Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Revista Historias Pulp #3 Predator
Revista Historias Pulp #3 Predator
#3 —Predator—
2
Agradecimientos
3
4
Como toda historia esta comienza desde un principio. La primera
vez que entré en contacto con un lápiz fue cuando solo tenía 3
años. Todavía me acuerdo. Estaba en casa de mis abuelos y mi
abuelo se sentó a mi lado en una silla de la cocina, mientras mi
abuela nos preparaba la cena. Fue ahí cuando mi abuelo me dijo:
“dibuja JuanRa”, y desde entonces no he parado. Creo que vivo
soñando desde que tengo uso de razón, y por lo cual me
considero un privilegiado, porque desde pequeñín sabía
perfectamente a qué me quería dedicar cuando fuese mayor.
5
anuncios publicitarios. He trabajado de la mando de dibujantes
importantes de León como por ejemplo Lolo (Dibujante del
periódico La Crónica de León).
https://ilustradajuanrrax.wordpress.com/
https://www.latostadora.com/regalos/?tienda=ilustradajuanrrax
6
Índice
“Predator” ................................................................................................. 62
Apagado .................................................................................................. 94
7
El rival digno ............................................................................................ 156
Relatos de cortesía por parte del autor invitado, Iván González, y los miembros
de Historias Pulp .......................................................................................................................... 311
Y`lhet
8
9
10
Predator, un monstruo de cine
11
Un terrible grito capaz de helar la sangre, un ataque que no
puedes prevenir y tú cayendo de rodillas, frágil, ante una criatura
invisible que pasa por encima de tu cadáver; te despelleja con
gran habilidad; te arranca el cráneo junto a tu columna vertebral
y te cuelga junto a los cráneos de tus camaradas… Este es tu
destino si te cruzas con Predator.
12
comportamiento suele ser mucho menos horrendo, aunque todos
suelen ser, cuando menos, inquietantes.
13
cine, algo jamás planteado. Este monstruo de otro mundo es un
individuo con honor, a pesar de su bestial forma. Y a pesar de su
gran agresividad, descarnada y brutal, la manera ritualista de
tratar sus piezas como trofeos es muy similar a la de los grandes
cazadores humanos. Es la imagen de un cazador que honra a sus
presas. Las honra más cuanto mayor sea la dificultad que esta
presa le plantea a la hora de la cacería. Y esto es algo nuevo en
el cine de monstruos y ciencia ficción aunque como veremos ya
se ha planeado antes en películas representadas solamente con
humanos que se cazan entre ellos. Algo que irá desarrollándose a
lo largo de cada una de las diferentes propuestas
cinematográficas posteriores de la saga.
14
hemos perdido hace tiempo. El antiguo honor entre combatientes,
tan olvidado y tan de otra época, casi del medioevo, se retoma. Y
con él, los combates adquieren otra dimensión, si se puede decir,
más humana. Predator es un monstruo que tiene lo que los
hombres ya no poseemos. Es muy inquietante el hecho de que a
más de un espectador le puede llegar a suceder, no ya en la
primera película sino también en las sucesivas, que se identifique
más con el monstruoso Predator que con los pérfidos individuos
humanos. Incluso, nos atreveremos a decir que, Depredador nos
da lecciones de comportamiento.
15
cazador y como un militar a un mismo tiempo. Todo aderezado
con el manejo sutil de las más evolucionadas tecnologías. Vamos,
lo que cualquiera desearía ser si estuviera en sus cabales.
16
La película está basada, cómo no, en un relato de Richard
Connell titulado The Most Dangerous Game, “El juego más
peligroso” o “La presa más peligrosa” (1924), según
interpretaciones, que podéis leer en el enlace gracias a Sara
Martín Alegre, junto con otros seis relatos góticos llevados a la gran
pantalla.
Esta novela corta fue inspirada por los safaris de caza por
África que, en la década de los años veinte, eran muy populares
entre los adinerados compatriotas de Connell. No nos cabe duda,
tras ver la película en la que él mismo colaboró para adaptar, que
Connell se planteaba ciertos aspectos existenciales y filosóficos en
17
cuanto al hecho de que el ser humano viva la caza como un
deporte o un juego, especialmente cuando es un concepto que
nace de la mera necesidad de la supervivencia, y que carece de
sentido práctico para una persona civilizada… O, al menos, así
parece desprenderse de los agudos diálogos con los que se abre
el film, y que se adivinan calcados al relato.
18
como el Zaroff de la película, se dedican a cazar a otras personas.
Tampoco debemos olvidar las escaramuzas en persecución de un
enemigo solitario que pueden, en épocas de guerra, sucederse
como una partida de caza y que en otro momento, serían
impensables pues son moralmente y legalmente reprobadas y
castigadas.
“En el mundo hay dos grupos —los cazadores y los cazados. Por
suerte, tú y yo somos cazadores.”
19
cazadores, los que no tenían ninguna empatía sobre sus presas y
los que presentían que ellas estaban imbuidas de dignidad,
raciocinio y emociones. El relato es ameno, divertido, lleno de
reflexiones, está muy bien ambientado y los personajes principales
poseen personalidades arrolladoras y muy interesantes de cara al
lector. Con un buen final, inesperado y algo paradójico, este
relato es único en su especie.
20
afecta como congéneres? Ese es el verdadero dilema de la
película, y para el que puede haber distintas respuestas por parte
de cada cual, queramos admitirlo o no.
21
El Malvado Zaroff tiene todos los ingredientes que después
serán centrales en Predator. Analizar los puntos de encuentro
mientras se disfruta de una peli de lo más divertida es una
experiencia muy recomendable, y ambas películas tienen fuertes
puntos en común. Rainsford, el protagonista, también es un gran
cazador y es capaz de poner en práctica las mismas técnicas de
caza y estrategias para despistar a su sagaz contrincante, que es
lo que hace en “Predator” Arnold o Dutch. Este hecho nos llamó
poderosamente la atención. El rastro falso para que Depredador
se despiste en su persecución, la trampa del atrapa hombres
malayo (la del tronco que cae sobre la presa), el barro que hace
indetectable a Dutch, que en el relato de Connell es una zona
pantanosa llena de lodo donde se produce una de las últimas
escenas de la persecución…
22
Otra de las pelis que podemos considerar como antecesoras
de “Predator” es “Llegan sin avisar”, pero esto lo saben casi todos
los seguidores de la saga. Esta fue una película cuyo director supo
aprovechar de manera muy efectista el muy bajo presupuesto. La
historia es prácticamente la misma que “Predator”: un alienígena
llega a la Tierra para cazar.
23
La película, dirigida por Greydon Clark, que ese mismo año,
1980, había realizado ya otro film sobre extraterrestres mutiladores
y asesinos de humanos llamada “El regreso de los extraterrestres”,
resulta demasiado oscura, tiene muchos diálogos y no llega a
destacar en ningún momento por mostrar escenas demasiado
violentas, lo cual iba bastante a contracorriente de las
producciones del mismo nivel de la época. Es una historia más
cercana a la ciencia ficción más pura, basada únicamente en el
interés que pueda suscitar lo desconocido o lo que linda
vagamente con lo escrutable, y que se acerca en su
planteamiento y estilo narrativo a pelis clásicas en blanco y negro
como “Vinieron del espacio (It Came From Outer Space)”. La
sucesión de planos que siguen la trama son prácticamente fijos, y
el ritmo más propio de un telefilm que de una aventura de ciencia
ficción directa a vídeo (para los estándares de aquella época, al
menos).
24
El caso es que “Llegan sin avisar” plantea la misma trama
general de un extraterrestre que parece ser un cazador de
humanos, aunque en nada recuerda “Predator” en cuanto a
personajes, historia o ambientación. Es de interés para los cinéfilos
y seguidores de la saga, y tiene curiosidades como ver a un
jovencísimo David Caruso (C.S.I.: Miami), o descubrir el
funcionamiento de las armas del Alien, que se asemejan a
shurikens, hechos de carne y dientes que dañan profundamente a
las víctimas, mordiéndolas más como si fueran seres vivos que
como herramientas (esta arma nos recuerda lejanamente a una
de las armas de Jeepers Creepers, pero éste las usaba en tamaño
pequeño, usando piezas dentales y huesos de sus víctimas).
25
colocó después el traje de Predator, son suficientes para verla con
interés.
26
Ver peli “Huida hacia el sol”
27
Ver peli “Bloodlust!”
28
Tras un prólogo que establece planteamiento cercano al de
la peli de “El Malvado Zaroff”, sobre la falta de igualdad entre
presa y cazador, un grupo de cazadores blancos van de caza o
safari a África. Estos cazadores “blancos”, completamente
inmersos en su propia mentalidad, no son capaces de entender
que la vida de los hombres de este continente tiene sus propias
reglas. Se encuentran con una tribu aparentemente pacífica.
Faltos de toda sensibilidad, con las costumbres de la tribu de
cazadores, muestran una insensibilidad total despreciando
claramente las reglas de convivencia. Todos los cazadores
blancos, menos el prota que los advierte de que esta falta de
respeto puede llevarlos a la muerte, se muestran irrespetuosos, y
desean seguir a la suya. Pero, tanto el jefe de la tribu como el
resto, no están dispuestos a tolerar tal infamia y los hacen
prisioneros. Aquí es cuando empieza la verdadera aventura.
29
supervivencia y, al final, el reconocimiento de la valentía y el honor
de los guerreros y cazadores. Y, además, la película logra una
ambientación realmente soberbia para esa época ya que los
paisajes son naturales y salvajes, aparecen animales africanos
cazando, y las escenas son realmente deliciosas porque van
acompañadas de música africana que aporta un extra de
credibilidad. Es una película casi muda, porque durante toda la
persecución no hay prácticamente diálogos, sin embargo, la
música es la que define la gravedad de las diferentes situaciones
por las que el personaje principal va avanzando.
30
ligera reivindicación feminista: las presas que se cazan en esta
película son mujeres.
32
Nos puede parecer divertida de lo mala que es. El argumento
es casi imposible de descifrar porque comienza con la caza, por
un extraterrestre, de una pechugona en paños menores que ni
siente ni padece porque ni siquiera sabe correr para salvar su vida.
El monstruo con “fauces de insecto” (sí, así es) algo
apergaminadas y estáticas, corre menos que un zombi sin piernas
pero, aun así, la alcanza inmediatamente. Las escenas son
realmente magistrales, ni queriendo hacerlas así de falsas pueden
dar este resultado tan absolutamente delicioso. Esta es una
película necesaria para todo necrófilo del cine, para todo aquel al
que le guste reírse un rato, sin más objetivo que ver los chascarrillos
inverosímiles de un film repleto de escenarios que pretenden
aparentar grandiosidad. El cartel es mejor que la propia peli, pero
no nos interpretéis mal, hemos pasado unos ratos grandiosos,
porque la hemos visto más de una vez, y a destacar está la banda
sonora realizada por Carl Dante:
http://www.cdante.com/index_home.html
33
Cuyo tema principal podéis escuchar en el siguiente enlace.
https://www.youtube.com/watch?v=5uZU-gJheEM
34
cada escena en comparación a los demás actores. Parece el
único que se cree el papel. Y qué decir de las esclavas, Elizabeth
Kaitan (Infierno Sin Ley, con Arnold Schwarzenegger) y Cindy Beal.
Por cierto, nos hemos enterado de que Don Scribner se dedica a
hacer música country de lo más graciosa…
https://youtu.be/t5R3AmEeu-8
35
La ponemos en esta lista porque en ella, una serie de
personas, supuestamente condenadas a muerte o a largas penas
de cárcel, son obligadas a participar en un juego de
supervivencia, al final de cual deberían ganar la libertad. Una joya
dentro de la carrera de Arnold Schwarzenegger que, creemos,
nadie debería perderse.
36
Deadly Prey o Presa Mortal (1987—1988, David A. Prior), es otra
curiosa y divertida producción de bajo presupuesto que se basa
en la caza de un solo hombre, casi como “La presa desnuda”,
pero sin el virtuosismo (al menos, pretendido) en ninguna de sus
cualidades. Quizá la trama pretendía ser una excusa para crear
un sucedáneo de Acorralado, pero la idea de secuestrar al
protagonista para luego soltarlo y darle caza en unas alocadas y
perversas maniobras de entrenamiento de mercenarios, la acerca
mucho más a la premisa de “El Malvado Zaroff”, aunque con el
enfoque que años después usaría el director John Woo para
“Blanco Humano”.
37
de siempre, más bien tornando los papeles de los sexos de la
película “The Woman Hunt”.
38
Ver peli “Blanco Humano”
39
Esta larga relación de películas sobre la caza de los seres
humanos están aquí porque tienen mucho más que ver con la
primera entrega de Predator que ninguna otra película anterior de
extraterrestres. Es cierto que el éxito de Alien seguía muy presente
a la hora de producir nuevas pelis de aventuras con un bicho
extraterrestre, pero no existía nada parecido a Predator, como no
pensemos en alguna de todas las producciones que os hemos
recopilado. Aunque… quién sabe, seguramente existen
precedentes igual o más interesantes, de los cuáles no sabemos
nada…
40
durante esos momentos muy perspicaz a la hora de seleccionar los
proyectos en los que se aventuraba, ya que todos y cada uno de
ellos le salieron bien. Fueron un rotundo éxito y lo consagraron
definitivamente como a un “imprescindible” del género de
aventuras. Tuvo la gran suerte de coincidir con un director, John
McTiernan, que se convirtió con Predator en uno de los más
importantes dentro de este género en aquella década. De hecho,
tras Depredador rodó Jungla de Cristal que lo consagró
definitivamente.
41
Queremos destacar la actuación de Arnold, porque
interpretativamente llega a ser uno de sus mejores papeles, tanto
en la veracidad del personaje como en el interés que tiene dentro
del conjunto de personajes. Desde luego para una persona que
venía de hacer personajes mucho más fríos y distantes, el actor
despliega un amplio arcoíris y modulaciones emocionales.
Además, desde el principio, su personaje es un hombre con un
gran sentido del honor y, a pesar de ser un auténtico mercenario,
se deja claro que no es un asesino de personalidad psicopática.
Hace lo que hace porque es lo único que sabe hacer, pero no es
el típico militar sádico y despiadado.
42
Pero, según avanza la confrontación entre el mercenario y el
cazador, los roles se van igualando de forma que llegan a ser
intercambiables. La presa para salvar su vida no solo huye, llega
un momento en que esto no es suficiente. Debe atacar y para ello
hace uso de sus conocimientos como cazador de humanos.
43
Stan Winston, fue el que diseñó a este extraterrestre como un
humanoide, y las famosas mandíbulas de insecto fueron idea de
James Cameron. Lo que está claro es que, el primer diseño,
aunque no llega a la espectacularidad del definitivo, y cuyo traje
iba a vestir Jean Claude Van Damme, era bastante estiloso y
podría haber quedado bien a pesar de que, según cuentan, era
algo más incómodo de llevar encima. Sin embargo, nos ha
recordado al diseño que Neill Blomckamp definió para sus
extraterrestres en Rakka.
44
Sin embargo, cuando aparece el diseño definitivo, las dudas
sobre cuál es el mejor de los Predators posible se nos disipan con
una claridad deslumbrante. O sea:
45
puede encontrar ni en su planeta de origen. Pero sirve para que
veáis el efecto tan imponente que lo diferencia de los anteriores.
O será amor de fans. Stan Winston, que era el encargado del
diseño principal para la criatura, acabaría haciendo caso del
consejo de su amigo y habitual colaborador, el director James
Cameron, para diseñar el característico rostro de nuestro cazador,
quien le sugirió que le añadiera mandíbulas tipo quelíceros, como
las de las arañas. Mientras se perfilaba el diseño definitivo de la
criatura, Jean Claude Van Damme acabaría abandonando el
papel por su incapacidad para darlo todo con su experiencia en
artes marciales con el traje que le hacían llevar, y por el hecho de
que nunca se le vería la cara. Como ya hemos mencionado antes,
Kevin Peter Hall, un actor de 2 metros y 20 centímetros, le acabaría
sustituyendo, favoreciendo con su envergadura el aspecto feroz e
indómito que ya distinguiría para siempre a los Predator.
46
sometidos a intensos entrenamientos físicos y les “obligaron” a
entrenar como verdaderos militares. Además, aprendieron a
comunicarse como auténticos militares para las escenas en las
que se mueven y despliegan por la selva. Y se nota un gran
trabajo y esfuerzo al respecto, alcanzando el resultado una gran
credibilidad.
