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La evolución de los dogmas

1. El hecho de la evolución

El hecho de la evolución de los dogmas es innegable:


muchas afirmaciones dogmáticas de la Iglesia no se encuentran al pie de la letra en la Escritura
y se tratan cuestiones que no fueron de la preocupación de los autores del Nuevo Testamento;
también una materia que en un momento posterior fue objeto de una definición dogmática
no siempre se afirmó con la misma claridad en una etapa anterior.

Basta comparar la doctrina de la Iglesia de los primeros siglos


con la doctrina de los tiempos modernos;
por ejemplo, es innegable que la enseñanza sobre los sacramentos (número, necesidad y causalidad)
se ha formado lentamente en el correr de los siglos.

Para la comprensión de la evolución de los dogmas en la Iglesia


es relevante reflexionar sobre el hecho de que la evolución puede ser observada en la Escritura.
En efecto, después de los logros de la exégesis moderna no es prudente pasar por alto
que dentro de la Escritura tiene lugar una historia y una evolución de los enunciados.
1. El hecho de la evolución
El AT anunció manifiestamente al Padre y más oscuramente al Hijo;
el NT dio a conocer abiertamente al Hijo e hizo entrever la divinidad del Espíritu;
ahora el Espíritu está presente y concede una visión más clara de sí mismo…
(Cf. Gregorio Nacianceno, Los cinco discursos teológicos, V, 26).

Por su parte, Jerónimo, comentando la parábola del grano de mostaza,


señala que la predicación del Evangelio, que al principio parece insignificante,
cuando es sembrada en todo el mundo no crece como legumbre,
sino se desarrolla hasta hacerse un árbol:
las ramas del árbol del Evangelio -que ha crecido a partir de un grano de
mostaza-
son los diferentes dogmas sobre los que reposan las almas de los creyentes
(Cf. Jerónimo, Comentario al evangelio de Mateo, XIII, 31-32).
“Hay muchos puntos tocantes a la fe católica que,
al ser puestos sobre el tapete por la astuta inquietud de los herejes,
para poder hacerles frente son considerados con más detenimiento,
entendidos con más claridad y predicados con más insistencia.
Y así la cuestión suscitada por el adversario brinda ocasión para aprender”
(Agustín, La ciudad de Dios, XVI, 2).
1. El hecho de la evolución

“En la Iglesia Católica hay que poner el mayor cuidado para mantener
lo que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos”
(Vicente de Lerins, Commonitorio, 2).

En la Iglesia de Jesucristo es posible el progreso en la religión;


no obstante, se cuida de distinguir entre el progreso
(en el que una cosa crece permaneciendo siempre idéntica a sí misma)
y la modificación (en la que una cosa se transforma en otra):
crezcan la inteligencia, el conocimiento y la sabiduría de la Iglesia
-tanto de la colectividad como del individuo- según las edades y los siglos;
con tal de que suceda exactamente según la naturaleza peculiar,
“en el mismo dogma, en el mismo sentido, según una misma interpretación”
(Commonitorio, 23).

El dogma cristiano debe seguir las leyes de crecimiento


explica que, aunque los elementos de los cuerpos crecen con los años,
sin embargo, permanecen siendo siempre ellos mismos.
(Commonitorio, 23).
1. El hecho de la evolución

La cuestión de si han aumentado los artículos de fe en el transcurso del tiempo.

No han aumentado en cuanto a su sustancia,


porque todo cuanto creyeron los últimos padres
estaba incluido de un modo “implícito” en la fe de los primeros;
sin embargo, sí han aumentado en cuanto a su explicitación,
porque los últimos padres conocieron de un modo “explícito”
cosas desconocidas para los primeros
(Cf. Tomás de Aquino, Suma teológica, II-II, q. 1, a. 7, co.).

