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30 - Bengal's Quest
30 - Bengal's Quest
Esta es una traduccion hecha de fans para fans, sin fines de lucro. Favor no
disfundir este material fuera del grupo. Traducción exclusiva para el Desvan
Paranormal. Muchisimas gracias por respetar esta pequeñisima petición. Y en
caso de que contéis con la aprobacion de las administradoras para publicarlo
en tu Web o Foro no olvides dar los créditos al equipo de traducción.
Ayudanos a mantener a salvo lo que nos costo tiempo y muchisima voluntad
para sacar adelante. Que lo disfruten.
• Adriana
• Claribel
• Cinthya
• Gabriela
• Monica
• Rosa
• Laura
Encuentra tu montaña y da el primer paso. . .
Escálala.
Encuentra tu canción y da el primer aliento. . .
Cántala.
Encuentra tu historia, recoge tu pluma. . .
Escríbela.
Encuentra esa foto perfecta, cámara en mano. . .
Tómala.
Cualquiera que sea tu sueño, donde quiera que exista, extiende la mano hacia
ello. . .
Vívelo.
Sube tu montaña. Canta tu canción.
Escribe la historia. Toma esa fotografía.
Vive ese sueño.
Hazlo ahora, antes de que te des cuenta, de que el tiempo para ello ha
pasado.
El Mundo de Los Castas
***
PROLOGO
INVESTIGACIÓN BRANDENMORE
CENTRO SUBTERRÁNEO DE INVESTIGACIÓN GENÉTICA
Le dolía a G cuando lloraba, por lo que había dejado de llorar cuando tenía
miedo, desde que tenía cinco años. Tenía doce años ahora, y salvo que las
terapias dolieran tan mal que no pudiera soportarlo más, no lloraba.
Esto dolió más que las terapias, sin embargo. Este daño era peor, que incluso,
cuando le había rogado a G, que la dejara morir.
Al menos, todas las alarmas ya estaban tranquilas. Fueron las alarmas la que
las despertaron y al único otro ocupante de la celda.
Judd era lindo, aunque con el pelo suave negro y ojos profundamente verdes.
Parecía tener un maravilloso bronceado, pero era solamente, su color de piel.
Un suave color oscuro terroso, que la mayor parte de las Castas compartían.
Era tan alto como G, aunque no con tanta fuerza en sus músculos. Miraba
todo, todo el tiempo y a veces G le explicaba las cosas, pero Cat sabía que
esas cosas, Judd ya las había entendido.
Ella nunca había sido capaz de hacer eso, sobre todo porque G siempre estaba
hablando con ella, contándole cosas; que le dijo, tenía que recordar.
Pero ella, se acordaba de todo lo que escuchaba y lo que veía. G sólo tenía
que decirle las cosas, una sola vez.
Cosas como, si los hombres de trajes negros vinieran por ella, que no
estuviera asustada. Que no luchara contra ellos, que mantuviera la
calma, porque él la salvaría antes de que la pusieran a dormir. Los hombres de
la ropa negra, se habían llevado a todas las otras personas mayores, que
habían estado tomando las terapias por años. El Dr. Foster estuvo muy triste,
cuando se los llevaron y ella oyó, que le dijo a G, que al menos, a ellos no les
harían daño nunca más.
— Los hombres con la ropa negra se lo llevaron, Judd. — Ella apretó los brazos
alrededor de sus rodillas para evitar mecerse hacia adelante y hacia atrás. —
Mi peluche se ha ido. — Y ella necesitaba su osito de peluche, cuando G no
estaba. Estaba tan asustada. G no le haría eso, a menos que él
tuviera miedo.
— Gideón no se asusta, Cat, — le recordó.
Cat observó a los hombres con las ropas negras, a medida que avanzaban por
el pasillo hacía la celda. No quedaba nadie en el centro de investigación ahora,
sino ella y Judd. Ellos se los llevarían, lo sabía a ciencia cierta. Ella era, lo que
uno de ellos llamó, una decepción, durante la última terapia.
Judd pensó que lo haría, pero ¿cómo podría, cuando los hombres con los
trajes negros lo habían tomado y puesto a dormir?
Los hombres con las ropas negras estaban en la celda. Con fuerza lo afrontó,
sus ojos eran tan planos y fríos, sin misericordia o compasión.
Judd se volteó, sin siquiera inmutarse, le ataron las esposas de plástico muy
duro alrededor de sus muñecas.
Cat no había sido desordenada al respecto. Se había movido tan rápido, con
tal precisión mortal y con unos pequeños afilados dientes y garras, que al
principio Judd, no estuvo seguro si había imaginado lo que estaba viendo.
Hasta que ella había llegado al cinturón del guardia, recuperado el dispositivo
de liberación y aflojado las restricciones de los tobillos de Judd y de sus
muñecas.
Ella regreso a la estrecha banca, se acurruco en la esquina y se quedó mirando
la estrecha ventana donde el paisaje pasaba en una bruma de sombras
nocturnas.
— G dijo que tenía que estar lista, susurró. Nosotros vamos a tener, una sola
oportunidad para correr—
Ella aún creía, que Gideón, había sido tomado. Nadie había sido capaz de
convencerla de que Gideón, había escapado y los había dejado a ella y a Judd,
allí solos, hasta que el Dr. Bennett, el nuevo director del centro, pudo
organizar, que los trasladaran a las instalaciones de eutanasia.
¿Qué iba a hacer cuando se diera cuenta de que Gideón estaba realmente
vivo?
Gideón se iba a poner como loco. Los técnicos del laboratorio no le habían
permitido a Cat, bañarse adecuadamente, desde que Gideón huyo. Su cabello
colgaba en sucias cuerdas y la suciedad le empañaba el rostro y las manos.
Lanzando a Cat al suelo, Judd cubrió el ligero cuerpo con el suyo, recordó
claramente a Gideón advirtiéndole. Si Cat recibía, siquiera un rasguño,
entonces él le sacaría la piel.
Judd hubiera preferido recibir el rasguño de desilusión, en vez de la chica,
cuando viera quién venia a rescatarlos.
***
G.
Ella lo miró en estado de shock. Nunca había sido un casta razonable, pero
esto era una locura.
— No hagas esto, Gideón. — Judd le devolvió la mirada ahora, sus ojos verdes
jade, destellaron como un gato, con una llama interior que nunca antes había
visto. — ¡Por favor, no hagas esto!—
— ¡G, por favor! ¡No me puedes dejar sola! — le rogó desesperadamente, sus
lágrimas mezclándose con su sangre, mientras trataba de hacerle entender—
Me mentiste, G. Me dejaste una vez. No me dejes así. No puedo vivir si me
dejas así—
Ellos vendrán tras nosotros. — ¿Cómo podemos luchar sin ti? Por favor, G. no
quiero luchar sin ti. —
— "Mi gatita" — Su voz era tan débil que la aterrorizó, su mano temblaba
mientras trataba de alcanzar las lágrimas que caían por sus mejillas. — Vive,
Cat. Por mí. Me lo prometiste. —
Ella se echó hacia atrás, viendo como su brazo cayó al suelo junto al él, sin
poder hacer nada.
Levantándose rápidamente, ella corrió hacia el otro lado, donde Judd estaba
colocando un pequeño catre con las mantas y los suministros que G había
traído. Colocó un paquete médico junto al cuerpo tendido de G, con los
suministros de la transfusión, ya listos.
— "Cat". — El gruñido hizo que girara su mirada hacia él, lo miró y se dio
cuenta, que él, sabía mucho más. — Haz esto, Cat, y vas a morir... — Gruñó.
— ¡Te amo, G! — susurró. Más que nada amaba a G, no podía dejar que la
abandonara para siempre, no importaba lo mucho, que él podría odiarla por
eso.
Antes de que Cat se diera cuenta de lo que él, tenía la intención de hacer, ya
le había dado con eficacia a G más del paralizante, asegurando que su alfa, no
pudiera seguir maldiciendo, al más pequeño de su manada.
Pero era demasiado tarde, las palabras ya fueron dichas, el daño ya estaba
hecho.
— Todavía te amo de todos modos, — susurró ella, doliéndole tan mal, que el
dolor bloqueó sus lágrimas.
Pasando de él, Cat miro hacia arriba, al cielo estrellado y se forzó a si misma a
alejarse de allí. Judd le había dicho, como él se forzaba, para salir del horror
de los laboratorios, liberando su mente, mientras su cuerpo, todavía estaba
atrapado. Cat hizo retroceder su mente a mejores recuerdos. Al sonido de la
voz de G, apacible y sensible cuando ella estaba adolorida, sacándola de aquel
hoyo horrible, que siempre sentía que le aguardada.
El experimento de Gideón, el Dr. Foster la había llamado así, cuando era más
joven. G había trabajado con él todo el tiempo. Era más listo que nadie en
esos laboratorios. El Dr. Foster había dicho que era más inteligente, incluso
que él mismo. Y el Dr. Foster fue el que creó a los Castas.
***
Ella no se sorprendió, la mañana siguiente, cuando al despertarse, encontró
que se había ido. Donde había yacido, una pieza de papel estaba doblada con
su nombre.
Corre, Judd, consigue sacar su coño lejos de aquí. Escóndela. Cuando sane, y
lo voy a hacer, voy a encontrarte. Y vas a morir. Ambos lo van a hacer. Voy a
pelar la carne de tus huesos y hacerles desear nunca haberme infectado con
esto.
Cat asintió.
Él sonó tan triste, casi tan triste como ella se sentía. Casi. En su corazón, sintió
tal tristeza, que lo único que quería hacer, era cerrar sus ojos y soñar que esto
no, había sucedido. Pero no podía hacerlo. No podían quedarse aquí. Si G
regresaba, mataría a Judd, y la mataría también. Y G siempre cumplía sus
promesas.
El hermano de G.
Donde contaba, a quien contaba, era Cat, una lista, inquieta y madura Casta
felina, cuidadosamente escondida y lista para saltar. Una tigresa que fue
creciendo poco a poco, impaciente con los que la rodeaban y con todas
aquellas maquinaciones, que se estaban jugando en su contra.
— Claire debe regresar a custodia preventiva. Con las pruebas que han salido
a la luz, de los crímenes de su padre cometió contra su familia, así como a la
comunidad casta, se convertirá en un objetivo. — Jonas Wyatt, el director de
la Oficina de Asuntos Castas, se dirigió al grupo reunido en la sala de
conferencias de la Navajo Suites Hotel justo a las afueras de Window Rock.
Por alguna razón, este Casta León había decidido hacerla su proyecto favorito.
Desde que supo que su padre, Raymond Martínez, había estado detrás del
secuestro de su propia hermana por el Consejo de Genética y luego de su
muerte, el Casta se convirtió en una sombra que no podía sacudirse.
Por no mencionar el hecho, de que ella era el cebo para sacar a una criatura,
que aún, ellos tenían que aprender, era demasiado peligroso, para jugar con
él de este modo.
Jonas no abordó sus preocupaciones con ella, sin embargo. Estaban dirigidas a
los miembros de la familia de Claire.
Él era tan sincero, como el pastor alemán que fingía sonreírle cada mañana.
Aquel bastardo le daría un mordisco en el trasero, a cada la oportunidad, si
ella se lo permitiera.
No, es que Jonas quisiera verla lastimada, a no ser que fuera, para un bien
mayor. Es sólo, que él estaba más preocupado, por ese bien mayor.
Claire tenía a un Casta león por tío. ¿Yupi, no tenía ella suerte?
Levanto la mirada de sus manos, donde ella las había colocado encima de la
mesa, y la dirigió al pelo negro y los ojos azules de Rule y se preguntó cuánto
sospechaba, cuánto sabía.
Orrin, nunca estuvo de acuerdo con que una mujer tomara sus propias
decisiones sobre su protección. No desde que su hija adolescente había
desaparecido hace más de tres décadas.
— Creo que Claire conoce los riesgos, — Jonas sugirió como si pudiera leer su
mente.
Esto era tan bueno, tan clásico de G — Oh, disculpa, “Graeme”, el resultado
de tus maniobras se descubrió al momento en que Reever entró en la
reunión. Como si ella no supiera, donde el Bengala había estado por meses.
Que había estado trabajando justo, debajo de la nariz de Jonas Wyatt
haciéndose pasar por algún Casta León gerente de seguridad de las fincas de
Reever.
¿Cómo diablos logró sacarse el olor? Cómo enmascaró su olor de Bengala con
el de un León; era tal el toque de genio biológico y genético, que ella apenas
podía comprenderlo. Siempre supo que él era condenadamente inteligente
para su propio bien, pero incluso superó sus expectativas.
Jonas no estaba nada contento con las objeciones. Su expresión fue tan rápida
de interesada a ponerse en blanco, que Cat se preguntó si había parpadeado.
Él esperaba que sólo estuviera de acuerdo. Algo que Claire siempre había
hecho, y eso era, el estar de acuerdo con todas las decisiones que tomaban
para su protección.
Estaba seguro de que Claire vivía... No, él sabía que ella no era Claire. Lo había
sabido desde el principio y simplemente había sido condescendiente con ella;
la uso para sacar fuera al Bengala, que estaba decidido a encontrar.
Miró a los dos hombres que habían intentado protegerla durante los últimos
trece años, Orrin y Terran. Los hombres que Claire había llamado abuelo y tío.
Cómo deseaba que fueran verdaderamente suyos, para reclamarlos.
Cómo deseaba que alguien, en algún lugar, fuera realmente suyo, para
reclamarlo.
Lo más sensato, lo más inteligente a hacer, sería llegar a un acuerdo con él. La
detención preventiva Casta no era tan mala. Era simplemente increíblemente
aburrida y una de la cuales era imposible de escapar. Esto la limitaba al punto
de ser asfixiante.
Era hora de dejar de fingir que era Claire, y ser la persona, la Casta, en que se
había convertido. Esto apestaba. Ella lo odiaba. Y esto, iba a causarle mucho
más problemas, de los que ella quería tratar, en este momento, pero esta
farsa había durado demasiado; mucho más tiempo del necesario.
Y a pesar que la necesidad de cautela era alta, sin duda, su capacidad de fingir
sumisión ya no existía.
— Nunca imaginé que fueras una marioneta, pero creo que tú y yo somos
conscientes del hecho, de que la asociación de Raymond con el Consejo de
Genética es más una amenaza para ti, de lo que está dispuesta a admitir. –
Fue un recordatorio.
Otro recordatorio, uno le había sido dado trece años antes. Habría quien la
cuidara, nunca sería lastimada, si ellos pudieran desviar el peligro primero. En
todos los años en que ella había estado protegida, bajo la identidad de su
nieta, nunca les pidió la ayuda, tampoco.
¿El único alfa? ¿Reclamarla? Estaba tan loco, como él creía que el Bengala que
perseguía estaba.
Lobo cayó de sus pies, aunque no por miedo, ni siquiera por cautela. Un
agudo interés, definitivamente, y tal vez, un toque de preocupación por ella,
no de ella.
— Un alfa que te quiere muerta. – El aviso fue dado desnudando sus afilados
incisivos y con un destello de furia.
Bien, él realmente no tenía que lanzarle eso en su cara, ahora ¿verdad? No, es
que ella creyera que Graeme la quería muerta, pero esa era la impresión que
él, les había dado a los otros, a los que la estaban buscando. No consideró que
él fuera agradable, tampoco.
— ¿Eso es lo que crees?— Ella dejó una baja y divertida risa libre. — Confíe
en mí, Director, si mi alfa me quisiera muerta, entonces lo habría estado
desde la noche en que me encontró. Usted despertó al monstruo, Director,
por su búsqueda de Honor y la mía. Ahora nos ha encontrado. Pero crea en
mí, él nos encontró primero, y nada de lo que haga, ni ninguno de sus
proyectos, no importa cuán profundamente me entierre, lo van a apartar de
mí. –
Levantando la mirada hacia él, ella apretó los dientes, obligó a sus incisivos
hacia atrás y con una baja y profunda respiración, contuvo la genética, que
surgía libre ante su demanda.
Era una habilidad de la cual estaba bastante orgullosa. En los últimos años
había aprendido cómo empujar esa parte de ella tan profundo que incluso las
castas, no podían oler la mutación de su ADN o a ella, podía llamarla, hasta
que el aroma de la Tigresa Bengala abrumara a todos, menos al aroma de su
humanidad.
Ella realmente, no estaba de humor para jugar más a ese juego, sin embargo.
Ella sacudió su cabeza despacio. — Soy una tigresa Bengala, Director. Incluso
en el hábitat natural, ningún león desafiaría, ni trataría de intimidar a tal
criatura. No soy sumisa a sus demandas. Le sugiero dejarlo en empate.
Jonas se volvió despacio, la mirada que él le dirigió era conocida por marchitar
la confianza, en Castas mucho más fuerte de lo que ella era.
Afortunadamente, la genética que habría forzado su cumplimiento, con tal
mirada, estaba tan profundamente enterrada que sólo una indirecta de
agitación, estropeó el arco burlón de su frente, a cambio.
Ella sacudió la cabeza de nuevo. — Siempre he sabido quién soy y lo que soy,
Director. Sepa eso. Pero le advierto, tenga cuidado con la forma en que
manejas esto, de aquí en adelante, porque llegará el día en que tu hija pueda
sacar conclusiones que no deseas; y me refiero a la forma en que manejas a
una hembra que nació humana y luego se convirtió en Casta, en lugar de
simplemente ser creada. Puedo oler tu odio por lo que soy. Espero que ella,
nunca tenga que sentirlo también—
Rara vez hablaba con ella, rara vez supo que estaba allí, hasta que se
despertaba y encontraba los regalos.
***
Él había jugado su parte como tío, incluso la protegía del hombre que había
jurado tratarla como una hija. Durante trece años había fingido que tenía una
familia, un lugar al cual pertenecer, sólo para darse cuenta de que no tenía tal
cosa.
Una vez, ella había sido parte de la extensa familia Martínez. Sus primas,
Isabelle y Chelsea, la habían visitado a menudo, después de que ella se mudó
con Terran, varios meses antes, luego de que Raymond, el padre de Claire,
fuera acusado de crímenes contra la Ley Castas.
María y Raymond, ambos, sabían que ella no era realmente Claire. Habían
estado allí la noche en que había tomado la identidad de su hija, habían
participado en el encubrimiento. Linc, sin embargo, ella nunca tuvo la certeza
de que sabia y que no sabía.
–Lo sé, Terran, –respondió ella en voz baja, mientras colocaba su ropa en las
maletas que había comprado después de salir de la reunión con Jonas Wyatt.
–Asi es mejor.–
No es que Terran y Orrin no estuvieran al tanto, estaban conscientes de todo
también. Todos lo sabían. Pero nadie había querido admitir que la verdadera
Claire se había ido, a pesar de saberlo.
El ritual. Ese episodio de otro mundo, que le había dado tanto de quién y qué
fue Claire Martínez. Yacer en medio del vapor y los olores de la tierra,
humedecido con hierbas y la vida misma, había sentido el susurro del espíritu
de la chica moribunda, pasar a través de ella, decidida a protegerla con su
propia identidad, con todo lo que ella era. Cat se había sentido a la deriva
entonces, en un sueño tan profundo, tan oscuro, que había arremetido
inmediatamente contra ello.
Cuando se despertó de ese sueño, se encontró que ese espíritu seguía ahí,
velando por ella, dándole su protección cuando otras castas estaban allí,
ocultando efectivamente cualquier olor o evitando que los sentidos castas
descubrieran su verdadera identidad. Durante años Claire Martínez le había
protegido. Hasta el regreso de Gideón.
Ahora la conciencia del espíritu que la había observado, se había ido.
Tragó con fuerza, apretando los puños en la ropa que habían tomado de la
cama, mientras giraba hacia él.
Cat se llevó la mano a sus labios para contener un grito, un roto sonido de
desilusión. Ella había estado tan segura de que le diría que no importaba, que
ella no fuera realmente Claire. Que eran familia de todos modos. Ella había
sido su sobrina reconocida, por los trece años que había estado bajo su
protección. Pero no podía decirle que no importaba.
Porque importaba.
No era mucho, pero era suficiente para que ella no tuviera que preocuparse
por el hecho, de que nadie la contrataría, desde que se mudo de la casa de
Raymond.
Estaba segura de que Lobo solo, no había estado detrás de la oferta, sin
embargo. Graeme fue lo suficiente bueno para conseguir, que el muy
influyente Casta Lobo hiciera su voluntad. Ella no había averiguado como lo
había conseguido, todavía.
Ella no iba a ser el regalo, en la boca del lobo, sin embargo. Era un lugar donde
vivir. No tenía que forzarse en la familia Martínez por más tiempo, ni sentir
como si fuera una relación, como si fuera una de las huérfanas castas.
Jonas podía pretender querer ser su nuevo mejor amigo, pero en los pocos
segundos, en que su sentido del olfato, había estado en su apogeo, había
perfumado la verdad.
Lo que no auguraba nada bueno para la hija, que ella sabía, adoraba.
¿Cómo un hombre, o un casta, puede odiar a una y amar a otra, con la misma
mutación genética? no lo podía comprender.
***
— Lo sé, — Cullen le aseguró. — Estas son decisiones que tiene que hacer
sola, Terran, siempre supimos eso—
— Es con Graeme y Orrin con los que deberías discutir, — Cullen suspiró,
empujando los dedos por su pelo mientras resoplaba con fuerza.
— Decidieron que así era como que tenía que ser, no yo—
El viejo Navajo había guiado a Cat lejos de aquí, Cullen no podía hacer nada
más, que confiar que las visiones de Orrin fueran ciertas; y orar porque Cat
sobreviviera a las situaciones que tendría que enfrentar. En cuanto a Graeme,
había complicaciones ahí, que Cullen no tenía ningún deseo, de tomar cuenta
en este momento.
— Ese hermano tuyo es una amenaza para Castas y seres humanos por igual,
— Terran murmuró. — Y no confió en el. Tendría que haber llegado a ella,
enfrentarla. . .
— No hay nada sobre la faz de esta tierra que se interponga entre Cat y él. —
Cullen volteó hasta enfrentar al otro hombre, plenamente ahora, mirándolo
fijamente, deseando hacerle entender, saber, que Graeme jamás lo toleraría,
ni siquiera por un instante. — Haz lo que te instruyó Orrin.
Podría hacer que los mataran a todos. Y la vida podría no ser exactamente lo
que él había imaginado, a veces, pero aún tenía cosas que hacer, morir antes
de completar esas tareas, no era algo a lo que quería hacer frente.
No, ella no lo odiaría. Matarlo, tal vez, rabiar por años probablemente, pero
no era posible para Cat odiarlo. Ella era una parte importante de él, justo
como él también era una parte importante de ella. No significaba que no
tuviera dudas. Dudas, que el casta lobo no necesitaba conocer.
— Voy a dar a Cat una o dos noches para establecerse, antes de ir por ella. Ella
necesita el descanso. — Y eso era cierto. — Según Cullen y Terran Martínez,
Cat a menudo caminaba de noche, de un lado a otro en el piso, si no se
deslizaba descaradamente de la casa de Terran, para vagar por el desierto.
Graeme había intentado seguirla varias veces, estaba furioso y orgulloso como
el infierno, cada vez que conseguía perderlo. No permitiría que continuara
haciéndolo, pero aún así, él estaba malditamente orgulloso de ella. Y estaba
curioso. ¿Adónde iba cuando desaparecía en el desierto?
— Sin duda. — Una sonrisa pesarosa tiró de sus labios ante la observación.
— Tengo que decir, no obstante, que creo que lo espero con impaciencia—
— Te envidio entonces— Un destello de furia oculta brilló en su mirada
durante sólo un momento. Aquella tormenta, Graeme pensó, bien, puede que
escape del asombroso control del Lobo, mucho antes de lo previsto. — Y
hablando de eso, quise dejarte saber que Tiberius llegará esta tarde. Nos
encontraremos aquí— Él miró alrededor de la enorme caverna, su expresión
pensativa— Esperaremos a que Khi se retire en la noche. –
Esa situación iba a ser la muerte de Lobo, pensó Graeme, y tal vez de su
hermano Tiberio también. Los dos hermanos Casta Lobo rara vez se veían cara
a cara con Khi, especialmente desde que supieron de la participación de su
madre en el Consejo de Genética.
Y Tiberio era uno de los mejores rastreadores que Graeme conocía. No tan
bueno como era Graeme, pero aún así, era muy bueno. Tal vez, pensó
Graeme, una vez que tratara con la situación con Cat, entonces vería si él
podía descubrir la ubicación de Jessica. El mundo podía creer que había
muerto en un accidente de equitación unos años antes, pero Graeme,
asícomo los hermanos Reever, lo sabían mejor. Ella todavía estaba viva e iba a
hacer un Infierno la vida de Lobo.
— Voy a cerciorarme que la caverna principal esté lista para Tiberius y sus
hombres. — Graeme asintió. — ¿Quieres que esté presente cuando
lleguen?—
Su largo, rizado cabello negro estaba refrenado en una trenza, aunque bucles
obstinados y rizos alborotados habían logrado escaparse aquí y allá. Vestida
con ajustados pantalones cortos de mezclilla, una pizca más cortas, de lo que
Cat habría llevado y una camiseta blanca ajustada, ella mostraba sus
extremidades bronceadas sin un signo de cohibición. Sin la menor señal de
ello. Sin embargo Cat, había cogido varios tintes vagos de eso, mientras la otra
chica le mostraba la casa, y le enseñaba cómo utilizar los controles
electrónicos para las luces, temperatura y entretenimiento.
Cat no conocía bien a Khi, ella había guardado la distancia entre ellas, para
evitar concebir la furia de Raymond, por cualquier amistad que pudiera
desarrollarse. Raymond había odiado al Lobo Reever lo suficiente, para
distraerlo de cualquier problema que él podría haber causado a las Castas
lobo; con la cual, había sido sumamente difícil a veces. Si ella en realidad
hubiera formado una amistad con Khi, él habría sido imposible. Su odio no
había sido solamente para Reever y algunos Castas lobo, sino también para su
hijastra. Ahora tenía sentido, por qué aquel odio, no se había aplicado a la
madre. Jessica Reever, era parte del Consejo de Genética también, y sin duda
uno de los contactos de Raymond.
— Aquí vamos, la cura perfecta para un día de calor. — Colocó la jarra y los
vasos con hielo sobre la mesa, Khi se deslizó en la silla frente a Cat con gracia.
Esperando que Khi vertiera el líquido oscuro, en los vasos con hielo. Cat utilizó
el silencio para tratar de dar sentido, a las emociones turbulentas debajo de la
superficie, de la otra chica. Por desgracia, parecían tan confusas y caóticas que
Cat dudaba, que incluso Khi, podría darles sentido.
Al menos, tenía sentido ahora. Khi Langer realmente había aparecido en las
listas de mejor vestidas entre la élite social tanto en América como en Europa
antes de que su madre falsificara su propia muerte, supuestamente para huir
de la justicia del Lobo Reever, por conspirar con el Consejo de genética.
