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Dirección postal:
Sr. Paolo Astorga
Av. Malecón Checa 557 – san Juan de
Lurigancho, Lima 036, Lima-Perú
Lima, Perú
2009
Índice
Página
Editorial.................................................
.......5
Poesía....................................................
.......7
Carmen Elena Pérez de 8
Venezuela.......................................... 11
Juan David 15
Ochoa.................................................................... 18
A. Morales 23
Cruz....................................................................... 28
Ulises 32
Varsovia................................................................... 40
..... 43
Mariana 48
Bernárdez................................................................ 57
.. 61
Roselin
Alva.........................................................................
....
Laura Alejandra Rosales
Alvarado..........................................
Marlene
Pasini......................................................................
...
Teresa Esparza
Oteo................................................................
Ana del Rosario Montrosis
Guaje............................................
Rudy Alfonzo Gomez
Rivas......................................................
Lucía Cánobra
Pompei.............................................................
Narrativa................................................
.....65
Ángel Vicente 66
Cano............................................................... 68
Ricardo 79
Crítica
Literaria..........................................102
EL MITO DE LAS MOIRAS EN “EL OTRO, EL MISMO”,
de JORGE LUIS BORGES
Por: María Alejandra Crespín 103
Argañaraz...............................
Teresa de la Parra, pobre animal de tierra caliente 110
Por: Yurimia
Boscán..............................................................
Claves históricas y sociológicas en “La carta 124
robada” de Edgar Allan Poe
Por: Augusto
Gayuba............................................................
Artículos................................................
.....128
Kamastro de Matuta
Por: Alexis 129
Cuzme.................................................................
¿Cómo se emancipa a un artista? 131
Por: Adriana Paulina Fabián
Méndez....................................
Literatura chilena y cambio social un caso de 134
desarrollo frustrado
Por: Omar 138
Cid........................................................................
DEL OBSERVAR
Entrevistas.............................................
....141
Entrevista a Raúl 142
Harper...................................................... 145
Entrevista a José Jiménez
Cruz............................................
Reseñas.................................................
.....147
El amor en el columpio de su vaivén
de Marcelino Menéndez 148
Gonzáles........................................
Collage de viaje 151
de John Martínez
González................................................... 155
Lavandera de la noche
de Clara 158
Vasco....................................................................
..
Flamenco es un sueño
de Carlos
Almonte................................................................
Enviar
Textos..............................................161
Cada día nos convencemos más del poder que tiene la Internet dentro de la
cultura mundial, en primer lugar como un medio de comunicación inmediata y de
acceso universal, por otro lado la observamos como una “herramienta” o “soporte” para
la adquisición de conocimientos dentro de un sentido científico que aporte a la
investigación una fiabilidad que sea complementaria de alguna manera con los demás
soportes clásicos como el libro físico.
Por un lado observamos que los cambios informáticos se suceden a cada
momento, dado que la Internet es una red dinámica y compleja desde el punto de vista
de la obtención de la información de manera inmediata (por ejemplo, alguna noticia,
hecho histórico actual, etc.), mas la adquisición de información especializada para la
investigación casi siempre se ve supeditada y hasta amenazada por esta especie de
“incertidumbre” dentro de la red.
Si uno desea hacer un estudio de algún autor, o de algún tema científico, o
simplemente colgar su blog o página en la red, su acción estará supeditada a ciertos
términos que la red impone. En primer lugar a esa “incertidumbre” de si el texto
(entiéndase también texto como cualquier archivo subido a la red ya sea página web o
parecido) será perpetuo o no en la red.
Obviamente la Internet tiende a ser más que nada la conjunción de una serie de
compañías que se pelean a los usuarios para que ellos elijan sus productos o servicios,
para que los necesiten, los utilicen, para que se hagan indispensables y por ende
trascendentales para su modo de vida intelectual y hasta para aquellos que nada tienen
que ver con eso (véase la web del harto conocido Hi-5).
Por ejemplo, tenemos el buscador Google ¿Qué pasaría si otra compañía la
comprase y decidiera por así decirlo, cerrar el sistema de blog más grande de la historia,
el Blogger? Se perdería miles de millones de datos que de una u otra manera hacen que
Paolo Astorga
Editor de la Revista Literaria Remolinos
COTIDIANIDAD
Recuerdos
soledades miradas
sin ojos
reflejos dormidos estás aquí
te presiento te huelo te
confundo oigo tu memoria
marchita distante
¡La muerte no solo arrebata
despierta dolores y esperanza!
El mismo mundo
monótono, aburrido.
los mismos ricos,
los mismos pobres,
la misma miseria
¿Dónde está el encanto de la vida?
Tanto poder, tanto dinero
frente a la necesidad,
el hambre y la tristeza.
Capitalismo monstruoso,
aberrantes guerras,
muertes, llantos
que desembocan
en el desierto
y en la aridez de
los sentimientos.
Carmen Elena Pérez de Venezuela. Soy Docente de Castellano y Literatura, con maestría en
literatura latinoamericana. Actualmente curso el doctorado en educación. Escribo algo parecido
a la poesía desde los 16 años, sin embargo me animé a publicar mis escritos en el 2007 en la
Revista Digital Letralia. Gané mi primer concurso de poesía en Enero de 2008
Cavilación de un asesino
Preguntas en espera
Ω
A. Morales Cruz. Panamá, 1952. Escribe cuento y poesía. Tiene publicado los poemarios:
Esta primera vez bastó la sal (Imprenta Universitaria, 1978) El círculo, la grieta (Fundación
Signos, 1999). Colección de cuentos: Lejanos parientes indecentes (Cuadernos Marginales,
2007) Aparece en Antología de poesía joven de Panamá. Colabora en páginas electrónicas.
Blog: www.poematon.blogspot.com
Bruma materna
(Inédito)
Imágenes de mi cuaderno,
letras que escribí llorando
para arrancarnos del polvo,
para volver a vivir.
Temblorosas de orfandad
van por el aire
las hojas secas,
trémulas de no llegar
allí donde nadie
ni nadie en la tierra.
¿Adónde volarán,
adónde que tarde
en la arboleda,
y quién os recibirá,
quién, si ya sin sangre
vuestras venas?
Ω
Ulises Varsovia. Nací el 2 de julio de 1949 en Valparaíso, cuyo mar y sus tempestades
marcaron definitivamente mi persona y mi poesía. Estudié varias asignaturas humanísticas, y
trabajé en tres universidades, tanto en historia como en historia del arte, al mismo tiempo que
escribía poesía. En 1985 salí a doctorarme a Alemania, y como mi mujer es suiza, pude
trabajar y quedar-me en San Gall, ciudad en cuya universidad hago un par de lecciones. He
publicado 28 títulos de poesía, cinco de ellos en Chile, y tres dedicados a Valparaíso, el último:
Hermanía: La Hermandad de la Orilla, en Apostrophes de Santiago (www.apos.cl). El libro
más antiguo que he publicado es Jinetes Nocturnos, de 1974, pero tengo otros inéditos más
antiguos. En 1972 publiqué un cuadernillo, Sueños de Amor, que circuló sólo entre amigos. Me
han publicado más de 70 revistas de literatura de todo el mundo, en varios idiomas, y repetidas
veces, y estoy en numerosas páginas web. En agosto del pasado año salió a la luz en Sevilla,
España, mi libro de poemas Anunciación. Ángeles y Espadas, publicado por la Asociación
Cultural Myr-tos. Esta misma entidad acaba de publicar mi Antología Esencial y Otros Poe-
mas (1974-2005), que incluye dos poemas de cada poemario publicado, es decir, 52 poemas
"esenciales", y tres poemas de 12 libros inéditos, lo que hace un total de 88 poemas. Lo último
mío aparecido es Vientos de Letras, también antológi-co, en colaboración con el poeta andaluz
Alexis R., editado por Myrtos. De los 28 poemarios publicados, sobresalen Jinetes Nocturnos,
de 1974/75, Tus náufragos, Chile, de 1993, Capitanía del Viento, de 1994, El Transe-
únte de Barcelona, de 1997, Madre Oceánica, Valparaíso, de 1999, Mega-lítica, de 2000,
Ebriedad, de 2003, y la Antología Esencial. http://ulisesvarsovia.tripod.com
www.ulisesvarsovia.ch
Liturgia de águilas
Está herida
No la habremos de sanar
aunque se nos desborde el aliento
y nuevos niños amanezcan
Nosotros
y estas cuatro paredes
frente a frente
no la hemos de salvar.
Extraño la casa
sus paredes y la azucena
la nochebuena y el puente
el colibrí y el olor a mesa
pero perdí la única moneda
y no pude llamarte
Tantas voces
Qué dicen las voces:
La cantante no está calva
Dime
¿Cuándo viviste?
Son diez círculos
y del triángulo se desdibuja la espiral
¿Cuándo moriste?
Antes del rocío
en el camino
al terminar la película
¿Cuándo?
No digas ya
mejor aguárdate
porque el día que canten las montañas
ni el túnel del metro será escondrijo de la desventura
Ω
Mariana Bernárdez, poeta y ensayista, realizó estudios de posgrado en Letras Modernas y en
Filosofía por la Universidad Iberoamericana. Sus libros más recientes son: María Zambrano:
acercamiento a una poética de la aurora, México: Universidad Iberoamericana, 2004. La
espesura del silencio. México: Instituto Mexiquense de Cultura, 2005. Bailando en el pretil,
México: Universidad Iberoamericana, 2007. Todo está en la línea: conversaciones con Raúl
Renán y 15 poemas inéditos. México: Universidad Autónoma del Estado de México, 2008.
ADRIA BELA
Montaña de azúcar
En una café muy negro
Un cóctel de frutas para la mujer del viajero
Vagas palabras, un camino sin futuro
Un ángel duerme en su vientre
Se ha perdido algunas veces
El esta preocupado, quiere hacerlo visible
Veinte años de distancia
El río vuelve a su cauce
Dos vidas aparte, es el azar
Una es esposa, una es amiga
Ese niño ha llegado
Ellos se alegraran
Mientras que las ilusiones de ella
Se derriten,
Como en cincuenta años el Huascarán
Su concentración,
Una vil situación,
La invade sin que lo pida,
No es en la que depositas todo interés
Es la que te entrega imágenes y recuerdos
No los requiere, no lo soporta
Olvídalo, tu mente ya esta ahí
Un sonido a la vez,
No hay evidencia del cigarro
¿Era lo que querías y esperabas?
No existe la perfección en tus palabras
Hacia donde caminas,
Cubriendo tus cabellos dorados
Están un pantalón blanco y algodón cubriéndote
Estoy caminando en sueños dentro de un laberinto dorado
El viento ondulado,
Espera tengo que cambiar este color
Y se inmoviliza el pintor
Ha dibujado en su mente mi cintura,
Esperó por mí, ¿le ha pasado algo al pintor?
Dio vueltas alrededor de mí
Quiero saber tus secretos, Mezclarlos y pintar tus labios,
Ha susurrado
Se balancean al cielo mis pendientes
Sus ojos hacia abajo
Mi ropa, mi cintura
Jamás encendida como sus mejillas
Ω
Roselin Alva. Nací en Lima – Perú el 6 de agosto de 1989. Soy
Estudiante de Administración de Negocios Internacionales en la
universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Nota:
***
Es verano.
Oscurecido. Oculto.
t u r o s t r o
Ahora come,
Bebe y engorda.
Duerme llorona
Apacigua la estrella
Cansada del follaje de tus párpados.
Víbora que levanta el puñal de fuego
Para morder el anzuelo de tu corazón;
Triste corazón que hoy sirve de alimento para los caracolitos
Que no comprenden pinturas de Dalí
Y que más bien las ignoran
Cuando estás se pintan en tus ojos
Mientras lloras, Llorona;
Bañista de Cezanne
Aborto de Alejandría
Al borde de la ventana
Te pido que mames de mí
Tu miedo a las alturas,
Tus ganas de ser lirio
Astronauta o alpinista.
Duerme llorona
Que los pájaros son figuras geométricas hechas de papel rayado
Que dibujan un camino desde tus senos hasta Andrómeda.
Y te quiero Llorona;
Te quiero y te odio así
Bajo la lluvia
En la ventana,
Con los pájaros
Y la luz roja de la avenida,
Vienes a mí y yo voy hacia ti,
Acariciándote frente al muladar
Frente al espejo.
Resiste Llorona
Un almanaque más al menos
Sonríe
Ponte las gafas
Abandona tu casa
Entierra caracolitos.
…
..
.
(nadie deberá conocer nuestro secreto)
He temido a la vida
Sobre los claveles negros de mi infancia.
He perdido el rostro en un patio lleno de espejos.
Laura Alejandra Rosales Alvarado. 19 años. Estudiante universitaria (tiene prohibido revelar
la especialidad). Adicta al Lucky Strike, las habitas tostadas y el tres leches. Sueña con una
bicicleta. Toca saxofón alto, guitarra, bajo, algo de batería, flauta dulce y hoy en día incursiona
en la melódica. Su beatle favorito es George Harrison. No baila. Colecciona boletos de micro y
hojas de papel higiénico de diferentes colores y grabados. El amor por las letras lo tiene desde
los 14 años. Ha publicado en las revistas literarias Tráfico y Heridita. Su bitácora:
www.soyunsauce.blogspot.com
Mutismo
Para Alfonsina Storni
In memoriam
La boca silenciada
mutila palabras que agonizan
en la punta de la lengua.
Látigo de relámpagos:
el oculto dolor.
Ondulación perdida
en la mirada,
inscripciones de lo invisible
caen al fondo del sueño.
Insignias de otro tiempo.
Cuarzos de luz
cruzan un esplendor de nubes,
reverberan en las aguas mudas.
El profundo cielo
es un canto impasible de cuervos.
Mutaciones
Se hunden relojes.
Ω
Marlene Pasini. Nació en Toluca, Estado de México
(1970), actualmente radica en el Distrito Federal; es
Comunicóloga y Poeta, cursó los Diplomados de Dirección
de recursos humanos y Relaciones laborales en el ITAM.
