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LA POLÍTICA EXTRAVIADA

UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

ANDRÉS STAMBOULI
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

ANDRÉS STAMBOULI

Actualmente Profesor Titular, Decano de Estudios de Postgrado


de la Universidad Metropolitana, se graduó en Relaciones
Industriales en 1969, en la Escuela de Ciencias Sociales de la
Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas. Realizó estudios
doctorales en L’École Pratique des Hautes Etudes en Sciences
Sociales en París; obtuvo el título de Doctor en Sociología de la
Universidad de la Sorbona, París V, René Descartes, en 1978.
Ha sido investigador en el Instituto de Estudios Políticos de la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad
Central de Venezuela, desde 1970 hasta 1993, en el que llegó a
ocupar el cargo de Subdirector. Profesor de Teoría Política y de la
asignatura Sistema Político Venezolano en las Escuelas de
Estudios Políticos y Administrativos de la UCV, en la de Estudios
Liberales de la Universidad Metropolitana y en la Maestría de
Estudios Políticos y de Gobierno; fue Coordinador del Doctorado
en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela y
profesor de varios seminarios doctorales. Estuvo en los
departamentos de América Latina de la Universidad de Carolina
del Norte (1981) y de la Universidad de Georgetown en
Washington (1989) en calidad de investigador invitado. Ha
publicado unos treinta (30) trabajos entre artículos en revistas
especializadas y capítulos en libros colectivos. Es autor, entre

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otros, del libro Crisis Política; Venezuela 1945-1958 y coeditor de
La democracia bajo presión; política y mercado en Venezuela.
Fue Asesor de la Comisión Presidencial para la Reforma del
Estado, Copre, entre 1984 y 1992, en materia de reformas
políticas, asesor en el diseño de cursos y programas gerenciales
así como conferencista en la Escuela de Ciencias y Técnicas de
Gobierno del Instituto Venezolano de Planificación, Iveplan,
adscrito a Cordiplan y conferencista en los programas de
formación ejecutiva de Pdvsa-CIED en Visión Estratégica,
Corporativa, Nacional e Internacional, en el área de Análisis del
Entorno. Consultor privado en análisis político y comunicación
estratégica.

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INDICE

INTRODUCCIÓN ........................................................................................... 7
ACERCA DE LA POLÍTICA ............................................................................... 8
LEGITIMIDAD, ESTABILIDAD Y CAMBIO ............................................................ 9
LOS COMIENZOS DEL SIGLO ......................................................................... 18
LA INTEGRACIÓN NACIONAL (1900-1936) .................................................... 19
LA MODERNIZACIÓN DEL ESTADO (1936-1941) ............................................ 21
LA APERTURA A LA POLÍTICA ....................................................................... 25
MEDINA Y LA POLÍTICA .............................................................................. 27
EL DESCONTENTO MILITAR ........................................................................ 31
ACCIÓN DEMOCRÁTICA Y LA UNIÓN MILITAR PATRIÓTICA CONVERSAN ............... 33
LA POLÍTICA FRUSTRADA ........................................................................... 35
MEDINA ¿ÚLTIMO GOMECISTA O PRIMER DEMÓCRATA? ................................... 43
LA DEMOCRACIA AMPLIADA 1945-1948 ...................................................... 50
LA CONSTRUCCIÓN DEL CONSENSO ............................................................. 52
LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA .............................................. 59
LA CONFIGURACIÓN DEL GOLPE DE 1948..................................................... 63
LA IGLESIA Y EL RÉGIMEN ......................................................................... 67
LOS MILITARES Y EL RÉGIMEN .................................................................... 71
LA DICTADURA 1948-1958 ....................................................................... 75
LA TRANSICIÓN ....................................................................................... 76
PROCLAMAS DE LA INTERVENCIÓN MILITAR ................................................... 78
EL FRAUDE ELECTORAL ............................................................................ 82
LA DICTADURA SE AFIANZA ........................................................................ 83
LA CRISIS DE LA DICTADURA ...................................................................... 85
EL DISTANCIAMIENTO DE LA IGLESIA ........................................................... 89
LOS EMPRESARIOS Y LA DICTADURA ............................................................ 97
LOS MILITARES SE MOLESTAN .................................................................. 110

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LOS PARTIDOS EN LA CLANDESTINIDAD ...................................................... 115
LA POLÍTICA UNITARIA DE LOS PARTIDOS .................................................... 118
LA UNIDAD PARA EL PARTIDO COMUNISTA .................................................. 119
LAS DOS VISIONES DE LA UNIDAD EN AD ................................................... 121
LA JUNTA PATRIÓTICA ............................................................................ 126
DE NUEVO LA DEMOCRACIA 1958 .............................................................. 131
RAZÓN Y LÓGICA DE LA CONCILIACIÓN ....................................................... 134
EL PACTO DE PUNTO FIJO ...................................................................... 136
POLÍTICAS PÚBLICAS CONCERTADAS .......................................................... 145
ORIENTACIONES Y LOGROS DE LAS POLÍTICAS DE LA CONCILIACIÓN ................. 155
DE LOS REQUISITOS DE LA ESTABILIDAD A LAS EXIGENCIAS ........................... 159
DE EFICACIA 1973-1983 ....................................................................... 159
LA REFORMA DEL ESTADO 1984-1993...................................................... 164
EL ESTADO Y SU CRECIMIENTO ................................................................ 164
EL SENTIDO DE LAS REFORMAS DEL ESTADO .............................................. 169
EL TRAUMÁTICO INICIO DE LAS REFORMAS.................................................. 172
LA GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA DE LAS REFORMAS ................................ 177
LAS LIMITANTES DE LA CONCERTACIÓN PARA LAS REFORMAS .......................... 179
LAS INSTITUCIONES REFORMADAS............................................................. 183
TECNÓCRATAS Y POLÍTICA ........................................................................ 188
EL EQUIPO, EL PROGRAMA Y EL PROCEDIMIENTO ......................................... 188
EL PRIMER AÑO DE GOBIERNO DE CAP (1989-1990) .................................. 191
EL NUEVO JUEGO POLÍTICO ..................................................................... 192
LAS RELACIONES RUIDOSAS DEL GOBIERNO CON AD .................................... 195
LA RAZÓN DE PARTIDO Y EL PROGRAMA DEL GOBIERNO ................................. 199
ARMAR EL ROMPECABEZAS CALDERA (1994-1998) ..................................... 210
LA CRISIS EN LOS PARTIDOS; EL CASO DE AD .............................................. 222
EL FACCIONALISMO EN LOS PARTIDOS ....................................................... 227
AUGE Y COLAPSO DE LA ANTIPOLÍTICA 1999-2002 ...................................... 233
LA CRISIS DE REPRESENTACIÓN ................................................................ 238

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LA INCONGRUENTE REVOLUCIÓN BOLIVARIANA ............................................ 242
AL DÍA DE HOY ...................................................................................... 243
A MANERA DE EPÍLOGO............................................................................. 247
RESTABLECER LA COMUNIDAD POLÍTICA..................................................... 247
BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................... 251
DOCUMENTOS CONSULTADOS .................................................................... 255

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ANDRÉS STAMBOULI

INTRODUCCIÓN
Hace casi 30 años, en 1989, comenzó a crujir el andamiaje de
relaciones políticas que le daba soporte a la estabilidad de la democracia
venezolana. Sus protagonistas fundamentales, al no escuchar sus
trepidaciones, sea porque se taponaron los oídos, sea por sordera, no
pudieron evitar su resquebrajamiento en las elecciones de 1993, y su
derrumbe en las de 1998.

A partir de 1958, el Pacto de Punto Fijo dio origen al orden político


democrático que se prolongaría de modo estable hasta 1988, cuando se
hizo evidente la crisis de la ilusoria sociedad de la abundancia en la que
los venezolanos creíamos vivir. Desde entonces, Venezuela está en la
búsqueda de un modelo de relaciones políticas sustitutivo de aquél que le
permitió, durante cuarenta años, vivir como sociedad relativamente
pacífica.

La política, en el sentido a ser utilizado en este trabajo, comenzaría a


ejercerse como práctica gubernamental a partir de la presidencia de Isaías
Medina Angarita, entre 1941 y 1945, en las condiciones de un régimen
democrático restringido que pugnaba por su ampliación, exigida por el
partido Acción Democrática, de reciente legalización. La suspensión de la
política para la resolución de tal proceso, derivó en un golpe de Estado que
instauró un régimen democrático ampliado, que a su vez sería derrocado
en 1948, de nuevo por restricciones en la práctica de la política, dando
paso a un gobierno militar dictatorial que duraría hasta 1958. Su caída
también se originaría en la incapacidad del régimen, esta vez congénita,
por establecer relaciones políticas con la sociedad, cuando ésta comenzó a
manifestar su descontento.

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LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

La política no es un vocablo unívoco; de manera predominante suele


evocar al poder y a la lucha por obtenerlo, ejercerlo y conservarlo. En este
libro, el análisis de la política en Venezuela no será entendido como la
reseña de todas sus modalidades, históricamente conocidas entre 1941 y
el 2002, sino más bien de cómo se formaron las condiciones que
condujeron a su establecimiento —el de la política— como método de
gobierno para la solución civilizada y pacífica al problema del orden social,
y de cómo la misma degeneró hasta cederle el paso a la antipolítica del
tiempo actual, disolvente de la comunidad que perduró durante cuarenta
años, productora de penurias, protestas, violencia y muerte. En este libro,
reseñaremos las actividades y procesos históricos por medio de los cuales
Venezuela amplió su capacidad para las relaciones políticas y de como
éstas llegaron a decaer.

ACERCA DE LA POLÍTICA

La política puede ser descrita como aquella interacción en la que los


ciudadanos organizados coordinan sus asuntos comunes y actúan en
conjunto, a pesar de sus divergencias y conflictos, sin la imposición de la
voluntad de una persona o facción sobre las otras. En este sentido, la
política presupone una relación de comunidad, en la cual las partes
diferenciadas se reconocen recíprocamente como co-miembros de la
asociación y comparten algunos valores, metas y actitudes, cultivando la
persuasión, la tolerancia y el diálogo para resolver sus desencuentros,
como método preferido a la represión o destrucción del adversario: «Dos
grupos que se consideran sólo como enemigos irreconciliables, no pueden
constituir la base de una comunidad [...]» (Huntington, p. 20). De esta
manera, la imposición, la coerción y la violencia, si bien presentes en todo
orden social, no constituyen instrumentos propiamente políticos del poder.
En palabras de Bernard Crick,

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ANDRÉS STAMBOULI

“ […] el orden político […] no es cualquier tipo de orden; su


implantación señala el reconocimiento de la libertad, puesto que la política
entraña cierta tolerancia de verdades divergentes y el reconocimiento de
que la gobernación no sólo es posible sino que se ejerce mejor cuando los
intereses rivales se disputan en un foro abierto […]. […]. El método de
gobierno del tirano o del oligarca se reduce a destruir, coaccionar o
intimidar a todos los demás grupos, en beneficio del suyo propio. El
sistema político de gobierno consiste en escuchar a esos otros grupos a fin
de conciliarlos […] la política debería acercar a esos grupos entre sí, de
manera que cada uno de ellos y el conjunto de todos puedan hacer una
contribución real al objetivo general de la gobernación: el mantenimiento
del orden.” (Crick, pp. 18-19).

“La gobernación pacífica es un valor civilizado, comparado con la


anarquía o con el ejercicio arbitrario del poder, el sistema de gobierno
político […] es claramente más aceptable para un mayor número de
personas […]” (Crick, p. 23).

De esta manera, la política, lejos de ser un mal necesario, es un bien


práctico a ser valorado, por ser la manera de gobernar comunidades
plurales, que reduce significativamente el uso de la violencia. La misión de
la política asi entendida, es entonces la de conciliar intereses divergentes,
en función de la tolerancia y la convivencia pacífica. El concepto de
comunidad aparece, en este contexto, como clave para la práctica de la
política. Refiriéndose a la integración cultural, Karl Deutsch sostiene que
una comunidad está constituida por «[…] hombres que han aprendido a
comunicarse los unos con los otros y a entenderse […]» (Deutsch, p. 61).

LEGITIMIDAD, ESTABILIDAD Y CAMBIO

Si el sistema político, genéricamente considerado, es aquel sistema de


conductas y de acción social productor de las decisiones vinculantes que
afectan a los componentes del sistema social global, y si el gobierno y los
hombres revestidos de autoridad que lo componen conforman su centro
decisor, el cual actúa de acuerdo con cierto ordenamiento constitucional y

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en arreglo a ciertas pautas normadas, esto es, dentro del marco de cierto
régimen, cabe entonces preguntarse: ¿bajo qué condiciones generales, los
actos y decisiones de un gobierno y de un régimen cualquiera, son objeto
de aceptación regular por parte de los componentes de la sociedad que se
ven afectados por ellos?

Dicho de otro modo, se trata de identificar algunos procesos que


contribuyen al funcionamiento estable de una determinada estructura de
poder y de aquellos que, de producirse, inducen a un cambio de la misma,
pues

“ […] Las autoridades van y vienen, los regímenes y las constituciones


pueden cambiar; en ambos casos, la comunidad puede permanecer
perfectamente estable […]. […]. Pero las comunidades políticas pueden
también cambiar. Ello se produce en los momentos en que interviene
una división interna, indicando que grupos enteros le han retirado su
apoyo a la división del trabajo pre-existente.” (Easton, 1974, p. 168).
La legitimidad ha servido para explicar la relación armónica o
conflictiva entre gobernantes y gobernados, entre mando y obediencia. La
preocupación por este concepto no es nueva en las ciencias sociales en
general, y en la ciencia política en particular. Desde que Max Weber se
preocupó por la legitimidad y por los procesos de legitimación, éstos no
han dejado de estar presentes en todos los trabajos que se han ocupado de
la estabilidad y del cambio de los sistemas de poder.

El concepto de legitimidad, de un modo general, se refiere a la


creencia en la validez de un orden de cosas establecido. Así, la legitimidad
de un gobierno vendría dada por la creencia en su validez por parte de
aquellos que le están sometidos, lo cual conduciría a la aceptación,
obediencia y cumplimiento de sus decisiones.

La preocupación por la legitimidad, estabilizadora de los sistemas


políticos, no ha sido exclusiva de la ciencia política y de aquellos

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ANDRÉS STAMBOULI

interesados en estudiar los fenómenos del poder y de la dominación.


Mucho más interesados han estado, seguramente, los propios poderosos:

“Tan general y apremiante es la necesidad de justificación,


asentimiento y reconocimiento que experimentan quienes manejan el
poder, y tal la necesidad de razones, en lo posible de buenas razones,
para dejarse gobernar que experimentan por su parte los súbditos —y
de este modo precisamente y precisamente por esos gobernantes—,
que nos vemos compelidos a considerar este hecho, sin más, como un
fenómeno político de carácter primario.” (Sternberg, p.13).
Pero, el concepto de legitimidad puede resultar estrecho e insuficiente
para comprender y analizar la estabilidad y el cambio en la estructura de
poder de una sociedad, si se plantea en función exclusiva del
consentimiento o rechazo que pueda expresar una población o segmentos
importantes de la misma hacia el gobierno o el régimen, ya que la
legitimidad se refiere, de un modo predominante, a la dimensión valorativa
o normativa que induce a la aceptación de un orden de cosas.

Naturalmente que si un sistema tiene «[…] la capacidad […] para


engendrar y mantener la creencia de que las instituciones políticas
existentes son las más apropiadas para la sociedad» (Lipset, p. 57), el
mismo habrá dado un paso importante en procura de su conservación y
contará con un mecanismo de primer orden, al cual puede recurrir en
casos o situaciones difíciles y apremiantes para mantener la cohesión
entre gobierno y sociedad.

Pero los nexos normativos no son los únicos que contribuyen al


mantenimiento de un vínculo más o menos estable entre las partes de un
sistema de poder, entre su centro decisor, las pautas bajo las cuales éste
actúa, y la sociedad.

En efecto, Amitai Etzioni ha distinguido tres principios sobre los que


se puede fundamentar la cohesión social. El principio normativo referido a
la adhesión a valores, al cual normalmente apela el concepto de

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legitimidad; el utilitario, que se basa en el apoyo pragmático otorgado a


cambio de la obtención de bienes valorados por el grupo, y al que Lipset
denomina eficacia, esto es «[…] el grado en que el sistema satisface las
funciones básicas de gobierno tales como las consideran la mayoría de la
población y grupos poderosos dentro de ella […]» (Lipset, p. 57) y el
coercitivo, el cual provoca la sumisión por medio de la utilización o
amenaza de utilizar la violencia física o espiritual (Etzioni, p. 356). En
general, todo sistema político procura mantenerse mediante actos que
combinen estos tres principios de sustentación, aunque en un momento
dado tenga que privilegiar uno de ellos sobre los otros.

En este sentido, el mantenimiento de un régimen, cuyo soporte


dominante sea su eficacia para atender los intereses de los grupos
influyentes de la sociedad, tal como éstos entienden su interés, dependerá
de la capacidad formuladora de políticas satisfactorias a dichos intereses.
Si este régimen no cuenta con una reserva de mecanismos estabilizadores
derivados de la legitimidad, cualquier decaimiento en su capacidad de
respuesta a demandas y necesidades específicas, puede ser antesala de
una crisis de estabilidad.

Un intento por desarrollar un concepto que permite acercarse


empíricamente a los problemas de la evaluación de la ejecutoria estable de
un régimen, lo constituye un trabajo de Harry Eckstein. Los dos
indicadores propuestos por este autor, para identificar como estable la
actuación de una polity o régimen, son la durabilidad y el orden civil. La
durabilidad de un régimen, de sus arreglos constitutivos básicos, se refiere
a su persistencia en el tiempo; mientras que el orden civil hace referencia a
la ausencia dentro del sistema de poder del uso de la violencia,
institucional o extra-institucional, en función del logro de objetivos
públicos o privados. Tales indicadores son puestos por Eckstein en
dependencia directa de dos variables: la legitimidad y la eficacia decisional

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ANDRÉS STAMBOULI

del régimen, definidas ambas en el sentido mencionado anteriormente.


Refiriéndose a algunas consideraciones empíricas relacionadas con ambas
variables, Eckstein apunta que

“La tarea empírica esencial, es la de construir estimados razonables de


dos cantidades: la magnitud de la legitimidad, i.e., la proporción de
una población que manifiesta sentimiento de legitimidad e ilegitimidad
en una determinada extensión de tiempo y la intensidad de estos
sentimientos […] [debe tomarse también en cuenta] […] la importancia
de los segmentos de población implicados, en términos de las
consecuencias de su apoyo u oposición, para el desempeño de un
régimen, en la dimensión […] de las decisiones adoptadas por un
gobierno en respuesta a retos políticos y demandas de la sociedad.”
(Eckstein, pp. 55 y ss, 65 y ss.).

Dentro de esta perspectiva, la comprensión de los procesos que


conducen al establecimiento, consolidación, crisis y sustitución de una
estructura de poder, deberá caracterizar a los actores intervinientes, a las
relaciones que entre ellos se establecieron, la medida en que el régimen
respondió a las demandas y expectativas de los grupos sociales
significativos y la capacidad de movilización conflictiva demostrada por
éstos, y al volumen e intensidad de los sentimientos de legitimidad que
dicho régimen fue capaz de suscitar en su respectiva sociedad. Dicha
caracterización debe obligatoriamente apoyarse en la observación y
análisis de sucesos concretos para evitar el peligro de la presentación de
falsas totalidades, que podrían tener un valor retórico pero divorciadas de
la realidad a la cual pretenden referirse. Por ello, en este trabajo, nos
hemos preocupado por derivar las estructuras características de los
regímenes estudiados y sus respectivas crisis, no a partir de los rasgos
típicos que caracterizan a cualquier régimen de partidos o a cualquier
régimen dictatorial, sino a partir de las coyunturas específicas que conoció
el sistema de poder venezolano; a partir de la puesta en relación de
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LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

acontecimientos concretos, e incluso a partir de la reseña de episodios y


anécdotas que pudieran ser significativos o ilustrativos de la situación
estructural que los encerraba. Nuestro objetivo fue, en consecuencia,
analizar el conjunto de situaciones que han producido cambios en la
estructura y distribución del poder en Venezuela, en el transcurso del siglo
XX e inicios del XXI.

En este sentido, el funcionamiento estable de una estructura de poder


dependerá de un nivel mínimo de apoyos que ésta reciba de sus miembros
relevantes; de aquellos cuyas actitudes, opiniones e intereses deben ser
tomados en cuenta por el gobierno. Este apoyo deberá otorgarse a las
personas que ocupan los cargos de autoridad dentro del sistema de
decisiones societales, a las decisiones que éstos toman, al modo
característico y a los arreglos institucionales según los cuales estas
decisiones son tomadas. De esta manera,

“ [...] si se producen ciertos hechos que impiden a los miembros de un


sistema tomar decisiones, o si una vez adoptadas, son rechazadas en
forma regular por una gran porción de sus miembros, no hay sistema
decisorio alguno, democrático, totalitario o autoritario, que pueda
funcionar.” (Easton, 1973, p. 138).
Según Easton, existen tres mecanismos a los cuales puede recurrir
un gobierno para asegurarse un nivel mínimo de apoyos que le permitan
funcionar de modo más o menos estable, o para que un sistema decisorio
mantenga sus pautas características.

En primer lugar, estimular el apoyo específico que se produce por la


satisfacción que sienten los miembros de una sociedad cuando sus
demandas reciben respuesta adecuada. El apoyo que se ofrece a un
gobierno o a un régimen tenderá a disminuir, si de manera reiterada sus
autoridades no están en condiciones de satisfacer las demandas de sus
miembros, dada la especial peculiaridad de la estructura de poder de la
cual dichas autoridades son portadoras y representantes, o si por
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ANDRÉS STAMBOULI

incapacidad o voluntad personal se resisten a hacerlo. Estaremos entonces


frente a una situación de la reducción del apoyo por fracaso del producto.
En consecuencia,

“ [...] un sistema puede tratar de inculcar en sus miembros un alto


grado de apoyo difuso a fin de que, pase lo que pase, los miembros
continúen vinculados a él por fuertes lazos de lealtad y afecto. Este
tipo de apoyo continúa independientemente de las ventajas específicas
que el miembro juzga que le reporta pertenecer al sistema; pero si la
frustración sistemática de las que se estiman necesidades justas se
extiende durante lapsos prolongados [...] los sentimientos de lealtad y
afecto pudieran disminuir.” (Easton, 1973, p. 171).

Por último, y éste es el mecanismo más extremo, ante la


obstaculización que pueda conocer un tipo específico de sistema político
en su funcionamiento regular, por la magnitud y significado de la acción
de quienes se le oponen, puede producirse, lo que Easton denomina una
regulación estructural del apoyo, dada la incapacidad o falta de voluntad
del gobierno por propiciar un incremento en los apoyos difusos o
específicos o, en caso extremo, por no poder recurrir exitosamente a la
coacción física. Se trata de la adopción «[...] de un nuevo orden
constitucional —estructura, normas y objetivos— fundamentalmente
diferente del preexistente» (Easton, 1973, p. 172). Se trataría entonces de
la ocurrencia de un cambio en la estructura y funcionamiento del sistema
decisorio de la sociedad. Es de esta noción del cambio en la estructura de
poder que nos ocuparemos en este trabajo, al evaluar la dinámica de los
apoyos y demandas a los regímenes, en sus transformaciones más
radicales.

Ahora bien, si los insumos de un sistema decisorio, las demandas y


los apoyos, «[...] servirán de variables sintéticas que concentran y reflejan
todo lo que en el ambiente es significativo para la tensión política» (Easton,

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LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

1973, p. 157), el proceso que permite a las autoridades responder a una


situación tensa, a fin de regularla de alguna de las maneras previamente
expuestas, es la retroalimentación. La misma consiste en el nivel de
información que sobre el sistema político y el sistema social, en general,
retorna a sus autoridades. De esta forma, éstas podrían conocer el efecto
causado por sus decisiones previas y las probables consecuencias de las
futuras. «De este modo podrían actuar en prevención de cualquier hecho
que determinara el retiro de apoyo, ya sea difuso o específico» (Easton,
1973, p. 176). Pero, como muy bien concluye el autor en cuestión

“¿Hasta qué punto depende la exactitud del aparato perceptivo de las


autoridades, y del modo en que influyan en él la ideología, el prejuicio,
la indiferencia o la falta de aptitud para obtener e interpretar
información? Por otra parte, aunque las autoridades obtengan
información exacta, su falta de voluntad o de recursos para utilizarla,
su escaso discernimiento o aptitud para ello, pueden contribuir a su
incapacidad para enfrentar una disminución del apoyo tanto como la
misma ausencia de retroalimentación.” (Easton, 1973, p. 178).

Es decir, en los casos en que ciertas decisiones deben ser tomadas


para enfrentar exitosamente las tensiones, éstas pueden verse
obstaculizadas por la falta de voluntad, recursos o discernimiento de las
autoridades, por sus valores y objetivos o por el sistema institucional que
los rige, lo cual puede entrar en severa contradicción con los
demandantes.

Si en una situación tal están implicados frente a las autoridades un


actor o grupo de actores con capacidad de conflicto, ésta, en principio,
puede resolverse de tres maneras alternativas. Primero, produciéndose un
cambio en la estructura del régimen, que permita el establecimiento de
pautas tendentes a adoptar otros procedimientos, orientados hacia nuevos
objetivos; o que las autoridades logren neutralizar a los demandantes, a

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ANDRÉS STAMBOULI

sus demandas o ambos o, por último, mediante una fórmula de


compromiso entre las partes, las cuales aceptan reducir o renunciar a
algunas de sus demandas y objetivos, evitándose así la ocurrencia de
cambios bruscos que pudieran significar la exclusión del sistema de poder
de una de las partes.

Estas notas previas subyacen al análisis de la historia de la política


en Venezuela que sigue. La presentación introductoria de algunos de los
supuestos que orientaron la recolección, sistematización y análisis de las
situaciones referidas, cumple con el objetivo de apoyar uno de los fines de
este libro, a saber, que se puede producir una sistematizacion novedosa de
fenómenos y acontecimientos que, aunque conocidos, pero que vistos
desde otra perspectiva, contribuyen a la comprensión del origen del drama
que conoce la sociedad venezolana de comienzos del siglo XXI.

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LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

LOS COMIENZOS DEL SIGLO

El problema persistente de la Venezuela que entra al siglo


XX, que perdura hasta la finalización de la década de los sesenta y resurge
comenzando el siglo XXI, ha sido el de la construcción de una comunidad
política democrática, a partir de la estructuración de un orden político
plural y heterogéneo en cuanto a sus componentes; legítimo en cuanto a
su reconocimiento, valoración y aceptación por un número creciente de
sectores, grupos, organizaciones e individuos; efectivo en cuanto a su
capacidad de respuesta a necesidades y demandas sociales; estable en
cuanto a la perdurabilidad de pautas básicas de convivencia, tolerancia y
diálogo, en circunstancias de cambio y movilización social aceleradas. En
efecto,

“ [...] muchos países en vías de modernización [...] tienen escasez de


alimentos, de alfabetismo, educación, riqueza, rentas, salud y
productividad [...] además de estas carencias, hay una mucho más
grave: un déficit de comunidad política, de gobierno eficaz,
representativo y legítimo [...]. [...]. Pero no es posible encontrar el reino
político; hay que crearlo.” (Huntington, pp. 13 y 351).

En menos de un siglo, Venezuela logró transitar una senda, no exenta


de conflictos y de violencia, que la condujo de la dominación personalista y
despótica que caracterizó sus primeros treinta y seis años, a un orden
político democrático extendido, cruzado de confrontaciones y debilidades
institucionales, pero substancialmente más abierto, incluyente e
integrador de la pluralidad, complejidad y heterogeneidad societal que el
orden de los albores del siglo XX.

Los logros alcanzados en la implantación de una comunidad política


democrática fueron producto del despliegue y actualización de proyectos
de poder, racional y deliberadamente concebido, orientados a enfrentar y

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ANDRÉS STAMBOULI

superar severos déficits societarios de sus respectivos momentos


históricos. Dichas deficiencias dificultaban la estructuración de una
sociedad moderna, dotada de un Estado cuyas acciones tuvieran un
alcance nacional efectivo, capaz de erradicar la fragmentación de la
estructura de poder caudillista, y que promoviera, a la vez, una sociedad
civil y política organizada para la participación cívica ampliada y no
violenta; un Estado que conformara una sociedad que cultivara los valores
de la convivencia pacífica entre los diversos grupos, sectores y fuerzas
sociales producidos por la reciente movilización social, pues todas estas
características faltaban en la sociedad venezolana que entraba al siglo XX.
La configuración del Estado sería el primer paso en esa dirección.

El orden político democrático de la Venezuela que llega a las


postrimerías del siglo XX, es producto de los resultados acumulados del
despliegue de los siguientes proyectos de poder :

• La integración nacional (1900-1936)


• La modernización del Estado (1936-1941)
• La apertura política (1941-1945)
• El primer intento democrático (1945-1948)
• El desarrollismo militar (1948-1958)
• La democracia de consensos (1958-1983)
• La reforma del Estado (1984-1993)

LA INTEGRACIÓN NACIONAL (1900-1936)

Venezuela entra al siglo XX confrontando severos déficits societarios


en todos sus órdenes, en función de constituirse como una sociedad con
una adecuada capacidad de gestión, que le permitiera enfrentar y resolver
sus carencias socio-económicas, educativas, sanitarias, materiales y
culturales en general. Enfermedades y endemias crónicas, analfabetismo,

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LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

alta mortalidad infantil, expectativas restringidas de vida adulta, malnutri-


ción, eran algunas de las características más dramáticas del desarrollo
humano de la época.

Un déficit tan grave como los anteriores, se originaba en la estructura


fragmentaria del poder político caudillista en una sociedad desintegrada,
que producía gobiernos débiles e ineficaces, un estado de violencia
permanente e ingobernabilidad nacional, en resumen, un severo déficit de
comunidad política nacional y gobierno efectivo de la sociedad.

Construir un Estado moderno, en tanto que unidad política de


alcance nacional efectivo; un ejército nacional, monopolizador del uso o
amenaza del uso de la violencia física legítima, garante de la paz nacional;
una hacienda pública apta para la acción administrativa, así como
integrar a la Nación, territorial, cultural y políticamente, como condición
para el desarrollo de un sentido de pertenencia a una unidad societal más
amplia que superara los localismos y regionalismos, conformaban las
exigencias históricas de la Venezuela de principios de siglo XX, si es que se
quería convertirla en una nación moderna, integrada, capaz de comenzar a
organizarse para superar sus problemas sociales, económicos y culturales.

De estos objetivos de poder se encargaría el primer proyecto de la


Venezuela del siglo XX, ejecutado por Juan Vicente Gómez de manera
despótica, personalista y represiva, sobre una sociedad, para el momento,
carente de fuerzas sociales y políticas significativas, dotada de proyectos
modernizadores alternos y con capacidad para ejecutarlos.

El Estado venezolano, entendido como la entidad que tuvo por misión


la organización de las relaciones de poder de la autoridad pública con
alcance nacional efectivo e integrador de la nación, se consolidó a
principios del siglo como resultante de una acción deliberada, orientada a

20
ANDRÉS STAMBOULI

dotar a la sociedad venezolana de una herramienta de poder novedosa, en


respuesta a las profundas insuficiencias de los esquemas de conducción
societal predominantes hasta finales del siglo XIX.

La concentración centralizada del poder, y su forma de ejercicio


despótica y personalista, si bien derivó de la historicidad de las
circunstancias iniciales de su conformación, necesarias e inevitables para
neutralizar las resistencias originadas en una estructura de poder arcaica,
fragmentada y violenta, que impedía toda forma de conducción nacional
efectiva, y lograr la erradicación del caudillismo como estructura de
distribución del poder, atrapó, sin embargo, a sus protagonistas en sus
métodos, reprimiendo cualquier manifestación de apertura y tolerancia
hacia las incipientes organizaciones sociales y políticas que comenzaban a
tener presencia en los últimos años de la década de los veinte.

De igual modo, si bien los logros alcanzados en la reconstitución del


orden de dominación y de integración societal fueron notables, las
carencias humanas de la población y la estructura social, en sus rasgos
básicos, no habían variado en treinta y seis años de vigencia del nuevo
orden, aunque la aparición y captación estatal de los recursos derivados
del petróleo contribuyeron a sanear las finanzas públicas, y dotaron de
recursos abundantes y represados a un Estado poderoso, cuya simpleza
institucional lo incapacitaba para actuar sobre los problemas materiales y
culturales de la sociedad.

LA MODERNIZACIÓN DEL ESTADO (1936-1941)

A partir de la situación previamente expuesta, el desarrollo político


discontinuo posterior de Venezuela se fue desplegando sobre un eje
común, a saber, la consolidación del Estado y el crecimiento de sus
funciones y atribuciones con respecto a la sociedad. Desde la dominación

21
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

personalista hasta su institucionalización a partir de los comienzos de la


década de los sesenta, el Estado venezolano se ha establecido como una
entidad efectiva de conducción societal, logrando niveles apreciables de
integración nacional, modernización social, representación política y
ampliación de la participación. La creación y expansión del Estado
nacional centralizado, única opción viable para su establecimiento en la
Venezuela de inicios de siglo, se constituyó en factor decisivo para el
desarrollo de su modernidad.

El Estado ha sido el agente principal de movilización, acción y cambio


social; la extensión de su presencia expandió significativamente las
oportunidades de formación y crecimiento de una sociedad civil,
inexistente finalizando el siglo XIX, e incluso para 1936. Esta realidad
exigió del Estado, en varios momentos, su readaptación a situaciones
cambiantes a fin de incorporar en los procesos participativos y decisorios,
a nuevos sectores y fuerzas sociales. El fracaso en resolver
armoniosamente dichas exigencias de participación ocasionaron, en buena
medida, las rupturas y reacomodos sucesivos que conoció el orden político
a partir de 1945 hasta 1958.

Para 1936, el Estado venezolano era una entidad relativamente


simple, soporte de una acción gubernamental dirigida prioritaria y casi
exclusivamente a la concentración del poder, mediante la conformación de
un ejército nacional y la unificación de la hacienda pública. El gasto
público se orientó fundamentalmente hacia la construcción de obras
relacionadas con el objetivo mencionado; el equipamiento militar y las vías
de comunicación, se llevaron el grueso de los recursos estatales, mientras
las necesidades sociales de educación, salud, vivienda, agricultura,
comercio e industria eran ignoradas y desatendidas.

22
ANDRÉS STAMBOULI

De esta manera, durante los treinta y seis primeros años del siglo XX,
el impacto del petróleo y de la unificación hacendaria y del poder,
significaron muy pocos cambios en la estructura y realidad sociopolítica
del país. Este Estado simple, ante una sociedad que había acumulado
problemas y necesidades sociales, y que además empezaba a organizarse
para demandar la satisfacción de sus necesidades materiales y de
participación política, iba a iniciar el proceso de crecimiento de su
complejidad.

En efecto, a partir de 1936, el general Eleazar López Contreras,


coterráneo y ministro de Guerra y Marina de Juan Vicente Gómez,
designado a su muerte como su sucesor en la Presidencia de la República,
decidió que el Estado debía de ahora en adelante tener un papel activo
sobre la sociedad en sus múltiples esferas, iniciando así su transformación
institucional y la multiplicación de sus funciones, guiadas por el
“Programa de febrero”. Las funciones del Estado, limitadas hasta entonces
a la defensa nacional y al mantenimiento de la integridad territorial y la
paz pública, se ampliaron al ámbito de la procura existencial: dirección y
regulación de la economía, prestación de servicios sociales, educativos,
sanitarios y culturales. A estos fines, se crearon nuevos órganos estatales
tales como los ministerios de Sanidad, de Agricultura y Cría, de Trabajo y
de Comunicaciones, el Banco Industrial de Venezuela, el Instituto Nacional
de Higiene, el Banco Central, el Consejo Venezolano del Niño, el Instituto
Venezolano de los Seguros Sociales y el Instituto Nacional de Obras
Sanitarias.

En cuanto al personalismo precedente represivo de la participación,


López Contreras consideró que debía dar paso a un orden más
institucionalizado, reconocedor de los derechos sociales y políticos,
demandado por las nuevas fuerzas sociales emergentes.

23
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

En este sentido, en 1936, una reforma constitucional reconoció los


derechos políticos y sociales ciudadanos, al tiempo que se promulgó la
primera Ley del Trabajo y, lo que resulta más significativo desde el punto
de vista del orden político, se inició la marcha institucional hacia el
ejercicio despersonalizado del poder, limitado ahora en el tiempo,
estableciéndose el período presidencial a cinco años, sin posibilidad de
reelección.

Fue el tiempo en el que se formaron las primeras organizaciones


políticas que, en la década siguiente, originaron los modernos partidos de
la Venezuela democrática contemporánea. Pero, la prevaleciente
concepción autoritaria del poder, recurrió prontamente a la ilegalización de
dichas organizaciones incipientes, a fin de restablecer la ‘calma y cordura’,
expresión del presidente López Contreras, percibidas como amenaza por
sus manifestaciones públicas, para un país por mucho tiempo adormecido.

24
ANDRÉS STAMBOULI

LA APERTURA A LA POLÍTICA

Busca primero el reino político, y todo lo


demás te será dado por añadidura.”
Nkrumah

El desarrollo económico y social, produce la formación y


movilización de nuevas fuerzas, grupos y organizaciones que optan por
ocupar un espacio en la estructura de participación política prevaleciente.
Si la comunidad de poder dominante se muestra renuente o incapaz de
modificar las instituciones de la participación, a fin de responder a tal
demanda, dicho orden se verá sometido a situaciones de inestabilidad y
conflictividad que, eventualmente, conducirían a su crisis y quiebra, o al
ejercicio de la represión. Esta formulación de Samuel Huntington explica
en buena medida las rupturas sucesivas del orden establecido, ocurridas
en 1945, 1948 y 1958.

El desarrollo político, para Huntington, puede ser entendido como el


desarrollo de las instituciones que, como respuesta a los cambios
económicos, sociales y culturales, es capaz de generar una comunidad de
poder, para incorporar a las fuerzas y organizaciones emergentes. La
comunidad de poder presidida por el general Isaías Medina Angarita,
sucesor de López Contreras, también coterráneo y ministro de Guerra y
Marina, a partir de 1941, se mostró dispuesta a responder a las demandas
de modificación de las instituciones políticas, generando la posibilidad de
nuevos canales de participación para una sociedad más compleja y plural,
que demostraba mucha mayor voluntad de organización y presencia
activa, orientada al establecimiento de un orden político, plenamente
democrático, plural y representativo.

25
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Mayor tolerancia hacia las libertades públicas, legalización de los


partidos políticos anteriormente reprimidos y una reforma constitucional
que establecía la elección directa de los diputados al Congreso de la
República, el derecho al voto para las mujeres en la elección de concejales
municipales, el sistema de representación proporcional de las minorías en
los cuerpos deliberantes, la elección del Presidente de la República en
comicios de segundo grado, constituyeron, entre otras, las reformas más
significativas orientadas a la extensión de la participación ciudadana. Pero
continuarían absolutamente excluidos de la posibilidad de sufragar, vale
decir de la ciudadanía, los analfabetas, quienes representaban aún la
amplia mayoría de la población y los menores de veintiun años de edad;
las mujeres tampoco participarían en la elección de los diputados al
Congreso Nacional.

El partido de oposición, Acción Democrática, exigía la provisión


inmediata del cargo de Presidente de la República y de los cargos
parlamentarios por sufragio directo y secreto de hombres y mujeres
mayores de dieciocho años, supieran o no leer y escribir. A esta demanda
se oponía la concepción gradualista del gobierno; el proyecto político de
Medina representaba un avance significativo, pero gradual, respecto al
pasado, en el camino hacia la creación de un ordenamiento institucional
democrático. Pero, considerando las discrepancias en torno a los arreglos
democratizadores contrapuestos, tan importante resulta destacar el nivel
de comunidad política alcanzado, referido a la relación entre las fuerzas
plurales y divergentes que la conformaron; es decir, la medida en la que se
intentó establecer una asociación entre diferentes para la acción conjunta
y concertada, dialogada, a pesar del desacuerdo significativo entre las
partes, y sin la imposición por la fuerza de la voluntad de una de ellas
sobre la otra.

26
ANDRÉS STAMBOULI

El problema en torno al cual se conformó, por primera vez durante el


siglo XX, una prometedora comunidad política heterogénea fue el de la
sucesión presidencial y el compromiso pactado para ampliar el orden
democrático, entre el partido de gobierno y la mayor fuerza de oposición
emergente del momento, el partido Acción Democrática. Se había logrado
así establecer una significativa comunidad política, aunque frágil, en torno
a los fines y procedimientos para la expansión de la democracia del orden
político venezolano, cristalizada en el consenso alrededor de una
candidatura presidencial, que fue acogida por todos los factores de poder y
de influencia de una sociedad, crecida en complejidad y diversidad
contradictoria: la jerarquía militar, la joven oficialidad descontenta con la
política militar del régimen y sus precarias condiciones de vida, los
estratos más conservadores herederos de los regímenes previos, aunque
recelosos de la apertura de la participación promovida por el proyecto
vigente, el partido de gobierno y, por supuesto, el principal de oposición.

Esta alianza política demostraría su fragilidad, al enfermar su


personaje aglutinador, el candidato de consenso Diógenes Escalante,
provocando así la crisis y quiebra de la comunidad política incipiente y la
consecuente caída del régimen mediante el golpe cívico-militar del 18 de
octubre de 1945, que llevaría al poder al partido Acción Democrática y sus
aliados militares, los jóvenes oficiales de la Unión Militar Patriótica. Estos
procederían de inmediato a excluir radicalmente del nuevo orden político a
todo vestigio de los regímenes precedentes, incluso de aquellos con los que
se habían entendido.

MEDINA Y LA POLÍTICA

A partir de la muerte de Juan Vicente Gómez, y durante la


presidencia de su sucesor, el general Eleazar López Contreras, se empieza
a gestar en Venezuela un proceso de movilización social, propiciado por

27
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

nacientes organizaciones cuyo objetivo era el de lograr la ampliación de la


participación de la sociedad en distintos planos de su actividad. Ejemplo
de estas organizaciones fueron: el Movimiento de Organización Venezolano
(ORVE) —luego PDN— el Partido Republicano Progresista (PRP), gérmenes
de los futuros partidos Acción Democrática y del Partido Comunista de
Venezuela y la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV).

Las acciones de estos movimientos se dirigieron fundamentalmente a


la organización de las primeras formaciones sindicales, al logro de mayores
niveles de liberalización política y a la institucionalización del sistema de
partidos. Las mismas se realizaron en un ambiente de enfrentamientos y
conflictos abiertos con el gobierno de López Contreras. Valga mencionar,
por ejemplo, el inciso 6°, artículo 32 de la Constitución de 1936, que
declaraba traidores a la Patria a quienes proclamasen, enseñaran o
predicaran las doctrinas anarquista o comunista y la facultad, ejercida,
para expulsar del país a sus adherentes aunque fuesen venezolanos,
cuando se estimara peligrosa su presencia. Este inciso daba pie para
contener el proceso de movilización política que se iniciaba y «[...] colocaba
a sólidos grupos y personalidades extrañas, y aún opuestos a la doctrina
comunista [...]» (Oropeza, p. 37) en una posición de marginamiento de la
actividad política, represión y persecución por parte del gobierno.

En 1941, accede a la Presidencia de la República, por votación de


tercer grado, el general Isaías Medina Angarita, en lo que fue la primera
transmisión constitucional de mando de un presidente a otro, luego de la
dictadura de veintisiete años que terminó en 1935, con la muerte de
Gómez.

En su discurso de toma de posesión de la Presidencia de la República,


el cinco de mayo de 1941, Medina anunciaba la

28
ANDRÉS STAMBOULI

“ [...] orientación progresiva hacia la consolidación de los principios


liberales que nos han regido constitucionalmente y (el) firme propósito
de conquistar definitivamente todas las normas de la democracia
verdadera [...] ” (Congreso de la República, 33, p. 74).

Así mismo, en la Exposición de la Dirección de Política del Ministerio


de Relaciones Interiores, contenida en la Memoria del Ministerio de 1941,
se decía que

“La formación de un electorado numeroso y consciente, si se


consideran y analizan las causas históricas principales y accesorias
que han influido en nuestro desarrollo político, no es cuestión que se
resuelve en cortos días, y es en esta labor de educación ciudadana en
la que ha venido trabajándose con especial cuidado y consagración, a
fin de preparar en la República el gran bloque que, en tiempo no
lejano, irá a las urnas electorales [...] ” (Congreso de la República, 33,
p. 87)

Medina procedió a una apertura política significativa mediante la


legalización de los partidos AD y PCV, cuyos líderes y dirigentes habían
sido perseguidos y reprimidos anteriormente. Valga mencionar la reforma
constitucional que eliminó el inciso sexto ya citado, estableció la elección
directa de los diputados al Congreso Nacional, le otorgó el voto a las
mujeres para la elección de concejales y la adopción del sistema de
representación proporcional de las minorías para la conformación de los
cuerpos deliberantes. Así, el Presidente de la República se elegiría ahora
en segundo grado, aunque del sufragio seguirían excluidos los analfabetas,
y las mujeres aún no participarían en la elección de diputados.

Acción Democrática logra su legalización en 1941; a partir de ese


momento la dirección de AD se trazó la consigna de «Ni un solo distrito, ni
un solo municipio sin su organismo de Partido» (Betancourt, p.163). Bajo
esa directriz el partido se dedica, con éxito, a extender su red organizativa
por todo el territorio nacional, con las siguientes consignas:

29
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

• Ampliación radical de la base social del gobierno proponiendo la


reforma del sistema electoral: «Exigíamos la provisión del cargo de:
Presidente de la República y de los cargos parlamentarios, en todos
sus escalones, por el sistema de sufragio directo, universal y secreto».

• Acción eficaz contra el peculado y el enriquecimiento ilícito de los


funcionarios públicos.

• Mayor participación del Estado en los beneficios de las empresas


petroleras (Betancourt, pp. 166-168).

En torno a estas consignas, AD desplegó sus actividades proselitistas.


La primera consigna entraba en franca contradicción con el sistema
institucional que regía la vida política del momento y con la élite
gobernante. Como se verá más adelante, las primeras decisiones de
gobierno, después del golpe de 1945, tuvieron como objetivo la
actualización de los tres contenidos mencionados.

En relación con las orientaciones ideológico-doctrinarias de AD,


resulta particularmente ilustrativo derivarlas de las respuestas que el
partido dio por escrito a un cuestionario que la Gobernación del Distrito
Federal le exigió para su legalización. Fundamentando su argumentación
en la Constitución vigente, algunas de las respuestas fueron:

• Con respecto al derecho de propiedad:

¿debe abolirse la propiedad privada?

La propiedad privada no debe abolirse […] ‘Acción Democrática’ no se


propone luchar por cambio alguno de las garantías que la
Constitución reconoce a los venezolanos.

• En cuánto a la lucha de clases:

30
ANDRÉS STAMBOULI

[...] se propugna no el fomento de la lucha de clases, sino la búsqueda


de la armonía entre las clases [...] no debe llegarse a una sociedad sin
clases. (Rivas, Tomo 2, pp. 37-48).

No es difícil ver allí las previsiones que contra el comunismo tomaba


un gobierno heredero del conservadurismo, frente a un partido que venía
desplegando un importante trabajo de organización de masas. También se
desprende de lo aquí expuesto, que los cambios de importancia
propiciados por AD tocaban primariamente a la esfera político-
institucional; el partido buscaba instituir al consentimiento popular como
mecanismo de obtención del poder y de legitimación del mismo. Fue esta
meta la que orientó el trabajo organizativo del partido, estableciéndose así
como referencia principal de la oposición. AD sería el único partido cuyo
apoyo y alianza buscarían luego los jóvenes oficiales descontentos con el
régimen de Medina.

EL DESCONTENTO MILITAR
El proceso de profesionalización y tecnificación del ejército, iniciado
con Gómez e intensificado bajo la Presidencia de López Contreras, tuvo
unas consecuencias paradójicas. En efecto, un grupo importante de
oficiales beneficiados por este proceso*; serían los principales promotores
del golpe de Estado del 18 de octubre:

“ [...] se había creado una heterogeneidad básica dentro de la


institución armada pero, al mismo tiempo, no se habían previsto los
medios adecuados para contrarrestar sus efectos disociadores ” (Silva
Michelena, p. 171).

La profesionalización militar provocó un proceso de diferenciación que


dio origen a dos tendencias con intereses contrapuestos en las Fuerzas
Armadas. La una, formada por el sector tradicional gomecista que, todavía
bajo la presidencia de Medina, ocupaba las principales posiciones de

31
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

mando, aun cuando su preparación técnica fuera nula o dejara mucho que
desear:

“Detrás de los cuarteles se mantenía inmodificada, en lo fundamental, la


estructura gomecista... La mayoría de los generales y de oficiales de alto
rango eran militares «chopo de piedra»*, quienes nunca habían pasado por
aulas castrenses; algunos eran analfabetos” (Betancourt en Revista
Resumen, No.103, 1975).

La otra tendencia estaba constituida por las nuevas promociones de


jóvenes oficiales profesionalizados. Los principales motivos de descontento
de este sector derivaban de lo que consideraban como una estructura
institucional rígida que bloqueaba el ascenso de las nuevas promociones
en su carrera profesional. Así mismo, resentían las condiciones precarias
de la joven oficialidad y de la tropa, que se hacían aún más intolerantes al
contrastarlas con el opulento estilo de vida de la alta jerarquía, acusada de
corrupción y malversaciones:

“Mis cultos amigos de uniforme se encontraban amilanados por la


miseria. Un capitán ganaba Bs. 600,oo, un teniente Bs. 420,oo, un
subteniente Bs. 350,oo. Generalmente tenían que vivir con su familia
en un cuarto, o al borde de un barranco […] ”. (Pérez, p. 10).

“El capricho del Presidente de la República y de su Ministro de


Defensa determinaban quiénes debían ascender de grado, o no... Los
sueldos de la oficialidad eran tan bajos que un subteniente ganaba
menos que un chofer de autobús. La ración para las tropas y su
dotación para alimentación, uniformes y medicinas, eran
increíblemente reducidas.” (Betancourt en Revista Resumen, No. 103).

“La Ley Orgánica del Ejército y de la Armada no se cumplía; los Jefes


pasado su límite de edad activa no eran retirados para darle paso a los
subalternos y cuando la mencionada Ley establecía, por ejemplo, que
el Subteniente sería ascendido a Teniente a los cuatro años, se
encontraba una cantidad de Subtenientes con seis, siete y hasta ocho
años en el mismo grado; lo mismo pasaba con los Tenientes y
Capitanes [...] los Generales y Coroneles sin preparación ni cultura de
32
ANDRÉS STAMBOULI

ninguna naturaleza [...] eran objeto de los más descarados


favoritismos.” (Pérez, p. 44)

“Ese descontento provenía de lo descuidado que se encontraba el


Ejército, con el agravante de un fantástico Presupuesto de Guerra, que
honradamente distribuido, era como para poseer un armamento de
primera clase y una tropa muy bien alimentada. Pero todo era robado,
prácticamente.” (Pérez, p. 106).

En torno a estos descontentos se constituyó, en 1944, la Unión


Militar Patriótica, (UMP) (Velásquez, pp. 59-62). Sus más destacados
integrantes eran, entre otros, Marcos Pérez Jiménez, Carlos Delgado
Chalbaud, Luis Felipe Llovera Páez y Mario Vargas.

ACCIÓN DEMOCRÁTICA Y LA UNIÓN MILITAR PATRIÓTICA


CONVERSAN

El 6 de julio de 1945 se realizó el primer contacto entre la UMP y AD


(Betancourt, pp. 222 y ss.). Los jóvenes oficiales enteran a los dirigentes
del partido de su malestar y expresan que, a su parecer, Rómulo
Betancourt debería encargarse del Gobierno. El trabajo conjunto entre
estos dos grupos descontentos con el establecimiento medinista,
proseguiría y culminaría con el golpe del 18 de octubre. Sin embargo,
como se verá más adelante, entre el 6 de julio y el 18 de octubre, la
conspiración pudo ser temporalmente contenida.

Ahora bien, ¿por qué este grupo de oficiales busca el apoyo de AD


para sus propósitos y cuáles eran sus objetivos proclamados? La alianza
con AD puede verse como un paso hacia la consecución de apoyos
significativos, destinados a reforzar la legitimidad del movimiento. En este
sentido, el proceso político del momento, caracterizado por la organización
de grandes masas, aunque bloqueadas en su participación y movilización
por el sistema institucional vigente, había avanzado suficientemente como

33
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

para que un partido en crecimiento pudiera servir, con su respaldo, de


importante factor de legitimación popular para una eventual toma del
poder; dirían los militares:

“En realidad era el único partido con el que podíamos aliarnos, en la


seguridad de que constituía la voz del pueblo [...] queríamos evitar a
toda costa que se nos tachara de fascistas o de inclinados a una
dictadura militar.” (Pérez 107-108).

Con respecto a los objetivos proclamados por la UMP, en su acta de


Constitución aparece un conjunto de demandas que servirán para unificar
en un propósito común a los militares con AD:

“ [...] propiciamos la formación de un gobierno que tenga por base el


voto universal y directo de la ciudadanía venezolana [...] y la creación
de un ejército verdaderamente profesional limpio de todos aquellos
elementos que por senectud o incompetencia constituyen causa de
atraso [...].” (Pérez, p. 98).

Esta demanda de los oficiales no llegó a explicitarse y el propio


presidente Medina, al parecer de algunas de sus declaraciones posteriores,
no había percibido la importancia del malestar militar. Al respecto, relata
Rómulo Betancourt que, en una conversación sostenida con el presidente
Medina y Rómulo Gallegos en torno al problema de la sucesión
presidencial, ante la pregunta suya «Señor Presidente ¿tiene usted
seguridad en que no hay síntomas de descontento entre los hombres en
uniforme?» El Presidente Medina contestó: «Esos son rumores, Betancourt,
sin fundamento de ninguna clase» (Betancourt en Revista Resumen, No.
103).

En lo referente a la demanda de AD por el sufragio universal, si bien


es cierto que ésta constituía uno de los núcleos centrales de sus
postulados programáticos, la misma no llegó a constituirse en motivo de
controversia que se tradujera en el retiro de su apoyo al régimen

34
ANDRÉS STAMBOULI

medinista, hasta los días previos al golpe de octubre. Es más, AD estuvo


dispuesta a diferir tal demanda hasta el año de 1951, mediante una
transacción con el propio régimen.

