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Liberto de la Religión

El Inestimable Placer de
Ser Un Librepensador

Paulo Bittencourt
© Paulo Roberto de Paula Bittencourt

ISBN: 9781719033688

Diseño de la tapa: Paulo Bittencourt

Todos los derechos reservados. Sin permiso


del autor, ninguna porción de este libro
puede ser reproducida de manera alguna.

Salvo cuando se refieren a una persona en


particular, todos los términos específicos de
género deben ser considerados como refi-
riéndose tanto a la forma femenina como a
la masculina.

Universo, Complejo de Supercúmulos Piscis-Cetus,


Supercúmulo de Laniakea, Supercúmulo de Virgo, Grupo Local,
Vía Láctea, Brazo de Orión, Onda de Radcliffe, Burbuja Local,
Nube Interestelar Local, Sistema Solar, Tierra

Clique: Libre Pensamiento


Si el caro lector encuentra que algunos de
mis pensamientos están formulados de una
manera un tanto inusual, espero que me
perdone y, aun así, aprecie mi esfuerzo para
escribir en español a pesar de no ser mi
lengua materna.
Desafío

Si usted es uno de aquellos cristianos que


leen la Biblia, imagino que sea evangélico, y
si es evangélico considero un milagro que
esté leyendo este libro. Sin ofender, pero
evangélicos no leen cosa alguna que no
haya sido publicada por una editora cris-
tiana, mucho menos libros que estimulan el
pensamiento crítico. Sé de lo que estoy
hablando, pues también fui evangélico y mi
familia entera lo es. Dicho eso, es probable
que este libro haya llegado a sus manos por
indicación, y aún más probable que ya los
primeros párrafos del primer capítulo le
hagan parar de leer.
La razón por que creyentes devotos, so-
bre todo evangélicos, nada leen que induzca
al libre pensar es muy simple: miedo de
perder la fe. Ahora bien, si usted tiene mie-
do de perder su fe, ella no es firme, y si ella
no es firme, usted, además de estar siendo
engañado, está engañando a sí mismo. Por
otro lado, si su fe es firme, ¿cómo puede us-
ted de ello estar seguro, si no la pone a
prueba?

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Le desafío, por tanto, a leer este libro
hasta al fin, así probando a sí mismo que
usted no pertenece al gigantesco grupo de
creyentes que tienen miedo de perder la fe.
Si Liberto de la Religión no le hace dudar
de ni una única de las cosas en que usted
cree, usted podrá decir que su fe realmente
es inquebrantable.

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Paulo Biten ¿quién?

Nací en Paraná, Brasil, en 1966, pero pasé


la infancia en la ciudad de Río de Janeiro,
en una época en que brasileños todavía
decían que Dios era brasileño. Mi madre
me llevó a mí y a mis tres hermanos a la
iglesia evangélica a que el padre de ella la
había llevado a ella y a los ocho hermanos y
hermanas de ella y mis tres hermanos los
habían llevado a los hijos e hijas de ellos.
Cuando me convertí en adulto, mi padre,
que era católico, se convirtió a la iglesia
evangélica a que el padre de mi madre la
había llevado a ella y a los ocho hermanos y
hermanas de ella y ella me había llevado a
mí y a mis tres hermanos y mis tres her-
manos los habían llevado a los hijos e hijas
de ellos.
Yo no lo llevé a mi hijo a iglesia alguna.
No soy un cualquiera. Después de todo,
tengo el mismo nombre de familia que el
desgreñado compositor de “ta, ta, ta,
taaaaa…”. Bittencourt es la versión francesa
del apellido holandés Beethoven, de nobilí-
simo significado: huerto de beterragas.

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Yo soñaba con ser dibujante de historie-
tas y dibujos animados, pero una voz en mi
cabeza me mandó hacer Facultad de Teolo-
gía y trabajar para un superhombre invisi-
ble y enojado. En vez de hacer de mí un
hombre de Dios, estudiar Teología me hizo
tener dudas. Al final del quinto semestre,
abandoné los estudios y me mudé a Euro-
pa. No fui tragado por una ballena solo
porque fui en avión. Tras corta estada en
varios países, en 1990 me radiqué en la
ciudad austriaca en que Ludwig van Huerto
de Beterragas dio de comer a los gusanos:
Viena, donde me gradué en Canto Lírico.
Soy autor también de los libros (sola-
mente en portugués y inglés) Perdiendo
Tiempo Con Dios: Por Qué Soy Ateo y (so-
lamente en portugués) Con Zeus No Se
Juega: Locuras de la Creencia en Dios.

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A mi hijo Evgeny

Que vivas en un mundo cada vez más libre


de supersticiones e irracionalidades.
Sumario

1
Miedo
16

2
Lógica
89

3
Mito
155

4
Diversidad
237

5
Realidad
309

6
Razón
380

Apéndice 1
Desintoxicación
437

Apéndice 2
Libre Pensamiento
453
Prefacio

El tema de mi libro es serio. Muy, muy se-


rio. Tan serio que, si yo viviera antes del
siglo XVIII, dependiendo de la época él me
llevaría a ser o apedreado o descuartizado o
ahogado o ahorcado o quemado. No sin
antes ser debidamente torturado, claro. Es-
pere: casi me iba olvidando de que, en una
república islámica, incluso hoy mi libro me
haría perder la cabeza. Como, desde el siglo
XIX, leyes seculares obligan a los cristianos
a ser tolerantes, en Occidente lo máximo
que puede sucederme es ser forzado a “ver
el Sol nacer cuadrado” [ir a la cárcel, en
portugués].
¿Amén o no amén?
Imagínese, caro lector, que alguien le
cuenta una historia fantástica, diciendo
que, si cree en ella, usted será criticado por
creer en lo que el mundo considera locura,
pero que eso debe hacerle feliz, pues usted
estará siendo víctima de persecución, lo
que prueba que esa historia es verdad y que
usted forma parte de un grupo selecto de
privilegiados. Así que cree en esa historia y
se siente escogido, usted es advertido de
11
que, exactamente como aquellos que la
consideran locura, sufrirá graves conse-
cuencias, en caso de que de ella dude.
Una manera muy astuta de hacerle blo-
quear todo pensamiento crítico y rechazar
lo que quiera que pueda inducirle a someter
esa historia a escrutinio racional, ¿no es
así?
Eso, caro lector, se llama religión. En los
países en que por siglos esa historia viene
siendo pasada de generación en generación
como sagrada, está tan profundamente en-
raizada que forma parte de su tradición y
cultura. De este modo, no es de extrañar
que, desde la cuna, millones de personas
sean enseñadas a verla como verdad uni-
versal incontestable, lo que causa condicio-
namiento de la mente y resulta en un au-
tomatismo religioso que impide a la mayo-
ría de ellas parar a preguntarse si esa histo-
ria tiene sentido y creer en ella es sensato y
necesario.
Paradójicamente, al mismo tiempo en
que toman como ofensas las críticas a sus
creencias, esos creyentes creen ser natural
criticar creencias ajenas. Todos los religio-
sos rechazan decenas de miles de religiones

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como absurdas, por lo que ellos no pierden
ni un minuto siquiera de sueño. La diferen-
cia entre creyentes y yo, entonces, es ínfi-
ma: rechazo solo una religión más que
ellos.
Si el Cristianismo es la creencia que aquí
más diseco, eso se debe al simple hecho de
yo haber sido cristiano y él no solo ser la
mayor religión del mundo, sino también la
más seguida por occidentales. No tiene mu-
cho sentido escribir libros sobre las irracio-
nalidades, por ejemplo, del Islam donde esa
religión es practicada por una minúscula
minoría. En verdad, ni es necesario, pues
todas las religiones se resumen en esto:
creer en la existencia de cosas de las que no
se tiene evidencias. Por cierto, visto que son
religiones parientes, un análisis del Cristia-
nismo es casi un análisis del Islam.
Donde no hay reflexión, hay manipula-
ción. Es evidente que religiones usan el
miedo como instrumento de dominación,
primero para engañar, después para impe-
dir la reflexión y consecuente desconver-
sión de sus adeptos. En efecto, toda ideolo-
gía que amenaza de castigo a quien la re-
chaza es perversa y merece ser rechazada.

13
Quien tiene miedo al Infierno está en el
mismo nivel intelectual de quien tiene mie-
do al Coco.
Uno de los principales objetivos de este
libro es mostrar que no hay motivos algu-
nos para seguir religiones y que hay razo-
nes de sobra para ser un librepensador.

Paulo Bittencourt

14
“No hay placer mayor que ser un librepen-
sador.”
— Paulo Bittencourt
1

Miedo

“Mi madre me dijo, tiempo atrás:


‘Adonde vayas, Dios va detrás.
Dios ve siempre todo lo que haces’.
Tenía tanto miedo de salir de la cama por la
noche al baño,
miedo de saber que no estaba allí solo,
porque siempre, siempre, siempre yo estaba
con Dios.”
(De la canción Paranoia, de Raul Seixas)

GEORGE CARLIN, UN famoso comediante es-


tadounidense, presentó, en 1972, un pro-
grama titulado Las Siete Palabras Que Us-
ted Nunca Puede Decir en la Televisión.
Como siento que el caro lector está mu-
riendo de curiosidad por saber cuáles son,
ahí van: [censurado], [censurado], [censu-
rado], [censurado], [censurado], [censura-
do] y [censurado]. La broma consistía en
que Carlin diseccionaba esas siete palabro-
tas de tal modo que al final perdían toda
obscenidad, transformándose en palabras
comunes.
En la mediana ciudad en que nací, había
dos cines: el Marajá y el Plaza. Mientras el
16
Marajá era especializado en kung fu y
spaghetti western, el más sofisticado Plaza
proyectaba, con muchos meses de retraso,
los últimos éxitos de Hollywood, pero sin
dejar de lado las populares pornochancha-
das [comedias eróticas brasileñas] de la dé-
cada de 1970. Chicos en plena explosión
hormonal, como yo, se deleitaban con la
“obscenidad” de los carteles de esas pelícu-
las, que en aquella época eran consideradas
pornográficas, pero menos de una década
más tarde pasaron a ser mostradas en la TV
y hoy no escandalizan ni a abuelitas cente-
narias.
Aunque no de manera uniforme, alrede-
dor del globo la expansión del conocimien-
to, avance de la Ciencia, aumento general
del nivel de instrucción y popularización de
la internet tienden a hacer a las personas
volverse cada vez menos ingenuas. Mucho
de lo que en la generación anterior era re-
probable es hoy aceptable o tolerable. A
medida que disminuye la ingenuidad, los
tabúes pierden la fuerza o desaparecen.
Desde 1826, año en que el profesor Caye-
tano Ripoll fue ahorcado por el tribunal ca-
tólico Junta de Fe, en Valencia, España,

17
nadie más en Occidente necesita temer ser
condenado a muerte por blasfemia o here-
jía. Sin embargo, para mucha gente, divini-
dades y religiones continúan siendo tabúes
sacrosantos y amenazadores. Si tomamos
Cristianismo e Islam, tenemos un total de
4,2 mil millones de personas, más de la mi-
tad de la población mundial, que no osan
dudar, ni que hablar de cuestionar los
dogmas de las dos mayores religiones, aun-
que sepan que ellos no se basan en eviden-
cias. Mientras que en gran parte del mundo
islámico críticas a la religión e descreencia
son causas de posible pena de muerte, en el
mundo cristiano personas todavía pueden
ser presas por públicamente oponerse a
convicciones religiosas. Si el caro lector es
ateo y está planeando pasar un tiempo en
Rusia, cuando esté allá no diga en una
charla virtual “Dios no existe”, a menos que
esté con ganas de “ver el Sol nacer cuadra-
do”.
No son pocos los creyentes que deman-
dan la incuestionabilidad del Cristianismo.
A pesar de todo esclarecimiento y libertad,
en Brasil es común que administradores de
canales de YouTube y páginas de Facebook

18
sean amenazados de muerte o procesados
por criticar o parodiar la fe cristiana. Alre-
dedor del mundo, quien declarar no creer
en seres invisibles será visto como normal.
En Occidente, quien declarar no creer en
los seres invisibles de las religiones indíge-
nas, africanas y asiáticas también será visto
como normal. Por su parte, en las Américas
quien declarar no creer en los seres invisi-
bles de la religión judeocristiana será visto
con desconfianza y podrá sufrir hostilida-
des.
Uno de los principales atributos del dios
cristiano es ser santo. Lo que es santo es
sagrado; lo que es sagrado, inviolable; lo
que es inviolable, incuestionable; lo que es
incuestionable, indiscutible. Así, no es de
extrañar que en Brasil, un país en que, se-
gún el Censo de 2010 del Instituto Brasile-
ño de Geografía y Estadística, apenas el 8%
de las personas no tienen religión, el 86,8%
son practicantes del Cristianismo y el fun-
damentalismo cristiano crece de manera
vertiginosa, reflexionar críticamente sobre
Dios y religión no sea ni común ni acepta-
ble.

19
La esencia de muchas religiones es la
misma: por más simples y desconocidas
que sean, predican la existencia de por lo
menos un dios que recompensa a quien lo
agrada y castiga a quien lo desagrada. Una
característica común a todas es que dioses
no están ni un poco interesados en poner
fin a las dudas y exacerbadas discusiones
sobre su existencia. Si el dios cristiano exis-
te, sería tan fácil para él acabar con la aflic-
ción de los que ansían descubrir el sentido
de la vida, con la angustia de aquellos que
piensan necesitar tener certeza de que la
muerte no es el fin y con la enemistad entre
las diferentes religiones y sus sectas, que a
lo largo de la Historia mató a millones de
personas y aún hoy genera arrogancia, into-
lerancia, discordia y división: bastaría que
se apareciera a la Humanidad. Como dios
omnisciente y todopoderoso, sabe como
podría hacerlo de modo inequívoco, disi-
pando toda y cualquier duda. ¿Por qué, en-
tonces, no lo hace?
El dios bíblico supuestamente inspiró a
algunos hombres de la Edad del Hierro a
redactar una cartilla con relatos también de
la Edad del Bronce, hizo que algunos de

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ellos tuvieran sueños enigmáticos, revelán-
doles eventos futuros por medio de oscuros
simbolismos, y llamó personas para fundar
iglesias. Desde entonces, se queda obser-
vando sus criaturas debatirse con la inter-
pretación de sus inspiraciones literarias,
curioso por ver quién de ellas las descifran
correctamente y cuántas las aceptan sin
cuestionar. Se dice por ahí que todo lo que
es bueno necesita ser alcanzado a través de
arduo esfuerzo. Siendo así, es como si Dios
sintiera placer en poner a prueba la capaci-
dad del hombre de creer, ejecutar y esperar.
Solo quien pasa esa prueba califica para re-
cibir el premio: vivir en una mansión de oro
por infinitos centillones de años.
Mayor figura del Cristianismo, el apóstol
Pablo compara la fe en Dios con una lucha,
pero principalmente con una carrera. Para
mí, y creo que para mucha gente, una com-
paración nada motivadora. En la enseñanza
media, tuvimos un pésimo profesor de
Educación Física. En vez de enseñar dife-
rentes modalidades deportivas, ponía a la
clase a correr bajo un sol abrasador, razón
por que lo apodamos profesor de pista. En
las pruebas bimestrales, nos daba un punto

21
por cada vuelta alrededor del campo de
fútbol. Como odiábamos correr, la mayoría
de nosotros daba solo cinco vueltas, lo sufi-
ciente para pasar. Si el Paraíso es alcanza-
ble solo por medio de carrera y lucha, a
quien no le gusta ni correr ni luchar está
perdido.
Religiosos ven la vida como una prueba
administrada por Dios. Sin embargo, la
concepción de que él nos prueba es una in-
coherencia. Primero porque no se trata de
una prueba cualquiera, como las escolares,
en que el alumno, si reprobado, tiene la
oportunidad de repetir. La prueba divina
dura una vida entera y su objetivo no es ca-
lificar a una persona para la vida profesio-
nal, sino determinar dónde pasará la eter-
nidad: tocando arpa y entonando alabanzas
en altas y brillantes nubes o siendo frito y
gritando de dolor en las profundidades te-
nebrosas del Tártaro. Y segundo porque los
seres humanos no son iguales en una serie
de aspectos, como intelecto, condición de
salud, estrato socioeconómico, educación,
inclinaciones y oportunidades. Luego, da-
das las terribles consecuencias de una re-
probación, si la vida fuera una prueba divi-

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na ella no sería justa. Al mismo tiempo ca-
rrera y prueba, la vida de algunos tiene más
obstáculos y es más dura que la de otros.
Tampoco es igual en todas las personas
la predisposición para creer en la existencia
de dioses y seguir religiones. Algunas tie-
nen gran facilidad para creer, así como so-
meterse a autoridades eclesiásticas. Por su
parte, las de espíritu más libre, que a los
creyentes les gusta clasificar como rebeldes,
son menos o nada inclinadas a la religiosi-
dad. Semejantemente, la propensión a ha-
cer el bien y practicar el mal no es igual en
todo el mundo. Por otro lado, si fuéramos
iguales el resultado de la prueba de todas
las personas sería igual, luego sin sentido,
lo que él, de hecho, es, pues Dios, siendo
omnisciente, conoce el futuro y sabe el re-
sultado de la prueba antes de aplicarla. Así
es. En este exacto momento, Dios ya sabe
quien pasará la prueba, quien no, quien irá
al Cielo y quien al Infierno. ¿Qué cristiano
osaría afirmar que Dios no sabía el resulta-
do del macabro y sádico test que hizo con
Abraham, cuando lo mandó sacrificar a su
hijo Isaac?

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Parpadeando como el letrero de neón de
un casino de Las Vegas, dos palabras saltan
a los ojos de quien, libre de sesgo religioso,
reflexiona sobre la concepción de Dios en-
señada por muchas religiones: infantilidad
y sadismo. Dios cría a los seres humanos
diferentes unos de otros, sin embargo igno-
ra sus diferencias y de todos espera sumi-
sión incondicional, castigando a los que no
concuerdan con lo que sobre él es enseña-
do. ¿En qué un dios así difiere de dictado-
res y tiranos?
Al que todo apunta, Dios está un poco
cansado de su imagen pública milenaria de
viejo rabioso de barba blanca. Por ello, para
darle una mejorada, contrató la ayuda pro-
fesional de relaciones públicas especializa-
das: pastores neopentecostales. La estrate-
gia consiste en hacer a los fieles olvidar que
Yahveh, el dios malhumorado e implacable,
que mataba y mandaba matar hasta niños,
y Jesús, el dios al que le gustaban niños,
son la misma divinidad. El rabioso Yahveh
es dios solo de los judíos. El dios de los cris-
tianos es otro, completamente diferente:
Jesús, la divinidad camarada, traedora de
cura y fortuna.

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Y por hablar en implacable, hay quien
afirme que se volvió ateo tras leer la Biblia
con atención. En una rueda de prensa con
ocasión del lanzamiento de la película Éxo-
do: Dioses y Reyes, de Ridley Scott, así se
refirió el actor Christian Bale a su personaje
Moisés: “Pienso que ese hombre era esqui-
zofrénico y fue uno de los individuos más
bárbaros sobre quien he leído en mi vida”.
Dios hablaba con Moisés directamente y
casi todo lo que la figura más importante de
la Biblia decía, especialmente las órdenes
para destruir ciudades enteras, extermi-
nando a todos sus habitantes, lo que incluía
a niños, comenzaba con un amedrentador
“Así dice el Señor”.
Demos a alguien que nunca haya oído
hablar de la Biblia el capítulo 28 de Deute-
ronomio de leer y seguramente pensará que
se trata del guión de una película de terror.
Bajo inspiración divina, Moisés enumera
las maldiciones con que Yahveh promete
castigar a su pueblo, en caso de que este ose
“no cumplir fielmente todos sus manda-
mientos”:

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El Señor te infestará de plagas, hasta
acabar contigo en la tierra […]. El Señor
te castigará con epidemias mortales,
ebres malignas e in amaciones, con
calor sofocante y sequía, y con plagas y
pestes sobre tus cultivos. Te hostigará
hasta que perezcas […]. El Señor te a i-
girá con tumores y úlceras, como las de
Egipto, y con sarna y comezón, y no po-
drás sanar. El Señor te hará sufrir de locu-
ra, ceguera y delirio […]. El Señor te
herirá en las rodillas y en las piernas, y
con llagas malignas e incurables que te
cubrirán todo el cuerpo, desde la planta
del pie hasta la coronilla […]. Todas estas
maldiciones caerán sobre ti. Te
perseguirán y te alcanzarán hasta destru-
irte […]. Acabarás comiéndote el fruto de
tu vientre, ¡la carne misma de los hijos y
las hijas! […] [Al Señor] le agradará arru-
inarte y destruirte.

A propósito, ¿por qué la Biblia insiste


tanto en subrayar la bondad de Dios? Si no
contuviera pasajes del tipo “Den gracias al
Señor, porque él es bueno” (Salmos 107:1),
¿será que al final de su lectura concluiría-
mos que la divinidad bíblica es bondadosa?

26
fi
fl
fl
Por lo menos 60 versículos de la Palabra de
Dios se dedican a convencer al lector de que
el dios que castiga a quien no le adora es
bueno, clara señal de que eso no queda evi-
dente.
¿Cómo habrían las prohibiciones extra-
bíblicas impuestas por muchas denomina-
ciones evangélicas, que pueden ir desde
fumar, tomar bebidas alcohólicas y café,
comer carne de cerdo y mariscos, ver televi-
sión, asistir al cine y teatro, leer novelas y
libros científicos, escuchar música no reli-
giosa, bailar, practicar deportes y usar pan-
talones largos, pelo corto, joyas y maquilla-
je hasta pintarse las uñas, de no ser reflejos
de la severidad del dios de la Biblia?
Si existe una cosa que realmente inco-
moda a la deidad bíblica, es el placer sexual
de sus criaturas. Mientras la masturbación,
que el cineasta Woody Allen llama sexo con
alguien que él ama, y sexo extraconyugal
son pecado, homosexualidad es mucho más
que eso: aberración. Oficialmente, el Cato-
licismo ve sexo como un acto reservado
únicamente para la procreación. En la otra
cara de la moneda, ¿sería coincidencia que
el mayor país protestante, Estados Unidos,

27
es también el que tiene las leyes sexuales
más extrañas? Crea quien quiera, en varios
estados estadounidenses todas las posicio-
nes sexuales están prohibidas, con excep-
ción de aquella en que el hombre está acos-
tado sobre la mujer, conocida justamente
como la posición del misionero. En el esta-
do de Alabama, nadie necesita permiso
para comprar una arma o está obligado a
registrarla. Como en las películas de wés-
tern, puede llevarla a casi todos los lugares.
Sin embargo, comercializar y regalar jugue-
tes eróticos, como vibradores, acarrea una
multa de US$ 10.000 y un año de deten-
ción. Reincidencias pueden resultar en has-
ta diez años “viendo el Sol nacer cuadrado”.
¿Será que es porque vibradores son letales,
mientras que armas de fuego son inofensi-
vas?
El furor del dios del Viejo Testamento es
embarazoso para muchos cristianos, sin
embargo no tienen como de él deshacerse,
pues, además de Jesús no haber ni des-
aprobado ni revocado una letra siquiera de
lo que está escrito en la Biblia Hebrea,
Yahveh y su hijo son la mismísima divini-
dad. De ello resulta que, por más que sus

28
seguidores se contorsionen para verlo como
tal, no hay como Jesús ser diferente de
Yahveh, es decir, ser su versión bonachona.
Quien cree que el dios del Nuevo Testa-
mento es solo paz y amor necesita leer, por
ejemplo, Juan 3:36: “El que cree en el Hijo
tiene vida eterna; pero el que rechaza al
Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que
permanecerá bajo el castigo de Dios”.
El caro lector ciertamente ya ha oído ha-
blar de un lago de fuego y azufre en que
personas son torturadas por infinitos centi-
llones de años, ¿no? Por increíble que pa-
rezca, ese lugar de indecible terror es una
doctrina muchísimo más del Nuevo que del
Viejo Testamento. Destrucción, perdición y
Infierno estaban entre los temas preferidos
de Jesús, que a ellos se refirió más de 40
veces, como en esta ocasión: “Ustedes han
oído que se dijo a sus antepasados: ‘No ma-
tes, y todo el que mate quedará sujeto al
juicio del tribunal’. Pero yo les digo que
todo el que […] insulte a su hermano […]
quedará sujeto al fuego del infierno” (Ma-
teo 5:21-22). Como un pastor neopentecos-
tal, Jesús no conseguía quedarse mucho
tiempo sin citar Diablo, demonios y castigo

29
divino. Fue él, inclusive, quien pronunció la
sentencia que más da escalofríos en cristia-
nos: “El que hable contra el Espíritu Santo
no tendrá perdón” (Mateo 12:32).
¿Podría haber algo más angustioso para
un creyente que estar arrepentido y no ser
perdonado por Dios? Si hablar contra el
Espíritu Santo es el único pecado imperdo-
nable, esa no es una información trivial,
sino crucial. Sin embargo, el Nazareno no
se dio el trabajo de transmitirla de manera
clara, razón por que entre cristianos no hay
consenso sobre lo que “hablar contra el Es-
píritu Santo” significa. Eso hace que mu-
chos creyentes entren en pánico. En artícu-
los en línea sobre el tema, fieles aterroriza-
dos dejan comentarios desesperados, im-
plorando para que alguien les garantice que
no cometieron el más grave de todos los pe-
cados.
Un e-mail anónimo que recibí dice:

Hace muchos años, abandoné las igle-


sias. Pero, por mucho que yo lo intente,
no consigo dejar de creer en Dios. Está
arraigado en mí. Eso me enoja, porque
creo en ese Dios desde niño, pero nunca
tuve evidencias de su existencia. Ya hice
30
de todo para que él se revele a mí, pero
no se revela. Aun así, el miedo a no creer
y a blasfemar contra el Espíritu Santo es
muy grande.

Todas las iglesias predican que el ser


humano está perdido, pero que para ser
salvo basta creer en Jesús. Curiosamente,
nunca he oído hablar de un presidente de
una denominación cristiana que hubiera
abierto una conferencia con las siguientes
palabras: “Hermanas y hermanos, Jesús
afirmó: ‘El que cree en mí tiene vida
eterna’. Reflexionando profundamente so-
bre eso, para mí quedó claro como el Sol
que la iglesia es una institución superflua,
pues, como dice la Biblia, creer en Cristo es
suficiente. Así, presento aquí mi carta de
dimisión y propongo la disolución de nues-
tras organizaciones. Ah, y a aquellos que
queden tristes por no saber qué hacer con
el dinero del diezmo recomiendo que a par-
tir de ahora lo donen a instituciones de ca-
ridad”.
¿Por qué jamás oiremos un discurso
como ese? Porque, además de que iglesias
son fantásticos negocios, ¿qué podría ser
más fascinante que ser el representante de
31
la autoridad de nadie menos que el propio
Creador del Universo? En Hebreos 13:17,
Dios ordena: “Obedezcan a sus dirigentes y
sométanse a ellos”. Ahora bien, si la iglesia
representa a Dios en la Tierra y el Espíritu
Santo se vale de “hombres de Dios” para
instruir a las personas, la voz de la iglesia es
la voz del propio Dios. Consecuentemente,
divergir de las directrices de la iglesia es
oponerse a la autoridad divina y cerrar los
oídos a la voz del Espíritu Santo, un pecado
para el cual, como dijo Jesús, no hay per-
dón.
¿Qué instrumento de manipulación po-
dría ser mejor que ese? No es necesario ser
muy inteligente para percibir que hay una
relación entre Dios, religión, iglesia, auto-
ridad, miedo y sumisión. A esa relación
júntese comercio y queda todavía más fácil
entender por qué liderar una iglesia es tan
tentador.
Dicen por ahí que si torcemos un perió-
dico de noticias policiales, sale sangre. Con
la Biblia, no sería diferente. Está simple-
mente repleta de violencia, casi siempre ex-
trema. Eso no sería problema, si la Biblia
fuera por todos considerada aquello que

32
realmente es: una obra histórico-mitológi-
ca. Sin embargo, para 2,4 mil millones de
personas es el libro mediante el cual el
Creador del Universo enseña a sus criaturas
a ser compasivas, perdonadoras y morales.
La verdad es que la Biblia solo se aproxima-
ría a ser un libro moral si de ella recortá-
ramos todos los relatos en que el propio
dios bíblico no da buen ejemplo, como el
apedreamiento de un hombre por recoger
leña en sábado y el despedazamiento de 42
niños por burlarse de la calvicie de un pro-
feta.
Cuando algunos israelitas se volvían a
otros dioses, lo que ocurría con frecuencia,
la divinidad inventora del libre albedrío en-
cargaba a alguien de pasarlos “al filo de la
espada”. Si el número de infieles era expre-
sivo, Yahveh enviaba sequías que duraban
años y hacían que todo el pueblo pasara
hambre, lo que incluye a gestantes, niños,
ancianos y enfermos. A pesar del esfuerzo
de algunos redactores del Libro de los Li-
bros para convencer a sus lectores de que
su dios es bueno y ejemplo moral, muchos
de sus relatos claramente muestran que

33
Yahveh no sentía constreñimiento alguno
en matar inocentes o hacerlos sufrir.
Por cierto, a veces Dios derramaba su ira
enteramente sobre inculpados. Tras emba-
razar a la mujer de uno de sus soldados,
David dio instrucciones para que el cornu-
do fuera posicionado en el segmento más
peligroso del frente de batalla, donde esti-
rar la pata era prácticamente inevitable. En
vez de castigar al rey, tanto por adulterio
como asesinato, Dios hirió al bebé que na-
ció de esa unión ilícita, haciéndole sufrir
una enfermedad letal y matándolo después
de siete días de agonía. En otra ocasión,
David ordenó que un censo fuera realizado,
lo que desagradó al dios bíblico, que una
vez más no punió al culpable. En vez de
ello, Yahveh mandó una peste que mató a
70 mil hombres que nada tenían que ver
con eso.
¿Qué función tendrían las muchas narra-
tivas bíblicas de excesivas puniciones divi-
nas sino la de inculcar miedo? Con miedo
de perderse, un fiel de la Iglesia Ortodoxa
en América escribió al párroco, diciendo es-
tar confuso sobre lo que serían “pecados
mortales” y de ellos pidiendo una lista. Ella

34
lo ayudaría a no cometerlos. En su respues-
ta, publicada en el sitio de la iglesia, el clé-
rigo aclara que Dios no hace distinción al-
guna entre pecados. Todos son mortales.
Según el sacerdote, hamartía, la palabra
griega para pecado, significa “errar el blan-
co”, que consiste en vivir como Cristo vivió,
es decir, sin pecado. Cada vez que no acer-
tamos el blanco, pecamos, no importa si
erramos por un centímetro o un metro. Ci-
tando un ejemplo, dice que no ir a la misa
es un pecado tan mortal como asesinar a
alguien.
Ante tantos ejemplos, tanto en el Viejo
como en el Nuevo Testamento, de como
Dios insiste en ser temido, es imposible su
relación con sus seguidores no ser permea-
da por miedo, sobre todo cuando uno de los
principales dogmas del Cristianismo es el
tormento eterno. Como dice el famoso
himno ¡Onward, Christian Soldiers! (¡Ade-
lante, Soldados Cristianos!), del reverendo
anglicano Sabine Baring-Gould, cristianos
se encuentran en guerra contra las fuerzas
del mal, razón por que necesitan incesan-
temente vigilar y orar para no caer en ten-
tación, pues “la carne es débil” y “ancha es

35
la puerta y espacioso el camino que condu-
ce a la perdición”. El miedo de perderse es,
por tanto, una característica destacada de
la religión cristiana. Sin embargo, ¿podría
ser psicológicamente sano vivir con un
constante temor a desagradar al Big Fat-
her, que día y noche vigila a sus hijos, ano-
tando en un gigantesco libro no solo todas
sus acciones, sino hasta todos sus pensa-
mientos?
No obstante la implacable ira de Yahveh
y el énfasis de Jesús en Juicio Final y In-
fierno, cristianos no consideran al Cristia-
nismo una religión del miedo. Por ser su re-
ligión, cristianos obviamente ven el Cristia-
nismo a través de las lentes de la idealiza-
ción, de la misma manera que católicos
idealizan el Catolicismo y protestantes el
Protestantismo.
Se habla mucho del lado feo de la Iglesia
Católica, pero nunca del lado feo de la Re-
forma Protestante. También yo formé parte
de la abrumadora mayoría de los evangéli-
cos que ignora que el Protestantismo fue
tan intolerante y cruel como la iglesia de la
que se había separado con el propósito de
ser un Cristianismo mejor, esto es, el ver-

36
dadero Cristianismo. De hecho, el pasado
tenebroso del Protestantismo no se men-
ciona ni aun en facultades evangélicas de
Teología. En el libro más importante publi-
cado por la denominación a que pertenecí,
el reformador Martin Luther, o Martín Lu-
tero, es retratado como un cristiano ejem-
plar, un verdadero héroe de la fe con lugar
garantizado en el Cielo. Hay solo un pro-
blemita con la imagen de casi santo que
evangélicos adoran difundir del mayor de
sus íconos: el Padre de la Reforma fue todo,
menos cristiano ejemplar.
Como todo el mundo sabe, el hombre-
dios seguido por evangélicos era judío. Sin
embargo, tal como la Iglesia Católica, la
Iglesia Evangélica no tiene y nunca ha teni-
do problema alguno con antisemitismo.
Muy por el contrario. Así definió Thomas
Mann, novelista alemán de madre brasile-
ña, ganador del Premio Nobel de Literatu-
ra, al monje Martín Lutero: “Él es burlón,
peleador, un poderoso odiador, de todo co-
razón listo para derramar sangre”. Lutero
odiaba a judíos con tal ferocidad que, en
1543, llegó a publicar un libro titulado Von
den Juden und Ihren Lügen (Sobre los Ju-

37
díos y Sus Mentiras), en que incita a la
quema de sus sinagogas y casas. Era volun-
tad del Padre de la Reforma que los judíos
fueran tratados como gitanos (otro pueblo
por quien sentía asco), moraran en esta-
blos, tuvieran sus libros confiscados y, bajo
amenaza de muerte, los rabinos fueran
prohibidos de enseñar. El antisemitismo de
Lutero fue tan inflamado que en el libro
Mein Kampf (Mi Lucha) Adolf Hitler exalta
al monje como uno de sus mayores ídolos.
En vista del odio luterano por judíos, no
es de extrañar que la Iglesia Evangélica no
solo no se haya opuesto al Nazismo, sino
que hasta lo haya recibido de brazos abier-
tos. Enseguida de la toma de poder por
Hitler, el respetado teólogo evangélico
Emanuel Hirsch, especialista en Kierke-
gaard y autor de varios libros, escribió: “Ni
una única nación posee un estadista como
el nuestro, que lleva al Cristianismo tan en
serio. Cuando, el 1º de mayo, Adolf Hitler
encerró su gran discurso con una oración,
todo el mundo sintió su maravillosa since-
ridad”.
En 1933, Friedrich Otto Dibelius, super-
intendente general de la Iglesia de la Unión

38
Prussa y, por consiguiente, una de las per-
sonalidades más importantes del Protes-
tantismo, predicó en la iglesia de Sankt Ni-
kolai, en Potsdam, a los diputados evangé-
licos, enalteciendo la política nazi de perse-
cución a judíos y otros grupos: “Aprende-
mos con el doctor Martín Lutero que la
Iglesia no debe impedir a las autoridades
legales hacer aquello a que fueron llama-
das, aunque sea duro y despiadado”. Días
después, Dibelius escribió una carta dicien-
do: “Siempre me vi como antisemita. No
hay como negar que en todas las ocurren-
cias de corrosión de la civilización moderna
el Judaísmo ocupa un papel principal”.
En las relaciones entre Iglesia Evangélica
y Nazismo, uno de los casos más perturba-
dores y embarazosos es el de Walter Hoff,
pastor de la Iglesia Luterana y miembro del
movimiento Deutsche Christen (Cristianos
Alemanes), un brazo racista del Protestan-
tismo, fundado por el pastor Joachim Hos-
senfelder. La bandera de los Cristianos
Alemanes estampaba una fusión de la cruz
de Cristo con la cruz gamada nazi. En 1940,
Hoff se alistó en la Wehrmacht, las fuerzas
armadas de Hitler, yendo a combatir en el

39
Frente Oriental, donde fue condecorado
con la Cruz de Mérito de Guerra. De allá, el
pastor escribió una carta en que se jacta de
su devoción al Nazismo: “En la Rusia sovié-
tica, he ayudado a liquidar un número con-
siderable, es decir, muchos cientos de ju-
díos”. Aun así, terminada la guerra la Igle-
sia Luterana designó a Hoff para el puesto
de consejero espiritual en un hospital cer-
cano a Hamburgo.
En caso de que el caro lector sea evangé-
lico, ¿qué es lo que espera de un hombre de
Dios como el pastor estadounidense Billy
Graham, considerado el mayor evangelista
del mundo, que pasó décadas predicando
por la TV y en estadios de fútbol a millones
de personas? Ciertamente que sea un cris-
tiano ejemplar, una persona que por todos
los poros exhala virtudes atribuidas a Je-
sús, como humildad, compasión y amor,
¿no es así? Graham, que tenía una fortuna
de dar envidia a cualquier evangélico, valo-
rada en 25 millones de dólares, fue amigo y
consejero de varios presidentes estadouni-
denses, entre ellos Richard Nixon, el que en
la Guerra de Vietnam expandió los comba-
tes a los países vecinos, cubriendo Cambo-

40
ya con una alfombra de bombas. En 1989,
un memorando que el pastor Graham había
escrito a Nixon salió a la luz. En él, el mis-
mo hombre de Dios que conmovió a las
masas predicando el amor de Jesús estimu-
la a Nixon a bombardear las represas nor-
vietnamitas. Graham sugiere que esos ata-
ques “podrían destruir de la noche a la ma-
ñana la economía de Vietnam del Norte”.
Según las estimaciones, ese ataque habría
resultado en la muerte de un millón de per-
sonas. En 2002, fue el turno de la trans-
cripción de conversaciones grabadas entre
Graham y Nixon hacerse pública. En una de
ellas, el pastor felicita a Nixon “por todo” y
dice: “Creo que el Señor está contigo”. El
presidente reclama de la influencia de los
judíos sobre Hollywood y los medios de
comunicación, que estarían “totalmente
dominados por judíos”. Graham añade:
“Son ellos que publican material pornográ-
fico. […] Esa llave de brazo tiene que ser
quebrada o el país descenderá por el
desagüe”. “¿Crees?”, pregunta el presiden-
te. “Sí, señor”, responde el pastor. “Yo tam-
bién. Nunca podré decir eso, pero es lo que
pienso.” “No, pero si usted fuera elegido

41
por segunda vez, tal vez podamos ser capa-
ces de hacer algo al respecto”.
A pesar de la insistencia de Lutero, e in-
cluso concordando con algunos de sus pun-
tos de vista teológicos, Erasmo de Róter-
dam, el más respetado intelectual de la
época, nunca quiso unirse al Padre de la
Reforma. El humanista también era crítico
de la decadencia en la Iglesia Católica, pero
la agresividad del radicalismo luterano lo
repelía. Reacio a extremos, Erasmo se opo-
nía a la división de la Iglesia, ansiando una
reforma dentro de ella. Su distanciamiento
de Lutero enfureció al reformador de tal
manera que este vociferó: “Quien aplasta a
Erasmo estrangula un chinche, que muerto
hiede más que vivo”. Disertando sobre el
extremismo de Lutero, Stefan Zweig, escri-
tor austriaco que vivió en Brasil, escribió:
“Ese hombre combativo no tolera otro fin
de un conflicto sino la absoluta e incondi-
cional aniquilación de su adversario”.
En busca de sosiego, Erasmo de Róter-
dam se mudó a Basilea, Suiza, no imagi-
nando que pronto también esa ciudad sería
tomada por lo que Zweig calificó de “fiebre
de la Reforma”. Luego las masas invadieron

42
las iglesias, arrancaron las imágenes y las
esculturas de los altares y las quemaron en
tres grandes fogatas frente a la catedral.
Decepcionado con esos excesos, Erasmo fue
a vivir en la católica Freiburg im Breisgau,
ciudad alemana todavía no alcanzada por
los tumultos religiosos desencadenados por
la Reforma Protestante.
En 1524, influenciados por ideales re-
formadores, campesinos se unieron para
reivindicar el fin de su explotación y opre-
sión por la aristocracia. En un folleto titu-
lado Wider die Räuberischen und Mörde-
rischen Rotten der Bauern (Contra el Ban-
do de Campesinos Ladrones y Asesinos),
Martín Lutero fue directo al asunto: “Quien
pueda debe estrellarlos, estrangularlos y
apuñalarlos, secreta y públicamente, como
se debe matar a un perro loco a garrotazos”.
Un aristócrata escribió a Philipp Melancht-
hon, o Felipe Melanchthon, brazo derecho
de Lutero y líder intelectual de la Reforma,
reverenciado como “El Profesor de Alema-
nia”, pidiendo su opinión sobre la rebelión
de los campesinos y obtuvo la siguiente
respuesta: “Contra un pueblo tan grosero,
malvado y sanguinario, Dios llama a la es-

43
pada”. Con el aval y apoyo moral de los re-
formadores, la aristocracia reprimió la re-
vuelta rural con tal rigor que cerca de 100
mil campesinos fueron masacrados en lo
que quedó conocido como la Guerra de los
Campesinos. Ninguna de sus reivindicacio-
nes fue implementada.
Por influencia directa de Jehan Cauvin, o
Juan Calvino, segunda mayor grandeza de
la Reforma y una especie de sumo sacerdo-
te de Ginebra, Suiza, 34 personas acusadas
de magia negra fueron quemadas en la ho-
guera. Calvino fue responsable también por
la pena capital impuesta a Miguel Serveto y
Conesa, o Miguel Servet, científico y teólo-
go español, quemado vivo por negar el
dogma de la Trinidad y oponerse al bautis-
mo infantil. En una carta al reformador
Guillaume Farel, Calvino escribió: “Espero
que sobre él [Servet] sea impuesta como
mínimo la pena de muerte”. Extrañamente,
pocos meses antes de recomendar la ejecu-
ción de Servet, Calvino había intercedido
por cinco estudiantes de Teología presos
por herejía en Lyon, en la católica Francia.
Innecesario decir que, al contrario de Ser-
vet, esos jóvenes seguían al pie de la letra

44
las doctrinas de su defensor. Es importante
notar que al sentenciar al español a la ho-
guera, Calvino contó con el aval oficial de
todos los cantones protestantes de Suiza.
Un año después de la ejecución de Servet,
él todavía recibía alabanzas de otros refor-
madores, como Melanchthon, que le escri-
bió: “Querido hermano, la Iglesia te agra-
dece hoy y te agradecerá también en el fu-
turo. Tus magistrados actuaron bien en
condenar a ese blasfemo a la muerte”.
Calvino tenía tanta autoridad sobre
evangélicos como el papa sobre católicos.
Pocos se atrevían a de él divergir, ya que
quien lo hacía no quedaba impune. Fue lo
que sucedió con Sébastien Châteillon, o Se-
bastián Castellion, un teólogo francés que
Calvino había instituido como pastor de
una iglesia y rector de la Escuela de Latín
de Ginebra. Por no gustarle las traduccio-
nes que Castellion había hecho de pasajes
bíblicos para un libro escolar, Calvino no
autorizó su publicación, lo que generó ten-
sión entre los dos. Durante una epidemia
de peste bubónica, Castellion criticó la indi-
ferencia de los pastores que, en lugar de
prestar ayuda a los enfermos, abandonaron

45
la ciudad con prisa. Acusado de comprome-
ter la unidad del cuerpo clerical con su crí-
tica, Calvino lo destituyó. Castellion se vio
obligado a dejar Ginebra, mudándose con
su familia a Basilea, donde, sin embargo,
ninguna iglesia quiso emplearlo.
En varias de sus publicaciones, Castellion
condenó la postura inflexible y despiadada
de Calvino, sobre todo en el caso de Miguel
Servet: “Matar a un hombre no significa de-
fender una doctrina. Significa matar a un
hombre” y “Si las armas de Servet fueron la
razón y la escritura, él debería haber sido
combatido con la razón y la escritura”. Para
él, la Iglesia Reformada en nada difería de
la Inquisición Católica. Prohibido, su últi-
mo libro, titulado Sobre el Arte de Dudar,
fue publicado solo en 1981. Incluso con la
muerte del papa evangélico, las hostilida-
des contra Castellion no cesaron. El sucesor
de Calvino, el reformador Théodore de
Bèze, o Teodoro de Beza, acusó a Castellion
de diversas herejías. Por suerte, la muerte
natural lo libró de la inminente condena.
Hoy, Sebastián Castellion es considerado
un gran precursor de la tolerancia religiosa
y libertad de conciencia.

46
¿El caro lector sabe lo que es defenestra-
ción? ¿No? No hay problema, yo explico.
Viene de la palabra latina fenestra (venta-
na) y quiere decir “arrojar a alguien por la
ventana”. Fue exactamente eso lo que, en
dos ocasiones, hicieron los husitas, los se-
guidores de Juan Hus, o Juan Huss, un
precursor de la Reforma Protestante en
Bohemia, actual República Checa. En 1410,
la Iglesia Católica se encontraba hundida
en inmoralidad y dividida entre tres papas.
Con la venta de indulgencias, o perdón de
pecados, uno de ellos financiaba una lucha
armada contra uno de sus rivales. La postu-
ra crítica de Huss frente a la corrupción de
la Iglesia le trajo mucho prestigio entre la
población checa, pero suscitó la ira de los
gobernantes. Por ello, en 1415 fue quemado
en la hoguera y sus seguidores pasaron a
ser perseguidos. La primera defenestración
se dio en 1419, cuando protestantes rebel-
des invadieron el edificio del ayuntamiento
de Praga para exigir la liberación de corre-
ligionarios. Pero su exigencia rápidamente
se transformó en sed de venganza por la
muerte del reformador. Enfurecidos, los
husitas arrojaron al alcalde y nueve servi-

47
dores públicos por la ventana. Quien no
murió en ese momento fue apuñalado por
la turba que esperaba frente al edificio. Un
sobreviviente fue llevado a una cámara de
tortura y brutalizado hasta la muerte. Tres
semanas más tarde, los seguidores de Huss
invadieron varias iglesias y monasterios,
vandalizando algunos y quemando otros.
Esos episodios desencadenaron las Guerras
Husitas, conflictos religiosos que duraron
cerca de 25 años e hicieron que Bohemia
perdiera para siempre su posición de po-
tencia económica y cultural.
La segunda defenestración ocurrió casi
doscientos años más tarde. Aunque el Pro-
testantismo ya estaba enraizado en Bohe-
mia, la tensión entre protestantes y las au-
toridades católicas todavía causaba cho-
ques. Una de las primeras cosas que Fer-
nando II de Habsburgo hizo cuando, en
1617, se tornó rey de Bohemia fue intentar
recatolizar su reino a la fuerza, lo que ob-
viamente arrojó gasolina en la hoguera de
odio que había entre los dos Cristianismos
rivales. Furiosos, cerca de doscientos pro-
testantes invadieron el Castillo de Praga y
arrojaron por la ventana a tres secretarios

48
de la corte. Esa defenestración dio el pun-
tapié inicial a la Guerra de los Treinta Años,
un conflicto religioso que se extendió por
varios países de Europa y, como conse-
cuencia de la muerte de millones de perso-
nas, devastó extensas áreas. En algunas re-
giones de Alemania, hasta el 70% de la po-
blación fue diezmada, no solo por los com-
bates, sino también por las epidemias que
de ellos resultaron.
Según el Índice Global de Religiosidad y
Ateísmo de 2012, de la Gallup Internatio-
nal, el 48% de los checos se consideran
irreligiosos y el 30% afirman ser ateos con-
victos, lo que coloca a la República Checa
en tercer lugar en la lista de los países más
ateístas del mundo. ¿Coincidencia, o sería
su largo y violento pasado de guerras reli-
giosas la causa de la profunda aversión de
los checos a religiones?
El bautismo infantil practicado por la
Iglesia Católica nunca fue un principio
combatido por los reformadores. Aun así,
muchos evangélicos lo consideraban anti-
bíblico y se rebautizaban, motivo por que
fueron llamados anabaptistas, del griego
“rebautismo”. Predominantemente pacifis-

49
tas, los anabaptistas se negaban a usar ar-
mas y eran contrarios a la unión entre Igle-
sia y Estado, algo que la Reforma insistía en
mantener. Por causa de ello, esos protes-
tantes fueron dura y largamente persegui-
dos en toda Europa también por el Protes-
tantismo.
Lo que Calvino era para Ginebra lo re-
formador Huldrych Zwingli, o Ulrico Zuin-
glio, era para Zúrich. En disputas dogmáti-
cas, su parecer era ley. Zuinglio condenó las
doctrinas anabaptistas y el Consejo de la
Ciudad ordenó el destierro de todas las per-
sonas que se negaran a bautizar a sus be-
bés. Poco más tarde, se optó por la toleran-
cia cero: quien profesase el Anabaptismo
sería punido con la muerte.
Zuinglio tuvo un compañero de estudios
llamado Felix Manz. Mientras aquel avanzó
a papa protestante de Zúrich, este se con-
virtió en uno de los fundadores del Anabap-
tismo. En razón de la prohibición de ese
movimiento, declarado herético por Zuin-
glio, Manz fue arrestado varias veces, oca-
siones en que el reformador le instigaba a
renegar de su fe. Por permanecer firme en
sus convicciones, en 1527 el líder anabap-

50
tista fue condenado a muerte por ahoga-
miento en el río Limmat. Felix Manz fue el
primer evangélico suizo en ser martirizado
por las manos de otros evangélicos.
Un paréntesis en el lado negro del Pro-
testantismo para relatar el caso más grotes-
co de odio al Anabaptismo, protagonizado
por la Iglesia Católica. El anabaptista Dirk
Willems, de Asperen, Holanda, fue arresta-
do por rebautizarse. Haciendo uso de una
cuerda improvisada, logró escapar por la
ventana. Pero, además de haber sido visto
por el centinela, tenía que cruzar un lago
cubierto por una fina capa de hielo. Wi-
llems consiguió atravesar, pero ella no
aguantó el peso del vigilante, que, hun-
diéndose, gritó por socorro. En vez de se-
guir salvando la propia piel, el perseguido
volvió y sacó a su perseguidor del agua. A
pesar de ese incomparable ejemplo de al-
truismo, el guardia detuvo al anabaptista,
que acabó siendo condenado a la hoguera.
El 16 de mayo de 1569, soplaba una vento-
lera muy fuerte y las llamas no alcanzaban
a Willems con suficiente intensidad para
matarlo. Su martirio era tanto que, no so-
portando presenciarlo, una autoridad or-

51
denó que le fuera dado un golpe de miseri-
cordia, poniendo fin al tormento del
anabaptista.
Basandose en textos de Lutero, en 1530
Philipp Melanchthon redactó la Confesión
de Augsburgo. En los artículos 5, 9, 16 y 17,
se lee: “Malditos son los anabaptistas”. Del
artículo 16 consta: “Cristianos pueden pu-
nir a malhechores con la espada y hacer
guerras”. Crea quien quiera, la Confesión
de Augsburgo aún hoy es el credo oficial de
la Iglesia Luterana. Un año más tarde, Me-
lanchthon fue encargado por el príncipe-
elector de Sajonia de emitir un dictamen
sobre el Anabaptismo. Con el aval de Lute-
ro, el reformador recomendó la pena de
muerte para los líderes anabaptistas y el
destierro de sus seguidores.
Poco después de la muerte de Lutero,
Melanchthon se desahogó en una carta que
soportar las explosiones temperamentales
del Padre de la Reforma fue una “servi-
dumbre humillante”.
Persecuciones, tortura y pena de muerte
ocurrieron en muchas ciudades evangélicas
de Europa. En conformidad con Éxodo
22:18, donde se lee: “A la hechicera no de-

52
jarás que viva”, tanto Lutero como Calvino
fueron enérgicos defensores y promotores
de la caza de brujas, que quitó la vida a
unas 70 mil personas. El 6 de mayo de
1526, Lutero predicó en una iglesia: “Es de
veras justa la ley que ordena la muerte de
las hechiceras”. En las regiones de Suiza en
que el Protestantismo se convirtió en la re-
ligión oficial, perseguir brujas era común.
La última hechicera a ser ejecutada en Eu-
ropa fue Anna Göldi, de Glarus, una ciudad
protestante de Suiza, 265 largos años des-
pués de la redacción de las 95 tesis de Lute-
ro denunciando los errores de la Iglesia Ca-
tólica.
Por lo menos 4 mil personas fueron víc-
timas de la caza de brujas en la evangélica
Escocia, entre 1563 y 1727, período que el
historiador escocés Roy Pugh clasifica
como “miniholocausto”. Según él, líderes
civiles y religiosos alimentaban la creencia
en brujas como forma de “controlar la po-
blación a través del fanatismo religioso”.
El único caso conocido de un clérigo pro-
testante que se opuso a esa barbarie es el
del capellán de la corte Anton Praetorius,
en la ciudad de Birstein, Alemania. Cuando,

53
en 1597, cuatro mujeres fueron acusadas de
brujería, Praetorius fue convocado para in-
tegrar el tribunal que las juzgaría. Después
de que tres de ellas perecieran en los horri-
pilantes interrogatorios, no aguantando
más oír los gritos de la cuarta infeliz el pas-
tor golpeó la puerta de la cámara de tortura
con tanta fuerza y por tanto tiempo que la
pobre mujer acabó siendo puesta en liber-
tad. Como consecuencia de ello, Praetorius
fue despedido y obligado a cambiar de ciu-
dad.
En esa época, la única región evangélica
de Europa en que había cierto grado de to-
lerancia religiosa era Holanda. Por ello,
para allá emigraron muchas personas
oprimidas y perseguidas, entre ellas comer-
ciantes, filósofos, científicos y artistas. Esa
relativa libertad catapultó a la modesta Re-
pública de los Siete Países Bajos Unidos al
puesto de mayor potencia económica, cien-
tífica y cultural del mundo, época que que-
dó conocida como el Siglo de Oro Neerlan-
dés, que propició el surgimiento del Ilumi-
nismo, el Siglo de las Luces, o aun la Era de
la Razón, cuyo principal precursor es iden-
tificado por muchos historiadores en la

54
persona del filósofo Bento de Espinosa,
también conocido como Baruch Spinoza.
Por más increíble que pueda parecer, du-
rante los siglos en que la Península Ibérica
estuvo bajo dominación islámica el Ju-
daísmo y Cristianismo podían ser practica-
dos libremente. Así que, en 1492, los cris-
tianos expulsaron a los musulmanes, los
judíos fueron prohibidos de seguir su reli-
gión y obligados a convertirse al Cristia-
nismo. Visto que no seguir la religión del
amor de Cristo significaba muerte cierta,
muchos judíos se convirtieron. Arriesgando
ser apresada en cualquier momento, la ma-
yoría de ellos continuó practicando el Ju-
daísmo a escondidas, pero quien podía iba
a buscar refugio en Holanda. Eso es exac-
tamente lo que hizo la familia de Espinosa,
que huyó de la Inquisición Portuguesa.

Idea para escena de documental. A la


puerta de una iglesia católica, preguntar a
los eles que salen de la misa: “¿Qué
piensa usted de que el Catolicismo haya
llevado la Inquisición hasta la India?”.

Así como la Iglesia Católica lo hace con la


Inquisición, la Evangélica intenta relativi-
55
fi
zar el lado negro de su historia, justificán-
dolo. En un artículo titulado Hexen bei
Zwingli (Zuinglio y las Brujas), de su léxi-
co en línea, la Iglesia Evangélica Reformada
de Zúrich minimiza las atrocidades cometi-
das por el Protestantismo suizo, rotulándo-
las de males necesarios, que habrían venido
para el bien: “Si la Reforma realmente ata-
có a ese mundo de la imaginación, eso, que
yo sepa, es una questión disputada. Si sí, la
caza de brujas habría sido, por así decir, un
accidente de trabajo en el curso del desen-
cantamiento del mundo introducido por la
Reforma”. En otras palabras, el Protestan-
tismo es el remedio; torturar, estrangular,
ahorcar, ahogar, decapitar y quemar perso-
nas, sus efectos colaterales.
En Austria y Alemania, el genocida Hitler
todavía es admirado por mucha gente, pues
él habría mejorado la condición de vida de
las personas y combatido el Comunismo.
Lo mismo se da con el exterminador Stalin,
aún reverenciado por muchos como héroe,
sobre todo por industrializar Rusia y derro-
tar a Hitler. En Brasil, muchos afirman que
la tortura y ejecuciones practicadas por la
dictadura militar, que gobernó el país desde

56
1964 hasta 1985, también fueron “acciden-
tes de trabajo”, males necesarios en la lucha
contra un supuesto Comunismo. En 2016,
Brasil entero vio y oyó por la televisión al
diputado federal católico Jair Bolsonaro
hacer apología de la tortura. A pesar de ello
y de su campaña manchada por discursos
racistas, misóginos y autoritaristas, es ido-
latrado por millones de seguidores de Cris-
to, que, en 2018, lo eligieron presidente de
la República. Si cinismo es común en ideo-
logías políticas, por motivos obvios no de-
bería existir en religiosas.
Y por hablar de brujas, ¿a qué asocia el
caro lector el nombre Jacobo I de Inglate-
rra? Exacto, a la Biblia del Rey Jacobo, más
conocida como King James Version, una de
las más respetadas traducciones de las Sa-
gradas Escrituras, patrocinada por el rey de
Inglaterra, que regía también Escocia con el
nombre de Jacobo VI. En 1590, en Edim-
burgo, el evangélico Jacobo estableció un
tribunal para juzgar a 70 personas denun-
ciadas por brujería. El rey estuvo presente
en las sesiones de tortura y personalmente
condujo los interrogatorios de varios de los
acusados, como el de la partera Agnes

57
Sampson, acusada de hacer uso de magia
negra para intentar hundir la nave real en
su regreso de un viaje a Dinamarca. Fuertes
tormentas la habían obligado a hacer una
escala de algunas semanas en Noruega.
Sampson fue sometida a torturas horribles
y encadenada en la pared de la cárcel. Su
cabeza fue trancada en una máscara de hie-
rro, de la cual cuatro espetos penetraban su
boca, dos presionando su lengua, los otros
dos la parte interna de sus mejillas. Tras
declararse culpable de las 53 acusaciones
levantadas contra ella, la partera fue es-
trangulada y quemada en una hoguera.
Jesús dijo que los hijos de Dios son los
pacificadores, pero si el Cristianismo un día
fue pacífico, eso fue antes de convertirse en
la religión dominante del Imperio Romano,
o sea, cerca de 1.700 años atrás. En 2012, el
Public Religion Research Institute, de Wa-
shington, sondeó que el 58% de los evangé-
licos blancos y el 32% de todos los católicos
poseen armas de fuego. Eso significa que
apenas en Estados Unidos más de 120 mi-
llones de cristianos son propietarios de re-
vólveres, rifles, carabinas, fusiles, etc. Aun-
que un cristiano alegue usarlos tan solo

58
para defenderse, él aun así entra en contra-
dicción con su religión, pues desacata uno
de los más conocidos preceptos de Cristo:

No resistan al que les haga mal. Si al-


guien te da una bofetada en la mejilla
derecha, vuélvele también la otra […].
Amen a sus enemigos y oren por quienes
los persiguen, para que sean hijos de su
Padre que está en el cielo. (Mateo
5:39,44-45)

Ese es uno más de los innúmeros pasajes


bíblicos que causan divergencia entre cre-
yentes. Aquellos que defienden que Jesús
no fue un pacifista necesitan atender a la
frase “Amen a sus enemigos” y sobre ella
reflexionar. Es imposible amar a los enemi-
gos y al mismo tiempo usar armas contra
ellos. Si Jesús no era pacifista, sino favora-
ble al uso de armas para por lo menos de-
fenderse, no habría costado mucho al Crea-
dor del Universo formular la frase así:
“Amen a sus enemigos y oren por quienes
los persiguen, a menos que los ataquen”.
Aparte de ello, si cristianos “no son del
mundo” (Juan 17:14) y tienen plena convic-
ción de que quien cree en Cristo estará con
59
él en el Paraíso, ni siquiera pensarían en
defenderse, pues “el morir es ganancia” (Fi-
lipenses 1:21).
El motivo por que cristianos no aman a
sus enemigos es muy simple: saben que
“Amad a vuestros enemigos” es un man-
damiento irracional. Podemos abstenernos
de venganza. Puede que alguien hasta con-
siga perdonar al violador y asesino de su
hija, ¿pero amarlo? Además de no ser nece-
sario, cristianos sienten que eso no es posi-
ble. Luego, esa es una de aquellas máximas
que a los cristianos les gusta usar para ha-
cer propaganda de la supuesta excepcional
sabiduría de Jesús, pero que en realidad no
solo no tienen fundamento, sino que hasta
causan contradicción. Yahveh no fue vio-
lento. Fue extremadamente violento. Sería,
por tanto, grotesco, si una divinidad que se
proclama “Señor de los ejércitos” tuviera
algo contra armas. Jesús, por otro lado, fue
un pacifista. Eso es innegable. La discre-
pancia aquí es obvia: como todo cristiano
sabe, Yahveh y Jesús son el mismo dios.
En el auge de sus repugnantes activida-
des, la organización racista estadounidense
Ku Klux Klan llegó a tener cerca de seis mi-

60
llones de adeptos, casi todos protestantes.
Según el historiador Brian Farmer, a lo lar-
go de la existencia del Klan dos tercios de
su liderazgo se han constituido de pastores
evangélicos, como es el caso del actual di-
rector de su brazo político, el The Knights
Party. Grupos radicales cristianos no exis-
ten en función de mera insanidad mental,
sino porque la religión judeocristiana con-
tiene elementos que dan lugar a concepcio-
nes extremistas. Sería difícil para el KKK
basar su ideología supremacista en la Bi-
blia, si esta no enseñara que esclavitud es
legal y el plan de Dios incluye haber sepa-
rado a personas para ser exaltadas como su
pueblo elegido, que él ha revestido de pode-
res para practicar limpieza étnica contra
otros pueblos y usurpar sus tierras.
Cuando una creencia religiosa se convier-
te en religión oficial de un país, ella pasa a
oprimir a las otras. Aunque haya sido per-
seguida por el Imperio Romano, así que as-
cendió al puesto de religión dominante el
Cristianismo se convirtió él mismo en per-
seguidor. Donde el Catolicismo imperaba,
él oprimía al Protestantismo. Donde el do-

61
minio estaba en manos del Protestantismo,
el Catolicismo era el oprimido.
Tras convertirse en la religión oficial de
Inglaterra y Escocia, en el siglo XVI, el Pro-
testantismo intentó extinguir al Catolicis-
mo en el Reino Unido, prohibiéndolo por
más de 200 largos años. En ese período,
hubo una verdadera histeria anticatólica,
sobre todo en Irlanda, cuyo pueblo no adhi-
rió al Protestantismo impuesto por los in-
vasores ingleses. Bajo pena de multa, los
miembros de la Iglesia Católica estaban
obligados a frecuentar los cultos de la Igle-
sia de Irlanda y no podían poseer tierras,
casas ni caballos, lo que los empobreció de
tal manera que miles de ellos se vieron
obligados a dejar el país y convirtirse en
soldados en los ejércitos de España y Fran-
cia.
Una ley de agosto de 1643 obligaba a to-
dos los clérigos católicos a abjurar de su
creencia:

Abjuro y renuncio a la supremacía y au-


toridad del papa sobre la Iglesia Católica,
en general, y sobre mí, en particular. Creo
que no hay transubstanciación alguna en
el sacramento de la Santa Cena o en los
62
elementos del pan y vino […]. También
creo que no hay purgatorio, o que hostia,
cruci jos e imágenes consagrados deban
ser adorados […]. Abjuro y renuncio, sin
duda, reserva mental, o artimaña secreta
alguna, tomando las palabras por mí pro-
nunciadas en concordancia con su signi -
cado común y usual. Que Dios me ayude.