Tiene publicado el libro “Cristal del tiempo” (2002), y los
siguientes poemarios “El silencio es otra noche” (2003),
“Recintos bajo el sol” (2004) perteneciente a la
Colección de poemas de Cuadernos Mexiquenses. Ha sido
incluida en las antologías: “Desde el fondo de la gruta”
de la Universidad Autónoma del Estado de México y
“Cuando las olas se hicieron palabras” (Poetas del nuevo siglo mexiquense). En el año
2002 fue entrevistada por el periódico Excelsior de México para la sección cultural. Poemas
suyos han aparecido en las revistas: “Magisterio” de la Dirección Gral. de Educ. Normal y
Desarrollo en México, “Casa del Tiempo” de la Universidad Autónoma Metropolitana,
“Molino de Letras”, “El búho”, Revista Norte/Sur, en “Letralia” revista de escritores
hispanoamericanos en internet, “Remolinos” y arte poetica.com. En el año 2008 fue
difundida su obra en el programa radiofónico “arinfo” de Argentina. Ha participado en
encuentros nacionales e hispanoamericanos de poesía. Recientemente obtuvo mención
honorífica por el Primer Concurso Nacional de poesía “Francisco Javier Estrada”, 2007.
s/t
CONTRAPUESTO II
Ω
Ana del Rosario Montrosis Guaje (1969), poeta y escritora. Parte
de sus textos se encuentran en las revistas Ancla, Labios menores,
Aurorea Boreal, La mancha, El puñal. Ha publicado el poemario
TACONES BAJO LA LUNA, Editorial puerto alegre 2007. Ha sido
criticada en la revista punto final y en el Diario Austral. Ha sido
reseñada en el periódico Dato Sur en el cuál es a su vez columnista
semanal de la sección cultural y literaria. Parte de su investigación a
cerca del Festival Nacional del folklore de San Bernardo fue escrita
en la Guia Patrimonial, 2008.( p 83-91). Actualmente forma parte de
la organización de los encuentros poéticos Poquita fé, Chileposía y
Descentralización en San Bernardo. Presidenta del centro cultural
Otro/Sur y directora de la Revista literaria Pluma Negra. Dirige el taller” Boris Calderón” en la
comuna de San Bernardo.
Porque será
Que este cuarto esta inundado
De perversa melomanía Juvenil y
De ataúdes que guardan
La lloradera existencial bajo la cama.
Exceso de Dios
Sobraba.
Yo no desmerezco tu ausencia
pero también
no correspondo a tu silencio
me gritas y te tropiezas con el sillón
donde recién ayer me hiciste el amor
tu clamor por el caos es un martillo
que ya extirpó mi paciencia, sin embargo,
no pienso reventarte la boca a cachetadas;
como Kalimán soy fuerte pero todo un caballero
te seguiré la corriente
porque
las diferencias los caprichos y tus celos
al fin
no son nada comparado con lo que me haces
por las noches por el día en el suelo en la cama
en donde se te ocurre y cuando se te antoja
en esos breves instantes cuando se te olvida
que no soy tuyo.
Ω
Eder Hernán Sarao (Villahermosa, Tabasco). Nacido cien años
después de la muerte de Marx, nacido el día en que inicio el pleito
terrenal mexicano, nacido en la hora en que cualquier empleado
estuviese roncando la de ay ay ay ay canta y no llores…en el sur,
un Estado convertido en salsa y yo convertido en un ser que
escribe para no sentirse extraño. Actualmente estudio el último año
de la carrera en Sociología; y para ser exacto me espera un futuro
i ncierto.
Sé que…
Ω
Rudy Alfonzo Gomez Rivas. (Aguacatán, Huehuetenango,
Guatemala 1977) Es Técnico en Gerencia para el Desarrollo Rural y
Docente. Su poesía aparece publicada en: La Revista D de Prensa
Libre, Diario La Hora, Revista Entremundos, Revista Cultural La
Ermita, Guatemala. Revista Remolinos, Lima, Perú. Revista Voces,
Madrid, España. Colección “Gaviotas de Azogue”, Madrid y México
D.F. Revista Literaria Azul@rte, Canadá. Revista La Urraka,
Cartagena de Indias, Colombia. Revista el Ateje, Revista Literaria
Baquina, Miami Florida, Estados Unidos. Revista Alas del Sur,
Magdalena, Argentina. En la Antología II “Continuidad de las voces”,
Editorial de los Cuatro Vientos, Buenos Aires Argentina, 2007. Seleccionado mediante concurso
para aparecer en la Antología No. 27 de La Revista Literaria de Creación Bilingüe Arcoiris, con
traducción al Francés, Editorial Arcoiris, Francia, 2008. Seleccionado mediante concurso para
formar parte del Libro Antológico “La Mujer Rota”, Editorial Literalia, Guadalajara, Jalisco,
México, 2008. En el Libro Colectivo “Verbo Cirio X”, Editorial Literalia, Guadalajara, Jalisco,
México, 2008. Seleccionado a través del I Concurso Internacional de Poesía, para formar parte
en la I Antología Poética la Voz de la Palabra Escrita, Servicios Editoriales S.E.O.L. Bilbao,
España, 2008. En la Antología Mundial de Poesía –digital- editada desde el Salvador por el
poeta André Cruchaga, dicha antología es Patrimonio Cultural de la UNESCO. Escribió el
Prólogo Para el Poemario Mi Miedo Solo Mío de la Poeta cubana-costarricense Yamilka Noa
Justiz, denominado “Mausoleo y Mi Miedo Solo Mío”. Finalista en el V Concurso Internacional
Hespérides de Cuento y Poesía, La Plata, Argentina, 2007. Finalista en el XVI Certamen
Internacional de Poesía y Narrativa, Buenos Aires, Argentina, 2007. Finalista de Poesía
Hiperbreve, Concurso Internacional de Microficción “Garzón Céspedes”, Madrid, España, 2007.
Finalista en el Concurso Internacional de Mixrotextos “Garzón Céspedes” 2008, Cuento de
Nunca Acabar, Madrid, España. Finalista de Monólogo Teatral Hiperbreve Concurso
Internacional de Microficción “Garzón Céspedes” 2008. Premio Especial de Monólogo Teatral
Hiperbreve Concurso Internacional de Microficción “Garzón Céspedes” 2008 (ambos en Madrid,
España). Primera Mención de Honor en el Certamen Internacional de Poesía “Premio María
Eugenia Vaz Ferreira”, Uruguay 2008. Editor de la Revista Literaria “Voces Convergentes”
(alcance internacional) y del Suplemento Literario Infantil “Río de Letras”. Tiene inédito varios
poemarios y un libro de narrativa breve.
El co nci er to d e la cr isis
o el di scip ula zgo se re vier te
…ojo de luz
en el centro de un mundo terrible y alegre.
Georges Bataille
Montserrat desde lo alto busca el fuego. Todo ha de regresar alguna vez, pienso entre
paréntesis. Esconde en precipicios una llave enmohecida, impreciso ungüento de una
era trágica. Llamas, dioses incendiándose, malogrando el cuerpo de otros, latigándose
en placer prohibido. Como el sabio antiguo, ciego cándido, entregado a muslo incrédulo
de las cenizas. La mirada embrutecida, mientras ríos de estribor, conducen la canícula
viviente: Habré de ver el flujo de mis piernas, fruto brujo de pasión sublime. Entrega
lega de heredades malolientes, de entremezclas despreciables. La humedad deviene
mácula. De la mácula, erosión. La erosión transforma en duda, y ésta en pánico y
violencia. El fuego avanza, material incandescente. Arrúllame en tus manos,
ambicióname sin vicios ni pecados. Soy mortal, molígera, cantábrica; que amo lo que se
me entrega, y me entrego al ser amado, sin desdichas ni mezquinos límites o atisbos.
Con las manos en la espada, estremezco el canto de las piedras y animales que revierten
lo salvaje de sus sombras y sus babas. Con mis lágrimas de muerte, gobierno el frente
de una guerra en el pasado. La sangre, los caídos, las cruces en las manos llenas de
reseca sangre. Mis manos me conducen, guiadas por un ser que está muy cerca. El
umbral permite una abertura; atisbo tiernamente al otro lado.
Ya no voy sino que vuelvo, hacia el centro de la mínima existencia: Dios, los hombres y
la fe de los que mienten.
Ermitaño, tiempo cruz. Rezo eterno, caminatas sobre el fuego, gritos sin origen, la
tormenta empieza. Logro recordar escenas truncas, fragmentadas por la huida, el viento
o el horror. De mi mano, a veces, arremeten los demonios, la vida triste, el final rojo,
traspasado a cuchilladas; sin embargo vuelco el hambre. Vuelo, vuelvo… Me trituro en
pensamiento, hace ya mucho. Bajo pergaminos y otros símbolos de adoración. No. No.
Espero, me sumerjo en aguas secas. Recibo las caricias de hace décadas, años, días. El
recuerdo sucio de una representación vacía. Habla en letanías, cumple fieles
compromisos, pero no me lleva, ni a mí ni a nadie. Esperamos tristemente que el fuego
arrase la abadía, desde catres, sábanas y piedras, hasta yesos, reflexión y fe. Nada queda
por hacer. Sólo comprender al misterioso guía que revela nuestra senda en dispersión.
Pasan años que retrasan, o adelantan a ellos mismos. Regreso, voy y permanezco. A mi
mano asido un cartílago de pez. A mi piel ajada el sol, los años de vivir en el desierto, la
desaparición. Y, a pesar de todo, comienzo a comprender. El conocimiento actúa,
aglutinante. En la dispersión me desvanezco, como una hoja seca en la tormenta, como
una vida que repite, permanentemente, cada acción pasada.
Cuando el tiempo no termina, es el tiempo asido de las manos, afirmado o retenido por
la culpa. No es espacio ni lugar. No es sentido ni tampoco pensamiento. Es el tiempo
que termina y no termina, realizando bruscos gestos de locura y crueldad sobre mi
cuerpo. Ya no busco entendimiento ni razón. Sólo veo el símbolo mayor, postrado entre
las nubes, los pilares, los pasillos tenebrosos, humeantes, cansados... Aquel símbolo
llamado amor acá, ficción allá, vacío o reflexión profunda. Simplemente acallo nuestras
voces, las silencio por el bien de una raíz, de mi raíz, que tiembla o pudre bajo las
intensas lluvias de placer, pecado y duda. No me veo reflejada en el estanque, no siento
el quebradizo paso tras los vidrios; la catedral ha sido clausurada y sigo sola,
deambulando entre las celdas, los secretos y las tumbas. Lo demás se ha desvanecido, el
calor de las visitas, el jardín de las delicias, la pileta y los deseos, los rezos del
amanecer.
Llana, quieta y lúgubre, no me pueden ver porque no existo, y sin embargo soy, entre
mármoles exiguos permanezco, en el borde sin igual del trazo fresco, en cada pétalo de
rosa, en cada piedra, en cada lívida inquietud…
Ω
Lucía Cánobra Pompei nació en Algeciras, España, el 9 de septiembre de 1979. Tras un breve
paso por Argentina y Uruguay, actualmente vive en La Serena, Chile. Es Intérprete superior en
Piano y dirige un Taller de poesía llamado “Al sur del sur”. Sus poemas han sido ganadores o
finalistas en concursos en España, México, Argentina y Chile. Desembarcos, su primer libro,
fue editado el 2008 por el sello "Prometeo". Los presentes poemas pertenecen al texto inédito:
El concierto de la crisis, que espera publicar a finales del 2009.
Me habían enviado a un curso a Madrid, durante una semana me pase las horas
estudiando lo que podríamos llamar nuevas técnicas de manipulación y explotación de
los trabajadores de mi empresa.
Cuando terminó el curso el viernes tarde, decidí marchar y no quedarme para la cena de
final de celebración, por lo cual me despedí de todos con amplia sonrisa y cogí mi coche
raudo para llegar pronto y en buena hora a Valencia.
Pensando en el camino me di cuenta que no había gastado ni la mitad de lo que tenia
otorgado en dietas y con ese dinero extra fui pensando mientras conducía en que
capricho gastármelo, había reeditado un disco de David Bowie con una portada
alternativa y dos segundos mas en una canción, también me interesaba un grueso
volumen de antropología además de la caja de Dvd´s de Stanley Kubrick.
Pensando en lo feliz que seria consumiendo estos diferentes artículos de suma
necesidad, las luces de un ostentoso local en la carretera llamaron mi atención, “Club
Las Cuatro Dunas”, tome el desvío y paré el motor en el parking.
Detenido en aquel lugar me surgieron dudas ¿Qué hacia yo allí?, pero salí del coche y
anduve decidido hacia la puerta, un gentil señor con gafas oscuras a las dos de la
madrugada y aspecto de Neanderthal me abrió la puesta con una sonrisa, mientras me
decía – que lo pase bien –.
Era un pasillo oscuro que anduve intentando fingir cierta experiencia en estos lugares,
pero de repente se abrían dos puertas, en una decía chicas alegres y en la otra chicas de
alto standing, pensé – joder, para una vez que voy a estar en lugar de estos – y me
adentre en la puerta que estaba bajo el letrero de “alto standing”.
Era una sala decorada en un claro estilo colonial, no se veían muchos clientes, pero si
unas diez chicas vestidas con traje de hombre algunas, pantalón vaquero y camisa a
cuadros otras, portaban otras palestino y ropas que podríamos llamar hippies. Me
acerque a la barra y pedí un güisqui solo, bueno solo no, con dos hielos y un vaso, se me
acerco una chica y se sentó al lado mientras me saludaba.
Me preguntó mi nombre y si estaba casado, yo pregunte el suyo, era una chica joven,
morena y guapa con un cuerpo de lo que hoy nuestra sociedad marca como “cuerpo de
bandera”, no me atraen mucho las chicas jóvenes o de mi edad, es conocido, al menos
por mi que me gustan las mujeres maduras, pero de repente ella empezó a hablarme del
John Locke y el empirismo británico, yo me deje llevar en sus divagaciones sobre la
tabla rasa y la adquisición de conocimientos básicos a través de los sentidos, mientras
discutíamos sobre la sustancia del mundo ella me interrumpió y me propuso subir a un
cuarto, page mi güisqui, el vaso y el hielo y me tomo la mano para subir a una
habitación.
