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La Formación de La Voluntad Administrativa en La Actividad Discrecional
La Formación de La Voluntad Administrativa en La Actividad Discrecional
1
Abogado y notario, egresado de la Universidad Nacional de Córdoba, en la cual obtuvo sus títulos a los veinte años de
edad. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales y realizó la especialidad en Derecho Administrativo en la Universidad de
Roma, Italia, siendo en ambas calificado con el más alto puntaje. Obtuvo premios como joven jurista en 1989, de la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba. Actualmente, es profesor titular de cátedra por
concurso de Derecho Procesal Administrativo, de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional
de Córdoba. También es profesor de posgrado de la Universidad Austral de otras prestigiosas universidades del país. Ha
sido invitado a disertar en más de ciento sesenta conferencias en nuestro país y en el extranjero. Es autor de numerosas
publicaciones. Fue abogado de Fiscalía del Estado y de la Procuración del Tesoro de la Provincia de Córdoba. En el año
1987 inició su carrera en el Poder Judicial de Córdoba, desempeñándose como Juez de la Cámara Contenciosa
Administrativa. Durante los años 1999 y 2000 fue presidente del Tribunal Superior de Justicia. En el año 2000 fue
presidente del Consejo de la Magistratura en la Provincia de Córdoba. Actualmente es Juez del Tribunal Superior de
Justicia y Presidente de su Sala Contenciosa Administrativa. Presidió la Junta Federal de Cortes y Superiores Tribunales
de Justicia de las Provincias Argentinas y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es Vicepresidente de la Asociación
Argentina de Derecho Administrativo. Es miembro Académico de Número de la Academia Nacional de Derecho y
Ciencias Sociales de Córdoba y Miembro Académico de la Internacional Judicial Academy.
I. Noción de discrecionalidad.
Siguiendo las ilustradas orientaciones contemporáneas, se puede definir la
discrecionalidad como una modalidad de ejercicio que el orden jurídico expresa o
implícitamente confiere a quien desempeña la función administrativa para que, mediante una
apreciación subjetiva del interés público comprometido, complete creativamente el
ordenamiento en su concreción práctica, seleccionando una alternativa entre varias
igualmente válidas para el derecho.
Poco importa que quien ejerza la actividad sea un órgano público o privado. Lo
relevante es la naturaleza de la función administrativa, que habilita el uso de una modalidad
discrecional.
Forma parte del orden jurídico de donde proviene en forma expresa o implícita. Pero
su cometido trascendente es agregar un elemento nuevo a ese ordenamiento, porque la
valoración subjetiva que debe realizar el órgano competente añade una apreciación que
antes no existía, completando de tal forma el sistema jurídico-administrativo en su
concreción práctica.
La "apreciación subjetiva" que incumbe a la Administración realizar ponderando el
interés público, la "libertad de elección" y la "sujeción al orden jurídico", constituyen los tres
presupuestos esenciales que inexorablemente debe tener toda actividad discrecional. Ella no
se concibe sin la presencia de estos elementos.
A su vez, la apreciación subjetiva puede consistir, alternativa o conjuntamente, en
una ponderación de intereses, valoración del mérito, oportunidad, conveniencia, utilidad,
celeridad, interés público, juicio eminentemente subjetivo por imperio de la norma, etc., tal
como se explicitará al analizar la caracterización de lo discrecional. No constituyen per se
presupuestos fijos o inamovibles, sino que son elementos contingentes y variables que en un
momento dado pueden caracterizar lo discrecional.
2
BOBBIO, N., "Scienza del diritto e analisi del linguaggio", Rivista Trim. Dir. Proc. Civ., 1950, ps. 304 y ss.; Teoría de
la norma jurídica, Torino 1958, ps. 101 y ss.
La discrecionalidad se ubica entonces en el ámbito interno del ordenamiento y, no
obstante que implica una elección de alternativas, procura hacerlo lo más objetivamente
posible, en consonancia con el contexto jurídico contemporáneo3.
