pecado original, es una realidad que aún hoy sigue produciendo sus efectos no sólo en su naturaleza en cuanto constitución visible e indefinible, sino también todo lo que el hombre por nacimiento y esencias lleva aparejado; esto es, su ser en cuanto criatura La tradición cristiana sigue considerando como perteneciente al depósito de sus verdades lo siguiente: Pertenece al concepto de ser creado el que la criatura no pueda disponer por sí misma del ser que tiene por creación; por tanto, que no pueda ni cambiar ni destruir, aunque quisiera, su propia naturaleza. Por creación de su ser con personalidad identidad propia. Y es amigo persona con todo su yo es la que en el amor se dirige a otra persona y le dice: ¡es bueno que existas! Por tanto si en alguna cosa el hombre no es canal mi conducto si no sujete persona, es en el acto de la inclinación amorosa. Y por lo que se refiere al amor sobrenatural, llámese Cáritas o ágape, y a pesar de que se esté nutriendo de la gracia, también somos nosotros los que amamos. Lo segundo que nuestro amor es todo lo contrario de soberano, nunca crea los valores ni hace que una persona o un sujeto sea amable; más bien ocupa, como es natural, el rango que le corresponde. En nuestro estudio esto significa: lo primero es la real existencia de lo amable, la cual está dada al margen de nosotros mismos; por lo tanto es preciso que esa existencia sea experimentada por nosotros. Santo Tomás afirma: "suponiendo por un imposible que Dios no fuese para el hombre un bien de verdad, algo que bueno, no habría para el hombre tampoco razón alguna para amar". Con ello adquiere su fundamentación y justificación en la realidad del ser bueno de la persona amada y este orden de cosas tiene vigor no sólo para nuestro amor a las cosas sino también a Dios incluso la vida cara. LA NATURAL EXIGENCIA DE FELICIDAD
ESTE AMOR INDIGENTE ES EL PRINCIPIO Y EL NÚCLEO DE TODO
NUESTRO AMOR. ES EL DINAMISMO ELEMENTAL PUESTA EN MOVIMIENTO EN EL ACTO MISMO DE LA CONSTITUCIÓN DE NUESTROS SER. ES EL SÍ A LO QUE NOSOTROS YA SOMOS ANTES DE QUE CONSCIENTEMENTE PODAMOS DECIR SÍ O NO. EL DOMINIO QUE TENEMOS SOBRE ESTE IMPULSO ORIGINARIO ES NULO: HAY QUE ADMITIR COMO INEVITABLE E IRREVERSIBLE QUE EL INSTINTO NATURAL QUE PIDE SATISFACCIÓN Y PERFECCIONAMIENTO ES, EN EL FONDO, AMOR PROPIO. EL HOMBRE, LO MISMO QUE EL ÁNGEL, TIENDE POR NATURALEZA A SU PROPIO BIEN Y PERFECCIÓN. El Eros es el símbolo y compendio de todo lo que es enriquecimiento de la existencia, satisfacción del ansia de felicidad a los que no sólo pertenece la proximidad y el calor humano sino también el amor a Dios, es un impulso radicalmente natural que se nos ha dado de manera inmediata juntamente con el ser creacional. Por ello, a la pregunta de Karl Barth sobre si el hombre tiene que elegir entre el eros y el ágape como manera de amar, éste tendrá antes que responder:¿acaso puede elegir? ¿Puede el hombre elegir no ser feliz? Santo Tomás responderá negativamente. Por su propia naturaleza pide ser feliz: no puede no desear la felicidad La exigencia natural de felicidad es el comienzo irreemplazable de todo amor consumado. Por otro lado, se comete difamación de esta ansia humana cuando se desvaloriza el Eros, ya que de este modo se ve con mirada turbia y se deforma el fenómeno del amor. Sólo cuando se vuelve a la explicación cristiana se tiene de nuevo la mirada limpia y libre para el contenido fundamental de que el amor no sólo tiene como fruto natural a la alegría sino que también toda felicidad del hombre a la que tendremos infaliblemente tendemos, por lo tanto, también es, en el fondo, la felicidad del amor, llámese Eros o Cáritas, Ágape, si se quiere, y sea dirigido al amigo, al amada, al hijo, al prójimo o al mismo Dios. AMOR Y ALEGRÍA Muchas expresiones del tipo "felicidad del amor" han pasado a ser representaciones desprestigiadas cuyo sentido es preciso regenerar. Se trata de la relación