Una vez allí, cerrada la puerta se sentó en la cama y me pidió que clase de servicio
quería y si podía pagarle antes de este, - griego- dije, me marco la tarifa y le di el
dinero.
Entonces se quito la camisa de cuadros y se quedo en vaqueros, botas camperas y un top
gris que no conseguía sostener sus pechos, se sentó a mi lado en la cama y empezó a
ي
Ángel Vicente Cano: Dedicado a la canción de autor, escribe poesía y adapta canciones de
Brassens o Dylan al Castellano, actualmente canta poemas de Agustín García Calvo o
Benedetti además de escribir artículos y cuentos publicados en el Blog donde colabora con
Pablo Hernández “Extravíos de la conciencia”
El Arlequín y el Clítoris
Su madre debía bañarla en casa del vecino, ya que en la suya siempre faltaba el agua.
Al terminar, la envolvía en toallas tibias y sobre la cama, Donatella seguía acariciando
el Barquito. El arlequín corría entonces por las paredes, se columpiaba en las manchas
de grasa y a veces lo acompañaban perros, focas o leones que ejecutaban números
asombrosos. Cuando la niña retiraba la mano de la entrepierna, todos desaparecían en
medio de chispas encarnadas.
Alguna vez temió que sus padres la regañaran, pero pronto advirtió que ellos no podían
verlo; al saltar, el Arlequín atravesaba los cuerpos y las cosas sin lastimarse ni herir a
nadie. A medida que Donatella crecía, su madre se preocupó de las risas y voces
solitarias y lo comentó con la maestra, quien explicó que la niña estaba en la etapa del
amigo imaginario; agregó que aquello era normal y que todo pasaría sin consecuencias.
Casi todas las noches, el padre de Donatella regresaba borracho. Insultaba y golpeaba a
su esposa, pero antes de dormir tomaba a la niña, la cargaba y con tono alcoholizado le
hablaba tiernamente. Es mucho lo que te quiero… por ti yo vivo y siento. No contenía
las lágrimas al repetir las protestas de cariño y todas las semanas le compraba juguetes
nuevos, aún cuando escaseara la comida.
Ojos llorosos, labios apretados y una permanente mueca de amargura, su madre vivía
quejándose de la falta de dinero. Regañaba muy seguido a Donatella y por encima del
miedo que le producían las violentas discusiones, la niña pensaba que los golpes
propinados por su padre eran merecidos por tratarla mal.
— Esta noche tu vida cambiará — repitió él e hizo otra voltereta al advertir que su
amiga estaba a punto de llorar — ¡Soy tu padre! — agregó ahuecando la voz y
simulando que cabalgaba — ¡Vengo a buscarte en un caballo blanco…!
Ella volvió a reír hasta escuchar los gritos y los golpes. Su padre había llegado más
borracho que otras veces y al entrar rompió la puerta. Donatella retiró la mano del
clítoris y el arlequín se disolvió en los halos de la luz del bombillo.
A partir de ese momento se abría un hueco en su memoria; años más tarde, los
recuerdos regresarían como fragmentos súbitos y brillantes y al asociar a ellos el relato
de los hechos, podría armar lo ocurrido.
Su padre tomó a su madre como un ariete y golpeó varias veces la pared con su cabeza.
Donatella intentó detenerlo tirando de los pantalones, pero con el revés de su mano él la
golpeó en la cara arrojándola lejos.
En los restos de recuerdos, veía a su madre con cara de loca arrastrándose hasta el
mueble donde guardaban la vieja pistola del abuelo; luego, el estruendo del disparo y su
padre cayendo como una bolsa.
Sola, helada y con miedo, escuchó las sirenas; una ambulancia llevó el cadáver y un
coche de la policía trasladó a su madre. Alguien le avisó que su tía vendría a recogerla y
mientras aguardaba, Donatella metió la mano bajo la braga y se acarició. Sonriente,
inmóvil, mudo, el arlequín la miró en silencio durante un rato, tranquilizándola con su
presencia.
Su tía Alcira era solterona y muy piadosa. Tenía dinero, vivía en una casa espaciosa y
por primera vez Donatella tuvo un cuarto para ella. Pasaron los días, volvió a la escuela
y en los atardeceres, cuando quedaba sola, recurría al Barquito para llamar al arlequín.
La música de circo resonaba al compás de sus caricias y las volteretas de Abdur la
ayudaban a conjurar la tristeza.
Niña tímida, callada, sumergida en su mundo. Así la definía la maestra. En los recreos
se encerraba en el baño, colocaba una carpeta encima de su falda, metía la mano por
debajo de la ropa y dialogaba con Abdur o disfrutaba del espectáculo.
Otras noches la acompañaba a mirar televisión; elegía los programas más violentos, se
extasiaba ante la sangre y los cadáveres y después volvía a ser el dulce compañero de
siempre.
A los dieciséis años, Donatella conoció a Mauricio, su primer novio. La noche que dejó
de ser virgen, llamó a Abdur para contarle la experiencia, y por primera vez el arlequín
no respondió a las caricias. Unos días después, Mauricio se emborrachó y la golpeó
brutalmente. Los castigos se repitieron y su tía, al ver los moretones en su cuerpo y
descubrirla llorando, decidió enviarla a lo de Palmira, prima de su madre, que vivía en
un pueblo alejado y también era muy devota.
Se adaptó rápidamente a la nueva vida, pero en la pequeña ciudad, las horas se hacían
largas y aburridas y los intentos de llamar al arlequín fracasaban, hasta que una tarde
calurosa a la hora de la siesta, apareció de pronto. Rostro rojo, voz entrecortada; no
sabía qué hacer con las manos. Ella lo recibió con alegría.
Pedía a Donatella relatos sobre la guerra, las armas y esa costumbre de matar y morir
propia de los humanos. Una tarde su amiga lo llevó al cementerio del pueblo y le mostró
las tumbas, pero Abdur insistía en ver un cadáver. A la hora de la siesta, lo hizo entrar al
Aquello lo tranquilizó y al otro día, cuando vio a Pandora hacer las tareas de la casa, no
se asombró. En su mundo desconocían la muerte y la imaginaban como un estado
pasajero o un sueño; los cadáveres podían despertar y seguir realizando sus tareas
alegremente, como si nada hubiera pasado.
Una mañana, la tía Palmira llamó a Donatella y habló con tono solemne.
Gordo, calvo, con cincuenta años recién cumplidos, Cecilio se presentó al domingo
siguiente con un hermoso ramo de flores y una caja de bombones Después del té, su tía
los dejó solos; el tono del hombre era afectado, pero tenía un dejo de ternura.
Pasada la ceremonia y la fiesta, Cecilio habló con ella y aclaró que el sexo en la pareja
sólo debía servir para la reproducción. En la noche de bodas, luego de rezar un rosario
completo, le mostró una fina sábana con un agujero en uno de sus extremos.
A pesar de esos hábitos que Donatella consideraba extravagantes, su esposo era tierno,
considerado y le daba libertad. Visitaba amigas los fines de semana y libremente
realizaba algunas tareas parroquiales.
En los primeros días del matrimonio, tuvo una diferencia con Cecilio. Él era experto en
el manejo de armas y había ganado varios concursos de tiro. Antes de trasladarse a la
casa de tres plantas que había pertenecido a sus padres, mostró a Donatella dos pistolas.
Luego de la muerte de su padre, ella se había jurado que cuando viviera sola o se
casara, no habría armas en su casa. Lo discutió con Cecilio.
Hizo que sostuviera las pistolas para familiarizarse. Una era negra, enorme y la otra
pequeña, plateada, de mango nacarado.
En los días que siguieron concurrió a prácticas de tiro y al poco tiempo manejaba con
maestría la pistola .
Cuando tuvo su primer hijo, olvidó a Abdur por un tiempo y a los pocos meses del
nacimiento, volvió a quedar embarazada. El segundo parto, del que nació una niña, fue
normal, pero durante el puerperio se alternaron la euforia y la alegría. Rebeldía, llanto
sin motivo y ganas de llorar, como si regresara la adolescencia. Ante sus estados
cambiantes, Cecilio la instaba a rezar frente a la virgen, le traía escapularios con
reliquias de santos y hasta un exorcista de la capital que visitó la casa, esparciendo
agua bendita y quemando incienso.
En esa época aumentó la nostalgia por el arlequín y una tarde, apenas rozó los labios del
Barquito, apareció Abdur con un ramo de rosas rojas.
— Te amo más que nunca, Donatella. Mataría por ti — dijo con emoción,
arrodillándose junto a la cama.
A partir de ese día, sus visitas fueron diarias. A la hora de la siesta y en la noche, se
presentaba en su cuarto y sin pedir permiso, se acostaba junto a ella y la abrazaba. Su
contacto era como una brisa tibia bajo el calor del sol; como un líquido suave que se
deslizara sobre la piel
En los tres años que siguieron, Abdur apareció cada vez que ella se acariciaba.
Conversaban de muchas cosas; él indagaba sobre el mundo humano y ella, describía los
países que quedaban al otro lado del mar y narraba historias de amor y de muerte. Otras
veces recordaban el pasado y el arlequín repetía sus volteretas haciendo reír a Donatella,
quien volvía a sentirse niña.
Una noche, con inocencia, ella preguntó algo que cambiaría todo.
— ¿Hay algún modo de lograr que tu cuerpo sea más sólido o que yo sea más etérea
para estar contigo?
Donatella accedió divertida, aunque dudaba de los resultados. En los primeros intentos
cerró su mano en el aire, hasta palpar la superficie sedosa que se engrosó bajo su palma.
— Deja de acariciar el Barquito — pidió él. Donatella obedeció y por primera vez
Abdur no se desvaneció entre chispas bermejas. Se inclinó sobre ella y sintió el
roce de sus labios.
Era lo suficientemente delgado como para caber en el closet y ocultarse entre los
vestidos. Los niños entraron a la habitación, reclamando besos y las buenas noches de
su madre antes de dormir.
Cuando todos se retiraron, Abdur se acostó en su cama y por primera vez ambos
tuvieron una verdadera noche de pasión. Al amanecer, el arlequín perdió consistencia y
desapareció.
A partir de entonces vivió su larga luna de miel con el arlequín. Antes de hacer el amor,
Abdur la miraba fijamente y entonaba tiernas canciones. Luego acariciaba y besaba todo
su cuerpo hasta llegar al sexo; por primera vez Donatella tuvo orgasmos múltiples y
debía morder la sábana para que evitar los gemidos.
Al cumplirse un año de las visitas clandestinas, una noche oyó que golpeaban la
ventana. A través del vidrio vio con asombro la silueta de Abdur, aunque ella no lo había
llamado con sus caricias. El arlequín entró al cuarto; la alegría no lo dejaba hablar y
danzó frente a ella.
— Ya no tienes que tocarte para que aparezca — dijo por fin— Ahora soy un
hombre, de carne y hueso.
Ella no contestó. Todo había sido perfecto porque dependía de sus caricias y podía
convocarlo sin riesgos, con la certeza de que en unas horas se volatilizaría. Aquello
cambiaba las cosas, ya que Abdur no tenía trabajo ni casa y sus únicas pertenencias eran
las ropas de arlequín.
Discutieron. Ante sus argumentos, Abdur se limitaba a negar con la cabeza y a mirar a
un costado, manteniendo sus ojos azules fijos en un punto. Se empecinaba como un
niño, pero no era un niño. Surgido de lo más íntimo de Donatella, se había forjado con
su placer y era un adulto con la inocencia y la crueldad de la infancia.
Ella pensó que Mauricio, su primer novio, también debía ser asesinado, pero se cuidó de
mencionarlo.
— Abdur, no es necesario que lo mates — repitió ella una vez más — Esta casa
tiene un enorme sótano. Te puedes alojar allí y nos encontraríamos en la
noche hasta arreglar todo para fugarnos.
— Vengo de un mundo donde dormimos todo el tiempo y despertamos cuando algún ser
humano piensa en nosotros. No conocemos el honor, el sexo ni la muerte, pero soñamos
con ellos. Yo cumplo el anhelo de mis hermanos al matar por amor. No te preocupes.
Todo será rápido. Ahora soy tu marido y me debes obediencia.
El sol del amanecer entró por la ventana y dio de lleno en su rostro. Silencioso, pálido,
con expresión de misterio y una intensa belleza. Antes que Donatella pudiera impedirlo,
caminó hasta la puerta y salió al pasillo de la planta alta. Ella se asomó de inmediato,
pero ya había desaparecido. Desde el comedor llegó el ruido de la platería; en media
hora servirían el desayuno. Se asomó por el barandal y comprobó que las sirvientas
limpiaban los cubiertos con tranquilidad. No habían visto a Abdur.
Dieron las siete, hora en que su esposo despertaba. Entró al cuarto; acababa de salir del
baño y vestía una bata.
Cecilio estaba cerca de la puerta, la abrió y se asomó al pasillo. El disparo hizo temblar
los vidrios y la bala pasó a pocos centímetros de su cabeza, incrustándose en el marco.
Todos vieron la figura de Abdur correr y escabullirse por una de las ventanas.
Durante el día acarició su clítoris para llamar a Abdur, hasta comprender que había
dejado de ser un fantasma y todo sería inútil. Quizá estuviera en la copa de un árbol o en
un recodo de la medianera, buscando la oportunidad de entrar en su cuarto.
Entraron en silencio al cuarto de Cecilio que dormía boca arriba, con la boca abierta y
roncando sonoramente.
— Escucha esos ruidos — susurró ella — Recordarás que los hacen los
muertos. Puse veneno en su comida de la noche.
El aire estaba lleno de luciérnagas flotando en una extraña y leve niebla. Por un
momento Donatella pensó que podía escapar con Abdur, dejar todo y buscar una isla
desierta como había sido su idea.
