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12° CONGRESO ARGENTINO DE ANTROPOLOGÍA SOCIAL

La Plata, junio y septiembre de 2021

GT35: Etnografía de la comunicación: procesos mediáticos y no mediáticos

De las mediaciones a las ¿massmediaciones? ¿transmediaciones?


¿o el retorno a las mediaciones?

Fernández Massara, Belén. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional


del Centro de la Provincia de Buenos Aires (FACSO- UNCPBA).
micaiara@yahoo.com.ar
Pallero, Sol. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la
Provincia de Buenos Aires (FACSO- UNCPBA).
msol.pallero@gmail.com
Marmissolle, Gastón. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del
Centro de la Provincia de Buenos Aires (FACSO- UNCPBA).
gastonmar2000@yahoo.com.ar

Resumen
Si algo caracteriza el campo de estudios de comunicación y cultura es su dificultad
para precisar la formulación de un campo de estudios autónomo y específico, así
como también un conjunto de procedimientos epistémico- metodológicos a partir de
los cuales producir conocimiento científico en el mismo. La década de 1980 parecía
llenar este vacío a partir de la publicación de un texto caro para la tradición de
estudios de comunicación y cultura en Latinoamérica: De los medios a las
mediaciones. Hoy, a más de treinta años de su publicación, todavía no ha sido
logrado un equivalente a este trabajo que avance en la construcción de un campo
diferenciado de estudio como es el propuesto por Jesús Martín Barbero: las
mediaciones culturales. Sin embargo, como él mismo reconoce, las

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transformaciones en las condiciones materiales de vida del mundo todo y de
América Latina en particular obligan a quienes nos interesamos por este campo del
conocimiento a repensar los alcances conceptuales y las implicancias metodológicas
del concepto de mediaciones para la investigación en comunicación y cultura en
América Latina.
En este trabajo nos preocupamos como equipo docente de Comunicación y Cultura I
del profesorado y la licenciatura en Comunicación Social de la FACSO- UNCPBA por
las variaciones conceptuales contemporáneas sobre el concepto de mediaciones y
sus implicancias para la investigación empírica en comunicación y cultura. Para ello
recuperamos las discusiones en torno a los conceptos de mediaciones,
transmediaciones y massmediaciones con la intención de contribuir a la
conformación del mapa nocturno de comunicación y cultura post De los medios a las
mediaciones.

Palabras clave: mediaciones; comunicación; cultura; Latinoamérica.

Introducción

Lo que aquí llega trae las huellas de un largo recorrido. Venía yo de la filosofía y, por los caminos del
lenguaje, me topé con la aventura de la comunicación. Y de la heideggeriana morada del ser di así
con mis huesos en la choza-favela de los hombres, construida en barro y cañas pero con
radiotransistores y antenas de televisión. Desde entonces trabajo aquí, en el campo de la
massmediación, de sus dispositivos de producción y sus rituales de consumo, sus aparatajes
tecnológicos y sus puestas en espectáculo, sus códigos de montaje y reconocimiento
(Jesús Martín Barbero, La palabra y la acción. Tesis doctoral, 2018)

Si algo caracteriza el campo de estudios de comunicación y cultura es su dificultad


para precisar la formulación de un campo de estudios autónomo y específico, así
como también un conjunto de procedimientos epistémico-metodológicos a partir de
los cuales producir conocimiento científico en el mismo. La década de 1980 parecía
llenar este vacío a partir de la publicación de un texto caro para la tradición de
estudios en Latinoamérica: De los medios a las mediaciones. Hoy, a más de treinta
años de su publicación, todavía no ha sido logrado un equivalente a este trabajo que

