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LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

El libro de los Hechos de los Apóstoles por encima de toda intención


teológica y de toda preocupación histórica, pretende sobre todo y ante
todo ofrecer un testimonio acerca de la vida de la Iglesia primitiva.
Ahora bien, todo testimonio y precisamente por ser tal, hace referencia
a la historia y quiere ofrecer de esta historia una cierta interpreta-
ción; esto es válido «a fortiori» del testimonio particular que san Lu-
cas consignó en el libro de los Hechos. La responsabilidad última de
este escrito (como se verá un poco más adelante) se le reconoce al ter-
cer evangelista el cual prodigó allí su genio, su cultura y los grandes
valores de su destacada personalidad. Sin embargo, su testimonio no de-
be ser considerado como una voz aislada sino más bien como el eco y el
reflejo de una experiencia de vida común y de una amplia participación
de personas en la misma fe y en la misma esperanza.

Es relativamente fácil identificar algunas personalidades alrededor


de las cuales converge la atención y la narración lucana. Pedro, prime-
ramente, considerado tanto en sus relaciones con los doce y con la
Iglesia naciente como en la centralidad de su acción y en la singula-
ridad de su oficio. En segundo lugar Santiago, visto como miembro y je-
fe de la comunidad judeo-cristiana, que cumple una tarea de primera im-
portancia en un momento extremadamente delicado de la historia de la
Iglesia primitiva, como fue la celebración del Concilio de Jerusalén. Y
finalmente Pablo, presentado como el gran iniciador de la misión diri-
gida a los paganos, auténtico e incansable misionero a cuyo ritmo ceden
todos los que, aún sinceramente, quisieran seguirlo en un ideal tan di-
fícil cuanto atrayente.

La figura del apóstol de los gentiles ocupa prácticamente toda la


segunda mitad del libro de los Hechos. Por este motivo, esta obra
lucana es una de las principales fuentes, junto con las epístolas, para
el conocimiento de la personalidad y la obra de san Pablo.

Sin embargo, se debe tener en cuenta que el problema de las fuentes


para el conocimiento de la persona y de la obra de san Pablo sufrió en
los últimos años un cambio de perspectiva. Al contrario de lo que su-
cedía anteriormente cuando se tomaban los Hechos como el marco riguro-
samente histórico de la vida de Pablo, dentro del cual se integraban
los fragmentarios datos autobiográficos de las Cartas, hoy se prefiere
dar precedencia a estas últimas, antes que a la narración de Lucas.

Los Hechos de los Apóstoles no se consideran ya hoy como la primera


―Historia de la Iglesia‖ en el sentido moderno de la palabra. Ellos
constituyen más bien el primer esbozo de ―teología de la historia de la
salvación‖. Por esto los elementos históricos presentes en el libro no
pueden ser considerados por sí mismos, sino que deben ser juzgados en
función de la finalidad teológica para la cual Lucas los usa y a la
cual los subordina. Los Hechos son entonces más una teología que una
simple historia y mucho menos una biografía paulina1.

El verdadero protagonista de esta obra es la Palabra de Dios que de


Cristo Jesús pasa a la Iglesia y de la Iglesia al mundo entero (Hch

1
La colocación intermedia de los Hechos entre los 4 evangelios y las cartas
revela que desde tiempos muy remotos no se ha comprendido que su género lite-
rario era exactamente el mismo que el del Evangelio. Lucas, para esta segunda
parte de su gran obra, se sirve del mismo género teológico que había empleado
en el Evangelio, pero ampliando el horizonte, para narrar las vicisitudes por
las que pasó el mensaje de Jesús hasta encarnarse en una comunidad nueva
abierta a todos los seres humanos.
Lucas traduce en una obra literaria de carácter teológico su persuasión de que
la obra iniciada por Jesús continúa y se inserta en la historia de la humani-
dad. Cf. Mateos, Juan: NUEVO TESTAMENTO, Ediciones Cristiandad, Madrid 1987,
pgs. 613-614
2

1,8)2. Los apóstoles aparecen en escena solamente en función de la mar-


cha de esta Palabra (cf. Lc 1,2: u`phre,tai tou/ lo,gou ―hypêrétai tou lógou‖:
servidores de la Palabra). Por esto el material es escogido, organizado
y plegado de acuerdo con esta finalidad. Lucas no es el biógrafo de Pa-
blo, ni mucho menos el director de una película sobre la vida del Após-
tol. Si Pablo es la figura principal en la segunda parte de los Hechos,
esto se deriva del hecho de que él encarnó muy bien el tema teológico
lucano del universalismo de la salvación.

Teniendo en cuenta todas estas precisiones que serán ampliadas a lo


largo de este estudio, se puede considerar el análisis del libro de los
Hechos, en algunos de los aspectos, como una buena introducción a la
vida y a la obra del apóstol de los gentiles.

Es tan viva y palpitante la imagen de la Iglesia, es tan elocuente y


conmovedor el testimonio que ofrece esta obra, que debe hacer nacer en
nosotros, cristianos y apóstoles del siglo XXI, ante quienes se abre,
lleno de posibilidades y expectativas el tercer milenio de la historia
del cristianismo, la convicción de poseer en este libro el paradigma de
todo apostolado eclesial. En este sentido se puede decir que los Hechos
de los Apóstoles son como un puente: un puente entre las obras muertas
de la ley y la salvación en la gracia (cf. 15,11); entre la obra terre-
na ya terminada de Cristo y la obra siempre actual del Espíritu Santo;
un puente entre judíos y paganos. Y de acuerdo con este orden de pensa-
mientos, se puede afirmar también que el libro de los Hechos no contie-
ne solamente la relación de las primeras efusiones cristianas del Espí-
ritu (cf. 2,1ss; 4,31; 10,44ss; 19,6), sino que registra también el
continuo Pentecostés que justifica la inagotable fecundidad de la Igle-
sia contemporánea3.

I. El Autor:

A) Criterios externos:

La antigua tradición eclesiástica atribuye unánimemente la com-


posición del tercer Evangelio y de los Hechos de los Apóstoles al médi-
co Lucas, mencionado en Col 4,14, por algún tiempo compañero y colabo-
rador del apóstol san Pablo. Los testimonios más antiguos se remontan a
los años 180-200.

Ireneo de Lyon (muerto hacia el 200) dice que Lucas, autor del E-
vangelio y de los Hechos de los Apóstoles, fue compañero y colaborador
de Pablo; apoya su afirmación en los pasajes en primera persona plural
(las llamadas ―secciones nosotros‖) contenidos en los Hechos: 11,28
(recensión occidental); 16,10-17; 20,5-15; 21,1-18; 27,1-28,16. Su
contemporáneo, algo más joven, Tertuliano de Cartago, señala también
que Lucas, el ―compañero de Pablo‖ es el autor de los Hechos. Otro tan-
to afirma Clemente de Alejandría (150-215). El antiguo Canon romano, de
los alrededores del 200 (Fragmento de Muratori), sostiene que Lucas na-
rra en su Evangelio lo que oyó y en los Hechos lo que personalmente vi-
vió.

El antiguo prólogo al Evangelio de Lucas, escrito contra los marcio-


nitas de Roma, al parecer hacia el 180, da la noticia de que Lucas es
oriundo de Antioquía de Siria, fue discípulo de los apóstoles y siguió
más tarde a Pablo hasta el martirio; que después de escritos los Evan-
gelios según Mateo y Marcos, compuso él el suyo, y luego los Hechos de
los Apóstoles.

2
El término Lo,goj ―logos‖ aparece 65 veces en esta Obra. Contra 33 en Mt; 24
en Mc; 33 en Lc. y 40 en Jn. 17 en 1Cor; 12 en Heb; 18 en Ap. Los demás, menos
de 10 veces cada uno.
3
Este libro ha sido llamado, con razón, ―El Evangelio del Espíritu Santo‖ o
el ―Quinto Evangelio‖.
3

Sería superfluo aducir más testimonios recientes. En conclusión,


siempre que los Hechos aparecen mencionados por su nombre en la prime-
ra literatura cristiana, son presentados también como obra de Lucas,
compañero de Pablo.

B) Criterios internos:

Cabe aquí un interrogante: ¿puede la antigua tradición eclesiás-


tica respecto al autor del libro de los Hechos, sostenerse aún hoy ante
el tribunal de la moderna investigación histórica? La escuela pro-
testante de tendencia crítico-liberal responde negativamente. En cam-
bio, la exégesis católica y la protestante de tendencia moderada de-
fienden, con buenas razones, la exactitud de la tradición. Esta recibió
hace unos años un apreciable apoyo por parte de dos investigadores ra-
dicales, el teólogo Adolf von Harnack y el especialista en historia
antigua Eduard Meyer. Harnack demostró exhaustivamente, en numerosos
escritos, que el tercer Evangelio y los Hechos de los Apóstoles proce-
den de un mismo autor. El vocabulario el estilo, todo el conjunto de
ideas, son en ambos libros tan orgánicos, que exigen un solo autor. De-
mostró en particular, que los pasajes en primera persona plural (―sec-
ciones nosotros‖) de los Hechos coinciden en tal forma, en cuanto al
estilo y vocabulario, con el resto del libro (y con el Evangelio), que
su autor no puede ser otro que el que lo es de todo el libro.

¿Quién es este autor? Hay en los Hechos diversos pasajes en que la


narración, como ya se ha insinuado, se hace en primera persona plural
(―nosotros‖). Son los siguientes: 16,10-17; 20,5-21,18; 27,1-28,18.
Ahora bien, la suposición más obvia es que el autor quiere narrar en
estos pasajes del libro acontecimientos que él mismo vivió o, en otros
términos, que durante ese tiempo él era uno de los compañeros de Pablo.
Estos pasajes, en efecto, no dan en forma alguna la impresión de ser
retazos casuales de algún diario ajeno que el autor de los Hechos hu-
biese insertado en su obra4.

Ahora bien, ¿con cuál de los compañeros de Pablo, que se conocen, se


podría identificar el autor de los pasajes en primera persona plural?
No, ciertamente, con ninguno de aquellos cuyos nombres han conservado
los Hechos. Por este y otros motivos se excluye a Silas, Timoteo y
Aristarco. El propio Tito, que no es nunca nombrado en esta obra, no
entra en cuestión, dado que él ya antes de Hch 16,10, fue transitoria-
mente uno de los compañeros de Pablo (cf. Gal 2,1) y después de 2Cor
fue enviado por él a Corinto en misión de confianza. En conclusión,
pues, no queda sino Lucas quien, según las epístolas de la cautividad,
se encontraba por esta época en Roma al lado de Pablo (Col 4,14; Flm
24). Es cierto que en ellas figuran también otros nombres, pero entre
éstos no hay razón para tener en cuenta a los convertidos del judaísmo
(Col 4,10-11), porque no hay la menor duda de que los Hechos fueron
escritos por un cristiano oriundo del paganismo. Son de excluir así

4
Para Juan Mateos ―El autor de los Hechos es el mismo que el del tercer Evan-
gelio; lo prueba la semejanza de los prólogos, que dedican ambos libros a Teó-
filo, y la alusión a la obra anterior al principio de los Hechos (1,1). Lo
corroboran las semejanzas de estilo y vocabulario, los constantes paralelos,
el esquema común a ambos libros, la bisagra que los engarza, etc.‖ Sin embar-
go, al momento de juzgar acerca de las ―secciones nosotros‖, afirma que ellas
son un procedimiento literario, con intención teológica, que si se interpreta
históricamente fundamenta la identificación del autor con Lucas, el ―médico
querido‖ de Col 4,14 y Flm 24, con lo cual pareciera no estar de acuerdo Juan
Mateos, aunque tampoco lo afirma explícitamente. Cf. Nuevo Testamento o.c. pg.
622.
Luis Alonso Schökel en su ―Biblia del Peregrino‖ afirma: ―El autor es el mis-
mo del Evangelio; la tradición antigua lo llama Lucas. Testigo de algunos he-
chos (si no es cita de fuentes o recurso narrativo). Parece pertenecer al cír-
culo de Pablo. Cf. pg. 236
El Nuevo Testamento de la T.O.B se interroga: ―Faut-il pour autant conclure
que le trosième évangile et les Actes ne peuvent pas avoir pour auteur un com-
pagnon de Paul et que la candidature de Luc est donc radicalement exclue?
C’est au moins discutable‖. Cf. pg. 361
4

mismo, el colosense Epafras (Col 1,7-8) y Demas5 (cf. 2Tim 4,10). De


esta forma, la tradición que señala al médico Lucas como autor de los
Hechos viene a hallarse confirmada por fuertes argumentos internos.

Hoy en día se argumenta fácilmente que el autor no pudo ser un com-


pañero de Pablo, porque su mentalidad es diversa de la del apóstol. Lu-
cas en efecto, aún hallándose frente al mismo problema central de Pa-
blo, es decir la admisión de los paganos a la fe sin obligarlos a la
ley de Moisés, no daría la misma solución paulina. No proclama que
Cristo nos ha liberado de la esclavitud de la ley. Al contrario, mues-
tra a Pablo como fiel observante de la ley y preocupado por las pres-
cripciones alimenticias queridas por el concilio de Jerusalén (Hch
15,22-30; 16,4). Según los Hechos Pablo es un realizador de milagros y
tiene una destacada capacidad oratoria, mientras que no se habla nunca
de su actividad epistolar. En sus cartas el apóstol se gloría más bien
de sus sufrimientos y debilidades (cf. 2Cor 12,10). Mientras en los He-
chos Pablo no es llamado ordinariamente ―apóstol‖ (excepto en 14,4.14),
en las cartas él reivindica para sí este título.

Estos argumentos son ciertamente dignos de tenerse en cuenta, pero


no excluyen la posibilidad de que el autor de los Hechos haya sido por
algún tiempo compañero de Pablo. Lucas es un escritor independiente,
dotado de una personalidad propia, consciente de la libertad literaria
y artística que competía a un escritor de su tiempo. El no pretendió
reproducir la imagen que Pablo daba de sí en sus cartas, de las cuales
no debía necesariamente conocer el contenido. El considera a Pablo y su
acción desde un punto de vista original y propio. No ama las grandes
disquisiciones teológicas y prefiere atenerse a los grandes temas de la
historia de salvación unificados por la voluntad divina y por la
presencia del Espíritu, que bastan a sus ojos para justificar la misión
a los paganos. Lucas, que tuvo un espíritu más irénico que el de Pablo,
prefirió no adentrarse en la polémica contra la ley aún afirmando cla-
ramente que ella no produce salvación (Hch 13,38-39; 15,10-11). No ca-
lló Lucas los fracasos de Pablo, aunque si, haciéndolo uno de los hé-
roes de su relato, puso a la luz sus extraordinarias cualidades espiri-
tuales y humanas, que por otra parte se transparentan también en las
epístolas.

No parece, por tanto, necesario renunciar a la opinión difundida


desde la antigüedad que los Hechos son obra de uno que conoció al após-
tol. A éste, la tradición le dio desde el principio, como se vió, el
nombre de Lucas.

II. La Obra:

A) El Título:

El tercer Evangelio y el libro de los Hechos se compusieron pro-


bablemente como partes integrantes de una sola obra 6. Se separaron las
dos obras cuando los cristianos quisieron disponer de los cuatro evan-
gelios en un mismo códice. Y debió ocurrir muy pronto, antes del año
150. Quizás el título de Pra,xeij avposto,lwn ―práxeis apostolôn‖ (―Hechos de
los Apóstoles‖ o ―Hechos de Apóstoles‖) que no es original de Lucas, se
le dio en esa ocasión siguiendo la moda de la literatura helenística
que conocía los ―Hechos de Aníbal‖, los ―Hechos de Alejandro‖, etc.

5
Este último le abandonó (2Tim 4,10) y de Epafras no consta que siguiera a
Pablo todo el tiempo que abarcan las ―secciones nosotros‖.
6
―Toda la crítica reconoce que Hechos y el Evangelio de Lucas vienen a ser
como dos partes de una misma obra, bien fuera que el autor lo planease así en
conjunto, o que añadiera posteriormente esta segunda parte, una vez escrito el
Evangelio. Evidentemente el estilo es el mismo en los dos libros. Podría ha-
blarse hasta de un plan total de la obra lucana que comenzase al principio del
Evangelio y llegase hasta el final de Hechos. De Jerusalén a Roma‖. Cf. AA.VV.
COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO, La Casa de la Biblia 5ª, 1995, pg. 342.
5

Los Hechos de los Apóstoles no recogen todos los acontecimientos


principales de las primeras comunidades; por ejemplo, no se dice nada
del enfrentamiento entre Pedro y Pablo, ni de las dificultades con que
tropezó Pablo en sus comunidades. El título de ―Hechos de los Apósto-
les‖ es, por lo tanto, inexacto: sólo se habla de lo que sucedió con
Pedro y con Pablo y muy brevemente se mencionan Santiago y Juan. Ade-
más, antes que presentar los hechos biográficos de sus dos héroes, Pe-
dro y Pablo, este libro pretende es mostrar el desarrollo del cristia-
nismo naciente, la carrera triunfal del Evangelio, animada por el Es-
píritu Santo. Por este motivo, algunos en estos tiempos, le han dado el
nombre de ―Quinto Evangelio‖ y también ―El Evangelio del Espíritu San-
to‖7.

B) Los Prólogos de san Lucas:

1) El Prólogo del Evangelio (Lc 1,1-4): es de forma clásica y


elegante; se trata del período literario más clásico de todo el Nuevo
Testamento. Aunque trata o describe más directamente la vida de Cristo,
no se desinteresa completamente del segundo tomo de la obra entera. El
autor -lo que es inusitado en la literatura evangélica- habla de su ac-
tividad literaria y de la de sus antecesores: contenido, fuentes, méto-
do, fin de la obra, relaciones con sus predecesores. Presenta sus preo-
cupaciones de historiador y particularmente afirma que se ha enterado,
ha ―investigado diligentemente‖, ha leído cuidadosamente lo que se ha-
bía escrito antes de él, una literatura ya, relativamente, abundante.

2) El Prólogo de los Hechos (Hch 1,1-2): A la manera clásica to-


davía, el libro de los Hechos en un prefacio breve, resume el objeto,
la finalidad del tomo precedente. Así que se podría prever o esperar
que el autor siguiera en el mismo tono y anunciara pausadamente el tema
del segundo libro, equilibrando el período griego muy bien empezado. En
cambio, vuelve a narrar el relato de las apariciones del resucitado y
de la ascensión. En realidad, los versículos 3 a 14 del capítulo prime-
ro constituyen un puente, a manera de bisagra entre el primero y el se-
gundo libro de toda la obra8.

Ciertos críticos al acecho de las menores aparentes debilidades li-


terarias, se aprovecharon de ésta para concluir que esta obra sería la
refundición de una más antigua. Se podría atribuir a lo sumo a san Lu-
cas la obra primitiva, afirmaban. Alfred Loisy defendió la hipótesis
con fuerza, sin querer notar que la contextura literaria fuerte del li-
bro, el estilo y los procedimientos de composición, resisten las reser-
vas que podría plantear el comienzo de la obra.

En síntesis, la relación entre estos dos libros del Nuevo Testamento


en cuanto a su origen, queda indicada por sus Prólogos y por su paren-

7
―El título actual del libro, que data de fines del siglo II, no corresponde
exactamente a su contenido. ―Hechos‖ presupone que se trata de un libro histó-
rico; ―apóstoles‖ parece indicar que los protagonistas del libro son los Doce,
cuando en realidad el único de ellos que juega un papel importante es Pedro,
que, junto con Juan, representa a los Doce. En cambio, a partir del capítulo
13, Bernabé y, sobre todo, Pablo, a quienes el autor del libro llama también
―apóstoles‖ (cf. 14,4.14), se convierten en protagonistas de la segunda parte,
destinada a narrar las peripecias de la misión encomendada por el Espíritu a
la Iglesia «cristiana» de Antioquía. Un título como ―La expansión universal
del Evangelio‖ reflejaría mejor el contenido de la obra‖. Cf. Mateos, Juan:
NUEVO TESTAMENTO, o.c. pg. 613.
8
―Al principio de su segundo libro Lucas ha puesto un prólogo-bisagra en el
que se repiten con variaciones muy interesantes los temas más importantes
enunciados al final del Evangelio. En el encabezamiento inicial se contiene
una noticia cuyo contenido consiste en recordar al lector que la vida y obra
de Jesús no ha concluido con la ascensión del personaje principal, sino que
toca a los apóstoles, elegidos por El bajo la inspiración del Espíritu Santo y
comisionados para anunciar el Evangelio, hacer que esta buena noticia se en-
carne en la comunidad de creyentes‖. Cf. Rius-Camps, Josep: DE JERUSALEN A
ANTIOQUIA. Génesis de la Iglesia Cristiana (Hch 1-12), Ediciones El Almendro,
Córdoba 1989, pg. 40.
6

tesco literario. El Prólogo de los Hechos, que como el del tercer Evan-
gelio se dirige a un tal Teófilo (Lc 1,1-4 y Hch 1,1), hace referencia
a este Evangelio como a una ―primera parte‖, cuyo contenido resume y
vuelve a tocar los últimos sucesos (apariciones del resucitado y ascen-
sión) para empalmar con ellos la continuación del relato. El lenguaje
es otro nexo más que vincula estrechamente los dos libros entre sí. Las
características de vocabulario, gramática y estilo que se encuentran a
lo largo de los Hechos y que confirman la unidad literaria de esta
obra, se pueden descubrir también en el tercer Evangelio; y este dato
no deja ya ninguna duda de que se trata de un mismo autor en ambas
obras.

C) El material y las fuentes:

1) El material: todo el material del cual está compuesto el libro


puede ser cómodamente dividido en tres partes: 24 discursos (alrededor
de una tercera parte de los Hechos: se distinguen principalmente dis-
cursos ―kerigmáticos‖ en los cc. 2; 3; 10; 13; 14; 17, y ―apolo-
géticos‖ en los cc. 7; 22; 23; 24; 26), muchos relatos (milagros, rela-
tos sobre acontecimientos referentes a la comunidad, relatos sobre al-
gún personaje en particular), algunos sumarios (breves descripciones
generales sobre el modo de vivir de las comunidades o sobre la situa-
ción de la evangelización: por ejemplo 2,42-47; 4,32-35/4,36-5,11/5,12-
16 –sumario en forma de tríptico-; 9,31; 19,20).

Un parangón con el tercer Evangelio hace aparecer las semejanzas y


las diferencias del material. En el Evangelio son presentados varios
discursos de Jesús, pero tienen generalmente el aspecto de colecciones
de dichos o de parábolas recogidos por la unidad temática. En el Evan-
gelio faltan los discursos rigurosamente estructurados que caracterizan
los Hechos. Los relatos de milagros de los Hechos presentan, en cambio,
muchas analogías con los evangélicos. Lo mismo se puede decir de los
sumarios, mientras que los numerosos relatos de tipo biográfico de los
Hechos encuentran analogías en el Evangelio casi únicamente en el
relato de la pasión.

2) Las fuentes: ¿De dónde tomó el autor su material? En el Evan-


gelio los críticos están de acuerdo en que el Evangelio según Marcos es
una de las fuentes principales de Lucas, otra estaría compuesta preva-
lentemente de dichos, además de otras pequeñas fuentes particulares. En
los Hechos el problema es mucho más difícil; incluso para muchos es aún
hoy día un problema casi insoluble.

Con tal que se consienta en hablar de fuentes en sentido amplio, se


pueden rastrear muchas en el libro de los Hechos. Si es verdad que se
encuentra en casi todas las páginas del libro la manera de escribir de
san Lucas, sus giros, sus frases, su vocabulario, se nota también la
gran variedad de su estilo. Unas veces se expresa como un helenista pu-
ro, otras veces como un judío hablando un griego penoso, otras veces
imita el tono de los Setenta, otras parece traducir torpemente un texto
original arameo. No solamente el estilo, sino también el color general
de la redacción difiere de una sección a otra. Qué diferencia por ejem-
plo, entre los Hechos de Pedro, de apariencia lento y a menudo arcaico,
y los relatos de viaje de Pablo tan vivos y tan detallados. O también
entre el capítulo de la elección de Matías (1,15-26) y el de la insti-
tución de los siete diáconos (6,1-7), entre el discurso de Esteban
(7,1-60) y el del Areópago (17,22-31).

Todo esto deja transparentar la complejidad de la documentación en


que se inspiró san Lucas. Excluir fuentes escritas no es siempre lo más
prudente, aún si no se las puede discernir exactamente. Se puede pensar
que hay piezas que poseen originalidad literaria más fuerte; así serían
el discurso de Esteban, los Hechos de Pedro, la descripción de la pri-
mera comunidad de Jerusalén.
7

Varios estudios recientes han llamado la atención sobre el carácter


muy semitizante de los quince primeros capítulos. San Lucas habría
adaptado a su obra personal un relato anterior, compuesto en arameo. La
hipótesis es demasiado rígida para dar explicación de todas las modali-
dades de composición de esta primera parte de los Hechos. El estilo se-
mitizante no impide que Lucas utilizara fuentes ya redactadas en grie-
go.

Se puede, con justicia, diferir de opinión en cuanto a las fuentes


precisas y a su determinación; pero no se puede negar que san Lucas po-
seía, antes de componer su libro y para componerlo, una documentación
rica, variada, extensa y muy detallada. El prólogo del Evangelio (Lc
1,1-4) es, así, prólogo de los dos volúmenes de la única obra.

En síntesis, las fuentes del libro de los Hechos suscitan un proble-


ma particularmente difícil. Ciertamente, el autor dispone de una abun-
dante documentación, pero no proporciona ningún informe sobre ella; y
su trabajo no es el de un simple compilador, ya que no sólo impone su
propio estilo a los materiales, sino que les obliga a concurrir a la
formación de la imagen personal que se ha forjado de los acontecimien-
tos que narra.

D) La organización del material:

El autor no solamente re-escribe las fuentes con un lenguaje y un


estilo propio, y usando particulares procedimientos de composición. El
sabe organizar el material para hacer resaltar la unidad de la obra y
su estructuración interna. Sin embargo, esta organización no puede ser
fácilmente resumida en simples esquemas lineales o gráficos, y la obra
fue ciertamente transcrita en los códices más antiguos sin signos de
divisiones internas colocados por el autor mismo. Es necesario, por
tanto, hacerse sensibles a toda una serie de indicios, de pequeñas co-
rrespondencias, de vínculos, de llamadas, de signos estilísticos de
transición, de diferencias de contenido, que si son claramente captados
dan una mayor comprensión de la organización de la obra.

Se pueden descubrir en la obra los siguientes elementos estructu-


rantes:

1) Elementos estructurantes en el interior de las perícopas. Es-


tos son particularmente visibles en los discursos. Aún teniendo cada
uno de los discursos su individualidad, es claro que ellos fueron cui-
dadosamente compuestos y bien estructurados para obtener un efecto es-
pecífico en el lector. Le corresponde a la exégesis estudiar la estruc-
tura propia de cada uno. A modo de ejemplo se puede recordar que los
grandes discursos kerigmáticos a los Hebreos (cc. 2; 3; 10; 13) mues-
tran la relación entre los acontecimientos del pasado de Israel y los
acontecimientos salvíficos del presente, predichos por los profetas. Se
inician con un enganche con la situación (el hablar en lenguas de los
discípulos cumple la profecía: 2,14-21; el paralítico curado muestra
que Dios ha glorificado a Jesús: 3,13; etc.); prosiguen con el anuncio
de la vida, muerte y resurrección de Jesús, de quien los apóstoles son
testigos y de quien habían hablado los profetas; para terminar con la
invitación a la conversión y a la aceptación de la iniciativa divina de
salvación. Los discursos de defensa de Pablo (cc. 22; 23; 24; 26) mues-
tran la relación entre su llamada por parte del Resucitado y su activi-
dad presente, y entre esta y las promesas hechas a los padres.

Las perícopas narrativas están compuestas la mayoría de las veces


con la técnica del ―crescendo‖ dramático, hasta un punto culminante en
el cual es pronunciada la palabra decisiva o sucede el hecho esperado
(por ejemplo, 3,6-7; 9,34). Este clímax se encuentra algunas veces ha-
cia el centro de la narración, de tal modo que los versículos siguien-
tes describen las consecuencias de cuanto ha sucedido. Una atenta es-
tructura caracteriza también los sumarios mayores, como 2,42-47 y 4,32-
8

35. En 5,12-16 parece haber habido un desplazamiento de elementos (cf.


antes, el elenco de los sumarios).

2) Estructuración de grupos de perícopas. Cada uno de los episo-


dios narrativos o discursos son en general colocados dentro de un con-
junto más amplio, en el cual son leídos e interpretados. Así por ejem-
plo en 16,6-40 mediante el relato de una visión divina (16,6-10), de un
viaje y de una predicación en Filipos seguida de una conversión (16,11-
15), de una curación milagrosa que es causa de persecución y encarcela-
miento (16,16-24) y de una liberación milagrosa de la cárcel (16,25-40)
se relata la historia de los orígenes de una comunidad y de las difi-
cultades y superaciones que caracterizan el acceso de un nuevo grupo de
personas a la fe. Estas escenas son a su vez colocadas en marcos más
amplios (así, en el caso del ejemplo anterior, en la misión de Pablo
después del Concilio: 16,1-21,26).

3) Estructuración de partes de la obra y del libro en su conjun-


to. ¿Es posible trazar un esquema general del libro de los Hechos, con
divisiones de partes basadas sobre elementos objetivos y evidentes para
todos? La diversidad tanto de los esquemas propuestos por los exegetas
como también el diverso género de factores estructurantes a los cuales
ellos recurren, muestran que probablemente Lucas no quiso dividir su
libro en secciones rígidamente diferentes.

Es claro que en la primera parte (hasta el c. 12) domina la figura


de Pedro, y en la segunda (del c. 13 en adelante) la de Pablo. Pero
este último es ya objeto de una larga narración en el c. 9, mientras
Pedro reaparece en posición de primer plano en el c. 15. La división
entre las dos grandes secciones no es, por lo tanto, rigurosa. Inclusi-
ve, al autor le gusta anticipar la mención de personas y de situacio-
nes de las que se hablará más adelante, y al contrario, hacer reapare-
cer más tarde personas que ya habían estado en el centro de la acción:
así Felipe (8,5-40) y Ágabo (11,28) serán recordados respectivamente en
21,8 y 21,10; Bernabé es presentado en 4,36-37 para reaparecer en
11,22-26; el Pentecostés de 2,1-4 es recordado en 4,31; 10,44-48; 11,
15 y 19,6; las decisiones del Concilio de 15,19-20 son recordadas en
21,25.

Algún autor propuso dividir ulteriormente el libro tomando como ele-


mentos indicativos algunos sumarios que marcan el progreso de la pre-
dicación, haciendo de ella un balance periódico. Pero no es claro que
el autor quiera asignar a los sumarios la función de dividir el libro
en ―capítulos‖. Para facilitar la lectura de la obra, se puede proponer
una división basada sobre criterios mixtos: diversidad de actores, de
destinatarios del mensaje y de escena geográfica, indicaciones estilís-
ticas de diverso tipo.

E) El Plan del libro:

1) Base del Plan:

Los paralelos en el Evangelio y en los Hechos. Los materiales


recogidos y asimilados por san Lucas le han sugerido un plan de con-
junto que responde además a un gusto personal de su espíritu. A san
Lucas le gusta trabajar utilizando grandes paralelismos.

Se puede notar la semejanza entre la composición del tercer Evange-


lio y la de los Hechos. En el Evangelio de la infancia, las vidas del
Precursor y del Salvador son desarrolladas paralelamente. El relato de
la vida pública de Jesús está formado por dos grandes partes más o
menos de la misma extensión y que se corresponden oponiéndose: la pri-
mera, que reproduce la historia de la predicación en Galilea, tal como
la cuentan Marcos y Mateo, centrada en los doce y terminando con la
misión confiada a los doce; la segunda, por el contrario, consagrada al
viaje a Jerusalén, comenzando con la misión de los setenta y dos y uti-
lizando recuerdos muy diferentes a los de la tradición de Marcos y Ma-
teo, y procedentes sobre todo de los discípulos. De la misma manera, el
9

Libro de los Hechos comprende dos grandes partes: una, en la que Pedro
desempeña el papel principal; otra, consagrada a Pablo; la primera, que
tiene por horizonte primeramente a Jerusalén, luego Palestina y la pro-
vincia de Siria; la segunda, que rompe definitivamente con este marco
geográfico para orientarse hacia Roma.

Dos grandes partes, pues, se corresponden. La segunda parte, si se


coloca su comienzo en 15,36 (inauguración del viaje misional de Pablo,
en que el apóstol trabaja ya con plena independencia), será bastante
coherente y se presentará como un relato de viaje que parte de Antio-
quía y lleva finalmente a Roma. La primera parte, por el contrario,
forma un mosaico de episodios de toda clase, todos los cuales contri-
buyen a poner de relieve la progresión del cristianismo.

2) Composición:

Introducción (1,1-14) :

El comienzo del libro está constituido por un prólogo (1,1-2) al que


se suelda primero, estrechamente, el tema de las apariciones del Resu-
citado (1,3-5) y luego, más laxamente, la última instrucción de Cristo
Jesús, seguida del relato de la ascensión (1,6-14). Esta vuelta al fi-
nal del Evangelio (Lc 24,13-53) forma la bisagra o el nexo entre el
primer tomo, que termina con la ascensión, y el relato de los Hechos.

Primera sección: la comunidad en Jerusalén (1,15-5,42) :

- 1,15-2,41: retiro en el cenáculo y composición de la comunidad;


elección de Matías para remplazar a Judas; Pentecostés y discurso pro-
gramático de Pedro.

- 2,42-5,42: descripción de la vida de la comunidad primitiva. Un


cuadro de conjunto hace resaltar la enseñanza de los apóstoles y sus
milagros, la comunidad de bienes, las comidas litúrgicas y la oración
en el Templo. Algunos episodios llenan este marco, que se enriquece so-
bre todo con las disputas de los discípulos con el sanedrín.

Segunda sección: las primeras misiones (6-12) : Orígenes de la comuni-


dad cristiana de Antioquía.

- 6,1-8,1a: la historia de los diáconos y de Esteban. La dispersión


de los discípulos helenistas después de la persecución que sigue a la
muerte de Esteban, ofrece un punto de referencia para los episodios si-
guientes. La atención se centra en algunos personajes: Felipe, Pedro,
Saulo o Pablo, Bernabé. Todos salen fuera de Jerusalén.

- 8,1b-11,26: Las primeras misiones fuera de Jerusalén: el diácono


Felipe evangeliza Samaría y convierte al eunuco de Etiopía (8,4-40).
Saulo, que quería perseguir a los cristianos hasta Damasco, es brusca-
mente llamado a la evangelización cristiana entre los paganos y Berna-
bé se constituye en su tutor en el cristianismo (9,1-30). Pedro empren-
de un viaje de inspección por las comunidades judeo-cristianas ubicadas
en la costa de Palestina; una visión le mueve a ir a Cesarea para bau-
tizar a una familia pagana. El jefe de la familia es el centurión Cor-
nelio. Pedro tendrá que defenderse en Jerusalén por esta iniciativa
(9,31-11,18). A continuación, Lucas reanuda el hilo de los aconteci-
mientos surgidos del martirio de Esteban. Se funda la comunidad de An-
tioquía (11,19-26). Si el texto occidental inventó que Lucas se halla-
ba entre los convertidos de la primera iglesia de tipo pagano (cf. Hch
11,28, variante de D.: ―cuando nosotros estábamos reunidos‖), lo hizo
con innegable acierto. En efecto, Lucas aparece mucho más documentado
tan pronto como aborda esta nueva y decisiva etapa del cristianismo.

- Transición: 11,27-12,25: Se anuncia en Antioquía el hambre que va


afligir a Jerusalén. Antioquía se interesa por las miserias de la Igle-
sia madre. En Jerusalén arrecia la persecución. Santiago, hijo de Zebe-
10

deo, es decapitado; Pedro es encarcelado y liberado por un ángel. Ocu-


rre la muerte de Herodes.

En Antioquía se hallan reunidos en torno a Bernabé, y muy pronto de


Pablo, los iniciadores de la evangelización del paganismo. Valía la pe-
na salvar sus nombres del olvido (13,1).

Tercera sección: La misión de la iglesia de Antioquía entre los paganos


(13,1-28,31) :

- Primera fase: 13,1-14,28 : Bernabé y Pablo, enviados como misione-


ros de Antioquía, evangelizan Chipre y penetran en Asia Menor, hasta
Licaonia. Sólo regresan a Antioquía para defender contra los fariseos
convertidos de Jerusalén, los derechos de los cristianos de la gentili-
dad y el ideal de un cristianismo liberado de las trabas de la ley. Se
los invita a un Concilio en Jerusalén.

- 15,1-41: Concilio de Jerusalén. Presidido por Santiago, que está


al frente de la Iglesia local. Se plantea el dilema judaísmo-cristia-
nismo: la asamblea se niega a imponer a los paganos convertidos el yugo
de la ley.

- Segunda fase: 16,1-18,23 : Macedonia y Grecia. Pablo se escoge co-


laboradores que le son enteramente adictos. Parte con Silas y toma tam-
bién como compañero a Timoteo, de Listra. El Espíritu Santo los lleva,
contra su voluntad, hasta Tróade. El relato del viaje pasa bruscamente
a la primera persona del plural: el autor se halla entre los compañeros
de Pablo desde Tróade hasta Filipos en Macedonia. En este momento cesa
de formar parte de la expedición. Sin embargo, se mantiene bien infor-
mado de la continuación de ésta, ya que Pablo acostumbra mantenerse en
comunicación con las comunidades que funda. El apóstol visita sucesiva-
mente a Anfípolis, Apolonia, Tesalónica (donde tiene mayor permanen-
cia), Atenas y Corinto, la etapa más importante (segundo viaje misione-
ro).

- Tercera fase: 18,24-19,20 : Asia. Deja Corinto para una rápida


peregrinación a Jerusalén. El autor de los Hechos está bien informado
sobre ciertos personajes que en este momento entran en la órbita de san
Pablo: Priscila y Áquila, procedentes de Roma; Apolo, alejandrino, eru-
dito y buen exegeta. Se interesa particularmente por la Iglesia de Efe-
so, segunda capital del mundo paulino. Pablo llega allí después de su
peregrinación y permanece por más de dos años (primera fase del tercer
viaje).

- Cuarta fase: 19,21-28,29 : Prisionero por Cristo. En este momento


Pablo tiene ya concretados sus proyectos.

De Efeso a Jerusalén (19,21-21,26). Como se sabe por sus cartas (Gal


2,19; 1Cor 16,1-4; 2Cor 8,1-15; Rom 15,25-28; cf. Hch 24,17), el após-
tol ha madurado ya la idea de llevar a Jerusalén los frutos de una gran
colecta que emprendió en todas las iglesias para estrechar los lazos de
unidad de los cristianos de la gentilidad y la iglesia madre. Una vez
liberado de esta preocupación, podrá consagrarse a la evangelización
que coronará su obra: Roma y más lejos, España, el fin del mundo (Rom
15,22-28).

Lucas y Pablo vuelven a encontrarse. Pablo atraviesa velozmente Ma-


cedonia, se detiene tres semanas en Corinto y luego se pone definiti—
vamente en camino hacia Jerusalén con delegados de sus iglesias (segun-
da fase del tercer viaje).

La pasión de Pablo: de Jerusalén a Roma (21,27-28,29). Lucas va en


la comitiva. Como Aristarco de Tesalónica, otro compañero de Pablo en
su última peregrinación a Jerusalén, se mantendrá fiel a su maestro du-
rante los difíciles tiempos que ahora comienzan: encarcelamiento en Je-
rusalén, luego en Cesarea, salida para Roma con escolta militar, nau-
11

fragio, llegada a Roma. Este es uno de los relatos más vivos de toda la
obra, tal como Lucas sabe componerlos, preciso y con frecuencia conmo-
vido, pues el evangelista admira profundamente al apóstol (viaje de la
cautividad).

Epílogo: 28,30-31 :

El relato termina cuando se afirma que durante los dos años de su


detención preventiva en Roma, Pablo vivía en su propia casa, donde re-
cibía a quien le placía y anunciaba libremente el mensaje cristiano.
Hay que reconocer que esta manera de terminar un libro, suponiendo que
sea leal e ingenua, no se explica bien sino en el caso de que el autor
de los Hechos sea este compañero de Pablo que se había fijado la tarea
de llevar a su héroe hasta Roma y dio por bienvenida su liberación9.

Si se puede dar por establecida la marcha general de esta división,


es también evidente que cada autor la modifica en sus detalles. En par-
ticular, es relativamente cómodo, a partir de 13,1 interesarse en los
itinerarios de Pablo. Se logra así distribuir la materia en tres via-
jes: primero: 13,1-14,28. Segundo: 15,36-18,22. Tercero: 18,23-21,16.
El tercer viaje podría subdividirse en un viaje misional (18,23-20,4) y
el último viaje a Jerusalén, preludio del arresto de Pablo.

F) Lengua, estilo y procedimientos de composición:

Lucas escribe en la lengua griega usada en el mundo helenístico


llamada ―koiné‖. Sin embargo, el suyo quiere ser un lenguaje literario
y tiene características análogas a las de otros escritores griegos de
su tiempo. Su vocabulario, junto con el de Pablo, es el más rico del
Nuevo Testamento. Lucas sabe variar el estilo de acuerdo a la materia.
El lenguaje es particularmente cuidadoso en episodios como Pablo en
Atenas (17,16-34) o sus últimas defensas (24,1-23; 26,1-32). En otros
lugares sabe usar un estilo más popular, por ejemplo en la liberación
de Pedro: 12,1-17.

En los discursos utiliza a veces figuras retóricas como la parono-


masia10 (por ejemplo: 17,30; 21,28; 24,3) y la lítote11 (por ejemplo:
12,18; 14,28; 17,4.12). Lucas hace uso, más que otros escritores del
N.T., del discurso indirecto (que a veces desemboca, por variedad de
estilo, en el directo, por ejemplo: 25,5) y conserva algún optativo. Se
notan procedimientos en los que imita a los clásicos y que aparecen
también en autores profanos de su época y que muestran la dependencia
de una análoga educación de escuela. En cuanto a los ―semitismos‖, no
son tan frecuentes como a veces se ha afirmado: se trata más bien de
formas populares, presentes también en otras partes en el griego de la
koiné, o de imitaciones, queridas o también inconscientes, del estilo
de la versión griega de la Biblia.

Entre los procedimientos de composición característicos del autor,


pueden señalarse los siguientes:

1) Episodios que se recuerdan. A Lucas le gusta presentar sus re-


latos de manera que se recuerden uno a otro. Se tiene por ejemplo un
discurso inaugural de la predicación de Pedro (Hch 2,14-36) y uno que
inaugura las grandes misiones de Pablo (Hch 13,16-41: en Antioquía de
Pisidia). Tanto Pedro como Pablo se encuentran con el mundo de la magia
(Hch 8,9-24 y 13,6-11) y realizan curaciones prodigiosas (Hch 5,15-16 y

9
Con esta manera de terminar la obra da la impresión de haber quedado incon-
clusa o de que en su transmisión se haya perdido un final desconocido. Se
plantea así el problema de la ―unidad‖ y ―totalidad‖ del libro que se afronta-
rá más adelante.
10
Paronomasia: semejanza fonética entre dos vocablos muy parecidos pero de
significado distinto.
11
Lítote: atenuación, figura que consiste en decir menos de lo que se quiere
expresar (griego: li,toj ―lítos‖: pequeño, tenue).
12

19,11-12). Ambos curan un paralítico (Hch 3,1-10 y 14,8-10) y resucitan


un muerto (Hch 9,36-42 y 20,2-12).

2) Frases que se repiten como estribillo. Lucas repite frases o


temas semejantes, invitando al lector a descubrir el hilo que vincula
acontecimientos distantes entre ellos. Por ejemplo, subraya gustoso la
alegría de los creyentes. Los primeros cristianos tomaban el alimento
―con alegría y simplicidad de corazón‖ (Hch 2,46). Los apóstoles, azo-
tados por orden del Sanedrín, regresan ―llenos de alegría‖ (Hch 5,41).
A causa de la predicación y los milagros de Felipe ―hubo una gran ale-
gría en aquella ciudad‖ (Hch 8,8). El etíope bautizado ―seguía su cami-
no lleno de alegría‖ (Hch 8,39). Oyendo las palabras de Pablo en Antio-
quía de Pisidia los gentiles ―se alegran‖ (Hch 13,48). Aún cuando llega
la persecución ―los discípulos estaban llenos de alegría‖ (Hch 13,52),
etc. Para dar la impresión del desarrollo de la Iglesia, es recordado
con frecuencia el crecimiento de la comunidad: cf. Hch 2,41.47; 4,4;
5,14; 6,1.7; 9,31; 11,21.24; 13,48-49; 16,5; 19,20 (12, 120, 3.000,
5.000, una multitud). Son también subrayadas la libertad y la valentía
parrhsi,a ―parrêsia‖ con las cuales es predicada la Palabra de Dios aún
en medio de las persecuciones: cf. Hch 4,31; 5,42; 8,4; 14,6-7; 15,35;
18,11; 28,30-3l.

3) Las repeticiones. Algunas narraciones o discursos son repeti-


dos hasta tres veces, naturalmente con variaciones, con el fin de sub-
rayar la importancia de un hecho o de una enseñanza; por ejemplo, los
tres relatos sobre la conversión de san Pablo, que van precisando, cada
vez más, su llamado a evangelizar a los gentiles y no a los judíos (Hch
9,1-18; 22,5-16; 26,10-18). Se repite varias veces, también, el relato
de la conversión de Cornelio (Hch 10,1-11,18; cf. 15,7-9). El episodio
de Ananías y Safira constituye un díptico con elementos casi idénticos
(Hch 5,3-11).

4) El lenguaje religioso de la versión griega de los LXX. Lucas


se sirve con frecuencia de expresiones tomadas de la versión griega del
A.T., llamada de los Setenta. Esto es válido no sólo para las citas de
la Biblia, sino también para las narraciones. Usando aquellos vocablos
y aquel1as fórmulas que con el uso litúrgico en las sinagogas de lengua
griega habían asumido un carácter sagrado, se daba a la narración el
sabor de historia religiosa. Por ejemplo, la comunidad de caridad entre
los fieles es descrita con una frase del Deuteronomio (Hch 4,34; cf. Dt
15,4); el duelo por la muerte de Esteban es expresado con las frases
usadas por los grandes patriarcas (Hch 8,2; cf. Gn 50,10); el deslum-
bramiento de Pablo en el camino de Damasco recuerda las intervenciones
divinas en el A.T. (Hch 9,7; cf. Dan 10,7; Sab 18,1). Aunque si el uso
de una expresión de la Biblia griega puede suceder a veces sin que el
autor haya pensado en ella explícitamente, sin embargo, el uso bastante
sistemático de frases tomadas de la Biblia es ciertamente en Lucas algo
más que un simple hecho de memoria. Es el fruto de una concepción de la
historia que subraya la continuidad entre el plan divino de salvación
expresado en el A.T. y la evangelización.

5) Acercamientos al Evangelio. Muchas frases y expresiones re-


cuerdan hechos y actitudes presentes en el tercer Evangelio. Esto mues-
tra no sólo la unicidad de autor del Evangelio y de los Hechos, sino
también una unidad de concepción. Los apóstoles repiten y continúan lo
que hizo Jesús: cf. por ejemplo la descripción de la muerte de Esteban
y la de Jesús (Hch 7,59-61 y Lc 23,34-46), la curación de Eneas y la
del paralítico (Hch 9,33-34 y Lc 5,18-26), la resurrección de Tabita y
la de la hija de Jairo (Hch 9,36-42 y Lc 8,40-56).

G) Unidad del libro de los Hechos:

A los historiadores modernos suele parecerles este libro una obra


incompleta. ¿Qué pasa con Pablo después de su encarcelamiento? Real-
mente Lucas no escribió una biografía de Pedro o de Pablo. El libro
tiene una unidad real, ya que queda cumplida la misión dada por Jesús
13

de ser testigos ―hasta los confines del mundo‖ (1,8): Pablo llega a la
capital del imperio ―predicando el Reino de Dios y enseñando lo que se
refiere al Señor Jesús Mesías con toda libertad, sin estorbos‖ (28,31).
La obra sería más bien una ―biografía de la Palabra‖ en su marcha hacia
los confines del mundo, hasta llegar a ellos.

Hay dos pasajes que permiten generalmente averiguar cuál es el tema


que se ha querido tratar en un libro y que son criterio para juzgar
también acerca de su unidad: la introducción, en donde el autor anuncia
lo que va a decir, y la conclusión en la que recoge sintéticamente todo
lo que acaba de decir.

1) La Introducción: aunque ya se habló del prólogo del Libro, se


puede profundizar aquí un poco más desde este nuevo punto de vista. La
Introducción es difícil de delimitar. Después de la alusión al ―primer
libro‖, esto es, al Evangelio según san Lucas, se pasa inmediatamente
al relato de los acontecimientos: cena del Señor con sus apóstoles, as-
censión a los cielos, elección de Matías...

Lucas afirma que en el Evangelio quiso tratar ―todo lo que Jesús


hizo y enseñó desde un principio hasta el día en que... fue llevado al
cielo‖ (Hch 1,1-2). Por consiguiente, se debe esperar que en el ―segun-
do libro‖ hable de lo que ocurrió luego, concretamente de los Hechos de
los Apóstoles escogidos y adoctrinados por Jesús. ¿Acaso no es este el
título mismo de la obra? Pero este título no es de Lucas, como ya se
vio; fue añadido más tarde y puede también traducirse por ―Hechos de
Apóstoles‖. Lo cierto es que no se habla de todos los apóstoles y que
se trata de otros predicadores del Evangelio, como Esteban, Felipe,
Bernabé... Así pues, la Introducción no dice nada sobre el proyecto de
Lucas. Quizás la conclusión ofrezca algunos datos.

2) La Conclusión: esta parte parece curiosa; deja el relato en


suspenso, como ya se señaló. ¿Qué pasó con Pablo después de sus dos
años en Roma?. No se sabe nada. De aquí es fácil concluir que el libro
quedó sin terminar o que se perdió su final... Analizando las expresio-
nes que definen la actividad de Pablo en Roma: ―predicaba el Reino de
Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo con toda valentía‖ se
descubre un vínculo con la introducción. En efecto, Lucas afirmaba allí
que había consagrado su primer libro a ―todo lo que Jesús hizo y ense-
ñó‖ y que el mismo Jesús había estado ―hablando a sus apóstoles acerca
de lo referente al Reino de Dios‖ (Hch 1,1-3).

Si se agrupan los términos comunes al comienzo y al final del libro,


se descubre un objeto de enseñanza común, el Reino de Dios y lo refe-
rente al Señor. Sólo son distintos los sujetos, esto es, los que impar-
ten esa enseñanza: al final es Pablo, al comienzo es en primer lugar
Lucas que habló de Jesús en su Evangelio y el propio Jesús el que ense-
ñó y habló con sus apóstoles del Reino de Dios. Así pues, se tienen
tres ―enseñantes‖ 12:

SUJETO OBJETO

Jesús enseñar Reino de Dios

Lucas (3ºEvang.) todo lo que Jesús


Hch 1,1-3 hizo y enseñó
Jesús habló................................. del Reino de Dios

Hch 28, Pablo proclama en


30-31 Roma................................. el Reino de Dios
enseña
todo lo referente
al Señor Jesús

12
Cf. Cuadernos Bíblicos, 21: Los Hechos de los Apóstoles, pg. 12
14

Se trata, entonces, de una inclusión, esto es, un procedimiento li-


terario que consiste en recoger al final de un relato o de un libro lo
que se dijo al comienzo; es una manera de señalar claramente que la
obra se ha terminado y que forma un todo. Por tanto los Hechos forman
una unidad cerrada, a la que no es posible añadir ni quitar nada13.

3) Unidad de los Hechos y del tercer Evangelio. La inclusión sir-


ve no solamente para los Hechos sino para el Evangelio y los Hechos. De
este modo Pablo, al enseñar todo lo que se refiere al Señor Jesús y al
proclamar el Reino de Dios, cierra el conjunto de la obra de Lucas, que
está constituida inseparablemente, por el tercer Evangelio y el libro
de los Hechos de los Apóstoles. Pero al mismo tiempo su proclamación
del Reino de Dios remite a las instrucciones de Jesús a sus apóstoles
al comienzo de los Hechos. Por tanto, queda bien claro el objetivo del
libro: no se tratará tanto de los ―Hechos‖ de los ―apóstoles‖ como de
una obra en la que se habla de este anuncio del Reino de Dios y que
podría haberse llamado con más propiedad: ―La expansión universal del
Evangelio‖.

Al final, Pablo, una vez llegado al término de su misión y al centro


del universo, Roma, es el apóstol que, a ejemplo del evangelista y del
propio Jesús, une en su predicación y en su enseñanza la proclamación
del Reino de Dios y lo que puede dar a conocer al Señor Jesucristo. De
esta forma se tiene en Hch 28,30-31 la conclusión, no sólo de los
Hechos, sino también del conjunto formado por este libro y el tercer
Evangelio.

H) El Género Literario:

1) Los Hechos son un libro histórico. El prólogo a toda la obra


anuncia un libro histórico basado en el testimonio de testigos ocula-
res. El análisis del plan y del método del libro parecería dar razón a
quienes consideran la obra de Lucas como la primera historia de los
orígenes cristianos. Ciertamente san Lucas conservó los recuerdos acer-
ca de los personajes apostólicos y sus iglesias y los recogió y organi-
zó en su obra con un agudo sentido del desarrollo del fenómeno cristia-
no. Lucas supo descubrir el plan o el designio de Dios en los aconteci-
mientos de la historia humana.

Sin embargo, no se puede decir que los Hechos representen una obra
histórica en sentido propio, porque Lucas pretende narrar no una histo-
ria humana, sino salvífica, o sea el camino del Evangelio desde Jerusa-
lén hasta Roma, en conformidad con la misión confiada por Cristo resu-
citado a los doce. Por esto, la designación de Lucas como ―primer his-
toriador cristiano‖ (Dibelius) debe ser usada con cautela. Esto signi-
fica que los Hechos son una obra histórica con carácter propio.

Historia, pero esencialmente ―tendenciosa‖, decretaba, hace un siglo


y medio, la escuela de Tubinga. Según algunos autores, Lucas escribió a
fin de borrar los recuerdos de las rivalidades -es decir de la luchas y
enfrentamientos- que desgarraron la Iglesia primitiva. Su libro, com-
puesto bastante tardíamente, en pleno siglo segundo, proponía un cris-
tianismo de compromiso. Pero, ¿quién en el siglo segundo, hubiera podi-
do disponer todavía de una documentación tan excelente como la del li-
bro de los Hechos? Y, ¿quién se interesaba entonces por dicho compromi-
so entre tendencias petrinas y paulinas totalmente olvidadas? La carta
de Clemente de Roma desde el fin del primer siglo, revela que ya se
unían en un mismo culto piadoso, Pedro y Pablo, los dos héroes del
cristianismo. La historia tendenciosa no es, entonces, la del autor del
libro de los Hechos, sino la de los teólogos de Tubinga, trasladando
sus prejuicios e intereses personales a la Iglesia primitiva.

13
Cf. Mateos Juan, Nuevo Testamento o.c. pg. 620 § 2 (leer): la tesis teológi-
ca de la docilidad al Espíritu en la apertura a los paganos, da razón del tér-
mino de la obra.
15

Lucas, desde luego, no pretende ni puede medirse con los grandes


historiadores antiguos, tales como Tucídides, Polibio, Tácito; hay que
tener en cuenta, en efecto, que el libro no es una exposición exhausti-
va de los acontecimientos, ni se ciñe a una cronología precisa y com-
pleta. Siendo así que él persigue un fin religioso práctico y quiere
ante todo, mostrar la expansión geográfica del cristianismo, no consi-
dera tarea suya exponer con todos sus pormenores y consecuencias la
totalidad de los acontecimientos. No obstante, la comparación de cuanto
se sabe por la geografía, la historia y la arqueología con las informa-
ciones de Lucas, muestra el sustancial cuidado con el cual él se infor-
mó y escribió. Los numerosos personajes políticos que recuerda son
aquellos bien conocidos por la historia de su tiempo. Las ciudades, las
regiones mencionadas, los itinerarios de viaje descritos, los usos re-
ligiosos y civiles, los diversos títulos de los administradores locales
por él recordados, etc. encuentran correspondencia en el mundo helenís-
tico de su tiempo.

2) Los Hechos ¿son una apología? La teoría de la escuela de Tu-


binga renace de vez en cuando bajo una forma más o menos modernizada. A
partir del siglo XVII y a lo largo de toda la historia de la crítica,
se ve aparecer una idea que no carece de analogía con la tesis de las
―tendencias‖, pero que se pone muy a menudo al servicio de una tra-
dición respetuosa de los Hechos. El libro de los Hechos, dicen, persi-
gue una finalidad determinada y muy visible de apología. Todos los ma-
gistrados romanos con los cuales entra en contacto san Pablo reconocen
que el conflicto que le opone a los judíos proviene de una cuestión pu-
ramente religiosa, en el interior del judaísmo; así, Pablo queda con-
siderado como un judío ortodoxo. Su falta, si hay delito, no sería un
delito político contra la autoridad del César, ni una violación de los
privilegios reconocidos por los romanos. Ese sería el parecer del autor
del libro de los Hechos; y éste escribiría precisamente con el fin de
hacer partícipes a sus lectores de su propia persuasión.

Con bastante frecuencia, se supone que Lucas escribió para ganarse


el favor del gobierno romano y para obtener para el cristianismo las
ventajas que se otorgaban al judaísmo como religión lícita; entonces el
libro de los Hechos sería una obra apologética destinada a suscitar en
las autoridades romanas la benevolencia hacia el cristianismo y a con-
seguir su tolerancia. Las cuatro grandes alocuciones de Pablo en Jeru-
salén y en Cesarea, delante de las autoridades romanas (Hch 22,1-23;
23,1-6; 24,10-21; 26,2-32) no serían sino ficciones del redactor que
ilustran su propio fin.

Quedaba solamente un paso para decir que el libro de los Hechos es


en realidad un informe o una defensa en favor de Pablo, escrito para
influir sobre sus jueces y sobre la sociedad romana, o hasta para ser
presentado ante el tribunal imperial como comprobantes de descargo.
Este paso fue franqueado.

Ciertamente todos los conflictos de Pablo tienen un lugar muy impor-


tante en la obra de Lucas; al fin de su libro se preocupa de éstos tan-
to e incluso más que de la predicación cristiana. Pero, ¿no escribía
Lucas un relato de los hechos tales como los veía?

Por eso, es legítimo el interrogante de si Lucas desempeña el papel


de un abogado o más bien el de un historiador que narra. ¿Es él testigo
de descargo en un pleito, o más bien testigo, tal como pretende ser el
historiador digno de este nombre? Más vale, también en este punto,
resistir a estas hipótesis que se apoyan solamente en un aspecto de un
libro tan rico y sincero como el de los Hechos.

No se puede negar que el libro contenga discursos de apología. En


los Hechos se tocan temas de propaganda o de apología del cristianismo.
En efecto, Lucas pretende dar argumentos para defender el movimiento
cristiano de las sospechas y de las acusaciones que provenían tanto de
parte de los judíos como de los paganos. Además, los procesos a que fue
16

sometido Pablo dan evidentemente lugar a discursos en los que el após-


tol defiende su persona, así como el cristianismo contra las acusacio-
nes de los judíos.

En el caso de los discursos, Lucas se tomó la libertad propia de los


historiadores antiguos, de redactarlos con vistas a la finalidad pro-
puesta. Esto no excluye el uso de una documentación, aunque sea de ti-
po muy diverso. Como afirma Cerfaux, ―es sumamente verosímil que por
ejemplo los textos de la Escritura que citan los discursos sean preci-
samente aquellos que citaron Pedro, Esteban, Felipe o san Pablo. La
teología, la apologética, la presentación del mensaje cristiano es ver-
daderamente la de ellos; y Lucas es su transmisor fiel, incluso en las
fórmulas que ha conservado‖14.

En síntesis, el fin principal de los Hechos no es hacer apología, ni


de la persona de Pablo, ni del cristianismo. No es pues un libro que
equivalga a una arenga de pretorio. La intención apologética, en reali-
dad, difícilmente se compagina con el plan teológico de esta obra.

3) Los Hechos son sobre todo un diario de viaje. Wilfrid L. Knox15


demostró que el libro de los Hechos, a la manera del tercer Evangelio
fue escrito bajo la forma de un diario o relato de viaje; esa era una
forma popular en el mundo antiguo. El Evangelio según san Lucas, como
relato de viaje, ilustra el fin de su autor: enseñar que Cristo sube a
Jerusalén, el sitio del antiguo culto dedicado a Dios para cumplir
mediante su pasión y su resurrección, la redención del género humano.
No es accidental a su tema que san Lucas insista tanto sobre estos
acontecimientos centrales como un ―terminus ad quem‖: Cristo Jesús
viene al centro de la religión de Israel para fundar o establecer la
nueva religión, que no es sino el acabamiento, el término, la plenitud
de la antigua. Así Lucas omite en su Evangelio cualquier referencia a
las apariciones de Cristo resucitado en Galilea, e insiste, empleando
las palabras de despedida del Señor, que la enseñanza a todas las na-
ciones comienza por Jerusalén (cf. Lc 24,47), y que los apóstoles
permanecen en la ―ciudad‖ es decir Jerusalén, hasta que venga el Espí-
ritu prometido (cf. Lc 24,49; Hch 1,4).

En los Hechos se descubre una historia semejante cuyo tema se desa-


rrolla en el movimiento que lleva la Iglesia desde Jerusalén (Hch 1,4)
hasta Roma, donde el protagonista Pablo testifica acerca de la nueva
fe. En la persona de san Pablo y por medio del último viaje del após-
tol, san Lucas muestra cómo la Iglesia naciente rompe definitivamente
los nexos que la vinculaban al mundo judío. Eso queda muy bien señala-
do por las palabras de san Pablo: ―Apelo al César‖ (Hch 25,11); median-
te estas palabras el antiguo fariseo se sustrae por siempre al poder
del Sumo Sacerdote y del Sanedrín y empieza la larga odisea que va a
terminarse con su muerte.

