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Significado de la Santa Misa

« Como sea tu Misa, así será tu fe.


Como sea tu fe, así será tu moral.
Como sea tu moral, así será tu vida.
Y como haya sido tu vida, así será tu eternidad»
Mons.Tihamer Toth
Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me
incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente
tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha
confiado. Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa? Predicar el Evangelio entregándolo
gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere el Evangelio. Efectivamente, siendo libre
de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda (I Corintios 9, 16-19).
Estas frases de san Pablo podrían aplicarse a toda la Iglesia. Esto es lo que ha hecho la Iglesia desde
sus orígenes: proclamar el Evangelio. Siendo libre, se ha hecho esclava de muchos, servidora abnegada,
para ganar para el Evangelio a la mayoría, a los más que ha podido y puede, para entregarles la
revelación de Jesucristo que nos descubre el amor y nos abre las puertas de la salvación. El Evangelio es
el centro de la primera parte de la Misa: la liturgia de la palabra. La Iglesia proclama solemnemente la
Buena Nueva

La Eucaristía es el misterio de la fe y, por tanto, es necesario que la asamblea cristiana de los fieles
alimente su fe escuchando la palabra de Dios antes de acercarse a su mesa. Seguimos así una tradición
que nace con la Iglesia (Cf Hechos 20, 7-11). El mismo Jesús en la Última Cena enseñó el mandamiento
del amor antes de partir el pan con sus apóstoles (Cf Juan 13) o leyó y explicó la palabra de Dios en la
Sinagoga (Cf Lucas 4, 16), tal como hacemos hoy en todas las misas del mundo.
Oraciones que deberían decir los sacerdotes al
revestirse
Lavabo.
Da, Señor, la virtud a mis manos para que toda mancha sea removida y pueda servirte con una mente y un
cuerpo puros.
Empezar con la señal de la cruz.
Amito.
Impón, Señor, sobre mi cabeza el yelmo de salud, para combatir las asechanzas diabólicas.
Alba.
Purifica, Señor, y limpia mi corazón, para que purificado con la sangre del Cordero merezca el gozo
sempiterno.
Cíngulo.
Cíñeme, Señor, con el cíngulo de la pureza y extingue en mis miembros el humor libidinoso, para que
permanezca en mí la virtud de la continencia y castidad.
Estola.
Devuélveme, Señor, el estado de inmortalidad, que perdimos con el pecado de nuestros primeros padres:
y, aunque indigno de acercarme a tu sagrado misterio concédeme la eterna gloria.
Casulla.
Señor, que dijiste: mi yugo es suave y mi carga ligera; haz que lo lleve de tal manera, que me haga digno
de conseguir tu gracia. Amén.
.
Cáliz, copón, corporal, patena, hostia, velas, vinajeras, purificador, misal, palio, lavabo, manutergio
Explicación de la Santa Misa
Se desarrolla conforme a una estructura fundamental y comprende dos grandes momentos
que forman una unidad básica.
La liturgia de la Eucaristía se desarrolla conforme a una estructura fundamental que se ha
conservado a través de los siglos hasta nosotros. Comprende dos grandes momentos que forman
una unidad básica:

- la reunión, la liturgia de la Palabra, con las lecturas, la homilía y la oración universal;


- la liturgia eucarística, con la presentación del pan y del vino, la acción de gracias consecratoria y
la comunión.
Liturgia de la Palabra y liturgia eucarística constituyen juntas "un solo acto de culto"
(Cf Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium 56); en efecto, la mesa preparada
para nosotros en la Eucaristía es a la vez la de la Palabra de Dios y la del Cuerpo
del Señor (Cf Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum 21)
(Catecismo de la Iglesia Católica 1346).