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avance en la construcción de un campo diferenciado de estudio como el propuesto
por Jesús Martín Barbero: las mediaciones culturales. Sin embargo, como él mismo
reconoce, las transformaciones en las condiciones materiales de vida del mundo
todo y de América Latina en particular, obligan a quienes nos interesamos por este
campo del conocimiento a repensar los alcances conceptuales y las implicancias
metodológicas del concepto de mediaciones para la investigación en comunicación y
cultura en América Latina.
En este trabajo nos preocupamos como equipo docente de Comunicación y Cultura I
del Profesorado y la Licenciatura en Comunicación Social, junto con Periodismo
Superior, de la FACSO- UNCPBA, por las variaciones conceptuales
contemporáneas sobre el concepto de mediaciones y sus implicancias para la
investigación empírica en comunicación y cultura. Para ello recuperamos las
discusiones en torno a los conceptos de mediaciones, transmediaciones y
massmediaciones con la intención de contribuir a la conformación del mapa nocturno
de comunicación y cultura post De los medios a las mediaciones.
Los Estudios Culturales latinoamericanos han registrado un vasto desarrollo, pero
breve si se los compara a una mayoría de las ciencias sociales. Por caso, la
Antropología sostiene una institucionalización que se dio casi al mismo tiempo que la
Sociología, pero responde a una tradición previa ya constituida por trabajos de
campo para lograr datos en un acervo tan rico como es el de la Latinoamérica
indígena y mestiza. Los estudios en comunicación son en buena medida tributarios
de ambas disciplinas, la Lingüística, la Semiótica, la Teoría Política y muchas otras.
Centrados tradicionalmente en los medios de comunicación, la Teoría Crítica y los
Estudios Culturales (EC) – tanto en sus vertientes británicas como latinoamericana-
abren nuevos y más significativos interrogantes, como los ligados a las vinculaciones
entre la cultura de masas y los sectores populares. Así, las disciplinas que nos
convocan, la Antropología y la Comunicación, encuentran en los EC un campo de
diálogos y entrecruzamientos, que renuevan las posibilidades de productividad
teórica en las desiguales condiciones de la región, aceleradas por el actual contexto
de pandemia.

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Mediaciones y massmediaciones
Jesús Martín Barbero, español de nacimiento, ciudadano colombiano por elección,
rescató la experiencia cultural de América Latina para renovar las preguntas sobre
los procesos históricos de constitución de lo popular y lo masivo, y el lugar que la
teoría está llamada a ocupar en relación a esos procesos. Su fallecimiento el pasado
12 de junio nos deja a comunicadores/as, antropólogos/as e intelectuales de muchas
otras disciplinas ante el enorme desafío de revisar, actualizar y discutir su legado.
Esta ponencia parte de la noción fundacional de las mediaciones y las
massmediaciones, junto con sus derivas teóricas como hipermediaciones y
transmediaciones, a partir de los diálogos necesarios entre los Estudios en
Comunicación y la Antropología Social.
En De los medios a las mediaciones, Martín Barbero examina en clave histórica el
afán modernizador que recorre América Latina, una modernización tardía ligada a
los procesos de massmediación. El desarrollo de los medios masivos como
dispositivos de homogeneización cultural se vuelve un tema importante. Hacia fines
de 1980, constata un nuevo escenario para la comunicación: el protagonizado por
las ―nuevas tecnologías‖ que, para el continente, prolongan una cierta
―esquizofrenia‖ entre la modernización deseada y las posibilidades reales de uso y
apropiación de estas tecnologías. Así, la preocupación por pensar la comunicación
se relaciona, por un lado, con la reflexión disciplinar del campo de la comunicación y
la cultura y, por el otro, con una apuesta política: lo que se juega en las mediaciones
es la batalla política por el sentido.
Es claro que el desplazamiento de los medios a las mediaciones no constituye hoy
una cuestión resuelta. Académicos/as de distintas disciplinas han expresado su
interés de que Martín Barbero invirtiera el título, esto es, de las mediaciones a los
medios, de manera que el énfasis y el nuevo rumbo de la agenda de investigación
se colocara del lado de unos medios que claramente estaban protagonizando los
procesos de globalización. El riesgo, además, es la despolitización del análisis de lo
masivo. Roberto Follari (2003) viene advirtiendo acerca de que cierta subestimación
del poder de los medios ha implicado haber ―puesto del revés‖ el significado inicial
del texto, resemantizándolo en la dirección de un sentido común.

