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El Amor Real Huele A Tostadas
El Amor Real Huele A Tostadas
El Amor Real Huele A Tostadas
ar
/editorialelateneo
@editorialelateneo
He perdido el rumbo,
en el camino.
Elvira Sastre
no te demores.
Frida Kahlo
Hay que vivir la pasión cuando se presenta, pero lo más sensato es no
esperar nada de ella.
André Comte-Sponville
Demasiado. Que nos rescate, que nos salve, que nos cure las heridas
infantiles, que se ocupe de nuestros miedos, que disimule nuestras
frustraciones, que nos dé sentido, que conjure nuestros demonios, que nos
traiga luz en los momentos sombríos, que nos haga sentir lo que no podemos
sentir por nosotros mismos. No podemos vivir sin amor, sin otros, pero, para
que haya otros y haya amor, primero, tenemos que estar habitados de
nosotros mismos. Nadie va a venir a llenar ese vacío, y, si lo hace, es solo
una ilusión que se paga cara.
El mejor amor que podemos ofrecer es el que tiene que ver con la alegría de
dar, con la libertad de saber que nos quedamos porque podemos alejarnos,
porque nadie nos obliga ni es una droga de la que dependemos para
sobrevivir.
Este libro retrata las historias de aquellos que esperan un amor que no llega o
que se quedan atrapados en la ilusión de un amor que no fue. Las ilusiones
llenan el vacío por un rato, pero nos dejan solos. El amor real, el de carne y
hueso, imperfecto, el de la cotidianeidad, no llena vacíos, acompaña. No te
salva ni te rescata, pero acaricia tus heridas mientras trabajas para curarlas.
Los extractos de casos clínicos cedidos por pacientes son de parejas hetero-
y homosexuales. Podrás encontrar relatos en femenino o en un genérico
masculino como una manera de agilizar la escritura. No obstante, lo que leas
se aplica a todos los géneros.
Hay que matar la ilusión para que pueda surgir la esperanza. La espera no
tiene nada que ver con la esperanza. La espera nos deja cristalizados en la
inmovilidad, de brazos cruzados mientras la vida y las oportunidades se
escapan. La esperanza es del orden de lo posible; es alentar la idea de que,
en algún momento, con trabajo, renuncia y aceptación, las cosas pueden ser
diferentes.
Natalia Lafourcade
Pero no es todo el tiempo. Hay momentos en los que siento que es el hombre
de mi vida, y, tal vez, ese mismo día, hay momentos en que lo miro y no me
gusta, no lo admiro, no me erotiza”.
Lo cierto, lo que la clínica nos revela, es que son relaciones con mal
pronóstico: la incapacidad para elegir en un momento de inestabilidad
emocional puede llevarnos a pensar, erróneamente, que esa relación
cambiará nuestra vida, y es probable que comencemos a idealizar al otro.
Los recursos a los que apelamos en momentos de desolación pueden ser las
llaves para sentirnos más fuertes el día de mañana. La depresión es un grave
trastorno del estado de ánimo que te hace sentir que no hay futuro, que hay
un sinsentido en tu vida, que nada tiene color. Atraviesas una existencia
apática y gris, y sientes un enorme vacío. No se trata solo de una cuestión
emocional. Es una patología multicausal y no se soluciona con buenas
intenciones y nada más. La depresión es un trastorno tratable, y, en la
actualidad, conocemos sus causas y podemos abordarla. No obstante,
muchas personas no se sienten con fuerzas para pedir ayuda o descreen de la
posibilidad de ser ayudadas. Por eso, cuando alguien está deprimido, el
enamoramiento es como maná del cielo. Es en medio de esa vulnerabilidad
cuando el encuentro amoroso puede ser un peligro: es como darle morfina a
quien no puede más de dolor, es cocaína para el adicto que se siente
humillado y abandonado.
Lo que importa no es la sustancia (la morfina, la cocaína o la persona); lo
que realmente importa es lo que pasaba antes del consumo. Porque resulta
bastante comprensible que, si estás hambriento, te aferres a cualquier cosa
que te “llene el estómago” por un rato y quieras más y más. Y el problema es
el hambre inicial.
Es así que hay “relaciones chatarra”, como esas hamburguesas que te venden
en los locales de comida rápida: tentadoras, sabrosas, llenadoras por un rato.
Sales con la sensación de que algo no está bien, te sientes pesado y nunca
pensaste en el colesterol o en la obesidad, solo en que eran “sabrosas”.
Todos hemos tenido, alguna vez, esa experiencia, que puede ser más o
menos pasajera. Excepto que estés mal y uses eso para tapar tu dolor.
Entonces, no alcanzan los kilos de helado, los chocolates y las papas fritas.
Lo único que
El amor no es un parche
“Siempre crecí avergonzada. Tuve una familia que me hizo sentir rara
porque era inteligente. Mis hermanos se burlaban, y mi madre nunca
aplaudió mis logros. Casi parecía que les daba bronca. Tenía que esconder
mis buenas notas para que no me trataran de ‘bicho raro’. No me sentía
linda, así que compensaba estudiando y siendo muy esforzada en mis tareas.
Y así crecí y me fue muy bien en mi vida profesional. Llegué a ser gerenta
de una gran compañía y a tener ciento veinte personas a mi cargo. Siempre
oculté que me gustaban las mujeres porque hubiera sido un motivo más de
burla en mi familia, así que me distancié de ellos. Todo me iba bien, pero
estaba sola, profundamente sola. Cuando conocí a Débora y me dijo que me
amaba, le hubiera entregado mi vida. Creo que lo hice y la agoté. Fui
posesiva, controladora, insegura, no podía creer que ella en verdad me
amara. No sé cómo es este juego del amor; sufro tanto que siento que seguiré
sola”.
de elegir ni de decidir lo que es bueno para él. Solo busca la intensidad que
lo saque del caos emocional que es su cabeza. Esas relaciones proveen
intensidad porque son difíciles, complicadas y tortuosas. Amores
inaccesibles, asimétricos, desafiantes, que son la materia prima de la
obsesión. Aunque resulte extraño, parece doler menos estar obsesionado con
alguien que tomar contacto con las heridas que realmente angustian y
sangran desde el interior.
Terror al abandono
“Supe, desde el primer día, que ella estaba casada y no me importó. Estaba
tan enloquecido que me conformaba con el pequeño rato que me daba en la
semana, aunque después sufriera mirando sus redes y las fotos que subía con
su familia. Ese poquito era mejor que no tenerla, y debo decir que ella
alimentó mi ilusión, porque me decía lo mal que estaba con su marido,
lloraba, se desahogaba. Así que pensé que era cuestión de paciencia. Pasaron
los meses, los años. Vivía por y para ella. Me fui enfermando de promesas y
comencé a reclamar, a pedir, a rogar. El final, ya te lo imaginas. Me dejó, me
bloqueó en redes y no quiere saber más de mí. Y yo no sé cómo se sigue sin
ella”.
La ilusión digital
En los últimos años, las redes sociales y las apps de citas, como Tinder y
Happn —las más usadas en la Argentina—, fueron utilizadas masivamente,
con un protagonismo destacado durante la pandemia.
Esperamos que el amor y el otro nos llenen, nos hagan sentir plenos. Y ese
supuesto nos lleva siempre a la insatisfacción, a la falta y a la decepción. Y
Ejercitación
Muchas veces, vas a sentir una sensación de vacío. Es angustia. Tienes ganas
de llorar, inquietud, y te parece insoportable. Cuando te ocurra, te pueden
servir estas recomendaciones.
4. Por último, trata de recordar otro momento en el que hayas estado así y
qué fue lo que sirvió y te ayudó a salir en esa instancia.
Tenía que encontrarte,
El regalo ideal
Aprender a preguntar
Podríamos pensar que siempre hay un momento para conectarse con el otro.
También, que el otro está tan angustiado por un problema laboral que no
tuvo la posibilidad emocional de comunicarse. La sabiduría de las relaciones
consiste en saber quién está más urgido en su demanda. Es muy probable
que él no tuviera registro de la sensación de abandono de ella, y, por fortuna,
recibió muy bien el cálido y gracioso “reclamo”. Una manera de decir
“entiendo que estés muy ocupado, pero estoy aquí”. Si, en lugar de ese
reclamo amoroso, el mensaje hubiera sido de enojo y demanda, lo más
probable es que él hubiera tenido una reacción de bronca. Una legítima
sensación de no saberse comprendido en un momento en que peligraba su
carrera laboral y un fastidio que sumaba estrés al que ya tenía.