— Creí que te llevabas bien con Lobo. — Cat la miró pensativamente.
— Tiberius la busca ahora. Con un poco de suerte, ella pronto estará tan
muerta como todos los demás creen que esta—
La declaración fue entregada con tal naturalidad y frialdad, que ella dolió por
la niña, oculta bajo tal necesidad de venganza. Cuán horrible debe ser tener
que afrontar tal traición. Quizás, pensó Cat, no tener padres duele mucho
menos, en algunos aspectos. — Lo siento, Khi, — dijo Cat suavemente,
sufriendo por el dolor de tal crueldad deliberadamente causada.
— Lobo le habría diezmado— Khi dio una pequeña risa amarga. — Él siempre
tuvo que lidiar con las barricadas y la ignorancia de Raymond, de todos
modos. Pero yo más bien adiviné por qué te negabas. Sin resentimientos—
Y no había ninguno, sintió Cat. Ella adivinó que Khi estaba demasiada ocupada
tratando de navegar por el infierno interior que estaba atravesando, por sí
misma. Si Cat aceptaba o no una invitación, probablemente, no la hubiera
mantenido en vela.
La realidad a la que Khi tenía que enfrentarse a diario, conjeturaba Cat, hacía
que el sueño fuera extremadamente difícil, si los círculos oscuros bajo los ojos
azules de la chica eran una indicación. Había también un extraño y muy sutil
aroma alrededor de Khi, al que Cat no podía darle sentido. Un muy elusivo
rastro de un lobo casta, pero no un aroma de apareamiento. Eran casi dos
esencias distintas que resultaban imposibles identificar.
No hay duda de eso. Aún así, Cat entrecerró los ojos en la mujer que seguía
estando demasiado divertida. — "Eres extraña, Khi ", — afirmó. — Y tienes
unas ideas muy extrañas—
Vio a la otra mujer con otra luz, y rio genuinamente, por eso. — Naw, soy
complicada, hay una diferencia, — aseguró a Cat con tanta satisfacción y
orgullo en sí misma que Cat casi rió con ella. — Pregúntale a cualquier
persona.
— Por supuesto que lo hago. — Ampliando los ojos con una inocencia
encantadora Khi batió sus pestañas recatadamente.
Sacudiendo su cabeza, Cat terminó su té y luego vio como Khi rellenó ambos
vasos. Ella no omitió la pequeña adición sutil que Khi echó a su propio vaso. El
fuerte olor del licor, no era en absoluto sutil. Cat no comentó, más bien, ella
simplemente archivó la información lejos, para abordarla otro día. Por ahora,
ella dejó que Khi, encontrara alivio de las emociones, que Cat intuía, eran
demasiado confusas, para que la joven le encontrara sentido. ¿Quién era ella
para juzgar, el tipo consuelo, que ella encontró, para enfrentar sus demonios?
Sólo lamentaba que no pudiera encontrar un poco de consuelo, para sí
misma. Porque ella podía sentir que la confrontación con su propio demonio
personal, estaba llegando, y estaba terriblemente asustada de no estar
preparada para él.
***
Su gatita.
Los largos hilos bruñidos de oro y los profundos marrones tierra de su sedoso
pelo, se desbordaron en su almohada y alrededor de su cara, enmarcando la
carne de color nata oscura de su perfecta cara. Sus rasgos eran bastante
felinos para dar a sus expresiones una sombra de misterio, la inclinación de
sus ojos, insinúan lo exótico.
La chica.
Centró su mirada en ella una vez más.
Ella era la chica. La que había forzado su sangre en sus venas y permitió que la
locura lo invadiese. Esa locura que entonces había dado a luz al monstruo,
cuando el científico ordenó su recaptura con la intención expresa, de levantar
también su corazón palpitando de su pecho.
Graeme había desgarrado ese órgano, del pecho de Bennett. Sus dedos en
forma de garra excavaron a través de la carne y los cartílagos, agarro la carne
palpitando, y mientras el buen doctor, miraba con impotente horror, lo
arrancó de él.
Ese recuerdo era uno de los mejores que poseía, aunque la noche que había
ocurrido, cuando había ido a través de los laboratorios, en una juerga de
matanza que dejó dentro, pocos de ellos vivos, era a menudo difuso.
El monstruo en que se convirtió esa noche, había sido un alivio muy
bienvenido al final. Porque esa criatura no tenía piedad, ni remordimientos, ni
recriminaciones. Era pura inteligencia superior e instinto primario.
Cuando el monstruo se retiró y el Casta encontró algo de cordura, ella estaba
allí, Cat había comenzado su caída. Y supo que ella, siempre sería su perdición.
Podría haber usado uno de esos camisones sexy que ella poseía, pensó con
pesar, al ver los pantalones de algodón sueltos y el top sin mangas ajustado
con que dormía. Incluso llevaba calcetines.
Una mueca tiró de sus labios. Él habría preferido y por mucho, el camisón
sexy, maldita sea.
Volvió atrás, alejándose de la cama y moviéndose hacía la silla que ella había
colocado al lado de las puertas abiertas del balcón, se sentó con los hombros
caídos, se echo hacia atrás en el cómodo asiento y solamente se quedo
mirándola fijamente. Dejó que su mirada acariciara su cara delicada, a lo largo
de la esbelta columna de su cuello y la elevación de sus pechos, bajo el
delgado top.
***
El imbécil.
A ella no le gustaba.
— ¿Qué esperabas de mí entonces, gatita? — Dijo arrastrando las palabras,
cambiando su tobillo a la rodilla del lado opuesto mientras la miraba con sus
impares ojos ámbar, salpicados de verde.
Como los ojos de plata de Jonas Wyatt, no había ninguna pupila negra para
separar el color. Y cuando la rabia llenaba cada molécula del Casta, aquel
color sangraría en el blanco de sus ojos, también.
Un oso de peluche.
Un destello en su memoria, un osito andrajoso, con un ojo faltante, que
apenas era lo suficientemente grande como para que un niño pequeño lo
envolviera sus brazos.
¿Qué hizo con él cuando lo robó? ella se preguntaba. Había sido la única
posesión que tuvo en el centro de investigación. Y que le habrían quitado si
algunos de sus compañeros de celda se hubieran dado cuenta de que lo tenía.
Había sido la idea, hasta que Orrin Martínez los encontró y les convenció de
lo contrario.
No lo hay. Ella había estado tan desesperada por verlo, por años, que había
intentado estúpidamente encontrarlo o ponerse en contacto con él, más de
una vez. Cuando ella creció, esa necesidad se había convertido en un hueco
doloroso, el cual, nunca había podido comprender.
Afilados incisivos brillaron en una sonrisa fría. — Más bien lo dudo.
Esconderse de mí no era una opción, Cat.
— Tú lo sabes—
— Entonces ¿no es una muy buena cosa, que no trate de ocultarme de ti?—
Se levantó, le dio la espalda y se dirigió hacia la puerta del dormitorio. —
¿Quieres una copa? Creo que necesito una—
El gruñido que resonó a través de la habitación hizo que hiciera una pausa.
Instinto, en lugar de la predisposición, fue lo que hizo que detuviera su
recorrido, mientras que el deseo de darle la sumisión que exigió, chocó con su
determinación de no hacerlo.
Ella tuvo que forzar literalmente sus pies a moverse, sus dedos se curvaron
alrededor del pomo de la puerta. Todavía podía sentirlo detrás de ella,
mirándola fijamente, exigiendo que volviera a él.
Condenada estúpida genética casta. Podría haber dormido, sólo un poco más
de tiempo.
¿Placer?
— G. . —
— Todo lo familiar estaba siendo tomado de ella, debido a él, por él. Ya fue
despojada de todo, sin amigos, ni familia. Infierno, incluso su genética Casta la
traicionaría, si ella se lo permitiera. ¿Qué más podría tomar él de ella, sino la
vida? O su vida. ¿Podría ella afrontar el futuro sin él de alguna manera?
Incluso tenerlo como su enemigo o su torturador, era mejor que su muerte.
Él no habría permitido que su vida fuera robada, todos eso años en que había
tenido que ocultarse del Consejo de Genética y de sus matones. Su alfa no le
habría despojado de su vida para nada.
Un duro giro, una vuelta, una cuchillada de sus garras en lo alto de su muslo, y
oh si, por supuesto, él realmente la liberó. Cayó al piso para evadir el rápido
ademán que hizo para cogerla, Cat rodó antes de que la alcanzara, salto a sus
pies y se paro ante él medio agachada. Respirando con fuerza, su corazón
acelerado, ella lo miró estrechando los ojos.
— Cerca, — él murmuró.
— ¿A dónde diablos vas?— Salto a sus pies y corrió hacia la puerta, la abrió
de golpe, mirando el pasillo vacío en estado de shock.
— ¿Graeme?—
— ¿El gatito malo tiene que ir arreglar su metida de pata?, — Se burló, dando
un paso atrás a la cocina en silencio— Pobre Bengala— asno arrogante.
Espero que duela—
Fue directamente a la nevera y saco el vino que había colocado allí antes, y se
sirvió medio vaso.
¿Cómo había hecho eso? Ella no había querido. Ni siquiera había tenido la
intención de liberar sus garras, cuando trato de escapar de su agarre.
Por supuesto que tendría la casa llena con micrófonos ocultos. El era así de
inteligente.
Hasta la noche en que él abrió las puertas de la camioneta, donde ella y Judd
eran transportados para ser sacrificados, había estado segura de que estaba
muerto, que no había forma de que su G, nunca, jamás la abandonara.
Pero lo había hecho. Él la había dejado. La verdad estaba allí en los salvajes
ojos verdes y las rayas de Bengala que cruzaban su rostro. Y porque él había
intentado rescatarlos, se estuvo muriendo.
Las balas que golpearon su pecho, habían creado heridas horribles. Judd había
luchado para estabilizarlo, entonces se vio obligado a inyectar al debilitado
Bengala — porque Graeme todavía luchaba— con una pequeña cantidad del
paralizante del Consejo que los guardias llevaban, ante la eventualidad que
uno de las Castas que transportaban, se volviera demasiado violento.
Los había maldecido cuando Judd conectó las líneas entre la vena del Cat y de
Graeme. Los maldijo, los amenazo, y entonces, mirándola a los ojos, le había
aseguró que la mataría. Que pelaría la carne de sus huesos si no se detenía.
Te amo, G. Ella le había susurrado esas palabras sin llorar, ella con doce años
de edad, sentía que su corazón se rompía por su furia. No puedo perderte.
Nunca te amé. Fuiste mi experimento. . .
Había cortado su alma cuando le dijo que no la amaba. La abrió de lado a lado
y la dejó desangrándose con una agonía, que no había sido capaz de
comprender.
Sí, le había demostrado que no la amaba, que nunca la había amado. La marca
que había dejado como su alfa la había atormentado, el dolor de su
desobediencia había pesado en ella, durante años. Hasta que había logrado
convencerse de que se las había arreglado para destruir la marca. Una
mentira. Ella supo que esa marca permanecerá durante el tiempo que las
mutaciones castas, vivieran dentro de ella.
Reever State
Mi G nunca me habría dejado tan sola y asustada y en tal peligro. Siempre
fuiste Graeme. Debiste haberme dicho entonces, quién eras. Hubiera permitido
que murieras como deseabas.
Las heridas eran malas, les concedía eso, algunas de las peores que jamás
había tenido. Pero el Dr. Foster quien los creó, y quien había perfeccionado la
genética de Cat, lo había perfeccionado a él. Y a su hermano.
Aquella genética y el ADN que creó a las castas en su totalidad, con todo ese
poder, se había asegurado que cualquier herida que inmediatamente fuera
aislada, con toda la fortaleza intacta del cuerpo, sanaría.
Él podía ver su rostro, tan rígido y pálido, sus ojos llenos de amargura, y sentía
que su pecho se apretaba ante el conocimiento del dolor que le causó.
¿Realmente creyó que los había dejado solos y sin protección? ¿Qué le era
posible hacerlo?
Todavía hay una parte de él, que estaba asombrado, no, ella no se había reído
de él, cuando afirmó que no la quería. Siempre pareció conocerlo y
entenderlo tan bien. Sin embargo, había tomado su palabra al pie de la letra y
creyó que la había dejado sola.
Los túneles y cavernas de Reever corrían por millas debajo de la finca. Por su
parte, dudaba que incluso Lobo supiera dónde estaban todas las salidas de los
túneles y exactamente cuántas cavernas había debajo de la gran casa principal
y sus terrenos.
Graeme sabía, sin embargo, que él había hecho un excelente uso de muchas
de ellas.
1
Buggy motorizado:
Lobo le había dado libre acceso a los túneles y a las cavernas, y Graeme hizo
uso de ellos como mejor le parecía. No confiaba en el clima actual de las
relaciones de los Castas con los humanos, pero infierno, él no confiaba en los
seres humanos, en la mayoría de los casos. Había aprendido el horror de
hacerlo a una edad muy temprana. Podía contar con una mano el número de
seres humanos en quien confiaba y le sobrarían dedos.
Con cinta adhesiva fijó el vendaje en su lugar, levantó la mirada, una vez más y
miró la cara en el monitor.
Ella quería explicaciones, sin embargo, él no se las podía dar. Incluso abordar
por qué la furia había estallado dentro de él, por qué prefería morir que tomar
su sangre esa noche, era simplemente algo que no podía hacer. Incluso por él
mismo.
Incluso a una edad temprana había sido llamado salvaje, indomable, loco. Esa
noche, la locura se había apoderado de él, dejándolo existir solo por instinto,
durante años.
Pero nunca estaría libre de él. Y a lo largo de los años, se había dado cuenta
que no quería estar libre. El monstruo había sido siempre una parte de él, que
siempre había existido.
Vio un flash del gato de Cat, que se desplazaba en sus ojos, cerrándose
lentamente a medida que el sueño finalmente se apoderó de ella.
Un segundo más tarde, una sola lágrima rodó por el rabillo de su ojo, a lo
largo de la sedosa piel de su mejilla. Brillando contra la piel besada por la Luna
bajando lentamente hasta el labio superior, donde soñolientamente se la
quitó, murmurando un pequeño quejido.
Un quejido.
Pasando su mano sobre su rostro, se levantó, ignorando las punzadas en el
muslo y alejando la vista de ella.
Hambre de sangre.
Pero esta vez había otra hambre, también, más fuerte y mucho menos
controlable de lo que esta había sido, cuando la encontró por primera vez.
La necesidad de ella. . .
Nunca había sido secundaria.
Capitulo Cuatro
Cat aún no podía creer la loca declaración, que Graeme había hecho la noche
anterior.
Sabía lo que eran los compañeros, al igual que ella sabía que su prima Isabelle,
y su amiga Honor, que había tomado la identidad de Liza Johnson hace doce
años, ambas eran compañeras de unos Castas. Isabelle de un tranquilo
Coyote, demasiado intenso, y Liza de un enorme y oscuro Lobo Casta. Ambas
mujeres estaban locas por sus "novios" y compartían un vínculo con ellos, que
la tigresa en silencio reconoció.
Les gustaba así. Incluso antes de que el olor del apareamiento se hiciera más
fuerte, más profundo, el olor de sus lazos emocionales, había sido claro.
Ella y Graeme ya no tenían un vínculo. Ese que podría haber crecido desde
aquellos primeros años, cuando la había cuidado en los laboratorios y que
había muerto la noche que juró matarla. La noche en que le aseguró, que no
había sido nada más, que su propio experimento.
La pura locura que había adoptado para hacer tal afirmación, casi coincide con
la locura en el número de cámaras que había colocado en la casa que Reever
le había ofrecido por su uso.
¿Quién diablos era lo suficiente idiota para tocar su timbre? ¿No saben que un
desquiciado Bengala acechaba en algún lugar? ¿No había anunciado Jonas al
mundo libre de mierda?
Saltó con un rugido, acechó por la casa hasta la puerta, parándose de pronto
con el olor de los hombres al otro lado.
No necesitaba esto. No tenía que lidiar ya con esto. ¿Donde infierno estaban
todos los demás desquiciados Castas cuando se les necesitaba?
Agarrando el pomo de la puerta la abrió de un tirón y enfrentó a los hombres
con un ceño fruncido.
Con un leve toque de color gris en las sienes, con su pelo negro, ojos marrón
oscuro y piel morena, todavía era un hombre bastante presentable, aunque el
aumento de peso y la hinchazón bajo su piel, estaba arruinando cualquier
posibilidad, al atractivo que pudiera haber tenido.
Su hijo, Lincoln Martínez, era otra historia. A los treinta y dos, Linc se
encontraba en muy buen estado. De permiso, él era todo músculo y tenía una
cerrada expresión melancólica. Linc, obviamente, logró salir de permiso
militar, mucho más rápido de lo que esperaba. Pero ella, no había esperado
que llegara a la puerta de su propia casa, con su padre.
— Claire, por favor. . — Linc comenzó.
— ¡Basta! – la voz de Linc fue un latigazo de mando, que hizo que Cat, elevara
las cejas en sorpresa, cuando Raymond silenció de inmediato, las duras
palabras.
Él no era su alfa.
— Quédate aquí, maldita sea, — Linc le ordenó su padre, cuando no hizo caso
de la puerta abierta y lo agarró firmemente su muñeca. — No puedo creer
que la hayas cabreado así.
¿Dónde diablos tenías la cabeza? Se supone que debes protegerla, no
contrariarla. –
Girando, lo enfrentó, cuando entró en la cocina. Él era más alto que su padre
fácilmente seis dos. Su cabello negro cortado a ras, era una sombra de
medianoche sobre su cuero cabelludo, sus ojos negros la miraban con un
misterio inescrutable. Un misterio que había visto siempre en sus ojos, cada
vez que había estado a su alrededor. Linc había sido amable con ella, mientras
estaba en casa, pero a diferencia de los otros, no había fingido amor o una
conexión que no estaba allí. Se preguntó si era simplemente, porque él era
años mayor que su hermana, o si había sabido la verdad.
— ¿Por qué estás aquí?— ella exigió al segundo en que cruzó la puerta de la
cocina.
— Después de todos estos años, ¿te entró de repente una abrumadora
necesidad de jugar al hermano?—
Ira brilló en su oscura mirada. — No estoy aquí para hablar sobre Claire, Cat.
Me niego a discutir de Claire. — Algo doloroso y oscuro lleno su expresión por
un momento. — Se trata de mi padre. Puede que sea un pendejo, y puede
que no siempre haya sido amable. . —
— Carajo, Cat, No voy a dejar que Wyatt lo incrimine. Si fuera tan terrible,
como esos cargos afirman, entonces él nunca te habría ayudado. — Lealtad
era algo que clavaba sus afiladas y despiadadas garras, y era claro que las
clavó en el corazón y en el alma de quien era Lincoln Martínez como hombre.
Al igual que su tío y su abuelo, era un hombre nacido para liderar, que nació
para albergar a otros y era evidente que Raymond le había convencido de su
inocencia.
A quién le iba a creer, se preguntó. ¿A su padre, o la mujer por la que su
hermana había sacrificado tanto para proteger?
— Cree lo que quieras. ¿Por qué están los dos aquí?— pasando los dedos por
su pelo, ella se recordó que no debería haberse sorprendido.
Linc podría haber fingido ser su hermano cuando estaba de licencia, pero no
era su hermano. Ella no era nada para él.
La había protegido
— ¿De verdad crees eso, Linc? — preguntó ella, segura de que por lo menos
sospechaba la verdad. — Ellos tienen pruebas de que él se puso en contacto
con un conocido informante del Consejo de genética, justo después de salir de
la reunión, en que se demostró que no sólo vendió a su hermana a ellos, sino
que sabía dónde estuvo todo el tiempo. La dejó morir en uno de los actos más
horribles que nadie podría soportar.
¿Por qué Terran y Orrin, habían mantenido esto oculto de él? Ellos sabían la
verdad.
— Yo olí sus mentiras— mirándolo, con los puños apretados, reteniendo las
garras que quería desnudar, ella silenciosamente le rogó que le llamara
mentirosa.
Él la miraba, en silencio ahora, su rostro tan apretado que podría haber sido
tallado en mármol.
Él sabía lo que era, sabía lo que había sido su hermana, y si no sabía, que no
tenía razón para mentirle, entonces, no había aprendido nada en los últimos
años, desde que había entrado en su familia.
Raymond era su padre. Admitir lo que era el hombre, no iba a ser fácil para
Linc.
Linc respingo.
Sus labios se separaron, pero lo que él quería decir fue interrumpido por un
repentino gruñido y el sonido de un hombre que chillaba de terror.
Linc, se movió rápido. Tan rápido que Cat se encontró detrás de él, cuando se
precipitó por el vestíbulo y se detuvo repentinamente, atontada.
Pura furia llenaba la cara de Graeme. Las rayas que habrían puesto de
manifiesto su verdadera naturaleza, así como su verdadera identidad no eran
evidentes, pero ella tenía la sensación de que no estaban muy lejos.
Una mano envuelta alrededor de la garganta de Raymond y la otra a un lado
de la puerta, de repente levantó al anciano y lo lanzó fuera de la entrada hacía
el pedregoso patio donde cayó sobre su culo. A continuación, se giró,
dispuesto a hacer lo mismo a Linc.
Se detuvo, Linc levantó sus manos, su expresión cerrada frente a lo que él
creyó era un furioso Casta León.
Esta vez, fue Cat quien respingo cuando Graeme golpeó la puerta con una
violencia que sacudió la pequeña casa.
— Bueno, eso fue realmente maduro, ¿no es cierto? — ella se burló, mientras
cruzó los brazos sobre su pecho, por segunda vez esa mañana. – ¿Crees que
los hayas impresionado con la fuerza Casta que usaste para golpear la puerta
de Lobo contra el marco? — Las rayas de repente ensombrecieron su rostro.
Marcas oscuras bajo su carne, que se extendieron sobre un ojo, a través de su
nariz y la arrogante mejilla opuesta. Un fuerte punto terminó en la esquina del
otro ojo. Otro se curvaba alrededor de un lado de su cuello.
Cat dio un paso atrás con recelo, cuando el verde de sus ojos, que
normalmente eran de color ámbar moteado, se convirtió en un verde ámbar,
que llenó el blancos de los ojos y borró sus pupilas.
— Ahora, Graeme, toda esta furia está fuera de lugar, — ella le informó con
más valentía, de la que sentía. — Sería un muy buen momento para relajarte y
calmarte. — Ella no conocía a este Casta. Incluso su olor estaba teñido de algo
diferente, algo difícil de alcanzar y tan salvaje que iba mucho más allá de lo
primitivo.
Ella se encontró de espaldas contra la pared, sus pies levantados, sus muslos
separados y completamente aprisionada, mientras la apasionante prueba de
su excitación, tensaba los vaqueros y presionaba contra la delicada carne
entre sus muslos.
— ¿Excitado?
Tan caliente y fuerte, sus manos sosteniendo sus caderas, sus musculosos
muslos separándolos, mientras movía sus cadera para frotar la erección,
cubierta por el jeans, más firmemente contra ella.
— ¿Cómo es eso, de nuevo material? Vamos a ver lo que esto hace por ti, —
espetó, pero sin ira. Las rayas fueron retrocediendo mientras bajaba la
cabeza, sus labios se movieron sobre la carne desnuda revelada por las
delgadas tiras de su camiseta.
— No es una buena idea, — ella jadeó, a pesar de que sus pestañas se dejaron
llevar y arqueo su cuello para acercarse, la sensación de sus labios en su
clavícula, arrastró una espontáneo gemido de sus labios.
Su mirada descendió a sus pechos, el color ámbar de los ojos oscurecidos ante
la vista de las hinchadas curvas, incluso si estaban contenidas, como lo
estaban, en el sensato sostén de algodón que llevaba.
— He visto encaje y seda en los cajones. –Su mirada volvió a sus labios que se
separaron por la sorpresa. — ¿Por qué no llevas?—
— Lleva encaje y lucharé para ti, — dijo con voz áspera. — Voy a matar para
ti, si dejas que te vea en ellos. –
Levantó una mano, extendiendo una sola garra, antes de deslizarla debajo del
material entre sus pechos y lo cortó, apartando las copas para poder mirar la
carne desnuda.
Su aliento flotó sobre el pezón, la ligera caricia de aire caliente, casi arrastró
un quejido de ella.
Gritó, cuando sus labios rodearon la tierna punta, tirando de ella en su boca y
succionando con firmeza, atrayéndola a su boca. Arremetió con su lengua,
lavándolo, lamiéndolo. Dientes afilados se apoderaron del torturado pico.
Sosteniéndolo allí, lo frotó contra su lengua, chasqueó sobre él. Las caricias,
prendieron fuego, con tanto placer, que ella se arqueaba contra él, montando
la dura cresta de su erección, desesperada por aliviar la palpitante necesidad
creciente entre sus muslos.
Nunca había conocido un placer como este. Ella nunca ansió nada como esto
o se encontró tan indefensa frente a un hombre.
Y era Graeme. Graeme quien la había destruido, quien había tomado todo,
quien la engañó haciéndola creer que en realidad podía ser suya.
— Basta— Su voz era débil, distante. Había tenido que forzar la protesta de
sus labios.
La sostuvo de las caderas hasta que ella se mantuvo en sus propios pies,
retrocedió, el fuego ámbar seguía llenando sus ojos, mientras la miraba, su
respiración agitada, errática.
— Por supuesto que sí, — le gruñó. — Dios no quiera, que puedas tener
segundos pensamientos, ¿verdad?—
— Me preguntaba cómo sería disfrutar su carne, o lamer más duro esa piel
caliente, la lamería como a mi dulce favorito. O me elevaría encima de él y
bajaría... —
El gruñido que salió de su boca, la envió a corriendo por las escaleras, toda
idea de burlarse de él huyó, ante el bajo sonido de excitación, lleno de lujuria
del Bengala, cuya intención era una cosa y sólo una. Puro sexo salvaje, sin
sentido.
Porque él podría haberla dejado, pero la excitación que había creado dentro
de ella, no.
Iba a tener que cambiarse las bragas, porque definitivamente estaba
empapada con la caliente humedad, creada con su toque.
Y ella no consideraba que eso fuera una buena cosa. No era una buena cosa,
en absoluto.
Capítulo Cinco
Graeme siempre había jurado, que ella sería su muerte. Desde el momento
en que había comenzado a gatear, y había conocido a esa mujer supo que iba
a ser más problemas, de lo que él sabría tratar.
Sabía que ella era suya. El animal, tan inmaduro como lo había sido, la había
reclamado al instante. Al principio se había excusado, que la reclamaba para
que fuera parte del Orgullo, que siempre había jurado que tenía. Sin embargo,
él lo sabía mejor.
Lobo Reever rara vez visitaba las cavernas bajo su casa, que había
entregado a Graeme. Eran dominio de Graeme, era lo que habían acordado. Y
ahora, ya había venido de visita, dos veces en una semana.
Lobo tenía un extraño sentido del humor, sin embargo. Que Graeme había
aprendido a tolerar. Después de todo, el Casta Lobo toleraba su sangrienta
manía de interrogar a los Coyotes del Consejo, por lo que trataron de acordar
estar en desacuerdo sobre tales temas.