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Sin embargo, desde una matriz teórica trabajada por Gramsci primero y por
Williams, después, Martín Barbero inscribe lo comunicacional en la cultura y lo
cultural en lo político. La práctica intelectual no puede pensarse al margen de las
condiciones de producción y reproducción de una sociedad y, en consecuencia,
cabe examinar los modos en que dicha práctica participa en los procesos sociales
de construcción de hegemonía. Este proyecto de criticidad nos ubica en el lugar de
ruptura con los modelos instrumentales de concebir las tecnologías de la
comunicación, como de las acciones igualmente dominantes destinadas a su
implementación en las distintas áreas de la vida social.
La preocupación teórica buscará, entonces, desmontar un discurso que moldea y
oprime, que encuentra su justificación- al tiempo que justifica- las corrientes
tecnicistas y neopositivistas constantemente renovadas. Una concepción fetichizada
del poder, sin fisuras, sin contradicciones, que se plasma ―en la tendencia al
teoricismo, confundir investigación con especulación, en la tendencia a un discurso
vago y generalizante con el que se trata de tapar no solo la falta de trabajo empírico
sino también el escapismo político‖ (Martín Barbero, 1987, p. 5).
Fundamentalmente, la tematización de la cultura como terreno de lo vivido y, en ese
marco, la creciente centralidad de los sectores populares, exige de la investigación
un posicionamiento político que es el germen de la pregunta por las mediaciones
culturales. Raymond Williams ya había utilizado el término ―mediación‖ en torno a los
procesos de producción cultural de los sectores subalternos, una suerte de puente
entre las actividades propias de las bases materiales y las formas de consciencia
que el marxismo ubicaba en la superestructura jurídico-política. Estas concepciones
amplían el horizonte de análisis en torno a cómo los sectores populares, receptores
de medios y usuarios de tecnologías, resignifican y negocian los sentidos de la
globalización.
En sus reflexiones sobre las relaciones entre tecnología y sociedad, Williams (2018)
ha cuestionado sobre dos posiciones dominantes que deben ser superadas: el
pesimismo cultural y el determinismo tecnológico. Es un debate interesante, pero
estéril: cada posición, aunque de diferentes maneras, ha abstraído la tecnología de
la sociedad. O bien la tecnología es una fuerza que actúa por sí misma y crea

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nuevos estilos de vida, o es una fuerza que actúa por sí misma y provee los
materiales para nuevos modos de vida. Desde una perspectiva materialista, en
cambio, es necesario superar posiciones fatalistas y celebratorias para reconocer a
las tecnologías como instituciones sociales. Están inscriptas en las formas culturales
en que se materializan en coyunturas históricas y, por tanto, sujetas a sus
contradicciones: entre su potencial democratizador y las relaciones dominantes que
determinan su aplicación.
De este modo, cobra fuerza la noción de mediaciones en la constitución de los
vínculos sociales y en la producción de conocimiento colectivo, en tanto articulan las
situaciones inmediatas de uso de las tecnologías con sus condiciones socio-
económicas, políticas y culturales más amplias. Esta propuesta teórica es
consistente con el mapa nocturno de Martín Barbero (2004) que permitan no solo
trazar nuevos interrogantes sobre la globalización en las singulares condiciones de
América Latina, sino en exigir políticas capaces de revertir la tendencia a la
privatización y la desnacionalización que reubican el lugar del Estado, a la vez que
replantean el sentido de la política y de lo público.
En consecuencia, las mediaciones culturales abren todo un campo problemático que
sintetiza las principales contribuciones de Martín Barbero a los estudios de la
comunicación y la cultura. Además de su orientación política, se pueden destacar
dos contribuciones. La primera es de orden epistemológico, con la que construyó su
propia cartografía. El recorrido invita a pensar la historia de la cultura de América
Latina ―a contrapelo‖ de las teorías dominantes, en atención de las zonas de la vida
cotidiana, el consumo y el placer. ―Un mapa no para la fuga sino para el
reconocimiento de la situación desde las mediaciones y los sujetos, para cambiar el
lugar desde el que se formulan las preguntas, para asumir los márgenes no como
tema sino como enzima‖ (2004, p. 6).
El segundo aporte se enmarca en la filosofía. Se ha considerado a Martín Barbero
como un estudioso de las audiencias y las mediaciones, pero no tanto como
pensador que enmarca su accionar desde una tradición filosófica. Se interesa por
des-colocar los objetos y el ejercicio crítico de las disciplinas en esa dirección. Sus
conversaciones filosóficas recogen, por ejemplo, a Jacques Rancière, que le

