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UNIVERSIDAD MARIANO GALVEZ

FACULDAD DE CIENCIAS SOCILES Y JURIDICO


LICENCIADA: WENDY RECOPACHI

DERECHO CONSTITUCIONAL GUATEMALTECO "C"

LABORATORIO 2

JAQUELINE MEDINA
9950-50-5561
23/04/2022
CONSTITICION BAYONA
Durante la Guerra de la Independencia, Napoleón se mostró a España como el
regenerador de la política nacional y el salvador que habría de acabar con los
vestigios del Antiguo Régimen. Tras las «renuncias de Bayona» Napoleón decidió
convocar en Bayona una Junta de notables con la finalidad de que ratificaran su
decisión de elevar al Trono de España a su hermano José Bonaparte. Sin
embargo, Murat convenció a Napoleón de que la Junta participase en la
elaboración de un texto constitucional de debía regir España para sujetarla mejor
al corso. Antes de que se verificase la primera sesión de la Junta de
Bayona, Napoleón ya había comenzado a diseñar el proyecto constitucional que
sometería a su examen, aunque en realidad este proyecto parece haber nacido de
la pluma de Maret2.El primer proyecto seguía muy de cerca el modelo
constitucional napoleónico, estando en realidad más próximo a textos como la
Constitución de Westfalia o la de Nápoles, que a la realidad política española. Algo
perfectamente lógico, ya que en esos momentos Napoleón carecía de datos sobre
las instituciones españolas, que apenas conocía a través de un escrito anónimo
que se refería a la organización política de Navarra, definiéndola como una
«constitución mixta». Sin embargo, y a pesar de este alejamiento de la realidad
española, ya en el primer proyecto resultó evidente que Napoleón pretendía
obtener un cierto grado de consenso en torno a la nueva Constitución. De
hecho, solicitó al embajador Laforet que seleccionase a los más sobresalientes
miembros de la Junta y del Consejo de Castilla para que examinasen el
proyecto, vertiendo las observaciones oportunas.

Napoleón tuvo en cuenta estas anotaciones, elaborando un nuevo proyecto de


forma muy precipitada, eliminando los puntos de disidencia sin armonizar el
texto. Por tal motivo, a mediados de junio de 1808, apremiado por el inminente
comienzo de las deliberaciones de la Junta de Bayona, el Emperador tuvo que
redactar un tercer y definitivo proyecto más coherente, que fue el que
definitivamente sometió al parecer de los diputados. La Junta de Bayona comenzó
sus sesiones el 15 de junio de 1808 y las cerró el 7 de julio de ese mismo
año3. Apenas unos días de trabajo en los que se trataron de introducir algunas
enmiendas al texto que Napoleón sólo aceptó en cuanto no cuestionasen el
carácter autoritario que encerraba el proyecto constitucional
intermediación normativa del Monarca que no llegó a verificarse. Así, rechazó
constituir el Senado, órgano encargado de velar por la Constitución, porque
entendía que sería prematuro reunirlo cuando la Constitución no podía tener
vigencia en la situación excepcional de contienda militar. Por este motivo, José I
trató infructuosamente de dirigir un proceso constituyente, convocando unas
Cortes que diseñasen una Constitución que habría de sustituir al texto de Bayona.
Naturaleza de la Constitución de Bayona
La Constitución de Bayona encabeza su preámbulo declarándose como expresión
de un pacto entre el Rey y sus pueblos. Tal circunstancia parece contradecir la
visión que se tiene del Estatuto de Bayona como una «Carta otorgada», pero la
contradicción es sólo aparente, y más fruto de la ambivalencia que se pretendió
dar al texto que de la verdadera voluntad constituyente de Napoleón. En
realidad, la Constitución de Bayona es una auténtica Carta Otorgada, expresión de
la sola voluntad del Emperador, aunque los partícipes en la elaboración definitiva
del texto no opinaron siempre de igual modo, y todo ello merced a una diversa
interpretación de las «renuncias de Bayona». Por consiguiente, optaba por
defender su soberanía a partir de las «renuncias de Bayona», que para él
significaban una cesión absoluta e incondicional del poder soberano.
La postura de la soberanía compartida la esgrimieron tanto la Junta Suprema de
Gobierno, e incluso algunos diputados de la propia Junta de Bayona, como su
Presidente , o los diputados Angulo y Francisco Antonio Cea5. Prácticamente
todos ellos coincidieron con la idea napoleónica de soberanía regia, y fueron
conscientes de que su participación en la Junta de Bayona no era más que una
concesión graciosa del Emperador que en ningún caso le vinculaba. En todo
caso, la incoherencia teórica se solucionó finalmente en la práctica haciendo que
fuese el nombre de José I, y no el Napoleón, el que encabezase el Estatuto de
Bayona, por más que José Bonaparte no hubiese participado para nada en la
elaboración del texto