47
sencillo) guion y por la alta calidad de toda la producción, es una
joya del cine de ciencia ficción, de aventuras y de acción, y que
merece estar en el podio de las mejores pelis sobre criaturas, junto
a La Cosa y Alien. El orden, os lo dejamos decidir a vosotros.
48
Con el personaje de Depredador ya presentado, esta nueva
entrega acierta en no hacernos perder el tiempo y descubrirnos,
ya desde el título, que Depredador está de nuevo en la Tierra, y
que se mueve por la ciudad a toda velocidad buscando los
núcleos de mayor violencia. La peli arranca con una auténtica
batalla entre los sicarios de un cártel colombiano y la policía,
durante el que se anuncia como el peor periodo de asfixiante
calor del verano. Un ambiente idóneo para la naturaleza y
habilidades de nuestro extraterrestre favorito.
49
a enfrentarse al protagonista y a sus crecientes y curiosos
enemigos.
50
“Alien versus Predator” (2004), dirigida por Paul W. S. Anderson
(responsable de la “peculiar” saga de vídeo real de “Resident
Evil”), es una adaptación del encontronazo entre los dos seres
propiedad de la Fox que tiempo antes ya se habían unido a lo
largo de una serie de cómics licenciados y de algunos
videojuegos. Esta película y su secuela ya fueron analizadas en
mayor profundidad en el monográfico sobre Alien de la Revista
Historias Pulp #2, la cual podéis descargar en PDF gratis a
continuación, además de adquirirla en papel desde Amazon:
51
Respecto a los Predators, que es lo que nos interesa ahora,
tenemos que reconocerle a esta entrega el ser la más
espectacular en cuanto a diseño y escenas de acción de estas
criaturas. Además de verlas vistiendo imponentes armaduras que,
por fuerza, deben llevar para resistir las bajas temperaturas de la
Antártida (en un guiño ambiental que nosotros siempre hemos
asociado a “La Cosa”), los Predators son más grandes, musculosos
y tienen las armas más elaboradas de toda la saga. Para colmo,
hay que recalcar el hecho de que esta es, junto a la segunda
película, una muestra de que los Predators pueden ir más allá de
esos suicidios por honor como parecen haber asumido algunos
autores y parte del público.
52
que, al final, podrá volver vivo a la nave para que se lo extirpen
antes de morir.
53
“Alien versus Predator 2: Requiem” (2007) , dirigida por los
especialistas en efectos especiales de toda índole, los hermanos
Strausse (creadores de la peculiar saga “Skyline”), es, tras Predator
2, la siguiente peli en la que nuestro Depredador es prácticamente
uno de los protagonistas.
54
En esta segunda película es en la que por fin se nos muestran
verdaderas armas nuevas, quizá solo propias de este nuevo
personaje por su función de “limpiador de desmadres”. Además
de mostrarse como uno de los Predator de tamaño ordinario más
fuertes físicamente, cuenta con herramientas propias como las
barreras láser o el ácido desintegrador azulado con el que
descompone los restos de los Aliens y de sus congéneres. Quizá
este ácido es el mismo que el extraterrestre de “Predator 2” usa
para su mezcla cauterizadora, en menor cantidad, lo cual le
atribuiría, de nuevo, a la segunda entrega, esta innovación en
equipamiento.
55
“Predators”, que es como se llama la tercera entrega de
Depredador “en solitario”, fue dirigida por Nimród Antal en el año
2010. Esta producción de Robert Rodríguez (director de “Planet
Terror” y “Alita: ángel de combate” entre muchas otras) nos
sugiere en su título la misma revelación que la secuela llamada
“Aliens”: en esta nueva historia van a haber varios ejemplares de
Predator a los que hacer frente.
56
descubrimiento más parecida a la primera de toda la saga, con el
añadido de que las tensiones entre los protagonistas parecen ir a
desencadenar nuevos enfrentamientos.
57
samuráis del cine clásico japonés entre un humano y un Predator.
Para todos los que amamos a estos bichos y la saga de películas,
esta penúltima entrega resultó en su momento un monumento que
no hace otra cosa que mejorar, según pasa el tiempo.
58
historia, cuya mayor virtud es, como ya hiciera en su momento
“Alien Resurrection”, terminar por tomarse con un poco de humor
el encontronazo con estas criaturas. Eso sí, sin desmerecer en
efectos especiales, violencia y trama a ninguna de las anteriores.
59
que parecen no ver los eternos detractores que ahora parecen
creer que una historia en cómic es una Biblia), el chaval se acaba
convirtiendo en un objeto de interés para los Predator por su
capacidad intelectual, y pretenden en un momento dado
llevárselo para desmenuzarlo y aprovechar parte de su génetica
en sus dinámicas de recombinación.
60
“Los otros Predators, la saga continúa en cómics, novelas y
videojuegos”, un artículo de John Tones para Espinof
61
Tema musical
“Predator”
por Akiramarok
https://drive.google.com/file/d/1VG1cqZbZVUEBQFUcqAGg4edao
xRo_LQh/view?usp=sharing
62
63
Relato ganador del tercer
concurso Historias Pulp
—Predator—
64
El Autor
Raúl Montesdeoca
Nací siendo aún muy joven en Las Palmas de Gran Canaria, desde
la temprana edad de 6 años en que mi madre me compró mi
primer cómic me convertí en fan irredento de aquellos héroes y
heroínas más grandes que la vida misma que salían en aquellas
increíbles portadas ¡a todo color!
65
Nunca dejé el sueño de tratar de publicar algún pulp,
maravillado por lo que personajes como El Coyote habían
conseguido siendo éxito indiscutible de ventas durante décadas
sabía que la fórmula todavía funcionaba, solo había que
actualizarla. Con eso en mente creé mi blog PROYECTO PULP,
destinado a promocionar la literatura pulp en el mundo hispano y
también una oportunidad de escribir por fin lo que siempre había
querido, un serial pulp. Así nació la Liga de Los Hombres Misteriosos
que empecé a publicar en Action Tales, un serial pulp que reúne a
algunos de los héroes más famosos de la Golden Age del género.
http://proyectopulp.blogspot.com.es/
66
Deuda de sangre
por Raúl Montesdeoca
ACTO I
67
consiguió posar el vientre curvado de la Man’daca sin causar a
sus pasajeros más que algunos golpes que no parecían revestir
mayor gravedad.
68
No le había gustado la situación desde el principio. Sin
dudarlo habría preferido quedarse en su mundo natal con el
cómodo trabajo de instructor de combate. En los últimos tiempos
era poco habitual que E’ka participara en misiones de campo. De
no haber sido por la petición expresa de los ancianos jamás habría
aceptado venir. Pero se trataba de un caso especial. El planeta
en el que ahora se encontraban era un coto de caza en disputa
entre su propio clan y los Sables Oscuros. Cualquier fallo en la
operación podría ser aprovechado por sus adversarios para
hacerse con el dominio de la zona. Por esa razón los líderes habían
pedido a E’ka que comandara de forma excepcional la partida.
Al fin y al cabo, él había entrenado a los jóvenes, los conocía
mejor que ningún otro. La presencia del veterano guerrero les
daba ciertas garantías de que la cosa no se saliera de control.
69
La advertencia del líder era clara: si continuaba con esa falta
de disciplina la próxima vez la cosa iría a mayores. Espada
Reforzada bajó la mirada y agachó la cabeza en señal de
sumisión.
70
—¡Hult’ha! —dijo dirigiéndose a sus dos subordinados.
No hizo falta más para que los dos iniciados supieran cuál era
su tarea. El idioma yautja es bastante parco en palabras. Los dos
cazadores dividieron a los jóvenes en sendos escuadrones y se
repartieron el terreno que debían explorar.
71
amedha. Para ser más exactos, era el cuerpo de un corredor, por
la carencia de los característicos tubos dorsales de su especie.
Seguramente gestado en un lobo de los brezos, una especie de
reptil acorazado muy común en planetas del mismo tipo. El
veterano cazador se fijó en las dobles articulaciones que la
criatura tenía en brazos y piernas. Los corredores eran
fundamentalmente cuadrúpedos, lo que les daba una gran
velocidad de movimiento, si bien eran capaces de alzarse sobre
las patas traseras por cortos periodos de tiempo. La Carne Dura
solía tomar ciertos aspectos de su huésped, E’ka lo había visto en
innumerables ocasiones.
72
ACTO II
73
de camuflaje y se adelantó siguiendo el rastro del decapitado
kiande amedha. El resto de la partida le imitó y fueron tras sus
pasos.
74
desviaba hacia el sur. Todavía quedaba en el margen opuesto
una charca de buen tamaño, alimentada por un manantial que
brotaba de la misma roca. Helechos de altura considerable y otros
tipos de exóticas plantas locales cubrían el verde rincón. Si bien no
se podía considerar un vergel ni una jungla, sí que era con
diferencia lo más frondoso que habían visto desde que llegaran a
aquel polvoriento planeta.
75
Esperó hasta que el grupo de Yotall—Ai estuvo a la distancia
de un tiro de piedra de la charca. Fue entonces cuando, a través
del agujero por el que brotaba el manantial, comenzaron a salir
los kiande amedha, más de una decena de ellos. Como escupidos
por la misma tierra las criaturas se lanzaron en tromba sobre el
grupo de Yotall—Ai.
76
tenía más cerca. La Carne Dura encajó el impacto pero no cayó,
sino que continuó la carrera con pasos tambaleantes. Con un
vertiginoso ataque el cazador clavó la lanza telescópica en el
pecho de la criatura herida y volvió a retirarse con igual rapidez,
dejándola definitivamente incapacitada para combatir. Un chorro
de sangre ácida cayó sobre su armadura, que siseó unos
segundos al ser corroída, pero la protección aguantó sin que el
peligroso y viscoso líquido llegara a tocar la verdosa piel. Tras él,
disparó el resto de la escuadra con poco acierto. Se notaba la
inexperiencia de los jóvenes en el combate.
77
aparecer por el pecho. El infortunado se sacudió con los estertores
de la muerte y exhaló su último aliento.
78
ACTO III
79
E’ka y el grupo que le acompañaba descendieron de su
atalaya y se unieron al resto de sus congéneres. El líder se acercó
hasta el cuerpo del caído, un cachorro al que llamaba Guardia
Atronador. Poco importaba su nombre. Lo habían matado por la
espalda mientras huía de un combate. Nadie iba a recordarle.
81
Yotall—Ai y Thoh’kei organizaron la defensa. Si la orden de su
superior les incomodaba no dieron muestras de ello; conocían
cuál era su lugar. Los dos soles lucían en un cielo despejado en
todo su esplendor. Hacía calor incluso para los estándares yautja.
El tiempo parecía haberse detenido y cada instante se antojaba
una eternidad. Siempre estaban en tensión, esperando ver
aparecer en cualquier momento a los Sables Oscuros. Poca o
ninguna esperanza albergaban ya de que se encontraran en el
planeta para otra cosa que no fuera acabar con ellos y reclamar
el coto de caza para su clan.
82
intercambiaron una mirada. Ambos se dieron cuenta de que
ninguno sobreviviría para ver otro amanecer.
83
las granadas en un espacio cerrado. El transporte se convirtió en
una enorme bola de fuego, que se llevó de paso las vidas de
cinco Sables Oscuros al ser devorados por la nube de plasma.
84
ACTO IV
Lo que tenía que hacer ahora era tratar de salvar algo del
tremendo fiasco. Todavía había una oportunidad. La nave de sus
enemigos seguía en el planeta. No debería ser difícil anular los
cierres de seguridad. Con ella podría regresar para dar aviso a su
85
clan. El coto podía ser ocupado con facilidad ahora que no había
presencia de clanes rivales. Una vez bajo control de los Sables
Oscuros, el Gran Consejo no se arriesgaría a una guerra civil por
unos míseros terrenos de caza.
86
muy grave debía haber pasado y su natural curiosidad hizo el
resto.
87
Encontró a E’ka. Al ver cómo había quedado no pudo evitar
dar un respingo entre el miedo y la sorpresa. Su final tuvo que ser
terrible. No había lugar de su cuerpo que no estuviese quemado
por el plasma o desgarrado por las temibles cimitarras que daban
nombre al clan Sable Oscuro.
88
El futuro era más incierto que nunca. Ser ronin no se le
antojaba un destino tan cruel después de todo. No quería ser un
peón prescindible al que los Ancianos sacrificaban en sus juegos
de poder allá en sus cómodos salones. Un alto número de buenos
guerreros habían muerto aquel día por parte de ambos clanes
para nada. O para que todo continuara exactamente igual que
al principio. Le parecía un desperdicio estúpido de vidas.
No, ser ronin no era tan malo. Incluso podía ser un buen
nombre. Ronin, definía muy bien lo que ahora era.
89
Relatos seleccionados del
tercer concurso Historias
Pulp
—Predator—
90
El Autor
Xavi Marturet
91
En 1999 escribió nuevos guiones, esta vez para la serie de
animación Fantaghirò, de BRB Internacional.
92
Cuando el mundo se lo permite, sigue trabajando en una
novela larga del universo Steam States y en una novela larga para
el tercer número de "Espadas Salvajes".
93
Apagado
por Xavi Marturet
94
Joven como nuevo miembro de su clan. Por esa razón,
permanecían quietos y ocultos con su camuflaje a la finalización
del combate que el vástago mantenía a cincuenta metros contra
una de las bestias de aquellos parajes.
95
y, en esta ocasión, las dos cuchillas consiguieron traspasar la
gruesa piel por la hendidura. Un grito de dolor resonó en la planicie
y, al instante siguiente, su presa se desplomó contra el suelo
rocoso.
Humanos.
***
97
—No te preocupes, Neals —contestó el bravucón sin dejar de
morder su puro—. Este desgraciado sabe que le estoy apuntando
con un arma y que, como intente algo, sus sesos pasarán a formar
parte del paisaje.
98
controles para reactivarlo, pero era inútil. De algún modo, aquel
humano había paralizado su dispositivo.
99
Por eso, cuando descendieron de la Antares VII y entraron en
la atmósfera con su lanzadera, lo hicieron a un punto alejado.
Luego, planearon varios kilómetros todo lo a ras posible de la
superficie para evitar ser detectados. Aterrizaron junto a un lago
sito en aquel valle a pie del altiplano del que ahora descendían.
Nada más desembarcar, Hugh ocultó la lanzadera en el fondo del
lecho del lago con su control remoto. Y así pudieron iniciar la
misión ascendiendo a pie por el bosque hasta localizar y capturar
a uno de aquellos temibles cazadores alienígenas.
100
abría y cerraba electrónicamente. Dentro llevaba localizador,
batería de descarga a varios niveles e incluso medidores de
constantes vitales. Pero por muy computerizado que estuviera,
para el prisionero era como portar un pesado yunque.
101
—Se envalentonó. Quería golpearme con las esposas y se ha
ganado su primera sacudida.
102
provocó que la herida de su muslo sangrara en verde, pero el
joven cazador no soltó quejido alguno.
—¿De verdad crees que voy a mear más rápido solo porque
lo digas? Tengo tantas ganas como tú de llegar ya a...
103
—¡Maldita sea, cállate! ¡Silencio! —dijo Madsen.
104
—¡Hugh! —gritó su compañero, aunque poco podía hacer,
pues aquella bestia cambió de objetivo y ahora se lanzaba contra
él.
105
El joven yautja no entendía aquellas palabras, pero corrió
junto al herido. Estaba tumbado y escupía sangre por su boca.
Pero viviría.
Hugh miró a los ojos del depredador. Este agitaba las esposas
ante él y luego miraba a Madsen y a la bestia, enzarzados en su
batalla.
***
106
movimiento más rápido tendría el tiempo suficiente, pues la bestia
enfurecida iba a saltar sobre él.
107
—No lo creo, Madsen —consiguió responder el herido con la
voz algo quebrada—. Solo alguna costilla, pero nada que no se
pueda curar en la nave.
—¿Estás... seguro?
108
El depredador acababa de asistir a una ejecución que no
correspondía a ningún código de honor que él pudiera
comprender. Pero también supo que aquel era el momento en el
que por fin debía enfrentarse a aquel humano. Y a pesar de que,
tras disparar a Hugh, Madsen no tardó ni un segundo en volver a
encañonarle, el Sangre Joven calculó bien su ataque y se lanzó
contra él.
—¡Apagado!
109
Mientras esa palabra surgía de las fauces de aquel
depredador, seguida de una especie de risa grave, Madsen
desvió la mirada hacia la mochila de Neals. De allí provenía el
sonido electrónico de la pulsera de aquel yautja.
FIN
110
Los Autores
111
112
Casi una excursión
por Florencia Buenaventura y Lisardo Suárez
—¡Muéstrate, ValePorDos!