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resultará particularmente retador para complejizar y afinar las mismas críticas que él
ya había señalado hacia la filosofía de corte althusseriano, y entender los procesos
estéticos más allá de la configuración del gusto, como un reparto de lo sensible que
es importante comprender (Marroquín Parducci, 2017).
Paralelamente, un punto crítico en la obra de Martín Barbero remite al carácter
evasivo de la definición de las mediaciones, junto con la ausencia de una propuesta
metodológica que oriente concretamente los procesos de investigación empírica.
Una de las acepciones más referidas remite al campo de las mediaciones en tanto
―constituido por los dispositivos a través de los cuales la hegemonía transforma
desde dentro el sentido del trabajo y la vida de la comunidad‖ (Martín Barbero, 1987,
p. 207).
El investigador argentino Ricardo Sandoval (2013) reconoce al menos ocho
acepciones de ―mediación‖ que parecen subordinarse a la definición citada.
Principalmente: 1) la referencia al papel de ciertos géneros ―bisagra‖ entre otros
géneros o prácticas culturales (que van de lo tradicional-popular a lo moderno-
masivo), 2) ciertos actores como ―mediadores‖, 3) los medios como lugares de
mediación entre esas audiencias populares y el Estado-Nación, y 4) aquellos
dispositivos de enunciación que permiten que esos productos cumplan la función de
mediación cultural.
A esta vaguedad conceptual se suman las discusiones acerca del problemático
estatuto epistemológico. Los EC se ubican en un campo de intersecciones de muy
diversas ciencias y, como se dijo, los estudios en comunicación han heredado esa
pretensión de interdisciplinariedad. Por razones de extensión no podemos
desarrollar estas críticas. Baste decir que entienden que la retórica de la
interdisciplinariedad puede encerrar un discurso antidisciplinar que, lejos de ser una
fortaleza, acarree cierta debilidad teórica y metodológica. Paralelamente, posturas
como las de Follari advierten sobre la pérdida de criticidad y compromiso político, en
oposición a ―la funcionalización de las posiciones intelectuales en el campo de las
temáticas culturales, a los fines de rescatar la posibilidad de una postura no ganada
por la integración y la asimilación‖ (2008, p. 97).

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De todos modos, la propuesta de Martín Barbero ayudó a ubicar a la comunicación
desde la vida cotidiana de los actores y de sus procesos interacción con la cultura de
masas. Así, las agendas de investigación comprenden los consumos en procesos de
massmediación que implican otros componentes de la vida cultural además de los
medios, la trama de imaginarios y de prácticas que orientan negociaciones o
resistencias materializadas en las experiencias populares, en buena medida
mediadas por las TIC. De ahí que la investigación en territorio puede explorar
movimientos sociales, de género, juveniles o estudiantiles y otros, en la apropiación
del espacio urbano como asimismo el espacio mediático/digital que permite a los
actores difundir sus consignas, ampliar la participación y romper el cerco de los
medios masivos tradicionales.

Hipermediaciones y transmediaciones
En toda América Latina, con especial énfasis en Argentina, en las últimas décadas
ha tenido vasto desarrollo una perspectiva que reconoce la herencia de Martín
Barbero, sobre todo en los estudios en comunicación. En este apartado abordamos
el desplazamiento de las mediaciones y massmediaciones a las hipermediaciones y
las transmediaciones, en el marco de la llamada Ecología de los Medios.
Paradójicamente, es posible asumir que la perspectiva ecologista recae en muchas
de las denuncias que el proyecto barberiano destinaba a las posturas
instrumentales. Así como eran cuestionables las posiciones apocalípticas, también
reconocía la persistencia de un determinismo tecnológico que, con matices,
podemos encontrar hoy en varias posiciones teóricas que celebran el rol de las TIC.
En este aspecto, la denuncia frankfurtiana adquiere razón histórica: la
instrumentalización de la ciencia ha encontrado su espacio naturalizante en las
tecnologías como objeto necesario de estudio y condición igualmente necesaria de
desarrollo social.
A pesar de su carácter pretendidamente novedoso, la Ecología de los Medios
reconoce el legado de la Media Ecology, de larga tradición en EE.UU. En los últimos
años, las nuevas configuraciones del sistema mediático, la expansión de Internet, el
desarrollo de los medios digitales interactivos y los procesos de convergencia e