Donatella miró por última vez sus ojos; permanecían abiertos, con una dolorosa
expresión de asombro. Regresó a su casa; las luciérnagas se fueron apagando una a una,
las luces apenas iluminaron la calle y todo se hundió en una penumbra opresiva. Antes
de acostarse se miró al espejo: por primera vez vio un par de arrugas junto a la comisura
de sus labios y en los ojos una expresión resignada, amarga, muy parecida a la
desesperación.
— ¿Por qué tardaste tanto? — preguntó ella. Abdur la miró con ojos tristes a
pesar de la sonrisa.
ي
Ricardo Iribarren (Pseudónimo Gocho Versolari) Escritor argentino, nacido en 1949 en la
ciudad de Mar del Plata, y en la actualidad residente en Villavicencio, Colombia. Ha participado
en antologías poéticas, libros de ensayo y narrativa. Sus principales publicaciones son “El
ángel y las cucarachas”, Mérida Venezuela, 2006 y “La vida está aquí – seis ensayos y siete
leyendas sudamericanas”. La mayor parte de su obra se encuentra inédita.
Me gustaría charlarlo con vos. La eternidad es una palabra sin sentido en nuestras vidas.
Tengo necesidad de hablarlo y nadie más que mi gran amiga para descargar esta bronca.
-¿Té, como siempre? Dos por favor. Uno con leche fría. ¿Dos tostados? Puede ser.
Hernán siempre fue un gran tipo. Cuando le sugerí que la rutina nos iba a comer a
ambos, trajo a su mente aquel viejo cuento de “Las mil y una noche”. No entendí, al
principio, a qué se refería. Me lo explicó después de la cena, bebiendo. Aquella mujer,
escapando de la muerte, decidió contar un cuento distinto cada noche. Él no sabía contar
cuentos. Era Ingeniero. Elevaba números ternarios a la tercera potencia. Se refugiaba en
las matemáticas. Tendría otras alternativas, otras actitudes; una distinta cada día.
Infinidad de posibilidades. Un alfil atacando a la dama, o una torre. Un caballo, tal vez.
Formas distintas de hacer el amor. La rutina seguía esperando, agazapada, detrás del
televisor, espiándonos cada noche, esperando el momento de aplastarnos con sus garras.
Ambos lo percibíamos. Las mil noches se convirtieron en treinta. Una simple ecuación
polinómica donde las variables la conducen a cero. ¿Me entendés? Decidimos volver a
empezar pero al poco tiempo apareció el monstruo y se interpuso entre los dos. Descarté
las ilusiones; no me hice la pregunta. A nuestro alrededor los minutos se sumaban a los
minutos. ¿Éramos tres o cuatro? ¿Quién era capaz de leer en las mentes de los que
jugábamos esa pirueta de entrelazarnos? Una noche no apareció. La suerte estaba
echada. Sólo te llamé para que me escucharas. Tu silencio me reconforta. ¡Mozo, la
cuenta por favor!
Dado el éxito de ventas en Europa del último libro de Julián Recondo la Editorial me
envió a fin de hacerle un reportaje para la Revista. Sin preguntas. Sólo dejé que hablara:
“Llegué a París perseguido por los hermanos de Natacha. Huí, pero volví furtivo para
raptarla y llevarla a la bohemia. Allí no es delito amar sus 15 años. Rodeado de poetas.
Primavera y otoño, sauces y jacarandaes floreciendo a la vez. “Ciego por tus manos,
mudo por tus ojos” Vuelvo a mis poemas: Líneas, aritmética, paisajes que se desdibujan,
sonidos. También burbujas, actos cotidianos, amor, recorridos oníricos. Palabras,
palabras que estremecen.”
Copié sus palabras en mi grabador: “Viajé a España, invitado a dar una charla. La
ocasión propicia para que los hermanos me robaran a Natacha. Quizá no tenga
importancia, puede que no la tenga. Rehago la almohada de mis sueños. El amor, tal
vez, aún me espera por desliz. Pensarás en mi trágico fin como hombre y como poeta .
Quizá no tenga importancia. Puede ser que no. Habrá apuntes para más adelante; tal vez
una total biografía”
A continuación escribí, algo fabulada, mi propia interpretación de esa crónica: “En los
círculos no se comentó para nada esa pérdida. Sabían bien que pronto sería suplantada.
Encerrado en su cuarto maduraba palabras. Las que construyen poemas. Se despidió de
mí recitando a Borges.-Me duele una mujer en todo el cuerpo-”.
Amar no es una acción sin objeto, sin fin, sin intento. Quien lo elige como propósito,
con acierto para sí, es feliz. El pájaro excluido sólo puede tener el cielo por techo, el
cielo en que cae la tarde. Sin rama que lo cobije. La soledad, ese infinito desierto
demoledor, arrastra los espíritus hacia la destrucción.
Comía en el mismo bar esas comidas rápidas para volver con premura al trabajo.
Siempre en el mismo lugar. Siempre arreglándose el cabello, dejando su cartera colgada
en la silla.
Me sentaba invariable frente a ella. No me miraba. Sus ojos castaños perdidos en la
lejanía. Tapado azul, con destellos de plata. Uno y otro día. Secuenciales y sucesivos
días.
Fue un día de lluvia en el que el cielo se empeñaba en regar las flores, mojar las calles,
acallar la sed de los sedientos. Ese día, me miró; sonrió. Una sonrisa complaciente,
blanda, que al momento desapareció de sus labios. Su mirada recorría hacia abajo,
escrutadora, mi figura.
Se levantó. Pasó por mi lado en busca de la puerta trasera dejándome envuelto en un
remolino de perfume, casi narcótico, abanicado por el balanceo del tapado y su pollera
acampanada.
¿Por qué esa mujer me había hechizado con sus encantos? Sin embargo, allí se había
centrado mi interés por volverla a ver, por hablarle, por decirle que mi destino era amar.
Llegó por fin el día del milagro. ¡Qué fracturada sensibilidad la de aquél que no cree
que exista este prodigioso momento! De aquél que no tiene la convicción de esa
conjunción de la magia, el azar, el sortilegio. Seguía apareciendo por el bar, sentándose
en el mismo lugar y alzándose de la misma silla. Sin embargo, el torbellino que su ropa
acampanada dejaba escapar me atrapó y la acompañé hasta la puerta. Luego por la calle,
junto a ella. Someras palabras. Acechaba el peligro en la pregunta y la respuesta.
Podrían destruir las bases de ese andamiaje que yo había construido para nuestro destino
de amor. El hechizo se mantuvo ese día y el día siguiente.
La trama emocional que habíamos tejido alrededor nuestro estaba dañada. Marí, como
habitualmente se hacía llamar, entró a mi habitación del hotel con esa furia del que
quiere decir algo importante.
Creí que trataba de restaurar las ruinas provocadas por mis excesos de la noche anterior.
Era habitual que entrara a mi cuarto sin llamar y sin anunciarse. El encargado conocía
nuestra intimidad. Nunca ponía reparos en darle la segunda llave.
Por un momento pensé que hubiera estado bebiendo. No era su costumbre hacerlo
durante las mañanas. Menos aún con el profuso consumo de alcohol de la pasada noche.
Cerré los ojos sin poder evitar oír esa catarata de palabras desde la que me hacía saber
su determinación: acabar nuestra relación lo antes posible.
Era difícil tomar esa decisión. Lo correcto, en esos casos, era asirla por su cintura,
empujarla hacia mí, besarla hasta que su boca callara y forzarla a hacer el amor. No era
tan difícil. Yo no tenía el coraje de arrancar la invisible telaraña hecha de sueños,
imágenes y aún vacilaciones. Lo hice con la mansedumbre del que automatiza sus actos.
A su vez quedó silenciada la violencia con que antes se dirigió hacia mí.
El ambiente quedó encubierto por un mutismo sólo perturbado por el sonar de la sirena
de un barco lejano. Era como el rugido negro y postrero de una bestia en trance de
muerte. Solos los dos. Los únicos habitantes del Universo. Callados, las mentes seguían
el curso imprevisto de nuestros pensamientos.
ي
Alberto Fernández. Nació en Buenos Aires en el año 1928. Lector y escritor desde temprana
edad. Colaboro en distintas revistas virtuales, entre ellas REMOLINOS N° 30. Editó un libro de
cuentos "EL CUENTO DE NUNCA ACABAR" y en Editorial su segundo libro también de
cuentos. Varias Antologías recogieron sus textos. Fue acreedor de dos primeros premios en
localidades de su país.
Mi apartamento apesta a fruta podrida, aunque de hecho el olor lo origina lo que saqué
de la cabeza de Claudia y metí en una sandía de cristal que esta en la repisa cerca de la
entrada. La propia cabeza está cubierta de restos de cerebro, vacía y sin ojos en la
esquina del living, debajo del piano, y pienso usarla como linterna, en lugar de calabaza,
en una fiesta de disfraces de fin de año. Por culpa de la peste decido utilizar el
apartamento de mi expolola (a la que descuarticé cuidadosamente), para una cita que
tengo preparada para esta noche. He examinado minuciosamente las dependencias
poniendo todo en orden. He llevado las herramientas allí (una taladradora eléctrica
comprada en Home Centure, una botella de ácido, la clavadora automática, cuchillos, un
encendedor). Contrato a dos señoritas de compañía a través de los números de teléfono
de aviso de El Sur. Les digo que pretendo pagarles con cheques, pero ellas dicen que no,
que al contado y yo les digo que esta bien. El programa de TV de mi amiga Karen
-irónicamente- es sobre consejos de belleza y cirugía estética.
Once de la noche. La conversación que mantengo con las dos muchachas -ambas muy
jóvenes, una rubia, la otra colorina, de cuerpo increíble, con grandes tetas- es breve,
pues tengo dificultad para concentrarme.
-Vives en un palacio- dice una de las muchachas, Janis, con voz de niña pequeña-. Es
un auténtico palacio.
Molesto, la fulmino con la mirada.
Hay un largo silencio.
Mientras preparo unas copas en el bien provisto bar de ni expolola, les menciono que
trabajo en el Mall, en una clínica. Ninguna parece especialmente interesada. De nuevo
me encuentro oyendo una voz -la otra chica- que pregunta si es una hermosa clínica. Se
llama Myrian. Sentada en el sofá hojea un ejemplar de Físico Culturismo de hace tres
meses, y parece confusa, como si no entendiera algo. Yo pienso: "Reza, puta; reza", y
luego tengo que admitir que es excitante tener a estas chicas dispuestas a rebajarse
delante de mí por el vuelto que me queda en el bolsillo. También menciono, después de
servirles otra copa, que estudie en la U. de Concepción, y luego pregunto:
-¿Han oído hablar de ese sitio?
Me sorprende cuando Janis responde:
-Tuve relaciones comerciales con una persona que dijo que había sido profesora de
allí- se encoge de hombros con expresión estúpida.
-¿Una clienta?
-Bueno -empieza ella, con nerviosismo-. Digamos que tuve relaciones comerciales
con ella.
-¿Era hermosa? -pregunto.
ي
César Adolfo Valdebenito. Nace en Concepción, Chile. Poeta,
narrador, ensayista. En 1997 funda y dirige la revista Difusión. En
1998 publica el libro de poemas El Jardín (Premio fondos
concursables Municipalidad de Concepción). El 2000 publica, el libro
objeto, La Muerte de Bukowski. En el 2001 sale a luz su Antología de
Poetas Chilenos Jóvenes (Premio a la reedición de las mejores obras
publicadas en el año por el Fondo del Libro y la Lectura del Gobierno
de Chile). En el 2002 aparece su segundo libro de poemas Urnas o
Réquiem a la palabra (Ediciones Lar). Ha sido editor de la revista,
Quiltro (Premiada con los fondos concursables Universidad de
Concepción). Director del polémico y acontracorriente pasquín literario
El Amante de la China del Norte. El 2004 es premiado por la autoría del CD interactivo
Literatura de las Nuevas Fronteras. Desde el 2005 es director de la revistas Clikc! y es
columnista estable del periódico SIEN Perteneció al comité editorial de la revista Trilce. Ha
sido jurado de distintos certámenes literarios a nivel nacional. Continuamente es llamado a
dictar talleres literarios en Univesidades y Fundaciones.
EL ÚNICO POETA
Soy el único ser humano que todavía cree en la poesía. Por eso estoy aquí, en la
consulta del siquiatra. La poesía no consiste en juntar palabras bellas puestas en orden
matemático, es algo sobrenatural que nos supera, nos excede. Un don que sólo yo poseo
en su integridad. Los demás poetas son simples notarios o escribas. Pero, aunque nadie
me reconozca, aunque todos se empeñen en menospreciarme, soy el único apóstol que
le queda a esta causa. Querían que me olvidase de los versos y trabajase en la ferretería
de mi padre. Estaban empeñados en que olvidase mi don y fuese un hombre simple y
vulgar, que traicionase a la poesía, el único sentido que tiene mi vida, para vender
tornillos, tuercas y arandelas. Creían que dejar de escribir era como dejar de fumar o de
beber, no sabían que dejar de escribir es como dejar de vivir. Querían matarme,
condenarme a una vida inferior, hacer de mí un espejo de lo que había sido su vida.
