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Esta es una traduccion hecha de fans para fans, sin fines de lucro. Favor no
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Paranormal. Muchisimas gracias por respetar esta pequeñisima petición. Y en
caso de que contéis con la aprobacion de las administradoras para publicarlo
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El Staff de Sigma Draconis™:

• Adriana
• Claribel
• Cinthya
• Gabriela
• Monica
• Rosa
• Laura
Encuentra tu montaña y da el primer paso. . .
Escálala.
Encuentra tu canción y da el primer aliento. . .
Cántala.
Encuentra tu historia, recoge tu pluma. . .
Escríbela.
Encuentra esa foto perfecta, cámara en mano. . .
Tómala.
Cualquiera que sea tu sueño, donde quiera que exista, extiende la mano hacia
ello. . .
Vívelo.
Sube tu montaña. Canta tu canción.
Escribe la historia. Toma esa fotografía.
Vive ese sueño.
Hazlo ahora, antes de que te des cuenta, de que el tiempo para ello ha
pasado.
El Mundo de Los Castas

Ellos no son shifters u hombres lobo. Ellos son experimentos de ingeniería


genética. Creado para ser súper soldados y ratas de laboratorios avanzadas,
para la investigación de nuevas terapias medicas, para la población humana.
Ellos no fueron creados para ser libres. Ellos incluso no fueron creados para
vivir. Existían para servir a los hombres y mujeres que los crearon, los
torturaron, los llenaron de rabia y de un hambre de libertad. Ahora son libres,
viven y ponen al mundo, y a sus compañeros, en llamas.

***
PROLOGO
INVESTIGACIÓN BRANDENMORE
CENTRO SUBTERRÁNEO DE INVESTIGACIÓN GENÉTICA

Cat se quedó mirando la blanca pared de la celda en la que había crecido y


gritó. Ella no había llorado en mucho tiempo.

Le dolía a G cuando lloraba, por lo que había dejado de llorar cuando tenía
miedo, desde que tenía cinco años. Tenía doce años ahora, y salvo que las
terapias dolieran tan mal que no pudiera soportarlo más, no lloraba.

Esto dolió más que las terapias, sin embargo. Este daño era peor, que incluso,
cuando le había rogado a G, que la dejara morir.

Porque G había desaparecido.

Al menos, todas las alarmas ya estaban tranquilas. Fueron las alarmas la que
las despertaron y al único otro ocupante de la celda.

Primero la mamá y el papá de Honor, se habían llevado a Honor a casa. Ahora,


ellos le dijeron que G se había ido, que él había escapado. Pero G no era un
niño y él no se habría escapado sin llevarse a ella y a Judd con él. Él no
lo habría hecho. Ella sabía que él no lo haría. Y su osito de felpa se había ido
también. G sólo le dejaba tener al osito de felpa cuando, volvía de sus
experimentos y su cuerpo entero parecía que estaba siendo desgarrado.
Entonces él, la dejaba abrazarlo, así como él la abrazaba.

— Él tomó mi osito de felpa, — susurró ella. — Debe de haber estado muy


asustado, Judd. Debe haber sabido que los hombres con la ropa negra iban a
tomarlo. — Judd era un Casta Bengala, al igual que G, pero él le había dicho
que el Bengala de Judd, estaba dormido. El Doctor Foster había dicho que
estaba recesivo. A veces G trataba de explicarle cosas, como si no fuera lo
suficiente madura. Ella creció. Ella ya sabía un montón de cosas. Y sabía que
Judd había dormido a su Bengala. No estaba despierto, porque él no le
permitía despertarse.

Judd era lindo, aunque con el pelo suave negro y ojos profundamente verdes.
Parecía tener un maravilloso bronceado, pero era solamente, su color de piel.
Un suave color oscuro terroso, que la mayor parte de las Castas compartían.
Era tan alto como G, aunque no con tanta fuerza en sus músculos. Miraba
todo, todo el tiempo y a veces G le explicaba las cosas, pero Cat sabía que
esas cosas, Judd ya las había entendido.

— Los hombres con la ropa negra no lo tomaron, Cat. — Yacía en su catre,


solo mirando fijamente el techo, como siempre lo hacía. Él le había dicho una
vez, que si lo miraba fijamente y con bastante fuerza, entonces su mente lo
llevaba a sitios, donde podía correr libre.

Ella nunca había sido capaz de hacer eso, sobre todo porque G siempre estaba
hablando con ella, contándole cosas; que le dijo, tenía que recordar.

Pero ella, se acordaba de todo lo que escuchaba y lo que veía. G sólo tenía
que decirle las cosas, una sola vez.

Cosas como, si los hombres de trajes negros vinieran por ella, que no
estuviera asustada. Que no luchara contra ellos, que mantuviera la
calma, porque él la salvaría antes de que la pusieran a dormir. Los hombres de
la ropa negra, se habían llevado a todas las otras personas mayores, que
habían estado tomando las terapias por años. El Dr. Foster estuvo muy triste,
cuando se los llevaron y ella oyó, que le dijo a G, que al menos, a ellos no les
harían daño nunca más.

— Los hombres con la ropa negra se lo llevaron, Judd. — Ella apretó los brazos
alrededor de sus rodillas para evitar mecerse hacia adelante y hacia atrás. —
Mi peluche se ha ido. — Y ella necesitaba su osito de peluche, cuando G no
estaba. Estaba tan asustada. G no le haría eso, a menos que él
tuviera miedo.
— Gideón no se asusta, Cat, — le recordó.

Le había dicho eso muchas veces a lo largo de los años.

— Él no nos dejaría. — Ella sabía que no lo haría. G la amaba, y él sabía que


ella también amaba a Judd. Y él salvaría a Judd también, porque ella nunca
sería capaz de dejarlo atrás, para que sufriera.

— Gideón se escapó, Cat. — La voz de Judd era hueca, resignada. — Tienes


que aceptar eso. Yo no sé por qué tomó el oso de peluche, pero sé que los
soldados no se lo llevaron—

Necesitaba a G. Él la protegía. Él hizo que el infierno fuera soportable y le dio


esperanza. Y Judd estaba equivocado. G no la dejaría. Él sólo no haría eso. G
sabía que no tenía ninguna otra persona. Ella no tenía a nadie más que a G. . .

Cuatro Meses Después

Habían tomado a G, y ahora se la llevaban a ella y a Judd.

Cat observó a los hombres con las ropas negras, a medida que avanzaban por
el pasillo hacía la celda. No quedaba nadie en el centro de investigación ahora,
sino ella y Judd. Ellos se los llevarían, lo sabía a ciencia cierta. Ella era, lo que
uno de ellos llamó, una decepción, durante la última terapia.

— Recuerda, Cat, no luches. Mantén la calma, — Judd murmuró mientras se


ponía de pie a su lado.

— No digas nada. No les diga nada—

Pero G no los salvaría.

Judd pensó que lo haría, pero ¿cómo podría, cuando los hombres con los
trajes negros lo habían tomado y puesto a dormir?

No iba a luchar, sin embargo. Ella se lo había prometido a G, que no lucharía


en el centro. Esperaría. Vería. Si él no viniera por ella, a la primera
oportunidad, después de que saliera de los laboratorios, correría. Él le
prometió que habría una oportunidad.

Trataría de correr, igual que él le había enseñado. Ella correría y se


escondería, crecería y aprendería el resto de las lecciones de lucha. Cuando
las conociera todas, entonces averiguaría quién dio la orden de poner a G a
dormir, y le haría sufrir.
Entonces ¿qué haría? Ella se preguntó. Porque no podía imaginar la vida sin G
después de eso.

— ¿Me oyes, Cat? — Su voz se endureció, sonando casi como G.

— Te escucho. — No hubo tiempo suficiente para decir nada más.

Los hombres con las ropas negras estaban en la celda. Con fuerza lo afrontó,
sus ojos eran tan planos y fríos, sin misericordia o compasión.

La puerta de metal se abrió sin hacer ruido.

— Vamos, estás de transferencia, — el más alto anuncio mientras se trasladó


hacia Judd. — Gira—

Judd se volteó, sin siquiera inmutarse, le ataron las esposas de plástico muy
duro alrededor de sus muñecas.

Volteándose, Cat puso las manos detrás de la espalda también.


Los dos hombres se echaron a reír. — ¡Sí, eres una real amenaza! — el más
pequeño se burló antes de abofetearla en la cabeza dolorosamente y
empujarla hacia la puerta— No voy a perder mis restricciones en ti—
Eso fue un error, pero ella no iba a decirles eso.

Ella era muy pequeña. Parecía frágil. Pero un animal se escondía en su


interior. Ellos no lo esperarían y no estarían preparados para eso. Para
alguien, decidida a vivir.

Cuatro Horas Después


En Algún Lugar de las Montañas de Pensilvania

Judd se preguntó si debería estar en shock.

Se quedó mirando al guardia que se había metido en la parte posterior de la


furgoneta con ellos. Estaba tirado en el suelo, un lado de su cuello desgarrado,
mientras miraba hacia el techo de la camioneta, sin ver.

Cat no había sido desordenada al respecto. Se había movido tan rápido, con
tal precisión mortal y con unos pequeños afilados dientes y garras, que al
principio Judd, no estuvo seguro si había imaginado lo que estaba viendo.
Hasta que ella había llegado al cinturón del guardia, recuperado el dispositivo
de liberación y aflojado las restricciones de los tobillos de Judd y de sus
muñecas.
Ella regreso a la estrecha banca, se acurruco en la esquina y se quedó mirando
la estrecha ventana donde el paisaje pasaba en una bruma de sombras
nocturnas.

— G dijo que tenía que estar lista, susurró. Nosotros vamos a tener, una sola
oportunidad para correr—

Ella aún creía, que Gideón, había sido tomado. Nadie había sido capaz de
convencerla de que Gideón, había escapado y los había dejado a ella y a Judd,
allí solos, hasta que el Dr. Bennett, el nuevo director del centro, pudo
organizar, que los trasladaran a las instalaciones de eutanasia.

¿Qué iba a hacer cuando se diera cuenta de que Gideón estaba realmente
vivo?

— Cat, escúchame. — Se arrodilló junto a ella, cuidadosamente Judd extendió


la mano y le tocó la cara sucia y la giró hacía él.

Gideón se iba a poner como loco. Los técnicos del laboratorio no le habían
permitido a Cat, bañarse adecuadamente, desde que Gideón huyo. Su cabello
colgaba en sucias cuerdas y la suciedad le empañaba el rostro y las manos.

— ! Gideón estará aquí. . .!—


Ella sacudió la cabeza con fuerza. — Él no me dejaría así. Diminutos dedos se
cerraron en puños. — Él no me dejaría, Judd. —

— Para salvarte, él te habría dejado, Cat—

Un gruñido salvaje y el chasquido de unos incisivos diminutos, lo hicieron jalar


su cabeza atrás instintivamente, mirándola fijamente en shock.— ¡G no haría
esto! — El dolor en su cara, en sus ojos, rompió su corazón. — Él no me
abandonaría. Nunca. Y él no me quitaría mi osito de peluche, incluso si lo
necesitara. — Pero tendría, si él hubiera ocultado docenas de chips flash nano
en él, que había estado llenado de información, que había robado por años.
Generaciones de experimentos, la codificación genética y la investigación de
Castas las había ocultado en aquel pequeño oso andrajoso. No había tiempo
para explicarle todo eso, sin embargo.
Se les acababa el tiempo.

El disparo de advertencia de Gideón sonó y encendió el cielo nocturno como


el 4 de julio.

Lanzando a Cat al suelo, Judd cubrió el ligero cuerpo con el suyo, recordó
claramente a Gideón advirtiéndole. Si Cat recibía, siquiera un rasguño,
entonces él le sacaría la piel.
Judd hubiera preferido recibir el rasguño de desilusión, en vez de la chica,
cuando viera quién venia a rescatarlos.

***
G.

Realmente había escapado. Se había alejado de ella, y ahora, se estaba


muriendo.

— Ha perdido mucha sangre, Judd. — Ella estaba desesperadamente


tratando de detener el flujo que salía de su pecho y mientras la miraba,
incluso la parte blanca de sus ojos se volvieron de ese misterioso ámbar jade
moteado. — Tenemos que transfundir...

— No... — El gruñido en la voz de G era un sonido horrible.

Ella lo miró en estado de shock. Nunca había sido un casta razonable, pero
esto era una locura.

Levantando la mirada hacia al casta frente a ella, ella le rogó en silencio


ignorar las órdenes del casta, que ambos libremente, habían aceptado años
antes, como su alfa.
— Si él muere, nunca te perdonaré — ella sollozó cuando Judd dejó caer su
cabeza, haciendo caso omiso de su suplicante mirada. — ¿Me oyes Judd?
Nunca te perdonaré. –

— ¡Le mataré! — G jadeó, el calor de su sangre, todavía reposando sobre sus


manos.

— No hagas esto, Gideón. — Judd le devolvió la mirada ahora, sus ojos verdes
jade, destellaron como un gato, con una llama interior que nunca antes había
visto. — ¡Por favor, no hagas esto!—

— Sabes que no puede pasar— G tosió.

— ¡G, por favor! ¡No me puedes dejar sola! — le rogó desesperadamente, sus
lágrimas mezclándose con su sangre, mientras trataba de hacerle entender—
Me mentiste, G. Me dejaste una vez. No me dejes así. No puedo vivir si me
dejas así—

Los sollozos sacudían su cuerpo, estremeciéndola, mientras ella hacía que la


mirara. Ella tenía que hacerle entender.

Ellos vendrán tras nosotros. — ¿Cómo podemos luchar sin ti? Por favor, G. no
quiero luchar sin ti. —
— "Mi gatita" — Su voz era tan débil que la aterrorizó, su mano temblaba
mientras trataba de alcanzar las lágrimas que caían por sus mejillas. — Vive,
Cat. Por mí. Me lo prometiste. —

Ella le juró, que viviría. Juró, que nunca renunciaría a vivir.

— No cuenta si me dejas,— ella le gritó. — No cuenta, G—

— Cuenta. . . — Un gruñido furioso rasgó de su garganta, cuando sintió la


presión de la jeringa, que Judd pego a su cuello. — No... Cabrón. — G lo
maldijo. Su mirada se volvió hacia ella, encendida con una furia verde, pura en
sus profundidades. — ¡Le mataré, Cat! Haz esto y lo mataré. Voy a matarlos a
los dos—

Ella se echó hacia atrás, viendo como su brazo cayó al suelo junto al él, sin
poder hacer nada.

Levantándose rápidamente, ella corrió hacia el otro lado, donde Judd estaba
colocando un pequeño catre con las mantas y los suministros que G había
traído. Colocó un paquete médico junto al cuerpo tendido de G, con los
suministros de la transfusión, ya listos.

— ! No! — G exigió de nuevo. — No hay suero, Judd. Sabes lo que significa.


No tenía ni idea de lo que era el suero, y no le importaba. Sabía que su sangre
le ayudaría a sanar, y eso era todo lo que le importaba.

— Te lo dije, Foster estaba equivocado, — dijo Judd, mientras Cat se acostó


junto a G, volteando su brazo para que el otro Casta, aplicara la jeringa de
transfusión en su vena. — "Maldita sea Gideón"—

— "Cat". — El gruñido hizo que girara su mirada hacia él, lo miró y se dio
cuenta, que él, sabía mucho más. — Haz esto, Cat, y vas a morir... — Gruñó.

— ¡Te amo, G! — susurró. Más que nada amaba a G, no podía dejar que la
abandonara para siempre, no importaba lo mucho, que él podría odiarla por
eso.

Mirándolo de vuelta, sintió el primer destello de miedo, por el Bengala que


reclamó como su G. El fuego verde llenaba sus ojos, cubriendo el ámbar,
borrando las negras pupilas y el blanco de sus ojos. Era aterrador.

— ¡Nunca te amé! — se mofó, ella sintió el dolor más angustioso y


atormentador de su vida, golpeando su corazón. — ¿Por qué crees que te
rescaté? Fuiste un experimento. Mi experimento. Solo eso... –
— Dios, Gideón, cállate coño, — gruñó Judd.

Antes de que Cat se diera cuenta de lo que él, tenía la intención de hacer, ya
le había dado con eficacia a G más del paralizante, asegurando que su alfa, no
pudiera seguir maldiciendo, al más pequeño de su manada.

Pero era demasiado tarde, las palabras ya fueron dichas, el daño ya estaba
hecho.

— Todavía te amo de todos modos, — susurró ella, doliéndole tan mal, que el
dolor bloqueó sus lágrimas.

Pasando de él, Cat miro hacia arriba, al cielo estrellado y se forzó a si misma a
alejarse de allí. Judd le había dicho, como él se forzaba, para salir del horror
de los laboratorios, liberando su mente, mientras su cuerpo, todavía estaba
atrapado. Cat hizo retroceder su mente a mejores recuerdos. Al sonido de la
voz de G, apacible y sensible cuando ella estaba adolorida, sacándola de aquel
hoyo horrible, que siempre sentía que le aguardada.

Logró retroceder a la seguridad y a la protección que siempre había sentido


cuando él, estaba allí. Cuando ella había creído que le pertenecía a alguien.
Creído. Había sido una mentira, tal como todo lo demás, había sido una
mentira.
El Doctor Foster le había dicho una vez, que ella era el experimento de
Gideón, y nunca entendió que quiso decir en ese momento. Pero ahora lo
sabía. Ahora sabia porque G, la había abandonado en los laboratorios, en el
cual, había sido un experimento todo el tiempo, sólo para ver, si su cuerpo
podía ser curado de la enfermedad con la cual nació. Pero, solo había sido
otro experimento también.

No había nacido Casta, se hizo una Casta a través de los experimentos. El


desesperante y horrible dolor, la agonía que duró días y días. Fue cambiada
de una chica normal, a una con un animal oculto en su interior.

El experimento de Gideón, el Dr. Foster la había llamado así, cuando era más
joven. G había trabajado con él todo el tiempo. Era más listo que nadie en
esos laboratorios. El Dr. Foster había dicho que era más inteligente, incluso
que él mismo. Y el Dr. Foster fue el que creó a los Castas.

G fue quien puso al animal en su interior. La lastimó, al igual que lo hicieron


todos los científicos, al igual que el Sr. Brandenmore lo hizo. Ella, sólo había
sido su experimento. . .

***
Ella no se sorprendió, la mañana siguiente, cuando al despertarse, encontró
que se había ido. Donde había yacido, una pieza de papel estaba doblada con
su nombre.

Corre, Judd, consigue sacar su coño lejos de aquí. Escóndela. Cuando sane, y
lo voy a hacer, voy a encontrarte. Y vas a morir. Ambos lo van a hacer. Voy a
pelar la carne de tus huesos y hacerles desear nunca haberme infectado con
esto.

El resto de la carta la dejó sin leer. Plegándola, se la entregó en silencio a


Judd, se puso de pie y comenzó a recoger y juntar los suministros y mantas, y
a colocarlos de nuevo en los paquetes.

Al menos G les había dejado mucho.

— ¿Leíste esto? — Preguntó Judd detrás de ella.

Cat asintió.

— ¿Lo entendiste, Cat? — La dulzura de su voz debería haberla sorprendido,


no creía que pudiera ya ser sorprendida, sobre todo en estos momentos.
Se encogió de hombros. — No soy estúpida. Soy inteligente, ¿Recuerdas? G se
aseguró de ello. –
Él siempre le habló, se aseguró de que fuera lista, más lista de lo que habría
sido, si no hubiera estado enferma cuando nació.

Sí. Él suspiró. G se aseguró de ello.

Él sonó tan triste, casi tan triste como ella se sentía. Casi. En su corazón, sintió
tal tristeza, que lo único que quería hacer, era cerrar sus ojos y soñar que esto
no, había sucedido. Pero no podía hacerlo. No podían quedarse aquí. Si G
regresaba, mataría a Judd, y la mataría también. Y G siempre cumplía sus
promesas.

— ¿Eras su experimento también, Judd? — Ella giró despacio, realmente


nunca comprendió, que parte, había jugado él, en el centro de investigación.
Una risa auto burlona curvó los labios del Casta.
— Soy su hermano, Cat,— finalmente dijo, suspirando pesadamente. — Pero
estaré condenado si lo sigo siendo después de esto.

El hermano de G.

Incluso Judd tenía alguien, incluso si solo era G.

Ella no tenía nadie…


Capítulo Uno

Trece Años Después


Window Rock, Arizona

El mundo la llamaba Claire.

Una vez, su nombre legal había sido Fawn.

Tampoco, en realidad, ese era su verdadero nombre.

Donde contaba, a quien contaba, era Cat, una lista, inquieta y madura Casta
felina, cuidadosamente escondida y lista para saltar. Una tigresa que fue
creciendo poco a poco, impaciente con los que la rodeaban y con todas
aquellas maquinaciones, que se estaban jugando en su contra.

Se estaba cansando de eso, hace ya bastante tiempo. De la farsa de vivir como


una mujer, que en realidad, había muerto años antes, cuando era una chica;
de fingir ser tranquila, estudiosa, y sin agallas, todo eso estaba desgastando su
paciencia.

Ella tenía agallas.


Una vez, un genetista y un Casta Bengala llamado Gideón, uno al que ella
había llamado G, se lo habían asegurado. Ella tenía una columna de acero y
estaba preparada para ponerse en marcha.

— Claire debe regresar a custodia preventiva. Con las pruebas que han salido
a la luz, de los crímenes de su padre cometió contra su familia, así como a la
comunidad casta, se convertirá en un objetivo. — Jonas Wyatt, el director de
la Oficina de Asuntos Castas, se dirigió al grupo reunido en la sala de
conferencias de la Navajo Suites Hotel justo a las afueras de Window Rock.

No estaba mal, exactamente. Lo que no mencionó, fue el hecho, de que había


sido un blanco desde la tierna edad de los doce años. Esto no era nada nuevo
para ella.

Por alguna razón, este Casta León había decidido hacerla su proyecto favorito.
Desde que supo que su padre, Raymond Martínez, había estado detrás del
secuestro de su propia hermana por el Consejo de Genética y luego de su
muerte, el Casta se convirtió en una sombra que no podía sacudirse.

Por no mencionar el hecho, de que ella era el cebo para sacar a una criatura,
que aún, ellos tenían que aprender, era demasiado peligroso, para jugar con
él de este modo.
Jonas no abordó sus preocupaciones con ella, sin embargo. Estaban dirigidas a
los miembros de la familia de Claire.

Sus extraños ojos plateados, se arremolinaban con preocupación, todo ello


envuelto, en medio de una expresión de sinceridad, que arrugó su bronceada
cara.

Él era tan sincero, como el pastor alemán que fingía sonreírle cada mañana.
Aquel bastardo le daría un mordisco en el trasero, a cada la oportunidad, si
ella se lo permitiera.

No, es que Jonas quisiera verla lastimada, a no ser que fuera, para un bien
mayor. Es sólo, que él estaba más preocupado, por ese bien mayor.

— Me parece que la decisión debería ser de Claire. El nuevo director de la


División Occidental de la Oficina Asuntos Castas — dijo un infierno de verdad
— Rule Breaker, el tío de la verdadera Claire Martínez, habló en ese
momento.

Claire tenía a un Casta león por tío. ¿Yupi, no tenía ella suerte?

Levanto la mirada de sus manos, donde ella las había colocado encima de la
mesa, y la dirigió al pelo negro y los ojos azules de Rule y se preguntó cuánto
sospechaba, cuánto sabía.

Un poco, estaba segura, aunque dudaba que le hubieran dicho todo.

— Estoy de acuerdo. — Su abuelo, Orrin, tomó la palabra— Ella es la que


limitará el período de tiempo. Ella debe decidir si esto es lo que quiere—

Oh, esto iba a estar realmente bueno.

Orrin, nunca estuvo de acuerdo con que una mujer tomara sus propias
decisiones sobre su protección. No desde que su hija adolescente había
desaparecido hace más de tres décadas.

Si ella necesitaba la confirmación, de que estaba en silencio, siendo empujada


fuera de la familia Martínez, entonces el Abuelo Orrin acababa de dársela.

El dolor en su pecho creció aún más agudo, la pesada carga de su pena, se


hundió más profundamente en su interior.

— Creo que Claire conoce los riesgos, — Jonas sugirió como si pudiera leer su
mente.

Tal vez pudiera.


Se decía, que tenía algunos locos poderes Castas en marcha. ¿Quién sabía lo
que realmente podía hacer?

— ¿Y esos riesgos serían? — El recién llegado al grupo, un Casta Lobo, Lobo


Reever, hizo la pregunta con tal arrogancia, que tuvo que reprimir una mueca
de desprecio. — ¿Por qué no le explicas antes de que nos pidas encerrar a una
joven, que de lejos parece, que no ha conocido otra cosa que la moderación
toda su vida, Director? –

Esto era tan bueno, tan clásico de G — Oh, disculpa, “Graeme”, el resultado
de tus maniobras se descubrió al momento en que Reever entró en la
reunión. Como si ella no supiera, donde el Bengala había estado por meses.
Que había estado trabajando justo, debajo de la nariz de Jonas Wyatt
haciéndose pasar por algún Casta León gerente de seguridad de las fincas de
Reever.

Graeme Parker, su culo.

¿Un Casta León? ¿En serio?

¿Cómo diablos logró sacarse el olor? Cómo enmascaró su olor de Bengala con
el de un León; era tal el toque de genio biológico y genético, que ella apenas
podía comprenderlo. Siempre supo que él era condenadamente inteligente
para su propio bien, pero incluso superó sus expectativas.

Jonas no estaba nada contento con las objeciones. Su expresión fue tan rápida
de interesada a ponerse en blanco, que Cat se preguntó si había parpadeado.

— ¿Claire? Al parecer tu opinión es necesaria aquí. — La burla sutil, en la voz


cansina de Jonas, hizo la decisión por ella.

Él esperaba que sólo estuviera de acuerdo. Algo que Claire siempre había
hecho, y eso era, el estar de acuerdo con todas las decisiones que tomaban
para su protección.

Estaba seguro de que Claire vivía... No, él sabía que ella no era Claire. Lo había
sabido desde el principio y simplemente había sido condescendiente con ella;
la uso para sacar fuera al Bengala, que estaba decidido a encontrar.

Miró a los dos hombres que habían intentado protegerla durante los últimos
trece años, Orrin y Terran. Los hombres que Claire había llamado abuelo y tío.
Cómo deseaba que fueran verdaderamente suyos, para reclamarlos.
Cómo deseaba que alguien, en algún lugar, fuera realmente suyo, para
reclamarlo.
Lo más sensato, lo más inteligente a hacer, sería llegar a un acuerdo con él. La
detención preventiva Casta no era tan mala. Era simplemente increíblemente
aburrida y una de la cuales era imposible de escapar. Esto la limitaba al punto
de ser asfixiante.

— Ella no es un niño, Jonas. — Lobo habló, sus salvajes ojos verdes se


estrecharon en el director— Estoy seguro de que no aprecia que le hables
como a uno, tampoco—
Jonas deslizó su mirada a Lobo, con una leve sonrisa en los labios, antes de
volver a Claire. Arrogante. La confianza en su rostro la hizo rechinar los
dientes. En realidad pensaba que iba a ser tan fácil de controlar, que podría
obligarla, que le sacaría verdad. Ella ya había decidido su curso de acción, no
podría forzarla a nada.

— No es un niño, Lobo, pero yo diría que definitivamente está cansada de


estar bajo el pulgar de su padre. — La confianza brillaba en su extraña mirada,
tan seguro de que caería en línea, su línea, y que haría lo que quería que
hiciera. Sabía quién era ella, lo que era, y él creía que era débil. Le había
permitido creerlo, tal como ella, les había permitido a otros creerlo.
El tiempo para esto, había pasado.

Era hora de dejar de fingir que era Claire, y ser la persona, la Casta, en que se
había convertido. Esto apestaba. Ella lo odiaba. Y esto, iba a causarle mucho
más problemas, de los que ella quería tratar, en este momento, pero esta
farsa había durado demasiado; mucho más tiempo del necesario.

— No soy, ni la marioneta de Raymond, ni la suya, Sr. Wyatt— Parándose,


ella afrontó a los hombres, hombres, que se habían reunido para decidir sobre
su protección, así como su futuro, por ella. Como si no tuviera la capacidad de
hacerlo por sí misma. Ella había tenido suficiente de eso, desde que cumplió
los ocho años.

Y a pesar que la necesidad de cautela era alta, sin duda, su capacidad de fingir
sumisión ya no existía.

— Nunca imaginé que fueras una marioneta, pero creo que tú y yo somos
conscientes del hecho, de que la asociación de Raymond con el Consejo de
Genética es más una amenaza para ti, de lo que está dispuesta a admitir. –

Fue un recordatorio.

Un recordatorio de que Raymond conocía su pasado así como Jonas, su


verdadera identidad era una debilidad de la cual no podía escapar. Y Raymond
sin duda ya había hecho un informe a aquellos dispuestos a suministrarle los
fondos, que él creyó, le ayudaría a exonerarlo de los cargos que las Castas
habían formulado contra él. La lista era extensa.
— Niña. — Orrin se levantó también, su cara arrugada, las trenzas grises y su
frágil cuerpo, un recordatorio de que la edad, estaba tomándolo, de quienes
lo amaban. Debes hacer lo que tu corazón, asi como tu espíritu, te guíe, no
aquello que los que te aman te digan que hagas. Pero el peligro no es algo a lo
que te enfrentarás sola, dijo. — Su voz era suave, pero aún así, le animaba a
enfrentar esto sin la familia de la cual había dependido como Claire Martínez.

— Nunca enfrentarás la vida, o cualquier peligro que encuentres en la vida,


sola—

Otro recordatorio, uno le había sido dado trece años antes. Habría quien la
cuidara, nunca sería lastimada, si ellos pudieran desviar el peligro primero. En
todos los años en que ella había estado protegida, bajo la identidad de su
nieta, nunca les pidió la ayuda, tampoco.

— Orrin, con todo respeto, eso es una mierda, — se opuso Jonas


bruscamente, la cólera rompió en su voz con tal fuerza, que llamó la atención
de toda la habitación. Los ojos de plata parecieron tirar a mercurio, cuando
ellos obscurecieron las negras pupilas, que se arremolinaban con una rabia
primaria, primitiva que la habría afectado, si ella, no hubiera estado
acostumbrada a tal mirada, mucho antes de que hubiera venido a esta
desértica tierra.
— Tal vez, Director, usted es el que está lleno de mierda,— Orrin sugirió
suavemente, de ninguna manera intimidado por el Casta León, tampoco. —
Este es su destino, no el tuyo. Las preguntas que pretendías buscar cuando
llegaste aquí, ya han sido respondidas. Usted tiene lo que nos aseguro estaba
buscando, la respuestas a la salud de su hija. Puede irse ahora. La seguridad y
la protección de los nuestros, la podemos manejar—

La afirmación deliberadamente arrogante de Orrin llenó el aire de ira. Con la


ira de Wyatt.

— Pero no es suya, ¿verdad? No importa cuánto ella pretenda serlo. ¿Cuando


se detendrán las mentiras? — Sus manos golpearon la mesa mientras se
inclinaba hacia adelante, la vista de las garras llenas de sangre, ahora,
sobresaliendo desde la punta de sus dedos, era una garantía de que la
genética primaria que poseía, estaban subiendo con fuerza y rapidez en su
interior. — ¿Me tomas por tonto? ¿Imaginas por un segundo que no sé quién
y qué eres?—

Él la miró fijamente, el conocimiento y la demanda quemando en su mirada. Él


con su genética superior y con esa mirada parecía recordarle. Que debería
rendirse. Que ella debía seguir su ejemplo. Que ella debería. . . mandarlo al
infierno si seguía tratando de intimidarla, de esa manera.
— ¡Te tomo por un hijo de puta!—

Antes de que pudiera frenar el impulso, la tigresa que residía en su interior,


normalmente silenciosa y bien escondida, se deslizo de su correa. Sus propias
garras surgieron antes de que sus manos abofetearan la mesa, también. Ella
podía sentir las marcas a los lados de su rostro, sombreando su carne, sintió
los incisivos bajar a los lados de su boca, sintió al animal infundido en su
genética fusionándose con el humano.

El Shock llenó la habitación. La satisfacción llenaba la mirada de Wyatt. ¿Acaso


creía verdaderamente que la había manipulado tan fácilmente? Que ella no
había considerado las consecuencias de lo que acababa de hacer.

— Usted es una Hembra Casta no registrada, Jonas gruñó, su voz era un


latigazo de helada dominación. — Vas a hacer, lo que te diga que hagas, el
único alfa que te reclame—

¿El único alfa? ¿Reclamarla? Estaba tan loco, como él creía que el Bengala que
perseguía estaba.

Afortunadamente, el reclamo no contaba si ella no quería que lo hiciera.

Lobo cayó de sus pies, aunque no por miedo, ni siquiera por cautela. Un
agudo interés, definitivamente, y tal vez, un toque de preocupación por ella,
no de ella.

— "Tú no eres mi alfa, Director," — ella le aseguró, su tono agudo, melódico,


en lugar, de áspero, como era las voces de muchos de los machos, cuando sus
animales, resbalaban libres. — Ese olor de demanda, esa mirada furiosa de
mando, no tiene ningún efecto en mí. Mi alfa me marcó hace años y ningún
otro usurpará su lugar, no importa lo mucho que lo intente.

Ella había aceptado a su alfa libremente, cuando la tigresa dentro de ella se


mostró. La marca de esa aceptación, no sólo por ella, sino también por el
animal en su interior, no podía limpiarse, no importaba que ella ya hubiera
intentado borrarla.

— Un alfa que te quiere muerta. – El aviso fue dado desnudando sus afilados
incisivos y con un destello de furia.

Bien, él realmente no tenía que lanzarle eso en su cara, ahora ¿verdad? No, es
que ella creyera que Graeme la quería muerta, pero esa era la impresión que
él, les había dado a los otros, a los que la estaban buscando. No consideró que
él fuera agradable, tampoco.
— ¿Eso es lo que crees?— Ella dejó una baja y divertida risa libre. — Confíe
en mí, Director, si mi alfa me quisiera muerta, entonces lo habría estado
desde la noche en que me encontró. Usted despertó al monstruo, Director,
por su búsqueda de Honor y la mía. Ahora nos ha encontrado. Pero crea en
mí, él nos encontró primero, y nada de lo que haga, ni ninguno de sus
proyectos, no importa cuán profundamente me entierre, lo van a apartar de
mí. –

Ella siempre lo supo, siempre lo acepto. No había ningún escape de la Casta


que era, en esencia, había sido creada cuando él había desarrollado el suero
genético que salvó su vida.

— ¿Piensas que tiene la intención de permitirle permanecer viva? ¿Te has


engañado a ti misma, creyendo que en realidad sintió algo por ti, cuándo eras
una niña? — Se mofó mientras ella se enderezaba, echaba un vistazo a sus
dedos en forma garra y despacio retrajo las agudas extensiones hasta que su
manicura, aparentemente perfecta, estaba una vez más en su lugar.
La sangre goteaba aún, de las garras del director, cayendo sobre la mesa. Dos
lágrimas escarlatas perfectas.

Levantando la mirada hacia él, ella apretó los dientes, obligó a sus incisivos
hacia atrás y con una baja y profunda respiración, contuvo la genética, que
surgía libre ante su demanda.
Era una habilidad de la cual estaba bastante orgullosa. En los últimos años
había aprendido cómo empujar esa parte de ella tan profundo que incluso las
castas, no podían oler la mutación de su ADN o a ella, podía llamarla, hasta
que el aroma de la Tigresa Bengala abrumara a todos, menos al aroma de su
humanidad.

No había un casta en la habitación que pudiera sentir a la hembra Bengala que


los había enfrentado momentos antes, estaba completamente oculta ahora.
Sin embargo, se estaba volviendo cada vez más difícil lograr ese pequeño
truco, con cada mes que pasaba.

Maldiciones se reunieron ante el fenómeno, aunque Jonas permaneció en


silencio, mirándola, el olor de la fuerza y la demanda seguía tratando de
ejercerse sobre ella. Los Alfas se caracterizaban por su capacidad para
conducir y por su fuerza. Esas dos cualidades tenían una manera de fundirse
en un olor particular, que alentaría a otras castas de carácter fuerte a seguirle,
o podría forzar a los de menor voluntad a hacerlo. Cat no era una Casta a la
que pudieran forzar, solo quiso permitirles creer tal cosa.

Ella realmente, no estaba de humor para jugar más a ese juego, sin embargo.

— Creo que realmente no importa, le aseguró. No voy a ocultarme por más


tiempo. He sufrido por la cura que esos bastardos me inyectaron en las venas,
tan sólo días después de mi nacimiento. He sufrido, al igual que Honor, Judd y
Gideón. No voy a sufrir aún más por tratar de esconderme de mi destino. Uno
no se esconde de Gideón, Director. Eso sólo lo cabrea, ¿no lo sabías? Uno lo
enfrenta, le escupe en la cara y oras divertirle lo suficiente, como para que él
tenga misericordia, cuando finalmente decida matarte. —

— ¿Puedes ser más exagerada? — él se mofó, mirándola airadamente. — No


tienes ningún alfa. Esto te coloca bajo mi protección así como bajo mi mando.
Usted no está inscrita, sin la protección y registro de un alfa o lo que un
orgullo te brinda, no tienes la opción de negar la reclamación de cualquier
alfa.

Ella sacudió su cabeza despacio. — Soy una tigresa Bengala, Director. Incluso
en el hábitat natural, ningún león desafiaría, ni trataría de intimidar a tal
criatura. No soy sumisa a sus demandas. Le sugiero dejarlo en empate.

— Una buena idea, — Lobo intervino, obviamente en lo más mínimo contento


con las tentativas del director, de forzar su voluntad. Si la señal alfa, que aún
siento dentro de ella, no es suficiente para animarle a prestar atención a sus
deseos, Jonas, entonces voy a respaldarla con mi propia posición como alfa y
con la de mi manada. Ella no está sola contra sus enemigos, o sus deliberadas
tentativas de forzarla a aceptar sus decisiones arbitrarias—
La mueca de Jonas sólo se profundizo, mientras disparaba una mirada al Casta
Lobo. — Su acuerdo con el Tribunal Casta y la Oficina de Asuntos Casta no se
extiende a la revocación de ninguna de las decisiones que tomo, Lobo,— le
informó al Lobo con frío desdén. — Esta no es su lucha—

— "No hay lucha involucrada" — Cat intervino, terminando con la maldita


postura del hombre y el concurso de meadas, en el que las dos castas
participaban. — Yo tomo mis propias decisiones. Tampoco quiero
ni necesito un hombre que las respalde, sea Casta, humano o algo intermedio.
Ella les disparó a los hombres una mirada imperiosa, decidida a dejar su punto
claro. — Soy totalmente capaz de tomar decisiones por mi cuenta, sin toda su
varonil arrogancia Casta, si no le importa—

Jonas se volvió despacio, la mirada que él le dirigió era conocida por marchitar
la confianza, en Castas mucho más fuerte de lo que ella era.
Afortunadamente, la genética que habría forzado su cumplimiento, con tal
mirada, estaba tan profundamente enterrada que sólo una indirecta de
agitación, estropeó el arco burlón de su frente, a cambio.

— ¿Piensas que eres mi igual, gatita? — él se mofó, el olor de su desprecio, de


su prejuicio, fue tan claro que casi la ahogó. Prejuicio. Para nada diferente a lo
que la gente sentía contra las Castas. Ella no era una Casta creada antes del
nacimiento, como las otras Castas, que fueron creadas. Sin embargo, al
parecer olvidó, que ella no era la única.

Ella sacudió la cabeza de nuevo. — Siempre he sabido quién soy y lo que soy,
Director. Sepa eso. Pero le advierto, tenga cuidado con la forma en que
manejas esto, de aquí en adelante, porque llegará el día en que tu hija pueda
sacar conclusiones que no deseas; y me refiero a la forma en que manejas a
una hembra que nació humana y luego se convirtió en Casta, en lugar de
simplemente ser creada. Puedo oler tu odio por lo que soy. Espero que ella,
nunca tenga que sentirlo también—

Se volvió y salió de la habitación antes de que su shock, se pudiera convertir


en rabia y la genética animal surgiera bajo la piel humana y se deslizara libre.
Él podría diezmarla y ella lo sabía.

Su formación, su fuerza, era muy superior a la de ella. Siempre había sabido


eso y ella permaneció en las sombras a causa de ello. Permaneció allí, con la
esperanza, de proteger, a uno que no necesitaba su protección, y porque
trataba de negarse la verdad a sí misma.

G. — Graeme ahora, en su lugar, la había abandonado años antes. Había


dejado que ella y Judd fueran perseguidos como perros, por el Consejo de
Genética y sus soldados. La obligó a esconderse, de una forma, que sólo le
había hecho daño y que de una manera dejó a Judd, completamente solo.
Graeme era su alfa; a él le debía su respaldo, su fuerza. En cambio él la
abandono y estaba decidido a destruirla. La había dejado madurar sola, sin su
guía; para convertirse en una mujer sola, sin nadie en quien apoyarse, y él, la
había dejado hacer frente, a una vida, fingiendo ser alguien, que nunca había
estado destinado a ser. Ella había luchado sola durante trece años, negándose
a pedir ayuda, y sólo una persona pareció darse cuenta, de que la ayuda, a
veces, era necesaria. La tranquila sombra que se deslizaba dentro y fuera de
su habitación, de vez en cuando, para entregarle un bálsamo curativo, una
férula para un hueso roto o una golosina dulce, cuando ella se había sentido
perdida, en medio del odio que enfrentaba cada día.

Rara vez hablaba con ella, rara vez supo que estaba allí, hasta que se
despertaba y encontraba los regalos.

Dane Vanderale, aliado y defensor de los castas, el heredero de una fortuna


que desafió la creencia, era un enigma, incluso para los que él ayudaba.
Especialmente para Cat, porque ella nunca había entendido por qué la había
ayudado.
Había hecho lo que su alfa debería haber hecho, lo que el casta conocido
como Graeme debería haber hecho.

Había estado allí cuando necesitaba ayuda al máximo, y la había ayudado en


lugar de intentar destruirla.
Y eso es exactamente lo que estaba haciendo Graeme, destruyéndola. Desde
el momento en que él la encontró, cada movimiento, cada maniobra fue
cuidadosamente calculada para revelar qué y quien era, para tomar hasta el
último vestigio de la protección que había encontrado en los últimos años.
Para asegurarse de que estaba tan perdida y tan sola como ella se sentía.
Una vez que él supo, por la búsqueda de Jonas, que ella aún estaba viva, la
criatura enfurecida en la que él se había convertido había estado cazándola.
Mientras estuvo sola, mientras había permanecido oculta, él había estado
contento.

Pero ella no permaneció oculta, para todo el mundo. El Consejo de Genética


había comenzado su búsqueda, y ellos conocían el área general donde había
desaparecido, pero nunca la habían identificado, a pesar de las amenazas de
Raymond. Los que dirigen el centro de investigación Brandenmore, incluso
después de la muerte del propietario, morían por su regreso y ella lo sabía.
Jonas Wyatt había hecho más que centrarse en su última ubicación conocida.
Se había aparcado, en Window Rock y comenzó la búsqueda, concentrado en
un rabioso Casta que sabía no estaba allí, pero él supo, como guiar al Bengala
hasta allí, sin embargo.
Jonas sabía que dirigir cualquier búsqueda, relacionada con la Bengala, una
vez que Gideón se enterara, traería al Casta allí y sin duda supo, que revelar
las identidades tanto de Cat como de Honor, forzaría a Gideón a revelarse.
Él no se reveló, sin embargo. Encontró un modo de ocultarse a simple vista y
luego había comenzado a despojar a Cat de cada defensa que ella poseía. Él
había tomado no sólo su protección, sin embargo — él había robado sus
ilusiones, su creencia de pertenencia a ella. Su alfa bien podía quererla
muerta. Pero en este punto, ella le debía la misma moneda. Ahora sólo era
una cuestión de tiempo antes de que ellos, probablemente, se destruyeran el
uno al otro.

***

—No tienes que irte. — Terran Martínez estaba en la puerta de su habitación


esa noche, observándola con sombríos y oscuros ojos, su expresión era
pesada mientras que ella hacía la maleta.

Él había jugado su parte como tío, incluso la protegía del hombre que había
jurado tratarla como una hija. Durante trece años había fingido que tenía una
familia, un lugar al cual pertenecer, sólo para darse cuenta de que no tenía tal
cosa.

Terran no le pidió que no se fuera. Él no le dijo que no importaba que ella no


fuera Claire, sólo le dijo que no tenía por qué irse.

Una vez, ella había sido parte de la extensa familia Martínez. Sus primas,
Isabelle y Chelsea, la habían visitado a menudo, después de que ella se mudó
con Terran, varios meses antes, luego de que Raymond, el padre de Claire,
fuera acusado de crímenes contra la Ley Castas.

La madre de Claire, María; su padre, Raymond; y su hermano, Linc, por quien


Cat había sentido un genuino cariño, le habían dado la espalda, pocos días
después, de que los cargos fueron instaurados oficialmente por los Castas y
una fecha fuera fijada, para la audiencia ante el Tribunal Casta.

María y Raymond, ambos, sabían que ella no era realmente Claire. Habían
estado allí la noche en que había tomado la identidad de su hija, habían
participado en el encubrimiento. Linc, sin embargo, ella nunca tuvo la certeza
de que sabia y que no sabía.

–Lo sé, Terran, –respondió ella en voz baja, mientras colocaba su ropa en las
maletas que había comprado después de salir de la reunión con Jonas Wyatt.

–Asi es mejor.–
No es que Terran y Orrin no estuvieran al tanto, estaban conscientes de todo
también. Todos lo sabían. Pero nadie había querido admitir que la verdadera
Claire se había ido, a pesar de saberlo.

Terran había perdido a su preciada hermana por el Consejo de genética


cuando ella tenía sólo dieciséis años.

Él y su padre, habían creído, que su hermano Raymond, la había buscado


durante treinta años, sólo para enterarse de la muerte horrible que había
sufrido, siendo aún una mujer joven y, con su muerte, habían desaparecido
también, varios de sus hijos castas. Uno de los cuales había sido una niña. Y él
había perdido a su sobrina, Claire, a los quince años por las drogas y por un
trágico accidente de auto.

Esta familia ya ha sufrido tanto.

— ¿Mejor para quién? ¿Para ti?—

Su pregunta la sorprendió. Colocó uno de sus jeans en la maleta y lo consideró


antes de girar hacia él.

— El gato esta fuera de la bolsa, literalmente,— le recordó, la tristeza


abrumadora que sentía al ya no poder pretender ser la persona que amaban,
le pesaba en el corazón. –No puedo fingir más. No puedo
bajar la cabeza y ser agradable, tranquila y dulce, mientras que rabio por
dentro. Mi maduración genética, justo no me lo permitiría. –

El ceño fruncido en su frente se hizo aún más pesado. –Nosotros no te


exigimos que tomaras la personalidad de Claire, así como su identidad,
cuando el ritual falló.–

El ritual. Ese episodio de otro mundo, que le había dado tanto de quién y qué
fue Claire Martínez. Yacer en medio del vapor y los olores de la tierra,
humedecido con hierbas y la vida misma, había sentido el susurro del espíritu
de la chica moribunda, pasar a través de ella, decidida a protegerla con su
propia identidad, con todo lo que ella era. Cat se había sentido a la deriva
entonces, en un sueño tan profundo, tan oscuro, que había arremetido
inmediatamente contra ello.

Cuando se despertó de ese sueño, se encontró que ese espíritu seguía ahí,
velando por ella, dándole su protección cuando otras castas estaban allí,
ocultando efectivamente cualquier olor o evitando que los sentidos castas
descubrieran su verdadera identidad. Durante años Claire Martínez le había
protegido. Hasta el regreso de Gideón.
Ahora la conciencia del espíritu que la había observado, se había ido.

Claire se ha ido. El cambio fue demasiado brusco. La frustración se la comía,


ahora, pasaba por ese pozo de realizaciones dolorosas, que se negaban a ser
ocultadas. — He perdido demasiado y demasiado rápido y ahora tengo que
averiguar a dónde ir desde aquí. No voy a poner en peligro al resto de ustedes
mientras lo hago—

Ella no era Claire.

Su genética comenzaría a adaptarse, ahora que estaba comenzando a


madurar su genética Bengala.

La tigresa que simplemente había acechado dentro de ella, sólo saliendo


cuando la llamaba, ahora había comenzando a combinarse con su genética
humana, en una forma, en la que ya no sería capaz de ocultarla por mucho
más tiempo.

— ¿Así que lo enfrentarás sola?— El aroma de su ira comenzó a llenar el aire.

— ¿Y esperas que simplemente aceptemos eso?—

Tragó con fuerza, apretando los puños en la ropa que habían tomado de la
cama, mientras giraba hacia él.

— Yo no soy Claire, — le recordó, desesperada por oírle decir que no


importaba. — No tengo derecho a pedir nada más de ti—

Sus labios se adelgazaron. Algo sombrío y lleno de ira brilló en su mirada


antes, de irse, como si nunca hubiera existido.
En lugar de decir las palabras que necesitaba escuchar, él negó con la cabeza,
se pasó los dedos por su pelo negro canoso, volteo y se dirigió a la parte
delantera de la casa.

Cat se llevó la mano a sus labios para contener un grito, un roto sonido de
desilusión. Ella había estado tan segura de que le diría que no importaba, que
ella no fuera realmente Claire. Que eran familia de todos modos. Ella había
sido su sobrina reconocida, por los trece años que había estado bajo su
protección. Pero no podía decirle que no importaba.

Porque importaba.

Siempre había sabido, a la hora de la verdad, que importaba.


Empujo el dolor, a ese lugar donde había empujado las otras promesas
incumplidas y las desilusiones, luchó contra sus lágrimas y acabo de empacar.
Tres maletas que contenían su vida.
Veinticinco años y tan poco que mostrar.

Una pequeña colección de cuchillos que había encontrado, cada año, en su


cumpleaños, en los últimos años. Igual que muchos dragones de cristal
pequeños. Eran sus únicos recuerdos. Los presentes de los últimos años,
habían incluido tarjetas de regalo y ropa. Terran le había dado su camioneta
de un modelo más viejo, cuando él, había comprado una nueva el año pasado,
la cual fue embargada a las pocas semanas de perder su trabajo como
recepcionista, en la sede de la tribu.

Raymond le había asegurado que estaba embargada, no supo si fue verdad.

Levantando la maleta más grande en una mano, ella se colgó la correa de la


bolsa de viaje en el hombro contrario y cogió la caja más pequeña.
Durante años había adquirido un par de cosas por sí misma. Armas que había
escondido y dinero en efectivo al que pudiera acceder.

No era mucho, pero era suficiente para que ella no tuviera que preocuparse
por el hecho, de que nadie la contrataría, desde que se mudo de la casa de
Raymond.

Cualquiera de los empleadores lo pospusieron debido a los cargos


presentados contra su supuesto padre, y por si eso no fuera poco, no la
estaban contratando porque Raymond les había pedido específicamente, que
no lo hicieran. Por la razón que fuera, la posición en que quedó, era precaria
en el mejor de los casos.

Aunque parecía que tenía un lugar para vivir, sin embargo.

Sorprendentemente, el texto de voz que le había llegado de Reever Lobo justo


después de que dejó la reunión, era la oferta de una casa de alquiler que
poseía a las afueras de su enorme finca en el desierto. Un pequeño lugar
agradable con piscina, paredes de adobe, rodeado por casi un acre de la
propiedad. Era privado, fácil de conseguir, y esperaba, seguro.

Estaba segura de que Lobo solo, no había estado detrás de la oferta, sin
embargo. Graeme fue lo suficiente bueno para conseguir, que el muy
influyente Casta Lobo hiciera su voluntad. Ella no había averiguado como lo
había conseguido, todavía.

Ella no iba a ser el regalo, en la boca del lobo, sin embargo. Era un lugar donde
vivir. No tenía que forzarse en la familia Martínez por más tiempo, ni sentir
como si fuera una relación, como si fuera una de las huérfanas castas.

Jonas podía pretender querer ser su nuevo mejor amigo, pero en los pocos
segundos, en que su sentido del olfato, había estado en su apogeo, había
perfumado la verdad.

Desprecio, aversión, arrogante superioridad. Todo ello, lo llenaban. Él no la


veía como ser humano ni como una casta, sino como algo intermedio, inferior
y sin valor.

Lo que no auguraba nada bueno para la hija, que ella sabía, adoraba.

¿Cómo un hombre, o un casta, puede odiar a una y amar a otra, con la misma
mutación genética? no lo podía comprender.

Pero tampoco tenía la intención, de pasar mucho tiempo tratando darle


sentido. Ella tenía otros problemas, problemas mucho más grandes. Uno en
particular, un gran y musculoso Casta Bengala, posando como un león y
decidido a destruirla.

Si tan sólo pudiera estar igual de decidida a destruirlo.

***

— No me gusta permitirle dejarnos así. — Terran vio la camioneta hasta que


se perdió de vista.
La ira en su voz igualó la de su olor, el matiz de pesar y dolor llenaba el
temprano aire de la tarde.

— Lo sé, — Cullen le aseguró. — Estas son decisiones que tiene que hacer
sola, Terran, siempre supimos eso—

— No como esto, — el navajo argumentó. — No importa si Claire todavía la


protege o no. Yo la acepté como mi sobrina la noche en que tomó la identidad
de Claire. Sea o no que el espíritu de Claire sobreviva para protegerla, esto no
tiene nada que ver con eso—

— Es con Graeme y Orrin con los que deberías discutir, — Cullen suspiró,
empujando los dedos por su pelo mientras resoplaba con fuerza.

— Decidieron que así era como que tenía que ser, no yo—

El viejo Navajo había guiado a Cat lejos de aquí, Cullen no podía hacer nada
más, que confiar que las visiones de Orrin fueran ciertas; y orar porque Cat
sobreviviera a las situaciones que tendría que enfrentar. En cuanto a Graeme,
había complicaciones ahí, que Cullen no tenía ningún deseo, de tomar cuenta
en este momento.
— Ese hermano tuyo es una amenaza para Castas y seres humanos por igual,
— Terran murmuró. — Y no confió en el. Tendría que haber llegado a ella,
enfrentarla. . .

— No hay nada sobre la faz de esta tierra que se interponga entre Cat y él. —
Cullen volteó hasta enfrentar al otro hombre, plenamente ahora, mirándolo
fijamente, deseando hacerle entender, saber, que Graeme jamás lo toleraría,
ni siquiera por un instante. — Haz lo que te instruyó Orrin.

Deja que Cat enfrente lo que está por venir—

Animarla a esconder quién y qué es ahora, podría hacer que la mataran.

Podría hacer que los mataran a todos. Y la vida podría no ser exactamente lo
que él había imaginado, a veces, pero aún tenía cosas que hacer, morir antes
de completar esas tareas, no era algo a lo que quería hacer frente.

— Ella ha sido abandonada toda su vida, Cullen, — espetó Terran, el olor de su


ira creciendo. Incluso por él. — Y por Dios, que seguir el ejemplo de todos los
demás en su vida, maldita sea, no sienta bien conmigo.

Volviendo, Terran pisoteó de regreso a la casa, dejando a Cullen girar y mirar


hacia el desierto, el peso de las palabras de Terran pesaba sobre sus hombros.
Porque al final, él tenía razón. Todos la habían abandonado de una u otra
forma, para salvarla. Pero a la hora de garantizar su supervivencia física, ¿qué
le había hecho a ella y su corazón?
Capítulo Do

— Tu Cat está en la casa de huéspedes, instalándose, según Khi. — Lobo


Reever entró en la gran caverna accediendo por las escaleras que conducen
desde la casa arriba, en la finca y se detuvo cuando Graeme levantó cabeza y
le devolvió la mirada, por encima de la pantalla del ordenador que había
estado mirando. El Lobo Casta apareció tan supremamente confiado y
desprendido como siempre, pero Graeme conocía la fachada de lo que era,
ahora. Lobo Reever era todo menos independiente. Demasiado confiado, con
toda seguridad, lo cual era un rasgo casta, si no, otra cosa. Excesivamente
arrogante, lo era con creces, pero una vez más, también era un rasgo casta.
Oculto bajo capas de instintos castas cuidadosamente afinados y de la fuerza,
había una tormenta formándose, acercándose a la superficie, todo el día.

En cuanto a su hijastra, Khi, ella era un catalizador que podría terminar


destruyendo a ambos hermanos Reever. Por ahora, sin embargo, ella estaba
controlando su ira. En parte, debido a que Graeme la mantenía distraída, al
permitirle participar en algunos de sus menos complicados jueguitos. Ella
parecía disfrutar de ellos, tal vez, un poco demasiado, pero al menos de esta
manera tenía algo para mantener — su demasiada rápida mente — ocupada.

Por el momento, las excentricidades de la familia Reever eran la menor de sus


preocupaciones. Un gatita, su seguridad y conseguirla estaban prácticamente
consumiendo su tiempo.

— Martínez entró en contacto con un miembro de alto nivel del Comité de


Apropiaciones Casta del Senado, hace varios días, le informó al Lobo.
Finalmente rompí la encriptación sobre el número que él usaba y logré
identificar a su contacto. Me gustaría enviar a uno de tus hombres para que lo
siga—

La frente del Lobo se levantó lentamente. — ¿Un senador? — El Casta Lobo


no parecía sorprendido, simplemente interesado en la información.

Graeme asintió brevemente. — Su nombre no ha sido mencionado en relación


con el Consejo, ni él, ni su familia, han sido asociados con cualquiera de los
presuntos miembros de la organización restante. Hasta esto, él estaba por
encima de toda sospecha. Horas después de la llamada, varios sospechosos,
comandantes del Consejo, comenzaron a moverse, sin embargo; y rumores de
un experimento comenzaron a filtrarse a través de líneas específicas de
comunicación. Martínez ha revelado su identidad—

El Bastardo iba a morir. Graeme no podía golpear todavía, no mientras


Martínez fuera vigilado tan estrechamente por los ejecutores de la oficina de
asuntos Castas, pero eventualmente, tendrían que parpadear. Cuando lo
hicieran, el bastardo pagaría por su traición.
— Envía a Rush. — Lobo asintió Él es bueno en las sombras. Envía a Rath
también, como respaldo.

— Ellos trabajan bien juntos sobre todo en estas situaciones—

— Ese fue lo que pensé también, — Graeme le aseguró, mientras cerraba el


programa en que estaba trabajando y se levantaba de su silla. — Voy a
notificarles inmediatamente para que puedan salir.

Era consciente de Lobo observándolo de cerca, el intenso verde oscuro de su


sombría mirada, hacía alusión a preguntas que Graeme sabía, no estaba de
humor para contestar.

— ¿Sabes lo que estás haciendo, Graeme?,— Preguntó en voz baja Lobo,


entonces. — Ella podría terminar odiándote—

No, ella no lo odiaría. Matarlo, tal vez, rabiar por años probablemente, pero
no era posible para Cat odiarlo. Ella era una parte importante de él, justo
como él también era una parte importante de ella. No significaba que no
tuviera dudas. Dudas, que el casta lobo no necesitaba conocer.

— ¿Sabes lo que estás haciendo? — Graeme le preguntó, en lugar de


responder a la pregunta. El otro casta estaba implicado en ese momento, en
un juego igual de complicado y peligroso, como en el que Graeme estaba.

— ¡Infiernos no! — Lobo murmuró casi de inmediato. — No tengo ni idea, en


este momento, de lo estoy haciendo, o cómo va a terminar. Todo lo que sé, es
que me parece estar relacionado con ella.

Los labios de Graeme se arquearon ante la verdad de esa afirmación.

— Voy a dar a Cat una o dos noches para establecerse, antes de ir por ella. Ella
necesita el descanso. — Y eso era cierto. — Según Cullen y Terran Martínez,
Cat a menudo caminaba de noche, de un lado a otro en el piso, si no se
deslizaba descaradamente de la casa de Terran, para vagar por el desierto.

Graeme había intentado seguirla varias veces, estaba furioso y orgulloso como
el infierno, cada vez que conseguía perderlo. No permitiría que continuara
haciéndolo, pero aún así, él estaba malditamente orgulloso de ella. Y estaba
curioso. ¿Adónde iba cuando desaparecía en el desierto?

— Te deseo suerte, — Lobo habló arrastrando las palabras. — Tengo la


sensación que permitirle ponerse al corriente en su descanso, no puede ser de
buen agüero para ti, sin embargo—

— Sin duda. — Una sonrisa pesarosa tiró de sus labios ante la observación.
— Tengo que decir, no obstante, que creo que lo espero con impaciencia—
— Te envidio entonces— Un destello de furia oculta brilló en su mirada
durante sólo un momento. Aquella tormenta, Graeme pensó, bien, puede que
escape del asombroso control del Lobo, mucho antes de lo previsto. — Y
hablando de eso, quise dejarte saber que Tiberius llegará esta tarde. Nos
encontraremos aquí— Él miró alrededor de la enorme caverna, su expresión
pensativa— Esperaremos a que Khi se retire en la noche. –

Esa situación iba a ser la muerte de Lobo, pensó Graeme, y tal vez de su
hermano Tiberio también. Los dos hermanos Casta Lobo rara vez se veían cara
a cara con Khi, especialmente desde que supieron de la participación de su
madre en el Consejo de Genética.

— ¿Jessica aún te elude? — Cuestionó Graeme pensativo.

— Como si hubiera desaparecido de la faz de la tierra, — el Casta Lobo


suspiró, sacudiendo la cabeza, con los puños apretados momentáneamente, a
los lados. — Él no la ha encontrado, ni un rumor de donde ella podría estar—

Y Tiberio era uno de los mejores rastreadores que Graeme conocía. No tan
bueno como era Graeme, pero aún así, era muy bueno. Tal vez, pensó
Graeme, una vez que tratara con la situación con Cat, entonces vería si él
podía descubrir la ubicación de Jessica. El mundo podía creer que había
muerto en un accidente de equitación unos años antes, pero Graeme,
asícomo los hermanos Reever, lo sabían mejor. Ella todavía estaba viva e iba a
hacer un Infierno la vida de Lobo.

— Voy a cerciorarme que la caverna principal esté lista para Tiberius y sus
hombres. — Graeme asintió. — ¿Quieres que esté presente cuando
lleguen?—

La fuerte inclinación de cabeza de Lobo afirmó la sospecha de Graeme, de que


esto no era tanto una visita como un intercambio de información demasiado
importante, para confiar en cualquier medio detectable. Él estaría ocupado
esta noche, por suerte. Sentado en la silenciosa caverna y mirando a Cat en
los monitores de seguridad; sería fatal para su determinación, permitirle
descansar unas noches. Al menos, de esta manera, él podría lograr, en
realidad, mantenerse malditamente alejado de ella.
Capítulo Tres

Cat se sentó bajo la sombra de la sombrilla, en una mesa colocada en el patio


detrás de la casa de huéspedes que el Lobo Reever le ofreció para su uso y vio
como su hijastra, Khileen, Khi para sus amigos, salió por la puerta de la cocina
hacia ella. Llevaba una jarra de té dulce con hielo — lo único que se debe
beber, le había asegurado a Cat— y dos vasos.

Su largo, rizado cabello negro estaba refrenado en una trenza, aunque bucles
obstinados y rizos alborotados habían logrado escaparse aquí y allá. Vestida
con ajustados pantalones cortos de mezclilla, una pizca más cortas, de lo que
Cat habría llevado y una camiseta blanca ajustada, ella mostraba sus
extremidades bronceadas sin un signo de cohibición. Sin la menor señal de
ello. Sin embargo Cat, había cogido varios tintes vagos de eso, mientras la otra
chica le mostraba la casa, y le enseñaba cómo utilizar los controles
electrónicos para las luces, temperatura y entretenimiento.

Cat no conocía bien a Khi, ella había guardado la distancia entre ellas, para
evitar concebir la furia de Raymond, por cualquier amistad que pudiera
desarrollarse. Raymond había odiado al Lobo Reever lo suficiente, para
distraerlo de cualquier problema que él podría haber causado a las Castas
lobo; con la cual, había sido sumamente difícil a veces. Si ella en realidad
hubiera formado una amistad con Khi, él habría sido imposible. Su odio no
había sido solamente para Reever y algunos Castas lobo, sino también para su
hijastra. Ahora tenía sentido, por qué aquel odio, no se había aplicado a la
madre. Jessica Reever, era parte del Consejo de Genética también, y sin duda
uno de los contactos de Raymond.

— Aquí vamos, la cura perfecta para un día de calor. — Colocó la jarra y los
vasos con hielo sobre la mesa, Khi se deslizó en la silla frente a Cat con gracia.

Esperando que Khi vertiera el líquido oscuro, en los vasos con hielo. Cat utilizó
el silencio para tratar de dar sentido, a las emociones turbulentas debajo de la
superficie, de la otra chica. Por desgracia, parecían tan confusas y caóticas que
Cat dudaba, que incluso Khi, podría darles sentido.

— Perdona la forma en que estoy vestida. — Khi finalmente se sentó de


nuevo después de tomar un largo sorbo de su té y se centró en Cat con pesar.
— Esto irrita a Lobo, pero creo que los corté, un poco cortos en esta ocasión.
— Sus labios se estiraron en una curva burlona— No estaba tratando de ser
grosera—

Al menos, tenía sentido ahora. Khi Langer realmente había aparecido en las
listas de mejor vestidas entre la élite social tanto en América como en Europa
antes de que su madre falsificara su propia muerte, supuestamente para huir
de la justicia del Lobo Reever, por conspirar con el Consejo de genética.
— Creí que te llevabas bien con Lobo. — Cat la miró pensativamente.

— Cuando era más joven quizás. — Khi se encogió de hombros, el dolor


ensombreció su mirada un instante, antes de cubrirla debajo de un rápido
giro de sus ojos. — Él es muy arrogante, ¿sabes? Desde que Jessica, algo
groseramente, intentó matarnos a todos, para sus jefes del Consejo, se ha
vuelto muy sobreprotector—

Cat no había oído, aquella información. ¿Su madre trató de matarle?

— Bien, al menos no es el conocimiento común, — Khi dijo arrastrando las


palabras, con una indicio de cólera mientras sus ojos profundos azules
destellaban, por la traición. El olor de su dolor, fue casi aplastante, por un
momento, entonces ella, pareció refrenarlo, empujarlo atrás hasta que estuvo
completamente oculto. Cat tenía la sensación de que la restricción sobre esa
cólera, rápidamente se le estaba haciendo cada vez más difícil de mantener.

— De todos modos, para el mundo ella está muerta. — Khi se encogió de


hombros, entonces. — Fallecida en un accidente de equitación— Ella tomó
un sorbo de té y luego se reunió con la mirada de Cat con frialdad.

— Tiberius la busca ahora. Con un poco de suerte, ella pronto estará tan
muerta como todos los demás creen que esta—
La declaración fue entregada con tal naturalidad y frialdad, que ella dolió por
la niña, oculta bajo tal necesidad de venganza. Cuán horrible debe ser tener
que afrontar tal traición. Quizás, pensó Cat, no tener padres duele mucho
menos, en algunos aspectos. — Lo siento, Khi, — dijo Cat suavemente,
sufriendo por el dolor de tal crueldad deliberadamente causada.

— No lo lamentes. — Khi se agitó, su expresión ausente. Es mejor saber cuan


malo es alguien, que ser engañado por ellos, para siempre. Y no vine aquí para
hablar de la perra del Consejo de todos modos. — Su risa apretada no logró
ocultar, la tormenta de emociones, enredadas dentro de ella. — Me alegro de
que estés aquí, Cat, — dijo ella sinceramente. — Estuve preocupada cuando
oí, de lo qué Raymond era capaz. Siempre supe que él no era una persona
agradable, pero el mal que él llevaba dentro, en fin, siempre es un shock,
cuando aprendes de lo que es capaz, alguien con quien te asocias a menudo. –

Odiaba a Lobo. — Cat suspiró pesadamente. Odiaba tener castas en


Window Rock y la protección que la Nación les daba. Fue difícil rechazar tus
invitaciones Khi, pero era mejor para nosotras, así como para Lobo, que lo
hiciera así. Le impedía enfocarse demasiado en los problemas que podría
haber causado, si quisiera—

— Lobo le habría diezmado— Khi dio una pequeña risa amarga. — Él siempre
tuvo que lidiar con las barricadas y la ignorancia de Raymond, de todos
modos. Pero yo más bien adiviné por qué te negabas. Sin resentimientos—
Y no había ninguno, sintió Cat. Ella adivinó que Khi estaba demasiada ocupada
tratando de navegar por el infierno interior que estaba atravesando, por sí
misma. Si Cat aceptaba o no una invitación, probablemente, no la hubiera
mantenido en vela.

La realidad a la que Khi tenía que enfrentarse a diario, conjeturaba Cat, hacía
que el sueño fuera extremadamente difícil, si los círculos oscuros bajo los ojos
azules de la chica eran una indicación. Había también un extraño y muy sutil
aroma alrededor de Khi, al que Cat no podía darle sentido. Un muy elusivo
rastro de un lobo casta, pero no un aroma de apareamiento. Eran casi dos
esencias distintas que resultaban imposibles identificar.

— Por lo tanto, entiendo que tu y Graeme tienen un poco de historia— Khi


meneó su frente mientras rompía el silencio entre ellas.

Inclinándose hacia adelante, la otra muchacha le hizo un pequeño guiño


burlón. — Venga, suelta los detalles allí, chica. ¿Qué le hiciste al rudo e
inflexible Bengala para que ponga esa mirada tierna? — ¿Graeme? ¿Mirada
tierna? — Debes confundir mirada tierna con esa mirada letal que él tiene, —
adivinó ella, aunque no tuviera ni idea de cómo alguien podría confundirlas.
— Confía en mí, Graeme no pondría una mirada tierna por algo o por alguien.
Pensar tal cosa es ridículo—
— Confía en mí, es una mirada tierna— Khi le aseguró con una risa ligera
mientras se relajaba en su silla y observaba a Cat curiosamente ahora— Le
conozco desde hace años y cada vez que mencionan tu nombre, él hace una
pequeña pausa, y cualquiera que sea la rabia que arde en sus ojos, parece
atenuarse un poco—

Cat sacudió la cabeza, negándose a pensar que Graeme tenía esos


sentimientos tiernos por ella. No, ya no.

— Soy su propio experimento personal, — reveló. Khi sabía la verdad de quién


y qué era, lo que anunció cuando Cat entró en la casa— Su inteligencia,
incluso en el centro de investigación era aterradora. El genetista que lo creó le
permitió diseñar la terapia utilizada para salvar mi vida de la enfermedad con
que nací. Si tiene cualquier sentimiento, algo más suave hacia mí, entonces no
es más, que el que un científico tiene, a su rata de laboratorio favorita—

Khi rompió a reír, su risa estaba llena de incredulidad. — Cariño, síguete


diciendo eso a ti misma, — afirmó, apenas conteniendo más risas. –Bien,
hasta el minuto en que el duro e imbécil felino te joda por tonta—
La sonrisa que llenaba la expresión de Khi era una de autentica diversión y
cuando habló de Graeme, el aroma de un cariño, casi fraternal fue claro. —
No puedo verle ponerse todo duro y hambriento por una rata de laboratorio,
no importa cuán aficionado pueda estar por ella. — La risa que estaba
conteniendo casi se le escapó de nuevo. — Gracias por ese pequeño
momento de diversión, sin embargo, la necesitaba—

No hay duda de eso. Aún así, Cat entrecerró los ojos en la mujer que seguía
estando demasiado divertida. — "Eres extraña, Khi ", — afirmó. — Y tienes
unas ideas muy extrañas—

Vio a la otra mujer con otra luz, y rio genuinamente, por eso. — Naw, soy
complicada, hay una diferencia, — aseguró a Cat con tanta satisfacción y
orgullo en sí misma que Cat casi rió con ella. — Pregúntale a cualquier
persona.

–Soy muy complicada—

— Y disfrutas al alentar esa creencia, — Cat adivinó con una sonrisa.

— Por supuesto que lo hago. — Ampliando los ojos con una inocencia
encantadora Khi batió sus pestañas recatadamente.