— Yo diría que encabezas la lista, — Lobo gruñó. — Pero aparte de eso, está
demandando que permita que la Oficina vigile los jardines que rodean la casa.
Parece un poco molesto porque sus satélites están teniendo problemas para
observar ampliamente el área. Parece que hay alguna interferencia
atmosférica o magnética.
Dejando caer la silla sobre las cuatro patas, Graeme se puso de pie y se
alejó de los monitores mientras mantenía a Lobo a la vista.
— Por qué no importa, — le recordó a la otra raza. — Funciona—
— Dile que pueden ver la casa todo lo que quieran desde los límites de la
propiedad, — sugirió, sin preocuparse por el problema. — Su acuerdo con el
Consejo no les permite arbitrariamente la vigilancia dentro de la propiedad
en sí—
— Graeme, ya están vigilando desde los límites de la propiedad. — Reever
suspiró, cruzando los brazos sobre el pecho, probablemente arrugando la
blanca camisa de seda inmaculada que llevaba.
Maldita Sea. Si tenía que hacer de este un favor personal, entonces él iba a
perder una de las deudas que había reunido con los años. Probablemente
varias de ellas. Y no le gustaba como sonaba eso.
— Tienes mucho más que yo en este momento, — Dijo Lobo arrastrando las
palabras a sabiendas. — Parece justo que utilices uno de lo que parece ser
una gran cantidad de puntos, en lugar de que utilice el único que he adquirido
con el nuevo director de la división—
— Tengo abundancia de ellos, porque no los utilizo sin pensarlo o los regalo
como si fueran malditos caramelos, Reever, — gruñó, irritado por la idea usar
una de esas deudas tan preciada, que había logrado adquirir.
— Quiero que esto desaparezca, Graeme. — Suave, sin ser una orden, pero
sin duda una advertencia, Lobo hizo una breve inclinación de cabeza como
despedida antes de girar y alejarse.
***
2
Holo— board:
Empujando la tumbona inflable hasta las escaleras que conducen al agua, se
deslizó del flotador y se acercó con cautela al patio de roca.
— ¿Por qué?— Ella tenía que apartarse de él, la necesidad que vislumbró
en su mirada la debilitaba, le hacía querer olvidarse de los últimos trece años,
y ella no se atrevía a olvidar.
— Porque eres la más hermosa visión que he tenido— Su voz era áspera
ahora, el sonido de la misma, inundaba sus sentidos y su cuerpo con la
debilidad más increíble. El placer que inundó todo su ser la dejó sin aliento,
mientras causó que su corazón se acelerase por la excitación.
¿Cómo le hizo esto a ella? ¿Por qué toda su vida ha sido consumida por éste
Casta y por todas esas emociones en conflicto, llenas de dolor que él inspiraba
en ella?
— Entonces, ¿cuál era tu intención?— Con los puños apretados, ella luchó
contra el atractivo de su cuerpo, el recuerdo de las sensaciones increíbles que
sus labios podrían crear contra su piel. — Porque para algo que no tenías la
intención, estás haciendo un buen maldito trabajo—
No podía hacer esto. Si ella seguía de pie aquí, dejando que la sostuviera
contra él, entonces ella lo haría, le rogaría que la tomara, para que continuara
haciéndola pedazos. Una de sus manos se deslizó de su cadera a su estómago,
donde la aplastó contra los músculos apretados de su bajo vientre. Sus ojos se
cerraron, la sensual debilidad construyéndose, haciendo una burla de su
determinación de permanecer alejada de él.
— Puedo oler tu necesidad, suave y ardiente, — susurró en su oído. — Un
aroma adictivo que me encuentro anhelando en los momentos más
extraños—
— Estoy segura de que hay un programa de doce pasos para eso, en algún
lugar. Apuesto a que Jonas Wyatt podría dirigirte en la dirección correcta, —
le aseguró, forzando el sarcasmo en su voz, más que el aliento de necesidad,
que no podía esconder de él.
— ¿Por qué? — Ella forzó la pregunta, deseando que se diera prisa y le diera
lo que ella necesitaba.
— Para ti, — él respiró. — Vivió para ti, Cat. Para protegerte. Para detener
el horror, el riesgo de que Bennett te encontrara y te llevara de vuelta al
centro. Existió, para asegurarse de que vivieras.
El monstruo del que todo el mundo hablaba en los últimos meses había
existido por la sangre. Y cada vez que había tomado sangre había sido de
alguien que la amenazó, o de aquellos que la querían.
— Juraste matarme. — Fue todo lo que pudo hacer para obligar a las
palabras salir de sus labios. — Matarme a mí y a Judd. Sabías lo que estaba
diciendo—
Las lágrimas llenaron sus ojos. Odiaba eso. Odiaba la debilidad y las
emociones que la desgarraban cada vez que recordaba, que había sido su
experimento.
Su experimento.
Su lengua se abrió paso entre sus labios, decidida y con hambre, mientras
derramaba el toque más atractivo de especias. Ese toque de sabor la cautivó,
la dejó queriendo más y tenía los labios de ella cerrados alrededor de su
lengua, algún impulso primario exigiendo que ella se aferrara a ella, para sacar
más de ese sabor difícil de alcanzar por sus sentidos. Gimiendo, aferrándose a
sus hombros una vez más, Cat se deleitaba en el placer, perdiéndose en el.
Cuando echó la cabeza hacia atrás, retirando los labios de ella, Cat sólo
pudo mirarlo, aturdida e incierta. Parpadeando en estado de shock por el
abrupto retiro, le tomó un momento darse cuenta, que era lo había
perturbado el hambre caótica, que había desatado en ella. El Casta Lobo le era
vagamente familiar, aunque ella no pudo reconocerlo hasta que habló.
Cat sólo pudo sacudir la cabeza. — Terminó hace mucho tiempo atrás, sólo
te niegas a aceptarlo—
Sin volver a enfrentarse al Casta que vino por Graeme, Cat se escapó de
nuevo a la casa y comprendió que nada volvería a ser fácil o simple, cuando
se trataba de Graeme. Y lo que quedaba de su corazón no tenía escape de la
destrucción que él causaría en el.
Capítulo Seis
Caminó hacia patio, saliendo por la gran sala de estar, con un vaso de vino en
la mano, Cat no podía dejar de admirar la belleza del paisaje, el rico terciopelo
negro y las estrellas como diamantes brillando en el cielo; y el dulce aroma de
una tierra no manchada por los olores y los sonidos de la ciudad.
No cambiaria las comodidades de Window Rock por nada del mundo. Cómo
había ansiado escapar de la sombra, a la tierra aparentemente estéril durante
años. Tantas noches que había querido correr, cazar, para escapar de la
siempre presente penumbra, que parecía poseer el hogar de los Martínez. El
olor de la bebida cargada no existía aquí, tampoco el olor pútrido de la culpa,
la sospecha y el odio. Pero había habido buenos recuerdos, aunque ninguno
tenía nada que ver con Raymond o María Martínez.
Terran, el tío de Claire, solía llevársela en las vacaciones con él, Isabelle y
Chelsea. Una semana de revolcarse perezosamente bajo sol, juntos en alguna
playa tropical donde las bebidas eran entregadas por hombres apenas
vestidos y donde no existían las crueldades de Raymond.
¿Dónde estaban Isabelle y Chelsea ahora? Ella se preguntó. Sabía que Isabelle
y su nuevo marido o compañero, fueron de luna de miel a algún lugar secreto.
Así como Honor y su marido o compañero, Stygian, estaban haciendo.
A lugares no revelados. Sí. Estaban escondidos en la zona, en hogares seguros
en el desierto. Estaban cerca, pero ella no los había visto, ni había oído hablar
de ellos.
Chelsea la había visitado una vez, pero la revelación de que su prima era una
impostora, había hecho la visita un poco incómoda para la otra mujer. Ella
había estado distraída, escogiendo sus palabras con cuidado mientras
hablaban.
Linc fue el único miembro de su familia anterior que había visto, lo vio en las
afueras con Terran y Orrin, en las semanas que se habían presentado los
cargos contra Raymond. Cargos que Linc claramente quería negar. No es que
ella lo culpara, entendía lo horrible que debía ser, tener que enfrentar lo que
su padre realmente era. Admitir que había venido de tanta suciedad, como lo
era Raymond Martínez.
¿Por qué no lo había contactado? ¿Por qué no le dijo lo cruel que era
Raymond? Por lo que sabía de él, nunca se habría mantenido al margen y
menos lo habría permitido. Y su sospecha de que él era parte de lo
desconocido, le había impedido contactar a ellos también. Informar a alguien
de las crueldades de Raymond, podría haber dado lugar, a que él realmente se
hubiera puesto en contacto con el Consejo de Genética, sin embargo, y se
habrían movido hacia ella. Lo que el desconocido escondió, nadie pudo
encontrarlo. Y ella no podía correr el riesgo de no estar allí cuando llegará
Graeme por ella, como había sabido que haría. El desconocido se habría
asegurado, que incluso él, no pudiera encontrarla.
No había duda de que ella no había encontrado todas las cámaras que había
instalado Graeme; y que él tendría la casa y los jardines bien vigilados en
todos los rincones. Contra todo y todos, excepto el mismo. La única cosa
contra la cual probablemente necesitara más la protección.
Ella casi sonrió ante la idea. Por supuesto que lo estaba. Siempre había estado
un poco a la izquierda de su sano juicio, pero cuando era una niña, ella le
amaba mucho más por ello.
Él debería haber permitido que ella muriera. Su infancia había sido una serie
de experimentos tan insoportables que todavía tenía pesadillas. Una vez que
escapó, había estado restringida una vez más y obligada a ver la vida pasar
como Claire Martínez con la esperanza, de que al hacerlo, ella estaría aquí
cuando viniera por ella.
Había aprendido a correr, cazar, entrenar y pelear. Las pocas veces que
lograba escapar de Raymond, había sido tan emocionante, que fue en realidad
doloroso volver a esa casa sombría. Y cada vez que se había escapado de
noche, ella buscaba a su G, preguntándose si finalmente había encontrado las
pistas que le había enviado, revelándole dónde estaba y la identidad que
estaba usando ahora. Y aquí estaba, mirando la noche, encerrada por paredes
y siendo monitoreada por las cámaras una vez más.
— Bastardo –
Ella se dijo que la decisión de llevar el pequeño vestido sexy, fue para
torturarlo. Estaba terriblemente asustada de que la verdad fuera mucho más
primaria. Él había querido que ella lo llevara. Y en cierta época nada había
importado más que complacer a su G.
¿Dónde más ocultó cámaras, que no pensó que debía buscar?, se preguntó
mientras bostezó y se acurrucó en la cama. Tendría que repasar la casa de
nuevo mañana y ver si las podía encontrar en cualquier otro probable
escondite.
¿Sería tan cruel como para inyectarla con el paralizante? ¿Para hacerle daño
de esta manera? No. Graeme encontraría una manera mucho más eficaz para
castigarla. Esto no era algo que él hiciera.
El fármaco, creado por los monstruos del Consejo de Genética, era
increíblemente eficiente. No había nada que pudiera hacer mientras estuviera
bajo sus efectos. Nunca había sido capaz de luchar en el pasado, no importa lo
fuerte que fuera su voluntad.
Acostada en el piso sobre el lado que había caído, podía ver la puerta del
dormitorio abrirse lentamente, como en cámara lenta, haciéndola esperar.
Pensó que todo lo que sabía era que la sombra se movía hacia ella a través de
la entrada.
Su aroma le llegó incluso antes de abrir la puerta, filtrado por los sentidos del
animal.
No era Graeme.
— Animal de mierda—
Agonía pura estalló en el punto en que la bota se encontró con su cuerpo. Ella
no podía hacer nada para mostrar su dolor, no podía hacer nada para escapar.
Esto hizo que el animal dentro de su cuerpo enloqueciera.
La hizo enloquecer
Y ella que pensaba que él tenía ese título. Maldita Sea. ¿Qué tan malo podría
ser una tigresa?
¿Será verdad?
Dios, tenía que encontrar una manera de sobrevivir. Tan pronto como pudiera
pensar, tan pronto como el dolor disminuyera lo suficiente como para que ella
pudiera acomodar sus sentidos en su lugar y averiguar exactamente qué
hacer.
— Vamos a divertirnos contigo antes de que te saquen de aquí, — gruñó
Raymond. — La seguridad de ese Lobo bastardo de Reever encontrará tu
sangre, olerá el aroma de tu violación, y se volverá loco. Hijo de puta. Lo
mataré. —
En este momento, los únicos gritos que podía oír eran los de su propia cabeza.
La amplificación del dolor hacia resonancia en la agonía que sentía
proveniente de su muñeca. Sus costillas estaban golpeando y ella estaba
aterrorizada de ser violada. Su estómago estaba en llamas por la patada; y el
miedo, era un gusto vil en la parte posterior de la garganta.
¿Por cuánto tiempo se quedó allí?, no estaba segura. El dolor que se irradiaba
a través de sus nervios se había aliviado, pero la muñeca rota y costillas
magulladas aún tenían que dejar de chillar. Eso podría tomar un tiempo.
Recordó que ella apenas tenía cuatro años la primera vez que los científicos le
habían fracturado los huesos mientras se encontraba bajo el obsceno efecto
de esa droga. Cuatro años y ella había creído que su G la había abandonado,
que la había dejado a su suerte. Hasta que la devolvieron a su celda y lo había
encontrado con el rostro lleno de lagrimas y la salvaje y agónica expresión de
su cara y las restricciones que lo sujetaban a su catre.
Graeme.
— Ahora, ¿en qué tipo de problemas te has metido esta vez? — , Preguntó en
voz baja, hielo con un toque de ira tiñó su voz. — ¿Quieres un poco de ayuda,
mi gatita?—
Capítulo Siete
Maldito, había sabido que iba regodearse cuando la locura se apoderó de él.
Sólo tenía que demostrar su actitud superior, antes de ayudarla en el maldito
suelo y deshacerse de la basura de la planta baja.
Graeme se había movido más allá de la fase de jode culos a los catorce años,
superando el ser pinchado antes de cumplir los quince años, y hacia ver que
el ser un maniaco, pareciera un picnic desde el momento en que tuvo
diecisiete años. Ahora, a los treinta y seis y en las garras de una rabia mucho
más allá de primaria, él simplemente era estúpido. Gato loco y aun así quería
gritarle, necesitaba maldecirlo. Si se las arreglaba para salir de esto iba a…
¿A qué?
Maldita sea.
Una respiración pesada salió de sus labios cuando ella no habló. Pero
entonces, el idiota sabía que no podía hablar. ¡Ella lo odiaba! En este
momento, ella simplemente lo odiaba.
Ella era un cuerpo sin huesos. No pudo ponerse rígida, hablar o incluso gritar
cuando el peso de su cuerpo recayó sobre su muñeca.
Por un segundo, Graeme se congeló. Luego con cuidado, con mucho cuidado,
atormentado; los silenciosos aullidos de dolor resonando en su cabeza por el
dolor, deslizó un brazo por debajo de su muñeca para apoyarla. Sus ojos
estaban fijos en los de ella mientras la levantaba, mirándola, y se preguntó si
podía ver su dolor, si él podía sentir el animal dentro de ella gritando de
agonía.
Levantando su mano, él arrastró sus dedos por su mejilla, y aun en medio del
dolor, había la más débil sensación de placer.
Lo absurdo de esa idea fue dicha con una absoluta y helada convicción en sus
palabras, con lógica y con el hambre sin piedad por la sangre de los enemigos.
Que el terror patinó a través de ella.
La furia mezclada con locura y una emoción que no podía definir. Levantó la
mano, extendiendo un solo dedo, y mientras observaba, una garra aguda con
forma letal, se extendió desde la punta, dividiendo la piel y quedando a la
vista.
Sí, buen truco. Podía hacer eso también. Sin la sangre manchando su uña.
Sus labios se arquearon mientras lo sentía, ella en realidad lo sentía, de alguna
manera leyó en sus ojos la burla por su dolor y su miedo. Bajando la mano,
cortó su vestido en una línea recta partiéndolo por la mitad.
Se trasladó de nuevo a sus pechos. A partir de ahí, con los ojos entrecerrados,
mirando más hacia abajo entre sus muslos, mientras Cat lo observaba desde
su periferia, tratando de ocultar su miedo por lo que haría de la conexión que
habían hecho, mientras estuviera en las garras de la bestia en la que se había
convertido.
Sus labios se adelgazaron con furia, las franjas que cruzaban su rostro se
volvieron más negras de lo que fueron la última vez, como si se aclararan u
oscurecieran de acuerdo al nivel de su ira. Volvió su mirada hacia sus muslos y
su monte, y ella sabía que había encontrado el más leve rastro de las
cicatrices allí.
— Vas a decirme cómo ocurrió esto— susurró, el sonido casi demasiado bajo
para escuchar.
Nadie marca lo que es mío y no paga un alto precio por ello –.
— Tengo asuntos que atender en la planta baja ahora. Dos chacales y un jefe
de la Nación, van a ser capaces de gritar para ti. Yo siempre pensé que era
bastante cruel paralizar la capacidad de gritar, ¿no lo crees? Creo que he
ajustado un poco esas desagradables drogas para permitirles gritar — le dijo.
¿Y él iba a hacer que gritarán para ella? ¿Raymond y los chacales le había
asegurado?
Ella nunca había torturado a cualquiera de las castas, que por culpa del
Consejo se hubiera vista obligada a matar. Nunca había querido oír sus gritos.
Infierno, la visión de la sangre, incluso la hacía marear. No podía soportar
mirarla por mucho tiempo.
Ella le devolvió la mirada mientras observaba sus ojos, sabiendo que su
extraña capacidad de leer sus pensamientos, le permitiría sentir su completo
disgusto por tal cosa.
Otro gruñido de furia vibro en él cuando junto sus cejas en un ceño pesado. —
Mierda. Tengo que hablar con el Consejo por utilizar genética defectuosa. Lo
juro por Dios, ¿dónde han ido todos las Castas sedientas de sangre? ¿Las que
tienen bolas? Por lo visto las Castas ya no tienen más bolas — gruñó hacia
ella. — ¿Es mucho pedir? ¿Es demasiado esperar a una Casta que quiera
sangre? Fuimos creados, mierda, para desear el sabor de la sangre. ¿Qué
demonios te ha pasado? Te di toda la genética correcta. Sé que lo hice —
No, ellos estaban más allá de la compasión, pero no fue lástima lo que sentía.
No era compasión o simpatía. Que era, no estaba segura, pero le dolía ver la
profunda furia en sus ojos.
¿De dónde había venido? Incluso en los laboratorios no se había arraigado tan
profundamente dentro de la esencia de quién y qué era.
El era Graeme, Gideón y G. Todas las partes del Casta que había adorado con
cada fibra de su ser. Pero ella nunca había estado al tanto de la fuerza y el
determinado salvajismo, que vivía dentro de él. Era de la crueldad pura de lo
que había estado inconsciente.
¿Qué, se preguntó? ¿qué pasaría cuándo regresará?, ¿Una vez que oyera los
gritos, derramara su sangre y les dejara sin vida?
¿Dónde podría ir la locura entonces? ¿Cuál sería su enfoque una vez que él
los hubiera matado. . .
Maldita sea. ¿Cuando esa maldita droga saldría de su sistema para que
pudiera moverse?
Así podría pararlo. Porque estaba condenadamente segura, que no la
escuchaba más.
***
¡Joderla!...
Follarla.
Bueno, lo haría.
Él quería que ellos gritaran hasta que sus voces se rompieran, hasta que
estuvieran rabiosos con el maldito dolor, igual al loco dolor que ella había
sentido. Estaban pensando en matar a los chacales, pero en realidad, podría
ser que valiera la pena torturarlos.
— Bastardos —
Había tapado sus labios para evitar que gritaran y lo distrajeran antes de que
estuviera listo para tratar con ellos.
— Ellos estarán complacidos de que todavía estés vivo — dijo el Chacal con
voz áspera, casi incapaz de hablar. — Además de tu compañera —
— He hecho que los más fuertes Coyotes del Consejo se orinaran en diez
minutos— señaló entonces. — ¿Cuánto tiempo durarán ustedes antes que el
olor de su orina ofenda mis sentidos? —
Él les daría por lo menos quince minutos. Estos dos parecían bastante fuertes.
Los chacales fueron torturados desde la infancia, su formación fue un reinado
de terror diseñado para asegurar, que sólo los más brutalmente fuertes,
sobrevivieran. Antes de llegar a los diez años, sólo una camada aún viviría y de
ella, solo uno sería lo suficientemente fuerte como para ver a los otros morir
de hambre para que pudiera comer. Uno lo suficientemente fuerte como para
matar a todos los que estaban en el camino de su fuga de la celda pútrida,
llena de basura en la que estaban encerrados.
Entrecerrando los ojos en ellos, que lo observaban, colmo sus sentidos de sus
aromas, dividió los marcadores, tomó nota de las diversas diferencias y, como
había aprendido a hacer en el centro de investigación, siguió todos los genes
de mierda, que les hizo, lo que ellos eran. Esa era la debilidad de un chacal.
Frente a lo que realmente era, conociendo su historia y descubrir que alguien
más también lo sabía.
—¿Sabes por qué me llaman el hombre del saco?— , preguntó en voz baja,
con pereza, a pesar de el sonido del infierno en su voz.
Cuanto más fuerte eran, decididamente tenían más control sobre su posesión,
sin embargo él simplemente le devolvió la mirada, sin decir nada, sin sentir
nada.
— No importa— , Graeme decidió. — Vas a morir aquí, así que ninguno de
los dos tendrá que hacer frente a las indignidades del Consejo de nuevo — .
— El orgullo de un alfa son sus hijos, sus hermanos, sus hermanas,— informó
a la criatura con disgusto insultante. — Algo que la gente de tu calaña no
sabe.—
Garras alargadas, afiladas, fuertes con una leve curva, perfecta para rasgar y
triturar la carne de un cuerpo vivo. Echando un vistazo a su lado vio como
Raymond Martínez lo miró con horror, el terror llenando su expresión, el
shock acristalando sus ojos.
— La peor pesadilla del Consejo,— dijo con voz áspera. — Un monstruo que
se arrastró desde el fondo de una agonía sin nombre que nunca debió
existir.—
Podía oler su dolor, su certeza de que ella pudiera hacer retroceder la fuerza
de la furia que lo consumía. Ella no entendía. Esta era su única protección.
Esta determinación despiadada de hacer lo que debe hacerse a toda costa. Su
habilidad para retirarse y permitir que el monstruo emergiera. Sin ello, él
nunca habría sobrevivido a la locura que había avanzado lentamente en él en
los últimos años.
— Jonas no tiene las pelotas para esto, — gruñó, aunque hubo un par de
veces que Jonas había mostrado ser prometedor en ese departamento. —
Ella se acerco y lo detuvo como nunca nada lo había hecho. — Que Graeme
maneje esto Gideón. Tienes que salir antes que alguien se dé cuenta de que
estás aquí—
Furia pulsaba en él, llenando su sangre, sus sentidos, pero fue cediendo. La
locura fue descendiendo, al centrarse en ella. Las rayas desaparecerían.
Raymond y los chacales sabrían que Graeme y Gideón eran el mismo casta, a
menos que hiciera lo que ella le imploró.
No tendría importancia si supieran que las dos identidades eran uno, a menos
que él hiciera lo que le pedía y los entregara a Jonas. Si se enteraran de que
era Graeme, entonces, no tendría más remedio que matarlos.
Su mirada se volvió hacia los chacales que lo miraban con curiosidad, luego a
Raymond, cuyos ojos oscuros estaban llenos de esperanza calculada.
Pero tenía, Gideón tenía. Por una nena de cuatro días de nacida, el conoció la
misericordia más extraña, el afecto más peculiar. Cuando miró a su pálida
carita, enferma y vio la sombra de la muerte al acecho en su mirada, el
conoció la misericordia. El Bengala que paseaba y gruñía dentro de él se había
calmado, mirando a la niña casi tan perplejo como nunca lo había estado.
Un gruñido bajo enfurecido salió de sus labios, y ante el caos que había en su
interior por el odio para matar se redujo, salió rápidamente de la sala a la
parte posterior de la casa.
Quería Graeme, ¿verdad? Ella podía encontrar que Graeme tenía quizás
tanta misericordia para esos bastardos, como Gideón tenía.
***
Cat contuvo el suspiro de alivio que podría haberse escapado de otro modo y
mantuvo su atención centrada en los dos chacales observándolos con
atención. Graeme podría no haberle enseñado misericordia, pero él le había
enseñado muy bien cómo bloquear sus sentidos y cómo asegurarse que
ninguna Casta, sin importar cuán perceptiva fuera, no pudiera leerla si ella no
quería ser leída.
Ashley y Emma rectificó, junto con Del Rey Delgado. Esto estaba realmente a
punto de ponerse interesante. Se volvió hacia los chacales. — ¡Oh,
muchachos! su culo está realmente en problemas—
— Cat. — Del Rey puso el arma a un lado con confianza, mientras caminaba
hacia ella con cautela, su saludo puso en evidencia que Jonas le había hecho
consciente de quién era. Sus fosas nasales se abrieron y una mueca de
disgusto cruzó su rostro. — Dime que no es a un puto Chacal lo que huelo, —
— Y aquí estoy bañado sólo para esta pequeña reunión— , el Chacal grande
murmuró en tono burlón.
— Parece que sí, — le aseguraron Ashley y Emma flanqueando a su alfa de
manera protectora ahora. — Se les dio un paralizante, pero parece ser que
está dejando de hacer efecto. El jefe Martínez aun siente su efecto sin
embargo.
— Graeme—
¿Lo conocía todo el mundo? ¿Cómo demonios se las arregló él? Dudaba que
Del Rey hubiera estado en Window Rock más de un par de veces.
— Alfa Delgado— Graeme asintió mientras las castas que lo seguían y Lobo
entraron en la habitación para frenar en seco. Eran un poco más agradables
con respecto a él, de lo que Cat había esperado también. — Jonas está en
camino, Del Rey les informó. — Yo le notifique cuando escuché los disparos de
Cat— Él la miró inquisitivamente. — ¿A quién estabas disparando?—
Y puedes decirle que Gideón hizo contacto, — le dijo al alfa Coyote. — Él les
capturó; Yo simplemente conseguí que no los matara. Y Graeme tiene
cámaras aquí en alguna parte que registraron cada segundo con audio
completo, así como vídeo. Él los tiene a todos muy bien envueltos y atados
con un lazo muy bonito. Si Jonas es agradable, estoy seguro Lobo estará de
acuerdo en enviar una copia de los videos de seguridad—
— Sólo si ella quiere ser conservada,— Cat le aseguró con afilado sarcasmo,
mientras se alejó del lado de Graeme y se trasladó a la escalera. — Dile a
Jonas que ya hablaremos más tarde. Es tarde y yo realmente no estoy de
humor para hacer frente a más arrogantes y superiores castas sin dormir. Voy
a hablar con todos ustedes más tarde. –
— ¿Cat?— Del Rey Dijo con tono decidido, ella se volvió y lo miro — ¿estás
bien?—
— Pequeña tigresa valiente, ¿sí?— Ashley elevó la voz, el acento ruso más
pesado mientras sostenía la risa. — ¿Valiente? — Cuestionó su hermana. —
No sé si “valentía” es la palabra—
Cat miró a las dos mujeres castas, conscientes de que más de una docena de
pares de ojos casta masculinos estaban en ella. Especialmente uno, el de
Bengala haciéndose pasar por un león.
