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Poesía Reunida - Konstantino Kavafis
Poesía Reunida - Konstantino Kavafis
KAVAFIS
POESIAS COMPLETAS
El traductor: José María Alvarez nació en 1942. Su vida ha estado siempre dedicada a la literatura,
viajando por Europa y América y dando cursos y recitales. Su obra es un solo libro de poesía MUSEO DE
CERA (MANUAL DE EXPLORADORES), comenzado en 1960 y terminado en 1975, que a lo largo de
todos estos años ha ido siendo recogido en diversas selecciones incompletas (LIBRO DE LAS NUEVAS
HERRAMIENTAS, El Bardo, 1964; su participación en NUEVE NOVÍSIMOS, Barral Editores, 1970; 87
POEMAS, Helios, 1971; hasta la última colección, que ya incorporaba las dos terceras partes del original:
MUSEO DE CERA, La Gaya Ciencia, 1974) tanto en España como en Francia, Nicaragua, Argentina,
Alemania y Hungría, donde actualmente se está procediendo a la traducción del libro completo.
Ha publicado también, en prosa, DESOLADA GRANDEZA, Sedmay, 1976.
Konstantino Kavafis
Poesías completas
© Konstantino Kavafis
© Traducción José Maria. Alvarez.
© Ediciones Hiperión 1981
I.S.B.N.: 84-7517-021-8
Depósito legal: M. 754-1981
Maquetación: S.A.C.
Konstantino Kavafis, noveno hijo de una familia de ricos comerciantes griegos
(originarios de Istanbul), nació en Alejandría, donde se habían instalado, el 29 de abril de
1863. En 1870, la muerte de su padre, Juan Kavafis, conduce a la familia a una situación
económica mucho menos acomodada, obligando a su madre, Chariclea Photiady, a fijar
residencia dos años más tarde en Londres, en un último intento de controlar el patrimonio.
Londres y Liverpool otorgarán a Kavafis una educación inglesa y un conocimiento del
idioma que llegaría a considerar como su segunda lengua (se sabe que hablaba y leía con
la misma perfección francés, italiano y árabe).
Siete años más tarde regresarán a Alejandría, pero la intervención inglesa de 1882 a
1885 los obliga a volver a Istanbul. En esta ciudad única y radiante tendrá Kavafis sus
primeras experiencias sexuales y nacerá el poeta. Muchos admiradores suyos y alguna
novela valiosa le han adjudicado una ciudadanía alejandrina a mi parecer excesiva.
Kavafis es mucho más un hombre de Istanbul.
De regreso en Alejandría, la ruina familiar se precipita, y la muerte de un hermano,
que durante años fuera su consejero y mecenas, condiciona el ingreso de Kavafis en el
Ministerio de Riegos egipcio. Durante cierto tiempo repartirá sus días entre ese empleo,
algunas horas como corredor de comercio y la noche de bares y burdeles de Alejandría. En
1897 viaja a París y Londres y en 1901, por primera vez, pisa el sagrado suelo de Grecia,
donde le son publicados algunos poemas, doce, en la revista Phanatheneum. En Grecia
permanecerá dos años, y en 1904 es editado su primer libro con catorce poemas.
Instalado de nuevo en Alejandría, a partir de 1907 asiste a las reuniones del grupo
Nea Zoe, combatiente por la expresión en demótico. En 1908 toma un piso en el número
10 de la calle Lepsius, donde vivirá hasta su muerte. Publica poemas en Nea Zoe y en
1.910 entrega a la imprenta una segunda colección de doce poemas. A partir de 1911
colabora en Ta Grammata, revista de ideología muy cercana a Nea Zoe.
Su difusión en otros idiomas comienza a partir de su amistad con E. M. Foster, en
1914, quien incluye uno de los poemas de Kavafis en su Alexandria: A History and a
Guide. Y todavía sigue siendo el mundo inglés aquel en donde la obra del poeta tiene
mayor número de seguidores y la mejor serie de traductores.
En 1920 se retira Kavafis del Ministerio de Riegos y poco a poco va convirtiéndose
cada vez más en esa sombra de la ciudad que tan admirablemente supo ver y reflejar
Lawrence Durrell. En 1932 los médicos le diagnosticaron cáncer en la laringe. Viajará
inútilmente a Atenas, donde le es practicada una traqueotomía, perdiendo la voz, y en
1933, en enero, ha de ser internado en el Hospital Griego de Alejandría, donde muere el
29 de abril.
La primera edición de sus poemas, 154 en total, en la forma que él dejó ordenados
(cronológicamente), tuvo lugar el año 1935.
Para esta edición, directamente traducida del texto griego en colaboración con
Mercedes Belchí, y confrontada con las traducciones inglesa, francesa e italiana,
incorporamos poemas encontrados en revistas (Ta Nea Grammata) y colecciones privadas,
de Peridis y Tsirkas, y, sobre todo, los poemas localizados por Sawidis en el Archivo
Kavafis y en el Cuaderno Sengópulos (Alekos Sengópulos fue amigo del poeta),
transcritos por el propio Kavafis en 1927 y 1933.
