)
Norte-Sur denominado Ruta de la Plata, a lo largo del cual se ubican algunas de las más
importantes ciudades extremeñas del pasado. En fin, la construcción de la Autovía de
Extremadura debe verse también como un nuevo elemento que, a la vez que consolida y aumenta

- 213 -
la importancia del corredor del Guadiana, va a ayudar a recuperar la importancia de ciudades
excéntricas como Navalmoral (ya beneficiada por los regadíos del Tiétar y los seudoregadíos de
Valdecañas) o Trujillo. Del mismo modo que la ¿próxima? construcción de la Autovía de la Plata
puede suponer una consolidación económica de este eje hoy cuarteado.

La red urbana en el Alentejo


La Comisión de Coordinación de la Región del Alentejo (CCRA, 1994), en su programa
operativo de desarrollo (POR), avanzó hace muy pocos años una propuesta de red urbana que se
recoge en el mapa (Ilustración 37), en la que se consideran cuatro niveles de importancia, o de
centralidad (en Extremadura, la obsesión y el tiempo perdido con una comarcalización infausta
ha impedido una definición equivalente, es decir asumida como instrumentación del desarrollo
por la administración regional). Tan sólo Évora se ubicaría en el nivel 4, como capital regional,
y Portalegre, Beja y Sines en el nivel 3. En el nivel 2 aparecen unos centros concentrados en
Castro Verde, Montemor, Moura, Estremoz y Elvas, y otros centros difusos como Alcácer do Sal,
Grándola y Odemira. Siguiendo luego hasta 35 asentamientos de nivel 1.
Por su parte, la profesora Cascais ha elaborado una jerarquía de ciudades para el Alentejo,
atendiendo a una serie de variables como la dimensión, el ratio rural/urbano, la densidad y la
concentración urbana, la atracción o las centralidades, que nos permite observar la importancia
real que tienen las 14 ciudades consideradas en dicha clasificación, en la que por ejemplo Elvas
o Ponte Sôr aparecen, entre otras, con una importancia real sensiblemente superior a las que les
otorga la red urbana propuesta por la CCRA, mientras que por ejemplo Grândola aparece con una
importancia real notablemente inferior a la que le asigna la CCRA. El orden de importancia de
las ciudades del Alentejo, según la profesora Cascais, sería el siguiente: Évora, Beja, Portalegre,
Elvas, Ponte Sôr, Estremoz, Sines, Moura, Montemor, Vendas Novas, Alcácer, Castro Verde,
Borba y Grándola (Cascais, 1993). En cualquier caso, en Alentejo existe un reconocimiento de
que
"no se verifica la existencia de una red equilibrada de centros urb anos de dimensión
media, capaz d e constituir u na estruc tura que permita u n correcto ordena miento global de la
región" (CCRA , 1994: 1 0).

¿Hacia una red urbana extremeño-alentejana?


La consecuencia lógica de cualquier análisis transfronterizo, como es el que nos ocupa, es
proyectar las potencialidades de interrelación entre Extremadura y el Alentejo. Debemos por
tanto intentar ojear el horizonte del futuro a medio plazo para ver si virtualmente es factible
llegar a hablar en un futuro de un sistema de ciudades extremeño-alentejano, pivotando además
en buena medida sobre la mesópolis pacense. Teniendo en cuenta, como haremos a continuación,
también el marco global de las redes y corredores urbanos portugués, español y europeo, así
como las posibilidades de interacción de las ciudades a ambos lados de la raya.
Podemos lanzar una hipótesis de futuro sobre la red urbana de ambas regiones, que se recoge
en el siguiente esquema. Es, ciertamente, un modelo que creemos recoge las tendencias, tanto
económicas como políticas (es decir, tanto la realidad como la voluntad de los actores) que se
observan, pero que obviamente es a la vez -casi más- una propuesta de acción, esto es una
elección de lo que estimamos como más apropiado para una adecuada integración, en el nuevo
marco comunitario, de Extremadura y el Alentejo, a través de su red de ciudades.

- 214 -
GRAFICO 29

Una propuesta creemos que viable, por cuanto además, frente a otros espacios de
concentración urbana, presenta valores esenciales en la nueva Sociedad de la Información: una
economía compleja, donde todos los sectores -incluído el sector primario, con una potente
agroindustria- están presentes y contribuyen al crecimiento económico de la zona; uno de los
entornos medioambientales de mayor calidad que pueden encontrarse en Europa; un patrimonio
histórico-artístico de los más importantes del mundo; una actividad cultural creciente que cada
vez en mayor medida incrementa su participación en el PIB regional (Baigorri, 1998); una
creciente capacidad científica y también tecnológica. En suma, un ecosistema urbano plenamente
adaptable al concepto de sostenibilidad.
Naturalmente, para que sacar partido de estas virtualidades las ciudades que se observan
como estructurantes de la futura red urbana de Extremadura y el Alentejo deben tomar conciencia
de su importancia real, de su papel como motores del desarrollo regional, arrostrando el desafío
de definir modelos de ciudad capaces de insertarse en la nueva sociedad global. Ello implica,
entre otras cosas, el diseño de un planeamiento urbanístico que, siguiendo el modelo de Évora,
vaya más allá de la mera regulación de la edificación.

- 215 -
En este marco que se propone, el eje Villa-Benito234-Lisboa, articulado por la mesópolis de
Badajoz como espacio central, puede y debe constituir el motor territorial del desarrollo
económico y de la urbanización de ambas regiones, e incluso de parte de la región Centro en
Portugal. El papel de Évora, en cierto modo excéntrico al corredor, como ocurre con Cáceres
(con la que comparte más similitudes que con Badajoz), debe ser, como el de la segunda ciudad
extremeña, el de foco cultural y centro turístico basado en el patrimonio histórico-artístico, y en
este sentido plenamente complementario de la mesópolis transfronteriza de Badajoz-Elvas.
Naturalmente tenemos en cuenta, en este futurible, la ubicación de estos espacios regionales
en un marco territorial importante, dentro del conjunto peninsular y europeo. Pues la integración
de Portugal en la UE ha supuesto una modificación fundamental en la posición estratégica de las
dos regiones, al quedar ubicadas en un espacio aproximadamente central entre las dos capitales
estatales peninsulares. Sobre ello nos extenderemos en el siguiente apartado.
Pero, sobre todo, la asunción de este corredor como eje básico del desarrollo socioeconómico
de ambas regiones supone, sobre todo en lo que se refiere a la mesópolis pacense, una apuesta
decidida por una serie de políticas, de afección territorial más amplio, complementarias a las que
se han expuesto anteriormente.
Es esperable, en primer lugar, la ruptura definitiva de la frontera en el campo de las
comunicaciones. Todo lo conseguido hasta la fecha en el proceso de integración económica y
social transfronteriza viene estando fuertemente limitado por las fronteras telemáticas,
paradójicamente las más fáciles de superar en teoría. Cuando llamar de Elvas a Badajoz o
viceversa, o de Mérida a Évora, tiene costes de llamada internacional, esto es equivalentes a
hablar con Francia o Inglaterra, las posibilidades de interacción se están reduciendo fuertemente.
En este sentido, las compañías telefónicas norteamericanas y mejicanas hace años que han
demostrado la rentabilidad de romper con el tabú de la frontera, a pesar de trabajar en una
frontera dura; correspondiendo a los agentes económicos y políticos de ambos lados de la raya
el conseguir que eso ocurra también en la ex-frontera que nos ocupa. En este sentido, en el lado
español se debe presionar para la dotación de todo el corredor con la red más avanzada de fibra
óptica que posibilite su plena incorporación a las auténticas autopistas de la información, y en
el marco de este modelo territorial debería interesar a Lisboa la dotación de ese mismo tipo de
infraestructuras en el tramo portugués del corredor.
Por otro lado, la tradicional salida al mar por Huelva, que en realidad nunca ha llegado a
consolidarse, deberá sustituirse por Lisboa, metrópolis hacia la que debe orientar fuertemente sus
intereses Badajoz. Lo prolongaría de forma natural el eje de las Vegas del Guadiana, todo lo cual
daría a su vez fuerza a la futura formación de un eje económico transversal en la península
(Lisboa-Badajoz-Ciudad Real-Albacete-Valencia/Alicante, para el que sólo hacen falta 320
nuevos kms de autovía).
En este sentido, vincular, como se está haciendo, la rehabilitación del ferrocarril
Jerez-Huelva (que es rentable en sí mismo con la salida de productos del Sur de la provincia
hacia el puerto onubense235) al tráfico Badajoz-Huelva no tiene sentido alguno, pues la mesópolis
pacense dispone de 200 kms autopista que la sitúan a menos de dos horas en uno de los
principales puertos atlánticos de Europa.
Estos nuevos condicionantes territoriales exigen prestar especial atención al conjunto de las

234
Es indiferente ésta u otra denominación (como Don Benito de la Serena) para la conurbación funcional de Don Benito y
Villanueva de la Serena.
235
No olvidemos que en Jerez de los Caballeros se localiza una de las más importantes acerías españolas, uno de los principales
centros europeos de fabricación y distribución de productos por catálogo, un importante centro productor de conservas cárnicas,
y a corto plazo una cementera.

- 216 -
comunicaciones del triángulo Madrid-Lisboa-Sevilla, al que haremos referencia inmediatamente.
Y no nos estamos refiriendo únicamente a la terminación, por fin lograda, de la autopista
Badajoz-Lisboa, sino también, y sobre todo, a la dotación de un ferrocarril de velocidad alta (que
no es lo mismo que la alta velocidad, pero también es muy distinto del ferrocarril tercermundista
que sufre Extremadura, y no digamos el que sufre el tramo portugués del corredor) que sitúe los
tiempos de transporte ferroviarios entre Badajoz y las dos capitales peninsulares en equivalencia
con los tiempos por carretera.
Así como la conversión del aeropuerto de Badajoz en aeropuerto regional ibérico, pudiendo
ofrecer sus servicios a un radio de 120 kms236.. Así como la dotación, a medio-largo plazo, de
trazado de autovía para la conexión de Badajoz, por Zafra, con la futura autovía de la Plata (lo
que situaría la distancia entre Sevilla y Lisboa, las dos principales metrópolis del Sur peninsular,
en poco más de tres horas de viaje, con menos de 400 kms de autovía).
Naturalmente, ello exige el establecimiento de redes de cooperación entre las ciudades de
este corredor, que permita, como ocurre en las grandes ‘city-region’, una estrecha relación entre
los capitales, el comercio, los flujos de información y conocimiento, el trabajo, el turismo, y los
intercambios culturales, relaciones que que deben garantizar una extremada movilidad entre
todas ellas (Friedmann, 1998). Estas redes son mucho más importantes, y determinantes del
desarrollo económico local, que las redes promovidas en el marco de la UE entre ciudades
extremadamente alejadas (no sólo geográficamente, sino sobre todo en términos culturales y
económicos) entre sí, y que no han conducido hasta la fecha237 a mucho más que a los
tradicionales hermanamientos238. Friedmann propone tres aspectos como esenciales a tener en
cuenta e identificar con exactitud para tener éxito en la estructuración de estas redes urbanas: 1)
la competencia entre ciudades, 2) las alianzas estratégicas entre ciudades, 3) el intercambio de
información.

