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Sobre el origen de esta leyenda hay varias versiones: una es la colonial, la cual se
basa en las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, quien participó en la conquista del
Imperio mexica. Se cuenta que una mujer de origen indígena era amante de un
caballero español y, cuando ella le pidió formalizar la relación, él se negó porque
pertenecía a la alta sociedad. Este hecho desató la tragedia por la que su alma
deambulaba en pena.
Cuentan que esa noche la mujer despertó a sus pequeños hijos –un niño y una
niña–, tomó un puñal y los llevó al río, el cual se encontraba muy cerca de su casa.
Estando ahí, ciega por el coraje, los apuñaló varias veces hasta que los dejó sin
vida.
Desde esa noche no se volvió a saber más de ella y se convirtió en mito. Quienes
juran haberla escuchado dicen que deambula en las calles y los parques de la
Ciudad de México, además de los canales de Xochimilco.
6.- La leyenda del Callejón del Beso (Guanajuato).
Caminando por las calles de la ciudad colonial de Guanajuato podrás descubrir el
Callejón del Beso, un rincón donde, según la leyenda, una joven pareja solía
encontrarse para darse un beso “de balcón a balcón”.
La leyenda que se cuenta a continuación, que tiene como escenario un callejón de
68 cm de ancho en la zona centro de la ciudad de Guanajuato (número 36000), es
una de las de mayor tradición. Este relato cuenta que:
Carmen era hija única de un hombre autoritario y violento. Ella era cortejada por
Luis, un minero pobre de un pueblo cercano. Al descubrir su amorío, el padre de
Carmen la encerró y la amenazó con internarla en un convento; él quería que se
casará en España con un viejo noble para hacerse aún más rico.
Después de llorar durante varias noches, Carmen pidió a Brígida, su dama de
compañía, que le llevara una misiva a Luis con las malas noticias. Ante ese hecho él
decidió mudarse a la casa que estaba justo enfrente de la de su amada. Esta casa
tenía un balcón que daba a un callejón tan angosto que se podía tocar con la mano
la pared de enfrente.
Un día se encontraban los enamorados platicando de balcón a balcón, cuando
escucharon que dos personas discutían. Eran el padre de Carmen y Brígida, quien
buscaba impedir que el amo entrara a la alcoba de su hija. Por fin, el padre pudo
introducirse, y al presenciar la escena, clavó enfurecido una daga en el pecho de
ella.
Se dice que, aun cuando Carmen yacía muerta, Luis no dejó ir su mano, la cual
besó tiernamente durante horas.
La romántica y trágica leyenda ya es toda una tradición en la ciudad. Hoy en día, los
turistas visitan el famoso callejón (el Callejón del Beso) y sellan su propio destino –
uno muy diferente al de Carmen y Luis– besándose en el tercer escalón.
7. La Leyenda del Charro Negro.
La leyenda del Charro Negro cuenta la historia de un espectro que alguna vez fue
hombre y que, por su interminable ambición, fue condenado a sufrir los tormentos
del infierno y a ser el cobrador de quienes, como él, tienen deudas pendientes con
el diablo.
Se cuenta que El Charro provenía de una familia humilde. Sus padres, aunque lo
amaban, nunca pudieron cumplir sus caprichos. Al Charro siempre le gustó ir bien
vestido, a veces incluso, no comía durante días para ahorrarse unos pesos y con lo
juntado, poder completar para un buen sombrero.
Sin embargo, estaba cansado de su inagotable pobreza. Por más que trabajaba, el
dinero nunca le alcanzaba y tenía que andar todo el día con las manos llenas de
tierra.
Tiempo después, murieron sus padres. Al quedar solo, la miseria del Charro
aumentó considerablemente por lo que tomó una decisión que cambiaría su vida:
invocar al diablo para pedirle riqueza.
No se sabe cómo lo consiguió, pero finalmente, Lucifer se apareció. Aquella entidad
supo leer los ojos y el espíritu del hombre que lo había llamado, así que de
inmediato le ofreció cantidades de dinero que ni siquiera en dos vidas podría gastar.
Lo único que pedía a cambio, era su alma.
El Charro, en ese entonces era altivo y valiente así que la Estrella de la Mañana no
había logrado asustarlo y aceptó.