— ¿Cuál sería el punto de comenzar el rumor de otra manera?—

Sacudiendo su cabeza, Cat terminó su té y luego vio como Khi rellenó ambos
vasos. Ella no omitió la pequeña adición sutil que Khi echó a su propio vaso. El
fuerte olor del licor, no era en absoluto sutil. Cat no comentó, más bien, ella
simplemente archivó la información lejos, para abordarla otro día. Por ahora,
ella dejó que Khi, encontrara alivio de las emociones, que Cat intuía, eran
demasiado confusas, para que la joven le encontrara sentido. ¿Quién era ella
para juzgar, el tipo consuelo, que ella encontró, para enfrentar sus demonios?
Sólo lamentaba que no pudiera encontrar un poco de consuelo, para sí
misma. Porque ella podía sentir que la confrontación con su propio demonio
personal, estaba llegando, y estaba terriblemente asustada de no estar
preparada para él.

***

Ella era increíble.

Su gatita.

Deslizándose en su habitación a través de la puerta abierta del balcón la


noche siguiente, Graeme no pudo evitar maravillarse por la joven en que se
había convertido.

Veinticinco años antes, cuando Phillip Brandenmore la había colocado en sus


brazos y le informó con frialdad que su supervivencia era su responsabilidad,
Graeme nunca había imaginado la creación excepcional en que se convertiría,
incluso el arrogante Brandenmore no se había dado cuenta. Graeme se había
asegurado de ello. Toda la terapia, todas las drogas, cada segundo, en ese
infierno olvidado de Dios, había creado a esta criatura maravillosa.

Los largos hilos bruñidos de oro y los profundos marrones tierra de su sedoso
pelo, se desbordaron en su almohada y alrededor de su cara, enmarcando la
carne de color nata oscura de su perfecta cara. Sus rasgos eran bastante
felinos para dar a sus expresiones una sombra de misterio, la inclinación de
sus ojos, insinúan lo exótico.

Sus labios. Dulcemente curvados, tentadores, le daban ganas de probarlos.

La necesidad, el hambre por probarla lo había atormentado desde que la


encontró. Esto atormentaba sus sueños, sus fantasías. Lo mantenía, excitado,
duro y listo para aparearse.

Hubo días en que él odió aquella necesidad de poseerla, la certeza de que


una vez que la tuviera, protegerla, sería aún más peligroso de lo que había
sido en el pasado.

Ella era una debilidad.

Ella era pura y seguro la destruiría, si él no era, extremadamente cuidadoso.


Nadie lo había acusado de ser cuidadoso en años, sin embargo, y no veía
ninguna razón para hacerlo ahora. Era, lo que habían creado. Si no les
gustaba, entonces sólo tenían que culparse sí mismos.

Las Castas fueron creadas para ser maestros manipuladores, tácticos,


luchadores, guerrilleros y amantes sumamente táctiles. Graeme era todo eso,
sin embargo, en su creación ellos de algún modo habían omitido el hecho que
habían creado un Casta cuya aptitud en sus desviaciones científicas, de lejos,
excedían a las suyas. Él había tomado lo que habían hecho en el centro de
investigación Brandenmore, los observo, manipuló a los científicos y técnicos
y, al final, casi había controlado a los laboratorios él mismo.
Hasta que Brandenmore trajo a un nuevo investigador principal y genetista.
Uno que de algún modo había sentido el asimiento que el macho Bengala
tenía sobre cada uno allí.

El buen Dr. Bennett. El hijo de puta, bastardo.

Frotándose el pecho, recordó la sensación de los dedos de Bennett envuelto


alrededor de su corazón latiente, mientras les daba órdenes a sus soldados,
para que encontraran a "la chica".

La chica.
Centró su mirada en ella una vez más.

Ella era la chica. La que había forzado su sangre en sus venas y permitió que la
locura lo invadiese. Esa locura que entonces había dado a luz al monstruo,
cuando el científico ordenó su recaptura con la intención expresa, de levantar
también su corazón palpitando de su pecho.

Bennett no había retenido un corazón latiente, en cinco años, incluso él suyo


propio, y nunca lo haría otra vez.

Graeme había desgarrado ese órgano, del pecho de Bennett. Sus dedos en
forma de garra excavaron a través de la carne y los cartílagos, agarro la carne
palpitando, y mientras el buen doctor, miraba con impotente horror, lo
arrancó de él.

Ese recuerdo era uno de los mejores que poseía, aunque la noche que había
ocurrido, cuando había ido a través de los laboratorios, en una juerga de
matanza que dejó dentro, pocos de ellos vivos, era a menudo difuso.
El monstruo en que se convirtió esa noche, había sido un alivio muy
bienvenido al final. Porque esa criatura no tenía piedad, ni remordimientos, ni
recriminaciones. Era pura inteligencia superior e instinto primario.
Cuando el monstruo se retiró y el Casta encontró algo de cordura, ella estaba
allí, Cat había comenzado su caída. Y supo que ella, siempre sería su perdición.

Agarrando la sábana que la cubría, Graeme la jaló lentamente por su cuerpo,


sus labios arqueándose mientras el ceño se profundizaba en su frente.
Ella ya debería haber despertado.

Si fuera un soldado del Consejo o un Casta, entonces, ella ya habría estado


muerta. O violada. O posiblemente ambas. Probablemente ambas cosas.
Pero entonces, sin duda, se habría despertado ante la amenaza que llegara a
su dormitorio. Él la observó durante meses y sabía que sus instintos eran
condenadamente buenos. Los instintos Casta que maduraron en su interior, la
mantenían de puntillas.

Y al parecer, confiaba en él, demasiado para su bien; de lo contrario le estaría


arañando, en lugar de estirarse sensualmente bajo su mirada, mientras la
sabana se deslizaba de su cuerpo.

Podría haber usado uno de esos camisones sexy que ella poseía, pensó con
pesar, al ver los pantalones de algodón sueltos y el top sin mangas ajustado
con que dormía. Incluso llevaba calcetines.

Una mueca tiró de sus labios. Él habría preferido y por mucho, el camisón
sexy, maldita sea.
Volvió atrás, alejándose de la cama y moviéndose hacía la silla que ella había
colocado al lado de las puertas abiertas del balcón, se sentó con los hombros
caídos, se echo hacia atrás en el cómodo asiento y solamente se quedo
mirándola fijamente. Dejó que su mirada acariciara su cara delicada, a lo largo
de la esbelta columna de su cuello y la elevación de sus pechos, bajo el
delgado top.

Pechos agradables. Un puñado perfecto y sus dedos le dolían por tocarlos,


acariciarlos.
De muchas formas, podría divertirse con aquellas lozanas y tentadoras curvas,
que alcanzaba el punto máximo de control, que él mantenía sobre sus deseos.
No estaba acostumbrado a refrenarse él mismo. Ya se tratara de su necesidad
de sexo o de sangre, la paciencia era usada, sólo cuando esto, hacía el juego
más apasionante.

Refrenarse a sí mismo, haría definitivamente, este juego más emocionante.

Hasta el momento, maniobrándola en el lugar, tirando de las piezas en el


juego y comenzar este juego en particular, habían requerido más paciencia,
de la que él había imaginado que poseía. La pregunta era, ¿podría
mantenerla?
Enfocando su mirada en ella, dejó que sus sentidos se conectaran con la parte
siempre alerta de su genética, esa parte que la marcaba como suya y la
llamaba en sus sueños. Conectarse con sus sentidos inherentes siempre había
sido particularmente fácil. Demasiado fácil.

***

Cat no despertó lentamente.

Sus ojos se abrieron de golpe, consciente de su presencia, incluso antes de


que hubiera despertado. Furiosa de que su sentidos dormidos no la hayan
despertado antes. ¿No podría haberle advertido primero? Diablos no. Ella
tenía que esperar hasta que él le ordenara despertar.

— Así que Cat, estás despierta— El gruñido vino de una esquina de la


habitación, justo enfrente de la gran cama. Encorvado en la silla que había
colocado allí, para él, justo al lado de la puerta abierta del balcón, la
observaba como el muy peligroso felino que era.

El imbécil.

— Llegas tarde— Se sentó, mientras deslizaba las piernas por un lado de la


cama, Cat lo observaba detenidamente.
— Te esperaba la noche anterior—

Dientes blancos brillaron en la oscuridad de la habitación, mientras él le lanzó


una sonrisa burlona.

— Yo estaba aquí— El encogimiento de hombros no se perdió, ni la confianza


latente en él. Él tendría que estar relacionado con Jonas Wyatt. Los dos eran
demasiado parecidos.

— No hay duda de que estabas,— ella resopló. — Te has convertido en un


acosador, G. no esperaba eso de ti—

La aceleración de su corazón, desmintió la actitud informal que había


adoptado, sabía, al igual que el aroma de su cautela, que serían fácilmente
detectados por él.

Su diversión era aterradora.

Glacial, vigilante, depredador.

A ella no le gustaba.
— ¿Qué esperabas de mí entonces, gatita? — Dijo arrastrando las palabras,
cambiando su tobillo a la rodilla del lado opuesto mientras la miraba con sus
impares ojos ámbar, salpicados de verde.

Como los ojos de plata de Jonas Wyatt, no había ninguna pupila negra para
separar el color. Y cuando la rabia llenaba cada molécula del Casta, aquel
color sangraría en el blanco de sus ojos, también.

— No esperaba despertarme— La admisión no fue fácil de hacer, pero ella no


tenía ninguna ilusión sobre su capacidad, para luchar contra el animal delante
de ella. No habría ninguna lucha, era así de simple. Él sólo estrechó su mirada
sobre ella.

— ¿Pensaste que yo te mataría mientras dormías? — él preguntó arqueando


su frente. — Al menos te daría una posibilidad para luchar. –

La superioridad de la burla en su voz, le aseguró que él era muy consciente, de


que no habría ningún riesgo involucrado, si le daba una oportunidad para
luchar. Sería sólo un momento, para reírse de ella.

— Bueno, no me convierte eso en una suertuda, — ella resopló. — Eso es


realmente magnánimo viniendo de ti, G, me das la oportunidad de darme
cuenta, de lo impotente que realmente estoy. Agradezco el pensamiento.
No esperaba mucho, se dio cuenta. Podría haberle rajado fácilmente su
garganta mientras dormía y esa estúpida libertina tigresa en su interior se
habría inclinado y le habría dejado hacerlo.

Sin darle a Cat una advertencia. Estúpida genética Casta.

— Supuse que lo harías— El acento burlón simplemente rayaba sus nervios y


tenía a la genética Casta, que tan a menudo maldijo, subiendo a la palestra. —
¿Ves el buen tipo que realmente soy?—

Sí, él era sólo un tipo cojonudo, ¿no?

Hubiera sido agradable si la genética que poseía, se hubiera levantado, la


primera vez que se metió en su habitación. Al menos le daría una oportunidad
de correr, ¿tal vez?

— Sí, sólo eres un osito de peluche, — murmuró beligerante.

Un oso de peluche.
Un destello en su memoria, un osito andrajoso, con un ojo faltante, que
apenas era lo suficientemente grande como para que un niño pequeño lo
envolviera sus brazos.

¿Qué hizo con él cuando lo robó? ella se preguntaba. Había sido la única
posesión que tuvo en el centro de investigación. Y que le habrían quitado si
algunos de sus compañeros de celda se hubieran dado cuenta de que lo tenía.

— Me sorprendió encontrarte aquí, — dijo, arrastrando sus pensamientos


hacia él. — En este desierto. Espere que Judd y tu se dirigieran a la selva—
Donde hay lugares ocultos, donde podrían desaparecer más fácilmente—

Había sido la idea, hasta que Orrin Martínez los encontró y les convenció de
lo contrario.

— ¿Puedo esconderme de ti, G?— preguntó ella, en lugar de explicar su


elección. Sin duda ya lo sabía. — ¿Crees que hay un solo lugar en el mundo
donde no puedas encontrarme?—

No lo hay. Ella había estado tan desesperada por verlo, por años, que había
intentado estúpidamente encontrarlo o ponerse en contacto con él, más de
una vez. Cuando ella creció, esa necesidad se había convertido en un hueco
doloroso, el cual, nunca había podido comprender.
Afilados incisivos brillaron en una sonrisa fría. — Más bien lo dudo.
Esconderse de mí no era una opción, Cat.

— Tú lo sabes—

Sí, lo sabía ahora, y lo había sabido entonces.

Esconderse de él habría sido imposible, tal como su protección había sido un


sueño para tontos.

— Entonces ¿no es una muy buena cosa, que no trate de ocultarme de ti?—
Se levantó, le dio la espalda y se dirigió hacia la puerta del dormitorio. —
¿Quieres una copa? Creo que necesito una—

El gruñido que resonó a través de la habitación hizo que hiciera una pausa.
Instinto, en lugar de la predisposición, fue lo que hizo que detuviera su
recorrido, mientras que el deseo de darle la sumisión que exigió, chocó con su
determinación de no hacerlo.

— Tú no eres más mi alfa, G, — le advirtió en voz baja. — No importa lo que


tú o mi genética casta puedan querer creer—

La mentira salió fácilmente, pero incluso ella no estaba convencida, por no


hablar del Casta, de tan frío propósito.

— Eso no es lo que le dijiste a Jonas el otro día,— le recordó, la diversión


burlona en su tono alteró sus nervios. — Creo que tu comentario fue que
ningún otro podría usurpar mi lugar como tu alfa. Creo que me gusta cómo
suena esa declaración. Repítelo. Esta vez para mí. –
Él bromeaba sin duda.

— Esa afirmación es inexistente. Además, todo el mundo le miente a Jonas, —


ella le informó con un borde de disgusto. — Es la única manera de tratar con
él. Ahora, quiero esa bebida, quieres o no—

Ella tuvo que forzar literalmente sus pies a moverse, sus dedos se curvaron
alrededor del pomo de la puerta. Todavía podía sentirlo detrás de ella,
mirándola fijamente, exigiendo que volviera a él.

Condenada estúpida genética casta. Podría haber dormido, sólo un poco más
de tiempo.

O, al menos, haberle dado una advertencia.

Porque antes de que incluso se diera cuenta, se había movido y la estaba


presionando contra la puerta, la dura longitud de su cuerpo sosteniéndola en
el lugar. Dientes afilados mordisquearon su oreja, impactándola con la
caliente sensación.

Dolor. No del todo. Definitivamente demasiado placer.

¿Placer?

No, G nunca deliberadamente le daría placer, no importa cuántas veces había


fantaseado sobre ello, en los últimos meses. Si él supiera que lo había hecho,
probablemente se aseguraría de que nunca cometiera el error de creer, que él
lo haría de tan buen grado, de nuevo.

— G. . —

— Graeme. — El nombre fue gruñido en su oído, la orden fue acentuada por


la advertencia que retumbaba de su voz. Una que su genética de Casta, así
como la humana, reconoció. — Demasiados en el centro de investigación
sabían que me llamabas por mi inicial, en vez de mi nombre. No cometas ese
error otra vez, Cat. Podrías hacer que nos maten. ¿Seguramente no quieres
eso, ¿verdad? ¿No llorarías aunque sea un poquito si muriera?

— Todo lo familiar estaba siendo tomado de ella, debido a él, por él. Ya fue
despojada de todo, sin amigos, ni familia. Infierno, incluso su genética Casta la
traicionaría, si ella se lo permitiera. ¿Qué más podría tomar él de ella, sino la
vida? O su vida. ¿Podría ella afrontar el futuro sin él de alguna manera?
Incluso tenerlo como su enemigo o su torturador, era mejor que su muerte.

— Déjame ir, Graeme, — arrancó sus dientes de ella, sentía el impulso de


liberar sus garras, de luchar, de rasguñarlo a pesar de sentir, que él era
todavía, importante para ella.

Él no era su alfa, no importaba lo que instinto primario que todavía existía en


su interior, le dijera. Su alfa no la habría abandonado. Él no la habría
amenazado o no la habría dejado para luchar sola.

Él no habría permitido que su vida fuera robada, todos eso años en que había
tenido que ocultarse del Consejo de Genética y de sus matones. Su alfa no le
habría despojado de su vida para nada.

— Nunca te dejaré ir... — La reclamación gutural la despojó del control.


Infierno que no lo haría.

Un duro giro, una vuelta, una cuchillada de sus garras en lo alto de su muslo, y
oh si, por supuesto, él realmente la liberó. Cayó al piso para evadir el rápido
ademán que hizo para cogerla, Cat rodó antes de que la alcanzara, salto a sus
pies y se paro ante él medio agachada. Respirando con fuerza, su corazón
acelerado, ella lo miró estrechando los ojos.

Él estaba divertido. Malditamente divertido. Como si ella hubiera hecho


exactamente lo que esperaba que hiciera. Entonces despacio,
deliberadamente, su mirada se dejo caer a su muslo, alto, en la cara interna
de su muslo, a no más de unas pulgadas del pesado bulto, cubierto por el
jeans. Allí, el material fue acuchillado en tres largas líneas, mientras la sangre
se derramaba de los cortes en su carne, mojando la tela.

— Cerca, — él murmuró.

— La próxima vez, voy a castrarte. — El alarde era completamente falso.


¿Oh Dios, qué había hecho? Las laceraciones en la parte superior de su pierna,
derramaban sangre demasiado rápido. Ella lo había cortado profundamente,
las afiladas garras que poseía, eran mucho más eficaces contra la carne, de lo
que alguna vez había creído que serían.

Él rió en silencio ante la amenaza. — Yo retrasaría eso, si fuera tú, gatita.


Como tu compañero, sería bastante ineficaz, ¿no te parece? –

Antes de que pudiera hablar, salió por la puerta de la habitación, cerrándola


detrás de él, mientras Cat lo miró en negación e incredulidad.
¿Su qué? Eso no era posible. Ella no se lo permitiría.

— ¿A dónde diablos vas?— Salto a sus pies y corrió hacia la puerta, la abrió
de golpe, mirando el pasillo vacío en estado de shock.

— ¿Graeme?—

Maldita sea, ella lo llamó Graeme en lugar de G. Lo odiaba.


Odiaba su genética. Odiaba a cada Casta, sobre todo ahora.

— ¿Dónde coño estás?— Pisando fuerte salió de la habitación, hasta el pasillo


que se abría a la escalera, todavía no lo veía.

Todo, menos corriendo, bajó la escalera curvada hasta el pequeño vestíbulo,


miró fijamente alrededor del espacio abierto sala, comedor y cocina. Y no vio
a Graeme aún.

G, recordó ella ferozmente.

Maldito Casta, mierda de alfa. Que dolor en el culo era la codificación


genética.
Ella lo odiaba, se recordó a sí misma.

Acecho través de la casa, habitación por habitación, ella se limitó a confirmar


lo que ya sabía: se había ido.

— ¿El gatito malo tiene que ir arreglar su metida de pata?, — Se burló, dando
un paso atrás a la cocina en silencio— Pobre Bengala— asno arrogante.
Espero que duela—

Fue directamente a la nevera y saco el vino que había colocado allí antes, y se
sirvió medio vaso.

En vez de beberlo a sorbo, simplemente se lo bebió como si fuera un chupito


de whisky, antes de rellenar y prometerse a sí misma que este si lo bebería a
sorbos.

Ella realmente esperaba que no le doliera.

¿Cómo había hecho eso? Ella no había querido. Ni siquiera había tenido la
intención de liberar sus garras, cuando trato de escapar de su agarre.

Con todo, definitivamente, no había esperado que la reclamara como su


compañera, tampoco. Como si ella no estuviera al tanto, lo que un compañero
era y lo que quería decir la reclamación. Solo porque pretendió no ser una
Casta y se salió con la suya, no significaba que no había sido testigo de la
mierda esa del Acoplamiento Casta.

¿Por qué mentirle? ¿Pensaba que no iba a saber la diferencia?

— Sé que estás mintiendo, Graeme, — le espetó en voz alta.

Por supuesto que tendría la casa llena con micrófonos ocultos. El era así de
inteligente.

— No soy estúpida. No soy tu compañera—

Ella no se permitiría ser atada a alguien en quien no podía confiar, ni


depender. Había probado ambas cosas en los últimos diez años.

No tenía dudas de que había estado muy consciente de la zona en que se


encontraba, antes de Jonas llegara buscándola a ella, a Honor y a Judd. Él
podría no haber sabido exactamente dónde estaba, pero existía la posibilidad
de que lo supiera también. Graeme – el maldito— podía ser más aterrador
que Jonas.

Tranquilo, reservado, misterioso. Su inteligencia nunca había sido tasada, su


genio en fisiología y biología Casta, nunca había sido documentada, que ella
supiera. Pero mientras estuvo bajo la tutela de Doctor Foster, el primer jefe
de la investigación genética y biológica en los laboratorios Brandenmore, él
había sobresalido, al punto que ella se había preguntado si aún el Doctor
Foster le temía.

Luego el Dr. Foster había desaparecido y un nuevo investigador había sido


traído. Entonces Cat, vio exactamente cuán manipulador y calculador Graeme
podría ser. Durante casi un año maniobró al científico, jugo y trabajó la
información que había adquirido... y luego desapareció también. Una noche,
él había estado allí; y de repente la mañana siguiente, las alarmas la
despertaron, a ella y a Judd y su catre había estado vacío.

Les había dejado solos.

Honor se había ido a casa apenas semanas antes, finalmente curada de la


enfermedad que le había traído aquí.

Con el escape de Graeme, ella y Judd habían quedado solos.

Cat había estado devastada.


Todavía podía recordar el shock, su rechazo absoluto a la idea, de que él la
había abandonado. Estaba convencida de que lo habían matado. Que el Dr.
Bennett había ordenado su muerte.

Hasta la noche en que él abrió las puertas de la camioneta, donde ella y Judd
eran transportados para ser sacrificados, había estado segura de que estaba
muerto, que no había forma de que su G, nunca, jamás la abandonara.

Pero lo había hecho. Él la había dejado. La verdad estaba allí en los salvajes
ojos verdes y las rayas de Bengala que cruzaban su rostro. Y porque él había
intentado rescatarlos, se estuvo muriendo.

Las balas que golpearon su pecho, habían creado heridas horribles. Judd había
luchado para estabilizarlo, entonces se vio obligado a inyectar al debilitado
Bengala — porque Graeme todavía luchaba— con una pequeña cantidad del
paralizante del Consejo que los guardias llevaban, ante la eventualidad que
uno de las Castas que transportaban, se volviera demasiado violento.

Los había maldecido cuando Judd conectó las líneas entre la vena del Cat y de
Graeme. Los maldijo, los amenazo, y entonces, mirándola a los ojos, le había
aseguró que la mataría. Que pelaría la carne de sus huesos si no se detenía.
Te amo, G. Ella le había susurrado esas palabras sin llorar, ella con doce años
de edad, sentía que su corazón se rompía por su furia. No puedo perderte.
Nunca te amé. Fuiste mi experimento. . .

Había cortado su alma cuando le dijo que no la amaba. La abrió de lado a lado
y la dejó desangrándose con una agonía, que no había sido capaz de
comprender.

Sí, le había demostrado que no la amaba, que nunca la había amado. La marca
que había dejado como su alfa la había atormentado, el dolor de su
desobediencia había pesado en ella, durante años. Hasta que había logrado
convencerse de que se las había arreglado para destruir la marca. Una
mentira. Ella supo que esa marca permanecerá durante el tiempo que las
mutaciones castas, vivieran dentro de ella.

Cuando Cat despertó a la mañana siguiente se encontró que otra vez G se


había ido, ella le había dado a Judd su lealtad, pero él ya la había tenido de
todos modos. Cuando le tendió la mano en silencio, su mirada llena de tal
arrepentimiento, ella la había tomado y reconoció ante sí misma que ella no lo
tenía... que ella no podía incluso, permitirse depender de Judd. Malditamente
bueno, porque meses después de un ataque, seis guerreros sombras los
rescataron y un grupo de seis hombres espirituales Navajo, habían cambiado
el curso de su vida.
Por lo menos, hasta ahora.

— Tienes razón, no eres el que yo conocí como G, — susurró en el silencio. —


Mi G nunca me habría dejado tan sola y asustada y en tal peligro. Siempre
fuiste Graeme. Debiste decirme entonces, quién eras. Hubiera permitido que
te murieras como deseabas—

Apagó la luz de la cocina, mientras caminaba lentamente a través de la


enorme sala hacia la escalera, dar cada paso y con tal cansancio, hizo que
llegar a la cima le pareciera una eternidad.

Dejó la puerta del balcón abierta y se metió en la cama. Arrastrando las


mantas sobre los hombros, yació mirando hacia la oscuridad, con los ojos
secos, adolorida y preguntándose por qué todavía le dolía tan
condenadamente mal.

Después de todo, ella no se había hecho ilusiones, no se había engañado a sí


misma, creyendo que había sentido algo diferente que habría reivindicado lo
que sintió esa noche. Así que ¿por qué le dolía tan condenadamente mal,
ahora?

Reever State
Mi G nunca me habría dejado tan sola y asustada y en tal peligro. Siempre
fuiste Graeme. Debiste haberme dicho entonces, quién eras. Hubiera permitido
que murieras como deseabas.

Pero él no habría muerto.

Las heridas eran malas, les concedía eso, algunas de las peores que jamás
había tenido. Pero el Dr. Foster quien los creó, y quien había perfeccionado la
genética de Cat, lo había perfeccionado a él. Y a su hermano.

Aquella genética y el ADN que creó a las castas en su totalidad, con todo ese
poder, se había asegurado que cualquier herida que inmediatamente fuera
aislada, con toda la fortaleza intacta del cuerpo, sanaría.

Habría sanado, simplemente le habría tomado más tiempo. Y él habría


conservado su cordura. Porque la sangre de Cat, sin el suero que el Dr. Foster
había creado para neutralizar la nueva hormona emergente en su sangre, le
había enloquecido. Ella era una niña, todavía un bebé, y demasiado joven para
que la hormona de apareamiento apareciera en su sistema. Demasiado joven
para marcar a un adulto Casta Bengala que no estaba cuerdo para empezar.
Nada había importado sino detener la transfusión. Cuando vio que no podía
detenerlo, nada importaba, sino la de asegurarse que nunca lo buscara. Tenía
que mantenerla alejado de él hasta que hubiera tenido tiempo de convertirse
en una mujer, para que tanto la genética humana y Bengala maduraran.

Revisando el video de vigilancia de la casa, mientras se sentó en el catre de


hierro en medio de una pequeña caverna debajo de la finca de Reever,
Graeme hizo una pausa en la sutura de su muslo para mirar el vídeo.

Él podía ver su rostro, tan rígido y pálido, sus ojos llenos de amargura, y sentía
que su pecho se apretaba ante el conocimiento del dolor que le causó.

¿Realmente creyó que los había dejado solos y sin protección? ¿Qué le era
posible hacerlo?

Todavía hay una parte de él, que estaba asombrado, no, ella no se había reído
de él, cuando afirmó que no la quería. Siempre pareció conocerlo y
entenderlo tan bien. Sin embargo, había tomado su palabra al pie de la letra y
creyó que la había dejado sola.

Sacudiendo la cabeza terminó la anticuada sutura, extendiendo una crema


cicatrizante sobre las heridas, vendándola con cuidado.

La curó lo suficientemente rápido, pero los cortes en la carne, había llegado


demasiado cerca de la arteria. Había sangrado como un cerdo, antes de llegar
al túnel que iba, desde la finca principal a la pequeña casa a casi ua milla de
distancia. Gracias a Dios, no había caminado la distancia, esa noche.

Mientras el buggy1 motorizado hizo su camino a través del túnel en


automático, se las arregló para poner presión sobre las heridas para evitar la
pérdida de sangre al mínimo hasta que llegó a la sala médica que había creado
en una de las cavernas más pequeñas.

Los túneles y cavernas de Reever corrían por millas debajo de la finca. Por su
parte, dudaba que incluso Lobo supiera dónde estaban todas las salidas de los
túneles y exactamente cuántas cavernas había debajo de la gran casa principal
y sus terrenos.

Graeme sabía, sin embargo, que él había hecho un excelente uso de muchas
de ellas.

La electricidad, fue robada de la red principal que va bajo tierra a menos de


una milla del muro de la finca, iluminando ahora los túneles que consideraba
más importantes, así como las cavernas utilizadas para la investigación,
suministros médicos y el almacén de medicamentos que había empezado a
armar.

1
Buggy motorizado:
Lobo le había dado libre acceso a los túneles y a las cavernas, y Graeme hizo
uso de ellos como mejor le parecía. No confiaba en el clima actual de las
relaciones de los Castas con los humanos, pero infierno, él no confiaba en los
seres humanos, en la mayoría de los casos. Había aprendido el horror de
hacerlo a una edad muy temprana. Podía contar con una mano el número de
seres humanos en quien confiaba y le sobrarían dedos.

El monstruo en que se había convertido durante su última estancia en el


centro de investigación Brandenmore hizo que no confiara en nadie. Nunca.
Confiar te vuelve débil, es arriesgarse a un error que podría detenerlo, con el
riesgo adicional, que podrían llegar al ser que quería proteger.

Un gruñido profundo y bajo retumbó en su pecho, un gruñido de sus


temblorosos labios. El monstruo nunca estaba muy por debajo de su carne,
siempre a la espera, sin correr riesgo, listo para saltar al momento, para
proteger lo que había reclamado.

Con cinta adhesiva fijó el vendaje en su lugar, levantó la mirada, una vez más y
miró la cara en el monitor.

Ella aún estaba despierta, seguía mirando fijamente la oscuridad, la amargura


y la pérdida que sentía, todavía se reflejaba en lo profundo de sus ojos
marrones dorados.
Quería decirle que lo sentía, mientras estuve allí, y no pude hacerlo. La miré
directamente a los ojos y vi a la niña que había traicionado con esas palabras,
cuando rompí su creencia en mi lealtad. Deseé decirle, que me lastime a mi
mismo mucho más, de lo que jamás hubiera imaginado posible y que las
palabras que salieron de mis labios, fueron un intento por salvarnos a ambos.
Para salvarla del dolor que causo aceptar su transfusión.

Ella quería explicaciones, sin embargo, él no se las podía dar. Incluso abordar
por qué la furia había estallado dentro de él, por qué prefería morir que tomar
su sangre esa noche, era simplemente algo que no podía hacer. Incluso por él
mismo.

Incluso en ese momento él no había podido comprenderlo a cabalidad.

Nunca había sido particularmente cuerdo, admitió con un poco de mórbido


humor.

Incluso a una edad temprana había sido llamado salvaje, indomable, loco. Esa
noche, la locura se había apoderado de él, dejándolo existir solo por instinto,
durante años.

Hasta que el Consejo lo había recapturado y lo devolvieron al centro de


investigación.
Hasta la noche que el Dr. Bennett había levantado el corazón de Graeme de su
pecho y dio la orden de encontrar la razón de las extrañas propiedades en la
sangre de Graeme, propiedades de sangre, que lo mantenía luchando, que lo
mantuvo vivo.

Esa noche, el monstruo había saltado hacia adelante y no logro deshacerse de


él, hasta ahora. Él podía refrenarlo ahora. Él podía con ello, vivir con él.

Pero nunca estaría libre de él. Y a lo largo de los años, se había dado cuenta
que no quería estar libre. El monstruo había sido siempre una parte de él, que
siempre había existido.

Sólo necesitaba la razón correcta para mostrarse.

Vio un flash del gato de Cat, que se desplazaba en sus ojos, cerrándose
lentamente a medida que el sueño finalmente se apoderó de ella.
Un segundo más tarde, una sola lágrima rodó por el rabillo de su ojo, a lo
largo de la sedosa piel de su mejilla. Brillando contra la piel besada por la Luna
bajando lentamente hasta el labio superior, donde soñolientamente se la
quitó, murmurando un pequeño quejido.

Un quejido.
Pasando su mano sobre su rostro, se levantó, ignorando las punzadas en el
muslo y alejando la vista de ella.

Si tan sólo el destino no hubiera decretado la necesidad de Wyatt de


encontrarla. Si sólo ese bastardo de Raymond Martínez hubiera conocido una
astilla de lealtad, de honor. Si sólo el Consejo no se hubiera enterado de que
estaba vivo.

El presunto compañero de la bengala, había masacrado un laboratorio lleno


de científicos y soldados, menos de veinticuatro horas después de su tercera
vivisección. Ah sí, y la querían a ella. Malo era que el monstruo que había
dormido durante un tiempo, hubiera despertado una vez más. Y una vez más,
despertó con hambre.

Hambre de sangre.

Pero esta vez había otra hambre, también, más fuerte y mucho menos
controlable de lo que esta había sido, cuando la encontró por primera vez.

Aquella hambre solo crecía, mientras que la necesidad de sangre de sus


enemigos, era secundaria.

La necesidad de ella. . .
Nunca había sido secundaria.
Capitulo Cuatro

Ella no era la compañera de ese desquiciado Bengala.

Cat aún no podía creer la loca declaración, que Graeme había hecho la noche
anterior.

Sabía lo que eran los compañeros, al igual que ella sabía que su prima Isabelle,
y su amiga Honor, que había tomado la identidad de Liza Johnson hace doce
años, ambas eran compañeras de unos Castas. Isabelle de un tranquilo
Coyote, demasiado intenso, y Liza de un enorme y oscuro Lobo Casta. Ambas
mujeres estaban locas por sus "novios" y compartían un vínculo con ellos, que
la tigresa en silencio reconoció.

El olor del apareamiento, las necesidades físicas y emocionales, así como el


vínculo que las parejas compartían, eran inconfundibles para otras castas. Es
posible que algunos no tengan un nombre para poner, en ello, pero el olor del
mismo, era una advertencia para las castas del sexo opuesto, así como la
confirmación de un vínculo duradero.

Les gustaba así. Incluso antes de que el olor del apareamiento se hiciera más
fuerte, más profundo, el olor de sus lazos emocionales, había sido claro.
Ella y Graeme ya no tenían un vínculo. Ese que podría haber crecido desde
aquellos primeros años, cuando la había cuidado en los laboratorios y que
había muerto la noche que juró matarla. La noche en que le aseguró, que no
había sido nada más, que su propio experimento.

La pura locura que había adoptado para hacer tal afirmación, casi coincide con
la locura en el número de cámaras que había colocado en la casa que Reever
le había ofrecido por su uso.

Arriba, había encontrado seis, en la planta baja, hasta ahora, había


encontrado cuatro y ni siquiera había llegado a la cocina.
Y ella no tenía ninguna duda de que habría cámaras, que no había encontrado
todavía.

Vertiendo, los que había encontrado en la basura de la cocina; apenas estaba


abriendo la primera puerta del armario de la cocina, cuando el timbre sonó.
Arrodillada sobre la encimera de mármol, lanzó una mirada de disgusto hacia
la puerta.

¿Quién diablos era lo suficiente idiota para tocar su timbre? ¿No saben que un
desquiciado Bengala acechaba en algún lugar? ¿No había anunciado Jonas al
mundo libre de mierda?
Saltó con un rugido, acechó por la casa hasta la puerta, parándose de pronto
con el olor de los hombres al otro lado.

No necesitaba esto. No tenía que lidiar ya con esto. ¿Donde infierno estaban
todos los demás desquiciados Castas cuando se les necesitaba?
Agarrando el pomo de la puerta la abrió de un tirón y enfrentó a los hombres
con un ceño fruncido.

— ¿Qué diablos quieres?— Raymond Martínez tenía la cara de un político. El


sombrío, compasivo rostro, engañaba condenadamente a todos los que
entraban en contacto con él.

Con un leve toque de color gris en las sienes, con su pelo negro, ojos marrón
oscuro y piel morena, todavía era un hombre bastante presentable, aunque el
aumento de peso y la hinchazón bajo su piel, estaba arruinando cualquier
posibilidad, al atractivo que pudiera haber tenido.

Su hijo, Lincoln Martínez, era otra historia. A los treinta y dos, Linc se
encontraba en muy buen estado. De permiso, él era todo músculo y tenía una
cerrada expresión melancólica. Linc, obviamente, logró salir de permiso
militar, mucho más rápido de lo que esperaba. Pero ella, no había esperado
que llegara a la puerta de su propia casa, con su padre.
— Claire, por favor. . — Linc comenzó.

— Oh, dame un maldito descanso, — le espetó Raymond, el uso del nombre


de su hija lo enfurecía. El maldito sabía condenadamente bien, como se
llamaba, se lo había dicho, la noche que el cuerpo de su hija murió y su
espíritu se mantuvo visible sobre ella.

— ¿No te dijo que no soy tu hermana? Me has decepcionado, Raymond.


Supuse que ya habrías mandado el puente al infierno— Raymond hizo una
mueca ante el comentario.

— ¿Podemos hacer esto en casa, Cat? — gruñó Linc, echando un vistazo al


patio, con sus piedras y guijarros y suculentas plantas cuidadosamente
organizadas en el pequeño jardín. Bueno, evidentemente Raymond le había
dicho. ¿O lo sabía ya? Siempre sospeché que Linc era parte del espíritu de los
guerreros desconocidos, pero si se había hecho parte, de la secreta secta
antes o después de la muerte de su hermana, nunca había estado segura.

— Ah, veo que no me decepcionó, — ella murmuró, el sarcasmo que infundió


a su voz la sorprendió, incluso a ella misma, miró al hombre que había jurado
una vez, ser parte de un cuidadosamente coordinado, círculo de protección. –
Ni que decir, pasen. — dando un paso atrás, con un ademán los invito a
entrar. Cuando pasaron el umbral de la puerta, azotó la puerta lo
suficientemente duro para que golpe resultante, hiciera que Raymond mirara
alrededor con miedo. Linc simplemente sacudió la cabeza frotándose un lado
de la cara y mirándola de lado, en reprimenda.

Su apretada sonrisa, sin remordimiento, fue acompañada por el cruce de sus


brazos sobre el pecho y una curiosa inclinación de su cabeza, mientras miraba
a los dos hombres, silenciosamente, comparando su apariencia.
— Sabes, Linc, creo que estarás feliz, cuando tenga más edad y te parezcas
más a Terran y Orrin en lugar de a él. — Señalando hacia Raymond. — Él no
envejece bien. –La aversión en los ojos de Raymond estaba ahora más cerca,
de lo que normalmente se enfrentaba y era muchísimo más cómodo, que el
evidente falso calor, que trataba de mostrar.

— Pequeña perra. . — Se burló furiosamente.

— ¡Basta! – la voz de Linc fue un latigazo de mando, que hizo que Cat, elevara
las cejas en sorpresa, cuando Raymond silenció de inmediato, las duras
palabras.

— Impresionante, — murmuró, realmente impresionada por el tono agudo y


la fuerza subyacente en la misma.
— Eso va para ti, también, — Linc le informó bruscamente, disparándole una
melancólica mirada. — Estamos aquí para hablar. No estoy de humor para
escuchar insultos entre los dos—

Él no era su alfa.

— Entonces, te sugiero que lo tomes y te vayas, — le informó al hombre, que


ella una vez, había llamado hermano. — Porque en lo que a mí respecta, no
es nada más, que un insulto a la raza humana. Es bastante difícil no señalarlo
en cada oportunidad—

Abrió la puerta de un tirón, arrojándoles a los hombres una mirada dura,


antes salir pisoteando por la entrada de la cocina a la parte trasera de la casa.
Ella había tenido ya suficiente de esta discusión en concreto.

— Quédate aquí, maldita sea, — Linc le ordenó su padre, cuando no hizo caso
de la puerta abierta y lo agarró firmemente su muñeca. — No puedo creer
que la hayas cabreado así.
¿Dónde diablos tenías la cabeza? Se supone que debes protegerla, no
contrariarla. –

Cat inhaló fuertemente. Bien, eso respondió su pregunta. Siempre sospeché


que Linc era parte del grupo llamado el desconocido, y cuyo trabajo era
protegerla del Consejo de genética, cuando Raymond falló al convencer
adecuadamente al mundo, de su identidad como su hija. Nunca estuvo
completamente segura, hasta esa declaración. Sólo un miembro de lo
desconocido o los presentes esa noche, sabrían esa información. Cat les
permitió entrar en el vestíbulo, más interesada en lo que él quería, que en
arrancarle los ojos a Raymond en ese momento.

Girando, lo enfrentó, cuando entró en la cocina. Él era más alto que su padre
fácilmente seis dos. Su cabello negro cortado a ras, era una sombra de
medianoche sobre su cuero cabelludo, sus ojos negros la miraban con un
misterio inescrutable. Un misterio que había visto siempre en sus ojos, cada
vez que había estado a su alrededor. Linc había sido amable con ella, mientras
estaba en casa, pero a diferencia de los otros, no había fingido amor o una
conexión que no estaba allí. Se preguntó si era simplemente, porque él era
años mayor que su hermana, o si había sabido la verdad.

Al menos, él no le había mentido, como todos los demás. No la había llevado a


lo largo de ese camino dorado, que la conducía a creer, que ella, podría
pertenecer en alguna parte.

— ¿Por qué estás aquí?— ella exigió al segundo en que cruzó la puerta de la
cocina.
— Después de todos estos años, ¿te entró de repente una abrumadora
necesidad de jugar al hermano?—

— ¿Dónde estabas tú, cuando Claire te necesitaba?— cuando hubiera sido a


Claire a quien enfrentara, dentro del cuerpo de Cat. Durante el tiempo que
Cat había dormido, protegida por un espíritu que caminaba y le hablaba a su
cuerpo.

Ira brilló en su oscura mirada. — No estoy aquí para hablar sobre Claire, Cat.
Me niego a discutir de Claire. — Algo doloroso y oscuro lleno su expresión por
un momento. — Se trata de mi padre. Puede que sea un pendejo, y puede
que no siempre haya sido amable. . —

Tuvo que reírse de ello.

— Carajo, Cat, No voy a dejar que Wyatt lo incrimine. Si fuera tan terrible,
como esos cargos afirman, entonces él nunca te habría ayudado. — Lealtad
era algo que clavaba sus afiladas y despiadadas garras, y era claro que las
clavó en el corazón y en el alma de quien era Lincoln Martínez como hombre.
Al igual que su tío y su abuelo, era un hombre nacido para liderar, que nació
para albergar a otros y era evidente que Raymond le había convencido de su
inocencia.
A quién le iba a creer, se preguntó. ¿A su padre, o la mujer por la que su
hermana había sacrificado tanto para proteger?

— Me parece inconcebible que le hayas permitido engañarte, — dijo ella


indignada, enfurecida porque un intuitivo e inteligente hombre no podía ver
el mal, que había infectado a su padre. — ¿Wyatt lo incriminó?— Linc, si
pudiera salirme con la mía, me gustaría matarlo yo misma. A decir verdad, si
hubiera podido convencer a varias Castas de dejarme, lo habría asesinado,
con mucho gusto, hace años— Linc la miró como si no pudiera creer, lo que
estaba escuchando.

Después de varios segundos su expresión endurecida, se convirtió en


impasible.

— Él no hubiera traicionado a su hija, ni a su hermana asi. –La frialdad y la


fuerza en su voz era algo, con lo que se debe tener cuidado. Y también era
peligroso, una advertencia de venganza, si él sintiera que era justificado. —
Reconozco que no siempre fue amable. . — ¿amable? — ella se burló con
incredulidad.

— No hubo ni un día que Claire no sintiera su odio, ni un día en que yo no lo


sintiera. —
—A veces la sangre es más espesa que el agua, al parecer. —Divertido, Linc
había logrado sorprenderla. Ella esperaba que por lo menos, tuviera
curiosidad de porqué odiaba a Raymond tan profundamente. Por qué quería
matarlo, porque lo habrían matado tan fácilmente.

— Cree lo que quieras. ¿Por qué están los dos aquí?— pasando los dedos por
su pelo, ella se recordó que no debería haberse sorprendido.

Linc podría haber fingido ser su hermano cuando estaba de licencia, pero no
era su hermano. Ella no era nada para él.

— Hijo de puta… — refunfuñó, sin dejar de mirarla fijamente, un ceño


melancólico tiraba de su frente mientras la observaba. –Tenía la esperanza de
que vinieras al tribunal con nosotros, para presentar un frente familiar. Si no
por ninguna otra razón, que la de preservar tu propia precaria seguridad. El te
protegió. Se merece mucho—

La había protegido

Ella le regreso la mirada a Linc antes de reírse de nuevo, burlándose divertida


hasta casi asfixiarse mientras lo miraba.
— ¿Es lo que te dijo? ¿Que él me protegía? — le preguntó con disgusto, con
una mano en su cadera lo desafío. — ¿Realmente logró empujar esas
palabras más allá de sus labios sin ahogarse? —

— Bien, seré condenado si alguien te encontró, mientras estuviste bajo su


techo— afirmó, la frustración llenaba su voz. Su mirada no estaba llena de
frustración, pero era dura, fría y analítica.

— ¿De verdad crees eso, Linc? — preguntó ella, segura de que por lo menos
sospechaba la verdad. — Ellos tienen pruebas de que él se puso en contacto
con un conocido informante del Consejo de genética, justo después de salir de
la reunión, en que se demostró que no sólo vendió a su hermana a ellos, sino
que sabía dónde estuvo todo el tiempo. La dejó morir en uno de los actos más
horribles que nadie podría soportar.

¿Por qué Terran y Orrin, habían mantenido esto oculto de él? Ellos sabían la
verdad.

— Que diablos consiguieron. Cat, fue acusado y no lo han probado. — Él


estaba luchando contra la verdad, podía olerlo, sentirlo.

— Él estaba mintiendo, — espetó— Todo el mundo sabía que estaba


mintiendo—
Recordó el olor del horror del Abuelo Orrin y su lenta aceptación de que su
hijo mayor había hecho algo tan horrible. Él supo que Raymond hizo, lo que
fue acusado de hacer. Él vendió a su hermana y la dejo sufrir hasta la muerte
bajo el bisturí de un cirujano.

— ¿Castas? — preguntó Linc, su voz y su mandíbula apretada con furia. —


¿Olieron sus mentiras? ¿Y como se supone que debo aceptar eso? —

— Yo olí sus mentiras— mirándolo, con los puños apretados, reteniendo las
garras que quería desnudar, ella silenciosamente le rogó que le llamara
mentirosa.

Él la miraba, en silencio ahora, su rostro tan apretado que podría haber sido
tallado en mármol.

Él sabía lo que era, sabía lo que había sido su hermana, y si no sabía, que no
tenía razón para mentirle, entonces, no había aprendido nada en los últimos
años, desde que había entrado en su familia.

— Entonces, ¿por qué te ayudó? — No quería creerlo, no quería aceptarlo,


pero al menos no lo estaba negando por completo.

— Porque no tuvo otra opción, — señaló. — Su padre y tu hermano fueron


parte de ello. Tú eras parte también y él lo sabía. Él me dijo que era la única
manera de que cualquier parte de Claire sobreviviera y tenía que mantener la
ilusión de que quería a su hija. No podía dejar que alguno de ustedes
sospechara lo que realmente sentía. Si lo hicieran, entonces se arriesgaba a
que sospecharan sus secretos o incluso los descubrieran. Pero no te engañes a
ti mismo, al pensar que en esa casa, fue amable conmigo alguna vez. A no ser
que estuvieras allí. —

Linc no era un hombre cruel. Él era un hombre impulsado por la necesidad de


luchar por lo que es correcto, por la justicia. Su creencia del derecho a existir
de las Castas, ha llenado la mayor parte de su vida. Se convirtió en su causa,
incluso antes de ingresar a las fuerzas armadas. Una vez que se unió, había
sido parte de varias misiones no sólo para protegerlos, sino para destruir
totalmente al consejo de genética.

Espiando esencialmente a Linc, Raymond había aprendido bastante acerca de


las misiones contra el Consejo, lo que había reportado diligentemente a sus
amos. Las llamadas habían sido registradas en las intersecciones de un
teléfono vía satelital, el teléfono se había mantenido oculto, hasta que Cat lo
encontró, justo después de saber lo que Raymond le había hecho a su
hermana.
— Si eso es cierto, ¿por qué no lo denunciaste? — La necesidad de probar que
era un error se estaba agotando, ella pudo verlo, aunque la necesidad de
lealtad persistió.

Raymond era su padre. Admitir lo que era el hombre, no iba a ser fácil para
Linc.

— Porque él habría revelado quién era y donde estaba, en un momento en


que no podía haberme defendido, como a menudo amenazaba, le dijo
suavemente. –Así como lo hizo una vez, que me negué a obedecerle y cuando
al inicio sospeche de sus crímenes. — La amargura se la comía. — No me
pidas jamás que le ayude de nuevo, a menos que la ayuda sea para mandarlo
directo al infierno, que es el lugar que le corresponde—

— ¿Por qué no me lo dijiste? – La furia se mostraba en su expresión, en el


bajo sonido de su voz. — ¿Por qué no viniste a mí?—

Ella lo miró, recordando la impotencia que había sentido, durante esos


primeros años después de que despertara a la conciencia y se diera cuenta de
la vida que Claire vivía.

— ¿Por qué Claire no te lo dijo?— Ella le preguntó tristemente, viendo el


oscuro dolor que se disparó en su mirada. — No había manera en que
ayudaras, Linc. Estabas en el ejército. Cualquier intento de ayuda solo te
pondría en desacuerdo allí, exhaló con cansancio. — Si no me quieres creer,
no lo hagas. De cualquiera manera, saca al bastardo de esta casa antes de que
la infecte con el mal que lleva dentro de él. Es un elemento maligno y no lo
quiero en cualquier parte cerca de mí—

Linc respingo.

Fue penoso ver el repentino destello de indecisión en su mirada, la tenue luz


de sospecha. Lo sabía. No quería admitirlo, pero él sabía la verdad. Lo que
decidiera hacer, ese era otro asunto.

Sus labios se separaron, pero lo que él quería decir fue interrumpido por un
repentino gruñido y el sonido de un hombre que chillaba de terror.
Linc, se movió rápido. Tan rápido que Cat se encontró detrás de él, cuando se
precipitó por el vestíbulo y se detuvo repentinamente, atontada.
Pura furia llenaba la cara de Graeme. Las rayas que habrían puesto de
manifiesto su verdadera naturaleza, así como su verdadera identidad no eran
evidentes, pero ella tenía la sensación de que no estaban muy lejos.
Una mano envuelta alrededor de la garganta de Raymond y la otra a un lado
de la puerta, de repente levantó al anciano y lo lanzó fuera de la entrada hacía
el pedregoso patio donde cayó sobre su culo. A continuación, se giró,
dispuesto a hacer lo mismo a Linc.
Se detuvo, Linc levantó sus manos, su expresión cerrada frente a lo que él
creyó era un furioso Casta León.

— Ya me voy, Graeme, — le aseguró. — Nunca debería haberlo escuchado,


cuando me rogó venir conmigo. Se trata de un error que no voy a cometer
otra vez— El hecho de que parecía conocer a Graeme fue sorprendente. No
lo esperaba en absoluto.

— Nunca debiste haberlo traído aquí, — Graeme gruñó. — Es un error que te


prometo, vas a lamentar.

— Echándole un vistazo, a través de la puerta a Raymond, que yacía sobre su


espalda, gimiendo como si hubiera sido cortado en rebanadas, en lugar, de
simplemente ser arrojado por la puerta, Linc sacudió la cabeza lentamente.

— Ya lo lamento, — dijo suavemente. — Te pido disculpas. — Con eso, salió


de la casa.

Esta vez, fue Cat quien respingo cuando Graeme golpeó la puerta con una
violencia que sacudió la pequeña casa.

— Bueno, eso fue realmente maduro, ¿no es cierto? — ella se burló, mientras
cruzó los brazos sobre su pecho, por segunda vez esa mañana. – ¿Crees que
los hayas impresionado con la fuerza Casta que usaste para golpear la puerta
de Lobo contra el marco? — Las rayas de repente ensombrecieron su rostro.
Marcas oscuras bajo su carne, que se extendieron sobre un ojo, a través de su
nariz y la arrogante mejilla opuesta. Un fuerte punto terminó en la esquina del
otro ojo. Otro se curvaba alrededor de un lado de su cuello.
Cat dio un paso atrás con recelo, cuando el verde de sus ojos, que
normalmente eran de color ámbar moteado, se convirtió en un verde ámbar,
que llenó el blancos de los ojos y borró sus pupilas.

— Ahora, Graeme, toda esta furia está fuera de lugar, — ella le informó con
más valentía, de la que sentía. — Sería un muy buen momento para relajarte y
calmarte. — Ella no conocía a este Casta. Incluso su olor estaba teñido de algo
diferente, algo difícil de alcanzar y tan salvaje que iba mucho más allá de lo
primitivo.

— ¿Calmarme? — gruñó, más profundo, fue un áspero gruñido que le hizo


preguntarse, si tal vez, hubiera sido mejor mantenerse en silencio.

— Sí, cálmate. –Si metes la pata, la metes hasta el cuello. ¿Verdad? — Yo


tenía todo totalmente bajo control y Linc, nunca hubiera permitido, que
intentara hacer algo—

— ¿Linc?— Su mirada se redujo en ella.


La mirada depredadora era casi aterradora.

— Ahora, compañera, ¿qué es ese olor de afecto proveniente de ti?

Oh, no realmente no iba a ir allí.


— ¿Y porque es tu negocio, quién me gusta y quien no me gusta? En cuanto a
esta mierda de ¿Compañera? — Apoyando las manos sobre sus caderas, la ira
reemplazando a la cautela— Estás jodidamente loco. . .

— Joder, apuesto por ello. — Se trasladó antes de que ella pudiera


anticiparlo, antes de que ni siquiera pudiera saltar lejos de él.

Ella se encontró de espaldas contra la pared, sus pies levantados, sus muslos
separados y completamente aprisionada, mientras la apasionante prueba de
su excitación, tensaba los vaqueros y presionaba contra la delicada carne
entre sus muslos.

— ¿Excitado?

— ¿Maltratarme realmente te excita? –Dedos agarraban sus hombros,


mientras ella se preguntaba, por qué diablos no estaba tratando de
destrozarlo con sus garras, las mismas que surgieron para mantener la carne
firme, debajo de su camisa.
Porque, porque él se sentía tan bien.

Tan caliente y fuerte, sus manos sosteniendo sus caderas, sus musculosos
muslos separándolos, mientras movía sus cadera para frotar la erección,
cubierta por el jeans, más firmemente contra ella.

— Realmente me excitas, — gruñó— Haces que mi polla se ponga tan dura


que podría joderte por horas. —
De repente, lo ansió. La sensibles pliegues entre sus muslos estaban húmedos,
su clítoris palpitante, las profundidades de su vagina lo ansiaba. Ella estaba
excitada donde nunca antes lo había estado.

Sus terminaciones nerviosas clamaban por acercarse a él, partes de su cuerpo


hormigueaba donde nunca lo había hecho antes. Sus pechos estaban cada vez
más hinchados, sus pezones duros.

— Entonces, obtén una vida, — ella se quedó sin aliento. — Encuentra a


alguien más para que te pueda complacerte. — Lo mataría, si él lo hiciera.

— Tú eres mía. — El chasquido de sus incisivos justo frente a su nariz la hizo


parpadear de sorpresa. — Permites que ese bastardo acaricie tu mejilla y
cortaré… —
—¿La carne de sus huesos? — Uno de estos días debería aprender a mantener
la boca cerrada— Eso es viejo, Graeme. Realmente necesitas aprender un
nuevo material. —

Sus garras se flexionaron en sus hombros, totalmente en contra de su mejor


juicio, pero sus caderas se movieron de nuevo, arrastrando el material de sus
pantalones jean contra la seda de sus bragas, que a su vez raspó sobre su
hinchado clítoris. Lo que se sintió tan malditamente bien.

— ¿Cómo es eso, de nuevo material? Vamos a ver lo que esto hace por ti, —
espetó, pero sin ira. Las rayas fueron retrocediendo mientras bajaba la
cabeza, sus labios se movieron sobre la carne desnuda revelada por las
delgadas tiras de su camiseta.

No le beso su piel. No la mordió. Hizo algo intermedio.

Justo encima de la gran vena palpitante en su cuello, sus dientes presionaron,


rastillando sobre ella, justo antes de que su lengua lamiera su carne caliente.

— ¡Oh, Dios mío! Sólo mátame ahora, — gimió; mientras un relámpago de


exquisita sensaciones corrió desde su cuello hasta las zonas erógenas que no
sabía que poseía. Todos ellos se combinaron para crear, un caliente dolor
entre sus muslos, mientras sentía la caliente, la humedad salió de su cuerpo.
Este si es un problema muy importante. Se trata de un problema de enorme
dimensiones, ya que era una debilidad, y Graeme siempre hacia uso de
cualquier debilidad que descubría.

— ¿Matarte?, — le gruñó, sus labios se movieron a lo largo de la columna de


su cuello, se encontró impotente para hacer otra cosa que no fuera, inclinar la
cabeza a un lado y concederle el acceso. — La muerte no está en la agenda,
gatita. Joderte lo está.

— ¿Por qué su vientre se contrajo de placer, ante la repentina amenaza que le


robó el aliento?

No había ni una maldita cosa romántica, en su declaración. Era pura lujuria,


hambre pura.

— No es una buena idea, — ella jadeó, a pesar de que sus pestañas se dejaron
llevar y arqueo su cuello para acercarse, la sensación de sus labios en su
clavícula, arrastró una espontáneo gemido de sus labios.

— Como un infierno— Una mano se trasladó a la parte de atrás de su


camiseta y en la siguiente respiración, era un pedazo de material rasgado.

¿Le arrancó la camisa?


Le devolvió la mirada, sin saber si estaba indignada o completamente
excitada.

Su mirada descendió a sus pechos, el color ámbar de los ojos oscurecidos ante
la vista de las hinchadas curvas, incluso si estaban contenidas, como lo
estaban, en el sensato sostén de algodón que llevaba.

— He visto encaje y seda en los cajones. –Su mirada volvió a sus labios que se
separaron por la sorpresa. — ¿Por qué no llevas?—

— ¿Alguna vez, trataste de correr o de pelear con un sostén de encaje? –Le


espetó sin aliento— No es que sean muy duraderos. —

— Lleva encaje y lucharé para ti, — dijo con voz áspera. — Voy a matar para
ti, si dejas que te vea en ellos. –

Levantó una mano, extendiendo una sola garra, antes de deslizarla debajo del
material entre sus pechos y lo cortó, apartando las copas para poder mirar la
carne desnuda.

— Graeme, esto es una locura, — le susurró.


— Como ya has dicho, estoy loco, — respondió distraídamente, mientras
rozaba su mejilla contra el costado de una de sus hinchadas curvas. — ¿Por
qué pretender tener cordura a estas alturas?—

Su aliento flotó sobre el pezón, la ligera caricia de aire caliente, casi arrastró
un quejido de ella.

— Te arrepentirás más tarde, — le aseguró. — Sabes cuán enojado te vas a


poner si te arrepientes más tarde. –

Ella definitivamente se arrepentiría. Ya se arrepentía. Sin embargo, su cabeza


cayó hacia atrás, arqueando la espalda y sus dedos se deslizaron por su
cabello, para mantenerlo cerca, al sus labios cubrir el punto duro de su pezón.

Gritó, cuando sus labios rodearon la tierna punta, tirando de ella en su boca y
succionando con firmeza, atrayéndola a su boca. Arremetió con su lengua,
lavándolo, lamiéndolo. Dientes afilados se apoderaron del torturado pico.
Sosteniéndolo allí, lo frotó contra su lengua, chasqueó sobre él. Las caricias,
prendieron fuego, con tanto placer, que ella se arqueaba contra él, montando
la dura cresta de su erección, desesperada por aliviar la palpitante necesidad
creciente entre sus muslos.

La humedad se derramó de su vagina, recubriendo más allá de los pliegues y


humedeciendo la seda que cubría su sexo. Cada succión de su boca, cada
golpe de su lengua o roce de sus dientes contra su pezón, envió esa fuerte
sensación, esa explosión en espiral entre sus muslos, encontrándose
impotente contra ella.

Nunca había conocido un placer como este. Ella nunca ansió nada como esto
o se encontró tan indefensa frente a un hombre.

Y era Graeme. Graeme quien la había destruido, quien había tomado todo,
quien la engañó haciéndola creer que en realidad podía ser suya.

— Basta— Su voz era débil, distante. Había tenido que forzar la protesta de
sus labios.

Estaría condenada, si lo recompensaba por desgarrar su vida, al alejarla.

— Para, Graeme. Sólo para. . —

Sacudió su cabeza, sus labios hinchados y sexys como el infierno. Y se odiaría


a sí misma, si él lo notara.
— No me voy a arrepentir, — de repente gruñó en respuesta a su declaración
anterior. — Pero no tengo la menor duda, de que te vas a arrepentir, por
dejar salir la tontería que acaba de pasar por tus labios. –

Antes de darse cuenta de lo que pretendía, la soltó.

La sostuvo de las caderas hasta que ella se mantuvo en sus propios pies,
retrocedió, el fuego ámbar seguía llenando sus ojos, mientras la miraba, su
respiración agitada, errática.

No cabe duda de que lo lamentaría. Infiernos, ella ya estaba arrepentida.


— Tienes que irte. — Ella nunca podría lograr, que su respiración volviera a
estar bajo control. El estar sin aliento, era algo que ella nunca había
escuchado de su propia boca.

Sus garras estaban apoyadas, en la pared detrás de ella, manteniendo su


mirada fija en sus pechos desnudos, sus pezones seguían duros y aun
apretados, como pidiéndole, que hiciera caso omiso de sus palabras.

Su cuerpo la estaba traicionando tan ávidamente, justo como Graeme la había


traicionado años antes.

— Por supuesto que sí, — le gruñó. — Dios no quiera, que puedas tener
segundos pensamientos, ¿verdad?—

— Exactamente, — dijo entre dientes, devolviéndole la mirada; el felino


sonaba duro y lleno, de su propio conflicto interior. — Dios no permita, que
en realidad, dependa de ti, para que vuelvas a hacer de mi vida un infierno,
más bien.

— ¿Por qué suena como si tuviera que recompensarte por eso?

— ¿Recompensarme?— el asombro llenaba su voz, así como la expresión de


su rostro. – Confía en mí, bebe, tú eres la que conseguiría la recompensa—

— ¿De veras? — ella ronroneó, mientras se deslizaba fuera de la pared, su


mirada se deslizó sobre él lentamente, a medida que lo pasaba, conociéndolo
mejor; el olor de su lujuria era mucho más fuerte, mucho más hambrienta,
despertando sus sentidos y ella lo sabía.

— Entonces, no te molestará ni un poco, saber cómo he fantaseado sobre


tener un amante. — Fantaseaba sobre él, mientras dormía, indefensa frente a
las imágenes. — Y todas las maneras que he imaginado recompensarle, por
ser el hombre que ansiaba tener— Las sombras primitivas del Bengala,
pulsaron debajo de su piel, mientras un rugido escapó de su garganta.
— No me empujes, Cat,— él le advirtió, el tono gutural, mientras agarraba la
barandilla, la saltó y comenzó a subir las escaleras.

— Me preguntaba cómo sería disfrutar su carne, o lamer más duro esa piel
caliente, la lamería como a mi dulce favorito. O me elevaría encima de él y
bajaría... —

El gruñido que salió de su boca, la envió a corriendo por las escaleras, toda
idea de burlarse de él huyó, ante el bajo sonido de excitación, lleno de lujuria
del Bengala, cuya intención era una cosa y sólo una. Puro sexo salvaje, sin
sentido.

Cerró la puerta del dormitorio detrás de ella, bloqueándola, y se apartó de ella


con cautela, preguntándose si él se atrevería a romperla.

— Te gusta jugar juegos muy peligrosos, compañera, — gritó a través de la


puerta.
— Ve a aparearte contigo mismo. —

— No lo haría contigo, ni que perdiera una apuesta, — le informó con


rebeldía.
— Lo siento, imbécil, ve a buscar a alguien que no te conozca tan bien como
yo. –
Una risa masculina, oscura se sintió ante el desafío.
— ¿Crees que me conoces, gatita? ¿Es esto lo que realmente piensas?—

— Eso es lo que yo sé. — Sacando otro sostén del cajón, se apresuró a


ponerlo en su lugar, antes de alcanzar una camisa para cubrirlo.

Maldita sea, fue el nuevo sujetador, el que destruyó.

— Entonces deberías de ser consciente del hecho, de que lo que yo reclamo,


lo mantengo. — La baja, furiosa advertencia en su voz, hizo que un escalofrío
recorriera su columna. — No me pongas a prueba con eso. Dejas que otro te
toque, que otro derrame el perfume de su lujuria alrededor, y verás por qué
esos estúpidos científicos del Consejo, temblaban ante la sola idea de mí—

— ¿Porque estás jodidamente loco? — Sugirió burlonamente, mirando la


puerta— ¿Porque conocen la cepa de rabia, codificada en tu defectuosa
genética?— Le dijo tan enfadada, que era todo lo que ella podía hacer, para
no abrir la puerta de un tirón y enfrentarlo de nuevo. El problema era, que
probablemente se encontrara a sí misma, rogando para que la tocara de
nuevo, en su lugar.

— Porque no tengo ningún problema, en llegar dentro de su pecho y


permitirles ver como rasgo sus corazones fuera. – Su voz animal, fue tan
primitiva y áspera, que hizo que escalofríos corrieran por su columna y la
llenara de un profundo sentimiento de temor.

— Recuerda, le haría eso, mi gatita, a ese bastardo de Lincoln Martínez, si


alguna vez, incluso piensa en tocarte. Salvo que primero le arrancaría la polla
y la empujaría por su garganta. — Ella pestañeo ante la amenaza, casi
permitiendo que el repentino humor se deslizara libre, por su amenaza final.

¿Y Jonas la llamó dramática? No había escuchado todavía un drama.

El portazo de la puerta de la cocina, le aseguró, que el enfurecido Bengala se


había ido. Afortunadamente.

Dulce Jesús, ella estaba en problemas.

Presionando la mano en su estómago, inhalo profundamente, tratando


desesperadamente de encontrar una manera de salir del enredo en que se
encontraba. Y sí, era un desastre.

Porque él podría haberla dejado, pero la excitación que había creado dentro
de ella, no.
Iba a tener que cambiarse las bragas, porque definitivamente estaba
empapada con la caliente humedad, creada con su toque.

Y ella no consideraba que eso fuera una buena cosa. No era una buena cosa,
en absoluto.
Capítulo Cinco

Ella sería su muerte.

Graeme siempre había jurado, que ella sería su muerte. Desde el momento
en que había comenzado a gatear, y había conocido a esa mujer supo que iba
a ser más problemas, de lo que él sabría tratar.

Moviéndose rápidamente a través de los túneles entre la pequeña renta y la


finca de Reever, Graeme recordó lo pequeña que había sido, incluso entonces,
y cómo ella parecía encontrar problemas, sin importa el esfuerzo hecho para
asegurar que estuviera a salvo.

Él había tenido sólo once años, cuando Brandenmore la había colocado en


sus brazos, dándole, la responsabilidad de su cuidado a él. Su supervivencia
dependía de él; lo supo en un santiamén, darse cuenta había sido impactante.

Hasta ese momento nunca conoció realmente un punto en el tiempo,


cuando pudo indicar, que había sentido su genética animal, en un separado
flujo feroz de energía. Lo que sin embargo, ocurrió en ese momento. El niño
y el inmaduro Bengala, estaban lado a lado, dentro de él. El niño mirando a la
niña, desconcertado por cómo cuidar a una criatura tan enfermiza. En ese
momento, el desplazamiento entre la salvaje genética Casta y el humano,
habían desaparecido, el animal se unió a él completamente, para reclamar a
esa niña.

Sabía que ella era suya. El animal, tan inmaduro como lo había sido, la había
reclamado al instante. Al principio se había excusado, que la reclamaba para
que fuera parte del Orgullo, que siempre había jurado que tenía. Sin embargo,
él lo sabía mejor.

Judd era su hermano, su hermano gemelo, y aunque el vínculo de gemelos


siempre había estado ahí, su afecto por Cat era diferente. Ella le pertenecería
una vez que llegara a la madurez. En un abrir y cerrar de ojos, el niño y el
animal lo habían sabido. No había sido un conocimiento sexual, había sido el
instinto. Había encontrado a su otra mitad, si podía garantizar su
supervivencia.

Su inteligencia, incluso entonces, había sido muy superior a cualquier


persona con la que tuvo contacto. La profundidad de sus conocimientos, los
que podía reunir, lo había estado conduciendo a la locura, rasgando su mente
en pedazos, mientras su humanidad, luchaba contra el animal, que se fusionó
con él.

Mirando fijamente a los débiles ojos, asolados por el dolor, la vinculación


de esas partes, a menudo volátiles, de todo lo que era él, pasó en un instante.
Y muy poco de él, en realidad, era humano.

Su inteligencia, tanto humana como animal, lo habrían desgarrado si no


hubiera sido por ese momento. Cat le había centrado, le había dado a todas
esas piezas dentadas, un lugar en que encajar.

Un trabajo para completar. Su supervivencia.

Su supervivencia significaba no sólo curar el mal funcionamiento genético


en su cuerpo, que percibió de inmediato, sino que también garantizar que la
fragilidad humana, nunca la debilitaría de nuevo.

Él y el Dr. Foster, habían aislado la función genética en el suero creado,


antes que el Dr. Foster fuera asignado al proyecto. El médico y Graeme sabían
que parte de eso, nunca podría ser revelado, y habían luchado para
mantenerlo oculto. Curaría a Cat, tal como estaba curando a Honor, pero con
Cat; el virus genético, aislado y en su mayor parte extraído del suero, se
añadiría de nuevo, una vez que Foster hubiera codificado la genética Casta
necesaria para activarlo.
Genética Bengala.

Entrando a la gran caverna principal debajo de la finca, se dirigió a la mesa y


al banco de computadoras instaladas en la esquina más cercana. Ella había
logrado encontrar la mayoría de las cámaras, pero él había sabido que ella lo
haría. Había todavía suficientes para vigilarla, para garantizar su seguridad.

El terreno estaba cubierto con una gran cantidad de cámaras, sensores


electrónicos y alarmas. Él no daría su seguridad por sentado.

Comprobando cada nivel de seguridad que había instalado, era consciente


del olor, de la distracción, que se aproximaba.

Lobo Reever rara vez visitaba las cavernas bajo su casa, que había
entregado a Graeme. Eran dominio de Graeme, era lo que habían acordado. Y
ahora, ya había venido de visita, dos veces en una semana.

Bajando la escalera de piedra tosca, el Casta Lobo se movió silenciosamente


a la caverna principal, antes de caminar a zancadas hasta los monitores de
seguridad ubicados en la pared al lado de Graeme. Esos monitores, casi dos
docenas en total, abarcaban la finca en conjunto. Su mirada se detuvo en una
visualización de la zona de la piscina y la joven tendida bajo los rayos del sol,
con perezoso abandono.

— ¿Necesitas algo? — Graeme cuestionó, su atención estaba en las pantallas,


que mostraba el estado de las distintas medidas de seguridad en la propiedad.
— Jonas estuvo aquí. — La atención del Lobo permaneció en la zona de la
piscina, su mirada melancólica, cuando respondió a la pregunta. — Quería
hablar contigo, pero parece que no estabas—

— Tuve que cuidar algo en la propiedad,— Graeme le informó. — Apesta


ser Jonas—
El gruñido burlón de Lobo era más de acuerdo, que de cualquier otra cosa
— ¿No sientes curiosidad por lo que quería? — El Casta Lobo preguntó
después de varios segundos.

¿De él? — En realidad no— Estaba más interesado en aislar una


anomalía particular que apareció en la programación de seguridad. — Jonas
rara vez me preocupa y lo que quiere no está en línea con lo que quiero en
este momento, por lo que normalmente no me preocupo por ello—

Diversión titiló alrededor del otro Casta.

Lobo tenía un extraño sentido del humor, sin embargo. Que Graeme había
aprendido a tolerar. Después de todo, el Casta Lobo toleraba su sangrienta
manía de interrogar a los Coyotes del Consejo, por lo que trataron de acordar
estar en desacuerdo sobre tales temas.

— Es insistente en que permita a dos de sus ejecutores vigilar la propiedad,


— reveló Lobo. — Tan insistente, en realidad, que está haciendo una petición
al Buró. Tengo un acuerdo con el Buró, Graeme. Uno que preferiría no
romper—

La declaración no fue una petición de cualquier tipo. Él estaba informando a


Graeme que, en este caso, la Oficina podría prevalecer sobre la
disconformidad de Graeme.

