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1.- La leyenda de la Calle del Niño Perdido.

En el Centro Histórico de la Ciudad de México, sobre lo que ahora conocemos como


Eje Central, existió una calle durante el periodo colonial que fue conocida como La
Calle del Niño Perdido.
Era el año de 1659 y don Adrián de Villacaña, un poderoso y rico hombre, zarpó de
Europa hacia la Nueva España junto con su pequeño hijo Lauro. Los dos cargaban
en sus hombros el dolor de haber perdido a doña Leticia, esposa de don Adrián y
madre del niño. Por ello, el señor de Villacaña creyó que su hijo podría sobrellevar
de mejor manera la ausencia de su madre si se mudaban de continente.
El trayecto de España a América fue largo y tortuoso. Sin embargo, lo lograron. De
inmediato, don Adrián compró una gran casa en el centro de lo que ahora es
México, contrató sirvientes y adquirió todo tipo de animales exóticos. No obstante, el
niño Lauro seguía triste y ensimismado.
El tiempo pasó y en un año, Lauro no había hecho ningún amigo. Don Adrián
comenzó a preocuparse cada vez más por su pequeño hijo. Al mismo tiempo, el
señor Villacaña fue diagnosticado con una rara enfermedad que le tenía los días
contados. La muerte no era lo que lo asustaba sino la idea de dejar solo a su hijo.
Así que decidió tomar una medida de emergencia: debía casarse lo más pronto
posible. De esta manera, su hijo quedaría acompañado.
Por la calles comenzaron a correr rumores: don Adrián buscaba una mujer para
casarse, no importaba la edad ni la condición social siempre y cuando se
comprometa a cuidar de su hijo, pues él moriría pronto.
Muchas fueron las mujeres que se presentaron ante don Adrián, pero ninguna logró
impresionarlo. Esto cambió cuando vio pasar a doña Elvira, una hermosísima mujer
de mirada altiva y cuerpo esbelto. Don Adrián quedó prendado de ella y, como sabía
que el tiempo le escaseaba, decidió pedirle matrimonio tres días después de
conocerla.
Doña Elvira era famosa por su particular amor al dinero es por ello que a nadie le
pareció raro que aceptara la oferta. Días después de la boda, la señora Elvira llegó
a vivir con los dos varones. Sin embargo, después de conocerla, el niño tuvo un
ataque de ira y le gritó a su padre que esa mujer no era buena, que quería que se
fuera. Pero don Adrián no lo escuchó.
Pasaron los meses, uno tras otro y la situación en la casa de don Adrián no
mejoraba. Elvira y Lauro discutían todo el tiempo, se odiaban tanto que apenas
podían verse. La estancia en esa casa era insoportable hasta que, por fin, se llenó
de silencio. Algo había pasado, el niño había desaparecido.
Era de noche cuando los sirvientes le dijeron a don Adrián que no encontraban al
pequeño. Sin importar la hora, Villacaña entró a su recámara y le dijo a su esposa
que Lauro no estaba, que debían hacer algo. Sin embargo, la mujer, que se probaba
costosos vestidos, apenas volteó a verlo y le respondió de manera déspota y
grosera “y a mí qué me importa”.
Don Adrián quedó horrorizado ante la respuesta de aquella mujer. A pesar de esto,
decidió no perder tiempo e inmediatamente organizó un grupo de búsqueda. Todos
salieron con antorchas y gritaron desesperados: “¡Lauro!, ¡Lauro!, ¡niño Lauro!,
¿dónde estás?”. Pero nadie respondió.
Don Adrián sufrió semanas de angustia, aún no había señales del niño. Por el
contrario, la señora Elvira andaba como si nada hubiera pasado, incluso hacía sus
compras habituales y se paseaba por las calles con una sonrisa perversa que le
distorsionaba el rostro. Al verla, don Adrián se dio cuenta de su error al elegirla
como su esposa y por no haber escuchado al niño.
Era tarde, no se sabe si fue el dolor de la pérdida o qué sucedió pero don Adrián
comenzó a enfermar más rápido. Apenas comía hasta que, de pronto, sucedió lo
que todos esperaban: don Adrián falleció sin haber encontrado a su hijo.
A partir de entonces, doña Elvira quedó como heredera de las riquezas de su difunto
esposo. Trató de aprovechar al máximo su dinero. No obstante, la gente no la veía
con buenos ojos, nadie la quería y muchos la culpaban por las tragedias que habían
destruido a la familia Villacaña. Nadie iba a las fiestas que organizaba doña Elvira y
no tenía ni amigos ni familiares que la visitaran. Esto provocó que, poco a poco,
Elvira se volviera loca.
Pese a la paga generosa, pocos sirvientes se involucraron con la señora de
Villacaña, solo los más pobres, por mera necesidad, aguantan el semblante sombrío
de aquella mujer y su pésimo carácter. Elvira se había vuelto más fría e
insoportable.
Así transcurrieron varios años, la edad le cayó encima a doña Elvira y poco quedaba
de aquella resplandeciente y hermosa mujer. Cada vez se aislaba más hasta que,
un día, una de las sirvientas entró a dejarle el desayuno a la señora, pero esta la
tomó de las manos y comenzó a gritarle que la dejara en paz, que ella no había
matado al niño. Segundos después, en un terrible ataque de locura, la señora Elvira
se aventó por la ventana.
Al mismo tiempo, sin que nadie pudiera explicar cómo, cayó una llave al piso. La
sirvienta tardó en reponerse unos minutos y después tomó aquel pequeño objeto
metálico entre sus manos y lo apretó. Segundos más tarde, llegaron dos de sus
compañeros de trabajo y le preguntaron qué había pasado.
La sirvienta estaba muda, solo pudo extender la mano y darles la llave. Los dos
hombres intentaron abrir varios muebles y puertas secretas dentro de la casa pero
ninguna funcionaba hasta que, de pronto, una puerta que había permanecido
cerrada se abrió sola, sin que nadie pudiera explicar cómo había sucedido.