114
orejas eran enormes y estaban pegadas al cráneo, clavadas a
conciencia; nunca he confiado en los hombres de orejas grandes.
Antes de que pudiera contestar, entró en la sala el resto del
equipo y la reunión dio comienzo:
116
Graciosísimo, sí. Maca quería que el resto del equipo bajase
con el material: así, tal vez pudiésemos encontrar más pistas sobre
lo ocurrido e incluso llevarnos algo de tecnología con nosotros. Sin
embargo, ninguno de los dos podíamos hablar con los
compañeros en el saliente porque había interferencias en las
radios: la nieve, la ventisca, las rocas, la ley de Murphy.
117
—Negativo, ValePorDos. Pasar desapercibidos es la prioridad.
Que descansen en paz, jamás serán olvidados y todo eso. Nos
vamos; la misión se da por cancelada.
118
Tres días más, iguales. Al mediodía del sexto, cuando
llegamos a lo alto de una cresta, lo vimos: sin prismáticos era
imposible estar seguros, pero el aspecto y color de su ropa
sugerían que era un soldado; parecía desarmado y caminaba sin
rumbo, dando tumbos y cambiando de dirección cada poco
tiempo. Maca ni se lo pensó:
119
«Es mejor dejarlo bien oculto, Maca». Con un gesto de cabeza,
mientras devoraba la segunda tanda de snacks sin ofrecerme uno
siquiera, Maca me invitó a continuar cavando; no me gustó la
sensación del momento. Cuando terminé, compartió la bolsita:
quedaban dos o tres almendras.
Otro día; igual. Otro más, igual. Él, cada vez con más muecas
y un tic en el ojo derecho, mascullaba para sí mismo. Yo apretaba
los dientes y salivaba para engañar al estómago. Otro día. Otro. A
lo lejos, un enorme bosque nevado. Aullidos en la distancia, ¿más
cerca cada vez? Maldita tormenta.
120
primeros árboles. Un riachuelo congelado marcaba la linde. Dejé
de escuchar los aullidos en cuanto lo cruzamos; creó que Maca
también lo debió notar porque vaciló unos segundos antes de
proseguir la marcha.
—Mierda.
121
—Ahora, el cuchillo.
Y aquí estoy.
122
no es más que un asesino; apuesto un filete por la tercera opción.
Pero sí sé que, si me encuentra, me matará.
123
con la pistola preparada. Rodeados de un silencio solo roto por el
viento, pasan los minutos.
125
pierdo de vista; tengo hambre. Con precaución, me acerco al
lugar.
126
cabeza, la parte inferior del pecho es de una piel suave y
reluciente, con dos grandes senos de pezones oscuros, secos,
gruesos y caídos, separados por una cadena de la que cuelgan
un par de calaveras. No quiero levantar la mirada. El brazo se
aproxima con lentitud, terminado en dos largas cuchillas serradas y
puntiagudas. Me agarra de la ropa y me levanta como si fuese un
muñeco de trapo. No quiero mirar su rostro. Acerca la cara a mi
cuerpo y mueve las mandíbulas insectoides como si me oliera.
Percibo el hedor de su aliento, el almizcle de su piel, el pelo
mojado. Por el rabillo del ojo veo una mirada clara y decidida.
Termina la inspección y me aparta a un lado, casi con cuidado;
no ha encontrado el olor que buscaba. En cuanto mis pies vuelven
a tocar el suelo, camino sin volver la vista. Las tres figuras quedan
allí, a la espera. Tendrán su recompensa: otro sí huele a lo que
buscan y pronto llegará por donde he venido.
127
La Autora
Tania Huerta
http://piesfriosenlaespalda.blogspot.pe/
128
Del amor y otras guerras
por Tania Huerta
129
Esta vez, la raza extraterrestre también se había unido a la
caza, pero no los nobles yautja, sino los mala sangre, esos parias
malditos dentro de los clanes, sin honor, sin códigos, sin ética. Los
perseguían, también, queriendo hacerse de la presa más valiosa
que un yautja o un humano siquiera podía soñar.
130
Ella los miró desconsolada, él les hizo frente. El lanza redes
cubrió a dos de los marines que no pudieron moverse más y fueron
víctimas de los puñales rituales, las lanzas retráctiles hicieron su
trabajo, así como los shurikens que se incrustaron en el cuerpo del
soldado de mayor rango, no sin antes producir otro corte en el
pecho del guerrero Yautja.
131
El Autor
Daniel Canals
https://literaturacincopuntocero.site123.me/
https://www.facebook.com/Literatura—50—291297134829196/
132
Diario de verano
por Daniel Canals
133
Debo aprobar en Septiembre y no puedo tolerar ninguna
distracción. He cogido sus cuencos de hueso para mi abuelita.
134
Intrigada, y viendo que la lavadora tenía para un rato aún,
decidió seguir leyendo un poco más.
135
No paraba de correr, incordiarme y esconderse todo el rato.
El muy marrano se ha untado todo el cuerpo de barro sucio y he
vuelto a pensar “Si te ve mi abuela así, te mete entero en la
lavadora, con el puro y todo”. Nos hemos enzarzado a puñetazo
limpio y cuando me he quitado las gafas VR para ver mejor, me ha
dicho:
—Eres espantoso.
136
La autora
E—mail: silviaalejandra_mdq@hotmail.com
Facebook: https://www.facebook.com/silviaalejandra.fernandez.1
46
137
“El reflejo”. Antología Microcuentos 451 Editorial Kelonia
(homenaje a Ray Bradbury)
138
“Larvas obscenas en mi oscuro claustro” Certamen de terror
gótico. Revista Poiesis.
139
El joven Yautja
por Silvia Alejandra Fernández
140
Sabía que tendría una sola chance; debería cazar la mejor
presa posible y llevar el trofeo ante el Tribunal de Mayores de su
planeta. Solo así sería aceptado como hombre.
141
gravedad del mundo acuático al que se dirigía lo estaba
atrayendo de forma ineludible.
Lo primero que notó Hish fue que, salvo unos cortes en su traje
y la amputación de uno de sus tentáculos faciales, él estaba bien.
142
—Nivel de nitrógeno, aceptable. Demasiado oxígeno y poco
argón—dijo, encendiendo la grabadora que registraría toda su
expedición.
144
A pesar del cansancio, la sangre probada lo excitó. Uno a
uno, fue cazándolos.
145
El joven pensó en su familia en Yautja, en su Padre y su
Maestro. No podía dejarse vencer por un humano insignificante.
Sería la peor deshonra que pudiera sufrir. Y ese deshonor
alcanzaría a todo su Clan. Prefería morir como un guerrero que ser
atrapado por ese mamífero.
146
El Autor
147
https://zothiqueelultimocontinente.wordpress.com/
https://morganvicconiuszariah.wordpress.com/
https://fantasmaquantico.wordpress.com/
148
El ojo del demonio
por Morgan Vicconius Zariah
(Friedrich Nietzsche)
149
historia inventada, con la que pretendía acabar con el
asentamiento guerrillero que había sido instalado en aquella selva
por un puñado de soldados soviéticos. La paranoia anticomunista
y la dominación de las naciones vecinas junto al cuento de la
democracia, fueron los hilos que como títeres nos movieron a
todos a aquél infierno.
150
Después de aquellos horrorosos sucesos que, junto a una
mujer latina, sobreviví, comencé a investigar. Me sumergí después
de años de utilizar mucho más mis cualidades físicas a usar mis
fuerzas intelectuales. Aquella pesadilla me devolvió la curiosidad.
Descubrí que los asirios solían desollar a sus enemigos capturados y
exponerlos ante la ciudad para infundir temor en aquellos que
osaran afrontar su poder político. Comprendí analogías en las
representaciones de los dioses de algunas culturas antiguas, en las
cuales podía verse claramente que ya estos se habían cruzado
con aquel demonio que supe posteriormente era de origen
extraterrestre. Las culturas Maya y Azteca debieron haber
aprendido la práctica del desollamiento de parte de estos
visitantes del espacio exterior. Los aztecas lo adoraban como al
dios Xipec Tótec, que era venerado mediante celebraciones de
Tlacaxipehualiztli, en la cuales se desollaban a los enemigos y
esclavos y luego eran desmembrados. Algunos guerreros eran
elegidos para realizar combates en los que al perdedor le sería
extraída la piel y así rendía tributo a su dios. Ya para mí no era un
secreto que aquel tipo de criaturas se paseaba por la Tierra desde
antes del hombre soñar en construir instrumentos voladores.
151
fluido vital era verde y fosforescente. Seguimos su estela hasta que
esta, igual que la entidad, despareció de nuestra vista. Y ni siquiera
Bill el rastreador, cuya intuición era aguda como un cazador indio,
pudo dar con su posición certera. Y así, se agudizó la pesadilla
delante de mis ojos y como en esta, me quedé solo en la jungla
tras la caída de mis soldados, mis cazadores. Mac, Dillon, el bravo
Bill y todos, se esfumaron en un charco de sangre delante mis ojos
ante las armas de un cazador herido. Como hombres de guerra,
cada uno se aferraba a sus armas. Deduje, con la chica
guerrillera, que este solo asesinaba a aquellos hombres que las
portaban. Hice que ella se dirigiera al helicóptero de rescate
mientras me internaba en la jungla desafiando el Ojo del
Demonio. Descendí huyendo de su mirada destructora hasta lo
más hondo de la jungla. Cayó la noche y entre el frío y la neblina
el demonio extraterrestre me pisaba los talones. Sus artefactos de
guerra de confección extraterrestre y, por mucho, más avanzados
que los nuestros, le daban una marcada ventaja sobre nosotros. Su
tamaño también era una ventaja, pareciera como si la evolución
en su planeta natal lo hubiera dotado con las cualidades del
mayor depredador del universo. Estos seres ya no cazaban por
necesidad, sino por deporte, un deporte que habían hecho
intergaláctico. Era su diversión y su forma de mostrar su
superioridad a modo de ritual de iniciación. El cazador se movía
rápido entre los árboles. Me buscaba con desesperación mientras
su armadura, afectada por el clima y el agua, lo volvía visible ante
mis ojos. Me tomó casi un minuto notar que no podía verme por la
suerte del frío lodo que cubría mi cuerpo. Lo vi guardar en una
bolsa todos sus trofeos de cráneos, a los que limpiaba y
pulimentaba sobre un árbol mientras me encontraba oculto y
ahora mimetizado entre las malezas. El ojo era ciego ante mi
presencia. ¿Podía un cazador nato, un depredador estelar, tener
tal falla en sus ojos? ¿Esos mismos ojos que nos acechaban desde
el vacío? Aquellos que dirigieron su rayo asesino sobre mis
hombres; pero ni esta supuesta desventaja me salvó de su terrible
152
fuerza guerrera. Intenté acosarlo en la oscuridad. Lo herí con una
bala explosiva hasta hacerlo sangrar. Construí como todo un
cazador humano las mejores trampas para contener la bestia.
Pero esta, con la superioridad de sus armas y su olfato de cazador,
me descubrió en la oscuridad con su ojo ciego. Aun así, invistió su
fuerza sobre mí, prescindiendo de sus armas y armadura. Como un
guerrero y su honor. Infligió sobre mí el dolor con una descomunal
fuerza bruta. Me sentí casi eliminado por el demonio, hasta que
hábilmente logré guiarlo hasta una de mis trampas, donde al fin la
bestia herida de muerte yació bajo la noche. Su sangre
luminiscente cubrió todo su cuerpo en las espesas tinieblas de la
jungla. Su cara mitad anfibio y mitad reptil, mostraba dos
pequeños ojos animales en los cuales se dibujaba una disimulada
expresión de dolor. El aliento escapaba de la bestia. Pese a su
dolor de muerte, encontró fuerzas para emular una carcajada
humana que seguramente había aprendido en la Tierra. Fue la
carcajada más aterradora que jamás escuché. Aún retumba en
mi mente esa risa suicida que antecedió a la explosión. La selva
tronó con la onda expansiva en la que casi muero. Vencí al
demonio.
153
El Autor
Jorge E. Lacuadra
154
en homenaje a David Bowie, en formato digital por la Editorial
Palabaristas (2016) y en formato físico por Editorial Ayarmanot
(2017) Participa en la Antología de micro—cuentos Bradbury 451
en homenaje a Ray Bradbury por Editorial Kelonia en formato
digital. Participa en la “Antología Poética de Post—Vanguardia”
(2018) en formato digital y físico.
Facebook: https://www.facebook.com/jorge.lacuadra.7
155
El rival digno
por Jorge E. Lacuadra
156
ascenso hacia el cenit, piensa el Yautja, y recuerda los dos soles
ardientes de su mundo. Intuye que las noches aquí serán muy frías.
157
sedosa, guarda un gran trozo para la funda del Naginata
ceremonial.
158
El sol cae rápidamente detrás de los altos árboles y la tarde
sobreviene de golpe. El vocerío de los pájaros y los pequeños
animales aumenta, la espesura se llena de gritos y chillidos. Por
momentos es ensordecedor. La temperatura también comienza a
descender, la humedad persiste. El Yautja activa la calefacción
de la armadura y anula el camuflaje óptico. No le es necesario,
todo empieza a convertirse en sombras y grises. Prefiere valerse de
los sensores de infrarrojo.
159
Será un encuentro honorable, nada de armas de plasma. Solo
el rito del corte: filos y garras. Se apresta en un instante para el
golpe, pero el ataque no llega, lo ha perdido de vista. Un pájaro
lanza un chillido agudo a su izquierda. Otro más, que quizás no es
un ave, grita en forma estridente a su derecha. Hay movimientos
ahora entre el follaje, distintas clases de pies y garras parecen
rascar el suelo a su alrededor.
160
La selva, un búho mojado y un pequeño caimán hambriento,
son testigos de la tragedia. A lo lejos, otros animales lanzan gritos
de alerta, algunos han huido hacia la espesura. Aprovechando
que el Yautja mira hacia un costado, el animal extrae sus colmillos
del hombro destrozado y a una velocidad pasmosa se los clava
profundamente en su nuca. La corteza craneal es blanda a sus
mandíbulas poderosas. El cazador se sacude como si lo recorriera
una corriente eléctrica y muere lentamente.
161
El Autor
Dan Aragonz
162
El último Lobo
por Dan Aragonz
—Jefe Toro. ¿Esto tiene que ver con la leyenda que contaba
el viejo Bill? —dijo Lobo Nocturno, que se levantó del piso y se
acercó al corpulento anciano.
164
—Se pondrá bien, no te preocupes —le dijo al pretendiente
de su hija y se retiró hasta su tienda, sin decir nada.
165
—¿Puedo ir con ustedes? —dijo el pequeño, ansioso.
166
El jefe Toro y su cuchillo, el arco de Lobo Nocturno y sus
flechas con pólvora, y la poderosa hacha de Ojos de Búho, que se
decía que cortaba metal. Estaban preparados para enfrentar a lo
que fuera.
Seguía asustado.
167
Los tres solo alcanzaron a ver cómo la silueta mimetizada de
la criatura se alejaba saltando por las ramas.
168
Lobo Nocturno perdió de vista al Búho entre los árboles, y
llamó a su caballo de un chiflido.
169
—A dos kilómetros de aquí. Pude ver su transporte desde la
copa del árbol.
170
nada. El lugar estaba vacío y no había señales de ningún Wassiki.
Solo sus chozas destruidas y señales de una brutal batalla. Podía
tratarse de los soldados americanos, que habían regresado de la
Segunda Guerra Mundial.
171
—El cuerpo del jefe no está aquí —dijo el Búho—. Seguiremos.
172
Sobre una plataforma que la embarcación desplegó, el
demonio ascendió y apareció con su verdadero rostro. Tenía
enormes dientes que sobresalían de sus fauces y un cuerpo
orgánico y sólido. Sostenía entre sus dedos de largas uñas negras,
que parecían huesos, la cabeza del jefe Toro, que aún estaba
unida a su espina dorsal.
173
Sé quedó sorprendido cuando vio que su hijo era un pequeño
niño indio.
174
El Autor
Pues el caso es que esta es la tercera vez que las (muy) buenas
gentes de “Historias pulp” han tenido a bien seleccionar uno de
mis relatos para el tercer número de su antología, este año
dedicada a la serie de películas de “Predator”, iniciada en 1987
por John McTiernan, con un Arnold Schwarzenegger en su época
de máximo esplendor enfrentado a un alienígena de diseño
molón, por obra y gracia del malogrado Stan Winston.