3
TARELLO, E., "Il diritto come ordinamento", en Atti del X Congresso Internazionale della Società Italiana di
Filosofia Politica e Giuridica, Milano 1976, ps. 80 y ss
Pienso que esto es exacto cuando la integración de él es perfectamente objetivable. Al
contrario, cuando es necesario acudir a la valoración subjetiva para completar el precepto
jurídico normativo, porque la naturaleza del caso permite el uso de varias alternativas
igualmente correctas, estimo que esta indeterminación no es ya sólo de cantidad sino de
calidad, al utilizarse no solamente la hermenéutica interpretativa sino también la valoración
discrecional en mayor o menor medida.
Desde una perspectiva jurídica, el deslinde de ambos fenómenos tiene trascendencia
en relación a los efectos que puede generar la mera interpretación de lo indeterminado en
contraposición con la discrecionalidad, en el marco del control judicial posterior.
En conclusión, cuando hay valoración subjetiva de circunstancias atendibles,
conducentes a la mejor satisfacción del interés público, la actividad de que se trata es de
naturaleza discrecional.
4
JESCH, Dietrich, Ley y Administración. Estudios de la evolución del principio de legalidad , Madrid 1978, p. 289
5
GARCÍA DE ENTERRÍA, E., "La lucha contra las inmunidades del poder en el derecho administrativo (poderes
discrecionales, poderes de gobierno, poderes normativos)", Rev. Adm. Públ. Esp., Madrid, nro. 38, ps. 179 y 180.
6
STAINOV, Estado socialista, Sofía, 1969, ps. 54 y ss.
Sin perjuicio de que esta temática sea profundizada desde otras perspectivas, es dable
enunciar sus lineamientos generales con el objeto de caracterizar aún más las notas que
tipifican el concepto de la discrecionalidad.
Fue Jellinek7 quien por primera vez planteó la problemática de considerar a la
discrecionalidad como un medio que completa la norma jurídica elástica, flexible e
indeterminada.
A partir de allí se han proyectado diversas posiciones no siempre uniformes que a
veces confunden la integración normativa por medio de la discrecionalidad, con la
hermenéutica interpretativa, la integración de la norma por vía analógica o supletoria, la
denominada discrecionalidad técnica y los conceptos jurídicos indeterminados, entre otros.
En la variada realidad administrativa existen muchos casos fronterizos en los cuales
se hace difícil distinguir el límite correspondiente a cada una de las metodologías o técnicas
de aplicación del derecho, en relación con los diferentes modos de ejercicio de la función
administrativa.
Lo cierto es que en el ámbito discrecional se asigna fundamental importancia a la
apreciación subjetiva de quien tiene la competencia para declarar la voluntad administrativa,
excluyéndose la compleja temática que presupone el razonamiento jurídico o el proceso de
comprensión.
De allí que el fenómeno discrecional esté emparentado con la vinculación
sustantivamente política del accionar estatal que se caracteriza por su movilidad, en función
de las circunstancias temporales, espaciales, sociales y económicas. En definitiva, busca
elegir la alternativa más conveniente; por eso se dice que en la discrecionalidad no hay
comprobación ni verificación, sino valoración o apreciación subjetiva 8.
En el ejercicio de las facultades regladas la norma predetermina detalladamente la
actuación administrativa, y ocurrida la situación real, que haciendo necesario el accionar
estatal, se produce su adecuación con la hipótesis prevista legalmente.
En cambio, en el ejercicio de la facultad discrecional el orden jurídico, en forma
explícita o implícita, atribuye al órgano competente la posibilidad de que mediante su
"apreciación subjetiva" complete el bloque de juridicidad a los efectos de su inmediata
aplicación en la realidad administrativa concreta.
Cuando la Administración debe ponerse en movimiento, llega el momento de
completar la regla establecida por el ordenamiento para el caso particular.