“Él nunca valida mis celos. Me dice que el mundo gay es así, que es muy
frecuente que, en el mismo grupo de amigos, circulen exparejas o chicos con
los que, alguna vez, tuvo un encuentro sexual. Yo salí del clóset hace poco y
aún no entiendo los códigos, pero no lo soporto. Siempre supongo que se
están seduciendo, que me va a engañar. Y nunca sé hasta dónde es mi
inseguridad o soy un ingenuo y él me miente. De hecho, cada vez que sale
con ellos, terminamos peleados”.
Una vez que tenemos claro qué parte del problema puede ser nuestro, nos
preguntamos lo siguiente: ¿La persona con la que estoy me da seguridad?
¿Me hace sentir amado? ¿Tiene registro de que me hace sentir mal cuando
estamos delante de terceros y no me presta atención? ¿Es mentirosa, aunque
sea en pequeños detalles, y eso me hace desconfiar? ¿Le gusta ser el centro y
mantiene relaciones ambiguas con otros?
Este cuenta que Narciso era un joven muy bello. Demasiado. Era tan apuesto
que era deseado por hombres y mujeres. Y era tan hermoso como arrogante y
soberbio. Engreído y absorto en el poder de su atractivo, rechazaba y
degradaba a quienes se acercaban enamorados. Ese fue el caso de la ninfa
Eco, quien había sido condenada por la diosa Hera —por otro asunto de
celos— a repetir las últimas palabras de lo que escuchaba. Cuando Narciso
caminaba por un bosque, se percató de que ella estaba oculta y lo observaba.
desprecian a los demás y solo los buscan para recibir la dosis de idolatría que
necesitan. No solo están enamoradas de su aspecto físico, sino que pueden
ser soberbias y egocéntricas respecto de su nivel intelectual, social o
económico y utilizan a los demás como drogas de consumo. A decir verdad,
a estas personas no les importa ni un poco lo que suceda con los demás
mientras les suministren lo que necesitan. Carecen de empatía.
Probablemente, muchos lectores se estarán preguntando si los narcisistas son
psicópatas y manipuladores. Pueden serlo o no. Tienen en común el hecho de
carecer de empatía, pero no todos son transgresores de la ley o manejan bien
el arte de la estafa o la manipulación.
“Él no era una mala persona, pero me hacía daño. No era malo porque no era
su intención dañarme. Me dañaba por lo que era, no por lo que hacía. Era
infantil y solo importaban sus cosas, sus necesidades y sus caprichos. Si
tenía dinero, nunca priorizaba a sus hijos o a la familia. Podía embarcarse en
gastos exorbitantes y pedir préstamos para comprarse una moto o para ir de
viaje a hacer un curso de buceo mientras no nos alcanzaba para pagar la
escuela de los niños. Al principio, pensé que era irresponsable, que iba a
madurar. Con los años, entendí que solo le importaban sus cosas y que eso
era desamor. Me costó darme cuenta porque siempre lo vi como un niño.
Hoy sé que vivir con un niño también hace daño. Hoy quiero un par, un
adulto que me acompañe”, razona Sonia.
Para poder amar en una pareja, tiene que haber otro. Parece una obviedad;
sin embargo, nuestros consultorios están poblados de parejas en las que un
miembro es un narcisista, y el otro, un codependiente. Los codependientes
emocionales pagan precios altos por ser amados. Están tan desvalorizados
que están dispuestos a idolatrar, pagar, esperar, tolerar, aguantar, posponer
sus necesidades, ofrendarse y hasta humillarse con
Con el tiempo, las cuentas no cierran. En algún momento, cae el velo, y las
personas codependientes esperan ser amadas. La terrible constatación es que
allí no habrá nada para ellas. Se enamoraron de alguien que solo tiene amor
para sí mismo. Y todo lo que dieron, lo que entregaron y lo que invirtieron
no habrá servido para nada, porque los narcisistas jamás deben algo. Nunca
se sienten en deuda porque, en rigor, no han pedido nada. Solo se dejaron
amar como ídolos inalcanzables.
Ejercitación
1. Haz una lista de las personas en las que puedes confiar. Incluye, en este
ítem, a todas las personas de tu entorno, no solo a la familia.
2. Haz una lista de las personas con las que puedes contar. Piensa en las
veces en que necesitaste ayuda. ¿Quién acudió? ¿Sientes que hay personas
incondicionales en tu vida?
4. Por último, haz una lista de aquellas cosas que ofreciste que hoy te
parecen desmedidas y no volverías a dar.
Los amores cobardes no llegan
a amores ni a historias,
se quedan allí,
Silvio Rodríguez
¿Puedo confiar o contar con los demás? ¿Tengo que ser una persona
reservada y ocultar mi vulnerabilidad y mis defectos para ser querida?
Que hoy sí, que mañana no, que te quiero, pero no sé, que aparezco y
desaparezco. Desde hace algunos años, de la mano de la tecnología en sus
diferentes y cambiantes formas de comunicación, apareció la figura del
ghosting. La palabra deriva de ghost , que quiere decir ‘fantasma’, y alude a
la brusca desaparición de una persona sin dar respuesta ni explicación.
“Te juro, Patri, que es una forma de violencia, es horrible”, me dice Nerina
con angustia. “Lo conocí por una app, chateamos bastante antes de vernos.
Por fin, nos encontramos y fue mágico, nos llevábamos muy bien en la cama
y teníamos muy buenas charlas. Había intereses comunes y nos divertíamos.
Eso duró tres meses con bastante intensidad, nos veíamos casi todas las
semanas. De un día para el otro, lo sentí raro, empecé a preguntar si le
pasaba algo, y las respuestas eran evasivas. Una mañana, literalmente,
desapareció. Me bloqueó, me sacó de sus redes sociales y de su vida. No
tenía manera de comunicarme con él para entender. Solo quería entender…”.
¿De qué se trata esta conducta repentina de desaparecer sin dar explicación
que alivie o que ponga palabras a un final? Se trata de una conducta cobarde,
de evitación del conflicto, de la dificultad de sostener, al menos por un rato,
el dolor, la tristeza o la decepción del otro por el abrupto corte. Las
explicaciones de los protagonistas de la “evaporación vincular” son
inconsistentes y pobres: “No sabía qué decirle”, “Me di cuenta de que me
aburría con él”, “Volví con mi ex”, “No tenía ganas de que me pidiera
razones que no tengo”, “No soporto los cuestionamientos”. Todas pueden ser
válidas, pero ninguna alcanza a explicar por qué se deja al otro en el abismo
El infierno de la espera
Son muy pocos los que tienen una autoestima alta y una confianza sólida,
que, frente a la huida del otro, son capaces de decir: “No tenemos los
mismos valores, nunca hubiera podido funcionar”. Son personas que
entienden que no habrá respuesta y que, más allá de la decepción, se dan
cuenta de que sus niveles de compromiso hacia los demás en la vida son
muy diferentes. La mayoría siente el golpe y se queda con dolor, tristeza y
rabia.
“No siento que pueda confiar en nadie. Le abrí las puertas de mi casa, le
presenté a mis amigos, me hizo sentir que estaba bien a mi lado y no puedo
entender su actitud. Primero me cancelaba planes, me decía que no podía
verme, y, un día, se esfumó”. Marcelo hace una pausa, mira hacia abajo
como para buscar la emoción que le generó ese momento y sigue: “¿Te
imaginas lo
que es levantarte una mañana y ver que el WhatsApp no tiene más la foto
porque te bloqueó? Me volví loco, me fui hasta su casa, esperé en su puerta,
le mandé mensajes con amigos, hasta que un día fue ella la que se enojó y
me dijo que no la acosara más, que ya se había terminado”.
“Vamos viendo”
“Soy así, Patri, no me sale de otro modo. Lo lamento por ella, pero, si me
quiere, me va a tener que aceptar así. Soy medio bruto, tosco y no sé decirle
cosas lindas. ¿Por qué estaría al lado de ella si no la quisiera? ¿Para qué me
lo
En el umbral
Más afuera que adentro. Hay personas que nunca terminan de entrar en una
relación, no logran confiar ni comprometerse. Se involucran de a ratos, pero
no presentan a su familia, a sus amigos, pasan años con esquemas de
encuentros pautados para verse con muy poca frecuencia y son reticentes a
hacer planes y proyectos. Protegen su privacidad, su tiempo, sus espacios y
su dinero, y no se muestran cómodas cuando tienen que compartirlo. Son
hipersensibles a cualquier comportamiento o reclamo que pueda parecerles
invasivo.