175
año y dirigida por Shane Black, resulta un entretenimiento bien
digno, aunque con uno de los finales más desangelados que
pueda recordar. Además sale mi muy adorada Olivia Munn, en un
personaje de científica que, detalle para frikosos, se apellida
Brackett, como Leigh Brackett, la maravillosa escritora de ciencia
ficción pulp (sí, todo lo bueno viene de ahí, colegas) y guionista
para directores tan imprescindibles como Howard Hawks.
176
El viejo Donnie vs.
178
Era un guerrero, un guerrero procedente del espacio exterior.
Había llegado pocas horas antes que Jimmy y Donnie. A esas
horas solamente estaba el vigilante de seguridad, un tipo de
mediana edad que apenas tuvo tiempo de desenfundar su pistola
y dar el alto. El guerrero, fiel al estilo de su raza milenaria, esperó a
ser desafiado para disparar su pistola de rayos fotónicos y hacer
que las entrañas de aquel desdichado quedaran esparcidas por el
suelo.
Se sentía orgulloso.
179
Pero en ese preciso instante el coche del agente Parkwell, el
ayudante del sheriff, se detuvo.
181
Esta vez quien gritó fue él.
Luego el silencio.
183
—Me complace tenerte en mi nave, humano, demostraste
tener valor al enfrentarte a mí de un modo tan decidido. Tus
compañeros murieron de modo mucho menos honorable…
—Pues lo siento por ellos, debe usted creerme. Pero yo, como
puede ver, estoy hecho una piltrafa… Le juro por sus Dioses que, si
me deja libre, no explicaré a nadie nada de lo que ha ocurrido.
184
gruñidos que parecían claramente órdenes casi de tipo militar,
aunque del todo ininteligibles. Luego, tras lo que parecía una
risotada, Donnie sintió como si la nave diera media vuelta.
185
—No te rías no… Ha sido toda una experiencia. Eso creo que
solamente pasa en las películas. Te lo digo yo.
—¿Stallone?
186
El Autor
Gabriel Jara
187
En algún lugar de Canadá
por Gabriel Jara
188
–Algún coleccionista, tal vez –respondió Clerk, quien no le
sacaba los ojos de encima al corte limpio, hecho a la altura
superior del cuello–. ¿Tú qué piensas, Jaques?
–¡Oiga, ¿quién anda ahí?! –Se incorporó Clerk, pero sólo hubo
silencio–. Juraría haber oído algo.
–Nada más fíjense, entre una y otra marca hay casi diez
metros de distancia. –Pierre no salía de su asombro.
***
189
Mmmmmmbbbrrrrooor accident…
Mmmbbrroor accidente…
Mror accidente…
***
190
Llegaron a un claro donde la luz de la tarde abundaba en el
espacio abierto. Varios troncos enormes yacían inclinados por el
viento de anteriores tormentas.
–¡Más allá está el lago L…! Del otro lado veo la cabaña –dijo,
señalando hacia el oeste–. Tal vez se han ido hasta allá.
–¡¿Cruzando el lago?!
191
–No tiene sentido –musitó Jaques, que seguía fumando.
***
193
–¡¿Qué diablos era esa “cosa”?! –musitó Arnold, poniéndose
en marcha. Ya los otros dos también empezaban a transitar por el
hielo.
***
195
–Sigue adelante, hijo –estaba sofocado por el esfuerzo y la
tensión, una vez concluido el trabajo–. Sin importar qué pase, sigue
hasta la cabaña, ¿me oyes?
196
Luego silencio.
***
197
Por momentos dormitaba y creía ser víctima de un mal sueño.
198
El Autor
http://www.la—estanteria—2.webnode.es/
199
Expediente Cheliábisnk
por José Luis Díaz Marcos
EFE. 15/02/2013
201
202
2
Se adelantó un científico:
203
–El objeto mide cuarenta centímetros de largo por treinta de
ancho y otros treinta de alto. El material con el que ha sido
fabricado es desconocido y virtualmente indestructible. Como ve,
ha resistido la entrada en nuestra atmósfera y el posterior choque y
hundimiento en el hielo del lago Chebarkul sin sufrir ni un solo
rasguño. ¡Ni siquiera los rayos X, tras una tomografía, han
conseguido penetrarlo!
–¡Sugerencia denegada!
204
205
3
Tensa expectación.
–¡Cuidado!
–¡Atrás! ¡Atrás!
206
El mandatario apenas retrocedió negándose, orgulloso, a
admitir recelo alguno.
…¿de Pandora?
207
4
–¡Ha ocurrido!
–¡Demonio de yanquis…!
208
estelares, podríamos decir, fueron provistas con idénticas placas,
esta y otra, cuyo mensaje fue diseñado por Linda Sagan, esposa
del popular astrónomo y divulgador científico Carl Sagan.
–¿Cuál de ellas?
209
5
210
6
Solo una.
Su cabeza…
211
7
–Permiso concedido.
–Explíquese.
212
–¡¿El qué?! ¡Hable!
–… la supervivencia de su especie.
213
El Autor
Tony Herrera
214
Fantasmas
por Tony Herrera
215
sentimientos, que ya sabía cómo responder para que me dieran el
alta. Y volví al servicio activo, a donde podía estar y quedarme. Mi
familia ya no era el lugar para mí. Mis hijos estaban, decían, muy
orgullosos de mí. O, al menos, de quien su madre les había dicho
que era yo. De la bonita foto con uniforme de gala. Cuando lo vi,
agarré el cuadro con su precioso marco dorado y me volví hacia
mi mujer para preguntarle quién mierdas era ese. Dio un paso
atrás; no sé con qué cara la miré, pero retrocedió. Miré de nuevo
a la fotografía, y de pronto supe quien era. Me reconocí. Claro
que era yo. O al menos era alguien que fui una vez.
Tal vez eso sea lo que nos une más que ninguna otra cosa.
216
Los compañeros nos apoyamos. Clint, ese irlandés charlatán,
siempre a punto de escupir una tontería. A veces hasta con
gracia. Will, su antítesis, un estereotipo de caballero sureño en el
cuerpo de un negro de metro noventa. Y Risitas Mark, y Luke el
Fortachón, y el viejo Sean, y James el inglés. Hombres buenos.
Decentes. Rotos, todos y cada uno. Nuestro lugar y el de los que
son como nosotros es el frente, donde solo haremos daño a
quienes lo merecen. O a quienes personas más importantes que
nosotros deciden que lo merecen, al menos. Donde podemos vivr
con propósito, y nuestra muerte tiene sentido.
217
salvarse, para salvar a sus menudos camaradas, para salvarse de
sus crueles sargentos, que les ataban la vida con saquitos de su
pelo y uñas para que no se atrevieran a traicionarles. Sería una
buena muerte. Absurda, pero buena, cumpliendo una misión. Pero
mientras mi linterna trazaba un zig zag iluminando las tinieblas, los
fantasmas me ignoraron. No esperaba eso.
218
cuanto la humareda se apartaba de él. Y allí permaneció un largo
instante, en pie, con las garras —no, comprendí; su forma bien
definida sugeria cuchillas— que cubrían el dorso de una mano
descomunal y goteaban sangre. La sangre de Clint. Y seguía
haciendo ese ruido cliqueante que de pronto se me antojó una
inhumana risa.
219
—¿Estáis bien? —preguntó, y su acento de Louisiana, el mismo
que le conseguía una chica tras otra, sonaba incongruente frente
a la amenaza que acechaba. Antes de que pudiera repetir la
pregunta, distinguió a Clint, yaciendo en un charco rojo. Apartó a
Sean de un empujón y corrió hacia él antes de que pudiera
advertirle.
220
El resto del campamento había sido arrasado. Los cuerpos de
mis compañeros, de mis amigos, yacían en una pila. Decapitados,
descubrí con horror; sus cabezas habían sido arrancadas, como
trofeos de un cazador. Aullé y lloré como un niño, por lo que
parecieron horas. Después, tuve la presencia de ánimo necesaria
para hacerme con la radio y pedir ayuda. No tardaron en venir a
buscarnos. O más bien, a mí, solo a mí, mientras me preguntaba
qué había impedido que el monstruo me matara. Acaso el no ser
abatido por él. No haberme derrotado. Quizá un enemigo
indefenso, simplemente, no era digno de su atención. O cualquier
otra cosa; me costaba aplicar la lógica a los actos de aquel ser
imposible.
Los llaman Yautja. Son alienígenas. Nos han visitado una y otra
vez. Son cazadores, gladiadores. Y la humanidad nunca ha sido
rival para ellos… hasta ahora. Hoy soy parte del pelotón Dutch de
defensa anti—aliens. Conozco sus habilidades, sus puntos débiles.
Y cuando vuelva a enfrentarme a uno de ellos, no estaré
indefenso. Porque ahora, los fantasmas que me rodean no son mis
enemigos, sino que claman por venganza.
221
El Autor
Patricio Denegri
222
La misma presa
Patricio Denegri
223
deja aturdido. Queda sentado con la espalda apoyada en el
árbol y la cabeza ladeada. Inmóvil, indefenso y apenas
consciente. La jungla se oscurece y se ilumina intermitentemente
frente a sus ojos, pero aun así, en esa confusión, lo ve acercarse.
Las cuchillas retráctiles se deslizan en silencio saliendo del
brazalete. Lo ve llevar el brazo derecho hacia atrás buscando el
impulso necesario para acabar con él. A
una velocidad desgarradora, el Depredador, lanza su golpe.
***
—General…
224
estaba dejando paso al sonido trastornado del tráfico. Sin secarse
la cara alzó la vista. Por el espejo vio el rostro imperturbable de
Mac. Paulatinamente, su inexpresividad habitual se transformó y
dejó lugar a un miedo puro que rápido se mutó al horror. Tres
puntos rojos recorrían la sudada frente de Mac. Dutch tuvo
que cerrar los ojos y sacudir la cabeza.
***
225
Desde que había vuelto de la jungla, la CIA había intentado
brindarle apoyo y tratamiento psicológico como parte de su
proceso de reinserción social. Dutch se había negado a todo y
había boicoteado cualquier intento tanto de ayuda como de
control. La oficina había tenido que contentarse con que dos
agentes (los cuales Dutch sospechaba serian dos novatos)
pasasen cada viernes de cada semana para mantener un
hipotético “seguimiento” sobre su conducta.
***
226
el otro extremo del grupo, Dillon bajaba la mirada con una mezcla
de arrepentimiento y vergüenza.
***
Caminó sin sentido alguno por el barrio por más de una hora. La
noche ya había caído y las calles estaban plagadas de pandillas y
rateros, aunque la mayoría parecía respetar a Dutch y hacían
silencio cuando él se acercaba. Decidió ir al pequeño
supermercado que tenía a unas pocas calles de su departamento.
Mientras caminaba, intentaba una y otra vez apartar las visiones
que llevaban meses perturbándolo, aunque ninguna había sido
tan intensa como la última. Compró unas cervezas y un par de
sándwiches preparados. No había comido nada en todo el día y
creyó que eso no estaría colaborando con su inestabilidad mental.
227
Un sudor frío le perló la frente y le recorrió la espalda. El
callejón estaba vacío, pero eso, sabía fehacientemente, podía no
significar nada. Verse vacío no era lo mismo que estarlo.
Apuró el paso. Le quedaban aún cuatro calles para llegar al
edificio en donde vivía.
228
Insertó uno de los dos cargadores que tenía para el arma y
guardó el otro en el bolsillo de su pantalón. Se acurrucó en un
rincón de su habitación y esperó.
229
Cuando llegó a la sala de estar se encontró con el horror. Sus
compañero muertos, o por lo menos lo que quedaba de ellos,
estaban desparramados y destrozados por toda la sala. La
sangre y los restos cubrían el piso, los muebles y salpicaban las
paredes en un espectáculo caótico dignísimo del mismo infierno.
***
El cuerpo de Dutch fue hallado seis días después por los agentes
de la CIA, que al no recibir respuesta y percibir el mal olor que salía
del departamento derribaron la puerta, como habían prometido.
230
En el recinto solo se encontró a un deteriorado Dutch que
apenas respiraba, tirado en el piso de su sala de estar entre
botellas vacías de cerveza y restos de comida. No había armas, ni
rastro de pelea alguna.
FIN
231
El Autor
232
La especie dominante
Por Vidal Fernández Solano
233
selva considerable antes de llegar hasta el equipamiento de
emergencias, oculto en una zona de difícil acceso. Menos mal
que había traído consigo una cápsula con un juego de armas
completo y un brazalete de repuesto. «Guerrera prevenida
equivale a tres St’hoh», decían en su familia. Y ella lo era. Es decir,
siempre que pudiera regresar con su misión cumplida. De lo
contrario, se convertiría en la deshonra del clan, en especial de su
tío, que había depositado toda su confianza en ella, y no le
quedaría más remedio que alquilar su cuerpo por una miseria en el
mercado de Alm’hraz. Tuvo que hacer un esfuerzo por no
convulsionar de puro asco solo de pensar en ello.
234
instante. La verdad es que Gn’dor jamás lograría ser un soldado
de primera. Llegaría a alcanzar el título, claro, de eso se
encargaba él, pero si un día se veía obligada a entrar en un
combate real duraría menos que un gastrorpión de Illye a la
puerta de la academia.
—A la orden, señor.
235
—Ya me parecía a mí que habías tardado poco —se quedó
mirando el líquido rojizo y espeso—. Aquí falta algo, ¿no crees?
El soldado sonrió.
—¿Una dificultad?
236
El general no sabía qué decir. Despidió al soldado con un
gesto y se arrellanó en un mullido sillón de piel de cameronte del
desierto de Ku’rr y siguió observando la nada a través del
ventanal. Le costaba trabajo creer que su hermano hubiera
engendrado semejante ejemplar inservible. Le habían asignado
una estúpida misión de caza, en un planeta habitado por criaturas
inferiores e indefensas. Nada más tenía que traer unos trofeos. Solo
eso. Eliminar unos cuantos de esos seres y traer algo para
justificarlo. Y va y sufre un «retraso», tras destrozar el equipamiento
de lujo que le habían proporcionado.
237
Era consciente de que su nombramiento como oficial venía
garantizado por la influencia del general, pero también sabía que
precisamente por eso el comité de evaluación estaría más
pendiente de sus informes. Por lo pronto, tendría que dar
explicaciones de cómo y por qué había perdido su equipo
principal, así como también del motivo de la explosión que había
generado. Con toda seguridad, los detectores de la nave habían
tomado buena nota de todo ello, y ni siquiera el general podría
esconder esos detalles sospechosos.
238
cazaría unos cuantos más de esos seres para llevar consigo de
vuelta un trofeo digno, y además localizaría y acabaría con aquel
humano de tórax sobredimensionado. A él le tenía preparado un
final especial, doloroso y lento. No en vano, la iba a obligar a
llenar de excusas el informe que tendría que presentar a su vuelta,
victoriosa.
239
Gn’Hur bufó de impaciencia y de exasperación.
241
pudiese verla. ¿Podrá?, pensó intrigada. Quizás esos seres nacían
con una cierta inteligencia que iban perdiendo a medida que
maduraban. Se agachó y cogió al pequeño en vilo. Se preparó
para usar las cuchillas que su traje llevaba adosadas sobre las
muñecas y se dispuso a destrozar al retoño, cuando una voz llegó
desde la parte frontal de la casa. En el «porche», una humana
permanecía en pie con expresión de sorpresa.
242
antebrazo empezaron a saltar unas chispas, señal inequívoca de
un cortocircuito inminente.
243
intención de fulminar a aquellas endebles criaturas que se lo
estaban poniendo tan difícil, enfocó el cañón láser de su hombro y
apuntó.
—¡Sayonara, baby!
244
Un bulto informe yacía sobre el césped de un frondoso jardín
frente a una urbanización de chalets masificados habitados por
yuppies que soñaban haber dado el salto a una vida mejor,
hacinados en sus reducidos adosados en lugar de hacerlo en el
piso donde moraban con anterioridad. El guiñapo anteriormente
conocido como Gn’dor, se debatía entre las brumas lejanas de
una débil conciencia. Su cuerpo se hallaba tan fracturado por
todas partes que lo único que podía hacer sin sufrir terribles dolores
era pensar, y no demasiado.
245
—Que se presente ante mí. ¡Ahora mismo!
246
El Autor
247
Dono mis letras gratis a los grupos de metal extremo que me
lo soliciten, solo pido que mi nombre aparezca en los créditos.