Incluso mi novia me traicionó, se puso de su parte, dijo que si me hacía cargo de la
ferretería podríamos casarnos y hacer una vida normal como todo el mundo, que lo de la
poesía era un sobresueldo para funcionarios pero no un oficio serio con el que sacar una
familia adelante. Dijo que si la quería de verdad se me olvidarían todas esas tonterías de
los versos, y que hasta que me viese con la bata gris detrás del mostrador no dejaría que
la volviese a besar. Así que cogí la recaudación del mes, que guardaba mi padre en una
pequeña caja de caudales, y me escapé de casa en busca de otros horizontes más
abiertos. Mi padre tendría otros muchos meses para recaudar su dinero, pero mi tiempo
se agotaba. Subí al autobús de línea como quien se arroja a un precipicio, me sentía
desvalido en mitad de toda aquella gente que parecía saber adónde iba. Yo me dirigía a
cualquier parte donde pudiera ir un poeta persiguiendo sus sueños –sus delirios, dijeron
ellos-, allá donde la propia poesía me guiase. Pasé una temporada viviendo en una
pensión de la capital, hasta que se me acabó el dinero y la dueña me echó a la calle sin
ningún miramiento, no admitió que le pagase en versos. Así fue como aprendí a vivir de
la nada, de la limosna de los transeúntes, de algunas cosas que robaba en los
supermercados. Aprendí a dormir sin techo, sin calor, acurrucado contra la pared de
cualquier esquina, como un perro sin dueño. La poesía me reconfortaba de mis penas,
haciendo que mi espíritu se sobrepusiese a la adversidad, pero mi cuerpo padecía las
penurias de mi condición. Estuve enfermo varias veces y no llegué a curar del todo de
una bronquitis que se hizo crónica en mi pecho. Los estigmas de mi vocación se
mostraban en mi rostro cada vez más demacrado. La poesía es un amor exigente, que
todo te lo pide y nada te devuelve. Pero, en el fondo de mi alma, aunque echaba en falta
las comodidades de los otros ciudadanos, me sentía satisfecho de mi sacrificio. Hubo
otros antes que yo que también padecieron en sus carnes la poesía, Navales, Gálvez y
García Barrios. Sabía que ahora yo era el último de una saga de poetas verdaderos, y
-FIN-
(Este cuento forma parte del libro INFRAMUNDOS, que será publicado por la
editorial BAILE DEL SOL en el 2010)
ي
Amado Gómez Ugarte. Nacido en Llodio (Alava). Ha sido
columnista de Opinión de periódicos como "EL MUNDO del
País Vasco", "TRIBUNA de Salamanca" y "El Periódico de
Alava". Ha obtenido, entre otros, los siguientes premios
literarios: Premio de Novela Corta Casino de Lorca, Jauja,
Ciudad de San Sebastián, Julio Cortázar, Clarín, Ciudad de
Coria, Ciudad de Peñíscola... Entre sus libros publicados
destacan La Secana, Para siempre y El vuelo de la Mariposa,
editados por Bassarai. Bidaia ahaztezina, Ni eta nire kontuak y
Ni eta nire metroa, publicados por Elkar, El barco varado, publicado por la editorial Nostrum, y
"El último mono" publicado por la editorial Verbigracia.
Llevaba, siempre, dos relojes. Uno de los que solemos decir “en hora”, de
acuerdo al sol, la luna, y obediente al meridiano en el que se desenvuelve el día a día; y
otro, sin pila, sin pulso, con las agujas dando las dos y ocho minutos y la segundera sin
despegarse del catorce.
En la muñeca derecha, el primero lo ayudaba a no perder el autobús y el segundo
lo seguía, cargado de superstición, como una letanía necesaria.
Hacía seis años, a tal hora besó la frente a su madre y bajó a buscar un refresco,
y cuando volvió a la habitación, dos minutos después, el suero alimentaba a quien ya no
lo necesitaba y el oxígeno no podía hacer más que inflar. Eran las dos y diez y catorce
segundos de la madrugada; la hora, el minuto y el segundo más malditos de toda su
vida.
Desde aquel momento, siempre lleva dos relojes, como sabemos: uno rutinario y
otro que burla, si no a la Muerte, sí al recuerdo, que bien puede matar en vida. Siempre
marca la hora del beso en la frente, y ahí se detiene, en ese tacto tibio, aséptico y neutro
que a veces tienen los rostros en los hospitales y que anuncia que quizá no vuelva el
calor. Él lo sabe, el tiempo también, pero él da un rodeo y esquiva a ese esqueleto en
harapos que la gente se empeña en llamar Muerte cuando a lo que se dedica es a soltar
recuerdos. Un muerto no recordado es nada. Y puestos a recordar, prefiere hacerlo sobre
su madre viva antes que muerta.
Llevaba, siempre, dos relojes; llevaba, porque ahora le está dando mala hora a
un tercero. Falta un mes para que su amor le pida una respuesta, un quince de agosto a
las cuatro de la tarde, hora convenida para la cita. Pero su mujer no sabe nada de esto, y
él, incapaz de amar y necesitar a dos mujeres como los mares a la luna, sólo piensa en
hacer la mochila, salir por la puerta y llevar en la muñeca dos relojes apartados de la
cadencia del tiempo. Uno a las dos horas y ocho minutos y catorce segundos, y otro en
día quince y marcando, también sin pila, las tres de la tarde. Pasarán los años, los mirará
y pensará que aún le da tiempo a besar a su madre, y que le restan unos cincuenta y
ocho minutos para tomar un té en la estación, antes de las cuatro.
ي
Jaime A. Fernández Gianzo, tengo 24 años (nací en Granada, España, en 1984) y este
verano conseguí una plaza fija como profesor de Lengua y Literatura para instituto. Tengo
varios proyectos con la Universidad de Granada, pero ninguno concluido por el momento;
acabé la carrera (Filología Hispanica) hace menos de dos años, así que mi desarrollo
profesional está muy verde aún. La revista digital Realidad Literal me publicó mi primer ensayo,
titulado "Yukio Mishima, un caballo desbocado entre Oriente y Occidente".
Nada pensé, en ese momento… pero me sentí contento. Aunque, pienso hoy, el
destino me ayudaría ese día a comprender un poco más a todo este asunto. Pues en ese
momento recuerdo que vi a un señor, y prácticamente un anciano, y que mucho a mí me
conocía. Me sonrió él, jovialmente. Y me dijo aquella vez:
-¡Feliz año nuevo, mozo!-creo que ya estábamos cerca del año nuevo, en efecto.
Yo, tremendamente malhumorado, nada contesté. Esbocé sin embargo una
tímida sonrisa, casi como de compromiso y tal y como me dije en ese instante para mis
adentros, “así dejé estar la cosa”. Aunque el hombre por lo que vi no se fue, al bajarse
del autobús, de muy buen humor para con mi “talante conversacional” (como me dije
yo). Y tanto esto fue así, que luego estuvo sin hablarme, y sin saludarme, por varias
semanas… Incluso, hasta el año nuevo siguiente. Cuando otra vez había de saludarme, y
ya veremos bajo que raras e interesantes circunstancias.
Luego algunos días más, inexorablemente, pasaron, sobre mí y sobre todos
nosotros, como la lluvia o el paisaje de campo ante mis ojos en la ventanilla del
autobús.
Yo continué yendo al bar del hospital, a veces al caer la lluvia:
-Mujeres…Mujeres…Mujeres…-murmuraba por ejemplo en esa época, a veces,
tristemente mi amigo-. ¡Mujeres! Ahora no hay, para ellas, otro Príncipe Azul que el
dinero.
Tomé el autobús para volver a mi casa. Era año nuevo, ya les dije. Pocas
personas estaban allí en el autobús. Recuerdo, sin embargo, al conductor, que en esos
momentos llevaba a esa máquina en medio de descampados y de ciertos sombríos-y
esporádicos-árboles. Un enorme edificio, oscuro y callado, en un rincón se alzó para mí:
coronado con una cruz. En silencio, yo saludé en esa noche a tal edificio, en mi interior,
y mientras, insisto, otra vez me decía:
De pronto (y fue como una curiosa, casi como una… providencial casualidad)
escucho cantar a unos chicos, al fondo del autobús. Y de tal manera hube de escuchar
No, claro que no, pensé en esa noche… pensé en esa noche de año nuevo. Y
también a la hora de los brindis, y también con mucha secreta, o acaso no tan secreta
culpa, yo pensé, y un poco tristemente: que en realidad no me venía del todo bien (y
como me dije) “el estar igualmente yo, y como antes estuvo ese viejo, en Babilonia”. Y
que cualquiera en cambio-pese, digamos, a mis ímpetus “de aristócrata numeral”-, que
cualquiera en cambio era digno de mi amistad…. Tanto-pensé extrañamente-, tanto
“como si yo vendiera la lotería, o como si estuviere en un quiosco de periódicos”. Y
pensé, sobre todo, pues, que yo era digno también de la amistad de cualquiera (de
cualquier persona de este mundo, extendido como sobre una tierra extensa y verde; y
cuando en ella, rodilla en tierra, se inclina por ejemplo, manchada de sangre, la hora del
crepúsculo)… Y acaso este pensamiento era el más verdadero, era el más útil, era el más
pragmático y era, en suma, el más victorioso de mis pensamientos: en la noche del año
nuevo. Y a la hora de los brindis, como digo, emocionado yo brindé y brindé y brindé,
entre los amigos y la familia….
-Que tenga usted-me había dicho, ¿algo tristemente?- un buen año nuevo, señor.
Porque tal vez lo necesite más que otros…
Sobre todo, les digo, recuerdo la forma-no del todo desapacible- en que yo salí
de todo ese embrollo para mi mente y alma. Recuerdo la manera en que estando yo en el
autobús-decidido ya a dejar “Babilonia” al cruzar las llanuras verdes y descampadas de
la extensa región teñida por los púrpuras crepusculares-, recuerdo, pues, cuando certera,
sencilla, eficaz y, también, muy sutilmente culpabilizadora, pero a la vez expiatoria,
había de acudir a mi pensamiento y alma conciliadoramente-y qué palabra-nuestra frase
de marras… ante todo ese paisaje y, claro está, también ante el edificio coronado con
una cruz.
ي
Daniel Alejandro Gómez (Buenos Aires, 1974), escritor, ensayista y
dibujante. Libros publicados: Muerte y Vida (Ediciones Mis Escritos,
Argentina, 2006) y la novela electrónica Sembrar Palabras (EBF Press,
España, 2002). Mención y medalla Concurso Bioy Casares, cuentos,
1999, finalista y diploma en Concurso Hespérides Universidad de La
Plata, Argentina, 2007. Publicó cuentos y poemas y ensayos en medios
electrónicos y en periódicos y revistas impresas especializadas de
Argentina-como la histórica Revista Lilith-, de España-como la Revista
Fábula-, de Estados Unidos, de Brasil y Colombia. Fue columnista político del periódico
impreso mexicano Sufragio.
Al teléfono
ي
José Ángel Muriel González. Nacido en Sevilla (España) en
1972, actualmente reside en Valladolid. Es licenciado en
Matemáticas y trabaja como Gerente de Proyectos en una
compañía de consultoría de sistemas. Siempre sintió interés por
l os libros y creció leyendo los clásicos. Durante sus estudios
universitarios, empezó a tomarse en serio la afición de escribir.
Más tarde publicó su primera novela, Ladrones de Atlántida,
reeditada dos años después por otra editorial. Su última obra es
El talismán cósmico, dedicada al público infantil. Ha obtenido
algunos premios en concursos de relatos. También intenta promover la literatura y la lectura
desde su blog http://www.joseangelmuriel.com.
Todos los niños del mundo tienen un ángel que los protege. A donde quiera que el niño
va, el ángel le sigue como una sombra invisible… siempre tras su espalda. Los ángeles
están ahí para cuidar a los niños, para vigilar que no les pase nada y que nadie les haga
daño. Pero hay algunos niños cuyos pies son tan hábiles, manos tan diestras, ojos tan
inquietos… e imaginación tan emprendedora que necesitan más de un ángel para cuidar
sus espaldas. Este es el caso de Pao.
Pao es una niña inquieta, demasiado inquieta diría yo. Todo el día sube y baja
escaleras. Corre en el patio, salta en la cama, en los sillones, y de vez en vez se sube a
las ventanas pretendiendo volar. ¡Nunca está quieta! A veces sube a escondidas a la
azotea, pues pretende espantar a ese gato imaginario que le hace travesuras en la noche:
rasguña su cara, la asusta con sus bigotes y en ocasiones hace de las suyas en el baño de
la pequeña.
Hay veces que Pao entra corriendo a las habitaciones persiguiendo a uno de los
tantos amigos invisibles que tiene y es tanta la prisa que de repente rebota contra los
muebles sin hacerse daño. Y en ocasiones baja las escaleras saltando como conejo y
entonces los pies le fallan y al piso va a dar.
Sí, Pao es una niña muy inquieta. Tan inquieta que a ella la cuidan cinco ángeles.
Jamás un niño había tenido tantos ángeles a su disposición.
¡Pobres de los ángeles! Todo el día entran y salen, suben y bajan, rebotan aquí y
allá… y aunque a veces quisieran un poco reposar, no pueden porque Pao no para de
andar.
Por las noches, cuando Pao por fin va ha descansar los cinco ángeles sólo se
acurrucan junto a sus pies y tranquilos duermen, esperando que mañana Pao decida ya
no correr ni saltar ni huir ni pretender volar.
ي
María Celeste Vargas Martínez. Nació en México, Distrito Federal, en 1976. Licenciada en
Periodismo por la UNAM, Campus Acatlán. Especialista en estudios sobre animación.
Coautora de los libros Animando un siglo… Historia mundial del dibujo animado y Hecho en
México, Historia de la animación mexicana (ambos sin publicar). Ha impartido varias
conferencias sobre comic y animación en diversas instituciones educativas y ferias del libro.
Coautora del blog animacionenmexico.blogspot.com. Ha publicado diversos escritos literarios
en Letralia, Destiempos, Revista Cultural Ariadna, Ciberayllu, Remolinos, Megafón y Caminos
Abiertos, entre otras.