El modelo constitucional napoleónico y la «nacionalización» del Estatuto de


Bayona

El Estatuto de Bayona se sustenta sobre los pilares del constitucionalismo


napoleónico, si bien dando cabida a determinadas notas «nacionales» que
Napoleón incorporó al texto a solicitud de los miembros de la Junta de Bayona. El
modelo constitucional al que más se aproximaba el Estatuto de Bayona era el de
la Constitución del año VIII, según resultó modificada por Senado-Consulto del
año XII . En este sentido, el Estatuto asumió la idea napoleónica de que las
decisiones políticas correspondían al jefe del Estado, de modo que el resto de los
órganos estatales aparecían como meros consejos de apoyo del Rey. La
adscripción al modelo napoleónico resultó levemente modulada por la intervención
de la Junta de Bayona cuyas observaciones fueron parcialmente atendidas por
Napoleón a fin de dar al texto definitivo un sesgo más acorde con las instituciones
españolas y con las pretensiones de sus élites intelectuales afrancesadas. Según
ya se ha señalado, la convocatoria de la Junta de Bayona apenas logró reunir a un
grupo poco significativo de personalidades, si bien autores como Jovellanos o
Blanco White consideraban que entre los partidarios de la causa francesa no
faltaban grandes hombres de Estado7. Defraudados ante la política de Carlos IV y
su todopoderoso valido, Godoy, habían visto en Napoleón y su hermano José I los
reformadores capaces de racionalizar y modernizar la Administración Pública
española. El ideal de estos intelectuales estribaba en una Monarquía
fuerte, asistida por Consejos, y que llevase a cabo una actividad de fomento, de
modo que no es de extrañar su adscripción a la oferta regeneradora de
Napoleón. En la Junta de Bayona concurrieron partidarios del absolutismo
teocrático, como Andurriaga, realistas defensores del equilibrio constitucional a
imitación del sistema británico, como Luis Marcelino Pereyra, y, en
fin, liberales, como el Abate Marchena, famoso por sus ataques a las Cortes de
Cádiz. Los diputados realistas fueron quienes mostraron más empeño en que el
Estatuto de Bayona tuviese un carácter menos autoritario de lo que pretendía
Napoleón. Con ello, los realistas afrancesados trataban de que el Estatuto de
Bayona afianzase una balanced constitución semejante a la inglesa, en que el
Monarca tuviese un poder equilibrado con el Parlamento. Alguna de estas
aspiraciones llegó a convertirse en realidad, pero en todo caso Napoleón rechazó
cualquier intento de reforma que supusiese una merma material de sus funciones
constitucionales.

El modelo constitucional napoleónico y la «nacionalización» del Estatuto de


Bayona

El Estatuto de Bayona se sustenta sobre los pilares del constitucionalismo


napoleónico, si bien dando cabida a determinadas notas «nacionales» que
Napoleón incorporó al texto a solicitud de los miembros de la Junta de Bayona. El
modelo constitucional al que más se aproximaba el Estatuto de Bayona era el de
la Constitución del año VIII , según resultó modificada por Senado-Consulto del
año XII . En este sentido, el Estatuto asumió la idea napoleónica de que las
decisiones políticas correspondían al Jefe del Estado, de modo que el resto de
órganos estatales aparecían como meros consejos de apoyo del Rey. La
adscripción al modelo napoleónico resultó levemente modulada por la intervención
de la Junta de Bayona cuyas observaciones fueron parcialmente atendidas por
Napoleón a fin de dar al texto definitivo un sesgo más acorde con las instituciones
españolas y con las pretensiones de sus élites intelectuales afrancesadas. Según
ya se ha señalado, la convocatoria de la Junta de Bayona apenas logró reunir a un
grupo poco significativo de personalidades, si bien autores como Jovellanos o
Blanco White consideraban que entre los partidarios de la causa francesa no
faltaban grandes hombres de Estado7. Defraudados ante la política de Carlos IV y
su todopoderoso valido, Godoy, habían visto en Napoleón y su hermano José I los
reformadores capaces de racionalizar y modernizar la Administración Pública
española. El ideal de estos intelectuales estribaba en una Monarquía
fuerte, asistida por Consejos, y que llevase a cabo una actividad de fomento, de
modo que no es de extrañar su adscripción a la oferta regeneradora de
Napoleón. En la Junta de Bayona concurrieron partidarios del absolutismo
teocrático, como Andurriaga, realistas defensores del equilibrio constitucional a
imitación del sistema británico, como Luis Marcelino Pereyra, y, en
fin, liberales, como el Abate Marchena, famoso por sus ataques a las Cortes de
Cádiz. Los diputados realistas fueron quienes mostraron más empeño en que el
Estatuto de Bayona tuviese un carácter menos autoritario de lo que pretendía
Napoleón. Con ello, los realistas afrancesados trataban de que el Estatuto de
Bayona afianzase una balanced constitución semejante a la inglesa, en que el
Monarca tuviese un poder equilibrado con el Parlamento. Alguna de estas
aspiraciones llegó a convertirse en realidad, pero en todo caso Napoleón rechazó
cualquier intento de reforma que supusiese una merma material de sus funciones
constitucionales.