236
La disponibilidad de transporte aéreo de personas es esencial para la consolidación del corredor a que hacemos referencia.
Por otra parte, la intensa mejora que en los últimos años se ha producido en la red regional de carreteras, así como las nuevas
dotaciones de autovía, convierten la localización del aeropuerto de Badajoz en plenamente funcional para la mayor parte de las
ciudades de Extremadura y Alentejo. Si bien tampoco debemos olvidar que, con la dotación de la autopista Badajoz-Lisboa, el
corredor dispone de aeropuerto trasatlántico siempre a menos de tres horas de carretera.
237
Por supuesto no olvidamos los beneficios que hayan podido derivarse de la realización de programas conjuntos financiados
por la Unión Europea.
238
Evora ha desarrollado una intensa política de redes. Se recoge en (Silva y Marchand, 1994)

- 217 -
14.
Ciudades que se mueven: bananas,
arcos, diagonales y triángulos
en la península ibérica y Europa

Cuando hablamos de situar un territorio en un espacio de mayor escala, como el que


corresponde tanto a la Península Ibérica como al conjunto de la Unión Europea, estamos
hablando casi de un divertimento. Pues hasta la fecha no se ha demostrado que ninguno de los
innumerables modelos explicativos de la expresión física en el territorio del desarrollo
económico y social sean explicativos, y en consecuencia puedan llegar a ser normativos, salvo
en la medida en que sean propuestos como imágenes, futuribles de la voluntad.
Por el contrario, en la mayoría de los casos -sea cual sea el aparato cuantitativo sobre el que
descansen239- se trata de modelos únicamente descriptivos, que caen en el mero empirismo
abstracto cuando pretenden proponer proyecciones tendenciales. A menudo, los propios autores
especializados en este tipo de trabajo deben reconocer que “la clasificación en niveles
jerárquicos era muchas veces un artificio estadístico no siempre acorde con la realidad”
(Precedo, 1987:75).
Así, hace menos de dos décadas era comúnmente admitida en los ámbitos académicos la
concentración del desarrollo económico y la dinámica urbana en España en un triángulo
altamente integrado en el Nordeste español, con vértices en Asturias, Levante y Cataluña, siendo
los flujos más abundantes entre los vértices de Asturias y Cataluña, estando el resto del país
caracterizado por le presencia de núcleos urbanos escasamente vinculados en materia de flujos
con otras ciudades (Ferrer y Precedo, 1982). Sin embargo, la situación actual sólo remotamente
guarda relación con ese cuadro descrito; no tanto -o no únicamente- por los cambios producto
de la reestructuración industrial (Rodriguez Pose, 1995) con los que a menudo se pretende
camuflar los errores de previsión, como por la propia dinámica de los territorios y ciudades,
coadyuvada -eso sí- por las transformaciones tecnológicas y los cambios en los procesos de
comunicación.
En realidad, si atendemos a perspectivas más globales, ni siquiera los diversos empiristas
abstractos coinciden en las conclusiones a las que los análisis funcional, de flujos o morfológicos
nos conducen. Así, un vasto número de investigadores concluyen, cuando observan las
reestructuraciones espaciales provocadas por el paso de la sociedad industrial a la post-industrial,
por el advenimiento de la Sociedad de la Información, la Globalización y el resto de factores de
cambio que han impactado en las últimas décadas -ya hemos apuntado al respecto en otro

239
Normalmente diversas formas de análisis multifactorial con el que, gracias a las posibilidades de cálculo que hoy nos brinda
la tecnología, se cruzan y entrecruzan decenas -a veces centenares- de variables físicas (evolución y características de la
población, migraciones, estructura y dinámica de la producción, infraestructuras, equipamientos científicos, recursos naturales...
hasta donde queramos llegar), a la espera de ver que ‘nos dice’ la estadística. De ahí se han derivado decenas de clasificaciones
y jerarquías de ciudades, a menudo obsoletas casi inmediatamente después de finalizados los cálculos, que por razones obvias
deben basarse en datos de tipo censal normalmente anticuados desde el momento en que están disponibles a los investigadores.

- 218 -
apartado- , que todo ello conduce a una mayor concentración de la producción, el capital, la
información y en suma el bienestar en los grandes centros decisorios, ya hablemos de
megalópolis financieras, ciudades globales, ciudades-mundo, etc. Es la línea apadrinada
fundamentalmente por Sassen y Castells.
Sin embargo, sobre los mismos datos otro no menos extenso grupo propone que el hecho
más significativo es la aparición de nuevos espacios de crecimiento que se estarían convirtiendo
en los principales beneficiarios de la recuperación económica. Las denominaciones son
extremadamente variadas, por cuanto en realidad se refieren también a realidades no menos
diversas: las Edge Cities norteamericanas (Garreau, 1992), en referencia a los centros suburbanos
que han incrementado su protagonismo (Cervero, 1989), y en general a los ciudades nuevas del
sprawl de las metrópolis (McGovern, 1994); las pequeñas y medianas ciudades que se
beneficiarían de la deslocalización y desconcentración de las tecnologías de la información
(Campos Venutti, 1985); los famosos ‘distritos industriales’ popularizados por italianos y
madrileños (Piore y Sabel, 1990); o los ejes de desarrollo flexible, las ciudades tecnológicas
francesas (Rodriguez Pose, 1995), etc.
Lógicamente, frente a estas posiciones debe haber un tercer grupo, más ecléctico quizás y
dentro del cual habría de incluirse nuestra posición. Esta tercera posición parte de las
aportaciones de (Benko y Lipietz, 1992), que ponen de manifiesto que, efectivamente, las
regiones que ganan con la reestructuración -si es que es tal- son regiones urbanas, preferentemen-
te las mayores y tradicionales metrópolis; sin embargo, entiende que ello no es óbice para que
nuevos espacios puedan alcanzar protagonismo, en unos casos, y en otros ‘salir’ incluso de su
posición estrictamente periférica:
“Por tanto, el pro ceso de internacionalización y el desarrollo de ciudades contradice
una supuesta tende ncia hacia la d ominación metropolita na e incluso da pie a pensar en el
‘renacimiento’ de ciudades intermedias en relación con el poder de las g randes metró polis”
(Cappellin, 1992:30)
Por tanto, a pesar de nuestro escepticismo respecto de los tradicionales análisis espaciales,
no es menos cierto que existen evidencias empíricas que pueden derivarse de la observación
espacial. Modelos interpretativos que, en la medida en que sean acertado, pueden ayudar al
establecimiento de estrategias de desarrollo tanto urbano como regional. Hipótesis que, más con
la ayuda de la intuición científica (la ‘imaginación sociológica’ que diría Wrigth Mills, pero
aplicada al espacio), que con la de los datos, nos permiten pronosticar una evolución posible
siempre que se den determinadas circunstancias. En esta línea van los más recientes trabajos
sobre la dinámica espacial del desarrollo, siendo la literatura sobre el denominado Arco
Mediterráneo uno de los más interesantes ejemplos de estas nuevas posiciones -ver, para una
revisión de textos sobre ese espacio, (Salvá, 1997)-. Lo cierto es que, exista o no el famoso arco
mediterráneo, la reflexión sobre el mismo está ayudando a las ciudades y regiones que
hipotéticamente lo compondrían a establecer políticas apropiadas de inserción en la economía
global, coadyuvando así a los procesos naturales de sus propias estructuras económicas y
sociales.
En este sentido, hay en España interesantes antecedentes en esta línea de aproximación, que
lamentablemente no fueron suficientemente tenidos en cuenta por los planificadores, debido
esencialmente la escasa consideración de los análisis espaciales de origen sociológico. Así, el
informe sociológico FOESSA de 1970 preveía que,
“en las próximas dé cadas, el mapa de la estructura urbana peninsular evolucionará del
modo siguiente: 1 . Urban ización cre ciente de la costa m editerrán ea, Ma drid, Lisbo a y costa
cantábrica. 2. Desarrollo de los nudos interiores de enlace: Valladolid, Burgos, Zaragoza y
quizás Albacete, Bail én y Badajoz. 3. Detención relativa del proceso urbanizador en

- 219 -
Oporto-Galicia y en las ciudades medias de la campiña andaluza” (FOESSA, 1970:1190)
Dejando a un lado el caso de la conurbación Oporto-Galicia, que obviamente ha seguido
desarrollándose intensamente en estas tres décadas, no cabe duda de que el resto de las
previsiones se han cumplido con bastante exactitud., y que el modelo espacial actual en la
Península Ibérica, después de choques tan profundos como la llamada crisis fordista, la
globalización, la incorporación a la UE, o la desaparición de las fronteras, se parece bastante al
sugerido en aquel informe..
Se trata, en suma, de acercamientos al comportamiento espacial de las ciudades, así como
de la economía y de la dinámica social, más centrados en la observación ‘a pie de obra’,
atendiendo a las particularidades del mismo y dejando hablar al propio territorio (en lugar de
estrujarlo estadísticamente o ‘gis-ísticamente’). Es en esta línea en la que se plantea nuestra
interpretación del espacio objeto de nuestro análisis, y de su reposicionamiento en el marco
espacial ibérico y europeo.