LA POLÍTICA FRUSTRADA

El tema central en torno al cual se acordarían gobierno y oposición,


fue el de la sucesión presidencial para el período de 1946 a 1951. En
efecto, el presidente Medina tenía que negociar dentro de un marco
caracterizado por dos presiones antagónicas. Por un lado, los elementos
más conservadores de la sociedad veían con mucha preocupación el
proceso de apertura política emprendido por el presidente Medina; la
legalización de AD en 1941, la alianza del gobierno con los comunistas,
constituidos en Unión Popular Venezolana (UPV), en las elecciones
municipales de 1944, la modificación del régimen electoral ampliando la
participación ciudadana, la reforma constitucional de mayo de 1946 y la
legalización del PCV en 1946, eran decisiones que necesariamente
preocupaban a dichos sectores. Estos sectores, como señala Velásquez, se
agruparon en torno al expresidente López Contreras y

“ [...] acusaban al medinismo por su peligrosa alianza con el Partido


Comunista, mientras los líderes [...] del PDV recordaban el pasado
gomecista de López Contreras, y lo acusaban de ser enemigo de las
libertades públicas y de representar la reacción [...].” (Velásquez, p.
68).

El presidente Medina se mostraba dispuesto a renunciar al apoyo de


los conservadores, con tal de asegurarse otros nuevos y significativos.
Estos últimos no podían provenir sino de los partidos políticos en ascenso
en la sociedad venezolana y que, a su vez, eran fuente de la otra presión

35
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

mencionada. Así fue como empezaron las conversaciones en procura de


dichos apoyos, entre ellos, el de AD, naturalmente.

La siguiente reflexión, escrita luego de su derrocamiento, guió los


actos y decisiones de Medina en este acercamiento al partido opositor:

“En el camino del progreso político que seguíamos se imponía como


una necesidad la reforma de algunas disposiciones constitucionales
para dar satisfacción a justificados anhelos populares. En el ánimo de
todos, estaba una aspiración justa y máxima, la de llegar a la elección
del Presidente de la República por el voto directo. Mas veníamos de
una dictadura [...] que nos mantuvo en la más absoluta ignorancia de
prácticas democráticas a cuya plena efectividad no podíamos llegar de
un salto sin exponernos a graves consecuencias. Debíamos comenzar
sin pausas pero sin precipitaciones, y buscar la ampliación de algunos
derechos, la modificación de ciertos métodos que fijando avances, nos
dieran con el ejercicio la práctica y experiencia necesaria para llegar a
la plenitud de nuestras aspiraciones. Era lo prudente. (Medina, p.
35).”

El camino gradual de la evolución escogido por Medina, demostraba


que éste, aunque no de modo explícito, reconocía el peso que aún tenían
los sectores tradicionales de la sociedad venezolana, quienes como ya lo
señalamos, se nuclearían en torno al ex presidente López Contreras,
postulándolo para la presidencia. En entrevista con el periodista Luis
Enrique Osorio, Medina decía:

“Hay gentes que quieren que las cosas vayan a la carrera, sin tener en
cuenta a otros cuyo modo de pensar es distinto, pero que constituyen
una fuerza viva del país. A estos últimos hay que convencerlos de la
idea nueva o hay que irlos apartando poco a poco; pero sin

36
ANDRÉS STAMBOULI

violentarlos, porque forman parte de Venezuela y son, de todos modos,


una energía nacional. Por eso creo que más vale no volar, no correr,
sino afianzar lo que se vaya logrando [...] nadie reclama cosas
exageradas, y nuestras masas son buenas, sanas y fáciles de
conducir. A veces los líderes las extravían por el mismo afán de
servirlas; pero esto ha de solucionarse con la formación y madurez de
los nuevos partidos políticos, que soy el primero en propiciar.
(Congreso de la República, 33, pp. 96 y 97).”

Como lo apunta Manuel Vicente Magallanes (Magallanes, p. 347-352),


el régimen de Medina, ante el auge popular logrado por AD, pero también
porque así lo requería su proyecto político de democratización progresista
y progresivo, crea su propio partido en septiembre de 1944, el Partido
Democrático Venezolano, PDV. Luego de participar exitosamente, en
alianza con la UPV, en las elecciones municipales del Distrito Federal en
octubre de 1944, se preparaba en 1945 para enfrentar el problema de la
sucesión presidencial. En sus Bases, Manifiesto y Estatutos, el oficialista
Partido Democrático Venezolano, el 18 de septiembre de 1943,
proclamaba:

“El PDV luchará por el perfeccionamiento del sistema y prácticas


electorales y tomará especial empeño porque el voto directo regule el
proceso de la alternabilidad constitucional. El PDV se mantendrá libre
de todo compromiso oligárquico o de facción y compromete su acción y
su pensamiento en combatir e impedir toda tentativa de regreso a los
regímenes dictatoriales. El PDV irá directamente contra el caudillismo
personalista e incondicional y contra cualquier forma de localismo
disociador [...]. Antes que nosotros, diversos sectores de la opinión se
han dado a esta obra de encauzar prosélitos para sus respectivas
posiciones políticas. Con ellos habremos de encontrarnos en el terreno
de la leal discusión, y a ellos, que hablan como nosotros en nombre de

37
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Venezuela y su destino, saludamos con el pensamiento puesto en el


triunfo final de una Venezuela grande y digna.” (Congreso de la
República, 35, pp. 43 y ss.)

El 25 de mayo de 1945 se instalaba la Tercera Convención Nacional


de AD, en la que Rómulo Gallegos, en nombre del partido, fijaba posición
ante el tema de la sucesión presidencial:

• Acción Democrática no lanzaría un candidato propio a la Presidencia


de la República, por cuanto éste sería electo por el Congreso Nacional
y AD sólo tenía a un representante en el mismo.

• AD esperaba que el expresidente, general Eleazar López Contreras, no


lanzaría ni permitiría que lanzaran su candidatura y que en caso que
así fuera, AD no la apoyaría

• De surgir una candidatura viable “ [...] en la que se pueda depositar


toda la fe que se tenga y que permita abrigar muchas esperanzas de
que serán llevados a la vida institucional del país los principios
democráticos por los que lucha el Partido del Pueblo, Acción
Democrática no le regateará su apoyo y movilizará una fuerte
corriente de opinión en torno a ese candidato [...] ” (Rivas, pp. 205-
208).

De esta manera, AD abría una posibilidad de entendimiento con el


PDV y le solicitaba que evitara el lanzamiento de la candidatura de López
Contreras.

A su vez, el PDV no tardaría en responder al ofrecimiento. En


términos por demás conciliatorios y muy respetuosos, el 5 de junio de
1945, el Directorio Nacional le contestaba a AD; con una clara referencia a
su propia situación, el documento del PDV decía:

38
ANDRÉS STAMBOULI

“ [...] ningún partido por grande y poderoso que sea, puede pretender,
sin grave desacato del interés nacional, imponer una solución
sectaria, beligerante y agresiva a un problema que para resolverse
bien debe ser resuelto en beneficio de todos los venezolanos, dentro de
la más amplia forma posible, dando cabida y satisfacción a todas las
aspiraciones legítimas [...].”

En consecuencia, el PDV recomendaba a sus miembros que


concurrirían a la Asamblea Nacional para designar a su candidato, que
escogieran

“ [...] un candidato solidario de nuestro Movimiento, que asegure


además la continuidad de la política que hoy caracteriza al gobierno y
al Partido y que garantice ampliamente [...] que no habrá de darse ni
un solo paso atrás para la Democracia y para el progreso de
Venezuela.”

En relación con la posición asumida por AD hacia López Contreras, el


documento del PDV terminaba señalando

“ [...] queremos manifestarles que deseamos confiar en que ese ilustre


compatriota, no habrá de encabezar fuerzas contrarias al PDV y a la
democracia venezolana, sino que habrá de considerar con consecuente
simpatía al candidato de nuestro Movimiento.” (Rivas, pp. 209-210).

Medina y el PDV buscaron la ampliación decisiva de las bases de


consenso del régimen, mediante la concertación de acuerdos con
importantes fuerzas sociales de la sociedad venezolana. La candidatura de
Diógenes Escalante, embajador en Washington, iba a permitir la
cristalización de ese consenso. La misma, aunque propuesta por el
régimen, contaba con la simpatía de AD, que veía en Escalante a un
intelectual destacado, capaz de efectuar el tránsito a corto plazo hacia la

39
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

ampliación de las instituciones democráticas y capaz igualmente de


sostener posiciones autónomas con respecto a las distintas fuerzas
sociales del país, fundamentalmente las del lopecismo y las del medinismo:

“Escalante aceptó su candidatura condicionada a la promesa de


realizar durante los primeros años de su gobierno, una reforma
constitucional que otorga a los venezolanos el voto universal, directo y
secreto para la elección de los Poderes Públicos. Se aseguró en los
periódicos amigos del gobierno que Escalante realizaría un gobierno de
coalición y practicaría una política de conciliación nacional.”
(Velásquez, p. 55).

El acuerdo en torno a la sucesión presidencial estaba pues resuelto,


incluyendo en dicho acuerdo a López Contreras, quien ya lo había
propuesto en 1941, y a los jóvenes oficiales de la UMP, convencidos por AD
de la posibilidad de una satisfactoria resolución de sus demandas, con
Escalante en la Presidencia. Pero en septiembre de 1945, el candidato,
afectado por trastornos psíquicos, dejaba vacante la candidatura. En este
momento comenzarían los desencuentros y la ruptura del orden político
labrado por Medina, que culminaría aceleradamente con su
derrocamiento.

En efecto, el 10 de octubre de 1945, el PDV escogía a Angel Biaggini


como candidato a la Presidencia, esta vez sin consultar con AD. Esta
designación produjo inmediatamente el rechazo de AD, que veía en
Biaggini a un hombre demasiado vinculado al presidente Medina y a quien
tampoco le reconocían méritos suficientes para el desempeño del cargo. AD
dudaba de la capacidad política de Biaggini para efectuar las reformas
demandadas, a pesar de que éste estaba llamado a realizar los mismos
cambios esperados de Escalante:

40
ANDRÉS STAMBOULI

“ [...] esperábamos que ésta fuera la última vez en que el Jefe del
Estado pusiera su influencia al servicio de la elección de su sucesor
[...] sólo un deseo quería exponerle a Biaggini, y era que el Gobierno
que él iba a presidir iniciara una reforma constitucional que trajera
como consecuencia inmediata la elección del Presidente de la
República por voto directo.” (Medina, pp. 45-46).

Simultáneamente, López Contreras, el 14 de octubre de 1945,


aceptaba su postulación a la Presidencia. Este hecho no podía sino
preocupar a AD, pero sobre todo a los oficiales de la UMP, quienes
comenzaron los preparativos del golpe. Según Betancourt, los oficiales
estaban dispuestos a ir a la acción violenta, con o sin Acción Democrática.
El partido decidió acompañarlos, y durante tres años, luego del 18 de
octubre de 1945, Acción Democrática fue gobierno, antes de ser a su vez
derrocado, el 24 de noviembre de 1948, por aquellos que, al final,
resultaron ser compañeros provisionales de ruta.

Medina no se retractaba de su proyecto democratizador, pero la


resolución inconsulta del caso Escalante, mediante la imposición de la
candidatura de Biaggini, provocó la desconfianza y alejamiento de AD y la
UMP, y la entrada activa de López Contreras en el proceso. La posibilidad
de una victoria de López Contreras en el Congreso no era remota:

“La mentalidad política de muchos congresantes era aún reaccionaria


y típicamente gomecista, y Medina levantó su suspicacia y
desconfianza por su alianza táctica con los comunistas, su tímida
reforma agraria y las libertades públicas permitidas por el régimen.”
(Kolb, p. 16).

Además,

“ [...] Angel Biaggini no había tenido la menor participación en la lucha


política dentro del Partido de Gobierno y [...] carecía de contactos
dentro de los partidos políticos de la oposición. Estos sucesos
determinaron el crecimiento de las posibilidades de triunfo de la
candidatura del ex-Presidente López Contreras.” (Velásquez, pp. 236-
238)
41
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

En este sentido, AD apreciaba que la mayoría parlamentaria tenía dos


candidatos generadores de controversia y enfrentamiento entre los propios
partidarios del régimen. En un documento enviado por AD a los sectores
oficialistas se decía:

“El desconcierto y la confusión dominan los ánimos y se cierne sobre


el horizonte la perspectiva de que este estado de cosas pueda desembocar
en violentos choques entre las dos facciones en que se ha fragmentado el
régimen político imperante [...] estamos ante una situación que implica
fracaso irremediable de procedimientos y de métodos, más que de
hombres. El país no se interesa fundamentalmente por la disputa en torno
de los votos electorales del Congreso para éste o aquel personaje,
postulados, unos y otros, por sectores de un mismo régimen agrupados
bajo banderas poco diferenciadas, porque lo que anhela es elegir él mismo,
mediante sufragio directo, universal y secreto, al Presidente de la
República y a los organismos deliberantes de la Nación.” (Rivas, pp. 236-
238).

De seguidas proponía la escogencia de un candidato único ajeno a


todo partido, que acelerara la tarea de organizar una elección presidencial
por sufragio universal, secreto y directo. En el documento de respuesta, el
PDV rechazó las demandas de AD, señalando que las fuerzas
conservadoras se agrupaban en torno a López Contreras, por lo que las
democráticas deberían hacerlo en torno Biaggini, y “El sitio de Acción
Democrática está con honor en esa fila” (Rivas, pp. 239-240). Esto era el
16 de octubre; a los dos días se producía el golpe de Estado y el
derrocamiento de Isaías Medina Angarita.

42
ANDRÉS STAMBOULI

MEDINA ¿ÚLTIMO GOMECISTA O PRIMER DEMÓCRATA?

Hasta el momento en que comenzaron a configurarse las


circunstancias que aceleradamente conducirían al golpe de Estado del 18
de octubre de 1945, Venezuela conoció, bajo la presidencia de Isaías
Medina Angarita, una época de paz política y reformas democráticas,
sustentada en el proyecto democratizador del gobierno y en las relaciones
que cultivó con la oposición, fundamentalmente con el partido Acción
Democrática.

Gobierno y oposición dieron muestras de amplia disposición para la


política, traducida en diálogo y convivencia, en función del logro de las
reformas necesarias para el establecimiento pleno de la democracia
representativa y sus instituciones consustanciales. Aunque gobierno y
oposición diferían acerca del ritmo y velocidad de los cambios, éstos lucían
concertados y bien encaminados, hasta que ocurrieron los sucesos que
precipitaron el golpe del 18 de octubre, torciendo el rumbo de una historia
que se prefiguraba, hasta entonces, libre de sobresaltos divisores.

Valga referirse al caso de ciertas narraciones e interpretaciones de los


acontecimientos y procesos que condujeron al golpe del 18 de octubre de
1945, cuyas etiquetas, distorsiones, simplificaciones y omisiones se
combinan para diluir el aporte del gobierno de Isaías Medina Angarita al
establecimiento y cultivo de una comunidad política amplia y a la
democratización del país, quizás para justificar la propia participación en
su derrocamiento. Sólo así, y quizás a los fines de poder calificar con
propiedad de revolución a lo sucedido tras el golpe del 18 de octubre y de
Revolucionaria a la Junta de Gobierno que se instauró en el poder, cabría
afirmar, como lo hiciera Betancourt en forma extrema, que el gobierno de
Medina “ [...] estaba decidido a negarle al ciudadano acceso a las urnas
electorales [...] ”, (Betancourt, 1969), o como afirmara más recientemente

43
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Simón Alberto Consalvi, que «El régimen de Medina asumió la reforma


agraria y la reforma petrolera, no la política.» (Consalvi, El Nacional, 4-3-
2001, H/3). Estas afirmaciones que en términos de la objetividad histórica
son insostenibles, son comprensibles solo desde una posición de lucha y
confrontación por el poder;

No se trata de negar la eventual conveniencia o deseabilidad de los


cambios introducidos en la vida política venezolana por Acción
Democrática, entre 1945 y 1948, referidos a la ampliación de la
ciudadanía democrática, sino más bien de reconocer que dichos cambios
se iniciaron durante, y por iniciativa, del gobierno de Medina y que debido
a un accidente personal, la enfermedad del candidato a la Presidencia
acordado entre el gobierno, su partido el PDV y AD, el consecuente y
acelerado deterioro de la convivencia política que el régimen no supo
sortear, los ritmos pautados para la marcha institucionalizada y
concertada hacia la ampliación de la democracia se trastocaron e
interrumpieron.

Dentro de la misma línea argumental de la historiografía referida,


suele sostenerse también que con el golpe del 18 de octubre se liquidó al
gomecismo, cuando en verdad y de una manera muy significativa, el
gomecismo fue enterrado junto con Gómez. Tanto López Contreras como
Medina fungieron de sepultureros. El primero, a pesar de haber reprimido
la manifestación abierta de las nuevas organizaciones y fuerzas políticas
emergentes, sin embargo, modificó sustancialmente la orientación de la
acción de gobierno, en relación con su predecesor; la modernización y
ampliación de las instituciones del Estado, para servir a nuevos fines
sociales, culturales, educativos y económicos, y la despersonalización del
poder mediante la reforma constitucional de 1936, se inició con López
Contreras.

44
ANDRÉS STAMBOULI

Con Medina el sistema de poder se abrió a la participación de las


fuerzas sociopolíticas emergentes, al legalizar el funcionamiento de los
partidos políticos, comenzando con Acción Democrática en 1941. Pero más
importante aún resulta el diálogo y la negociación para iniciar reformas de
gran aliento, concertadas entre el gobierno y la oposición. Por primera vez
durante el siglo XX venezolano, el gobierno dialogaba con la oposición en
torno a un proyecto trascendente de democratización. Tal fue el caso de la
Reforma parcial de la Constitución en 1944.

Fiel a la concepción gradualista del régimen, respecto a la extensión


de la democracia por concertación, en la Exposición de Motivos del
Proyecto de Ley de Reforma parcial de la Constitución se decía:

“Tiende el Proyecto de Reforma a estabilizar la Constitución que nos


viene rigiendo desde el año de 1936 y en la cual habrá de introducirse,
progresivamente, todas aquellas modificaciones que vayan requiriendo
el desarrollo y madurez del cuerpo social, pues las instituciones de un
pueblo sólo tienen útil vigencia cuando se adaptan al sentido y al
ritmo de su evolución histórica. [Así]

[...] se le confiere a las mujeres, como etapa inicial de sus


aspiraciones, el derecho de sufragio activo y pasivo, concretado a la
esfera del Poder Municipal [...], se consagra la elección directa de los
Diputados del Congreso Nacional [...] como primer paso hacia la
participación directa de los ciudadanos en el proceso de alternabilidad
constitucional.” (Congreso de la República, 35, pp. 19 y ss.)

En el transcurso del debate en la Primera Discusión del Proyecto, el


senador oficialista Saldivia anunciaba

“ [...] en esa Reforma el futuro sufragio universal y directo; saludo en


esa Reforma la consagración futura de la elección de Presidente de la

45
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

República por el voto directo; saludo asimismo, la futura igualdad de


derechos políticos de la mujer con el hombre…” (Congreso de la
República, 35, p. 49).

El senador Jóvito Villalba proclamaba:

“La democracia, señores, la República democrática, es,


fundamentalmente, la elección del Gobierno por el pueblo. Nosotros
gozamos desde el año de 1936 un ambiente de libertad democrática.
Este ambiente de libertad democrática creado por la colaboración del
gobierno y del pueblo, ha sido fortalecido, indiscutiblemente, en forma
honrosa para su nombre de gobernante, por el general Medina
Angarita.” (Congreso de la República, 35, p. 99).

Andrés Eloy Blanco, diputado de Acción Democrática, durante la


segunda discusión del Proyecto de Reforma parcial de la Constitución,
sostenía:

“Nosotros tenemos una meta, nosotros tenemos objetivos bastante


definidos ya en la prensa y en discursos políticos, pero nosotros
consideramos que las reformas traídas al seno de las Cámaras
constituyen un escalón o un camino hacia esos objetivos, y nosotros
no seremos quienes le negaremos nuestro apoyo a las reformas
constitucionales propuestas. El alcance de las reformas
constitucionales es mucho menor del que nosotros aspiraríamos [...].
[...]. Nosotros no hemos negado los progresos realizados en todo orden
por el actual sistema en Venezuela. Nosotros no hemos negado los
avances democráticos; pero nosotros no queremos que esto se tome
sino como un estímulo para seguir pidiendo, para seguir marchando
[...] debemos aprovechar esta hora, la hora de Medina, para que
hagamos, ya no la virtud de un hombre bueno, sino la fuerza de las

46
ANDRÉS STAMBOULI

instituciones [...]. [...]. Yo creo, señores, que el actual Presidente de


Venezuela es un hombre de auténtico prestigio popular.” (Congreso de
la República, 35, pp. 140 y ss.)

Por el régimen, el diputado Manuel Vicente Tinoco le replicaba a


Andrés Eloy Blanco en los siguiente términos:

“ [...] debo reconocer la justicia de la actitud asumida por el Partido


Acción Democrática con respecto a las Reformas [...] los partidos
políticos, especialmente los partidos que se oponen en la lucha a
nosotros, están en la obligación moral, como partidos que son
necesarios al funcionamiento de una cabal democracia, de pedir
siempre más. Ojalá que en Venezuela existieran siempre personas y
partidos que pidieran más de lo que se puede dar. La diferencia de
actitud entre Acción Democrática y el Partido Democrático
Venezolano, estriba en la interpretación de la oportunidad de las
reformas [...] que deben ser progresivas; que no deben hacerse de
golpe y porrazo…y presiento para el futuro el logro de muchas
reformas constitucionales de las cuales es hoy vocero el Partido Acción
Democrática y muchos sectores progresistas de la República [...] se ha
de recordar como se añora por ciertos sectores reaccionarios de
Venezuela el nombre de Juan Vicente Gómez [...]. Aquellos que se ven
atados y vulnerados en sus intereses propios, en sus intereses
egoístas [...] porque tienen una mentalidad primitiva que les hace ver
una mayor garantía para sus propios intereses en el establecimiento
de un gobierno autoritario y no en el establecimiento de un régimen
democrático.” (Congreso de la República, 35, pp.251 y ss.).

Esta parcial reseña del debate revela que, indudablemente, el


medinismo se acercaba mucho más, en sus concepciones políticas, a
Acción Democrática que al gomecismo, por lo que resulta absolutamente

47
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

inapropiado catalogarlo como la última etapa de un régimen que, en


realidad, se clausuró en 1936 con la muerte del dictador.

Por otro lado, aun cuando los avances alcanzados en el desarrollo


político democrático durante el gobierno de Medina son reconocidos, sin
embargo los mismos no le son atribuidos a su voluntad de cambio, sino al
hecho de haber sido obligados, determinados por la historia y sus
circunstancias. Así, refiriéndose a Medina, Carpio Castillo afirma:

“El Gobierno no podía negarse absolutamente a todas las reformas


que estaban planteadas como una necesidad, por el propio
desenvolvimiento y progreso de la historia. Pero resolvió acoger
algunos planteamientos sólo parcialmente y haciendo creer
demagógicamente que estaba realizando las reformas pedidas por la
opinión pública dirigida por Acción Democrática. [Aunque no dejaba
de reconocer que el PDV representó un avance con relación a las
Cívicas Bolivarianas] [...] tenía una visión diferente a la de los cuadros
reaccionarios del gomecismo y del lopecismo.” (Carpio Castillo, p. 26).

En consecuencia, pues, Medina, no fue derrocado por oponerse a las


reformas; é1 mismo fue un gran reformador. Fue derrocado por la decisión
de jóvenes militares, en medio de la crisis de la política del momento; en
tales circunstancias, Acción Democrática optó por el camino de acompañar
el golpe que, aunque riesgoso, escabroso y contradictorio —los militares
darían el golpe con o sin AD— se le presentaba como la única opción para
hacer efectivas sus consignas democratizadoras, habiendo antes
participado activamente en la transición pacífica propuesta por el
gobierno. Con Medina se debatía abiertamente sobre temas
controversiales, el gobierno explicaba sus actuaciones, dialogaba y
concertaba, por no mencionar lo que ya es lugar común en Venezuela, que
cuando Medina gobernó, no hubo un solo preso político.

48
ANDRÉS STAMBOULI

En la penumbra de la historia quedarán las razones por las cuales la


candidatura de reemplazo de Diógenes Escalante no pudo o no quiso ser
negociada con la misma amplitud por el régimen, provocando la disolución
de una promisoria comunidad política. En cualquier caso, lo que queda,
paradojas de la historia, es que los hombres que se propusieron y
empeñaron en construir pacíficamente, con amplitud, un régimen político
democrático, fueron excluidos por medios violentos del orden político y,
más terrible aún, exiliados, extrañados de sus hogares, en nombre de la
democracia.

49
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

LA DEMOCRACIA AMPLIADA
1945-1948

DEMOCRACIA CON MENOS POLÍTICA

El 18 de octubre de 1945 se produce un golpe de Estado que instaura


un gobierno que habría de realizar importantes cambios en la estructura
de poder de la sociedad venezolana. En efecto, la Junta Revolucionaria de
Gobierno comienza a hacer todos los arreglos necesarios para establecer
un régimen pluripartidista, cuyo funcionamiento, y ésta sería su nota
distintiva, habría de regirse por el sufragio universal, directo y secreto, por
primera vez en la historia de Venezuela. En general, se trataba de acelerar
la creación de las instituciones de la democracia representativa en
Venezuela, iniciadas durante el gobierno anterior.

El nuevo orden, constituido a partir del 18 de octubre de 1945,


significó una ruptura radical con los actores del poder dominante desde
principios de siglo, su exclusión radical del escenario político y la puesta
en marcha inmediata de las instituciones que habrían de actualizar los
principios democrático-representativos sostenidos por Acción Democrática.

Desde el primer momento, la Junta Revolucionaria de Gobierno,


presidida por Rómulo Betancourt, fundador de AD, se dedicó a construir la
nueva institucionalidad: un régimen electoral que estableció el derecho al
voto para todos los ciudadanos, hombres y mujeres mayores de dieciocho
años, analfabetas o no, que ahora participarían directamente en la
elección de una próxima Asamblea Nacional Constituyente y,
posteriormente, en la del Presidente de la República, Congreso Nacional,
asambleas legislativas estadales y concejos municipales, apoyados en la

50
ANDRÉS STAMBOULI

garantía para la libre organización y expresión de los partidos políticos y el


fomento de la organización sindical. La Junta promovió la movilización
política de la sociedad en torno a su proyecto nacional democrático,
llamado a superar las limitaciones del denominado ‘orden oligárquico
militar’ precedente.

En un primer momento, el nuevo régimen recibió el apoyo entusiasta


de los diversos sectores sociales, económicos y políticos de la sociedad. Los
nuevos partidos políticos, conservadores, comunistas y liberales,
empresarios y organizaciones del sector privado, la Iglesia Católica y las
Fuerzas Armadas, entre otros, manifestaron su reconocimiento y adhesión
al nuevo régimen. Pero pronto este amplio consenso inicial se
desarticularía hasta configurar un grave cuadro de conflictividad que
evidenciaría la debilidad de un orden institucional democrático con amplio
respaldo popular, aunque poco exitoso en la construcción de una
comunidad política incluyente.

La amplia mayoría obtenida en las distintas elecciones realizadas en


1946 y 1947, y la orientación ideológica y programática de los hombres en
el poder, se tradujo en una acción de gobierno que consideraba que la
tarea de gobernar y transformar a la sociedad era asunto de su exclusiva
competencia; toda manifestación de oposición era considerada como
proveniente de sectores reaccionarios, a quienes era necesario desplazar o
neutralizar. Esta confrontación excluyente pronto generó situaciones de
violencia entre las partes enfrentadas. Además, se acusaba al partido de
gobierno de monopolizar la provisión de cargos públicos, actuando, según
decía la oposición, ‘desplegando molestas arrogancias’ en las oficinas
donde actuaban, además de exhibir una completa falta de habilidad
gubernamental y efectuar gastos exorbitantes.

51
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Las reformas emprendidas por el nuevo régimen, sin debate ni


diálogo, por imposición de la voluntad exclusiva de AD, afectaban intereses
variados. En efecto, los nuevos derechos sociales de los trabajadores, la
creación y fomento de una fuerza sindical organizada, el debilitamiento de
la influencia política y social de los terratenientes, debido a la organización
de los campesinos y la reforma agraria y, en particular, la confrontación
del gobierno con la Iglesia Católica y sectores vinculados con la educación
privada, a propósito de un polémico decreto, configuraron un espacio
adicional de conflictividad que también vulneró la cohesión del orden
institucional recién implantado.

Como consecuencia, la virulencia persistente en las relaciones


sociales se constituyó en rasgo decisivo del naciente orden democrático. La
actitud conciliadora de Betancourt no pudo imponerse a un partido de
gobierno dominante, con pretensiones hegemónicas, reformista y
heterogéneo en su composición interna, generador de confrontación y
hostilidad. La participación deliberante y beligerante de los militares con
un proyecto propio de poder, no tardaría en expresarse, acelerando la
crisis de gobernabilidad, provocando la quiebra de la primera experiencia
democrática y la caída del presidente Rómulo Gallegos, electo nueve meses
antes con un abrumador setenta por ciento de los votos.

LA CONSTRUCCIÓN DEL CONSENSO

El 19 de octubre de 1945 se constituye la Junta Revolucionaria de


Gobierno, presidida por Rómulo Betancourt e integrada por Raúl Leoni,
Gonzalo Barrios y Luis Beltrán Prieto Figueroa, militantes del partido AD;
Edmundo Fernández, sin militancia partidista pero estrechamente
vinculado al partido citado —había sido el enlace entre la UMP y AD en los
inicios de la conspiración— y los militares Carlos Delgado Chalbaud y
Mario Vargas.
52
ANDRÉS STAMBOULI

Los militares se ocuparon sólo de aquellos asuntos relativos a la


defensa, seguridad interna y objetivos políticos globales; «[...] los oficiales
no se inmiscuyeron en la elaboración de las políticas económicas y sociales
o en las decisiones políticas rutinarias» (Burgraaf, pp. 79-80). La fracción
del ejército que interviene en el golpe delegó en AD las principales
funciones de gobierno y suscribió el proyecto nacional propuesto por el
partido. Como se verá más adelante, no será sino en 1952, culminado el
proceso de reajuste dictatorial, luego de la caída del gobierno de Rómulo
Gallegos en 1948, cuando se deslindó con nitidez un proyecto de sociedad
propio de los militares y radicalmente diferente en sus aspectos políticos al
que adhirieron en 1945, cuando buscaron a AD.

El nuevo gobierno recibió inmediatamente expresiones de apoyo de


múltiples sectores de la sociedad. La Unión Nacional Estudiantil (UNE),
organización política que se transformaría en el partido COPEI, manifestó
su respaldo al nuevo régimen, adhiriendo a “ [...] la revolución que dio al
traste con el que denominamos régimen de la corrupción política” (Rivas,
Tomo 3, p. 25).

A cuatro días del golpe, una comisión integrada por representantes de


diversos sectores de la economía privada, se entrevistó con miembros de la
Junta Revolucionaria de Gobierno: Jesús María Herrera Mendoza,
Presidente del Banco Central de Venezuela; Rafael Parés, representante de
la Asociación de Comerciantes e Industriales del estado Zulia; Luis
Gonzalo Marturet, Presidente de la recién creada Federación Venezolana
de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción, Fedecámaras, entre
otros presentes, expresaron su disposición a prestarle colaboración al
Gobierno (Rivas, Tomo 3, p. 28). En esa misma reunión, el presidente
Betancourt les anunciaba a los empresarios la próxima creación del
Consejo Nacional de Economía “ [...] para planificar y coordinar todas las
actividades económicas […] en el que tendrán representación todos los

53
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

sectores de la vida económica del país [...]”. Este organismo, creado en


marzo de 1946, significó un importante mecanismo institucional para
incorporar al empresariado nacional en el proceso de formulación de
políticas económicas gubernamentales. Entre sus funciones estaban las de
“ [...] sugerir o recomendar a los Poderes Públicos las medidas que juzgue
adecuadas para la solución y mejor desarrollo y coordinación de las
actividades económicas del país”.

Los sectores comunistas, agrupados en los partidos Unión Popular


Venezolana (UPV), y Partido Comunista de Venezuela (PCV), también
manifestaron su apoyo al gobierno permitiendo

“ [...] el ascenso de la democracia y restauración de la plena soberanía


popular [y ante los peligros de regresión proponen] la creación de un
Frente Nacional Unificado de todos los sectores democráticos, obreros,
campesinos, clase media y burguesía liberal [...] en defensa de los
objetivos revolucionarios” (Velásquez, p. 73).

La Iglesia Católica, a través de la revista SIC, aunque editorializaba


advirtiendo que “ [...] los militares jóvenes, impreparados para la
organización civil y administrativa de la nación, han tenido que acogerse al
único partido político de oposición con resonancia en la masa popular: AD,
y AD se ha ofrecido generosamente a la empresa organizadora, denotando,
sin embargo, una clara tendencia monopolizadora en sus primeros
nombramientos [...] que suscita evidente recelo de un nuevo peligro de
oligarquía partidista” (SIC, Año 8, Tomo VIII, 1945), sin embargo, más
adelante adoptaba una actitud de colaboración. La temprana alerta de la
Iglesia ante el rasgo sectario del gobierno, pronto se tornaría en motivo de
aguda controversia.

54
ANDRÉS STAMBOULI

El 30 de octubre, el Departamento de Estado de los EE. UU. emitió


una declaración en la que reconocía al nuevo gobierno venezolano. Una
noticia aparecida ese mismo día en El Heraldo informaba que

“Los intereses petroleros norteamericanos creen que el régimen de


Rómulo Betancourt es más democrático que el antiguo régimen de
Medina, y aseguran que no habrán dificultades serias entre Estados
Unidos y Venezuela acerca de la producción petrolera ni la propiedad
de las explotaciones petroleras en Venezuela.” (Rivas, Tomo 3, p. 34).

Resulta interesante detenernos brevemente sobre este último aspecto,


dada la magnitud de la presencia petrolera norteamericana en Venezuela,
en aquella época. ¿Por qué a pesar de la política petrolera adelantada por
el nuevo régimen, las empresas petroleras y el gobierno de los EE. UU. no
se constituyeron en fuente de conflictos, al menos visible, para el
gobierno?

Rómulo Betancourt sintetizó de la siguiente manera la nueva política


petrolera:

• Elevación de los impuestos hasta el límite que entonces se consideró


razonable, dentro del sistema capitalista y la economía de mercado.

• Concurrencia de Venezuela como entidad autónoma, al mercado


internacional del petróleo, vendiendo directamente sus regalías.

• Cese radical del sistema de otorgamiento de concesiones a


particulares, y planeamiento de una empresa del Estado a la cual se
atribuiría la facultad de explotar directamente, o mediante contratos
con terceros, las reservas nacionales.

55
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

• Industrialización de la mayor parte del petróleo venezolano dentro del


país y organización de una refinería nacional, con capital estatal, o
mixto.

• Adecuadas medidas para la conservación de la riqueza petrolera,


típico recurso natural no renovable; y utilización del gas emanado de
los pozos que tradicionalmente se venía desperdiciando.

• Reinversión por las compañías concesionarias de una parte de sus


utilidades en la vitalización y desarrollo de la economía agropecuaria.

• Mejoras sustanciales en salarios, prestaciones sociales y condiciones


de vida y de trabajo de los obreros, empleados y técnicos venezolanos
al servicio de la industria.

• Inversión de una cuota elevada de los ingresos obtenidos de la nueva


política impositiva sobre el petróleo en crear una economía
diversificada y propia, netamente venezolana. (Betancourt, 283-284)

La primera medida de importancia fue tomada por la Junta a los dos


meses del 18 de octubre. En su Decreto N° 1, estableció un impuesto
extraordinario a las empresas e individuos cuyas ganancias habían
excedido los Bs. 800.000,oo en 1945. La medida en cuestión sería aplicada
una sola vez, y como lo destaca Kolb,

“ [...] iba dirigida hacia las empresas petroleras ya que si bien 20.000
personas eran sujeto de impuesto sobra la renta, sólo 75 eran
afectadas en este caso, y las compañías pagaron el 98,5 por ciento de
este sobre impuesto que le reportó al Fisco Nacional más de Bs.
93.000.000,oo de ingresos adicionales.” (Kolb, pp. 28 y ss.)

Esta medida encuentra su explicación y justificación en la denuncia


hecha por la Junta, en el sentido de que las cifras del Impuesto sobre la
Renta del año de 1944 habían sido manipuladas por el gobierno de

56
ANDRÉS STAMBOULI

Medina, quien no había recibido de las compañías la cantidad


correspondiente al 50 por ciento de las utilidades de las compañías, tal
como lo estableció la Ley de Hidrocarburos aprobada en 1943. Así, el
decreto de la Junta proponía el cobro extraordinario de la cantidad que
faltaba para alcanzar el 50 por ciento, de acuerdo a sus propios cálculos
(Tugwell, p. 69).

El conjunto de estas orientaciones, algunas de las cuales no fueron


ejecutadas durante el trienio, significaron reformas importantes, pero de
ninguna manera drásticas o revolucionarias, como lo hubiera sido, por
ejemplo, la nacionalización de la industria. Sin embargo, reflejaban una
voluntad política distinta a la de los regímenes anteriores: fortalecer la
intervención del Estado, particularmente en materia petrolera.

Ahora bien, ¿por qué estas reformas no se convirtieron en fuente de


conflicto? Sabin estima que

“ [...] las peticiones de la Junta llegaron en el momento preciso en


que los monopolios podían satisfacerlas. La demanda postbélica de
petróleo aumentó; la expansión, reflejada en precios máximos y
ventas máximas, facilitó sin duda la reforma [...]. Además, los planes
de 1948 para la formación de una compañía petrolera propiedad de
Venezuela, se redujo pronto a proporciones insignificantes. El Dr.
Pérez Alfonzo, Ministro de Fomento, tranquilizó rápidamente a los
inquietos monopolistas, asegurándoles que sus intereses no sufrirían
menoscabo: «La experiencia de México nos ha enseñado algo, [...] que
las compañías petroleras saben explotar el petróleo mejor que
ninguna entidad oficial» [y en relación con la política de ‘no más
concesiones’] [...] después de todo, las compañías no explotaban
todavía sino un porcentaje muy pequeño de las concesiones que ya
tenían, el 1,56 por ciento. [Por otro lado] Lo más que se puede decir
con seguridad es que durante el breve período de tres años no habrá
señales de reducciones de las importaciones de la metrópolis, y en
buena parte parece que lo que ocurría era lo contrario.” (Sabin, pp.
227 y ss.).

57
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Esta última afirmación de Sabin se basa en un informe de la


Comisión Económica para América Latina (Cepal), de 1950, en el que
aparecían Recents Facts and Trends in the Economy of Venezuela, que
observaba que el aumento de divisas provenientes del petróleo se gastaba
en un aumento desproporcionado en las importaciones, más que en
promover y estimular otras actividades. Al respecto, reseña un informe del
Departamento de Comercio de los Estados Unidos, en el que resalta que

“Las cifras aproximadas de importaciones de los Estados Unidos para


1946, 1947 y 1948 fueron de 211, 425 y 515 millones de dólares
respectivamente. Estas cifras representaban el 70,3, 73,2 y 73,1 por
ciento del total de importaciones de Venezuela. [Por último, Sabin
apunta que] [...] Betancourt garantizó al capital extranjero un clima
favorable a la inversión [...] invitó prácticamente a los empresarios
norteamericanos a aumentar su participación en la economía de
Venezuela.”

La siguiente tabla es ilustrativa de lo señalado:

Inversión extranjera neta en millones de dólares


de los Estados Unidos de Norteamérica en Venezuela

Año Total Petróleo Otros

1944 397,65 367,65 30,00

1945 468,65 427,75 31,00

1946 676,40 635,40 51,00

1947 852,20 796,20 56,00

1948 1.084,00 1.023,00 61,00

Fuente: Maza Zavala, 1965, p.157.

58
ANDRÉS STAMBOULI

A la luz de estas cifras y realidades, destaca que las empresas


petroleras estaban en capacidad de enfrentar varias de las reformas
propugnadas, muchas de ellas no realizadas, y los intereses económicos
norteamericanos en Venezuela aumentaron.

Otra iniciativa por ampliar el consenso en torno al régimen, fue el


nombramiento de Rafael Caldera como Procurador General de la Nación, el
26 de octubre de 1945; Caldera era el principal dirigente de la UNE, que se
transformaría luego en el partido social cristiano COPEI, Comité de
Organización Política Electoral Independiente, en los primeros meses de
1946. Así mismo, Velásquez menciona el nombramiento de Régulo
Olivares, viejo general y político, como Contralor General de la República:

“Señaló Betancourt el nombramiento de Olivares como prueba de la


amplitud política con que procedía el nuevo régimen, pues Olivares
había actuado en el primer plano nacional durante casi medio siglo
pero siempre se había destacado por su comportamiento como
funcionario intachable y hombre de una conducta cívica ejemplar.”
(Velásquez, p. 75).

Con estos apreciables apoyos de los militares, la Iglesia, los partidos


de oposición, el empresariado nacional, los EE. UU. y las empresas
petroleras y, como se verá más adelante, de la gran mayoría de la
ciudadanía, el nuevo régimen había reunido los requisitos suficientes
como para ejecutar, en condiciones estables, sus propósitos de gobierno.
Sin embargo, estos apoyos no tardarían en resquebrajarse, hasta
culminar, tres años más tarde, en la caída del primer intento de instaurar
la democracia representativa en Venezuela.

LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA

Desde su inicio, la Junta Revolucionaria de Gobierno se dedicó a


actualizar los postulados programáticos de AD. En este sentido, Miraflores,

59
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

el Palacio de Gobierno, se convirtió en una ‘máquina de hacer decretos’


referidos al régimen electoral, la política laboral, el fomento industrial, la
política agraria, vialidad, educación, salud pública, reforma
administrativa, monetaria y bancaria y política militar (Betancourt, 1964,
caps. V-XIV).

La Junta Revolucionaria de Gobierno promovió la movilización política


de la sociedad en torno a un proyecto nacional democrático. Este proyecto
se presentaba suficientemente radical dentro de una estructura social
oligárquico-militar tradicional, la cual, es verdad, había comenzado a
emprender un proceso de cambio gradual, hacia formas democráticas más
liberales, a partir de la muerte de Gómez.

En efecto, el establecimiento del sufragio universal, la garantía de


libre organización y expresión de los partidos, sancionada en la
Constitución de 1947, junto con otros derechos y garantías ciudadanas; el
fomento de la sindicalización de los trabajadores; la creación del
mencionado Consejo Nacional de Economía y de la Corporación
Venezolana de Fomento (CVF), cuyo objetivo era el de impulsar un
desarrollo industrial y agrario que diversificara la economía a fin de
hacerla menos dependiente del petróleo, generando e impulsando la
formación de un nuevo estrato empresarial privado, mediante el
otorgamiento de créditos del Estado, constituyeron un conjunto de
decisiones que se orientaban hacia la institucionalización del proyecto
democrático liberal. Si a las mismas le agregamos el decidido interés que
tuvo el gobierno por las políticas sociales en general, trabajo, salud y
educación, el Estado que surge de esta reforma institucional, además de
democrático liberal fue también social.

El 15 de marzo de 1946, la Junta sancionó un nuevo Estatuto


Electoral en el que se le daba el derecho al voto a todo venezolano mayor

60
ANDRÉS STAMBOULI

de dieciocho años y el 27 de octubre del mismo año se celebró la primera


elección por sufragio universal para la Asamblea Nacional Constituyente.
Fue un evento histórico y significativo; no más del 5 por ciento de los
venezolanos había votado en elecciones anteriores; esta vez lo hizo el 36
por ciento (Kolb, p.25).

Los resultados electorales fueron los siguientes:

AD 1.100.000 78,43 137

COPEI 185.000 13,22 19

URD 59.000 4,26 2

PCV 51.000 3,62 2

Votos Porcentajes Parlamentarios

Fuente: Consejo Supremo Electoral, Resultados 1946-1973

El 5 de julio de 1947, la Constituyente sancionaba una nueva


Constitución que contenía novedosas previsiones en materia de legislación
social en áreas tales como trabajo, infancia, salud y reforma agraria y, por
primera vez, incluía el recurso de Habeas Corpus y otros derechos
ciudadanos básicos.

La Constituyente también reformó la Ley del Trabajo. Se propuso


proteger la estabilidad en el trabajo y de garantizar el derecho a la
sindicalización. En este sentido, el número de organizaciones laborales
aumentó significativamente. Para el 18 de octubre existían 252 sindicatos
legalizados en el país; al año de gobierno de la Junta, habían aumentado a
773, y para finales de 1948 había en Venezuela 1.014 sindicatos. Cabe
mencionar que, en 1946, se firmó el primer contrato colectivo de la
industria petrolera.

61
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Burgraaff, basándose en la Memoria del Ministro de la Defensa de


1940 y 1948, y en la Revista de las Fuerzas Armadas, de junio de 1947,
presenta el siguiente inventario de las medidas tomadas en favor del
ejército. El primer presupuesto de la Junta le asignó a este sector 75
millones de bolívares , a diferencia de lo proyectado por el gobierno de
Medina para ese mismo año, que era de 40 millones de bolívares. Un año
después del golpe, el salario de los oficiales había aumentado en un 37 por
ciento y la dieta de la tropa en 57 por ciento . Las asignaciones para los
racionamientos de la tropa subieron en un 50 por ciento y los gastos en
suministros farmacéuticos en 250 por ciento.

Los equipos militares fueron renovados por medio de compras de


remanentes de la Segunda Guerra Mundial, a los Estados Unidos y otros
países. De igual manera, se introdujeron reformas en la educación militar.
El reclutamiento en las academias se incrementó en proporciones que
variaban entre un 100 y 200 por ciento en relación con el régimen anterior
y gran cantidad de estudiantes fueron al exterior, particularmente a
Panamá y a los Estados Unidos para completar su educación técnica.

A cargo de Marcos Pérez Jiménez, uno de los principales dirigentes de


la UMP, estuvo la reorganización administrativa del Ministerio de Guerra y
Marina, que pasó a llamarse Ministerio de la Defensa, así “Introdujo la
centralización administrativa y modernizó y fortaleció el centro nervioso
del nuevo ministerio, el Estado Mayor” (Burgraaf, p. 82).

El 14 de diciembre de 1947, se efectuaron las primeras elecciones por


sufragio universal, secreto y directo, con participación de todos los
ciudadanos, hombres y mujeres, mayores de dieciocho años para elegir al
Presidente de la República y al Congreso Nacional. Resultó electo el
candidato de AD, Rómulo Gallegos con el 74,4 por ciento de los votos. El

62
ANDRÉS STAMBOULI

candidato de COPEI, Rafael Caldera, obtenía el 22,4 por ciento y Gustavo


Machado, del PCV, el 3,2 por ciento.

A menos de un año de resultar electo, el Presidente Gallegos fue


derrocado y el partido AD absolutamente excluido por la misma fracción
del Ejército que lo había buscado en 1945 para derrocar a Medina. ¿Cómo
entender entonces que, a pesar del amplio consenso obtenido inicialmente,
de haber gobernado en estrecha colaboración Ejército y Partido durante
tres años, y de haber recibido AD un importante respaldo popular en las
elecciones, el proceso de instauración de la democracia representativa y
del sistema de partidos culminara en tan corto tiempo, conculcado por un
golpe de Estado militar?

LA CONFIGURACIÓN DEL GOLPE DE 1948

El nuevo orden político implantado durante el trienio de 1945 a 1948,


estableció instituciones y procesos novedosos en Venezuela:

“La verdadera ‘revolución’ era política: por primera vez en Venezuela la


base política del partido gobernante residía ahora en la clase media y
baja, no en la élite.” (Burgraaf, p. 81).

En efecto, la organización y movilización de grandes masas y su


incorporación al proceso decisorio para designar a las autoridades
públicas, significó un cambio sustancial en las reglas de juego hasta
entonces imperantes, mediante el protagonismo de nuevos actores y la
exclusión de las élites de poder tradicionales. Los nuevos actores, los
partidos, se convirtieron en los principales instrumentos de la acción
política.

La mayoría obtenida en las elecciones condujo a AD a gobernar sin


considerar a las otras fuerzas políticas. Para el partido, la tarea de
gobernar y transformar al país era asunto de su exclusiva competencia y

63
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

toda manifestación de oposición fue entendida como proveniente de


sectores reaccionarios a quienes era necesario desplazar o neutralizar;
para AD, detrás del principal partido de oposición, el COPEI, se habían
escudado importantes sectores ligados al lopecismo y al medinismo, que
utilizaban el único canal organizado para hacerse representar.

De esta manera, la virulencia en la comunicación política se fue


constituyendo en uno de los rasgos decisivos del período. Las reformas
emprendidas por el régimen lesionaron los intereses de varios sectores de
la sociedad; los nuevos derechos sociales de los trabajadores, la creación y
fomento de una fuerza sindical organizada, el deterioro del poder
tradicional de los terratenientes en el campo por la organización de los
campesinos y la reforma agraria anunciada y aprobada en octubre de
1948, entre otras medidas, formaban un conjunto de reformas conflictivas
que suscitaron un descontento importante hacia el régimen. Sin embargo,
no se manifestó queja alguna hacia estas medidas, a excepción hecha de la
movilización política organizada en torno al Decreto 321, al que nos
referiremos más adelante.

No se llegaron a formular públicamente objeciones a tal o cual política


específica del gobierno. Ningún grupo, salvo la Iglesia y los sectores
vinculados a la educación privada, organizados en torno al rechazo del
Decreto 321, manifestó su descontento por el trato o medidas de gobierno
hacia sus intereses. Las quejas de la oposición denunciaban
principalmente el carácter sectario del gobierno y la agresividad de los
militantes del partido AD.

Así, el 13 de abril de 1946, Rafael Caldera, principal dirigente de


COPEI, renunciaba a su cargo de Procurador General de la Nación, como
consecuencia de actos de violencia cometidos contra sus partidarios por
parte de militantes de AD, en un acto público que celebraba su partido en

64
ANDRÉS STAMBOULI

la Ciudad de San Cristóbal. Este hecho fue interpretado por la prensa del
momento como la ruptura del COPEI con AD y la Junta Revolucionaria de
Gobierno;

“ [...] muchos miembros de la Constituyente entablaron diatribas


virulentas, en un lenguaje vulgar e insultante [...] abandonando el
Capitolio, varios legisladores eran interpelados, insultados y hasta
maltratados físicamente por iracundos militantes de partidos.”
(Burgraaf, p. 26).

El 21 de mayo de 1948, Rafael Caldera, al salir del Congreso


Nacional, fue atacado con bombas lacrimógenas y el 9 de noviembre de
1948, COPEI denunciaba que luego de un mitin realizado en la ciudad de
Puerto Cabello, un grupo de partidarios del gobierno atacó con piedras a
los dirigentes copeyanos. El gobierno no controlaba la violencia civil que
afectaba las relaciones entre el partido de gobierno y el principal partido de
oposición. Por otro lado,

“Muchos venezolanos [...] resentían la manera en que las reformas


fueron promulgadas [...]. No había debate nacional acerca de
problemas críticos. El poderoso Comité Ejecutivo Nacional de AD
tomaba las decisiones importantes que luego pasaban a la Junta para
su aprobación automática. Así, los métodos arbitrarios del partido
enojaron y frustraron a los no-adecos” (Burgraaf, p. 80).

Las acusaciones de sectarismo no se referían sólo al tratamiento dado


a la oposición; también se referían a la provisión de cargos públicos. Si
bien es cierto que en los altos cargos de la administración pública
aparecían numerosos independientes desvinculados de compromisos
partidistas, en los cargos secundarios y en las esferas inferiores de la
burocracia, se acusaba a los militantes de AD de monopolizarlos:

65
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“En todas las importantes dependencias del gobierno la «Fracción del


Partido» [...] creaba situaciones que no se ajustaban a un
ordenamiento democrático [...]. El mismo Presidente de la Junta no se
cansaba de exigir a sus copartidarios que desistieran de esa actitud
pero los dirigentes de talla intermedia, quienes, en muy importante
número ocupaban cargos de jefaturas en las dependencias oficiales, se
mantenían en terquedad que pudiera calificarse de anárquica:
desplegaban molestas arrogancias en las oficinas donde actuaban.”
(Luzardo, pp. 63-64).

Así, los opositores

“ [...] COPEI, URD y los Comunistas acusaron a los empleados


públicos de AD de una completa falta de habilidad gubernamental.
Los cargos de ineficiencia, gastos exorbitantes y torpeza
administrativa eran comunes. Las medidas reformistas de AD, decían
los críticos, eran tan arbitrarias como desorganizadas.” (Burgraaf, p.
86).

A finales de noviembre de 1945, la Junta Revolucionaria de Gobierno,


por Decreto N° 64, creó el Jurado de Responsabilidad Civil y
Administrativa con facultades extraordinarias para juzgar delitos de
peculado. La acción de este jurado alcanzó a importantes personas
vinculadas a los regímenes gomecista, lopecista y medinista; entre ellas a
los propios familiares del general Gómez y a los mismos expresidentes
López Contreras y Medina, condenándolos a restituirle a la Nación todos
sus bienes. Algunos autores han visto en estos juicios un motivo adicional
de descontento que contribuyó a la caída de Gallegos, por haber sido
percibidos como un acto de venganza del partido AD contra sus
desplazados adversarios.

Sin embargo, los más importantes casos se habían resuelto siendo


todavía Procurador General Rafael Caldera, lo que significaba la anuencia
del principal partido de oposición con los mismos. En cuanto a los
militares en el poder en ningún momento mostraron su oposición o crítica.

66
ANDRÉS STAMBOULI

Así, los juicios por peculado y las consecuentes condenas no se


constituyeron en motivo de polémica política pública ni de crítica abierta
por parte de la oposición hacia el gobierno. Hacemos estas precisiones con
la finalidad de aclarar que, aunque tales juicios hubieran podido fomentar
un ambiente de malestar en ciertos sectores, los mismos, pensamos, no
contribuyeron significativamente a la caída de Gallegos.

LA IGLESIA Y EL RÉGIMEN

Levine afirma que “ [...] pocos vieron sus intereses tan inmediata y
gravemente puestos en peligro como la Iglesia Católica [...] por la política
educacional del nuevo régimen” (Levine, Cap. IV). Dicha política se
fundamentaba en la tesis del Estado Docente, contrapuesta a la sostenida
por la educación privada, controlada y administrada mayoritariamente por
la Iglesia Católica. Esta tesis no se constituyó en fuente de conflicto u
oposición directa al gobierno, hasta tanto no se presentó una amenaza
directa a sus intereses. “La amenaza directa que cambió el tipo de
confrontación se dio con el Decreto 321” (Levine, p. 70). La intención
general del decreto era la de imponer un estricto control del Estado sobre
la educación privada por medio de la reforma del sistema de exámenes. Por
ejemplo, mientras que en el área de la educación primaria se establecía
para los colegios públicos considerar el 60 por ciento del trabajo y
rendimiento anual de los estudiantes y el 40 por ciento del examen final,
para los colegios privados se establecía un 20 por ciento del rendimiento
anual y un 80 por ciento del examen final, el cual sería administrado por
un jurado designado por el Ministerio de Educación.