248
La jungla tiene ojos
por Diego Mariano Giménez Salas
Centroamérica, 1987
250
Empuñó con determinación aquel artilugio. La hoja
era de un filo extraordinario, capaz de rebanar el mismo
acero. Realizó un corte limpio. Inició en la nuca y se
extendió por toda la columna. Debía cortar solo la piel
sin dañar demasiado la carne y dejando intactos los
huesos, cosa que realizó con facilidad debido a su gran
pericia. La piel se abrió como pétalos solícitos. Realizó
dos punciones en ambos hombros y arrastró la cuchilla a
la altura de la segunda vértebra torácica, lo mismo hizo
con la punción del otro hombro, de modo que ambas
tajadas convergían dando a las líneas la forma de un
tridente tosco y primitivo. Desde sendas punciones en el
hombro abrió otro surco hasta las manos. El primer corte,
el que había iniciado en la nuca, lo extendió hasta la
cúspide del cráneo, la punta de aquel metal que había
sido forjado en algún lugar allende al firmamento raspó
aquella cúpula ósea con un sonido astillado. Por otro
lado, el corte que había terminado a la altura del coxis
se ramificó atravesando los glúteos y, una vez en el inicio
de los muslos, con sorprendente pericia, bajó el filo hasta
los talones. Era un procedimiento simple y rápido. Izar a la
presa sería ya sencillo.
251
aquel rostro tieso, crispado también por una mueca de
horror. El miedo es una vergonzosa y desafortunada
postrimería del valor. Esta presa había dado batalla. Al
menos un poco más que las anteriores, pero al final
sucumbió, como los otros. Fue decepcionante. Cada vez
lo eran más.
252
El ruido era cada vez más cercano. Tras una
pequeña duda decidió investigar, podía tratarse solo de
otro escuadrón sin mayor habilidad que la de realizar
disparos, pero el combate estaba en sus genes y nunca
decía no a la cacería.
253
El Autor
254
Una especie mejorada
por Adrián García Cholbi
255
No hubo media sonrisa. En su lugar se rascó la nuca durante
un segundo, nervioso.
—Sí.
—Escúpelo…
Otro suspiro.
—Te trasladan.
—¿Cómo dices?
256
Después de que Boyd dijera aquello la luz regresó a su rostro.
Fue como si acabase de vomitar el resultado bilioso de una
indigestión.
—A mí tampoco, Kat.
257
Esa misma noche Kathleen tuvo insomnio por primera vez en sus
treinta y seis años de vida; lo malo es que cuanto más se
empeñaba en enfrentarse a él más se desvelaba.
258
—Qué ingenua eres. ¡Ya me gustaría a mí! Es solo que cocinas
muy bien, cariño.
259
—Boyd es solo un mandado. Ni siquiera ha sabido decirme en
qué consiste ese proyecto.
260
—Puede que sí. Pero la BMB es una base militar. Ya sabes
cómo son esas bases.
261
pensar. En realidad, cuanto más hablaba el doctor más
comprendía que era el mensaje que transmitía lo que le estaba
minando el ánimo.
262
El doctor Rogers se apresuró en desilusionarla. A pesar de la
edad del espécimen, sin duda superior a los cien años,
conservaba una vitalidad envidiable para cualquier ser humano
joven. Su fuerza no había disminuido. Lo sabían de sobra porque…
—Adelante..
263
—¿Qué es esto? ¿Una rueda de prensa? —Rogers hizo una
breve pausa antes de responder—. Está bien. Es evidente que los
habitantes de Yautja Prime son criaturas salvajes que antaño se
mataban entre sí. Nuestra teoría es que organizan cacerías para
canalizar sus instintos asesinos, además de acumular trofeos que
aumenten su prestigio entre sus congéneres. Y ahora, ¿puedo
continuar, doctora?
—¿Una arena?
264
Pero esta vez no vendrían de turismo. La palabra que empleó el
doctor Rogers fue “batida”.
265
a través de la ventana de visión unilateral que daba a la
habitación cerrada.
266
Después de dos meses de trabajo, a menudo Kat se repetía
que dejaría el trabajo si no hubiese existido una cláusula de
rescisión de su contrato que la hubiese obligado a indemnizar a la
empresa con medio millón de dólares en el caso de cometer
semejante temeridad. Pero no tenía medio millón; lo cierto es que,
de tenerlo, no le hubiese importado perderlo a cambio de sentirse
digna de nuevo.
Les inyectaban dosis de ADN Yautja una vez por semana. Kat
era la encargada de supervisar estas operaciones. Al llegar el día
se activaban los gases sedantes y ocho soldados sacaban a los
diez hombres en camillas, atados con cadenas, uno a uno. En una
ocasión uno de los especímenes despertó nada más llegar a la
sala de experimentación, donde se procedía a aplicar las
inyecciones, además de anotar los cambios de la última semana y
cualquier incidencia que pudiera tener lugar durante el proceso. El
individuo, que ya había empezado a mutar, rompió una de las
267
cadenas. A continuación alcanzó a un soldado incauto que se
hallaba al alcance de su mano. Le atravesó el esternón de un
puñetazo. El corazón y un pulmón quedaron hechos papilla.
Hicieron falta tres sedantes disparados con un fusil para dormir a
aquello que ya poco tenía de hombre.
268
—La verdad es que me preocupa oír eso, cariño —dijo Dan,
mientras soltaba el tenedor para cogerle de la mano.
—¿Más todavía?
269
—Pues en realidad no será un tipo, sino dos. ¿Recuerdas que
te comenté que aún quedaban dos del primer grupo de
voluntarios?
—Ajá.
270
Dan soltó otra carcajada. Justo después la complació con la
velada más aburrida de la historia. Salvo cuando hubo que ir la
cama. En la cama jamás se aburrían.
En otra vida se había llamado Larry Akins, pero eso ahora carecía
de importancia. Lo único que sus atrofiadas cuerdas vocales
podían pronunciar era “Lai…” en un burdo intento de articular su
nombre. A pesar de todo conservaba algo de memoria, una
especie de nebulosa de imágenes que no reconocía como
propias, sino como algo parecido a sueños que le acosaban
durante sus interminables periodos de letargo.
271
compuerta. Cuando el sonido de la bocina cesó, algo salió con
paso lento de aquel agujero rectangular.
272
honorarios. Lo veían todo desde una sala a través de un vidrio de
visión unilateral a nivel del suelo, de modo que cuando aquel
monstruo decapitó al segundo sujeto pudieron verlo levantar los
brazos y la cabeza hacia el techo, al tiempo que gritaba,
victorioso. Aquel grito espantoso la hizo estremecer más que
cuando vio cómo mataba a las criaturas.
273
Torció a la derecha con la intención de alejarse. Ya no se
escuchaban disparos, lo cual le hizo suponer que el Depredador
habría acabado con todos los soldados y al fin tenía vía libre
campar a sus anchas por el edificio.
274
“Que se jodan, ya habrá tiempo de preocuparse por eso más
adelante”, pensó, antes de que un nuevo estallido, esta vez
proveniente de los altavoces que había repartidos por toda la
base, le hiciera dar un respingo.
275
había cercenado el vientre y las tripas le salían como los gusanos
del interior de un tronco podrido que buscaran la luz del sol. Tenía
la bata llena de sangre; el escaso cabello pelirrojo de su cabeza
parecía haberse extendido por todo su cuerpo y en su rostro no
había terror, solo una expresión más patética de lo habitual.
Fue con esa última advertencia con lo que logró que Kat se
estremeciese. Ahora agradecía saber algo tan importante.
276
metros cuadrados, guardaban lo que buscaba. Suspiró al no
toparse con el Depredador. En ese sentido contaba con una gran
ventaja, puesto que ella conocía aquellas instalaciones a la
perfección mientras que el extraterrestre solo había pisado dos o
tres emplazamientos. Esperaba disponer así del tiempo que
necesitaba.
Error.
277
De nuevo ruido a su espalda. No un golpe, sino una serie, uno
detrás de otro. Pasos. Pesados. Cada vez más cerca.
278
—Huye.
279
—¿Kat? Kat… ¿estás despierta?
280
Dan hizo ademán de levantarse pero Kat le sujetó del brazo.
—¿Qué…?
—Me imagino que debe de ser duro enterarse de algo así. Tal
vez necesitarás ayuda psicológica, al fin y al cabo te has perdido
un lustro de tu vida y…
281
—Creo que no has hecho bien los cálculos. Es comprensible,
tu estado no es el mejor. Cuando empezaste tu último trabajo me
dijiste que faltaban cinco años para que los Yautjas vinieran. Es
cierto que han pasado justo cinco años desde que entraste en
coma, pero… pero entonces ya hacía dos meses que trabajabas
en la BMB. ¿Entiendes lo que quiero decir?
282
compararlas con las de la muestra del Grupo B, que en lugar de
moverse parecían correr en estampida.
—Sí.
283
El doctor Boyd dejó escapar un suspiro. Después de aquella
breve escena teatral mal interpretada consiguió mirarla a los ojos.
—Escúpelo…
Otro suspiro.
—Te trasladan.
—¿Cómo dices?
284
—Intentar demostrar que puede tener aplicaciones curativas
para según qué enfermedades lleva tiempo, John.
—A mí tampoco, Kat.
Esa misma noche Kathleen tuvo insomnio por primera vez en sus
treinta y seis años de vida; lo malo es que cuanto más se
empeñaba en enfrentarse a él más se desvelaba.
285
Tendida boca arriba, giró la cabeza en dirección a Dan. Le
dio por preguntarse qué estaría soñando. Sin embargo no tardó en
devolver la mirada al techo. Los pensamientos de la cena le
vinieron a la mente, sin que en realidad estuviera dispuesta a que
sucediera.
286
—A partir de mañana voy a tener más trabajo. Me trasladan a
la BMB.
287
Esta vez fue Kat quien rió con ganas.
288
Miró el reloj que reposaba sobre la mesita de noche.
Marcaba las dos y seis minutos. Aún tardó casi una hora en
dormirse. Cuando lo consiguió, el desasosiego no la había
abandonado, por lo que el viaje por el mundo de los sueños
estuvo plagado de pesadillas.
289
No hubo preguntas al respecto. La orden era clara: si
encontraban a uno con vida debían capturarlo. Y así lo hicieron.
Se aseguraron de que no despertaría en mucho tiempo
inyectándole una dosis de sedante que habría aniquilado a
cualquier ser humano, pero que la constitución poderosa y robusta
de los Depredadores soportó a la perfección. Acto seguido lo
trasladaron a la BMB, donde fue sometido a innumerables estudios.
290
—Todavía no he terminado mi explicación —dijo Rogers con
tono neutral—. ¿Cuál es su nombre?
—Adelante..
—¿Una arena?
291
—No creerá que vamos a dejar libre a semejante bestia solo
para que se divierta. Lo encerramos en una arena, una especie de
circo romano, rodeado por diez hombres armados con espadas,
arcos, cuchillos y escudos. A él le damos una lanza. Llevan
organizándose cacerías los últimos ochenta años, doscientas
cuarenta en total. Como ya sabe, el Yautja sigue vivo.
Naturalmente ofrecemos una recompensa a la altura de las
circunstancias para el posible vencedor: mil millones de dólares.
Pero sabemos que es una apuesta segura. Y, ahora, si me permite,
doctora Laforce, proseguiré mi explicación. Gracias.
292
Había que prepararse. Ahí es cuando entraban en juego los
científicos. La idea era crear especímenes de humanos mejorados
con el ADN del Depredador, con la intención de estar
capacitados ante el ataque inminente. Ya habían hecho pruebas
con unos cuantos sujetos (voluntarios, desde luego), pero eran
imperfectos. De los diez que habían mutado solo dos seguían con
vida.
293
—¿Los ha matado el Depredador? —preguntó con timidez un
hombre que debía rondar la cincuentena.
294
cabello y un aumento de la masa muscular. Desde hacía una
semana, además, había dado comienzo la fase de transformación
de la personalidad, que se volvía más agresiva con el transcurso
de las horas. Los miembros del grupo, que hasta ese momento
habían permanecido juntos, fueron llevados a celdas separadas,
insonorizadas para que los golpes que propinaban a las paredes
no molestasen a los trabajadores.
Les inyectaban dosis de ADN Yautja una vez por semana. Kat
era la encargada de supervisar estas operaciones. Al llegar el día
se activaban los gases sedantes y ocho soldados sacaban a los
diez hombres en camillas, atados con cadenas, uno a uno. En una
ocasión uno de los especímenes despertó nada más llegar a la
sala de experimentación, donde se procedía a aplicar las
inyecciones, además de anotar los cambios de la última semana y
cualquier incidencia que pudiera tener lugar durante el proceso. El
individuo, que ya había empezado a mutar, rompió una de las
cadenas. A continuación alcanzó a un soldado incauto que se
hallaba al alcance de su mano. Le atravesó el esternón de un
puñetazo. El corazón y un pulmón quedaron hechos papilla.
Hicieron falta tres sedantes disparados con un fusil para dormir a
aquello que ya poco tenía de hombre.
295
cosas, de modo que cuando Rogers empezó a preguntarle si le
podía alcanzar la grapadora que estaba sobre la otra mesa del
despacho, Kat dio media vuelta y se marchó, antes de que tuviera
tiempo de concluir la frase.
—¿Más todavía?
296
—Pero… eso es en Nochebuena. No puede hacer algo así en
Nochebuena. —La expresión de Dan era de no dar crédito a lo
que oía.
—Ajá.
297
—Y que lo digas. Pero mi jefe es un sádico, seguro que
seguiría sin estar satisfecho y nos obligaría a seguir investigando
otras posibilidades.
En otra vida se había llamado Larry Akins, pero eso ahora carecía
de importancia. Lo único que sus atrofiadas cuerdas vocales
podían pronunciar era “Lai…” en un burdo intento de articular su
nombre. A pesar de todo conservaba algo de memoria, una
especie de nebulosa de imágenes que no reconocía como
propias, sino como algo parecido a sueños que le acosaban
durante sus interminables periodos de letargo.
298
Cuando ocho soldados entraron en su celda intentó
despedazarlos a puñetazos, pero las cadenas se lo impidieron. Lo
último que vio antes de dormirse fue cómo le apuntaban con un
fusil y apretaban el gatillo.
299
tuvo tiempo de coger la espada del cadáver. No necesitaba el
escudo. De hecho, para hacerlo más interesante, se deshizo de la
lanza arrojándola lejos. Ahora daba la sensación de que estaban
igualados.
300
Sin embargo el espectáculo no había acabado. Del techo de
la sala a la que llamaban “arena” surgieron unos aspersores que lo
llenaron todo de un gas sutil, casi incoloro. A los pocos segundos,
el Yautja cayó inerte. Ocho soldados con máscara antigas
entraron con una camilla, lo ataron a ella y se lo llevaron.
301
cuerpo musculoso. Kat no supo cómo reaccionar. Tal vez si corría
él la perseguiría, pero si se quedaba…
302
más motivos para no ser capaz de digerir su presencia. Así pues se
puso en marcha, dirección al despacho del director de la base.
303
Kat sabía dónde guardaban las armas alienígenas; el director
se las había mostrado a los recién llegados, una forma de presumir
del poderío de la base. Sin embargo, al mismo tiempo que el pavo
real desplegaba su cola, les soltó unas frase que la mayoría prefirió
tomarse a broma.
Fue con esa última advertencia con lo que logró que Kat se
estremeciese. Ahora agradecía saber algo tan importante.
Error.
304
golpe procedente del pasillo. Se obligó a no mirar. Respiró tres
veces. Acto seguido, con las manos algo más firmes, volvió a
teclear. Se fijó en cada tecla, asegurándose de que no se
equivocaba.
305
golpe fue duro. No reprimió un grito de dolor cuando sintió el
crujido de una costilla al impactar en esa zona.
—Huye.
306
No sabía cuánto tiempo le quedaba. Tardó menos de un
minuto en llegar al ascensor; mientras la cabina descendía pensó
que no tenía dónde ir, la voz de los altavoces se lo recordaba sin
cesar. Sin embargo, una vez en la planta baja, quiso alejarse todo
lo posible del punto en que se encontraba el Yautja.
307
Echó un rápido vistazo a su alrededor, así como a su
indumentaria. No cabía duda. Estaba en un hospital.
—¿Qué…?
—Me imagino que debe de ser duro enterarse de algo así. Tal
vez necesitarás ayuda psicológica, al fin y al cabo te has perdido
un lustro de tu vida y…
308
—Que le den a los psicólogos. Hay que avisar al ejército. —De
nuevo intentó incorporarse, pero no tenía fuerzas.
