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LA

SANTIDAD Y
EL VALOR DE
LA VIDA
(19:1-25:19)
El sistema judicial
de Israel (19:1-21)
Esta unidad debe leerse en relación con 1:9-18; 4:41-43;
18:18-17:13 y 21:1-9. En estos lugares se explican las
diversas maneras en las que la instrucción divina establece los
parámetros para juzgar casos criminales con equidad.
Se habla de las personas indicadas para hacer las decisiones
legales o para servir como testigos; se habla de los lugares en
los que puede o no puede resguardarse el culpable; se indican
los procedimientos a seguir en casos distintos.
Esto último incluye la investigación diligente y cuidadosa, el
testimonio necesario para descubrir al falso testigo y los
rangos de responsabilidad de los jueces —en esto, 19:17
incluye la comparecencia ante 17:13 Yavé.
• La diversidad de lugares en los que Deuteronomio trata este tema,
resalta, una vez más, la importancia de la práctica de la justicia en la
nación de la alianza.
• El sistema judicial se establece para asegurar la presencia de relaciones
justas entre los miembros de la comunidad, cuando alguna persona o
grupo de personas han sido víctimas de la injusticia.
• La importancia de la justicia como fuerza irradiadora en la sociedad, se
muestra en que el proceso judicial se convierte a la vez en dinámica
pedagógica. El procesamiento del culpable y el castigo al testigo falso
son una lección para el resto de la población: «Y cuando todos los demás
oigan esto, tendrán temor y nunca más se hará semejante maldad en el
país» (19:20).
• Además, la permanencia de la justicia asegurará la presencia constante
de la bondad divina: «... y a ti te irá bien» (v. 13).
Los versículos 1-13 hablan de las ciudades de refugio
y de las provisiones
para tratar a los homicidas no intencionales e
intencionales.
Llama la atención el asunto de la eventual necesidad de aumentar el número de
ciudades, tomando en consideración la extensión del territorio del país. Tanto el
incremento de ciudades de refugio como el cuidado y arreglo de los caminos hacia
ellas demuestra la intención humanitaria de Deuteronomio: el homicida no
intencional necesita el resguardo rápido para no sufrir la muerte en manos del
familiar de la víctima.
El versículo 19:14 es una ley particular que busca proteger los límites de la
propiedad familiar. Su relación con 1-13 y 15-21 no es aparente. Su presencia en
este lugar se debe a que comparte con 1-13 el asunto del prójimo y el de
«ensanchar» el territorio (v. 8). Los versículos 15-21 establecen las pautas para la
correcta función de los testigos: el número de testigos necesarios para aceptar una
acusación y el castigo para el testigo falso.
En este pasaje encontramos que Deuteronomio no
eliminó la ley de la venganza, pero si la restringió para
que ella quede superditada a la justicia.
En esto el libro muestra la relatividad y ambigüedad de
la historicidad concreta en la que el pueblo berítico y Yavé
se relacionan.
El compromiso divino hacia el ser humano no violenta ni
trasciende el aquí y el ahora de la historia, la cultura y la
cosmovisión de una sociedad humana particular. Sin
embargo, el testimonio bíblico muestra que Dios, de
manera consistente, desafía al hombre a construir una
sociedad y una cultura que reflejen espacios de vida
realmente humanos para todos.
Allí donde el resto de las naciones y pueblos mantienen
estructuras y prácticas deshumanizadoras y opresivas, el
pueblo de Dios recibe leyes y enseñanzas cuyos objetivos son
la protección de todos y la aplicación justa del derecho.
Para nuestra mente moderna y occidental, muchas de esas
leyes —como la ley de la venganza y la ley del talión—
pueden parecer crudas e injustas. Por ello, necesitamos aplicar
a nuestra exégesis una hermenéutica que respete la relatividad
histórica y cultural que vio nacer el texto bíblico y, a la vez,
evite una aplicación anacrónica e irresponsable a nuestro aquí
y ahora
LA LEY DEL TALIÓN
La ley del talión (lat. lex talionis) sólo aparece tres veces en el
Antiguo Testamento (19:21; Ex. 21:23-25; Lv. 24:19-20); por ello,
no debe considerarse como una característica de la ley
veterotestamentaria.
Esta ley, por cruda e inhumana que pudiera parecer, se halla en
contextos donde se habla de la pena máxima. La intención de la ley
es, en efecto, evitar que el culpable sufra una pena más allá de la
que se merece.