Católicos que se negaban a renunciar a


su credo eran condenados a muerte y re-
compensas en dinero eran ofrecidas a quien
capturara sacerdotes y obispos.
Si el caro lector ya estuvo en Ginebra, es
posible que haya visitado el Muro de los
Reformadores. Entre las personalidades
eternizadas en ese monumento como hé-
roes protestantes se encuentra la estatua
del guerrero Oliver Cromwell, lord protec-
tor y líder militar y político de la Comuni-
dad de Inglaterra. El lema del escudo de
Cromwell era “La paz se busca por la gue-
rra”. Bien al estilo de las batallas bíblicas,
tenía convicción de que sus embestidas bé-
licas eran guiadas por Dios. En 1641, católi-
cos rebelados contra la prohibición de su
religión y la política de expropiación y ocu-
pación de sus tierras por colonos evangéli-
63
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f
cos se insurgieron y mataron a muchos in-
gleses y escoceses, instituyendo un go-
bierno autónomo y restableciendo el Cato-
licismo en Irlanda. Ocho años más tarde,
las tropas de Cromwell, que sentía verdade-
ra repugnancia por católicos, invadieron la
nación irlandesa, masacrando a miles de
personas y confiscando sus propiedades.
Sobre esa investidura, el protestante
Cromwell escribió: “Un justo juicio de Dios
sobre esos bárbaros desgraciados”. Casi
400 años después, las heridas abiertas por
esos conflictos religiosos aún no cicatriza-
ron.
Si el objetivo de Martín Lutero fue purifi-
car el Cristianismo de lo que consideraba
falsas doctrinas de la Iglesia Católica, para
Juan Calvino esa purificación no había sido
suficientemente profunda. Por ello, la ver-
sión calvinista de la Reforma es tenida
como más rígida, austera, severa. Aun así,
dentro del Calvinismo había aquellos que lo
querían aún más fundamentalista, esto es,
puro. Ese movimiento ultraconservador
quedó conocido como Puritanismo y tuvo
su apogeo durante la dictadura militar del
puritano Oliver Cromwell. Para los purita-

64
nos, ir a la iglesia no bastaba. Su propósito
era alcanzar la pureza moral absoluta a tra-
vés de una vida totalmente centrada en la
religión y por ella regulada hasta en los mí-
nimos detalles. Basándose en el principio
bíblico de que el hombre fue creado para la
gloria de su Creador, para los puritanos
todo el tiempo que alguien no dedicaba al
trabajo debía ser dedicado a la comunión
con Dios, motivo por que un buen puritano
se abstenía de todo tipo de recreaciones.
Así definió el periodista estadounidense
Henry Louis Mencken el Puritanismo:
“Miedo asombroso de que alguien, en algún
lugar, pueda ser feliz”.
Con asco al Catolicismo, los puritanos
querían que las iglesias anglicanas en todo
fueran diferentes de las católicas. Eran ca-
paces de pelear hasta para tener el altar de
piedra cambiado por una mesa de madera.
En su autobiografía, William Weston, que,
por ser jesuita, pasó quince años encarcela-
do, relata:

Los puritanos solían venir en multitudes


de todos los lugares, reuniéndose para
estar presentes en sus prácticas. Estas el-
los acostumbraban a comenzar con tres o
65
cuatro sermones, predicados uno tras
otro. […] Todos ellos tenían sus Biblias y
buscaban diligentemente los textos cita-
dos por los predicadores, comparando
diferentes pasajes, para ver si fueron pre-
sentados el y apropiadamente […]. To-
dos ellos, hombres y mujeres, niños y
niñas, trabajadores, obreros y simplones,
discutían entre sí sobre el signi cado de
varios textos de las Escrituras, y esas dis-
cusiones solían ser frecuentes, como se
decía, para producir querellas y peleas.
[…] Cuando la congregación era despedi-
da, después del largo ayuno que les fue
impuesto, y después de todo el día haber
sido consumido en esas prácticas, ellos
terminaban la farsa con una abundante
cena.

Con el fin de la era del puritano Crom-


well y la restauración de la monarquía, el
radicalismo de los puritanos pasó a ser vis-
to como una amenaza a la unidad de la
Iglesia y autoridad del Estado. Perseguidos,
miles de ellos emigraron a Estados Unidos
de América, donde tendrían plena libertad
para implementar su fundamentalismo re-
ligioso.

66
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fi
En la puritana Nueva Inglaterra, en 1692,
tuvo lugar el fenómeno de histeria religiosa
colectiva conocido como el Juicios de Sa-
lem, en que diecinueve mujeres fueron eje-
cutadas por ahorcamiento y un hombre
prensado hasta la muerte. Giles Corey era
un campesino de 71 años que había matado
a uno de sus trabajadores rurales a palos
por supuestamente robar manzanas. Por
ese y otros motivos, Corey no gozaba de la
mejor de las reputaciones, siendo visto
como un hombre rabioso y extraño. Al in-
tentar defender a su esposa de la acusación
de brujería, acabó él mismo siendo acusa-
do. Jóvenes paranoicas contaron que el es-
píritu de Corey les había aparecido y tortu-
rado, forzándolas a firmar un libro del Dia-
blo. Para arrancar una confesión del viejo,
sobre su pecho y vientre se colocaron ta-
blas, sobre las cuales piedras pesadas fue-
ron puestas. Cuanto más se negaba a admi-
tir su culpa, más piedras se apilaban. En su
tercer día de agonía, le preguntaron una vez
más si había cambiado de idea y estaba dis-
puesto a confesar. Corey gritó: “¡Más
peso!”, y murió. Un testigo relató: “Su len-
gua estaba estirada. Mientras Corey moría,

67
con una vara el sheriff la forzó de vuelta
para dentro de la boca”.
¿Aterrador? Crea quien quiera, hoy, día
en que escribo estas líneas, es Noche de
Brujas.
Tal vez el más elocuente de todos los
predicadores puritanos haya sido Jonathan
Edwards, de Connecticut. Por ser un gran
ejemplo de teología puritana, enfocada en
la ira de Dios, perdición, Diablo e Infierno,
su sermón Pecadores en las Manos de Un
Dios Airado, de 1741, todavía hoy es objeto
de estudio para laicos, pastores y teólogos.
En él, la palabra Infierno es mencionada 51
veces. Algunos extractos:

En este momento, negras nubes de la ira


de Dios, llenas de terribles tempestades y
grandes en truenos, están colgadas direc-
tamente sobre las cabezas de ustedes. Si
no estuvieran contenidas por la mano de
Dios, inmediatamente explotarían sobre
ustedes. Por ahora, la voluntad soberana
de Dios retiene su fustigante viento. De lo
contrario, vendría con furia y su destruc-
ción como un tifón, y ustedes serían como
los detritos de la molienda en el verano.
[…] El arco de la ira de Dios está retesado
68
y la echa lista en la cuerda, y la justicia
apunta la echa hacia los corazones de
ustedes y estira el arco, y nada más que
la voluntad de Dios, un Dios airado, sin
promesas u obligaciones algunas, pre-
viene la echa de, en un instante, embor-
racharse en la sangre de ustedes. […] El
Dios que sostiene a ustedes sobre la cue-
va del In erno, de la misma manera como
alguien sostiene sobre el fuego una araña
o un asqueroso insecto, abomina a ust-
edes y está terriblemente ofendido. Su ira
contra ustedes se quema como fuego. Él
os mira como no siendo dignos de otra
cosa que ser arrojados al fuego. […] Y
será una sorpresa, si algunos de los que
ahora están presentes no estén en el In-
erno en muy poco tiempo, hasta mismo
antes de terminar el año. Y no será sor-
presa, si algunas personas que ahora es-
tán sentadas en los escaños de esta con-
gregación, con salud, tranquilidad y se-
guridad, allá estén antes de mañana por
la mañana.

En el siglo XIX, el Puritanismo estadou-


nidense pasó por una fase de grandes avi-
vamientos espirituales que resultaran en lo
que quedó conocido como Evangelicalismo,
69
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fl
fl
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fl
movimiento bíblico-fundamentalista pro-
ductor de varias denominaciones que ven-
drían a expandirse globalmente, cuyo foco
es la salvación a través del bautismo, el es-
tudio de las profecías bíblicas y el trabajo
misionero.
Con la adición de reglas para un estilo de
vida aún más riguroso y la introducción del
bautismo en el Espíritu Santo, que supues-
tamente confiere a los creyentes el poder de
curar y la capacidad para hablar lenguas ex-
trañas y profetizar, el Evangelicalismo se
subdividió, creándose, a comienzos del si-
glo XX, el Pentecostalismo.
Décadas más tarde, reglas liberales de
vestimenta y apariencia, pero un enfoque
aún mayor en curas y expulsiones de de-
monios y la adición de recompensa divina
ya en esta vida crearon una nueva subdivi-
sión: el Neopentecostalismo.
A la moda de lo que fue uno de los prin-
cipales motivos para el surgimiento del
Protestantismo — la venta de indulgencias
—, la Teología de la Prosperidad, marca re-
gistrada del Neopentecostalismo, no pasa
de comercio de favores divinos. Mientras la
Iglesia Católica vendía la remisión de las

70
llamadas penas temporales, pastores neo-
pentecostales comercializan promesas de
milagros, éxito y fortuna.
Lo interesante en la Teología de la Pros-
peridad es que realmente funciona: para
aquellos que la venden. En 2013, la revista
estadounidense Forbes publicó una lista de
los líderes neopentecostales más ricos de
Brasil:

1) Edir Macedo: US$ 950 millones.


2) Valdemiro Santiago: US$ 220 millones.
3) Silas Malafaia: US$ 150 millones.
4) Romildo Ribeiro Soares: US$ 125 mil-
lones.
5) Estevam Hernandes: US$ 65 millones.

En Europa, el Evangelicalismo (la ver-


sión estadounidense del Protestantismo) es
insignificante. Quien deambule por las ca-
lles, por ejemplo, de Viena no se topará con
ninguna de las iglesias evangélicas con que
en Brasil nos encontramos en casi toda es-
quina. Hasta las más conocidas, como la
Iglesia Bautista y la Adventista, tienen po-
quísimos templos y suelen funcionar en sa-
lones adaptados de antiguos edificios resi-
denciales. Bien diferente del Tercer Mundo,
71
que recibió y aún recibe las denominacio-
nes estadounidenses con los brazos abier-
tos y las copia. Gracias sobre todo al seg-
mento menos escolarizado de la población,
Brasil se ha convertido en el segundo ma-
yor país en número de miembros de iglesias
evangélicas fundamentalistas. Son cerca de
47 millones de personas que viven en fun-
ción de la religión y creen, entre otras co-
sas, que el Universo tiene 6 mil años, la
mujer fue hecha de una costilla del hombre
y serpientes y asnos pueden hablar.
En general, las diversas denominaciones
evangélicas mutuamente se desprecian,
pero cuando es para demonizar a la Iglesia
Católica ellas curiosamente se unen como si
se amaran. En Google, quien digitar “Igle-
sia Católica ramera” o “Iglesia Católica Ba-
bilonia” o “papa bestia Apocalipsis” será
agraciado con muchos miles de enlaces.
Eso no es así por casualidad. La concepción
evangélica de que la Iglesia Católica es Ba-
bilonia y una prostituta y el papa la Bestia
del Apocalipsis se remonta a los escritos del
doctor Martín Lutero, el mismo misógino
colérico que instaba a la quema de las casas
de judíos y a la caza de brujas.

72
En comparación con evangélicos, grosso
modo católicos practican su religión de
manera más relajada. Mientras la mayoría
de los católicos nació en el Catolicismo y
apenas prosigue en la tradición religiosa de
sus padres, muchos evangélicos “nacieron
de nuevo”, es decir, se convirtieron, una
experiencia que los hace tener un vínculo
más estrecho con su iglesia. Eso resulta en
un dogmatismo y fundamentalismo que no
son muy comunes entre católicos, para
quienes espiritualidad a través de la prácti-
ca de rituales litúrgicos es más importante
que quedarse, por ejemplo, disecando pro-
fecías bíblicas sobre el fin del mundo.
En virtud del carácter fundamentalista
del Evangelicalismo, normalmente no hay
diferencia entre el grado de dogmatismo de
un evangélico poco escolarizado y un ins-
truido. Un evangélico doctorado toma la
Biblia tan al pie de la letra y observa los
preceptos de la iglesia tan cabalmente como
un evangélico semianalfabeto. Por su parte,
un católico esclarecido no tendrá dificultad
en asumir un posicionamiento crítico frente
a algunas doctrinas de su iglesia. Tomemos
a Eva y Adán como ejemplo. Aunque, en ra-

73
zón de las irrefutables evidencias científi-
cas, el Catolicismo hoy vea el relato bíblico
de la creación como una alegoría, la exis-
tencia histórica del primer par de humanos
sigue siendo parte irrevocable de sus dog-
mas. Sin embargo, un católico que conside-
ra a Eva y Adán figuras mitológicas no sufre
de crisis de conciencia. Un otro ejemplo es
el uso de anticonceptivos, oficialmente
prohibidos por la Iglesia Católica. Una en-
cuesta del Instituto Guttmacher, de Nueva
York, realizada en 2012, muestra que el
98% de las mujeres católicas entre 15 y 45
años han hecho o hacen uso de algún tipo
de anticonceptivo. Semejantes tomas de li-
bertades son impensables en el Evangelica-
lismo, que demanda uniformidad de pen-
samiento y total obediencia, inclusive mu-
cho más allá de lo que exige la Biblia. Por
más absurdo que parezca, un evangélico
que sea sorprendido, por ejemplo, bailando
será mal visto por sus correligionarios y
tendrá serios problemas con el liderazgo de
su iglesia.
Uno de los diferenciales de los que evan-
gélicos más se enorgullecen es su estilo
menos formal de congregar. Les gusta ima-

74
ginar y divulgar sus iglesias como una ex-
tensión de sus propias familias. A la distan-
cia, eso parece ser una buena cosa, pero
una mirada más atenta revela lo contrario.
Es cierto que en la familia podemos sentir-
nos amparados, pero muchas veces tam-
bién es un ambiente de frecuentes tensio-
nes y colisiones y puede atarnos y contro-
larnos. Intrigas, presión psicológica y con-
trol son elementos frecuentes en iglesias
evangélicas justamente porque son condu-
cidas como familias.
El largo pasado de guerras religiosas e
ideológicas dejó profundas huellas en los
europeos e hizo de la mayor parte de ellos
personas que aprecian la autonomía de
pensamiento y son aversos a exageraciones
y manipulaciones, en particular de natura-
leza eclesiástica, razón por que en Europa
el Evangelicalismo tiene enorme dificultad
para crecer. Después de muchos años de
abstinencia, un buen día tuve curiosidad de
saber cómo me sentiría yendo, en Viena, al
culto de la denominación de la que yo había
formado parte hasta los 25 años. Natural de
San Petersburgo y bautizada en la Iglesia
Ortodoxa Rusa, mi novia de entonces poco

75
sabía sobre el Protestantismo y nunca había
pisado una iglesia evangélica. En la entra-
da, un hombre nos recibió con un apretón
de manos. Otras personas, igualmente des-
conocidas, también apretaron nuestras
manos. El recepcionista nos condujo hacia
dentro de la iglesia y nos apuntó los asien-
tos libres. Así que nos sentamos, nuestros
vecinos de lugar apretaron nuestras manos.
A cierta altura, se pidió a los visitantes que
se levantaran y presentaran. Enseguida,
toda la congregación se puso de pie para un
ritual de saludo. De todos lados vinieron
apretones de mano. A la salida, entre apre-
tones de manos, el pastor quiso tener los
números de nuestros teléfonos. En el salón
al lado de la iglesia, mientras comíamos y
bebíamos, más apretones de mano. Creyen-
te de que mi novia, una mujer sociable y
comunicativa, había adorado todo aquel ca-
lor humano, en el camino de vuelta a casa
le pregunté qué le había parecido. Ella res-
pondió: “Solo no me ha gustado aquel mon-
tón de apretones de manos”.
Acostumbrada a la total anonimidad de
las misas en las iglesias rusas, en que no
hay apelo social alguno, a mi novia transpa-

76
rentó que por detrás de toda esa fraterni-
dad evangélica se esconde la intención de
impresionar, envolver, sostener. Cuando
iglesia y club social se confunden, es más
fácil ser influenciado, manipulado y domi-
nado por la religión. Cuanto más involu-
crado, más asimilado; cuanto más asimila-
do, más uniformizado; cuanto más unifor-
mizado, más ajustado; cuanto más ajusta-
do, más sumiso. Diferente de en otros
círculos sociales, en una congregación reli-
giosa los participantes están unidos por una
ideología que trata de lo que piensan ser la
verdad absoluta, que por ser indiscutible
tiene implicaciones psicológicas más pro-
fundas que otras ideologías.
A muchos cristianos les gusta ver en el
hecho de que el Cristianismo es la mayor
religión la prueba de que lo que él predica
es verdad. Ignoran que se expandió princi-
palmente por medio de guerras y conquis-
tas. ¿Sería el Cristianismo hoy tan grande,
si los conquistadores portugueses, españo-
les, ingleses, franceses y holandeses no lo
hubieran impuesto a la población de las na-
ciones por ellos subyugadas? ¿Y qué cami-
nos habría tomado el Cristianismo, si san

77
Constantino, “El Grande, Igual a los Após-
toles”, como es reverenciado en las iglesias
ortodoxas el emperador Constantino I, no
lo hubiera privilegiado en el Imperio Ro-
mano? Difícil decir, pero podría perfecta-
mente haber tenido el mismo destino de re-
ligiones hoy extintas.
Sea como fuere, si hoy a cristianos ya no
les es posible imponer el Cristianismo su
única salida es diseminarlo a través de tra-
bajo misionero. Sin embargo, en un país
que, como Brasil, ya es de mayoría cristia-
na, a misioneros solo les queda robar, esto
es, convertir fieles de una denominación a
otra. Si, con todo, el nivel de escolaridad de
los brasileños fuera alto, eso no sería tan
fácil. Además, las iglesias pentecostales no
habrían tenido el éxito que tuvieron y con-
tinúan teniendo.
Cuanto más culto un no religioso, más
autoconfiante y menos dispuesto es para
permitir que le dicten como debe pensar.
La probabilidad de que una persona versa-
da en ciencias naturales se convierta a una
religión bíblico-fundamentalista es casi
cero, motivo por que de la minoría de cien-
tíficos teístas la gran mayoría no cree en el

78
relato bíblico de la creación, pues reconoce
la incontestabilidad de las evidencias cien-
tíficas de la Evolución.
Para alguien que creció o pasó décadas
en ese mundo paralelo de la religión, dejar-
lo atrás no es tan simple como pasar la pá-
gina de un libro. Con base en la noción bí-
blica de que los seguidores de Cristo “no
son del mundo”, de lo que resulta que casi
todo es mundano y, por consiguiente, des-
preciable, gran parte de su vida gira en
torno a cosas relacionadas con la iglesia.
Las actividades recreativas, música, libros y
revistas, películas y programas de TV, ropa,
la escuela de los hijos, prácticamente todo
está bajo la influencia de la organización re-
ligiosa a que él pertenece. Su círculo social
se compone casi exclusivamente de herma-
nos de fe y es muy probable que también
sus parientes sean miembros de la iglesia.
En vista de ello, no hay como la presión
psicológica no ser grande y es casi imposi-
ble que el proceso de separación de la igle-
sia no sea doloroso, hasta traumático.
En la mayoría de las veces, quien se des-
vencija de las amarras del Evangelicalismo
pasa a vivir bajo el estigma social de oveja

79
negra. Personas cercanas a un exevangélico
siempre lo verán como un rebelde que se
encuentra bajo la influencia de fuerzas ma-
lignas que lo quieren llevar a la perdición,
un desviado que necesita muchas oraciones
para que, como el Hijo Pródigo, reconozca
su error y vuelva al seno de la iglesia, sin la
cual no tiene sentido vivir.
Súmese a ello los creyentes que pasan a
hablar mal del rebelde, con juicios del tipo
“él nunca fue un cristiano de verdad” o “él
quiere ser libre para pecar”. Lo que debería
ser la cosa más natural del mundo — vivir
sin religión — es visto como algo vil. Por in-
creíble que parezca, videos de personas que
en la internet comparten su experiencia de
desconversión reciben innúmeros comenta-
rios negativos de creyentes, que van desde
amenazas de castigo eterno hasta insultos.
Innecesario decir que religiosos tienen a
sus religiones como indispensables. No les
es posible concebir que alguien pueda tener
razones legítimas para de ellas no querer
formar parte, cuanto más dejarlas. ¿No
querrían, entonces, los padres que ven a su
iglesia como algo imprescindible para sí
que sea vista de la misma manera por sus

80
hijos? ¿Y cómo habría esa mentalidad de no
ejercer presión psicológica sobre estos?
Quien cree que hijos de padres evangélicos
son libres para dejar la iglesia sin constre-
ñimiento alguno desconoce la realidad. La
internet está llena de testimonios de ado-
lescentes y jóvenes que quieren romper con
la religión, pero sufren con la inevitable de-
cepción de sus padres y familiares y la po-
sibilidad de con ellos entrar en conflicto, lo
que hace a la mayoría optar por continuar
fingiendo.
Largas décadas de intenso adoctrina-
miento religioso llevan a muchos creyentes
a ver iglesia y Dios como una amalgama, de
lo que sigue que dar la espalda a la iglesia
es visto como dar la espalda al propio Dios.
Las raíces de la catequesis son tan profun-
das que en las mentes de muchos de los que
se libertan de la iglesia sobrevive algo de la
concepción bíblica de un dios celoso que no
tolera disidencia, y eso acaba llevando a al-
gunos desgarrados a regresar al rebaño, es-
pecialmente cuando sus familias no se can-
san de hacerlos sentir que vivir sin religión
es recorrer el camino que conduce a la per-
dición.

81
Cuando, en Austria, el pastor de la iglesia
que yo frecuentaba se dio cuenta de que yo
no iba más a los cultos, me llamó para per-
suadirme de no desgarrarme de su rebaño.
Percibiendo que nada de lo que él decía
surtía efecto, el pastor jugó su última carta,
aquella que todo clérigo tiene en la manga
del traje: la imposición de miedo, a través
de un “¿No quieres ir al Cielo?”. Indignado,
respondí: “¡Nein!”, cuando en realidad lo
que yo quería era apenas que me dejara en
paz.
¿Qué sería de las religiones, si todo el
mundo aceptase lo obvio, o sea, el hecho de
que nadie sabe si ese tal Cielo existe? Seme-
jante a la célebre frase “Todo acusado es
inocente, hasta que se pruebe que es culpa-
ble”, el Cielo no existe hasta que se pruebe
lo contrario. ¿No debería ese ser el modo
natural de pensar? ¿Es posible que el Cielo
exista? Sí. Teóricamente, mucha cosa es
posible, inclusive universos paralelos. ¿El
caro lector cree en universos paralelos, co-
rrecto? ¿No? Extraño, pues no son pocos
los cosmólogos que afirman que es posible
que haya otros universos. Aun así, ningún
físico sería loco de afirmar que universos

82
paralelos realmente existen. Como vida
después de la muerte, Cielo e Infierno, el
multiverso no pasa de especulación, pues
de él no tenemos evidencias.
Hay cosas que no vemos, pero cuyos
efectos pueden ser observados o medidos.
La electricidad es una de las más simples.
De la misma forma, nadie consigue ver ni
agujeros negros ni materia oscura, pero lo
que causan puede ser observado y medido.
Por cierto, el fundamentalista bíblico que
cree que agujero negro es cosa de científi-
cos locos solo necesita sacar la cabeza del
agujero y buscar sobre Sagitario A*, con as-
terisco, para convencerse de que esos devo-
radores de soles realmente existen.
¿El caro lector ya vio a un sacerdote o
pastor intelectualmente honesto? Yo tam-
poco, pues para ser intelectualmente ho-
nestos sacerdotes y pastores tendrían que
comenzar un sermón así: “Hermanas y
hermanos, si existe, imagino que Dios re-
pudia a las personas deshonestas. Por ello,
a partir de ahora hablaré solo de cosas que
sé que existen. Obviamente, deseo que la
vida eterna y el Cielo sean reales, pero no sé
si existen, pues de ellos no hay evidencias.

83
Este libro aquí dice que existen. Pero si
existen apenas porque este libro dice, en-
tonces el planeta Krypton y el Superman
también existen, pues eso es lo que esta re-
vista aquí dice”.
¿Cuántos miembros tendrían las iglesias
cuyos sacerdotes y pastores fueran intelec-
tualmente honestos? Exacto. Por ahí se ve
que religiosos no están interesados en la
verdad, pues la verdad es que, hasta que se
pruebe lo contrario, Dios, dioses, ángeles,
Diablo, demonios, vida eterna, Cielo e In-
fierno no existen. Reveses, sufrimiento e
inconformidad con la muerte llevan a las
personas a huir de la realidad, es decir, de
la verdad y buscar consuelo y esperanza en
las religiones. Eso no sería totalmente re-
prochable, si no fuera por el hecho de que
religiones inducen a sus seguidores a tener
miedo de rechazar a alguien que nadie sabe
si existe — Dios —, a tener miedo de no re-
cibir algo que nadie sabe si existe — la vida
eterna —, a tener miedo de no ir a un lugar
que nadie sabe si existe — el Cielo — y a te-
ner miedo de ir a un lugar que nadie sabe si
existe — el Infierno. Vida eterna y Paraíso
serían esperanzas inofensivas, si no estu-

84
vieran intrínsecamente ligadas a la nefasta
noción de pueblo elegido, que lleva a los so-
cios de un club a encontrar natural que per-
sonas sean castigadas por ser socias de
otros clubes, o de ningún.
En uno de los innúmeros programas
evangélicos de los que la televisión brasile-
ña se encuentra infestada, un pastor afirmó
que creer en Dios es una cuestión de lógica
matemática. Según él, es fifty-fifty: hay
50% de posibilidades de Dios existir y 50%
de él no existir. Si Dios existe y creí en él,
iré al Cielo. Si Dios no existe y creí en él,
habré creído en vano, pero perdido nada
(excepto tiempo y, todo santo mes, por lo
menos el 10% de mi salario). En compensa-
ción, si Dios existe, pero no creí en él, él me
lanzará en el Infierno, donde “habrá llanto
y crujir de dientes”. Resumiendo: por las
dudas, es mejor creer en Dios. Hay varias
fallas en esa propuesta argumentativa, co-
nocida como Apuesta de Pascal. La princi-
pal es que se aplica a cualquier divinidad de
cualquier religión. ¿Qué cara harán los cris-
tianos, cuando, felices de la vida, o mejor,
de la muerte, se acerquen a las puertas del
Cielo y sean saludados por un ser celestial

85
diciendo: “Déjenme ver… Cristianos, ¿acer-
té? Sorry, ustedes se dieron mal. El dios
verdadero es Nhanderuvuçu [dios supremo
en la mitología indígena tupí-guaraní].
¿Quién mandó a los portugueses y españo-
les no prestar oídos a los indios? Ja, ja, ja…
Bueno, ¿están viendo esa placa ahí detrás
de ustedes con la palabra Anhangaratá [In-
fierno]? Entonces, es para allá que van.
Pueden ir. Jurupari [el Diablo] va a cuidar
de ustedes. ¡Y cómo va! Ja, ja, ja…”.
La Apuesta de Pascal es excelente para
demostrar como el miedo es la esencia de la
mayoría de las religiones, pero sobre todo
de las monoteístas. Según el Cristianismo,
es mejor creer en Dios que arriesgarse a ser
torturado en un lago de fuego y azufre. En
otras palabras, tenga, caro lector, miedo de
no creer en Dios. Si ha decidido no arries-
gar y ya cree en Dios, tenga miedo de no es-
tar creyendo en el dios verdadero. Si está
convencido de que cree en el dios verdade-
ro, tenga miedo de no estarlo haciendo de
la manera cierta. ¿Quiere estar seguro de
estar creyendo en el dios verdadero de la
manera cierta? Nada más simple: basta
convertirse en miembro de la iglesia verda-

86
dera. ¿Ah, usted no sabe cuál de las 40 mil
denominaciones cristianas es la verdadera?
No se desespere. Nadie sabe. Entonces,
tome cualquiera. La que esté más cerca de
su casa, por ejemplo, o aquella cuyo estilo
de música le agrada más. Después, es solo
tocar madera para que sea la que represen-
ta al dios verdadero de la manera cierta. O
haga como yo: reconozca la irracionalidad
de todo eso y relájese.
Si es verdad que Dios nos ha dado libre
albedrío (algo sobre que estudiosos diver-
gen y la mayoría de ellos rechaza), no que-
riendo que persona alguna crea en él a la
fuerza, entonces es equivocada la noción de
que él castigará a quien en él no cree, pues
descreer no es maldad. De lo contrario,
cristianos son malos por no creer en Odín,
el dios nórdico, padre de Thor. El descre-
yente de Dios es tan sincero en su des-
creencia como el creyente en su creencia.
Por la propia lógica cristiana, Dios sería un
tirano si mandara a alguien al Infierno
apenas por no creer.
Si Dios existe, quien no ve evidencia de
su existencia y en él no cree por lo menos
nada hace para representarlo de forma

87
errónea, distorsionada. Por su parte, el
simple hecho de haber miles de religiones
significa que a todo instante Dios es mal
representado por creyentes alrededor del
mundo. A pesar de su inquebrantable
creencia en la existencia de Dios, un reli-
gioso puede estar todo el tiempo enseñando
falsedades sobre él y en su nombre come-
tiendo absurdos. Por ello, como dijo el es-
critor francés Edmond de Goncourt, “Si hay
un Dios, el Ateísmo debe parecerle un in-
sulto menor que la religión”.
Hago mías las palabras de Thomas Jef-
ferson, autor de la Declaración de Inde-
pendencia de los Estados Unidos: “Atrévete
a cuestionar hasta la existencia de Dios,
pues, si existe, él ciertamente prefiere la ra-
zón al miedo ciego”.

88
2

Lógica

“A veces, quiero creer, pero no consigo.


Es todo una total insensatez.
Entonces, pregunto a Dios: ‘Escucha, amigo,
si fue para deshacer, ¿por qué lo hiciste?’”
(De la canción Cotidiano N° 2,
de Vinicius de Moraes)

EN UN EPISODIO del segmento Even Stevp-


hen, del programa televisivo estadouniden-
se The Daily Show, los comediantes Steve
Carell y Stephen Colbert interpretan a un
musulmán y un cristiano que discuten so-
bre qué religión es la más lógica y, por tan-
to, la verdadera. El musulmán: “Stephen,
¿que parte de ‘No hay más dios que Alá, y
Mahoma es su profeta’ no entiendes? Su-
pongamos que tu dios es el verdadero dios.
Eso significaría que Alá no es el verdadero
dios, lo que sabemos que él es. ¿No ves que
tu lógica se autodestruye?”. El cristiano:
“En primer lugar, no es mi lógica, sino la
lógica de Dios, como está escrita en la Bi-
blia, de la que cada palabra es verdad, y sa-
bemos que cada palabra de ella es verdad
porque la Biblia dice que la Biblia es ver-
89
dad, y si te acuerdas del comienzo de esta
frase, cada palabra de la Biblia es verdad.
¿Y entonces, me estás entendiendo, o eres
algún tipo de zelote descerebrado?”.
Si es religioso y nacido en Japón, es
enorme la probabilidad de el caro lector ser
sintoísta. En Indonesia, usted sería musul-
mán. En Camboya, budista. En la India,
hindú. Si es cristiano, es porque usted pro-
bablemente nació en algún lugar de Europa
o de América. Para quien es natural de Oc-
cidente, es natural que el Cristianismo sea
la cosa más natural del mundo. Y aunque
usted no sea religioso, el simple hecho de
haber crecido en un país predominante-
mente cristiano hace que los ingredientes
del Cristianismo no le parezcan absurdos.
No es, entonces, de admirar que cristianos
consideren ilógicas las religiones con que
ellos, por razones meramente geográficas,
no están culturalmente relacionados. Si eso
es así con las grandes religiones, más aún
con las pequeñas y poco conocidas.
Ya he escuchado personas afirmar con
visible autoconfianza que son cristianas
porque el Cristianismo es la religión más
lógica. Evidentemente, nunca dirían eso si

90
fueran budistas. Hay budistas que se con-
vierten al Cristianismo, pero eso de manera
alguna apunta a una superioridad lógica de
la creencia cristiana, pues también hay cris-
tianos que se convierten al Budismo, lo que
con frecuencia sucede sobre todo en países
desarrollados.
La supuesta superioridad lógica del Cris-
tianismo solo podría ser atestiguada si fue-
ra posible encontrar personas que jamás
hubieran oído hablar de religión alguna.
Tras ser iniciadas en las enseñanzas básicas
de las principales religiones, les pediríamos
que votaran por la que les hiciera más sen-
tido. Ya que encontrar personas así es im-
posible, la salida es intentar simular la im-
presión que el Cristianismo causaría en al-
guien que de él nunca hubiera oído hablar.
Imagínese, caro lector, que usted es ese
alguien. Usted no posee conocimiento al-
guno sobre la doctrina cristiana. Cero.
Niente, realmente nadinha de nada. Ahora,
visualice en su mente que un misionero se
acerca a usted y dice: “Amigo, tengo una re-
ligión para usted. Ella no es como las otras,
que son extrañas. No, no. En mi religión,
todo tiene sentido. Por eso, ella es muy fácil

91
de comprender y practicar. Voy a tratar de
resumir lo máximo posible para usted,
¿OK? Bueno, vamos a eso. Antes de existir
cualquier cosa, realmente cualquier cosa,
había un ser llamado Dios. Él no tiene ni
principio ni fin y está sentado en un trono.
A la derecha de Dios, hay otro trono, donde
está sentado su hijo. A la izquierda, no hay
ningún trono, solo a la derecha, ¿OK? Bien,
padre e hijo tienen un espíritu, y su nombre
es Santo. Espíritu Santo. Él vaga por todo
lugar, aunque padre e hijo, a pesar de sen-
tados en tronos, también estén en toda par-
te… ummm… al mismo tiempo. ¿Recuerda
aquel equipo de sonido 3 en 1? Entonces, es
más o menos así. Padre, hijo y el espíritu de
ellos son uno y el mismo ser. Ellos son
tres… personas en una sola, ¿OK? Es como
si… Bueno, no importa. Parece complicado,
pero no lo es. Un buen día, cansado de
quedarse mirando hacia nada, Dios decidió
crear el Universo. En vez de simplemente
chascar los dedos y hacer todo aparecer de
una sola vez, Dios quiso crear la Tierra en
seis días. Después de todo, la prisa es
enemiga de la perfección, ¿no? Bueno, en
algún rincón del Universo existe un lugar

92
llamado Cielo, que no es ese cielo que usted
está viendo ahí arriba, no. Es un cielo invi-
sible, ¿OK? Allá, Dios creó a los ángeles.
Como Dios, ángeles también son seres invi-
sibles, solo que con alas en la espalda. Fue-
ra de eso, ellos no tienen sexo y empuñan
espadas de fuego. ¿Usted sirvió el Ejército?
Pues entonces. Como en el Ejército, entre
los ángeles existe una jerarquía: los arcán-
geles, los querubines y los serafines. Cada
uno de esos tipos de ángeles desempeña ta-
reas específicas, que no sé bien cuáles son,
pero eso tampoco importa ahora. Lo más
importante es que todos tenemos un ángel
de la guarda. Él está siempre a nuestro
lado, resguardándonos de todos los peli-
gros. A no ser cuando Dios quiere darnos
una lección. Bueno, el general de ese ejérci-
to de ángeles se llamaba Lucifer, el ángel
más inteligente y hermoso. En el Cielo,
todo era paz y amor hasta que, un buen día,
la inteligencia y la belleza de Lucifer empe-
zaron a subirle a la cabeza, al punto de él
querer ser como Dios. Así fue como Lucifer
inventó el llamado pecado. Enojado con
Dios, Lucifer pasó a hablar mal de él a los
otros ángeles, causando una revuelta. Dios

93
entonces, en su infinita misericordia, no
tuvo otra salida que expulsar a Lucifer de
ese lugar invisible. Un tercio de los ángeles,
que nadie sabe cuántos son, fue expulsado
con él. En ese día, Lucifer pasó a llamarse
Satanás, más conocido como Diablo, pero
que algunos también llaman Belcebú o de-
monio, además de otros nombres graciosos.
Los secuaces de Lucifer recibieron el nom-
bre de demonios. A veces, ellos entran en
las personas y da un enorme trabajo sacar-
los. Bueno, todos ellos vinieron aquí a la
Tierra, donde Dios había plantado un jar-
dín y hecho un muñeco de barro, en cuya
nariz él sopló y el muñeco salió caminando.
Ese muñeco no era ni arcángel, ni queru-
bín, ni serafín, ni ángel de la guarda. Era
hombre, y el nombre de él era Adán. Adán
estaba triste porque no tenía mujer. Enton-
ces Dios lo hizo dormir, abrió su pecho,
sacó una costilla y de ella hizo otro muñeco:
la mujer. El nombre de ella era Eva. Para
llenar la Tierra de gente, los hijos de Adán y
Eva tuvieron que… ummm… casarse con
sus propias hermanas. Usted y yo somos
descendientes de esos dos muñecos, es de-
cir, de esas dos personas, ¿OK? Bueno, en

94
ese jardín todo era paz y amor. Tanto así
que Eva y Adán andaban desnudos y les
daba igual. Ellos podían comer las frutas de
todos los árboles, excepto uno. Era un árbol
que Dios había plantado para servir de
prueba de obediencia. Si comieran las fru-
tas de ese árbol, ellos iban a morir. El hom-
bre era ingenuo, pero la mujer… Bueno, us-
ted sabe como son las mujeres, ¿no? Un
buen día, el Diablo se disfrazó de serpiente
y le dijo a Eva que era mentira que ella y su
marido iban a morir, si comieran la fruta
del tal árbol mágico. Eva, muy ingenua, la
pobrecilla, creyó en la serpiente parlanchi-
na y dio un mordiscón. El resto de la fruta
ella llevó a su marido, que, sin parpadear,
también mordió. En el mismo instante, los
dos percibieron que estaban desnudos y
sintieron vergüenza uno del otro, lo que
significa que el pecado, que había sido in-
ventado por Lucifer allá en aquel lugar in-
visible (¿recuerda?), había entrado en la
Tierra. Dios entonces, en su infinita miseri-
cordia, no tuvo otra salida que maldecir la
Tierra, creando la muerte, espinas, frutas
venenosas, parásitos, mosquitos, cucara-
chas, arañas, escorpiones, virus, bacterias,

95
en fin, todo lo que en la Naturaleza es as-
queroso y peligroso, para hacer al ser hu-
mano comer el pan que el Diablo amasó.
Todo dolor y miseria que existe en el mun-
do es resultado de que Eva se haya dejado
engañar por una serpiente parlanchina y el
hombre haya prestado oídos a la mujer.
Bueno, tras quitar la inmortalidad del
hombre, el Creador elaboró un plan para
hacerlo inmortal de nuevo. Solo que no iba
a ser luego, iba a tardar un poquito. Más o
menos 1.650 años después de la mordida en
la fruta prohibida, Dios se arrepintió de ha-
ber hecho al hombre. Entonces mandó un
diluvio que exterminó toda la vida en la
Tierra, con excepción de ocho personas
que, junto con ejemplares de todas las es-
pecies animales del mundo, entraron en un
barco que llevó cien años para ser construi-
do por un hombre de quinientos años. Más
tarde, Dios elegió un pueblo para ser su
pueblo, pero ese pueblo hacía de todo para
no ser su pueblo, entonces él siempre casti-
gaba a su pueblo. En la cumbre de una
montaña humeante, Dios escribió diez
mandamientos en dos tablas de piedra para
que su pueblo finalmente supiera que robar

96
y matar está mal. Cada vez que Dios se
enojaba, lo que ocurría con frecuencia, la
gente tenía que sacrificar animales, pues
Dios adoraba el olor de la carne quemada.
¿A quién no le gusta un buen churrasco,
no? Bien, todos los seres humanos, inclusi-
ve usted, lo quieran o no, cargan en el cogo-
te la culpa de Eva y Adán por el mordiscón
en la fruta prohibida. Es lo que algunos
llaman pecado original. No importa si usted
y yo todavía no habíamos nacido, nosotros
también somos culpables, ¿OK? Bueno,
como todo tiene su precio, la salvación del
hombre no iba a costarle barato. Ella tenía
que ser paga con enorme sufrimiento y mu-
cha, mucha sangre. Más o menos dos mil
años atrás, Dios envió a su hijo, que… es él
mismo, aquí a la Tierra para ser torturado y
derramar su sangre en una cruz. El nombre
de él era Jesucristo. Él no tuvo padre bioló-
gico, pues cuando su madre tenía doce años
ella fue embarazada por el Espíritu Santo,
que… es él mismo. Hay una gente por ahí
que dice que la madre de Dios fue virgen
hasta la muerte, pero eso es asunto para
otra conversación. Bien, Dios, es decir, Je-
sús era un ser humano diferente, pues ha-

97
cía cosas que ningún ser humano hace,
como leer los pensamientos de las perso-
nas, caminar sobre el agua, transformarla
en vino y resucitar muertos. ¡Ah, y él tam-
poco cometió un pecadito siquiera, ni aun
en pensamiento! Para que nunca olvidemos
el horrendo sufrimiento que causamos al
hijo de Dios, hace dos mil años, por el pe-
cado de la desobediencia, que cometimos
allá en el jardín, seis mil años atrás, copias
de la cruz de Cristo, con Jesús colgado con
una corona de espinas en la cabeza, con
sangre chorreando por todos lados, están
clavadas en paredes alrededor del mundo.
Mucha gente hasta carga una miniatura de
ella en el cuello. Bueno, al tercer día des-
pués de la muerte de su hijo, Dios lo resuci-
tó y él se quedó vagando invisible por la re-
gión, una vez u otra apareciendo a sus se-
guidores. Después de eso, él volvió al cielo
invisible y se sentó de nuevo en su trono, a
la derecha del trono de su padre, que… es él
mismo. Quien va al Cielo puede tocar las ci-
catrices de las manos y de los pies de Jesús.
Poco antes de morir, él dijo a sus seguido-
res que pronto volvería en la gloria de su
padre, que… es él mismo, acompañado de

98
un montón de ángeles. Tan pronto que al-
gunos de sus seguidores hasta iban a ver
eso suceder. Pero en otra ocasión él había
dicho que volvería como un ladrón, en un
día que nadie sabe. Por eso, hace dos mil
años que él está por volver en cualquier
momento. Cada día es día de la vuelta de
Jesús. Bueno, todo eso y mucho, mucho
más, está escrito en este libro aquí, llamado
Biblia, una colección de textos inspirados
por Dios, redactados dos mil años atrás y
encontrados en cavernas de los desiertos
del Oriente Medio. El que cree en lo que
está escrito en la Palabra de Dios, va a
aquel lugar invisible, donde va a recibir una
corona de oro, una comida misteriosa, lla-
mada maná, una piedra blanca, con su
nombre grabado, y una mansión de oro.
Pero quién no cree va a vivir con un dragón
(¿recuerda la serpiente parlanchina? En-
tonces, es ella), en un lugar que de paz y
amor no tiene nada. Allá todo es fuego. ¡Y
ponga fuego en eso! Ese lugar se llama In-
fierno, y allá los descreyentes van a llorar y
crujir los dientes y quemar y gritar de dolor
por los siglos de los siglos. De aquí a unos
años, habrá una guerra mundial entre Je-

99
sús, el dragón y dos bestias: una en el mar y
otra en la tierra. La del mar tiene siete ca-
bezas y diez cuernos con diez coronas y la
de la tierra tiene solo dos cuernos, pero ha-
bla como un dragón. Después, Dios va a
destruir este mundo podrido y rehacer el
jardín que él plantó para Eva y Adán. La
gente que se fue al Cielo va a vivir eteeeeer-
namente en la Nueva Tierra, donde el león
va a comer paja tal como el buey. Dios
quiere que todo el mundo se salve, solo que
hay un problemita. La Biblia es fácil de en-
tender, pero no sin ayuda. Es porque Dios
nunca sirve nada en bandeja de plata, ¿en-
tiende? La persona tiene que esforzarse y
buscar la ayuda de los representantes de
Dios aquí en la Tierra. Y es ahí donde entra
la iglesia. El problema es que el Diablo no
quiere que la gente se salve. Entonces, él se
encarga de hacer confusión. Por eso, exis-
ten unas 40 mil denominaciones cristianas
diferentes desparramadas por el mundo,
pero solo una fue capacitada por Dios para
interpretar la Biblia de la manera cierta.
Pero no se preocupe. Usted no sabe la suer-
te que tiene. Yo hago parte de la iglesia ver-
dadera que interpreta la Biblia de la mane-

100
ra cierta. Mire, tome aquí este folleto con
los horarios de nuestras reuniones, donde
explicamos la Biblia punto a punto. ¡Ufa!
Tuve que dejar un montón de detalles de
lado, si no no iba a terminar hoy. ¿No es in-
creíble como todo eso tiene sentido? Pues, y
entonces… ¿va a querer?”.
Mientras seca el sudor de la frente y de la
nuca, el misionero no desvía los ojos de us-
ted, ansioso por una reacción. ¿Cómo reac-
cionaría el caro lector? Recuerde: usted
nunca había oído algo ni aun parecido.
Ahora, entre en la internet, busque religio-
nes, tome una cualquiera y entérese de lo
que ella enseña. Después, responda con
toda sinceridad: ¿La religión que el misio-
nero le ofreció le parece más lógica, razo-
nable, coherente, plausible, o, si prefiere,
menos absurda que la que usted encontró
en la internet?
Ese ejercicio demuestra que el Cristia-
nismo es tan lógico o irracional, concebible
o implausible, serio o risible como cual-
quier otra creencia religiosa. A distancia,
todas las religiones son absurdas. ¿Cómo,
entonces, explicar por qué tanta gente sigue

101
el Cristianismo, a pesar de sus elementos
evidentemente extraños?
De los varios motivos, pienso que facto-
res socioculturales son los principales. Vis-
to que es pasada de padres a hijos, estamos
perfectamente acostumbrados a la religión
predominante del país en que nacemos. En
Brasil, de los que afirman no más seguir re-
ligión alguna la gran mayoría fue cristiana.
Luego, si vuelven a creer es enorme la posi-
bilidad de que regresarán al Cristianismo y
minúscula la de que se convertirán, por
ejemplo, al Islam o Hinduismo. Otro moti-
vo parece ser la necesidad de mucha gente
de sentirse protegida y amparada, que es
satisfecha por la convicción de que a Jesús
ella le importa. Además, el Cristianismo da
sentido a la vida de sus adeptos, pues los
hace creer que saben de dónde vinieron y
hacia dónde van. Y al convencerlos de que
pertenecen al pueblo elegido por nadie me-
nos que el Creador del Universo para po-
seer la verdad, el Cristianismo todavía los
hace sentirse especiales. Ese sentimiento de
exclusividad puede, por cierto, ser más
fuerte en denominaciones pequeñas, cuyo
pequeño tamaño es visto por sus miembros

102
como evidencia de incorruptibilidad, lle-
vándolos a considerarse los verdaderos se-
guidores de Cristo, separados para preser-
var y predicar el genuino mensaje cristiano.
La ansia de muchas personas por encon-
trar respuestas a sus dudas ligadas a un su-
puesto trascendente es tanta que de buen
grado se someten a quien alega tenerlas.
Eso explicaría por qué es tan fácil imponer-
se como líder espiritual y atraer discípulos.
No sería errado afirmar que seguidores de
sectas religiosas y de líderes espirituales
son personas inseguras que buscan seguri-
dad en la religión.
Hasta la Edad Media, a un erudito era
posible dominar casi todo el conocimiento
académico del mundo. De entonces hasta
hoy, el saber se expandió de manera acele-
rada. La Ciencia moderna apenas comenzó
a gatear. El astrónomo Edwin Powell Hub-
ble descubrió, hace cerca de solo cien años,
que el Cosmos no se limita a nuestra gala-
xia. En aquel día, el Universo, que para no-
sotros ya era desmesurado, se volvió in-
conmensurable. A pesar de ello, ya hemos
dilucidado varios de sus misterios. El más
intrigante es, con todo, también uno de los

103
más difíciles de desentrañar. Encontrar
vida, sobre todo inteligente, en algún otro
lugar de la inmensidad cósmica revolucio-
naría nuestro pensamiento y pondría de
cabeza prácticamente todo lo que las reli-
giones predican.
Después de cumplir con valentía su mi-
sión de visitar Júpiter y Saturno, la sonda
espacial Voyager 1, lanzada en 1977, prosi-
guió su viaje sin retorno, a partir de ahí
también sin destino. Cuarenta largos años
después de su partida, Voyager 1 apenas
acabó de transponer el umbral de la puerta
de nuestra casa, el Sistema Solar. Aun cru-
zando el espacio interestelar a la espantosa
velocidad de 61 mil km por hora, tardará 40
mil años para que la sonda se “acerque” a
otro cuerpo celeste, una estrella de la que
pasará lejos. Eso nos permite tener una
idea de cuán distantes están los astros unos
de otros. Sin embargo, las distancias entre
las estrellas son ridículas cuando compara-
das con el espacio que separa las galaxias.
El Universo no es, entonces, apenas gi-
gantesco. Es inimaginablemente más que
súper colosal. Son dimensiones que nuestra
mente no tiene capacidad para procesar. La

104
foto Hubble eXtreme Deep Field (Campo
de Profundidad eXtrema del Hubble), to-
mada por el telescopio espacial Hubble y
publicada en 2012, señala la existencia de,
como mínimo, 200 mil millones de gala-
xias, cada una de las cuales conteniendo
miles de millones de sistemas solares. Se
estima que existan por lo menos un cuatri-
llón (1 seguido de 24 ceros) de planetas. En
vista de ello, ¿cómo podría ser coherente la
concepción de la mayoría de los cristianos
de que solo la Tierra es habitada?
La vastedad del Universo nos impide po-
der buscar por seres inteligentes en otros
sistemas solares. No obstante, la probabili-
dad de que exista vida en otros planetas es
muchísimo mayor que la de que existan
dioses, ángeles y demonios, pues, si existen,
extraterrestres pertenecen al mundo natu-
ral. Por su parte, espíritus no son cosas que
pueden ser observadas o detectadas por
instrumentos, y Cielo e Infierno no son lu-
gares que pueden ser visitados por sondas o
naves espaciales.
Es probable que la Tierra sea la única re-
gión del Sistema Solar que alberga vida in-
teligente, pero vida no inteligente puede

105
existir en lugares tan improbables como la
atmósfera de Júpiter y el océano bajo la es-
pesa capa de hielo que cubre Encélado, una
luna de Saturno. Vida extraterrena es qui-
zás el descubrimiento más extraordinario
que la Humanidad pueda hacer, pues, aun-
que sea en la forma de una simple bacteria,
transformaría nuestra visión de nosotros
mismos y del Cosmos. Sin embargo, ¿cuán-
to interés el caro lector, sus amigos y cono-
cidos tienen por ese asunto? Por otro lado,
si es religioso, principalmente evangélico,
usted dedica varias horas a la semana al es-
tudio de cosas que no pertenecen al mundo
natural, como Dios, Diablo, ángeles, demo-
nios, Cielo e Infierno, y lo encuentra natu-
ral.
Somos parte del Universo, pero día tras
día vivimos completamente indiferentes a
lo que existe y se pasa justo encima de
nuestras cabezas. Consciente de que en el
presente estado de nuestra tecnología una
búsqueda eficaz por hombrecitos verdes es
casi imposible, es normal no perder tiempo
especulando sobre la existencia de seres de
otros planetas. Aceptamos esa limitación
con toda naturalidad. Sin embargo, en la

106
existencia de extraterrestres no es necesa-
rio tener fe. O existen o no. Entonces, si no
nos preocupamos por cosas que, si existen,
forman parte del mundo natural, ¿por qué
deberíamos preocuparnos por las que per-
tenecen al mundo sobrenatural? Si la Hu-
manidad aceptase la falta de evidencias de
la existencia de divinidades con la misma
naturalidad con que acepta la falta de evi-
dencias de la existencia de alienígenas, reli-
giones no existirían.
A propósito, si existe, ¿por qué Dios ne-
cesita pertenecer a la esfera sobrenatural?
Existiendo, su existencia debería ser tan
obvia que no habría necesidad de tener fe,
pues nadie conseguiría dudar. Habría mi-
llones de evidencias de un dios, y no miles
de religiones exigiendo fe en miles de dio-
ses. El creyente que afirma que Dios existe,
pero no puede ser visto o detectado porque
forma parte del mundo extranatural está
admitiendo que la existencia de Dios no es
ni un poco obvia.
Al fin de cuentas, tener fe es de poco o
ningún valor, pues las propias religiones
enseñan que creer en Dios no es suficiente.
Es necesario creer en el dios verdadero, se-

107
guir la religión verdadera, ser miembro de
la iglesia verdadera y practicar de la mane-
ra cierta. La absurdidad de esa concepción
es evidente, sobre todo porque cada reli-
gión alega ser la verdadera representante
del verdadero dios. Para empeorar, entre
practicantes de una misma creencia es co-
mún no haber consenso sobre el modo co-
rrecto de adorar a su dios y ejecutar sus ór-
denes. Por causa de ello, la religión cristia-
na siempre estuvo dividida. Ya en sus pri-
mordios, había varias sectas y grupos riva-
les. El Gran Cisma, que rompió la Iglesia
Católica en Romana y Ortodoxa, y la Re-
forma Protestante fueron apenas sus mayo-
res divisiones. Hoy, hay cerca de 40 mil de-
nominaciones cristianas que más o menos
se desprecian, hostilizan y combaten.

Idea para escena de documental. Pregun-


tar a dos cristianos de diferentes iglesias:
“¿Cuál es la iglesia verdadera: la suya o
la suya?”.

Si creer en Jesús fuera la única cosa que


importara, no solo no habría tanto antago-
nismo entre las iglesias, sino que tampoco
haría la menor diferencia ni si un cristiano
108
va a la iglesia ni a cual va. Por cierto, ¿no
sería la práctica del Cristianismo menos
monótona, si, en vez de tener que frecuen-
tar siempre la misma, cristianos se sintie-
ran perfectamente libres para ir cada se-
mana a una iglesia de una denominación
diferente? Con todo, ¿cómo se sentirían lu-
teranos en una iglesia pentecostal? ¿Y cómo
se sentirían pentecostales en una iglesia ca-
tólica? Aunque a los cristianos les guste
pensar que el Cristianismo es la religión
más lógica, su fragmentación en innúmeras
sectas evidencia justamente lo contrario.
Una característica de las religiones mo-
noteístas es el exclusivismo. El Cristianis-
mo no abolió la doctrina judaica de pueblo
elegido, apenas transfirió su validez a los
creyentes en Cristo. Pero hasta en eso la
comunidad cristiana difiere ampliamente.
Hay cristianos que creen que solo quien
cree en Jesús va al Cielo. Mala suerte de
quien de él nunca oyó hablar: va al Infierno
aun así. Otros defienden que creer en Cristo
no basta: cristianos de la iglesia falsa tam-
bién van al Infierno. Algunos afirman que
en el pueblo elegido de Dios están incluidos
los adeptos de todas las otras religiones: el

109
dios cristiano reconoce su sinceridad, se
compadece de ellos y perdona su ignoran-
cia. Pequeño detalle: si han oído hablar de
Jesús y se rehusaron a seguirlo, van al In-
fierno. Para allá van también todos los que
practican el pecado de no creer en divini-
dades algunas: los ateos. Por la lógica de
esos cristianos, Jesús prefiere adoradores
de dioses rivales a ateístas. Otros cristianos
son de la opinión que nadie se perderá, ni
aun los ateos: el Infierno no existe y en el
Fin de los Tiempos todas las personas serán
reconciliadas con Dios. Tanto cristianos ex-
clusivistas como inclusivistas y universalis-
tas fundamentan sus argumentos en el
mismo libro y los consideran perfectamente
lógicos.
Particularmente, no creo que el inclusi-
vismo y universalismo cristianos sean las
concepciones más coherentes con lo que la
Biblia, como un todo, enseña. En mi opi-
nión, no pasan de intentos por hacer que el
Cristianismo parezca más simpático, pero
sin efecto, pues presuponen que la religión
cristiana es la verdadera, reafirmando así
su carácter exclusivista. Además, el propio
apóstol Pablo no deja duda alguna en cuan-

110
to a la destrucción de no cristianos: “Esto
sucederá cuando el Señor Jesús se mani-
fieste desde el cielo entre llamas de fuego,
con sus poderosos ángeles, para castigar a
los que no reconocen a Dios ni obedecen el
evangelio de nuestro Señor Jesús. Ellos su-
frirán el castigo de la destrucción eterna” (2
Tesalonicenses 1:7-9).
Vale recordar que, según la Biblia, dos
hombres que no creyeron en Cristo gozaron
del privilegio de no morir y se fueron al Cie-
lo: Enoc y Elías. En Hebreos 11, tenemos
una lista de personas que no fueron cristia-
nas, pero aun así tienen lugar garantizado
en el Paraíso. Curiosamente, por 4 mil lar-
gos años nadie necesitó creer en Jesús para
ser salvo. Pero después de su nacimiento, la
fe en Cristo se ha convertido en un requisi-
to indispensable para que alguien se califi-
que para ir al Cielo.
Ateos entienden por qué mucha gente
siente necesidad de creer en divinidades,
pero para creyentes es inimaginable que al-
guien pueda tener razones para no creer.
Por ello, muchos de ellos ven ateos como
personas que, motivadas por pura rebeldía,
deliberadamente se niegan a creer en un

111
dios cuya existencia sería obvia. Para reli-
giosos, descreer es un acto vil. Sin embargo,
el verdadero motivo por que tienen aver-
sión a ateos reside en la incomodidad que
les causa tener que admitir que descreyen-
tes son personas tan buenas, realizadas y
felices como creyentes, que pasan la vida
esforzándose por hacer todo lo que su reli-
gión dicta.
Es central en el Cristianismo e Islam la
idea de que descreencia es rebeldía. Como
demuestra la Historia, eso hace de ellos las
religiones más intolerantes, que más persi-
guieron o persiguen escépticos. Para cris-
tianos, lo que está en la Biblia es verdad, y
si dice que no hay excusa para no creer en
el dios bíblico, entonces no la hay:

Lo que se puede conocer acerca de Dios


es evidente para ellos, pues él mismo se
lo ha revelado. Porque desde la creación
del mundo las cualidades invisibles de
Dios, es decir, su eterno poder y su natu-
raleza divina, se perciben claramente a
través de lo que él creó, de modo que
nadie tiene excusa. A pesar de haber
conocido a Dios, no lo glori caron como a
Dios ni le dieron gracias, sino que se ex-
112
fi
traviaron en sus inútiles razonamientos, y
se les oscureció su insensato corazón.
Aunque a rmaban ser sabios, se
volvieron necios. (Romanos 1:19-22)

En su argumentación contra el Ateísmo,


a cristianos les encanta usar ese pasaje,
pero pocos se dan cuenta de que Pablo ni
aun se está refiriendo a ateos. Basta leer los
versículos siguientes para percibir que se
trata de una acusación contra idólatras,
personas que se niegan a reconocer al dios
bíblico en la Naturaleza, prefiriendo adorar
divinidades en forma de objetos.
De cualquier modo, las palabras del
apóstol no tienen base racional. No es ver-
dad que la Naturaleza apunta a la existen-
cia de un dios en los moldes del dios bíbli-
co. No hay evidencias históricas algunas de
que la adoración de un único dios haya sido
la forma primordial de culto. Por el contra-
rio: muchos investigadores opinan que el
monoteísmo es una evolución de animismo
y politeísmo. Siempre ha sido común ado-
rar la propia Naturaleza, como el Sol, la
Luna y los planetas, y concebir y reveren-
ciar a las divinidades responsables de dife-

113
fi
rentes aspectos de ella, como el trueno, el
fuego y las florestas.
Además, los estudiosos concuerdan en
que, inicialmente, el propio pueblo judío no
fue monoteísta, sino politeísta. Según la
Jewish Encyclopedia, al principio Yahveh
era apenas una de las varias deidades ado-
radas por los hebreos. Fue Moisés quien
exaltó a Yahveh al puesto de Creador del
Universo e indujo a su gente a considerarlo
superior a los otros dioses. De Moisés hasta
el Cautiverio de Babilonia, los israelitas
practicaron, cuando mucho, la monolatría,
la creencia en la existencia de varias divini-
dades, de las cuales una era la más elevada
y, por tanto, la principal. El segundo man-
damiento del Decálogo — “No tengas otros
dioses además de mí” — hasta admite la
existencia de otras deidades en la tradición
religiosa de los hebreos, que, dígase de
paso, regularmente sucumbían a la tenta-
ción de regresar a sus raíces politeístas. Eso
suscitaba el ardor religioso de profetas, que
por medio de amenazas persuadían a los
hebreos a quedarse solo con la divinidad
que Moisés había establecido como el dios
oficial de la nación de Israel. El más celoso

114
de esos profetas y obstinado defensor del
monoteísmo fue Elías, cuyo nombre inclu-
sive significa “mi Dios es Yahveh”. En
suma, hacer de Yahveh el único dios del
pueblo judío fue un proceso gradual que
llevó varios siglos, solo concluido tras el re-
greso del Exilio Babilónico.
No es necesario ser un genio para discer-
nir sadismo en la concepción de que Dios se
esconde del ser humano y, a través de ame-
nazas de tortura eterna, aun así de él exige
que crea en su existencia, como si coaccio-
nar personas a creer fuera normal. El Crea-
dor tiene motivos para esconderse, pero al
ser humano, que no pidió nacer, mucho
menos en un mundo de pecado, se le niega
tener razones para no creer en un dios que
se oculta. Nadie debería sentirse mal y ser
visto como malo por no creer, pues dudar
de la existencia de una divinidad que se es-
conde es perfectamente natural. Después
de todo, es justamente por eso que, con la
mayor de las naturalidades, cristianos du-
dan de la existencia, por ejemplo, de Brah-
ma, el dios hindú.
El apóstol Pablo dice que somos “inexcu-
sables”. Suponiendo que los motivos que

115
Dios tiene para ocultarse son legítimos, él
aun así se comunica con la Humanidad. La
Biblia, que fue escrita en un período de va-
rios siglos por diversas personas, es el me-
jor ejemplo de ello. Son muchos los cristia-
nos que creen que Dios habla con ellos por
medio de señales, sueños, visiones y apari-
ciones, y todos están convencidos de que se
dirige a su pueblo por intermedio no solo
de líderes espirituales, como el papa, sino
también de clérigos comunes, como sacer-
dotes y pastores. Siendo así, si el ser hu-
mano no tiene excusas para no creer en
Dios, ¿qué disculpas tiene Dios para no re-
velar al ser humano, por ejemplo, la fórmu-
la para la cura del cáncer?
La exuberancia de la Naturaleza es fre-
cuentemente usada por religiosos como ar-
gumento para demostrar la existencia de
Dios. Según ellos, la Naturaleza no podría
ser tan espectacular por casualidad. Cuan-
do pulsan esa tecla, lo que más comprue-
ban es la incoherencia del pensamiento re-
ligioso, una vez que confieren a la Natura-
leza cualidades humanas y enfocan única y
exclusivamente las positivas. Eso es lo que
los germanófonos llaman die Rosinen aus

116
dem Kuchen picken, que es comer de un
pan navideño solo las frutas confitadas,
esto es, de un todo seleccionar las partes
agradables.
Si la Naturaleza evidencia la existencia
de Dios, entonces no solo a través de lo que
en ella consideramos positivo, bello y en-
cantador, como flores, mariposas y pajari-
tos, sino también negativo, feo y asqueroso,
como plantas venenosas, escorpiones y cu-
carachas. Los repugnantes buitres y las as-
querosas escolopendras son tan parte de la
Naturaleza como los lindos gatitos y las
simpáticas mariquitas. Si hay una inteli-
gencia divina detrás de las abejas, es la
misma que está detrás también de las plan-
tas carnívoras, de cuyo menú, por cierto, las
abejas forman parte.
Mientras la mayoría de las arañas teje in-
trincadas telas y pacientemente espera su
cena pegarse en ellas, una especie más acti-
va, midiendo apenas 1,5 cm y de pésima vi-
sión, emplea una estrategia fuera de lo co-
mún. Por la noche, se cuelga en el lado infe-
rior de las hojas de los árboles y teje un hilo
de seda, en cuya punta forma una bolita
pegajosa. De un orificio en su abdomen, la

117
araña de las bolas exhala una imitación de
la feromona que atrae a polillas machos, su
plato favorito. Cuando una vuela hacia el
arácnido, semejante a un vaquero que lacea
un buey la araña gira la bolita y la dispara
hacia el lepidóptero apasionado, que en ella
queda pegado. Ahora es solo tirar la línea y
cenar.
Una de las definiciones que el diccionario
brasileño Aurélio da al término “pecado” es
maldad. Según la concepción cristiana, no
existía maldad en el Jardín del Edén, que
había sido creado perfecto, o sea, sin peca-
do. La armonía entre los seres vivos era
ideal. Consecuentemente, los animales no
se comían unos a otros. No teniendo nece-
sidad de luchar por su supervivencia, no
fueron creados con las habilidades necesa-
rias para defenderse en una Naturaleza im-
perfecta, en que impera la ley del más fuer-
te.
Si antes del pecado los animales no se
comían unos a otros, ¿cuál la necesidad de,
con la caída del hombre, Dios hacer a mu-
chos de ellos pasar a matarse mutuamente?
Después de todo, el buey continuó comien-
do hierba. ¿Por qué, entonces, tuvo el león

118
que ser reprogramado para comer carne? Si
la Naturaleza caída nada tiene contra bue-
yes comer hierba, ¿por qué habría de ser un
problema para ella que leones también se
alimentaran de pasto, especialmente cuan-
do eso era lo que comían antes del pecado?
Por cierto, ¿qué comía la araña de las bolas
en el Paraíso? ¿Y por qué ella engaña y
mata exclusivamente polillas, y no también
otras especies de insectos?
Los reinos animal y vegetal no serían lo
que son, si en la Naturaleza no fuera común
el arte de engañar, enredar, confundir, fin-
gir y disimular, tan imprescindible para la
supervivencia de la mayoría de las especies.
Teológicamente, lo que esa araña hace con
las polillas es fruto del pecado, luego una
maldad. Si es verdad que la Naturaleza
prueba la existencia de un Creador, ¿quién
sino él habría enseñado a las arañas de las
bolas a practicar la maldad de engañar a
sus víctimas?
Según un sondeo de la Gallup, publicado
en 2014, el 42% de los estadounidenses
creen en el relato bíblico de la creación. En
otras palabras, 135 millones de ellos son
creacionistas. En Brasil, son 50 millones

119
que, de acuerdo con una encuesta del Insti-
tuto Datafolha, de 2010, creen que Dios
hizo todo en seis días. Ahora bien, si la Na-
turaleza es imperfecta y no hubo evolución,
esa imperfección tiene que tener origen en
Dios. Como único ser capaz de crear y alte-
rar la Naturaleza, fue Dios quien adaptó la
fisiología, anatomía y comportamiento de
millones de especies de animales y plantas,
cada una de ellas con la sagacidad necesaria
para poder sobrevivir en un mundo hostil,
equipándolas con las más variadas estrate-
gias predatorias y de defensa, como espi-
nas, aguijones y venenos. Cada pormenor
de la gigantesca transformación de una Na-
turaleza inofensiva en una amenazadora y
violenta, los mínimos detalles indispensa-
bles para mantener su estado imperfecto en
equilibrio, no se fueron desarrollando, ajus-
tando y adaptando a lo largo de millones de
años, sino, como en un pase de magia, pa-
saron a ser de la manera que los conocemos
en el exacto momento en que Adán mordió
la fruta prohibida.
Es como si la creación del mundo fuera
una pieza teatral en dos actos, sin pausa y
con un cambio brusco de decorado. En el

120
instante de la mordida en la fruta, Dios
apretó un botón, el decorado de la Natura-
leza perfecta se hundió en el sótano de la
escena, el de la imperfecta, montado al fon-
do, fue rápidamente empujado hacia ade-
lante y el segundo acto comenzó.
Si no hubo evolución, entonces las astu-
cias predatorias peculiares de cada especie
de ser vivo fueron concebidas por el propio
Creador e implantadas en animales y plan-
tas como se implanta un chip en un orde-
nador. En un abrir y cerrar de ojos, Dios
reprogramó la Naturaleza para ser del
modo imperfecto como la conocemos, con
todo lo que en ella es también asqueroso,
engañoso, peligroso, nocivo y destructor.
Súmese a ello los desastres naturales, como
terremotos, erupciones volcánicas, huraca-
nes y impactos de asteroides, ya que nada
de eso estaba programado para existir en
un mundo impecable. Sin evolución, Dios
es el creador de toda imperfección que hay
no solo en la Tierra, sino también en el
Universo entero, como planetas inhóspitos,
agujeros negros, supernovas y explosiones
de rayos gamma capaces inclusive de erra-
dicar vida. Dios tiene que estar detrás aún

121
de todas las bacterias y virus que causan
enfermedades y ser el programador de ins-
tintos animales que nos perturban por pa-
recernos crueles, como el de leones, que,
cuando conquistan el liderazgo de un gru-
po, matan a los cachorros de sus predeceso-
res.
De todos modos, cristianos viven en una
paradoja. Los que aceptan la Evolución tie-
nen menos dificultad en comprender la di-
námica de la Naturaleza. Sin embargo,
como para ellos aun así Dios es la causa de
todas las cosas, no tiene como no generar-
les malestar saber que él es la causa tam-
bién de todo lo que en la Naturaleza, desde
el punto de vista humano, es malo.
Cristianos fundamentalistas, los que
creen en cada palabra del libro de Génesis
y, por tanto, rechazan la Evolución, viven
en una paradoja aún mayor. Creen que el
Diablo es el responsable de todo lo que hay
de errado y malo, consecuentemente tam-
bién de todos los aspectos negativos del
mundo. Queriendo o no, confieren a Sata-
nás poderes que de él hacen un minidios
con capacidad para alterar la Naturaleza y
el curso de los eventos. En su concepción,

122
con la entrada del pecado Dios como que
entregó la Tierra al Diablo, razón por que el
apóstol Juan lo llama “príncipe de este
mundo”, que entonces tuvo carta blanca
para transformar la Naturaleza paradisíaca
en una que refleja su mente perversa. Ese,
por cierto contradictorio, malabarismo ar-
gumentativo es necesario para que ellos
puedan sostener la idea de que un dios
amoroso, pero sobre todo perfecto, no tiene
como producir nada que sea fruto de im-
perfección, esto es, pecado.
Cuando un gato captura un ratón, no lo
mata de inmediato. Da placer al felino
“maltratar” su presa antes, soltándola y
agarrándola innúmeras veces. Pero eso es
nada comparado con lo que orcas hacen
con focas. Las “ballenas asesinas” visible-
mente se deleitan en martirizarlas, arro-
jándolas para todo lado hasta despedazar-
las. No hay motivos aparentes para que las
orcas inflijan tamaño sufrimiento a las fo-
cas. Podrían matarlas instantáneamente,
pero en vez de ello prefieren maltratarlas
hasta la muerte. Si la Evolución es mentira,
¿quién enseñó a esos depredadores a jugar
así?