Retrato
Y que donde sea que estés, tus notas se escuchen sin parar…
No cierres los ojos. Aún no. Termina de contarme la historia del óleo en el que
trabajabas hace quince años. Decías algo sobre una niña en tu vientre, y tu cadera que se
anchó de forma interminable, y tu genio desmejoró dando gritos por toda la casa. Anda,
dime, entre esos susurros enredados, quién te ordena que me dejes, que nos dejes,
¡cómo puedes hacer caso de una orden tan inconsistente! Completa la frase de la cual
no he podido comprenderte ni la primera parte… Creo que llamas a mis hermanos, creo
que ellos irán contigo volando, creo que mi mentón está más afilado, apunta a un norte
tan extraño como la capacidad de entenderte los balbuceos que la enfermedad aún te
permite. Acaba de una vez, suéltame la mano. Date cuenta que entre más te aferres más
sufrimos tus cercanos. Tu dolor aumenta y nuestro espíritu esta cada vez más
quebrantado. El medicamento no funciona, ni la inyección ni los fuertes fármacos. Dile,
al que te escucha, que esto se esta prolongando demasiado; que la niña al borde de tu
cama ya está congelada, que el frío en su pierna derecha ha de durarle la vida entera,
que las palabras que no entiende ahora se la comerán viva dentro de algunos años, que
no llamó a nadie porque la voz se le había escapado y que ese silencio será más
memorable que las flores y la fosa y el hueco en medio del llanto. Termina de una vez,
se hace tarde. Ya el espíritu no aguanta más este trance despiadado, ni tu mano, ni tu
cuerpo, ni tus ojos desorbitados ¡Cómo es posible algo así, y cómo es posible
soportarlo!
ي
Mónica Montaña Soto. (Bogotá, Colombia, 1976). Ha publicado en la
red el poemario Juegos azules, una corta reunión de minificciones
titulada Personaciones y varios cuentos, entre los cuales se destacan El
escondite de Francis Moliver, Las fugas de Manuel y De cuando en vez,
en conocidos espacios como Letralia, revista digital, Vagabundos V.I.P. y
Yoescribo.com. Hizo parte del Taller de Poesía de la Universidad
Externado de Colombia, 1996. Realizó estudios de Literatura en la
Universidad Distrital, 1998. Colaboradora en el colectivo Poesía en
Escena, avalado por el Ministerio de Cultura. Certificada del Taller de
Cuento Bogotá Renata 2008. Es Administradora documental. Autodidacta
por convicción. Actualmente hace parte del Taller de Escritores de la Universidad Central TEUC
2009.
Њ
Revista Literaria Remolinos # 38 Junio – Julio 2009 104
EL MITO DE LAS MOIRAS EN “EL OTRO, EL
MISMO”, de JORGE LUIS BORGES.
BIBLIOGRAFÍA
“El hombre, en el rudo trabajo en medio del mundo, debe hacer frente a todo peligro y a toda prueba;
para él, por tanto, deben ser la falta, la ofensa y el error inevitable…Pero guarda a la mujer de todo
esto, dentro de la casa…a menos que ella lo busque no necesita entrar en el peligro ni en la tentación, ni
en causa alguna de error o de ofensa”. John Ruskin, en Misión de mujer ( p. 18)
“La grande, pobre Teresa de la Parra, seguramente nunca imaginó que su belleza
física, exquisitos modales e, inclusive, su soltería, le darían mayor inmortalidad,
“de boca en boca”, que sus dos libros publicados, que todo cuanto dejó escrito”
(p. 13).
Para las más inofensivas, las que no representaban ningún peligro porque se
conformaban con el sitial preestablecido por la historia (con minúscula), bastaba con
hacerse la vista gorda; pero para aquellas que con sus ideas, comportamientos o escritos
—siempre desde la periferia— podían romper las barreras y poner en entredicho la
sacrosanta verdad de una sociedad ordenada por lo masculino, estaba reservada otra
suerte.
Muchas, tal vez, intuyeron que, insertas como estaban en lo social, era
apremiante forjarse un lugar en la Historia (con mayúscula) desde donde su voz pudiese
ser aceptada por la doxa y ser parte del canon, el mismo que alude Harold Bloom. No
contaron con que una vez que el “otro” deviene en icono, corre el riesgo de
Siempre será menos peligroso relacionar la memoria de esta mujer con el gran
héroe de la Historia y recordarla como la Libertadora del Libertador o la amable loca,
cuya atracción se debe a la memora romántica que se ha fijado sobre el más famoso de
sus amores, que recordar la imagen de quien solía vestirse como un hombre y leer libros
prohibidos, la mujer adultera, arriesgada, voluptuosa y de espíritu libre. Manuela es sólo
una prueba, entre muchas otras, de cómo, para poder acceder al sitial que hoy ocupa
como quiteña, hubo primero que exiliar su cuerpo real con todo y su otra vida ajena a
las actividades patrióticas, la cual, luego del silencio al que fue confinada, emergió con
fuerza para ser recreada por novelistas, dramaturgos y ensayistas, contra todo intento
por preservar su memoria para el inmaculado consumo patrio. Y Teresa lo sabe. Cito
otro trozo de la carta hecha, desde la voz de María Eugenia Alonso, a don Lisandro
Alvarado:
Hoy, esos prejuicios aún subsisten pese a los aparentes alegatos esgrimidos por
investigadores como, por ejemplo, Lovera De-Sola. Basta echar un vistazo a los
adjetivos utilizados por este intelectual en su libro Lo masculino y lo femenino
entrelazado, (Pomaire, 1992 p 30) al tratar de defender y cuestionar la idea que se tenía
sobre lo que debían o no escribir estas damas de la palabra:
“¿Existe una tradición literaria femenina? Este es otro de esos lugares
comunes sobre el que siempre se habla y el cual nunca se examina. Ese tópico
vienen del hecho de que durante mucho tiempo se creyó que existían temas
femeninos a la hora de de crear una obra literaria. Se pensó erróneamente que los
asuntos relativos al hogar, la familia, la marginalidad de la mujer, el recuento de
sus cuitas amorosas, debían ser los motivos a tratarse en sus libros y que fueran
una constante en los libros escritos por mujeres —en la literatura venezolana, al
menos desde la obra lacrimosa de Virginia Gil de Hermoso, pasando por Teresa de
la Parra hasta llegar a unas narraciones, un tanto melodramáticas, de Gloria Stolk
—. Como consecuencia de lo advertido se creyó siempre que toda la literatura
escrita por mujeres era necesariamente autobiografía y debieron pasar muchos
años hasta que, por ejemplo, se investigara el punto en relación a la obra de Teresa
de la Parra y se advirtiera el error”.
Como muchos otros hombres de la República de las Letras, Lovera De-Sola no resiste la
tentación de calificar, y endilga adjetivos como “lacrimosa” y “melodramática” a
algunas obras escritas por féminas. Todo lo contrario a lo que sostiene al respecto Elisa
Lerner:
El entrampamiento
“Yo…María Eugenia Alonso, también conocida como Ifigenia porque una gran escritora venezolana,
Teresa de la Parra, creó mi nombre, mi figura y mi vida para escribir una hermosa novela que llamó
Ifigenia en reminiscencia de una heroína de la mitología griega. Ya verán por qué. Frecuentemente, los
lectores nos confunden a mí, María Eugenia, a mi autora Teresa de la Parra, al título de la novela
Ifigenia,
y de las tres hacen una sola persona”.
Adriana Bonisconte, adaptación de la novela Ifigenia de Teresa de la Parra, p 10 )
Vale la pena recordar que a pesar de que Ana Teresa Parra Sanojo tuvo
antecesoras en otras escritoras venezolanas como Magdalena Seijas, con Ave sin nido
(1903) y Amor sin fe (1904); Rafaela Torrealba Álvarez, con Mártires de la tiranía
(1909) y Mina Rodríguez Lucena con Antonio Rusinol (1916), estas damas, por
nombrar sólo algunas, aun cuando empezaban a intuir la existencia de un lugar para la
mujer más allá de ese altar donde ésta permanecía a manera de objeto decorativo, jamás
intentaron erigirse a motus propio en esa especie de “objeto del deseo” que contenía el
ideal necesario para que el colectivo expusiera, a manera de una doble vitrina (que se
exhibía a sí misma y se exponía para el mundo) sus propios valores de representación a
partir de las relaciones recíprocas del sujeto y el objeto.
En este contexto se mueven, sólo para dar una idea, Delmira Agustini, Alfonsina
Storni, Violeta Parra, Frida Khalo, Eva Perón, Yolanda Oreamuno, Rosario Castellanos
y Teresa de la Parra; sin embargo, pese a lo premeditado que pudiese parecer su
intensión, habría que preguntarse cuán alto fue el precio que tuvieron que pagar por “la
caída del aura” a la que alude Walter Benjamín en La obra de arte en la época de su
reproductibilidad técnica ((Ricardo Diviani, El debate Adorno-Benjamin: Elementos
para una lectura en relación a la reproducción tecnológica en el arte y la cultura.
Anuario. Vol. I, Dpto. de Ciencias de la Comunicación Social, UNR p 134) para
transformar esa voz activa que cuestiona, en mercancía, en producto de la
representación:
“El rasgo central que recorre el texto sobre la obra de arte en la época de su
reproductibilidad técnica es la caída del aura. El carácter aurático, definido como “la
manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar)” es el signo
esencial que Benjamin le otorga a la obra tradicional burguesa. La fuerza de la
originalidad de estas ideas (abocada a la búsqueda de una estética marxista), reside
en que la destronación de la contemplación lejana y tecnológica ha sido producto de
los mismos cambios tecnológicos que esta sociedad ha generado. Una razón básica:
La reproducción tecnológica borra la huella con el original y de hecho con la
tradición. Éstas han transformado la mirada ritual en un devenir que se orienta a la
inmediatez con la que los hombres pretendan apoderarse de las cosas, permitiendo que
ellas pasen a pertenecerles”.
Teresa sucumbe ante su creación, la misma que fue tan elogiada en el texto
Unas palabras más sobre Ifigenia de Francis de Miomadre:
“…Lo que hará que esta novela se lea cuando ya tantísimas otras más pretenciosas
o de más fácil efecto se hayan marchitado en el olvido, es el hecho de haber creado ese
tipo de muchacha que siendo tan moderno es al mismo tiempo uno de los más eternos
que yo conozca, sencillamente porque ése es el real, el verdadero…
… La única cosa que no puede reemplazarse en arte es la verdad y ese tipo de María
Eugenia Alonso es de una realidad psicológica tanto más profunda cuanto que no aspira
a la profundidad. María Eugenia Alonso es. He aquí todo. Es y nada más” (p 312 ).
Y tanto es que, aunque suene temerario afirmarlo, si María Eugenia Alonso no hubiera
existido, Teresa no ocupara el lugar que ocupa dentro de nuestro museo de cera ¿o Panteón
Nacional? Dice Liliana Porter:
“Para que el objeto banal exista, muchas cosas deben haber sucedido, y la única que
está rescatada es la imagen estereotipada que se transforma en un souvenir, en un adorno… El
drama se encuentra en la inaprehensabilidad de la realidad, en su impenetrabilidad, en la
banalidad del sentido, en el espacio vacío, en el vacío de la significación” (Entrevista con Ana
Tiscornia, p 39)
Y será la propia Parra Sanojo, en la boca de María Eugenia, quien nos pruebe
cómo es que esa apropiación destruye lo aurático, experimentando esa mutación de
sentido, de icono a objeto de utilidad, transformado en una decoración y dispuesto
indiscriminadamente junto a figuras sin referentes en lo real. Sólo le queda recuperar su
máscara. De ella dice María Eugenia Alonso, en la carta a don Lisandro:
Tal vez por ello, para Julieta Fombona en la introducción a la Obra de Teresa de
la Parra editada por la Biblioteca Ayacucho, p XVII comenta:
“He visto que en su nota crítica (¡esto me satisface mucho!) usted prescinde casi
por completo de Teresa de la Parra, pretendida autora de la novela Ifigenia. Tanto su
análisis como sus juicios y presagios, se ciñen únicamente a mí, es decir, a mis ideas
personales, muy especialmente a aquellas expresadas una mañana, ante el mutismo de
abuelita, tía Clara abrazando su cesto y el inmenso y medio calado mantel de granité”
(Carta de Teresa de la Parra en la voz de María Eugenia Alonso a don Lisandro Alvarado,
p 565).
De allí que “en ella parece cumplirse la fórmula de Lacan: no soy alIí donde
pienso que soy, luego soy donde no pienso”. (Introducción de Julieta Bombona a la
Obra de Teresa de la Parra editada por la Biblioteca Ayacucho, p XVII).
Estos autores que intentan explica cómo el mismo objeto puede ser
alternativamente cosa y signo, iluminan el panorama hiperconnotado y dicotómico de
ese sujeto/objeto―sujeto/personaje que representan Teresa de la Parra, como autor(a),
María Eugenia Alonso e Ifigenia, la heroína griega que da su nombre al texto y a la que
la escritora sólo alude en el monólogo que tiene lugar al final de la novela.
“El objeto como mercancía, se convierte en signo, que une en sí el significante (el
objeto susceptible de ser cambiado) y el significado (la satisfacción posible) ocultando
una dualidad interna: actual, con otros objetos; virtual, con la totalidad...la producción
cultural no escapa de esta dinámica, ya que la forma ideológica de la exaltación
incondicional del consumo juega simultáneamente sobre la producción de contenidos y
de las conciencias para recibirlos, instalando así una cultura de trascendencia de
valores (contenidos) y de conciencias (representaciones), ocultándose en ese
intercambio. Poco importa ya que se trate de contenidos materiales de producción o de
contenidos inmateriales de significación, pues lo que es determinante es el código” (p
182)
Aquí el sujeto no lucha por entrar en la historia oficial, sino por ser reconocido,
por tener visibilidad en el espacio público, de manera de que imagen y texto se fundan
en un significante que deviene en icono y el cual alcanzará hasta los espacios
institucionales que en definitiva son los más interesados en conservar el fotomontaje,
para fosilizar, para fetichizar a ese otro, que puesto en vitrina, evidencia su falta. De
hecho, nadie recuerda, salvo intentos recientes como el de María Fernanda Palacios, a la
Teresa de la Parra de Leysin, que no sobrevivió el torbellino de María Eugenia Alonso.
Ella, con su preclaro diario de muerte y cotidianidades, sus cartas y sus
recomendaciones para evitar el contagio de la tuberculosis, sus reflexiones sobre la
muerte y la solidaridad, su casi manifiesto sentimiento de amor hacia Lydia Cabrera,
fueron relegados a la trastienda patria y encerrados en un baúl.