La Constitución de Cádiz
La Constitución de 1812 refleja el pensamiento liberal imperante en la época, y se
inspira en las antiguas leyes fundamentales del Reino y en leyes penales, de
donde extrae el modelo penal que desarrolla en sus disposiciones, propio de la
doctrina penal del siglo XVIII, que se manifiesta, por ejemplo, con la abolición de
los tormentos, de los azotes y de la confiscación de bienes. La adopción de la
Constitución de 1812 tiene como importante referente el movimiento
constitucionalista de corte liberal del Siglo XVIII, que surge con la aprobación de
las primeras constituciones de la era moderna, tales como la Constitución de
Estados Unidos 9 de América de 1787 y la Constitución francesa de 1791, pero no
adopta su estructura ni sigue el formato de las declaraciones de derechos de ese
Siglo, entre ellas, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de
América de 1776, la Declaración de Derechos de Virginia de ese año, y la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 y 1793, aun
cuando incorpora algunos de sus más importantes derechos, libertades y
garantías individuales. Fue precedida por la Constitución de 6 de julio de
1808, que constituye el antecedente inmediato de la Constitución de Cádiz, y que
ya a esa fecha contenía algunas disposiciones relativas a los derechos humanos
que fueron incorporadas en la Constitución de 1812 y en el posterior desarrollo del
Derecho constitucional español. Nación, privilegiando la administración territorial
centralizada y la representación política ciudadana. Establece las Cortes y su
forma de integración y funcionamiento, así como el proceso de formación de las
leyes. La Constitución de Cádiz es una Constitución rígida ya que sólo permite su
reforma hasta transcurridos 8 años de vigencia. El origen popular de la
Constitución da lugar a establecer límites a la Monarquía, haciendo residir la
soberanía en la Nación, que por medio de las Cortes ejercía la potestad legislativa
compartida con el Rey. A partir de esta Constitución, la soberanía reside en la
Nación. Se reconoce, por lo tanto, que es un derecho soberano de la Nación emitir
leyes fundamentales.

Los derechos en la Constitución de Cádiz


La Constitución reconoce algunos derechos civiles y políticos, libertades
individuales y garantías judiciales. La Constitución no dispone de un título o
apartado especial relativo a los derechos y libertades individuales. No se
desarrolla en sus disposiciones el contenido esencial de los derechos ni sus
elementos constitutivos, tal como se observa en la actualidad en el derecho
constitucional comparado y en el derecho internacional de los derechos
humanos. Su reconocimiento es enunciativo y muy poco ordenado. Se contemplan
las visitas de cárceles en favor de los prisioneros; y se establece que ninguna
pena puede afectar a la familia del detenido.
Se reconoce la facultad del Rey de indultar a los delincuentes, y se establecen
ciertas restricciones al Rey, quien no puede privar a nadie de su libertad ni
imputarle pena alguna, salvo en caso de que la seguridad del Estado lo exija.

a. El deber de obedecer las leyes y respetar a las autoridades establecidas (art.7);

b. El deber de contribuir para los gastos del Estado en proporción de sus bienes
(art. 8);

c. El deber de defender a la patria con las armas cuando sea llamado por la ley
(art.9); y

d. El deber de prestar el servicio militar. (art. 361)


a. La facultad de las Cortes de establecer el plan general de enseñanza pública en
toda la Monarquía (art. 131 No.22);

b. La obligación de los Diputados provinciales de promover la educación de la 16


juventud (art.335 No.5);

c. La obligación de los Diputados provinciales de promover la agricultura, el


comercio y la industria, protegiendo a los inventores de descubrimientos en estas
ramas (art. 335 Nos. 5 y 9); d. La obligación de los Ayuntamientos de cuidar de las
escuelas de las primeras letras y de los establecimientos de educación (art.321
No.5);

e. La obligación de los Ayuntamientos de cuidar los hospitales (art.321 No.6);

f. La obligación de impartir la enseñanza e instrucción en las escuelas militares (art.


360); y

g. La obligación de crear escuelas y universidades. (arts. 366,367 y 368) En


resumen, se reconocen en la Constitución de Cádiz, ya a comienzos del Siglo XIX,
principios fundamentales del Estado republicano, así como importantes derechos y
libertades individuales.