123
El himno All Things Bright and Beauti-
ful (Todas las Cosas Brillantes y Bellas),
muy cantado en el mundo protestante, se
asemeja a alguien que de los panes navide-
ños come solo las frutas confitadas. Al usar
la Naturaleza para querer probar que Dios
existe, cristianos de ella escogen solo lo que
tiene de más placentero. El refrán y la pri-
mera estrofa de ese himno, que termina en-
fatizando que Dios “hizo bien todas las co-
sas”, dicen:

Todas las cosas brillantes y bonitas,


todas las criaturas grandes y pequeñas,
todas las cosas sabias y maravillosas,
el Señor Dios las hizo todas ellas.

Cada orcita que se abre,


cada pajarito que canta,
él hizo sus vivos colores,
él hizo sus alitas.

Incomodados con esa ingenua parciali-


dad, el grupo británico de comediantes
Monty Python compuso una versión satiri-
zada de ese himno, titulada All Things Dull
and Ugly (Todas las Cosas Toscas y Feas):

124
fl
Todas las cosas toscas y feas,
todas las criaturas bajas y achaparradas,
todas las cosas rudas y desagradables,
el Señor Dios las hizo todas ellas.

Cada cobrita que envenena,


cada avispita que aguijonea,
él hizo su brutal ponzoña,
él hizo sus horrendas alas.

Todas las cosas enfermizas y cancerosas,


todo mal, grande y pequeño,
todas las cosas inmundas y peligrosas,
el Señor Dios las hizo todas ellas.

Cada avisponcito repugnante,


cada pulpocito bestial.
¿Quién hizo el espinoso erizo?
¿Quién hizo los tiburones? Fue él.

Todas las heridas y úlceras,


todas las infecciones, grandes y
pequeñas,
pútridas, fétidas y gangrenosas,
el Señor Dios las hizo todas ellas.

El Judaísmo no predica la existencia de


una criatura celestial que, por rebelarse
contra Dios, se convirtió en la inventora del
125
pecado. Judíos creen que, como todo lo que
existe tiene que tener su origen en Yahveh,
el dios bíblico es el autor tanto del bien
como del mal. La concepción de que el más
brillante de todos los ángeles fue expulsado
del Cielo, desde entonces lucha contra Dios
y es “el dios de este mundo” (2 Corintios
4:4), sobre que tiene dominio casi absoluto,
siendo capaz de poseer el cuerpo de perso-
nas — y de animales —, fue introducida por
el Cristianismo. En él, Satanás es el causa-
dor de toda especie de males, de los más
pequeños a los más grandes, y el responsa-
ble por todas las desgracias, catástrofes, en-
fermedades, violencia y miseria. Su objetivo
es hacer el mayor daño posible, transfor-
mando el mundo en un verdadero infierno.
Mientras el Nuevo Testamento tiene fija-
ción por la persona del Diablo, refiriéndose
a él muchas veces, el Viejo casi nunca lo
menciona. En el libro de Job, la alusión
más prominente, claramente se lee que Sa-
tanás no apenas no es enemigo de Dios,
sino que tampoco tiene poder alguno, ac-
tuando única y exclusivamente bajo permi-
so e incumbencia divinas. Crucial para la
concepción judía del origen divino del mal

126
es lo que dice Isaías 45:7: “Yo formo la luz y
creo las tinieblas, traigo bienestar y creo ca-
lamidad; Yo, el Señor, hago todas estas co-
sas”. Suponiendo que el Universo haya sido
creado por un único dios, la idea de que
este es el autor no solo del bien, sino tam-
bién del mal, como creen los judíos, es más
coherente.
Religiosos fundamentalistas tienen ojeri-
za por la Evolución, pero la Naturaleza es
exactamente de la manera que se espera de
una que se desarrolló lentamente. La
“crueldad” entre los seres vivos, las enfer-
medades, volcanes, terremotos, tsunamis,
impactos de asteroides, erupciones solares
y explosiones de estrellas son coherentes
con un Universo que evolucionó. En uno
creado por una divinidad perfecta, todas las
cosas tendrían que tener sentido y una fina-
lidad. Con todo, ¿cuál sería la finalidad, por
ejemplo, de cometas y asteroides, objetos
que pueden causar enorme estrago, inclusi-
ve la extinción de vida? Si la Tierra fue
creada, ¿por qué hay vulcanismo y terremo-
tos? ¿Qué sentido tiene un Sistema Solar
con ocho planetas, si siete de ellos son in-
hóspitos? ¿Cuál es la finalidad de estrellas

127
colapsar y pasar a girar 700 veces por se-
gundo? ¿Por qué un dios perfecto, otorgan-
te de vida eterna, crea astros con un tiempo
limitado de vida? En todas las galaxias,
cada año muere un sol. De ello se despren-
de que, en un Universo con 200 mil millo-
nes de galaxias, más de 6 mil estrellas mue-
ren cada segundo.
Por increíble que parezca, la clásica ex-
plicación que literalistas bíblicos dan a
cuestiones como esas es: “Pecado”. ¿Coli-
siones de galaxias? Pecado. ¿Maremotos?
Pecado. Pecado explica todas las cosas ex-
trañas de la Naturaleza. Ahora bien, afir-
mar, por ejemplo, que estrellas son traga-
das por agujeros negros como consecuencia
de un mordiscón en una fruta prohibida es
exigir una simpleza sobrehumana de quien
raciocina.
Cuando, en una conversación, mencioné
los agujeros negros, un evangélico me in-
terrumpió bramando: “¡Eso es cosa de cien-
tíficos locos!”. Otro se alteró por yo decir
que los incontables cráteres de la Luna son
incompatibles con un Universo creado. Li-
teralistas bíblicos huyen de muchos temas
científicos como el Diablo huye de la cruz,

128
pues les causan desconcierto, arañan su
concepción de Dios y suscitan dudas. El he-
cho de que estrellas sean devoradas por
agujeros negros no prueba la inexistencia
de Dios, pero incita a la reflexión. Sin em-
bargo, reflexionar sobre la concepción bí-
blica de Dios es, para la mayoría de los cris-
tianos, lo mismo que de él dudar, y quien
de él duda va hacia aquel lugar invisible en
que dubitativos son asados en brasas.
A propósito, quien tenga ganas de des-
concertar, tal vez hasta irritar, a un evangé-
lico bíblico-fundamentalista no necesita
desgastarse articulando largas frases. Se-
mejante a un experimento en que se estu-
dia las reacciones de individuos a ciertos
estímulos, en alto y buen sonido puede ex-
clamar “¡Dinosaurios!” y quedarse mirando
al creyente para ver cómo reaccionará. De
hecho, los reptiles jurásicos están entre los
factores que más perturban a los promoto-
res de la doctrina creacionista. No son po-
cos los cristianos que creen seriamente que
al destruir la Tierra con un diluvio, Dios se
dio el trabajo de preservar ejemplares de
los dinosaurios en un barco, apenas para

129
entregarlos a la extinción así que de él sa-
lieron.
Como para los cristianos el dios bíblico
puede hacer solo el bien, necesitan otro ser
que sea responsable por el mal. Es ahí don-
de la serpiente parlanchina entra en la his-
toria, una batalla cósmica, con Dios de un
lado y el Diablo del otro. Visto que no es
omnipresente, solo Satanás no sería capaz
de causar todo el mal que hay en el mundo.
Por ello, es necesario imaginarlo con mato-
nes; muchos, muchos matones. No se sabe
cuántos demonios “existen”, pero como en
la concepción cristiana todo ser humano es
blanco constante de tentaciones, debe ha-
ber por lo menos un demonio para cada te-
rráqueo. Si eso es verdad, ¿qué sucederá el
día en que el número de humanos supere al
de demonios? ¿Habrá un descenso en la
cantidad de pecados cometidos? ¿O será
que, para compensar, los secuaces de Sata-
nás trabajarán más?
Ya me sorprendí intentando imaginar
cuán aburrida debe ser la vida de un demo-
nio. Milenio tras milenio, no tener otra cosa
para hacer sino atenazar las personas. ¿Y
para qué, si la guerra ya está perdida? No

130
sé, pero si yo fuera un demonio ciertamente
sufriría de depresión profunda. Por cierto,
¿será que demonios pueden suicidarse? Si
no, ser un demonio debe ser una tortura. Si
es así, ¿cómo lo hacen para cometer suici-
dio? ¿Se precipitan en un agujero negro? Si
no tienen como suicidarse, ¿será que uno u
otro a veces lanza las manos al aire y grita:
“¡Basta, me cansé!”, y va a tomar un des-
cansito allá donde el Diablo perdió el pon-
cho? ¿Será que, cuando no tiene más que
hacer, el Diablo, solo por payasada, instiga
a un demonio a hacer el bien?
Como se ve, tengo varias dudas sobre
Diablo y demonios. Todas serísimas. Por lo
que entendí, ellos atraviesan paredes. Si no,
¿cómo entran en mi apartamento para ten-
tarme? ¿Por las ventanas? Ya me pasó de el
timbre sonar, yo abrir la puerta y no ver a
persona alguna. ¿Acaso abrí la puerta a un
demonio? Si atraviesan paredes, demonios
atraviesan también suelos y techos. ¿No se-
ría gracioso, si pudiéramos ver sus cabezas
subiendo por el suelo y sus pies bajando
por el techo? ¿No sería aún más gracioso, si
fuera al revés? Si atraviesan todo, ¿cómo lo
hacen para quedarse de pie en el suelo o

131
sentarse? ¿Ah, demonios no se quedan de
pie o se sientan, están siempre flotando? Si
atraviesan todo, ¿cómo lo hacen para po-
seer el cuerpo de una persona? Para librar-
se del demonio, un poseso solo tiene que
salir en disparada, ¿no? El demonio que fue
encargado de apoderarse de un practicante
de parkour con certeza es el que más dice
palabrotas. ¿Será que demonios pueden pa-
sar por dentro también unos de otros? ¿Y
qué tal un demonio ser poseído por otro
demonio? En ese caso, ¿quién haría el
exorcismo? ¿El Belcebú? Cuando un demo-
nio quiere desplazarse de Brasil a Japón,
¿será que corta el camino por el centro de
la Tierra? Como no están sujetos a las leyes
de la Física, ¿será que los demonios viajan a
una velocidad superior a la de la luz? ¿Hay
demonios en los aviones, atenazando los
pasajeros? Peor: ¿los pilotos? ¿Será que
demonios pelean entre sí por el derecho de
trabajar en la primera clase? ¿Hay demo-
nios en las estaciones espaciales atormen-
tando los cosmonautas? Y cuando los as-
tronautas fueron a la Luna, ¿algún demonio
fue con ellos para tentarlos allá? ¿A qué

132
tipo de tentación es sometido un astronauta
en la Luna? ¿Quedar desnudo en público?
Por ahí se puede tener una vislumbre de
lo absurdo que es la idea de Diablo y demo-
nios. Nunca entendí cómo un demonio hace
para inducir a alguien a pecar. ¿Por telepa-
tía? ¿Susurrando en los oídos? ¿A través de
ondas electromagnéticas, que él, haciendo
pose de mago, irradia por las manos? La
concepción religiosa de la tentación no tie-
ne sentido alguno. Por cierto, que yo sepa,
todas las denominaciones cristianas predi-
can que Satanás ni siquiera puede leer la
mente de las personas. Luego, no tiene po-
der para implantar en ellas pensamientos
pecaminosos.
Esta es la definición que el diccionario
brasileño Houaiss da a connivente: “Que o
quien, sabiendo de algo negativo a ser prac-
ticado por otro, no hace nada para impedir-
lo, aunque pudiera hacerlo; complaciente,
condescendiente, transigente; que o quien
es cómplice”. Dios es omnisciente, Satanás
no. Dios es omnipotente, Satanás no. Así,
sea lo que fuere que el Diablo tenga poder
para hacer, nada sucede que Dios de ante-
mano no sepa y no tolere y permita. Conse-

133
cuentemente, si el Diablo tiene poder para
causar males y Dios es conocedor del futuro
y tiene poder para evitarlos, pero no lo
hace, la divinidad bíblica es cómplice de Sa-
tanás.
A pesar de ser omnipotente, el dios de la
Biblia también tiene auxiliares. Debe ser
porque con ángeles buenos contrastando
con ángeles malos la historia queda más
cautivante. Más que eso, se vuelve hilaran-
te, pues si no es como a veces se ve en co-
medias — una persona siendo instigada en
un oído por un demonio y en el otro por un
ángel bueno diciendo: “¡No le hagas caso!”
—, entonces ¿cómo es? Si realmente es de
esa manera, entonces los ángeles bueno y
malo están apenas a centímetros el uno del
otro. Tengo curiosidad de saber si a veces
se pelean de puñetazos y patadas. Y qué su-
cede cuando un ángel malo vence la disputa
y la persona peca? ¿Será que el ángel bueno
llora, o será que se enoja y manda el demo-
nio a los quintos infiernos? Y por hablar de
llanto, ¿es verdad que Jesús llora, como
muchos padres evangélicos suelen decir a
sus hijos para aterrorizarlos psicológica-
mente? Intento imaginar el tamaño de las

134
lágrimas de un ser que creó un Universo
con un diámetro de muchos miles de millo-
nes de años luz.
Quien tiene una eternidad a su disposi-
ción no necesita apresurarse. En vista de
ello, Dios tomó seis días para crear todo,
que le pareció no apenas bueno, sino que
“muy bueno”. Se nota, por tanto, una colo-
sal desproporcionalidad en Dios, por causa
de una mera mordida en una fruta, botar a
la basura toda su “muy buena” Naturaleza,
siendo obligado a prácticamente rehacerla,
tan radical y profunda fue la transforma-
ción por que ella tuvo que pasar. ¿No ha-
bría sido mucho más fácil recrear la prime-
ra pareja?
Es común que cristianos respondan a esa
pregunta diciendo que Dios no mató a Eva
y Adán para no quedarse con fama de ti-
rano. Sin embargo, ese argumento no tiene
fundamento, pues la Biblia claramente
muestra que a él no le causaba vergüenza
alguna matar a quien fuera. No había re-
prensión o segunda chance. El castigo di-
vino era inmediato. Dios mataba personas,
por ejemplo, por simplemente reclamar, y
es innegable que exterminaba también

135
inocentes, como lo hizo con los niños egip-
cios. Es ilógico él transformar un mundo
paradisíacamente perfecto en uno cruel por
temor a ser tachado de malvado, ya que
traer sufrimiento y dolor sobre miles de mi-
llones de personas inocentes por miles de
años no solo es peor que hacer desaparecer
una única pareja, sino que hasta confirma
el carácter malvado de Dios. Si puede todo,
en un chasquido de dedos Dios podría ha-
ber hecho la totalidad de su creación, inclu-
yendo el tal Cielo, con todos sus ángeles,
desaparecer. Nadie habría para exigirle una
explicación. Después, era solo empezar
desde cero. De cualquier modo, si quien
muere arrepentido va al Paraíso, matando a
Eva y Adán enseguida de la mordida en la
fruta prohibida Dios los habría catapultado
directo al Paraíso, exactamente donde ya
estaban. End of the story. No había necesi-
dad alguna de hacer a innúmeras genera-
ciones de inocentes sufrir.
La Biblia dice que Dios es amor y la ma-
yor prueba de ello es su Plan de Salvación.
Suponiendo que todo lo que el Cristianismo
predica es verdad, Dios tardó 4 mil años en
enviar a su hijo — que es él mismo — a la

136
Tierra para ser sacrificado y así pagar por el
error aparentemente imperdonable de Eva
y Adán de prestar oídos a una serpiente
parlanchina. Se tiene una mejor idea de
cuánto tiempo es 4 mil años cuando se dice
“cuatro mil años” despacio. Cuatro. Mil.
Años. ¿Por qué hacer a la Humanidad vivir
por tanto tiempo en un mundo lleno de su-
frimiento? ¿No habrían diez años sido sufi-
cientes para dar una buena lección a la
primera pareja? OK, entonces, ¿qué tal
cien? Cien años es bastante tiempo, ¿no?
Está bien, seamos generosos: mil. Ignoran-
do la incoherencia de punir a los hijos por
los errores de los padres, mil años de en-
fermedades, catástrofes, injusticias, conflic-
tos y muertes tendrían más que bastado
para castigar a Eva, Adán y su prole.
Dios de amor, Yahveh no perdonó a sus
hijos por dar un mordiscón en una fruta.
Mero ser humano, yo perdono a mi hijo por
hacer cosas mucho peores. ¿Necesito decir
más?
Como si 4 mil años fueran poca cosa, 2
mil años más han pasado desde que Jesús
vino a dar prueba del amor de Dios: morir
en una cruz — exactamente como miles de

137
personas antes y después de él. Dos. Mil.
Años. ¿Con qué base lógica tuvo el estado
pecaminoso del mundo que ser prolongado,
si el Plan de Salvación ya había sido ejecu-
tado? ¿No debería el mundo haber termi-
nado hace dos mil años? Hace, por tanto, 6
mil años que el mundo agoniza bajo los
efectos de la maldición que Dios lanzó so-
bre Eva y Adán. Esa desproporcionalidad
entre transgresión y castigo hace que la
pena se vuelva injusta y evidencia la natu-
raleza mitológica del relato bíblico.

Idea para escena de documental. A la


puerta de una iglesia católica, preguntar a
los eles que salen de la misa: “¿Si Jesús
hubiera sido ahorcado, usted cargaría en
el cuello la miniatura de una horca?”.

Religión y duda son incompatibles. Por


ello, religiosos tienen justificativas para
cada una de las innúmeras incoherencias y
contradicciones de su creencia. Esas excu-
sas son escuchadas y repetidas tantas veces
que, a pesar de evidentemente insatisfacto-
rias, ellos las tienen como plausibles.
Cuando cuestionamos, por ejemplo, el mo-
tivo por que Dios mató a los sacerdotes Na-
138
fi
dab y Abiú, y aún por encima de modo tan
extremo, haciendo fuego caer del cielo, ju-
díos y cristianos responden: “Porque Dios
es amor, pero también justicia”. Cuando no
les es posible responder de manera que se
queden ellos mismos satisfechos, como
frente a la pregunta por qué Dios no revela
a un científico devoto la fórmula para la
cura del cáncer, creyentes recurren a la ma-
yor y más vaga de todas sus excusas: “¡Qué
indescifrables sus juicios e impenetrables
sus caminos!” (Romanos 11:33), que no es
otra cosa que un simple “Dios sabe lo que
hace”. El ser humano nunca es excusable;
Dios, siempre. “Dios sabe lo que hace” es el
botón rojo de emergencia que religiosos
aprietan cada vez que la mente peligra co-
menzar a raciocinar.
A un creyente le es prácticamente impo-
sible escudriñar (“examinar con atención y
minucia, a fin de descubrir, percibir, cono-
cer” [Diccionario Houaiss]) sus conviccio-
nes religiosas, porque donde hay devoción
no hay mirada crítica. Por tender a aniqui-
lar la fe, la duda es la principal enemiga de
las religiones, motivo por que inculcan en
las mentes de sus seguidores que dudar es

139
afrontar a Dios. La verdad es que dudar es
la cosa más natural del mundo, tan natural
que hasta es fácil hacer a un cristiano tener
dudas religiosas sin sentir que está
desafiando a Dios. Basta decirle, por ejem-
plo, que el Islam es la religión verdadera. El
cristiano no solo dudará, sino que hasta se
reirá. Dudar de su propia religión es peca-
do. Dudar de la religión de los otros es un
deber.
Si la mente de quien cree de cuerpo y
alma en una ideología cualquiera está con-
dicionada a defender sus incongruencias,
cuanto más la de quien profesa una reli-
gión, que adoctrina a sus adeptos a ver la
duda como rebelión. La sumisión a sus
dogmas tiene que ser total, de lo contrario
no tiene sentido seguirla. No hay como te-
ner apenas el 95% de fe, ni aun el 99,99%.
Como dijo Jesús, es todo o nada: “El que no
está de mi parte está contra mí; y el que
conmigo no recoge, esparce” (Mateo 12:30).
Si fe es 100% de creencia, o sea, certeza ab-
soluta, entonces donde hay fe no hay libre
reflexión. Verdaderamente reflexionar es
buscar la verdad desnuda y cruda, sea cual
sea, y no una preestablecida, la confirma-

140
ción de una creencia. No es, como se dice
en inglés, counting the hits and ignoring
the misses, es decir, contar apenas los
aciertos, ignorando los errores, sino tomar
todo en cuenta.
Cuando no tiene pruebas, no hay pro-
blema alguno en que un policía esté con-
vencido de la culpa de alguien. Él será un
buen agente de policía si, a pesar de su
convicción, permanecer consciente de que
puede estar equivocado. Su compromiso es
con la verdad, que él sospecha, pero no
sabe cuál es. El buen policía quiere encon-
trar al culpable, sea quien sea, y no hacer
de todo para que la persona de quien más
sospecha sea el culpable.
A menos que alguien haya sido adoctri-
nado desde la cuna, creer es decisión.
Quien cree decidió creer. Hechos no impor-
tan, incoherencias y desatinos son justifi-
cados. Todo lo que contraría su creencia es
ignorado por el pensamiento deseoso del
creyente. En vista de ello, no es necesario
tener mente brillante para reconocer que
religiones nada tienen que ver con razón.
Para que los ojos de la razón se abran, es
necesario que primero ocurra un desencan-

141
to. El mío fue resultado de yo comenzar a
notar discrepancias entre lo que la Biblia
dice y la realidad. Un buen día, los relatos
bíblicos pasaron a sonar como cuentos mi-
tológicos, dogmas como Pecado Original y
Sacrificio Expiatorio a parecerme irraciona-
les. Paralelamente, empecé a sentir que la
religiosidad exigida por la denominación a
que yo pertenecía era excesiva, a darme
cuenta de que era miembro de una iglesia
que, aunque se venda como moderna, es
fundamentalista, un club de personas alie-
nadas, presas en convenciones, gente que,
por cumplir un conjunto de reglas super-
fluas, se considera especial, privilegiada,
elegida. Tener la mente condicionada tanto
por una religión como una organización re-
ligiosa había pasado a parecerme antinatu-
ral y, por consiguiente, errado.
En muchas personas, hay, en mayor o
menor grado, una predisposición para en-
cantarse con credos, creencias, dogmas,
doctrinas, enseñanzas, fe, filosofías, idea-
les, ideas, ideologías y teorías de toda espe-
cie. Por más incoherente, extraño, ridículo,
absurdo o vil que un sistema de ideas sea,
siempre habrá gente dispuesta a seguirlo y

142
defenderlo. Ni aun psicópatas tienen difi-
cultad en atraer a las personas que se dis-
ponen a hacer por ellos cualquier cosa, in-
clusive matar y suicidarse. Acusemos a un
líder religioso de ser tramposo, fanático o
intolerante y sus seguidores lo defenderán,
acusándonos de estar persiguiéndolo.
Cristianos creen que Cristo va a volver en
cualquier momento. Cada día es día de la
vuelta de Jesús. Paradójicamente, viven
como si eso nunca fuera a suceder, esme-
rándose tanto como cualquier no cristiano
por prosperar y ascender socialmente.
¿Cómo no sería eso evidencia de que ellos
mismos están poco o nada convencidos del
retorno de su Maestro?
Jesús declaró que regresa solo después
que sus seguidores hayan llamado a la
puerta de todas las casas, alertando a la
Humanidad entera sobre su inminente re-
greso y la destrucción del mundo. El hecho
es que 2 mil largos años ya han pasado des-
de que el Nazareno condicionó el fin de
todo a la predicación del Evangelio y, a pe-
sar del enorme esfuerzo de las 40 mil de-
nominaciones cristianas, el mundo insiste
en no acabar. No apenas eso: a despecho de

143
todas las cosas erradas, en muchos aspectos
el mundo hoy es mejor que en el pasado.
Quien discuerda que construya una máqui-
na del tiempo y vaya a vivir, por ejemplo,
en la Europa de 300, 400 o 500 años atrás
a ver lo que es bueno.
Cuanto más la Humanidad progresa, más
la religión que predica, como se dice en
Brasil, la ida de la vaca al pantano, esto es,
retroceso, empeoramiento, ruina, destruc-
ción (precondiciones para el retorno de
Cristo), pierde credibilidad. Nótese que las
transmisiones radiofónicas existen ya hace
unos 95 y las televisivas, 65 años. Hace más
de 25 años que las masas tienen acceso a la
internet. Así, con tantas iglesias, misione-
ros, programas religiosos de radio y televi-
sión, sitios cristianos y el incontable núme-
ro de publicaciones eclesiásticas, es prácti-
camente imposible que todavía existan per-
sonas que nunca hayan oído hablar de Je-
sús. ¿Por qué él, entonces, no vuelve? ¿Qué
está esperando?
Imaginemos que nadie jamás haya oído
hablar de la Biblia. Ni un único ser hu-
mano, como si el mundo siempre hubiera
existido sin ella. Imaginemos que alguien

144
pasa a esparcir que descubrió unos rollos
de pergamino que hablan, entre otras co-
sas, de un muñeco de barro que se volvió
hombre, de una costilla que se volvió mu-
jer, de seres invisibles con alas en la espal-
da empuñando espadas de fuego, de un
barco en que animales de todo el mundo vi-
vieron por más de un año, de un carruaje
de fuego que descendió del cielo para bus-
car a un hombre que había hecho fuego
caer del cielo, de un hombre que caminaba
sobre las aguas y con cinco panes y dos pe-
cecitos alimentó una enorme multitud y de
una ciudad cubiforme de 2.225 km de altu-
ra hecha de oro. ¿Cómo reaccionaríamos?
¿Qué pensaríamos del descubridor de esos
rollos, si afirmara creer en todo lo que en
ellos está escrito? ¿Lo consideraríamos
mentalmente sano? ¿Encontraríamos plau-
sibles los relatos contenidos en esos per-
gaminos?
¿Por qué, entonces, para tanta gente esas
historias no suenan como disparates, aluci-
naciones, insanidades? Es simple: crece-
mos oyéndolas. Estamos habituados al so-
brenatural bíblico. Por ello, aunque alguien
no crea, por ejemplo, en el Diablo no llama-

145
rá anormal a una persona que cree en él, ya
que miles de millones de personas creen en
seres invisibles con alas en la espalda. Si
una persona dijera a un descreyente que
ella una vez u otra ve ángeles, difícilmente
eso será motivo para que él evite relacio-
narse con ella. Por otro lado, él probable-
mente temerá ser amigo de una persona
que asegura ver hombres lobo. ¿Cómo
reputaríamos a alguien que está convencido
de que algunas personas son extraterrestres
que se apoderaron de cuerpos humanos?
Sin embargo, no calificamos de dementes a
aquellos que diariamente hablan con un ser
que nadie ve, por quien desean ser poseídos
y por cuyo retorno anhelan, a fin de que los
lleve a un lugar que nadie sabe dónde es.
En un ómnibus, es grande la probabili-
dad de cambiarnos de lugar, si nos senta-
mos al lado de una persona que nos cuente
que cree que un tal Xenu, el dictador de la
Confederación Galáctica, utilizando una
mezcla de alcohol y etilenglicol, congeló,
hace 75 millones de años, miles de millones
de habitantes de 75 planetas y los trajo en
aviones DC-8 a la Tierra, donde fueron des-
cargados alrededor de volcanes, que él en-

146
tonces explosionó con bombas de hidró-
geno, matando a los extraterrestres, cuyos
espíritus fueron capturados, conducidos a
cines y forzados a ver una película de 36
días de duración que implantó falsedades
en las mentes de esos espíritus, que desde
entonces se apoderan de seres humanos,
causándoles muchos daños, pero que pue-
den ser expulsados, si los poseídos están
dispuestos a pagar por muchos años de au-
ditorías en la organización que tiene la ca-
pacidad de liberarlos: la Iglesia de la Cien-
ciología. Por otro lado, a menos que ella
huela mal, no nos alejaremos de una perso-
na que cree en la batalla cósmica entre Je-
sús y Satanás.
Uno de los principales motivos por que
tanta gente cree en las historias evidente-
mente fantásticas de la Biblia es el hecho de
ser un libro antiguo. Si hubiera sido escrita
en nuestros días, una aplastante mayoría
no pensaría dos veces antes de considerarla
una obra de ficción. Otro motivo es tradi-
ción. El Libro de los Libros está arraigado
en las culturas europea y americana porque
hace cientos de años viene siendo pasado
de generación a generación con el rótulo de

147
sagrado. En cambio, cristiano alguno cree
en lo que dicen textos religiosos hasta más
antiguos que la Biblia, ya que, a pesar de
antiguos, en Occidente no fueron rotulados
de sagrados y como tales pasados de padres
a hijos.
Quien considera verdad todo lo que la
Biblia dice no puede encontrar que es ton-
tería creer en dragones. Uno de esos bichos,
que “lanza humo por la nariz, como olla
hirviendo sobre un fuego de juncos. Con su
aliento enciende los carbones, y lanza fuego
por la boca”, es descrito con abundancia de
detalles en Job 41. Con base en el Midrash,
una compilación de exégesis rabínicas, ju-
díos ortodoxos creen que ese dragón existe.
Cada uno tiene el derecho de creer en lo
que se le de la gana. Con todo, es muy im-
probable que una persona que cree en el
Chupacabras se ofenda con críticas o bro-
mas. Por su parte, con religiosos no hay re-
lajación. En el momento en que el asunto es
religión, la cosa se vuelve seria, muy, muy
seria. Esa severidad es notoria sobre todo
en las religiones semitas, Judaísmo, Cris-
tianismo e Islam, de las cuales la imposi-
ción de miedo a través de amenaza de cas-

148
tigo es parte fundamental. Por ejemplo, del
dios bíblico “nadie se burla” (Gálatas 6:7).
O, como a los evangélicos brasileños les
gusta advertir: “Con Dios no se juega”. Por
supuesto, pues tampoco es para menos:

El Señor es un Dios celoso y vengador.


¡Señor de la venganza, Señor de la ira! El
Señor se venga de sus adversarios; […]
Camina en el huracán y en la tormenta;
las nubes son el polvo de sus pies. In-
crepa al mar y lo seca; hace que todos los
ríos se evaporen. […] Ante él tiemblan las
montañas y se desmoronan las colinas.
Ante él se agita la tierra, el mundo y cuan-
to en él habita. ¿Quién podrá enfrentarse
a su indignación? ¿Quién resistirá el ardor
de su ira? Su furor se derrama como
fuego; ante él se resquebrajan las rocas.
(Nahúm 1:2-6)

Una vez, en Austria, una amiga receptiva


a las más diversas corrientes espirituales
me dijo que ella creía en espíritus. Le pre-
gunté por qué yo no los veía. Ella respon-
dió: “Porque no estás abierto a ellos”. Tra-
duciendo, los espíritus existen, pero apare-
cen solo a quién cree en ellos. Interesante,
149
¿no? Tiempo después, me topé en la calle
con una conocida que yo no veía hace mu-
chos años y tiene maestría. En el café de la
esquina, donde fuimos a poner la conversa-
ción al día, me sorprendí al descubrir que
ella se había vuelto esotérica. A cierto mo-
mento, hizo silencio y me miró con una
sonrisa. Le pregunté el motivo de mirarme
de aquella manera y ella me dijo que era
porque veía un ángel sentado a mi lado. Me
quedé sin saber qué decir o hacer, pero
confieso que tuve ganas de forjar una ida al
baño y caer fuera.
En todos los años en que fui evangélico,
ningún ángel me apareció ni a mí ni a la in-
finidad de creyentes que conocí, incluyendo
pastores y fieles devotos. Querubines no se
manifestaron ni aun al evangelista Billy
Graham. Preguntado si los ángeles todavía
aparecen, el reverendo respondió: “Estoy
convencido de que, ocasionalmente, sí,
aunque a veces ni siquiera podamos estar
conscientes de ellos, pues decidieron apa-
recer como seres humanos comunes”. En
otras palabras, el tal vez mayor de los íco-
nos del mundo protestante nunca vio un
mensajero celestial, y si uno le hubiera apa-

150
recido Graham no lo habría percibido, pues
cualquier persona que cruzó su camino
puede haber sido un ángel.
Si los ángeles existen y son como retrata-
dos en Daniel 10, es mejor tocar madera
para no ser visitado por ellos, pues las po-
sibilidades de un paro cardíaco son enor-
mes:

Vi ante mí a un hombre vestido de lino,


con un cinturón del oro más re nado. Su
cuerpo brillaba como el topacio, y su ros-
tro resplandecía como el relámpago; sus
ojos eran dos antorchas encendidas, y
sus brazos y piernas parecían de bronce
bruñido; su voz resonaba como el eco de
una multitud.

A pesar de todo secularismo, miles de


millones de personas todavía son de la opi-
nión que las creencias religiosas forman
parte natural de la vida y sin ellas no es po-
sible vivir bien. La inconformidad con la fi-
nitud de la vida, el anhelo por una vida pa-
radisíaca y la ansia de que alguien le diga lo
que debe hacer para alcanzarla llevan a
mucha gente a eximir a las religiones de es-
crutinio racional, como si espiritualidad go-
151
fi
zase de posición privilegiada y fuera normal
que estuviera sobre la razón.
Religiones ofrecen “respuestas” a perso-
nas que creen que no tener respuestas es
malo. Hay solo un problemita con las “res-
puestas” ofrecidas por las religiones: no son
respuestas. Seguidores de religiones y de lí-
deres espirituales viven, entonces, en la ilu-
sión de saber las respuestas. Un religioso
hasta puede llamar “Para el Cielo” respues-
ta a la pregunta “¿A dónde voy después de
morir?”. No lo es. Es conjetura, y aún por
encima perversa, pues no existe Cielo sin
Infierno. Quien fue inducido a creer en el
Paraíso fue inducido también a encontrar
normal que personas sean torturadas en un
lago de fuego y azufre.
No importa la pregunta, nada hay de
errado con no saber la respuesta. Decir “No
sé” es noble, puesto que honesto.
Quédese, caro lector, con lo que, en una
entrevista de 1965, dijo Richard Feynman,
ganador del Premio Nobel de Física:

No consigo creer en las historias espe-


ciales que fueron concebidas sobre nues-
tra relación con el Universo en general,

152
pues parecen ser demasiado simples, de-
sconectadas, provinciales.
¿Cómo usted descubre si una cosa es
verdad? Si usted tiene todas esas teorías
de las diferentes religiones y todas las
diferentes teorías sobre las cosas, en-
tonces usted comienza a cuestionar.
Comience a entender religión diciendo
que posiblemente todo está errado. Va-
mos a ver. Tan luego haga eso, usted em-
pieza a resbalar barranco abajo, de donde
es difícil volver.
Con la visión cientí ca de mi padre, de
que debemos buscar ver lo que es verdad
y lo que puede no ser verdad, tan pronto
usted comience a dudar, lo que para mí
es parte muy fundamental de mi alma —
dudar y preguntar —, cuando usted duda
y pregunta, creer se vuelve un poco más
difícil.
Puedo vivir con duda e incertidumbre y
sin saber. Pienso ser mucho más intere-
sante vivir no sabiendo que tener re-
spuestas que pueden estar erradas. Ten-
go respuestas aproximadas y posibles
creencias y diferentes grados de certeza
sobre diferentes cosas, pero no estoy ab-
solutamente seguro de nada y de muchas
cosas no sé nada al respecto, como si
153
fi
tiene sentido preguntar por qué estamos
aquí y qué signi ca esta pregunta. Puedo
re exionar un poco sobre eso, pero si no
consigo descubrirlo, entonces paso a otra
cosa. Pero no tengo que saber la re-
spuesta. No siento miedo de no saber las
cosas, de estar perdido en el misterioso
Universo, sin tener propósito alguno, lo
que es como realmente parece ser, a mi
entender, posiblemente. Eso no me asus-
ta.

154
fl
fi
3

Mito

“Dios hizo primero el hombre,


la mujer nació después.
Por eso es que la mujer
trabaja siempre por los dos.”
(De la canción Maria Moita, de Carlos Lyra)

MIEMBRO DE UNA denominación cristiana


importada de Estados Unidos, por tanto
perteneciente al segmento conservador del
protestantismo de raíces puritanas, mi ma-
dre enseñó a mis hermanos y a mí a tener
profundo respeto por la Biblia, que tenía
que ser manipulada con un celo que bor-
deaba la superstición. Ningún otro libro o
cosa alguna podía ser colocado sobre ella.
El Libro de los Libros tenía que estar siem-
pre en la cima.
Para alguien que crece oyendo que el
mundo está corrompido por el pecado y
pronto será destruido, que nuestro hogar
no es aquí, sino en el Cielo, único lugar se-
guro para juntar tesoros, pues allá no son
consumidos ni por las polillas ni por la oxi-
dación, y tampoco son robados, donde cada
uno tendrá su propia mansión de oro, y que
155
el más noble de los objetivos es llevar al
mayor número posible de personas a creer
en Cristo, a fin de que también sean galar-
donadas con mansiones de oro, es natural
pensar que ninguna profesión puede ser
más importante que la de pastor de iglesia.
Así, a pesar de, cuando niño, haber soñado
en convertirme en dibujante de cómics y
dibujos animados, con veinte años me
mudé a San Pablo e ingresé en la Facultad
de Teología de la iglesia a que yo pertene-
cía. Al término del quinto semestre, en julio
de 1989, abandoné los estudios y, con el
propósito de ganar dinero para comprar un
pasaje aéreo a Europa, fui a vender Biblias
de puerta en puerta. Dos meses más tarde,
con el pasaje en manos y 600 dólares en el
bolsillo, crucé los cielos de la “Gran Lagu-
na” (apodo que los alemanes dan al Océano
Atlántico) con una vaga idea de lo que yo
tenía ganas de hacer.
Nadie pierde de la noche para el día la
voluntad de ir a la iglesia. Alejarse de ella es
un proceso gradual, especialmente para al-
guien que “creció en la iglesia” participando
de su programación y actividades. Por ello,
a despecho de mis dudas, en Europa fre-

156
cuenté la iglesia por todavía dos años, pero
más por razones sociales que espirituales.
Hay creyentes que discrepan de la mane-
ra como algunas cosas de la Biblia son in-
terpretadas por su iglesia, pero, por estar
convencidos de que aun así es el movimien-
to religioso cierto, en ella permanecen
como descontentos o rebeldes. Otros cam-
bian de denominación y algunos fundan su
propia iglesia. En mi caso, el problema era
tanto la Biblia como la iglesia. A cierta altu-
ra del campeonato, empecé a tener dificul-
tad para conciliar con la realidad lo que las
Sagradas Escrituras enseñan. La creación
del mundo en seis días, el Diluvio, las pla-
gas de Egipto, la columna de fuego en el de-
sierto, fuego que desciende del cielo, ca-
rruajes de fuego, apariciones de ángeles, re-
surrecciones de muertos, milagros y todo lo
demás que de sobrenatural está relatado en
la Biblia, incluyendo relatos extraños, como
el de la asna parlanchina de Balaam y el de
los doscientos prepucios que David trajo a
Saúl para poder convertirse en su yerno. Un
buen día, todo eso pasó a oler a cuentos
chinos.

157
La gran mayoría de los cristianos, consti-
tuida de católicos y de protestantes euro-
peos, no interpreta toda la Biblia de forma
literal. Son creyentes que en general no
combaten la Ciencia, particularmente la
Teoría Científica de la Evolución. Los litera-
listas bíblicos son una minoría, cuya mayor
parte se encuentra en el Tercer Mundo, jus-
tamente donde el nivel de instrucción de la
población es bajo. Sin embargo, a pesar de
minoría, estamos hablando de muchos mi-
llones de fundamentalistas. Solo en Brasil,
cerca de 50 millones de personas creen, por
ejemplo, que el profeta Jonás pasó tres días
en el vientre de una ballena y están seguros
de que a pedido de Josué Dios hizo la Tie-
rra dejar de girar solo para que Israel pu-
diera destruir a sus enemigos.
Una vez fundadas en literalismo bíblico,
iglesias ya no tienen como abandonar ese
fundamento. Si el caro lector es miembro
de una que desde el principio enseñó, por
ejemplo, que el hacha flotante del profeta
Eliseo es una historia verídica, ¿cuán pro-
bable es que su pastor comience una predi-
cación diciendo: “Queridos hermanos, el
sermón de hoy es sobre las lecciones que

158
podemos sacar de la… eh… leyenda del Di-
luvio”? Fiel a las doctrinas de su iglesia bí-
blico-fundamentalista, usted ha pasado la
vida combatiendo la Evolución, acusándola
de ser una doctrina demoníaca. ¿Cómo, en-
tonces, usted se sentiría, si, en vista de las
incontables evidencias científicas, su iglesia
admitiera que la Evolución es verdad? Aun
cuando Historia, Arqueología y Ciencia les
muestran que están equivocadas, iglesias
fundamentalistas seguirán siendo funda-
mentalistas.
El Pentateuco, los cinco primeros libros
de la Biblia, ganó su forma actual hace unos
2.500 años, pero a partir de tradiciones
orales y fragmentos de textos aún más anti-
guos. Desde que el Nuevo Testamento fue
escrito, casi 2 mil largos años pasaron.
Ahora bien, cualquier persona dotada de
sentido común reconoce que 2 mil años es
demasiado tiempo para esperar veracidad
de cada relato y precisión de cada palabra
de una compilación de copias de copias de
más copias de harapos de fragmentos de
pergaminos de la Edad del Hierro conte-
niendo narrativas también de la Edad del
Bronce. ¿Si eso es así con libros que son

159
apenas centenarios, no lo sería con una co-
lección milenaria?
¿Si el dios que creó trillones de galaxias
quisiera revelar algo a sus criaturas, habría
de hacerlo justo por medio de una obra tan
imperfecta, puesto que imprecisa, oscura y
susceptible a errores de redacción, copia,
traducción e interpretación, como la compi-
lación de tradiciones orales y copias de ma-
nuscritos que llamamos Biblia? ¿Cuán pro-
bable es que una divinidad sea por un lado
tan inteligente y poderosa hasta el punto de
crear el Universo y por otro incapaz de en-
contrar un medio de revelarse de manera
tal que sus revelaciones no causen una úni-
ca confusión siquiera, sino que sean
inequívocamente comprendidas por todas
las personas de todas las épocas y culturas?
¿Puede Dios ser más santo que sus ánge-
les? No. Santo es santo. Si los ángeles son
santos, son tan santos como Dios. Ni más
ni menos. Entonces, si es por causa del pe-
cado que Dios no puede aparecer a los hu-
manos para con ellos directamente hablar,
como lo hacía en el Jardín del Edén, cuan-
do paseaba entre los árboles, ¿por qué los
ángeles, que también son santos, no están

160
sujetos a esa limitación? La Biblia relata va-
rias apariciones de ángeles. ¿Qué, entonces,
ocurriría, si esos mensajeros celestes, con
las tradicionales alas en la espalda (tecno-
logía aeroespacial made in Heaven de dejar
boquiabierto), aparecieran flotando a un
metro del suelo en plazas públicas, playas,
empresas, escuelas, aeropuertos, en fin, lu-
gares donde pudieran ser vistos por todas
las personas? Si ángeles se mostraran a
toda la gente, diciendo: “El dios de la Biblia
nos envió”, en un solo instante toda duda
sobre la existencia de la divinidad del libro
de la tapa negra desaparecería, todas las di-
vergencias teológicas, históricas y científi-
cas por él generadas serían de una vez por
todas mandadas al espacio. Iglesias se vol-
verían obsoletas. Los miles de millones de
dólares en diezmos y ofrendas para mante-
ner templos (y enriquecer a pastores) alre-
dedor del mundo serían redirigidos a pro-
yectos sociales. Incluso sin aparecer, sería
extremamente fácil para Dios probar su
existencia. Sin embargo, el creador de cen-
tillones de estrellas y planetas prefirió ha-
cerlo por medio del libro que más suscitó

161
conflictos, todavía hoy provoca discordia y
causó la muerte de millones de personas.
La interpretación literal de la Biblia es
una incoherencia hasta por razones históri-
cas. Quien, como yo, ya anduvo por las ca-
lles de Jerusalén conoce la frustración de
ser informado de que los lugares por donde
Jesús pasó no son históricos, sino que ape-
nas simbólicos, aceptados por tradición.
Eso vale incluso para los locales que son
venerados como el de su nacimiento y cru-
cifixión.
La Biblia dice que Jesús hizo cosas ex-
cepcionales, razón por que fue seguido por
grandes multitudes. Además de curar le-
prosos y hacer a lisiados caminar y a ciegos
ver, resucitó muertos. Imagínese, caro lec-
tor, un hombre que le da vida a difuntos,
hasta a aquellos que ya empezaron a oler
mal. ¿Usted no esperaría que un hombre
así fuera el más hablado del planeta? ¿No
habría de sobre él existir varios libros, es-
critos por personas de diferentes lugares?
¿No habría él de, como mínimo, ser men-
cionado en innúmeras cartas de testigos
oculares? Es, por tanto, más que natural
encontrar extraño que la personalidad que

162
causó el mayor impacto en la historia de la
Humanidad no sea citada por fuente histó-
rica alguna de su época. Los propios Evan-
gelios, de que, por cierto, ningún original
existe, han sido redactados varias décadas
después de la muerte de Cristo.
Las alusiones extrabíblicas más antiguas
al hombre que multiplicó panes no son más
que dos simples menciones en la vasta obra
del historiador romano-judío Flavio Josefo,
demasiado pequeñas para ser dignas de
una figura que habría causado tanta con-
moción. Si el historiador estaba seguro de
que Jesús existió y realizó todos los mila-
gros relatados en los Evangelios, especial-
mente el de hacer a muertos salir caminan-
do, ¿no habría de haber dedicado páginas
enteras a esos increíbles eventos? Más aún,
ante tantas innegables y asombrosas mara-
villas, ¿no sería de esperar que Josefo se
hubiera vuelto cristiano? Sin embargo, no
solo siempre fue judío, sino también uno de
los mayores apologistas del Judaísmo.
Además de la brevedad de esas mencio-
nes contrastar con la magnitud de Jesús y
la extensión de la obra de Josefo, cuando
este nació el Nazareno ya había muerto. Si

163
el historiador realmente se refirió al maes-
tro de los cristianos, lo hizo seis décadas, o
60 largos años, después de su muerte. Para
empeorar, la copia más antigua de Anti-
güedades Judías es una traducción latina
realizada cerca de 400 años más tarde. Por
esos y otros motivos, hay amplio consenso
entre historiadores y exégetas de que esas
alusiones a Jesús no pasan de adiciones
fraudulentas. Como judío devoto, que con
diecinueve años se había vuelto fariseo, el
objetivo de Josefo era glorificar la cultura
judía por medio de una obra literaria mo-
numental que impresionara a griegos y tro-
yanos, perdón, romanos. A la luz de ello, es
fácil reconocer que él jamás podría ser el
autor de estas palabras:

En aquel tiempo existió Jesús, un hombre


sabio, si es que es justo llamarlo hombre,
pues realizó obras maravillosas y fue pro-
fesor de aquellos que con placer reci-
bieron la verdad. Atrajo a muchos judíos y
gentíos. Éra el Cristo. Y cuando, por insti-
gación de los principales hombres entre
nosotros, Pilato lo condenó a la cruz,
aquellos que desde el principio lo amaron
no lo abandonaron. En el tercer día, les
164
apareció vivo, pues esas cosas y otras mil
maravillas a su respecto los profetas de
Dios habían predicho. Y la tribu de los
cristianos, por causa de él así llamada,
existe hasta hoy.

¿No fue la venida del propio Creador del


Universo a la Tierra lo más importante de
todos los acontecimientos? ¿Por qué, en-
tonces, todo ese misterio en torno a la exis-
tencia del hombre-dios que fue nadie me-
nos que el Salvador de la Humanidad?
¿Cuál es la razón de que justamente el
acontecimiento que cambió el rumbo de la
Historia no haya sido ampliamente docu-
mentado por testigos oculares judíos, ro-
manos y griegos?

Antes mismo de él nacer, ya se sabía que


sería una persona especial. Un ser sobre-
natural informó a su madre de que el hijo
que ella iba a concebir no sería un mero
mortal, sino un ser divino. Él nació de
manera milagrosa y se convirtió en un
joven inusitadamente precoz. Cuando
adulto, dejó la casa de los padres y se
convirtió en un predicador itinerante, inci-
tando a sus oyentes a vivir no por los bi-
165
enes materiales de este mundo, sino por
valores espirituales. Arrebañó varios dis-
cípulos a su alrededor, personas que se
convencieron de que sus enseñanzas
tenían inspiración divina, incluso porque él
mismo era divino. Eso fue probado por él
con la realización de milagros, cura de en-
fermos, exorcismo de demonios y re-
sucitación de muertos. Sin embargo, al -
nal de su vida, despertó oposición, y sus
enemigos lo entregaron a los romanos
para ser juzgado. Después de dejar este
mundo, regresó para encontrar a sus
seguidores y convencerlos de que no es-
taba realmente muerto, sino viviendo en el
reino celestial. Más tarde, algunos de sus
seguidores escribieron libros sobre él.

¿De quién, caro lector, está hablando el


texto anterior? Obviamente, de Jesús, ¿co-
rrecto? Errado. Fue escrito por Bart Ehr-
man, profesor de la Universidad de Caroli-
na del Norte y una de las más respetadas
autoridades en Nuevo Testamento, y re-
produce exactamente lo que fue difundido
sobre Apolonio de Tiana, filósofo griego
que habría sido contemporáneo de Jesús,
pero en la actual Turquía. Como el Naza-
166
f
reno, no se tiene absoluta certeza si Apolo-
nio realmente existió. Aun así, y por increí-
ble que parezca, hay más evidencias histó-
ricas de él que del Hijo de Dios.
El hecho de no existir referencias algunas
de testigos oculares del Nazareno no es una
bagatela. En efecto, esa carencia de histori-
cidad es la principal razón por que varios
estudiosos concluyen que él es un mito. Y
entre los expertos que creen que Jesús exis-
tió, algunos, como Ehrman, son de la opi-
nión que, en virtud de sus innúmeras dife-
rencias y errores, los Evangelios no son
fuentes históricas fiables. Por consiguiente,
si hubo un Jesús histórico, gran parte de lo
que a él se atribuye es leyenda. Ciertamen-
te, fue un hombre común, es decir, sin su-
perpoderes. De lo contrario, es increíble
que, a pesar de haber sido constantemente
seguido por multitudes y observado de cer-
ca por judíos, romanos y griegos, nadie
haya escrito ni una única línea sobre sus
espectaculares obras.
Si el Nazareno realmente existió, ¿no de-
bería su existencia, la cosa más importante
para la mayor religión del mundo, ser tan

167
obvia al punto de ser ridículo debatir sobre
ella?
¿Qué es lo que Moisés, Buda, Jesús y
Mahoma tienen en común? La densa nube
de oscuridad que los envuelve. Histórica-
mente, o sea, fuera de sus propias tradicio-
nes religiosas, absolutamente nada se pue-
de saber sobre las principales figuras de las
grandes religiones. Cero. ¿Coincidencia?
¿Por qué religión tiene que ser una cosa
misteriosa? Es simple: porque sin misterio
no hay religión. Claramente, religiones vi-
ven de la incertidumbre.
Millones de cristianos están convencidos
de que historias como la de Hananías, Mi-
sael y Azarías, que pasearon ilesos entre las
llamas del horno de Nabucodonosor, son
reales, pero no les parece extraño que cosas
semejantes no sucedan fuera de la Biblia.
De las grandes figuras de la Reforma Pro-
testante que fueron puestas para quemar en
hogueras, ninguna bajó del poste, sacudió
las cenizas de las ropas chamuscadas, dijo
“¡Caramba, ese fuego me dio una sed mal-
dita! ¿Alguien puede darme un vaso de
agua, por favor? Muy gentil de su parte.
Dios le pague” y se fue para casa. El dios

168
bíblico libró a los tres hebreos del horno del
rey de Babilonia, pero a ni un único refor-
mador.
En 2014, después de haber sido severa-
mente golpeados, Shama y Shehzad, una
pareja paquistaní de cristianos, de la locali-
dad de Kot Radha Kishan, fueron arrojados
a una hoguera, acusados de blasfemia por
una multitud de musulmanes que cantaba:
“¡Dios es grande!”. Ni la mujer, que estaba
embarazada, ni el marido sobrevivieron.
¿No habría sido esa una excelente oportu-
nidad para que Dios mostrara a todos los
incrédulos que los relatos bíblicos de inter-
vención divina son verídicos, y a todos los
religiosos que el Cristianismo es la religión
verdadera? Semejante a lo que hizo por los
amigos de Daniel, bastaría que Dios hubie-
ra hecho que la pareja se levantara y saliera
del fuego. De ese día en adelante, ¿qué mu-
sulmán se atrevería a tocar cristianos?
La huida de los hebreos de Egipto, o el
Éxodo, es una de las narraciones bíblicas
más importantes para la fe judeocristiana y
fundamental para la identidad histórica de
la nación de Israel. Ella es celebrada todos
los años en el Pésaj, o Pascua, una de las

169
principales fiestas del Judaísmo. En 2014,
Stephen Rosenberg, miembro senior del
Albright Institute of Archaeological Re-
search, en Jerusalén, publicó un artículo en
el diario The Jerusalem Post titulado El
Éxodo: ¿La Arqueología Tiene Algo Que
Decir? La primera frase del artículo es cor-
ta: “¡No!”. De acuerdo con la Biblia, más de
600 mil hombres, con esposas, hijos, ani-
males y pertenencias, además de una multi-
tud de no hebreos, salieron de Egipto. Si
cada hombre fue acompañado de una mu-
jer y apenas un hijo, tenemos un total de
por lo menos 1,8 millón de personas que
dejaron las tierras faraónicas. Dos hijos
para cada pareja aumentan ese número a
2,4 millones, fuera de los no israelitas.
Imagínese más de 2.400.000 personas va-
gando por el desierto. Algunos pasajes bí-
blicos dicen que los israelitas vivieron en
Egipto por 400 años; otros, 430. A pesar de
ese casi medio milenio de presencia israeli-
ta en Egipto y de las cuatro décadas en que
más de dos millones de personas acampa-
ron en el desierto, Rosenberg afirma no ha-
ber ni una única evidencia arqueológica que
sostenga los relatos bíblicos: “Nada sobre la

170
esclavitud de los israelitas, nada sobre las
plagas que convencieron al faraón para de-
jarlos ir, nada sobre la milagrosa travesía
del Mar Rojo, nada. Absolutamente nada”.
“Es desconcertante”, dice el investigador. A
la misma conclusión llegó Israel Finkels-
tein, otro prominente arqueólogo israelí,
profesor de la Universidad de Tel Aviv. Se-
gún Finkelstein, los israelitas nunca estu-
vieron en Egipto.
Curioso por saber lo que las autoridades
religiosas judías piensan sobre la interpre-
tación literal de la Biblia, Andrew Silow-Ca-
rroll, editor jefe del periódico judío New
Jersey Jewish News, hizo la siguiente pre-
gunta a cinco influyentes rabinos, cuyas
respuestas publicó en diciembre de 2007:
“¿Creer en la Biblia significa que cada pala-
bra de ella es verdad?”. El rabino Richard
Hirsh, entonces director ejecutivo de la Re-
constructionist Rabbinical Association,
respondió:

Como la Biblia es una antología de es-


critos humanos recogidos por un período
de mil años, no debemos esperar y no
encontraremos consistencia. Muchas ve-
ces encontramos contradicciones, que
171
hacen difícil creer en cada palabra. Hay
partes en las Escrituras de las que discre-
po con placer, como las historias en que
Dios es imaginado comandando a los is-
raelitas a cometer genocidio
(Deuteronomio 20:17) o padres a ape-
drear a un hijo rebelde (Deuteronomio
21:18-21).

Ya el rabino David Nelson, director aso-


ciado de la Association of Reform Zionists
of America, afirmó:

¿Si creo en la Biblia literalmente? Claro


que no. Creo que la Biblia es un producto
de autoría humana, y ya que toda cre-
atividad humana es conducida por Dios
veo la mano de Dios en sus páginas. Pero
eso no signi ca que todo sea verdad.

Aún perteneciendo al ala conservadora


del Judaísmo, la rabina Joyce Newmark
dijo:

No creo que la Biblia sea necesariamente


factual. Ciertamente, no creo que el mun-
do haya sido creado en siete días, unos
seis mil años atrás. Creo que Dios creó el
172
fi
mundo y todo lo que hay en él, pero que
el proceso especí co que Dios usó y el
tiempo exacto no son realmente impor-
tantes.