Inmediatamente, una peste invadió el ambiente. Los criados tenían mucho miedo
pero aun así se acercaron, en la habitación solo había un librero que resultó ser una
puerta falsa. Cuando lograron abrirlo, encontraron un baúl. El olor espantoso
provenía de ese lugar. Todos se armaron de valor y probaron la llave.
El objeto se abrió y los hombres lanzaron un grito de terror, ¡ahí estaba el cuerpecito
de Lauro! El pequeño estaba maniatado y con la boca amarrada con uno de los
pañuelos de seda de doña Elvira. A partir de entonces, nadie quiso volver a aquel
lugar y la calle fue apodada como La Calle del Niño Perdido.
2.- La leyenda de la Casa de los Tubos.
La Casa de los Tubos fue una construcción abandonada que se encontraba en
Monterrey, Nuevo León. Este lugar fue característico por las tragedias que
ocurrieron en su interior.
Era la década de los setenta, un padre y su única hija habían llegado a Monterrey,
Nuevo León, para construir una vida juntos. Poco se sabía de su pasado y de qué
los había llevado a ese lugar. Sin embargo, se intuía que sólo se tenían el uno al
otro.
Un detalle importante de esta historia es que la niña no tenía movilidad en las
piernas. Dependía por completo de su silla de ruedas y de la gente que la asistiera.
Por tal motivo, su padre decidió hacerle un regalo que definitivamente cambiaría sus
vidas.
-Quiero que mi hija pueda recorrer la casa con completa libertad —le dijo el padre al
ingeniero.
-Claro que puede hacerse. De hecho, ya tengo una idea de la que podría ser la casa
perfecta para ustedes.
-A ver, cuénteme, de qué se trata.
-Fíjese que se me ocurrió que toda la estructura tuviera rampas para que la niña no
tenga problemas en ir de un lado al otro.
-¿Y cómo sería eso?
-Pues tendría que ser una construcción, como le dijera yo, tubular. Sería algo así
como una casa compuesta por edificios en forma de tubos, ¿si me entiende? Claro
que sería grande para que la niña no se aburra y con grandes ventanales que
permitan apreciar el hermoso cielo de estas tierras.
-¡Ándele!, ¡eso es lo que necesitamos! Pues no se diga más, hay que empezar
cuanto antes. Seguro mi hija se pondrá bien contenta.
Pasaron semanas y después meses. Poco a poco comenzaba a levantarse la
estructura de una gran casa en un terreno baldío. Los trabajadores se quedaban
hasta tarde, hasta que la luz del sol los había abandonado por completo.
No obstante, conforme la construcción avanzaba, la tensión entre los albañiles
aumentaba. Cada vez se sentían más incómodos, dentro de ellos nacía un miedo
inexplicable. De pronto, todo empeoró. Desaparecen herramientas y los
trabajadores se culpaban el uno al otro hasta que, un día, comenzaron las
desgracias.
Faltaban pocos meses para que la casa quedará terminada. Sin embargo, la
convivencia entre los trabajadores no era nada buena, por lo tanto, decidieron hacer
una reunión después del trabajo para que superaran sus diferencias. Casi todos
terminaron con grandes cantidades de alcohol en la sangre a excepción de uno de
ellos: Alberto, el trabajador más serio y reservado.
Al día siguiente, solo tres hombres llegaron temprano al trabajo, entre ellos estaba
Alberto. Acordaron que él trabajaría en la parte de arriba mientras los otros dos se
encargarían de afinar detalles en el primer piso.
Todo sucedió muy rápido. De hecho, nadie supo exactamente cómo pasó pero de
pronto, el par de albañiles escuchó gritos de verdadero miedo. Los dos se quedaron
paralizados y con el corazón metiendoles como si quisiera romper la carne y salir
corriendo. Reconocieron la voz de Alberto y antes de que pudieran gritar su nombre,
escucharon un fuerte golpe contra el concreto.
Alberto yacía muerto sobre el piso y con los ojos terriblemente abiertos, como si
hubiera visto al mismísimo diablo. Después de que las autoridades recogieron el
cuerpo, no se dijo nada, sólo un miedo silencioso y mudo invadía los corazones de
quienes ahí laboraban.
Pasó poco tiempo para que la tragedia se repitiera. Mientras trabajaban, otro albañil
cayó inexplicablemente por una de las ventanas. Aunque, antes de morir, pronunció
una frase que dejó fríos a los presentes: “no quiere que estemos aquí”.
Después de eso, muchos hombres renuncian por miedo. No obstante, la
construcción no se detuvo hasta que, el padre, con el fin de mostrarle a su hija el
que sería su futuro hogar, la llevó.
De una manera que la lógica no podría explicar, la niña llegó al piso más alto de la
casa. Minutos después, mientras su padre la buscaba desesperado, escuchó un
ruido estrepitoso como si un gran bulto de metal y carne hubiera caído. Su corazón
lo sabía pero no quiso creerlo hasta que sus ojos lo vieron: su pequeña, la única
razón de su existencia, estaba muerta.
Nadie quiso volver al lugar. Sólo el padre, con el corazón hecho añicos se
embriagaba dentro de la Casa de los Tubos hasta que, no pudiendo más con el
pesar de su alma, se quitó la vida.
A partir de entonces, la construcción se suspendió y fue abandonada. Sin embargo,
se rumora que durante más de cuarenta años fue testigo de pactos suicidas,
muertes inexplicables y apariciones. Esto sucedió hasta que, en 2016, se decidió
demoler aquella casa para dar vida a una nueva construcción, poniendo fin así a la
leyenda de la Casa de los Tubos, ¿o no?
3. La leyenda de La Pascualita.
Dicen que, cuando la noche cae y ya no hay ni un alma que la vea, cobra vida una
elegante y hermosa figura conocida como La Pascualita. Se trata de un maniquí
que, desde hace casi 90 años, recorre La Popular, la tienda donde de día es
exhibida.