Este decreto se insertaba dentro de la concepción general de la tesis


del Estado Docente. En el texto del mismo se lee:

67
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“Las razones y bases para establecer tales distinciones descansan en


la concepción filosófica que consideramos deber ser sostenida en
relación al proceso educativo en general, en el cual el único cuerpo
responsable por su orientación ha de ser el Estado, el cual dirige,
canaliza y supervisa la educación.” (Levine, p. 73).

Obviamente, la Iglesia no podía sino rechazarlo. De inmediato se


organizó la protesta contra el mismo; la contraprotesta tampoco se hizo
esperar. Es de destacar que el tono de las demandas formuladas por
estudiantes, colegios privados y padres de familia que pedían la
modificación del decreto, buscaba el diálogo con las autoridades. En
cambio, la Iglesia opuesta al decreto y la Federación Venezolana de
Maestros a favor del mismo, fueron más virulentos en sus expresiones.
Manifestaciones en las calles, memoranda e informes, se produjeron de
lado y lado.

Habiendo constatado Betancourt, presidente de la Junta


Revolucionaria de Gobierno, las consecuencias conflictivas del Decreto
321, dictó el 344, que suspendía la aplicación del anterior, forzando con
ello la renuncia de los responsables del 321, a cuya cabeza se encontraba
el propio Ministro de Educación. Sin embargo, los efectos conciliadores de
la acción de Betancourt habrían de durar poco tiempo.

En marzo de 1947, Luis Beltrán Prieto, ideólogo de la tesis del Estado


Docente, y autor de varios textos que la sustentan, fue nombrado Ministro
de Educación, en lo que sería un indicio de la existencia de una
importante heterogeneidad de concepciones dentro del propio partido AD,
cuyas presiones Rómulo Betancourt no era del todo capaz de controlar.
Pero en julio de 1947, como expresión de las divergencias internas, Prieto
indicó que, en esta ocasión, aplicaría el Decreto en su totalidad (Levine, p.
78). Inmediatamente se produjo una huelga de estudiantes, negándose a
presentar exámenes bajo las condiciones del 321.

68
ANDRÉS STAMBOULI

Al no encontrar disposición en el sector oficial a negociar, los padres


de los estudiantes solicitaron la intervención de los obispos, quienes se
reunieron en Conferencia a finales del mes de agosto de 1947. El resultado
de esta reunión fue el envío al presidente Betancourt de un memorandum
que, luego de un mes, no recibió respuesta. La revista SIC entonces
editorializaba:

“ [...] el Gobierno fría y estoicamente contempla las reclamaciones [...]


las 40.000 firmas de venezolanos dadas en 3 días, los numerosos
memorandums [...] el éxodo de centenares de estudiantes [...] la
pérdida del curso de alumnos […] ni los méritos contraídos por
sacrificados educadores, la voz autorizada de padres de familia [...] el
clamor unánime del Episcopado [...] con el cual ni siquiera se ha
tenido la elemental cortesía de darle una contestación a lo largo de
todo un mes [...]. ¿Qué pensar de este desprecio de los Poderes
Públicos a la más alta representación oficial de la Iglesia?”

El decreto 321 no fue suspendido, sin embargo, dado el tono que


había alcanzado el debate sobre la educación en general, la intervención
del Episcopado y la huelga estudiantil, las disposiciones del Decreto fueron
anuladas en la Ley Orgánica de Educación promulgada a finales de 1948,
la cual también provocó enfrentamientos y debates encendidos: “ [...] es
digno notar que el debate público y parlamentario sobre la nueva Ley
Orgánica de Educación continuó hasta justo antes de la caída del gobierno
en noviembre de 1948” (Levine, p. 88). Esta nueva ley sería
inmediatamente derogada luego de la caída de Gallegos.

En general, las relaciones entre la Iglesia, por un lado, y el gobierno y


el partido AD por el otro, fueron tensas, desde el mismo comienzo del
trienio. Así, en 1946, en la Carta Pastoral de las Conferencias Canónicas
de Caracas, celebradas en el mes de enero se podía leer:

69
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“Debe negarse en absoluto el voto a los que propugnan la enseñanza


laica, es decir, sin Dios [...] a quienes luchan por la supresión de los
colegios católicos en Venezuela [...] a los que pretenden quitar el
sacrosanto nombre de Dios de nuestras leyes [...]” (SIC, Tomo 9, No.
83, 1946).

En febrero de 1947, el editorial de SIC decía:

“ [...] la mayoría gubernamental [...] proclama la intervención del


Estado en la Educación en todas sus fases [...] nosotros nos
preguntamos: ¿en qué se diferencia este totalitarismo del Estado en la
enseñanza del practicado por Mussolini, Hitler y Stalin?”

Los epítetos de totalitarios, marxistas y ateos, referidos a AD,


campean en todos los editoriales de la revista SIC de la época. Vale
destacar una opinión posterior de Alberto Micheo S.J. referida a la
percepción que tenía la Iglesia de AD:

“ [...] para la época la Iglesia consideraba que la conexión entre AD y el


comunismo era directa [...]. Hoy podemos constatar la equivocación.
Se pueden dar algunas razones explicativas. Los inicios de AD en
cuánto a su actuación política, estuvieron bastante emparejados con
los comunistas; el conocimiento del contenido del comunismo era
bastante deficiente; el anticlericalismo liberal de AD fue interpretado
como parte del ateísmo comunista; sobre todo el uso de la fuerza
popular como fuerza política y sus programas sociales eran algo
novedoso y tipificado como comunista. Ante esto, le dieron poca
atención al claramente proclamado y mantenido policlasismo y
nacionalismo de AD, incompatibles con la ideología comunista.”
(Micheo, p. 28).

El ambiente de discordia y tensiones políticas se acrecentó


notablemente durante los últimos meses del gobierno Gallegos; el tono de
los editoriales de todos los periódicos de Caracas así lo revelaban. Como
ejemplo de ellos mencionemos que Burgraaf (pp. 97-98) constata que El
Gráfico, periódico de COPEI, fue especialmente agresivo en sus referencias
al Gobierno. Como corolario de esta campaña de prensa virulenta, el
70
ANDRÉS STAMBOULI

mencionado autor reseña un artículo de Luis Herrera Campins, el l0 de


noviembre de 1948, donde destaca particularmente una referencia al
ejército. Su autor decía saber que gran parte de los oficiales participantes
en el golpe de 1945, estaban descontentos con el curso que el régimen
había tomado;

“ [...] estos oficiales tenían dos alternativas: si el oficial estaba


insatisfecho con la línea sectaria del régimen, tenía la obligación de
renunciar a su cargo; si se quedaba, significaba que daba su
aprobación a las políticas arbitrarias del gobierno. Estos oficiales [...]
deberían algún día responder por la desviación que la revolución había
conocido.” (Burgraaf, p. 98).

Lo expuesto ilustra las presiones civiles que sobre el régimen,


signaron lo hostil de las relaciones entre el gobierno y la Iglesia, entre
1945 y 1948. Dicha hostilidad no quedaría sin efecto sobre los miembros
de las Fuerzas Armadas, aunque la causa más inmediata del
derrocamiento de Gallegos, fue su negativa a aceptar las demandas de un
factor de poder decisivo: los militares.

LOS MILITARES Y EL RÉGIMEN

Las tensiones entre el gobierno y el Ejército se empezaron a evidenciar


a partir del mes de octubre de 1948. Sin embargo, se menciona que ya a
mediados de año los líderes del Ejército daban muestras de incomodidad
ante supuestas noticias, que AD siempre desmintió por cierto, acerca de la
organización de una milicia armada del partido y de los intentos de ganar
adeptos en las filas del Ejército por parte de AD. Los dirigentes militares
habrían conocido dos listas de oficiales elaboradas por el partido AD: la
blanca y la negra, encabezadas por Mario Vargas y Marcos Pérez Jiménez
respectivamente (Pérez, p. 13). En octubre de 1948

“ [...] el Presidente Gallegos convocó precipitadamente a los líderes de


la guarnición de Caracas a una reunión en el Cuartel Ambrosio Plaza.

71
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Gallegos, en un estado de extrema agitación, los acusó de difundir


rumores acerca de la interferencia de AD en el ejército [...]. Ordenó que
tales prácticas se suspendieran inmediatamente y abandonó
abruptamente la reunión.” (Burgraaf, p. 108).

Esta actitud del presidente Gallegos se tradujo en una presión de los


oficiales sobre el Ministro de la Defensa, Carlos Delgado Chalbaud,
presente en la reunión, y sobre el Jefe del Estado Mayor, Pérez Jiménez,
para que le presentaran al Presidente, un conjunto de demandas; que
Betancourt abandonara el país por tiempo indefinido, que las milicias de
AD fueran desarmadas y que se realizaran cambios en el gabinete
ministerial, sustituyendo a miembros del partido AD por personas sin
militancia partidista.

Del relato que el negociador Giacopini Záraga, el negociador, hace de


los múltiples contactos y entrevistas que tuvo con las partes enfrentadas,
se desprende que la voluntad conciliadora privaba tanto en los dirigentes
militares, como en algunos civíles: Delgado Chalbaud, Pérez Jiménez,
Llovera Páez y Rómulo Betancourt. Las posiciones más intransigentes
habrían sido asumidas por el presidente Gallegos y el Comité Ejecutivo
Nacional de AD.

A pesar de haber recibido una respuesta negativa por parte del


presidente Gallegos a sus demandas, los oficiales jóvenes del cuartel de
Miraflores, el Palacio de Gobierno, con quien Giacopini inició sus
conversaciones, manifestaron su disposición a seguir tratando de llegar a
un compromiso con el Gobierno, siempre que éste aceptara sus demandas.

En una primera entrevista con Marcos Pérez Jiménez, Jefe del Estado
Mayor, el negociador expone sus puntos de vista sobre las tres demandas
del Ejército. En cuanto a la salida de Rómulo Betancourt, Giacopini le
propone a Pérez Jiménez que se hable directamente con él, a lo que éste
último asintió, añadiendo:

72
ANDRÉS STAMBOULI

“ [...] dígale Ud. a Rómulo Betancourt que inclusive, si él quiere, me


puedo entrevistar con él y que recuerde que el año pasado cuando por
razones políticas yo tuve que viajar al exterior, porque se habían
intensificado los rumores acerca de mí, yo viajé.”

El segundo punto, relativo al desarme de las milicias de AD


transmitido a Pérez Jiménez, al parecer de Giacopini

“ […] no se le podía pedir al Presidente Gallegos, que era miembro del


partido, que autorizara a la fuerza pública entrar a las casas de AD
[…] propuse que se aplicara la ley de armas y explosivos para recoger
todas las armas irregulares del país, en el poder de quién estén, en vez
de singularizar la medida de modo humillante contra el partido AD […]
además no creo que el partido estuviere armado.”

Pérez Jiménez le concedió a Giacopini estos dos puntos. En relación


con la demanda referida al cambio de gabinete, Giacopini pidió a su
interlocutor que también le concediera la permanencia de Gonzalo Barrios,
Secretario del Presidente, por ser un hombre de toda su confianza. Pérez
Jiménez contestó que no tenía ningún inconveniente ya que Barrios era
una persona muy constructiva, que no tenía mal ambiente en las Fuerzas
Armadas. Además, aceptaba hasta tres ministros del partido. Cuando
Giacopini le informa al presidente Gallegos de sus gestiones, éste se
muestra intransigente ante lo que califica de insurgencia militar. Gallegos
diría que siempre se había opuesto a los actos de fuerza en politica por lo
que no podía tolerar las demandas de los militares.

“Totalmente irreductible, no acepta ninguna clase de negociación y


permanece fiel a sus principios [...] me dijo: José, yo te agradezco
enormemente lo que estás haciendo por ayudar a superar la crisis
pero quiero plantearte lo siguiente: yo soy un hombre que como
ciudadano en la calle, como hombre de hogar en mi casa, como
maestro en la cátedra, como escritor en mis obras y como hombre
público en los cargos que he desempeñado, he combatido con todas
las armas la violencia; esto es un acto de violencia y yo no puedo
presentarme esta noche a mi casa ante Teotiste, mi mujer, con la

73
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

vergüenza en el rostro por haber cedido ante un acto de violencia, de


manera que yo quiero que aquí se consuma todo […]”

Ante tal actitud del presidente Gallegos, Giacopini buscaría a Rómulo


Betancourt quién se muestra más conciliador y dispuesto a encontrarle
una salida a la crisis. Cuando Giacopini entera a Delgado Chalbaud, Pérez
Jiménez y Llovera Páez de sus conversaciones con Betancourt y Gallegos,
Delgado hace llamar a la reunión a Betancourt. Antes de la llegada de
Llovera Páez, instruye a Giacopini para que presente a Betancourt una
versión modificada de una de las demandas; en lugar de tres miembros del
partido AD en el Gabinete, aceptarían hasta seis; lo que pedían era una
mayoría que no fuera del partido.

El primer asunto discutido con Betancourt fue el de su salida del


país. Este dijo que estaba determinado a dejar el país si la situación así lo
requería, aun en contra de la voluntad del CEN de su partido. Luego
abordaron el tema de la composición del gabinete. Betancourt argumentó
en torno al amplio respaldo popular de su partido y a la mayoría que tenía
en el Congreso Nacional, como algo contradictorio y difícil de explicar, si el
partido resultaba disminuido en el Gabinete Ejecutivo. Sin embargo, en
una actitud conciliadora, propuso dejar una adecuada representación de
su partido en el Gabinete, y cambiar a cierto número de gobernadores de
Estado. La reunión terminó con el acuerdo de volverse a reunir.

El 23 de noviembre, el Gabinete renunciaba en pleno para facilitarle


al Presidente su reorganización; el mismo Gabinete fue confirmado por el
Presidente, dándole de esta manera punto final a las negociaciones. Ante
la amenaza de una huelga general a ser convocada por AD, el 24 de
noviembre de 1948 un golpe militar derrocaba a Rómulo Gallegos.

74
ANDRÉS STAMBOULI

LA DICTADURA
1948-1958

La Junta Militar de Gobierno que se instaura el 24 de no-


viembre de 1948, procede de inmediato al desmontaje de todo el orden
institucional democrático representativo, comenzando con la detención y
exilio de los principales dirigentes del partido Acción Democrática, disuelto
e ilegalizado, por considerarlo ‘causante del caos provocado’.
Simultáneamente se disuelven el Congreso Nacional, las Asambleas
Legislativas de los estados, los Concejos Municipales y el Consejo Supremo
Electoral, entre otros.

El gobierno militar iniciaba así el proceso de desmovilización política


de la sociedad, que habría de consolidarse en 1952, con el
desconocimiento de los resultados de las elecciones realizadas para elegir
una Asamblea Constituyente, a pesar de haber manifestado en sus inicios,
el 24 de noviembre de 1948, que

“ [...] este movimiento no se orienta de ninguna manera hacia la


instauración de una dictadura militar, ni abierta ni disimuladamente
[...]. [...]. No se ha asumido el poder para atentar contra los principios
democráticos sino para obtener su efectiva aplicación y preparar una
consulta electoral a la cual concurra toda la ciudadanía en igualdad
de condiciones.”

Con un resultado electoral adverso en 1952, el Ministro de la Defensa


argumenta que:

“La Institución Armada [...] no está dispuesta a admitir que por


acuerdos torvos se vaya a lesionar el prestigio y el progreso de la
nación, seriamente comprometido por el triunfo electoral de Acción
Democrática y el Partido Comunista, que URD ha propiciado [...].”

75
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

con lo que el General Marcos Pérez Jiménez acepta su designación como


‘Presidente Constitucional’.

El ideólogo del nuevo régimen denominó como Nuevo Ideal Nacional al


proyecto militar instaurado. Apoyado en un sustantivo aumento de los
ingresos fiscales petroleros, el grueso del gasto público se destinó a obras
de comunicación, construcciones turístico-ornamentales y complejos
arquitectónicos monumentales, concentrados en la zona central del país, y
fundamentalmente en la capital. El concreto armado copó el interés del
régimen. Evidentemente, la represión y la tortura acompañaron la gestión
dictatorial.

Para 1957, la oposición política al régimen se había reactivado y pedía


la convocatoria de elecciones libres. Importantes organizaciones
empresariales, la Iglesia Católica y sectores de las Fuerzas Armadas,
expresaban también su descontento frente a la dictadura que, en su
relación con la sociedad, recurría cada vez más y con mayor intensidad a
la represión como medio privilegiado para resolver desavenencias. La
camarilla del dictador se restringía aceleradamente.

El corolario fue el aislamiento del régimen y su pérdida de apoyo y


representatividad. El 23 de enero de 1958, huye el dictador, tras la pérdida
de toda base de sustentación, autodefensa y preservación. El orden
dictatorial establecido, deficitario en capacidad de inclusión de la
pluralidad y la diversidad social, conocía una severa crisis de
gobernabilidad provocada por la ausencia de una comunidad política.

LA TRANSICIÓN

La Junta Militar de Gobierno que se instaura el 24 de noviembre de


1948, formada por los tenientes coroneles Carlos Delgado Chalbaud,
Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, concentra sus primeras

76
ANDRÉS STAMBOULI

acciones en desarticular la organización de AD y a las instituciones que


rigieron la vida del país a partir de 1945. Así, son detenidos o exilados los
más prominentes líderes y funcionarios del partido y del gobierno
depuesto; por decreto del 7 de diciembre de 1948 «Se disuelve en toda la
República el partido Acción Democrática, se clausuran sus locales y se
suprimen sus órganos y sus medios de publicidad y propaganda», y el 4 de
diciembre de 1948, se decretaban “...disueltos el Congreso Nacional, cada
una de sus cámaras, su comisión permanente y las asambleas legislativas
de los Estados y sus comisiones permanentes.”

El 7 de diciembre de 1948 “Se disuelven el Concejo Municipal del


Distrito Federal, los concejos municipales que funcionan en los Estados y
los Territorios Federales, y todas las juntas departamentales y comunales
que existen en la República” (Decreto No. 7) y se sustituyen por Juntas de
Administración Municipal nombradas por los gobernadores de estado, con
la anuencia de la Junta Militar de Gobierno. Asímismo, la Junta Militar de
Gobierno decretaba

“ [...] disueltos explícitamente, el Consejo Supremo Electoral y cada


una de las juntas que integran los órganos electorales de la Nación, de
los Estados y Territorios Federales [y establece que para] [...] todas las
cuestiones de orden constitucional recibirá la aplicación de la
Constitución Nacional promulgada el 20 de julio de 1936, reformada el
5 de mayo de 1945, sin perjuicio de que la junta dé acatamiento a
aquellas disposiciones de carácter progresista de la Constitución
Nacional promulgada el 5 de julio de 1947 [...].” (Rivas, p. 35).

De esta manera, el gobierno militar iniciaba el desmontaje de las


instituciones democráticas y la desmovilización de la sociedad que habría
de consolidarse en 1952, al desconocer los resultados de las elecciones
convocadas para elegir una Asamblea Constituyente.

77
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

PROCLAMAS DE LA INTERVENCIÓN MILITAR

En su primer comunicado a la Nación, se anuncia que las Fuerzas


Armadas Nacionales

“ [...] en vista de la intromisión de grupos extremistas en la vida


nacional, puesta de presente en la mañana de hoy por la decisión de
una huelga general de consecuencias incalculables y ante la incitación
a las masas para cometer actos vandálicos y alterar el orden, han
asumido plenamente al control de la situación para velar así por la
seguridad de toda la Nación.”

En el Comunicado N° 6 se encuentra una argumentación más


detallada de las razones que indujeron a los militares a intervenir. En
primer lugar

“El Partido Acción Democrática continuó a pesar de que pregonaba de


ser (sic) un partido nuevo, los vicios políticos que caracterizaron los
anteriores gobiernos, aprovechándose seguidamente del poder para su
propio beneficio, implantando el sectarismo político [...] la fracción
extremista de dicho partido inició una serie de maniobras tendientes a
dominar también a las Fuerzas Armadas Nacionales, tratando de
nombrar entre ellas la discordia y la desunión. Los organismos
superiores del Ministerio de la Defensa Nacional, responsablemente
pusieron al Presidente de la República en conocimiento de estas
circunstancias, esperando un remedio oportuno y eficaz [...] esta
conducta de las Fuerzas Armadas se interpretó tendenciosamente
como desafección al gobierno, y lo que pudo ser problema de fácil
solución, se convirtió por obra de la intransigencia partidista y de la
indecisión del Presidente, en una crisis política extraña a la intención
y actitud de las Fuerzas Armadas.”

En lo referente a los propósitos generales de la Junta Militar, dos días


después del golpe, Carlos Delgado Chalbaud, su Presidente, declaraba que

78
ANDRÉS STAMBOULI

“La Junta Militar quiere dejar categórica constancia de que este


movimiento no se orienta de ninguna manera hacia la instauración de
una dictadura militar, ni abierta ni disimulada [...]. No se ha asumido
el poder para atentar contra los principios democráticos sino para
obtener su efectiva aplicación y preparar una consulta electoral a la
cual concurra toda la ciudadanía en igualdad de condiciones.”

El régimen militar buscó legitimarse en los términos del mismo


principio que motivó su intervención en 1945: la democracia. Ésta había
sido uno de sus leit-motiv para derrocar a Medina y ahora volvía a ser
utilizada ante su alegada desnaturalización por parte del gobierno de AD.
La reivindicación de la democracia seguiría campeando en varios discursos
y comunicaciones oficiales hasta el mismo día del desconocimiento de los
resultados electorales de diciembre de 1952. Así por ejemplo, el mismo
presidente de la Junta Militar, en el tradicional mensaje de año nuevo,
ratificaba el carácter transitorio y provisional del gobierno “...durante el
cual las instituciones recobrarán su aptitud para ser utilizadas como
medios de realización de los ideales de libertad, soberanía y democracia...”.

Al año del golpe, el presidente de la Junta Militar también anunciaba


un decreto

“ [...] en cuya virtud se encarga a una Comisión constituida por


destacados juristas, representativos de la opinión nacional, del estudio
y redacción del Estatuto Electoral por el cual el pueblo, en su debida
oportunidad proceda libre y ordenadamente a la organización
constitucional del poder [...]. Vamos a la superación de la emergencia
existente con la integración de un poder Constituyente elegido en
forma democrática, sin presión oficial.”

El 28 de noviembre de 1949, se instalaba la Comisión encargada de


redactar el Proyecto de Estatuto Electoral. Rafael Caldera y Jóvito Villalba,
secretarios generales de los partidos COPEI y URD, la integraban en
calidad de vicepresidentes. El estatuto fue promulgado el 18 de abril de
1951.

79
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

En una carta del Ministro de Justicia a Luis Augusto Dubuc,


Domingo Alberto Rangel y Jesús Farías, presos políticos y militantes del
Partido AD los primeros y del PCV el último, se decía:

“La promulgación del Estatuto Electoral, ha demostrado que el


pronunciamiento de las Fuerzas Armadas Nacionales el 24 de
noviembre de l948, realizado para desplazar del poder a una
oligarquía partidista, no tuvo, ni abierta ni disimuladamente,
intención de instaurar en el país una dictadura militar. Hoy el
Gobierno se apresta a garantizar un proceso eleccionario en el cual
participarán las diversas tendencias políticas, caracterizadas por
todos los partidos legalmente constituidos, sin la presión interesada
de un grupo que, desde el poder, decida el resultado a favor de uno de
ellos.”

El Decreto N° 120 sobre Garantías de Asociación y Reunión,


promulgado el 18 de abril de 1951, se refería a la libertad de asociación
partidista, excluyendo expresamente a los ilegalizados AD y PCV. De esta
manera, todo parecía encaminado al restablecimiento del sistema de
partidos, con las exclusiones mencionadas. El régimen, sus instituciones y
personeros daban pie a partidos como URD y COPEI para creer que pronto
jugarían un papel destacado en el sistema político.

Apoyándose en una extensa crítica al gobierno depuesto y en las


primeras promesas del nuevo, estos dos partidos produjeron, por
separado, documentos explicativos de su posición frente al golpe. Luego de
pasar revista a los actos políticos del partido depuesto, manifestaban su
apoyo a los deseos de la Junta Militar de convocar a nuevas elecciones
(Rivas, pp. 27-29 y 37-40). Representantes de ambos partidos colaboraron
con las nuevas autoridades durante un tiempo, pero la actuación de la
Junta Militar, a partir de 1952, habría de desengañarlos, trasladándolos al
campo de la oposición.

80
ANDRÉS STAMBOULI

La posición de la Iglesia Católica ante el golpe del 24 de noviembre,


queda expuesta en el editorial de la revista SIC del mes de diciembre,
titulado «La noche quedó atrás...». Este editorial calificaba al Comunicado
Nº 6 de las Fuerzas Armadas Nacionales, de “ [...] sobrio y bien razonado
documento histórico [...]”.

De esta manera, concentrando sus primeras acciones contra AD, la


Junta Militar logró constituir en torno a ella un consenso importante.
Cada uno de los sectores mencionados tenía alguna cuenta que cobrarle a
AD y casi cualquier gobierno era apreciado por ellos como preferible,
siempre y cuando, naturalmente, el nuevo régimen les ofreciera ciertas
garantías. La Junta Militar así lo hizo, por lo menos mientras se
consolidaba institucionalmente. Pero AD no sería el único partido excluido
del sistema político. El 13 de mayo de 1950, el gobierno decretaba también
la disolución del PCV, la clausura de sus locales y la supresión de sus
órganos y medios de comunicación. Al Partido Comunista se le acusaba de
haber promovido paros ilegales en la industria petrolera y otros actos
contra el orden público, en alianza con personas vinculadas a AD. Tales
actos, decía el decreto, entorpecían el normal restablecimiento de las
instituciones de la democracia venezolana, a lo cual tiende la gestión del
gobierno.

El 4 de noviembre de 1950, Carlos Delgado Chalbaud anunció al


gabinete sus propósitos referidos a la convocatoria para las elecciones y el
consecuente reconocimiento de sus resultados, cualquiera fuese el
ganador. El secretario de la Junta, al observar que no ganaría el gobierno,
provocó por parte de Delgado una respuesta tajante: «[...] le entregamos el
gobierno al ganador así lo tengan que tumbar al día siguiente». Carlos
Delgado Chalbaud, moría asesinado en una emboscada el 13 de noviembre
de l950. Ese asesinato marcó la resolución de una pugna interna en el
Ejército entre un sector que comandaba el presidente asesinado, quien

81
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

propiciaba la devolución del gobierno a los civiles, y el otro, liderizado por


Marcos Pérez Jiménez, quien pugnaba por el mantenimiento de los
militares en el poder. Mientras el presidente Delgado extendía sus
relaciones con la élite civil caraqueña, Pérez Jiménez se dedicaba a
estrechar sus lazos con sus compañeros de uniforme, entre quienes tenía
un alto prestigio por sus habilidades técnicas. Era el verdadero líder
militar.

EL FRAUDE ELECTORAL

El 30 de noviembre de 1952 se realizan las elecciones para la


Asamblea Constituyente. A las mismas concurren URD, COPEI y el Frente
Electoral Independiente (FEI), organización del gobierno. Los resultados
extra oficiales daban a URD una amplia mayoría, sin embargo, el Consejo
Supremo Electoral emitió unos resultados, denunciados por COPEI y URD
como fraudulentos, en los que el FEI aparecía como ganador. En
consecuencia, tanto URD como COPEI decidieron desconocer los
resultados, negándose a participar en tal Constituyente. Esto significó la
ruptura definitiva de estos partidos con el régimen militar. El 16 de
diciembre, Jóvito Villalba y otros prominentes líderes de URD eran “ [...]
invitados a ausentarse temporalmente del país.” La razón del
desconocimiento de los resultados electorales por parte del gobierno, le fue
comunicada a URD por Pérez Jiménez en un telegrama que, entre otras
cosas decía: “La Institución Armada [...] no está dispuesta a admitir que
por acuerdos torvos se vaya a lesionar el prestigio y el proceso de la
nación, seriamente comprometido por el triunfo electoral de Acción
Democrática y el Partido Comunista, que URD ha propiciado.”

Para Vallenilla Lanz, quien sería Ministro de Relaciones Interiores a


partir de diciembre de 1952 hasta principios de 1958, la disyuntiva era

82
ANDRÉS STAMBOULI

“ [...] escoger entre el resultado del sufragio y el desarrollo del país …


ante semejante perspectiva [...]. Conservemos el poder y tratemos de
legitimarlo [...] con una labor trascendente, fecunda [...] nuestra fuerza
derivará de la eficiencia, no del temor.” (Vallenilla L., p. 346).

Con tales argumentos, y contando con el respaldo del alto mando


militar, Marcos Pérez Jiménez acepta su designación como Presidente
Provisional de la República el 2 de diciembre de 1952. El 15 de abril de
1953, el Congreso lo nombra Presidente Constitucional por cinco años, por
el período que se iniciaba el 19 de abril de 1953.

LA DICTADURA SE AFIANZA

Con Marcos Pérez Jiménez se inicia el breve período dictatorial que


habría de regirse bajo el signo legitimador de toda dictadura: orden y
progreso. El Nuevo Ideal Nacional quiso significar la eficacia en la
transformación del medio físico como contraposición al desorden del
sistema de partidos. Este principio doctrinario que se esgrimió como rector
de la acción gubernamental, puede encontrarse en uno de los editoriales
que frecuentemente el Ministro de Relaciones Interiores, Laureano
Vallenilla Lanz, escribía bajo el seudónimo de RH en el diario El Heraldo.
Por su significado reproducimos amplias partes del mismo. Con el título
bastante expresivo de ‘Bajo el signo del bull dozer’, se decía:

“ Si algo caracteriza al actual régimen político de Venezuela es el


tractor […] El tractor es el mejor colaborador del gobierno, el más
cabal intérprete del elevado y noble propósito de transformar el medio
físico. El tractor, ese símbolo de la patria y del gobierno, destruye
muchas cosas. Hasta los clubs políticos llamados partidos y sus
representantes característicos han sufrido su impacto y se mezclan
para perderse con la caña amarga, la pared de bahareque y los
«corotos» inútiles que el camión transporta para rellenar un hoyo. Se
está cerrando un capítulo de nuestra historia. El actual gobierno de la
República considera que la mayoría de nuestros problemas encuentra
su solución en la ingeniería. La vivienda, el agua, las comunicaciones

83
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

son reivindicaciones que corresponde a los técnicos analizar y


satisfacer. El nuevo ideal nacional funda su mística en el trabajo
racionalmente orientado. Está echando las bases de una tecnocracia
cuya filosofía recuerda a St. Simon y a Stuart Chase.”

Pero el capítulo que el régimen pretendía cerrar definitivamente no


tardaría en reeditarse con vigor.

Los años de 1953 a 1956 son de relativa estabilidad para el gobierno


dictatorial. En efecto, la resistencia al régimen es brutalmente reprimida y
reducida a su mínima expresión por la Seguridad Nacional. El aparato
clandestino de AD es completamente desmantelado con el asesinato de sus
tres dirigentes: Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali y Antonio Pinto
Salinas. En cuanto al PCV, aunque sus dirigentes logran sobrevivir a la
acción represiva de la SN, se ve limitado en sus actividades. En general,
estos tres años transcurren sin oírse, internamente, ninguna voz de
oposición o de crítica al gobierno. La represión y la tortura, la censura
oficial, la autocensura y la conformidad de la ciudadanía, se combinaron
para tranquilidad provisoria del régimen.

El 2 de enero de 1954, la prensa anunciaba que el gobierno había


ordenado la libertad de más de 400 presos políticos, lo que representaba,
según el propio gobierno, más del sesenta por ciento de los detenidos por
tales motivos. Igualmente anunciaba que

“ […] se ha abierto el camino para que las personas que se hallen en el


exilio, puedan regresar al país […] siempre que se comprometan con el
apoyo de fiadores responsables a no ser factor de perturbaciones.”

El 3 de febrero de 1956, el presidente Pérez Jiménez autorizaba la


visa para el regreso de todos los venezolanos exilados que la desearan,
incluyendo a Rómulo Betancourt y Rómulo Gallegos. Informaba también

84
ANDRÉS STAMBOULI

acerca del sobreseimiento de la causa de varios detenidos políticos para


ponerlos en libertad.

El gobierno concretaba sus proyectos de grandeza nacional, apoyado


en un sustantivo aumento de los ingresos fiscales derivados del boom
petrolero, producido por un conjunto de circunstancias ocurridas en la
economía mundial tales como la nacionalización del petróleo en Irán, la
reconstrucción de Europa y la guerra de Corea. El Estado se convirtió en el
gran inversor mediante la constitución de grandes complejos económicos
como la Petroquímica y la Siderúrgica. La industria privada de la
construcción y sus conexas experimentaron una expansión significativa, lo
que la convirtió en el sector de la economía que registró el mayor
crecimiento en la época, junto con el comercio importador. Así, el concreto
armado copó el interés y la orientación económica del régimen.

LA CRISIS DE LA DICTADURA

El año crítico del régimen dictatorial fue 1957. Durante el mismo


debían concretarse los mecanismos de la sucesión presidencial prevista en
el artículo l04 de la Constitución de 1953, el cual establecía que:

“El Presidente de la República será elegido por votación universal,


directa y secreta, con tres meses de anticipación, por lo menos, al 19
de abril del año en que comience el período Constitucional, en la fecha
que determine el Congreso Nacional en sus sesiones ordinarias del
año inmediato anterior al del comienzo del respectivo período. Se
proclamará electo Presidente de la República al ciudadano que haya
obtenido mayor número de votos.”

El texto constitucional contemplaba un mecanismo competitivo para


resolver el problema sucesoral. A estos efectos, el Congreso Nacional, el 26
de julio de 1957, estableció como fecha para la elección presidencial para
el período 1958-1963, el 15 de diciembre del mismo año. Pero, e1 4 de
noviembre, el presidente Pérez Jiménez le informaba al Congreso acerca de
85
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

una fórmula plebiscitaria como proyecto del régimen para resolver el


problema de la sucesión. El plebiscito propuesto permitiría determinar

“ [...] si se está de acuerdo con las ejecutorias del régimen y, por


consiguiente, si se considera que la persona que ha ejercido la
Presidencia de la República en este período debe ser reelegida.”

El 20 de noviembre quedaba establecido el procedimiento para


efectuar la votación del 15 de diciembre, en la que se permitió votar a los
venezolanos mayores de 18 años y a los extranjeros, con el mismo
requisito de edad, con por lo menos dos años de residencia en el país. Los
resultados de este plebiscito, conocidos de antemano, fueron comunicados
oficialmente el 20 de diciembre:

Total de votos 2.738.972


Votos nulos 186.013
Gran total 2.924.985
Votos afirmativos 2.374.790
Votos negativos 364.182

El Presidente y su régimen supuestamente contaban con el apoyo


abrumadoramente mayoritario de la ciudadanía; pero el fraude no dejaría
de ocasionarle serios desafíos a la dictadura. La oposición al régimen se
había empezado a reactivar y pedía la convocatoria de elecciones libres.
Pero mucho más significativo resulta observar cómo sectores importantes
de la sociedad que no habían hasta el momento manifestado síntomas de
desafección hacia el régimen, se expresaron del plebiscito en los mismos

términos que los de la oposición clandestina. En un documento emitido


por el Comité de Comerciantes e Industriales de Caracas se podía leer que

“ […] las Cámaras de Comercio y Producción de todo el país, así como


la totalidad de los bancos de la zona metropolitana de Caracas
86
ANDRÉS STAMBOULI

dirigieron con fecha 12 de noviembre del presente año una


comunicación al Congreso Nacional en relación con el problema de la
sucesión presidencial, solicitando para tal fin [...] la incorporación de
una Ley que favorezca el acierto en la selección, mediante amplia
consulta a la opinión pública [...] las Cámaras Legislativas hicieron
caso omiso de ella sancionando en su lugar una fórmula eleccionaria
que viola en forma flagrante la Constitución Nacional y cercena los
más elementales derechos ciudadanos.”

El documento indicaba que el descontento provenía exclusivamente


de una cuestión constitucional, sin embargo en el mismo se puede leer a
continuación que:

“La colaboración entre las fuerzas económicas privadas y el Estado es


requisito indispensable para el desarrollo armonioso de la economía
del país. Esta colaboración debe estar basada en la confianza y el
respeto mutuos, y en la libre discusión de los problemas que afectan a
la colectividad, la cual ha estado ausente de la gestión del actual
gobierno, no obstante nuestras reiteradas solicitudes. La prolongación
del actual estado de cosas, agravada por la fórmula anti-constitucional
que se pretende utilizar para la selección de los personeros del
régimen ahondará aún más el profundo divorcio entre el Estado y la
actividad económica privada, condenándonos más todavía a la
aceptación pasiva del arbitrio oficial.”

El problema para este sector de la empresa privada no era sólo de


carácter constitucional; implicaba también, y sobre todo, la expresión de
una crisis de comunicación y de participación y, como se verá luego, una
crítica a la orientación de la política económica del régimen.

El descontento no provenía solamente de la oposición de sectores


proscritos legalmente del juego político y de la economía privada. La
Iglesia, sectores importantes de las Fuerzas Armadas, intelectuales y otros,
enajenaban gradual y radicalmente su apoyo al gobierno.

La característica más relevante del régimen dictatorial, en su


comunicación con la sociedad, fue la de recurrir con mayor frecuencia,
87
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

extensión e intensidad a la represión, como medio privilegiado para


resolver sus diferencias; casi que ningún sector de la sociedad se vio libre
de ella: militares, clérigos, hombres de empresa, intelectuales, además de
los simples ciudadanos apenas sospechosos de algún acto que tuviere que
ver con el descontento hacia el gobierno. Pero pronto la represión
empezaría a mostrar su ineficacia para contener a la oposición creciente;
los personeros del gobierno mostraron una completa incapacidad de
recurrir a formas alternas a la represión para resolver los conflictos y las
tensiones, y ésta fue desafiada por todos los sectores.

El corolario de este proceso fue el aislamiento acelerado del régimen y


su pérdida casi total de apoyos por parte de la sociedad. El régimen había
llegado a convertirse en minoría gobernante que representaba sus propios
intereses de mantenimiento en el poder, distanciándose cada vez más de la
sociedad y de su organización de intereses. Pocos sectores se encontraban
ahora representados por el gobierno. Consecuentemente, cae el 23 de
enero de 1958, habiendo perdido toda base de sustentación, autodefensa y
preservación.

Relatemos la evolución de las relaciones del gobierno con los distintos


sectores sociales que originalmente lo apoyaban, y las razones que
condujeron al deterioro de dichas relaciones, así como la actuación de los
partidos políticos en el exilio. No se trata de presentar una evaluación del
régimen de Pérez Jiménez sino, más bien, de analizar el proceso de
deterioro de sus apoyos y la actuación de las fuerzas de oposición.
Evidentemente, ambas dimensiones están estrechamente relacionadas;
¿cómo comprender las razones de una oposición creciente hacia un
régimen si no caracterizamos los actos de gobierno, sus políticas?. Sin
embargo, la caracterización del régimen en cualquiera de sus aspectos sólo

88
ANDRÉS STAMBOULI

será tratada en la medida en que implique un aporte a la comprensión del


problema central: la crisis de apoyo al régimen dictatorial.

EL DISTANCIAMIENTO DE LA IGLESIA

Analizar las relaciones entre la Iglesia Católica y el régimen


dictatorial, en función de la caída de Pérez Jiménez, resulta importante por
varias razones. En primer lugar, por la acción opositora y beligerante de la
Iglesia, previa a la caída de Gallegos; en segundo lugar, por haber sido un
sector particularmente beneficiado por las decisiones del gobierno militar;
por último, por haber sido la Iglesia un sector con el que el gobierno
mostró una peculiar torpeza política en sus relaciones.

En la búsqueda de consenso por parte del gobierno militar de 1948, la


Iglesia no podía ser el sector de menos. Entre los beneficios recibidos del
régimen, podríamos citar los siguientes. En cuanto a asignaciones
presupuestarias del Estado:

“Poco interés podían despertar en el ánimo de un gobierno sectario,


cuyos principales dirigentes eran enemigos declarados de la religión,
los problemas relacionados con el culto y la protección de los mismos
[…]. El gobierno ha ordenado aumentar esta partida en el nuevo
presupuesto en la cantidad de 557.000 bolívares, o sea, más del doble
de lo que tenía destinado en el anterior gobierno.” (Síntesis de la Junta
de Gobierno, 1948, MRI, p. 18).

Anteriormente, la Iglesia debía pedir permisos individuales para el


ingreso de sacerdotes extranjeros al país. Dicha política se liberalizó
mediante la eliminación de los controles gubernamentales (SIC, No. 202,
1958) y, entre 1950 y 1958 la organización eclesiástica se extendió,
creándose seis nuevas diócesis (Micheo, p. 30). Sin embargo, donde más se
destacan los beneficios obtenidos por la Iglesia es en el campo de la
educación. En efecto, entre los primeros actos del gobierno militar estuvo
la promulgación de un estatuto provisional de la educación, en reemplazo
89
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

de la Ley Orgánica aprobada por el Congreso Nacional poco antes del


golpe. En el mismo se contemplaban dos horas de instrucción religiosa
semanal, dentro del horario normal de clases. La Ley Orgánica de 1948
mantenía la instrucción religiosa fuera del horario normal. Asimismo, el
estatuto establecía la igualdad de condiciones, en tanto que profesores de
secundaria, para los graduados de facultades universitarias, en relación
con los graduados del Instituto Pedagógico. Este último, retenía el
monopolio de la formación de los docentes, hasta la creación de la
Universidad Católica en 1953.

En cuanto al presupuesto del Ministerio de Educación, éste, mientras


se había triplicado entre 1945 y 1948, sólo había aumentado de 119
millones de bolívares a 178 millones de bolívares, entre 1948 y 1958, a
pesar del sustancial aumento del presupuesto nacional (Levine, p. 95).
Este hecho significó la disminución de la rata de crecimiento del sector
público de la educación, en favor del sector privado, el cual, en un alto
porcentaje, estaba en manos de la Iglesia.

“En la educación primaria, el número de estudiantes en escuelas


públicas, poco menos que duplicó, mientras que el reclutamiento
privado se multiplicó por más de tres. Mientras que el número de
escuelas primarias declinó, las escuelas primarias privadas se
quintuplicaron. En la educación secundaria la rápida expansión de las
escuelas privadas era aún más marcada. Mientras que sólo 12 nuevos
liceos públicos eran abiertos durante la década, casi 200 liceos
privados fueron fundados. La proporción de estudiantes reclutados
por instituciones privadas de secundaria, más que duplicó.” (Levine,
pp. 95-96).

Con la creación de dos universidades privadas, la Católica Andrés


Bello y la Universidad Santa María, la educación superior privada, en el
lapso de cinco años, pasó a tener el veinte por ciento del total de
estudiantes universitarios del país.

90
ANDRÉS STAMBOULI

Así, la Iglesia Católica, durante los primeros años de la dictadura,


recibió un tratamiento favorable a sus intereses y demandas por parte del
gobierno, viendo de esta manera fortalecida su presencia, organización y
funcionamiento. El sector educativo, crucial dentro de las actividades de la
Iglesia

“ […] es respetado y fomentado por el dictador y se fortalece, por lo


menos en su fuerza gremial, al afianzarse tanto numérica como
estructuralmente la Asociación Venezolana de Educadores Católicos
(AVEC) y la Federación de Padres y Representantes de las Escuelas
Católicas (FAPREC).” (Micheo, p. 30).

Las relaciones entre los altos personeros del gobierno y los


representantes de la Iglesia habían mejorado sustancialmente. Así lo
evidencian las expresiones de la revista SIC hacia el Ministro de
Educación, quien tuvo a su cargo el discurso de clausura de la primera
Asamblea de los Colegios Católicos de Venezuela, realizada en enero de
1952:

“El discurso [...] del ciudadano Ministro de Educación contuvo frases


que ha tiempo no se oían en este país. Nos permitimos reproducir las
siguientes partes: «Atrás quedó el régimen de desconfianza recíproca
que hubo de imperar, en otro tiempo. Sin condiciones interesadas
para ninguna de las partes, el Estado y las comunidades de
educadores religiosos pueden armonizar sus aspiraciones de bien
público en la exigente y noble finalidad de preparar debidamente a la
niñez y a la juventud del país en cualquiera de los planos del proceso
educativo. Quien no sea capaz de ofrecer garantías a quienes
practican el bien, la bondad y la moral, no ama sinceramente ningún
principio fundamental que explique la razón de vivir.” (SIC, No. 141,
1952).

De este modo, el nuevo gobierno resolvía las tensiones políticas y


sociales con un sector importante de la sociedad, que había demostrado
una gran capacidad de movilización durante el régimen de 1945-48,
obteniendo de esta manera su apoyo. Empero, este ambiente de armonía

91
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

comienza a deteriorarse a partir de 1957, hasta enfrentar a la Iglesia con el


régimen.

El deterioro de las relaciones entre el régimen y la Iglesia puede


observarse en la Carta Pastoral de Monseñor Rafael Arias Blanco,
Arzobispo de Caracas, en ocasión del 1º de mayo, día de los trabajadores y
en la ‘batalla de editoriales’ entre el Ministro de Relaciones Interiores,
Laureano Vallenilla, quien firmaba R.H. en El Heraldo, y el padre
Hernández Chapellín, director del diario La Religión.

En efecto, no fue tanto la crítica de la Iglesia hacia el régimen cuanto


la torpe reacción política de los altos funcionarios del gobierno, en
particular del ministro Vallenilla, la que deterioró su relación. Cabe
destacar que el contenido de la crítica de la Iglesia al régimen en ningún
momento fue tan explícita y agria como aquella que se pudo observar
hacia los gobiernos de AD entre 1945 y 1948. Tampoco se observa una
movilización orgánica en defensa de sus intereses —quizá porque no
fueron tan directamente afectados— como la realizada en el trienio. La
iracunda y torpe reacción del Gobierno se constituyó en factor
determinante de las tensiones con la Iglesia.

La ‘batalla de editoriales’ reveló la impermeabilidad, intolerancia y


una extrema irritabilidad del gobierno hacia cualquier queja o crítica hacia
su gestión. Los editoriales de La Religión y la Pastoral del lº de mayo se
inspiraban en gran medida en algunas encíclicas papales y en particular
en un discurso de Pío XII dedicado a Venezuela, cuyos temas trataban de
la espiritualidad, la sensibilidad social, la justicia y las desigualdades
sociales. Así en La Pastoral se dice que “ [...] la Iglesia tiene derecho, un
derecho al cual no puede renunciar, a intervenir en la solución del
problema social.”

92
ANDRÉS STAMBOULI

A la luz de la recepción de la Doctrina Social de la Iglesia en


Venezuela, fundamentada en las encíclicas de León XIII y Pío XI, y
retomadas después de la Segunda Guerra Mundial por Pío XII, en la Iglesia
venezolana comienza a manifestarse una preocupación creciente por la
problemática social en general y, en particular, por la situación de los
obreros y campesinos:

“ [...] durante la dictadura comienza a tener significado —aunque con


mucha timidez— un nuevo flanco de acción de la Iglesia: la acción
obrera y campesina [...]. En esta misma línea se van constituyendo
ligas agrarias católicas y sindicatos autónomos a través de cursillos de
capacitación social, la creación de la Juventud Obrera Cristiana (JOC)
etc. [...]. Este flanco fue drásticamente perseguido por el dictador y
tuvo que trabajar clandestinamente usando nombres de asociaciones
piadosas para evitar sospechas” (Micheo, p. 30).

La Pastoral de Monseñor Arias se inscribe en esta preocupación.


Luego de reseñar los cambios ocurridos en la estructura económica, el
documento llamaba la atención sobre los problemas de la injusta
distribución de la riqueza, el desempleo, los salarios bajos, el déficit de
escuelas y de servicios sanitarios y asistenciales, las condiciones injustas
del trabajo femenino, entre otros, resaltando que “ [...] el país tiene tanta
riqueza que podría enriquecer a todos, sin que haya miseria y pobreza,
porque hay dinero para que no haya miseria.” A continuación proponía
una mayor orientación social del gasto público y privado mediante

“ [...] la consagración nacional del Salario Vital Obligatorio, y la


institución igualmente nacional de una política de prestaciones
familiares, pues se trata de dos conquistas logradas ya en muchas
naciones cristianas del mundo culto occidental.”

Al mismo tiempo, instaba a los obreros a organizarse en términos de


la Doctrina Social de la Iglesia, recordándoles que

93
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“ [...] no es en la revolución, sino en una evolución armónica donde


está la salvación y la justicia [...] sólo una evolución progresiva y
prudente [...] iluminada y guiada por las santas normas cristianas de
la justicia y la equidad, puede llevar al cumplimiento de los deseos y
de las honestas necesidades del obrero.”

El texto pastoral no encerraba ninguna declaración de guerra hacia el


gobierno y el régimen, sobre todo si se le compara con los violentos
editoriales de la revista SIC publicados durante el trienio. Sólo demandaba
mayor sensibilidad social hacia los sectores más desfavorecidos de la
sociedad. Aunque la orientación económica y social del gobierno
contradecía dichas demandas, había, sin embargo, un espacio político
entre la Iglesia y el régimen, dentro del cual el propio gobierno hubiese
podido tratar dichas demandas para que no se constituyeran en fuente de
enfrentamientos y tensiones. Cierto es que la Pastoral misma no produjo
una especial reacción del gobierno en un primer momento.

En efecto, el Ministro del Interior interpretó el citado documento como


una réplica al discurso presidencial que una semana antes contenía un
inventario de la obra material de gobierno. El 2 de mayo, el ministro
Vallenilla, por teléfono, citó a su despacho al arzobispo Arias Blanco. En la
reunión, el Ministro habló de la obra de gobierno y una semana más tarde,
el Ministro del Trabajo le dirigió al Arzobispo una carta privada que
contenía un balance de la obra del gobierno a favor de los obreros; la
construcción de una Casa Sindical y del Balneario de Los Caracas, eran,
entre otros logros esgrimidos, los beneficios obtenidos por los
trabajadores*. Aunque dicha Pastoral no constituyó motivo de mayores
problemas entre la Iglesia y el Gobierno, sí fue el factor desencadenante
del posterior enfrentamiento entre ellos, por medio de editoriales
interpuestos. En una entrevista a Monseñor Arias Blanco (El Universal, 27-
1-1958), el prelado señaló que, a partir de la Pastoral, la Iglesia había
perdido su ascendencia frente al régimen para lograr la libertad de presos
94
ANDRÉS STAMBOULI

políticos. Esta actividad por cierto, la venía realizando la Iglesia desde el


año de 1951.

En cuanto a los editoriales de los medios impresos vinculados a la


Iglesia, como SIC y La Religión, los más explícitos no revelaban una
oposición sustancial al gobierno, más bien eran ambiguos. Incluso hubo
editoriales laudatorios de la obra y actos del gobierno. Por otro lado, los
que podían verse como más críticos, utilizaban pasajes bíblicos
metafóricos. Sin embargo los mensajes de la Iglesia no dejaban de ser
significativos, si tomamos en cuenta que eran la única fuente de crítica
pública al gobierno, dentro de un ambiente de alta censura y represión.
Algunos ejemplos ilustran tal cuestión.

El 6 de agosto de 1957, R.H., seudónimo del Ministro Vallenilla,


escribía en El Heraldo:

“Los partidos que se constituyeron apresuradamente el decenio


siguiente a la muerte del General Gómez, no tienen ni masas, ni
mística, ni tradición. El hecho de que hayan desaparecido sin ofrecer
resistencia es prueba fehaciente de este aserto. Un decreto y una
simple operación policial bastaron para liquidarlos. Son muertos sin
dolientes, inclusive entre la parentela más cercana.”

Una semana más tarde en La Religión, el Padre Hernández Chapellín


titulaba su editorial, ‘Orientaciones para R.H’:

“ [...] podemos afirmar que AD y otros partidos no están muertos. Todo


lo contrario. Creer que una idea se mata con una “simple acción
policial”, que se extinga con un decreto, es colocar esas ideas en el
plano de las cosas materiales. Lo que acontece es que esos partidos no
encuentran clima propicio para trabajar a la luz pública. Que tengan
campo libre de acción y veremos si es cierta la falta de vitalidad [...].
La célula cancerosa no se ve. Tampoco apreciamos a simple vista el
bacilo de la tuberculosis. Pero no por eso podemos descuidar y afirmar
que no trabajan. Pongámonos en contacto con esos pequeños seres
vivos, y entonces podremos apreciar su proliferente actividad vital.”

95
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Que tengan campo libre de acción [...] la célula cancerosa no se ve [...]


no por eso podemos descuidar [...]. ¿Ambigüedad deliberada, juicio
analítico o consejo al régimen? Cualquier lectura podía habérsele dado a
ese texto y, en consecuencia, cualquier acción también podía ser asumida:
política y conciliadora, o conflictiva. El Ministro del Interior llamó al padre
Hernández por teléfono:

—Padre, es necesario que Ud. modifique su actitud.

—Mis editoriales los pienso y los medito bien, luego escribo y los lanzo
y me importa poco lo que ustedes piensen de ellos. (García Márquez,
en Testimonio… p. 93)

Mas tarde, en el Despacho del Ministro, el padre Hernández habría


también dicho:

“Betancourt y yo estamos en trincheras opuestas, como otros muchos


exilados. Pero ellos también son venezolanos y aquí deben estar para
que le demos la pelea en el terreno ideológico.” (García Márquez…).

A partir de entonces las comunicaciones que se establecieron entre el


clero y el gobierno estuvieron signadas por la crispación. Lo que muchos
sacerdotes entendían como propagación de la Doctrina Social de la Iglesia
en sus sermones, el gobierno lo interpretaba como incitación y ataques
contra él. Demostrando su incapacidad para manejar tales situaciones, el
gobierno respondía con amenazas, chantajes, e incluso, detención de
sacerdotes, entre ellos al propio padre Hernández Chapellín. Esta
situación iba agudizando aún más la oposición del clero; algunos párrocos
utilizaron multígrafos para imprimir volantes en contra del gobierno,
siendo los párrocos intervenidos por la Seguridad Nacional, deteriorando
todavía más las relaciones entre la Iglesia y el régimen.

96
ANDRÉS STAMBOULI

El editorial de La Religión del 28 de diciembre de 1957, en ocasión de


la Navidad, fue dedicado a rememorar el episodio de Herodes. Este era un
tácito paralelo entre el tirano bíblico y el dictador venezolano.

“La historia de la humanidad está jalonada de hombres como Herodes.


Hombres que atropellan todas las leyes, conculcan toda justicia,
sacrifican víctimas inocentes para poder llevar al final sus planes de
soberbia y ambición.”