Si ni rabinos, esto es, aquellos que cono-


cen mejor que nadie lo que llamamos Viejo
Testamento, libro escrito por su pueblo, in-
terpretan la Biblia de modo literal (con la
excepción de la pequeña minoría ultraorto-
doxa), ¿por qué entonces esa obsesión del
Evangelicalismo por el literalismo bíblico?
¿Quieren los evangélicos reinventar la rue-
da? ¿No sería la interpretación literal de la
Biblia el reflejo de la visión simplista de los
fundamentalistas y la prueba de que su fe
se basa puramente en el miedo de desagra-
dar a Dios? Además de una conveniente
fuga de la realidad para la cómoda ilusión
de estar seguro de saber todas las respues-
tas, tomar la Biblia al pie de la letra no es
otra cosa que superstición e idolatría.
En su comedia en vivo Red, White &
Screwed (Rojo, Blanco y Jodido), Lewis
Black, un conocido comediante judío esta-
dounidense, hablando sobre el entonces
presidente George W. Bush, que es creacio-
nista, dijo:
173
fi
Nunca imaginé que durante el curso de mi
vida un presidente sería elegido que no
creyera en la Evolución […]. Él cree que
la Tierra fue creada en siete días […]. ¿Y
por qué cree en eso? Porque lo leyó en el
Viejo Testamento, que es el libro de mi
pueblo, el pueblo judío. […]
Cada domingo, ligo la televisión y hay
un sacerdote o pastor leyendo de mi libro
e interpretándolo, y las interpretaciones
de ellos, tengo que decirles, normalmente
están equivocadas. No es culpa de ellos.
Después de todo, no es su libro. Ustedes
nunca ven un rabino en la televisión inter-
pretando el Nuevo Testamento, ¿o sí? […]
¿La Tierra fue creada en siete días?
No. A aquellos de ustedes que creen que
lo fue, a ustedes cristianos, déjenme de-
cirles que ustedes no entienden el pueblo
judío. Nosotros los judíos comprendemos
que la Tierra no fue creada en siete días,
porque sabemos en qué somos buenos. Y
en qué somos realmente buenos es: ton-
tería. Esa es una historia fantástica que
fue contada a la gente en el desierto, a n
de distraerlas del hecho de que no tenían
aire acondicionado.
Me encantaría tener fe para creer que
la Tierra fue creada en siete días, pero
174
fi
tengo… pensamientos. Y ellos realmente
pueden estropear esa cosa de la fe. […]
Y después hay los fósiles. Cada vez
que alguien intenta decirme que cree que
la Tierra fue creada en siete días, tomo un
fósil y digo: “¡Fósil!”. Y si él continúa ha-
blando, lo tiro a su cabeza.
Hay personas que creen que los dino-
saurios y los hombres vivieron juntos, va-
garon por la Tierra al mismo tiempo. Hay
museos a los que los niños van y en que
construyen dioramas para mostrarles eso.
Y lo que eso pura y simplemente es es
una reacción clínica psicótica. Están lo-
cos. Están completamente orates. No
consigo ser gentil sobre eso, porque esas
personas asisten a Los Picapiedra como
si fuera un documental.

La interpretación no literal de la Biblia


no es un fenómeno reciente, como a los
fundamentalistas les gusta creer. Un análi-
sis de la historia del Judaísmo muestra que
la interpretación figurada, metafórica o ale-
górica de los textos bíblicos siempre formó
parte de la tradición judía, hasta mismo an-
tes de la Era Cristiana. En la Edad Media,
Moisés Maimónides, conocido como “el se-

175
gundo Moisés del Judaísmo”, hasta hoy
uno de los rabinos más respetados, y que
fue también filósofo, jurisconsulto, astró-
nomo y médico, defendía que la Biblia debe
ser tomada de forma literal tanto como sea
posible, pero nunca en detrimento de la ra-
zón. De acuerdo con la Jewish Encyclope-
dia, Maimónides respondió a una consulta
sobre astrología, afirmando que “el hombre
debe creer apenas en lo que puede ser apo-
yado por prueba racional, por la evidencia
de los sentidos o por una autoridad confia-
ble”. El rabino terminó la carta con la frase:
“El hombre nunca debe echar la razón de-
trás de sí, pues los ojos están delante, no
atrás”.
Un ejemplo de uno de los desvíos de
Maimónides de la literalidad bíblica es la
lucha que Jacob trabó con un ángel, relata-
da en Génesis 32. Como al rabino parecía
irracional que un hombre pudiera pelear
con un ser celestial, para él esa lucha no su-
cedió de verdad, sino en sueño.
Muchos cristianos miran a otras religio-
nes con desinterés; a veces, desdén. A pesar
de su fe depender de una obra literaria ju-
día, la mayoría de ellos no tiene la mínima

176
idea de cómo los judíos ven el libro escrito
por sus antepasados. Para judíos, la tradi-
ción judía, constituida por la Ley Oral,
compilada en la Mishná, que a lo largo de
los siglos recibió innúmeras elaboraciones
complementarias, reunidas en la Guemará,
parte del Talmud, y de los comentarios de
muchos rabinos notorios, como Rashi y
Maimónides, es tan valiosa como los pro-
pios textos bíblicos. Por tanto, ni aun judíos
ortodoxos, cuya lengua materna es el he-
breo y desde pequeños aprenden hebreo
antiguo, tienen la Biblia como clara o preci-
sa lo suficiente para ser comprendida sin
explicaciones auxiliares. Para ellos, las in-
terpretaciones rabínicas son indispensa-
bles.
Un aspecto a mi ver positivo del Judaís-
mo es que en él la “verdad” no es monolíti-
ca. Los rabinos gozan de la libertad de di-
vergir unos de otros, a veces hasta diame-
tralmente. Crea quien quiera, hay judíos,
por ejemplo, que comen carne de cerdo.
Una obra literaria que genera tanta des-
armonía simplemente no tiene como ser
inspirada por Dios, a menos que el objetivo
de él haya sido justamente divertirse con

177
las discusiones y desavenencias que ella
provoca. Sin embargo, ¿habría Dios de en-
contrar divertidas, por ejemplo, las guerras
entre católicos y protestantes, frutos de di-
ferentes maneras de interpretar el Libro
Sagrado? En vista de ello, solo puedo clasi-
ficar de sadomasoquismo la fijación que los
cristianos fundamentalistas tienen por la
interpretación literal de la Biblia.
El dogmatismo religioso aniquila el sen-
tido crítico, sin lo cual no hay descubri-
miento, aprendizaje y desarrollo. Destitui-
dos de mente reflexiva, nos convertimos en
autómatas. Una persona que practica una
religión cuyo principio es seguir un libro al
pie de la letra es un robot espiritual sin au-
toconfianza, un sentimiento sano transfor-
mado en orgullo y rebelión por el negati-
vismo de los fundamentalistas.
A menos que seamos niños, o retardados,
cuando nos cuentan una historia instinti-
vamente sentimos si es verosímil o fanta-
siosa. Instintivamente, cristianos sienten
que las historias contadas por los libros sa-
grados de otras religiones son fantasiosas.
Pero, por increíble que parezca, no sienten
el olor a fantasía de las historias contadas

178
por su propio libro sagrado, más o menos
como alguien que está acostumbrado al he-
dor de sus propios pies.
El sondeo de la Gallup, de lo que hablé,
hecho en 2014, muestra que el 42% de los
estadounidenses creen en la historia de Eva
y Adán. En Alemania, esa cifra cae al 12,5%,
según encuesta, de 2005, de la Gesellschaft
für Sozialforschung. Una enorme diferen-
cia. Aun así, se trata de diez millones de
alemanes, ciudadanos de uno de los países
más desarrollados del llamado Primer
Mundo, que creen que la mujer fue hecha
de una costilla de un muñeco de barro, una
serpiente la indujo a comer una fruta mági-
ca y que eso es la causa de todos los males
del Universo. Esas encuestas muestran
también que cuanto más bajo el nivel de
instrucción, más la Biblia es interpretada li-
teralmente. El 46% de los estadounidenses
con enseñanza media son creacionistas,
contra apenas el 27% de los que tienen un
diploma universitario. Entre los alemanes
con enseñanza superior, solo el 5,8% son li-
teralistas bíblicos. Claramente, educación
reduce fundamentalismo.

179
Millones de cristianos fundamentalistas
se maravillan tanto como no cristianos con
el progreso científico que hace a las sondas
espaciales posar en planetas, lunas y come-
tas y enviar a la Tierra imágenes de los con-
fines del Sistema Solar. Sin embargo, esos
literalistas bíblicos, que todos los días to-
man remedios y andan en coche y avión, de
esa manera depositando confianza en la
Ciencia, son los mismos que la ridiculizan
por causa de la Evolución.
Fundamentalistas sufren de una diso-
nancia cognitiva tan grave que a muchos de
ellos les gusta jactarse citando al genetista
Francis Collins, director del Proyecto Ge-
noma Humano, como ejemplo de científico
cristiano, aunque Collins sea evolucionista
y, en una entrevista al portal Beliefnet, haya
dicho:

La idea de que todos los seres vivos de-


scenden de un ancestro común es
sostenida por evidencia verdaderamente
impresionante. Como un cristiano que
cree en la Biblia, no deseo necesaria-
mente que eso sea así. Pero es así. Es un
deservicio a la fe intentar negarlo.

180
Idea para escena de documental. Visitar a
Francis Collins en su laboratorio y
agradecerle por con rmar que las eviden-
cias prueban que la Evolución es verdad.
Mientras Collins, lisonjeado, esté sonrien-
do, preguntarle: “¿Por qué una mente tan
brillante como la suya cree en cosas tan
primitivas como el Diablo y In erno, de lo
que ni usted ni nadie tiene evidencias al-
gunas?”.

Tras dominar las lenguas de los indios


suficientemente para con ellos poder co-
municarse, ¿qué es lo que pensaran con-
quistadores, colonos y misioneros portu-
gueses y españoles al oír los relatos crea-
cionistas de las creencias indígenas? Muy
probablemente algo como: “¡Nuestra Seño-
ra de los Navegantes, cuánta ingenuidad!
¿Cómo pueden creer en esas fábulas?”. Su-
pongo que las historias sobrenaturales con-
tadas por los nativos motivaron a los inva-
sores a considerar un noble deber inducir-
les a abandonar la creencia en narrativas
ficticias y pasar a creer en las historias “ve-
rídicas” de la Biblia, como la de Eva y Adán
y la serpiente parlanchina.

181
fi
fi
Cuando me imagino en el papel de una
persona que nunca ha oído hablar de la Bi-
blia y lee los dos primeros capítulos del Gé-
nesis, eso es lo que me salta a los ojos y evi-
dencia el carácter fabuloso de ese relato:

• Dios descansa.
• Dios hace un muñeco de barro, sopla en
su nariz y él sale caminando.
• Dios planta un jardín.
• Dios llama un árbol Árbol del
Conocimiento del Bien y del Mal.
• Dios advierte al hombre de que si comer
de las frutas de ese árbol misterioso
será punido con la muerte.
• Dios hace a los animales del campo y
todas las aves des lar ante el hombre,
que da nombre a todos ellos.
• Dios opera al hombre y de él extrae una
costilla, de la cual forma la mujer.
• La serpiente es tan inteligente como los
humanos y habla.
• Eva y Adán se dan cuenta de que están
desnudos y cosen para sí delantales de
hojas.
• Dios pasea en el jardín, hablando.
• Dios no sabe, o nge no saber, donde
Eva y Adán están escondidos.
182
fi
fi
• Dios maldice a la serpiente y la condena
a comer polvo.
• Dios hace mantos de piel y viste a Eva y
Adán.
• Las frutas de un segundo árbol miste-
rioso, llamado Árbol de la Vida, dan vida
eterna a quien las come.
• Para impedir que los humanos se ali-
menten del Árbol de la Vida, ángeles lo
guardan empuñando espadas de fuego
cuyas llamas se revuelven para todos
lados.

Si el texto bíblico presenta enormes difi-


cultades de interpretación ya en sus idio-
mas originales, cuanto más en traduccio-
nes. ¿Cuántas personas dominan, por
ejemplo, el hebreo? Apenas cinco millones
en todo el mundo lo tienen como lengua
materna. No obstante, poca ventaja tendría
un cristiano que fuera fluyente en ese idio-
ma, pues el hebreo moderno poco tiene que
ver con el hebreo de la Biblia. Intentar leer
el original de la Carta de Pero Vaz de Ca-
minha a Dom Manuel I nos da una peque-
ña idea de cómo un israelí se siente al leer
los manuscritos del Mar Muerto. Con todo,
si apenas 500 años hicieron que la carta del
183
escribano quedara casi ininteligible para
hablantes del portugués actual, ¿qué decir
de los más de 2 mil que separan a un israelí
de los fragmentos bíblicos encontrados en
Qumrán?
Es prácticamente imposible una compi-
lación de copias de manuscritos de la Edad
del Hierro basados en tradiciones orales
también de la Edad del Bronce y redactados
por diferentes personas en diferentes épo-
cas no contener discrepancias, incoheren-
cias, contradicciones y absurdos. Nada me-
jor que el relato bíblico de la creación, res-
ponsable por llevar a millones de cristianos
a ridiculizar y combatir las evidencias cien-
tíficas, para ejemplificar eso.

Inicio de Mi Análisis de los Capítulos


1 a 3 del Libro de Génesis

1) “En el principio creó Dios los cielos y


la tierra” indica que el Universo fue creado
el mismo día que nuestro planeta. Aquellos
que se basan en los textos bíblicos para cal-
cular la edad de la Tierra afirman que tiene
6 mil años. Por consiguiente, todos los mi-
184
les de millones de galaxias tendrían la
misma edad de la Tierra, lo que no tiene
como tener ni un mínimo de fundamento.
Mientras las más cercanas están ya a millo-
nes, las galaxias más lejanas se encuentran
a miles de millones de años luz de nosotros.
Entonces, cuando contemplamos esos leja-
nos universos-islas, los vemos en un pasado
muy remoto, en el estado en que se encon-
traban hace millones o miles de millones de
años.
2) Por tres días, la Tierra fue el único
cuerpo celeste que existía en el Universo
entero, ya que las estrellas fueron creadas
solo en el cuarto día.
3) El relato indica que el Universo fue
creado para el ser humano, razón por que la
gran mayoría de las denominaciones cris-
tianas enseña que solo en la Tierra existe
vida. Sin embargo, si el Universo fue creado
por Dios y todo lo que él creó tiene un pro-
pósito, ¿cuál es el propósito de un espacio
de tamaño inimaginable contener dos mil
millones de galaxias con centillones de pla-
netas desposeídos de vida? Las propias di-
mensiones cósmicas y el más que vertigino-
so número de cuerpos celestes evidencian

185
la absurdidad de la concepción de que todo
eso existe por causa del ser humano. En es-
cala cósmica, la Tierra es un átomo. Quien
ya vio la foto Un Punto Azul Pálido, tomada
en 1990 por la sonda espacial Voyager 1,
sabe de lo que estoy hablando. En el siglo
XVI, al fraile dominicano Giordano Bruno
le era inconcebible que, frente a un Univer-
so tan colosal, vida se restringiera a la Tie-
rra. Por predicar la pluralidad de los mun-
dos, o sea, la existencia de seres inteligen-
tes también en otros planetas, Bruno fue
condenado por herejía y quemado en la ho-
guera.
4) Varias versiones dicen: “La tierra no
tenía forma”. No obstante, sabemos que to-
dos los cuerpos celestes con más de 500 km
de diámetro son transformados en esferas
por la fuerza de la gravedad. Si “no tenía
forma” significa apenas “era un caos”, en-
tonces ¿por qué tantas traducciones dicen
“no tenía forma”, en vez de “era un caos”?
¿Habrían los traductores olvidado de pedir
orientación divina para traducir correcta-
mente o el Creador del Universo es que tie-
ne dificultad en expresarse de modo preci-
so?

186
5) “El Espíritu de Dios se movía sobre la
faz de las aguas.” Uno de los atributos del
dios bíblico es ser todopoderoso. Nada lo
limita. Consecuentemente, Dios no puede
tener cuerpo, pues cuerpo es límite. No
siendo limitado por cosa alguna, Dios es
también omnipresente, es decir, está en to-
dos los lugares al mismo tiempo. Por consi-
guiente, no puede haber un único yoctóme-
tro (un cuatrillonésimo de metro) en el
Universo en que Dios no esté. Dios ocupa,
esto es, rellena el Cosmos por completo.
Traspasando todas las cosas, nada puede
estar fuera de Dios y él no puede estar fuera
de cosa alguna. Dios, por tanto, no tiene
como moverse, o sea, fluctuar sobre la
agua.

A propósito, el caro lector se acuerda de


Bento, de Benito, de Benedicto, sí, de Ba-
ruch, de quien al principio hablé, uno de
los principales precursores del Iluminis-
mo? Pues bien, según Bento de Espinosa,
“Quicquid est in Deo est, et nihil sine Deo
esse, neque concipi potest”, o, para los la-

187
tinos que no comprenden la lengua lati-
na, “Todo lo que es es en Dios, y sin Dios
nada puede ser, ni ser concebido”. El Ju-
daísmo, Cristianismo y Islam dicen lo
mismo. Dios es la fuente de todas las co-
sas. Así, ¿de dónde vino la materia de la
que estrellas y planetas están formados?
Ahora bien, no habiendo otra fuente,
vino de Dios. Luego, todo lo que existe
tiene que ser constituido de la misma
sustancia de la que el propio Dios es
constituido. De ello resulta que no es po-
sible hacer distinción entre Dios y las co-
sas que él creó, o mejor, que de él salie-
ron. En otras palabras, Dios y Naturaleza
son la mismísima cosa. Sin querer, ju-
díos, cristianos y musulmanes adoran a
un dios cuyos atributos, como unidad,
incorporeidad, omnipotencia y omnipre-
sencia, lo hacen idéntico a la Naturaleza.
En el título de un documental sobre su
vida, Espinosa es llamado “apóstol de la
razón”. Si su filosofía aún hoy suena osa-
da, en el siglo XVII era una verdadera
blasfemia. A pesar de la relativa libertad
religiosa de la que gozaban los holande-
ses, Espinosa corría el riesgo de ser con-

188
denado a muerte por herejía. Por ello, su
obra maestra Ética Demostrada Según el
Orden Geométrico fue llevada a impren-
ta solo después de su muerte.
Si su hermano mayor no hubiera
muerto tan temprano, Espinosa no ha-
bría sido forzado a abandonar la yeshivá,
la escuela talmúdica, para ayudar en los
negocios de la familia y muy probable-
mente se habría convertido en un rabino.
Cuando Espinosa tenía 23 años, sus ideas
llegaron a los oídos de los rabinos de la
sinagoga portuguesa en Amsterdam. A
pesar de todavía encontrarse en una eta-
pa primordial de formulación, ellas ya
eran suficientemente radicales para ren-
dirle la excomunión y una maldición
ejemplar, conocida como Chérem, la ex-
pulsión más severa impuesta por el Ju-
daísmo:

Con la sentencia de los Ángeles y el di-


cho de los Santos, expulsamos,
maldecimos y anatematizamos a
Baruch de Espinoza, con el consen-
timiento del Dios Bendito y el de toda
esta Santa Congregación, ante estos
santos libros, con los seiscientos trece
189
preceptos en ellos escritos, con la
maldición con que Josué maldijo a Jer-
icó, con la maldición con que Elías
maldijo a los mozos y con todas las
maldiciones que están escritas en la
Ley. Maldito sea de día y maldito sea
de noche, maldito sea en su acostar y
maldito sea en su levantar, maldito sea
en su salir y maldito sea en su entrar.
No querrá el Señor perdonarlo. Él
humeará su furor y celo en ese hombre,
en que yacerán todas las maldiciones
escritas en el libro de esta Ley. Y el
Señor rematará su nombre bajo los cie-
los y lo apartará para su propio mal de
todas las tribus de Israel, con todas las
maldiciones del rmamento, escritas en
el libro de esta Ley. […] Advirtiendo que
nadie le puede hablar oralmente, ni por
escrito, ni hacerle favor alguno, ni estar
con él bajo el mismo techo, o a menos
de cuatro codos, ni leer texto alguno
escrito por él.

Una de las características más desta-


cadas de Espinosa es su argucia, que im-
presiona hasta a otros filósofos. Discu-
rriendo sobre el arte de razonar, Georg
Friedrich Hegel, uno de los más grandes
190
fi
pensadores alemanes, escribió: “El pen-
samiento tiene que ponerse en el punto
de vista espinosista. Ese es el principio
esencial de todo filosofar. Cuando se co-
mienza a filosofar, primero hay que ser
un espinosista”.
Siendo Dios y Naturaleza la mismísima
cosa, no existe un cerebro detrás del Uni-
verso. La Naturaleza, entonces, no puede
ni debe ser adorada. La relación con ella
es puramente un “amor Dei intellectua-
lis”, o amor intelectual por Dios. Conocer
y amar a Dios es conocer y amar la Natu-
raleza.
La creencia en un dios antropomórfico,
como el de la Biblia, coloca al creyente
ante de diversos dilemas. El mayor de
ellos es la imposibilidad de racionalmen-
te armonizar la idea de una divinidad
omnipotente, omnisciente y amorosa con
el sufrimiento que hay en el mundo.
Afirmar, por ejemplo, que el dios bíblico,
quien a pesar de todopoderoso y conoce-
dor del futuro, permite que niños sean
secuestrados, torturados, violados y ase-
sinados, es un dios de amor es más que
una perversión: es locura.

191
Cuando Dios no es un ser distinto de la
Naturaleza, contradicciones como esas
desaparecen. En la concepción espinosis-
ta, lo que nos sucede de bueno no es
bendición o recompensa divinas y lo que
nos acontece de malo no es castigo de
Dios u obra del Diablo. Todo tiene causas
naturales. La maldad disminuye a medi-
da que las personas ejercitan la razón,
que se contrapone a las pasiones, fuente
de los impulsos destructivos. Según Es-
pinosa, personas movidas por la razón
comprenden que su propia felicidad au-
menta en la proporción en que hacen a
otras personas felices.

6) “Y dijo Dios.” Al parecer, al dios bíbli-


co le gusta hablar solo, pues cuando “dijo”
nadie estaba allá para escucharlo. Por cier-
to, ¿por qué necesitó hablar para que algo
pasara a existir? ¿Chasquear los dedos no
habría sido suficiente?
7) Dios específicamente llamó a la exis-
tencia a la luz, al firmamento, al seco, la ve-
getación, al Sol, la Luna, las estrellas y los

192
animales. Sin embargo, el espacio, la Tierra
y el agua no recibieron orden alguna para
existir. Lo mismo se dio con el aire, que ne-
cesita ser subentendido como habiendo
sido creado junto con el firmamento.
8) Todavía en el primer día, Dios hizo la
luz y la separó de las tinieblas, dos cosas
que por naturaleza nunca se mezclan y, por
tanto, no necesitan ser separadas. Aunque
eso sea lenguaje figurado para la creación
del día y de la noche, el Sol, que sabida-
mente es nuestra fuente de luz y, junto con
la rotación de la Tierra, indispensable para
que días y noches existan, fue creado solo
tres días más tarde.
9) “Y vio Dios que la luz era buena.” Si
partimos del presupuesto de que el dios bí-
blico es perfecto, él no tiene como crear
algo imperfecto. Luego, Dios no quedaría ni
sorprendido ni encantado con las cosas que
inventa. Además, ¿qué otra luz había para
que él pudiera comparar y notar que la que
había acabado de crear era buena?
10) En el segundo día, Dios creó una ex-
pansión, o firmamento, que él llamó cielo.
Extrañamente, el cielo fue hecho “en medio
de las aguas” y era firme como una redoma

193
de vidrio. Parte del agua del océano Dios
colocó sobre el cielo, formando un segundo
océano encima de la bóveda celeste. Ade-
más de raro, él necesitó un día entero solo
para hacer eso.
11) En el tercer día, Dios creó las plantas
y los árboles. Días después, al crear al
hombre, Dios declaró: “He aquí que os he
dado toda planta que da semilla, que está
sobre toda la tierra”. Pero el capítulo 2 dice
que antes de Adán ser creado “aún no había
ningún arbusto del campo sobre la tierra, ni
había brotado la hierba”. A continuación, se
lee que el motivo de no haber hierbas es
que nadie había para labrar la tierra, pero
también, y principalmente, porque “Dios
aún no había hecho llover”. Aquí, hay va-
rias discrepancias:

• Cuando Dios creó al hombre, las hierbas


ya existían (capítulo 1).
• Cuando Dios creó al hombre, las hierbas
aún no existían (capítulo 2).
• Las hierbas no existían porque no llovía.
(Curiosamente, árboles y plantas no tu-
vieron problema alguno para existir sin
lluvia hasta el diluvio, o por cerca de
1.650 años.)
194
• No llovía, pero “subía de la tierra un va-
por, el cual regaba toda la faz de la tier-
ra”. (No era, por tanto, imprescindible
haber lluvia para que las hierbas ex-
istieran.)

Innecesario recordar que la vegetación


depende de la luz solar para existir. Hierbas
y árboles fueron creados al tercer día, pero
el Sol solo al día siguiente. La vegetación,
entonces, fue creada un día antes del Sol.
Aunque dejemos pasar que para las plantas
no haya sido un gran problema esperar 24
horas por los rayos solares, esa inversión
del orden lógico refuerza el carácter fanta-
sioso del relato.
12) En el cuarto día, Dios dijo: “Haya
lumbreras en la expansión de los cielos
para separar el día de la noche”, creando el
Sol, la Luna y las estrellas. Sin embargo, en
el primer día Dios ya había creado la luz
“para separar la luz de las tinieblas”. Extra-
ñamente, por tres días había habido luz en
la Tierra, aunque el Sol todavía no existía.
Curioso la Luna ser llamada lumbrera, o
luz, y haber sido creada “para que señorea-
se”, o gobernase, “la noche”, pues no tiene
luz propia y aparece también durante el día.
195
Pero más curioso aún es que Dios necesitó
seis días para hacer la Tierra, ya todos los
trillones de galaxias, con sus centillones de
soles, creó en un abrir y cerrar de ojos:
“Hizo también las estrellas”.
“Y las puso Dios en la expansión de los
cielos para alumbrar sobre la tierra” indica
que Sol, Luna y estrellas se encuentran a la
misma distancia de la Tierra, fijados en la
redoma de vidrio denominada firmamento,
y que también las estrellas iluminan nues-
tro planeta, lo que sabemos es imposible.
13) Dios creó los animales marinos y las
aves en el quinto día, concluyéndolo con el
orden: “Fructificad y multiplicaos”. Al día
siguiente, al crear los animales terrestres, el
hombre y la mujer, Dios dijo “Fructificad y
multiplicaos” a Eva y Adán, pero no a los
animales.
14) En el capítulo 1, Dios creó al hombre
y a la mujer en el mismo instante: “Haga-
mos al hombre […]. Y creó Dios al hombre
a su imagen […]; varón y hembra los creó”.
Sin embargo, en el capítulo 2 el hombre fue
creado solo, sin mujer.
Si los animales habían sido creados en
pares de machos y hembras, es ilógico que

196
Dios creara al ser humano solo macho.
Luego, la primera versión, en que el hom-
bre y la mujer son creados al mismo tiem-
po, tiene más sentido, pero no es la que es
aceptada por los cristianos. En el capítulo
2, se nota que Dios ni siquiera tenía la in-
tención de crear a la mujer. No formaba
parte del plan. Prueba de ello es que cuan-
do Dios prohibió a Adán comer del Árbol
del Conocimiento del Bien y del Mal, Eva
aún no existía. La frase “mas para Adán no
se halló ayuda idónea” confirma que él pasó
un largo período solo, en busca de su media
naranja. Solo después de percibir la soledad
de Adán y reconocer que “no es bueno que
el hombre esté solo” es que Dios decide
crear a la mujer.
Así que creó al hombre, “Dios miró todo
lo que había hecho, y consideró que era
muy bueno”, pero más tarde se dio cuenta
de que “no es bueno” que el hombre esté
solo. Claramente, el plan de la creación no
era perfecto, pues contenía algo “no
bueno”, un error que necesitaba corrección:
la creación de la mujer.

197
Idea para escena de documental. A la
puerta de iglesias, decir a mujeres que
salen de la misa o culto: “Si el hombre no
hubiera sentido falta de una compañera,
Dios nunca habría creado a la mujer”, y
lmar su reacción.

Si la mujer no hubiera sido creada, Adán


hubiera comido del árbol prohibido y, como
enseña el Cristianismo, la redención es po-
sible solo con el sacrificio del propio Dios,
él tendría que haber venido a morir por una
Humanidad constituida por un único ser
humano: Adán, que sería obligado a clavar
a Jesús en una cruz.
15) En el capítulo 1, el hombre fue creado
después de los animales; en el capítulo 2,
antes.
16) Dios a veces habla con uno o más se-
res igualmente divinos y creadores: “Ha-
gamos al hombre a nuestra imagen, con-
forme a nuestra semejanza”. Judíos creen
que Dios se dirigió a los ángeles. Con todo,
además de tener que suponer que existían
antes de el Universo ser creado, los ángeles
no tienen poder creador. Cristianos, por su
parte, creen que Dios Padre estaba hablan-
do con Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Con
198
fi
miedo de quedarse con un nudo en la cabe-
za, adeptos del Cristianismo nunca se pre-
guntan cómo es posible a alguien hablar
con dos personas que son él mismo. Otros
ven en esos versículos indicios de la exis-
tencia de más de un dios.
17) “De todo árbol del huerto podrás co-
mer; mas del árbol de la ciencia del bien y
del mal no comerás; porque el día que de él
comieres, ciertamente morirás.” Es casi
imposible no sentir olor a fábula en la his-
toria de un árbol de nombre enigmático y
productor de frutas misteriosas que ni aun
tocadas debían ser. Además, en esa prohi-
bición hay crueldad, por cierto un elemento
común en leyendas. Si el caro lector tiene
hijos, imagínese poner delante de ellos di-
ferentes tipos de galletas y decir: “Mis hijos,
ustedes pueden comer todas las galletas,
pero ¿están viendo esta aquí? Esta aquí yo
os prohíbo de comer. Todas las otras uste-
des pueden comer, solo esta aquí que no.
¿Entendieron? Si se comen esta galleta
aquí, voy a tener que matarlos”, sin expli-
carles ni la razón de estarlos poniendo a
prueba ni por que tienen que ser punidos

199
de manera tan extrema por comer una sim-
ple galleta.
¿Que justificación podría haber para que
Dios haga a la Humanidad entera sufrir por
causa de una transgresión tan ingenua? Esa
ya enorme discrepancia se vuelve irracional
cuando recordamos que Dios, siendo om-
nisciente, sabía que Eva y Adán no pasarían
el test.
Jamás he prohibido a mi hijo hacer algu-
na cosa apenas para probar su obediencia,
tengo dificultad en imaginar que algún pa-
dre sienta necesidad de hacer eso con sus
hijos y me es imposible concebir que los
haga sufrir y mate, en caso de que no pasen
la prueba.
Además del castigo desproporcionado,
esa prueba de obediencia es injusta, ya que
al plantar el árbol “en medio del jardín” y
revelar que se llama “Árbol del Conoci-
miento del Bien y del Mal” Dios aguzó la
curiosidad de la primera pareja. En un
mundo sin maldad, Eva y Adán eran como
ingenuos niños en cuerpos de adultos que
ninguna idea hacían de lo que esos tales
bien y mal eran. Curiosidad, sin embargo,
es inherente a la naturaleza humana, sobre

200
todo cuando se es una página en blanco,
como los primeros humanos, que cierta-
mente andaban por el jardín deslumbrados
con todo lo que veían, inclusive con el cen-
telleante arco dental del tiranosaurio rex,
que en aquella época era mansito, mansito.
Que la primera pareja iba a fracasar era
más que previsible.
Hay contradicción en Dios concluir la
creación del Paraíso con un “muy bueno” y
al mismo tiempo prohibir a Eva y Adán
comer las frutas de un único árbol. La pri-
mera pareja no tenía como comprender el
porqué de esa prohibición, pues no les era
posible imaginar lo que podría haber de
malo con aquellas frutas, ya que comían to-
das las otras.
No solo la punición, sino también la pro-
pia prueba de obediencia es desproporcio-
nada. De un lado, un dios eterno, omnis-
ciente y omnipotente, creador de trillones
de galaxias; del otro, una recién creada pa-
reja de humanos.
Creacionistas se mofan de las evidencias
científicas de la Evolución, pero no tienen
problema alguno en, sin evidencias, aceptar
y enseñar que la Humanidad proviene de

201
incesto, que somos descendientes de muje-
res que tenían sexo con sus propios herma-
nos, por cierto algo considerado inmoral
por el dios bíblico y que a mando de él era
punido con la muerte. Para empeorar, reza
la tradición judía que Eva y Adán tuvieron
33 hijos y 23 hijas. Se supone, entonces,
que algunas fornicaban con más de un
hermano.
Si el caro lector y su compañera vivieran
en un lugar hermoso y maravilloso, libre de
maldad y enfermedades, y de la noche a la
mañana fueran expelidos de allá a un lugar
hostil, peligroso y enfermizo, ¿querrían us-
tedes tener hijos? Por no conocer maldad,
la primera pareja era ingenua, pero no bu-
rra. Si fueron hechos por las manos de na-
die menos que el propio Creador del Uni-
verso, Eva y Adán eran muy inteligentes.
Así, sabiendo que sus descendientes esta-
ban condenados a todo tipo de sufrimien-
tos, es de esperar que la primera pareja hu-
biera decidido no generar hijos. ¿Habría
Dios de obligarlos? No olvidemos que cris-
tianos creen que Dios ya había elaborado su
famoso Plan de Salvación antes mismo de
la fatal mordida en la fruta prohibida. Eva y

202
Adán solo necesitaban esperar que él fuera
ejecutado.
Imaginar esa posibilidad revela la infan-
tilidad del Plan de Salvación. Si Eva y Adán
se abstuvieran de tener hijos, ¿tendría Je-
sús aun así que venir a la Tierra para ser
torturado y muerto, a fin de salvar a la pa-
reja? Si sí, Eva tendría que ser la madre de
Jesús y él que ser martirizado y clavado en
la cruz por su propio padrastro.
La síntesis del relato bíblico de la crea-
ción no es solo que el mundo fue creado por
Dios, sino también creado perfecto. Sin
embargo, esa concepción sufre de falta de
lógica. Donde hay perfección, no hay peca-
do; donde no hay pecado, no hay maldad de
especie alguna. Si Dios creó el mundo per-
fecto, Eva y Adán eran perfectos. Por consi-
guiente, no poseían ni la menor predisposi-
ción para pensar maldades. Entonces,
cuando ordenó a Adán (Eva aún no había
sido creada, según el capítulo 2) que no
comiera del fruto prohibido, no había nece-
sidad de que Dios le amenazara de muerte,
pues en la total ausencia de inclinación
para actuar de modo malvado, no tenía
como sentir deseo de desobedecer a Dios.

203
La amenaza “ciertamente morirás”, que a
través de la imposición de miedo tenía
como objetivo reprimir en Adán una even-
tual voluntad de desobedecer, no tenía para
él sentido alguno, ya que miedo, un senti-
miento que es fruto de la imperfección, es
algo que su naturaleza perfecta no podía
sentir.
El libre albedrío, argumento utilizado por
creyentes para intentar explicar la razón
por que Dios permite el mal, es muy deba-
tido tanto en el medio filosófico como cien-
tífico. Diversos neurocientistas afirman que
el libre albedrío es una ilusión. Experimen-
tos muestran que es posible predecir las
decisiones de alguien varios segundos antes
de que las tome. Desde el punto de vista
teológico, el libre albedrío coloca al creyen-
te ante enormes obstáculos que lo obligan a
gastar mucha energía en acrobacias argu-
mentativas no convincentes, pues si Dios es
omnisciente y conoce el futuro, ¿cómo pue-
de el ser humano ser libre para escoger?
Solo podemos escoger lo que existe para
ser escogido. Si el mal no existiera, nadie
podría escoger practicarlo. Además, la mu-
jer de manera alguna deliberó desobedecer

204
a Dios. Como dije, por ser inmaculados,
Eva y Adán poseían la índole de niños que
en nada ven maldad. En vista de ello, cuan-
do la serpiente le dijo a Eva: “No moriréis”,
en su incapacidad para discernir malicia
ella reaccionó en conformidad con su índo-
le infantil, creyendo en las palabras del ofi-
dio. No hubo, por tanto, por parte de Eva
intención alguna de contrariar a Dios. Por
cierto, la propia Biblia admite que Eva fue
engañada. Ahora bien, ser engañado nunca
es una acción deliberada, mucho menos
malvada, sino siempre resultado de inge-
nuidad y credulidad. Cuando alguien cree
en una mentira, ¿sería racional afirmar que
él sabía que se trataba de un engaño, inten-
cionalmente se dejó engañar y cometió una
transgresión merecedora de la pena de
muerte? ¿Cómo, entonces, podría la
inocente, ingenua y crédula Eva ser hecha
responsable de la entrada del pecado en el
mundo y de todo el sufrimiento que en él
hay simplemente por creer en las palabras
de la serpiente parlanchina?
Cristianos nunca se preguntan si lo que
la serpiente dijo a Eva era mentira. Esto es
lo que la serpiente dijo: “No moriréis; sino

205
que sabe Dios que el día que comáis de él,
serán abiertos vuestros ojos, y seréis como
Dios, sabiendo el bien y el mal”. Y esto es lo
que sucedió: “Entonces fueron abiertos los
ojos de ambos […]. Y dijo Jehová Dios: He
aquí el hombre es como uno de nosotros,
sabiendo el bien y el mal”. Como se ve, lo
que la serpiente dijo y aquello en que Eva
creyó era verdad. Luego, ni Eva, ni Adán, ni
la serpiente merecieron ser castigados,
pues no cometieron maldades. En efecto,
quien mintió fue Dios: “El día que de él
comieres, ciertamente morirás”. Es increí-
ble que cristianos pasen la vida leyendo y
escuchando esa historia y nunca se den
cuenta de esos detalles. ¿Cómo no habría
eso de ser una prueba del condicionamien-
to de la mente por la religión?
Al contrario de judíos, cristianos creen
que la serpiente parlanchina era un ángel
expulsado del Cielo, a quien llaman Sata-
nás, que atiende también por los nombres:

Abadón, Acusador, Adversario, Ángel de


la Muerte, Ángel del Pozo Sin Fondo,
Apolión, Asmodeo, Belcebú, Belial, Bestia,
Calumniador, Demonio, Diablo, Dios de
Este Siglo, Gran Dragón, Jefe del Quinto
206
Cielo, Legión, León, Malo, Rugiente, Levi-
atán, Lucifer, Maligno, Malvado, Men-
tiroso, Padre de la Mentira, Poder de la
Oscuridad, Príncipe de Este Mundo,
Príncipe del Poder del Aire, Samael, Ser-
piente de Antaño y Tentador.

Piense, caro lector, en una fruta que no


existe. ¿Lo consiguió? Su imaginación tuvo
que esforzarse para inventar una. Sin em-
bargo, a pesar de inventada, esa fruta des-
conocida se compone de elementos conoci-
dos. La forma, color, olor, consistencia y
sabor que su mente dio a esa fruta existen.
Como Adán, Lucifer fue creado en un sis-
tema perfecto, en que sentimientos negati-
vos, frutos de imperfección, como altivez,
arrogancia, jactancia, orgullo, presunción,
vanidad y soberbia, no existían. Donde hay
perfección, imperfección no tiene como
surgir. Así como no podemos imaginar
elementos desconocidos, no podemos tener
sentimientos desconocidos. ¿Cómo, enton-
ces, pudo Lucifer sentir lo que no existía
para ser sentido?
18) “He aquí que os he dado toda planta
que da semilla, que está sobre toda la tierra,
y todo árbol en que hay fruto y que da semi-
207
lla; os serán para comer.” En un mundo sin
pecado, o perfecto, nada moría. Siendo así,
¿por qué la mujer y el hombre necesitaban
alimentarse? ¿Y qué sucedería si nada co-
mieran? La misma cosa con el aire. Si la
muerte no existía y Eva y Adán fueron
creados para vivir eternamente, ¿por qué,
entonces, necesitaban respirar? Después de
todo, los ángeles no respiran o comen. Por
lo menos fue eso lo que uno de ellos me
contó.
En el Paraíso, ninguna planta o fruta po-
día causar la muerte. Así que Eva y Adán
dieron la legendaria mordida en el fruto
prohibido, Dios introdujo en vegetales las
sustancias tóxicas que los transformaron en
plantas y frutas venenosas. Como no pro-
porcionó la lista de ellas, mucha gente tuvo
que pasar mal y morir para que tuviéramos
conocimiento de sus venenos. En su ira,
Dios punió a los seres vivos con la elimina-
ción de la inmortalidad y al hombre con
vida ardua. No había, pues, necesidad al-
guna de ese extra, que Dios inyectara ve-
neno en la vegetación. Al hacer eso, demos-
tró su carácter sádico. De acuerdo con el
National Capital Poison Center, solo en la

208
región metropolitana de Washington, Esta-
dos Unidos, cerca de 600 niños menores de
seis años son todos los años tratados por
causa de envenenamiento por plantas y ca-
llampas.
19) “Tu deseo será para tu marido, y él se
enseñoreará de ti.” Es más que evidente
que la intención del autor de ese relato es
crear una legitimación, es decir, desculpa
para la dominación masculina de las muje-
res, estableciéndola como la voluntad no de
los hombres, sino de Dios, a que ellos están
obligados a obedecer. Claramente, esa astu-
ta maldición tiene por objetivo sacar todo
sentimiento de culpa de los maridos que
tratan a sus esposas como inferiores e im-
pedir que las mujeres siquiera piensen en
rebelarse. En verdad, aunque la mujer no
hubiera sido condenada a ser inferior al
hombre, esa jerarquía ya había sido esta-
blecida por Dios al crear primero a Adán, y
Eva solo más tarde. Además, Dios hizo la
mujer a partir de un pedazo del hombre y
para acabar con la soledad de él y a él servir
de ayudante.

209
Fin de Mi Análisis de los Capítulos
1 a 3 del Libro de Génesis

Seis mil años después de la expulsión de


Eva y Adán del Paraíso, en pleno siglo XXI
todavía es grande la aceptación de esa je-
rarquía como algo instituido por Dios, ra-
zón por que en la Iglesia Católica y en gran
parte de las innúmeras ramificaciones del
Evangelicalismo las mujeres no pueden ser
ordenadas y ejercer el ministerio pastoral.
Sin embargo, y por increíble que parezca,
las propias mujeres cristianas parecen no
tener problema alguno con la maldición di-
vina que las condenó a ser dominadas por
los hombres. Muy por el contrario: obede-
cen de buen grado, pues se alegran en hacer
lo que piensan ser la voluntad de Dios.
En los Diez Mandamientos, el texto bíbli-
co que habría sido redactado por el propio
ser infinito y perfecto que creó trillones de
galaxias y el sexo femenino a su propia
imagen y semejanza, la mujer es una pose-
sión del hombre tanto como sus bueyes,
asnos y esclavos, pero aun así no la más

210
importante, que, como se lee en Éxodo
20:17, es su casa.
Por la ley bíblica, si un hombre no quiere
correr el riesgo de pasar por el vejamen de
recibir un “¡No!” del padre de una mucha-
cha, puede violarla. Tras ser violada, la mu-
chacha estará obligada a casarse con su vio-
lador. Todo lo que el hombre ahora tiene
que hacer es pagar al padre de su víctima
“el precio establecido para las vírgenes”
(Éxodo 22:16).
Algunos cristianos intentan negar, pero
es indiscutible que el dios bíblico considera
a la mujer menos valiosa que el hombre:

El Señor le ordenó a Moisés que les dijera


a los israelitas: “Cuando una mujer conci-
ba y dé a luz un niño, quedará impura du-
rante siete días […]. La madre deberá
permanecer treinta y tres días más pu-
ri cándose de su ujo de sangre […]. Si
da a luz una niña, la madre quedará impu-
ra durante dos semanas […], y per-
manecerá sesenta y seis días más pu-
ri cándose de su ujo de sangre”. (Levíti-
co 12:1-5)

211
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Dar a luz a un niño hace a la mujer impu-
ra, lo que la obliga a purificarse ritualmen-
te. Sin embargo, dar a luz una niña trae in-
mundicia doblada sobre la mujer, de ella
exigiendo el doble de purificación. Niddah
31b, en el Talmud Babilónico, relata que los
discípulos del sabio Simeón bar Yochai,
uno de los rabinos más ilustres de la histo-
ria del Judaísmo, le cuestionaron sobre la
razón por que el período de impureza de la
mujer es dos veces más largo por dar a luz
niñas. El maestro respondió que durante
los dolores del parto la mujer jura nunca
más tener relaciones sexuales con su mari-
do, pero como todos se regocijan por el na-
cimiento de un niño, una semana después
ya está arrepentida de lo que dijo. Por otro
lado, como lo que el nacimiento de una
niña causa es indignación, la madre tarda el
doble del tiempo para arrepentirse del ju-
ramento.
Aun siendo retratadas de manera despec-
tiva en la Biblia y el Corán, mujeres son
más religiosas que hombres. Según encues-
ta de 2014 del Pew Research Center, de
Washington, hay más mujeres que hombres
en todas las denominaciones cristianas es-

212
tadounidenses, inclusive en la Iglesia Cató-
lica, en que mujeres están prohibidas de ser
ordenadas para el sacerdocio, y en el Mor-
monismo, no obstante su conocido pasado
polígamo. En especial, llama la atención el
hecho de que haya el 15% más mujeres que
hombres entre los patriarcales Testigos de
Jehová. En un discurso en Oakland, Esta-
dos Unidos, en 1971, Samuel Herd, miem-
bro del Cuerpo Gobernante de los Testigos
de Jehová, dejó bien claro lo que el dios bí-
blico espera de las mujeres:

Cientí cos dicen que la capacidad craneal


de la mujer es el 10% menor que la del
hombre. Eso muestra que simplemente no
está equipada para el papel de liderazgo.
El papel de ella es el de sujeción al hom-
bre. El papel de ella es el de sumisión, y
eso signi ca que debe reconocer que es
una mujer y ser feliz por ser una mujer
[…]. A veces la oímos decir: “Ah, si yo
fuera un hombre, haría eso y aquello”, de-
seando ser algo que no fue programada
para ser. ¿Ustedes saben en qué eso
raya? Eso raya en la homosexualidad.

213
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Siempre que se toca ese asunto, creyen-
tes desconcertados intentan razonar, bal-
buceando frases del tipo “No es bien así”.
La verdad es que la Biblia no menciona la
sujeción de la mujer como un mero reflejo
de las costumbres de la época, limitadas a
la cultura judía, sino que la presenta como
expresa voluntad divina establecida en la
creación y consolidada en el Nuevo Testa-
mento por los apóstoles, por tanto válida
para todas las generaciones de cristianos:

Esposas, sométanse a sus esposos […].


Que la belleza de ustedes no sea la ex-
terna, que consiste en adornos tales como
peinados ostentosos, joyas de oro y vesti-
dos lujosos. Que su belleza sea más bien
la incorruptible, la que procede de lo ínti-
mo del corazón y consiste en un espíritu
suave y apacible […]. Así se adornaban
en tiempos antiguos las santas mujeres
que esperaban en Dios, cada una sumisa
a su esposo. Tal es el caso de Sara, que
obedecía a Abraham y lo llamaba su
señor. (1 Pedro 3:1-6)

Bajo inspiración divina, el apóstol Pablo


explica lo que significa para la mujer haber
214
sido creada a partir de una costilla del
hombre:

Quiero que entiendan que Cristo es


cabeza de todo hombre, mientras que el
hombre es cabeza de la mujer […]. El
hombre no debe cubrirse la cabeza, ya
que él es imagen y gloria de Dios, mien-
tras que la mujer es gloria del hombre. De
hecho, el hombre no procede de la mujer,
sino la mujer del hombre; ni tampoco fue
creado el hombre a causa de la mujer,
sino la mujer a causa del hombre. (1 Cor-
intios 11:3,7-9)

En un acto de extrema benevolencia, Pa-


blo concede que la mujer aprenda, siempre
que calle la boca. Dice que la mujer debe
ser sujeta al hombre no solo por haber sido
creada después de él y para él, sino también
como castigo por haberse dejado engañar
por la cobra parlanchina, razón por que la
mujer es una perdida. No queriendo sonar
demasiadamente severo, el apóstol la con-
suela, afirmando haber una salida. La mu-
jer puede alcanzar misericordia a través de
la parición de niños, pero solo si no deja de
ser sumisa:
215
La mujer debe aprender con serenidad,
con toda sumisión. No permito que la mu-
jer enseñe al hombre y ejerza autoridad
sobre él; debe mantenerse ecuánime.
Porque primero fue formado Adán, y Eva
después. Además, no fue Adán el en-
gañado, sino la mujer; y ella, una vez en-
gañada, incurrió en pecado. Pero la mujer
se salvará siendo madre y permaneciendo
con sensatez. (1 Timoteo 2:11-15)

Cómo las mujeres que no pueden, o no


quieren, tener hijos se salvarán solo Dios
sabe.
A la luz de como las mujeres son vistas
por el apóstol Pablo, no causa espanto que
Martín Lutero sobre ellas así discurriese:

Mala hierba crece rápido, por eso niñas


crecen más rápido que niños. Hombres
tienen pecho ancho y cuadril estrecho, por
eso tienen también más inteligencia que
las mujeres, que tienen pecho estrecho y
cuadril y trasero anchos para quedarse en
casa sentadas quietas, hacer las tareas
domésticas, parir niños y criarlos.

216
Si el dios bíblico no considera a la mujer
inferior al hombre y la misoginia de la Bi-
blia valía apenas para los tiempos de sus
autores, como a algunos cristianos les gusta
predicar, ¿por qué diablos habría John
Knox, la mayor estrella de la Reforma bri-
tánica y fundador del Presbiterianismo, es-
crito un libro titulado El Primer Toque de
Trompeta Contra el Monstruoso Gobierno
de Mujeres? En él, el reformador dice cosas
del tipo: “Dios, por el orden de su creación,
privó a la mujer de autoridad y dominio” y
“Su visión de gobierno civil no es más que
ceguera; su fuerza, debilidad; sus consejos,
tontería; su juicio, frenesí”.
Basándose sobre todo en las palabras de
Pablo, la abrumadora mayoría de las de-
nominaciones evangélicas condena la ho-
mosexualidad. ¿Por qué, entonces, en mu-
chas de esas iglesias a las mujeres les es
permitido ejercer cargos de liderazgo, pre-
dicar o hasta ser pastoras, si con ello
desobedecen al mismo apóstol que repro-
cha a los homosexuales? Si Pablo fue inspi-
rado por Dios para censurar la homosexua-
lidad, ¿no lo fue también cuando escribió
esto?

217
Guarden las mujeres silencio en la iglesia,
pues no les está permitido hablar. Que es-
tén sumisas, como lo establece la ley. Si
quieren saber algo, que se lo pregunten
en casa a sus esposos; porque no está
bien visto que una mujer hable en la igle-
sia. (1 Corintios 14:34-35)

La mayor figura del Cristianismo conde-


na la homosexualidad y la mujer que habla
en la iglesia, pero solo la condenación de
los homosexuales debe ser tomada al pie de
la letra, ¿la de las mujeres no?
Preguntemos a un cristiano lo que piensa
del Islam y muy probablemente menciona-
rá la sumisión de la mujer, aunque la Biblia
también en ese aspecto en nada difiera del
Corán. Interpelemos a un musulmán sobre
lo que piensa de ello y lo negará diciendo:
“No es bien así”, exactamente como los
cristianos hacen con la Biblia. A propósito,
Mahoma tuvo una visión del Infierno y
notó que en él hay más mujeres que hom-
bres. Preguntado sobre el motivo de ello, el
profeta respondió: “Porque son ingratas a
sus maridos”.
Me sobrepasa la razón por que un libro
que propaga una imagen tan negativa de las
218
mujeres, como la Biblia, debería ser consi-
derado autoridad científica y enseñado en
salas de aulas. En cientos de escuelas esta-
dounidenses, a miles de niños y jóvenes les
están enseñando, por ejemplo, que un
hombre de 600 años construyó un buque
de troncos de árboles en el cual ejemplares
de todas las especies de animales, inclu-
yendo los dinosaurios, pasaron un año,
mientras que allá fuera Dios mataba a
hombres, mujeres, gestantes, niños, bebés,
ancianos y enfermos y destruía el mundo a
través de un diluvio.
“¿Pero qué mal hay en enseñar eso en las
escuelas?”, preguntan los fundamentalistas.
De las varias razones, doy tres:

• Es ridículo usar como fuente de informa-


ciones cientí cas un libro que a rma que
las serpientes hablan y un toque de ma-
gia transformó la costilla de un hombre
en una mujer.
• La Biblia es una compilación de tradi-
ciones orales de la Edad del Bronce
redactadas en la Edad del Hierro, 3.500
años después de la supuesta creación
del mundo y 1.800 años después del
supuesto diluvio. Mi sentido común me
219
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dice que es extraño hacer uso de una
colección de textos milenarios para en-
señar Ciencia.
• ¿No es la Biblia, también llamada la
Palabra de Dios, un libro religioso y el
fundamento de los dogmas del Cristian-
ismo? En un Estado laico, favorecer una
religión es inconstitucional. Si la Biblia
debe ser admitida en las aulas, el mismo
privilegio tiene que ser concedido a li-
bros y tradiciones de otras religiones.
Por cierto, en el caso de países como
Brasil y Estados Unidos, ¿no deberían
las creencias de los pueblos indígenas
tener prioridad sobre una importada de
Oriente Medio?

Por fuerza del crecimiento del Evangeli-


calismo en sus más variadas formas, en
Brasil cada vez más cristianos fundamenta-
listas adentran en la política objetivando la
creación y aprobación de leyes basadas en
sus convicciones religiosas. Una vez u otra,
un diputado evangélico presenta un proyec-
to de ley que pretende obligar la enseñanza
del Creacionismo en las escuelas. Al mismo
tiempo, la mayoría de los cristianos abomi-
na el fundamentalismo religioso en países
220
como Afganistán e Irán. ¿Pues no sería el
fanatismo de las naciones musulmanas re-
sultado justamente de en ellas no haber
verdadera separación entre Iglesia y Esta-
do?
Recordemos que el Islam es una religión
semita, por tanto pariente del Judaísmo.
Muchos personajes bíblicos aparecen tam-
bién en el Corán y nadie puede ser musul-
mán si no creer que Jesús fue un profeta.
Por consiguiente, el Islam es pariente tam-
bién del Cristianismo. ¿Pues no quedan los
cristianos horrorizados con noticias, por
ejemplo, de apedreamiento en países islá-
micos?

Si tu propio hermano, o tu hijo, o tu hija, o


tu esposa amada, o tu amigo íntimo, trata
de engañarte y en secreto te insinúa:
“Vayamos a rendir culto a otros dioses”,
dioses que ni tú ni tus padres conocieron,
dioses de pueblos cercanos o lejanos que
abarcan toda la tierra, no te dejes engañar
ni le hagas caso. Tampoco le tengas lás-
tima. No te compadezcas de él ni lo en-
cubras, ni dudes en matarlo. Al contrario,
sé tú el primero en alzar la mano para
matarlo, y que haga lo mismo todo el
221
pueblo. Apedréalo hasta que muera,
porque trató de apartarte del Señor tu
Dios.

Pregunta del día, valiendo un premio su-


perespecial. ¿De dónde los estimados oyen-
tes creen que saqué ese texto: de la Biblia o
del Corán? ¡Rápido! Ustedes tienen solo un
minuto para responder! El primero en lla-
mar al 234-4333 y que sepa la respuesta
ganará una entrada para el Ark Encounter,
el parque temático cristiano con la más
grande réplica de la Arca de Noé. Solo el
pasaje de avión a Kentucky es que correrá a
cargo del ganador. Ah, ya tenemos un oyen-
te en la línea. Y entonces, de dónde saqué
ese texto: ¿de la Biblia o del Corán? ¿Qué?
La conexión es mala. Repita, por favor.
¿Corán? ¿Usted dijo Corán? Esa es la res-
puesta… ¡eeeeer… [música de suspense] ra-
daaaaa! Qué pecado, qué pecado… La res-
puesta cierta es Biblia. ¡Biiiiiblia! No ganó
la entrada para ver el barcón, pero no esté
triste, porque mañana hay otro… [música]
¡Biblia o Corán-án-án-án-án!
Así es. Los versículos anteriores fueron
sacados de la Biblia Sagrada, el Libro de los
Libros, las Sagradas Escrituras, más preci-
222
samente de Deuteronomio 13:6-10, y son,
por tanto, parte indivisible de la Palabra de
Dios, libro por él inspirado, que revela su
voluntad, en el cual se encuentra el relato
de la creación, por muchos tomados al pie
de la letra y que algunos creen que debe ser
enseñado en las escuelas.
Crea quien quiera, a pesar de todavía hoy
ser una forma legal de punición en algunas
naciones islámicas, el apedreamiento de
manera alguna es enseñado por el Corán, el
Libro Sagrado, la Palabra de Alá, la Biblia
de los musulmanes. Lapidación es tan solo
parte de la Sharia, el código musulmán de
conducta basado principalmente en tradi-
ciones islámicas. De acuerdo con la encues-
ta The World’s Muslims: Religion, Politics
and Society, publicada en 2013 por el Pew
Research Center, solo la mitad de todos los
musulmanes cree que la Sharia fue inspi-
rada por Alá. El número de mahometanos
favorables a que ella sea la ley oficial del
país varía enormemente de nación a na-
ción: el 99% en Afganistán contra apenas el
8% en Azerbaiyán. Resumiendo, cuanto
más fundamentalismo, mayor es la volun-

223
tad de que la Sharia sea empleada con ri-
gor.
Ya el dios bíblico explícitamente ordena
el castigo por apedreamiento. En Deutero-
nomio 22:13-21 se lee que la punición para
un hombre que difame a su esposa, falsa-
mente acusándola de no haberse casado
virgen, son algunos latigazos y pagar cien
monedas de plata al suegro. Sin embargo,
la carga de la prueba recae sobre la acusa-
da. Si no tiene como probar que el marido
miente, la mujer debe ser llevada “a la
puerta de la casa de su padre, y allí los
hombres de la ciudad la apedrearán hasta
matarla”.
¿Y qué tal la solución dada por Dios para
el problema de la desobediencia de los hi-
jos?

Si un hombre tiene un hijo obstinado y re-


belde, que no escucha a su padre ni a su
madre, ni los obedece cuando lo disci-
plinan, su padre y su madre lo llevarán a
la puerta de la ciudad y lo presentarán
ante los ancianos. Y dirán los padres a los
ancianos: “Este hijo nuestro es obstinado
y rebelde, libertino y borracho. No nos
obedece”. Entonces todos los hombres de
224
la ciudad lo apedrearán hasta matarlo.
(Deuteronomio 21:18-21)

Pasajes como esos demuestran que la Bi-


blia nada tiene de divino. No solo Judaísmo
y Cristianismo, sino cualquier religión es
reflejo de la mentalidad de la época en que
fue inventada. Suponiendo que Dios existe,
simplemente no consigo imaginarlo con la
naturaleza despótica de un tirano que cree
ser natural mandar apedrear a personas, ni
que hablar de a mujeres por no sangrar en
la noche de bodas y a hijos por ser rebeldes.
Quien no tiene miedo de razonar reconoce
que los dioses de los libros sagrados de las
religiones fueron creados por el ser hu-
mano a su imagen y semejanza.
El cristiano fundamentalista que se enor-
gullece de seguir la Biblia al pie de la letra,
pero no obedece a cada uno de los 613
mandamientos del Pentateuco y los 1.050
del Nuevo Testamento, se engaña a sí mis-
mo y vive en incoherencia. Literalistas bí-
blicos usan pasajes como Levítico 20:13 —
“Si alguien se acuesta con otro hombre
como quien se acuesta con una mujer” —
para condenar la homosexualidad, pero de
ellas ignoran la orden de Dios para matar a
225
homosexuales. La segunda mitad de ese
versículo dice: “Ambos han cometido un
acto detestable. Ambos serán ejecutados,
pues son culpables de un delito de muerte”
(Nueva Traducción Viviente) o “Se conde-
nará a muerte a los dos y serán responsa-
bles de su propia muerte, pues cometieron
un acto infame” (Dios Habla Hoy). Ya la
traducción más respetada de la lengua in-
glesa, la King James, trae: “They shall su-
rely be put to death”. Con todo, el caro lec-
tor ¿ya ha visto pastores que predican con-
tra la homosexualidad exhortar a los fieles
de sus iglesias a obedecer a esa ordenanza
divina y asesinar a homosexuales?
De ello resulta que pastores y fieles que,
por ser abominada por el dios de la Biblia,
combaten la homosexualidad son hipócri-
tas, pues tienen la primera parte del ver-
sículo como vigente, pero la segunda — “Se-
rán ejecutados” — como caducada. Ahora
bien, el cristiano que no ve problema en ig-
norar la segunda mitad del versículo no de-
bería ver problema en ignorar también la
primera.
John Joe Thomas, de 28 años, morador
de Pensilvania, Estados Unidos, llevó la Bi-

226
blia al pie de la letra cuando, en 2011, ase-
sinó a Murray Seidman, de 70 años, con
una media llena de piedras, alegando que le
venía haciendo avances sexuales. Thomas
dijo a la policía que la Biblia ordena el ape-
dreamiento de homosexuales y que, tras
orar pidiendo orientación divina sobre
cómo proceder, Dios le mandó matar a
Seidman con piedras.
Otros que siguieron la Biblia al pie de la
letra fueron los hermanos Benjamin y Ja-
mes Williams, cristianos fundamentalistas
de Palo Cedro, California. En 1999, incen-
diaron una clínica de aborto y tres sinago-
gas y asesinaron a una pareja de homose-
xuales. En entrevista al diario The Sacra-
mento Bee, Benjamin declaró:

No soy culpable de asesinato, soy culpa-


ble de obedecer las leyes del Creador.
Usted obedece a un gobierno de hombres
hasta con él entrar en con icto. Entonces
usted obedece a una ley superior. Hace
parte de la fe. Tantas personas a rman
ser cristianas y se quejan de todas esas
cosas que su religión dice ser pecado,
pero no están dispuestas a hacer cosa al-
guna al respecto. No tienen coraje.
227
fl
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Como se ve, los hermanos Williams tu-
vieron coraje. Interrogado sobre la pena de
muerte, la más probable en su caso, Ben-
jamin afirmó no estar preocupado, ya que
morir como “mártir cristiano” inspiraría a
otros a atacar judíos, homosexuales y otras
personas.
A propósito, luego de la masacre de 49
personas en una discoteca de homosexua-
les, en Orlando, en 2016, dos pastores de
dos diferentes iglesias evangélicas estadou-
nidenses se apresuraron a alabar al tirador
musulmán por hacer la voluntad de Dios y
lo que, según ellos, debería ser obligación
del Estado. Cuando les conviene, cristianos
tienen musulmanes como amigos, lo que,
en ese caso, es extraño, pues, al contrario
de la Biblia, ningún versículo del Corán or-
dena el asesinato de homosexuales.
Es fácil probar que la Biblia enseña locu-
ras. Preguntemos a cristianos qué piensan
sobre matar mujeres por no sangrar en la
noche de bodas, hijos por rebeldía y perso-
nas por causa de su orientación sexual y la
mayoría responderá que es locura.
¿Qué tiende a suceder cuando el funda-
mentalismo religioso es endosado a nivel

228
constitucional? Las libertades de conciencia
y religión acaban. Es lo que ocurre en varias
repúblicas islámicas. En 1992, Farag Foda,
escritor y profesor egipcio, crítico del fun-
damentalismo en su país, fue asesinado en
la puerta de su casa por miembros de un
grupo islamita decepcionado por la demora
de las autoridades en arrestarlo. Acusación:
blasfemia. Tras cumplir pena de 20 años de
prisión, uno de los asesinos declaró en en-
trevista: “La punición para un apóstata es
la muerte, aunque se arrepienta. […] Cual-
quier ciudadano tiene el derecho de ejecu-
tar la punición de Alá”.
Imaginemos que el número de políticos
evangélicos continúe aumentando y ellos
pasen a constituir la mayoría en el Congre-
so Nacional. Imaginemos también que, un
buen día, llenos del celo y ardor religiosos
de personajes bíblicos como el rey Josías,
que mandó asesinar a líderes de otras reli-
giones (episodios a los que la Biblioteca En
Línea Watchtower, de los Testigos de
Jehová, da el título de De Padres a Hijos:
Josías Decidió Hacer lo Que Estaba Bien),
esos políticos se sientan llamados por Dios
a limpiar el país de todo lo que no es cris-

229
tiano y, a ejemplo de lo que las repúblicas
musulmanas hacen con la Sharia, instituir
la Biblia como código de conducta para
“enseñar, reprender y corregir” (2 Timoteo
3:16). El día en que la mayoría política cris-
tiana fundamentalista, seguidora de una re-
ligión semita pariente del Islam, decida le-
gislar en plena conformidad con los man-
damientos expresados en la Palabra de
Dios, habrá nacido la República Teocrática
Cristiana de Brasil.
¿Exagero? Brasil nunca fue un país ver-
daderamente laico, pero la infiltración e in-
fluencia del Evangelicalismo en la política
tomaron proporciones alarmantes. Por ce-
rrar de manera abrupta una sesión del ple-
nario, en mayo de 2016, el parlamentario
Waldir Maranhão, entonces presidente de
la Cámara Baja, fue rodeado por colegas
que exigían la reapertura de los debates.
“Denme dos a tres minutos solo conmigo
mismo, para que yo pueda conversar con
Dios”, dijo Maranhão. “¿Tres minutos con
Dios?”, interpeló un diputado sorprendido.
“Dos minutos con Dios, mi ser supremo”,
pidió el presidente.