Santiago tiene una relación con Matías hace dos años. El rígido modelo que
le impone Matías a la relación no les permite avanzar en ningún aspecto.
“Ya estoy harto. No puede decirme que me ama, no puedo planificar unas
vacaciones porque nunca sabe, se queda a dormir solo los sábados, y, el resto
de las veces, nos vemos con el tiempo cronometrado. La pasamos bien
juntos, pero me queda siempre la sensación de que no nos vamos a ver más”,
me cuenta.
En todos estos ejemplos, vemos relaciones en las que no hay una intención
de incomodar o hacer daño al otro. Sin embargo, son dolorosas porque la
entrega es medida, condicionada o cuestionada.
No hay libertad para decir ni hacer. Son relaciones “hasta ahí”, en las que
existe una permanente sensación de ruptura. Pero el amor es para valientes;
cobardes, abstenerse.
Ejercitación
ya no,
no viviremos juntos,
no criaré a tu hijo,
no coseré tu ropa,
no te tendré de noche,
no te besaré al irme,
Hay amores que nacen para no ser. Llevan, desde el comienzo, la marca de
la imposibilidad de un futuro, de lo prohibido o de la incompatibilidad. Y la
pregunta que surge es la siguiente: ¿Qué lleva a tantas personas a embarcarse
en relaciones que son una garantía de dolor? Las respuestas son muchas.
“Siempre me dijeron que Mariano era un tipo jodido. Se rumoreaba que era
estafador y mentiroso y que había golpeado a algunas exparejas. De hecho,
él mismo me contó que no volvió a ver a su hijo porque la madre era una
persona siniestra. Yo no lo ‘leí’ como abandono parental, me quedé con su
relato. Conmigo era maravilloso, así que preferí creer esa versión. Pero,
bueno, ya sabes el final… No puedo aceptar que todos me lo hayan
advertido y yo miré para otro lado”, dice casi con vergüenza Sofía mientras
clava la vista en la alfombra y estruja con fuerza un pañuelo de papel.
Los hijos parentalizados son niños que deben asumir situaciones de adultos
desde muy pequeños. Se hacen cargo de cuidar de sus cuidadores
Son aquellos que están enamorados de una promesa, de una ilusión que
distorsiona la realidad. Cuando la realidad es insoportable, muchas personas
la enfrentan con la conducta de un adicto: la evaden. Evadir lo evidente no
es gratis; nos deja sumidos en una espera infinita de lo que nunca va a
ocurrir.
“Sueño con despertarnos juntos, con preparar el desayuno para dos, con
irnos un fin de semana a alguna parte, no importa dónde… Sueño con
tenerlo sin estar pendiente del reloj, sin ocultarnos. Ya hace cuatro años que
estamos en esta situación tan asimétrica, porque no puedo pensar en una
pareja que no sea él. Por momentos, creo que nunca se va a separar, pero no
puedo tomar la decisión de dejarlo”. Le pregunto a Tatiana si cree que está
tapando alguna otra cosa con esta obsesión, le pregunto qué será lo que la
tiene aferrada a una relación que le causa más dolor que placer. Y su
respuesta es contundente: “Sí. Sin él, estoy vacía. Nunca fui importante para
nadie. A pesar de que fui exitosa, tengo la sensación de ser una impostora.
Todos me ven como una mujer que lo tiene todo: buen trabajo, linda, joven,
con una casa hermosa y un buen auto. La verdad es que siento pena por mí,
lloro todas las noches una soledad interna que no termina de drenar. Y es ahí
cuando la ilusión de que un día estaremos juntos con Juan me calma”.
Hay un concepto clave para entender ese vacío. No es lo mismo una falta
que una pérdida. Una pérdida se trata de algo que tuviste y, un día, no tienes
más: porque murió, porque creciste, porque se terminó, porque se fue y te
abandonó. Una falta es lo que nunca estuvo. Lo que te deja con la ilusión en
la cabeza de “cómo hubiera sido si…”. Hay adultos que crecen con una falta:
nunca fueron niños, nunca fueron cuidados, nunca supieron lo que era tener
un respaldo emocional. Vivieron desde siempre en el caos, en el conflicto de
una familia disfuncional que no pudo brindarles la certeza de confiar en
ellos. Tuvieron que vestirse de grandes para sobrevivir y crecieron
descubriendo con dolor que una infancia robada dejaba una carencia difícil
de llenar, un duelo casi imposible.
No se puede hacer el duelo de lo que nunca fue; suelo repetirlo en clases y
sesiones. Es muy difícil poner un punto final a lo que no empezó. Destruir
una ilusión es como querer matar un fantasma. ¿Cómo crecer si siempre
fuiste grande? ¿Cómo no sentir una emoción lacerante cuando tu infancia te
avergüenza o te duele o te enoja? ¿Cómo no quedar prisionero de esa
nostalgia de lo que nunca estuvo?
“No sé quién fue mi padre. Mi mamá nunca quiso hablar de eso y me dejó
atada a un misterio con el que tendré que vivir. Aunque ella me crio, era una
mujer depresiva, con internaciones psiquiátricas, y siempre pensé que mi
papá la había dejado por eso. Me abandonaron los dos: él porque se fue y me
dejó a cargo de quien no podía cuidarme, y ella porque no pudo regalarme
una verdad que me hubiera evitado vivir buscando, esperando. Lo busqué en
todos los hombres con los que estuve. Y encontré lo mismo: ausencia,
desconcierto, promesas, mentiras”. Mercedes está atrapada en un dilema que
parece no tener salida. Repite, una y otra vez, el dolor de esperar lo que no
va a ocurrir porque no puede cerrar esa herida infantil.
Sin embargo, la infancia no tiene por qué ser un destino inexorable que te
condene a la repetición eterna de ese trauma. No se puede negar la historia.
Muy por el contrario, es preciso entenderla, porque lo que no se comprende
te somete y te condena. Y, una vez que se comprende, por más dolorosa que
sea, se comienza a aceptar esa realidad que no te define; es una parte de tu
vida y puedes construir el relato de tu historia con los personajes
secundarios. Siempre hay personas que te ayudaron, que fueron un modelo o
que confiaron en ti. Quizás un maestro, un médico, una tía, el papá de una
amiga. Se trata de “tutores de resiliencia”, como dice el doctor Boris
Cyrulnik. Son apoyos que te hacen sentir que el mundo no está tan
deshabitado y que te ayudan a construir la autoconfianza y darle un sentido
al dolor de lo que te pasó.
Un abandono, un abuso, una enfermedad, un accidente, la vergüenza de
Ir por otro camino, por la cuadra que nunca caminaste, mirar los árboles que
nunca viste, dejar que otros amores se acerquen. Este amor sin proyecto es
esa nena que espera que su madre se cure, que su papá aparezca, que su casa
huela a comida casera, que un día abra la puerta y encuentre a una familia.
La realidad siempre es menos dura que la espera y la desilusión.
Cuando Mercedes deja de lado a esa niña obstinada, frena la batalla. Deja de
pelear por lo que no va a ser y elige. Puede elegir este romance perpetuo con
estas reglas de juego y saber que él no va a estar en muchos momentos
importantes de su vida o puede elegir irse y darse la oportunidad de un amor
presente, menos ideal, menos pasional, pero tan real como las dos tazas del
desayuno.
“Nunca pensé que bajar los brazos era una forma de ganar las batallas. Me
parecía una locura. Ahora entiendo que luché siempre contra molinos de
viento, y la mejor manera de ganarle al destino es saber que no hay destino,
que construyo mi vida trabajando sobre mis fantasmas. Y no intento que
ocurra, acepto la realidad, aunque no me guste porque es eso, es la realidad.
mismo.
Ejercitación
no te quise querer.
Elvira Sastre
El cóctel no podría ser más “perfecto”: por un lado, una persona vulnerable,
con una historia familiar desdichada en la que nunca logró sentir protección
ni cuidado. Muchos pensarán en una víctima frágil y endeble que no puede
con su vida. Pero nada más alejado. Por otro lado, su potencia. Las víctimas
posibles de las “personas vampiro” son vitales, potentes, exitosas.