309
eso sigues viva. Nos permitirán seguir con vida a unos pocos, nos
dejarán seguir reproduciéndonos porque de ese modo… de ese
modo…
310
Relatos de cortesía por
parte del autor invitado,
Iván González, y los
miembros de Historias Pulp
311
El Autor
Iván González
https://www.facebook.com/unmicrocuentoporfoto
312
El rito
por Iván González
313
Predator vs. La Cosa
por María Larralde
Prólogo
314
Tj`ul por el simple hecho de estar en el sitio equivocado en el
momento más inadecuado.
Esperamos instrucciones>>.
Ellos lo sabía bien, Y-9876 era un ser único, no era una especie
y no existían variedades.
315
Para los primitivos yautjas había sido un Dios. Pero en la
actualidad, para su raza, que había evolucionado y llegado a un
profundo conocimiento etológico y biológico de las especies por
su incalculable trabajo investigador, el Ser Único, era un ser único,
pero biológico, como el resto. Solo había que cazarlo, como al
resto. Pero también, en base a su ciencia, habían descubierto su
estructura genética primaria y única. No era un dios, ni un
demonio, pero era lo más parecido a esa idea que existía en los
confines del Cosmos conocido. Siglos de estudios lo certificaron.
Y`lhet para los creyentes o Y-9876 para los ateos cientificistas, la
cuestión ahora es que era un ser omnipotente capaz de suplantar
toda la vida que encontrara a su paso y destruirla, haciéndola
desaparecer en la oscura eternidad.
316
planeta azul. Pero aun así estaban obligados a actuar. No ya por
la especie humana, por la que ya no se podía hacer nada, sino
por ellos mismos y por el resto del Universo no infectado.
317
<<Estamos ante una pandemia de escala planetaria. Ya
sabemos por experiencia lo que esto significa. Ese planeta es no
válido para nuestra especie. Sin embargo, debemos retener al
espécimen Y-9876 y evitar que se expanda por el resto del Sistema
Solar y resto del Universo. Y-9876 tomará la forma y los
conocimientos de los más avanzados científicos humanos para
construir una nave con la que viajar por el Universo. Esto es lo que
debemos impedir. El reto es peligroso, podemos infectarnos si no
tenemos cuidado especial. Se seguirá escrupulosamente el
Protocolo para la aniquilación de Y-9876. En caso de no ser posible
tendríamos que destruir el planeta Tierra>>.
PEBT
Uno
Dos
318
buen seguro, en marcha para expandirse desde el planeta Tierra
hacia otros lugares del Universo conocido e infectar de nuevo
otros ecosistemas planetarios.
Tres
Cuatro
Quinto
Sexto
319
Técnica aérea, con las aeronaves UG-10. Evitando, en lo
posible, el contacto con cualquier ser vivo del planeta por el alto
riesgo que supondría como fuente de posible de contaminación.
320
Tierra. Él, en concreto, era el primer yautja que junto al General
había escuchado la primera noticia. Si todo salía bien, volverían
con honores. Si no volvía, su familia sería recompensada. Tj`ul
quería pasar a la historia. Y así fue, pero por motivos muy distintos a
los que él creía en ese momento.
321
Parte I
322
una gran pérdida, incluso se planteaban ir en busca de una
especie similar saliendo de los confines del Universo conocido por
los yautjas. Pero primero necesitaban cercar al parásito. No dejarlo
salir de la Tierra era la prioridad.
323
genética como forma extrema y última de supervivencia. Si esto
ocurre, el Y-9876, se amalgamará, uniendo toda la masa de seres
vivientes de los que disponga y cubrirá grandes extensiones de
tierra, absorbiendo dentro de su masa todo lo que se ponga por
delante. Si esto ocurre, es momento de pasar a la fase dos.
Destrucción total del planeta”.
324
ya que rov-1,2 era un veneno altamente específico para la
genética del parásito.
325
había sido nunca observada por ningún Yautja hasta ahora en
ningún humano terrícola.
326
Los tres cazadores, de gran prestigio, tomaron rumbo hacia el
espécimen desconocido de inmediato. Cargados de redes, y
activando el dispositivo de encubrimiento, el animal humanoide
no podría detectarlos y lo atraparían sin problema. Si no estaba
infectado, cosa que era más que probable, no tendrían ningún
problema. Pero en caso contrario estaban arriesgándose
demasiado. Sus congéneres no dudarían en eliminarlos a todos
intoxicándolos de inmediato desde las naves, ni siquiera les
advertirían. Pero era un riesgo asumible puesto que dejar salir a
Y`lhet del planeta Tierra era poner en riesgo a su propia especie, y
al resto del Universo.
327
dardos, pero no sabían si sería efectivo ya que se desconocía qué
tipo de mecanismos fisiológicos eran los que este ser extraño,
“parecido a un xenomorfo humano”, poseía. Aún así era lo que
tenían planeado y todo estaba saliendo bien desde su punto de
vista. Ahora, acorralado, sin poder verlos, lo dejarían KO en un
santiamén. Pero de repente recibieron la orden de no mover un
dedo. En la nave estaba ocurriendo algo.
328
del lugar. Tj`ul sintió frío al bajar de la nave. Y aunque la Tierra era
un lugar de temperaturas cálidas soportables, su especie estaba
acostumbrada a temperaturas más calientes. Solo los guerreros
eran capaces de sobrellevar temperaturas bajas, húmedas o
cambios bruscos en el ambiente.
329
existían eran pequeñas y raquíticas. Era lo que se puede entender
por un planeta árido, desértico.
330
con él traduciendo, con el programa específico de lenguas
humanas, su propia lengua. Estaba tan emocionado que no pensó
en pedir permiso para dar órdenes.
331
Tj`ul, se disponía a seguir hablando hasta que el terrícola
hiciera algo, o contestara. Se la había jugado. Pero este le
interrumpió bruscamente, saliendo de su escondrijo.
332
andáis fumigando son de una tecnología desconocida para
nosotros.
333
había comenzado a dirigirse con marcha rápida hacia él sin soltar
las armas.
334
El terrícola, con sangre cayendo por su cabeza de las heridas
que comenzaba a hacerle la red metálica que se iba tensando
cada vez más en su cráneo, parecía inmutable. Y, al fin, tras unos
segundos inmerso en sus propios pensamientos dijo:
335
—¿Entonces te llamas Hulk, como el superhéroe? —rió, el
terrícola con ronquidos.
—Si tú lo dices.
336
—Te equivocas, estos guerreros son casi invencibles.
—¿Cómo te llamas?
—Sergey.
338
Parte II
339
resistencia al dolor y a los posibles daños infligidos por los
enemigos. Pero los planes se abandonaron en los años siguientes,
a Ilya, el científico, lo destituyeron de sus cargos de manera
fulminante, cerraron el laboratorio de experimentación de armas
biológicas y el Proyecto se olvidó en un cajón. La URSS dejó de
perseguir el sueño imperialista de la expansión mediante la guerra
inmediatamente después de la II Guerra Mundial. Y, a pesar de
que tenían muchos frentes abiertos, no deseaban ser descubiertos
en un tipo de experimentos que recordaban a los del nazismo. Y,
por otro lado, la diplomacia lo resolvía casi todo ya en aquella
época. ¿Para qué invertir tantos recursos en algo que iba a tener
poca usabilidad?
340
que se dirigiera hacia Tj`ul, . El capitán habló directamente con su
subordinado.
341
rudimentaria. Pero este nuevo ser unificaba lo más eficaz de las
dos criaturas, la humana y la del xenomorfo. El capitán se quedó
absorto mirándolo mientras sus subordinados se quejaban del
ataque y requerían su inmediata aniquilación.
—¡Intentadlo!
343
Todos los yautjas volvieron a intercambiar miradas y gruñidos
de incredulidad.
Sergey sintió el tacto suave y algo cálido del metal del que
estaba compuesto aquel cuenco con ambas manos mientras
succionaba. El olor de la comida era, sin embargo, excelente o
eso le pareció en aquel momento. Y mientras comía, el capitán
344
seguía hablándole y lo invitó a sentarse en un sillón en una
segunda sala, no muy grande, más iluminada que la anterior y con
las paredes repletas de dispositivos incorporados en las
ondulaciones y recovecos. En ella parecía que aquellos
extraterrestres tenían organizadas sus despensas y zonas de
refrigeración de su comida. Se fijó en que, más adelante, había
una especie de mesa también octogonal que salía de una de las
paredes que quedaba a mano derecha y que hacía una especie
de codo con una abertura al final. Por ella los yautjas introducían
alimentos y estos se calentaban casi inmediatamente. El sistema
era parecido a una barra transportadora pero con protección de
cristal por encima, en la parte superior de la barra de bar había un
canal central que se abría para poder acceder a los alimentos
que estaban dispuestos en cuencos y cálidos en el interior. Con
una especie de pajitas grandes sorbían aquellos alimentos que
eran como una pasta gelatinosa.
—¡Ah, sí, sí, muy amable! Gracias “capi” por la comida. Saca,
saca una muestra. Así me entero yo también de qué estoy hecho.
Durante mi vida en el ejército las explicaciones eran vagas y
confusas. Luego hice algunas misiones para los servicios secretos,
pero como no soy muy dado a mantener la disciplina y en cuanto
se me deja solo voy a mi bola, decidieron recluirme en
instalaciones militares. Hasta que mi “padre”, Ilya, mi creador o
como queráis llamarlo, vino a sacarme de allí junto a otros como
yo.
345
—Mmm, sí, a ver, cada uno somos distintos, pero creo que
genéticamente sí, podría decirse que somos iguales. Y hay, que yo
sepa, claro, nueve como yo. El viejo, andaba un poco fuera de sí,
¿sabe? Quería hacer otro engendro diferente con la genética de
La Cosa esa. Pero murió antes. Vino a Chile porque aquí el vacío
legal es mayor que en Rusia y porque la infección comenzó a
extenderse desde la Antártida, pasando por la tierra del fuego
hacia toda la patagonia y de ahí a todo el continente americano.
Y nos trajo con él a todos los prototipos de los experimentos de los
años 50 que seguíamos en diversas instalaciones militares. En
Santiago tenía su cuartel general, pero tuvimos que ir hasta
Iquique. Allí, otro como yo, un tal Orhan Statov, andaba con una
mujer que era también producto de un experimento. Había dado
a luz a un ser mitad humano mitad Cosa. Él era, junto con Alina, el
único que seguía operativo dentro del ejército. Más que nada
porque eran los más humanos, en su apariencia física, ya sabe…
Bueno, pues el Orhan ese mató a Ilya, le metió un tiro en la cabeza
cuando volvió de trasladar a la mujer a Santiago. Y nada. Eso fue
todo. Luego mis colegas, y Orhan, se quedaron por allí, no sé a
qué. Yo bajé corriendo hasta Santiago. Pasaba de andar perdido
por el mundo. Pero claro, esto estaba ya todo ido de madre.
346
Tj`ul estaba a su lado sin abrir la boca. Pero miraba a su
capitán, que estaba entusiasmado con la charla del humanoide, y
se daba cuenta de que era algo importante para su especie lo
que en ese momento estaban haciendo.
347
Parte III
348
salvo las muestras que ellos mismos tenían criogenizadas, no tenían
conocimiento de nuevas infestaciones en otros planetas. Al menos
no en ningún planeta que ellos conocieran o visitaran.
****
349
habíamos vivido en primera persona. No nos referíamos a eso
cuando le preguntamos qué había hecho durante todo este
tiempo. Nos referíamos a qué había hecho desde que salió
corriendo del aeropuerto de Iquique destrozado por McReady-
Cosa.
—¡Ah, ya!
Silencio.
Silencio.
350
—Pues, si no te importa, cuéntanos qué has hecho, hombre…
—le sugerí, tocándole el hombro, de manera un tanto forzada
debido a la estrechez que nos mantenía pegados hombro con
hombro dentro de la cabina.
Silencio.
—Sí. Ya te lo dije.
351
—¿Los yautjas? —le pregunté incrédulo—. ¿Quiénes son esos?
—¿Y dices que subiste a sus naves? —le pregunté, como sin
darle importancia.
352
—Sí, están interesados en todos aquellos seres superiores
capaces de luchar como guerreros eficaces por su vida. Son
cazadores, pero cazadores serios, no os vayáis a creer que son
rústicos o algo así. ¡Su tecnología va más allá de lo que nunca ha
soñado la raza humana, ni nosotros, claro! —cada vez parecía
más normal, al hablar con soltura de todo aquello.
353
—Sí, venga sacarme muestras de todo, incluso de semen.
354
—¿Son restos de Cosa? ¡Sube, Niko, no mola nada, parece
viva…! —Le dije, mientras observaba cómo el blandiblú subía
lentamente por los camales del pantalón verde olivo y se
introducía por debajo del tres cuartos militar.
355
todos los seres vivos fueron fumigados por los alienígenas o, quizá,
usaron otro método. —Dijo Sasha.
356
medio vacías que, por cierto, olía a orina seca y podrida desde
hacía días, e hizo lo mismo.
357
y me sentí horrorizado ante la bestia sin forma y sin mente en que
se había convertido La Cosa McReady. El sol se ocultó despacio
en el horizonte, a las afueras de Copiapó, mientras aquello
engullía poco a poco la ciudad bajo su amorfa anatomía.
****
358
A lo lejos, sobre una montaña de las que rodean la ciudad de
Santiago, un hombre observaba agazapado toda la escena. Era
Orhan Statov, el único superviviente en la Tierra. Había tenido que
dejar atrás a sus tres amigos, los engendros como él, que lo habían
acompañado durante días y días de travesía desde el norte,
desde Iquique. Orhan era el más humano de los engendros; el
hombre que había sobrevivido a la infestación de La Cosa en la
Antártida; el hombre que había luchado contra McReady
convertido en cosa durante su largo periplo desde la base
americana hasta McMurdo, y de ahí al continente americano. De
lo que fue testigo Orhan en aquel momento sus retinas guardarían
un gran recuerdo el resto de sus días. Una colosal masa informe
desplegaba su voluminoso cuerpo, no se veía más que las afueras
de la gran ciudad. Una ciudad realmente considerable pues
había albergado a millones de personas. Una ciudad construida
en una extensión plana rodeada de montañas, con grandes
avenidas recorriéndola como las arterias recorrerían el cuerpo de
un gran coloso, una ciudad que contaba con edificios rascacielos
de colores opalescentes y brillos vidriosos; una ciudad sobre la que
se posaba una gran masa biológica, tan gigantesca que puesta
de pie alcanzaría la estratosfera; ahora, el rumor era permanente,
un temblor continuo se alojó en toda la zona transformándose en
auténtico fragor cuando los edificios caían a su paso,
desmontándose como piezas de lego monumentales, arrolladas
por una fuerza imparable y bestial.
359
su historia. Y no era fácil mantenerlo estable para su traslado en las
naves. De manera imprescindible debía estar refrigerado ya que
solamente antes de su uso se lo podía devolver a su estado
gelatinoso natural. En este estado podía introducirse en los
pequeños tubos capilares en los que lo transportaban dentro de
recipientes herméticos con efecto de vacío, pero estos no podían
estar más de 20 horas continuas a temperatura superior a los 30
grados. De forma que si era así, si por cualquier motivo no se
utilizaba dentro del rango de estabilidad, el ácido perdía toda
efectividad. Y, desde luego, no podían estar suministrando
mayores cantidades. Usarían todo el que les quedaba en su
almacenamiento de las cuatro naves base que orbitaban la Tierra
a la espera de las acciones de los efectivos. Si todo se iba al traste,
los yautjas de la misión no serían, desgraciadamente, rescatados.
No podían permitirse la posibilidad de que alguno de ellos
estuviera infectado por Y-9876 porque incluso sabiendo cómo
eliminarlo, este era cada vez más inteligente y podía darse el caso
de que adoptara tal capacidad de simbiosis y mimetismo que
pasara desapercibido en los controles. Incluso, podía ser más de
un guerrero el que quedara infectado. La misión concluiría en ese
momento como un estrepitoso fracaso. Pero, mientras Orhan
Statov observaba las maniobras de los yautjas, la Cosa cubría
toda la ciudad de Santiago de Chile y lo más increíble es que, a
vista de pájaro, desde las naves de los extraterrestres, podía verse
cómo más masas del mismo ser se arrastraban hacia ella, como si
todas quisieran reunificarse para dar paso a un ser de dimensiones
ciclópeas. Había que parar aquella locura o este planeta jamás
sería apto para la vida.