230
Quien ya estuvo en una iglesia sabe que
nadie es expulsado por no arrodillarse o no
ponerse de pie. Si el caro lector es de la
opinión que Brasil no corre peligro de con-
vertirse en una república cristiana en los
moldes de las musulmanas, es porque to-
davía no ha oído hablar del caso de Regis
Bencsik Montero, quien, en 2012, fue ex-
pulsado del plenario de la Cámara Munici-
pal de Piracicaba por la policía por negarse
a levantarse para la lectura de la Biblia, ex-
pulsión considerada inconstitucional por la
Orden de los Abogados de Brasil.
Si Brasil todavía no es una teocracia, ya
tuvo un municipio teocrático. En 2015, la
Cámara Municipal de Novo Gama, ciudad a
41 km de Brasilia, aprobó una ley que
transformó en crimen todo posicionamien-
to crítico al Cristianismo. Adeptos de reli-
giones afrobrasileñas fueron hostigados por
cristianos. Al diario Correio Braziliense,
una comerciante de artículos de Umbanda
declaró haber sido objeto de amenazas. “De
la manera que está, dentro de unos días
puedo ser obligada a cerrar mi tienda”, dijo.
Presionado, ya que es inconstitucional, un

231
año y medio después el alcalde revocó esa
ley.
Tornar el Cristianismo incriticable es
admitir que enseña disparates tan grandes
que llega a ser necesario protegerlo por ley.
Mientras mucha gente insiste en ignorar
que Brasil está poco a poco siendo trans-
formado en una teocracia, la realidad es
que políticos evangélicos ya no mantienen
en secreto que ese es su objetivo, como
prueban las palabras del entonces ministro
Marcelo Crivella, obispo de la Iglesia Uni-
versal del Reino de Dios y sobrino de su
multimillonario fundador Edir Macedo,
proferidas en 2011: “No sé si será en nues-
tra generación, cuándo será, pero los evan-
gélicos todavía van a elegir a un presidente
de la República que va a trabajar por noso-
tros y por nuestras iglesias”. En 2016, Cri-
vella fue elegido alcalde de Río de Janeiro
con el 59% de los votos, a pesar de haber
comandado rituales de exorcismo, escrito
estupideces como “los remedios y médicos
tratan de los efectos, pero la causa de todos
los males, que es espiritual, solamente pue-
de ser tratada con el poder de Jesús” y pre-
dicado imbecilidades como “las mujeres

232
debían obedecer más a los hombres, a fin
de cuentas son un pedazo de los hombres”.
En su libro Plan de Poder, el dueño de la
Iglesia Universal no hace rodeos: “El mo-
mento es oportuno al proyecto divino de
nación”.
Se engaña redondamente quien cree que
solo políticos evangélicos amenazan a la
laicidad del Estado. En mitin presidencial
en la ciudad de Campina Grande, en 2017,
el católico Jair Bolsonaro vociferó: “Dios
por encima de todo. No existe esa historita
de Estado laico. El Estado es cristiano, y la
minoría que está en contra que se mude.
Las minorías tienen que doblegarse ante las
mayorías”. Fue precisamente el discurso ta-
libán de Bolsonaro que lo catapultó de ser
uno de los diputados más mediocres, con
solo dos insignificantes proyectos aproba-
dos en 26 años, a ser visto por evangélicos y
católicos fanáticos como enviado de Dios
para salvar a Brasil. Encantados, en 2018
más del 70% de los evangélicos escogieron
al candidato machista, homófobo, proar-
mas, prodictadura y protortura, eligiéndolo
presidente.
Cuanto más religioso, más manipulable.

233
Es importante que el creyente se con-
ciencie del hecho de que el literalismo bí-
blico no era practicado en el Cristianismo
primitivo de los así llamados Padres de la
Iglesia con tanto dogmatismo como lo es
actualmente por el Evangelicalismo que los
estadounidenses exportaron al Tercer
Mundo. En verdad, el literalismo fue intro-
ducido en el siglo XVI por Martín Lutero, el
Padre de la Reforma Protestante, el mismo
que en todo veía al Diablo y predicaba el ex-
terminio de brujas, el apaleo de campesinos
hasta la muerte, el asesinato de anabaptis-
tas y la quema de sinagogas.
En su artículo Sobre la Herejía del Lite-
ralismo, así se expresa el Dr. Kevin Lewis,
profesor del Departamento de Estudios Re-
ligiosos de la Universidad de Carolina del
Sur, Estados Unidos, sobre tomar la Biblia
al pie de la letra:

El literalismo enseñó a la “letra” a expul-


sar el “espíritu” de los escritos bíblicos,
efectivamente abusando del texto, a n de
promover una agenda teológica corrupta.
El resultado es una constricción rígida de
la Palabra inspiradora. […] Hay maneras
mejores, más legítimas, menos blasfema-
234
fi
torias que el literalismo para con rmar
que la Biblia es la Palabra de Dios. La
Palabra tiene que ser con rmada sin la
herejía de la divinización de cada palabra
de la Escritura, como si una perfecta ex-
presión de la mente de Dios hubiera caído
del cielo. El anhelo por certeza en una era
escéptica es más peligroso para nuestra
fe de lo que podemos suponer. Desvía de
la “fe” a una “creencia” calculada, insatis-
fecha con las promesas de Dios e incans-
able en probar, veri car y garantizar las
promesas con precisión cientí ca.

Quien cree que la Biblia debe ser inter-


pretada literalmente tiene, tras reflexionar
sobre todo lo que escribí, cuatro opciones:

• Continuar viviendo en la ilusión de que


sigue la Biblia al pie de la letra.
• Pasar a seguir la Biblia realmente al pie
de la letra, en su totalidad, obedeciendo
a todas las órdenes divinas exactamente
como están expresadas.
• Admitir que seguir la Biblia al pie de la
letra no solo es imposible, sino también
locura y que literalismo es el fundamento
del extremismo religioso.

235
fi
fi
fi
fi
• Reconocer que la Biblia enseña in-
sanidades y que, por ello, nada tiene de
divino.

236
4

Diversidad

“Una mitad llena, una mitad vacía.


Una mitad tristeza, una mitad alegría.
Siempre es bueno recordar
que un vaso vacío está lleno de aire.”
(De la canción Copo Vazio, de Gilberto Gil)

AL CARO LECTOR le gusta viajar? A mí tam-


bién. Tuve la oportunidad de poner los pies
en casi todos los países de Europa, algunos
de América del Sur, en Estados Unidos, Ru-
sia, Turquía, Israel, Malasia, Australia y
Japón. Viajes nada exóticos, admito. Para ir
al fin del mundo, hasta ahora el dinero no
ha alcanzado. Sin embargo, con la magnífi-
ca venta del fenomenal best seller que el
caro lector tiene en las manos, eso cambia-
rá. Gracias por adquirir mi obra literaria y
formar parte de los muchos millones de
personas que contribuyen al financiamien-
to de mis futuros viajes a lugares exóticos,
que finalmente podré explorar — desde el
balcón de las suites presidenciales de los
hoteles cinco estrellas en que me alojaré. Si
me da su dirección, mi secretaria le enviará
una postal. Prometo.
237
En serio, ¿por qué nos gusta tanto viajar?
¿No es porque a veces nos cansamos de ver
y sentir las mismas cosas? ¿Quién sabe
porque lo diverso nos fascina y estimula, lo
inusual nos desafía y educa? En el caso de
lugares más distantes que lo habitual, otras
regiones del país o el exterior, apreciar el
paisaje diferente es una gran motivación
para que yo haga un viaje, pero no la prin-
cipal. Más interesante es ver como las per-
sonas viven, oír su idioma o acento, cono-
cer un poco de su manera de pensar y ex-
presarse, sus costumbres y tradiciones, es-
cuchar sus músicas y probar algunas de sus
comidas. Sin embargo, no es necesario via-
jar a otros países para tener experiencias en
esos moldes. Brasil, por ejemplo, es tan
grande que ya se puede sentir un gusto de
aventura cuando se va de un estado a otro.
Es improbable que el caro lector vaya al
país de Sócrates y Platón para comer sal-
chicha y beber Weißbier en uno de los mu-
chos Biergärten que, debido al gran núme-
ro de turistas alemanes, hay en algunas
partes de Grecia, y es inesperable que usted
viaje a la tierra de Picasso y Miró para co-
mer fish and chips y beber Guinness en uno

238
de los muchos pubs que, en razón del gran
número de turistas británicos, hay en cier-
tas regiones de España. Lugares así suelen
dejar una triste impresión de descaracteri-
zación. Personas de buen gusto aprecian lo
diverso y valoran lo auténtico.
¿El caro lector se acuerda de la película
Highlander, el Último Inmortal, con Sean
Connery y Christopher Lambert? ¿Se re-
cuerda también del eslogan de esa película:
“Solo puede quedar uno”? Pues ese es el
lema no oficial de muchas religiones y de
todas las denominaciones cristianas. Qui-
tando delirio, poder y dinero, ¿por qué ha-
bría, por ejemplo, un cristiano de fundar
una iglesia sino para convencer a las perso-
nas de que es la verdadera? Toda iglesia es,
por tanto, establecida sobre la presunción
de ser la verdadera representante de Dios
en la Tierra. Como solo una puede ser la de-
tentadora de la verdad, el designio de cada
una no es, entonces, apenas ser mayor que
las otras, sino la única.
Imaginemos que, después de muchas dé-
cadas de enérgico trabajo misionero, una
iglesia alcanzara su tan deseado objetivo de
convencer al mundo entero de que es la

239
verdadera. Toda la población de la Tierra se
convirtió, digamos, a la Iglesia Mormona.
Ni una única persona es atea o tiene una
creencia diferente. Todo el mundo, inclusi-
ve los habitantes de las regiones más inac-
cesibles, como los nómadas de la Meseta
Tibetana y los isleños de Tristán de Acuña,
pasó a seguir el Mormonismo. Todos fue-
ron persuadidos de que la religión mormó-
nica es la verdadera, exactamente como ella
por tanto tiempo predicó. Imaginemos casi
ocho mil millones de personas oyendo los
mismos mensajes, leyendo los mismos li-
bros y cantando y escuchando las mismas
canciones. Imaginemos todas las facetas de
las culturas de los diferentes pueblos, desde
sus maneras peculiares de pensar hasta sus
artes, costumbres, tradiciones, fiestas, co-
midas, indumentaria y gustos, siendo infil-
tradas, alteradas y moldeadas por el modo
de pensar, ser y vivir que inevitablemente
es exportado junto con las religiones, en ese
caso el Mormonismo, y se impone como
ideal a ser seguido.
En Brasil, muchas denominaciones son
originarias de Estados Unidos, y las brasi-
leñas imitan a las estadounidenses. En la

240
que yo, por fuerza de adoctrinamiento in-
fantil, iba, la mayoría de los himnos son de
estadounidenses y los compuestos por bra-
sileños copian el estilo musical de ellos.
Habiendo aprendido que todo lo que no es
de la iglesia es mundano y, por consiguien-
te, despreciable, crecí alienado del mundo
de las artes y la cultura. Fundamentalistas
no van ni a cines, ni a teatros, ni a circos, ni
a shows, ni a danzas, ni a conciertos, ni a
óperas. Pero si una banda evangélica esta-
dounidense viene a presentarse en Brasil,
organizarán caravanas para ir a verla, cues-
te lo que cueste. En casa, no oíamos música
mundana, a no ser por casualidad, cuando
la radio estaba encendida. De nuestro equi-
po de sonido salía solo música cristiana y la
mayor parte de mis discos era importada de
Estados Unidos. Ya que obras de ficción
depravan la mente del creyente y las filosó-
ficas y científicas lo alejan de Dios, prácti-
camente todo lo que yo leía venía de la grá-
fica de la iglesia, cuyas publicaciones suelen
ser traducciones de autores estadouniden-
ses. Súmese a todo ello las frecuentes visi-
tas a Brasil de predicadores estadouniden-
ses, con sus sermones en inglés, y el envío

241
de muchos pastores brasileños a Estados
Unidos para estudiar en facultades cristia-
nas. Así, no es de extrañar que muchos
evangélicos sean tan fascinados por Esta-
dos Unidos.
Volviendo a nuestro ejemplo, si todo el
mundo se convirtiera al Mormonismo las
escuelas enseñarían que los dinosaurios vi-
vieron en otros planetas, ya que eso es en lo
que los mormones creen. Cuando esos as-
tros fueron destruidos, Dios aprovechó sus
destrozos para formar la Tierra. Fue así que
los fósiles de los reptiles mesozoicos acaba-
ron viniendo a parar aquí. Por otro lado, si
todas las personas pasaran a profesar una
única religión, no haría la menor diferencia
que dictase, entre otras cosas, lo que tiene
que ser enseñado en las escuelas, pues na-
die habría que encontrase eso un disparate.
Imaginar el mundo así me da escalofríos.
Es como ver una película de ciencia ficción
de terror del tipo Los Usurpadores de
Cuerpos. Si el caro lector visualizó a todos
los habitantes de la Tierra siguiendo la
misma religión, entonces tendrá que haber
sentido como la idea de verdad religiosa
universal, defendida por las innúmeras ra-

242
mificaciones del Cristianismo e Islam, es
absurda y aterradora. Querer el fin de las
cosas malas, como pobreza y violencia, y
que todas las personas vivan bien no signi-
fica consentir con transformar nuestro pla-
neta en una gigantesca iglesia.
Ese ejercicio de imaginación nos hace ver
el delirio que es evangelizar, tenido por
cristianos como natural. Sin embargo,
¿cómo podría ser natural llamar de puerta
en puerta para convencer a las personas de
creer en cosas de las que los propios misio-
neros no tienen evidencias algunas, instán-
dolas a juntarse a un grupo de gente que
cultiva el pensamiento desiderativo? Peor:
¿Cómo podría ser natural pagar para for-
mar parte de un grupo así?
Miembros de una denominación ven a
miembros de otras denominaciones y se-
guidores de otras religiones, irreligiosos y
ateos como errantes necesitados de guía o
perdidos carentes de salvación. Recuerdo
que, cuando yo era evangélico, también a
mí parecía natural encontrar que la gente
que no creía como yo necesitaba ser condu-
cida a la verdad. Por ser uno de los funda-
mentos de su religión, cristianos no se dan

243
cuenta de que esa visión del mundo es
arrogante. El Cristianismo es tan perverso
que pone en sus adeptos sentimiento de
culpa hasta por no difundirlo. Son llevados
a creer que Dios hace que personas crucen
en el camino de ellos exclusivamente para
que las guíen a Jesús. Esquivarse de evan-
gelizarlas puede significar la perdición
eterna de muchas de ellas.
Creyentes suelen pensar que gozan de
ventaja emocional sobre descreyentes,
como si en personas sin religión faltara una
pieza del engranaje responsable por la pro-
ducción de felicidad. Por ello, el objetivo de
los misioneros no es solo salvar a las perso-
nas de las llamas del Infierno, sino también
concederles el privilegio de ser felices. Aho-
ra bien, no creer en divinidades y no seguir
religiones es justamente lo que hace felices
a los ateos. A pesar de ello, ¿alguien ya ha
visto a ateos llamar de puerta en puerta
para compartir con creyentes la felicidad
que hay en no creer en seres y lugares invi-
sibles, ofreciéndoles ayuda para liberarse
de sus creencias e iglesias?
Si existe una expresión con que a los reli-
giosos les gusta rotular a ateos, es “perso-

244
nas vacías”, por cierto un buen ejemplo de
conceptos que son pasados adelante sin
examen crítico. En la psicología, “vacío” es
un término que se emplea para definir lo
que siente una persona que no ve más sen-
tido en las cosas. Es, por tanto, un senti-
miento que está asociado a depresión. Lue-
go, decir que ateos son personas vacías es
alegar que todos los ateos sufren de depre-
sión, lo que es ridículo, incluso porque de-
presión no es un trastorno emocional a que
creyentes están inmunes. Conozco a evan-
gélicos que se trataron de depresión.
La pregunta que casi ningún creyente se
hace es: “¿Pero qué Diablos es un ateo?”.
Sabemos que ateos no creen en la existen-
cia de dioses, y por un motivo muy simple:
falta de evidencias. Las supuestas “eviden-
cias” presentadas por creyentes no están li-
bres de errores de raciocinio. Por el contra-
rio: están llenas de contradicciones. Igno-
rando por un momento que la carga de la
prueba recae sobre quien hace una alega-
ción, así como no es posible probar la exis-
tencia de seres sobrenaturales no es posible
probar su inexistencia. Eso vale tanto para
una divinidad como para el Saci Pererê

245
[personaje del folclore brasileño]. Enton-
ces, técnicamente todo ateo es agnóstico.
Pero solo técnicamente. De la misma ma-
nera en que la probabilidad de que el Saci
Pererê exista es tan minúscula que bordea
el cero, así para el ateo la de que Dios exis-
ta. No es imposible que Dios exista, apenas
extremadamente improbable. No se trata
de certeza de la imposibilidad, sino de la
improbabilidad, la misma certeza que cre-
yentes tienen de la inexistencia del Saci Pe-
rerê, aunque nadie la pueda probar. En una
escala de 1 a 10, en que 1 representa la cer-
teza de que Dios existe y 10 la de que no
existe, ateos convencidos se encuentran en
la posición de número 9.
Quien cree en un ser sobrenatural no
puede tener dificultad en creer en otros se-
res sobrenaturales, como ángeles, demo-
nios, brujas, espíritus, fantasmas, aparicio-
nes, espectros, ni en supersticiones, teorías
de conspiración y figuras folclóricas, como
la Mula Sin Cabeza [personaje del folclore
brasileño], por cierto una leyenda basada
en una mujer que habría sido maldecida
por Dios. Quien cree en Dios no puede con-
siderar un error creer en la existencia, por

246
ejemplo, del hombre lobo y del chupaca-
bras, ya que pueden muy bien ser manifes-
taciones diabólicas. Cristianos y musulma-
nes tienen plena convicción de que demo-
nios existen. ¿Con qué base racional po-
drían ellos, pues, contestar la existencia,
por ejemplo, de vampiros? Por su parte,
una persona que no cree en divinidades y
demonios está inmune a todo tipo de cre-
dulidades.
Es larga la lista de ateos que contribuye-
ron y contribuyen de manera extraordina-
ria al progreso de la Humanidad. Concebir
que un hombre que restauró la vista a miles
de ciudadanos de diversos países haya sido
una persona vacía es casi imposible, y
realmente imposible que un hombre cuyas
iniciativas llevaron a más de un millón de
personas a ver se vaya al Infierno apenas
por no creer en la existencia de divinidades.
Cuando el oftalmólogo ateo Fred Hollows
murió, la ministra jefe del Territorio de la
Capital Australiana dijo: “Un igualitario
[defensor de la igualdad de derechos y
oportunidades para todos los seres huma-
nos] y autodenominado anarcosindicalista
que quería ver el fin de la disparidad eco-

247
nómica que hay entre el Primer y el Tercer
Mundo y que no creía en poder alguno más
alto que las mejores expresiones del espíri-
tu humano encontradas en las relaciones
personales y sociales”.
“Persona vacía” es también una expre-
sión figurada usada para caracterizar a al-
guien como frívolo, vano o fútil, cuya vida
es inútil, sin valor o sentido. Ahora bien, la
noción de lo que es el sentido de la vida
solo puede ser individual. Así, cuando juz-
gamos no tener sentido la vida de una per-
sona, hacemos uso de parámetros nuestros,
que son diferentes de los suyos. Alguien
puede vivir una vida que todos a su alrede-
dor consideran ejemplar, mientras él mis-
mo la considera sin sentido. Hitler, por
ejemplo, puede haber creído que ninguna
vida tuvo más sentido que la suya. Además,
si solo la vida de quien cree en Dios tiene
sentido, ¿qué sentido tiene la vida de quien
cree en Dios y vive en la calle?
Digamos que al calificarlos de vacíos el
creyente en verdad esté queriendo decir
que ateos son personas infelices. Quien
afirma eso nunca se hizo estas dos pregun-
titas: ¿Todo creyente en Dios es feliz?

248
¿Todo ateo es infeliz? De la misma manera
en que no es posible saber si todo cristiano
es feliz (pleno), es imposible determinar si
todo ateo es infeliz (vacío).
Cuando conversamos con alguien que
está triste, podemos sentir si su tristeza es
poca o mucha, pero de dos personas con
depresión es imposible precisar cuán más
triste una está que la otra. Es improbable,
sin embargo, que la intensidad de la triste-
za de las dos sea la misma. Si la descreencia
de Dios causa vacío, el tamaño de ese vacío
tiene que ser igual en todos los descreyen-
tes, lo que es imposible, pues, así como al-
gunas personas son más tristes que otras,
algunas personas son más vacías que otras.
De ello resulta que diferentes personas va-
cías necesitarían de diferentes cantidades
de aquello que llena su vacío, que según el
creyente es Dios. Además, si dudar de la
existencia de Dios hace a alguien vacío, o
infeliz, todos los cristianos deberían ser
siempre plenos, o felices. Con todo, así
como el día repele la noche y la noche el
día, sin que uno extinga al otro, a no ser
temporalmente, así también felicidad y tris-
teza constantemente se alternan. Por consi-

249
guiente, creer en Dios jamás podrá traer
plenitud, ya que plenitud es un estado per-
manente de ausencia de vacío, algo inal-
canzable. De hecho, si yo fuera constante-
mente feliz, no lo sabría, pues solo pode-
mos saber lo que felicidad es por venir in-
tercalada por momentos de tristeza.
Si lo que acaba con el vacío es la pleni-
tud, pero ella nunca puede ser alcanzada,
entonces los propios cristianos nunca están
libres del sentimiento de vacío que dicen
ser exclusivo de los ateos. Además, una
persona que hubiera alcanzado la plenitud
no tendría más noción alguna de lo que
“sentir un vacío” significa. Por ello, cuando
un religioso llama a un ateo “persona vacía”
está comprobando que él mismo siente un
vacío.
A propósito, si cristianos son plenos y
ateos vacíos, ¿qué son creyentes en Vishnu,
Osiris, Zeus, Alá, Odín, Thor y Nhanderu-
vuçu? ¿Y qué decir de una persona que in-
venta su propio dios?
Plenitud es un estado inalcanzable, pues-
to que perfecto. Todavía, aunque creyentes
fuesen “más plenos” que descreyentes, ¿por
qué no son extraordinariamente mejores

250
que descreyentes también en otros aspec-
tos? Yo mismo soy prueba de que quien
cree en el dios bíblico no es muy diferente
de quien no cree en él. Mi creencia era sin-
cera. Yo oraba, estudiaba la Biblia diaria-
mente y procuraba vivir de acuerdo con las
directrices de la iglesia, en cuyas activida-
des yo estaba comprometido. Con toda se-
guridad, yo no era un mal cristiano. Aun
así, la práctica del Cristianismo nunca ha
traído una mejora significativa a mi modo
de ser. Agresividad, aflicción, angustia, an-
siedad, antipatía, arrogancia, celo, decep-
ción, egoísmo, envidia, fanatismo, frialdad,
frustración, hostilidad, impaciencia, intole-
rancia, ira, irritabilidad, miedo, odio, orgu-
llo, preocupación, rabia, rencor, resenti-
miento, resignación, soberbia, tristeza, en
fin, todo sentimiento negativo que hay en
descreyentes había también en mí.
¿Dónde están aquellos cristianos casi
santos, iluminados, libres de sentimientos
negativos y preocupaciones, del tipo que vi-
siblemente parecen no ser de este mundo?
Por más fervoroso que yo fuera, yo no era
así. Tampoco conocí a un creyente que lo
fuera. De la misma manera, la convicción

251
de que yo pertenecía a la iglesia verdadera
no hacía de mí un cristiano mejor que los
miembros de las iglesias falsas. Por cierto,
la Biblia dice que Enoc “anduvo fielmente
con Dios”, lo que fue suficiente para que el
Creador lo arrebatara al Cielo. No sé lo que
millones de cristianos devotos hacen dife-
rente de Enoc, pues nunca he oído hablar
de uno siquiera cuya devoción le haya ren-
dido el privilegio de ser teletransportado
vivo al Paraíso.
Es verdad que religiones pueden servir
de impulso para liberar a las personas del
alcohol y las drogas, pero cuando se trata
de disturbios emocionales creencias pue-
den agravarlos, ya que es de la naturaleza
de ellas inducir a los fieles a confiar más en
el auxilio divino que en el de los hombres.
Así, en vez de buscar ayuda profesional
para sus problemas de orden psicológico,
creyentes frecuentemente buscan la orien-
tación de sacerdotes, pastores y gurús que,
además de consejos espirituales y preces,
no tienen nada que ofrecer. La raíz de los
problemas permanece intacta.
Seguir una religión es vivir en paradoja.
Al mismo tiempo que luchan por convertir

252
el mundo entero, todas las denominaciones
saben que ese objetivo es inalcanzable.
Después de todo, contradice la propia Bi-
blia. Si una iglesia consiguiera convencer a
todos los habitantes de la Tierra, las profe-
cías apocalípticas no se cumplirían, pues el
mundo no degeneraría hasta un estado de
completo caos y, por consiguiente, no se
encaminaría hacia su fin. Según la Biblia,
en el Fin de los Tiempos habrá una gran
guerra física, llamada Armagedón, entre las
fuerzas del bien y del mal. Para que las pro-
fecías se cumplan es necesario no solo que
mucha gente rechace el mensaje de los mi-
sioneros, sino hasta que muchos cristianos
abandonen el Cristianismo. Esa apostasía
es precondición para que Jesús vuelva a la
Tierra y la destruya. Trabajo misionero es,
por tanto, trabajo de Sísifo.
Los proyectos sociales de las iglesias y las
obras de caridad de los cristianos son otra
contradicción. Jesús determinó que sus se-
guidores hagan el bien, ayudando a los po-
bres y alimentando a los hambrientos. Aho-
ra bien, combatir la pobreza es mejorar el
mundo, contribuir a su progreso. Pero el
Jesús que dijo “Si quieres ser perfecto,

253
anda, vende lo que tienes y dáselo a los po-
bres” es el mismo que prometió volver solo
cuando pobreza y hambre se agravaran. En
otras palabras, Cristo mandó a cristianos
combatir algo que él hará aumentar, a fin
de que sus predicciones se cumplan y pue-
da regresar. Eso es lo mismo que decir:
“Mientras tú me obedeces y luchas contra la
miseria, yo me encargo de hacer que tu es-
fuerzo sea en vano”. No es exactamente lo
que yo llamaría mensaje motivacional.
Muchos cristianos ignoran que el Fin de
los Tiempos y la vuelta de Jesús son dog-
mas también del Islam. Ambas religiones
predican que Dios destruirá el mundo y lo
renovará. Son casi cuatro mil millones de
personas deseando ardientemente que la
Tierra sea cuanto antes hecha ruinas. En lo
que se refiere al Cristianismo, el Fin de los
Tiempos es, con todo, una de las muchas
pruebas de que la Biblia es un libro confu-
so, pues ni siquiera sobre algo tan esencial
hay consenso entre los cristianos. Muy por
el contrario: algunas iglesias predican que
la vuelta de Cristo ya ocurrió, otras que será
simbólica, algunas que será visible, otras
que el Universo entero será destruido, al-

254
gunas que solo la Tierra será destruida,
otras que el Paraíso será espiritual y algu-
nas que será físico y aquí en la Tierra.
Para empeorar, Jesús dijo a sus discípu-
los que lo verían volver “con poder y gran
gloria” antes que muerieran, lo que, a me-
nos que yo esté en el Infierno soñando que
estoy escribiendo este libro, evidentemente
no sucedió. Como cristianos no pueden
admitir que la Biblia contiene errores, mu-
cho menos que de la boca de Jesús hayan
salido disparates, no tienen otra salida sino
debatirse con las palabras de su Maestro,
intentando descifrar lo que quiso decir,
para lo que hay diversas interpretaciones.
¿El caro lector se indigna cuando ve a al-
guien botar basura en la Naturaleza? Una
vez, disuadí a un chico de tirar un paquete
de papas fritas de lo alto de una bellísima
cascada. Si la Tierra está a punto de ser
destruida por Dios, ¿por qué habría la po-
lución de importarles a los cristianos? ¿No
deberían ser indiferentes a la basura? ¿Y
qué decir de la sobreexplotación de los re-
cursos naturales? ¿No sería hasta coherente
que cristianos se empeñaran en devastar el

255
mundo para anticipar su fin, así apresuran-
do la venida de Jesús?

Los cielos pasarán con gran estruendo, y


los elementos serán destruidos con fuego
intenso, y la tierra y las obras que hay en
ella serán quemadas. Puesto que todas
estas cosas han de ser destruidas de esta
manera, ¡qué clase de personas no deben
ser ustedes […], esperando y apresuran-
do la venida del día de Dios, en el cual los
cielos serán destruidos por fuego y los el-
ementos se fundirán con intenso calor!
Pero, según Su promesa, nosotros esper-
amos nuevos cielos y nueva tierra. (2 Pe-
dro 3:10-13)

En vista de ello, ¿sería coincidencia que


iglesias ofrezcan cursos de noviazgo, fami-
lia, vicios, éxito financiero y moral sexual,
pero nunca talleres sobre temas relaciona-
dos con el medio ambiente?
Y por hablar en éxito financiero, esa tal
vez sea la mayor de las contradicciones con
que viven las personas que creen en el fin
del mundo. Mientras hinchan por el cum-
plimiento de las profecías, buscando en los
titulares de los periódicos evidencias de que
256
la Humanidad ya camina hacia el tan anhe-
lado caos que deberá preceder a la vuelta de
aquel que viene para destruir este mundo
corrupto, pervertido, depravado y degene-
rado, creyentes corren detrás del éxito ma-
terial de la misma manera que no creyen-
tes, como si el mundo jamás fuera a acabar.
No solo nunca conocí a un cristiano que
hubiera seguido el consejo de su Maestro
de vender todos sus bienes y dar el dinero a
los pobres, sino que también las iglesias
que más crecen son justamente las que
prometen vida adinerada, y eso a pesar de
todo lo que Jesús dijo contra la acumula-
ción de bienes materiales y de la amonesta-
ción del apóstol Pablo de que “el amor al
dinero es la raíz de toda clase de males”.
Si existe un campo de actividad humana
que se propone crear condiciones para que
todos los ciudadanos vivan bien, es la polí-
tica, definida por el Diccionario Aurélio
como el “arte de bien gobernar a los pue-
blos”. Aunque un gobernante sea malo, eso
no altera el hecho de que el objetivo de la
política es hacer que la sociedad avance,
progrese, prospere, evolucione. ¿Cómo, en-
tonces, podría haber compatibilidad entre

257
política y una creencia religiosa cuyos se-
guidores ni siquiera se consideran ciudada-
nos de este mundo y que depende de la des-
trucción de él para tener su veracidad con-
firmada? Un evangélico que ocupa cargo
político sufre de grave disonancia cognitiva,
pues, mientras está siendo pagado, y por
cierto muy bien, para mejorar la condición
de vida de sus conciudadanos, cree que el
mundo necesita empeorar para que su dios
pueda volver.
El mejor ejemplo que se puede tener de
la profunda disonancia cognitiva de la que
sufre un religioso al adentrarse en la políti-
ca es el neurocirujano Benjamin Carson,
miembro de la Iglesia Adventista del Sép-
timo Día y, en 2016, candidato a la presi-
dencia de Estados Unidos. Carson vive en
dos niveles de contradicción: por ser cris-
tiano y por ser adventista. A pesar de ser
seguidor de una divinidad que enseñaba
que “los mansos recibirán la tierra por he-
redad” y “los pacificadores serán llamados
hijos de Dios” y predicaba amor, perdón y
no violencia, como presidente Carson ten-
dría que ser abierto a envolver a su país en
conflictos militares no solo de naturaleza

258
defensiva, sino también ofensiva. No es se-
creto que “guerra limpia” es una ilusión y
todo combate armado causa la muerte de
miles de personas inocentes, muchas de las
cuales niños. (Se estima que la invasión de
Irak, liderada por el evangélico George
Bush y “El Muy Honorable” y católico Tony
Blair, en 2003, mató a cerca de medio mi-
llón de iraquíes.) En entrevista, Carson de-
claró que lo primero que haría como presi-
dente sería “sellar las fronteras” de Estados
Unidos para impedir la entrada ilegal de
inmigrantes y “cerrar el grifo de los benefi-
cios, a fin de que esas personas no entren
aquí”, de esa manera contrariando a lo que
la Biblia y Jesús enseñan sobre cómo se
debe tratar a los extranjeros, pero sobre
todo a pobres y necesitados. Ese adventista
llegó a sugerir que drones bombardeen ca-
vernas en la frontera. Sin embargo, lo peor
es que la iglesia a que Carson pertenece
predica que una de las bestias del Apocalip-
sis es el Papado y la otra el propio gobierno
de Estados Unidos, y que en el Fin de los
Tiempos, que para los adventistas ya co-
menzó hace más de 170 años, las dos bes-
tias se unirán al servicio de Satanás. Cuan-

259
do eso acontezca, una de las cosas que la
Iglesia Católica y Estados Unidos harán
será forzar a todos los habitantes de la Tie-
rra a adorar al papa y guardar el domingo,
lo que desencadenará una persecución a los
adventistas, el pueblo elegido de Dios que
guarda el sábado. Si hubiera sido elegido,
Carson extrañamente ocuparía el lugar de
una de las bestias apocalípticas que perse-
guirá a la propia iglesia de la que él es
miembro. ¿Quién en sana conciencia sería
bestia de querer ser una bestia? Carson va-
rias veces declaró haber sido llamado por
Dios a concurrir a la presidencia. Sin em-
bargo, Dios debe haber cambiado de idea,
ya que no se empeñó ni un poco en la cam-
paña del adventista. No teniendo la menor
chance de ganar, el médico cuya religión
predica que el mundo ya está acabando
desistió declarando: “Seguiré estando fuer-
temente involucrado en intentar salvar a
nuestra nación”.
¿El caro lector conoce un único cristiano
que no hace lo contrario de lo que la Biblia
enseña y Jesús ordena? En otras palabras,
¿usted conoce un único cristiano que no es
hipócrita?

260
Según diversas denominaciones, el Fin
de los Tiempos ya ha comenzado, el mundo
en breve se deteriorará a niveles insoporta-
bles y muy pronto será destruido por Dios,
que regalará resplandecientes mansiones
de oro a aquellos que interpretaron la Bi-
blia correctamente. Ahora bien, ¿habría el
oro de tener algún valor para el ser que creó
trillones de galaxias? ¿Podría el material de
lo que una casa es hecha tener importancia
para quien vive en un mundo perfecto? En
una ciudad en que todas las casas fueran de
oro, él tendría el mismo valor de un ladri-
llo. Imagínese, caro lector, que viviéramos
en un planeta en que, en vez de agua, llo-
viera diamantes. Pues justamente eso es lo
que, dadas sus condiciones atmosféricas,
muy probablemente sucede en Saturno y
Júpiter. Todo santo día. Si mansiones de
oro no son prueba de que el dios bíblico es
fantasía, entonces no sé lo que son.
Lo que a los políticos cristianos funda-
mentalistas realmente les gusta hacer es
oposición. En general, se oponen a la laici-
dad del Estado, programas sociales, igual-
dad de género y raza y derecho al aborto,
eutanasia y matrimonio homosexual. No

261
obstante verse como embajadores de la mo-
ral bíblica, el portal Transparência Brasil
divulgó, en 2012, que más de la mitad de
los representantes políticos de la población
evangélica brasileña tiene problemas con la
Justicia. Según el blog del periodista Paulo
Lopes, “los procesos investigan acusaciones
como peculado, improbidad administrativa,
corrupción electoral, abuso de poder eco-
nómico, evasión fiscal y formación de cua-
drilla”. En el año siguiente, el artículo de la
revista Veja titulado Venid a Mí los Electo-
res reveló que más de un tercio de los dipu-
tados federales cristianos brasileños “res-
ponden a procesos en el Supremo Tribunal
Federal. Hay acusados de corrupción, pecu-
lado, crimen electoral, uso de documento
falso, lavado de dinero y estafa. Hay hasta
un condenado a prisión”.
Al parecer, administrar dos trillones de
galaxias no estresa a Dios lo suficiente al
punto de no encontrar tiempo también
para incomodarse con la orientación sexual
de sus criaturas, recordándoles por medio
de sus representantes en la Tierra que ho-
mosexualidad es aberración. Silas Malafaia,
teleevangelista de la Teología de la Prospe-

262
ridad, líder religioso que suele usar su po-
pularidad para ayudar a candidatos evangé-
licos a elegirse, como lo hizo con su her-
mano, es el más conocido de los pastores
brasileños que guerrean contra el matri-
monio entre personas del mismo sexo. En
2012, en un programa de TV, ese ilustre re-
presentante de la religión del amor de Cris-
to declaró que “La Iglesia Católica tiene que
moler a palos a esos tipos [los homosexua-
les], para que aprendan”. Un año más tar-
de, en una entrevista, esa autoridad de la
Asamblea de Dios dijo: “No tengo nada
contra homosexuales, pero amo a los ho-
mosexuales así como amo a los bandidos”.
El sitio BuzzFeed Brasil sondeó que, de
marzo a septiembre de 2014, en sus mensa-
jes en Twitter el pastor mencionó el vocablo
“gays” 87 veces, pero “Jesús” solo 59. En
2016, el moralista Malafaia fue blanco de
investigación policial por recibir US$
20.000 de un abogado acusado de enrique-
cimiento ilícito. A la policía el hombre de
Dios declaró que se trata de una ofrenda de
gratitud por una oración.
Si para los cristianos que anhelan el fin
del mundo relaciones homoafectivas son

263
inmoralidad, y degeneración moral es una
de las principales precondiciones para el
retorno de Jesús, ¿por qué, entonces, com-
baten la homosexualidad con tanto ardor?
Por la propia lógica bíblica, el cristiano que
lucha contra la homosexualidad está siendo
usado por Satanás para impedir el cumpli-
miento de las profecías.
Recuerdo que ya en mi adolescencia yo
tenía dificultad en comprender el determi-
nismo embutido en las predicciones apoca-
lípticas, que revelan las acciones de Satanás
al Fin de los Tiempos y lo que con él suce-
derá. Imagínese, caro lector, que usted fue-
ra no solo la persona más malvada del
mundo, sino también la más inteligente,
miles de veces más que el mayor de todos
los genios. Imagínese aún que muchas per-
sonas estuvieran escribiendo y hablando de
usted y usted pudiera leer lo que escriben y
oír lo que dicen. Diseminan por ahí que, en
un futuro próximo, usted actuará motivado
por desespero, sufrirá una humillación de
proporciones cósmicas y será castigado por
los siglos de los siglos. Además de parecerle
extraño que sus acciones estén predetermi-
nadas, ¿no quedaría usted enfurecido con

264
esas personas por querer ver su calavera?
¿Estaría usted dispuesto a corresponder a
sus expectativas, o no le daría inmensa vo-
luntad de frustrar sus predicciones, hacien-
do exactamente lo opuesto de lo que dicen
que usted hará? Ahora bien, si Satanás co-
noce las profecías bíblicas, ¿por qué habría
de querer actuar de conformidad con ellas,
haciendo con que se cumplan? Ahora, si
tienen que cumplirse a cualquier costo y el
Diablo no puede frustrarlas, entonces no
posee voluntad propia, sino que fue pro-
gramado como un robot y no pasa de una
marioneta en las manos de Dios.
Sin el dogma del libre albedrío, el Cris-
tianismo no podría existir, pues Lucifer no
tendría como haber escogido rebelarse con-
tra Dios. Sin embargo, esa supuesta liber-
tad de la criatura más inteligente del Uni-
verso para practicar el mal es una de las
mayores contradicciones de la creencia
cristiana. De la misma manera como cris-
tianos piensan que con el vocablo “Dios”
elucidan el origen del Universo, creen que
con el término “libre albedrío” explican el
origen del pecado. La verdad es que esas
palabras no son más que rótulos que no

265
aclaran ni una cosa ni otra. Libre albedrío
no explica cómo un ser perfecto pudo tener
el impulso de sentir, pensar y actuar de
manera imperfecta, visto que, como lo mos-
tré, no es posible tener sentimientos que no
existen. Aunque ignoremos esa incon-
gruencia, cristianos creen que en el Cielo, o
Paraíso, los salvos vivirán infinitos centi-
llones de años sin pecar, pues la historia del
pecado no puede repetirse. ¡Ever again!
Ahora bien, si Lucifer pudo escoger pecar,
es evidente que la eterna ausencia de peca-
do solo puede ser garantizada si el Creador
reprograma a sus criaturas para nunca más
hacer el mal. Resumiendo, si ángeles y hu-
manos pueden escoger pecar, Dios extirpa-
rá de ellos esa facultad.
Lo curioso en la doctrina de la rebelión
celeste, que resultó en la expulsión de Luci-
fer y sus partidarios, es que se supone que
se trató de un episodio único. Si los ángeles
realmente tienen libre albedrío, después de
esa puede haber habido otras revueltas. No
dejaría de ser mitología, pero por lo menos
sonaría más natural. De lo contrario, queda
pareciendo que o los ángeles quedaron con
miedo de Dios o él, para imposibilitar nue-

266
vas insurrecciones, extinguió la libertad de
elección.
Satanás es un personaje muy contradic-
torio. Por un lado, es la criatura más inteli-
gente del Cosmos, pero por otro un increí-
ble pendejo. El ser dotado de la mente más
brillante debería saber que guerrear con al-
guien que no tiene como ser vencido es ha-
cer el papel de perfecto idiota cósmico. A
menos, por supuesto, que su intención sea
la de, en una misión suicida, demostrar al
Universo que el Creador es un dictador. Si
el libre albedrío existe y el Diablo es libre
para actuar como quiera, y no un robot
programado para ejecutar comandos divi-
nos, podría hacer a Dios pasar vergüenza.
Bastaría el Pie de Cabra hacer fallar las pro-
fecías. Para eso, el Rabudo tendría varias
opciones. Ya que su guerra está perdida, él
podría, por ejemplo, cometer suicidio. Ah,
¿el Cerdo Sucio es un ser espiritual y no
tiene como morir, está obligado a vivir para
siempre? Si alguien no puede escoger no
vivir, ¿donde está el libre albedrío? ¿Y qué
tal si el Cosa Ruin brama “¡Me importa un
cuerno!” y cruza los brazos? Si ociosidad le
aburre, ¿qué impide al Diablo hacer el

267
bien? ¿No podría el Mal Agestado arreglar
las maletas e ir a vivir en los quintos infier-
nos, como, por ejemplo, en Venus? Con sus
462 °C, el Lucero del Alba ciertamente es
un lugar más agradable para los demonios
que la Tierra. ¿Ah, el Perro Enojoso está
preso en la Tierra? Interesante. ¿Qué tipo
de rejas y cadenas sujeta seres que no tie-
nen cuerpos?
Una minoría evangélica predica el ani-
quilacionismo: en vez de sempiternamente
freídos, el Cornudo y sus compañeros de
trabajo serán, juntamente con los impíos,
tostados hasta la muerte. Ahora bien, si se-
res espirituales no pueden morir, aparen-
temente la razón por que el Sarniento no
comete suicidio, ¿cómo podrán los demo-
nios ser destruidos? Si no interactúan con
la materia, ¿cómo podrá el fuego del In-
fierno quemarlos? ¿O están las llamas in-
fernales reservadas para la tortura solo de
asesinos, violadores, ladrones, homosexua-
les, ateos y afines? Y si el caro lector está
empezando a encontrar ridículas esas pre-
guntas, ¿no sería porque demuestran que
toda esa historia es una tremenda babose-
ría?

268
Como cualquier niño sabe, el Infierno es
uno de los principales dogmas del Cristia-
nismo. Siempre que Jesús quería poner
miedo en sus oyentes, mencionaba el lago
de fuego y azufre. Tengo la impresión de
que la Iglesia Católica, quizá para parecer
modernita, hoy pulsa menos la tecla In-
fierno, permitiendo que él sea tema casi ex-
clusivo de las iglesias evangélicas. Tal vez
esa no haya sido la más inteligente de las
decisiones, pues amedrentar con Diablo y
amenazar con Infierno sigue siendo una de
las mejores estrategias para ablandar el co-
razón de pecadores, como se ve en el verti-
ginoso crecimiento del Evangelicalismo.
Sea como fuere, intentemos imaginar un
lugar en que personas son afligidas, angus-
tiadas, atormentadas, castigadas, flagela-
das, mortificadas, penalizadas, punidas,
quemadas, supliciadas y torturadas por
mucho tiempo. No, no diez mil años. Ni
diez millones de años. Diez mil millones de
años tampoco. ¡Caramba, pero diez mil mi-
llones de años es un mogollón de tiempo!
Lo sé, lo sé, pero estoy hablando de tiempo
para dar y vender, para parar un tren. Un
período en que miles de millones de miles

269
de millones (es gracioso, escribir eso me
hizo pensar en Carl Sagan) de años no lle-
gan a ser ni un parpadeo de ojos: la eterni-
dad. Así es. Miles de millones de personas
llorando y crujiendo los dientes en un colo-
sal horno por infinitillones de años. ¡Fore-
vermore forever and ever!
¿El caro lector consiguió imaginar eso?
El Infierno es el dogma más estúpido del
Cristianismo e Islam y el que mejor eviden-
cia el carácter perverso de esas religiones.
Como dijo el autor y expastor estadouni-
dense Daniel Edwin Barker, “Cualquier sis-
tema de pensamiento o religión que con-
tenga tal amenaza de violencia física es mo-
ralmente fallido”. El Infierno es irracional
ya por su atroz desproporcionalidad. A pe-
sar de vivir en promedio 65 años, los seres
humanos son torturados por toda la eterni-
dad. (De las miles de denominaciones cris-
tianas, solo un puñado predica que el In-
fierno no es eterno.)
Como todos los seres humanos del pasa-
do, presente y futuro, usted, caro lector,
está condenado y perdido. Pero no se preo-
cupe: usted puede ser salvo. Basta admitir
ser un pecador indigno, necesitado de sal-

270
vación, y aceptar a Jesús como su salvador.
El apóstol Pablo escribió: “Si confiesas con
tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu
corazón que Dios lo levantó de entre los
muertos, serás salvo. […] Todo el que invo-
que el nombre del Señor será salvo” (Ro-
manos 10:9,13). Con base en eso, imagínese
un hombre que es tan malvado, pero tan
malvado, que cuando mira las flores ellas se
marchitan. Donde pisa, no brota ni higuera
infernal. Su vida es dedicada a la práctica
de todo lo que es malo. Miente, engaña, tra-
fica, zurra, roba, secuestra, violenta, tortura
y asesina. Pero en los últimos segundos de
vida el facineroso se arrepiente de todos sus
pecados e “invoca el nombre del Señor”.
Consecuentemente, va al Cielo a pasar la
eternidad cantando alabanzas en el paradi-
síaco jardín de su fulgurante mansión de
oro. Por otro lado, un aclamado cardiólogo
que se consagra a salvar la vida de pacien-
tes pobres y, por promover el diálogo entre
las naciones, es laureado con el Premio No-
bel de la Paz va al Infierno a pasar la eter-
nidad bramando de dolor en las parrillas
satánicas simplemente por no haber creído
en ser invisible alguno.

271
Imaginemos aún a un hombre que no
hace otra cosa que predicar el Evangelio.
Año tras año, década tras década, con la
Biblia en la mano, recorre el mundo propa-
gando Jesús. Funda iglesias, escribe libros
y habla en la radio y TV. En las cuatro es-
quinas de la Tierra, su magnético carisma
atrae multitudes a estadios de fútbol y mi-
les de personas son bautizadas. Sin embar-
go, un buen día las doctrinas cristianas em-
piezan a parecerle absurdas. Envuelto en
dudas inclusive sobre la existencia de Dios,
¡cataplum! Un infarto fulminante. Supo-
niendo que Cielo y Infierno existan, hacia
dónde ese evangelizador de las masas va:
¿arriba o abajo? Como resultado de su in-
cansable trabajo misionero, miles de con-
versos son brindados en el Paraíso con pa-
lacetes de oro, sin, con todo, poder agrade-
cer a aquello que los convirtió, pues el vaci-
lo espiritual del televangelista lo teletrans-
portó directamente a aquel lugar en que to-
dos imploran para tener el privilegio de po-
der comer el pan que el Diablo amasó, pero
en vez de ello tienen que contentarse con el
humo de un gigantesco brasero que asa a
evangelizadores inestables junto con aque-

272
llos que dedicaron sus vidas a la práctica de
todo lo que es malo, mintieron, engañaron,
traficaron, zurraron, robaron, secuestraron,
violaron, torturaron y asesinaron. De no
muy lejos, el pastor oye los gritos de Hitler,
Stalin, George Bush y Vladimir Putin. Si
tiene mala suerte, el Diablo lo confunde con
un diputado federal brasileño y lo pone a
asar con el Frente Parlamentar Evangélica.
La cosa se pone aún más estrambótica
cuando se intenta imaginar cómo los habi-
tantes del Paraíso serán capaces de gozar
de la vida eterna sabiendo que miles de mi-
llones de seres humanos están siendo
“atormentados día y noche por los siglos de
los siglos” (Apocalipsis 20:10). Teniendo el
suave gorjeo de los pajaritos como fondo
musical en el patio trasero de su mansión
de oro, ¿qué sentirá un ciudadano del Cielo
al estirarse en la hamaca para saborear pa-
radisíacas uvas y de repente acordarse de
su hija, que, por haber rechazado el Cris-
tianismo, está siendo torturada en el horno
infernal, implorando para morir? ¿Será que
él se encogerá de hombros y dirá: “¡Azar el
suyo!” o “¡Yo le dije!”? ¿O será que él per-
derá el apetito? ¿O habrá Dios reprogra-

273
mado a los salvos no solo para nunca más
pecar, sino también para no pensar en sus
familiares perdidos?
La Biblia no especifica si los castigos a
que los impíos son sometidos en el Infierno
son proporcionales a los pecados que come-
tieron. Suponiendo que sí, ¿estará el Tárta-
ro dividido en departamentos, una área re-
servada a asesinos, otra a ladrones, otra a
violadores, otra a homosexuales y así suce-
sivamente? ¿Y si alguien ha sido asesino,
ladrón, violador y homosexual, dónde enca-
jarlo? ¿Y qué decir de quién fue ateo, pero
cometió solo pecaditos insignificantes?
¿Será su pena tan severa como la de un ge-
nocida?
En la película Desmontando a Harry, de
1997, Harry Block, personaje interpretado
por Woody Allen, hace una visita al Pie de
Cabra. El Infierno es dividido en niveles,
por cierto una concepción oriunda del Co-
rán. Mientras el ascensor desciende, una
voz femenina anuncia:

Quinto piso: asaltantes de metro, mendi-


gos agresivos y críticos literarios. Sexto
piso: extremistas de derecha, asesinos en
serie y abogados que aparecen en la tele-
274
visión. Séptimo piso: medios. Lo siento,
este piso está abarrotado. Octavo piso:
criminales de guerra forajidos, televange-
listas y Asociación Nacional del Ri e. Úl-
timo piso: salgan todos.

La Estrella del Alba, el más brillante de


los ángeles, la criatura más inteligente del
Cosmos, tenía plena conciencia no apenas
de que un ser creado no puede ser “seme-
jante al Altísimo” (Isaías 14:14), sino tam-
bién de que una rebelión contra el Creador
del Universo está condenada al fracaso. Se-
ría más o menos como una ameba querer
derrotar un brontosaurio, pero con un pe-
queño agravante: el brontosaurio está en
todos los lugares al mismo tiempo, tiene
poderes infinitos y no muere. Solo eso ya es
más que suficiente para exponer la irracio-
nalidad de esa doctrina.

Idea para escena de documental. A la


puerta de iglesias y mezquitas, preguntar
a los eles: “¿Usted sabía que Dios ya
sabe si usted va al In erno?”.

¿Cómo es posible que haya personas dis-


puestas a creer en cuentos tan fabulosos
275
fi
fi
fl
como ese? ¿Por qué tanta gente continúa
creyendo en esos mitos incluso después de
alcanzar la madurez? ¿No sería también
por causa de la casi irresistible seducción
de lo oculto y sobrenatural? Siempre me ha
gustado y aún hoy siento atracción por
cuentos de misterio, como los de Edgar
Allan Poe, y películas de fantasía, terror y
superhéroes. Lo extranatural nos fascina
por estimular la imaginación y satisfacer
nuestro deseo de huir de la realidad. Sin
embargo, no conozco persona alguna que,
por gustarle superhéroes, crea que Super-
man existe.
¿Cuántas personas el caro lector conoce
que creen en vampiros? Hace apenas 250
años, la mayoría de los habitantes de la Pe-
nínsula Balcánica creía que vampiros eran
reales. Tanto así que el ejército de la Mo-
narquía de Habsburgo, con sede en Viena,
Austria, se vio obligado a enviar a Serbia,
una de sus provincias, una comisión para
investigar varios casos de presunto vampi-
rismo. En la Serbia actual, nadie más cree
en muertos vivientes chupadores de sangre,
que para los serbios de hoy no son más que
una curiosidad de su folclore. Por su parte,

276
bajo amenaza de castigo eterno, más de
cuatro mil millones de personas son per-
suadidas por el Cristianismo e Islam a creer
en cuentos sobrenaturales que no tienen
250, sino entre 1.300 y 3.500 años.
De acuerdo con el Índice Global de Reli-
giosidad y Ateísmo de 2012, de la Gallup
International, el 23% de la población mun-
dial es compuesta de no religiosos y el 13%
de ateos, lo que totaliza casi tres mil millo-
nes de personas que no sienten la menor
necesidad de creer en las historias sobrena-
turales de los libros sagrados. Después de
todo, si hace solo 250 años era común creer
en brujas y vampiros, ¿qué decir de la cos-
movisión de la época en que esos libros mi-
lenarios fueron escritos? ¿Sería natural to-
davía hoy creer en el producto de socieda-
des que en todo veían dioses, demonios,
espíritus y seres fantásticos?
Es evidente que las iglesias sienten que
está cada vez más difícil convencer a las
personas de creer en los relatos bíblicos. De
ahí la necesidad de simular modernidad,
ser lideradas como empresas y divulgadas
como marcas para hacer a la religión y a sí
mismas atractivas a los más variados seg-

277
mentos de la sociedad. Con todo, ¿será que
un ser que creó un Universo con trillones
de galaxias necesita ser propagado por me-
dio de estrategias de marketing y su mensa-
je comercializado?
Recuerdo como era común, en la década
de 1980, que la iglesia a que yo pertenecía
ofreciera cursos para fumadores. Uno que
otro participante siempre acababa convir-
tiéndose. Hoy, muchas confesiones hacen
uso de radiodifusión para vender su pesca-
do. Para las iglesias, en un país en que mi-
llones de personas mal instruidas, por tanto
con poco sentido crítico, pasan en prome-
dio seis horas al día mirando un televisor,
la televisión es una bendición.
Cansada de ver que cada vez más ovejas
de su rebaño corren a los brazos de pasto-
res evangélicos, la Iglesia Católica resolvió
contraatacar con sacerdotes cantantes que
se presentan no como clérigos, sino a la
moda de artistas de la música popular y son
frecuentes invitados especiales de talk
shows. Las canciones, la forma de cantar y
manera de predicar de esos sacerdotes son
claramente copiadas de los evangélicos.

278
Hace unos años, en el canal de televisión
de lo que es dueña, la Iglesia Universal del
Reino de Dios hacía propaganda para lo
que llama Congreso de los Vencedores (cu-
riosamente el mismo nombre de una asam-
blea del Partido Comunista de la Unión So-
viética, en la Era Stalinista), personas que,
en virtud de problemas financieros, sufrían
de depresión, pero que después de pasar a
frecuentar las reuniones de ese tal CV se
convirtieron en felices propietarios de
grandes casas con piscina y dos o tres co-
ches en el garaje. En la divulgación, el
nombre de la iglesia nunca es mencionado
y el presentador, que está más para yuppie
de la Wall Street, con el indispensable gel
en el cabello lamido hacia atrás, nunca es
llamado pastor.
La Teología de la Prosperidad no deja
solo a la Iglesia Católica nerviosa, sino
también a algunas denominaciones evangé-
licas tradicionales, que se vieron tentadas a
copiar en mayor o menor grado el estilo
neopentecostal de despertar interés a través
del abordaje de asuntos relacionados con
éxito en las finanzas. Una búsqueda que
hice en Google Brasil por la expresión “su-

279
cesso financeiro” (“éxito financiero”) listó
en séptimo lugar la página Sucesso Finan-
ceiro em 5 Regras (Éxito Financiero en 5
Reglas), de un sitio denominado Novo
Tempo. En ella, se ve la foto de un hombre
no de traje y corbata, sino en camisa y con
gel en el cabello lamido hacia atrás. En una
esquina, una flecha ascendente, como las
de gráficos financieros de empresas que tu-
vieron ganancias. En otra, el logotipo de un
programa de TV llamado Saldo Extra. Nin-
guna alusión es hecha a iglesia alguna. Es
necesario desplazar la larga página para no-
tar un pequeño logotipo casi del mismo co-
lor del fondo. Solo quien lo conoce sabe que
es de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
En el lado derecho, la publicidad de un li-
bro, titulado Administração Financeira da
Família, no menciona al autor. Hacer clic
en ella abre la página de la editorial de la
iglesia, donde se descubre que el autor es
pastor y director general de la Novo Tem-
po, la empresa adventista que produce el
programa Saldo Extra, del cual el hombre
de Dios con gel en el cabello, es el presen-
tador. La descripción del libro trae: “Usted
conocerá el antídoto para no contaminarse

280
con una de las peores enfermedades del
mundo moderno, el consumismo”. Quien
quiera ser curado del consumismo tiene
que consumir, es decir, comprar ese librete.
Las cinco reglas para el éxito financiero se
revelan seis: “Un sexto e importantísimo
paso es […] devuelva a Dios los diezmos y
ofrendas, sea fiel y Él le compensará”.

Idea para escena de documental. Pregun-


tar al tesorero de la Conferencia General
de la Iglesia Adventista del Séptimo Día:
“¿Cuál es el nombre del banco y el
número de la cuenta del Creador del Uni-
verso?”.

Cursos para fumadores, alcohólicos y


drogadictos, congresos financieros, pro-
gramas de radio y TV, sacerdotes y pastores
cantores, comercio de los más variados ti-
pos de artículos religiosos, en fin, muchas
son las estrategias empleadas por las igle-
sias para hacer crecer el número de ovejas
de sus rebaños.
A religiosos les gusta afirmar que creer
en Dios es natural, pues el Creador implan-
tó en sus criaturas el instinto de creer en él.
Si eso fuera verdad, ¿habría necesidad de
281
ofrecer a Dios de puerta en puerta y en pro-
gramas de radio y televisión? ¿No habrían
todas las personas de creer, sobre todo en
el mismo dios? Sin embargo, lo que obser-
vamos es precisamente lo que se espera de
una especie cuyo anhelo por explicar la ra-
zón de su existencia la hace idealizar miles
de dioses y elaborar innúmeras creencias
religiosas, muchas de las cuales inclusive
mutuamente se combaten.
Si Dios existe y nos configuró para bus-
carlo, pero conocerlo es posible solo a tra-
vés de la religión verdadera, ¿por qué no
revela el nombre de ella, así dando un basta
a todo ese pandemonio religioso? Sería más
fácil que hacer una galaxia. Si es verdad que
Dios escribió con su propio dedo en una pa-
red, como relatado en el libro de Daniel,
¿qué le impide escribir el nombre de la igle-
sia verdadera en todos los muros del plane-
ta? Si eso es pedir demasiado, entonces
¿qué tal si Dios hiciera a todo el mundo te-
ner el mismo sueño? Si todos los habitantes
de la Tierra, la misma noche, soñaran con
exactamente la misma cosa, o sea, el nom-
bre de la religión verdadera, ¿conseguiría

282
alguien dudar de que se trató de una reve-
lación divina?
Toda religión está llena de incoherencias.
Visto que está cada vez más difícil negar
eso, la moda ahora es que seguidores de
una religión digan que religión no es im-
portante. Cierta vez, un e-mail de un pastor
de la Iglesia Bautista apareció en mi bande-
ja de entrada. Era sobre su éxito como mi-
sionero. A pesar de no haber sido dirigido
específicamente a mí, le respondí hablando
de mi visión crítica a religiones organizadas
y evangelización. El pastor rebatió: “Yo,
cuando hablo de Dios, estoy hablando de
una persona, Jesús, no de conceptos o insti-
tuciones”. Repliqué: “Es ingenuidad afir-
mar que su trabajo misionero está disocia-
do de instituciones religiosas. Como pastor,
usted pertenece a una iglesia. Así, el Jesús
de quien usted habla es Jesús como él es
visto por la iglesia para que usted trabaja.
No existe Jesús neutro, a menos que usted
se restrinja a tan solo entregar a las perso-
nas una copia de los Evangelios sin decir
cosa alguna, mucho menos invitarlas a ir a
su iglesia, permitiendo que saquen sus pro-
pias conclusiones”.