Un gruñido irritado se deslizó más allá de su garganta. — Ese león me va a


empujar demasiado lejos, — murmuró mientras dejaba que el programa de
seguridad aislara y erradicara la anomalía en los protocolos de seguridad que
estaba evaluando. — Mantenlo alejado de ella—

— Graeme, tanto como me importa un comino sus diversos pequeños


proyectos en mis cavernas, debo señalar que no respondo a ti. El favor que
has extendido a Khi, dándole este pequeño periodo de tiempo para considerar
sus opciones, es muy apreciado. Pero no voy a ir a la guerra con la Oficina de
Asuntos Castas por ello. — Graeme levantó sus pestañas, mirándolo fijamente
durante un largo rato.

— Al menos no fácilmente. El Casta Lobo exhaló con frustración. — Esa mujer


será mi muerte—
— Parecería que enfrentamos fines similares, entonces, — Graeme señaló
con auto disgusto antes de empujar hacia atrás el holo— board y
desactivarlo. — ¿Cuál es el argumento de Jonas?—

Él preferiría simplemente rasgar la garganta del director de la Oficina, pero


eso podría molestar un poco a su hija y Graeme se había aficionado a la niña,
durante los meses que en secreto, le había dado el suero necesario para
salvar su vida. Brandenmore había encontrado una manera de inyectar
inicialmente a la niña, en un intento de obligar a Jonas y las castas a encontrar
una cura para la destrucción que su propio cuerpo sufría, creado por el suero
que se inyectó. Había convencido a Jonas que lo mismo le ocurriría a Amber.

Lobo bajó la mirada mientras Graeme deslizó la silla del escritorio y se


reclinó para descansar contra la pared detrás de él antes de apoyar sus pies
encima del escritorio. Entrelazando sus dedos detrás de su cabeza, vio al lobo
con los ojos entrecerrados.

— Su nivel de falta de respeto me asombra, — Lobo señaló con perezoso


humor.

— Su nivel de supuesta superioridad, a menudo me divierte, — Graeme le


aseguró. — Pero yo rara vez lo sostengo contra ti. Entonces, ¿qué quiere
nuestro estimado director? —
El Lobo casi dejó que una sonrisa burlona de reconocimiento llegara a sus
labios, pero se contuvo en el último segundo.

— ¿Además de tu piel?, — Preguntó Lobo.

— Bueno, sí. — Graeme asintió. — Aparte de eso. Soy consciente de que


estoy bastante alto en su lista, sin embargo. –

— Yo diría que encabezas la lista, — Lobo gruñó. — Pero aparte de eso, está
demandando que permita que la Oficina vigile los jardines que rodean la casa.
Parece un poco molesto porque sus satélites están teniendo problemas para
observar ampliamente el área. Parece que hay alguna interferencia
atmosférica o magnética.

Graeme sonrió, no podía evitarlo. La satisfacción podía ser una cosa


maravillosa.

— Estoy muy satisfecho con la interferencia, así como su encubrimiento. —


Los ojos grises del lobo vieron la gran satisfacción de Graeme. — Estoy
especialmente satisfecho de que sea imposible de encontrar. Hasta el
momento. –

— El algoritmo sólo se activa cuando la detección por satélite es


interceptada y esta es cambiada constantemente. — Graeme se encogió de
hombros. También había protocolos que ayudaban a detectar cualquier
intento de rastreo. Era uno de sus programas más ingeniosos, sin embargo. Lo
cual le encanta.

— Me considero muy afortunado de tener su lealtad por el momento—


Lobo suspiró. — Pero Wyatt tiene el potencial de convertirse en un problema,
Graeme. En el terreno que quiere vigilar, podría también determinar la
ubicación de la interferencia del satélite—

Graeme contuvo el impulso de rodar los ojos.


— Vigilar el terreno no identificara el problema, Lobo, — le aseguró. — "Ya
te lo dije."—

— Pero tú no me has dicho por qué— Hielo recubrió su voz.

No, él no le había dicho por qué. No le había explicado bien a Lobo o la


cabeza de la seguridad de la manada cómo funciona, y ese no era el punto.
Pero el seguimiento sería imposible, menos desde el lugar por el que Jonas
estaba preocupado.

Dejando caer la silla sobre las cuatro patas, Graeme se puso de pie y se
alejó de los monitores mientras mantenía a Lobo a la vista.
— Por qué no importa, — le recordó a la otra raza. — Funciona—

— No es magia, por lo tanto, es vulnerable, — argumentó Lobo.

— ¿Se está convirtiendo en un problema, Reever? — enfrentándose a él,


Graeme entrecerró los ojos en el lobo y esperó.

Perder la lealtad de Reever sería un problema, pero no insalvable.

— No es un problema. — Lobo sacudió la cabeza, en absoluto preocupado


por la postura de Graeme. — Simplemente una observación. Por el momento,
mi único problema es Wyatt. Como ya he dicho, una guerra con la Oficina
sería un problema en este momento. Yo prefiero quedarme en su lado
amable, si no te importa. Pero también preferiría no tener enforcers
alrededor de mi propiedad—

En eso, Graeme no lo culpaba ni un poco.

— Dile que pueden ver la casa todo lo que quieran desde los límites de la
propiedad, — sugirió, sin preocuparse por el problema. — Su acuerdo con el
Consejo no les permite arbitrariamente la vigilancia dentro de la propiedad
en sí—
— Graeme, ya están vigilando desde los límites de la propiedad. — Reever
suspiró, cruzando los brazos sobre el pecho, probablemente arrugando la
blanca camisa de seda inmaculada que llevaba.

A Lobo no le gustaban las arrugas, Graeme recordó con diversión.

Maldita Sea. Si tenía que hacer de este un favor personal, entonces él iba a
perder una de las deudas que había reunido con los años. Probablemente
varias de ellas. Y no le gustaba como sonaba eso.

— ¿Acaso el nuevo director de la división de esta zona te debe un favor?,—


Preguntó entonces Graeme, entrecerrando los ojos en el lobo. — Le
permitiste el uso de esta caverna para cuidar de ese pequeño problema que
tenía no hace mucho tiempo—

La ejecución de un hombre que había traicionado a la compañera de Rule


Breaker no era exactamente una deuda nominal. Reever le había dado el uso
de las cavernas, supuestamente, así como la promesa de mantener la
ubicación y la participación de Breaker en secreto.

— Esa es la única deuda que Breaker me debe, — Lobo gruñó. — Y prefiero


no usarla—
Graeme le devolvió la mirada con sorpresa. — ¿Quieres que yo use mis
puntos Brownies?—

— Tienes mucho más que yo en este momento, — Dijo Lobo arrastrando las
palabras a sabiendas. — Parece justo que utilices uno de lo que parece ser
una gran cantidad de puntos, en lugar de que utilice el único que he adquirido
con el nuevo director de la división—

— Tengo abundancia de ellos, porque no los utilizo sin pensarlo o los regalo
como si fueran malditos caramelos, Reever, — gruñó, irritado por la idea usar
una de esas deudas tan preciada, que había logrado adquirir.

— Quiero que esto desaparezca, Graeme. — Suave, sin ser una orden, pero
sin duda una advertencia, Lobo hizo una breve inclinación de cabeza como
despedida antes de girar y alejarse.

— Sí, bueno, y yo quiero dejar al monstruo suelto, pero lo mantengo bajo


control— murmuró, caminando con furia de nuevo a las computadoras y
tirándose de nuevo en la silla.

Maldita sea, no tenía tiempo para lo que Lobo quería.


Mirando a la pantalla del ordenador, con los ojos entrecerrados esperaba la
respuesta del programa, a su orden anterior. La anomalía no era parte de la
programación, pero tampoco fue identificada o localizada.

Tomando de nuevo el holo— board2 regresó a trabajar.

Jonas tendría que esperar hasta más tarde.

***

Ella había estado segura de poder encontrar al menos algo de paz en el


pequeño hospedaje de Reever, pensó Cat mientras abría los ojos la tarde
siguiente y fijó su mirada en Graeme al otro lado de la piscina. Sintió que la
observaba, incluso antes de abrir los ojos, supo que él estaba allí.

Perezosamente a la deriva en la piscina detrás de la casa, vestida con nada


más que un bikini minúsculo, Cat admitió que las ganas de disfrutar del agua
podría haber sido un error. El Bengala estaba observándola como si fuera un
aperitivo vespertino, después de perderse el desayuno.

— ¿Qué quieres?, — Murmuró.

2
Holo— board:
Empujando la tumbona inflable hasta las escaleras que conducen al agua, se
deslizó del flotador y se acercó con cautela al patio de roca.

Graeme merodeaba cerca, su mirada vacilante sobre su cuerpo, viendo


como el agua se escurría por su bronceada piel. La mirada era tan intensa que
ella se maravilló que ella no pudiera sentir su tacto, como una caricia física.

— Deja de desnudarme con los ojos, — le exigió mientras se trasladó a la


sombra de la mesa con paraguas y tomo la botella de agua que se enfriaba en
un cubo de hielo.

— Ya estás desnuda, — le aseguró, con seductora voz. — Yo simplemente


estaba disfrutando de la vista—

— Entonces deja de disfrutar de la vista. — No es que la réplica le inmutara.

Sus labios se arquearon con inicio de una pizca de humor. Y seguía


mirándola, todavía le acariciaba con su mirada. Y se encontró demasiado
sensible a esa mirada.

Cogió la bata que había traído con ella.

— Por favor, no lo hagas, Cat. — No era una demanda.


Volteándose se encontró con su mirada, el hambre y la necesidad se
reflejaba en ella, la demanda era clara, pero su tono era gentil, solicito. Él le
estaba pidiendo que no se pusiera la bata, no exigiéndolo. Por lo menos no
exigiéndolo verbalmente.

— ¿Por qué?— Ella tenía que apartarse de él, la necesidad que vislumbró
en su mirada la debilitaba, le hacía querer olvidarse de los últimos trece años,
y ella no se atrevía a olvidar.

— Porque eres la más hermosa visión que he tenido— Su voz era áspera
ahora, el sonido de la misma, inundaba sus sentidos y su cuerpo con la
debilidad más increíble. El placer que inundó todo su ser la dejó sin aliento,
mientras causó que su corazón se acelerase por la excitación.

¿Cómo le hizo esto a ella? ¿Por qué toda su vida ha sido consumida por éste
Casta y por todas esas emociones en conflicto, llenas de dolor que él inspiraba
en ella?

— ¿Por qué me haces esto, Graeme? ¿Por qué estás tratando de


destruirme? — Él había sido su mundo, entonces, él lo había destruido. Había
sido una niña. Nada le había importado a ella, solo él, y él la había destruido.

— Destruirte nunca fue mi intención— Él se movió detrás de ella, parando


sólo cuando estuvo a un soplo de tocarla. Con suavidad y firmeza, sus dedos
se cerraron alrededor de sus caderas, mientras bajó la cabeza a su hombro
desnudo. — Lastimarte nunca fue mi intención, Cat—

— Entonces, ¿cuál era tu intención?— Con los puños apretados, ella luchó
contra el atractivo de su cuerpo, el recuerdo de las sensaciones increíbles que
sus labios podrían crear contra su piel. — Porque para algo que no tenías la
intención, estás haciendo un buen maldito trabajo—

Él estaba destruyendo sus sentidos, su determinación de permanecer al


margen, su promesa a sí misma de que nunca le permitiría destrozar su
corazón de nuevo. O lo que aún quedaba de su corazón.

Dedos callosos apretaron sus caderas, sosteniéndola en su lugar cuando


sintió que trataba de alejarse de él.

No podía hacer esto. Si ella seguía de pie aquí, dejando que la sostuviera
contra él, entonces ella lo haría, le rogaría que la tomara, para que continuara
haciéndola pedazos. Una de sus manos se deslizó de su cadera a su estómago,
donde la aplastó contra los músculos apretados de su bajo vientre. Sus ojos se
cerraron, la sensual debilidad construyéndose, haciendo una burla de su
determinación de permanecer alejada de él.
— Puedo oler tu necesidad, suave y ardiente, — susurró en su oído. — Un
aroma adictivo que me encuentro anhelando en los momentos más
extraños—

— Estoy segura de que hay un programa de doce pasos para eso, en algún
lugar. Apuesto a que Jonas Wyatt podría dirigirte en la dirección correcta, —
le aseguró, forzando el sarcasmo en su voz, más que el aliento de necesidad,
que no podía esconder de él.

La sensación de sus dientes raspando contra su cuello fue seguido de un


bajo gruñido de advertencia, en respuesta a la sugerencia.

— Chica Mala, — le reprendió. — Estoy seguro de que no necesito la ayuda


de Jonas para nada—

— Necesitas ayuda, — le aseguró antes de jadear y encontrándose a sí


misma volteada, tan rápidamente, que apenas registró el movimiento.

Un segundo estaba mirando lejos de él, en el siguiente ella estaba mirando


hacia él, sus pechos presionados contra su mejilla, su erección, restringida
sólo por la mezclilla que llevaba, presionando en la parte baja del estómago.

— Cuando te encontré, estaba completamente enloquecido, — gruñó,


mirándola fijamente con un hambre demandante que brilló en las motas
doradas de sus ojos verdes selva. — Yo era instinto e intelecto solamente. Sin
piedad, sin compasión. — Una mano se enroscó en la parte de atrás de su
cabello húmedo, apretando allí mientras su mirada parpadeó sobre su cara. —
La última vez que estuve en este desierto buscándote, sólo el olor de Claire
Martínez rodeaba tu cuerpo. No había ningún indicio de mi Cat, sin importar
lo similar que eras en apariencia, eso me engañó. Cuando volví, no había
ningún indicio de Claire, sólo de mi Cat, y su dolor. Su soledad. — Su voz
mermó, su cabeza bajó mientras sus labios rozaron la esquina de los de ella.
— Toda la locura que me había llevado durante tanto tiempo, se apartó y el
monstruo se tranquilizó. La poca cordura que me quedaba encajó en su lugar
y yo supe por qué el monstruo existió, para empezar. — Hizo una pausa, sus
labios susurrando sobre los de ella, pero negándose a iniciar el beso que ella
repentinamente estaba deseando. — ¿Sabes por qué existía, Cat?—

Ella sacudió la cabeza, luchando por respirar, luchando para no tomar el


beso que ella necesitaba.

— ¿Por qué? — Ella forzó la pregunta, deseando que se diera prisa y le diera
lo que ella necesitaba.

— Para ti, — él respiró. — Vivió para ti, Cat. Para protegerte. Para detener
el horror, el riesgo de que Bennett te encontrara y te llevara de vuelta al
centro. Existió, para asegurarse de que vivieras.

El monstruo del que todo el mundo hablaba en los últimos meses había
existido por la sangre. Y cada vez que había tomado sangre había sido de
alguien que la amenazó, o de aquellos que la querían.

— Juraste matarme. — Fue todo lo que pudo hacer para obligar a las
palabras salir de sus labios. — Matarme a mí y a Judd. Sabías lo que estaba
diciendo—

Ella recordaba eso muy claramente. Hielo, un propósito mortal, había


llenado sus ojos, su expresión.

— Yo era un niña, G, — ella susurró, recordando el dolor que destrozó su


corazón de nuevo. — Tú eras todo lo que tenía, de lo que dependía. Todo lo
que sabía del amor.

Nunca te amé. . . Fuiste mi experimento.

Presionó su frente contra su pecho, deseando poder borrar ese recuerdo de


su mente, de su corazón.
— Yo te necesitaba. — Los dedos que agarraban sus hombros se cerraron en
puños. — Años, Graeme. Durante años me preocupé, lloré, te busqué. –

Estremecimientos atravesaron su cuerpo mientras el dolor, la furiosa rabia la


atravesó. — Yo te necesitaba. — Fue un gruñido, una escofina femenina
profunda por el dolor abrumador mientras se arrancaba él, recuerdos y tantas
noches de hambre implacable, sólo queriendo verlo. — Maldito seas, G.
Maldito seas. Sobreviví sin ti durante los últimos trece años, y voy a sobrevivir
sin ti ahora. Mantente un infierno lejos de mí—

Se sentía como si se estuviera volviendo loca, ahora. La rabia y el hambre.


La necesidad de alejarlo, la necesidad de agarrarse a él tan apretado para que
jamás estuviera sin él, nunca más. Las emociones en conflicto la estaban
destrozando en pedazos.

— ¿Has sobrevivido?— Agarrando su brazo él la giró de nuevo, levantando


los labios de sus dientes en una mueca de ira. — ¿Así es como lo llamas?
¿Ocultándote? ¿Haciéndote pasar por Claire Martínez? Tomaste su
personalidad, así como su identidad y escondiste todo lo que eras, cada parte
de ti, cuando podrías haber sido quién eras, quien estabas destinada a ser. –

La burla se disparó a través de ella. — ¿Quién estaba destinada a ser,


Graeme?, — ella cuestionó con falsa dulzura que casi lo amordazado. –
— Parece que sólo tú, sabes la respuesta. ¿Qué pensaste que creaste cuando
disparaste esa mierda dentro de mí con esas terapias? ¿Lo justificabas cada
vez que gritaba y lloraba y luego me quedaba tirada por días pidiéndote que
me dejaras morir?, — Le gritó esa pregunta. Una pregunta que ella ni siquiera
sabía que la atormentaba hasta ese momento. — ¿Qué se suponía que debía
ser, G?—

Las lágrimas llenaron sus ojos. Odiaba eso. Odiaba la debilidad y las
emociones que la desgarraban cada vez que recordaba, que había sido su
experimento.

Su experimento.

— Se suponía que debías vivir, — gruñó furiosamente, agarrando sus brazos


y su espalda contra su pecho, mirando hacia ella mientras las pupilas de sus
ojos se borraron por el verde. — Tenías que vivir y había solo una manera de
asegurar eso, con el ADN de las Castas. No había otra manera de borrar esa
maldita enfermedad, de sacarla fuera de tu cuerpo y yo no iba a dejar que te
murieras. Tú eras mía. –

— Yo era tu experimento,— ella gritó. — Tú mismo lo dijiste, nunca me


amaste— Un sollozo escapó de su garganta, sabiendo que la herida nunca se
lo que hiciste cuando me dijiste eso? –

— ¿Tienes alguna idea de lo que me hizo a mi?— Antes de que pudiera


responder, antes de que pudiera hacer algo más que reconocer la aspereza
animal de dolor en su voz, sus labios repentinamente cubrieron los suyos.
Duro. Posesivo.

Su lengua se abrió paso entre sus labios, decidida y con hambre, mientras
derramaba el toque más atractivo de especias. Ese toque de sabor la cautivó,
la dejó queriendo más y tenía los labios de ella cerrados alrededor de su
lengua, algún impulso primario exigiendo que ella se aferrara a ella, para sacar
más de ese sabor difícil de alcanzar por sus sentidos. Gimiendo, aferrándose a
sus hombros una vez más, Cat se deleitaba en el placer, perdiéndose en el.

Ella debería estar luchando contra él y lo sabía. Debería estar luchando


contra esta abrumadora necesidad, y no podía, no tenía ningún deseo de
saber que estaba siendo consumida por su beso. Lo único que podía hacer era
aferrarse a él, sostenerlo contra ella y saborear el hecho de que él estaba aquí
ahora. ¡Cuántos años perdidos! La parte agonizante de su alma encontró por
fin consuelo.

Cuando echó la cabeza hacia atrás, retirando los labios de ella, Cat sólo
pudo mirarlo, aturdida e incierta. Parpadeando en estado de shock por el
abrupto retiro, le tomó un momento darse cuenta, que era lo había
perturbado el hambre caótica, que había desatado en ella. El Casta Lobo le era
vagamente familiar, aunque ella no pudo reconocerlo hasta que habló.

— Lo siento, Graeme, — el casta se aclaró la garganta, incómodo. —


Tenemos una situación en la finca. Alfa Reever pidió que fueras hallado de
inmediato—

Cat se movió para voltearse y enfrentar al Casta, incómoda al estar de


espaldas a él.

— No lo hagas— Graeme la mantuvo inmóvil con un gruñido, mientras


extendía la mano y trajo la túnica descartada, de la parte posterior de la silla
del patio.

Mirándolo dejó que él la ayudara a ponerse la bata, permaneciendo en


silencio mientras la cerraba y amarraba el cinturón.

La interrupción fue lo mejor, pensó. Nada bueno podía venir de la confianza


que ella, desesperadamente quería darle a él, o de las emociones que ardían
en su pecho. Él ya la había traicionado una vez, iba a traicionarla de nuevo.
— Esto no ha terminado, — le advirtió mientras se alejaba de él. — No
pienses que si—

Cat sólo pudo sacudir la cabeza. — Terminó hace mucho tiempo atrás, sólo
te niegas a aceptarlo—

Sin volver a enfrentarse al Casta que vino por Graeme, Cat se escapó de
nuevo a la casa y comprendió que nada volvería a ser fácil o simple, cuando
se trataba de Graeme. Y lo que quedaba de su corazón no tenía escape de la
destrucción que él causaría en el.
Capítulo Seis

La noche seguía avanzando en el desierto antes de que Cat consiguiera tener


bajo control, sus emociones y sus hormonas. La confusión seguía corriendo
rampante; sin embargo, la parte animal, de ese animal que la llenaba, era
probablemente la parte más difícil de tratar y manejar.

Caminó hacia patio, saliendo por la gran sala de estar, con un vaso de vino en
la mano, Cat no podía dejar de admirar la belleza del paisaje, el rico terciopelo
negro y las estrellas como diamantes brillando en el cielo; y el dulce aroma de
una tierra no manchada por los olores y los sonidos de la ciudad.

No cambiaria las comodidades de Window Rock por nada del mundo. Cómo
había ansiado escapar de la sombra, a la tierra aparentemente estéril durante
años. Tantas noches que había querido correr, cazar, para escapar de la
siempre presente penumbra, que parecía poseer el hogar de los Martínez. El
olor de la bebida cargada no existía aquí, tampoco el olor pútrido de la culpa,
la sospecha y el odio. Pero había habido buenos recuerdos, aunque ninguno
tenía nada que ver con Raymond o María Martínez.

El Abuelo Orrin, con su sentido de humor y las llamadas inesperadas a


Raymond para que enviara a su "nieta" con él inmediatamente. Ella subía
con prisa a su camioneta, le guiñaba un ojo a ella, y entonces a veces, durante
días a la vez, le mostraba el desierto que amaba, o los recuerdos que había
acumulado en fotografías.

Terran, el tío de Claire, solía llevársela en las vacaciones con él, Isabelle y
Chelsea. Una semana de revolcarse perezosamente bajo sol, juntos en alguna
playa tropical donde las bebidas eran entregadas por hombres apenas
vestidos y donde no existían las crueldades de Raymond.
¿Dónde estaban Isabelle y Chelsea ahora? Ella se preguntó. Sabía que Isabelle
y su nuevo marido o compañero, fueron de luna de miel a algún lugar secreto.
Así como Honor y su marido o compañero, Stygian, estaban haciendo.
A lugares no revelados. Sí. Estaban escondidos en la zona, en hogares seguros
en el desierto. Estaban cerca, pero ella no los había visto, ni había oído hablar
de ellos.

Chelsea la había visitado una vez, pero la revelación de que su prima era una
impostora, había hecho la visita un poco incómoda para la otra mujer. Ella
había estado distraída, escogiendo sus palabras con cuidado mientras
hablaban.

Linc fue el único miembro de su familia anterior que había visto, lo vio en las
afueras con Terran y Orrin, en las semanas que se habían presentado los
cargos contra Raymond. Cargos que Linc claramente quería negar. No es que
ella lo culpara, entendía lo horrible que debía ser, tener que enfrentar lo que
su padre realmente era. Admitir que había venido de tanta suciedad, como lo
era Raymond Martínez.

¿Por qué no lo había contactado? ¿Por qué no le dijo lo cruel que era
Raymond? Por lo que sabía de él, nunca se habría mantenido al margen y
menos lo habría permitido. Y su sospecha de que él era parte de lo
desconocido, le había impedido contactar a ellos también. Informar a alguien
de las crueldades de Raymond, podría haber dado lugar, a que él realmente se
hubiera puesto en contacto con el Consejo de Genética, sin embargo, y se
habrían movido hacia ella. Lo que el desconocido escondió, nadie pudo
encontrarlo. Y ella no podía correr el riesgo de no estar allí cuando llegará
Graeme por ella, como había sabido que haría. El desconocido se habría
asegurado, que incluso él, no pudiera encontrarla.

El oscuro grupo de guerreros asignados para protegerla mientras que había


sido Claire Martínez, se habían retirado una vez que se destapo su verdadera
identidad, o eso le habían dicho. Ella nunca los había necesitado, pero saber
que estaban cerca de ella, siempre le había dado una cierta confianza en su
seguridad. Una seguridad que no tenía ahora.
Demonios, ni siquiera confiaba en la seguridad que Graeme o Lobo Reever,
mantenían alrededor de la casa y no podía precisar porqué.

No había duda de que ella no había encontrado todas las cámaras que había
instalado Graeme; y que él tendría la casa y los jardines bien vigilados en
todos los rincones. Contra todo y todos, excepto el mismo. La única cosa
contra la cual probablemente necesitara más la protección.

¿Estaba realmente tan loco, como parecía a veces?

Ella casi sonrió ante la idea. Por supuesto que lo estaba. Siempre había estado
un poco a la izquierda de su sano juicio, pero cuando era una niña, ella le
amaba mucho más por ello.

Nunca te amé. . . eras mi experimento. . .

Ella se estremeció al recordar el dolor que le había desgarrado esa noche.


Como si alguien hubiera llegado dentro de su alma y desgarrado libremente
de adentro hacia afuera de su cuerpo. Se destruyó años de confianza, de
seguridad. Se habían destruido sus percepciones de quién era, y de por qué él
la había obligado a vivir tantas veces; no porque él necesitara su adoración
infantil, ni porque ella significara algo para él. Sino porque ella era su
experimento. La casta que había creado a partir de los restos de una niña
moribunda.

Él debería haber permitido que ella muriera. Su infancia había sido una serie
de experimentos tan insoportables que todavía tenía pesadillas. Una vez que
escapó, había estado restringida una vez más y obligada a ver la vida pasar
como Claire Martínez con la esperanza, de que al hacerlo, ella estaría aquí
cuando viniera por ella.
Había aprendido a correr, cazar, entrenar y pelear. Las pocas veces que
lograba escapar de Raymond, había sido tan emocionante, que fue en realidad
doloroso volver a esa casa sombría. Y cada vez que se había escapado de
noche, ella buscaba a su G, preguntándose si finalmente había encontrado las
pistas que le había enviado, revelándole dónde estaba y la identidad que
estaba usando ahora. Y aquí estaba, mirando la noche, encerrada por paredes
y siendo monitoreada por las cámaras una vez más.

Maldita Sea. ¿Cuándo terminaría?

Acabo su vino, regresó a la casa y se encerró, comprobó las ventanas y


puertas por última vez y subió a su dormitorio. Por primera vez desde que se
mudó allí ella cerró las puertas del balcón.

Se sentía inquieta, nerviosa. La genética casta estaba rápidamente


evolucionando y estaba siendo una putada. Ella no era capaz de encontrar
equilibrio en absoluto, sobre todo después de la pequeña visita de Linc y
Raymond.
Tomo una larga ducha, después se metió en la cama demasiado grande, con
uno de los pequeños camisones de encaje. Graeme no dejaba de quejarse
porque cubría su cuerpo.

— Bastardo –

Ella se dijo que la decisión de llevar el pequeño vestido sexy, fue para
torturarlo. Estaba terriblemente asustada de que la verdad fuera mucho más
primaria. Él había querido que ella lo llevara. Y en cierta época nada había
importado más que complacer a su G.

No tenía duda de que la estaba mirando.

¿Dónde más ocultó cámaras, que no pensó que debía buscar?, se preguntó
mientras bostezó y se acurrucó en la cama. Tendría que repasar la casa de
nuevo mañana y ver si las podía encontrar en cualquier otro probable
escondite.

Instantáneamente, una alarma furiosa se derramo a través de sus sentidos


con una velocidad abrupta que la despertó al instante. Pero ya era demasiado
tarde. Sintió la brisa que corría delante de las puertas del balcón, algo se
movió mucho más rápido, con una precisión mucho más mortal. Al segundo
sintió la presión de la jeringa que inyectó la droga, directamente en la vena de
su cuello, su gato se había sentido inquieto antes, como un tipo de
advertencia.

— ¡No! — Su gruñido irregular fue uno de rabia, cuando su mente comenzó a


cerrarse, aún cuando el conocimiento dirigía su mente, esa quemadura
dolorosa en sus terminaciones nerviosas, nunca había sido capaz de describir
completamente como era perder su capacidad de moverse, de hablar.

Para protegerse a sí misma, sus instintos animales perfeccionados, se lanzaron


hacia delante, dándole un momento para saltar de la cama.

Ella casi cayó, en su lugar.

Un latigazo de fuego, de agonía pura, comenzó a sentirse a través de su


cuerpo, extendiéndose a través de ella. La quemadura corrió por debajo de su
carne, moviéndose constantemente hasta llegar a su cerebro.

No. Esto no puede estar pasando.

El paralizante era de acción rápida, deteniendo su capacidad de moverse, de


hablar. . . gritar.
Tenía que escapar maldita sea, ella no debería haber destruido tantas
cámaras. ¿Y si no había más en el dormitorio para alertar Graeme de lo que
estaba pasando?

Ella estaría jodida. Así de simple.

Logró llegar hasta la mitad de la habitación, a medio camino hacia la puerta,


antes de que colapsara en el piso. No pudo amortiguar la caída o acomodar la
muñeca mientras se iba hacia abajo. El dolor habría sido angustioso si no
hubiera aprendido hacía mucho tiempo, lo que era la verdadera agonía.
La quemadura se movía a través de su cerebro ahora, el resto de su cuerpo
estaba sensibilizado, los receptores del dolor acentuados en espera del
siguiente latigazo de sensación.

Estaba desamparada. Demasiado vulnerable y sin defensas en absoluto.


¿Cómo habrían violado su balcón sin apagar las alarmas? Ella no había tocado
las cámaras o los sensores de seguridad allí.

A menos que fuera Graeme.

¿Sería tan cruel como para inyectarla con el paralizante? ¿Para hacerle daño
de esta manera? No. Graeme encontraría una manera mucho más eficaz para
castigarla. Esto no era algo que él hiciera.
El fármaco, creado por los monstruos del Consejo de Genética, era
increíblemente eficiente. No había nada que pudiera hacer mientras estuviera
bajo sus efectos. Nunca había sido capaz de luchar en el pasado, no importa lo
fuerte que fuera su voluntad.

Escucho un susurro débil fuera de la puerta de su habitación deteniéndose


por un momento, a la espera, sintiendo el peligro que venía.

Acostada en el piso sobre el lado que había caído, podía ver la puerta del
dormitorio abrirse lentamente, como en cámara lenta, haciéndola esperar.

Pensó que todo lo que sabía era que la sombra se movía hacia ella a través de
la entrada.
Su aroma le llegó incluso antes de abrir la puerta, filtrado por los sentidos del
animal.

No era Graeme.

Ella observó como Raymond se acercaba, el olor de su odio malévolo, era


repugnante. Cuando la puerta se abrió, otros olores llegaron a ella también.
Podía oler el aroma de la Casta Chacal ahora. Los pocos que habían
sobrevivido eran utilizados por el Consejo de Genética sólo cuando era
absolutamente necesario. Así que pocos sobrevivieron al proceso de creación,
pero los que vivían, eran soldados brutales con viles instintos que habían
sorprendido a los entrenadores

— Animal de mierda—

La maldición de Raymond fue seguida por una patada en sus costillas


indefensas.

Agonía pura estalló en el punto en que la bota se encontró con su cuerpo. Ella
no podía hacer nada para mostrar su dolor, no podía hacer nada para escapar.
Esto hizo que el animal dentro de su cuerpo enloqueciera.

La hizo enloquecer

Su aliento ni siquiera se rompió cuando el dolor de la patada se centró en el


punto de contacto, estallando hacia afuera a medida que la carne y el hueso
se veían afectados. El paralizante mantuvo sus órganos vitales funcionando
correctamente, al tiempo que garantizaba que el dolor fuera agonizante.

Nada se rompió. Rezó para que Raymond no supiera eso o seguramente lo


sabía.
Ni siquiera podía volver la mirada hacia él, no podía obligarlo a mirarla a los
ojos mientras lo fulminaba y le demostraba su odio. Sólo podía mirar hacia
adelante, incapaz de siquiera parpadear.

Sin embargo no había manera de blindarse contra el dolor agonizante que


agarraba cada célula de su cuerpo.

— Perra — , Raymond gruñó. — Por fin lograste volver a Linc en mi contra


¿no es así? No has sido más que problemas. Nada más que una plaga en mi
familia — .

Y ella que pensaba que él tenía ese título. Maldita Sea. ¿Qué tan malo podría
ser una tigresa?

— Pensaste que podías evitarme, ¿no?— Raymond se inclinó más cerca de


ella, su amplio rostro lleno de disgusto. – ¿Pensaste que las castas podrían
ocultarte aquí? Intimidarme, — dijo entre dientes. — Entré en contacto con
el Consejo. Ellos están aquí por ti, fenómeno, te tomaran y te meterán en una
jaula, al igual que tu, todos ellos deberían haberse quedado enjaulados para
siempre. Tan pronto como termine contigo, voy a estar malditamente seguro
que nunca vas a abrir la boca de nuevo y no me volverás a causar angustias—

Pero no la querían para mantenerla enjaulada.


Ella estaba destinada a la eutanasia. Se había escapado entonces, ella
encontraría una manera de escapar ahora. Esperaba encontrar una manera de
escapar. . .

De nuevo Raymond dirigió otro golpe a las costillas, en el lugar que se


conectan con el estómago.

Ni siquiera podía vomitar.

El estómago del gato gritó y se agitaba con agonía, la bilis se reunió en su


garganta, pero el paralizante que le habían inyectado se negó a permitirle que
lo liberara.

— A ver lo que hacen contigo, entonces, maldito monstruo— él la miro con


furia lleno de odio. — No voy a tener que tratar contigo nunca más—

¿Será verdad?

Dios, tenía que encontrar una manera de sobrevivir. Tan pronto como pudiera
pensar, tan pronto como el dolor disminuyera lo suficiente como para que ella
pudiera acomodar sus sentidos en su lugar y averiguar exactamente qué
hacer.
— Vamos a divertirnos contigo antes de que te saquen de aquí, — gruñó
Raymond. — La seguridad de ese Lobo bastardo de Reever encontrará tu
sangre, olerá el aroma de tu violación, y se volverá loco. Hijo de puta. Lo
mataré. —

¿Matar a Graeme?, bien el podría matarla, pero él nunca mataría a Graeme.


Y una vez que Graeme se diera cuenta de lo que había sucedido aquí. . . Oh,
Raymond, cómo me encantaría escuchar tus gritos.

En este momento, los únicos gritos que podía oír eran los de su propia cabeza.
La amplificación del dolor hacia resonancia en la agonía que sentía
proveniente de su muñeca. Sus costillas estaban golpeando y ella estaba
aterrorizada de ser violada. Su estómago estaba en llamas por la patada; y el
miedo, era un gusto vil en la parte posterior de la garganta.

¿Por cuánto tiempo se quedó allí?, no estaba segura. El dolor que se irradiaba
a través de sus nervios se había aliviado, pero la muñeca rota y costillas
magulladas aún tenían que dejar de chillar. Eso podría tomar un tiempo.
Recordó que ella apenas tenía cuatro años la primera vez que los científicos le
habían fracturado los huesos mientras se encontraba bajo el obsceno efecto
de esa droga. Cuatro años y ella había creído que su G la había abandonado,
que la había dejado a su suerte. Hasta que la devolvieron a su celda y lo había
encontrado con el rostro lleno de lagrimas y la salvaje y agónica expresión de
su cara y las restricciones que lo sujetaban a su catre.

Él no la había abandonado entonces, pero él la había abandonado ocho años


más tarde. La había dejado, sólo para volver lleno de venganza y sangre.

Probablemente se regodearía que había sido capturada de manera efectiva,


por destruir las cámaras. ¿Lo haría? Había estado furioso cuando se enteró de
que Raymond y Linc habían estado allí. ¿Estaría enojado en su lugar?

Con Graeme, todo era una incógnita.

No, no lo era, se dio cuenta. Graeme se volvería loco si la veía ahora. La


criatura enloquecida al acecho dentro él saldría con esa necesidad de
venganza, y no habría nada que lo detuviera. Él no descansaría hasta que los
responsables de su dolor sufrieran cien veces peor. Cuando murieran, sería
después de que él les hubiera infligido toda la tortura posible. Los chacales
podrían tomar mucho dolor, podrían soportar durante semanas. Con
Raymond probablemente fuera más delicado, para poder mantenerlo con vida
más tiempo y poder darle todo el dolor que sabía, Graeme podría impartir.

Ella le pertenecía. Ella siempre lo había hecho. Él había estado estoicamente


cuando las terapias la habían hecho gritar, la sensación de que su cuerpo
estuviera siendo desgarrado, reformando quién y qué era. Pero los pocos
experimentos que Brandenmore había ordenado, lo habían dejado
enloquecido.

La puerta comenzó a abrirse de nuevo, lentamente. No había olor


anunciando quien estaba llegando. No fue Raymond, no era un Chacal, la
sombra que entró en la habitación era muy diferente de Raymond. Alta, más
poderosa.

Graeme.

Él era el hombre del saco, y el olor de la despiadada y helada muerte que se


irradiaba a su alrededor la llenó de un miedo abrumador sabiendo que quien
se enfrente a él ahora, nunca volvería a verlo cara a cara, estaría muerto.

— Ahora, ¿en qué tipo de problemas te has metido esta vez? — , Preguntó en
voz baja, hielo con un toque de ira tiñó su voz. — ¿Quieres un poco de ayuda,
mi gatita?—
Capítulo Siete

¿Un poco de ayuda?

El estaba bromeando, ¿verdad?

Maldito, había sabido que iba regodearse cuando la locura se apoderó de él.
Sólo tenía que demostrar su actitud superior, antes de ayudarla en el maldito
suelo y deshacerse de la basura de la planta baja.

Ella lo llamaría un culo, pero no se aplicaba.

Graeme se había movido más allá de la fase de jode culos a los catorce años,
superando el ser pinchado antes de cumplir los quince años, y hacia ver que
el ser un maniaco, pareciera un picnic desde el momento en que tuvo
diecisiete años. Ahora, a los treinta y seis y en las garras de una rabia mucho
más allá de primaria, él simplemente era estúpido. Gato loco y aun así quería
gritarle, necesitaba maldecirlo. Si se las arreglaba para salir de esto iba a…

¿A qué?

No le haría exactamente ningún bien contarle a mamá de él, ahora, ¿verdad?.


Ella no tenía una.

Maldita sea.

El hijo de puta se movió más abajo, prácticamente tumbado en la alfombra


junto a ella para poder mirarla a los ojos.

Un ámbar duro salpicado de selva verde, resplandeciente como el fuego, que


destruía tanto la pupila como el blanco de sus ojos, le devolvió la mirada.
Franjas negras surcaron su carne bronceada, rayas primarias, les llamaban.
Marcas primarias que un Bengala mostrarían a lo largo de su cuerpo de la cara
al tobillo. La visión era totalmente sexy, pensó, irritada porque incluso, ella,
considerara tal cosa. Él sólo la miró fijamente durante lo que pareció una
eternidad. No sonreía, no se burlaba, simplemente le devolvió la mirada.
Nunca había conocido esta parte de él. Ella la había sentido, un par de veces
en el centro de investigación, estaba al acecho debajo de la rabia asesina,
pero en realidad nunca había surgido. Y ahora que ella estaba viéndolas,
entendía completamente por qué su nombre podría causar que los científicos
del Consejo temblaran de miedo. ¿Qué pensaba el Dr. Foster cuando creó
esta criatura?

Graeme negó con la cabeza y luego, con una expresión de burlona


desaprobación — Estoy muy decepcionado — . Yo te formé mejor, gatita.
Mucho mejor. ¿Qué diablos pasó? — .

¿Decepcionado? ¿Estaba decepcionado?

Una respiración pesada salió de sus labios cuando ella no habló. Pero
entonces, el idiota sabía que no podía hablar. ¡Ella lo odiaba! En este
momento, ella simplemente lo odiaba.

— Vamos, nena, vamos a levantarte del suelo — . Él finalmente se levantó a sí


mismo asumiendo una posición de cuclillas a su lado, deslizó sus brazos
debajo de ella para levantarla contra él.

Ella era un cuerpo sin huesos. No pudo ponerse rígida, hablar o incluso gritar
cuando el peso de su cuerpo recayó sobre su muñeca.

La agonía fue indescriptible.

La realidad retrocedió un poco. Todo brilló y explotó a su alrededor cuando el


dolor detonó a lo largo de su sistema nervioso, amplificado por el paralizante,
explotando una y otra vez a través de sus sentidos.

Por un segundo, Graeme se congeló. Luego con cuidado, con mucho cuidado,
atormentado; los silenciosos aullidos de dolor resonando en su cabeza por el
dolor, deslizó un brazo por debajo de su muñeca para apoyarla. Sus ojos
estaban fijos en los de ella mientras la levantaba, mirándola, y se preguntó si
podía ver su dolor, si él podía sentir el animal dentro de ella gritando de
agonía.

Oh Dios, me duele. Oh Dios, G. . . sin pensar ella gritó por él en su mente,


como siempre lo había hecho en los laboratorios.

Como lo solía hacer en sus pesadillas.

Un gruñido duro, lleno de rabia, retumbó en el pecho de Graeme cuando la


acerco a su pecho. — Ellos morirán por esto, pequeña gatita — las
palabras fueron susurradas en su mente, era impactante su capacidad de
conectar con ella así. — Morirán dolorosamente. —

Él la puso sobre su cama, colocando su cabeza en la almohada, su mirada


conectada a la suya. Suavemente, casi con reverencia, colocó su brazo en la
cama, asegurando que su muñeca pudiera amortiguar el dolor tanto como
fuera posible. – Mi pobre gatita. — Su tono con furia gutural. — Está bien,
nena, nunca tendrán la oportunidad de hacerte daño de nuevo. —

¿Nunca tendrían la oportunidad de hacerle daño de nuevo?


¿Qué había hecho?

Levantando su mano, él arrastró sus dedos por su mejilla, y aun en medio del
dolor, había la más débil sensación de placer.

Él iba a volverla loca, hacerla tan loca como él.

— Eres mía,— le dijo, su voz endurecida mientras la miraba fijamente a los


ojos. — Mi pequeña gatita. A ningún otro se le permite hacerte daño de esta
manera sin pagar por ello un alto precio. Lo que he hecho, lo que voy a hacer,
es mi derecho como tu compañero. —

Nadie más que él, ¿verdad?

Él la fulminó con la mirada. — Yo nunca te he hecho daño físicamente, — él


contestó en su pensamiento. — Nunca, gatita, querría verte de esta manera
nuevamente. No importa lo que creas. —

Cuando este loco medicamento desapareciera de su sistema, ella compraría


un billete de bus, avión, lo que fuera, con tal de estar tan lejos de él, que le
llevaría toda una vida seguir su rastro. Ella debería haber hecho eso cuando le
llego el primer rumor de que un loco Bengala estaba siguiendo a alguien a
través del desierto.
Él gruñó, el sonido bestial. — ¿Después de todo el trabajo que me ha costado
dar contigo? — Él chasqueó la lengua. — Ya te he encontrado antes y lo haré
de nuevo, ya lo sabes.—

Ella iba a matarlo.

Él simplemente se rió entre dientes, mientras ella se esforzaba contra la


droga, sosteniendo su inmóvil cuerpo.

— Ellos esperan por mí, tal como te dejaron esperando. – Le prometió


entonces. –Vamos a ver ahora el daño que te ha causado esa basura que está
en la otra habitación, pagará con dolor todo lo que te haya hecho, tengo que
verificar primero, que es lo que tengo que cuidar en ti— .
Quería rogarle que tuviera cuidado; quería gritar cuando su toque se acercaba
a su muñeca. Justo antes del punto en el que el dolor explosivo rompería a
través de ella, se detuvo.

— Muñeca rota— gruñó, respirando con dureza y sacudiendo la cabeza.

Él movió su dedo lentamente, sólo apenas un susurro sobre la piel, pasando a


su otro brazo comprobó que no hubiera nada lastimado o roto, a
continuación, sus piernas. Y aún así mantuvo su mirada en sus ojos; incluso
cuando no podía ver sus ojos, ella sabía que él estaba viendo los suyos.
¿Podría soportar más dolor? Ella lo esperaba. Todavía podía venir. Él sería
diabólico. Engañarla haciéndole creer que él no iba a empujar las barreras de
la agonía sensorial, sólo para romperlas después.

— Tal desconfianza, gatita. Yo no soy el monstruo que todo el mundo piensa,


lo sería solamente en el caso de que alguien quisiera apartarte de mí. ¿Tú
sabes que eres toda la poca cordura que me queda, eres mía, y desconfías de
mi?. —

Lo absurdo de esa idea fue dicha con una absoluta y helada convicción en sus
palabras, con lógica y con el hambre sin piedad por la sangre de los enemigos.
Que el terror patinó a través de ella.

Trasladó su toque a su cuello y su clavícula.

Podía ver sus ojos ahora.

La furia mezclada con locura y una emoción que no podía definir. Levantó la
mano, extendiendo un solo dedo, y mientras observaba, una garra aguda con
forma letal, se extendió desde la punta, dividiendo la piel y quedando a la
vista.
Sí, buen truco. Podía hacer eso también. Sin la sangre manchando su uña.
Sus labios se arquearon mientras lo sentía, ella en realidad lo sentía, de alguna
manera leyó en sus ojos la burla por su dolor y su miedo. Bajando la mano,
cortó su vestido en una línea recta partiéndolo por la mitad.

Apartó la seda de ella, dejando al descubierto sus pechos y el montículo


desnudo de su sexo. Ella nunca había tenido rizos entre sus muslos. Al igual
que todas las hembras Castas, el pelo del cuerpo en los brazos, las axilas, las
piernas y entre sus muslos, era inexistente.

Ella debería estar completamente avergonzada, pero no lo estaba. Nunca


había sido capaz de desnudar su cuerpo a cualquiera, especialmente a un
hombre. Ella todavía era virgen, aunque dudaba de que ese siguiera siendo su
estado, por mucho tiempo, si su respuesta anterior a él era alguna indicación.

Inclinándose más cerca de ella, Graeme se quedó mirando el área justo


debajo de sus pechos. Sus dedos susurraron sobre su piel, inspeccionando la
decoloración antes de levantar la mirada hacia la de ella, una vez más.

— No está roto – dijo, mirando sus ojos, el oro en ellos la quemaba.

Se trasladó de nuevo a sus pechos. A partir de ahí, con los ojos entrecerrados,
mirando más hacia abajo entre sus muslos, mientras Cat lo observaba desde
su periferia, tratando de ocultar su miedo por lo que haría de la conexión que
habían hecho, mientras estuviera en las garras de la bestia en la que se había
convertido.

— No mientras tú no puedes pelear— le espetó.

Estaba furiosa por el momento de incertidumbre que había sentido.


— Maldita sea, gatita, tan hermosa como eres, mi única intención es la de
asegurarme de que no tienes necesidad de atención médica, antes de que me
ocupe de los bichos que se atrevieron a hacer esto—

Sus labios se adelgazaron con furia, las franjas que cruzaban su rostro se
volvieron más negras de lo que fueron la última vez, como si se aclararan u
oscurecieran de acuerdo al nivel de su ira. Volvió su mirada hacia sus muslos y
su monte, y ella sabía que había encontrado el más leve rastro de las
cicatrices allí.

Un dedo rozó su montículo superior, la sensación tan diferente, tan


climatizada y extrema, y el ardor de placer irradiaba sobre el dolor haciendo
eco en la muñeca y las áreas donde Raymond la había pateado.

— Vas a decirme cómo ocurrió esto— susurró, el sonido casi demasiado bajo
para escuchar.
Nadie marca lo que es mío y no paga un alto precio por ello –.

Ellos pagaron por mi propia mano. Pensó Cat.

El Coyote, que sospechó que Raymond le había ordenado castigarla años


antes, había encontrado su sangre corriendo por su cuello mientras se
despertaba en el desierto varias noches después. Ella no había llamado al
Desconocido, ella lo había encontrado por sí misma y había cobrado su
venganza. Él la miró por última vez, con un lamento vacilante en su mirada

— Te has convertido en una mujer hermosa, pequeña gatita— gruñó,


llegando a través de ella para acomodar una sábana sobre su cuerpo.

Todavía podía verle mientras se movía, alcanzando un paquete que no sabía


que había puesto en el suelo. Al cabo de unos momentos él le mostraba la
jeringa a presión que tenía en una mano.

— Va a aliviar los efectos de la parálisis, tu capacidad de moverte volverá


mucho más rápido y va a aliviar el dolor de la muñeca rota — Él la colocó a un
lado de su cuello y activó el inyector. — Y cualquier hijo de puta del Consejo
lo suficientemente estúpido para inyectarte de nuevo encontrará que tiene
poco efecto en ti. Considéralo una vacuna. –
Siempre había sabido todo acerca de las vacunas, recordó. Su gato apenas
sintió la explosión de presión que envió la droga en su vena, cuando la retiró,
él le tocó su mejilla, su pulgar frotó justo por encima de sus labios antes de
hacer una pausa para mirarla.

— Tengo asuntos que atender en la planta baja ahora. Dos chacales y un jefe
de la Nación, van a ser capaces de gritar para ti. Yo siempre pensé que era
bastante cruel paralizar la capacidad de gritar, ¿no lo crees? Creo que he
ajustado un poco esas desagradables drogas para permitirles gritar — le dijo.

Había perdido su mente.

¿Y él iba a hacer que gritarán para ella? ¿Raymond y los chacales le había
asegurado?

¿Pensó que ella quería oír eso?

Ella nunca había torturado a cualquiera de las castas, que por culpa del
Consejo se hubiera vista obligada a matar. Nunca había querido oír sus gritos.
Infierno, la visión de la sangre, incluso la hacía marear. No podía soportar
mirarla por mucho tiempo.
Ella le devolvió la mirada mientras observaba sus ojos, sabiendo que su
extraña capacidad de leer sus pensamientos, le permitiría sentir su completo
disgusto por tal cosa.

Otro gruñido de furia vibro en él cuando junto sus cejas en un ceño pesado. —
Mierda. Tengo que hablar con el Consejo por utilizar genética defectuosa. Lo
juro por Dios, ¿dónde han ido todos las Castas sedientas de sangre? ¿Las que
tienen bolas? Por lo visto las Castas ya no tienen más bolas — gruñó hacia
ella. — ¿Es mucho pedir? ¿Es demasiado esperar a una Casta que quiera
sangre? Fuimos creados, mierda, para desear el sabor de la sangre. ¿Qué
demonios te ha pasado? Te di toda la genética correcta. Sé que lo hice —

Ella en realidad nunca había querido una cosa tan repugnante.

Su gato recordó esta diatriba, a pesar de que, obviamente, se había


fortalecido en los últimos años. Graeme había quedado insatisfecho con su
nivel de coraje y lucha contra sus enemigos, incluso antes de su escape del
laboratorio.

— No quieres oír sus gritos, ¿verdad, gatita?— sonaba disgustado ahora. —


Por supuesto que no. Ahora, bien, ¿qué me hizo pensar de manera diferente?
Tal vez el hecho de que ellos querían oír tus gritos, ¿quizás? ¿Qué hay de
todos esos años en que te enseñé a no tener misericordia de tus enemigos? —
espetó furiosamente. — Por Dios, yo sé que lo hice –

Las rayas en toda la cara de Graeme parecían estallar y oscurecerse de nuevo


cuando la locura encendió su mirada y el ámbar de sus ojos brillaba como
fuego de oro.

— No puedo creer esto— murmuró, enderezándose, todavía ceñudo hacia


ella. — No puedo creer esta mierda. Sé que te enseñé mejor que esto, lo
recuerdo—

Él parecía estar teniendo una conversación consigo mismo. Ella se preguntó si


alguna vez invitaba a alguien a participar, que no fuera él mismo. Sí, él había
tratado de enseñarle a no mostrar piedad. Le había enseñado a matar. Le
enseñó a separar la justicia y la venganza. Él le había enseñado que derramar
sangre era necesario para sobrevivir. Pero él no le había enseñado a disfrutar
de ella, aunque sabía que lo parecía.

Ese no era el problema. En el interior, sin embargo, en el fondo, donde


pensaba que nadie podía sentirlo, Graeme lo lamentaba mucho más de lo que
él sospechaba.
Por lo menos, eso pensaba ella.

¿Qué le había pasado?


La necesidad de alcanzar y tocar la línea dura de sus labios, para atraerlos a
los de ella, era como un hambre que no podía hacer a un lado. La necesidad
de alejar la furia demencial en sus ojos, la destruyó.

—¿Lástima, gatita?— , se burló, volteando la sábana sobre su cuerpo


desnudo— ¿Es lastima lo que estás sintiendo por mí? ¿Por mí? — Diversión
demoníaca brilló en sus ojos.

— Guárdala. Esos bastardos abajo la necesitan mucho más que yo —

No, ellos estaban más allá de la compasión, pero no fue lástima lo que sentía.
No era compasión o simpatía. Que era, no estaba segura, pero le dolía ver la
profunda furia en sus ojos.

¿De dónde había venido? Incluso en los laboratorios no se había arraigado tan
profundamente dentro de la esencia de quién y qué era.

— Tú no quieres dejar el libre al monstruo, pequeña gatita— la bestia gruñó.


— Pero sabrás el precio que pagarán tus enemigos por golpearte sin saber
que yo los veía —

Un gruñido salvaje retumbó en su pecho mientras levantaba el labio— Y


espero que puedas ignorar lo que no quieres oír, porque quiero escuchar sus
gritos de mierda — Él golpeó su pecho con una mano. — Y por Dios, fui
creado con suficientes pelotas para asegurarme de que gritan en voz alta y
fuerte —

El era Graeme, Gideón y G. Todas las partes del Casta que había adorado con
cada fibra de su ser. Pero ella nunca había estado al tanto de la fuerza y el
determinado salvajismo, que vivía dentro de él. Era de la crueldad pura de lo
que había estado inconsciente.

Volteó y se fue pisoteando. — ¿Graeme pisoteó? – cerrando la puerta del


dormitorio de golpe detrás de él.

¿Graeme pisoteó?, Oh Dios, no podía ser una buena cosa. . .

¿Qué, se preguntó? ¿qué pasaría cuándo regresará?, ¿Una vez que oyera los
gritos, derramara su sangre y les dejara sin vida?

¿Dónde podría ir la locura entonces? ¿Cuál sería su enfoque una vez que él
los hubiera matado. . .

No podía permitir que sucediera, no aquí, no por ella o así.


Raymond Martínez tenía que responder por sus crímenes, no escapar de ellos
tan fácilmente. Y la Oficina necesitaba saber sobre la existencia de los
chacales. Graeme necesitaba construir una buena relación con Jonas, que
cuidaría de él, construir una buena relación con la Oficina que le protegería
una vez que las sospechas de quien fue, salieran a la luz.

Maldita sea. ¿Cuando esa maldita droga saldría de su sistema para que
pudiera moverse?
Así podría pararlo. Porque estaba condenadamente segura, que no la
escuchaba más.

***

¡Joderla!...

Follarla.

Esos bastardos iban a violarla en su propia cama, mientras estaba paralizada


por ese loco medicamento producto del Consejo ¿y ella no quería oír sus
gritos?

Bueno, lo haría.
Él quería que ellos gritaran hasta que sus voces se rompieran, hasta que
estuvieran rabiosos con el maldito dolor, igual al loco dolor que ella había
sentido. Estaban pensando en matar a los chacales, pero en realidad, podría
ser que valiera la pena torturarlos.

A Raymond Martínez lo haría gritar durante mucho tiempo, estaba seguro.


Ese bastardo quería vivir. Quería vivir mucho tiempo. El tiempo suficiente para
disfrutar de ese puto dinero en efectivo y del oro que esos inadaptados del
Consejo le habían dado como pago por su gatita. Y sabía, el hijo de puta
sabía, que su hija vivía en Cat. El espíritu de Claire Martínez era todavía una
parte de su Cat. Y no le importaba.

Volviendo a la sala de estar se agachó al lado de los dos chacales primero.

— Bastardos —

Había tapado sus labios para evitar que gritaran y lo distrajeran antes de que
estuviera listo para tratar con ellos.

Maldita ella. Maldita sea esa mujer.

Arrancó el adhesivo de sus labios, sonriendo a sus gruñidos de malestar.


Incluso los chacales eran pusilánimes, pequeños coños después de todo.
— ¿Crees que es incómodo?— murmuró. — El malestar es la primera parte
en la vivisección y no se puede gritar. Se sienten los dedos sondeando en tus
órganos y vísceras y acabas rezando por la muerte, a medida que te orinas—
Gritos silenciosos. Oraciones silenciosas.

Los chacales le devolvieron la mirada con frialdad, observando, esperando,


buscando una debilidad.

Él sonrió lentamente, la satisfacción rugió en su pecho, por el parpadeo de


inquietud en la mirada de color amarillo pálido, en el mayor de ellos.
— Ustedes saben quién soy, ¿no? – Susurró. — ¿Todavía me llaman el
hombre de la bolsa?—

— Ellos estarán complacidos de que todavía estés vivo — dijo el Chacal con
voz áspera, casi incapaz de hablar. — Además de tu compañera —

El monstruo, el monstruo sin piedad, sin compasión o cualquier apariencia de


calidez, saltó más lejos en sus sentidos; el sonido que salía de su garganta era
demoníaco.

— No tengo ninguna compañera — gruñó. — Sólo tengo la obligación de


proteger a las personas de mi Orgullo, Chacal. Mi único propósito. Mi única
razón de ser —
Y en cierto modo era verdad. Cuando el monstruo estaba libre, todas las
obligaciones, todo el afecto, todo el respeto se borraban, sólo un propósito lo
llenaba. La protección de su única pareja, la que Graeme podría reclamar.
Y él fue convincente. Podía olerlo en ellos.

— He hecho que los más fuertes Coyotes del Consejo se orinaran en diez
minutos— señaló entonces. — ¿Cuánto tiempo durarán ustedes antes que el
olor de su orina ofenda mis sentidos? —

Él les daría por lo menos quince minutos. Estos dos parecían bastante fuertes.
Los chacales fueron torturados desde la infancia, su formación fue un reinado
de terror diseñado para asegurar, que sólo los más brutalmente fuertes,
sobrevivieran. Antes de llegar a los diez años, sólo una camada aún viviría y de
ella, solo uno sería lo suficientemente fuerte como para ver a los otros morir
de hambre para que pudiera comer. Uno lo suficientemente fuerte como para
matar a todos los que estaban en el camino de su fuga de la celda pútrida,
llena de basura en la que estaban encerrados.

— Tendrían que pedirme misericordia— gruñó, y la esperanza brilló en sus


ojos.

Graeme sonrió. La curva de sus labios, que atenúo la esperanza y trajo el


conocimiento de una muerte segura en su lugar Ella no lo sabe, pero rasgaron
la misericordia de mí el día en que arrancaron el corazón de mi pecho. . .

El monstruo ansiaba el infierno, salivaba por el sonido de sus gritos.

Entrecerrando los ojos en ellos, que lo observaban, colmo sus sentidos de sus
aromas, dividió los marcadores, tomó nota de las diversas diferencias y, como
había aprendido a hacer en el centro de investigación, siguió todos los genes
de mierda, que les hizo, lo que ellos eran. Esa era la debilidad de un chacal.
Frente a lo que realmente era, conociendo su historia y descubrir que alguien
más también lo sabía.

—¿Sabes por qué me llaman el hombre del saco?— , preguntó en voz baja,
con pereza, a pesar de el sonido del infierno en su voz.

El más fuerte, simplemente le devolvió la mirada. El más débil, su mirada


parpadeó por un segundo. Y Graeme sabía por qué, tal como lo hacía el
Chacal. Debido a Graeme podía sentir mucho más, que lo que el Chacal
quería que conociera.

Se centró en eso. — ¿Disfrutan estar al servicio de su amo del Consejo? —


preguntó en voz baja, el olor de la dominación del hombre sobre el Chacal aún
permanecía en la criatura. — Todavía puedo oler su liberación a pesar de su
intento de limpiarla— ¿Es que pretendes que disfrutas tener su liberación
llenándote y no lo contrario? – Los Chacales podrían ser conducidos a una
muerte enloquecidos por intentar dominarlos. El olor de la humillación era
espeso en este Chacal.

Un gruñido feroz, enfurecido y que mostró la pérdida de control, se escapó de


la criatura.

El otro seguía mirando hacia atrás al monstruo que lo mataría a él y a su


compañero. Pero Graeme percibió que había algo muy diferente.

—¿Cuál va a matar a su violador?— , Preguntó al más fuerte de los dos,


ahondando directamente en el punto débil del Chacal. — ¿Les gusta
compartir a su amante? — .

Los Chacales simplemente no comparten absolutamente nada, ni comida, ni la


lealtad, la compasión o a sus amantes. No estaba en su naturaleza. Lo que sí
hacían era asociarse con sus amantes. La fuerza y la ventaja táctica. Y
formaban alianzas duraderas. El Chacal más débil era el compañero de éste en
todos los sentidos.

Cuanto más fuerte eran, decididamente tenían más control sobre su posesión,
sin embargo él simplemente le devolvió la mirada, sin decir nada, sin sentir
nada.
— No importa— , Graeme decidió. — Vas a morir aquí, así que ninguno de
los dos tendrá que hacer frente a las indignidades del Consejo de nuevo — .

—¿Qué sabe usted de sus indignidades?— El más grande preguntó entonces,


su tono de voz bastante curiosa. — El hombre del saco una vez fue el hijo
favorito de su creador. ¿Le habría tocado alguna vez tener que ver morir de
hambre a sus hermanos de camada, para poder escapar de una celda llena de
residuos y la decadencia de los muertos? — .
Las cejas de Graeme se arquearon ante la pregunta. — Afortunadamente,
simplemente no fui creado para seguir las órdenes, como al parecer lo eran
los chacales —

— Si yo estuviera siguiendo simplemente órdenes, entonces me hubiera


llevado a la mujer y la hubiera entregado a los científicos que esperan por ella,
— se encogió de hombros, — Yo estaba en el lugar mucho antes de que ella
llegara — Él miró a su alrededor para indicar la casa. – La llamada al Consejo y
su demanda de oír sus gritos primero, simplemente nos dio la oportunidad de
lograr nuestros propios fines. —

— Yo no negocio por la libertad, Chacal— Graeme gruñó, furioso de que


estaba haciendo el intento. — No hay nada que puedas decir, nada de lo que
puedas decirme podrá convencerme de no matarte a ti y a tu pareja—
— Un compañero o un hijo, gruño el Chacal, cualquiera de los dos es una
debilidad.—

— El orgullo de un alfa son sus hijos, sus hermanos, sus hermanas,— informó
a la criatura con disgusto insultante. — Algo que la gente de tu calaña no
sabe.—

Los Chacales pueden luchar en grupos para su protección, pero luchan


independientemente unos con otros.

— Debilidades – repitió el Chacal — Usted está definido por ellas, debilitado


por ellas. Su supervivencia es limitada, Gideón —

El monstruo lo llenaba, oscureciendo las rayas en la cara y el cuerpo,


llenándolo de una inteligencia primitiva y un salvajismo que era como estar
con una subida máxima de energía. Al igual que un medicamento, abría los
reflejos y el conocimiento de todo, con sus sentidos afilados. La posesión de
tal poder, hacía que se deleitara con lo que lo llenaba.

—¿Limitado, Chacal? — La profundización del tono no paso desapercibido


para el Chacal. Por primera vez, lo que el Chacal había detectado procedente
del Casta que ellos llamaban el hombre del saco lo llenó de miedo. — Mi
supervivencia no me preocupa. Si el mañana viene, viene con visiones de
sangre, de mi corazón latiendo frente de mi cara, incluso de mi cuerpo
luchando para sobrevivir. Si no viene, entonces es la paz. Te mereces paz,
pero estoy aquí para dártela.—

El Chacal finalmente acepto que no había posibilidad de negociación, ante tan


total falta de cordura.

— Tendría que matarte rápidamente— . Él vio a los dos con un interés


calculado— No quiere escuchar sus gritos de mierda. Bueno… ¡yo quiero
oírlos gritar!—

Garras alargadas, afiladas, fuertes con una leve curva, perfecta para rasgar y
triturar la carne de un cuerpo vivo. Echando un vistazo a su lado vio como
Raymond Martínez lo miró con horror, el terror llenando su expresión, el
shock acristalando sus ojos.

— Tú eres el siguiente,— le prometió al jefe de la Nación. — Toma notas.—


Graeme le había encaramado en la silla de la sala de estar antes de ir a ver a
su pequeña gatita, en previsión de dejarla escuchar los gritos de los chacales.
Murmullos ininteligibles vinieron de los labios pegados de Raymond cuando la
baba bajó por su barbilla.

Una risa ronca salió de la garganta de Graeme. El monstruo se convirtió en


una amenaza, ante el dolor de su compañera, sacó la satisfacción y la fuerza
del miedo de sus enemigos, de su dolor. Cualquier cosa, cualquiera, lo
bastante idiota para ir en contra de la perfección de su gata, se merecía todo
el dolor que podía darles y más.

—¿Qué eres? — El Chacal preguntó con curiosidad, obviamente, luchando


contra el paralítico, tratando de forzar su cuerpo a moverse.

Su desesperación fue creciendo, aunque sólo el aroma de esa desesperación


fue evidente. Desesperación por salvar a su compañero.

Mirando entre los dos, él gruñó bajo, un estruendo de advertencia, de sus


intenciones.

— La peor pesadilla del Consejo,— dijo con voz áspera. — Un monstruo que
se arrastró desde el fondo de una agonía sin nombre que nunca debió
existir.—

— Otros vendrán— La advertencia fue dada libremente. — Ellos creen que


tu compañera es tu debilidad. No pararán hasta que la tengan.—

— Y no voy a parar hasta que todos están muertos. — Haciendo eco de la


muerte, su voz fue arrastrada desde el foso del alma del monstruo, mientras
se movía al Chacal más débil. — Éste es tu debilidad, Chacal. Puedes oírlo
gritar. . . —
Capítulo Ocho

— ¿Gideón? Su dulce voz, una lluvia de verano infundida con inocencia,


provocó una pausa en la furia monstruosa que lo llenaba. — Déjalo, — dijo
sin mirarlo. — Tú no tienes estómago para esto, así que vete ahora—

Podía oler su dolor, su certeza de que ella pudiera hacer retroceder la fuerza
de la furia que lo consumía. Ella no entendía. Esta era su única protección.
Esta determinación despiadada de hacer lo que debe hacerse a toda costa. Su
habilidad para retirarse y permitir que el monstruo emergiera. Sin ello, él
nunca habría sobrevivido a la locura que había avanzado lentamente en él en
los últimos años.

— No hagas esto, Gideón, — susurró ella, entrando en la habitación, se volvió


hacia ella. Su mirada se cruzó con la de él, su voz baja, calmante: — Que
Graeme y la Oficina manejen esto, los llamé estarán aquí pronto. — Su
mirada se estrechó. ¿Qué demonios estaba haciendo?... Ella estaba llegando
a él, tocando su alma mientras le rogaba con la mirada.

Retiró su mirada de la de ella y la reviso completamente. Se había vestido con


pantalones negros durables similares a los de combate. Una pollera manga
corta negra y un arma atada a las caderas. Por un momento el orgullo y la
satisfacción lo llenaron. La inyección que le habían dado no sólo era un
antídoto y una inmunización contra la parálisis, le habían añadido un agente
curativo único, que trabajaría en su genética para ayudar en la curación de sus
heridas, o la reparación de sus huesos. Y funcionó mucho más rápido en ella
de lo que había previsto.

Definitivamente parecía a punto de matar, en lugar de iniciar un juego que


sin duda disfrutaría, si es que lograba que ambos no terminaran muertos.

— Jonas no tiene las pelotas para esto, — gruñó, aunque hubo un par de
veces que Jonas había mostrado ser prometedor en ese departamento. —

Graeme tiene cámaras en alguna parte, — afirmó, como si estuviera segura de


eso —Por supuesto, estamos siendo grabados. El mantiene registro de todo.

Lo que ellos intentaron, lo que Raymond intentó, no puede ser ocultado—

Ella se acerco y lo detuvo como nunca nada lo había hecho. — Que Graeme
maneje esto Gideón. Tienes que salir antes que alguien se dé cuenta de que
estás aquí—

Furia pulsaba en él, llenando su sangre, sus sentidos, pero fue cediendo. La
locura fue descendiendo, al centrarse en ella. Las rayas desaparecerían.
Raymond y los chacales sabrían que Graeme y Gideón eran el mismo casta, a
menos que hiciera lo que ella le imploró.

No tendría importancia si supieran que las dos identidades eran uno, a menos
que él hiciera lo que le pedía y los entregara a Jonas. Si se enteraran de que
era Graeme, entonces, no tendría más remedio que matarlos.

Cualquier opción era tentadora. ¿El juego o la matanza?

Su mirada se volvió hacia los chacales que lo miraban con curiosidad, luego a
Raymond, cuyos ojos oscuros estaban llenos de esperanza calculada.

No habría gritos para calmar al enloquecido monstruo que bullía dentro de


Graeme, no importaba cuanto anhelaba oírlos. Un gruñido lo arrancó de sus
pensamientos viciosos, hambrientos de sangre.

— ¿Qué le hiciste a mi perfecta gatita?, — Espetó ante el horror silencioso


que volvió a llenar la mirada del navajo. — Tal debilidad, ella nunca le habría
concedido una pizca de misericordia al enemigo, si hubiera sido capaz de
completar su formación. No debería hacerlo de todos modos. — El gruñó e
hizo palidecer a sus cautivos, lo que poco hizo para aliviar el disgusto de
decepción que sentía.
— Yo la crié durante doce años, — rugía, la mirada fija en los ojos de color
marrón oscuro, llenos de pánico. — Hice mi mejor esfuerzo, juro que lo hice,
para inculcar, los valores correctos en ella. Para enseñarle el valor de la sangre
y cuando es mejor derramarla. ¿Qué hice mal? ¿Cuándo te enseñe la maldita
misericordia de mierda, chica? Yo no tengo ninguna—

Pero tenía, Gideón tenía. Por una nena de cuatro días de nacida, el conoció la
misericordia más extraña, el afecto más peculiar. Cuando miró a su pálida
carita, enferma y vio la sombra de la muerte al acecho en su mirada, el
conoció la misericordia. El Bengala que paseaba y gruñía dentro de él se había
calmado, mirando a la niña casi tan perplejo como nunca lo había estado.

— La moldee para vivir y de alguna manera le he mostrado cómo morir en su


lugar,— Él suspiró con exasperación. — Sólo por eso te debo horas extra de
agonía—

El hijo de puta estaba murmurando de nuevo. Rogando por su vida. — Por


Favor. Por Favor… sí, había oído todo eso antes. Gracias a Dios que no eran
exactamente palabras. Odiaba todas las suplicas y el llanto de mierda. No
hacía más que alimentar la locura en su interior.

— Has perdido el control de ella, — el Chacal señaló. — Tú la dejaste ir,


cuando era aún lo suficientemente joven para aprender la debilidad.
Odiaba cuando el enemigo tenía razón. Y odiaba a este Chacal en particular.
El hijo de puta. Acabaría siendo problemas nuevamente, apostó.

Usted y Graeme se arrepentirán de esto, — Gideón cedió, lo que le permitió


seguir el juego.

Sabía que iba a lamentarlo. Podía sentirlo en su interior, una premonición


primordial, no había escape.