El 25 de marzo de 1930, Día de la Encarnación, una llegada sorprendió a los


habitantes de Chihuahua. Se trataba de La Chonita –más tarde conocida
como La Pascualita gracias al gran parecido que tenía con su dueña–, un
hermoso maniquí que parecía tan real que muchos quedaron prendados de
sus encantos físicos.
La Pascualita no solo poseía una figura esbelta e imponente sino también detalles
verdaderamente realistas. Tenía delicados pliegues en las manos e incluso grietas
en las yemas de los dedos que parecían huellas dactilares. Además, en sus ojos
había un brillo tal que daba la impresión de estar viva y de que seguía a los
visitantes con la mirada.
Según el registro, La Pascualita fue traída desde Francia por encargo de la señora
Pascualita Esparza Perales de Pérez quien, en ese entonces, era encargada de la
tienda de ropa llamada La Popular. No obstante, alrededor de este maniquí se han
construido diversas historias y leyendas.
La Pascualita se ha convertido en uno de los grandes atractivos del estado de
Chihuahua y de la tienda donde se exhibe. Este hecho ha dado pie a la creación de
varias leyendas. Algunas de ellas sostienen que muchos hombres han quedado tan
impresionados por su belleza que se han enamorado hasta perder la cordura.
Sin embargo, dentro de lo que se cuenta, hay una leyenda que es particularmente
triste. En esta se dice que aquel maniquí de porte imponente era la mismísima hija
de la señora Esparza.