283
La película Jugando en los Campos del
Señor, de Héctor Babenco, una adaptación
de la novela de Peter Matthiessen, muestra
con virtuosidad la insanidad que es la
evangelización, especialmente cuando el
objetivo es salvar a las almas de indígenas,
cuyas costumbres y tradiciones son consi-
deradas primitivas, inmorales y satánicas
por misioneros protestantes, que aprove-
chan para combatir a los evangelizadores
católicos. El resultado de ello es arrogancia,
descaracterización, tensión y conflicto.
Si existe una ideología que debería ser li-
bre de arrogancia, es religión (tanto más
por basarse en conjeturas). En muchas reli-
giones, humildad es una doctrina tan fun-
damental como amor y perdón. El dios bí-
blico, por ejemplo, desprecia a los arrogan-
tes. Muchas veces, la finalidad de sus casti-
gos era justamente hacer que las personas
fueran humildes. Paradójicamente, sin em-
bargo, religiones no hacen que las personas
sean humildes. Las incontables guerras re-
ligiosas a lo largo de la Historia son prueba
de ello. Aún hoy, individuos, pueblos y paí-
ses se hostilizan por el simple hecho de te-
ner religiones diferentes. No hace falta ser

284
un genio para percibir que es imposible que
la idea de verdad absoluta de validez uni-
versal, revelada a un pueblo elegido a dedo
por nadie menos que el Creador del Univer-
so, no genere arrogancia.
Cuando fui a vivir en Austria, residí unos
meses con una familia de miembros de la
denominación a que yo pertenecía. Un
buen día, dos Testigos de Jehová llamaron
a la puerta y, al contrario de lo que la ma-
yoría de las personas hace, el dueño de la
casa los invitó a entrar. No tardó mucho,
los tres se envolvieron en un debate sobre
diferentes doctrinas cristianas. Versado en
materia bíblica, mi anfitrión estaba visi-
blemente excitado con la oportunidad de
poder demostrar sus conocimientos. Ho-
jeaba la Biblia de manera casi frenética, re-
batiendo los argumentos de los misioneros
con la sonrisa de quien se ve en ventaja y
siente placer en causar incomodidad. Cla-
ramente, no tenía conciencia de que estaba
siendo presuntuoso. En su mente, estaba
haciendo la cosa cierta: defender la “ver-
dad”.
No teniendo duda alguna sobre las cosas
en que creen, es natural que religiosos se

285
sientan superiores a aquellos que no creen
de la misma manera. Si, con todo, los opo-
nentes son ateos, ese sentimiento de su-
perioridad es más fuerte. En las redes so-
ciales, es común que cristianos respondan a
ateos con amenazas del tipo: “¡Un día vas a
ver, pero va a ser demasiado tarde!”. Por
increíble que parezca, no les pasa por la ca-
beza que no apenas es éticamente errado
amedrentar a descreyentes, pues nadie de-
bería creer por miedo, sino que también es
ridículo amenazarles con un castigo que los
propios creyentes no saben si existe.
Falsas certezas son posibles solo cuando
el pensamiento crítico fue suprimido y el
cuestionamiento dejó de existir, razón por
que religiosos son capaces de creer en las
cosas más sin fundamento. Un buen ejem-
plo de ello es la prohibición de la carne de
cerdo, contenida en la lista de Levítico 11 de
animales que no deben ser comidos, obede-
cida por judíos ortodoxos y algunos cristia-
nos, como los cerca de 50 millones de
miembros de la Iglesia Ortodoxa Etíope.
Prohibida también por el Corán, 1,8 mil mi-
llones de musulmanes tampoco saborean la
carne de ese animal. Sin embargo, no obs-

286
tante venir siendo consumida hace mile-
nios, no hay indicios algunos de que cause
maleficios hasta el punto de necesitar ser
declarada peligrosa, a no ser que se golpee
la cabeza de alguien con un pernil, lo que
sería un caso más de policía que de Ciencia.
Nutricionistas vegetarianos no tienen la
carne de cerdo como peor que otras, sino
apenas igualmente nociva. Por su parte, en-
tre aquellos que afirman que carne debe
formar parte de una dieta saludable hay
quienes que hasta la prefieren a la de gana-
do o pollo, por contener menos grasa y más
vitamina B6.
En vista de ello, nadie, ni aun judíos or-
todoxos, sabe explicar el motivo por que
Yahveh prohibió el consumo de la carne
porcina. De hecho, la Torá contiene diver-
sos mandamientos sin sentido, como la
prohibición de recortar las puntas de la
barba. A la luz de la Ciencia moderna, va-
rias de las leyes bíblicas relacionadas con la
limpieza poco o nada tienen que ver con hi-
giene. Hasta Shlomo Yitzchaki, más cono-
cido como Rashi, uno de los más famosos
rabinos y comentaristas de la Biblia He-
brea, admite que muchos decretos de Dios,

287
como la prohibición de comer cerdo, vestir
shatnez [ropa hecha de lana y lino] y el
procedimiento de purificación efectuado
por el agua de la purificación [agua mezcla-
da con cenizas de novilla roja], no tienen
justificación racional. Según Rashi, la ra-
cionalidad de esos mandamientos no debe
ser cuestionada. Dios quiere que sean obe-
decidos aun sin ser comprendidos, razón
por que el texto bíblico dice “Yo soy el Se-
ñor”, explica el rabino.
Cuando le pido a mi hijo que no haga eso
o aquello, no quiero que me obedezca como
un robot, sino que entienda el porqué de
mis peticiones, que necesariamente deben
tener sentido. Por su parte, Yahveh, o Alá
(la misma divinidad, apenas que en religión
diferente), siente placer en la obediencia
ciega. Ahora bien, ¿no sería la Ciencia mo-
derna suficientemente avanzada para des-
cubrir lo que hay de tan malo con la carne
porcina que justifique haber sido prohibida
por el dios de la Biblia y el Corán? Además
de inútil, esa ley causó la muerte de muchas
personas. De acuerdo con los libros de los
Macabeos, cuando criminalizó la práctica
del Judaísmo el emperador sirio-griego An-

288
tíoco IV Epífanes obligó a los judíos a co-
mer carne de cerdo. Por negarse, una ma-
dre y sus siete hijos fueron torturados hasta
la muerte y un hebreo de 90 años murió de
azotes, a pesar de le haber sido concedido
fingir comer “carne prohibida”. Cuarto
Macabeos es obra de alguien que se dio el
trabajo de escribir un libro entero sobre
esas nueve personas, que son retratadas
como héroes solo porque no comieron un
pedazo de filete de cerdo.
La carne de cerdo es un buen ejemplo de
incoherencia bíblica y cristiana. Sin peso de
conciencia alguno, la gran mayoría de los
cristianos come cerdo, pues entiende que
Jesús abolió la ley de los animales inmun-
dos. Con todo, por formar parte de la Escri-
tura, que, como dijo el apóstol Pablo, es
“toda inspirada por Dios”, la ley sobre los
animales impuros no es invención de Moi-
sés. Por el contrario: comienza con un claro
“El Señor les ordenó”. Fue, por tanto, dic-
tada por el propio creador del cerdo, Yah-
veh, que en la concepción cristiana es Je-
sús. Si Yahveh-Jesús declaró que el cerdo
es inmundo, razón por que prohibió su
consumo, ¿cómo podría ese animal haber

289
dejado de ser inmundo? ¿Habría el cerdo
siempre sido un animal limpio y Yahveh
hecho una broma con su pueblo? ¿Sería
Yahveh-Jesús un dios sádico que siente
placer en dar órdenes sin sentido, solo para
probar la obediencia de sus siervos? ¿Ha-
bría Jesús, en un pase mágico, alterado la
fisiología del cerdo, transformándolo en un
animal limpio? En ese caso, ¿por qué no lo
creó limpio? Por cierto, ¿por qué no creó
animales solo limpios? ¿O no apuntarían
esas discrepancias para lo obvio, esto es,
que esas leyes nada tienen de divino, sino
que fueron hechas por razones meramente
político-nacionalistas con el objetivo de di-
ferenciar y separar al pueblo de Israel de
los demás?
Además del menú para carnívoros, el
Creador del Universo se dio el trabajo de
crear leyes sobre cómo proceder con perso-
nas con enfermedades de la piel, como la
lepra, pero, por más increíble que pueda
parecer, no el de pasar a la Humanidad in-
formaciones que habrían salvado la vida de
millones de personas, como sobre bacterias
y virus y cómo curar las enfermedades que
ellos causan. En vez de ello, se limitó a or-

290
denar que leprosos fueran expulsados del
campamento para, entregados a su propia
suerte, o mejor, mala suerte, morir solita-
rios.
El Todopoderoso constantemente actua-
ba de manera espectacular, como haciendo
pan caer del cielo, pero curar leprosos, eso
él no lo hacía. Para la eventualidad de que
la enfermedad de la piel no fuera lepra, que
sin tratamiento es incurable, y uno u otro
infectado tuviera la suerte de recuperarse,
Yahveh dedicó un capítulo casi entero a las
reglas a que los suertudos tenían que obe-
decer para poder considerarse purificados,
como esta: “Luego tomará el sacerdote un
poco de sangre del sacrificio por la culpa y
la untará en el lóbulo de la oreja derecha,
en el pulgar de la mano derecha y en el
dedo gordo del pie derecho del que se puri-
fica” (Levítico 14:14). Si eso no es prueba de
como la religión judeocristiana es primiti-
va, entonces no sé qué es. Un pajarito y tres
corderos tenían que ser sacrificados y pro-
veer la sangre con que el sacerdote hacía la
propiciación por los convalecidos, a fin de
que sus pecados fueran perdonados y la ira
del dios bíblico apaciguada, pues enferme-

291
dades en general, pero sobre todo las de
piel, eran consideradas maldiciones divi-
nas.
A propósito, cuando Aarón y Míriam cri-
ticaron a su hermano Moisés por haberse
casado con una mujer extranjera (supongo
que porque las extranjeras hacían cosas que
las hebreas estaban prohibidas de hacer),
Dios castigó solo a Míriam, haciendo su
mano quedarse leprosa. Aarón no recibió
punición alguna. ¡Qué bueno que Dios no
es injusto y misógino!
O la Biblia fue de tapa a tapa inspirada
por un ser infinitamente amoroso, sabio y,
por consiguiente, coherente o no. Sin em-
bargo, “Por sus frutos los conoceréis” vale
solo para los seres humanos, nunca para
Dios. ¿Pues no fue el rey David quien dijo:
“Prueben y vean que el Señor es bueno”?
Sin embargo, hay muchas cosas en la Bi-
blia, dichas y hechas por Dios, que clara-
mente no son buenas, como esta:

El Señor le ordenó a Moisés que le dijera


a Aarón: “Ninguno de tus descendientes
que tenga defecto físico deberá acercarse
jamás a su Dios para presentarle la ofren-
da de pan […]: ninguno que sea ciego,
292
cojo, mutilado, deforme, lisiado de pies o
manos, jorobado o enano; o que tenga
sarna o tiña, o cataratas en los ojos, o que
haya sido castrado. Ningún […] que tenga
algún defecto podrá acercarse […], por
causa de su defecto no pasará más allá
de la cortina ni se acercará al altar, para
no profanar mi santuario”. (Levítico 21:16-
23)

No comment.
Es innegable que el dios de la Biblia dis-
crimina a personas con defectos físicos, que
eran considerados castigos divinos por pe-
cados que podrían haber sido cometidos
también por sus antepasados. En una tabla
de piedra, con su propio dedo Dios escribió:
“Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso.
Cuando los padres son malvados y me
odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera
y cuarta generación” (Éxodo 20:5). Sin em-
bargo, como el dios bíblico es capaz no solo
de arrepentirse, sino también olvidarse,
tiempo después se olvidó de lo que había
escrito y se contradijo: “Un hijo así no me-
rece morir por la maldad de su padre […].
Todo el que peque merece la muerte, pero
ningún hijo cargará con la culpa de su pa-
293
dre, ni ningún padre con la del hijo” (Eze-
quiel 18:17,20). Ese pasaje contradice el
propio principio, obviamente perverso, en
que la religión judeocristiana está funda-
mentada, según la cual nosotros hijos es-
tamos pagando por el pecado de nuestros
padres Adán y Eva.
Si personas con defectos físicos estaban
prohibidas de acercarse al altar, en muy
peor situación estaban las generadas fuera
del matrimonio o provenidas de bastardos.
A esas Dios no las quería ver ni en el último
banco de la iglesia: “No podrá entrar en la
asamblea del Señor quien haya nacido de
una unión ilegítima; tampoco podrá hacer-
lo ninguno de sus descendientes, hasta la
décima generación” (Deuteronomio 23:2).
Semejante al caso de la carne de cerdo,
cristianos jamás se preguntan por qué Dios
un día abominó la presencia de adulterinos
y sus posteridades en la iglesia si más tarde
pasó a no tener problema alguno con ellos.
¿Habría la divinidad que profirió “Yo, el
Señor, no cambio” cambiado de idea?
Extrañamente, muchos millones de los
mismos cristianos que afirman que Jesús
quitó de los cerdos la etiqueta “¡Atención:

294
inmundo!” no beben vino por creer que
Dios lo condena, cuando en realidad nin-
gún mandamiento hay que prohíba la in-
gestión de bebidas alcohólicas. Muy por el
contrario: a varios personajes bíblicos les
gustaba un vinito, inclusive al gran Noé, a
quien el apóstol Pedro llama “predicador de
justicia”. Cristianos fundamentalistas lle-
gan a afirmar que Jesús transformó agua
no en vino, sino en jugo de uva, como si
tomar jugo de uva en fiesta de bodas fuera
la cosa más natural del mundo.
¿Quién habría de saber mejor si Yahveh
desaprueba bebidas alcohólicas que los
descendientes de los redactores del libro
que él prácticamente dictó? El renombrado
rabino ortodoxo, profesor e historiador Be-
rel Wein (con vino hasta en el nombre) es-
cribió: “El vino es considerado una bebida
sagrada — la única bebida que tiene su pro-
pia bendición especial para ser recitada an-
tes de consumida. El vino es parte de todos
los eventos del ciclo de vida en la vida ju-
daica”.
¿De qué sirve a un cristiano no comer
cerdo, pero comer churrasco y torta y to-
mar helado? ¿De qué sirve a un cristiano no

295
tomar vino, pero tomar gaseosa? Es seme-
jante al cristiano que no va a cine y teatro,
pero ve televisión, o al cristiano que no lee
novelas, pero lee libros de ficción cristiana,
o al cristiano que no roba, pero comparte
CDs o DVDs gospel pirateados, o al cris-
tiano que se indigna con la liberalización
del aborto, pero no se indigna al ver niños
viviendo en la calle.
Innecesario decir que hipocresía no es
algo que se encuentra apenas en el medio
religioso. Somos todos susceptibles de ser
hipócritas. Sin embargo, entre creyentes la
hipocresía superabunda, y eso por culpa de
la propia creencia, pues religiones se basan
en el principio de santidad y pureza, motivo
por que el dios de la Biblia dio instruccio-
nes precisas a sus adoradores acerca de las
cosas que no deben pensar, hacer, comer,
beber, vestir, etc., para no volverse impu-
ros. “Sean perfectos, así como su Padre ce-
lestial es perfecto” (Mateo 5:48), dijo el
mismo Jesús, que, según la creencia cris-
tiana, fue perfecto y no pecó ni en pensa-
miento.
Hay algo de no natural en la religiosidad
judeocristiana que invariablemente genera

296
hipocresía, pues la divinidad bíblica exige
de sus adoradores una conducta que des-
considera la naturaleza humana y, sobre
todo en tiempos modernos, es casi imposi-
ble de tener, que puede ir desde chismo-
rrear hasta reñir en un campo de fútbol,
desde contar mentiras blancas hasta saltar-
se la fila, desde conducir por encima de la
velocidad permitida hasta no declarar pro-
ductos comprados en el exterior, desde sen-
tir antipatía hasta tener pensamientos se-
xuales. En eso no habría problema alguno,
si creyentes guardaran su creencia para sí.
Como, sin embargo, sabemos, allegan que
el código moral cristiano es válido para to-
dos los habitantes de la Tierra, aunque ellos
mismos no lo vivan como deberían. De esa
manera, hacen lo que en alemán se llama
“predicar agua, pero beber vino”.
Un estudio titulado Una Nueva Genera-
ción Expresa Su Escepticismo y Frustra-
ción Con el Cristianismo, de 2007, condu-
cido por David Kinnaman, presidente del
The Barna Group, una empresa cristiana de
California, reveló que el 85% de los esta-
dounidenses no cristianos entre 16 y 29
años creen que cristianos son hipócritas.

297
Apenas el 16% tiene una buena impresión
del Cristianismo como un todo y solo el 3%
asociaciones positivas en relación con los
evangélicos. Interesante notar que el 75%
es de la opinión que cristianos están dema-
siado involucrados en política. La investi-
gación muestra aún que los propios cristia-
nos tienen una impresión negativa del Cris-
tianismo. La mitad de ellos ve a cristianos
como hipócritas. El 34% dijeron que el
Cristianismo es “anticuado y perdió el con-
tacto con la realidad”.
Como es el caso de gran parte de las igle-
sias evangélicas, también aquella en que fui
criado condena ir a cines. En los dos años y
medio en que cursé Facultad de Teología,
en San Pablo, viví en el dormitorio del cole-
gio, cuyas habitaciones no tenían televisión.
Por ello, la sed de los estudiantes de ver pe-
lículas solo podía ser saciada en la casa de
un profesor. Cuando un canal de TV anun-
ció que iba a pasar Rambo II, rápidamente
yo y un grupo de colegas planeamos ir a
verlo, aun sabiendo que se trataba de una
película violenta. En ella, 69 personas son
asesinadas en 96 minutos, esto es, aproxi-
madamente una para cada minuto y medio.

298
Sin embargo, quien está acostumbrado a la
extrema violencia de los relatos bíblicos,
que él acepta como verídicos, encuentra la
violencia hollywoodiana de Rambo II hasta
divertida. Estudiar Teología no nos quitaba
la voluntad de ver películas mundanas. Si la
iglesia tenía un problema con cines, noso-
tros no teníamos problema con películas,
pues al mismo tiempo que éramos creyen-
tes sentíamos el deseo de ser normales.
Para muchos jóvenes cristianos, es emocio-
nalmente desgastante vivir en ese dualis-
mo. De un lado, la religión determinando
todo lo que deben considerar malo; del
otro, la naturaleza humana naturalmente
queriendo disfrutar la vida sin sentimiento
de culpa.
En 2011, el mismo The Barna Group pu-
blicó los resultados de otro estudio, realiza-
do a lo largo de cinco años, titulado Ustedes
Me Perdieron: Por Qué Jóvenes Cristianos
Están Dejando la Iglesia. Kinnaman son-
deó que el 59% de los jóvenes cristianos es-
tadounidenses dan la espalda a la iglesia
después de cumplir 15 años. Estos son sus
principales motivos:

299
• La iglesia es superproteccionista (“Cris-
tianos demonizan todo lo que es de
fuera de la iglesia”, “La iglesia ignora los
problemas del mundo real”, “Mi iglesia
está demasiado preocupada que pelícu-
las, música y videojuegos sean perjudi-
ciales”).
• La experiencia del Cristianismo es su-
per cial (“La iglesia es aburrida”, “La fe
no es relevante para mi carrera o intere-
ses”).
• Iglesias son antagónicas a la Ciencia
(“Cristianos son demasiado con ados de
que saben todas las respuestas”, “La
iglesia está fuera de sintonía con el
mundo cientí co”, “El Cristianismo es
anticiencia”, “El debate Creacionismo
contra Evolución me alejó”).
• La iglesia es simplista y juzgadora en
relación con la sexualidad (“Es tenso
corresponder a las expectativas de
castidad y pureza sexual de la iglesia”,
“Cometí errores y me siento juzgado”,
“Enseñanzas sobre sexualidad son an-
ticuadas”).
• La naturaleza exclusivista del Cristian-
ismo (“Las iglesias tienen miedo de las
creencias de otras religiones”, “Me sentí
forzado a escoger entre mi fe y mis ami-
300
fi
fi
fi
gos”, “La iglesia es como un club de
campo: solo para socios”).
• La iglesia es hostil a aquellos que dudan
(“No me siento seguro en admitir que a
veces el Cristianismo no tiene sentido”,
“No me siento capaz de hacer las pre-
guntas más apremiantes de mi vida”, “Mi
fe no me ayuda en la depresión u otros
problemas emocionales”).

Creo que es bastante improbable que


haya una religión que no imponga culpa,
pero casi imposible que haya una que en
imposición de culpa gane al Cristianismo.
Culpa es la propia esencia de la religión de
Jesús. La primera cosa que muchas perso-
nas sienten cuando salen del Cristianismo
es un tremendo alivio por la desaparición
del fardo de la culpa. La religión cristiana
enseña que todos los seres humanos son
culpados de la entrada del pecado en el
mundo. Todos nosotros creímos en la ser-
piente parlanchina y mordemos la fruta
prohibida. Todos los seres humanos son
culpados de la muerte de Jesús. Todos no-
sotros horadamos sus manos y derrama-
mos su sangre. Por ello, estamos condena-
dos, queramos o no, creamos en esa histo-
301
ria absurda o no. Como si eso no bastara, el
padre de aquel que matamos (que es él
mismo), nos monitorea día y noche, noche
y día. Registra todos nuestros actos y todos
nuestros pensamientos. No tenemos un se-
gundo siquiera de privacidad. Ni en el
baño. No tenemos como negarnos, como no
formar parte de esa historia absurda. Hasta
el querer ser dejado en paz es merecedor de
castigo. Y el castigo no es cualquiera. Si la
abrumadora mayoría de los cristianos está
cierta, quien se niega a creer en esa historia
absurda es absurdamente torturado por in-
finitos absurdillones de años.
A no ser, por supuesto, que apaguemos el
sentido común, la lógica, la inteligencia,
creamos en esa historia absurda, aceptemos
nuestra culpa, nos arrepintamos de, 6 mil
años antes de nosotros nacer, haber mordi-
do la fruta prohibida y imploremos perdón
a aquel cuyas manos, 2 mil años antes de
nosotros nacer, horadamos y cuya sangre
derramamos. Eso casi nos permitirá morar
en una de las envidiables mansiones de oro
de aquella ciudad cuboide de 2.225 km de
altura.

302
Sí, casi, porque a partir de ahí necesita-
mos tener miedo solo de haber tenido el
azar de no descubrir cuál de las 40 mil de-
nominaciones cristianas es la verdadera, la
que correctamente representa a aquel cuyas
manos horadamos y cuya sangre derrama-
mos. Ningún cristiano está libre de ser sor-
prendido en el Juicio Final con la devasta-
dora información de que fue cristiano en
vano, pues formó parte de la iglesia falsa.
No es imposible que en ese terrible día,
sentado en su vieja y enorme escribanía,
Dios, con su voz de trueno, diga a un cre-
yente:

— ¿Es así mismo que te llamas? ¡¿Er-


aldonclóbes Santos de la Cruz?!
— S-s-sí, Señor.
Dios mira al creyente de arriba abajo.
— Bueno. ¿Recuerdas ese folleto que
metieron en tu mano el día tal y tal allá en
la peatonal y que arrugaste y tiraste a la
basura?
— N-n-no… N-no recuerdo, no…
Señor.
— Hmmm… No recuerdas, ¿verdad?
Dios chasca los dedos y una gigan-
tesca pantalla con una resolución que no
303
es de este mundo aparece detrás de él. Él
se vuelve hacia ella, chasca los dedos de
nuevo y un video en estilo de cámara
oculta empieza a pasar. En él, se ve un
hombre de camisa blanca con corbata y
pantalones negros en la calle poniendo un
folleto en la mano del creyente. Sin dejar
de andar, el creyente mira al folleto. La
cámara da un close en su cara y se nota
una sonrisa de desprecio. De otro ángulo,
se ve al creyente arrugando el folleto y,
sin mirar, tirándolo hacia un basurero. Él
yerra el blanco y la bolita de papel cae en
el suelo.
Dios se vuelve hacia el creyente.
— Además de botar el folleto, ensuci-
aste la calle, Eraldonclóbes.
Aterrorizado, el creyente no sabe qué
decir. Dios continúa:
— Y ese programa de TV, con esa ima-
gen de fondo con ovejas pastando y rayos
de sol pasando por los agujeros de las
nubes, ¿recuerdas?
— N-n-n…
Dios se vuelve hacia la pantalla, chasca
los dedos y un video muestra al creyente
estirado en el sofá, mirando la TV y bal-
anceando la cabeza en señal de
reprobación, indignado con el pastor de
304
Biblia en mano. El creyente aprieta con
fuerza un botón en el control remoto y
cambia de canal.
Sin volverse al creyente, Dios prosigue:
— ¿Y recuerdas la calcomanía con el
logotipo de una iglesia en el vidrio de
aquel auto estacionado frente a tu casa?
— ¿A-a-auto?
Otro chasquido de dedos, otro video. Al
salir de casa, el creyente repara en una
calcomanía en el vidrio de un auto. Cu-
rioso, el creyente se acerca, pero al re-
conocer el símbolo de una iglesia hace
cara de desdén y sigue adelante.
Mientras lentamente se vuelve hacia el
creyente, Dios chasca los dedos y la pan-
talla gigante desaparece. Él mira al
creyente, suspira y dice:
— Pues bien, Eraldonclóbes, eran to-
dos signos de la iglesia verdadera que
coloqué en tu camino, pero que ignoraste,
insistiendo en quedarte en la iglesia falsa,
creyente de que era la verdadera.
El creyente suda como si tuviera las
Cataratas del Iguazú en la frente, pero su
boca está más seca que las dunas de la
Costa de los Esqueletos de Namibia. Dios
entonces mira el enorme libro abierto so-
bre la mesa, moja la punta del índice en la
305
lengua, hojea un poco hacia atrás y hacia
adelante, mira al creyente por encima de
las gafas, alisa la larga barba blanca, ho-
jea un poco más, se vuelve hacia el lado
y, levantándose, dice:
— Pedro. Pedrooooo… ¡Eh, Pedro!
— Habla, Señor, porque tu siervo oye.
— ¿Estás ocupado?
— Sí.
— Mira, haz una pausita ahí y asume
aquí mi lugar que por hoy basta. Y ve qué
puedes hacer por ese chico aquí. Su
nombre es… Eraldonclóbes.
— ¿Qué?
— No es error, no. Es así mismo que se
llama.
— ¿Cristiano?
— Sí, pero de la iglesia falsa.
— ¡Madre de Dios! ¿Cuántos hoy?
— No sé, perdí la cuenta. Mandé un
montón al In erno.
— ¡Dios mío!
— Necesito distraer la mente. Creo que
voy allí a provocar una colisioncita de
galaxias.
— Chévere, puede ir tranquilo.
— Mira, lo que decidas hacer con ese
ciudadano ahí para mí está bien, ¿OK?
— Déjalo conmigo.
306
fi
Como mostré, no es posible escoger una
religión haciendo uso de criterios lógico-ra-
cionales. Cualquier creencia puede ser la
cierta y todas pueden estar erradas. La
práctica religiosa se resume en tocar made-
ra para haber sido adoctrinado por los pa-
dres en la religión verdadera o escogido la
verdadera. Tocar madera. Y nada más.
Luego, ¿cómo podría alguien considerarse
sensato cuando busca convencer a otros de
que su religión es la verdadera? ¿Cómo po-
dría alguien juzgarse coherente cuando cree
que quien se niega a aceptar su colección de
especulaciones será castigado?
El objetivo de las religiones es uniformi-
zar a la Humanidad a través de la manipu-
lación. Niños son páginas en blanco. Lo que
quiera que sus padres en ellas escriban, en
eso los niños creen. Adoctrinados, crecen
aceptando los disparates de los credos de
sus progenitores como verdades incuestio-
nables. Acostumbrados a las irracionalida-
des de las creencias que les fueron impues-
tas a una edad en que no podían defender-
se, alcanzan la mayoría de edad condicio-
nados a creer que religión es algo impres-
cindible. Sin costumbre de pensar por sí

307
mismos, esos ahora adultos prefieren ser
guiados. Aun en edad madura, ven el libre
pensamiento como un insulto a Dios, lo que
es una clara contradicción. Si es verdad que
el Creador del Universo nos dio la capaci-
dad de pensar analítica y críticamente, ¿por
qué habría de condenar el pensamiento
analítico-crítico que él mismo creó? ¿Cómo
podría Dios ser justo al exigir de sus criatu-
ras que crean en cosas que les parecen ab-
surdas? Si divergir de dogmas religiosos es
divergir de Dios, y divergir de Dios es sus-
ceptible de punición, entonces él realmente
creó no personas libres, sino robocitos. To-
dos los robocitos que no piensan de la ma-
nera como fueron programados para pen-
sar están averiados. Si no se dejan arreglar,
tienen que sufrir — horriblemente.
Solo eso bastaría para concluir que reli-
giones son una afronta al intelecto. Lo que
afronta el intelecto no tiene como ser salu-
dable para el espíritu, y lo que no es salu-
dable para el espíritu debe ser repudiado.

308
5

Realidad

“Ya hice más de mil promesas,


recé tanta oración.
Debe ser que rezo bajo,
pues mi Dios no oye, no.”
(De la canción Borandá, de Edu Lobo)

ALGUNAS DÉCADAS EN el futuro. Los medios


de comunicación dan la noticia más bom-
bástica de toda la historia de la Humani-
dad: la Ciencia acaba de descubrir que Dios
realmente existe. No hay más duda alguna.
Es verdad. Dios existe, sí señor. Está pro-
bado por a + b. Miles de millones de cre-
yentes casi explotan de euforia. Minutos
más tarde, una noticia complementaria: la
Ciencia descubrió que Dios no oye oracio-
nes y vida después de la muerte no existe.
Silencio abrupto. Gritos de júbilo atrapados
en la garganta. Miles de millones de bocas
abiertas. De la euforia a la depresión pro-
funda, en un segundo. Inconformes con la
inexistencia del Paraíso, una hora más tar-
de los creyentes empiezan a decir que esa
investigación científica es falsa. Cosa de los
Illuminati.
309
¿Quién habría de querer adorar a un dios
así? ¿Y qué decir de servirle, una concep-
ción tan fundamental para las religiones
monoteístas, hasta el punto de que muchos
creyentes sienten placer en decir que son
siervos de Dios? ¿Qué motivo tendría al-
guien para servir a ese dios que ahora todas
las personas saben que existe, pero a quien
ellas le importan un comino?
Religiones se resumen en dos cosas: re-
compensa y castigo. ¿Qué motivación ten-
dría alguien para seguir el Cristianismo o
Islam, si el Paraíso no formara parte de sus
dogmas? ¿Y qué motivo tienen la Biblia y el
Corán para prometer coronas y mansiones
de oro sino el de hacer sonar más atractivo
el galardón? Claramente, prometer vida
eterna no habría bastado. Sin embargo,
como cada vez más personas encuentran
aburrido seguir una religión que promete
premios apenas en el porvenir, hay cada vez
más confesiones cristianas prometiendo
también “mucho dinero en el bolsillo” y
“salud para dar y vender” [letra de una can-
ción brasileña], más una incoherencia para
la larga lista de incoherencias del Cristia-
nismo.

310
Si cristianos estuvieran 100% convenci-
dos de que el Paraíso existe y de que no de-
ben preocuparse por el día de mañana, no
pasarían esta vida corriendo detrás de di-
nero y bienestar social, algo que su Maes-
tro, que no tuvo “dónde recostar la cabeza”
y que incitaba a las personas a vender todo
lo que poseían y acumular “tesoros en el
Cielo”, reprobaba. De ahí la necesidad del
Cristianismo de prometer beneficios tam-
bién para antes de la muerte.
Ventaja personal es, por tanto, lo que
motiva a mucha gente a seguir una religión.
Una persona que, a través de la reflexión,
encuentre razones para creer que debe exis-
tir una fuerza creadora detrás del Universo
creerá en ella por principio, y no para reci-
bir beneficios, premios y recompensas.
Vida eterna, Paraíso, protección, cura y
prosperidad son productos vendidos por las
religiones, y en ninguna son comercializa-
dos con tanto éxito como en la cristiana.
Seguir el Cristianismo es comprar lo que él
tiene para vender.
No conozco iglesia que no asocie diezmos
y ofrendas a bendiciones divinas. Después
de todo, eso es doctrina bíblica. Al pedir a

311
los cristianos de Corinto contribuciones fi-
nancieras para creyentes pobres en Judea,
el apóstol Pablo no se limita a decir: “Com-
pañeros, nuestros hermanos en Jerusalén
están necesitando la ayuda de ustedes”. Por
lo visto, eso no habría sido suficiente para
motivar a los corintios a donar. Tanto así
que Pablo gasta dos capítulos enteros de la
Biblia con consideraciones sobre la impor-
tancia de dar ofrendas. Al parecer, tampoco
eso habría bastado, pues a cierta altura par-
te para la apelación y promete recompensas
divinas a los donantes. Descaradamente,
Pablo afirma que “el que siembra escasa-
mente, escasamente cosechará, y el que
siembra en abundancia, en abundancia co-
sechará” y no se avergüenza de decir que
“Dios ama al que da con alegría” (2 Corin-
tios 9:6-7). Después de ello, ¿qué cristiano
osaría no abrir la cartera?
Solicitar ayuda financiera para hermanos
en la fe evidencia que ni la mayor figura del
Cristianismo confiaba en las promesas bí-
blicas de amparo divino, como la que fue
dada por intermedio de Salomón, el hom-
bre más bendecido de la Tierra: “El Señor

312
no deja sin comer al justo” (Proverbios
10:3).
Es innegable que el libro de la tapa negra
vincula favores divinos a la fidelidad en los
diezmos y generosidad en las ofrendas.
Cuando compramos un producto o paga-
mos por un servicio, sabemos exactamente
lo que recibiremos. Si no lo recibimos, o no
estamos satisfechos, es natural que nos de-
cepcionemos, y tenemos el derecho de re-
clamar. Con las innúmeras promesas bíbli-
cas de protección, libramiento, cura y pros-
peridad, no es así. No importa cuán fieles y
generosos sean, los adoradores del dios de
la Biblia no tienen como saber si él cumpli-
rá su parte del acuerdo, mucho menos
como exigirle que la cumpla. Peor: si no
concede lo que piden, la culpa no es de
Dios, sino de ellos. Tal vez no estén siendo
suficientemente fieles. Tal vez estén necesi-
tando una lección. Sea lo que fuere, Dios
nunca es responsabilizado, pues es bueno y
“sabe lo que hace”.
En el intento de explicar por qué no reci-
ben lo que piden, es común que creyentes
digan frases del tipo “Dios no tiene obliga-
ción de atender a peticiones”. Sin embargo,

313
varios pasajes bíblicos dejan claro que eso
no es verdad, como en 2 Crónicas 7:14: “Si
mi pueblo […] se humilla y ora, y me busca
y abandona su mala conducta, yo lo escu-
charé desde el cielo […] y restauraré su tie-
rra”. Como se ve, Dios hizo un pacto con
sus adoradores: “Si ustedes hacen lo que yo
les pido, hago lo que ustedes me piden”. La
misma cosa es enseñada por el Nuevo Tes-
tamento: “Sabemos que Dios no escucha a
los pecadores, pero sí a los piadosos y a
quienes hacen su voluntad” (Juan 9:31) y
“Si dos de ustedes en la tierra se ponen de
acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les
será concedida por mi Padre que está en el
cielo” (Mateo 18:19). Además, “Dios no es
un simple mortal para mentir […]. ¿Acaso
no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo
que dice?” (Números 23:19).
No hay que olvidar que el dios bíblico es
llamado padre. El mejor ejemplo de ello es
la oración del Padre Nuestro. Eso no es así
por casualidad. Tradicionalmente, el papel
del padre es sobre todo proteger, y protec-
ción es lo que creyentes más esperan de
una divinidad.

314
Muchas personas tienen dificultad en
concebir que el Universo puede no haber
sido creado. No obstante, imaginar que
existe un Creador, pero que es indiferente,
a él no le importan sus criaturas, es para
ellas mucho más difícil. En realidad, inso-
portable. Con todo, ¿la idea de un Creador
que interviene en su creación condice con
la realidad? ¿Es eso lo que se observa? ¿Él
realmente protege a quien lo llama padre?
No hay manera mejor de adoctrinar a las
personas que a través del empleo de la mú-
sica. Nuestro cerebro retiene imágenes y
palabras leídas y proferidas, pero si existe
una cosa que realmente le gusta guardar, es
música. Por eso es que ella es tan esencial
en las iglesias y muy empleada en la cate-
quesis de niños. Gracias a Osiris, no re-
cuerdo el contenido de ninguno de los mi-
les de sermones que he escuchado, pero ni
Thor es capaz de hacerme olvidar las letras
de cientos de canciones cristianas.
Si todo lo que en una iglesia es cantado
necesita estar en armonía con lo que la Bi-
blia enseña, también los mensajes de los
himnos cristianos son tenidos como verda-
deros por los fieles. Ellos no discuerdan o

315
dudan de ninguna de sus palabras, como
las de Tenderly He Watches (Tiernamente
Él Guarda), de George Beverly Shea:

Tiernamente él te guarda
a cada paso, cada kilómetro del camino.
Como una madre que vigila a su bebé,
él está cerca de ti a cada hora del día.

Cuando estás débil, cuando estás fuerte,


cuando estás cierto, cuando estás errado,
en tu alegría y en tu tristeza,
cuando pierdes y cuando ganas.

Tiernamente él te guarda
a cada paso, cada kilómetro del camino.

Mucho antes del tiempo comenzar,


tú hacías parte de su plan.
No dejes miedo alguno nublar tu mente.
Él no te abandonará ahora.

Esa letra sintetiza bien la concepción


cristiana del Padre del Cielo que guía y
guarda a sus hijos siempre, sin cesar y en
todo instante, “a cada paso del camino”.
¿Habría ese himno de ser cantado en las

316
iglesias, grabado y oído, si no condijera con
lo que la Biblia enseña?
Ahora, algunos ejemplos de lo que las
Sagradas Escrituras dicen sobre como Dios
protege a sus adoradores y atiende a sus pe-
ticiones:

El Señor es mi pastor, nada me falta.


(Salmos 23:1)

El ángel del Señor acampa en torno a


los que le temen; a su lado está para li-
brarlos. Prueben y vean que el Señor es
bueno […]. Teman al Señor, ustedes sus
santos, pues nada les falta a los que le
temen. Los leoncillos se debilitan y tie-
nen hambre, pero a los que buscan al
Señor nada les falta. […] Los justos cla-
man, y el Señor los oye; los libra de to-
das sus angustias. El Señor está cerca
de los quebrantados de corazón, y salva
a los de espíritu abatido. Muchas son las
angustias del justo, pero el Señor lo li-
brará de todas ellas; le protegerá todos
los huesos, y ni uno solo le quebrarán.
(Salmos 34:7-10,17-20)

317
Deléitate en el Señor, y él te concederá
los deseos de tu corazón. (Salmos 37:4)

Dichoso el que piensa en el débil; el Se-


ñor lo librará en el día de la desgracia. El
Señor lo protegerá y lo mantendrá con
vida; lo hará dichoso en la tierra y no lo
entregará al capricho de sus adversa-
rios. El Señor lo confortará cuando esté
enfermo; lo alentará en el lecho del do-
lor. (Salmos 41:1-3)

Encomienda al Señor tus afanes, y él te


sostendrá; no permitirá que el justo caiga
y quede abatido para siempre. (Salmos
55:22)

Dios nos concede honor y gloria. El Se-


ñor brinda generosamente su bondad a
los que se conducen sin tacha. (Salmos
84:11)

Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil


a tu derecha, pero a ti no te afectará. […]
Ningún mal habrá de sobrevenirte, nin-
guna calamidad llegará a tu hogar. Por-
que él ordenará que sus ángeles te cui-

318
den en todos tus caminos. (Salmos
91:7,10-11)

Pero el que me dé oídos habitará segu-


ramente y estará descansado del temor
del mal. (Proverbios 1:33)

Pidan, y se les dará; busquen, y encon-


trarán; llamen, y se les abrirá. Porque
todo el que pide, recibe […]. Pues si us-
tedes, aun siendo malos, saben dar co-
sas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su
Padre que está en el cielo dará cosas
buenas a los que le pidan! (Mateo
7:7-8,11)

Les aseguro que, si tienen fe tan peque-


ña como un grano de mostaza, podrán
decirle a esta montaña: “Trasládate de
aquí para allá”, y se trasladaría. Para us-
tedes nada sería imposible. (Mateo
17:20)

Les aseguro que, si tienen fe y no du-


dan, no solo harán lo que he hecho con
la higuera, sino que podrán decirle a
este monte: “¡Quítate de ahí y tírate al
mar!”, y así se hará. Si ustedes creen,
319
recibirán todo lo que pidan en oración.
(Mateo 21:21-22)

Crean que ya han recibido todo lo que


estén pidiendo en oración, y lo obten-
drán. (Marcos 11:24)

Sabemos que Dios no escucha a los pe-


cadores, pero sí a los piadosos y a quie-
nes hacen su voluntad. (Juan 9:31)

Ciertamente les aseguro que el que cree


en mí las obras que yo hago también él
las hará, y aun las hará mayores […].
Cualquier cosa que ustedes pidan en mi
nombre, yo la haré […]. Lo que pidan en
mi nombre, yo lo haré. (Juan 14:12-14)

Si permanecen en mí y mis palabras


permanecen en ustedes, pidan lo que
quieran, y se les concederá. […]. Así el
Padre les dará todo lo que le pidan en mi
nombre. (Juan 15:7,16)

Mi Dios les proveerá de todo lo que ne-


cesiten. (Filipenses 4:19)

320
¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga
llamar a los ancianos de la iglesia para
que oren por él y lo unjan con aceite en
el nombre del Señor. La oración de fe
sanará al enfermo y el Señor lo levantará
[…]. La oración del justo es poderosa y
e caz. (Santiago 5:14-16)

Depositen en él toda ansiedad, porque él


cuida de ustedes. (1 Pedro 5:7)

Recibimos todo lo que le pedimos por-


que obedecemos sus mandamientos y
hacemos lo que le agrada. (1 Juan 3:22)

¿Qué palabras saltaron a los ojos del caro


lector? Obviamente, las que he destacado
en itálico, como nada, todas, todos, ni uno
solo, ningún, ninguna, todo y cualquier. ¿Y
qué expresiones no están contenidas en
esas revelaciones divinas? Tal vez, quizá,
eventualmente, una vez u otra, si me da la
gana y si no estoy ocupado jugando a tirar
estrellas en agujeros negros.
Esos trechos, que muchos cristianos sa-
ben de memoria, no provienen de un libro
cualquiera, sino de la Palabra de Dios, el
Creador del Universo. Para sus adoradores,
321
fi
todo lo que en ella está escrito es, por tanto,
verdad. Varios de esos pasajes afirman que
absolutamente nada malo sucede a aquellos
que sirven al dios bíblico. Con todo, con-
tradiciéndose, algunos dicen que adversi-
dades pueden, sí, ocurrir, pero que no son
motivo de desesperación, pues Dios res-
ponde favorablemente todas las oraciones
de sus siervos y los libra de todos los males,
inclusive enfermedades.
No es necesario ser un genio para notar
que esas promesas no tienen relación algu-
na con la realidad.
Un autobús que llevaba un coro evangéli-
co para un tour chocó con un camión que
venía en sentido contrario y transportaba
barras de hierro. Una de ellas se soltó, pe-
netró el autobús y empaló un estudiante de
Teología por el pecho. Era un conocido de
uno de mis hermanos.
El hijo de una pareja de evangélicos,
amigos de mi familia, gente humilde y muy
devota, murió de cáncer mientras realizaba
su sueño y el de sus padres de cursar una
carrera en la Universidad.
Un famoso cantante evangélico, que co-
nocí personalmente y llevó el mensaje de su

322
religión y el nombre de su iglesia a millones
de personas, también murió de cáncer.
En San Pablo, el techo de una iglesia
evangélica se derrumbó, matando nueve y
hiriendo 107 fieles que aguardaban el inicio
del culto. En años recientes, muchos techos
de “casas de Dios”, tanto evangélicas como
católicas, se han desplomado, causando
muertos y heridos.
En Fortaleza, un sacerdote que se dedi-
caba a la educación de jóvenes desfavoreci-
dos fue asesinado con un tiro en la espalda
mientras huía de un asalto.
En Curitiba, un pastor fue torturado en
su casa por tres hombres. Con un cuchillo
de cocina, le cortaron una oreja y más tarde
lo asesinaron con un tiro en la cabeza, de-
lante de su esposa. La noche anterior, el
hombre de Dios había tenido una discusión
con los tres, que eran sus vecinos.
Una niña de dos años fue encontrada flo-
tando en el tanque bautismal de una iglesia
evangélica de Joinville. Fue llevada con
vida al hospital, pero acabó muriendo. La
tragedia se dio durante el culto, mientras
sus padres asistían a la predicación.

323
Durante un evento pentecostal, en Ma-
ringá, un miembro de la iglesia, padre de
dos hijas, atrajo a su coche a una niña de
diez años que jugaba en el estacionamiento.
En casa, violó y, con una bolsa de plástico,
sofocó a la niña. Tras practicar necrofilia,
prendió fuego al cadáver. Enseguida, el cre-
yente regresó a la iglesia y ayudó en la bús-
queda de su víctima. Todavía libre de sos-
pecha, el asesino fue al velorio a confortar a
la familia de la niña.
Cuando oye noticias como esas, ¿el cris-
tiano reconoce que las promesas bíblicas
discrepan de la realidad? Claro que no. Su
mente está tan acostumbrada a bloquear
todo lo que contradice aquello que él aceptó
como verdad incuestionable y a justificar
las incoherencias de su creencia que, en vez
de ello, en esas desgracias el creyente ve la
confirmación de que este mundo se en-
cuentra bajo el dominio del Diablo, aunque
eso no explique por qué el Todopoderoso
no cumple lo que prometió.
En realidad, esos ejemplos ni son necesa-
rios, pues, en un país con casi el 90% de
adeptos al Cristianismo, todo el mundo
sabe de casos de cristianos que murieron de

324
enfermedades graves o han sido víctimas
mortales de accidentes o violencia. Antes de
que el caro lector termine de leer este pá-
rrafo, en algún lugar del mundo un niño
será abusado sexualmente o asesinado,
aunque sus padres sean creyentes. Si la
abrumadora mayoría de la población mun-
dial sigue una religión, entonces cuando
maremotos, terremotos, erupciones volcá-
nicas, huracanes, inundaciones, incendios
forestales, deslizamientos de tierra, hundi-
mientos de suelo y impactos de asteroides
matan a cientos o miles de personas es ob-
vio que la abrumadora mayoría de las víc-
timas creía en Dios.
Antes de cualquier viaje, es común que
cristianos oren pidiendo protección divina
(como si Dios necesitara ser recordado de
las promesas que él mismo hizo). Sin duda,
eso fue lo que hicieron los 154 católicos
que, en excursión, volvían de fiestas religio-
sas y perdieron sus vidas en los dos mayo-
res accidentes de tráfico de Brasil, en 1987
y 1988. En el mayor, los romeros, que via-
jaban irónicamente de Corazón de María
para San Félix, cayeron en un precipicio. Si
Dios decidió llevarlos para sí, podría haber

325
hecho que murieran durmiendo en sus con-
fortables camas. Con todo, por algún moti-
vo misterioso, prefirió que fuera de manera
tan horrible.
Innecesario decir que el dios judeocris-
tiano no es la única divinidad que no prote-
ge a sus adoradores. En 1954, en la ciudad
de Allahabad, India, cerca de 800 peregri-
nos de la mayor ceremonia religiosa del
Hinduismo, el Kumbhamela, que habían
venido a lavarse de sus pecados en un río
sagrado, murieron pisoteados en un pánico
masivo. Desde 1987 hasta ahora, en La
Meca, la ciudad de Arabia Saudita que mu-
sulmanes consideran la más sagrada del
mundo, más de 5 mil devotos han muerto
sobre todo pisoteados mientras adoraban a
Alá en la peregrinación Hajj, un deber reli-
gioso instituido por el propio Mahoma y
uno de los Pilares del Islam.
En tragedias así, es imposible a un reli-
gioso que goza de sus plenas facultades
mentales no hacerse la más natural de las
preguntas: “¿Dónde estaba Dios?”. Recor-
demos que no estamos hablando de meros
fieles, sino de devotos. Delante de catástro-
fes como esas, ¿cómo pronunciar expresio-

326
nes estereotipadas del tipo “Dios sabe lo
que hace”, o “Los caminos de Dios son in-
sondables”, o hasta “Dios es amor”?
Concediendo que Dios protege a sus cria-
turas, las desgracias que acometen a cre-
yentes demuestran que ellos no son más
protegidos que no creyentes, de lo que re-
sulta que las intervenciones divinas no tie-
nen como ser atestiguadas. De hecho, creer
que Dios interviene genera discrepancias.
Si cristianos realmente estuvieran bajo
constante protección divina, solo podrían
experimentar adversidades si Dios les reti-
rara su mano protectora de encima. Conse-
cuentemente, lo que quiera que de malo su-
ceda a los cristianos es siempre voluntad de
Dios.

Idea para escena de documental. Cuando


el papamóvil, con sus vidrios a prueba de
bala y rodeado de guardaespaldas, pase,
levantar un cartel con la promesa bíblica
“Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu dies-
tra, mas a ti no llegará” y lmar la reacción
del mayor representante de Dios en la
Tierra.

327
fi
Si cuando mueren, creyentes mueren en
Dios, ¿no deberían sus familias regocijarse,
en vez de lamentarse? En vez de agradecer
a Dios, ¿no deberían los creyentes que so-
breviven a una calamidad quedarse decep-
cionados, hasta indignados, por no haber-
los tomado para sí? Después de todo, no
solo continúan susceptibles a sufrimientos,
sino también a tentaciones que pueden
causar su perdición. Si los que murieron
fueron liberados de las aflicciones del
mundo y llevados al Paraíso, ¿no habrían
sido favorecidos y los sobrevivientes dis-
criminados? ¿Cómo agradecer a Dios por el
salvamento, frente a tantas muertes y tanto
dolor? ¿Qué decir de los traumas psicológi-
cos de los niños que pierden a sus padres
en tragedias? ¿Y qué piensa un creyente
que sobrevivió, pero quedó con terribles se-
cuelas? Si salvarlo fue hacerlo sufrir, ¿no
habría Dios cometido una maldad?
Una lluvia fuerte puede hacer parar una
ciudad como San Pablo. Cuando un avión
cae, a veces vemos en la TV a algunos pasa-
jeros agradecer a Dios por haber llegado
tarde y perdido el vuelo. Si Dios envió lluvia
específicamente para impedir el embarque

328
de algunos, es la misma que causó la caída
de árboles, de energía, deslizamientos de
tierra, inundó casas, provocó accidentes de
tránsito y acarreó la muerte de pacientes en
ambulancias que, por haberse quedado
atrapadas en el embotellamiento, no consi-
guieron llegar a tiempo al hospital.
En lo que se refiere a enfermedades,
creer en el dios bíblico no hace a persona
alguna inmune siquiera a simples resfria-
dos, mucho menos a tumores. Cuando un
miembro de una iglesia tiene cáncer, la
congregación entera ora por él. Si ella es
grande, son cientos o miles de oraciones
por semana. En vano. En caso de que el
cáncer no sea tratado o, aun en tratamien-
to, esté en estado avanzado, “la oración de
fe” no “sanará al enfermo y el Señor” no “lo
levantará”.
No pasa por la cabeza de los creyentes
que si Dios atiende a las oraciones de algu-
nos y los protege o cura, es un dios injusto.
Para ser justo, tendría que atender o a to-
das las oraciones o a ninguna. Si yo tuviera
cáncer, fuera curado y atribuyera la cura a
Dios, ¿cómo podría yo serle agradecido sa-
biendo que, cada año, él deja que diez mi-

329
llones de personas, incluyendo niños, pri-
mero sufran por meses, después mueran de
esa enfermedad? Si un padre cristiano o
musulmán y su hijo tienen cáncer, implo-
ran a Dios para ser curados, el padre es cu-
rado, pero el hijo no, ¿conseguirá el padre
alegrarse de su cura? Si el padre cree que
Dios llevó a su hijo al Cielo, ¿no se pregun-
tará por qué lo dejó agonizar, y por tanto
tiempo?
Si fuera verdad que la oración salva al
enfermo, como dice la Biblia, cristianos no
tendrían necesidad alguna de médicos, me-
dicamentos y hospitales. Nunca y para mal
alguno. La realidad es que si un creyente
pilla una mera gripe, ni la súplica más fer-
vorosa del presidente mundial de su deno-
minación hará que los dolores musculares,
de garganta, de cabeza, los estornudos, la
coriza y la tos desaparezcan. Aun orando, el
fiel tendrá que esperar una semana para
sentirse mejor. Si un cristiano tuerce el pie,
preces no evitarán el dolor intenso y la in-
flamación del tobillo. Aunque prometa a
Dios dedicar el resto de su vida a la evange-
lización del mundo, el creyente quedará va-
rios días sin poder caminar y tardará sema-

330
nas hasta que su pie vuelva a la normali-
dad. No obstante parecer una lesión simple,
sin acompañamiento médico un esguince
de tobillo puede dejar secuelas.
Si Dios no cura las enfermedades sim-
ples, ¿por qué habría de curar las graves?
Además, es teología de la propia Biblia que
nada puede suceder sin que Dios lo permi-
ta. ¿Por qué, entonces, habría de curar a
personas de las enfermedades que permi-
tió? Una divinidad así sufre de severo tras-
torno de identidad disociativo. Peor: quien
cree que Dios cura cree en un dios sádico,
pues si cura enfermos, pero no extingue las
enfermedades, las usa para coaccionar a los
seres humanos a adorarlo. Peor aún: un
dios que cura solo a quien le implora es un
dios perverso. A propósito, si cura viene de
Dios, ateos curados de cáncer son prueba
de que no es necesario creer en él para por
él ser curado.
Religión derivada del Judaísmo y Cris-
tianismo, el Islam es tan irracional (y per-
verso) como ellos. La Kutub al-Sittah, una
compilación de dichos y hechos de Maho-
ma, cuenta que el profeta dijo: “Alá envió
tanto la enfermedad como la cura, y desig-

331
nó una cura para cada enfermedad”. Por su
parte, la compilación Sahih al-Bujari relata
que Mahoma proferió: “No hay enfermedad
que el Dios Todopoderoso haya creado para
la cual no haya creado también su trata-
miento”. Dios es como un médico o farma-
céutico que crea enfermedades para ser
alabado por curarlas.
La creencia en Dios no solo no cura, sino
que hasta puede llevar a enfermos a la
muerte. Fue lo que sucedió, por ejemplo,
con el ícono musical Bob Marley, uno de los
padres del reggae. Primero católico, des-
pués seguidor del Rastafari y más tarde
miembro de la Iglesia Ortodoxa Etíope,
cuando descubrió que había un melanoma
bajo la uña del dedo gordo de su pie dere-
cho, por motivos religiosos Marley no se
sometió a tratamiento, ni permitió que el
dedo gordo fuera amputado. Tres años más
tarde, el artista buscó ayuda, pero de la
medicina alternativa. Marley murió pocos
meses después, con apenas 36 años y en el
auge de la carrera.
Al contrario de lo que la Biblia dice, cris-
tianos tampoco curan, a menos, por su-
puesto, que sean médicos. Si lo que está re-

332
latado sobre Jesús es verdad y él realmente
hizo todos aquellos milagros, ¿por qué no
vemos a sus seguidores transformar manos
secas en perfectas? ¿Por qué no vemos a
cristianos hacer que ciegos vean? ¿Por qué
no vemos a cristianos con cinco panes y dos
pececitos alimentar a una multitud de miles
de pobres? (Por cierto, ¿no sería esa la so-
lución para el problema del hambre en el
mundo?) ¿Por qué no vemos a cristianos
hacer que sordos oigan? ¿Por qué no vemos
a cristianos hacer que tartamudos dejen de
tartamudear? ¿Por qué no vemos a cristia-
nos pegar de vuelta miembros amputados?
¿Y por qué no vemos a cristianos hacer que
muertos vivan, a pesar de Cristo haber di-
cho que quien cree en él puede hacer obras
mayores que las que él hizo?
¿El caro lector quiere tener el placer de
hacer pasar vergüenza a pastores, gurús,
curanderos, hechiceros y chamanes? No
necesita ser un brazo o pierna. Lléveles a
alguien que haya perdido la punta de un
meñique y pídales que la restauren.
Dios no cura porque no oye súplicas. En
1997, la Universidad de Nuevo México, Es-
tados Unidos, realizó un experimento para

333
testar los efectos de la oración sobre un
grupo de 40 alcohólicos en rehabilitación.
El estudio mostró que las preces no produ-
jeron efecto alguno en los hábitos alcohóli-
cos de los participantes. Por el contrario:
aquellos por quienes nadie oraba bebieron
menos.
En marzo de 2006, el diario The New
York Times publicó el resultado de un es-
tudio que costó 2,4 millones de dólares y
fue financiado por la Templeton Founda-
tion, una organización filantrópica cristia-
na, y dirigido por el profesor Herbert Ben-
son, de la Universidad de Harvard. Fueron
monitoreadas 1.802 personas que, en seis
hospitales, pasaron por cirugía de baipás
vascular. Un tercio de los pacientes fue in-
formado de que oraciones serían hechas a
su favor, a un tercio fue dicho que tal vez
alguien oraría por ellos y por un tercio na-
die oró. Miembros de tres diferentes igle-
sias hicieron las súplicas, mencionando los
nombres de los pacientes. El grupo con la
tasa más baja de complicaciones y muertes
fue el de los operados por quienes nadie
oró, y el peor resultado lo tuvieron los que
sabían que fieles estaban orando por ellos.

334
Si cristianos pararan para reflexionar so-
bre las cosas en que creen, como la oración,
tendrían que notar sus incoherencias. La
Biblia dice que, aun siendo omnisciente,
Dios quiere que sus siervos le dirijan súpli-
cas. Claramente, le gusta verlos implorar. Si
cada uno de los 2,4 mil millones de cristia-
nos hace dos oraciones al día, todo el santo
día el dios bíblico oye 4,8 mil millones de
súplicas cuyo exacto contenido él conoce
antes de ser pronunciadas. Dios sabe lo que
un devoto le implorará dentro de cincuenta
años. Más aún, Dios sabe qué respuesta
dará antes mismo de el creyente nacer.
¿Existe profesión más tediosa que ser Dios?
No importa cuán ardiente sea el deseo de
religiosos de creer en un Creador que se
preocupa por sus criaturas, oyendo sus pre-
ces, la verdad es que los propios atributos
del dios de la Biblia y el Corán (en especial
omnipotencia, omnisciencia, omnipresen-
cia y perfección) le impiden existir. Si el
Universo fue creado por la divinidad de
esos libros, que por nada puede ser limita-
da, ni aun por el tiempo, ella tiene que exis-
tir fuera del espacio-tiempo. Existiendo,
Dios es atemporal. Ahora bien, en la atem-

335
poralidad, esto es, donde no transcurre
tiempo, no hay cambio de especie alguna.
Simplemente nada sucede. Cero. De ello re-
sulta que hasta pensar es imposible. Crear,
sin embargo, es una acción que resulta de
un impulso generado por un pensamiento.
Si hubo un pensamiento y un impulso,
hubo cambio. Si hubo cambio, transcurrió
tiempo, algo que no existía. ¿Cómo, enton-
ces, pudo un ser atemporal haber tenido
voluntad de crear el Universo?
Por cierto, ¿para qué? Aunque ignoremos
la atemporalidad de Dios, un ser perfecto
no siente falta de cosa alguna, y un ser que
existe desde siempre no tiene motivo para
crear lo que sea.
Si, en razón de sus atributos, el dios ju-
deo-cristiano-musulmán no puede ser limi-
tado por cosa alguna, ni aun por el tiempo,
para él el futuro no existe. Todo sucede
ahora, en el presente. Luego, Dios no oye
preces, pues ¿cómo habría él de hacer su-
ceder o no suceder lo que para él ya está su-
cediendo? Como consecuencia de ello, el li-
bre albedrío, un dogma tan esencial para la
fe cristiana, no es más que ilusión.

336
Como soy buenito, dejé la peor parte
para el final: un ser que no puede ser limi-
tado por el tiempo no puede existir en un
sistema limitado por el tiempo. Adivine
qué. ¡El Universo es limitado por el tiempo!
No pudiendo ser atemporal y temporal al
mismo tiempo, Dios no tiene como existir
en el Universo.
En el intento de superar esas dificulta-
des, algunos cristianos hacen uso de argu-
mentos que acaban generando otras aún
mayores. Dicen, por ejemplo, que Dios era
atemporal, pero que al crear el Universo
pasó a ser temporal, a fin de poder existir
en él. El problema es que eso haría de Dios
un ser limitado por el tiempo, exactamente
como nosotros. Aunque pudiera seguir
siendo eterno, el tiempo quitaría de él la
omnisciencia y él ya no conocería el futuro,
lo que contradice la concepción bíblica de
Dios.
Ignoremos esas incongruencias y supon-
gamos que el dios del libro de la tapa negra
interviene en la vida de sus siervos. Mien-
tras la gran mayoría de los pasajes bíblicos
referentes a la oración asegura a los fieles
que Dios concede todo lo que le piden, en

337
algunos leemos que da solo cuando y lo que
quiera. Después de todo, el mismo Jesús
oró: “Hágase tu voluntad”. Si piden y reci-
ben, creyentes dicen: “Dios atendió mi sú-
plica”. Si no reciben, dicen: “Dios sabe lo
que hace”. Reciban o no lo que piden,
siempre es hecha la voluntad de Dios. Sien-
do así, orar es tan ridículo como inútil, ya
que “Dios dispone todas las cosas para el
bien de quienes lo aman” (Romanos 8:28).
En el fondo, el creyente sabe que sus ora-
ciones serán atendidas solo si pide cosas
obvias. Si ora por la cura de una persona
con cáncer en estado avanzado, tiene cons-
ciencia de que son nulas las chances de que
sus súplicas sean atendidas, razón por que
las termina con el cliché “El Señor sabe lo
que es mejor para ella”. ¿Habría un cris-
tiano que necesita un automóvil, pero no
tiene dinero para comprar uno, de pedirlo a
Dios? Muy improbable. Con todo, si lo
hace, ¿cuál es la probabilidad de que abra
los ojos, se dirija a la puerta de la casa y se
encuentre con un auto estacionado con una
nota pegada en el vidrio, diciendo: “Para mi
hijo Eraldonclóbes. Maneja con cuidado. Y
no olvida el cinturón. Firmado, Dios”? Aho-

338
ra, si ora diciendo: “Ayúdame, oh Padre, a
ganar dinero para comprar un coche”, y
trabaja duro, ahorrando al máximo, es po-
sible que alcance su objetivo. Sin embargo,
si gana salario mínimo, el creyente puede
pasar la vida orando y rompiéndose los
cuernos. Nunca dejará de andar a pie, en
bicicleta o, cuando se jubile, autobús.
¿Qué piden creyentes en oración? Quien
es o fue cristiano sabe: protección, salud,
sabiduría y paz. En esencia, es eso. Día tras
día, año tras año, la misma petición. Des-
pués de todo, ¿qué otras cosas habrían de
pedir? ¿“Extingue, oh Dios, todos los volca-
nes”? ¿“Acaba, oh Señor, con los terremo-
tos”? ¿“No permitas, oh Padre, que aguje-
ros negros devoren estrellas”? Una vez u
otra, piden algo un poco más específico,
como ayuda para pasar una prueba. No
obstante, estudian, pues saben que Dios no
les susurrará las respuestas.
¿Cuántas evidencias son necesarias para
reconocer que el Creador del Universo o no
existe o no da la mínima importancia a su
creación? Para mí, basta una: iglesias que
se derrumban sobre los fieles durante el
culto.

339
Las discrepancias entre lo que está escri-
to en libros sagrados, y es predicado y can-
tado en templos, y la realidad son flagran-
tes. Aun así, miles de millones de personas
insisten en creer en seres invisibles que no
tienen nada mejor que hacer que quedar
escuchando mensajes dejadas en los buzo-
nes de sus móviles y rompiéndose la cabeza
sobre si algún pedido fue suficientemente
acompañado de halagos para merecer ser
atendido. De esos miles de millones, la gran
mayoría insiste en afirmar que religión es
algo bueno y, por tanto, necesario. Pero
¿qué dice la realidad?
El Estudio Global Sobre Homicidios, rea-
lizado en 2019 por la Oficina de Naciones
Unidas Contra la Droga y el Delito
(UNODC), revela que el continente ameri-
cano es la región más violenta del mundo.
¿Cómo, si es precisamente donde se ubican
los países con la mayor concentración de
cristianos? Según sondeo de la organiza-
ción mexicana Consejo Ciudadano Para la
Seguridad Pública y la Justicia Penal, hecho
en 2020, de las 50 ciudades con los más al-
tos índices de asesinatos 42 están en Amé-
rica Central y del Sur y cinco en del Norte

340
(tres en Sudáfrica, nación con casi el 80%
de cristianos). En Brasil, el mayor país ca-
tólico y la segunda mayor nación protestan-
te, son cerca de 50.000 homicidios al año
(más muertes que en la Guerra Civil Siria).
Por su parte, la tasa de asesinatos de Esta-
dos Unidos, el país con el mayor número de
adoradores de Jesús, es cuatro veces más
alta que la de la República Checa, una de
las naciones más ateas del planeta.
En 2020, el Global Business Policy Insti-
tute, de Nueva York, preguntó a 370.000
personas en 148 países si se sienten religio-
sas. Más del 98% de los habitantes de So-
malia, Níger, Bangladés, Etiopía, Yemen,
Malaui, Indonesia, Sri Lanka, Mauritania y
Yibuti respondieron “Sí”. Ocho de esos paí-
ses están entre los menos desarrollados. He
ahí la cuestión: ¿Son tan subdesarrollados
porque son tan religiosos o son tan religio-
sos porque son tan subdesarrollados? Las
dos opciones meten a la religión en un buen
lío. De las naciones más ricas, Estados Uni-
dos es la más religiosa. En Suecia, Dina-
marca, Noruega, Japón, Reino Unido, Fin-
landia, Francia, Australia, Países Bajos y
Bélgica, se sienten religiosas sólo entre el

341
17% y el 33% de las personas, o sea, una
clara minoría.
¿Y qué decir de deshonestidad? En el Co-
rruption Perceptions Index de 2019, de
Transparencia Internacional, los 20 menos
corruptos son todos países en que la mayor
parte de los ciudadanos da a la religión
ninguna importancia. No obstante mucho
más religioso, Estados Unidos es más co-
rrupto: 23º lugar. Aunque tiene cada vez
más políticos evangélicos (¿o sería por cau-
sa de ello?), Brasil está entre las naciones
más deshonestas, ocupando la 106ª posi-
ción. El más corrupto del mundo es justa-
mente el más religioso: Somalia, un país is-
lámico.
Quien argumenta que toda esa corrup-
ción, violencia y pobreza de los países más
religiosos nada tiene que ver con religión
tendrá que explicar por qué ella no evita
toda esa corrupción, violencia y pobreza.
Quién cree que religión mejora el mundo
necesita preguntarse por qué en él todavía
hay tantas aflicciones, a pesar de la Huma-
nidad siempre haber sido y continuar a ser
muy religiosa. Quien afirma que, frente a
tanta religiosidad, el mundo no es mejor

342
porque la mayoría de los religiosos no hace
lo que Dios quiere estará admitiendo que
religión no sirve para cosa alguna. Es como
un experimento que no dio cierto. Miles de
años de prácticas religiosas de toda especie
no produjeron el efecto deseado, que es ha-
cer de nuestro planeta un lugar mejor para
vivir.
Consideremos temas como guerras, es-
clavitud, libertad de conciencia, igualdades
racial, de género y de justicia, justicia so-
cial, salud y educación. ¿Sería coincidencia
que antes de la Edad de la Razón, cuando el
mundo estaba dominado por el pensamien-
to religioso, en esas áreas no fue hecho pro-
greso alguno, pero después de ella, con la
creciente secularización de las sociedades,
fue?
Si religión es sinónimo de moralidad; se-
cularismo, de decadencia, ¿no deberíamos
esperar más justicia de las sociedades más
religiosas y ver más injusticia en las más
seculares? Visto que es el inverso, es natu-
ral indagar si religiones impiden el desarro-
llo de la Humanidad. Tengo razones para
creer que sin ellas el mundo sería mucho
más desarrollado.

