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La era de 1870 a 1914 se convirtió en un periodo donde los países del Centro podían contar con la
posibilidad de avanzar rápidamente bajo un esquema económico serio y soportado sobre la gestión
gubernamental y la responsabilidad de sus dirigentes. Pero fue la misma vanidad política e imprecisión
diplomática la que condujo a que la competencia económica, los avances económicos y la acumulación
de capital en diferentes lugares del sistema económico internacional se desvanecieran y se convirtieran
en la piedra angular para sustentar los asuntos políticos, el poder, la rivalidad territorial, la hegemonía
imperial y, finalmente, la financiación de la Gran Guerra. Sería el inicio de un periodo donde las
diferencias en el desarrollo económico se ampliarían y se afectaría la estabilidad futura del sistema
político y económico internacional.
Después de un acomodamiento territorial al interior de Europa con la unificación de Prusia y los
territorios alemanes, así como de Italia y los ajustes generados por las guerras Austro-Prusiana y
Franco-Prusiana, se inició el surgimiento del espíritu colonial, que para algunos era algo nuevo en los
territorios de ultramar, pero para otros era una posible restructuración territorial y el camino para
fortalecerse al interior de Europa, siguiendo el ejemplo del Imperio Británico, que durante décadas se
había consolidado como potencia gracias a su interacción comercial y colonialismo con los territorios
de ultramar, y sin dejar de lado la historia del Imperio español y portugués, que se habían beneficiado
tanto de su política imperial del siglo XVI y XVII.
Con la entrada en vigencia del Congreso de Berlín, se abre una puerta a que los países que contaran con
la capacidad de aventurarse en proyectos coloniales de ultramar avanzaran en el territorio africano y
lograran consolidar un territorio (protectorado o colonia) que los abasteciera de materias primas. En este
momento, los países que contaban con una tradición colonial tenían una ventaja sobre aquellos países
que iniciaban este proceso, pero gracias a su estructura económica y su acumulación de capital podrían
entrar en una competencia por los nuevos territorios donde, como se presentó en la sección anterior,
Alemania, al interior de Europa, contaría con esa nueva faceta y dejaría relegados a Austria-Hungría,
Rusia, Portugal y España, con una tradición imperial de siglos.
2.2.4. LA REFORMA Y LA CONTRARREFORMA. PRIMERAS DOCTRINAS
ECONÓMICAS
Es otro debate muy importante en relación con el tema que estamos tratando. Sobre la
tolerancia religiosa en Europa se ha escrito mucho en los últimos años, desde la obra
clásica que tienen ustedes en Alianza Editorial: “Nacimiento y desarrollo de la tolerancia
en la Europa moderna”, de Henry Kamen y otras contribuciones posteriores. La tolerancia
religiosa está asociada al concepto de libertad de conciencia y estos historiadores lo que
han hecho es plantear la génesis y el desarrollo de la idea de tolerancia, hasta que se abre
paso en nuestro mundo contemporáneo, desde el punto de vista de la historia intelectual.
Insisto, tolerancia entendida como libertad de conciencia.
En el binomio entre Reforma y Contrarreforma la tolerancia religiosa ha caído del lado de
la Reforma protestante y la intolerancia del lado de la Contrarreforma que, por supuesto,
está vinculada a la Inquisición. No solo Inquisición, también a la Leyenda Negra, Felipe
II, la historia de España… Desde este punto de vista, sería Lutero el que habría abierto
ese debate de la libertad de conciencia en un momento simbólico y magnífico: en 1521
tiene lugar la Dieta de Worms, presidida por Carlos V. Lutero, convocado para que se
retractara de sus famosas escritos, en vez de abjurar dijo: “Si no se me convence mediante
testimonios de la Escritura y claros argumentos de la razón - porque no le creo ni al papa
ni a los concilios ya que está demostrado que a menudo han errado, contradiciéndose a si
mismos - por los textos de la Sagrada Escritura que he citado, estoy sometido a mi
conciencia y ligado a la palabra de Dios. Por eso no puedo ni quiero retractarme de nada,
porque hacer algo en contra de la conciencia no es seguro ni saludable.
2.2.5. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL: SUS CONSECUENCIAS.
Una de las teorías económicas más conocidas, su principal característica es que apoya el
intervencionismo como mejor manera para salir de una crisis.
Debe su nombre al economista británico John Maynard Keynes, que centró su carrera en estudiar los
agregados económicos y los ciclos económicos.
Esta disciplina económica produjo una auténtica“revolución keynesiana”, que aparcó los pensamientos
económicos clásicos, basados en el liberalismo y en el laissez faire. El keynesianismo prometía una
solución para el mayor enemigo del capitalismo, los ciclos económicos.
Keynes creía que la principal causa de las crisis es la baja demanda, derivada de las bajas expectativas
de los consumidores. Propuso el intervencionismo como mecanismo para estimular la demanda y
regular la economía en momentos de depresión. Keynes estudió los problemas agregados de la
economía, como el paro, la inversión, el consumo, la producción y el ahorro de un país. Sus argumentos
construyeron la base de la Macroeconomía.
El desempleo es uno de los principales problemas de las crisis, Keynes argumentó que el paro
no existe debido a la escasez de recursos, sino por la escasez de demanda, que provoca que no se
consuma los suficiente como para tener que producir una cantidad de bienes que de trabajo a
todos. Dicho de otra manera, el problema del paro es la falta de demanda y no la falta de
recursos.