— ¿Valentía?— Dejó que su mirada recorriera a todos los varones. — El
instinto de conservación, señoras. El instinto de conservación.
Capitulo Nueve
Graeme vio como su delicada y pequeña compañera se movió sin prisa por las
escaleras, su pequeño y lindo culo moviéndose de la manera más deliciosa.
Unos ojos amarillos pálidos brillaron por un momento, justo el más leve latido
de conocimiento sombrío antes de que una sonrisa burlona cruzara sus labios.
— Sólo por el placer de hacerlo, tal vez.—
El heli— jet está aterrizando, alfa, — Ashley llamó a Del Rey, — él se quedó
mirando el intercambio – El más grande y más malo director de Asuntos
Castas está a bordo. —
Echo un vistazo al lobo, podía ver al Casta Lobo preparándose para esta
reunión. No sería tan fácil, como hubiera sido, si su gatita no hubiera llamado
a Del Rey y sus chicas para presenciar la captura de los chacales, antes de que
llegaran Lobo y Graeme. Y seguro como el infierno, hubiera sido más fácil si
no hubiera caído la pequeña bomba de Gideón y que fue ella directamente la
responsable de entregar los paquetes a salvó, para el Buró.
La pequeña bruja. Ella le había superado, con su dulce engaño, no podía hacer
nada más que admirarla por ello. Eso no significaba que iba a permitir que ella
se saliera con la suya. Seguro que el condenado lobo no le iba a permitir
olvidarlo.
Cualquier deuda que hubiera obtenido con Jonas, por la primera captura de
un equipo Chacal, así como las pruebas que la Oficina necesitaba contra
Raymond Martínez, ahora se las debían a Cat.
— Oí que ella tuvo otro visitante esta noche, — Jonas anunció, frunciendo el
ceño a lobo. — ¿Supongo que es demasiado pedir que esté en custodia
también? —
El hijo de puta. Uno de estos días Gideón iba a patearle el culo. Ese día se
acercaba rápidamente, también.
— Yo diría que eso es pedir mucho esta noche, a fin de cuentas,— acordó el
lobo, moviéndose entre Graeme y Jonas y tirando la atención del director
sobre sí mismo. — Parece que la captura de la noche fue condenadamente
buena, sin embargo.—
— No hay ninguna regla que diga que Ashley tenga que estar presente — dijo
Jonas arrastrando las palabras.
Las fosas nasales de los Jonas se ensancharon así como el gris plata de sus
ojos— ¿No se permite?— dijo arrastrando las palabras.
El Chacal cayó al suelo una respiración más tarde, lanzado hacia atrás, los
brazos extendidos, por cortesía del puño de Jonas con un gruñido de furia
llenó el aire.
Jonas hizo una seña a los ejecutores detrás de él, para que quitaran el cuerpo
inconsciente antes de volver su atención al otro Chacal.
Y aquí, todo el mundo decía que estaba loco, Graeme pensó con asombro. Sin
embargo, los que hicieron la acusación deberían ver los diversos mecanismos
internos de la socialización casta. Era una locura completa con una alta
cantidad de pura demencia.
***
Cat seguía despierta cuando la puerta de la habitación fue abierta de un
empujón, para revelar un menos que agradable Graeme que entraba en el
dormitorio; se volteó puso la cerradura, cruzó los brazos sobre el pecho y la
miró.
— Antes de comenzar a castigarme, por lo que sea que tu mente piense que
debe hacerlo, me gustaría saber cómo Raymond Martínez y dos chacales
lograron pasar la seguridad, entrar en mi habitación e inyectarme con esa
maldita droga. —
Tendría que haber hecho caso a sus propios sentidos inquietos, antes por la
tarde, un error que no se repetiría de nuevo. El enojo disminuyó de su rostro
cuando comenzó a frotarse en la parte posterior de su cuello.
Si no hubiera sido por Dane, ella no sabía lo que hubiera hecho. Los
suministros que le había dejado le habían salvado literalmente el culo varias
veces.
— Has hecho una cosa muy mala esta noche Cat, — afirmó antes de que
pudiera cuestionarlo aún más, mientras sus dedos se arrastraron por su brazo.
— No soy racional cuando estoy así. Podrías haber sido herida, es posible que
pudiera hacerte daño inconscientemente — Estás tan inclinado hacerme daño
ahora como en cualquier otro momento. — Ella trató de mantener su
respiración, incluso, el latido de su corazón estable, pero era imposible.
Su toque le hizo algo a ella, la hizo debilitarse, la hizo derretirse con las
sensaciones que se comenzaban a construirse en su cuerpo, junto con el
placer que comenzó a moverse en espiral por sus sentidos.
— Y luego, — señaló con una vena de humor. – Fuiste muy inteligente por
robar esa deuda de Jonas para ti. No lo vi venir. Lobo no está contento con
eso, tampoco.—
Se puso rígido contra ella. Tenía que saber lo que le pasó. Es cierto, que nunca
había estado completamente sano, pero él nunca dejaría esa parte de sí
mismo libre tampoco. Esto había estado dormido, prestándole su fuerza,
añadiendo a su inteligencia, pero siempre en el fondo.
Sus manos agarraron sus hombros, dándole una sacudida con fuerza mientras
miraba hacia ella. – ¡Estás loca! Cuando desperté estaba enloquecido por el
dolor y el conocimiento de que si me quedaba contigo, podría acabar
convirtiéndome en más que el monstruo que los ayudó a escapar. —
La ira brilló a través de ella. Levantando la cabeza hasta que estuvieron cara a
cara, ella se burló de vuelta. — Entonces, tal vez deberías haber sido más
cuidadoso a quien eliges para tu propio pequeño experimento personal. O
escoger la genética que forzaste dentro de mi cuerpo más sabiamente. —
Sus ojos se estrecharon sobre ella, los copos de ámbar hacían más brillante su
mirada.
—¡Suéltame! — Ella empujó sus hombros, decidida a escapar del placer, del
calor que sentía con su toque. — ¡Suéltame ahora, Graeme! No significa no,
y yo estoy diciendo ahora, que no te quiero. —
Saltó lejos de ella, el bajo gruñido salvaje que acompañó a su acción la hizo
moverse rápidamente a través de la cama para saltar y mirarlo desde el lado
opuesto.
— Tú me quieres — la acusó con furia, sus cejas reduciendo en gran medida
el jade verde del brillo de sus ojos. — Puedo oler el aroma de tu excitación y
se profundiza cada vez que te toco. Eres mi compañera, mía, Cat. –
— Piensa en ello, Graeme, — dijo ella entre dientes, su voz firme y llena de
años de pena y de resentimiento. — ¿Por qué una tigresa renunciaría a su
alfa? Y confía en mí, renuncié a ti hace años. Utiliza los sentidos superiores
que el Dr. Foster decía que tenías, niño grande. Porque esa marca que dejaste
en mí, ha desaparecido hace mucho más tiempo de lo que puedes imaginar.—
La marca que había dejado en ella era la misma que había dejado en Judd,
Honor y, en los últimos años, en varias otras castas Bengala. Era una primitiva,
una marca mental, que no creía que pudiera ser borrada.
Pero ella tenía razón, permitió a sus sentidos llegar a ella, para buscar el
vínculo, que había asumido, todavía estaba allí. El se sorprendió al darse
cuenta de que era sólo un remanente más débil de lo dejó. Una parte de él,
dudó, que siquiera supiera que todavía estaba allí.
— Has destruido ese vínculo— ella lo acusó entonces, su voz era suave, la
amargura estaba presente. — He destruido lo que has creado, Graeme. Yo
podría haber tenido el potencial de ser tu pareja, pero al igual que el lazo alfa,
no existe ahora.
Una risa burlona cayó de sus labios. —Has venido a buscarme porque soy
realmente tu compañera, o viniste por venganza y yo fui tan estúpida como
enseñarte el camino? ¿No es así?
—No tanto como tú lo haces. —replicó ella con furia. —Ahora, por qué no te
vas, por favor. Yo no puedo hacer frente a esto. No puedo tratar más contigo.
Me niego a tratar contigo. Lárgate de aquí y no vuelvas antes que te eche.
— Me voy a ir, por ahora. — Sus brazos cayeron de su pecho. — Voy a estar
de vuelta en la mañana cuando llegue Jonas. Y vamos a terminar esta
conversación luego. —
Ella sujetó su cuchillo a su muslo, en los pantalones negros que había sacado
a toda prisa la noche anterior, antes de correr escaleras abajo para evitar que
Graeme torturara a sus enemigos. La camisa negra cubriendo la camiseta de
tirantes, mientras botas de montaña cubrían sus pies.
Con un poco de suerte, tendría una hora de ventaja antes de que Graeme la
encontrara. Ella no tenía ninguna duda de que él podía alcanzarla, al igual que
estaba consciente sin ninguna duda, de que estaba abandonando el terreno.
En ese momento, ella lo sentía, sentía esa conexión primitiva que no había
sentido con nadie desde la noche, en que lo rechazó como su alfa.
Había sido una niña. Rota, traicionada demasiadas veces, y perdida dentro de
sí misma sin la única persona de la que ella había dependido toda su vida.
Su G.
Era diferente. Lo que sentía ahora no era el amor y la adoración de una niña.
Lo que había sentido la noche anterior era un hambre que nunca había
sentido antes. El hambre por un hombre que podía sentir filtrándose dentro
de ella, convirtiéndose en una parte de ella. No, él siempre había sido una
parte de ella. Pero podía sentirlo tomar más de ella, y ella no podía lidiar con
eso.
¿O no?
¿Cómo Claire, la sombría y demasiado seria joven mujer, en cuya vida ella
había entrado, soportó durante quince años a los que vivían en esa casa?
¿Qué había motivado a Claire a conducir el auto que ella había robado a su
padre aquella noche sobre un acantilado con su mejor amiga a su lado, lo que
resultó en un trágico accidente casi fatal para ambas, Claire y Liza; Cat en
realidad nunca lo supo. Incluso Claire no recordaba por qué que lo había
hecho. Antes de que ella desapareciera por completo, su esencia absorbida
completamente por Cat como parte de ese ritual hace doce años, Claire
recordaba muy poco de su vida antes de esa tragedia.
De lo que Cat estaba bien segura, era que Raymond Martínez tuvo algo que
ver.
Él fue el único que la dejó sola, sin embargo. No más que unos minutos
después de sentarse a disfrutar de la vista, percibió el avance de dos castas.
No fue su olor lo que la alertó sino la sensación de invasión y de manipulación.
Vestido con pantalones de seda oscuros, una camisa de seda blanca, mangas
enrolladas y apenas arrugadas, no se veía como si la hubiera estado siguiendo
cuidadosamente, desde que había dejado los predios de la casa de huéspedes.
Una sonrisa curvó sus labios mientras se movía hasta el refugio creado por las
rocas antes de retroceder a sentarse en la base de la torre. Recostado contra
la piedra fría miró por entre las rocas, obviamente disfrutando de la misma
vista que ella había reclamado como suya.
Ella esperó.
Había aprendido en el centro de investigación que presionar para obtener
explicaciones y respuestas la hacía parecer débil. Ella no le iba a rogar una
maldita cosa, y ella no le debía absolutamente nada.
— Ámber es tanto mi hija como cualquier bebe que Rachel pudiera concebir
en nuestra unión, — le dijo en voz baja a continuación. — Ella es carne de mi
carne, sangre de mi sangre, y quiero saber cómo Gideón hizo eso posible. —
Cat no pudo ocultar el sobresalto del impacto, que le causaron sus palabras.
— Déjalo en paz, Jonas. — Ella le suplicaría por esto, si tenía que hacerlo, a
pesar de que no serviría de nada. — Dejó dos chacales vivir para ti, para que
los puedas interrogar y de alguna manera convencer de que cooperen
contigo…—
— De acuerdo a Kiel, fue por ti que hizo eso, — replicó Jonas. — Tú controlas
al monstruo, afirmó. —
Jonas asintió, pero cuando lo hizo, el acceso que le había dado a ella a sus
emociones internas se cerró de golpe.
—¿Por qué me seguiste hasta aquí, Jonas?, — Ella le preguntó, esta vez con
una genuina necesidad de entender por qué estaba allí•. — ¿De verdad crees
que sabía algo que te ayudaría a capturarlo? ¿O que te lo diría, si lo supiera?—
— Qué horrible debe ser tener el peso de tantas vidas sobre los hombros, —
dijo en voz baja, dibujando una mirada de sorpresa en él. — Conocer que cada
paso que das, cada decisión que tomes, afecta a todas las castas en el mundo,
cada alma única y excepcional que luchas para salvar. Y con cada casta
perdida, apuesto a que debes sentir que has fallado. —
Él apartó la mirada de ella. Ella dudaba que Jonas rara vez le diera la
oportunidad a alguien, de ver algún tipo de emoción, y mucho menos hablar
del profundo dolor que sentiría al pensar en cualquier falla.
— Lo veo como ese animal rabioso del que hablabas antes, — declaró con fría
indiferencia, poniéndose de pie para mirar hacia ella. — Uno que tiene algún
valor, sin embargo, cuando se compara con el riesgo que plantea, no es
suficiente para permitirle continuar librando una guerra que podría
convertirse fácilmente, en un arma utilizada contra las Castas. El mundo
quiere justicia, Cat, no venganza—
— Tal vez debería de haberlo escondido mejor, como tú lo haces,— ella gritó
con voz ronca. — Como cualquier otra casta que existe lo hace. Debido a que
ni una sola maldita casta que he conocido está completamente cuerda.
Quieres usarlo, Jonas. Por lo menos se jodidamente honorable y admítelo.
Tomando su mochila del suelo arenoso, ella la puso sobre sus hombros con
furia. — Pude haber terminado con su loco culo la noche en que él nos
rescató a mí y a Judd de la eutanasia, como ellos lo llamaban, pero que me
condenen, no hay muchas castas que no lo hayan hecho en algún momento
desde entonces. Y definitivamente he terminado contigo, Director.
Deberías haberte quedado con el Consejo. Por lo menos ellos habrían estado
de acuerdo con tus absurdos métodos—
— Cat. — La demanda en su voz la hizo que hiciera una pausa para mirar
hacia él. — ¿Te ha contado lo que pasó cuando fue recapturado? Lo que
hicieron con él durante el tiempo que el Dr. Bennett lo tuvo?
— ¿Vas a decirme?—
***
— Bueno, ahora, eso salió bien— Rule se movió del lado de la torre de piedra,
la diversión reflexiva arrugaba su expresión mientras él también observó a Cat
correr de vuelta a la casa que Lobo Reever le estaba dejando usar.
Después de todo, en los años en que habían luchado juntos esta era la única
vez, en la que se había encontrado que no podía confiar por completo en
Rule. Por alguna razón, sea lo que sea, lo que casta sabía sobre Gideón o de su
paradero, se negó a divulgarlo.
Por un lado, estaba el papel que Reever desempeñaba en todo esto. Por otra
parte, el papel que Rule estaba tomando en el intrincado juego entre Gideón y
Jonas. Y en tercer lugar, el hecho de que él sabía que la hijastra de Reever
estaba involucrada de alguna manera también. La lista que había adquirido de
los lazos de Gideón en la comunidad castas fue sorprendente.
Jonas notó que el nivel de confianza que el Casta había adquirido se había
convertido en un grave problema últimamente. No es que Jonas pensaba
hacer algo al respecto. No es que él pudiera hacer algo si lo intentaba. Al
menos, no mucho.
— Lo mismo que los seres humanos cuando se den cuenta de los factores
desencadenantes de algunos psicópatas que son mucho más sensibles que
otros. O algunos sociópatas que son tan inteligentes que nunca se pueden
encontrar,— dijo por fin con un suspiro. — No somos simplemente Castas,
Jonas. Somos parte humano, parte animal y algo intermedio que no se puede
definir. Cada día que seamos libres es un regalo. Cuando se toma ese regalo
bien podemos necesitar de los monstruos para asegurar nuestra
supervivencia—
A veces, este casta era demasiado inteligente para su propio bien también.
Por supuesto, esa era la razón por la que Jonas le había manipulado a la
posición de director de la división.
Lo que puso su mente más a gusto, sin embargo, fue el León vestido con
armadura, garras con punta de acero, ojos azules salvajes y llenos de muerte.
Esa criatura siempre estaría contenida, siempre controlada, hasta que, como
dice Rule, el mundo se fuera al infierno, donde las Castas eran conscientes.
Era la primera vez que Jonas había sentido parte de esta casta, y sospechaba
que era esa parte de él, lo que había convencido a Rule de traicionar una
década de lealtad a Jonas, por el espejismo casta de la libertad.
El detonante, Jonas pensó con cansancio. Todo lo que tomó fue el gatillo
correcto, y ese "algo intermedio" — esa parte que Rule había identificado
que todas las castas tenían dentro de ellos, era lo que Jonas más temía.
***
Ella tendría que haberlo esperado al minuto que la noticia del arresto de
Raymond se supo, y de los cargos que se presentaron contra él; uno de los
cuales habría sido el intento de asesinato de la mujer que todo el mundo cree,
es su hija, Claire Martínez.
No había muchos que lo supieran. Los que lo hacían no les gustaría que la
verdad saliera, más de lo que ella quería que se supiera en este momento.
Qué demonios. . .
— Oh, Del Rey fue llamado de regreso al hotel. Dejó a Brim Stone de niñera.
Él todavía me está echando a perder, permitiendo que sea una chica mala—
Ashley dibujó las palabras, su acento pesado, y Cat prácticamente podía verla
guiñar antes de soplar a Brim un beso mientras ella giraba su trenza
artificialmente rubia.
Uno de estos días, Del Rey iba a encerrarla para la cordura del mundo libre.
Ella extendía la risa y la locura a dondequiera que fuese, si la posibilidad para
ello existiera.
Nunca se reta a un Coyote. Cat casi se rió de sus palabras. Ashley rogaba por
ser retada. Era uno de sus pasatiempos favoritos.
Un día, Brim iba a poner a la bonita y pequeña coqueta casta en sus rodillas y
azotaría su culo.
Por supuesto Cat no pudo evitar volver para ver el espectáculo que Ashley dio,
simplemente era demasiado entretenido. Como ella dijo, un destello de sus
colmillos, sólo Dios sabe lo que ella les dijo y a continuación, con un ágil y
pequeño salto estaba en cuclillas en el borde de la pared de adobe a ocho pies
del suelo, mientras que las cámaras destellaban. Sin duda, estaría en la
primera plana de casi todos los periódicos y de los sitios web de la nación.
Frunciendo un poco los labios, Ashley dijo — ¿No puedo visitar a una
amiga?—
— Las castas son un poco extrañas, ¿no? — Preguntó en voz baja, con una
pizca de resignación en su voz con acento.
— Ashley, ¿de qué demonios estás hablando?— Cat estaría condenada si ella
permitiría que esta cara de niña y mujer traviesa de Ashley pudiera
engañarla para que admitiera nada.
Poniéndose de pie recogió las tazas vacías, Cat se volvió y se las llevó al
fregadero. Cuando se dio la vuelta hacia la otra chica, Ashley estaba
simplemente mirando, estudiándola.
Cat tuvo ganas de reír, pero ella tenía mucho miedo de que sonara mas como
un sollozo.
— ¿Por qué no te vas, Ashley?— sugirió en voz baja. — Esto ha sido
divertido, pero tengo cosas que hacer. —
Graeme ya había estado aquí un año, ella había conocido a Ashley durante
casi cinco años, sin embargo, era Cat quien recibía la advertencia en lugar de
Graeme.
— ¿Soy terca? — Ella tenía que reírse de eso. — Tal vez no lo soy suficiente,
porque durante años me he preocupado por personas que no parecen tener
una maldita buena opinión de mí, de cualquier forma. —
— Qué poco saben de ese Bengala enloquecido. Al igual que Jonas, nada es
gratis, sólo que no le ha informado del precio, — Cat le espetó
dolorosamente.
— Dale tiempo —
— Él me dejó morir cuando tenía doce años, — ella gritó con furia, la rabia
que mantuvo encerrada en su interior, era como un incendio a través de sus
sentidos. — Me dejó sola cuando yo no sabía ni siquiera como protegerme.
— Él me destruyó. —
Graeme se había asegurado de que Ashley supiera que él había acabado con
el francotirador, pero Cat nunca le había dicho a la hembra Casta que ella
había rebanado el cuello a dos soldados del Consejo que la habían acechado
desde hacía más de un año. Ella nunca le había dicho a nadie de las
innumerables veces que había maniobrado a la vista de sus enemigos,
garantizando que no se dieran a conocer, o asegurándose que
desaparecieran.
Cat se estremeció, pero no por lo que dijo Ashley o cómo lo dijo. Sino por el
dolor que corrió a través de sus sentidos, rabió a través de su alma, porque
ella daría su propia vida para protegerlo de Jonas o de cualquier otra persona.
Y ella pensaba que no había más espacio para cicatrices. O más dolor. Ella
había creído que su alma estaba tan herida como ella estaba, que nunca la
podría lastimar las pérdidas que había sufrido.
Estaba tan equivocada. Y se dio cuenta de que estaba más sola de lo que
jamás imaginó que pudiera estar.
Capítulo Doce
Esta pequeña Coyote hembra era tan fácil de predecir como Cat, porque no
había previsto lo que había sucedido aquí.
— ¿Por qué tengo que pensar en ello? — Su ira es casi odio, Graeme. Debe
saber lo que Jonas quiere…
La ira que llenaba su voz era una tapadera. Graeme pudo sentir el dolor que
se veía como una tormenta a través de su pequeño cuerpo.
Pero ella lo hacía. Lo que quería y lo que necesitaba, estaba tan retorcido
dentro de ella, sin embargo, que tirar de cualquier emoción, sólo le recordaba
lo que había sufrido al sentirlas.
Curar ese dolor podría ser imposible, pero se encontraba impotente ante el
deseo de hacer exactamente eso. Por desgracia, sabía lo que Ashley intuyó.
Enfrentar a esta nueva casta felina, con suave emoción y gentil comprensión,
nunca lograría resolver los conflictos que estaban dentro de ella.
— Ha pasado años desde que fuiste parte de mi vida. Ya no tengo doce años.
Y te aseguro como el infierno, que no adoro el suelo por donde caminas
ahora. — Pero ella quería. Esa dolorosa necesidad de confiar y de amarlo
libremente luchaba dentro de ella, al igual que luchaba con un pasado que no
podía cambiar.
Podía sentir su necesidad de alejarse de esa ira, como una llama, para llegar a
él. El aroma lo embriagaba, tirando de él hacia el hambre sensual, un hambre
y una tormenta emocional que se desencadenó en él también. Sutil, con un
toque de especias, dulce y seductor, su aroma impregno sus sentidos,
disparando la oscura sexualidad que ya poseía.
***
¿Cuánto había cambiado? Y cuanto la había cambiado. Una vez, supo que
podía confiar en que él, que siempre estaría allí, velando por ella. Aceptar que
no tenía a nadie que viera por ella, sino ella misma, fue una amarga lección
que tuvo que aprender.
— Deja de recordar, — le ordenó, su voz era ruda, oscura, con una emoción
brillando en su mirada.
— ¿Crees que eso es fácil de hacer, Graeme? ¿Es fácil para ti empujar lo que
no quieres que te afecte en un momento o en una misión? ¿Cómo no
recordar?¿Es tan fácil olvidarme?
Por supuesto que lo era. Era apenas una niña cuando él la abandonó.
Doce años de trabajo, que no quería ver destruido. Y ahora un potencial
partido biológico tenía a su genética casta alborotada.
Lo hizo. Hizo que la genética que luchó para mantener bajo control en un
lugar dentro de ella, ascendiera con una fuerza que nunca había sentido,
hasta que la tocó su primera vez.
— Yo era un experimento, — gritó furiosamente. — Sólo un experimento—
Paso la lengua por sus labios resecos, barrió contra sus dientes cuando jaló su
cabeza hacia atrás, el ligero picor debajo de su lengua, era tan irritante ahora
como lo había sido el pasado año.
Sus sueños estaban llenos de esa hambre. Desde que había llegado a su
sexualidad después de su decimoctavo cumpleaños, en sus sueños, sus sueños
sexuales, siempre se había ofrecido a Graeme.
Pero ¿cómo lo sabía? ¿Cómo sabía que su lengua picaba, que le dolía, que
estaba deseosa de su beso?
Ella odiaba que su cuerpo trucara su enojo por placer. Odiaba los recuerdos
que no podía olvidar y el dolor que no podía soltar.
— ¿Lo haré, Cat? El sugerente susurro fue seguido por una mano a los lados
de su cuello. Ligeramente rugosa, un roce de puro placer que la tuvo
mordiéndose los labios para retener un grito de placer. — O ¿tengo que llegar
debajo de tu falda y ver cuán húmeda esta la seda de tu ropa interior?
¿Sientes el húmedo calor preparándote para mí?— ¿Sabes lo que va a pasar
cuando te bese? — sus labios se separaron de su mandíbula. — Yo podría
besarte los senos y sólo los haría más sensibles. Puedo probar el capullo
hinchado de tu clítoris, dibujarlo con mi boca o empujar mi lengua en la
dolorosa carne entre sus muslos, y aún podías sobrellevar la nueva
sensibilidad que sentirías. — Dientes afilados mordisquearon un lado de su
cuello. — Pero si te beso, una vez más, si rozo mi lengua contra la tuya,
entonces será mucho más que sensibilidad, gatita. Para ambos. Se convertirá
en una necesidad. . . —
Sus labios rozaron los de ella, en la más tenue de las caricias, soltando un
quejido que no podía contener. –Una condenada droga sin la cual no
podríamos soportar vivir—
— ¿Está segura? — Su respiración era más fuerte ahora, su voz más profunda,
más áspera.
— Tu cuerpo confía en mí. Sufre por mí. ¿No es así? ¿Tu cuerpo estaría tan
hambriento por mí, si no hubiera confianza, Cat?—
— Esose llama lujuria, — se quejó jadeante, la cabeza cayó hacia atrás contra
la pared, cuando su mano bajó y comenzó arrastrar la blusa, sacándola de la
pretina de la falda, ella cambio su camiseta justo antes de que Ashley entrara
en la casa.
— ¿Sólo lujuria? Su amplia mano encallecida y tan cálida, tocando debajo del
material. — ¿Estás segura de eso?—
Sus labios rozaron los suyos una vez más, bromeando, separando sus labios,
un impotente gemido salió de ellos.