No fueron ajenos al fervor que enmarca el mucho tiempo dedicado a este libro, cierta
lectura de Tácito una ardiente madrugada de 1972, el momento en que Falstaff asegura My
lord, the man I know, la inapreciable ayuda de Mercedes Belchí, un cuerpo suavísimo
gozado bajo los cielos de La Habana, la pasión que siempre me embargara ante las páginas
de Stevenson, los estimables juicios del ingeniero y narrador Juan Benet Goitia y, sobre
todo, la contemplación serenísima de Istanbul.
Son ellos quienes merecen la primera página de esta traducción, pero recordando —
tal como me acompañan a la muerte— los esplendorosos lechos y los irrecobrables días
compartidos con Isabel Martín, es al calor de su cuerpo, sobre el que tantas cosas entendí,
y a su piel en la que todo estaba escrito, a quienes aquí convoco.
JOSE MARIA ALVAREZ.
El Cairo-Alejandría, septiembre de 1976.
POESIAS COMPLETAS
I
DESEOS
(ant. 1911)
Ahora os mostraré
algunas obras. Observad esta Rea,
venerable, llena de fuerza antigua.
Observad este Pompeyo. Este Mario,
este Pablo Emilio, este Scipión Africano.
Cada uno tan parecido como pude lograrlo.
Este Patroclo (debo darle otro retoque).
Y éste, cerca
de esos pedazos de mármol, es Cesarión.
No la envilezcas
en el tráfago inútil
o en el necio vacío
de la estupidez cotidiana,
y al cabo te resulte un huésped inoportuno.
XXXIX
RAREZA
(1913)
…………………
No me ciega el deseo.
Apenas he llegado a este local;
no he tenido ni tiempo de beber suficiente.
He gozado este cuerpo.
Y ayer
mientras andaba por la vieja calle,
de repente se embellecieron por la magia del amor
las tiendas, las aceras, las piedras,
y muros, balcones y ventanas,
nada quedó allí como antes era.
Ciertamente se le parece
este pequeño apunte hecho a lápiz.
¿Y ahora?
Ahora la desesperación y la tristeza.
Los jóvenes en Roma llevaban razón.
No es posible que perduren las dinastías
que nacieron de la ocupación macedónica.
En la «Alexíada» se lamenta
por su viudez Ana Komneno.
a la iglesia de Nicomedia,
donde en alta voz y con profunda unción
Envió a su oficial,
y hacia Sinope continuó su camino.
No condescendió Kratesílea
a que el mundo la viese llorar y lamentarse;
majestuosa fue y taciturna.
Nada turbó la serenidad de su aspecto que no traicionó
su pena y su tormento.
Pero a pesar de ello por un instante se abandonó;
y antes de subir al triste navio que había de conducirla a Alejandría,
tomó a su hijo, en el templo de Poseidón,
y a solas lo abrazó
y lo besó, «con el corazón destrozado», dice
Plutarco, y «embargada por la tristeza».
Sin embargo la fortaleza de su carácter se impuso;
y volviendo a ser la gran señora de siempre
dijo a Kleomenes: «Sé valiente, oh rey
de los Lacedemonios, cuando salgamos
del templo que nadie te vea llorar
o en un gesto que a Esparta
desmerezca. Es lo único que está en nuestro poder;
pues nuestro destino está en manos de los dioses».
Preguntaba balbuceando
sobre la calidad de los pañuelos con una voz presa del deseo,
sobre la calidad y sobre el precio.
Las respuestas del dependiente eran distraídas,
en voz baja,
con un consentimiento sobreentendido.
Vestía miserablemente.
Llevaba siempre el mismo traje, uno marrón
muy raído y ya sin color.
Heartily know
…………………….
The gods arrive.
EMERSON
Rémonin.—…Il disparaîtra au moment nécessaire;
les dieux interviendront.
Mme de Rumières.—Comme dans les tragédies antiques?
(Acte II, se. I)
Mme de Rumières.—Qu’y a-t-il?
Rémonin.-Les Dieux sont arrivés.
(Acte V, se. X)
Ah Teófilo Paleologo,
qué fin de estirpe y cuánto desencanto
(desaliento por injusticias y persecuciones)
encierran esas trágicas cinco palabras.
(El emperador aludido es Constantino XI Paleólogo. La luz al fondo, Constantinopla)
xii
27 DE JUNIO DE 1906, 2 DE LA TARDE
(1908)
Ni te tuve, ni he de tenerte
nunca. Unas vagas palabras, un contacto
como anteayer en el bar, y nada más.
Sí, aunque no quiero decirlo, dolor. Nosotros al Arte
entregamos nuestro espíritu, y ciertamente alguna
vez, casi creamos un placer
que parece como si fuese real.
Así en el bar anteayer —con la ayuda feliz
de un alcoholismo muy piadoso—
gocé media hora de pleno erotismo.
Y lo supiste, me parece,
y por ello te quedaste un rato más sólo para mí.
Tenía mucha necesidad de ello. Que
aquella fantasía, y aquella mágica bebida,
me permitieran ver tus labios,
me permitieran sentir tu cuerpo cerca de mí.
xxii
LA ESPALDA VENDADA
(1919)
No la pondré en un cuadro.
bookdesigner@the-ebook.org
2012/10/16