En conclusión: ―Lucas no escribe propiamente una ―historia‖ de la


Iglesia primitiva o una apología del primitivo cristianismo, sino más
bien un ensayo teológico en que se describe, con tonos un tanto idíli-
cos, el genio, el desarrollo y los problemas de la Iglesia primitiva,
para uso de los lectores gentiles o pagano cristianos. En el libro de
los Hechos hay historia y apología, pero a Lucas le interesa destacar
ante todo dos cosas: 1) La importancia de Jerusalén como Iglesia madre,
sede de los Doce y fuente capital de la doctrina para la actividad mi-
sionera cristiana; 2) la acción del Espíritu guiando la difusión de la

14
Lucas ―al componer los discursos puestos en boca de los más diversos perso-
najes ha intentado reflejar la mentalidad que los inspiraba en el momento de
hablar, pero sin asumir necesariamente su contenido‖ (Lucas no se identifica
con el contenido de cada discurso). ―Se da el caso de que un mismo personaje,
por ejemplo Pedro, haga afirmaciones contradictorias, según hable o no inspi-
rado por el Espíritu Santo‖. Cf. Mateos Juan, Nuevo Testamento, o.c. pg. 615.
15
The Acts of the Apostles, Cambridge, 1948, pgs. 55ss.
17

Palabra, formando la comunidad cristiana y agregando nuevos miembros al


redil‖.16

I) Destinatario y Fecha de composición:

¿Quién es el destinatario de la obra de Lucas? No lo son las au-


toridades romanas: ni la habrían entendido, ni se habrían interesado
por ella (cf. Hch 18,14-15). Tampoco lo son los judíos: el escrito ten-
dría otro tono. El destinatario, tanto del tercer Evangelio como de los
Hechos son los creyentes que necesitan un fundamento más sólido (avsfa,&
leia ―aspháleia‖) de la instrucción cristiana que recibieron antes del
bautismo kathce,w ―katêkhéô‖. Del análisis interno de la obra se puede
deducir que estos creyentes formaban una comunidad o comunidades en las
que dominaba el elemento de origen pagano17. Es claro, por tanto, que
la finalidad de Lucas no es la de impartir una primera instrucción al
catecúmeno (que él supone ya recibida, cf. Lc 1,4), sino de hacer re-
flexionar sobre el significado de los acontecimientos que tuvieron lu-
gar después de la ascensión de Jesús; concretamente la fundación de nu-
merosas comunidades que encarnan el ideal evangélico y que tienden a
expandirse ulteriormente. De esta realización eclesial del ideal evan-
gélico, particularmente de la vivida en las comunidades étnico-cristia-
nas que se relacionan con Pablo, pretende Lucas mostrar la ―solidez‖,
para que sirva de paradigma a los lectores de tiempos posteriores.

En cuanto a la fecha de composición, ―nada seguro hallamos en la


tradición antigua para fijar la fecha y el lugar en que escribió (¿en
Acaya después de la muerte de Pablo? ¿En Roma antes de la conclusión
del proceso?); por eso nos hemos de guiar en nuestro juicio por el
contenido del libro‖18.

Siendo el autor del libro de los Hechos un compañero de Pablo, la


cuestión de la fecha de composición no reviste una gran importancia. Es
bastante claro que Lucas recogió muy pronto su documentación; ésta
conservaría su valor, aún si Lucas hubiera escrito su libro entre los
años 80-100. Pero, ¿es verosímil que él hubiera tardado tanto en publi-
car una obra tan cuidadosamente preparada? El libro de los Hechos con-
cluye con el cautiverio de Pablo en Roma entre el 61 y el 63. Si, por
otra parte, Lucas hubiera escrito después de la persecución de Nerón
(Año 64. Cf. Hch 1,1-3) y el martirio de Pablo no se podría comprender
la euforia en la cual están sumergidas las últimas páginas, que hacen
presentir, como punto culminante del relato, la liberación de Pablo
después de sus dos años de plazo legal, cuando la acusación no confir-
mada quedaba anulada.

La naturaleza misma de la documentación, siempre más precisa a me-


dida que se penetra en el mundo griego y que se acerca a los años 61-
63, habla a la vez en pro de la autenticidad y de una fecha que no
debería traspasar de ningún modo la sexta década. Un decreto de la Pon-
tificia Comisión Bíblica del 12 de Junio de 1913 pide tomar en consi-
deración la manera como se concluye el libro, sin mencionar de ningún
modo la liberación del Apóstol. Por eso, se deduciría que fue escrito y
publicado antes de este acontecimiento, hacia el 62-63.

Durante mucho tiempo, la indicación de una fecha precisa pareció


simple: si el autor no dice nada acerca del desenlace en Roma de un
proceso cuya fase en Palestina él narró tan ampliamente, es porque él
lo ignoró, habiendo escrito su obra ―dos años‖ (Hch 28,30) después de

16
Cf. AA.VV. ―COMENTARIO BIBLICO «SAN JERÓNIMO»‖, T. III Ediciones Cristian-
dad, Madrid 1972, pg. 423.
17
―El destinatario de los Hechos es el mismo Teófilo a quien se dedica y
dirige el tercer evangelio. Pero es natural que no fuese él solo, sino un gru-
po de cristianos o una comunidad en la que este personaje tenía alguna impor-
tancia, quienes recibiesen la obra de Lucas. Son cristianos de proveniencia no
judía, como el mismo autor‖. Cf. AA.VV. COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO, La
Casa de la Biblia 5ª, 1995, pg. 341.
18
Cf. Biblia de Jerusalén pg. 1545.
18

la llegada de Pablo a Roma, o sea hacia el 62-63, antes del fin del
proceso; sin embargo, a propósito de la fecha del libro hay un dato
claro: según su prólogo (Hch 1,1) la obra fue escrita después del
Evangelio. Pero el Evangelio según Lucas y más todavía el de Marcos que
le precede (año 65), tendrían que situarse en fechas muy anteriores,
que la crítica moderna en su conjunto no cree poder admitir19.

Se ve mal, por otra parte por qué el autor no habría esperado el


final del proceso (Hch 28,30) para escribir o por lo menos para termi-
nar su libro: sus lectores no se hubieran sorprendido ni por una con-
denación (cf. Hch 20,22-24; 21,11-14), ni por una absolución (cf. Hch
26,32; Flm 22). En realidad, desde la llegada de Pablo a Roma, la aten-
ción se aparta del proceso para volver al tema mayor de la obra: el
anuncio del Evangelio en Roma cumpliendo el mandato del Señor: ―hasta
los confines de la tierra‖ (Hch 1,8), por el que había recibido la mi-
sión de testimoniar en Roma tanto como en Jerusalén (Hch 23,11)20.

Esta interpretación del final de los Hechos no permite ya fijar una


fecha precisa para datar su composición. Como la crítica actual sitúa
generalmente el tercer Evangelio después del año 70, indica fácilmente
para los Hechos una fecha en los alrededores del 80. ―Teniendo en cuen-
ta el hecho de que en él se refleja una cierta distancia de los hechos
narrados, y teniendo en cuenta la datación atribuida al tercer Evange-
lio se propone el período alrededor del 80 d.C.‖ (C.M. Martini).

J) El Texto:

Son muy numerosos los manuscritos que transmiten el texto de los


Hechos en la lengua original griega. Los más antiguos se remontan al
siglo IV d.C. (del s. III se han conservado algunos papiros incomple-
tos). Ellos transmiten dos formas principales del texto. Una es llamada
―oriental‖ porque es conservada en manuscritos provenientes principal-
mente de Egipto y del imperio Bizantino. La otra es llamada ―occiden-
tal‖, porque es atestiguada sobre todo en occidente, aunque haya naci-
do, probablemente en Siria.

La forma ―oriental‖ está presente en códices como el Vaticano (B),


el Sinaítico (S), el Alejandrino (A), y es la preferida por los críti-
cos. La ―occidental‖ es transmitida por el códice greco-latino de Cam-
bridge (D = Beza), por antiguas versiones latinas, por los padres lati-
nos antiguos y por las lecciones marginales de la versión siríaca ar-
clense. Allí se encuentran, con respecto al texto ―oriental‖, paráfra-
sis, adiciones de pequeños detalles históricos o topográficos, y muchos
cambios o casi reelaboraciones estilísticas. Sin embargo, la sustancia
del relato y de la doctrina permanece inmutable. Intentos, incluso re-
cientes, de mostrar que el códice D sufrió el influjo de precisas ten-
dencias doctrinales no han tenido éxito. Es más probable que en D hayan
confluido, junto con algunas lecciones muy antiguas, varias glosas su-
cesivas e intentos de enmendación estilística21.

19
En los últimos años, a partir de la datación y el análisis de algunos frag-
mentos de papiros, se han venido proponiendo fechas más tempranas para la com-
posición de algunas obras del Nuevo Testamento; como por ejemplo, el Evangelio
según Marcos y la obra de Lucas: cf. Investigaciones y propuestas de José
O’Callaghan y Peter Carsten Thiede.
20
―Cuando un determinado personaje ha realizado personalmente el éxodo inicia-
do por Jesús fuera de la institución judía, Lucas deja de ocuparse de él‖ cf.
Mateos, Juan: Nuevo Testamento, pg. 620. Cuando Pablo deja de resistirse al
Espíritu y acepta su vocación de dirigirse al mundo pagano, sin anteponer su
amor por el pueblo judío, se termina la obra que lo tuvo a él como último pro-
tagonista humano, es decir, el libro llamado ―Hechos de los Apóstoles‖.
21
―Las ediciones críticas adoptan el texto ―ordinario‖, por considerar el
―occidental‖ como una revisión posterior. De todos modos, a pesar de lo preca-
rio de su transmisión textual y del peso de las autoridades, nunca han faltado
quienes defiendan la originalidad de la recensión ―occidental‖, por conservar
lecturas muy primitivas. De un análisis minucioso de ambos textos, parece más
bien imponerse que la recensión ―ordinaria‖ tiende a quitar hierro a ciertas
expresiones demasiado atrevidas y a pulir el texto‖ cf. Mateos, Juan: Nuevo
19

III. La Doctrina: La fe de la Iglesia naciente

La teología del libro de los Hechos tal como se desprende de los


discursos, hace el nexo entre la reflexión teológica evolucionada de
los escritos de san Pablo y de san Juan y la predicación del Reino de
Dios que se encuentra en los Sinópticos.

El mensaje cristiano primitivo se vincula al del Reino de Dios. La


resurrección de Cristo y el fenómeno de Pentecostés abrieron los ojos
menos clarividentes; no hay que esperar ―el restablecimiento‖ del rei-
no de Israel, sino las obras del Espíritu Santo y la fundación de la
Iglesia; y ello era la promesa hecha a los patriarcas de antaño y reco-
gida por los profetas. Por consiguiente, el primer mensaje será el de
la resurrección, los dones del Espíritu Santo y mirando al horizonte,
el regreso o la parusía del Señor Jesucristo.

A) La fe y el Bautismo:

El mensaje se recibe por la fe y los apóstoles administran un


bautismo para la remisión de los pecados. Se imita el bautismo de Juan
pero transformado, según las profecías de Juan el Bautista mismo y de
Jesús, en un bautismo en el Espíritu Santo, que se acompaña normalmente
de una efusión visible de carismas espirituales. La síntesis de estos
diversos elementos no está todavía tan perfectamente hecha como en la
teología paulina.

B) La Cristología:

Las grandes líneas de la cristología se dibujan poco a poco.


Dios, según lo anunciaban las Escrituras, resucitó a Jesús a quien El
había ya aprobado por mus milagros. Lo estableció mediante su resurrec-
ción como ―Señor‖ y ―Cristo‖: de ahora en adelante se realiza la salva-
ción por el nombre de Jesús. Los milagros que se producen en la Iglesia
naciente son el signo de esta voluntad de Dios de ―salvar‖ por medio de
su ―Cristo‖.

El libro de los Hechos conserva la fórmula arcaica ―Hijo del Hombre‖


(Hch 7,56) que se vincula a la vez con la profecía de Daniel y la del
Siervo del Señor de Isaías (sobre todo Is 52,13-53,12). Este contexto
de Isaías va a proporcionar a la teología naciente la apelación ―Sier-
vo‖ de Dios (Hch 3,13.26; 4,27.30). El título ―Hijo de Dios‖ no apare-
ce sino una sola vez (Hch 9,20), pero Lucas, con su tacto histórico, lo
puso en relación con una intervención de Pablo (cf. Hch 13,33).

Las profecías anunciaban tanto los padecimientos de Cristo, como su


resurrección; el tema de la muerte redentora es insinuado por la apli-
cación a Cristo de los pasajes del ―Siervo doliente‖. Cristo cumplió

Testamento, o.c. pg. 623. Cf. Rius-Camps Josep: ―De Jerusalén a Antioquía‖
o.c. pgs. 347-351: Apéndice II: El Texto ―Occidental‖ y la Teología de los
Hechos‖. Allí afirma: ―A pesar de los grandes progresos que se han hecho en
los últimos años, el problema de la relación entre ambas recensiones y entre
éstas y el texto primitivo de los Hechos permanece insoluble‖ pg. 347.
En opinión contraria a la de Juan Mateos y Josep Rius-Camps ―É. Delebecque,
Les deux Actes des Apôtres (Paris 1986), concluye, después de un paciente co-
tejo de ambas recensiones, que la rec. occid. representa una segunda redac-
ción, más ampliada, de la rec. oriental o alejandrina, y que una y otra
proceden de la pluma de Lucas‖ cf. Idem pg. 351 nota 572.
Cf. también en Cuadernos Bíblicos Nº 102 ―Los manuscritos de la Biblia y la
crítica textual‖, Editorial Verbo Divino 2000, la concisa presentación que
hace del problema Charles Perrot en la página 26.
En síntesis, el texto llamado occidental ―sería por lo tanto una forma secun-
daria, aunque si no se excluye que en algunos casos pueda reflejar lecturas
antiguas y originales. El problema es resuelto en los comentarios caso por
caso. En verdad, la tradición occidental se debe considerar como antiquísimo
testimonio de una lectura interpretativa de los Hechos‖. Cf. AA.VV. LOGOS,
Corso di Studi Biblici, Elle Di Ci, Torino 1994 pg. 192.
20

igualmente la profecía de Dt 18,18, que anunciaba la aparición de un


profeta semejante a Moisés: cf. Hch 3,21-23.

Se ve cómo el desarrollo de la cristología, como el de todo el pen-


samiento primitivo, se hace en contacto estrecho con las Escrituras
explicadas a la luz del acontecimiento cristiano y bajo la inspiración
del Espíritu Santo.

El tema de la comunión con el Señor resucitado y glorioso recorre


todo el libro de los Hechos. El gesto litúrgico ―eucarístico‖ de la
fracción del pan –como prefiere llamarlo Lucas- caracteriza la Iglesia
primitiva ideal (2,42-46): la comunidad se nutre alegremente del pan
misterioso que el Resucitado mismo ha ―partido‖ para los suyos. La con-
tinua comunicación del Señor glorioso con su Iglesia terrena queda pa-
tente en las misteriosas apariciones de Jesús resucitado: la conver-
sión de Pablo se produce por un encuentro con el Resucitado (aconteci-
miento narrado detalladamente por tres veces: 9,1-8; 22,6-10; 26,12-
18); también su misión entre los gentiles es provocada por una segunda
visión de Jesús (22,17-21), como también la esforzada formación de la
comunidad de Corinto (18,9-11) y su envío a Roma como testigo (23,11).

Como se ve, los momentos esenciales de la gran aventura eclesial es-


tán indisolublemente vinculados a la manifestación del Resucitado, que
interviene para determinar situaciones nuevas e inesperadas.

C) El Espíritu Santo:

Puede afirmarse que este libro es ―el Evangelio del Espíritu‖.


Desde el mismo comienzo, y más aún a partir de Pentecostés, hay conti-
nuas intervenciones del Espíritu Santo, protagonista primero de la
obra. Su poder constituye testigos de la Palabra de la Salvación, di-
funde la acción salvífica por su medio y va conformando así comunidades
de salvación que constituyen la Iglesia. Tal es el ―camino de Dios‖ que
va pasando a todos los países hasta llenar la tierra.

Paradójicamente, es por medio de la teología del Espíritu como san


Lucas expresa al máximo su cristología: Jesús presente y operante en la
Iglesia. El tema del Espíritu Santo aflora en todo el Nuevo Testamento;
pero ningún autor se refiere a El con tanta abundancia como san Lucas
en el Libro de los Hechos. Como la ascensión, el Espíritu Santo entra a
formar parte de la ―bisagra‖ que une la obra de Lucas. De hecho, la
promesa del Espíritu Santo a los discípulos cierra el primer volumen
(Lc 24,49) y abre el segundo (Hch 1,8): esta fuerza divina realiza el
paso entre la vida de Jesús y la historia de la Iglesia, asegurándole
la continuidad.

Para san Lucas la historia de la Iglesia está marcada por una reno-
vada manifestación del Espíritu. Después de Pentecostés, el misterio
del descenso del Espíritu sobre los discípulos se renueva de continuo
(cf. 4,31: segundo o pequeño Pentecostés; 10,44-47; 11,15: con ocasión
de la conversión de los primeros paganos; 19,5-6: en la recuperación de
los primeros disidentes de la comunidad. Gracias a la energía divina
del Espíritu, la comunidad de los creyentes lleva a cabo eficazmente el
misterio y la obra de Jesús en la historia.

Así, animada por la presencia del Espíritu, la historia de la Igle-


sia adquiere una dimensión divina, reflejando y prolongando sobre la
tierra la presencia del Señor resucitado y glorioso.

Toda la empresa misionera de la Iglesia se desarrolla bajo el signo


del Espíritu: como le sucedió a Pedro y también a Pablo en su epopeya
evangelizadora. La expansión misionera no es atribuida por san Lucas a
ninguna iniciativa humana; es el prodigioso camino de Jesús, el Resuci-
tado, por en medio de los pueblos, a partir de Israel y hasta los con-
fines del mundo; es la obra misma de Dios, la realización de la salva-
ción por medio del Espíritu.
21

D) La Eclesiología:

El concepto de Iglesia en el libro de los Hechos es algo impreci-


so y no es presentado de manera sistemática. Se debe evitar una proyec-
ción de la eclesiología posterior sobre esta obra. Evidentemente, en
Hechos no debemos buscar nuestro concepto de Iglesia universal (aun
cuando se ha hablado mucho del universalismo de Lucas). La misma pala-
bra evkklhsi,a ―ekklêsia‖ sólo una vez, en 9,31, abarca más de una comu-
nidad, y aun en este texto hay que ver en realidad la única comunidad
primitiva de Jerusalén dispersada con motivo de la persecución que
siguió al martirio de Esteban (8,1). Por lo demás, sólo se nombran co-
munidades concretas. ―La Iglesia de Lucas se identifica con el enviado
de Dios. Con clara referencia al crecimiento del niño Jesús (Lc 2,40.
52), se habla del crecimiento de la primera comunidad de Jerusalén (Hch
2,47; 5,14; 6,7)... La Iglesia es la reproducción del Mesías Jesús en
su infancia, su envío por el Espíritu en el Bautismo, su pasión. Jesús
y la Iglesia se identifican: ―¿Por qué me persigues? Yo soy Jesús a
quien tu persigues‖. Perseguir a la Iglesia equivale a perseguir a Je-
sús‖22.

La Iglesia es el establecimiento del Reino de Dios en el Espíritu


Santo, esperando la realización de las promesas escatológicas. Los li-
neamientos de una organización son muy claros. Los apóstoles desempeñan
un papel privilegiado: la Iglesia de Jerusalén les prodiga veneración
religiosa y su autoridad se impone por varios milagros. Sobre todo Pe-
dro, goza de prestigio incomparable.

Habiendo recibido en el día de Pentecostés el don del Espíritu, los


apóstoles lo derraman a su vez y la efusión de los carismas acompaña su
predicación y especialmente el bautismo y la imposición de las manos.
La Iglesia de Jerusalén preludia el desarrollo ulterior de la jerar-
quía; a la autoridad que desempeñaba el grupo apostólico, sucede el go-
bierno local de Santiago en Jerusalén, rodeado de sus presbíteros. Por
otra parte, se ve que Pedro se aparta de Jerusalén y ejerce una autori-
dad ecuménica sobre las Iglesias de la diáspora.

Los cristianos de Jerusalén no se han separado del culto del Templo.


Practican la ―fracción del pan‖ y recitan plegarias litúrgicas propias.
En las iglesias del mundo pagano, el ―Señor‖ es con más claridad el
centro de un culto nuevo.

Pasajes significativos de los Hechos como 2,42-47; 4,32-37 (suma-


rios) para un lector del tiempo de Lucas (años 80) no podían dejar de
tener una muy particular importancia: la Iglesia de los últimos dece-
nios del primer siglo era invitada a reflexionar sobre la pureza y la
autenticidad de la vida cristiana como la practicó la comunidad pri-
mitiva. El contenido del tercer Evangelio representa aquí uno de los
fundamentales intereses de san Lucas como propuesta de vida a las
comunidades destinatarias de su obra.

¿Qué puede decirle a la Iglesia de hoy el relato de la vida de los


primeros cristianos? Se encuentran dos tendencias a este propósito: la
que quisiera ―canonizar‖ el modo de vida de las primitivas comunidades
descrito por los Hechos, para hacer de él el modelo y la forma defini-
tivos para la Iglesia; y la que ve en este período un simple momento,
no necesariamente mejor que los otros, de un acontecimiento en el cual
lo importante es acoger la novedad del Espíritu. Incluso entre aquellos
que defienden esta segunda tendencia no pocos acusan el libro de los
Hechos, como si él representase la transición hacia un endurecimiento
institucional del entusiasmo primitivo.

A decir verdad, si los acontecimientos de la primera comunidad son


conservados para la Iglesia en un libro inspirado y canónico, esto sig-

22
Cf. Ancilli, Ermano: DICCIONARIO DE ESPIRITUALIDAD, T. II, Editorial Herder,
1983, cols. 223-224.
22

nifica que ellos, así como son descritos por el autor y en la clave in-
terpretativa en la cual él los coloca, tienen valor revelador para no-
sotros y nos manifiestan el plan divino de salvación. En particular la
fe de los primeros cristianos, su oración, su caridad, son presentadas
como modelos de realización auténtica del ideal evangélico.

―La experiencia eclesial primitiva, interpretada por el autor es uno


de los fundamentos de la teología del libro. Con ella Lucas quiere res-
ponder a preguntas como qué es la Iglesia, cuál es su misión, cómo la
lleva a cabo... Según Hechos, la Iglesia es la comunidad de los discí-
pulos guiados por el Espíritu Santo para que den testimonio de Jesús
desde la experiencia de la fraternidad y así evangelicen a los hom-
bres‖23.

Sin embargo, leyendo los Hechos se observa cómo, en cuanto al modo


de vivir cotidiano, existen diferencias notables entre las comunidades.
Por ejemplo la comunidad de bienes es vivida de manera diversa en Jeru-
salén, en Antioquía y en Corinto. Esto muestra que no todo detalle de
lo que el autor describe es propuesto sin más como norma para las comu-
nidades sucesivas. Será necesario, en cambio, poner atención a las
constantes que se manifiestan incluso en estas diferencias, para encon-
trar en ellas un marco de referencia para la vida ulterior de la Igle-
sia. Por esto el estudio y la exégesis de este libro son de grandísima
importancia para la Iglesia de todo tiempo.

―Estos temas aparecen estructurados con una clara dimensión geográ-


fica: el mensaje se difunde y expande, mensaje de y sobre Cristo, a
partir de Jerusalén hasta Roma, centro del mundo conocido. Desde la
Iglesia madre este mensaje alcanza paulatinamente Palestina primero,
Samaría, Damasco y regiones limítrofes, pasando luego a Antioquía, Chi-
pre y Asia Menor. Luego llega a Europa, Macedonia y Grecia, para termi-
nar en Roma que era entonces la capital del mundo‖24.

La narración de los Hechos, como se vio, se interrumpe en el momento


en el cual Pablo está prisionero en Roma. ¿Se deberá entonces concluir
que los acontecimientos sucesivos de las comunidades cristianas, no ha-
biendo sido narrados en un libro inspirado, hayan perdido aquel valor
de manifestación del plan divino de salvación característico de los
acontecimientos precedentes? Nada lo hace suponer así. Dios continúa
manifestándose en Jesús por medio del Espíritu en las comunidades an-
tiguas y nuevas, hasta el final de los tiempos. Pero cuando ellas quie-
ran discernir entre lo que es manifestación verdadera de Dios y las
tendencias regresivas que aparecieron ya desde el principio (cf. Hch
5,1-11), en este libro encontrarán paradigmas auténticos con los cuales
confrontarse.

SAN PABLO : SU PERSONALIDAD Y SU OBRA

I. Las fuentes para el estudio de san Pablo:

Las fuentes a las que se puede acudir con seguridad para el estudio
de Pablo son, en orden de importancia y de fiabilidad, sus cartas y Los
Hechos de los Apóstoles. En cuanto a las cartas se tienen en cuenta
principalmente los siguientes textos: Gal 1,15-23; 2,1-14; Fil 3,5-6;
4,16; 1Cor 7,7; 16,5-8; 2Cor 2,1.9-13; 11,32-33; 12,2-4.14.21; 13,1.10;
Rom 11,1; 15,22-28. Las cartas reflejan al vivo la experiencia paulina;
expresan el modo dramático como Pablo vivió siempre la propia experien-
cia cristiana y apostólica. Su valor documentario aumenta si se piensa
que ellas ofrecen los datos fuera de un esquema biográfico organizado.
En efecto, cuando Pablo habla de sí mismo no está haciendo una biogra-

23
Cf. AA.VV. COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO, o.c. pg. 345.
24
Cf. Idem.
23

fía sistemática, sino que escribe siempre por algún otro motivo especí-
fico. Ofrece de sí mismo informaciones sobrias, fragmentarias, ocasio-
nales, pero siempre precisas y particularizadas, porque nacen en el
momento en el cual el dato biográfico es vivido por el apóstol.

En cuanto a los Hechos se pueden tener en cuenta: Hch 7,58; 8,1-3;


9,1-30; 11,25-30; 12,25; 13,1-28,31. Sin embargo, con frecuencia las
Cartas completan o redimensionan los datos de los Hechos, integrándolos
y a veces corrigiendo su perspectiva. En efecto, los Hechos no dicen
todo acerca de Pablo, ni siquiera cuando lo hacen el actor principal
(Hch 13-28). Además, son muy diversas las perspectivas de Lucas y de
Pablo. Hoy en día, con base en estos datos, ya no es posible sucumbir a
la tentación de reconstruir una ―vida de san Pablo‖ mezclando indiscri-
minadamente los datos de las Cartas y de los Hechos. Se prefiere poner
el acento sobre cada escrito o grupo de escritos, más bien que sobre
una biografía demasiado bien ordenada, en la cual todo estuviese mez-
clado. Ya se vio anteriormente que los Hechos tienen, en realidad, va-
lor histórico pero en un sentido distinto al de las cartas. En caso de
conflicto real o aparente no se debe intentar conciliar las dos fuentes
a toda costa. Ya los Hechos no se toman como marco histórico principal
y las cartas como simples elementos complementarios. Se debe proceder
más bien a la inversa. Esto se debe al hecho de que Lucas, en su obra,
persigue una finalidad más teológica que histórica. Los Hechos son más
bien una teología que una simple crónica; por lo tanto no se pueden en-
tender como una biografía paulina. Lucas no es el biógrafo de Pablo.

Hasta la primera prisión de Pablo en Roma se tienen a disposición


las Cartas y los Hechos. Después del año 62 sólo se dispone de las Car-
tas Pastorales, sobre las cuales es necesario hacer una precisión. Aun-
que si no se aceptase su autenticidad, es decir la paternidad literaria
paulina, sus indicaciones no pueden ser menospreciadas ya que, o pueden
provenir de tradiciones venerables y por lo tanto muy atendibles; o
también, porque la posible no autenticidad no excluye la presencia en
estas cartas de auténticos párrafos paulinos.

En el resto del N.T. la única referencia explícita al apóstol está


representada por 2Pe 3,15-16: allí se afirma la existencia de un ya
constituido ―corpus‖ de cartas paulinas y las dificultades de algunos
de sus contenidos.

No menos pobres de noticias y datos son los escritos de los Padres


apostólicos. Clemente de Roma hacia el año 95, en su carta a los Corin-
tios, alude explícitamente a la Primera Carta a los Corintios de Pablo,
recordando los partidismos que aún reinan entre ellos (1Clem 47); dice
que el Apóstol fue ―cargado siete veces de cadenas‖ y que ―llegó hasta
los confines del Occidente‖. Policarpo de Esmirna escribiendo a los Fi-
lipenses hacia el 135, menciona ―cartas‖ enviadas a ellos por Pablo
(3,2). Se puede también añadir la alusión del Canon Muratoriano al via-
je de Pablo a España (líneas 38-39).

Por lo que respecta a los apócrifos, su abundante información acer-


ca del Apóstol es muy poco atendible. Ellos, en efecto, muy poco preo-
cupados por la fidelidad a la Tradición, tienden únicamente a satisfa-
cer el deseo de colmar la sobria y lagunosa información de las fuentes
auténticas de los orígenes cristianos. Sin embargo, en este trabajo
pueden haberse servido de algunos válidos fragmentos tradicionales, y
poseer por tanto, en su núcleo esencial, algún dato digno de fe. Así
piensan varios especialistas con respecto a los Hechos de Pablo y Te-
cla25.

25
Se trata de uno de los tres escritos u obras que componen los ―Actos de Pa-
blo‖. Tecla era una joven de Iconio que, a partir de la predicación de Pablo
se convirtió en una fervorosa cristiana, hizo voto de virginidad, ejerció con
mucho celo el apostolado y fue repetidamente liberada de manera prodigiosa de
peligros mortales. El libro, al menos en su núcleo fundamental es obra de un
presbítero del Asia Menor, el cual escribió por su excesiva admiración por el
Apóstol. Se remonta al siglo III. Los otros dos escritos u obras son: el mar-
24

Pero no solamente las anteriores obras pueden ayudar para recons-


truir el medio ambiente donde se movió Pablo. Un mejor conocimiento de
la lengua y de la literatura griega, los estudios sobre el rabinismo
judío, sobre el Antiguo Testamento y la literatura sapiencial, la pu-
blicación de documentos descubiertos recientemente, el recurso de los
papiros, la historia de las religiones (y particularmente del helenis-
mo)... y hasta la sicología moderna contribuyen a una mejor comprensión
y conocimiento de Saulo de Tarso.

II. La persona de Pablo:

A) El nombre:

El apóstol se llama a sí mismo en sus cartas Pau,loj ―Paulos‖.


Este nombre aparece también en 2Pe 3,15 y en Hch a partir de 13,9 luego
del encuentro con el procónsul romano Sergio Paulo (13,7-12). Antes de
Hch 13,9 se le llama Sau,loj ―Saulos‖ (7,58; 8,1.3; 9,1, etc.) que es la
forma griega de Saúl. En esta segunda forma sólo aparece escrito en los
relatos de la conversión (9,4.17; 22,7.13; 26,14) y equivale al hebreo
 Šā vûl , el nombre del primer rey del antiguo Israel (1Sam 9,2.17;
10,1 etc.; Hch 13,21). Significa ―pedido‖ (a Dios o al Señor). Hch 13,9
señala el paso de ―Saulo‖ a ―Pablo‖ (exceptuando que se mantiene Saúl
en los siguientes relatos de la conversión). Aquí encontramos Sau,loj de.
kai, Pau,loj ―Saulos de kai Paulos‖ = Saulo, conocido también por Pablo.

El nombre Pau,loj ―Paulos‖ es la forma griega del conocido nombre de


familia romano ―Paulus‖; significa ―pequeño‖. Solo conjeturas pueden
hacerse sobre la forma en que Pablo obtuvo este nombre romano. Es posi-
ble que tenga relación con la ciudadanía romana (Hch 16,39; 22,27-28;
25,10), que su familia poseía por habitar en Tarso; también, es posible
que algún antepasado de Pablo lo adoptara por ser el nombre de un roma-
no que lo manumitió. No es probable que Pablo adoptara el nombre de su
ilustre converso romano de Chipre; es más bien pura coincidencia el que
Saulo empiece a llamarse Pablo en el relato de los Hechos precisamente
al convertirse este procónsul romano Sergio Paulo (Hch 13,7-l2)26.

Lo más verosímil para algunos es que el apóstol se llamara Pau,loj


―Paulos‖ desde su nacimiento, y que Saúl fuese el sobrenombre, usado en
los círculos judíos. Al igual que muchos otros judíos de su época tenía
dos nombres: uno semita (Saulo) y otro griego o romano (Pablo). En rea-
lidad, en los círculos judíos de la diáspora el doble nombre, semita y
griego era conocido en aquel tiempo (cf. Hch 1,23; 12,25).

Los dobles nombres se elegían teniendo en cuenta muchas veces su


semejanza fonética. Quizás el evangelista quiso así introducir a Pablo
en el mundo judío por medio del nombre del primer rey de Israel, Saúl
de Benjamín, precisamente a causa de la asonancia de Saulos con Paulos.
No hay pruebas de que ―Saulo‖ se cambiara por ―Pablo‖ en el momento de
su conversión. De hecho, después de ésta se sigue usando Saulos en los
Hechos. De todos modos con los dos nombres queda bien subrayado el
hecho de que Pablo perteneciese a dos ambientes culturales distintos.

tirio de Pablo y la carta de los presbíteros de Corinto a Pablo y la de Pablo


a los Corintios.
26
Cf. Rius-Camps, Josep: EL CAMINO DE PABLO A LA MISIÓN DE LOS PAGANOS, Edi-
ciones Cristiandad, Madrid 1984, pg. 47 acerca del cambio de nombre de Saulo a
Pablo que responde a un cambio de situación y de actitud: Pablo se ciega al
judaísmo por un tiempo, y se abre al paganismo en el cual encuentra mejor
respuesta, como lo comprueba la condenación que hace al mago y la conversión
del Procónsul Sergio Pablo, del cual adoptaría el nombre (¿?). Cf. también pg.
55 a).
Edouard Cothenet en Cuadernos Bíblicos Nº 26 ―San Pablo en su tiempo‖ pg. 6
escribe: ―Para los griegos, Saulo sonaba mal; el adjetivo ―saulos‖ se aplicaba
a los individuos de tipo afeminado. Se comprende entonces que, en sus relacio-
nes con el mundo grecorromano, el joven judío de Tarso se hiciera llamar Pa-
blo‖.
25

El hecho de que ―paulus‖ signifique en latín ―pequeño‖, ―exiguo‖, nada


tiene que ver con la estatura o la modestia de Pablo.

B) El lugar de nacimiento:

Según Lucas, nació en Tarso (Hch 9,11; 21,39; 22,3). Se trataba


del centro del tráfico internacional que se hacía en la llanura de Ci-
licia. Estaba vinculada a través de los pasos o gargantas que atravesa-
ban las cordilleras del Tauro y del Amano, al mundo helenístico del
Asia Menor, como también al mundo semítico babilónico del Oriente (Si-
ria, Babilonia, la nación judía). Se encontraba pues entre dos civili-
zaciones a manera de línea divisoria: la grecorromana del Occidente y
la semítico-babilónica del Oriente.

Son oscuros los orígenes de Tarso. Ciertas leyendas griegas atribu-


yen la fundación de esta ciudad a Perseo, Hércules o Triptolemo; pero
también se ha dicho que es de fundación fenicia. El año 66 a.C., cuando
Pompeyo reorganizó el Asia Menor a raíz de sus conquistas, creó la
―provincia Ciliciae‖ e hizo de Tarso su capital. Más tarde, Marco Anto-
nio concedió a la ciudad la libertad, la inmunidad y el derecho de ciu-
dadanía; Augusto confirmó estos privilegios. La condición de ―civis
romanus‖ que ostentaba Pablo se debía indudablemente al estatuto de
ciudad libre que poseía Tarso.

La ciudad era célebre por la fabricación del ―cilicio‖, una tela


fuerte, áspera hecha de pelo de cabras para las tiendas de los nómadas.
En el taller familiar Saulo aprendió aquel oficio que ejercitaría más
tarde con satisfacción (Hch 18,2-3; 20,34; 1Cor 9,13-15; 1Tes 2,9;
etc.). Era conocida, además, como centro de cultura, filosofía y ense-
ñanza; era prácticamente una ciudad universitaria de 300 mil habitan-
tes. Estrabón, geógrafo griego del siglo I habla de sus escuelas que
superaban a las de Atenas y Alejandría. Sus estudiantes eran los mismos
cilicianos, no extranjeros, como ocurría en Atenas y Alejandría; ello
es índice del nivel cultural de la población nativa. Hubo varios filó-
sofos, tanto estoicos como epicúreos, que se establecieron en Tarso y
allí impartieron sus enseñanzas.

Tal era la ciudad en la que nació Pablo y en la que probablemente


recibió parte de su primera educación; de ahí que dijera con orgullo
que era ―ciudadano de una ciudad nada desconocida‖ (Hch 21,39).

C) La fecha de nacimiento. Datos para una cronología de la vida del


Apóstol.

¿Es posible datar los momentos importantes de la vida del apóstol


y establecer la cronología literaria de su obra? Datos literarios y ar-
queológicos lo permiten en parte, con la ayuda de Lucas sobre todo a
partir de Hch 15,36. Hay cinco acontecimientos extrabíblicos fechados
que ayudan a establecer el esquema de la vida de Pablo. Se trata de los
siguientes:

1) El regreso de Poncio Pilatos, prefecto de Judea, a Roma el año


36. El legado de Siria, Lucio Vitelio, lo mandó allá para que respon-
diera de sus actos ante el emperador. La remoción de Pilatos y la
llegada de un nuevo prefecto, Marcelo, fue una ocasión propicia para el
juicio y la muerte de Esteban (Hch 6,8-7,60) y para la subsiguiente
persecución contra la Iglesia de Jerusalén (Hch 8,1). La conversión de
Pablo estuvo relacionada con estos acontecimientos27.

2) El hambre que tuvo lugar durante el reinado del emperador


Claudio (Hch 11,28-30; cf. 12,25), alrededor del año 46 d.C. La fecha
de esta calamidad que alcanzó a muchas regiones, no es fácil de deter-
minar; al parecer, afectó al Mediterráneo oriental durante varios años.
Pero hay ciertos indicios de que en Judea se produjo hacia los comien-

27
Cf. Josefo, Flavio: ANTIGÜEDADES JUDAICAS, 18.4,2
26

zos del mandato de Tiberio Julio Alejandro como procurador (46-48)28.


Si la llamada ―visita del hambre‖ fue realmente una visita distinta de
otras que Pablo hizo a Jerusalén, es probable que tuviera lugar alrede-
dor del año 46 (Hch 11,29-30; 12,25).

3) El edicto de Claudio expulsando a los judíos de Roma, alrede-


dor del año 49. Según Suetonio29, Claudio los expulsó a causa de las
constantes reyertas entre los judíos y los judeo-cristianos a propósito
de Crh,stoj ―Chrêstos‖ (Cristo). El historiador Orosio fechó esta expul-
sión en el año noveno del reinado de Claudio (49). Este edicto obligó a
Áquila y Priscila a abandonar a Roma y marchar a Corinto no mucho antes
de que Pablo llegara allí en la segunda misión (Hch 18,2).

4) El proconsulado de Lucio Junio Galión Eneo en Acaya, alrededor


del año 52. Pablo fue conducido a su presencia en Corinto al final de
su segundo viaje misionero (Hch 18,12). Este es el acontecimiento más
importante para determinar la cronología de la vida de Pablo, pues es
mencionado en una inscripción que originalmente se hallaba en el templo
de Apolo, descubierta en Delfos (Grecia) el año 1905. Por la inscrip-
ción se sabe que Lucio Junio Galión fue procónsul de Acaya durante el
reinado de Claudio; concretamente, después de la vigésima sexta aclama-
ción de éste como ―imperator‖. Esta aclamación tuvo lugar en el año
duodécimo del reinado de Claudio que se inició el 25 de enero del 52.
La vigésima séptima aclamación tuvo lugar el 1 de agosto del 52. El
procónsul era un gobernador provincial que permanecía en su cargo du-
rante un año y tomaba posesión de él normalmente en primavera. En con-
secuencia, cuando tuvo lugar la vigésima segunda aclamación de Claudio
como ―imperator‖, Galión estaría a finales de su mandato proconsular de
51-52 o a comienzos del de 52-53. Esta última parece ser la fecha pre-
ferible. Habiendo permanecido en Corinto durante dieciocho meses antes
de su detención, Pablo habría llegado a esta ciudad a comienzos del 51.
Así Pablo habría partido de Antioquía para la segunda misión en el oto-
ño del año 49, después del Concilio de Jerusalén que se debe ubicar en
el 48-49.

5) Porcio Festo sucedió a Antonio Félix como procurador de Judea


alrededor del año 60. Es difícil determinar exactamente la fecha de es-
ta sucesión; a la llegada del nuevo procurador, Pablo apeló al César,
para ser juzgado en Roma (Hch 24,27; 25,9-l1). En este caso, Pablo com-
pareció ante Félix en el 57 o en el 58.

La fecha del nacimiento de Pablo es desconocida, pero seguramente ha


de situarse en la primera década después de Cristo (es muy probable que
naciera alrededor del año 5 de nuestra era). Como se afirma que era un
joven (neani,aj ―neanías‖) cuando Esteban fue lapidado (Hch 7,58), es de-
cir, que tendría entre los veinticuatro y los cuarenta años, y él mismo
se llama anciano (presbu,thj ―presbytês‖) en Flm 9, su nacimiento no pudo
ocurrir después del año 10 d.C.

No es segura la fecha en que Pablo se convirtió, pero está relacio-


nada con el martirio de Esteban cuando los testigos depositaron sus
vestiduras a los pies de Saulo (Hch 7,58; cf. 22,20) para que las guar-
dara. Se han propuesto todos los años entre la muerte de Jesús y el
reinado de Calígula, en el 37, como fecha posible. El martirio de Este-
ban y la subsiguiente persecución de la Iglesia encaja bien en el cam-
bio de prefectos que se produjo en el año 36. Esta fecha corresponde
bien a los catorce años que median entre la conversión de Pablo y su
visita a Jerusalén con ocasión del ―Concilio‖ (Gal 2,1; año 49). Sin
embargo, algunos comentaristas prefieren fechar la conversión el año
33, sumando los tres años de Gal 1,18 y los catorce de Gal 2,1. La TOB
(Traduction Oecuménique de la Bible) propone como fecha posible entre
el 36-37.

28
Cf. Idem
29
Claudii vita, 25.
27

El que ha sido llamado el primer viaje misionero (Hch 13-14) debe


aparentemente colocarse antes de la asamblea de Jerusalén; pero esta
sección de los Hechos parece haber sufrido diversos reajustes redaccio-
nales. El segundo viaje (Hch 15,36-18,22) se debe situar entre el 49 y
el 52, con una larga permanencia en Corinto, probablemente entre el
invierno del 50 y el verano del 52. Durante este tiempo Pablo se en-
cuentra con Áquila y Priscila, expulsados de Roma en el 49 por el
emperador Claudio (cf. Hch 18,2). Finalmente, el tercer viaje misionero
(Hch 18,23-21,14) se extiende desde el 53 (o desde principios del 54)
hasta el 57 o 58. Este viaje comprende una permanencia de Pablo en
Éfeso de dos años y tres meses (Hch 19,8.10 y 20,31) y una visita de
tres meses a Corinto (Hch 20,3).

La fecha precisa del martirio de Pablo en Roma es desconocida. Se


sabe solamente que ocurrió en el tiempo de la persecución de Nerón que
tuvo lugar entre los años 64-6830.

III. La formación cultural de san Pablo:

Pablo es fundamentalmente una persona de formación hebrea, pero


con seguras y claras influencias greco-helenísticas. Es un hecho indis-
cutible hoy la complejidad y la dimensión pluricultural de la persona-
lidad de Pablo.

Pablo es un hebreo de la diáspora, es decir, un judío ―helenista‖


nacido y criado en pleno mundo pagano, en Tarso de Cilicia (cf. Hch 9,
11; 21,39; 22,3) del cual respiró el ambiente y tomó la lengua. La co-
lonia judía de Tarso tenía la ventaja de poseer una cosmopolita expe-
riencia cultural. Tarso era, en efecto, como ya se vio, un punto de en-
cuentro entre Oriente y Occidente; allí los ―dos mundos se encontraban
y mezclaban entre ellos. La amplitud del horizonte intelectual que pro-
porcionaba esta situación de límite, se refleja en las cartas del Após-
tol: en ellas el elemento helenístico y el bíblico-oriental se compene-
tran‖31.

Pablo es por lo tanto abierto, sin prevención ninguna, a cuanto es


bueno y bello y, en este sentido, se puede afirmar que posee un autén-
tico espíritu helenístico (helenismo sicológico). Se puede ver Fil 4,8
para un juicio suyo global sobre la realidad mundana 32 y 1Tes 5,21, en
cambio, para lo que se refiere al ánimo con que se debe vivir el hecho
cristiano en el interior de la comunidad.

Su versatilidad no es propiamente la de un filósofo judeo-helenista


de corte filoniano. Se trata más bien de la gran capacidad de adapta-
ción ―apostólica‖ (cf. Rom 1,14; 1Cor 9,19b-23a), que ciertamente no se
limita a un plano puramente operativo, sino que toca incluso la esfera
conceptual. Pablo se siente portador de un mensaje que es vida (Cristo
Jesús). Es siempre dominado por el interés por la vida más que por el
de las ideas. Estas las hace servir a su finalidad apostólica, cambián-
dolas a partir de su propia experiencia cotidiana de vida, no a partir
de su estudio abstracto.

30
Cf. Primera Carta de Clemente (1Clem) 5,5.
Para un cuadro cronológico esquemático, cf. Cuadernos Bíblicos Nº 21: LOS
HECHOS DE LOS APOSTOLES, pg. 6. En realidad, ―Los datos cronológicos presentes
en los Hechos y en el epistolario paulino no permiten elaborar una cronología
absoluta suficientemente completa y segura‖. ―A pesar de los intentos hechos,
la cronología paulina permanece aún en gran parte oscura. Los estudios recien-
tes, en los cuales han sido puestos en discusión resultados que parecían en
gran parte adquiridos, merecen atención y quizás un día alcanzarán un consenso
más amplio. Por el momento, la posición clásica es aún la más seguida" Cf.
AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol. 6 o.c. pgs. 66 y 68.
31
J. Jeremias: PER COMPRENDERE LA TEOLOGIA DELL’APOSTOLO PAOLO, Brescia 1973
pg. 7 citado por AA.VV. IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, Vol 7, Elle Di Ci, Torino
1976 pg. 33.
32
Cf. Comentario de la TOB.
28

Una buena exégesis deberá comprender a Pablo a partir de lo que fue


su ―humus‖: el hebraísmo, en primer lugar, y el contexto cristiano,
luego. El helenismo, cuando se encuentra, viene mediado a través de es-
tos dos contextos.

Hay que tener en cuenta además que Pablo de Tarso representa un caso
particular, quizá único, dado el carácter excepcional de su genio. Más
que apoderarse, él domina toda realidad con la cual se encuentra; cris-
tianiza, o mejor ―pauliniza‖ cuanto toma en préstamo. De aquí se des-
prende la dificultad, cuando se analiza su pensamiento, de establecer
distinciones bien claras en la dinámica de los diversos influjos cultu-
rales sufridos y la necesidad de superar la búsqueda de las diversas
corrientes espirituales con las cuales se conecta el Apóstol, buscando
más bien ―colocarse, por decirlo así, en el corazón de la doctrina a
fin de comprenderla desde dentro. Sólo bajo esta condición se podrá
captar su lógica interna y su desarrollo armonioso. Allí donde no se
habrían visto más que miembros ―dispersos‖ más o menos artificialmente
recogidos, aparecerán lazos fortísimos que vinculan entre ellos los
diversos elementos de la doctrina del Apóstol‖33.

A) Formación judía de Pablo:

El análisis de este aspecto de la personalidad de Pablo parte del


estudio crítico de las fuentes (testimonios autobiográficos de las car-
tas y biográficos de los Hechos). Luego se pondrá, brevemente, de re-
lieve en el epistolario paulino la presencia de manifestaciones típicas
de la estructura sicológica semita y se terminará evidenciando los con-
tenidos más característicos del ánimo hebreo del Apóstol.

1) Los datos de las fuentes. Gal 1,13-14: este pasaje está situa-
do en un contexto donde Pablo debe probar el origen divino de su apos-
tolado y lo hace explicando cómo fue su conducta antes y después de su
vocación. Aquí habla directamente de su comportamiento en el tiempo en
que estaba aún en el judaísmo. Los datos del texto son fundamentalmente
dos: el deseo sincero de ser un judío perfecto y la conducta correspon-
diente; la consiguiente actividad persecutoria de la Iglesia. Es inte-
resante notar que se presenta no solo genéricamente como un judío inte-
gral, sino como un hebreo perfecto de corte fariseo, es decir, como el
mejor entre los mejores de Israel. Pablo era, por tanto, inaccesible a
toda humana comunicación y adoctrinamiento por parte del cristianismo.

Fil 3,4b-6: este pasaje está dirigido polémicamente contra los ju-
daizantes: Pablo posee todos los privilegios humanos de que ellos se
vanaglorian; sin embargo, -a diferencia de ellos- los ha rechazado para
conquistar a Cristo. Los datos del texto son: Pablo es un hebreo perte-
neciente al grupo de aquellos que hablan el arameo aún en tierra
extranjera, por tanto de tendencia ortodoxa y rigorista. Prueba de es-
to, es el hecho de que fue circuncidado el octavo día. Es de corriente
farisea: el dato es obvio en tal contexto familiar. Su conducta es co-
herente con los principios que profesa (―irreprensible‖). La actividad
persecutoria es presentada como una consecuencia necesaria de la since-
ra radicalidad del propio judaísmo.

Hch 22,3-5: Se trata de un discurso de defensa pronunciado por Pablo


en la explanada del Templo frente a la muchedumbre, en la primavera del
año 58. Los datos del texto son: Pablo informa detalladamente acerca de
su pasado judío: nació en Tarso de Cilicia, fue educado en Jerusalén,
en la renombrada escuela de Gamaliel; tuvo una educación cuidadosa en
las tradiciones interpretativas de la Biblia; tal formación lo llenó de
fervor por Dios; su actividad persecutoria, también aquí, es presentada
como lógica consecuencia de los datos precedentes.

33
A. Feuillet, Mort du Christ et mort du chrétien d’après les épîtres pauli-
niennes, RB 66 (1959) 510 (481-513). Citado por AA.VV. IL MESSAGGIO DELLA SAL-
VEZZA, o.c. pg. 35.
29

Hch 23,6b: Este versículo hace parte del discurso de defensa que
Pablo pronunció en Jerusalén delante del Sanedrín en el año 58. Los da-
tos del texto son: el apóstol afirma ser fariseo no sólo por elección
personal, sino por tradición familiar.

Hch 26,4-5.9-11: este texto ofrece una parte del discurso de defen-
sa que Pablo pronunció delante del gobernador Festo y del rey Agripa en
Cesarea Marítima en el 59-60. Los datos de este texto se resumen en los
ya vistos: su juventud pasada en Jerusalén, fariseo convencido y fiel,
la actividad persecutoria como consecuencia de su genuino judaísmo.

2) Los datos culturales y las manifestaciones semitas de la per-


sonalidad de Pablo. De los datos analizados se desprende que el apóstol
recibió una rígida formación farisea, primero en Tarso, luego en Jeru-
salén. Esta educación fue llevada a su madurez en la escuela teológica
del rabinado, dirigida por Gamaliel I, maestro de fama indiscutible. En
el epistolario este fondo cultural aparece constantemente tanto en el
modo de sentir y pensar la realidad, como en el contenido de las temá-
ticas doctrinales.

Entre las manifestaciones literario-sicológicas de la personalidad


semita del apóstol pueden enumerarse principalmente dos:

- El contraste de las antítesis: precisamente porque refleja, más


que cualquier otro elemento expresivo, la actitud sicológica del ánimo
semítico, la antítesis es el procedimiento literario que se repite
constantemente en los escritos paulinos. Ella representa, por lo tanto,
la estructura de fondo de su pensamiento; o mejor revela su espíritu
judío y puede definirse como ―el alma de la dialéctica paulina‖.

A modo de ejemplo se puede ver esta serie de antítesis, verificando


cómo ellas estructuran cartas enteras de san Pablo: muerte-resurrección
(vida) / dormir-velar / luz-tinieblas / mundo presente-mundo futuro /
letra-espíritu / carne-espíritu / esclavitud-libertad / pecado-gracia /
Ley (obras)-fe / circuncisión-bautismo / hombre viejo-hombre nuevo /
hombre exterior-hombre interior / hombre síquico-hombre espiritual /
esclavo-libre / judío-griego(pagano) / Adán (primero, terreno)-Cristo
(segundo, celestial) / Jerusalén terrena-Jerusalén celestial / sabidu-
ría, fuerza de Dios-estulticia, debilidad del hombre / Dios inmortal,
veraz-hombre mortal, mentiroso / niño-adulto / conocer-ser conocido.

La 2Cor, que se condensa en una amplia reflexión sobre la antinomia


de la vida apostólica, está toda estructurada sobre la antítesis de
fondo ―fuerza-debilidad‖. Gálatas, se sintetiza en la antítesis base
―esclavitud-libertad‖, sobre la cual se articulan luego las demás como
una dramatización en aureola34. Romanos retoma la antítesis precedente
elaborándola más ampliamente. Todo se basa sobre la siguiente estructu-
ra de fondo: la omnipotencia absoluta de Dios-la impotencia absoluta
del hombre / la miseria del hombre sin Cristo-el esplendor del hombre
en Cristo / el todo de Dios-la nada del hombre. Tal perspectiva emerge
claramente de la enunciación inicial del tema (1,16-17) y de la conclu-
sión de la parte doctrinal (11,32); el tejido de la carta se desarrolla
luego sobre la trama de las siguientes antítesis explicativas: cólera
de Dios-justicia de Dios / muerte-vida / sepultura-resurrección /
esclavitud del pecado-esclavitud de la justicia / Ley-fe / espíritu de
esclavitud-espíritu filial / sufrimiento actual-gloria futura / Adán-
Cristo / desobediencia-obediencia.

Como explicación del hecho literario de las antítesis se pueden adu-


cir varias razones. En primer lugar Pablo posee un temperamento totali-
zante, unitario, dado a captar la globalidad de las cosas, por su pola-
ridad, por sus extremos. Se debe recordar, además, que es típico de la
mentalidad semítica, de la cual Pablo es tributario, apreciar las cosas

34
Cf. AA.VV. IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, Vol 7 o.c. pg. 40 nota 31.
30

a través de sus rasgos generales, poniendo de manifiesto en ellas las


eventuales implícitas oposiciones35.

Además, Cristo es visto por Pablo como el centro de la revelación y


el único Salvador. Todo, por lo tanto se confronta radicalmente con El.
En la perspectiva de la historia de la salvación, cuanto precede su ve-
nida y cuanto la sigue, oponiéndosele, es visto como antítesis de la
obra de Cristo. Él es por tanto el punto de sutura entre dos mundos que
están en recíproca oposición.

De tal modo, pues, que el desarrollo del pensamiento paulino se pue-


de captar bien únicamente si se descubren los polos antitéticos sobre
los cuales éste se articula. Cada uno de los términos de la antítesis
adquiere su pleno significado sólo dentro de la oposición a su con-
trario. No se debe nunca aislar las palabras de la estructura orgánica
global en que se encuentran. Ejemplo: la expresión ―justicia de Dios‖
presente en Romanos no puede ser analizada aisladamente, ya que está en
estrecha relación antitética con el tema de la ―ira de Dios‖, de donde
adquiere su justo significado. La ―ira de Dios‖ indica la actividad pu-
nitiva, vengadora de Dios, un juicio o sentencia de condenación. El
término antitético que es la ―justicia de Dios‖, deberá connotar la ac-
tividad salvífica de Dios. No se trata, por tanto, de ―justicia‖ en el
sentido filosófico o jurídico del término, ni de justicia forense o
vindicativa.

- Procedimiento lógico por movimiento concéntrico o quiasmo: esta es


otra expresión típica de la mentalidad semítica y, bajo ciertos aspec-
tos, una consecuencia de los fenómenos de la antítesis, de la polaridad
o globalidad noética y del paralelismo. Se trata de una lógica distinta
a la nuestra, porque es circular y no lineal. Por este motivo el A.T.
abunda en ejemplos de este género (cf. Sal 3,8-9; Os 5,1-6,5) y el N.T.
los posee en la medida en que depende de él. Precisamente porque la
realidad es captada en su integridad, el pensamiento está casi obligado
a proceder en espiral. Esto se efectúa mediante la colocación en para-
lelismo concéntrico de los elementos individuales del período. Gráfi-
camente se puede ilustrar así esta construcción: A-B-C-D-E-D’-C’-B’-A’
o sin elemento central: A-B-C-D-E-E’-D’-C’-B’-A’.

En Pablo el procedimiento es más simple, porque es menos fraccionado


y más global su modo de razonar36. En general asume el siguiente esque-
ma: A-B-A’. Se tienen así tres movimientos o tres etapas en el progreso
lógico del razonamiento. El tema es expuesto una primera vez en sus
grandes líneas (A), luego es retomado con más precisión (A’), gracias a
los datos proporcionados por B. Dos ejemplos:

1Cor 8,1-11,1: la carne inmolada a los ídolos

A: 8,1-13 = enuncia el tema: expone el problema y los principios ge-


nerales de solución: el ídolo no es nada; relación entre libertad y ca-
ridad;

B: 9,1-10,13 = ejemplo de Pablo (= caridad) y del A.T. (= insufi-


ciencia de la práctica material de la religión) para confirmar a A;

35
El ―merismo‖ por ejemplo, es característico de esta mentalidad: expresar la
totalidad de una cosa mediante los términos contrarios: cielo y tierra;
principio y fin, etc.
36
Pablo asume la realidad que piensa en su globalidad. No es distintivo, sino
comprehensivo o complexivo; no separa, sino que condensa. Ejemplo: en 1Cor 9,
l2 se habla del ―Evangelio de Cristo‖, esta expresión indica sintomáticamente
la polivalencia del lenguaje paulino, evoca simultáneamente los siguientes da-
tos: a) el mensaje que tiene como contenido el anuncio de la salvación reali-
zada por Cristo; b) su concreta predicación, con los milagros y los signos
concomitantes; c) la recompensa que corresponde al apóstol por esta predica-
ción; d) la fuerza de Dios que, mediante el anuncio, realiza la salvación en
el creyente; e) el cristianismo mismo como realidad salvífica; f) Cristo
vitalmente poseído por el fiel. Cf. más adelante pg. 50.
31

A’: 10,14-11,1 = retoma el tema de A, dando normas concretas gra-


cias a la luz obtenida con B.

1Cor 11,17-34: los abusos en la celebración de la Eucaristía

A: 17-22 = expone los abusos y los censura

B: 23-27 = relato de la última Cena, mirada como principio normativo


para celebrar rectamente la Eucaristía.

A’: 28-34: retoma el tema dando las normas prácticas, gracias al aporte
de B37.

En este modo de proceder se revela la maestría dialéctica de Pablo,


su lógica vigorosa, que se apoya sobre sólidos fundamentos; evidencia
además, la unidad literaria de las composiciones paulinas. La clave de
bóveda de la arquitectura literaria de Pablo está precisamente en el B.
Por ejemplo, 1Cor 11,23-27 solamente si se encuadra en el esquema
expuesto adquiere sus exactas dimensiones teológicas: el relato de la
institución de la Eucaristía, revelando las disposiciones interiores de
Cristo, se proyecta como norma suprema del modo como debe ser celebra-
da.

De este esquema emerge de modo particular la unidad doctrinal del


pensamiento del apóstol. Por no haber tenido en cuenta esta realidad,
con frecuencia se puso a Pablo en contradicción consigo mismo e inclu-
sive se le atribuyeron errores teológicos. Por ejemplo: el concepto de
―justicia de Dios‖ Rom 1,17 (A) se ha entendido como justicia ―forense‖
de Dios, en lugar de actividad ―salvífica‖, porque se olvidó que ella
se opone a la ―cólera de Dios‖ de 1,18-3,20 (B), que expresa la activi-
dad punitiva de Dios y está en antítesis con A. Rom 3,21-30 (A’)
concluye retomando A: ―Ahora, en cambio... se ha revelado la justicia
de Dios‖ (= el Evangelio) (v. 21). La ―justicia de Dios‖ de Rom 1,17
coincide, por tanto, con su ―acción salvífica‖38.

Pueden destacarse ahora algunos de los principales componentes del


espíritu judío de Pablo:

- Su conocimiento de la Biblia: Por las citas del A.T. diseminadas


en sus cartas, Pablo demuestra tener una gran familiaridad con la Bi-
blia, sobre todo con los Salmos y los libros proféticos. Esto lleva a
concluir, con fundamento, que recibió un gran influjo de la religiosi-
dad profética y, por reflejo, de la deuteronomista. Es por excelencia
un ―hombre bíblico‖. Hay en las cartas paulinas 118 citas explícitas
del A.T. Algunos hablan de 232 entre explícitas e implícitas, otros
cuentan 800 reminiscencias bíblicas.

- Su parentesco con la Apocalíptica: de las cartas se concluye que


Pablo estuvo en contacto con esta corriente teológica de su tiempo. Es-
ta era de tonalidad fuertemente mística, porque orientaba los espíritus
hacia las realidades futuras y trascendentes, ayudando al mismo tiempo
a leer la presencia activa de Dios en la historia humana (Teología de
la historia). El Pablo cristiano continuará viviendo y expresando estas
perspectivas en el modo de interpretar su propia vocación (Gal 1,15-
16), en su constante teocentrismo histórico (cf. Gal. Rom. Col. Ef), y
en la tensión escatológica con la cual piensa y vive su propio cristia-
nismo (1Tes 4,14; 5,10; 1Cor 15,23ss; Fil 3,13; 1,21-24).

- Pablo es un judío espiritual: de los datos autobiográficos de las


cartas y de los biográficos de los Hechos se concluiría que Pablo fue
un legalista intransigente. En cambio, una lectura profunda de los tex-
tos lleva a concluir lo contrario. En Hch 22,3 Pablo, hablando de su

37
Pueden verse otros ejemplos en: IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, Vol 7, o.c. pg.
44 nota 39.
38
Cf. Página anterior.
32

pasado pre-cristiano, se define como ―lleno de celo por Dios‖. Por lo


tanto, para él la Ley es algo ―espiritual‖ (Rom 7,14), ―santo‖ (Rom
7,12), ―bueno‖ en sí (Rom 7,16). Ella es para Pablo un simple medio, el
fin es siempre Dios. Por consiguiente, cuando la Ley se transforma en
fin por su mal uso por parte del hombre, se convierte automáticamente
en ―fuerza de pecado‖ (1Cor 15,56), porque sometiendo sus súbditos a
las realidades mundanas (Gal 4,3.8.10; Col 2,8.20), hace abundar las
faltas (Gal 3,19; Rom 5,28) y por lo tanto mata (2Cor 3,6-7; Rom 2,27;
7,6).