Pasó el tiempo y poco a poco la juventud del Charro comenzó a despedirse. De
repente, se dio cuenta de que estaba cansado de gastar sus riquezas en mujeres,
apuestas, vino y costosos trajes. A la par, la sensación de soledad le oprimía el
pecho y apenas lo dejaba respirar. Nadie lo quería por lo que era sino por las
riquezas que poseía.
El Charro ya se había olvidado de aquel trato que lo maldijo. Por eso, cuando se le
apareció el diablo para recordarle que la hora del cobro estaba cerca, se asustó
como nunca.
El terror invadió a nuestro protagonista hasta el último rincón de sus entrañas.
Recordó su deuda y, por cobardía, comenzó a ocultarse. Mandó al personal de su
hacienda a poner cruces por toda su propiedad y a construir una pequeña capilla.
No obstante, el recuerdo de la deuda pendiente no lo dejaba dormir ni disfrutar de
los pocos meses que le quedaban de vida. Así que, en un arranque de miedo tomó
a su mejor caballo junto con una bolsa que contenía unas cuantas monedas de oro
que no se había gastado. Emprendió el viaje durante la noche, para que nadie lo
viera huir.
Sin embargo, el diablo se dio cuenta de que el Charro faltaría a su palabra así que
volvió a aparecer frente al jinete y su caballo pero esta vez, con el fin de llevárselo.
—Iba a esperar a que murieras para cobrar la deuda que tienes conmigo, pero,
como te ocultas cobardemente, te llevaré ahora —dijo el diablo.
El Charro no tuvo tiempo de responder. Cuando se dio cuenta, su caballo,
encabritado, trató de patear al demonio pero era tarde, los brazos de su amo habían
comenzado a secarse y su carne a desaparecer. Solo le quedaba el ajuar de Charro
encima de los huesos blanquecinos. El diablo volvió a hablar:
—Veo que tu bestia te es fiel, por eso ha de ser maldita igual que tú y condenada a
acompañarte a tu viaje hacia el infierno. Aunque, de vez en cuando, quiero que
hagas algo por mí, cobrarle a mis deudores. Si haces bien tu trabajo, dejaré que el
hombre que acepte esa bolsa con monedas de oro que traes, tome tu lugar.
Desde entonces, aquel hombre fue condenado a sufrir incontables tormentos en el
infierno y a salir de ahí solo para cobrar a quienes tienen deudas pendientes con
Lucifer. Esto con la esperanza de que una noche, algún viajero, traicionado por su
avaricia, tomé su lugar. Solo así, el Charro Negro y su caballo podrán descansar en
paz.
7. La Leyenda del Vampiro del Panteón de Belén.
El Panteón de Belén fue inaugurado en 1848 y clausurado en 1986, debido a que
una las epidemias lo llenaron rápidamente.
A pesar de que desde entonces y hasta 1996, el cementerio permaneció vacío, sus
leyendas continuaron con vida.
La más famosa de ellas es, sin duda, la leyenda del Vampiro, la cual atrae a propios
y ajenos, curiosos por conocer el árbol bajo el cual, según esta, espera despertar.
Durante el siglo XVIII llegó a Guadalajara Don Jorge, un europeo que llamó la
atención de los residentes debido a sus costumbres extrañas, ya que gustaba de
vestir de negro y pasear solo por las noches, además de que era poco sociable,
aunque, dicen, muy educado.
Una noche, los gritos de una joven atrajeron a los pobladores, quienes encontraron
a Don Jorge prensado al cuello de su víctima y lo persiguieron hasta lograr
atraparlo.
Uno de esos talentos fue una joven bailarina que tenía el sueño de hacerse famosa.
Entró a trabajar al casino como parte del entretenimiento y se volvió una de las
mejores bailarinas del casino. Gracias a su belleza también atraía la mirada de
muchos turistas ricos y de la ciudad. Un día conoció a un joven jugador en el casino
que la enamoró desde la primera vez que cruzaron palabras.
Este joven tenía el mal hábito de hacer trampa en la ruleta para ganar dinero fácil,
pero en muy poco tiempo los dueños del casino lo descubrieron y le prohibieron la
entrada. Así que decidió engañar a la bailarina convenciéndola de que lo ayudara a
robar a sus amigos ricos del casino. Ella aceptó y se convirtió en su cómplice
robando desde relojes hasta joyas de los turistas.