Todo lo que llevaba era pantalones color canela que las castas Reever
llevaban con camisetas a juego, como uniformes.
Sus uñas estaban dobladas contra sus dedos, cuando él siguió sujetándola
contra la pared, devolviéndole la mirada, cedió a la genética salvaje, a la
adrenalina que aumentaba dentro de ella.
Ella era primitiva también, pero en una forma muy diferente. Ella controlaba
sus impulsos primitivos, controlaba lo que mostraba, el poder que la alimenta.
Esa base ADN animal que le infundió, garantizó su supervivencia y la marcó
como una de las mujeres castas menos predecible, una bengala, cada vez más
fuerte.
Durante mucho tiempo se había visto obligada a ocultar quién era. En primer
lugar, había tenido que dormirla, para ocultarla, tuvo que recordarse que
además habían otros factores de riesgo, si ella la dejaba despertar. Entonces,
una vez más, había tenido que fingir, a todo el mundo, incluso a Raymond y a
María, que era Claire.
Ella no tenía que fingir con Graeme. No tenía que someterse, se negó a
someterse.
Nunca estaría detrás de él, sino junto a él. Y podría poseer su sexualidad, pero
ella lo poseería también. Y estaría maldita, si alguna otra mujer podría
reclamarlo.
Ella no tiene que confiar en él para poseerle. El calor del apareamiento iba en
ambos sentidos. El puede ser el propietario de su cuerpo, pero ella lo poseería
también. La confianza no era necesaria.
Ahh, allí estaba, la tigresa que ella mantenía oculta, guardada bajo llave, tan
profundo, tan fuerte, que incluso su olor, a menudo, era imposible de
detectar.
Esa primitiva y perfecta tigresa, por la que un monstruo había vuelto a la vida
para protegerla.
El gruñido que cayó de sus labios, era una audacia sensual, la mirada en sus
ojos dorados, me decían que tenía la intención de aceptar el reto. Y justo allí,
en su cara, dos marcas sombreadas bajo la piel, oscureciéndola con un tono
dorado. No eran negras como las suyas, sino de un rico, oro de Bengala3,
brillante con una promesa salvaje.
La visión de ellas lo puso aún más duro, enviando esa hambre erótica, a cavar
en sus ya tensos testículos.
3
Oro de Bengala: Es un tigre dorado, es una variación extremadamente rara, su piel suele ser
blanca y dorada.
Levantando la mano, alisó con la yema de su dedo pulgar, una franja sutil.
Separando sus labios para él, ella lo enfrentó, labio a labio, su lengua frotando
contra suya cuando penetró sus labios, arqueando su cuerpo, para llegar
hasta él.
Sedosa carne presionaba contra él, los pezones duros en punta y los
hinchados pechos separados de su carne, por un frágil cordón.
Antes de que pudiera detenerse, él cortó la parte posterior del sujetador con
sus garras afiladas, sacándolo de ella y tirando los restos al suelo.
Agitado, una candente necesidad se disparó a través de sus sentidos. Posó sus
labios sobre los de ella, tomó el beso, lo controló, su lengua bromeó con la de
ella, hasta que lo sujetó con sus labios, su lengua lo acarició mientras su boca
lo succionaba.
Nunca nada había dolido como esto. Nunca la necesidad de sexo lo había
tomado por las bolas tan rápidamente y con tal desastrosa pérdida de control.
Un calor dulce, impío, azotó su pecho mientras la dejaba caer sobre la cama.
Mirando hacia abajo, una sonrisa tiró de sus labios al ver las tres finas rayas
que había rastrillado en el centro de su pecho.
Pasando dos dedos sobre la sangre que brotaba de su pecho, los levantó antes
de bajarlos a sus labios, para untar la humedad escarlata sobre sus hinchadas
curvas. Cuando tocó la carne inflamada por su beso, su lengua chasqueó sobre
ellos a cambio.
Sentir el húmedo calor lamiendo sus dedos, envió una oleada llena de
lujurioso placer, directamente a sus bolas. Se contrajeron, con la necesidad
explotando a través de sus sentidos y robando más de su control.
El hambre pura, salvaje era aplastante, pero justo detrás de aquellos impulsos
animales, él sabía lo que le esperaba. — ¿Todavía estoy perdiendo el
tiempo?— Agarro sus tobillos y los separo, su mirada centrada entre sus
muslos con dolorosa hambre. Una pesada capa de calor húmedo, resbaladizo,
cubrió las desnudas curvas. Echó una ojeada, entre los rechonchos pliegues,
su clítoris brillaba húmedo, hinchado, por su necesidad. Tentándolo a
probarlo. — No haces nada, — susurró ella. — ¿Necesitas ayuda? ¿Una
sugerencia, Tal vez? Estoy segura de que tengo algunos libros con fotos si
necesitas ideas. –
Su Casta.
El vínculo que crearía aquí, la necesidad que se crearía, el hambre que nunca
moriría, le aseguraría que nunca la volvería a perder otra vez. Ella jamás
podría alejarse de él y tendría que confiar, en que él tampoco nunca podría
alejarse jamás.
— Mira qué hermosa eres, — todavía sorprendido por su perfección. Sus ojos
ahora eran, como oro batido, brillando entre sus pestañas mientras miraba
hacia él, seductora y exigente.
— Cuán lento eres – Sus delgados muslos se separaron, doblando las rodillas
mientras sus pies se apoyaban contra el colchón. Empujó entre los miembros
de seda, incapaz de esperar más, usó su mano libre para sujetar el peso de su
erección y presionó entre los acalorados pliegues, hinchados de su sexo.
Tuvo que apretar los dientes para contener un gruñido de puro y primitivo
placer.
Esto no se parecía a nada que hubiera conocido antes, era diferente a como
se había imaginado que sería poseerla.
***
El placer corría por ella, rasgando la decidida protección que había colocado,
entre ella y los remanentes de un lazo, que había creído que ya no existía. El
abrasador calor que se movía por su cuerpo, amenazó a aquel escudo.
Cuando Graeme con su cuerpo duro y musculoso se movió entre sus muslos,
colocándose sobre ella, supo que había cometido un grave error. La anchura
de su polla separó los pliegues entre sus muslos, acariciando la resbaladiza
carne cuando comenzó a presionar en su interior.
Mirándolo, fue refrenada por los poderosos dedos, que sostenían sus
muñecas encima de su cabeza, mientras la pesada cresta de su erección
comenzó a empalarla con un doloroso placer, que rasgó el asimiento feroz
que ella tenía sobre sus sentidos. Un gemido, en parte gruñido, fue el áspero
sonido de placer y necesidad masculina, que él emitió cuando sus labios
cubrieron los suyos. Su lengua presionó entre sus labios, con ese evasivo
sabor de especias llenándola, mezclado con el toque caliente de canela que
ella ya había probado, combinados para crear un hambre desesperada que
temió que fuera algo más cercano a una adicción.
Liberando sus manos, él pareció no tener ninguna queja cuando ella agarró
sus hombros, sus duras y afiladas uñas pincharon su carne cuando curvo sus
dedos. Un rugido de placer vibro contra sus senos, el sonido envió un duro
golpe de placer enterrándose en su matriz, la fuerte sensación la hizo
masturbarse contra él.
No luchó contra eso, no podía negar el hambre que se había construido en los
últimos años, por este contacto, por este Casta.
Para esto
Ah Dios, el placer... ella tenía que acercarse más, tenía que tener más. La
ondulación involuntaria como un reflejo, hizo que apretara su vagina sobre la
invasora longitud, mientras caóticos destellos de sensaciones, rasgaron por
su cuerpo. Como electricidad. Chisporroteó sobre su piel, la fricción de su
cuerpo contra ella, una mano acariciaba un lado de su pecho, su pulgar y un
dedo encontraron la dura punta y creaban brutales latigazos de sensaciones,
que hizo, que el último asimiento frágil, que ella tenía sobre cualquier defensa
emocional contra él, se desintegrara.
Con cada empuje de su polla dentro de ella, con cada gruñido de placer en su
cuello, se intensificaba el éxtasis a través de ella. Sólo el tacto de su piel
contra la de ella, era puro placer sin diluir. Sus labios en su cuello, el sabor de
su carne cuando sus labios se separaron en su hombro. . . Ella estaba ardiendo
a su alrededor, su sentidos volaron alto por un segundo, la intensidad la
azotaba con cada duro empuje de su polla avivando un gran incendio, en sus
sentidos.
Su carne estiraba la suya, golpeando con estocadas cada vez más aceleradas
que avivó la construcción de la tormenta, acariciando todo, sensibilizando
rápidamente su carne, enterrándose hasta la empuñadora, más duro, más
rápido. Sus dedos ahuecaron su pezón, apretándolo, rugiendo sobre él. Sus
dientes arañaron su cuello, cuando cada empalamiento que golpeaba en su
interior, frotaba su clítoris, acariciándolo, más duro, más rápido...
La liberación de Graeme fue tan sólo unos segundos, después del suyo, como
si él más impactante y extremadamente profundo orgasmo, resultara de ello.
Sintió la erección adicional extendiéndose debajo de la cabeza de su polla y
bloqueándose en una grieta superficial justo detrás de su clítoris. La extensión
del tamaño de un pulgar, lleno ese lugar oculto dentro de ella, encontrando
terminaciones nerviosas tan sensibles, que la fuerza resultante del orgasmo la
atenazó, bloqueó la vagina alrededor de su polla mientras pequeños
espasmos ondularon a través de él.
***
Su discusión habitual con el chef, fue poco entusiasta, la mayor parte de las
veces, sin embargo. Que haya afirmado que era un antisocial y no digno de
una compañía refinada; hizo que el corpulento chef Casta de Reever limpiara
su garganta y prometiera entregar la cena allí, tan pronto como fuera posible.
Infierno.
No el resultado físico de su liberación, sino algo que iba mucho más profundo.
Algo que no podía explicar por el momento.
Poniéndose sus pantalones, él subía la cremallera cuando Cat abrió los ojos
despacio, la saciedad deshuesada de momentos antes se disipó, cuando ella
giró su cabeza para mirarlo fijamente. Él vio, como ella tiró de la sabana para
cubrir sus pechos. Su necesidad de ocultarle su desnudez, hizo que su pecho
se sintiese pesado, cada instinto que él poseía, objetando. Él sabía de la
lengüeta que se lo bloquearía al momento de su liberación. Tal como había
escuchado, del apretamiento extremo y los movimientos de ordeño de las
vaginas de las Castas hembras felinas hacían, una vez que la lengüeta se
extendía.
— Tiene sentido. — Ella asintió con la cabeza. — Podría ser difícil de explicar,
si los paparazzi consiguieran esa información. Los buitres entonces realmente
se volverían locos, ¿verdad?
Mirando bajo a sus uñas, alisó sus dedos uno por uno, y su aspecto podría ser
de incomodidad, pero él sabía que la verdad era muy diferente. No estaba
incómoda, se estaba girando dentro de ella, para intentar reparar la rotura en
ese escudo, que no había sabido que ella había colocado entre los dos.
Lo cual no le haría ningún bien. Ella podría haber pasado por alto ese
vislumbre de su alma, pero él no lo había pasado por alto, sus sentidos se
hundieron en su interior, unos preciosos segundos.
Si él había sido sorprendido por la mujer, ahora con la tigresa, decir que
estaba impresionado, era quedarse corto.
Joder. Ella se había convertido en una pequeña sabelotodo. No, ella había sido
una sabelotodo de niña, cuando la situación lo justificaba. Simplemente no
era algo, que jamás se había vuelto en su contra.
— Dejarme, sugirió en voz baja. — Tienes alrededor de una hora, tal vez dos
antes de que la necesidad física por mi tacto, por mi beso, se empiece a
construir. De acuerdo, con lo testaruda que eres, es posible que sean de cinco
a seis horas antes de que te encuentres incapaz de resistirte a volver.
Maldita Sea. Tal vez debería haber suavizado la respuesta. Entonces pensó en
lo que había vislumbrado cuando vio en su interior y se armó de valor contra
el pensamiento. No había nada que pudiera decir, sin dar esas explicaciones,
que no podía darle en ese momento; pero él iba a hacer todo para suavizar las
cicatrices que llevaba.
No, aún si le diera las explicaciones, por las que ella estaba tan hambrienta,
no se aliviaría el dolor que llevaba. Esto necesitaría mucho más que palabras.
Volviendo la mirada hacia él, el destello especulativo en sus ojos fue toda la
advertencia que tuvo antes de que ella hablara otra vez. — ¿Y tú? ¿Cuánto
tiempo puedes estar lejos? –
Y esa era la maldita verdad. Ahora que la había tenido, ahora que había
experimentado la candente fusión de puro placer, no había ningún regreso.
Infierno, él no quería volver. Estaría pateando su culo si tenía que esperar,
todo el tiempo que debía hacerlo.
— Que agradable fuiste por avisarme, — dijo en tono burlón, la mirada en sus
ojos lo hizo mirar hacia atrás pensativamente. — Y no tengo ninguna duda de
que sabías lo que venía, ¿Verdad Graeme? Supongo que debería haber sabido
que tenía que estar en guardia por el gran final, por así decirlo. — Sus ojos se
estrecharon en él por un largo momento. — Voy a tener que ver lo que puedo
hacer para igualar el marcador—
Incluso a los doce, sabía que Cat golpeaba con resultados rápidos, exactos
cuando se vengaba por algo que ella percibía como un desaire.
— Cat... –
— Pero entonces, advertirme nunca fue uno de tus puntos fuertes, ¿verdad?
— ella indicó mientras levantaba sus rodillas y las abrazabas mientras lo
miraba con complicidad.
— Robaste aquel pequeño oso cuando dejaste los laboratorios, — dijo ella
entonces, sorprendiéndolo. — ¿Qué hiciste con él? –
¿El oso? Qué demonios ¿porque el oso le importaba ahora? Habían pasado
trece años y ya no era una niña. Además, esto era ahora, el último recuerdo
que tenía de la confianza, que una vez le dio.
— ¿Por qué? — Al verla con recelo, se preguntó qué iba a ser lo próximo.
— Porque era mío. — Su voz como el acero, pero por un segundo un destello
de algo perdido y solitario brilló en sus ojos oscuros. — Era algo que amaba.
— Lo botaste lejos, ¿no es así, Graeme? Justo como nos tiraste a Judd y a mí,
cuando terminaste con nosotros.
El brutal rugido que rompió de sus labios no fue un accidente. El comando alfa
era uno que podía ignorar. Ella podría negar su lugar como su alfa pero no
quería empujarlo, sobre todo ahora.
Dándole la espalda, tomó su ropa y caminó aparente sin prisa camino hasta el
baño, donde cerró la puerta suavemente, detrás de ella. Oyó el gemido
sofocado, que se le escapó tras cerrar la puerta, incluso olio las emociones
contra las que ella luchaba tan desesperadamente.
La furia cortó el control que estaba luchando por mantener y, por primera
desde que el monstruo hizo su aparición, no era contra alguien más, contra
quien estaba arremetiendo, para defenderla.
Era contra Graeme.
Había tanto de ello que no entendía, tanto de ella que no sabía, y tanto que él
no podía decirle aún.
Si pensaba que le dolía ahora, entonces esa verdad, por lo cual lo odiaba por
no querer dársela, sólo la lastimaría aún más. Conocía a su Cat y sabía el
sentimiento de culpa que sentiría, si se enteraba por qué el monstruo
apareció. Si supiera el infierno que había experimentado, la destruiría. No
quería que viniera a él, ni que confiara en él, por culpa. Tenía que ser por
amor, o la tigresa que estaba decidido a poner completamente en libertad en
su interior, nunca tendría oportunidad de emerger, como debería. Cat estaba
sosteniendo partes de lo que es y las estaba refrenando, y él no podía
soportarlo.
Capítulo Catorce
Dos días.
Hasta el momento, pasaron dos días, Cat se dijo a sí misma mientras pasea
por su dormitorio, gruñendo con irritación. Porque ella no iba a continuar
mucho más tiempo.
No había una posibilidad en el infierno de que lograra llegar a tres días, con
los condenados periodistas acampando frente de su puerta, sin importar los
motivos, la razón estaba fuera de cuestión. Eran como buitres carroñeros. Los
reporteros de los tabloides eran los peores de todos, escribiendo más
mentiras que verdades en su carrera por el sensacionalismo.
Ella les deseó suerte. Las castas tenían a Raymond encerrado en un lugar no
revelado, mientras María se quedó en la mansión Martínez hasta que se
completara la investigación de los crímenes de Raymond y su grupo.
Linc mantenía a los periodistas ocupados moviéndose de un lado a otro, sin
embargo, sus "sin comentarios" sólo los tenía con hambre de más.
Y Cat estaba viendo todo en la televisión cada vez que la encendía. Su
aburrimiento crecía conforme pasaban las horas, sin importar el lugar de la
casa o de los jardines que estuviera, la oprimía el aislamiento forzado.
— Keenan—
Salvajes ojos marrones y dorados, iguales a las plumas en esas enormes alas,
agitadas por el viento, estaban llenos de diversión.
Keenan se paró con sus más de seis pies de altura, eso sin contar con sus alas
que eran aún más grandes, al menos un pie por encima de la cabeza antes de
curvarse hacia abajo y de un buen pie detrás de él como una capa viva, con
una miríada de colores oscuros, el poder y la belleza genuina de las alas, que
habían sido creadas para soportarle, eran excepcionales.
Nosotros.
Había muy pocas de las castas aladas. Seis hombres, según creía, y una sola
hembra que habían descubierto cerca de la muerte, varios meses antes.
— Me sorprende que no haya unas pocas docenas en el dormitorio, —
murmuró mientras se movía hacia la puerta y la cerró de forma segura. Por si
acaso. Volviéndose, sintió que se retorcía ante la diversión que veía en su
mirada.
— Te advertí que el destino no se podía evitar,— le recordó.
Observó cómo él se trasladó a la zona de estar al lado de la cama. Sus alas
levantadas, se separaron y se extendieron fuera de la parte posterior del
asiento cuando se sentó y se recostó cómodamente.
Su proyecto.
— No, tiene que ser ahora, — insistió. — Es hora, Keenan. No puedo esperar
más. —
— ¿Te he dicho Cat, que tu ayuda ha sido invaluable para mí y para los que
proteges?— Preguntó, su voz amable. — Si alguna vez necesitas nuestra
protección, basta con pedirla a uno de nosotros—
Cat puso las manos en los bolsillos de los jeans que llevaba, negó con la
cabeza lentamente. — Tú no necesitas mis problemas, Keenan. Además —
rodando sus ojos burlonamente— no es como si Graeme me fuera a hacer
daño físicamente—
— A veces las cicatrices que se esconden, son mucho más dolorosas que las
que el mundo puede ver, — dijo en voz baja. — Él es tu destino, los dos
sabemos esto. Pero si necesitas tiempo para considerar la verdad del destino
y la suerte, entonces te proporcionaré el tiempo que pueda—
— Te encanta el drama y la emoción que cada día trae, ahora tu puedes unirte
al mundo, a menudo caótico, pero siempre sorprendente de los que están
entre los dos mundos, — le dijo, refutando su afirmación mientras se puso en
pie. — Eres casta Cat, no importa cómo naciste. Y cuando Wyatt ponga la
identidad de Graeme en tela de juicio, cuando él ya no pueda ocultar su olor
Bengala, simplemente recuerda al director las anomalías del calor del
apareamiento y que la fuerza de su aroma casta está aumentando con la
aparición de tu genética.
El aroma del compañero dominante cubre el olor del otro, y ambos cambian
con ello. Normalmente el olor del macho cubre al de las hembras, pero tal
vez, en este caso, su instinto de Bengala bastante feroz, es consciente del
peligro a su compañera. Eso explicaría por qué el olor de Bengala podría
encubierto con el de un León. Después de todo, nunca ha sucedido antes.
¿Quién puede refutarlo? –
Una ráfaga de brisa sopló sobre ella, lo que le indico que había levantado
vuelo desde el balcón, con una oleada de poder regresó a donde él y su
pequeño grupo de castas aladas se escondían.
Ella le había visto volar una vez, en lo profundo de un cañón oculto donde
ningún ojo podrían verlos a menos que ellos lo permitieran. Les había visto
entrenar en combate aéreo y se había maravillado por la gracia y la agilidad
que tienen a pesar de su tamaño. Había sido increíble, un espectáculo que la
maravilló durante semanas.
Son embargo, con el creciente conflicto entre las castas y Raymond Martínez,
esas pequeñas salidas habían llegado a su fin y sólo las reuniones más
importantes se hacían cara a cara como esta.
Dentro de dos noches se reunirá con los padres de Honor, y les dará las
imágenes que había seleccionado y la información que los llevarían a su hija.
Honor se merecía a sus padres.
Una vez, hace mucho tiempo, Cat se había preguntado por qué no había
merecido padres. Su madre había muerto a causa de una enfermedad que se
había negado a tratar, una que había pasado a su hija recién nacida por su
negativa a reconocerlo.
A veces parecía que ella estaba tan sola, ahora, como lo había estado cuando
nació. Sin familia, pero no totalmente sin amigos. Infiernos, Keenan era un
buen amigo a tener, por no hablar de que era bastante cool, también.
— ¿Quién era?— La presión en su voz hizo que sus ojos se ensancharan por la
sorpresa.
El calor de apareamiento. Ella había estado ardiendo por él durante dos días.
La necesidad de su toque fue creciendo como la necesidad de un adicto por
una dosis. Se preguntó si podría encontrar un programa de doce pasos para
solucionarlo, lo dudaba, con su suerte, simplemente no sería tan fácil.
Ella no pudo evitar poner los ojos en blanco. — ¿No te has dado cuenta de
que tu expresión y ese tono de voz, realmente no influyen en mí? Los días de
obediencia ciega se acabaron, Graeme. Ellos nunca volverán—
— Para alguien con una memoria fotográfica excepcional y una aptitud para la
lógica, puedes ser increíblemente corta de vista y sorprendentemente ilógica,
— le acusó mostrando en su rostro la desaprobación. — Nos enseñaron mejor
que esto, Cat. ¿Por qué no utilizas algunos de esos regalos increíbles que
conozco tienes, para algo más que tu odio hacia mí? –
El golpe de la puerta no fue un shock. A pesar de que sus músculos se
tensaron y un silbido de furia salió de sus labios lo arrojó contra el marco de la
puerta con un potente tirón de la muñeca.
— Por ti, valió la pena el riesgo, — supuso él, su voz increíblemente triste. —
Ese riesgo explotó fuera de mi control—
Ella abrió los labios sorprendida y habría exigido una explicación pero su beso
robó las palabras, así como la necesidad de ellas. Sellando con sus labios el
sabor de la hormona de apareamiento, que se derramó en ambos,
mezclándose, explotando a través de sus sentidos y sus emociones.
Apretando sus brazos alrededor de ella, Graeme giro en sus pies y la llevó a la
cama. Con sus labios aún cubriendo los de ella, su lengua lamiendo,
saboreando sus labios, su hambre, se movía sobre ella. Su cuerpo cubrió el de
ella, sus manos explorando, quitando la ropa que los separa y bloqueando el
acceso a la piel desnuda, mientras desgarraba con sus garras afiladas la ropa
hasta que no hubo nada.
Su dura piel más áspera acarició su carne más suave mientras sus labios se
arrancaron del beso para deslizarse a través de la mandíbula a la línea
vulnerable de su cuello. — Sólo rasgaste mi ropa— Él mordisqueó su cuello
como en venganza, pero el agudo placer la hizo inclinar la cabeza para darle
un mayor acceso.
El hambre hacía estragos a través de ella, un hambre que iba mucho más allá
de lo sexual, en un reino de sueños rotos, un corazón quebrantado y un alma
llena de cicatrices. Pero la necesidad de ser suya, de sentir sus manos sobre
ella siempre estuvo en ella a psar de todo.
La necesidad de ser suya, completamente, con todo lo que ella era capaz de
dar, siempre le perteneció a él, siempre fue una parte de ella. Ya sea que
fuera codificado en su ser, por él, o hecho por la naturaleza, ¿realmente
importaba? Debido a esa necesidad, que la ciencia pudo haber creado, había
sido ampliamente superada por la naturaleza.
Se quedó sin aliento cuando una mano acarició hacia arriba su costado, una
vez más, sus dedos la acariciaban, arrastrándose con exquisito calor hasta que
se cerraron alrededor de la curva hinchada de su pecho. Sus labios
recorriendo suavemente desde su cuello hasta su clavícula, una pequeña
mordedura causaron que sacara de un tirón sus manos de la cama, para
agarrar sus hombros.
El placer era destructivo. Derribó las defensas que había pasado años
construyendo y los reemplazó con tanta ardiente necesidad, que ella se
preguntó si alguna vez sería la misma de nuevo.
Había luchado contra el conocimiento, de que había una parte de ella que
siempre le pertenecería a él, pero aquí, en este momento, no estaba
combatiéndolo. No podía negarlo.
Se ha ido.
Cada impulso de sangre corriendo por sus venas, lleva adrenalina atada al
placer, a infundir sus sentidos, encerrándola en el torbellino sensual que
Graeme estaba creando.
Graeme.
Su Graeme.
Sea cual sea el nombre que utilice, cualquier personalidad que tome, él era
suyo. Siempre había sido de ella.
Así como ella siempre le había pertenecido a él.
Cada camino que habían tomado en la vida, cada batalla, cada noche en que
lo había buscado la oscuridad, había sido parte del viaje que llevaba a esto.
A este placer.
Se arremolinó, construyéndose con cada gemido sin aliento, con cada toque.
Ella estaba segura de que el placer no podía ser mejor. Que la tormenta en
erupción dentro de ella no podía ser más caótica.
Cat envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y volvió sus labios a su
cuello a su vez, sus propios incisivos agarrando el duro músculo de su hombro,
donde se curvaba para unirse a su cuello.
Empujando con cada feroz empuje de sus caderas entre sus muslos, la
sensación de su erección creciente dentro de ella, estirándola con el ardiente
placer, la empujó hacia un precipicio del que ella se preguntó si sobreviviría.
El éxtasis siguió explotando, una y otra vez. Los ejes afilados de ardiente
éxtasis abrumaron sus sentidos, los tomaron. Y así como él le prometió, él la
sostuvo durante el éxtasis. Segura contra él, temblando, indefensa, ella sintió
que perdió algo. Algo que ella sabía que lamentaría más tarde. Algo que ella
sabía le daría el poder para destruirla como él no lo había hecho en el pasado.
Pero él la estaba sosteniendo ahora, tal como había prometido que lo haría.
Podía sentir su corazón latiendo contra sus senos, su batalla para respirar tan
difícil como la suya. Encerrado dentro de ella, sus sentidos tan abrumados
como la suyos, su placer tan salvaje y sin ataduras como los de ella.
En ese momento él era suyo, tanto como ella le pertenecía.