- Su concepción del mundo: rabínicamente Pablo ve el mundo en dimen-


sión más moral que física, incluso en perspectiva religiosa. A) El tér-
mino ―mundo‖ (ko,smoj ―kósmos‖) representa a veces la tierra como morada
del hombre, el ambiente en el cual vive el género humano (1Cor 5,10;
8,4; Rom 1,8; 4,13; Ef 2,12; Col 1,6). Esta acepción está ausente del
griego clásico, donde ―kósmos‖ indica siempre el universo, es decir el
complejo de la creación material. B) Otras veces ―mundo‖ significa el
mismo género humano, los habitantes de la tierra (Rom 3,6.19; 5,12;
1Cor 4,13; 2Cor 5,19; Fil 2,15). C) Finalmente, expresa el universo y
la humanidad en la propia dimensión religiosa. El universo existe como
fruto del amor del Padre, que se manifiesta mediante el Hijo (1Cor
8,6). El Hijo es instrumento de este amor en la creación y en la
redención (2Cor 4,4; Col 1,15-17a). Por consiguiente Pablo ve como tres
estadios en la creación: a) el mundo presente, en situación de pecado,
que espera la salvación (Rom 8,19-23), tema eminentemente apocalíptico;
b) el mundo ya salvado en esperanza mediante la venida de Cristo y la
fe en Él (Gal 4,2; 5,5; Rom 1,3; 8,24-25; 15,13; Ef 2,13); c) el mundo
celeste, glorificado en Cristo, que se realizará plenamente al final de
la presente fase escatológica (1Tes 4,16-17; 1Cor 15,24-25). El hilo
común que vincula entre ellas las tres fases está constituido por nues-
tra presente participación en el mundo celeste, que nos compromete a
una vida santa (1Tes 5,4-6; Rom 13,11-14; Ef 5,8-14).

B) Influjos helenísticos sobre Pablo:

Después de lo dicho antes, es claro que se hable solamente de in-


flujos helenísticos sobre la personalidad de Pablo y no de formación
helenística en sentido estricto. Los elementos culturales definibles
como helenísticos (lengua griega que va más allá de la de los LXX,
conocimiento de temas de misterios o de filosofía helenística), que se
encuentren en las cartas, no suponen que Pablo haya frecuentado las es-
cuelas helenísticas39. Bastaba, para este tipo de conocimientos, el
contacto diario con el ambiente vital, al cual vinieron a añadirse los
sucesivos estímulos originados por las preocupaciones apostólicas. Sin
embargo, la presencia aunque tenue, de tales datos en el epistolario
paulino demuestra cómo el apóstol supo adaptarse, tener en cuenta la
mentalidad con la que se encontraba, realizar opciones, entrar en las
perspectivas sugeridas por el helenismo. Por otra parte, él estaba pre-
parado para esto tanto por el judaísmo en parte helenizado de los LXX,
que le era muy familiar, como por su espíritu inteligente y liberal
(Fil 4,8) y como por el contacto vivo, constante, con el mundo helenís-
tico desde su infancia y luego en la edad madura40.

Aspectos helenísticos en Pablo: Se puede señalar, en primer lugar,


el uso de la lengua griega. Es iluminante para este estudio, ver cómo
Pablo usa la lengua griega. Demuestra siempre una solícita y constante
atención teológica en la elección de los vocablos y de las expresiones
destinadas a expresar de modo claro el mensaje cristiano.

39
―Su uso del método de la diatriba indica que tuvo alguna formación helenís-
tica‖. En la carta a los Romanos ―utilizando el método de la diatriba, crea un
interlocutor ficticio, siempre un supuesto judío cristiano, que pide u objeta
aclaraciones‖. Cf. Mateos, Juan: N.T. o.c. pgs. 775 y 781.
40
Se trata, entonces, de un helenismo sicológico.
33

En esta línea, el apóstol evita completamente aquellos términos que


podrían engendrar equívocos doctrinales. Por ejemplo: el binomio ―maes-
tro-discípulo‖ (dida,skaloj & maqhth,j) para indicar la relación entre Cristo
y los fieles, mientras está presente en los Evangelios y en la primera
parte de los Hechos, no es usado por Pablo para evitar que Cristo sea
confundido con un maestro cualquiera de religión o de filosofía del
mundo griego. Tal equívoco era, en cambio, fácilmente superable en el
contexto cultural del ambiente palestinense. Por el mismo motivo no se
halla en Pablo el término ―cristiano‖, que debía conocer muy bien, por-
que salió de la Iglesia antioquena. Para designar a los fieles recurre
a las expresiones oi` tou/ Cristou/ ―los (que son) de Cristo‖, oi` evn Cristw/|
―los (que están) en Cristo‖.

Tampoco se encuentra en las epístolas el vocabulario mántico y ex-


tático del misticismo y el oraculismo griego. Rechaza la terminología
técnica de la filosofía religiosa y la mistérica. Esta última, cuando
está presente, se deriva de la apocalíptica judía (misterio, salvación,
escondido, revelado, perfecto, etc.).

Si Pablo se demuestra muy cuidadoso en el uso del vocabulario reli-


gioso griego, asume con desenvoltura la terminología, la fraseología,
los géneros literarios y los temas de la contemporánea filosofía popu-
lar. Así, abundan por ejemplo las metáforas deportivas y militares para
describir el compromiso de vida del cristiano; no son un simple reves-
timiento literario, sino que expresan el modo de pensar determinadas
realidades cristianas. Es también significativa la presencia de los
―catálogos de deberes‖, semejantes a los de los predicadores, filósofos
y retóricos de su tiempo (cf. 1Cor 5,10-11; 6,9-10; 2Cor 12,20-21; Gal
5,19-21; Rom 1,29-31; 13,13; Col 3,5-8; Ef 4,31; 5,3-5; 1Tim 1,9-10; Tt
3,3; 2Tim 3,2-5), pero con un apreciable cambio de perspectiva: mien-
tras en el helenismo tienen un fondo filosófico-sicológico, en Pablo
son proyectados sobre una dimensión fuertemente religiosa y las virtu-
des están centradas en el avga,ph ―agápê‖. Igualmente el ideal del Obispo
tal como aparece en las Pastorales coincide en buena parte con el del
sabio estoico, y con frecuencia el apóstol se complace en presentar la
vida cristiana en general en términos de belleza, evocando y asumiendo
así intencionalmente el ideal griego del sentido estético y eurítmico41
de la vida.

En segundo lugar, se puede señalar la presencia de conceptos hele-


nísticos:

- La conciencia: sunei,dhsij ―syneídêsis‖. Es el dato cultural sobre el


cual, generalmente, los simpatizantes y defensores del helenismo pauli-
no establecen el débito del apóstol al mundo grecorromano. Ahora bien,
si el uso frecuente del término en el N.T. se atribuye sin duda a san
Pablo, se debe, sin embargo, recordar que éste estaba presente ya en el
judaísmo helenístico (A.T.: Qo 10,20; Si 42,18; Sab 17,11) del cual
puede, por tanto, depender, como término. Pasando al concepto, se puede
notar cómo para Pablo la conciencia es el ―criterio capaz de discernir
la bondad o la maldad objetiva de los actos‖, es decir, la norma subje-
tiva que revela la moralidad de la acción e impone el realizarla o evi-
tarla. Así entendida, la ―conciencia‖ era un concepto común a la filo-
sofía pagana y al judaísmo helenístico del tiempo, recibida por ellos
de los Pitagóricos. No se puede, por tanto, afirmar que Pablo en este
caso sea deudor, de modo exclusivo, directo y consciente, del helenis-
mo.

- La posibilidad de conocer la existencia de Dios: Pablo trata ex-


presamente este tema en Rom 1,18-23. Ahora bien, la convicción acerca
de la posibilidad de un conocimiento indirecto y racional de Dios es-
taba muy difundida en el mundo filosófico pagano. Desconocida para el
A.T. pre-helenístico, para el cual Dios es cognoscible sólo a través de
intervenciones directas en la historia, esta convicción entra en el ju-

41
Armonioso. Justo equilibrio de las facultades.
34

daísmo helenístico y es testimoniada por Sab 13,1-9, Filón, Apocalipsis


de Baruc 54,17-18, Testamento de Neftalí 3,3-4, Flavio Josefo. También
aquí Pablo parece depender directamente del ambiente judeo-helenista:
hay algunos indicios claros que orientan en este sentido, como el tema
de la inexcusabilidad de los paganos (Rom 1,20b//Sab 13-15) y el de la
ira de Dios (Rom 1,18//Sab 12,26; 16,1), incomprensible para el espí-
ritu griego42.

- La ley natural en el corazón del hombre: el tema se encuentra en


Rom 2,14-15. Está documentado también en la filosofía pagana, especial-
mente estoica, y verbalmente el contacto entre ésta y Pablo es estre-
chísimo. Sin embargo, subyacentes a las analogías verbales, en las dos
partes, hay realidades totalmente diversas. En el estoicismo, la ley
natural obedece a los impulsos de la razón radicada en la naturaleza y
por tanto orientada hacia un ciego determinismo inmanentista. En Pablo,
se apoya sobre la piedra angular bíblica de un Dios personal y creador.
La ley natural es la clara manifestación a cada hombre de las exigen-
cias de la voluntad divina; viene, por tanto, de Dios y crea una rela-
ción personal de dos seres en diálogo entre ellos. Es inútil repetir
que Pablo continúa moviéndose siempre en el terreno del judaísmo hele-
nístico, del cual capta felizmente los valores universales.

- El sufrimiento co-participado entre hombre y mundo: está formulado


en Rom 8,19-23. Es un concepto eminentemente estoico el del ―sufrimien-
to común‖ sumpaqei,a ―sympathéia‖ entre mundo ko,smoj ―kosmos‖ y humanidad,
derivado de la ―comunión‖ koinwni,a ―koinônía‖ que existe entre los dos
en virtud de su ―común origen‖ sugge,neia ―syggenéia‖. En Pablo, este con-
cepto podría derivarse más bien de la meditación sobre el tema caída-
redención, efectuada en perspectiva genesíaca (Gn 1-3). Este concepto
está presente en la Biblia (cf. Gn 3,17-19; 5,29; Is 65,17; 66,22; Jer
12,4.11; Qo 1,2). Aquí se realizaría lo que se anotó acerca del uso de
los términos mistéricos: un encuentro objetivo de conceptos, bastante
semejantes en su contenido, pero cada uno con distinto origen.

- Confrontación entre ética paulina (religiosa) y ética pagana (lai-


ca, natural, civil): paradójicamente este es el terreno donde, a una
sorprendente afinidad de léxico y de imágenes literarias, se opone una
sustancial diversidad de temas y de perspectivas, por lo cual se debe
concluir que entre Pablo y el helenismo, en cuestión de moral, existen
en común solo algunos caracteres generales, los cuales no logran colmar
el abismo que separa los dos mundos. La diferencia fundamental consiste
en el concepto diverso de divinidad. Para el estoico Dios no es una
realidad personal, sino sólo el primero y necesario principio metafísi-
co. Se sigue de ahí que la ley moral no expresa la exigencia de una vo-
luntad superior, sino solamente las instancias o solicitaciones de la
naturaleza, para defender el orden físico y conformarse con la razón.
En la óptica cristiana de Pablo, en cambio, al frente de todo está la
paternidad divina. En la Ley se descubren, mediante la fe, las exigen-
cias de su voluntad. Violándolas, no se comete sólo un error de juicio,
sino un pecado, una ofensa a Dios, porque se rechaza de ese modo, la

42
―La Biblia no es el primer libro que Dios escribió para nosotros, ni el más
importante. El primer libro es la naturaleza, creada por la Palabra de Dios...
Dios quiere comunicarse con nosotros por medio del ―libro de la vida‖. A causa
de nuestros pecados ya no se puede percibir claramente... a Dios... dentro de
la vida que vivimos. Por eso, Dios escribió un segundo libro, que es la
Biblia... no para sustituir el primero, sino para ayudarnos a comprender mejor
el sentido de la vida que vivimos.
San Agustín lo escribió así: La Biblia, el segundo libro de Dios, fue escrita
para ayudarnos a ―descifrar el mundo‖, para devolvernos la ―mirada de la fe y
de la contemplación‖ y para transformar toda la realidad en una gran revela-
ción de Dios‖.
De aquí se desprende una exigencia hermenéutica: no se puede leer y estudiar
la Biblia sin una referencia a la realidad de ayer y de hoy. De otro modo se
es infiel a la Palabra de Dios y no se imita a Jesucristo. Cf. Mesters,
Carlos: UN PROYECTO DE DIOS, Bogotá 1988, pg. 7. Y también: FLOR SIN DEFENSA,
Bogotá 1987, pgs. 67-68.
35

relación personal con El. El sentido de la voluntad de Dios y del co-


rrelativo amor filial son, por lo tanto, la justificación suprema de
todo el actuar humano, centrado en el avga,ph ―agápê‖ (cf. 1Cor 13).

En conclusión, Pablo como hebreo, como creyente judío, tiene un pro-


fundo horror al paganismo religioso. Sin embargo, apostólicamente está
abierto a todos los valores y aspectos humanos del helenismo. Si por
este motivo, la expresión de la realidad cristiana formulada con el vo-
cabulario religioso pagano podía hacer pensar en una asimilación o mez-
cla de la verdadera religión con la del demonio (cf. 1Cor 10,21), en
compensación, el haber recurrido a términos que se habían vuelto patri-
monio común de cualquiera que pensaba y predicaba, no era más que adop-
tar un lenguaje que pudiera ser comprendido por los oyentes a los cua-
les se dirigía, una forma eficaz de ―inculturación‖.

La conclusión definitiva es hoy, que Pablo, precisamente donde en el


pasado parecía ser claramente deudor del helenismo, depende en realidad
del propio patrimonio judeo-cristiano. La relación de Pablo con el he-
lenismo es únicamente indirecta, a través del judaísmo helenístico de
la diáspora que había asimilado de él diversos elementos y temas. Los
eventuales débitos contraídos por Pablo con el helenismo no logran so-
focar la originalidad de la doctrina paulina, porque no es sobre estos
elementos culturales que el apóstol construye la propia teología, aun-
que si ellos lo ayudan a encontrar sus fórmulas más decisivas43. Cual-
quier dato extraño, en el momento en que Pablo lo asume, pierde las ca-
racterísticas del propio contexto originario sufriendo una radical
transposición de perspectiva; es decir, pasa del sistema inmanentista
de la filosofía pagana al abierto a lo trascendente de la revelación
bíblica.

IV. El creyente Pablo:

De las múltiples y complejas dimensiones de la personalidad religio-


sa de Pablo pueden destacarse las que parecen definirlo mejor. Este
análisis se limita a aquellos elementos que estructuran de modo más in-
mediato su relación interior con Dios y constituyen la líneas fundamen-
tales de su espiritualidad, antes de llegar a conocer y seguir a Cristo
Jesús.

A) La religiosidad hebrea de Pablo:

1) Sus componentes esenciales. Es interesante notar, a través de


los testimonios directos (autobiográficos) e indirectos (doctrinales)
de las Cartas, cómo permanecen en la vida cristiana interior del Após-
tol los mismos componentes religiosos esenciales que estructuraban su
propia religiosidad hebrea antes de la llamada a Cristo.

Su celo por Cristo se deriva en realidad del celo por el Señor


(YHWH). El mismo proceso teológico que llevó a Pablo a reconocer en
Jesús de Nazaret el Mesías lo condujo también, a través de la Biblia
griega de los LXX, a descubrir en Cristo su divinidad mediante la
ecuación ―Kyrios-Yhvh‖ — ―Kyrios-Khristós‖. Este celo por Cristo parti-
cipa entonces de todas las características del precedente celo por
―Yhwh‖: ―el Señor‖ (Adonai) y de la prepotente fuerza de atracción por
Él: así como antes de la conversión Pablo estaba poseído por los inte-
reses del Dios de la alianza, así ahora lo está por los de Cristo Jesús
(cf. Fil 1,22-26; 3,3-15).

La religiosidad hebrea, a diferencia de todas las demás religiones,


que tienen todas una estructura mística fue la única en percibir la re-
lación del hombre con Dios en dimensión histórica. Pablo conserva pro-

43
―Una cierta dependencia de Pablo con respecto a la cultura griega es hoy re-
conocida sin dificultad, pero en los casos particulares los estudiosos se pro-
nuncian con grande cautela‖ Cf. AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6
o.c. pg. 77.
36

fundamente radicado este fuerte sentido religioso de la historia, que


lo lleva a sentir y a expresar constantemente la salvación en perspec-
tiva histórica. Entre los autores neotestamentarios, junto con Lucas,
es él quien más acentúa esta dimensión de la salvación. Baste pensar en
la amplia presentación del misterio del rechazo del Mesías por parte de
Israel en Rom 9-11, en el cántico de Ef 1,3-14, en el cual Pablo orga-
niza magistralmente los temas neurálgicos de la salvación en un arco
histórico que une la eternidad con el tiempo. Finalmente, la profunda
disertación de Gal 3-4 sobre la función histórica de la Ley mosaica y
por tanto sobre el problema de la relación existente en todo régimen
religioso, entre fe e institución.

Pablo posee hasta el sufrimiento el sentido misionero de la exis-


tencia. En esto se revela como un verdadero israelita de la diáspora.
En el tiempo del apóstol el hebraísmo de la diáspora desarrollaba una
intensa actividad misionera: Filón, en Alejandría, representa el es-
fuerzo más claro en esta obra de encuentro entre cultura hebrea y hele-
nística. Pablo vive su propio apostolado como una verdadera ―gracia‖
(Fil 1,7; Rom 1,5; 12,3; 15,15; Gal 2,8-9; 1Cor 3,10), un don del todo
gratuito, del cual no se siente digno (1Cor 15,9; Ef 3,8; 1Tim 1,15), y
siente por tanto toda su vida como colocada bajo este signo (1Cor 9,1-
23; especialmente los vv. 19-23). Tal situación, que emerge muy clara
de los textos, ha hecho hablar de una mística ―apostólica‖ y de una
―mística de la acción‖ en Pablo.

Otro elemento de la religiosidad hebrea del apóstol está constituido


por el agudo sentido de la paternidad de Dios, expresado con rasgos y
características que se encuentran en la literatura judía contemporánea.
En sus escritos Qeo,j ―Theós‖ indica siempre el ―Padre‖ y este término
es habitual en su pluma. Pero más que los términos, cuenta la atmósfera
espiritual de la cual ellos brotan. En 2Cor 1,3-4 Dios es un Padre
lleno de misericordia, cuya esencia es ser el Consolador; en Rom 15,5
el Padre es un Dios que da grandes pruebas de paciencia y ofrece siem-
pre consolación; en Ef 1,3 el Padre es la fuente de todo don de salva-
ción. Se ha observado además, que en el epistolario todas las fórmulas
de oración se dirigen a Dios (el Padre), nunca a Cristo. Sea que hable
en general de oración proseu,comai ―proséukhomai‖, sea que agradezca
euvlogei/n( euvcaristei/n ―eulogein‖, ―eukharistein‖, o que haga una oración de
petición de,hsij( aivth,mata( evnteu,xeij ―déêsis‖, ―aitêmata‖, ―enteuxeis‖ es
siempre Dios el que está en causa.

Finalmente, es iluminante destacar una idea de fondo de la teología


paulina sobre la vida cristiana: el sentido cultual y litúrgico de la
existencia del bautizado y de toda manifestación suya interna y exter-
na. Ahora bien, esta concepción de la vida religiosa había sido muy de-
sarrollada por el judaísmo intertestamentario: piénsese en la espiri-
tualidad de Qumrân y en los innumerables ritos de ablución, de los cua-
les se encuentran testimonios en los Evangelios (Mc 7,1-23; Mt 15,1-
20). Fundamentalmente ellos procedían de la conciencia de ser, como
pueblo elegido, una comunidad cultual en constante ejercicio latréutico
delante del Señor. Para Pablo toda la existencia cristiana tomada en
bloque, como también cada uno de sus componentes es un hecho litúrgico
y cultual (Rom 12,1): la caridad (2Cor 9,5.12), la fe (Fil 2,17), el
apostolado (Rom 1,1.9; 15,16; Fil 2,17).

2) Sus manifestaciones externas. Se destaca como primera de to-


das, su orgullo de pertenecer a la raza hebrea, que fue y sigue siendo
el pueblo elegido (Fil 3,5; Rom 9,3b.6). Recuerda con orgullo y nostal-
gia las prerrogativas de Israel (Rom 9,2-5). No se niega a reconocer la
bondad y la utilidad de ciertos ritos hebreos. Así, personalmente hace
voto de nazireato (Hch 18,18; 21,23-24)44, frecuenta el Templo (Hch

44
―El nazireato se contraía mediante un voto y debía ser continuado sin inte-
rrupción, pues de otra manera debía empezarse de nuevo. Deberes negativos
eran: a) abstención de toda bebida alcohólica. b) Abstenerse de cortarse el
cabello. c) Evitar todo contacto impuro, especialmente el contacto de los
37

22,17). En sus peregrinaciones apostólicas, donde quiera que llega, su


primer movimiento es visitar la sinagoga local, donde exista, no solo
por motivos apostólicos, en cuanto que aquel era el lugar nato para el
primer anuncio del Evangelio, sino también por el propio deseo y nece-
sidad interior de oración comunitaria. En efecto, el primer anuncio de
Cristo acontece siempre en el contexto del sermón litúrgico sinagogal,
que Pablo -como huésped- es invitado a pronunciar. Practica inclusive
el rito de la circuncisión para los convertidos del judaísmo, cuando
las circunstancias así lo requieran (Hch 16,1-3). Finalmente, practica
el ejercicio del ayuno con asiduidad no común si, en la polémica con
los adversarios judaizantes, puede enorgullecerse de ayunar ―frecuente-
mente‖ (2Cor 11,27).

B) La novedad cristiana en la piedad paulina:

Son dos los elementos que reestructuran el ánimo o la personali-


dad de Pablo en su relación con Dios después del hecho de Damasco: la
realidad de Cristo y del Espíritu.

1) La centralidad de Cristo. La dimensión cristocéntrica de la


vida del apóstol se percibe sobre todo en su oración, ya que en él la
oración y la vida están recíprocamente vinculadas hasta formar una sola
cosa. Después de la experiencia de Damasco Pablo comenzó a ver y a
sentir siempre más toda la realidad a la luz de Cristo, comprendidos
los elementos judíos de su piedad, y esto gracias a la fecunda intui-
ción teológica según la cual Jesús representa la suprema y concreta ma-
nifestación de Dios. En este trasfondo mental es donde se ubican cier-
tas expresiones del apóstol para lograr captarles toda su riqueza. Así,
cuando afirma que lleva en su propia persona los signos o marcas de la
pasión de Cristo (Gal 6,17; Col 1,24), alude ciertamente en sentido in-
mediato a los signos físicos que los avatares apostólicos le han dejado
en su cuerpo (cf. 2Cor 11,23-25), pero estos signos no agotan en sí
mismos el propio significado; ellos son vistos como expresión de su
profunda pertenencia de servicio a Cristo. Este servicio revela la to-
tal y exclusiva pertenencia de Pablo a Cristo vivida en el clima de un
invencible amor recíproco (Gal 1,4; 2,20; Rom 5,5; 8,31-39; Ef 2,4-6).
Esto lo lleva a sentirse siervo de todos a causa de Cristo (2Cor 1,24;
4,5) y a vivir en consecuencia (1Cor 9,19-23; 2Cor 6,3-10). Él, en
efecto, está del todo orientado hacia Cristo y poseído por la esperanza
de su venida (1Tes 4,14; 5,10; 1Cor 15,23-24; Fil 3,13-14), actitud que
constituye la dimensión escatológica de su religiosidad, la cual se
deriva de la nueva concepción cristiana de ―salvación mediante la fe‖.
En efecto, si no es posible merecer por sí mismo la salvación, se sigue
que se recibe de Dios. La relación religiosa auténtica entonces se con-
figura en el ―Dios que viene a nosotros vigilantes en la espera de El,
salvador‖.

2) La presencia del Espíritu. Otro componente fundamental de la


novedad cristiana de Pablo es la presencia del Espíritu. El apóstol es
un ―espiritual‖ en el sentido más paulino del término. Es decir, está
totalmente poseído por la presencia divina, de tal modo que ninguna
zona o momento de la propia existencia se escapa ya a esta realidad
(1Cor 7,40). Sin embargo, en este dato existe una novedad con respecto
a su pasado judío.

Antes de la llamada cristiana esta ―espiritualidad‖ suya, es decir,


este sentido de pertenencia únicamente a Dios se concretaba en la aver-
sión al legalismo fariseo. Por tanto, juzgando desde fuera, era más

cadáveres. Al terminar el voto, el nazireo ofrecía un holocausto, un sacrifi-


cio expiatorio y otro de acción de gracias: panes ácimos, aceite y libaciones.
Durante el sacrificio de acción de gracias, al nazireo se le cortaba el cabe-
llo, que era echado al fuego; después podía beber vino‖. Cf. Enciclopedia
Bíblica, Vol V, col. 471.
Por este voto el nazireo era una persona sagrada, mientras duraba éste. Como
la sangre, el cabello simbolizaba la vida de la persona; ofrecerlo era una ma-
nera de auto-dedicación a Dios.
38

bien un modo de concebir la propia relación con Dios, privada aún de


aquellos contenidos interiores que maduraron luego. De todos modos, él
estaba ya rectamente orientado en su camino hacia Dios, sólo que le
quedaban por recorrer las siguientes etapas.

En la nueva situación cristiana el ―ser espiritual‖ de Pablo se


explicita plenamente en la posesión consciente del Espíritu de Dios, es
decir, de Dios mismo. Con respecto al estado precedente se da un salto
cualitativo: mientras antes de la llamada concebía la posesión de Dios
realizada en la presencia mistérica del Templo y en la moral de la Ley,
ahora Pablo tiene la experiencia de una relación directamente personal
con el Espíritu de Dios. El Espíritu, recibido en el Bautismo (Rom 5,5;
8,15; Gal 4,6), continúa su acción a lo largo de toda la vida cristia-
na. En efecto, dado como don en el rito de la iniciación cristiana (1
Tes 4,8; 1Cor 2,12) habita establemente en el corazón de los fieles
(Rom 8,9), santificándolos (1Cor 6,11) y constituyéndolos hijos de Dios
(Rom 8,15-16). De este modo, los une a Cristo y entre sí (Gal 3,27-28;
1Cor 12,13). El Espíritu es como el principio interior de la vida espi-
ritual de los cristianos. El es el alma de su filiación divina. Por
este hecho El es también el alma de la oración dirigida al Padre. Su
acción más íntima y más profunda se expresa en los gemidos inefables.
Ahora bien, Pablo hablando de esta acción ordinaria del Espíritu en la
oración, deja transparentar algo de su propia experiencia religiosa
(cf. Rom 8).

De esta novedad de vida, engendrada por el Espíritu, nace también en


el Rabino Pablo, ahora teólogo cristiano, un nuevo conocimiento de la
historia de la salvación (2Cor 3; Ef 3,3-12) y su modo tan personal de
comprender el Evangelio y el misterio de Cristo (Ef 3,1-7).

V. Las Cartas de san Pablo:45

De los 27 escritos u obras que componen el Nuevo Testamento 21 es-


tán compuestos en forma ―epistolar‖, con una relación, por tanto de 3 a
1. Catorce de estos escritos han sido tradicionalmente atribuidos a san
Pablo. Aceptando como primer escrito neotestamentario 1Tes y teniendo
presente que cronológicamente el ―corpus paulino‖ precede los demás
escritos del N.T., se debe afirmar que fue Pablo quien introdujo en la
Iglesia y quien usó, más que cualquiera otro, el género literario
―epistolar‖.

La autenticidad de las 14 cartas a él atribuidas, no plantea proble-


mas para siete de ellas (1Tes, Gal, 1 y 2 Cor, Rom, Fil, Flm), suscita
algunas reservas -especialmente en campo protestante- para 2Tes, Col y
Ef, mientras ha sido más seriamente discutida para las Pastorales. He-
breos es un problema aparte: aunque su contenido tiene afinidades con
la teología paulina, no tiene ciertamente a Pablo por autor46.

Bajo el aspecto formal, las cartas ―paulinas‖ tienen en común con


las llamadas ―Católicas‖ una rica variedad de subgéneros literarios.

45
Cf. Curso de Introducción General a la Biblia
46
―El epistolario del NT comprende una colección de trece cartas que reclaman
explícitamente la paternidad del apóstol Pablo. Ellas son agrupadas general-
mente de la siguiente manera: ―cartas mayores‖ (o ―grandes cartas‖) (Romanos,
1-2 Corintios, Gálatas y 1-2 Tesalonicenses –que otros llaman las primeras-).
―Cartas de la cautividad‖ (Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón), llama-
das así porque el apóstol se presenta en ellas como prisionero; ―cartas pasto-
rales‖ (1-2 Timoteo y Tito), las cuales deben su nombre al hecho de que en
ellas el apóstol confía a cada uno de los dos destinatarios el cuidado de una
determinada región. Al epistolario paulino pertenecen cartas seguramente
auténticas (Romanos, 1-2 Corintios, Gálatas, Filipenses, 1 Tesalonicenses y
Filemón) y otras cuya autenticidad no es segura o es negada por un cierto
número de estudiosos (Efesios, Colosenses, 2 Tesalonicenses y Pastorales): las
cartas de este último grupo son llamadas también ―deuteropaulinas‖.‖ Cf. AA.
VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol. 6, Editrice Elle Di Ci, Torino (Leu-
mann) 1996, pg. 39
39

Recorren desde la simple comunicación privada de individuo a individuo


como Flm. (muy semejante a 3Jn) hasta la carta verdadera y propia, pero
expresamente dirigida a grupos de personas (comunidades o iglesias) co-
mo Fil, 1 y 2Tes, Gal, 1 y 2Cor. Finalmente existen cartas que, aún
siendo verdaderamente tales, porque son dirigidas a determinados desti-
natarios en una situación concreta, por motivo del contenido y del tono
expositivo, participan del carácter de la ―obra literaria‖ o del trata-
do y podrían ser denominadas ―cartas abiertas‖, como Rom y Heb (lo
mismo que Sant y 2Pe)47.

En todo caso Pablo, para sus destinatarios, es siempre y sobre todo


―apóstol‖. Aunque sus cartas puedan ser de diversa estructura formal y
originarse en las más diversas circunstancias, están siempre al servi-
cio de su ministerio y son eco fiel, prolongación, de su voz apostóli-
ca. Sólo por este motivo fueron celosamente conservadas por las Igle-
sias destinatarias y, comunicadas luego a las demás Iglesias hermanas,
para llegar a constituir el ―corpus paulino‖.

A) Género literario epistolar:48

Desde los estudios comparativos de A. Deissmann se suele dis-


tinguir entre ―carta‖ y ―epístola‖. ―Una carta carece de intención
literaria; es un medio de comunicación entre dos personas que se en-
cuentran separadas. Confidencial y personal por naturaleza, está pensa-
da exclusivamente para la persona o personas a quienes va dirigida, y
en modo alguno para el público o para que reciba cualquier tipo de
publicidad‖. Su tono, estilo y formato son frecuentemente tan libres,
íntimos y familiares como en la conversación; pero también puede tra-
tarse de una carta oficial pensada para un grupo o para varios grupos.
―Una epístola responde a un género literario artístico lo mismo que el
diálogo, el discurso o el drama. Nada tiene en común con la carta,
excepto su forma; prescindiendo de ésta, se podría avanzar la paradoja
de que la epístola es todo lo contrario de una verdadera carta. El con-
tenido de una epístola está pensado en función de la publicidad: trata
de interesar al «público»― (Deissmann). Lo que para la carta es esen-
cial, es decir, la fórmula inicial con el destinatario y el saludo,
para la epístola es un simple ornamento externo, con el cual se da la
ilusión de la forma ―epistolar‖. La carta hace parte de la vida, la
epístola es un producto del arte literario.

Después de establecer las categorías de ―carta‖ y ―epístola‖, Deiss-


mann clasificó los escritos de san Pablo como cartas, no como epístolas
literarias. Esta clasificación adolece de simplismo y es más bien sub-
jetivista. En efecto, es gratuita la afirmación de que la carta, en
cuanto escrito privado, no puede poseer, en absoluto, algún carácter
literario. El hecho de que no pretenda eso, no impide que pueda llegar
a ser una auténtica obra literaria, si su autor, por ejemplo es un le-
trado o un hombre de cultura. En el caso de Pablo, se debe admitir que
él no quiere hacer literatura, pero en la realidad se revela como un
verdadero autor literario y sus cartas entraron merecidamente a hacer

47
―No hay que buscar en los escritos paulinos una exposición sistemática ni un
compendio del mensaje de Jesús. Son escritos ocasionales que tratan de cues-
tiones particulares o explican ciertos puntos controvertidos. Gal y Rom, por
ejemplo, se centran en la cuestión de la Ley, caducada con el Mesías; 1Cor
trata de problemas de la comunidad; Col refuta las doctrinas que amenazaban a
aquella iglesia; Flp, por su parte, comunica noticias y expresa agradecimien-
to... No falta, sin embargo, en ninguna carta, la aplicación del Evangelio a
aspectos de la vida concreta, según los problemas que presentaba su difusión
en los diversos ambientes... La doctrina de Pablo que no es invento humano
(Gal 1,1), supone la vida y enseñanza de Jesús, pero se centra en su obra re-
dentora, cruz y resurrección, y en el Señor presente en la comunidad. Su
importancia reside, sobre todo, en la transposición del mensaje evangélico a
nuevas categorías cultuales, judías y helenísticas‖. Cf. Mateos, Juan: NUEVO
TESTAMENTO, o.c. pg. 778.
48
Cf. Segalla, Giuseppe: PANORAMAS DEL NUEVO TESTAMENTO, Editorial Verbo Divi-
no, Estella 2000 pgs. 247-249.
40

parte de la literatura mundial. Es, además, verdadero que él escribe


sólo por necesidad apostólica y ocasionalmente sin pretender su publi-
cación literaria; sin embargo, como expresión que son de su ministerio,
quiere que sean leídas y meditadas por los fieles y por lo mismo
conservadas y divulgadas entre ellos (1Tes 5,27; Col 4,16; Flm 2). Es
verdad también que en sus misivas Pablo responde a problemas específi-
cos relacionados con determinadas comunidades. No obstante, su contén-
do trasciende la circunstancia del momento y los destinatarios inmedia-
tos, porque poseen un valor auténticamente eclesial; este es el motivo
por el cual se conservaron, se coleccionaron y fueron transmitidas a
las sucesivas generaciones cristianas49.

En conclusión, los escritos de Pablo son básicamente ―cartas‖, con


posiciones que responden a unas determinadas circunstancias. Si, por
ejemplo, 2Cor resulta en gran parte ininteligible, ello se debe a su
genuino carácter de carta. Las que más se acercan al tipo de ―epístola‖
son Romanos, escrita a una Iglesia que aún no había sido evangelizada
por Pablo, y Efesios, una carta abierta o ―encíclica‖. Ambas constitu-
yen el manifiesto literario del evangelio paulino, la forma en que el
Apóstol entendía el mensaje de Jesucristo y que se dirige a todos los
hombres, judíos y griegos por igual.

B) El ―Corpus‖ Paulino:

Pablo, como buen judío helenista, asumió y fundió las formas de


la carta ―greco-romana‖ y ―judía‖ que no se diferenciaban mucho y en
las cuales era posible distinguir cuatro partes: 1) Fórmula inicial. No
se trata de la ―dirección‖, que habitualmente iba escrita en el exte-
rior del papiro doblado, sino de la ―praescriptio‖, una sentencia elíp-
tica en que se consignaba el nombre del remitente (nominativo) y el del
destinatario (dativo), con un breve saludo (normalmente cairei/n ―Khai-
rein‖, en infinitivo y con el significado convencional de ―saludos‖).
2) Acción de gracias. Una difundida costumbre exigía una introducción
epistolar que expresara un sentimiento, religioso o no, de gratitud. 3)
El cuerpo de la carta que contenía el mensaje. 4) Saludo final. Tenía
el mismo valor que la firma en época moderna; en el caso de cartas
dictadas iba muchas veces de puño y letra del remitente50.

Los signos de la impronta paulina se perciben en las cartas sobre


todo en las fórmulas de apertura y conclusión. Breves y esenciales en
las costumbres de aquel tiempo, bajo la pluma de Pablo sufren un amplio
desarrollo. Especialmente el saludo inicial sufre profundamente a causa
de la laboriosidad del apóstol: en él se notan incisos y cambios parti-
cularmente significativos. Además de transformar el cairei/n ―khairein‖
(= salve!), saludo puramente convencional, en ca,rij ―kharis‖ (= don),
augurio de un bien efectivo, une a este último el semítico ―sha-
lôm‖ añadiendo eivrh,nh ―eirênê‖ (= paz), creando el binomio nuevo ca,rij kai.
eivrh,nh ―kháris kai eirênê‖. A esta fórmula le es dado además, un
significado específicamente cristiano mediante la expresión avpo. Qeou/))) kai.
Kuri,ou vIhsou/ ―apo Theou... kai Kyríou Iêsou‖. La ca,rij kai. eivrh,nh ―kharis
kai eirênê‖ representan el gran don gratuito de la salvación que pro-
cede del Padre mediante Cristo Jesús en favor de la humanidad. Así la
convencionalidad del saludo pagano se desvanece para dejar lugar a las
maravillosas realidades sobrenaturales de las cuales el cristiano es
beneficiario. Finalmente, con frecuencia Pablo en los incisos anticipa
las temáticas que desarrollará luego en el cuerpo de la carta; por
ejemplo en 1Cor 1,1-351.
49
Si las cartas fueron publicadas y conservadas se debe a su contenido de fe,
de teología y de praxis cristiana, cargado de autoridad apostólica. Se trata,
en efecto, de personas que vivieron la experiencia cristiana de los orígenes y
la transmitieron con frecuencia en forma literaria. Cf. Segalla, Giuseppe:
PANORAMAS DEL NUEVO TESTAMENTO, o.c. pg. 249.
50
Cf. AA.VV. LOGOS, o.c. pgs. 43-44: IL FORMULARIO EPISTOLARE. Pablo hizo
propio el género epistolar de su tiempo, enriqueciéndolo sin embargo, con
notables contribuciones, sugeridas en parte por su fe y por su esperanza
cristiana, en parte por su talento literario y por sus cualidades personales.
51
Cf. AA.VV. IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, Vol 7, o.c. pg. 68.
41

Al final, la simple fórmula o palabra de despedida (evrrw,so ―errôso‖ o


evrrw,sqe ―errôsthe‖ = que estés bien o que estén bien) es amplificada en
el saludo con el ―beso santo‖ (1Tes 5,26; 1Cor 16,20; 2Cor 13,12; Rom
16,16) y en la invocación de los bienes de gracia de parte del Señor
sobre los destinatarios (1Tes 5,23-24.28; 2Tes 3,16.18; 1Cor 16,23;
2Cor 13,13; Gal 6,18; Col 4,18b).

En el cuerpo de la carta Pablo, cuando puede, prefiere tratar prime-


ro las temáticas doctrinales que constituyen el objeto de la propia ca-
tequesis epistolar y luego deducir las aplicaciones morales que ellas
contengan. Así sucede en 2Tes (2,1-12: doctrina; 2,13-3,15: parenesis),
Gal (1,11-2,21: apología; 3,1-4,31: doctrina; 5,1-6,10: parenesis), Rom
(1,16-11,36: doctrina; 12,1-16,27: parenesis), Col (1,15-3,4: doctrina;
3,5-4,6: parenesis), Ef (1,15-3,21: doctrina; 4,1-6,20: parenesis). De
todos modos este procedimiento es puramente formal y es usado por el
apóstol únicamente por exigencias didácticas. En efecto, Pablo, lejos
de separar la moral del dogma, hace fluir constantemente la una del
otro en una concepción profundamente unitaria de la salvación cristia-
na. Como ejemplo, se tiene la 1Cor, donde Pablo, de las diversas situa-
ciones concretas que atormentan a la Iglesia de Corinto sabe remontarse
hasta los principios doctrinales que son puestos en cuestión o que ame-
nazan serlo y a su luz deduce consecuencias de comportamiento, corrige
los errores existentes o pone freno a los abusos que se hayan infiltra-
do.

Pablo -apóstol, teólogo y escritor52- introdujo frecuentemente tam-


bién en el formulario de sus cartas, a veces de forma poco elegante,
fragmentos del primitivo Kerygma (por ejemplo: Gal 1,3-4; 3,1; Rom 1,3-
4; 1Tes 1,10; 1Cor 15,1-7; Rom 2,16; 10,8-9); homilías (por ejemplo:
Rom 1,18-32); exhortaciones (Gal 5,19-24: listas de vicios y virtudes;
cf. también 2Cor 12,20; 1Tim 6,11. Consejos para la vida familiar: Col
3,18-4,1 y también Ef 5,22-6,9; 1Tim 2,8-3,1 etc.); himnos (Fil 2,6-11;
Rom 8,31-39; 1Cor 13, etc.); fórmulas litúrgicas 1Cor 11,24-25; 12,3;
16,22); midrashim (Gal 4,21-31; Rom 4,1-25; 2Cor 3,4-18); ―testimonia‖
(es decir, series de textos del A.T. aducidos como prueba, Rom 3,10-18;
15,9-12); también breves ―diatribas‖ (Rom 2-3). En muchos casos, estos
materiales así introducidos derivaban de la tradición de la naciente
Iglesia (1Cor 11,23; 15,3, etc.), pero remodelados por la predicación y
la enseñanza de Pablo durante cierto tiempo.

De las trece cartas paulinas, Fil, Flm, Col y Ef suelen designarse


como ―cartas de la cautividad‖, porque en ellas se alude a la prisión
(Fil 1,7.13.14; Flm 1,9.10.23; Col 4,3.18; Ef 3,1; 4,1; 6,20); 1Tim,
Tit, 2Tim llevan el apelativo de ―cartas pastorales‖ debido a su preo-
cupación por establecer la jerarquía y la disciplina eclesiástica. Se
da el título de ―grandes cartas‖ a Rom, 1 y 2 Cor y Gal en virtud de su
extensión e importancia doctrinal. El orden de las cartas paulinas en
las Biblias es tomado de la Vulgata y no es el cronológico. El factor
puramente material de la extensión es con mucha posibilidad la razón
del orden seguido dentro del grupo, pues la extensión de las cartas va
decreciendo desde Rom hasta Flm. Las cartas dirigidas a las siete igle-
sias preceden a las que tienen por destinatarios individuos concre-
tos53.

VI. Elementos de vocabulario teológico paulino:

Se debe recordar que el lenguaje es un fenómeno esencialmente sico-


lógico. Siendo instrumento de comunicación humana entre muchas perso-

52
Pablo es considerado como un gran escritor. Según Dibelius ―el más grande
escritor del cristianismo de los orígenes‖.
53
Cf. Segalla, Giuseppe: PANORAMAS DEL NUEVO TESTAMENTO: ―El «corpus» paulino‖
o.c. pgs. 250-252.
Leer y comparar con juicio crítico (Estilo, contenido, rigor científico).
Leal J. : PABLO, San. Enciclopedia de la Biblia, Vol V, cols. 718-753.
Fitzmeyer, Joseph A. S.J. VIDA DE SAN PABLO. Comentario Bíblico ―San Jerónimo‖
Tomo III pgs. 547-564.
42

nas, sufre la influencia del contexto espiritual en el cual se desa-


rrolla, de tal modo que las palabras no tienen un alcance y un valor
puramente técnico. Usadas por diversas generaciones, las palabras se
cargan de pensamientos, evocaciones nuevas y de sentimientos que deri-
van del temperamento del pueblo que las usa, del clima natural y cul-
tural, de su historia, de sus tradiciones, del progreso de su refle-
xión. De aquí la originalidad y la coloración, la profundidad y los
matices, la carga semántica, en fin, los valores propios de un determi-
nado vocabulario. El vocablo, de medio expresivo técnico, objetivo y
anónimo, se transforma en ―palabra‖ cuando se carga de la riqueza inte-
rior del individuo, de su cultura, de los dichos matices sicológicos.
Entonces se tiene aquella que Georges Auzou (―La Palabra de Dios‖)
llama ―la dimensión interior del vocabulario bíblico‖. Examinar el vo-
cabulario de san Pablo, quiere decir considerar sus términos como ―pa-
labra‖.

Por lo tanto, para entender rectamente su vocabulario, es necesario


recordar su cultura y mentalidad semítica, más precisamente bíblica.
Con base en ella, es que bajo su pluma los términos se vuelven tan
densos de significado que no pueden circunscribirse a esquemas claros y
precisos, como sería de desear. También a esto se debe que cuando toma
prestadas palabras del vocabulario profano helenístico, siempre lo hace
dándole a esas palabras nuevos significados y coloraciones, con una ga-
ma más o menos vasta de imprecisión; son lo que se llama ―semitismos
semánticos‖.

Como se dice, Pablo no escribe por escribir o por hacer arte, sino
por las necesidades prácticas de su ministerio. Por esto mismo, él con-
cibe la palabra únicamente en función apostólica, como medio para ha-
cerse entender y es esta preocupación la que lo mantiene atento al uso
de determinados términos con preferencia a otros, cuando se trata de
expresar importantes verdades de fe. En el marco de esta precisión es
exacta la afirmación que hace Ferdinand Prat en su obra: ―La Teología
de san Pablo‖: ―El (Pablo) utiliza el vocabulario usual -porque es ne-
cesario también que se haga entender- pero no tiene la pretensión de
exclusivismo en la elección que hace, ni de constancia en el uso de las
palabras que toma en préstamo: toda palabra para él es buena con tal
que traduzca bien el pensamiento del momento. Su lenguaje se enriquece
y se modifica con la edad, con los países que atraviesa, con las diver-
sas sociedades que frecuenta: es personal en sus ideas, pero ecléctico
en la forma como las expresa...‖.

Sw/ma( atoj to. ―Sôma, atos tò‖ = CUERPO54

1) Presencia de la palabra y connotación general:

Mientras en el A.T. el ―cuerpo‖ en sentido propio se usa sólo 14


veces y en los evangelios unas 30, en san Pablo, excluidas las cartas
pastorales, se encuentra 86 veces. De éstas, en 66 casos sw/ma ―sôma‖
quiere decir el ―cuerpo humano‖, vivo o muerto; en 15 el ―cuerpo mís-
tico de Cristo‖. Por lo tanto, con pocas excepciones, Pablo une siempre
al ―cuerpo‖ la idea de ―organismo‖ y especialmente de organismo ―huma-
no‖.

2) Significados específicos:

a) A veces sw/ma ―sôma‖ es sinónimo de carne. Cf. 1Cor 5,3 (―au-


sente con el cuerpo‖) // Col 2,5 (―aunque corporalmente estoy ausen-
te‖); Rom 6,12 (―concupiscencia del cuerpo‖) // Gal 5,16 (―concupiscen-
cia de la carne‖). Además 1Cor 15,37//39; 6,16ª//b; 1Cor 7,34//2Cor
7,1; 2Cor 4,10//11; Ef 5,28//29.

b) Otras veces significa el organismo físico del cuerpo humano:


Rom 4,19; 1Cor 13,3; Gal 6,17. A veces se encuentra en los escritos de

54
Cf. AA.VV. Vocabulario de las epístolas paulinas, Cuadernos Bíblicos 88,
Verbo Divino, Estella (Navarra) 1996.
43

Pablo una concepción vulgar y corriente del hombre como compuesto de


dos elementos (1Cor 5,3; 7,34; 2Cor 12,2-3). Al elemento visible,
tangible y biológico integrado por miembros, se le llama sw/ma ―sôma‖
(Rom 12,4-5; 1Cor 12,12-26). Aunque a veces parece que con este ele-
mento quiere significar solamente la carne y los huesos del hombre (Gal
1,16; 1Cor 13,3; 2Cor 4,10; 10,10; Rom 1,24), generalmente significa
mucho más. El hombre no solamente tiene un sw/ma ―sôma‖, sino que es un
sw/ma ―sôma‖. Al parecer, es la forma que emplea Pablo para designar el
―yo‖ el sujeto de las acciones (Fil 1,20; Rom 6,12-13; cf. 1Cor 6,14 y
12,27).

c) Por metonimia expresa también la persona misma, frecuentemente


vista en su precariedad de creatura proclive al mal. Este uso se deriva
del influjo semítico de la lengua hebrea y aramea, en las cuales el
pronombre personal y reflexivo se puede suplir sin problema por 
―nephes‖ (= alma). Los LXX traducen este uso de  ―nephes‖ con el
término sw/ma ―sôma‖. Puede verse Rom 12,1; Fil 1,20; 1Cor 6,19-20; 7,4;
2Cor 1,10-12. Para su coloración moral, cf. ―Rom 6,12‖ (sw/ma sôma =
ser; me,lh mélê = cuerpo); 8,13.

Hay algunos autores, como Bultmann por ejemplo, que piensan que la
palabra sw/ma ―sôma‖ en san Pablo expresa siempre toda la persona. El
cuerpo no es por lo tanto algo externo o postizo para el hombre, como
si fuese añadido a la persona (por ejemplo, al alma) ―el hombre no
tiene un sw/ma ―sôma‖, sino que es un sw/ma sôma‖ (Bultmann). Lo cual in-
dica que sw/ma ―sôma significa al hombre en su totalidad como persona.
Este término designa, pues, al hombre total, como organismo unificado,
complejo y vivo, incluso como persona, especialmente cuando es el
sujeto a quien acontece algo o es el objeto de su propia acción. Como
sw/ma ―sôma‖ el hombre está en grado de volverse a sí mismo objeto de su
acción. Tiene por tanto una relación consigo mismo. Esto se ve por
ejemplo, en 1Cor 9,27, donde Pablo dice que trata duramente su cuerpo,
a fin de que no se le vaya de la mano, teniendo necesidad de él para la
tarea de la predicación (―a fin de que no venga yo mismo descalifica-
do‖) v. 27; cf. Rom 6,12-13; 12,1; 8,13.

Que san Pablo en su lenguaje y concepción entienda sw/ma ―sôma‖ en el


sentido de ―yo como persona‖ distinguiéndolo de sa,rx ―sarx‖, se demues-
tra en el paso de Rom 7,14ss. En el v. 14 se dice: ―pero yo soy carnal‖
es decir, ―vendido como esclavo del pecado‖. Cuando Pablo emplea sw/ma
―sôma‖ en este sentido peyorativo, al hablar también de los ―deseos o
pasiones‖ del cuerpo (Rom 6,12; 8,13) del ―cuerpo de pecado‖ (Rom 6,6),
del ―cuerpo de humillación‖ (Fil 3,21) o del ―cuerpo de muerte‖ (Rom
8,3), en realidad está pensando en el hombre bajo el dominio de algún
poder, tal como el pecado o la ―carne‖ (Rom 7,14.18.23; 8,3.13). En es-
tos casos, sw/ma ―sôma‖ es el yo dominado por el pecado (Rom 7,23), y
este yo constituye la condición del hombre antes de la venida de Cris-
to, o incluso después de la venida de Cristo si no vive la vida de
Cristo.

d) En 15 textos expresa el ―cuerpo místico de Cristo‖. En ellos,


las expresiones e]n sw/ma, evsmen evn Cristw/ ―hen sôma esmen en Khristô‖ (Rom
12,5) y evste sw/ma Cristou/ ―este sôma Khristou‖ (1Cor 12,27) no tienen un
significado metafórico, es decir, no dicen que los cristianos forman
entre ellos una especie de ―cuerpo‖ social que tiene por Cabeza a Cris-
to, sino que ellos, mediante la fe, adquieren una real identidad místi-
ca con el Cristo glorioso, personal; y por eso, en virtud de esta iden-
tificación, son ―uno‖ entre ellos (cf. Gal 3,28). De hecho, Pablo, ha-
blando de la Iglesia no la llama nunca ―cuerpo de los creyentes‖, sino
sólo y siempre sw/ma Cristou/ ―Cuerpo de Cristo‖. De tal modo llama la
atención no tanto sobre la colectividad humana cuanto más bien sobre
Cristo, que le da existencia y vida55.

55
Cf. AA.VV. IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, Vol 7, o.c. pgs. 663-667 : Confron-
tar las importantes anotaciones sobre la ―Personalidad Corporativa‖.
44

e) En ciertos casos el término sw/ma ―sôma‖ rige un genitivo espe-


cificativo o epexegético, que si fuera traducido literalmente, permane-
cería incomprensible. Se trata del llamado ―genitivo adjetival hebreo‖,
es decir, del uso del genitivo en lugar de un adjetivo, debido a la in-
fluencia de la lengua hebrea sobre el griego del N.T. Así, en Rom 6,6
―el cuerpo del pecado‖ (to. sw/ma th/j a`marti,aj ―to sôma tês hamartías‖) indi-
ca el cuerpo en cuanto sujeto a la influencia del pecado; en Rom 7,24
―cuerpo de muerte‖ (ti,j me r`u,setai evk tou/ sw,matoj tou/ qana,tou tou,touÈ ―¿tís me
rysetai ek tou sômatos tou thanátou toutou?‖), significa ―cuerpo mor-
tal‖ y en Col 2,11 ―cuerpo de la carne‖ (tou/ sw,matoj th/j sarko,j ―tou sôma-
tos tês sarkós‖), es simplemente el ―cuerpo carnal‖.

―Podríamos decir sin exagerar que el concepto de cuerpo forma, en


Pablo, la clave de bóveda de su teología. Todos sus grandes temas se
anudan y concentran en la palabra sw/ma ―sôma‖, con sus múltiples signi-
ficados, íntimamente conexos entre sí. Es del cuerpo de pecado y de
muerte de lo que se nos libera, y por medio del cuerpo de Cristo en la
Cruz es como se nos salva; a su cuerpo -que es la Iglesia- somos incor-
porados, y de su cuerpo se alimenta la comunidad en la Eucaristía; es
en nuestro cuerpo donde ha de manifestarse la vida nueva, y a la resu-
rrección de este cuerpo -a semejanza de su Cuerpo glorioso- estamos
destinados. A excepción de la doctrina sobre Dios, están representados
aquí todos los dogmas fundamentales de la fe cristiana: las doctrinas
sobre el hombre y el pecado, la encarnación y la redención, la Iglesia,
los sacramentos, la santificación y la escatología. Trazar los sutiles
nexos de relación entre los diferentes sentidos de la palabra sw/ma
―sôma‖ es dar con el hilo que conduce a través del laberinto del pensa-
miento paulino56‖.

Sarx( ko,j h` ―Sarx, kós hê‖ = CARNE

1) Este término, que en Pablo se encuentra 91 veces, significa ante


todo la ―materia animada‖. Denota también el cuerpo, pero sin la idea
de organismo, aunque sí con la idea de la vida. La carne hace por lo
tanto abstracción de la homogeneidad de las partes y supone por el con-
trario el principio vital del cual prescinde el término ―cuerpo‖. Esta
diferencia no impide, como se ha visto, la sinonimia de los términos
―carne‖ y ―cuerpo‖. En el A.T. la palabra ―basar‖ expresaba la idea
de estas dos realidades: ―cuerpo‖ y ―carne‖. En Pablo se percibe el
influjo de esa noción del A.T. cuando emplea sa,rx ―sarx‖ como sinónimo
de sw/ma ―sôma‖ (1Cor 6,16 cita de Gn 2,24; 2Cor 4,10-11; cf. Gal 4,13;
6,17). En estos casos, sa,rx ―sarx‖ significa el cuerpo físico. La expre-
sión ―carne y sangre‖ quiere decir hombre (Gal 1,16; 1Cor 15,50; Ef
6,12) y apunta a su fragilidad natural como ser humano. Es una expre-
sión tardía del A.T. (Eclo 14,18; 17,31). Para indicar la ―carne muer-
ta‖, la carne-alimento Pablo usa el término brw/ma ―brôma‖ (Rom
14,15.20; 1Cor 8,13) o también kre,aj ―kréas‖ (Rom 14,21; 1Cor 8,13).

Lo opuesto a la sa,rx ―sarx‖ no es el alma sensitiva (yuch, ―psykhê‖),


que anima la ―carne‖, sino el alma intelectiva en su capacidad de aper-
tura a lo divino (pneu/ma ―pneuma‖) (cf. Col 2,5: ―aunque corporalmente
(sa,rx ―sarx‖) ausente, mi espíritu (pneu/ma ―pneuma‖) está con ustedes‖).

2) Como sw/ma ―sôma‖, la sa,rx ―sarx‖ puede expresar también metoními-


camente la persona misma en cuanto sujeto de atribución (Ef 2,14-15; 5,
29).

3) La ―carne‖ significa además la ―naturaleza humana‖ o toda la hu-


manidad (pa,sa sa,rx ―pasa sarx‖) (Rom 3,20: nadie; 1Cor 1,29; Gal 2,16),
con la idea accesoria de debilidad, de precariedad. Es el sentido peyo-
rativo físico del término. Siempre en la misma línea de significado

56
Robinson, John A.T. EL CUERPO (Estudio de Teología Paulina), Barcelona,
1968, pg. 12. En esta obra el autor hace un profundo estudio sobre los térmi-
nos sw/ma ―sôma‖ y sa,rx ―sarx‖ en el pensamiento paulino.
45

―carne‖ puede expresar la descendencia, el parentesco carnal (Rom 1,3;


4,1; 9,3.5).

4) Finalmente, la ―carne‖ significa la naturaleza humana en cuanto


sometida al pecado y contaminada por la concupiscencia. El significado
peyorativo, en lugar de ser simplemente físico, como en el párrafo pre-
cedente, se vuelve aquí moral. La carne no es ya solamente la parte dé-
bil, caduca, material, terrena del hombre; ella tiene una relación -sea
de origen, sea de tendencia, sea de conexión- con el pecado. Entonces
la ―carne‖ es frecuentemente personificada; tiene deseos, proyectos,
voluntad; es la antagonista del Espíritu Santo o del espíritu nuevo que
la gracia crea en nosotros. Sa,rx ―Sarx‖ es el hombre por contraposición
a Dios, sujeto a todo lo que le separa de Dios. Es en este punto donde
se injerta la antítesis ―carne-espíritu‖. Entre los dos hay una oposi-
ción radical (Rom 8,8-9; 9,8; 1Cor 1,29), porque ambos expresan dos ór-
denes metafísicamente irreductibles: el de la creatura y el del Creador
(Rom 8,5). Sería superfluo hacer notar que para Pablo ―carne‖ no se re-
duce al ámbito del sexo, como ordinariamente se interpretan expresiones
como por ejemplo, ―los deseos de la carne‖.

5) Los adjetivos sarkiko,j ―sarkikós‖ (perteneciente a la carne, al


orden de las cosas naturales y terrenas) y sarkino,j ―sarkinós‖ (carnal,
de carne. Perteneciente al orden de los hombres mortales) participan de
los mismos significados del término ―carne‖ del cual derivan. Expresan
por lo tanto: a) el orden humano en su aspecto de creado y débil (2Cor
10,4), el hombre aún no regenerado por Dios y por lo tanto fuertemente
proclive al pecado (Rom 7,14); también el hombre justificado, pero aún
imperfecto (1Cor 3,1); b) Por consiguiente pueden equivaler simplemente
a ―material‖, ―terreno‖, ―natural‖ (Rom 15,27; 1Cor 9,11). Se deberá,
por lo tanto estar atentos, en versiones mal logradas, para no compren-
der el término ―carnal‖ como si tuviese una connotación puramente o
prevalentemente ―sexual‖57.

Yuch, & Yuciko,j ―Psykhê - Psykhikós‖ = ALMA - SÍQUICO (yuch,( hj h` Psykhé, ês


hê)

El sustantivo yuch, ―psykhê‖ aparece 13 veces en san Pablo con tres


significados precisos:

1) Como sw/ma ―sôma‖ y sa,rx ―sarx‖, expresa semíticamente la persona


individual como sujeto u objeto de la acción en cuestión y suple por
tanto el pronombre reflexivo (1Tes 2,8; 2Cor 1,23; Fil 2,30; Rom 11,3;
16,4).

2) Significa también la persona humana en cuanto sujeto de la vida.


Indica entonces al hombre con su vitalidad, su conciencia, su inteli-
gencia y voluntad. En estos casos se traduce simplemente con el término
―persona‖ (2Cor 12,15; 1Cor 15,45; Rom 2,9: yuch.n avnqrw,pou ―psykhên
anthrôpou‖ = persona humana: genitivo adjetival hebreo; Rom 13,1. (En
español: había tantas ―almas‖, por decir, personas).

3) Otras veces yuch, ―psykhê‖ es sinónimo de kardi,a ―kardía‖ (= cora-


zón) (Fil 1,27 concorde; Col 3,23 ponerle toda el alma –o corazón-; Ef
6,6). Contrariamente a lo que afirma Ferdinand Prat S.J.58, lo más pro-
bable es que yuch, ―psykhê indique en Pablo no ―el alma misma como dis-
tinta del cuerpo‖ y ―el alma como principio de la vida sensible‖. No es
exactamente el principio vital de la actividad biológica del hombre. De
hecho los textos citados para el primer caso (2Cor 1,23; 12,15; Col
3,23; Ef 6,6) entran todos en los significados anteriormente elencados.
El texto de 1Tes 5,23 que es el único aducido para el segundo signifi-
cado, constituye una elección poco feliz, porque es él mismo objeto de
profunda discusión entre los exegetas. En él Pablo señala tres partes

57
La oposición más comprensible será: espiritual contrario a temporal.
58
La Teología de san Pablo, Editorial JUS, México 1947, Segunda Parte pgs.
460-461.
46

de que, al parecer, está constituido el hombre: sw/ma ―sôma, yuch, psykhê


y pneu/ma pneuma‖. En este caso pneu/ma ―pneuma‖ no es el Espíritu Santo
(cf. Rom 8,16; 1Cor 2,10-11). Unido a sw/ma ―sôma‖ y a yuch, ―psykhê‖,
que designan el hombre completo bajo distintos aspectos, pneu/ma ―pneuma‖
señalaría otro aspecto del hombre (su actitud moral, en opinión de José
O’Callaghan). La orientación actual va en el sentido de no ver en este
texto una definición del compuesto humano, ni en aspecto dicotomista,
ni en el tricotomista. Pero no siempre es fácil distinguir el pneu/ma
―penuma‖ de la yuch, ―psykhê‖ (cf. Fil 1,27; 2Cor 12,18). Pneu/ma ―Pneuma‖
indica, cuando menos, el yo cognoscitivo y volitivo del hombre, y como
tal manifiesta que el hombre es especialmente apto para recibir el Es-
píritu de Dios. Algunas veces, sin embargo, es un simple sustitutivo
del pronombre personal (Gal 6,18; 2Cor 2,13; 7,13; Rom 1,9; Flm 25)59.