Pero como ha señalado Santi Romano9, si bien se deja en poder de la Administración
la ponderación de los intereses en juego, el propio orden jurídico prohíbe que se pueda
prescindir de dicha valoración subjetiva. Esto condice con los caracteres y principios de la
7
JELLINEK, Gezetz, Gesetzesanwendung und zweckmässigkeitserwgung, Tübingen 1913, ps. 30 y ss.; DONATI, D., Il
problema delle lacune nell´ordinamento giuridico, Milano 1911, ps. 175 y ss.
8
GARCÍA TRAVIJANO FOS, José A., Tratado de derecho administrativo, 3ª Ed., Madrid 1974, T. I, ps. 412 y ss.;
SANDULLI, Aldo, Manuale di diritto amministrativo, Jovene Editore, 12ª Ed., Napoli 1979, p. 401; CASSAGNE, J.
C., Derecho administrativo, 6ª Ed. Actualizada, Abeledo Perrot, Bs. As. 1998, T. II, ps. 138 y ss.; SANTAMARÍA
PASTOR, J. A. y PAREJO ALFONSO, L., Derecho administrativo, Centro de Est. R. Areces, Madrid 1989, p. 129;
GARCÍA DE ENTERRÍA y FERNÁNDEZ, Curso de derecho administrativo, Civitas, Madrid 1980, T. I, ps. 381 y ss.
9
ROMANO, S., Corso di diritto amministrativo, Padova 1937, ps. 20 y ss.
competencia administrativa que la conciben como una atribución-deber, es decir que el
órgano no puede abstenerse de su acabado y diligente ejercicio.
Así, por ejemplo, cuando un edificio debe ser declarado de interés histórico o
artístico, corresponde a la Administración respetar las normas que regulan el procedimiento
a seguir, como también valorar subjetivamente la oportunidad y conveniencia de los diversos
intereses concurrentes, la determinación de cuándo actuar o no, y otros aspectos en los
cuales existe una porción de discrecionalidad.
En definitiva, es el propio orden autoritativo quien quiere que esa estimación
subjetiva la haga la Administración para cada caso en particular y en virtud de las
circunstancias del momento.
Esta conducta volitiva que permite la elección de una alternativa entre varias
igualmente posibles configura, en cierta medida, un quid novi al instituirse una decisión
administrativa más particularizada, con porciones de valoraciones subjetivas nuevas, que
trasuntan la esencia de una actividad "creativa" como la del legislador. Y es precisamente
esa valoración o apreciación personal la que puede aportar algo novedoso, en consonancia
con el ordenamiento que viene a completar.
10
SALISBURY, R. y HEINZ, J., "A theory of policy analysis and some preliminary applications", en Sharkansky
analysis in political science, Chicago, 1970, ps. 48 y ss.; LOWI, T., "The public philosophy: interest group y liberalims",
en Amer. Pol. Schi. Rev., 1967, nro. 61, ps. 5 y ss.
11
MORANG, D., "L´abuso amministrativo: la tipologia. Qualche riflessione sull´etica e la discrezionalità", Rev. Problemi
di Amminitrazione Pubblica, marzo 1989, nro. 1, ps. 43 y ss.
La que denomina discrecionalidad técnica es utilizada en la realización de las
políticas distributivas o la práctica del pork-barrel (asignación de fondos en favor de una
comunidad), donde junto con la competencia técnica de la Administración se procura
realizar una construcción, mejorar cursos de agua, etc. Afirma que en estos casos la
discrecionalidad es menos controvertida porque se presume la aplicación de técnicas
experimentadas, comprobadas y comúnmente aceptadas.
La discrecionalidad política, de planificación y profesional son vinculadas por el
autor con la política redistributiva, de reglamentación y autorregulación, respectivamente.
En este marco concibe la existencia de normas legales ambiguas, que dejan a la función
administrativa la difícil resolución de las cuestiones sectoriales controvertidas, para evitarle
al legislador el alto costo que tendría que pagar en caso de ser él el encargado de hacerlo.