El espíritu de la ley debe interpretarse así: si alguna persona causó
la pérdida del ojo a otra, el castigo debe ser proporcional a la falta;
el culpable deberá pagar con su propio ojo, pero nada más. Es decir,
nadie es digno de muerte si su culpa no la merece.
La guerra santa (20:l-20)
El Código deuteronómico reserva varios lugares para referirse al tema de la
guerra santa: 20:1-20; 21:10-14; 23:9-14 (hb. 10-15); 24:5. Mientras que
20:1-20 manifiesta varios estratos de composición, los otros textos han
demostrado provenir de una tradición temprana, ubicada no más tarde que
unas décadas después la monarquía davídico-salomónica.
Los versículos 20:10-14 y 19-20 también pertenecen a esa época.
Los textos de esa tradición predeuteronómica manifiestan una clara
preocupación por la práctica de la compasión, el autocontrol y el respeto en
medio de circunstancias adversas: el trato justo a la cautiva de guerra a
quien se toma por esposa; el perdón de la vida a los pueblos enemigos, de
manera total o parcial; la consideración de circunstancias personales
concretas, como el estar recién casado; la limpieza por razones de higiene y
consideración los demás, y el respeto a la naturaleza, que evita el destrozo
de los árboles.
La guerra santa (20:l-20)
Los otros estratos del capítulo 20 muestran
expansiones que intentan ubicar las leyes sobre
la guerra en el contexto histórico más amplio de
la historia hebrea: el papel del sacerdote (vv. 2-
4); otros casos de circunstancias personales (vv.
5-9); el celo antiidolátrico que prescribió la
destrucción total de las ciudades de Canaán.
La guerra santa es una guerra de Yavé y no del pueblo (20:4).
Por ello, Israel, en el contexto de la guerra, recibe el nombre
de «pueblo de Yavé» (Jue.5:13; 20:2), «escuadrones del Dios
viviente» (1S. 17:26), «ejércitos de Yavé» (Ex. 12:41).
Yavé decide ir a la guerra y va a la vanguardia de ella (20:4;
Jue. 4:14; 2S. 5:24). El dirige las guerras de Israel y decide su
curso (1:30; Ex 14:24-31; Jos. 10:42; 11:6; Jue. 20:35; 1S.
14:23). Al pueblo se le pide total confianza en Yavé (20:3; Ex.
14:13; Jos. 8:1; 10:25); por eso, la guerra y la victoria no
dependen del tamaño y poder del ejército.
Sólo se le permite luchar al valeroso (20:8; Jos. 8:1; Jue. 7:3)
y al que obedece las reglas de la pureza, la continencia y la
santidad (Jos. 3:5; 1S. 21:4-6; Dt. 23:10-15).
No existe un ejército profesional. Puesto que en la
guerra santa Yavé es el actor principal, la lucha
incorpora la ayuda de los poderes de la naturaleza (Jos.
10:11; 24:7; 1S. 7:10) e impregna a los enemigos con
un pavor sobrenatural y un descontrol suicida (Ex.
23:27; Jue. 7:22; 1S. 5:11; 7:10; 14:15, 20).
La presencia del cofre de la alianza y de las trompetas
es crucial (Jos. 6:4-9; 2S. 11:11). Los líderes de la
guerra son los sacerdotes y los caudillos escogidos y
dirigidos por Yavé (20:2- 4; Jue. 6:12-16). La guerra
finaliza con la entrega del botín (jerem) a Yavé (13:13-
18; Jos. 7:1-12).
La guerra santa está presente sobre todo en la época de la conquista de
Canaán y en los años que siguieron a la ocupación de la tierra, incluyendo
los inicios de la monarquía.
Esto incluye también el período del éxodo y la peregrinación por el
desierto. Deuteronomio y los libros pertenecientes a la tradición
deuteronómica ofrecen una justificación teológica que explica el porqué de
las guerras de exterminio.
Nuestro pasaje señala que el exterminio total de los habitantes se restringe
a las ciudades que están dentro de las fronteras de la Tierra prometida, la
tierra de Canaán.
Los pueblos de esas tierras adoran a otros dioses y siguen prácticas
abominables frente a Yavé.