El general Rómulo Fernández, Jefe del Estado Mayor Conjunto, le


entregó a Pérez Jiménez, el 8 de enero de 1958, un memorandum
contentivo de algunas situaciones que, en su opinión, ponían en peligro al
régimen, ya en proceso de franco deterioro. En relación con la Iglesia, se
exponía el trato vejatorio recibido por el arzobispo Arias Blanco de parte
del Ministro del Interior, afirmando que

“ [...] el Sr. Ministro del Interior está empeñado en hacer romper el


gobierno con el clero [...]. La Iglesia es eterna y los gobiernos muy
temporales [...] por lo que éstos debían lograr que ella fuera una
discreta aliada del gobierno.” (La Esfera, 10-2-1958).

Ya era tarde; la ausencia de la política, la torpe intolerancia


gubernamental hacia la preocupación social de la Iglesia, la convirtió en
adversaria abierta a la dictadura.

LOS EMPRESARIOS Y LA DICTADURA

Para referir el proceso de deterioro de las relaciones entre el sector


privado de la economía y el régimen dictatorial, resulta ilustrativo esbozar
las grandes líneas de la política económica del régimen. El petróleo
representaba entre 1948 y 1958 más del 93 por ciento del valor de las
exportaciones totales del país, contribuyendo aproximadamente al 65 por
ciento de los ingresos fiscales totales. Cabe destacar el importante
aumento registrado en las exportaciones petroleras entre 1948 y 1958. Así

97
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

mientras que para los años de 1945, 1946 y 1947, las exportaciones de
petróleo, en millones de dólares, habían sido de 332, 485 y 664
respectivamente, a partir de 1948 y hasta 1958 aumentan sostenidamente
de $1.069 hasta $ 2.299.

Los ingresos fiscales, de 1945 a 1957, también aumentaron


sostenidamente de Bs. 660 millones en 1945, a Bs. 2.534 millones en
1953, hasta alcanzar los Bs. 5.405 millones en 1957. No está demás
mencionar que dicho aumento en la disponibilidad fiscal se fundamentó en
una política mucho más complaciente por parte de la dictadura, en
relación con el trienio adeco, hacia las compañías petroleras*.

La política petrolera de la dictadura consistió en procurar fondos al


fisco mediante el aumento de la producción, que pasó de 1.948 barriles
diarios a 2.799, y el otorgamiento de nuevas concesiones, que en 1956 y
1957 le reportaron al Estado $ 685 millones, en lugar de hacerlo mediante
mayores impuestos sobre las ganancias de las compañías. A tales efectos

“ [...] durante la dictadura, la parte correspondiente al gobierno de los


beneficios declarados por las compañías sufrió un considerable
deterioro … Esta fue la primera vez desde el establecimiento del
Impuesto sobre la Renta que la parte del Estado decreció durante un
determinado período.” (Tugwell, p. 73).

Otro indicio de la eficacia de las compañías petroleras en sus intentos


por reducir sus costos de producción en Venezuela es el hecho de haber
aumentado sus activos fijos en más del 90 por ciento, después de 1954,
luego de haberlos bajado en un 14 por ciento en 1949. Con tal
disponibilidad de recursos fiscales, la orientación de la política económica
del régimen estimuló fundamentalmente al sector de la construcción y
destinó grandes recursos al establecimiento de industrias básicas bajo
control estatal. El régimen dictatorial, en comparación con el trienio adeco,

98
ANDRÉS STAMBOULI

y en términos de los grandes recursos fiscales con que contó, no se


caracterizó especialmente por la orientación social de su gasto público. Un
indicador de esta afirmación puede verse en el gasto público destinado a la
educación; el 5 por ciento asignado presupuestariamente a la educación se
constituyó durante la época de Pérez Jiménez en el más bajo del
hemisferio (Martz, p. 90).

La tasa de incremento interanual de la matrícula estudiantil fue muy


lenta durante la década del cincuenta, aumentando significativamente
luego de la caída del dictador. En cuanto a la educación superior, las
universidades del Estado dejaron de ser gratuitas, trayendo como
consecuencia la contracción de la población universitaria. El porcentaje
del presupuesto nacional asignado a la educación, y lo que es más
revelativo, el gasto per cápita, registró aumentos muy débiles durante la
dictadura, en comparación a los períodos que la precedieron y la
sucedieron. El régimen de Pérez Jiménez enfatizó lo que denominaba ‘la
transformación del ambiente físico’:

“ [...] la correa de transmisión que estimula la demanda interna y


produce el crecimiento de la economía durante este período la
constituye el gasto público fundamentalmente en obras públicas [...]”
(Losada, p. 167).

Entre 1950 y 1955, más del 33 por ciento de los egresos fiscales
anuales correspondieron al sector de obras públicas, según datos de 1957
del Ministerio de Hacienda, lo cual se tradujo en una importante
expansión de la industria de la construcción, orientada hacia grandes vías
de comunicación urbanas e interurbanas, construcciones turístico-
ornamentales y complejos arquitectónicos monumentales. El 75 por ciento
del valor de la construcción privada se concentró en el Distrito Federal.

Otra característica relevante de la dictadura fue la de convertir al


Estado en productor directo, a través de la inversión en la creación y

99
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

gerencia de grandes complejos considerados como industrias básicas. Con


la constitución de la Siderúrgica del Orinoco, la empresa hidroeléctrica
para el aprovechamiento del rio Caroní, la petroquímica de Morón y el
proyecto de una red ferroviaria nacional; “ [...] se trataba de sentar las
bases de un capitalismo de Estado, que permitiera una ampliación del
poder político y militar en el campo económico” (Maza Zavala, pp. 514-
515). Estas orientaciones de políticas del régimen, entre otras razones, no
dejarían de causarle la animadversión de algunos sectores del
empresariado nacional, tal y cómo se verá más adelante.

En cuanto a la industria manufacturera, un informe del Banco


Central de Venezuela establece que “En el período 1948-1959, la
abundante disponibilidad de divisas, al facilitar fuertes importaciones de
productos manufacturados, constituye un serio obstáculo para la naciente
industria nacional...” (BCV, 1971, p. 27), lo que significaba que, al no
adoptar el Estado políticas de protección a la industria nacional, ésta
quedaría relegada en numerosos renglones, sobre todo a partir de la
celebración del Tratado Comercial con los Estados Unidos en 1952; el que,
por cierto, se constituyó en motivo de quejas por parte de cierto sector de
los empresarios industriales nacionales.

Sin embargo, la industria manufacturera creció debido al estímulo


dado a la penetración masiva de capitales extranjeros, los cuales se
triplicaron entre 1951 y 1957. Dichos capitales provenían de más de
treinta países y los norteamericanos representaban más de dos tercios del
total (Kolb, p. 154). Dicho sector conoció un importante crecimiento
durante la dictadura; su tasa de expansión entre 1950 y 1959, fue de
161,8 por ciento. Mientras que en 1950 la industria manufacturera
aportaba al PTB el 9,03 por ciento, mediante la generación de 1.151
millones de bolívares en 1959, luego de un crecimiento sostenido, las

100
ANDRÉS STAMBOULI

cifras eran del 11,55 por ciento y de 3.012 millones de bolívares


respectivamente (Kolb, p. 155).

El sector agrícola fue descuidado por el régimen dictatorial. Los


créditos gubernamentales declinaron año tras año desde 1950,
incrementándose la importación de carnes, productos lácteos, maíz, trigo y
pescado (BCV, 1958, p. 81). Los préstamos del Estado a la agricultura
descendieron de 195 millones de bolívares en 1950, a 67,4 millones de
bolívares en 1957, a pesar del notable aumento registrado en los ingresos
fiscales del Estado y su consecuente disponibilidad presupuestaria. En
1956, dichos préstamos llegaron a bajar hasta 43,9 millones de bolívares
(Levy, p. 20). Aunque se hicieron algunas inversiones a gran escala, éstas
se concentraron en su casi totalidad en algunos tipos de asentamientos
ambiciosos que incluían pocas familias de agricultores, muchas de ellas
inmigrantes recién llegados al país, que al poco tiempo, se deterioraron
también por falta de créditos y facilidades de mercado (Levy, p. 20).

Ahora bien ¿cuál fue el comportamiento del empresariado nacional


frente a la dictadura?, dado este cuadro general de la política económica
del régimen, apoyada en un sustantivo incremento de la disponibilidad
presupuestaria y caracterizada por el fomento de la industria de la
construcción, el estímulo a las inversiones extranjeras y al comercio
importador, la asunción de funciones empresariales activas por parte del
Estado, con descuido notorio en lo que a políticas sociales y agrícolas se
refiere.

Aunque individualidades y notorios sectores del empresariado


nacional sólo se empezaron a manifestar visiblemente contra el régimen a
pocos días previos a su caída, sin embargo, algunas situaciones de
importancia en la evolución de las relaciones público-privadas, se
remontan a sus primeros años.

101
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

El 28 de agosto de 1952, Venezuela firmó un tratado comercial con


los Estados Unidos de Norteamérica, que modificaba el Tratado de
Reciprocidad Comercial suscrito entre ambos países en 1939. Su
significado más general para la economía venezolana se tradujo en la
apertura de los mercados nacionales a una gran cantidad de productos
manufacturados, cosechados o producidos en los EE. UU., dadas las muy
bajas tarifas arancelarias fijadas para ellos. Este tratado no sólo repercutió
sobre la estructura económica del período, en cuanto a los altos niveles de
importaciones y al freno del desarrollo de industrias nacionales no
protegidas por el Estado, sino que significó el fraccionamiento del sector
empresarial privado, representado por Fedecámaras. Los agrupamientos
más importantes fueron, por un lado, el sector industrial que pedía al
gobierno una política de protección y de créditos y, por el otro, los
comerciantes importadores y constructores, que apoyaban al gobierno por
verse particularmente favorecidos por la política de no restricciones.

En la Asamblea Anual de Fedecámaras, celebrada en la ciudad de


Valencia en 1951, la discusión más relevante se centró en el papel de las
inversiones extranjeras, el auge de las importaciones y las perspectivas de
la industria nacional. Anticipándose al Tratado de 1952, el sector
industrial, con Alejandro Hernández a la cabeza, asesorado por D.F. Maza
Zavala y Armando Alarcón Fernández, reputados economistas, clama por
la revisión del Tratado de Reciprocidad de 1939, por considerar que el
mismo obstaculizaba el desarrollo de las industrias nacionales (El
Nacional, mayo de 1951).

Los industriales de Caracas, Maracaibo y Valencia demandaban que


se solicitara del gobierno el control de las importaciones y de las
inversiones extranjeras, proponiendo la fijación de normas adecuadas
sobre inversiones y aranceles aduaneros. Esta tesis fue enfrentada por los

102
ANDRÉS STAMBOULI

sectores comerciales agrupados en la Cámara de Comercio de Caracas y en


la recién formada Cámara de Comercio Venezolana-Americana, con
argumentos referidos a la doctrina de libertad irrestricta de industria,
comercio e inversiones, como medio efectivo para el desarrollo de la
economía, que eran, por cierto, los mismos argumentos sostenidos por el
Ministro de Fomento.

Las demandas del sector industrial no encontraron receptividad en el


gobierno y la referida polémica significó la desarticulación de la cohesión
del organismo empresarial y su consecuente control y dominio por los
sectores del comercio y la construcción. Este hecho, y las peculiaridades
propias a toda dictadura, fueron las razones por las cuales durante la
época de Pérez Jiménez “ [...] Fedecámaras se retiró a una actividad mucho
más limitada [...] la atmósfera general de represión no era favorable al
fuerte desarrollo de grupos de intereses asociados[...]” (Clark, p. 5).

Sin embargo, en varias oportunidades entre 1951 y 1958, incluso


pocos días antes del derrocamiento del régimen, los industriales de varias
ramas efectuaron demandas que nunca fueron satisfechas, en relación con
la protección de la industria nacional. Todas estas demandas infructuosas
de protección a la industria nacional, serían recogidas y articuladas
coherentemente mediante la política de sustitución de importaciones,
ejecutada a partir del primer gobierno democrático que se instauró en
1959, luego de la caída de la dictadura.

Eugenio Mendoza, un conocido empresario y representante de los


grandes industriales nacionales, participaría en las conversaciones de New
York con Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Rafael Caldera, pocos meses
antes del 23 de enero de 1958. El proyecto de la dictadura, de conformar
un poderoso sector capitalista de Estado, había significado que el sector
público comenzara a invertir, directamente, proporciones cada vez

103
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

mayores del excedente fiscal, disminuyendo de este modo la cuota de


inversión privada. A partir de 1955, la dictadura retoma el control de una
parte importante del excedente fiscal; la participación pública en la
inversión bruta fija salta del 35,3% al 45%, disminuyendo
proporcionalmente la inversión privada (Aranda, p. 139).

Si a esta situación le añadimos el hecho, denunciado públicamente


por sectores empresariales y afines en las postrimerías de la dictadura, de
la limitación cada vez mayor del acceso a las decisiones públicas a un
grupo reducido de favoritos del gobierno, además de la supresión en la
Constitución de 1953 del Consejo de Economía Nacional, entenderemos
porque

“ [...] los grandes industriales [...] apoyaron dicho golpe por haber sido
ellos, dentro del sector empresarial, los que más vieron sus intereses
lesionados por la dictadura» [...]. Pérez Jiménez [...] veía con
desconfianza cualquier crecimiento adicional de estos grupos
empresariales grandes.” (Gil Yépes, pp. 37 y 119).

El gobierno estimulaba al sector empresarial extranjero a cambio de


mayores ingresos y apoyo diplomático, y al mismo tiempo controlaba el
crecimiento de grandes empresas privadas nacionales.

El caso más notorio de lo aquí señalado fue el del Sindicato del


Hierro, un grupo formado por 100 empresarios, dirigido por Eugenio
Mendoza, con pretensiones de establecer una gran empresa productora de
acero. Laureano Vallenilla Lanz, Ministro del Interior, relata que Eugenio
Mendoza lo visitó para enterarle

“ [...] de un proyecto que pretende llevar a cabo con la colaboración de


otros capitalistas vernáculos. Se trata de un Sindicato del Hierro que
aspira a obtener del Gobierno una vasta concesión de mineral en el
Estado Bolívar [...]. Pérez Jiménez [...] me ha hablado del asunto [...].

104
ANDRÉS STAMBOULI

Sería una inmoralidad complacerlos, concluye. La Nación no necesita


de intermediarios para tratar con el extranjero.” (Vallenilla L. p. 335).

La causa del rechazo sería, según Pérez Jiménez, que dicho


sindicato, una vez lograda la concesión, la revendería con incalculables
beneficios a una empresa norteamericana, competidora de la que ya
trabajaba en esos momentos en Guayana.

En otra oportunidad, el Ministro de Comunicaciones también se


habría negado a ceder la Compañía de Teléfonos, CANTV, a un grupo de
capitalistas encabezados por el mismo Mendoza, quien le habría dicho al
Ministro Vallenilla “el gobierno no quiere nada conmigo”. Ante estos
asuntos, el Ministro de Relaciones Interiores diría: “ [...] Tampoco cuenta el
gobierno con las simpatías de ciertos ricos [...] actuamos en medio de la
hostilidad de los partidos, la indiferencia de unos y la incomprensión de
otros”.

Eran varios los sectores del empresariado nacional que tenían, pues,
serios motivos de descontento con respecto al régimen: los pequeños y
medianos empresarios industriales y agrarios por la falta de una política
gubernamental que resguardara y fomentara sus intereses; los grandes
capitalistas porque se veían impedidos de aumentar su campo de
inversiones y recelaban del poder económico creciente del Estado. En
general, la restricción de los canales de participación y consulta en los
procesos decisorios que implicaran políticas económicas, molestaba a
todos los anteriormente citados. A todo esto se uniría la manifestación de
una aguda crisis de desorden fiscal en 1957, que afectaría también a los
favorecidos hasta el momento por la política económica del régimen, a
saber, el sector de la construcción. Ante tal crisis, el gobierno se mostró
incapaz de formular políticas adecuadas para su superación, precipitando,
en conjunción con los demas factores, la enajenación del apoyo de sectores

105
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

cruciales de la economía privada nacional, así como la pública


manifestación de dicho distanciamiento.

Las disponibilidades fiscales del Estado no mermaron en ningún


momento entre 1950 y 1958, todo lo contrario. Por lo tanto, los motivos de
la crisis hay que buscarlos en el manejo que de los recursos hizo el
gobierno, y por ello dijimos que se trató de una crisis de orden fiscal. Los
proyectos y programas de obras públicas a los que se había lanzado el
gobierno, excedían con creces su capacidad de pago. Este le adelantaba a
los contratistas una parte del costo de las obras para que ellos financiaran
el resto. Sin embargo, como en el país no existían los mecanismos
crediticios para procurar este financiamiento a mediano plazo, los
contratistas, por un lado, se financiaban en buena medida en el exterior y,
por el otro, descontaban las deudas que con ellos tenía el Estado, tanto en
el mercado interno como en el externo.

Luego de la caída de la dictadura, se reveló que la deuda pública


alcanzaba los 4.500 millones de bolívares y que había sido contraída al
margen de toda norma legal, lo cual afectaba no sólo la solvencia del
Estado, sino también las finanzas de muchas empresas constructoras, que
sentían la inminencia de una quiebra. Frente a tales dificultades para
financiar sus proyectos, el gobierno recurrió al otorgamiento de nuevas
concesiones petroleras en 1956 y 1957, que le proporcionaron al fisco
nacional 2.188 millones de bolívares como ingresos adicionales. Con tales
aportes, el gobierno mitigó los efectos de la deteriorada situación fiscal, sin
embargo, gran parte de los recursos financieros extraordinarios se
orientaron con los mismos criterios de política económica anterior,
aumentando el nivel de las importaciones de bienes de consumo y
contratando nuevas obras de construcción.

106
ANDRÉS STAMBOULI

Fred Levy señala también, como indicadores del desorden fiscal de la


dictadura, los efectos que sobre la balanza de pagos y las finanzas
gubernamentales tuvo la deuda pública mencionada. Las reservas
internacionales netas bajaron de 1.500 millones de bolívares en 1957 a
709 millones de bolívares en 1959, alcanzando en 1960 el punto de Bs.
405 millones. Las reservas del Tesoro, que a finales de junio de 1957 eran
de 2.400 millones de bolívares, en junio de 1959 habían descendido a 866
millones de bolívares y a 244 millones de bolívares para 1960. La rata de
crecimiento anual del PIB descendió a 4 por ciento de 1957 a 1959; a 0,9
por ciento de 1959 a 1960 y a 0,2 por ciento de 1960 a 1961, todo lo cual.
refleja los efectos, incluso posteriores, de la crisis fiscal de la dictadura.

Al decir del Ministro del Interior, la situación de malestar derivada de


la situación descrita, había llegado a los cuarteles y en una exposición
ante la oficialidad, Pérez Jiménez, contestando preguntas al respecto,
habría dicho “ [...] no hay deuda sino compromisos [...]” (Vallenilla L. p.
451), afirmación que impresionó mal a la asistencia y fue considerada
como una respuesta poco afortunada. También menciona Vallenilla una
conversación con el Ministro de Hacienda en la que éste se mostró
apesadumbrado por lo infructuoso de sus esfuerzos para convencer a
Pérez Jiménez que dispusiera la cancelación de las deudas. Sin embargo,
el dictador diría “ [...] Conservo precisamente dos mil quinientos millones
de bolívares para la gran acometida del próximo ejercicio fiscal [...]”. A1
parecer, Pérez Jiménez ya no escuchaba ni a sus ministros; se había
vuelto insensible a los reclamos, vinieran de donde vinieran, y sólo estaba
comprometido con los designios de grandeza nacional del ‘Nuevo Ideal’.

Las expresiones del divorcio del empresariado con el régimen se hacen


evidentes a partir del 14 enero de 1958, nueve días antes del colapso, en
forma de manifiestos y volantes. El primero de ellos, ‘Por el Libre Ejercicio
de los Derechos Ciudadanos’, decía:

107
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“Ante los recientes acontecimientos políticos, consideramos


indispensable deber cívico manifestar públicamente nuestra
convicción de que es necesario, para la recuperación institucional y
democrática de Venezuela, que el Gobierno garantice el pleno ejercicio
de los derechos ciudadanos, y en consecuencia se respete en toda su
integridad la vida y seguridad de los individuos; la libertad de reunión
y de expresión en todas sus formas; el principio constitucional de la
alternabilidad de los poderes; al mismo tiempo que, mediante una
acción vigilante y enérgica, se normalice y dignifique la administración
de los dineros públicos, afin de que nuestros recursos naturales se
encaucen en un sentido verdaderamente beneficioso para la
colectividad, sin ventajas personales, derivadas de la gestión oficial.”
(Catalá, p. 9).

La crítica era total; afectaba la naturaleza antipolítica y económica del


régimen y era firmada por un nutrido grupo de conocidos profesionales y
hombres de negocios, entre ellos, Blas Lamberti, industrial textil, quien
formaría parte del Gobierno Provisional, en calidad de Ministro, luego de
derrocada la dictadura. Al día siguiente, el 15 de enero, apareció una
Declaración del Colegio de Ingenieros, que en Asamblea Extraordinaria
había resuelto demandar

“ [...] el pleno goce de los derechos humanos, el logro de [...] una mejor
y más proba inversión de los recursos del país, al tiempo que una
reorientación de los criterios que guían la construcción de obras con
dineros públicos; éstas deberían someterse [...] a la libre y sana
crítica, eliminando su carácter suntuoso y presuntuoso; estableciendo
métodos que aseguren la desaparición de tramitaciones ilícitas; la
eliminación de la práctica de subordinar el plazo de terminación de las
obras a fechas circunstanciales, con su consecuencia en
apresuramientos e improvisaciones incompatibles con la buena
técnica en la ejecución de las obras y asegurar la distribución regular
del ritmo de actividades a través del año, para evitar el trabajo intenso
en pocos meses y la inactividad casi total en otros, con la inestabilidad
y desequilibrio de la colectividad y, especialmente, del trabajador.”

108
ANDRÉS STAMBOULI

Estas últimas demandas se referían a la práctica del régimen que


consistía en pedir celeridad en la construcción de las obras públicas para
que fueran inauguradas, con fines publicitarios, el dos de diciembre de
cada año, fecha de designación de Pérez Jiménez como Presidente. Este
documento, que llevaba dos páginas completas de firmas, resulta de
especial importancia por provenir de un sector directamente relacionado
con el sector de la construcción. Entre el 17 y el 19 de enero, circularon
declaraciones del Colegio de Abogados, del gremio médico y de los
farmaceutas, con demandas análogas a las reseñadas.

Tal era el clima de desafío civil al gobierno que, el 19 de enero, los


empleados de la Creole Petroleum Corporation también se suman con una
declaración firmada por un grupo numeroso de empleados. Una de las
personas cuya firma figura entre las primeras nos confirmó en una
entrevista que tal documento se había impreso en la Compañía, con el
conocimiento de la Gerencia, «que se había hecho la vista gorda».

En otro manifiesto en el que se mezclaban las firmas de prestigiosos


empresarios, intelectuales y profesionales, fechado el 14 de enero, a las
peticiones ya mencionadas se añadían las del respeto a las autoridades
eclesiásticas, la libertad de los detenidos, el regreso de los exilados, la
libertad de expresión, concluyendo con la solicitud de que “ [...] los poderes
públicos sean la expresión genuina de la voluntad popular.” Las firmas
eran encabezadas por Mariano Picón Salas, Francisco de Venanzi y Oscar
Machado Zuloaga.

Como corolario de toda esta actividad, circuló una hoja firmada por el
Consejo Bancario Nacional, la Cámara de Industriales de Caracas, la
Cámara de la Construcción y otras asociaciones empresariales, invitando a
sus asociados a unirse solidariamente al Paro General, convocado por la
Junta Patriótica para el martes 21 de enero. La hoja consideraba que

109
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“La estructura económica de Venezuela no resiste el caos político que


se cierne sobre el país. El patrimonio de la nación está amenazado y
urgentes medidas de protección deben ser tomadas para prevenir un
derrumbamiento vertical del comercio, la industria y la banca. El
regreso a la normalidad solamente puede ser contemplado en un clima
de seguridad y garantías, el libre juego de la oferta y demanda e
igualdad de oportunidades para intervenir en las actividades políticas
y económicas.”

Todas estas demandas rebasaban la capacidad de respuesta del


gobierno; su satisfacción requería de un cambio de régimen, tal como
ocurrió.

LOS MILITARES SE MOLESTAN

Los militares no suelen expresar públicamente sus descontentos. Por


tal razón recurrimos a entrevistas con miembros del Ejército, a fin de
indagar acerca de las razones de su distanciamiento del gobierno
dictatorial.

El uso de la represión, mecanismo privilegiado de control de toda


dictadura, había alcanzado a los miembros de las Fuerzas Armadas. Por
un lado, diversas demandas del sector militar eran respondidas, cada vez
con mayor frecuencia, con la represión o el silencio; un organismo ajeno a
la institución militar, la temible Seguridad Nacional, policía política
dirigida por Pedro Estrada, se encargaría también del seguimiento de la
disidencia militar. Los oficiales eran vigilados por ella y sus expedientes
eran remitidos directamente a Pérez Jiménez y

“ [...] para que cualquier oficial pudiera ser recibido por el Presidente,
tenía que ser previamente revisado por miembros de la Seguridad
Nacional. Los militares profesionales resentían tal práctica en tanto
que humillante; para ellos simbolizaba la creciente separación entre el
Comandante en Jefe y sus subordinados uniformados.” (Kolb, p. 153).

110
ANDRÉS STAMBOULI

Un caso muy sonado fue el del teniente coronel Martín Márquez Añez,
profesor en la Escuela Superior de Guerra. Molesto por lo que consideraba
como excesiva represión política y por la notoria corrupción del régimen, le
habría dicho directamente a Pérez Jiménez:

“Sr. Presidente, mi opinión personal es que en vez de mantener un tan


vasto servicio de vigilancia contra el cuerpo de oficiales y ciudadanos
de estimable reputación, lo que debería vigilarse con más eficiencia es
la administración de los fondos públicos... los cuales, de acuerdo a la
creencia general, están enriqueciendo desmesuradamente a ciertos
elementos apoyados por el régimen.” (Kolb, pp. 151-52).

Márquez Añez salió de la entrevista escoltado por agentes de la


Seguridad Nacional y pasó sus próximos años, hasta la caída de la
dictadura, en prisión. Un grupo de oficiales intentó obtener de la
Seguridad Nacional la transferencia del caso a una jurisdicción militar, lo
que resultó infructuoso. Como este caso, hubo otros, como el del
comandante de las Fuerzas Armadas de Cooperación, Oscar Tamayo
Suárez, el del jefe de la Fuerza Aérea, Félix Román Moreno y el del General
Roberto Morean Soto, jefe de la Tercera Sección del Estado Mayor.

Otra fuente de descontento militar la constituyó el arbitrario manejo


interno de la institución por parte de los altos mandos. En efecto, al decir
de uno de los entrevistados, las consultorías jurídicas se tornaron cada vez
más inoperantes y las decisiones no obedecían a ninguna orientación legal.
Los allanamientos de residencias de oficiales, su detención o su pase a
situación de retiro se efectuaban sin amparo jurídico. Caída la dictadura,
buena parte de estos oficiales fueron reincorporados a las Fuerzas
Armadas.

En general, de las entrevistas realizadas y de la muy escasa


bibliografía y documentación existente sobre el particular, se desprenden
las siguientes razones del descontento militar hacia el gobierno. En primer

111
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

lugar, la injerencia cada vez más intensa de la Seguridad Nacional en los


asuntos del Ejército y el manejo arbitrario de la institución por parte de las
altas jerarquías. En segundo lugar, los entrevistados coinciden en señalar
que entre los miembros de las Fuerzas Armadas, se generalizó el
sentimiento de que lo que había empezado por ser el gobierno de las
Fuerzas Armadas, se había convertido en el gobierno personalista de Pérez
Jiménez y su reducida camarilla de favoritos, entre los que destacaban los
civiles Laureano Vallenilla Lanz y Pedro Estrada, Ministro de Relaciones
Interiores el uno, y jefe de la Seguridad Nacional el otro. Por último se
señala que los militares se habían sensibilizado ante el malestar que el
régimen causaba en importantes sectores de la sociedad.

El descontento militar hacia el gobierno produjo una fractura


importante en la institución. Un grupo estaba formado por la alta
oficialidad allegada al gobierno, que buscaba la introducción de correctivos
dentro del marco del mismo régimen, a fin de lograr el aplacamiento y
superación de la crisis política. Un caso representativo de esta corriente
fue la actuación del general Rómulo Fernández, Jefe del Estado Mayor
para la época y ministro por tres días, previos a su destitución y exilio por
parte del propio Pérez Jiménez.

La otra corriente se ubica en grupos de la joven oficialidad presentes


en las tres fuerzas, la terrestre, la naval y la aérea, que perseguía el
derrocamiento total del régimen. De este movimiento salió el primer
intento fallido, abiertamente conspirativo contra Pérez Jiménez, el 1° de
enero de 1957 (Trejo, 1977). Pocos días después de este levantamiento, el
general Rómulo Fernández le remitió a Pérez Jiménez un memorandum
contentivo de las causas del malestar ciudadano y militar ante el régimen,
y de los consecuentes correctivos a ser aplicados (Doyle, 1967). Dicho

112
ANDRÉS STAMBOULI

documento contaba con el apoyo de otros oficiales de alta graduación y


según el mismo, entre los reclamos de la oficialidad aparecían:

• Abuso y arbitrariedad en el ejercicio del poder

• Enriquecimiento ilícito y corrupción de altos personeros del gobierno


y personas vinculadas a ellos*.

• Actuación del ministro Vallenilla Lanz, quien desprestigiaba al


gobierno con sus maltratos a la Iglesia

• Excesiva censura de prensa

• Bajos salarios de la oficialidad y deficiente política de ascensos y de


rotación en los altos cargos de las Fuerzas Armadas

En consecuencia, recomendaba efectuar cambios en el gabinete


ejecutivo, gobernaciones de estado y otras entidades públicas, nombrar
nuevos oficiales en altos cargos de las FFAA, mejorar la situación
económica de los militares y poner en libertad condicional a los militares y
políticos detenidos. La única respuesta “ [...] inmediata, tajante y
autoritaria [...].” que el general Fernández obtuvo de Pérez Jiménez fue:
“Rómulo, te he dicho que no te metas en política. Ocúpate sólo de tus
asuntos militares.” Sin embargo, el Presidente efectuó un cambio de
gabinete en el que destaca la sustitución de Vallenilla Lanz en el Ministerio
del Interior y de Pedro Estrada en la Seguridad Nacional.

Entre este episodio y la destitución y exilio del general Fernández,


ocurrió un alzamiento de la Marina, que el mismo Fernández intentó
solucionar por vías conciliatorias, pero que Pérez Jiménez sofocó con
represión. El 14 de enero, Pérez Jiménez reorganizaba, por segunda vez en
cuatro días, su Gabinete, asumiendo las funciones de Ministro de Defensa,
que le habían sido asignadas a Fernández el 11 de enero.

113
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Pero la sociedad no se conformó con tales cambios; los manifiestos y


declaraciones contrarios al régimen circularon con mayor profusión y los
contactos entre algunos civiles y sectores militares se intensificaron de tal
manera (Kolb, pp.161-66), que la caída de régimen era inminente, a menos
que Pérez Jiménez se hubiese decidido a lanzar una arremetida militar
represiva en gran escala para defenderlo, voluntad que afortunadamente le
faltó. Según el coronel Mirabal Borges, encargado de la defensa del Palacio
de Miraflores, testigo presencial de los últimos momentos del régimen,
luego de escuchar un estimado en bajas y pérdidas necesarias para
defender al gobierno, Pérez Jiménez habría considerado que “ [...] tales
recursos no valían la pena de ser invertidos para mantener a un hombre
en Miraflores”; el dictador habría resuelto dejar el poder y abandonar el
país.

El dictador y sus más allegados colaboradores, absolutamente


carentes de visión política para interpretar la irritación que sus decisiones
gubernamentales venían causando en la sociedad, incapacitado de
escucharla y de mejorar sus relaciones con ella, sobreestimando su
capacidad de gobernar autocráticamente, no pudo resolver el problema de
la sucesión presidencial y precipitó aceleradamente su estrepitoso colapso.
Desde el régimen se habían propuesto opciones alternas al plebiscito; el
general Pulido Barreto, militar muy cercano a Pérez Jiménez, según relata
uno de los entrevistados, había presentado un plan cuya intención
primordial era la de evitar la ruptura brusca. Proponía que Pérez Jiménez
anunciara el 2 de diciembre de 1957 la realización de elecciones en 1958,
mediante el restablecimiento a la vida legal de los partidos políticos,
otorgándole el derecho al voto a los no mayores de 40 años que supieran
leer y escribir; el general Rómulo Fernández, por su lado, buscaba “ [...] el
gobierno de una Junta Militar, con el restablecimiento de ciertas libertades

114
ANDRÉS STAMBOULI

políticas y oportunas concesiones a la opinión pública. Pero sin el regreso


cabal a la democracia” (Bernal, p. 33).

Pero, en medio de alzamientos militares fallidos, intentos de golpes de


palacio, cambios epilépticos de gabinete, profusión de manifiestos de todos
los sectores sociales que circulaban sin el menor temor a las represalias y
finalmente una convocatoria a huelga general promovida por la Junta
Patriótica, respaldada por la población y sectores organizados de la
sociedad, Pérez Jiménez, desistiendo al fin de su terquedad continuista,
abandonaba el país en la madrugada del 23 de enero de 1958.

LOS PARTIDOS EN LA CLANDESTINIDAD

A los pocos días del golpe del 24 de noviembre de 1948, AD


anunciaba su decisión de iniciar la lucha clandestina

“ [...] encaminada a organizar la vanguardia combativa del pueblo para


recuperar las libertades públicas y el régimen de soberanía política
hoy usurpado [...]. Vamos a organizar la opinión pública, en escala
nacional, como fuerza de acción permanente [...] hasta lograr que la
crisis política de la Nación desquicie al precario régimen de dictadura
asentado sobre bases tambaleantes [...]. Acción Democrática inicia hoy
su terca lucha de resistencia clandestina, hasta obtener para
Venezuela un régimen de libertades, dignidad política, honestidad
administrativa y decencia pública.” (Catalá, 1974, p. 38).

El partido comenzó a operar clandestinamente bajo la dirección de


Leonardo Ruiz Pineda, quien fuera Secretario de la Junta Revolucionaria
de Gobierno de 1945 y Ministro de Comunicaciones de Gallegos. Durante
los años que le correspondió dirigir la clandestinidad, antes de morir
víctima de una persecución policial en 1952, Ruiz Pineda se dedicó a la
reorganización de los cuadros partidistas, dirigiendo principalmente su
actividad hacia la propaganda y el contacto con gran cantidad de sectores.

115
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“En sus años de conductor clandestino, revela el propósito de limarle


al sectarismo adeco sus peores aristas. Busca el acercamiento con
otras corrientes políticas y entiende la urgencia de formar un frente
democrático capaz de sobrepujar toda la Venezuela progresista,
borrando estúpidas discrepancias de ayer, es el norte de su acción
clandestina.” (Rangel, p. 15)

Ruiz Pineda se oponía a toda forma de terrorismo para desestabilizar


al régimen. En un informe suyo de julio de 1952, se podía leer:

“Muchos querían dedicarse a la conspiración al detal, a la improvisada


misión de agrupar elementos humanos y materiales para lanzarse a la
captura del poder, olvidando la reconstrucción del frente organizado.
La Dirección se tomó tiempo para disciplinar ese estado de ánimo y
encauzar la militancia hacia los objetivos naturales del trabajo de
organización.” (Catalá, 1974).

A manera de ejemplo, dos miembros importantes del Comité Ejecutivo


Nacional de AD, Ramón Quijada y Octavio Lepage, planearon un atentado
contra los miembros de la Junta Militar de Gobierno, en marzo de 1950,
refiriéndose a la actitud de Ruiz Pineda: “ [...] su fuerza de argumentación
logró conjurar la aspiración que, con buena fe y disposición mantenían
otros dirigentes para la resolución del problema político de ese momento
[...]” (Acuña, pp. 50-51).

Pero la actividad clandestina de AD fue severamente reprimida por el


gobierno y culminó con la muerte de Ruiz Pineda por la Seguridad
Nacional. Los otros encargados de dirigirla no correrían con mejor suerte;
Alberto Carnevali moría en la cárcel y Pinto Salinas no sobrevivió a la
Seguridad Nacional. El aparato clandestino de AD fue completamente
desmantelado por el gobierno.

En ocasión de las elecciones de 1952, AD hizo un llamado a la unidad


nacional que no encontró resonancia:

116
ANDRÉS STAMBOULI

“Profundamente convencidos de la gravedad del momento que hoy vive


nuestra patria, venimos a proponer con diáfana lealtad [...] la
unificación de todos los sectores interesados en el restablecimiento de
las libertades [...]. De este frente formarían parte todas las fuerzas
económicas, todos los núcleos sociales, todos los grupos ciudadanos
políticamente organizados [...].” (Catalá, 1974, p. 68).

La experiencia del trienio estaba demasiado cercana como para que


prosperara un entendimiento, sin recelos, entre los partidos. URD y COPEI
formaban parte activa, aunque crítica, del nuevo régimen.

Con el fraude electoral de 1952, la exclusión total de COPEI y URD


del sistema político, la expulsión inmediata de la alta dirigencia urredista y
la adopción de una política de resistencia moral por parte de COPEI contra
la dictadura, se abrió paso a una experiencia común compartida por todos
los partidos, que inició, a partir de 1957, el camino para un entendimiento
unitario entre las fuerzas políticas organizadas, en contra del régimen de
Pérez Jiménez.

En cambio, el Partido Comunista, previa a su ilegalización en 1950,


acusado de haber organizado una huelga petrolera, colaboró con AD en la
lucha clandestina en el área sindical. Aunque el PCV formuló en 1951
diversos llamados a la unidad para combatir el régimen, ésta se dificultaba
por la peculiar relación que existía entre AD, liderizada por Betancourt,
quien se oponía firmemente a cualquir acuerdo con los comunistas, y el
propio PCV, que hacía diferenciaciones internas en su trato con el partido
de Betancourt y los demás partidos. En una publicación del PCV en 1951
se podía leer:

“Nuestro partido ha de desenmascarar resuelta y completamente la


política traicionera [...] de líderes traidores a la nación como Rómulo
Betancourt y los dirigentes nacionales de Acción Democrática, el ala
derecha y los líderes pro-imperialistas de URD y de COPEI ...”.
(Alexander, p. 56).

117
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

En estas condiciones, se hacía imposible cualquier entendimiento con


el PCV por parte de los otros partidos y en especial de AD, en torno al
llamado de unidad:

“AD, URD y COPEI, solamente hablan de la lucha por la restitución de


las garantías, libertad de presos, cierre de Guasina, honestidad
administrativa. Pero nada dicen de los problemas cardinales del
pueblo venezolano: la lucha por la paz, la liberación nacional, por una
reforma agraria que rompa el latifundio, contra la penetración
imperialista, contra el saqueo y el robo de nuestras riquezas,
realizadas por los bandidos imperialistas yanquis-ingleses [...]. Sólo el
PCV formula, difunde, sostiene y lucha por un programa claro,
definido, de paz, anti-imperialista, de mejores condiciones de vida
para el pueblo, reforma agraria que rompa el latifundio y entregue las
tierras en forma gratuita a quienes las trabajan; por un régimen
democrático popular [...]. [...]. Ante la política imperialista debemos
oponer el Bloque Único y el Frente Democrático Nacional para derrotar
a la dictadura y a todos los grupos nacional-traidores, mediante la
unidad y la lucha de las masas” (Santos Yorme*, 1952).

COPEI y URD actuaban legalmente y AD no podía suscribir un


acuerdo con el PCV en los términos en que éste lo exigía. En esta etapa de
la resistencia clandestina, no se daban las condiciones para una oposición
unitaria; las líneas de acción fueron disímiles, la percepción de la situación
era divergente y los objetivos heterogéneos.

LA POLÍTICA UNITARIA DE LOS PARTIDOS

La coyuntura de la elección presidencial del 1957, prevista en la


Constitución Nacional de 1953, sirvió de oportunidad para que se
constituyera el consenso nacional, la unidad efectiva de heterogéneos
sectores sociales, en torno a un solo objetivo prioritario: el derrocamiento
de la dictadura de Pérez Jiménez. En efecto, distintos procesos confluyeron
para fraguar un entendimiento exitoso.

118
ANDRÉS STAMBOULI

El PCV realizó en febrero de 1957 su XIII Pleno clandestino, del que


emanaron una autocrítica respecto a sus posiciones pasadas y una política
de acercamiento a otros sectores. Por el lado de Acción Democrática, su
aparato clandestino pasaba a ser controlado por un grupo de jóvenes
abiertos a colaborar con el PCV y otros partidos, mientras que sus líderes
exiliados, presididos por Rómulo Betancourt, se acercaban a los líderes de
URD, también exiliados desde 1952, y de COPEI, encabezados por Rafael
Caldera, quien saliera de Venezuela en 1957, hostigado por el gobierno. En
los acuerdos logrados por los líderes exiliados, participaron también
connotados representantes del empresariado nacional. Dichos acuerdos
originaron el llamado Pacto de Nueva York, suscrito por Rómulo
Betancourt, Rafael Caldera, Jóvito Villalba y el empresario Eugenio
Mendoza.

En el plano nacional, los esfuerzos de movilización unitaria


culminaron con la formación de una Junta Patriótica en junio de 1957;
sus primeras actividades se centraron en la publicación de manifiestos
críticos al régimen. Posteriormente, la Junta se dedicó a contactar a
diversos sectores descontentos, empresarios, clérigos, intelectuales,
pasando por último al contacto con los militares y la convocatoria de una
huelga general, de la que se hizo solidaria la población civil, que precipitó
la caída del dictador.

LA UNIDAD PARA EL PARTIDO COMUNISTA

En febrero de 1957, el PCV realizaba en la clandestinidad, su XIII


Pleno. El informe que presentara el Secretario General, Pompeyo Márquez,
fue el documento central de dicho evento. Dicho documento marcó el inicio
de los esfuerzos unitarios contra la dictadura. El informe comenzaba con
una severa autocrítica hacia el comportamiento pasado del partido; el PCV
llegó a

119
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“ [...] elaborar una política que en la práctica conducía al aventurismo


[...]. Esa política [...] llega a sobreestimar las propias fuerzas del
Partido y está caracterizada por el más grande sectarismo que nos
aísla de grandes masas y sectores interesados como nosotros en la
conquista de las libertades democráticas [...] y en la lucha por el
retorno a la constitucionalidad y el respeto de los derechos
ciudadanos. Es una política que nos conducía a conquistar el mayor
número de enemigos y el menor número de amigos. Nos lleva a golpear
sin clemencia [...]a todos aquellos que [...] presenten soluciones a la
crisis venezolana diferentes a las que nosotros presentamos [...]. Es la
política de no saber escoger, en cada momento dado, quién es el
enemigo fundamental y cuáles son las fuerzas que, además del
Partido, están en contradicción con ese enemigo para marchar con
ellas y derrotarlo. Es una política que, encubriéndose con la defensa
de los ‘principios’ y de la ‘independencia’ del Partido, se niega a hacer
concesiones a los aliados; es una política que, queriendo ser unitaria,
plantea la unidad sobre la base de que se acepte nuestro Programa,
nuestras consignas, nuestro método de lucha. Es una política de cero
concesiones nuestras y de pedir el máximo de concesiones a nuestros
aliados.”

Reaparecía la política; el PCV se disponía a relegar sus objetivos


doctrinarios en función del consenso necesario, que incluyera a todos
aquellos sectores descontentos con la dictadura, en torno a un objetivo
mínimo común: su derrocamiento. Para ello se imponía:

“Reunir contra esa camarilla y sus pretensiones continuistas el mayor


número de fuerzas capaces de derrotarla [...] no importa su pasado, no
importa que sus posiciones sean vacilantes, timoratas o
circunstanciales [...] ganar el mayor número de aliados [...] por la
amnistía, los derechos ciudadanos y las libertades democráticas,
contra Pérez Jiménez y su camarilla militar-civil.”

Ahora, según el PCV, la lucha antiimperialista y anti-feudal pasaba


primero por la revolución democrática a ser efectuada por un frente
integrado por obreros, campesinos, pequeña burguesía, intelectuales,
artesanos, burguesía nacional, pequeños terratenientes, capitalistas del

120
ANDRÉS STAMBOULI

campo, oficiales del ejército, comerciantes y profesionales, liberales,


progresistas, social-cristianos y comunistas.

“A todas estas clases y capas de la población las une un solo


sentimiento, a pesar de las radicales diferencias ideológicas existentes
entre ellas: hacer retornar al país a un gobierno constitucional que
decrete amnistía y respete los derechos ciudadanos y las libertades
democráticas, que permita el libre juego político donde pueda expresar
cada quien sus sentimientos y defender sus intereses.”

En esta apertura hacia la política, el PCV no sólo se muestra


consciente de la existencia de importantes obstáculos a su comunicación
con otros actores sociales y políticos, debido a actitudes asumidas en el
pasado, sino que introduce correctivos destinados a superar dichos
obstáculos para facilitar la tarea unitaria:

“Declaramos que es nuestro propósito no volver a incurrir en viejos


errores de agredir a aquellos a quienes llamamos a la unidad, de no
dar motivos para que se sientan ofendidos aquellos que aspiran, al
igual que nosotros, a derrotar al continuismo, conquistar amnistía,
derechos ciudadanos y libertades democráticas. Que nuestra crítica
será razonada, de principios, ajena a todo ataque personalista, que
pueda herir los sentimientos de otros partidos, sus dirigentes y
militantes.”

La recuperación de la política se concretaría en la formación de la


Junta Patriótica, promovida por el PCV y URD, a la que al poco tiempo se
incorporaron AD y COPEI. Dicha Junta se dedicó al trabajo unitario de los
cuatro partidos políticos ilegalizados, y anteriormente divididos, contra la
dictadura.

LAS DOS VISIONES DE LA UNIDAD EN AD

Para la construcción de un consenso nacional contra la dictadura, en


AD se dieron dos líneas de acción diferentes y simultáneas que
coexistieron sin mayores dificultades. Mientras el frente de la resistencia
121
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

clandestina aceptó la colaboración con el PCV y se integró a la Junta


Patriótica, el grupo de dirigentes exiliados, liderizado por Rómulo
Betancourt, objetaba la unidad a cuatro y más bien trabajó en función de
una unidad a tres, URD, AD y COPEI, con la exclusión del PCV. A pesar de
existir un desacuerdo entre ambos grupos, los clandestinos y los exiliados
de AD, Rómulo Betancourt, Presidente de todo el partido, no estaba en
capacidad de convertir este hecho en un problema. Además, tratándose del
derrocamiento de la dictadura, el frente a cuatro de la Junta Patriótica
podría cumplir un importante papel de movilización política dentro del
país.

Para Acción Democrática, la resistencia significó, en primer lugar, el


desplazamiento de la generación fundadora, la cual había pasado al exilio,
a la cárcel o muerto bajo los efectos de represión del régimen. En esas
circunstancias, se hace cargo del aparato clandestino de AD un grupo de
jóvenes, liderizados por Simón Sáez Mérida, quien no conocía
personalmente a Betancourt, que compartían una experiencia vital común
con los dirigentes y militantes clandestinos del PCV, rompiendo con la
línea anticomunista que sostenían los líderes exiliados.

Las divergencias entre exiliados y clandestinos tenían antecedentes en


algunas discrepancias tempranas entre Ruiz Pineda y Betancourt:

“ [...] se ofrecía al debate para su consideración la recomendación de


Rómulo Betancourt, acerca del pronunciamiento del partido en la
clandestinidad, dándole nuestro apoyo a la intervención de los
Estados Unidos de Norteamérica en Corea. El Comité Ejecutivo
Seccional (CES) del Distrito Federal de manera absoluta rechazó ese
predicamento que recomendaba el Presidente desde el exilio.” (Acuña,
p. 56).

Ruiz Pineda habría dicho que

122
ANDRÉS STAMBOULI

“Llamar a la solidaridad con Estados Unidos equivaldría a darle visos


de verosimilitud al rumor, muy reiterado, de que se busca el retorno al
poder ofreciendo mercancías de entrega al imperialismo.” (Rangel, p.
16).

Sin embargo, Ruiz Pineda y Carnevali también adversaban, aunque


menos radicalmente que Betancourt, cualquier acercamiento al PCV.
También se mencionan discrepancias entre Ruiz Pineda y Betancourt en
relación con el control del partido:

“Rómulo se está imaginando que después de todo lo que nos hemos


arriesgado aquí, él va a llegar de conquistador, a liderizar todo un
movimiento que hemos armado nosotros.” (Acuña, p.511).

A pesar de estas diferencias, AD logró mantener su unidad orgánica


hasta el derrocamiento de Pérez Jiménez y su fracción clandestina se
incorporó a la actividad unitaria de la Junta Patriótica contra el régimen.
Estas divergencias internas, entre otras, constituyeron el gérmen de, por lo
menos, la primera división importante que conocería este partido después
de 1958.

La dirigencia exiliada de AD, con Rómulo Betancourt al frente,


comenzaba a partir de 1956 el acercamiento a URD y COPEI:

“Estamos convencidos de que será posible estabilizar en nuestro país


gobiernos de derecho, nacidos del sufragio libremente emitido, y si en
el futuro se aplica, por los Partidos nacionales (Acción Democrática,
Unión Republicana Democrática, COPEI y por los que pudieran
fundarse en el porvenir) [...] una política no tan suicida como la que
seguimos en el pasado. En lo que a AD se refiere hemos analizado
nuestros propios errores, y los ajenos, y por lo que nos corresponde
estamos seguros, plenamente seguros, de no reincidir en ellos.”
(Betancourt, 1955, p. 776).

AD también comenzaba los esfuerzos unitarios con una autocrítica, al


igual que el PCV, pero con la diferencia de marginar de la unidad al mismo

123
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

PCV, que no era considerado por Betancourt entre los partidos nacionales.
El evento que inició dicho entendimiento fue la ‘Conferencia de Exiliados’
celebrada en Puerto Rico en 1956, de la cual surgió la ‘Nueva Táctica’,
consistente en la adopción de una plena y activa cooperación con los
partidos COPEI y URD. A finales de 1957, se celebraba el ya mencionado
Pacto de Nueva York, antecedente del Pacto de Punto Fijo, el cual
establecería la colaboración en funciones de gobierno de los tres partidos
citados, con la exclusión del PCV.

Son razones de estrategia política y de relaciones históricas entre AD


y el PCV, las que conducen a Rómulo Betancourt a aislar a éste de
cualquier intento unitario. Betancourt consideraba que:

“El PCV es un pequeño grupo político, de escaso arraigo popular y de


muy limitada capacidad de influencia entre los trabajadores. Sin
aportar fuerzas considerables al frente antidictatorial, la presencia en
él del PCV le restaría el apoyo de vastos sectores venezolanos que son,
al propio tiempo, enemigos del régimen actual y hostiles al
comunismo; los comunistas son aliados inseguros de las luchas
políticas nacionales, porque cambian sin mayor esfuerzo visible su
línea de conducta cuando así convenga a la estrategia mundial de la
Unión Soviética; y en el plano internacional, la presencia del PCV en
ese frente sería vista con marcado recelo por los movimientos
nacional-revolucionarios, socialistas y democráticos de América
Latina, así como por los sectores obreros y liberales de Estados
Unidos. Las luchas venezolanas contra el despotismo han recibido la
asistencia moral de esas corrientes políticas y sindicales de ambas
Américas, pero razones abonan la creencia de que no la prestarían ya
más, por su militante repudio a los métodos y prácticas de los
comunistas, a un frente donde el PCV figurase.” (Betancourt, 1956).

En lo atinente a las relaciones históricas entre AD y el PCV, Rómulo


Betancourt sostenía que

124
ANDRÉS STAMBOULI

“Desde 1936 [...] los comunistas venezolanos, tan versátiles en sus


continuos virajes, sólo han tenido obstinada continuidad en una
posición: la de utilizar las peores armas en el fallido propósito de
minar la confianza popular en los fundadores y dirigentes de Acción
Democrática.” (Betancourt, 1956, p. 849).

Con ello no sólo se refería a la ya reseñada actitud asumida por el


PCV frente a AD en 1952, sino también a las posiciones adoptadas por los
comunistas frente al régimen de Medina y frente al Trienio 1945-1948. A
tal efecto, AD le reprochaba al PCV haber apoyado y defendido a Medina y
en cambio, haber exacerbado su crítica a los gobiernos del trienio.

En relación con la defensa de Medina, la explicación de AD se refiere


fundamentalmente a la sujeción del PCV a la política internacional de la
URSS. Así

“ [...] cuando Hitler no había atacado aún a Rusia y estaba vigente el


famoso pacto germano-soviético, la gente de la Unión Popular
Comunista sostenía ideas muy peculiares acerca de la conflagración
actual. La guerra que libraban Francia e Inglaterra era una guerra
imperialista. El deber de América era la neutralidad y la persecución
de la paz. Así fuese una paz alemana [...]. Hoy, ya sabemos cómo
desarrolló Hitler sus planes de dominación. Todos los gobiernos
latinoamericanos han roto relaciones con Alemania y están asociados
contra la lucha del nazismo y, por lo tanto, a la defensa de la Unión
Soviética. De ahí se deduce que no existe en América gobierno alguno
reaccionario y que los reaccionarios son los opositores a cualquier
gobierno.” (Gonzalo Barrios en Betancourt, 1956, pp. 791-92).

La orden de Moscú a sus partidos satélites había sido la de apoyar a


todo gobierno que respaldara a los aliados contra el eje Roma-Berlín-Tokio,
en virtud de que la calidad de aliado lo convertía en un gobierno
progresista. Los comunistas venezolanos, en consecuencia, consideraron a
AD como reaccionario por ser éste un partido que se oponía al régimen; no
tuvieron capacidad de diferenciar y percibir el carácter más progresista de
AD en comparación con Medina. Aunque tal visión de AD fundamenta su

125
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

recelo hacia el PCV, el comportamiento de los comunistas cuando Medina


no respondió exclusivamente a factores internacionales. Recuérdese que el
régimen medinista llegó a eliminar el inciso sexto de la Constitución
Nacional, que proscribía la actividad comunista, y desde 1941 se permitió
que los comunistas fundaran un partido legal con el nombre de Unión
Popular.

Al mismo tiempo, el mayor adversario tanto de Medina como de los


comunistas era AD. Para Medina, AD era su mayor competidor y para los
comunistas, el enfrentamiento cotidiano ocurría básicamente en el campo
sindical; la alianza entre los comunistas y Medina, en principio, favorecía a
ambos, tanto que en las elecciones municipales para el Distrito Federal de
1944, la alianza PDV-UPV logró el 60 por ciento de los votos, contra AD,
que obtuvo el 34 por ciento. De este modo, los candidatos comunistas
fueron electos concejales, cosa que se hubiera dificultado de no existir tal
alianza.