En muy poco tiempo junto un vasto tesoro de dinero y joyas que le entregó a su
amado. Se vieron por la noche para ocultar el tesoro y evitar que alguien los
descubriera. Pero cuando la bailarina se dirigía al sitio acordado, notó a lo lejos al
joven acompañado de otra mujer. En un arranque de celos, la bailarina decidió
enterrar el tesoro en un sitio secreto antes de entregárselo al hombre.
Las personas aseguran que su espíritu fue el que dio su último baile en el casino y
que desde esa noche se puede ver a una bailarina sin cabeza caminando sin rumbo
en donde antes se ubicaba el casino.
9.- Leyenda de La Mujer que Bailó con el Diablo.
La Cantina Aloha -nombrada también Aloha Café y Club Aloha- abrió sus puertas en
la Avenida Revolución de la ciudad en 1928, luego de que su dueño Fernando
“Frank” Blanco Cota perdió otro negocio, el Anchor Cafe, a causa de un incendio un
año antes; de acuerdo con Classic San Diego.
Una década después Blanco Cota descubrió que el fuego lo seguía cuando el 25 de
noviembre de 1938, un incendio acabó con varios negocios del lugar, incluyendo a
Aloha. Sin embargo, aunque el negocio fue reconstruido, la aparente maldición hizo
una impresión en la comunidad.
Según la historia una noche una hermosa mujer entró al Aloha. La cantina no estaba
muy concurrida y después de unos minutos la joven dijo a sus amigos que estaba
tan aburrida que bailaría con el mismísimo diablo.
Fue ahí cuando un atractivo hombre se acercó a ella, pidiéndole la mano para bailar.
La joven aceptó y luego de unos segundos la pareja se desplazó a lo largo de la
pista. Sin embargo, la mujer rápidamente descubrió el error que había cometido.
Cuenta la leyenda que durante el baile la joven empezó a sentir que algo andaba
mal, pues mucho calor emanaba del cuerpo del hombre. Cuando ella instintivamente
volteó a ver al piso se dio cuenta no sólo que ambos estaban flotando, sino que los
pies del atractivo desconocido eran en realidad pezuñas.
Con la piel chinita recuerda que esa fatídica noche la neblina era espesa y
difícilmente se podía caminar sin tropezar con algo, pero aun así salió presuroso de
su casa luego de que escuchó aquel sonido en medio la noche que alertaba sobre
un accidente automovilístico. Sí, lo recuerda bien.
Aquello era una tragedia pues a bordo de un taxi viajaba una pareja de recién
casados aún vistiendo el atuendo de esponsales, traje oscuro él y el tradicional
vestido blanco ella, mismos que iban rumbo a Rosarito, aunque hay quienes
aseguran que los novios partieron del Hotel Rosarito donde se celebró la boda, pero
en lo que sí coinciden es que el conductor perdió el control de la unidad en la curva
de la Cuesta Blanca y el auto dio vueltas hacia la hondonada quedando el novio mal
herido y atrapado entre los fierros.
La enamorada mujer pudo salir del auto y con el vestido ensangrentado se dirigió
hacia la carretera buscando ayuda desesperada, pues la vida de su amado pendía
de un hilo y ella lo sabía.
El dolor de las lesiones sufridas por el accidente era nada contra lo que sentía en el
alma y por eso sus gritos eran desgarradores y se escuchaban a distancia entre la
callada noche que parecía adivinar lo que ocurriría después.
En ese solitario tramo de la carretera, recuerda don José, no era fácil obtener ayuda
y menos en la madrugada, de hecho cuando él llegó al lugar apenas logró ver entre
la neblina a la mujer que se alejaba pidiendo auxilio a los pocos automovilistas que
pasaban por el sitio, pero ninguno paraba su marcha.
Otros que la han visto y que dicen haberle dado “raite” narran que minutos después
de abordar la unidad su figura simplemente se desvanece acompañada de un
lamento. Así que no se sorprendan al encontrarse una noche con la mujer de blanco
de la Cuesta Blanca intentando subir a su auto.