4) El adjetivo yuciko,j ―psykhikós‖ tiene un significado ético que es


muy necesario notar. Está en oposición implícita con pneumatiko,j ―pneuma-
tikós‖. Ahora bien, este último indica una relación con el Espíritu de
Dios, fuente de la vida sobrenatural; y es esto precisamente lo que
yuciko,j ―psykhikós‖ excluye, o más bien lo que de ninguna manera inclu-
ye. El hombre yuciko,j ―psykhikós‖ es aquel que tiene solamente la vida
natural, sin estar vivificado por el Espíritu... Pero el hombre privado
del Espíritu de Dios es en realidad carnal, y he aquí por qué yuciko,j
―psykhikós‖ y sarkiko,j ―sarkikós‖ llegan a ser casi sinónimos (1Cor 2,
14; 15,44.46).

Nou/j( noo,j o` ―Nous, noós ho‖ = MENTE

El vocablo se encuentra en Pablo 21 veces. En el N.T. fuera de las


cartas paulinas, existe solo en Lc 24,45; Ap 13,18; 17,9. El apóstol
toma el término de la lengua profana griega, pero con un sentido típi-
camente semítico. Bajo su pluma nou/j ―nous‖, además de indicar la razón

59
Cf. De Lubac, Henri: THEOLOGIE DANS L’HISTOIRE I, Desclée de Brouwer, Paris
1990, pg. 115. Allí el autor trae las siguientes observaciones: La triparti-
ción no debe ser comprendida como implicando en el hombre tres substancias, ni
tampoco tres ―facultades‖: ella distingue más bien como una triple zona de
actividad de la periferia al centro, al corazón. Se opone a una antropología
bipartita que ofrece a muchos una explicación suficiente. O mejor, la comple-
ta. Comenta 1Tes 5,23 diciendo: ―es todo el hombre que es conservado; espíri-
tu, alma y cuerpo subrayan simplemente la totalidad... El hombre bajo cada uno
de sus aspectos...‖ ¿Por qué para expresar la totalidad, Pablo enumera tres
elementos? ¿Se tratará de una antropología popular?
Existe hoy una especie de fobia muy extendida: la fobia del ―platonismo‖. Si
1Tes 5,23 hace pensar en Platón, no es sólo porque se lo lea en la carta a los
Tesalonicenses; se le encuentra citado también en Orígenes. Se trata de una
antigua tricotomía platónica asumida por san Pablo, afirma algún autor. La
fobia del platonismo es común a algunos exegetas; véase por ejemplo, la nota
rebuscada de la T.O.B. a este versículo.
Esta tricotomía no tiene nada de platónica, dice de Lubac. Lo que se encuentra
en la obra de Platón es totalmente diferente a lo que se lee en san Pablo. San
Pablo no tomó nada de una antropología griega de tres componentes. Los térmi-
nos que usa san Pablo no son propiamente platónicos.
Si se quisiera encontrar a la tricotomía paulina un cierto antecedente griego
de alcance filosófico, no sería del lado de Platón que convendría buscar.
Sería más bien en Aristóteles; pero san Pablo, a diferencia de éste, en vez de
nou/j ―nous‖ habla de pneu/ma ―pneuma‖, término semítico, sugerido por Gn 2,7:
―espíritu de vida‖ (~yYix; tm;vi.ni ―nišmat hayyîm‖). Espíritu, alma, cuerpo, tal es
entre los semitas, la división más corriente, concerniente al compuesto
humano.
El pneu/ma ―pneuma‖ es la sede de la vida superior: moral, religiosa, mística;
es la sede de la vida cristiana, la cual no es asunto de sentimientos, sino de
fe. Dice Huby: pneu/ma ―pneuma‖ es: ―principio del pensamiento, sede de la vida
moral y religiosa y cima del alma‖.
Según 1Cor 2,11 pneu/ma ―penuma‖ no es una parte constituyente del hombre como
tal, al mismo nivel del cuerpo o del alma. Pneu/ma ―Penuma‖ es aquello que
constituye al hombre en su valor único entre todos los seres de este mundo;
aún más, lo que hace de él un ser superior al mundo; sería un elemento que más
que del hombre, estaría en el hombre.
47

como facultad para comprender, la inteligencia (1Cor 14,14-15; Fil


4,7), expresa también la fuente del discernimiento humano (Rom 12,2),
el modo de pensar y juzgar la realidad, por lo tanto, la opinión, el
sentimiento, la mentalidad del individuo (1Cor 1,10; Rom 14,5), que
puede ser buena o mala (Rom 1,28: la incredulidad de los paganos deriva
de su nou/j ―nous‖ que rompe toda regla). Esta capacidad del hombre es
precisamente la que puede comprender lo que de Dios se puede conocer a
partir de la creación (Rom 1,20). Por esto, este término en buena par-
te, es sinónimo de kardi,a ―kardía‖ (= corazón) (Ef 4,17-18 : donde están
en paralelismo la ―vanidad del «nou/j nous»‖ y ―el endurecimiento del
«kardi,a kardía»‖. (leb en hebreo es la sede u órgano del discerni-
miento humano. Cf. cuerdo, cordura, de «cor, cordis» en latín).

De por si el nou/j ―nous‖ no dice ninguna relación directa con Dios.


―La ley de la razón‖ en Rom 7,23 contrapuesta a la ―ley que está en los
miembros‖, no indica por lo tanto los ―dictámenes de Dios‖ en lucha
contra las exigencias de la razón humana, sino solo la conducta pro-
piamente humana. Sin embargo, el nou/j ―nous‖ se puede referir a Dios,
porque el cristiano es aquel que constantemente se transforma mediante
el proceso de una permanente renovación de su propia nou/j ―nous‖ (men-
talidad)(Rom 12,2) llegando a ser así un ―hombre nuevo‖ (Col 3,9). Esto
sucede no por virtud propia, sino solo porque él permite al ―Espíritu‖
de Dios, recibido en el bautismo, penetrar y transformar la propia nou/j
―nous‖ que de tal manera queda espiritualizada‖ es decir, ―divinizada‖
(Ef 4,23), y cesa de ser ―carnal‖ (Col 2,18), es decir meramente huma-
na.

Kardi,a( aj h` ―Kardía, as hê‖ = CORAZON

Este término se encuentra 50 veces en las cartas paulinas, excep-


tuando las Pastorales donde aparece 2 veces.

No hay exageración cuando se afirma que kardi,a ―kardía‖ es el término


paulino antropológicamente más rico de significados. Esto se debe al
hecho de que el ―corazón‖ junto con el pneu/ma ―pneuma‖ es la máxima
expresión de la antropología semítica de Pablo. Significa ―el centro de
toda vida sensible, intelectual y moral, la sede universal de los afec-
tos y de las pasiones, del recuerdo y del remordimiento, de la alegría
y de la tristeza...‖ (Prat). En consecuencia se le atribuyen al corazón
las funciones más diversas: el corazón ―ama‖ (2Cor 7,3; 8,16; Fil 1,7),
―se entristece y sufre‖ (2Cor 2,4; Rom 9,2), ―es consolado‖ (2Tes 2,17;
Col 2,2; Ef 6,22), ―juzga‖ (1Cor 4,5), ―desea el bien‖ (1Tes 2,17)
―codicia‖ o desea el mal (Rom 1,24), duda y cree (Rom 10,6-10), es em-
pedernido (2Cor 3,14) e impenitente (Rom 2,5), pero puede ser fortale-
cido (1Tes 3,13; Gal 4,6; 2Cor 1,22), es la sede de la caridad (1Tim
1,5) y la habitación del Espíritu Santo (2Cor 1,22; Gal 4,6; Rom 5,5) y
de Cristo (Ef 3,7). Es el corazón del hombre el que ―decide y quiere‖
(Gal 4,9; 1Cor 4,51; 10,27, etc.)

―La verdad lo ilumina (2Cor 4,6), la infidelidad lo ciega (Rom 1,


21), la impenitencia lo endurece (Ef 4,18), la hipocresía lo falsea, la
felicidad lo dilata (2Cor 6,11), la angustia lo oprime, la gratitud o
el reconocimiento lo hacen exultar (Col 3,16; Ef 5,19). Por esto mismo
el corazón es la medida del hombre; ... es el hombre mismo, y he aquí
por qué Dios, queriendo apreciar al hombre en su justo valor, lo
considera en el corazón (1Tes 2,4; Rom 8,27)‖60.

Pneu/ma( atoj to. ―Pneuma, atos tó‖ = ESPIRITU

1) Frecuencia y significado general:

Se encuentra en Pablo 146 veces y se ha notado justamente cómo


pneu/ma ―pneuma‖ es una de las palabras más complejas y oscuras del voca-
bulario paulino, aunque si ligeras variaciones de significado no alte-

60
Prat, Ferdinand: TEOLOGIA DE SAN PABLO, o.c. Segunda Parte pg. 60
48

ran normalmente el sentido general de la frase. He aquí la evolución


semántica del término: del significado primordial de ―soplo‖ (pne,w
―pneô‖), de ―aire en movimiento‖ y, por lo tanto, de ―viento‖ deriva de
modo inmediato el de ―respiración‖, es decir, el de aire ―puesto en mo-
vimiento‖ por los pulmones, que es el indicio y la condición de la
vida61. De este segundo sentido de pneu/ma ―pneuma‖ proceden lógicamente
los tres siguientes: pneu/ma ―pneuma‖ denota ―el principio vital‖ que
anima un ser; la ―vida‖ misma que se sigue a partir de él; la ―sustan-
cia viviente‖ como distinta de la materia y superior a ésta.

2) Significados específicos:

a) Pneu/ma ―Pneuma‖ puede ser sinónimo de ―alma‖ o bien en el sen-


tido de conciencia sicológica del hombre (el pensamiento) (1Cor 2,11a)
o en el más general y semítico de ―persona‖ frecuentemente sustitutivo
del pronombre reflexivo (1Cor 16,18; 2Cor 2,13; 7,13). Por el contra-
rio, no es probable que san Pablo en las oposiciones sw/ma&pneu/ma ―sôma-
pneuma‖ y sa,rx&pneu/ma ―sarx-pneuma‖ entienda este último de modo dicoto-
mista como el ―alma‖ en cuanto distinta del ―cuerpo‖. De hecho pneu/ma
―pneuma‖ en 1Cor 5,3 y Col 2,5 expresa la ―conciencia sicológica‖ el
―pensamiento‖: Pablo, ausente físicamente de los suyos, está presente
entre ellos con el ―pensamiento‖, con el ―espíritu‖ es decir, con su
―yo‖ más profundo. En 1Cor 7,34 (sw/ma ―sôma y pneu/ma pneuma‖) y 2Cor 7,1
(sa,rx ―sarx y pneu/ma pneuma‖) la oposición dice simplemente, mediante una
fórmula estereotipada, la totalidad del hombre, la persona en su globa-
lidad, o también la concepción vulgar y corriente del ser humano como
compuesto de dos elementos.

b) El paso de la connotación de la ―persona‖ al de su ―interio-


ridad‖ es casi espontáneo y obligado. Aún más, esta última está en
cierta medida ya presente en la primera. El ―espíritu‖ expresa por esto
también, los varios sentimientos o disposiciones sicológicas (1Cor 4,
21; Gal 6,1; Rom 12,11), el propio mundo interior constituido por el
modo de pensar y sentir la realidad, en síntesis, la ―mentalidad‖, es
decir, prácticamente igual a nou/j ―nous‖ y a kardi,a ―kardía‖ (1Cor 2,12;
2Cor 12,18; Fil 1,27; Ef 4,3).

c) De manera muy especial el pneu/ma ―pneuma‖ expresa las diversas


realidades antropológicas, es decir el hombre en su más específica
identidad, pero en cuanto investido por la potencia transformadora y
elevante de Dios y bajo su inmediato influjo. En términos de Teología
Dogmática, se puede decir que el ―espíritu‖ designa entonces al hombre
en el estado de gracia santificante (1Cor 2,12: to. pneu/ma to. evk tou/ qeou/ ―to
pneuma to ek tou Theou‖ = ―el espíritu que viene de Dios‖; Ef 1,17 = la
gracia creada). Expresa su dimensión sobrenatural y por esto, a veces
también las funciones sicológicas ya señaladas; otras veces por el
contrario, parece que sea una cualidad o facultad nueva que viene a
añadirse al hombre renovado por el bautismo (Gal 3,2), lo hace hijo de
Dios (Rom 8,15-16) y llega a ser el principio vital de su ―vida espiri-
tual‖ (Gal 5,5.16; Rom 8,2.4.6.13-14), como una facultad de lo divino,
en expresión de Spicq62.

61
El griego yuch, ―psykhê‖ traduce el arameo ―näfshâ‖ ( nfs), aliento de la
garganta, vida animal (el ―alma‖), por oposición a pneu/ma―pneuma‖ que traduce
el arameo ―roûhâ‖ ( ruah), insuflación divina, soplo de las narices (el
―espíritu‖): ver Gn 2,7. Cf. Heb 4,12: la separación del alma y del espíritu
es una forma aramea de designar concretamente el punto íntimo del hombre,
según la distinción entre la respiración gutural (alma) y la respiración nasal
(espíritu).
Así pues, ―Espíritu, alma, cuerpo‖ es entre los semitas, la división más co-
rriente, con respecto al compuesto humano. San Pablo permanecería así en campo
semita y no griego. Cf. De Lubac, Henri o.c.
62
El pneu/ma ―pneuma‖ es la sede de la vida superior: moral, religiosa, místi-
ca; es la sede de la vida cristiana, la cual no es asunto de sentimientos,
sino de fe. Dice Huby: pneu/ma ―pneuma‖ es ―principio del pensamiento, sede de
la vida moral y religiosa y cima del alma‖. Pneu/ma ―Pneuma‖ es aquello que
49

En este contexto la oposición dialéctica ―carne‖ y ―espíritu‖ (Gal


5,16-25; Rom 7,14; 8,4-13) no es ya simplemente de carácter antropoló-
gico, sino metafísico. Esta oposición de hecho no se desarrolla en el
interior del hombre, contraponiendo entre ellas sus dos componentes (el
alma y el cuerpo de la antropología dualística griega), sino que con-
fronta por el contrario antitéticamente dos diversos órdenes existen-
ciales: el de la naturaleza (carne) y el sobrenatural, revelado (espí-
ritu). Lo mismo se puede decir de la otra antítesis paulina ―síquico‖ y
―espiritual‖ (1Cor 2,14-15 : ―de tejas abajo‖ N.B.E. 1Cor 15,44-46).

d) Esta privilegiada relación con el ―Espíritu‖ evocada por el


término pneu/ma ―pneuma‖, hace difícil a veces establecer si una deter-
minada acción proceda del ―espíritu‖ del bautizado o bien del ―Espíri-
tu‖ de Dios. Parece que en ciertos textos pneu/ma ―pneuma‖ designe más
bien la actividad del Espíritu de Dios en el hombre y no el ―espíritu‖
humano santificado. Es el caso de Gal 5,16-18.22-25; Rom 8,4-6 y de
textos que se relacionan con el tema de los carismas: se trata de la
manifestación ―carismática‖ (= gratuita) del Espíritu Santo (1Tes 5,19;
2Tes 2,2).

e) Finalmente, se tiene el significado más alto y específico de


pneu/ma ―pneuma‖: el Espíritu Santo personal. Aparece sobre todo en los
textos trinitarios, donde en relación con las personas del Padre y del
Hijo, el vocablo no puede indicar más que una realidad a su vez igual-
mente personal Rom 15,15b-16.30). Este Espíritu recibe luego tres cons-
tantes especificaciones. Unas veces es llamado el ―Espíritu de Dios‖,
es decir, del Padre, ya que procede del Padre como don (1Cor 3,16;
6,11; Rom 8,14). Otras veces es el ―Espíritu de Cristo‖ o ―Espíritu del
Hijo‖, porque es también Cristo quien nos lo da y además porque es
especialmente en Cristo donde el Espíritu ha realizado su posesión más
plena (Rom 8,9; Gal 4,6). Por último es indicado como el ―Espíritu de
la promesa‖ (hebraísmo = prometido. Genitivo adjetival hebreo), (Ef 1,
13).

;Exw avnqrw/poj ―Exô anthrôpos‖ = HOMBRE EXTERIOR - ;Esw a;nqrw/poj ―Esô


anthrôpos‖ = HOMBRE INTERIOR

1) Este binomio, explícita o implícitamente formulado, aparece sólo


en tres textos:

a) Rom 7,22: ―En lo íntimo, (e;sw a;nqrw/pon ―esô anthrôpon‖) cierto,


me gusta la ley de Dios‖. La expresión ―íntimo‖, ―hombre interior‖, en
el contexto está en paralelo con ―la ley de la razón‖ (los criterios de
la razón) (v. 23b) y en antítesis con los ―miembros‖ (= cuerpo) los
cuales poseen una ley contraria (v. 23a). Allí se afirma que él (el
hombre interior) es guiado por la nou/j ―nous‖ (razón), que tiene una in-
clinación natural a aceptar la voluntad de Dios, pero no logra cum-
plirla. El ―hombre interior‖ aquí indica, por lo tanto la persona en su
profunda aspiración al bien, ―el hombre naturalmente religioso, pero
impotente para realizar su ideal‖ (S. Spicq O.P.).

b) En 2Cor 4,16 el binomio antitético es explícito: ―nuestro hom-


bre exterior se va deshaciendo, el interior (o` evsw ―ho esô‖) se renueva
de día en día‖. La antítesis es entre la dimensión natural y la sobre-
natural del hombre redimido. El ―hombre exterior‖ es el ―vaso de arci-
lla‖ del v. 7, es decir el ser humano visto en su mortalidad, sometido
a la disgregación física. Por el contrario, el ―interior‖ está consti-
tuido por la vitalidad divina e imperecedera recibida en el bautismo.
Infundida por Dios, ella, la vitalidad, posee en sí misma el principio
constante de renovación.

constituye al hombre en su valor único entre todos los seres de este mundo;
aún más, lo que hace de él un ser superior al mundo; sería un elemento que más
que del hombre, estaría en el hombre.
50

c) Ef 3,16 expresa precisamente esto: Pablo ruega a Dios para que


sus fieles ―sean poderosamente reforzados mediante su Espíritu, en el
hombre interior‖. Aquí como en 2Cor 4,16, el ―hombre interior‖ (eivj to.n
e;sw a;nqrwpon ―eis ton esô anthrôpon‖) es el ―hombre nuevo‖ de Ef 4,24 y
Col 3,10, la ―nueva creatura‖ (2Cor 5,17; Gal 6,15) precisamente porque
es creada por el Espíritu de Dios (Gal 3,2; 4,6), sólo por El puede ser
reforzada.

2) De este análisis resulta que la antítesis en cuestión no coinci-


de plenamente con las otras aparentemente semejantes del ―corpus pauli-
num‖: ―hombre síquico (carnal) - hombre espiritual‖; ―hombre viejo -
hombre nuevo‖. De hecho el ―hombre interior es el hombre, tanto el no
cristiano (Rom 7,22), como el cristiano (2Cor 4,16; Ef 3,16) ―con-
siderado en su apertura a Dios, o sea en su dimensión inmortal‖ (J.
Jeremias). Designa, por lo tanto, en parte el ―leb‖ (= corazón, o
nou/j nous) y en parte el ―rûah ‖ (= espíritu) del A.T. con la obvia
especificación de la novedad cristiana, expresada según la formulación
paulina. El ‖hombre exterior‖, por el contrario, es la creatura humana
vista simplemente en su aspecto físico mortal (2Cor 4,16), sin ninguna
connotación moral o religiosa.

Por esto, mientras el ―hombre exterior‖ no se identifica ni con el


―hombre viejo‖ (Rom 6,6; Col 3,9; Ef 4,22), ni con el ―cuerpo de muer-
te‖ (Rom 7,24) o ―de pecado‖ (Rom 6,6), ni con la ―carne‖, el ―hombre
interior‖ puede comprender bien tanto al hombre ―síquico‖, ―viejo‖,
―carnal‖ (Rom 7,22) como al ―neumático‖ y ―nuevo‖ (2Cor 4,16; Ef 3,16).

3) Finalmente se debe notar que, si el contenido de este binomio


antropológico es bíblico, no lo es, por el contrario, la terminología,
especialmente en su formulación antitética. Pablo la toma de aquel vas-
to contexto cultural entonces común a la filosofía helenística y al ju-
daísmo contemporáneo, tanto palestinense como de la diáspora. Piénsese
en la oposición ―interno-externo‖ usada por Jesús (Mc 7,21; Lc 11,39;
Mt 6,4.8.18; 23,28) y en el platónico tou/ avnqrw,pou o` ento.j avnqrw,poj ―tou
anthrôpou ho entòs ánthrôpos‖ (Platón, Resp IX, 589ª).

El genitivo ―general‖ de Pablo:

Así prefiere llamarlo M. Zerwick. En cambio, J. Bonsirven lo llama


―genitivo místico‖, Spicq ―comprehensivo o simultáneo‖ porque es globa-
lizante o totalizante63. No se puede pensar que se trate sólo de un
juego de gramáticos. Este es un punto muy delicado de exégesis, con
consiguientes reflejos sobre la teología paulina. Precisamente a propó-
sito de las distinciones gramaticales en: genitivo subjetivo, objetivo,
etc. Zerwick pone en guardia: ―At hic cavendum est, ne in interpretando
textu sacro sensus claritati sacrificetur aliquid ex sensus plenitudi-
ne‖64.

Pablo es siempre muy comprehensivo, global, totalizante en sus afir-


maciones y una interpretación suya unívoca o exclusiva captaría sólo
parcialmente el sentido, con la triste consecuencia de alterar la pers-
pectiva de los textos. A causa de esto se tendría no sólo una exégesis
minimalista, sino también errónea. Además, las afirmaciones aisladas
del apóstol deben ser interpretadas en el cuadro general de su teología
(exégesis analógica). En el caso del uso del genitivo se tiene una
aplicación patente de este principio65.

En general no se hace justicia al texto, ni con el simple genitivo


objetivo, ni con el subjetivo, ni con el causal o de autor, sino con
todos tres tomados conjuntamente y con algo más. Para entender esto, se
debe recordar la función fundamental del genitivo, que es aquella de
indicar la mera relación, la pertenencia de una noción a otra. Cuál sea
entonces esta relación entre dichas nociones, esto depende no del geni-
63
Cf. Zerwick, Maximiliano S. J. Graecitas Biblica, Roma 1966, nn. 36-39
64
Cf. Idem n. 36
65
Cf. pg. 30 de este mismo Curso, nota 36.
51

tivo -en sí un mero signo convencional-, sino de todo el contexto de la


teología paulina. Baste como ejemplo, la expresión tw/| euvaggeli,w| tou/ Cristou/
―tô euaggelíô tou Khristou‖ = ―el Evangelio de Cristo‖ de 1Cor 9,12.
Ella, en el marco del pensamiento del apóstol, significa que es el
Evangelio traído y promulgado por Cristo (genitivo de autor), también
el Evangelio que tiene como objeto a Cristo (genitivo objetivo) y tam-
bién el Evangelio anunciado ―en Cristo‖, es decir, por orden suya y con
El, presente y operante en quien predica y en quien escucha (genitivo
subjetivo)66.

VEn Cristw|/ ―En Khristô‖ = EN CRISTO – vEn Cristw/| vIhsou/ ―En Khristô Iêsou‖
= EN CRISTO JESUS

1) Presencia de la expresión:

Es típica de san Pablo. De hecho no aparece en los sinópticos ni


en el resto del N.T. En Jn y 1Pe 3,16.19; 5,10.14, se encuentran formu-
laciones análogas. En Juan está la alegoría de la vid (15,2.4-7) y la
expresión: ―permanecer en mí (en él)‖ (6,56; 14,20; 16,33; 17,21; 1Jn
2,5.6.8.24.27; 3,6.24; 5,11.20). En Pablo la fórmula ―en Cristo‖ y ―en
Cristo Jesús‖ se encuentra en todas sus cartas, excepto en la de Tito.
Se encuentra especialmente en las de la cautividad, cuyo argumento
principal es precisamente la unión mística con Cristo. Según Deissmann
la fórmula se encontraría por todas 164 veces (contando también evn Kuri,w|
―en Kyriô, evn auvtw/| en autô‖).

2) Su forma:

No se encuentra nunca la expresión ―en Jesús‖ porque Pablo re-


serva este apelativo para el Jesús histórico (Ef 4,21 no viene al
caso). En cambio, se encuentra siempre ―en Cristo Jesús‖ (48 veces) o
―en Cristo‖ (34 veces) o ―en el Señor‖ (50 veces), o también evn w-| ―en
hô, evn auvtw/| en autô‖ (en él) (29 veces). En todas estas expresiones
Jesús es visto no en su persona individual, sino en su función de Me-
sías, de Salvador, de segundo Adán. Se trata por lo tanto de la pers-
pectiva comunitaria, de la doctrina del Cuerpo Místico. Pablo piensa en
Cristo Salvador. Ahora bien, Cristo es tal, oficialmente, desde el ins-
tante de la Cruz, desde su muerte redentora. De aquí la terminología
paulina de los verbos con su,n ―syn‖ aplicada al bautizado: sunpa,scw
―synpaskhô‖ (1Cor 12,26; Rom 8,17), sunstauro,w ―synstauróô‖ (Gal 2,20;
Rom 6,6), sunapoqne,skw ―synapothnéskô‖ (2Cor 7,3; 2Tim 2,11), sunqa,ptomai
―syntháptomai‖ (Rom 6,4 Col 2,12), sunegei,rw ―synegéirô‖ (Col 2,12; 3,1;
Ef 2,6) sundoxa,zw ―syndoxazô‖ (Rom 8,17). Es decir, meta-temporalmente
nosotros participamos con Cristo de estos estados suyos, porque Él con
aquellos actos llega a ser y es nuestro Salvador.

El evn ―en‖ es el que los gramáticos llaman ―en asociativo‖, con el


influjo de la indeterminación y polivalencia del ―be‖ hebreo67. La
naturaleza de la unión significada por este evn ―en‖ deberá precisarse
cada vez, de acuerdo con el contexto. Se tiene aquí el mismo fenómeno
del genitivo. VEn ―En‖ es por lo tanto casi igual a su,n ―syn‖. De hecho,
algunas veces aparece su,n ―syn‖ para expresar el mismo concepto que evn
―en‖ (2Cor 13,4b; Col 3,3). Se debe notar, sin embargo, un matiz en el
uso paulino: Pablo prefiere su,n ―syn‖ para indicar las relaciones con
Cristo después de la muerte, es decir, con el Cristo glorioso (1Tes
4,17b; 5,10b; Fil 1,23).

3) Fórmulas análogas:

66
Cf. también: 2Cor 5,14a h` avga,ph tou/ Cristou/ ―hê agápê tou Khristou‖ Zerwick
o.c. n. 36.
67
―be‖ = en, entre, sobre, por, según, a la manera de, cerca, junto a, con,
a causa de, a propósito de, acerca de; más infinitivo = en, cuando, mientras,
bien que, porque, etc.
52

a) Con el su,n ―syn‖ separado: mientras se encuentra una abundan-


cia de palabras compuestas con su,n ―syn‖ para expresar las relaciones
entre Cristo y los cristianos, la fórmula su,n Cristw/| vIhsou/ ―syn Khristô
Iêsou‖ es, en cambio, muy rara. Ella testimonia la evolución del pensa-
miento paulino. Pablo, semita, tiene un fuerte sentido de la solidari-
dad y de la corporación. El tipo de unión que une a los bautizados con
Cristo es, sin embargo, muy superior y diverso al de la común solidari-
dad corporativa de los semitas: se funda sobre valores vitales trascen-
dentes. La fórmula con su,n ―syn‖ indica por lo tanto el punto de parti-
da paulino en la elaboración de los datos teológicos cristianos, la
fórmula evn Cristw/| ―en Khristô‖, su punto de llegada. Se tienen por esto
en estas dos expresiones los polos extremos de todo un proceso teológi-
co: evn ―en‖ ilumina exactamente el su,n ―syn‖ separado y el su,n ―syn‖
compuesto, haciendo ver la interioridad de sus datos, interioridad que
sobrepasa con mucho el horizonte de la solidaridad del Antiguo Testa-
mento.

b) El su,n ―syn‖ compuesto: se encuentra cerca de 90 veces e indi-


ca aquellos actos o estados mediante los cuales y en los cuales el
cristiano forma una sola entidad con Cristo. A los verbos ya señalados
más arriba se pueden añadir: sunza,w ―synzáô‖ = vivir con (2Cor 7,3; Rom
6,8; 2Tim 2,11), sunzw|opoie,w ―synzôopoiéô‖ = dar vida con (Col 2,13; Ef
2,5), sunkaqi,zw ―synkathizô‖ sentar con (Ef 2,6), sunbasileu,w ―synbasi-
léuô‖ = reinar con (1Cor 4,8; 2Tim 2,12), summorfi,zw ―symmorphizô‖ =
formar con (Fil 3,10), summorfo,j ―symmorphós‖ = formado con (Rom 8,29;
Fil 3,21), sumfuto,j ―symphytós‖ = desarrollado juntamente con (Rom 6,5),
sunklhrono,moj ―synklêronómos‖ = coheredero (Rom 8,17; Ef 3,6), sunoikodome,w
―synoikodoméô‖ = construir con (Ef 2,22), summe,tocoj ―symmétokhos‖ =
copartícipe (Ef 3,6; 5,7). En estos actos Cristo es principio de unidad
de los fieles en cuanto Cristo místico, es decir Salvador, ―Espíritu
vivificante‖ (1Cor 15,45), por lo tanto en cuanto Cristo total, que in-
cluye en sí a todos los salvados.

c) oi` tou/ Cristou/ ―hoi tou Khristou‖ y afines: Véase 1Cor 3,23; 15,
23; 2Cor 6,15; 10,17; Gal 3,29; 5,24; Rom 8,9; 9,3; 14,8. La expresión
no significa simplemente ―pertenencia de partido‖, aunque este concepto
se encuentre también en Pablo (1Cor 1,11; Rom 16,10). Significa, en
cambio, la participación real, íntima, en Cristo-Vida (cf. zw|opoiou/n
―zôopoioun‖ = hacer vivir, de 1Cor 15,45), por la cual se participa
también en sus misterios: en sus tribulaciones (2Cor 1,5; Fil 3,10; Col
1,24) como en sus disposiciones interiores (2Cor 5,14; 10,1; Ef 3,19;
2Tes 3,5). Es por todo esto que el cristiano no se pertenece más a sí
mismo, sino a Cristo, muerto y resucitado por él (1Cor 6,15; 2Cor 5,15;
Rom 14,6-9; 7,4).

4) Origen de la fórmula:

Hay acuerdo en decir que Pablo es deudor de la fórmula al Antiguo


Testamento; pero no es fácil establecer con precisión de cuál contexto
específico del mismo la haya tomado. Es posible que se derive de aquel
conjunto de expresiones donde se habla de Dios como centro de refugio y
de salvación. Estas frases son muy frecuentes en los Salmos (cf. Sal
61,8 (LXX); 111,7 (LXX) = evpi. ―epí‖; 3,3 ―en‖; 113,9.10; 117,8.9 (LXX) =
evpi. ―epí‖). También el tema de ―unirse‖ (apegarse) a Dios debe haber
influído en este sentido sobre Pablo (Dt 4,4; Is 26,4).

5) Significado y alcance teológico:

a) Sentido fuerte: es aquel que denota a Cristo como centro y


principio de vida, del cual el conjunto de los cristianos y cada uno en
particular reciben su salvación sobrenatural. Cristo es visto entonces
como mediador, Cabeza del Cuerpo (1Cor 15,22; 2Cor 5,17; Gal 3,28; Rom
6,11; 8,2.39; 12,5). La unión con Cristo es tan fuerte que lleva a una
identificación con Él aunque en la distinción de las personas (Gal 3,
28), de modo que los fieles son llamados ―Cristo mismo‖ (1Cor 1,13a;
53

12,12b; 2Cor 6,15; Col 3,11). Debe notarse que aún en este caso ―en
Cristo‖ expresa principalmente la realidad comunitaria de la unión
efectuada entre nosotros y Cristo; de preferencia es la comunidad la
que es llamada ―en Cristo‖ (1Tes 1,1; 2Tes 1,1; Gal 1,22).

b) Sentido débil: aquí la fórmula equivale al adverbio ―cristia-


namente‖, ―bajo el aspecto cristiano‖, ―conforme a los principios cris-
tianos‖ (cf. 1Tes 4,1; 1Cor 3,1; 7,39; 15,58; 2Cor 2,14; Col 3,18-20).

c) Finalmente, la fórmula ―en Cristo‖ y las otras análogas signi-


fican el resultado de la salvación vista como conseguida mediante, ―por
medio de‖ Cristo (1Tes 5,9; Gal 2,17; Rom 5,9.10; Ef 1,5; 3,12; 2Tim
2,10)68.

LAS DOS CARTAS A LOS TESALONICENSES

Las dos breves cartas de san Pablo a la Iglesia de Tesalónica son


las primeras entre todas las cartas del apóstol y quizá, muy probable-
mente, entre todos los escritos del Nuevo Testamento. De aquí se des-
prende su importancia: a) son el primer testimonio escrito de una Igle-
sia local; b) ofrecen la posibilidad de conocer cuál era el Credo de la
Iglesia veinte años después de la muerte del Señor Jesús.

I. El Autor:

Toda la antigüedad cristiana atribuyó sin discusión ambas cartas al


apóstol Pablo. Su origen queda entonces bastante bien testimoniado, aún
teniendo en cuenta la escasez relativa de datos disponibles en los pri-
meros siglos cristianos. Las dos cartas fueron probablemente usadas por
Ignacio de Antioquía (principios del s. II); ciertamente la primera se
encuentra en el Pastor de Hermas (mediados del s. II) y con mayor cer-
teza la segunda se encuentra en Policarpo (principios del s. II). En
todo caso, las dos cartas fueron catalogadas por Marción (hacia media-
dos del s. II) en su Canon del Nuevo Testamento, y el Canon de Muratori
(hacia finales del s. II) también las menciona. Finalmente, Clemente de
Alejandría (hacia el 215) las reconoce como paulinas; por otra parte, a
partir de Ireneo (m. hacia el 202) fueron recibidas como tales por toda
la Iglesia. Fue solamente en la época moderna cuando se desataron dis-
cusiones críticas acerca de su autenticidad.

La crítica radical del siglo XIX, dirigida por la escuela de Tubin-


ga, con F.C. Baur a la cabeza, puso en duda su autenticidad. Hasta la
aparición de esta crítica nadie había negado nunca la pertenencia de
las dos cartas al epistolario paulino. En la actualidad, se debe hacer
una distinción entre la primera y la segunda. Para la 1Tes no existen
verdaderas dificultades: los argumentos esgrimidos contra su autentici-
dad por Baur (m. 1860) y por sus discípulos fueron totalmente recha-
zados por una crítica más exigente69.

En cambio, el caso de la 2Tes es diverso. Los autores están dividi-


dos con respecto a ella: la mayoría, católica y no católica, continúa
atribuyendo la obra a Pablo; un cierto número de críticos niega la au-
tenticidad paulina del escrito. Los argumentos contra la autenticidad
paulina de esta carta tienen como base ciertos elementos de vocabulario
y estilo que no se encuentran en ninguna de las epístolas mayores de
Pablo; los pasajes escatológicos de las dos cartas parecen estar en
contradicción: 1Tes enseña la inminencia de la parusía, mientras que
2Tes habla de los signos que la precederán; por último, muchas semejan-

68
Cf. Pimiento, José de Jesús Monseñor: CARTA PASTORAL: CUARESMA Y PASCUA DE
1986 (Folleto pgs. 17-18). Magisterio Episcopal, Tomo I, pgs. 189-191.
69
Sin embargo, cf. las afirmaciones de Juan Mateos en su edición del N.T. o.c.
pg. 989 § 4.
54

zas literarias entre ambas cartas indican que han existido manipulacio-
nes. Ninguno de estos argumentos, sopesados cuidadosamente, basta para
impugnar la atribución tradicional de 2Tes a Pablo. De hecho en las
epístolas mayores y en las de la cautividad se encuentra más del 80%
del vocabulario de 1-2Tes; la materia tratada impone con frecuencia un
vocabulario especial. Las enseñanzas escatológicas tienen su base en la
doctrina de Cristo y en el esquema apocalíptico tradicional de los ju-
díos sobre el fin de los tiempos; en los dos casos hay signos que pre-
ceden al fin, pero no se refieren a él de modo que determinen el tiempo
exacto. Las semejanzas literarias constituyen quizá el argumento más
fuerte, pero no es sorprendente que dos cartas escritas en breve espa-
cio de tiempo y sobre temas parecidos empleen una terminología pareci-
da70. En cuanto a las diferencias de estilo y de tono e incluso de
perspectivas doctrinales que algunos han puesto de relieve, se explican
por el hecho de que entre una y otra carta la comunidad evolucionó.

Los autores de la TOB se limitan a decir que el problema permanece


pero que no es de capital importancia. Es interesante el juicio que ha-
cen: ―2Tes respondía ciertamente a la precisa situación de las comuni-
dades de entonces que, aquí y allá, se demostraban inquietas porque el
día de la Venida del Señor no parecía tan inminente como se pensaba.
Que un escritor cristiano, jefe de una comunidad y compenetrado de la
enseñanza de Pablo, haya creído su deber, colocándose bajo el patroci-
nio del apóstol, corregir una falsa y peligrosa interpretación de la
venida de Cristo, es muy verosímil... Este modo de proceder no hace de
aquel escritor un falsario, como lo podría hacer creer nuestra concep-
ción moderna de la literatura. La literatura judía y cristiana lo usa-
ron frecuentemente para precisar y profundizar una enseñanza tradicio-
nal. Cualquier cosa que haya sido, 2Tes jugó un papel importante en la
historia de la Iglesia. A pesar de la oscuridad de sus alusiones apoca-
lípticas, previno sobre toda evasión que alejara de la realidad del
combate que el cristiano debe librar en el mundo y le recordó que la
esperanza cristiana es inseparable de la vigilancia cotidiana‖71.

Así, la TOB prefiere considerar la carta como escrita por un autor


cristiano penetrado de la enseñanza de Pablo72. Sin embargo, se puede
seguir aceptando, con la tradición cristiana que, ambas cartas, escri-
tas a una distancia de algunos meses, fueron todas dos compuestas por
san Pablo. Así piensan todavía algunos especialistas.

II. La Obra:

A) Análisis de las dos Cartas:

Primera carta a los Tesalonicenses

Dirección y saludo usual (1,1): Es el más breve entre todos los sa-
ludos protocolares de las cartas paulinas. En efecto, se limita a la
indicación de los remitentes, de los destinatarios y al saludo. Se dis-
tingue del de las demás cartas por la omisión del título de ―apóstol‖.

PRIMERA PARTE: Pablo (Silvano y Timoteo) y los Tesalonicenses (1,2-


3,13).

A) Recuerdo de la fundación de la Iglesia (1,2-2,16)

- 1,2-10: fórmula de acción de gracias. Pablo abre su carta con


un amplio agradecimiento por los frutos que la predicación evangélica
ha cosechado en Tesalónica. La fórmula, aunque con estructura diversa,

70
―Es evidente que no pocas frases de 2Tes siguen muy de cerca a otras de
1Tes, lo que cuadra más con un imitador del estilo de Pablo que con la espon-
taneidad de éste‖ Juan Mateos, N.T. o.c. pgs. 1001-1002
71
Cf. Nouveau Testament, TOB, Paris 1972, pg. 613
72
Lo mismo Juan Mateos en su N.T.: ―Podría atribuirse a un discípulo de Pablo
que, a fines del siglo I, quiere salir al paso de ciertas inquietudes por el
retraso de la venida del Señor, que se había pensado inminente‖ o.c. pg. 1001.
55

está presente en casi todas las cartas paulinas (menos en Gal, 1Tim y
Tit) y los verbos de oración están acompañados por adverbios tempora-
les: pa,ntote( ―pántote, avdialei,ptwj adialeíptôs‖73. La oración parte del re-
cuerdo de la vida interna de la comunidad que es especificada con la
tríada: ―la actividad de su fe, el esfuerzo de su amor y la constancia
de su esperanza‖ (1,3); se remonta luego a los orígenes de la comuni-
dad: elección divina y poder del Espíritu (1,4-5a) y finalmente des-
ciende a considerar la comunidad frente a las otras Iglesias locales
(1,7: tu,pon ―typon‖, modelo) y frente al mundo: anunciadora de la pala-
bra del Señor (1,8). Es la demostración más clara de que ellos se con-
virtieron al servicio de Dios (1,9).

Ejes de la vida cristiana son tres verdades: a) Dios Padre resucitó


a Jesús de entre los muertos; b) Jesús retornará de los cielos; c) Je-
sús nos librará del castigo que viene. Estas verdades llevan a la co-
munidad a vivir en la espera (avname,nein ―anaménein‖ 1,10). Es el aspecto
escatológico de la vida cristiana.

- 2,1-12: Pablo recuerda su ministerio entre los Tesalonicenses.


Este párrafo desarrolla a 1,5b-6 (cf. oi;date ―oídate‖ en 1,5b; 2,1.2.
5.11; ulteriormente especificado con mnemoneu,ete ―mnemoneúete = recuer-
den‖ de 2,9 y convalidado por el u`mei/j ma,rturej ―hymeis mártyres = ustedes
son testigos‖ de 2,10). Su conducta en Tesalónica es calificada tanto
negativamente: ―no de error, ni de motivos sucios, ni de doblez‖ (2,3),
como positivamente: ―impecable, honrado y sin falta‖ (2,10). Es también
conocido por los hermanos cómo llegó él a Tesalónica (2,1-2) y cómo
anunció allí el Evangelio: en el desinterés (2,4-9). Una convicción lo
animó: Dios llama a los fieles a su reino y a su gloria (2,12; perspec-
tiva escatológica).

- 2,13-16: Del pasado al presente. Este es un párrafo de transi-


ción. Recuerda todavía con una oración de acción de gracias (cf. el ad-
verbio avdialei,ptoj ―adialeíptos‖: 2,13; 1,2) los orígenes de la comuni-
dad: se remontan a la eficaz Palabra de Dios (cf. 2,13 con 1,5). Sin
embargo, esa Palabra los ha puesto en situación de persecución como a
las otras Iglesias. Son causa de ello sus compatriotas (sumfuletw/n ―sym-
phyletôn‖) así como lo fueron los judíos para las Iglesias de Judea (2,
14). Si los fieles son ―amados por Dios‖ (1,4), los perseguidores y de
modo particular los judíos, ―no agradan a Dios‖ (2,15). Si los fieles
son librados del castigo (1,10), quien obstaculiza la salvación será
alcanzado por él (2,16). La mención de los judíos le recuerda a Pablo
su grave pecado y suscita algunas invectivas contra ellos: ―mataron al
Señor Jesús‖ y de inmediato añade: ―y nos persiguieron a nosotros‖ (2,
15), expresión que explica el porqué Pablo está ahora lejos de Tesaló-
nica.

B) Situación de Pablo lejos de Tesalónica (2,17-3,13)

- 2,17-20: Su deseo es volver a ver los fieles. Contra su volun-


tad fue separado de los Tesalonicenses; sin embargo ha hecho lo imposi-
ble para buscar un contacto personal, pero Satanás se lo ha impedido.
Los términos con los cuales se expresa son rebuscados e indican toda la
violencia sufrida y el gran deseo de retornar.

En todo esto se descubre un ansia escatológica. Una Iglesia es para


quien la ha fundado motivo de esperanza, de alegría y honrosa corona en
el día de la venida del Señor. Pero, ¿será posible encontrarse juntos
aquel día?

- 3,1-5: el envío de Timoteo a Tesalónica. Temeroso de que su es-


fuerzo sea hecho vano por el tentador (3,5; en 2,18: Satanás) envía a
Timoteo con dos fines bien precisos: a) reforzar ( sthri,xai ―stêrixai‖) y
estimular a los fieles en la fe a fin de que ninguno vacilara a causa
de las tribulaciones (qli,yesin ―thlípsesin‖; cf. 1,6); b) informarse

73
Siempre, sin cesar.
56

acerca de lo que estaba sucediendo en Tesalónica para luego referirlo


al apóstol.

Un verbo (ste,gw ―stégô‖), repetido dos veces (3,1.5), indica toda la


preocupación de Pablo (―no pudiendo aguantar más‖), mientras que el v.
4 informa sobre un tema de su predicación.

- 3,6-10: Timoteo regresa donde Pablo. Las noticias son buenas:


fe y caridad permanecen intactas. Pablo lleno de alegría se siente re-
vivir y por esto da gracias a Dios. Sin embargo, hay algo que no marcha
porque su oración es permanente (noche y día) e insistente (u`perek&
perissou ―hyperekperissou‖; cf. 1,2; 2,13). Debe verlos de nuevo para
remediar las deficiencias de su fe (3,10). ¿Qué es lo que falta? ¿Acaso
se ha acabado o disminuido la esperanza? No es nombrada junto con la fe
y la caridad (3,6).

- 3,11-13: la oración de Pablo. Es dirigida a Dios Padre y al


Señor Jesús como si fueran una sola cosa y tiene un doble fin: pedir a)
para sí mismo poder ir a Tesalónica; y, b) que el Señor (se entiende
Jesús) haga crecer los fieles en la caridad, en la santidad con vistas
a la gran meta cristiana que es la venida del Señor.

La triple explicitación tiene todas las apariencias de un anuncio de


tema (cf. 4,3: santidad; 4,9: amor fraterno; 4,15: venida del Señor).

SEGUNDA PARTE: Exhortaciones e instrucciones (4,1-5,22)

Después de las noticias traídas por Timoteo, Pablo trata de puntua-


lizar ciertos aspectos de la vida cristiana. Por lo tanto, es lógico
buscar en esta segunda parte aquello que falta a la formación cristiana
de los Tesalonicenses (cf. 3,10).

- 4,1-12: La vida que place a Dios: pureza y amor fraterno. Pablo no


sabe qué enseñar de nuevo a este respecto. Roconoce que ellos viven de
acuerdo con lo que él mismo les ha enseñado para cumplir la voluntad de
Dios: ―vivan consagrados a El‖ (o` a`giasmo.j u`mw/n ―ho hagiasmós hymôn‖).
Sin embargo, se puede progresar y por esto especifica dos aspectos de
la santidad (4,1-3a).

La pureza (4,3b-8): El pecado contra la castidad es considerado bajo


tres aspectos fundamentales: a) se prohibe la fornicación (pornei,aj ―por-
neias‖) es decir, cualquier abuso sexual fuera del legítimo matrimonio
(4,3b); b) se manda que las relaciones sexuales en el matrimonio se
cumplan con santidad y respeto (4,4) (―cada uno sepa tener su propia
esposa con santidad y respeto‖ es una posible traducción de 4,4a); c)
se ordena no usurpar en este campo los derechos del prójimo (4,6). Los
motivos de este mandato es que no somos paganos (4,5), que Dios nos
llama a la santidad (4,7) y que el Espíritu Santo habita en nosotros.
(Es útil precisar por qué el pecado impuro es uno de los mayores obstá-
culos a la santidad: cf. 1Cor 5; 6,9-20).

El amor fraterno (4,9-12): también en cuanto al amor fraterno (fila&


delfi,a ―philadelphía‖) se puede progresar (4,9-10), y Pablo especifica
el modo concreto como debe ser vivido (4,11)74. La finalidad es muy
clara: ―llevar frente a los no cristianos una vida decorosa‖, correcta
(4,12).

74

- Conservar la calma: no estar agitados por la expectación de la inminente


venida del Señor.
- Ocuparse de sus asuntos: no descuidar las exigencias de la vida práctica.
- Trabajar: no renunciar a ganarse la vida. Tal conducta extravagante les
haría perder crédito ante los paganos; por otra parte, los forzaría a
estar pidiendo ayuda a los demás para poder subsistir.
57

- 4,13-5,11: La cuestión escatológica. Las palabras de Pablo están


motivadas por una situación existencial concreta que tal vez ha puesto
de relieve las lagunas de la fe de los tesalonicenses (cf. 3,6). Han
muerto algunos hermanos y la actitud de los fieles parece no dis-
tinguirse de la de los paganos (4,13; cf. 4,5) y Pablo busca entonces
iluminar con la fe su situación. El argumento se desarrolla en dos pun-
tos: a) en la fe en Jesús muerto y resucitado (nótese la fórmula del
acto de fe) el cristiano sabe que también él un día resucitará para ir
al encuentro del Señor que vendrá (4,13-18); b) ¿cuándo vendrá el Se-
ñor? la respuesta es categórica: ¡no lo sabemos! Pero en la incerti-
dumbre del cuándo, sabemos aquello que debemos hacer para llegar al día
de su venida: ―vigilar, como hijos del día‖: (5,1-11: fe, amor, espe-
ranza cf. v. 8).

- 5,12-22: Exhortaciones para la vida de la Iglesia local. La pe-


rícopa es un pequeño pero auténtico tratado de vida cristiana. Se habla
del comportamiento para con aquellos que presiden la comunidad (5,12-
13) y con los hermanos indisciplinados, pusilánimes y débiles (5,14).
Se insiste sobre la necesidad de buscar el bien de todos evitando toda
clase de mal (5,15.22). Se exhorta a la alegría y a una oración cons-
tante (cf. 1,2; 2,13; 3,10) para cumplir la voluntad de Dios (5,16-18).
Finalmente, se pone en guardia a la comunidad para que no obstaculice
la obra del Espíritu, sino que sepa discernir lo que es bueno (5,19-
21).

Despedida (5,23-28): La conclusión está constituida por una despedi-


da que contiene en sí toda la novedad cristiana. Se inicia con una ora-
ción de bendición a Dios, fundada sobre un acto de fe (5,24), a fin de
que conserve a los fieles en la santidad con vistas a la venida del Se-
ñor (5,23: último elemento escatológico de la carta). Solicita oracio-
nes por sí mismo y les manda su beso santo (5,25-26). Finalmente les
augura la comunión con Cristo Señor (5,28).

Segunda carta a los Tesalonicenses

Dirección y saludo (1,1-2): Difiere del saludo protocolar de 1Tes


tanto por la adición de h`mw/n hêmôn‖, nuestro, después del apelativo Pa-
dre (1,1), como por el desarrollo del saludo con avpo. qeou/ patro.j kai. kuri,ou
VIhsou/ Cristou/ ―apo Theou patrós kai Kyríou Iêsou Khristou‖.

La fórmula que explicita el origen de la gracia y de la paz perma-


necerá invariable en todas las cartas paulinas, excepción hecha de Col
1,2 donde falta kai. kuri,ou VIhsou/ Cristou/ ―kaí Kyríou Iêsou Khristou‖.

1,3-12: fórmula de acción de gracias. Está compuesta por dos frases


principales: ovfei,lomen))) ―opheílomen‖ (1,3), proseuco,meqa))) ―proseukhómetha‖
(1,11), seguidas por una serie de frases secundarias. Los verbos de
oración como en 1Tes están acompañados por una forma adverbial: pa,ntote
―pántote‖ (1,3.11). La acción de gracias (cf. en cambio 1Tes 1,2) asume
un movimiento casi litúrgico: ovfei,lomen ―opheílomen‖ es nuestro deber,
a;xion e;stin ―áxion estin‖, es justo o digno (1,3). El motivo de la
oración es, como en 1Tes, la situación de la comunidad. Pero junto con
la fe y la caridad que van progresando (1,3; cf. 1Tes 3,12) no se
nombra la esperanza. Pero allí está su fundamento: la u`pomonh, ―hypo-
monê‖, la paciencia (1,4), la constancia (cf. 1Tes 1,3). El tema de la
tribulación (qli,yij ―thlipsis‖) inmediatamente después está muy acentua-
do y ampliado con un juicio sobre los perseguidores (1,4-10; cf. 1Tes
2,14-16). También el aspecto escatológico es subrayado sobre medida y
con citaciones implícitas del A.T. (1,8-10.12). En 1Tes parece reducido
a 1,10. Sigue la oración. El autor pide que la fe/adhesión a Jesús se
traduzca realmente en obras (1,11-12).

- 2,1-17: Instrucciones sobre la venida del Señor. Como en 1Tes


4,13-5,11 también aquí el argumento sobre la escatología parte de una
precisa situación existencial: 2,2 describe una comunidad turbada quizá
por las expresiones ―nosotros, los que quedemos vivos‖ de 1Tes 4,15.17,
58

hábilmente subrayadas por fanáticos instigadores que presentaban la ve-


nida del Señor como inminente. Pablo rechaza también aquí una discusión
acerca del ―cuando‖: ¡no es inminente! (2,2; cf 1Tes 5,1-3) y se
detiene a recordarles lo que les ha enseñado sobre los signos (2,5):
―primero tiene que llegar la apostasía y aparecer la impiedad en per-
sona, el hombre destinado a la ruina, el que se enfrentará...‖ (2,3-4).
Solo cuando el impío se revele con toda su virulencia, entonces vendrá
el Señor y lo quitará de en medio junto con todos aquellos que aproba-
ron la injusticia (2,8-12). Los fieles, en cambio, deben vivir en la
firme espera de alcanzar la gloria del Señor (2,13-17).

- 3,1-15: Exhortaciones finales. Se tiene la impresión de estar


frente a un resumen de las muchas exhortaciones aparecidas por todas
partes en la 1Tes, un resumen que ofrece una gran afinidad en los tér-
minos y en los conceptos. Hay una petición de oraciones por sí mismo
(3,1; 1Tes 5,25), pero ahora con dos fines bien claros: para la difu-
sión de la Palabra del Señor y para la liberación del apóstol de los
hombres malvados y sin principios (3,1-2; cf. 1Tes 2,14-16). Manifiesta
luego su confianza en los fieles y en la gracia de Dios (3,3-5; cf.
1Tes 5,24) y les ordena vivir como él les ha enseñado y siguiendo su
ejemplo (3,6-10); (cf. 1Tes 4,1-2; 1,6-7; 2,9). Pone en guardia contra
los indisciplinados u ociosos (3,11; cf. 1Tes 5,14) indicando el com-
portamiento que se debe tener para con ellos (3,12-15).

Despedida (3,16-18): Como en 1Tes se inicia con una oración pero


formulada de modo distinto. Es igual únicamente el título dado a Jesús:
o` ku,rioj th/j eivrh,nhj ―El Señor de la paz‖ (3,16; 1Tes 5,23). La conclusión,
hecha con los mismos términos de 1Tes 5,28, es el augurio de la comu-
nión con Cristo Señor (3,18) anticipado ya sintéticamente en 3,16b: o`
ku,rioj meta. pa,ntwn u`mw/n ―El Señor los acompañe a todos‖. Finalmente, a di-
ferencia de la 1Tes, el final lleva la contraseña de Pablo: ~O avspasmo.j
th/| evmh/| ceiri. Pau,lou ―La despedida, de mi mano: Pablo...‖ (3,17).

B) Los destinatarios de las dos Cartas:

Del análisis de las dos cartas, pero sobre todo de la primera, se


desprenden los siguientes datos: 1) Pablo llegó a Tesalónica ―después
de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos‖ (1Tes 2,2), otra
ciudad de Macedonia. 2) Ahora se encuentra en Atenas desde donde envía
a Timoteo (1Tes 3,1-2a). 3) El motivo de su partida de Tesalónica es la
persecución suscitada por los judíos que le impiden hablar a los paga-
nos para que se salven (1Tes 2,15-16). 4) La mayoría de los cristianos
de Tesalónica proviene del paganismo (1Tes 1,9). 5) Los sufrimientos
que ellos deben padecer para mantenerse fieles a Cristo, provienen no
de los judíos, sino de sus compatriotas (sumfuletw/n ―symphyletôn‖ 1Tes
2,14).

Estos datos son completados y confirmados por el el libro de los He-


chos cuando informa acerca del segundo viaje apostólico de Pablo. El n.
1 es confirmado por Hch 16,19-24, mientras el n. 2 es completado por
Hch 17,10-15 donde se informa que Pablo llegó a Atenas después de haber
anunciado la Palabra de Dios en Berea (Hch 17,13). El n. 3 es también
precisado: fueron los judíos quienes soliviantaron la ciudad de Tesaló-
nica contra Pablo y Silas (Hch 17,4-5), cuyo nombre en el saludo de am-
bas cartas se encuentra latinizado en Silvano. El n. 4 es confirmado
por Hch 17,4 que dice: ―Algunos judíos se convencieron y se juntaron a
Pablo y a Silas, con gran número de adictos griegos y no pocas mujeres
principales‖. De aquí se deduce cómo la gran mayoría de los convertidos
es de origen pagano. Esto explicaría por qué Pablo coloca en masa a los
judíos entre los enemigos de Dios (1Tes 2,15). El n. 5 finalmente, es
confirmado por la acusación que los perseguidores esgrimen contra los
cristianos: ―éstos actúan contrariamente a los edictos del Emperador,
porque afirman que hay otro rey, Jesús‖ (Hch 17,7). Los datos sobre el
viaje de Timoteo no coinciden con los de Hech 17,15; 18,5. Cf. 1Tes 3,
1ss.
59

Tesalónica era una ciudad portuaria importante, situada en el golfo


Térmico, al norte de Grecia. Fue fundada por Casandro, general de Ale-
jandro Magno, hacia el año 316 antes de Cristo y recibió su nombre en
honor de la esposa de aquél, hermanastra de Alejandro. Fue conquistada
por los romanos en el 168 y pasó a ser capital de la provincia romana
de Macedonia a partir del año 146. Tesalónica favoreció a Octavio en la
batalla de Filipos (42 a.C.) y, como consecuencia, fue declarada ciudad
libre con su propio senado (boulh, ―boulê‖), su asamblea popular (dh,moj
dêmos) (Hch 17,5) y sus magistrados llamados politarcas (Hch 17,8). En
el siglo I d.C. era ya una ciudad cosmopolita que contaba con una gran
colonia judía y numerosos cultos paganos.

En el año 50, Pablo, Silvano y Timoteo llegaron a Tesalónica durante


el segundo viaje misional. Pablo y Silvano habían sido detenidos y
expulsados de Filipos (Hch 16,16-40). Siguiendo la Via Egnacia, atrave-
saron Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, unos 150 kilómetros
al oeste de Filipos. Una vez allí, comenzaron a predicar el Evangelio
en una sinagoga judía ―en medio de fuerte oposición‖ (1Tes 2,2).

La duración de la permanencia de Pablo en la ciudad es difícil de


determinar. Hch 17,2 es insuficiente para poderla reducir a tres o cua-
tro semanas. Se puede pensar en una duración breve, dos o tres meses al
máximo. Fue por esto que la formación incompleta de la comunidad le dió
preocupaciones a Pablo. En tan corto tiempo se creó un fuerte vínculo
de afecto entre los cristianos de Tesalónica y su apóstol; en ocho
breves capítulos, Pablo los llama ―hermanos‖ (la expresión del amor
cristiano) 21 veces, proporcionalmente muchas más veces que en cual-
quier otra carta.

Se puede concluir diciendo que la fundación de la Iglesia de Tesa-


lónica se inscribe en un período bien preciso de la vida de Pablo, el
de su segundo viaje apostólico (50 d.C.), y que los datos de las dos
cartas y de los Hechos sobre esta Iglesia son de segura atendibilidad
histórica.

C) Ocasión, lugar y fecha de composición de las cartas:

1) Primera carta: se sabe, a partir de los datos proporcionados


por la misma carta, que Timoteo a su regreso de Tesalónica no solo le
trajo a Pablo buenas noticias (3,6) sino que lo informó también sobre
las lagunas de su fe (3,10). Sin embargo, únicamente una es precisada:
la preocupación de los tesalonicenses por los muertos los identifica
con los paganos que no tienen esperanza (4,13). Es, sin embargo, sufi-
ciente para decir que Pablo, en la imposibilidad de trasladarse a Tesa-
lónica (2,18), escribió esta primera carta para remediar las deficien-
cias de su fe (3,10).

¿Dónde? ¿Cuándo la escribió? El cuándo está estrechamente ligado al


dónde. Sólo si se conoce la fecha se puede decir dónde fue escrita.
También aquí los datos del texto parecen suficientemente claros. A par-
tir de 3,6 parece lógico admitir que la carta fue escrita inmediatamen-
te después del regreso de Timoteo de Tesalónica. Este había sido envia-
do allí desde Atenas (3,1-2), pero a su regreso ya no encontró a Pablo
en Atenas, sino en Corinto (Hch 18,5). Aún más, los Hechos informan que
Pablo se dedicó a la evangelización de los corintios cuando Timoteo y
Silas regresaron de Macedonia (18,5) (cf. Hch 17,14; 1Tes 3,1), que la
predicación duró un año y medio (18,11) y que la persecución se desató
mientras Galión era procónsul en Acaya (18,12). En este punto la arque-
ología es de gran ayuda. Por una inscripción hallada en Delfos se sabe
que Galión fue procónsul en Acaya desde la primavera del 51 hasta la
del 5275. Por esto, de la confrontación de este dato con los anterio-
res, se debe concluir que la primera carta a los Tesalonicenses fue es-
crita en Corinto, o en los últimos meses del año 50 o en los primeros
del año 51, pocos meses después de la fundación de la Iglesia de Tesa-

75
Cf. pg. 26 de este mismo curso.
60

lónica. Lo demostraría también tanto el tono afectuoso como las repeti-


das referencias a un contacto personal entre el autor y los destinata-
rios (cf. en particular el c. 2).