Se han pasado la vida haciendo el esfuerzo por ser las mejores y así ser
aceptadas y reconocidas. No conocen límites para su esfuerzo y se
vanaglorian de su empuje sin percibir que, en muchos casos, están tan
sobreadaptadas que no pueden frenar.
“Hay noches en las que, sin saber por qué, me acurruco en la cama, me
abrazo a mi almohada y empiezo a llorar con desconsuelo. Trato de decirme
que ya no tengo cinco años; sin embargo, la sensación de angustia es
infinita”. Esta vulnerabilidad no es visible para los demás. La gente ve en
ella a una mujer resuelta, activa y triunfadora. No obstante, los vampiros
emocionales la detectan: intuyen su necesidad y la desarman con muy poco.
“‘Yo quiero cuidarte’, me decía Manuel desde el primer día. Me reía porque
me parecía raro que me dijera eso, pero, a la vez, cada vez que lo escuchaba,
sentía un nudo en la garganta. Nadie nunca me cuidó… Él se ocupaba de
detalles que ni le pedía, me venía a buscar, trataba de ser encantador con mi
entorno, me abrazaba fuerte por las noches. Llegué a sentir de verdad que
nada malo podía pasarme si él estaba cerca. No me di cuenta de que lo malo
iba a pasarme justamente por eso”.
Y, cuando una persona está carente de amor y se encuentra con todo aquello
con lo que había soñado, cualquier amenaza de pérdida de ese estado es
devastador. Florencia trataba de reproducir, en la consulta, los diálogos
La comunicación sucia
Las hechiceras
“No sé, Patri, no lo puedo describir. Ella era tan increíble que era imposible
no enamorarse: divertida, inteligente, pero, sobre todo, de una sensualidad
descomunal. A mis cincuenta años, estaba descubriendo la sexualidad con
ella, a pesar de haber tenido muchas mujeres. Maga —ahora pienso que era
una hechicera— era muy abierta y me hacía sentir un dinosaurio cada vez
que le hacía una escena de celos. Te resumo: acepté uegos sexuales con otros
hombres que me destrozaron de celos y de dolor, pero prefería callar para
que no se fuera. Mientras tanto, para ser ‘el mejor de todos’, le compré hasta
un departamento… Un día, escuché un audio: se reía de mí con otro, me
trataba de ‘denso, aburrido, insoportable’ y terminaba diciendo: ‘Me voy
porque me espera este pesado y tengo que pagar las tarjetas’”.
“¿Era mentira cuando decía que me amaba? ¿Me convenció de tener una
pareja abierta solo para seguir con esa otra relación de una manera
‘legítima’?
¿Cómo podía fingir en la cama? Porque te juro, Patri, que la sentía tan cerca,
tan unida a mí… Estoy roto, no creo que pueda volver a enamorarme y
confiar. Siempre pensé que, al mirar a alguien a los ojos, sabría si mentía o
no; se me derrumbaron todas las creencias”.
Esteban tiene dos tareas muy difíciles por delante: volver a creer y confiar en
alguien, y, quizás más difícil todavía, volver a sentir en la intimidad sexual
lo que sentía con Magalí. Las personas manipuladoras son como hechiceras:
detectan tu necesidad y son expertas en satisfacerla para después lograr lo
que quieren. Tejen una red, una especie de trampa en la que caes sin darte
cuenta. Maga era una amante perfecta, era la dueña de la escena, dominaba
la situación como una experta, pero le hacía creer a Esteban que eso ocurría
porque él era el mejor amante del mundo. Todo era una simulación.
A esta altura, podrías estar preguntándote por qué hablé de violencia en este
capítulo. No hay marcas ni hematomas en la piel. Pero están en el alma. Y
9. Los elogios, la seducción y las promesas pueden ser una tentación para
recaer y volver a confiar.
10. No hay posibilidad de armar un vínculo confiable con alguien que carece
de empatía.
Ejercitación
De este modo, nos planteamos algunas cuestiones. ¿Por qué llenar el vacío y
no sentirlo, transitarlo y atravesarlo? Y, en todo caso, ¿por qué intentar
llenarlo con sustancias o conductas que, a la larga, nos van a enfermar? ¿Por
qué una relación pasional? Primera respuesta: las personas intentan llenar el
vacío porque no lo soportan.
“Es totalmente irracional, lo sé”, sigue Sandra. “No necesito de nadie para
sobrevivir, tengo trabajo, soy independiente, y esto me pasa inclusive cuando
estoy en una relación. Claro, mis vínculos son caóticos, con personas que
están y no están, que no están disponibles, que no sé si me aman o se aman
solo a sí mismas. Igual, lo terrible es la desolación que siento. Es como si
tuviera cinco años y quisiera estar con mi mamá o con mi papá para que me
cuidara y me asegurara que nunca me iba a pasar nada. Es horrible”. La falta
de cuidados parentales en la infancia o la necesidad de crecer de golpe desde
muy pequeños deja un hueco difícil de simbolizar. No se trata de algo
racional, sino que es puramente emocional. Se refiere al dolor de no haber
sido hijos por haber tenido que asumir roles adultos desde muy temprana
edad. Es una falta que no se cierra y que drena como una herida que sigue
abierta. Los niños que han sido “hijos parentalizados” funcionan como
adultos en todas las áreas de su vida, pero, en sus relaciones amorosas,
tienen una irracional dependencia infantil.
“Era tan agradable sentir que alguien podía cuidarme que hubiera hecho
cualquier cosa con tal de que se quedara. Y lo peor es que era una ilusión,
porque era la persona más narcisista y descuidada del mundo: yo lo mantenía
económicamente, era mentiroso, me engañaba, me descalificaba. No puedo
explicar por qué su abrazo me calmaba una angustia tan primaria”. Es que se
trata de un abrazo que solo calma una ilusión.
Esa “realidad digital” lleva a creer que eso es posible, un amor que dure toda
la vida sin fisuras ni contratiempos. Bodas con vestidos de princesas de
cuentos —aunque hayan pasado de moda, incluso en lo ideológico—, fama,
belleza, dinero y regalos costosos y sorprendentes. Claro está, luego llegan
embarazos de modelos que nunca pierden la forma y están espléndidas dos
días después de dar a luz.
de la vida de relación.
Darío se enamora de chicos mucho más jóvenes que él a los que conoce por
otra app de citas. Se siente atraído por cuerpos perfectos, y, enseguida, eso se
le vuelve en contra. “No sé lo que busco, Patri, porque, cuando creo que lo
encontré, se me desvanece a los pocos meses o incluso días. O porque no me
llaman más o porque me aburro. Algunos no tienen un peso y esperan que yo
los mantenga o son encuentros que no van más allá de lo sexual”.
Muchas personas sienten que se están perdiendo de algo, que la vida ofrece
un menú sabroso que está lejos de su alcance y transitan sus días
La espera inútil
Los años pasan y se llevan los mejores momentos y las posibilidades vitales
que tienen fecha de vencimiento. “Estuve siete años en una relación con un
hombre casado”, me cuenta Natalia. “Perdí años valiosos de mi vida, no solo
porque ya no puedo ser mamá biológica, sino porque dilapidé otras
oportunidades, pasé mis días llorando mientras soñaba una vida con él, que
tampoco hubiera sido tan genial como imaginaba. No sé qué esperaba. Yo
sentía que era amor y que tenía que jugarme por él. Ahora empiezo a
entender que me enamoré sola. No lo culpo; él no me prometió nada. Yo
compré un sueño y no quería despertar”.
foto que envejece, y no hay manera de que no sea alcanzada por la nostalgia
y el dolor de lo que no será. En estos amores, la particularidad es que se
extraña algo que nunca existió y se añora lo que nunca va a ocurrir. Un
instante de este presente puede seguir alimentando la ilusión como si fuera
una “dosis” de cualquier droga dura. Un like, un cambio en el estado o en la
foto de perfil, una mudanza, una información que llega a través de
conocidos, cualquier dato se procesa como una “señal” de que volverá. O de
que llegará.
O de que no se irá.
Les digo a mis pacientes que recuerden esto casi como si fuera un mantra
espiritual: el amor es ahora y es acto, no está hecho de promesas ni de
buenas intenciones. Se construye con tiempo, a fuego lento. Los amores más
pasionales, los más intensos, son arrebatados, y todo ocurre demasiado
rápido: la ilusión y la desilusión también.
Ejercitación
El ejercicio de este capítulo consiste en preguntas.
Se trata de establecer un contacto más directo con la vida de todos los días.