Los comunistas tampoco constituían un bloque homogéneo. Un diario


de la época informaba que los comunistas se habían dividido en tres
grupos, ‘los cómodos’, que apoyaban irrestrictamente al gobierno de
Medina, ‘los radicales’, que lo apoyaban con reservas y los ‘vocingleros’ que
lo adversaban. Tales fracciones se agruparon al poco tiempo, y hasta 1958,
bajo las denominaciones de comunistas rojos y negros.

LA JUNTA PATRIÓTICA

Por iniciativa de Fabricio Ojeda, dirigente de URD, y de Guillermo


García Ponce del PCV, a los que posteriormente se incorporan Moisés
Gamero por AD y Enrique Aristiguieta Gramcko por COPEI, los cuatro
partidos en la clandestinidad se constituyen en Junta Patriótica el 11 de
junio de 1957, como espacio político unitario de los partidos contra la

126
ANDRÉS STAMBOULI

dictadura. La Junta Patriótica aspiraba ser el núcleo cohesionador,


coordinador y movilizador del descontento generalizado hacia el régimen.
En este sentido, sus acciones cubrieron básicamente tres frentes: la
publicación de manifiestos clandestinos, los contactos con diversos civiles
y con los militares, y por último, la agitación civil que culminó con el
llamado a huelga general.

A partir del mes de agosto de 1957 hasta enero de 1958, la Junta


Patriótica publicó una serie de manifiestos y boletines, usando para ello la
prensa clandestina del PCV, en los que quedaban establecidos los objetivos
y las ideas rectoras de la movilización contra el régimen. El tema central
en torno al cual se movilizó la Junta hasta el mes de diciembre, fue el de
las elecciones presidenciales que se efectuaron finalmente bajo la forma de
plebiscito.

En su Manifiesto N°1 de agosto de 1957, con un tiraje de 35.000


ejemplares, la Junta Patriótica sostenía que la elección presidencial,
convocada por el Congreso Nacional para efectuarse el 15 de diciembre,

“ [...] abre el camino para una solución pacífica y democrática de la


sucesión presidencial, siempre y cuando el gobierno esté dispuesto a
respetar el resultado de unas elecciones que sean fiel manifestación de
la voluntad popular [...]. [...]. Solamente aspiramos a que se respete el
derecho de sufragio universal, directo y secreto; que permita la libre
postulación de candidatos y el natural debate en torno a ellos [...]. [...].
Es esta la oportunidad en que todos unidos sin distingos de ideologías
ni de credos políticos, contribuyamos a obtener una solución
satisfactoria que sea la más adecuada para la mayor convivencia
nacional... No propiciamos las retaliaciones de ninguna especie ni
creemos en el desencadenamiento de odios. No buscamos ni
defendemos el poder para usufructos sectarios de un grupo [...] el
candidato a Presidente de la República, el que apoyaría el pueblo
venezolano, ha de ser aquel que se comprometa solemnemente a crear
un clima de convivencia nacional, donde la libertad y los derechos del

127
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

hombre sean respetados [...] condiciones hasta ahora ausentes en el


general Marcos Pérez Jiménez.”

De este modo se iniciaba la acción política de los partidos unidos


contra la dictadura. Tal documento lo dirigió la Junta Patriótica al
Congreso Nacional el 15 de septiembre en una Carta Pública, aún a
sabiendas que dicho Congreso no era más que un parapeto dócil y
manipulado por el gobierno. Sin embargo, dicha acción servía para
expresar la disposición política de los partidos y así lograr un buen efecto
sobre sectores opuestos al régimen, aún recelosos de la conducta y
capacidad de los partidos, debido a la experiencia conocida durante el
trienio.

Cuando Pérez Jiménez le anuncia al Congreso Nacional la fórmula


plebiscitaria, el 4 de noviembre de 1957, la Junta Patriótica se dirige a las
Fuerzas Armadas Nacionales, demandándoles el cumplimiento de la
Constitución Nacional, violada por el gobierno. A partir de ese momento,
las denuncias de la Junta Patriótica se concentran en

“La camarilla de Pérez Jiménez, Vallenilla Lanz y Pedro Estrada [...]


responsables de haber consumado una nueva, brutal y descarada
violación a la soberanía popular, pisoteando la Constitución y la
dignidad de los venezolanos.”

En un documento contentivo de la Declaración de Principios de la


Junta Patriótica, se anuncia en diciembre los preparativos de un paro
general de todas las actividades, llamando a bancos, comercios,
industrias, estudiantes, obreros, a solidarizarse. Se constituyen Comités
Femeninos y se edita un Manifiesto dirigido a las mujeres venezolanas. Se
forma un Frente Universitario que organiza actos de protesta en distintas
universidades. En diciembre se establece el Comité Obrero de la Junta
Patriótica, que se encarga de la salida de las fábricas y Guillermo García
Ponce, uno de los promotores de la Junta Patriótica, relata que los

128
ANDRÉS STAMBOULI

contactos con los militares se iniciaron en diciembre y culminaron en


enero, esto es, un mes antes de la caída del régimen (El Nacional, 20-1-
1978).

En medio de alzamientos fallidos del ejército, intentos de golpes de


palacio frustrados, cambios de gabinete, profusión de manifiestos de
múltiples sectores sociales contra el régimen, huelga de periódicos y otros
hechos de agitación, la Junta Patriótica ordena una huelga general para el
día 21 de enero en la que “ [...] las sirenas de las fábricas y las bocinas de
los autos deben sonar cinco minutos, anunciando el inicio de la huelga
general contra la tiranía.” La población civil de Caracas respondió al
llamado de la Junta Patriótica. Dos días después caía la dictadura.

Lo que había comenzado por ser un gobierno de las Fuerzas Armadas,


se convirtió en el gobierno de una camarilla personalista, enajenando
apoyos cruciales, hasta llegar a una situación de completo divorcio entre el
gobierno y la sociedad. Se trató de un gobierno sobreimpuesto a la
sociedad que pretendió dirigir, carente de vínculos orgánicos con sus élites
más relevantes y con la ciudadanía en general.

La imposibilidad de la sociedad organizada para comunicarse


efectivamente con el gobierno provocó un proceso de movilización nacional
unitario contra el régimen, en torno de la idea de libertad y democracia; la
incapacidad del gobierno en recurrir a la política, por efecto combinado de
su carácter dictatorial y de la falta de habilidad de sus autoridades para la
política, determinaron la huída del dictador y la subsecuente constitución
de un gobierno cívico-militar, llamado ahora a establecer un sistema de
gobierno político.

La caída del régimen de Pérez Jiménez fue producto de un cuadro


configurado por una situación de crisis social y política total, originada en
múltiples y disímiles sectores e intereses sociales, que se combinaron con

129
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

un solo objetivo común compartido. Si de esta situación cabe destacar


algún factor en especial, éste no podría ser otro que la actuación
autocrática del gobierno, cuyos resultados fueron la irritación y
sublevación de todos los sectores de la vida nacional.

130
ANDRÉS STAMBOULI

DE NUEVO LA DEMOCRACIA
1958

Entre 1945 y comienzos de 1958, el ejercicio del poder se


encontró sometido a tensiones, inestabilidad y crisis que condujeron a
rupturas sucesivas de regímenes provocadas por cuatro golpes de Estado,
originadas en la baja capacidad de constituir una comunidad política
ampliada, incorporadora de la pluralidad social resultante del proceso
general de desarrollo y modernización de la sociedad venezolana, iniciado a
principios de siglo.

Así planteado, el desafío fundamental para las élites de poder e


influencia, a partir de 1958, era el de demostrar una capacidad superior
de ordenamiento de la sociedad, dirigida a superar los déficits crónicos en
comunidad política, generadores de inestabilidad e ingobernabilidad. Si de
lo que se trataba era de construir las bases para lograr un orden político
democrático estable, pacífico y pluralista, resultaba ineludible el
establecimiento de acuerdos y concesiones intersectoriales, entre fuerzas
políticas y sociales en situación de equilibrio, pues cada una de ellas
disponía de recursos de poder capaces de producir conflictos ante
cualquier intento de imposición de una de las partes sobre las demás;
partidos políticos, empresarios, jerarquía eclesiástica y militares, así lo
habían demostrado en el pasado reciente.

El prestigio y la legitimidad de las élites dirigentes en sus respectivas


bases sociales, a la vez que la voluntad generalizada de construir una
comunidad política incluyente, sobre la base del reconocimiento recíproco
de su legítima presencia y actividad social, fundamentaron el consenso
que permitió resolver la crisis histórica acumulada de la gobernabilidad. A
este respecto, el Pacto de Punto Fijo, acompañado de un Programa Mínimo

131
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Común de Gobierno, fue emblemático del propósito de restablecer la


democracia a partir de la política.

Luego vendría el uso de la renta petrolera en función de actualizar el


Pacto y su programa gubernamental. Créditos públicos y subsidios para
apoyar la política de industrialización por sustitución de importaciones,
provisión del Estado para expandir servicios públicos gratuitos,
capitalización de la agricultura, inversiones del Estado en infraestructura
física, educativa y sanitaria, incremento del gasto social en vivienda, salud
y asistencia social, apertura y gratuidad de la educación; en resumen, una
política agresiva de gasto público como motor del desarrollo, conformó la
base para la transformación económico-social, el crecimiento significativo
de la movilidad social y la consolidación del régimen democrático.

Si bien es cierto que el consenso ha sido el rasgo predominante del


proceso político venezolano durante sus primeros cuarenta años, el
desacuerdo y el conflicto de diferente intensidad no dejaron de
manifestarse. Por un lado, ni la armonía establecida por Punto Fijo fue
una ilusión ni el orden político ha sido un dechado de armonía. La
sociedad venezolana ha enfrentado importantes conflictos en torno a
concepciones y políticas, a procedimientos y líderes, con significativas
repercusiones sobre el orden político, pero todos ellos resueltos según las
reglas básicas de la democracia y la política.

La tesis de la ilusión del consenso y de la armonía es terriblemente


simplificadora y útil para quien quiera diferenciarse de un pasado que
considera con desprecio. Pero si de respetar la historia se trata, dicha tesis
resulta empíricamente insostenible. En efecto, el orden político ha
conocido importantes desencuentros y conflictos relacionados con
políticas, concepciones, procedimientos y líderes. Baste mencionar los
alzamientos militares, la lucha armada y las traumáticas divisiones de los

132
ANDRÉS STAMBOULI

partidos ocurridos en la década de los sesenta y, a partir de ese momento,


las desavenencias entre los distintos gobiernos y sus respectivos partidos y
las confrontaciones entre liderazgos intrapartidistas, por no mencionar los
frecuentes desacuerdos sobre políticas públicas.

En Venezuela, se ha logrado configurar un orden político democrático


a partir de 1958, que perduró hasta finales del siglo XX, sometido a
constantes presiones y conflictos, resueltos democráticamente, y en
permanente revisión y reconstitución. La edificación de dicho orden no
puede considerarse como un resultado exclusivo del recurso petrolero; el
concepto de petrodemocracia resulta, en este sentido, en extremo
reduccionista y distorsionante. No logramos la democracia porque tuvimos
petróleo, más bien, los logros democráticos son producto de la artesanía
política dirigida a confeccionar una comunidad política, utilizando al
petróleo para dicho fin, lo cual es una perspectiva bastante diferente.

Venezuela pudo evitar, durante los años sesenta y los setenta, la ola
militar autoritaria de la América Latina, no porque dispusiera de petróleo
sino por el uso que le dio el liderazgo político social, en función de los fines
democráticos compartidos. En efecto, Venezuela dispuso de petróleo desde
principios de siglo, pero de una democracia en proceso de permanente
consolidación sólo a partir de 1958. La democracia venezolana, pues, no
puede ser considerada como un epifenómeno del petróleo.

El epicentro de la construcción exitosa del orden democrático lo


constituyó una estructura de partidos políticos altamente centralizada,
intercomunicados, lo cual representó, al mismo tiempo, su principal
fortaleza y a la larga, una de las fuentes de su debilitamiento y
deslegitimación. Los fundamentos de la estabilización democrática los
encontramos en un sistema de partidos fuertes, legítimos e
interrelacionados que acordaron compartir valores y procedimientos

133
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

básicos en un proceso histórico conflictivo, signado por la articulación,


desincorporación y reincorporación de sus integrantes: unidad en Punto
Fijo, divisiones de AD, lucha guerrillera y reintegro al orden político e
institucional de la izquierda.

La centralización del poder en los partidos, se manifestó en los


poderosos comités centrales que decidían listas legislativas, para el control
de la agenda congresional, tribunales disciplinarios para preservar ‘la línea
del partido’, interferencia y mediatización de la autonomía de acción de las
organizaciones sociales, así como un fuerte y centralizado Poder Ejecutivo
nacional, interconectado al partido, que intervenía decisivamente en la
conformación de los poderes públicos regionales y municipales. Estos
rasgos conformaron, entre otros, el modelo que logró la estabilización de la
democracia. Su despliegue en el tiempo, generaría efectos perversos de
ineficiencia, corrupción, encapsulamiento de la participación, que se
condensaron en la crisis de legitimación de los partidos políticos y de las
instituciones democráticas, presente en la sociedad venezolana de los
convulsionados tiempos actuales.

RAZÓN Y LÓGICA DE LA CONCILIACIÓN


“Los acuerdos políticos son el precio que debe
pagarse por la libertad.”
Bernard Crick

Entre 1945 y 1958, la sociedad venezolana se vio sometida a la crisis


y ruptura de tres regímenes. Dos golpes de Estado, los de 1945 y 1948, un
autogolpe en 1952 y la caída de la dictadura en 1958, indicaban que
Venezuela enfrentaba una seria crisis recurrente de gobernabilidad; el país
no había logrado dotarse de un modelo estable de ejercicio del poder. Las
experiencias de la transición negociada hacia la democracia, luego la

134
ANDRÉS STAMBOULI

democracia de partidos y finalmente el régimen dictatorial militar, habían


fracasado. En 1958, se imponía la búsqueda de un modelo estable de
ejercicio del poder; sólo un orden político, pluralista, representativo,
pacífico y perdurable lo lograría.

Así definida la situación, una forma de analizarla es la de empezar por


establecer el modo en que se estructuraron históricamente las relaciones
entre el Estado y la sociedad venezolana a partir de 1958, luego de la caída
de la dictadura. Dichas relaciones se conformaron, en gran medida, como
respuesta a las exigencias de diversas instancias sociales —la Iglesia, el
empresariado, los partidos políticos, los intelectuales, fracciones del
ejército— que no encontraban cabida ni respuestas en el gobierno
dictatorial, el cual se tornaba cada vez más sordo ante la sociedad que
pretendía dirigir. El proceso de autocratización acelerado del gobierno de
Pérez Jiménez, que se originó en la combinación de factores tales como sus
propios proyectos y las peculiaridades político-intelectuales de sus más
prominentes representantes, desembocó en una situación de radical
divorcio entre el Estado y la sociedad; ésta logró organizarse y actuar de tal
modo que produjo la quiebra, disolución y caída del gobierno dictatorial.

Caída la dictadura, el reto político mayor era entonces la búsqueda de


fórmulas que significaran la reinserción de la sociedad en el Estado, que
implicaran algún modo de funcionamiento más o menos armónico del
sistema político. Se trataba de establecer mecanismos políticos e
institucionales tendentes a lograr un complejo público-privado legítimo y,
por ende, estable.

Las opciones o alternativas para establecer dicho orden sociopolítico


legítimo y estable eran restringidas. La viabilidad de una opción dependía
de los proyectos, ideas y actuaciones de cada una de las fuerzas sociales
partícipes en el proceso antidictatorial y de la capacidad política que cada

135
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

una de estas fuerzas poseía, a partir de los recursos que le eran propios, y
que estaban en capacidad y disposición de movilizar.

Tomando en consideración estos aspectos, los partidos políticos, el


empresariado privado nacional, la Iglesia y las Fuerzas Armadas, en un
acto de voluntad política negociadora, lograron concertar sus
particularidades en función de la construcción de un consenso político
nacional básico, que permitiera estabilizar la democracia representativa de
manera inmediata. El Pacto de Punto Fijo, suscrito poco antes de las
elecciones de 1958 por tres de los cuatro partidos políticos de la época,
AD, COPEI y URD, significó el reconocimiento de la presencia, actuación e
intereses de todos los sectores participantes del mismo, y fue la expresión
más visible de dicha alianza nacional.

EL PACTO DE PUNTO FIJO


“Los partidos Acción Democrática, Social Cristiano COPEI y Unión
Republicana Democrática, previa detenida y ponderada consideración
de todos los elementos que integran la realidad histórica nacional y la
problemática electoral del país, y ante la responsabilidad de orientar la
opinión pública para la consolidación de los principios democráticos,
han llegado a un pleno acuerdo de unidad y cooperación sobre las
bases y mediante las consideraciones siguientes:

1. Como es del conocimiento público, durante varios meses las distintas


fuerzas políticas que han participado en las acciones unitarias para la
defensa del régimen democrático han mantenido conversaciones
destinadas a asegurar la inteligencia, mutuo respeto y cooperación
entre ellas, interesadas por igual en la consolidación de la unidad y la
garantía de la tregua política, sin perjuicio de la autonomía organizativa
y caracterización ideológica de cada uno, conforme se declaró

136
ANDRÉS STAMBOULI

expresamente en el acta de ampliación de la Junta Patriótica firmada el


25 de enero de 1958 por los partidos políticos que la integraban
inicialmente. El resultado obtenido es favorable, toda vez que las
naturales divergencias entre los partidos, tan distintas del unanimismo
impuesto por el despotismo, se han canalizado dentro de pautas de
convivencia que hoy más que nunca es menester ampliar y garantizar.
El análisis cabal de los antecedentes, de las características actuales y
de las perspectivas de nuestro movimiento democrático, la ponderación
comprensiva de los intereses legítimamente representados por los
partidos a nombre de los centenares de miles de sus militantes; el
reconocimiento de la existencia de amplios sectores independientes que
constituyen factor importante de la vida nacional; el respaldo de las
Fuerzas Armadas al proceso de afirmación de la República como
elemento institucional del Estado sometido al control de las autoridades
constitucionales, y el firme propósito de auspiciar la unión de todas las
fuerzas ciudadanas en el esfuerzo de lograr la organización de la
Nación venezolana, han estado presentes en el estudio de las diferentes
fórmulas propuestas. La sincera definición y defensa de los derechos
que asisten a los partidos como representantes de grandes núcleos
nacionales y la preocupación común de atender en conjunto a los
intereses perdurables de la Nación, si bien han podido en forma
ocasional provocar la generosa impaciencia de calificados valores de la
opinión, son la garantía de que las deliberaciones han respondido a un
serio y responsable enfoque de las urgencias del país.

2. Las minuciosas y largas conversaciones han servido para


comprometer a las organizaciones unitarias en una política nacional de
largo alcance, cuyos dos polos podemos definir así: a) seguridad de que
el proceso electoral y los Poderes Públicos que de él van a surgir
respondan a las pautas democráticas de la libertad efectiva del
sufragio; y b) garantía de que el proceso electoral no solamente evite la
137
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

ruptura del frente unitario, sino que lo fortalezca mediante la


prolongación de la tregua política, la despersonalización del debate, la
erradicación de la violencia interpartidista y la definición de normas que
faciliten la formación del Gobierno y de los cuerpos deliberantes de
modo que ambos agrupen equitativamente a todos los sectores de la
sociedad venezolana interesados en la estabilidad de la República como
sistema popular de Gobierno.

3. Establecidos esos principios de carácter general, COPEI, AD y URD


comprometen su acción y responsabilidad en los términos siguientes:

a) Defensa de la constitucionalidad y del derecho a gobernar conforme


al resultado electoral. Las elecciones determinarán la responsabilidad
en el ejercicio de los Poderes Públicos, durante el periodo constitucional
1959-1964; intervención de la Fuerza contra las autoridades surgidas
de las votaciones es delito contra la Patria. Todas las organizaciones
políticas están obligadas a actuar en defensa de las autoridades
constitucionales en caso de intentarse o producirse un golpe de Estado,
aun cuando durante el transcurso de los cinco años las circunstancias
de la autonomía que se reservan dichas organizaciones hayan podido
colocar a cualquiera de ellas en la oposición legal y democrática al
Gobierno. Se declara el cumplimiento de un deber patriótico la
resistencia permanente contra cualquier situación de fuerza que pudiese
surgir de un hecho subversivo y su colaboración con ella también como
delito de lesa patria.

b) Gobierno de Unidad Nacional. Si bien el ejercicio del Poder por un


partido es consecuencia legítima de una mayoría electoral, la suerte de
la democracia venezolana y la estabilidad del Estado de derecho entre
nosotros imponen convertir la unidad popular defensiva en gobierno
unitario cuando menos por tanto tiempo como perduren los factores que

138
ANDRÉS STAMBOULI

amenazan el ensayo republicano iniciado el 23 de enero; el gobierno de


Unidad Nacional es el camino para canalizar las energías partidistas y
evitar una oposición sistemática que debilitaría el movimiento
democrático. Se deja claramente sentado que ninguna de las
organizaciones signatarias aspira ni acepta hegemonía en el Gabinete
Ejecutivo, en el cual deben estar representadas las corrientes políticas
nacionales y los sectores independientes del país, mediante una leal
selección de capacidades.

c) Programa mínimo común. Para facilitar la cooperación entre las


organizaciones políticas durante el proceso electoral y su colaboración
en el Gobierno Constitucional los partidos signatarios acuerdan
concurrir a dicho proceso sosteniendo un programa mínimo común, cuya
ejecución sea el punto de partida de una administración nacional
patriótica y del afianzamiento de la democracia como sistema. Dicho
programa se redactará por separado, sobre las bases generales, ya
convenidas, y se considerará un anexo del presente acuerdo. Como este
programa no excluye el derecho de las organizaciones políticas a
defender otros puntos no comprendidos en él, se acuerda para estos
casos la norma siguiente: ningún partido unitario incluirá en su
programa particular puntos contrarios a los comunes del programa
mínimo y, en todo caso, la discusión pública en los puntos no comunes
se mantendrá dentro de los límites de la tolerancia y del mutuo respeto
a que obligan los intereses superiores de la unidad popular y de la
tregua política.

4. El ideal de la unidad como instrumento de lucha contra la tiranía y


contra las fuerzas en aptitud de reagruparse para auspiciar otra
aventura despótica, sería la selección de un candidato presidencial
democrático único, la formación de planchas únicas para los cuerpos
colegiados y la formación de un frente único a base de un solo

139
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

programa integral de Gobierno. En la práctica se ha evidenciado que


diversos factores reales contradicen esa perspectiva histórica, más,
afortunadamente, hay otros medios idóneos de preservar la Unidad
Nacional. Por consiguiente, lejos de considerar comprometida la unidad
por la comprobación de naturales contradicciones interpartidistas que
se corresponden con la esencia de la actividad democrática, las
organizaciones signatarias después de confrontar sus distintas
opiniones entre sí y con las emitidas por voceros independientes
autorizados, de la prensa y de otros factores nacionales define:

1) Los requerimientos de la unidad son compatibles con la eventualidad


de diversas candidaturas y planchas legislativas.

2 ) Para que la presentación de varias candidaturas presidenciales y


diversas planchas legislativas pueda verificarse sin menoscabo de la
unidad y sin ruptura de la tregua interpartidista, es indispensable
fortalecer el sentimiento de común interés patriótico y la tolerancia y
mutuo respeto entre las fuerzas unitarias, base de lo cual debe ser la
sincera y solemne adhesión de todas las fuerzas democráticas a los
puntos contenidos en esta declaración y al espíritu que la anima, tal
como hoy se consagra con la firma de este documento.

3) Para garantizar la tregua política y la convivencia unitaria de las


organizaciones democráticas, se crea una Comisión Interpartidista de
Unidad encargada de vigilar el cumplimiento de este acuerdo. Dicha
Comisión estará encargada de orientar la convivencia interpartidista, de
conocer las quejas que se produzcan contra las desviaciones
personalistas o sectarias en la campana electoral y de diligenciar ante
cualquiera de los signatarios, y a nombre de todos, la morigeración y
control en lo que pudiera comprometer la convivencia democrática.

140
ANDRÉS STAMBOULI

5. Para garantizar que varias postulaciones presidenciales y varias


planchas legislativas sean en todo momento expresiones de la voluntad
nacional de celebrar elecciones que en definitiva se traduzcan en
fortalecimiento de la democracia, se proclama:

I. Cada organización queda en libertad de sustentar su propio


candidato presidencial y sus propias planchas para los cuerpos
colegiados dentro del concepto de unidad aquí consagrado y en el
sentido de que garanticen la tolerancia mutua durante la campaña y el
cumplimiento de los compromisos generales convenidos en esta
declaración cualquiera que sea la candidatura o plancha que obtuviera
mayor número de votos.

II. Todos los votos emitidos a favor de las diversas candidaturas


democráticas, serán considerados como votos unitarios y la suma de los
votos por los distintos colores como una afirmación de la voluntad
popular a favor del régimen constitucional y de la consolidación del
Estado de derecho.

III. La postulación de los candidatos presidenciales y de las planchas


legislativas es de la responsabilidad de cada partido o coalición. Será el
pueblo elector a quien le corresponda calificar con el voto cualquier
postulación. Los partidos que suscriben este documento garantizan la
adhesión de los principios y normas aquí consagrados de sus
respectivos candidatos a la Presidencia de la República.

IV. Los partidos signatarios se comprometen a realizar una campaña


positiva de afirmación de sus candidatos y programas dentro del
espíritu de la unidad, evitando planteamientos y discusiones que
pueden precipitar la pugna interpartidista, la desviación personalista
del debate y divisiones profundas que luego pudieran comprometer la
formación del Gobierno de Unidad Nacional.

141
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

V. Después de publicado el resultado oficial de las elecciones, tendrá


lugar en Caracas un gran acto popular encargado de ratificar los
siguientes principios:

a) Pública adhesión de todas las organizaciones y candidatos


participantes al resultado de las elecciones, como expresión de la
soberana voluntad popular.

b) Ratificación por parte de las organizaciones signatarias de su sincero


propósito de respaldar al Gobierno de Unidad Nacional, al cual
prestarán leal y democrática colaboración.

Consideran las organizaciones signatarias que la adhesión de todas las


fuerzas políticas a los principios y puntos fijados en esta declaración es
una garantía eficaz para el ejercicio del derecho electoral democrático
dentro de un clima de unidad. La cooperación de los organismos
profesionales gremiales, cívicos y culturales, de la prensa y de
personalidades independientes, con los fines así precisados,
consolidarán la convivencia nacional y permitirán el desarrollo de una
constitucionalidad estable que tenga en sus bases la sinceridad política,
el equilibrio democrático, la honestidad administrativa y la norma
institucional que son la esencia de la voluntad patriótica del pueblo
venezolano. Como este acuerdo no fija principio o condición contrarios al
derecho de las otras organizaciones existentes en el país, y su leal
cumplimiento no limita ni condiciona el natural ejercicio por ellas de
cuantas facultades pueden y quieren poner al servicio de las altas
finalidades perseguidas, se invita a todos los organismos democráticos
a respaldar, sin perjuicio de sus concepciones específicas, el esfuerzo
comprometido en pro de la celebración del proceso electoral en un clima
que demuestre la aptitud de Venezuela para la práctica ordenada y
pacífica de la democracia.
Caracas, 31 de octubre de 1958

142
ANDRÉS STAMBOULI

(Firmado) Por Unión Republicana Democrática, Jóvito Villalba, Ignacio


Luis Arcaya, Manuel López Rivas.

(Firmado) Por el Partido Social Cristiano COPEI, Rafael Caldera, Pedro


del Corral, Lorenzo Fernández.

(Firmado) Por Acción Democrática, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni,


Gonzalo Barrios.”

De esta manera, se conformó un sistema político de conciliación y


compromiso entre fuerzas sociales heterogéneas, encargado de mantener
la cohesión social y asegurar la estabilidad de la forma política naciente.
Este proceso no estuvo libre de contradicciones, que tuvieron su momento
de más alta tensión en la auto exclusión del Partido Comunista de
Venezuela y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, producto de la
primera división de Acción Democrática, que los condujo a la lucha
armada. A pesar de ello, el modelo logró funcionar y una vez fracasado el
movimiento guerrillero y reincorporados sus protagonistas a la vida
política legal, siguió funcionando de modo aún más vigoroso. En su
despliegue inicial, el modelo se vio sometido a cambios importantes, en lo
que concierne a sus modalidades decisorias: de los dos primeros gobiernos
pluripartidistas, se pasó a gobiernos monopartidistas, sin que se pusiera
en juego la estabilidad democrática.

El objetivo nacional prioritario planteado por los sectores dirigentes, a


partir de la evaluación del fracaso de la primera experiencia democrática,
entre 1945 y 1948, fue el de lograr la estabilización a corto plazo del nuevo
régimen. Esta afirmación puede parecer de perogrullo, dado que todo
régimen debería tender a la autopreservación como su objetivo
fundamental. Sin embargo, al revisar las peculiaridades de la primera
experiencia democrática, entre 1945 y 1948, encontramos que el objetivo
prioritario fue la aplicación de un programa partidista de reformas

143
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

institucionales, políticas y sociales, sin concesiones, sin atención a sus


efectos desestabilizadores.

El gran aprendizaje derivado de trece años de recurrente


conflictividad disruptiva, indicaba que su resolución requería del
establecimiento de acuerdos, entendimientos y concesiones recíprocas,
entre sectores y fuerzas políticas y sociales en situación de equilibrio, en
cuánto a los recursos y capacidad para generar conflictos de los que
disponían esos sectores y fuerzas. A tal fin, los partidos políticos, la Iglesia,
las Fuerzas Armadas, el empresariado y las organizaciones laborales,
necesitaban integrarse en un modelo de distribución y ejercicio del poder
que les garantizara su presencia activa en el escenario político, el
reconocimiento de su legitimidad, intereses y expectativas. La democracia
de consenso, un sistema político de conciliación compartido por actores
diversos y plurales, se imponía, si de lo que se trataba era de otorgarle
gobernabilidad a la sociedad venezolana.

De esta forma, el Pacto de Punto Fijo, suscrito por los altos dirigentes
de los partidos Acción Democrática, Unión Republicana Democrática y
COPEI, legitimados por sus respectivas bases partidistas, fue el
instrumento fundamental para la resolución de la crisis de gobernabilidad
de la sociedad venezolana. El pacto contemplaba la sustitución de las
pautas de confrontación interpartidistas, que caracterizaron a la
experiencia democrática fallida del trienio de 1945 a 1948, por relaciones
de cooperación, que se concretaron en dos gobiernos de coalición
multipartidista, entre 1959 y 1969; el primero presidido por Rómulo
Betancourt y el segundo por Raúl Leoni, ambos del partido Acción
Democrática, con la concurrencia variable del COPEI, de URD y del partido
de vida efímera fundado por Arturo Uslar Pietri, el Frente Nacional
Democrático.

144
ANDRÉS STAMBOULI

Consolidado el modelo democrático de conciliación luego de los diez


primeros años, y derrotado el movimiento guerrillero, el tercer período
constitucional presidido por Rafael Caldera del partido opositor COPEI,
inauguraría la era de los gobiernos no coaligados, al apreciar
suficientemente solidificadas las bases del régimen democrático. A partir
de entonces, gobernaría el partido ganador, y los perdedores pasarían a la
oposición leal a la democracia, incluyendo a los partidos de izquierda
reconstituidos y reinsertados a la institucionalidad, luego del fracaso de la
insurgencia armada.

POLÍTICAS PÚBLICAS CONCERTADAS


Cuando la estabilidad se tiene por objetivo prioritario, aunque no se
haga explícito, todos los demás objetivos, comenzando con la formulación
de políticas públicas, se subordinan a tal objetivo. En este sentido, a partir
de 1958 la estabilidad del orden político definiría los parámetros de la
formación y ejecución de las políticas públicas fundamentales a ser
adoptadas. Toda política pública debía subordinarse a dicha estabilidad, lo
cual suponía que algunas de ellas, al menos las más cruciales, se
ejecutarían con una alta dosis de conciliación y concesiones recíprocas
entre las élites de poder.

A1 reinicio de la democracia en 1958, podemos ubicar las siguientes


decisiones fundamentales, en tanto que generadoras de apoyo social y
estabilidad política para el nuevo régimen. En primer lugar, el acuerdo
político suscrito entre las élites partidistas, el Pacto de Punto Fijo, que
sentó las bases de la cooperación en función del apego pluralista al
fortalecimiento del régimen democrático.

Luego, el aumento drástico del gasto social del Estado en educación,


salud, vivienda y servicios básicos para los sectores más necesitados de la
población, los que, ante una situación de privación que conocieron

145
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

durante una década de gobierno dictatorial, ahora se traduciría en una


mejora en su calidad de vida. Que el Estado prestara servicios gratuitos de
educación, seguridad social y asistencia en salud de modo gratuito,
construyera escuelas, hospitales y ambulatorios, representaría para dichos
sectores sociales mejores condiciones de vida. Para el migrante rural que
llegaba libremente a la ciudad, sin la sombra de un helicóptero pendiente
de derribarle su rancho y desalojarlo del pedazo de territorio que había
ocupado, su mudanza le generaba expectativas de progreso, en relación
con su situación pasada de poblador desesperanzado.

A partir de 1958, los partidos políticos se constituyeron en agencias


exitosas de control social, desplegando una variada gama de mecanismos
de asistencia clientelar, ofreciendo empleos, materiales de construcción,
repartición de canastas alimentarias y organizando diversos programas de
beneficencia. Dada la incapacidad y falta de necesidad sentida de la
población de expresar exigencias de eficacia institucional y, por otro lado,
la capacidad financiera del Estado venezolano, sus decisiones y acciones
públicas en materia social propiciarían la prestación clientelar de los
servicios sociales. El bajo nivel de las exigencias populares y la exigua
expresión política efectiva de las necesidades sociales, unida a la
incapacidad por expresar reivindicaciones fuera del cauce de los partidos,
contribuyó decisivamente con el clientelismo como política de Estado y de
partidos.

La eliminación del concepto del Estado docente y el reconocimiento


del papel de la Iglesia en la política educativa nacional, la incorporó al gran
consenso nacional por la democracia. Así, las tensiones pasadas entre el
partido Acción Democrática y la Iglesia Católica, se atenuarían
significativamente con la presencia del partido demócrata cristiano COPEI
en el gobierno, y por el franco y decidido abandono por parte de Acción

146
ANDRÉS STAMBOULI

Democrática de la tesis del Estado docente. Personajes con la orientación


ideológica y programática como las de Luis Beltrán Prieto no volverían a
ser ministros de educación, a partir de 1958, hasta 1999.

La política de industrialización por la vía de la sustitución de


importaciones, constituyó otra política pública que tuvo un sentido para la
estabilización de la democracia representativa. Se trataba con esa política
de generar no solamente las vías para un proceso de crecimiento industrial
diversificado, sino también, y de manera muy importante, de atender las
exigencias y demandas del sector empresarial, generador de conflictos
políticos, tal como se demostró ante el régimen dictatorial.

El ‘Nuevo Ideal Nacional’ de la dictadura, había logrado asociar en la


conciencia colectiva, el progreso con la construcción de obras públicas y la
inversión en metros cúbicos de cemento armado. De esta manera, uno de
los lemas fundamentales de la democracia en sus inicios, fue el de «así
construye la democracia». Si progreso era sinónimo de construcción de
autopistas y otras obras de infraestructura, la democracia también podía
hacerlo, y lo hizo.

La estabilización del nuevo régimen, implicaba, pues, en primer lugar,


minimizar los conflictos intersectoriales desestabilizadores, con lo cual se
generarían conflictos de otra naturaleza. Así, a la coalición nacional por la
democracia —conformada por partidos políticos, corporaciones
empresariales y sindicales, la Iglesia y las Fuerzas Armadas— le tocaría
enfrentar a la izquierda inspirada por la revolución cubana, alzada en
guerrilla, y a los rezagos del militarismo que produjeron algunas
sublevaciones fallidas. De esta manera, se estableció un orden de
preferencias de conflictos para el régimen democrático representativo que
se quería estabilizar.

147
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

El objetivo de estabilidad política y su consecuente preocupación por


la minimización del conflicto disruptivo de la democracia naciente,
enfrentaba una diversidad de actores sociales generadores de conflictos,
que se los habían creado a un régimen militar y a otro democrático,
anteriormente. Ante una diversidad de actores con intereses, visiones y
recursos de poder diferentes, el objetivo de estabilidad democrática
imponía entonces un determinado modo de decidir políticas, si se quería
evitar el desencadenamiento de conflictos.

El modo conciliatorio de tomar decisiones de Estado, dominante a


partir de 1958, se imponía por la fuerza de las circunstancias y por el
objetivo de poder deliberadamente perseguido. Las exigencias de la
conciliación derivaron en un estilo general, abstracto, ambiguo, en la
formulación de políticas públicas, estableciendo estados de la sociedad que
se querían alcanzar, con los que todos los participantes del proceso
conciliatorio estaban de acuerdo. Al momento de formularse una política
pública, para que la misma no suscitara objeciones, debates y conflictos,
la abstracción y la ambigüedad se imponían. De esta manera, los objetivos
que recibían directamente los encargados de ejecutar las decisiones,
podían ser interpretados de diferentes maneras. Los ejecutores directos de
una política estarían en consecuencia sometidos a la influencia y a la
presión de los grupos afectados por la política en cuestión, y el mercado de
intereses terminaba, de un modo silencioso, por moldear las políticas del
Estado.

El modelo de conciliación y el estilo decisional que generó, pudo


funcionar mientras la expresión de las aspiraciones sociales no constituía
un reto para los decisores, y mientras éstos operaban en condiciones que
les permitían ejecutar un gran ‘juego no suma cero’, es decir: mientras los
decisores disponían de recursos suficientes para ser distribuidos, de

148
ANDRÉS STAMBOULI

manera que ningún sector social fuera perdedor absoluto. En definitiva,


todos salían ganando, aunque algunos, inevitablemente, más que otros.
En este sentido el sistema político venezolano demostró ser altamente
eficaz, en su objetivo estratégico de estabilización de la democracia, en el
que obtuvo un éxito apreciable. En cuanto a los campos de su acción
económica y social, a la larga, demostraría ser altamente ineficaz en sus
resultados, si confrontamos sus realizaciones con los recursos de los que
dispuso.

Pudiera pensarse que el costo de realización de la estabilidad de la


democracia fue el de la ineficacia en la administración societal, y que a
pesar de sus deficiencias, limitaciones y contradicciones internas, la
democracia era preferible al autoritarismo. Pero, a partir de cierto
momento, la estabilidad de la democracia comenzaría a requerir de la
eficacia del sistema político en la resolución de problemas sociales. La
ineficacia se convertiría en el principal enemigo de la estabilidad
democrática y el nuevo desafío sería el de lograrla, dentro de una situación
de demandas crecientes de grupos sociales y de una mayor escasez
relativa de recursos; el juego no suma cero sería cada vez menos
sostenible, pero las características de la sociedad generadas por este juego
distributivo, a lo largo de tres decenios, conformarían una estructura de
expectativas resistente a la imposición de un nuevo paradigma, orientado
por criterios de efectividad.

Pero, ¿cómo comprender las tensiones que se plantearon en el


sistema político de gobierno, entre, por un lado, las exigencias del
mantenimiento estable del modelo conciliatorio de ejercicio del poder y, por
el otro, las exigencias de racionalidad y eficacia instrumental de una
sociedad problematizada y empobrecida?

149
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Es verdad que todo sistema de gobierno político tiene por función


primordial producir decisiones para resolver problemas en un entorno
caracterizado por la pluralidad y la diversidad, que necesitan ser
integradas para la convivencia pacífica y la tolerancia del otro como valor
supremo. La política industrial, agrícola, educativa, científica, y demás,
suponen una racionalidad propia que las guía y la formulación de políticas
públicas, la formulación de decisiones dentro de cada una de estas áreas,
debe responder primordialmente a la racionalidad instrumental del sector
en cuestión. Al mismo tiempo, todo sistema de gobierno político tiene
también exigencias que se refieren a la lógica del mantenimiento estable de
las pautas que lo rigen, a ser consideradas a la hora de formular y ejecutar
las decisiones de políticas públicas.

Así, en todo sistema político, las decisiones no sólo se enfrentan al


reto de tener que decidir racionalmente para resolver problemas, sino que,
al mismo tiempo, deben estar pendientes de un componente fundamental
de todo proceso político: su estabilidad y mantenimiento. Ninguna política
pública sectorial escapa a la lógica de las necesidades del mantenimiento y
reforzamiento de las pautas establecidas en la distribución y ejercicio del
poder. Por ello, debe considerarse la tensión existente entre esos dos
componentes del sistema político, evaluando cualquier política no sólo
desde el exclusivo punto de vista de su racionalidad autónoma, sino
preguntarse también acerca de las relaciones de poder generales de la
sociedad, y de su influencia sobre el diseño de tal política. Es decir, de qué
manera esa política así diseñada y con tales objetivos y resultados,
refuerza o debilita la estabilidad del conjunto de relaciones de poder
dominantes en un momento dado.

Conviene entonces recordar que el diseño de políticas que se realiza


para lograr ciertos objetivos en cualquier área problemática de la sociedad,

150
ANDRÉS STAMBOULI

no se hace dentro de un vacío de relaciones de poder, ni a partir de


consideraciones estrictamente técnicas y racionales propias y exclusivas
del área en cuestión, como si buscar la solución a un problema cualquiera
de la sociedad consistiera sencillamente en la habilidad de los técnicos por
descubrir una supuesta mejor solución que existe de antemano, y pensar
que la política fracasará o no de acuerdo con la habilidad del técnico por
descubrir y ejecutar esa mejor solución instrumental.

Hay que considerar más bien que el diseño de políticas públicas


responde a la percepción del problema a resolver que tienen los actores
directamente relacionados con el área en cuestión. Por ejemplo, diseñar la
política de industrialización de Venezuela en la década de los sesenta por
la vía de sustitución de importaciones, no fue sólo una decisión resultante
de consideraciones que respondieron a una estricta racionalidad
económica, sino también a consideraciones de integración del
empresariado nacional al consenso por la democracia.

Pero, si bien es cierto que estudiar una política cualquiera, aislándola


de su contribución estratégica al sistema nos hace incurrir en visiones
miopes del problema, lo inverso, es decir, estudiar solamente los
fenómenos del poder en general, para determinar quién domina realmente
la sociedad, resulta también muy frecuentemente un conocimiento de
lugar común. Es decir, que lo importante no es solamente descubrir,
cuestión relativamente sencilla, quién o quiénes dominan en un momento
dado las decisiones de una sociedad, sino más bien de entender de qué
manera los actos de estos factores de poder contribuyen o no a mantener
su dominación. Y esos actos fundamentales son precisamente la
producción de políticas públicas destinadas a resolver problemas de una
determinada manera.

151
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Si un régimen se mantiene y se legitima ante la sociedad a partir de


sus políticas públicas, éstas, por lo tanto, cumplen siempre un doble
papel: procurar la solución de problemas, pero también reforzar la
estabilidad del orden establecido. Luego, resulta evidente que en ciertas
circunstancias las exigencias de estabilidad pueden llegar a predominar
sobre las exigencias de eficacia instrumental de una o varias políticas
públicas. Esto significa que las políticas que efectivamente se ejecutan,
tienen por objetivo realizar concesiones a grupos con los cuales se quiere
evitar una situación de conflicto, y no tanto lograr objetivos propios de la
política específica de un modo eficaz. En efecto, la crítica más frecuente
que se formula al sistema político democrático venezolano es que, al
amparo de la conciliación, ha sido altamente ineficaz e ineficiente, esto es,
que por un lado no logró aproximarse a los objetivos que se propuso, y por
otro lado, los pocos resultados que obtuvo los logró al precio de una alta
inversión de recursos.

Cuando se hace tal afirmación acerca del sistema político democrático


venezolano, normalmente se evalúan cuáles son los objetivos
explícitamente proclamados por sus decisores a fin de compararlos con los
resultados obtenidos. Sin embargo, hay otro tipo de objetivos que
normalmente no se toman en cuenta, que son los objetivos que no son
formalmente reconocidos, que no son formalmente proclamados y que son
los que en efecto orientaron la acción de los decisores y ejecutores.

En términos de sus objetivos explícitos, se sostiene así mismo que su


formulación se hizo en términos ambiguos, retóricos, imprecisos, sin
establecerse de una manera específica los medios que se utilizarían para
alcanzarlos; que fueron más bien declaraciones maximalistas que
prometían lo absoluto, la resolución total de absolutamente todos los
problemas:

152
ANDRÉS STAMBOULI

• ¿No será más bien que estos objetivos cumplían una función distinta
a la que aparentaban?

• ¿A qué se debió que los objetivos explícitos fueran planteados de


manera retórica y ambigua, y que casi cualquier programa de
gobierno pudiera ser tomado al pie de la letra para ser ejecutado por
casi cualquier gobierno?

• ¿Falta de discernimiento y de capacidad técnica de los planificadores,


limitaciones intelectuales de nuestros políticos o de nuestros
decisores, o más bien fue el resultado de una situación
político-estructural que no permitía o consideraba deseable fijar de
una manera precisa metas y medios para alcanzarlos?

Si resulta que efectivamente los objetivos que se explicitaban en los


programas, planes, discursos oficiales, no eran propiamente objetivos sino
retórica ambigua, es importante descubrir su lógica. La actitud intelectual
frente al problema debe cambiar para una comprensión adecuada de lo
acontecido, a fin de entender cómo se las arregló el modelo de poder
conciliatorio, catalogado de ineficaz e ineficiente, para subsistir por tanto
tiempo; y cuarenta años son mucho tiempo.

Lo que se plantea es determinar si son observables niveles de


realizaciones que puedan considerarse satisfactorios, y el asunto implica
apartarse del marco de la perspectiva de los objetivos proclamados ya que,
si nos limitamos a ellos, jamas nos encontraremos con una relación
promesa-realización aceptable. En cambio, si nos apartamos del marco de
los objetivos que se proclamaron, podemos descubrir niveles de realización
que fueron considerados satisfactorios por la sociedad, y que pueden
contribuir a explicar el funcionamiento de un sistema político que, en un
principio, se pensaba altamente ineficaz.

153
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Para quienes evalúan la eficacia del sistema político democrático


venezolano de acuerdo con los objetivos explícitamente proclamados y sus
resultados, las causas o razones alegadas acerca de su ineficacia, suelen
responder a los más diversos argumentos. Así, se alude a los defectos
subjetivos de la alta jerarquía: falta de voluntad, capacidad, firmeza,
energía, sin idea clara de lo que es una prioridad, de lo que significa
gobernar. Otro tipo de argumento que supuestamente explicaría la
ineficacia del sistema, es el de los defectos de los actores colectivos. Por
ejemplo, se sostiene que los partidos políticos o las juntas directivas que
dirigen una institución cualquiera, se preocuparon más por sus propios
intereses grupales e individuales que por los intereses del país y de la
sociedad, y de allí su ineficacia.

Otras consideraciones aparentemente más sofisticadas, refieren a los


defectos de los instrumentos legales que rigieron el funcionamiento del
sistema político democrático y a los defectos de una burocracia
improductiva, facilista y parasitaria que requería de una reforma
administrativa que suplantara la partidocracia por la meritocracia.
Algunos tecnócratas sostienen otras explicaciones como las que atribuían
la ineficacia a defectos en los mecanismos de búsqueda de información
óptima por parte de los decisores, quienes en verdad resolvían sin contar
con la información suficiente.

Todos estos factores pueden haberse conjugado. Lo que sucede es que


uno no termina de entender cómo fue posible que presidentes ineptos, que
administraron una sociedad a partir de un modelo de desarrollo agotado
desde su nacimiento, con instrumentos legales anacrónicos e información
deficiente, mediante una burocracia incompetente y contando con
dirigentes políticos y corporativos absolutamente egoístas, sin embargo,
fueron reiterada y entusiastamente legitimados. Naturalmente, existe

154
ANDRÉS STAMBOULI

siempre el argumento de la infinita capacidad de manipulación ideológica


o pecuniaria de los estratos dominantes de la sociedad para mantener el
control social sobre una población que, dado su bajísimo nivel de
desarrollo cultural, no se percataba de la situación.

Incursionar en el campo de los objetivos implícitos, no formulados,


del sistema político, de sus redes sociales de compromisos, que produjeron
resultados que parecieron satisfactorios, contribuye a entender los altos
niveles de apoyo que durante un buen tiempo recibió el sistema político
democrático de conciliación. Desde este punto de vista no podrá
sostenerse con la misma seguridad que en el caso de la sola perspectiva de
los objetivos explícitos, que el sistema político venezolano sólo demostró
altos niveles de ineficacia. En este sentido, el análisis de los objetivos
políticos y los resultados efectivamente observables ayudan a comprender
la persistencia del sistema político venezolano democrático, conformado a
partir de 1958 hasta el presente, a pesar de sus crisis recientes de
gobernabilidad y los intentos presentes de sustituir el modelo conciliatorio,
por otro de confrontación y movilización social.

ORIENTACIONES Y LOGROS DE LAS POLÍTICAS DE LA


CONCILIACIÓN

La resolución de la crisis de gobernabilidad se configuró en 1958


como el objetivo societal fundamental; se trataba de estabilizar y
consolidar el régimen democrático mediante el Pacto de Punto Fijo,
basamento político de un sistema de conciliación nacional, y de utilizar la
renta petrolera para modernizar la sociedad por medio de una nueva
orientación de las políticas públicas. Cuatro líneas de acción del Estado,
créditos públicos al sector privado, subsidios a productos básicos de
consumo masivo, servicios sociales gratuitos y generación de empleos en el
sector público, definirían las principales políticas del Estado, a saber, la

155
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

industrialización por sustitución de importaciones, el desarrollo de


empresas estatales, la capitalización de la agricultura, masivas inversiones
públicas en obras de infraestructura vial, edificaciones escolares y de
salud, aumento significativo del gasto social para la expansión de los
servicios de vivienda, salud y asistencia social y la apertura a la movilidad
social mediante la gratuidad de la educación en todos sus niveles.

Luego de quince años, transcurridos tres períodos presidenciales,


Venezuela podía exhibir importantes logros en los ámbitos político,
económico y social. La consolidación de la democracia y el cultivo de la
tolerancia y la convivencia plural, fortalecidas con la reincorporación de
las izquierdas al sistema institucional, luego de su derrota militar; niveles
apreciables de crecimiento económico, sin inflación y con el
mantenimiento de los equilibrios macroeconómicos fundamentales; y en lo
social, el alcance de tasas reducidas de desempleo e indicadores
significativos de movilidad social producidas por el acceso ampliado a la
educación y a la salud.

El andamiaje político y económico social sobre el que se viabilizaron la


democracia representativa y el sistema de partidos, habría de operar en el
contexto de una sociedad civil, histórica y estructuralmente dependiente
de la acción de un Estado que había comenzado su proceso de crecimiento
a partir de la aparición del petróleo. El conjunto de políticas públicas
adoptadas por el Estado venezolano a partir de 1958, se insertaron en esta
característica dependencia de la sociedad civil del Estado.

Dentro de este marco, en su dimensión socioeconómica, la


democracia venezolana se fundamentó en dos conjuntos de políticas
públicas: el modelo de industrialización por la vía de la sustitución de
importaciones y una sustancial inversión del Estado en gastos sociales.
Aunque se hubiera advertido acerca de las limitaciones de tal modelo de

156
ANDRÉS STAMBOULI

industrialización para producir una situación de bienestar generalizado


sostenible, dada la exigencia de la conformación política de una
democracia estable; dadas las peculiaridades ideológicas y sociales
reformistas de los principales partidos políticos, AD y COPEI; dada la
limitación del empresariado venezolano por desatar un proceso intenso de
acumulación de capital, tecnología y organización eficiente de un modo
autónomo del Estado, y dado el tipo de relaciones políticas que
necesariamente tenía que vincular a partidos y empresarios, en función de
la estabilidad política, el modelo de desarrollo industrial difícilmente
habría podido ser otro, aunque tuvieran conciencia de sus limitaciones
importantes sectores intelectuales del país, y por más que advirtieran
acerca de las mismas. Era uno de los costos de realización para
institucionalizar exitosamente a la naciente democracia. Para aquel
entonces se tenía con qué pagarlo y sus primeros logros no fueron nada
despreciables: consolidación democrática, convivencia pacífica,
crecimiento económico y movilidad social.

Al mismo tiempo, el Estado asumió un vigoroso carácter social al


promover inversiones intensivas en educación, seguridad social, vivienda,
servicios públicos y dotaciones de infraestructura para las capas más
desfavorecidas de la población. Con todo lo deficiente que podía ser, este
gasto social permitió atender las necesidades de una población que había
sido completamente relegada durante los diez años previos de la dictadura.
Los partidos más relevantes desde el punto de vista del soporte al
establecimiento, AD y COPEI, se constituyeron en importantes canales de
transmisión clientelar de ese gasto social entre el Estado y la población.
Desplegaron sus redes organizativas, fundamentalmente en los núcleos
sociales urbanos más deprimidos y en el campo, operando como
importantes mediadores entre la población y las distintas instancias
gubernamentales a los fines de lograr para su clientela bienes y servicios,
así como prebendas de la más variada índole: empleos en la
157
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

administración pública, becas, materiales de construcción, canastas


alimenticias. En este sentido, los partidos no sólo fueron maquinarias para
la lucha por el poder, sino también importantes agencias de control y
asistencia social de una población obligada estructuralmente a transitar
sus canales.

En síntesis, el sistema sociopolítico venezolano, conformado a partir


de un pacto suscrito entre las élites con mayor capacidad política, supo
combinar mecanismos clientelares macrosociales, políticas públicas de
contenido social y el mantenimiento de niveles de ingresos decorosos para
las clases medias, gracias a los recursos provenientes del petróleo, en
función de la estabilización de la democracia. La Venezuela de los quince
primeros años de democracia, en sus grandes lineamientos, fue producto
del programa político económico que le trazaron sus élites, a partir de
1958, para establecer una institucionalidad política democrático-
representativa, con un sistema electoral de representación proporcional de
las minorías, combinada con un Estado social, empresario, dinamizador y
regulador de la empresa privada.

Los gobiernos que a partir de 1958 se sucedieron, matices más,


matices menos, no se apartaron de manera sensible de ese programa. Los
gobiernos de AD y de COPEI se desplegaron sobre la convicción de que, a
partir de una fuerte presencia del Estado, las bases de una economía
capitalista y sin pasar por traumas revolucionarios, se podían ampliar los
niveles de consumo de la población, reducir las tasas de desempleo y
proporcionar servicios de salud, educación y vivienda.

El logro de tales objetivos, sin presiones inflacionarias ni déficit fiscal


del Estado, se vio favorecido por la expansión del negocio petrolero y por el
crecimiento económico, producto de la fase eufórica inicial del proceso de
industrialización, iniciado en los años sesenta.