Las grandes tendencias espaciales en Europa y la península ibérica


Veamos en primer lugar cuáles son los grandes modelos interpretativos de la dinámica
espacial europea en estos momentos. Como veremos, algunos son redundantes, y otros
contradictorios, pero todos ellos constituyen hipótesis a considerar. El problema de casi todos
ellos es que pretenden una interpretación global y totalizante, que se hace imposible en la medida
en que por su parte terminan en las propias fronteras comunitarias y no pueden leerse en sus
respectivas conexiones con las redes planetarias. De ahí que nos parezcan mucho más
interesantes aquellos modelos que se limitan a espacios concretos. Estamos de acuerdo con (Hall,
1993:893) en la dificultad de expresar la existencia de un sistema urbano europeo, existiendo
más bien un conjunto de sistemas nacionales diferenciados entre sí de forma clara por causa de
diversos hechos históricos, si bien no es menos cierto que la desaparición de las fronteras ha
provocado la interconexión de no pocos de estos sistemas nacionales, o redes urbanas,
conformando nuevos espacios para la interpretación.
Sin duda, el modelo más conocido, basado en las posiciones que entienden que los cambios
están conduciendo a una mayor centralización y jerarquización de los espacios, es el de la banana
azul, que expresa la idea de la concentración de los flujos económicos y financieros en un pasillo,
y que fue lanzado por la DATAR a finales de los años ‘80, según está expresado en (Brunet,
1989). Se trata esencialmente de un corredor metropolitano que se extendería, atravesando mares
y montañas, prácticamente entre Londres y Milán.
Otros autores hablan de la megalópolis europea para referirse a este espacio, pero lo cierto
es que, a pesar de que en la zona hallamos la mayor densidad urbana, no esta claro para todos los
autores que exista una continuidad clara, ni siquiera en los términos en que hace tres décadas se
enunció el concepto de megalópolis referida a la región que se extiende entre Boston y
Washington y tomando a Nueva York como centro (Gottman, 1973).
De ahí que otros prefieran distinguir entre lo que serían las capitales centrales de Europa,
que constituirían la auténtica megalópolis europea, y el denominado arco alpino. Es en estos
términos como se plantea la red urbana la propia Comunidad, al diseñar los programas de coo-
peración interregional, y de hecho la Dirección General de Políticas Regionales de la Comisión
estableció un modelo de interpretación espacial de la dinámica regional europea en esa línea,
denominado Zonas Transregionales de Europa (1991), modelo que otros autores modifican
sensiblemente para intentar acercarse más a la variabilidad espacial existente. Pues, ciertamente,
incluir al Alentejo litoral en una misma unidad de análisis y acción con el País Vasco, Bretaña

- 220 -
o Gales es ciertamente un poco forzado; del mismo modo que lo es el asimilar Córcega y
Cerdeña a Cataluña, el área metropolitana de Marsella o el hoy dinámico Languedoc. En unos
casos (Cappellin, 1992) se opta por un reagrupamiento de los polígonos, y en otros (Daviet, 1994;
Salvá, 1997) se opta por centrarse en determinados espacios-problema, como el Arco
Mediterráneo, distinguiendo muy bien los fragmentos que constituyen dicho espacio.

GRAFICO 30

Este modelo, en su simplicidad, parece mucho más realista por cuanto sin abandonar los
posibles puntos de encuentro entre los distintos subsistemas, o redes, nos delimita espacios

- 221 -
mucho más concretos y, a la vez, posibilita empezar a distinguir vacíos240.
Sobre ese modelo encontramos cinco grandes áreas o redes urbanas peninsulares, casi todas
ellas transnacionales, a considerar como hipótesis: el llamado arco mediterráneo, claramente
transnacional, según lo definió la DATAR, entre Alicante y Génova; la fachada del Golfo de
Vizcaya, entre La Rochelle y Gijón; la conurbación de Finiesterrae, entre Oporto y A Coruña;
la fachada del Estrecho, que recogería el Algarve y Andalucía (la conurbación murciana de la
costa formaría en realidad parte del Arco Mediterráneo); y la no menos conocida Diagonal
Continental, que en este modelo se extiende entre Lisboa y Madrid.
Deteniéndonos en el ámbito nacional, en el siguiente esquema se recogen los conjuntos
territoriales y ejes que, según el Plan Director de Infraestructuras elaborado en España a
principios de los años ‘90, articulan en la actualidad el espacio. Aparecen dos ejes esenciales, de
un lado el hoy denominado Arco Mediterráneo, en este caso entre Murcia y la frontera francesa,
y en segundo lugar el Corredor del Ebro, que conecta dicho Arco con la Región Urbana Vasca.
Asimismo, se señalan una serie de ejes en proceso de consolidación: el más importante, aunque
relativamente forzado en su diseño -sobre todo en la extremidad superior- sería el Eje Levan-
te-Madrid-Asturias, que se cruza con un supuesto Eje Valladolid-Burgos-Región Urbana Vasca
(denominado en el proyecto Eje de los Portugueses), y supuestamente conectaría también -a
través de Despeñaperros- con con el Corredor de Andalucía Occidental. En fin, aparece como
destacable el fragmento gallego del hoy denominado Arco Atlántico, denominado aquí Eje
gallego-Portugués.

240
En el marco de las políticas de desarrollo, y al menos desde la óptica sociológica, deberían ser mucho más interesantes los
vacios producidos por la entretejida red global, que los nudos megalopolitanos. Como hemos apuntado en otros apartados, es
en esos vacíos en donde la dicotomía rural/urbano sigue teniendo hoy algún sentido.

- 222 -
GRAFICO 31
Sin embargo, lo que sobre todo nos interesa señalar en este modelo, establecido precisamente
para fijar (es decir, para justificar ideológicamente) la localización de nuevas infraestructuras
metropolitanas, urbanas e interurbanas en la década de los ‘90241, es el radical olvido, a pesar de
responder a análisis y objetivos ya plenamente enmarcados en la Unión Europea, de la parte de
la Península en la que se ubica Portugal. En el PDI la raya, como hemos señalado ya con
anterioridad respecto de los precedentes Planes de Desarrollo, parece ser para los planificadores
españoles no una separación administrativa sino una línea de costa. Al contrario de lo que los
análisis territoriales europeos venían considerando desde mediados de los años ‘80, según hemos
visto, y que respecto al espacio que nos ocupa es una cuestión esencial.

La posicion y el cambio virtual de posicion


En este marco, que conduce a los planificadores territoriales incluso a olvidar la existencia
de otro país al otro lado de la frontera, es plenamente aceptable nuestro concepto de las ciudades
que se mueven. Pues, efectivamente, la perspectiva territorial global del espacio que nos ocupa,
como transfronterizo, nos muestra cómo la mesópolis pacense ha pasado de estar situada
virtualmente en el borde de la nada, a situarse virtualmente en una interesante posición
estratégica.
Debemos retomar, para explicar esta situación, algunos de los elementos teóricos centrales
que hemos desarrollado en otros capítulos en relación con la urbe global y su concreción física
en el territorio.
Hemos visto cómo uno de los elementos de la globalización, no el más estudiado es el
surgimiento de una dimensión de la ciudad que supera los perfiles de lo físico. Hemos hablado
así de urbe global, utilizando la denominación de global no en referencia a tamaños individuales
-como hace la ‘escuela’ de Friedmann desde una perspectiva territorialista, o la de Sassen desde
una perspectiva productiva-, ni siquiera exactamente desde la perspectiva formalista de Doxiadis,
sino para designar un proceso por el que los aspectos físicos y morales de la ciudad se extienden
a todos los rincones del universo, civi-lizándolo.
Hay pues una urbe global que se superpone a la territorialidad de las ciudades físicas,
modificando su conformación territorial. Todavía podemos distinguir fácilmente cómo los nudos
de la urbe global, más o menos importantes demográficamente, más o menos influyentes
económica, política o culturalmente, siguen correspondiéndose en parte con centros históricos,
para los que conservamos la rudimentaria definición de ciudades, aunque ahora las llamemos
megalópolis o incluso ciudades-mundo. Pero se hace cada vez más difícil una correspondencia
directa entre esos espacios sociales y los lugares físicos en los que las ciudades surgieron y se han
desarrollado. Debemos hablar por tanto también de centralidades virtuales, que en parte pueden
corresponderse con perímetros administrativos diferenciados, pero también con un conjunto de
posiciones sociales interconectadas geográficamente y ubicados en lugares físicos a veces muy
alejados entre sí.
Por otra parte, la influencia de los nuevos centros virtuales, así como la modificación de la
tecnología de las comunicaciones, está a su vez determinando desplazamientos virtuales de

241
Aunque establecido por el anterior Gobierno de España, el actual Gobierno ha mantenido en lo esencial los criterios del PDI,
introduciendo únicamente algunos cambios en cuanto a la jerarquía de prioridades de algunas de las obras, así como
incorporando algunos proyectos de autopistas de peaje no previstos por el PDI.

- 223 -
determinadas localizaciones físicas, que por lo demás no parecen responder al criterio de
centralización jerárquica implícito en el paradigma de las ciudades-mundo.
En este sentido planteamos el ‘cambio de posición’ que un lugar físico (en este caso la
ciudad de Badajoz, a la que definimos como mesópolis transfronteriza), adopta por efecto de un
conjunto de cambios tanto físicos -maduración de planes de regadío, mejora de las comunicaco-
nes terrestres...- como virtuales -desaparición de las fronteras de la UE, internacionalización de
la Economía, conexión a la red mundial de telecomunicaciones...-. ‘Moviéndose’, en tanto que
lugar, de una posición, como capital -a su vez excéntrica- de una provincia de 600.000
habitantes, periférica y situada en un fondo de saco -el telón de corcho-, a una posición central
en un espacio poblado por más de doce millones de habitantes, articulado por tres metrópolis:
Madrid, Lisboa y Sevilla
Es decir, la posición de una ciudad puede sin embargo modificarse, como efecto de los
cambios que se producen en su entorno. Creo que este fenómeno se está produciendo ahora en
general respecto a las ciudades de Extremadura y Alentejo, y más concretamente respecto de la
mesópolis de Badajoz. Veamos cómo, al nivel de modelos abstractos, se concreta esta
interpretación espacial.

La mesópolis de Badajoz en sus nuevas posiciones geoestratégicas


En el documento Network Strategy for Medium-Sized Cities, elaborado por el conjunto de
ciudades que junto a Évora forman una red europea de ciudades medias, se plantea como
hipótesis una prolongación virtual del corredor metropolitano europeo, hacia el Suroeste,
conectando las principales ciudades del Norte y el Centro de Europa con las capitales
peninsulares (Silva, 1994a:59). La propuesta tiene cierta lógica, más política que económica, pero
es en cualquier caso una tendencia ilusionante para nuestras regiones, que ha llegado ha generar
algunas iniciativas en el marco del Consejo de las Regiones, tendentes a la potenciación de la ya
citada Diagonal Continental.
Por otra parte, además de los cambios de posición virtual de los espacios que se produce por
efecto de la unión de fronteras, en cuyo marco hay que incluir el eje potencial de la Diagonal
Continental, es un hecho ya establecido en el análisis regional que la creación de nuevas
infraestructuras de comunicaciones y transportes contribuye poderosamente al establecimiento
de nuevas interacciones. En este sentido, y si bien no es producto de la planificación -pues como
hemos señalado siempre se ha olvidado la existencia de Portugal en la planificación del
desarrollo en España-, debemos tener en cuenta que la mejora en las comunicaciones en el eje
Lisboa-Valencia puede tener asimismo cierta incidencia en la posición relativa de la mesópolis
de Badajoz. El proceso -mucho más lento que en lo que se refiere al sistema radial de
comunicaciones, que sigue siendo el básico en España- en la mejora de las comunicaciones
transversales a la Península viene contribuyendo desde hace tiempo a un fuerte incremento de
las relaciones económicas no sólo de Extremadura sino de Portugal con el Arco Mediterráneo.
Los últimos planes españoles de carreteras han previsto la mejora del sistema de carreteras
Badajoz-Ciudad Real-Albacete-Valencia/Alicante, e incluso el actual Gobierno planteó en un
momento dado la posibilidad de construcción de una autopista de peaje en dicho eje (actualmente
harían falta 320 nuevos kms de autovía o autopista para conectar por vía rápida Badajoz con el
Mediterráneo). De forma que es posible hablar también de un eje potencial
Lisboa-Badajoz-Ciudad Real-Albacete-Alicante/ Valencia que, casi en el centro de la Península,
conecte económicamente el Arco Atlántico y el Arco Mediterráneo.