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hibridación, actualizaron el interés por un enfoque integrado de medios en América
Latina, reivindicando los legados de Marshall McLuhan y Neil Postman.
Si bien el término ―ecología‖ fue oficialmente introducido por Postman en 1968,
McLuhan ya lo había utilizado a principios de esa década. A partir de la difusión de
metáforas como ―la aldea global‖ y ―el medio es el mensaje‖, McLuhan es
considerado el padre de la escuela ecologista. Entiende las tecnologías como
extensiones: potencian la capacidad del hombre de extenderse a sí mismo hacia el
medio que lo rodea. Pero es Postman quien sintetiza la idea básica de la Ecología
de los Medios: ―las tecnologías —en este caso, las tecnologías de la comunicación,
desde la escritura hasta los medios digitales— generan ambientes que afectan a los
sujetos que las utilizan‖ (en Scolari, 2015, p. 29). Incluye entonces todos los
aspectos de los procesos de comunicación, desde las relaciones entre los medios y
la economía hasta las transformaciones perceptivas y cognitivas de los sujetos a
partir de su exposición a las tecnologías.
Las metáforas que se desprenden de este enfoque pueden sintetizarse en dos: a-
los medios como ambientes: cada medium propone una nueva orientación para el
pensamiento, la expresión y la sensibilidad, crea un ambiente que moldea la
percepción y la cognición. Y b- los medios como especies; una mirada holística que
integra la evolución de las tecnologías, como la competencia que las involucra entre
sí como un aspecto estructurante del sistema mediático. Los seres humanos se
relacionan con el ecosistema mediático, de modo tal que deben integrarse
funcionalmente al sistema y adaptarse a sus cambios.
La Ecología de los Medios encuentra en la Argentina vastos desarrollos. Pero admite
Scolari (2008) que los fundadores no dejaron un cuerpo textual organizado que
sentará las bases de un marco teórico-metodológico. Se trata de un campo científico
delimitado donde las teorías se vuelven ―conversaciones‖: involucran opiniones,
interrelaciones, contextos, recepciones y percepciones, información, exposiciones,
experiencias y sentimientos. Es una ―metadisciplina emergente‖ o bien ―una ciencia
preparadigmática‖ (Nystrom en Scolari, 2010, p. 22).
Si retomamos las críticas de Follari al estatuto antidisciplinar que pueden asumir los
EC –o sus continuidades-, resulta evidente que la falta de reflexividad

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epistemológica y la debilidad teórico-metodológica son dos de las deudas no
resueltas de la Ecología de los Medios. El legado de los estudios pioneros en
comunicación es menos reconocido: son claras las vinculaciones entre la
concepción ecologista y las investigaciones de comunicación de masas, de tradición
biologista, que derivaron en el paradigma Estructural-Funcionalista.
El concepto medular de mediaciones fue reformulado como hipermediaciones por
Scolari (2008). Se define en términos de trama de procesos de intercambio,
producción y consumo simbólico que involucra gran cantidad de sujetos, medios y
lenguajes tecnológicamente interconectados de manera reticular. En estas
particulares interfaces se realizan la convergencia de los dispositivos en un único
entorno, las mutaciones de las percepciones de tiempo y espacio, las nuevas
modalidades interpretativas y las posibilidades para producir e intercambiar
contenidos en la web, en una plataforma de difusión cada vez más compleja y
sofisticada.
Conforme al legado mcluhiano, más recientemente Scolari (2018) pretende contribuir
a un enfoque de las transmediaciones. Partiendo de la acepción de interfaz como ―el
lugar donde los seres humanos interactuamos con los medios digitales‖ (como
interfaz de usuario), propone, primero, repensar el concepto para extender su uso
más allá de la tecnología digital y, segundo, analizar las interfaces desde un modelo
eco-evolutivo para identificar un conjunto de leyes emergentes. Las interfaces que
conforman el ecosistema evolucionan y coevolucionan con sus usuarios y son, por
tanto, lugares de innovación.
Asimismo, las posiciones ecologistas tienden a presentar a la tecnología como
neutra. La tecnología emerge como agente y la sociedad como paciente, de manera
diferenciada. Aunque se presenten como dicotómicas, tecnología y sociedad se
inscriben dentro de un determinismo y formulan una misma hipótesis general: los
medios y sus discursos son representaciones de una realidad externa al sujeto
(Andrés, 2019).
Abordar esos cambios en términos de un ―ecosistema comunicativo‖ acarrea una
serie de problemas. En América Latina, uno de los más notables detractores es
Armand Mattelart (2002) quien le atribuye un tecno-optimismo acrítico, supeditado a