— Graeme puede manejar esto. — Ella tenía demasiada confianza en la poca


cordura que creía que el poseía. — Jonas definitivamente puede manejarlo, y
va a disfrutar haciéndolo. Además, Graeme podría utilizar la deuda que
conseguirá al entregar estos dos a Jonas. Ella chasqueó sus dedos hacia los
chacales. Sin duda alguna, Jonas estará jodidamente feliz de venir, cuando se
entere del premio que le espera. — Déjalo, Gideón,— susurró. — Por Favor.
Antes de que Graeme y Lobo lleguen—

Debido a la separación que ella estaba creando entre Graeme y el monstruo


que albergaba, igual podría convertirse en su protección. Y podría comenzar
aquí.

Un gruñido bajo enfurecido salió de sus labios, y ante el caos que había en su
interior por el odio para matar se redujo, salió rápidamente de la sala a la
parte posterior de la casa.
Quería Graeme, ¿verdad? Ella podía encontrar que Graeme tenía quizás
tanta misericordia para esos bastardos, como Gideón tenía.

***

Cat contuvo el suspiro de alivio que podría haberse escapado de otro modo y
mantuvo su atención centrada en los dos chacales observándolos con
atención. Graeme podría no haberle enseñado misericordia, pero él le había
enseñado muy bien cómo bloquear sus sentidos y cómo asegurarse que
ninguna Casta, sin importar cuán perceptiva fuera, no pudiera leerla si ella no
quería ser leída.

— Yo habría jurado que eras su compañera, — el Chacal grande reflexionó en


voz baja.

Ella simplemente puso los ojos en blanco antes de entrar de nuevo a la


entrada del vestíbulo. Había castas estacionados fuera de la entrada principal
de la casa. Haría falta muy poco para alentarlos a saltar sobre las paredes.
Levantó el arma láser de su funda, le devolvió la sonrisa al Chacal mientras la
miraba. La parálisis estaba desapareciendo; podía ver la lenta tensión de los
músculos de la mano de su compañero. Cambió el arma laser por el de
municiones, disparó tres tiros rápidos, enfundó entonces, se apoyó en el
marco de la puerta, mientras ella le devolvió la sonrisa, al Chacal más grande.
— Tu compañero no es tan bueno como tú, en ocultar el hecho de que la
paralizante se está disipando. Y yo no confío en ti—

Repugnancia llenó su mirada.

— Habrías sido una digna compañera de ese loco de Gideón, gruñó. —


Ninguno de los dos muestra siquiera un ápice de cordura—

— La cordura está sobrevalorada, — ella le dijo cuando la puerta principal se


abrió y, en lugar de los dos guardias masculinos que ella esperaba, se
encontró cara a cara con dos coyotes femeninos y su alfa en su lugar.

Ashley y Emma rectificó, junto con Del Rey Delgado. Esto estaba realmente a
punto de ponerse interesante. Se volvió hacia los chacales. — ¡Oh,
muchachos! su culo está realmente en problemas—

— Cat. — Del Rey puso el arma a un lado con confianza, mientras caminaba
hacia ella con cautela, su saludo puso en evidencia que Jonas le había hecho
consciente de quién era. Sus fosas nasales se abrieron y una mueca de
disgusto cruzó su rostro. — Dime que no es a un puto Chacal lo que huelo, —

— Y aquí estoy bañado sólo para esta pequeña reunión— , el Chacal grande
murmuró en tono burlón.
— Parece que sí, — le aseguraron Ashley y Emma flanqueando a su alfa de
manera protectora ahora. — Se les dio un paralizante, pero parece ser que
está dejando de hacer efecto. El jefe Martínez aun siente su efecto sin
embargo.

El pequeño grupo se acercó a la puerta, cuando tanto Graeme como Lobo,


seguidos por una pequeña fuerza Casta Lobo, corrieron desde la entrada de la
cocina.
Afortunadamente, Graeme se había cambiado rápidamente la ropa. Las rayas
habían desaparecido de su rostro, el olor de la rabia del Bengala ya no lo
cubría como una tormenta. Un Casta con aroma León estaba una vez más en
su lugar, los ojos ambarinos eran verdes, una vez más, e incluso sus rasgos
faciales parecían menos salvajes, menos claramente definidos ¿Cat? — Se
acercó a ella, atrayéndola rápidamente a él, mientras observaba a Del Rey. –

— Graeme—

Del Rey asintió, la familiaridad aparente en su saludo.

¿Lo conocía todo el mundo? ¿Cómo demonios se las arregló él? Dudaba que
Del Rey hubiera estado en Window Rock más de un par de veces.

— Alfa Delgado— Graeme asintió mientras las castas que lo seguían y Lobo
entraron en la habitación para frenar en seco. Eran un poco más agradables
con respecto a él, de lo que Cat había esperado también. — Jonas está en
camino, Del Rey les informó. — Yo le notifique cuando escuché los disparos de
Cat— Él la miró inquisitivamente. — ¿A quién estabas disparando?—

— Lo hice para llamar su atención— Dijo ella y se encogió de hombros.

— Necesitaba sacar la basura, y yo no confiaba en estos dos para hacerlo con


eficacia, indico señalando a Lobo y a Graeme, dio a los dos hombres una dura
sonrisa. — Supuse que llamarías a Jonas y que vendría, sin embargo dile que
me puede agradecer los paquetes. Le enviaré mi factura pronto. No fue fácil.

Graeme hizo un sonido divertido, gutural, como si estuviera siendo


estrangulando en silencio detrás de ella. Ella esperaba que él se estuviera
divirtiendo. Ella no podía creer que en realidad había ido a torturar a dos
chacales y a Raymond Martínez. Los tres eran valiosas fuentes de información
en lo que concernía al Consejo. Además del hecho de que estaba esta
evidencia en contra de Raymond, era simplemente un regalo del cielo para los
cargos que la Oficina de Asuntos de Castas estaba tratando de demostrar,
para traer al jefe, ante un tribunal Casta por crímenes contra la Ley de Castas.

Todo eso, y un favor que Jonas definitivamente le debía a ella ahora. Si


Graeme hubiera jugado agradablemente para empezar, entonces ella le
habría permitido tomar el crédito.

— Bien hecho, Cat, — Lobo murmuró en su hombro. — No fuiste


excesivamente prudente, tal vez, pero bien hecho—

Y puedes decirle que Gideón hizo contacto, — le dijo al alfa Coyote. — Él les
capturó; Yo simplemente conseguí que no los matara. Y Graeme tiene
cámaras aquí en alguna parte que registraron cada segundo con audio
completo, así como vídeo. Él los tiene a todos muy bien envueltos y atados
con un lazo muy bonito. Si Jonas es agradable, estoy seguro Lobo estará de
acuerdo en enviar una copia de los videos de seguridad—

— Y su factura estará en el correo,— Del Rey se rió, su mirada tan divertida


como el olor de su risa cuando se volvió hacia Lobo. — Vale la pena
conservarla, ¿verdad?

Graeme gruñó lo que le valió un codazo en el costado, mientras la risa de


Lobo escondió el gruñido de advertencia.

— Sólo si ella quiere ser conservada,— Cat le aseguró con afilado sarcasmo,
mientras se alejó del lado de Graeme y se trasladó a la escalera. — Dile a
Jonas que ya hablaremos más tarde. Es tarde y yo realmente no estoy de
humor para hacer frente a más arrogantes y superiores castas sin dormir. Voy
a hablar con todos ustedes más tarde. –

— ¿Cat?— Del Rey Dijo con tono decidido, ella se volvió y lo miro — ¿estás
bien?—

Su frente se levantó ante la pregunta. — Estoy caminando y hablando,


¿verdad?—

— Un poco tiesa, reconoció con un atisbo de sonrisa.

— ¿Sumamos el asalto a la lista de cargos de los chacales? Era evidente que


quería.

— Agrega a Raymond,— les informó concisa, prefiriendo no entrar en


detalles. — Cualquier daño hecho, él lo infligió—

— Pequeña tigresa valiente, ¿sí?— Ashley elevó la voz, el acento ruso más
pesado mientras sostenía la risa. — ¿Valiente? — Cuestionó su hermana. —
No sé si “valentía” es la palabra—

Cat miró a las dos mujeres castas, conscientes de que más de una docena de
pares de ojos casta masculinos estaban en ella. Especialmente uno, el de
Bengala haciéndose pasar por un león.
— ¿Valentía?— Dejó que su mirada recorriera a todos los varones. — El
instinto de conservación, señoras. El instinto de conservación.
Capitulo Nueve

Graeme vio como su delicada y pequeña compañera se movió sin prisa por las
escaleras, su pequeño y lindo culo moviéndose de la manera más deliciosa.

Se volvió y gruñó a los demás hombres en la sala que la estaban mirando


subir, sobre todo a los dos chacales que lo observaban.

El primero tomó la palabra. — Ella no lleva tu olor, León. Tengo la completa


seguridad de ello, deberías marcarla antes de que alguien más lo haga — .

El rugido de advertencia que salió del pecho de Graeme, no fue tomado


completamente en serio por el Chacal, que se encogió de hombros como si no
fuera asunto suyo, y haciendo caso omiso del Casta Lobo a su lado, cuyo
gruñido de advertencia respaldo el dado por Graeme. El Chacal fuerte dejo
salir una sonrisa caprichosa de sus labios.

— Hey, León,— dijo, llamando la atención de Graeme sobre él. — Mi


nombre es Kiel, mi pareja es Lowen. Deberías poder encontrar un momento
para hablar con nosotros, antes de que nos encontremos camino al volcán de
Jonas. Estoy seguro de que lo haremos tarde o temprano.—
El rumor del volcán de Jonas era una verdad, de la que muchos se burlaban. El
volcán significaba que no había pruebas, ni rastro de los pasos del director
para asegurar que ciertos tipos de mal, se apagaran para siempre.

— ¿Por qué querría hacer eso?— Se burló Graeme.

Había aprendido todo lo que necesitaba saber, cuando se trataba de su gatita,


él era demasiado susceptible a sus deseos.

Unos ojos amarillos pálidos brillaron por un momento, justo el más leve latido
de conocimiento sombrío antes de que una sonrisa burlona cruzara sus labios.
— Sólo por el placer de hacerlo, tal vez.—

El heli— jet está aterrizando, alfa, — Ashley llamó a Del Rey, — él se quedó
mirando el intercambio – El más grande y más malo director de Asuntos
Castas está a bordo. —

Echo un vistazo al lobo, podía ver al Casta Lobo preparándose para esta
reunión. No sería tan fácil, como hubiera sido, si su gatita no hubiera llamado
a Del Rey y sus chicas para presenciar la captura de los chacales, antes de que
llegaran Lobo y Graeme. Y seguro como el infierno, hubiera sido más fácil si
no hubiera caído la pequeña bomba de Gideón y que fue ella directamente la
responsable de entregar los paquetes a salvó, para el Buró.
La pequeña bruja. Ella le había superado, con su dulce engaño, no podía hacer
nada más que admirarla por ello. Eso no significaba que iba a permitir que ella
se saliera con la suya. Seguro que el condenado lobo no le iba a permitir
olvidarlo.

Cualquier deuda que hubiera obtenido con Jonas, por la primera captura de
un equipo Chacal, así como las pruebas que la Oficina necesitaba contra
Raymond Martínez, ahora se las debían a Cat.

Por lo menos ahora quizá Jonas, se quitaría de la espalda de Lobo, sobre el


enviar ejecutores a los terrenos, para supervisar la protección de Cat.

— Bien, caballeros, ¿qué tenemos aquí?— Jonas entró en el vestíbulo,


seguido por su director adjunto, un alto Casta Coyote celta, Rhyzan
Brannigan. La mirada del director adjunto, cayó primero en Raymond, una fría
sonrisa arqueo una de las esquinas de sus labios. Cuando miró en dirección a
Graeme su diversión no podía faltar.

Detrás de ellos, estaban varios Ejecutores de la oficina, sus duras miradas de


alerta en los presos, Jonas tenía una mirada llena de satisfacción.

— Oí que ella tuvo otro visitante esta noche, — Jonas anunció, frunciendo el
ceño a lobo. — ¿Supongo que es demasiado pedir que esté en custodia
también? —

El hijo de puta. Uno de estos días Gideón iba a patearle el culo. Ese día se
acercaba rápidamente, también.

— Yo diría que eso es pedir mucho esta noche, a fin de cuentas,— acordó el
lobo, moviéndose entre Graeme y Jonas y tirando la atención del director
sobre sí mismo. — Parece que la captura de la noche fue condenadamente
buena, sin embargo.—

— ¿Cumplidos para Gideón y su pequeña pupila?— Los labios de Jonas se


curvaron en forma insultante mientras miraba a los tres prisioneros. — ¿Oí
mencionar que hay un video del atentado contra Cat? —

— Vas a tenerlo tan pronto lo hayamos revisado y hecho nuestras propias


copias,— Lobo le aseguró. — En cuestión de horas.—

Graeme podría haber utilizado su teléfono satelital para enviar un comando al


centro de seguridad debajo de la casa y cargar el archivo en cuestión de
segundos. Pero Jonas no tenía por qué saberlo, sin embargo.

— Me gustaría hablar con Cat, si no te importa. —


El tono de orden en su voz, tuvo al instante a Graeme luchando por parar el
posesivo gruñido de advertencia, que amenazaba con escapar.

Ashley dio un paso adelante— ¿Realmente, Director? — exclamó con


perezosa irritación. — Es tarde y no me siento bien. Creo que me enviaste
fuera demasiado pronto. — Ella volteó con encanto sus ojos grises hacia él
con traviesa dulzura. — Habla con ella mañana, cuando pueda disfrutar del
espectáculo. —

Jonas se volvió hacia ella lentamente, el azogue de su mirada heló su


expresión. Su alfa se adelantó, claramente no vacilaría en defender a la joven.
Graeme sabía que era una parte intrínseca de su manada. – Mañana. —

— No hay ninguna regla que diga que Ashley tenga que estar presente — dijo
Jonas arrastrando las palabras.

— Por supuesto que existe, — Ashley señaló imperiosamente. — Deseo estar


ahí. Y todos sabemos lo que disfrutas estropeándome por ser una pequeña
Guerrero Coyote tan buena que sobreviví a las heridas. ¿Sí? Considéralo un
regalo de cumpleaños adelantado –

— Todavía no es tu cumpleaños, pequeño diablillo, — gruñó. Pero su cariño


por ella perfumó el aire, así como su preocupación.
— Tómalo como un presente tempranero, — declaró, colocando su pequeña
mano en la cadera en una vergonzosa maniobra deliberada.

— ¿Seis meses antes de tiempo?— dijo Jonas cuestionándola sin problemas.


Era obvio que él era muy consciente de su esfuerzo calculado para
mantenerlo alejado de Cat.

Ashley se encogió de hombros. — ¿Seis meses, ocho meses, quien realmente


sabe? Todos los regalos son aceptados con mucho aprecio en cualquier
momento. — Un puchero formándose en sus bonitos labios. — Esta es mi
petición. No se le permite a nadie negármela. —

Las fosas nasales de los Jonas se ensancharon así como el gris plata de sus
ojos— ¿No se permite?— dijo arrastrando las palabras.

— Podrías causarme una recaída— Su mano se levantó hasta el área de su


pecho donde la bala había penetrado. — Yo podría deprimirme de nuevo,
¿sabes? ¿Recuerdas cómo te preocupabas cuando no estaba dándote ardor
en el estómago con mis payasadas? — Sus ojos se abrieron con inocencia. –
Negarme esta solicitud podría ser perjudicial para mi salud. —

Apenas refrenando su sonrisa, Jonas le dijo a Del Rey, — ella es una


amenaza—
Del Rey se limitó a sonreír ante la acusación.

— Interesante, — dijo Kiel, arrastrando las palabras en ese punto. – Son


ciertos todos los rumores de engaños calculados en contra de este director,
que los trata a todos, como miembros favoritos de su familia. — Él se rió de
su propio comentario. — Infiernos, Director, y aquí estaba yo preocupado
por los rumores de volcanes, interrogatorios donde los enemigos perdían la
piel y torturas indecibles. Ya que estas dando regalos de cumpleaños, el mío
es la semana que viene. Me gustaría ser liberado esta noche como un regalo,
si no te importa. —

El Chacal cayó al suelo una respiración más tarde, lanzado hacia atrás, los
brazos extendidos, por cortesía del puño de Jonas con un gruñido de furia
llenó el aire.

Jonas hizo una seña a los ejecutores detrás de él, para que quitaran el cuerpo
inconsciente antes de volver su atención al otro Chacal.

— ¿Usted tiene alguna petición?— Le espetó.

Ese Chacal levantó una ceja burlonamente. — no en éste momento—

Ambos chacales fueron arrastrados fuera de la casa, Kil de la parte posterior


de su chaqueta, con la cabeza colgando a un lado.

— A primera hora de la mañana, Lobo, — Jonas declaró antes de seguir a los


ejecutores de la casa — a primera hora. —

El director y su pequeño séquito de la fuerza se fueron tan rápido como


habían llegado, dejando el alfa Coyote, Ashley y Emma mirando a la puerta
pensativamente.

— Es un gusto adquirido— dijo Ashley arrastrando las palabras con su grueso


acento. — Es mejor en pequeñas dosis en lugar de grandes. — Entonces ella
soltó una risita suave y parecía encantada con su propia observación antes de
lanzar a Graeme una sonrisa brillante. — Él es muy gracioso cuando se pone
todo irritado ¿no es verdad? –

Y aquí, todo el mundo decía que estaba loco, Graeme pensó con asombro. Sin
embargo, los que hicieron la acusación deberían ver los diversos mecanismos
internos de la socialización casta. Era una locura completa con una alta
cantidad de pura demencia.

Por Dios, ¿en qué se estaba metiendo?

***
Cat seguía despierta cuando la puerta de la habitación fue abierta de un
empujón, para revelar un menos que agradable Graeme que entraba en el
dormitorio; se volteó puso la cerradura, cruzó los brazos sobre el pecho y la
miró.

Miró hacia él, ella estaba sentada en la cama, se cambió el traje de


entrenamiento negro por unos suaves pantalones cortos de algodón y una
camiseta. No iba a dejar que la mirada de Graeme la intimidará.

— Antes de comenzar a castigarme, por lo que sea que tu mente piense que
debe hacerlo, me gustaría saber cómo Raymond Martínez y dos chacales
lograron pasar la seguridad, entrar en mi habitación e inyectarme con esa
maldita droga. —

Tendría que haber hecho caso a sus propios sentidos inquietos, antes por la
tarde, un error que no se repetiría de nuevo. El enojo disminuyó de su rostro
cuando comenzó a frotarse en la parte posterior de su cuello.

— Martínez colocó un nano— nit en el sistema de seguridad mientras estuvo


aquí con su hijo. — La repugnancia llenó su voz. — El hijo de puta. Es
lamentable para ellos, que haya encontrado la anomalía en la alimentación de
vigilancia, que me avisó de un problema. Cogí la intrusión cuando sucedió. De
lo contrario, Martínez nunca habría tenido la oportunidad de llegar a ti. —
Mientras hablaba, Graeme se acercó a la cama, su poderoso cuerpo lleno de
una tensión que parecía crecer más y más a cada momento. Permaneció en el
lugar. Cat lo observó cuidadosamente, sintiendo su propio cuerpo apretado; la
tensión que le afectaba a él, a ella también lo hacía.

— ¿Cómo está tu muñeca? — . Se sentó a su lado en la cama, él se acercó y


levantó su brazo para mirar la ubicación de la ruptura.

— ¿Férula de piel?— Su mirada se redujo al corsé ultrafino, casi imposible de


detectar.

— Sólo he los visto una vez, Dane Vanderale, — dijo, respondiendo a la


pregunta que ella sintió en el comentario. — Cuando yo tenía quince años me
rompí la pierna y Raymond se negó a dejar que nadie me atendiera. Dane
estaba en el área en ese momento y debe haberme visto. Esa noche se deslizó
en mi habitación, dejó varias tablillas de piel, frascos de bálsamo para las
heridas y otros suministros que pensó que podría necesitar. —

Si no hubiera sido por Dane, ella no sabía lo que hubiera hecho. Los
suministros que le había dejado le habían salvado literalmente el culo varias
veces.

Graeme deslizó su dedo sobre la férula de piel. — Después de mi huida de


los laboratorios, la segunda vez, desarrollé una infección que no esperaba. Yo
estaba en alguna selva africana cuando me encontró, y me llevó a Vanderale.
Utilizó un aparato ortopédico para estabilizar varias fracturas que había
adquirido. — Lo dijo tan simple, pero ella sintió mucho más detrás de esa
explicación.

— Has hecho una cosa muy mala esta noche Cat, — afirmó antes de que
pudiera cuestionarlo aún más, mientras sus dedos se arrastraron por su brazo.
— No soy racional cuando estoy así. Podrías haber sido herida, es posible que
pudiera hacerte daño inconscientemente — Estás tan inclinado hacerme daño
ahora como en cualquier otro momento. — Ella trató de mantener su
respiración, incluso, el latido de su corazón estable, pero era imposible.

Su toque le hizo algo a ella, la hizo debilitarse, la hizo derretirse con las
sensaciones que se comenzaban a construirse en su cuerpo, junto con el
placer que comenzó a moverse en espiral por sus sentidos.

— Y luego, — señaló con una vena de humor. – Fuiste muy inteligente por
robar esa deuda de Jonas para ti. No lo vi venir. Lobo no está contento con
eso, tampoco.—

— Rompes mi corazón, — murmuró Cat. — Realmente, Graeme, no todas las


lecciones que me enseñaste fueron en vano. —
— Así parece — no hizo nada, su brazo extendido mientras se acercó más,
horquillado su cuerpo cuando ella se recostó en las almohadas.

— Lo que ocurrió en el centro de investigación cuando te recapturaron G… —


susurró mientras sus labios bajaron a la curva de su hombro. — ¿Sacó esa
rabia desde el fondo de tu alma y creó al Gideón que vi esta noche? —

Se puso rígido contra ella. Tenía que saber lo que le pasó. Es cierto, que nunca
había estado completamente sano, pero él nunca dejaría esa parte de sí
mismo libre tampoco. Esto había estado dormido, prestándole su fuerza,
añadiendo a su inteligencia, pero siempre en el fondo.

— Nada de lo que necesites preocuparte gatita. — La arrogancia en su voz la


sorprendió, al igual que su negativa a responderle.

— ¿Y esperas que confíe en ti?— Ella casi le suplicó en busca de respuestas.


— Yo ni siquiera sé quién eres.—

— No necesito tu confianza, — dijo con voz áspera. — Necesito tu toque, y


la libertad para tocarte. —

— ¿Sólo físico?— apoyando las manos contra su pecho ella le devolvió la


mirada, odiando la debilidad, la necesidad de ceder a él. Odiaba su arrogancia
y su negativa a dejar que ella lo supiera. Eso la enfureció. Él quería todo de
ella y no quería dar nada a cambio.

Levantando la mano de su pecho, Graeme agarró sus dedos, moviéndolos


rápidamente al pesado peso de su excitación contenida detrás de la
cremallera de sus pantalones vaqueros. Una exclamación de sorpresa, de
excitación, dejó sus labios cuando cerró los dedos en torno a la evidencia de
su erección.

— Esto es físico, — gruñó. — Tan jodidamente físico que me ha


atormentado, el fuego del infierno sacándome fuera de mí por cinco años.
Cuando me diste tu sangre sin el suero necesario para la transfusión, lo
comenzaste todo, Cat. Tú comenzaste todo aunque te advertí que no lo
hicieras. —

— Te estabas muriendo. — El recuerdo de aquella noche era otra pesadilla,


otra razón para no confiar en él.

— La muerte era preferible al calor del acoplamiento, maldita sea. —

Sus manos agarraron sus hombros, dándole una sacudida con fuerza mientras
miraba hacia ella. – ¡Estás loca! Cuando desperté estaba enloquecido por el
dolor y el conocimiento de que si me quedaba contigo, podría acabar
convirtiéndome en más que el monstruo que los ayudó a escapar. —

La ira brilló a través de ella. Levantando la cabeza hasta que estuvieron cara a
cara, ella se burló de vuelta. — Entonces, tal vez deberías haber sido más
cuidadoso a quien eliges para tu propio pequeño experimento personal. O
escoger la genética que forzaste dentro de mi cuerpo más sabiamente. —

Él la había creado. Si no le gustaba quién y lo que ella era, entonces era su


propia maldita culpa ahora, ¿o no?

Sus ojos se estrecharon sobre ella, los copos de ámbar hacían más brillante su
mirada.

— Cat. . . — Ese gruñido de advertencia, la ofendió aún más. —

—¡Suéltame! — Ella empujó sus hombros, decidida a escapar del placer, del
calor que sentía con su toque. — ¡Suéltame ahora, Graeme! No significa no,
y yo estoy diciendo ahora, que no te quiero. —

Saltó lejos de ella, el bajo gruñido salvaje que acompañó a su acción la hizo
moverse rápidamente a través de la cama para saltar y mirarlo desde el lado
opuesto.
— Tú me quieres — la acusó con furia, sus cejas reduciendo en gran medida
el jade verde del brillo de sus ojos. — Puedo oler el aroma de tu excitación y
se profundiza cada vez que te toco. Eres mi compañera, mía, Cat. –

— No soy tu compañera, — ella negó, mientras el disgusto curvaba sus


labios. — Puedo disfrutar de jugar a algunos de tus juegos, y me podrías
obligar algunas veces a aceptar tu protección, pero yo no te debo nada. Eres
tu quien me debe. Me debes, Graeme, y me debes mucho. —

Nunca olvidaría cada instante. Ellos fueron grabados a fuego en su cerebro.


Lacerando su alma con las cicatrices de esa traición, que a veces, hacia que
ella lo odiara por todos y cada uno de ellos.

— ¿Yo te debo?— La aspereza peligrosa de su voz no la afectó en lo más


mínimo. — ¿Y qué te imaginas, mi pequeña tigresa, que te debo? — .

— Piensa en ello, Graeme, — dijo ella entre dientes, su voz firme y llena de
años de pena y de resentimiento. — ¿Por qué una tigresa renunciaría a su
alfa? Y confía en mí, renuncié a ti hace años. Utiliza los sentidos superiores
que el Dr. Foster decía que tenías, niño grande. Porque esa marca que dejaste
en mí, ha desaparecido hace mucho más tiempo de lo que puedes imaginar.—
La marca que había dejado en ella era la misma que había dejado en Judd,
Honor y, en los últimos años, en varias otras castas Bengala. Era una primitiva,
una marca mental, que no creía que pudiera ser borrada.

Especialmente por su compañera, por la tigresa que se había asegurado una


existencia en su interior.

Pero ella tenía razón, permitió a sus sentidos llegar a ella, para buscar el
vínculo, que había asumido, todavía estaba allí. El se sorprendió al darse
cuenta de que era sólo un remanente más débil de lo dejó. Una parte de él,
dudó, que siquiera supiera que todavía estaba allí.

El conocimiento lo sacudió hasta la médula. Se sentía fuera de balance,


aturdido por la debilidad de un vínculo que había estado seguro no podía ser
destruido.

— Has destruido ese vínculo— ella lo acusó entonces, su voz era suave, la
amargura estaba presente. — He destruido lo que has creado, Graeme. Yo
podría haber tenido el potencial de ser tu pareja, pero al igual que el lazo alfa,
no existe ahora.

Nada existe ahora…..sino mi necesidad, de ver la única parte de ti por la que


siento todavía un poco de cariño y que creo puede sobrevivir. Por extraño
que parezca, no es él, esa parte de ti que conocen como Graeme y que me
importa un comino. Es la parte de ti que el mundo conoce como Gideón que
me preocupa. Su supervivencia está ligada a la tuya, al parece, así que
supongo que tengo que cargar con esa parte también. — Pegada a él. No
acoplada al mismo. — ¿Por qué no me dejas en paz para conseguir el poco
sueño que pueda, hasta que tenga que hacer frente a un loco león casta por la
mañana? —

Años de angustia, de pesadillas que atormentaban su vulnerable corazón, y la


pérdida de su único amigo, la habían hecho añicos lentamente a lo largo de
los años, una y otra vez. Nunca había tenido la oportunidad de sanar, la
oportunidad incluso de recuperar el aliento antes de que hubiera tenido que
lidiar con otro golpe. Todo lo que había querido era pertenecer a algún sitio, a
alguien. Para ser parte de algo más que mi propia dolorosa soledad. E incluso
ahora, te niegas a compartir lo suficiente de sí mismo, para permitir que me
sienta segura de pertenecerle nuevamente. Lárgate fuera de aquí y no vuelvas
sino eres tú mismo.—

—¿Qué estás esperando?— Ella gritó dolorosamente mientras permanecía de


pie, con los ojos entrecerrados, simplemente mirándola. —¿Cree que
mirándome airadamente vas a sustituir ese vínculo? ¿Qué me puede intimidar
con ello? —

Una risa burlona cayó de sus labios. —Has venido a buscarme porque soy
realmente tu compañera, o viniste por venganza y yo fui tan estúpida como
enseñarte el camino? ¿No es así?

Cruzó lentamente los brazos sobre su pecho, la postura poderosa solamente


la enfureció aún más.

—Disfrutas al mentirte a ti misma, ¿no es así, Cat? — Sugirió, la diversión y la


superioridad que mostró era insultante.

—No tanto como tú lo haces. —replicó ella con furia. —Ahora, por qué no te
vas, por favor. Yo no puedo hacer frente a esto. No puedo tratar más contigo.
Me niego a tratar contigo. Lárgate de aquí y no vuelvas antes que te eche.

Ella tenía pocas opciones. La única seguridad que tenía de protección,


también podría poner en peligro a la única persona que no tenía intención de
revelar a cualquiera, menos a Jonas o Graeme.

— Me voy a ir, por ahora. — Sus brazos cayeron de su pecho. — Voy a estar
de vuelta en la mañana cuando llegue Jonas. Y vamos a terminar esta
conversación luego. —

Se volteó y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Cat sintió


que la fuerza la abandonaba.
Era demasiado.

Demasiados vicisitudes, demasiadas pérdidas y revelaciones.

Quería escapar. Necesitaba escapar.

Y ella no tenía ningún lugar a donde ir, no existía posibilidad de sobrevivir si


huía como ella anhelaba huir. Y Dios la ayudara, pero ella deseaba correr.
Capítulo Diez

Tratar con Jonas era algo que no podía hacer.

A la mañana siguiente estaba levantada, duchada y lista para salir por la


puerta trasera al amanecer. El pequeño bulto que llevaba en la espalda
contenía agua, fruta, dos emparedados de mantequilla de maní y un arma.

Ella sujetó su cuchillo a su muslo, en los pantalones negros que había sacado
a toda prisa la noche anterior, antes de correr escaleras abajo para evitar que
Graeme torturara a sus enemigos. La camisa negra cubriendo la camiseta de
tirantes, mientras botas de montaña cubrían sus pies.

Con un poco de suerte, tendría una hora de ventaja antes de que Graeme la
encontrara. Ella no tenía ninguna duda de que él podía alcanzarla, al igual que
estaba consciente sin ninguna duda, de que estaba abandonando el terreno.

Ella no era una prisionera. No se había permitido a sí misma sentirse como


una prisionera, desde que se había escapado del centro de investigación
donde había sido criada. Donde Graeme la había convertido en la casta con el
potencial para ser su compañera.

La amargura que había manifestado la noche anterior la había sorprendido.


Mientras que el placer que provocaba su toque la había encendido,
difundiéndose a través de sus sentidos y enviando un letargo sensual a través
de ella, que solo quería recostarse y entregarse a él.

En ese momento, ella lo sentía, sentía esa conexión primitiva que no había
sentido con nadie desde la noche, en que lo rechazó como su alfa.

Había sido una niña. Rota, traicionada demasiadas veces, y perdida dentro de
sí misma sin la única persona de la que ella había dependido toda su vida.

Su G.

Era diferente. Lo que sentía ahora no era el amor y la adoración de una niña.
Lo que había sentido la noche anterior era un hambre que nunca había
sentido antes. El hambre por un hombre que podía sentir filtrándose dentro
de ella, convirtiéndose en una parte de ella. No, él siempre había sido una
parte de ella. Pero podía sentirlo tomar más de ella, y ella no podía lidiar con
eso.

Corriendo por el frío de la mañana en el desierto, el viento rozaba su cara,


ella trataba de decirse a sí misma que podía enfrentarlo, que podía negarlo.
Que la sensibilidad de su piel podía ser ignorada, que el hambre por su toque
se podía negar. Que no era su compañera.
Ella se pertenecía a sí misma.

¿O no?

Mientras corría, la necesidad de escapar del caos en el que se estaba


convirtiendo su vida, estaba creciendo en su interior con una furia que le
impedía saber cómo tratar con ello. Durante trece años había permitido que
su vida fuera dirigida por la necesidad de esconderse de aquellos que la
estaban buscando. Siempre consciente de que si ella era capturada, si ella
permitía que eso sucediera, entonces Judd e incluso Honor estaban en riesgo
también. El peso de esa responsabilidad siempre había estado con ella, cada
vez que había anhelado escapar del odio y la malevolencia de la familia
Martínez.

¿Cómo Claire, la sombría y demasiado seria joven mujer, en cuya vida ella
había entrado, soportó durante quince años a los que vivían en esa casa?

¿Qué había motivado a Claire a conducir el auto que ella había robado a su
padre aquella noche sobre un acantilado con su mejor amiga a su lado, lo que
resultó en un trágico accidente casi fatal para ambas, Claire y Liza; Cat en
realidad nunca lo supo. Incluso Claire no recordaba por qué que lo había
hecho. Antes de que ella desapareciera por completo, su esencia absorbida
completamente por Cat como parte de ese ritual hace doce años, Claire
recordaba muy poco de su vida antes de esa tragedia.

De lo que Cat estaba bien segura, era que Raymond Martínez tuvo algo que
ver.

A medida que el sol quemaba el frío de la mañana, Cat observaba desde un


punto ventajoso, en la base de una de las torres de piedra que se alzaban
desde el suelo del desierto mientras el heli— jet del Buró aterrizaba fuera de
los terrenos de la casa que Lobo Reever le había permitido usar.

Graeme sabría que ella no estaba allá. Agradecía, que él no la hubiera


seguido. No es que ella lo sabía. No lo había percibido detrás de ella, pero eso
no significaba nada. Si él la había seguido, la estaba dejando en paz por el
momento, al menos.

Él fue el único que la dejó sola, sin embargo. No más que unos minutos
después de sentarse a disfrutar de la vista, percibió el avance de dos castas.
No fue su olor lo que la alertó sino la sensación de invasión y de manipulación.

— Un bonito lugar— No pasó mucho tiempo para que ellos estuvieran a la


vista perturbando la belleza de la mañana. Jonas Wyatt y Rule Breaker. Ella
simplemente no necesitaba esto ahora mismo.
— ¿Qué demonios estás haciendo aquí?—

Vestido con pantalones de seda oscuros, una camisa de seda blanca, mangas
enrolladas y apenas arrugadas, no se veía como si la hubiera estado siguiendo
cuidadosamente, desde que había dejado los predios de la casa de huéspedes.

Era un maldito mago o algo.

Una sonrisa curvó sus labios mientras se movía hasta el refugio creado por las
rocas antes de retroceder a sentarse en la base de la torre. Recostado contra
la piedra fría miró por entre las rocas, obviamente disfrutando de la misma
vista que ella había reclamado como suya.

— Yo sabía que no estarías en la casa esta mañana,— le dijo, agarrando su


mochila antes de que pudiera detenerlo.

Excavando en el interior, sacó una botella de agua y una de sus manzanas.


Mordiendo la crujiente fruta, la miró agradecido antes de parecer relajarse
mientras se comía la fruta.

Ella esperó.
Había aprendido en el centro de investigación que presionar para obtener
explicaciones y respuestas la hacía parecer débil. Ella no le iba a rogar una
maldita cosa, y ella no le debía absolutamente nada.

Terminando de comerse la manzana y lanzando el núcleo fuera del refugio


para los carroñeros, abrió el agua, bebió un largo trago y luego le puso la tapa.
Sosteniéndola sin apretarla entre sus dedos y doblando una rodilla para
descansar su brazo, su mirada se estrechó en el desierto debajo de las rocas.

Cat simplemente lo observaba.

No hay suficientes personas que pasaran bastante tiempo observando el


rostro y los ojos de este hombre, pensó. No es que a menudo él diera algo,
observarlo detenidamente, prestar suficiente atención, a veces daba indicios
de lo que sentía o sabía que se podía reflejar en sus ojos o en su expresión.
Una vez o dos, podría haber cogido un olor de emoción, o de arrepentimiento.

— No me siento superior a su genética a causa de mi creación contra sus


adiciones. Lo que sentiste en esa reunión es algo difícil de explicar, y su
acusación de prejuicio puede no haber sido del todo infundada. Por eso, me
disculpo sinceramente, — dijo en voz baja, sin dejar de mirar hacia el desierto.
— Me gustaría marcarlo como un momento de debilidad humana, que desde
entonces ha sido erradicada. —
Volvió los ojos hacia ella y el hielo que normalmente los llenaba, esa mirada
libre de emociones que normalmente le mostraba al mundo, estaba ausente.
Jonas había bajado sus defensas, lo que permitió a la Casta y al hombre ser
revelados a su único fuerte sentido del olfato.

Pesar, sinceridad y tal vez incluso un toque de incertidumbre. Él no podía


predecir si ella aceptaría sus disculpas o no.

— Disculpa aceptada— Ella se encogió de hombros, todavía observándolo de


cerca, consciente de las emociones que él trataba de detener o darle sentido.
Era un casta que rara vez permitía que otros se acercaran, y aún menos en los
que confiara.

— Ámber es tanto mi hija como cualquier bebe que Rachel pudiera concebir
en nuestra unión, — le dijo en voz baja a continuación. — Ella es carne de mi
carne, sangre de mi sangre, y quiero saber cómo Gideón hizo eso posible. —

Cat no pudo ocultar el sobresalto del impacto, que le causaron sus palabras.

— ¿Qué? ¿Qué quieres decir? — Ella sacudió la cabeza, la confusión la


llenaba.

Jonas volvió la mirada hacia ella, con la inquietante intensidad enfocada en


ella por completo.

— Durante seis meses, por lo menos, él se deslizó burlando todos los


protocolos de seguridad que yo usaba para que me alertaran que estaba ahí, y
estaba inyectando a mi niña, la niña que vino a mí como mi hijastra, con ese
veneno que Brandenmore creó. Los archivos que dejó explicaron todo, pero
¿cómo Amber se está convirtiendo lentamente en una Casta León? no fue
explicado. Un casta león con mis marcadores genéticos. Y yo quiero saber
cómo lo hizo—

¿Con marcadores genéticos de Jonas? ¿Graeme sabía cómo ajustar el suero


para marcar la genética de la casta con codificación familiar y no había
marcado la suya de esa manera? ¿Era algo que había aprendido sólo después
de salir de los laboratorios? ¿O algo que había aprendido con su recaptura?

— No sé cómo lo hizo— Ella negó con la cabeza, mirándolo y permitiéndole


sentir esa parte interna de ella donde la verdad o el engaño se encuentran.

— Nunca imaginé que tú sabías cómo lo hizo, — el reconoció. — Es algo que


tengo que saber, sin embargo. Él va a regresar, Cat. Él vendrá de nuevo a ti, no
va a ser capaz de ayudarse a sí mismo. Eres su compañera. Tú le perteneces a
él y ambos sabemos que él nunca estará lejos de ti. Eso te pone en peligro y
eso lo pone en peligro. La única protección que ambos tendrán seré yo—
Oh, ella podía ver a dónde iba ahora y la futilidad de lo que quería era casi
divertido. ¿De verdad creía que ella entregaría a Graeme con tanta facilidad?
¿De verdad él creía que podía controlar a Graeme tan fácilmente?

— Jonas, no quieres capturarlo, nunca— Ella suspiró. — No quieres tratar


nunca de forzarlo a algo— El doloroso arrepentimiento la llenaba, ella ni
siquiera intentó ocultarlo. — ¿todavía no sabes, que él te dará todo lo que
pueda dar. Pero si lo capturas te matará? A ti y a todos los que se le crucen en
el camino de su escape—

Graeme nunca se permitiría a sí mismo ser encarcelado de nuevo. Esa


criatura que se levantó, de toda la rabia interior acumulada dentro de él
crearía un rastro de sangre diferente a todo lo que Jonas hubiera visto nunca.

— Él no es Superman, Cat, — le informó con suavidad. — Él no puede saltar


edificios altos o desviar las balas. No es más que una casta, aunque sea un
casta muy inteligente—

Cat sacudió la cabeza y se inclinó hacia delante lentamente. — Te equivocas,


Jonas,— susurró dolorosamente. — Estas muy equivocado. No, él no es
Superman. No puede saltar edificios altos. Él no puede desviar las balas. Pero
puede sentir lo que acecha en ese edificio. Él puede sentir la bala que se
disparó y evitarla. Él puede ver más allá de cada escudo mental que puedas
poner contra él, en el interior mismo del espíritu de quién y qué eres. Y si
estás en su camino, entonces él va a usar cada ápice de información que tiene
en tu contra. Sea cual sea lo que el Dr. Foster creó cuando creó Gideón, el
suero que se le dio en ese centro de investigación, amplificó cada fuerza
humana y casta que posee, mientras elimina cualquier debilidad que pueda
detectar. Y todo lo que salva al mundo, es que de alguna manera, algún día, se
las arregló para retener la suficiente compasión para impedir que la maldad
de la humanidad lo invada.—

— Cat, ¿de verdad crees esa mierda?— Curiosa incredulidad llenó su


expresión. — Gideón no es un súper casta—

— Déjalo en paz, Jonas. — Ella le suplicaría por esto, si tenía que hacerlo, a
pesar de que no serviría de nada. — Dejó dos chacales vivir para ti, para que
los puedas interrogar y de alguna manera convencer de que cooperen
contigo…—

— De acuerdo a Kiel, fue por ti que hizo eso, — replicó Jonas. — Tú controlas
al monstruo, afirmó. —

— La percepción del casta me sorprende a veces, — señaló con amargura. —


Yo no lo controlo. Nadie, nada en este mundo, puede controlar a la criatura
en que se ha convertido. Pero tú puedes existir sin capturarlo. Puedes
beneficiarte de su libertad— Ella se inclinó hacia adelante implorante,
sosteniendo sus manos hacia él en actitud de súplica. — Jonas, la increíble,
aterradora inteligencia que él posee sólo puede ayudar a las castas. Deja de
cazarlo. Por el amor de Dios, dale un poco de paz, aunque sea por un corto
período de tiempo—

Si ellos lo empujan, si continuaban viniendo en pos de ella, ya sea el Consejo


o Jonas, entonces Graeme nunca controlará completamente lo que estaba
dentro de él, eliminará todo vestigio de misericordia, que todavía podría
poseer.

— Tú le temes, Cat, — señaló. — Con una buena razón—

— Yo no le temo. ¿Qué tengo que temer? Él puede amenazar con matarme.


Él me puede odiar con cada fibra de su ser, o amarme hasta el fondo de su
alma, quién demonios sabe. Pero él nunca me haría daño. Lo que temo es lo
que le vas a hacer a él, si continúas empujándolo—

— Salvaste a los chacales y a Martínez la noche anterior. Él los habría


asesinado.—

Él simplemente no sabía con el casta con el que estaba tratando, a pesar de


los intentos de Graeme para mostrarle.
— Él los habría ejecutado, — ella le corrigió. — Al igual que ejecutas a los que
considera que han pasado de la redención, en algún volcán remoto. O como
eliminas a un animal con rabia. Él nunca ha asesinado a alguien o algo—

Jonas asintió, pero cuando lo hizo, el acceso que le había dado a ella a sus
emociones internas se cerró de golpe.

—¿Por qué me seguiste hasta aquí, Jonas?, — Ella le preguntó, esta vez con
una genuina necesidad de entender por qué estaba allí•. — ¿De verdad crees
que sabía algo que te ayudaría a capturarlo? ¿O que te lo diría, si lo supiera?—

Un torcido humor brilló brevemente en su mirada. — Rachel sentía que si me


acercaba a ti sin mi normal actitud arrogante — hizo una mueca de disgusto,
sacando una risa involuntaria de ella— quizás estarías dispuesta a ayudar, en
lugar de obstaculizar mi búsqueda. Voy a tener que asegurarme de decirle, lo
bien que funcionó. — La burla en su expresión era de más de auto
depreciación que de confrontación.

— Qué horrible debe ser tener el peso de tantas vidas sobre los hombros, —
dijo en voz baja, dibujando una mirada de sorpresa en él. — Conocer que cada
paso que das, cada decisión que tomes, afecta a todas las castas en el mundo,
cada alma única y excepcional que luchas para salvar. Y con cada casta
perdida, apuesto a que debes sentir que has fallado. —
Él apartó la mirada de ella. Ella dudaba que Jonas rara vez le diera la
oportunidad a alguien, de ver algún tipo de emoción, y mucho menos hablar
del profundo dolor que sentiría al pensar en cualquier falla.

Tú y Gideón son iguales, — susurró ella, sintiendo en lugar de ver la tensión


que de pronto lo llenó. — La excepción es que percibe la inteligencia que
posee como un fracaso de su propio fallo también. Si puedes capturar Gideón,
entonces podría capturar todos los secretos que posee y todo el conocimiento
que tiene o que tendría—

Arrogancia, confianza y la negación llenaron las características que volvió


hacia ella.

— Lo veo como ese animal rabioso del que hablabas antes, — declaró con fría
indiferencia, poniéndose de pie para mirar hacia ella. — Uno que tiene algún
valor, sin embargo, cuando se compara con el riesgo que plantea, no es
suficiente para permitirle continuar librando una guerra que podría
convertirse fácilmente, en un arma utilizada contra las Castas. El mundo
quiere justicia, Cat, no venganza—

— ¿Tampoco protección? ¿O la verdad? — Ella negó firmemente con la


cabeza. — Te equivocas, Jonas. Ya de niño, mucho antes de que llegara a ese
centro de investigación, él fue torturado. Ese suero casi lo destruye.
Sobrevivió porque esa inteligencia le permitió ver cómo utilizar el suero para
hacerlo más fuerte, más inteligente, en lugar de matarlo como lo hizo tantos
otros. Y ¿quiere encerrarlo por ello? — Ella se puso de pie ahora, lo miró con
fiereza. — No, eso no es por lo que quieres encerrarlo. Quieres encerrarlo
para usarlo. Para robar esa inteligencia y la fuerza— Ahora ella lo señalaba
sacudiendo el dedo. No eres diferente al Consejo en ese sentido y si yo
supiera donde esta, qué está haciendo o dónde atacaría, me moriría antes de
decírtelo o a cualquier otra persona decidida a labrar otro abismo en el alma
de esa casta—

Eso la enfureció. Se le rompió el corazón.

— Él nunca estará en paz, Cat, — espetó. — Él esta jodidamente loco—

— Tal vez debería de haberlo escondido mejor, como tú lo haces,— ella gritó
con voz ronca. — Como cualquier otra casta que existe lo hace. Debido a que
ni una sola maldita casta que he conocido está completamente cuerda.
Quieres usarlo, Jonas. Por lo menos se jodidamente honorable y admítelo.

Tomando su mochila del suelo arenoso, ella la puso sobre sus hombros con
furia. — Pude haber terminado con su loco culo la noche en que él nos
rescató a mí y a Judd de la eutanasia, como ellos lo llamaban, pero que me
condenen, no hay muchas castas que no lo hayan hecho en algún momento
desde entonces. Y definitivamente he terminado contigo, Director.

Deberías haberte quedado con el Consejo. Por lo menos ellos habrían estado
de acuerdo con tus absurdos métodos—

— Cat. — La demanda en su voz la hizo que hiciera una pausa para mirar
hacia él. — ¿Te ha contado lo que pasó cuando fue recapturado? Lo que
hicieron con él durante el tiempo que el Dr. Bennett lo tuvo?

— ¿Vas a decirme?—

Ella se había preguntado, a ella le dolía preguntar, pero sabía que no se lo


diría. Del mismo modo que él nunca le dijo lo que le hicieron a él cuando el Dr.
Bennett había reinstalado la terapia genética en él, después de la desaparición
del Dr. Foster.

— Pregúntale primero,— Jonas sugirió. — Si él no te lo dice, entonces ven a


buscarme. Te lo diré, sin ningún compromiso, lo que creó al monstruo que
enfrentaste la noche anterior y por qué no le puedes confiar tu vida nunca,
más de lo que puedo confiar en él, con la de Amber.

— ¿Más juegos?— Ella se burló con disgusto. — Sabes, Jonas, te encontraría


más apetecible si dejaras de intentar manipularme y simplemente aceptaras
que quieres conseguir lo que deseas a través de mí, simplemente no va a
suceder—

Con eso, se retiró de la protección de las rocas y emprendió su regreso a la


casa.

No importa lo mucho que ella lo intentara, simplemente no encontraba paz.

***

— Bueno, ahora, eso salió bien— Rule se movió del lado de la torre de piedra,
la diversión reflexiva arrugaba su expresión mientras él también observó a Cat
correr de vuelta a la casa que Lobo Reever le estaba dejando usar.

¿Qué le debía Reever a Gideón que él estaba dispuesto a correr el riesgo de


romper el acuerdo que tenía con la Oficina de Asuntos Castas para
protegerlo?
Jonas no tenía duda de que iba a averiguarlo, así como él averiguaría
exactamente lo que Rule Breaker, su nuevo director de la división y uno de sus
amigos más cercanos, le debía a ese bolso loco de genética del Bengala,
también.
— No, en realidad, eso no fue bien. — Pero yo no tenía falsas ilusiones de que
lo haría. — Suspiró, tratando de ser lo más honesto con Rule como siempre
había sido.

Después de todo, en los años en que habían luchado juntos esta era la única
vez, en la que se había encontrado que no podía confiar por completo en
Rule. Por alguna razón, sea lo que sea, lo que casta sabía sobre Gideón o de su
paradero, se negó a divulgarlo.

Jonas podía entender eso. Había un montón de secretos que Rule y su


hermano probablemente matarían por mantener, si fueran conscientes de
ello. Fue un intercambio, pensó con cansancio. No un intercambio que le
gustaba, pero incluso si le revelaba a Rule lo que sabía, Jonas sabía que nunca
revelaría sus secretos, hasta que no tuviera otra opción.

— ¿Y ahora qué?— Rule cuestionó como si solamente la curiosidad fuera la


razón de la pregunta.

— Le diré a Rachel que estaba equivocada— Se encogió de hombros. — Esa


chica sabe dónde se esconde Gideón. Ella sabe mucho más de lo que
voluntariamente daría a nadie, ni siquiera a alguien de su confianza—
Pero ella seguía siendo la debilidad de Gideón. Amenaza a Cat y él saldría a
jugar. No era un movimiento que Jonas estaba dispuesto a hacer todavía, sin
embargo. Por ahora, no había información que recolectar.

Por un lado, estaba el papel que Reever desempeñaba en todo esto. Por otra
parte, el papel que Rule estaba tomando en el intrincado juego entre Gideón y
Jonas. Y en tercer lugar, el hecho de que él sabía que la hijastra de Reever
estaba involucrada de alguna manera también. La lista que había adquirido de
los lazos de Gideón en la comunidad castas fue sorprendente.

Gideón tenía muy bien escondido, aunque muy potentes, a un grupo de


personas dispuestas a ayudarle, y Jonas quería saber cómo un completamente
loco, violentamente vicioso lo había conseguido. Era un truco que Jonas tenía
que averiguar para poder revelar a todos los involucrados en esta pequeña
conspiración.

¿Entonces has encontrado al Casta empotrado, Judd?— Jonas le preguntó


mientras se movían alrededor de la torre hacia el Dragoon que habían traído,
justo antes de que Cat se fuera a su carrera.

— Yo ni siquiera tengo una lista de sospechosos, Jonas— Rule no estaba


contento con eso. Realmente estaba muy frustrado por el hecho, si sus
sentidos estaban en lo correcto, Jonas reflexionó.
— Quiero una lista de sospechosos para el final de la semana, — Jonas
ordenó. — Esto no puede continuar.—

— Yo no soy uno de tus ejecutores,— Rule contraataco de vuelta.

Jonas notó que el nivel de confianza que el Casta había adquirido se había
convertido en un grave problema últimamente. No es que Jonas pensaba
hacer algo al respecto. No es que él pudiera hacer algo si lo intentaba. Al
menos, no mucho.

— Entonces pon a uno de tus ejecutores a conseguirla, — Jonas le respondió


de vuelta. — Este es un problema de la División Occidental, Rule. Usted es el
director de la división. Así que jodidamente hagasé cargo de eso. Y consígalo
para el fin de semana—

Entrando en el Dragoon, él miraba a través del parabrisas, reprimiendo una


furiosa maldición. La protección de Gideón era una causa loable, y habría
ayudado en cualquier otro momento. Pero protegerlo no era una opción
ahora.

— ¿Hacia dónde ahora? ¿Volvemos a tu casa?, — Preguntó Rule mientras se


deslizaba en el asiento del conductor.
Se obligó a parecer relajado, se volvió a Rule lentamente.

— Una pregunta hipotética, — él dijo. — En mi lugar, ¿qué harías si supieras


que una casta aparentemente único no es tan único? ¿Ese algo que sólo
provoco lo que tú sospechabas, con lo que otras castas habían sido
codificadas? ¿Castas cuyos factores desencadenantes podrían ser mucho más
sensibles? —

Rule le devolvió la mirada impasible durante un largo rato antes de contestar


la pregunta.

— Lo mismo que los seres humanos cuando se den cuenta de los factores
desencadenantes de algunos psicópatas que son mucho más sensibles que
otros. O algunos sociópatas que son tan inteligentes que nunca se pueden
encontrar,— dijo por fin con un suspiro. — No somos simplemente Castas,
Jonas. Somos parte humano, parte animal y algo intermedio que no se puede
definir. Cada día que seamos libres es un regalo. Cuando se toma ese regalo
bien podemos necesitar de los monstruos para asegurar nuestra
supervivencia—

— ¿Así que le permitimos a Gideón rienda suelta?, — Preguntó, sabiendo que


no era posible.
— ¿Mi opinión?,— Preguntó Rule. — ¿O es una pregunta retórica?—

A veces, este casta era demasiado inteligente para su propio bien también.
Por supuesto, esa era la razón por la que Jonas le había manipulado a la
posición de director de la división.

— Su opinión— Jonas asintió.

— Ninguno de nosotros tiene vía libre— Volteándose, Rule encendió el


Dragoon mientras Jonas estrechó su mirada en él, esperando. Él sabía que
más venía.

— Rienda suelta es el mismo cuento de hadas, donde Gideón es consciente,


mientras el libre albedrío y la libertad son espejismos por los que las castas se
preocupan,— Rule espetó, obviamente, no contento con las conclusiones a
las que había llegado sobre el tema de la libertad. — Si yo estuviera en tu
lugar, yo le doy el espejismo de la libertad, sin embargo. El mismo cuento de
hadas que nos damos a nosotros mismos. Crea una deuda, un favor
adeudado. A él se le da la mentira de que él puede vivir su vida y tomar sus
propias decisiones, y nos da la mentira de que tenemos su lealtad. Luego,
cuando todo se vaya al infierno y nos encontramos con la opinión pública es
nuestro enemigo, en lugar de nuestra fuerza, cobramos nuestros favores y le
damos a los monstruos de verdad rienda suelta. Puede ser todo, lo que pueda
salvar a algunos de nosotros en ese momento—

El Dragoon aceleró desde donde estacionado, se puso a toda velocidad, en


cuestión de segundos, corriendo a través del desierto mientras el Casta
dentro de los controles observó el terreno con una expresión dura, casi
sombría. Jonas lo estudió con los ojos entrecerrados, mientras dejaba que las
visiones de todo lo que rodeaba se filtraran en este casta a través de sus
sentidos.

Lo que puso su mente más a gusto, sin embargo, fue el León vestido con
armadura, garras con punta de acero, ojos azules salvajes y llenos de muerte.

Esa criatura siempre estaría contenida, siempre controlada, hasta que, como
dice Rule, el mundo se fuera al infierno, donde las Castas eran conscientes.

Era la primera vez que Jonas había sentido parte de esta casta, y sospechaba
que era esa parte de él, lo que había convencido a Rule de traicionar una
década de lealtad a Jonas, por el espejismo casta de la libertad.

Gideón se había dado cuenta de lo que se escondía dentro de Rule.

El detonante, Jonas pensó con cansancio. Todo lo que tomó fue el gatillo
correcto, y ese "algo intermedio" — esa parte que Rule había identificado
que todas las castas tenían dentro de ellos, era lo que Jonas más temía.

Porque él tenía la sensación de que los factores desencadenantes eran


mucho más sensibles en muchas castas de lo que nadie conocía.

***

Reporteros. Ellos estaban acampados en la puerta principal como buitres


apertrechados y esperando que su presa muera. O, para echarle un vistazo a
ella.

Ella tendría que haberlo esperado al minuto que la noticia del arresto de
Raymond se supo, y de los cargos que se presentaron contra él; uno de los
cuales habría sido el intento de asesinato de la mujer que todo el mundo cree,
es su hija, Claire Martínez.

¿Saldría la verdad? ¿Que ella no es Claire?

No había muchos que lo supieran. Los que lo hacían no les gustaría que la
verdad saliera, más de lo que ella quería que se supiera en este momento.

En el momento en que ella se deslizó de nuevo en la casa y subió para


comprobar la propiedad fuera de las murallas, había furgonetas en cada lado
de los terrenos a las afueras de los muros de ocho pies.

De pie en la habitación de invitados y asomándose a través de las cortinas de


encaje, se dio cuenta, que algo más que los periodistas estaban por ahí. Al
otro lado del estrecho camino de dos carriles del condado, estaba un Dragoon
familiar. Mientras miraba, una bonita cabeza rubia apareció en el otro lado y
Ashley estaba agitando su mano con locura, con una sonrisa burlona en los
labios. No hay duda de que sabía que Cat la estaba mirando.

Un segundo más tarde, los periodistas se habían vuelto y estaban tomando


fotos por docenas, parecía como si Ashley realmente estaba posando para
ellos. Hasta que alguien le tiró con bastante grosería de nuevo en el Dragoon.

Qué demonios. . .

Ni siquiera un segundo más tarde, el teléfono satelital que Jonas le había


dado meses antes, estaba vibrando insistentemente. De alguna manera, ella
más o menos sabía quién era.

— Ashley, ¿por qué no me llamaste para empezar?— Cat respondió a la


llamada asombrada. No tenías que esperar para captar mi atención—
— Oh, yo estaba saludando a los paparazzi— El acento ruso era puro encanto
perezoso. — Apuesto a que pondrán mi foto en las portadas de nuevo, Cat.
¿Ves que amiga tan maravillosa soy? No tengas miedo, yo te salvaré de
ellos.—

Ashley era una loca.

Durante un tiempo Cat se había preguntado si la hembra Coyote volvería a


recuperarse de la bala que le había dado en el pecho y a la experiencia
cercana a la muerte que tuvo como resultado. Había muerto dos veces en la
mesa de operaciones. La segunda vez, los cirujanos casi perdieron la
esperanza de traerla de vuelta.

— Estoy segura de que te lo agradezco, — Cat le aseguró. — ¿Pero lo hará tu


Alfa?—

— Oh, Del Rey fue llamado de regreso al hotel. Dejó a Brim Stone de niñera.

Él todavía me está echando a perder, permitiendo que sea una chica mala—
Ashley dibujó las palabras, su acento pesado, y Cat prácticamente podía verla
guiñar antes de soplar a Brim un beso mientras ella giraba su trenza
artificialmente rubia.
Uno de estos días, Del Rey iba a encerrarla para la cordura del mundo libre.
Ella extendía la risa y la locura a dondequiera que fuese, si la posibilidad para
ello existiera.

— Así que, ¿te gustaría mi compañía por un minuto?, — Preguntó Ashley


brillante. — Yo pensé que podía pasear hacia los periodistas con mucho
encanto, enseñar un poco los dientes— ya sabes, mis incisivos fueron afilados
y pulidos dándole un brillo maravilloso el día de ayer, entonces podría saltar
sobre ese pequeño muro suyo y hacer que todos se sientan como pequeños
holgazanes, porque no pueden hacer ese salto.

Oh, ella deseaba ver eso.

— Adelante, — Ashley sugirió. — Mueres por retarme, ¿no es así, Cat?—

Nunca se reta a un Coyote. Cat casi se rió de sus palabras. Ashley rogaba por
ser retada. Era uno de sus pasatiempos favoritos.

— Está bien, Ashley, te reto. Pero no puedes lastimar a los periodistas.


Golpeas con la rodilla a alguno en la ingle y no tendrás del chocolate caliente
que estoy haciendo—

— Ooh, obtendré chocolate caliente, Brim, — dijo al segundo del alfa en


broma. — Y ella me retó—

Un día, Brim iba a poner a la bonita y pequeña coqueta casta en sus rodillas y
azotaría su culo.

— Prepárame mi chocolate, Cat. Estoy en camino—

Cat realmente quería ver la diversión, pero estaba aterrorizada de ser


llamada de nuevo como testigo de Ashley, tendría que hacerlo si ella
"accidentalmente" mutilara a otro reportero. No hay manera en el infierno
que la hiciera observar. Si ella no sabía nada, no tendría que dar una
declaración.

Haría el chocolate y dejaría que Ashley le contara todo.

Brim bien podría dar a las declaraciones.


Capítulo Once

No hubo periodistas lastimados en la espectacular actuación que Ashley les


dio.

Por supuesto Cat no pudo evitar volver para ver el espectáculo que Ashley dio,
simplemente era demasiado entretenido. Como ella dijo, un destello de sus
colmillos, sólo Dios sabe lo que ella les dijo y a continuación, con un ágil y
pequeño salto estaba en cuclillas en el borde de la pared de adobe a ocho pies
del suelo, mientras que las cámaras destellaban. Sin duda, estaría en la
primera plana de casi todos los periódicos y de los sitios web de la nación.

— Estás loca, Ashley, — declaró, cuando la rubia y pequeña Coyote entró en


la cocina, una sonrisa de satisfacción curvaba sus labios, mientras se
iluminaban sus suaves ojos grises; Cat colocó dos tazas de chocolate caliente
en el hueco que se formaba en el marco que rodeaba las ventanas.

— Soy un coyote— Ashley declaró con un encogimiento de hombros


descuidado.

Deslizando una silla, la Hembra casta apoyó un pie vestido de cuero en el


asiento tapizado, y miró el chocolate humeante con avaricia.
— Bebe el chocolate — Cat rió, tomando asiento frente a ella. — Y dime lo
que está pasando—

Frunciendo un poco los labios, Ashley dijo — ¿No puedo visitar a una
amiga?—

Cat levantó la taza de chocolate y tomó un sorbo, antes de colocarla sobre la


mesa una vez más y le devolvió la mirada a la otra mujer. Mirarla disfrutar de
una taza de chocolate era simplemente asombroso. La mirada en el rostro de
la Casta Coyote era una de completa felicidad. El dulce era para las Castas lo
que algunos medicamentos eran para los seres humanos.
Nada más se dijo hasta que el chocolate caliente fue consumido hasta la
última gota, entonces Ashley se sentó y la miró fijamente, su expresión más
sombría.

— Las castas son un poco extrañas, ¿no? — Preguntó en voz baja, con una
pizca de resignación en su voz con acento.

— Prefiero la palabra únicos. — Sonaba mucho mejor a los oídos de Cat.

— Es lo mismo— Ashley suspiró. Inclinándose hacia adelante, apoyó la


barbilla en la palma de la mano y observó a Cat con una intensidad que era
extrañamente desconcertante, una pequeña sonrisa peculiar tocó los labios.
— Yo sabía que no era un casta león— arrugando la nariz comentó — Ese olor
es un poco demasiado perfecto — Cat simplemente le devolvió la mirada,
negándose a comentar de cualquier manera.

— Ahora, Jonas— Ashley continuó, — con todos sus poderes intuitivos,


estaba tan centrado en un objetivo en su mente, que no vio lo que estaba
justo frente a su cara. Y eso siendo un casta tan engañoso y tan intuitivo
como es.

Harían un equipo temible, ¿no? –

— Ashley, ¿de qué demonios estás hablando?— Cat estaría condenada si ella
permitiría que esta cara de niña y mujer traviesa de Ashley pudiera
engañarla para que admitiera nada.

Había visto a Ashley engañar a demasiadas personas y silenciosamente


reconoció la capacidad de la joven Coyote para hacerse de la confianza de los
antagonistas de las castas más endurecidos. Ashley ni siquiera parpadeó. —
Sé quién es Graeme Parker, Cat. Las dos nos hacemos las tontas. Él es
simplemente muy afortunado de que Jonas está demasiado centrado en
Gideón para ver lo que los otros, los que han llegado a conocerlo tan bien,
pueden ver. —
— ¿Y qué crees que ven?— Se burló Cat.

— Lo que tu obviamente no haces, — Ashley respondió. — Un casta


torturado por cosas de las que se niega a hablar. Aquel cuya dedicación a una
hosca hembra Bengala puede también llevarlo a sus rodillas. Yo estaría muy
disgustada si pones a Graeme de rodillas. — Aquellos ojos grises brillaron con
una advertencia, a una gran mayoría le preocuparía, Cat no lo consideró
preocupante siquiera, le resultaba simplemente irritante.

— Graeme es muy bueno, cuidando de sí mismo, — le aseguró a Ashley.

Poniéndose de pie recogió las tazas vacías, Cat se volvió y se las llevó al
fregadero. Cuando se dio la vuelta hacia la otra chica, Ashley estaba
simplemente mirando, estudiándola.

— Él ha hecho muchos amigos mientras ha estado aquí, — señaló Ashley,


amigos que se situarían en contra incluso de Jonas, por mucho que no nos
gustara, o contra su compañera, tanto como él odiaría eso. No te hagas
enemigos dentro del pequeño grupo que ha garantizado su seguridad. No te
gustaría.—

Cat tuvo ganas de reír, pero ella tenía mucho miedo de que sonara mas como
un sollozo.
— ¿Por qué no te vas, Ashley?— sugirió en voz baja. — Esto ha sido
divertido, pero tengo cosas que hacer. —

Graeme ya había estado aquí un año, ella había conocido a Ashley durante
casi cinco años, sin embargo, era Cat quien recibía la advertencia en lugar de
Graeme.

¿No era irónico eso?

— Eres muy terca— Ashley hizo la observación, en su mirada brillaba la


compasión.

— ¿Soy terca? — Ella tenía que reírse de eso. — Tal vez no lo soy suficiente,
porque durante años me he preocupado por personas que no parecen tener
una maldita buena opinión de mí, de cualquier forma. —

Odiaba el dolor que ardía en el interior de su pecho, que llenaba sus


sentidos y que la debilitaba y la dejaba sin fuerzas para seguir luchando.
— Nos preocupamos por ti, Cat, o no estaría aquí — Ashley suspiró.

— Tú lo has conocido durante un año. — Sus puños apretados a los costados,


la ira fluyendo a través de ella. — ¡Un año!, Ashley, pero estás aquí y me dices
que estarán descontentos si yo lo pusiera de rodillas. ¿Prima, como crees ue
están mis rodillas a causa de él? —

Había llorado por él.

Durante años, incluso después de que le hubieran dado la identidad de Claire,


en esos años cuando se debió permitir tener a alguien más, para hacer frente
al mundo, mientras se escondía, sin embargo, había despertado mientras
Claire dormía, sólo para llorar. Para llorar en una almohada que no era la suya,
en una cama que no era la suya, en una vida que no era la suya, por un
Bengala que le había dado la espalda.

— ¿Cómo crees que se ha ganado tanta lealtad en sólo un año, Cat?—


Ashley la miró con sorpresa. — Cuando vine por primera vez a este desierto,
un Bengala enloquecido salvó la vida de mis primas y de Emma cuando un
francotirador habría enterrado balas en sus cabezas. Él nos trajo el rifle del
francotirador, lo partió en dos como una ramita y lo arrojó a nosotras. Las
rayas en su cara eran como cicatrices de rabia mientras nos gruñó a nosotros
con furia y nos ordenó ir de nuevo a la zona de seguridad alrededor de
Window Rock.

Corrimos hacia atrás como cachorros asustados. No por miedo a los


francotiradores, pero si por miedo instintivo a las represalias que el impartiría.
Seis meses después salvó a nuestra alfa, que aoramos más de lo que otros
adoran a un padre o un hermano. Él ha salvado a muchos amigos, y lo ha
hecho sin un precio. —

— Qué poco saben de ese Bengala enloquecido. Al igual que Jonas, nada es
gratis, sólo que no le ha informado del precio, — Cat le espetó
dolorosamente.

— Dale tiempo —

— Y nosotros estaríamos encantados de pagar, muchas veces de ser


necesario— Ashley se puso lentamente de pie— Tú eres una amiga Cat, y
me gustas mucho. Pero le debemos nuestras vidas y las vidas de aquellos a
quienes amamos. Yo, por ejemplo, estaría muy molesta, como debe estar
Jonas, de saber que su compañera no le es leal. —

¿Que no le era leal a él? Que poco la conocían también.

— Él me dejó morir cuando tenía doce años, — ella gritó con furia, la rabia
que mantuvo encerrada en su interior, era como un incendio a través de sus
sentidos. — Me dejó sola cuando yo no sabía ni siquiera como protegerme.

Dependía solo de él, — se burló. — Estaba enamorada de él desde los doce,


y era todo mi mundo. Así que no te quedes aquí y trates de
darme lecciones sobre las vidas que ha salvado, porque él destruyó mi vida.

— Él me destruyó. —

La amargura, el año de pérdida y el miedo la devastaban ahora. Todo lo que


ella había mantenido encerrado dentro de su alma se filtro por las paredes
que había colocado a su alrededor.

— Cat. . . — La compasión en la mirada de Ashley, en su voz, la enfureció.

Graeme se había asegurado de que Ashley supiera que él había acabado con
el francotirador, pero Cat nunca le había dicho a la hembra Casta que ella
había rebanado el cuello a dos soldados del Consejo que la habían acechado
desde hacía más de un año. Ella nunca le había dicho a nadie de las
innumerables veces que había maniobrado a la vista de sus enemigos,
garantizando que no se dieran a conocer, o asegurándose que
desaparecieran.

— Olvídalo. No necesito tu compasión. — Ella estaba temblando, una capa


cubría su interior, los muchos años de vivir una vida de soledad y dolor, junto
con el miedo creciente.
¿Y por qué lo había hecho? ¿Por qué había vivido como alguien que no era?
No para su propia maldita protección, eso era seguro. Lo había hecho por él.
Porque sabía con los últimos trozos de su alma, que si ella era tomada el
vendría por ella. Y cuando lo hiciera, las posibilidades de su destrucción, de su
muerte, eran demasiado altas.

— La compasión no es una mala cosa— Ashley suspiró. — Sentir compasión


por alguien que sólo ve su propia ira…—

— Dame un puto descanso, — Cat gritó, su furia pulsando a través de ella.

— Tienes toda la razón, sólo veo mi propia ira, y tú no estás ayudando en lo


más mínimo. Tú no sabes de lo que estás hablando, Ashley, o con quién estás
hablando, así que no presumas que lo haces. Y no cometas el error de volver
aquí a insultarme de nuevo con tus consejos valiosos, porque no los
necesito.—

— Tendrá más de mis consejos, Deberías tener cuidado de Jonas, porque si el


descubre quienes son, — Ashley espetó. — Necesitaran de un milagro para
permanecer vivos, si eso llegara a suceder.—

Cat se estremeció, pero no por lo que dijo Ashley o cómo lo dijo. Sino por el
dolor que corrió a través de sus sentidos, rabió a través de su alma, porque
ella daría su propia vida para protegerlo de Jonas o de cualquier otra persona.

— Lo siento, Ashley, pero en realidad no tengo más de mí para dar— La


amargura era como una alimentación corrosiva para su alma. — Yo di mi vida
por él hace trece años. Cada respiración, cada latido de mi corazón, cada
partícula de mi ser se sacrificó por él cuando me quedé como Claire Martínez
en lugar de escapar del infierno que encontré aquí. No ha quedado nada de
mí, hace ya mucho tiempo. Y no creo que tú o cualquier otra persona,
especialmente Graeme Parker, tenga el derecho de pedir nada más de mí. —

Sin embargo, ellos continuaban pidiendo más y más, y no ofrecían nada a


cambio, ni siquiera amistad o lealtad y el aislamiento en que se encontraba
sólo la enfureció.

