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Lección 11 para el 14 de

diciembre de 2019
Después de ser gobernador durante doce años,
Nehemías volvió junto al rey Artajerjes.

Algunos años después, regresó a Jerusalén. Se


encontró con que el pueblo se había olvidado
rápidamente del pacto que habían firmado: no
casarse con extranjeros; no profanar el sábado;
y ayudar al sostenimiento del templo
(Nehemías 10:28-39).

Nehemías 13 relata la forma en que Nehemías


hizo frente a esta crisis.

Matrimonios mixtos Abandono del Profanación del


(v. 1-9, 23-31) diezmo (v. 10-14) sábado (v. 15-22)
“Vi asimismo en aquellos días a judíos que habían tomado
mujeres de Asdod, amonitas, y moabitas” (Nehemías 13:23)

Nehemías reaccionó duramente contra los


que habían tomado mujeres extranjeras no
convertidas (v. 23-25).
Les recordó que eso era lo que había hecho
pecar a Salomón, y que ellos debían evitar
este error que les apartaba de Dios (v. 26-27).
El dirigente espiritual de la nación, el sumo sacerdote
Eliasib, participaba también de ese pecado.
Uno de sus familiares
había emparentado con
Tobías el amonita (v. 4), y
uno de sus nietos se había
casado con la hija de
Sanbalat, el samaritano
(el cual fue expulsado de
Jerusalén, v. 28).
“Nadie que tema a Dios puede unirse sin
peligro con quien no le teme. “¿Andarán dos
juntos, si no estuvieren de acuerdo?” Amós
3:3. La felicidad y la prosperidad del
matrimonio dependen de la unidad que
haya entre los esposos; pero entre el
creyente y el incrédulo hay una diferencia
radical de gustos, inclinaciones y
propósitos. Sirven a dos señores entre los
cuales la concordia es imposible. Por puros
y rectos que sean los principios de una
persona, la influencia de un cónyuge
incrédulo tenderá a apartarla de Dios”
E.G.W. (Dios nos cuida, 6 de julio)
Eliasib había desalojado la cámara donde se guardaban
los diezmos, las ofrendas, el incienso y otros utensilios
del Templo, y la había amueblado para que fuese usada
por Tobías el amonita.
El pueblo, desanimado por
ello, dejó de entregar los
diezmos.
Como resultado, los levitas tuvieron
que regresar a sus hogares. El culto del
Templo quedó gravemente dañado.
Nehemías rehabilitó la cámara y puso
al cargo de los diezmos a personas
fieles y dignas de confianza.
El pueblo volvió a traer alegremente
los diezmos. Así, el servicio de culto
quedó restablecido.
“Traed vuestro diezmo al tesoro del templo y así habrá alimentos en mi
casa. Ponedme en eso a prueba, a ver si no os abro las ventanas del cielo
para vaciar sobre vosotros la más rica bendición” (Malaquías 3:10 DHHe)

¿Por qué devolvemos a Dios el diezmo?


Lo devolvemos porque Dios es nuestro
Creador y lo reconocemos como tal. Damos
en gratitud por lo que él ha hecho: nos creó,
nos sostiene, nos cuida, murió por nosotros
y continúa recreándonos.

¿Qué conseguimos con nuestros diezmos y ofrendas?


Que la Palabra de Dios siga
predicándose en todo el mundo.
Que podamos continuar alabando
a Dios en nuestras iglesias.
Que crezca nuestra fe y nuestra
confianza en Dios.
“Dios está constantemente derramando
sobre vosotros las bendiciones de esta
vida; y si os pide que ayudéis en los
diversos ramos de su obra, lo hace en
vuestro propio interés temporal y
espiritual, para que así reconozcáis que
Dios es el dador de toda bendición. Dios,
como Obrero principal colabora con los
hombres en la tarea de proporcionar los
medios necesarios para su mantenimiento;
por eso requiere que ellos colaboren con él
en la salvación de las almas”
E.G.W. (Consejos sobre mayordomía cristiana, pg. 51)
Cuando el pueblo había recordado su
historia, habían realzado la idea de
que Dios les había dado el sábado
como una bendición (Nehemías 9:14).
En ese momento, se habían
comprometido a no profanarlo
(Nehemías 10:31).
Ahora, los dirigentes consentían que se hiciese mercado en sábado. Nehemías cerró
la ciudad en sábado para evitar que se hiciese mercado en ese día.
Pero el mercado
siguió haciéndose a
las afueras de la
ciudad. Tras ser
amenazados, no
volvieron a hacerlo.
El sábado es un día apartado para deleitarnos
en Dios, olvidando nuestras preocupaciones.
Un día para alabar y honrar a Aquel que nos
creó y nos da la vida.
Un día para recordar que murió en la cruz para
perdonar nuestros pecados y darnos salvación.
Desgraciadamente, los fariseos se aferraron
tanto a la letra de la ley que hicieron del
sábado una carga en lugar de una delicia.
Al celebrar alegremente el sábado nuestra
reunión con Dios, anticipamos los muchos
sábados en que nos reuniremos con Él en
la Nueva Jerusalén (Isaías 66:23).
“Y el Señor dice: “Si retrajeres del sábado
tu pie, de hacer tu voluntad en mi día
santo, y al sábado llamares delicias, santo,
glorioso de Jehová; ... entonces te
deleitarás en Jehová.” A todos los que
reciban el sábado como señal del poder
creador y redentor de Cristo, les resultará
una delicia. Viendo a Cristo en él, se
deleitan en él. El sábado les indica las obras
de la creación como evidencia de su gran
poder redentor. Al par que recuerda la
perdida paz del Edén, habla de la paz
restaurada por el Salvador”
E.G.W. (El Deseado de todas las gentes, pg. 255)

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