Este complejo panorama de realidades concretas es muy interesante; sin embargo, en
sentido conceptual estricto estimo que es incorrecto admitir la existencia de diversos tipos
del fenómeno estudiado (discrecionalidad técnica, social, política, profesional). Se impone la
unicidad sustancial de la discrecionalidad, aunque se relacione con una variada gama de
materias entre las cuales se hallan las señaladas.
Pienso que esta última es la postura acertada. La amplitud de lo discrecional abarca
un sinnúmero de ámbitos distintos, como variados son los campos sobre los cuales recae el
accionar administrativo. Sin embargo, la unicidad conceptual prevalece.
Lo reglado también comprende materias diferentes. No obstante, nadie habla de
reglado artístico, económico o sancionatorio. Su ámbito puede regular las más diversas áreas
por las que se desenvuelve la actividad estatal, pero sin perder su naturaleza intrínseca, cual
es predeterminar normativamente la conducta administrativa debida.
Análoga situación se da con lo discrecional: recae sobre multiplicidad de materias,
pero sin perder su esencia que radica en la libertad de elección.
12
CLAVERO ARÉVALO, Manuel F., “La doctrina de los principios generales del derecho y las lagunas del
ordenamiento administrativo”, Rev. Adm. Publ. Española, Madrid, nro.7, ps. 89 y ss.
13
FIORINI, B., La discrecionalidad de la Administración Pública, Alfa, Bs. As. 1948, ps. 65 y ss.; RANELLETTI,
Oreste, Principi di diritto admministrativo, Napoli 1912, ps. 403 y ss.; ROMANO, S., Corso di diritto amministrativo,
Padova 1937, ps. 39 y ss.; APELT, W., Werwaltungsrechtliche Vertrag, Leipzig 1920, ps. 97 y ss.
menester su cooperación para la consecución de finalidades dispuestas por el ordenamiento
en forma positiva14.
Ciertos juristas alemanes hablan frecuentemente de las "normas jurídicas
fundamentales" que constituyen lineamientos genéricos de conducta, no sólo dirigidos a los
órganos estatales sino también a los particulares.
Consecuentemente, debe morigerarse la antigua concepción liberal según la cual con
relación a los sujetos privados, el derecho se limitaba a predeterminar los confines externos
de las esferas jurídicas correspondientes, los requisitos que deben cumplirse para ampliar o
reducir esos espacios, las conductas prohibidas, pero por sobre todo los "límites", a
diferencia de la actividad administrativa que en general está predeterminada
normativamente15.
Hoy también la libertad de los particulares se halla más o menos condicionada por
una multiplicidad de normas que no sólo señalan los límites externos de su actuación, sino
que importan, incluso, exagerado detallismo que a veces reduce ostensiblemente la tan
preciada libertad individual.
La "desregulación" debe ser un desiderátum, tanto para la organización estatal y su
relación con los administrados, como para la propia actividad de los particulares y sus
vinculaciones recíprocas.
En conclusión, la discrecionalidad es una forma de libertad en el seno de la función
administrativa, aunque esté autorizada por el orden jurídico, condicionada por el interés
público y reducida por el avance de la actividad vinculada.
14
GÉNY, F., Méthode d´interprétation et sources en droit privé positif, Paris 1919, T. II, p. 201; CAPPELLETTI, M.,
Proceso, ideologías, sociedad, Juríd. Europa-AMÉRICA, Bs. As. 1974, ps. 432 y ss.
15
ZANOBINI, G., Curso de derecho administrativo, Arayú, Bs. As. 1954, T.I, ps. 44 y s.; MIELE, G., Principi di
diritto amministrativo, 2ª Ed., Padova 1953, T. I, p. 23; CAPACCIOLI, E., La gestione di affari nel diritto
amministrativo, Padova 1956, p. 263.
16
BERNATZIK, E., Rechtsprechung und Materielle Rechtskraft, Viena 1986, p. 36.
Existe en general el convencimiento de que la oportunidad no sólo puede caracterizar
la materia de la discrecionalidad, sino que también se halla en otras áreas diversas, como la
actividad vinculada, la función legislativa e incluso la actividad privada17.