343
En el afán de querer estigmatizar al
Ateísmo de fuente de todo lo que es perver-
so, muchos creyentes recurren a argumen-
tos risibles. El principal de ellos es afirmar
que el Ateísmo es responsable por la muer-
te de millones de personas, lo que probaría
que sin religión el mundo sería dominado
por el mal. Nombres como Hitler, Stalin,
Mao Zedong y Pol Pot son citados. Por
principio de cuentas, Adolf Hitler no era
ateo. A la moda de las figuras bíblicas que
fueron llamadas por Dios a realizar tareas
especiales, Hitler tenía plena convicción de
haber sido encargado de una misión divina:
“Creo actuar en el espíritu del todopodero-
so Creador: al defenderme del judío, lucho
por la obra del Señor” (Mein Kampf, p. 70).
La Iglesia Católica, que, bajo el liderazgo
del papa Pío XII, mantuvo relaciones amis-
tosas con la Alemania nazi, expulsó a mu-
chos comunistas, como Fidel Castro, pero a
Hitler no lo excomulgó. Uno de los peores
genocidas de la Historia todavía hoy es
miembro de la iglesia romana.
Los nazis no solo eran cristianos, sino
que hasta se consideraban los verdaderos
seguidores de Cristo, como muestra un ar-

344
tículo, redactado por Karl Holz, político
nazi y editor responsable de un periódico
antisemita:

Ese tipo cobarde de causadores de prob-


lemas [cristianos moderados] tiene que
ser detenido. Son plagas del Estado y
plagas del Cristianismo. Son culpables de
que el pueblo sano le dé la espalda al
Cristianismo, pues por religión el pueblo
entiende otra cosa que esos peleles y
hipócritas mamelucos piensan y dicen.
Esos falsos cristianos opositores son la
peor hierba dañina que existe en el
pueblo alemán. Como debe ser tratada
está escrito en los Evangelios: debemos
arrancarla y destruirla. (Der Stürmer, nº
37, septiembre de 1934)

En un discurso en la ciudad de Passau,


en 1928, Hitler dejó bien claro: “En nues-
tras filas no toleramos a persona alguna
que viole los ideales del Cristianismo […].
Este nuestro movimiento es realmente cris-
tiano”. De hecho, Hitler tenía verdadera
ojeriza por ateístas y consideraba la religión
cristiana indispensable, como prueba su
discurso en el Berliner Sportpalast, el 24 de
345
octubre de 1933: “Asumimos la lucha con-
tra la corrosión de nuestra religión […],
pues estábamos convencidos de que el pue-
blo necesita esa creencia. Por tanto, no
asumimos la lucha contra el movimiento
sin Dios con algunas explicaciones teoréti-
cas: nosotros lo exterminamos”.
En realidad, no haría la menor diferencia
si Hitler hubiera sido ateo. Cristianos nece-
sitan preguntarse por qué, a pesar de cris-
tiana, la abrumadora mayoría de la pobla-
ción alemana y austríaca no solo no se opu-
so al régimen racista de Hitler, sino que
hasta de todo corazón lo apoyó. Alemanes y
austríacos siguieron yendo a la iglesia nor-
malmente, sin nunca ver conflicto alguno
entre Nazismo y Cristianismo.
Es hecho histórico que la Iglesia Católica
nunca hice oposición a regímenes fascistas
y dictatoriales. La mayoría de las veces, ella
los apoyó. Un ejemplo de convivencia más
que armónica entre Cristianismo y déspo-
tas viene de los Balcanes. Después de la
ocupación nazifascista de Yugoslavia, Hitler
y Mussolini instalaron al católico Ante Pa-
velić, fundador y líder de la organización
ultranacionalista y terrorista Ustaše, cuya

346
ideología era una mezcla de Catolicismo
con Fascismo, como líder del Estado Inde-
pendiente de Croacia.
Así que investido, Pavelić pasó a poner
en práctica su ideal fascista-clerical de puri-
ficación étnica y religiosa de Croacia, persi-
guiendo a gitanos y judíos. Sin embargo, su
objetivo principal eran los serbios, que no
son católicos romanos, sino miembros de la
Iglesia Ortodoxa Serbia. Ya de inicio, Pave-
lić mandó construir diversos campos de
concentración, siendo el Campo de Concen-
tración de Jasenovac, también conocido
como el Auschwitz balcánico, el más grande
de todos. En él, los prisioneros, traídos en
vagones para ganado, eran torturados y
asesinados a martillazos y cuchilladas. No
hay medios para precisar el número exacto
de personas que perdieron sus vidas en Ja-
senovac. Mientras que el gobierno de Croa-
cia alega cerca de 100 mil, algunos histo-
riadores defienden cifras mucho mayores,
que pueden llegar a 700 mil víctimas.
Con todo, el régimen de terror instituido
por el católico Pavelić no se expresaba ape-
nas en sus campos de concentración. Varias
masacres fueron perpetradas por su Movi-

347
miento Revolucionario Croata, la Ustaše,
buscando el casi total exterminio de la po-
blación serbio-ortodoxa. Se estima que cer-
ca de 400 mil serbios fueron asesinados
durante la corta existencia del Estado In-
dependiente de Croacia. Apenas aquellos
que se convertían al Catolicismo tenían al-
guna chance de ser perdonados.
En mayo de 1941, un bando de milicianos
de la Ustaše detuvo cerca de 400 serbios en
la pequeña ciudad croata de Glina, de ma-
yoría étnica serbia, obligándolos a entrar en
un templo de la Iglesia Ortodoxa. Allá, los
Ustaše les exigieron que presentaran do-
cumentos que comprobaran su conversión
al Catolicismo. Dos, que poseían tales do-
cumentos, fueron liberados. El resto fue
asesinado. Enseguida, los milicianos le lan-
zaron fuego a la iglesia, pero no sin antes
posicionarse frente a la salida para disparar
a posibles sobrevivientes que intentasen es-
capar de las llamas.
¿El estómago del caro lector ya está re-
vuelto? ¿Todavía no? Entonces, déjeme
contar este último episodio. Luego de ese
genocidio, la Ustaše prometió libertad a to-
dos los serbios que se convirtieran a la Igle-

348
sia Católica. En julio de 1941, cerca de 200
serbios asistieron a una ceremonia de con-
versión al Catolicismo que, según se había
anunciado, tendría lugar en una iglesia or-
todoxa en Glina. Para su sorpresa, fueron
recibidos no por clérigos, sino por milicia-
nos de la Ustaše, que cerraron las puertas
por dentro y los obligaron a acostarse en el
suelo. Inicialmente, los ortodoxos comen-
zaron a ser abatidos a golpes de clava. Poco
después, los católicos pasaron a cortarles la
garganta y a aplastarles la cabeza a golpes
de culata de escopeta. Los cadáveres fueron
entonces apilados sobre un camión y trans-
portados a una fosa. Un mes más tarde, la
iglesia fue quemada.
El 8 de mayo de 1945, día de la capitula-
ción de la Alemania nazi, Ante Pavelić es-
capó para Austria, escondiéndose en un pe-
queño pueblo de la región de Salzburgo.
Casi un año más tarde, utilizando un pasa-
porte peruano falso y disfrazado de sacer-
dote, el dictador católico huyó a Italia, más
específicamente al Vaticano, que le dio
abrigo y protección por más de dos años.
Krunoslav Draganović, un sacerdote fran-
ciscano croata, miembro de la Ustaše, que

349
en 1943 había asumido el puesto de secre-
tario de la Cofradía de San Jerónimo, una
entidad croata en Roma, coordinó en deta-
lle la fuga de miles de nazis e integrantes de
la Ustaše a América del Sur, como la de
Klaus Barbie, el criminoso de guerra de la
Gestapo conocido como “El Carnicero de
Lyon”, y la del genocida Ante Pavelić, que,
en noviembre de 1948, fue a vivir en Argen-
tina. En 1957, el dictador católico Francisco
Franco le concedió asilo en España, donde
Pavelić vivió pacíficamente hasta morir con
70 años.
Semejante a lo que sucedió en la Alema-
nia y Austria nazis, no es secreto que la Us-
taše saqueó los bienes y confiscó las pro-
piedades de las personas que eliminó. Hay
fuertes indicios de que esa riqueza fue con-
vertida en oro y depositada en el Banco del
Vaticano y habría sido usada para financiar
las “líneas de rata”, la evasión de criminales
de guerra, organizadas por Draganović. En
1999, sobrevivientes y parientes de las víc-
timas del Holocausto Croata entraron con
una acción judicial colectiva en Estados
Unidos contra el Istituto per le Opere di
Religione, alias Banco Vaticano, y la Orden

350
Franciscana, reclamando compensación.
Sin embargo, tras varios años de batalla ju-
rídica, y con base en la ley estadounidense
de Inmunidades de Soberanía Extranjera,
un tribunal de apelación acabó archivando
el proceso, reconociendo inmunidad al
banco de la Iglesia Católica.
Todos los conflictos abren heridas, pero
las abiertas por los de fondo religioso casi
nunca cicatrizan (un “bello” ejemplo de ello
es el Oriente Medio). Cerca de 50 años des-
pués de esas indecibles atrocidades, el suelo
de la antigua Yugoslavia volvió a ser esce-
nario de limpieza étnica perpetrada por
adoradores de un y el mismo dios: católi-
cos, ortodoxos y musulmanes.
Estas personas tienen por lo menos dos
cosas en común:

Adolf Hitler, católico; Alberto Fujimori,


católico; Alejandro Agustín Lanusse,
católico; Anastasio Somoza Debayle,
católico; Anastasio Somoza García,
católico; Ante Pavelić, católico; António de
Oliveira Salazar, católico; Augusto
Pinochet, católico; Chiang Kai-shek,
metodista; Daniel arap Moi, cristiano; Fer-
dinand Marcos, católico; Francisco Fran-
351
co, católico; François Duvalier, católico;
Fulgencio Batista, católico; Gabriel París
Gordillo, católico; Georgios Papadopou-
los, ortodoxo griego; Getúlio Vargas,
católico; Gustavo Rojas Pinilla, católico;
Humberto de Alencar Castelo Branco,
católico; Ioannis Metaxas, ortodoxo
griego; Ion Antonescu, ortodoxo rumano;
Jean-Claude Duvalier, católico; Jerry
Rawlings, católico; Jorge Rafael Videla,
católico; Jozef Tiso, católico; Juan Carlos
Onganía, católico; Juvénal Habyarimana,
católico; Leopoldo Galtieri, católico; Miklós
Horthy, calvinista; Mobutu Sese Seko,
católico; Rafael Leónidas Trujillo, católico;
Reynaldo Bignone, católico; Robert Mu-
gabe, católico; Roberto Eduardo Viola,
católico; Vladimir Putin, ortodoxo ruso;
Teodoro Obiang Nguema Mbasogo,
católico; Yakubu Gowon, cristiano; Yoweri
Museveni, anglicano.

Ese es un rol de dictadores y gobernantes


autoritarios (o corruptos, o opresores, o ge-
nocidas) unidos también por una cosita
llamada religión. Todos adoradores de Je-
sús. No queriendo que la lista quedara muy

352
larga, dejé de fuera los autócratas musul-
manes y budistas.
En la mayor nación cristiana del planeta,
Estados Unidos, ningún candidato a la pre-
sidencia conseguirá elegirse si públicamen-
te declara ser ateo. No hará la mínima dife-
rencia si de todos los pretendientes el ateo
es el mejor preparado, poseedor del mejor
currículo y de una integridad incuestiona-
ble. Por más extraño que pueda parecer, el
simple hecho de que no cree en un ser invi-
sible es suficiente para que sea visto como
indigno de conducir un país.
Aunque guiados por principios cristia-
nos, presidentes estadounidenses no tienen
problema alguno con muchos de los regí-
menes opresores. Un ejemplo actual es
Arabia Saudita, una teocracia en que blas-
femar, cambiar de religión o querer vivir
sin ella es punido con la muerte (cualquier
semejanza con las leyes bíblicas no es mera
coincidencia). Estados Unidos mantiene
“relaciones especiales” con esa monarquía
árabe, a pesar de, entre 2007 y 2012, haber
ejecutado públicamente a 423 personas.
Es sabido que la mayor nación cristiana
directamente apoyó a todas las dictaduras

353
latinoamericanas, varias de las cuales fue-
ron brutales, como las de Chile y Argentina.
El presbiteriano Ronald Reagan, sucesor
del bautista Jimmy Carter, envió expertos
de la Agencia Central de Inteligencia a va-
rios países de América Central y del Sur
para dar clases de tortura a sus policías. Un
manual de entrenamiento fue elaborado
por la CIA para enseñar a agentes de los
gobiernos a secuestrar y asesinar a izquier-
distas, chantajear ciudadanos y quemar al-
deas. Recientemente tornados públicos, do-
cumentos de la era Reagan atestiguan que,
en 1986, año del atentado contra el dicta-
dor católico Augusto Pinochet, el presiden-
te presbiteriano planeó viajar a Santiago
para personalmente agradecer al general
católico por “salvar a Chile” y ofrecerle la
oportunidad de una “salida honrosa”, pi-
diéndole para ir a residir a Estados Unidos
como invitado del gobierno estadouniden-
se.
Por lo menos oficialmente, el Reino Uni-
do se oponía a la dictadura chilena, negán-
dose a suministrar armas a Pinochet. Sin
embargo, una de las primeras cosas que
Margaret Thatcher hizo cuando llegó al po-

354
der fue suspender el embargo de armamen-
to contra Chile. La amistad entre la angli-
cana Thatcher y el católico Pinochet era tan
estrecha que él y su familia visitaban a la
Dama de Hierro cada año. En 1998, That-
cher instó públicamente a España, que bus-
caba llevar Pinochet a juicio por crímenes
de violación de los derechos humanos, a li-
berarlo. Un año más tarde, visitó a “Mi Ge-
neral” en su arresto domiciliario, cerca de
Londres.
Con ocasión del fallecimiento de la “Se-
cuestradora de Leche”, apodo que Thatcher
recibió por eliminar la leche gratis para
alumnos de 7 a 11 años, el protestante Ba-
rack Obama, en nota oficial, declaró: “El
mundo ha perdido uno de los grandes de-
fensores de la libertad y Estados Unidos
una verdadera amiga. […] Aquí en Estados
Unidos, muchos de nosotros jamás la olvi-
darán hombro a hombro con el presidente
Reagan, haciendo recordar al mundo que
no somos simplemente llevados por las co-
rrientes de la Historia, sino que podemos
formarlas con convicción moral”.
A pesar de sus convicciones morales cris-
tianas, ni al presbiteriano Reagan ni a la

355
anglicana Thatcher hacía la menor diferen-
cia que el católico Pinochet hubiera perso-
nalmente ordenado la creación de la Cara-
vana de la Muerte, un escuadrón del Ejérci-
to de Chile que, en 1973, recorrió el país de
Norte a Sur, perpetrando verdaderas carni-
cerías de presos políticos. Enterrados en
cuevas sin inscripción, fueron dados como
desaparecidos. Años más tarde, cuando le
preguntaron por qué los cadáveres de los
ejecutados no fueron devueltos a sus fami-
lias el exgeneral Joaquín Lagos Osorio res-
pondió:

Me daba vergüenza verlos. Si estaban


hechos pedazos, de manera que yo
quería armarlos, por lo menos dejarlos en
una forma humana. Sí, les sacaban los
ojos con cuchillos, les quebraban las
mandíbulas, les quebraban las piernas. Al
nal, les daban el golpe de gracia. Se en-
sañaron. Se los mataban de modo que
murieran lentamente, o sea, a veces los
fusilaban por partes: primero las piernas,
después los órganos sexuales, después el
corazón. En ese orden disparaban las
ametralladoras.

356
fi
Religión y autoritarismo no son incom-
patibles porque están basados en los mis-
mos principios. Veamos: ¿El Judaísmo,
Cristianismo y Islam se imponen como po-
seedores de la verdad absoluta? ¿Sus líde-
res están revestidos de autoridad incontes-
table? ¿Cómo esas religiones trataron y tra-
tan a adeptos con ideas divergentes?
¿Cómo trataron y tratan a no seguidores?
¿Toleran diversidad? ¿Cómo es su relación
con las artes?
La propia palabra Islam significa “sumi-
sión”, “sujeción”. El Cristianismo va más le-
jos y manda a sus secuaces someterse tam-
bién a gobiernos y pastores. A los esclavos
ordena que se sujeten a sus señores aunque
estos los traten de manera inhumana, pues
“es digno de elogio que, por sentido de res-
ponsabilidad delante de Dios, se soporten
las penalidades, aun sufriendo injustamen-
te” (1 Pedro 2:19).
Donde se exige sumisión, no se tolera di-
vergencia. En efecto, el dios de la Biblia se-
veramente castigaba divergentes, y Jesús,
la versión mansita de Yahveh, prometió
torturar en el Infierno a quien le da la es-
palda.

357
Hace menos de 300 años, personas toda-
vía eran torturadas y quemadas por contra-
riar doctrinas cristianas. ¿Es gracias a qué,
entonces, que el Cristianismo no más tortu-
ra y quema a persona alguna? ¿Habría re-
nunciado a los castigos bíblicos y se vuelto
buenito? La palabra mágica es secularismo.
Si no fuera por el Siglo de las Luces, todavía
estaríamos viviendo en teocracias y diver-
gentes estarían siendo torturados y quema-
dos. La Edad de la Razón hizo que las per-
sonas perdieran el miedo a críticamente re-
flexionar sobre la Biblia y percibieran la
nocividad de muchas de sus enseñanzas. La
laicización de las sociedades posibilitó la
creación de leyes prohibiendo la ejecución
de órdenes bíblicas horrorosas, como para
asesinar a descreyentes y practicantes de
credos diferentes. A fin de poder existir, re-
ligiones necesitan libertad religiosa, que
paradójicamente viene justamente de aque-
llo que más combaten: la secularidad. Solo
en regímenes laicos y democráticos puede
haber tolerancia.
En un congreso de la Asamblea de Dios,
dedo en ristre y a los gritos, su marca regis-

358
trada, el pugnaz pastor brasileño Silas Ma-
lafaia amenazó:

El pastor está revestido de una autoridad


que fue Dios quien se la dio. ¿Quién toca
a un ungido del Señor y se queda im-
pune? ¡No toques a ungido de Dios! Eso
es cosa muy seria. ¡No tomes actitud con-
tra pastor! Ya vi a gente morir por causa
de eso.

¿Prohibir críticas a autoridades no es lo


que hacen dictadores y morir por criticar a
autoridades no es lo que acontece en dicta-
duras? La Biblia contiene diversos ejemplos
de personas que fueron castigadas o muer-
tas por criticar a “hombres de Dios”. Hasta
el simple hecho de reírse de la calvicie de
un profeta era digno de ser despedazado
por una osa.
¿Por qué divergentes son ejecutados en
las teocracias islámicas? Porque en teocra-
cias no hay libertad de conciencia. Cristia-
nos no pueden estar en contra de teocra-
cias. Después de todo, la propia Biblia en-
seña que teocracia es una institución divi-
na. El Viejo Testamento no es otra cosa que
la historia de una teocracia cuyo pueblo, al
359
mando de los representantes de Dios, ex-
terminó a pueblos con religiones diferentes
y era constante y severamente castigado
por dudar o volverse a otros dioses. Yahveh
nunca concedió a Israel derechos tan bási-
cos como estes:

Toda persona tiene derecho a la libertad


de pensamiento, conciencia y religión;
este derecho incluye la libertad de cam-
biar de religión o creencia […]. Todo indi-
viduo tiene derecho a la libertad de
opinión y expresión […]. Nadie podrá ser
obligado a pertenecer a una asociación.
(Artículos 18, 19 y 20 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos)

Si el Cielo existe, no quiero ir allá, pues


no quiero vivir en una teocracia. Quiero te-
ner libertad de pensamiento, conciencia,
religión, creencia, opinión y expresión.
En caso de que el caro lector pertenezca
al grupo de cristianos que diseminan por
ahí que psicópatas como Ioseb Besarionis
dze Jughashvili, más conocido como Stalin,
mataron en nombre del Ateísmo, le aconse-
jo comenzar a diseminar también que go-
bernantes teístas mataron y matan en
360
nombre del Teísmo, a menos, por supuesto,
que a usted no le importe ser una persona
de razonamiento ilógico, pues si usted no
disocia las acciones de un Stalin del Ateís-
mo de él, ¿por qué separa las acciones de
un Pinochet del Teísmo de él? Si déspotas
cristianos no son buenos ejemplos de Cris-
tianismo, déspotas ateos no son buenos
ejemplos de Ateísmo.
Matar en nombre del Ateísmo es sim-
plemente imposible. Ateísmo no es un con-
junto de doctrinas o principios. Ateísmo es
descreencia de la existencia de divinidades.
Descreencia — y nada más. ¿El caro lector
cree en el Abominable Hombre de las Nie-
ves? ¿No? ¿Y en el Centauro? ¿Tampoco? Si
quien no cree en Dios es un ateísta, quien
no cree, por ejemplo, en el Saci Pererê es
un asaciperereísta. ¿El caro lector es un
asaciperereísta? Apuesto que sí. La pregun-
ta que todo asaciperereísta necesita hacerse
es: ¿El Asaciperereísmo me manda matar?
Exactamente como la descreencia de la
existencia del Saci Pererê, la descreencia de
la existencia de dioses nada enseña, y lo
que nada enseña a nada motiva. Luego, ni
el Asaciperereísmo ni el Ateísmo mandan a

361
alguien hacer lo que sea. Las inhumanida-
des cometidas por Stalin, Mao Zedong y Pol
Pot no tienen, por tanto, como haber sido
motivadas por el Ateísmo. ¿Qué motivo
tendría un ateo para, por causa de su des-
creencia de Dios, explosionarse en un mer-
cado o arremeter un avión contra un edifi-
cio?
Religiones, sí, son conjuntos de doctrinas
y principios y códigos de ética que moldean
pensamientos y estimulan a actuar. Dog-
mas religiosos, sí, pueden generar fanatis-
mo y producir intolerancia. Es innegable
que el dios de las religiones judeocristiana y
musulmana manda matar. Está escrito en
la Biblia y el Corán para que cualquier niño
lo lea. ¿Cómo, entonces, podría alguien ser
motivado a matar por no creer en la exis-
tencia de un dios que manda matar?
Cuando afirman que Ateísmo lleva a de-
cadencia moral, cristianos y musulmanes
tiran piedras contra su propio tejado, pues
confirman la total superfluidad del Cristia-
nismo y Islam. Para el mundo ser moral,
bastaría, entonces, que nadie fuera ateo, o
sea, que todas las personas siguieran una

362
religión teísta cualquiera, por ejemplo el
Candomblé, una religión afrobrasileña.
No importa cuán antigua sea una divini-
dad, hubo un tiempo en que ella no existía
y un día en que alguien tuvo la idea de
crearla. Un día, alguien inventó a Yahveh,
conocido también como Alá, el dios de la
Biblia y del Corán. Así, el ateo que es con-
vencido por un cristiano o musulmán de
que Ateísmo es malo no necesita adorar al
dios de ellos, ni a los de outros. Basta que
cree su propio dios.
Imaginemos que yo fuera un heliólatra.
Creo que el Sol es Dios, pero que no habla
con sus criaturas. Consecuentemente, nun-
ca me pidió escribir un libro y predicar.
Pregunto: ¿Qué mal haría mi heliolatría?
Además de, por adorar al Sol, yo ser llama-
do lunático, ninguno. Ahora, imaginemos
que yo no solo creyera que el Sol es Dios,
sino también que tiene voluntades. El Sol
habla conmigo y me mandó predicar que
todas las personas tienen que adorarlo. Con
todo, no de cualquier modo. Hay solo una
manera cierta de hacerlo. El Sol me dio una
lista de las cosas que él requiere de todo el
mundo. Quien no lo adora o no lo adora del

363
modo cierto es malo, y a los malos el Sol
tortura en un lago de fuego y azufre. Eso,
caro lector, no es creer en Dios. Eso es reli-
gión.
Regímenes de dictadores ateos tienen
mucho en común con religión. Según diver-
sos historiadores rusos, Stalin era un para-
noico que creía en teorías de conspiración y
no hizo otra cosa que sacar partido de la
subserviencia religiosa de una población
crédula y supersticiosa, durante siglos acos-
tumbrada a venerar a sus emperadores, que
también eran los cabezas de la Iglesia,
como santos. La victoria casi milagrosa de
Rusia sobre Alemania fue vista por muchos
rusos como prueba de que el líder soviético
poseía poderes mágicos.
Hablando a los funcionarios de Google,
en 2007, el periodista y escritor Christop-
her Hitchens dijo:

Stalin dice que todo el tiempo se debe dar


gracias al líder y todo el tiempo él debe
ser alabado por su gentileza y bondad.
Por cierto, él siempre mantuvo la Iglesia
Ortodoxa Rusa a su lado. Ella permaneció
parte del régimen. Stalin no era tan es-
túpido al punto de no saber que tenía que
364
hacer eso. Hitler y Mussolini hicieron un
acuerdo aún más agresivo con la Iglesia
Católica y algunas de las protestantes. Y
recuerden: otra gran gura del eje del mal
de aquella época, el emperador de Japón,
no fue apenas una persona religiosa, sino
de hecho un dios. Entonces, Fascismo,
Comunismo, Stalinismo y Nazismo no
son, en realidad, nada seculares, como
algunas personas piensan, y son mucho
más religiosos que la mayoría de las per-
sonas puede imaginar.
Estuve en Corea del Norte. Puedo de-
cirles que Corea del Norte es el Estado
más religioso en que he estado. Cuando
era niño, yo solía preguntarme cómo sería
alabar a Dios y agradecerle día y noche.
Bueno, ahora lo sé, pues Corea del Norte
es un Estado completamente adorable.
Está con gurado solo para eso, para la
adoración. Y falta solo uno para una Tri-
nidad. Tienen un Padre y un Hijo, como
ustedes saben, el Querido Líder y el Gran
Líder. El Padre todavía es el presidente
del país. Está muerto hace quince años,
pero Kim Jong-il, el pequeño, es apenas
el jefe del Partido y del Ejército. Su padre
sigue siendo el presidente, el jefe de Es-
tado. Entonces, usted tiene en Corea del
365
fi
fi
Norte lo que se puede llamar necrocracia.
Uno, solo uno, falta para una Trinidad*:
Padre, Hijo, tal vez ningún Espíritu Santo,
pero dicen que con ocasión del nacimien-
to del más joven las aves de Corea can-
taron en coreano para celebrar el acon-
tecimiento. Debo añadir que ellos no le
amenazan a usted con seguirlo después
de su muerte. Usted puede dejar Corea
del Norte. Usted puede salir del In erno y
del Paraíso de ellos muriendo. Del cris-
tiano y del musulmán, usted no puede.

[* En 2011, Kim Jong-un, nieto del fundador de


Corea del Norte, se convirtió en Líder Supremo,
así creando la Trinidad.]

Asociar Socialismo y Comunismo a


Ateísmo es otro gran simplismo típico de
religiosos. Aunque gobiernos socialistas se
han orientado principalmente por las ideas
de los antirreligiosos Karl Marx y Friedrich
Engels, el Socialismo no fue inventado por
esos dos. El modo comunista de vivir ya era
practicado mucho antes de ellos nacer. Hay
cristianos que defienden que Jesús fue el
originador del Comunismo. Dos de los te-
mas más centrales de las enseñanzas del
Nazareno son la vida simple, despojada de
366
fi
riquezas materiales, y la solidaridad, tanto
así que fue exactamente de esa manera que
sus seguidores pasaron a vivir. Si el caro
lector es cristiano, lea con bastante aten-
ción:

Todos los creyentes estaban juntos y


tenían todo en común: vendían sus
propiedades y posesiones, y compartían
sus bienes entre sí según la necesidad de
cada uno. (Hechos 2:44-45)

Todos los creyentes eran de un solo sentir


y pensar. Nadie consideraba suya ningu-
na de sus posesiones, sino que las com-
partían. […] No había ningún necesitado
en la comunidad. Quienes poseían casas
o terrenos los vendían, llevaban el dinero
de las ventas y lo entregaban a los após-
toles para que se distribuyera a cada uno
según su necesidad. (Hechos 4:32,34-35)

Basado en esos versículos, si lo que los


apóstoles y los primeros cristianos practi-
caban no era Comunismo, entonces no sé lo
que era.
La Biblia contiene enseñanzas que hicie-
ron, y aún hacen, a cristianos practicar
367
crueldades monstruosas. Es verdad que
todo puede ser distorsionado, pero es im-
posible justificar que un libro sea distorsio-
nado de manera tan bárbara por tantas
personas por tanto tiempo. ¿No es increíble
que el Creador del Universo no haya sido
capaz de revelar su voluntad de un modo
que no pudiera ser tergiversada? En God-
less (Sin Dios), el escritor y expastor esta-
dounidense Daniel Edwin Barker pregunta:
“Pablo escribió que ‘Dios no es Dios de con-
fusión’, pero ¿usted consigue pensar en un
libro que haya causado más confusión que
la Biblia?”.
¿En qué el caro lector cree que la Iglesia
Reformada Neerlandesa en Sudáfrica, cuyo
lema es “Un cuerpo y un espíritu”, se basó
para abiertamente apoyar la política de se-
gregación racial conocida como Apartheid?
Dio en la diana: en una mezcla de doctrina
calvinista de predestinación con la ideolo-
gía bíblica de pueblo elegido. El Protestan-
tismo sudafricano seguía la línea de pen-
samiento del teólogo calvinista ultracon-
servador y primer ministro holandés
Abraham Kuijper, que tenía a los negros
como descendientes de Cam, hijo de Noé.

368
Génesis 9 relata que Cam vio la desnudez
de su padre, lo que llevó a Noé a maldecir al
hijo de él, Canaán, que pasaría a ser siervo
de sus dos tíos, Sem y Jafet. Según Kuijper,
gente de piel oscura se encuentra en el nivel
más bajo de la evolución humana y repre-
senta una amenaza a los blancos, descen-
dientes de Sem y Jafet, razón por que estos
tienen el derecho divino de subyugar ne-
gros.
La concepción de que no blancos son ra-
zas malditas por Dios tiene larga tradición
en el Cristianismo. La tal maldición de Cam
fue repetidamente usada por cristianos
como justificativa para la esclavitud sobre
todo de negros, pero también de indios.
En su manuscrito América Abreviada,
de 1693, el cura portugués João de Sousa
Ferreira, misionero de la Orden de San Pe-
dro, afirma que negros y indios son des-
cendientes de los malditos Caín y Cam.
Ambos pueblos tienen “las mismas inclina-
ciones, consistentes en la ociosidad, sen-
sualidad y embriaguez, en cautivarse y co-
merse unos a otros. […] Indios y negros son
solo las naciones que en el mundo se hallan
perseverando en esas maldiciones y en

369
otras más, y con más horrible diferencia,
como gente que se fue desesperando y de
todo decayendo de la gracia de Dios”. Son
“herederos e imitadores de la maldición de
Cam”, que fue “disposición divina” y “se ha-
lla cumplida al pie de la letra tanto en los
indios como también en los negros”. Los
indios, sin embargo, son peores que los ne-
gros, asegura el misionero, pues “son bár-
baros, inconstantes y sin fe, ley y rey. […]
Indios son por inclinación traidores, mie-
dosos, cobardes y supersticiosos”. “No hay
ley divina que prohíba la posesión de escla-
vos”, dice el sacerdote, que también poseía
algunos, pues en lugar alguno las Sagradas
Escrituras reprochan la esclavitud. Muy al
contrario: “Nuestro Señor quiso que hubie-
ran en el mundo grandes y pequeños, libres
y esclavos”. El catequista razona que no
puede ser injusticia esclavizar a los indios,
ya que, estando naturalmente perdidos,
como siervos de cristianos por lo menos
tienen chance de ser salvos.
Fiel a la tradición de la creencia en pue-
blo maldito, Marco Feliciano, pastor de la
Iglesia Asamblea de Dios y diputado fede-

370
ral, así se expresó, en 2011, a través de su
cuenta en Twitter:

Posiblemente el primer acto de homosex-


ualismo de la Historia. La maldición que
Noé lanza sobre su nieto, Canaán, salpica
sobre el continente africano. De ahí el
hambre, pestes, enfermedades, guerras
étnicas. La maldición de Noé sobre
Canaán toca a sus descendientes direc-
tos, los africanos. Africanos descienden
del ancestro maldito por Noé. Eso es un
hecho. Sobre el continente africano re-
posa la maldición del paganismo,
ocultismo, miseria, hambre, etc. Enfer-
medades oriundas de allá: ébola, sida.

El relato de la más que exagerada maldi-


ción que Noé lanzó sobre su nieto Canaán,
quien, nada teniendo que ver con la histo-
ria, acabó pagando el pato por su padre ha-
ber visto a su abuelo desnudo, no solo es
obscuro, y de cierta manera cómico, sino
también que la Biblia en lugar alguno hace
alusión alguna a que negros sean personas
malditas y, por consiguiente, inferiores.
Como si eso no bastara, la justificación para
la supremacía blanca se basa en la ingenua
371
suposición de que ese relato es hecho histó-
rico, y no una leyenda, lo que por la propia
manera como el evento es narrado es evi-
dente. Y aunque fuera histórico, la maldi-
ción no fue proferida por Dios, sino por
Noé. Súmese a ello varios problemas de or-
den lógico y moral. Si Dios realmente mal-
dice a los negros para que fueran esclavos,
se hace inevitable la pregunta: ¿Qué dios es
ese que trae sufrimiento sobre tantas gene-
raciones de personas inocentes?
Así consta en el respetado Comentario
Crítico y Explicativo de Toda la Biblia, es-
crito en 1871 por los protestantes Robert
Jamieson, Andrew Fausset y David Brown y
hasta hoy publicado: “Maldito sea Canaán.
Esa maldición fue cumplida en la destruc-
ción de los canaanitas, humillación de
Egipto y esclavitud de los africanos, los
descendientes de Cam”. En Amazon, los
lectores de esa obra la evalúan como muy
buena.
La primera cosa que los conquistadores
españoles hacían cuando pisaban las playas
del continente americano era leer a un
amontonado de curiosos indígenas la Noti-
ficación y Requerimiento Que Se Ha Dado

372
de Hacer a los Moradores de las Islas en
Tierra Firme del Mar Océano Que Aún No
Están Sujetos a Nuestro Señor, más cono-
cida como El Requerimiento. El texto dice
que los indios son criaturas de la divinidad
cristiana, a quien todo el mundo pertenece.
Ella estableció a San Pedro como papa,
“para que de todos los hombres del mundo
fuese señor y superior, a quien todos obe-
deciesen, y fue cabeza de todo el linaje hu-
mano, dondequiera que los hombres vinie-
sen, en cualquier ley, secta o creencia; y
diole todo el mundo por su reino y jurisdic-
ción, […] para regir el mundo y juzgar y go-
bernar a todas las gentes, cristianos, moros,
judíos, gentiles o de cualquier otra secta o
creencia que fueren”. Uno de los sucesores
de ese “señor, rey y superior del Universo”,
título que, por cierto, “continuará hasta que
el mundo se acabe”, “hizo donación de estas
islas y tierra firme del mar Océano a los di-
chos Rey y Reina y sus sucesores en estos
reinos, con todo lo que en ella hay, según se
contiene en ciertas escrituras […], que po-
dréis ver, si quisieseis”. Si los indígenas no
ofrecen resistencia y, reconociendo a “la
Iglesia por señora y superiora del Universo

373
y mundo”, consienten ser evangelizados, los
conquistadores los recibirán “con todo
amor y caridad”. No serán esclavizados o
forzados a convertirse. Pero:

Si así no lo hicieseis, […] os certi co que,


con la ayuda de Dios, nosotros en-
traremos poderosamente contra vosotros,
y os haremos guerra por todas las partes
y maneras que pudiéramos, y os su-
jetaremos al yugo y obediencia de la Igle-
sia y de Sus Majestades, y tomaremos
vuestras personas y de vuestras mujeres
e hijos y los haremos esclavos, y como
tales los venderemos y dispondremos de
ellos como Sus Majestades mandaren, y
os tomaremos vuestros bienes, y os
haremos todos los males y daños que
pudiéramos, como a vasallos que no obe-
decen ni quieren recibir a su señor y le re-
sisten y contradicen; y protestamos que
las muertes y daños que de ello se sigu-
iesen sea a vuestra culpa, y no de Sus
Majestades, ni nuestra.

Por más grotesco que pueda parecer, los


invasores creían que el Espíritu Santo hacía
a los nativos entender español, motivo por

374
fi
que los conquistadores hasta les daban un
tiempo para deliberar. Al que todo apunta,
al Espíritu Santo le daban igual los indios,
pues no comprendían un cuerno de lo que
los españoles decían. El resto es Historia.
En 1401, mi antepasado Jean de Béthen-
court vendió su casa en París y empeñó su
castillo en Normandía a fin de financiar
una expedición a las Islas Canarias. Dos
frailes franciscanos formaban parte de la
tripulación. Con el apoyo del rey español
Enrique III y del antipapa Benedicto XIII,
que prometió perdonar los pecados de to-
dos los que ayudasen a Béthencourt en su
cruzada contra los infieles, obligó a los na-
tivos a convertirse al Cristianismo. Muchos
fueron esclavizados y muertos y los que
fueron presos murieron de hambre.
Cristianos que creen que moralidad se
aprende en la Biblia o no la leen con aten-
ción o ignoran todo lo que les causa inco-
modidad y vergüenza. En efecto, ella con-
tiene innúmeros ejemplos de inmoralidad o
practicada por Dios o por él ordenada o en-
dosada. ¿Habrían los europeos cometido
tantas barbaridades, si el Libro de los Li-
bros enseñara que invadir naciones y escla-

375
vizar o exterminar a sus pueblos es inmo-
ral? Es evidente que los invasores tenían
plena convicción de que estaban haciendo
la voluntad de Dios.
Cuando católicos y protestantes se mata-
ban mutuamente o ejecutaban a brujas, he-
rejes, seguidores de otras religiones y ateos,
no estaban atentando contra la moral bíbli-
ca, sino haciendo exactamente lo contrario:
aplicándola. Si matar a niños, gestantes,
ancianos y enfermos fuese inmoral, el dios
de los cristianos jamás habría dado esta or-
den:

No dudes en matar a lo de espada a to-


dos los habitantes de esa ciudad. De-
strúyelos junto con todo lo que haya en
ella, incluyendo el ganado. Lleva todo el
botín a la plaza pública, y préndele fuego
a la ciudad y a todo el botín. Será una
ofrenda totalmente quemada para el
Señor tu Dios. (Deuteronomio 13:15-16)

Para empeorar, las matanzas ordenadas


por el dios de la Biblia ni siquiera necesita-
ban tener sentido. Con la muerte de Salo-
món, el tal pueblo elegido de Dios fue divi-
dido entre el Reino de Israel, al Norte, y el
376
fi
Reino de Judá, al Sur. Tanto Jeroboam, el
rey de Israel, como Abías, el rey de Judá,
hacían “lo malo ante los ojos de Jehová”,
practicando el politeísmo de sus antepasa-
dos. Había hasta prostitución masculina
sagrada. Con el objetivo de reconquistar el
Norte, un buen día el rey de Judá decidió
guerrear contra el rey de Israel. Aunque
Abías era impío, Dios le ayudó a despeda-
zar a medio millón de soldados de Jero-
boam — para simplemente nada, pues el
reino continuó dividido y nunca más fue
reunificado. Pequeño detalle: años antes, el
padre de Abías, Roboam, ya había hecho
planes para reunificar a Israel. Pero un pro-
feta prohibió a Roboam guerrear y matar a
sus compatriotas del Norte, visto que sería
en vano: la división del reino era voluntad
de Dios.
Lo que en la Biblia hay de moral no justi-
fica lo que en ella hay de inmoral. Si es mo-
ral la divinidad bíblica punir a un padre,
como lo hizo con el rey David, haciendo a
su hijito morir en agonía, pero sería inmo-
ral que hiciéramos lo mismo, esa divinidad
es tan del tipo “Haz lo que digo, pero no
hagas lo que hago” como las divinidades de

377
cualquier otra religión. Blandiendo un libro
que creen ser el fundamento de la moral, es
con furia que muchos cristianos combaten
el derecho de la mujer al aborto, a pesar de
esa moral haber sido inventada por un dios
que hace uso de feticidio para castigar a
quien le da la espalda:

El pueblo de Samaria cargará con su cul-


pa por haberse rebelado contra su Dios.
Caerán a lo de espada; ¡a los niños los
lanzarán contra el suelo, y a las em-
barazadas les abrirán el vientre! (Oseas
13:16)

¿Sería realmente necesario adorar a un


dios tan primitivo, o a cualquier otro, para
distinguir lo cierto de lo errado? ¿Sería
realmente necesario sujetarse a las irracio-
nalidades de una religión para ser una bue-
na persona?
Volvamos a imaginar que creo que el Sol
es Dios. Él se reveló a mí. El Sol me pidió
predicar que la vida es un regalo de amor
incondicional. Él nada espera en cambio.
Nadita de nada. Cero. El Sol no recompensa
o castiga a persona alguna. Él me pidió ad-
vertir a las personas de que Paraíso y In-
378
fi
fierno existen. Nosotros mismos los crea-
mos. El Paraíso es el resultado automático
de no hacer mal a persona alguna y ser so-
lidarios. Actuar contrario a ese principio re-
sulta en Infierno. Todo lo que el Sol quiere
es que vivamos la vida de la mejor manera
posible, pues es la única que tenemos.
Listo. Acabo de crear una religión muchí-
simo mejor que todas las de las que ya he
oído hablar. Por no seguirla, nadie es ni
discriminado, ni esclavizado, ni perseguido,
ni torturado ni muerto, pues, al contrario
del dios de la Biblia, Corán y otros, el dios
de mi religión abomina esas cosas. Y como
si eso ya no fuera suficiente para adorar al
Sol, aún por encima no necesita dinero.
¿No es divino?
¿Qué? ¿Al caro lector le gustó mi reli-
gión, pero no la parte en que el Sol es Dios?
Mmmmm… No problem. Quite el Sol y siga
el resto.

379
6

Razón

“¿Será que tiene el Señor, para ablandar el


sufrir,
alguien a quien implorar o temer?
Porque si Dios no tiene Dios, ¿cómo puede
querer
que yo sea creyente siendo él un ateo?”
(De la canción Deus de Deus, de Celso Viáfora)

UNA DE LAS funciones funciones del epílogo


es la recapitulación. Por tanto, no se enca-
brite, caro lector, si, entre asuntos nuevos,
en este último capítulo (el próximo es un
apéndice) hago comentarios adicionales
sobre temas ya abordados. Quiero, con
todo, que esté bien claro que eso en hipóte-
sis alguna constituye motivo para que usted
pida su dinero de vuelta. Cualquier duda,
consulte a mi equipo de abogados en Nueva
York, el mismo que defendió a O. J. Sim-
pson.
Religiones existen para los inconformes
con la muerte. Ellas les venden la esperanza
de vivir eternamente, que tiene que ser pa-
gada no solo con dinero, sino también
aceptación de un montón de doctrinas que
380
van desde infantiles, contradictorias, ab-
surdas e irracionales hasta equivocadas.
Conjeturar sobre vida después de la
muerte no es reprensible, ni vergonzoso. Es
apenas pérdida de tiempo. Hasta aquí, todo
bien. El problema está en creer que vida
eterna es un premio y que para ser conde-
corado es necesario adorar a un dios, seguir
una religión, creer en todo lo que ella ense-
ña y practicar sus ritos. Y es problema no
por ser babosería, sino por ser nocivo, ya
que lleva a fanatismo y causa división,
disputas y conflictos.
El objetivo de la vida no puede ser, como
ya cantaba el añorado Raul Seixas, quedar-
se “con la boca abierta llena de dientes es-
perando que la muerte llegue” para ir a vi-
vir en un mundo mejor. Posiblemente, la
mayoría de las personas quisiera que la
muerte no fuera el final. Pero ¿será que vi-
vir eternamente es realmente bueno? ¿Qué
sabemos sobre la eternidad para suponer
que es deseable? Puede muy bien no serlo.
En su novela Una Historia del Mundo en
Diez Capítulos y Medio, Julian Barnes
cuenta la historia de un hombre que muere
e va al Paraíso, donde todos los deseos de

381
todas las personas son realizados. Por cien-
tos de años, el hombre tomó tres espléndi-
dos desayunos al día y tuvo sexo con un in-
contable número de mujeres, experimen-
tando todos los posibles tipos de posicio-
nes. Quedó tan bueno en el golf que cada
golpe era un hole in one (acertar un hoyo
con un único golpe). No obstante, con el
tiempo todo lo que él hacía acababa per-
diendo la gracia. Conversando sobre ello
con una funcionaria de la administración,
ella le revela que en el Cielo nadie está obli-
gado a vivir eternamente: quien quiera
puede pedir morir. Sorprendido, el hombre
pregunta: “¿Y cuántas personas piden mo-
rir?”. La funcionaria responde: “Todas”.
Religiosos creen con tanto fervor en la tal
vida eterna que muchos de ellos llegan a
pensar que se trata de una cuestión de lógi-
ca. Sería ilógico que la vida tuviera fin. Sin
embargo, como dijo uno de los hombres
más sabios que ya pisaron la Tierra, del
cual yo no soy digno de desatar la correa de
las zapatillas: “Eres polvo estelar y al polvo
estelar volverás” (1 Bittencourt 24:7).
That’s it. Con la mayor de las naturalida-
des, creyentes aceptan que hubo un tiempo

382
en que ellos no existían, pero no aceptan
que habrá un tiempo en que ellos no existi-
rán: el mismo estado de inexistencia en que
se encontraban antes de nacer. Como se ve,
además de irracional la concepción religio-
sa de vida eterna es arrogante, puesto que
antropocéntrica.
Además, vida es vida. No existen diferen-
tes tipos de vida. Existen apenas diferentes
tipos de seres vivos, pero la vida que está en
las bacterias es la misma que está en plan-
tas y personas. Por consiguiente, la vida
después de la muerte no podría ser un pri-
vilegio exclusivo de los seres humanos. Si
con la muerte la vida no cesa, todos los ár-
boles y plantas y todos los animales verte-
brados e invertebrados siguen viviendo
después de morir. ¿Por qué habríamos de
seguir viviendo, pero no los chimpancés,
con quienes tenemos el 99% de ADN en
común?
Si la verdadera vida es la que comienza
después de la muerte, la que ahora tenemos
es falsa. Si así fuera, no tendríamos motivos
ni para buscar la felicidad, ni para prolon-
gar la vida, ni para poner hijos en el mun-
do, exponiéndolos a la posibilidad de perdi-

383
ción. En realidad, sería hasta lógico matar
niños, a fin de garantizar su salvación.
¿Suena grotesco? Sí, pero eso ya ha ocurri-
do más veces que el caro lector imagina. En
diciembre de 2014, en Texas, el estado de
Estados Unidos con el mayor número de
iglesias (precisamente 27.848), Lindsey
Blansett mató a su hijo Caleb, de diez años,
mientras él dormía. Ella contó a la policía
que cuando golpeó la cabeza de Caleb con
una piedra él despertó y dijo: “¡Para,
mamá!”. Ella entonces lo apuñaló hasta la
muerte. Enseguida, llamó a la policía di-
ciendo que había salvado al hijo “del dolor
que estaba por venir”. Blansett había deci-
dido que “sería mejor para Caleb ir al Cielo
esta noche”.
Ese horrible crimen es un excelente
ejemplo de la absurda lógica cristiana. Por
ella, es innegable que esa madre practicó
una buena acción, pues catapultó a su
inocente hijo al Paraíso. Sin embargo, la
cosa queda aún más absurda: si tenía cons-
ciencia de lo que hacía, nada impide a
Blansett genuinamente arrepentirse e ir al
Cielo a reencontrarse con el hijo que asesi-
nó. Ahora, si sufre de disturbios mentales,

384
mejor aún: no siendo responsable de sus
actos, Blansett ya tiene en manos las llaves
de una celestial mansión de oro nuevecita
de paquete.
Si el caro lector es uno de aquellos que
piensa que solo el fanatismo pentecostal es
capaz de hacer a un cristiano matar parien-
tes, usted todavía no ha oído hablar de
John Emil List, de Westfield, Estados Uni-
dos. Como vicepresidente de un banco, List
era un hombre muy respetado. Exactamen-
te como sus padres, pertenecía a una de las
denominaciones más tradicionales: la Igle-
sia Luterana. En noviembre de 1971, List
asesinó a toda su familia: madre, esposa y
tres hijos. La carta que dejó sobre la escri-
banía fue dirigida justamente al pastor de
su congregación y revela que la mayor
preocupación de List era la posibilidad de
que sus seres queridos se fueran al In-
fierno, sobre todo por causa de la ambición
de su hija de convertirse en actriz. “Yo tenía
miedo por lo que eso podría causar a su
vida cristiana.” Si ella dejara la iglesia, ra-
cionalizó List, eso podría influenciar nega-
tivamente no solo a los hermanos, sino

385
también a la madre, que no estaba muy
firme en la fe. La carta dice también:

Al menos, estoy cierto de que todos se


fueron al Cielo. Si las cosas hubieran con-
tinuado, ¿quién garantiza que eso sería el
caso? […] Cuando todo terminó, hice
unas preces por todos ellos. […] Me pon-
go en las manos de la justicia y misericor-
dia de Dios. No dudo que es capaz de
ayudarnos, pero aparentemente tuvo a
bien no responder a mis oraciones de la
manera que esperé que las respondería.
Eso me hace pensar que tal vez fue mejor
así, especialmente en lo que se re ere a
las almas de los niños. Sé que muchos
pensarán apenas en los años que todavía
tenían para vivir, pero si no fueran más
cristianos, ¿qué ventaja habría? […] Mi
única preocupación es hacer mi paz con
Dios, y de eso estoy cierto, pues Cristo
murió hasta mismo por mí.

Cuestionado por qué no se suicidó, el fa-


milicida respondió que eso le habría impe-
dido ir al Cielo, donde esperaba reunirse
con su familia.

386
fi
Si la vida eterna cristiana existe, cuando
List se reencuentre con los hijos ellos lo
abrazarán y dirán: “¡Gracias, papito, por
habernos asesinado! Nos salvaste del lago
de fuego y azufre”.
En el día en que escribo estas líneas, los
evangélicos Bruce y Deborah Leonard, de
Clayville, Nueva York, ciudadanos de un
país de gente esclarecida, golpearon y azo-
taron a sus dos hijos porque no querían ir
al culto. Uno de ellos murió. Otros miem-
bros de la iglesia, cuyo nombre es Word of
Life (Palabra de la Vida), también partici-
paron de esa, según la pareja, “sesión de
aconsejamiento” — que duró diez horas.
“Millones de cristianos no golpean a sus
hijos hasta la muerte”, argumentará un cre-
yente. Es verdad. Al creyente replico como
un creyente: ¿Qué enseña la Escritura, que
es “inspirada por Dios y útil para enseñar,
para reprender, para corregir y para ins-
truir en la justicia”, acerca de ello? En Deu-
teronomio 21:18-21 y 13:6-10, Yahveh-Je-
sús ordena el asesinato de hijos por rebel-
día y miembros de la familia por darle la
espalda. Luego, es por miedo a ser arresta-
dos que millones de cristianos no golpean a

387
sus hijos hasta la muerte, o por sentir que
eso es algo que no se debe hacer, y no por-
que sería abominable al dios de la Biblia.
En Números 31, Moisés, el hombre con
quien Yahveh “hablaba cara a cara, como
quien habla con un amigo”, manda a los
soldados israelitas invadir una nación y
matar todos los hombres, mujeres y niños,
pero tomar para sí a “todas las muchachas
que jamás hayan tenido relaciones sexua-
les”. Nunca vi a un cristiano indignarse con
esa bárbara perversidad.
Los cristianos que, en vez de sentir re-
pulsión, encuentran justificaciones para los
exterminios perpetrados por el “pueblo ele-
gido” de Yahveh-Jesús no pueden encon-
trar errado matar a hijos desobedientes, ya
que también esa orden fue dada por él.
Ningún cristiano puede decir que Bruce y
Deborah son malos ejemplos de cristianos.
A fin de cuentas, todo lo que esos padres,
con la ayuda de sus hermanos en Cristo,
querían era impedir que su prole sea arro-
jada a las llamas del Infierno. Para ello, hi-
cieron precisamente lo que el dios cristiano
manda. ¿Habrían cometido ese crimen, si el
libro de la tapa negra condenara la golpiza

388
y el asesinato de hijos “que no escuchan a
su padre ni a su madre”?
Los cristianos que creen que los miem-
bros de la Word of Life Church cometieron
un terrible pecado tienen que dejar de lla-
mar a la Biblia Palabra de Dios. Órdenes,
mandamientos y leyes dados por el inven-
tor de la moral no pueden ser inmorales. Si
un día fue moral apedrear hijos rebeldes,
puesto que orden divina, eso no puede ha-
berse vuelto inmoral.
Doctorado no libera a persona alguna de
tener su raciocinio deformado por la reli-
gión. Una prueba de ello es el apologista
cristiano William Lane Craig, profesor de la
Talbot School of Theology, en California.
Esto es lo que él piensa sobre las carnice-
rías ordenadas por el dios judeocristiano:

Dios sabía que, si a esos niños cananeos


les fuera permitido vivir, serían la ruina de
Israel. […] Además, si creemos, como yo,
que la gracia de Dios se extiende a aquel-
los que mueren en la infancia o como
niños pequeños, en realidad la muerte de
esos niños fue su salvación. Estamos tan
pegados a una perspectiva terrestre, natu-
ralista, que olvidamos que aquellos que
389
mueren son felices de intercambiar esta
tierra por la incomparable alegría del
Cielo. Por ello, Dios no hace mal alguno a
esos niños al quitarles sus vidas.

En otras palabras, pasar a niños cana-


neos al filo de la espada fue un acto de
amor divino. ¡Increíble! ¿Cómo no pensé en
eso antes?
Perpetradas por humanos, atrocidades
son atrocidades. Si esa orden hubiera sido
dada por un general de la Segunda Guerra
Mundial, cristianos acertadamente lo lla-
marían monstruo genocida pedófilo. Perpe-
tradas u ordenadas por la divinidad bíblica,
esas mismas atrocidades no son atrocida-
des, sino “plan de Dios”, “poder de Dios” y
“justicia divina”.
Sin embargo, el más común de los sub-
terfugios usados para justificar las barbari-
dades y extrañezas de la Biblia es también
el más revelador. Cuando cristianos dicen
“Ah, eso era costumbre de la época”, están
admitiendo y confirmando que su religión
nada tiene de divino, sino que es puro refle-
jo de la mentalidad primitiva de las perso-
nas que la concibieron. Yahveh no solo no
era contrario, sino hasta favorable a cosas
390
que en los tiempos bíblicos eran costumbre
y, consecuentemente, morales, pero que sus
adoradores hoy juzgan inmorales, como in-
cesto, poligamia, genocidio, esclavitud y
apedreamiento de adúlteras e hijos rebel-
des. Especial sería el dios judeocristiano si,
justamente por ser costumbres, hubiera
condenado todas esas prácticas.
La cristiandad entera selecciona del libro
que ella considera sagrado las partes que le
son convenientes, decidiendo lo que aún es
válido y practicable. Cristianos no funda-
mentalistas, por ejemplo, afirman que los
relatos horrendos de la Biblia, como el de
Sodoma y Gomorra, en que Lot, a quien el
apóstol Pedro llama “hombre justo”, ofrece
a sus propias hijas para ser violentadas por
un bando de pervertidos, no son literales,
sino alegorías, de las que apenas se debe
procurar extraer lecciones. Ahora bien, ¿no
es exactamente eso lo que hacemos con
cualquier obra literaria? En ese caso, no
hay razones para que la Biblia goce de posi-
ción privilegiada en relación con otros li-
bros, inclusive los de otras religiones.
Religión causa insensibilidad. Millones
de judíos festejan en el Pésaj una liberación

391
en que Yahveh mató, de acuerdo con esti-
maciones, a cerca de un millón de niños
egipcios. La religión de los judíos no solo
los seduce a celebrar un evento que, según
arqueólogos e historiadores, nunca sucedió,
sino también a no tener problema alguno
con que esa liberación haya sido obra de un
dios que devastó una nación entera y asesi-
nó a millones de inocentes por el simple
placer de demostrar su poder destructor:
“Faraón no os oirá, para que mis maravillas
se multipliquen en la tierra de Egipto”
(Éxodo 11:9). Peor: la deidad a quien los
judíos agradecen por haberlos liberto de las
manos del faraón (no sin antes dejarlos pe-
nar como esclavos por 400 largos años) es
la misma que no movió un dedo siquiera
para liberar a millones de ellos de las ma-
nos de Hitler. Cuando Dios libra, aunque
por medio de genocidios, eso es motivo de
fiesta. Cuando no libra, “Dios sabe lo que
hace”.
Lo malo de las religiones es que son ca-
paces de llevar a sus seguidores a practicar
maldades convencidos de que están obede-
ciendo a órdenes del Creador del Universo.
Imposibilitados de hacer su visión bíblico-

392
fundamentalista prevalecer en Europa, en
el siglo XVII protestantes puritanos emi-
graron hacia América del Norte. Pero, como
todo el mundo sabe, las tierras americanas
ya tenían dueños. Los autóctonos no que-
rían vender y los cristianos no querían
comprar. Solución: usurpación a través de
exterminio. Cuando la resistencia de los
“nativos paganos” era grande, los invasores
creían que Dios los estaba puniendo por sus
pecados y falta de fe. Con todo, cuando ma-
sacraban a muchos indios los cristianos
agradecían a Dios, como prueba el docu-
mento Primera Proclamación de Acción de
Gracias, de 20 de junio de 1676 (cualquier
semejanza con los genocidios ordenados y
comandados por Yahveh-Jesús no habrá
sido mera coincidencia).
En julio de 1743, Georg Friedrich Händel
compuso la cantata Dettingen Te Deum (de
que, por cierto, ya he cantado un aria) para,
en la Capilla Real de Londres, agradecer al
dios cristiano y alabarle por haber ayudado
a Gran Bretaña a derrotar a Francia en la
Batalla de Dettingen, en Alemania. En ella,
cerca de 8 mil soldados fueron muertos
(además de cientos de caballos, pero, cuan-

393
do el asunto es guerra, ¿el caro lector ya vio
la suerte de los equinos le importar a al-
guien?), la mayor parte franceses. Si los
franceses hubieran vencido y matado a mi-
les de británicos, ellos son los que habrían
compuesto una cantata para agradecer al
“Señor de los Ejércitos” y alabarlo.
Unas más que otras, pero todas las reli-
giones son dictaduras del pensamiento,
pues dictan como sus adeptos tienen que
pensar, que pueden aceptar y que deben re-
chazar. Si una iglesia rotula, por ejemplo, la
Teoría Científica de la Evolución de ense-
ñanza satánica, sus miembros la demoniza-
rán, aunque les mostremos en sus propios
cuerpos las evidencias de que es factual.
A fin de impresionar a la población, in-
duciéndola a creer que el número de cientí-
ficos que discordan de la Evolución es ex-
presivo, el Discovery Institute, una organi-
zación cristiana conservadora, de Seattle,
Estados Unidos, publicó, en 2007, la decla-
ración Un Disenso Científico del Darwi-
nismo. Fue endosada por cerca de 1.000
científicos, solo un cuarto de ellos biólogos.
Para mofarse de ello y demostrar que la
abrumadora mayoría de los científicos de-

394
fiende la Evolución, el National Center for
Science Education, de Oakland, creó el
Proyecto Steve, que consiste en una lista de
científicos evolucionistas, pero solo con el
nombre Steve. En torno a 1.500 Steves fir-
maron la lista.
En efecto, científicos que creen en Dios
son una minoría. Según el The Pew Re-
search Center, en 2009 eran apenas el 33%
de la comunidad científica de Estados Uni-
dos, número que en Europa es aún menor.
De esa minoría, solo una pequeña parte
cree en el dios bíblico, mientras que la ma-
yor es deísta, es decir, no cree en dios espe-
cífico alguno. De todos los científicos esta-
dounidenses, el 97% defiende la Evolución,
el 87% cree que ella es un proceso pura-
mente natural y apenas el 8% que es guiada
por un ser supremo.
Al viajar en avión o tomar remedios, cris-
tianos están confiando en los avances de la
Ciencia. Cuando, sin embargo, el asunto es
Evolución, millones de ellos mandan esa
misma Ciencia a los quintos infiernos. De
acuerdo con los literalistas bíblicos, “es ne-
cesario tener fe para creer lo que la Ciencia
enseña”, razón por que “también es reli-

395
gión”. Eso es sentir placer en tirar piedras
contra su propio tejado, pues es admitir
que no se debe confiar en lo que tiene que
ser aceptado por la fe, algo que la Ciencia,
por cierto, no requiere, ya que se basa en
evidencias. Precisamente por eso, al contra-
rio de la religión, la Ciencia no tiene pro-
blema alguno en corregirse. Es al mismo
tiempo hilarante y extraño que alguien ridi-
culice la Evolución, pero crea en un montón
de cosas sin evidencias, como serpientes y
asnas parlanchinas.
Si algunas denominaciones pasaron a
aceptar la Evolución, entonces apenas por-
que para ellas es cada vez más difícil negar
las innúmeras evidencias de que la Tierra
no fue creada en seis días y no tiene solo 6
mil años. No obstante, nunca reconocerán
que el relato de la mujer que fue embaraza-
da por un ser inmaterial y dio a luz al pro-
pio ser que la embarazó es mitología. Por su
parte, la Iglesia Católica jamás admitirá que
enseñar que esa madre murió virgen es un
desatino.
Si es verdad que “las cualidades invisi-
bles de Dios, es decir, su eterno poder y su
naturaleza divina, se perciben claramente a

396
través de lo que él creó, de modo que nadie
tiene excusa” para no creer en el dios de la
Biblia, ¿no deberían los científicos, justa-
mente las personas que estudian la Natura-
leza de manera tan meticulosa, ser los pri-
meros en reconocer que él existe? ¿Sería el
descreimiento de los científicos un com-
plot? ¿Estarían rechazando a Dios delibe-
radamente, por maldad?
“¡Olvídese de los científicos!”, dirá un
cristiano. “Tome a los filósofos. La mayoría
de los filósofos cree en Dios”. Siento decir
que nada podría estar más lejos de la reali-
dad. El estudio ¿En Qué Creen los Filóso-
fos?, conducido por los filósofos David
Bourget y David Chalmers, de la University
of Western Ontario y New York University,
y publicado en 2013, reveló que de 931 filó-
sofos, en su mayoría doctores, de 99 depar-
tamentos de Filosofía de diversas universi-
dades dentro y fuera de Estados Unidos, el
72,8% son ateos.
Religiosos necesitan preguntarse por qué
la gran mayoría de los científicos y filósofos
no creen en Dios, mucho menos en el dios
judeocristiano. Decir que es por causa de
rebeldía es pueril. El escepticismo del me-

397
dio académico demuestra que inferir de la
Naturaleza la existencia de un Creador no
es tan natural como el apóstol Pablo nos
quiere hacer creer. El simplismo de su ra-
ciocinio es más evidente en los versículos
posteriores a Romanos 1:20. Pablo afirma
que todos los que rechazan al dios de la Bi-
blia lo hacen de propósito y automática-
mente se vuelven, entre otras cosas, adora-
dores de imágenes, arrogantes, avaros, ca-
lumniadores, chismosos, depravados, des-
leales, despiadados, disensiosos, enemigos,
engañadores, envidiosos, homicidas, im-
piadosos, impuros, injustos, insensatos, in-
sensibles, insolentes, inútiles, maldosos,
maliciosos, malos, mentirosos, necios, per-
versos, rebeldes, soberbios y homosexuales.
Quien no adora la divinidad bíblica, con-
cluye el apóstol, es digno de muerte. ¡Por
las barbas del profeta! ¿Cómo no clasificar
eso de delirio?
Si el dios judeocristiano existe, no apare-
ce porque no quiere. Si el Jardín del Edén
existió, yo no estaba allá para comer de la
fruta prohibida. Si Jesús existió, yo no es-
taba allá para clavarlo en la cruz. Si la Bi-
blia es la Palabra de Dios, no es culpa mía

398
que sea confusa. Si acepté sus contradic-
ciones y perversidades, fue porque a eso fui
condicionado. En el día en que reflexioné
sobre lo que ella enseña, se hizo evidente
para mí que un libro que contiene tantos
absurdos puede ser todo, menos divino.
En la internet, contemple, caro lector, la
fotografía titulada Hubble eXtreme Deep
Field. Intente imaginar un Universo con
dos millones de millones de megacolosales
galaxias. Suponiendo que sean obra de un
ser sobrenatural que quiere revelarse a la
Humanidad, ¿esperaría usted de la mente
que creó esos fantastillones de estrellas y
planetas que escogiera una colección de co-
pias de copias de más copias de harapos de
fragmentos de pergaminos como forma de
comunicarse? Aunque fuera por medio de
un libro, ¿no esperaría usted que fuera di-
recto, claro y preciso y contuviera informa-
ciones realmente útiles y prácticas, sobre
todo en las áreas de Ciencia y Tecnología,
que llevasen a la erradicación de hambre y
enfermedades y a una convivencia armóni-
ca entre todos los pueblos? ¿Habría el autor
de ese libro de ser la misma inteligencia
que dio órdenes como esta?