Según se cuenta, La Pascualita tenía un futuro más que prometedor. Era


hermosa, inteligente y de buen corazón. No obstante, la muerte la sorprendió
el día que iba a casarse. Pascualita sufrió la picadura de un alacrán que le
arrebató la vida y sus sueños.
Ante aquel panorama tan desolador, la señora Esparza no soportó el dolor
por la pérdida y decidió embalsamar a su hija para, de esa manera, poder
verla hasta el final de sus días –en 1967–. Los rumores comenzaron a circular
sobre la perturbadora acción. A pesar de eso y hasta la fecha, las habladurías
no se han confirmado ni tampoco desmentido.
Con el paso del tiempo, La Popular tuvo nuevos dueños y, gracias a La Pascualita,
se convirtió en un sitio de gran tradición. Además, se dice que aquel maniquí trae
buena suerte a todas las mujeres que estén por casarse. Si desean esto, lo que
deben hacer es comprar el vestido que trae puesto el maniquí y así tendrán un
matrimonio duradero y lleno de dicha.
4.- La leyenda de La Planchada.
La leyenda de La Planchada es probablemente una de las más populares de
México. Siguiendo la versión más trágica y famosa de esta leyenda, la historia narra
que el fantasmal personaje vaga por los pasillos del hospital Juárez pero sobre todo,
atiende a los enfermos.
Eulalia era una chica guapa, rubia y de ojos claros que siempre demostró gran
profesionalismo y diligencia. Profesaba una dedicación que a veces iba más allá del
mero deber y ni hablar de su inigualable apariencia siempre muy limpia y con el
uniforme blanco perfectamente planchado.
Como es costumbre en los hospitales, un nuevo médico ingresó al cuerpo de
personal. Cuando Eulalia lo conoció quedó inmediatamente enamorada de él y a
partir de ese momento no descansó hasta conquistarlo y hacerlo su novio a pesar
de fuertes rumores respecto a las costumbres que tenía este doctor de coquetear
con otras enfermeras.
Sin hacer caso de los consejos y el qué dirán, Eulalia se sentía la mujer más
dichosa del mundo y al pasar un tiempo el doctor le pidió matrimonio. Antes de la
boda, el doctor debía partir a un seminario de 15 días, prometiendo que a su
regreso se casarían de inmediato.
A los pocos días de la partida del doctor, un enfermero se acercó a ella para
confesarle algo que ya todos sabían: que el doctor renunció a su cargo y en realidad
había partido de Luna de Miel con su ahora esposa. Eulalia quedó convencida
cuando pasó más del tiempo pactado de su regreso y no habían señales de su
amado.
A partir de esta decepción amorosa, Eulalia jamás volvió a ser la misma.
Malhumorada y llena de amargura entendía con desprecio e indiferencia a los
enfermos al grado de cometer negligencias. Con el paso de los años también cayó
enferma, lo que le sirvió para arrepentirse del mal trato que por décadas le dio a los
pacientes. En lo profundo de su soledad, la reflexión le ablandó el corazón, se
arrepintió de haber sido tan mal enfermera y falleció con el profundo anhelo de
enmendar de alguna forma sus errores (otra versión dice que se suicidó por aquel
desamor).
Tras la muerte de Eulalia, surgieron cientos de testimonios de gente hospitalizada
quien dijo haber sido atendida por una mujer con las características inconfundibles
de Eulalia, La Planchada. Personal del hospital también dicen haberla visto entrar o
salir de la habitación de un paciente e incluso haber sido despertados por el espíritu
de Eulalia cuando dormían en sus turnos, tocándoles el hombro.
Es casi seguro que esta leyenda surgió en la Ciudad de México, aunque por el
contexto, las historias se han repetido en varios hospitales del país: Una enfermera
fantasma que atiende y cura a los enfermos. Así que ya sabes, si conoces alguna
enfermera, no estaría de más preguntarle si ha escuchado o visto a "La Planchada"
5.- La Leyenda de La Llorona.
La leyenda de la Llorona es una de las más populares en México y también es de
las narraciones que tiene más versiones. A pesar de eso, todas coinciden en tener
como protagonista a una mujer.
Se cuenta que La Llorona es una mujer que deambula por las calles de la Ciudad de
México en busca de sus hijos, a los que ella misma asesinó, enloquecida, durante
una noche. Dicen que aparece en lugares por donde alguna vez pasó un río.
También se dice que es una mujer muy bella vestida de blanco. Otros mencionan
que sólo se alcanza a ver su silueta, que flota. En lo único que coinciden es que
siempre que se deja ver se escucha un largo y aterrador grito: «¡Ay, mis hijos!».

