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La noción de responsabilidad implica la obligación de soportar la reacción que el ordenamiento

vincula al hecho dañoso.

El daño material consiste en el menoscabo del patrimonio en sí mismo y puede dividirse en daño
emergente y lucro cesante. El primero es la pérdida o disminución de valores económicos ya
existentes; esto es, un empobrecimiento del patrimonio. El segundo implica la frustración de
ventajas económicas esperadas, es decir, la pérdida de un enriquecimiento patrimonial previsto.
Toda indemnización debe comprender ambos aspectos del daño.

La reparación del daño moral tiene por objeto indemnizar el quebranto que supone la privación o
disminución de aquellos bienes que tienen un valor imposible de tasar como ser la libertad, la
integridad física, el honor, etc. En cuanto a su naturaleza jurídica parte de la Doctrina entiende que el
pago de este daño cumple una función ejemplar y se impone al responsable del hecho a título
punitivo en tanto la mayoría piensa que con ello se trata de proporcionar una compensación a la
víctima o pariente.

Los requisitos que debe reunir el hecho dañoso para generar responsabilidad son: a) relación de
causalidad entre el acto ilícito y el daño, b) que el daño sea cierto, c) que sea personal del accionante
y d) que el accionante pueda ser considerado realmente un damnificado en el sentido jurídico y no
sólo en los hechos.

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