Es bien sabido que la Administración Pública de nuestro tiempo no sólo pretende que
el gobernante se ajuste a la legalidad, sino que en esencia actúe convenientemente.
Éste es el temperamento que se atisba en las modernas constituciones, al exigírsele
nuevos cometidos a quienes tienen la delicada misión de conducir el destino de los pueblos.
Ya no basta el respeto de la ley para ser gobernante, hoy también se exige eficacia,
eficiencia, economicidad, celeridad y otros aspectos que se resumen en lo "más oportuno"
para el interés público.
Pero, a la vez, no sólo la valoración de la oportunidad puede ser contenido de la
discrecionalidad, sino que el ámbito de esta última es mucho mayor, implicando también
ponderación de intereses, prudencia, equilibrio o simplemente voluntad del órgano
competente porque el orden jurídico ha establecido que incumbe a éste la decisión. En el
marco del sistema democrático el pueblo expresa su voluntad por medio de sus
representantes, por lo que bien puede la norma asignarles a éstos la atribución de producir
juicios eminentemente subjetivos.
Declaraciones de voluntad y de juicio, es decir, determinaciones subjetivas y
objetivas impregnan el accionar administrativo estatal. Sólo es menester identificar la
presencia de cada una de estas manifestaciones para establecer las consecuencias jurídicas
ulteriores y el alcance del control judicial.
17
COOPER, F. E., "Administrative justice and the role of discretion", Yale P.J., 1938, nro. 47, p. 581; GIANNINI, M.
S., Il potere discrezionale della pubblica amministrazione, Giuffrè, Milano 1970, ps. 40-41; MICHOUD, L., “Étude sur la
nation de pouvoir discretionnaires de l’administration”, Annales Université de Grenoble, p. 9; RASELLI, A., Il potere
discrezionale del giudice civile, 1ª Ed., Padova 1927, p. 14; REGLADE, M., "Du prétendu controle juridictionnel de
l´opportunité en matière de recours pour excès de pouvoir", Rev. Der. Publ., 1925, p. 427.
un procedimiento de selección o bien se designa libremente. En este último caso se puede
elegir a Juan o a Diego, ejercitándose de tal forma una modalidad discrecional.
En el primer supuesto, se dice que la discrecionalidad recae sobre el an, es decir, si se
adopta o no una determinada resolución. En el segundo, sobre el quomodo, esto es, la
formalidad o el cauce procedimental a seguir. En el tercer supuesto, la discrecionalidad
puede incidir en el quid, relacionándose con el objeto o contenido. De todos modos,
concluye Giannini18, cualesquiera que fueran las especies o el número de ellas, la
discrecionalidad importa siempre una elección entre varias soluciones posibles, en procura
de lo más oportuno para el caso concreto.
Las alternativas igualmente válidas pueden ser dos o un número indeterminado de
posibilidades. El dictado de un acto sólo contempla dos opciones (se dicta o no), mientras
que el fijar el "cuándo" o "momento" de su emisión abarca un amplio margen donde caben
múltiples alternativas: según la hora, el día, el mes o el año (por ejemplo, para determinar
cuándo será cubierta la vacante).
Otras veces, la discrecionalidad puede estar en la primera etapa del procedimiento,
porque una vez utilizada, el resto se desenvuelve por los carriles reglados por la norma. Esto
sucede cuando el cargo debe ser cubierto por concurso o la obra pública realizada previa
licitación. En ambos casos la discrecionalidad se manifiesta sólo para establecer si se ocupa
o no la vacante, o si se realiza o no la obra: participar en el primer momento del cauce
procedimental cuando se decide promover o no un procedimiento dado. Los demás aspectos
son resueltos detalladamente por las normas que regulan el proceso concursal o licitatorio.
En otras hipótesis la naturaleza de la cuestión permite seleccionar diversos
comportamientos previstos por la norma. En atención a las circunstancias, la
discrecionalidad no sólo interviene para elegir si se adopta una u otra medida, sino también
para precisar su intensidad, sus modalidades secundarias, la entidad de la prestación, etc.