Sobre el origen de esta leyenda hay varias versiones: una es la colonial, la cual se
basa en las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, quien participó en la conquista del
Imperio mexica. Se cuenta que una mujer de origen indígena era amante de un
caballero español y, cuando ella le pidió formalizar la relación, él se negó porque
pertenecía a la alta sociedad. Este hecho desató la tragedia por la que su alma
deambulaba en pena.

Cuentan que esa noche la mujer despertó a sus pequeños hijos –un niño y una
niña–, tomó un puñal y los llevó al río, el cual se encontraba muy cerca de su casa.
Estando ahí, ciega por el coraje, los apuñaló varias veces hasta que los dejó sin
vida.

Minutos después reaccionó y, al darse cuenta de lo que había hecho, corrió


desesperada por el río y emitió el escalofriante grito por el que la identificamos.

Desde esa noche no se volvió a saber más de ella y se convirtió en mito. Quienes
juran haberla escuchado dicen que deambula en las calles y los parques de la
Ciudad de México, además de los canales de Xochimilco.
6.- La leyenda del Callejón del Beso (Guanajuato).
Caminando por las calles de la ciudad colonial de Guanajuato podrás descubrir el
Callejón del Beso, un rincón donde, según la leyenda, una joven pareja solía
encontrarse para darse un beso “de balcón a balcón”.
La leyenda que se cuenta a continuación, que tiene como escenario un callejón de
68 cm de ancho en la zona centro de la ciudad de Guanajuato (número 36000), es
una de las de mayor tradición. Este relato cuenta que:
Carmen era hija única de un hombre autoritario y violento. Ella era cortejada por
Luis, un minero pobre de un pueblo cercano. Al descubrir su amorío, el padre de
Carmen la encerró y la amenazó con internarla en un convento; él quería que se
casará en España con un viejo noble para hacerse aún más rico.
Después de llorar durante varias noches, Carmen pidió a Brígida, su dama de
compañía, que le llevara una misiva a Luis con las malas noticias. Ante ese hecho él
decidió mudarse a la casa que estaba justo enfrente de la de su amada. Esta casa
tenía un balcón que daba a un callejón tan angosto que se podía tocar con la mano
la pared de enfrente.
Un día se encontraban los enamorados platicando de balcón a balcón, cuando
escucharon que dos personas discutían. Eran el padre de Carmen y Brígida, quien
buscaba impedir que el amo entrara a la alcoba de su hija. Por fin, el padre pudo
introducirse, y al presenciar la escena, clavó enfurecido una daga en el pecho de
ella.
Se dice que, aun cuando Carmen yacía muerta, Luis no dejó ir su mano, la cual
besó tiernamente durante horas.
La romántica y trágica leyenda ya es toda una tradición en la ciudad. Hoy en día, los
turistas visitan el famoso callejón (el Callejón del Beso) y sellan su propio destino –
uno muy diferente al de Carmen y Luis– besándose en el tercer escalón.
7. La Leyenda del Charro Negro.
La leyenda del Charro Negro cuenta la historia de un espectro que alguna vez fue
hombre y que, por su interminable ambición, fue condenado a sufrir los tormentos
del infierno y a ser el cobrador de quienes, como él, tienen deudas pendientes con
el diablo.
Se cuenta que El Charro provenía de una familia humilde. Sus padres, aunque lo
amaban, nunca pudieron cumplir sus caprichos. Al Charro siempre le gustó ir bien
vestido, a veces incluso, no comía durante días para ahorrarse unos pesos y con lo
juntado, poder completar para un buen sombrero.
Sin embargo, estaba cansado de su inagotable pobreza. Por más que trabajaba, el
dinero nunca le alcanzaba y tenía que andar todo el día con las manos llenas de
tierra.
Tiempo después, murieron sus padres. Al quedar solo, la miseria del Charro
aumentó considerablemente por lo que tomó una decisión que cambiaría su vida:
invocar al diablo para pedirle riqueza.
No se sabe cómo lo consiguió, pero finalmente, Lucifer se apareció. Aquella entidad
supo leer los ojos y el espíritu del hombre que lo había llamado, así que de
inmediato le ofreció cantidades de dinero que ni siquiera en dos vidas podría gastar.
Lo único que pedía a cambio, era su alma.
El Charro, en ese entonces era altivo y valiente así que la Estrella de la Mañana no
había logrado asustarlo y aceptó.
Pasó el tiempo y poco a poco la juventud del Charro comenzó a despedirse. De
repente, se dio cuenta de que estaba cansado de gastar sus riquezas en mujeres,
apuestas, vino y costosos trajes. A la par, la sensación de soledad le oprimía el
pecho y apenas lo dejaba respirar. Nadie lo quería por lo que era sino por las
riquezas que poseía.
El Charro ya se había olvidado de aquel trato que lo maldijo. Por eso, cuando se le
apareció el diablo para recordarle que la hora del cobro estaba cerca, se asustó
como nunca.
El terror invadió a nuestro protagonista hasta el último rincón de sus entrañas.
Recordó su deuda y, por cobardía, comenzó a ocultarse. Mandó al personal de su
hacienda a poner cruces por toda su propiedad y a construir una pequeña capilla.
No obstante, el recuerdo de la deuda pendiente no lo dejaba dormir ni disfrutar de
los pocos meses que le quedaban de vida. Así que, en un arranque de miedo tomó
a su mejor caballo junto con una bolsa que contenía unas cuantas monedas de oro
que no se había gastado. Emprendió el viaje durante la noche, para que nadie lo
viera huir.
Sin embargo, el diablo se dio cuenta de que el Charro faltaría a su palabra así que
volvió a aparecer frente al jinete y su caballo pero esta vez, con el fin de llevárselo.
—Iba a esperar a que murieras para cobrar la deuda que tienes conmigo, pero,
como te ocultas cobardemente, te llevaré ahora —dijo el diablo.
El Charro no tuvo tiempo de responder. Cuando se dio cuenta, su caballo,
encabritado, trató de patear al demonio pero era tarde, los brazos de su amo habían
comenzado a secarse y su carne a desaparecer. Solo le quedaba el ajuar de Charro
encima de los huesos blanquecinos. El diablo volvió a hablar:
—Veo que tu bestia te es fiel, por eso ha de ser maldita igual que tú y condenada a
acompañarte a tu viaje hacia el infierno. Aunque, de vez en cuando, quiero que
hagas algo por mí, cobrarle a mis deudores. Si haces bien tu trabajo, dejaré que el
hombre que acepte esa bolsa con monedas de oro que traes, tome tu lugar.
Desde entonces, aquel hombre fue condenado a sufrir incontables tormentos en el
infierno y a salir de ahí solo para cobrar a quienes tienen deudas pendientes con
Lucifer. Esto con la esperanza de que una noche, algún viajero, traicionado por su
avaricia, tomé su lugar. Solo así, el Charro Negro y su caballo podrán descansar en
paz.
7. La Leyenda del Vampiro del Panteón de Belén.
El Panteón de Belén fue inaugurado en 1848 y clausurado en 1986, debido a que
una las epidemias lo llenaron rápidamente.