Las Cortes de Cádiz y las libertades en Centroamérica: la Libertad


de Expresión

Las Cortes de Cádiz

Si Bayona había resultado en una Constitución, había igualmente que procurar la


gestación de un texto alterno, que tuviera una representación política diferente y
conforme a esta reacción anti napoleónica. Fernando VII, se manifestó la
resistencia a la ocupación napoleónica. Durante la ocupación napoleónica el poder
alterno del juntismo se mantuvo, y fue más fuerte su repercusión en las colonias
americanas que la influencia propia de Bayona y de Napoleón enLa Junta
Suprema Central en vísperas de su disolución, a favor de la Regencia constituida
por cinco miembros, convocó el 29 de enero de 1810 a la Constitución de las
Cortes Generales. El 22 de enero de 1809 fueron invitadas las colonias españolas
a nombrar sus diputados para las Cortes, cuya convocatoria se hizo el 18 de junio
de 1810 para empezar a funcionar el 24 de setiembre, para que finalmente el 19
de marzo de 1812 se promulgara la Constitución de Cádiz. La ocupación francesa
gestó un movimiento en contra de la misma, y del mismo modo, condujo, a un
movimiento político jurídico alterno a lo que se había dispuesto en Bayona. Si
Bayona había resultado en una Constitución, había igualmente que procurar la
gestación de un texto alterno, que tuviera una representación política diferente y
conforme a esta reacción anti napoleónica.

Las Libertades y derechos en la Constitución de 1812, de Cádiz

VII, y suspendida la Constitución de Cádiz, en 1814, se siguieron viviendo. Por


otra parte, muchas de las demandas políticas de las libertades se seguían
agitando por parte de los movimientos políticos que en América ya habían
surgido, y que estaban luchando abiertamente contra el orden colonial
español. Así, el establecimiento definitivo de muchos derechos y libertades
resultará, justamente, del triunfo político revolucionario de estos movimientos y de
la derrota de la monarquía española y sus autoridades en
América. Políticamente, Cádiz introdujo la representación nacional e hizo surgir el
ciudadano en tanto los diputados representantes lo eran por la Nación, como
unidad nacional, reconociendo el derecho de voto a los mayores de 25 años. Los
delegados centroamericanos a Cádiz conocían los sucesos europeos y
revolucionarios que sacudían el viejo continente, pero también habían vivido
sucesos anti-españolistas insurreccionales en Centroamérica. Cádiz declara el
origen del Estado confesional haciendo de la religión católica, apostólica y romana
la única verdadera, y de la nación española, prohibiendo el ejercicio de cualquier
otra.

La Libertad de Expresión en Cádiz y en América


Cádiz era una respuesta tardía a los movimientos independentistas e insurgentes
americanos, y una respuesta inmediata a la ocupación francesa en nombre de la
libertad y de la independencia de España, porque después de Cádiz se aceleró el
proceso de independencia de las colonias americanas. El corto plazo de la
Constitución de Cádiz, hasta 1814, y luego durante un breve plazo en 1820, hizo
que lo logrado en Cádiz no solo desapareciera del imaginario político colectivo
inmediato americano, sino que cuando se quiso volver a instaurar era demasiado
tardío. Ninguno de los procesos independentistas americanos tiene por bandera
las Cortes de Cádiz ni su Constitución, ni su progresismo, ni sus planteamientos
reformistas comparados con el antiguo régimen. Y, un expresidente de la
República, en 1924, cuando se dispone por el Congreso rescatar en publicación la
presencia del diputado costarricense Florencio Castillo en las Cortes, veta dicha
ley considerando que «cuanto se hizo y se dijo en las Cortes de Cádiz podrá tener
valor para los españoles, pero para los americanos y en especial para nosotros
todo aquello nada significó

Por eso la lucha anti españolista y anticolonial es contra las autoridades


españolas, es por romper con España, pero también para derrocar las autoridades
locales que las representan. Centroamérica se hace igualmente en nombre de
mantenerse «permanentemente fiel a España y a su monarca Fernando
VII». Después de Cádiz, una vez restaurada la monarquía, se restauró la represión
y la persecución contra los liberales americanos, contra los revolucionarios, contra
los anticolonialistas, y sus ideas perseguidas y prohibidas de divulgar.
Cádiz no produce una Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano español

Cádiz no produce una Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano
españolen su participación hablaron y defendieron posiciones relacionadas con los
principales derechos y ejercicio de las libertades. Quizá fue este tiempo, el de las
Cortes, cuando con más fuerza no solo se debatieron, sino que se ejercieron
ricamente estos derechos básicos de libertad de expresión, opinión y de
pensamiento. Los diputados centroamericanos se destacaron en la defensa y
lucha de principios, libertades y derechos, Castillo cuando aceptó la Diputación
hizo referencia en conocimiento a la Declaración de los Derechos del Hombre y a
los deberes que le impone la Patria. Castillo y Larrazábal eran de paso
abolicionistas, estaban contra la esclavitud, y estaban por la libertad de los
indios, de sus derechos a la propiedad, e igualmente defendieron a los
afrodescendientes y a las castas. Antonio López de la Plata, el Diputado de León
defendió los derechos de ciudadanía para las castas americanas, abogó por la
protección de los indígenas en sus derechos socioeconómicos y luchó por la
libertad de comercio. Si de alguna manera Cádiz pretendió impulsar un nuevo
proyecto social para España, las diferencias que permanecieron especialmente
con las colonias se hicieron inviables, además por la restauración monárquica
conservadora que le siguió, sobre todo con las discriminaciones mantenidas para
obtener la ciudadanía, así como por los mecanismos de administración colonial
que consolidaron la dominación existente y reprimieron más la insurgencia
independentista.