Esto sucede, por ejemplo, cuando una epidemia amenaza la salud de la población. Aquí,
según la gravedad de la situación, puede elegirse entre iniciar una campaña publicitaria
preventiva, vacunar a la comunidad, aislar zonas o personas, o tomar otras medidas
adecuadas a fin de preservar este interés público primordial. Es decir que en una
circunstancia determinada lo discrecional interviene en los más variados elementos del acto
administrativo.
Es unánime la doctrina al sostener que la discrecionalidad no puede existir en la
competencia para emitir el acto, en el procedimiento a seguir y en la finalidad perseguida. Se
afirma que tales elementos están siempre reglados por el orden jurídico vigente.
Si bien ello ocurre en muchos casos, estimo que también en algunos supuestos la
discrecionalidad puede estar presente en los elementos referidos, aunque sea una mínima
porción. En efecto, cuando la suspensión de un empleado puede ser dispuesta por un
ministro en razón de que la norma le atribuye competencia para ello, nada empece, sin
embargo, que lo resuelva directamente el gobernador o el presidente (según el ámbito
provincial o nacional correspondiente), en virtud de la facultad de avocamiento en el
conocimiento y decisión de cuestiones que le competen al inferior. Nadie puede discutir que
18
GIANNINI, M. S., Diritto amministrativo, Giuffrè, Milano 1970, Vol. I, p. 479
es discrecional la valoración que realiza en cada caso la jerarquía más alta para avocarse o
no y, en consecuencia, resolver. En tales supuestos la competencia para el dictado del acto la
puede tener una u otra autoridad, siendo discrecional su determinación en el caso concreto.
Lo mismo sucede con el procedimiento, en el cual la discrecionalidad también puede
existir cuando es posible elegir un camino u otro en el marco de lo jurídicamente permitido.
Así, por ejemplo, si la norma establece que toda contratación se efectuará según el
procedimiento de elección que disponga la Administración, es ésta quien podrá
discrecionalmente optar por la licitación pública, la licitación privada o el concurso de
precios. En el caso de que esté autorizada a contratar directamente en razón de los montos
reducidos a gastar, nada impide que el órgano competente, aun respetando el procedimiento
reglado, pueda discrecionalmente llamar a los tres oferentes que prescribe la norma,
eligiéndolos libremente del registro respectivo. Incluso bien puede, también
discrecionalmente, disponer que en lugar de escuchar sólo tres ofertas, se invite a diez, doce
o catorce. Sería conveniente que ello ocurriera, ya que cuanto mayor es la concurrencia
mejores son las posibilidades de elegir.
En cuanto a la finalidad, está normalmente reglada por el orden jurídico, siempre que
se determine el interés público específico a satisfacer. En cambio, en caso de que
excepcionalmente sólo surja claro el interés general, la elección del interés público concreto
es un problema de discrecionalidad administrativa. Cuando en el planeamiento urbano deben
analizarse los más variados intereses (comerciales, industriales, universitarios, etc.), nadie
duda de cuál es el interés general a satisfacer, consistente en hacer más perfectibles las
condiciones de vida de la comunidad. Empero, al determinarse la localización de un
complejo de viviendas se debe seleccionar el lugar o marco territorial referencial,
valorándose los otros intereses concurrentes y eligiendo, en la especie, el que tiene prioridad.
Aquí también hay discrecionalidad en la fijación del interés público específico a lograr.
Sabido es que el ejercicio de la potestad sancionadora de la Administración implica el
respeto del principio axiológico fundamental del "debido proceso", que inexorablemente
debe garantizarse en forma previa a la aplicación de la sanción. También es conocido que
muchas organizaciones nacionales, provinciales y municipales, no tienen regulado el
procedimiento adecuado para asegurarlo. No obstante, en estos casos existe el
convencimiento uniforme de que su contenido es abarcativo del derecho a ser oído, de
ofrecer y producir la prueba y de obtener una decisión fundada. Éstas son condiciones o
requisitos que siempre deben respetarse y que son de obligatorio acatamiento, bajo pena de
nulidad según los principios constitucionales aplicables.