A pesar de que desde entonces y hasta 1996, el cementerio permaneció vacío, sus
leyendas continuaron con vida.

La más famosa de ellas es, sin duda, la leyenda del Vampiro, la cual atrae a propios
y ajenos, curiosos por conocer el árbol bajo el cual, según esta, espera despertar.

Pero, si tú aún no la conoces, aquí te contaremos la historia más tenebrosa de este


Panteón:

Durante el siglo XVIII llegó a Guadalajara Don Jorge, un europeo que llamó la
atención de los residentes debido a sus costumbres extrañas, ya que gustaba de
vestir de negro y pasear solo por las noches, además de que era poco sociable,
aunque, dicen, muy educado.

Al mismo tiempo de su llegada, comenzó a suceder un fenómeno muy extraño en


los alrededores de la hacienda que compró: los animales de ganado, como las
vacas y las chivas, amanecieron muertos, desangrados, pero sin signos de
violencia.

Después cuerpos de niños y doncellas también comenzaron a aparecer en los


alrededores de la hacienda, con los mismos signos que tenían los animales. Así que
los habitantes de Guadalajara se pusieron de acuerdo para darle fin al asesino.

Una noche, los gritos de una joven atrajeron a los pobladores, quienes encontraron
a Don Jorge prensado al cuello de su víctima y lo persiguieron hasta lograr
atraparlo.

Luego, lo llevaron al Panteón de Belén en donde le clavaron una estaca de madera


en el corazón, mientras lo hacían, Don Jorge juró vengarse. Una vez muerto, lo
pusieron en un ataúd y lo enterraron.