- 224 -
GRAFICO 32

Por su parte, en otros documentos hemos señalado para las principales ciudades extremeñas
"la posición relativamente buena en el triángulo Madrid-Lisboa-Sevilla" (Baigorri, 1990:10).
Esta imagen del triángulo, que tan ampliamente ha sido luego utilizada en la ciudad, es sin duda
el apunte más importante que la interpretación espacial de la mesópolis de Badajoz nos sugiere.
Basamos esta hipótesis en la analogía espacial de la nueva posición virtual de Badajoz con
la sustentada por Zaragoza a partir del desarrollo de las redes de comunicación en los años ‘60,
situándose en un punto equidistante entre Madrid, Barcelona y Bilbao, esto es en el centro de los
más intensos corredores de flujos económicos de la Península.
No cabe duda de que ha sido esa posición la que ha permitido a Zaragoza convertirse en una
de las principales ciudades -y sobre todo centros económicos- españoles, así como ha permitido
más recientemente el propio desarrollo del Corredor del Ebro, articulado precisamente por
Zaragoza.
Asimismo, nos encontramos con que Badajoz, gracias al reciente desarrollo de las
infraestructuras de comunicaciones -autovías, redes de telecomunicaciones, oleducto y
gaseoducto, a medio plazo con mejoras en el ferrocarril-, se sitúa en un punto casi central de ese
triángulo Madrid-Sevilla-Lisboa, esto es un espacio con una población de entre 10 y 12 millones
de habitantes (según la delimitación que tomemos). Podemos pensar incluso en una nueva
articulación del espacio interior de la Península, nunca considerada, gracias al desarrollo de las
vías de comunicación y a la ruptura de la frontera de Portugal: un rectángulo cuyas esquinas
serían Oporto, Lisboa, Alicante-Murcia y Valencia, en el que Madrid ocupa una posición central,
pero en el que aparecen nudos articuladores de importancia como Albacete en el Este y Badajoz
en el Oeste. Pero hablamos de virtualidades, que requerirían nuevas investigaciones complemen-
tarias.
No obstante, y pensando en el más realista modelo del Triángulo del Sudoeste, debemos
apuntar que encontramos previsible un comportamiento de la mesópolis sensiblemente distinto,

- 225 -
respecto a su territorio de influencia, que el de Zaragoza, que ha centralizado y acumulado todo
el crecimiento aragonés de las últimas cuatro décadas. En este caso partimos de una situación
sensiblemente distinta, pues que ya existen, como se ha puesto de manifiesto, una serie de ejes
de desarrollo potencial en la región, a lo largo de los cuales se dispersa en el territorio regional
el crecimiento.
Al contrario de que lo que ocurría en Aragón cuando se inició, en los años ‘60, el despegue
de Zaragoza beneficiándose de su posición estratégica entre Madrid, Barcelona y Bilbao (y
Valencia, según otras interpretaciones espaciales), el conjunto de Extremadura-Alentejo dispone
de pujantes ciudades medias que van a absorber parte del crecimiento, evitándose así el
gigantismo de la principal ciudad a costa del resto, como ocurrió en Zaragoza (Gaviria, Grilló,
1975).
Cuando Zaragoza inicia su despegue, el resto de las ciudades y pueblos de la región se
hallaban en un proceso de decadencia demográfica y económica, mientras que, particularmente
en el caso de Extremadura, no es esa la situación de partida. El fuerte desarrollo que en los
últimos tiempos está tomando el Sur de la provincia, en torno a Jerez de los Caballeros, o el
Norte en torno a los valles de La Vera y El Jerte, marcan diferencias sustanciales.
Los más recientes datos del Anuario Comercial de España (ACE, 1998) muestran la
dispersión territorial242, a pesar de la importancia de Badajoz, según hemos reflejado en el
siguiente esquema.

GRAFICO 33

242
Con los errores lógicos de los análisis a distancia y basados en el mero análisis estadístico, como es vincular Miajadas a
Cáceres y no a la agrópolis de Don Benito de Villanueva, o Navalmoral con Talavera de la Reina, cuando su cone xión y razón
de vida son las Vegas del Tiétar (incluida Almaraz).

- 226 -
En suma, aceptando que la nueva posición virtual de Badajoz va a beneficiar sustancialmente
a Badajoz y su área mesopolitana, en modo alguno va a poder plantearse la nueva situación en
términos de Badajoz contra Extremadura o Badajoz contra el Alentejo, tal y como durante
décadas se ha planteado el concepto de Zaragoza contra Aragón, o incluso Barcelona contra
Cataluña. Por lo demás, hay dos hechos fundamentales que limitan poderosamente las
posibilidades expansionistas de Badajoz: en primer lugar, la ubicación de la capitalidad regional
en una ciudad de su área de influencia, pero que posee entidad e impulso propios; y en segundo
lugar, la existencia de una segunda capital provincial en la región, con una influencia política en
la región totalmente equidistante de la de Badajoz. En este sentido, la región debería tomar
conciencia de la importancia de la potenciación de la mesópolis pacense, pues dado el carácter
difuso del desarrollo económico en Extremadura, el crecimiento de Badajoz en modo alguno va
a realizarse a costa del resto de la región, sino que va a potenciar al conjunto al disponerse de un
centro de servicios de escala adecuada.

- 227 -
15.
La síntesis abierta
“La vida es breve, y la información inacabable: nadie tiene tiempo para todo”
Aldous Huxley, Nueva visita a un mundo feliz, 1958

Al terminar la redacción de un documento que recoge un proceso de casi cuatro años de


trabajo orientado en una dirección243, a las dificultades que han debido superarse, tanto teóricas
como prácticas, para llevarlo a buen fin, se añade una nueva: la de realizar una síntesis del
documento, y establecer conclusiones. Esta dificultad deriva, atendiendo al propio proceso
productivo, de ciertas limitaciones estructurales que paso a comentar brevemente.
De una parte, este trabajo está hasta tal punto anclado en el concepto de red que, como las
redes neuronales, se expande en múltiples direcciones no siempre fáciles de controlar. Mi propia
forma de escribir contribuye a ello, ya que no maduré mi forma de expresar los conocimientos
de la mano de los clásicos de la Sociología -de quienes luego tanto he aprendido-, sino de los
clásicos del Periodismo y también de los escritores modernos. En su forma mi escritura debe más
al Tom Wolfe de La izquierda exquisita o El coqueto aerodinámico roncarol color caramelo de
ron, a Italo Calvino o Leonardo Sciaccia (en los cuales hay, por otra parte, más Sociología que
en los sociólogos de los ‘60 o los ‘70), que a los Grandes Padres e Hijos de la Sociología244. En

243
Al iniciar mi programa de doctorado, en 1995, tenía claro que deseaba estudiar el proceso de urbanización del regadío. De
alguna manera quería cerrar un ciclo, de dedicación a los temas de Sociología Rural y Urbana vinculados con ese aspecto de
la realidad rural. Sin embargo, a medida que avanzaba en la necesidad de circunscribir el asunto, según los cánones aceptados
respecto a lo que habría de ser, o podría ser, en su día, una tesis doctoral, me veía empujado a desviar mi atención en direcciones
diversas, a la búsqueda de claves novedosas de interpretación. Así, lo que inicialmente se planteaba como una investigación
general sobre los espacios de regadío, se fue concretando en el proceso de urbanización de las Vegas del Guadiana; más aún,
a medida en que los trabajos de doctorado, y las oportunidades que me eran brindadas para investigar o discutir en torno a estas
cuestiones, iban tomando forma, estuvo claro para mí que el tema sobre el que ya estaba de hecho trabajando era el papel que
la ciudad de Badajoz, como consecuencia de la maduración de los regadíos del Plan Badajoz, cumplía respecto a su entorno.
La investigación que dirigí sobre la estructura socioeconómica del municipio en 1995, financiada por el Fondo Social Europeo,
me hizo definitivamente atractiva la vuelta a una perspectiva más urbana, en parte abandonada por el cansancio inherente a años
de trabajo en planeamien to urbano. La tentación de avanzar por la vertiente teórica, más gratificante que la praxis urbana, fue
difícil de resistir.
A finales de 1996, al par que tramitaba la inscripción definitiva del proyecto de tesis, tuve ocasión de discutir con un
grupo de investigadores sobre el interés de la hipótesis de Badajoz como mesópolis transfronteriza, y los resultados me animaron
a dirigir mi trabajo, definitivamente, en esa dirección. Una corta estancia en la Universidad Autónoma de la Baja California, en
Mexicali, y el contacto con investigadores tanto del Colegio de la Frontera Norte de Méjico, como de la San Diego State
University, en 1997, me aportaron la perspectiva adecuada para abordar esa nueva dimensión transfronteriza.
Como corresponde a un trabajo de estas características, he procurado confrontar en todo momento mis avances,
presentándolos en cuantos foros me ha sido posible. Asimismo, como es pertinente he procurado publicar aquellos apartados
que iba considerando cerrados, no con la intención de marcar el terreno, sino con la esperanza de encontrar respuestas críticas
que pudiesen ayudarme en mi trabajo. Gracias a ese proceso he podido incorporar perspectivas nuevas, o revisar algunos
planteamientos inicialmente erróneos.