El progreso en el conocimiento se produce de dos maneras:


por parte del que enseña y por parte del que aprende;
de esta segunda manera progresan las personas en el conocimiento de la fe en el transcurso del tiempo
(el maestro enseña adaptándose a la capacidad del alumno).
En cuanto a la revelación Dios actúa como agente que posee la ciencia perfecta desde la eternidad;
en cambio, el ser humano es como la materia que recibe el influjo de Dios
(en el conocimiento de la fe la persona va de lo imperfecto a lo perfecto)
(Cf. Tomás de Aquino, Suma teológica, II-II, q. 1, a. 7, ad. 2-3).
1. El hecho de la evolución

En realidad, hasta fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX,
el desarrollo de los dogmas no se convierte en problema teológico consciente, sino que
adquirió más relevancia como consecuencia del desarrollo de los estudios históricos.

Concilio Vaticano I: Constitución dogmática Dei Filius (1870): capítulo 4 (sobre la fe y la razón)
 
“Y, en efecto, la doctrina de la fe que Dios ha revelado,
no ha sido propuesta como un hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los ingenios humanos,
sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino,
para ser fielmente guardada e infaliblemente declarada.
De ahí que también hay que mantener perpetuamente
aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró la santa madre Iglesia
y jamás hay que apartarse de ese sentido so pretexto y nombre de una más alta inteligencia [can. 3].
“Crezca, pues, y mucho e intensamente, la inteligencia, ciencia y sabiduría de todos y de cada uno,
ora de cada hombre particular, ora de toda la Iglesia universal, de las edades y de los siglos;
pero solamente en su propio género,
es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido, en la misma sentencia”.” (DzH 3020)
2. La razón de la evolución

Rahner y Lehmann se refieren a los elementos básicos de la dinámica de la evolución de los dogmas

El primer elemento son el Espíritu y la gracia:


“La comunicación de Dios en la palabra humana de la revelación se habría anulado a sí
misma
si no estuviera unida a la luz interna de la gracia y a la fe estrictamente sobrenatural”.
El segundo elemento es la actividad del Espíritu Santo.
El Espíritu no es solo el guía trascendental de una posterior evolución
dogmática,
“debe considerársele como un elemento interno de la evolución,
a través de la conciencia de fe de la Iglesia portadora de esta misma evolución”.
El tercer elemento es el magisterio de la Iglesia:
“Dado que no puede entenderse el dogma sin tener en cuenta
a los sujetos que garantizan la doctrina y la tradición,
la audición de la palabra de esta autoridad docente
es también uno de los elementos de la evolución dogmática”.
2. La razón de la evolución

El cuarto elemento es el papel de la tradición:


“La tradición, como acontecimiento de la predicación,
que se apoya en el pasado, pero que es siempre nuevo,
tiene -precisamente en su estructura dinámica- una gran importancia
hermenéutica”.
El quinto elemento son concepto y palabra;
es decir, la traducción del dogma en conceptos y palabras:
“La evolución del dogma acontece también esencialmente
en la dimensión del concepto y de la palabra humana”.

El sexto elemento es la “analogia fidei”,


considerando que “la luz de la fe… es el horizonte dentro del
cual
se conciben cada uno de los hechos de la revelación.”
El séptimo elemento es el sentido de la fe:
“Dado que la luz de la fe produce una secreta congenialidad con las mismas cosas que se deben creer,
el creyente puede obtener una serie de conocimientos en virtud de una cierta afinidad natural”.
2. La razón de la evolución

El octavo elemento es la formulación dogmática de lo revelado:


“La evolución de los dogmas consiste exactamente en el hecho de que
una verdad de fe se manifiesta de una forma expresa”.

Los autores consultados se refieren específicamente a la herejía


como un factor del desarrollo dogmático.
Por ejemplo, Rondet considera que “el error con frecuencia
ha proporcionado la ocasión de un avance dogmático”.

Rondet apunta también a la liturgia entre los factores del desarrollo dogmático,
debido a que la vida litúrgica de la Iglesia implica toda una doctrina:
“Nacida del dogma, lo manifiesta a su modo
y en algunos casos puede contribuir a su desarrollo”.

Finalmente, Kasper se refiere a la provocación por la situación:


la evolución no acaece nunca solo en el plano de la historia de la cultura y de las ideas,
sino también en el encuentro y la controversia con la situación de cada época.

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