Meses más tarde, ante el asombro de quienes le dieron muerte, la estaca se


convirtió en un árbol, cuyas raíces abrazan la tumba del vampiro.

Según la leyenda, cuando el árbol se seque o se caiga, el vampiro despertará de su


sueño y se vengará de los descendientes de quienes lo persiguieron y mataron
aquel día.
8.- Leyenda de la Bailarina sin Cabeza.
Durante la década de los años 20's en la ciudad de Tijuana se fundó el ‘’ Casino
Agua Caliente’’ debido a la gran demanda de estadounidenses que llegaban a la
ciudad en busca de alcohol y diversión. Este fue uno de los primeros centros de
entretenimiento nocturno de la ciudad y que atrajo en un inicio a jóvenes talentos
para crear espectáculos y shows en vivo.

Uno de esos talentos fue una joven bailarina que tenía el sueño de hacerse famosa.
Entró a trabajar al casino como parte del entretenimiento y se volvió una de las
mejores bailarinas del casino. Gracias a su belleza también atraía la mirada de
muchos turistas ricos y de la ciudad. Un día conoció a un joven jugador en el casino
que la enamoró desde la primera vez que cruzaron palabras.

Este joven tenía el mal hábito de hacer trampa en la ruleta para ganar dinero fácil,
pero en muy poco tiempo los dueños del casino lo descubrieron y le prohibieron la
entrada. Así que decidió engañar a la bailarina convenciéndola de que lo ayudara a
robar a sus amigos ricos del casino. Ella aceptó y se convirtió en su cómplice
robando desde relojes hasta joyas de los turistas.

En muy poco tiempo junto un vasto tesoro de dinero y joyas que le entregó a su
amado. Se vieron por la noche para ocultar el tesoro y evitar que alguien los
descubriera. Pero cuando la bailarina se dirigía al sitio acordado, notó a lo lejos al
joven acompañado de otra mujer. En un arranque de celos, la bailarina decidió
enterrar el tesoro en un sitio secreto antes de entregárselo al hombre.

Cuando llegó al lugar él ya la estaba esperando y con ansías su preciado tesoro,


pero ella le dijo que estaba asegurado y que nunca se lo daría. El joven se enojó y
después de una fuerte discusión sacó un cuchillo de su pantalón y degolló a la
bailarina. Justo esa noche la bailarina tenía que presentar un show en el casino,
algunos dicen que sí llegó y que fue la atracción principal, no habló con nadie y
cuando finalizó se retiró del lugar.

Las personas aseguran que su espíritu fue el que dio su último baile en el casino y
que desde esa noche se puede ver a una bailarina sin cabeza caminando sin rumbo
en donde antes se ubicaba el casino.
9.- Leyenda de La Mujer que Bailó con el Diablo.

La ciudad de Tijuana en México por muchos años ha sido la escena de diversas


leyendas urbanas desde el relato de La Dama de Blanco, hasta la distorsionada
historia de Juan Soldado, un agresor sexual que se convirtió en mártir. Pero sin
duda una de las más escuchadas es la de la mujer que bailó con el diablo en un bar
maldito.

La Cantina Aloha -nombrada también Aloha Café y Club Aloha- abrió sus puertas en
la Avenida Revolución de la ciudad en 1928, luego de que su dueño Fernando
“Frank” Blanco Cota perdió otro negocio, el Anchor Cafe, a causa de un incendio un
año antes; de acuerdo con Classic San Diego.

Una década después Blanco Cota descubrió que el fuego lo seguía cuando el 25 de
noviembre de 1938, un incendio acabó con varios negocios del lugar, incluyendo a
Aloha. Sin embargo, aunque el negocio fue reconstruido, la aparente maldición hizo
una impresión en la comunidad.

Años después entre los tijuanenses comenzó a contarse la ‘‘verdadera’’ historia


detrás del devastador incendio. Las versiones varían con el paso de los años, pero
según los registros los primeros relatos de la leyenda se pueden rastrear alrededor
de la década de los 60 's, cuando la popularidad de la cantina estaba en su apogeo.

Según la historia una noche una hermosa mujer entró al Aloha. La cantina no estaba
muy concurrida y después de unos minutos la joven dijo a sus amigos que estaba
tan aburrida que bailaría con el mismísimo diablo.

Fue ahí cuando un atractivo hombre se acercó a ella, pidiéndole la mano para bailar.
La joven aceptó y luego de unos segundos la pareja se desplazó a lo largo de la
pista. Sin embargo, la mujer rápidamente descubrió el error que había cometido.

