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El Paisaje en el siglo XIX

El paisaje es el género artístico que, como su nombre lo indica, muestra paisajes naturales y urbanos
como así también puertos, ríos y mares. El paisaje ha formado parte de la pintura desde siempre
como fondo para las escenas más importantes, pero solo llegó a independizarse como un género
en el siglo XVII. El paisaje está entre los géneros menores de la pintura, junto con las escenas de
costumbre y los bodegones; por lo tanto, corresponde a formatos medios o chicos, y fue
desarrollado por artistas menos destacados. Este género tiene la capacidad de aludir a temas y
cuestiones que son extras a la escena representada ya que a partir de los elementos que se incluyen
se puede connotar cuestiones mayores, sentimientos y emociones. Estos cuadros tienden a ser
imágenes que apelan a la belleza y, por lo tanto, tuvieron amplia difusión en el mercado a través de
la burguesía que las consumía para ornamentar sus residencias particulares.

Joseph Mallord William Turner


J.M.W. Turner (Londres, 1775 – 1851) fue uno de los artistas más importantes de su época.
Demostró su talento precozmente y gozó de éxito como pintor desde muy joven. Al comienzo, en
sus obras exploró el paisaje desde una mirada topográfica, influido por Claude Lorraine. Sus obras
tardías se caracterizan por imágenes prácticamente abstractas donde el color y la pincelada son
protagonistas.

Empujado por su espíritu romántico, Turner viajó mucho, explorando paisajes desconocidos y buscó
representar el poder de la naturaleza desatada para aproximarse a las i deas sobre lo sublime que
tenían difusión en la época.

1 - J.M.W. Turner (Londres, 1775 – 1851). El Temerario remolcado a dique s eco (1838). Óleo sobre tela. 90,7 x 121,6 cm.
National Gallery, Londres.

Esta fue una de las obras más queridas por Turner, a tal punto que nunca quiso venderla. En ella
representó el último viaje de un buque de la Marina inglesa que había participado de la Batalla de
Trafalgar y ahora sería desguazado. El desguace de El Temerario simboliza el fin de una era: los
buques a vela estaban siendo reemplazados por la nueva tecnología, a vapor.

Según la historia, El Temerario fue remolcado por dos barcos a vapor durante dos días desde
Sheerness hasta llegar al dique seco de Rotherhithe. Este tipo de travesías que hacían de día y según
la disposición de los puertos, la travesía se realizó desde el este hacia el oeste. Los mástiles de El
Temerario ya habían sido desmontados antes de este traslado final.

Sin embargo, Turner decidió obviar los datos históricos reales para componer una obra donde se lea
la tensión entre lo antiguo siendo desplazado por lo moderno. Las blancas velas del El Temerario
flamean al viento, contrastadas por el oscuro humo del único remolcador que lo lleva. El Temerario
avanza noble y majestuoso en el atardecer, con una luna que se asoma en el ángulo superior
izquierdo. El remolcador, negro, es su verdugo.

El Temerario estaba pintado en amarillo y negro, pero Turner lo retrata en colores claros y
evanescentes, con veladuras de gris y ocre, para evocar una sensación prácticamente fantasmal.
Parece que avanza con dignidad, brillando hacia su muerte.

Sobre la izquierda se destaca el ocaso en llamas, realizado primero con finas veladuras sobre las que
acomodó capas espesas de amarillos y rojos. La riqueza de los colores y la libertad de la pincelada
confieren a la obra una vibración instantánea.

Con todos estos elementos, Turner carga a una simple marina de sentimientos y emociones y
compone una obra que sirve como despedida para el glorioso pasado de este buque en particular y
de la Marina inglesa en general.

2 - J.M.W. Turner (Londres, 1775 – 1851). Ll uvi a, vapor y vel ocidad. El gra n ferrocarril del oeste (1844). Óleo sobre tela. 91 x
122 cm. National Gallery, Londres.

Muy distinta es la sensación que transmite Lluvia, vapor y velocidad. El gran ferrocarril del oeste
(1844), en la que Turner buscó mostrar la velocidad y el fragor de un tren en plena carrera. Los
trenes a vapor eran una tecnología nueva y, junto al telégrafo, produjeron una revolución en el
transporte y las comunicaciones del siglo XIX. La velocidad y la inmediatez eran las nuevas
características de este siglo.

Según se cuenta, Turner era un apasionado de las tormentas y se hizo atar al mástil mayor de un
barco para poder experimentarla en su mayor intensidad. Así, también se dice que asomó su cabeza
por la ventanilla de un tren en plena velocidad mientras atravesaba un fuerte diluvio. Esa última
sensación fue la que buscó plasmar en este cuadro a partir de una imagen prácticamente fuera de
foco donde solo podemos reconocer la locomotora y el puente que está cruzando. Entre las vías del
tren, delante de la máquina se advierte una pequeña liebre que haría referencia a la fábula de “La
liebre y la tortuga”, siendo ambos (liebre y locomotora) símbolos de la velocidad. La velocidad de la
locomotora cortando la tormenta da por resultado una aproximaci ón nueva hacia la idea de lo
sublime, donde no es solo la naturaleza en su máxima expresión sino que está acompañada por el
avance tecnológico.

Turner compuso una obra que anticipa a las corrientes abstractas y donde asombra por la belleza de
los colores y la materia que colocó sobre la tela. Evitó representar cualquier referencia geográfica,
objeto de la naturaleza, paisaje, y hasta es difusa la línea del horizonte. Estas elecciones estéticas
muestran un avance significativo que será retomado por los artistas del siglo XX.

John Constable
John Constable (East Bergholt, 1776 – Hampstead, 1837) fue un artista inglés contemporáneo a
Turner, pero con una búsqueda estética prácticamente opuesta.

Se lo considera como uno de los más grandes paisajistas ingleses aunque, a diferencia de Turner, su
reconocimiento artístico tardó en llegar, ya que en esa época se preferían grandes paisajes sublimes
que representaran cascadas o cordilleras.

Pero Constable decidió trabajar escenas rurales, donde los campesinos están realizando sus tareas
cotidianas. Las escenas son afables, inundadas de una luz clara y cálida.

3 - John Constable (1776 – 1837). El ca rro de heno (1821). Óleo sobre tela. 130 x 185 cm. National Gallery, Londres.

En El carro de heno (1821) Constable tomó por tema una hacienda vecina a la de su familia sobre el
rio Stour. El paisaje campesino está mostrado con sencillez, sin estridencias ni idealizaciones. No
busca que los campesinos tengan un protagonismo que les ha sido negado (como Millet) ni tampoco
quiere conmovernos con la inmensidad del paisaje (como Turner).

La búsqueda de Constable se orienta hacia la imagen pintoresca, es decir, aquello que es digno de
ser pintado y se concentra en pequeñas escenas cotidianas donde reside la belleza de lo peque ño. La
categoría de lo pintoresco complementa a la categoría de los sublime, y mientras lo sublime se
enfoca en lo grande y lo inmenso, lo pintoresco se encarga de lo peque ño y mesurable. Dentro de lo
pintoresco se pueden hallar escenas rurales, escenas de costumbres e incluso escenas extravagantes.

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