El amor ilusorio se alimenta de lo que no fue y de lo que nunca será. Su
La dependencia
Se trata de conductas que tienen que ver con nuestra vida cotidiana —como
las relaciones amorosas, la sexualidad o Internet— que pueden escalar a un
nivel de necesidad que hace que se repitan, a pesar del daño que puedan
provocar. La persona no puede dejar de hacer algo que la daña y “consume”
La obsesión hace que las personas estén pendientes del otro: sus
movimientos, lo que le gusta, su historia, cualquier detalle que asegure que
va a quedarse en esta relación para siempre. El tiempo invertido en la
relación comienza a aumentar —chequear las redes para ver nuevos
seguidores, fotos, estados, historiales, apps de citas—, y la angustia crece
hasta la confirmación de que la otra persona aún está interesada.
La tolerancia
El concepto de tolerancia en el campo de las adicciones remite al aumento
de la sustancia para lograr el mismo efecto. En las adicciones conductuales,
se incrementa la frecuencia y la intensidad del comportamiento para volver a
sentir el “subidón” del enamoramiento.
La abstinencia
Habrá que verle la cara de frente al vacío y a los fantasmas más temidos para
atravesarlos de una vez y que no dejen a la persona nuevamente en un estado
de indefensión y vulnerabilidad.
“No puedo, Patri, no puedo”, repetía Laura sin cesar. “No puedo pensar que
esto se terminó. Hace ya ocho meses que nos separamos, y no tengo vida.
Miro sus redes con obsesión para ver qué hace, con quién está. Imagino que
puede extrañarme, me engaño con pequeñas señales que me ilusionan y
después vuelvo a caer. A veces, le mando un mensaje con una excusa tonta
para saber si todavía piensa en mí, y me contesta fríamente. Y yo me quiero
morir. Ya sé, lo sé todo. Sé que me mintió siempre, que me trató muy mal y
que no me merezco eso, pero no puedo dejar de imaginarme que estoy con
él.
No, Laura, no hay medicación para el olvido. Y, mucho menos, para olvidar
lo que nunca sucedió. Matar la ilusión es lo más difícil en estas relaciones.
Casi como pedirle a un jugador compulsivo que deje de soñar con que será
millonario, vivirá en el Caribe y se comprará un barco. O pedirle a un
ciberadicto que salga sin celular por unas horas y no piense que se está
perdiendo de algo importante. La única medicación para la ilusión es la
realidad. Parece intolerable, pero la recuperación va a enseñar y mostrar que,
con la realidad, se puede vivir. Con la ilusión, se muere: de tristeza, de
espera, de tiempos perdidos, de enfermedades somáticas, de oportunidades
que no vuelven.
Ejercitación
Hagamos una prueba. Haz una lista de todo lo que quieras hacer que no
dependa de otros, como, por ejemplo:
San Agustín
Podría parecer hasta poético pensar que el amor es eso, “que alguien llene tu
vida”. Sin embargo y por lo que hemos visto hasta aquí, eso que llena la vida
es la ilusión de un amor y no el amor mismo. Además, esta sensación de
vacío, como dijimos, lleva a una compulsión, a una urgencia por llenarlo,
porque sentirlo se hace insoportable.
Vamos a hacer menos filosófica y más terrenal esta cuestión para que se
entienda. Cuando una persona siente soledad de sí misma, cuando estar sola
es terrorífico porque conecta con los peores fantasmas de la muerte, el
abandono y el desprecio propio, entonces, el vacío se liga a la sensación de
angustia.
El miedo al silencio
“Hasta encontrar a alguien que me ame y se preocupe por mí. Siento que no
puedo tolerar la vida si no tengo esa ilusión. Quizás es por eso por lo que me
quedo aferrada a cualquiera. Literalmente, a cualquiera. Y no solo se trata de
un hombre: también a amigas abusivas, demandantes, manipuladoras, que
vampirizan mi necesidad de compañía”.
cuenta.
El horror a la soledad
Y no hay peor soledad que la soledad de a dos. Hay parejas que resultan tan
ajenas que es difícil pensar que duermen juntos hace años y ninguno sabe del
mundo interno del otro. Es una soledad que lastima, porque se agrega a la
percepción de que tu intimidad no es importante para el otro.
Llenar la falta
¿Te animarías a quedarte un rato largo a solas para enfrentar a tus demonios?
Como lo cuenta con claridad Ignacio: “Por las mañanas, casi como un gesto
automático, pongo a hacer el café y las tostadas. Pero hoy rompí en llanto y
no sabía por qué. Hubiera deseado tanto que me prepararan el desayuno
cuando era chico… Mamá estaba muy alterada como para darse cuenta de
que yo no podía ir al colegio sin tomar la leche, y papá, simplemente, no
estaba. No estaba nunca. Yo lo buscaba para que me salvara de la vergüenza
de mi desamparo, pero nunca estuvo allí. Hoy volvió ese recuerdo, y entendí
que me quedé tanto tiempo con Marcela solo por no sentir la soledad de las
mañanas. Pero el precio era muy alto, y ahora quizás empiece a dejar de
pagarlo si me animo a aceptar lo que no tuve. Y a aprender que puede ser
distinto”. Los fantasmas del pasado, los demonios que se intentan acallar con
una conducta, una sustancia o una persona tienen algo en común: te vuelven
a hacer sentir el desamparo y la vulnerabilidad de un niño descuidado.
que ser.
Ejercitación
Te pido que hagas una lista de todas aquellas frases que se te ocurran
relacionadas con el lugar de la víctima, la queja y la crítica. Y te pido que,
luego, te fijes si te encuentras diciendo esta clase de cosas muchas veces.
Algunos ejemplos:
Hasta que un día se dijo que ya era hora. Después de años de terapia y de
varias relaciones frustradas, decidió afrontar sus miedos en lugar de seguir
escapando. “Ya no quiero seguir así. Estoy cansada de sentirme una
impostora que oculta sus demonios temiendo el momento en que el otro me
pudo hacerse cargo de nada. Nadie me enseñó a ser mejor, pero la vida me
mostró que se podía aprender. Años de terapia, de elegir mejor mis lugares
de apoyo, de trabajar en mi capacidad de soltar lo que no voy a poder
controlar”.
La adversidad y lo traumático tienen un camino de salida posible: la
resiliencia. Al contrario de lo que suele pensarse, el recorrido no será escapar
de los miedos, sino internarse en ellos, hacer las paces con tu vulnerabilidad
para prestarle atención, afrontar la angustia, aceptar la realidad y, finalmente,
transformarse.
“Yo sabía desde el principio que ella estaba casada”. Tomás avanzó en la
relación diciéndose que era una aventura, pero, en su interior, tenía la
profunda convicción de que lograría que ella dejara todo por él. Supuso que
debía hacer lo correcto para ser amado y elegido, y se esforzó cada vez más
por estar disponible y atento para ella. No tuvo en cuenta que Sol quería esa
relación, justamente, por lo contrario: le proporcionaba el nivel de química y
pasión que no obtenía en su matrimonio. Ella solo quería un amante para
escapar de su aburrimiento e insatisfacción.
en el miedo al abandono.
Así lo relata Helena: “Cuando empezamos a salir, advertí enseguida que él
tenía preferencias en la manera de llevar adelante su sexualidad que no se
conjugaban con las mías. Él necesitaba una sexualidad menos tradicional: le
gustaban los tríos, los swingers, las prácticas sadomasoquistas. Yo buscaba
amor, romance, flores y velas. Muy pronto, me obsesioné con él y empecé a
consentir prácticas que no me gustaban con tal de parecerle la mujer más
atractiva del mundo. No era verdad, me iba a casa llorando porque nunca
logré que me dijera que me amaba”.
Aceptar la realidad
Una de las maneras —no saludable, por cierto— de seguir adelante con las
heridas emocionales es negar la realidad. La negación es un mecanismo de
defensa que pretende que la realidad no existe, que minimiza lo desagradable
y deforma los hechos. No es gratis. No se puede vivir negando, porque, en
una parte del psiquismo, hace su impacto la realidad, y el choque es más
fuerte: lo negado retorna bajo la forma del síntoma, como depresión o como
enfermedad somática.
El valor de la contemplación
Tolerar la frustración
Una derivación casi lógica de la aceptación de la realidad es tolerar la
frustración. Cuando las personas se hacen adictas a una ilusión, el proceso
más difícil es aceptar que los otros no son como esperamos o como
queremos y que las cosas no ocurren como las planeamos. Las relaciones
toman un rumbo distinto al esperado. No nos elige alguien a quien
hubiéramos elegido.