244
No deja de ser curioso que durante años sufriese la crítica (positiva, pero crítica al fin) de que no hacía periodismo, sino
sociología. Años más tarde, tras fundirse mi formación de periodista con el magisterio de un sociólogo tan atípico como Mario
Gaviria, debí sufrir a menudo la acusación de que no hacía sociología, sino periodismo. ¿Pero hay dos métodos para el
conocimiento de la realidad más cercanos que la Sociología y el Periodismo?. Mi admiración por Patrick Geddes, Lewis
Mumford, Robert Ezra Park, David Riesman, Alvin Toffler y tantos otros que anduvieron a caballo del Periodismo y la
Sociología me ha permitido superar interiormente esa ambivalencia que diría Merton. Más aún, siento auténtica compasión por

- 228 -
el Calvino de Si una noche de invierno un viajero, hay un índice que guarda una lógica, hay una
serie de conceptos que aparecen aquí y allá, hay descripciones y hay sensaciones que uno puede
tomar como hipótesis virtuales... Sin embargo, ¿hay un planteamiento, un nudo y un desenlace?.
Sin duda alguna lo hay, y el buen lector así lo pre-sentirá al terminar su lectura; pero probable-
mente el autor sería incapaz de explicar en esos términos su obra. Puede sonar un poco
feyerabendiano, pero es la dura realidad que acompaña a menudo al acto creativo. El concepto
de obra abierta, que puede aplicarse no sólo a la creación artística, sino también a la ciencia, más
aún si aceptamos la propuesta de Nisbet de que la Sociología es ‘una forma de arte’.
Por otro lado, hay otra limitación de tipo estructural. Cuando uno elabora una tesis doctoral
a los veinticinco o los treinta años, puede llegar a saber mucho de alguna cosa -lo cual siempre
será poco-, y ponerlo todo junto es relativamente fácil. Pero cuando se hace con más de cuarenta
cumplidos, y con veinte a la espalda de inmersión en la investigación aplicada, uno sabe algo de
demasiadas cosas, y es mucho más difícil centrarse (salvo cuando existe un encargo concreto de
por medio, que te obliga formalmente a reducir la amplitud del campo). Es difícil, por ello, no
caer en la ampulosidad, resistirse a la tentación de hurgar en todos los pocos que uno sabe; más
aún cuando la propia hipótesis que subyace en el origen de la investigación está fuertemente
anclada en investigaciones y trabajos anteriores. Y es especialmente difícil, además, cumplir el
axioma de hacer algo inédito y original: es fácil cuando se tiene capacidad y las alforjas de la
experiencia casi vacías, pero se hace cada vez más complicado no copiarse a sí mismo a medida
que las espaldas se van cargando. Por supuesto que he intentado en lo posible no cometer esos
errores, por cuanto uno es plenamente consciente del tipo de acto que está realizando, pero es
difícil estar plenamente seguro de haberlo conseguido. Si el producto del esfuerzo realizado en
el tiempo de elaboración de esta tesis aporta siquiera un pequeño ladrillo al edificio del
conocimiento científico de la realidad social, me daré por satisfecho.
En fin, la propia naturaleza de este trabajo, la explicación de su objeto de análisis (el papel
de la ciudad de Badajoz en su entorno ecológico más directo, y en el marco del proceso de
desaparición de la frontera entre España y Portugal), exigía asimismo una procelosa navegación
por los mares diversos de la transdisciplinariedad, sumido en el riesgo de dejar de lado algún
concepto importante, de olvidar algún autor, de malinterpretar alguna teoría. Tenía que hacer
Sociología Rural y Sociología Urbana, Geografía y Teoría del Desarrollo, Ecología y Análisis
Regional... en un trabajo que se pretende de partida sociológico.
Por todo ello, en el momento final de autoevaluar los resultados del esfuerzo realizado, uno
se siente aún más inseguro, si cabe, que al principio. ¿Me habré perdido entre la broza del tupido
bosque por el que me he adentrado?. ¿Era necesario llegar hasta el fondo de los presupuestos
sobre el análisis transdisciplinario de la ciudad y el territorio, profundizar tanto en el paradigma
ecológico, o debatir tan ampliamente la crisis de la Sociología Rural, para desarrollar mis
hipótesis sobre el papel de la mesópolis de Badajoz?. Pienso que sí, en la medida en que, una
vez completado el trabajo, la hipótesis de que el regadío es la clave para entender el desarrollo
y posición actual de la ciudad creo que se ha verificado; del mismo modo que los procesos de
urbanización puestos en marcha por la maduración del regadío han contribuido al mismo fin.
Pero así y todo dudo ahora de si era necesario semejante esfuerzo teórico.
Me pregunto también si habré olvidado algún elemento esencial. Sobre todo, porque a
medida que he venido avanzando en la elaboración de esta investigación, me he ido dando cuenta
de la necesidad de profundizar en muchos aspectos que apenas han podido ser apuntados. Por
poner un ejemplo, que me ha interesado particularmente desde que me plantee esta investigación:

aquellos/as colegas que son incapaces de unir al rigor de la Sociología la expresión flexible y amena del Periodismo.

- 229 -
¿por qué no analizar los flujos telecomunicativos entre Badajoz y su entorno?, ¿es posible
disponer de esos datos?, ¿está preparada la ciudad para responder al desafío de las telecomunica-
ciones en un marco transfronterizo?. Otro aspecto esencial -sobre el que de hecho estamos en
estos momentos empezando a trabajar-: ¿no debería haber investigado sobre la identidad, en
términos culturales, de la ciudad, y sobre las posibilidades de surgimiento de una identidad
regional transfronteriza en su entorno ecológico?. Desde otra perspectiva, ¿no debería haber
utilizado las aportaciones antropológicas de algunos autores, como Calvo Buezas245, sobre el
papel que los estereotipos y las actitudes de españoles y portugueses hacia sus vecinos
respectivos pueden cumplir en el proceso que hemos analizado?. ¿No debería haber investigado
en profundidad los programas de colaboración transfronteriza existentes en ambas regiones?.
Seguramente no era necesario, y es suficiente que ahora sea capaz de plantearme esos
interrogantes, si asumimos que una de las finalidades esenciales de la investigación científica no
es tanto establecer respuestas como abrir nuevas vías a la propia investigación, poner sobre la
mesa nuevos interrogantes, que permitan seguir avanzado en la validación o falsación de las
hipótesis provisionalmente aceptadas. Pero a uno le queda la duda de si ha cerrado en el
momento apropiado, de si ha cerrado en falso y debería haber seguido investigando esos nuevos
frentes que, a medida que avanzaba, se iban abriendo, o si por el contrario ha ido demasiado
lejos, más allá del punto de destino previamente trazado.

A modo de recopilación
Si uno se fija en el título de la investigación, sin leer los resultados en su totalidad, puede
estar tentado de concluir que se trata de uno más de los ya casi infinitos trabajos que, en los
últimos lustros, responden al tipo ideal de agenda para la investigación social que según William
Flanagan caracteriza hoy a la Sociología Urbana: “descubrir qué es lo que hace a cada ciudad
única en su respuesta a las fuerzas globales”. Este autor propone, en su exposición sobre la
Sociología Urbana contemporánea, que “desde mediados de los ‘80 hay un creciente énfasis de
la sociología urbana en el localismo y el empirismo, y un des-énfasis en las teorías que postulan
la inexorabilidad de las fuerzas globales o societales, que fallan al intentar explicar las
variaciones en el impacto de esas fuerzas en ciudades equivalentes” (Flanagan, 1993:137).
Según su interpretación, en el debate que a finales de los ‘70 se inicia entre la estructura y la
acción, esta perspectiva, potenciada por el estructuracionismo de Giddens, habría salido
victoriosa.
Sin embargo, este no es el caso. A mi modo de ver, el mayor esfuerzo no lo he realizado en
la descripción (que es en lo que suele quedarse esa nueva o postmoderna Sociología Urbana) de
las particularidades, ni siquiera en la explicación de la realidad social a partir de lo local, sino en
construir un modelo teórico de interpretación general de la evolución actual del propio concepto
de ciudad, así como en recuperar elementos de las grandes teorías para la explicación de los
procesos de ajuste del hecho local a la tendencia global. Mi trabajo se basa en la convicción de
la utilidad de teorías que vayan más allá de la suma de las acciones individuales -o de ciertos
grupos tomados como individualidades- para poder explicar los hechos empíricos246. No es a mí
sin duda a quien corresponde juzgar si lo he conseguido, pero de una u otra forma ese ha sido el

245
Recientemente Amando de Miguel ha dirigido otro interesantísimo trabajo sobre estas cuestiones, que habrá que tener en
cuenta en futuras investigaciones
246
En un ámbito de análisis bien distinto, el de la Sociología del Género, he intentado la limitada utilidad explicativa (aunque
no descriptiva) de las teorías estrategistas para comprender la acción y los hechos sociales (Baigorri, 1995f:11-29).

- 230 -
objetivo de este trabajo.

El proceso teórico
Los fundamentos teóricos de la investigación son -no podía ser de otra manera- variados y
transfronterizos. Pero todo el bosque puede recorrerse a través de unos pocos senderos, o puntos
programáticos:
a) La transdisciplinariedad de base holista como instrumento del conocimiento de los
hechos sociales, muy especialmente de aquellos hechos sociales en los que el espacio
juega un papel fundamental, y hacia los que confluyen disciplinas bien diversas.
b) El paradigma ecológico como núcleo teórico, entendido como un aggiornamento del
modelo POET de la Escuela de Chicago, pasado por el tamiz del materialismo ecológico
de Marvin Harris y su escuela de Antropología Cultural.
b) El concepto del regadío como hecho social, explicable como de naturaleza ecológica.
c) El concepto de Sociología de la Urbanización, como propuesta de superación de las
limitaciones de la Sociología Rural y de la Sociología Urbana a la hora de explicar los
procesos de modernización de ciertas tipologías territoriales tradicionalmente sustentadas
en la Agricultura
d) La urbe global, como modelo explicativo de las tendencias en la urbanización,
íntimamente unido al concepto de red frente al de estructura.
e) El concepto de mesópolis como particular tipología de inserción de ciertos lugares
físicos en la red de la urbe global.
f) El concepto de espacio transfronterizo, cosificado como hecho social.
Muchos de estos elementos no pueden decirse que sean novedosos. Incluso aquellas que
podrían ser consideradas como aportaciones propias, proceden como ha quedado dicho de
trabajos previos, que en ocasiones descansan en investigaciones realizadas hace casi dos décadas,
como ocurre con mi concepción de las nuevas funciones del denominado espacio rural en las
sociedades actuales, que se empezó a gestar en un pequeño estudio, sobre el espacio agrario del
Alfoz de Burgos, que realicé en 1976 dirigido por Mario Gaviria247.
Hagamos un recorrido que más o menos se acerque a la pauta marcada por el índice,
empezando por el principio. En este trabajo hemos partido de la convicción, y he encontrado
necesario sustentarlo con cierta amplitud, de que el análisis de la ciudad y el territorio no puede
realizarse con éxito anclado en una única epistemología disciplinaria. La Sociología, la
Geografía, o las Artes y Técnicas de la edificación y reconstrucción del entorno (esto es, la
aproximación urbanístico-arquitectónica al espacio) no son suficientes, tomadas individualmente,
para explicar las relaciones entre hombres y grupos sociales y el espacio, o para estudiar la
ciudad, o su posición en el territorio. Era preciso por tanto partir de una definición de la
Urbanística como ciencia transdisciplinar, cuyo objetivo en sentido amplio es el conocimiento
de las relaciones entre la sociedad y el medio físico-territorial en el que se desenvuelve la vida
humana. Y era necesario ampararse en esa Urbanística casi antes incluso que en la Sociología,
pero a la vez mostrar que esa Urbanística no sólo está alimentada también por la Sociología, sino
que debe formar parte sustancial de esta disciplina.
Esta posición multidimensional se sustenta, en buena parte -aunque no únicamente- en los
principios del materialismo ecológico, casi tal y como lo plantea Harris, y cuyos elementos
constitutivos esenciales (que no rompen por otra parte el modelo POET) serían:
247
De ahí que en algunos apartados haya considerado necesario el señalar incluso la cronología de mis trabajos de investigación
que los sustentan. De ahí la existencia de una cierta abundancia, en ciertos capítulos, de autocitas. Ha sido inevitable, pese a la
conciencia del riesgo de resultar pedante.