— ¿Culpas a Graeme porque te salvo?— Ashley le preguntó con


incredulidad.

La conclusión de la Hembra casta atravesó el alma de Cat, la agonía que


estaba sintiendo, no debería haber sido una sorpresa. No fue una sorpresa, se
aseguró.

Levantando la mano para frotarse la sien y tratar de calmar el dolor de cabeza


que se estaba gestando allí, trató de decirse a sí misma que no importaba. La
familia Martínez fue mucho mejor, que el centro de investigación, pero desde
luego, la falta de vivienda habría sido mejor que ese infierno. Se había
quedado, sin embargo, porque sabía que Raymond llevaría a cabo la amenaza
de contactar con el Consejo de Genética y les diría exactamente dónde
estaba y quién era ella. Si la hubieran tomado, entonces habrían encontrado a
Honor y a Judd, y los habrían capturados también. Gideón habría venido por
ella. Y el Consejo lo hubiera estado esperando. No había podido soportar la
idea.

— Culpo a Graeme por un montón de cosas, Ashley, — admitió


dolorosamente.

— Cosas que no son de tu incumbencia. No te preocupes, por desgracia para


mí, soy tan estúpida, al parecer, como el resto de ustedes, porque protegeré
su identidad con mi último aliento. Pero no me tiene que gustar, y no quiero
tener que lidiar con sus amigos mientras lo estoy haciendo. —

Se volvió y salió corriendo de la cocina. No le importó si Ashley se quedó o si


se fue. No le importaban los años de búsqueda, de esperar por él, de la sangre
que derramó en silencio para salvar su identidad en su momento. Todo eso
sacó otra cicatriz en su alma.

Y ella pensaba que no había más espacio para cicatrices. O más dolor. Ella
había creído que su alma estaba tan herida como ella estaba, que nunca la
podría lastimar las pérdidas que había sufrido.

Estaba tan equivocada. Y se dio cuenta de que estaba más sola de lo que
jamás imaginó que pudiera estar.
Capítulo Doce

Intuición. El vínculo de apareamiento.

Graeme no estaba seguro de qué había causado la repentina certeza de que


Cat le necesitaba.

Era lo suficientemente fuerte, sin embargo, para que él abruptamente saliera


de la reunión con Jonas y Lobo, y corriera hacia ella. Llegó justo a tiempo para
escuchar, para sentir el dolor y la traición que rasgaba a través de ella cuando
le informó a Ashley la vida que había vivido para protegerlo.

Entró silenciosamente a la cocina cuando ella salió corriendo, se enfrentó a


Ashley, y su pesar lo llenó. Pesar que no dejó de estar en su camino.

Esta pequeña Coyote hembra era tan fácil de predecir como Cat, porque no
había previsto lo que había sucedido aquí.

Ella giró lentamente hacia él, mientras estaba en el arco de acceso al


comedor. Cruzando sus brazos, se inclinó contra el marco de la puerta,
observándola en silencio, reteniendo los furiosos gruñidos que amenazaban
con escapar de su pecho.
Cepillado los hilos multicolores del pelo rubio que se escaparon de su trenza,
ella suspiró fuertemente, su mirada resignada cuando lo enfrentó.

— Ahora estás molesto conmigo. — Eso fue un pequeño eufemismo.

—¿Qué hiciste, Ashley?— La advertencia en su voz era algo, que no intento


contener.

Cejas perfectamente arqueadas se fruncieron en un ceño. — Jonas está


convencido de la forma en que puede encontrar tu ubicación. Yo sólo le
informé lo molesto que estarían tus amigos si fuera cierto. —

— ¡Hija de puta. Ashley...! — Se enderezo en el marco de la puerta, Graeme


dio un gruñido feroz. — Se supone que debes ser su amiga, también—

— Yo soy su amiga. –el desafío brillaba en su expresión y en su postura; puso


sus manos en las caderas y levantó su barbilla, mientras sus ojos gris oscuro se
oscurecían y estrechaban. — Sólo un amigo pondría a prueba tu enojo, de
esta manera, solo para obligarla a ver cómo esa ira esta amargando su vida.

El acento ruso era más grueso y, a pesar de su declaración, vio un flash de


indecisión en sus ojos.
— Tal vez deberías pensar acerca de la definición de la amistad. –Poner freno
al duro rugido de disgusto, era imposible.

— ¿Por qué tengo que pensar en ello? — Su ira es casi odio, Graeme. Debe
saber lo que Jonas quiere…

— No hay ninguna duda de que va a suceder, Ashley,— él gruñó. Infierno,


quizá mantenía demasiados secretos de muchas personas, especialmente en
lo que a Jonas se refiere. Podría haber llegado el momento de reunirnos. — Y
no será en cualquier casa, será en la mía. Quédate fuera de esta lucha—

— Odio a los felinos, le espetó furiosamente, mirándolo. Todos ustedes son


demasiado tercos y lo que hacen no tiene ningún condenado sentido. Tal
como ella no tiene sentido. Ella gruñó entonces. –Ella ni siquiera gritó. Solo se
encierra asi misma en su interior. ¿Cómo crees que sobrevivirá al aparearse
con uno como tú?— Una mano volteo hacia él mientras una mueca de
disgusto femenino curvo sus labios. –Hubiera apostado por ti, pero ahora…—

Graeme no se molestó en discutir con ella o en defenderse. Un chasquido de


sus dientes y un duro rugido haría que girara su cola y desalojara la casa
rápidamente. Y por qué eso no funcionó todavía no estaba seguro. Maldición,
es porque ella sabía demasiado bien, que nunca arriesgaría a las fuerzas
combinadas de las Castas felinos, el lobo y Coyote por hacer realidad, el
ponerla sobre sus rodillas y broncear su pequeño culo. Algo que su alpha ya
debería haber tomado cuidado y frenar su temeridad.

Se movió rápidamente a través de la casa hacía la habitación de Cat, la


encontró de pie en el amplio balcón, con los brazos cruzados sobre el pecho,
mientras miraba más allá de la propiedad amurallada.

— ¿Como sabía que estaba aquí? —

La ira que llenaba su voz era una tapadera. Graeme pudo sentir el dolor que
se veía como una tormenta a través de su pequeño cuerpo.

— ¿Por qué no te vas por donde viniste? No te quiero aquí. —

Pero ella lo hacía. Lo que quería y lo que necesitaba, estaba tan retorcido
dentro de ella, sin embargo, que tirar de cualquier emoción, sólo le recordaba
lo que había sufrido al sentirlas.

Y ella había sufrido. Él lo sabía.

Curar ese dolor podría ser imposible, pero se encontraba impotente ante el
deseo de hacer exactamente eso. Por desgracia, sabía lo que Ashley intuyó.
Enfrentar a esta nueva casta felina, con suave emoción y gentil comprensión,
nunca lograría resolver los conflictos que estaban dentro de ella.

— Tan pequeña y bonita y tan mentirosa, él gruñó, dándole a la puerta un


empujón para cerrarla. — ¿Crees que no me doy cuenta, Cat? ¿Crees que no
te conozco mejor que eso?— tanta ira y dolor. Dios sabía que nunca había
querido causarlo. La necesidad de protegerla había sido mucho más grande
que considerar el daño que podía hacerle.

Y ahora, no era sólo su protección lo que le preocupaba.

— No, Graeme, no creo que tú me conozcas mejor que eso,— le replicó


enfrentándolo y deslumbrándolo con todas las llamas y la furia de una hembra
Bengala enfurecida.

— Ha pasado años desde que fuiste parte de mi vida. Ya no tengo doce años.
Y te aseguro como el infierno, que no adoro el suelo por donde caminas
ahora. — Pero ella quería. Esa dolorosa necesidad de confiar y de amarlo
libremente luchaba dentro de ella, al igual que luchaba con un pasado que no
podía cambiar.

Podía sentir su necesidad de alejarse de esa ira, como una llama, para llegar a
él. El aroma lo embriagaba, tirando de él hacia el hambre sensual, un hambre
y una tormenta emocional que se desencadenó en él también. Sutil, con un
toque de especias, dulce y seductor, su aroma impregno sus sentidos,
disparando la oscura sexualidad que ya poseía.

***

El aroma de la lujuria masculina había estado construyéndose en la habitación


un segundo después que entró. Un olor que estaba tratando de ignorar.

Al igual que ella, luchó contra su propia necesidad y el recuerdo de su toque.

No se suponía que fuera así, pensó tristemente. La incapacidad para


mantenerse al margen, para hacerse recordar todo el daño que le había hecho
cuando la traicionó.

¿Cuánto había cambiado? Y cuanto la había cambiado. Una vez, supo que
podía confiar en que él, que siempre estaría allí, velando por ella. Aceptar que
no tenía a nadie que viera por ella, sino ella misma, fue una amarga lección
que tuvo que aprender.

— Detente. – La orden fue un ronco gruñido, la ira era intermitente en sus


ojos verdes jungla.

— ¿Detener qué? – Cerrando y abriendo los puños, la inquietud que no podía


aliviar, era como una picazón debajo de su piel.

— Deja de recordar, — le ordenó, su voz era ruda, oscura, con una emoción
brillando en su mirada.

Cat sintió un pesado golpe en su corazón, el pulso de adrenalina golpeó en su


torrente sanguíneo y ahogo lo que siempre parecía afectarla, cada vez que
veía sombría su mirada, tal como lo estaba ahora.

— Deja de recordar, — repitió suavemente con un movimiento de su cabeza.


Rechinó los dientes luchando contra la rabia que la lleno, tuvo que apartar la
mirada. Tuvo que dejar de mirarlo para parar su debilitamiento.

— ¿Crees que eso es fácil de hacer, Graeme? ¿Es fácil para ti empujar lo que
no quieres que te afecte en un momento o en una misión? ¿Cómo no
recordar?¿Es tan fácil olvidarme?

Por supuesto que lo era. Era apenas una niña cuando él la abandonó.
Doce años de trabajo, que no quería ver destruido. Y ahora un potencial
partido biológico tenía a su genética casta alborotada.

Era otra forma de experimento, nada más.


Estuvo en ella antes de que pudiera moverse. El verde selva de sus ojos
aniquiló al blanco, los instintos primitivos de su extraordinaria genética se
dieron a conocer en el furioso y feroz destello ámbar en medio del verde
oscuro. — No vamos hacia atrás. El pasado es sólo eso, y no se puede
deshacer— Ira salvaje llenaba su voz así como su rostro. — Hay demasiadas
cosas que no puedo explicar, muchas a las que no puedo volver sin arriesgar el
control que he adquirido a lo largo de estos meses, Cat. Eso no quiere decir
que no eres más importante para mí, de lo que siempre fuiste. Nada significa
más para mí, de lo que tú significas. —

No hay explicaciones. Ahora, ¿no es típico de Graeme? ¿No vamos a volver?

Ella trato de zafarse, sólo para encontrarse apretada contra la dura


musculatura de su cuerpo. — Graeme, nunca avance. Mi vida fue robada
antes de que fuera capaz de vivirla, y mi seguridad llegó en la forma de vivir la
vida de otra chica y el infierno de sufrimiento que nadie sabía que vivía. —
Sus manos se aplanaron contra su pecho, garras pincharon la camisa que
llevaba. — Para salvarte. Porque no importa lo mucho que me odiases,
habrías venido por mí sí me llevaran. A nadie se le permitía poseer el
experimento que creaste, sino a ti, — lloró dolorosamente, mirando las duras
características encima de ella. — Eso es todo lo que soy para ti o para alguien
más. Un puto experimento. Soy un medio para alcanzar un fin y no me gusta.
— Sus garras se clavaron en su pecho, toda la ira y el dolor que le habían
obligado a soportar a lo largo de los años, creció dentro de ella como una
tormenta que no podía evitar.

Manos duras se apoderaron de sus muñecas, la arrastró y la tiró contra la


pared, sus manos fueron jaladas por encima de su cabeza, el cuerpo arqueado
hacia él.

La sensación de su dura y pesada erección, presionado en la parte inferior del


abdomen, desencadeno una caliente respuesta en la cual no quería participar.

Ella no podía quererlo, pero su cuerpo sí.

— No voy a dar explicaciones, — corto, su voz baja y ronca. — Cree lo que


necesites sobre el pasado, Cat, no lucharé contra eso. Pero condenadamente
es mejor creas esto sobre tu presente y tu futuro. Eres mía. Y no a causa de la
genética incluida en esa jodida terapia. –

La declaración de propiedad era un rugido de intención primitivo que hizo que


sus ojos ampliaran y sus sentidos se afilaran.

Lo hizo. Hizo que la genética que luchó para mantener bajo control en un
lugar dentro de ella, ascendiera con una fuerza que nunca había sentido,
hasta que la tocó su primera vez.
— Yo era un experimento, — gritó furiosamente. — Sólo un experimento—

— Mi compañera. Mía. — Su mano libre se trasladó a la parte posterior de su


cabeza, los fuertes dedos tiraron del pasador liberando su trenza. Luego, paso
los dedos a través de las pesadas hebras, sosteniéndolas y tirando su cabeza
hacia atrás mientras la miraba fijamente.

Paso la lengua por sus labios resecos, barrió contra sus dientes cuando jaló su
cabeza hacia atrás, el ligero picor debajo de su lengua, era tan irritante ahora
como lo había sido el pasado año.

— Nunca te perteneceré, Graeme, — ella juró ferozmente a pesar de la


necesidad de dar, de ser solamente eso. Ese algo o cualquier cosa que
necesitara. — Ni ahora ni nunca. — Sus ojos se estrecharon en sus labios.

— Tu lengua pica, — susurró, apretando el agarre en sus muñecas, cuando


luchó contra él. — Cuando te toco, tu carne sufre por más, pero quieres mi
beso primero, ¿Verdad gatita? Deseas mis labios sobre los tuyos, mi lengua
tocando la tuya. . . —

Sus sueños estaban llenos de esa hambre. Desde que había llegado a su
sexualidad después de su decimoctavo cumpleaños, en sus sueños, sus sueños
sexuales, siempre se había ofrecido a Graeme.
Pero ¿cómo lo sabía? ¿Cómo sabía que su lengua picaba, que le dolía, que
estaba deseosa de su beso?

— Puedo oler el dulce aroma de tu necesidad— bajo la cabeza, sus labios


rozaron el lóbulo de su oreja. — Se vuelve más dulce y más embriagador, cada
vez que te veo. Cada vez que te toco—

— Lo que necesitas es un diagnóstico para esa nariz olfatoria tuya, Graeme.


Creo que está mal. — Sus labios levantaron en burla.

Ella odiaba que su cuerpo trucara su enojo por placer. Odiaba los recuerdos
que no podía olvidar y el dolor que no podía soltar.

— ¿Lo haré, Cat? El sugerente susurro fue seguido por una mano a los lados
de su cuello. Ligeramente rugosa, un roce de puro placer que la tuvo
mordiéndose los labios para retener un grito de placer. — O ¿tengo que llegar
debajo de tu falda y ver cuán húmeda esta la seda de tu ropa interior?
¿Sientes el húmedo calor preparándote para mí?— ¿Sabes lo que va a pasar
cuando te bese? — sus labios se separaron de su mandíbula. — Yo podría
besarte los senos y sólo los haría más sensibles. Puedo probar el capullo
hinchado de tu clítoris, dibujarlo con mi boca o empujar mi lengua en la
dolorosa carne entre sus muslos, y aún podías sobrellevar la nueva
sensibilidad que sentirías. — Dientes afilados mordisquearon un lado de su
cuello. — Pero si te beso, una vez más, si rozo mi lengua contra la tuya,
entonces será mucho más que sensibilidad, gatita. Para ambos. Se convertirá
en una necesidad. . . —

Sus labios rozaron los de ella, en la más tenue de las caricias, soltando un
quejido que no podía contener. –Una condenada droga sin la cual no
podríamos soportar vivir—

— No confió en ti. El vínculo no es lo suficientemente fuerte como para llegar


al pasado, Graeme. Nada puede cambiar eso— Protestó incluso mientras
trataba de acercarse a él, obligándose a no rogarle por todo lo que acababa
de describir.

— ¿Está segura? — Su respiración era más fuerte ahora, su voz más profunda,
más áspera.

— Tu cuerpo confía en mí. Sufre por mí. ¿No es así? ¿Tu cuerpo estaría tan
hambriento por mí, si no hubiera confianza, Cat?—

— Esose llama lujuria, — se quejó jadeante, la cabeza cayó hacia atrás contra
la pared, cuando su mano bajó y comenzó arrastrar la blusa, sacándola de la
pretina de la falda, ella cambio su camiseta justo antes de que Ashley entrara
en la casa.
— ¿Sólo lujuria? Su amplia mano encallecida y tan cálida, tocando debajo del
material. — ¿Estás segura de eso?—

Sus labios rozaron los suyos una vez más, bromeando, separando sus labios,
un impotente gemido salió de ellos.

— Me duele, por la necesidad de besarte—

— Arderas también, — él gruñó, mientras dio con la cremallera en un lado de


la falda, la bajó, dejando que el material cayera a sus pies. – Me quemo por ti,
Cat — un segundo más tarde su top y la camisa le siguieron, dejándola
vestida solo, con el sujetador blanco de encaje a juego con las bragas que
apenas cubría su carne.

Ella se mostró impotente. No podía luchar contra él, no pudo resistir la


necesidad, el hambre, o las emociones que se enredaban con el dolor de la
traición.

¿Cómo se supone que se defendería de un hombre que la había protegido,


que había velado por su seguridad cuando era una niña y seguido se
convirtió en la fantasía que la guía en su condición de mujer? ¿Cómo
protegerse contra el hombre al que había amado de una u otra forma toda su
vida?
— Gideón— le susurró, su voz se quebró, cuando su cuerpo se apretaba con
fuerza contra el suyo.

— No, Cat, — gruñó, el sonido peligroso, de advertencia. — ¿Cuál es mi


nombre? Dilo—

— ¿Ahora, o cuando estás sano?— Ella susurró la pregunta, arqueándose


contra el amplio, musculoso calor de su pecho desnudo.

Todo lo que llevaba era pantalones color canela que las castas Reever
llevaban con camisetas a juego, como uniformes.

Sus uñas estaban dobladas contra sus dedos, cuando él siguió sujetándola
contra la pared, devolviéndole la mirada, cedió a la genética salvaje, a la
adrenalina que aumentaba dentro de ella.

Ella era primitiva también, pero en una forma muy diferente. Ella controlaba
sus impulsos primitivos, controlaba lo que mostraba, el poder que la alimenta.
Esa base ADN animal que le infundió, garantizó su supervivencia y la marcó
como una de las mujeres castas menos predecible, una bengala, cada vez más
fuerte.

Durante mucho tiempo se había visto obligada a ocultar quién era. En primer
lugar, había tenido que dormirla, para ocultarla, tuvo que recordarse que
además habían otros factores de riesgo, si ella la dejaba despertar. Entonces,
una vez más, había tenido que fingir, a todo el mundo, incluso a Raymond y a
María, que era Claire.

Ella no tenía que fingir con Graeme. No tenía que someterse, se negó a
someterse.

¿Por qué debería estar debajo de él o enterrar la confianza que había


construido en los últimos trece años? Se preguntó cuando la conciencia
primitiva, primal, la llenó.

El creo en lo que se ha convertido. Había trabajado con el científico principal,


había dictado la tipificación genética que colocaron dentro de ella.
Ahora él podía tratar con ello.

Nunca estaría detrás de él, sino junto a él. Y podría poseer su sexualidad, pero
ella lo poseería también. Y estaría maldita, si alguna otra mujer podría
reclamarlo.

Ninguna otra tiene derecho a tocarlo, de pertenecerle, sino a ella.


Sus incisivos se alargaron. Ella podía sentirlos, superior e inferior, empujando
a su longitud natural. La necesidad de morderlo, de marcarlo, crecía dentro de
ella. Para rastrillar la dura columna de su cuello y después lamer cualquier
daño que la mordedura pudiera haber dejado.

Su sensualidad y sexualidad emergente, se precipitaron por ella. La necesidad


de luchar contra quién era ella, o lo que ella era, no existía aquí. Aquí, ella
podía ser la mujer que se ha visto obligado a esconder, la casta que había sido
obligada a negar.

No hubo combates, cualquier vínculo reforzaba el calor dentro de ella; lo


sabía en un nivel tan profundo, tan primitivo, que ni siquiera trato de luchar
contra eso. Del mismo modo, como no había luchado contra el hambre que
sólo aumentaba cada día.

Ella no tiene que confiar en él para poseerle. El calor del apareamiento iba en
ambos sentidos. El puede ser el propietario de su cuerpo, pero ella lo poseería
también. La confianza no era necesaria.

Este bengala era suyo.

El sonido que escapó de su garganta en ese momento, ya no era de deseo


impotente. La tigresa estaba despierta. Ferozmente determinada a marca este
casta como suyo, del mismo modo en que la había marcado. Cuando contaba.
Capítulo Trece

Ahh, allí estaba, la tigresa que ella mantenía oculta, guardada bajo llave, tan
profundo, tan fuerte, que incluso su olor, a menudo, era imposible de
detectar.

Esa primitiva y perfecta tigresa, por la que un monstruo había vuelto a la vida
para protegerla.

El gruñido que cayó de sus labios, era una audacia sensual, la mirada en sus
ojos dorados, me decían que tenía la intención de aceptar el reto. Y justo allí,
en su cara, dos marcas sombreadas bajo la piel, oscureciéndola con un tono
dorado. No eran negras como las suyas, sino de un rico, oro de Bengala3,
brillante con una promesa salvaje.

La visión de ellas lo puso aún más duro, enviando esa hambre erótica, a cavar
en sus ya tensos testículos.

— Tan perfecta. — Su voz sonaba más profunda de lo que le gustaba, era la


evidencia de que sus propios instintos animales, rabiaban fuera de control.

3
Oro de Bengala: Es un tigre dorado, es una variación extremadamente rara, su piel suele ser
blanca y dorada.
Levantando la mano, alisó con la yema de su dedo pulgar, una franja sutil.

Ella era absolutamente perfecta, pero él siempre supo que lo sería.

— Bésame o mátame, pero haz una u otra cosa de inmediato, — le espetó, su


mirada brillando, con el desafío reflejado en su voz. –Me estás haciendo
perder el tiempo—

Perder su tiempo, ¿De verdad?

Le había advertido lo que ocurriría si se atrevía a besarla. No habría vuelta


atrás.

— Juego previo — Dijo arrastrando las palabras.

— ¿Juego previo?¿Por un beso? Sé realista, Bengala. Y decídete, no tengo


todo el día— Su mirada estaba en sus labios, el olor de su excitación llenando
su cerebro, haciéndole elevar con ese aroma único, la evidencia de que ella
estaba hambrienta, tal como él lo estaba.

Deslizando su mano en la parte posterior de su cuello, sus dedos ahuecaron el


frágil tallo, no se detuvo a pensar. Enterrando la mano en su pelo y apretando
las hebras, él tiró su cabeza hacia atrás, sus labios bajaron, su control cedió
por completo.

Su sabor explotó en sus sentidos. De mujer melosa, dulce y suave, de


necesidad e inocencia.

Separando sus labios para él, ella lo enfrentó, labio a labio, su lengua frotando
contra suya cuando penetró sus labios, arqueando su cuerpo, para llegar
hasta él.

Sedosa carne presionaba contra él, los pezones duros en punta y los
hinchados pechos separados de su carne, por un frágil cordón.

Antes de que pudiera detenerse, él cortó la parte posterior del sujetador con
sus garras afiladas, sacándolo de ella y tirando los restos al suelo.

Agitado, una candente necesidad se disparó a través de sus sentidos. Posó sus
labios sobre los de ella, tomó el beso, lo controló, su lengua bromeó con la de
ella, hasta que lo sujetó con sus labios, su lengua lo acarició mientras su boca
lo succionaba.

Su polla se sacudió demandante. Presionando contra la cremallera de sus


pantalones, totalmente congestionada y pulsátil con la sangre que se
precipitaba en él, esto dobló la furiosa necesidad de enterrarse dentro de ella.
Liberarse del material y quitarse sus pantalones, fue una tortura. No
conseguía sacarlos lo suficientemente rápido.

Un gruñido retumbó espontáneamente en su pecho cuando él, finalmente


pateó las botas y los jeans, lo que le permitió levantarla, girar y llevarla a la
cama.

Nunca nada había dolido como esto. Nunca la necesidad de sexo lo había
tomado por las bolas tan rápidamente y con tal desastrosa pérdida de control.

Un calor dulce, impío, azotó su pecho mientras la dejaba caer sobre la cama.
Mirando hacia abajo, una sonrisa tiró de sus labios al ver las tres finas rayas
que había rastrillado en el centro de su pecho.

Pasando dos dedos sobre la sangre que brotaba de su pecho, los levantó antes
de bajarlos a sus labios, para untar la humedad escarlata sobre sus hinchadas
curvas. Cuando tocó la carne inflamada por su beso, su lengua chasqueó sobre
ellos a cambio.

Sentir el húmedo calor lamiendo sus dedos, envió una oleada llena de
lujurioso placer, directamente a sus bolas. Se contrajeron, con la necesidad
explotando a través de sus sentidos y robando más de su control.
El hambre pura, salvaje era aplastante, pero justo detrás de aquellos impulsos
animales, él sabía lo que le esperaba. — ¿Todavía estoy perdiendo el
tiempo?— Agarro sus tobillos y los separo, su mirada centrada entre sus
muslos con dolorosa hambre. Una pesada capa de calor húmedo, resbaladizo,
cubrió las desnudas curvas. Echó una ojeada, entre los rechonchos pliegues,
su clítoris brillaba húmedo, hinchado, por su necesidad. Tentándolo a
probarlo. — No haces nada, — susurró ella. — ¿Necesitas ayuda? ¿Una
sugerencia, Tal vez? Estoy segura de que tengo algunos libros con fotos si
necesitas ideas. –

Ella no esperó su permiso, no esperó sugerencias. Pero entonces, su gatita


nunca se había dejado guiar fácilmente. Sentándose bruscamente, con una
delicada mano en forma de garra ella se apoderó de la base de su polla, y un
segundo después pasó su lengua sobre la hinchada y palpitante cresta en
una larga y lenta lamida. Agarrando el pelo detrás de su cabeza otra vez y
apretándolo, él la sostuvo en el lugar; sus labios estaban a un aliento de la
carne demasiado sensible, como para apartar la vista de ella. La inocencia
brilló en sus ojos, el rubor sobre su cara, pero el hambre rápidamente la
ensombreció.

— ¿Tomando algo más de mí?, — ella preguntó, entrecerrando los ojos, un


poco de la rabia interior que sentía, ensombreció su esencia.
Su agarre aumentó, apretó los dientes, empujó la cabeza hacia delante y le
dio lo que evidentemente estaba decidida a tener.

¿Tomar de ella? Había querido aliviarle esto, no forzarla a nada ni permitir


que su genética, tomara el control de ella. Pero podía sentir al animal
fusionándose plenamente con ella, exigente y determinado.

Su Casta.

Ella era más de lo que él había imaginado que sería.

Y ella era suya.

— Te daré todo, — gruñó. — Todo de mí, gatita. Vamos a ver si puedes


manejarlo—

Penetrar el calor exuberante de su boca, mirando a sus labios cerrarse


alrededor de él con evidente hambre, casi le robó la razón. Tantas noches
había despertado, con su cuerpo mojado en sudor, por los sueños eróticos de
ella y ahora estaba aquí.

Tentativa al principio, saboreándolo, poniendo a prueba su hambre, el dulce


calor de su boca comenzó a dibujar en él. Chupándolo con delicadeza, luego,
eróticamente confiada. Cuando las riendas que frenaban su lujuria
comenzaron a deshilacharse, ella chupó la carne que estiraba sus labios y
llenaba su boca.

Restringiéndolo a empujes superficiales entre sus labios, Graeme no pudo


evitar dejarse deleitar ante esta intima aceptación.

El calor dulce, húmedo rodeó la sensibilidad brutal de la cresta, trabajando


sobre ella con rápidos y hambrientos movimientos de su lengua, azotándolo.
El placer apretó por su sistema, llevando a que sus testículos se tensaran aún
más, su polla palpitaba ante la creciente necesidad de liberación. Cada
segundo él la veía, sus pestañas bajaron con soñoliento erotismo, sobre esos
ojos martillados en oro, sus labios sobre él, su lengua que se movía contra la
parte inferior de su pene, lo empujó aún más cerca. Lo empujaba hacia el
borde de olvido.

— Basta. — Hacer retroceder su cabeza, recuperando la hinchada carne de


sus labios, casi lo mató. Quizás más tarde, se sentiría divertido por el pequeño
gruñido amenazante que cayó de sus labios o por las pequeñas y afiladas
uñas que pincharon sus muslos. Pero ahora mismo, no era diversión lo que lo
guiaba. Era el hambre pura, desenfrenada por su compañera. Asegurando sus
manos rápidamente otra vez y extrayéndolas de él, Graeme la empujó de
espaldas en la cama, sosteniendo sus muñecas sobre el colchón mientras
yacía sobre ella.

Años de locura, debido a la separación de su compañera y a la insistencia de


su genética animal, que le pedía remediar la situación. Años de loca
determinación para encontrarla, para protegerla del peligro del Consejo de
genética. Y tantos años de arrepentimiento, de culpa por la pérdida de la
única persona que alguna vez, se permitió a cuidar.

El vínculo que crearía aquí, la necesidad que se crearía, el hambre que nunca
moriría, le aseguraría que nunca la volvería a perder otra vez. Ella jamás
podría alejarse de él y tendría que confiar, en que él tampoco nunca podría
alejarse jamás.

— Mira qué hermosa eres, — todavía sorprendido por su perfección. Sus ojos
ahora eran, como oro batido, brillando entre sus pestañas mientras miraba
hacia él, seductora y exigente.

— Cuán lento eres – Sus delgados muslos se separaron, doblando las rodillas
mientras sus pies se apoyaban contra el colchón. Empujó entre los miembros
de seda, incapaz de esperar más, usó su mano libre para sujetar el peso de su
erección y presionó entre los acalorados pliegues, hinchados de su sexo.

Tuvo que apretar los dientes para contener un gruñido de puro y primitivo
placer.

Esto no se parecía a nada que hubiera conocido antes, era diferente a como
se había imaginado que sería poseerla.

***

El placer corría por ella, rasgando la decidida protección que había colocado,
entre ella y los remanentes de un lazo, que había creído que ya no existía. El
abrasador calor que se movía por su cuerpo, amenazó a aquel escudo.

Cuando Graeme con su cuerpo duro y musculoso se movió entre sus muslos,
colocándose sobre ella, supo que había cometido un grave error. La anchura
de su polla separó los pliegues entre sus muslos, acariciando la resbaladiza
carne cuando comenzó a presionar en su interior.

La necesidad de esto, no se parecía a nada que hubiera conocido o imaginado.


Sus dedos se curvaron, pequeñas garras afiladas se enterraron en el edredón
debajo de ella mientras sentía que la entrada a su vagina comenzaba a
estirarse, quemando, cuando la anchura de su pene comenzó a penetrarla.
Fragmentos de una desesperada necesidad, palpitaba en cada sensación que
la abrumó, y un hambre imperiosa, por otro de aquellos profundos besos,
infundidos en especias, que sólo añadía a la creciente necesidad, una afilada
fuerza y desesperación por su cuerpo. — Bésame. — Ella no podía resistirse a
ello.

Mirándolo, fue refrenada por los poderosos dedos, que sostenían sus
muñecas encima de su cabeza, mientras la pesada cresta de su erección
comenzó a empalarla con un doloroso placer, que rasgó el asimiento feroz
que ella tenía sobre sus sentidos. Un gemido, en parte gruñido, fue el áspero
sonido de placer y necesidad masculina, que él emitió cuando sus labios
cubrieron los suyos. Su lengua presionó entre sus labios, con ese evasivo
sabor de especias llenándola, mezclado con el toque caliente de canela que
ella ya había probado, combinados para crear un hambre desesperada que
temió que fuera algo más cercano a una adicción.

El calor de su cuerpo la protegía, el calor de su erección trabajaba despacio


dentro de ella, estirándola, alimentando las sensaciones más increíbles por su
carne interior, sensibilizando el brote de su clítoris. El hinchado manojo de
nervios en el ápice de su intimidad, palpitó y pulso con una necesidad que ella
no había esperado. Con cada avance de la gruesa longitud, que presionaba
dentro de ella, con cada extensión abrasadora del canal estrecho que él
tomaba, candentes cintas de tensión sensual apretaban el brote hasta el
borde del dolor.

Ella no podía soportarlo. El placer y el dolor, la sensualidad acalorada de sus


labios que se movían contra los suyos, su lengua probándola tal como ella lo
probó. Y ella necesitaba, aún mucho más. Las ondas abrasadoras de placer
extático se precipitaron por ella, aumentando el hambre sensual, contra la
cual, estaba desvalida. Despegando sus labios de los suyos con un gruñido,
Graeme enterró los labios en su cuello, su respiración áspera y pesada cuando
agarró su cadera con su mano libre y se detuvo. La cresta roma de su polla
palpitaba dentro de ella, el pesado pulso acariciando terminaciones nerviosas
que nunca habían sentido la intima invasión que ella experimentaba ahora.

Liberando sus manos, él pareció no tener ninguna queja cuando ella agarró
sus hombros, sus duras y afiladas uñas pincharon su carne cuando curvo sus
dedos. Un rugido de placer vibro contra sus senos, el sonido envió un duro
golpe de placer enterrándose en su matriz, la fuerte sensación la hizo
masturbarse contra él.

— Espera, gatita, — él gimió, su mano apretando en su cadera. — Sólo


aférrate a mí—

Su única advertencia fue el endurecimiento de las caderas y de sus duros


muslos que ella dominaba con sus rodillas. Un segundo después retrocedió, la
pesada cresta acariciaba su sensible carne hasta que se detuvo en la entrada.

Antes de que pudiera tomar aliento o prepararse, un fuerte empuje de sus


caderas, enterró la dura longitud de su polla, dentro de ella hasta la mitad. La
delgada barrera de su inocencia sexual, cedió el paso, su carne interior apretó
el feroz calor desesperadamente antes de que él se echara hacia atrás una
vez más.

Cada pesado empuje de sus caderas, enterró su palpitante erección más


profundamente dentro de ella, avivó las llamas que azotaban a través de sus
sentidos y lamían su carne.

Pasando sus labios por la fuerte columna de su cuello mientras ella se


aferraba a él, Cat dejó que el placer la tomara.

No luchó contra eso, no podía negar el hambre que se había construido en los
últimos años, por este contacto, por este Casta.

Para esto

El pesado peso de su dura carne masculina se enterró hasta la empuñadura en


su interior, sobrellenando el íntimo canal y electrizando las sensibles
terminaciones nerviosas ya excesivamente estimuladas.

Graeme no se detuvo, con sólo la posesión. Mordiendo su hombro, él


comenzó a moverse, retrocediendo antes de avanzar nuevamente en su
interior.

Ah Dios, el placer... ella tenía que acercarse más, tenía que tener más. La
ondulación involuntaria como un reflejo, hizo que apretara su vagina sobre la
invasora longitud, mientras caóticos destellos de sensaciones, rasgaron por
su cuerpo. Como electricidad. Chisporroteó sobre su piel, la fricción de su
cuerpo contra ella, una mano acariciaba un lado de su pecho, su pulgar y un
dedo encontraron la dura punta y creaban brutales latigazos de sensaciones,
que hizo, que el último asimiento frágil, que ella tenía sobre cualquier defensa
emocional contra él, se desintegrara.

Con cada empuje de su polla dentro de ella, con cada gruñido de placer en su
cuello, se intensificaba el éxtasis a través de ella. Sólo el tacto de su piel
contra la de ella, era puro placer sin diluir. Sus labios en su cuello, el sabor de
su carne cuando sus labios se separaron en su hombro. . . Ella estaba ardiendo
a su alrededor, su sentidos volaron alto por un segundo, la intensidad la
azotaba con cada duro empuje de su polla avivando un gran incendio, en sus
sentidos.

— Así es, gatita, — gruñó en su hombro, rastrillando sus afilados dientes


contra su carne lo que añadió un salvaje caos, que terminó lanzándola al
éxtasis. –Aférrate a mí de esa manera. Ah infierno, Cat, follarte es tan bueno.
Tan condenadamente bueno.

Ella podía sentirlo arremolinándose a su alrededor, acercándose, aumentando


la tensión en su cuerpo. Estática pulsante estalló elevándose como un
vendaval, electrificando sus terminaciones nerviosas, arrastrando un
impactante grito de sus labios cuando sus empujes aumentaron.

Su carne estiraba la suya, golpeando con estocadas cada vez más aceleradas
que avivó la construcción de la tormenta, acariciando todo, sensibilizando
rápidamente su carne, enterrándose hasta la empuñadora, más duro, más
rápido. Sus dedos ahuecaron su pezón, apretándolo, rugiendo sobre él. Sus
dientes arañaron su cuello, cuando cada empalamiento que golpeaba en su
interior, frotaba su clítoris, acariciándolo, más duro, más rápido...

La tormenta de sensaciones se juntó aún más... La explosión rasgó por ella


con inesperado poder y devastación. Ella sintió sus dientes perforar la piel en
su hombro, un áspero gruñido resonó en su pecho, cuando los suyos también
perforaron su hombro, extrayendo sangre cuando ella apretó aún más fuerte,
su lengua lamió y acarició alrededor de la mordedura gimoteando, un grito
amortiguado brotó de ella por las brutales detonaciones, que le robó el
aliento por el éxtasis puro, que siguió rasgando por su cuerpo.

La liberación de Graeme fue tan sólo unos segundos, después del suyo, como
si él más impactante y extremadamente profundo orgasmo, resultara de ello.
Sintió la erección adicional extendiéndose debajo de la cabeza de su polla y
bloqueándose en una grieta superficial justo detrás de su clítoris. La extensión
del tamaño de un pulgar, lleno ese lugar oculto dentro de ella, encontrando
terminaciones nerviosas tan sensibles, que la fuerza resultante del orgasmo la
atenazó, bloqueó la vagina alrededor de su polla mientras pequeños
espasmos ondularon a través de él.

Sintió entonces su liberación. Una erupción de calor, un chorro que brotó


directo de su cresta, como una repentina sensación pulsátil ardiendo detrás
de su clítoris.

Era imposible procesar lo que estaba sucediendo, lo que estaba


experimentando su cuerpo, o simplemente lo que estaba haciendo. Era
consciente de sus dientes, sujetando su hombro, pero ella estaba bloqueada
en su dura carne también. Era consciente de los gemidos que salían de sus
labios, sus garras excavando en los duros músculos de su espalda, con las
rodillas agarrando sus caderas mientras estas se sacudían contra él por el
violento shock, ante cada sorprendente destello de éxtasis.

Él la reclamó, pero ella lo reclamó también.


Una parte primitiva, instintiva de sus sentidos castas, se abrieron. Una parte
de su genética que ella no sabía que existía, una parte de la tigresa que no
había previsto.

Ella podía ser su compañera, pero ella no pertenecía a nadie, especialmente al


macho Casta que la había reclamado. Ella se pertenecía a sí misma, pronto
aprendería que no había vuelta atrás, sin ocultar la fuerza o la profundidad del
ADN Casta que habían colocado en su interior.

Y él aprendería que no la dominaría tampoco, hasta que ella decidiera,


cuando estaba lista para ser dominada. Cuando decidiera que él era digno de
dominarla.

Y él no había alcanzado esa distinción.

Ella apostaba a que él nunca lo alcanzaría.

***

La noche se estaba recogiendo cuando Graeme se arrastro fuera de la cama y


llamó a la cocina para pedir que la cena le fuera traída a la casa. Agradecía,
los pequeños inventos que Lobo le permitió, para mantener su privacidad, así
como la red segura de información que le hizo mucho más, que un simple
miembro del Pack. Devril Black era la cabeza Lobo de seguridad, pero Graeme
era el director de seguridad, titulándolo para ese preferido tratamiento.
Normalmente, gozaba de los beneficios.

Su discusión habitual con el chef, fue poco entusiasta, la mayor parte de las
veces, sin embargo. Que haya afirmado que era un antisocial y no digno de
una compañía refinada; hizo que el corpulento chef Casta de Reever limpiara
su garganta y prometiera entregar la cena allí, tan pronto como fuera posible.

Infierno.

Todavía podía sentir los efectos de tomarla.

No el resultado físico de su liberación, sino algo que iba mucho más profundo.
Algo que no podía explicar por el momento.

Poniéndose sus pantalones, él subía la cremallera cuando Cat abrió los ojos
despacio, la saciedad deshuesada de momentos antes se disipó, cuando ella
giró su cabeza para mirarlo fijamente. Él vio, como ella tiró de la sabana para
cubrir sus pechos. Su necesidad de ocultarle su desnudez, hizo que su pecho
se sintiese pesado, cada instinto que él poseía, objetando. Él sabía de la
lengüeta que se lo bloquearía al momento de su liberación. Tal como había
escuchado, del apretamiento extremo y los movimientos de ordeño de las
vaginas de las Castas hembras felinas hacían, una vez que la lengüeta se
extendía.

El placer físico y la intensidad extrema de cada reacción física, él las había


esperado. Sin embargo, hubo cosas que no había esperado.

— Asi que. — Ella exhaló cuidadosamente antes de sentarse y apoyar las


almohadas detrás de ella, antes de que reclinar su espalda y mirarlo
sospechosamente. — ¿Voy asumir que sabías lo que iba a suceder cuando te
viniste?—

La distancia en su voz estaba acompañada por una fría reflexión en su mirada.

— Rumores. — Se encogió de hombros. — Hay una prohibición de hablar de la


verdadera naturaleza del apareamiento entre los que aún, no lo han
experimentado todavía. Sin embargo, hubo algunos casos, en varios
laboratorios, que fueron observados por los científicos, cuando algunos
descubrieron a sus compañeros—

Sin embargo, nadie había mencionado; ese momento cuando dos


compañeros, podían ver en las almas de cada uno. Ese momento cuando sus
sentidos se combinaban tan completamente, que ocultar, exactamente quién
era y lo que fue, sería imposible.
Afortunadamente, Cat no lo esperaba tampoco. Había estado demasiado
ocupada tratando de azotar aquella puerta cerrada, para echar una ojeada en
el alma abierta del Casta, en ese pequeño segundo en que él, se había
presentado desnudo ante ella.

— Tiene sentido. — Ella asintió con la cabeza. — Podría ser difícil de explicar,
si los paparazzi consiguieran esa información. Los buitres entonces realmente
se volverían locos, ¿verdad?

Mirando bajo a sus uñas, alisó sus dedos uno por uno, y su aspecto podría ser
de incomodidad, pero él sabía que la verdad era muy diferente. No estaba
incómoda, se estaba girando dentro de ella, para intentar reparar la rotura en
ese escudo, que no había sabido que ella había colocado entre los dos.

Lo cual no le haría ningún bien. Ella podría haber pasado por alto ese
vislumbre de su alma, pero él no lo había pasado por alto, sus sentidos se
hundieron en su interior, unos preciosos segundos.

Si él había sido sorprendido por la mujer, ahora con la tigresa, decir que
estaba impresionado, era quedarse corto.

— Así que, ¿qué hacemos ahora?— El oro martillado se había desvanecido;


sus ojos eran ahora del suave marrón dorado, que eran normalmente.
Levanto su frente ante su pregunta. — ¿Qué quieres hacer?—

— Irme. — Ella incluso no parpadeo cuando le respondió.

Joder. Ella se había convertido en una pequeña sabelotodo. No, ella había sido
una sabelotodo de niña, cuando la situación lo justificaba. Simplemente no
era algo, que jamás se había vuelto en su contra.

— Dejarme, sugirió en voz baja. — Tienes alrededor de una hora, tal vez dos
antes de que la necesidad física por mi tacto, por mi beso, se empiece a
construir. De acuerdo, con lo testaruda que eres, es posible que sean de cinco
a seis horas antes de que te encuentres incapaz de resistirte a volver.

Ella asintió con la cabeza lentamente.

Maldita Sea. Tal vez debería haber suavizado la respuesta. Entonces pensó en
lo que había vislumbrado cuando vio en su interior y se armó de valor contra
el pensamiento. No había nada que pudiera decir, sin dar esas explicaciones,
que no podía darle en ese momento; pero él iba a hacer todo para suavizar las
cicatrices que llevaba.

No, aún si le diera las explicaciones, por las que ella estaba tan hambrienta,
no se aliviaría el dolor que llevaba. Esto necesitaría mucho más que palabras.
Volviendo la mirada hacia él, el destello especulativo en sus ojos fue toda la
advertencia que tuvo antes de que ella hablara otra vez. — ¿Y tú? ¿Cuánto
tiempo puedes estar lejos? –

Graeme resopló ante la pregunta. — Si consigo estar lejos más de cinco


segundos después de que comience, entonces, los dos estaremos de suerte—

Y esa era la maldita verdad. Ahora que la había tenido, ahora que había
experimentado la candente fusión de puro placer, no había ningún regreso.
Infierno, él no quería volver. Estaría pateando su culo si tenía que esperar,
todo el tiempo que debía hacerlo.

— Que agradable fuiste por avisarme, — dijo en tono burlón, la mirada en sus
ojos lo hizo mirar hacia atrás pensativamente. — Y no tengo ninguna duda de
que sabías lo que venía, ¿Verdad Graeme? Supongo que debería haber sabido
que tenía que estar en guardia por el gran final, por así decirlo. — Sus ojos se
estrecharon en él por un largo momento. — Voy a tener que ver lo que puedo
hacer para igualar el marcador—

Incluso a los doce, sabía que Cat golpeaba con resultados rápidos, exactos
cuando se vengaba por algo que ella percibía como un desaire.

— Cat... –
— Pero entonces, advertirme nunca fue uno de tus puntos fuertes, ¿verdad?
— ella indicó mientras levantaba sus rodillas y las abrazabas mientras lo
miraba con complicidad.

— Cat... — Él inyectó una nota de advertencia en su tono, una a la que ella


no hizo caso. Él realmente no había esperado que le prestara atención, sólo
tenía la esperanza de que lo hiciera.

— Robaste aquel pequeño oso cuando dejaste los laboratorios, — dijo ella
entonces, sorprendiéndolo. — ¿Qué hiciste con él? –

¿El oso? Qué demonios ¿porque el oso le importaba ahora? Habían pasado
trece años y ya no era una niña. Además, esto era ahora, el último recuerdo
que tenía de la confianza, que una vez le dio.

— ¿Por qué? — Al verla con recelo, se preguntó qué iba a ser lo próximo.

— Porque era mío. — Su voz como el acero, pero por un segundo un destello
de algo perdido y solitario brilló en sus ojos oscuros. — Era algo que amaba.
— Lo botaste lejos, ¿no es así, Graeme? Justo como nos tiraste a Judd y a mí,
cuando terminaste con nosotros.
El brutal rugido que rompió de sus labios no fue un accidente. El comando alfa
era uno que podía ignorar. Ella podría negar su lugar como su alfa pero no
quería empujarlo, sobre todo ahora.

Cinismo amargo curvó sus labios. — No te reconozco como mi alfa. Apenas


reconozco esa mierda de acoplamiento. Pero entonces, sólo te puedes culpar
a ti mismo, si no te muestro el debido respeto que tan obviamente quieres. –

Retiro la sabana y rebelándose salió desnuda de la cama, le lanzó una mirada


penetrante sobre su hombro. — Tú me hiciste lo que soy, recuérdalo Graeme.
Tu experimento. — Su expresión se endureció pero él sintió el dolor que
quemaba dentro de ella, sintió la cólera y la pena. La pena que no había
sentido hasta este momento. — Ahora puedes vivir con ello. –

Dándole la espalda, tomó su ropa y caminó aparente sin prisa camino hasta el
baño, donde cerró la puerta suavemente, detrás de ella. Oyó el gemido
sofocado, que se le escapó tras cerrar la puerta, incluso olio las emociones
contra las que ella luchaba tan desesperadamente.

La furia cortó el control que estaba luchando por mantener y, por primera
desde que el monstruo hizo su aparición, no era contra alguien más, contra
quien estaba arremetiendo, para defenderla.
Era contra Graeme.

Su dolor siempre lo destruía. La vista y el olor de ello, nunca habían sido


soportables.

Había tanto de ello que no entendía, tanto de ella que no sabía, y tanto que él
no podía decirle aún.

Si pensaba que le dolía ahora, entonces esa verdad, por lo cual lo odiaba por
no querer dársela, sólo la lastimaría aún más. Conocía a su Cat y sabía el
sentimiento de culpa que sentiría, si se enteraba por qué el monstruo
apareció. Si supiera el infierno que había experimentado, la destruiría. No
quería que viniera a él, ni que confiara en él, por culpa. Tenía que ser por
amor, o la tigresa que estaba decidido a poner completamente en libertad en
su interior, nunca tendría oportunidad de emerger, como debería. Cat estaba
sosteniendo partes de lo que es y las estaba refrenando, y él no podía
soportarlo.
Capítulo Catorce

Dos días.

Hasta el momento, pasaron dos días, Cat se dijo a sí misma mientras pasea
por su dormitorio, gruñendo con irritación. Porque ella no iba a continuar
mucho más tiempo.

No había una posibilidad en el infierno de que lograra llegar a tres días, con
los condenados periodistas acampando frente de su puerta, sin importar los
motivos, la razón estaba fuera de cuestión. Eran como buitres carroñeros. Los
reporteros de los tabloides eran los peores de todos, escribiendo más
mentiras que verdades en su carrera por el sensacionalismo.

Una declaración escrita, supuestamente de ella, había sido enviada a la


prensa, haciendo que muchos de ellos corrieran a Window Rock, en un
intento de atrapar a Raymond, María o a Linc en el lugar.

Ella les deseó suerte. Las castas tenían a Raymond encerrado en un lugar no
revelado, mientras María se quedó en la mansión Martínez hasta que se
completara la investigación de los crímenes de Raymond y su grupo.
Linc mantenía a los periodistas ocupados moviéndose de un lado a otro, sin
embargo, sus "sin comentarios" sólo los tenía con hambre de más.
Y Cat estaba viendo todo en la televisión cada vez que la encendía. Su
aburrimiento crecía conforme pasaban las horas, sin importar el lugar de la
casa o de los jardines que estuviera, la oprimía el aislamiento forzado.

Escapar era un pensamiento, después de que se hiciera cargo de la marca que


la quemaba, calentándola de adentro hacia afuera.

Condenado Bengala. Ella estaba convencida de que él le había hecho esto a


ella deliberadamente. Pero no había dado con la razón todavía.

— Al parecer, el Bengala, finalmente, ha puesto su marca en ti plenamente.


¿Quiere esto decir que lo has perdonado? –

— Keenan—

Cat giro hacia el sonido de la voz, realmente no esperaba ver al líder de la


pequeña secta de castas aladas que se ocultaban en los acantilados, en unas
montañas cercanas. — ¿Qué estás haciendo aquí?— el sonido de su voz era
bajo, ansioso cuando él entró en el dormitorio por las puertas del balcón,
seguido por una mirada ansiosa hacia la puerta del dormitorio.

Salvajes ojos marrones y dorados, iguales a las plumas en esas enormes alas,
agitadas por el viento, estaban llenos de diversión.
Keenan se paró con sus más de seis pies de altura, eso sin contar con sus alas
que eran aún más grandes, al menos un pie por encima de la cabeza antes de
curvarse hacia abajo y de un buen pie detrás de él como una capa viva, con
una miríada de colores oscuros, el poder y la belleza genuina de las alas, que
habían sido creadas para soportarle, eran excepcionales.

— No hay cámaras en la habitación ahora— Él se encogió de hombros


mientras cruzaba sus brazos sobre su poderoso pecho y la miró
pensativamente. — Por alguna razón se desactivaron justo después de que los
chacales fueron capturados. Ten cuidado, sin embargo, hemos detectado
muchas más en toda la casa—

Nosotros.

Había muy pocas de las castas aladas. Seis hombres, según creía, y una sola
hembra que habían descubierto cerca de la muerte, varios meses antes.
— Me sorprende que no haya unas pocas docenas en el dormitorio, —
murmuró mientras se movía hacia la puerta y la cerró de forma segura. Por si
acaso. Volviéndose, sintió que se retorcía ante la diversión que veía en su
mirada.
— Te advertí que el destino no se podía evitar,— le recordó.
Observó cómo él se trasladó a la zona de estar al lado de la cama. Sus alas
levantadas, se separaron y se extendieron fuera de la parte posterior del
asiento cuando se sentó y se recostó cómodamente.

— Y yo te advertí que me importa un bledo el destino, — resopló,


acercándose y apoyándose en una silla cercana. — ¿Supongo que estás aquí
con información de nuestro proyecto, en vez de regodearte?—

Su proyecto.

Se había hecho una promesa a sí misma, la noche en que había entrado en la


vida de Claire Martínez, de que un día reuniría a Honor con sus padres, esos
por los que ella había llorado, antes de que Honor entrara en la vida de la otra
chica, el día en que ella y su compañero, Stygian, se habían trasladado a un
rancho seguro a las afueras de Window Rock. A diferencia de lo que había
sucedido con Cat, Honor Roberts no había salido a la superficie con la
conciencia de Liza Johnson hasta hace poco. ¿Cuánto recordaba ahora? Cat no
estaba segura, pero antes de que ella entrara en los terrenos seguros del
rancho, había recordado lo suficiente como para empezar a comprobar a sus
padres. Cat había hecho la promesa y no la había olvidado tampoco.

— Estoy aquí con información, — reconoció. — ¿Pero sigue siendo este el


mejor momento para comenzar la reunión? Tal vez después de que te
hayas adaptado a esta nueva vida que estás comenzando…—

Cat negó con la cabeza, la determinación rugió a través de ella.

— No, tiene que ser ahora, — insistió. — Es hora, Keenan. No puedo esperar
más. —

Si esperaba, ella podría no estar allí para llevarlo a cabo.

Él asintió con la cabeza lentamente, su mirada centrándose en ella viendo


demasiado dentro de ella.

— ¿Te has puesto en contacto con el general Roberts?, — Preguntó ella en


lugar de darle tiempo para preguntarle lo que demonios tenía en su mente.

— Lo hice, — dijo. — La reunión es dentro de dos noches a la medianoche. Yo


te recogeré aquí y volaremos hacia el lugar de la reunión, luego, te devolveré.

— Genial, tengo la oportunidad de volar de nuevo— Ella sonrió, aunque la


emoción que una vez había sentido por la experiencia, ya no estaba allí.

La peculiaridad en los labios de Keenan, la hizo sospechar que él sabía que


había perdido, de alguna manera, la fuerza que una vez se había levantado en
su interior.

— ¿Te he dicho Cat, que tu ayuda ha sido invaluable para mí y para los que
proteges?— Preguntó, su voz amable. — Si alguna vez necesitas nuestra
protección, basta con pedirla a uno de nosotros—

Cat puso las manos en los bolsillos de los jeans que llevaba, negó con la
cabeza lentamente. — Tú no necesitas mis problemas, Keenan. Además —
rodando sus ojos burlonamente— no es como si Graeme me fuera a hacer
daño físicamente—

— A veces las cicatrices que se esconden, son mucho más dolorosas que las
que el mundo puede ver, — dijo en voz baja. — Él es tu destino, los dos
sabemos esto. Pero si necesitas tiempo para considerar la verdad del destino
y la suerte, entonces te proporcionaré el tiempo que pueda—

— Tú no conoces a Graeme, él es un monstruo.—

— Ah, pero yo sé bien quién es Gideón, — dijo entonces, sorprendiéndola y


callándola— Pero eso no afecta lo que sé de ti o mi gratitud por todo lo que
has hecho. Una deuda con uno no cancela la deuda con el otro—

—¿Cómo lo hacen, tú, Graeme, Jonas — todos astutos Castas masculinos—


siempre parecen saber cosas que no deberían saber? — Poniendo las manos
en las caderas, ella lo miró con asombro. — Sabes sobre la visita de Ashley,
¿verdad? —

— ¡Por supuesto! — En realidad se rió de su asombro. — La razón de que las


astutas Castas saben tanto, de lo que no deben, es porque tienen amigos
también astutos. Recuerda esto Cat, ya sea por deuda o por lealtad, el poder
se obtiene de los que están dispuestos a seguir una y revelar secretos que
otros no saben, pero que ellos han aprendido. —

Ella negó con la cabeza lentamente. — Odio a las Castas—

— Te encanta el drama y la emoción que cada día trae, ahora tu puedes unirte
al mundo, a menudo caótico, pero siempre sorprendente de los que están
entre los dos mundos, — le dijo, refutando su afirmación mientras se puso en
pie. — Eres casta Cat, no importa cómo naciste. Y cuando Wyatt ponga la
identidad de Graeme en tela de juicio, cuando él ya no pueda ocultar su olor
Bengala, simplemente recuerda al director las anomalías del calor del
apareamiento y que la fuerza de su aroma casta está aumentando con la
aparición de tu genética.

El aroma del compañero dominante cubre el olor del otro, y ambos cambian
con ello. Normalmente el olor del macho cubre al de las hembras, pero tal
vez, en este caso, su instinto de Bengala bastante feroz, es consciente del
peligro a su compañera. Eso explicaría por qué el olor de Bengala podría
encubierto con el de un León. Después de todo, nunca ha sucedido antes.
¿Quién puede refutarlo? –

A medida que se acercaba a la puerta fue desapareciendo lentamente.


Cualquiera que sea el material negro con el que fue creado el uniforme de
cuero sintético, le protegía por completo, incluso la enorme extensión de sus
alas eran invisibles durante el vuelo.

Una ráfaga de brisa sopló sobre ella, lo que le indico que había levantado
vuelo desde el balcón, con una oleada de poder regresó a donde él y su
pequeño grupo de castas aladas se escondían.

Ella le había visto volar una vez, en lo profundo de un cañón oculto donde
ningún ojo podrían verlos a menos que ellos lo permitieran. Les había visto
entrenar en combate aéreo y se había maravillado por la gracia y la agilidad
que tienen a pesar de su tamaño. Había sido increíble, un espectáculo que la
maravilló durante semanas.

Son embargo, con el creciente conflicto entre las castas y Raymond Martínez,
esas pequeñas salidas habían llegado a su fin y sólo las reuniones más
importantes se hacían cara a cara como esta.
Dentro de dos noches se reunirá con los padres de Honor, y les dará las
imágenes que había seleccionado y la información que los llevarían a su hija.
Honor se merecía a sus padres.

Una vez, hace mucho tiempo, Cat se había preguntado por qué no había
merecido padres. Su madre había muerto a causa de una enfermedad que se
había negado a tratar, una que había pasado a su hija recién nacida por su
negativa a reconocerlo.

No había el nombre de ningún padre en su acta de nacimiento. Su madre


había sido alguien sin familia conocida. Cat había nacido sola en el mundo y
habría muerto si Phillip Brandenmore no la hubiera tomado y llevado al
centro de investigación para poner a prueba su nueva terapia genética.

A veces parecía que ella estaba tan sola, ahora, como lo había estado cuando
nació. Sin familia, pero no totalmente sin amigos. Infiernos, Keenan era un
buen amigo a tener, por no hablar de que era bastante cool, también.

Una sonrisa tocó sus labios.

— Toma eso, Ashley,— murmuró. — Apuesto a que no tiene a un águila por


amigo. Todo lo que tienes es Graeme.
Podría haberlo dicho de manera desenfadada, pero el dolor, el dolor que no
había disminuido, le recordaba lo mucho que deseaba que tantas cosas
hubieran sido diferentes.

Con ese pensamiento flotando en su mente, el olor distante del enfurecido


Bengala llegó a sus sentidos y se estaba acercando. Rápido. Saltando hacia la
puerta del dormitorio, la abrió rápidamente y se encontró cara a cara con un
Graeme furioso.

No era la furia enloquecida que llevaba al Bengala a marcar sus ojos y su


carne. Esta era la furia del casta compañero, que de alguna manera había
percibido más de lo que debería haber sido capaz de sentir.

— ¿Cuál es tu maldito problema? Dando un paso atrás, ella le permitió


acechar en la habitación, observando sus fosas nasales, preguntándose si
podía detectar el olor de Keenan incluso cuando ella no podía. Mirándolo,
cruzó los brazos sobre el pecho, a la espera. Él rondaba alrededor de la
habitación, un gruñido sordo en su pecho mientras ella parpadeó con
asombro.

— Estás empezando a preocuparme,— ella le informó con una mirada. —


¿Qué demonios es lo que te pasa?—
— Los sensores de movimiento en el balcón recogieron movimiento, y no
eras tú— El gruñido en su voz le exigía no sólo respuestas, sino la verdad.

— ¿En serio?— Moviéndose lentamente al balcón, miró fuera de las puertas


abiertas antes de volverse hacia él, con un arco de sus cejas levantada. —
Bueno, no era yo, pero ¿cómo lo sabes?—

— ¿Quién era?— La presión en su voz hizo que sus ojos se ensancharan por la
sorpresa.

— Revisa las malditas cámaras, Graeme, le espetó a su vez. — ¿Quién diablos


podría llegar a mi habitación, sin que lo sepas ahora?— No le gustó mentirle,
por una razón que ella no entendía. Sin duda, le mentía a ella cada vez que
podía. Fue creado para mentir. Él era una mentira.

Casi podía oír los dientes rechinar al contestar a su pregunta. — Nadie


debería ser capaz de llegar a tu habitación sin ser detectado, — admitió, sin el
mínimo placer al decirlo.

— Tal vez deberías comprobar los equipos, — sugirió lentamente, como si


desconfiara de su estado de ánimo. Ella estaba en un estado de ánimo
oscuro. — Revisé todos los equipos. — Se puso frente a ella, con los brazos
apoyados en las caderas, con el ceño fruncido y su ánimo pesado. — ¿Qué
estás haciendo, Cat?—

Lo dijo tan serio que tuvo que reír.

— ¿Qué estoy haciendo? ¿Realmente, Graeme? Creo que yo debería estar


preguntándotelo a ti. Tu eres el maestro de los juegos, no yo. —

Dejando caer sus brazos, se trasladó a la puerta del dormitorio y la sostuvo


abierta invitándolo a irse y lista para cerrarla de golpe tras él. — ¿Por qué no
vas y revisas tus equipos electrónicos de nuevo, hombre salvaje, porque yo
no tengo tiempo para tu mal humor en este momento— El cambio en él fue
instantáneo, pero entonces sólo comenzó a coincidir con el de ella.

El calor de apareamiento. Ella había estado ardiendo por él durante dos días.
La necesidad de su toque fue creciendo como la necesidad de un adicto por
una dosis. Se preguntó si podría encontrar un programa de doce pasos para
solucionarlo, lo dudaba, con su suerte, simplemente no sería tan fácil.

Seguramente Dios había dado con la cura, en lugar de sólo un estúpido


tratamiento hormonal para ayudar con los síntomas. Porque ella tenía noticias
para él, ella simplemente no estaba en el mercado para tratar con otra
terapia, había tenido suficiente cuando era niña.
— ¿Mi mal humor?, — Preguntó con cuidado, su expresión dura,
entrecerrando los ojos en advertencia.

Ella no pudo evitar poner los ojos en blanco. — ¿No te has dado cuenta de
que tu expresión y ese tono de voz, realmente no influyen en mí? Los días de
obediencia ciega se acabaron, Graeme. Ellos nunca volverán—

— Ya no eres una niña, Cat, — se burló. — La obediencia ciega no era lo que


quería. Sin embargo, pareces decidida a mantenernos en el pasado, en el que
cada acto, cada respuesta, es blanca o negra, cuando sabes condenadamente
bien que en nuestras vidas nunca existió tal plano.

— ¿Te refieres a un plano en el que podía confiar en ti?, — Preguntó con


malicia, su agarre apretando en la puerta. — Tienes razón allí. Nunca llegamos
a ese punto, sólo pensé que lo hicimos—

— Para alguien con una memoria fotográfica excepcional y una aptitud para la
lógica, puedes ser increíblemente corta de vista y sorprendentemente ilógica,
— le acusó mostrando en su rostro la desaprobación. — Nos enseñaron mejor
que esto, Cat. ¿Por qué no utilizas algunos de esos regalos increíbles que
conozco tienes, para algo más que tu odio hacia mí? –
El golpe de la puerta no fue un shock. A pesar de que sus músculos se
tensaron y un silbido de furia salió de sus labios lo arrojó contra el marco de la
puerta con un potente tirón de la muñeca.

— ¿Porque eres tan merecedor de mi odio?, — Replicó ella, sabiendo que no


era odio lo que sentía. Ella sabía que todo este tiempo nunca lo había odiado,
ni por un solo momento. ¡Cuán fácil podría haber sido su vida si pudiera!

— A los ojos de un niño, tal vez, — él estuvo de acuerdo. — Pero tú no eres


un niño, Cat. Incluso a los doce eras diferente, no más que Judd y yo, no
tienes la opción de reclamar tal inocencia. Tú sabías cuando desaparecí que yo
no había sido tomado por ese escuadrón de la muerte, del mismo modo que
sabías que una transfusión de tu sangre tendría terribles resultados. Tú
ignoraste lo que sabías.—

— ¡Te estabas muriendo!— Gritó, abrumada por el látigo del miedo al


recordar las heridas y la sangre que él había perdido. — No podía perderte. —

Pero ella lo había perdido.

Se quedó allí, mirándola fijamente, su mirada era pesada y sombría. Y


cómplice.
Ella sabía que la transfusión podría enfurecerlo. Había escuchado al Dr. Foster
diciendo que no correría el riesgo, sin tomar precauciones. No sabía lo que
eran las precauciones, pero había visto la inyección que había recibido, antes
de recibir una transfusión de ella, después de un experimento que el Dr.
Bennett había realizado y resulto mal.

— Por ti, valió la pena el riesgo, — supuso él, su voz increíblemente triste. —
Ese riesgo explotó fuera de mi control—

— ¿Porque te infecté?, — Se burló.

Y acechó al otro lado de la habitación, frotando sus brazos, el dolor por su


toque es casi insoportable ahora.

— No voy a pelear contigo sobre cosas que te niegas a ver— Él exhaló, un


sonido lleno de cansancio o de tristeza. — Puedo entender tu enojo, Cat.
Incluso puedo entender el odio. Tu negativa a reconocer, lo que sabías
entonces me niego aceptarlo. —

— ¿Se negaba a aceptarlo?—

Había hecho todo lo posible para aislarla, para despojarla de amistades y


lealtades, ¿y pensó que debía aceptarlo? ¿Reconocer lo que él cree que
debería saber?. — Nunca voy a confiar en ti,— susurró dolorosamente. —
Nunca—

Se movió hacia ella, sacudió la cabeza con lentitud, incluso sus


movimientos. — Tú ya confías en mí, bebé, simplemente no quieres aceptarlo
todavía. —

— ¡Has enloquecido!. — La incredulidad luchaba con el hambre creciente


dentro de ella, mientras se acercaba.

— Sí, lo hice, hace mucho tiempo, — estuvo de acuerdo, envolvió su brazo


alrededor de su cintura para arrastrarla contra él. — Entonces me encontré en
un desierto solitario, mientras veía a una tigresa cazar y me di cuenta de que
todo lo que soñé estaba justo debajo de mi nariz, mientras la buscaba a ella—

Ella abrió los labios sorprendida y habría exigido una explicación pero su beso
robó las palabras, así como la necesidad de ellas. Sellando con sus labios el
sabor de la hormona de apareamiento, que se derramó en ambos,
mezclándose, explotando a través de sus sentidos y sus emociones.

Envolvió sus brazos alrededor de su cuello, sus dedos tirando de su cabello


para mantenerlo más cerca de ella, un gemido roto escapó de su garganta,
Cat sabía que no podría haber sobrevivido mucho más tiempo sin él. Ella lo
habría buscado, sabía esto. Retrocediendo de nuevo al desierto, recordó que
le dio las pistas necesarias para encontrarla y se negó a decirle que el contacto
ya había sucedido. Esperó por él, noche tras noche, lo buscó en la noche y en
el desierto, se había dicho a sí misma que lo odiaba. Se había dicho a sí misma
que estaba simplemente cansada de esperar por él, para que la matara.

Lo que estaba haciendo era más doloroso, sin embargo.

Pero, ella estaba cooperando, ¿verdad?

Un grito ahogado de necesidad y el conocimiento llenó su beso.

Apretando sus brazos alrededor de ella, Graeme giro en sus pies y la llevó a la
cama. Con sus labios aún cubriendo los de ella, su lengua lamiendo,
saboreando sus labios, su hambre, se movía sobre ella. Su cuerpo cubrió el de
ella, sus manos explorando, quitando la ropa que los separa y bloqueando el
acceso a la piel desnuda, mientras desgarraba con sus garras afiladas la ropa
hasta que no hubo nada.

Su dura piel más áspera acarició su carne más suave mientras sus labios se
arrancaron del beso para deslizarse a través de la mandíbula a la línea
vulnerable de su cuello. — Sólo rasgaste mi ropa— Él mordisqueó su cuello
como en venganza, pero el agudo placer la hizo inclinar la cabeza para darle
un mayor acceso.

— Estoy seguro de que lo siento mucho. Lo haré mejor la próxima vez, —


susurró sin aliento, acariciando con sus manos su espalda, maravillado por la
flexión del músculo duro debajo de su piel.

— Asegúrate de que lo haces— Levantando la cabeza, él la miró


directamente a los ojos, se vieron y era como si él pudiera ver dentro de ella.

— ¿Vistes las noches que pase buscándote en el desierto? — Estaba tan


hambriento por verle, como ella lo había estado ¿Condenadamente seguro
de dónde estaba? Por eso descubrió quién era ella ¿Vio el miedo en ella y que
había luchado por esconderse como una niña, el hambre que había sentido
cuando se convirtió en una mujer?

— Mi Cat, — susurró, rozando sus dedos sobre su mejilla antes de bajar la


cabeza para poner su mejilla contra la de ella. — Déjame abrazarte, bebé, sólo
por ahora, se mi Cat, solo por ahora.

El hambre hacía estragos a través de ella, un hambre que iba mucho más allá
de lo sexual, en un reino de sueños rotos, un corazón quebrantado y un alma
llena de cicatrices. Pero la necesidad de ser suya, de sentir sus manos sobre
ella siempre estuvo en ella a psar de todo.
La necesidad de ser suya, completamente, con todo lo que ella era capaz de
dar, siempre le perteneció a él, siempre fue una parte de ella. Ya sea que
fuera codificado en su ser, por él, o hecho por la naturaleza, ¿realmente
importaba? Debido a esa necesidad, que la ciencia pudo haber creado, había
sido ampliamente superada por la naturaleza.

Cerrando los ojos, Cat cedió a la necesidad, al hambre y la emoción


abrumadora que había contenido con tal fuerza, que a veces temía que la
estrangularía. Se dejó ir y fue lo que ella había nacido para ser. Su Cat.
Capítulo Quince

Ella había soñado con su toque.

Tumbada debajo de él, Cat se preguntó si alguna vez volvería a recuperar su


distancia emocional, ahora.

Palmas callosas acariciaban a lo largo de sus costados hasta las caderas, el


calor y la fricción explotando contra su piel sensible en relampagueantes
puntos de placer. Mientras ella apretaba los dedos en las mantas debajo de
ella, el gemido atrapado en su garganta escapó. El gemido la sorprendió, el
dolor de necesidad que contenía la conmocionó.

Se quedó sin aliento cuando una mano acarició hacia arriba su costado, una
vez más, sus dedos la acariciaban, arrastrándose con exquisito calor hasta que
se cerraron alrededor de la curva hinchada de su pecho. Sus labios
recorriendo suavemente desde su cuello hasta su clavícula, una pequeña
mordedura causaron que sacara de un tirón sus manos de la cama, para
agarrar sus hombros.

Necesitaba aferrarse a él, necesitando estabilizar sus sentidos mientras su


pulgar rozaba su pezón y sus labios se movieron sobre el rápido florecimiento
de su carne, en la punta dolorida.