2) Segunda carta: son pocos los datos de que se dispone, pero pa-
recen suficientemente claros: a) el escrito es posterior a otra carta
enviada por Pablo (2,15); b) fue escrita cuando Timoteo y Silvano se
encontraban junto con Pablo (1,1). Del primero se deduce que es poste-
rior a 1Tes; del segundo que fue escrita en Corinto, porque la pre-
sencia simultánea, que se encuentra ya al inicio de la primera carta,
tuvo lugar en Corinto en el desarrollo del segundo viaje misionero (cf.
Hch 18,5). Fue escrita, por lo tanto, pocos meses después de la prime-
ra, es decir, hacia la mitad del año 51. Esta apreciación que ha sido
la tradicional es sostenida todavía por algunos estudiosos modernos.
Sin embargo, un número siempre mayor de especialistas sostiene hoy que
la Segunda Carta a los Tesalonicenses no fue compuesta personalmente
por Pablo. Los argumentos son numerosos; uno de ellos es que las se-
mejanzas terminológicas y temáticas en lugar de ser una prueba de la
autenticidad, plantearían todo lo contrario: es difícil que un escritor
creativo como Pablo se repita de una manera tan servil. También la te-
mática escatológica que ofrece en ella no se adapta bien a su tiempo,
sino que parece de época posterior, etc.76

El debate sobre el origen de la Segunda carta a los Tesalonicenses


no se ha cerrado aún. Sin embargo, se afirma siempre más la opinión de
que se trata de un escrito seudoepigráfico, compuesto hacia finales del
siglo I, por un miemmbro de la escuela paulina en el contexto de las
controversias provocadas por el retardo de la parusía. Con ella, el au-
tor, apoyándose en la primera carta quiso precisar el pensamiento del
apóstol, indicando lo que él habría escrito y afirmado en la nueva si-
tuación que se estaba viviendo. En esta carta, por lo tanto, no se con-
servaría la voz del Pablo histórico, sino más bien la de su escuela,
que se dirige no ya a una comunidad particular, sino a todas las igle-
sias que están afrontando los mismos problemas77. Sin embargo, la carta
menciona la despedida escrita de mano del propio Pablo, con su propia
letra, como contraseña de todas sus obras (3,17).

También la ocasión del escrito es indicada muy claramente. Los tesa-


lonicenses están desconcertados por las discusiones que ocurren entre
ellos acerca de la venida del Señor (2,3); posiblemente, también, la
exaltación escatológica de la joven comunidad condujo a algunos a des-
cuidar el trabajo y sus responsabilidades. Estas noticias inquietantes
le llegaron a Pablo (3,11: avkou,omen ―akoúomen‖). El apóstol recurre a su
autoridad para restablecer el orden. Las lagunas de la fe (1Tes 3,10)
no habían sido suficientemente colmadas y por eso tiene que retornar
sobre el tema escatológico, que es el verdadero núcleo de esta segunda
carta. Todos estos problemas son el único objetivo del escrito.

III. La Doctrina:

Las cartas a los Tesalonicenses no tienen la importancia doctrinal


de las cuatro grandes cartas o las cartas de la cautividad. Sin embar-
go, resumir los enunciados de la fe y los puntos dinámicos de la vida
cristiana esparcidos en los dos escritos es de gran utilidad. Se trata,
en efecto, de las obras más tempranas del Nuevo Testamento que se ubi-
can a solo veinte años de la muerte del Señor Jesús. Aún más, sabiendo
que la comunidad de Tesalónica es exhortada a vivir según las tradicio-
nes (2Tes 2,15; 3,6) y que es, por su fe, imitadora de las comunidades
cristianas de Judea (1Tes 2,14), lo que se desprende de este primer
documento cristiano es el espejo de una vida eclesial muy próxima al
acontecimiento Cristo. De aquí su no despreciable importancia.

76
Cf. Biblia de América pg. 1460: Introducción.
77
Cf. AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6, o.c. pgs. 103-106.
61

A) El Credo y la vida cristiana de los Tesalonicenses:

1) Los elementos principales de la fe. En las dos cartas se pue-


den discernir cinco textos que parecen verdaderos actos de fe y que
pueden ser ilustrados con otros datos esparcidos en contextos de ex-
hortación, de oración o de recuerdo de las actividades de Pablo. Se
presentan acá en un orden que ayuda a captar el proceso de la reflexión
cristiana.

1Tes 4,14: pisteu,omen o[ti VIhsou/j avpe,qanen kai. avne,sth ―Creemos que Jesús mu-
rió y resucitó‖. Aislada del contexto, la frase tiene todas las carac-
terísticas de un verdadero acto de fe: pisteu,omen ―pisteúomen: creemos‖,
que tiene como objeto dos acontecimientos: muerte y resurrección. El
uso de avne,sth ―anéstê‖ hace pensar que Pablo asumió esta fórmula de la
tradición78. Además, la falta de cualquier explicación del valor para
nosotros de los dos acontecimientos (cf. en cambio la otra antiquísima
fórmula de 1Cor 15,3: ...muerto por...) hace pensar que se trata de uno
entre los más antiguos anuncios cristianos.

1Tes 2,15: u`po. tw/n VIoudai,wn( tw/n kai. to.n ku,rion avpokteina,ntwn VIhsou/n... los
judíos, esos que mataron al Señor Jesús...‖. La muerte de Jesús es sim-
plemente recordada como hecho histórico. Sin embargo, al nombre Jesús
se añade aquí el apelativo ―Señor‖. Este, interpreta el hecho histórico
y reclama un acto de fe: Aquel que murió, que fue matado, es el Señor.

1Tes 5,9-10: 9 ouvk e;qeto h`ma/j o` qeo.j eivj ovrgh.n avlla. eivj peripoi,hsin swthri,aj dia.
tou/ kuri,ou h`mw/n VIhsou/ Cristou/ 10 tou/ avpoqano,ntoj u`pe.r h`mw/n ―Dios no nos ha desti-
nado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor
Jesús el Mesías que murió por nosotros‖. La interpretación catequística
se hace aquí más abundante. El inciso ―por nosotros‖ u`pe.r h`mw/n interpre-
ta la muerte en sentido salvífico, y ésta es considerada dentro del
plan o designio de Dios sobre la humanidad.

2Tes 2,13-14: 13 o[ti ei[lato u`ma/j o` qeo.j avparch.n eivj swthri,an evn a`giasmw/|
pneu,matoj kai. pi,stei avlhqei,aj( 14 eivj o] Îkai.Ð evka,lesen u`ma/j dia. tou/ euvaggeli,ou h`mw/n eivj
peripoi,hsin do,xhj tou/ kuri,ou h`mw/n VIhsou/ Cristou/Å ―Dios los escogió como
primicias para salvarlos consagrándolos con el Espíritu y dándoles fe
en la verdad. Para eso los llamó por medio de la buena noticia que
anunciamos, para que sea de ustedes la gloria de nuestro Señor, Jesús
el Mesías‖. Aquí el hecho ―resurrección‖ designado como gloria, es
interpretado en proyección salvífica. Su marco es siempre el designio
salvífico de Dios que actúa por medio del Espíritu.

1Tes 1,9-10: 9 kai. pw/j evpestre,yate pro.j to.n qeo.n avpo. tw/n eivdw,lwn douleu,ein qew/|
zw/nti kai. avlhqinw/| 10 kai. avname,nein to.n ui`o.n auvtou/ evk tw/n ouvranw/n( o]n h;geiren evk Îtw/nÐ
nekrw/n( VIhsou/n to.n r`uo,menon h`ma/j evk th/j ovrgh/j th/j evrcome,nhjÅ ―abandonando los ído-
los se convirtieron ustedes a Dios, para servir al Dios vivo y verdade-
ro, y aguardar la vuelta desde el cielo de su Hijo, al que resucitó de
la muerte, de Jesús, el que nos libra del castigo que viene‖. Es el
texto más rico en contenido. Recuerda la reacción humana al anuncio del
Evangelio (se convirtieron de... a...) y la situación existencial del
cristiano frente a la verdad recibida (aguardar). La verdad fundamental
es: Dios resucitó a Jesús y, en consecuencia, Jesús nos librará del
castigo que viene.

En síntesis, aparece cómo aquello que se realizó en Cristo tiene un


sentido para nosotros y lo tiene efectivamente si es considerado dentro
de la obra salvífica de Dios que nos ha amado y actúa en nosotros por
medio del Espíritu; la vida cristiana, en cambio, es presentada en sus
inicios como conversión y en su desarrollo como espera. Estos datos
pueden ser ulteriormente clarificados si se intenta una breve síntesis
de los textos que hablan de Jesús, del Padre, del Espíritu y de la co-
munidad que vive a la espera.

78
Cf. AA.VV. IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, V. 7, o.c. pg. 102 nota 20
62

2) La persona de Jesús. La cristología paulina parte de Jesús de


Nazaret, es decir de Jesús considerado en su existencia terrena. En
efecto se trata de aquel Jesús que los judíos entregaron a la muerte
(1Tes 2,15) y que murió (1Tes 4,14). De este Jesús que murió se afirma
que Dios lo resucitó, que nos librará del castigo venidero (1Tes 1,10),
que es Señor y que está en la gloria (2Tes 2,14). Su segunda venida es
la coronación de la obra salvífica que el Padre realiza por su medio
(1Tes 2,19; 3,13; 4,16; 5,2.23). Pero desde ahora El es el Señor glori-
ficado que conduce toda la comunidad sobre la vía de la santidad (1Tes
3,11-13). Son textos fundamentales para decir que en Pablo nunca exis-
tió la distinción entre el Jesús de la fe y el de la historia. Es siem-
pre el mismo e idéntico Jesús.

Jesús es Cristo. Se discute si el término Cristo sea un nombre pro-


pio o un apelativo, es decir, un nombre que es dado a Jesús de Nazaret
para caracterizarlo en su obra de salvación. Aún admitiendo que en las
más de 400 frases en las cuales el término aparece en Pablo, muy fre-
cuentemente es un nombre propio, se debe sin embargo admitir que no lo
es cuando está en un contexto de anuncio y de misión. Cuando se lee:
―Evangelio de Cristo‖ (1Tes 3,2) y ―Apóstoles de Cristo‖ (1Tes 2,7), el
objeto del anuncio no puede ser Jesús (lo cualificaría sólo en su
aspecto terreno), ni el Señor (lo cualificaría sólo como resucitado);
el objeto del anuncio y de la misión debe ser o ―el Señor nuestro
Jesús‖ (2Tes 1,8: único caso en Pablo) o simplemente Cristo. En este
caso el término Cristo es apelativo y cualifica toda la obra del Señor
Jesús, la ya realizada y la que se sigue realizando hasta el final de
los tiempos. Así también ―morir en Cristo‖ (1Tes 4,16) significa que la
muerte no nos ha separado de El y que El ha realizado en nosotros su
misión mesiánica, es decir, se ha demostrado Cristo.

Jesús es Señor. Jesús es designado como Señor 24 veces en la primera


carta y 22 en la segunda. Cuando aparece en la fórmula ―Señor Jesús‖
(1Tes 2,15; 4,1.2; 2Tes 1,7; 2,8) se refiere a un acto de fe con el
cual la primitiva comunidad reconocía que Jesús había sido constituido
en la resurrección como Señor79 (Hch 2,54; Fil 2,11; Rom 10,9; 1Cor
12,3). Observando los contextos se descubre cómo el título está vincu-
lado con el marco de la parusía (1Tes, 2,19; 3,13; 2Tes 1,7-10; 2,1.8)
y con la acción del Jesús terreno (1Tes 1,6; 2,15).

Finalmente, a la pregunta si el término Señor implique ya la fe en


la divinidad de Cristo, se responde con una constatación. En tres pasa-
jes el término hace parte de una cita implícita del A.T. (1Tes 4,6; Sal
94,1 / 2Tes 1,9; Is 2,10.19.21 / 2Tes 2,13; Dt 33,12). Ahora bien, en
el A.T. el término es apelativo de Dios; en estos textos lo es de Je-
sús. De esta constatación y del hecho de que en 1Tes 3,11 y 2Tes 2,16-
17 lo que se afirma de Dios se afirma también de Jesús, parece lógico
decir que Jesús es claramente colocado en la esfera divina.

3) El designio salvífico del Padre. El término Qeo,j ―Theós‖ es


usado 36 veces en la primera carta y 18 veces en la segunda. Designa el
Padre, mientras Jesús en su esfera divina es llamado Ku,rioj ―Kyrios‖. La
acción del Padre, con respecto a Jesús es proporcionada por la frase:
―Dios resucitó de la muerte a Jesús‖ (1Tes 1,10).

En relación con los fieles, en cambio, hay al menos tres frases muy
significativas: ―Dios nos ha destinado...‖ (1Tes 5,9: evqeto h`ma/j étheto
hêmas); ―Dios los escogió...‖ (2Tes 2,13: ei[lato u`ma/j ―heílato hymas‖);
―Dios los llamó...‖ (2Tes 2,14: evka,lesen u`ma/j ―ekálesen hymas‖; cf. 1Tes
2,12). Se podría también añadir ―amados por Dios‖ (1Tes 1,4: hvgaphme,noi
u`po. Îtou/Ð qeou/ ―êgapêménoi hypó Theou‖), pero aquí no se especifica la fi-
nalidad del actuar de Dios, mientras sí lo es en los pasajes preceden-
tes. Este actuar tiende a la salvación (1Tes 5,9; 2Tes 2,13), que nega-
tivamente es liberación del castigo (1Tes 1,10; 5,9) y positivamente

79
―La fe de la Iglesia se puede sintetizar en esta palabra: Jesús es el Señor,
porque contiene el corazón del dogma‖ (C.M. Martini)
63

participación en la gloria del Señor nuestro Jesús (2Tes 2,14), en el


reino de Dios y en su gloria (1Tes 2,12).

Ahora bien, Dios realiza este designio suyo de salvación actuando


invisiblemente en la historia ya sea mediante el Señor Jesús muerto por
nosotros (1Tes 5,9-10: dia. ―diá‖) o bien mediante (dia. ―diá‖) el anuncio
del Evangelio (2Tes 2,14) confiado por El a los apóstoles (1Tes 2,4),
como también a través de la obra santificadora del Espíritu (2Tes 2,13)
que El ha dado a los fieles (1Tes 4,8).

4) La misión del Espíritu. Se presenta como el verdadero artífice


del anuncio evangélico, visiblemente realizado por los apóstoles. El
Espíritu es el don escatológico anunciado por los profetas y la Ley
interior de la nueva alianza (1Tes 4,8; cf. Ez 36,27-28; Jer 31,31-34.
Lo precisará mejor el apóstol en Rom 5,5). El Espíritu actúa con poder
en el corazón de los fieles, los convence de la validez del mensaje e
infunde en ellos aquella plena certeza que halla en el gozo en medio de
las tribulaciones el signo de su presencia (1Tes 1,5-6). La finalidad
de su permanencia entre los discípulos es la santidad (la vida consa-
grada: 1Tes 4,3-8; 2Tes 2,13).

5) La vida cristiana. Del actuar del Padre, del Hijo y del Espí-
ritu se debe pasar a la respuesta humana. También aquí se puede proce-
der mediante constataciones. Pablo llama a los fieles de Tesalónica
―gente distinta‖ en relación con los paganos. Son diferentes porque
viven en la santidad ―sin dejarse arrastrar por la pasión, como los
paganos que no conocen a Dios‖ (1Tes 4,5; cf. 2Tes 2,13); diferentes
porque ―todos viven en la luz y en pleno día‖ (1Tes 5,5).

El compromiso principal de los creyentes es el de buscar la santi-


dad, objeto primario de Dios con respecto a ellos (1Tes 4,3a.7). Con
esta finalidad, inspirándose en la ―ley de santidad‖ (Lv 18), Pablo los
exhorta a abstenerse de la impureza (pornei,a ―porneia‖), y exige que
cada uno tenga con su propia esposa80 una relación inspirada en la san-
tidad y el respeto, no tratándola ―como objeto de pasión y desenfreno,
como los paganos que no conocen a Dios‖ (1Tes 4,3b-5). La santidad se
vive, entonces, ante todo en el ámbito de la propia familia, donde debe
reinar un amor auténtico y sincero; además, ella comporta el respeto al
matrimonio ajeno ―que ninguno ofenda o engañe en esta materia al propio
hermano‖ (1Tes 4,6).

La diversidad de los fieles con respecto a los paganos ha sido posi-


ble porque ha habido en ellos una respuesta a Dios que ―los ha llamado
a su reino y gloria‖ (1Tes 2,12) y una conversión de los ídolos... al
Dios vivo y verdadero (1Tes 1,9). Ellos se han colocado así en una
situación de espera (1Tes 1,10), incluso de tensión hacia el día en el
cual se reunirán con el Señor (2Tes 2,1) para estar siempre con El
(1Tes 4,17).

Pero este tender hacia adelante es muy distinto del tender hacia
adelante de aquellos que no conocen a Dios y no tienen esperanza. El
cristiano tiende hacia allí con las obras de la fe, el esfuerzo de la
caridad, la paciencia de la esperanza (1Tes 1,3) o como se dice en 5,8
―revestidos con la coraza de la fe y de la caridad y del yelmo de la
esperanza‖.

Otra característica cristiana es la oración. Queda caracterizada con


estas expresiones adverbiales: siempre (pa,ntote ―pántote‖), incesante-
mente (avdialei,ptwj ―adialeíptôs‖), noche y día (nukto,j kai. h`me,raj ―nyktós kaí
hêmeras‖), insistentemente (u`perekperissou ―hyperekperissou‖), en toda

80
Literalmente ―vaso‖ (skeu,oj ―skeuos‖). El uso de este término con el signifi-
cado de mujer, esposa, está atestiguado en la literatura rabínica. La frase
del v. 4 significa, entonces, ―vivir (sexualmente) con la propia esposa en
santidad y honor‖. Las relaciones sexuales son legítimas únicamente dentro del
matrimonio, de un esposo con su esposa.
64

circunstancia (evn panti, ―en pantí‖) (1Tes 1,2; 2,13; 3,10; 5,16-18; 2Tes
1,3.11). Fundamento de esta continua oración es la fe: llamados a la
salvación (1Tes 5,9; 2Tes 2,13-14), comprometidos en la evangelización
de los hermanos (2Tes 3,1; 1Tes 1,8), continuamente asaltados por la
tribulación (1Tes 3,3; 2Tes 1,3-4) descubrimos nuestra impotencia fren-
te a una responsabilidad tan grande. Sólo Dios y el Señor Jesús pueden
afirmarnos en todo bien de palabra y de obra (2Tes 2,17) y llevarnos a
la salvación (1Tes 3,12-13). Colocada nuestra vida en proyección esca-
tológica, la oración se convierte en una absoluta necesidad.

B) Enseñanzas escatológicas:

El valor doctrinal más importante de las dos cartas reside en sus


enseñanzas escatológicas. La idea de la parusía está presente en ambas
y es la fuente que alimenta el valor y la paciencia frente a la tribu-
lación. La venida de Cristo a juzgar a vivos y muertos forma parte in-
tegrante de la fe y esperanza cristianas; es una verdad que incorporan
los credos posteriores y enseña el IV Concilio de Letrán (DB 429; DS
801); entonces los cristianos compartirán con Cristo resucitado la glo-
ria de la que Él ya goza (1Tes 3,12; 2Tes 1,10). Pablo había instruído
ya a los tesalonicenses en esta fe (1Tes 1,9-10). Puesto que Cristo no
había revelado el tiempo de su venida (Mt 24,36 par.; Hch 1,7; 1Tes
5,2), era natural que los primeros cristianos la desearan y esperasen
que sucediera pronto, incluso durante su misma vida. Pablo escribe en
1Tes 4,15-17 teniendo en cuenta esta situación.

Los cristianos estaban, sin embargo, preocupados por los que morían
antes de la venida de Cristo. La consolación que Pablo trata de infun-
dirles es que sus muertos están, también ellos, en la espera de encon-
trarse un día, junto con aquellos que están aún vivos, con el Señor
(escatología individual), o simplemente un permanecer aún en espera de
encontrarse un día con El (escatologia intermedia), en cuyo caso surge
la pregunta acerca de en qué consiste esta situación intermedia.

La respuesta a esta inquietud tiene sus límites en una pregunta:


¿existe, en las dos cartas a los Tesalonicenses, una solución al pro-
blema?

Es claro a partir de 1Tes 4,13-17 que los tesalonicenses no piensan


que sus difuntos estén ya reunidos con Cristo. Es también claro, por el
género apocalíptico utilizado por Pablo, que aquí se está hablando del
final de la historia y que por lo tanto, su escatología es de carácter
abiertamente apocalíptico y colectivo. Se debe por esto concluir que la
escatología individual e intermedia no tiene en las dos cartas una po-
sición de primer plano.

Se puede atender a esta conclusión de Jacques Dupont: ―Las consola-


ciones que Pablo trata de infundir (en los tesalonicenses) no se refie-
ren a la actual condición de los difuntos, sino únicamente a su felici-
dad en el tiempo de la parusía; por el modo como habla de ella, es cla-
ro que no entrevé una condición de gozo ya que los muertos son ―aque-
llos que duermen... aquellos que se han dormido‖. En el mismo sentido
habla el Comentario Bíblico San Jerónimo81: ―Pablo les escribe para
asegurarles que los que estén vivos cuando ocurra la parusía no tendrán
ninguna ventaja sobre los que hayan muerto; primero resucitarán los
muertos y, juntamente con los vivos, irán al encuentro de Cristo y
estarán con él para siempre. Esta es la verdadera doctrina de 1Tes‖. A.
Feuillet82 reacciona contra una exégesis que minimiza las perspectivas
místicas de Pablo. Las dos fórmulas tou.j koimhqe,ntaj dia. tou/ VIhsou/ ―tous
koimêthéntas dià tou Iêsou‖ y el oi` nekroi. evn Cristw/| ―hoi nékroi en Khris-
tô‖ (1Tes 4,14.16) pretenden significar que la muerte no separa los

81
Tomo III o.c. pg. 578.
82
Cf. Artículo ―Parousie‖ DBS VI (1960) 1362.
65

fieles de la influencia de Cristo83; que la muerte, siguiendo el modelo


de la de Cristo, los conducirá a la vida.

Quizás será temerario afirmar que al nivel de estas dos cartas se


hable ya de una presencia con Cristo inmediatamente después de la muer-
te, pero es cierto que se tienen por lo menos los presupuestos para de-
sarrollos ulteriores (cf. Fil 1,23; 2Tim 4,6).

En los pasajes escatológicos de las dos cartas (1Tes 4,13-18; 2Tes


1,7-10; 2,1-12) Pablo emplea el género ―apocalíptico‖, en el que se
usan símbolos concretos para dar a entender un misterio más trascenden-
te. En este género literario es siempre difícil descubrir la correspon-
dencia que existe entre figura y realidad84.

De todos modos en este sentido las cartas dejan muy claro que los
creyentes deben saber esperar con paciencia la venida de Cristo, mien-
tras toman parte activa en la vida social, ganándose el pan con su pro-
pio trabajo (2Tes 3,6-15). La historia humana sigue su curso sin que
sea posible determinar por anticipado cuál será su duración. Aún perma-
neciendo sobre el horizonte de la vida cristiana, el fin debe ser espe-
rado con paciencia, sin fugas imprudentes hacia delante.

LAS DOS CARTAS A LOS CORINTIOS

Con 16 capítulos en la primera y 13 en la segunda, las dos cartas a


los Corintios son la correspondencia más amplia que se ha conservado de
san Pablo con una comunidad cristiana determinada. Las relaciones del
apóstol con la Iglesia de Corinto son mucho más conocidas que las que
sostuvo con la Iglesia de Tesalónica, debido precisamente a estas dos
cartas que están entre las más largas. Una Iglesia, un Apóstol, un
Cristo son los tres polos de interés que ofrecen estas dos obras. Ellos
son los principales actores que aparecen en el escenario del texto y
que tratarán de destacarse en este breve estudio.

I. El Autor:

Con muy pocas excepciones, la autenticidad paulina de la 1Cor nunca


fue puesta seriamente en duda, ni siquiera por los críticos de la es-
cuela de Tubinga. El testimonio de F.C. Baur, jefe de esta escuela, es
el siguiente: ―Esta carta lleva en sí misma el sello de la propia au-
tenticidad. En efecto, mucho más que cualquier otro escrito del N.T.
nos transporta a la realidad de una Iglesia en formación y nos permite
intuir cuáles fueron las circunstancias que debió atravesar el desarro-
llo de la nueva vida aportada por el cristianismo‖.

La autenticidad de esta primera carta a los Corintios no puede ser


seriamente contestada. Existen testimonios externos muy antiguos en su
favor: es citada por Clemente Romano (Ad Cor. 47,1-3; 49,5), por san
Policarpo de Esmirna, por el Pastor de Hermas y sobre todo por san Ig-
nacio de Antioquía en cuyas cartas se han reconocido unas cuarenta ci-
tas. La crítica interna apoya este testimonio de la crítica externa: el
vocabulario, la lengua, el estilo, las alusiones personales, todo re-
fleja la mano de Pablo, a lo cual hay que añadir la compleja situación
supuesta por la carta y difícilmente atribuible a la imaginación de un
falsario. De manera que, cualquier escritor que pretendiese probar lo
contrario se arriesgaría más bien a demostrar su propia incompetencia
como crítico.

83
―Morir en Cristo‖ (1Tes 4,16) significa que la muerte no nos ha separado de
El y que El ha realizado en nosotros su misión mesiánica...
84
Cf. Artículo: ―El simbolismo en el Apocalipsis‖ de Ugo Vanni S.J.
66

Lo mismo vale para la autenticidad paulina de la 2Cor. No ha sido


negada sino por algunos críticos extremistas. En el caso de esta carta
el argumento interno sobre el estilo muy personal de Pablo y el hecho
innegable de que la carta representa el cuadro más rico, completo y au-
téntico de la personalidad del apóstol, juega un papel determinante al
exigir la paternidad paulina del escrito. Esta carta es atestiguada por
alusiones de Policarpo y de la Carta a Diogneto. Es citada numerosas
veces por Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano y Cipriano. El
Canon Muratoriano (líneas 54-57) la atribuye explícitamente a Pablo85.

II. La Obra:

A) Estructura y análisis de las dos Cartas:

Primera carta a los Corintios

No se puede propiamente hablar de una precisa estructura a propósito


de la carta. Sin embargo, un cierto número de partes se destaca con
claridad. Pablo reacciona a noticias en 1,11; 5,1 y 15,1 (cf. 15,12);
responde a preguntas escritas en 7,1.25; 8,1; 12,1; 16,1: Los diferen-
tes ―con respecto a‖ indican que Pablo, con base en las noticias reci-
bidas o partiendo de problemas que se le han planteado, afronta otro
argumento. A veces mezcla lo que se llamaría enseñanzas teológicas con
consideraciones prácticas (así en 2,6-16; 9,1-27; 10,1-13; 13,1-13). A
partir de estas observaciones los diversos estudiosos han propuesto di-
visiones bipartitas, tripartitas, en cuatro, cinco y hasta siete par-
tes.

La posición más tradicional distingue dos partes: 1,10-6,20: Correc-


ciones de desórdenes y 7,1-15,58: Respuestas a varios interrogantes,
precedidas por un exordio (1,1-9) y seguidas por un epílogo (16,1-24).
El Padre Pierre Benoit O.P. piensa que en la carta se pueden distinguir
tres grandes partes: 1) Las precisiones o correcciones provocadas por
los informes de las gentes de Cloe (1,10-6,20); 2) Las respuestas a los
interrogantes planteados en la carta de los Corintios (7,1-11,1); 3)
Finalmente, las instrucciones relativas a las reuniones de la comunidad
y a la resurrección de los muertos (11,2-15,58) instrucciones dadas,
parece, al menos en gran parte, en respuesta a una relación oral hecha
por los portadores de la carta.

Siguiendo el manual ―Il Messaggio della Salvezza‖ Vol. 7 pgs. 143ss.


y el Comentario Bíblico San Jerónimo, Tomo IV pg. 11, se presentará
aquí la carta, dividida en dos partes. Este último afirma: ―La carta
está dividida en dos partes, que corresponden al doble motivo que
impulsó al Apóstol a escribir. La primera, capítulos 1-6, contiene la
reacción de Pablo ante los informes que le envía Cloe; constituye una
denuncia enérgica de los desórdenes que le han comunicado. En la segun-
da, capítulos 7-15, Pablo responde a los problemas planteados en la
carta de la Iglesia de Corinto. K. Prümm sostiene que el concepto de
sabiduría cristiana, con que Pablo combate la desunión de la comunidad,
subyace en toda la carta y le confiere unidad‖86.

Saludo y acción de gracias (1,1-9): Los vv. 1-3 ofrecen el más am-
plio y elaborado exordio epistolar de Pablo después del de la carta a
los Romanos (1,1-7). En él se desarrollan sobre todo los apelativos
teológicos que se refieren a la Iglesia destinataria (v. 2). En los vv.
4-9 se tiene la acción de gracias, elemento característico de las car-

85
―La autenticidad de las dos cartas enviadas con el nombre de Pablo a la co-
munidad de Corinto no es puesta en duda por ningún estudioso de importancia.
En efecto, en ellas se reflejan vivamente la personalidad, el estilo y las
ideas del apóstol; allí se descubren además numerosos datos que permiten si-
tuarlas en el ambiente histórico-geográfico y cultural en el cual él se desem-
peñó‖ Cf. AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6, o.c. pag. 108.
86
Cf. AA.VV. COMENTARIO BIBLICO ―SAN JERONIMO‖, Tomo IV, Ediciones Cristian-
dad, Madrid 1972 pg. 11. El manual ―LOGOS‖ o.c. conserva sustancialmente esta
misma división, poniendo aparte el c. 15: cf. Vol 6 pg. 113.
67

tas paulinas. El apóstol agradece al Señor por los admirables dones de


su gracia que ha prodigado en la comunidad de Corinto (vv. 4-5a).

PRIMERA PARTE: Corrección de los desórdenes (1,10-6,20)

A) Los partidismos (1,10-4,21)

Es el primer argumento que Pablo debe afrontar y que más revela


el ambiente cultural helénico de la comunidad de Corinto. El espíritu
de partido, que había ya arruinado la antigua Grecia, era mantenido
despierto en la época del Nuevo Testamento por la rivalidad entre las
numerosas y opuestas escuelas filosóficas. Confundiendo los misioneros
o apóstoles cristianos con predicadores comunes de filosofía moral o
con propagadores de una nueva secta religiosa, y reduciendo el Evange-
lio a un simple sistema de sabiduría humana, los Corintios se apegaban
antagónicamente al predicador preferido por ellos, creando de tal modo
pequeños grupos cerrados dentro de la comunidad.

- 1,10-17: Descripción y condenación sumaria de los partidismos.


Después de un afligido llamado (dia. tou/ ovno,matoj tou/ kuri,ou h`mw/n VIhsou/ Cristou/
―dia tou onómatos tou Kyriou‖) a la unidad fraterna (v. 10), Pablo pre-
senta la situación de desunión y de discordia (e;ridej ―érides‖: contien-
da) existente en Corinto, tal como se la refieren ―los de la casa de
Cloe‖ (v. 11). Antes de descender a las motivaciones detalladas afronta
este comportamiento errado con una explícita condenación global de tim-
bre altamente personal: presenta a Cristo como la última motivación pa-
ra proscribir los separatismos y para el deber de la ―comunión‖ frater-
na. Todo el argumento de Pablo se reduce a la neta distinción entre el
Maestro y su enviado, el apóstol. Sólo el Maestro es ―Señor‖ y ―Salva-
dor‖; el apóstol es solamente mensajero de esta salvación realizada por
Cristo mediante su Cruz (v. 17b)

- 1,18-3,4: Primera condenación indirecta: la naturaleza del Evange-


lio no legitima estas divisiones. Después de haber planteado en el v.
18 la tesis (= el mensaje sobre la Cruz como causa de salvación, mien-
tras es absurdo para el que no cree, se revela eficazmente salvífico
para el que cree), ofrece -como prueba- primero el testimonio de la
Escritura (vv. 19-20) y luego el de la experiencia apostólica (vv. 21-
25). Los misioneros experimentan diariamente el real dinamismo sal-
vífico de la paradoja de la Cruz en los creyentes.

Cuanto Pablo les dice, los Corintios pueden comprenderlo por su pro-
pia experiencia. Basta que miren un poco su comunidad. Ellos deben dar-
se cuenta de que solo por gracia de Dios han llegado a la fe y no por
méritos personales o por la acción de algún misionero más capaz que los
otros (vv. 26-31). El método de predicación de Pablo ilustra la afirma-
ción de 1,25; 2,1-5.

Entre 2,6-3,4 Pablo integra la exposición sobre el tema de la Cruz


(1,18a) recordándole a los Corintios que existe también una sabiduría
cristiana. Sin embargo, ella no tiene nada que ver con la sabiduría de
este mundo (2,6b) y es anunciada únicamente a los perfectos (2,6a), a
los cristianos que han llegado a la madurez espiritual (2,13b-16). Esta
sabiduría se identifica con el conocimiento del misterio, es decir, del
plan salvífico de Dios, preexistente desde la eternidad y realizado en
el tiempo, desconocido por todos, comprendidos los príncipes de este
mundo (2,7-9). Actualmente ha sido revelado por el Espíritu a los após-
toles (2,10.12), que así podrán anunciar de modo conveniente la salva-
ción cristiana (2,13), inaccesible a los mundanos y perceptible sólo a
los espirituales (2,14-16). Pablo, durante su primera evangelización,
no pudo anunciar esta sabiduría a los Corintios, porque eran aún carna-
les, niños en la fe (3,1). Por esto se limitó a los rudimentos (3,2).
Pero, tampoco ahora están en grado de acogerla (3,3a), como lo prueba
la división existente entre ellos (3,3b-4)
68

- 3,5-4,13: Segunda condenación indirecta: la naturaleza del aposto-


lado no legitima los separatismos. Pablo demuestra cómo la división
contradice la naturaleza misma del apostolado cristiano: los pre-
dicadores no son más que servidores (3,5b: dia,konoi ―diákonoi‖) del úni-
co Dios, de quien depende la eficacia de su ministerio (3,5-9). Ellos
deben dar cuenta de su obra (3,10-17). Los fieles no deben, por tanto,
supravalorarlos, sino verlos en esta perspectiva (3,18-4,2), aprendien-
do a no emitir juicios fáciles (4,3-5) y a ser menos orgullosos (4,6-
13).

- 4,14-21: Conclusión. Cuanto les ha dicho hasta ahora, debe ser to-
mado como una amonestación paternal (vv. 14-15). El no pretende sino
llevarlos por el justo camino que él mismo ha recorrido (v. 16; cf.
11,1; Fil 3,17) y les envía a Timoteo para que él personalmente lleve a
término esta obra de persuasión (v. 17). Luego también él irá a Corin-
to, y si los perturbadores no se convierten (v. 21), está listo a usar
maneras enérgicas para restablecer el orden en la comunidad (vv. 18-
20).

B) El incestuoso y los pecados sexuales (5,1-13)

- 5,1-8: La sentencia de excomunión y sus motivos. Se debe acla-


rar inicialmente que se trata de un marco exclusivamente teológico, sin
que aflore la más mínima preocupación o visual jurídico-institucional.
Aquí se tiene un ejemplo clásico de lectura reactualizada del A.T. a
través del principio de superación. Al argumentar, Pablo parte del
prin-cipio de que la Iglesia, comunidad de los creyentes en Cristo, es
ahora el auténtico Israel de Dios (cf. Gal 6,16; 3,29; Rom 9,6-8), el
escato-lógico y verdaderamente santo. Como tal, éste tiene la
responsabilidad de testimoniar la vida divina que posee. Este principio
es luego desa-rrollado, en su aplicación al caso concreto, con dos mo-
tivaciones: la una tiene como objeto inmediato el bien del incestuoso
(vv. 1-5), la otra mira, en cambio, al bien de la comunidad (vv. 6-8).
El principio teológico de la superación se encuentra en el hecho de que
en el A.T. para tal género de pecados se prescribía la eliminación del
pecador de la comunidad mediante la lapidación (Lv 18,8.29; Dt
27,20.23) y en cambio, aquí Pablo habla de separación social de la
comunidad, no de muerte física.

- 5,9-13: relaciones con los malos cristianos. En conexión con la


precedente instrucción Pablo precisa un punto mal comprendido de su
carta precedente (v. 9). En ella exhortó a los Corintios a guardarse
solamente de los malos cristianos, usando contra ellos medidas de sepa-
ración punitiva en uso en la Iglesia primitiva (v. 11; cf. 2Tes 3,
6.14-15; Tt 3,10-11; Mt 18,17; 2Jn 10), no de los pecadores en general,
es decir, paganos (v. 10a: ouv pa,ntwj toi/j po,rnoij tou/ ko,smou tou,tou ―ou pantôs
tois pórnois tou kósmou toútou‖), ya que eso sería imposible (v. 10b).
Por otra parte, no le toca a Pablo juzgar a los paganos (v. 12), su
juicio está reservado a Dios (v. 13a).

C) Los procesos entre los cristianos frente a los tribunales paga-


nos (6,1-11)

Del modo como Pablo se expresa parece que los argumentos adop-
tados por él recojan una tradición cristiana muy venerada. Esto se
puede deducir del triple insistente: h` ouvk oi;date ―ê ouk oidate‖ de los
vv. 2.3.9. Este párrafo y el siguiente constituyen un buen ejemplo de
conversación epistolar paulina. El estilo es deudor, sobre todo, de la
diatriba cínico-estoica, con su procedimiento mediante frases breves,
martilladas y nerviosas, con el tono constantemente vivo y apasionado
gracias a la sucesión veloz de interrogantes y exclamaciones. Pablo
inicia hábilmente con el argumento más fuerte, el teológico, procedien-
do luego en un progresivo ―decrescendo‖ hasta lograr colocar a sus in-
terlocutores en la posición de sacar ellos mismos la conclusión valora-
tiva de su propio comportamiento.
69

- 6,1-6: Argumento teológico: la vocación cristiana es juzgar el


mundo. Se funda sobre la dimensión escatológica de la vida cristiana,
perspectiva ya presente en el tema del incestuoso. No se trata de un
juicio forense, sino existencial: los justos, con su conducta simple,
con su peculiar modo de ―ser para Dios‖ constituyen el término de com-
paración con base en el cual los malos perciben y admiten su rebeldía
contra las exigencias divinas (Sab 2,10-22).

- 6,7-8: Argumento moral: la caridad hace inútiles los altercados.


La vocación cristiana tiende al perdón recíproco y a la paciencia mutua
como a su natural objetivo (13,4-7; Gal 5,13; Ef 4,2; Rom 13,8-10; Col
3,14). El verdadero alcance de estos versículos es comentado con Rom
1,17-21: se trata no de pusilanimidad sino de magnanimidad y fortaleza
de ánimo, realizable en un ánimo poseído por Cristo.

- 6,9-11: Argumento de la experiencia: el hecho revela la inmadurez


cristiana. Pablo llega ahora a conclusiones irritantes; los altercados
son el criterio negativo para juzgar la autenticidad o no de la vida
cristiana de la comunidad.

D) El pecado de impureza (6,12-20)

Después de haber combatido negativamente el cuarto desorden que


perturbaba la comunidad, pasa Pablo a presentar positivamente las pro-
fundas motivaciones teológicas que proponen para el cristiano una com-
pleta santidad de vida incluso en el campo de la sexualidad, ofreciendo
de ésta el verdadero sentido. El desarrollo de los tres argumentos po-
sitivos está anclado exclusivamente sobre Cristo y sobre nuestras re-
laciones con El.

- 6,12-14: Momento negativo. Con un argumento aparentemente con-


vincente se pretende justificar la permisividad sexual partiendo de una
supuesta igualdad entre las diferentes actividades fisiológicas; en es-
te caso entre los actos de la digestión y las acciones sexuales. Pablo
niega decididamente esta pretendida igualdad, porque tanto los alimen-
tos como el vientre perecerán (v. 13b). El cuerpo, en cambio, no pere-
cerá, es para el Señor, porque participa de una vida superior. Aquí
cuerpo se toma como la expresión más total y eficaz de la persona huma-
na.

- 6,15-20: Momento positivo. Pablo fundamenta, su motivación teo-


lógica sobre nuestra situación bautismal, de la cual desarrolla tres
aspectos: el carácter esponsal (vv. 15-17), el carácter consecratorio
(vv. 18-19a) y el de la pertenencia a Cristo a causa del rescate (vv.
19b-20).

SEGUNDA PARTE: Respuesta a diversas preguntas (7,1-15,58)

Después de haber atendido a la corrección de los desórdenes, cuya


existencia en Corinto le había sido notificada por los de la casa de
Cloe (1,11), el apóstol pasa ahora a responder algunos interrogantes
que se le plantearon parte por escrito (7,1) y parte oralmente (16,17).

A) Matrimonio y virginidad (7,1-40)

Aquí no se trata únicamente de la castidad, con la consiguiente


negligencia o desprecio del matrimonio, ni únicamente del matrimonio,
con la indebida acentuación de lo extraordinario de la castidad. El in-
terés vierte primeramente sobre el matrimonio, objeto de discusiones en
la comunidad de Corinto. Sin embargo, éste no es examinado de modo ab-
soluto sino en relación con el nuevo estado de vida reconocido por el
cristianismo: el de la castidad.

- 7,1-16: El matrimonio cristiano. En los vv. 1-9 Pablo defiende la


legitimidad del matrimonio. En efecto, existe una pluralidad de es-
tados de vida en el cristianismo y cada uno constituye un verdadero
70

carisma para el interesado (v. 7). Por tanto, si teóricamente es prefe-


rible seguir el ejemplo celibatario de Pablo (v. 8), en la práctica es
mejor casarse que arder en deseos o quemarse de pasión (―abrasarse‖)
(v. 9). En los vv. 10-11 a los esposos cristianos, les recuerda un man-
damiento de Cristo (cf. Mc 10,11-12; Mt 5,32; 19,9; Lc 16,18): no se
deben separar y, en el caso que esto sucediera, no pueden volverse a
casar, porque el vínculo matrimonial permanece (v. 11; cf. v. 39). En
los vv. 12-16 el apóstol plantea el caso de una pareja pagana en la
cual un cónyuge se convierte. Si el otro respeta esta elección y con-
siente en una cohabitación pacífica, no se deben separar (vv. 12b-13),
ya que, por el hecho de la propia unión con un miembro del pueblo san-
to, el cónyuge no creyente queda unido en cierto modo con el verdadero
Dios y con su Iglesia. Y los hijos que nacen de esta unión son de dere-
cho, miembros del pueblo santo (v. 14). En cambio, la separación es
permitida en el caso contrario (v. 15a) ya que Dios nos llama a la paz
(v. 15b) y además -faltando el acuerdo de fondo- no hay ninguna espe-
ranza de poder influir sobre el cónyuge pagano (v. 16). Esta solución
recibió el famoso apelativo de ―privilegio paulino‖ o ―privilegio de la
fe‖.

- 7,17-40: La superioridad del celibato. En los vv. 17-24 expone


cómo la vocación cristiana no es contraria a ningún estado de vida,
ella anula todas las diferencias, unificándonos a todos en Cristo (vv.
20-24). Sin embargo, el celibato es preferible al matrimonio (vv. 25-
35) por un doble motivo: uno de carácter teológico, el otro de orden
sicológico. Ante todo, la virginidad está más en sintonía con el valor
teológico del tiempo presente (v. 26: dia. th.n evnestw/san avna,gkhn ―dia tên
enestôsan anagkên‖): éste, con el ingreso de Cristo en la historia, ha
llegado como al término de su recorrido (v. 29a) y coloca al cristiano
en la situación definitiva, celeste. El celibato es más adaptado que el
matrimonio para ayudar a vivir en esta perspectiva (v. 28). Pero lo es-
pecífico de la virginidad consiste en el hecho de que ella representa
la completa liberación del corazón humano de los vínculos con las crea-
turas (vv. 32-34), haciendo así posible una relación asidua con el Se-
ñor sin distracciones (v. 35b). En los vv. 36-40 Pablo concluye la ar-
gumentación retornando circularmente (= ABA’) al punto de partida (cf.
vv. 2-5) y reafirma la bondad del matrimonio afrontando dos casos par-
ticulares: el de un padre o tutor que tiene la hija o la protegida en
edad de casarse (vv. 36-37) y el de las viudas (v. 39). En ambas situa-
ciones la solución es igual: el matrimonio es legítimo, pero el celiba-
to es preferible (vv. 38.40a).

B) El problema de las carnes inmoladas (8,1-11,1)

Retorna la típica estructura paulina A B A’, que se encontrará


también en la problemática concerniente a los carismas (cc. 12-14). A-
presenta la enunciación de los principios generales y teóricos sobre el
uso de carnes inmoladas (c. 8); B- ilustra los principios generales con
dos ejemplos concretos: a) el altruísmo de Pablo en el servicio de la
palabra evangélica, mediante el cual él va mucho más allá de las es-
trictas exigencias de la propia misión (c. 9); b) la conducta de los
Hebreos en el desierto del Sinaí en el tiempo del Exodo (10,1-13); A’-
retorna sobre el uso de las carnes inmoladas aplicando concretamente
los principios enunciados (10,14-11,1). En esta parte Pablo, de un pro-
blema que podía parecer pasajero, en cuanto que respondía a una situa-
ción concreta particular, sabe remontarse magistralmente a una visión
más profunda de la realidad y ofrecer perspectivas de solución y ense-
ñanzas que revelan una validez permanente.

- 8,1-13: Enseña Pablo que en teoría las carnes inmoladas están


permitidas para el consumo doméstico (vv. 1-6), dada la nulidad del
ídolo a quien fueron ofrecidas; pero que en la práctica es la caridad
el único criterio de conducta (vv. 7-13). Todo el capítulo se estructu-
ra alrededor de la aplicación del doble mandamiento: amor a Dios, amor
al prójimo. Habla del escándalo, que sería un obstáculo para la fe o
para la adhesión a Cristo por parte del prójimo y que es preciso, de
71

todos modos evitar. Enseña así el respeto mutuo de la presencia de


Cristo en cada uno y la ayuda positiva y recíproca por incrementarla.

- 9,1-10,13: Ilustración de los principios. En el c. 9 Pablo, con-


tradiciendo su habitual discreción, pero forzado a ello por las dudas
sugeridas a los corintios por sus adversarios, pone como ejemplo su
propio comportamiento apostólico, para ilustrar el principio que acaba
de exponer sobre el primado de la caridad. El apóstol quiere ofrecer su
vida en el servicio al cuál Dios lo ha llamado (vv. 16-18). En los ver-
sículos del c. 10 se ofrece como ejemplo el comportamiento de Israel en
el desierto para poner de esa forma en guardia contra la falsa seguri-
dad de sí mismo e invitar a la prudencia y a la vigilancia (cf. v. 12).
Así como el pueblo de Israel en el desierto no se salvó automáticamente
por los solos beneficios recibidos de parte del Señor, así el pueblo
cristiano no se salva por el simple hecho de encontrarse en la realidad
sacramental del bautismo y de la Eucaristía. Se debe por tanto deponer
toda falsa seguridad asumiendo una actitud de prudente vigilancia. Esto
no debe generar un ansia morbosa, ya que en las dificultades y tenta-
ciones inesperadas se puede confiar en el auxilio seguro de la fideli-
dad de Dios (v. 13).

- 10,14-11,1: Solución práctica del problema. Al aplicar ahora los


principios expuestos en el c. 8, iluminados por los ejemplos prece-
dentes (9,1-10,13), Pablo considera tres casos específicos: a) la pro-
hibición de participar en los banquetes sacrificiales (10,14-22): se
debe huir siempre de la idolatría, evitando esta participación pues el
culto cristiano y el pagano son incompatibles. Los sacrificios paganos
son ofrecidos a los demonios y hacen entrar en comunión con ellos. b)
libertad para comprar carne a los vendedores, respetando las exigencias
de la caridad (10,23-26): autoriza la compra libre y el consumo en la
propia casa de los idolotitos con base en el principio de que toda
creatura de Dios es buena en sí misma. c) En el caso de una invitación
a comer donde un pagano (10,27-30): se puede comer libremente de todo,
a menos que la caridad exija lo contrario. La abstención sería sólo por
respeto a la conciencia errónea del hermano y no una sumisión a su fal-
so juicio. Termina su argumentación con unas normas universales (10,31-
11,1): se debe buscar siempre la glorificación de Dios, la cual va ín-
timamente unida al respeto de la caridad.

C) El problema de las asambleas cultuales (11,2-14,40)

- 11,2-16: el comportamiento de las mujeres. Aparece de nuevo el


esquema habitual A B A’. En A- expone el principio teológico (vv. 3-6).
En B- argumentando a partir de la Escritura, desarrolla toda una teolo-
gía sobre la preeminencia del hombre con respecto a la mujer buscando,
sin embargo encauzar sabiamente las deducciones indebidas que podrían
surgir de sus afirmaciones (vv. 7-12). En A’- retorna, finalmente, al
tema del velo (vv. 13-16). No está en juego aquí el tema de la igualdad
de los sexos (cf. Gal 3,28), sino el de la diversidad de las funciones
que se derivan del sexo y la subordinación de la mujer al hombre desde
este único punto de vista. Se debe tener en cuenta que la costumbre del
velo, en el mundo tanto pagano como hebreo, había creado una sensibili-
dad incluso ideológica con respecto a la relación hombre-mujer. El
apóstol concluye el caso, refiriéndose enérgicamente a la tradición
unánime de las Iglesias de Palestina y de aquellas que él fundó (v.
16)87.

- 11,17-34: la celebración de la Cena del Señor. El conocido es-


quema paulino en este caso es esencial para entender el alcance exacto
del texto, en su doctrina. En A- viene la presentación del tema: Pablo
expone los abusos y los censura (vv. 17-22): no puede alabar la manera

87
―Los argumentos con que Pablo intenta mantener su postura son flojos y vaci-
lantes, apoyados en las costumbres de la sociedad griega (vv. 13-15) y tiene
que acabar invocando el uso general (v. 16)‖. Cf. Mateos Juan, NUEVO TESTAMEN-
TO, o.c. pg. 862.
72

como los corintios realizan las reuniones cultuales comunitarias, ya


que en lugar de unir, causan divisiones. No se puede, por tanto, decir
que se trata de comer la Cena del Señor, es decir de celebrar correcta-
mente la Eucaristía, porque son lesionados los más elementales deberes
de caridad. En B- se ofrece el relato de la última Cena de Jesús, no
tanto como recuerdo histórico, sino más bien como principio normativo
sobre cómo realizar la Cena Eucarística (vv. 23-27): el gesto de Jesús
es la norma suprema para una recta celebración Eucarística. La formula-
ción de las palabras de la Institución en los vv. 24-25 es casi idénti-
ca a la de Lucas (Lc 22,19-20). Este contacto tan íntimo entre los dos
se explica con el hecho de que fácilmente se trata de un relato fijado
por la catequesis primitiva, elaborado en la Iglesia de Antioquía, a la
cual Pablo y Lucas pertenecían. En este caso, el pan y el vino, mien-
tras son el signo del espontáneo sacrificio de Cristo, lo hacen real-
mente presente y comunican sus frutos. Se trata de un recuerdo eficaz,
creativo y no simplemente evocativo: es el ―memorial‖ bíblico. En A’-
retoma el tema inicial dando las normas prácticas que ponen remedio a
los abusos (vv. 28-34): precisamente porque la acción eucarística tiene
la eficacia de actualizar la muerte del Señor (v. 26), de poner en
contacto directo con su persona, el que participa de la Eucaristía de
modo indigno se hace culpable, es decir, acreedor de las penas debidas
a quien viola el cuerpo y la sangre del Señor (v. 27), a quien crucifi-
ca de nuevo al Hijo de Dios (Heb 6,6). Es necesario, por tanto poner
atención a la actitud con la cual uno se acerca (v. 28), para no comer
y beber la propia condenación (v. 29). No se trata de examinar sola-
mente si no se está en pecado grave (moral) y si se cree en la presen-
cia real en la Eucaristía (dogma). Se debe también examinar si se tiene
la valentía de ir a Cristo con los mismos sentimientos con los cuales
El viene a nosotros. Por tanto, los Corintios, justamente reprendidos
por Dios (vv. 30-31) deben poner término a los abusos denunciados con-
tra la caridad fraterna, realizados precisamente en el acto de la cele-
bración eucarística (vv. 33-34a).

- 12,1-14,40: naturaleza y uso de los carismas. Se continúa el


esquema concéntrico ternario. En A- son enunciados los principios ge-
nerales sobre el discernimiento de los carismas y sobre su uso, deriva-
dos de su origen, naturaleza y finalidad (12,1-30): en los vv. 1-6 se
expone su origen. Ante todo, ellos se distinguen netamente de los fenó-
menos similares del paganismo, como el monoteísmo cristiano se distin-
gue del politeísmo. Los carismas provienen de un único Dios, el Dios
cristiano, que de hecho es trino en su unidad (vv. 4-6); por esto nin-
gún carisma puede ir contra la fe cristiana y no pueden estar en con-
tradicción entre ellos. Todos los carismas están orientados a servir al
único designio de salvación. Luego, en los vv. 7-31a se habla de su
naturaleza y finalidad: deben tener una utilidad común, consolidar la
unidad del ―cuerpo‖ de Cristo que es la Iglesia. Luego se presenta su
variedad; Pablo hace una amplia enumeración (vv. 8-11). Prosiguiendo en
su argumentación ofrece una semejanza entre la realidad eclesial y la
situación del cuerpo humano (vv. 12-27): la Iglesia, comunidad de los
creyentes, más que una simple entidad moral, es en realidad el auténti-
co ―cuerpo de Cristo‖; en él existe una orgánica variedad de miembros
que articulan la unidad del todo. Esta unidad entre los miembros funda
y revela que existe entre ellos una interdependencia (vv. 21-26). La
doctrina paulina del cuerpo místico no contempla un simple cuerpo ―so-
cial‖ con Cristo a la cabeza, sino la identificación individual con el
Cristo personal, que crea entre cada uno de los miembros de este ―cuer-
po‖ aquella unidad de vida que existe entre los miembros del compuesto
humano.

En B- presenta la caridad como el máximo carisma de la vida cristia-


na (12,31-14,1a): la forma y el carácter lírico de este pasaje son uni-
versalmente reconocidos. En el interior del párrafo se encuentra la
misma articulación de pensamiento, familiar a Pablo, según la cual está
estructurado todo el complejo literario sobre los carismas (cc. 12-14):
el esquema A B A’, que delimita las tres estrofas en que se divide
claramente el pasaje: A- vv. 1-3: proponen el tema: la caridad es la
73

madre y la reina de todo don y virtud cristiana. B- vv. 4-7: ofrecen la


descripción particularizada de la caridad, enumerando sus característi-
cas que son doce, lo cual indica la totalidad de la perfección: quien
posee la caridad, posee toda la realidad cristiana, precisamente porque
la caridad condensa todas las virtudes y hace que todas concurran a la
perfección integral del individuo88. Casi que para contrabalancear lo
que se dijo en la primera estrofa, en ésta se pone de manifiesto cómo
la caridad es también la virtud más práctica y más humilde, que puede
por lo tanto, ser vivida en la normalidad de la vida cotidiana. A’- vv.
8-13: se retorna al tema inicial, retomándolo en la perspectiva de la
duración: la caridad es inacabable y es la mayor de todas las virtudes.
El objeto inmediato de todo este himno, en tres estrofas, es el amor de
Dios, del cual nace necesariamente el amor al prójimo.

En A’ se ofrece, junto con una ulterior descripción de los carismas,


las reglas prácticas sobre su uso (14,1b-40): se trata especialmente de
lo que respecta a la glosolalia (vv. 1b-25): es loable desear los ca-
rismas, pero entre ellos es necesario anteponer la profecía a la gloso-
lalia porque, mientras esta última beneficia únicamente a quien la po-
see, quien profetiza edifica la asamblea (v. 3). Sin embargo, la gloso-
lalia puede ser de común utilidad, a condición de que sea interpretada.
Por lo tanto, en la búsqueda de los carismas se debe tender sobre todo
a aquellos que edifican la asamblea (v. 12). Luego, entre los vv. 26-40
expone una serie de disposiciones prácticas para el uso de dichos ca-
rismas en las asambleas: todo debe proceder con orden y para la edifi-
cación mutua; no deben hablar nunca más de tres favorecidos por el ca-
risma de la glosolalia o por el de profecía; las mujeres deben permane-
cer calladas, según la costumbre, porque hablar en público sería un
ejercicio de autoridad sobre la asamblea, lo que no les compete89. Con-
cluye el apóstol amonestando severamente a no murmurar contra estas
normas e invitando a desear la profecía sin impedir el don de lenguas y
que todo suceda con decoro y orden (vv. 36-40).

D) El problema de la resurrección (15,1-58)

No es un hecho casual que Pablo precisamente en Corinto -y por


tanto en un contexto cultural griego- se empeñe en defender la verdad
de la resurrección. Ella constituía, en efecto, el punto de confronta-
ción y de diferencia más sobresaliente entre la mentalidad griega y la
semítica90.

- 15,1-34: el hecho de la resurrección. En los vv. 1-11 se habla de


la resurrección de Cristo, como principio de la nuestra (cf. Hch 13,
37). Esta enseñanza la recibió el apóstol de la tradición y por lo que
respecta a la resurrección de Jesús, existe el testimonio de sus múlti-
ples apariciones, de las cuales muchos testigos aún viven. En los vv.
12-34 presenta la resurrección de los fieles: es absurdo afirmar la re-
surrección de Cristo y al mismo tiempo negar la resurrección de los
muertos. La resurrección de Cristo es como la primicia de la mies y és-
ta está constituida por la resurrección de todos los creyentes; esto
sucede gracias a la solidaridad entre los fieles y Cristo, segundo
Adán. Sin embargo es necesario tener paciencia porque nuestra resurrec-
ción no tendrá lugar sino en la segunda venida (= parusía) de Cristo y
constituirá un momento de su triunfo final. Si no fuera así, si no
existiera la resurrección sería inútil hacerse bautizar, e inútil tam-
bién todo el empeño apostólico.

- 15,35-58: las modalidades de la resurrección. En cuanto al cuerpo,


no se tratará de un regreso puro y simple al estado actual; aquí san
Pablo da tres ejemplos tomados de la naturaleza para probar que el
cuerpo resucitado será muy diverso del actual y al mismo tiempo que

88
Cf. la lista en ―IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, Vol. 7, o.c. pg. 208.
89
―Los vv. 34-35 son problablemente una interpolación posterior que contradice
a 11,5‖. Cf. Mateos, Juan: NUEVO TESTAMENTO, o.c. pg. 871.
90
Cf. AA.VV. IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, Vol 7, o.c. pg. 213.
74

podrá ser considerado realmente como ―nuestro‖. La resurrección marca


el paso al cuerpo espiritual y por lo tanto incorruptible, glorioso y
lleno de fuerza. En cuanto a la situación personal (vv. 44b-49), Pablo
argumenta teológicamente: la exigencia de que con la resurrección surja
un nuevo tipo de cuerpo (pneumatiko,n ―pneumatikón‖), se desprende de
nuestra solidaridad con los dos Adanes. Los hombres, solidarios con am-
bos (cf. Rom 5,12-21), deben también participar sucesivamente de las
situaciones corporales de los mismos. La participación en el triunfo de
Cristo y el ingreso en su Reino incorruptible exigen la transformación
del cuerpo resucitado: éste debe, necesariamente, revestirse de inco-
rruptibilidad. Pablo termina, en los vv. 54-57 con un grito de triunfo,
un himno a la victoria gloriosa de Cristo sobre la muerte y concluye
exhortando a la perseverancia en el compromiso cristiano.

Epílogo: comunicaciones, recomendaciones finales y despedida (16,1-


24): después de haber dado disposiciones precisas para la realización
de la colecta en favor de los hermanos de Jerusalén (vv. 1-4), promete
una larga visita a Corinto (vv. 5-9), exhorta a acoger fraternalmente a
Timoteo (vv. 10-11) y da noticias acerca de Apolo (v. 12). Luego dirige
algunas exhortaciones que condensan todo el contenido de la carta (vv.
13-14), recomienda el respeto por algunos hermanos (vv. 15-18) y con-
cluye con los saludos finales (vv. 19-24).

Segunda Carta a los Corintios

Esta epístola es la que más se parece a una carta, si se compara con


todas las que son admitidas como auténticamente paulinas, mientras que
Romanos es la que más se parece a un tratado. Como puede comprobarse en
muchos pasajes, las emociones del autor salían fácilmente a la superfi-
cie cuando escribía. Se muestra muy afectuoso, herido en lo más vivo
por los errores y mala conducta de algunos de sus amados corintios; por
el contrario, es completamente feliz cuando puede alabar de alguna ma-
nera, a los destinatarios.

La carta, en su mayor parte, tiene como finalidad combatir los males


que existen en las comunidades de Acaya; las afirmaciones aparentemente
universales o generales no deben interpretarse al pie de la letra, ya
que los predicadores tienden a hablar en términos generales aún sabien-
do que sus palabras tienen una aplicación particular. Aunque la carta
es de carácter profundamente personal, contiene una buena dosis de doc-
trina paulina91.

La división más comúnmente aceptada es la tripartita, que responde


al esquema semítico A-B-A’. Toda la carta está precedida por una Intro-
ducción o Exordio y seguida por una Conclusión o Epílogo.

Exordio: (1,1-11). En los vv. 1-2 según su costumbre habitual, Pa-


blo, al principio de la carta, hace la presentación de sí mismo y de
sus colaboradores. La formulación literaria es casi idéntica a la de
1Cor 1,1-3. Se trata entonces de la dirección y los saludos. En los vv.
3-11 la forma literaria y el tema son los de la bendición (v. 3a:
euvloghto,j ―eulogêtós‖) ―eucarística‖ (v. 11b: euvcaristhqh/| ―eukharistêthê‖)
por el beneficio constante y prolongado (v. 10) de liberación de peli-
gros graves, incluso mortales, como el superado en Efeso (vv. 8-9),
realizada en el clima sicológico de una intensa solidaridad moral entre
Pablo y los Corintios; y termina invitándolos a orar por él.

91
―Entre las epístolas paulinas, la Segunda Epístola a los Corintios es más un
escrito de combate y de persuasión que una exposición sistemática como la de
la epístola a los Romanos. El apóstol Pablo usa en ella un estilo vivo y apa-
sionado para defender su apostolado frente a sus adversarios y para afirmar su
dependencia exclusiva de Cristo. Con dominio, el apóstol mezcla, en sus exhor-
taciones, acentos diferentes: amor y amonestación, cólera y ternura; él quiere
mantener a todo precio la unidad de la Iglesia de Corinto y contribuir a su e-
dificación profunda‖: cf. T.O.B. Nouveau Testament, o.c. pg. 521 § 1.
75

PRIMERA PARTE: Apología de Pablo y de su Apostolado (1,12-7,16)

A) Introducción: datos y explicaciones de la propia conducta (1,12-


2,13).

Pablo entra de inmediato al objeto específico de su carta, que es


el de ayudar a sus fieles a superar definitivamente las dificultades
sufridas por parte de sus adversarios, mostrándoles cómo son de infun-
dadas las acusaciones presentadas contra su propia persona.

- 1,12-14: Es sincero. La sinceridad de su conducta le es testi-


moniada por su propia conciencia (v. 12a) y le da seguridad delante del
tribunal de Dios (v. 14: evn th/| h`me,ra| tou/ kuri,ou Îh`mw/nÐ VIhsou/ ―en tê hêmera tou
Kyríou‖). En efecto, se inspira únicamente en criterios sobrenaturales
(v. 12b) y es manifiesta también en sus cartas (v. 13).