- 231 -
a) El determinismo no mecanicista de los ecosistemas naturales y artificiales, en
interrelación con el sustrato tecnológico, sobre las estructuras sociales y territoriales, así
como sobre las infraestructuras ‘mentales’.
b) La implementación del azar como variable de importancia en los hechos humanos, tal
y como ocurre en los hechos de la Naturaleza.
c) La hipótesis de que la obtención de la máxima eficiencia, en términos coste-beneficio,
condiciona los comportamientos, creencias y descubrimientos sociales.
Este paradigma nos ha permitido hacer de el regadío un concepto sociológicamente
operativo, definiéndolo como aquellos territorios que, formando una cierta unidad socioeconó-
mica y medioambiental, cuentan con una importante presencia de la agricultura de regadío. Así,
el regadío se manifiesta como una exitosa estrategia de adaptación ecológica y como un factor
de organización social (en suma, no hablamos de una tecnología, sino de un hecho social). En
el caso de nuestro objeto de estudio, así se pone claramente de manifiesto.
A partir de esos presupuestos, y aunque ha sido difícil, creo que se ha conseguido mostrar
cómo el regadío se instituye en un factor de urbanización, y a partir de este hecho concluir la
imposibilidad de utilizar los presupuestos y aparato teórico-metodológico de la Sociología Rural
para describir y explicar estos procesos, así como la necesidad de definir y desarrollar una
Sociología de la Urbanización que permita estudiar los procesos (esto es, no los estadios pre- o
post- urbanos) a través de los cuales se concretan, en la sociedad contemporánea, los procesos
de modernización e incorporación a la sociedad global. Partiendo, por supuesto, de la hipótesis
de que la modernidad no podemos definirla ni con la industrialización (una fase tecnológica), ni
siquiera estrictamente con el capitalismo, sino con la Urbanización, como hizo según principios
ecológicos ‘avant la lettre’ Geddes, y según principios filosóficos Lefebvre, esto es, buscando
un nombre apropiado para aquello sobre lo que reflexionaba.
A partir de este punto ha sido necesario desarrollar el concepto de urbe global, como
expresión de la urbanización del planeta humano a finales del siglo XX. Una vez más hablamos
de procesos, pues no nos estamos refiriendo a ningún tipo de ciudad, con una forma tipológica
o un tamaño definido; no hablamos de la metrópolis, la megalópolis o la recentísima metopo-
lis248, ni siquiera de las denominadas ciudades-mundo, sino del proceso por el cual los aspectos
físico-morales de la ciudad se extienden a todos los rincones del planeta (o el universo conocido)
civi-lizándolos. Este proceso, para el que es preciso tener en cuenta el concepto de sociedad red
tal y como lo hemos entendido en nuestro trabajo249 produce ciertamente una ciudad de
características distintas a las de las que hemos conocido. Y en la medida en que entendemos la
ciudad como un artefacto, como un instrumento de adaptación de las sociedades humanas al
medio, que se torna en un hecho social que a su vez condiciona las formas de organización,
debemos entender que el concepto de urbe global es inseparable del concepto de globalización,
no entendida únicamente como instrumento financiero -que lo es-, sino también como expresión
de la idea kantiana de progreso.
No obstante, ha sido necesario un análisis tipológico, ya que este trabajo se propone el
análisis de una ciudad media situada junto a una frontera en proceso de desaparición. Por tanto,
debíamos ubicar dentro de la hipótesis de la urbe global-esto es, desarrollando más ampliamente
el concepto de ciudad red- el papel que juegan las diversas tipologías físicas de ciudad; o, por

248
Concepto, definido por F.Ascher (1995), que he conocido con posterioridad al nacimiento del concepto de mesópolis, y que
no tiene nada que ver con el mismo, pues se refiere a ciertas formas de grandes regiones urbanas bastante asimilables al concepto
de megalópolis definido por Gottman.
249
Fue el descubrimiento, hace unos años, de las aportaciones hechas por Philip Hauser hace casi tres décadas, y el interés por
los avances neurológicos en el conocimiento del cerebro, lo que me encaminó en esa dirección.

- 232 -
expresarlo en la línea de nuestra argumentación, los distintos nodos que forman la red. Para ello
hemos debido discutir sobre la medida de las ciudades, sobre su posición en el espacio y sobre
sus funciones, así como hemos discutido el concepto de ciudad media, muy socorrido en la
investigación territorial y urbana de las últimas décadas, pero difícil de aprehender y sobre todo
de hacer operativo.
Así llegamos al principal instrumento, tal vez más metodológico que teórico, que entiendo
se aporta en esta investigación: el concepto de mesópolis. Un concepto que hemos debido
introducir para poder clasificar la ciudad que constituye nuestro objeto empírico de estudio.
Hemos hablado de las mesópolis como de aquellos centros urbanos con capacidad de
iniciativa que son implícitamente aceptados como cabeceras o líderes territoriales de parte de la
red urbana, pero que a la vez tienen conciencia de sus debilidades y dependencias respecto de la
red global de grandes ciudades y metrópolis, así como de su papel dinamizador respecto de su
hinterland, que será más o menos amplio en función, fundamentalmente, del sistema de
poblamiento imperante. No son por tanto ciudades pequeñas o medias que viven de su entorno,
que son parasitarias del mismo -algo consustancial a muchas ciudades medias, pequeñas capitales
administrativas-, sino que articulan -y sobre todo se articulan en- un hinterland productivo y
dinámico dentro del cual coexiste una red de ciudades pequeñas y medianas.
¿Qué aporta, en términos operativos, este concepto?. Creo que su utilidad es limitada, pero
evidente en el curso de la investigación. Nos ha permitido explicar la existencia de ciertos tipos
de ciudades que cumplen determinadas funciones metropolitanas, no explicadas suficientemente
con los conceptos de ciudad media, ni siquiera con el más reciente, de origen francés, de ciudad
intermediaria, respecto del cual se diferencia, básicamente, en que no se sustenta en el mismo
modelo estrategista, según el cual la posición de las ciudades respondería a una estrategia
definida por ellas mismas, a modo de individuos o actores; al contrario, considera que la posición
de las ciudades les viene en buena parte dada por aspectos estructurales, tanto de su entorno
como de la dinámica de la red global, en gran medida ajenos a los actores-ciudad. Ciertamente,
al menos en el caso de Badajoz no hallamos esa ‘growth machine’ definida por Logan y Molotch,
basada en la coalición de élites urbanas y orientada a potenciar el mercado local para los
inversores (Logan y Moloch, 1987:50).
Pero, sobre todo, el concepto de mesópolis nos permite avanzar un poco más en el desarrollo
de la hipótesis de la urbe global. Pues las mesópolis facilitan la integración en la urbe global de
los intersticios rurales, al contrario que las pequeñas y medianas ciudades no mesopolitanas, que
convierten a los espacios rurales en espacios aislados de la urbe global. Por su parte las grandes
ciudades tan sólo integran en la urbe global a los corredores a través de los cuales se comunican
con otras grandes ciudades y metrópolis, utilizando el espacio menos urbanizado antes como
sostén ecológico inmediato, ahora como jardín de la metrópolis. En este sentido las mesópolis
son intermediarias, pero a la vez van más allá.
Finalmente, hemos debido desarrollar, desde la perspectiva del Análisis Regional (nuevo
giro transdisciplinario), el papel de las fronteras, y sobre todo la conceptualización de las
fronteras en proceso de dilución. Hablamos de dilución, y no de desaparición, porque entendemos
que las fronteras rara vez desaparecen; cualquier límite político-administrativo establecido por
las sociedades humanas permanece de una u otra forma, durante mucho tiempo, material o
simbólicamente, mientras los espacios de un y otro lado se mantengan habitados. Al contrario,
en el caso de las fronteras intraeuropeas nos encontramos con un fenómeno de dilución: la
frontera como raya se diluye en los espacios circundantes, tornándose en región transfronteriza,
siquiera potencial (por tanto virtual, ya en construcción, parafraseando al Lefebvre que define la
Sociedad Urbana, en la medida en que todo lo que es posible tiende a realizarse).

- 233 -
El desarrollo empírico
Vemos, por tanto, cómo el aparente caos fractal adquiere un sentido de conjunto al
observarlo con cierta distancia. Era inevitable el tratamiento de todos los elementos teóricos que
hemos recorrido, para poder proceder al análisis del objeto empírico de la investigación: la
formación de un área mesopolitana de carácter transfronterizo en Badajoz, que se aborda en la
segunda parte del documento.
Buena parte de los conceptos desarrollados en la primera parte son de aplicación ahora, en
primer lugar para explicar la actual existencia de la ciudad (o mesópolis) de Badajoz como
culminación urbana del desarrollo agropolitano de los regadíos de las Vegas del Guadiana.
Ha sido preciso explicar sobre bases ecológicas la formación de la Extremadura actual, según
el modelo de las tres adaptaciones (la dehesa, la roturación para el cultivo de secanos y el
regadío), así la evolución del regadío en la región y su influencia en la ordenación territorial y
la formación de los actuales ejes de desarrollo.
Nos hemos detenido especialmente, en buena lógica, en el caso de las Vegas del Guadiana,
donde a lo largo de los últimos cuarenta años se ha venido formando un corredor, inicialmente
definible como agropolitano (y que de hecho se extendía algo más allá de la frontera portuguesa,
hasta Elvas), que está en la base de las tendencias urbanas actuales, y que constituye una
explicación satisfactoria a la supervivencia como ciudad media (a pesar de sus débiles
condiciones previas, como capital de provincias sin industria, excéntrica y en fondo de saco
respecto de los corredores económicos peninsulares), e incluso con fuertes tasas de crecimiento,
de Badajoz. Sin el desarrollo del regadío no es posible entender el crecimiento experimentado
por la ciudad en las últimas décadas.
Forzosamente debíamos dedicar el mayor esfuerzo descriptivo a la ciudad, si bien hay que
reconocer que el esfuerzo ha sido más de síntesis y de interpretación de estudios anteriores,
especialmente del estudio socioeconómico que dirigí en 1995. Se han profundizado y actualizado
aquellos aspectos que mejor definen y describen a Badajoz como ciudad de servicios, y se han
intentado interpretar las posibilidades que se abren en lo que a los servicios avanzados y el
cuaternario se refiere. Precisamente una de las cuestiones Lo que no pude hacer en aquel trabajo
he podido empezar a desarrollarlo en el marco de esta investigación: el estudio del proceso de
permeabilización de las fronteras intracomunitarias, y la extensión de la función metropolitana
de la Badajoz en el territorio portugués. La posibilidad de reflexionar conjuntamente con colegas
de Portugal, en diversas ocasiones, en torno a esta cuestión, ha sido especialmente útil, y creo
que, además de las aportaciones de este trabajo, con el mismo han quedado abiertas interesantes
vías a nuevas investigaciones en esa dirección.
Por otra parte, el desarrollo de nuestra hipótesis de la urbe global aconsejaba, finalmente,
ubicar ese espacio objeto de análisis en un marco más amplio, siquiera en los espacios peninsular
y europeo. De ahí que haya dedicado un último capítulo a esta cuestión, analizando con cierto
detenimiento el papel de la mesópolis de Badajoz en el conjunto de las redes urbanas de
Extremadura y Alentejo, así como en el marco de las grandes tendencias territoriales peninsulares
y europeas250.
Lo fundamental de esa aproximación supraregional es mostrar cómo en cierto modo, sin