399
Así dice el Señor Todopoderoso: “[…] Ata-
ca a los amalecitas ahora mismo. De-
struye por completo todo lo que les
pertenezca; no les tengas compasión. Má-
talos a todos, hombres y mujeres, niños y
recién nacidos”. (1 Samuel 15:2-3)

El mismo Jesús evidenció la superfluidad


de los cerca de 1.200 capítulos y 31 mil ver-
sículos de la Biblia, cuando afirmó que toda
ella se resume en apenas dos cosas: creer
en Dios y hacer el bien (Lucas 10:27). El
hecho es que la ética de la reciprocidad, o
regla de oro, o regla áurea, es decir, el sen-
tido de que se vive mejor cuando se hace el
bien, ni siquiera proviene del libro de la
tapa negra, sino que ya era aplicada en el
Antiguo Egipto, como atestigua la Historia
del Campesino Elocuente, escrita unos 2
mil años antes de Jesús nacer, en que se
lee: “Este es el mandamiento: ‘Haz a otros
para que lo hagan a ti’”.
Si Jesús dijo: “Fíjense en las aves del cie-
lo”, yo digo: “Fíjense en las aves del cielo,
pero también en las galaxias”. Cuando las
contemplamos, sentimos como las concep-
ciones que religiones tienen de Dios son in-
fantiles. Si existe, Dios no puede ser tan pe-
400
queño, caprichoso, sádico. Eso incluye gus-
tar de ser adulado. Sin embargo, adulación
es exactamente lo que la divinidad bíblica
no cansa de exigir. El apóstol Pablo afirma
que el hombre fue hecho exclusivamente
para la gloria de Dios. Por eso mismo es
que la primera enseñanza del Catecismo
Menor de Westminster, redactado en 1647
por teólogos ingleses y escoceses, es: “Pre-
gunta 1: ¿Cuál es el fin principal del hom-
bre? Respuesta: El fin principal del hombre
es el de glorificar a Dios, y gozar de él para
siempre”. Si usted, como yo, es padre, ima-
gínese a sus hijos delante de usted, arrodi-
llados o de pie, agradeciéndole, adorándolo,
exaltándolo, cantándole alabanzas y gritan-
do “¡Santo, santo, santo!” y “¡Gloria, gloria,
aleluya!”. Ahora, imagínese miles de millo-
nes de personas haciendo eso por infinitos
centillones de años. ¡Nuestra Señora del
Perpetuo Socorro, no hay santo que aguan-
te!
Fe en él no es la única exigencia del dios
cristiano para que alguien pueda ser conde-
corado con la “corona de la vida”. Jesús es-
pera aún que el fiel obedezca a una lista de
reglamentos, que pueden ir desde no fu-

401
mar, no beber, no comer eso o aquello, no
usar pantalones largos o joyas, no pintar las
uñas, no oír música o leer libros mundanos
y no decir garabatos hasta no danzar, lo que
me hace recordar el chiste en que una pare-
ja evangélica decide cambiar de iglesia. An-
tes de afiliarse, el hombre y la mujer quie-
ren saber del pastor de la nueva congrega-
ción todo lo que está prohibido. “En mi
iglesia”, dice el hombre de Dios, “solo está
prohibido bailar”. La pareja se mira e in-
terpela: “¿Solo bailar?”. “Solo bailar. Bailar,
y nada más.” Marido y mujer casi caen de
espaldas de alegría. Después de todo, no les
gusta bailar. Sin embargo, sabiendo que
sexo es la cosa por que el dios bíblico más
se preocupa, preguntan: “Pero en cuanto a
la vida conyugal, pastor, ¿alguna restric-
ción?”. “Ninguna. Es solo bailar que no se
puede.” Perpleja, la pareja indaga si esa o
aquella práctica sexual está prohibida. “To-
das liberadas.” Regocijándose, marido y
mujer juegan: “¿Y sexo de pie? Se puede?”.
Para su total sorpresa, el clérigo responde:
“Ah, de pie no”. “¡¿Sexo de pie no se
puede?!” “No. Sexo de pie no.” “¿Pero por
qué, pastor?” “Porque incita a bailar.”

402
Además de observar la lista de prohibi-
ciones del dios de la Biblia, da puntos hacer
crecer su iglesia. Con todo, realmente im-
prescindible es pagar el diezmo, pues el
Creador del Universo, aquel que dijo: “Fí-
jense en las aves del cielo: no siembran ni
cosechan ni almacenan en graneros; sin
embargo, el Padre celestial las alimenta.
[…] Así que no se preocupen diciendo:
‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿Qué beberemos?’ o
‘¿Con qué nos vestiremos?’ Los paganos
andan tras todas estas cosas” (Mateo
6:26,31-32), necesita mucha plata para ali-
mentar y vestir a sus pastores y mantener
sus templos.
Fundamental es participar en sus ritos,
aunque saber lo que Dios quiere no es tan
fácil como debería ser. ¿La Santa Cena tie-
ne realmente que ser con vino o puede ser
con jugo de uva? ¿El pan necesita realmen-
te ser sin levadura? Y si es con levadura,
¿Dios se enojará? ¿Llorará? El otro día, vi el
video de un cristiano ridiculizando una se-
rie de iglesias y acusando a sus miembros
de ser seguidores de Satanás. Motivo: hacer
oración en pie, en vez de arrodillado, que,
según él, es lo que Dios exige.

403
Mientras nuestras sondas espaciales ex-
ploran planetas, lunas y cometas, miles de
millones de personas continúan orientán-
dose por la mentalidad de gente que creía
que la Tierra es plana y tiene cuatro esqui-
nas. Valerie Tarico, doctora en Asesora-
miento Psicológico por la Universidad de
Iowa, Estados Unidos, publicó una lista de
algunas de las extrañezas en que, en pleno
siglo XXI, personas en nuestra vecindad
creen. ¿El caro lector reconoce las religio-
nes que las enseñan? Las respuestas están
más abajo.

• Si no ascendió al Cielo, el prepucio de


un santo puede ser guardado en un reli-
cario de oro y cristal engastado con
piedras preciosas. (2)
• Resultado del cruce de semidioses con
mujeres, una raza de gigantes vagó por
la Tierra. Vivieron en la misma época
que dragones escupidores de fuego. (1)
• Espíritus malignos pueden poseer cer-
dos. (1)
• Una asna parlanchina reprendió a un
profeta. (1, 3)
• Un hombre justo puede controlar el ac-
ceso de su esposa al Paraíso. (6)
404
• Piel morena es punición por desobedi-
encia a Dios. (6)
• Un profeta viajó de una ciudad a otra en
una miniatura de caballo volador con
cara de mujer y cola de pavo real. (4)
• Dios prohíbe gatos y perros de recibir
transfusión de sangre y harina de sangre
de ser utilizada como fertilizante de
jardín. (7)
• Ropas íntimas sagradas protegen a los
creyentes contra contaminación espiritu-
al, fuego y disparos. (6)
• Cuando ciertos rituales son practicados,
el pan, después de ingerido, se trans-
forma en carne humana. (2)
• Seres sobrenaturales invisibles se reve-
lan en objetos mundanos como tinta es-
curriendo y comida cocinándose. (2)
• En el Fin de los Tiempos, el pueblo
elegido de Dios se juntará en Jackson
County, Missouri. (6)
• Creyentes pueden tomar veneno o ser
picados por serpientes, sin sufrir daño.
(1)
• Si hecho correctamente, rociar agua en
un bebé puede liberarlo de pasar una
eternidad sufriendo, en caso de que
muera prematuramente. (2)

405
• Girar una gallina sobre la cabeza puede
liberar usted de sus pecados. (3)
• Un santo subió una montaña y de su
cima pudo ver toda la Tierra. (1, 2)
• Poner un vaso sucio de leche y un plato
de sándwich de rosbif en el mismo
lavavajillas puede contaminar el alma.
(3)
• Habrá un Paraíso en que exactamente
144 mil personas vivirán eternamente.
(8)
• Cada ser humano está poseído por mu-
chos espíritus que fueron atrapados en
volcanes por bombas de hidrógeno. (5)
• Un ser sobrenatural se preocupa
tremendamente de lo que usted hace
con su pene o vagina. (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7,
8)

1) Evangélicos; 2) Católicos; 3) Judíos; 4)


Musulmanes; 5) Cienciólogos [Iglesia de la
Cienciología]; 6) Mormones; 7) Cientí cos cris-
tianos [Iglesia de Cristo, Cientí co]; 8) Testigos
de Jehová.

La Naturaleza equipó al ser humano con


sentido crítico, el mismo que hace a creyen-
tes sentir que los seres y lugares invisibles
de las religiones de los otros no existen. Si
406
fi
fi
sienten eso, entonces sienten que los seres
y lugares invisibles de su propia religión
tampoco existen, creyendo en ellos apenas
en función de condicionamiento infantil y/
o incesante autosugestión. Quien ha apren-
dido a temer, por ejemplo, a la divinidad
bíblica no osa dudar de su Palabra. Después
de todo, “Sin fe es imposible agradar a
Dios” (Hebreos 11:6). Es común que cris-
tianos oren diciendo “Señor, aumenta mi
fe”, lo que evidencia la antinaturalidad de la
creencia en las cosas que la Biblia enseña.
Para creer en ellas, la mente necesita ser
constreñida. Si dudar de la existencia de se-
res invisibles es natural, pedir a un ser invi-
sible, de cuya existencia naturalmente du-
damos, que aumente nuestra fe en él es
contrasentido. Además, si Dios aumentara
nuestra fe ella no sería genuina, tampoco
tendría él motivo para exigir fe, pues si
puede aumentarla, ¿por qué no a la pleni-
tud, haciéndonos jamás dudar?
Si creyentes no tuvieran conciencia de
que creen en fantasías, no se enfurecerían
ante críticas a su fe. En YouTube, videos
que exponen las irracionalidades, por
ejemplo, de la Biblia son vistos también por

407
cristianos, que, no teniendo como contes-
tarlos con un simple “Eso no es verdad”, en
los comentarios insultan y amenazan con
tortura infernal. Es hilarante, pues el In-
fierno es una de las cosas consideradas gro-
tescas por los videomakers ateos, que tie-
nen tanto miedo del Infierno cristiano
como cristianos del Infierno musulmán.
Es inmoral que el Cristianismo e Islam
amenacen con castigo eterno a aquellos que
no aceptan sus disparates. Busco vivir una
vida volcada hacia el bien, y eso no porque
anhelo una recompensa, sino porque eso
me hace bien a mí mismo. Sin embargo,
nada de especial hago, pues vivir una vida
volcada hacia el bien es lo que la mayoría
de las personas hace. No es necesario ser
un genio para saber que bien genera bien y
mal genera mal, de lo que resulta que feli-
cidad es posible solo donde el bien predo-
mina. Nada hay de religioso en eso. Es una
consecuencia natural. No hay necesidad ni
de que Dios exista ni de promesa de re-
compensa y amenaza de castigo para que
las personas sientan voluntad de practicar
el bien.

408
A propósito, la amenaza de castigo
eterno contraría el propio dogma del libre
albedrío, tan crucial para el Cristianismo.
¿Qué valor tendría una decisión que yo to-
mara con alguien apuntando un arma a mi
cabeza? En la Unión Soviética de Stalin, en-
tre adherir al Partido Comunista y ser en-
viado a un campo de trabajos forzados en
Siberia yo ciertamente escogería la primera
opción. Sin embargo, mientras fingiera
admirar a Stalin, yo seguiría pudiendo in-
tentar huir. No así con el Cristianismo. No
hay como fingir, ni para dónde huir. Hay
solo dos opciones: seguir el Cristianismo y
estar de acuerdo con todo lo que el dios bí-
blico hizo, hace y hará o ser asado en las
parrillas del Báratro por infinitos centillo-
nes de años.
El tal libre albedrío sería legítimo solo si
no hubiera amenaza de tortura y las perso-
nas tuvieran no dos, sino tres opciones de
elección: vivir eternamente con el dios bí-
blico, vivir eternamente sin el dios bíblico y
no vivir.
La religión está tan profundamente en-
raizada en la historia de la Humanidad que
la mayoría de las personas nunca se pre-

409
gunta si es necesaria. Mucha gente simple-
mente supone que sin creencia en un dios
no se puede ser íntegro. Si eso fuera ver-
dad, las prisiones estarían casi vacías. Ana-
lizando los datos de 191.322 detenidos, la
Agencia Federal de Prisiones, en Estados
Unidos, constató que, en 2015, apenas 197
de ellos, o el 0,1%, eran ateos.
Religiones nada tienen de especial. Prue-
ba de ello es que cualquier persona es capaz
de crear una, incluso usted, caro lector. En
Brasil, tener su propia iglesia tarda dos días
y cuesta alrededor de US$ 100. ¿Amén? Y
usted encima puede ser creativo. Cualquier
cuento chino puede ser transformado en re-
ligión. Debidamente registrada, su iglesia
gozará no solo de total exención fiscal, sino
hasta de la protección del Estado: a quien la
ridiculice usted puede procesar por vilipen-
dio. ¿Quiere que estrellas del cine sean
miembros de su iglesia? Nada más fácil:
base sus dogmas en libros de ciencia fic-
ción. Solo que usted tendrá que contentarse
con artistas latinos, porque los de Holly-
wood ya son adeptos de la Scientology
Church.

410
Para demostrar como cualquier cosa
puede ser rotulada de sagrada y fruir de
respeto, en 2005 el estadounidense Bobby
Henderson fundó la Iglesia del Monstruo
de Espagueti Volador, cuyos miembros son
llamados pastafarianistas, aludiendo a pas-
ta y Rastafarismo, una religión abrahámica
que se desarrolló en Jamaica. En las fotos
de documentos oficiales, como la tarjeta de
identidad, es vetado aparecer cubriendo la
cabeza. Con todo, excepciones son hechas a
religiosos. En virtud de ello, por ley el Esta-
do no tiene como prohibir que también
pastafarianistas aparezcan cubriendo la ca-
beza con el objeto que los distingue de los
seguidores de otras religiones: el colador de
espagueti.
Hubo un día en que los seres humanos
comenzaron a preguntarse por qué existen.
No sabiendo responder, inventaron res-
puestas. Religión es la ilusión de tener res-
puestas a indagaciones para las cuales na-
die tiene respuestas. El anhelo por respues-
tas surgió antes de desarrollarse en el ser
humano la capacidad de escudriñar la Na-
turaleza. No es necesario ser un genio para
percibir que religiones son un reflejo del es-

411
tado de desarrollo de la mente humana en
la época en que fueron inventadas, razón
por que son tan primitivas. Si religiones re-
cientes no son menos extrañas, es porque
son reinvenciones de las antiguas y fueron
inventadas por motivos que pueden ir des-
de disturbio mental y charlatanería hasta
manipulación.
Imaginemos que religiones nunca hubie-
ran existido. Con el conocimiento que te-
nemos en los más variados campos científi-
cos, sobre todo Antropología, Astronomía,
Biología, Física, Genética, Geología, Medi-
cina, Paleontología, Química y Sociología,
¿cuál la probabilidad de que surgieran reli-
giones como Hinduismo, Budismo, Ju-
daísmo, Cristianismo e Islam?
“Su amiguito imaginario no existe y su
clubcito es falso. ¡El mío amiguito imagina-
rio es que existe y mi clubcito es que es el
verdadero!” Religiones, especialmente el
Judaísmo, Cristianismo e Islam, no tienen
como hacer del mundo un buen lugar para
vivir porque promueven la cultura del sec-
tarismo, causando división, cuna de la into-
lerancia. El mismo Jesús fue categórico:

412
He venido a traer fuego a la tierra, y
¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!
[…] ¿Creen ustedes que vine a traer paz
a la tierra? ¡Les digo que no, sino división!
De ahora en adelante estarán divididos
cinco en una familia, tres contra dos, y
dos contra tres. Se enfrentarán el padre
contra su hijo y el hijo contra su padre, la
madre contra su hija y la hija contra su
madre, la suegra contra su nuera y la
nuera contra su suegra. (Lucas 12:49,51-
53)

Si el Cristianismo e Islam fueran religio-


nes buenas, cuanto más al pie de la letra,
esto es, fundamentalisticamente fueran
practicados mejor sería para el mundo. ¿No
es extraño que sea justamente lo contrario:
cuanto más al pie de la letra son practica-
dos, peor?
Eso se aplica a, probablemente, cualquier
religión, por más inofensiva que pueda pa-
recer.
En Manaus, en 2012, trece alumnos
evangélicos de una escuela secundaria se
negaron a elaborar un trabajo sobre la cul-
tura afrobrasileña, alegando que su religión
les prohíbe hacer apología al satanismo.
413
Según su profesor, “Ellos también se rehu-
saron a leer obras como El Guaraní, Macu-
naíma y Los Maestros y los Esclavos, di-
ciendo que los libros hablaban sobre homo-
sexualismo”. En vez de ello, los trece diser-
taron sobre las misiones evangélicas en
África.
Esa pequeñez cristiana de espíritu no es
exclusiva de denominaciones pentecostales.
La gran mayoría de las iglesias evangélicas
tenidas como tradicionales, aquellas en que
nadie grita “¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!” o
danza, igualmente es bíblico-fundamenta-
lista y, por consiguiente, desaprueba casi
todo lo que no es de cuño religioso, lo que
incluye literatura. Es tal el grado de estre-
chez que evangélicos repudian hasta obras
católicas, que también son cristianas. De li-
bros musulmanes, hindúes o budistas ellos
pasan lejos.
Belcebú, el “príncipe de los demonios”,
adora usar las artes para desviar al pueblo
de Dios del camino estrecho hacia el ancho,
“que conduce a la destrucción”. Si el caro
lector es de mi edad o más, se acordará de
la paranoia evangélica de los años 80 en
torno a las canciones de rocanrol, que, se-

414
gún pastores fanáticos, contenían mensajes
subliminares satánicos que podían ser dis-
cernidos solo cuando las canciones eran to-
cadas al revés. Lo que muchos creyentes ig-
noraban es que, al revés, hasta himnos cris-
tianos pueden transmitir “mensajes satáni-
cos”.
Ni niños discapacitados están libres de
ser víctimas de la pequeñez cristiana de es-
píritu. En 2010, jugadores evangélicos del
Santos Fútbol Club, entre ellos las estrellas
Robinho y Neymar, se rehusaron a entrar
en una entidad caritativa y traer alegría a
niños y niñas con parálisis cerebral, al ser
informados de que se trata de una institu-
ción espiritista. Si esos futbolistas no fue-
ran seguidores de la religión del “amor de
Cristo”, la probabilidad de que habrían ac-
tuado de manera tan mezquina es cero.
La escena que más me gusta de la pelícu-
la Desmontando a Harry, de Woody Allen,
es aquella en que Harry discute con su
hermana Doris, una judía devota:

— La mayoría de las veces, ridiculiz-


abas mi dedicación religiosa, pues siem-
pre te enfureció que yo haya vuelto a mis
raíces.
415
— ¿Qué raíces? Eras una niña maravil-
losa, dulce. Me ayudaste en la infancia.
Después te fuiste a Fort Lauderdale y en-
contraste a ese fanático, ese zelote, y él
te llenó de superstición.
— Es tradición.
— Tradición es la ilusión de permanen-
cia.
— No tienes valores. Toda tu vida es
nihilismo, cinismo, sarcasmo y orgasmo.
— En Francia, yo podría competir con
ese eslogan y ganar.
— Soy judía. Nací judía. ¿Me odias por
eso?
— Si nuestros padres se hubieran con-
vertido al Catolicismo un mes antes de tú
nacer, seríamos católicos. Son clubes.
Son exclusivistas, todos ellos. Estimulan
la idea del “otro” para que sepas exacta-
mente a quién debes odiar.
— ¡Basta!
— Déjame preguntarte una cosa: si un
judío es masacrado, ¿eso te molesta más
que si un no judío es herido, o un negro o
un bosnio?
— Sí. No puedo evitarlo, es mi pueblo.
— ¡Todos ellos son tu pueblo! ¿No
sería el mundo mejor, si ningún grupo
pensara tener una línea directa con Dios?
416
Imaginemos un mundo en que, en vez de
mutuamente despreciarse por causa de
convicciones religiosas, ser esclavas de
miedo, supersticiones y esperanzas y creer
de cuerpo y alma en lo que está escrito en
libros sagrados de las Edades del Hierro y
Media, como Biblia y Corán, las personas
vivieran inspiradas por las ideas de figuras
como Bento de Espinosa, Voltaire, David
Hume, Thomas Paine, Mary Wollstone-
craft, Lydia Maria Child, John Stuart Mill,
Etta Semple, Albert Einstein y Jiddu Krish-
namurti. ¿Cuán probable es que las ense-
ñanzas de maestras y maestros como esos
induzcan a personas a discriminar a otras,
inferiorizar a la mujer, mutilar los genitales
de niños, violar y matar por honor, gue-
rrear, conquistar y esclavizar a otros pue-
blos, cometer genocidios, perseguir, tortu-
rar y perpetrar ataques terroristas?
El Cristianismo e Islam no tienen como
ser religiones benéficas porque su objetivo
no es mejorar el mundo, sino persuadir a la
Humanidad de ver esta vida como sin valor
y esperar por la verdadera vida, que co-
mienza tras la muerte, en un lugar invisible
llamado Cielo. ¿Qué motivación para ver-

417
daderamente preocuparse por el mundo
tienen personas que esperan que él sea des-
truido por Dios lo antes posible?
De acuerdo con el Programa Mundial de
Alimentos de las Naciones Unidas, 821 mi-
llones de personas “no tienen comida sufi-
ciente para vivir una vida saludable y acti-
va”. Son casi dos Sudaméricas pasando
hambre. Datos del Instituto Internacional
de Estudios para la Paz de Estocolmo
muestran que todos los gobiernos juntos
gastan cerca de dos millones de millones de
dólares en sus fuerzas armadas. Todo santo
año. Casi el doble de lo que gastan en inves-
tigación y desarrollo — y 6,6 veces lo que
costaría erradicar el hambre. A pesar de
que el Cristianismo se vende como la reli-
gión del amor, el mayor país cristiano del
planeta, Estados Unidos, es también el ma-
yor exportador de armas y desembolsa cer-
ca de 780 mil millones de dólares (3,7% de
su PIB) a su aparato militar. Todo santo
año. Gastos en investigación y desarrollo:
430 mil millones. Al parecer, eso no moles-
ta a cristiano alguno. A pesar de que el Is-
lam se vende como la religión de la paz, la
nación que alberga sus ciudades más sa-

418
gradas, Arabia Saudita, gasta casi 60 mil
millones de dólares (8,4% de su PIB) en su
aparato militar. Todo santo año. Gastos en
investigación y desarrollo: 1,8 mil millones.
Al parecer, eso no molesta a musulmán al-
guno.
No es necesario ser muy inteligente para
percibir que eso es más que irracional,
tampoco ser experto para constatar que de
nada sirve que los gobernantes tengan con-
vicciones religiosas: no los hacen mover un
dedo siquiera para corregir esa aberrante
distorsión. El caro lector verá religiosos
empeñados, por ejemplo, en combatir abor-
to y matrimonio gay, exigir el cierre de ex-
posiciones de arte que juzgan inmorales y
reivindicar más derechos para las iglesias y
la enseñanza del Creacionismo en las es-
cuelas, pero no los verá demandar a jefes de
Estado que todo armamento bélico sea des-
truido y el presupuesto militar redireccio-
nado para proyectos de erradicación de la
pobreza. Aunque suene ingenuo, ¿no debe-
ría ese ser el objetivo número uno de las re-
ligiones que alegan ser representantes del
Creador del Universo?

419
En Brasil, todos los años tiene lugar la
Marcha Para Jesús, en 2009 transformada
en ley federal por el presidente Lula. Ella
reúne a millones de evangélicos que jamás
salen a las calles para marchar, por ejem-
plo, contra desigualdades sociales. Muy por
el contrario: programas sociales guberna-
mentales son ridiculizados e infantilmente
tajados de Comunismo por la mayoría de
los seguidores de Jesús, un hombre que, si
existió, dedicó su vida casi enteramente a
los pobres. Ninguna denominación cristia-
na organiza una Marcha Contra el Hambre.
Las que ocurrieron fueron realizadas por el
Programa Mundial de Alimentos de la
ONU.
Una de las principales razones por que
religión es imprescindible es que organiza-
ciones religiosas son las instituciones que
más ayudan a los pobres, dicen los creyen-
tes. Para empezar, actividades caritativas y
filantrópicas surgieron como consecuencia
del Iluminismo, esto es, de la sociedad se
haber vuelto menos religiosa y más secular.
En 1739, el inglés Thomas Coram fundó el
Foundling Hospital, en Londres, conside-
rado la primera institución de caridad del

420
mundo. En una época en que era extrema-
damente poco común y hasta peligroso no
tener religión, es natural que Coram haya
sido cristiano. Sin embargo, fundó ese hos-
pital para tratar y ayudar a niños abando-
nados justamente porque lo indignaba ver
que a nadie importaban, inclusive a las
iglesias.
Entre las diez primeras de una lista de las
mayores entidades caritativas en Estados
Unidos por recaudación, hecha por la revis-
ta Forbes, en 2015, apenas una pertenece a
una organización religiosa: el Ejército de
Salvación, una denominación cristiana que,
en Australia, fue condenada a pagar 12 mi-
llones de dólares a 474 víctimas de abuso
sexual perpetrado por sus funcionarios.
Aparte de ello, casi el 10% de los ingresos
del Ejército de Salvación es donación del
gobierno.
En el afán de enaltecer el compromiso
social católico, un exgobernador de estado
estadounidense dijo, en un programa de
TV, que “En Estados Unidos, el 50% de los
servicios sociales son ofrecidos por la Igle-
sia Católica”. Intrigado, un correspondiente
de la PolitiFact, una organización sin áni-

421
mo de lucro dedicada a conferir la veraci-
dad de alegaciones hechas por políticos, re-
veló que, en la tierra del Tío Sam, la Iglesia
Católica es responsable de apenas el 17% de
todo el servicio social caritativo. En la lista
de Forbes, la Catholic Charities USA viene
en 15º lugar. El 65% de su ingreso es dinero
público.
Madre Teresa de Calcuta recibió muchos
millones de dólares en donaciones para su
organización Misioneras de la Caridad,
pero mucha gente se pregunta dónde esos
millones fueron a parar (hay fuertes indi-
cios de que fluyeron hacia el Vaticano),
pues los pacientes de Madre Teresa, que,
por considerar el sufrimiento un don de
Dios, se oponía al uso de equipamientos
modernos, recibían “tratamiento” precario
y totalmente inadecuado. ¿Para qué empe-
ñarse en curarlos, si estaban cerca de ir a
un mundo mejor a vivir la verdadera vida?
A una paciente con cáncer la monja dijo:
“Ese sufrimiento es una señal de que has
llegado tan cerca de Jesús en la cruz que él
puede compartir contigo su pasión, puede
besarte”.

422
Los tres mayores filántropos del mundo
son, según la Forbes, los multimillonarios
Warren Buffett, Bill Gates y George Soros.
Ninguno de ellos es religioso.
Como se ve, no hay necesidad de creer en
Dios y seguir una religión para sentir el de-
seo de ser bueno y solidario. De todos mo-
dos, ¿qué tiene más valor: hacer el bien por
el simple placer de hacer el bien o hacer el
bien para promover una religión y, de un
amigo imaginario, recibir algo a cambio?
¿El caro lector sabe la diferencia entre re-
ligión y superstición? Deje que estos respe-
tados léxicos le digan qué superstición es:

Creencia en vanos presagios o en hechos


no explicables de forma cientí ca, en
general debida al temor o a la ignorancia.
(Gran Diccionario de la Lengua Española)

Creencia o práctica irracional, basada en


la ignorancia y en la magia; interpretación
de lo que es desconocido o misterioso y
que no se basa en la razón. (Diccionario
del Español de México)

Creencia o sentimiento sin fundamento


racional, que induce a la con anza en
423
fi
fi
cosas absurdas, al temor a cosas inocuas
e imaginarias y a la creación de obliga-
ciones falsas e indebidas, sin relación al-
guna entre los hechos y sus respectivas
causas. Creencia en señales y presagios,
originada en hechos o coincidencias pu-
ramente fortuitos, sin cualquier compro-
bación. Creencia ciega y exagerada en
alguna regla, principio o cosa, que es ado-
rada y seguida sin cuestionamientos.
(Diccionario Michaelis)

Lo que usted debe haber notado es que


religión, inclusive la judía, la cristiana y la
musulmana, y superstición son la mismí-
sima cosa. Un conjunto de creencias practi-
cadas por una minoría es llamado supersti-
ción. Un conjunto de creencias practicadas
por mucha gente es considerado religión.

Idea para escena de documental. Pregun-


tar a quien cree que Elías fue llevado al
Cielo en un carruaje de fuego: “¿Qué
piensa usted de Mahoma haber sido lle-
vado al Cielo en un caballo alado?”.

El mundo fue regido por el pensamiento


religioso por muchos miles de años (y, aun-
424
que tal vez un poco menos, todavía lo es).
Las religiones tuvieron, por tanto, tiempo
más que suficiente para probar que funcio-
nan. Si religión fuera el remedio contra la
maldad, tendría que haber hecho efecto
hace ya mucho tiempo, y los resultados
tendrían que ser expresivos. Si esperar que
ya no hubiera violencia es demasiado, como
mínimo estas dos cosas — solo dos — ya no
deberían existir: hambre y guerras. Si reli-
gión no es capaz de impedir por lo menos
esas dos cosas, no funciona. ¿Adivine qué?
Religión no es capaz de impedir esas dos
cosas. ¿Puede haber prueba mayor de que
religión no funciona que guerras? En el
momento en que escribo estas líneas, la
cristiana Rusia está, con la bendición de la
Iglesia, bombardeando la cristiana Ucrania,
causando destrucción, miles de muertos
(inclusive, obviamente, de niños) y millo-
nes de refugiados. Amén?
Por cientos de años, mucha gente, hasta
alguien como el físico Isaac Newton, creyó
ser posible transformar plomo en oro y
descubrir un elixir de la inmortalidad.
Como la creencia en la Alquimia nunca
producía los efectos deseados, las personas

425
dejaron de cultivarla. Preguntemos a cris-
tianos y musulmanes si Dios oye preces y
responderán que sí, a pesar de que las evi-
dencias muestran que dirigir súplicas a una
divinidad produce tanto efecto como orar a
una piedra. Digámosles eso y nos acusarán
de estar escarneciendo de su religión.
Creer en sobrenaturalidades, adorar a
dioses y obedecer a preceptos religiosos no
aportan beneficios algunos a la Humani-
dad. Por el contrario: religiones pueden ser,
fueron y son usadas para promover y justi-
ficar cosas erradas, como retraso, desigual-
dad, esclavitud, explotación, fatalismo, gue-
rras, homofobia, ignorancia, intolerancia,
martirio, misoginia, mutilación, opresión
de minorías, pena capital, pobreza, racis-
mo, sexismo, superstición, tribalismo, vio-
lencia y victimización.
Mientras que otras ideologías también
pueden producir todo tipo de maldades,
apenas la religión se fundamenta en lo so-
brenatural, divino, así colocándose en posi-
ción privilegiada, eximiéndose a sí misma
de crítica y autocorrección. Cuando un sis-
tema de ideas no funciona, él o se corrige o
deja de existir. A pesar de que religión no

426
funciona, sus adeptos no desisten de con-
vencerse y intentar convencer a otros de lo
contrario. ¿Y por qué eso es así? Por causa
de una palabrita mágica: Dios. ¿Es divino?
Entonces, no puede ser errado. ¿Y cómo
saben que es divino? No saben. Apenas fue-
ron inducidos a pensar que saben. ¿El caro
lector quiere enseñar algunas cosas, pero
no quiere que esas enseñanzas sean ni veri-
ficables ni criticadas? Nada más simple:
basta decir que son de origen sobrenatural.
Religión es la cosa más peligrosa porque
nada puede ser superior a aquello a que un
creyente atribuye autoridad divina.

“Si usted tiene el control sobre la verdad


última y cree que esa verdad viene de
Dios, usted está en una situación muy
peligrosa, porque entonces es su deber
imponer esa verdad al resto del mundo.
Por eso es que religión es algo malo.”
— Jerry Coyne (Profesor de Biología de la
Universidad de Chicago, en un debate, en 2011)

Religión no es algo bueno también por-


que cultiva el espíritu de subserviencia,
compeliendo a las personas a considerar fe
ciega una virtud y ver duda como debilidad
427
y atrevimiento. Miles de millones de padres
imponen esa mentalidad servilista a miles
de millones de hijos, condicionando sus
mentes indefensas a encontrar natural ado-
rar a un ser invisible que les amenaza de
castigo y, en un lago de fuego, tortura a los
que no le sirvieron, o le sirvieron, pero de
manera errada. Lo que debería ser conside-
rado abuso infantil es tenido no solo como
normal, sino hasta deseable por una socie-
dad donde la mayoría de las personas fue
sometida a ese lavado de cerebro.
Cristianos suelen decir que es por rebe-
lión que alguien no adora al dios de la Bi-
blia y no sigue el Cristianismo. Imaginemos
a un hombre que lideró una revolución
para liberar a su pueblo de la opresión de
un dictador, pero que, tras llegar al poder,
se convirtió él mismo en un dictador que
manda torturar y fusilar a quien lo critica.
No importa cuántas cosas buenas él, como
gobernante, haya hecho, mi admiración él
no tendría, pues no admiro a gente incohe-
rente. Si juzgo dirigentes por su coherencia,
¿por qué debería yo eximir a dioses de ser
coherentes? Si una única incoherencia es
suficiente para hacer que yo no admire una

428
persona, ¿cómo sería yo capaz de adorar a
una divinidad, por ejemplo, que mandó
apedrear a quien recogiera leña en sábado?
¿Cómo conseguiría yo hacer trabajo misio-
nero para un dios que mató a niños?
¿Cómo podría yo pasar la eternidad con
una deidad que tortura a personas en el In-
fierno?
No estoy en contra de que Dios exista.
Apenas no tengo motivos para creer que él
existe. Creer no es virtud. No consigo acep-
tar incoherencias, ni sé por qué debería ha-
cerlo. Si lo que es incoherente merece ser
rechazado, ¡cuanto más lo que es perverso!
No hay necesidad de creer en un ser invi-
sible para maravillarse con el Universo y la
vida. Por el contrario: imaginar un ser invi-
sible detrás de la Naturaleza minimiza el
misterio, el pasmo, el deslumbramiento, la
fascinación, el encanto. Es más fácil com-
prender por qué el Universo y la vida son
de la manera que son, con todo lo que hay
de bueno y malo, bello y feo, sin el mágico
invisible que pone comida en la mesa de
creyentes, pero a quien le da igual el ham-
bre de millones de niños, que cura a algu-

429
nos fieles, pero no está interesado en erra-
dicar la enfermedad.
Quien cree en Dios no cree en Dios, sino
en un dios, y quien sigue la religión verda-
dera no sigue la religión verdadera, sino la
religión que él piensa ser la verdadera.
Creer en Dios y seguir una religión es ilu-
sión porque hay muchas posibilidades:

• Dios no existe.
• Dios murió.
• Dios existe, pero no interactúa con su
creación.
• Dios es la Naturaleza.
• Dios es malo.
• Existe más de un dios.
• Existe solo un dios, usted cree en
Yahveh, el dios de la Biblia, pero Alá, el
dios del Corán, es el dios verdadero (y
viceversa).
• Usted cree en Yahveh o Alá, pero Nhan-
deruvuçu, el dios tupí-guaraní, es el dios
verdadero.
• Usted cree en el dios verdadero, pero
sigue la religión falsa:
1) Yahveh es el dios verdadero, usted
sigue el Judaísmo, pero el Cristianis-

430
mo es la religión verdadera (y vicever-
sa).
2) El Cristianismo es la religión ver-
dadera, usted sigue el Catolicismo,
pero el Protestantismo es el Cristian-
ismo verdadero (y viceversa).
3) El Protestantismo es el Cristianismo
verdadero, usted es miembro de la
Iglesia Luterana, pero la Iglesia
Evangélica Jesús es Lindo y Oloroso
es el Protestantismo verdadero.
4) Usted es miembro de la Iglesia
Evangélica Jesús es Lindo y Oloroso,
pero la Iglesia Evangélica Jesús es
Lindo y Oloroso Movimiento de Re-
forma es la Iglesia Evangélica Jesús
es Lindo y Oloroso verdadera.

¿Cómo podría ser sabio tener una visión


prefijada, unilateral e inflexible sobre la
más compleja de todas las cosas: la vida?
Filosóficamente hablando, si sabemos algo
sobre la vida entonces que es un gran mis-
terio. Si la vida es un gran misterio, no hay
respuestas predefinidas, capaces de satisfa-
cer a todas las personas. Religiones ilusio-
nan a sus seguidores con falsas respuestas,

431
impidiéndoles encontrar la verdad, que
puede ser solo individual.
Si el famoso sentido de la vida existe, no
puede ser externo, impuesto desde fuera.
Cada persona tiene, o no, que encontrar el
sentido de su propia vida, o sea, darle sen-
tido. Para el filósofo Diógenes de Sinope, el
sentido de la vida era vivir en una tinaja, y
para el anacoreta Simeón el Estilita, encima
de una columna. Confieso que no es exac-
tamente el sentido que quiero dar a la mía.
Imagino que, como yo, lo que el caro lec-
tor quiere es ser feliz. Ningún sentimiento
es permanente. Por consiguiente, también
el sentimiento de felicidad es inconstante.
Si momentos de felicidad no fueran interca-
lados por momentos de tristeza o insatis-
facción, ni siquiera sabríamos lo que es feli-
cidad. Ser feliz es hacer lo que da placer,
trae alegría, contentamiento. Como exten-
sivamente demostré, religiones no tienen
moral para dictar lo que es cierto. Si lo que
usted hace lo hace feliz y no hace mal a per-
sona alguna, entonces es cierto.
En una de nuestras pasadas por Río de
Janeiro, mi novia de entonces y yo decidi-
mos caminar por senderos de la Floresta da

432
Tijuca. Contratamos una guía turística,
pero eso acabó revelándose una idea no
muy buena. Inadvertidamente, la acompa-
ñante casi estropeó nuestro paseo. A cada
paso, apuntaba hacia algo: “¡Miren!”. No
permitiéndonos topar con las maravillas de
aquella exuberante vegetación, la guía sacó
de la caminata el sentimiento de sorpresa,
aventura, tan esencial para la mayoría de
las personas que buscan el contacto con la
Naturaleza.
Pienso que la vida es más o menos como
una floresta y religión más o menos como
un guía turístico que no para de apuntar el
dedo y hablar, no dejándonos descubrir las
cosas y sobre ellas reflexionar. Solo que,
por los motivos que expuse, religión es mu-
cho peor que un guía turístico parlanchín.
Por cierto, independiente de creer o no
en Dios, ¿dónde hay más espiritualidad?,
aquel sentimiento de elevación, sublimi-
dad: ¿entre las cuatro paredes de un edifi-
cio, en que constantemente alguien habla,
grita o canta, o en el “silencio” de una flo-
resta, bosque, montaña?
Suponiendo que, para entonces, el ser
humano no lo haya destruido, es imposible

433
saber cómo el mundo será de aquí a, diga-
mos, 300 años, pero es probable que siem-
pre habrá quien prefiera tener la mente
aprisionada a libre. Después de todo, reli-
gión es una prisión agradable: sus presos
no necesitan pensar y descubrir por sí
mismos y la idea de pueblo elegido les hace
sentirse especiales. Por su parte, ser un li-
brepensador es difícil: se necesita mucha
fuerza de espíritu para soportar la realidad
de que, al que todo apunta, el Universo no
es administrado por superhombre alguno y,
consecuentemente, estamos abandonados a
nuestra propia suerte. Con todo, la con-
ciencia de ser intelectualmente honesto es
muy gratificante.
Al reconocer que “la verdad es una tierra
sin caminos, a que no puedes llegar por
senda y religión algunas”, en 1927 el indio
Jiddu Krishnamurti disolvió la Orden de la
Estrella, una organización religiosa cuyos
miembros lo habían escogido para ser el
Maestro del Mundo. En dos de sus muchas
conferencias en Estados Unidos, Krishna-
murti declaró:

434
Religión no es lo que crees. Nada tiene
que ver con que seas cristiano o budista,
musulmán o hinduista. Esas cosas no
tienen signi cado alguno. Son obstáculos.
La mente que quiere descubrir tiene que
estar desnuda de todos ellos. […] Una
persona verdaderamente religiosa no está
incrustada con creencias, dogmas, rit-
uales. No tiene creencias. Vive de mo-
mento a momento, jamás acumulando
experiencia. […] Religioso es aquel que
no pertenece a religión, nación y raza al-
gunas, aquel que está interiormente solo,
en un estado de no saber.

Librepensador es alguien que, en la bús-


queda de la verdad, no confía en revelación,
tradición y autoridad, sino en evidencias,
lógica y razón. Ser un librepensador es
combatir la ignorancia por medio de oposi-
ción a la irracionalidad. ¿Cómo, entonces,
habría esa de no ser la manera correcta y,
por tanto, más sensata de vivir? Si libre-
pensadores fueran la mayoría, ¿cómo ha-
bría eso de no ser beneficioso para el mun-
do?
Si la vida puede ser mejorada, entonces
no por la superstición, es decir, religión,
435
fi
sino por la razón, que el Diccionario
Houaiss define como “capacidad de evaluar
con corrección; facultad caracterizada por
su poder de discernimiento entre lo verda-
dero y lo falso; sentido común, juicio”, el
Diccionario Aurélio como “facultad que
tiene el ser humano de evaluar, juzgar, co-
nocer, comprender, razonar, ponderar
ideas universales, establecer relaciones ló-
gicas; inteligencia, prudencia” y el Diccio-
nario Aulete como “facultad de comprender
las relaciones de las cosas y de distinguir lo
verdadero de lo falso, el bien del mal; el
buen uso de las facultades intelectuales;
rectitud del espíritu, juicio prudencial,
equidad, justicia; la luz, el rayo que ilumina
el espíritu humano”.
Si la Humanidad puede ser salva y este
Punto Azul Pálido transformado en un lu-
gar realmente bueno para vivir, por lo me-
nos sin pobreza y guerras, entonces no por
personas que ven la vida como sin valor y la
pasan soñando con mansiones de oro en un
mundo imaginario, y sí por personas que
no huyen de la realidad y son guiadas no
por primitivos seres mitológicos, sino por la
razón: librepensadores.

436
Apéndice 1

Desintoxicación

“El contenido es tóxico.


Nadie es inmune, es lógico.
Programado solo para aceptar,
direccionado a no cuestionar.
Ve en busca, para encontrar tu lugar.
No seas solo una pieza para girar el engrana-
je.
No es la verdad, hermano. Lo que ellos
quieren
es intentar impedir que los hechos se revelen,
que las mentes se rebelen,
que puedas ir más allá,
para buscar algo que te haga bien.”
(De la canción Tóxico, de Mussoumano)

Ayuda Para Salir de la Iglesia

¿Cuál la probabilidad de que una persona


que nunca haya seguido religión alguna
crea en seres y lugares invisibles? Pues. La
mayor prueba de que religión es un lavado
de cerebro es que le hace a usted creer en
cosas que no existen.
Aunque tienen una base común, obvia-
mente las religiones no son iguales. Algu-
437
nas son peores que otras. En tratándose del
Cristianismo, cuanto más biblicista una de-
nominación, más profundo el lavado de ce-
rebro y, consecuentemente, más penosa la
desprogramación, que puede llevar más
tiempo si la persona, como dicen, fue criada
en la iglesia.
Quien nunca fue miembro de iglesia, o de
una salió con facilidad, no consigue imagi-
nar que el Cristianismo pueda causar trau-
mas psicológicos. Aunque en ella no (más)
cree, ve la religión de Jesús como inofensi-
va. Eso se debe al hecho de que el Cristia-
nismo es antiguo. Fue traído a las Américas
hace 500 años por los europeos, que lo
practicaban ya hace siglos. Por consiguien-
te, está enraizado en nuestra cultura. A él
acostumbrada, la mayoría de las personas
piensa solo en sus doctrinas bonititas,
como perdón y caridad. La verdad es que el
Nuevo Testamento enseña también cosas
con el potencial de generar trastornos emo-
cionales y que pueden continuar a ator-
mentar las personas que ya salieron de la
iglesia, por ejemplo:

438
• Alienación de la realidad (El mundo está
bajo el dominio del Diablo y es malo.
Casi todo es mundano, es decir, pecado.
Su mundo es el Cielo).
• Aterrorización (El pecado contra el Es-
píritu Santo, profecías sobre el n del
mundo y el Juicio Final empavorecen a
las personas y in igen miedo a perder-
se).
• Aversión a erudición (Inteligencia y
sabiduría son locuras. El Reino de los
Cielos es de los pobres de espíritu).
• Control total (Dios le está vigiando día y
noche y anotando en un libro todos sus
actos y pensamientos).
• Crueldad (Tortura eterna en un lago de
fuego y azufre, inclusive por simple-
mente dudar).
• Enseñanzas imposibles y malas (Amar a
sus enemigos, no preocuparse con el
mañana y ser perfecto como Dios. Con
fe, todo es posible. No defenderse de
agresiones físicas, nunca negar présta-
mos a las personas, vender todo para
seguir a Jesús y por su causa odiar a la
propia familia y a la propia vida).
• Fanatismo (Demonios existen, entran en
personas, causan enfermedades y

439
fl
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tienen que ser expulsos por medio de
exorcismo).
• Humillación (Usted es malo de nacimien-
to, insigni cante, indigno, merecedor de
castigo y necesitado de salvación).
• Imposición de culpa y vergüenza (Usted
también es responsable del martirio y
muerte de Jesús).
• Inferiorización de la mujer (La mujer
debe ser sumisa al hombre porque fue
creada después de él y para él. Que en
el mundo hay desgracias y sufrimientos,
que son consecuencias del pecado, es
culpa de la mujer).
• Injusticia (Por Eva y Adán haber des-
obedecido a Dios usted también merece
sufrir).
• Promesas absurdas y peligrosas (No es
necesario buscar ayuda médica y tomar
remedios, pues enfermos pueden ser
curados por el poder de la oración).
• Represión sexual (Sentir atracción sex-
ual por una persona sin con ella ser
casado es pecado. La homosexualidad
es mala y homosexuales merecen
morir).
• Sacri cio humano (La cruci xión de
Jesús para aplacar la ira de Dios y la

440
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glori cación de Abraham y Jefté, que se
dispusieron a inmolar sus hijos para
Dios).
• Sadismo (Para testar su fe, Dios le hace,
o deja, a usted sufrir. Si es perseguido y
sufre por causa de Jesús, usted tiene
que alegrarse).
• Sumisión incondicional (Todos los gob-
ernantes son instituidos por Dios. Con-
secuentemente, también los malos).

Librarse de la iglesia es relativamente fá-


cil, comparado con libertarse de la estruc-
tura psicológica de la religión cristiana.
Ejemplos de patrones mentales reforzados
por el Cristianismo:

• Detección hiperactiva de culpa (¿Usted


conoce alguna otra religión que culpa a
las personas hasta por crímenes que el-
las no cometieron [la desobediencia de
Adán y Eva y la cruci xión de Jesús]?
Santiago 5:16 manda a los cristianos
confesar sus pecados los unos a los
otros, convirtiéndolos en verdaderos hal-
teró los del músculo de la culpa. Vivi-
mos en un mundo lleno de cosas que
debemos y no debemos hacer. Una vez

441
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que el Cristianismo biblicista a todo le da
un enorme peso, fallas del día a día
[cosas que dejamos de hacer y objetivos
que no alcanzamos] son vistas como fal-
las morales).
• Idealizando líderes (Vivir en una nube de
ansiedad nos vuelve más susceptibles a
demagogos y autoritarios, personas que
exudan la autocon anza que nos falta,
transmiten saber lo que es verdad y cor-
recto y cómo solucionar problemas, se
alimentan de nuestros miedos y voluntad
de ser buenos y hacer el bien.
Aprovechandose de que nos sentimos
pecadores, nos dicen cómo podemos
redimirnos. Exploran nuestro pen-
samiento dicotómico, reforzando nuestra
sensación de que las personas que no
comparten nuestra visión de mundo son
malas y deben ser silenciadas o derro-
tadas).
• Los buenos y los malos (Jesús dijo: “El
que no está de mi parte está contra mí; y
el que conmigo no recoge, esparce”. En
el pensamiento en blanco y negro, las
personas son o uno de nosotros o uno
de ellos, o patriotas o comunistas, o an-
tirracistas o racistas. Discordancia es
sinónimo de herejía y separación. Cuan-
442
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do cristianos descubren defectos de g-
uras públicas, como Bill Gates, las mu-
dan de la caja de los buenos a la caja de
los malos. El Cristianismo no ofrece un
modelo mental en que las personas son
complicadas y, aun así, decentes. So-
mos todos caídos [según Juan Calvino,
totalmente depravados] y o lavados en
la sangre de Jesús o herramientas de
Satanás).
• Nunca sentirse su cientemente bueno
(Visto que son conscientes de sus fallas,
muchos cristianos encuentran difícil ellos
mismos quedaren fuera de la caja de los
malos. Algunos alternan entre “Soy una
maravilla” y “Soy una basura”. Otros
tienen un irritante crítico interno que les
dice que nada de lo que hacen es lo
bastante bueno. Después de todo, el pa-
trón bíblico es la perfección).
• Pensamiento todo o nada (No existen
pecaditos. Jesús dijo que una persona
puede ser arrojada al lago de fuego y
azufre apenas por maldecir. Jesús
mandó a las personas que sean perfec-
tas. Pedro les manda que sean santas.
Cristianos moderados son menosprecia-
dos como tibios, por lo que son vomita-
dos de la boca de Dios. Usted está o
443
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salvo o perdido. ¿Deporte? Disfrutar no
es su ciente. Usted necesita sumergirse
en cuerpo y alma [“Sin dolor, sin ganan-
cia”]. ¿Trabajo? Usted es un trabajador
de verdad solo si vuelve a la computado-
ra después de la cena. El derecho de
fanfarronearse comienza con 60 horas
por semana. ¿Política? Cuanto más ab-
solutistas sean sus declaraciones, más
seguidores usted ganará).
• Problemas sexuales (Para muchos ex-
cristianos, es imposible hablar de culpa
sin hablar de sexo. En la Biblia, el sexo
tiene tanta gravedad que adulterar y
codiciar la mujer del prójimo llegan a di-
vidir la lista de los diez peores pecados
con matar y hurtar. A la virginidad y
pureza de María [solo una mujer no us-
ada podría ser buena lo su ciente para
dar a luz a un hijo perfecto] es dado un
valor tremendo. El libro de la tapa negra
transmite la idea de que sexo es una
cosa inmunda. Prueba de ello es que,
tras el coito, hombres y mujeres tenían
que puri carse ceremonialmente — a
pesar de estar casados. La mayoría de
las iglesias, si no todas, considera la
masturbación pecado. Algunas hasta ju-
ran que ella hace mal a la salud. Con r-
444
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mando el Viejo Testamento, el Nuevo ar-
roja a todos los homosexuales en la
misma olla y los acusa de escoger ser
homosexuales, aún por encima por el
mero placer de practicar la maldad).
• Ruptura apocalíptica (Excristianos ya no
esperan el arrebatamiento, la marca de
la Bestia o Jesús montado en un caballo
blanco. Aun así, la idea de n del mun-
do, ahora en forma, por ejemplo, de
holocausto nuclear, pandemia o super-
población, todavía asombra a muchos
de ellos y afecta su cosmovisión).
• Vivir para el mañana (Personas que
consagran su vida a Dios se enfocan
más en el futuro que en el presente.
Para quien tiene la mirada puesta en el
premio celestial, las pequeñas maravil-
las del día a día, que constituyen el cen-
tro de la alegría de una vida consciente,
son meras distracciones. Una canción
cristiana estadounidense sobre el Paraí-
so dice: “Es una felicidad saber que es-
toy solo de paso”. El hábito de enfocar
en el futuro puede di cultar concentrarse
en el presente, ver y disfrutar las
bellezas del momento).

445
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Hace algún tiempo usted se dio cuenta de
que la Biblia contiene absurdos. Eso genera
conflicto interno: usted fue inducido a con-
siderar bueno el Cristianismo, pero, ahora,
percibe que el libro en que él está funda-
mentado enseña también maldades. Por al-
gún motivo, el lavado de cerebro religioso
no está más consiguiendo le forzar a usted a
justificar las doctrinas perversas de la Pala-
bra de Dios. Además, usted nota que entre
mucho de lo que la Biblia dice y la realidad
hay una gran discrepancia.
Usted quiere libertarse de esa prisión
ideológica, pero ese es uno de aquellos ca-
sos en que hablar es fácil, hacer es que es
difícil. Después de todo, el lavado de cere-
bro religioso pasó, quién sabe, décadas
amenazando a usted de tortura en un lago
de fuego y azufre por dudar. En usted, ella
inculcó que hesitar es malo y culpa suya:
usted está siendo débil y dando oídos al
enemigo. Además, muy probablemente
toda su familia y todos sus amigos son
evangélicos. Tal vez usted hasta trabaje
para un miembro de la iglesia. Por ello, us-
ted se siente solo, tiene recelo y no sabe

446
cómo proceder. Estoy seguro de que estas
reflexiones le ayudarán:

Concientícese de que el miedo que usted tal


vez todavía tenga de definitivamente rom-
per con la religión fue embutido en usted
por ella misma. No es necesario ser un ge-
nio para percibir que la amenaza de castigo
infernal es un arma para le impedir a usted
huir de la prisión religiosa. Es Dios apun-
tando un revólver a su cabeza y diciendo:
“Cree en mí, obedéceme, ámame y adóra-
me, si no…”. Ahora bien, cualquier sistema
de ideas que le coaccione a usted aceptar y
le intimide a no cuestionar es perverso y
merece ser tirado a la basura.
Sea honesto consigo mismo. La religión
no está más haciendo sentido para usted.
Entonces, deje de forzarla a hacer sentido.
Exactamente como en una relación abusiva,
la religión pone la culpa en usted y le man-
da esforzarse más. Caiga en la realidad. Us-
ted ya percibió que religión es un universo
paralelo. Deje, por tanto, de intentar vivir
en el universo paralelo de la religión. Si,
por recelo de lastimarlos o enojarlos, usted
está manteniendo las apariencias, haciendo

447
de cuenta que todavía cree, un día usted
tendrá que decir la verdad a sus familiares
y amigos. No es fácil, pero necesario, para
tener integridad personal y salud mental.
No ahorre las personas de tener sentimien-
tos negativos para con su pérdida de fe. Us-
ted no está cometiendo mal alguno. Sus re-
laciones pasarán por algunos desafiantes
ajustes, pero valdrá la pena. Si usted es un
adolescente y sus padres le amenazan de
castigo físico, denúncielos. Nadie tiene el
derecho de le obligar a usted ir a la iglesia.
Cálmese. Calmándose, usted retomará el
control de su mente. La religión pasó años
le intoxicando a usted. Entonces, desintoxi-
carse de ella lleva tiempo. Usted tendrá que
lidiar con diversas emociones y sentimien-
tos, como ansiedad, rabia y soledad. Con
todo, poco a poco usted reconquistará la
confianza en su habilidad para pensar por
sí mismo, expresar sus propios puntos de
vista y tomar decisiones. Al fin, sus heridas
sanarán. Usted se sentirá más fuerte y ca-
paz de amarse y cuidar de sí mismo. Aun
que se sienta solo, usted no lo está. Mucha
gente pasó por lo que usted está pasando.
Lea historias de desconversión. Si es difícil

448
dejar el Cristianismo, piense en cuanto más
difícil es dejar el Islamismo. A pesar de ello,
cada año miles de personas abandonan el
Islam y se tornan ateas, o irreligiosas. Al-
gunas comparten su experiencia en libros o
en la internet.
Religión intoxica no solo intelectual, sino
también psicológicamente, sobre todo si us-
ted fue adoctrinado, es decir, intoxicado
desde niño. Una persona puede libertarse
de la religión y aun así continuar a ser por
ella afectada. Doctrinas como Infierno y Fin
de los Tiempos todavía pueden hacerla te-
ner pesadillas. Haga el trabajo de curar las
heridas del abuso religioso. Obtenga apoyo
y ayuda de todas las maneras que pueda, de
grupos en línea y locales, pero, si necesario,
también de un terapeuta.
Religiones tienen mucho en común con
dictaduras. No quieren que usted sepa de-
masiado, descubra sus podredumbres. Us-
ted pasó años oyendo que la Biblia es divina
y que su iglesia fue instituida por nadie
menos que el propio Creador del Universo.
Aprender sobre como ese amontonado de
copias de copias de más copias de trapos de
fragmentos de pergaminos de la Edad del

449
Hierro con historietas también de la Edad
del Bronce fue compilado confirmará a us-
ted que de divino la Biblia nada tiene, y in-
vestigar la historia de las iglesias acabará
con el último rescoldo de encanto que usted
todavía pueda tener por la suya. Todas las
denominaciones provienen de discordias y
rupturas. El propio libro de la tapa negra
cuenta que los primeros cristianos peleaban
entre sí sobre quien sabía lo que Dios real-
mente quiere. No mucho después, los ado-
radores de Jesús vendrían a pasar siglos
mutuamente masacrándose por causa de la
Palabra de Dios. No hay, por tanto, razones
para usted sentirse mal por rechazar la Bi-
blia. Un libro que genera tanta arrogancia,
confusión, división, hostilidad y violencia
merece ser rechazado. La religión no está
más controlando su mente. Usted, ahora, es
libre para adquirir conocimiento, por
ejemplo, en Historia, Filosofía y Ciencia.
Disfrute esa libertad.
El Cristianismo infantiliza las personas.
Cosas buenas vienen de San Nicolás, alias
Papá Noel (Dios) y cosas malas vienen de
Krampus (Diablo). Usted es un robotito
controlado o por Jesús o por Satanás. La

450
religión cristiana torna las personas tam-
bién dependientes. “Débil y sin vigor”,
como dice una famosa canción evangélica,
usted no sale de casa sin implorar protec-
ción divina, y es sólo con la ayuda de Dios
que usted alcanza alguna cosa. Liberto de
esa infantilidad, usted necesitará repensar
quién es usted y qué es la vida. Tendrá que
aprender a confiar en sí mismo y asumir
responsabilidad por sus elecciones. Cree
una vida en torno de nuevos valores y que
funciona para usted. La vida es una aventu-
ra. Entonces, aventúrese. Ábrase para nue-
vas experiencias y amigos.
Evangélicos son condicionados a ver su
iglesia como su familia y entrenados a repe-
tir “Dios está en el comando”. Con su doc-
trina de recompensa tras la muerte, el Cris-
tianismo le hace a usted negar la realidad,
alejándole del mundo. Ahora bien, perfec-
ción no existe en lugar alguno del Universo.
Luego, en este planeta tampoco. Él, sin em-
bargo, es el nuestro mundo. Entonces, en-
care la realidad. Encararla le ayudará a us-
ted encarrilar su vida. Acepte la idea de que
su casa es la Tierra y su familia, la Huma-
nidad. Cualquier niño percibe que ningún

451
dios está en el comando. Mejorar el mundo
depende de nosotros. Usted puede contri-
buir para la solución de algunos problemas.
Estamos todos interconectados. Júntese a
otros para tornar nuestra casa un lugar más
agradable.
A medida que reconoce que usted forma
parte no de un mundo invisible, imagina-
rio, sino de este, el real, usted percibe que,
al contrario de lo que la religión en usted
inculcó, usted tiene valor y no necesita me-
recer existir. Abrace esta vida, sin preocu-
parse de la próxima. Disfrute estar vivo.
Usted tiene el derecho de gozar la vida sin
sentimiento de culpa. Su vida, ahora, no es
regida por un montón de reglas, muchas de
ellas ridículas, sino por solo una: no hacer
mal. En vez de juzgar las personas, busque
apreciarlas. Recupere su creatividad y ex-
présese como quiera, y no más para glorifi-
car un ser invisible. Ámese y enorgullézcase
de sí mismo. Considerando que la religión
todavía aprisiona la mente de miles de mi-
llones de personas, siéntase privilegiado y
disfrute el inestimable placer de ser un li-
brepensador.

452
[Escribí este capítulo inspirado en ideas de dos
grandes psicólogas, las doctoras Marlene Winell y
Valerie Tarico, especializadas en desprogramación
del lavado de cerebro religioso.]

453
Apéndice 2

Propague el Libre Pensamiento

Si al caro lector no le gustó mi libro, dígalo


a mí. No tenga miedo: no mandaré a usted
al Infierno. Si le gustó, dígalo a sus parien-
tes y amigos, pero también al mundo, es-
cribiendo una valoración en Amazon.
Ofrezco todos mis e-books gratis (sus
versiones impresas, a precio de coste). De-
dico mi vida a, por todos los medios posi-
bles, ayudar a personas a libertarse de la
prisión religiosa — y no gano un centavo
por ello.

“Quiero felicitarle y agradecerle por su ar-


duo trabajo de intentar esclarecer a los
cabezas duras. Usted tiene razón en todo!
Tengo 67 años, fui evangélico toda mi
vida, pastor por 20 años. Hoy, estoy libre
del engaño.”
— Joaquim Luiz de Godoi

Si usted valora la propagación del Libre


Pensamiento, visite:

Libre Pensamiento

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