Tales aspectos se hallan, de alguna manera, reglados por el orden jurídico
constitucional. Sin embargo, pueden existir mínimos porcentajes de discrecionalidad en la
opción entre el simple "descargo" o el "sumario", según la gravedad de la falta cometida. Es
decir que aun en este trascendente principio constitucional también puede haber cuotas de
discrecionalidad.
Concluyo entonces afirmando que la modalidad estudiada puede incidir en más o en
menos en cualquier elemento del acto administrativo.
Consecuentemente, es necesario relativizar aquellas elaboraciones doctrinales que
afirman enfáticamente el dominio exclusivo de lo reglado sobre ciertos elementos del acto
administrativo: así como lo reglado puede condicionar cualquier elemento del acto
administrativo, también lo discrecional puede incidir en ellos sin discriminación alguna.
No se debe olvidar que la dinámica de la actividad administrativa impide su
cristalización en esquemas genéricos e inamovibles: cada situación particular ha de tener su
adecuado tratamiento.
19
Clara expresión de A. Gallego Anabitarte, en el "Prólogo" a MOZO SEOANE, A., La discrecionalidad de la
Administración Pública en España, Montecorvo, Madrid 1985, p. 53.
ingreso, protección de la minoridad, promoción de la familia y educación familiar, deportes
y recreación social, etc.
Incluso cuando se faculta a la autoridad jerárquica superior a nombrar el personal sin
imponerle en forma expresa la obligación de realizar una selección previa, cabe deducir que
hay discrecionalidad para nombrar a uno u otro. Lo mismo sucede cuando se dispone el
traslado del empleado por razones de servicio: si se tiene la atribución de nombrar y
remover, implícitamente se puede trasladar al agente.
A veces la norma expresa: cuando el interés público "lo aconseje", "lo estime
conveniente", "a juicio de la Administración", "a criterio del órgano competente", "según lo
estimase", etc. En estos casos se alude en general a la apreciación volitiva que debe efectuar
la Administración y que califica o individualiza el momento discrecional.
En estos supuestos se pone en evidencia la presencia de una atribución discrecional.
En definitiva, éste es el primer análisis que corresponde: la verificación de si el orden
jurídico le atribuye, al órgano de que se trata, competencia para apreciar las diversas
soluciones posibles en el seno de la discrecionalidad.
b) Otras veces es la locución "podrá" la que nos brinda la clave para determinar si hay
discrecionalidad. Así, por ejemplo, cuando el órgano administrativo "puede elegir" entre los
tres primeros postulantes en un concurso.
Esto significa que es potestativo de la Administración elegir el primero, segundo o
tercero, siendo todas las posibilidades válidas para el derecho.
Cuando las normativas que regulan la relación de empleo público establecen que
"podrá disponerse el reingreso de ex agentes permanentes que hubieran renunciado, en cuyo
caso la designación podrá efectuarse en el mismo cargo en que revistaba", significa con la
primera locución que la Administración es libre de disponer o no el nuevo nombramiento.
Téngase presente que a diferencia de la reincorporación en que al ex agente se le reconoce el
derecho a volver al cargo anterior con todos los efectos emergentes por así disponerse
judicialmente, en el reingreso o la readmisión no existe un derecho subjetivo al
nombramiento sino una simple expectativa, ya que la Administración nada debe, por lo que
es facultativo de ésta disponer o no el reingreso. La segunda locución "podrá" implica que la
Administración puede elegir entre nombrarlo en la jerarquía inferior, común a todo nuevo
nombramiento, o bien en el cargo que anteriormente tenía u otro de nivel equivalente. Aquí
la norma postula una modalidad excepcional al autorizar que discrecionalmente la autoridad
elija entre la categoría de ingreso o la superior.