250
Se observará que he dejado a un lado los tradicionales análisis poliédricos del espacio peninsular, dando por buenas -en lo
que tienen de aceptable- las nuevas analogías que se han impuesto en los últimos años, más orgánicas que geométricas. Quizás
el paso de las diascoras a las bananas hubiese merecido una reflexión más detenida y una más extensa documentación, sobre todo
teniendo en cuenta que al fin y al cabo nuestra interpretación del papel que en la red global puede jugar el espacio de esta
investigación se basa en la geometría más simple: la del triángulo; pero no es menos cierto que se hacía imperioso en ese punto
no extendernos en nuevas direcciones, y sobre todo terminar la investigación.

- 234 -
cambiar de lugar las ciudades pueden moverse, al cambiar su posición en la urbe global, esto es
en la red de comunicaciones entre los nodos fundamentales de la red. Una vez más, lo que
nuestra investigación nos señala es la posibilidad de, efectivamente, construir modelos teóricos
no sólo explicativos sino también prospectivos, al hallar situaciones que, efectivamente, se
repiten. Los paralelismos encontrados entre la evolución de Zaragoza, y la que pronosticamos
para Badajoz, deberían animar a afinar y desarrollar el modelo, con el fin de aplicarlo en otros
lugares.

Propuesta de conclusiones
La hipótesis central de este trabajo plantea las potencialidades de desarrollo y bienestar
de una región cuasi-natural transfronteriza, articulada por una ciudad media, dinámica
y en acelerado proceso de modernización, a la que hemos aplicado el concepto de mesópolis.
En cierto modo podría considerarse una hipótesis antigua, si consideramos los modelos
basados en las ciudades medias popularizados en los años ‘60 y ‘70, cuando los problemas
sociales, urbanísticos y luego económicos (financieros) de las grandes ciudades y metrópolis del
mundo desarrollado se manifestaron en toda su crudeza. Pero difiere sustancialmente de aquellos
modelos, basados en la planificación centralista y centralizadora, como la que casi acabó con las
pequeñas y medianas ciudades en muchos países del mundo. Allí se proponía una redistribución
planificada de la población, las inversiones productivas... una re-ordenación de los territorios
nacionales.
Aquí asumimos la limitada capacidad de intervención sobre un territorio que no es sino el
sustrato físico de la urbe global, pero a la vez otorgamos cierta capacidad de decisión a los
agentes locales -sólo cierta, pues como ha quedado expuesto, en el actual debate de la Sociología
Urbana no me sitúo del lado de la ‘agency’, al otorgar el peso que merecen a los factores
estructurales, tanto de tipo ecológico como económico-.
Por tanto, nuestra hipótesis plantea cierta posibilidad autoorganizativa de esos espacios, en
un mundo que se va en.red.ando251 y en el que las jerarquías urbanas apenas pueden sostenerse.
¿Frente a la marginación tradicional del espacio que nos ocupa, o frente a la neomarginación
posible a favor de la concentración de la actividad y la riqueza en las metrópolis de Madrid y
Lisboa, en un contexto de competencia y/o desconfianza de los polos potencialmente
dinamizadoras de Extremadura y Alentejo, es posible la articulación de este territorio como un
espacio quizás de no-riqueza, pero en cualquier caso de niveles razonables de bienestar y
creatividad, tomando como puntal a una mesópolis que actúa como motor articulador, y no como
capital parasitaria?.
Un espacio que, por otra parte, ha pasado de estar situado en un fondo de saco (tanto en el
lado español como en el portugués de la frontera), a posicionarse en el centro de un triángulo
geográfico en cierto modo privilegiado, entre tres dinámicas metrópolis ibéricas: Madrid, Lisboa
y Sevilla.
Si nuestra hipótesis es cierta, cosa que la investigación creo que ha confirmado, debemos
entender que ello es posible sólo desde la convicción de la existencia de una base económica
capaz de cumplir los papeles que se exigen a una mesópolis. Una base en lo posible endógena,
aunque el origen último lo hallemos en una actuación exógena y planificada -la transformación
en regadío de las Vegas del Guadiana-, y en lo posible sostenible, en el sentido de perdurable.

251
El juego de palabras no es muy sofisticado. En.red.ando es el nombre de una de las más populares ciberrevistas en español,
es decir de ese espacio virtual -Internet- que constituye la mejor expresión de la urbe global virtual.

- 235 -
Los siguientes elementos constituirían esa base:
a) Los regadíos. Su futuro aparece como sostenible, pero enfrentando importantes desafíos,
más allá de los derivados del debate sobre la Agenda 2.000 y la Política Agraria Comunitaria:
posibles ampliaciones, productividad, generación de empleo fijo, sostenibilidad ecológica, etc.
b) El desarrollo industrial, con un frente importante, pero no único, en la industria
agroalimentaria. De hecho, la función tradicional de la agroindustria como factor de acumulación
de capital se está verificando también en la zona, y empiezan a aparecer tímidamente inversiones
industriales que se diversifican.
Sin embargo, esa diversificación no se produce de forma polarizada, sino que se extiende
en una serie de corredores de flujos (de comunicaciones, de mercancías, de población, de
información en suma...) en la región. No es previsible por tanto que Badajoz actúe como polo
industrial (algo ya intentado sin éxito en los años ‘70), sino que hay que pensar en su papel como
servidor informacional de dicho proceso, como polo que concentre los servicios a las empresas
de su más amplio hinterland.
Todavía en lo que se refiere al desarrollo industrial, conviene retener el importante papel que
el Alentejo puede cumplir en la medida en que ha sido capaz de desarrollar y mantener -en los
últimos años gracias precisamente a las demandas de Badajoz- un tejido de microempresas
industriales y constructoras de tipo artesanal.
c) Servicios avanzados. Lo dicho sobre la industria nos conecta con las posibilidades y
límites de crecimiento del tejido de servicios avanzados a las empresas y las personas. Al mismo
tiempo que se detectan desarrollos enmarcados en las tendencias más avanzadas de la
denominada economía digital, existen limitaciones estructurales fundamentales de orden
tecnológico. En primer lugar, la mala calidad de las redes de telecomunicaciones, que constituye
hoy por hoy un handicap difícilmente superable, así como la inexistencia en la ciudad -aunque
sí los hay en su hinterland más amplio, en Mérida y Cáceres- de centros superiores de formación
informática; pero no es menos limitante la pervivencia de una frontera comunicativa, absurda
pero real, que también dificulta un desarrollo transfronterizo que rompa la tradicional asimetría.
La pervivencia de fronteras nacionales latentes, o de cristal, dificulta también el desarrollo
de otros servicios. Un ejemplo evidente lo hallamos en la incapacidad por parte de las
admimistraciones nacionales de asumir el papel metropolitano que los centros médicos de la
ciudad cumplen -y sobre todo han de cumplir en mayor medida- también en el Alentejo, lo que
fácticamente está contribuyendo al bloqueo, y a la pérdida de calidad, de unos centros
organizativamente diseñados para una población censal sensiblemente inferior a la que realmente
los utiliza. Sin embargo, la medicina privada está adaptándose rápidamente a esta prestación
transfronteriza de servicios, y los ofrece directamente y con gran éxito a la población portuguesa.
d) Los servicios educativos, aunque los incluimos en la nómina de servicios avanzados,
adquieren un especial protagonismo y pueden jugar también un papel fundamental. Conocer cuál
es exactamente ese papel debiera ser fundamental para la Universidad de Extremadura, o al
menos para el campus instalado en la ciudad de Badajoz, donde no hay plena consciencia de las
posibilidades del hecho transfronterizo. Así, resulta incomprensible la resistencia numantina a
incorporar en los curriculums enseñanzas que permitan a los estudiantes conocer el idioma y la
cultura portuguesas.
A corto o medio plazo es evidente que la única vía para resolver este olvido de esa función
transfronteriza sea la segregación del campus de Badajoz como Universidad autónoma. En ese
modelo la Universidad de Évora, que por otro lado cubre enseñanzas no existentes en Badajoz
(y que está a casi la misma distancia de esta ciudad que el campus de Cáceres), debería funcionar