Cuando los terrores y los fantasmas del pasado son echados de la conciencia
para no hacerles frente, se transforman en nuestros perseguidores. Como en
todos los estados emocionales, lo mejor será darles lugar y dejar de luchar
contra una realidad que, a la larga, indefectiblemente, se va a imponer.
Ejercitación
2. TRISTEZA
3. VERGÜENZA
4. ANGUSTIA
5. ANSIEDAD
6. MIEDO
Aprender a identificar las emociones es muy importante en un proceso de
recuperación. Como si fuera una radiografía de este momento, podemos
parar a ver qué nos pasa con ellas.
Yo me enamoré
de sus demonios,
ella de mi oscuridad.
Éramos el infierno
perfecto.
Mario Benedetti
En busca de la recompensa
Quisiera detenerme en la diferencia entre placer y bienestar. Estos estados
involucran circuitos diferentes en nuestro cerebro, lo cual permite entender
por qué algunas personas se hacen adictas a una relación insostenible
mientras que otras buscan vínculos apacibles, confortables y seguros, sin
sentir por eso que les falta emoción o erotismo.
Así lo vive Marisa: “Me siento como una adicta a la cocaína buscando su
dosis. No puedo creer que, después de todo lo que me hizo Martín, sienta
deseos de ir a verlo. Es más, no creo que pueda detenerme, sé que lo voy a
hacer. ¿Cómo puede ser que sea consciente de que me denigro, me rebajo y,
aun así, lo haga? ¿Qué fuerza poderosa me lleva a ‘consumirlo’?”.
No cabe duda de que estamos frente a una adicción, pero ¿a qué? ¿Cuál es la
dosis? ¿El sexo, las palabras de amor? No. El recuerdo de la emoción vivida,
la ilusión de que alguien llenará tu falta, la creencia de completitud, la
sensación de que la vida puede ser un eterno camino de pasión y de
intensidad que te anestesie del dolor del pasado, de la realidad que te frustra,
del miedo al futuro. ¿Cómo no hacerse adicto a semejante promesa?
Como dijimos, la dopamina se libera cuando algo nos da intenso placer, pero
también cuando lo anticipamos. La novedad es un enorme estímulo para su
liberación. Novedad y anticipación del placer, un cóctel que, en el amor,
puede ser explosivo cuando se intenta tener una relación estable (en la que
no habrá picos de intensidad de placer) y a largo plazo (tampoco novedad).
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Buscadores de sensaciones
Pero ¿qué pasa hoy cuando deseamos? Liberamos esta molécula que nos
anticipa un placer que ya hemos conocido. Un jugador compulsivo no libera
dopamina cuando gana en la ruleta, sino cuando la ve girar mientras los
números danzan en su cabeza. Una persona con adicción a los dulces libera
dopamina cuando saborea en su mente los chocolates que va a comer.
a a t e e que p opo c o a es u a qu
ca ue te pa a
En los vínculos con base de bienestar, las personas sienten que no tienen que
estar controlando al otro y que son amadas, aunque no se lo expresen todo el
tiempo. Internalizan el amor del otro y no necesitan de su presencia
constante ni de reaseguros permanentes.
Y aquí viene la pregunta decisiva: ¿se puede pasar del placer al bienestar?
“Esperé. Esperé casi cuatro años siendo la amante. Vivimos nuestro romance
prohibido en una habitación de dos por dos. Todos esos años, soñé que él iba
a ser mío, pero se separó y no me eligió. Se fue con otra. Me sentí como un
cesto de desperdicios”, me cuenta Alicia.
En las relaciones más tranquilas, el amor no pasa por las promesas ni por las
esperas: el amor es ahora, es presencia y es acto. Dopamina versus oxitocina:
el amor de picos de placer y espera versus el amor del bienestar. Los griegos
los designan de un modo diferente: eros y philia. Eros, el amor sufriente de
la falta y la pasión; philia, el amor del compañerismo y la ternura, amor del
bueno. Y aclaremos esto: amor del bueno no es ausencia de erotismo, es
ausencia de pasión enloquecedora. Es un amor profundo y sabio.
Ejercitación
Las que aportan una intensa situación de placer: 1. El sexo con una relación
desafiante.
3. Un viaje exótico.
2. Contemplar la naturaleza.
3. Cocinar en pareja.
de encontrar a quien
Elvira Sastre
Eros y philia. Los griegos definen estas dos ideas casi contrapuestas del
amor. Eros, el amor sufriente, el de la falta, el de aquel que desea lo que no
tiene y que, cuando finalmente lo tiene, sufre porque teme perderlo. Es un
amor pasional, de gran intensidad erótica, porque vive amenazado con el
terror de la pérdida. Es, por definición, un amor que duele, que no da
certezas ni seguridad. No protege, no cuida, no asegura nada. Es una
potencia química y una fuerza arrolladora que no se puede detener y que, si
falta, quema en las entrañas.
Pero, a veces, ocurre algo más curioso aún. En algunas situaciones, estas
relaciones pueden llegar al lugar en apariencia deseado: quien estaba casado
se separó consiguió trabajo dejó de beber o decidió que la convivencia era
“Durante tres años, solo esperaba pasar una noche con él”, me cuenta
Gabriela. “Sabía que era imposible porque estaba casado, pero, además, él
nunca tenía demasiado interés Prefería nuestros encuentros furtivos en mi
¿Y quién es philia?
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did
Sus vidas fueron así desde pequeños. Su infancia se caracterizó por haber
tenido un estilo de apego inseguro con las figuras parentales o con sus
cuidadores. Nunca pudieron sentirse cuidados por nadie y asumieron
obligaciones de cuidado hacia algunos de los adultos que debían cumplir ese
rol. ¿Podemos imaginar por un instante el miedo que puede tener un niño
cuando percibe que sus padres no pueden cuidarlo porque no están
emocionalmente en condiciones? Familias en las que hubo caos, violencia
emocional, padres infantiles, enfermedades psiquiátricas, exigencias
desmedidas, separaciones y divorcios encarnizados con hijos como
rehenes…
autonomía.
Rosario recuerda con tristeza sus años de dolor. “No podía vivirlo como
amor, Patri, la verdad es que no. Me aburría y pensaba que, si el amor era
eso, prefería quedarme sola. Siempre tuve la sensación de que no quería
perderme la vida, y esas relaciones no tenían ningún tipo de emoción, no me
erotizaban, y, al cabo de un tiempo, las dejaba. Sabía que eran buenas
mujeres y que me querían y lo lamentaba, pero no podía enamorarme a la
fuerza. Hasta que sufrí demasiado, me enfermé, me pasé años en agonía
llorando por los rincones y, recién entonces, pude preguntarme si eso que
sentía era el amor. Me di cuenta de que no, que solo eran obsesiones, y que
tapaba mi descontento conmigo misma. En el fondo, no me sentía
merecedora de alguien que pudiera amarme bien”.
hl
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Eros y philia, dos formas del amor. Pero no hay una buena y una mala; hay
una que te consume y otra con la que se puede vivir; hay una que no es real y
está idealizada, es ciega y desenfrenada, y otra que se acerca a la verdad, a lo
genuino, a la intimidad emocional y es más sabia, más cauta.
Eros es el placer que quiere repetirse una y otra vez, como un adicto en
busca de su dosis que sufre la abstinencia de la falta. Philia es el bienestar
sostenido que disfruta de lo que no falta, es el amor de lo que hay, de lo que
es, de lo que está. La alegría de amar.
Ejercitación
3. ¿Hoy volverías a hacer las cosas que hiciste en nombre del amor?
A esta altura del libro, ya irás entendiendo por dónde va el buen amor. No te
llena de ningún vacío ni te anestesia del dolor. No te invade la cabeza con
obsesiones para que te desconectes de tu realidad intolerable. No te
pertenece ni le perteneces. Te deja en libertad para que seas tú. No te da
identidad, solo acompaña la tuya. No se queda en el sufrimiento porque no
tiene que ver con el deseo de lo que falta. Es un amor que da alegría por la
existencia del otro.
eso las deja libres para poder elegir un amor que no las complete ni las salve
ni les prometa lo que no va a ocurrir. Dejan de llenar el vacío con la espera y,
en cambio, afrontan la realidad. Claro, a esta altura, me preguntarás… ¿y
cómo se atraviesa el vacío?