Cuenta la leyenda que durante el baile la joven empezó a sentir que algo andaba
mal, pues mucho calor emanaba del cuerpo del hombre. Cuando ella instintivamente
volteó a ver al piso se dio cuenta no sólo que ambos estaban flotando, sino que los
pies del atractivo desconocido eran en realidad pezuñas.

Muchos afirman que los testigos de la horripilante escena quedaron sorprendidos y


cuando iban a intervenir la mujer y el extraño ser desaparecieron en una nube de
humo. Fue en ese momento que el lugar se empezó a envolver en llamas.

A través de los años este relato ha trascendido entre la comunidad tijuanense, en


gran parte por la rocosa historia de Aloha, que en 2011 sufrió nuevamente de un
incendio que hizo que el establecimiento cerrará sus puertas definitivamente. Este
suceso, en combinación con otros más, ha servido para cimentar la leyenda del
aquel lugar maldito.
10.- Leyenda de La Dama de Blanco de La Cuesta Blanca.

Cuentan que en la Cuesta Blanca pasan cosas extrañas en la noche. El miedo ha


hecho presa de muchos conductores que transitan en la madrugada sobre la
carretera libre de Tijuana-Rosarito, justo donde se encuentra el matadero de chivos.

Ese punto de la carretera ha sido y sigue siendo escenario de terribles accidentes


automovilísticos que han cobrado la vida de muchas personas y por eso don José,
un añejo residente del lugar, se resiste a recordar lo que ocurrió aquella terrible
noche, hace ya muchos años, porque dice que a los muertos hay que dejarlos
descansar en paz, pero al final decide platicar.

Con la piel chinita recuerda que esa fatídica noche la neblina era espesa y
difícilmente se podía caminar sin tropezar con algo, pero aun así salió presuroso de
su casa luego de que escuchó aquel sonido en medio la noche que alertaba sobre
un accidente automovilístico. Sí, lo recuerda bien.

Aquello era una tragedia pues a bordo de un taxi viajaba una pareja de recién
casados aún vistiendo el atuendo de esponsales, traje oscuro él y el tradicional
vestido blanco ella, mismos que iban rumbo a Rosarito, aunque hay quienes
aseguran que los novios partieron del Hotel Rosarito donde se celebró la boda, pero
en lo que sí coinciden es que el conductor perdió el control de la unidad en la curva
de la Cuesta Blanca y el auto dio vueltas hacia la hondonada quedando el novio mal
herido y atrapado entre los fierros.

La enamorada mujer pudo salir del auto y con el vestido ensangrentado se dirigió
hacia la carretera buscando ayuda desesperada, pues la vida de su amado pendía
de un hilo y ella lo sabía.

El dolor de las lesiones sufridas por el accidente era nada contra lo que sentía en el
alma y por eso sus gritos eran desgarradores y se escuchaban a distancia entre la
callada noche que parecía adivinar lo que ocurriría después.

En ese solitario tramo de la carretera, recuerda don José, no era fácil obtener ayuda
y menos en la madrugada, de hecho cuando él llegó al lugar apenas logró ver entre
la neblina a la mujer que se alejaba pidiendo auxilio a los pocos automovilistas que
pasaban por el sitio, pero ninguno paraba su marcha.

Mientras tanto en el auto accidentado, el novio perdía la vida poco a poco


desangrado a causa de las heridas. Dicen que cuando su amada regresó sin haber
logrado ayuda, él ya se encontraba muerto y ella comenzó a caminar y caminar
hasta perderse en la bruma y la oscura noche con su dolor a cuestas. Nadie supo si
también murió, porque jamás se le volvió a ver.
Hay quienes aseguran que el alma en pena de la novia ronda por la Cuesta Blanca
y que su fantasma se aparece en las noches cuando la neblina baja y cubre la
carretera. Ella se aparece ataviada con un hermoso vestido blanco y pide “raite” a
los automovilistas que viajan por esa vialidad, sobre todo a los taxistas.

Cuentan que si los conductores no se detienen, ella se aparece en el asiento trasero


del auto con su vestido teñido de sangre y que un halo la rodea al tiempo que un
aire helado invade el auto, haciendo erizar la piel hasta del más osado.

Otros que la han visto y que dicen haberle dado “raite” narran que minutos después
de abordar la unidad su figura simplemente se desvanece acompañada de un
lamento. Así que no se sorprendan al encontrarse una noche con la mujer de blanco
de la Cuesta Blanca intentando subir a su auto.

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