360
biológicos, ya fueran de especie humana o animal. Era el último
superviviente de una epopeya sin igual, mitad hombre, mitad
alien, su fortaleza y capacidades físicas eran inigualables. Y no
podía ser infectado pues, dentro de su recombinación genética,
incorporaba elementos radioactivos que lo hacían inmune a la
Cosa. Este soldado ignoraba su naturaleza, y ahora se encontraba
con extraterrestres que venían a salvar la Tierra de la aniquilación
total y absoluta. Sin embargo, esta nueva forma de la Cosa, no
era menos dañina que la anterior. Y en ese momento, Orhan, no
sabía qué se proponían aquellos aguerridos seres que se
acercaban por todos los flancos de manera coordinada hacia la
masa informe de Santiago.
361
mobiliario urbano, todo, estaba derruido, en ruinas. Y no se
observaba movimiento alguno. En las zonas más elevadas todavía
quedaban restos de Cosa que parecían querer salir corriendo de
allí. Pero todo fue en vano. El ácido, inexorablemente, una vez
tocaba la materia en la que se aplicaba, iba eliminándola sin
poder oponer ninguna resistencia. Estaba siendo un éxito.
Tj`ul no pudo más que sentir alegría al ver, ante sus ojos, a
través de su casco, cómo toda aquella masa horripilante
desaparecía de su visión de infrarrojos. Pero acto seguido, sin
haber pasado ni unos segundos, una brisa comenzó a elevar las
negras cenizas y a suspenderlas en el aire. Una especie de zozobra
lo puso en guardia cuando se dio cuenta de que, sin saber cómo,
y a pesar de que estaba completamente cubierto por un traje
especialmente diseñado para las pandemias infecciosas, sintió
que algo minúsculo, algo que más bien era como un olor a
quemado, impregnaba sus fosas nasales. Y dio la voz de alerta.
362
Un yautja corría aterrorizado en su misma dirección, huyendo
enloquecido dentro de su escafandra, seguramente todavía tenía
conciencia como ser individual y se sentía aterrorizado. Era
grande, al menos medía dos metros. A pesar de mostrar pánico, su
forma de correr denotaba un cuerpo atlético. Parecía
desaparecer y aparecer por momentos. Orhan pensó en el
increíble tipo de tecnología que eran capaces de utilizar estos
extraterrestres. Debía ser tan sofisticada como para un hombre de
la edad de piedra una televisión. Orhan no varió su rumbo y se
topó con el yautja. Este, fatigado de su larga carrera, llegó hasta
ponerse delante y paró en seco. Ambos se miraron. Orhan se
quedó maravillado ante aquel ser. Lo miraba a los ojos mientras el
otro, sin más se quitó el casco.
363
—¡Estoy infectado! Vamos a eliminar este planeta del sistema
solar. Las consecuencias son impredecibles. Debes huir con los
míos. Les voy a informar. Ve hacia aquella planicie, hacia Colina,
les informaré de que te recojan allí. ¿Dónde está Sergey? ¡Me
queda poco tiempo!, ¡contesta!
364
de los sesos saltó de la presión interna por los aires y el digno
guerrero se arrodilló sobre la tierra sin conciencia ninguna de lo
que le ocurría. Orhan se giró y siguió corriendo con lágrimas de
rabia en los ojos. Sus zancadas cada vez se hacían más y más
amplias. El terreno era farragoso, lleno de pedruscos y matorrales
extraños que comenzaban a parecer negros por la espesa capa
de ceniza de la Cosa que se estaba posando por toda la
superficie terrestre, hasta que dio con la carretera que se dirigía
hacia la población. Lleno de pequeños arbustos, hierbas cargadas
de pinchos y arena desértica, el lugar era cada vez más
impracticable. Las plantas se habían desecado por efecto del
tóxico que los extraterrestres habían esparcido por todo el planeta.
Por todos lados olía a polvo negro, la nube se propagaba poco a
poco pero sin remisión por la atmósfera de forma que nada podía
quedar libre de ella. El polvo en suspensión parecía que estaba
formado por partículas más bien grandes, aunque poco pesadas,
mezcladas con otras más pequeñas e incluso algunas
microscópicas que se respiraban. Todo ese denso humo contenía
micropartículas capaces de pasar los filtros de los cascos de los
yautjas. Las nanopartículas se mecían junto a las otras, visibles para
Orhan, en su inexorable expansión. Parecía que era una nueva
forma adoptada por La Cosa para escabullirse e infectar a los
yautjas. Había logrado vencer de nuevo. Siempre lo hacía de una
u otra forma.
365
una especie de delirio, pero no tenía mucho tiempo para pensar.
Aquel extraterrestre extraño con cabeza de araña le había
hablado en serio. Habían sido infectados e iban a destruir el
planeta. La pequeña cápsula se cerró inmediatamente cuando se
dejó caer en el confortable asiento interior, forrado de algún
material sintético de tacto agradable. El cuadro de mandos no le
era familiar pero pensó que no sería muy diferente al de cualquier
otra nave humana, al fin y al cabo, las leyes de la física no podían
ser muy distintas a la hora de hacer volar una aeronave, fueran
quienes fueran sus inventores. Le parecía que no se movía y, sin
embargo, no se había dado cuenta de que la nave ya tomaba
rumbo hacia la base que lo esperaba más allá de la atmósfera de
la Tierra. Esta pequeña aeronave, comandada seguramente
desde la nave nodriza que esperaba en la estratosfera, era ligera,
de un material altamente resistente. Orhan recordó fugazmente
los cilindros que describiera H.G. Wells en la Guerra de los Mundos,
su libro preferido de ciencia ficción. Pero paulatinamente sintió
que le agobiaba el aire que se respiraba dentro, a pesar de que
podía respirar sin asfixiarse, percibió que la proporción de gases
del interior era algo diferente a la de la Tierra. Sintió un leve mareo
que lo hizo sentir debilitado, respiró profundamente y cuando
reclinó su cabeza un poco hacia un lado, de repente, una voz se
escuchó en el interior de la cápsula. Parecía provenir de todos los
lados a un mismo tiempo, no podía localizar el altavoz por el que
se emitía aquel mensaje de voz. Buscó con la mirada y comenzó a
tocar las paredes y el cuadro de mandos que tenía delante suya.
Pero no lograba captar la dirección de la emisión ni comprender
lo que decía. Como no tenía visión del exterior y no sabía a qué
velocidad se movía decidió estudiar el cuadro de mandos para
ver si podía comunicarse con sus anfitriones, o captores. De líneas
rasas, uniformes y con algunos cuadros en los que ciertos símbolos
desconocidos de color rojo variaban de manera constante, Orhan
no podía comprender qué se mostraba, aunque intuía que debía
tratarse de parámetros de navegación. Se acercó para verlos de
366
cerca, pero justo en ese momento, una voz ronca, que no se
parecía nada a la humana, comenzó esta vez a contar hacia
atrás. De repente la cápsula se abrió. El terrícola asomó la cabeza
solamente cuando la vaina en la que se encontraba se apagó por
completo, como muerta. Asomó la cabeza brevemente y observó
el exterior. A pesar de ir armado no las tenía todas consigo.
Aquellos extraterrestres eran verdaderamente fuertes y hábiles en
la lucha, estando él, además, en verdadera desventaja porque
aquella era su nave. Orhan no sabía las dimensiones de la misión
de los yautjas, no sabía en aquel momento que estos se habían
alejado de su planeta de origen para ir a salvar la Tierra y
tampoco sabía que, aunque por puro interés egoísta, habían
luchado hasta el final.
367
en su conjunto. Se escuchaba un rumor de fondo, un sonido
parecido al runrún que hacen los frigoríficos cuando están en
marcha. De repente la compuerta se abrió, pero no apareció
nadie. Accedió a una sala de color azul. En ella fue gaseado y
unos haces de luz rojiza recorrieron todo su cuerpo. La sala era
pequeña, como para albergar a dos o tres individuos de aquellos.
Parecía una zona de desinfección. El gas que respiró le recordó al
que habían utilizado desde las naves para fumigar el planeta. Olía
parecido, pero ahora estaba más concentrado. Una vez
estuvieron seguros de que el terrícola no estaba infectado, lo
dejaron acceder a otra sala donde depositó todo lo que llevaba
encima, incluída la ropa. Supo que debía desvestirse porque tenía
preparada en una ménsula de la pared un traje tipo cota de
malla, más o menos de sus dimensiones. Era de un color ocre
oscuro y venía preparado para añadirle accesorios que,
seguramente, lo convertían en una armadura en la que se podían
ir acoplando todo tipo de armamento y corazas, como el que
había visto que llevaba el yautja llamado Tj`ul. Todo el proceso
hizo que Orhan se tranquilizara. Si se tomaban todas estas
molestias era porque lo estaban invitando de manera amigable. Él
era militar y sabía de lo que iba aquello. Cuando estuvo vestido,
otra puerta se abrió enfrente de él, accediendo definitivamente al
interior de la nave. Cuatro yautjas lo esperaban de pie. Uno, el
primero, el que estaba más adelantado, era el más grande. Orhan
pensó de inmediato que era el jefe.
Orhan saludó al estilo militar y los siguió sin decir una sola
palabra. Sabía que sobraban en ese momento. Aquellas criaturas
acababan de perder una gran cantidad de operativos en la
368
Tierra. Debían estar realmente cabreados y frustrados. No era
momento de preguntas, era momento de obedecer.
Lo guiaron hasta una sala donde, sobre una mesa central que
emitía una luz blanca, se proyectaba una pantalla. Todos la
miraban, y Orhan hizo lo propio. Su cara recia de nariz rectilínea,
sus ojos azules como el mar enmarcados en unas cejas rubias que
ya encanecían uniéndose por la parte exterior a unas arrugas
marcadas, su piel blanca trasera, de tacto duro, y las líneas de
expresión alrededor de su boca rectilínea y severa, lo delataban
como un auténtico hombre caucásico; su pelo rapado y cano
revelaba su rudeza junto a su edad. El traje, que le quedaba
pegado a la piel, enguantaba en su figura corpulenta de hombre
atlético, y lo hacía parecer un semidios. Si algún humano lo
hubiera visto en aquel momento lo hubiera confundido con un
Dios griego. Pero ningún yautja reparó en eso. Estaban pendientes
de la pantalla en la que la Tierra era el centro de su atención. El
planeta se veía ya algo lejos, como una preciosa bola azul
suspendida en el vacío. El jefe de aquellos extraterrestres señaló
con la mano hacia la pantalla. Orhan miró atentamente, incluso
se acercó un poco para cerciorarse de que no perdía detalle de
lo que iba a suceder. Entonces Kv``Alhu, accionó un botón rojo
que segundos antes se había elevado desde el interior de la mesa.
Estaba colocado sobre la superficie algo más ancha de un mando
único, debajo de una protección transparente que parecía de
cristal. Lo que ocurrió entonces, es difícil de explicar. Los ojos de
Orhan se abrieron junto a los de sus compañeros extraterrestres al
ver cómo la Tierra iba desapareciendo ante su atónita mirada. Un
velo parecía ir cubriéndola de forma progresiva, y hermosas
ondulaciones le hicieron percibir la imagen cada vez más
distorsionada, como si una especie de torbellino estuviera
desintegrándola en partículas hasta hacerla desvanecerse por
completo. En ese momento Kv``Alhu, dijo:
369
—Operación Sacrificio de Y`lhet finalizada. Misión cumplida.
370
Y`lhet
(o La Odisea Del Tuerto)
por Elmer Ruddenskjrik
371
recorría la estructura, suponía que debían estar aterrizando. No
podía existir otro motivo para que los exploradores le despertaran:
habían encontrado algo. Sin plantearse absolutamente nada de
lo que podría tratarse, salió con paso decidido del
compartimento, usando un leve bufido de su garganta para
controlar la apertura automática de la puerta. Necesitaba
encogerse y ponerse ligeramente de lado para poder pasar por
las pequeñas puertas, diseñadas para el paso de los esmirriados
exploradores. Incluso el material de las pasarelas sonaba como si
fuera a hundirse de un momento a otro bajo el peso de su
musculatura, que aumentaba según se acercaban a la superficie
de cualquiera que fuera aquel lugar.
372
palma de su mano izquierda, la miró con atención con su ojo
izquierdo, el único que le quedaba, más blanco que amarillo en el
redondo iris por cuenta de su avanzada edad. La cantimplora
esférica, totalmente negra entre el rojo intenso de sus anchos
dedos, le hizo pensar en el tiempo en que había sentido que tenía
el mundo, su mundo, entre sus garras.
373
el temor que infundía como por sus increíbles capacidades, no vio
venir el alzamiento.
374
Cuando lo que quedaba de su consejo de gobierno se
presentó ante él, le comunicaron que, a todo efecto, se le
consideraba derrotado, y que las cosas se habían acabado para
él. Reconocieron su larga carrera como héroe indiscutible de su
raza, pero criticaron con dureza su decadente comportamiento,
que había durado demasiado tiempo. Habían discutido mucho la
posibilidad o no de ejecutarle, y habían decidido otorgarle una
oportunidad honorable: la de ser parte de una expedición hacia
lo desconocido del espacio. Durante la exploración de nuevos
mundos y nuevas criaturas, quizá encontrara algo nuevo contra lo
que probar su valía.
375
oficialmente, supeditado a las indicaciones de los exploradores,
ignoró las órdenes retransmitidas por el sistema de comunicación
general, que le indicaban que se dirigiera al puente. En lugar de
eso, accedió a la armería, donde se equipó con una gran
muñequera de largas cuchillas curvas retráctiles en el antebrazo
derecho, una brillante espada ancha de doble filo, cuya vaina se
ató al muslo de la pierna izquierda, y con la pistolera, atada al
muslo derecho, de un fusil corto de plasma. Cada objeto estaba
diseñado para mostrar sutiles patrones de radiación ultravioleta,
haciendo que fueran sencillos de visualizar y manipular incluso
bajo tierra o en las profundidades del espacio, donde no llegaran
los rayos de ningún sol.
376
tampoco corrosivo. La gravedad era prácticamente la mitad de
su mundo de origen y, como toda amenaza ambiental, se
producía en aquel momento una fuerte ventisca que proyectaba
pequeños cristales del mineral que conformaba la irregular
superficie rocosa.
377
mundo de origen. Le costaba creer que aquel yermo paraje
pudiera suponer un hábitat adecuado para bestias tan
gigantescas, y su sentido de la lógica le hizo deducir que aquello
era un resto fósil de algo que habría respirado cientos de miles de
vidas antes. Se volvió con un rápido giro de cabeza, agitando sus
larguísimos tentáculos capilares, para ver cómo le alcanzaban sus
congéneres exploradores, equipados con sus propias máscaras y
con toda clase de equipos y armas a la espalda. Verlos
acercársele, tan pequeños, con todos aquellos trastos encima,
vestidos de pies a cabeza con armaduras de protección
ambiental, le pareció ridículo. Gorjeando para sí de buen humor,
dejó que le adelantaran tras rodearle, observando sus ridículos e
inútiles equipos. Uno de ellos, el segundo más bajito, iba delante,
manipulando un pequeño artefacto de análisis, que orientaba
hacia el gigantesco hueso.
378
no servía para poner a prueba su fuerza. Los exploradores, en
cambio, intercambiaban gestos y gruñidos, curiosos y exaltados. El
Tuerto, apesadumbrado, les siguió cuando abrieron la marcha a
pie, muy animados, hacia aquel objeto estrellado.
Hizo chocar los puños uno contra otro tres veces, enardecido
por su imaginación y ansioso por probar la resistencia del cráneo
de un ser consciente de otra especie. Tres de los seis exploradores
se volvieron a mirarle, sin comprender muy bien a qué venía el
inesperado alarde. El Tuerto ronroneó para sí de diversión. Estaba
claro que aquellos alfeñiques no estaban hechos para la pelea, y
379
que sus gónadas se estaban encogiendo tanto como crecía
aquella nave según se acercaban.
380
crecía a partir del metal, o quizá el metal a partir de la osamenta.
Aquello era más difícil de discernir. Deseaba olfatear el aire,
descubrir a qué olía allí dentro. De pocas cosas se fiaba más que
de su olfato, pero no podía respirar en aquella atmósfera.
Resignado, dejó de manosear la pared y se apresuró para
alcanzar al apretado grupo de exploradores, más adelante.
381
Hacía miles de vidas que había muerto, y de estar vivo
tampoco habría sido un rival para nadie: era una criatura sin
capacidad de movilidad, engendrada a partir del mismo asiento
reclinado en el que se encontraba. El aspecto de su cráneo era el
de una criatura patética, malformada, que parecía haber sufrido
una larguísima agonía antes de acabar viendo reventado su
pecho a la altura de las tercera y cuarta costillas derechas.