La angustia innombrable
Al no tener palabras —o, como nos gusta decir a los psicólogos, al no poder
simbolizarlo—, se transforma en algo corporal, sintomático, visceral.
Por lo tanto, cuando preguntamos a qué se refiere, solo obtenemos un listado
de síntomas somáticos y psicológicos aterradores, pero que no sabemos a
qué se deben. Alguien podría decir que surge a partir del duelo de una
relación.
“No tengo hijos. Mis padres murieron. Hasta hace un tiempo, mi familia
eran mis compañeros de trabajo, pero, después de la pandemia, eso se
terminó. Trabajo de manera remota y estoy cada vez más aislada. Era
bastante lógico que, cuando apareciera alguien en mi vida, me aferrara con
desesperación, como un náufrago a un pedazo de madera. Raúl fue la peor
tabla de salvación que pude haber encontrado. Terminó de hundirme, pero, a
decir verdad, no tuvo que hacer mucho esfuerzo. Yo ya era el Titanic antes
de conocerlo”. El relato de Ana muestra con crudeza la sensación de soledad,
aislamiento y desamparo. Y la fragilidad que lleva a quedarse “anclado” en
cualquier relación con tal de no sentir ese vacío en el alma. Ana está
deshabitada de sí misma, busca llenar con alguien lo que no puede completar
dentro de sí.
Mal de época
Quiero dar un contexto más extenso al tema del vacío. Vivimos en una
sociedad narcisista que tiene un verdadero horror al compromiso con el otro
y que propicia el ghosting, una multiplicidad de “contactos”, “seguidores”,
“amigos”, “likes” que generan la falsa ilusión de estar rodeado de gente,
cuando, en realidad, no existe la traza material que sustenta una relación.
El gran desafío es dejar de lado las dependencias externas, que serán siempre
compulsivas cuando las guía un sentimiento de desesperación. En cambio, se
busca restaurar una interioridad que permita relacionarse con otro sin
invadirlo, agobiarlo ni pedirle que sea el salvador.
Y lloraba y lloraba. Hasta que, un día, empecé a entender que tenía que dejar
de pedirle prestada su vida para llenar la mía. No sabía cómo hacerlo, estaba
paralizada. Muchos domingos, solo pude meterme en la cama y ver series.
De a poco, me empecé a conectar tibiamente con mis deseos y también con
mis miedos. Cuando tenía mucho miedo, llamaba a un par de amigas, y eso
me calmaba. Hasta que, poco a poco, fui dejando de necesitarlo”. Adriana
descubrió que el servicio y la posibilidad de hacer algo comunitario le hacían
bien. Un día, se animó y fue a una fundación que ayudaba a estudiantes, a
gente en situación de calle y a niños sin hogar. Se sintió útil, empezó a darle
a su vida un nuevo sentido, encontró gente empática, interesada por el bien
del otro. Sintió que pertenecía a algo más grande, que la contenía, y eso le
dio
En cambio, cuando hay dos personas que realimentan una pareja, hay
autonomía, y esa libertad es, justamente, la que da seguridad y tranquilidad:
nadie está ahí por coacción, ni por conveniencia, ni por dinero, ni por
extorsión. Hay dos que eligen estar porque quieren ser tres: uno, el otro y la
pareja. Esta será ese tercero con un idioma nuevo, con acuerdos genuinos,
con un camino por descubrir. No hay buen amor sin libertad, no hay buen
amor sin elección.
Ejercitación
¿Te animarías a estar un rato con tus demonios? Se trata de empezar a sentir
que la angustia no va a matarte; solo es una emoción incómoda y hay que
aprender a sobrellevarla.
Toma lápiz y papel, y contesta estas preguntas: 1. ¿Te animas a describir tus
miedos?
me quedo callada.
Elvira Sastre
Como dijimos, las dos formas más habituales del amor oscilan entre eros y
hilia. Eros, el amor pasional, el que sufre por lo que no tiene, el que vive con
miedo a perderlo. Es un amor amenazado, ilusorio. Se llena de promesas y
de momentos de locura y pasión, para luego caer nuevamente en la inquietud
y el horror de esperar el final. Philia es el buen amor. El del compañerismo y
la cotidianeidad. Las parejas que construyen este amor son estables y, como
no viven amenazadas por el abandono, no son controladoras ni asfixiantes.
¿Qué es lo opuesto a la ilusión? La realidad. Se trata de relaciones reales.
Se forman con “lo que hay” y no con “lo que podría haber”. Las parejas que
son felices con el paso del tiempo no son las que logran la pasión eterna; eso
no es posible y sería un engaño. Se trata de vínculos en los que
transformaron el enamoramiento en deseo y la promesa en acción.
¿Qué hace falta para que una pareja pueda tener intimidad emocional?
uno mismo.
Aceptar es llorar las pérdidas, reconocer las faltas y saber que habrá que
vivir con ellas, dar un sentido al dolor, poner palabras al trauma. Pero
también se trata de cambiar lo que se pueda cambiar y de aprender el buen
amor.
Una vez que haya intimidad contigo mismo, que se hayan desmontado las
máscaras y te puedas mostrar tal cual eres, sentirás la tranquilidad de que
quien te ama lo hace realmente conociéndote y no ama al que inventaste para
ser amado.
No hay nada más atractivo que ver a una pareja madura cuando se miran con
amor, cuando se ríen juntos, cuando se toman de la mano, cuando se
expresan la admiración sin necesidad de hablar. Los espectadores nos
preguntamos cómo lograron conservar ese estilo con el paso del tiempo.
Seguro nos dirán que no es solo el amor que sienten hacia el otro. Se trata
también del cuidado. Es más importante la manera en que decimos algo que
lo que decimos. Esto se puede escuchar de muchas maneras diferentes si lo
ee
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ereort iin
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o diente:
El ingrediente sexual es, quizás, uno de los más complejos cuando hablamos
del buen amor. En las relaciones adictivas, ilusorias, pasionales, la
sexualidad tiene un voltaje intenso, como si en ello se fuera la vida. Y es
verdad, la vida se va en esas relaciones de esperas desgastadas, de maltrato
emocional y de abandono. Las reconciliaciones son apasionadas porque
funcionan como un regulador emocional: después de un período de dolor y
abstinencia, volver a darle de comer a la ilusión es como consumir una dosis.
Por un tiempo, se podrá volver a soñar con que es posible hasta que la
realidad vuelva a enfrentarnos con la desilusión.
que muchos se hacen es la siguiente: “¿Cómo puede ser que no funcione si,
en la cama, somos tan compatibles, si nos morimos de deseo el uno por el
otro?”. La respuesta es que, cuando la sexualidad se convierte en un desafío,
cuando la relación está amenazada o es prohibida, cuando todo parece
jugarse en ese momento, la energía está puesta allí para que funcione. Pero a
no engañarse, muchas personas cuentan que, al salir de estas relaciones,
descubren que su sexualidad no fue tan buena como pensaban. Candela
recuerda así su vínculo con Leticia: “Teníamos una sexualidad imperiosa,
única. A tal punto que pensé que nunca más iba a poder estar con nadie. No
había manera de dejarla, aunque todo fuera un desastre, porque nos veíamos
y nos prendíamos fuego. Con el tiempo, luego de separarme, entendí que,
muchas veces, nuestros encuentros eran maravillosos porque yo hacía todo
lo que ella quería para satisfacerla y que mi único objetivo era que ella
pensara que no iba a haber nadie como yo. Pero nunca me concentré en mi
propio deseo ni ella se ocupó de darme placer. Mi placer consistía en que se
quedara conmigo”.
Ejercitación
Toma lápiz y papel: llegó nuestro momento de evaluar cómo han sido tus
relaciones hasta ahora.
1. ¿Podrías hacer una revisión y pensar qué ingredientes les faltaron a tus
relaciones para que hubiera un buen amor?
7. ¿Cuáles son los momentos de tu historia con esta pareja que fueron
importantes, en los que sentiste contención, cuidado y compañía?
Julio Cortázar
Este libro no es un manual del buen amor. No va a darte las reglas ni los
consejos para que logres una pareja armoniosa. Eso también sería una
ilusión.
Pero quiero contarte lo que voy aprendiendo en todos estos años como
psicóloga que trabaja con pacientes que sufren por malos amores.
Obsesión no es amor
La primera cosa que aprendí hace ya muchos años es que eso que llamamos
Responsabilidad
Es posible aprender a amar bien. Habrá que desaprender lo que fue mal
aprendido. Habrá que renunciar a ciertas cosas y aceptar otras. Habrá que
tolerar la frustración y atravesar los abismos.