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los imperativos de legitimación del imperialismo cultural. Acusa una retórica
instrumental y naturalizante donde la tecnología se constituye en causa y efecto del
progreso, cuyo correlato es la adaptación. Ese progreso deviene entonces en mito
renovado, apelando a la tecnología como lo deseable y necesario. A la vez, evita
indagar en una doble condición de estas sociedades en rápida digitalización: la
creciente concentración de la propiedad de los medios y las tecnologías y las
desiguales situaciones de acceso y uso, que profundizan otras expresiones de
desigualdad social.
Como hemos cuestionado en otros lugares (Fernández Massara, Marmissolle y
Pallero, 2019), es evidente que las matrices culturales donde se dinamizan las
relaciones con TIC no se agotan en esos artefactos, pero tampoco en las lógicas de
consumo, ámbito de las más recientes investigaciones ecologistas (por ejemplo,
consumidores adolescentes de narrativas transmedia). Este tipo de estudios evita
indagar sobre las condiciones materiales de tales consumos, cuáles son las
empresas que desarrollan esos productos y con qué intereses económicos e
ideológicos.
Además de la desatención de los contextos de uso, este problema adquiere aristas
políticas. Por caso, la tendencia a invisibilizar las lógicas de poder que dinamizan la
producción y reproducción de tecnología. Con las medidas de aislamiento y el
crecimiento exponencial de los niveles de consumo, se han acentuado las
diferencias entre los países productores de tecnologías y aquellos que (como los
latinoamericanos), solo son consumidores, y también al interior de cada uno. Esta
nueva etapa de un capitalismo de acumulación se ve profundizada en tiempos de
pandemia, cuestión que merece, al menos, miradas más problematizadoras.

Algunos encuentros entre Comunicación, Antropología y Estudios Culturales


La especificidad de los estudios latinoamericanos no es una cuestión zanjada, tal
como argumentan importantes referentes del campo de la Comunicación como
Roberto Follari y Nicolás Casullo. En esta línea, es posible advertir que bajo la
etiqueta de ―Estudios Culturales‖, se comprende una pluralidad de posiciones y
modos de abordaje: entre las fundacionales, desde las culturalistas como en Martín

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Barbero y García Canclini hasta el postestructuralismo y la crítica marxista. Cierto es
que comparten andamiajes teóricos o, más bien, un universo de pensamiento que
incluye una lectura aguda y problematizadora sobre las condiciones socio-históricas
del capitalismo en la región. En este sentido, la Ecología de los Medios parecen
haber heredado las orientaciones biologicistas de las primeras tematizaciones de la
comunicación de masas, antes que lecturas más novedosas y políticamente
situadas.
Sin ánimo de delinear los contornos del campo, el lugar de recuperación en las
disciplinas que nos involucran no remiten tanto al orden epistemológico, como a la
densidad teórica de los EC en la formulación de problemas de investigación. Incluso,
en una propuesta metodológica en proceso de construcción. Nos interesa esbozar
algunas cuestiones recuperando a Eduardo Restrepo en Antropología y Estudios
Culturales (2012).
Desde una perspectiva etnográfica, los EC serían lo que hacen en su nombre
quienes se reconocen sus practicantes. Es decir, ―función de juegos de discursos y
prácticas situados, que definen institucional y socialmente los contornos de un
campo que puede ser objeto de etnografías e historizaciones específicas‖ (Restrepo,
2012, p. 153).
Como nos advierte el antropólogo, esta posición reconoce ventajas y desventajas.
Entre las primeras, defiende una identidad del campo que escapa a posiciones
esencialistas y autoritarias, porque ―formar parte‖ de los EC dependerá de las
percepciones más o menos asumidas de los y las intelectuales en prácticas situadas
de investigación.
Entre las desventajas, cierto nominalismo implicaría que cualquier estudio sobre la
cultura o de la cultura podría enmarcarse automáticamente en los Estudios
Culturales. Si constituye un campo flexible y heterogéneo, no renuncian
necesariamente a toda forma de especificidad, por problemática que esta sea. En
este sentido, los EC latinoamericanos pueden considerarse un proyecto intelectual y
político, comprometido con los sectores subalternos, en consonancia con posiciones
intelectuales similares en otras latitudes (los EC británicos y norteamericanos, los
estudios poscoloniales). Y que, en torno al tema que nos ocupa, implica dar cuenta