- 1,15-22: No procede a la ligera. Su rectitud moral no es anulada


por los recientes cambios con respecto al anunciado proyecto de un
viaje a Corinto (vv. 16-17). Este fue suspendido solamente porque Pablo
no veía que se lograse fácilmente su finalidad, que era la de propor-
cionar a los Corintios una segunda gracia o un doble regalo (v. 15b).
El permanece siempre fiel a su misión y puede invocar a Dios mismo como
testigo (v. 18). En efecto, en cuanto apóstol, no predica más que a
Jesucristo, en el cual no existe más que el ―sí‖ de la fidelidad de
Dios a las propias promesas (vv. 19-20a). Esta fidelidad de Dios reali-
zada en Cristo, reconocida también por los fieles con la propia procla-
mación litúrgica del ―Amén‖ (v. 20b), pasó al Apóstol mediante su in-
corporación al Salvador, a través de los ritos de la iniciación cris-
tiana (vv. 21-22).

- 1,23-2,13: Razones del cambio de proyecto. Los motivos para la


modificación del anunciado proyecto de viaje eran esencialmente dos. El
primero, de orden general, era de carácter gratuito, quería ahorrarles
a los Corintios una nueva pena (v. 23). No va donde ellos para ser fiel
al principio apostólico de ser únicamente el cooperador de su alegría
(v. 24). Queriendo, por lo tanto, evitarse a sí mismo y a los destina-
tarios una ulterior tristeza (2,1-2), sustituyó el viaje con una carta
muy dolorosa (v. 3), destinada a restablecer las buenas relaciones de
antes (v. 4). El segundo motivo fue, en cambio, de orden particular:
con tal solución Pablo evitó la ocasión de tener que ser cruel con un
no nombrado ―ofensor‖ (vv. 5.9; cf. 7,12), que la comunidad había ya
castigado (v. 6) inmediatamente después del viaje ―intermedio‖ del
Apóstol o de su ―severa‖ carta92. Ahora invita a la clemencia (vv. 7-8.
10) para no ser engañados por Satanás (v. 11a). Que a la base de todos
estos problemas buscase solamente el bien de los Corintios lo demuestra
también la impaciencia por recibir sus noticias inmediatamente después
del envío de la carta y de Tito a Corinto (vv. 12-13).

B) Dignidad y grandeza del apostolado (2,14-4,6)

Este párrafo está implícitamente ligado con el precedente median-


te las noticias bastante buenas recibidas por Pablo a su llegada a Ma-
cedonia por parte de Tito. Ellas constituyeron la finalidad de su viaje
hasta allí (2,13); son indicadas en 7,6-7 y estimulan el agradecimiento
de Pablo por la grandeza y eficacia de su ministerio (2,14-16), median-
te el cual Dios asocia al Apóstol a su eficaz obra salvífica en el mun-
do (2,14-15). Esta extraordinaria responsabilidad, que decide acerca de
la suerte eterna de los individuos (2,15-16), supera radicalmente toda
humana posibilidad. El Apóstol siente que ella no puede venir sino de
Dios. Es esto lo que pasa a tratar en 2,17-3,18: la eficaz fuerza apos-
tólica le llega al Apóstol sólo por el mandato o envío neotestamenta-
rio.

92
Cf. más adelante: ocasión y fecha de composición de 2Cor pg. 86-88.
76

- En 2,16b plantea el interrogante, que recibirá respuesta solamente


en 3,4-18. 2,17b-3,3 son versículos destinados a demostrar de nuevo la
propia sinceridad apostólica, que no adultera ni mercantiliza la pala-
bra divina (2,17b; cf. 1,12.18) y a rechazar la acusación de arrogancia
y de soberbia: si Pablo utiliza un tono franco y libre es porque tiene
conciencia de servir a la obra de Dios. Esto queda probado además por
los resultados de su ministerio: mientras sus adversarios presentan
cartas de recomendación para probar sus propios derechos y privilegios
(3,1), Pablo no tiene necesidad de eso. La comunidad fundada por él en
Corinto es su verdadera carta de recomendación, dice quién verdadera-
mente es él (3,2-3). Los vv. 3,4-18 motivan la eficacia divina de la
acción del Apóstol y su consiguiente actitud subjetiva. Descubre el
origen de su propia seguridad (v. 4) no en su supuesta suficiencia (v.
5a) sino únicamente en Dios (v. 5b), el cual por medio de Cristo (v. 4)
lo ha constituido ministro (dia,konoj ―diákonos‖) idóneo (v. 6a) del
nuevo régimen religioso instaurado por Cristo (v. 6a kainh/j diaqh,khj
―kainês diathêkês), esencialmente superior al derivado de Moisés (vv.
6b-11).

- En los vv. 12-18 Pablo ilustra el principio planteado y desarrolla


la confrontación entre las dos alianzas alegorizando sobre el tema del
velo de Moisés como se encuentra en Ex 34,29-35. El habla abiertamente,
porque tiene una seguridad apostólica superior a la de Moisés (v. 12).
Este se cubría el rostro, porque era consciente del carácter efímero de
su gloria (v. 13). Este velo, desafortunadamente aún hoy sigue tendido
sobre el corazón del pueblo hebreo (vv. 14-15) cuando lee las Escritu-
ras, y será removido por el Espíritu (v. 17) cuando los Israelitas se
conviertan al Señor (v. 16); entonces, junto con los cristianos, parti-
ciparán de la ―divinización progresiva‖, obrada por el Espíritu del
Señor (v. 18).

- 4,1-6 está unido a lo que precede y constituye su aplicación (v.


1: dia. tou/to ―dià touto‖; cf. 3,6.12). Pablo tiene conciencia del
carácter sublime de este ministerio (v. 1) y se comporta en consecuen-
cia (vv. 2. 5; cf, 1Tes 2,1-16), convencido de que Dios lo ha consti-
tuido apóstol con una llamada realmente ―creadora‖ (v. 6). Por esto los
efectos negativos de su apostolado son debidos a la responsabilidad de
los oyentes (v. 3), que se han dejado seducir de Satanás (v. 4).

C) La paradoja de la vida apostólica: muerte-vida (4,7-18)

El vínculo con cuanto precede está constituido por la alusión a


la sinceridad corajuda y franca (4,1-6), que abre espontáneamente la
argumentación sobre las dificultades y las paradojas de la vida apos-
tólica. Esta situación es vista y expresada en dos momentos:

a) En el primero, que se podría llamar objetivo, Pablo presenta


el dato de hecho, ofreciendo al mismo tiempo tres motivaciones teológi-
cas que lo justifican sobre el plano de la fe (vv. 7-12). El contraste
entre la preciosidad de este servicio (v. 7: qhsauro,n ―thêsaurón‖ / v.
1: diakoni,an ―diakonían‖) y la fragilidad humana (v. 7: evn ovstraki,noij
skeu,esin ―en ostrakínois skeúesin‖; cf. 5,1; Gn 2,7) tiene la finalidad
de hacer resaltar mejor el origen divino de la eficacia apostólica (v.
7: h` u`perbolh. th/j duna,mewj ―hê hyperbolê tês dynámeôs‖) (vv. 7-9). Mediante
cuatro apretadas antítesis es presentada globalmente esta antinomia
fundamental de la vida apostólica (vv. 8-9). Vista, desde la parte del
hombre, ésta participa de la dimensión pascual de la vida cristiana y
tiende a introducir en esta dinámica de vida-muerte a todo apóstol,
asociándolo así íntima y experimentalmente al sufrimiento-muerte y a la
resurrección-vida de Cristo (vv. 10-11; cf. Rom 6,4ss; Col 1,24).
Finalmente, las pruebas apostólicas tienen un valor de fecundidad vital
para los fieles: siendo sufrimientos ―de Cristo‖ vividos por los após-
toles, generan en los convertidos la vida divina (v. 12).

b) El segundo momento expositivo (vv. 13-18) marca el paso a la


perspectiva subjetiva. Pablo inicia la argumentación sobre las esperan-
77

zas que lo sostienen en las pruebas. Aquí esboza su contexto que está
constituido por el clima gozoso y glorioso del triunfo final. El Após-
tol actúa, sólo porque está sostenido por la fe (v. 13). Cree que resu-
citará como Jesús para estar siempre con El (v. 14; cf. 1Tes 4,17; Fil
1,23), cree que la propia experiencia de vida (v. 15: ta. pa,nta tà pánta)
beneficia a los fieles (v. 15) y a él personalmente (vv. 16-17; cf. Rom
8,18). Todo esto lo orienta en una constante perspectiva de eternidad
(v. 18).

D) Las esperanzas que alimentan el apostolado (5,1-10)

El tema de la ―transitoriedad‖ tocado en 4,18 es brevemente de-


sarrollado aquí bajo el perfil de la ―búsqueda de lo que es duradero‖.
Lo que sostiene al Apóstol es la mirada dirigida hacia su eterno des-
tino. En efecto, él sabe con certeza (v. 1: oi;damen ―oidamen‖) que a su
muerte la propia situación terrena (v. 1: evpi,geioj oivki,a ―epígeios oikía‖)
será radicalmente cambiada en la celeste, divina (v. 1: oivki,an avceiropoi,h&
ton aivw,nion evn toi/j ouvranoi/j ―oikían akheiropoiêton aiônion‖; cf. 1Cor 15,42-
49) y por esto suspira en la espera ansiosa de que suceda (vv. 2.4b).
Sin embargo, viene a ofuscar esta ansia gozosa el pensamiento sobre la
muerte: Pablo no sabe si tendrá que experimentarla o no (v. 3) y qui-
siera poderla evitar (v. 4a; cf. 1Cor 15,51-53). De todos modos este
temor es prepotentemente superado por la acción eficaz del Espíritu (v.
4b), que Dios ha puesto en nosotros como arras de la eternidad que nos
espera (v. 5; cf. 1,22; Rom 8,11.15-17.23; Ef 1,13-14). Por esto conti-
núa deseando ser desterrado del cuerpo y vivir con el Señor (v. 8),
visto que aquí abajo esto no puede suceder (vv. 6b-7), y se esfuerza en
toda circunstancia por complacer solamente a Cristo (v. 9), único juez
final de nuestro actuar terreno (v. 10)93.

Todo este párrafo está orientado hacia la dimensión escatológica de


la existencia cristiana en general y la apostólica en particular. Esta
no es sólo fruto de una actitud subjetiva del ánimo, sino que es provo-
cada en nosotros por la acción personal del Espíritu Santo, el cual
-objetivamente- representa una anticipación de la eternidad en el tiem-
po. Sin embargo, la realidad escatológica de la vida cristiana no se
realiza únicamente según una dimensión temporal, según un ―todavía no‖
y un ―ya‖. Ella implica sobre todo un ―esquema vertical‖, es decir, la
irrupción de lo divino en lo humano: el cristiano ya ahora es un ser
que vive ―en Cristo‖ (5,17; cf. Gal 2,20; 3,28; Rom 6,11; 8,1 1Cor 1,
30), gracias al Espíritu que ha sido colocado en él como avrrabw/n ―arra-
bôn‖ (5,5; cf. 1,22; Ef 1,14), es decir como ―anticipación‖ parcial de
cuanto poseeremos plenamente sólo en el más allá.

E) El principio motor del apostolado: la caridad (5,11-6,10)

Es la realidad del juicio de Dios la que inspira toda la conducta


de Pablo (v. 11a), él espera que los Corintios se den cuenta de ello
(v. 11b). Por esto, no es por vanidad que está hablando acerca de su
propio apostolado, sino solamente para poner en guardia a sus fieles
contra las acusaciones de sus adversarios (v. 12). Su ilimitado entu-
siasmo apostólico le ha obtenido la acusación de locura por parte de
ellos (v. 13a; cf. Hch 26,24-25): si como servicio divino (v. 13a: Qew/|
―Theô‖) su entrega apostólica es total, ella, sin embargo es sobria (v.
13b: swfronou/men ―sôphronoumen‖) en el encuentro con los hombres (v.
13b: u`mi/n ―hymin‖), respetuosa de los derechos inviolables de su con-
ciencia. En efecto, el motivo fundamental de su propia acción ministe-
rial es solamente el amor con el cual se siente amado por Cristo (v.
14a) y en el cual se ve involucrado con toda la humanidad (vv. 14b-15).
Esta situación llevada a cabo por la muerte de Cristo es absolutamente
nueva: ella nos constituye en el orden de una nueva creación (v. 17),
que invierte las antiguas categorías culturales e instaura un nuevo mo-
do de situarnos frente a las realidades globales. Gracias a ella Pablo
no juzga ya la figura y el significado de Jesucristo como antes de la

93
Vv. 6b-10. Cf. La nota en: IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, Vol 7, o.c. pg. 230.
78

conversión, según sus antiguos esquemas culturales de extracción fari-


sea (v. 16b), y ello lo lleva a cambiar también su actitud para con los
hombres (v. 16a). Esta óptica nueva, haciéndolo descubrir la iniciativa
de Dios en la realización completa de la salvación, tanto antes, en la
obra redentora personal de Cristo (vv. 18a.19a), como ahora mediante el
ministerio de los apóstoles (vv. 18b.19b), le da la conciencia de ser
―embajador de Dios‖ (v. 20b) y de Cristo (v. 20ac), ―colaborador de
Dios‖ (6,1a), al invitar a los hombres a aquella reconciliación con
Dios (5,20c; 6,1-2) que Cristo mismo nos ha merecido con la muerte en
la Cruz (5,21).

Para hacer más confiables estas motivaciones teológicas del minis-


terio de Pablo sigue luego un amplio elenco de virtudes apostólicas
(6,6-7) y de situaciones en las cuales es vivido el compromiso minis-
terial (6,4b-5.8-10; cf. 4,8-12; 11,23-30; 1Cor 4,11-13).

F) Conclusión: (6,11-7,16).

Al término de la magistral exposición sobre la naturaleza y gran-


deza del apostolado (2,14-6,10), Pablo regresa (cf. 1,12-2,13) al diá-
logo íntimo con sus ―hijos‖ (v. 13 w`j te,knoij le,gw ―hôs téknois légô‖)
pidiéndoles que su sinceridad (v. 11a) y su afecto (vv. 11b-12a) sean
correspondidos (vv. 12b-13).

Preocupado por su bien, la declaración de afecto se convierte espon-


táneamente en exhortación decidida (6,14-7,1), claramente estructurada
en tres momentos. Se inicia secamente con la puesta en guardia contra
una conducta de compromiso (6,14-16a): estructurada sobre cinco antíte-
sis rectitud/maldad, luz/tinieblas, Cristo/diablo, fiel/infiel, Templo
de Dios/ídolos) con el fin de poner en claro la radical incompatibili-
dad que existe entre la vida cristiana y cualquier otro sistema de vi-
da. Le sigue un conjunto de citas bíblicas para apoyar la exhortación
(6,16b-18). Se cierra con una conclusión (7,1), que se resuelve en una
positiva invitación a la santidad.

Luego retoma -como si 6,14-7,1 constituyese un paréntesis- el desa-


hogo afectuoso de antes, en el cual continúa pidiendo la corresponden-
cia con sus sentimientos (vv. 2-3) y reafirma su orgullo por los Corin-
tios (v. 4a). Esto, una vez más, ha sido plenamente justificado por las
noticias positivas acerca de ellos, comunicadas a Pablo por Tito a su
llegada a Macedonia (vv. 4b-7a.14.16): ellos, al recibir la carta de
Pablo y la visita de Tito demostraron haber entendido sus equivocacio-
nes y errores que se revelaron momentáneos y volvieron a sus auténticos
y profundos sentimientos para con el Apóstol (v. 7b). En efecto, aque-
lla carta los entristeció profundamente (v. 8) produciendo en ellos un
arrepentimiento sincero (vv. 9-10), testimoniado por su actitud concre-
ta para con el ―ofensor‖ y para con Pablo mismo (v. 11). En realidad el
Apóstol escribió la carta no tanto para obtener justicia, sino más bien
para testimoniar a la comunidad su constante afecto paternal (v. 12;
cf. 2,4), de tal modo que cuando supo de la tristeza causada por su
mensaje, de inmediato se dolió (v. 8b); ahora, en cambio, se alegra por
el positivo resultado obtenido (vv. 8a.9). Este llenó de alegría tam-
bién a Tito (v. 13), que fue el primer testigo directo (v. 15b) y se
benefició de la óptima acogida que tuvo de parte de ellos (v. 15c).

SEGUNDA PARTE: La colecta en favor de Jerusalén (cc. 8-9)

Se debe recordar aquí el fenómeno sicológico-literario de la expre-


sión cultural de Pablo: el procedimiento lógico por envolvimiento, que
en el uso del Apóstol recibe la formulación más simple según el esquema
A B A’. Ignorando este sistema de argumentación de Pablo con frecuencia
se ha pensado que el momento B constituya una digresión o una inserción
indebida en la unidad de un bloque doctrinal. Es esto lo que ocurre en
la valoración de la estructura literaria de 2Cor. En realidad esta car-
ta se resiste a todo análisis que quiera aplicarle los esquemas clási-
79

cos de la lógica racional occidental, mientras que ella es una magnífi-


ca ilustración del esquema A B A’.

Después de haber demostrado en la primera parte la autenticidad del


propio apostolado, partiendo de la clarificación sobre la naturaleza
del mismo (1,12-7,16), en los cc. 8-9, que constituyen la segunda par-
te, Pablo ejerce un acto de autoridad apostólica entre los Corintios
con la obra de la colecta, demostrando al mismo tiempo su interés por
los judeo-cristianos y el desinterés por sí mismo. Esto le permite, en
la tercera parte (10,1-13,10) enfrentarse con sus adversarios mediante
una requisitoria polémica y en una abierta confrontación personal. Los
cc. 8-9 constituyen, por lo tanto, el vértice y el punto central de to-
do el desarrollo lógico de la carta.

A) Introducción: la generosidad de los Macedonios (8,1-6)

El paso de la primera parte a la segunda es hábilmente ofrecido


por 7,16, donde Pablo afirma que puede contar en todo con los Corin-
tios: en la colecta podrá verificar si esta confianza tiene o no un
verdadero fundamento (8,8). Como fino sicólogo comienza hablando de la
estupenda generosidad de los Macedonios (vv. 1.2b): no obstante sus
graves estrecheces, no sólo han respondido de un modo inesperado (v.
5a), sino que han considerado como una gracia el poder participar en el
servicio en favor de los santos (vv. 3-4). Es precisamente esta grata
experiencia en Macedonia la que ahora estimula a Pablo a emprender la
colecta también en Corinto (v. 6).

B) Instrucciones sobre el modo de efectuarla: (8,7-15).

vv. 7-8: llamado apremiante. Hace mención de los dones más co-
nocidos de la Iglesia de Corinto, reconociéndoles también a ellos y no
solo a los Macedonios, méritos encomiables (v. 7). Y sin que sea para
ellos una obligación, deben saber que la colecta constituye una prueba
de lo genuino de su caridad (v. 8).

v. 9: un principio teológico. No debe tratarse de un simple gesto de


filantropía, sino que debe ser producto de un amor por el prójimo que
sea fruto del amor mismo de Cristo recibido en el bautismo, y que lo
llevó a encarnarse (cf. Fil 2,5-11) y a vivir toda la experiencia
humana para salvarnos (cf. Mt 8,20). Este amor, nacido del de Cristo,
debe modelarse siguiendo su ejemplo.

vv. 10-15: un doble principio práctico. De la altura de la mo-


tivación teológica Pablo desciende ahora al orden práctico. Ante todo,
la colecta deberá expresar la coherencia, en los Corintios, entre la
buena voluntad en el propósito y la ejecución (v. 11), ellos que el año
anterior ya la habían emprendido con un deseo abiertamente reconocido
(v. 10). Sin embargo, esta generosa empresa debe ser razonable y co-
rresponder a las posibilidades reales (v. 12), ya que no se trata de
mortificar a los Corintios para aliviar a los demás, sino más bien de
crear una cierta igualdad entre quien tiene de sobra y quien no tiene
nada (vv. 13.15) para remediar la desproporción que existe entre los
Corintios y los hermanos de Palestina (v. 14).

C) Presentación de los encargados de la colecta (8,16-24)

Después de haber invitado a sus fieles a la prudencia, incluso en


la práctica de la generosidad, ahora Pablo demuestra el cuidado que él
mismo tiene con esta virtud, sobre todo en el caso presente. Por esto
ha escogido encargados dignos de fe, que deberán atender a la colecta
de las ofrendas: el primero de ellos es Tito, que se ofreció espontá-
neamente (v. 17) por el amor que tiene a los Corintios (v. 16). Va
acompañado por un hermano de muy buena fama (v. 18) que fue escogido
por las Iglesias de Macedonia, con el encargo de acompañar luego a Pa-
blo hasta Jerusalén. El Apóstol quiere evitar todo motivo de reproche.
Dado que se trata del manejo de sumas considerables (v. 20), quiere
80

quedar bien no solo delante de Dios, sino también delante de los


hombres (v. 21). Es este el motivo que lo llevó a la elección de perso-
nas tan calificadas para la realización de dicha tarea (vv. 22-23). A
los Corintios no les queda sino darles pruebas de su propio afecto y
justificar el orgullo de Pablo por ellos (v. 24).

D) Que se efectúe antes de la llegada de Pablo (9,1-5)

En realidad si Pablo, al inicio del c. 8, presentó a los Corin-


tios el fervor de los Macedonios (8,1-4), no es porque los fieles de
Acaya no lo tuvieran, sino únicamente para estimularlos más (8,7-8). De
hecho, de este fervor que tienen los Corintios desde el año precedente
(v. 2b), Pablo se enorgullece delante de los Macedonios (v. 2a), con el
efecto de una mutua emulación (v. 2c). Los hermanos enviados por él
tienen la responsabilidad de preparar la realización de la colecta (vv.
3-4), a fin de que a su llegada su donativo esté listo como una muestra
de generosidad y no como una extorsión (v. 5).

E) Exhortación a la generosidad (9,6-15):

Deben ser generosos (v. 6), pero sobretodo espontáneamente ale-


gres en su propio don (v. 7), convencidos de que Dios no se deja vencer
en generosidad (vv. 8-10a) y que, por otra parte, los frutos de su ac-
ción serán múltiples, porque no sólo satisfará las necesidades de los
hermanos (v. 12a), sino que produce al donante abundancia de méritos
personales (vv. 10b-11a), hace subir hacia Dios por parte de los bene-
ficiados una sincera liturgia de acción de gracias (vv. 11b.12b-13) y
une ulteriormente en el vínculo de un profundo amor mutuo a los benefi-
ciados y benefactores (v. 14).

TERCERA PARTE: Polémica contra los falsos apóstoles judaizantes.


Apología personal (10,1-13,10)

En la primera parte de la carta (1,12-7,16) Pablo se dirigió a la


Iglesia de Corinto con la intención de iluminarla plenamente sobre la
legitimidad y naturaleza de su ministerio apostólico, negado calumnio-
samente por algunos que llegaron a Corinto (cf. 11,4-6). En los cc. 8-9
organizó, como un concreto ejercicio de su autoridad apostólica, la co-
lecta para los hermanos de Palestina. Ahora (cc. 10-13) entra con deci-
sión en una polémica contra sus adversarios con el fin de desalojarlos
completamente de la comunidad. Cumple este propósito: 1) afirmando y
defendiendo su propia autoridad apostólica (= confrontación con las
acusaciones) (10,1-18); 2) contra su costumbre, se compara con los ad-
versarios descendiendo a un análisis detallado de sus propios títulos
en abierta confrontación con los acusadores (11,1-12,10); 3) Finalmen-
te, repite y sintetiza los motivos que lo empujaron a la apología y
prepara a los Corintios para su próxima visita (12,11-13,10).

A) Prueba y defiende su autoridad apostólica (10,1-18)

vv. 1-11: Primera confrontación general: Pablo denuncia las acu-


saciones y afirma su autoridad. En pocas frases entrelaza acusaciones y
autodefensa. Se le acusa de ser valiente únicamente por carta, mientras
luego se revela encogido de cerca (vv. 1.10); de proceder por miras o
cálculos humanos (v. 2: w`j kata. sa,rka peripatou/ntaj ―hôs katà sárka peripa-
toúntas‖); de no ser de Cristo (v. 7); de ser soberbio y autoritario
(vv. 8-9). Estas voces provienen de pocos y aislados detractores (v.
2.11) y Pablo desea que no lo obliguen a usar con ellos medios fuertes
delante de toda la Iglesia (v. 2). Este deseo vale también para todos
los fieles (vv. 1a.2a), a fin de que sepan separar de ellos las propias
responsabilidades. En efecto, no obstante su natural debilidad (v. 3a),
ahora está listo a usar la severidad (v. 2b), ya que él es capaz de
todo por Dios y por Cristo (vv. 4-6). Sus armas no derivan su eficacia
de la habilidad humana (v. 4: ouv sarkika. ―ou sarkikà‖), sino sólo del
poder que viene de Dios (v. 4: dunata. tw/| qew/| ―dynatà tô Theô‖). Con ellas
Pablo logra abatir eficazmente las fortalezas que la razón humana le-
81

vanta orgullosamente contra el Evangelio (vv. 4-5). En virtud del mismo


poder está listo a castigar la desobediencia de los rebeldes (vv.
6a.11), cuando éstos hayan demostrado no saber reconocer sus propios
errores como, en cambio, sí los reconoció la comunidad (v. 6). Él no
tiene miedo de las acusaciones que le hacen, porque sabe que es de
Cristo tanto como sus adversarios (v. 7) y que puede usar más autoridad
que de ordinario sin ser un descarado: si se contiene, es únicamente
porque tal poder le ha sido concedido para la edificación y no para la
ruina de los fieles (v. 8).

vv. 12-18: Confrontación particular: Pablo tiene derecho de in-


tervenir en Corinto. A la acusación de soberbia y de autoritarismo (vv.
8-9) se añadía la de ambición y de presunción (vv. 13-16). Pablo, uti-
lizando la ironía casi con crueldad, presenta a sus detractores en bús-
queda afanosa de autoglorificación, fundada sobre sueños veleidosos, y
dice que él no se atreve a tanto (v. 12). El se contenta confrontándose
con la responsabilidad que Dios mismo le asignó, que fue la de predicar
el Evangelio llegando hasta Corinto (vv. 13-14). Por lo tanto, actuando
como pastor de aquella Iglesia se atiene únicamente a la norma de no
apropiarse las fatigas ajenas evangelizando en un campo que no es el
suyo (v. 15-16; cf. Rom 15,20). Esto no impide, sin embargo, que madu-
rando los Corintios en la fe, le sea permitido llevar más lejos el
Evangelio de Cristo. Pablo, por tanto, no se enorgullese sino dentro de
los límites queridos por Dios (v. 17) y confía más en el Señor que en
sí mismo (v. 18).

B) Confrontación con los adversarios: sus títulos de gloria (11,1-


12,21).

En el párrafo precedente Pablo había tocado sólo indirectamente


el tema del orgullo o de la presunción (10,8.13.15.17) para decir que
aunque se gloriase más, no tendría que avergonzarse (10,8). Ahora, aun-
que con bastante repugnancia (cf. 11,1.16.17.21b; 12,1.11), se siente
obligado a descender a este terreno usando, en la confrontación directa
con sus adversarios, sus mismas armas. Es interesante recoger en una
unidad las esparcidas alusiones descriptivas acerca de estos rivales
del Apóstol: se trata de intrusos (11,4-6), gente codiciosa y arrogante
(11,20), brillantes oradores pero equivocados (11,4-6), falsos apósto-
les y obreros tramposos (11,13), que se glorían de su propio origen he-
breo (11,22) y hacen gala indebida del título de ―apóstol‖ (11,5; 12,
11: tw/n u`perli,an avposto,lwn ―tôn hyperlían apostólôn‖). Ahora Pablo no teme
descubrirse completamente en el duelo con ellos. Por una parte realiza
dos categóricas afirmaciones: sabe que no es nadie (12,11b), pero al
mismo tiempo está convencido que no es en nada inferior a ellos (11,
21b-23; 12,11b). Por otra parte refuta una a una las pretensiones de
los adversarios y sus acusaciones exponiendo serenamente sus títulos
personales (11,7-33) y los signos apostólicos (12,11-18), como también
los dones extraordinarios recibidos de Dios (12,1-6), sin esconder su
real debilidad humana, que -en este contexto- no hace más que dar mayor
crédito y relieve a su autenticidad apostólica. De todos modos, precisa
de inmediato que es solamente el interés por el Evangelio el que lo
obliga a tal insensatez (11,1). Él, como padrino de la Iglesia de Co-
rinto, experimenta por ella el mismo amor celoso de Dios (11,2) y usa
por tanto todos los medios para volver a conducir al auténtico y único
Evangelio a sus fieles (11,3-4; cf. Gal 1,6-9).

- 11,7-15: Su total desinterés apostólico. Después de haber afirmado


-y confirmado con la experiencia (11,6b)- que su ciencia evangélica, no
obstante las acusaciones contrarias, es superior a la de los adversa-
rios (11,5-6), Pablo pasa a hablar, de modo polémico, de su propio de-
sinterés apostólico demostrado durante su evangelización en Corinto,
exponiendo primero el hecho (11,7-10) y luego su motivación (11,11-15).
Con el fin de no agraviar a nadie, él, en la necesidad extrema en la
que se encontró cuando llegó a Corinto (v. 9a), prefirió aceptar la
ayuda espontánea de los hermanos de Macedonia (v. 9b), aunque si esto
-dada su extrema pobreza- le parecía casi un cruel despojo en beneficio
82

de los acomodados Corintios (11,8). Pero esto lo hizo y lo seguirá ha-


ciendo únicamente para quitarle a los adversarios cualquier ocasión,
pues ellos buscan toda clase de pretextos para demoler al Apóstol (11,
12).

- 11,16-33: Sus títulos y sufrimientos apostólicos. Si Pablo de-


muestra hablar siempre con gusto de su desinterés apostólico, en cuanto
que a sus ojos éste representa un explícito deber personal y un autén-
tico título de gloria, experimenta, en cambio, una repugnancia extrema
al tener que tratar de otros hechos de su vida privada. Por esto,
ofrece de nuevo excusas al tenerlo que hacer (11,16-18). Es obligado a
ello por los mismos Corintios, que demuestran soportar más fácilmente
un insensato agresor, que un sabio respetuoso de los derechos ajenos
(11,19-21a). De todos modos se atreve a gloriarse también él (11,21c),
y sólo porque no se siente en nada inferior con respecto a sus rivales
(11,21b). Esta afirmación introduce la perícopa 11,22-33, donde la con-
fesión autobiográfica, que -habiéndose iniciado en 11,5 proseguirá has-
ta 12,18-, alcanza el clímax de la pasión expositiva. Son enumerados
primero los propios títulos apostólicos (11,22-23a) y luego las profun-
das experiencias y los sufrimientos de su ministerio (11,23b-27.32-33:
sufrimientos físicos; 11,28-30: sufrimientos morales), que confirman la
autenticidad apostólica de Pablo.

- 12,1-10: Sus dones extraordinarios y su debilidad. Para completar


el cuadro de su identidad, el Apóstol -aunque siempre a disgusto (12,
1a)- cuenta aspectos de su vida íntima. En un bien logrado díptico an-
titético presenta las visiones y revelaciones recibidas del Señor (vv.
1-6) unidas a sus sufrimientos (vv. 7-10). Catorce años antes Pablo
tuvo una experiencia mística tan profunda que ni logra describirla ade-
cuadamente, ni acierta a saber cómo sucedió concretamente (vv. 2-4). De
esto se puede, ciertamente gloriar (v. 5a) porque es la pura verdad (v.
6a), pero -excluida la presente necesidad- evita hacerlo, porque ello
es un puro don de Dios y además podría suscitar en los otros una estima
superior a la debida (v. 6b). Por esto, Pablo prefiere gloriarse o
presumir solamente de aquello que siente como propio: su debilidad (v.
5b), que experimenta hasta el sufrimiento como contraparte de los dones
extraordinarios que ha recibido (v. 7a). Esta es tan grave, que el
Apóstol rogó al Señor varias veces que lo librara de ella, pero en vano
(vv. 8-9a). Es, en efecto, en virtud de esta debilidad suya que la
fuerza de Cristo reside en él (vv. 9.10b). Por tal motivo ahora llega
incluso a complacerse en ella (v. 10)94.

- 12,11-21: Regresa sobre los signos del verdadero apostolado y


sobre la finalidad de la apología. Al final de este apretado elenco de
méritos personales y de dones divinos (11,5-12,10), Pablo se siente ca-
si humillado por haber descendido tan abajo: ―He sido un insensato‖ (v.
11a). De todos modos fueron los Corintios quienes lo obligaron, pre-
cisamente ellos, de quienes habría debido recibir el elogio (v. 11b).
De ahora en adelante, deberán reconocer con sinceridad y coraje que to-
dos los signos del auténtico apostolado se han condensado en la per-
sona de Pablo, como ellos mismos lo han podido verificar (v. 12). Con
una ironía que refleja todo el sufrimiento por la incomprensión sufri-
da, Pablo legitima una vez más el altruísmo usado con los Corintios y
se demuestra decidido a no apartarse de esta línea (vv. 13-15), no obs-
tante la falsa interpretación que dan de ella los adversarios (vv. 16-
18). Concluyendo: si ha debido hablar de esa manera de sí mismo, lo ha
hecho sólo para que ellos se enmienden (v. 19b) antes de su viaje,
principalmente en lo que se refiere a la caridad fraterna (v. 20) y la
pureza (v. 21), y así no tenga que ser severo personalmente.

C) Anuncia su próxima visita (13,1-10)

94
Cf. la nota explicativa sobre las debilidades en: IL MESSAGGIO DELLA
SALVEZZA, Vol 7, o.c. pgs. 248-250.
83

En esta su tercera visita a Corinto (v. 1a), como ya lo dijo du-


rante su estadía anterior, no será más indulgente (v. 2), sino que re-
solverá todo con severidad y justicia mediante un proceso regular,
usando testigos (v. 1b; cf. Dt 19,15; Mt 18,16), con el fin de extirpar
definitivamente de la comunidad el virus funesto de la rebelión. Así
los Corintios sabrán por experiencia que él participa realmente no sólo
de la debilidad de Cristo, sino también de su poder (vv. 3-4). Los in-
vita por tanto a examinarse seriamente para ver si pertenecen verdade-
ramente a Cristo (vv. 5-6) con el fin de ser cada vez más su posesión,
intención que coincide exactamente con la viva plegaria de Pablo por
sus fieles (vv. 7.9b), ya que toda su actividad tiende únicamente a
este fin (vv. 8.9a). En definitiva, todas las medidas que toma con la
presente, buscan sólo ahorrarse a sí mismo y a los Corintios la fasti-
diosa necesidad de una eventual intervención fuerte por parte del Após-
tol (v. 10).

Epílogo (13,11-13): Saludos y despedida. El cierre es uno de los más


breves del epistolario paulino, aunque posee los elementos habituales
de las conclusiones. Se condensa en algunas recomendaciones relaciona-
das con los temas parenéticos apreciados por Pablo, la alegría y el
amor fraterno (v. 11); contiene un rápido intercambio de saludos (v.
12) y concluye con un augurio que constituye una de las más claras fór-
mulas trinitarias del Nuevo Testamento (v. 13).

B) La unidad de las dos Cartas:

El tema acerca de la integridad de un escrito se refiere al hecho


de si en él existan o no interpolaciones, omisiones o retoques notables
y cae por esto, parcialmente, en el tema de la autenticidad. En cambio,
el de la unidad se refiere a su configuración original: si la obra en
cuestión salió de la pluma del autor tal como hoy se encuentra o si es
más bien un conjunto de varios escritos redactados en tiempos y cir-
cunstancias distintos.

Ahora bien mientras la integridad de 1 y 2Cor no ha ocupado seria-


mente a la crítica su unidad ha suscitado, en cambio, una compleja e
intrincada problemática, no sólo con respecto a 2Cor 8-9 y 10-13, sino
a todo el ámbito de las dos cartas. En efecto, a causa de las solucio-
nes que se dan, la discusión sobre la unidad de 1 y 2Cor constituye hoy
un único problema.

Desconocido en la antigüedad, éste es producto de la crítica moderna


y se apoya sobre dos tipos de motivaciones o, mejor, de presupuestos:
el deseo o la pretensión de descubrir en el tejido de las actuales 1 y
2Cor la presencia de toda una amplia correspondencia de Pablo con los
Corintios, testimoniada por el Apóstol mismo (cf. 1Cor 5,9; 2Cor 2,4;
7,8ss), y la presunción de que Pablo tenga que comportarse según los
esquemas lógicos y emotivos de nuestra sicología occidental y moderna.
Con base en este postulado se aprovechan en 1Cor, pero sobre todo en
2Cor, supuestas oposiciones de situaciones y de actitudes sicológicas,
bruscas interrupciones en el desarrollo ―lógico‖ de la argumentación,
repeticiones superpuestas95. Como ejemplo, se expondrán las posiciones
de la crítica con respecto a 2Cor 8-9 y 10-13.

95
―Estamos lejos de haber escuchado la ―última palabra‖ en lo que respecta a
la formación y estructura de la Primera carta a los Corintios. Las voces que
se inclinaban a ver en ella un ―mosaico de cartas‖ (muchas veces en conjunto
con la 2Cor) cobraron cada vez mayor fuerza desde principios de siglo; pero
ahora, esas voces parecen, en gran parte, silenciadas. Sin embargo, el pro-
blema sigue sin resolverse‖ pg. 192. Cf. E. De la Serna: Los Orígenes de 1
Corintios, Bíblica (1991) 192-216.
En su artículo, Eduardo de la Serna, después de haber analizado varias pro-
puestas con respecto a la composición de 1Cor (un mosaico de cartas, unidad,
interpolaciones) sugiere que Pablo escribió a los Corintios para responder in-
terrogantes que le fueron presentados por escrito. Al enterarse oralmente que
la situación había empeorado decidió incluir, en una ―segunda edición‖ una se-
rie de perícopas relacionadas con la unidad y el amor. Esto explicaría la uni-
84

1) 2 Cor 8-9. Varios críticos juzgan el c. 9 como un doblaje o


duplicado del c. 8 y piensan que originalmente fuera una nota dirigida
a todos los cristianos de Acaya con el fin de recomendar la colecta.
Sólo posteriormente habría sido introducido en este lugar de la 2Cor
por la afinidad temática con el c. 8. Este último, se afirma para con-
firmar la tesis, se presenta como un tema en sí completo. El capítulo
siguiente retomaría entonces el mismo argumento (la colecta) con más o
menos las mismas afirmaciones y las mismas perspectivas: en 8,7-15 y
9,6-14 se creen hallar idénticos motivos para la generosidad tratados
dos veces de diverso modo. Se afirma también que entre los dos capí-
tulos se nota un claro contraste: mientras en 8,1-5 los Corintios son
estimulados mediante el fervor de los Macedonios, en 9,1-6 Pablo se
gloría delante de estos últimos de la disponibilidad de los primeros.
Además en 9,1 se hablaría de la colecta como de un tema aún no afronta-
do96.

¿Qué decir de tales consideraciones? Ante todo es gratuito querer


imponerle a Pablo nuestra lógica y nuestro modo de proceder. Como en
todo estilo epistolar, él puede perfectamente tanto repetirse como
efectuar cambios bruscos. Aquí, él continúa el mismo tema retomándolo
hábilmente desde otros puntos de vista. En 9,6-14 los motivos no son
los mismos, sino que cambian, ofreciendo por tanto un verdadero comple-
mento doctrinal. Así 9,1 no constituye una introducción a un nuevo ar-
gumento, sino que se debe entender, unido a los vv. 2-3 como una acla-
ración. Ni la alusión a Acaya (v. 2) postula nuevos destinatarios (las
Iglesias de Acaya, en lugar de la sola comunidad de Corinto), porque en
realidad Pablo mira desde el principio a ―todos los consagrados de Aca-
ya entera‖ (1,1). Es por lo tanto más prudente optar por la unidad
efectiva de 2Cor 8-997.

2) 2Cor 10-13. La separación de 2Cor 10-13 de los capítulos 1-9


como dos bloques distintos pertenecientes a dos cartas diferentes, es
sostenida por una parte de la crítica histórico-exegética por motivos
más o menos iguales a los precedentes. Pero estos reciben un corte par-
ticular porque están destinados a probar la identificación de 2Cor 10-
13 con la ―carta intermedia‖ o ―de las lágrimas‖, o también a demostrar
que ellos constituyen una quinta carta paulina sucesiva a la contenida
en los cc. 1-9.

Las razones para sostener la primitiva independencia de los cc. 10-


13 de los cc. 1-9 son las siguientes: 1) Se quiere notar una radical
diversidad de tono y de contenido entre las dos partes. Mientras los
cc. 1-9 ofrecen una apología del apostolado y reflejan un clima sereno,
confiado, los cc. 10-13 constituyen una violenta polémica de Pablo con
sus adversarios en la atmósfera candente de la invectiva y de la amena-
za. Semejante situación literaria no se podría explicar sólo con la in-
terrupción del dictado o con la sicología del Apóstol, sino que exigi-
ría la suposición de un cambio total de circunstancias objetivas y por
tanto de destinatarios. 2) El texto mismo, se dice por otra parte, deja
transparentar esta situación diversa. El tono elogioso con los Corin-
tios, que se encuentra en 1,24c; 7,4.11.15; 8,7 está en claro contraste
con la severidad y el pesimismo de 10,2; 11,3-4.20-21; 12,20-21; 13,2-
10. 3) Desde el punto de vista formal, 10,1 demostraría no tener ningún

dad de la carta y, al mismo tiempo, su falta de uniformidad interior. Cf. Idem


pg. 216.
96
―Este capítulo, que repite muchas ideas del anterior, parece haber sido un
escrito independiente, colocado entre la carta precedente (caps. 1-8) y la
carta ―de las lágrimas‖ (caps. 10-13)‖. Cf. Mateos, Juan: Nuevo Testamento,
o.c. pg. 901. ―2Cor está formada por la yuxtaposición de varios escritos de
Pablo. Los capítulos 1-8 forman una carta; el cap. 9 es un billete aparte
sobre la colecta; los caps. 10-13 pertenecen a otra misiva de Pablo. Por orden
cronológico vendría en primer lugar la carta contenida en 10-13, luego la de
1-8, finalmente el billete del cap. 9‖. Cf. Idem pg. 879
97
Esta unidad ha sido hábilmente probada por Philippe Roland en ―La structure
de la Deuxième Epître aux Corinthiens‖ pgs. 76-77 de su artículo en la Revista
Biblica 71 (1990) 73-84.
85

vínculo con cuanto precede y constituír el comienzo de un nuevo escri-


to, mientras que 13,11-13 -como cierre de la carta- iría contra la
constante costumbre epistolar de Pablo de enviar sus saludos nombrando
a quienes conoce -y en Corinto conocía bastantes- (cf. 1Cor 16,19-20;
Rom 16,1-16.21-23; Col 4,10-15; Flm 23-24).

A veces se afirma que las razones hasta ahora aducidas son de inne-
gable peso. Esto es verdad sólo en teoría, es decir en la hipótésis
apriorística de que Pablo deba comportarse según nuestros criterios
subjetivos. En realidad, él está cultural y temperamentalmente bastante
lejano de nuestros esquemas mentales occidentales. Además, en sus car-
tas no encontramos el teólogo que pule en su escritorio su tratado, si-
no el pastor que provee epistolarmente a las necesidades inmediatas de
sus Iglesias, dejándose llevar por la imprevisibilidad de las reaccio-
nes sicológicas propias de la intervención directa en el ejercicio con-
creto de una responsabilidad. Es también apriorístico el postulado de
que la diversidad de estilo entre las dos partes (cc. 1-9 y 10-13) exi-
ja y manifieste necesariamente la existencia de dos cartas diversas. El
fenómeno en sí dice sólo que se trata de dos momentos sicológicos dife-
rentes, justificables por la diversa temática, muy posible de por sí en
una misma carta. El hecho de que la hipótesis sea seductora no lleva
automáticamente a concluir su validez objetiva. Además, es necesario
recordar que todas estas diversas hipótesis se fundan no sobre hechos
históricos objetivos e inexpugnables, sino más bien sobre una recons-
trucción conjetural, efectuada con el fin de probar una tesis98.

Es necesario confesar honestamente nuestra ignorancia sobre la real


situación de la comunidad de Corinto, como está a la base de esta car-
ta. Se sabe únicamente que era compleja y se conocen sólo los contornos
esenciales, lo cual es insuficiente para aclarar todos los problemas
planteados por el texto. Finalmente, y este es un argumento importante,
se debe tener presente que toda esta carta está unitariamente estructu-
rada de acuerdo con el esquema lógico típicamente paulino A B A’, como
ya se vió al estudiar su estructura y contenido.

C) Los destinatarios de las dos Cartas:

Sobre la fundación de la Iglesia de Corinto informan 1 y 2Cor,


Fil 4,14-16 y Hch 18,1-19. Corinto representa la última etapa de ida
del segundo viaje misionero de Pablo. Llegó allí hacia finales del año
50, después de la experiencia apostólica en Atenas, que representa el
fracaso más clamoroso de su vida (Hch 17,32); sólo, sicológicamente
postrado, sin ninguna ayuda económica en una ciudad bastante cara. Una
alusión rápida a las iniciales dificultades económicas se encuentra en
Hch 18,5, que, leído fuera de este marco, aparece más bien oscuro en su
formulación. Estas fueron luego superadas por auxilios providenciales
que le llegaron de parte de los cristianos de Filipos (2Cor 11,8-9; Fil
4,14-16). Sin embargo, entre tanto proveyó a sus necesidades inmediatas
ejerciendo su oficio de ―tejedor de tiendas‖ en casa de la pareja
cristiana Áquila y Priscila, llegada poco antes de Italia luego de la
expulsión de los judíos de Roma ordenada por el emperador Claudio (Hch

98
Philippe Roland afirma en el artículo citado, después de un minucioso estu-
dio de orden literario que los caps. 1-9 constituyen una carta completa enmar-
cada por una bella inclusión (la ―acción de gracias‖ mencionada en 1,11, luego
en 4,15, exactamente en el centro de la obra, y finalmente, 2 veces en 9,11 y
9,12). Los caps. 10-13 no tienen ningún vínculo con esta parte y se pueden
identificar, sin vacilación, como ―la carta escrita en lágrimas‖ de la cual
habla 2 Cor 2,4. Es casi la misma posición que adopta Juan Mateos. Cf. o.c.
pgs. 83-84. El manual ―LOGOS‖ Vol 6, o.c. afirma que ―la teoría que ve en la
2Cor una colección de diversas misivas enviadas por Pablo a Corinto se va
afirmando siempre más. En el último período de su permanencia en Efeso, y lue-
go durante el viaje que lo llevó por última vez a Corinto, el apóstol había
escrito varias veces a los cristianos de aquella ciudad. Un redactor habría
fundido las diversas misivas de tal modo que produjo un escrito aparentemente
unitario...‖ cf. pg. 127.
86

18,2-4). Pablo mismo ofrece en 1Cor 2,1-5 el cuadro autobiográfico de


su llegada y de los inicios apostólicos en Corinto.

Los inicios del kerigma cristiano comienzan, como siempre, a partir


de la sinagoga (Hch 18,4-6). Luego, cuando los hebreos oponen resisten-
cia a su palabra, Pablo se desplaza a la casa de Ticio Justo (Hch 18,
7). El trabajo no falta y permanece en Corinto durante 18 meses (Hch
18,11) sin interferencia ninguna con las autoridades públicas. Sólo
después aconteció el hecho de la acusación contra Pablo por parte de la
sinagoga local delante del procurador Galión (Hch 18,12-17). De todos
modos, aunque si exteriormente las cosas podían ser juzgadas favorables
o al menos serenas, en realidad las dificultades no le faltaron a Pablo
y fueron más bien serias y comprometedoras si fue necesaria una inter-
vención fuerte y sensible por parte de Cristo. Ellas no son expresamen-
te mencionadas en 1 y 2Cor, pero aparecen insinuadas en Hch 18,9-10.
Debió tratarse de dificultades morales, sicológicas, religiosas; difi-
cultades, por tanto, internas a la comunidad más que algo exterior como
persecuciones o contradicciones. Ellas quizá, más que cualquiera otra
cosa, ayudan a conocer el verdadero rostro de la comunidad de Corinto.
No se excluye con esto que haya habido, como de ordinario, ataques por
parte de los judíos y quizá también por parte de enemigos personales de
Pablo; sin embargo, debió tratarse sobre todo de dificultades prove-
nientes de los mismos fieles, de extracción moral decadente, porque
pertenecían a la clase social más humilde y al mundo de los esclavos
(1Cor 1,26-31). Tales cristianos no eran aún capaces de vivir conve-
nientemente el alto ideal cristiano. La 1Cor está plena de estas inca-
pacidades, procedentes de la anterior situación ética de los converti-
dos (1Cor 5,1; 6,1-8; 6,9-11; 6,12-20; 7; 11,17-34).

En cuanto a la ciudad misma de Corinto puede ser considerada entre


todas las ciudades de Grecia la llamada a desempeñar el papel más im-
portante, debido a su privilegiada situación geográfica. Estaba situada
en el extremo meridional del angosto istmo que une el Peloponeso con
las tierras continentales de Grecia. Tenía fácil acceso a dos mares: el
Egeo por el este y el Adriático por el oeste; para esto, poseía dos
puertos: Céncreas al este (Rom 16,1; Hch 18,18) y Lequeo al oeste. Su
historia es muy útil para entender más a fondo en cual ambiente se
encontró Pablo después de su humillante partida de Atenas (Hch 17,15-
18,1). Ya en los tiempos de Platón (s. V-IV a.C.) Corinto era una ciu-
dad refinada, rica y corrompida. Su bienestar provenía del intenso co-
mercio internacional entre Europa y Asia, del cual era el centro gra-
cias a sus dos puertos. Destruída por los romanos en el 146 a.C. perma-
neció en ruinas hasta que en el 44 a.C. fue reconstruida por Julio Cé-
sar y recuperó pronto la importancia comercial de la antigua ciudad.

En tiempos de Pablo, Corinto era una ciudad bulliciosa y con una po-
blación cosmopolita venida de todas partes del Imperio romano. Era un
centro de gobierno y de comercio. Era también un célebre centro depor-
tivo. Allí tenían su sede los juegos ístmicos. Atletas de toda Grecia y
del Imperio afluían a Corinto para competir en estos torneos. En el
marco de un mundo pagano, notoriamente indulgente con los excesos
sexuales, Corinto tenía fama por la corrupción de sus costumbres y por
su libertinaje; llegó a formarse todo un vocabulario para designar la
vida corrompida que se llevaba en Corinto: korinqia,zesqai ―korinthiázes-
thai‖ significaba vivir deshonestamente, korinqi,a ko,rh ―korinthía kórê‖
(joven corintia) era sinónimo de prostituta y korinqia,sthj ―korinthias-
tês‖ equivalía a explotador99. La vida cultural y religiosa era también
floreciente: había escuelas, teatros, literatos y filósofos; existía un
mosaico de cultos debidos a las diversas presencias étnicas. Primaba el
culto a Afrodita. La colonia hebrea tenía allí su sinagoga (Hch 18,4.7-
8.17).

D) Ocasión, lugar y fecha de composición de las cartas:

99
El pasaje de Rom 1,18-32, escrito desde Corinto, da una idea de la impresión
que la ciudad hizo sobre el apóstol. Cf. N.T. de Juan Mateos, pg. 829ss.
87

1) Primera carta: para lograr situar esta carta en la trama de la


vida apostólica de Pablo se deben tener presentes los siguientes he-
chos:

En la primavera o el verano del 52 el Apóstol deja Corinto y en la


primavera del 53 inicia su tercer viaje misionero, durante el cual per-
manece en Efeso desde el otoño del 53 o 54 hasta la primavera del 57
(Hch 19,1-20; 1Cor 16,8-9).

Durante su estadía en Efeso permanece constantemente en relación con


la Iglesia de Corinto. En estos intercambios le llegan noticias negati-
vas acerca de los desórdenes morales existentes en la comunidad y él
responde de inmediato con una carta (1Cor 5,9-13), que no se conservó.

Luego, sin poder precisar exactamente cuándo, llegan otras noticias


tristes traídas por unos mensajeros de Cloe (1Cor 1,11). Se trataría de
los desórdenes que ocupan la primera parte de la actual 1Cor (cc. 1-6).
Pablo manda de inmediato a Timoteo (1Cor 4,17) mientras él inicia la
redacción de 1Cor (1Cor 16,10-11). Una segunda embajada de Corinto le
llega a Pablo con una carta. La traen Estéfanos, Acaico y Fortunato
(1Cor 16,17). Por el tono alegre de 1Cor 16,17-18 parece poderse
concluir que éstos le presentaron a Pablo las inquietudes a las cuales
él responde en la segunda parte de la carta (1Cor 7-15) y que pueden
ser interpretados como el testimonio de la buena voluntad de la
comunidad y no sólo de sus deficiencias. De aquí las dos partes de la
carta:

Primera parte: corrección de los desórdenes (cc. 1-6)


Segunda parte: respuesta a diversos interrogantes (cc. 7-l5).

Esta carta parece, por tanto, que haya sido escrita en la primavera
del año 57 desde Efeso. En efecto, que haya sido escrita en la pri-
mavera se deduce de 1Cor 16,5-9 y quizá también de 1Cor 5,7-8, dado que
el tema pascual -como es probable- haya sido estimulado por la fecha
litúrgica. Además, el año 57 se ha postulado por el hecho de que el
viaje proyectado aparece como inminente (1Cor 16,5-8) y no puede por lo
tanto coincidir con el viaje en la primavera del año siguiente.

2) Segunda carta: es admitido por todos que el período compren-


dido entre la redacción de las dos cartas canónicas a los Corintios es
de los más oscuros en la vida de Pablo, ya que acerca de los aconteci-
mientos ocurridos sólo hay alusiones fugaces e incompletas en la 2Cor.
De todos modos, parece que ellas permitan una satisfactoria reconstruc-
ción esencial de los hechos, suficiente para ofrecer una respuesta a
los interrogantes fundamentales planteados por la exégesis de la 2Cor.
Se ofrece aquí la reconstrucción más aceptada hoy de la secuencia de
los hechos en cuestión.

Es necesario distinguir de inmediato los datos fundamentales del


problema, que se pueden clasificar como ―ciertos‖ y que hoy recogen
siempre más el asentimiento de los exegetas, de los datos secundarios,
aún inmersos en lo puramente hipotético o probable. Los primeros son:
una visita de Pablo a Corinto (cf. 2Cor 12,14; 13,1-2) ubicada entre la
1 y 2Cor, a la cual sigue una carta del Apóstol que no se conservó, o
que debe identificarse con 2Cor 10-13 (cf. 2Cor 2,4.9; 7,7-11); una
ofensa grave contra Pablo directamente o contra un colaborador íntimo,
por parte de un individuo no bien identificado (cf. 2Cor 2,5-10; 7,11-
12); la imposibilidad de identificar esta carta con la 1 Cor y la ofen-
sa con el problema del incestuoso de 1Cor 5. Los datos secundarios de
esta compleja cuestión se refieren a la misión de Tito en Corinto: si
el sea o no el portador de la carta; si la ―ofensa‖ se refiera directa
o indirectamente a la persona de Pablo; finalmente, cuál sea el rostro
preciso de los ―adversarios‖ de los cuáles se trata en la 2Cor.

Esta es una probable sucesión de los acontecimientos:


88

Si bien la 1Cor logró sustancialmente su finalidad, ya que en la


2Cor no se hace ninguna alusión a los graves problemas que la habían
originado, sin embargo, Timoteo, enviado a Corinto para atender perso-
nalmente al éxito del mensaje paulino (1Cor 4,17; 16,10-11), a su re-
greso no pudo traer noticias del todo tranquilizadoras. Parece que el
punto más duro fuese precisamente el primero tratado en la carta (1Cor
1,10-4,21), el de los partidismos.

La intervención directa del Apóstol se hacía necesaria y Pablo


partió para Corinto. Es la famosa ―visita intermedia‖ (2Cor 12,14; 13,
1-2), que fue breve y muy dolorosa (1,23-2,2). La finalidad era repren-
der y corregir los graves desórdenes surgidos (13,2), pero no lo logró
(12,21) e incluso, tal vez causó lo peor, en el caso de que la ofensa
haya sido públicamente dirigida a la persona de Pablo en aquella cir-
cunstancia.

Por tanto, para evitar males mayores regresa a Efeso, modifica sus
propios planes de viaje (1,23-2,1) olvidando -por motivos tácticos- su
propio regreso a Corinto prometido anteriormente (1,15-16) y escribe la
―carta intermedia‖, más conocida como la ―carta escrita con lágrimas‖
(2,4). En efecto, ella le causó profunda tristeza (2,4) y fue bastante
dura (2,9; 10,1.9), hasta el punto de haber sacudido y entristecido de
tal manera a los Corintios (7,7-11) que Pablo se arrepintió de haberla
escrito (7,8). De la carta, el portador es quizás Tito. El tendrá que
entendérselas para que sea acogida favorablemente y retorne la normali-
dad a la Iglesia, con el acuerdo de esperar luego a Pablo en Tróade (2,
12-13).

Entre tanto la sublevación de los plateros en Efeso (Hch 19,23-41)


obliga a Pablo a dejar la ciudad antes de lo previsto (Hch 20,1), por
lo cual, al llegar a Tróade no encuentra a Tito (2Cor 2,12-13) con las
informaciones sobre aquella Iglesia que tanto lo hace sufrir, pero que
él tanto ama (2,3; 6,11-13). Sólo en Macedonia se produce este en-
cuentro y recibe de Tito noticias confortantes (7,5-7). El orden ha si-
do sustancialmente restablecido con el reconocimiento de la legítima
autoridad de Pablo (7,7: ―el interés de ustedes por mí‖) y el sincero
arrepentimiento por las intemperancias cometidas (7,7: ―las lágrimas‖;
7,9: ―de que ese pesar produjera enmienda‖), concretamente testimonia-
dos por el castigo dado al anónimo ―ofensor‖ (2,6). Sin embargo, la
conmoción ha sido violenta y ha dejado consecuencias. Resulta de 2Cor
2,6 (―el correctivo que le ha impuesto la mayoría‖) que la oposición al
apóstol conserva aún algún rescoldo no del todo apagado, el cual cons-
tituye una amenaza permanente para la comunidad, tanto más que se sos-
tiene sobre acusaciones muy fuertes contra Pablo. Por parte de estos
agitadores judeo-cristianos se niega que él sea verdadero apóstol (3,4-
6; 11,13.22ss.). La prueba se tendría en el hecho de que él no tiene el
coraje de usar el derecho concedido por Cristo a los apóstoles de vivir
de su propio ministerio (11,7-15). Pablo es además acusado de ser arro-
gante y autoritario, pero sólo cuando está ausente (1,23-24; 10,1-2.10-
11), de ser un fatuo engreído (3,1-3; 5,12-13; 10,12-16), un exaltado
(11,16-21), un visionario (12,1ss.).

Se impone por lo tanto la necesidad de que el Apóstol empuñe de


nuevo la pluma y, en el acto de congratularse con sus hijos, los sos-
tenga y ayude en su fe, previniendo ulteriores dificultades que podrían
surgir de la situación que ha sido por ahora conjurada. Se tiene así la
2Cor, escrita -según la cronología hasta aquí adoptada- en el otoño del
57 o a principios del 58 en Macedonia (cf. 2Cor 2,13; 7,5; 8,1ss; 9,
2ss) quizás en Filipos.

III. La Doctrina:

En el análisis anterior de ambas Cartas se han destacado los pun-


tos más fundamentales de la enseñanza de san Pablo en ellas. Sin embar-
go, a manera de síntesis, es posible dar una breve visión de la Doctri-
na de ambas obras.
89

A) La primera carta a los Corintios:

Esta carta reviste una importancia absolutamente peculiar entre


las epístolas paulinas. Más y mejor que todas las demás presenta el
cuadro vivo y realista de la situación interna de una de las primitivas
comunidades cristianas, el encuentro de la nueva fe con una de las
capitales del paganismo y la complejidad de los delicados problemas que
surgen entre los neófitos. Luces y sombras, virtudes y vicios, entu-
siasmos y debilidades, problemas de fe y de moral, de liturgia y de
disciplina: todo ello se presenta como en una pantalla cinematográfi-
ca100.

Precisamente por el hecho de que la carta presenta una Iglesia en su


dinamismo vital, con todos los complejos problemas que implican sus
energías y potencialidad, la primera a los Corintios es indudablemente
la carta paulina más rica en temas, en apuntes doctrinales y discipli-
nares.

Sin recordar indicaciones teológicas de menor importancia, que pu-


lulan prácticamente por toda ella, se pueden poner de relieve los si-
guientes capítulos doctrinales: institución de la Eucaristía, como sa-
crificio y sacramento, por parte del Señor (11,23-29; cf. 10,16.22);
resurrección de Cristo, como tipo y modelo de la de los justos con sus
cuerpos glorificados (15,1-58); superioridad del estado de virginidad
sobre el matrimonio (7,25-35); santidad e indisolubilidad de éste, jun-
tamente con la promulgación del privilegio paulino (7,1-17); descrip-
ción de los carismas y sus relaciones con las virtudes teologales, es-
pecialmente con la caridad (cc. 12ss); poder disciplinar de la Iglesia,
ejercido en la excomunión (primer ejemplo) del incestuoso (5,3-4); di-
vinidad del Espíritu Santo y su inhabitación en el alma del justo (2,
10ss; 6,9; 12,4-11); Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, jerárquicamente
organizada (6,15-20; 12,27-30, etc.)

Todos estos temas tan variados están unidos por un mismo Espíritu
que animó y guió al Apóstol en la composición de su escrito. En pala-
bras de J. Huby: ―Jesucristo es la luz que esclarece las diversas
exposiciones, el centro en el que hay que hacer que todas converjan.
San Pablo no enseña cosa alguna sin referirse a El. Condena todo espí-
ritu de división en la comunidad, porque Cristo es uno. La sabiduría de
Dios, que él opone a la sabiduría del mundo, está encarnada en Cristo,
manifestada en su Cruz. En el cuadro que traza del ministerio apostóli-
co presenta a los Apóstoles como cooperadores de Dios y servidores de
Cristo. La pureza moral que exige de los fieles es motivada por su con-
dición de miembros de Cristo... Amor de Jesucristo y unión de todos los
fieles en Él, mediante la caridad, serán los últimos saludos del Após-
tol (16,21-24), porque a lo largo de toda esta carta esos pensamientos
y esos deseos han llenado su corazón‖101. Además, en esta carta, Pablo
presenta la acción salvífica de Dios en clave Trinitaria, mostrando có-
mo en la muerte de Cristo en la Cruz se reveló plenamente el poder mi-
sericordioso de Dios, que continúa obrando mediante el Espíritu Santo
para la salvación de toda la humanidad.

