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MENTAL Y EMOCIONAL
Nivel II, - Niveles Mental y Emocional, La
Transformación.
Algunas personas confunden el ego con amor propio, por eso aclaremos:
El amor propio es nuestra capacidad para amarnos y respetarnos, prestando
atención a nuestras necesidades y ocupándonos de nuestro bienestar. Por
bienestar nos referimos a las cosas que precisamos para sentirnos
emocionalmente centrados, saludables y con todas nuestras necesidades
primarias cubiertas.
Una persona orgullosa suele considerarse superior a los demás. En su fuero interno
yacen muchas inseguridades, auto-exigencia, culpa, desaprobación y carencia
afectiva, lo cual se compensa mediante un carácter fuerte y arrogante, que
enmascara la verdadera percepción que se tiene de sí mismo.
¿El ego es mi enemigo?
El ego podría describirse como una construcción, un traje. Es el traje (Para algunos el
disfraz) de la personalidad que nos ponemos para venir al mundo dual a pretender que
somos un cuerpo físico que transita por diferentes experiencias y situaciones.
Un ego está compuesto por una personalidad, que se forma en base a nuestras
experiencias de vida en la dualidad. Es decir, que en base a todo lo vivido nos
formamos una serie de creencias, recuerdos, estándares morales, sentido del humor,
costumbres y conocimientos teóricos, en base a los cuales decidiremos posteriormente
cómo interpretar y lidiar con cada situación vivida.
El ego no tiene nada de malo. Es una herramienta absolutamente necesaria para
funcionar en el mundo físico, que nos permite desempeñar nuestro rol en cada
experiencia de vida. Si no tuviéramos ego, alguien nos llamaría por nuestro nombre y no
nos daríamos vuelta, no tendríamos identidad, lo que haría imposible el aprendizaje en
la experiencia dual.
Según Un Curso De Milagros
El ego no es otra cosa que idolatría; el símbolo de un yo limitado y separado, nacido en un cuerpo, condenado
a sufrir y a que su vida acabe en la muerte. Es la “voluntad” que ve a la Voluntad de Dios como su enemigo, y
que adopta una forma en que Ésta es negada. El ego es la “prueba” de que la fuerza es débil y el amor temible,
la vida en realidad es la muerte y sólo lo que se opone a Dios es verdad.
El ego es demente. Lleno de miedo, cree alzarse más allá de lo Omnipresente, aparte de la Totalidad y
separado de lo Infinito. En su demencia cree también haber vencido a Dios Mismo. Y desde su terrible
autonomía “ve” que la Voluntad de Dios ha sido destruida. Sueña con el castigo y tiembla ante las figuras de sus
sueños: sus enemigos, que andan tras él queriendo asesinarlo antes de que él pueda proteger su seguridad
atacándolos primero.
El Hijo de Dios no tiene ego. ¿Qué puede saber él de la locura o de la muerte de Dios, cuando mora en Él? ¿Qué
puede saber de penas o de sufrimientos, cuando vive en una dicha eterna? ¿Qué puede saber del miedo o del
castigo, del pecado o de la culpabilidad, del odio o del ataque, cuando lo único que le rodea es paz eterna,
por siempre imperturbable y libre de todo conflicto, en la tranquilidad y silencio más profundos?
Conocer la realidad significa no ver al ego ni a sus pensamientos, sus obras o actos, sus leyes o creencias, sus
sueños o esperanzas, así como tampoco los planes que tiene para su propia salvación y el precio que hay que
pagar por creer en él. Desde el punto de vista del sufrimiento, el precio que hay que pagar por tener fe en él es
tan inmenso que la ofrenda que se hace a diario en su tenebroso santuario es la crucifixión del Hijo de Dios. Y la
sangre no puede sino correr ante el altar donde sus enfermizos seguidores se preparan para morir.
¿Cómo puede perjudicarnos el ego?
Trascender la identificación con el ego no es algo que sucede de un día para el otro. Es un largo
camino en el que nos enfrentamos a todas las ideas de lo que creemos cierto y correcto, y nos
atrevemos a dejarlas ir, a soltarlas para poder abrirnos a otros puntos de vista y a otras
experiencias.
La identificación del ego sucede fuertemente a nivel mental, y es por eso que debemos ignorar
todo el ruido mental que intenta poner definiciones a los objetos, personas y situaciones de vida,
para poner más atención a los dictados del corazón, que está fuertemente ligado a nuestra
fuente original divina.
Es difícil a veces dejar ir nuestras ideas de lo que está bien y mal, ya que sentimos que si no
tenemos la razón, el mundo que hemos construido en base a nuestras creencias se desmoronará y
nos sentiremos desamparados, sin saber qué rumbo tomar. Pero es sólo mediante dejar ir nuestras
estructuras de pensamiento limitantes que seremos realmente libres, sin otras barreras en nuestro
horizonte que las que nosotros mismos elijamos imponernos con nuestros pensamientos.
La desidentificación con nuestro cuerpo y nuestra personalidad puede ser difícil y hasta dolorosa a
veces, cuando tenemos un gran apego por nuestras creencias y nuestro estilo de vida, pero es el
dolor natural de un renacer hacia una realidad mucho más elevada, de infinitas posibilidades
para nuestro crecimiento y la expresión de nuestra naturaleza divina.