BASES CONSTITUCIONALES DE 1823

La historia del constitucionalismo centroamericano y, por ende, guatemalteco, se


remonta, entre otros esfuerzos, a las Bases Constitucionales de 1823, documento
en el que quedaron plasmadas las primeras directrices que orientaron el desarrollo
histórico constitucional de la región que, desde aquella fecha se ha mantenido en
constante evolución. Jorge Mario García Laguardia, desde la perspectiva histórica,
refirió que se formó una Comisión de Constitución, encargada de elaborar unas
Bases constitucionales, que normarían los primeros pasos de la república y que
serían la pauta para la elaboración del texto definitivo, n el apartado introductorio
de las Bases Constitucionales –al que podría denominársele el preámbulo–, los
representantes de la Asamblea Nacional Constituyente de aquel año, confirmaron
su deseo de Dar a los pueblos una idea del sistema de gobierno que ha adoptado;
de los principios constitutivos que comienza a desarrollar en la creación de un
nuevo orden, Social, el más análogo a las luces del siglo, y a los deseos y
disposición actual de las provincias unidas del centro de américa. Del examen de
la frase transcrita, es dable sintetizar que la intención general de los
Constituyentes al publicar las Bases Constitucionales de 1823 se dividía en cuatro
aspectos puntuales:

• crear un nuevo orden social;

• fijar los parámetros y las directrices rectoras del nuevo sistema de convivencia;
• proveer a las diferentes provincias la idea del nuevo sistema de gobierno; y

• adecuar las normas constitucionales a las necesidades y facilidades de los


pueblos en la región.

Con aquellas intenciones presentes, los Constituyentes de la época describieron la


que debería ser la finalidad de la Constitución Federal (artículo 1°) y reflejo de las
Constitucionales estatales: “asegurar la felicidad del pueblo, sosteniéndole en el
mayor goce posible de sus facultades De esa cuenta, fue el reconocimiento pleno
de los derechos de los habitantes y la felicidad del Pueblo, la meta propuesta por
la Asamblea Nacional Constituyente al fijar las bases del constitucionalismo
regional en 1823. La felicidad y el respeto de los derechos humanos como fines
supremos de una Constitución. En una primera aproximación, sería viable
responder a esta interrogante, con el argumento que la noción de felicidad se
equiparó a la de bien común o viceversa. Sobre el tópico relacionado, Linda Paz-
Quezada, investigadora y académica guatemalteca, en uno de sus
escritos, consideró, en una de las acepciones, que el bien común "es el fin de la
sociedad, en cuanto que ésta proporciona a las personas, con la participación de
ellos mismos, la ayuda que requieren para el cumplimiento de sus propios
fines"11. El Diccionario de la Lengua Española define "felicidad", como un "estado
de grata satisfacción espiritual y física

Los estudiosos del Derecho han elaborado diversas doctrinas sobre la función de
la razón y de la voluntad en la constitución de la norma jurídica, una y otra vez
surge el debate sobre ello, nadie ha resultado indiferente dentro del pensamiento
jurídico. Para abordar este tema, ha de referirse a la corriente filosófica del
realismo jurídico, especialmente la línea argumentativa desarrollada por el jurista
Javier Hervada. Este autor sostiene que “si la norma jurídica procede
originariamente de la razón, Auctoritas prudentium 11 tendrá la nota de
racionalidad, que quiere decir, adecuación a la objetiva realidad de la persona
humana y de la vida social. Contrario sensu, una norma irracional no proviene de
la razón, sino de un instinto desordenado, por lo que tendrá un vicio esencial: “no
será una verdadera norma jurídica, sino una arbitrariedad”21 . Esta afirmación del
profesor Hervada contiene una serie de elementos que deben ser analizados de
forma individual y en su conjunto, para visualizar el alcance y la trascendencia de
la racionalidad de la norma. Los conceptos por considerar son:

• la racionalidad o adecuación de la conducta;

• la objetiva realidad de la persona; y,

• la objetiva realidad del mundo que la rodea

El desarrollo doctrinario precitado, no obstante haberse dado más de un siglo


después del texto que se analiza –las Bases Constituciones de 1823–, robustece
la tesis que se sostiene en cuanto a las aspiraciones políticas, puras y libres de
intereses mezquinos, que caracterizaron a los Constituyentes, quienes no
buscaron crear una norma suprema que les favoreciera o creara un régimen
enfocado en una minoría; por el contrario, trataron de objetividad el proceso de
creación de la Constitución, mediante una elaboración preliminar de unas bases,
su divulgación y posterior discusión, para finalmente redactar el texto definitivo y
que marcaría el inicio del constitucionalismo guatemalteco.