Se advierte también en toda la carta un admirable espíritu de adap-


tación a las situaciones concretas. La adaptación de la nueva fe a los
neófitos de Corinto se pone especialmente de manifiesto en la insisten-
cia sobre la locura de la Cruz, en comparación con la sabiduría heléni-

100
―La primera carta a los Corintios es un escrito eminentemente práctico, en
el cual Pablo afronta una serie de problemas que se refieren a la vida de la
comunidad. El método que adopta es típicamente teológico, en cuando que proce-
de según un esquema ―triangular‖, que prevé el análisis de la situación, la
confrontación con los datos esenciales de la fe, y finalmente, las soluciones
prácticas que de allí se derivan. En la carta se encuentran, por esto, numero-
sos desarrollos doctrinales que manifiestan, si bien no de modo sistemático,
el pensamiento del apóstol‖. Cf. AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6,
o.c. pg. 119.
101
Premiére Epître aux Corinthiens, Paris 1946, 23.
90

ca, y sobre la unicidad del verdadero Maestro, Jesucristo, con un solo


mensaje de salvación, en comparación con las ridículas jactancias que
habían surgido entre los discípulos por la diversidad de dotes humanas
de los maestros.

Forzado por las situaciones concretas de la comunidad, el Apóstol


tiene que insistir en la vida cristiana presente, como salvación ya
iniciada, en la unión con Cristo; sin embargo, no reniega de las pers-
pectivas escatológicas, las cuales están presentes, sobre todo, en la
grandiosa profundidad del c. 15. ―Lo que hubiera podido quedar en un
simple caso de conciencia o en unas instrucciones litúrgicas, da pie al
genio de Pablo para exponer puntos de vista profundos sobre la verdade-
ra libertad de la vida cristiana, la santificación del cuerpo, la pri-
macía de la caridad y la unión con Cristo‖102.

En conclusión, se puede decir que la Primera Carta a los Corintios


puede ser, tal vez, la más actual de todas las cartas de Pablo. Sin du-
da, las soluciones propuestas están marcadas a veces por unas condicio-
nes culturales diferentes a las nuestras (cf. 11,2-16); pero la situa-
ción a la cual el Apóstol está enfrentado es la nuestra y los prin-
cipios que rigen sus respuestas no han perdido nada de su valor. Recor-
dando, además, que la idea clave de toda la carta es el AMOR, que parte
de Dios, se manifiesta en la muerte de Cristo en la Cruz y en el don
del Espíritu. Este amor representa la verdadera fuente y la única razón
de ser de la Iglesia; haciendo que las relaciones entre los creyentes y
con todos sean totalmente nuevas. Construída sobre el amor, la Iglesia
es signo de esperanza para la humanidad, a la cual le anuncia la llega-
da de un mundo nuevo.

B) La segunda carta a los Corintios:

El contenido doctrinal de esta carta, aun cuando no es tan rico


como en otras, ofrece, sin embargo, no pocos e importantes elementos de
doctrina revelada103.

1) Doctrina Trinitaria. No solamente se encuentran sobre ella


alusiones (1,21-22; 3,3) sino también una de las fórmulas más exactas,
de la que se deducen incluso las relaciones de cada Persona divina con
los redimidos (13,13). De manera especial se habla del Espíritu Santo y
de su misión de santificación, de inhabitación y de iluminación inte-
rior de las almas (1,22; 5,5; 13,13; todo el c. 3); a Él se atribuye el
que los cristianos sean ―transformados con resplandor creciente (de
gloria en gloria)‖ (3,18). Según algunos el discutidísimo versículo 3,
17 hablaría de las relaciones del Espíritu Santo con Cristo104.

2) Cristología y Soteriología. Sobra decir que Cristo ocupa tam-


bién aquí el centro del pensamiento paulino. Aun cuando el Apóstol no
ignora al Cristo histórico, es decir, al Verbo encarnado en su vida hu-
milde y en su muerte (4,10-11; 5,14-21; 8,9; 10,1), sin embargo, consi-
dera sobre todo al Cristo que ha venido a ser Espíritu vivificante, al
cual se siente encadenado. Por eso no quiere conocerle ya según la car-
ne (5,16), sino según el Espíritu. Cristo es esencialmente Redentor y
Reconciliador por misión divina (5,18). Los cristianos forman ya con El
una unidad mística, de suerte que se puede decir que realmente con El
todos han muerto y por El todos deben también vivir (5,15).

3) Antiguo y Nuevo Testamento. En torno a la figura de Cristo se


perfila la armonía y, al mismo tiempo, el contraste entre los dos Tes-
tamentos. Cristo es el sí de todas las promesas del Antiguo Testamento

102
Cf. Biblia de Jerusalén pg. 1503.
103
―La segunda carta a los Corintios no es solo una apasionada apología que
Pablo hace de sí mismo y de su ministerio en contra de sus adversarios, sino
también una amplia reflexión acerca del ministerio eclesial del cual destaca
las características específicas en el plan de Dios y en la vida de la comuni-
dad‖ cf. AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6, o.c. pgs. 130-131.
104
Cf. Notas de la Biblia de Jerusalén y de la TOB.
91

(1,20), en el sentido de que todas se cumplen en El. El Antiguo Testa-


mento adquiere, por tanto, todo su significado en el Nuevo, que no es
ya el Testamento de la letra sino del Espíritu (3,6). La gloria del An-
tiguo Testamento ni siquiera puede llamarse gloria en comparación con
la del Nuevo: ―pues si lo pasajero tuvo su momento de gloria, cuánta
mayor no será la gloria de lo permanente‖ (3,11). Es necesario ver
siempre este carácter fundamental preparatorio y dispositivo del Anti-
guo Testamento con respecto al Nuevo; de otra manera, seríamos como los
hebreos que tienen como un velo sobre sus ojos cuando lo leen (3,14ss).

4) Escatología. También es importante la doctrina escatológica


desarrollada aquí por Pablo. A diferencia de las otras cartas (1Cor 15;
las dos cartas a los Tesalonicenses), considera aquí preferentemente la
suerte de cada una de las personas ante el tribunal de Cristo, después
de su muerte, ya antes de la Parusía última del Señor (5,1-10; cf. es-
pecialmente 5,8-10). Pero hay también notables referencias a la escato-
logía colectiva (5,17, etc.)

5) Teología pastoral. En el campo de la teología pastoral y as-


cética se puede definir esta carta como un verdadero tratado sobre el
ministerio apostólico y sobre la práctica de la más absoluta confianza
en Dios pese a la propia flaqueza. La doctrina de la paradoja de la
Cruz, misterio de debilidad y de fuerza arrolladora, penetra toda la
carta desde el principio al fin (1,3-11; 2,14ss; 4,7-15; 6,3-10; 11,30-
33; 12,7-12; 13,3-4). Precisamente por eso se encuentran en ella más
alusiones que en otras a la oración, ya sea de acción de gracias o de
intercesión, como instrumento indispensable de fortaleza y de consoli-
dación en el amor (1,3-11; 2,14; 8,16; 9,15; 12,7ss; 13,7ss; etc.).

Difícilmente se podría expresar de manera más incisiva y sintética


la impotencia de la naturaleza humana para conseguir la salvación pro-
pia o de los demás y la omnipotencia de la gracia que en aquellas fra-
ses: ―la fuerza se realiza en la debilidad... pues cuando soy débil,
entonces soy fuerte‖ (12,9.10). De estos presupuestos ascético-místicos
surge la clásica e insuperable experiencia contemplativa del Apóstol,
arrebatado hasta el tercer cielo (12,1-10).

Hablando del ministerio apostólico destaca estas características: El


apóstol debe ante todo comportarse con la santidad y la coherencia o
sinceridad que vienen de Dios (1,12); no debe dominar sobre la fe de
los cristianos; sino ser más bien colaborador de su alegría (1,24). Es
el perfume de Cristo, que difunde el conocimiento de Dios por todo el
mundo (2,14-15); habla a nombre de Cristo con sinceridad, sin negociar
con la Palabra de Dios (2,17). El verdadero apóstol no se predica a sí
mismo, sino al Señor Jesucristo, por amor al cual se pone completamente
al servicio de la comunidad (4,5). Es ministro de la Nueva Alianza, de
la cual recibe una gloria inmensamente superior a la de Moisés, media-
dor de la antigua Alianza (3,1-11). Como el amigo del esposo, debe lle-
var a Cristo la Iglesia, su esposa, manteniéndola pura y casta (11,2).

Además, los cc. 8-9 contienen un tratado completo sobre la limosna:


se describen sus cualidades, sus objetivos, el espíritu que la debe
animar e incluso su recta administración. Todo se debe hacer a ejemplo
de Cristo, quien ―siendo rico, se hizo pobre por ustedes para enrique-
cerlos con su pobreza‖ (8,9).

Finalmente, a nuestra época que ama los informes y los datos biográ-
ficos, esta segunda carta a los Corintios le ofrece numerosos detalles
sobre la vida del Apóstol. Esta carta puede interesar al sicólogo, aún
al sicoanalista, al exegeta, al teólogo, al historiador o simplemente
al lector, que pueden descubrir al vivo a un hombre, a un pastor, a un
apóstol enfrentado con problemas nuevos y difíciles, pues en este pe-
ríodo de los inicios de la Iglesia, todo está en búsqueda, ya que todo
debe encontrarse. Sobre esto, 2Cor puede proporcionar indicaciones y
esbozos de soluciones a las iglesias que, en un medio cambiante, buscan
nuevas formas de fidelidad.
92

LA CARTA A LOS GALATAS

La carta a los Gálatas es quizá la más ―paulina‖ de todas las cartas


del Apóstol, ya que manifiesta al vivo no solo sus ideas y sus senti-
mientos, sino también el modo drástico e impulsivo con el que a veces
afrontaba situaciones y problemas. En ella expresa, casi en bruto,
aquellas intuiciones y aquellos conceptos que elaborará, de manera más
serena y sistemática, en la carta a los Romanos. Desde el punto de vis-
ta histórico la carta es importante porque contiene numerosos datos de
primera mano con respecto a la biografía paulina y al cristianismo pri-
mitivo.

Esta carta de san Pablo a los Gálatas podría titularse: ―Manifiesto


acerca de la libertad cristiana‖. El Apóstol, para quien con más agude-
za y urgencia se había planteado el problema de las relaciones entre
judaísmo y cristianismo, había defendido ya varias veces con coraje, de
palabra y de obra (cf. Hch 15), la libertad con relación a la ley como
el más característico don de Cristo a los creyentes en su nombre (Gal
2,4; 5,1). Ahora lo hace por escrito.

En la carta se ponen de relieve varios aspectos de la libertad cris-


tiana, con especial acento sobre la libertad con respecto a la ley mo-
saica; pero se trata siempre, en definitiva, de la libertad interior en
conexión con del don del Espíritu, de la cual dependen todas las demás
y sin la cual todas las otras libertades se convierten rápidamente en
formas de esclavitud.

I. El Autor:

El origen paulino de la carta es comúnmente reconocido. En efecto,


ha sido atestiguado unánimemente por la tradición y es confirmado por
el examen de la carta.

Entre los escritores de los primeros siglos se encuentran numerosas


alusiones a esta obra (San Ignacio de Antioquía, San Policarpo de Es-
mirna, San Justino), que es explícitamente atribuída a Pablo por el Ca-
non Muratoriano, por san Ireneo y por Tertuliano. Marción, a mediados
del s. II, considerando la carta como el manifiesto de la libertad
cristiana con respecto al judaísmo, la colocaba a la cabeza de su limi-
tada colección.

Hasta el siglo XIX no hubo contestaciones ni discusiones acerca de


la autenticidad paulina de la epístola. La tesis contraria a su origen
paulino, defendida por B. Baur, fue ya abandonada y se ha vuelto a la
unanimidad sobre su pertenencia a Pablo105.

Ya en el examen mismo de la carta, se descubre que en la doctrina y


en el estilo es visible la impronta paulina; son desarrollados temas
tocados en otras partes (abrogación de la ley, eficacia de la fe y del
bautismo, libertad del cristiano) y son tratados con aquella vivacidad
y fuerza que, en Pablo, se advierte cuando es necesario defender los
principios fundamentales del Evangelio.

Las aparentes contradicciones entre los datos de la carta y los He-


chos de los Apóstoles se disuelven sin dificultad a través de un examen
desapasionado de textos (cf. Gal 2,1-10 y Hch 15)106.

II. La Obra:

105
―Su autenticidad no ha sido puesta en duda ni siquiera por la escuela de
Tubinga: alguna voz en contra no ha tenido ningún eco‖ cf. AA.VV. LOGOS, Corso
di Studi Biblici, Vol 6, o.c. pg. 157.
106
―Armonizar los datos de Lucas con los de Pablo es prácticamente imposible‖
Juan Mateos, N.T. o.c. pg. 919.
93

A) Estructura y análisis:

La carta no tiene un plan con una construcción lógica en el sen-


tido en que nosotros hoy lo entendemos. En esto se origina la variedad
de los planes o estructuras propuestas. Pero la mayoría de quienes los
proponen están de acuerto sobre las pequeñas unidades que la componen.
Más que un plan o una estructura, se debe buscar el movimiento, los im-
pulsos del pensamiento del apóstol que lucha con toda su persona, por
que detrás de él es el Evangelio el que está en causa.

En este escrito se pueden distinguir: el prólogo (1,1-10), el cuerpo


de la carta (1,11-6,10), con tres partes principales (A = histórico-
apologética: 1,11-2,21. B = doctrinal: 3,1-4,31. C = parenética: 5,1-
6,10) y el epílogo (6,11—18).

El prólogo (1,1-10) comprende un saludo (1,1-5) y un exordio (1,6-


10). En el saludo, san Pablo reivindica su autoridad apostólica decla-
rando solemnemente haber sido elegido para el apostolado no por parte
de los hombres, ni por medio de un hombre, sino por Jesucristo y, en
definitiva por Dios Padre, que resucitó al Hijo de la muerte (v. 1); y
junto con todos sus colaboradores augura a los fieles de Galacia (v. 2)
la gracia y la paz, de las cuales son fuente el Padre y el Señor Jesu-
cristo (v. 3); es decir, formula votos de que sus lectores sean pro-
gresivamente beneficiados por la plenitud de los dones mesiánicos, que
son la expresión de la gratuita benevolencia de Dios (gracia) y son
capaces de asegurar al hombre un completo y perfecto bienestar (paz);
luego precisa que Jesús murió para liberarnos del peso de nuestros
pecados y para sustraernos de la perversidad del mundo presente; es
decir, para introducirnos en el mundo futuro, en el reino del Espiritu,
de la gracia, de la caridad, de la vida (paso de la etapa síquica a la
etapa neumática de la humanidad) (v. 4). Esto lo realizó Cristo para
dar cumplimiento a la voluntad, al plan salvífico de Dios nuestro Pa-
dre, que por esto debe ser honrado y glorificado por los siglos (v. 5).
En el saludo son anunciados los temas desarrollados en el cuerpo de la
carta: 1,1: defensa del apostolado de Pablo = parte histórico-apolo-
gética (1,11-2,21). 1,4a: la liberación de la esclavitud del mundo pre-
sente por obra de Cristo = desarrollo doctrinal (cc. 3-4). 1,4b: li-
beración de la perversidad = parte parenética (cc. 5-6)

En el exordio (1,6-10), el Apóstol, entristecido por la inconstancia


de los cristianos de Galacia, omite el usual acto de acción de gracias
y pasa de inmediato al tema censurando a los Gálatas y condenando los
falsos doctores que intentan desvirtuar el Evangelio predicado por él.

vv. 6-7: San Pablo expresa su sorpresa por la rapidez y la ligereza


con la cual los Gálatas se van alejando de Dios y se están pasando a
otro evangelio (v. 6). Dicho esto, el Apóstol casi que se corrige y se
apresura a declarar que no hay dos Evangelios, que no puede existir una
doctrina de salvación distinta de la que les fue predicada (cf. Hch
4,11-12); por eso concluye que todo se reduce a un intento de desvir-
tuar el único Evangelio de Cristo por parte de un grupo de individuos,
que quieren desbarajustar las comunidades cristianas de Galacia (v. 7).

vv. 8-10: Pablo toma clara posición contra los deformadores de su


Evangelio y declara abiertamente que su propio modo de actuar está ins-
pirado en el único deseo de complacer a Cristo. Luego, para más clari-
dad y eficacia les propone una hipótesis: si él mismo o un ángel bajado
del cielo, llegasen a predicar un Evangelio contrastante con el que ya
han recibido, merecerían ser castigados con el anatema, es decir,
excluidos del favor de Dios y abandonados a su ruina. Rechaza luego la
acusación de oportunismo que tal vez le han lanzado sus adversarios: no
le interesa dar gusto a los hombres pues así no podría ser un servidor
leal de Cristo (v. 10).

PRIMERA PARTE: Histórico-Apologética (1,11-2,21)


94

Origen divino del Evangelio de Pablo que subraya la independencia de


la justicia con respecto a la Ley. El Apóstol pone de relieve que el
origen divino de su Evangelio: a) está comprobado por su conducta antes
y después de la conversión (1,11-24); b) fue confirmado en el Concilio
de Jerusalén (2,1-10); c) fue clarificado por la controversia en Antio-
quía (2,11-21).

A) El origen divino del Evangelio de Pablo está comprobado por su


conducta antes y después de la conversión (1,11-24).

- 1,11-12: Pablo excluye el origen humano y afirma el origen di-


vino de su mensaje: no le fue transmitido por hombres, sino a través de
una revelación. Con esto entiende una serie de comunicaciones divinas
que tuvieron comienzo con la visión de Damasco y que tuvieron como fin
manifestarle el designio (plan) de Dios que preveía la salvación de to-
dos los seres humanos indistintamente a través de la adhesión, mediante
la fe, a Cristo Jesús, prescindiendo de la ley; y, al mismo tiempo, in-
formarlo sobre el papel que él habría debido desempeñar en la actuación
del plan divino.

- 1,13-24: Las pruebas del origen divino del Evangelio y del Apos-
tolado de Pablo. Primero habla de su comportamiento antes de la
conversión que se resume en la hostilidad más absoluta contra la Igle-
sia de Dios y en un apasionado celo por el judaísmo, del cual seguía
las tradiciones con un ardor superior al de sus coetáneos (vv. 13-14).
Luego alude a su conversión como el efecto de una intervención directa
de Dios, que después de haberlo elegido y destinado ya antes de nacer
para una misión especial quiso revelarle a su Hijo dándole de Él un ín-
timo conocimiento, para que lo anunciase a los pueblos paganos (vv. 15-
16a). Por último, menciona los acontecimientos posteriores a la conver-
sión: inmediatamente, sin consultar a nadie y sin preocuparse de tomar
contacto con sus predecesores en el apostolado, se retiró a Arabia (sur
de Damasco) de donde regresó de nuevo a Damasco para atender a la pre-
dicación; después de tres años tuvo un encuentro con Pedro en Jerusa-
lén, donde vió también a Santiago; después de este breve paréntesis fue
a las regiones de Siria y de Cilicia pero sin establecer vínculos con
las comunidades de Judea donde era conocido sólo por la fama de su cam-
bio repentino, que ofrecía a los fieles motivo para glorificar a Dios
(vv. 16b-24).

La conducta mantenida por Pablo antes y después de la conversión


prueba la tesis que quería demostrar: de estos hechos resulta que él es
un auténtico apóstol y que su Evangelio no tiene origen humano, sino
divino: proviene directamente de Cristo que se le apareció en la gloria
de la resurrección.

B) La autenticidad del Evangelio y del apostolado de Pablo fueron


confirmados en el Concilio de Jerusalén (2,1-10).

- 2,1-2: El viaje a Jerusalén. Pablo, llegado a Jerusalén con


ocasión del Concilio, del cual se habla en Hch 15, se apresura a con-
frontar su Evangelio con la enseñanza de los ―notables‖ de la comuni-
dad.

- 2,3-10: La aprobación de la doctrina y de la actividad de Pablo


por parte de los notables de Jerusalén. Pablo pone de relieve el con-
senso con respecto a su doctrina (vv. 3-6) y a su acción apostólica
(vv. 7-10). En el campo doctrinal hace notar que ninguno obligó a Tito,
su compañero, a hacerse circuncidar; esta decisión fue tomada para de-
fender el principio de la libertad cristiana y en definitiva de la ver-
dad del Evangelio que era amenazada por falsos hermanos. Esto se hizo
con la aprobación de los notables quienes no encontraron nada qué modi-
ficar en su enseñanza. Pablo se bate por la defensa de la libertad que
los creyentes poseen en Cristo y, en definitiva, de la verdad del Evan-
gelio; y sus posiciones son aprobadas por la Asamblea. Como conclusión
95

se hizo una especie de convención acerca del campo específico de acción


apostólica y la colecta en favor de los pobres de Jerusalén.

C) La autenticidad del Evangelio y del apostolado de Pablo fueron


puestos en evidencia por la controversia en Antioquía (2,11-21).

- 2,11-14: El episodio en Antioquía. Se alude al comportamiento


de Pedro, a sus consecuencias y a la reacción de Pablo. Pedro había
asumido con respecto a los cristianos convertidos del paganismo una ac-
titud que Pablo juzgó equívoca y peligrosa107, tanto que decidió tomar
abiertamente posición contra él (v. 11). Las consecuencias del gesto de
Pedro que se precisa en los vv. 11-14 fueron serias: los demás judíos
de Antioquía convertidos al cristianismo, imitaron a Pedro. A juicio de
Pablo, el comportamiento de Pedro podía por lo menos confundir las
ideas de los fieles venidos del paganismo: ellos podían creer que el
mosaísmo debía ser integrado al cristianismo. El Apóstol creyó necesa-
ria una decidida intervención para clarificar las ideas y las posicio-
nes.

- 2,15-21: El discurso de Antioquía, compendio del Evangelio de


Pablo. Pablo refiere en síntesis los argumentos adoptados y propuestos
en aquella circunstancia para demostrar que la fe y no la ley es fuente
de justicia (rehabilitación) y de vida. En favor de su tesis, propone
cinco argumentos:

a) vv. 15-16a. Pablo observa que los apóstoles y los otros judíos
convertidos, aceptando el Evangelio, habían abiertamente reconocido y
públicamente proclamado que la justicia no viene de las obras de la
Ley, sino de la fe en Cristo Jesús; habían admitido que el paso del es-
tado de esclavitud, con relación al pecado, a un estado de justicia no
puede ser fruto de un esfuerzo puramente natural y humano, sino que es
efecto de la fe, don total del hombre a Cristo, realizado bajo el in-
flujo divino (cf. Ef 2,8ss): de aquí se sigue que volverle a dar im-
portancia a las prescripciones de la ley es carecer de coherencia.

b) v. 16b. La impotencia de la ley en orden a la justificación es


señalada por la misma Escritura; el Salmo 143 pone de relieve que nadie
puede hacerse justo delante de Dios por sus obras; es decir, prescin-
diendo, como resulta del contexto (Sal 143,1), de una intervención en
su favor por parte de la justicia salvífica de Dios.

c) v. 17. Si se admite, prosigue Pablo, que sea un delito abando-


nar la Ley mosaica para adherir a Cristo con miras a obtener la justi-
ficación, se cae en el absurdo, ya que se afirma implícitamente que el
Señor Jesús está al servicio del pecado, lo cual es inadmisible.

d) vv. 18-20. Casi tomando la ofensiva, Pablo declara ahora que


aquellos que después de haberse desvinculado del régimen legal, vuelven
a someterse a él, van contra la misma ley (v. 18); y en efecto, preci-
samente siguiendo la ley que orientaba a la humanidad hacia Cristo,
como su cumplimiento (cf. 3,19-24; Rom 10,4), el hombre se sustrajo a
la ley y creyó en Cristo Jesús, a fin de poder vivir una vida conforme
a los deseos de Dios (v. 19).

Todo esto está conectado con el bautismo, que asocia al hombre –li-
berándolo de toda esclavitud (cf. Rom 7,1-4)- a la muerte de Cristo
(cf. Rom 6,3-11), que se vuelve casi que el sujeto de la actividad del
cristiano (v. 20ab), cuyo actuar debe ser de ahora en adelante guiado
por la fe en el Hijo de Dios, que bajo el impulso del amor se entregó a
la muerte de Cruz (v. 20c; cf. 2Cor 5,14-15).

e) v. 21. Atribuir un poder de justificación a la ley es declarar


inútil la muerte de Cristo; es desvalorizar su obra redentora, expre-
sión suma de la benevolencia de Dios.

107
Actitud de ―simulación‖.
96

SEGUNDA PARTE: Doctrinal (3,1-4,31)

El acuerdo entre el Evangelio de Pablo y la revelación veterotesta-


mentaria acerca de la justificación por medio de la fe, prescindiendo
de la ley.

Punto de referencia es la experiencia de Abraham, que recibe la pro-


mesa en conexión con una fe, que es modelo de la cristiana: en la pers-
pectiva de Pablo, la descendencia del patriarca, heredera de los bienes
prometidos está formada por todos aquellos -judíos o paganos- que tie-
nen en común con él no la sangre, sino la fe.

Esta parte comprende dos secciones principales en las cuales, con


variedad de argumentos, se muestra que la fe y no la ley asegura el
goce de la promesa (3,1-14); y se ilustran las relaciones entre prome-
sa, ley y fe (3,15-4,31).

A) La participación en los bienes prometidos al patriarca Abraham,


compendiados en el don del Espíritu, está ligada a la fe y no a las
obras (3,1-14).

Esto resulta del doble testimonio de la experiencia y de la Es-


critura. Con base en el testimonio de la experiencia (3,1-5), los Gála-
tas han recibido el don del Espíritu, gracias a la fe y no a la prácti-
ca de la ley. Con base en el testimonio de la Escritura (3,6-14), la fe
aparece como fuente de justificación para Abraham y para su descenden-
cia espiritual: los cristianos (vv. 6-9); mientras, en cambio, la ley
es ineficaz en orden a la justificación y atrae sobre sus seguidores la
maldición (vv. 10-12), de la cual los hombres son liberados por Cristo
Jesús, gracias a su don del Espíritu, compendio de las bendiciones
dadas a Abraham (vv. 13-14).

B) Relaciones entre la promesa, testamento divino realizado en el


Evangelio, y la ley promulgada en el Sinaí, pedagogo de los Hebreos
hasta Cristo (3,15-4,31).

En esta segunda sección de la parte doctrinal, el Apóstol ilustra


ulteriormente el acuerdo entre su doctrina sobre la justificación y la
revelación antigua, mostrando que el plan divino de la salvación se en-
clava sobre la promesa, que es anterior y superior en todo aspecto a la
ley, prevé la justificación a través de un gesto de gratuita benevo-
lencia por parte de Dios en conexión sólo con la fe, y tiene su cumpli-
miento en la economía evangélica. Pablo documenta esta doctrina con
seis anotaciones:

- 3,15-18: La ley no puede modificar la promesa, que es un tes-


tamento divino, ni condicionar el goce de los bienes prometidos. La
idea que preside los desarrollos que siguen es la siguiente: habiéndose
Dios comprometido con una promesa solemne (pacto con Abraham) –parango-
nable con un solemne testamento- a conferir gratuitamente la justicia,
no es admisible que, introduciendo más tarde la ley (pacto sinaítico),
haya pretendido modificar su primitivo designio y condicionar la justi-
ficación (el paso del pecado a la justicia) a la realización de las
obras prescritas por la ley.

- 3,19-24: Las características y la función de la ley en relación


con la promesa, economía de salvación, realizada en el Evangelio.
Excluido el poder salvífico del régimen mosaico, el Apóstol especifica
su función en el plan de Dios, poniendo de relieve que la ley preparó
la vía para la realización, en el Evangelio, de la promesa, tanto con-
tribuyendo a provocar y a multiplicar por su imperfección las transgre-
siones (3,19-22), como sirviendo de carcelero y de pedagogo a los He-
breos (3,23-24).

- 3,25-29: Cristo, término de la ley, reúne indistintamente a todos


los creyentes en la filiación divina y en la herencia. Inaugurada la
97

era de la fe, los seres humanos no están ya en la condición de minoría


de edad, que comportaba la tutela y el control del pedagogo e impedía
el acceso a los bienes prometidos (v. 25); y de hecho, mediante la fe
que desemboca en el bautismo, fueron asimilados en su ser a Cristo,
hombre perfecto e Hijo de Dios, y por lo tanto han alcanzado la ma-
yoría de edad y se han vuelto hijos de Dios (vv. 26-27)108. Temas domi-
nantes de este párrafo son la fe y el bautismo.

De cuanto se ha dicho acerca de la fe y el bautismo se derivan dos


consecuencias: la común asimilación a Cristo ha eliminado entre los
creyentes toda distinción y división; los ha unido en una sola familia
(v. 28) y los ha constituido descendientes y herederos de Abraham (v.
29).

- 4,1-11: La condición de los hombres en relación con la herencia,


objeto de la promesa, antes y después de Cristo. Todos los seres huma-
nos indistintamente, hebreos y paganos, antes de Cristo y prescindiendo
de El, no tienen acceso a la herencia y están en la condición de meno-
res de edad y de esclavos, al servicio, como a tutores y administrado-
res, de los elementos del mundo: son regidos y guiados por institucio-
nes bajo todo aspecto imperfectas y desprovistas de todo poder salvífi-
co: vv. 1-3. Pero llegada la plenitud de los tiempos es decir, llegado
a término el período de preparación para la era mesiánica, Dios mandó a
su Hijo al mundo, el cual haciéndose solidario con toda la humanidad al
asumir la naturaleza humana, naciendo de una mujer y en particular con
el pueblo de Israel, sometiéndose a la ley (v. 4), liberó a los Hebreos
de la esclavitud del régimen mosaico y confirió a todos los creyentes
la filiación adoptiva (v. 5), que es don gratuito de Dios: asimila el
hombre a Cristo (cf. 3,27) y es causada y garantizada por la presencia
activa, en nuestros corazones, del Espíritu Santo (v. 6) prenda de la
herencia, es decir de la posesión de los bienes escatológicos: vv. 4-7.

En los vv. 8-11 san Pablo aplica al caso particular de los Gálatas
los precedentes desarrollos y establece una oposición entre su pasado,
en el cual vivían en la ignorancia teórica y práctica de Dios (v. 8) y
su presente, en el cual están unidos a El por un conocimiento que es
amor; los amonesta que caerán en el antiguo estado de esclavitud, si se
someten a las prescripciones legales (vv. 9-10); y concluye que, si
atienden a los falsos doctores hacen vanas todas sus fatigas (v. 11)109.

- 4,12-20: Paterna exhortación a custodiar celosamente la libertad


conquistada en Cristo. Después de haber invitado a sus lectores a
seguirlo en el repudio a la ley (v. 12), recuerda conmovido que con
ocasión de la primera evangelización de Galacia fue tratado por los
neófitos con sumo respeto no obstante estar padeciendo una enfermedad
que podía hacerlo repugnante (vv. 13-14); alude a la actitud cambiada
con respecto a él debido a la acción demoledora y perturbadora de los
falsos hermanos (vv. 15-18); pone de relieve los sufrimientos que aún
afronta con tal de hacerlos siempre más conformes a Cristo Jesús (vv.
19-20).

- 4,21-31: El simbolismo de Agar y de Sara. El Apóstol concluye su


demostración que tiende a probar la armonía entre su doctrina y la
revelación veterotestamentaria, poniendo de presente que la Escritura
había preanunciado claramente la instauración de una nueva y más per-
fecta economía, destinada a sustituír la antigua y capaz de asegurarle
a los hombres una verdadera libertad y la posesión de la herencia. Co-

108
Los vv. 26-27 deben leerse a la luz de Gal 4,5ss y Rom 8,14ss, donde la
filiación es relacionada con el don del Espíritu, como también de Rom 13,14
donde, con la exhortación a revestirse de Cristo, se pone de presente que la
configuración con el Señor Jesús a nivel del ser en el bautismo, comporta la
capacidad y la exigencia de configurarse con El en el actuar.
109
De paganos, los gálatas habían estado sometidos a supersticiones que les
impedían ser libres (esclavos). Querer someterse a las obligaciones de la
religión judía, respetando los preceptos y observancias, es un modo de volver
a la esclavitud pasada. Cf. Juan Mateos, N.T. o.c. pg. 927.
98

mienza exhortando a los lectores a indagar el significado íntimo de la


Escritura (vv. 21-22); llama luego la atención sobre el hecho de que
Abraham, según lo afirma el Génesis (cc. 16-17), tuvo dos hijos, uno de
los cuales, Ismael, nació de una mujer esclava, Agar, según las leyes
de la naturaleza; el otro, Isaac, en virtud de una intervención mila-
grosa de Dios, de Sara, la mujer libre (v. 23).

Pasa luego a explicar el simbolismo de las madres (vv. 24-27). El


episodio, en apariencia de interés marginal, tiene un sentido profundo,
típico (v. 24a). Las dos mujeres prefiguran las dos alianzas: la prime-
ra, Agar simboliza la alianza antigua, que es un régimen de esclavitud
(v. 24b), fue promulgada sobre el Sinaí, monte de Arabia, patria de sus
descendientes (este hecho insinúa que existe una relación entre la mu-
jer y el pacto sinaítico); y actualmente está en vigor en la Jerusalén
terrena, centro del judaísmo. La segunda, Sara, es figura de la Jerusa-
lén celestial, es decir de la Iglesia, libre y madre de los cristianos
que, según la profecía de Isaías, serán siempre más numerosos (vv. 25-
27)110.

Por último viene el simbolismo de los hijos (vv. 28-31): los cris-
tianos, prefigurados por Isaac, son la progenie espiritual y genuina de
Abraham, con quien tienen en común la fe (v. 28); y advierte que los
judíos, descendencia natural del patriarca, son simbolizados por Is-
mael, de quien imitan el comportamiento porque persiguen a los creyen-
tes, como el hijo de Agar hostigaba a Isaac (v. 29) y cuya suerte si-
guen, porque como él son excluidos de la herencia (v. 30), reservada a
los nacidos según el Espíritu, miembros de la sociedad cristiana, pre-
figurada por Sara (v. 31).

TERCERA PARTE: Moral-Parenética (5,1-6,10)

El Evangelio de Pablo, que exalta la libertad cristiana subrayando


la insuficiencia salvífica de la ley, es regla y principio de vida mo-
ral: la doctrina predicada por Pablo armoniza la libertad y las exi-
gencias de la ley.

A) Defensa de la libertad (5,1-12).

- 5,1-6: Necesidad de una separación decidida de la ley y de una


adhesión sincera a Cristo con la fe y la caridad. El Apóstol, después
de haber exhortado a los lectores a custodiar celosamente el don de la
libertad (v. 1), subraya la necesidad de repudiar la circuncisión po-
niendo de presente las desastrozas consecuencias de una revaloración
práctica del régimen mosaico: pérdida de los bienes espirituales que
recibieron por el Evangelio (v. 2); cargas insoportables es decir,
obligación a una observancia integral de la ley mosaica (v. 3); radical
y definitiva separación de Cristo y pérdida de la gracia, de la cual Él
es la única fuente (v. 4). Pone luego de relieve el deber de una firme
adhesión a Cristo Jesús, observando que el acceso a los bienes que la
justicia nos hace esperar está abierto sólo a aquellos que son vivifi-
cados por el Espíritu y animados por la fe (v. 5) que se expresa y se
manifiesta activa en la caridad fraterna; todo lo demás, desde un punto
de vista cristiano, no tiene ningún valor (v. 6).

- 5,7-12: Necesidad de un decidido rechazo a la doctrina de los


falsos doctores sobre los cuales caerá un terrible juicio. Pablo pone
nuevamente en guardia a los Gálatas contra las insidias de los falsos
doctores. Estos intrusos están separando a los neófitos de Galacia del
seguimiento de la verdad liberadora del Evangelio, hasta ahora norma de
sus vidas (v. 7); pero las sugerencias de los judaizantes, en contraste
abierto con la doctrina por él enseñada, no pueden venir de Dios, autor
de su vocación a la fe (v. 8).

110
En el caso de Sara se destacan únicamente los elementos esenciales del pa-
ralelismo sin desarrollarlos como en el primer caso.
99

Los amonesta Pablo, a través de la imagen de la levadura, que inclu-


so la aceptación de pequeños puntos de la enseñanza de los seudoapós-
toles, los inducirá fatalmente a abrazar todo su sistema doctrinal (v.
9); sin embargo, expresa la esperanza de que sus lectores, persuadidos
por sus argumentos, terminarán por entrar en su orden de ideas (v.
10a); anuncia luego, que un terrible castigo caerá sobre los perturba-
dores de la comunidad (v. 10b); muestra lo infundado de sus acusaciones
con respecto a su actitud para con la circuncisión, observando que si
aún predicase la utilidad de ese rito (como quizás insinuaban los fal-
sos doctores para dar más crédito a su enseñanza), no sería objeto de
persecución por parte de los judíos, porque en tal caso habría sido
eliminado el escándalo de la Cruz (v. 11); y termina con un latigazo a
los fanáticos de la circuncisión (sentido propio: se hagan mutilar; o
bien, sentido figurado: sean arrojados de la comunidad cristiana) v.
12111.

B) Naturaleza de la libertad cristiana (5,13-25).

Para impedir erróneas interpretaciones de su enseñanza sobre la


libertad, advierte san Pablo a sus lectores que la libertad cristiana
no es libertinaje (permisividad), sino servicio por amor (vv. 13-15) y
los exhorta a vivir según el Espíritu y no según la carne (vv. 16-25).

- 5,13-15: La libertad cristiana no es libertinaje, sino servicio en


la caridad. El Apóstol les recuerda a los lectores que, a través de la
fe, han conquistado la verdadera libertad, pero al mismo tiempo los
amonesta porque los cristianos no deben transformar la libertad en li-
bertinaje, acogiendo las tendencias perversas de la naturaleza corrom-
pida; y declara que los creyentes tienen la obligación de servir al
prójimo por amor, es decir de observar con perfección el precepto de la
caridad, ya que todas las exigencias de la Ley se satisfacen practican-
do el mandamiento del amor fraterno (vv. 13-14 cf. Rom 13,9). Aplicando
al caso de los Gálatas la doctrina expuesta, los exhorta a evitar los
contrastes y las divisiones, ruina de la comunidad cristiana (v. 15).

- 5,16-25: La libertad cristiana es vida no según la carne sino


según el Espíritu. Después de haber exhortado a los lectores a caminar
según el Espíritu, para no ser arrastrados por la carne (v. 16), llama
su atención sobre el contraste que existe, en el orden de la acción, o
sea bajo el aspecto dinámico, entre las dos fuerzas; precisa que tal
lucha es la expresión de una oposición de orden ontológico; luego ob-
serva que, por efecto de la presencia y de la presión de estas dos rea-
lidades, el hombre no hace siempre aquello que quiere (v. 17), y con-
cluye que cuantos son guiados por el Espíritu no están ya bajo una ley
(v. 18).

Puesta esta premisa, enumera las obras de la carne, es decir los vi-
cios hacia los cuales por tendencia natural se inclina el hombre (vv.

111
―La circuncisión, rito sagrado para los judíos, que los distinguía de los
paganos ―impuros‖, es calificada por Pablo de ―mutilación‖, quizá comparándola
con la castración practicada en el país por los sacerdotes de Cibeles‖. Cf.
Juan Mateos, N.T. o.c. pg. 930. Cf. Cuadernos Bíblicos, 26: San Pablo en su
tiempo pg. 63 §§ 1-2. ―La gravedad de la crisis en Galacia obedece a varios
motivos. Si creemos a Julio César, los galos eran poco constantes (De bello
gallico, II,1; III,10); en este aspecto los gálatas son hermanos suyos. La
misma prontitud y entrega que pusieron antes de acoger al apóstol, la pondrán
ahora en su credulidad con esos predicadores que pretenden intoducirlos en un
grado más perfecto de santidad. Su pasado religioso les predestinaba a buscar
su seguridad en los ritos y ceremonias (cf. Gal 4,10). La circuncisión, que
les parecía un rito bárbaro a los griegos y romanos, no resultaba tan sospe-
chosa en aquellos países entregados al culto de Cibeles y de Atis. Pablo ase-
meja desdeñosamente todas las prácticas judías predicadas por los judíos a
aquellos ritos paganos; adoptarlos sería someterse al culto de ―los elementos
del mundo‖ (Gal 4,9) y adoptar una actitud de esclavos, siendo así que Dios
nos llama a la libertad (Gal 5,1)‖ pg. 67.
100

19-21) y el fruto del Espíritu Santo (vv. 22-23)112; y finalmente justi-


fica sus amonestaciones recordando que en el bautismo los cristianos
crucificaron la carne con sus tendencias, es decir, están muertos ini-
cial y potencialmente a la carne, habiendo sido destruido el pecado,
fuente de la codicia (v. 24), a través del don del Espíritu, fuerza
antitética al pecado (cf. Rom 8,2ss): a ellos les corresponde ahora
perpetuar y profundizar aquella muerte y aquella vida huyendo de las
obras de la carne y produciendo el fruto del Espíritu, ya que quien po-
see un ser espiritual debe vivir según sus exigencias: configurados con
Cristo en el ser, por el don del Espíritu, es necesario configurarse
con El produciendo el fruto del Espíritu (v. 25).

C) Consejos de circunstancia (5,26-6,10).

El Apóstol, sacando las últimas conclusiones de los argumentos


precedentes da algunas directivas prácticas a sus lectores para ayudar-
los a vivir según las exigencias del Espíritu.

- 5,26-6,6: Deberes de la caridad fraterna. Alude san Pablo a al-


gunos deberes impuestos por la caridad: comienza exhortándolos a huir
de la gloria humana, de la vanidad que induce fácilmente a asumir acti-
tudes provocantes o despreciativas y a alimentar sentimientos de envi-
dia con respecto al prójimo (5,26); invita a los creyentes a corregir
con dulzura los hermanos caídos en falta (6,1) y a ayudarlos a llevar
sus cargas y a superar las dificultades de la vida cristiana para cum-
plir así la ley de Cristo (6,2); precisa que todo esto será posible si
cada uno, evitando sobrevalorarse a sí mismo, tiene vivo el sentimiento
de la propia debilidad (6,3), adquirido mediante un atento y metódico
examen de su propia conducta que, al lado del bien, revelará las inevi-
tables deficiencias (6,4-5); concluye recomendándoles demostrar con los
hechos reconocimiento para con aquellos que trabajan para instruirlos
en la Palabra (6,6).

- 6,7-10: La perspectiva del juicio, estímulo a vivir según el


Espíritu y a servir al prójimo en la caridad. Para decidir a sus Gála-
tas a poner por obra sus enseñanzas el Apóstol les recuerda que cada
uno recogerá lo que sembró (v. 7) y señala la recompensa abundante re-
servada a aquellos que practiquen con constancia la ley de la caridad
para con todos y especialmente para con los compañeros de fe (vv. 8-
10).

El Epílogo (6,11-18): es autógrafo (cf. 1Cor 16,21; Col 4,18). En él


el Apóstol condena el comportamiento erróneo de los falsos doctores,
que intentan inducir a los Gálatas a recibir la circuncisión movidos
por preocupaciones exclusivamente humanas, es decir, para sustraerse de
las persecuciones y gloriarse del éxito de su propaganda (vv. 11-13)113;
reaccionando contra esta censurable actitud, afirma con fuerza haber
puesto toda su confianza en la muerte redentora de Cristo (2,21) gra-
cias a la cual se ha sustraído a la esclavitud de todas las cosas te-
rrenas y ha sido enriquecido con un nuevo ser espiritual que da al ser
humano valor delante de Dios (vv. 14-15).

En la conclusión invoca la paz y la misericordia sobre cuantos se-


guirán sus directivas y, en general, sobre la Iglesia toda (v. 16); de-

112
Las conductas que proceden de la búsqueda del propio interés vician las
relaciones humanas (vv. 19-21). Contraste con las que proceden del impulso del
Espíritu, que, por el contrario, establecen una relación humana abierta y po-
sitiva y no pueden ser impedidas por ninguna ley (vv. 22-23). Cf. Juan Mateos,
N.T. o.c. pg. 932.
113
―Especifica quiénes son los adversarios: ―los que desean quedar bien en lo
exterior (v. 12); son antiguos paganos que se han sometido a la circuncisión
cediendo a la insistencia de los judíos. Pretenden sólo evitarse dificultades,
sin darse cuenta de las implicaciones de lo hecho. Desde el principio hay una
hipocresía, pues nadie pretende seriamente observar la Ley judía; sin embar-
go, quieren forzar a los demás a seguir su línea judaizante, y gloriarse de
ello‖. Cf. Juan Mateos, N.T. o.c. pg. 933.
101

clara que no está ya dispuesto a tolerar que se ponga en duda su orto-


doxia, demostrada por las marcas impresas sobre su cuerpo por las per-
secuciones sufridas por Cristo (v. 17); augura, finalmente, la gracia
de Nuestro Señor Jesucristo a todos los lectores (v. 18).

B) Los destinatarios de la Carta:

La carta es dirigida a las ―comunidades de Galacia‖ (1,2; cf.


3,1). Los historiadores antiguos han transmitido interesantes y deta-
lladas noticias acerca del origen y la vida de los Gálatas, evangeliza-
dos por san Pablo.

Los Gálatas son los descendientes de las tribus celtas que en el s.


III a.C. habiendo partido de las Galias y atravesado Europa con la
fuerza de las armas, se establecieron en el centro de la península de
Anatolia, donde constituyeron una especie de confederación. La región
central del Asia Menor (actual Turquía), donde se establecieron estos
inmigrantes europeos de origen celta, forma la Galacia propiamente di-
cha o celta.

Los historiadores antiguos hablan de la ―provincia romana de Gala-


cia‖, que comprendía, además de la región habitada por los Celtas o Gá-
latas, varias regiones de la parte meridional del Asia Menor, como Li-
caonia, Pisidia, Frigia con las ciudades de Antioquía de Pisidia, de
Listra, de Derbe, de Perge, es decir, precisamente las regiones visita-
das y evangelizadas por Pablo en su primer viaje apostólico en compañía
de Bernabé entre los años 46-49, viaje sobre el cual informa Hch 13-14.
Por lo tanto, en la provincia romana de Galacia se pueden distinguir
dos regiones diferentes: una región o parte septentrional: la Galacia
del norte, habitada por los Celtas inmigrados y llamada Galacia en sen-
tido propio; esta región fue visitada por Pablo al comienzo de su se-
gundo viaje (Hch 16,6) en los años 51-53 y al comienzo del tercer viaje
(cf. Hch 18,23) año 54. Y una región o parte meridional: la Galacia del
sur, constituida por las regiones visitadas por Pablo durante el primer
viaje apostólico y comprendidas en la provincia romana de Galacia.

¿Cuál de estas dos regiones se puede determinar como destinataria de


la carta paulina? Es más verosimil y se acepta más comúnmente que la
carta haya sido dirigida a los Gálatas propiamente dichos, es decir a
las comunidades cristianas de la Galacia del norte o celta. Esta posi-
ción es defendida por los escritores antiguos y por un gran número,
siempre creciente de investigadores modernos que encuentran sólidos ar-
gumentos para defenderla114.

Sin embargo, existe un cierto número de exegetas que piensan que la


carta fue enviada a los Gálatas del sur y más precisamente a las Igle-
sias (Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, Derbe) fundadas por el
Apóstol durante su primer viaje; sus argumentos son discutibles y por
eso es preferible seguir la opinión más tradicional y segura: es ―más
probable que Pablo escribiera la carta a las comunidades del norte de
Galacia compuestas en su mayoría por gentiles‖ (Comentario Bíblico San
Jerónimo); ―la tonalidad de la carta se acomoda mejor a la Galacia del
norte, hipótesis hoy generalmente admitida‖ (Introducción al Nuevo Tes-
tamento, bajo la dirección de Henri Cazelles); ―la mayoría de los

114
Cf. AA.VV. IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, Vol 7, o.c. pg. 261 nota 7 y tam-
bién AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6, o.c. pg. 158: ―En los ini-
cios de la era cristiana ―Galacia‖ designaba la región centro-septentrional
del Asia Menor, cuyos centros principales eran Ancyra (la actual Ankara),
Pessinus y Tavio. Estaba habitada por gentes de origen celta (el nombre ―gála-
tas‖ es una variante de ―celtas‖), que en el siglo III a.C. descendieron, bajo
la guía de Brenno, a Anatolia, donde se sedentarizaron. En el año 25 a.C. la
Galacia fue transformada en provincia imperial romana, con capital Ancyra. Le
fueron anexadas algunas regiones centromeridionales del Asia Menor, como Pisi-
dia, Frigia y Licaonia. Es preciso distinguir, por lo tanto, la Galacia pro-
piamente dicha (septentrional) de las otras regiones que posteriormente entra-
ron a hacer parte de la misma provincia romana (Galacia meridional)‖.
102

modernos mantiene hoy la posición unánime de los antiguos: Pablo escri-


be a los Gálatas del norte (los únicos que pueden llamarse ―Gálatas‖)‖
(TOB); ―la carta parece dirigirse a los gálatas propiamente dichos, es
decir, a varias comunidades innominadas de la Galacia del Norte‖ (N. T.
de Juan Mateos, pg. 913).

C) Ocasión, lugar y fecha de composición de la carta:

Después de su partida de Galacia, luego de su segunda visita (Hch


18,23), el Apóstol fue informado, probablemente en Efeso, de que ―algu-
nos alborotadores‖ (1,7) de la comunidad estaban impugnando su autori-
dad como Apóstol (fundándose, al parecer, en que su mandato no procedía
de Cristo personalmente); alegaban que Pablo no predicaba el verdadero
Evangelio (al parecer, porque descuidaba la ley mosaica). Parece que le
acusaron de oportunismo por haber permitido la circuncisión (Gal 5,11;
se trata quizá de una alusión a la circuncisión de Timoteo: ―a causa de
los judíos‖: Hch 16,3) y por suavizar las exigencias del cristianismo
en favor de los gentiles. Estos ―falsos hermanos‖ (2,4-10) intentaron
por todos los medios inducir a los cristianos convertidos del paganismo
a aceptar el judaísmo y a observar integralmente la ley mosaica, es de-
cir a integrarse a la familia de Abraham y al pueblo elegido mediante
la circuncisión (5,6.12; 6,15) y a poner en práctica las diversas pres-
cripciones de la ley (4,10)115. Pablo tuvo noticias de la fascinación de
los gálatas por las exigencias nuevas de estos judaizantes y de la con-
fusión que todo esto producía en las comunidades de Galacia.

Todo lo anterior, impulsó al Apóstol a enviar una carta enérgica


previniendo a las iglesias contra este ―evangelio diferente‖, defen-
diendo su rango de Apóstol, subrayando la nueva libertad de los cris-
tianos frente a la Ley e insistiendo en que su Evangelio era la única
visión válida del cristianismo. Advierte y repite que la ley es una
institución de hecho impotente para justificar (3,11-12); es una econo-
mía que ya cumplió su cometido y que ya no tiene razón de ser (3,23-
25); es la expresión de un orden en cierto sentido antitético al nuevo,
instaurado por el cristianismo: la ley es un régimen de esclavitud,
mientras que el Evangelio es un régimen de libertad, porque confiere a
los hombres la calidad de hijos y herederos (4,4-7.27-31).

Pablo se dio cuenta que con la obra de los judaizantes estaba en


juego el porvenir del Evangelio. Si hubiera prevalecido la posición de
éstos, el cristianismo, como movimiento dentro del judaísmo (cf. Hch
24,5.14; 28,22), hubiera permanecido como una secta judía: quien hubie-
ra querido hacerse cristiano debería hacerse primero judío, así como
quien quería entrar en la ―secta‖ de los fariseos debía volverse pri-
mero judío. De aquí su fuerte y admirable reacción.

115
¿Quiénes eran los judaizantes de las comunidades gálatas? Los falsos herma-
nos contra los cuales toma posición el Apóstol eran judeocristianos hetero-
doxos, llamados más tarde precisamente judaizantes, que consideraban el cris-
tianismo como una religión construida sobre la base insustituible del judaísmo
y que no podían entender que se pudiera llegar a ser cristianos sin abrazar,
al mismo tiempo, todas las exigencias de la ley de Moisés, comenzando por la
circuncisión. Les predicaban entonces a los cristianos convertidos del paga-
nismo la necesidad absoluta de aceptar, mediante la circuncisión, el judaísmo:
hacían de la recepción de este rito carnal una condición para la salvación.
Junto con el bautismo y la fe, a su juicio, la ley mosaica conserva su efica-
cia de redención y santificación; el cristianismo es un perfeccionamiento del
judaísmo: aquel no puede subsistir sin éste. De aquí se desprende la violenta
reacción de san Pablo. El subraya la clara y radical oposición entre la doc-
trina evangélica y la enseñanza de los falsos hermanos. Estos, según sus pala-
bras, alteran y desvirtúan el Evangelio (1,7); y no vacila en descargar la
excomunión contra los representantes de estas ideas (1,8-9). Los judaizantes
con su enseñanza socavan los fundamentos de la fe cristiana: llegan a negar,
en efecto, el valor de la muerte redentora de Jesús (2,21). A juicio de san
Pablo, buscar según la opinión de los falsos hermanos la justificación en la
ley y en la circuncisión, es romper con Cristo (5,4). Toda la argumentación
del Apóstol va en este sentido.
103

En cuanto al lugar y a la fecha de composición se descubre que exis-


te una interdependencia entre problema geográfico y problema cronoló-
gico. Si la carta fue dirigida a los neófitos de la Galacia celta, vi-
sitada por segunda vez en el curso de su tercer viaje apostólico (años
54-58; cf. Hch 18,23 y Gal 4,13), no pudo ser escrita antes de esta
época.
¿Cuándo debe ubicarse su composición: al principio o al final del
mencionado viaje? Los autores no se ponen de acuerdo. Algunos la colo-
can hacia el comienzo de la permanencia en Efeso (54-55); otros durante
esta permanencia en Efeso, o en Macedonia, o en Corinto (56-57). En fa-
vor de la primera hipótesis se podría aducir la alusión de la carta a
un repentino e imprevisto cambio de los neófitos (cf. 1,6). Las pala-
bras del Apóstol parecen insinuar que la carta fue expedida poco des-
pués de la última visita (cf. Hch 18,23), seguida por la larga perma-
nencia en Efeso.

Sin embargo, diversos elementos sugieren una composición más tardía:


saltan a la vista las afinidades entre Gálatas y Romanos que general-
mente es fechada en el 57-58: Gálatas parece un esbozo de Romanos; son
notables, en efecto las semejanzas de contenido y de forma; además, se
tiene la impresión de que sólo un breve intervalo separa la composición
de Gálatas y de Romanos. Es por tanto verosímil que Gálatas haya sido
escrita o en Efeso en el 56 o en Macedonia o incluso en Corinto en el
57. Esta conclusión resulta más sólida y evidente si se compara Gálatas
con 2Corintios, especialmente con relación a los cc. 10-13, pues en
ellas se descubren particulares analogías en cuanto al contenido, al
vocabulario y al estilo116.

Se percibe una afinidad y un paralelismo entre los desarrollos doc-


trinales de 2Cor, Gal y Rom; y, al mismo tiempo, se advierte que la
formulación de la doctrina relativa a la justificación se va volviendo
más precisa, más acabada y perspicaz procediendo de 2Cor a Gal y de Gal
a Rom: en 2Cor se esboza una enseñanza sobre la justificación, que lue-
go es retomada en Gálatas y más ampliamente desarrollada en Romanos.
Esto autorizaría a pensar que Gal es posterior a 2Cor, compuesta en el
57 en Macedonia, o como prefiere alguno, simultáneamente a ésta.

III. La Doctrina:

A) Temas centrales:

Pablo ofrece en esta obra un ensayo acerca de la teología de la


historia; exalta la libertad cristiana y celebra la Cruz de Cristo.

- Para resolver el problema del valor y de la función de la ley


mosaica, Pablo se empeña en trazar, en sus grandes líneas, la historia
de la salvación y en dar de ella una profunda interpretación teológica
(esbozo de teología de la historia); además, alude a la serie de alian-
zas estipuladas entre Dios y la humanidad: la alianza con Abraham, cen-
trada en la promesa de salvación universal; la alianza sinaítica, que
tenía como elemento característico una ley; la nueva alianza, que es
presentada como la realización, por medio de Cristo, de la promesa he-
cha a Abraham, y que se funda en el don del Espíritu, el cual, mediante
la caridad, transforma interiormente a los hombres y los constituye en
hijos y herederos de Dios (cf. especialmente cc. 3-4).

- El Apóstol trata de la inutilidad de la circuncisión y de la abro-


gación del régimen mosaico: este hecho en sí podría no tener más que un

116
―Es difícil establecer el vínculo cronológico entre Gálatas y las demás
cartas, y por consiguiente el momento preciso en que fue compuesta. Sin embar-
go, la semejanza, por una parte, con 2Cor 10-13 y, por otra, con la carta a
los Romanos sugiere que ella haya sido escrita no en Efeso, sino en Macedonia,
poco antes de la última visita del Apóstol a Corinto. La fecha exacta varía,
con base en el tipo de cronología paulina que se prefiera, desde el 54 (más
probable) hasta el 57‖ cf. AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6, o.c.
pg. 162.
104

interés histórico; sin embargo, desarrollando este tema, propone e


ilustra verdades de perenne y vital importancia para los cristianos de
todos los tiempos: describe los actos redentores de Cristo e informa
acerca del modo como el hombre puede participar de su eficacia salví-
fica (fe y bautismo); desarrolla el tema de la libertad: alude a los
diversos aspectos de la libertad que Cristo conquistó para los creyen-
tes de todos los tiempos; habla de la libertad de la ley; menciona tam-
bién la libertad del pecado, del mundo presente, de los elementos del
mundo, de la carne; y destaca que el cristiano, liberado al menos ini-
cialmente de estas fuerzas que se identifican con el egoísmo, el orgu-
llo, la sensualidad, es llamado a dar pruebas de esta libertad, con-
quistada en Cristo (cf. 2,4), a través de un servicio que lo lleva a
donarse por encima de los límites de cualquier ley. Responsabilidad del
cristiano es mostrar a los hombres, mediante el servicio, la realidad
de la liberación del pecado y de la carne realizada en él por Cristo en
el Espíritu.

- La carta a los Gálatas igual que es Evangelio de la ―libertad‖ es


también Evangelio de la ―Cruz‖; se trata de dos aspectos de la nueva
economía íntimamente unidos, como sugiere la clásica fórmula de 5,1:
―Para que seamos libres nos liberó el Mesías‖. Se quiere decir que la
calidad de hombres libres no es condición normal y natural117; es fruto
de una acción de Cristo que nos ha rescatado (cf. 3,13; 4,5) a través
de su muerte (2,20-21), expresión de amor y por tanto fuente de vida y
de libertad.

En realidad, recorriendo la epístola se descubre claramente que la


mayor atención se reserva a la pasión y muerte de Cristo y a su efica-
cia en orden a la constitución y al desarrollo de la vida cristiana y a
la proyección de la actividad apostólica. Se encuentran fórmulas kerig-
máticas que reflejan el anuncio primitivo de la salvación y fórmulas
cargadas ya de contenido teológico. Se alude a Cristo crucificado como
objeto de la predicación (3,1), al escándalo de la Cruz (6,12), a la
confianza exclusiva en la Cruz (6,14); se pone de relieve la acción
salvífica de Cristo en relación con toda la humanidad solidaria con Él
(cf. 3,13; 4,5); se llama la atención sobre la participación del cris-
tiano en la muerte del Señor Jesús en el bautismo en orden a morir y a
resucitar espiritualmente con El (cf. 2,19-21; 5,24).

El Apóstol pretende mostrar que, en orden a la justificación, se de-


be operar en el hombre una liberación a través de la muerte a la ley,
al pecado y a la carne. Por esto es llevado a poner de relieve la muer-
te de Cristo y con Cristo, que condiciona aquella liberación y, en de-
finitiva, la justificación.

El fin principal, en síntesis, que Pablo se propone y que se descu-


bre a lo largo de toda la carta es hacer percibir en la Cruz de Cristo
la intervención por la cual Dios da su sentido a la historia y realiza
su designio de salvación gratuita y universal.

B) Temas complementarios:

Al lado de estos temas doctrinales específicos y centrales, son


mencionados otros que en otras cartas se hallan más desarrollados.

- La Trinidad. La libertad cristiana que se concreta en la justi-


ficación, fruto de la redención de Cristo y conquistada a través de la
fe y el bautismo, es en último término un don de la Trinidad. Y, en es-
ta carta, en relación con la vivificación interior del hombre, se alude
al misterio trinitario: la doctrina trinitaria está vinculada con la
doctrina soteriológica.

El hombre vive en un régimen de esclavitud (cf. 1,4; 3,22.24): el


Padre, llegada la plenitud de los tiempos, envía al mundo el Hijo para

117
Dato fundamental de la Antropología paulina.
105

realizar su liberación, haciéndose solidario con él (4,4-5); el Es-


píritu nos hace beneficiarios de la obra redentora de Jesús, haciéndo-
nos con su activa presencia, hijos adoptivos (4,6).

El bautismo, además, establece una íntima relación entre el hombre y


las tres personas de la Trinidad: relación de filiación para con el Pa-
dre (4,6); relación de consagración con respecto al Espíritu Santo, el
huésped de nuestros corazones (4,6); relación de identidad mística con
Cristo Jesús (3,29).

El Espíritu Santo procede igualmente del Padre que lo manda y del


Hijo al cual pertenece (4,6).

- Fe y obras en las perspectivas de Pablo y de Santiago. Confron-


tando los datos de Santiago sobre la fe y las obras (cf. 2,14-18) con
los de Pablo (cf. p.e. Gal 2,15ss; Rom 3,28), se tiene la impresión de
un contraste; pero es sólo una antinomia aparente.

Pablo está en polémica contra una actitud de autosuficiencia, carac-


terística de la mentalidad judía; Santiago toma posición contra la fal-
ta de compromiso, el inmovilismo, la ligereza y la falta de coherencia
de aquellos que después de haber aceptado el Evangelio, no cumplen sus
exigencias en el orden moral y social.