***
Infierno, él tenía once años, con la mente llena de tantas fórmulas y tantos
conocimientos, que la locura ya se había instalado en él. Ningún niño, incluso
un niño Casta, debería tener tal capacidad para decodificar algo tan complejo,
como el genoma humano y el animal que estaba siendo investigado en los
laboratorios Brandenmore.
Para el momento en que ella tenía ocho años, él había sabido que sacarla del
centro de investigación, era imprescindible. Como Judd, su desarrollo podría
progresar de maneras que la ciencia, tal como estaba, no sería capaz de
entender.
Había planeado todo con tal preciso detalle. Todo menos las balas que
rebotaron en la roca y golpearon su pecho, su muslo y el abdomen. No había
planeado eso, ni había planeado la transfusión forzada sobre él.
Sus instintos Casta habían podido procesar la fuerza de la unión forzada, que
se inició en el lugar. Y conocía a Cat como a nadie más. La única manera de
alejarla de él, era hacer que ella lo odiara.
El olor de Cat era tan sutil, tan diluido por la conciencia del espíritu protector
que existía dentro de ella, que casi no estaba allí.
— No eres tan guapo,— dijo con nostalgia, mirándolo con una curiosidad tan
carente de cualquier cosa sexual, que él sólo podía sentir pena por la vida que
ella nunca había tenido. — Pero yo sabía por los recuerdos de Cat que usted
lo sería. Ella es muy afortunada—
— No me hagas daño— El miedo cruzó su rostro. — Por Favor. Estoy aquí por
Cat, te lo prometo—
— Ella solo está dormida. — El olor del miedo de Claire, era como un manto a
su alrededor. — Ella no sabe que estoy aquí. No puede saber. Prométemelo.
Te juro, que estoy aquí por ella—
Una inclinación de cabeza fue todo lo que logró. Por el momento su voz sería
aterrorizante para ella.
— Tenía que advertirte,— susurró, todavía sosteniendo la sabana contra ella.
— Yo sólo quería ver la noche por un momento, en primer lugar— Ella miró
hacia las puertas del balcón, la tristeza inquietante, que era tan parte de ella,
hacía poco, para aliviar la necesidad instintiva de forzarla de nuevo a la
clandestinidad.
— Si yo la traiciono, entonces voy a ser como todos los demás, ante sus ojos,
— dijo en voz baja. — Yo no te puedo decir sus secretos, pero ella me ha
enseñado que hay otras maneras de decir, lo que hay que decir—
Una vez que la necesidad de esa protección había terminado, Claire debería
haber encontrado su camino al sueño eterno o para lo que viniera después de
la muerte.
Mierda.
Esto no era tolerable. No iba a permitir que continuara. Cat había perdido
bastante de su vida. Se merecía enfrentar la vida sin el peligro de tener otro
espíritu
dentro de ella y que este pudiera tomar su lugar.
Él se merecía más que tenerla, para que se la pudieran quitar tan fácilmente y
de tal manera. Cuando se enfrentó a Claire, nada más que el aroma más sutil
de Cat permanecía. Tan sutil que identificarlo habría sido imposible, si él no
fuera su compañero, aunque incluso el apareamiento, ya no existía cuando
esta mujer, se enfrentó al mundo.
Ella era suya. Había muerto por ella, más de una vez. Había vivido por ella.
Había perdido su cordura por ella. Estaría condenado si permitiera que la
tomaran de él ahora.
Claire merecía descansar, si es que ella, se merecía otra cosa en este mundo.
Pero más aún, él y Cat merecían enfrentar la vida sin el conocimiento de que
cuando Cat dormía, el otro espíritu pudiera despertar tan fácilmente, sin el
conocimiento de Cat.
Era el momento de romper la frágil tregua que tuvo con un cierto jefe y llevar
esto a su fin.
Capítulo Dieciséis
— Ayer por la noche. — Graeme asintió. — Usted me dijo una vez que
cuando Cat despertara, Claire iba a encontrar su descanso, Orrin—
No había sabido del ritual hasta que había olido a un Gato en el mismo
cuerpo, que años antes, llevaba un diferente olor. Fue entonces cuando Orrin
había acudido a él en el desierto y le explicó las acciones que los jefes habían
tomado para salvar a Cat y a Honor, así como a Judd.
Pero Orrin asintió. — Se requería la cirugía para alterar sus rasgos faciales,
y que coincidieran más con los de Claire— Su voz ronca por la emoción
entonces. — Apenas seis meses después del ritual Cat despertó y Claire se fue
por un largo período de tiempo, temí que no volvería jamás. A continuación,
las castas comenzaron a llegar, y Claire volvía cuando estaban cerca. Ella era la
protectora de su Cat cuando era necesario, pero por lo demás, dormía tan
profundamente que ni siquiera yo, con todo mi conocimiento de las
complejidades de ese ritual, podía encontrarla. —
Sí, su Cat era terca, Graeme aceptó en silencio. No tenía ninguna duda de
que había despertado como venganza, pero dudaba que Claire hubiera
dormido tanto como sospechaba Orrin.
Sabía algo.
Orrin negó con la cabeza mientras sus manos apretaban sus rodillas.
Nudosas e hinchadas con la artritis, ahora; blanqueada con el dolor
desesperado que brotaba de él, Raymond encontró drogas en su habitación.
Las pastillas eran conocidas por producir alucinaciones. Claire fue capturada
fumando y bebiendo. . . Él era su padre. —Ira amarga resonó en su voz
envejecida. —Ella parecía amarlo. Nunca me habló de que tuviera problemas
en su vida, y Lincoln no sabía de ninguno. Hasta los últimos días, la explicación
parecía tener sentido—
— Lo que pasó esa noche, yo sabía que no era droga, — Lincoln mordió con
furia. — Pero él y mamá se rompieron esa noche— Su mandíbula se tensó. —
O ellos parecían estar rotos. Pero cualquier hombre que amara a su hija,
estaría desesperado por mantener con vida a la joven que protegía al espíritu
de su hija dentro de su propio cuerpo—
Orrin, Terran y Lincoln, tres hombres que Graeme sabían había amado
Claire antes de su muerte, y cada uno se sumergió en la culpabilidad de la
ignorancia.
La esperanza que expresó, fue una que Graeme casi odiaba arruinársela.
— Ella vino a mí con una advertencia, de que Cat podría tratar de correr, de
escapar— Solo eso iba a revelar. — Y ella dijo que quería ver la noche. Ella se
lo perdió. —
— Le encantaba la noche,— Lincoln susurró con cansancio. — Ella siempre
dijo que la noche la llamaba—
No había nada más que decir. Despiadado, asi era la intención de la criatura
frente a ellos ahora, no teníacompasión, ni arrepentimiento. No distinguía el
bien del mal, sino de venganza y sangre.
El monstruo nació para proteger, era por lo que Graeme vivía, para la
compañera que sostenía los últimos restos del alma del Casta.
El rugido que lanzo al abierto desierto que lo rodeaba, fue una advertencia,
a cualquiera que se atreviera a tomarla, al que se arriesgara, o a cualquiera
dispuesto a ayudarlo. Se hizo eco a través de la fría noche, llamando a
hombres, bestias y a los del medio. El monstruo no estaba encadenado, sólo
esperó a que alguien tan ajeno al infierno fuera a enfrentarlo.
***
Lincoln se quedó mirando a su abuelo, mientras su tío ayudó al anciano a
pararse; su propio conocimiento, sus propias capacidades despertaron para
escuchar los susurros del viento, que le aseguró que su abuelo sabía mucho
más de lo que estaba diciendo.
—Abuelo. . . —Tendría que demandar respuestas.
Pero incluso Orrin, que entendía los susurros que flotaban a través de la
brisa del desierto, mejor que cualquier otro, creía por completo, que su nieta
nunca estaría verdaderamente viva. Lincoln lo vio en sus ojos, lo oyó en su
voz.
Claire había perdido la vida, pero había sido incapaz de encontrar su paz.
Ella protegía a una joven, que habría muerto poco después, pero su hermana
no murió. Su espíritu protegía a esa joven ahora. La protegía de una manera
que Linc había luchado por entender durante años.
Había visto todos ellos. Los mapas y los diagramas, así como la ubicación de
la seguridad de Reever al detalle. Todo lo que necesitaba era verlo, una
mirada a lo sumo y se imprimiría en su memoria.
— Para ti, — señaló. — Parece que la bestia tiene una correa, no importa lo
que otros creen.
Tan curiosa como lo había estado por saber a dónde iba y con quien se iba a
reunir -porque sabía que estaba reunido con alguien - tomo la oportunidad
para reunirse con Keenan, en lugar de seguirlo. Esta reunión con los padres de
Honor llevaba años construyéndose. Su desesperación por ver por fin a la hija
que habían puestos en libertad, en lugar de perderla para siempre, era como
un hambre que asolaba sus vidas.
Cat los había contactado un año antes, dándoles informes periódicos sobre
la niña que ellos temían, nunca verían de nuevo. Ahora era el momento para
instigar una reunión, que despertaría totalmente a Honor.
¿Qué pasaría con Liza, sin embargo, se preguntó, y con Claire? Habían
sacrificado la paz que habían merecido encontrar, para proteger a Cat y a
Honor a lo largo de los años.
La reunión era mañana en la noche. Sabía que Graeme y Lobo tenían una
reunión prevista en la finca principal y que sería la única oportunidad que
tendría para escaparse de él. Con un poco de suerte estaría de vuelta antes de
que él regresara. Dudaba que mucha suerte corriera suelta en su vida, pero
podía esperarla, ¿o no?
Ella esperó, sabiendo que iba a venir a ella. Había oído el rugido y la
advertencia que llevaba. Nadie se atrevió a enfrentarse a él, a su rabia.
Excepto su compañera.
Excepto la mujer que seguía luchando por confiar en el hombre, con quien
estaba vinculada.
— Me fui un momento. —
— ¿Jonas sabe que tienes eso?,— Preguntó ella, entendiendo más cada día,
de los avances que Graeme había hecho en tantas áreas de la genética
Casta.—
Me encantó.
Los anchos hombros se alzaron con negligencia. — ¿Qué fue lo que dijiste,
todo el mundo miente a Jonas?—
Bajo sus brazos para colocar uno en su cadera, ella rodó los ojos ante el
comentario. — Es como esos padres sobreprotectores en la televisión. Las
Castas que lo rodean están aterrorizadas de sus maquinaciones y
constantemente en guardia para asegurarse de que no interfiera en sus vidas.
Lo llaman el casamentero a sus espaldas, porque siempre esta maquinando
para emparejar compañeros—
Cat tragó con fuerza, su corazón comenzó a latir al doble mientras el aliento
se quedo atrapado en su pecho.
— ¿Qué?—
— Graeme... —
— Siempre has sido mía, — susurró, su voz era un soplo. — Tú crees que te
abandoné, que te dejé indefensa. Yo estaba respaldándote, hasta la noche
que lo Desconocido te tomó de ese hotel mientras yo seguía a soldados del
Consejo en la bahía. Estaba medio loco, todavía curándome, la necesidad de
garantizar tu seguridad era como una enfermedad dentro de mí. Te perdí esa
noche, cuando te llevaron a Orrin. Busqué por meses y no pude encontrarte.
Creí que estabas a salvo y me fui a terminar lo que había que hacer para
garantizar tu seguridad. Pero yo no te abandonaré. No podría abandonarte,
eres todo lo que hizo mi vida digna. No eres mi experimento, Cat. Eres y
siempre has sido, la razón de mi existencia. Y nada más importa. Nada más
que tú me ha importado desde el día en que Brandenmore puso un bebé de
cuatro días de edad, en los brazos de un niño de once años, una criatura que
iban en espiral en un túnel largo y oscuro lleno de absoluta locura. Me
salvaste. Siempre me has salvado—
Era Graeme, ella sabía que lo era, pero el Graeme que ella conocía, nunca
se habría abierto a sí mismo, tan completamente a ella ni a nadie más.
— Graeme.—
Mirando hacia él, Cat recordó la facilidad con que una vez había manipulado
a los soldados, científicos y técnicos en los laboratorios.
— Creo que hay una gran probabilidad de que tú identificaras algo genético
en el acoplamiento, que te preocupó y te aseguraste de tener algo o a alguien
a quien aferrarte, en esa espiral de locura de la que hablabas. Estabas solo—
admitió, una sensación de tristeza abrumadora en ella. — Estábamos sin
ningún sentido de seguridad, ni vínculos en ese lugar—
Aquí estaba el Bengala que quería. Podría llamarse a sí mismo Graeme ahora,
pero esta era la criatura que había conocido y amado por tanto tiempo.
Y le encantó.
— Hace dos años, justo antes de que Diane Broen comenzara a rastrearte
Graeme, — dijo entre dientes. — Entré en contacto con la cuenta de correo
electrónico que configuraste antes, por si alguna vez salíamos de los
laboratorios, te escribí para que vinieras por mí. Se quedó sin aliento, el
recuerdo de ese correo electrónico aun cortaba en ella. — Te dije dónde
encontrarme y no viniste—
Su cabeza se sacudió con una mirada de superioridad tal, que ella puso los
ojos en blanco.
— ¿Así que pensaste que era suficiente simplemente estar aquí? — Ella
extendió sus brazos por un segundo antes de dejarlos caer a sus costados. —
¿Para estar simplemente deambulando y jugar tus juegos, cuando te pedí que
vinieras por mí? ¿Qué te parece que eso significaba, Graeme? Te pedí que
vinieras por mí, no a acampar tu puto culo en el desierto y verme de lejos. —
— Realmente, Graeme… —
Graeme era su seguridad, fue la cara que mostró al mundo. Este era el casta
que le pertenecía a ella, sin embargo, y ella le pertenecía a él. Ella tocó el oro
oscuro y las rayas negras a lo largo de su cuello con la punta de los dedos y
miró a los ojos de oro batido rayados con un salvaje verde.
Y ella lo amaba.
Ella lo había amado como una niña y soñaba con él como una mujer. Y cuando
él había venido a ella como Graeme, había temido que lo hubiera perdido
para siempre.
— Maldita sea, Cat— El silbido lleno de desesperación en lugar de ira. —
Ves la pesadilla que atormenta el temor de los hombres y suspiras como si
fuera un amigo perdido hace mucho tiempo—
Dedos con garras agarraron sus caderas, tirando de ella hacia él con una
dulzura que ella apenas recordaba que utilizaba cuando era una niña,
gritando de dolor. — Te extrañé. — Su aliento emocionado la inundó. — No
era mi intención hacerte enojar. — Un sollozo rasgó su voz. — No podía
perderte. No quería. —
— Me dejaste. —
Casi sonrió, cuando debería haber tomado la advertencia en serio. Pero este
era Gideón. No Graeme o cualquier otro nombre que hubiera usado durante
años, para evadir la captura o detección. Era Gideón.
Su Gideón.
Libero el último botón, alisó las manos en sus hombros para empujar el
material sobre ellos y por sus brazos.
En su estado primigenio las rayas que le cubrían no eran negras. Ellas eran
una mezcla de oro y negro que corrían desde su clavícula, a lo largo de los
duros bíceps, alrededor de su cintura, a través de los estrechos músculos
agrupados en sus abdominales, marcando su cuerpo con la belleza animal.
***
— Ella lo ama, Jonas, — dijo Rachel en voz baja detrás de él mientras estaba
probando la nit. — Y él la ama—
Hasta ahora.
Ella gimió, dejando caer la frente en su hombro mientras sus delgadas manos
agarraron sus hombros. — Te amo, Jonas, pero un día, un casta va a matarte
por interferir en sus vidas de la manera que lo haces. —
Sí, ella lo amaba. Ella lo equilibraba y con frecuencia ayudó a dar forma a sus
planes, así como a sus puntos de vista en un momento dado.
Su camisa cayó al suelo del patio mientras sus dedos se arrastraron por sus
brazos hasta sus muñecas.
— ¿Me aceptas como soy y qué soy?, — Preguntó, la caricia de los dedos
moviéndose en su costados, su abdomen. — ¿Te gusta quién y qué soy ?—
No podía soportarlo.
— Cat. —
Con los puños apretados y las garras clavándose en sus palmas, Graeme luchó
contra el impulso de tirar de ella hacia arriba, empujarla sobre la pequeña
mesa al lado de ellos y sólo montarla.
Mierda.
Lo que vio no era tan prominente como sus propias marcas, ni las rayas tan
anchas, pero su suave piel estaba ligeramente sombreada con un toque de
oro en un patrón de rayas de Bengala que le asombraron.
— Si tú lo dices…—
Cubriendo sus labios con los suyos, Graeme le dio lo que pedía, el compañero
que había atormentado a los dos.
Sosteniéndola con firmeza junto él, tomó sus labios entreabiertos con una
necesidad creciente, el cual hizo más agudo el pequeño gemido, que resultó
más un ronroneo cuando su lengua se movió a través de ella. El sabor de ella
era una delicia sensual que lo había convertido en adicto al primer beso. Llena
de vida, enriquecida con la lucha y la naturaleza misma de su obstinada
independencia. Era la esencia del más exquisito elixir y él dolía por más. Dolía
por más de ella.
Le inclinó mas la cabeza hacia atrás, tomó más mientras luchaban por tomar
el control de su beso. Su propia naturaleza se negó a someterse, pero su
rendición no era lo que anhelaba. No su rendición y no sólo el placer de fuego,
de encontrar la liberación dentro de ella.
Doblando su dedo, una vez adentro, él encontró ese lugar que solo la púa
podía encontrar en su interior. La punta de su dedo lo encontró, frotó,
acarició, alimentando la creciente necesidad dentro de ella, hasta que pensó
que no podría sobrevivir si él la hacía esperar mucho por su clímax.
Graeme levantó sus labios de ella, moviendo la boca a su oído para morderla
en el lóbulo, cuando él introdujo un segundo dedo al lado del primero. La
penetración adicional tuvo al placer y al dolor montándola de lado a lado. El
calor del estiramiento chisporroteó a través del paso íntimo, ambos dedos
encontrando el lugar preciso para trazar y frotar, creando una tormenta en
espiral de sensaciones únicas.
— Eres tan jodidamente caliente,— susurró pellizcando su oído otra vez. —
Tan dulce. Eso es todo, bebé, tómalo. Monta mis dedos al igual que vas a
montar mi polla. Eso es todo, mi gatita. Entrégate a mí, déjame sentir que te
vienes a mí alrededor. —
Incluso cuando ella estaba segura de que la podía contener, se deslizó fuera
de su control, sacudió sus sentidos y dejándola demasiado débil, demasiado
vulnerable a la necesidad que compartían. — Eso es todo, bebé, — le dijo
mientras mordía su oído.
¿Con su amor?
Oh Dios, lo amaba.
Ella lo odiaba y lo amaba. Dolía por él, y le dolía a causa de él. Y ella no podía
negarle a cualquiera de ellos este placer impactante.
Colocando sus rodillas a cada lado de sus poderosas caderas, ella se inclinó
hacia adelante, apoyando las manos en su pecho. Con sus ojos bloqueados en
su gato movió sus caderas hacia atrás, luchando por respirar cuando sintió a
su erección comenzar a trazar su camino entre los hinchados pliegues que
protegían su vaina.
El oro de sus ojos cambió a ese verde selva salvaje, las franjas a lo largo de su
rostro poco a poco desapareciendo. Sus manos se apoderaron de sus caderas,
llevándola suavemente, enseñándole cómo moverse contra él, cómo
montarlo con un ritmo cada vez mayor.
— Todo de mí.— El grito salió de ella cuando sus empujes se sucedieron más
rápidamente, conduciéndose dentro de ella como golpes de martillo que la
empujaron sobre el borde de la razón, de la realidad y que tuvieron su
explosión en un caleidoscopio llameante, abrumador de éxtasis.
Debajo de ella, sintió a Graeme, liberar sus chorros con un gruñido ronco
dentro de ella, y la envió en picada a otro cegador orgasmo que parecía que
nunca fuera terminar. Un placer entusiasta que ella nunca habría podido
prever a la fría luz del día.
***
Ella había aprendido, años antes, cómo su mente jugaba con los horrores que
había experimentado cuando era una niña, por lo que las pesadillas eran
raras. Ella había experimentado muchas de ellas, pocos años después de
entrar en la casa de Martínez. Pero nunca como esta.
Ella sabía que no había sido llevada de vuelta a donde fue criada en el centro
de investigación, donde ella había experimentado tal dolor que le había
pedido a Gideón que la dejara morir. Ella le suplico en aquel entonces que solo
la dejarla ir.
— Nunca habrías sobrevivido si no hubieras muerto, Cat — .
Ella miro alrededor, sus ojos se ampliaron al ver la imagen de la frágil niña –
mujer cuya vida le había dado. Claire Martínez podría haber sido su doble,
incluso antes de la cirugía plástica menor, que había asegurado que nunca
nadie sospechara.
Ella había hablado con Claire muchas veces en los últimos años, puesto que su
espíritu había sido transferido a Claire a través de ese antiguo ritual, la noche
del naufragio de la niña. Pero nunca como ahora. Nunca en un sueño y sin
duda nunca en este lugar — ¿Qué estamos haciendo aquí, Claire?—
preguntó ella, mirando con recelo alrededor de la jaula envolvente.
Eso era realmente, una jaula. Una de las paredes era deslumbrantemente
blanca, las otras reforzadas con tres barras de acero que podían enviar una
potente carga eléctrica. La intimidad, sólo había sido un cuarto de baño
minúsculo. No había existido una ducha. Sólo un inodoro y un lavabo pequeño
para lavarse las manos y cepillarse los dientes. Las duchas estaban bajo
estricta supervisión.
— ¿Así que los últimos años han sido un engaño de algún tipo? — Ella no lo
creyó. Ninguna alucinación podría ser tan ordenada. Metiendo una hebra de
pelo largo, color caramelo detrás de su oreja, Claire miró a su alrededor
tristemente.
— Tendría que saber lo que estoy negando primero, — le informó Cat tras
encogerse de hombros. — ¿Por qué no nos sacas de aquí a algún lugar
agradable. No me gusta hablar aquí. –
Era un sueño, ella sabía que lo era— No es sueño, — espetó Claire,
sorprendiéndola. No podía recordar un tiempo cuando Claire nunca había
encajado en ella. Ella siempre había sido demasiado tímida.
— Bien, no es ningún sueño. — Ella miró a la chica a los ojos — ¿Significa que
cuando me despierte no voy a estar en la casa de Reever dormida en los
brazos de Graeme?—
Ella casi le sonrió a Claire, pero ser cruel con la niña simplemente parecía no
ser lo correcto.
— Judd estaba aquí— Él no la había dejado. Ella se había preguntado por qué
no la dejó, sin embargo, Era lo suficientemente fuerte, lo suficientemente
inteligente como para poder escapar cuando supo que Graeme lo hizo aquella
noche. Sin embargo, se había quedado.
¿Qué demonios estaba pasando? ¿Qué quería de ella, porque quiso Claire que
la reunión fuera aquí?
Claire sacudió la cabeza. — Hasta que te des cuenta porque nunca dejó este
lugar y respondas a la pregunta honestamente, entonces tú estás arriesgando
no sólo tu vida, sino también la de Graeme. — Ella suspiró. — Siempre pensé
que yo era la cobarde, Cat, pero estoy empezando a creer, que eres una
cobarde al igual que yo lo soy. —
Claire sonrió. — No puedes salir de esta celda, Cat. No puedes patearle el culo
a nadie en este sueño. Estás encerrada aquí, igual que esa mañana cuando las
alarmas te despertaron. Alarmas que tú sabías que significaban un escape
exitoso o un intento. —
Cat sacudió su cabeza en ese momento. — Pensé que los científicos estaban
tratando de engañarnos.—
— ¿Por qué?— Claire se echó a reír burlonamente. — ¿Por qué harían eso,
Cat? Él se había ido. Eras más inteligente que eso. Gideón te hizo más
inteligentes que el. —
Apoyada contra las barras de acero, Claire le miró con tal sombría intención,
que Cat casi temía que la otra chica la mantendría dentro de ese sueño para
siempre.
¿Podría despertar con solo quererlo? Bueno, quería despertar ahora. Mantuvo
apretados fuertemente sus ojos durante varios segundos, ella quería
despertar, por voluntad propia, lejos de este infierno y de la visión triste de la
niña abandonada que demostró tener mucho más coraje del que ella había
demostrado en toda su vida.
— ¿El infierno?— Claire le susurró. — Esto no es infierno, Cat. Esto es lo que
es. Esto es donde te salvó. Donde se dio cuenta de lo que iban a hacerle a él...
Antes de la primera terapia, ese animal enfurecido se dio cuenta y se calmó,
calmó al muchacho enloquecido y le permitió aprender mucho más, que lo
que cualquier mente joven debería ser capaz de aprender. Pero aprendió. Por
ti. —
Ella abrió sus ojos y se despertó. Ella estaba durmiendo en los brazos de
Graeme, desnudos, su cálido cuerpo contra el suyo, su superioridad arrogante
exasperante. Todo lo que tenía que hacer era abrir los ojos.
— Mía—
Movió sus piernas sobre él, subiéndolas con fuerza dominante cuando él vino
sobre ella.
— Graeme— Su jadeo fue seguido por un gemido bajo cuando sus manos le
cogieron las muñecas. Fijándolas a la cama al lado de sus hombros, él se
impulsó en su interior con un empuje duro.
Asegurando sus muñecas por encima de su cabeza con una mano, arrastro su
rodilla a la cadera y empezó a golpear en su interior. Cada empuje feroz
dentro de su coño enviaba llamas de respuesta que acometían a través de
ella. Sus dedos estaban curvados contra su agarre, desesperados por aferrarse
a él, se movió dentro de ella como un hombre poseído por la excitación, por
un deseo posesivo. Estaba decidido de alguna manera a márcala más de lo
que ya lo había hecho.
— Leíste los informes del Dr. Foster— Elevando la taza de su café, él bebió
el brebaje descafeinado pensativo mientras la miraba, viendo su mente
trabajar a pesar de su expresión cerrada.
Fue tan simple como eso, pero también mucho más complicado y él sintió
que ella lo sabía.
Sus cejas se levantaron con esa información. — Él nunca me dijo eso. Pero si
es cierto, entonces no era nada más, que algo programado en mí. Sé que a la
madre sustituta que me llevó, él le ordenó escuchar una variedad de teorías
científicas que se les había dado durante muchas generaciones de
manipulaciones genéticas. Él sabía lo que quería cuando me creó, y se aseguró
de conseguir lo que quería. —
Graeme casi sonrió ante esa pregunta. Él siempre había sido mucho más
inteligente de lo que Benjamín Foster había adivinado.
— Dudo que alguna vez supiera cuanto lo había superado incluso con la
manipulación genética que estaba intentando, — finalmente le respondió. —
El hombre puede manipular todo lo que quiera, pero la introducción de la
genética animal es mucho más impredecible de lo que nunca imaginaron. O
quisieran reconocer. Y lo será aún más en las generaciones sucesivas. Si mis
sospechas son ciertas, entonces una vez que los niños nacidos de los
apareamientos originales alcancen la madurez, superaran incluso a las castas
originales. —
Ella hizo una pausa por un momento, pero evidentemente decidió permitir
que la especulación pasase.