Exterminar a los habitantes significa asegurar la ausencia de la tentación
de servir a otros dioses. Así, las mismas leyes sobre la guerra que
impregnadas del espíritu del shema (6:4-5): Yavé siempre será el único Dios
Esto explica porqué en ciertos momentos de la historia hebrea el
celo guerrero de Yavé se vuelca contra la nación israelita. La
infidelidad y la injusticia hacen que Israel se haga merecedor del
poder exterminador de Yavé. La destrucción del reino del norte en
el año 722 a.C. y la caída de Jerusalén en el 587 a.C. son el
ejemplo más concreto de lo que acabamos de decir, y esto ya
aparece advertido en el mismo libro de Deuteronomio (28:15-68).
En esas guerras de Yavé se da una ayuda mancomunada entre la
divinidad y el ser humano. Yavé convoca y dirige las guerras, pero
los hombres también participan y se convierten en instrumentos
valiosos para la victoria contra los enemigos.
Sin embargo, llama la atención que en ciertas ocasiones Yavé usa
la fuerza militar de los asirios y de los babilonios para castigar al
mismo Israel. Y usa las fuerzas persas (el ejército del rey Ciro)
para librar a su pueblo del exilio babilónico.
En esas guerras también participan las huestes
celestiales. Esta es la concepción que inunda la teología
de la guerra en la literatura apocalíptica.
El Nuevo Testamento se impregna de esta enseñanza y
manifiesta también que el Hijo de Dios, Jesucristo, y
los miembros de su nuevo pueblo, la Iglesia, viven
enfrentados con las fuerzas del mal: las tentaciones de
Jesús (Mt. 4:1-11) y su discurso sobre el final (Mr.
13:1-13), las alusiones de Pablo acerca de los
«principados», «potestades», «gobernadores de las
tinieblas» y «huestes espirituales de maldad» (Ef. 6:12),
y las escenas guerreras del Apocalipsis (cf. Ap. 8:6-
9:21; 19:11-21).
Todas esas batallas tienen como propósito asegurar la
singularidad y la santidad del nombre de Dios y proteger los
principios de vida que aseguran la justicia entre los miembros del
pueblo berítico. No son guerras que pretenden proteger
unilateralmente a una nación, etnia o raza.
La santificación del nombre de Dios y la protección del
vulnerable y desvalido son las causas del celo divino y de su
poder exterminador.
Este es el espíritu que alimenta la proclamación profética de
Amos, Oseas e Isaías 1-39, y que también se manifiesta en la
literatura apocalíptica. Y es este mismo espíritu el que alcanza
incluso al evento del Gólgota: ¡Dios contra Dios mismo, para
reconciliar al ser humano consigo mismo, con su prójimo y con
Dios, y para derrotar al poder del diablo!
Esta imagen de Dios como guerrero, tema por demás acallado
en nuestro quehacer teológico contemporáneo, es realmente la
otra cara del testimonio bíblico sobre el Dios de amor,
perdonador y paciente.
Estas dos imágenes se conjugan en un solo ser divino para
quien la justicia y la paz entre los seres humanos se relaciona
de manera inseparable con el único Dios. La Palabra divina
está presente entre los seres humanos para mostrarles cuál es la
voluntad de Dios y su proyecto para este mundo. Cuando
individuos y naciones desoyen la Palabra divina, someten sus
vidas a otros dioses y oprimen, matan y destruyen a otros seres
humanos y a la naturaleza, Dios se convierte en fuerza
castigadora para someter de nuevo a los rebeldes a su voluntad,
o para destruirlos si es necesario.
Las duras palabras de Mateo 25:41-46 y las escenas destructivas de Apocalipsis
muestran que llegará un momento en que la paciencia divina llegará a su colmo y
Dios castigará a quienes no hayan sido fieles a él y no hayan valorado nada la vida
de los otros seres humanos, especialmente los pobres, débiles y vulnerables.
A ellos les sucederá lo mismo que les sucedió en la asamblea divina a los dioses
que fueron incapaces de lograr la justicia en la tierra: «Ustedes son dioses... pero
morirán como cualquier mortal» (Sal. 82:6-7).
Cuando se trata de la singularidad de Dios frente a los otros dioses y de proteger a
los más débiles el celo de Dios y su ira se inflaman y caen con toda su fuerza
destructora.
Sin embargo, mientras que ese carácter de Dios se reserva para las circunstancias
extremas, la Sagrada Escritura sigue mostrando el camino mejor: el amor, la
igualdad y la armonía.
Con ese propósito fueron escritas las palabras de Deuteronomio; quien las siga
como fuente de instrucción y práctica de vida vivirá largamente y gozará de las
abundantes bendiciones de Dios.

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