La liturgia de la Palabra comprende "los escritos de los profetas", es decir, el Antiguo


Testamento, y "las memorias de los apóstoles", es decir, sus cartas y los Evangelios;
después, la homilía que exhorta a acoger esta palabra como lo que "es
verdaderamente, Palabra de Dios" (I Tesalonicenses 2,13), y a ponerla en práctica;
vienen luego las intercesiones por todos los hombres, según la palabra del apóstol:
"Ante todo, recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de
gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en
autoridad" (I Timoteo 2,1-2). (Catecismo de la Iglesia Católica 1349).
Durante la Misa asumimos diferentes posturas corporales: nos ponemos de pie, nos ponemos de rodillas, nos sentamos
y también somos invitados, a realizar una serie de gestos. Estas posturas y gestos corporales no son meramente
ceremoniales. Tienen un significado profundo, así, cuando se realizan con comprensión, pueden realzar nuestra
participación personal en la Misa. De hecho, estas acciones representan la manera en que comprometemos nuestro
cuerpo en la oración, que es la Misa.

Cada postura corporal que asumimos en la Misa enfatiza y refuerza el significado de la acción en la que estamos
participando en ese momento en nuestro culto.
Ponernos de pie es un signo de respeto y honor, así que nos ponemos de pie cuando el celebrante, en representación de
Cristo, entra y sale de la asamblea.

Desde los inicios de la Iglesia, esta postura corporal ha sido interpretada como una postura de aquellas personas elevadas
con Cristo y que están en la búsqueda de cosas superiores.

Cuando nos ponemos de pie para la oración, asumimos nuestra estatura completa ante Dios, no con orgullo, sino con una
humilde gratitud por las cosas maravillosas que Dios ha hecho al crearnos y redimirnos. Por medio del Bautismo, se nos ha
dado a compartir una parte de la vida de Dios y la posición de pie es un reconocimiento de este don maravilloso.

Nos ponemos de pie para escuchar el Evangelio, la cúspide de la revelación, las palabras
y las escrituras del Señor y los obispos de los Estados Unidos han elegido la posición de
pie como la postura que se debe observar en este país para la recepción de la Comunión,
el sacramento que nos une de la manera más profunda posible con Cristo quien, ahora
gloriosamente resucitado de entre los muertos, es la causa de nuestra salvación.
En esta primera parte, disponemos nuestro corazón pidiendo perdón por los pecados cometidos, damos
gracias, honramos a Dios con el canto del Gloria, nos alimentamos con La Palabra, que es el centro de
esta celebración, profesamos nuestra fe y hacemos peticiones u Oración de los Fieles.
Consta de:
•Ritos Iniciales: Saludos, Acto Penitencial, Himno del Gloria, Oración colecta (realizada por el ministro
ordenado)
•Liturgia de la Palabra: Lecturas del Día (Primera, Salmo, Segunda -domingos y solemnidades-) Evangelio,
Homilía o Reflexión, Credo, Oración de los Fieles o peticiones.
Ritos Iniciales: Saludos
El ministro que preside la celebración realiza la procesión de entrada y besa el altar como símbolo de unión de
Cristo con su Esposa: la Iglesia. Todos se realizan la Señal de la Cruz.
A continuación el sacerdote, por medio del saludo, manifiesta a la asamblea reunida la presencia del Señor.
Después el sacerdote invita al Acto penitencial.
Ritos Iniciales: Acto Penitencial
Se realiza cuando toda la comunidad se reconoce pecadora para luego ir al encuentro con Dios en la Palabra
y la Eucaristía. Existen varias fórmulas pero la más común es recitar la oración del Yo Confieso.
Termina con la conclusión del sacerdote y la oración del “Señor Ten Piedad.”

Ritos Iniciales: Himno de Gloria


Este himno es una oración de alabanza y agradecimiento a Dios que realizamos luego de haber reconocido
nuestros pecados. Se elimina en los tiempos litúrgicos de penitencia como Adviento y Cuaresma.
En un himno que preferiblemente debe ser cantado,

Ritos Iniciales: Oración Colecta


El sacerdote invita al pueblo a orar, permanece en silencio un rato para que todos nos unamos a él y luego
lee la oración que expresa la índole de la celebración; el pueblo participa en ésta respondiendo “Amén”.

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