Cuando la ley 23696, de Reforma del Estado, dispone en el art. 17 que "las
privatizaciones reguladas por esta ley podrán materializarse por alguna de las modalidades
que a continuación se señalan o por combinaciones entre ellas, sin que esta enumeración
pueda considerarse taxativa", la expresión "podrán" indica la indiscutible presencia de una
facultad discrecional, por cuanto incumbe a los organismos de aplicación competentes
efectuar la apreciación pertinente, eligiendo alguna de las opciones previstas por la norma
para instrumentar la privatización (venta de los activos de las empresas, o de la venta de
acciones, locación con o sin opción a compra, administración con o sin opción a compra,
concesión, etc.).
No obstante, se debe tener presente que la expresión "podrá" no autoriza siempre una
modalidad discrecional, por lo que es recomendable observar permanentemente el contexto
en el cual se inserta. Cuando ciertas leyes u ordenanzas del sistema tributario establecen que
el órgano competente "podrá" eximir el pago del impuesto en casos de indigencia, esta
expresión no autoriza una facultad discrecional porque la indigencia debe ser rigurosamente
probada conforme a los condicionamientos impuestos por la misma norma. Es decir, que no
hay libertad de la Administración de eximir o no el pago, porque acreditada la carencia de
recursos como corresponde, el administrado tiene el derecho a impetrar su eximición.
Lo mismo sucede cuando es la Administración la que "puede" autorizar el
funcionamiento de una determinada actividad comercial o industrial en caso de que el
otorgamiento esté sujeto al cumplimiento de una serie de requisitos previstos. Aquí la
locución "podrá" no puede asimilarse a la libertad de otorgar o no la autorización en virtud
de una apreciación subjetiva, sino que la opción puede ser positiva o negativa, según se
cumpla o no los requisitos reglados.
El "podrá" equivale entonces a un "sí" o a un "no", "autorizar" o "no autorizar", sin
que para su dilucidación intervenga elemento discrecional alguno; al contrario, sólo existe
una actividad vinculada que ha menester el análisis acreditativo de las exigencias impuestas
por la norma para acceder a la concesión de lo impetrado.
En definitiva, la expresión "podrá", generalmente, indica una posibilidad de hacer o
no hacer, o hacerlo de tal o cual modo, pero existen ocasiones en que el contexto en el cual
se incorpora sólo presupone el cumplimiento de una actividad vinculada, razón por la cual
no es posible quedarse con el significado aislado del término empleado, sino verificar su
sentido que es siempre proporcionado por el contexto.
c) A veces el quid de la cuestión, sin embargo, reside más en la naturaleza de la
problemática a dilucidar que en la pura literalidad del concepto: la opinabilidad de una
técnica, de una ciencia, de un estándar jurídico o de pauta de convivencia, constituye una
realidad que por sí puede generar razonables dudas para optar por una solución u otra. Es
obvio que en tales ámbitos puede existir una indiscutible modalidad discrecional. Para
detectarla es necesario repasar los caracteres distintivos de la discrecionalidad, sus
presupuestos esenciales y por sobre todo si en verdad existe posibilidad de "elección" entre
dos o más indiferentes jurídicos, atento a la naturaleza de las cosas.
Es decir que una vez agotado el análisis de la proposición normativa y de sus
principios inmanentes, expresa o implícitamente condensados por el orden jurídico, sin
poder distinguir claramente la actividad reglada de la discrecional, la observación de la
propia realidad se convierte en el factor gravitante cuando el ordenamiento utiliza fórmulas
amplias, imprecisas o difícilmente reconducibles a pautas o reglas objetivables.
En conclusión, tanto el análisis del orden jurídico vigente como la observación de las
expresiones gramaticales utilizadas, y la percepción de la naturaleza intrínseca de la
actividad, son elementos que conjunta o separadamente según el caso, pueden ser útiles para
que en la realidad de nuestro multiforme accionar administrativo se individualice la
presencia de una modalidad discrecional.