El tribunal, al que reiteradamente los constituyentes remitían sus decisiones”31,


deben concluirse algunas ideas puntuales:

1. La finalidad originaria de la Constitución del Estado de Guatemala, según las


bases afianzadas, debía ser la de asegurar la felicidad y la protección de los
derechos de todos los habitantes. Para la Asamblea Nacional Constituyente era
fundamental que las personas gozaran plenamente de todas sus facultades –
derechos subjetivos– y se garantizara su protección, de manera que ello produjera
un estado de satisfacción espiritual y material en cada uno.

2. Los bienes jurídicos tutelados más importantes en aquella época eran la vida, la
igualdad, la seguridad y la propiedad. En ese orden de ideas, eran estos los
pilares del catálogo de derechos que la Constitución del Estado debía reconocer a
todos los habitantes del territorio guatemalteco.

3. Sin que existiera desarrollo doctrinario alguno sobre la racionalidad de las


normas, los Constituyentes cumplieron con los parámetros establecidos para
determinar la racionalidad de una disposición normativa, pues el Texto
Constitucional que debía elaborarse debía ser conforme a la naturaleza humana;
es decir, era la primacía de la persona humana debía ser un postulado transversal
en su redacción. Seguidamente, esta debía estar orientada al bien común que, en
palabras de aquel entonces, podía describirse como la felicidad de las personas.
Por último, la Constitución debía estar adecuada a la realidad social y, para ello,
propiciaron la participación de todos los sectores sociales –signo de lo que
actualmente se denomina constitucionalismo dialógico– para que se manifestaran
y, con el esfuerzo y consenso de todos, se tomaran las decisiones más favorables
para la mayoría –reflejo de la democracia deliberativa– alcanzara la elaboración
del mejor texto constitucional posible.

República Federal de Centroamérica


Tras la independencia con respecto a España en 1821 y la desaparición del
Primer Imperio Mexicano en 1823, los representantes de los cabildos de lo que
alguna vez fue la Capitanía General de Guatemala se reunieron en marzo de 1824
en la Ciudad de Guatemala. Como en la mayoría de los países iberoamericanos,
la independencia de Centroamérica fue un movimiento esencialmente criollo y no
supuso una mejora inmediata de las condiciones de vida de los campesinos
centroamericanos. Fue promovida por la élite comercial de Guatemala y El
Salvador para enriquecerse con los nuevos lazos comerciales que esperaban
adquirir con Inglaterra, Francia, Holanda, Imperio Ruso y Estados Unidos, y no
tanto por una revolución social o política.Cada Estado era libre y tenía autonomía
para gobernarse y establecer sus leyes y códigos jurídicos, además de elegir
democráticamente su propio jefe de Estado. Los Estados miembros eran:
Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. En 1836 se creó el
Estado de Los Altos, que se reincorporó a Guatemala antes de disolverse la
federación centroamericana. En 1824 Chiapas se incorporó a México, quedando
solo el Soconusco como un territorio neutral sin anexión a ningún bando,3 y la
Provincia de Bocas del Toro que fue tomada por la República de la Nueva
Granada en 1836.

En 1838 se formó un sexto estado, Los Altos, con capital en la ciudad de


Quetzaltenango, con los territorios del occidente de Guatemala y el territorio del
actual Soconusco de Chiapas. El territorio de la Federación también incluía la
densa región selvática de Belice, aunque ya en esa época era fuerte la presencia
británica en un establecimiento comercial en la costa del Atlántico desde donde se
realizaba el contrabando inglés hacia el resto del Istmo. Igualmente incluía la
Costa de Mosquitos, ubicada al este de la antigua Provincia de Nicaragua.

Antecedentes

El Congreso General de las provincias centroamericanas se instaló el 24 de junio


de 1823 en la Ciudad de Guatemala, en el 2 de julio el Congreso General tomó la
denominación de Asamblea Nacional Constituyente.4 En el 1 de julio, el Congreso
dio el nombre de Provincias Unidas del Centro de América a las provincias que
componían el Reino de Guatemala y declaró que eran libres e independientes de
España y México y que no son patrimonio de familia alguna.

La Asamblea Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América


designó una comisión para redactar la futura Constitución de la República y en
diciembre de 1823 aprobó las Bases de Constitución Federal, documento que
operó como Constitución provisional y como anteproyecto para la redacción de la
definitiva.

El régimen federal, fue tomado del modelo que la Constitución norteamericana


ofrecía, pero si ésta no hubiera existido, probablemente la nueva clase política
abocada a la reconstrucción nacional hubiera tenido que inventarlo. Es decir, el
modelo norteamericano era un ejemplo radical, pues sirvió como punto de
referencia para fijar posiciones. Toda la influencia de la teoría política europea, y
los requerimientos de una realidad orientada a la dispersión en busca de la
unidad, condujeron al federalismo o al centralismo. El régimen federal perduró en
Centroamérica hasta el año 1838, en que se inicia el rompimiento de la federación,
lo cual convirtió el antiguo Reino General de Guatemala, en cinco provincias
pequeñas que devinieron en estados soberanos.