158
ANDRÉS STAMBOULI

DE LOS REQUISITOS DE LA ESTABILIDAD A LAS EXIGENCIAS


DE EFICACIA 1973-1983

En 1973, cuando este modelo económico y social parecía haber


llegado a límites que señalaban su agotamiento, y cuando la inflación
mostraba sus primeros síntomas, Carlos Andrés Pérez, candidato de AD,
ganaba la Presidencia de la República. En una campaña electoral brillante,
novedosa y llena de expectativas, se trataba de la guerra contra la pobreza,
de la democracia con energía, de la última oportunidad de la democracia, y
de la necesidad impostergable de llenarla de contenido social mediante la
reformulación del modelo de desarrollo capitalista, a fin de enfrentar sus
injusticias y modernizarlo.

Carlos Andrés Pérez inaugura su período de gobierno en 1974, bajo el


efecto de un aumento espectacular en los precios del petróleo, a raíz del
conflicto del Medio Oriente. Tales ingresos extraordinarios podían haber
servido a los fines proclamados por el candidato Carlos Andrés Pérez, pero,
ante una sociedad y un Estado sin preparación para hacer uso productivo
de los mismos y una dirigencia política que no se atrevió o no supo como
modificar la estructura socioeconómica y política que los iba a recibir, el
resultado fue la acentuación de las tendencias que ya venían operando: la
concentración aún más fuerte de la riqueza; la ineficacia de los aparatos
públicos y privados, que ahora se hacía más visible; el mayor y más fácil
enriquecimiento para ciertos sectores y la corrupción, no tanto como
fenómeno novedoso cuanto escandaloso por sus nuevas magnitudes y
manifestaciones. Fue un momento de consumismo desenfrenado, de
inflación y especulación en renglones básicos y vitales de consumo, y de
deterioro de la calidad de la vida cotidiana por congestión generalizada. El
Estado mismo aparecía igualmente como un ente congestionado con
responsabilidades y cargas que lo desbordaban.

159
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Comenzando la década de los ochenta, Venezuela representaba en el


contexto latinoamericano, uno de los pocos casos de régimen democrático,
con sistema de partidos competitivo, en el cual, la manifestación verbal,
escrita y práctica de opciones ideológico-políticas plurales se realizaba de
modo bastante inusual. La sociedad venezolana había alcanzado un
apreciable nivel de estabilidad de su orden político democrático, basado en
una amplia difusión y aceptación de las reglas de juego de la democracia
representativa, por parte de las colectividades más activas, significativas y
organizadas. Por otro lado, una especial relación paterno-filial entre el
Estado y la sociedad que, si bien en determinado momento de su
desarrollo histórico cumplió un papel estabilizador fundamental de la
democracia, comenzaba a hacer crisis que, de perdurar, podía amenazar
buena parte de lo que había contribuido a establecer.

En 1979, AD le entregaba el gobierno a Luis Herrera Campíns,


candidato de COPEI, su principal opositor, en una situación de
estancamiento económico, inflación y con una deuda pública que
superaba los 25 mil millones de dólares. A casi tres años de gobierno
irresolutamente desrregulador en lo económico -sus primeras medidas de
gobierno fueron eliminar los subsidios, liberar los precios y enfriar el
circulante en aras de ‘sincerar la economía’- la inflación había alcanzado el
veinte por ciento, el desempleo y el cierre de empresas habían aumentado,
y el tema de la reactivación de la economía era una demanda que a diario
se expresaba frente a un gobierno que no hallaba cómo efectuarla, o no le
interesaba el tema.

Pero la crisis no se manifestaba sólo en la esfera económica; afectaba


todo el modelo de desarrollo y a varios de sus componentes. El Estado ya
no tenía la capacidad de seguir protegiendo y subsidiando a un aparato
productivo deficitario e inflacionario. El peculiar carácter social del Estado

160
ANDRÉS STAMBOULI

venezolano se había visto peligrosamente disminuido, empujando a las


organizaciones sindicales a tomar la calle por primera vez desde 1958. El
acuerdo básico entre las élites dirigentes de los dos grandes partidos había
conocido momentos de alta tensión, por desacuerdos importantes en
materia de política exterior y de política económica, unido a pases de
factura entre líderes de los dos partidos por cargos de corrupción.

Estos elementos conformadores de un cuadro de crisis generalizada


del modelo de desarrollo sociopolítico iniciado en 1958, se explican en
buena parte por la modificación ocurrida en la ecuación que vinculaba los
recursos del Estado con las exigencias societales. En efecto, hasta tanto el
rico Estado venezolano no fuera desbordado por las demandas de la
sociedad en todos sus sectores, éste podía permitirse operar con altos
niveles de ineficacia e ineficiencia; la escasez no constituía un reto. Pero la
situación había cambiado; el Estado confrontaba una importante crisis
fiscal que no le permitía seguir atendiendo a manos llenas todo lo que la
sociedad le pedía. Pero ni el Estado se había entrenado en el diseño de
políticas que tuvieran por parámetros la escasez y, por ende, la eficiencia
en el uso de los recursos, ni la sociedad había sido acostumbrada a tal tipo
de políticas.

En la década de los cuarenta y reiniciada la democracia en 1958, el


modelo reformista tuvo una identidad, unos principios y unos objetivos
precisos que encontraron viabilidad histórica. Iniciando la década de los
ochenta, administrando la confusión social y económica que la evolución
de sus propias políticas había generado, los reformistas venezolanos lucían

desorientados. En efecto, sabían de la crisis, intuían la necesidad de


gobiernos diferentes, pero no tenían objetivos ni programas para atenderla.
Habían perdido el ímpetu renovador de la década de los sesenta.

161
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Lo único que para el momento parecían saber adecos y copeyanos, es


que rechazaban cualquier salida ‘neoliberal’, a la vez que sabían que
quienes propugnaban una reorientación de las políticas públicas, no
dejaban de tener cierta razón cuando les reprochaban a ambos el haber
privilegiado los problemas de distribución del ingreso y el haber
descuidado las exigencias de la eficacia económica en la producción de
riqueza.

El reto planteado a la democracia venezolana de los ochenta era el de


la eficacia en la gestión del Estado y el de la autonomización de la sociedad
civil. Sin embargo, los reformistas AD y COPEI no tenían programas para
ello. Tan sólo seguían identificando situaciones futuras y ofreciendo
modalidades decisorias concertacionistas: “ [...] el próximo período de
gobierno será muy difícil y habremos de estar dispuestos a saborear
muchas amarguras [...]” decía Rafael Caldera, candidato de COPEI en
1983, y Gonzalo Barrios, Presidente de AD:

“ [...] Nuestro capitalismo de Estado no ha sido exitoso y tenemos que


rectificarlo [...]. El gigantismo es peligroso hasta para los gigantes y
con mucha más razón tiene que serlo para los enanos, como nosotros,
desde el punto de vista de entidad económica y productiva.”

En cuanto a las modalidades decisorias, se daba por descontado que


el próximo gobierno, ganara AD o COPEI, debía ser un gobierno de
coalición, por lo menos entre estas dos fuerzas, lo cual no ocurrió, a fin de
“ [...] compartir los costos políticos de decisiones difíciles, pero necesarias
[...]”, pero sin especificar cuáles (Gonzalo Barrios).

En Venezuela comenzaría a fraguarse la incertidumbre. La sociedad


subsidiada, financiada, regulada, protegida, que esperaba cada vez más de
un Estado que le podía dar cada vez menos, se había desincentivado y
emprobrecido en iniciativas creadoras. Constatar este hecho debería haber

162
ANDRÉS STAMBOULI

conducido a los partidos a convertirlo en prioridad nacional, en aquellos


momentos en los cuales tanto se proclamaba la necesidad de un nuevo
modelo de desarrollo que relanzara la democracia y la convirtiera en
régimen eficaz. El régimen democrático sería más efectivo en la medida en
que lograra que la sociedad dependiera menos del Estado en su
funcionamiento cotidiano. El descongestionamiento de un Estado
paternalista e hipertrofiado y la activación de una sociedad filial y facilista,
en una situación de recursos escasos, constituía el reto de la democracia
venezolana, en la década de los ochenta.

En Acción Democrática y en COPEI habían posturas democrático-


participativas y reformadoras. Si dichos partidos resolvían sacarlas del
cajón de la retórica para convertirlas en renovada acción institucional,
muy bien pudiera haberse entrevisto el segundo programa para la
democracia venezolana. Punto Fijo había logrado sus objetivos políticos,
pero en términos económicos y sociales, la democracia venezolana se había
peligrosamente desdibujado, desfigurado, vaciado de contenidos
programáticos. Los partidos, las organizaciones sociales y económicas,
lucían atrapadas en la maraña de redes, compromisos y formas de
actuación que sustentaban sus privilegios de poder. Ahora la democracia
venezolana requería de un nuevo pacto, el de la reforma de la democracia y
de sus políticas públicas. De eso trató la Comisión Presidencial para la
Reforma del Estado, COPRE, creada en 1984 por el recién electo
presidente Jaime Lusinchi, de Acción Democrática.

163
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

LA REFORMA DEL ESTADO


1984-1993

A mediados de la década de los ochenta, tanto desde el


sector público como del sector privado, hubo una clara percepción de que
el modelo político-económico que venía funcionando en Venezuela desde
1960, evidenciaba signos de agotamiento. Un modelo en lo económico
protegido, subsidiado, regulado, que respondía a la estrategia de
industrialización por sustitución de importaciones y, en lo político,
caracterizado por un sistema democrático altamente centralizado, en el
que el Presidente de la República, junto con su partido, gobernaban,
conformaban los gabinetes ministeriales, y designaban a los gobernadores
de los estados.

En 1984, se creó por decreto ejecutivo la Comisión Presidencial para


la Reforma del Estado, COPRE, a fin de evaluar los logros del modelo esta-
blecido como proyecto nacional a partir de 1959, compartido por todos los
actores del sistema político del momento, empresarios, militares, partidos
políticos, gremios, sindicatos e iglesia, y proponer líneas fundamentales
para su reformulación. El diagnóstico fue el de la Venezuela rentista que
había conformado un patrón cultural de expectativas en la distribución de
la renta petrolera en la economía y en la sociedad, por parte del Estado. Lo
que estaba en crisis era el modelo del Estado rentista centralizado.

EL ESTADO Y SU CRECIMIENTO
El Estado venezolano, entendido como la entidad que tiene por
función la organización de las relaciones de autoridad pública con alcance
nacional efectivo, se construyó y consolidó a partir de principios del siglo
XX. Dicho proceso debe ser comprendido como resultante de una acción
164
ANDRÉS STAMBOULI

orientada a dotar a la sociedad venezolana de una herramienta de poder


novedosa y efectiva, como respuesta a las insuficiencias de los esquemas
de conducción societal predominantes hasta finales del siglo XIX. La
centralización fue un requerimiento de la construcción estatal, necesaria
para erradicar las resistencias originadas en una estructura de poder
fragmentada, que impedía la conducción nacional.

A partir de esta situación, el desarrollo político discontinuo del país


durante el siglo XX, se desplegó sobre un eje común: la consolidación del
Estado y el crecimiento de sus funciones y atribuciones con respecto a la
sociedad. Desde la dominación personalista hasta la institucionalización
de las normas y los procedimientos democráticos, el Estado venezolano se
fue revelando como una entidad efectiva de conducción, logrando niveles
apreciables de integración nacional, modernización social y de
participación política. Así, la creación y expansión del Estado nacional
centralizado, única opción para un Estado nacional en la Venezuela de
inicios del siglo XX, fue factor decisivo en el desarrollo de la Venezuela
moderna.

El Estado ha sido el agente principal de movilización, acción y cambio


social. Pero al mismo tiempo, la extensión de la presencia estatal no
significó un proceso paralelo de reducción de la sociedad civil; antes bien,
la acción estatal expandió significativamente las oportunidades de
formación y crecimiento de una sociedad civil, prácticamente inexistente
finalizando el siglo XIX; no sólo expandió dichas oportunidades sino que
estructuró las vías de las que dispondría esta sociedad para desarrollarse.
Todo ello exigió del Estado, en varios momentos, su readaptación a fin de
incorporar en los procesos políticos y decisorios a nuevos sectores, para
expandir su base político-social y aumentar así su capacidad de respuesta
y su representatividad. El fracaso en resolver dichas exigencias de

165
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

participación ocasionaron, en buena medida, las rupturas y reacomodos


sucesivos de regímenes, a partir de 1945.

El Estado venezolano, como todo Estado, se actualiza por medio de


sus órganos o entidades, de las decisiones que éstos formulan y ejecutan
para cumplir con sus fines. El papel de formular y ejecutar decisiones está
a cargo del funcionariado público, en frecuente interacción con entidades y
funcionarios extraestatales. Desde este punto de vista, podemos hablar de
un proceso acelerado de crecimiento de la complejidad estatal que
comenzó en la sociedad venezolana a partir de 1936, y que para la década
de los ochenta debía someterse a revisión.

Tal crecimiento había ocurrido por agregación descontrolada,


originando duplicación de funciones, solapamiento de actividades, excesiva
diversificación de organismos e instancias de decisión, que dificultaban la
fijación de políticas centrales, la ejecución de aquellas que se formulaban y
el control sobre aquellas efectivamente ejecutadas. Todo esto contribuía a
la ineficiencia estatal. Al mismo tiempo, el grado de complejidad alcanzado
por la sociedad venezolana había generado un rezago en las instituciones
de participación con respecto a dicha complejidad; la situación exigía
cerrar dicha brecha, mediante la modificación de las estructuras de
participación y representación de la sociedad en el Estado. Por lo tanto, la
reforma a ser planteada era la de las instituciones que contribuían a
configurar al Estado democrático y a actualizarlo, para hacerlo más
participativo, representativo, responsable y más eficiente en sus
productos.

Para 1936, el Estado venezolano era una entidad relativamente


simple; hasta aquél momento, los esfuerzos gubernamentales se habían
dirigido prioritariamente a la concentración del poder, mediante la
constitución de un ejército nacional y la unificación de la hacienda

166
ANDRÉS STAMBOULI

pública. La acción del Estado sobre la sociedad se había circunscrito a la


construcción y dotación de recursos y obras relacionadas con el objetivo
mencionado; equipamiento militar y vías de comunicación estratégicas se
llevaron el grueso del gasto público, mientras las necesidades sociales de
educación, salud, vivienda, industrialización, fueron prácticamente
desatendidas. De esta manera, los treinta y seis primeros años del siglo
XX, habiendo recibido el impacto del petróleo y de la unificación política y
hacendaria, implicaron muy pocos cambios en la estructura social del
país, que permaneció relativamente simple. Un Estado simple ante una
sociedad que había acumulado problemas y que comenzaba a organizarse
para demandar, iba a iniciar su proceso de crecimiento en complejidad.

En efecto, en 1936 los gobernantes decidieron que el Estado debía


tener un papel activo con respecto a la sociedad en múltiples esferas, lo
que inició la transformación de la estructura estatal y la multiplicación de
sus funciones. Este proceso de crecimiento sostenido en complejidad, ha
sido continuo hasta el presente, independientemente de los cambios de
regímenes ocurridos y de los consecuentes cambios en las prioridades
gubernamentales. Así, se fueron diversificando en cantidad y calidad los
órganos del Estado: más ministerios, nuevos superministerios, diversos
entes descentralizados como institutos autónomos y sociedades anónimas,
fundaciones y asociaciones civíles públicas. Las funciones clásicas del
Estado como la defensa nacional y el mantenimiento de la integridad
territorial y la paz pública, se ampliaron al ámbito llamado de procura
existencial, materializada en la intervención, dirección y regulación de la
economía y en las prestaciones sociales, sanitarias, educativas y
culturales. A tales fines, a partir de 1936, se crean nuevos órganos como
los ministerios de Sanidad, de Agricultura y Cría, de Trabajo y de
Comunicaciones; el Banco Industrial de Venezuela, el Instituto Nacional de
Higiene, el Banco Central, el Consejo Venezolano del Niño, el Instituto

167
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Venezolano de los Seguros Sociales y el Instituto Nacional de Obras


Sanitarias.

Hasta 1948, se habían constituido treinta y un entes


descentralizados, en su mayoría institutos autónomos, como la
Corporación Venezolana de Fomento y el Centro Simón Bolívar. Entre
1948 y 1958 comienza el proceso de instalación de industrias básicas con
la constitución del Instituto Venezolano de Petroquímica y del Instituto
Venezolano del Hierro y del Acero, así como con la creación de entes
financieros como el Banco de Fomento Regional y el Banco de Fomento
Comercial. A partir de 1958, y durante los años sesenta, se crean,
aproximadamente, noventa entes descentralizados y destaca el incremento
de instituciones estatales con formas jurídicas propias del derecho
privado: fundaciones, compañías anónimas, asociaciones civiles, entre
ellas, aluminios Alcasa, Cementos Guayana y la línea aérea Viasa. Entre
1970 y 1980 se constituyen ciento cincuenta y cuatro empresas del
Estado, veintiocho compañías de economía mixta y treinta Institutos
autónomos, entre ellos, el Fondo de Inversiones de Venezuela y
Corpoindustria.

Como se desprende de lo anterior, el crecimiento del Estado había


ocurrido básicamente en la administración descentralizada, que fue creada
y desarrollada con el objetivo de aligerar las decisiones estatales, pero
confrontaba problemas de control sobre sus entes. Para 1980, existían
trescientos entes descentralizados de los cuales, doscientos uno eran
sociedades anónimas públicas, setenta institutos autónomos y el resto,
treinta y seis, fundaciones, asociaciones civiles y otras. Mientras que para
1960 la administración descentralizada consumía el 30 por ciento del
presupuesto nacional, para 1980 consumía el 70 por ciento. Este
crecimiento de la complejidad estatal fue consecuencia de la necesidad de

168
ANDRÉS STAMBOULI

intervención pública en función del desarrollo económico y de la corrección


de los desbalances sociales y regionales. Ante la ausencia o debilidad de
agentes en la sociedad civil, el Estado tuvo que intervenir para promover,
proteger, regular, producir, financiar y prestar servicios.

Todo este aparato estatal, en su proceso decisorio, resultaba en un


complejo entramado que relacionaba la pluralidad y diversidad de las
burocracias públicas, con los grupos de interés más influyentes y los
partidos políticos, que a su vez asumían la representación de diversos
sectores de la sociedad. De esta forma, Venezuela había pasado en medio
siglo, de un Estado simple de participación restringida a un Estado
bastante más complejo de participación ampliada. Esta evolución sirvió
fundamentalmente para adecuar, a través del tiempo, la capacidad de
respuesta del Estado, ante presiones y demandas crecientes de la
sociedad.

EL SENTIDO DE LAS REFORMAS DEL ESTADO


El debate que comenzaba a prefigurarse en los ochenta en torno a la
Reforma del Estado revelaba que, dado el grado de complejidad y
diversificación que había alcanzado la sociedad democrática como un todo,
asi como sus diferentes componentes, el sistema estatal estaba perdiendo
su capacidad de gestión y de respuesta, por lo que se hacía necesaria una
readecuación de sus estructuras de participación e intervención en la vida
social, para cerrar la brecha ocasionada por el proceso de complejización
de la sociedad, generado por la democracia y la capacidad del Estado para
manejarla.

La sociedad venezolana se había diversificado y pluralizado; los


partidos políticos, las organizaciones de interés, las asociaciones y
movimientos sociales y la opinión pública en general, expresada a través
de los medios de comunicación, debían integrarse mejor en los procesos de

169
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

decisión del Estado; lo mismo proporcionaría la base para una gestión más
democrática y eficiente. Este reacomodo constituiría una valiosa
retroalimentación para procesos decisorios complejos, que crearía el
fundamento para correcciones no traumáticas. Las exigencias de reformas
del Estado planteadas a principios de la década de los ochenta, tuvieron
por fundamento la necesidad de adecuar al Estado y sus instituciones a
las nuevas realidades, más complejas y heterogéneas, ante una sociedad
que comenzaba a desencantarse. La legislación electoral, los estatutos
partidistas, el régimen municipal y de gobernadores de estados, formarían
parte sustancial de la agenda de la reforma del Estado.

El Estado venezolano tenía, y sigue teniendo, un papel irrenunciable


en una sociedad que no puede confiar en la dinámica exclusiva o
preponderante del mercado. La concentración de la riqueza, la regulación
de comportamientos especulativos, la reasignación de recursos para
amortiguar desigualdades regionales y sociales configuran, entre otras, un
cuadro de funciones que sólo un Estado presente puede realizar. La
Reforma del Estado no debía ser entendida como la simplificación de un
Estado complejo; lo que estaba por evitarse no era el crecimiento de la
complejidad estatal a través de la reducción del Estado. Era más bien la
conversión de una complejidad estatal en vías de desorganizarse, en una
complejidad estatal de mayor nivel, organizada y bajo control, eficiente en
su funcionamiento, representativa y responsable ante la sociedad.

En un contexto crítico se fueron debilitando los actores colectivos de


la sociedad y sus relaciones. La disminución relativa de la renta petrolera,
la crisis del aparato productivo interno y el deterioro del consenso basado
en la abundancia, fueron los elementos fundamentales del agotamiento de
la matriz político-económica que prevaleció desde la década de los sesenta,

170
ANDRÉS STAMBOULI

y que logró sobrevivir hasta los ochenta, gracias al boom petrolero de los
setenta.

Las líneas fundamentales de reforma política que se propusieron


fueron la de avanzar hacia una estructura político-administrativa
descentralizada del Estado, que le diera cabida a nuevos factores y actores
de la vida social, a través de acciones tan específicas como la elección
directa de los gobernadores de estado, la creación de la figura del alcalde
electo, la reforma de los partidos políticos, y la introducción de variantes
de personalización del voto en el sistema electoral. Pero la resistencia a las
reformas era grande y no fue fácil vencerla.

Tomemos por caso la siguiente aseveración de Gonzalo Barrios,


presidente de Acción Democrática, a propósito de la descentralización:

“ [...] la COPRE debe desechar cualquier noción modificadora de


nuestra ‘sui generis’ fórmula federativa [...]. Soy partidario de
mantener la mayoría de las restricciones cuya derogativa solicitan
algunos espíritus ‘avanzados’ sin contacto serio con la realidad del
país. Así, las elecciones de los gobernadores, [...] debe conservarse en
el mismo estado, so pena de fomentar fenómenos muy negativos en la
vida política de las entidades donde se aplicara [...] tenemos que
admitir como de la mayor conveniencia nacional en los actuales
momentos, el libre nombramiento y remoción de los gobernadores
locales por el Presidente de la República [...].” (Documentos para la
Reforma del Estado, Vol. I, Caracas, 1986, pp. 133-134).

Este tipo de posturas es lo que permitía afirmar, al menos para el


caso de AD, que ese partido iba ‘nariceado’ a todas las reformas
planteadas desde entonces, tales como la reforma constitucional, la de los
partidos y la del sistema electoral.

En lo económico, las recomendaciones de reforma se dirigían hacia la


apertura, la globalización, la competitividad, la desrregulación, la privati-
zación y restructuración de las empresas estatales, es decir, la sustitución

171
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

del intervencionismo y proteccionismo del Estado, por un modelo de


apertura y competitividad económica, asignándole un papel más
preponderante al mercado. Estas recomendaciones, etiquetadas de
neoliberales, encontraron tanta o más resistencias que las referidas a la
descentralización político administrativa.

EL TRAUMÁTICO INICIO DE LAS REFORMAS


Para comienzos de 1988, los dos principales candidatos a la
Presidencia de la República, Carlos Andrés Pérez por AD y Eduardo
Fernández por COPEI, habían manifestado su compromiso con la reforma
del Estado, a pesar de las resistencias de sus respectivos partidos. En
1989 se inician con el gobierno de Carlos Andrés Pérez las transformacio-
nes hacia una economía más abierta y competitiva, equilibrada en
términos macroeconómicos, y hacia la descentralización de la distribución
de poder. Las reservas internacionales habían caído de 10 mil millones de
dólares a 300 millones de dólares para finales de 1988. Para el momento
en que el presidente Pérez asume sus funciones -la mitad de la población
electoral votó por él, con la expectativa difusa de volver a la abundancia de
su primer gobierno- Venezuela estaba quebrada económicamente y no lo
sabía; la crisis del modelo de consenso socio-político prevaleciente y sus
actores estaba ya incubada.

El marco de expectativas sociales de las transformaciones iniciadas


en 1989, era el de una sociedad optimista que tenía una idea de progreso
indetenido e indetenible. El nuevo gobierno intentaría cambiar la visión de
una sociedad rentista centralizada a otra en la que las decisiones y los
valores de la productividad, la competitividad y la descentralización, iban a
ocasionar efectos desarticuladores en el orden socio-político establecido.
La descentralización político-administrativa, la apertura y desestatización
de la economía iban a impactar toda la estructura de poder y de expecta-

172
ANDRÉS STAMBOULI

tivas históricamente configuradas, generando resistencias, oposiciones,


descontentos y desconciertos, en todos los sectores. Empresarios que no se
resignaban a perder la protección y los subsidios estatales; una población
que vería reducida su capacidad adquisitiva en el corto plazo, producto de
un programa de ajustes económicos que dispararía la inflación del veinte
al ochenta por ciento; dirigentes políticos a los cuales se les retiraba su
acceso privilegiado al Estado y un partido de gobierno que veía reducido su
poder cuando los gobernadores fueron electos por voto popular y la mitad
de ellos, aproximadamente, pertenecieron a partidos de oposición. Este
cuadro impactaría la gobernabilidad del proceso de reformas.

Por lo que el gobierno consideraba como una situación económica de


extrema gravedad, sus decisiones iniciales en esta materia se tomaron por
imposición y no por concertación. La ausencia de mecanismos
institucionalizados de diálogo político y el haber optado el gobierno por
una orientación tecnocrática en su gestión, condujeron a una crisis de
gobernabilidad del cambio.

Así, el período constitucional venezolano iniciado en 1989 estuvo


signado por procesos de cambios significativos en la estructura política y
económico-social de la sociedad venezolana; la incertidumbre, el
descontento y el desconcierto comenzaban a instalarse en la consciencia
social. Una sensación de crisis generalizada auguraba tiempos de
inestabilidad política. La descentralización político-administrativa, iniciada
con la elección directa de los gobernadores de estados, la elección directa
de la nueva figura de los alcaldes, la adopción de un mecanismo unino-
minal para elegir a los concejales y a los diputados al Congreso de la
República y a las Asambleas Legislativas, había modificado
sustancialmente la distribución del poder político, originando al mismo
tiempo, nuevos centros de legitimación de la democracia venezolana y una
nueva correlación de fuerzas partidistas.

173
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

El poder político se había desconcentrado de la Presidencia de la


República y de los centros de la autoridad nacional de los partidos, para
trasladarse a las regiones, con una buena dosis de autonomía de acción
para las mismas. Al propio tiempo, este proceso había conducido a una
redistribución y pluralización del poder. En este sentido, la estructura de
poder de la sociedad venezolana experimentó cambios importantes, que la
diferenciaban significativamente de aquella otra que se constituyó a partir
de 1958 y perduró hasta 1988.

El programa de ajuste macro-económico, la nueva política de apertura


comercial, el proceso de privatizaciones de entes estatales, la restructu-
ración de las empresas del Estado, orientándolas hacia la productividad y
la competitividad, la sinceración de las estructuras de costos y precios de
los servicios y bienes públicos y los proyectos de reforma de los sistemas
de tributación y financieros del país, significaron un cambio radical en el
modelo económico sustentado sobre el Estado rentista-distribuidor. Estos
cambios impactaron la estructura de poder prevaleciente, al disminuir el
acceso al Estado y los privilegios que de él derivaban, no sólo los sectores
de la producción, sino también el sector sindical, el gremial y el político-
partidista, sin dejar de mencionar el profundo impacto social que tales
cambios tuvieron sobre una población, a la que súbitamente se le
retiraban los mecanismos rentistas que suponían los subsidios y las
regulaciones que facilitaban su capacidad adquisitiva.

Simultáneamente a estos procesos de cambios estructurales, y en


buena parte condicionados por ellos, ocurrieron sucesos dramáticos que
pusieron a prueba la solidez de la comunidad democrática venezolana. La
conmoción social del 27 de febrero de 1989, los intentos de golpe de
Estado del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992 y la decisión de la
Corte Suprema de Justicia del 20 de mayo de 1993, estableciendo méritos

174
ANDRÉS STAMBOULI

para enjuiciar al Presidente de la República y a dos de sus exministros,


conformaron un conjunto de acontecimientos cuyo reto mayor consistió en
demostrar hasta qué punto los hombres e instituciones que integraban la
comunidad democrática, eran capaces de producir arreglos relegitimadores
y reequilibradores, que evitaran, en situaciones de alta perturbación, la
quiebra de la democracia.

En medio de grandes controversias y tensiones, los hechos ocurridos


indicaron que, efectivamente, la sociedad venezolana contaba con una co-
munidad política democrática lo suficientemente consolidada, cuyas ac-
ciones y productos operarían como dique de contención, solo en lo
inmediato, frente a los peligros de degradación y disolución del orden
político democrático.

Es indudable que los partidos políticos desempeñaron un papel


fundamental en el proceso de desarrollo político, iniciado en Venezuela a
partir de 1941. Generadores de la idea de democracia, organizadores de la
participación, representantes de intereses múltiples y confrontados,
intermediarios entre las fuerzas sociales y los gobiernos, los partidos, fun-
damentalmente desde 1958, unificaron, integraron y pacificaron al país,
atribuyéndose la tutela de la democracia. Pero, también resulta evidente
que la presión a la que fueron sometidos en los últimos tiempos del siglo
XX, implicaba no sólo su anuencia para modificar instituciones que
permitieran la entrada al sistema de nuevos actores y perspectivas de
políticas públicas, sino fundamentalmente su recomposición interna para
democratizar su estructura de poder, y mejorar sustancialmente su
capacidad gubernativa de una sociedad que había evolucionado y
complejizado, a una rata superior a la del desarrollo programático y
organizacional de los propios partidos.

175
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

La explosión social del 27 de febrero de 1989 y los intentos de golpes


de Estado del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, pusieron en
evidencia una importante crisis de opinión pública y de legitimación del
funcionamiento del régimen democrático venezolano y de sus instituciones
fundamentales, que afectaba básicamente al Gobierno Nacional y su
programa de cambio económico, a los partidos y a la clase política.
Algunos de los fundamentos de esta aseveración refieren a los altos índices
de abstención registrados en 1989, en las primeras elecciones para elegir
por voto popular a los gobernadores de estados, alcaldes y concejeros mu-
nicipales. Varios estudios de opinión pública subsiguientes, revelaron un
gran descontento hacia la política del Presidente y de su gobierno, así
como un alto desprestigio de los partidos políticos. Otro indicador fue el
referido a la reacción anímica de la gente, en los días subsiguientes al
intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, simpatizando con los
golpistas y manifestando su descontento en la noche del 10 de marzo con
un sonoro ‘cacerolazo’.

Los venezolanos se habían acostumbrado durante varias décadas a la


idea de crecimiento y progreso constante e ininterrumpido, hasta los años
setenta. A partir de la década de los ochenta, el proceso de crecimiento se
estancaba paulatinamente y, repentinamente, iniciando los noventa, se
hacía dramáticamente evidente, obligando a una restructuración acelerada
del modelo estatista centralizado, distributivo y subsidiador. En una
situación de cambios profundos iniciados en 1989, respecto del modelo
económico-político que funcionó durante más de treinta años, cambio que
impactó significativamente la estructura de poder dominante en el país
desde 1958, y que obligaba a los partidos y grupos sociales a replantear su
funcionamiento interno y sus relaciones con el Estado, la ciudadanía, que
no fue preparada en la campaña electoral de 1988 para asimilar los
cambios drásticos que se estaban gestando, reaccionó con incomprensión,

176
ANDRÉS STAMBOULI

desconcierto y descontento, ante las dificultades que también


inevitablemente ocasionaría la nueva política gubernamental. En este
sentido, se fue agudizando el distanciamiento ciudadano respecto del
gobierno, los partidos y los políticos, considerados, ahora, como
responsables de las severas restricciones a las que, repentinamente, se
sometía una sociedad relativamente próspera, mejor dicho, con la ilusión
de que lo era.

Los partidos políticos y particularmente Acción Democrática, partido


de gobierno, vieron disminuida significativamente su capacidad para
articular y responder a las demandas sociales por la vía del clientelismo
rentista tradicional; comenzaban a ser percibidos distantes de los pro-
blemas cotidianos, complejidad y calidad de la sociedad civil. Al gobierno
se le reprochaba la aplicación de un programa económico, sin estrategia
política, poco esforzado en concertar su programa, ganar aliados y liderizar
el cambio, en un contexto caracterizado por el deterioro drástico del salario
real, servicios públicos colapsados, inseguridad personal creciente y he-
chos de corrupción impunes. El resultado de esta coyuntura fue la de una
percepción generalizada de deterioro indetenible de las condiciones mate-
riales y ético-políticas y un clima de pesimismo y desesperanza frente al
futuro, responsabilizando principalmente de esta situación, al Presidente
de la República, su gobierno y a los partidos políticos.

LA GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA DE LAS REFORMAS


La situación anterior plantea el problema de la gobernabilidad del
proceso de transformación de las bases políticas, económicas y psico-
sociales de la democracia venezolana, relacionada, entre otras, con las
siguientes variables:

177
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

• La capacidad para diseñar y adoptar, oportunamente, un conjunto de


decisiones reformadoras frente a los eventos y al estado de cosas en
extremo deteriorado.

• La efectividad para lograr compromisos y acatamiento político-social


de los motivos de las reformas así como de sus contenidos y efectos
en el corto, mediano y largo plazo.

• La eficiencia de las reformas adoptadas para alterar y modificar, en


un tiempo prudencial, los estados y eventos que se consideraron
perniciosos.

La gobernabilidad democrática expresa una cuestión de política, no


reducible exclusivamente a los términos de la pura cualificación técnica;
ella remite inexorablemente a la relación entre bases sociales y represen-
tación política, y a la capacidad de construir, suscribir y cumplir
compromisos programáticos de transformación, entre un amplio espectro
de instituciones representativas, mediante la concertación. Esta noción de
gobernabilidad se refiere entonces a la capacidad de la sociedad política
para concertarse, en el marco de las reglas democráticas y constituciona-
les, sin que la amenaza o solicitud de ruptura de estas reglas resulten
convincentes para un conjunto significativo de la sociedad.

En la medida en que Venezuela confrontó una coyuntura de


sobrecarga de demandas socio-económicas y políticas crecientes dirigidas
al Estado y al mercado, combinadas con deficientes mecanismos de control
societal democrático y de construcción de consensos mediante una gestión
política eficaz, en una situación de crisis fiscal y de gestión, resultaban
ineludibles los problemas de gobernabilidad originados en severos déficits
económicos, políticos y administrativos.

178
ANDRÉS STAMBOULI

En efecto, la democracia venezolana confrontaba, y aún confronta,


una coyuntura en la que se combinan cuatro situaciones que generan
problemas estructurales de gobernabilidad:

• La crisis fiscal del Estado y la debilidad del aparato productivo


privado.

• Las deficiencias administrativas de la burocracia estatal

• La crisis de legitimidad y el cuestionamiento de las instituciones


políticas.

• El déficit de institucionalización de las organizaciones y procesos


políticos, que se expresa en la tendencia a la disgregación dentro y
entre las organizaciones, y en las confrontaciones entre el liderazgo
político, económico y social, que debilitan las posibilidades reales de
la concertación para acometer las reformas.

LAS LIMITANTES DE LA CONCERTACIÓN PARA LAS REFORMAS


La obsolescencia y deterioro de los canales y mecanismos con que
contaba la democracia venezolana en materia de participación, repre-
sentación y negociación, incidieron negativamente en la gobernabilidad del
proceso de reformas económicas y políticas, iniciado en 1989. A partir de
1958, con el restablecimiento de la democracia, su estabilización se había
convertido en el objetivo prioritario, definiendo los parámetros de los
instrumentos, mecanismos y procedimientos de la participación y de la
representación.

Así, los requerimientos de cohesión social y política del régimen


democrático derivaron en las siguientes grandes líneas de acción: cen-
tralismo estatal y partidista, incorporación de los grandes grupos de in-
terés -empresariales, laborales y gremiales- a las decisiones del Estado, y

179
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

fórmulas de negociación y consensos a través de pactos y políticas eco-


nómicas distributivas de subsidios. El costo de realización de la instru-
mentación de este objetivo fue el de una significativa reducción de la
autonomía de acción de los diversos sectores y subsistemas de la sociedad
civil, interferidos y mediatizados por la razón de partido y la razón de Es-
tado, que en definitiva aspiraban a representar la razón democrática.

Las exigencias de consolidación de la democracia requerían de la


configuración de un centro de gravedad que garantizara su control y
conducción, a saber, el Estado y los partidos políticos, ambos altamente
centralizados. El Estado se encargaría de preservar la integración y
coherencia política nacional y los partidos, de preservar en armonía la
pluralidad divergente de los intereses sociales y económicos.

Luego de treinta años de la vigencia de tales parámetros, dado el


proceso de complejización creciente de la sociedad venezolana, los canales
y mecanismos de la participación política y de la representación, ya no se
adecuaban a la nueva situación, por estrechos y escasos; la situación
exigía la necesidad de liberar nuevas energías sociales, cuya expresión se
encontraba reprimida por el sistema institucional vigente y las prácticas
que de él se derivaban. En este sentido, las demandas planteadas se
referían a la necesidad de diversificar los canales de representación y
participación y a incrementar la autonomía de acción de los distintos
componentes del sistema social y político. El desarrollo político suponía
mayor diferenciación y autonomización de las estructuras de participación
y representación, para que la democracia de una sociedad más compleja
ganara en gobernabilidad. En consecuencia, era cuestión de una mayor
diversificación de los centros de gravedad de la democracia y de sus
organizaciones e instituciones constitutivas.

180
ANDRÉS STAMBOULI

Diversificar y perfeccionar los canales de representación y partici-


pación y establecer mecanismos que aumentaran la autonomía de acción
de los subsistemas; ampliar el rango de grupos participantes, reducir la
centralización y fiscalización partidista y estatal extendida; democratizar
las organizaciones políticas y de intereses sociales para que respondieran
mejor al interés de sus miembros integrantes y no tanto al interés o visión
que de tal interés tuvieran las cúpulas dirigentes; en fin, distribuir más
equitativamente los recursos políticos para aumentar la gobernabilidad de
la democracia; reorientar la economía hacia los principios de la apertura y
la competitividad; de todo esto trataban los proyectos de reforma del
Estado de la COPRE.

La reforma del Estado debía privilegiar los procesos políticos de la


concertación, considerándola en su sustantividad, a fin de evitar las
severas limitaciones de los enfoques puramente instrumentales, que
reducen las reformas del Estado a un asunto de mera ingeniería
tecnocrática. Aunque el momento requería de los gobernantes que
liderizaran decisiones novedosas, contradictorias con la estructura de
expectativas históricamente conformadas, la negociación sistemática e
institucionalizada era el proceso por excelencia consustancial a la
democracia y a su gobernabilidad, como mecanismo para conciliar in-
tereses y visiones contrapuestas, consideradas igualmente legítimas por
sus respectivos portadores.

Si bien es cierto que las peculiaridades del desarrollo político


venezolano a partir de 1958, habían generado un severo déficit en
capacidad de negociación de políticas públicas controversiales, en todo
caso era preciso tener en cuenta que no se cambiaba una sociedad por
decreto, y menos aún si ésta era democrática. La tolerancia del otro, la
necesidad de negociar con él y convencerlo de las razones propias, son

181
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

procesos consustanciales a la democracia y, por definición, lentos y


laboriosos.

La estructura tradicional del poder centralizado, clientelar, partidista


y semicorporativo debía cambiar. Era preciso elevar la calidad de la
representación, reestructurar los mecanismos de la negociación socio-
política para adecuarlos a una situación de conflictividad y controversia
causada por el agotamiento del modelo consensual de la abundancia; se
estaban gestando nuevos mecanismos e instrumentos de participación; los
medios de comunicación nunca antes habían ejercido tan intensamente su
función crítica; todo ello no podía sino generar incertidumbre a una
sociedad que estaba en trance acelerado de transformación de sus bases
políticas, económicas y culturales. En Venezuela, efectivamente, todo
estaba en revisión de manera repentina; la democracia venezolana debía
reformularse, pero por medios políticos.

Durante treinta y dos años de régimen democrático, Venezuela


desarrolló una cultura del consenso sin mayores debates sobre las polí-
ticas públicas del Estado, en el marco del modelo de industrialización por
sustitución de importaciones y sus consecuentes derivaciones económicas,
políticas, sociales y culturales. En efecto, los mecanismos de concertación
que vinculaban al aparato burocrático del Estado con los partidos
políticos, los grupos de interés e individualidades influyentes, se
fundamentaban, gracias a la situación de abundancia relativa, en la
complacencia generalizada de los intereses sociales. Así, se crearon las
condiciones de funcionamiento de una democracia estable, al tiempo que
se fue generando un cuadro de ineficiencia económica, clientelismo, co-
rrupción y de participación social mediatizada por los partidos políticos.

En este sentido, en Venezuela, durante treinta años, dadas las exi-


gencias sistémicas de consolidación de la democracia y la disponibilidad

182
ANDRÉS STAMBOULI

fiscal del Estado, la mejor decisión pasaba a ser no aquella mejor for-
mulada técnica y programáticamente, sino la que contara con la mayor
suma de apoyos. Gobernar consistía entonces, menos en la aplicación de
un programa de acción y más en la capacidad de atención y complacencia
a los grupos, individuos y clientelas propias a tal o cual oficina pública.

Esta modalidad decisoria generó costumbres y expectativas que


dificultaban el paso hacia el ejercicio del poder fundamentado en la
racionalidad programática, lo que implicaba prácticas de negociación
inéditas en la Venezuela de los últimos decenios. En efecto, es posible
sostener que las resistencias y oposiciones que suscitó la aplicación de las
reformas políticas y económicas del Estado a partir de 1989, por parte de
diversos sectores de la sociedad, no provinieron tanto del carácter espe-
cífico de ese programa de reformas, sino del hecho mismo que
representaban un programa, inserto en las circunstancias históricas ante-
riormente expuestas, lo cual debilitaba los beneficios que la práctica
gubernativa anterior ofrecía a los partidos de gobierno y a los sectores
involucrados en la formulación de políticas.

LAS INSTITUCIONES REFORMADAS


Buena parte de las reformas políticas e institucionales adoptadas, y
otras que estaban en discusión finalizando la década de los ochenta,
apuntaban a resolver los procedimientos políticos deficitarios.

Los valores de proceso típicos de un régimen democrático se refieren a


la participación y a la representación. Participar implica la realización de
varias posibilidades: la de influir en el proceso de selección de los
ocupantes de cargos estatales por medio de elecciones, la de acceder a
tales cargos, la de comunicar a los ocupantes de cargos la propia visión de
los intereses y la de influir en el contenido de las decisiones públicas.

183
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

La representación, a su vez, puede desagregarse en la


representatividad, la capacidad de respuesta y la responsabilidad. La
representatividad indica la medida en que los gobernados se sienten
identificados con los electos, o aspirantes a serlo, a los cargos del Estado.
La capacidad de respuesta se refiere al cumplimiento de los gobernantes y
representantes a las demandas e intereses de los ciudadanos. La
responsabilidad alude al sometimiento de gobernantes y representantes a
un proceso efectivo de rendición de cuentas, con posibilidades reales de
sanción o gratificación.

La diversificación y complejidad que alcanzó Venezuela como un todo


y en el interior de sus diversos componentes, por el despliegue de su
sistema democrático, planteaba la necesidad de readecuar las estructuras
de participación y de representación. El crecimiento de la pluralidad social
expresada en nuevos partidos políticos, organizaciones de interés,
asociaciones y movimientos sociales, opinión pública y medios de
comunicación, debían ser mejor integrados en los procesos de decisión del
Estado, en una situación de reducción de la gobernabilidad originada en
múltiples fuentes, entre las que cabe destacar la crisis fiscal del Estado y
la de legitimación de las instituciones democráticas.

La Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, COPRE,


respondiendo a la necesidad de readecuación de las instituciones de
participación y representación, fomentaría y canalizaría un intenso debate
pluralista sobre las reformas pertinentes; éstas tendrían dos objetivos
básicos: ampliar y diversificar los canales de participación y mejorar la
representación.

De las primeras reformas, cabe destacar la elección directa de


gobernadores de estado y de alcaldes, figura inexistente hasta ese
momento. En efecto, hasta 1989 los Gobernadores de Estado eran

184
ANDRÉS STAMBOULI

designados por el Presidente de la República en consulta con su partido y,


de manera preponderante, los ocupantes de esos cargos eran militantes
del partido de gobierno. En las primeras elecciones de estos funcionarios
realizadas en 1989, un poco más de la mitad de los gobernadores y una
buena cantidad de alcaldes, pertenecían a partidos de oposición o eran
independientes apoyados por éstos, lo que mejoró notablemente la
representatividad en las regiones y municipios.

Cabe destacar que uno de los mayores temores expresados por los
opositores a dicha reforma en su momento, era que tal sistema generaría
conflictos entre el poder regional y el poder central, lo que aumentaría los
problemas de gobernabilidad. A este respecto y hasta 1998, las relaciones
entre los ejecutivos regionales y el nacional, fueron más bien bastante
cooperativas, convirtiéndose por cierto los gobernadores y los alcaldes
electos en figuras y factores de relegitimación de la democracia. De esta
manera, la descentralización política produjo una mejora en la
representación y gobernabilidad regional y local, descargando al poder
ejecutivo nacional de una fuente importante de descontentos e
ineficiencias.

La otra reforma política importante aprobada fue la de la Ley del Su-


fragio que estableció el voto uninominal para la elección de la mitad de los
diputados al Congreso de la República y a las asambleas legislativas de los
estados, del 67 por ciento de los concejales municipales y de la totalidad
de los integrantes de las juntas parroquiales. La representación ahora
sería más personalizada y menos partidizada, lo que presionaba a ser más
responsable ante los electores.

En el Senado había sido aprobada y estaba a la espera de su


promulgación, la Ley de Partidos Políticos, que establecía mecanismos
para la democracia interna, la descentralización, la participación de los

185
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

militantes en las decisiones políticas y programáticas, la transparencia de


las finanzas partidistas, al tiempo que se reducían los gastos y costos de
las campañas electorales.

En el proyecto de reforma de la Constitución, congelada hasta 1998,


que se encontraba en curso en el Congreso de la República, se con-
templaba la introducción del referendum popular que ampliaba las
posibilidades de la participación popular en las decisiones públicas.

Este conjunto de reformas, aunado a otro en proceso en el que se


contaba la Ley Orgánica del Poder Judicial, llamada a garantizar su
autonomía y mejorar la eficiencia de los tribunales; la Ley Orgánica de la
Corte Suprema de Justicia, que perseguía la despolitización en los
procesos de designación de sus magistrados, revelaba que la democracia
venezolana, lejos de estar petrificada, impulsaba iniciativas para su auto-
corrección.

Que los procesos no fueron del todo acelerados, que algunas reformas
y discusiones fueron diferidas, que no todas las proposiciones se acogían,
que había discrepancias y controversias que retardaban los procesos, es
cierto. Pero, es igualmente cierto que resultaba innegable que los avances
en materia de reducir los déficits democráticos derivados de los valores de
la representación y de la participación habían sido bastante significativos,
aunque no fueron percibidos en su justa magnitud por la sociedad
venezolana.

La estructura tradicional del poder centralizado, clientelar, partidista


y semi-corporativo estaba cambiando. Se había elevado la calidad de la
representación, se estaban restructurando los mecanismos de la
negociación socio-política para adecuarlos a una situación de
conflictividad y controversias institucionalizadas, dado el agotamiento del

186
ANDRÉS STAMBOULI

modelo consensual de la abundancia, se gestaban nuevos mecanismos e


instrumentos de participación; los medios de comunicación ejercían
intensamente su función crítica, y todo ello generó incertidumbre a una
sociedad que estaba en trance acelerado de transformación de sus bases
políticas, económicas y culturales.

187
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

TECNÓCRATAS Y POLÍTICA

EL EQUIPO, EL PROGRAMA Y EL PROCEDIMIENTO


En 1989, el presidente electo Carlos Andrés Pérez consideró
que las reformas a emprender exigían de criterios novedosos para integrar
su equipo de colaboradores más inmediatos. Las experiencias pasadas
revelaban que una importante fuente de ineficacia gubernamental había
sido la no conformación, en el más alto nivel de gestión, de equipos
cohesionados por una plataforma programática compartida. Gobernar con
un equipo compuesto por representantes del partido vencedor o por
amigos del Presidente, era una opción viable cuando se carecía de
programas que precedieran la formulación de políticas.

El presidente Pérez fundamentó su acción de gobierno en una visión


programática y si de ejecutarla se trataba, su equipo debía responder
menos a los criterios tradicionales de recompensar al colaborador político y
más a los de la competencia tecno-política requerida para la formulación y
ejecución de las políticas más adecuadas al Programa. Así, la gestión de
gobierno ganaría en confianza y en eficiencia. La presencia o colaboración
en tareas de Estado de personas compartiendo una visión programática
común, sería un aporte decidido para enfrentar las graves dificultades
económicas del momento. Eso pensaría Carlos Andrés Pérez a la hora de
conformar su gabinete ministerial.

Tal perspectiva debía servir también para que el nuevo gobierno


entendiera la concertación, no como la maximización de la complacencia a
los distintos sectores sociales, asunto por cierto bastante dificil de lograr
aunque se lo propusiera, sino más bien como la construcción de
consensos en torno a políticas inspiradas en una visión programática.

188
ANDRÉS STAMBOULI

Optar por lo primero sería la parálisis; lo segundo requería de una gran


capacidad de negociación y convencimiento, y se constituiría en momento
de inflexión en los estilos de gestión gubernamental puestos en práctica
hasta aquel momento.

La novedad fundamental del equipo ministerial de Carlos Andrés


Pérez en 1989, fue que sus integrantes compartieran una visión de lo que
debía hacerse en el país en lo atinente a la descentralización, el
reordenamiento de la economía, la descongestión del Estado, y el impulso
y desentrabamiento de la actividad privada. En este sentido, fue un equipo
coherente y los ministros designaron a sus colaboradores más inmediatos,
atendiendo a su competencia técnica y experiencia profesional. De todos
ellos se esperaba criterio de Estado en sus actuaciones; no sólo
cualificación técnica sino también y primordialmente, capacidad política
para construir consensos en torno a su visión, de lo cual demostraron
carecer. Los ministros sólo se mostraban preocupados por diseñar un
conjunto de políticas coherentes entre sí, despreocupándose de los
problemas de incoherencia entre tal conjunto, por más necesario o
inevitable que fuera, y las características y expectativas de una sociedad
refractaria.

Los duros impactos previstos, pero no reconocidos, de las medidas


económicas anunciadas, en especial la drástica devaluación lineal de la
moneda y su consecuente impacto inmediato sobre la inflación, que
llegaría al ochenta por ciento, nivel absolutamente desconocido por la
población venezolana, requerían del mayor consenso posible y no de la
imposición. Tal proceder hacía pensar a mucha gente que este gabinete
sería transitorio; el no estar mayormente vinculado al partido de gobierno
ni a los sectores más afectados por sus primeras decisiones, parecía
indicar que este gabinete era el que más cómodamente podía adoptar
dichas decisiones, para así cargar con el peso de la inevitable

189
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

impopularidad que dichas decisiones le producirían al gobierno. Luego,


sus integrantes retornarían a sus actividades de origen, sin mayores
consecuencias personales; era un escenario probable, entre muchos otros,
que sólo el tiempo se encargaría de dilucidar.

Pero lo importante era que más que un Gabinete transitorio —al fin y
al cabo todos lo son— éste fuera uno de transición en cuanto a criterios
para conformar gobiernos en Venezuela, para que el pragmatismo le
cediera un espacio importante a los gabinetes programáticos. Pero el
procedimiento decisorio tenía que ser distinto al de la imposición
tecnocrática, en función de su gobernabilidad.

En lo referente al contenido de las medidas económicas y políticas


anunciadas, destaca que los programas de gobierno presentados por los
tres principales candidatos a la presidencia de la república, durante la
campaña electoral de 1988, eran prácticamente intercambiables en
materia de política fiscal, monetaria, tratamiento de la deuda externa y
reformas institucionales, lo cual indicaba que, de tomarse en serio tales
programas, existía de hecho una base preliminar para un acuerdo
programático entre el gobierno y los partidos Acción Democrática, COPEI y
el MAS, que abría las posibilidades reales de un diálogo para el cambio de
paradigma que el Presidente y sus ministros desestimaron. No se
dialogaba, se informaba.

Pero también es cierto que la prédica de algunos sectores de la


oposición y del propio partido de gobierno, según la cual existían opciones
distintas a las presentadas por el Gobierno referidas al plan de ajustes
económicos, nunca fueron presentadas para su discusión pública.

190
ANDRÉS STAMBOULI

EL PRIMER AÑO DE GOBIERNO DE CAP (1989-1990)


El 2 de febrero de 1989, Carlos Andrés Pérez asumía por segunda vez
la Presidencia de la República. Durante la campaña electoral, sus
mensajes no permitían vislumbrar el contenido de su programa de
políticas públicas a ser adoptadas una vez electo. La campaña de Pérez
reproducía, matices más matices menos, aquella que lo había hecho
triunfar en 1974: optimismo y velado mesianismo. Para mucha gente, con
Carlos Andrés presidente volverían los buenos tiempos de su primer
gobierno; para otros significaba el peligro de la reedición de un esquema
despectivamente llamado ‘populista’. Lo cierto es que poco se sabía acerca
de las dificultades de la economía nacional y de las intenciones de
gobierno de Carlos Andrés Pérez.

Pero para quién se hubiera leído el Programa de Gobierno -muy pocos


electores lo hacen generalmente- entre las ofertas resaltaban la reforma del
Estado, impulso a una economía de mercado, la privatización y la
descentralización. El problema radicaba en que el candidato no exponía la
magnitud de los problemas económicos que fundamentaban sus
programas, y que posteriormente se revelarían en toda su intensidad. La
población desconocía la gravedad de la situación, envuelta como lo estaba
en la creencia de que el gobierno del presidente Lusinchi entregaría a su
sucesor una Venezuela sana.

El país no terminaba de salir del ambiente festivo de la toma de


posesión, cuando el 14 de febrero el presidente Pérez descorría el velo que
cubría los tremendos desequilibrios y carencias económicas, anunciando
el Plan de Ajuste Económico, que toma al país por sorpresa. Trece días
más tarde, el 27 de febrero, estallan los acontecimientos de mayor
violencia social de la historia democrática de Venezuela. Controlados los
acontecimientos y ante una sociedad que no terminaba de salir de su

191
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

perplejidad y asombro, se desencadenó la oposición más dura que


gobierno democrático alguno en Venezuela conociera contra su política
económica. Empresarios, sindicatos, partidos de oposición, y hasta una
parte del propio partido de gobierno, solicitaban con vehemencia el
abandono del ‘paquete económico’.

