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Un espíritu errado siempre conduce a una conducta equivocada.

Si el
creyente desea andar según el espíritu, debe mantenerse continuamente en
una condición óptima.

El espíritu, al igual que la mente, puede volverse incontrolable e insolente, o


retraerse. Si el espíritu no es guardado en el Espíritu Santo, caerá, y una vez
que esto sucede, la conducta del creyente se vuelve un caos.

Cuando el espíritu del creyente es fuerte y poderoso, puede controlar al


alma y al cuerpo en toda circunstancia, impidiéndoles caer en una conducta
disoluta; si no es así, el alma y el cuerpo lo oprimirán, y el creyente caerá.
La salvación completa libra al creyente del yo y lo vuelve a
Dios; pero si el creyente retiene algo para sí, su espíritu se
inhibe y no puede brotar para ser uno con Dios.
Antes de que el creyente experimente la separación del alma y el espíritu, cuando algo
inesperado le sucede, todo su ser cae en confusión y caos y no sabe qué hacer. Esto se debe
a la falta de conocimiento espiritual y a la falta de separación entre el alma y el espíritu.
El creyente debe recordar que, si anda conforme al espíritu, todas sus acciones
deben guiarse por ciertos principios. El espíritu tiene leyes, métodos y
principios. Andar en conformidad con el espíritu es andar según sus leyes. En
los principios espirituales, lo correcto y lo incorrecto tiene un parámetro
claramente definido. Si dice “sí”, es “sí”, no importa si el cielo está nublado o
despejado, y si dice “no”, es “no”, ya sea que esté contento o deprimido.

La vida cristiana obedece a un principio definitivo. Si el creyente no hace


morir totalmente sus emociones, su vida no será gobernada por un
discernimiento estable, vivirá en conformidad con los sentimientos oscilantes
de su alma, y no en según un principio estable y definido.
Una vida gobernada por principios difiere de la que es gobernada por las emociones. El
creyente regido por sus emociones, cuando planea hacer algo no se preocupa ni de
principios ni de razones, sino que se guía por sus sentimientos; si hay algo que le guste y
que lo haga feliz, será tentado por ello, aunque sepa perfectamente que hacerlo no es
razonable y que está en contra de los principios que conoce. Cuando se siente frío,
melancólico o deprimido, como no lo apoyan sus sentimientos, no puede cumplir con sus
obligaciones.

Si los hijos de Dios prestan atención a sus emociones, se darán cuenta de cuán
inconstantes son y cuán peligroso es obedecerles. Cuando la Palabra de Dios (el principio
espiritual) concuerda con sus sentimientos, la obedecen; pero si ése no es el caso, la
rechazan y no le prestan atención. Esta clase de vida está en total enemistad con la vida
espiritual. Todo aquel que anhela tener una vida espiritual próspera, debe andar
continuamente en conformidad con el principio de Dios.
ANALISIS DEL ALMA (LOS DESEOS)

Cualquier tendencia a jactarse de la posición que uno tiene, de su tradición familiar,


de su salud, de su personalidad, de su destreza, de su apariencia y de su poder,
proviene de la parte emotiva de uno, específicamente de los deseos.

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