Realidad
“Me pasé la vida llorando por amor. Porque no tenía a nadie mientras mis
amigas se ponían de novias, porque me enamoraba de los imposibles y
terminaba sola, porque, más de grande, salía con hombres casados y,
realmente, pensaba que se iban a separar o porque aquel con el que estaba
me hacía sentir su indiferencia. Tardé en darme cuenta de que el
denominador común era yo. No podía amar a nadie, solo esperaba ser
amada, y así nunca iba a funcionar”, dice con lágrimas Irene.
Reciprocidad
Libertad
He aquí dos casos que lo demuestran bien. Rita describe la confianza que
tiene en su pareja de este modo: “Nunca pero nunca se me ocurrió mirar su
celular. Incluso se lo ha olvidado en casa al ir a trabajar, y me pareció una
invasión horrible mirarlo. Además, confío; si tengo dudas, pregunto; si algo
no me gusta, lo digo. Puede haber alguna escenita de celos normales entre
los dos, pero es casi como un mimo, una manera de saber que no nos es
indiferente y que no sentimos que tenemos comprado el amor del otro”.
Compatibilidad
El pedido, en cambio, no habla del otro, habla de ti. Expresa lo que necesitas
y no juzga al otro. Es una secuencia de la comunicación en la que das a
entender cuál es tu necesidad respecto de algo. Y, lo más importante, deja
lugar al no. Esto quiere decir que, frente al pedido, el otro puede negarse.
“Siempre me quejaba con mi pareja y le decía: ‘Pero ¡te lo pedí tres veces!’.
Tolerancia
Habrá que negociar, tolerar, ceder, aceptar. Lo fundamental es saber que esos
verbos no funcionan para uno solo de los miembros de la pareja, sino para
ambos si se quiere que sea una relación equilibrada. También será
importante saber cuáles son los límites de esas negociaciones. El amor de
pareja no es incondicional. Por el contrario, son las condiciones las que
contribuyen al buen amor. Cada persona tendrá las propias: desde la
fidelidad al respeto o cuestiones más específicas, como temas intelectuales,
culturales, sexuales o económicos. Los límites del amor hacen al buen amor.
Compromiso
En la pareja, hay tres tiempos. El primero, en el que dos son uno, el tiempo
del enamoramiento, la fusión y la simbiosis de dos personas que se sienten
en la magia de un encuentro único. En el segundo tiempo, esas dos personas
recobran su identidad, se separan para poder amarse de un modo menos
narcisista: ven al otro como es, con sus fallas y sus errores, y aun así lo
siguen eligiendo. Y hay un tercer tiempo en el que son tres: cada uno de ellos
y la pareja, que tiene una entidad propia. El compromiso surge allí; se trata
de un sistema nuevo y propio que construyen de a dos con sus hábitos,
costumbres y proyectos. Es el tiempo en que se aquieta la incertidumbre, y la
presencia del otro comienza a ser cotidiana. Se involucra a los terceros, y el
mundo de cada uno empieza a ser compartido con el otro.
Ejercitación
En este último capítulo, te invito a tomar lápiz y papel para que, finalmente,
escribas una historia de un amor real. Que no sea de cuento ni de magia. Uno
cotidiano, divertido, profundo, lleno de ternura y deseo, de cuerpo y alma.
Puede ser el que estás transitando o el que aspiras a tener. Cuando pienses en
el amor que convocas, no te sitúes en quién es el otro. De lo que se trata es
de quién quieres ser en tus vínculos. Lo demás llegará cuando ese cambio se
produzca y estés en condiciones de recibirlo.
Matar la ilusión para que surja la esperanza. Con esta frase, resumo gran
parte de lo que digo en este libro. El gran problema de la dependencia
emocional es el vacío. Pero ¿de qué se trata ese vacío? De la insoportable
angustia del desamor, del terror al abandono, de historias repetidas de
frustración y fracaso, de estafas emocionales, de infancias desamparadas y
de muchas otras faltas.
No hay atajos para las heridas psíquicas, no hay manera de engañarlas. Las
relaciones ilusorias te anestesian un rato, y después el dolor es más fuerte.
La negación, en algún momento, fracasa. Los fantasmas que echaste a
patadas vuelven bajo la forma de una pesadilla. El cuerpo te lo hace saber y
grita.
Mi intención con este libro es que puedas animarte a mirar el dolor de frente,
que aprendas a hacerlo parte de tu vida, que puedas transformarlo en algo
que le dé sentido, que no te defina, que no te condene.
Las historias de amor no son como queremos hasta que son como queremos.
Parece un juego de palabras, pero, cuando dejamos de esperar las historias
del cuento y queremos un amor de verdad, estamos más cerca.
Solo quisiera que este libro te ayudara a detenerte, a mirar a los costados, a
darte la oportunidad de reescribir tu historia de amor.
BIBLIOGRAFÍA
Psiconeurofarmacología
por
la
Universidad Favaloro, donde dicta clases de posgrado. También integra el
Consejo Consultivo de la carrera de Psicología de la Universidad Argentina
de la Empresa.
Publicó más de 10 libros sobre la temática, entre ellos Amores que matan,
mores posibles, Prisioneros del pasado, y el más reciente, No soy nada sin tu
amor, en su versión actualizada.
ÍNDICE
Capítulo 1. Las parejas que no llenan: la ilusión de un amor que salve del
abismo
Capítulo 5. Amores violentos, amores sin amor: destruir al otro para poseerlo
Capítulo 9. Del caos puede surgir lo mejor: resurgir del abismo y reescribir
la vida
Capítulo 10. Dopamina o endorfina: del placer al bienestar Capítulo 11.
Seguridad, cuidado, apego: en busca del amor de philia
Capítulo 12. El buen amor no llena ningún vacío: se llega al buen amor
porque se soporta el vacío
Capítulo 13. Un amor real, un amor posible: los ingredientes del buen amor
Epílogo: Las historias de amor no son como queremos hasta que son como
queremos
Bibliografía
Faur, Patricia
El amor real huele a tostadas : ¿Te animas a una pareja verdadera, cotidiana
y simple? / Patricia Faur. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : El
Ateneo, 2022.
ISBN 978-950-02-1310-3
CDD 158.2
Patagones 2463 - (C1282ACA) Buenos Aires - Argentina Tel.: (54 11) 4943
8200
editorial@elateneo.com - www.editorialelateneo.com.ar
ISBN: 978-950-02-1310-3
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el autor pueda indicar en el presente libro.
Faur, Patricia
9789500212199
208 Páginas
"Tuve que hacerme cargo de mis padres desde la infancia". Y es que el estilo
de apego que recibimos en nuestros primeros años de vida influirá en los
vínculos que formemos al llegar a adultos. En esta edición actualizada de No
soy nada sin tu amor, la psicóloga Patricia Faur nos invita a dejar de hacer
esfuerzos titánicos y de dar examen para ser queridos, a recuperar el
autocuidado y a aprender a amar y elegir con libertad.
9789500212748
208 Páginas
sus redes sociales, si no puedes soltar esa relación que te lastima y no suma...
Este libro es para ti.
Pereyra, Facundo
9789500212694
304 Páginas
9789500210645
256 Páginas
ZEZÉ tiene una imaginación gigantesca y sueña con ser sabio y poeta y usar
corbata de moño cuando sea adulto. Pero ahora, que es un niño, su padre se
quedó sin empleo, su madre trabaja todo el día y sus hermanos mayores le
pegan cada vez que hace una travesura.
Cuando se siente triste, Zezé cuenta con un amigo muy especial, una planta
de naranja lima que le habla con las hojas, las ramas, las raíces, y lo consuela
haciéndole escuchar cómo palpita su corazón bajo el tronco
Gawel, Virginia
9789500211550
336 Páginas
Este libro revoluciona el modo en el que nos vemos y creamos nuestra vida.
La palabra autoodio existe en nuestra lengua, pero nadie la pronuncia. Y esto
se debe a que es el cimiento sobre el que estamos parados y, por eso, no lo
vemos. Virginia Gawel lo ilumina con una luz directa y revela de qué
manera determina nuestra relación con nosotros mismos, con nuestro cuerpo,
con los vínculos que elegimos... Además, cuestiona el concepto de
autoestima como algo cultural y personalmente nocivo ofreciendo para ello
antídotos