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Hace mucho, mucho tiempo vivían en el

pueblo de la Mancha, una familia de


apellido Abecedario. La mamá, la señora S
y el papá, el señor X. Todos trabajaban.
Papá y mamá Abecedario habían tenido 25
hijos, cinco de ellos, niñas.

Todo era felicidad, ningún integrante de la


familia sabía de tristezas, los hijos mayores
ya se habían casado, lo menores estaban
repartidos en diferentes condados de la
ciudad de la
Mancha.

Solo las mujeres estaban con sus padres y


trabajaban en la procesadora de palabras
del señor Rae, una empresa bastante
grande.
Era la familia perfecta, viviendo en el lugar
perfecto, pues La Mancha era una ciudad
bastante grande y limpia donde ningún
ciudadano cometía infracciones al idioma. Era
la ciudad de los sueños, de las letras de
cualquier país.

Un día como de costumbre, las hermanas


Abecedario, A, E, I, O, y U salieron para la
procesadora del señor Rae, ahí trabajaban desde
siempre.
A la chica A, le gustaba tararear canciones y
vestir abrigada, pues creía que estaba pasada de
kilos, su hermana E, pensaba que la elegancia
de toda mujer estaba en tener pechos grandes y
por eso al caminar los levantaba, la I, la más
delgada de todas era radical en sus dietas y
adicta al gimnasio, ella ya había superado un
problema de anorexia; caso contrario era su
hermana la O, a quien le encantaba comer
chocolates, harinas y helados, su boca no
paraba, y ella era feliz. Una hermosa, tierna y
gordita jovencita. La más callada era la U, casi
no musitaba palabra, solo se dedicaba a
observar a sus hermanas.
Al llegar a la procesadora se dieron cuenta de
que todo estaba patas para arriba. Los rótulos
diseñados para las diferentes secciones se
habían convertido en una contaminación visual.

La señorita U había encontrado en la sección de


carnes lo siguiente:" Que siempre haiga carne",
por el lado de la I, en la sección de lácteos
habían escrito: "que nunca le falte la leche a
nadien" y por la sección de la A escribieron:
"fueron por lana y hubieron trasquilados".

Todas gritaron despavoridas al ver esto, ¿acaso


era la peor de las pesadillas? En ese lugar jamás
había pasado una cosa tan grave.
-Dios, ¿esto qué es? Nos quedaremos sin trabajo
si el señor Rae ve este desastre- Se lamentaba la
O.

-¡Calla!- Respondió la E enojada y con ganas de


llorar de la impotencia. -El señor Rae jamás
puede ver esto, eso sería su muerte-Agregó.
La U, que era la más calmada de todas, empezó
a borrar con un limpia techos enorme los
rótulos que traían consigo muchas decepciones.
Buscó agua, jabón y un paño de pana para
restregar con fuerza y quitar de una vez y por
todas esas frases que podían ser las causantes de
un despido y de una tristeza nacional. La U por
más que restregó y restregó los letreros seguían
intactos.
-Esto es un caso perdido, las palabras mal
escritas no se borran, no desaparecen- se quejó
la pobre U cansada de tanto restregar.
- Ya calmémonos, mejor investiguemos qué
pasó aquí y quién hizo esta crueldad-dijo la A
cansada de ver tanta infracción al lenguaje.

Con las palabras de la A lograron tranquilizarse


y pusieron el plan en marcha.

La señorita I espiaría detrás de las puertas y


paredes de las oficinas de las solteronas
dígrafas Eñe, Elle y Che, que laboraban en la
parte administrativa.

La E, por ser la más elegante y seductora, le


sacaría información a los vigilantes de la
empresa y principalmente al de la sección de
donde ellas trabajaban. Él se llamaba Sión y se
la pasaba hablando por radio diciendo: erre,
erre, ¿me copia?
La A recolectaría las huellas y la O vigilaría la
entrada y salida de personas que llegaran a la
procesadora. A la U no le dieron obligaciones,
pues aún seguía restregando las frases mal
escritas.

Todo se puso en marcha, pasaron semanas y el


señor Rae seguía en su viaje de negocios por
Madrid.

Una noche cuando todavía las hermanas


Abecedario seguían trabajando porque
decidieron quedarse adelantando tareas de
investigación. Escucharon pasos, apagaron las
luces y se escondieron.
La A en la nevera de carnes, la O en la nevera de
lácteos, la I detrás de un florero, la E debajo de
uno de los escritorios y la U en el cuarto de aseo,
pues ella insistía en seguir restregando. Ya todas
escondidas y nerviosas pudieron ver que las dos
sombras se acercaban, caminaron hasta las
secciones que aún estaban sin letreros, sacaron
un aerosol enorme y se disponían a escribir
cuando llegaron la señora S y el señor X que
encendieron las luces y pudieron darse cuenta
que quienes habían cometido ese hecho atroz a
la empresa del señor Rae, habían sido el señor
Burro Con B y su hermanastra la Ignorancia.
De inmediato fueron amarrados y llevados al
calabozo más temido por los infractores, el
calabozo de los barbarismos, ahí serían
castigados.

Pero aquí no acaba la historia, algo muy extraño


pasó. La señorita O pudo ver al Burro Con B de
donde estaba escondida, y quedó locamente
enamorada. Entonces
Lo visitó en el calabozo y le llevó un regalo que
le entregó al señor Burro Con B.

Él lo abrió algo extrañado. Era un libro titulado:


“Lee, no me sigas matando" y junto al regalo
una nota que decía: "Señor Burro con B, aquí
está su servidora que le perdona cualquier
fechoría cometida, pues usted ha sido víctima
de su hermana la Ignorancia".

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