El gobierno, por su lado, reiteraba insistentemente sus propósitos, al


tiempo que respondía que sus críticos no presentaban alternativas para
enfrentar la grave situación. A poco más de un año de gobierno, el
programa económico había terminado por imponerse. Eduardo Fernández,
ahora Secretario General de COPEI, reconocía las bondades y necesidad de
las medidas macroeconómicas adoptadas, aunque denunciaba la
incoherencia del equipo gubernamental y la falta de profundización de las
medidas complementarias al Plan, tal como la política de privatización. El
Consejo Nacional de la Industria advertía sobre los peligros que significaría
la reversión de la política económica. La Confederación de Trabajadores de
Venezuela, en su recién realizado X Congreso, admitía el carácter
irreversible del nuevo rumbo socioeconómico. Dentro del partido de
gobierno, Acción Democrática, importantes dirigentes se pronunciaban
públicamente por la inevitabilidad y necesidad de las políticas económicas
adoptadas.

EL NUEVO JUEGO POLÍTICO


Un nuevo juego político empezó en Venezuela a partir de 1989; el
juego del debate sobre políticas públicas controversiales, orientadas hacia
una economía de mercado, en una sociedad por mucho tiempo
acostumbrada a no debatir, gracias a la intervención, a la regulación, a la
protección y a los subsidios del Estado. Era ya usual encontrar a líderes
de la oposición apoyando al gobierno y dirigentes del partido de gobierno
oponiéndose al mismo.

192
ANDRÉS STAMBOULI

El otro juego novedoso provenía de la descentralización de las


instituciones partidistas y gubernamentales, que también requería de
nuevas prácticas políticas. Ahora se hacía más dificil imponer desde el
centro y hacia la periferia, lineamientos de acción incontestables; el
presidente de la república debía negociar con gobernadores de estados
electos popularmente y las estructuras centrales de los partidos debían
atender en mayor medida a los organismos y liderazgos regionales, así
como a las disidencias internas respecto de las posiciones asumidas hacia
las políticas gubernamentales.

Este viraje de un sistema democrático estatista, repartidor y


centralizado a otro en el que el mercado político y económico era más
vigoroso, constituía el reto central de Venezuela. El paradigma pesimista
según el cual la alternativa de Venezuela era la democracia populista o el
autoritarismo, en función de la resolución de los problemas de la
economía, comenzaba a ser refutado. De hecho, era un régimen
democrático el que estaba librando la batalla contra el populismo, con
grandes dificultades pero con buenos augurios, siempre y cuando se
cultivara la construcción de consensos por medios políticos, en vez de
profundizar en la imposición tecnocrática y en el mesianismo.

El primer año del gobierno de Carlos Andrés Pérez debía significar la


transición de un país cuya paz social se sostenía sobre el financiamiento
petrolero, a la construcción de una cultura política de la controversia, del
debate, de la negociación y del conflicto institucionalmente conducido.
Pero la inercia de treinta años desconcertó a la sociedad frente al cambio
repentino de rumbo. La aceptación de la escasez como dato inmodificable a
corto y mediano plazo y la comprensión de sus consecuencias, no eran
cuestiones fáciles; muchos sectores seguían exigiendo como en tiempos de
la abundancia.

193
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

El viraje del rentismo centralizado al mercado político y económico, se


constituyó en el núcleo central de la conflictividad socio-política. El año de
1989 debía significar el inicio de la transición de un país cuya paz social se
sostenía sobre el financiamiento petrolero, a la construcción de una
cultura política de la controversia, del debate, de la negociación y del
conflicto institucionalmente conducido.

Venezuela se encontraba inmersa, súbitamente, en un proceso de


reestructuración de sus pautas de interacciones sociales, económicas y
fundamentalmente políticas, en el que el aprendizaje en concertación
sistematizada constituía una exigencia fundamental. La inteligencia de la
democracia, cuando la democracia es inteligente, radica en su capacidad
demostrada de concertar entre racionalidades encontradas.

La concertación debía dejar de ser entendida, como la maximización


de la complacencia a los distintos sectores sociales, propia del pasado y ya
dificil de sostener, para significar más bien la necesidad de construcción
de consensos en torno a políticas públicas controversiales. A veces,
cuando la oposición política, el propio partido de gobierno y algunos
sectores sociales le reprochaban a un decisor el hecho de hacer caso omiso
de la concertación como fórmula decisoria, en verdad, a lo que aspiraban
era a que se acogieran todas y cada una de sus peticiones en el proceso de
formulación de políticas.

Durante la década de los setenta, y hasta bien entrados los ochenta,


gobernantes y gobernados en Venezuela, se preguntaban acerca de los
deberes de los gobiernos, y éstos resultaban ser prácticamente ilimitados.
Ahora las preguntas debían referirse obligatoriamente a sus capacidades;
¿qué podían hacer los gobiernos? ¿podía un gobierno comprometerse a
satisfacer cuánta demanda de bienes y servicios sociales e individuales se
le formulara si ya la economía no producía los recursos suficientes como

194
ANDRÉS STAMBOULI

en el pasado? Lo que destaca es que el Estado rentista, tal como había


funcionado durante treinta años, estaba en bancarrota y su reformulación
era una exigencia que requería de mucho más que de discursos pseudo
doctrinarios, en muchos casos encubridores de intereses y privilegios
creados.

Los gobiernos ya no eran omnipotentes ni podían aspirar a serlo; así


debían entenderlo quienes aspiraran a gobernar y así debían
comunicárselo al ciudadano. En una sociedad democrática, nadie debía
asumir que los problemas que afectaban a la gente estaban más allá de su
entendimiento; ningún ciudadano debía permanecer indiferente o
ignorante de las dificultades de gobernar los nuevos tiempos y se requería
de un esfuerzo de comunicación masiva, de concertación responsable,
para involucrarlo en la conciencia y cultura de los límites
gubernamentales.

Para evitar la quiebra política de la democracia, cuya antesala es la


gran división que enfrenta a gobernantes y aspirantes a gobernar, por un
lado, y al conjunto de ciudadanos indiferentes a ellos, por el otro, la oferta
política no podía seguir prescindiendo de la posibilidad económica, pero
más aún, del aprendizaje en negociación y concertación cooperativa, sobre
todo cuando se trataba de exigencias de reformas inaplazables.

LAS RELACIONES RUIDOSAS DEL GOBIERNO CON AD


Referirse al partido de gobierno entre 1989 y 1993 es cuestión
ineludible, no sólo por el peso que tradicionalmente han tenido los
partidos de gobierno sobre los gobiernos, sino por las tensas relaciones
que en ese momento se observaron dentro del partido, y entre éste y el
gobierno.

195
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Acción Democrática estaba sometido a turbulencias, tensiones y


enfrentamientos internos producidos, no sólo por la lucha por el control de
la maquinaria del partido por parte de dirigentes enfrentados desde hacía
ya varios años, sino también como consecuencia de su papel de partido de
gobierno, afectado por las decisiones del presidente Pérez en materia de
colaboradores y de política económica.

En efecto, algunas altas autoridades del Partido se quejaban de que


Acción Democrática fuese partido de gobierno pero no partido gobernante.
El gabinete ministerial, conformado en sus dos terceras partes por
personas ajenas al partido, operaba como una severa limitante del acceso
privilegiado del partido al gobierno, a tal punto que connotados dirigentes
de AD no dudaban en calificar pública y despectivamente a algunos
ministros de ‘tecnócratas harvardianos’. Alguno incluso se quejaba
abiertamente del hecho de «[...] no haber podido colocar siquiera a un
compañero de partido de portero de un ministerio».

Por otro lado, el anuncio de la reestructuración y privatización de


algunas empresas del sector público, al implicar una reducción
significativa de la capacidad clientelar del partido, preocupaba a algunos
dirigentes que veían en ello una erosión importante de sus fuentes de
poder. Cabe mencionar la queja del Secretario General del partido ante la
reorganización, supuestamente inconsulta con el partido, del Ministerio de
Fomento, con abiertas alusiones referidas a la reducción de militantes en
puestos públicos.

Si a lo anterior se suma la pérdida de las elecciones de los candidatos


del partido a gobernadores en los estados más importantes del país,
Miranda, Aragua, Carabobo, Zulia y Bolívar, además de Anzoátegui,
Mérida y Yaracuy, en los comicios celebrados en diciembre de 1989, se
entiende la preocupación de la dirigencia que controlaba en aquellos

196
ANDRÉS STAMBOULI

momentos a la organización, de cara a una próxima Convención a


realizarse hacia fines de año, en la que se elegirían a las nuevas
autoridades del partido. Dentro de estas circunstancias, las críticas al
gobierno y a su paquete económico lucían inspiradas en la ‘razón de
partido’ derivada de la lucha interna por conservar el control de la
organización.

Todo este complejo cuadro se manifestó en el Comité Directivo


Nacional, el CDN, primero realizado desde 1985. En aquel entonces habían
salido triunfadores los ‘ortodoxos’ agrupados alrededor del presidente
Lusinchi, de Octavio Lepage, precandidato a la presidencia de la república
derrotado por Carlos Andrés Pérez, Manuel Peñalver Secretario General y
Luis Alfaro Ucero, Secretario General de Organización. Ahora, con Carlos
Andrés Pérez en la Presidencia, a este grupo se le oponían los
‘renovadores’, una tendencia representada por Héctor Alonso López,
Antonio Ledezma y Juan José Delpino entre otros, quienes apoyados por el
presidente Pérez, enarbolaban la lucha contra la corrupción y la demo-
cratización del partido frente a los primeros, que propugnaban un cambio
en la política económica y la incorporación de más miembros del partido
en el Gobierno. Los ortodoxos terminarían, a la final, ganando el control
del partido.

El gobierno mientras tanto, ratificaba permanentemente las líneas


centrales de su programa económico, y se producían nuevas decisiones
destinadas a fortalecerlo; había ya logrado importantes apoyos y respaldos
nacionales e internacionales; dentro de AD y de COPEI, principal partido
de oposición, así como en otros partidos minoritarios, se expresaban
manifestaciones públicas a favor de los fundamentos de dicho programa.
Importantes empresarios y grupos empresariales también respaldaban la
nueva política orientada hacia una economía competitiva de mercado. No
existían, para el gobierno, razones para pensar que el programa económico

197
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

y político fuera revertido o modificado substancialmente. El presidente


valoraba más los apoyos nacionales e internacionales hacia su gestión de
gobierno que los reclamos de cierto sector de su propio partido.

Los últimos sucesos en los que se había manifestado la voluntad


popular, las elecciones municipales y estadales de diciembre de 1989,
demostraban que el venezolano sabía utilizar su voto para expresar tanto
su descontento como sus satisfacciones; la democracia tutelada que se
inició a principios de la década de los sesenta, se había transformado en
otra bastante más autónoma. Los cambios ocurridos en la forma de
gobernar, de hacer oposición y de expresarse de la población, al iniciarse
la década de los noventa, auguraban cambios aún más profundos en la
calidad de la democracia venezolana. De seguro la calidad del debate
político debía cambiar, para ser cada vez más programático; en este
sentido, el liderazgo político debía fundamentar la legitimidad de sus
actuaciones y decisiones en la oferta de políticas a ser realizadas.

Los partidos deberían ahora estar más atentos a la plataforma


gubernamental de sus candidatos, de manera que ni ellos ni el electorado
fueran tomados por sorpresa. De esta manera, las políticas
gubernamentales contarían con una reserva de legitimidad insustituible: el
apoyo del electorado a la acción de gobierno. En su conjunto, el sistema
político democrático venezolano y, en particular los partidos políticos,
debían exorcisar la vieja manera de hacer política: aquella más preocupada
por la lucha burocrática de posiciones de poder, que la de la discusión de
la agenda gubernativa en función de la resolución de los problemas del
país. Lamentablemente no fue el caso, y sigue sin serlo:

“Quienes instan a recordar que nuestra única misión clara y


demostrable es mantener el barco a flote tienen una idea un tanto
extraña de la razón de ser de los barcos.” (Crick, p. 26)

198
ANDRÉS STAMBOULI

LA RAZÓN DE PARTIDO Y EL PROGRAMA DEL GOBIERNO


A partir de 1959, todos los períodos constitucionales democráticos
han presentado de manera recurrente relaciones y situaciones tensas
entre el Ejecutivo Nacional y el partido de gobierno; en algunas ocasiones,
estas tensiones llegaron a producir la división del partido de gobierno, con
el consecuente debilitamiento, al menos en el corto plazo, tanto del
gobierno como del partido. La división de un partido considerado soporte
de la democracia, sobre todo si se encontraba en funciones de gobierno,
siempre fue percibida como desestabilizadora del propio régimen
democrático al igual que, en ciertas ocasiones, el enfrentamiento entre los
grandes partidos. Las causas originarias de tensiones entre el gobierno y
su partido, no han sido uniformes en el tiempo: la ideología, el control del
partido, las razones electorales, el liderazgo, el estilo de gobierno, las
diferencias generacionales, se combinaron de variada manera e intensidad
en cada caso particular.

Durante el período constitucional iniciado en 1989, no faltaron las de-


savenencias públicas y subidas de tono entre el gobierno y su partido, lo
que constituyó serio motivo de preocupación, dadas las difíciles
circunstancias económicas y sociales del país; al gobierno le faltaba piso
político, se decía, para referirse a la situación de un programa económico
que no tenía el apoyo del partido. He allí la causa fundamental de las
tensiones entre el gobierno de Carlos Andrés Pérez y Acción Democrática, o
para ser más precisos, de un sector de importantes autoridades del
partido. Por primera vez en la historia de las relaciones entre un gobierno y
su partido, luego de la primera división de Acción Democrática que dieron
origen al MIR, un sector del partido objetaba toda una concepción
programática y al consecuente conjunto de políticas aunque,
evidentemente, esta situación no se equiparaba con el conflicto de los
sesenta que derivó en la lucha armada.

199
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Es importante analizar la situación referida dentro del marco de la


lucha interna del partido, en la que Carlos Andrés Pérez ganara su
segunda nominación presidencial frente a Octavio Lepage, con lo cual
comenzó el proceso de desquiciamiento del control hegemónico del llamado
‘Lusinchismo’ sobre la organización –maquinaria- del partido, y de lo que
ello significó desde el punto de vista del enfrentamiento interno de
dirigentes, sectores, tendencias y facciones.

Esta historia, de cara a la Convención Nacional a celebrarse a


mediados de 1991, cuando se renovarían o confirmarían las autoridades
del partido, jugaba lo suyo y mucho en la utilización de la crítica al
programa de políticas del gobierno de Pérez.

En efecto, desde 1989, la disminución del poder interno del


‘lusinchismo’ se agravó con los resultados electorales de gobernadores,
alcaldes y concejales. Durante el período presidencial anterior, al designar
como gobernadores a los secretarios generales seccionales del partido, y
controlar así prácticamente todos los concejos municipales, las asambleas
legislativas y el Congreso de la República, es evidente que el poder del
partido, a través de la línea de cohesión gobierno-maquinaria del partido,
estaba en su apogeo. Esta es la situación que la candidatura -y luego la
presidencia- de Carlos Andrés Pérez, desarticularía. El enfrentamiento
entre ortodoxos y renovadores, fue el capítulo más reciente del referido
enfrentamiento, en el que se insertaban las tensiones y conflictos entre un
sector de Acción Democrática y el programa del gobierno de Carlos Andrés
Pérez, resultantes de la partidización de la racionalidad programática,
particularmente en su componente económico.

Desde 1958, los candidatos en campaña solían presentar como


programas, formulaciones muy genéricas y ambiguas de sus propósitos de
gobierno; a su vez, los gobernantes y las distintas ramas del Poder Eje-

200
ANDRÉS STAMBOULI

cutivo, elaboraban sus planes de acción sectorial, a partir de la agregación


de las demandas que le efectuaban sus distintas clientelas. Como lo
sostiene Manuel García Pelayo, en su trabajo sobre las decisiones
consensuadas, la mejor decisión pasaba a ser no aquella mejor formulada
técnicamente, sino aquella que contara con la mayor suma de apoyos
(García Pelayo, 1985). Gobernar consistía entonces menos en la aplicación
de un programa de acción y más en la capacidad de atención y complacen-
cia a los grupos, individuos y clientelas propias a tal o cual oficina pública.

Esta modalidad decisoria había generado costumbres y expectativas


que dificultaban el ejercicio del poder ejecutivo fundamentado en una
racionalidad programática, requerida por los tiempos críticos, que
implicaba prácticas de negociación inéditas en la Venezuela de los últimos
decenios.

Así, la razón de partido, al menos tal como la concebían algunos


dirigentes del partido de gobierno, representaba un obstáculo mayor al
despliegue de una racionalidad programática como fundamento del
proceso de toma de decisiones del Gobierno, a partir de 1989.

Pero tratemos de comprender la lógica de la razón de partido por


analogía a la de razón de Estado:

“La idea de la razón de Estado significa el descubrimiento de un logos


propio de la política [...]. [...]. Significa la desvelación de una esfera de
la realidad hasta entonces oculta por el ropaje teológico, aristotélico o
retórico, pero que ahora se revela en su desnudez tal y como es, como
un mundo de hechos dominados por la necessitá y no de normas
puras o de definiciones abstractas. Este mundo, ahora descubierto, no
gira en torno a Dios ni al diablo ni a lo bueno ni a lo malo, ni a lo bello
ni a lo feo, y tanto la teología como la ética o la estética son
irrelevantes para comprenderlo; gira en torno a un eje que da unidad,
orden y sentido político a las cosas, y este eje, este principio
inteligible, esta causa finalis , si se quiere, es el poder [...]. [...]. Junto

201
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

a la desvelación de ese complejo de hechos y de su eje o principio


inteligible, se descubre que el mundo político está compuesto de
fuerzas polémicas y tensas, pero que, en medio de la tensión y de lo
polémico hay, no obstante, un orden, una estructura. Y dar cuenta y
razón de este sistema de relaciones polémicas es justamente función
de la razón de Estado [...].” (García Pelayo, 1991, p. 1184)

En concordancia con lo expresado, las conductas de los políticos


deben ser juzgadas a partir de la necesidad de obtener y conservar el
poder, si es que hemos de encontrar, descubrir o comprender, la
racionalidad que orienta la acción política. Aunque en principio la noción
de razón de Estado fue elaborada en función de la acción político-estatal,
la misma es susceptible de orientar la comprensión de la racionalidad de
las organizaciones partidistas contemporáneas:

“ [...] el núcleo conceptual central de la teoría de la razón de estado [o


razón de partido] consiste en la tesis según la cual el estado [el
partido], cualquiera sea su forma, es decir su régimen y sus
dimensiones, tiene una tendencia orgánica a buscar el continuo incre-
mento y consolidación de su propia potencia en detrimento, en último
análisis, de cualquier otra finalidad. En otras palabras, al perseguir
tal objetivo tiende irresistiblemente, si aparece útil para el fin, a violar
las normas de la moral y del derecho [de la racionalidad económica, o
del compromiso gubernamental] [...].” (Pistone, «Razón de Estado» en
Bobbio).

Así, aunque el programa de gobierno de Carlos Andrés Pérez y Acción


Democrática, presentado durante la campaña electoral, contuviera con
aproximada claridad sus propósitos de políticas públicas, es perfectamente
comprensible que algunos dirigentes guardaran ahora sus distancias res-
pecto al mismo; la manera como entendían la razón de partido, funda-
mentaba esa distancia:

202
ANDRÉS STAMBOULI

“Conviene recalcar que no es ilegítimo preservar el capital electoral de


un partido, absteniéndose de aplicar políticas impopulares o medidas
chocantes, cuando ni unas ni otras sean en verdad indispensables. En
Venezuela, sin embargo, se ha venido desarrollando en los últimos
tiempos, con indudable capacidad divulgativa, una línea de pensa-
miento según la cual existiría incompatibilidad absoluta e insuperable
entre los intereses nacionales y los intereses políticos de los partidos.”
(Octavio Lepage, El Universal, 10-1-91).

Aunque pudiera decirse que, en este caso particular, lo expresado por


Lepage no invalidaba la proposición programática global del Gobierno,
recalcaba sin embargo la legitimidad de las consideraciones provenientes
de la razón electoral del partido y asomaba una de las contradicciones
básicas del debate gubernamental, a saber, el enfrentamiento entre
tecnócratas, supuestamente portadores e intérpretes del interés nacional,
y los políticos de partido. Como en cierta forma fue expuesto
anteriormente, la razón de partido en tiempos de la abundancia no le dejó
espacio a la razón programática, exigida ahora por las circunstancias de
una severa crisis económica. No a otra cosa se refiere cuando se sostiene
que:

“La tesis política del partido es una rareza bibliográfica [...] que da la
medida de la poca estimación que tenemos por mantenernos al día en
materia doctrinaria y programática [...]. [...]. Las Convenciones
Nacionales dedican demasiado tiempo a los arreglos de tipo electoral
[...]. [...]. El CEN y los CES tienen que ocuparse de problemas
partidistas de carácter administrativo o funcional, quedándoles poco
tiempo para el análisis y discusión de los temas políticos de actualidad
[...].” (Informe de la Comisión designada por el Comité Ejecutivo
Nacional para estudiar los resultados electorales regionales y
municipales de 1989).

Luego, bajo la misma óptica de la razón de partido, al evaluar los re-


sultados electorales de 1989, el mismo documento dictamina que

203
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“ [...] nadie duda en Venezuela de que la aplicación de esas medidas,


con las consecuencias que de inmediato se produjeron, fue uno de los
factores principales de la elevada abstención electoral; y en menor es-
cala, del descenso en el caudal electoral de los candidatos de Acción
Democrática [...] era frecuente escuchar de labios de muchos dirigen-
tes que la perspectiva electoral para Acción Democrática se presentaba
sumamente incierta a causa de esas medidas.”

Aunque varios estudios de opinión pública señalaran la baja


incidencia del ‘paquete económico’ sobre la derrota de algunos candidatos
de AD, no se trataba de lógica analítica sino de la del combate político;
esto se refuerza cuando a continuación, en el mismo documento leemos:

“Como nosotros vemos la situación desde nuestra óptica de dirigentes


del Partido, miembros del CEN, debemos señalar, con franqueza, que
el grueso de la militancia considera que Acción Democrática no es
partido de gobierno. A esa percepción contribuye la integración del
gobierno, donde es bajo el porcentaje de altas posiciones confiadas a
la responsabilidad de compañeros de partido.”

Lo anterior nos introduce en otra dimensión de las tensiones entre el


gobierno y su partido: la composición de las altas instancias del Poder
Ejecutivo. En el Informe presentado por Humberto Celli, Secretario
General de Acción Democrática, ante el Comité Directivo Nacional, el 25 de
enero de 1990, se señalaba que

“La pérdida del poder a nivel de 9 gobernaciones y 114 alcaldías exige


un reajuste de nuestra cuota de representación en el ejecutivo
nacional, ya que la tendencia se extiende hasta los Institutos
Autónomos; de 24 Ministros del Gabinete, sólo 7 son militantes de
Acción Democrática, lo que indiscutiblemente se refleja en la
proporción de militantes que hay en las estructuras ministeriales...”

lo cual se traducía en una reducción significativa de la capacidad clientelar


del partido.

204
ANDRÉS STAMBOULI

Luego, Humberto Celli distanciándose radicalmente del programa


gubernamental, de sus diagnósticos y definiciones básicas, apuntaba:

“Otro aspecto fundamental de la participación en el Gobierno es la


influencia activa de los accióndemocratistas en el diseño de las
políticas nacionales [...]. La crisis venezolana puede ser caracterizada
como esencialmente privada y afecta principalmente a las nuevas
inversiones. A pesar de las fuertes transferencias de fondos de
inversión realizadas por el sector público al privado, las inversiones, el
empleo y la productividad de ese sector no aumentan. En estas
condiciones parece evidente que una política de privatización lo que
haría sería transferir la propiedad de importantes medios de
producción a empresas transnacionales. Sintomas de ello se están
viendo en las campañas y anuncios tendentes a facilitar la
participación de empresas extranjeras en sectores estratégicos, tales
como la producción y refinación de petróleo en el territorio nacional, la
siderúrgica, los teléfonos, el transporte aéreo. La privatización, más
que una simplificación y racionalización de la acción del Estado,
podría perseguir una desnacionalización de la economía, es decir, una
mayor dependencia de Venezuela respecto a decisiones tomadas fuera
de su territorio y por agentes sobre los cuales no puede ejercer ningun
control. La dirección hacia la cual apunta ‘EL PAQUETE’, al cambiar
los precios relativos de los factores de producción, abaratando la mano
de obra y encareciendo la tierra y el capital, implica un profundo
cambio en la estructura y expectativas nacionales. Se trata de
maquillar a Venezuela, transformarla en país suministrador de mano
de obra barata [...]. [...]. Esta doctrina es claramente contradictoria
con la sustentada por Acción Democrática desde su fundación y
justificaría el establecimiento de una ‘dictadura benévola’ como ahora
quieren vender a la del General Pinochet. [...]. No pretendo examinar
exhaustivamente cada una de las políticas económicas aplicadas por
el Gobierno, pero no cabe duda de que las mismas deterioraron el
nivel de vida del venezolano común y ello contribuyó sustancialmente
a la abstención electoral y a los resultados obtenidos por Acción
Democrática [...]. En el momento de la evaluación de las medidas
económicas aplicadas, sugerimos que un grupo de especialistas
venezolanos generen un programa venezolano para superar la crisis
económica venezolana [...] reunir a los mejores cerebros, de los cuales

205
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

hay muchos en Acción Democrática, a fin de que creen un plan eco-


nómico más acorde con las exigencias de la realidad venezolana.”

Valga destacar que en ningún momento, tal programa ‘venezolano,


por venezolanos y para Venezuela’ fue generado, y que el radicalismo
doctrinario del Secretario General se convertiría a la larga en una posición
aislada dentro del partido. Finalmente, Celli terminaba su documento
recordando que “ [...] estamos sólo a 35 meses de un nuevo proceso
electoral, en nuestros aciertos y errores estará el futuro de todos.”
Nuevamente destacaba la razón de partido -la electoral- como fundamento
del distanciamiento del partido con relación al gobierno.

Esta confrontación entre AD, portador de la razón de partido, y el


gobierno de Pérez, defensor de la razón programática, debe verse como
consustancial a la política entendida como lucha por el poder; es decir
que, a su vez, el reproche de ‘irracionales’ de los tecnócratas a los políticos,
fue absolutamente miope y estéril tanto para la comprensión del
enfrentamiento como para su resolución política, entendida como diálogo y
concertación. La reiterada calificación de ‘tecnócratas neoliberales
desalmados’, que el partido le venía haciendo al gobierno desde sus inicios,
también había generado un clima de incertidumbre y desconfianza
permanente frente a la continuidad del rumbo iniciado, que
inevitablemente desalentaba las iniciativas e inversiones nacionales e
internacionales que el país necesitaba; no se dudaba tanto de la voluntad
del gobierno, como de la de su partido. Faltó la inteligencia de la política,
aquella que sabe lidiar con la confrontación, aparentemente irracional, de
racionalidades encontradas.

Cuando el partido proponía un control selectivo de precios, ante el


auge especulativo y la falta de mercado en renglones de consumo básico, o
cuando exigía información sobre la transparencia y la equidad en los

206
ANDRÉS STAMBOULI

procesos de privatización, estaba participando en la formulación de


políticas de un gobierno y un programa que debían ser suyos, y esto era
necesario e inobjetable. Pero, cuando reclamaba por la ausencia de
resultados inmediatos de las políticas, cuyos impactos sólo podían ser de
mediano y hasta de largo plazo, o cuando se atrincheraba en una supuesta
pugna entre socialdemócratas y neoliberales, lo único que lograba
comunicar era una estéril confusión que opacaba otros comportamientos
inteligentes, como los señalados. En este sentido, era difícil distinguir
entre lo que se decía por ser partido de gobierno y aquello que se esgrimía
como exigencia de la lucha entre renovadores y ortodoxos; solo aparecían
contradicción y ruido entre el gobierno y su partido. El gobierno, es cierto,
no debía obviar al partido de las revisiones y evaluaciones que hacía de las
políticas, pero a tales fines necesitaba de un partido vigoroso y franco en
su reflexión, que asumiera esta tarea sin etiquetas banalizadoras, alejado
de exigencias inviables y de la pretensión de poner y quitar ministros, con
el sólo criterio de la representación partidista.

Ser partido de gobierno no implica necesariamente ejercer


directamente las funciones de gobierno; es más bien sinónimo de la
corresponsabilidad en la ejecución de una plataforma programática
compartida. En esto, el gobierno de CAP le era fiel al programa que ofreció
en la campaña electoral, suscrito y presentado por el partido, aunque éste
no se hubiera involucrado y comprometido demasiado en él. Al partido le
bastaba con ganar una vez más las elecciones; he allí el origen de las
relaciones ruidosas señaladas.

El distanciamiento entre el Gobierno y AD, a propósito de la política


económica, fue la principal fuente de desconfianza respecto al éxito político
y la continuidad del programa gubernamental, denominado como ‘el Gran
Viraje’. El nuevo Comité Ejecutivo Nacional de AD, dirigido ahora por Luis
Alfaro Ucero, electo en noviembre de 1990, produjo un documento que

207
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

representó una importante contribución al cierre de la brecha entre el


partido, el Gobierno y su programa económico. En efecto, el documento, al
tiempo que proponía acordar con los principales partidos de oposición la
“[...] urgente aprobación de la normativa legal que dé piso jurídico a los
intentos de estructurar la economía de mercado [...]”, instaba al gobierno a
la aplicación de medidas conducentes a reducir la inflación y combatir la
especulación, entre las que destacaban la reducción del crecimiento del
gasto público, la reestructuración de la administración central y de los
entes descentralizados, la privatización de las actividades no
indispensables a los fines del Estado, la participación de la banca
internacional en el sistema financiero nacional, la reforma del sistema
tributario, la descentralización de la Oficina de Protección al Consumidor,
mediante convenios de cooperación a nivel municipal, la promoción de
cooperativas de producción y la orientación de la política arancelaria para
contrarrestar la especulación. De esta manera, economía de mercado,
control de la inflación y combate a la especulación, conformaban los
elementos centrales del inicio del diálogo entre el partido y el gobierno.

Así, con Alfaro Ucero en la Secretaría General, Acción Democrática


haría de la gobernabilidad su preocupación central, por encima de
cualquier otra consideración, entendiendo que la misma sólo sería posible
restableciendo la política entre el partido y su gobierno. Esta preocupación
por la gobernabilidad, orientadora de los actos y decisiones del partido, la
volvería a manifestar Alfaro en ocasiones sucesivas, independientemente
de la polémica valoración de tales actos y decisiones:

• cuando AD votó en mayo de 1993, en el Congreso de la República, la


salida anticipada de Pérez de la Presidencia, por entender que así se
despresurizaba la crisis política;

208
ANDRÉS STAMBOULI

• al impedir el acceso de Claudio Fermín a la Secretaría General del


partido en 1994, por su enfrentamiento al gobierno de Caldera;

• y al darle apoyo al mismo durante todo su período constitucional,


asuntos que serán tratados más adelante.

En este documento, AD reconocía tácitamente que lo importante eran


las políticas y no los hombres que las ejecutaban; atrás quedarían los
epítetos, producidos en gran parte por motivos ajenos al programa
mismo. El propósito era darle una oportunidad a la cooperación
franca entre el partido y el gobierno. En los países que comenzaron
tránsitos análogos, la España de Felipe González y la Francia de
Mitterand, ambos socialdemócratas -guardando las distancias y
diferencias- partido y gobierno marcharon al unísono, en medio de
grandes dificultades e incomprensiones iniciales. En ambos casos,
repitieron en el poder tras sucesivas victorias electorales. Por el
contrario, los electores suelen sancionar tanto a los gobiernos y sus
programas incumplidos como a los divorcios, las inconsistencias y las
incoherencias entre el gobierno y su partido. Las turbulencias
políticas conocidas a partir de 1989, que terminaron con la salida
prematura de Carlos Andrés Pérez de la presidencia en mayo de 1993,
apenas fueron el comienzo de un ciclo de decaimiento económico y
político que aún persiste en la Venezuela de hoy.

209
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

ARMAR EL ROMPECABEZAS
CALDERA (1994-1998)

“Armar el rompecabezas”, con esta frase Rafael Caldera caracterizaría


el objetivo fundamental de su segunda gestión de gobierno que consistiría
en la reintegración de una sociedad fragmentada, conflictiva,
deslegitimadora de las instituciones básicas del régimen democrático. La
disgregación se había apoderado de las relaciones sociales a partir de los
eventos del 27 de febrero de 1989 y de los dos intentos de golpe de Estado
de 1992; el desencuentro entre opinión pública, gobierno, fuerzas
armadas, partidos políticos, organizaciones sociales y liderazgos políticos,
apuntaba hacia una situación de grave crisis política. No se había logrado
sino parcialmente y de modo poco sustentable, la sustitución del
colapsado modelo de sociedad rentista centralizada.

El primero de marzo de 1989, en su discurso ante el Senado de la


República, a propósito de los eventos del 27 de febrero, Caldera decía:

“ [...] un sentimiento que se ha venido apoderando del ánimo de


nuestras clases populares hizo explosión con motivo de la primera de
las medidas del paquete anunciado, la referente al aumento de precio
del combustible y de los precios del transporte [...] temo mucho que
actitudes dogmáticas, fáciles de adoptar en la teoría, pero difíciles de
llevar a cabo en la realidad, mellen en el ánimo del pueblo para que
deje la violencia[...]. [...]. Pienso que los técnicos, realmente, tienen
buena intención y tienen conocimientos. Pero si olvidan el análisis de
la realidad social, están equivocados [...] tenemos el deber de hacer
realidad eso que han dado ahora en llamar ‘concertación’, que en
realidad, fundamentalmente, reside en el diálogo. Pero no el diálogo
después de que las posiciones están tomadas, sino el diálogo para
tomar las posiciones [...] no es tan fácil que llamen a alguien a
defender una posición sobre la cual ha manifestado dudas y en
relación a la cual no se le ha dado la oportunidad de discutir [...] son
210
ANDRÉS STAMBOULI

muy dignos de aplauso los técnicos que están en el gabinete pero si el


asunto fracasa, ellos vuelven a sus cátedras en sus institutos,
mientras que el daño lo va a sufrir la democracia venezolana [...]. En el
primer período de la democracia, el pueblo trabajador estaba por
defender el sistema [...] no debemos dejar que esto se pierda. Estamos
en peligro de perderlo y, ¡ay! cuando se pierde esa relación entre el
pueblo y sus dirigentes ¡qué difícil es restablecerlo! Se abre el campo
para los demagogos [...].”

De esta manera, Caldera advertía acerca de los peligros de la


imposición tecnocrática, como sustituta del diálogo y la negociación, al
momento de adoptar políticas gubernamentales, en un contexto de gran
descontento y penurias sociales. Para el expresidente, las exigencias
políticas de la estabilidad democrática debían prevalecer sobre las
consideraciones tecnocrático-económicas por más fundamentadas y
necesarias que fueran.

El 4 de febrero de 1992, ocurría de manera sorpresiva el primer


intento de golpe de Estado de ese año, y el primero luego de casi tres
décadas, que el más sonoro de sus cabecillas, el teniente coronel Hugo
Chávez, justificaría de la siguiente manera:

“ [...] nosotros hicimos una rebelión militar en estado de necesidad [...]


para restituir incluso el honor militar que nos prohíbe arremeter con
las armas de la Nación contra la misma Nación [...] si no hubiese
ocurrido el 27 de febrero de 1989, muy difícilmente hubiese ocurrido
el 4 de febrero de 1992 [...]. (Academia de Ciencias Políticas, 1998, pp.
98-99).”

En palabras del propio Caldera, refiriéndose a la profundidad de la


crisis política de gobernabilidad de la democracia y de su reforma:

“ [...] lo que más me preocupa y me duele, es que no encuentro en el


sentimiento popular la misma reacción entusiasta, decidida y
fervorosa por la defensa de la democracia que caracterizó la conducta
del pueblo en todos los dolorosos incidentes que hubo que atravesar

211
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

después del 23 de enero de 1958 [...] y esto nos obliga a profundizar


en la situación y en sus causas [...]. [...]. Es difícil pedirle al pueblo
que se inmole por la libertad y por la democracia, cuando piensa que
la libertad y la democracia no son capaces de darle de comer [...]
cuando no ha sido capaz de poner un coto definitivo al morbo terrible
de la corrupción [...]. [...]. El golpe militar es censurable y condenable
en toda forma [...] pero [...] hay un mar de fondo, hay una situación
grave en el país y si esa situación no se enfrenta, el destino nos
reserva muchas y muy graves preocupaciones [...] Venezuela era algo
como la vitrina de exhibición de la democracia latinoamericana. Esa
vitrina la rompieron en febrero de 1989 los habitantes de los cerros de
Caracas que bajaron enardecidos. Ahora, la han roto la culata de los
fusíles […].”

Con ese discurso en el que interpretaba el ‘espíritu del 4 de febrero’,


Rafael Caldera se posicionaría de inmediato como favorito para ganar las
elecciones presidenciales de 1993, separándose del COPEI, partido que
había fundado, y propiciando una alianza de pequeños partidos, ‘el
chiripero’, que lo llevaría de nuevo al poder.

Lo más significativo de las coyunturas que condensaron la crisis de


gobernabilidad de las reformas y los intentos golpistas del 4 de febrero y
del 28 de noviembre de 1992, fue lo que no lograron: la quiebra de la
democracia. El régimen democrático continuó, gracias a una comunidad
plural, aunque sumamente debilitada, consciente de la necesidad de pre-
servar sus reglas políticas y de mejorar su funcionamiento, en la seguridad
de que cualquier régimen distinto sería nefasto. Una comunidad de valores
y de aspiraciones conformada por todos los sectores, Fuerzas Armadas,
Iglesia, partidos políticos, empresarios, intelectuales, hizo causa común
para crear un dique de contención a las intentonas golpistas. De esta
forma se demostró que el pacto democrático de 1958, en sus fundamentos,
aún funcionaba, a pesar de la conflictividad social y política. Venezuela vio

212
ANDRÉS STAMBOULI

conmocionado su régimen democrático en medio de todas las situaciones


críticas.

Las Fuerzas Armadas no habían escapado a esta crisis histórica


provocada por el agotamiento del modelo retista centralizado; la
fragmentación de su consenso interno, unida a la reducción de su capa-
cidad adquisitiva de materiales y de las condiciones sociales de sus
efectivos, la habían desarticulado. Pero las tendencias antidemocráticas en
su interior habían sido controladas y sus líderes saldrían luego en libertad
para actuar y buscar el poder, esta vez en el marco de las reglas
democráticas electorales.

Las Fuerzas Armadas hicieron un importante esfuerzo de


reunificación interna, demostrando conciencia de que los problemas del
país debían ser resueltos en democracia. El hecho de que la causa de los
oficiales que participaron en los intentos de golpes fuera sobreseída, y
éstos actuaran luego en el marco de las reglas de la democracia, ha sido en
Venezuela una forma de resolver sus crisis políticas que no era novedosa;
ya se tuvo experiencia similar a finales de la década de los sesenta. Las
crisis militares y políticas en Venezuela, a partir de 1958, se habían
resuelto, en buena parte, mediante la reincorporación, y no por la ex-
clusión. En la década de los sesenta, el Partido Comunista y el Movimiento
de Izquierda Revolucionaria, MIR, adversarios existenciales del régimen
democrático representativo, habían optado por la lucha armada; fueron
derrotados militarmente y una vez derrotados fueron reincorporados a la
vida institucional.

La Venezuela democrática ha sido una sociedad capaz de integrar


institucionalmente el conflicto, incluso el más desintegrador. La presencia
activa en el escenario legal de los otrora insurrectos, fue, sin duda alguna,
una contribución al alivio de las tensiones, presiones y fracturas,

213
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

demostrando el predominio de una cultura política de la reconciliación.


Los retos que aún tiene la sociedad venezolana requieren del relanza-
miento de la confianza en la democracia y sus instituciones, así como el
enfrentar el decaímiento económico y social, seriamente deteriorados en el
transcurso de los últimos tiempos.

En ‘Mi Carta de Intención con el Pueblo de Venezuela’, denominación


del documento programático de su candidatura, Caldera caracterizó la
situación de Venezuela como sigue:

“La crisis que atraviesa Venezuela no es un fenómeno natural y su


solución no depende tan sólo de un acto de renovación rutinaria de los
titulares del poder público, para pasar de un quinquenio
constitucional a otro. Se trata de una muy grave situación causada
por el comportamiento de quienes han dirigido el país en las últimas
dos décadas. Se han deteriorado todos los servicios públicos, se ha
rebajado considerablemente el nivel de vida de la población, se ha
generalizado un estado de inseguridad en las personas y en los
hogares, se han desintegrado los órganos de la comunidad hasta un
límite próximo a la anarquía. Y como consecuencia, alentados por el
ideal de vivir en democracia, se ha generado una creciente
insatisfacción contra el propio sistema democrático, cuya instauración
ha costado tantos sacrificios.”

La crisis económica, social y política, según Caldera, comenzó a


gestarse en 1974, momento en el que él mismo culminaba su primera
presidencia. Fiel a su postulado de privilegiar la dimensión política de la
democracia, su documento programático comenzaba precisamente por
ofrecer la reforma general de la Constitución de 1961, de acuerdo con el
Proyecto de 1992, elaborado por la Comisión por él presidida. En este
sentido, sostenía que:

“El nuevo Congreso debe asumir de inmediato al instalarse, su


función constituyente. Su principal orientación debe ser
complementar la democracia representativa con la democracia
participativa. El pueblo debe ser escuchado y sentir que comparte el
214
ANDRÉS STAMBOULI

poder. Ello obliga a abrir y mantener un diálogo fecundo, en la forma


más amplia, orientada a obtener el consenso necesario para las
grandes determinaciones. El referendum propuesto en el Proyecto de
Reforma General de la Constitución de 1992, en todas sus formas, a
saber: consultivo, aprobatorio, abrogatorio y revocatorio, debe
incorporarse al texto constitucional [...] debe darse al Jefe del Estado
la facultad de disolver las Cámaras Legislativas [...]. [...]. Debe abrirse
acceso a la Cámara de Diputados y a las Asambleas Legislativas a los
venezolanos por naturalización [...]. [...]. La figura del Primer Ministro,
como auxiliar eficiente del Presidente de la República… la del Defensor
de Derechos Humanos [...] responden a sentidas necesidades [...]. [...].
La previsión de la convocatoria de una Constituyente, sin romper el
hilo constitucional, si el pueblo lo considerare necesario, puede
incluirse en la Reforma de la Constitución [...]. [...]. La Reforma
General de la Constitución debe someterse a referendum popular [...].
[...]. El Congreso contará con todo el apoyo y estímulo del Ejecutivo
para el logro de sus objetivos. Debe estimularse y garantizarse la
organización y funcionamiento de las variadas formas de asociación
que adopte la sociedad civil.”

En paralelo, los elementos constituvos de su mensaje como candidato


a la presidencia en campaña, se resumían en cinco negativas y dos
revisiones, que le servirían para distanciarse del pasado inmediato y
proyectarse como un candidato de ruptura, intérprete del descontento
social: no a los cogollos partidistas, no a la corrupción, no al impuesto al
valor agregado, no al aumento del precio de la gasolina, no a la reducción
de la burocracia pública y la revisión del proceso de privatización de
empresas públicas y de los compromisos adquiridos con el Fondo
Monetario Internacional en lo concerniente al pago de la deuda externa.

Los aspectos económicos de su mensaje generaron fuertes


resistencias y oposición en los sectores propulsores del cambio de rumbo
iniciado en 1989, a los que Caldera calificaría de ‘viudas del paquete’, pues
sostenían que lo mismo significaba volver a la orientación estatista,
rentista y distributiva, pero ahora sin contar con los recursos fiscales del

215
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

pasado, lo que precisamente había provocado el colapso de la economía en


1988.

En diciembre de 1993, Caldera ganaba las elecciones presidenciales,


con unos resultados que pondrían en evidencia la profundidad de la crisis
del sistema de partidos. En efecto, a partir de 1973 y hasta las elecciones
de 1988, el sistema político venezolano se había estabilizado alrededor de
la polarización electoral entre los partidos Acción Democrática y COPEI,
cuyos candidatos presidenciales obtendrían en sucesivas contiendas
alrededor del noventa por ciento de los votos, sobre la base de una
participación electoral que rondaba el noventa por ciento del registro
electoral. Alta participación y polarización entre dos partidos que habían
acordado, informalmente, un pacto de entendimiento institucional para la
gobernabilidad democrática, le otorgaban a la democracia venezolana una
base de estabilidad significativa. La primera señal de alerta se manifestaría
en las elecciones de 1988 cuando, habiéndose reiterado la polarización
entre Carlos Andrés Pérez y Eduardo Fernández, obteniendo el 53 por
ciento y el 43 por ciento de los votos respectivamente, la abstención
electoral esta vez se ubicó en el 20%.

El resultado de las elecciones de 1993, segunda señal electoral de la


crisis institucional, presentaba esta vez un electorado fragmentado en sus
preferencias y una abstención del 40%. En efecto, cuatro candidatos
obtenían resultados que oscilaban entre el 20 y el 30%. Caldera, el
ganador, y Andrés Velásquez, que llegaría de cuarto, representaban
ambos, a los ojos del electorado, opciones de ruptura con el status quo
partidista. Las exigencias de cambio de liderazgo, o en todo caso de cambio
en los tradicionales, se expresaba de manera indubitable, al tiempo que la
apatía y abstención electoral se instalaba con fuerza en la sociedad
democrática.

216
ANDRÉS STAMBOULI

Caldera ganó las elecciones presidenciales de 1993, en el marco de un


grave deterioro de la credibilidad de los partidos políticos. Los partidos
veían disminuido su espacio aunque aún no lo habían perdido del todo;
disminuía el respaldo de los votantes, pero tampoco surgían opciones
distintas. La política requiere de organización, de dedicación exclusiva, de
recursos, y eso solamente lo posibilita el espacio institucional del partido,
que se había venido a menos.

Terminada la campaña y sus exigencias, el electo presidente Rafael


Caldera se enfrentaba ahora a las exigencias de gobernar en el marco de
las ineludibles dificultades políticas, económicas y fiscales del país. Su
discurso de toma de posesión ante el Congreso de la República marcaría
una ruptura drástica con su mensaje de campaña, hecho poco apreciado
por la opinión pública. En efecto, el Presidente Caldera proclamaba en esa
ocasión el fin de la Venezuela rentista, expresada, entre otros, en los
siguientes objetivos de su gobierno:

• Economía abierta y competitiva.

• Respeto a los equilibrios macroeconómicos.

• Equilibrio fiscal.

• Lucha contra la inflación.

• Austeridad en el gasto público.

• Inversión privada como motor del desarrollo.

• Política de privatizaciones.

• Asociaciones estratégicas en materia petrolera.

• Construcción de obras públicas a través de concesiones.

• Sinceración de los precios de los hidrocarburos.

• Establecimiento de los Fondos de pensiones.

• Eficiencia en la recaudación de impuestos.

217
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Con esta orientación, no sólo se distanciaba de su propio discurso


electoral sino que se acercaba de manera significativa al paradigma de
políticas públicas adoptado en 1989 por el gobierno de Carlos Andrés
Pérez. Sin embargo, muy pronto esta agenda se enfrentaría a severos
obstáculos que la pondrían en suspenso durante dos años y medio, hasta
agosto de 1996.

El relanzamiento de la democracia, ‘armar el rompecabezas’, exigía de


muchas cosas, pero de manera fundamental, de:

• La reconstitución de las instituciones públicas y la promoción de la


participación social, mediante la reforma constitucional.

• La recomposición de los partidos políticos, a fin de abrirlos a la


democracia interna y a la opinión social.

• Reinstalar en la agenda de actividades de los partidos la preocupación


por redefinir sus orientaciones programáticas en relación con la
conducción y administración de la sociedad.

• Superar el excesivo pragmatismo cortoplacista para alcanzar y


mantener posiciones de poder, en el que habían derivado los partidos,
con el consecuente distanciamiento de la población de la
representación que, por definición, están llamados a ejercer.

El desafecto de la sociedad por los partidos y el consecuente


distanciamiento entre ambos, era notorio.

Los primeros meses del gobierno de Caldera, lo enfrentarían a una


severa crisis del sistema financiero nacional que explica la congelación de
su agenda económica y el sacrificio de la reforma constitucional, objetivos
expresados en su discurso de toma de posesión. En particular, la reforma
de la Constitución fue suspendida, quizás como transacción con el partido
218
ANDRÉS STAMBOULI

Acción Democrática, renuente a tal reforma, a cambio de su respaldo en el


Congreso, cuyos votos necesitaba y obtuvo, a fin de darse el piso político
necesario para la estabilidad de su gobierno. Así, lamentablemente para la
revigorización de la democracia venezolana, la reforma constitucional, la
institucional y la de los partidos, fue absolutamente desestimada en el
transcurso de los cinco años de la presidencia de Caldera. Todo lo
contrario, las tendencias faccionalistas degenerativas, particularmente en
los llamados partidos políticos tradicionales, AD y COPEI, más bien se
profundizaron hasta terminar en la debacle electoral de 1998.

La resolución de la mencionada crisis financiera, respondió a criterios


de lógica política más que a consideraciones estrictamente financieras y
económicas, con el fin de evitar estallidos sociales causados por los
ahorristas y depositantes. De esta manera, cuantiosos auxilios le fueron
otorgados por el Banco Central a las instituciones financieras en crisis, a
fin de que atendieran sus compromisos con la clientela. Esta política fue
objeto de un intenso debate, encabezado por la propia Contraloría General
de la República, objetando su racionalidad económica, la corrupción que
generó y la apropiación indebida y personal de dichos auxilios, por parte
de los que pasarían luego a ser señalados como ‘banqueros prófugos’.

La crisis del sistema financiero llevó al gobierno, en julio de 1994, a


suspender algunas garantías constitucionales y a establecer una severa
política de control de cambio y de precios, absolutamente contradictoria
con la agenda económica anunciada inicialmente por el Presidente.
Caldera justificaría las medidas de emergencia adoptadas por su gobierno,
a fin de “preservar nuestro sistema democrático”. Las mismas, al decir del
presidente, tendrían un carácter temporal y se realizarían sin fracturar la
constitucionalidad. Ante una asamblea de empresarios reunida en
Fedecámaras, el 12 de julio, Caldera denunciaba “ [...] mafias organizadas
en el sector bancario, que con el ofrecimiento de altas tasas de interés,

219
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

captaron dinero para usarlo en sus propios negocios [...]” haciendo


colapsar de esa manera a parte sustancial del sistema financiero, dando
origen a la creación de una Junta de Emergencia Financiera.

El 27 de junio “ [...] por las características de la crisis financiera,


económica y social [...]”, se decretaba en Consejo de Ministros la
suspensión de algunas garantías constitucionales, sometiendo el Ejecutivo
Nacional, el 6 de julio, dicho decreto a la consideración del Congreso de la
República. El Congreso designaba el 12 de julio, con los votos de AD, el
partido gubernamental Convergencia y el MAS, una Comisión para
estudiar el decreto, y el 21 de julio, esta vez con los votos opositores de
AD, COPEI y la Causa R, el Congreso restituía algunas de las garantías
suspendidas, provocando una crisis política, la primera y única de su
gobierno, que enfrentaría a Caldera con el Congreso.

De inmediato, el 22 de julio, el gobierno procede nuevamente a


suspender las garantías restituidas por el Congreso y Caldera propone un
referendum consultivo acerca del decreto. El ministro de la Defensa
general Montero Revette anunciaba el apoyo irrestricto de las Fuerzas
Armadas a dicho decreto y al presidente, al tiempo que el Comandante
General de la Armada, vicealmirante Carlos Ramos Flores respaldaba la
convocatoria al referendum. Caldera anunciaba que renunciaría a la
presidencia si el referendum favorecía la restitución de garantías
constitucionales; en caso contrario debería el Congreso dimitir y
procederse a una nueva elección.

El partido COPEI propuso entonces acudir a la Corte Suprema de


Justicia para dirimir el conflicto entre el Gobierno y el Congreso, lo cual
fue rechazado por Acción Democrática que más bien propuso restablecer
al diálogo mediante un gran acuerdo nacional; el Comité Ejecutivo del
partido resolvió reconsiderar la solicitud de suspensión de garantías hecha

220
ANDRÉS STAMBOULI

por el Ejecutivo y terminó votando con los partidos Convergencia y el MAS


a su favor. De esa manera, se resolvía esta crisis política y Acción
Democrática, en lo adelante, le ofreció al gobierno el respaldo necesario a
su estabilidad y a la del orden político general. La reforma de la
Constitución ofrecida por Caldera afanosamente, una y otra vez, quedaría
suspendida, a pesar de varias discusiones en la comisión respectiva del
Congreso.

En medio del conflicto, el 25 de julio de 1994, Hugo Chávez, cuya


causa le fuera sobreseída por Caldera poco tiempo antes, declaraba:

“ [...] Caldera debe cerrar el Congreso y convocar cuanto antes a una


Asamblea Constituyente [...] o se hunde Caldera con el sistema
corrupto o se constituye en el primer timonel del nuevo siglo
venezolano.”

Caldera esperaba más bien que

“ [...] la diferencia de opiniones entre el Congreso y el gobierno no


desemboque en una pugna absurda, y que el Congreso se dé cuenta
[...]. [...]. No queremos un conflicto de poderes, no nos interesa, ni
deseamos en modo alguno que la democracia venezolana dé un
ejemplo de pugnacidad entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo
[...]. [...]. Lo más difícil de esta lucha es la necesidad de librarla sin
quebrantar las instituciones. La historia enseña que los actos que han
violentado las reglas primordiales de conducta…han terminado por
generar graves retrocesos [...] e imponer a la población serios
sufrimientos, y obligado a repetir el mito de Sísifo a los idealistas
conductores de una nueva esperanza.”

Se había resuelto una crisis política y evitado una explosión social,


pero estas medidas en los próximos dos años ocasionarían la disminución
de las inversiones privadas, el aumento del desempleo, la caída de la
economía y la contención artificiosa de la inflación, que aumentó de
manera importante, al tener luego que devaluar la moneda. Sin embargo,
el gobierno lograba despresurizar el descontento social y darse una base

221
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

provisoria de estabilidad política. La política de apertura petrolera a las


inversiones extranjeras, emprendida desde comienzos del gobierno y
orientada hacia el aumento sustancial de la capacidad de producción, le
daría al gobierno los recursos económicos necesarios, aunque
insuficientes, para su gestión.

A mediados del año de 1996, ante la insostenible y grave crisis


económica, el gobierno de Caldera adopta la ‘Agenda Venezuela’,
consistente en la recuperación de la política de apertura. La misma
conoció los efectos del poco tiempo que le quedaba en el poder, año y
medio, y la abrupta caída de los precios del petróleo a partir de 1997. El
descontento social y el radicalismo electoral se volverían pronto a apoderar
del país hasta culminar con la debacle de los partidos AD y COPEI, y la
elección presidencial de Hugo Chávez, líder del intento golpista del 4 de
febrero de 1992.