— Graeme— Susurrar su nombre no la ayudó a encontrar a ese centro.

Sus labios rodearon el apretado bulto de nervios, sus dientes rastrillaron


sobre él, antes de que lo aspirara en su boca con firmeza, y presión
destructiva.

Cat posó la cabeza contra la cama, un vahído la inundó, mientras el placer se


estrellaba en ella, franjas bifurcadas de electrizantes sensaciones la
atravesaron hasta golpear directamente su vientre.

— Graeme— Ella gritó su nombre.

Arqueándose contra él, Cat jadeó ante el placer, la caliente presión


devastando su control mientras el placer corría de su pezón a los doloridos
nervios entre sus muslos.

Pulsos eléctricos de pequeñas explosiones se agolpaban en su cuerpo,


arrastrándola más profundamente en la ciénaga de necesidades caóticas,
físicas y emocionales que se agitaban en su interior. Mientras su boca dibujó
primero un pezón y luego el otro, antes de trasladarse al otro de nuevo, Cat
luchó para arrastrar sus sentidos otra vez bajo su control.
No estaba sucediendo.

El placer era destructivo. Derribó las defensas que había pasado años
construyendo y los reemplazó con tanta ardiente necesidad, que ella se
preguntó si alguna vez sería la misma de nuevo.

¿Preguntó? No, sabía que nunca sería la misma de nuevo.

Había luchado contra el conocimiento, de que había una parte de ella que
siempre le pertenecería a él, pero aquí, en este momento, no estaba
combatiéndolo. No podía negarlo.

— Me encanta tu sabor, — él susurró, sus labios rozando el pezón antes de


que comenzara a propagar besos hacia abajo.

Sus labios se movieron sobre su estómago, acariciando suavemente su carne


delicada, siguiendo hacia abajo. Acariciando los costados con sus dedos una
vez más, sobre sus caderas hasta los muslos, donde él abrió sus piernas
lentamente. Él bajó sus besos más cerca de su palpitante clítoris.

Ella no podía soportarlo.

Sus sentidos se arremolinaban, atrapados en un remolino cerca de éxtasis


del que ella estaba segura, no iba a sobrevivir.

— Sólo déjate llevar, Cat, te tengo, — él susurró, el calor de su aliento


flotando sobre el apretado capullo palpitante por su atención. –Te tengo,
bebé—

¿Confiar en él para que la sostenga? ¿Él la tenía?

— Graeme. . . Oh Dios. . . — Sus manos golpearon la cama, garras se


extendieron sobre las mantas mientras sus caderas se arquearon en reflejo,
por el asombroso placer que la atravesó.

Su lengua lamió a través de los hinchados y saturados pliegues entre sus


muslos. Un lento, sensual golpe de sensación cruda, corriendo a través de ella
y destruyendo cualquier posibilidad de salvar su control.

Se ha ido.

El control no era siquiera un pensamiento. Nada importaba, sino cada caricia


exuberante de su lengua malvada, mientras se movía a través de la carne
sensible antes de arremolinarse alrededor del apretado nudo de nervios
palpitando por la liberación.
Ella se arqueó, sus muslos se separaron más. Cada lamida, cada golpe de
erótico, cada sensación apretaba en su clítoris, la arrastró más
profundamente, en la tormenta que se construía en su interior. Ella estaba
corriendo hacia el centro de la misma, tratando de alcanzarlo, estrangulados
gemidos desgarraban su garganta.

Era tan bueno.

La intensidad de cada sensación, la fiebre del turbulento placer, surgiendo a


través de su sistema sólo se añadía a la bruma eufórica que llenaba sus
aturdidos sentidos.

Cada impulso de sangre corriendo por sus venas, lleva adrenalina atada al
placer, a infundir sus sentidos, encerrándola en el torbellino sensual que
Graeme estaba creando.

Graeme.

Su Graeme.

Sea cual sea el nombre que utilice, cualquier personalidad que tome, él era
suyo. Siempre había sido de ella.
Así como ella siempre le había pertenecido a él.

Cada camino que habían tomado en la vida, cada batalla, cada noche en que
lo había buscado la oscuridad, había sido parte del viaje que llevaba a esto.

A este placer.

Un gruñido retumbó contra el brote hinchado de su clítoris mientras sus


labios lo rodeaban, trazando en la delicada carne mientras su lengua se frotó
contra ella, la acarició. . .

Oh Dios. . . el placer era indescriptible. Cada lametazo enviaba pulsos


eléctricos a través de ella, construyendo, quemando a lo largo de las sensibles
terminaciones nerviosas, cada toque, cada caricia tenían el poder para
dirigirla más profundamente en un hambre que no había esperado.

Se arremolinó, construyéndose con cada gemido sin aliento, con cada toque.

Una cegante, punzante sensación sacudió sus sentidos. Músculos se


apretaron, su cuerpo se arqueó y en una oleada de puro y ardiente éxtasis, su
orgasmo explotó a través de ella.

Sin aliento, gritos estrangulados escaparon de su garganta.


Estremecimientos la desgarraban, cada sensación explosiva de éxtasis la hacía
masturbarse contra el cuerpo de Graeme, mientras él se deslizaba a lo largo
de ella.

Ella estaba segura de que el placer no podía ser mejor. Que la tormenta en
erupción dentro de ella no podía ser más caótica.

Hasta que la amplia longitud, dura como el hierro de su erección surgió


dentro de las flexibles y apretadas profundidades de su vagina.

— Dulce Cat. — El sonido primitivo de su voz en su cuello fue seguido por la


sensación de incisivos rastrillando contra la delicada piel.

Cat envolvió sus brazos alrededor de sus hombros y volvió sus labios a su
cuello a su vez, sus propios incisivos agarrando el duro músculo de su hombro,
donde se curvaba para unirse a su cuello.

Empujando con cada feroz empuje de sus caderas entre sus muslos, la
sensación de su erección creciente dentro de ella, estirándola con el ardiente
placer, la empujó hacia un precipicio del que ella se preguntó si sobreviviría.

Sobrevivir o no, la necesidad de encontrar el ardiente éxtasis al que él la


estaba empujando, se convirtió en una carrera desesperada, conduciéndola a
su propia destrucción.

Cada poderoso empuje de sus caderas, la sensación de su cuerpo cubriendo


el de ella, con una mano agarrando su cadera, la otra enterrada en su pelo,
dedos apretando sus hebras para mantener su cabeza en su lugar, le aseguró
que él también estaba corriendo por ese mismo cegador borde de ruptura.

Sus muslos se apretaron en sus caderas, sus dientes rozaron su cuello y, en un


momento de completo, ciego instinto, ella mordió su carne mientras la
violencia de su orgasmo la lanzó sobre esa orilla con tal poder, tal explosiva
sensación, que nada más existía sólo el éxtasis y el hombre uniéndose a ella.

Sintió su liberación mientras se derramaba de él. Duros, ardientes pulsos de


semen que desencadenaron el alargamiento de la lengüeta del macho. Se
trabó en su lugar, sujetándolo dentro de ella mientras él se lanzó contra ella,
sus incisivos penetrando su hombro y un profundo, gutural gruñido vibrando
contra su hombro.

Y nunca llegaba a su fin.

El éxtasis siguió explotando, una y otra vez. Los ejes afilados de ardiente
éxtasis abrumaron sus sentidos, los tomaron. Y así como él le prometió, él la
sostuvo durante el éxtasis. Segura contra él, temblando, indefensa, ella sintió
que perdió algo. Algo que ella sabía que lamentaría más tarde. Algo que ella
sabía le daría el poder para destruirla como él no lo había hecho en el pasado.

Pero él la estaba sosteniendo ahora, tal como había prometido que lo haría.

Podía sentir su corazón latiendo contra sus senos, su batalla para respirar tan
difícil como la suya. Encerrado dentro de ella, sus sentidos tan abrumados
como la suyos, su placer tan salvaje y sin ataduras como los de ella.
En ese momento él era suyo, tanto como ella le pertenecía.

Por este momento.

***

La medianoche estaba bordeando a través del cielo, la brisa fresca del


desierto colándose a través de las puertas abiertas del balcón mientras
Graeme permaneció con la mirada en la noche y más allá.

Acurrucada contra su costado, plácidamente dormida, y el suave ritmo de su


respiración parecía calmar la inquietud que normalmente plagaba sus noches.
Sosteniéndola, repleta después de horas de amar, había embotado el filo de la
navaja de la furia que parecía seguirle más de cerca que su propia sombra, y lo
reemplazó con somnolienta satisfacción.
Su compañera.

Acariciando los pesados mechones de pelo que flotaban sobre la almohada,


no podía dejar de maravillarse ante el hecho de que incluso tenía una
compañera, sobre todo a esta exquisita criatura. Cuando programó primero el
suero de genética para ella, él nunca imaginó que la conexión que había
sentido con ella podría ser algo tan complejo, como lo que sentía ahora.

Infierno, él tenía once años, con la mente llena de tantas fórmulas y tantos
conocimientos, que la locura ya se había instalado en él. Ningún niño, incluso
un niño Casta, debería tener tal capacidad para decodificar algo tan complejo,
como el genoma humano y el animal que estaba siendo investigado en los
laboratorios Brandenmore.

Sin embargo, sabía no sólo cómo decodificarlo; él sabía cómo codificarlo


también. La complejidad de la identificación y diseño de las hebras de ADN,
era algo que los investigadores, que habían estudiado toda su vida adulta,
todavía no entendían. Incluso el Dr. Foster, uno de los genetistas más
reconocidos en su campo, no había podido ver lo que Graeme vio en cada
hebra de ADN, bajo investigación. E incluso Graeme había sabido que el 90
por ciento de lo que él sabía, nunca sería capaz de revelarlo.
Ese conocimiento le había permitido, sin embargo, guiar al Dr. Foster en la
dirección que necesitaba ir en las terapias de Cat. Tan dolorosas y angustiosas
como fueron, era lo único que podía salvarla.

La anomalía genética con la que había nacido la habría matado en cuestión de


días. Ella no tenía un gen esencial para el desarrollo hormonal y la inmunidad.
Uno que había sido capaz de sustituir con la genética Casta Bengala.

Para el momento en que ella tenía ocho años, él había sabido que sacarla del
centro de investigación, era imprescindible. Como Judd, su desarrollo podría
progresar de maneras que la ciencia, tal como estaba, no sería capaz de
entender.

Había planeado todo con tal preciso detalle. Todo menos las balas que
rebotaron en la roca y golpearon su pecho, su muslo y el abdomen. No había
planeado eso, ni había planeado la transfusión forzada sobre él.

Sus instintos Casta habían podido procesar la fuerza de la unión forzada, que
se inició en el lugar. Y conocía a Cat como a nadie más. La única manera de
alejarla de él, era hacer que ella lo odiara.

No había mucho más que hacer para garantizar su seguridad.


Entonces el destino había intervenido una vez más y los soldados del Consejo
de Genética le había recapturado y lo regresaron al centro de investigación.

Obligando a los recuerdos a retroceder, miraba más allá de las puertas


abiertas, obligando a retroceder la volátil furia que lo llenaba, cada vez que se
permitió volver a ese particular infierno.

Cat se movió junto a él, rodando a su lado antes de sentarse en el borde de la


cama.

Con el ceño fruncido, observó mientras se levantaba de la cama, arrastrando


la sabana con ella y envolviéndola alrededor de su desnudez casi
protectoramente. Inhalando lentamente, sintió sus sentidos castas, de
repente se amotinaron, la locura que nunca estaba a más de un suspiro, de
pronto despertó en su conciencia, con una furia repentina.

Graeme estuvo fuera de la cama al instante, avanzando hacia ella cuando


llegó a las puertas del balcón. Agarrando sus hombros y volteándola hacia él,
él miró a sus ojos llenos de sombría amargura, cuando se dio cuenta de que el
olor de su compañera ya no estaba presente.

Esta no era su compañera.


— ¿Claire? ¿De dónde había salido ella? — No la había sentido en meses,
había empezado a sospechar que ya no existía.

Ella existía, sin embargo.

El olor de Cat era tan sutil, tan diluido por la conciencia del espíritu protector
que existía dentro de ella, que casi no estaba allí.

— No eres tan guapo,— dijo con nostalgia, mirándolo con una curiosidad tan
carente de cualquier cosa sexual, que él sólo podía sentir pena por la vida que
ella nunca había tenido. — Pero yo sabía por los recuerdos de Cat que usted
lo sería. Ella es muy afortunada—

— ¿Por qué estás aquí?— La profundidad de su voz, la rabia construyéndose


en sus sentidos, fue la única advertencia que había tenido, del monstruo en
que podría convertirse, estaba empezando a darse a conocer.
De alguna manera, ella sintió a la criatura y la amenaza que podría ser.

— No me hagas daño— El miedo cruzó su rostro. — Por Favor. Estoy aquí por
Cat, te lo prometo—

Las rayas estaban comenzando a sombrear su cara, su cuello.


Liberándola abruptamente, Graeme acechaba al otro lado de la habitación,
desesperado ahora por hacer retroceder a esa parte de él, que podría surgir
con la intención de destruir sin piedad cualquier cosa, a cualquiera, que se
interpusiera entre él y Cat.

Él no iba a durar mucho tiempo. Sus instintos se estaban amotinando y sin


embargo, sabía que liberar toda esa rabia, aterrorizaría a esta sombra tímida
de una niña, a la que se debió permitir pasar, cuando su cuerpo ya no pudo
sostener la vida.

Las rayas se desvanecieron. El agarre sobre su control se volvió firme, antes


de que él, se voltease hacia ella.

— Cat es mía— Él luchó por mantener su voz suave, no amenazante. — Ella


tiene que volver—

— Ella solo está dormida. — El olor del miedo de Claire, era como un manto a
su alrededor. — Ella no sabe que estoy aquí. No puede saber. Prométemelo.
Te juro, que estoy aquí por ella—

Una inclinación de cabeza fue todo lo que logró. Por el momento su voz sería
aterrorizante para ella.
— Tenía que advertirte,— susurró, todavía sosteniendo la sabana contra ella.
— Yo sólo quería ver la noche por un momento, en primer lugar— Ella miró
hacia las puertas del balcón, la tristeza inquietante, que era tan parte de ella,
hacía poco, para aliviar la necesidad instintiva de forzarla de nuevo a la
clandestinidad.

Cuando él no habló, ella dio un pequeño suspiro antes de encontrarse


recelosa, con su mirada. –Las Castas pueden oler una mentira. Yo no te
mentiría. Voy a estar aquí por unos momentos. ¿Es realmente tan malo? Yo
sólo quería ver la noche antes de advertirte. . . — Ella frunció el ceño,
obviamente luchando para elegir sus palabras.

— ¿Qué está tramando Cat?— Él conocía a su Cat, y había percibido sus


secretos. Estaba dispuesto a esperar, para ganar su confianza, pero tenía que
hacer todo lo necesario para satisfacer a la joven que había protegido a Cat,
por más de una década. Si no se marchaba pronto ellos lo lamentarían.

— Si yo la traiciono, entonces voy a ser como todos los demás, ante sus ojos,
— dijo en voz baja. — Yo no te puedo decir sus secretos, pero ella me ha
enseñado que hay otras maneras de decir, lo que hay que decir—

— Dilo, niña— Él hizo retroceder el tono gutural lleno de rabia, el tiempo


suficiente para advertirle, que no tenía mucho tiempo.
— El pasado no ha terminado, — susurró rápidamente. — Hay elementos
que ella busca. El peligro no es para ella, es para los frágiles remanentes de
confianza que permitieron que ese vínculo que tenía con usted, permanezca.
Pero estos secretos podrían destruirla. Tenga cuidado de su vuelo. Si ella
adquiere alas, entonces usted muy bien, podría perderla para siempre— Con
eso ella regresó a la cama y, desenvolviendo la sabana, se echó hacia atrás y lo
miró con tanto pesar que la culpa abrasó a su alma. — Yo sólo quería ver la
noche de nuevo. La he echado tanto de menos… —

Sus ojos se cerraron y tan rápido como el espíritu se había mostrado a sí


misma, ella se había ido una vez más. El olor de su Cat llenó la habitación, el
vínculo de pareja, la marca que había dejado en ella, una vez más, llenaba la
habitación.

Graeme no podía apartar la mirada de ella.

No hubo ninguna advertencia de que Claire iba a hacer acto de presencia.


Ninguna advertencia de que el espíritu que había estado dormido dentro Cat,
despertaría.

El enrarecimiento de su presencia, amenazaba la cordura que había


encontrado con su Cat, y el conocimiento de que Claire todavía existía dentro
de ella, era inquietante.
El ritual realizado por los seis jefes navajos, hace más de una década, para
ocultar a Cat de las fuerzas del Consejo, que estaban decididos a recuperarla,
había sido diseñado para colocar al espíritu de Cat en un estado de sueño,
mientras que el espíritu de Claire enfrentaba al mundo en el cuerpo de Cat.

Había cambiado incluso la composición genética de Cat, durante el tiempo


que Claire había estado "despierta". Graeme, sin embargo, sabía que Claire
había dormido más veces de las que había estado despierta, y Cat se había
enfrentado a las mezquinas crueldades y el odio que se encontró en el hogar
de los Martínez.

Una vez que la necesidad de esa protección había terminado, Claire debería
haber encontrado su camino al sueño eterno o para lo que viniera después de
la muerte.

Hubo momentos en que Graeme no estaba seguro, acerca de que creer de la


parte del más allá, pero él sabía ahora, que Claire no había encontrado su
camino.

Mierda.

Esto no era tolerable. No iba a permitir que continuara. Cat había perdido
bastante de su vida. Se merecía enfrentar la vida sin el peligro de tener otro
espíritu
dentro de ella y que este pudiera tomar su lugar.

Él se merecía más que tenerla, para que se la pudieran quitar tan fácilmente y
de tal manera. Cuando se enfrentó a Claire, nada más que el aroma más sutil
de Cat permanecía. Tan sutil que identificarlo habría sido imposible, si él no
fuera su compañero, aunque incluso el apareamiento, ya no existía cuando
esta mujer, se enfrentó al mundo.

Un gruñido silencioso curvó sus labios.

Ella era suya. Había muerto por ella, más de una vez. Había vivido por ella.
Había perdido su cordura por ella. Estaría condenado si permitiera que la
tomaran de él ahora.

No el Consejo de Genética, ni Jonas Wyatt, y no esa pobre, triste y pequeña


criatura, que había querido ver la noche tan desesperadamente.

Claire merecía descansar, si es que ella, se merecía otra cosa en este mundo.

Pero más aún, él y Cat merecían enfrentar la vida sin el conocimiento de que
cuando Cat dormía, el otro espíritu pudiera despertar tan fácilmente, sin el
conocimiento de Cat.
Era el momento de romper la frágil tregua que tuvo con un cierto jefe y llevar
esto a su fin.
Capítulo Dieciséis

La noche siguiente, Graeme se movió con cuidado a la ubicación donde


sabía que el jefe lo esperaba. Incluso a una edad temprana, Graeme había
inspirado miedo. No siempre había entendido el porqué, a pesar de que a
menudo apreciaba la capacidad. Un hombre que nunca lo había mirado con
miedo o incluso temor, era Orrin Martínez, el más alto de los seis jefes de los
navajos, los hombres espirituales de las tribus de la Nación.

Y nunca había logrado sorprender a Orrin tampoco. Incluso en esa primera


visita hace tantos años, había encontrado al jefe Navajo esperándolo en el
mismo lugar en el que estaba esperando por él, ahora.

En un año de intensas lluvias, escurrimientos e inundaciones habían labrado


la tierra en muchos lugares y revelado gargantas sorprendentes, así como
cavernas a su vez escondidas detrás de paredes de piedra finas y arena del
desierto.

Fue en una esas cavernas en la cual entró, consciente de que Orrin no lo


esperaba solo. Con él estaban cuatro de los desconocidos, guerreros navajos
seleccionados, para proteger los secretos que los jefes supervisaban.
Uno de esos guerreros, Lincoln Martínez, se quedó en silencio, sus
características marcadas por la pintura del guerrero, casi oscurecida por el
diseño que utilizaban.

— Me encantaría saber, cómo averiguas cuando tenemos que hablar—


Graeme negó con la cabeza mientras tomaba asiento ante el pequeño fuego
que Orrin había preparado.

Orrin lo observó de cerca, la sabiduría solemne reflejada en su mirada, tan


profunda y solemne como lo había sido hace mucho tiempo.
— Los vientos susurran a aquellos dispuestos a escuchar, — dijo Orrin en
silencio. — Muchos simplemente prefieren no escuchar, — fue su respuesta
estándar cuando Graeme preguntó cómo sabía, lo que sabía en ese momento.

Los vientos susurraban los secretos para él.

— ¿Escucha los susurros de Claire cuando está despierto?, — Preguntó al


viejo Navajo, y no estuvo menos sorprendido, cuando Orrin suspiró
pesadamente ante la pregunta.

— Si es así, ella no me habló, ni a los susurros que se desplazan por mí, —


dijo en voz baja. — Mi nieta, incluso a una edad temprana, estaba bien
versada en mantener sus secretos—
— Le encantaba la noche, ¿verdad?,— Preguntó Graeme entonces,
preguntándose hasta qué punto el jefe sabía porque Claire estaba tan
preocupada.

La cabeza de Orrin se levantó, su mirada mirando más allá del hombro de


Graeme antes de volverse hacia los guerreros y asintió a la abertura de la
caverna. Todos menos uno abandonaron el recinto natural. Lincoln, sin
embargo, se movió del sitio donde estaba y se sentó junto a Orrin.

El Navajo escondido en la pequeña grieta que conducía a otra caverna se


adelantó entonces, sus características tristes y mirada amarga, acreditó el
hecho de que nadie de la familia Martínez, había escapado a las
repercusiones, de las acciones de un hijo.

Terran se trasladó a otro lado de Orrin, se sentó y le devolvió la mirada a


Graeme en silencio.

— ¿Hablaste con Claire?, — Preguntó Orrin entonces.

— Ayer por la noche. — Graeme asintió. — Usted me dijo una vez que
cuando Cat despertara, Claire iba a encontrar su descanso, Orrin—

No había sabido del ritual hasta que había olido a un Gato en el mismo
cuerpo, que años antes, llevaba un diferente olor. Fue entonces cuando Orrin
había acudido a él en el desierto y le explicó las acciones que los jefes habían
tomado para salvar a Cat y a Honor, así como a Judd.

— El ritual consistía en colocar a su Cat en un sueño tan profundo que nadie


pudiera encontrarla, — dijo en voz baja, una pequeña y triste sonrisa tirando
de sus labios. — Tal vez los vientos no me dijeron, cómo se determinó, que
pocas Castas habrían de regir su destino, sin importar que otros creían que
iban a hacerlo.

— ¿La cirugía plástica se realizó después del ritual?— Graeme no estaba


contento por eso. Le había gustado como se veía Cat, cuando era una niña.

Pero Orrin asintió. — Se requería la cirugía para alterar sus rasgos faciales,
y que coincidieran más con los de Claire— Su voz ronca por la emoción
entonces. — Apenas seis meses después del ritual Cat despertó y Claire se fue
por un largo período de tiempo, temí que no volvería jamás. A continuación,
las castas comenzaron a llegar, y Claire volvía cuando estaban cerca. Ella era la
protectora de su Cat cuando era necesario, pero por lo demás, dormía tan
profundamente que ni siquiera yo, con todo mi conocimiento de las
complejidades de ese ritual, podía encontrarla. —
Sí, su Cat era terca, Graeme aceptó en silencio. No tenía ninguna duda de
que había despertado como venganza, pero dudaba que Claire hubiera
dormido tanto como sospechaba Orrin.

Graeme sabía lo desesperadamente que a Cat le dolió, que su amigo no


pudo ser sacado como todo el mundo, cuando fue tomado el centro de
investigación. Ella habría mantenido a Claire despierta cada segundo posible.

— ¿Qué pasó la noche Claire murió?,— Preguntó Graeme. –Qué envió a


una chica de quince años, en una carrera por el desierto con el vehículo de su
padre, a lanzarse por un cañón que garantizaría que no solo se mataría ella,
sino también, la chica que ella declaró era su mejor amiga?—

Orrin se limitó a mover la cabeza, bajándola silenciosamente, como si él no lo


supiera.

Sabía algo.

Gruñendo, Graeme miró a Terran, que hizo lo mismo, y luego a Lincoln.

— ¿Vas a mentirme a mí también, guerrero?— Soltó libremente una parte


de la locura, solo a la espera de saltar libre y hacer lo que fuera necesario para
proteger a su compañera.
Su cuerpo se calentó donde surgieron las rayas, su visión se hizo tan clara,
que no se perdió ningún detalle y esas habilidades extrasensoriales que había
adquirido al darse a sí mismo a esa furia pulsante, lo volvió mucho más agudo
que casi podía oír, los pensamientos del hermano que dolía por saber por qué.

— Ella llamó al Abuelo esa noche, — Lincoln reveló, cuando su abuelo


expulsó una bocanada de aire — Se podía escuchar el zumbido del motor del
coche en el fondo y los gritos frenéticos de Liza que ellos no lo hiciera. Claire
estaba llorando. — Lincoln tragó con fuerza. — Ella le dijo. . . — Él negó con la
cabeza, alejándose de Graeme.

— Dile a Lincoln. . . — Orrin susurró palabras de Claire. — Dile, Abuelo, que


echo de menos escalar los cañones con él. Los amo a todos. — Una lágrima
cayó por la comisura de los ojos del anciano. — Entonces ella y Liza gritaron
hasta que los sonidos terminaron en el accidente—

— Su nieta fue asesinada, — Graeme gruñó. — Y todos estos años lo hemos


llamado suicidio—

Orrin negó con la cabeza mientras sus manos apretaban sus rodillas.
Nudosas e hinchadas con la artritis, ahora; blanqueada con el dolor
desesperado que brotaba de él, Raymond encontró drogas en su habitación.
Las pastillas eran conocidas por producir alucinaciones. Claire fue capturada
fumando y bebiendo. . . Él era su padre. —Ira amarga resonó en su voz
envejecida. —Ella parecía amarlo. Nunca me habló de que tuviera problemas
en su vida, y Lincoln no sabía de ninguno. Hasta los últimos días, la explicación
parecía tener sentido—

— Lo que pasó esa noche, yo sabía que no era droga, — Lincoln mordió con
furia. — Pero él y mamá se rompieron esa noche— Su mandíbula se tensó. —
O ellos parecían estar rotos. Pero cualquier hombre que amara a su hija,
estaría desesperado por mantener con vida a la joven que protegía al espíritu
de su hija dentro de su propio cuerpo—

Orrin, Terran y Lincoln, tres hombres que Graeme sabían había amado
Claire antes de su muerte, y cada uno se sumergió en la culpabilidad de la
ignorancia.

— ¿Qué le dijo mi nieta?, — Preguntó Orrin entonces, desesperado por tener


noticias de su nieta. — ¿Tenía necesidad de nosotros?—

La esperanza que expresó, fue una que Graeme casi odiaba arruinársela.

— Ella vino a mí con una advertencia, de que Cat podría tratar de correr, de
escapar— Solo eso iba a revelar. — Y ella dijo que quería ver la noche. Ella se
lo perdió. —
— Le encantaba la noche,— Lincoln susurró con cansancio. — Ella siempre
dijo que la noche la llamaba—

— ¿Por qué está despertando? — Graeme centró su atención en Orrin. —


Ella ha estado durmiendo…—

— No siempre, — Orrin le informó con un toque de orgullo, complacido por


su nieta. — Ella y Cat, a veces estaban despiertas al mismo tiempo. Jugaron en
el mundo en conjunto, adquiriendo conocimientos y fuerza. Si ella vino con
una advertencia, es porque todo lo que Cat ha planeado la pondrá en peligro.
Ella es la protectora de Cat, Bengala. No es un peligro para tu pareja, no va a
sustituir a tu compañera. Ella le protege. Hasta que llegue el momento... —
Orrin inhaló bruscamente. — En la noche del ritual, los vientos susurraban
que con el despertar vendría la muerte. Temo tanto por Cat, como por mi
nieta, ahora. Porque sé que el despertar se acerca. Ese momento en que ya no
será necesaria la protección, y en que un solo espíritu debe pasar adelante se
acerca. Y me temo que vamos a perderlas a las dos. Sentí años antes, que ellas
se habían reclamado mutuamente, como hermanas. Ahora se protegen entre
sí, es un desarrollo muy peligroso cuando llegue el Despertar—

El infierno que lo haría.

Un gruñido escapó de la garganta de Graeme cuando se puso de pie, el


monstruo se movía en su interior, rápidamente a través de sus sentidos.
Escucha de cerca, viejo — la voz primitiva, gutural, resonó con promesa de
muerte — si ella muere, ninguno de los involucrados vivirá. Escucha eso. Lo
qué va a ser desatado sobre este desierto, es algo que no quieres —

La compasión llenó la expresión del jefe, eso y una tristeza


inconmensurable.

— Así que los vientos han susurrado,— Orrin estuvo de acuerdo. — La


bestia acecha la noche y la sangre correrá en ríos— Él negó con la cabeza su
pesar. —

— Ve. Estar con tu compañera calma al monstruo que serías. Y si el monstruo


se suelta sobre esta tierra cuando llegue el despertar, entonces es lo que el
destino ha decretado, y lo que los espíritus consideraron—

Un rugido sacudió la noche. La ferocidad del sonido atrajo a los guerreros


más allá de la caverna, corriendo al interior, asi como Terran y Lincoln se
movieron rápidamente, como para proteger al viejo jefe que lo miraba con
tristeza.

No había nada más que decir. Despiadado, asi era la intención de la criatura
frente a ellos ahora, no teníacompasión, ni arrepentimiento. No distinguía el
bien del mal, sino de venganza y sangre.

El monstruo nació para proteger, era por lo que Graeme vivía, para la
compañera que sostenía los últimos restos del alma del Casta.

Se volvió y salió rápidamente de la caverna, corriendo para volver a Cat, de


repente desesperado, lleno de una certeza, que un ajuste de cuentas se
estaba acercando rápidamente.

El rugido que lanzo al abierto desierto que lo rodeaba, fue una advertencia,
a cualquiera que se atreviera a tomarla, al que se arriesgara, o a cualquiera
dispuesto a ayudarlo. Se hizo eco a través de la fría noche, llamando a
hombres, bestias y a los del medio. El monstruo no estaba encadenado, sólo
esperó a que alguien tan ajeno al infierno fuera a enfrentarlo.

Debido a que el monstruo sabía muy bien cómo traer el infierno.

***
Lincoln se quedó mirando a su abuelo, mientras su tío ayudó al anciano a
pararse; su propio conocimiento, sus propias capacidades despertaron para
escuchar los susurros del viento, que le aseguró que su abuelo sabía mucho
más de lo que estaba diciendo.
—Abuelo. . . —Tendría que demandar respuestas.

La mano de Orrin se disparó en una demanda de silencio, la fuerza y


propósito en sus ojos oscuros, tan brillantes ahora, como lo habían sido
durante todo el tiempo que Lincoln le había conocido.

— Un precio se pagará, — Orrin espetó. — Que no podemos parar. Cual


será ese precio, no lo sé. Sólo sé que la muerte vendrá, y que Cat se
enfrentará a un pasado que traerá la muerte. Claire no estaba destinada a
morir, Lincoln, — él dijo entre dientes, había convicción en esa creencia, sin
duda. — Vi su destino el día de su nacimiento, y no era la muerte. Los vientos
susurraban que su camino sería uno, que ningún otro querría caminar, y su
corazón sabría de cicatrices que otros no podían comprender. Pero ella volaría
desde las llamas y se convertiría en una voz que todos escucharían. La muerte
no era su destino—

Pero incluso Orrin, que entendía los susurros que flotaban a través de la
brisa del desierto, mejor que cualquier otro, creía por completo, que su nieta
nunca estaría verdaderamente viva. Lincoln lo vio en sus ojos, lo oyó en su
voz.

Claire había perdido la vida, pero había sido incapaz de encontrar su paz.
Ella protegía a una joven, que habría muerto poco después, pero su hermana
no murió. Su espíritu protegía a esa joven ahora. La protegía de una manera
que Linc había luchado por entender durante años.

Le había fallado a Claire; pero estaba determinado a no fallar en la


protección de Cat. Pero él lo hizo. No se había dado cuenta de la maldad de su
padre a tiempo, y Claire había sufrido de nuevo junto con Cat.

Mataría Raymond si alguna vez lo veía de nuevo, Linc temía. Ningún


hombre debe enfrentarse cada vez a sí mismo. Pero si alguna vez se
enfrentara a Raymond de nuevo, entonces el hijo de puta iba a sufrir. . .
***

El rugido del tigre rompió el silencio de la noche, sacudiendo a Cat del


diagrama que Keenan había puesto en la mesa del patio, justo fuera de la
cocina.

Eso es un tigre cabreado. — La reflexión en su voz, por no mencionar el


eufemismo, fue casi divertido.

— No le va a tomar mucho tiempo llegar hasta aquí— Ella suspiró. — Es


increíblemente rápido, cuando cede por completo a las habilidades primarias
que posee—
Keenan recogió los papeles, las dobló y los metió en el chaleco de cuero que
llevaba. — ¿Has visto lo suficiente de los planes?—

Había visto todos ellos. Los mapas y los diagramas, así como la ubicación de
la seguridad de Reever al detalle. Todo lo que necesitaba era verlo, una
mirada a lo sumo y se imprimiría en su memoria.

— Vi lo suficiente, — le aseguró. — No vamos a tener mucho tiempo, antes


de Graeme se dé cuenta que he desaparecido y se las arreglara para
localizarme. Deje saber al general Roberts que tendremos que atenernos
estrictamente al plan. Cualquier desviación y estaré fuera de allí. Por el bien
de ambos.
— Yo le informaré de esto— Él asintió con la cabeza en garantía, esos salvajes
ojos del águila mirándola demasiado cerca. — ¿Vas a capear el temporal que
tu pareja trae con él?—

— Capear el temporal,— es una frase muy acertada. Graeme era


definitivamente una tormenta, sin importar su estado de ánimo. El enfurecido
Gideón o el un poco loco Graeme, o la cara que mostrara en este momento, él
todavía era como un tornado barriendo a través de su vida.

— Las tormentas de Graeme, son bien conocidas para mí, — le prometió,


una pequeña sonrisa curvó sus labios. —El desgaste de ellas, es siempre una
aventura, pero no menos peligrosa.—

— Para ti, — señaló. — Parece que la bestia tiene una correa, no importa lo
que otros creen.

— Bueno, entonces, vamos a mantener esto entre nosotros, — sugirió. —


Vete ahora, Keenan, antes de que esté lo suficientemente cerca para darse
cuenta de que has estado aquí. Cuando la bestia está suelta sus sentidos son
demasiado agudos. —

Con un movimiento de cabeza, él gradualmente salió de su vista y un


momento después, un duro empuje del viento marcó su salida.

Se volteó y miró la pared posterior, por la que Graeme había desaparecido


horas antes, sabiendo que volvería de la misma manera. ¿Dónde había ido?
ella no tenía idea. Se había escurrido de ella, creyendo que dormía, pensando
que podía escaparse tan fácilmente.

Tan curiosa como lo había estado por saber a dónde iba y con quien se iba a
reunir -porque sabía que estaba reunido con alguien - tomo la oportunidad
para reunirse con Keenan, en lugar de seguirlo. Esta reunión con los padres de
Honor llevaba años construyéndose. Su desesperación por ver por fin a la hija
que habían puestos en libertad, en lugar de perderla para siempre, era como
un hambre que asolaba sus vidas.

Cat los había contactado un año antes, dándoles informes periódicos sobre
la niña que ellos temían, nunca verían de nuevo. Ahora era el momento para
instigar una reunión, que despertaría totalmente a Honor.

¿Qué pasaría con Liza, sin embargo, se preguntó, y con Claire? Habían
sacrificado la paz que habían merecido encontrar, para proteger a Cat y a
Honor a lo largo de los años.

La reunión era mañana en la noche. Sabía que Graeme y Lobo tenían una
reunión prevista en la finca principal y que sería la única oportunidad que
tendría para escaparse de él. Con un poco de suerte estaría de vuelta antes de
que él regresara. Dudaba que mucha suerte corriera suelta en su vida, pero
podía esperarla, ¿o no?

En ese pensamiento estaba, cuando la visión de una sombra saltando por


encima del muro de ocho pies, hizo que elevara las cejas con sorpresa. Había
hecho mucho mejor tiempo, de lo que había previsto.

Ella esperó, sabiendo que iba a venir a ella. Había oído el rugido y la
advertencia que llevaba. Nadie se atrevió a enfrentarse a él, a su rabia.
Excepto su compañera.

Excepto la mujer que seguía luchando por confiar en el hombre, con quien
estaba vinculada.

— ¿Dónde estabas?, — Le preguntó mientras merodeaba cerca, con la


cabeza gacha, los ojos ambarinos brillaban bajo sus pestañas mientras las
rayas que cubrían su rostro, destacaban el color dorado.

— Me fui un momento. —

— No juegues juegos de palabras conmigo, Graeme, — le advirtió,


cruzando los brazos sobre la camisa suelta que se puso junto con unos
pantalones cortos ajustados, después de que él salió de la casa, ella lo
observaba de cerca.

— Tuve una reunión— El chasquido de sus dientes significó su batalla para


controlar la rabia, que era como la gasolina a las llamas. — Yo estaba cerca.
No te deje sin protección—

— Soy capaz de protegerme contra la mayoría de las cosas— Ella se


encogió de hombros. — No necesito una niñera—
— ¿Hasta que se trate de un condenado paralizante?— Gruñó. — No vas a
ser tan susceptible a ello de nuevo, sin embargo. La inyección que te di esa
noche realmente te va a ayudar a inmunizarte contra el.—

Sus cejas se levantaron. Ahora, eso era una información interesante.

— ¿Jonas sabe que tienes eso?,— Preguntó ella, entendiendo más cada día,
de los avances que Graeme había hecho en tantas áreas de la genética
Casta.—

Está inconsciente, pero eso no quiere decir que no ha sido vacunado— La


sonrisa que tiró de las comisuras de sus labios, era pura diversión.

En cuestión de segundos las rayas desaparecieron de su rostro y el color


ámbar de sus ojos bajó, volviendo al natural selva verde, que tanto amó.

Me encantó.

Inhalando profundamente, ella negó con la cabeza. — Eres astuto,


Graeme.—

Los anchos hombros se alzaron con negligencia. — ¿Qué fue lo que dijiste,
todo el mundo miente a Jonas?—
Bajo sus brazos para colocar uno en su cadera, ella rodó los ojos ante el
comentario. — Es como esos padres sobreprotectores en la televisión. Las
Castas que lo rodean están aterrorizadas de sus maquinaciones y
constantemente en guardia para asegurarse de que no interfiera en sus vidas.
Lo llaman el casamentero a sus espaldas, porque siempre esta maquinando
para emparejar compañeros—

— Es parte de su genética, — afirmó entonces, la diversión de los


momentos antes retrocedió. – Donde las combinaciones de material genético
que se utilizan para alterar el esperma y los óvulos que creé, cambié la
biología avanzada y la ingeniería genética en Jonas y se programó
deliberadamente para crear un casta con la capacidad de llevar a muchos, con
un comportamiento para garantizar su lealtad. La de un padre. Por desgracia
para los científicos, el giro en esa genética creó una personalidad calculadora
y dominante que a menudo no puede ver los árboles en la selva.—

— Él se pierde en el cuadro más grande.— Ella asintió con la cabeza,


volviendo de nuevo a la casa.

— Cat— Firmes dedos agarraron suavemente su brazo antes de que ella


diera ese primer paso. — ¿Va a huir de mí? El sombrío cauteloso tono en su
voz, la hizo fruncir el ceño cuando se volteó para mirarlo a los ojos.
Por una vez, no se estaba escondiendo de ella.

Cat tragó con fuerza, su corazón comenzó a latir al doble mientras el aliento
se quedo atrapado en su pecho.

— ¿Qué?—

Estiró el brazo, sus dedos acariciaron lentamente a lo largo de la línea de su


mandíbula.

— Graeme... —

— Siempre has sido mía, — susurró, su voz era un soplo. — Tú crees que te
abandoné, que te dejé indefensa. Yo estaba respaldándote, hasta la noche
que lo Desconocido te tomó de ese hotel mientras yo seguía a soldados del
Consejo en la bahía. Estaba medio loco, todavía curándome, la necesidad de
garantizar tu seguridad era como una enfermedad dentro de mí. Te perdí esa
noche, cuando te llevaron a Orrin. Busqué por meses y no pude encontrarte.
Creí que estabas a salvo y me fui a terminar lo que había que hacer para
garantizar tu seguridad. Pero yo no te abandonaré. No podría abandonarte,
eres todo lo que hizo mi vida digna. No eres mi experimento, Cat. Eres y
siempre has sido, la razón de mi existencia. Y nada más importa. Nada más
que tú me ha importado desde el día en que Brandenmore puso un bebé de
cuatro días de edad, en los brazos de un niño de once años, una criatura que
iban en espiral en un túnel largo y oscuro lleno de absoluta locura. Me
salvaste. Siempre me has salvado—

¿Quién era este Casta?

Era Graeme, ella sabía que lo era, pero el Graeme que ella conocía, nunca
se habría abierto a sí mismo, tan completamente a ella ni a nadie más.

— Graeme.—

— Si te pierdo, mi cordura se perderá para siempre, — susurró, bajo la


cabeza a sus labios, rozando contra ellos, acariciándolos con tal ternura, con
hambre, que un grito casi se le escapó. — Tú eres mi cordura, Cat. Desde ese
primer momento en que me miraste con la confianza de un recién nacido,
hasta que tome mi último aliento. Tú eres mi cordura—
Capítulo Diecisiete

¿Estaba simplemente diciéndole lo que quería oír?

Mirando hacia él, Cat recordó la facilidad con que una vez había manipulado
a los soldados, científicos y técnicos en los laboratorios.

Los mismos que había matado antes de escapar, cuando lo recapturaron.

Tenía una forma de mirar dentro de una persona, descubriendo su mayor


deseo y haciéndoles creer que podían adquirirlo. Que sólo con su ayuda,
podrían adquirirlo.

Y él la conocía. La conocía tan bien.

Ella no tenía ninguna duda de que había aprendido rápidamente,


exactamente lo que anhelaba, lo que más había necesitado de él, en los años
que había pasado lejos. No sería tan difícil de averiguar, lo había idolatrado
cuando era una niña y tejía fantasías de cómo iban a escapar y viajar por el
mundo. Entonces los había compartido con él. Cuando su dolor había sido tan
grande que había rogado morir, el volvió a compartir esas fantasías con ella y
se añadió a ellas. Había pintado cuadros de grandes aventuras y cómo nunca
estaría sola. Porque siempre sería una parte de su vida.
Pero él no lo había sido. La había dejado solas con nada más que esas
fantasías y un amor por él, que había seguido creciendo a pesar de su
amargura y las pérdidas que había enfrentado. Un amor que había crecido
mientras ella crecía, sólo se había atrincherado más profundo dentro de ella.
Pero eso no significaba que tuviera que revelárselo a él. No significaba que él
se hubiera dado cuenta de su existencia. Esa parte de sí misma, la mantuvo
oculta en lo más profundo de su alma. En un lugar que nunca vio la luz del día,
y rara vez se vio realizada.

Sé que siempre he sido importante para ti, Graeme, — susurró ella, su


corazón latía con un ritmo lento pesado cuando esa emoción amenazaba con
escapar de ella. — Tú me hiciste tuya cuando me hiciste tu experimento. —
La furia ardía en sus ojos cuando un fuerte gruñido demando silenció. Algunas
órdenes se podían ignorar, pero ella dudó que esta fuera una de ellas.

— Eso no es todo lo que eres para mí, ni ahora ni entonces, — gruñó, el


cambio abrupto de la dulzura a la frustración, amenazó con darle un latigazo
mental.

Un gruñido feroz retumbó en su pecho mientras él se apartó de ella,


rastrillando las dos manos por el pelo antes girar de nuevo con la misma
rapidez — ¿Crees que lo que siento, que mi dedicación hacia ti, a tu
seguridad, ha sido a causa de esa jodida investigación? — La furia latía en su
tono, una mano en su cadera, entrecerró los ojos mientras la miraba.

— Creo que hay una gran probabilidad de que tú identificaras algo genético
en el acoplamiento, que te preocupó y te aseguraste de tener algo o a alguien
a quien aferrarte, en esa espiral de locura de la que hablabas. Estabas solo—
admitió, una sensación de tristeza abrumadora en ella. — Estábamos sin
ningún sentido de seguridad, ni vínculos en ese lugar—

— Si no te hubiera tenido, si no hubieras pensado que estaba conectada a ti,


que tenías a alguien en ese lugar, entonces habrías muerto mucho antes de
tener una oportunidad para escapar— Tú me enfureces. — La declaración
fue seguida por una leve sombra de esas rayas en toda la cara.

Aquí estaba el Bengala que quería. Podría llamarse a sí mismo Graeme ahora,
pero esta era la criatura que había conocido y amado por tanto tiempo.

Y le encantó.

Quería golpearse a sí misma por ese pensamiento.

— ¿Te enfurezco?— Su temperamento estalló ante la sola idea. — Perdón


chico grande, pero mi furia se disipo hace varios años, cuando hice de todo
menos colocar una alfombra roja para conducirte a mí y tú la pasaste por alto
como si no existiera—

Algo sobre su postura, sobre el aire de contención que él dirigió a su camino,


casi la hizo detenerse.

— ¿De qué demonios estás hablando?, — Preguntó, como si estuviera


sinceramente confundido por la información. Ella se acercó más, su mano
cayó de su cadera formando un puño a un lado.

— Hace dos años, justo antes de que Diane Broen comenzara a rastrearte
Graeme, — dijo entre dientes. — Entré en contacto con la cuenta de correo
electrónico que configuraste antes, por si alguna vez salíamos de los
laboratorios, te escribí para que vinieras por mí. Se quedó sin aliento, el
recuerdo de ese correo electrónico aun cortaba en ella. — Te dije dónde
encontrarme y no viniste—

Dios, cómo lo había necesitado. Ella lo había necesitado tan


desesperadamente que había estado dispuesta a enfrentar la furia que había
sentido hacia ella, por verlo, aunque sólo fuera por un momento.

— Yo estaba aquí. — La frustración evidente en su tono habría sido divertida


si no se hubiera sentido tan mal en ese momento. — Estuve allí, Cat, velando
por ti, desde antes que escribieras a esa maldita cuenta de correo
electrónico—

— Es posible que hayas estado aquí, pero no me buscaste. — Un puño


presionando con fuerza entre sus pechos, las emociones amenazaban con
arrasar a través de sus sentidos. — Tú no viniste, Graeme. No dejaste que te
viera. No me querías cerca... — Ella se apartó de él, la traición que había
sentido entonces, fue casi tan mala como la que sintió cuando tenía doce
años. — Tú me creaste para que te amara.—

— Infierno si lo hice. Si hubiera tenido tal conocimiento, habría creado algo


para que me obedecieras, espetó furiosamente. — Hubiera creado ese código
antes de crear cualquier otra cosa—

La amargura de la risa que se le escapó, la habría sorprendido, si ella no


estuviera tan furiosa. — Tal vez simplemente calculaste mal—

Su cabeza se sacudió con una mirada de superioridad tal, que ella puso los
ojos en blanco.

— Yo no calcularía mal. — La misma arrogancia en esa declaración, era un


testimonio del poder y de confianza, que sólo había crecido en él en los
últimos años.
¿Había esperado algo más? ¿En serio?

— ¿Así que pensaste que era suficiente simplemente estar aquí? — Ella
extendió sus brazos por un segundo antes de dejarlos caer a sus costados. —

¿Para estar simplemente deambulando y jugar tus juegos, cuando te pedí que
vinieras por mí? ¿Qué te parece que eso significaba, Graeme? Te pedí que
vinieras por mí, no a acampar tu puto culo en el desierto y verme de lejos. —

— Yo estaba tan jodidamente salvaje, que no querrías cerca ninguna parte


de mí,— gruñó entonces, sus incisivos titilando en la oscuridad. — Me
llamaste que viniera por ti, cuando no era nada más que puro instinto. Un
animal, enfurecido y cubierto de sangre, pero vine cuando llamaste, Cat. Yo
podría haber sido incapaz de sostenerte, pero por Dios que estuve aquí. Yo
estaba aquí y vele por ti todas las noches desde el momento en que llegué—

— Realmente, Graeme… —

— ¿Crees que no escuché tus sollozos? ¿O olí tus lágrimas?— La


profundización de la voz, la aspereza primordial en ella, la tenía mirándolo
curiosamente ahora. — ¿Crees que yo no quería tocarte mientras te
miraba?—
Él entró en la pequeña cantidad de luz que se derramaba de la casa, y la
visión de él, hizo que su respiración se acelerada.

— Gideón. . . — Ella susurró su nombre, la alegría le inundó, metiendo la


mano en una parte de su ser que no sabía que existía.

Esto era lo que ella había anhelado.

Graeme era su seguridad, fue la cara que mostró al mundo. Este era el casta
que le pertenecía a ella, sin embargo, y ella le pertenecía a él. Ella tocó el oro
oscuro y las rayas negras a lo largo de su cuello con la punta de los dedos y
miró a los ojos de oro batido rayados con un salvaje verde.

El animal impulsando justo debajo de la piel del hombre, la naturaleza salvaje


de la criatura dejada libre para que ella lo viera.

Y ella lo amaba.

Ella lo había amado como una niña y soñaba con él como una mujer. Y cuando
él había venido a ella como Graeme, había temido que lo hubiera perdido
para siempre.
— Maldita sea, Cat— El silbido lleno de desesperación en lugar de ira. —
Ves la pesadilla que atormenta el temor de los hombres y suspiras como si
fuera un amigo perdido hace mucho tiempo—

Dedos con garras agarraron sus caderas, tirando de ella hacia él con una
dulzura que ella apenas recordaba que utilizaba cuando era una niña,
gritando de dolor. — Te extrañé. — Su aliento emocionado la inundó. — No
era mi intención hacerte enojar. — Un sollozo rasgó su voz. — No podía
perderte. No quería. —

Ella no había tenido a nadie a quien llamar propio, y de repente, ella no lo


había tenido tampoco.

— Me dejaste. —

— Nunca te dejé. — El susurro atormentado en su oído, envió una oleada de


placer corriendo por su espina dorsal. Por supuesto, la sensación de esas
garras raspando su espalda en una caricia sensual, podría haber tenido algo
que ver con eso también. — Hasta que me llevaron de nuevo, Cat, yo nunca te
dejé. Siempre estuve velando por ti. Incluso después de que Orrin logró
esconderte, incluso de mí—
— Pero yo no lo sabía... — Un suspiro puso fin a la protesta, cuando la
sensación de sus incisivos rastrillaron por encima de su hombro enviando un
eje de puro placer y añoranza por todo su ser.

— Tú sabías, — gruñó. — Quieres negarlo. Quiere absolverte a ti misma,


para aferrarte a la ira y al dolor que es una parte de ti. Te sacrificaste por una
visión para protegerme, a mí y a Judd, aunque como Claire, y cuando me
enteré de eso, quise matar a todos los involucrados. — Su agarre se apretó en
ella, el olor de su rabia, de su frustración, la rodeaba. — Sacrifícate a ti misma
de nuevo de esa manera, incluso arriésgate para salvar a otro, y te prometo
que, si sobrevivo al terror, me aseguraré de que nunca lo hagas de nuevo. —

Casi sonrió, cuando debería haber tomado la advertencia en serio. Pero este
era Gideón. No Graeme o cualquier otro nombre que hubiera usado durante
años, para evadir la captura o detección. Era Gideón.

Su Gideón.

Sus dedos se movieron a los botones de su camisa.

— ¿Las rayas todavía cubren tu cuerpo?— Ella exhaló, la anticipación como


un chisporroteo de electricidad a través de sus sentidos.
Recostado, observó, la liberación de cada botón y el alisado del material
cuando lo separo a los lados, llegó a la banda ajustable de sus pantalones. Una
vez allí, ella no dudó. No se molestó con sólo tirar de la camiseta, soltó el
botón y deslizó la cremallera del jeans de color oscuro.

Libero el último botón, alisó las manos en sus hombros para empujar el
material sobre ellos y por sus brazos.

Se quedó sin aliento al verlo.

Él la había tomado, la envió a alturas de placer que nunca había imaginado


que podían ser alcanzadas, pero ella realmente no había mirado el cuerpo
capaz de amarla durante horas a la vez.

En su estado primigenio las rayas que le cubrían no eran negras. Ellas eran
una mezcla de oro y negro que corrían desde su clavícula, a lo largo de los
duros bíceps, alrededor de su cintura, a través de los estrechos músculos
agrupados en sus abdominales, marcando su cuerpo con la belleza animal.

— He soñado contigo viniendo a mí así, — reveló en voz baja mientras se


ponía tensa. — Esto es todo lo que conocía. La belleza del hombre y la bestia.
Cuando te reconocí como Graeme, casi lloraba por la pérdida de lo que había
sido.
Cuando él crecía, incluso en los laboratorios, las marcas primarias se habían
difuminado hasta casi desaparecer por completo. El año pasado cuando él
había estado con ellos se habían ido del todo.

— No hay cordura cuando estoy así, Cat, — dijo, y el sonido de su voz, la


fuerza profunda de ella, acarició sus sentidos, dibujo en un lugar en donde
sólo existían el hambre entre ellos.

— No hay cordura en el mundo al que tenemos que enfrentar, así como en


los demás, — lo corrigió suavemente. — Se mi Gideón ahora, sólo por un rato.
Y voy a ser la Cat que he querido ser para ti, durante tanto tiempo. ¿Sólo por
este momento? Déjame tener a mi Gideón—

***

Jonas escuchó la súplica de Cat, a través de las líneas establecidas por la


comunicación del nano— nit que se las habían ingeniado para poner en el
lugar. Mirando el holo — board por el cual se podía controlar el dispositivo
casi microscópico, extendió la mano y lo desactivó. Maldita sea, él debía
sentir aunque fuera un poco de satisfacción. Había sospechado que Graeme
era Gideón durante meses y no había sido capaz de demostrarlo. Había
noches que casi se había vuelto loco por la incertidumbre y la necesidad de
saberlo.

Ahora, lamentaba lo que sabía.

— Ella lo ama, Jonas, — dijo Rachel en voz baja detrás de él mientras estaba
probando la nit. — Y él la ama—

Diablos, había esperado que no funcionara. Todo lo que habían colocado en


un radio cercano a Graeme padecía de mal funcionamiento.

Hasta ahora.

— Son compañeros, — señaló ella cuando él no dijo nada. — Cassie te volará


en pedazos si intentas traerlo después del apareamiento. —

Sí, Cassie tendría bastante que decirle, si tratara de arrestar al compañero de


alguien, especialmente de Cat. Ese no significaba que no lo haría si tuviera que
hacerlo. Pero todo dependía de Graeme.

— ¿Jonas? — Rachel bajó la cabeza hasta apoyarla en su hombro. — ¿Qué


vas a hacer?—
Echándole un vistazo desde el rabillo del ojo, dejó que una caprichosa sonrisa
se escapara de sus labios.

— Lo que siempre hago—

Ella gimió, dejando caer la frente en su hombro mientras sus delgadas manos
agarraron sus hombros. — Te amo, Jonas, pero un día, un casta va a matarte
por interferir en sus vidas de la manera que lo haces. —

Sí, ella lo amaba. Ella lo equilibraba y con frecuencia ayudó a dar forma a sus
planes, así como a sus puntos de vista en un momento dado.

— Sólo interferiré cuando no tenga otra opción, — le prometió. — Ese casta


es posiblemente el casta más inteligente y más peligroso jamás creado. Las
cosas que sabe acerca de la creación de la casta y la fisiología podrían
aterrorizar al Consejo de Genética e ingenieros biogenéticos en los siglos
venideros. Nunca será libre, Rachel. Incluso su concepto de libertad es
defectuoso. —

— ¿Lo es, Jonas?, — Preguntó en voz baja. — ¿Está defectuoso? ¿O está en


oposición a tu concepto de libertad?—
***
¿Qué le dé a su Gideón?

¿La criatura enloquecida que se convirtió en un monstruo?

Dios, ella no tenía idea de lo que le pedía.

— Cat, esto no es lo que quieres— No podía ser. La sangre manchaba sus


manos, le preocupaba a veces.

Su camisa cayó al suelo del patio mientras sus dedos se arrastraron por sus
brazos hasta sus muñecas.

— ¿Me aceptas como soy y qué soy?, — Preguntó, la caricia de los dedos
moviéndose en su costados, su abdomen. — ¿Te gusta quién y qué soy ?—
No podía soportarlo.

— Cada vez que estamos juntos el placer es asombroso, siempre es mejor


que antes. Pero cada vez, sé que falta algo. Una parte de ti que no se
encuentra. Necesito a todos ustedes. —

¿Quiere tener todo de él a cambio de nada?

No podía predecir su respuesta a esa pregunta. Podría haber preguntado si


ella no hubiera elegido ese momento para caer de rodillas.

— Cat. —

— Llevas tus botas. —

Dedos ágiles trabajaron en los cordones, los aflojo en lo que equivalía a un


solo latido del corazón, antes de mirar hacia él. Sosteniendo el calzado de
cuero, esperó mientras sacaba primero un pie y luego el otro, sin mirar hacia
arriba, sus dedos agarraron los pantalones y los jaló, tirando de la tela hacia
abajo, por sus piernas hasta que él salió de ellos.

— ¿Y ahora qué?— El gruñido de su voz era una aspereza natural de su


estado primitivo.

— Ellas cubren todo tu cuerpo, — susurró, tocando una de las franjas de


oro y negro a lo largo de su muslo.

Con los puños apretados y las garras clavándose en sus palmas, Graeme luchó
contra el impulso de tirar de ella hacia arriba, empujarla sobre la pequeña
mesa al lado de ellos y sólo montarla.

Ese impulso animal estaba creciendo, como el fuego en sus entrañas.


Totalmente llena de sangre y alanceando fuera de su cuerpo, su polla
palpitaba en simultáneo con los latidos de su corazón, mientras que sus
testículos se apretaban tan condenadamente duros que le dolían. La
necesidad de tomarla, se derramaba dentro de él, y se estaba convirtiendo en
más imperativa a cada momento — Cat... — La advertencia en su voz
debería haber sido suficiente para asegurarle que el tiempo se estaba
convirtiendo en esencial.

Con un suspiro y una luz en su risa, rozó el muslo mientras se levantaba


sinuosamente, agarró el dobladillo de su camisa y tirando de ella para sacarla
fuera de su cuerpo. La dejó caer al suelo junto a sus pantalones cortos que le
siguieron rápidamente.

Mierda.

Lo que vio no era tan prominente como sus propias marcas, ni las rayas tan
anchas, pero su suave piel estaba ligeramente sombreada con un toque de
oro en un patrón de rayas de Bengala que le asombraron.

— No me dijiste. Menciono mientras ahuecaba su pecho, corrió la yema de


su dedo pulgar sobre una raya de color que pasaba suavemente sobre la
curva hinchada, apuntando hacia el pezón.
— Tú no preguntaste. — La réplica leve fue seguida por un grito ahogado,
sensual cuando atrapó la punta dura entre el pulgar y el índice, aplicando la
presión suficiente para enviar placer a través de ella.

El olor de ese placer, de su hambre, tenía todos los músculos de su cuerpo


apretados, mientras su polla latía más rápido, la rígida longitud estaba aún
más congestionada que antes.

— No debiste esperar a que te lo preguntara. — Moviendo su mano


rápidamente a su pelo, le agarro la parte posterior de la cabeza para
mantenerla inmóvil, bajando los labios a los suyos le dijo. — Debiste darme
voluntariamente esa información. —

— Si tú lo dices…—

No quería escuchar más.

Cubriendo sus labios con los suyos, Graeme le dio lo que pedía, el compañero
que había atormentado a los dos.

Sosteniéndola con firmeza junto él, tomó sus labios entreabiertos con una
necesidad creciente, el cual hizo más agudo el pequeño gemido, que resultó
más un ronroneo cuando su lengua se movió a través de ella. El sabor de ella
era una delicia sensual que lo había convertido en adicto al primer beso. Llena
de vida, enriquecida con la lucha y la naturaleza misma de su obstinada
independencia. Era la esencia del más exquisito elixir y él dolía por más. Dolía
por más de ella.

Le inclinó mas la cabeza hacia atrás, tomó más mientras luchaban por tomar
el control de su beso. Su propia naturaleza se negó a someterse, pero su
rendición no era lo que anhelaba. No su rendición y no sólo el placer de fuego,
de encontrar la liberación dentro de ella.

Lo que él anhelaba en lo más profundo de su alma enloquecida, era su


corazón. Un corazón que incluso ahora, sabía que no poseía plenamente.
Capítulo Dieciocho

Cat intentaba fuertemente de no luchar contra el placer, para retener una


parte de él, aunque ella sabía que no había ninguna parte de Graeme que no
la hubiera ya marcado.

Su beso fue dominado por el hambre, el calor del acoplamiento se


consolidaba y quemaba a través de su cuerpo como un reguero de pólvora.
Una palma ancha, encallecida, cataba la hinchada curva de un pecho mientras
la otra alisaba su cadera, antes de aplanar su vientre y empujar entre sus
muslos.

Dedos largos, talentosos, se deslizaban por el exceso de humedad que se


reunía entre sus pliegues, deslizándose sobre su clítoris, curvándose y
encontrando la entrada a las profundidades de su envoltura y de su dolor. Y
una vez allí, él no vacilo. Cuando la palma de su mano había ahuecado su
montículo, su dedo se deslizó dentro de ella hacia el tejido sensible, Cat se
puso de puntillas con un jadeo de puro placer.

Doblando su dedo, una vez adentro, él encontró ese lugar que solo la púa
podía encontrar en su interior. La punta de su dedo lo encontró, frotó,
acarició, alimentando la creciente necesidad dentro de ella, hasta que pensó
que no podría sobrevivir si él la hacía esperar mucho por su clímax.

La almohadilla de la palma de su mano frotaba contra su clítoris,


estimulándolo aún más, aumentando cada sensación dentro de su coño,
hasta que estuvo a punto de rogarle que la dejara alcanzarlo. Ella le
necesitaba para que la tomara, dolida por ello, abrió sus labios para dejar
escapar un grito, pero su lengua atrapo su sonido dentro de ella. Cada caricia
firme de su dedo contra ese paquete de terminaciones nerviosas la empujó y
subió más profundamente hacia las crecientes olas de destrucción sensual. Un
brazo se deslizó alrededor de su espalda, manteniéndola contra él cuando sus
rodillas se debilitaron. Su dedo siguió atormentando las delicias de ella,
haciéndola salvaje por la necesidad del orgasmo. El hambre indisciplinada
enviaba impulsos en su interior que tenía a sus caderas, subiendo y bajando
contra la penetración, montando su dedo, ella comenzó a jadear, desesperada
por encontrar ese toque, esa caricia que la enviaría a una explosión de
liberación.

Graeme levantó sus labios de ella, moviendo la boca a su oído para morderla
en el lóbulo, cuando él introdujo un segundo dedo al lado del primero. La
penetración adicional tuvo al placer y al dolor montándola de lado a lado. El
calor del estiramiento chisporroteó a través del paso íntimo, ambos dedos
encontrando el lugar preciso para trazar y frotar, creando una tormenta en
espiral de sensaciones únicas.
— Eres tan jodidamente caliente,— susurró pellizcando su oído otra vez. —
Tan dulce. Eso es todo, bebé, tómalo. Monta mis dedos al igual que vas a
montar mi polla. Eso es todo, mi gatita. Entrégate a mí, déjame sentir que te
vienes a mí alrededor. —

Como si todo lo que necesitara fuera su demanda, sus sentidos estallaron.


Espasmos de éxtasis ondularon a través de la carne abrazando sus dedos,
apretándolos, sosteniéndolos en su interior y un gemido de placer torturado
lleno el aire a su alrededor.

Ella podía sentir correr la humedad derramándose alrededor de sus dedos y


por sus muslos, ondas de éxtasis agonizante corriendo por su carne,
apretando el paso para estallar y abarcar su clítoris, donde detonaron una vez
más.

Ella trato de mover de un tirón los brazos, el sudor humedeciendo su carne y


aun así le sostuvo a través de la tormenta, gimiendo de hambre cuando le dio
su liberación mientras la sostenía contra su propia espalda. Ella no podía
pensar en su placer, no podía pensar en otra cosa que no fueran las
explosiones que rasgaban a través de ella y enviando ondas de placer brutal a
lo largo de su cuerpo.
La tormenta no cesaba, sin embargo. Así como tampoco los arcos en cascada
de liberación que rasgaron a través de ella; aún podía sentir el ardiente fuego
dentro, que rápidamente se levanto por la necesidad de más. El hambre en su
interior por este Casta era como una fiebre de la que no podía escapar.

Incluso cuando ella estaba segura de que la podía contener, se deslizó fuera
de su control, sacudió sus sentidos y dejándola demasiado débil, demasiado
vulnerable a la necesidad que compartían. — Eso es todo, bebé, — le dijo
mientras mordía su oído.

Los estremecimientos comenzaron a disminuir y el agarre que ella tenía en sus


dedos se aflojo. – Ahora puedes montar mi polla. — Antes de que ella
pudiera hacer más que coger una respiración, con un movimiento repentino
estaba acostada en una tumbona acolchada y el sobre ella.

— Monta en mí, Cat. Ven, bebé, destrúyeme con tu amor. —

¿Con su amor?

Oh Dios, lo amaba.

Ella lo odiaba y lo amaba. Dolía por él, y le dolía a causa de él. Y ella no podía
negarle a cualquiera de ellos este placer impactante.
Colocando sus rodillas a cada lado de sus poderosas caderas, ella se inclinó
hacia adelante, apoyando las manos en su pecho. Con sus ojos bloqueados en
su gato movió sus caderas hacia atrás, luchando por respirar cuando sintió a
su erección comenzar a trazar su camino entre los hinchados pliegues que
protegían su vaina.

El oro de sus ojos cambió a ese verde selva salvaje, las franjas a lo largo de su
rostro poco a poco desapareciendo. Sus manos se apoderaron de sus caderas,
llevándola suavemente, enseñándole cómo moverse contra él, cómo
montarlo con un ritmo cada vez mayor.

— ¿Qué me haces? — Fue una súplica, un sollozo, una incapacidad para


entender por qué ella sucumbió tan fácilmente a él y a su toque.

— Eres tú, Cat, — susurró, la escofina ronca de su voz multiplicaba el dolor


que crecía dentro de ella. — Fuiste creada para mí, para detener la loura.
Eres mi cordura. — Dijo empujando en su interior con una oleada de energía,
atravesando su cómoda vaina y enterrándose hasta la empuñadura — Oh
Dios... Graeme, — ella gritó, sólo apenas consciente no lo había llamado G o
Gideón.

— Móntame, mi Cat, — le dijo con aspereza, moviéndose debajo de ella, y de


nuevo comenzó el placer caótico a girar en espiral en su interior una vez más.

Cada penetración enérgica, ardiente de su carne dura como el hierro, la tenía


gimiendo. El placer fue brutal. Atrapada en su mirada, moviéndose encima de
él, levantándose y cayendo con cada empuje entre sus muslos, Cat llegó a
perderse en él. Sus pestañas casi cerradas por la sensualidad, así como por el
placer abrasador que quemaba fuera de control.

— Eso es todo, Cat, tómame — le gruñó, las manos agarrando


apretadamente sus caderas, empujó profundamente y ella lo sintió
penetrando su alma. — Dámelo, bebé. — Tenía absolutamente todo de ella.

— Todo de mí.— El grito salió de ella cuando sus empujes se sucedieron más
rápidamente, conduciéndose dentro de ella como golpes de martillo que la
empujaron sobre el borde de la razón, de la realidad y que tuvieron su
explosión en un caleidoscopio llameante, abrumador de éxtasis.
Debajo de ella, sintió a Graeme, liberar sus chorros con un gruñido ronco
dentro de ella, y la envió en picada a otro cegador orgasmo que parecía que
nunca fuera terminar. Un placer entusiasta que ella nunca habría podido
prever a la fría luz del día.

Un placer que hizo que la púa surgiera y se aferrara a su envoltura apretada


enviándola de nuevo a otro estremecedor orgasmo. Su útero se contrajo
alrededor del eje, asegurándose que no pudiera alejarse de ella.

El estaba aquí, con ella, y en este momento le pertenecía. Ni la locura, ni la


ciencia, ni Jonas podrían arrancarla de él mientras ella lo tuviera tan profundo
dentro de ella, de una forma que no sabía donde terminaba él o comenzaba
ella.
Cat colapso contra su pecho, sostenida por sus poderosos brazos contra el
calor de su cuerpo y protegida, por el momento, por la fuerza que emanaba.

***

Cat sabía que soñaba.

Ella había aprendido, años antes, cómo su mente jugaba con los horrores que
había experimentado cuando era una niña, por lo que las pesadillas eran
raras. Ella había experimentado muchas de ellas, pocos años después de
entrar en la casa de Martínez. Pero nunca como esta.

Ella sabía que no había sido llevada de vuelta a donde fue criada en el centro
de investigación, donde ella había experimentado tal dolor que le había
pedido a Gideón que la dejara morir. Ella le suplico en aquel entonces que solo
la dejarla ir.
— Nunca habrías sobrevivido si no hubieras muerto, Cat — .

Ella miro alrededor, sus ojos se ampliaron al ver la imagen de la frágil niña –
mujer cuya vida le había dado. Claire Martínez podría haber sido su doble,
incluso antes de la cirugía plástica menor, que había asegurado que nunca
nadie sospechara.

Ella había hablado con Claire muchas veces en los últimos años, puesto que su
espíritu había sido transferido a Claire a través de ese antiguo ritual, la noche
del naufragio de la niña. Pero nunca como ahora. Nunca en un sueño y sin
duda nunca en este lugar — ¿Qué estamos haciendo aquí, Claire?—
preguntó ella, mirando con recelo alrededor de la jaula envolvente.

Eso era realmente, una jaula. Una de las paredes era deslumbrantemente
blanca, las otras reforzadas con tres barras de acero que podían enviar una
potente carga eléctrica. La intimidad, sólo había sido un cuarto de baño
minúsculo. No había existido una ducha. Sólo un inodoro y un lavabo pequeño
para lavarse las manos y cepillarse los dientes. Las duchas estaban bajo
estricta supervisión.

— Tú nunca te fuiste de aquí, Cat, — Claire suspiró, mirando alrededor de la


pequeña área, ella se sentó en la cama frente a ella. — Siempre has estado
atrapada aquí—
Cat miraba fijamente detrás ella, forzando su corazón a permanecer tranquilo
y constante.

— ¿Así que los últimos años han sido un engaño de algún tipo? — Ella no lo
creyó. Ninguna alucinación podría ser tan ordenada. Metiendo una hebra de
pelo largo, color caramelo detrás de su oreja, Claire miró a su alrededor
tristemente.

— Dónde estás físicamente no ha hecho mucha diferencia— respondió


finalmente con una reflexión sombría. — Lo importante no es donde te fuiste,
no importan los enemigos que enfrentas, lo que importa es que todavía estas
encerrada en este lugar, sola. Nunca lo dejaste después de que Gideón te
entregará voluntariamente y te dejará aquí. —
Ella no iba a discutir con un espíritu, hubo un tiempo en que ella dudó
bastante de él.

Claire sonrió un poco cansada. — Te niegas hasta tu último aliento, sin


embargo, ¿no es así, Cat? –

— Tendría que saber lo que estoy negando primero, — le informó Cat tras
encogerse de hombros. — ¿Por qué no nos sacas de aquí a algún lugar
agradable. No me gusta hablar aquí. –
Era un sueño, ella sabía que lo era— No es sueño, — espetó Claire,
sorprendiéndola. No podía recordar un tiempo cuando Claire nunca había
encajado en ella. Ella siempre había sido demasiado tímida.