Constitución

En el 22 de noviembre de 1824 la Asamblea Nacional Constituyente decreta la


Constitución Política de la República Federal de Centroamérica de 1824,
compuesta por Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y el
actual estado mexicano de Chiapas (el cual duró poco dentro de la misma).Entre
las principales innovaciones de la Constitución de la República Federal de
Centroamérica de 1824, cabe destacar su tratamiento de los derechos humanos,
en el cual destacaban, entre otros aspectos, la abolición de la esclavitud, la
consagración del derecho de asilo, las limitaciones de la pena capital, el
establecimiento del jurado y la supresión de los fueros.

Se restringían considerablemente las facultades gubernamentales para limitar los


derechos civiles y políticos, incluso en caso de graves amenazas o ataques al
orden público, lo cual habría de ser un grave obstáculo para las autoridades.8 Por
otro lado, mantuvo la división entre un Congreso unicameral todopoderoso, un
Ejecutivo con poderes limitados, un Senado que actuaba como cuerpo intermedio
y una Corte Suprema de Justicia, todos elegidos popularmente conforme a un
sistema de sufragio universal indirecto en cuatro grados En el 23 de enero de
1825, la Asamblea Nacional Constituyente cerró sus sesiones.5 El 25 de enero, el
Estado de Costa Rica decretó su primera Constitución Política. En el 6 de febrero,
se instaló el primer Congreso Federal de la República; dio principio a sus sesiones
ordinarias en el 25 de febrero.

Contenido
La Constitución federal constaba de 211 artículos distribuidos en quince títulos. Su
texto, en lo fundamental constituía un desarrollo pormenorizado de las Bases de
Constitución Federal. En su parte orgánica, la Constitución reprodujo y aumentó
los defectos de las Bases. La Constitución era rígida, ya que para la aprobación de
una reforma parcial a la Constitución se exigía la aprobación de dos terceras
partes de votos del Congreso y la ratificación de la mayoría absoluta de los
Estados, con las dos terceras partes de votación de sus respectivas asambleas,
Algunos aspectos de esta constitución permanecen en la actualidad.

Vigencia
El 6 de febrero de 1825 se inauguró en la ciudad de Guatemala el primer
Congreso federal, que el 1° de septiembre de ese año otorgó su sanción a la
Constitución de la República. Para junio de 1826 el Congreso federal quedó de
hecho disuelto, y en el mes de septiembre siguiente el Senado corrió la misma
suerte. Todos los Estados, con excepción de Costa Rica, se sumieron en la guerra
civil y la anarquía, y el presidente federal don Manuel José Arce y
Fagoaga, elegido para el período 1825-1829, asumió una virtual dictadura. En
todo esto se actuó como si Constitución federal estuviese vigente, sin parar
mientes en que el orden constitucional había quedado roto con el derrocamiento
de la administración de Arce.En esta segunda época de vigencia de la
Constitución federal los titulares del Ejecutivo federal fueron don Francisco
Morazán Quesada, don Gregorio Salazar y Castro y nuevamente don Francisco
Morazán Quesada.

Proyecto de reformas de 1835


La experiencia vivida entre 1825 y 1829 demostraba a todas luces la urgencia de
revisar la Constitución federal; sin embargo, la única modificación que se efectuó,
en 1832, fue para consagrar en la Carta fundamental la libertad absoluta de cultos.
Esta reforma fue promovida por los liberales extremistas y coincidía con la política
anticlerical desarrollada desde 1829 por las autoridades federales.El 13 de febrero
de 1835 el Congreso de la República aprobó un vasto proyecto de reformas
constitucionales, que aspiraba a mejorar sustancialmente la organización y
funcionamiento del gobierno federal, pero solamente las aprobaron Costa Rica y
Nicaragua, y se requería la aprobación de dos terceras partes de los Estados, por
lo que nunca entraron en vigor.

Fin de la Federación
Gradualmente, la Federación empezó a encaminarse hacia su derrumbe. En abril
de 1838, el Estado de Nicaragua se separó de la República. En mayo de 1838 el
Congreso federal autorizó a los Estados a que se organizasen como tuviesen por
conveniente. En octubre el Estado de Honduras también abandonó de la
Federación y en noviembre se separó el de Costa Rica. En 1839 Guatemala
reasumió su soberanía y al año siguiente se anexó el territorio del Estado de Los
Altos, creado en 1838. La Federación quedó disuelta y la Constitución abrogada
de hecho, aunque el Estado de El Salvador no reasumió su soberanía sino hasta
1841.