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de las tensiones y disputas que operan al interior de las mediaciones culturales
asociadas a la tecnología.
El problema de la especificidad se sustenta en el reconocimiento de un campo
interdisciplinario y transdisciplinario que aborda las articulaciones entre cultura y
política. Por tanto, son estudios antirreduccionistas, ya que la complejidad de los
fenómenos que abordan no son comprensibles desde categorías únicas y
homogéneas sino desde una pluralidad de conceptos y metodologías. En esta clave,
la etnografía constituye uno de los múltiples encuadres, una forma de trabajo típico –
pero no excluyente- de la Antropología, de la que pueden valerse los estudios en
comunicación y otras ciencias sociales. La comprensión de las formas de vida de los
actores cobra fundamental importancia cuando la teoría deja de ser una mera
abstracción para convertirse en instrumento de denuncia de situaciones de sujeción
y dominación.

Apuntes finales
A pesar de los puntos críticos que hemos señalado (la vaguedad conceptual de la
categoría de las mediaciones, la ausencia de una propuesta metodológica) y, en
general, de la teoría latinoamericana (como en lo relativo a la interdisciplinariedad y
la preeminencia de la temática cultural por sobre otras), la propuesta de Martín
Barbero sigue siendo de las más fecundas para orientar los procesos de
investigación empírica y socialmente situada. Ya en De los medios…, advertía sobre
la ―fascinación tecnológica‖, el mediacentrismo dominante y la despolitización de sus
efectos. La apuesta fue alejarse de las visiones más instrumentales de los medios
masivos para, en cambio, apuntar a la exploración de la cultura en sus múltiples
manifestaciones, como de la reformulación epistemológica y política de la teoría
social en el contexto latinoamericano.
Paradójicamente, las inconsistencias de aproximaciones como la Ecología de los
Medios revelan la vigencia de la tradición de Martín Barbero, visibilizando sus áreas
de vacancia, sus preguntas no resueltas, pero también contradiciendo su legado:
una postura intelectual crítica, antirreduccionista, orientada a desmontar los
imperativos de un mundo globalizado. Las premisas de la determinación tecnológica

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y el imperativo de la adaptación están en comunión con la supuesta neutralidad de
las tecnologías y la imposición de sus lógicas y orientaciones al conjunto de la vida
cotidiana.
Una propuesta metodológica puede ser el punto de encuentro entre los EC y la
investigación empírica. Desde la Antropología, reconocemos junto con Restrepo la
búsqueda de una ―teorización sin garantías‖ –en los términos de Hall (2010): unos
estudios que no se preguntan por sus implicaciones políticas ―a la vieja usanza del
positivismo o la más reciente del nihilismo posmodernista no solo están lejanos, sino
que son antagónicos con la idea de la necesaria voluntad política en el proyecto de
los estudios culturales‖ (2012, p. 157). Es posible afirmar que posiciones como la
Ecología de los Medios responden a la herencia culturalista más en términos
enunciativos, que materializada en la práctica o en un posicionamiento
epistemológicamente fundado.
Asumidas estas tensiones, las mediaciones como categoría medular de los EC
cobran relevancia para comprender usos más activos de las tecnologías por parte de
los distintos actores, a la vez que devienen en forma de socialización de la política
para atenuar los efectos de la llamada brecha digital. Uno de los desafíos centrales
de los Estados en la postpandemia es promover accesos más equitativos a Internet,
junto con la desconcentración mediática, el desarrollo de una industria nacional de
software y hardware, la promoción de industrias culturales locales y la integración
provechosa de la tecnología a la educación. Considerando las críticas fundadas que
reciben los EC, es necesario ratificar su compromiso: el de comprender en qué
términos las tecnologías representan y legitiman la hegemonía capitalista, o pueden
generar oportunidades para discutir esos poderes y aportar a sus cambios.
Stuart Hall (2017) ha advertido que es necesario politizar y teorizar la política. Así,
contra toda intención de objetividad o de despolitización de la ciencia, introduce la
necesidad de tomar partido en las discusiones políticas. Esta posición se vuelve
clave en América Latina: la que implica a los intelectuales de las ciencias sociales en
el ejercicio de interpretar las mediaciones culturales, los movimientos sociales, las
diversas experiencias populares, sus estéticas y modos de consumo. Este proyecto
debe dar cuenta de la complejidad de las coyunturas para generar intervenciones

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políticas mucho más adecuadas: la teoría importa en tanto activa el deseo de
transformar el mundo.

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