— Bien, no es ningún sueño. — Ella miró a la chica a los ojos — ¿Significa que
cuando me despierte no voy a estar en la casa de Reever dormida en los
brazos de Graeme?—

Ella casi le sonrió a Claire, pero ser cruel con la niña simplemente parecía no
ser lo correcto.

— No juguemos, Cat, no desperdiciemos nuestras vidas en eso— Claire exigió


firmemente. No con rabia o fiereza, simplemente con una firmeza que Cat
nunca había percibido en ella.

— ¿Nuestras vidas no son un juego, Claire?— Exigió Cat. — ¿Me gustaba


estar en el centro de investigación? Bien, aquí estamos. — Ella extendió sus
brazos para indicar la celda en la que estaban. — Según tu, nunca la dejé. ¿Y
ahora? — Claire se levantó lentamente sobre sus pies. Su cuerpo cubierto con
la blusa y los pantalones vaqueros con que ella había muerto. Estaban
polvorientos, rasgado; sus pies estaban desnudos. Parecía una niña
abandonada y Cat sabía que había sido todo lo contrario, fue amada, aunque
demasiado frágil, demasiado suave para la vida en que había nacido.
— ¿No puedes ver que una parte de ti todavía está en esta jaula, sola? —
Claire le susurró.

— Judd estaba aquí— Él no la había dejado. Ella se había preguntado por qué
no la dejó, sin embargo, Era lo suficientemente fuerte, lo suficientemente
inteligente como para poder escapar cuando supo que Graeme lo hizo aquella
noche. Sin embargo, se había quedado.

— ¿Por qué crees que Judd se quedó? — Claire se volvió lentamente. — El


podría haber escapado de este infierno, ¿por qué no se fue con Gideón?—

— Graeme, — Cat le corrigió casi distraídamente, sus propios pensamientos


perdidos en esa pregunta por largos momentos antes de finalmente se
encogiera de hombros. — Judd era tan reservado como Graeme. Él nunca me
dijo. —
— ¿Y nunca le preguntaste? — Claire inclinó su cabeza hacia un lado
mientras le miraba inquisitivamente. — No pareces tú, Cat. Eres tan
condenadamente curiosa que nada se te pasa. ¿Por qué nunca
le pediste a Judd una explicación? Sé que te la hubiera dado —

— Pensé que Graeme estaba muerto. — Quería saltar de la celda, quería


lanzar a sí misma fuera de ella, desesperada por escapar del sueño, pero
parecía trabada en su lugar mientras observaba a Claire. — Creo que asumí
que los soldados asignados al equipo de eutanasia les habían ordenado
tomar a Judd. —

¿Qué demonios estaba pasando? ¿Qué quería de ella, porque quiso Claire que
la reunión fuera aquí?

Claire sacudió la cabeza. — Hasta que te des cuenta porque nunca dejó este
lugar y respondas a la pregunta honestamente, entonces tú estás arriesgando
no sólo tu vida, sino también la de Graeme. — Ella suspiró. — Siempre pensé
que yo era la cobarde, Cat, pero estoy empezando a creer, que eres una
cobarde al igual que yo lo soy. —

— No me fastidies, Claire— Le advirtió Cat, estrechando sus ojos sobre ella.


— Todavía puedo patearte el culo. Sueño o no. —

Claire sonrió. — No puedes salir de esta celda, Cat. No puedes patearle el culo
a nadie en este sueño. Estás encerrada aquí, igual que esa mañana cuando las
alarmas te despertaron. Alarmas que tú sabías que significaban un escape
exitoso o un intento. —

Cat sacudió su cabeza en ese momento. — Pensé que los científicos estaban
tratando de engañarnos.—
— ¿Por qué?— Claire se echó a reír burlonamente. — ¿Por qué harían eso,
Cat? Él se había ido. Eras más inteligente que eso. Gideón te hizo más
inteligentes que el. —

— Graeme. Su puto nombre es Graeme, — Cat la corrigió, enojada ahora. —


Detén esto, Claire. Si quieres hablar conmigo, entonces hazlo como siempre.
Hablamos mucho mejor cuando estoy despierta. –

Apoyada contra las barras de acero, Claire le miró con tal sombría intención,
que Cat casi temía que la otra chica la mantendría dentro de ese sueño para
siempre.

— Tú lo puedes dejar en cualquier momento que desees, Cat— susurró Claire,


su expresión nunca cambio. – Es solo despertar, pero igual no importa si te
despiertas, todavía estarás aquí. — Ella agitó su brazo lentamente,
abarcando la celda donde Cat había vivido una vez. – Toma conciencia antes
de que sea demasiado tarde para nosotras dos. —

¿Podría despertar con solo quererlo? Bueno, quería despertar ahora. Mantuvo
apretados fuertemente sus ojos durante varios segundos, ella quería
despertar, por voluntad propia, lejos de este infierno y de la visión triste de la
niña abandonada que demostró tener mucho más coraje del que ella había
demostrado en toda su vida.
— ¿El infierno?— Claire le susurró. — Esto no es infierno, Cat. Esto es lo que
es. Esto es donde te salvó. Donde se dio cuenta de lo que iban a hacerle a él...
Antes de la primera terapia, ese animal enfurecido se dio cuenta y se calmó,
calmó al muchacho enloquecido y le permitió aprender mucho más, que lo
que cualquier mente joven debería ser capaz de aprender. Pero aprendió. Por
ti. —

Ella abrió sus ojos y se despertó. Ella estaba durmiendo en los brazos de
Graeme, desnudos, su cálido cuerpo contra el suyo, su superioridad arrogante
exasperante. Todo lo que tenía que hacer era abrir los ojos.

— Sí — susurró Claire extrañamente distante ahora. — Todo lo que tienes


hacer es abrir los ojos, Cat. Pero aún abiertos, están cerrados, pobre Graeme,
él siempre será Gideón a tus ojos, no importa cuánto cambie, no importa lo
mucho que te ame... –

No quería oír más. Ella no podía soportarlo. Ella se despertaría realmente


¡ahora!

Abriendo los ojos rápidamente, se encontró con la mirada de Graeme, el oro


se arremolinaba en esos ojos verde oscuro de su Bengala. Los fuegos de la
furia, pensó, la locura. Esa parte de sí mismo que él llamaba monstruo.
Un gruñido bajo, de advertencia sonó en su garganta. — Esa presencia hará
que me vuelva violento— El gruñido bajo, vicioso fue uno que nunca había
oído en él. Aun cuando advirtió que había despertado la parte monstruosa de
sí mismo, no había sonado tan poderoso, tan enfurecido — un sueño. — Le
susurró desesperadamente. Tuvo que haber sido sólo un sueño.

— Mía—

Movió sus piernas sobre él, subiéndolas con fuerza dominante cuando él vino
sobre ella.

No hubo preliminares, ella no los necesitaba. Su cuerpo respondió a su


hambre, a su necesidad, sólo que más rápidamente.

— Graeme— Su jadeo fue seguido por un gemido bajo cuando sus manos le
cogieron las muñecas. Fijándolas a la cama al lado de sus hombros, él se
impulsó en su interior con un empuje duro.

— ¡Oh Dios. Graeme! — Gritando su nombre, ella se sorprendió con su


astucia repentina, respondiendo a la necesidad de su carne interior, lo
encontró a medio camino, ayudando a su hinchada polla a penetrarla.

— Mi compañera— él gruñó, doblando su cabeza para llegar a su oído,


mordiéndole el lóbulo con los dientes. — Jodidamente mía. —

Asegurando sus muñecas por encima de su cabeza con una mano, arrastro su
rodilla a la cadera y empezó a golpear en su interior. Cada empuje feroz
dentro de su coño enviaba llamas de respuesta que acometían a través de
ella. Sus dedos estaban curvados contra su agarre, desesperados por aferrarse
a él, se movió dentro de ella como un hombre poseído por la excitación, por
un deseo posesivo. Estaba decidido de alguna manera a márcala más de lo
que ya lo había hecho.

Su cadera golpeó repetidamente entre sus muslos, conduciendo su polla


dentro de ella, empujando a su cerviz, raspado sobre carne tan sensible que
cada penetración montó el límite entre placer y el dolor y la impulsaba
salvajemente al erotismo, a perder el control.

La sensación de sus labios moviéndose por su cuello envió una rápida


corriente de creciente y vertiginoso placer a través de ella, haciéndola flexible,
conduciendo una oleada de sensaciones a través de su cuerpo ya
sensibilizado.

Bajando su cuello, mordió su clavícula, siguiendo el camino con sus labios,


cubrió el pico apretado de su pecho, azotándolo y delineándolo con su lengua.
El placer montada a través de ella con la fuerza de huracán.
Condujo a través de sus sentidos, arqueando su cuerpo más cerca; cada
empuje dentro de su canal, se encontró con un arco de sus caderas. Ella lo
tomó más profundo, más duro. Estrangulados gritos fueron arrancados de sus
labios hasta que la fiebre del completo éxtasis estalló a través de ella. La
violencia del placer robó su aliento. Sus caderas arqueadas, sus muslos
firmemente alrededor de sus caderas, ella perdió su realidad, lo único que
sabía era aferrarse a él, era lo único que podía hacer.
Capítulo Diecinueve

Graeme esperó hasta que terminaron de desayunar, antes de pensar en


cómo traer a colación lo sucedido la noche anterior con Cat. Ella sin duda se lo
esperaba, lo cual haría más difícil romper sus defensas.

Recostado en la silla de metal, que hacía juego con la mesa de cristal y


metal de desayuno, ubicada en un pequeño hueco justo al lado de la cocina, le
miró curiosamente. Ella bebía su café mientras hojeaba las páginas de noticias
que leía cada día en su e— pad. Cat era curiosa como el infierno, no sólo
acerca de todo lo que la rodea, sino sobre el mundo mismo. Y no era probable
que olvidara tanto como una palabra que viera, y mucho menos una que
leyera.

La información que ella conservaba en esa única memoria suya, nunca


había dejado de sorprenderlo, incluso en el centro de investigación. Ella
muchas veces no entendía exactamente lo que leía, pero podía citarlo palabra
por palabra.

Comprender la ciencia nunca fue su fuerte. “Esta” la había confundido en el


centro, a pesar de que había logrado conservar todo lo que le había enseñado.
El mayor fuerte de Cat es la gente, curiosamente sin embargo, Cat detesta a
las multitudes y rara vez hizo amigos, según lo que llego a saber.
— ¿Por qué me diste ADN de Bengala?— La pregunta lo hizo parpadear
hacia ella con sorpresa, mientras sus ojos se levantaron del e— pad pidiendo
respuestas.

Tanto para cuestionarle primero.

— Leíste los informes del Dr. Foster— Elevando la taza de su café, él bebió
el brebaje descafeinado pensativo mientras la miraba, viendo su mente
trabajar a pesar de su expresión cerrada.

— Tus razones para ello no estaban en el informe, — señaló, su tono un poco


demasiado tranquilo. — Quiero saber lo que estabas pensando cuando
decidiste usar ADN de Bengala en mi terapia. ¿Estabas buscando una
hermana, o ya habías decidido que era tu compañera?

¿Qué estaba pensando? Él no tenía ningún otro pensamiento en aquel


momento, más allá que el de salvar su vida. Los genes que faltaban en su
composición le habrían matado en semanas, antes de que la inyección base
utilizada, lograra mantenerla con vida hasta que el Dr. Foster pudiera
encontrar la terapia correcta. Graeme conscientemente no había tomado la
decisión de marcarla con su genética, pero él no tenía ninguna duda de que
sus instintos animales si lo hicieron.
— Yo soy un Bengala, — finalmente respondió, decidiendo decir la verdad
en lugar de endulzarlo como él sintió que ella, necesitó tantas veces. —
Cuando Brandenmore te entregó a mí. Sentí que eso te hizo mía. Yo tenía
once años, Cat, ¿por qué habría considerado cualquier otro ADN para
introducir en la terapia de un niña que me habían dado para cuidar?—

Fue tan simple como eso, pero también mucho más complicado y él sintió
que ella lo sabía.

— Tú nunca tuviste once, — ella inhaló conscientemente. — Incluso el Dr.


Foster dijo que naciste mucho antes.

Sus cejas se levantaron con esa información. — Él nunca me dijo eso. Pero si
es cierto, entonces no era nada más, que algo programado en mí. Sé que a la
madre sustituta que me llevó, él le ordenó escuchar una variedad de teorías
científicas que se les había dado durante muchas generaciones de
manipulaciones genéticas. Él sabía lo que quería cuando me creó, y se aseguró
de conseguir lo que quería. —

No hubo ningún resentimiento. Lejos de ello. Si a alguien él vio como una


figura "paterna", entonces ese fue Benjamín Foster.
Consiguió mucho más de lo que esperaba, sin embargo, ¿no?— ella adivinó.
— ¿Cuándo se dio cuenta de que tu inteligencia estaba fuera de cualquier
escala inventada para calificarla?

Graeme casi sonrió ante esa pregunta. Él siempre había sido mucho más
inteligente de lo que Benjamín Foster había adivinado.

— Dudo que alguna vez supiera cuanto lo había superado incluso con la
manipulación genética que estaba intentando, — finalmente le respondió. —
El hombre puede manipular todo lo que quiera, pero la introducción de la
genética animal es mucho más impredecible de lo que nunca imaginaron. O
quisieran reconocer. Y lo será aún más en las generaciones sucesivas. Si mis
sospechas son ciertas, entonces una vez que los niños nacidos de los
apareamientos originales alcancen la madurez, superaran incluso a las castas
originales. —

Ella hizo una pausa por un momento, pero evidentemente decidió permitir
que la especulación pasase.

— Así que, ¿porque fui entregada a ti, tu utilizaste la genética de Bengala en


mi terapia?— Cat presionó una vez más. — Elegiste la genética de Honor
también— ¿por qué no usar Bengala en sus tratamientos también? ¿No la
consideraste digna? ¿Parte del Orgullo que reclamaste en el centro?—
Oh sí, su gatita era demasiado inteligente. Y ella obviamente había
considerado estas preguntas durante bastante tiempo.

— Honor no fue entregada a mí. Y la leucemia que sufría tenía el potencial


de convertirse en una mucho más mortífera con la introducción de cualquier
genética felina. Podría haber mutado en una forma de leucemia felina mucho
más fuerte que la leucemia humana incurable que ya sufría. — Él terminó su
café y colocó la taza sobre la mesa antes de apoyar sus brazos en ella e
inclinarse hacia adelante. — Estábamos estudiando la genética lobo en el
momento en que fue traída. El Dr. Foster creó su terapia el mismo, basada en
la amistad con su padre. Yo no tenía tales lazos por lo que te preocupas, y tú
eras mía—

Él no negó ese hecho. En el momento en que la colocaron en sus brazos


instantáneamente sus instintos animales la reclamaron. No como una
compañera, sino como alguien que pertenecía exclusivamente a él.

— ¿Tú sabías entonces que era tu compañera? — Su mente estaba


trabajando, la necesidad de comprender su vida y las decisiones hechas para
ella finalmente estaban llegando. Él se preguntó cuándo eso iba a suceder.

— Yo tenía once años,— repitió suavemente. — Estaba enloquecido, a


punto de la locura y de la eutanasia. Estaba a solo semanas de ser llevado al
centro de matanza, a pesar de los esfuerzos del Dr. Foster para salvarme,
cuando Phillip Brandenmore te entrego a mí. No, no te miré y al instante
decidí que eras mi compañera. Te miré, vi la voluntad de vivir y me di cuenta
del error que había cometido Brandenmore. Él me había dado algo por lo que
valía la pena luchar. —

Apenas recordaba la vida antes de Cat. Él sabía eso, antes del momento en
que la había sostenido en sus brazos, su cerebro estaba realmente lastimado
debido a toda la información que estaba intentando procesar. Dolores de
cabeza que incluso superaron el dolor de los experimentos, hasta ese
momento. La locura había sido una compañera constante, tanto así, que él se
sentía deslizarse a lo largo de un túnel oscuro, que solamente lo conducía a
una pérdida completa de algo remotamente parecido a la realidad.

— ¿Así que valía la pena luchar por mí, pero no por tu hermano?— Había
un borde de ira en su voz, que llamó su atención. — Judd es tu gemelo. ¿Por
qué no valía la pena luchar por él?

— No dije que no valiera la pena luchar por él, — le corrigió. — Por ambos,
él y Honor valía la pena luchar, y resistí todos esos años por ellos. Pero supe
que Brandenmore me mataría pronto. Mi cordura era cuestionable. No
siempre podía controlar la genética animal y la rabia me estaba comiendo
vivo. La información que seguía acumulándose en mi cerebro era mucho más
de lo que podía procesar. Quizás la genética animal te reconoció como mi
compañera, porque esos instintos se aliviaron al instantáneamente, la rabia se
disipó y encontré la calma que necesitaba para sobrevivir y para procesar más
información que nunca antes. Sea cual sea la razón, Cat, eso no cambia
nada—

— Nada nunca es sencillo contigo, Graeme, — ella le dijo mordazmente, la


confusión y la rabia en conflicto dentro de ella. — Te conocí antes y te
conozco ahora. Naciste para manipular y engañar así como para curar. No
tengo ninguna duda en mi mente, que tu capacidad para manipular supera
con creces, las capacidades de Jonas Wyatt. Eras mi mundo y
deliberadamente te aseguraste de que lo sintiera de esa manera. Entonces no
te veo durante trece años, no importa que, hice de todo una y otra vez,
excepto sacar un anuncio en las agencias de noticias, para que te pusieras en
contacto conmigo. Si yo te pertenecía, entonces ¿por qué no viniste a mí, una
vez que sanaste lo suficiente para darte cuenta de que algo te fue quitado?—

Podía ver el dolor en su rostro, la necesidad obsesiva y la búsqueda de


respuestas. Era una necesidad que no podía aliviar para ella. Una que él se
negaba a aliviar.

En cambio, se inclinó más cerca, hasta que su rostro quedó a sólo pulgadas
del de ella.
— Siempre supe que eras mía, Cat. Incluso cuando el monstruo rugía sin
cesar lo supe, y te observé tan de cerca como me atreví. Confía en mí, no
querrías que viniera a ti, en ese momento. Incluso mis instintos rechazaron
que me acercara a ti. Nada me importaba en ese tiempo, solo la sangre. Y yo
derramé la suficiente, que a veces temí que me podría ahogar en ella—

Sus ojos se ensancharon mientras él hablaba, la sorpresa se reflejó en el


fondo de sus ojos marrón dorado por un segundo, antes enderezar su
espalda.

Él supo el momento en que decidió que podía empujarlo, en que podría


desafiarlo.

— Y tú sentiste que era algo que deberías y podrías manejar solo. Sin tu
compañera, — ella afirmó. — ¿Sin embargo, ahora que has decidido reclamar
lo que sientes que es tuyo, crees que puedes supervisar cada aliento que
tomo?—

No había enojo, ni fuego. La independencia y la pura obstinada voluntad


que él divisó en ella, fueron aterradoras.

— Casi te llevaron, — le recordó glacialmente. — Te drogaron, te


incapacitaron y te habrían tomado, Cat, si no hubiera estado lo
suficientemente cerca como para detenerlos—

— Y tú me garantizaste que no me podrán incapacitar de esa manera otra


vez, — le recordó, todavía calmada, a pesar de las emociones que él podía
sentir amontonándose debajo de la fachada. — Tal vez tú debiste asegurarte
de eso antes, Graeme. — Levantándose, ella lo miró, el dolor en su mirada era
casi más de lo que él podía soportar mirar. — Pero entonces, hay muchas
cosas de las cuales debiste de asegurarte antes, ¿no es así?—

Él estuvo fuera de su asiento, sólo así de rápido.

Maldita sea. Ella no tenía idea de lo que ella estaba hablando, ninguna idea
del infierno que había soportado para que nunca pudieran encontrarla,
costara lo que le costara. No le importaba su ira, porque ella no tendría las
respuestas, estaría maldito si le permitía continuar sintiéndose de esa
manera.

Esta venganza que tienes contra mí debe terminar, Cat, — él le ordenó, lo


demandó con un bajo y áspero gruñido, imposible que ella se lo perdiera.

Sorpresa se reflejó en su mirada. — ¿Venganza, Graeme? — le susurró. —


¿Tú crees que mi necesidad de respuestas es una venganza? ¿Algunos
intentan vengarse por cualquier cosa leve, que sienten?—
— ¿No es eso exactamente lo que es?— ¿Qué más podría ser? Él se alejó de
ella; entendía su ira por eso, en ese momento. Ahora era un adulto, debía
entender que la necesidad de protegerla estaba muy por encima de sus
sentimientos heridos.

— Tú me entrenaste para luchar a tu lado, — le recordó con desoladora


comprensión. — Nos entrenaste a Judd y a mí, para asegurar que fuéramos
capaces de ayudar en nuestra propia protección. –Las lágrimas brillaban en
sus ojos ahora. — Eso no es lo que pasó, ¿no es así? Lo siento, Graeme, no sé
cómo se siente Judd, pero siento que los dos me apartaron y no sé si puedo
hacerme olvidarlo—

***

Cat se alejó de la cocina con paso majestuoso, algo sorprendida de que


Graeme le permitiera irse.

El sueño, o lo que diablos había sido la noche anterior, la había dejado


perturbada. Ella no podía sacarlo de su mente, ni tampoco podía olvidar la
acusación de que nunca había salido del centro de investigación.

Ella no era estúpida, entendió lo que Claire le estaba diciendo, pero


simplemente rechazó la idea, Cat se lo aseguró a ella misma, mientras se
dirigía a la pequeña biblioteca/oficina en el vestíbulo de la casa. No tenía
tiempo para esto. No tenía tiempo para las conjeturas y los exámenes de
conciencia que cada día con Graeme, parecían traer.

Ella lo amaba desesperadamente, pero no era del centro de investigación de


lo que no podía escapar. Era de saber que la había dejado allí. Durante meses
creyó que estaba muerto. Que había estado tan asustado, que le había robado
el oso de peluche al cual había estado tan unida, porque estaba asustado.
Sólo para enterarse que la había dejado y tomo la otra comodidad que había
tenido en su joven vida, ese maldito oso de peluche.

¿Dónde estás, Claire? ella espetó furiosamente, lanzándose en la enorme


silla de cuero detrás del escritorio. Sal a jugar ahora, joder, mientras estoy
despierta.

No hubo ninguna respuesta y ella comenzaba a creer en el hecho, de que la


única amiga de la que podía depender, se había ido. Y un día, ella
desaparecería completamente, Cat lo sabía. Cuando la profecía del ritual se
cumpliera, era posible que ambas perdieran sus vidas.

El despertar traerá la muerte. Las palabras que Orrin Martínez susurró,


justo después, del ritual cuando él creyó que Cat y Claire se encontraban en
un sueño profundo, nunca fueron olvidadas por Cat.

Pero había estado despierta durante la mayor parte de los trece años,
desde que le habían dado la vida de Claire y ella no había muerto todavía.
Pero tampoco se había mostrado a sí misma, hasta ahora. No quería morir,
pero no podía vivir como Claire Martínez, por más tiempo. Sobre todo si
significaba permitir que Raymond siguiera destruyendo a las mujeres de la
nación, que el Consejo considere viables para experimentar, como la hermana
de Raymond, Morningstar.

Los hijos de puta. Arderán en el infierno, cada uno de ellos, por la


destrucción que los malditos, habían forjado en el pasado. ¿Qué le sucedería a
Raymond y a los chacales que fueron tomados en custodia por Jonas, ella no
estaba segura, pero ella sabía que no sería agradable.

Esta noche, después de reunirse con los padres de Honor, cumpliría la


promesa que se había hecho a sí misma la noche de ese ritual, ella y Graeme
tendrán que luchar contra esto. Si tenía que darle un ultimátum, entonces ella
lo haría. Él le daría las respuestas o se marchaba.

¿Donde había estado, los cuatro meses antes de que él arreglara que ella y
Judd fueran trasladados? ¿y qué le pasó cuando lo regresaron al centro de
investigación, varios años después? Sabía por qué él había arremetido contra
ella como lo hizo. Nuca lo habría dejado de buscar, si no la hubiera lastimado
tan profundamente. Nada de lo que Judd le hubiera dicho o hecho la habría
convencido de dejar de buscar a Graeme a la mañana siguiente, si ella no
hubiera creído que era odiada, por el Casta que tanto significaba para ella.

Tal vez, lo sabía en aquel entonces.

Pasando del escritorio a la puerta de cristal que daba a un patio privado,


ella se paró en la entrada e inhaló el aroma del desierto a su alrededor.

No se había ofrecido a dar al General Roberts la ubicación de su hija gratis.


Le había exigido toda la información sobre los dos castas que estuvieron
confinados con ella y Honor durante el tiempo que habían estado en el centro
de investigación, así como el expediente completo sobre la readquisición del
Casta Bengala Gideón.

No se había atrevido a pedírselo a Jonas, pero al General Roberts era otra


historia. Sus conexiones mientras que su hija había estado en el centro de
investigación, habían sido fuertes. Después, supo que él había permanecido
en contacto con uno de los pocos técnicos de investigación que Graeme había
dejado con vida después de su alboroto. Ese tecnólogo seguía con vida porque
había estado en Washington, entregando pruebas contra el centro en las
Oficinas de Asuntos Castas. Jonas lo tenía todavía en la clandestinidad por
temor a que Gideón arremetiera contra él.

— Sabes que Graeme está irritado de nuevo— Khi Langer, hijastra de Lobo,
rodeó un lado de la casa, sus intensos ojos azules, ni de cerca tan divertidos
como Cat creyó que los tenía.

Vestida con pantalones de montar, una ajustada camisa de seda blanca sin
mangas y botas negras hasta las rodillas, se veía como si ella estuviera más en
una finca inglesa que en el hogar de los Reevers en el desierto.

— Me preguntaba cuanto tardarías en visitarme. — Cat suspiró. — Ashley


ya me dio una advertencia, no necesito otra de ti—

Ella sabía que Khi fue la pequeña compañera de Graeme por meses.

Bastardo. Permitió que esta mujer lo ayudara, pero nunca le dio esa opción
a Cat, ni siquiera ahora. Sabía de sus pequeñas incursiones nocturnas en el
desierto cada noche, mientras patrullaba en búsqueda de soldados del
Consejo en el área. ¿Pero la había invitado a patrullar a su lado?

Infiernos no, no lo había hecho.


— Ashley ha estado un poco intensa desde que intentó detener esa bala
con su corazón, — resopló con un borde de ira. — No es que ella fuera menos
intensa, es sólo que ahora lo es más. —

Caminó a lo largo del pequeño sendero, en la zona de la piscina, hasta el


pequeño patio de ladrillo alineado, protegido del sol fuera de la oficina; Khi
mantuvo sus ojos en Cat. ¿Qué buscaba? Cat se preguntó curiosamente.

— No estoy aquí para advertirte de todos modos, — la otra mujer le


aseguró cuando Cat permaneció en silencio. — Quería asegurarme que no
necesitabas nada. Un hombro para llorar, tal vez, o un oído dispuesto a
escucharte maldecir a ese arrogante compañero tuyo. Por supuesto, nos
podríamos sentar e insultar a los hombres en general. — Sonriendo, Khi se
dejó caer en una de las mullidas sillas colocadas debajo de la pérgola cubierta.
— Siempre disfruto eso. —

Ella no estaba mintiendo, Cat la observó silenciosamente, pero había un


aire de secretos rodeando a Khi, que siempre la habían hecho ser cautelosa.

— Si empiezo, puede que no pare, — Cat admitió encogiéndose de


hombros.
Ella permaneció en la entrada a la oficina, aunque se apoyó contra el marco
de la puerta, una mano apoyada en su cadera, la otra relajada a su lado, en
lugar de tomar la otra silla frente de Khi.

— Sí, se de uno, — Khi admitió, mientras se sacudía algo de la rodilla de su


pantalón, su mirada se concentró en esa área por mucho tiempo, antes de
que levantara la cabeza otra vez y le dedicara a Cat una de sus brillantes
sonrisas. Una sonrisa que no llegó a sus ojos.

— ¿Por qué estás aquí, Khi? — Inclinando la cabeza, levantó un poco la ceja.
— ¿Graeme sabe que estás de visita?—

Khi dio una risa ligera por la pregunta. Yo no le pido permiso a Graeme
Parker para ir a cualquier parte de la propiedad de Reever— Ella dio un
pequeño giro a sus ojos. — Incluso no extiendo esa cortesía a Lobo—

Cat levantó sus cejas ante esa declaración. — Tremendo logro. Te envidio,
— ella inhaló. — Me imagino que la arrogancia de Lobo más o menos se
equipara a la de Graeme. Y él parece tan dominante. —

— ¿Tanto como un culo, quieres decir?— Esta vez, la sonrisa de Khi era un
poco forzada. — Me imagino que él puede serlo. Trato de mantenerme fuera
de su camino, así como él evita mis mierdas. Funciona para nosotros—
Interesante. En un momento, se había rumoreado que Khi era muy cercana
a su padrastro. Por supuesto, eso fue antes de que su madre tratara de
matarlo.

Muchos no eran conscientes del hecho de que Jessica Reever había sido una
de las espías del Consejo de genética. Su primer marido había muerto
intentando ayudar a liberar a un laboratorio de investigación del Consejo
irlandés. Ella incluso lo había llorado durante varios años.

Respirando lento y fácil, Cat obtuvo en el olor de la otra chica, las sutiles
diferencias, bastante confusas. Hubo un amago de algo que le recordaba el
Calor de Apareamiento, sin embargo, no lo era, así como los olores extraños
de un Casta de Lobo y furiosa ira. Lo que sea que Khi Langer estaba
acumulando en su interior estaba construyendo una explosión. Ella no era
normalmente tan burlona o mordaz y Cat lo sabía.

Cat no conocía bien a la otra chica. La aversión de Raymond hacia Lobo


Reever, así como su riqueza, lo había hecho asegurarse, de que el camino de
Cat no se cruzara con el de Khi.

— Así que, ¿por qué estoy aquí?— Colocando las manos en su muslos, Khi
se inclinó hacia adelante y le dio a Cat un vistazo rápido. — Porque la casa
esta tan aburrida. Lobo tiene la finca en confinamiento y todos los que yo
realmente conozco en el área están escondidos, o al menos eso parece— Ella
se levantó con gracia. — ¿Que tal una copa? Estoy segura de que son las 5:00
pm en algún lugar—

— ¿Por qué no regresas a la casa principal, y cuando Graeme te pregunte


porque no cumpliste con tu trabajo de niñera, le puedes informar que te pedí
que te fueras? — Cat le sugirió con frialdad.

Realmente no le había tomado mucho tiempo averiguar por qué Khi estaba
allí. Graeme debía salir pronto para una reunión con Lobo, que iba a durar
hasta bien entrada la noche, eso lo sabía.

— Haré eso. — Khi asintió con la cabeza. — Pero vamos a tomarnos ese
trago primero y le damos tiempo para que salga a esa reunión. Realmente no
quieres que Lobo envíe a sus guardias en mi lugar. Son unos pendejos. Vamos.
— Khi la rozó cuando paso junto a ella hacia la casa, el olor abrumador del
cansancio tenía a Cat escondiendo un suspiro de impaciencia.

Tenía sus propias cosas que hacer.

— ¿Te?— sugirió en lugar de pedirle a la otra chica que se fuera ahora.


— Sólo del tipo alcohólico, — Khi exigió. — Si lo quieres beber puro esa es
tu opción. Personalmente, puro no me atrae realmente. Ha sido una tarde
infernal. —

Y parecía que Cat tendría una tarde infernal.

Ella iba a matar a Graeme. ¿Una niñera? ¿De veras? ¿Para qué?

¿Qué pensaba él que Khi podría hacer, solo delatarla si trataba de salir de la
casa? Khi no era una protección, estaba allí como una chismosa y nada más.

Tenía un par de horas, decidió Cat. Si Khi quería tomar una copa, entonces
ella tomaría esa copa. Al atardecer, pensó Cat, sólo pretendería tomar una
pequeña siesta. No era que Keenan y sus hombres entraran por la puerta. Ni
que Khi les vería si lo hicieran.

Ella quería uno de esos malditos trajes que vestían, tan mal, que ella no
podía soportarlo. Desafortunadamente, Keenan no era dado a compartir la
tecnología. Y ni siquiera los nano— nit que Cat había creado pudieron pasar
los firewalls electrónicos integrados en su electrónica, tampoco. Condenadas
Castas Aladas eran como Graeme, demasiado inteligentes para su propio
maldito bien.
Siguiendo a Khi a través de la oficina, Cat recuperó la e— pad para
asegurarse de no perderse cualquier mensaje que enviara Keenan o su
segundo en mando, Teal. Keenan le había dado el dispositivo, para asegurar
que todas las comunicaciones entre ellos, fueran imposibles de rastrear. Si
sólo hubiera un programa para las niñeras que Graeme elige.

***

Graeme observaba el monitor mientras Khi irrumpía en el bar de la casa de


huéspedes y se servía una bebida.

Ella bebía demasiado y demasiado a menudo, pensó preocupado. Él se


había encariñado con ella durante el año pasado, respetaba su inteligencia, la
lealtad que era demasiado profunda, así como su determinación, pero el
corazón de esa niña fue rasgado en trozos y ella no tenía idea de cómo tratar
con eso.

Acoplada a un hermano y enamorada del otro, incapacitada para entregarse


a alguno de ellos. Era un infierno estar en esa posición y él no la envidia en lo
más mínimo. Aún así, iba a tener que discutir lo de la bebida con ella. Tenían
un acuerdo, y si él la deja renegar de su parte, entonces podría deslizarse
hacia un túnel emocional del que ella no podría volver.
Por el momento, Khi no era su preocupación sin embargo, Cat lo era. La
advertencia de Claire y saber que el espíritu protector había despertado otra
vez la noche anterior mientras Cat dormía, tenía sus instintos en tensión.

Había algo que él se estaba perdiendo, podía sentirlo. Añade eso a su reunión
con Orrin Martínez y Graeme estaba decidido a averiguar qué demonios
estaba pasando con Cat.

Estaría condenado si la perdiera. Había dedicado su vida a velar por su


seguridad y su paz; no la defraudaría ahora, no cuando él ya la había
decepcionado, como lo había hecho.

Ella estaba en lo correcto, él la entrenó para que pudiera luchar a su lado.

Cat y Judd fueron enseñados a luchar. Cat era especialmente hábil en eso,
debido a que su pequeña estatura y aparentemente frágil constitución
lograba engañar a la gente, incluso a aquellos que deberían conocerla mejor,
creyendo que sería fácil de derrotar. Pero Gideón la había enseñado a golpear
primero y tratar con su conciencia más adelante. Ella iba a la yugular,
literalmente, tal y como había hecho la noche que los guardias habían
intentado transferirla a ella y a Judd a la instalación de matanza.

Pensar en esa noche trajo consigo el recuerdo, de ver la traición en sus ojos
cuando abrió las puertas de la furgoneta. No se le había permitido bañarse o
lavar su cabello con frecuencia, lo noto al instante. Sus uñas estaban teñidas
con sangre, su rostro cubierto de polvo y suciedad. El aroma de tristeza y
dolor que llenaba cada parte de ella, lo golpeó primero. Entonces fue la
traición. Todo su ser se inundó de una sensación de traición mientras la
miraba fijamente.

Ella sólo lo miró, tan callada, casi con incredulidad. Pero él había visto esa
primera lenta caída en la desconfianza que ahora sentía por él.

Él lidiaría con eso, se aseguró a sí mismo. Volviendo al centro de


computadoras en la caverna subterránea que utilizaba para supervisar la
seguridad, Graeme se dijo a sí mismo que él lidiaría con eso, tan pronto como
tratara con Jonas y con el interrogatorio de los chacales en el que Lobo había
podido incluirlos.

Nadie había roto a los bastardos todavía y todavía insistían en hablar con él
a solas, si iban a divulgar cualquier información. Y él no tenía ninguna duda de
que tenían un montón de información que liberar; por esa sola razón, Jonas
había acordado llevarlos a la finca de Lobo y al pequeño edificio seguro que
las Casta Lobo mantienen en la parte trasera de la casa principal, para el
interrogatorio.
Desafortunadamente la configuración de audio aún debía extenderse hasta
allí. Completarla antes de que Jonas llegara, era primordial.

Esperanzadoramente, Cat hablaría con Khi y quizás en esa conversación


Graeme podría recoger una pista de lo que estaba sucediendo con su pareja.
Porque no tenía ninguna duda de que ella tramaba algo, y cuando Cat
tramaba, Graeme sabía, la vida podría ser muy peligrosa.
Capítulo Veinte

Cat pensó que Khi nunca se iría. Ella se quedo durante horas, charlando,
hablando sobre la vida en Irlanda versus la vida en la finca de Reever y como
se sentía perdida en el país que la vio nacer, en el que ahora parecía
extranjera, habló de todo y de todos excepto de Graeme. Las pocas preguntas
sobre él, ella cuidadosamente las esquivó, aunque era de esperarse. La
lealtad de Khi hacia Graeme nunca estuvo en duda, Cat ya había sospechado
que la joven idolatraba a Graeme.

El pensamiento envió una oleada de celos en ella, que tuvo que controlar y
aplastar rápidamente. No podía permitirse el lujo de entrar en una
confrontación con la princesa reinante de la finca Reever. Y realmente no
quería. Joder, la otra chica tenía bastantes problemas con los hermanos
Reever, ella no necesitaba más mierda de nadie.

Finalmente, cuando el sol se levantó en su punto más alto, calentando el


paisaje desértico, la joven se levantó de la tumbona en la que se había
acurrucado en el patio y dejo su vaso vacío a un lado.

— Supongo que has tenido suficiente de mí ahora, — dijo Khi. — Y parece que
ese astuto compañero tuyo hace su aparición—
Giró su cabeza, Cat vio como Graeme avanzó desde el interior de la casa,
llevaba un pantalón negro y una camiseta dándole un aspecto oscuro, una
apariencia peligrosa.

— Los dejo solos— Khi aseguro con un destello de una sonrisa burlona. —
Creo que podría tener tiempo para vestirme para la cena con Lobo. Él ha
estado quejándose últimamente. — Ella se encogió de hombros
despreocupadamente. — Encontré el par más lindo de pantalones vaqueros y
una camiseta con el curtido de las manchas de aceite sobre ella. He pensado
que me gustaría probármelas. —

Graeme realmente parpadeó. — Él va a enviarte a un convento, Khi—


Ella solo soltó un bufido. — En sus sueños— Cat vio como se movió con
gracia, sin prisa alrededor de la casa y desapareció en poco tiempo. Un
zumbido bajo, tranquilo indicó la llegada de uno de los pequeños planeadores
personales que Lobo utilizaba a menudo, por la enorme finca desértica.

— Interesante amiga que tienes allí. —

Cat permanecía en el sillón donde había tenido que escuchar o ¿Soportar? la


charla de Khi con tanta tranquilidad.
Él no habría sido tolerante con tanta cháchara inútil, cuando fueron jóvenes.
Por supuesto, el centro de investigación no alentaba exactamente una charla
de cualquier tipo.

— Deja de ser pesada, — la reprendió, aunque hubo un destello de diversión,


afecto y preocupación en su mirada. — Es una niña conflictiva en este
momento.
Cat rodó sus ojos. — Conflictiva, ¿eh? Supongo que es tan buena palabra para
ella, como cualquier otra. —

Parándose junto a la tumbona, la miró fijamente, el hambre latente y la


caliente lujuria en su mirada estimularon instantáneamente el calor del
apareamiento, que se estaba haciendo más fuerte día a día.

Incluso su piel era sensible, la necesidad de su toque en ella era dolorosa y


muy inquietante. Cat le miró y la imagen de él trece años antes brilló en su
mente. Él no era todo musculo duro, pero había sido poderoso, incluso
entonces. Sus rasgos eran ahora más definidos, más salvaje y carecían del leve
ablandamiento de la compasión que había tenido hace mucho tiempo. Ahora
eran líneas más pequeñas en las esquinas de sus ojos, que nada tenían que
ver con la edad o el sol. Sus características no estaban delineadas, pero la
definición de las mismas insinuó la brutalidad de la vida que había vivido,
durante tanto tiempo.
Había cambiado mucho. En el transcurso de las últimas semanas, aprendió
que los cambios eran mucho más profundos de lo que ella pudo adivinar. Los
cambios no eran sólo físicos y en su exterior, sino también en su interior,
excepto cuando se acercaba a ella. Todavía la trataba con una delicadeza que
sabía, era totalmente ajena a él.

Y él le pertenecía a ella en un nivel que nunca había sido cuestionado, incluso


cuando eran niños. Ahora como adulto, muchas cosas tenían más sentido, y
otras eran mucho más complicadas. Y de una pregunta tenía que tener la
respuesta— ¿Alguna vez me amarás?, — le susurró, recordando su
afirmación de que él nunca lo hizo. — ¿O simplemente soy una posesión?—
Si sus rasgos hubieran podido endurecerse aún más, lo harían, y estuvo
segura de que vio un destello de incertidumbre por un momento en su mirada
o quizás era una ilusión. Graeme nunca fue fácil de discernir.

— Eres mía,— afirmo y no había ninguna incertidumbre, ni en su voz ni en su


mirada. — Y yo sugeriría que nunca olvides— Le dijo.

Ella se levantó lentamente de la tumbona.

— Pensé que me amabas, — dijo suavemente, el dolor en sus palabras


reflejando cuan destrozada estaba por dentro, más profundamente de lo que
esperaba.
— ¿Cat? ¿Yo sé lo que es el amor? — él le preguntó entonces, la miro
completamente con un toque de confusión y dijo — Lo que el mundo llama
amor, está altamente desgastado no hay ninguna lealtad en él, ninguna pieza
para aferrarse a lo que afirman es amor, una vez que se disipa la lujuria. Si eso
es amor, entonces ¿por qué lo quieres?

— Eso no es amor— Ella tuvo que forzar las palabras. — El amor no es


posesión, Graeme. No es solo el calor de apareamiento. ¿Sin amor verdadero,
no hay diferencia entre la posesión y la obsesión y el calor de apareamiento
de la violación biológica? El Calor de apareamiento puede comenzar sin amor,
pero como la lujuria, no une parejas sin amor. —

— ¿Y qué te hace a ti una puta experta en el amor, Cat?— Pasó sus dedos por
su cabello en señal de frustración. — ¿Cuándo Webster entro en contacto
contigo para la definición?—

— Cuando decidiste que eras mi compañero,— puso una mano en su cadera,


mientras el dominio se mostró al enderezar sus hombros y endurecer su tono.
— Evidentemente soy mucho más experta, Graeme, porque al menos lo
reconozco cuando lo siento y lo veo—

— ¿Y a quien reconociste?— Pura furia se encendió en sus ojos. Primero los


tonos verde salvaje repartidos en sus ojos, destruyeron lo blanco, entonces
en un latido de corazón, aparecieron las manchas pequeñas de color ámbar
dorado y las rayas comenzaron a sombrear su cara y cuello.

— A ti— ella casi gritó. — Desafortunadamente quererte ahora, me hace


tanto bien como lo hizo cuando tenía doce. Y me excluyes de tu vida ahora,
como lo hiciste entonces.

Avanzó paso a paso, mirándola, ella podía sentir las puntas de sus garras
flexionándose y el dolor al emerger. — Cuando tenía doce me apartaste y me
empujaste a luchar sola y dejaste mi protección a otros. Ahora, salvo cuando
necesitas follar, tú me empujas a un lado para luchar con Khi, Lobo, Rule, o
todo aquel que decidas que es lo suficientemente fuerte para estar a tu lado.

¿Cuándo me considerarás tu pareja en lugar de tu maldito juguete de


mierda?—

— Cuando no esté en peligro de perder mi cordura por el puto pensamiento


de haya un rasguño en tu suave piel, — él le gruñó, bajando hasta que se
puso a su altura y tan cerca que sus narices se tocaban. — Te enseñé a luchar
para ayudar con tu protección. No para que me ayudes en mis batallas. —

— Si no puedo pelear a tu lado, entonces no quiero follar contigo. — Y en


tono burlón le dijo. — Adelante ve a tu pequeña reunión, chico Bengala— Ella
se dirigió a la finca principal con un gesto burlón en sus labios. — Ve a
divertirte con los perros grandes. A ver cómo te va cuando tu dura polla
necesite atención, porque yo no te daré la satisfacción de atenderla, brincó a
su alrededor alejándose de él, y se encontró sujetada de las muñecas por sus
firmes dedos y jalada para enfrentarlo una vez más.

— Eres mi compañera,— le recordó a ella, con el brillo deslumbrante de ese


feroz remolino verde con reflejos de ámbar de furia. — Puedes decir que no
lo eres todo lo que quieras, pero el calor te traerá siempre de vuelta a mi
Cat.—

— ¿Iré?— preguntó firmemente, su respiración áspera, la ira, la necesidad y


demasiado amor la empujaba como una bestia arrogante rabiando dentro de
ella. — Ambos sabemos exactamente cuán terca puedo ser, Graeme. Vamos a
ver quién es más fuerte. Mi determinación o algún proceso biológico de
lujuria que carece de cualquier fundamento emotivo. ¿Cual ganará,
Graeme?—

— No conviertas nuestro apareamiento en una batalla Cat,— advirtió su voz


profundizándose a un gruñido gutural.

— No, tu lo estás convirtiendo en una batalla, no yo. Peor aún, Graeme, me


quieres debilitar, destruir lo que hiciste cuando creaste la terapia para
salvarme. Y que me aspen si voy a tolerarlo. He pasado demasiados años
esperando mi oportunidad de ser libre. No voy a agacharme y pretender ser
débil nunca más. Ni por ti. Ni por nadie más. No podría soportarlo. La sola
idea me mataría. —

Sacó de un tirón la muñeca de su agarre y corrió a la casa, hasta su habitación.


El tenía que ir a su precioso encuentro; pues bien, ella también tenía una
reunión a la que asistir. Había trabajado muy duro para llegar a este punto,
cuando podría cumplir la promesa hecha a la chica que había compartido su
vida con ella. La promesa de que un día encontraría a sus padres. Jonas se
negó a permitirlo y Honor se apareó con un casta lobo, lo que la colocó bajo
ciertas restricciones en lo que a la oficina de asuntos casta se refiere.

Cat no era gobernada por esa oficina, ni por Jonas, ni por Graeme.

Honor aún no había despertado completamente y el espíritu protector de Liza


Johnson que aseguraba que la identidad de Honor se mantuviera escondida,
aún era demasiado protector. Sólo una cosa podría obligar a Honor a
atravesar ese laberinto oscuro dentro de su propia mente, para tomar el
control de su vida una vez más. Los padres que la amaban lo suficiente para
enviarla lejos, en lugar de verla nuevamente en el centro de investigación.

Jonás aún no había contactado a sus padres y Honor aún debía despertar para
recordarlos completamente, Cat nunca había tenido padres. No había madre
que la amara y llorara por ella, ni padre que incansablemente la buscara o
mirara las caras de cada mujer de su edad, con la esperanza de ver a su niña
perdida.

Esta reunión, como todas las batallas que había luchado en los últimos años,
la haría sin Graeme. ¿No podía incluirle ni en los planes o en las reuniones
referentes a su protección o su vida? ¿Cómo podría incluso hacerla creer que
le ayudaría con esto? Él no.

E hizo lo único que ella podía, ya que necesitaba algo del General Roberts,
que de otra manera, nunca podría ver los archivos del Dr. Bennett sobre la
recaptura de Gideón y las pruebas que realizaron mientras estuvo allí. Algo le
había cambiado. Lo cambió tan drásticamente que, como él decía, a veces
sentía que se ahogaba en sangre.

Necesitaba entender a su pareja, para saber por qué se había vuelto mucho
más difícil de tratar; tenía que saber lo que le había ocurrido cuando volvió al
centro de investigación. ¿Qué creó el monstruo que había rabiado por años
después de su escape, y qué le había permitido recuperar su cordura?

Ella sabía todo lo demás. Excepto cada movimiento que había hecho desde
que había desaparecido la noche que los rescato, a ella y a Judd de los
soldados que los escoltaban hacia su muerte. Cada movimiento que realizó el
año pasado, ella lo conocía. Pero sobre lo que ocurrió en el centro, durante el
año que el Dr. Bennett le tuvo, no tenía ni idea. Jonas no se lo diría. Si Orrin
sabía algo tampoco lo dijo. Pero el General Roberts podría adquirir esa
información para ella. Y Cat tenía algo que él quería con desesperación: Su
hija.

Su esposa nunca dejó de esperar.

La mujer que el mundo conoció como Liza Johnson era la niña Honor Roberts,
la amiga que Cat había perdido para siempre en un ritual Navajo que había
robado sus recuerdos, su propia identidad, desde hace tantos, tantos años,
que la niña tal vez, ni siquiera existía. Pero los sentimientos que ella había
tenido por sus padres y que sus padres tuvieron por ella, nunca se perderían,
Cat estaba casi segura. Y posiblemente sería lo que permitiría a Honor dar ese
paso a su propia vida y tomar su lugar, plenamente, con su propia pareja.

Cat tenía la esperanza de que quizás, en algún momento en el futuro, ella


pudiera tomar su propio lugar. Que tal vez Graeme ceda lo suficiente como
para darse cuenta de que el calor de apareamiento es amor. Sin uno, el otro
no podría existir.
***

Los seis jefes de los Navajo se movieron en la choza ceremonial detrás de


dos de los desconocidos. Cada uno de los guerreros llevaba un cuerpo inmóvil,
silencioso de una joven casta hembra, dos hembras tan únicas y tan
importantes para las castas, así como para los Navajo, al que la misma tierra le
gritaba por su preservación.

Mientras la procesión se trasladó a la sala de vapor, las hierbas y los


potentes medicamentos utilizados para despertar y para guiar a los espíritus
comenzaron a perfumar el húmedo aire.

En el centro de la choza dos grandes piedras planas, se asentaban entre seis


montículos de rocas humeantes. El calor húmedo de las rocas humeantes
flotaba sobre el duro lecho de piedra en el que una mujer joven fue colocada.
Orrin Martínez dio un paso atrás y miró tristemente las criaturas únicas por lo
que los jefes habían sido llamados para ayudar.

Oro lustroso, cremosas alas blancas arqueados sobre la cabeza de la primera y


enmarcando su pequeño tórax antes de terminar muy por debajo de sus
pequeño pies, calzados con botas. Frágil, de huesos pequeños, la joven
mujer podría pasar por una niña si no fuera por las curvas de la mujer bien
proporcionadas, delineadas debajo de los pantalones de cuero y el chaleco
que llevaba.

Pelo castaño largo con reflejos rojizos, enmarcando a lo largo de un lado de


su cara y terminando en rizos exuberantes sobre su pecho y Orrin sabía que
cuando abriera los ojos, vería los tonos águilas feroces de marrón, verde y un
toque de negro. Ahora estaba pálida, su cremosa piel perdiendo el brillo de la
vida rápidamente.

En la piedra estrecha junto a ella estaba otra joven casta hembra, ésta
apenas pasando su vigésimo año. Orrin sentía más tristeza en ella. La pequeña
casta León había conocido pocos años de libertad. Ella no había tenido tiempo
para construir sus sueños o la vida que los castas le habían prometido.

Tan pequeña y frágil como la casta alada, la pequeña hembra casta León
yacía tan quieta y silenciosa.

El cabello de la hembra casta León era corto, enmarcando una carita curiosa
con una nariz respingona. Frente amplia, sus ojos estaban enmarcados por
una línea de color oscuro como si la naturaleza le hubiera aplicado un
revestimiento alrededor de la curva ligeramente inclinada de sus pestañas.

Ella no estaba vestida de cuero, sino por una larga túnica blanca con la que
fue vestida después de ser traída por las castas. No se veía ninguna herida en
su cuerpo; las lesiones habían sido internas pero habían sanado. Su espíritu
frágil ya no podría soportar la vida en que nació. Años de confinamiento y
crueldad habían golpeado su alma. Su fuga le había dado sólo unos pocos
años para aclimatarse a la libertad, había sido obligada a presenciar y a sufrir
más atrocidades en un ataque contra ella, junto a otras dos mujeres castas.

La herida en la cabeza estaba sanando muy bien, pero su espíritu quería


escapar. La vida se estaba escapando de ella con cada respiración superficial
que tomaba.

Estos espíritus luchaban por escapar, mientras que otros dos luchaban por
quedarse. El despertar de Cat y Honor fue completado, sin embargo, Claire y
Liza aún tenían que recorrer el camino a la vida eterna.

Orrin había estado preocupado por esto, hasta que los vientos habían
comenzado a susurrar la voluntad de la tierra y el destino de dos almas
cansadas que dejarían cuerpos lo suficientemente fuertes para soportar el
ritual de la colocación.

Dando un paso atrás de las camas de piedra, sus cinco compañeros jefes lo
miraban silenciosamente.

— ¿Estamos de acuerdo?— les preguntó suavemente. — Los vientos nos


han llamado a este lugar preparado por lo desconocido. En la respiración de la
tierra oímos la solicitud para despertar y prepararnos para la muerte y para la
colocación. Lo desconocido han sido enviados para traer a nosotros el
despertar. Deben buscar la vida, estos cuerpos serán suyos. Si buscan su
descanso, entonces la tierra les mostrara el camino.

— Así los vientos nos han susurrado,— los cinco asintieron de acuerdo.

Orrin se dirigió a lo desconocido que había traído las hembras con ellos.
— ¿Ustedes entienden que la tierra llamo a sus hermanas para despertarlas y
traerlas a este lugar?—

— Así es, — estuvieron de acuerdo.

— Entonces prepárense, — anunció Orrin. — Esta noche el despertar se


liberará y se iniciará la colocación. Los rituales eran antiguos y sólo los jefes y
lo desconocido sabían la trama de estos, ya que eran los más viejos de la
nación y conocían los misterios que los originaron, decían que eran tan
antiguos como el origen de las estrellas.

Eran el pueblo a quien fue dada la tierra para su custodia, y por ello
cuidaban de los secretos otorgados por el gran espíritu y por el propio viento.
El viento había dibujado con su aliento al pueblo Navajo, sus cuerpos con el
aire de los vientos, los vientos habían susurrado un vasto conocimiento y los
secretos de los rituales, diferentes a lo que los demás podían imaginar.
Eran seis. Siempre, ha habido seis jefes. Siempre, ha habido doce de lo
desconocido. Y de lo desconocido serían elegidos los jefes de la próxima
generación por los vientos. Así había comenzado y así continuaría.

Pero con cada ritual del despertar, venía un fallecimiento. Con cada vida
dada, una fue tomada. Los espíritus de estas frágiles jóvenes no podían
aguantar más. Los horrores de su vida, de la crueldad del hombre, habían sido
mucho más, de lo que podían soportar. Sus pérdidas habían agotado su
voluntad de seguir en esta vida que se les dio.

La profecía había sido susurrada la noche que el cuerpo de su nieta había


expirado a consecuencia de sus heridas y él se había convertido en la
protectora de la joven hembra casta conocida como Cat. Los vientos habían
susurrado que con el despertar, la muerte llegaría. Había sabido desde el
nacimiento de Claire que su destino iba a ser uno de angustia y miedo en su
juventud, y luego de libertad y grandeza cuando se realice el pago, ningún don
es dado sin una batalla para recibirlo. La tierra sabía lo que muchos padres no
entienden: sus niños deben trabajar por los regalos dados y solo con sacrificio
podrían apreciar la felicidad que viene con esos dones.

Su nieta Claire había sacrificado todo por su futura felicidad. Aunque si no


llegara la felicidad, tal vez en algún momento ella podría encontrar
satisfacción en la búsqueda de una nueva vida. Cuál de los cuerpos de estas
mujeres jóvenes excepcionales, se mezclaría con ellas, no sabía. Los espíritus
de las mujeres jóvenes habían visto todo lo que podrían ver, lucharon todo lo
que podían luchar; su cansancio era evidente en la penumbra de su fuerza de
vida.

La tierra, el gran espíritu que los guiaba a todos, tenía otros planes para sus
cuerpos y sólo oró por que esos planes eventualmente les llevaran a la
felicidad, dolía por la nieta que temía ya había perdido.
Capítulo Veintiuno

Si ella iba a huir, sería esta noche.

Centrando su atención en la pantalla del sistema de seguridad de su


dormitorio, en el e— pad protegido, acostado en la tierra antes de que los
otros llegaran, Graeme se recordó a sí mismo ese hecho, una vez más.

Enfrentarse a ella sobre esto, daría resultados negativos. Para darle


respuestas, ella primero exigiría respuestas y revelar los horrores que había
experimentado cuando fue recapturado, era algo que no podía hacer. En su
lugar, estaba aquí. El interrogatorio de los chacales se había retrasado,
aunque la breve reunión con Jonas no sucedería. Incluso mientras la observó
girar en la cama y meter de nuevo un mechón de cabello en la trenza ajustada
atándolo al resto, él no pudo alejar la certeza de que iba a huir.

Esta noche sería su mejor oportunidad, si esa era su intención. Ella lo creía
distraído por el interrogatorio de los chacales con Jonas Wyatt. Estaba segura
de que estaba desprevenido, si su intención era marcharse. Si Claire no le
hubiera advertido de las intenciones de Cat, entonces podría haberse
cuestionado su certeza, de que algo andaba mal.
Y algo definitivamente estaba mal.

Podía sentirlo. Incluso cuando levantó la mirada del sistema de seguridad para
mirar a su balcón con las puertas abiertas, sus instintos rugían. Odiaba su
costumbre de dejar las puertas abiertas, se trata de un riesgo para la
seguridad que ponía su piel de gallina, después del ataque de los chacales y
Raymond Martínez.

Pero, como a Claire, le gustaba la noche, y la brisa fresca que entraba en el


dormitorio. Personalmente, Graeme pensaba que era el sentido de la libertad
del acto, lo que hacía que lo disfrutara.

No es que parece, que haya un riesgo esta noche. La brisa era suave, fresca,
pero todavía no era fría. Y para todos los ojos en la pequeña casa de alquiler,
no había nada inquieto o peligroso, que pareciera moverse empujado en el
viento.

El equipo de seis hombres de ejecutores de la Oficina de Asuntos Castas, se


desplegaron alrededor de la pared de la propiedad, en perfecto puntos
panorámicos para ver la zona. Ellos pensaban que estaban ocultos a la
detección de Graeme, pero él los encontró al instante mientras exploraba la
zona.
El hecho de que los instintos de Jonas le advirtieron, despertaba así la fuerza
primordial dentro de él, muriendo por emerger. Sólo más allá de las puertas
de la propiedad Brim Stone, junto con Ashley, Emma, Rule Breaker y su
compañera Gypsy McQuade, observaban la fachada a la vista. Los dos
soldados humanos que el Consejo había enviado, se encontraban escondidos
en unas rocas, cerca a solo media milla de la propiedad, creyéndose ocultos.

Graeme los descubrió al segundo que pasaron las fronteras de Lobo la noche
anterior. No había manera de que su Cat fuera llevada o huyera sin ser vista.
Por lo tanto, ¿por qué tenía la certeza de que su seguridad estaba en
inminente peligro? no lo podía explicar.

Junto a él, tendido en la cumbre rocosa en la subida detrás de la casa, Lobo


esperaba también. El lobo estaba tan quieto, tan silencioso, que Graeme
apenas podía detectar sus latidos. Lobo era mucho más de lo que los otros
sospechaban y tomó extrema ventaja de ello. Y como Graeme, podría ser la
perfecta máquina de matar.

Había estado en su lugar desde que oscuridad cayó y no cuestionó los


instintos de Graeme. En el año desde que se había formado la insólita alianza
Lobo le había dado lo que parecía una incuestionable fe. Si sólo Cat extendiera
una pequeña parte de esa confianza.
— Es buena, — Lobo murmuró cuando su mirada seguía centrada en el
sistema de seguridad. — Fría como hielo. Cualesquiera que sean sus planes,
ella no está dando nada. La has entrenado bien, Graeme.

— Por desgracia, era demasiado exacto.

— Tal vez en algunas cosas la he formado demasiado bien— Graeme suspiró,


su voz apenas un soplo.

Lobo dio un gruñido pequeño, de diversión.

— Como entrenador tus instintos son excelentes. Incluso mi propia fuerza se


ha beneficiado enormemente de ellos. A pesar de su aversión por los felinos—
La ironía del comentario puso una sonrisa en los labios de Graeme.

— Ellos aprenden bien a pesar de mi aversión a los lobos. –

El mundo cree que las Castas felinas, lobos y coyotes, luchaban con una
percepción instintiva de aversión y de prejuicios los unos contra los otros. La
verdad era, que sólo a aquellos que se han alineado con sus creadores
albergan esos prejuicios.
Para aquellas personas que nacieron con los instintos más estrechamente
relacionados con su genética animal, no había ninguna aversión. Ni lo había
estado en su formación tampoco.

— Ella es muy paciente, — señaló Lobo.

— Su paciencia siempre me ha parecido inconmensurable. Y es inmensa. Pero


tiene un límite. Cuando ese límite se ha alcanzado ya ha perfeccionado un
mortífero plan de ataque o de represalias. Ella es increíble—

Él estaba lleno de admiración y ella no tenía ni idea de cómo se sentía.

A los doce años había hecho lo que ni él ni Judd había esperado. Cuando los
agentes de transporte habían llegado para llevarla al centro de matanza, no la
habían considerado una amenaza y no la restringieron.

No es que las limitaciones habrían bloqueado correctamente sus pequeñas


muñecas.

Había esperado, aparentemente elaborando el plan dentro de sí misma, hasta


que detectó de alguna manera el momento perfecto para lanzarse sobre el
agente que la custodiaba y le desgarro la garganta. Judd no esperaba tal
medida y lo había logrado antes de que él pudiera reaccionar. La silenciosa,
fría y precisa determinación que Judd describió hizo a Graeme dudar.

Para el momento en que había visto, sin embargo, sus pocas cacerías en el
desierto, había perdido esa duda.

— ¿Y cuando pierde la paciencia contigo? — Lobo preguntó en un murmullo,


divertido. — ¿Puedes sobrevivir?— Graeme no estaba tan seguro.

— Ella me destruiría, — admitió.

— Sin piedad y sin muerte, joder me despedazaría. Pero es cuando será la


compañera que sé que se esconde debajo de la calma. — Romper esa calma
había sido imposible hasta ahora. Ella era demasiado tranquila.

Demasiado de la protección de Claire había influenciado sus instintos, así


como a su genética casta que luchaba dentro de ella.

— Ella está aumentando, — le alertó Lobo.

Moviendo su atención del e— pad, Graeme vio como ella arrojó el dispositivo
electrónico lejos y se levantó de la cama. Fue a la cómoda, donde cogió un
corto y vaporoso vestido de un cajón y se fue al cuarto de baño.
Maldita sea, debería haber sustituido el equipo de seguridad que retiro de la
sala. Esperando, con los nervios de punta, escuchar el sonido de la ducha,
largos minutos después, debería haberle relajado. Pero no lo hizo. No había
nada que indicara peligro, ni ninguna razón para sospechar que estaba
haciendo algo, sino prepararse para ir a la cama, pero podía sentir despertar
al monstruo. Algunos conocimientos instintivos lo sacaron a la superficie, a
pesar de los intentos de Graeme de empujarlo hacia atrás.

— Brim, toma a Ashley y Emma para comprobar la ducha principal, Lobo


ordenó a través del enlace de comunicación que llevaba.

Graeme no tenía conocimiento, de que link se habían programado para


conectarse con las castas Coyotes.

Brim no respondió, pero Graeme detectó un amago de movimiento, cuando


las castas salieron del Dragoon y escalaron la valla en la parte delantera.

Graeme esperó, observando la seguridad que mostraba Brim, el otro Coyote


y las dos mujeres al entrar por la puerta de entrada y proceder con cautela
hacia el piso de arriba.

— Hay algo que no está bien. — Su voz era profunda, dura, un indicio de que
estaba perdiendo el control sobre la enloquecida fuerza interior que
albergaba. — Maldita sea ella. Ella ha volado. . —
Volar. Claire había dicho que iba a volar, no correr.

Girando la cabeza hacia Lobo, atravesó al casta con una furiosa mirada.

— ¿Hay castas aladas en este desierto? — Lobo lo miró con sorpresa.

— Están en América del Sur—

— Al igual que el infierno lo están, gruñó el monstruo. — Ya están aquí y la


tienen. —

El monstruo estaba libre. El poder inundó su cuerpo, su forma vertiéndose a


través de sus sentidos y agudizado cada detalle, cada vista y olor que llena la
noche. Y, a continuación, el olor de ellos, tan sutil, apenas, le llegó.

Las castas aladas se habían llevado a su compañera.

Un salvaje y enfurecido rugido lleno la noche.

Maldición, mataría a cada uno de ellos.

***
La emoción de volar con las castas aladas nunca envejecería, pensó Cat,
cuando Keenan aterrizó con ella en el suelo del desierto junto a una Limo
serie Desierto Dragoon4. Era el más grande de los Dragoon, expandido con sus
decoraciones de lujo por dentro, blindaje adicional y armas en el exterior que
se está convirtiendo rápidamente en el vehículo defensa perfecta en la parte
suroeste.

Alrededor del vehículo estaban otros cuatros castas alados y uno en el interior
del vehículo con su pareja humana. Adelantándose, Keenan abrió el lado del
pasajero de la puerta de atrás y permitió que Cat se deslizara en el interior.

El interior iluminado había sido ocultado por las ventanas oscuras, pero
cuando se enfrentó a la pareja, ella podía identificar claramente de donde
Honor había conseguido muchas de sus características. El general tenía el pelo
canoso ahora, como el de su esposa, pero era atractivo, con las características
casi aristocráticas que le hacían parecer años más joven.

La miraba en estado de shock, el general y su esbelta mujer estaban en


silencio, sus miradas, abarcando todo. Les sonrió cuando tiró de una funda de
cuero con documentos, de los bolsillos del muslo, de su ceñido pantalón
negro.

4
Desert Dragoon: se deja en ingles por ser el nombre del vehiculo.
— ¿Qué esperaban? — preguntó ella, divertida por su mirada. . Usted sabía
que las castas me traían volando—

— No te esperaba, el general casi susurró. — Dulce Dios, Catarina, pensamos


que estabas muerta. —

Ella mantuvo su expresión divertida, sin desviarse ni un ápice de cómo la


miraban, aunque en su interior se quedó inmóvil por el nombre. ¿Catarina?
¿Quién carajos era Catarina?

— Esa era la idea, — respondió.

— Si el conocimiento de que aún estaba viva, llegaba al Consejo de Genética,


entonces, no lo hubiera lo hubiera estado por mucho tiempo. — Roberts
sacudió la cabeza. — Tantos años. ¿Te has puesto en contacto con nosotros,
pero no con tus padres? Con los que aún te lloran terriblemente, a pesar de
que creen que moriste cuando eras un bebé.— Todo en Cat se helo. Ella se
sorprendió de seguir respirando. Le habían dicho que no tenía padres. Que su
madre había muerto a causa de su negativa a tratar el SIDA, y que había
pasado la enfermedad a su hija, que la habían contratado. Le habían dicho
que la mujer vendió a su hija a Brandenmore por dinero suficiente para
asegurarse de que fuera enterrada correctamente, en lugar de la cremación
como propiedad del hospital.
Y Graeme nunca le había dicho algo diferente.

Sin embargo, sabía que el General Roberts no mentía, y que él nunca hablaría
de algo que no fuera cierto.

— Háblame de ellos— finalmente logró forzar que las palabras pasaran de sus
labios. — Nunca supe quienes eran— Roberts negó con la cabeza mientras los
ojos de su esposa se llenaron de lágrimas.

— Ellos son nuestros amigos más queridos,— Annette Roberts susurró,


lágrimas llenaban sus ojos mientras miraba con asombro a Cat. — Tu madre,
Elena, ha sido mi mejor amiga desde que tenía tres años—

— Mi Dios, eres la imagen de ella, aunque puedo ver la obstinada mandíbula


de tu padre— Un sonrisa temblorosa tiró de sus pálidos labios. — Elena aún
llora por ti cada año en tu cumpleaños y Kenneth aún añade una sola pieza de
mobiliario a las muñecas que hizo para ti, antes de que nacieras— Oh Dios.
La estaban matando. Cat podría sentir su alma siendo destrozada como nunca
antes lo había sido. Arrancando una pequeña pieza a la vez. ¿Ella tenía
padres? ¿Pertenecía a alguien? ¿Y Graeme nunca se lo dijo?

— ¿Cómo podrías no saber quiénes eran?— el general le preguntó entonces.


— El Casta que vino a nosotros a comienzos de este año, Graeme, recopiló
información sobre ellos, nos dijo que su intención era informarte de la
mentira que Brandenmore había dicho sobre tu nacimiento—

— ¿Y usted sabía que Brandenmore mintió al respecto?— Cat pidió,


luchando por entender tal crueldad deliberada. — ¿Años con Honor en el
centro y nunca me dijo?— la consternación y el dolor lleno su expresión
cuando se acercó a ella, suspirando cuando ella se alejó de su toque.

— ¿Cómo podría decirte?— preguntó suavemente. – Tenían la vida de mi hija


en sus manos. Brandenmore pudo haber matado a Honor tan fácilmente
como la había curado. No me atrevía a que cualquiera de ellos sospechara que
era menos que un buen seguidor del Consejo de Genética. Entonces, justo
cuando pensé que podía mantenerla segura, e ir a casa de tus padres, se me
dijo que habías muerto en los laboratorios cuando una de las castas se
escapó. No pude encontrar ninguna prueba de lo contrario y no me atrevía a
agregar más dolor a tu madre—

— ¿Nunca tuvo más hijos?— preguntó Cat aturdida.

— El defecto genético con el que naciste, es algo que tiene que ver con la
incompatibilidad genética entre ella y Kenneth,— le dijo el general.
— Ellos no se atrevían a arriesgarse. Perder otro hijo podría haber matado
Elena— Ella estuvo a punto de morir. Ráfagas de emoción angustiosa
explotaron dentro de ella, destrozándola con la fuerza de ellos.

— ¿Y dices que Graeme lo sabía?,— preguntó.

El general asintió con la cabeza. –El muchacho bengala que se preocupaba por
ti, Gideón creo que ese era su nombre, lo sabía también. Una vez que la
anomalía genética se trató, el Dr. Foster exigió saber quiénes eran tus padres
y donde estaban, en el caso de que necesitara más información genética. El
niño estaba allí y cuestionaron su presencia, aunque el médico me aseguró
que nunca hablaría de ello. Me imagino que no lo hizo— Sacudió la canosa
cabeza con tristeza. — Maldita sea, ese chico te amaba, sin embargo. No
había un guardia o un médico que no sudara cada vez que las terapias te
fueron administradas. Incluso Brandenmore caminaba con cautela en torno a
él, cuando estaba preocupado. Lo que le hicieron más tarde.— Señaló en una
respiración dura, mientras el olor de una horrible incredulidad flotó a su
alrededor. — Si no lo hubieran amenazado con readquirirte a ti, hubiera
muerto durante esa última vivisección. El horror brilló en sus ojos y en el alma
de Cat.

Hubo tres. En la última, Bennett dio orden de adquirirte a toda costa, para ver
si podías sobrevivir a los mismos experimentos. Dios sabía que merecía la paz
después de lo que Bennett le hizo. Espero que por fin, encuentre una medida
de ella. —

¿Tres vivisecciones? ¿Ellos lo cortaron mientras estaba vivo, con los órganos y
el interior de su carne expuestos, en un acto del que ninguna otra casta se
sabe que hayan sobrevivido? Y lo amenazaron con hacerme lo mismo.

No hay manera que lo habría permitido. Por eso, el monstruo que acechaba
dentro de él, había subido como un demonio de muerte, para destruir a
cualquiera que se atreviera amenazarla.

Esto es lo que le estaba escondiendo, porque había sido su culpa. La


transfusión que colocó su sangre dentro de él, lo marcó con su hormona de
apareamiento y, por esta razón, el Dr. Bennett habría estado fuera de sí, por
la alegría de experimentar con la vida del casta.

— ¿Trajo la información?— Los archivos que detallan lo que le hicieron, ¿por


qué lo hicieron, y el nacimiento del monstruo que desataron? Ese ha sido su
precio, le advirtieron, aunque igual le habría dado la información, para que
encontrara a su hija.