Pablo subraya la insuficiencia para el hombre todavía no justifica-


do, de las obras de la ley (cf. Gal y Rom), de nuestras obras (cf. Ef
2,3-5), de obras justas hechas por nosotros (cf. Tit 3,4-5), en defini-
tiva de un esfuerzo y de una iniciativa para pasar de la muerte a la
vida, de la esclavitud a la libertad (cf. Gal 4,1-7; Rom 7,5-6; 8,2ss);
para alcanzar la justicia, que es don gratuito de Dios, vinculado con
una fe que sea acogida de la verdad, confianza en Dios y obediencia a
El (cf. Rom 1,5; 10,8ss; 4,18-25; Ef y Tit). Pero también Santiago de-
clara que nuestro renacimiento espiritual es obra de la gratuita bene-
volencia de Dios (cf. 1,16-18), fuente de todo bien, que se encuentra
en el hombre (cf. 1,16ss), por su naturaleza orientado hacia el mal
(cf. 1,13ss).

Santiago, con más insistencia, reitera la inutilidad y la inconsis-


tencia de una fe que se reduzca a un puro hecho interior y no se mani-
fieste en actos concretos y visibles de obediencia a Dios y de bondad
para con los hombres, como en el caso de Abraham y de Rahab (cf. 2,20-
26). El, pone de relieve que Dios nos ha hecho renacer, penetrando en
nuestros corazones con la fuerza de su Palabra, que pone en nosotros la
capacidad y la exigencia de vencer el mal y de realizar obras buenas
(cf. 1,18.21), que tienen su fundamento en la fe y son el perfeccio-
namiento y el culmen de la fe (cf. 2,22). Pero también Pablo precisa
que hemos sido recreados, sin el concurso de nuestras obras, para pro-
ducir las obras programadas por Dios para nosotros (cf. Ef 2,10 y Tit
2,14), y reitera que cada uno recibirá de acuerdo con sus obras (cf.
Gal 6,7-10; Rom 2,6-11).

Santiago, que pide a los creyentes una fe centrada en el amor (cf.


2,1.8.12-13), está en sintonía con Pablo, para quien no tiene valor una
fe sin el amor (cf. Gal 5,6)118. Así pues, sin la fe son imposibles las
obras buenas, con la fe son necesarias las obras buenas119.

118
En el lenguaje bíblico la justificación es el proceso a través del cual el
hombre adquiere la justicia, es decir, llega a ser justo, amigo de Dios. Solo
adhiriendo a Cristo mediante la fe, él es liberado del pecado y entra en comu-
nión con Dios. En cuanto participación en la vida de Cristo, la fe produce ne-
cesariamente el amor: ―La fe obra por medio de la caridad‖ (5,6). Cf. AA.VV.
LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6, o.c. pg. 168.
119
Como conclusión a este estudio de la carta a los Gálatas se puede afirmar,
siguiendo la TOB, que esta epístola interpela a los cristianos de todos los
tiempos e interpela también a la Iglesia. ¿Es el cristiano un verdadero cre-
yente, un hombre a quien su fe lo libra de todo temor? ¿La Iglesia, no sigue
aún en la situación histórica de los Gálatas? Ciertamente ya no existen los
106

LA CARTA A LOS ROMANOS

Es difícil exagerar la importancia de la carta a los Romanos y no es


fácil ilustrar convenientemente su múltiple interés: hay pleno acuerdo
entre todos los especialistas en considerarla como uno de los documen-
tos más ricos, más profundos y más sustanciosos del Nuevo Testamento y
de toda la revelación120.

Un hecho que golpea de inmediato al lector es la amplitud del hori-


zonte paulino en Rom. Con su mirada y con sus argumentaciones, el Após-
tol abarca la historia religiosa de toda la humanidad: su atención es-
tá constantemente dirigida a los dos grandes grupos en que, desde un
punto de vista religioso, se dividía entonces la familia humana: los
hebreos y los paganos. Mientras que en Gal. había concentrado su inte-
rés sobre el pueblo de Israel y sobre su función en el plan salvífico,
aquí lo extiende a judíos y a gentiles.

Es instructivo a este propósito constatar que en esta obra por tres


veces se remonta a los orígenes de la humanidad: cc. 1.5.7. Se encuen-
tra aquí, aquel sentido de lo universal que se halla en algunos otros
libros de la Biblia: por ejemplo, en el Génesis o en el Evangelio según
san Lucas.

Pablo escribe cuando ya ha recorrido, anunciando el mensaje de Cris-


to, todo el Oriente y ha adquirido un conocimiento experiencial de la
condición de la humanidad en sus diversos sectores y de la eficacia
salvífica del Evangelio (cf. 15,14-33): nos proporciona aquí el fruto
de una experiencia y de una reflexión de veinte años.

Sin embargo, la carta a los Romanos no es un resumen de la doctrina


cristiana ni la última voluntad o ―testamento‖ de Pablo, ni siquiera un
cuadro completo de sus ideas acerca del cristianismo. En ella no apare-
cen algunos importantes capítulos de su enseñanza (por ejemplo, sobre
la Iglesia, la Eucaristía, la resurrección de los cuerpos, la escatolo-
gía, etc.). Se trata más bien de una exposición de sus reflexiones
misioneras acerca de la posibilidad histórica de salvación que ahora se
ofrece a todos los hombres en la buena noticia de Jesucristo. A la luz
de su apostolado en el Oriente y especialmente de la crisis judaizante,
Pablo cayó en la cuenta de que la justificación y la salvación del
hombre no dependen de ―las obras de la Ley‖, sino de la fe en Cristo
Jesús, el Hijo al que no perdonó el amor del Padre por la humanidad.
Mediante la fe, el hombre participa de los efectos del plan salvífico
concebido por el Padre y realizado en la muerte y resurrección de Je-
sús.

judaizantes y los cristianos no tienen ya miedo de compartir la vida y la mesa


con los paganos. Pero ¿las instituciones de la Iglesia no encierran con mucha
frecuencia a los cristianos entre fronteras donde ellos están seguros de su
salvación, donde están orgullosos de practicar la ley de Cristo, reducida a un
medio de estar en regla con Dios? La Iglesia que comenzó en Pentecostés por
obra del Espíritu no puede pretender hallar su perfección gracias a las obras
y a las estructuras humanas, ―carnales‖ (economía del derecho y no del amor);
de este modo no sobrepasaría las miras de los hombres, en lugar de ser la
educadora de su fe y de su libertad de hijos de Dios.
La Iglesia está, por lo tanto, invitada a preguntarse si sus instituciones
tienen por finalidad la formación de una comunidad cuya unidad se enraice en
el único Evangelio, de una comunidad que el Espíritu abra a todos y ponga al
servicio de todos, de una comunidad de hermanos universales. Este es un
problema siempre actual y un llamado a una reforma siempre renovada por el
poder del Evangelio redescubierto sin cesar.
120
La carta a los Romanos es el escrito más importante de todo el epistolario
paulino no solo por su magnitud, sino sobre todo porque es el único en el cual
el Apóstol desarrolla un tema teológico bastante completo y sistemático. Cf.
AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6, o.c. pg. 171.
107

No obstante estas limitaciones en los temas, la exuberante riqueza


doctrinal de Rom. explica el influjo determinante que ha desplegado con
relación al pensamiento y a la vida de la Iglesia desde los primeros
tiempos hasta nuestros días. Esta obra junto con la carta a los Gála-
tas, tuvo un papel de primer plano en el movimiento de la reforma pro-
testante; de ella bebieron a boca llena Lutero, Calvino, Melancton.

―De todas las cartas del Apóstol Pablo -afirma la TOB-, la Epístola
a los Romanos es sin lugar a dudas la más importante. No es solamente
la más larga. Desde el punto de vista doctrinal, es una de las más
ricas -hasta tal punto que con frecuencia se ha querido ver en ella una
carta-tratado- y la más claramente estructurada... históricamente, nin-
guna otra ha tenido igual influencia‖.

I. El Autor:

Hoy se admite casi universalmente la autenticidad paulina de Roma-


nos, lo mismo que ocurría en la antigüedad. Las escasas voces discre-
pantes del siglo XIX ya no se toman en serio 121. Se pueden destacar dos
clases de argumentos en favor de esta autenticidad:

A) Argumentos externos:

En realidad, datos de esta carta están ya presentes muy probable-


mente en 1Pe (cf. Rom 13,1-7 y 1Pe 2,13-17: obediencia a la autoridad;
Rom 12,1-2 y 1Pe 2,2 más 1,14: términos característicos logico,j ―logi-
kós, suschmati,zesqai syskhêmatizesthai‖; Rom 2,7.11 y 1Pe 1,7.17: locucio-
nes semejantes -gloria y honor, sin miramientos personales-) y con toda
seguridad en los escritores antiguos de los primerísimos tiempos: Cle-
mente Romano, Ignacio de Antioquía, etc.

La paternidad paulina es atestiguada abiertamente por el Canon Mu—


ratoriano (líneas 44ss y 53-54), por san Ireneo, Clemente de Alejan-
dría, Tertuliano, etc.

B) Argumentos internos:

El examen de la obra confirma los datos de la tradición: lenguaje


y doctrina tienen carácter unitario y se armonizan con los de las otras
obras atribuidas a san Pablo; recurren términos, expresiones, frases,
figuras (anacolutos, paréntesis) usuales en el epistolario; se ilustran
tesis, a las cuales ya 1 y 2 Cor y Gal han habituado a los lectores:
eficacia salvífica de los actos redentores de Cristo, de la fe, del
bautismo; insuficiencia de las obras de la ley; poder del espíritu y
debilidad de la carne.

II. La Obra:

A) Estructura y análisis de la carta:

La carta a los Romanos tiene más que cualquiera otra el aspecto


de una ordenada composición literaria y el carácter de una epístola; y,
sin embargo, es bastante marcado el desacuerdo entre los exegetas en el
momento de determinar, por lo menos en los detalles, la división.

Todos están de acuerdo en distinguir, además de un prólogo (1,1-15)


y un epílogo (15,14-16,27), una parte doctrinal (1,16-11,36) y una par-
te moral (12,1-15,13); pero las discusiones surgen en torno a la sub-
división de la parte doctrinal. El desacuerdo se refiere principalmente
a la posición y a la función del c. 5 con respecto a toda la parte doc-
trinal (en síntesis se discute si dicho capítulo se debe unir, en todo
o en parte, a lo que precede o a lo que sigue), y el nexo que se deba
establecer entre los cc. 1-8 y los cc. 9-11.

121
―Nadie pone en duda la autenticidad de la carta a los Romanos‖: Juan
Mateos, N.T. o.c. pg. 781.
108

La variedad de las divisiones que han ido proponiendo los diversos


especialistas plantea la dificultad de lograr una solución totalmente
satisfactoria. Sin embargo, con base en un cuidadoso examen de los pro-
cedimientos literarios y en el análisis de los temas desarrollados re-
sulta mejor fundada y preferible la división bipartita, que puede ser
precisada e integrada, en varios aspectos, a la luz de los elementos
positivos de las otras soluciones.

Dicha división distingue en la parte doctrinal dos secciones: la


sección 1,17-4,25 que desarrolla el tema de la justicia de Dios como
fuente de justificación, y la sección 5,1-11,36 que trata el tema del
amor de Dios como prenda segura de la salvación definitiva. No parece
muy lejana de esta división bipartita, por la estrecha relación que es-
tablece entre las diversas partes y el contenido que a ellas atribuye,
la división propuesta por la ―Traduction Oecuménique de la Bible‖
(TOB). Según esta versión, en cuatro fases sucesivas se describe el es-
tado de postración de la humanidad y la victoria del Evangelio sobre
esta condición de miseria: a) estado de postración de los paganos y de
los judíos bajo la condena divina (1,18-3,20) y justificación de todos
los creyentes por medio de Jesucristo (3,21-4,25); b) estado de postra-
ción del hombre solidario con Adán (5,1-14) y salvación del hombre a
través de la solidaridad con Cristo (5,15-6,23); c) estado de postra-
ción del hombre esclavo de la ley (7,1-25) y liberación del hombre por
medio del Espíritu (8,1-39); d) estado de postración de Israel en su
rechazo a Cristo (9,1-10,21) y acceso final de Israel a la salvación
(11,1-36). La terminología aquí es sucesivamente: jurídica, sacramen-
tal, neumática e histórica.

La división bipartita, seguida por ―Il Messaggio della Salvezza‖ y


por el ―Comentario Bíblico San Jerónimo‖, es la fundamentalmente pro-
puesta por Stanislas Lyonnet S.J., máximo especialista de esta obra en
el mundo de los investigadores bíblicos122.

El análisis de toda la carta será breve, en atención a que se hará


más adelante una exégesis detallada de dos pasajes importantes de la
parte doctrinal de la obra (3,21-31 y 5,12-21).

Prólogo: (1,1-15). Después de los saludos habituales y de la presen-


tación de Pablo como apóstol de los gentiles (vv. 1-7), el apóstol
agradece a Dios por la fe de la Iglesia de Roma y les comunica su ar-
diente deseo de visitarla (vv. 8-15).

PRIMERA PARTE: Sección Doctrinal (1,16-11,36). El Evangelio, fuerza de


. Dios para todo hombre que cree.

A) El Evangelio, revelación de la justicia, fuente de justificación


(1,16-4,25).

La proposición que define el Evangelio de Pablo (1,16-17) no es


solamente una proclamación de fe; ella guía el desarrollo de toda la
primera parte (1,18-11,36). Allí explica Pablo que la salvación es pro-
puesta por Cristo a todos los hombres, judíos y no judíos, pero úni-
camente bajo el signo religioso de la fe.

En 1,17 se halla el esbozo del tema de la justicia de Dios.

- 1,18-3,20: desarrollo antitético acerca del tema sobre la cóle-


ra (reprobación) de Dios. Empieza hablando sobre los no-judíos (1,18-
32), que no han adorado a Dios ni le han agradecido, lo cual es la ca-
racterística del hombre religioso: han rechazado esta exigencia legí-

122
Una división de la totalidad de la obra en cuatro partes que enriquece y
modifica ésta en dos, es la siguiente: Dios en Cristo es nuestra justicia (cc.
1-4), nuestra vida (cc. 5-8), nuestra salvación (cc. 9-11), nuestra paz (cc.
12-15).
109

tima de Dios, aún pudiéndolo contemplar en la creación. Por consiguien-


te, se han precipitado en el pecado. Luego, pasa a hablar acerca de los
judíos (2,1-3,20) quienes, no obstante su conocimiento de la Ley y la
práctica de la circuncisión, también están lejos de la salvación, como
los demás hombres, excepción hecha entre estos últimos de aquellos que
observan la Ley de Dios escrita en sus corazones: sin el régimen de la
Ley, viven bajo el régimen religioso del Espíritu (2,29). En síntesis,
según lo que dice la Escritura todos los hombres son pecadores y culpa-
bles delante de Dios (3,4-20).

- 3,21-31: retoma el tema de la justicia de Dios. La justicia que


salva es dada a todos aquellos que tienen fe en la muerte redentora de
Cristo, y solamente a ellos (3,21-31).

- 4,1-25: Propone una ilustración Bíblica: el ejemplo de Abraham


creyente. La Escritura no contradice la afirmación precedente, como lo
demuestra el ejemplo de Abraham: fue su fe en la Omnipotencia de Dios
la que ―le valió la rehabilitación‖ (NBE) o la que le fue computada co-
mo justicia; así él llegó a ser el padre de todos los creyentes.

B) El Evangelio, revelación del amor de Dios, prenda de salvación


(5,1-11,36).

El Evangelio, revelación del amor de Dios, es prenda segura de


salvación para los creyentes; en otras palabras: el amor de Dios,
difundido por el Espíritu en nuestros corazones y manifestado en la
muerte de Cristo, es garantía cierta de nuestra salvación.

En esta sección se encuentra una estructura análoga a la de la


sección precedente: un esbozo del tema (5,1-11), un desarrollo antité-
tico (5,12-7,25), una vuelta sobre el tema (8,1-39) y una ilustración
bíblica (cc. 9-11).

- 5,1-11: esbozo del tema. Por medio de la fe tenemos acceso a la


gracia, porque Dios, enviando a su Hijo, nos ha reconciliado con El y
nos ha dado el amor por medio de su Espíritu. Se trata de dos dones
procedentes del amor de Dios: el don del Espíritu y el don del Hijo.

- 5,12-7,25: desarrollo antitético. En este desarrollo se toman


en consideración los obstáculos a la salvación (pecado, muerte, ley)
para subrayar que fueron eliminados por Cristo mediante sus actos re-
dentores y superados por los creyentes a través de su asociación con el
misterio de su muerte y de su resurrección en el bautismo. Si es cierto
que por medio de Adán el pecado y la muerte establecieron su reinado en
el mundo, es también seguro que gracias a Cristo, nuevo Adán, hemos si-
do librados de su dominio, porque Cristo introdujo en el mundo el rei-
nado de la gracia, de la justicia y de la vida (5,12-21).

Se ha realizado en favor de los creyentes una triple liberación:


- la liberación, en línea de principio, de toda la humanidad (5,12-21)
de la esclavitud del pecado y de la muerte, a través de la obra reden-
tora de Cristo; - la liberación, en línea de hecho, de los creyentes
(6,1-23) de la esclavitud de los dos poderes enemigos del género huma-
no, el pecado y la muerte, a través del bautismo, que es una participa-
ción en los actos redentores de Cristo; - la liberación del yugo de la
Ley (7,1-25), buena y espiritual, pero instrumento involuntario del do-
minio del pecado y de la muerte, por razón de la debilidad de la carne.
El querer y la razón eran incapaces, por sí mismos, de asegurar la ob-
servancia de esta Ley en el hombre pecador: la Ley hizo abundar el
pecado que conduce a la muerte.

- 8,1-39: retoma el tema del amor de Dios que da su Espíritu (vv.


1-30) y su Hijo (vv. 31-39). El don del Espíritu es prenda de salvación
porque, a nivel individual, realiza la liberación del pecado, de la
muerte, de la carne, de la ley (8,1-13). El don del Espíritu constituye
a los creyentes en hijos y herederos de Dios (8,14-17), quienes así,
110

poseen una esperanza a la cual es asociada la creación entera: su tér-


mino, la resurrección corporal, será la adopción filial divina cumplida
(8,18-30): habiendo sido llamados, hemos sido justificados y por tanto,
seremos glorificados.

El don del Hijo es prenda segura de salvación, porque en tal don,


que es el máximo, están necesariamente incluidos todos los demás dones
(8,32). El cristiano no tiene ya nada qué temer ya sea porque no haya
enemigos que puedan hacerle daño (vv. 31-34), ya sea porque nada pueda
separarlo del amor de Dios en Cristo (vv. 35-39). Estos versículos 31-
39 constituyen el himno al amor de Dios en Cristo, el himno de la espe-
ranza cristiana, escrito con un lirismo que no tiene par en la litera-
tura mundial.

- 9-11: Ilustración Bíblica. A la luz de la Escritura, Pablo con-


sidera y explica la diversa reacción de los judíos y de los gentiles
frente al Evangelio, que es revelación de la justicia y del amor de
Dios; y así muestra cómo éste ha sido y sigue siendo el único instru-
mento válido para la salvación de los dos pueblos.

En el c. 9 san Pablo declara abiertamente que la infidelidad de gran


parte de los judíos no prueba nada contra la rectitud de la acción de
Dios para con Israel. La posición asumida por la masa de Israel frente
al Evangelio le plantea un doloroso problema a san Pablo: no obstante
los privilegios concedidos a todo el pueblo (9,1-5), solamente una par-
te de ellos llegaron a ser ―hijos de la promesa‖ (9,6-33). Ello no se
debe a la injusticia de Dios, quien al contrario ha mostrado su miseri-
cordia llamando a los no-judíos a la gracia (9,14-24); pero esto de-
muestra la verdad de la Escritura que preveía que solamente un Resto
subsistiría (9,25-33).

En el c. 10 Pablo afirma que la infidelidad de los judíos se debió


al obstinado y culpable rechazo del único instrumento de salvación, el
Evangelio, en el cual se despliega la actividad salvífica de Dios y se
realiza el misterio de salvación según las promesas; y todo esto en
contraste con cuanto había hecho Pablo, después de haber sido tocado
por la gracia de Cristo resucitado. Buscando su justicia, los judíos
desconocieron la justicia de Dios, que hacía de Cristo el término de la
Ley (10,1-4), conforme a la Escritura que proclama la salvación de los
hombres mediante la fe (10,5-13).

En el c. 11 san Pablo presenta algunos hechos consoladores, en rela-


ción con el presente, y algunas agradables perspectivas, en relación
con el porvenir, subrayando que la infidelidad de Israel tiene carácter
parcial y provisorio. En realidad una porción, ―un resto‖, según las
previsiones de los profetas ha creído y se ha convertido en instrumento
de salvación (vv. 1-10). Y si su caída ha procurado la salvación de los
―pueblos‖, qué gracia no comportará su regreso! (vv. 11-15). Y ya que
los ―pueblos‖ son como las ramas de un olivo silvestre injertadas sobre
el olivo natural de Israel (vv. 16-24), su entrada masiva en la vía de
la salvación provocará de contragolpe la salvación de todo Israel, para
quien la llamada y los dones de Dios subsisten indefectibles: así todos
los hombres encerrados bajo el dominio del pecado obtendrán finalmente
la misericordia divina (vv. 25-32); concluye así el apóstol poniendo de
relieve que la conversión de los gentiles, ya en acto, y la futura con-
versión de Israel contribuyen a poner en evidencia la misericordia de
Dios y obligan al hombre a admirar y a adorar su sabiduría infinita; y
por esto remata con un himno carismático de adoración y de acción de
gracias (vv. 33-36).

SEGUNDA PARTE: Sección Moral o Parenética (12,1-15,13)

En la primera parte de la carta, el Apóstol describió la actividad


salvífica de la Trinidad, dando particular relieve a la obra del Hijo
de Dios, que mediante su encarnación, pasión y glorificación, realiza
el plan divino de salvación (redención objetiva). Al mismo tiempo, re-
111

cordó que el hombre, mediante la fe que desemboca en el bautismo, ha


sido personalmente redimido, es decir, liberado de una múltiple escla-
vitud y constituido hijo y heredero de Dios; en una palabra: justifi-
cado y asimilado a Cristo en su ser (redención subjetiva, sobre el pla-
no ontológico).

En la parte moral de esta carta y de varias otras (Col, Ef, Gal),


Pablo enuncia una serie de exigencias o compromisos que el cristiano
debe observar para configurarse con Cristo Jesús en su acción y ser
configurado con El un día en la gloria (redención subjetiva, sobre el
plano dinámico y escatológico). Sintetizando toda su enseñanza moral,
san Pablo trata en esta última parte acerca del amor al prójimo y de
sus expresiones más sobresalientes; en concreto, teniendo la mirada
puesta sobre la comunidad de Roma, trata de los deberes generales (cc.
12-13) y de los deberes particulares de los cristianos (14,1-15,13).

A) Deberes generales (12,1-13,14)

Enuncia primero que todo la regla fundamental: que los fieles,


cumpliendo la voluntad de Dios, vivan la libertad cristiana (dokima,zein
―dokimazein‖ = distinguir, discernir) y que su vida se vuelva así un
sacrificio vivo y santo ofrecido para gloria de Dios (12,1-2).

- 12,3-21: Reglas para la vida en comunidad. La primera conse-


cuencia que se deriva de la regla fundamental se refiere a la vida de
la comunidad en la cual Dios distribuye carismas diversos que todos de-
ben poner en práctica con vistas a la edificación del Cuerpo de Cristo
que es la Iglesia (vv. 3-13): ilustra así los deberes de los diversos
miembros de la comunidad cristiana, que forman un solo cuerpo en Cris-
to, exhortando a la humildad (vv. 3-5), al recto uso de los carismas
(vv. 6-8) y a la caridad (vv. 9-14). Esta perspectiva se amplía deter-
minando los deberes para con todos los miembros de la familia humana e
invitando a la bendición, a la alegría y al amor incluso para con los
enemigos (vv. 14-21)123.

- 13,1-7: Reglas para el comportamiento que se debe asumir frente


a las autoridades civiles. En un mundo pagano en el cual la comunidad
cristiana no tiene estatuto legal, es necesario que la actitud de sus
miembros para con las autoridades demuestre lealtad ―por motivo de con-
ciencia‖ (v. 5): se trata de una dócil obediencia a las autoridades ci-
viles que reciben de Dios su poder y tienen el encargo de servir al
bien común (vv. 1-7). Este párrafo ha tenido un papel esencial en la
moral política de los siglos siguientes.

- 13,8-14: Retorno a las reglas sobre vida comunitaria. El manda-


miento de la caridad fraterna incluye todos los demás (vv. 8-10) y debe
ser practicado en una perspectiva de esperanza ―escatológica‖ (vv. 11-
14), es decir, Pablo anima a los lectores a repudiar las obras de las
tinieblas y a multiplicar las obras buenas teniendo presente la cerca-
nía de la salvación y del día del Señor.

B) Deberes especiales (14,1-15,13)

En esta última sección, da algunas directivas que se refieren al


problema de la presencia en la comunidad de grupos con diversas orien-
taciones, deduciéndolas de la ley general de la caridad: trata acerca
de los deberes recíprocos de los cristianos fuertes, o más evoluciona-
dos e iluminados, y de los cristianos débiles que, menos instruídos o
clarividentes, atribuían una exagerada importancia a algunas prácticas
ascéticas, como la abstención del vino y de la carne.

- 14,1-12: deberes comunes de los débiles y de los fuertes. Evi-


tar juicios apresurados, superficiales e injustos contra el prójimo,

123
Estas enseñanzas del Apóstol constituyen el mejor comentario a la Primera
Palabra pronunciada por el Señor desde la Cruz.
112

para no usurpar los derechos del juez divino: deben acogerse y respe-
tarse mutuamente.

- 14,13-23: deberes de los fuertes. Evitar el escándalo de los


hermanos más débiles por los cuales Cristo dió la vida. Ya el Concilio
de Jerusalén había solicitado a los cristianos convertidos del paganis-
mo sacrificar, absteniéndose de algunas prácticas odiosas para el
judaísmo, una partecita de su libertad para no romper los vínculos con
los hermanos de origen judío.

- 15,1-13: Deberes de la concordia (vv. 1-6) y de la mutua bene-


volencia (vv. 7-13). Existen diversas maneras de llevar una vida cris-
tiana auténtica con miras a la gloria de Dios. Por lo tanto, es posible
que los circuncisos y los incircuncisos glorifiquen juntos a Dios, si-
guiendo el ejemplo y las enseñanzas de Cristo.

Epílogo: (15,14-16,27). Aquí Pablo expone sus proyectos para el por-


venir (15,14-33); dirige a los lectores las últimas recomendaciones y
envía los saludos (16,1-23) y entona un himno de alabanza a Dios (16,
25-27).

- 15,14-33: Proyectos y preocupaciones para el porvenir. Se trata


de noticias personales. Recuerda su proyecto de viaje a Occidente pa-
sando por Roma. Explica su audacia al escribir, como lo está haciendo,
a la comunidad romana, en la cual no ha predicado el Evangelio, median-
te el hecho de su vocación de apóstol de los paganos.

- 16,1-23: recomendaciones y saludos. El v. 33 del c. 15 parece


ser la conclusión de los anteriores desarrollos; por esto varios auto-
res piensan que los versículos que preceden a la doxología final (16,
25-27) forman una serie de ―postdatas‖. Esto parece evidente, sobre to-
do por 16,17-23. Pablo recomienda a Febe (¿sería la portadora de la
carta?), diaconisa de Céncreas (v. 1-2). Luego envía saludos personales
y de la comunidad a un numeroso grupo de fieles de Roma (vv. 3-16).
Viene luego una primera adición o ―postdata‖ (vv. 17-20) que comprende
una exhortación a los lectores a cuidarse de los falsos hermanos que
promueven doctrinas perversas y escándalos y son esclavos del más bajo
egoísmo (vv. 17-20a) y un augurio (v. 20b).

Una segunda adición o ―postdata‖ (vv. 21-23) contiene los saludos de


algunos compañeros de Pablo, sobre todo de Tercio, su secretario. Según
el parecer de todos, el v. 24 sería una glosa.

- 16,25-27: Al cierre de su obra, el Apóstol entona un himno de


alabanza a Dios, en el cual recuerda los puntos esenciales de la doc-
trina desarrollada en la carta: Dios debe ser glorificado por siempre:
es El quien da firmeza a los fieles en la adhesión al Evangelio y al
mensaje de Jesucristo, objeto de la predicación de Pablo y revelación
del misterio, es decir, del designio de salvación que, escondido a las
generaciones pasadas, ha sido ahora manifestado a todos los paganos pa-
ra que obedezcan a Dios por medio de la fe. Es una feliz inclusión de
toda la obra. (cf. 1,16-17).

B) Integridad y unidad de la Epístola:

Es muy compleja y discutida la cuestión de la integridad y unidad


de la epístola. En el pasado varios críticos contestaron la autentici-
dad paulina del c. 15; algunos autores más recientes retienen que el c.
16 forma un escrito independiente, fragmento de una carta dirigida tal
vez a los fieles de Efeso; más numerosos son los que rechazan como una
interpolación la doxología final (16,25-27).

El rechazo en bloque de los cc. 15-16 es absolutamente injustifica-


do. La actitud negativa de Marción, acostumbrado a mutilar con desen-
voltura las Escrituras, no puede ser tenida en consideración. La inmen-
sa mayoría de los manuscritos reporta los dos capítulos: son excepción
113

poquísimos códices latinos, más bien recientes. Además, se puede adver-


tir cómo los primeros 13 versículos del c. 15 están estrechamente vin-
culados con lo anterior, por su contenido, es decir con el c. 14; y có-
mo los últimos (15,14-33) tienen una marca altamente paulina y se vin-
culan, en cuanto a las noticias personales que transmiten y a los pro-
yectos que mencionan, con Rom 1,8-15.

La opinión que se limita a negar la pertenencia del c. 16 a esta


carta, se presenta desprovista de un sólido fundamento. El capítulo en
cuestión podría haber sido concebido como una larga ―postdata‖ o ―post-
scriptum‖ o como una serie de ellos. La amplia serie de personas salu-
dadas en el c. 16 pueden fácilmente identificarse con cristianos cono-
cidos por Pablo en sus peregrinaciones apostólicas en Asia, donde mu-
chos fieles de Roma se habían refugiado después del edicto de Claudio.

El fenómeno de la variedad y de la multiplicidad de las personas sa-


ludadas por su nombre se verifica también en la carta a la Iglesia de
Colosas (cf. Col 4,10-15), que Pablo no había fundado, y en cambio no
se constata en relación con los escritos a comunidades organizadas per-
sonalmente por él: en este caso se limita a un saludo genérico, por
ejemplo a los Corintios y a los Gálatas.

Las amonestaciones de 16,17-20 que recuerdan a Fil 3,2.17-19ss, fue-


ron probablemente sugeridas al Apóstol por el temor de que sus adver-
sarios pudieran sembrar en Roma, como en otras partes, la discordia.
También en 1Cor 16,22 y Gal 6,12-17 al augurio usual son asociadas se-
veras amonestaciones; parecería que él mismo tomara la pluma para es-
cribir estas posdatas.

Finalmente, no se ve cómo el c. 16, que consta de un catálogo de


nombres propios, en el cual se introduce una breve amonestación (vv.
17-20), pueda constituír una carta124.

Por lo que respecta a la doxología (16,25-27), la tradición manus-


crita en su conjunto, es decir, salvo pocas excepciones, es favorable a
la autenticidad. A la atribución a Pablo de estos últimos versículos no
se opone la doctrina que está allí condensada: tiene timbre paulino y
resume y retoma algunos desarrollos fundamentales de la carta, empeñada
en dar un amplio relieve a la acción salvífica de Dios en favor de to-
dos los seres humanos.

Un argumento en favor de la autenticidad paulina y de la integridad


de este párrafo es ofrecido por la comparación de la doxología final
con el prólogo de la carta: en 16,25-27 reaparecen los temas tocados en
1,1-7: se habla en las dos perícopas de Evangelio y de predicación
concernientes a Cristo Jesús, de Escrituras y de profetas, de obedien-
cia a la fe. Se debe notar que aquí se habla de ―un misterio‖ (16,25) y
no ―del misterio‖ como en las cartas de la cautividad (cf. Ef 3,3-4;
ver también Rom 11,25; 1Cor 2,7).

La diferencia y la solemnidad casi litúrgica del estilo pueden de-


pender de la majestad y la gravedad del argumento, que recuerda los de-
sarrollos doctrinales de las cartas de la cautividad. En síntesis, es
un poco arriesgado rechazar la doxología y es mucho más seguro conser-
varla y valorarla como paulina125.

124
Para una opinión totalmente contraria, con la hipótesis de que se trataría
de una carta de presentación de Febe a la comunidad de Efeso, cf. AA.VV.
Comentario Bíblico ―San Jerónimo‖ Tomo IV, o.c. pgs. 104-105.
125
Fitzmyer S.J. en el Comentario Bíblico ―San Jerónimo‖ (Tomo IV pg. 104), es
de opinión contraria: ―no puede excluirse la posibilidad de que esta doxología
sea una adición no paulina a Rom, añadida quizá cuando se estaba formando el
―corpus‖ paulino‖. De igual opinión es Juan Mateos: ―La doxología final (16,
25-27), que aparece en los manuscritos en diversos lugares de la carta, sobre
todo al fin del capítulo 14, no parece paulina. Ni el vocabulario (Dios sabio)
ni la alusión a escritos proféticos contemporáneos permiten atribuírla a Pa-
114

La verdad es que toda la carta a los Romanos da la impresión de un


organismo vivo y sano, en el cual las diversas partes están armónica-
mente conectadas unas con otras y del cual ningún miembro puede ser
arrancado si no es con un gesto de arbitraria violencia.

C) Características literarias: Lengua y Estilo

Como sucede en las otras cartas, la lengua de Rom. tiene las ca-
racterísticas de la Koiné, es decir, del griego entonces comúnmente ha-
blado, del cual Pablo dispone y hace uso como las personas instruídas
de su tiempo y con el cual, aún sin tener pretensiones literarias, lo-
gra dar adecuada expresión a sus pensamientos y a sus sentimientos.

Como en el resto del N.T., se advierte un cierto influjo semítico y


de la versión de los LXX, que sin embargo no se puede exagerar. No es
extraño que Pablo les escriba a los Romanos en griego; esta lengua era
comunmente hablada y comprendida en Roma.

Por lo que respecta más particularmente al vocabulario, se ha veri-


ficado que en Rom. hay 7040 palabras, de las cuales 1041 vocablos (tér-
minos con preciso y determinado significado): la proporción de 1 a 7,
como en la Poética de Aristóteles. Entre los vocablos usados con más
frecuencia se pueden mencionar: Dios: 154 veces, ley: 73 veces; Cristo
65, pecado 48, Señor 42, fe 40, justicia 33, espíritu 33, carne 26,
gracia 25, muerte 22, creer 21, gloria 16, justificar 15.

En cuanto al estilo, en general se nota energía y vivacidad unida a


una cierta mesura, pues no se encuentra el tono polémico y agresivo.
Algunas veces alcanza vértices de elocuencia, que no son fruto de un
refinado arte oratorio sino más bien de la intensidad y la potencia de
los sentimientos que animan al escritor (cf. 8,31-39).

Se descubren varios procedimientos en su forma de argumentar que es


conducida siempre por una estricta dialéctica: utiliza ampliamente el
argumento bíblico en demostraciones de tipo rabínico (cf. cc. 4 y 9-
11). Recurre a la clásica ―diatriba‖: se trata de un diálogo con un in-
terlocutor ficticio que unas veces interroga y otras es interrogado y
acosado con objeciones, contradicho en sus supuestas afirmaciones (cf.
2,1-25; 3,6; 9,19-20; etc.). Establece paralelismos, generalmente anti-
téticos entre dos realidades: Adán y Cristo, vida y muerte, gracia y
pecado (c. 5), carne y espíritu (c. 8). Se encuentran en la obra rasgos
de homilía sobre el rito bautismal (6,1-23) o sobre la vida cristiana
(12,1-2; 13,11-14), instrucciones prácticas sobre cuestiones que per-
turban la vida comunitaria (14,1-15,13), una reflexión original sobre
el drama interior del hombre en un párrafo en primera persona singular
(7,7-25). Esta variedad de géneros muestra un genio, una capacidad li-
teraria, que aún privada de pretensiones, posee una originalidad en la
literatura de todos los tiempos.

D) Los destinatarios de la Epístola:

La comunidad de Roma, según la opinión común, es la destinataria


de esta carta. Dicha comunidad estaba formada según parece, principal-
mente de cristianos venidos del paganismo, pero contaba también con un
buen número de fieles provenientes del judaísmo.

Una colonia judía bastante numerosa y bien organizada se había for-


mado y prosperaba en la capital del imperio ya en el s. I a.C. según
testimonios de historiadores (Cicerón, Suetonio) confirmados por nume-
rosas inscripciones judías halladas en Roma.

El Evangelio hizo probablemente sus primeras conquistas entre los


judíos y sus simpatizantes, con los cuales los misioneros solían esta-

blo. Refleja más bien las circunstancias de Efesios o de la primera de Pe-


dro‖. Cf. N.T. o.c. pg. 782.
115

blecer los primeros contactos. Sin embargo, de la carta se desprende la


impresión de que los cristianos convertidos del paganismo, al menos ha-
cia el año 58, eran la mayoría. Y, en realidad, Pablo se dirige a los
Romanos en la calidad de predicador y apóstol de los paganos (1,5-6.
13ss; 15,15ss), e interpela a sus corresponsales calificándolos como
gentiles (11,13); desea visitar a Roma porque tiene el deber de anun-
ciar a todos los paganos, tanto greco-romanos como bárbaros, el Evange-
lio (1,14-15). Tal suposición puede ser valorada y confirmada por la
destinación del Evangelio según san Marcos a cristianos convertidos del
paganismo.

Esta situación pudo ser, al menos en parte, determinada por el edic-


to que en el año 49 expulsó de la ciudad a los judíos, sin excluír a
los que habían abrasado la fe cristiana (Hch 18,2). La comunidad cris-
tiana de Roma se había originado a causa de que las comunicaciones en-
tre el Oriente e Italia eran muy intensas y así es obvio pensar que
tanto judeo cristianos, como cristianos convertidos del paganismo hayan
llegado muy pronto a Roma y allí hayan difundido el conocimiento del
cristianismo.

No tiene caso objetar contra la determinación de los destinatarios,


que se da notable relieve a la abrogación de la ley (cc.7-8); se valo-
riza frecuentemente el A.T. y se exhorta a la obediencia para con las
autoridades civiles. Estos temas, en efecto, son afrontados y discuti-
dos también en algunas cartas seguramente destinadas a comunidades for-
madas en su mayoría por cristianos convertidos del paganismo (cf. Gal,
Col, etc.).

Para explicar el particular desarrollo dado a estos argumentos, como


también el uso, en varios contextos, del ―nosotros‖ o del posesivo de
primera persona plural (3,9; 4,1.9), puede bastar la presencia en Roma
de un buen número de judeo-cristianos. Es posible que a veces el autor
se dirija a la minoría de origen judío.

En cuanto a las precisiones del c. 7 acerca de la sujeción a la ley


(7,4.6.16) se recuerda que para Pablo, toda la humanidad, antes de
Cristo, vivía sujeta a un régimen legal, en el sentido de que aún no
había sido inaugurada la era del espíritu y de la fe, que interiorizan
la ley, librando al hombre de la esclavitud.

E) Ocasión, lugar y fecha de composición:

Pablo, una vez evangelizado el Oriente, había proyectado un viaje


al Occidente que lo llevara hasta España, pasando por Roma (15,24.28;
cf. Hch 19,21; 23,11). Ya este proyecto era un motivo suficiente para
dirigir una carta a los fieles de Roma, con los cuales entraría en
contacto antes de seguir hacia la península Ibérica. Queda por explicar
porqué, teniendo en mente este plan de acción, escribe una carta de es-
te tipo, que aparece como una síntesis de su pensamiento doctrinal.

Antes de encaminarse hacia Occidente, tenía Pablo que atender per-


sonalmente una última tarea: llevar a Jerusalén la colecta recogida en
las iglesias gentiles fundadas por él (Rom 15,25; cf. 1Cor 16,1). De
esta manera quería demostrar a la Iglesia madre de Jerusalén la solida-
ridad existente entre los ―pobres‖ de la comunidad judeo-cristiana y
los pagano-cristianos de Galacia, Macedonia y Acaya. Estos gentiles
habían contribuído a aquella colecta, haciendo verdad que ―compartían
sus bienes espirituales‖ (los de la Iglesia madre: Rom 15,27). Pero
antes de partir desde Corinto hacia Jerusalén, escribió a la Iglesia de
Roma para anunciarle su inminente visita. Escribiendo en calidad de
―apóstol de los gentiles‖ (11,13), sentía la necesidad de presentarse a
esta Iglesia, que aún no le conocía personalmente. Consciente también
de su misión apostólica, compuso esta carta de presentación a modo de
116

una extensa exposición de su manera de entender el Evangelio (1,16-17),


que tantos deseos sentía de predicar también en Roma126.

Parece que el Apóstol quiera anticipar y casi preparar, con su es-


crito, aquella acción de confirmar y potenciar la fe de los Romanos que
pretendía realizar con ocasión de su próxima visita a la ciudad; y al
mismo tiempo, proponer una visión del conjunto de su mensaje doctrinal,
que con la colaboración de los Romanos pretendía difundir en Occidente
(cf. 15,24), como lo había hecho en Oriente. Por esto, les plantea
aquellos puntos doctrinales que usualmente desarrolla en su predicación
y que en el momento de la redacción de la carta, de un modo particular,
lo ocupaban y preocupaban.

Sin embargo, la elección, la organización, la presentación y el re-


lieve dado a los temas pudieron ser determinados o influenciados am-
pliamente por la situación concreta de la comunidad. Por ejemplo, pa-
rece que en Rom. Pablo quiere inducir a los pagano-cristianos a una ac-
titud de mayor benevolencia para con los judeo-cristianos siempre con
el fin de favorecer la unión y el buen entendimiento entre los dos gru-
pos que componían la comunidad, como parecen sugerir los cc. 14-15,
donde los ―fuertes‖ son probablemente los pagano-cristianos y los ―dé-
biles‖ los judeo-cristianos. Tampoco se puede excluir el interés de Pa-
blo por neutralizar una acción subversiva (ya en acto o al menos posi-
ble y probable en un próximo futuro) de los judaizantes.

Pretendiendo estos fines, es decir, iluminando a los Romanos acerca


de su doctrina y poniéndolos en guardia contra opiniones erróneas de
sus adversarios, el Apóstol lograba al mismo tiempo eficazmente, prepa-
rar sus ánimos para su próxima visita.

En cuanto a la fecha y al lugar de composición se puede afirmar que


esta carta, dictada por Pablo a Tercio (cf. 16,22) fue muy probablemen-
te compuesta en Corinto, ya a finales del tercer viaje misionero (in-
vierno 57-58), con ocasión de la visita hecha a aquella ciudad (cf. Hch
20,2-3). Indicios a favor de esta posición son: en el momento en el
cual el Apóstol redacta la carta, su ministerio en Oriente llega a su
fin; por esto se debe ubicar después de su larga permanencia en Efeso
(del 54 al 57: cf. Hch 19,8ss). Además, está próximo a partir para Je-
rusalén a llevar a aquella Iglesia el resultado de la Colecta que había
hecho en Macedonia y en Acaya (cf. 15,25-29) y en vista de la cual,
algunos meses antes, había proyectado trasladarse a Corinto (cf. 1Cor
16,2; 2Cor 9,3-4). Cuando escribía a los Corintios, la colecta estaba
en vía de realización (cf. 1Cor 16,1-2; 2Cor 9,10-11) y Pablo no sabía
aún si conviniese o no ir personalmente a Jerusalén a llevarles aquel
dinero (cf. 1Cor 16,3-4); ahora, en cambio, ya la colecta ha terminado
y él ha decidido llevarla personalmente. Así, es evidente que Rom.
viene después de 1 y 2 Cor.

Estos datos proponen el año 57-58 como tiempo apropiado para la com-
posición de Rom., dado que la conclusión del tercer viaje se fecha ge-
neralmente en el 58, con base en los indicios del libro de los Hechos
relacionados con los procuradores romanos de Palestina, Felix y Festo.
En favor de la composición en Corinto está la mención de Febe, dia-
conisa de Céncreas, puerto de Corinto sobre el Egeo (cf. 16,1); como
también de Gayo, que hospedaba a Pablo, y de Erasto, tesorero de la
ciudad (cf. 16,23), que, como resulta de 1Cor 1,14 y 2Tim 4,20, habita-
ban en Corinto. Esto puede ser confirmado por la alusión de Hch 20,2-3
a una permanencia de tres meses en Grecia, que precede inmediatamente a
la partida para Jerusalén: esta estadía allí pudo ofrecerle a san Pablo
tiempo y calma para redactar esta importante carta a los Romanos.

126
La fisonomía y la finalidad de Rom. se puede delinear así: la carta es un
amplio y sólido tratado e ilustración de los puntos centrales del mensaje
cristiano con especial referencia a las relaciones entre antigua y nueva
economía, y más concretamente entre judaísmo y cristianismo (cf. Rom 4.7.9-
11).
117

III. La Doctrina:

En la carta a los Romanos Pablo profundiza de modo nuevo y más


articulado muchos de los temas que ya había afrontado en la precedente
carta a los Gálatas. En esta última, sin embargo, había subrayado sobre
todo los aspectos negativos de la ley, en el intento de prevenir un po-
sible retorno del judaísmo en el interior del cristianismo; ahora, a
causa de la diferente situación de la comunidad de Roma, asume una ac-
titud más positiva, poniendo a la luz las mutuas relaciones entre ju-
díos y gentiles en el plan salvífico de Dios. Aún el tono de la carta
es más sereno y expositivo, con numerosas referencias a la ―historia de
la Salvación‖ que tuvo como protagonista a Israel, el pueblo elegido
por Dios.

Así, esta carta ilustra los puntos de doctrina de mayor importancia


para la comprensión del cristianismo. Sin constituir una exposición
completa de la teología paulina, presenta el mensaje fundamental del
Evangelio del Apóstol. Se señalan aquí los temas de mayor relieve:

A) La justificación:

Se trata de la doctrina acerca de la absoluta gratuidad de la


justificación y de la salvación del ser humano, que se fundamentan so-
bre la justicia-lealtad de Dios, es decir sobre su fidelidad a las
gratuitas promesas, sobre la gracia de Dios, sobre su benevolencia para
con los hombres prescindiendo de sus méritos, sobre el amor y la
misericordia de Dios, sobre su voluntad y actividad salvíficas, que se
extienden no obstante la indignidad del hombre pecador127.

La noción paulina de la justicia de Dios no tiene fundamento jurídi-


co sino más bien profético: esta justicia triunfante que realiza una
obra de salvación constituye un lema del mensaje de consolación a los
exilados (Is 51,5.6.8). También el modo como Pablo habla de ella pre-
senta afinidades con el lenguaje de los apocalipsis: en el Evangelio de
Pablo la justicia de Dios ―se manifiesta‖ (3,21) en favor de los que
creen, al mismo tiempo que su cólera ―se revela‖ (1,18) contra los im-
píos. El momento histórico de esta revelación de la justicia es la
muerte de Cristo en la Cruz, ―propiciación‖ por nuestros pecados (3,22-
25; 8,3), y su resurrección gloriosa, principio de nuestra justifica-
ción (4,25): mediante su muerte Cristo ha realizado la salvación, la
liberación y la reconciliación de los hombres, arrancándolos del pecado
y de la condenación; mediante su resurrección les ha obtenido la justi-
ficación y la vida en el Espíritu.

Aquellos que, por medio de su fe en Cristo Jesús, acogen la justicia


justificadora de Dios son hechos conforme a la imagen de su Hijo, el
primogénito de todos sus hermanos cristianos (8,29). Ellos se convier-
ten en el ―Israel de Dios‖ (Gal 6,16; cf. Rom 9,6), el de la promesa.
La justicia descrita por Rom. no es otra cosa que la vida de gracia que
Dios concede gratuitamente a sus hijos, es decir, a todos aquellos que
creen en la redención salvífica realizada por el Señor Jesucristo; esta
vida desemboca en la glorificación, participación en la gloria del
Padre (6,11). Es una ―inhabitación del Espíritu‖ en los cristianos (8,
9).

B) La Historia de la Salvación:

Si bien no sea y no pretenda ser un compendio de la revelación


cristiana, la carta a los Romanos intenta, por primera vez, una relec-
tura de toda la historia de la Salvación en función de la persona y de
127
―Justicia de Dios‖ es el atributo divino por el cual Dios está siempre dis-
puesto a salvar a Israel y a toda la humanidad. La acción de Dios justo tiene
como finalidad la ―justificación‖ del hombre: esta consiste esencialmente en
el perdón del pecador, el cual es reintegrado al estado de amigo y aliado de
Dios. Cf. AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6, o.c. pg. 185. Se trata
de un ―retorno al paraíso‖ símbolo de la comunión con Dios.
118

la obra salvífica de Cristo. Se trata de indicaciones acerca de la


progresiva realización (etapas) del plan de salvación: la preparación
de la salvación; su realización en la muerte y resurrección de Cristo,
de la cual nos beneficiamos en la fe por la gracia del Padre y la ac-
ción del Espíritu; su cumplimiento final con la parusía.

Pablo presenta la historia de la humanidad como una ―historia san-


ta‖, es decir, como una historia de la acción de Dios en medio de los
hombres. Para Pablo la historia es el desarrollo del plan misericordio-
so de Dios que salva al hombre a fin de que éste pueda glorificarlo y
participar en su gloria como en un don gratuito. En esta concepción
religiosa de la historia el elemento fundamental que explica el destino
de los hombres es la elección de Dios. Este tema importantísimo de la
elección es aplicado en Rom. a dos casos particulares que abarcan la
historia de toda la humanidad: el caso de Abraham (c. 4) y el de los
Judíos (11,25-27). La defección de Israel (11,25) es el punto de par-
tida para la salvación de las naciones (11,28-32); pero a la vez el
acceso de las naciones a la salvación debe provocar los celos de Israel
(11,11), para con quien Dios permanece fiel (11,25) y de cuya conver-
sión Pablo es optimista.

Toda esta historia de la salvación es trazada en función del aconte-


cimiento principal, el acontecimiento ―escatológico‖ realizado en Cris-
to: Pablo parte de aquí para trazar la historia religiosa del pasado.
Ya que Cristo tiene un significado universal, es necesario hallarle un
personaje que constituya su contrafigura: la tradición judía le propor-
cionó el tipo de Adán. Por esto, la historia religiosa de Adán, pecador
y prevaricador, es presentada en antítesis a la de Jesús, salvador y
liberador de los hombres (5,14)128.

Así, la historia de los hombres es para Pablo una historia santa, en


la cual una fuerza única, la omnipotencia transformadora de Dios, está
en actividad entre los hombres. Estos están todos llamados a recono-
cerse pecadores delante de Dios y a recibir gratuitamente el don que
salva para la vida eterna. El pasado esperaba a Cristo con una fe que
tenía la forma de esperanza. A partir de la muerte y la resurrección de
Cristo es necesario recibir la redención con fe, porque ―Cristo es el
término de la Ley‖ (10,4). En esta historia santa, el ―Acontecimiento
de la Salvación‖ realizado en Cristo es capital; éste revela el amor
del Padre de quien todo viene, por medio del cual todo ha sido hecho,
por quien todas las cosas existen (cf. 11,36), al cual se debe dar la
gloria, por siempre (16,25-27).

C) El régimen de la Ley y la vida en el Espíritu:

Se trata de penetrantes observaciones acerca de las relaciones


entre la promesa (pacto con Abraham), en el cual se tiene la más neta
expresión de la voluntad salvífica universal de Dios, y la Ley (pacto
Sinaítico), destinada a preparar la vía para la realización de la pro-
mesa; como también acerca de las relaciones entre promesa y Evangelio,
en el cual ella se realiza, y Ley y Evangelio, con el cual ésta queda
superada y abrogada. Pablo enseña, en síntesis, que al régimen mosaico,
que tenía como característica una ley ―norma‖ pero no ―fuerza‖ de ac-
ción y por lo mismo incapaz de vencer la carne, el pecado y la muerte,
sucede el régimen Evangélico, que tiene como elemento distintivo el
Espíritu prometido, que es al mismo tiempo ―luz‖ y ―fuerza‖ y por lo
tanto da la capacidad de triunfar sobre la carne, el pecado y la muerte
permitiendo realizar las exigencias de la Ley.

En definitiva, se pone de relieve la diferencia entre el hombre no


justificado (c. 7) y el hombre justificado (c. 8): en el primero, la
lucha es entre la razón, que es ―luz‖ y que está de acuerdo con la Ley
de Dios que define la esfera del bien y del mal, y la carne, es decir
la ―fuerza‖ que domina las facultades humanas y las empuja a actuar

128
Cf. Exégesis posterior a principios del segundo semestre.
119

contra Dios: y el hombre sucumbe. Pablo describe esta situación recu-


rriendo al concepto de la ―ira de Dios‖: en antítesis con la justicia
de Dios esta expresión indica las desgracias que el ser humano atrae
sobre sí por causa de sus pecados; se trata por lo tanto de una reali-
dad dolorosa causada por el hombre, pero presentada como un castigo di-
vino, en cuanto que es Dios quien la permite abandonando al hombre a
las consecuencias de su pecado. En el segundo, la lucha se da entre el
Espíritu, que es al mismo tiempo ―luz‖ y ―fuerza‖ que inclina a actuar
según Dios, y la carne; el hombre es, al menos inicialmente, espiritua-
lizado y colocado al nivel de la Ley que es espiritual, y por consi-
guiente puesto en grado de observarla, y así puede huír o sustraerse al
dominio del pecado y de sus consecuencias. Esta justificación provoca
en el ser humano una profunda transformación, cuyo artífice es el Espí-
ritu Santo, primer don de Dios a los creyentes; El infunde en el cora-
zón humano el amor de Dios (Rom 5,5) y este amor debe convertirse en el
motivo inspirador y en la fuerza de acción de todas las obras que los
creyentes están llamados a realizar en su vida de cada día (Rom 12,1-
21; 14,1-15,13)129

D) La fe:

Ofrece claras precisiones sobre las relaciones entre la fe y las


obras. Presenta la fe como causa de la justicia y las obras como fruto
de la justicia, obtenida por la fe. Mediante la fórmula: ―el hombre es
justificado no por las obras de la Ley, sino por medio de la fe‖, Pa-
blo recuerda a los hombres de todos los tiempos que deben renunciar a
la pretensión de ser autosuficientes, de bastarse a sí mismos, de glo-
riarse en sí mismos; y que tienen necesidad, para darle consistencia,
solidez y valor de eternidad a su vida, de apoyarse en Dios: deben glo-
riarse sólo en El.

La fe es el valor religioso citado con más frecuencia a lo largo de


toda la carta y está siempre íntimamente asociado con la justicia, de
la cual significa la acogida. Esto se percibe muy claramente en los
cuatro resúmenes del Evangelio en la carta: 1,1-7 (sobre todo vv. 3-4);
1,16-17; 3,21—31 (un texto fundamental de Rom.) y 10,3-13. La fe es la
actitud religiosa del hombre que confía íntegramente en las promesas de
Dios: él recibe todo gratuitamente, para adorarlo y para agradecerlo en
todo lo que hace. Esta es la actitud habitual de Pablo (cf. 1,8 y
passim). Al contrario, la actitud pagana se caracteriza por el rechazo
de esta doble referencia a Dios.

El creyente recibe, por lo tanto, una realidad que lo transforma y


hace de él un ―hijo de Dios‖ (8,14-15). Pero la fe es exigente: el Es-
píritu que ha infundido el amor del Padre en nuestros corazones espera
sus frutos, es decir, las obras que son su expresión auténtica. Bajo el
régimen de la Ley, en el tiempo de la ―paciencia de Dios‖ (Rom 2,4; 3,
25), los antiguos judíos tenían una cierta excusa por no observar la
Ley: a causa de la debilidad natural del hombre (cf. 7,14-24). Pero,
bajo el régimen de la gracia y de la justicia que se vincula con el Es-
píritu, los fieles reciben la posibilidad de practicar sus preceptos
(cf. 6,14-15; y sobre todo 8,4).

E) La Trinidad:

Un atento examen de los primeros ocho capítulos revela que se


caracterizan por un cierto ritmo trinitario: parece que el estado de
postración de la humanidad y la obra redentora sean descritos tres ve-
ces procediendo de lo genérico y colectivo hacia lo específico e indi-
vidual y poniendo en escena primero el Padre (1,18-4,25), luego el Hijo
(cc. 5-7) y, finalmente, al Espíritu Santo (c. 8)130.

129
Son los principios fundamentales de la ―Antropología paulina‖.
130
Cf. Estructura según la T.O.B., pg. 108 de este curso.
120

Ha sido justamente exaltada ―la eterna actualidad‖ de la carta a los


Romanos; y esto por razones del contenido esencial, de las cosas que
dice; pero también se puede afirmar que por razón de la forma: aquí Pa-
blo se revela como un gran Profeta, un gran Apóstol y un gran Pensador.
Por esto, se percibe y se experimenta que analizando y estudiando este
mensaje tan central y profundo, el teólogo y los estudiosos realizan un
retorno a lo esencial que es siempre un imperativo y un tónico para el
pensamiento y el ser cristianos. Por esta razón Marción sacó de ella su
concepción de un cristianismo desvinculado de la herencia del Antiguo
Testamento y del judaísmo. San Agustín, en cambio, se inspiró en ella
para la polémica contra el pelagianismo. En ella Lutero y los reforma-
dores del siglo XVI se inspiraron para formular sus tesis. En época mo-
derna el comentario que hizo de ella Karl Barth puso fin a la orienta-
ción liberal de la teología alemana, abriendo la via hacia una direc-
ción dialéctica. En estos últimos decenios, precisamente sobre la carta
a los Romanos, se ha logrado una significativa convergencia entre cató-
licos y protestantes, que ha permitido llevar el diálogo ecuménico ha-
cia un plano más directamente teológico.

B I B L I O G R A F Í A

Las anteriores notas sobre el libro de los Hechos de los apóstoles, la


Introducción a la Persona y la Obra de San Pablo y cada una de las
cartas presentadas, fueron tomadas literalmente, o adaptadas o traduci-
das de las siguientes obras:

AA.VV. ―COMENTARIO BIBLICO «SAN JERÓNIMO», T. III Ediciones Cristian-


dad, Madrid 1972.

AA.VV. COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO, La Casa de la Biblia , 1995

AA.VV. IL MESSAGGIO DELLA SALVEZZA, Vol 7, Elle Di Ci, Torino 1976

AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 1 Editrice Elle Di Ci, Torino
(Leumann) 1994.

AA.VV. LOGOS, Corso di Studi Biblici, Vol 6 Editrice Elle Di Ci, Torino
(Leumann) 1995.

Mateos, Juan: NUEVO TESTAMENTO, Ediciones Cristiandad, Madrid 1987

Rius-Camps, Josep: DE JERUSALEN A ANTIOQUIA. Génesis de la Iglesia


Cristiana (Hch 1-12), Ediciones El Almendro, Córdoba 1989

Rius-Camps, Josep: EL CAMINO DE PABLO A LA MISIÓN DE LOS PAGANOS,


Ediciones Cristiandad, Madrid 1984.

Segalla, Giuseppe: PANORAMAS DEL NUEVO TESTAMENTO, Editorial Verbo


Divino, Estella 2000.

(Las demás obras y artículos consultados fueron citadas directamente


dentro del texto del curso).
121

I N D I C E

LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

I. El Autor 2
A) Criterios externos 2
B) Criterios internos 3

II. La Obra 4

A) El título 4
B) Los prólogos de san Lucas 5
C) El material y las fuentes 6
D) La organización del material 7
E) El Plan del libro 8
F) Lengua, estilo y procedimientos de composición 11
G) Unidad del libro de los Hechos 12
H) El Género Literario 14
1) Los Hechos son un libro histórico 14
2) Los Hechos ¿son una apología? 15
3) Los Hechos son un diario de viaje 16
I) Destinatario y fecha de composición 17
J) El texto 18

III. La Doctrina: La fe de la Iglesia naciente 19

A) La fe y el bautismo 19
B) La Cristología 19
C) El Espíritu Santo 20
D) La Eclesiología 21

SAN PABLO: SU PERSONALIDAD Y SU OBRA

I. Las fuentes para el estudio de San Pablo 22


II. La persona de Pablo 24

A) El hombre 24
B) El lugar de nacimiento 25
C) La fecha de nacimiento 25

III. La formación cultural de San Pablo 27

A) Formación judía de Pablo 28


B) Influjos helenísticos sobre Pablo 32

IV. El creyente Pablo 35

A) La religiosidad hebrea de Pablo 35


B) La novedad cristiana en la piedad paulina 37
1) La centralidad de Cristo 37
2) La presencia del Espíritu 37

V. Las Cartas de San Pablo 38

A) Género literario epistolar 39


B) El ―Corpus‖ Paulino 40

VI. Elementos de Vocabulario Teológico Paulino 41

LAS DOS CARTAS A LOS TESALONICENSES

I. El Autor 53
II. La Obra 54
122

A) Análisis de las dos Cartas 54


B) Los destinatarios de las dos Cartas 58
C) Ocasión, lugar y fecha de composición 59

III. La Doctrina 60

A) El Credo y la vida cristiana de los Tesalonicenses 61


B) Enseñanzas escatológicas 64

LAS DOS CARTAS A LOS CORINTIOS

I. El Autor 65
II. La Obra 66

A) Estructura y análisis de las dos Cartas 66


B) La unidad de las dos Cartas 83
C) Los destinatarios 85
D) Ocasión, lugar y fecha de composición de las cartas 86

III. La Doctrina 88

A) La Primera Carta a los Corintios 89


B) La Segunda Carta a los Corintios 90

LA CARTA A LOS GÁLATAS

I. El Autor 92
II. La Obra 92

A) Estructura y Análisis 92
B) Los destinatarios de la Carta 101
C) Ocasión, lugar y fecha de composición 102

III. La Doctrina 103

A) Temas centrales 103


B) Temas complementarios 104

LA CARTA A LOS ROMANOS

I. El Autor 107

A) Argumentos externos 107


B) Argumentos internos 107

II. La Obra 107

A) Estructura y análisis de la Carta 107


B) Integridad y unidad de la Epístola 112
C) Características literarias: lengua y estilo 114
D) Los destinatarios de la Epístola 114
E) Ocasión, lugar y fecha de composición 115

III. La Doctrina 116

A) La justificación 117
B) La Historia de la Salvación 117
C) El régimen de la Ley y el régimen del Espíritu 118
D) La fe 119
E) La Trinidad 119

BIBLIOGRAFÍA 120
INDICE 121

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