LA CRISIS EN LOS PARTIDOS; EL CASO DE AD


Finalizando el año de 1996, Irene Sáez, alcaldesa del próspero
Municipio Chacao de la región capital y ex Miss Universo, asomaba la
posibilidad de su candidatura presidencial para las elecciones de 1998.
Inmediatamente alcanzaría cotas de preferencia electoral del sesenta por
ciento, en una clara ratificación de la tendencia observada a partir de
1993, referida a la búsqueda de una alternativa de poder diferente a los
partidos AD y COPEI. Simultáneamente, AD, partido que controlaba la
mayoría de las gobernaciones de estado, alcaldías y primera fuerza en el
Congreso de la República, aparecía como el partido de mayor preferencia
en las encuestas, alrededor del 30%, y su ex candidato presidencial,
Claudio Fermín, como segunda opción de los electores, con más del 20%
en la intención de voto. Pero la batalla faccional dentro del partido

222
ANDRÉS STAMBOULI

terminaría descalabrando su candidatura y, al poco tiempo, al partido


mismo.

En 1994, Claudio Fermín había presentado su candidatura a la


Secretaría General de Acción Democrática para las elecciones
estatutariamente contempladas para ese año, a fin de renovar, o
confirmar, a sus autoridades nacionales, regionales y locales. Ante la
posibilidad cierta de hacerse con la dirección del partido, dada su
abrumadora popularidad en las bases militantes, las autoridades de AD,
encabezadas por Luis Alfaro Ucero, su Secretario General, recurrieron, en
nombre de la ‘estabilidad’, aunque no así expresada, a diversos artilugios y
justificativos para suspender el proceso electoral interno del partido y
prorrogarse en sus cargos. Un argumento no explícitamente manifestado
para impedir el acceso de Fermín a la Secretaría General del partido fue el
de la delicada situación y gobernabilidad del país.

En efecto, según sus opositores en el partido, Claudio Fermín lucía


excesivamente crítico del gobierno de Caldera, de sus concepciones y
decisiones económicas, lo cual, de llegar Fermín a la Secretaría General,
convertiría a AD en un partido en franca oposición, restándole el apoyo
necesario al gobierno y a la estabilidad democrática; los adversarios de
Fermín le reprochaban lo que consideraban posiciones extremadamente
neoliberales, particularmente en lo atinente a su propuesta de privatizar la
industria petrolera.

Ante tales obstáculos a sus pretensiones, Fermín optó por irse del
país a realizar estudios de economía en los Estados Unidos. En diciembre
del año de 1994, Acción Democrática, conducida por Luis Alfaro Ucero,
ratificó su respaldo al gobierno de Caldera, al tiempo que obtenía en las
elecciones regionales y municipales una importante victoria electoral. A
partir de ese mismo año, AD decidió reorientar las actividades de la

223
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Fundación Nacional de Estudios Políticos Raúl Leoni, creada en 1992,


hacia la discusión de las tesis programáticas del partido dentro de una
concepción socialdemócrata actualizada, cuya última revisión se había
realizado en 1974, asi como a la formación y capacitación de sus cuadros,
en concordancia con dichas tesis. La lucha faccional, el pragmatismo y la
falta de interés real en la discusión ideológica y programática, se
combinaron para imponerse y diluir las actividades realizadas por dicha
Fundación, en el transcurso de los años de 1994 a 1997. De su actividad
quedó testimonio inutilizado en dos propuestas: las Bases ideológicas y
programáticas (septiembre de 1994) y el Programa nacional para el
desarrollo social y económico sustentable (julio de 1997).

En el mes de agosto de 1997, Acción Democrática convocó a unas


Jornadas Programáticas a prestigiosos profesionales, intelectuales y
académicos de las más variadas procedencias, sin vínculos partidistas, a
fin de recopilar orientaciones definitorias de su próxima oferta
programática para las elecciones de 1998. De esa manera, se decía,
cualquiera fuera el candidato a la Presidencia de la República que
escogiera el partido, éste suscribiría un programa de acuerdo nacional,
que, a diferencia de otras ocasiones, precedería a su escogencia, a
realizarse por las bases del partido. Pero nuevamente el faccionalismo
desplazaría del partido la discusión programática y la elección del
candidato por sus militantes.

Los precandidatos del partido para aquel momento eran Claudio


Fermín, de regreso al país y con un respaldo cercano al ochenta por ciento
de los militantes, quien ocupaba el segundo lugar en las encuestas
nacionales, con veinticinco por ciento, detrás de Irene Sáez quien ya había
comenzado a descender en la preferencia de los electores; el partido
aparecía en las mismas encuestas con una imagen de ganador de las

224
ANDRÉS STAMBOULI

elecciones presidenciales. Detrás de Fermín, en AD, seguían Antonio


Ledezma, alcalde de Caracas y Lewis Pérez, Secretario Nacional de
Organización. Pero la candidatura de Luis Alfaro Ucero, Secretario
General, era una opción latente; el Secretario de Organización manifestaba
reiteradamente que, de concretar Alfaro su aspiración, él renunciaría a la
suya para apoyarlo. Fermín volvía a ser factor de discordia para sus
adversarios, cuestión que él mismo decidió resolver, renunciando
sorpresivamente al partido en noviembre de 1997 y anunciando su
candidatura con una organización propia. A partir de este momento,
comenzaría su declive en las preferencias electorales, hasta prácticamente
desaparecer de la escena. En algún momento previo a su renuncia a AD
sostuvimos que, de retirarse Fermín del partido, perdería él y perdería el
partido, lo que de hecho ocurrió. La lógica del faccionalismo se había
apoderado con fuerza de la vida de AD, con todas sus consecuencias de
debacle inevitable.

En efecto, a Acción Democrática aún le quedaba la opción de la


candidatura de Antonio Ledezma quien, si bien no se perfilaba con las
mismas probabilidades de éxito como Fermín para ganar las elecciones
presidenciales, sin embargo, pasaría a ocupar las preferencias de las bases
del partido. A pesar del retiro de Fermín, el partido aún era percibido con
posibilidades de ganar las elecciones de 1998. Pero, la oposición de la
dirección central del partido hacia Fermín se desplazaría hacia Ledezma,
por considerarlo como parte integrante de la heterodoxia de la que formaba
parte Fermín, junto con el ex presidente Carlos Andrés Pérez, quién había
sido expulsado del partido.

En una evaluación absolutamente equivocada y anacrónica de las


fortalezas del partido, sus jefes y los gobernadores de estado, se
pronunciaron por la ‘candidatura de consenso’ de Luis Alfaro Ucero,
percibido por las propias bases del partido y por el país como poco dotado,

225
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

particularmente en imagen y recursos oratorios, para enfrentar las


exigencias de una campaña presidencial, además de representar, en la
conciencia colectiva, la condensación de todo lo que se le reprochaba a los
partidos.

En efecto, el razonamiento era el consabido: Acción Democrática


ganaba con cualquier candidato, dado el poder y presencia de su
maquinaria; además contaría con el efecto portaviones de sus
gobernadores, alcaldes y congresantes, a ser electos un mes antes que el
Presidente. Y en todo caso, de perder las elecciones presidenciales, sería
con Irene Sáez, quien aún aparecía de primera en las encuestas, sin que
esta eventual victoria representase mayor peligro para el partido. Lo
importante para cada candidato a gobernador, alcalde y congresante era el
de preservar su propio espacio de poder; el faccionalismo en su esplendor.

La escogencia de la candidatura de Luis Alfaro Ucero por un Comité


Directivo Nacional, a mediados de 1998 faltando pocos meses para la
elección presidencial, y no por las bases del partido, tal y como estuvo
contemplado, fue una clara muestra de la sobreestimación de la capacidad
del partido, sin consideración alguna por las cualidades del candidato.
Dicha escogencia ocurrió sin mayor oposición por parte de sus
contrincantes internos; ninguno alzó su voz para oponerse a la violación
del mecanismo de la elección del candidato por la base.

Así, Alfaro comenzaba su campaña en el momento de pleno ascenso


de Hugo Chávez y de la indetenible caída de Irene Sáez, quien a su vez
obtuvo el apoyo de COPEI, con lo cual aceleró su caída, aunado a su
propia carencia de consistencia para una campaña presidencial y para el
propio ejercicio de la presidencia de la república. El primer mensaje del
candidato Alfaro revelaría su infundada sobrestimación de la capacidad del
partido, y una completa miopía frente a un electorado radicalizado que

226
ANDRÉS STAMBOULI

había cambiado drásticamente sus opciones: “Aquí no hay para donde


coger; o Chávez o yo”, declaró Alfaro.

Ante tal opción, los tradicionales votantes adecos ‘cogieron’ para


Chávez, y un 9% del electorado restante del partido marcó la tarjeta de
Acción Democrática para votar por Henrique Salas Römer, el ex
gobernador del estado Carabobo, candidato de un nuevo partido politico,
Proyecto Venezuela, al que tanto Acción Democrática, adversario acérrimo
en su estado Carabobo, como COPEI, partido del que provenía, resolvían
apoyar una semana antes de las elecciones. En efecto, ante el avance
electoral de Chávez, AD y COPEI optaron por retirarle su apoyo a Luis
Alfaro Ucero y a Irene Sáez, quienes, a pesar de estos hechos, mantuvieron
sus candidaturas, obteniendo ambos alrededor del 3% de los votos. De
esta forma quedaba sellada la debacle electoral y el colapso de los partidos
históricos de Venezuela. Con más del 40% de abstención, Hugo Chávez
Frías resultó electo Presidente de la República con 57 % de los votos
válidos, seguido de Henrique Salas Römer, con el 40 % restante.

EL FACCIONALISMO EN LOS PARTIDOS


La situación de Acción Democrática es ilustrativa, en su peculiaridad,
del proceso de envilecimiento y decadencia de todos los partidos históricos
venezolanos, en particular de los dos dominantes hasta 1998. El
significado que tiene la institución partidista para la vida democrática
obliga a las siguientes reflexiones, como contribución a esclarecer el
proceso de degradación de los partidos venezolanos, como paso previo a su
imprescindible recuperación, si de lo que se trata es de restablecer los
fundamentos sólidos de una democracia vigorosa.

El crecimiento significativo de la abstención en los procesos


electorales de los diez años siguientes a 1988, el inmovilismo y el
desbordamiento de los aparatos y liderazgos partidistas ante la violencia

227
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

social de febrero de 1989 y de los dos intentos de golpe de Estado de 1992,


la reducción drástica de la votación obtenida por los partidos AD y COPEI
a partir de las elecciones de 1993 en adelante, los prosaicos
enfrentamientos entre burócratas con autoridad e intereses pero sin
liderazgo social -observados con aburrimiento, cuando no con desprecio,
por el grueso de la ciudadanía y los militantes de los propios partidos-, la
soledad instalada en las casas de los partidos por el agotamiento de la
motivación clientelar del activismo político y la implantación exitosa en la
opinión electoral de una candidatura presidencial radicalmente
confrontada con los partidos tradicionales, son algunos hechos
constitutivos de la crisis de legitimación de los partidos históricos
venezolanos, la cual ha sido objeto de diversas lecturas, pero ninguna
autocrítica, por parte de los partidos mismos.

Tan sólo se manifestó la defensa autista y complaciente -un alto


dirigente de AD diría que lo sucedido ante la victoria de Chávez fue un
simple traspié electoral- o la miope visión conspirativista y paranoide, cuyo
acto reflejo es descalificar de entrada a toda evaluación crítica,
atribuyéndole un origen perverso e interesado en descalificar a la misma
democracia, hasta la recurrente postura antidemocrática que, con
simplismo tecnocrático receloso de los partidos, de los políticos y de la
misma política, no cesa de proclamar el fin de los partidos.

Lo cierto es que los partidos políticos venezolanos, precursores y


soportes del sistema democrático, dejaron de ser instituciones confiables
para la mayoría de la población. Las perspectivas de la institución
partidista venezolana, en su continuidad como fundamento institucional
de la democracia y ductora de los procesos gubernamentales, dependerá,
en buena parte, del papel que se le asigne a los partidos, de la
interpretación de su desempeño político en el marco de la historicidad en

228
ANDRÉS STAMBOULI

la que les correspondió actuar en el último medio siglo, de la adecuada


caracterización de la crisis de representación que los afecta, de la
identificación de las transformaciones que requieren en su estructura y en
su práctica y, naturalmente, de manera fundamental, de la predisposición
al cambio que demuestren los jefes de partidos.

La apertura y pluralización de la vida política de las sociedades del


otrora Bloque Socialista significó entre otras cosas, la revisión de la
aberración semántica encerrada en la fórmula del “sistema de partido
único”. En efecto, el vocablo partido denota multiplicidad, pues supone la
presencia de una parte de un todo y la presencia de otras, interactuando
entre sí. El sentido esencial de la voz partido político, establecido por
Sigmund Neumann, es el de la pertenencia a una organización —y el
disentimiento de otras— que persigue el ejercicio del poder, lo cual
presupone la existencia de un ambiente democrático y de una cultura o
filosofía de vida pluralista que valora la práctica de la diferencia y del
desacuerdo, que aprecia y cultiva la tolerancia para la convivencia con el
otro, por encima de la uniformidad, la unanimidad y la inmutabilidad de
las cosas. Puesto de manera más simple, para que haya partidos políticos
debe haber democracia y valoración del pluralismo, heterogeneidad social,
tolerancia y convivencia pacífica con el otro.

Lo que no resulta tan evidente, aunque no por ello menos cierto que
lo anterior, es que la formación de partidos, como organizaciones
articuladas de los agentes politicamente activos de una sociedad es, para
quienes quieran hacer vida política plena y no limitarse a influenciarla,
asunto inevitable en las democracias de los tiempos actuales; es una
utopía irrealizable pensar la democracia de hoy sin partidos

229
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“La democracia de partidos es una adaptación del principio


democrático [...] a las nuevas coyunturas históricas y muy
concretamente a dos factores conexionados entre sí: la masificación
del ejercicio de los derechos democráticos y el carácter organizacional
de la sociedad actual [...].” (García Pelayo, 1986).

Sin ambages ni concesiones a los detractores oportunistas y


simplificadores de la institución partidista, aún de aquellos que suelen
disfrazar su repudio a los partidos aduciendo que circunscriben sus
reproches a los ‘aparatos’, cuyos excesos no es del caso negar, pero que a
veces se originan en la carencia de un aparato propio, por incapacidad
organizativa o falta de representatividad, hay que reconocer que

“ [...] El Estado democrático ha de configurarse como un Estado de


partidos [...] sólo la capacidad organizativa de los partidos y su
mediación, posibilita la actualización de los principios democráticos en
las condiciones de la sociedad de nuestro tiempo; esto es, sociedad
compleja, pluralista, heterogénea y organizacional.” (García Pelayo,
1986).

Pero la realidad es que los partidos han trastocado su función


mediadora en mediatizadora: al instrumento lo han convertido en fin en sí
mismo, y los políticos han terminado por colocar “ [...] por encima del
estrecho interés partidista, el supremo interés personal [...]” (Les Luthiers).
Señalados como responsables de todos los males de la sociedad, en la
absolutización y esencialización de las deficiencias de los políticos y de los
partidos, se expían todas las culpas. Es entonces cuando la buena teoría
política hace falta. Para no buscar la moneda perdida a la luz de las
racionalizaciones sospechosas del territorio obscurecido por los intereses
creados, nada mejor que recurrir larga y textualmente a dos clásicos que,
en dos tiempos distintos, identificaron adecuadamente al problema en
cuestión:

230
ANDRÉS STAMBOULI

“La facción es la deformación del partido, el partido degenerado. Tan


necesarios y beneficiosos son los partidos en el nivel superior de la
vida estatal, como innecesarias y dañinas son las facciones. En la vida
sana de los pueblos se desarrollan los partidos, en situaciones
enfermas las facciones aumentan su poder. Los partidos perfeccionan
el Estado, las facciones lo destrozan. La construcción progresiva del
Estado es obra de los partidos, la desintegración de los Estados revela
la actividad de las facciones [...]. [...]. A veces también se llaman
partidos a las facciones y por ello se explica la aversión de muchos a
la formación de un partido. En este sentido propiamente dicho
hablamos de un partido político, cuando éste está animado por un
principio político y tiene un objetivo político. En el verdadero y pleno
sentido del término, es político solamente aquello que está vinculado
con la existencia del Estado y, por tanto, es compatible con éste:
solamente aquello que sirve al bien común. El partido político puede
presentar graves defectos de carácter, puede que busque la innovación
frívolamente, o puede que quiera conservar lo heredado en un exceso
de temor. O puede recurrir a medios equivocados y errar por ello en el
logro de su fin, incluso perseguir un fin alocado. Todas estas
debilidades no obscurecen todavía el título honorífico de partido
político. Pero el partido jamás debe anteponerse al Estado, poner la
parte por encima del todo, jamás debe subordinar los intereses del
Estado a sus intereses particulares. Un partido que hace tal cosa se
rebaja a facción. La facción no quiere servir al Estado, sino que el
Estado la sirva. No persigue unos fines políticos, es decir de interés
común, sino egoístas. En el conflicto entre el bien del Estado y el
interés del partido, la facción prefiere el segundo y sacrifica el
primero.” (Johann Kaspar Bluntschli, 1869, en Sartori, 1976)

231
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

“ [...] el término facción no ha perdido, en el uso común, su


connotación original, esto es, que las facciones no son más que la
expresión de conflictos personales, de un comportamiento que valora
el yo y desprecia al público. Como decía Burke, el combate entre
facciones no representa más que una lucha mezquina e interesada por
obtener puestos y emolumentos [...] el faccionalismo es la tentación
constante de un sistema de partidos y su degeneración siempre es
posible. Ello ayuda a explicar no sólo por qué los sistemas de partidos
fracasan y se hunden, sino también por qué de cuando en cuando se
puede reavivar el antiguo tema del horror al faccionalismo en la
censura, o incluso el rechazo, de los partidos. Ello sirve también para
justificar la exigencia recurrente de una democracia directa y sin
partidos.

Cuando más lleguen los partidos a comportarse como facciones, más


importante será comprender que nuestro rechazo se dirige menos
contra la idea de partido que contra su degeneración faccional.”
(Giovanni Sartori, 1980).

El corolario fundamental de los argumentos precedentes, una vez


más, es que sin partidos políticos la democracia misma es inconcebible. La
vida democrática impone la política organizada y ésta recibe el nombre de
partido, jamás exenta de degradación. Podrán cambiar los programas, las
formas organizativas, la naturaleza de la vinculación del partido con el
Estado y la sociedad, podrán surgir nuevos partidos, desaparecer algunos,
reconvertirse los actuales, pero lo crucial es cuidar la gramática
democrática, repudiando al faccionalismo, no a los partidos.

232
ANDRÉS STAMBOULI

AUGE Y COLAPSO DE LA ANTIPOLÍTICA


1999-2002

El proyecto de unidad de las izquierdas que, con exiguos


resultados, buscaba ganar las elecciones realizadas a partir de 1973, con
las candidaturas de Jesús Angel Paz Galarraga y de José Vicente Rangel,
llega finalmente al poder de manos del teniente coronel Hugo Chávez Frías,
coautor del intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, triunfador
en las elecciones de diciembre de 1998, con el respaldo del 56% de los
votantes y más del 40% de abstención. Esa victoria fue la consecuencia del
radicalismo electoral de los votantes, producido por el colapso de los
gestores políticos del modelo de conciliación nacido en 1958.

El Polo Patriótico, coalición inestable de los partidos de izquierda,


conformado por el partido Patria para Todos (PPT), el Movimiento Electoral
del Pueblo (MEP), el Partido Comunista de Venezuela (PCV), el Movimiento
al Socialismo (MAS), y el Movimiento Quinta República (MVR), de reciente
fundación por el propio Chávez, líder de esa coalición, le servió de apoyo
organizacional a la campaña electoral y, posteriormente, proporcionaría los
cuadros gubernamentales que, junto con un cuantioso contingente de
oficiales retirados, partícipes de los intentos de golpe de 1992, y otros
activos de las Fuerzas Armadas, administrarían el país a partir de
comienzos de 1999.

Los partidos y las corporaciones integrantes de la comunidad política


nacida del Pacto de Punto Fijo, AD, COPEI, Fedecámaras, la Confederación
de Trabajadores de Venezuela, CTV y la propia Iglesia Católica, serían
excluidos de los mecanismos de diálogo para la gestión gubernamental y
enfrentados de manera virulenta por los nuevos hombres en el poder,
particularmente, por el propio presidente de la república.

233
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Chávez, movido por las mismas concepciones que lo llevaron a


intentar previamente un golpe de Estado, esta vez electo
democráticamente, se negaba desde el comienzo de su gestión, no sólo a
dialogar y a entenderse con los representantes del 40% de los electores que
votaron por otras opciones, sino que le declaraba una incesante y
descalificadora guerra verbal a todas las organizaciones sociales críticas de
su gobierno. Ya lo había anunciado durante su campaña electoral:

“ [...] nosotros cargamos un proyecto de transformación integral que


bien puede ser llamado un ‘proyecto revolucionario’, sin duda alguna
es una revolución [...]. [...]. Hagamos un nuevo ‘contrato social’, en vez
del Acuerdo que proponen otros sectores [...]. ¿Qué acuerdo vamos a
hacer con los que destrozaron a Venezuela?” (Academia de Ciencias
Políticas, 1998, pp. 101-102)

No bastaba con llegar al poder, había que ‘hacer la revolución’ para


terminar de desarticular al antiguo régimen y a las capas políticas y
sociales que le habían servido de soporte. Muchos entendieron que “ [...] la
sociedad [...] debe ser aplastada, quebrada, dada la vuelta, desmembrada y
sólo en raras ocasiones convertida o persuadida por medios pacíficos.”
(Crick, p. 47).

A partir de este razonamiento, los dirigentes de los partidos de


oposición conformaban ‘cúpulas podridas’, los empresarios eran
‘oligarcas’, la alta jerarquía eclesiástica era cómplice silente de cuarenta
años de corrupción, los ciudadanos opositores al gobierno ‘escuálidos’, y
así sucesivamente.

“Incluso la oposición, más escandalosa que efectiva, debe ser


destruida no porque ofenda el orgullo propio de los autócratas sino
porque su misma existencia niega las teorías del ideólogo totalitario.”
(Crick, p. 38).

234
ANDRÉS STAMBOULI

Ante las legítimas disidencias y críticas de los opositores, requeridas


de tratamiento político, dialogado, Chávez más bien optaba por confrontar
a la ‘contrarevolución’, ‘responsable de cuarenta años de fracasos’,
obstaculizadora del ‘saneamiento de la patria’;

“ [...] el líder totalitario aspira a ‘remodelar por completo esta penosa


situación’ y su pensamiento abarca épocas enteras en lugar de
limitarse a generaciones humanas.” (Crick, p. 39).

Borrón y cuenta nueva en resumen, caída y mesa limpia de la


historia, como si eso fuese posible, como si la historia democrática de
Venezuela no hubiese dejado su huella en cultura refractaria a cualquier
intento autoritario de ‘rediseñar la sociedad’.

En efecto, el discurso oficial trataba de ‘cuarenta años de fracasos de


la falsa democracia puntofijista’; la oligarquía, las cúpulas podridas de los
partidos derrotados, los empresarios cómplices del fracaso de cuarenta
años, los sindicalistas corruptos, los prelados ‘adecos con sotana’ y los
medios de comunicación, mentirosos al servicio de oscuros intereses
nacionales y transnacionales, serían el blanco implacable del verbo y la
prédica presidencial, frecuentemente ataviada en uniforme militar. Se
trataría ahora de la revolución bolivariana, ‘pacífica y democrática pero
armada’, al servicio del pueblo soberano, de los ‘condenados de la tierra’.
Haberse referido Chávez alguna vez al ‘mar de la felicidad’ de la revolución
cubana, sería percibido de modo alarmante por los opositores, e
interpretado como referente y ejemplo a seguir.

La confrontación desatada, y los contenidos de algunos decretos y


leyes inconsultos que, según los afectados, amenazaban la propiedad y la
educación privada, como la Ley de Tierras y el Decreto 1.011 referido a la
supervisión de los institutos educativos provocarían, en un primer
momento, temor y pánico en la clase media que pronto se convertirían en

235
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

desafío abierto y movilización de múltiples organizaciones sociales, que


solicitaban rectificaciones profundas al gobierno, acompañadas
posteriormente de multitudinarias manifestaciones. En ocasión del
nombramiento por parte del presidente de una nueva Junta Directiva de
Petróleos de Venezuela, PDVSA, rechazada con vehemencia por sus
trabajadores y gerentes, por considerarla violatoria de la meritocracia, la
protesta desembocó en una marcha de más de medio millón de personas
hacia el Palacio de Miraflores, el 11 de abril de 2002, para solicitar la
renuncia del Presidente.

El trágico final de esta marcha, traducido en muertes provocadas por


francotiradores, pondría en evidencia una dramática fractura en la alta
oficialidad de la Fuerza Armada. La solicitud de renuncia del presidente
por parte del Inspector General de la Fuerza Armada Nacional, General en
Jefe Lucas Rincón, en representación del Alto Mando Militar, la cual
habría sido aceptada por Chávez, la instauración de un gobierno de
transición provisional por menos de cuarenta y ocho horas, que
comenzaba a gobernar disolviendo la Asamblea Nacional, atribuyéndose
también la facultad de destituir gobernadores y alcaldes electos, una
sucesión de confusos golpes y contragolpes de Estado, y manifestaciones
de calle de partidarios del gobierno, cerrarían un primer ciclo de tres años
de antipolítica y violencia.

Finalmente la vuelta al poder de Hugo Chávez Frías, en medio de


saqueos y más muertes, pidiendo perdón por los errores cometidos,
nombrando otra Junta Directiva en PDVSA, cambiando parcialmente su
tren ministerial y promoviendo mesas plurales de diálogo nacional a cargo
del nuevo vice Presidente de la República, inauguraron, aparentemente,
una nueva etapa para el gobierno y la sociedad.

236
ANDRÉS STAMBOULI

Pero el país siguió sumido en un estado de conmoción, originado en la


antipolítica como práctica de un gobierno democrático, legítimo en su
origen más no en sus ejecutorias. La antipolítica como práctica
gubernamental, había provocado su propio colapso, pues

“Renunciar a la política o destruirla es destruir justo lo que pone


orden en el pluralismo y la variedad [...] sin padecer la anarquía ni la
tiranía de las verdades absolutas [...]” (Crick, p. 28).

Un destacado dirigente de Acción Democrática, Carmelo Lauría,


varias veces ministro y alguna vez Presidente de la Cámara de Diputados,
sostuvo en una entrevista de prensa en 1994 que

“Hugo Chávez no representa ninguna alternativa válida de liderazgo y


conducción para el pueblo venezolano […] Chávez no llegará a
ninguna parte, porque no tiene capacidad de conducción política.
Chávez es un efectismo […] hombres así podrán ser galanes de
telenovelas, pero no conductores de pueblo y la historia así lo
ratificará.” (El Nacional, 24-7-94).

Efectivamente, Chávez demostró no tener capacidad ni voluntad de


conducción política, entendiendo ésta como la búsqueda permanente de la
integración de la heterogénea diversidad social, mediante la práctica de la
tolerancia al disidente, respeto a la historia y al opositor, así como el
cultivo del diálogo y el entendimiento para la resolución de conflictos.

“ [...] sólo el hombre ‘absolutamente’ bueno no tendría necesidad de


escuchar a sus congéneres ni necesitaría tener poderes rivales [...].
[...]. Lo más sorprendente es [...] lo bien dispuestos que se muestran
sus muchos seguidores [...] a tratarle como si fuera Dios: el que dicta
la ley, el que está por encima de cualquier crítica, el único hombre de
verdad autosuficiente.” (Crick, p. 24).

Lo dramático es que en la Venezuela democrática, la antipolítica se


hizo poder con un amplio respaldo popular, desvirtuando la premonición
de Lauría de que Chávez no llegaría a ninguna parte; ¿como entenderlo?

237
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

LA CRISIS DE REPRESENTACIÓN
En ocasión de la primera victoria electoral de Berlusconi en Italia,
preguntado Umberto Eco acerca de tal victoria, el filósofo italiano contestó
que “ [...] como demócrata mucho más me preocupan los motivos que han
conducido al pueblo italiano a darle la espalda a los partidos históricos y a
votar por Berlusconi.”

En efecto, el edificio institucional de la democracia representativa


venezolana, socialmente legitimado a partir de 1958, se encontraba
seriamente resquebrajado en su representatividad por el malestar civil. La
oligarquización, la miope pragmatización cortoplacista, la burocratización
y opacidad de los aparatos partidistas, unidos a episodios de corrupción y
a la ineficacia en la gestión económico-social del Estado, habían alejado a
los ciudadanos de los partidos históricos; ahora, la sociedad buscaría
recuperar el monopolio ejercido por los hombres de los partidos, los
políticos profesionales.

La apatía electoral y la caída de la preferencia por los partidos


históricos, en beneficio de personajes y movimientos que se presentaban
como sustitutos de los partidos y de los políticos, fueron síntomas de una
conciencia social contraria a los partidos, originada en casos notorios de
corrupción, reales o ficticios pero sólidamente instalados en el imaginario
colectivo. Hasta el término partido lucía vergonzoso, por lo que los
‘movimientos, proyectos, foros, mesas, redes’, se abrieron paso,
disfrazando con otros ropajes semánticos a los nuevos protagonistas de la
lucha por el poder.

En la conciencia política de la sociedad venezolana se había instalado


con fuerza, aunque no siempre con rigor, la idea de la crisis de
representatividad de los partidos políticos. Por cuanto, como decía

238
ANDRÉS STAMBOULI

Macpherson en su clásico La democracia liberal y su época, “lo que la gente


cree acerca de un sistema político no es algo ajeno a éste sino que forma
parte de él” (Macpherson, 1982), urgía pensar y ejecutar la readaptación
de los modelos y formas de la democracia representativa, en la que los
partidos políticos ocupaban un lugar nuclear, pues éstos, imprescindibles
como son a la democracia, habían perdido su capacidad intermediadora
entre la sociedad y el Estado. Por tal exigencia irrealizada por los partidos,
aún clama la sociedad venezolana.

La sociedad democrática venezolana, con partidos debilitados, no


hallaba cómo articularse frente a las insuficiencias del Estado. Esta era, y
sigue siendo, la gran paradoja de nuestro tiempo de crisis de
representación. La parte de la sociedad que hoy reclama por la ausencia de
oposición, se encargó de desbaratarla, por cierto con una buena dosis de
ayuda por parte de los partidos mismos, en este proceso de destrucción
institucional. Se reniega del político profesional, muchas veces por causas
justificadas, en favor del ‘independiente’ o de las ‘organizaciones de la
sociedad civil’, incapaces por su heterogeneidad de articular una política
coherente de representación social global.

Así, la política sin partidos y sin políticos dejaba a una parte


sustancial de la sociedad huérfana de una representación articulada,
coherente y poderosa.

“La declinación de la fuerza partidaria, la fragmentación del liderazgo,


la evaporación del apoyo de masas, la decadencia de la estructura
organizativa [...] preanuncian el momento en que los coroneles ocupan
la casa de gobierno.” (Huntington, p. 359).

Fue precisamente en estas circunstancias, en las que los partidos


estaban llamados a recomponerse de cara a recuperar la legitimidad
perdida, que Hugo Chávez se abrió paso.

239
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

La crisis de la política democrática ha producido tanto resultados


paradójicos como soluciones ilusorias que, lejos de recolocar en espacios
novedosos a la representación, más bien la han disuelto peligrosamente.
La nueva Constitución Nacional de 1999, por ejemplo, debilitó la
institución partidista, al eliminar, sin mayor debate social, su
financiamiento público y el resultado fue que el único capaz de financiarse
usufructando los recursos del Estado fue el partido de gobierno. Al mismo
tiempo, no hubo manera de convencer a los representantes de algunas
organizaciones de la sociedad civil venezolana de los efectos perniciosos e
ilusorios del sistema electoral llamado uninominal, sino cuando sus
resultados otorgaron una sobrerepresentación al oficialismo en relación
con los votos que obtuvo para la Asamblea Nacional Constituyente, cuando
en sucesivas elecciones previas, sus candidatos obtenían resultados
exiguos que sólo contribuyeron a la fragmentación y dispersión del voto
opositor.

El problema real no reside entonces en la sustitución de los políticos


por independientes o de los partidos por movimientos mesiánicos.
Tampoco reside en adoptar sistemas electorales que supuestamente
‘acercan al elector al elegido’, de fácil burla por el partido dominante.
Tampoco se trata de la desburocratización de los partidos, como si ello
fuera un asunto sencillo. Quien dice partido dice organización y quien dice
organización dice burocracia, con todas sus limitantes y virtudes. Los
aparatos partidistas siempre fueron y serán burocráticos; allí reside su
fortaleza y ese hecho debe asumirse en todas sus consecuencias. De
hecho, aún siendo burocráticos, los partidos fueron y pueden volver a ser
representativos y legítimos.

Es imprescindible superar la banalización y superficialidad que hoy es


moneda corriente, tanto en los diagnósticos como en las soluciones a la

240
ANDRÉS STAMBOULI

crisis de la representación política, y contribuir decididamente a que la


conciencia social supere la demagógica ilusión del vínculo populista y
autoritario entre el líder y las masas, sin instituciones de intermediación.
La pérdida de la legitimidad de los partidos históricos como institución
representativa, coincidió con la crisis del Estado social interventor de la
Venezuela rentista. Mientras el Estado de partidos rentista dispuso de
recursos y supo distribuirlos, su legitimidad y representatividad conoció
pocos desafíos. Todo lo contrario, la participación electoral superaba el
ochenta por ciento y los partidos del establecimiento obtenían un
abrumador respaldo. Partidos y pueblo unidos por vínculos clientelares
utilitarios, cultivados y tercamente mantenidos a lo largo de varias
décadas desde el Estado de partidos, casi que no podía producir otro
resultado, una vez ocurrida la inevitable crisis del Estado rentista
distribuidor, que por cierto aún se mantiene y se manifiesta con más
fuerza.

Con 40% de la población alienada de la participación electoral, una


sociedad políticamente dividida en dos bloques polarizados, el del
oficialismo, profundamente dependiente de manera exclusiva de su líder
antipolítico errático, y el de una oposición desarticulada, pero unida
circunstancialmente alrededor de algún candidato a la presidencia,
Venezuela es hoy en día una sociedad debilitada y su espacio político
democrático en exceso vulnerado.

El país aún no ha cobrado conciencia de que su crisis de


representación institucional no es más que un reflejo de una crisis más
profunda: la crisis de sociedad originada en una crisis del modelo de
políticas públicas ejecutadas al amparo de la abundancia.

En el origen del ascenso al poder de Chávez se encuentra la crisis del


Estado rentista, la crisis de representatividad de los partidos históricos y el

241
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

debilitamiento de las instituciones democráticas, absolutamente


descuidados por dichos partidos, incluyendo la reforma constitucional,
siempre relegada desde que se planteara su necesidad, finalizando la
década de los ochenta.

LA INCONGRUENTE REVOLUCIÓN BOLIVARIANA


La convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente fue el primer
acto de gobierno de Chávez, y si bien la pertinencia de su convocatoria, su
elección, la legitimación de la Constitución resultante y de los nuevos
poderes públicos surgidos a su amparo, se realizaron mediante consultas
electorales, sin embargo, todo el proceso se caracterizó por una
confrontación antipolítica extrema y la negación del diálogo y del consenso
nacional que debería caracterizar a un proceso de esta naturaleza.

De todos modos, el producto fue una Constitución esencialmente


democrática liberal, que consagra el Estado de Derecho, la separación de
los poderes, el carácter democrático y alternativo de los poderes públicos,
nuevas formas de participación social mediante referenda consultivos para
materias de trascendencia y el revocatorio de los mandatos, ampliación de
la ciudadanía a venezolanos por naturalización, amplia defensa de los
derechos humanos y otorgamiento del voto a los militares, entre otros
aspectos. Pronto, esta misma Constitución revelaría las contradicciones
entre sus contenidos y el ejercicio autoritario y antipolítico del poder.

En efecto, el discurso de lo que Chávez dio en llamar ‘revolución


bolivariana’ violenta la lógica implacable que impone el hecho de haber
llegado a la presidencia por la vía electoral y de tener que gobernar en el
marco de una Constitución predominantemente democrática liberal;
contradice el origen de su poder, la Constitución que lo regula y, quizás lo
más relevante, las características actuales de la sociedad venezolana,

242
ANDRÉS STAMBOULI

maduradas en el transcurso del siglo XX y, de sobremanera, al calor de la


crisis que derrumbó la hegemonía política vigente hasta principios de los
noventa.

Chávez se quiso líder de una sociedad inexistente; hablaba como si


gobernara una extraña simbiosis de la Venezuela independentista, con el
Egipto nasserista, la Argelia colonizada y la Cuba revolucionaria.

¿Que la Venezuela que entró al siglo XXI tenía problemas graves de


injusticias, inequidades y calidad de vida, que al día de hoy se han
profundizado? Nadie en su sano juicio lo niega. ¿Que hacía falta un
compromiso decididido hacia la justicia social, relanzar la productividad
agropecuaria, regularizar la propiedad de las tierras urbanas; ampliar el
acceso a los créditos públicos, reforzar drásticamente la educación
preescolar, mejorar la calidad de la primaria y secundaria, exigir mayor
eficacia a la universitaria y diversificar la técnica, utilizar los ingresos
petroleros como palanca para el desarrollo diversificado, entre otras
políticas públicas? Muy bien, pero todo ello pudo y debió hacerse de
manera concertada, con una mayor dosis de apoyos sociales,
tranquilamente y en paz, a lo que Chávez sistemáticamente se negó.

AL DÍA DE HOY
Los venezolanos de hoy están juzgando la gestión presidencial por el
clima de sosiego y confianza que toda sociedad democrática exige y el
resultado es francamente desalentador para el gobierno y la paz social. Un
gobierno democrático regulado por una Constitución liberal, en el contexto
de una sociedad civil activa y participante como nunca antes, no puede
orientar su acción en base a ilusorios designios revolucionarios; sólo puede
proponerse reformas profundas y concertadas, que ya es bastante decir, y
dedicarse a obtener resultados satisfactorios en la calidad de vida
cotidiana, observables en el corto y mediano plazo, a ver si así logra ser

243
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

reelecto en una próxima confrontación electoral. Otro proceder y otras


metas sería gobernar bajo reglas diferentes a las formalizadas, lo cual, por
esquizoide, produce una imposibilidad lógica de buen éxito.

El mantenimiento de esta situación en el tiempo, durará, por un lado,


lo que pueda durar en el imaginario colectivo las causas aparentes de su
origen y la ilusión y esperanza de que el nuevo redentor sí cumplirá y, por
otro lado, lo que puedan tardar los partidos en producir su relegitimación.
Mientras tanto, estaremos evidenciando que los comportamientos, modelos
y formas antipolíticas sustitutivos de la democracia representativa, por
más participativos y protagónicos que se les proclame, son autoritarios en
esencia y la sociedad venezolana, desarrollada democrática y políticamente
en su historicidad, se ha vuelto, afortunadamente, decididamente
refractaria a tales pretensiones, sean del signo que sean.

Es posible que la política ocupe algunos espacios en un gobierno


autoritario, pero ello ocurre sin demasiado convencimiento,

“ [...] la política existe hasta el momento en que el gobernante se siente


libre para actuar por su cuenta [...] mientras se ve forzado a consultar
a otros a los que considera enemigos [...] establecerá algún tipo de
relación política que, de todos modos, será en esencia frágil y no
deseada.” (Crick, p. 21).

Lo que se impone más bien es el esfuerzo nacional por recuperar la


política con autenticidad, como forma insuperable de la vida en sociedad,
frente a un gobierno que cultiva un sentimiento de revolución permanente,
de que se libra una desesperada guerra sin armisticios contra los traidores
internos y los agresores externos, una guerra que se alimenta de manera
bastante artificial y que parece ser un instrumento básico de gobierno.

La restauración de la política y el relanzamiento de la democracia


institucional, requiere de los partidos, instrumentos de primer orden

244
ANDRÉS STAMBOULI

aunque siempre contestados, para la modernización y democratización de


la sociedad. De no haber sido por ellos y por sus dirigentes, los avances
alcanzados en el desarrollo de la política y de la democracia no hubieran
sido tales. Pero:

“Quienes se encierran en sí mismos y se sientan a esperar que los


arrastre la deriva, murmurando salmos que en el pasado les salvaron
del naufragio, es muy probable que embarranquen en costas hostiles.”
(Crick, p. 26).

Por acción u omisión, han sido responsables de varias crisis y


rupturas políticas, hasta de la quiebra democrática en algunas ocasiones,
cuando fallaron los mecanismos de negociación dentro y entre ellos. En
efecto, una importante fuente de perturbación e inestabilidad para la
democracia venezolana, viene dada por la calidad de la vida interna de los
partidos; la lucha entre dirigentes y facciones y las relaciones autoritarias
que vinculan a las bases con las cúpulas. Las pugnas por el control del
partido, cuando niegan la transparencia y la democracia interna, marcan
un enfrentamiento feroz que termina por desprestigiar y deslegitimar a los
políticos y a los partidos ante la sociedad global, debilitando con ello al
partido como soporte principal de la democracia y la política.

La emergente sociedad civil venezolana ha reaccionado contra la


tutela que sobre ella han ejercido los partidos y ha exigido una
transferencia del poder social que por largo tiempo retuvieron. De la
capacidad que demuestren las organizaciones de la sociedad civil para
ejercer de manera responsable el poder social que reclama, dependerá
también, en gran medida, la recuperación de la política y de la democracia.

La recuperación de una ética de la responsabilidad política, que se


traduzca en efectiva colaboración entre los partidos, y entre éstos y la
sociedad en función del reequilibrio democrático, dependerá la capacidad
política que todos demuestren y de las lecciones que revelen haber

245
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

aprendido de las recientes convulsiones sociales. Dependerá así mismo del


despliegue de una cultura política de la tolerancia y la convivencia y de la
conciencia del interés general en mantener la democracia y,
fundamentalmente, de la reducción drástica del código de la contradicción,
tan frecuente en muchos de los dirigentes del actual proceso
gubernamental, cuyo verbo ocasionalmente conciliador, es
inmediatamente disuelto por sus actos pugnaces. En definitiva, de lo que
se trata en la Venezuela de hoy, es de “ [...] la recuperación de la confianza
en las virtudes de la política como una excelente y civilizadora actividad
humana” (Crick, p. 15).

246
ANDRÉS STAMBOULI

A MANERA DE EPÍLOGO.

RESTABLECER LA COMUNIDAD POLÍTICA


El primer encargo de los hombres de avanzada constituídos en
partidos en la década de los cuarenta, fue el de movilizar en torno a la idea
de democracia, a una sociedad política y socialmente debilitada por los
treinta y seis primeros años de siglo XX, definidos autoritariamente como
años de aprendizaje en disciplinada obediencia al poder personalista
establecido, justo es reconocerlo, en primer eslabón de poder en la
construcción de la modernidad venezolana. La reflexión ideológica plural y
las proposiciones democratizadoras, fundamentaron el debate y la acción
proselitista durante los años de oposición, abriéndole paso legitimado al
establecimiento del sistema de partidos.

Luego, fueron los tiempos turbulentos en los que la irrupción a la


ciudadanía de las ‘masas inmaduras’, liderizadas por posturas radicales,
produjeron el atrincheramiento social y la exacerbación del conflicto entre
1945 y 1948. El paréntesis dictatorial sirvió para que el liderazgo
partidista -en ningún momento deslegitimado popularmente- pensara los
problemas de la gobernabilidad democrática derivados de la lección
autoritaria; los líderes supieron y quisieron dirigirse al origen del asunto.
El radicalismo programático impuesto, fue sustituido por el Pacto de Punto
Fijo en 1958, a fin de reducir drásticamente los desencuentros con la
política.

A partir de entonces, y por algún tiempo, el debate enfrentó con


armas y palabras a los defensores del establecimiento democrático a
quienes lo calificaban de formal y burgués, ‘continuación estructural’ de la
dictadura e inferior en tanto que orden económico, social y político, a la
democracia real, popular y socialista. La derrota en la guerra de los

247
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

sesenta y la revisión ideológica del socialismo fáctico, produjeron el


fortalecimiento de la idea democrática escueta, sin adjetivos,
restableciendo una vez más la política entre los contrincantes.

Hoy nuevamente la ética de la política, definitoria de las reglas de


convivencia entre diferentes, debería ser fundamento compartido por todos
los partidos, por ser producto histórico de más de cincuenta años por
establecerla, cultivarla y consolidarla como forma superior de la vida en
sociedad. Los partidos venezolanos edificaron en cuarenta años, una
sociedad política y democrática, y ello no es poca cosa dados los severos
déficits societarios que caracterizaron a la Venezuela que entró al siglo XX.
Haber contribuido los partidos a estructurar con su acción mediadora un
circuito de comunicación integrado por múltiples sectores sociales, para
resolver los problemas del gobierno de la sociedad por medios no violentos,
ha sido uno de los logros más cruciales alcanzados en el proceso
civilizatorio de Venezuela, y como tal debería ser valorado;

“ [...] tomar posesión de lo que se tiene, de lo que se ha acumulado


durante siglos de grandeza, de error, de dolor, de esfuerzo, hasta
llegar a lo que se es [...].” (Julián Marías, 2000).

Como la tendencia natural de toda organización, repitiendo


tercamente prácticas y comportamientos que las circunstancias revelan
como productoras de entropía positiva, desgaste y degeneración, conduce
irremediablemente al deterioro y a la desaparición, los partidos necesitan
que sus miembros intervengan sobre su funcionamiento, definiendo y
redefiniendo su direccionalidad, su estructura, sus procesos y sus pautas
de acción, para adaptarlas a entornos cambiantes y exigentes. De este
principio general depende su supervivencia y utilidad social y el
restablecimiento de la política.

248
ANDRÉS STAMBOULI

Los partidos políticos se encontraron con una sociedad desarticulada


que necesitaba articulación, desorganización por organizar, pasividad por
activar y así, con centralismo democrático y disciplina, operaron como
maquinarias políticas, electorales, sociales y gubernamentales poderosas
que, en medio de la abundancia relativa de recursos, programar el
gobierno para la eficiencia y la productividad se hacía innecesario. A la
larga, el efecto perverso de los logros de los partidos, fue el de convertirlos
en mediatizadores del reparto generalizado; créditos, subsidios,
protecciones, gestión de cargos, favores, contratos y contactos, se
impusieron como instrumentos privilegiados, si no únicos al menos
dominantes, del poder partidista. Sin presión real para pensar problemas
societales y elaborar propuestas, los partidos se limitaron a servir de
máquinas de distribución de prebendas y privilegios para ganar elecciones.
Hizo falta que la crisis económica, social y ética se instalara de manera
demasiado visible, para que el país se conmoviera ante la ineficiencia y el
clientelismo de los partidos y les diera la espalda.

Reducidos los recursos y cambiada súbitamente la práctica de los


partidos en funciones de gobierno -y sobre todo del partido ganador- para
hacer efectivo el reparto ofrecido en tiempos de campaña, aunado al
deterioro de las condiciones materiales de vida y al develamiento de
corrupciones e ineficiencias del pasado reciente, que se acumulaban a
otras menos recientes, el desconcierto interno en todos los partidos se
condensó con gran fuerza en los partidos que fueron gobierno. Así, el
clamor hasta ahora estéril sobre la necesidad de renovación de los
partidos, habiéndose circunscrito a los partidos de gobiernos pasados,
resulta hoy tan o más necesario que nunca en los de ahora.

No es tarea fácil convencer a la gente del inútil reduccionismo


implícito en el señalamiento de la institución partidista y la democracia
requiere de partidos legitimados por la opinión social. Es imprescindible

249
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

poner el mejor empeño y esfuerzo en preservar los logros históricos


valiosos y en reconciliar al electorado con las instituciones de la
democracia. Los partidos deben volver a ser percibidos como entidades
confiables y eficientes en la conducción de la sociedad nacional, regional y
local; deben actuar como sistemas abiertos a recibir insumos de una
sociedad que ya es mucho más compleja y moderna.

En tiempos como los actuales, la lógica de la pasión debe cederle un


espacio a la razón. La calidad de la comunicación dentro de los partidos,
entre los partidos y entre ellos y la sociedad, debe cambiar
sustancialmente. Lo mismo requiere resituar el debate político en una
nueva dimensión que tendrá repercusiones en las distintas instancias
decisorias del sistema político y en la opinión pública: reconocer la
magnitud de los problemas debe conducir a una especie de filosofía
pública de la dificultad, en la que prevalezca la noción y la conciencia de
soluciones imperfectas a problemas difíciles y complejos, y que es en este
contexto de dificultad e imperfección que se gobierna o se hace oposición.

El piso para la relegitimación de los partidos existe; en menos de


medio siglo construyeron y constituyeron una comunidad democrática
ampliada. Ahora les corresponde reconocer sus profundas debilidades
actuales en sus orígenes y consecuencias; si los faccionalistas no lo
entienden, habrá que aislarlos y proceder a la construcción de nuevos
partidos legitimados, fundamento imprescindible de la inaplazable tarea de
restablecer una comunidad política.

250
ANDRÉS STAMBOULI

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Respuesta al cuestionario previo a su legalización.

Acta de Constitución de la Unión Militar Patriótica (UMP).

Acta Constitutiva del Gobierno Revolucionario, (19-10-45).

Primer Comunicado de la Junta Revolucionaria de Gobierno a la Nación


(19-10-1945).

Comunicados de Unión Popular y los comunistas venezolanos ante el golpe


del 18-10-1945.

Manifiesto de URD ante el golpe del 18-10-1945.

Decreto N° 1 de la Junta Revolucionaria de Gobierno.

Decreto de Creación del Consejo Nacional de Economía (8-3-1946).

Telegrama de Rafael Caldera a Rómulo Betancourt, renunciando al cargo


de Procurador General de la Nación (13-4-1946).

Carta de Rómulo Betancourt a Rafael Caldera; aceptando su renuncia al


cargo de Procurador General de la Nación (13-4-1946).

Acuerdo entregado por la manifestación estudiantil al Ministro de


Educación; en relación al Decreto 321 (1-6-1946).

Acuerdos del Colegio de Profesores y de la Federación de Maestros de


Venezuela en apoyo al Decreto 321 (2-6-1946).

Memorandum de los colegios privados a la Junta Revolucionaria de


Gobierno (3-6-1946).

Declaraciones del ministro de Educación, Dr. Humberto García Arocha,


ratificando al Decreto 321 (13-6-1946).

Exposición de los padres de familia al Gobierno Nacional pidiendo la


modificación del Decreto 321 (8-6-1946).

255
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

Texto del Decreto 344 de la Junta Revolucionaria de Gobierno,


modificando el Decreto 321.

Textos de los acuerdos de repudio al Decreto 344 del Colegio de Profesores


y de la Federación de Maestros.

Comunicado del partido COPEI ante hechos de violencia del cual fue objeto
(19-6-1946).

Comunicado N° 6 de las FFAA; exposición de motivos de la intervención


(24-11-1948).

Decretos de disolución del Congreso Nacional y concejos municipales.

Mensaje de Carlos Delgado Chalbaud, Presidente de la Junta Militar;


intenciones del nuevo gobierno (26-11-1948).

Consejo Supremo Electoral y del partido AD (4-12-48).

Manifiesto de Acción Democrática ante el golpe (7-12-1948).

Comunicado del Comité Nacional del partido COPEI ante el golpe del 24-
11-1948. (2-12-1948).

Comunicado del partido URD ante el golpe de 1948 (22-12-1948).

Mensaje de año nuevo del Presidente de la Junta Militar (1-1-1949).

Documento enviado por la Junta Militar a la oficialidad de las Fuerzas


Armadas Nacionales (27-1-1949).

Alocución del Presidente de la Junta Militar donde se ratifica la salida


electoral (24-11-1949).

Decreto de disolución del PCV (13-5-1950).

Decreto de restablecimiento de los partidos políticos (18-4-1951).

Carta del Ministro de Justicia a algunos presos políticos, ratificando la


solución electoral (6-6-1951).

Texto del Tratado Comercial entre Venezuela y los EE.UU. (28-8-1952).

256
ANDRÉS STAMBOULI

Telegrama del ministro de la Defensa, Marcos Pérez Jiménez, a Jóvito


Villalba en relación a los resultados electorales (2-12-1952).

Documento de AD ante las elecciones del 30-11-1952.

Documento del partido COPEI ante las elecciones del 30-11-52 (14-9-
1952).

Documento del PCV ante las elecciones del 30-11-1952.

Documento de URD ante las elecciones del 30-11-1952 (27-9-1952).

Documento de URD ante el fraude electoral y la expulsión de sus


dirigentes del territorio nacional (17-12-1952).

Documento de URD en relación a la Constituyente (8-1-1953).

Documento de COPEI en relación a la Constituyente y a los


«colaboracionistas» (enero 1953).

El Directorio Nacional de COPEI a la Nación venezolana (5-1-1953).

Intercambio de comunicaciones entre COPEI y el Gobierno (9-1-1953).

Informe al XIII Pleno del Comité Central del PCV (febrero 1957).

Pastoral del l° de mayo de 1957 del Arzobispo de Caracas, Monseñor Arias


Blanco.

Manifiestos de la Junta Patriótica (agosto de 1957 a enero de 1958).

Boletines informativos de la Junta Patriótica (6 de octubre de 1957 a enero


de 1958).

Carta Pública de la Junta Patriótica al Congreso Nacional, en relación al


Estatuto Electoral (julio de 1957).

Manifiesto de la Junta Patriótica a las Fuerzas Armadas Nacionales


(noviembre 1957).

Llamado de la Junta Patriótica a conformar la ‘Unidad Nacional contra la


Usurpación’ (diciembre 1957).

257
LA POLÍTICA EXTRAVIADA
UNA HISTORIA DE MEDINA A CHÁVEZ

La Junta Patriótica ante el cambio de Gabinete (enero 1958).

Orden de la Junta Patriótica para la Huelga General (enero 1957).

Declaración de los intelectuales sobre la situación política nacional (10-1-


1958).

Manifiesto de un grupo de profesionales y hombres de negocios (14-1-


1958).

Declaración de empleados petroleros de la Creole Petroleum Corporation


(19-1-1958).

Paro Cívico en defensa de la Constitución Nacional convocado por el


Comité de Comerciantes e industriales de Caracas (diciembre 1957).

Declaración del Colegio de Ingenieros de Venezuela.

Declaración del Colegio de Abogados del Distrito Federal

Declaración del Gremio Médico del Distrito Federal (enero 1958).

Declaración del Colegio de Farmacéuticos del Distrito Federal (enero 1958).

Declaración de la Asociación Venezolana de Periodistas (enero 1958).

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