— Si hubiera sabido que era tú, Catarina, — susurró, habría tratado de


disuadirte de pedir ese precio— ¿Para qué ver lo que le había sucedido a
Graeme más brevemente de lo que dije?—

¿Cuál sería la diferencia?— ella lo sabía ahora, de lo que Graeme había


tratado de protegerla.

Todas las mentiras, su deliberado silencio, su negativa a revelar que tenía


padres, todo había sido su intento de protegerla, de garantizar que nadie
pudiera hacerle daño. El medio es discutible, pero la intención era pura. En
ese momento esa visión rompió lo que quedaba de su corazón. Ella se había
negado a confiar en él, a pesar de que ella lo conocía, lo conocía en lo más
hondo de su alma, el hombre que había conocido cuando era niña no le haría
intencionalmente daño. Graeme, el casta que llegó a nosotros meses atrás,
dijo que sabe donde Honor se oculta. Todavía tengo que saber su identidad,
sin embargo— Los ojos grises se endurecidos en ella. — No hemos recibido
noticias de él. No le dijimos que ya estábamos en contacto con alguien, que
nos da informes sobre ella— La gratitud brilló en sus ojos. — Por ello, te
damos las gracias. Vivir sin ella.— La humedad brilló en sus ojos, mientras una
lágrima resbaló de su esposa.

— Tantos años perdidos— Él le entregó el chip de memoria flash.

La información que había negociado era de ella ahora, ¿para qué? ¿Para saber
que tan lejos iría para garantizar su seguridad?
Cat a su vez entregó la funda de cuero protegida con documentos, fotos y
varios chips de memoria flash que había hecho de la vida de Honor, en el
transcurso de los años.

— ¿Es Honor feliz?— Annette le susurró a continuación, un hilo de miedo,


que su hija podría no necesitarla ahora en su vida, mientras ocultaba la
esperanza.

— Esta con una casta que la ama más que a su propia vida, — Cat le dijo
suavemente. — Pero aún extraña una madre en quien confiar y un padre en
quien apoyarse. La pareja que la reclamó como su hija, son unas personas
maravillosas, pero ella nunca se acercó a ellos— Honor nunca había
despertado como Cat. Por lo menos, si lo hizo, nunca dejó que nadie,
especialmente Cat, lo supiera. — Tienen la información que posee Jonas
Wyatt. Él está en las oficinas de Asuntos Castas en Window Rock. Asegúrese
de que el director de dicha oficina, Rule Breaker, está presente durante la
reunión. Enfréntese a él, demande verla, y Rule se cerciorará de que esto
suceda. De lo contrario, Jonas tendrá al Casta del que ella está enamorada en
movimiento.

— ¿Ella está en peligro?— el general adivinó.

— Por el momento,— afirmó Cat, todavía tratando de mantener sus


destrozadas emociones.

— Dejarle ver a sus padres no afectará su situación, sin embargo. Incluso


podría ayudarla—

— Catarina— Annette se sentó adelante, cuando Cat alcanzó la puerta para


dejar el Dragoon. — Cualquiera que sea el dolor que acecha tus ojos, podría
aliviarse con el amor de una madre. Ve con tus padres, por favor.

Porque no sé si puedo ver su dolor otro año y no revelar la verdad. Y confía en


mí, cuando lo haga, tu padre se va a volver un balístico. Él va a arrasar a través
de las fuerzas castas con cada favor que ha reunido en su vida y en la su
padre, y sólo Dios sabe la destrucción que va a causar por encontrarte. —

— El Buró no sabía nada de mí.

No me ocultan, ni sabían dónde estaba escondida. Si lo hubiera hecho, habría


muerto hace mucho tiempo atrás. Confié en mí, señora Roberts, quienes me
escondieron lo hicieron donde nadie pudiera encontrarme a menos que
quisieran que me encuentren. —

No va a cambiar nada, querida,— le advirtió el general suavemente. —


Kenneth no lo permitiría. Una vez que sepa que estás viva, va a destrozar al
mundo por encontrarte— Cat miró a través de la ventana, viendo como
Keenan y sus castas aladas estaban protectoramente alrededor del Dragoon.
Su mundo no es un sitio para unos padres que habían amado a su hija.

— No soy más la niña que perdieron,— le susurró, negándose a mirar hacia


atrás. — Es mejor no lo sepan—

Cat— Lo que el general había estado a punto de decir fue cortado por un
rugido feroz, de alguien fuera de su sano juicio, que dividió la noche y tenía a
las castas aladas alzando sus armas.

— Vete— empujo para abrir la puerta y saltó fuera, ella gritó la orden al
conductor. –Sal como el infierno fuera de aquí—

La Raza alada saltó al asiento del conductor y aceleró antes de que finalizara
la orden de Cat.

— Vamos a volar,— le exigió a Keenan.

El Águila miró hacia abajo con tranquila contemplación, sacudió la cabeza.

— Es mejor hacerle frente a la bestia aquí, que él nos siga— suspiró.


— Espero aún tener algunas plumas cuando esto termine—

— No. — me agarró el brazo, de repente aterrorizada cuando el rugido sonó


de nuevo, esta vez mucho más cerca.

— Me ocuparé de él. — Vete—

— ¡Vuela, bastardo!— enfurecido, gutural, la demanda fue de una sombra


que saltó de la oscuridad, agazapado, enloquecido de rabia, esta brillaba en
sus ojos de oro martillado.

— Si bien todavía tienes plumas para hacerlo— Cat giró la cara para
enfrentarlo... pero ni siquiera estaba segura de quién era él.

Sea lo que sea en lo que Graeme se había convertido, no era Gideón, y no era
la cara que llevaba antes el mundo ahora. Parecía más alto, más amplio, tan
potente que daba miedo.

— ¿Estás jodidamente loco?— Ella estaría maldita sí se iba a intimidar o a


dejar que dañe a uno de los pocos amigos verdaderos que tenía.

La sonrisa que le dio fue aterradora; los incisivos relucientes con desafío eran
más afilados, más largos que antes.
La mirada que le acompañó fue una de tal satisfacción masculina que hizo que
sus garras surgieran y las flexionaran en alerta.

— Me imagino que lo estoy— El rugido de peligro en su gruñido, hizo que un


frío corriera por su espalda. — Ahora, ponte a un lado para que yo pueda
convencer a tus amigos de lo mismo—

Sus ojos se redujeron. — Sí, son mis amigos, y no vas a tocarlos—

Su rugido destrozo la noche de nuevo.

La única razón por la que no se inmutó es porque estaba demasiado


impresionada por él.

Conmocionada y muy consciente de los peligros que rodeaba a las Castas


Aladas ahora. Si Keenan resistían y luchaban como él pretendía, entonces
podían morir todos.

— Ellos te llevaron.— Este rugido, y no había otra palabra para ello, estaba
lleno de furiosa afrenta. — Los llamaste para que te liberaran. — Ahora
pueden tratar con ello. —

— ¿Y cómo exactamente me liberaron?— espetó sarcástica.


Ella tenía un miedo de muerte por Keenan y sus hombres, pero no por ella.
Graeme se había convertido en lo que era por ella, se convirtió en un poder
aterrador y pura fuerza primitiva que ahora demostraba. Pero no era una
amenaza para ella.

Por desgracia para él, lo mismo no podía decirse de ella.

— Tomaron lo que era mío— él caminó hacia adelante, su mirada fija en


Keenan. Vamos, hombre pájaro. Sal de detrás de la chica bonita—

— No estoy loco,— Keenan dijo con calma. — No me importa ni un poco que


se interponga entre nosotros. Me gustan mis plumas—

Graeme se burló de él. — Cobarde—

— Cordura— es la palabra que buscas , creo—

— Debiste haber utilizado esa cordura y negarte a volar con ella y alejarla de
mí, entonces— El gruñido se mezclo con tal abundancia de frustración que no
podía pasarse por alto.

En la medida en que ella estuviera entre ellos, no atacaría. Al menos no


mientras no estuviera en peligro. Lo que tendría que calmarle al final, ¿o no?
— Le debo, Bengala, — Keenan le dijo entonces, su tono práctico. — Más de
lo que te debo. Y como es de tu conocimiento, mi deuda es grande—

¿Le debía? Era la primera vez que había sabido que Keenan mentía
descaradamente.

Creía que no sabía cómo.

Él no le debía una maldita cosa.

Había venido a ella en la oscuridad, una noche mientras cazaba y le informó


que dos coyotes del Consejo se acercaban sigilosamente a ella. Y desapareció
rápidamente.

Ella le debía.

Pero ¿qué le debía a Graeme?

— La retribución está en tu futuro,— espetó Graeme y a pesar de que la rabia


seguía pulsando en torno a él, no parecía tan intensa. — Cuenta con ello. —

— En ese momento obtendrás tu lucha. — Keenan suspiró fuertemente. —


No habrá ninguna retribución. —
Ella iba a preguntar, decidió Cat, porque no tenía ni idea de que infiernos
estaban hablando.

— Graeme. — De repente, él se encontró al frente, de espaldas a ella,


rugiendo hacía afuera en desafío y sintió que Keenan y sus hombres se
movieron para escudarla entre ellos, listos para la batalla.

De entre las sombras surgieron cuatro figuras. Altos, vestidos con pieles de
guerreros, tan silenciosos como la muerte se trasladaron hacia ellos.

El desconocido.

— No. No la tendrás, — Graeme le advirtió, el monstruoso sonido de su voz


una vez más aterrador.

Sus miradas centradas en ella, se encontraron, mientras la miraban por


encima del hombro Graeme.

Rostros pintados, los ojos brillando más oscuros que la noche, se movían
lentamente hacia adelante, incluso la brisa parecía moverse con ellos. Eran la
tierra, la oscuridad, los secretos de la tierra y los protectores de todos sus
secretos.
Cat sintió un sollozo luchando para escapar de su garganta cuando una
energía eléctrica comenzó a agitarse a través de su cuerpo.

— ¡Gideón!— Ella lo llamó con miedo cuando él se dio vuelta y las castas
aladas fueron hacia atrás lentamente, lejos de ellos, ya no defendiéndose,
sino atendiendo a la repentina brisa que presionaba contra ellos.

— No. — Él gruñó, cogiéndola cuando la fuerza pareció salir de su cuerpo.

Ella podía sentir que era desgarrada de adentro hacia fuera. Su corazón luchó
para vencer, pero podía sentir su desaceleración. La sangre martilleaba en su
cabeza, tratando de empujar a través de sus venas, pero se desaceleró. El
terror envió adrenalina a que entrara en su torrente sanguíneo, pero tuvieron
poco efecto.

El despertar. La profecía dijo que iba a pasar con la muerte. Con su muerte.
Miró a los ojos de su compañero.

Gideón, Graeme, cualquier rostro que mostrara al mundo, era de ella.

Su única fuerza durante el tiempo que podía recordar, su protección.

Nada, ni nadie más le había importado, sino ella. Siempre había deseado un
lugar al cual pertenecer, pero mientras lo miraba, se dio cuenta de que nunca
había tenido que luchar por tal cosa. Siempre le perteneció, porque siempre
había sido su vida.

— Yo no sabía,— ella aspiró profundo, tratando de aferrarse a él, cuando un


grito animal de rabia parecían hacer eco en torno a ella. — No entendí. . .

Oh Dios, no podía respirar.

— Te amo,— le susurró, jadeando, sintiendo a su espíritu siendo arrancado


de sus amarres. — Abrázame, G. Abrázame.—

La oscuridad se envolvió a su alrededor.

No todavía no. Lo necesitaba una vez más. Tenía que decirle que lo sentía por
tardar tanto en entender. Necesitaba romper su culo, por no decirle tantas
cosas. Necesitaba amarlo.

No quería dejarlo.

Pero la llevaban. Podía sentirlo, sentir todo, abarcando su peso, chupando la


vida de ella y robando todo lo que había conocido. . .
Robando el sueño de permanecer con el hombre que había sabido siempre, le
pertenecía. Alma, vida y corazón.

Su G.
Capítulo Veintidós

Graeme miraba el paisaje iluminado por el sol, desde el balcón de la


habitación, apenas registraba el calor del día, más de lo que registraba la
presencia de los que estaban con él.

Jonas Wyatt, Rule Breaker y su hermano, Lawe Justice. Lobo Reever y tres de
sus alphas Castas Lobo y la otra femenina, Cassie Sinclair. De donde infiernos
Cassie había salido, incluso no lo cuestionó. Había estado allí, mirándolo
tristemente cuando regresó a la casa, con el rostro pálido, las lágrimas en sus
ojos, se trasladó hasta el dormitorio.

El dormitorio de Cat.

Su aroma lo lleno, rodeándolo. Durante horas, se sentó en la cama, lo que


permitió que su aroma penetrara en él, recordarle lo que él había perdido.
Ella olía a verano en la montaña, por encima del caos del mundo. La inocencia
y la verdad, lo que un hombre sólo se encuentra cuando se enfrenta a la
Tierra como se debe. Al natural.

Libre de artificios. Esa era su Cat.


Ellos la habían tomado de él y había estado impotente... Él, que había
mandado a una criatura diferente a cualquiera otra, de la que hubieran oído
hablar, un instinto primario que vino a la vida para proteger a su compañera, y
había estado indefenso.

Los vientos le habían bloqueado en su lugar, haciendo caso omiso de sus


rugidos, sus luchas, y la habían arrancado de sus brazos, mientras le pareció
que su vida se iba. Le gritó a ella, le suplicó que no lo dejara.

Y se la habían llevado.

Al momento en que los perdió de vista, los vientos lo habían puesto en


libertad, pero no pudo encontrarla. Y la lucha salió de él. El monstruo se había
retirado, de mal humor en silencio y esperando.

Oh, estaba esperando. Su compañera fue tomada, y el monstruo cobraría


venganza.

Graeme los encontraría, desgarraría cada piedra, cada mota de polvo en ese
desierto y los encontraría, tan pronto como le fuera posible aceptar, que
habían tomado a Cat sin vida de sus brazos.

Sin vida.
Había sentido su espíritu ser arrancado de su cuerpo, arrancado de él. Cuando
miró se había quedado solo. Incluso las Castas Aladas había desaparecido en
la noche, y le habían dejado de rodillas en el polvo, en silencio, mirando hacia
abajo, al lugar en el que Cat había estado, incapaz de creer lo que sabía.

— No teníamos ni idea de que Keenan y sus hombres se encontraban en el


área, — dijo Jonas, su voz baja, mientras se apoyaba en la baranda del balcón.

— No hubo ni un indicio de que estaban aquí—

— Había rumores de que se habían ocultado en América del Sur una vez más,
después de escuchar de que castas aladas femeninas sobrevivieron, Rule
intervino. –Les hemos enviado mensajes, ofreciendo ayudarlos, pero nunca
más volvimos a oír nada.

Les había ayudado, pensó Graeme. Él los había ayudado. La tecnología que
poseían, que les permitían permanecer invisibles incluso para los sentidos
Castas, él se las había dado. La armadura en su ropa de cuero, se las habían
dado, de la misma forma que había creado la terapia que fortalecía los
músculos de las alas, lo que les permitía añadir más músculo a su cuerpo y
aún volar.

Él les había ayudado y sin embargo, la habían tomado de él y permitieron que


robaran su vida.

Su compañera. Su compañera fue tomada de sus brazos y no había sido capaz


de hacer nada, para impedirlo.

Los encontraría, a los cabrones con alas, mataría a Keenan. Y a los otros que
tuvieron que ver. Haría que los bastardos gritaran por días antes de
permitirles morir. A continuación, uno por uno, él se ocuparía de lo
desconocido y de sus dirigentes, los seis jefes. Los Espíritus Guerreros Navajos
no hacían nada sin que los jefes lo supieran.

Y él comenzaría con Orrin Martínez. Viejo, débil, no duraría mucho, pero


Gideón dejaría la prueba del infierno que un casta podría traer, cuando
tomaban a su compañera.

— Graeme. —

— Yo soy Gideón,— dijo suavemente en respuesta cuando Jonas habló— Yo


soy la venganza. —

Se escuchó un pequeño suspiro de Jonas.

— Nuestros agentes están buscando a Orrin Martínez,— dijo Rule. — Ni él, ni


los otros jefes han sido encontrados todavía, pero serán hallados—

Empezaría con Lincoln Martínez, Graeme decidió. Cuando fuera por lo


desconocido, iría por Lincoln en primer lugar.

El hermano de Claire había estado allí. Había sido quién tomó a Cat de sus
brazos, devolviendo la mirada a Graeme con pesar.

— Voy a traerla de vuelta, — Lincoln le había susurrado. — Una vez


completado el paso, voy a llevarla a ustedes—

— Por favor.— Le suplicó, incapaz de detener al guerrero de partir con ella. –


No.—

Aún asi, Lincoln se la había llevado. Sosteniéndola suavemente en sus brazos,


se la llevó sin mirar atrás.

Sangre.

Él tendría sangre por esto. La sed ya se estaba construyendo en sus sentidos,


el monstruo, astucia brutal, trazando el mejor curso de acción. Tan pronto
como Graeme podría hacerse creer.
— Jonas, entiende que combatiré si intentas tirar al Casta a la ley y
llevártelo,— dijo Lobo que se encontraba al lado de Graeme. — Nuestro
acuerdo me da total autonomía dentro de mi tierra— No lo intentes—

— Reever, si lo hubiera querido, lo habría tomado cuando él y Rule estaban


cuidado del pequeño problema de Rule, meses antes,— Jonas resopló. — No
me insultes. Tomaría represalias en formas que ni siquiera deseas
experimentar. —

Graeme sabía que Jonas era consciente de quién era él, Jonas sólo no había
podido demostrarlo.

— Entonces, ¿por qué infiernos has estado fingiendo darle caza? — Lobo
espetó. — La búsqueda que ha realizado ha conducido aquí a cada soldado
casta del Consejo de Genética y científico que existe. —

— Y ese era exactamente el punto. —

— Ese era nuestro plan, — dijo Graeme distraído. — Nos hemos reunido
después de la última dosis de la terapia de Amber. Yo no podía dejarlos a él y
a Rachel atormentados con preguntas acerca de su cambio. Cat se habría
enojado conmigo, si se enteraba que Rachel lloraba, temiendo por su hija.
Antes de eso, nos hemos comunicado con frecuencia, aunque rara vez
confiaba en mí y se negó a cooperar. Aún así, la intensidad de la búsqueda
nunca fue, como se percibió—

Se había tomado un riesgo conocido entonces, lo hizo. No obstante, las


lágrimas de la madre, le había recordado demasiado a las lágrimas que la
madre de Cat había derramado cuando se habló de la pérdida de su hija,
Catarina.

Su Cat.

Elena creía que Cat había muerto en sus brazos a los seis días de edad de la
anomalía genética con que ella había nacido. Y ella todavía lloraba al hablar de
ella.

— Hijo de puta, ustedes dos deberían haber sido gemelos,— Rule maldijo con
incredulidad.

— Uno de estos días, Jonas, tus juegos harán que te maten.

— Aprendan de él— Jonas no sonó comprensivo. Si quieres tomar mi lugar


en algún punto, entonces lo mejor es que aprendas cómo hacerlo. —
Sí, Jonas estaba preparando a Rule y a varios otros. Ellos eran verdaderos
jugadores naturales, castas que Jonas estaba tratando de traer poco a poco a
su mundo. Muy lentamente, Graeme a menudo reflexionó.

Él había planeado ayudar al director a enseñar a sus directores elegidos a


cómo manipular el mundo a su alrededor y la información que entraba. Sería
muy fácil para ellos, una vez que presionaran más allá de la opinión de Jonas y
sus maquinaciones. Eso no ocurriría ahora. Simplemente no hay voluntad para
continuar.

Sin voluntad.

Ese era el motivo por el que no estaba peinando el desierto, en busca de


venganza. Por qué el monstruo se había retirado en silencio. No habría
venganza porque no había voluntad de lucha. Su Cat había desaparecido.

— ¿Cuál era la finalidad de todos el engaño, Jonas?— Lawe preguntó


entonces.

— ¿La supuesta búsqueda de un loco casta que estaban conspirando?— Pero


no fue Jonas quien respondió.

— Las líneas de comunicación entre espías, — Lobo respondió por él.


— Distraer al enemigo en la búsqueda de lo que pensaban que Jonas estaba
desesperado por encontrar, mientras que Jonas se deslizaba por debajo del
radar para adquirir información.

Identificar topos y renegados y en los que podía confiar para que él pudiera
fortalecer vínculos con las comunidades Casta, la política y las de
infraestructuras—

— En pocas palabras—

— Si vamos a sobrevivir, tenemos que mirar más allá de la aversión a las


manipulaciones y juegos para fortalecer los lazos de las castas en áreas que
garantice que no nos puede borrar fácilmente,— dijo Jonas. — Ahora mismo,
nuestra posición es débil como el infierno. El mundo puede volverse contra
nosotros con la misma facilidad con la que nos apoyó. Si no queremos ser
cazados, entonces no tenemos más remedio que ser más inteligentes, más
astutos y engañosos de lo creen aquellos, que nos crearon. Y las opciones para
hacerlo son limitadas— Para sobrevivir, las castas con claridad, deben ver no
sólo más allá de la supervivencia, sino tomar difíciles decisiones. Graeme una
vez había sido una de esas castas.

No podía serlo más. Sin Cat, no había nada por que pelear.
Hay unos cabos sueltos que atar, y una llamada que hacer a Benjamín Foster
para decirle adiós. El hombre que llamaba padre, lloraría, pero no pudo
encontrar ningún pesar por eso. La información que había acumulado desde
que era un niño, Graeme tendría que reunirla y asegurarse de que iba a un
vigilante apropiado.

Alguien que supiera usarlo sabiamente.

Jonas era la respuesta obvia, pero Graeme ya había elegido a otro, cuya fuerza
y capacidad para ver más allá de los juegos, serviría a las Castas mucho más
cuando se trataba de tal vasto conocimiento.

— ¿Graeme?— Judd salió al balcón.

No, él no era Judd. Era Cullen. Graeme no esperaba que su hermano llegara.

La necesidad de mantener el secreto de su identidad ha sido demasiado


importante.

— No debes estar aquí— Graeme suspiró, frotando una mano por su cara,
sorprendido al sentir la humedad.

No hay manera de ocultar quién era él, de pie al lado de Graeme.


Eran mellizos, nacidos de la misma madre, división del mismo huevo, idénticos
en casi todas las cosas.

— ¿Dónde más podría estar?— preguntó Cullen, su voz cansada. — Mis


hombres están recorriendo el desierto.—

— Como uno de los desconocidos, debes saber dónde están,— Rule espetó,
el conocimientos que poseía, ya no se considera un secreto. — ¿Dónde están,
Cullen?—

— No soy uno de los verdaderos desconocidos,— Cullen informó a las castas,


su voz firme. — Soy un miembro de su círculo interior, llamado El
Desconocido, pero no estoy en sus secretos, Rule. Especialmente este. Si lo
hubiera sabido, habría matado a cada uno de ellos para detenerlos.

— Suficiente— Graeme puso su mirada más allá en el desierto. — Eso no


importa ahora— Pocas cosas importaban.

Hacer las llamadas. Recopilar la información y asegurar que Cullen tenía todo
en su lugar para asegurarlo correctamente.

Entonces se dejaría llevar. . .


Algo blando cayó en su regazo.

Mirando hacia abajo, vio el viejo osito de peluche marrón que había pedido a
Khi.

El oso de peluche de Cat. Él lo mantuvo en su despacho sentado en su


escritorio. Tantas noches, ese trozo de tela relleno, con un solo ojo, evito que
la locura rasgara su mente en jirones.

— Le encantaba ese maldito oso de peluche, — susurró, tocando una raída


oreja. — Lo abrazaba como si fuese un bebé cuando era una niña. —

Había todavía una ligera huella de sangre en el, cuando mató a un guardia que
intentaba tomarlo. Debería haber muerto por la transgresión, pero había sido
demasiado importante como para que lo mataran.

Brandenmore le había considerado la clave de todas las investigaciones que


había estado llevando a cabo. El bastardo nunca había sabido que Graeme ya
se había ocupado de todo. Que dejó que Brandenmore sufriera una muerte
terrible por las innumerables vidas que el bastardo había tomado
innecesariamente.

— No deberían haberlos dejado— suspiró, mirando a Cullen. — Debería


haber encontrado una forma de llevármelos a los dos, cuando escapé. — No
hubo forma de hacerlo, sin embargo. Había planificado durante años y no
había sido capaz de encontrar una manera de llevarse a su Cat con él. Y Dios
sabía que él lo había intentado. Lo intentó desesperadamente.

— Se ha ido,— dijo suavemente, moviendo la cabeza mientras se levantaba


de la silla con cansancio. — Salgan,— ordenó a todos ellos.

— Maldita sea, lárguense— necesitaba silencio. Él necesita estar en la cama


que había compartido con ella y con su aroma por un rato y olvidar que le
había fallado. Olvidar como había fracasado.

— Graeme, Cat no querría esto para ti,— Khi susurró, su voz estrangulada,
llena de lágrimas.

— Te amaba— Ella no querría que renuncies—

— Ella no está aquí para tomar esa decisión,— gruñó. –Se ha ido, Khi. Se la
llevaron. No puede dar su opinión.—

— Al menos no, hasta que ella patee tu culo—

Graeme giró, bloqueo la puerta a los otros, mientras miraba dentro de la


habitación, seguro de que no la había escuchado. No podía ser ella.

Parada en el medio de su habitación, vestida como había estado la noche


anterior en su ceñido traje negro de misión. Polvorienta, untada con un poco
de barro y oliendo a la tierra envuelta en humo.
Podía olerla como nunca lo había hecho.

El olor del apareamiento era como un reguero de pólvora ardiendo a su


alrededor, pidiendo por él, infundida en tal lujuria hambrienta, gruñó por la
fuerza de la misma. Ese mismo polvo surcaba su rostro, su cabello
despeinado, con capas que se soltaron de su trenza y se quedaron en la suave
curva de su cuello.

Una mano estaba apoyada en su cadera, mientras lo miraba con los ojos
entrecerrados, pese a toda su bravata y desafío y del olor de su lujuria y las
emociones turbulentas que corrían a través de ella, él pudo sentir el
agotamiento.

— Ya era hora. Venga, todos, vamos a darles un poco de paz. — Cassie pasó
junto a él con un suave empujón y entró en el dormitorio, sonriéndole a Cat.

— Yo no sabía si él iba a beber la sangre de alguien o a poner una bala en su


cerebro. Afortunadamente, tenía la intención de esperar para hacerlo bien
así que pensé que estábamos a salvo, esperando a que regreses.—

— ¿Sabías que no estaba muerta?— Jonas sonaba indignado, Graeme estaba


seguro, de que estaría asi de indignado, más tarde.

— Sabía— es una palabra fuerte,— Cassie informó a todos. — Ella no se


sentía muerta, así que tenía la esperanza.—

La compasión compitió con la diversión cuando ella salió del dormitorio,


seguida por los otros, sus expresiones asombradas, ya que mantenían sus ojos
en Cat el mayor tiempo posible.

— Tuviste suerte, hermano— Cullen se detuvo su lado, su mano presionando


la espalda de Graeme momentáneamente. — No lo jodas. —

La tristeza en la voz de su hermano era sutil, recordando a Graeme que Cullen


había perdido a su esposa varios años antes.

La puerta se cerró detrás de su hermano segundos más tarde, dejando a


Graeme para asegurase que su compañera estaba realmente allí.

— ¿Cat?— susurró, dando un paso más cerca, su garganta apretada, la


emoción lo inundaba. — ¿Bebé? ¿Estás realmente aquí?— Ella dio los últimos
pasos por él, alzó su mano para tocar su cara, su expresión suavizada con la
fragancia del amor. — Era amor, lo que estaba envuelto alrededor de él.

— Te amo, G. — Las Lágrimas cayeron de sus ojos. –Voy a patearte el culo, de


verdad. Pero quiero que sepas, que te amo tanto. Y lo siento. Un sollozo
quedó engancho en su voz. — Estoy tan triste. —

Ella olía a amor. Indescriptible, puro e invencible.

Amor. Había dudado cuando ella había hablado de eso, pero en las muchas
horas desde que la sintió morir en sus brazos, se había dado cuenta
plenamente, que lo que él sentía era amor, pero mucho más también.

— ¿Lo sientes?— susurró, cuando tocó su cara, sin creer que ella estaba allí,
para probarse a sí mismo que no era una alucinación, enloquecido por su
desesperación, por tocarla, una vez más.

¿Por qué lo sientes, Cat?—

— Por no entender,— le susurró, mirándolo con los ojos llenos de lágrimas. –


Por no comprender tu necesidad de protegerme, sin importar el costo para
ti— Él sacudió la cabeza, levantando su mano para tocar su rostro húmedo,
sólo para darse cuenta de su mano estaba temblando, sus dedos temblaban
tan desesperadamente que no podía hacerlo aún.

Y él tenía que tocarla. Sus labios entreabiertos para él, suaves como la seda y
tan tentadores.

— Hablaremos más adelante— Más tarde. Tenía que besarla, tenía que
abrazarla, mostrar su amor por ella. — Hablar más tarde—

Rápidamente bajó la cabeza cubriendo sus labios con los suyos, su hinchada y
dolorida lengua penetró sus labios para barrer en su interior.

El sabor de la miel, dulce, inocente y llena de vida, se reunió con su beso. El


sabor explotó a través de sus sentidos, a través de su alma. La hormona de
acoplamiento, una vez apenas presentes en su sistema, explotó contra sus
papilas gustativas y llenó sus sentidos ahora, como una chispa que explotó en
una brillante llama que ardía a través de sus sentidos.

Estaba viva, aquí en sus brazos, en su corazón, en el alma de quien y lo que


era, y nada más importaba.

Ella vivía.

El placer era más fuerte, más caliente.


El sabor picante del calor en su beso se hundió en sus sentidos con un poder
tal, que no podía obtener suficiente, no podía saciar la abrumadora necesidad
del gusto que se derramaba en sus sentidos.

Su lengua se frotaba contra la suya, bromeando, cerrando sus labios sobre ella
y dibujando la rica potencia de las glándulas bajo su lengua. A continuación,
volvió a empezar, tentando a su lengua a seguirle a permitirle hacer lo mismo.
El apasionante duelo se convirtió en una danza de dar y tomar, arrancaron la
ropa de cada uno, del cuerpo del otro, decidida a estar piel a piel.
Los cordones de las botas fueron triturados, el cuero pateado a un lado.
Garras afiladas rasgaron los ajustados pantalones negros de las caderas de
Cat, mientras las garras de Cat desgarró la pretina de los jeans que lo cubría,
antes de romper el material de abajo de las piernas, lo que le permitió darle
una patada para librarse de ellos. Las camisetas no era otra cosa que tiras de
material repartidas por el suelo, de ninguna manera asemejando a lo que
fueron.

Desnudos, sus cuerpos ardiendo, la adrenalina infundida con las hormonas de


acoplamiento, demasiado poderosas ahora, para negar el vínculo oculto por
fuerzas fuera de su control durante tanto tiempo, el hambre invalidó
cualquier sutileza o juegos previos.

Ahuecando su trasero con sus dedos con garras Graeme la levantó hacia él,
sintiendo sus muslos abrazar sus caderas, sus sedosos jugos saliendo de ella,
la cabeza de su pene presionando más allá de los sedosos pliegues,
empujando dentro del brutal dolor centrado en su vagina.

— G, oh Dios, es tan bueno,— ella gritó, garras pincharon la dura piel de sus
hombros, enterrando los labios en su cuello una vez más, mientras empujaba
de nuevo, con más fuerza, profundizando, mientras el éxtasis hacía eco a
través de sus sentidos con cada penetración dentro de su funda.

Cada empuje salvaje lo enterró aún más dentro de ella, carne sujetada con la
feroz determinación, de mantener cada pulgada dentro de ella. La respuesta
instintiva de las mujeres castas con su pareja masculina, asegurar que el
macho luche por la posesión, mientras que el dolor de éxtasis en cada
embestida intensifica su placer, así como el de su compañero.

El salvajismo de su posesión, podría impactar más adelante, por ahora, cada


uno empuja por la supremacía, la genética casta alimentaba una sensual,
sexual batalla para garantizar el acoplamiento en lo más profundo de su alma.
Nada digno de tener, viene sin una lucha de fuerzas, empujando
determinados en oponerse ya que el instinto primitivo era una parte del
acoplamiento Casta, uno que cada día se convertía en una aventura, tanto
sensual, así como la unión de todo lo que eran.
Un gruñido salió del pecho de Graeme, mientras luchaba con cada embestida,
los músculos interiores sujetaban su erección; extremadamente resbaladizo y
ardiente calor, se derramaba en lo más profundo de su vagina y la
desesperada necesidad de tenerlo llenando su canal dio un apretón adicional.
El placer fue indescriptible. Un juego de placer— dolor con cada embestida,
arrastrando un grito desde su garganta, derramado más de sus jugos
resbaladizos y que sólo intensificó el dolor.

— Mía— Su gruñido fue la única advertencia que le dio antes de retirarse,


elevarse y empujarla de rodillas en la cama y montarla con su fuerza
dominante. Empujando sus hombros a la cama con una mano, mientras que
sostenía las caderas en su lugar con la otra mano, la penetró por detrás,
empujando más profundo, con cada empalamiento de sus caderas, hasta que
estuvo enterrado hasta la empuñadura y con golpes furiosos garantizó su
incapacidad para apretar esos músculos íntimos plenamente.
Separando sus muslos aún más con las rodillas, Graeme se apoderó de ella, y
los dientes se bloquearon en la delicada carne entre el cuello y el hombro,
mordiendo sólo lo suficientemente duro, como para enviar sensaciones
ardientes al área donde sus dientes sujetaban su carne, para combinarlo con
la brillantez de la sensación del fuego que explotó a través de sus sentidos con
cada embestida de su polla en su cuerpo.

El éxtasis disparaba placer y dolor a su cuerpo, apretando la espiral de


sensaciones a través de sus sentidos. Ella fue abrumada con la desesperación
de obtener más, más duro, más profundo, porque la ceguera caótica del viaje
a ese punto, en el que su alma se fusionó fue una explosión de éxtasis puro,
mezclado con el gozo.

La sensación de su erección penetrando salvajemente dentro de ella,


enterrándose hasta la empuñadura con cada golpe, quemando las
terminaciones nerviosas tan sensibles a cada toque, que sólo alimentan a ese
incendio fuera de control dentro de ella, sólo la empujaba más alto, más
rápido. Ella estaba volando sobre el salvaje placer, los gruñidos femeninos
hacían juego con los gruñidos masculinos, en una maraña de gran placer
vibrando en su espalda, hasta que sus garras trituraron las sabanas debajo de
sus caderas removiéndose debajo de él. Un torrente de sensaciones irrumpió
a través de su cuerpo, pulsando a través de su hinchado clítoris y el
desesperado agarre flexionando alrededor, con cada intrusión. Ello flameó por
su mente, explotó en sus sentidos y detonó en la profundidad del centro de su
cuerpo con una fuerza y un éxtasis tan potente y salvaje que ella se sintió
arrojada al ciego y ardiente calor de la liberación.

Inmediatamente, sus músculos sujetaron la erección, la larga longitud


enterrada dentro de ella, ondulando sobre ella, explotó con un bajo gruñido
de intenso placer masculino.
En un segundo, sus sentidos chocaron una vez más, abriendo entre sí una
parte del otro, intensificando cada repentina y ciega sensación hasta que
fueron bloqueados en el alma del otro. La púa situada debajo de la amplia
cresta de su polla se puso erecta y se extendió hacia área llena de nervios,
oculta justo debajo de su clítoris. La presión palpitante de la extensión,
derramo su propia liberación, que explotó en la yema hinchada y envió otra
violenta ola de placer, estremeciéndose a través de su cuerpo, mientras que
los instintos animales aumentaron más cerca del hombres detrás de ella,
encerrándolos dentro del alma del otro en un latido eterno del tiempo.
Sintiendo el amor incondicional del otro, la fiereza de cada una de sus
necesidades, su protección, suyo para luchar junto a él. Que, a su juicio, sentir
la aceptación de sus fortalezas y debilidades, era ya conocer las batallas que
los enfrentaban. Cada uno de ellos consideró el eterno vínculo de amor, que
encendió el Calor del acoplamiento y alimentaba el placer, así como la
primitiva respuesta que causó.

En segundos de la cegadora liberación; que sabía era, una parte importante


del otro, no se podía ocultar, sin cubrir cada faceta de quien y que eran, así
como la visión que cada uno tenía del otro.

La belleza del mundo que encontraron en esos frágiles segundos dentro del
alma del otro, borró el doloroso pasado, los secretos y los miedos.
Si llegara la muerte mañana, no se iría el uno sin el otro. No existirían sin la
posibilidad de encontrar tanta belleza de nuevo. No existiría sin el amor, el
refugio y la paz que se encuentra en la búsqueda del uno en el otro.

Como el último pulso brutal placer que los estremeció a través de sus
sentidos, y de ese momento en el tiempo, se desplomaron sobre la cama, el
agotamiento los inundó, tirando de ellos en un sueño tan profundo, tan lleno
de confort que curó las heridas del pasado, las pesadillas; y temores
lentamente empezaron a remitir.

Mientras dormían, el monstruo que había despertado años antes para


proteger a su compañera, se levantó y velo de sus sueños.

Siempre vigilante, siempre buscando enemigos, astuto y demasiado primitivo


para existir por sí solo, se aseguró su supervivencia, para la seguridad de su
compañera.

El niño podría no haber sabido lo que tenía, cuando Brandenmore le dio a la


bebe, el animal puede no haberlo percibido, pero el instinto que ha creado al
monstruo lo había sabido, a la vez que supo que de la supervivencia de la
bebé dependía de garantizar que todas las facetas del casta Gideón, se
unieran fortaleciendo al humano y al animal que luchaban para mantener el
equilibrio. Los fusionó a los dos, los infundió con el salvajismo de su fuerza
primitiva y se aseguró que la bebe, viviera, madurara y se convirtiera en una
compañera lo suficientemente fuerte para calmar la fuerza, a menudo volátil y
la inteligencia del Casta cuya alma posee.

El monstruo lo había sabido, así como sabía que otros monstruos existían
también. Algunos dormían, otros esperaban, unos pocos luchaban, pero
existen con un solo propósito: cuidar a la compañera que juraron proteger.
Capitulo Veintitrés

Cat despertó lentamente, sus pestañas elevándose con suaves aleteos, giró su
cabeza para mirar a su compañero, dormir a su lado.

Dormía profundamente, pero una parte de él, nunca dormía, ella lo sabía. Lo
había intuido antes, con un vago temor, lo aceptaba ahora con gratitud.
Cualquier parte primitiva, ferozmente inteligente, era esa parte de Graeme,
esa parte que existía en realidad, ¿que era?, ella no estaba segura. Pero sabía
sin lugar a dudas que garantizaba la supervivencia de Graeme, asi como la
suya propia.

Con Graeme dormido profundamente junto a ella, esa parte se mantenía


alerta, intensamente en vigilia, se centro en ella, en ese momento,
observando, esperando a ver su respuesta a la conciencia primordial, ahora
detectada.

Cuando ella no hizo nada más, que permitir que aflorara, una pequeña sonrisa
en sus labios, mientras reconocía, que cierta parte de Graeme era consciente
de ello, casi podía sentir el cambio de enfoque en ella, para asegurar una vez
más, que no había amenazas presentes.
Tal vez fue un instinto que todas las Castas tuvieron en algún momento. Esa
percepción sensorial que les despertaba cuando el peligro se acercaba, o les
advirtió del peligro. El subconsciente, aunque en Graeme parecía muy hábil.
Sea como fuere, el monstruo como él lo llamaba o el instinto como ella
pensaba de él, fue quien lo mantuvo despierto, con deseo de venganza, que
de lo contrario, en un momento, Graeme habría muerto.

Con el pensamiento sereno y recordando la pasada noche, los


acontecimientos seguían siendo demasiado vagos en su mente, mientras que
otras sensaciones y conocimientos fueron finalmente claros.

Ella había luchado, y también había sufrido la vida de la otra mujer, tuvo que
soportar la insaciable necesidad de libertad de esto, la necesidad de sostener
al hombre, al Casta al cual sabía que pertenecía. El único que sabía que le
pertenecía.

Ese momento de realización, llegó en el mismo segundo que sintió que su


espíritu estaba siendo arrancado de su cuerpo, en ese latido pulsante entre la
vida y la muerte.

A la deriva, por sí sola, consciente y sin embargo desconectada, Cat había


visto su vida, su pasado en cada detalle. Incluso su memoria fotográfica no
podría haber procesado la información que su alma había guardado y liberó
en ese momento cegador.

Los momentos de conexión con Graeme, esos segundos, en el que el animal


percibe los sentidos que poseía y los fusionaba, que había bloqueado todo lo
que había visto en su interior, todo lo que pudo haber sabido del Casta que
amaba con todo su ser.

No la había marcado deliberadamente como su compañera, la había marcado


con ADN Bengala, debido a su fuerza singular, a la furia de su cuerpo y al
espíritu que esas criaturas poseen. ADN que él creía era superior a cualquier
otro y mejor equipado para asegurar su vida.

Ella vio el momento en que Brandenmore la puso en los brazos de aquel


joven que había sido Graeme, sintió el espíritu de la criatura conocida como
Gideón luchando por la libertad, enfurecida con el confinamiento, que había
tenido que soportar. No había nada para luchar, ninguna posibilidad de
escape o de la vida en las jaulas que había conocido toda su vida. Hasta que
un bebe de cuatro días fue colocado en sus brazos. El animal dentro de él se
aquieto, calmando los impulsos salvajes y la astucia pura le alcanzo.

Brandenmore había dado la criatura al joven a quien temía, él


inconscientemente pensaba que era la clave para destruirlo. El niño y el
animal dentro de él la reconocieron como esencial para su supervivencia. No
había ningún pensamiento de apareamiento, ni impulsos sexuales, sólo el
conocimiento de que llegaría ese momento y que ellos estaban demasiado
indefensos, enfermos y débiles para luchar por ella. La naturaleza salvaje, el
monstruo de refuerzo dentro de él, sabía que tenía que vivir. Para que el bebé
sobreviviera, el niño casta tenía que vivir.

Inteligencia astuta, mucho más avanzada de lo que incluso su creador adivinó,


se convirtió en sigilosa, manipuladora y mentirosa. La criatura emergente que
llamó “su monstruo” dio un paso atrás y permitió al humano y animal
fusionarse completamente dentro de sus sentidos y la inteligencia que poseía
sólo se multiplico, amplificándose.

La criatura que había previsto el Dr. Foster, había superado con creces sus
sueños, ella se dio cuenta. A partir de ese momento Gideón podría haber
escapado. Podía haberse deslizado del centro de investigación y desaparecer
totalmente, pero para hacer eso, él habría tenido que dejar a Cat. Su hermano
era lo suficientemente fuerte como para seguirlo, pero no lo era su Cat. Y más
adelante, Bennett llegó y sintió la amenaza que el alfa Bengala podría ser, se
aseguró que no hubiera manera que Gideón pudiera escapar sin la posibilidad
de descarga armas. Graeme se había negado a la posibilidad de supervivencia
de Cat, en un tiroteo.

Una vez que había logrado su liberación y escapó, ella y Judd habían forzado
la transfusión para salvarle, asegurar una supervivencia, que se hubiera
producido mucho más lentamente, posiblemente garantizando su recaptura
mucho más rápido, sus sentidos animales, así como respuestas humanas se
amotinaron. La hormona del apareamiento ya había sido encontrada en su
sistema, aunque no en Graeme a pesar de las pruebas que alertaban de su
presencia. Una vez que su sangre se unió a su pesar, el Dr. Foster había
temido que se apoderaría de Graeme y crearía necesidades y deseos que Cat
era demasiado joven para enfrentar, y Graeme era demasiado honorable para
tolerar. Que lo destruiría.

Impulsado por estas visiones de lo que podría ser su futuro, él había


arremetido contra ella, con la intención de hacerla odiarlo, asegurarse de que
nunca vendría a buscarlo, hasta que ella hubiera alcanzado una edad que creía
le daría la madurez para lidiar con él.

Había querido que ella tuviera una vida primero. Para ser libre.
Esa necesidad, que había tenido para ella había sido clara, tanto que una
parte de él se preguntaba cómo podría sentir su alma satisfecha, antes de eso.

A través de los años después de que ella había escapado a Nuevo México,
creyendo que estaba viviendo esa vida de libertad, Graeme había comenzado
un juego tan magistral de astucia, que le había asombrado. Sus instintos
animales, las hormonas de apareamiento en su sistema empujaban al animal
a encontrar Cat cuando Graeme todavía sentía, que era demasiado joven; lo
había distraído un momento, sin embargo, cuando los soldados que había
enviado el consejo de genética estaban demasiado cerca.

Esa recaptura, que ella sintió y vio mientras estuvieron bloqueados, en esos
momentos que ella había sido una parte de él, le mostró lo que el Casta se
había negado que viera. Él había soportado la muerte, tres veces. Sobrevivir a
la crueldad de Bennett habría sido imposible, si el monstruo que albergaba
dentro de él, no se empujara con una fuerza sobrehumana. Esa voluntad de
vivir, para sobrevivir y para garantizar su seguridad y supervivencia ha sido
todo lo que lo salvó. Y permaneció independiente hasta que el investigador
había ordenado una renovada búsqueda de la mujer que posee las influencias
hormonales, que creía eran la clave para la capacidad de Gideón de sobrevivir
a cada una de las disecciones, en vida.

En ese momento, Gideón había dejado de existir. El monstruo había


aumentado, superándolo, llenándolo con la fuerza, la capacidad para sanar,
para cazar, para matar, diferente a cualquier hombre o bestia que había
conocido.

Su vida después de ese momento era brumosa, incluso para él. Años de
inteligencia, astucia y cálculo instintivo fue todo recordaba. La fuerza del
abrazo del monstruo, habían sido uno brutalmente decidido a lograr un
objetivo. Garantizar la seguridad de Cat. Él había recogido deudas para que
Gideón eventualmente las cobrara. Él había buscado a esos Castas y seres
humanos que sintió marcarían su mundo y se aseguró que le debieran al
Bengala, de manera de asegurarse, que nunca fuera revelado, a aquellos que
podrían ser un peligro.

Años de sangre, salvajismo, intrigas y la ejecución de los objetivos que


alcanzarían años hacia un futuro que él había percibido instintivamente se
desarrollaría. Había vivido en una prisión él mismo, de tal instinto primal, que
lo convirtió; quién y qué era, casi fue borrado. Hasta que ella envió el email
pidiendo que viniera a ella. Y él había venido mientras dormía. De rodillas
frente a su cama, las rayas se borraron, el salvaje ámbar neón de sus ojos era
verde salvaje una vez más, las pupilas regresaron, el blanco de sus ojos una
vez más estaba presente. Solamente en ése momento Gideón volvió.

Trece años de infierno, que tanto había sufrido hasta ese momento. Al
segundo en que había abierto sus ojos, mantuvo al animal enjaulado dentro
de su rebelión, mientras ella dormía se quedó mirándola, levantó los dedos
con forma de garra para tocar su cara, un pequeño ronroneo sordo, sonó en
su pecho.

— Tengo miedo, G,— ella murmuró, su voz temblorosa y llena de dolor.


Incluso ella no se dio cuenta de los temores que la perseguían hasta que los
sintió, los olió a través de sus recuerdos.

Yo estoy aquí, mi gatita, le susurró. Se fuerte para mí, solo un poco más de
tiempo. Espera por mí.

Porque él conocía lo que ella no sabía. La rabia del animal en presencia de


Claire y la incapacidad de los sentidos humanos y animales de fundirse
completamente, sin destruir el espíritu que protegía la identidad de Cat.

Había conocido la batalla que se libraba dentro de su espíritu, una que


incluso ella no había detectado.

— Espera por mí.— Levantó su mano para sostener su palma contra su


cara, luego a sus labios para presionar un beso en su palma. Mientras me
aferro a ti. —

— Date prisa, G, — ella le había ordenado, endureciendo su expresión


obstinadamente. — Estoy cansada de esperar por ti. Hazlo ahora. —

Y él había sonreído. — Estarás enojada conmigo. —

— Eso nunca te detuvo antes. Espera mucho más y desistiré. Voy a desistir
de ti, G. Estoy renunciando a... — Cuando sus ojos se cerraron una vez más el
monstruo había crecido, ámbar llenó sus ojos, un rugido retumbo en su
pecho.

Estaría maldito si ella quisiera darse por vencido. Ella quería que se diera
prisa, había exigido prisa, podía aceptar las consecuencias más adelante.

Excepto que ella no lo había aceptado. Ella luchó, haciendo estragos en él,
casi lo odiaba por no revelar las verdades que temía eclipsaran amor con
compasión. Tendría su amor, él tendría a la compañera que había percibido, la
noche que se arrodilló junto a su cama; al darse cuenta en un cegador
segundo, que era la Cat que había conocido siempre. Ella le pertenecía a él,
totalmente. Su vida, su corazón, su compañera.

Y una vez más, su determinación de tenerlo en su vida le había distraído de


otras metas. Esta vez, los planes que tuvo para garantizar no sólo su futura
seguridad, sino su felicidad. Vio claramente cómo planeaba traer a sus padres
a su vida, de una manera que aseguraría que Cat no sufriera ninguna duda
sobre la parte de sus padres. Él quería esperar, para decirle de esos años que
se perdió dentro del monstruo. Él había querido hacerlo en el momento que
estuviera seguro de su amor por él, en el momento cuando la lástima no
influyera en sus emociones.
Él quería todo seguro para ella, sin importar el costo para sí mismo.

— A veces, ves demasiado— sospechosamente murmuró a su lado, con los


ojos todavía cerrados, aunque su voz era resignada. Deja de pensar tan duro,
Cat, tú misma te darás un dolor de cabeza. Entonces tú me vas a dar un dolor
de cabeza también—

Ella lo miró cuidadosamente por largos momentos.

— ¿Cuánto tiempo llevas siendo capaz de leer mis pensamientos,


Graeme?— preguntó suavemente, recordando patearle el culo.

Un ojo abierto, la miró por un momento con irritación masculina y lo cerró


una vez más.

— No mucho,— finalmente suspiró. — La noche que fuiste inyectada con el


paralizante estabas con tanto dolor que fue más fácil leerte. La mente de las
castas es mucho más difícil en ese sentido, que una mente humana y aún con
los seres humanos, algunos tienen bloqueos que son increíblemente fuertes.

— Pero que me estás leyendo ahora,— señaló sospechosamente. Él gruñó


ante eso. — No funciona así, cariño. La telepatía es más una impresión
sumamente desarrollada. Puedo percibir que viste mucho más, de lo que me
siento cómodo que vieras, durante el apareamiento. Sabía cuándo sentí la
fusión, que me conocerías por dentro y por fuera. Y siempre he sabido
cuando estás pensando demasiado. Mi cabeza se aprieta en advertencia— La
diversión en su voz le valió el fulgor en su mirada un instante.

— Eso no es agradable, Graeme,— ella suspiró. — Estaba deseando con


impaciencia patear tu culo, por ocultar tantas cosas de mí. Ahora no puedo,
porque tenías razón, lanzarme cualquiera de aquella información, habría sido
demasiado, teniendo en cuenta todo lo demás con que estaba tratando—

— Separarme de Orrin y Terran y de los primos fue la parte más difícil, dijo
con pesar. – Ellos te aman y te quieren separada de Claire. Claire sacó fuerza
de ellos.—

Tragó fuerte ante la mención de Claire.

— Ella se ha ido,— susurró, sintiendo sus brazos que la rodeaban mientras


la tiró más apretada contra su pecho. — Totalmente desaparecida. —

Su mano acariciaba su cabello mientras sus labios se presionaban contra su


frente. — Lo siento, cariño— Y que tristeza había en su voz.

Cat se incorporó lentamente, sintiendo que seguía en ella, el poder que la


llevó, tan sin esfuerzo, a alcanzarla fuera a ella.

— ¿Qué pasó, Cat?— preguntó finalmente mientras sus brazos tiraron de


ella una vez más, para mantenerla cerca. — La sentí morir— La agonía de esa
sensación llenó de su voz. — La sentí. ¿Cómo está aquí ahora?—

Cat tragó, antes de empujarse con fuerza lejos de él, lo suficiente como
para darse vuelta y permitirse sostener su mirada. — No sé— Y ella tampoco.

Con el ceño fruncido, ella luchó para recordar más de las vagas impresiones
con las que había despertado.

— Sentí que mi espíritu dejaba mi cuerpo, pero no estaba muerta. — Ella


sacudió la cabeza, sacudió su cabeza con fuerza. — Claire no quería irse, ella
estaba segura de que no era el tiempo. Era como estar medio dormido, no
está seguro de si estás soñando o no, las palabras no penetran allí donde iba,
solo la certeza, después de un tiempo, que todo iba a estar bien. Cuando me
desperté, estaba en una choza de sudor, similar a una donde el primer ritual
se realizó cuando tenía doce. Orrin y Terran estaban allí y Honor. — Sus ojos
se ampliaron. — Honor estaba allí y era simplemente Honor. Liza no era parte
de ella ya. Cuatro de lo desconocido nos ayudaron y nos llevaron a otro
edificio, donde nos dieron agua y algún tipo de sopa dijeron que nos ayudaría
a recuperar nuestra fuerza. —
— No creo que pueda ver a Terran, a Orrin o a Lincoln sin matarlos, le advirtió
suavemente. –Perdón, pero será un largo tiempo, Cat—

— Orrin dijo que te sentirías de esa manera— Ella asintió, todavía luchando
contra la niebla que la llenaba, esos recuerdos. — Sentí algo más allí,
Graeme— Ella miró detrás de él, ese sentido del conocimiento era tan fuerte,
que ella se sintió frustrada por su incapacidad para recordarlo. — No sé lo que
era, pero algo más estaba allí. —

— Cat, fuera lo que fuera, vendrá a ti una vez que tu sentidos los hayas
trabajado, — él le prometió— Has pasado muchos años con tus sentidos
castas atrapados de alguna manera, incapaz de estirarse completamente y
aprender a procesar correctamente la información, tardará tiempo para que
puedas fortalecerlos. Una vez que lo hagas, esas impresiones se
fortalecerán—

Tal vez tenía razón. Colocándose más contra su pecho, una mano sobre su
corazón, se obligó a dejar su incapacidad para recordar lo que había sucedido
con facilidad.

— Hay tantas cosas de que hablar y tanto que quiero hacer, — dijo
entonces. — Los padres de Honor se enfrentará a Jonas y a Rule,
probablemente hoy. Pero Honor estaba desesperada por comunicarse con
Stygian y luego con sus padres. La cuestión de sus propios padres, se contuvo
sin saber qué decir.

— Helena y Kenneth están programados para llegar a Window Rock la


próxima semana, — le dijo, sosteniéndola en su lugar, cuando ella se habría
dado vuelta, para enfrentarlo nuevamente. — El Dr. Foster ha estado en la
clandestinidad, desde que salió del centro de investigación, justo antes de
que Bennett llegara. Pero fue con los Graymores, tus padres, porque estaban
familiarizados con él de cuando tú naciste, y les ha explicado lo que pasó y por
qué era necesario ocultarte. Están muy ansiosos por ver a la hija que nunca
olvidaron—

Sus padres. De repente estaba tan asustada de verlos, que ella rechazó al
instante una reunión tan pronto.

— Debemos esperar. —

Sus brazos se apretaron alrededor de ella. — Cat, te quieren. No verán nada


más sino la belleza y la luz cuando te vean, porque brillas con una llama en tu
interior. Nunca lo dudes. —

Ella dudó sumamente de eso. Pero conocía a Graeme. Hizo la reunión,


tomaría más que sus objeciones influir en él, ahora.
— Deja que te amen, Cat, — susurró entonces, la giro para enfrentarla a él,
mirándola con sus ojos verdes salvajes y tal amor que calentó
inmediatamente cada parte de ella. — Nadie puede amarte tan
profundamente como lo hago, ni pertenecerte de la manera que pertenezco a
ti, pero los padres son el centro de una hembra, incluso yo sé eso. Es un
centro que ningún hombre o compañero puede dar a su mujer, cuando ella es
amada por quienes le dieron la vida. Déjate conocerlos, que te amen. Son
buena gente, te lo prometo. —

Lágrimas llenaron sus ojos. — Debería haber confiado más. —

Dos dedos duros presionaron sus labios, mientras una sonrisa libertina
curvó sus labios. –Ni que decir. Voy recordarte eso en el futuro, estoy seguro.
Confía en mí ahora, Cat, no tienes nada que temer de tus padres. Te prometo
eso. Si no crees en nada más, cree en eso. —

— Creo en ti, susurró, sus labios se deslizaron y dejó que sus labios tocaran los
suyos. — Siempre he creído en ti, G— Incluso cuando ella no lo admitía a sí
misma, ella sabía, que siempre había creído en él, que siempre lo amó.

Era su G. Su amor y su vida. Con él, todas las cosas eran posibles.
Epílogo

Cat tuvo que recordarse eso a sí misma muchas veces, una semana más
tarde, cuando ella y Graeme volaron a Windows Rock, seguros en el heli— jet
cortesía de la oficina de Asuntos Castas.

La seguridad era todavía una preocupación, los periodistas los asediaban


por la audiencia de Raymond en el tribunal, cuando la noticia de que su hija
Claire Martínez había muerto años antes y una hembra casta felina había
tomado su identidad en un intento desesperado por mantenerse a salvo,
después de escapar de los laboratorios. El Jefe de la oficina de relaciones
públicas del Buró había publicado la información junto con los crímenes que
Raymond y su equipo cometieron, asi como las muchas amenazas contra Cat
que por años buscó revelar su identidad, lo que culmino en su intento de
torturarla, antes de entregarla a los chacales enviados por el Consejo la noche
que fue detenido.

Las revelaciones habían provocado una tormenta de fuego por la cobertura


mediática y la renovada conciencia de las atrocidades que se rumoreaba
todavía se infligía a las castas, para experimentar.

Fortaleciendo la conciencia sobre la situación de las Casta, se debilitaron los


argumentos de los grupos que protestaban contra la Casta por las libertades y
derechos, que varias nuevas leyes en favor de la protección de las Casta le
otorgaban, estas pasaron rápidamente a los legisladores ansiosos de ganar
puntos políticos, con lo que parecía ser un movimiento cada vez mayor en
favor de los seres humanos mutados, como ahora se los denominaba.

El furor había sido ignorado por Cat, a favor del calor de acoplamiento y
aprender tanto como fuera posible acerca de sus padres que estaba a punto
de conocer.

Helena y Kenneth Graymore estaban fuertemente a favor de los derechos y la


conciencia de los Casta. Kenneth, Director Ejecutivo y accionista mayoritario
de una empresa considerada un legado de familia, que abarca generaciones
de Graymores, no fue solo un colaborador importante de las Castas, sino uno
de sus mayores clientes. La reputación de las Castas para proporcionar
personal de seguridad y protección confiable y leal fue insuperable y
altamente valorada en los negocios Graymore.

Helena Graymore había entrado en lucha por los derechos de los niños
Castas y el rechazo de los castas; a que la comunidad sometieses a los pocos
descendientes y niños castas vivos, liberados de los laboratorios a más
investigaciones o experimentos etiquetados como evaluaciones.
Recientemente había llevado su pelea a Europa, donde a los Castas le fueron
negadas visas para viajar y fueron obligados a someterse periódicamente a
"evaluaciones", que se rumoreaban eran tan invasiva como la investigación
realizada, antes de que fueron liberados de los laboratorios.

En años anteriores las crecientes tensiones entre Estados Unidos y sus


aliados, sobre las leyes de los Estados Unidos de proporcionar asilo a los Casta
habían estado creciendo lentamente y las historias de la crueldad cada vez
mayor en las evaluaciones, se fueron fortaleciendo. Helena Graymore incluso
había sido acusada de proporcionar transporte seguro a las Castas de los
países de Europa y llevarlos secretamente a América.

Esas acusaciones fueron negadas vehementemente, pero Graeme le


aseguró a Cat eran verdaderas.

Ahora aterrizando encima de las oficinas provisionales de la división


occidental de la oficina de Asuntos de Casta, Cat tuvo que decirse a sí misma
una vez más, que Graeme sabía lo que estaba haciendo. Sus padres no
podrían evitar amarla, él lo había jurado.

***
Ella había orado por que fuera cierto, porque al conocer todo lo relacionado
con sus padres, ella ya les amaba. Sería devastador para ella saber que era
una decepción para ellos, de alguna manera.
***
Kenneth Graymore quería pasearse por la oficina que el Director Breaker le
había mostrado a él y su esposa. La habitación ricamente equipada era más
que una gran sala de estar. Un cómodo sofá y dos sillas con respaldo de ala,
frente a una radiante chimenea que daría a un fuego de leña real, lo que una
buena nota al ambiente y calidez. A un lado de la sala estaba un comedor de
madera oscura y la estación para calentar los alimentos. Al otro lado una
mesa de billar, así como varias estaciones de juego de video una alfombra
suave y espesa cubría el área y pesadas cortinas especialmente desarrolladas
por una de las empresas Graymore, que las había producido para proteger
contra la intrusión electrónica, fueron colgadas firmemente sobre las grandes
ventanas que daban hacia el desierto detrás de la tercera planta del almacén
reformado.

Sentado con su esposa en el sofá, su brazo firmemente curvado alrededor


de sus hombros, que miraba fijamente la imagen que tenia de la joven que
estaban a punto de conocer.

Helena había llorado y rabió durante semanas después de que Foster había
llegado a ellos — un amigo que creía muerto por más de una década— a
contarles la historia de la niña que creían muerta y de los experimentos que
en última instancia salvaron su vida y la pusieron en mayor peligro .
Ella tenía la mirada de su madre. Catarina y Helena podrían haber sido
hermanas, casi gemelas, se veían muy similares. Ella era su mini— yo; riendo
Helena había llamado al bebé asi, antes de su nacimiento. La horrible verdad,
que su pediatra había sabido del defecto genético de su bebé, y que no fue
tratada, como podría haber sido tratada in vitro, le enfurecía. Ese problema
en particular podría ser curado antes del nacimiento si se detectaba a tiempo,
pero no después del nacimiento. Lo hizo para permitir que Phillip
Brandenmore adquiriera a un niño con tal problema y experimentara con él,
el defecto había sido tapado en los exámenes fetales y escondido como si
nunca hubiera sido detectado.

El Dr. Foster no les ocultó la verdad cuando él vino a verlos. Él le había dado
los archivos, contestó sus preguntas directamente y sus propias lágrimas
habían caído cuando Helena se había derrumbado gritando horrorizada, al
saber del dolor que había sufrido su hija. De no haber sido por los dos
guardaespaldas Casta lobo que lo acompañaban, para proteger a su esposa,
Kenneth lo habría matado con sus propias manos.

Benjamín Foster no había sido un amigo, más bien un conocido, también


había conspirado con Brandenmore, aunque a la fuerza, pero aún así, él nunca
les había advertido o de cualquiera modo no trató de hacerles saber, que su
hija estaba viva y sufriendo.
— Ella ha crecido, madurado — murmuró Helena, no por primera vez. — La
cambiaron, Ken, la hicieron una Casta. ¿Qué pasa si no le gustamos ahora?
¿Qué pasa si ella piensa que somos débiles?—

Su orgullo por ella y su capacidad para sobrevivir no conoció límites. Ese


bebé que lo había mirado tan suplicante los primeros días de su vida, tan débil
y enferma, con dolor y que lo miraba a él, para que lo arreglara; no tenía que
mirarla ahora para saber los horrores que había enfrentado. Ellos habían
aceptado la noticia de que ella había muerto. Habían adoptado un bebé sin
vida, cuya cara había sido cubierta con una imagen de su propio bebé y
enterrado como suya. No lo cuestionaron. Ellos tenían a sus médicos de
confianza, confiaba en sus propios sentidos, cuando ellos le dijeron que
supuestamente, su bebé había muerto en sus brazos.

— De todos modos, le amamos Helena— Él sabía que lo hacían, que lo


harían siempre, sin importar lo que ella sintiera por ellos. El dolor sería
insoportable. El peso del mismo sería aplastante, pero la amaban, no importa
lo que ella pueda pensar de ellos.

Helena, — Ella ha sufrido tanto, — dijo entonces, una vez más, no por
primera vez. — Nosotros no la protegimos. Ella tendría que culparnos por no
protegerla. El sollozo que escapó de ella y las lágrimas que caían por su rostro
rompió su corazón.
— Helena, todo lo que podemos hacer es amarla,— repitió su respuesta, tal
y como lo había hecho la semana pasada. — Ella es nuestra hija, una parte de
nosotros, y nos gusta más por su increíble fuerza y voluntad de amar. Ella
tiene todo el derecho de culparme a mí, su protección era mi responsabilidad,
no tuya. Una hija ama siempre a su madre, sin embargo. Ella te amara, cariño.
Ella no será capaz de ayudarse a sí misma— Mantuvo su tono alentador y
seguro, lleno de esa fuerza interior a la que ella siempre había respondió. Esta
mujer era su roca, ella siempre lo había sido. Sin ella estaría totalmente
perdido en el mundo.

Cómo Catarina se sentiría acerca de él, no estaba tan seguro. Ella tenía todo
el derecho a odiarlo, a culparlo por no ver la verdad. Tenía que haber habido
signos. Algo había faltado que él debería haber visto, simplemente porque ella
era suya y de Helena, una parte de su corazón y de su alma. Cuando la había
perdido una luz que nunca podría ser sustituida en su vida, se había
extinguido.

— Oh, Ken. — Helena se volvió hacia su pecho, un brazo alrededor de su


cintura para sujetarlo más cerca. — Nada de esto era tu culpa, y nadie tiene
derecho a culparte— Sólo ha sido tanto tiempo y ella no conoce a ninguno de
nosotros, ella creyó que no tenía padres en absoluto. Y ahora es tan fuerte,
una parte de la historia de alguna manera. Creo que temo, que ella no nos va
a ver de alguna manera dignos. No me verá digna. —
Ella era la más digna persona que conocía, además de su hija.

— Ella es nuestra hija,— dijo suavemente. — Con tu compasión y tu pureza


de corazón, y estoy seguro que un poco de mi terquedad, de cabeza dura. Y
ella necesita a una madre, Helena. Cada chica, no importa su edad, necesita a
su madre.—

— Y a su padre. La voz los hizo saltar a sus pies y volverse hacia la puerta, la
pura dulzura en ella, le recuerda a su madre, ambas impactantes.

— Catarina, — murmuró Helena, impresionada, tan llena de esperanza y de


amor.

— ¿Qué pasa con el padre?— Catarina le pregunto otra vez mientras tenía
la mano en el Casta que había dispuesto la reunión. — ¿No necesitan a sus
padres así?—

Su garganta estaba apretada, alegría, con lágrimas, furia contra las fuerzas
que la tomaron de él y el asombro que estaba delante de ellos ahora.

Él despejó su garganta, luchando para hacer que funcione.

— No lo sé,— dijo, su tono ronco, sonando casi roto. — Pero los padres
necesitan a sus niñas, independientemente de su edad. No importa los años
que los separen. –Necesitamos a nuestra hija, afirmó entonces. Se llevaron la
luz cuando te robaron. Te necesitamos de vuelta, bebé. — Su voz se rompió,
estrangulada, y una lágrima se deslizó más allá de su control. — Necesitamos
que regreses. —
***
Le necesitaban. No solo la querían. No sólo la aceptaban.

Ellos la necesitaban.

Ella dio el primer paso hacia ellos y se apresuraron a ella. El olor y la


sensación de su amor la rodearon, detrás de ella la conciencia de su
compañero y su vínculo la fortaleció.

Ella siempre perteneció, simplemente no se dio cuenta de eso. Y ahora


pertenecía como nunca se había imaginado que fuera posible.

Catarina Graymore, Casta, compañera, hija.

Amada...

Y completa.
***
Más allá de la sala Cullen Maverick estaba parado detrás de la puerta,
apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, su mirada en el patrón
abstracto de la planta de cemento compuesto.

Era una Casta Bengala, pero él no podía oler las emociones y los vínculos,
las conexiones y los temores que él sabía venían de la sala. No podía tocar la
tierra y conectarse a ella, sentir sus advertencias y sentir los estados de ánimo
como otras Castas. Él estaba en la oscuridad cuando se trata de los dones y
talentos de su Casta. Incluso no había sido capaz de acoplarse a la mujer que
había amado, para salvarla de la enfermedad que diezmó a su cuerpo.

Como Casta, era un fracaso. Recesivo en lo se refiere a los dones interiores


Castas.

Era tan fuerte como cualquier Casta, tan inteligente, aunque en diferentes
áreas, como Gideón o Graeme, se recordó a sí mismo. El Dr. Foster no había
esperado gemelos de los embriones que habían mutado con la genética
animal y el seleccionado ADN humano. Definitivamente no esperaba un Casta
defectuoso. Él probablemente fue afortunado, porque no lo mataron al nacer
como lo hicieron con otros.

Estaba todavía vivo, aunque defectuoso, a pesar de la burla de Graeme en


referencias a su obstinación de mantener al tigre restringido. Su genética no
estaba restringida. Simplemente era demasiado débil para hacerlo bien.
Definitivamente demasiado débil como para haber hecho algo bien por su
esposa.

— Estás pensativo otra vez, — Graeme murmuró cuando salió de la sala,


sin duda para darle a su compañera unos momentos a solas con sus padres. —
¿Echándote la culpa a ti mismo otra vez, Cullen?—

La pregunta sombría hizo que levantara su cabeza. Por un lado, Graeme no


se estaba burlando de las habilidades recesivas de su hermano. Simplemente
estaba preocupado.

Cullen simplemente le devolvió la mirada, negándose a responder.

— No me crees— Graeme suspiró entonces.

— Pero ella no era tu compañera. Cuando encuentres a tu pareja el dominio


que tienes sobre tus habilidades, no serás capaz de mantenerlos a raya por
más tiempo.

Cullen miró a su hermano cuando dejó que una sonrisa burlona curvara sus
labios.
— ¿Quieres saber cómo sé que te equivocas?— le preguntó a Graeme.

— ¿Cómo?— le preguntó su hermano suavemente.

— Porque cuando ella murió, yo habría muerto con ella si pudiera. Si no


hubiera jurado después velar por Cat y Honor, si hubieras hecho tu maldita
parte y madurar en lugar de derramar sangre a través de una docena de
Naciones, yo me habría unido a ella. Por eso, hermano, — se mofó, — es
cómo sé que estás equivocado. Ella era mi compañera, y no pude salvarla. No
hay ninguna obstinación en la faz de esta tierra, que me hubiera guardado de
hacerlo si fuera posible.

En lugar de discutir con su hermano, demasiado superior, arrogante, se


enderezó y acecho por las filas de escritorios y la dotación Castas hacía el
elevador que conducía a la planta principal y a la salida que buscaba. Tenía
trabajo que hacer, casos para terminar. Sólo porque no tenía una vida fuera
de su trabajo no significaba que otros no.

Al verlo salir, Graeme dejó que una sonrisa satisfecha curvara sus labios.

— ¿Por qué crees que no te permití saber que estaba cerca, hermano?—
murmuró entre dientes, el pesar y el conocimiento llenó el pesado suspiro
que soltó. — Maldita Casta obstinada. Parece que tu gran hermano va a tener
que arreglarlo para ti—

Pero no importa, pensó con satisfacción. El gran hermano iba a interferir en la


vida de su hermano pequeño. Casi se frotó las manos con regocijo. Esto iba a
ser divertido. Entonces un extraño pensamiento cruzó por su mente, trayendo
un ceño en su lugar, se volvió y disparó a su compañera una curiosa mirada. Él
no podía ocultar sus maquinaciones de ella, realmente le patearía el culo si lo
hiciera. Pero él no estaba cien por ciento seguro, de que estaría de acuerdo.

Él sonrió y se volvió hacía ella rápidamente. Había que convencerla. Ella era
convencible. Sólo tenía que explicarlo de la manera correcta, usar las palabras
correctas, por así decirlo.

Oh sí, esto iba a ser divertido.


Fin.

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