Apenas recordaba la vida antes de Cat. Él sabía eso, antes del momento en
que la había sostenido en sus brazos, su cerebro estaba realmente lastimado
debido a toda la información que estaba intentando procesar. Dolores de
cabeza que incluso superaron el dolor de los experimentos, hasta ese
momento. La locura había sido una compañera constante, tanto así, que él se
sentía deslizarse a lo largo de un túnel oscuro, que solamente lo conducía a
una pérdida completa de algo remotamente parecido a la realidad.
— ¿Así que valía la pena luchar por mí, pero no por tu hermano?— Había
un borde de ira en su voz, que llamó su atención. — Judd es tu gemelo. ¿Por
qué no valía la pena luchar por él?
— No dije que no valiera la pena luchar por él, — le corrigió. — Por ambos,
él y Honor valía la pena luchar, y resistí todos esos años por ellos. Pero supe
que Brandenmore me mataría pronto. Mi cordura era cuestionable. No
siempre podía controlar la genética animal y la rabia me estaba comiendo
vivo. La información que seguía acumulándose en mi cerebro era mucho más
de lo que podía procesar. Quizás la genética animal te reconoció como mi
compañera, porque esos instintos se aliviaron al instantáneamente, la rabia se
disipó y encontré la calma que necesitaba para sobrevivir y para procesar más
información que nunca antes. Sea cual sea la razón, Cat, eso no cambia
nada—
En cambio, se inclinó más cerca, hasta que su rostro quedó a sólo pulgadas
del de ella.
— Siempre supe que eras mía, Cat. Incluso cuando el monstruo rugía sin
cesar lo supe, y te observé tan de cerca como me atreví. Confía en mí, no
querrías que viniera a ti, en ese momento. Incluso mis instintos rechazaron
que me acercara a ti. Nada me importaba en ese tiempo, solo la sangre. Y yo
derramé la suficiente, que a veces temí que me podría ahogar en ella—
— Y tú sentiste que era algo que deberías y podrías manejar solo. Sin tu
compañera, — ella afirmó. — ¿Sin embargo, ahora que has decidido reclamar
lo que sientes que es tuyo, crees que puedes supervisar cada aliento que
tomo?—
Maldita sea. Ella no tenía idea de lo que ella estaba hablando, ninguna idea
del infierno que había soportado para que nunca pudieran encontrarla,
costara lo que le costara. No le importaba su ira, porque ella no tendría las
respuestas, estaría maldito si le permitía continuar sintiéndose de esa
manera.
***
Pero había estado despierta durante la mayor parte de los trece años,
desde que le habían dado la vida de Claire y ella no había muerto todavía.
Pero tampoco se había mostrado a sí misma, hasta ahora. No quería morir,
pero no podía vivir como Claire Martínez, por más tiempo. Sobre todo si
significaba permitir que Raymond siguiera destruyendo a las mujeres de la
nación, que el Consejo considere viables para experimentar, como la hermana
de Raymond, Morningstar.
¿Donde había estado, los cuatro meses antes de que él arreglara que ella y
Judd fueran trasladados? ¿y qué le pasó cuando lo regresaron al centro de
investigación, varios años después? Sabía por qué él había arremetido contra
ella como lo hizo. Nuca lo habría dejado de buscar, si no la hubiera lastimado
tan profundamente. Nada de lo que Judd le hubiera dicho o hecho la habría
convencido de dejar de buscar a Graeme a la mañana siguiente, si ella no
hubiera creído que era odiada, por el Casta que tanto significaba para ella.
— Sabes que Graeme está irritado de nuevo— Khi Langer, hijastra de Lobo,
rodeó un lado de la casa, sus intensos ojos azules, ni de cerca tan divertidos
como Cat creyó que los tenía.
Vestida con pantalones de montar, una ajustada camisa de seda blanca sin
mangas y botas negras hasta las rodillas, se veía como si ella estuviera más en
una finca inglesa que en el hogar de los Reevers en el desierto.
Ella sabía que Khi fue la pequeña compañera de Graeme por meses.
Bastardo. Permitió que esta mujer lo ayudara, pero nunca le dio esa opción
a Cat, ni siquiera ahora. Sabía de sus pequeñas incursiones nocturnas en el
desierto cada noche, mientras patrullaba en búsqueda de soldados del
Consejo en el área. ¿Pero la había invitado a patrullar a su lado?
— ¿Por qué estás aquí, Khi? — Inclinando la cabeza, levantó un poco la ceja.
— ¿Graeme sabe que estás de visita?—
Khi dio una risa ligera por la pregunta. Yo no le pido permiso a Graeme
Parker para ir a cualquier parte de la propiedad de Reever— Ella dio un
pequeño giro a sus ojos. — Incluso no extiendo esa cortesía a Lobo—
Cat levantó sus cejas ante esa declaración. — Tremendo logro. Te envidio,
— ella inhaló. — Me imagino que la arrogancia de Lobo más o menos se
equipara a la de Graeme. Y él parece tan dominante. —
— ¿Tanto como un culo, quieres decir?— Esta vez, la sonrisa de Khi era un
poco forzada. — Me imagino que él puede serlo. Trato de mantenerme fuera
de su camino, así como él evita mis mierdas. Funciona para nosotros—
Interesante. En un momento, se había rumoreado que Khi era muy cercana
a su padrastro. Por supuesto, eso fue antes de que su madre tratara de
matarlo.
Muchos no eran conscientes del hecho de que Jessica Reever había sido una
de las espías del Consejo de genética. Su primer marido había muerto
intentando ayudar a liberar a un laboratorio de investigación del Consejo
irlandés. Ella incluso lo había llorado durante varios años.
Respirando lento y fácil, Cat obtuvo en el olor de la otra chica, las sutiles
diferencias, bastante confusas. Hubo un amago de algo que le recordaba el
Calor de Apareamiento, sin embargo, no lo era, así como los olores extraños
de un Casta de Lobo y furiosa ira. Lo que sea que Khi Langer estaba
acumulando en su interior estaba construyendo una explosión. Ella no era
normalmente tan burlona o mordaz y Cat lo sabía.
— Así que, ¿por qué estoy aquí?— Colocando las manos en su muslos, Khi
se inclinó hacia adelante y le dio a Cat un vistazo rápido. — Porque la casa
esta tan aburrida. Lobo tiene la finca en confinamiento y todos los que yo
realmente conozco en el área están escondidos, o al menos eso parece— Ella
se levantó con gracia. — ¿Que tal una copa? Estoy segura de que son las 5:00
pm en algún lugar—
Realmente no le había tomado mucho tiempo averiguar por qué Khi estaba
allí. Graeme debía salir pronto para una reunión con Lobo, que iba a durar
hasta bien entrada la noche, eso lo sabía.
— Haré eso. — Khi asintió con la cabeza. — Pero vamos a tomarnos ese
trago primero y le damos tiempo para que salga a esa reunión. Realmente no
quieres que Lobo envíe a sus guardias en mi lugar. Son unos pendejos. Vamos.
— Khi la rozó cuando paso junto a ella hacia la casa, el olor abrumador del
cansancio tenía a Cat escondiendo un suspiro de impaciencia.
Ella iba a matar a Graeme. ¿Una niñera? ¿De veras? ¿Para qué?
¿Qué pensaba él que Khi podría hacer, solo delatarla si trataba de salir de la
casa? Khi no era una protección, estaba allí como una chismosa y nada más.
Tenía un par de horas, decidió Cat. Si Khi quería tomar una copa, entonces
ella tomaría esa copa. Al atardecer, pensó Cat, sólo pretendería tomar una
pequeña siesta. No era que Keenan y sus hombres entraran por la puerta. Ni
que Khi les vería si lo hicieran.
Ella quería uno de esos malditos trajes que vestían, tan mal, que ella no
podía soportarlo. Desafortunadamente, Keenan no era dado a compartir la
tecnología. Y ni siquiera los nano— nit que Cat había creado pudieron pasar
los firewalls electrónicos integrados en su electrónica, tampoco. Condenadas
Castas Aladas eran como Graeme, demasiado inteligentes para su propio
maldito bien.
Siguiendo a Khi a través de la oficina, Cat recuperó la e— pad para
asegurarse de no perderse cualquier mensaje que enviara Keenan o su
segundo en mando, Teal. Keenan le había dado el dispositivo, para asegurar
que todas las comunicaciones entre ellos, fueran imposibles de rastrear. Si
sólo hubiera un programa para las niñeras que Graeme elige.
***
Había algo que él se estaba perdiendo, podía sentirlo. Añade eso a su reunión
con Orrin Martínez y Graeme estaba decidido a averiguar qué demonios
estaba pasando con Cat.
Cat y Judd fueron enseñados a luchar. Cat era especialmente hábil en eso,
debido a que su pequeña estatura y aparentemente frágil constitución
lograba engañar a la gente, incluso a aquellos que deberían conocerla mejor,
creyendo que sería fácil de derrotar. Pero Gideón la había enseñado a golpear
primero y tratar con su conciencia más adelante. Ella iba a la yugular,
literalmente, tal y como había hecho la noche que los guardias habían
intentado transferirla a ella y a Judd a la instalación de matanza.
Pensar en esa noche trajo consigo el recuerdo, de ver la traición en sus ojos
cuando abrió las puertas de la furgoneta. No se le había permitido bañarse o
lavar su cabello con frecuencia, lo noto al instante. Sus uñas estaban teñidas
con sangre, su rostro cubierto de polvo y suciedad. El aroma de tristeza y
dolor que llenaba cada parte de ella, lo golpeó primero. Entonces fue la
traición. Todo su ser se inundó de una sensación de traición mientras la
miraba fijamente.
Ella sólo lo miró, tan callada, casi con incredulidad. Pero él había visto esa
primera lenta caída en la desconfianza que ahora sentía por él.
Nadie había roto a los bastardos todavía y todavía insistían en hablar con él
a solas, si iban a divulgar cualquier información. Y él no tenía ninguna duda de
que tenían un montón de información que liberar; por esa sola razón, Jonas
había acordado llevarlos a la finca de Lobo y al pequeño edificio seguro que
las Casta Lobo mantienen en la parte trasera de la casa principal, para el
interrogatorio.
Desafortunadamente la configuración de audio aún debía extenderse hasta
allí. Completarla antes de que Jonas llegara, era primordial.
Cat pensó que Khi nunca se iría. Ella se quedo durante horas, charlando,
hablando sobre la vida en Irlanda versus la vida en la finca de Reever y como
se sentía perdida en el país que la vio nacer, en el que ahora parecía
extranjera, habló de todo y de todos excepto de Graeme. Las pocas preguntas
sobre él, ella cuidadosamente las esquivó, aunque era de esperarse. La
lealtad de Khi hacia Graeme nunca estuvo en duda, Cat ya había sospechado
que la joven idolatraba a Graeme.
El pensamiento envió una oleada de celos en ella, que tuvo que controlar y
aplastar rápidamente. No podía permitirse el lujo de entrar en una
confrontación con la princesa reinante de la finca Reever. Y realmente no
quería. Joder, la otra chica tenía bastantes problemas con los hermanos
Reever, ella no necesitaba más mierda de nadie.
— Supongo que has tenido suficiente de mí ahora, — dijo Khi. — Y parece que
ese astuto compañero tuyo hace su aparición—
Giró su cabeza, Cat vio como Graeme avanzó desde el interior de la casa,
llevaba un pantalón negro y una camiseta dándole un aspecto oscuro, una
apariencia peligrosa.
— Los dejo solos— Khi aseguro con un destello de una sonrisa burlona. —
Creo que podría tener tiempo para vestirme para la cena con Lobo. Él ha
estado quejándose últimamente. — Ella se encogió de hombros
despreocupadamente. — Encontré el par más lindo de pantalones vaqueros y
una camiseta con el curtido de las manchas de aceite sobre ella. He pensado
que me gustaría probármelas. —
— ¿Y qué te hace a ti una puta experta en el amor, Cat?— Pasó sus dedos por
su cabello en señal de frustración. — ¿Cuándo Webster entro en contacto
contigo para la definición?—
Avanzó paso a paso, mirándola, ella podía sentir las puntas de sus garras
flexionándose y el dolor al emerger. — Cuando tenía doce me apartaste y me
empujaste a luchar sola y dejaste mi protección a otros. Ahora, salvo cuando
necesitas follar, tú me empujas a un lado para luchar con Khi, Lobo, Rule, o
todo aquel que decidas que es lo suficientemente fuerte para estar a tu lado.
Cat no era gobernada por esa oficina, ni por Jonas, ni por Graeme.
Jonás aún no había contactado a sus padres y Honor aún debía despertar para
recordarlos completamente, Cat nunca había tenido padres. No había madre
que la amara y llorara por ella, ni padre que incansablemente la buscara o
mirara las caras de cada mujer de su edad, con la esperanza de ver a su niña
perdida.
Esta reunión, como todas las batallas que había luchado en los últimos años,
la haría sin Graeme. ¿No podía incluirle ni en los planes o en las reuniones
referentes a su protección o su vida? ¿Cómo podría incluso hacerla creer que
le ayudaría con esto? Él no.
E hizo lo único que ella podía, ya que necesitaba algo del General Roberts,
que de otra manera, nunca podría ver los archivos del Dr. Bennett sobre la
recaptura de Gideón y las pruebas que realizaron mientras estuvo allí. Algo le
había cambiado. Lo cambió tan drásticamente que, como él decía, a veces
sentía que se ahogaba en sangre.
Necesitaba entender a su pareja, para saber por qué se había vuelto mucho
más difícil de tratar; tenía que saber lo que le había ocurrido cuando volvió al
centro de investigación. ¿Qué creó el monstruo que había rabiado por años
después de su escape, y qué le había permitido recuperar su cordura?
Ella sabía todo lo demás. Excepto cada movimiento que había hecho desde
que había desaparecido la noche que los rescato, a ella y a Judd de los
soldados que los escoltaban hacia su muerte. Cada movimiento que realizó el
año pasado, ella lo conocía. Pero sobre lo que ocurrió en el centro, durante el
año que el Dr. Bennett le tuvo, no tenía ni idea. Jonas no se lo diría. Si Orrin
sabía algo tampoco lo dijo. Pero el General Roberts podría adquirir esa
información para ella. Y Cat tenía algo que él quería con desesperación: Su
hija.
La mujer que el mundo conoció como Liza Johnson era la niña Honor Roberts,
la amiga que Cat había perdido para siempre en un ritual Navajo que había
robado sus recuerdos, su propia identidad, desde hace tantos, tantos años,
que la niña tal vez, ni siquiera existía. Pero los sentimientos que ella había
tenido por sus padres y que sus padres tuvieron por ella, nunca se perderían,
Cat estaba casi segura. Y posiblemente sería lo que permitiría a Honor dar ese
paso a su propia vida y tomar su lugar, plenamente, con su propia pareja.
En la piedra estrecha junto a ella estaba otra joven casta hembra, ésta
apenas pasando su vigésimo año. Orrin sentía más tristeza en ella. La pequeña
casta León había conocido pocos años de libertad. Ella no había tenido tiempo
para construir sus sueños o la vida que los castas le habían prometido.
Tan pequeña y frágil como la casta alada, la pequeña hembra casta León
yacía tan quieta y silenciosa.
El cabello de la hembra casta León era corto, enmarcando una carita curiosa
con una nariz respingona. Frente amplia, sus ojos estaban enmarcados por
una línea de color oscuro como si la naturaleza le hubiera aplicado un
revestimiento alrededor de la curva ligeramente inclinada de sus pestañas.
Ella no estaba vestida de cuero, sino por una larga túnica blanca con la que
fue vestida después de ser traída por las castas. No se veía ninguna herida en
su cuerpo; las lesiones habían sido internas pero habían sanado. Su espíritu
frágil ya no podría soportar la vida en que nació. Años de confinamiento y
crueldad habían golpeado su alma. Su fuga le había dado sólo unos pocos
años para aclimatarse a la libertad, había sido obligada a presenciar y a sufrir
más atrocidades en un ataque contra ella, junto a otras dos mujeres castas.
Estos espíritus luchaban por escapar, mientras que otros dos luchaban por
quedarse. El despertar de Cat y Honor fue completado, sin embargo, Claire y
Liza aún tenían que recorrer el camino a la vida eterna.
Orrin había estado preocupado por esto, hasta que los vientos habían
comenzado a susurrar la voluntad de la tierra y el destino de dos almas
cansadas que dejarían cuerpos lo suficientemente fuertes para soportar el
ritual de la colocación.
Dando un paso atrás de las camas de piedra, sus cinco compañeros jefes lo
miraban silenciosamente.
— Así los vientos nos han susurrado,— los cinco asintieron de acuerdo.
Orrin se dirigió a lo desconocido que había traído las hembras con ellos.
— ¿Ustedes entienden que la tierra llamo a sus hermanas para despertarlas y
traerlas a este lugar?—
Eran el pueblo a quien fue dada la tierra para su custodia, y por ello
cuidaban de los secretos otorgados por el gran espíritu y por el propio viento.
El viento había dibujado con su aliento al pueblo Navajo, sus cuerpos con el
aire de los vientos, los vientos habían susurrado un vasto conocimiento y los
secretos de los rituales, diferentes a lo que los demás podían imaginar.
Eran seis. Siempre, ha habido seis jefes. Siempre, ha habido doce de lo
desconocido. Y de lo desconocido serían elegidos los jefes de la próxima
generación por los vientos. Así había comenzado y así continuaría.
Pero con cada ritual del despertar, venía un fallecimiento. Con cada vida
dada, una fue tomada. Los espíritus de estas frágiles jóvenes no podían
aguantar más. Los horrores de su vida, de la crueldad del hombre, habían sido
mucho más, de lo que podían soportar. Sus pérdidas habían agotado su
voluntad de seguir en esta vida que se les dio.
La tierra, el gran espíritu que los guiaba a todos, tenía otros planes para sus
cuerpos y sólo oró por que esos planes eventualmente les llevaran a la
felicidad, dolía por la nieta que temía ya había perdido.
Capítulo Veintiuno
Esta noche sería su mejor oportunidad, si esa era su intención. Ella lo creía
distraído por el interrogatorio de los chacales con Jonas Wyatt. Estaba segura
de que estaba desprevenido, si su intención era marcharse. Si Claire no le
hubiera advertido de las intenciones de Cat, entonces podría haberse
cuestionado su certeza, de que algo andaba mal.
Y algo definitivamente estaba mal.
Podía sentirlo. Incluso cuando levantó la mirada del sistema de seguridad para
mirar a su balcón con las puertas abiertas, sus instintos rugían. Odiaba su
costumbre de dejar las puertas abiertas, se trata de un riesgo para la
seguridad que ponía su piel de gallina, después del ataque de los chacales y
Raymond Martínez.
No es que parece, que haya un riesgo esta noche. La brisa era suave, fresca,
pero todavía no era fría. Y para todos los ojos en la pequeña casa de alquiler,
no había nada inquieto o peligroso, que pareciera moverse empujado en el
viento.
Graeme los descubrió al segundo que pasaron las fronteras de Lobo la noche
anterior. No había manera de que su Cat fuera llevada o huyera sin ser vista.
Por lo tanto, ¿por qué tenía la certeza de que su seguridad estaba en
inminente peligro? no lo podía explicar.
El mundo cree que las Castas felinas, lobos y coyotes, luchaban con una
percepción instintiva de aversión y de prejuicios los unos contra los otros. La
verdad era, que sólo a aquellos que se han alineado con sus creadores
albergan esos prejuicios.
Para aquellas personas que nacieron con los instintos más estrechamente
relacionados con su genética animal, no había ninguna aversión. Ni lo había
estado en su formación tampoco.
A los doce años había hecho lo que ni él ni Judd había esperado. Cuando los
agentes de transporte habían llegado para llevarla al centro de matanza, no la
habían considerado una amenaza y no la restringieron.
Para el momento en que había visto, sin embargo, sus pocas cacerías en el
desierto, había perdido esa duda.
Moviendo su atención del e— pad, Graeme vio como ella arrojó el dispositivo
electrónico lejos y se levantó de la cama. Fue a la cómoda, donde cogió un
corto y vaporoso vestido de un cajón y se fue al cuarto de baño.
Maldita sea, debería haber sustituido el equipo de seguridad que retiro de la
sala. Esperando, con los nervios de punta, escuchar el sonido de la ducha,
largos minutos después, debería haberle relajado. Pero no lo hizo. No había
nada que indicara peligro, ni ninguna razón para sospechar que estaba
haciendo algo, sino prepararse para ir a la cama, pero podía sentir despertar
al monstruo. Algunos conocimientos instintivos lo sacaron a la superficie, a
pesar de los intentos de Graeme de empujarlo hacia atrás.
— Hay algo que no está bien. — Su voz era profunda, dura, un indicio de que
estaba perdiendo el control sobre la enloquecida fuerza interior que
albergaba. — Maldita sea ella. Ella ha volado. . —
Volar. Claire había dicho que iba a volar, no correr.
Girando la cabeza hacia Lobo, atravesó al casta con una furiosa mirada.
***
La emoción de volar con las castas aladas nunca envejecería, pensó Cat,
cuando Keenan aterrizó con ella en el suelo del desierto junto a una Limo
serie Desierto Dragoon4. Era el más grande de los Dragoon, expandido con sus
decoraciones de lujo por dentro, blindaje adicional y armas en el exterior que
se está convirtiendo rápidamente en el vehículo defensa perfecta en la parte
suroeste.
Alrededor del vehículo estaban otros cuatros castas alados y uno en el interior
del vehículo con su pareja humana. Adelantándose, Keenan abrió el lado del
pasajero de la puerta de atrás y permitió que Cat se deslizara en el interior.
El interior iluminado había sido ocultado por las ventanas oscuras, pero
cuando se enfrentó a la pareja, ella podía identificar claramente de donde
Honor había conseguido muchas de sus características. El general tenía el pelo
canoso ahora, como el de su esposa, pero era atractivo, con las características
casi aristocráticas que le hacían parecer años más joven.
4
Desert Dragoon: se deja en ingles por ser el nombre del vehiculo.
— ¿Qué esperaban? — preguntó ella, divertida por su mirada. . Usted sabía
que las castas me traían volando—
Sin embargo, sabía que el General Roberts no mentía, y que él nunca hablaría
de algo que no fuera cierto.
— Háblame de ellos— finalmente logró forzar que las palabras pasaran de sus
labios. — Nunca supe quienes eran— Roberts negó con la cabeza mientras los
ojos de su esposa se llenaron de lágrimas.
— El defecto genético con el que naciste, es algo que tiene que ver con la
incompatibilidad genética entre ella y Kenneth,— le dijo el general.
— Ellos no se atrevían a arriesgarse. Perder otro hijo podría haber matado
Elena— Ella estuvo a punto de morir. Ráfagas de emoción angustiosa
explotaron dentro de ella, destrozándola con la fuerza de ellos.
El general asintió con la cabeza. –El muchacho bengala que se preocupaba por
ti, Gideón creo que ese era su nombre, lo sabía también. Una vez que la
anomalía genética se trató, el Dr. Foster exigió saber quiénes eran tus padres
y donde estaban, en el caso de que necesitara más información genética. El
niño estaba allí y cuestionaron su presencia, aunque el médico me aseguró
que nunca hablaría de ello. Me imagino que no lo hizo— Sacudió la canosa
cabeza con tristeza. — Maldita sea, ese chico te amaba, sin embargo. No
había un guardia o un médico que no sudara cada vez que las terapias te
fueron administradas. Incluso Brandenmore caminaba con cautela en torno a
él, cuando estaba preocupado. Lo que le hicieron más tarde.— Señaló en una
respiración dura, mientras el olor de una horrible incredulidad flotó a su
alrededor. — Si no lo hubieran amenazado con readquirirte a ti, hubiera
muerto durante esa última vivisección. El horror brilló en sus ojos y en el alma
de Cat.
Hubo tres. En la última, Bennett dio orden de adquirirte a toda costa, para ver
si podías sobrevivir a los mismos experimentos. Dios sabía que merecía la paz
después de lo que Bennett le hizo. Espero que por fin, encuentre una medida
de ella. —
¿Tres vivisecciones? ¿Ellos lo cortaron mientras estaba vivo, con los órganos y
el interior de su carne expuestos, en un acto del que ninguna otra casta se
sabe que hayan sobrevivido? Y lo amenazaron con hacerme lo mismo.
No hay manera que lo habría permitido. Por eso, el monstruo que acechaba
dentro de él, había subido como un demonio de muerte, para destruir a
cualquiera que se atreviera amenazarla.
La información que había negociado era de ella ahora, ¿para qué? ¿Para saber
que tan lejos iría para garantizar su seguridad?
Cat a su vez entregó la funda de cuero protegida con documentos, fotos y
varios chips de memoria flash que había hecho de la vida de Honor, en el
transcurso de los años.
— Esta con una casta que la ama más que a su propia vida, — Cat le dijo
suavemente. — Pero aún extraña una madre en quien confiar y un padre en
quien apoyarse. La pareja que la reclamó como su hija, son unas personas
maravillosas, pero ella nunca se acercó a ellos— Honor nunca había
despertado como Cat. Por lo menos, si lo hizo, nunca dejó que nadie,
especialmente Cat, lo supiera. — Tienen la información que posee Jonas
Wyatt. Él está en las oficinas de Asuntos Castas en Window Rock. Asegúrese
de que el director de dicha oficina, Rule Breaker, está presente durante la
reunión. Enfréntese a él, demande verla, y Rule se cerciorará de que esto
suceda. De lo contrario, Jonas tendrá al Casta del que ella está enamorada en
movimiento.
Cat— Lo que el general había estado a punto de decir fue cortado por un
rugido feroz, de alguien fuera de su sano juicio, que dividió la noche y tenía a
las castas aladas alzando sus armas.
— Vete— empujo para abrir la puerta y saltó fuera, ella gritó la orden al
conductor. –Sal como el infierno fuera de aquí—
La Raza alada saltó al asiento del conductor y aceleró antes de que finalizara
la orden de Cat.
— Si bien todavía tienes plumas para hacerlo— Cat giró la cara para
enfrentarlo... pero ni siquiera estaba segura de quién era él.
Sea lo que sea en lo que Graeme se había convertido, no era Gideón, y no era
la cara que llevaba antes el mundo ahora. Parecía más alto, más amplio, tan
potente que daba miedo.
La sonrisa que le dio fue aterradora; los incisivos relucientes con desafío eran
más afilados, más largos que antes.
La mirada que le acompañó fue una de tal satisfacción masculina que hizo que
sus garras surgieran y las flexionaran en alerta.
— Ellos te llevaron.— Este rugido, y no había otra palabra para ello, estaba
lleno de furiosa afrenta. — Los llamaste para que te liberaran. — Ahora
pueden tratar con ello. —
— Debiste haber utilizado esa cordura y negarte a volar con ella y alejarla de
mí, entonces— El gruñido se mezclo con tal abundancia de frustración que no
podía pasarse por alto.