Acta Constitutiva de la República de Guatemala de 1851

es una regulación constitucional de esa república centroamericana que estuvo en vigencia


desde 1851 hasta que los gobiernos conservadores de Guatemala fueron derrocados por
la Reforma Liberal el 30 de junio de 1871. Fue reformada el 4 de abril de 1855 luego de que
se aprobara la presidencia vitalicia del capitán general Rafael Carrera y fue el Acta
Constitutiva del Guatemala durante el período histórico conocido como «Gobierno
conservador de los 30 añosEl Acta Constitutiva, que tuvo vigencia durante veinte
años, fue reformada el 4 de abril de 1855 con disposiciones que fortalecían la
presidencia vitalicia del capitán general Rafael Carrera esta Acta Constitutiva
organizó el Estado con cuatro cuerpos principales: la Presidencia de la República,
el Consejo de Estado, la Cámara de Representantes y el Orden Judicial. En
materia de derechos individuales mantuvo en vigor la llamada «Ley de Garantías»,
y en los artículos transitorios se especificaba que el primer presidente sería
elegido por la Asamblea Constituyente, los miembros de la Corte de Justicia y los
del Consejo de Estado; este presidente ejercería el poder del 1 de enero de 1852
al 1 de enero de 1856.

La Constitución de la República de Guatemala decretada por la


Asamblea Nacional Constituyente el 11 de marzo de 1945

Con respecto a la Constitución entro en vigencia ese año, creemos que no es muy
atrevido afirmar, que en esa época es cuando en Guatemala el derecho laboral
aparece. Porque no solamente se dictan las leyes más importantes en materia de
trabajo y previsión social, sino que se legisla con sinceridad y se crean por primera
vez los órganos e instituciones indispensables para que buena parte de esa
legislación, no sea letra muerta además que se impulsa el movimiento organizado
de trabajadores de la ciudad y del campo, como institución propia del derecho
colectivo de trabajo, Por limitaciones del espacio solo se comentara la Constitución
de 1945, en lo que respecta a la mujer. Pese a que fue elaborada con mucha
prisa, y prematuramente, para que pudiera profundizar un proceso revolucionario,
la Constitución de 1945, fue una de las hermosas y democráticas que han regido
en Guatemala desde que obtuvo su independencia política

Establecía que el “trabajo es un derecho del individuo y una obligación social”.


Artículo 55 y entre otras disposiciones de carácter general para todos los
trabajadores, fue en especial para la mujer la previsión para proteger el trabajo de
la misma y de los menores que laboran; prohibición para discriminar entre mujeres
casadas y solteras estableciendo el descanso pre y post natal y descansos para
amamantar a su hijo Artículo 10. Así mismo, estableció también en su Artículo 6
que reconoce la igualdad entre los hombres y la mujer el cual textualmente indica:
“La igualdad de salario o sueldo correspondiente a trabajo y en idénticos
condiciones, prestado en la misma empresa, sin distinción de edad, raza, sexo, o
nacionalidad, atendiendo únicamente a capacidad, eficiencia y honradez”. El
mismo Artículo preceptúa que: “Las madres trabajadoras disfrutan de un descanso
forzoso remunerado, un mes antes y cuarenta y cinco días después del parto, en
la época de la lactancia, tendrán derecho a dos períodos de descanso
extraordinario, de media hora cada uno, para alimentar a su hijo

LA CARTA FUNDAMENTAL DEL GOBIRTNO


El 10 de abril de 1963, el jefe de Gobierno, coronel Enrique Peralta Azurdia emitió
el Decreto-Ley número 8, que contenía la Carta Fundamental de Gobierno, que
haría las veces de ley fundamental. La Carta Fundamental de Gobierno fue la
solución que se Auctoritas prudentium 10 adoptó para permitir la operatoria del
golpe de Estado y el ejercicio del poder por parte del Ejército de Guatemala, a
través del ministro de la Defensa, quien ejercería el cargo Jefe de Gobierno18. En
la Carta Fundamental se establecían una serie de normas que disponían cómo se
atenderían las cuestiones legislativas, judiciales y ejecutivas del sistema de
gobierno, considerando que la república -como forma organizativa del Estado-
había sido suprimida con el golpe. Así pues, el artículo 3 de la Carta Fundamental
disponía que el Jefe de Gobierno ejercería las funciones ejecutivas y legislativas y,
en consecuencia, el proceso de formación, promulgación y ejecución de leyes,
entre otras, se haría mediante decreto-leyes emitidos en Consejo de Ministros19.
Asimismo, el artículo 27, numeral 6º de dicha Carta, establecía que el Jefe de
Gobierno realizaría, entre otros, los nombramientos de funcionarios y empleados
de los organismos ejecutivo y judicial20 . Adicionalmente, el 19 de abril de 1963,
se emitió el Decreto-Ley número 14 que tenía por objeto zanjar la cuestión
terminológica, pues se dispuso que, mientras estuviera en vigencia la Carta
Fundamental de Gobierno, “(…) en todas las disposiciones legales, reglamentarias
y administrativas, las expresiones “El Presidente de la República” y “Presidencia
de la República”, se sustituyen por las de “El Jefe de Gobierno de la República” y
“Jefatura de Gobierno de la República”, además de que se legalizaban todos los
actos, disposiciones y documentos oficiales en que se hubieren utilizado los
términos El Jefe de Gobierno de la República” y “Jefatura de Gobierno de la
República”, a contar del 31 de marzo de 19632

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