- 236 -
asimismo como elemento complementario252. En este sentido, es posible esperar en el futuro
sinergias importantes, probablemente en primer lugar a través de programas de postgrado,
doctorado, etc. Aunque una vez más las trabas administrativas (las fronteras de cristal que
perduran) en lo que hace a la homologación de títulos en ambos países dificulta el proceso, sin
embargo la reciente conferencia iberoamericana de rectores, celebrada en enero de 1999 en
Extremadura, ha abierto ciertas esperanzas.
Por otra parte, no sólo la enseñanza universitaria, sino también la educación básica, así como
la formación no reglada, aportan oportunidades nuevas en la proyección transfronteriza de la
ciudad. De un lado en la medida en que preparen a los ciudadanos para la multiculturalidad, y
de otra parte extendiendo sus servicios especializados a la región portuguesa.
e) El comercio. Aunque difícilmente puede hablarse de base endógena en lo que al sistema
de distribución comercial se refiere253, existen todavía muchas posibilidades en el comercio al
menor, en la línea de la especialización sectorial, si Badajoz quiere conservar su posición como
centro comercial transfronterizo. De hecho, en los últimos meses hemos asistido a la aparición
de diversos comercios sofisticados y de alta especialización en el casco antiguo, aprovechando
los programas de recuperación de esta zona de la ciudad. Así como es previsible que, a corto y
medio plazo, algunos comerciantes alentejanos instalen representaciones en la ciudad (ya lo han
hecho algunas grandes empresas, como la marca Pagapouco); de hecho, la política económica
de la ciudad debería orientarse a captar a estos comerciantes, especialmente a aquellos
especializados en productos artesanales y en general en bienes de consumo intensivos en mano
de obra.
En lo que a las grandes superficies se refiere las posibilidades de expansión están, al menos
a diez años vista, saturadas, e incluso es posible que asistamos al surgimiento de algún
establecimiento de este tipo en Portugal que intente recortar parte del público alentejano a las
empresas ya instaladas en Badajoz (Pryca y Continente). No obstante, no sería menos probable
que la próxima apertura de los nuevos grandes almacenes de El Corte Inglés en la ciudad renueve
el compromiso de los alentejanos con el comercio pacense, atrayendo con ello la implantación
de alguna otra empresa254.
Por otra parte, el desarrollo de una planificación decididamente transfronteriza debería
permitir incorporar -en la promoción de la ciudad- la trama comercial de Elvas a la oferta
comercial mesopolitana de Badajoz.
f) El turismo de interior (rural, ecológico e histórico-artístico). La infraestructura turística
del conjunto Extremadura/Alentejo constituye ya de hecho para la mesópolis de Badajoz una
fuente de recursos, especializaciones y complementariedades. La fuerte posición que
Extremadura viene tomando en lo que al turismo interior se refiere (tanto en lo que al turismo
rural y/o ecológico se refiere, como en lo referido a las nuevas formas de turismo cultural y de
interior en general255), unido al enorme potencial del Alentejo en infraestructuras de turismo rural
252
Aunque para ello deberían superarse no pocos complejos de superioridad extendidos entre las clases medias pacenses, y que
afectan incluso a buena parte de la propia comunidad universitaria.
253
Una buena parte de la demanda comercial local, y ya la mayor parte de la demanda del hinterland de Badajoz, especialmente
del hinterland portugués, es cubierta por grandes cadenas multinacionales (Pryca, Continente, Simago), o por grandes cadenas
nacionales (El Corte Inglés, Eroski...) y franquicias.
254
De hecho, recientemente ha hecho su entrada en la ciudad Eroski, a través de cadena de superficies medias (concepto a medio
camino entre el supermercado y el hipermercado o ‘gran superficie’).
255
El último proyecto surgido en esta línea viene a recuperar, curiosamente, la idea de la ciudad nueva como descongestión de
Madrid propuesta en los años ‘70, que ya hemos analizado ampliamente. Un grupo empresarial acaba de pujar fuerte por
adjudicarse la propiedad de las instalaciones abandonadas de la infausta central nuclear de Valdecaballeros, donde ya se ha
desarrollado una importante urbanización complementada con recursos como un balneario, para construir en ella un centro

- 237 -
de calidad, potencian el papel articulador de la ciudad, que ofrece tanto servicios a las empresas
turísticas de ambos lados de la frontera como un complemento urbano blando, conveniente a las
largas estancias rurales. La posibilidad de pasar unos días en una quinta alentejana, auténtica
maravilla arquitectónica, paisajística y gastronómica, cazando en un cortijo extremeño, o
visitando yacimientos arqueológicos y ruinas romanas, teniendo a la vez la inmediatez de una
ciudad en la que se ofertan complementos de ocio nocturno netamente urbanos junto a una oferta
comercial avanzada, constituye sin duda un valor que está, todavía, por explotar en su verdadera
dimensión.
Todo ese potencial apenas esbozado debería tener como resultado a medio/largo plazo, en
la medida en que nuestras hipótesis sean apropiadas, un fuerte impacto económico y territorial
sobre el conjunto regional, que se debe tener en cuenta, según ha quedado planteado y
desarrollado más ampliamente en el texto, respecto a dos cuestiones:
a) El papel de Badajoz como mesópolis transfronteriza, pero también y por tanto,
como centro articulador de buena parte de la red urbana de Extremadura y
Alentejo. Esta tendencia debe tener ciertas consecuencias en la política territorial de
ambas regiones, en el caso español aplicada tanto por el gobierno del Estado como sobre
todo por el gobierno regional, y en el caso portugués por parte de la administración
central. Ello exige el diseño de las nuevas infraestructuras de comunicaciones, como por
ejemplo la definición del aeropuerto de Badajoz como aeropuerto regional transfronteri-
zo, la definición de los nuevos ferrocarriles de alta velocidad que conecten Madrid con
Lisboa, o el cableado telemático de ambas regiones, etc.
b) El papel de Badajoz como activador -no como captador parasitario, sino como
multiplicador- de recursos y potencialidades de su hinterland, en suma como un
instrumento potenciador del desarrollo económico y del bienestar del conjunto de la
región, en la medida en que la concentración de una determinada masa crítica en la
ciudad contribuirá a la difusión de capacidades y oportunidades en su entorno.
En fin, otra de las conclusiones que se ha puesto de manifiesto en el curso de la investigación
es no sólo la necesidad, sino incluso la inevitabilidad, tanto de una planificación (de infraestruc-
turas y equipamientos de desarrollo y de niveles de protección del territorio, en sum articulando
un espacio extremeño-alentejano eficaz, atractivo y competitivo, que pase de las relaciones de
dependencia/desequilibrio a un tipo de relaciones basadas en la complementariedad/sinergia),
como de un planeamiento urbano (ya refiriéndonos al área mesopolitana de Badajoz), que supere
las barreras administrativas estatales derivadas de la existencia de la frontera de cristal256.

La síntesis abierta
En realidad, y no es una sorpresa pues la experiencia nos dicta que así ocurre una y otra vez,
esta investigación abre casi más interrogantes de los que pretende responder, y lo hace además
en direcciones muy dispares. Al menos, no lo suficientemente diversas como para permitir al
investigador, una vez más, superar el temor a una oclusiva especialización.
Sobre algunos de esos interrogantes ellos ya estoy trabajando, y otros pueden constituir,

recreativo.
256
Por lo que hoy por hoy se conoce, el programa Interrreg III de la Unión Europea va a perseguir justamente, en lo que a la
colaboración transfronteriza se refiere, que las iniciativas surjan en los propios municipios, en lugar de en las entidades
superiores. Lógicamente, ello deberá desembocar en directivas comunitarias que regulen la formación de instituciones locales
transnacionales, lo que augura grandes dificultades de trámite parlamentario en muchos estados nacionales.

- 238 -
estimo, futuros objetos de investigación para otros científicos sociales. Señalando algunas de
estas nuevas vías posibles de trabajo, cabría hablar al menos de las siguientes cuestiones:

En el marco de la Sociología Rural, Urbana y de la Urbanización


1. Conocer más a fondo los procesos a través de los cuales el regadío produce la
urbanización, estudiando las diferencias que pueden producirse en distintos entornos ambientales,
así como las diferencias que presenta este tipo de urbanización respecto de la basada en los
esquemas clásicos de desarrollo basados en la industrialización257. Precisamente en el ámbito
transfronterizo vamos a contar ahora con un nuevo laboratorio para estudiar estos procesos, con
la construcción del embalse de Alqueva y la subsiguiente transformación en regadío que se va
a realizar en la zona central y meridional del Alentejo.
2. Definir instrumentos para la definición de lo rural y lo urbano, así como para medir los
niveles de urbanización. Probablemente, a la luz de lo que hemos investigado, el análisis de las
redes relacionales, y los flujos de información, modernizando los instrumentos apuntados por la
temprana Escuela de Chicago, constituya un método más adecuado que el análisis de la actividad
sectorial.

En el ámbito de la Sociología Urbana, de las teorías sobre la Globalización y la


Cibersociología
3. Profundizar en todo lo que implica el concepto de ciudad global en red. Con posterioridad
al cierre de este trabajo, he podido desarrollar un poco más ampliamente algunos aspectos,
incorporando las casi proféticas aportaciones de Theilard de Chardin258 sobre la noosfera. La
Internet constituye, actualmente, un proceso social evolutivo que es necesario considerar a ese
respecto, y es de hecho una de las vías sobre las que, desde hace unos meses, estoy trabajando.
4. Aplicar el concepto de mesópolis a otras ciudades, con el fin de comprobar la validez
operacional del mismo.
5. Recuperar y profundizar en las posibilidades de la aplicación del modelo ecológico para
el análisis tanto de las estructuras sociales como de su evolución. En esa línea espero trabajar
siquiera parcialmente en el futuro, a partir de la redefinición del mismo a que nos conducen los
nuevos conocimientos relacionados con el desarrollo de la Sociedad de la Información259.

En el ámbito de los Estudios Regionales


6. Profundizar en el conocimiento de los procesos de dilución de fronteras. Se ha iniciado
ya de hecho en mi entorno una investigación sobre las posibilidades de desarrollo de una región

257
De alguna manera, los modelos tradicionales de interpretación de la Urbanización responden a los mismos esquemas
mecanicistas que han caracterizado las teorías del Desarrollo. En este sentido, me parece igual de interesante demostrar que hay
vías de desarrollo alternativas (rodeos) a las etapas de Rostow, basadas la industrialización y medibles exclusivamente a través
de la cuantía y composición del PIB, como mostrar que existen procesos de urbanización que no responden a un mero
crecimiento demográfico, o a una especialización sectorial que pase por la industrialización.
258
Dado el carácter religioso que, por antonomasia, tiene la obra de Theilard de Chardin (por más que se trate de trabajos
anclados en los paradigmas de las ciencias físico-naturales), se me permitirá hablar por tanto, en su caso, de aportaciones
‘proféticas’.
259
La preparación, en los últimos meses, de varias conferencias sobre Internet y las nuevas tecn ologías d e la informaci ón, me
ha dado ocasión de reflexionar más intensamente sobre esta cuestión. He observado que los intentos de ‘ampliar’ el modelo
POET no han sido muy efectivos, pero estoy trabajando sobre la posibilidad de incorporar un quinto elemento que lo haría
mucho más operativo: la Información, por cuanto la dirección y velocidad de su flujo seguramente es determinante de la mayor
o menor influencia de cada uno de los componentes en un momento y lugar dados. Pero son apenas esbozos, sobre los que ando
todavía a la búsqueda de literatura, y que por tanto quizás no deberían ni ser citados en un documento como éste.

- 239 -
supranacional transfronteriza en Extremadura y Alentejo, lo que nos ha animado también a
empezar a trabajar con otros colegas en el campo de la identidad territorial de ese nuevo espacio
potencial.
La cuestión, esencialmente, es la siguiente: ¿puede existir una identidad
extremeño-alentejana que favorezca incluso la aparición de instituciones políticas transfronteri-
zas?.
Respecto a ambas cuestiones, pienso que tanto el desarrollo de las dos regiones transfronteri-
zas más antiguas de Europa, como los procesos más recientes en la frontera méxicoestadounien-
se, pueden aportarnos elementos de juicio sobre esta cuestión.
7. Profundizar en los procesos a través de los cuales la existencia de una determinada masa
crítica en las mesópolis potencia a su hinterland.

Badajoz, 14 de abril de 1999

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