esencial entre el ser feliz y la alegría que proviene del amor. Y una relación que, como veremos, no es tan clara como a primera vista pudiera parecer. Por su misma naturaleza, la alegría es algo producido por otra cosa de la que proviene o depende. No se busca estar alegre sin más; el hombre quiere tener motivos para alegrarse. "No hay nadie que no prefiere sufrir dolores en la cordura a alegrarse en la locura". El hombre sólo puede y quiere alegrarse en verdad cuando para ello tiene motivos verdaderos. San Agustín, la ciudad de Dios, 11, página 27. Pero si la alegría del amor existe, ¿cómo puede ser que esta alegría sea algo que provenga de otra persona?: porque amamos el amor, estamos disfrutando ya de algo amado en el hecho mismo de amar. Si quisiéramos entender todo esto debemos considerarlo mirando el reverso de la medalla: el reverso es el no poder amar, la no participación de la realidad del amor. Lo auténticamente contrario al amor no es el odio, sino la desesperada indiferencia de aquel para quien nada tiene importancia ¿y qué es el infierno sino el dolor de no poder amar? EL AMANTE DESGRACIADO Y LA FALTA DE AMOR
No sólo se da el hecho del amor desafortunado, sino que sólo
el amante es capaz de ser desgraciado ya que el amor incluso es "la vivencia de la más extrema vulnerabilidad". Sólo a un amante le puede suceder que no llegue a poseer o que pierda lo que ama y esto significa comenzar a ser desgraciado. La incapacidad de sufrir proviene de la incapacidad de amar. Esa falta de posesión de lo que deseaba puede tener lugar de diferentes maneras. No solamente en la forma de un amor no correspondido, cuando la persona amada se distancia (hasta los místicos hablan de esa sensación de desamparo llamada noche). También el amante sufrirá cuando la persona amada se lanza por caminos torcidos o hace el mal, puesto que al amar se desea que todo le vaya bien al amado. Por tanto amor y alegría van de la mano pero también el amor y la tristeza. De hecho, puede darse amor sin dolor y sin amargura en cambio no puede darse amor sin alegría; además hasta el amante desgraciado es más feliz que el que no puede amar ya que conserva un motivo real de alegría y un trozo, por pequeño que sea, del paraíso; y de ese modo puede quebrar el principio de separación sobre el que descansa toda la filosofía del infierno. AMAR ES ALEGRARSE CON EL OTRO Leibniz da una magnífica definición del amor: "amor quiere decir alegrarse de la felicidad del otro... quiere decir sentirse inclinado alegrarse la perfección, en el bien de la felicidad el otro". Cien años antes que este autor, San Francisco de sales había dicho casi lo mismo en su tratado del amor de Dios: el amor es el acto en el que la voluntad se identifica y reúne con la alegría y el bienestar de otro. En realidad, el alegrarse con otro, si se pregunta y compara la propia experiencia con la de muchos, es una señal más segura del amor que la compasión dado que en la compasión que pueda acompañar al amor puede mezclarse algún elemento que no tiene nada que ver con el amor el amor de compasión no es un caso tan claro de amor como el amor con alegría. Kant desconfía de todo lo que la persona hace llevada por la inclinación y, por tanto, por la alegría. Para él es el deber el único sentimiento ético serio. Kant piensa que el bien es difícil y que el criterio del valor moral de una cosa es la dificultad que esa misma cosa implica. Sin embargo tiene que reconocer que hay una relación entre amor y alegría. Su gran insistencia en afirmar que la verdadera prueba del amor son las obras merece respeto y atención y no debería desecharse de buenas a primeras como un rigorismo moral. En el Nuevo Testamento hay pasajes que nos recuerdan a Kant: "si me aman, guardarán mis mandamientos". Amar al prójimo quiere decir cumplir gustosamente las obligaciones que se tienen para con él, esto es; cumplir esas obligaciones con alegría. Juan 14,15.