382
Uno de los investigadores apareció junto a él: de pie, a su
lado, era tan alto como él en cuclillas. Expresó con un elocuente
gesto de su mano que aquello era una quemadura por ácido. A
continuación, llamó a otro compañero y sugirió la posibilidad de
sondear el descubierto abismo antes de descender. El Tuerto,
mientras discutían aquello, observó el contorno del muro de
huesos de debajo, y se deslizó sin pensarlo por la abertura, para
empezar a descender con agilidad y rapidez por el muro. Las
negras uñas de sus garras en las manos y de los desnudos pies le
proporcionaban un agarre seguro, a pesar de lo resbaladizo de la
capa congelada que cubría toda la superficie. Los exploradores,
con sus armaduras integrales, tenían la desventaja de llevar
cubiertas las garras de sus pies por botas, pero dudaba de que
supieran usarlas para moverse como él. Se imaginaba que todos
ellos se habrían pasado la vida encerrados en laboratorios,
tratando de encontrarse las diminutas criadillas con potentes
microscopios, y poco más.
383
organizaban para descender usando cables, el Tuerto pensó en la
falta que hacía una buena desinfección de aquella nave. Mirara
en la dirección que mirara, a pesar de la oscuridad reinante, los
huevos infestaban la bodega, de delante hacia atrás y desde el
invisible límite de babor al inalcanzable de estribor. Empezaba a
sentirse como un vulgar operario de mantenimiento de cloacas, es
decir, estaba empezando a sentirse de muy mal humor.
384
Sus dos compañeros, algo más atrás, no se mostraban
desafiantes, pero empezaron a acercarse, mostrando su apoyo al
retador. El Tuerto ronroneó de orgullo y placer. Reconocía la
valentía de los alfeñiques, y pensó que era realmente irónico que
tuviera que cruzar medio universo para volver a pelear contra los
suyos. Se guardó el fusil de plasma y abrió los brazos mientras se
flexionaba hacia delante para volver a rugir, instándoles a los tres
a atacarle al mismo tiempo: los mataría a golpes, con sus manos
desnudas.
385
Agarró a su congénere por los tentáculos capilares de la
cabeza mientras con la otra mano tiraba de la criatura. El agarre
cedió bajo su imponente fuerza, pero no como esperaba. Al tirar
sin cuidado, la criatura arácnida había arrancado con las uñas de
sus poderosas patas toda la piel del cráneo del explorador. A
pesar de eso, no conseguía quitárselo del todo. Mientras el insecto
zarandeaba las patas, jugueteando con buena parte de la piel
del rostro del agonizante científico, el repugnante tentáculo con el
que invadía su esófago palpitaba, como un cordón umbilical
obsceno. La cola se apretaba más en torno al cuello, hasta el
punto de que la piel escamosa de su congénere crujía, aplastada.
386
fin, una acertó a saltarle directamente a la máscara. Mientras, el
otro ya era izado por sus compañeros.
387
de ayuda, o quizá pretendiendo que no siguiera exterminando a
aquellos animales. Mientras él seguía haciendo explotar huevos,
aquel llegó al fondo de la bodega, y examinó el cuerpo sin
cabeza de su compañero.
388
formas rojizas más tenues que parecían brillar reflejando la
radiación del calor en su piel. Seres de apariencia bípeda que tan
pronto se arrastraban sobre sus cuatro extremidades como
erguidos. Varios de ellos examinaban y se llevaban a rastras los
cadáveres de sus compañeros, pero otros tres subían por la pared
en su persecución. Aquello era justo lo que quería. Parecía que allí
abajo había todo un hábitat de amenazantes bestias. Subían muy
rápido, eran increíbles escaladores. Sus cuerpos parecían tan
frágiles y huesudos como los de los embriones de los huevos, pero
serían muy peligrosos cuerpo a cuerpo si, heridos, exudaban un
ácido parecido.
389
pared de la bodega, hasta despanzurrarse contra el suelo con la
fuerza de su peso y de la velocidad del golpe. Allí abajo, otros
seres se apartaron, sobresaltados, antes de continuar devorando
los restos. Se morían de hambre y comían la primera carroña que
encontraban.
390
prácticamente las mismas en el interior que en el exterior, salvo por
la ventisca.
391
con creciente rabia, abriendo las manos hacia todos los
exploradores, cuando, por primera vez desde más de la mitad de
su vida, se llevó una verdadera sorpresa.
392
Aturdido por el inesperado ataque, cayó de espaldas entre
sus confusos compañeros, mientras la mezcla de carne y huesos
sobre el asiento de la nave se sacudía, herida, rugiendo de un
modo desesperado y furioso, con una voz imposible e
irreconocible, antinatural.
393
haciendo crujir en un remolino de musculosas fauces deformadas
los huesos y las piezas de la armadura de su congénere. El Tuerto y
los tres científicos que quedaban iniciaron disparos de fuego de
plasma contra la cosa, a discreción. Los aullidos de sufrimiento de
la abominación acompañaban la sinfonía de chasquidos de los
impactos. La sala abovedada se inundó de chispas candentes de
las sucesivas descargas de los compactos rifles de plasma. El
monstruo sin forma empezó a consumirse y a replegarse hacia el
fondo de aquel asiento o camilla, y parecía que ya acababan
con él, pero algo más sucedió.
394
plasma en su mano derecha hacia el muro viscoso, levantado
desde el suelo para cerrarles la escapatoria por donde habían
llegado. El explorador echó a correr rápidamente hacia el muro
mientras el Tuerto disparaba tres veces seguidas contra ello. Los
disparos carbonizaron y cristalizaron con estallidos de energía la
superficie semiorgánica, endureciéndola lo suficiente como para
que se rompiera cuando el explorador, con agilidad suficiente,
saltó encogiéndose para cruzarlo como si de un enorme proyectil
se tratara.
395
alrededor, y el suelo que pisaban se desplazaba lentamente hacia
atrás y a su derecha, mientras la criatura replegaba la materia
que correspondía a su sustancia. El movimiento era lento pero se
cernía sobre ellos, se cerraba en el extremo de su imitación del
túnel de huesos, y los arrastraba, dentro de sí, hacia atrás mientras
seguían corriendo. El Tuerto, convencido ya de que no lo lograrían
así, adelantó al más bajito explorador y, poniéndole una pierna
delante para hacerle tropezar, lo cogió al vuelo entre sus grandes
manos, asiéndole de los tentáculos capilares y de la parte baja de
su armadura pectoral, como una pieza de carne para asar al
fuego. Dando una rápida vuelta sobre sí mismo, lo lanzó con todas
sus fuerza hacia delante. El pequeño científico había prorrumpido
en sofocados gruñidos de sorpresa y disconformidad, sin entender
nada de lo que le hacía el Tuerto, y rugió aún más cuando se notó
lanzado. Pasó entre los densos pliegues del pasillo, cuyas texturas
de hueso se torcían en las formas de pesados pétalos, que se
aproximaban unos a otros desde las paredes, el techo y el suelo,
para atraparlos. Rodó por el suelo, de manera tan aparatosa que
se le cayó la empuñadura de su lanza retráctil y la pieza el hombro
derecho de su armadura.
396
sencillo librarse de todo su peso. Cuando consiguió quedar fuera,
el Tuerto se quedó mirando cómo la cosa seguía encogiéndose, o
retirándose. Estaba dando paso a la entrada de la nave por la
que habían llegado, mientras su gigantesca masa se escurría un
lado. ¡Trataba de escabullirse al interior de la nave por uno de los
corredores adyacentes!
397
El Tuerto avanzó dos pasos hacia el diminuto explorador,
amenazándole con las mandíbulas bien abiertas dentro de la
máscara y el puño izquierdo alzado sobre él. Podría aplastarle
contra el suelo sin apenas esfuerzo, pero el pequeño congénere
no se arredraba. Pensó en lo que había dicho, furioso aún, y se
contuvo. Podían continuar vagando por el espacio, hasta dar por
pura casualidad con un mundo habitado por nuevas criaturas, o
podía ayudarle a dar caza a aquella “Cosa”, y regresar a su hogar
de nuevo como un héroe. Conseguir una de aquellas correosas
criaturas de cráneo alargado, viva o muerta, tampoco era algo
que pudieran despreciar.
398
llevaría muerta, habría hecho proliferar organismos como resultado
de su propia putrefacción. Dentro de ella crecía una nueva fauna
que sería impensable en otros planetas.
399
abrió ambas manos y negó con la cabeza. Hizo cambiar el modo
de visión de su máscara y le indicó al Tuerto que le siguiera.
Parecía que podía seguir los rastros de la cosa devoradora con
algún otro modo de visión. Había pasado por allí en su búsqueda
de un lugar seguro, o de un alimento que no le ofreciera tanta
resistencia. Por instinto, ambos miraron al agujero abierto en el
suelo de la plataforma, antes de seguir el rastro. Aún
relampagueaban las llamas en las que ardían los capullos, pero no
se oía a las criaturas. Debían haber aprendido a no aventurarse
por aquel nivel para evitar ser engullidos por la cosa de naturaleza
protoplásmica.
Cada vez hacía más frío allí abajo. Las piezas de armadura
que el explorador vestía le proporcionaban climatización artificial,
400
favoreciendo para su cuerpo la temperatura idónea; el Tuerto, en
cambio, notaba sus viejos músculos entumecidos. Bajo la tenue
radiación de calor del casco, se percató de que había largas
secciones de huesos de la pared roídos hasta la médula. Algunas
criaturas de la nave, en su desesperación, habían tratado de
comerse su inerte hábitat. Tocó los huesos heridos. Estaban secos
por dentro, aunque bien conservados.
401
se encontraba opacado por completo, hasta más allá de la mitad
de la altura de las pilas, por una sombra irregular. Comprendió
enseguida: era la cosa que perseguían.
402
una capa azulada y homogénea. Con su solo ojo, al Tuerto le
costaba distinguir correctamente la profundidad del espacio, pero
se acostumbraría. Miró a su izquierda, donde la silueta del
explorador se recortaba contra el frío y azulado entorno como una
sombra tan opaca como la de la cosa, pero definida por una
nueva serie de tonalidades totalmente nuevas para él, marcando
en distintos colores las temperaturas. Empezaba a entender el
sistema de visión: era una forma contrastada de termografía, más
eficiente que su visión natural, pues le permitía ver los espacios fríos
en un homogéneo azul que, al menos, era una referencia espacial
en la completa oscuridad y ausencia de calor.
403
El Tuerto manoseó con suavidad el pesado gatillo de su fusil
de plasma. Dentro de la máscara se le escurrían algunas babas de
anticipación ante la carnicería que deseaba desatar sobre
aquella criatura aberrante que se había tragado a tres de los
suyos. Hacía demasiado que no se enfrentaba a un ser que
mereciera realmente la muerte, por insidioso, terrible y voraz.
Aquella criatura había crecido dentro de la nave muerta como
una enfermedad, una con un cierto intelecto, dedicado por
completo a la mentira y al asesinato más espantoso. En el pecho
del Tuerto crecía una sensación de orgullo como hacía media
vida que no reconocía, la sensación de que sus acciones
trascendían su propio beneficio, su propio mérito, su sed eterna de
pelea, de sangre ajena recorriendo la dura piel sobre sus músculos.
Lucharía contra aquella cosa por que aquella cosa merecía
realmente morir. Era un auténtico demonio, como había dicho el
científico.
404
El Tuerto se volvió a mirar tras de sí, apuntando con el rifle de
plasma, pero no distinguía nada entre la masa azul de la visión.
Sintió una presión terrible en torno a su brazo derecho. El arma se
hizo añicos entre sus fuertes dedos, soltando chispas, mientras una
densa y pesada costra se arrastraba hacia el codo. La sensación
de succión era espantosa. El Tuerto la habría descrito como el
intento de algo por desollarlo y arrancarle la carne de los huesos.
Alzó la espada corta y, sin ver bien lo que hacía, la lanzó justo
delante de donde creía que terminaba su brazo atrapado.
405
su brazo antes del codo, pero ya no tenía, estaban fundidas por el
ácido de los seres arácnidos.
406
manera muy rápida, nuevas propiedades. El Tuerto insistió en que
debían matarlo. En ese momento, el monstruo lanzó por los aires
una serie de vísceras, que se esparcieron por todas partes, incluso
sobre ellos dos. Eran trozos cristalizados de su carne: la quemada
por el plasma. Realmente le hacía daño, pero de manera muy
localizada. Unas largas patas, fibrosas, delgadas, empezaron a
desplegarse alrededor de la masa, mientras los alaridos de sus
congéneres imitados y los propios del ser se confundían.
407
El Tuerto quedó impresionado: de alguna manera dio por
sentado que la parte cercenada acabaría muriendo. En su lugar,
se abría y revolvía, dejando ver los restos medio consumidos de su
brazo. Todo ello parecía fundido de una manera repugnante a su
antigua carne, una impresión que apenas atenuaba el filtro
térmico de la visión de la máscara ambiental. De pronto, el tuerto
enfundó su espada y le arrancó de la mano el arma de plasma al
explorador. Disparó varias veces contra la repugnante mezcla de
su propio ser y de la cosa.
408
empezó a moverse de inmediato, como si realmente no le
importara nada más que la caza de aquel extraño espécimen,
caminando con rapidez, el fusil de plasma en alto.
409
grande, que lanzaba alaridos terribles, y bufidos, como se estuviera
revolviendo en una larga pelea desigual.
410
brillante de un descomunal ser que no dejaba de gritar, como
espantado y dolorido, abriendo sus dos juegos de mandíbulas, una
detrás de la otra, en largos bufidos y rugidos. La costra de la
columna sujetaba a aquel ser por todas partes, especialmente
desde detrás de la ancha corona natural de su alargada cabeza.
Parecía tener a la criatura a medio devorar, pero sin hacer nada
más. A los lados, como una especie de productos o residuos, no
había manera de discernirlo, se distinguían las formas de más
criaturas y de capullos, como si fueran generados o nacidos, muy
lentamente, a partir de la masa pegada a la columna.
411
salían del interior, húmedas y ansiosas, alocadas, ciegas, sin
sentido ni objetivo.
412
desenrollada, mientras finos tentáculos, parecidos a raíces
grumosas, se esparcían por el suelo, hacia ellos.
413
burbujas, inflamaciones a su alrededor, pero la masa de carne era
incapaz de asimilar y curar aquel tipo de quemaduras.
414
La criatura se volvió hacia ellos dos, distinguiéndolos como los
responsables de arrancarle la mitad de su cabeza. A pesar de
estar combatiendo en la absoluta oscuridad, todas aquellas
criaturas podían ver de una forma, incluso, más clara que ellos con
sus sistemas de termografía. Su propio ácido, que corría sobre su
piel de plástico sin producirle daño alguno terminó, por liberarla
completamente, haciendo que los tentáculos, nudos de carne y
los huesos prensiles que la sujetaban al ser vivo de la espina dorsal
se quemaran a su alrededor. A pesar de faltarle el extremo de la
pierna derecha, la criatura se abalanzó en dirección al Tuerto y el
explorador, empujándose con la pierna que le quedaba y
arrastrándose sobre los largos y fuertes brazos, de fibrosas garras
de seis dedos.
415
de vueltas, tratando de calcular la trayectoria de su lanzamiento,
y se irguió, haciendo servir su espalda como catapulta para lanzar
la cabeza del alienígena hacia la cosa que aún se debatía, medio
calcinada, en la entrada aquella sala llena de espantos.
416
de su raza alcanzaran aquel mundo, aquel lugar, y descubrieran
por sí mismos sus maravillosos horrores.
417
corta, más parecida a un machete en su gran mano, pero tan
larga como medio cuerpo para la mayoría de sus congéneres.
418
medio del pequeño pasillo, ocupándolo casi por completo. La
cabeza del explorador, aparentando aún ser él mismo, le miraba
retorcida hacia un lado, prácticamente del revés, mientras la cosa
se zarandeaba con tentáculos a su alrededor.
419
alienígenas y creando vísceras repugnantes y musculosas, la masa
devoradora fue empujándose, agarrada a él, hasta llevarle a las
cápsulas de evacuación. Para cuando el Tuerto se dio cuenta de
sus intenciones, ya era tarde. Trató de acelerar su apuñalamiento y
corte de la cosa, pero tenía poco espacio; sin gravedad no
gozaba de movilidad, y la cosa le inmovilizaba allí por donde
podía realmente tocarlo: por ambas piernas y buena parte del
torso. Con hábiles movimientos, la cosa, agarrada por entero al
contorno del pasillo, manipuló los controles que abrían y
programaban el lanzamiento de la cápsula, y empujó dentro al
Tuerto antes de cerrarla. Tenía los conocimientos del explorador, y
sabía lo que se hacía.
Continuará en:
421