¿Le debía? Era la primera vez que había sabido que Keenan mentía
descaradamente.
Ella le debía.
De entre las sombras surgieron cuatro figuras. Altos, vestidos con pieles de
guerreros, tan silenciosos como la muerte se trasladaron hacia ellos.
El desconocido.
Rostros pintados, los ojos brillando más oscuros que la noche, se movían
lentamente hacia adelante, incluso la brisa parecía moverse con ellos. Eran la
tierra, la oscuridad, los secretos de la tierra y los protectores de todos sus
secretos.
Cat sintió un sollozo luchando para escapar de su garganta cuando una
energía eléctrica comenzó a agitarse a través de su cuerpo.
— ¡Gideón!— Ella lo llamó con miedo cuando él se dio vuelta y las castas
aladas fueron hacia atrás lentamente, lejos de ellos, ya no defendiéndose,
sino atendiendo a la repentina brisa que presionaba contra ellos.
Ella podía sentir que era desgarrada de adentro hacia fuera. Su corazón luchó
para vencer, pero podía sentir su desaceleración. La sangre martilleaba en su
cabeza, tratando de empujar a través de sus venas, pero se desaceleró. El
terror envió adrenalina a que entrara en su torrente sanguíneo, pero tuvieron
poco efecto.
El despertar. La profecía dijo que iba a pasar con la muerte. Con su muerte.
Miró a los ojos de su compañero.
Nada, ni nadie más le había importado, sino ella. Siempre había deseado un
lugar al cual pertenecer, pero mientras lo miraba, se dio cuenta de que nunca
había tenido que luchar por tal cosa. Siempre le perteneció, porque siempre
había sido su vida.
No todavía no. Lo necesitaba una vez más. Tenía que decirle que lo sentía por
tardar tanto en entender. Necesitaba romper su culo, por no decirle tantas
cosas. Necesitaba amarlo.
No quería dejarlo.
Su G.
Capítulo Veintidós
Jonas Wyatt, Rule Breaker y su hermano, Lawe Justice. Lobo Reever y tres de
sus alphas Castas Lobo y la otra femenina, Cassie Sinclair. De donde infiernos
Cassie había salido, incluso no lo cuestionó. Había estado allí, mirándolo
tristemente cuando regresó a la casa, con el rostro pálido, las lágrimas en sus
ojos, se trasladó hasta el dormitorio.
El dormitorio de Cat.
Y se la habían llevado.
Graeme los encontraría, desgarraría cada piedra, cada mota de polvo en ese
desierto y los encontraría, tan pronto como le fuera posible aceptar, que
habían tomado a Cat sin vida de sus brazos.
Sin vida.
Había sentido su espíritu ser arrancado de su cuerpo, arrancado de él. Cuando
miró se había quedado solo. Incluso las Castas Aladas había desaparecido en
la noche, y le habían dejado de rodillas en el polvo, en silencio, mirando hacia
abajo, al lugar en el que Cat había estado, incapaz de creer lo que sabía.
— Había rumores de que se habían ocultado en América del Sur una vez más,
después de escuchar de que castas aladas femeninas sobrevivieron, Rule
intervino. –Les hemos enviado mensajes, ofreciendo ayudarlos, pero nunca
más volvimos a oír nada.
Les había ayudado, pensó Graeme. Él los había ayudado. La tecnología que
poseían, que les permitían permanecer invisibles incluso para los sentidos
Castas, él se las había dado. La armadura en su ropa de cuero, se las habían
dado, de la misma forma que había creado la terapia que fortalecía los
músculos de las alas, lo que les permitía añadir más músculo a su cuerpo y
aún volar.
Los encontraría, a los cabrones con alas, mataría a Keenan. Y a los otros que
tuvieron que ver. Haría que los bastardos gritaran por días antes de
permitirles morir. A continuación, uno por uno, él se ocuparía de lo
desconocido y de sus dirigentes, los seis jefes. Los Espíritus Guerreros Navajos
no hacían nada sin que los jefes lo supieran.
— Graeme. —
El hermano de Claire había estado allí. Había sido quién tomó a Cat de sus
brazos, devolviendo la mirada a Graeme con pesar.
Sangre.
Graeme sabía que Jonas era consciente de quién era él, Jonas sólo no había
podido demostrarlo.
— Entonces, ¿por qué infiernos has estado fingiendo darle caza? — Lobo
espetó. — La búsqueda que ha realizado ha conducido aquí a cada soldado
casta del Consejo de Genética y científico que existe. —
— Ese era nuestro plan, — dijo Graeme distraído. — Nos hemos reunido
después de la última dosis de la terapia de Amber. Yo no podía dejarlos a él y
a Rachel atormentados con preguntas acerca de su cambio. Cat se habría
enojado conmigo, si se enteraba que Rachel lloraba, temiendo por su hija.
Antes de eso, nos hemos comunicado con frecuencia, aunque rara vez
confiaba en mí y se negó a cooperar. Aún así, la intensidad de la búsqueda
nunca fue, como se percibió—
Su Cat.
Elena creía que Cat había muerto en sus brazos a los seis días de edad de la
anomalía genética con que ella había nacido. Y ella todavía lloraba al hablar de
ella.
— Hijo de puta, ustedes dos deberían haber sido gemelos,— Rule maldijo con
incredulidad.
Sin voluntad.
Identificar topos y renegados y en los que podía confiar para que él pudiera
fortalecer vínculos con las comunidades Casta, la política y las de
infraestructuras—
— En pocas palabras—
No podía serlo más. Sin Cat, no había nada por que pelear.
Hay unos cabos sueltos que atar, y una llamada que hacer a Benjamín Foster
para decirle adiós. El hombre que llamaba padre, lloraría, pero no pudo
encontrar ningún pesar por eso. La información que había acumulado desde
que era un niño, Graeme tendría que reunirla y asegurarse de que iba a un
vigilante apropiado.
Jonas era la respuesta obvia, pero Graeme ya había elegido a otro, cuya fuerza
y capacidad para ver más allá de los juegos, serviría a las Castas mucho más
cuando se trataba de tal vasto conocimiento.
No, él no era Judd. Era Cullen. Graeme no esperaba que su hermano llegara.
— No debes estar aquí— Graeme suspiró, frotando una mano por su cara,
sorprendido al sentir la humedad.
— Como uno de los desconocidos, debes saber dónde están,— Rule espetó,
el conocimientos que poseía, ya no se considera un secreto. — ¿Dónde están,
Cullen?—
Hacer las llamadas. Recopilar la información y asegurar que Cullen tenía todo
en su lugar para asegurarlo correctamente.
Mirando hacia abajo, vio el viejo osito de peluche marrón que había pedido a
Khi.
Había todavía una ligera huella de sangre en el, cuando mató a un guardia que
intentaba tomarlo. Debería haber muerto por la transgresión, pero había sido
demasiado importante como para que lo mataran.
— Graeme, Cat no querría esto para ti,— Khi susurró, su voz estrangulada,
llena de lágrimas.
— Ella no está aquí para tomar esa decisión,— gruñó. –Se ha ido, Khi. Se la
llevaron. No puede dar su opinión.—
Una mano estaba apoyada en su cadera, mientras lo miraba con los ojos
entrecerrados, pese a toda su bravata y desafío y del olor de su lujuria y las
emociones turbulentas que corrían a través de ella, él pudo sentir el
agotamiento.
— Ya era hora. Venga, todos, vamos a darles un poco de paz. — Cassie pasó
junto a él con un suave empujón y entró en el dormitorio, sonriéndole a Cat.
Amor. Había dudado cuando ella había hablado de eso, pero en las muchas
horas desde que la sintió morir en sus brazos, se había dado cuenta
plenamente, que lo que él sentía era amor, pero mucho más también.
— ¿Lo sientes?— susurró, cuando tocó su cara, sin creer que ella estaba allí,
para probarse a sí mismo que no era una alucinación, enloquecido por su
desesperación, por tocarla, una vez más.
Y él tenía que tocarla. Sus labios entreabiertos para él, suaves como la seda y
tan tentadores.
— Hablaremos más adelante— Más tarde. Tenía que besarla, tenía que
abrazarla, mostrar su amor por ella. — Hablar más tarde—
Rápidamente bajó la cabeza cubriendo sus labios con los suyos, su hinchada y
dolorida lengua penetró sus labios para barrer en su interior.
Ella vivía.
Su lengua se frotaba contra la suya, bromeando, cerrando sus labios sobre ella
y dibujando la rica potencia de las glándulas bajo su lengua. A continuación,
volvió a empezar, tentando a su lengua a seguirle a permitirle hacer lo mismo.
El apasionante duelo se convirtió en una danza de dar y tomar, arrancaron la
ropa de cada uno, del cuerpo del otro, decidida a estar piel a piel.
Los cordones de las botas fueron triturados, el cuero pateado a un lado.
Garras afiladas rasgaron los ajustados pantalones negros de las caderas de
Cat, mientras las garras de Cat desgarró la pretina de los jeans que lo cubría,
antes de romper el material de abajo de las piernas, lo que le permitió darle
una patada para librarse de ellos. Las camisetas no era otra cosa que tiras de
material repartidas por el suelo, de ninguna manera asemejando a lo que
fueron.
Ahuecando su trasero con sus dedos con garras Graeme la levantó hacia él,
sintiendo sus muslos abrazar sus caderas, sus sedosos jugos saliendo de ella,
la cabeza de su pene presionando más allá de los sedosos pliegues,
empujando dentro del brutal dolor centrado en su vagina.
— G, oh Dios, es tan bueno,— ella gritó, garras pincharon la dura piel de sus
hombros, enterrando los labios en su cuello una vez más, mientras empujaba
de nuevo, con más fuerza, profundizando, mientras el éxtasis hacía eco a
través de sus sentidos con cada penetración dentro de su funda.
Cada empuje salvaje lo enterró aún más dentro de ella, carne sujetada con la
feroz determinación, de mantener cada pulgada dentro de ella. La respuesta
instintiva de las mujeres castas con su pareja masculina, asegurar que el
macho luche por la posesión, mientras que el dolor de éxtasis en cada
embestida intensifica su placer, así como el de su compañero.
La belleza del mundo que encontraron en esos frágiles segundos dentro del
alma del otro, borró el doloroso pasado, los secretos y los miedos.
Si llegara la muerte mañana, no se iría el uno sin el otro. No existirían sin la
posibilidad de encontrar tanta belleza de nuevo. No existiría sin el amor, el
refugio y la paz que se encuentra en la búsqueda del uno en el otro.
Como el último pulso brutal placer que los estremeció a través de sus
sentidos, y de ese momento en el tiempo, se desplomaron sobre la cama, el
agotamiento los inundó, tirando de ellos en un sueño tan profundo, tan lleno
de confort que curó las heridas del pasado, las pesadillas; y temores
lentamente empezaron a remitir.
El monstruo lo había sabido, así como sabía que otros monstruos existían
también. Algunos dormían, otros esperaban, unos pocos luchaban, pero
existen con un solo propósito: cuidar a la compañera que juraron proteger.
Capitulo Veintitrés
Cat despertó lentamente, sus pestañas elevándose con suaves aleteos, giró su
cabeza para mirar a su compañero, dormir a su lado.
Dormía profundamente, pero una parte de él, nunca dormía, ella lo sabía. Lo
había intuido antes, con un vago temor, lo aceptaba ahora con gratitud.
Cualquier parte primitiva, ferozmente inteligente, era esa parte de Graeme,
esa parte que existía en realidad, ¿que era?, ella no estaba segura. Pero sabía
sin lugar a dudas que garantizaba la supervivencia de Graeme, asi como la
suya propia.
Cuando ella no hizo nada más, que permitir que aflorara, una pequeña sonrisa
en sus labios, mientras reconocía, que cierta parte de Graeme era consciente
de ello, casi podía sentir el cambio de enfoque en ella, para asegurar una vez
más, que no había amenazas presentes.
Tal vez fue un instinto que todas las Castas tuvieron en algún momento. Esa
percepción sensorial que les despertaba cuando el peligro se acercaba, o les
advirtió del peligro. El subconsciente, aunque en Graeme parecía muy hábil.
Sea como fuere, el monstruo como él lo llamaba o el instinto como ella
pensaba de él, fue quien lo mantuvo despierto, con deseo de venganza, que
de lo contrario, en un momento, Graeme habría muerto.
Ella había luchado, y también había sufrido la vida de la otra mujer, tuvo que
soportar la insaciable necesidad de libertad de esto, la necesidad de sostener
al hombre, al Casta al cual sabía que pertenecía. El único que sabía que le
pertenecía.
La criatura que había previsto el Dr. Foster, había superado con creces sus
sueños, ella se dio cuenta. A partir de ese momento Gideón podría haber
escapado. Podía haberse deslizado del centro de investigación y desaparecer
totalmente, pero para hacer eso, él habría tenido que dejar a Cat. Su hermano
era lo suficientemente fuerte como para seguirlo, pero no lo era su Cat. Y más
adelante, Bennett llegó y sintió la amenaza que el alfa Bengala podría ser, se
aseguró que no hubiera manera que Gideón pudiera escapar sin la posibilidad
de descarga armas. Graeme se había negado a la posibilidad de supervivencia
de Cat, en un tiroteo.
Una vez que había logrado su liberación y escapó, ella y Judd habían forzado
la transfusión para salvarle, asegurar una supervivencia, que se hubiera
producido mucho más lentamente, posiblemente garantizando su recaptura
mucho más rápido, sus sentidos animales, así como respuestas humanas se
amotinaron. La hormona del apareamiento ya había sido encontrada en su
sistema, aunque no en Graeme a pesar de las pruebas que alertaban de su
presencia. Una vez que su sangre se unió a su pesar, el Dr. Foster había
temido que se apoderaría de Graeme y crearía necesidades y deseos que Cat
era demasiado joven para enfrentar, y Graeme era demasiado honorable para
tolerar. Que lo destruiría.
Había querido que ella tuviera una vida primero. Para ser libre.
Esa necesidad, que había tenido para ella había sido clara, tanto que una
parte de él se preguntaba cómo podría sentir su alma satisfecha, antes de eso.
A través de los años después de que ella había escapado a Nuevo México,
creyendo que estaba viviendo esa vida de libertad, Graeme había comenzado
un juego tan magistral de astucia, que le había asombrado. Sus instintos
animales, las hormonas de apareamiento en su sistema empujaban al animal
a encontrar Cat cuando Graeme todavía sentía, que era demasiado joven; lo
había distraído un momento, sin embargo, cuando los soldados que había
enviado el consejo de genética estaban demasiado cerca.
Esa recaptura, que ella sintió y vio mientras estuvieron bloqueados, en esos
momentos que ella había sido una parte de él, le mostró lo que el Casta se
había negado que viera. Él había soportado la muerte, tres veces. Sobrevivir a
la crueldad de Bennett habría sido imposible, si el monstruo que albergaba
dentro de él, no se empujara con una fuerza sobrehumana. Esa voluntad de
vivir, para sobrevivir y para garantizar su seguridad y supervivencia ha sido
todo lo que lo salvó. Y permaneció independiente hasta que el investigador
había ordenado una renovada búsqueda de la mujer que posee las influencias
hormonales, que creía eran la clave para la capacidad de Gideón de sobrevivir
a cada una de las disecciones, en vida.
Su vida después de ese momento era brumosa, incluso para él. Años de
inteligencia, astucia y cálculo instintivo fue todo recordaba. La fuerza del
abrazo del monstruo, habían sido uno brutalmente decidido a lograr un
objetivo. Garantizar la seguridad de Cat. Él había recogido deudas para que
Gideón eventualmente las cobrara. Él había buscado a esos Castas y seres
humanos que sintió marcarían su mundo y se aseguró que le debieran al
Bengala, de manera de asegurarse, que nunca fuera revelado, a aquellos que
podrían ser un peligro.
Trece años de infierno, que tanto había sufrido hasta ese momento. Al
segundo en que había abierto sus ojos, mantuvo al animal enjaulado dentro
de su rebelión, mientras ella dormía se quedó mirándola, levantó los dedos
con forma de garra para tocar su cara, un pequeño ronroneo sordo, sonó en
su pecho.
Yo estoy aquí, mi gatita, le susurró. Se fuerte para mí, solo un poco más de
tiempo. Espera por mí.
— Eso nunca te detuvo antes. Espera mucho más y desistiré. Voy a desistir
de ti, G. Estoy renunciando a... — Cuando sus ojos se cerraron una vez más el
monstruo había crecido, ámbar llenó sus ojos, un rugido retumbo en su
pecho.
Estaría maldito si ella quisiera darse por vencido. Ella quería que se diera
prisa, había exigido prisa, podía aceptar las consecuencias más adelante.
Excepto que ella no lo había aceptado. Ella luchó, haciendo estragos en él,
casi lo odiaba por no revelar las verdades que temía eclipsaran amor con
compasión. Tendría su amor, él tendría a la compañera que había percibido, la
noche que se arrodilló junto a su cama; al darse cuenta en un cegador
segundo, que era la Cat que había conocido siempre. Ella le pertenecía a él,
totalmente. Su vida, su corazón, su compañera.
— Separarme de Orrin y Terran y de los primos fue la parte más difícil, dijo
con pesar. – Ellos te aman y te quieren separada de Claire. Claire sacó fuerza
de ellos.—
Cat tragó, antes de empujarse con fuerza lejos de él, lo suficiente como
para darse vuelta y permitirse sostener su mirada. — No sé— Y ella tampoco.
Con el ceño fruncido, ella luchó para recordar más de las vagas impresiones
con las que había despertado.
— Orrin dijo que te sentirías de esa manera— Ella asintió, todavía luchando
contra la niebla que la llenaba, esos recuerdos. — Sentí algo más allí,
Graeme— Ella miró detrás de él, ese sentido del conocimiento era tan fuerte,
que ella se sintió frustrada por su incapacidad para recordarlo. — No sé lo que
era, pero algo más estaba allí. —
— Cat, fuera lo que fuera, vendrá a ti una vez que tu sentidos los hayas
trabajado, — él le prometió— Has pasado muchos años con tus sentidos
castas atrapados de alguna manera, incapaz de estirarse completamente y
aprender a procesar correctamente la información, tardará tiempo para que
puedas fortalecerlos. Una vez que lo hagas, esas impresiones se
fortalecerán—
Tal vez tenía razón. Colocándose más contra su pecho, una mano sobre su
corazón, se obligó a dejar su incapacidad para recordar lo que había sucedido
con facilidad.
— Hay tantas cosas de que hablar y tanto que quiero hacer, — dijo
entonces. — Los padres de Honor se enfrentará a Jonas y a Rule,
probablemente hoy. Pero Honor estaba desesperada por comunicarse con
Stygian y luego con sus padres. La cuestión de sus propios padres, se contuvo
sin saber qué decir.
Sus padres. De repente estaba tan asustada de verlos, que ella rechazó al
instante una reunión tan pronto.
— Debemos esperar. —
Dos dedos duros presionaron sus labios, mientras una sonrisa libertina
curvó sus labios. –Ni que decir. Voy recordarte eso en el futuro, estoy seguro.
Confía en mí ahora, Cat, no tienes nada que temer de tus padres. Te prometo
eso. Si no crees en nada más, cree en eso. —
— Creo en ti, susurró, sus labios se deslizaron y dejó que sus labios tocaran los
suyos. — Siempre he creído en ti, G— Incluso cuando ella no lo admitía a sí
misma, ella sabía, que siempre había creído en él, que siempre lo amó.
Era su G. Su amor y su vida. Con él, todas las cosas eran posibles.
Epílogo
Cat tuvo que recordarse eso a sí misma muchas veces, una semana más
tarde, cuando ella y Graeme volaron a Windows Rock, seguros en el heli— jet
cortesía de la oficina de Asuntos Castas.
El furor había sido ignorado por Cat, a favor del calor de acoplamiento y
aprender tanto como fuera posible acerca de sus padres que estaba a punto
de conocer.
Helena Graymore había entrado en lucha por los derechos de los niños
Castas y el rechazo de los castas; a que la comunidad sometieses a los pocos
descendientes y niños castas vivos, liberados de los laboratorios a más
investigaciones o experimentos etiquetados como evaluaciones.
Recientemente había llevado su pelea a Europa, donde a los Castas le fueron
negadas visas para viajar y fueron obligados a someterse periódicamente a
"evaluaciones", que se rumoreaban eran tan invasiva como la investigación
realizada, antes de que fueron liberados de los laboratorios.
***
Ella había orado por que fuera cierto, porque al conocer todo lo relacionado
con sus padres, ella ya les amaba. Sería devastador para ella saber que era
una decepción para ellos, de alguna manera.
***
Kenneth Graymore quería pasearse por la oficina que el Director Breaker le
había mostrado a él y su esposa. La habitación ricamente equipada era más
que una gran sala de estar. Un cómodo sofá y dos sillas con respaldo de ala,
frente a una radiante chimenea que daría a un fuego de leña real, lo que una
buena nota al ambiente y calidez. A un lado de la sala estaba un comedor de
madera oscura y la estación para calentar los alimentos. Al otro lado una
mesa de billar, así como varias estaciones de juego de video una alfombra
suave y espesa cubría el área y pesadas cortinas especialmente desarrolladas
por una de las empresas Graymore, que las había producido para proteger
contra la intrusión electrónica, fueron colgadas firmemente sobre las grandes
ventanas que daban hacia el desierto detrás de la tercera planta del almacén
reformado.
Helena había llorado y rabió durante semanas después de que Foster había
llegado a ellos — un amigo que creía muerto por más de una década— a
contarles la historia de la niña que creían muerta y de los experimentos que
en última instancia salvaron su vida y la pusieron en mayor peligro .
Ella tenía la mirada de su madre. Catarina y Helena podrían haber sido
hermanas, casi gemelas, se veían muy similares. Ella era su mini— yo; riendo
Helena había llamado al bebé asi, antes de su nacimiento. La horrible verdad,
que su pediatra había sabido del defecto genético de su bebé, y que no fue
tratada, como podría haber sido tratada in vitro, le enfurecía. Ese problema
en particular podría ser curado antes del nacimiento si se detectaba a tiempo,
pero no después del nacimiento. Lo hizo para permitir que Phillip
Brandenmore adquiriera a un niño con tal problema y experimentara con él,
el defecto había sido tapado en los exámenes fetales y escondido como si
nunca hubiera sido detectado.
El Dr. Foster no les ocultó la verdad cuando él vino a verlos. Él le había dado
los archivos, contestó sus preguntas directamente y sus propias lágrimas
habían caído cuando Helena se había derrumbado gritando horrorizada, al
saber del dolor que había sufrido su hija. De no haber sido por los dos
guardaespaldas Casta lobo que lo acompañaban, para proteger a su esposa,
Kenneth lo habría matado con sus propias manos.
Helena, — Ella ha sufrido tanto, — dijo entonces, una vez más, no por
primera vez. — Nosotros no la protegimos. Ella tendría que culparnos por no
protegerla. El sollozo que escapó de ella y las lágrimas que caían por su rostro
rompió su corazón.
— Helena, todo lo que podemos hacer es amarla,— repitió su respuesta, tal
y como lo había hecho la semana pasada. — Ella es nuestra hija, una parte de
nosotros, y nos gusta más por su increíble fuerza y voluntad de amar. Ella
tiene todo el derecho de culparme a mí, su protección era mi responsabilidad,
no tuya. Una hija ama siempre a su madre, sin embargo. Ella te amara, cariño.
Ella no será capaz de ayudarse a sí misma— Mantuvo su tono alentador y
seguro, lleno de esa fuerza interior a la que ella siempre había respondió. Esta
mujer era su roca, ella siempre lo había sido. Sin ella estaría totalmente
perdido en el mundo.
Cómo Catarina se sentiría acerca de él, no estaba tan seguro. Ella tenía todo
el derecho a odiarlo, a culparlo por no ver la verdad. Tenía que haber habido
signos. Algo había faltado que él debería haber visto, simplemente porque ella
era suya y de Helena, una parte de su corazón y de su alma. Cuando la había
perdido una luz que nunca podría ser sustituida en su vida, se había
extinguido.
— Y a su padre. La voz los hizo saltar a sus pies y volverse hacia la puerta, la
pura dulzura en ella, le recuerda a su madre, ambas impactantes.
— ¿Qué pasa con el padre?— Catarina le pregunto otra vez mientras tenía
la mano en el Casta que había dispuesto la reunión. — ¿No necesitan a sus
padres así?—
Su garganta estaba apretada, alegría, con lágrimas, furia contra las fuerzas
que la tomaron de él y el asombro que estaba delante de ellos ahora.
— No lo sé,— dijo, su tono ronco, sonando casi roto. — Pero los padres
necesitan a sus niñas, independientemente de su edad. No importa los años
que los separen. –Necesitamos a nuestra hija, afirmó entonces. Se llevaron la
luz cuando te robaron. Te necesitamos de vuelta, bebé. — Su voz se rompió,
estrangulada, y una lágrima se deslizó más allá de su control. — Necesitamos
que regreses. —
***
Le necesitaban. No solo la querían. No sólo la aceptaban.
Ellos la necesitaban.
Amada...
Y completa.
***
Más allá de la sala Cullen Maverick estaba parado detrás de la puerta,
apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, su mirada en el patrón
abstracto de la planta de cemento compuesto.
Era una Casta Bengala, pero él no podía oler las emociones y los vínculos,
las conexiones y los temores que él sabía venían de la sala. No podía tocar la
tierra y conectarse a ella, sentir sus advertencias y sentir los estados de ánimo
como otras Castas. Él estaba en la oscuridad cuando se trata de los dones y
talentos de su Casta. Incluso no había sido capaz de acoplarse a la mujer que
había amado, para salvarla de la enfermedad que diezmó a su cuerpo.
Era tan fuerte como cualquier Casta, tan inteligente, aunque en diferentes
áreas, como Gideón o Graeme, se recordó a sí mismo. El Dr. Foster no había
esperado gemelos de los embriones que habían mutado con la genética
animal y el seleccionado ADN humano. Definitivamente no esperaba un Casta
defectuoso. Él probablemente fue afortunado, porque no lo mataron al nacer
como lo hicieron con otros.
Cullen miró a su hermano cuando dejó que una sonrisa burlona curvara sus
labios.
— ¿Quieres saber cómo sé que te equivocas?— le preguntó a Graeme.
Al verlo salir, Graeme dejó que una sonrisa satisfecha curvara sus labios.
— ¿Por qué crees que no te permití saber que estaba cerca, hermano?—
murmuró entre dientes, el pesar y el conocimiento llenó el pesado suspiro
que soltó. — Maldita Casta obstinada. Parece que tu gran hermano va a tener
que arreglarlo para ti—
Él sonrió y se volvió hacía ella rápidamente. Había que convencerla. Ella era
convencible. Sólo tenía que explicarlo de la manera correcta, usar las palabras
correctas, por así decirlo.