“…Ella camina en pos sin mirar hacia atrás. Los verdaderos elegantes no viven para
la opinión. Viven para realizar el misterio de una perfección interior de la cual la
exterior no era sino un misterio y un símbolo. María Eugenia Alonso sabe lo que cuesta
“Yo he llegado a una edad en que el alma está más madura para el sacrificio y
el misticismo. Entre otras cosas porque ya se sabe que no son tan grandes los tesoros
como se creía a los veinte años. Por eso, observo, admiro y aprendo”: (Teresa de la
Parra. Carta escrita desde Vevey a su amigo Rafael Carías en 1932. Biblioteca Ayacucho,
p 617)
“…Ahora ya sé que barridos al cabo por el tiempo, elogios y reproches son igualmente
vanos… las mejores restauraciones son aquellas que presididas por la nostalgia e
iluminadas por una dulce melancolía, vivirán eternamente nobles en la gracia divina del
recuerdo”. (María Eugenia Alonso al responder la carta a don Lisandro Alvarado,
Biblioteca Ayacucho, p 566)
Las tres citas que desdibujan ese signo (significante/significado) llamado Teresa–
Ifigenia–María Eugenia, cuyo significante viene a ser la imagen (las fotos de Teresa, la
ventana iniciática y el espejo consumador de María Eugenia donde también se consuma
el mito de Ifigenia) adquieren sentido a la luz del análisis que Régis Debray hace en su
libro Vida y muerte de la imagen:
“…La imagen sale de ultratumba amansada y estabilizada, para que el antepasado siga
allí; para impedir que vuelva a molestarnos, para atrapar su alma voladora y rapaz en
un objeto indubitable. Es imposible desembarazarse del doble sin materializarlo” (p 27)
Bibliografía
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de Monte Ávila Editores Nº 27. Enero-febrero. Caracas-Venezuela
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de escritoras venezolanas. Fundación Polar, Angria Ediciones. Caracas-
Venezuela
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52. Rivas, Luz Marina. 2004. La novela intrahistórica. Tres miradas femeninas de
la historia venezolana. Ediciones El otro el mismo. Mérida- Venezuela.
Э
Yurimia Boscán (Caracas 1963) Licenciada en Letras UCV. Cursó postgrado en Literatura
Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar (falta tesis), Actualmente realiza postgrado en
tecnología Educativa en la Unefa. Se desempeña como profesora universitaria y correctora de
prueba. Ha incursionado también en la narrativa y el ensayo. Ha publicado dos libros de
poesía, Poemas, (1983) y Neón, (2001), además de cuentos, ensayos y poemas en diversos
medios de comunicación nacionales e internacionales. Fundó, con otros tres compañeros de
vida, el suplemento cultural de circulación regional Sábado y Domingo, donde recogieron parte
del quehacer cultural de la localidad de Los Teques (Miranda).
Palabras clave: Edgar Allan Poe, género policial, paradigma indiciario, historiador-
detective.
Realizar un análisis en clave histórica del cuento “La carta robada” de Edgar Allan
Poe requiere quizás dos aproximaciones que aunque puedan parecer distintas, en
realidad se entrelazan. Por un lado, podemos intentar rastrear los elementos históricos y
de cuestionamiento sociopolítico presentes en esta obra que no deja de ser ficticia, y que
pueden remitir al contexto en el cual Poe escribe su relato. Y por otro lado, podemos
intentar una comparación entre el método de investigación del detective creado por el
autor, y la metodología del historiador, marcando los alcances y los límites de dicha
comparación (como hiciera rigurosamente el historiador italiano Carlo Ginzburg (1983)
tomando como modelo al Sherlock Holmes de sir Arthur Conan Doyle).
Bibliografía
Borges, Jorge Luis (1944): “La muerte y la brújula”; en Ficciones. Emecé, Buenos
Aires.
Borges, Jorge Luis (1982): “Prólogo” a Seis problemas para don Isidro Parodi.
Bruguera, Barcelona. [Reproducción de “Conferencia de Jorge Luis Borges en la
Universidad argentina de Belgrano”, 16 de junio de 1978.]
De Ipola, Emilio (1989): Investigaciones políticas. Nueva Visión, Buenos Aires.
Ginzburg, Carlo (1983): “Señales. Raíces de un paradigma indiciario”; en: Aldo Gargani
(compilador). Crisis de la razón (nuevos modelos en la relación entre saber y actividad
humana). Siglo XXI, México.
Goody, Jack y Watt, Ian (1996): “Las consecuencias de la cultura escrita”; en Jack
Goody (compilador): Cultura escrita en sociedades tradicionales. Gedisa, Barcelona,
pp. 39-82.
Martyniuk, Claudio: “Carlo Ginzburg: ‘Quien piensa que la realidad es sólo lo que se
toca no entiende nada’” [entrevista]; Clarín, suplemento “Zona”, 2 de septiembre de
2007.
Poe, Edgar Allan (1969 [1844]): “La carta robada”; en Narraciones extraordinarias.
Salvat, Navarra.
Э
Augusto Gayubas. Escritor e historiador nacido en Buenos Aires en 1980. Investigador
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado y
traducido artículos de carácter historiográfico y literario para diversas revistas
especializadas y de divulgación. Es autor de dos radiocuentos ("Sabotaje" y "Crazy
Story") emitidos en 1997 por una importante radio de Buenos Aires, el último de los
cuales fue censurado por las autoridades de la emisora.
Ese Nadie, al que muchos conocemos como Ulises, habita en cada página de este
Kamastro de Matuta (Drugos de la Naranja, 2008) de Freddy Ayala Plazarte (Latacunga,
1983). Es parte inseparable porque su vida o la vida de la voz poética navega por un
mar embravecido, capaz de azorar a cuanto marino descuidado niegue la potencialidad
amorfa de la tormenta de versos.
Y no es solo la analogía con Ulises lo que vuelve interesante este poemario (cuya
comparación no salta a la vista, pero está ahí), sino los símbolos marinos acudiendo
insistentemente en cada poema. Así el mar, arena, sal, isla, puertos, escamas, espuma,
medusas, cardumen, anémona, son referentes precisos de lo que encierra este coral
poético.
“El océano dibuja un ataúd”, nos dice el poeta, convertido en Nadie, acercándonos a su
concepción vista desde el mar, desde lo líquido, donde la pureza y los seres
desconocidos -más allá de los sometidos y depredados- aguardan su momento de furia
contra el hombre. Alistándose para recrear: “la funesta trampa del mar”.
Kamastro de Matuta es una obra mística, sin pretensiones exageradas de poesía
intelectual (sí, el lenguaje puede mostrarnos otra cosa). Sus elementos y metáforas han
logrado que sea un libro para elegidos por la paciencia, o sea para todos aquellos que no
esperan leer y entender -sobre todo- poesía al instante, si no que comprometidos con la
labor desentrañable de las palabras, volverán a ellas (a cada verso) en un constante
vaivén.
No estamos ante otro “Cementerio marino”, menos ante otro Paul Valéry buscando
esencia y musicalidad en la poesía obsesivamente -aunque el trabajo de estos versos nos
deje dudas-. Estamos ante la propuesta de Ayala Plazarte, un poeta cuya obra posee un
Revista Literaria Remolinos # 38 Junio – Julio 2009 133
registro personalizado, que abarca el presente no explícitamente como se quisiese
encontrar sino todo lo contrario, acudiendo a lo implícito, desarrollando toda una
propuesta hermética donde las fisuras no puedan corromper las galerías de esta nave.
Al igual que Ulises, en su travesía por llegar a Ítaca, va encontrando y enfrentando
adversidades físicas y abstractas, así el lector deberá hacerle frente a monstruos
metafóricos acechando en cada poema. No es una poesía ligera buscando la
masificación (como la actual poesía contemporánea ha demostrado en sus distintos
representantes en Ecuador), puesto que Ayala Plazarte lo que busca es la inmortalidad,
convertirse junto a su obra (como Ulises: personaje, metáfora, hombre, Nadie) en un
punto histórico de las letras de este país.
Es arriesgado asegurar que su travesía tendrá éxito, la inmortalidad en la literatura no es
tarea de un momento, sino una lucha constante entre el artista y su obra: esa lid donde el
sentimiento quedará en segundo y quizás en último plano ante la razón: la necesaria
materia para desencadenar todo cuanto se proponga un poeta (en este particular caso).
Pero es evidente que Ayala Plazarte, en este su Kamastro de Matuta, su barcaza alejada
del Aqueronte, de Creta, de la isla de Polifemo, ha fijado su rumbo hacia la tierra
prometida donde la creación poética es un todo o nada, donde las resignaciones a lo
mediocre no son opciones de ultimátum. Así nos lo asegura la voz que recorre este
poemario, que no flaquea en ningún momento y se refuerza en la subjetividad de cada
verso.
ڭ
Alexis Cuzme (Manta-Ecuador, 1980). Licenciado en Comunicación Social. Poeta, periodista
cultural y rockero. Editor de la revista rock literaria Marfuz. Ha publicado los poemarios:
Desconsuelo (2001), Complot ante el silencio (2003) y Club de los premuertos (2006). En
el campo rockero Legión: década pagana (2006). Ha sido invitado a varios encuentros de
poesía joven dentro de Ecuador y consta en varias antologías poéticas, tanto impresas como
virtuales. Su poesía, relatos, crónicas, ensayos, artículos literarios, cinéfilos, teatrales y
rockeros han sido publicados en diarios manabitas, revistas de circulaciónnacional, medios
alternativos de internet y en su blog http://ciudadhecatombe.blogspot.com/
Al leer los manifiestos creacionistas del poeta chileno Vicente Huidobro (Chile,
1893), los principios estéticos que propone me parecieron una utopía pura (sin ningún
sentido peyorativo) puesto que en ellos percibí implícito un ideal, o con más exactitud,
la certeza de que el hombre, dentro de sus limitaciones como individuo, es capaz de
valerse por sí mismo y que es su deber, por formar parte del único sector de los seres
vivos capaz de razonar con plena conciencia y de actuar si así lo quiere a priori, erigirse
Huidobro y Kant, cada uno desde su trinchera y desde su esfera temporal, lanzan
una crítica a la profunda dependencia intelectual en la que el hombre vive sometido.
Más de un siglo los separa, y sin embargo ambos pudieron percibir la necesidad de
tomar el riesgo de pensar por sí mismos y aceptaron la responsabilidad que la lucidez
trae consigo, de difundir entre los hombres contemporáneos aquello que por siglos se
les ha negado: su propia capacidad y libertad.
Y en este sentido, Huidobro define muy bien el papel que la razón (producto de
una conciencia libre, claro) debe de jugar dentro del acto creador, y este es el de la
fuente y la matriz de la generación artística. El poeta creará, sí, pero lo hará de forma
volitiva, conciente, razonada. Y he aquí los polos del Creacionismo en total contacto:
por un lado, se propone la creación mágica, sublime, un nuevo Génesis cada vez que el
artista actúe; y por el otro, el uso de la razón, que finalmente será el puente que conecte
la esfera de lo sublime con la de lo posible. Un espiral perfecto, creo yo, utópico por lo
elevado de su intención, pero planteado con tal certeza que parece ser realizable en su
totalidad.
ڭ
Adriana Paulina Fabián Méndez nació en Guadalajara, Jalisco, México, en Febrero de 1982.
Es licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara. Becaria de la misma
Universidad en la Unidad de Difusión de CUCEA del 2001 – 2003. Consejera y Maestra de
Español en el campamento de idiomas de la Universidad de Concordia en Mineapolis, MN,
U.S.A. en el verano de 2002. Ha trabajado como productora de Noticias en Red Radio
Algo de histórica
Los procesos independentistas, tuvieron en la pluma un fuerte aliado, las cartas de los
libertadores, la alianza temprana entre una estética racionalista resumida en los colores
patrios, la música, los uniformes, más un organismo de difusión como la “La Aurora de
Chile” desembocaron en una corriente crítica por supuesto ligada a la elite criolla.
Puede que esté lejos de ser un verso bien logrado, puede que no cumpla con todas las
formalidades que el decálogo de los poetas exige, lo más probable es que no se
encuentre a la altura de compartir, hojas con nombres como los de Huidobro, Parra o
Zurita, pero las diez líneas anónimas citadas, son la fotografía de un momento histórico,
son el grito de los condenados a muerte de la historia y en ese sentido trascienden tanto
o más que cualquiera de los poetas públicamente reconocidos.
A principios del siglo XX, autores como Víctor Domingo Silva, Cosme Damian
Lagos, conformaron un sustento valioso al movimiento obrero naciente, acompañando a
Recabarren en el nacimiento de la prensa obrera.
La llamada literatura social de Baldomero Lillo, Nicomedes Guzmán, son un aporte
desde el momento que el sujeto a retratar era el obrero, en sus alegrías y pesares,
ingresando a la vedada mina, como al dormitorio de su casa.
Sin embargo, la valoración estética de estos autores siempre estuvo en tela de juicio,
como “El Canto General” de Neruda y la producción literaria de la generación de los
ochenta, marcada por la existencia de la dictadura.
Frustración y estancamiento, son palabras acordes cuando se intenta retratar la
situación de la literatura y su vinculación con el cambio social, frustración porque; la
elaboración discursiva que da cuenta o propone desde su estrategia, alguna sensibilidad
que escape a la de los placeres, los sufrimientos inconmensurables por la falta de una
cerveza o la página en blanco, son rápidamente tachados de panfletos, de propaganda, o
sea, pseudo-arte.
Bajo esa misma premisa, los autores de la diáspora, por el solo hecho de pertenecer a
ese registro, se encuentran sancionados, primero por quiénes en un arrebato de pureza,
los pasan y repasan por el filtro de la evaluación a-social de sus textos, luego por
quiénes cuidan el negocio y sus pequeñas trincheras de supervivencia, para todos ellos,
abrir nuevas posibilidades de análisis, podría significar validar ámbitos de competencia
innecesaria.
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Aldo Patricio Jara Reyes (Omar Cid) (1967) de nacionalidad Chileno: Tiene estudios en
Derecho, Universidad Finis Terrae. Es publicado en la antología poética “Travesía por el río de
las nieblas” de Talca (2000). En el 2007, son publicados un conjunto de sus poemas, en la
revista virtual e impresa española “Voces” número 67, entre otras. En Junio de 2008 participa
de la “Antología de poesía y narrativa chilena” de MAGO editores, presentada en la feria del
libro de Perú. En noviembre de 2008 participa de la antología “Río Bellavista” de MAGO
editores, presentada en la Feria del Libro de Santiago. Es coautor del polémico texto “PURO
Chile, Suciedad democrática” lanzado en la feria del libro de Santiago noviembre de 2008. Un
conjunto de sus poemas son seleccionados para una antología de poesía Franco-Hispana
“Arcoiris” de publicación reciente. Es columnista de diversos medios virtuales como: “Diario
Clarín” en Chile, Chile Informa (Canadá), Panorama Cultural (Suecia), La Cita Trunca
(Canadá) entre otros.
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***
ڭ
Ricardo Martínez. Realizó los estudios de Filosofía y Letras y el Doctorado en la Universidad
Complutense de Madrid. Premio Benasque de Poesía. Diploma de Honor en el concurso
internacional de Relatos Breves "Jorge Luis Borges". Colaborador de Prensa y Revistas
especializadas. Critico literario.
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-Dentro de su producción literaria, ¿Qué obra elegiría usted por optar en una en
especial?
-La que estoy escribiendo en este momento: mi primera novela.
-¿Cómo ve usted hoy por hoy la industria editorial? ¿Como autor qué soluciones le
daría a este problema?
-¿Qué opina de las nuevas formas de difusión literaria por Internet como revistas
literarias, blogs, páginas sobre literatura?
-Me gustan. Creo que estas formas de difusión le han abierto un nuevo mundo a la
literatura. Están a la mano de cualquiera, ayudan a difundir trabajos fuera de las
propuestas y parámetros de la gran industria editorial; y como efecto, ofrecen opciones
a los lectores.
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Raúl Harper (Cali, 1977). Escritor y guionista colombiano. Durante años se desempeñó como
barman, empresario de botas tipo Dr. Martens, operador de atracciones en un parque de
diversiones, administrador de un café Internet, redactor freelance inmobiliario, back staff en un
almacén de Gap, y hasta bajista de una banda que logró la fama años después de su retiro.
Estudió Historia y Relaciones Internacionales, aunque desertó de ambas porque, como él
asegura, la literatura siempre ha sido celosa de sus otras profesiones. En 2007 publicó su
primer libro de cuentos “Vagabundos V.I.P.”. Cuentos suyos han sido publicados en la antología
de cuento urbano colombiano “Cenizas en el andén” y en diversas revistas digitales de
Latinoamérica. Hace parte del grupo literario “Seis escritores en 87 calles”. Su web:
www.raulharper.wordpress.com
Contacto: raulharper@hotmail.com
-¿Cómo ve usted hoy por hoy la industria editorial? ¿Como autor qué soluciones le
daría a este problema?
-La industria editorial se ha incrementado pero ya no hay control en la calidad, deben
ser más rigurosas las editoriales con las publicaciones.
-¿Qué opina de las nuevas formas de difusión literaria por Internet como revistas
literarias, blogs, páginas sobre literatura?
-Es interesante porque se puede tener más acceso a los jóvenes y a todas las personas
que acuden a Internet ya que abandonan los libros de mano y se puede contactar y
encontrar más libros de diferentes lugares del mundo.
ﻫ
Con esta postura creativa Marcelino Menéndez González (Asturias, 1933), con
su libro El amor en el columpio de su vaivén (Editorial Azarbe, España, 2009) nos
ofrece una clara prueba de lo sublime y a la vez de la fugacidad con la que lo amado
deja su bullente perfume en nuestro mundo para luego escapar hacia lo recóndito de lo
desconocido convirtiéndose prontamente en nostalgia y evocación, un vaivén que solo
puede lograr el amor:
Y me pregunto...
para qué, en voz baja,
y me busco en mí pero
me busco en vano,
Como vemos el hombre no solo es un ser sensible al sentimiento del amor, sino
que también es capaz de inmortalizarlo en su memoria, como esa melodía eterna que
nos cuestiona y nos hace recordar que somos más que una simple construcción psíquica.
Lo amado es aquello que se debe escribir, por más breve que sea el amor, es necesario
para el poeta lograr esta comunicación con su ser que se agita en intensidad, en darlo
todo a pesar del inevitable final que no deja de cortarnos las alas:
El sujeto poético en este libro no deja jamás de eternizar lo amado, no como una
expresión totalizada, sino más bien a través de una evocación de algún momento
especial (un beso a media noche, una mirada apasionada, las despedidas que no
perdonan el olvido), que a su vez tratarán de configurar una fuerza lírica intensa que
tendrá una estrecha comunicación con el lector. Pues solo se puede reconocer aquello
que se ha sentido, la palabra en poesía, la poesía que es el cuerpo y el amor, el derrotero
de un fuego que vive aunque muera el mundo:
A lo largo del libro Marcelino, nos hará contemplar situaciones donde la mezcla
sentimental será la constante para lograr la expresión. La mayoría de los poemas
culminarán siempre con una ruptura o alejamiento, pero en ese devenir, se podrá captar
ese misterioso vacío que se deja al saber que ya todo terminó, que solo queda el
recuerdo, las cenizas taciturnas de la tarde:
Y al comprender que no
se puede vivir, con el morir
de cada instante, a pesar
de seguir en ése camino,
en donde nunca llegó al olvido,
aprender a aceptar tu ausencia
como herida que no causa dolor.
Con una poesía sencilla pero vital Marcelino Menéndez, nos deja en lo profundo
del espíritu, su soñar, su vivencia que transita la pureza de amar sin tener en cuenta el
tiempo o las distancias. Esa verdad que es el amor, no solo desde los ojos de la vida,
sino también como el motor y motivo, para hacer cierta nuestra realidad, nuestra
existencia.
P.A.
Sobre el autor:
Collage de viaje
John Martínez González
Altazor ediciones, Lima 2009
El hombre día a día intenta dejar de lado sus frustraciones, sus imposibilidades,
sus eternas ganas de autodestrucción. Él escapa a esas constantes del destino, esa
aglomeración que no es ajena a la ficción hecha poesía, que es en todo caso, ese refugio
ineficaz y bello a la vez donde lo fugaz es lo único salvable entre lo etéreo, entre lo
absurdo, en ese deseo por querer reconstruir a punta de versos un paraíso, un “tú y yo”
inexistente, inconexo, atroz.
Collage de viaje (Altazor ediciones, Lima 2009) del poeta peruano John
Martínez González (Lima, 1981) es esa exploración de lo ignoto, ese deseo por tentar a
lo imposible para abrir la llaga latente del alma y hacerla tiempo, contemplación, ruego,
nada:
(no se podrá
construir las ventanas
si el llanto solo
se pronuncia / se dice)
[...]
el salvaje oleaje
y la ciudad desesperada del desencuentro.
Su voz
regresa como fuego
como signo tembloroso
su voz
navegando sobre el río de vidrio
entre barcos de coral
se disputa los frutos zodiacales
y regresa
a los labios nocturnos
de la pohesía.
La ausencia es no haber penetrado más allá del ser que ahora se aleja. Podemos
contemplar una ruptura que madurará en la devastación de uno mismo. El otro en el
espejo es simplemente uno mismo, presa de la nostalgia y del rencor; la frustración que
hace del tiempo y del vacío una escena próxima a la muerte:
Amanecer lascivo:
orden indómito de la sangre
cementerio de sol.
Un linaje de sueños
desfallece,
la ciudad de espinas
corona lo perpetuo
los días:
Sentencia implacable
álbum de recuerdos
Detener el espejo:
Espada de sangre en la memoria.
pero yo
en otra clase de lenguaje
en la pantalla de mi cuerpo
girando como una moneda
en Villa María del Triunfo
arriba y saliendo a Lima
donde junto recuerdos para armar mi fetiche
o te elimino de mis contactos web,
el clamor de no decir nada
de eliminar el puente invisible
el alucín
y hacer el pohema
calmar las aguas
agitar las tierras
y en nada queda
el desmedro
el over
and over again.
Al final de este viaje Martínez nos dice que: “Toda aproximación es un fracaso”
y quizás lo sea, y quizás no, pero de lo que si es cierto es que el viaje ha transformado
P.A.
Sobre el autor:
John Martínez Gonzáles (Lima, 1981) desde comienzos de siglo está fusionado
con el arte, coordinando y promoviendo encuentros multiartísticos en diversas
ciudades. Ha colaborado brevemente en los primeros números de la revista
Ventana de Medusas. En Bs. As. coeditó la página Pas to morrow. Fundador y editor
de la revista Marc el loco y el fanzine Litophia. Se graduó como comunicador social
en una universidad con nombre de santo católico. Este es su primer pohemario
escrito.
Lavandera de la noche
Clara Vasco
Ediciones El Mono Amado, 2008
El ser humano busca a través de la poesía, ese decir imposible, esa satisfacción
ante la frustración de no poder decir lo claro, de definir el universo de todo lo que nos
rodea, de aquello que nos hace sensibles, seres desprotegidos ante el tiempo y el
abandono, que son la inspiración del poeta que canta su miseria, su debilidad, su
explicación de aquello que se ama, mas no se puede poseer.
Desde esta perspectiva Clara Vasco (Caracas, Venezuela, 1967) con su libro de
poemas Lavandera de la noche (Ediciones El Mono Amado, 2008) nos envuelve con su
lenguaje sencillo y a la vez intenso, donde las palabras enhebran un camino hacia la
exploración del mundo a través del deseo y la inocencia:
En este libro se plantea un deseo por querer lograr lo “pleno” de manera perfecta
y álgida, partiendo, desde luego, de la contemplación de los objetos que prontamente
nos develan su esencia, su secreto e intimidad que solo se puede obtener a través de la
sensibilidad:
azulejos amarillos
mesa de fórmica
tazas color humo
pan caliente
balcón a la calle
laberintos de espuma
A través del libro, las referencias que podemos encontrar con respecto a la
infancia cobran una vitalidad paradójica. Las contradicciones que vivimos en esta etapa
tan caótica y a la vez tierna de nuestra vida apenas es un recuerdo, “una caja oscura
atada al sueño / hervida en leche agria / y leones a punto de morir”. Ante el no haber
podido vencer al tiempo, a las relaciones padre-hijo, la poeta solo contempla su realidad
con un sabor a derrota en los labios, una soledad imbuida en la miseria del cuerpo y del
espíritu:
las calles donde están las casas de los hombres que amo
guardan retazos de mar en las ventanas
una violencia me obliga a transitarlas
como una sonámbula
buscando rastros de piel
Ya no tengo miedo
todo tiene sentido
me explicaste:
la vida es para internarse a fondo en su corriente
no importa qué cosas se interpongan
que el río arrastre cadáveres, maderos
ramas de tormenta
que se despeñen rocas
cuchillos
o gárgolas negras
Sobre la autora:
Clara Vasco, nació en Caracas, Venezuela, en 1967. Desde los 8 meses habita en
Argentina. Estudió Ciencias de la Comunicación en la UBA, y trabaja en el área de
ventas en una empresa de servicios. Su primer contacto con la poesía fueron las
conversaciones de sus padres y la biblioteca de su casa de infancia. En 1991
concurrió al taller de poesía de Gianni Siccardi, lo que permitió compartir sus textos
y enriquecerse con el conocimiento y la sensibilidad del poeta. En 1995 participó en
el homenaje a Edgar Bayley, siendo seleccionada para integrar la plaqueta 11
poetas jóvenes. Algunos de sus poemas han sido publicados en revistas como El
Jabalí y fanzines de los ciclos Las vacas sagradas y Literatura Viva. Durante el 2006
condujo junto a Héctor Urruspuru (creador del ciclo) y Gerardo Curiá el ciclo de
poesía Maldita Ginebra. Participa del grupo y taller de poesía El tren de la palabra,
coordinado por Kudia Rocha e Inés Manzano. Lavandera de la noche es su primer
libro.
Flamenco es un sueño
Carlos Almonte
Editorial La Calabaza del Diablo, Santiago de Chile, 2008
A través de este libro existe una voz que trata de encontrar en su miseria, en su
desolación, alguna imagen que le provea de luz, de entendimiento para así conquistar
sus deseos, pero a través de esa tentativa, el poeta comprende los límites de su expresión
y que apenas lo que trata de crear es una aproximación a algo que no es infinito:
El sujeto poético probará repetidas veces el sabor de la derrota: “La noche acaba
entre sonrisas falsas / de personas ignorantes. / La noche acaba sin haber probado tu
sabor.” Esa frustración interior, ese desencanto, prontamente se transmutará en una
Caricias
y jeringas
y gritos
en demolición
de angustias imperfectas
de caminos que no acaban
de doler
de amor castrado
de separación
de final
y
de distancias
que refieren a tu cuerpo expuesto,
frío
y reluciente.
Para el poeta en este viaje no importa las formas, los caminos, los avatares y
dolores, mientras reconozcamos nuestra condición seudoimortal y concupiscente,
nuestros límites impuestos por la naturaleza y el universo que a su vez nos muestran su
belleza y nos ciega, nos niebla, nos guía hacia lo inevitable:
Y el demonio acecha
y devora
y deshonra
aquellos cuerpos atrapados por costumbre.
El vacío.
El vacío.
El vacío.
Pero esta inevitable destrucción de la cual nos habla el poeta es también una
necesidad para lograr el equilibrio. Todo necesita un orden y hasta la destrucción, “lenta
y nociva”, es a la vez una constante diaria que repercute en nuestras mentes:
Y las tormentas
y las iluminaciones del francés errante
y las alegorías y los llantos
y las caricias y los besos
y los recuerdos y gaviotas
y los lobos en la playa
y las aves incontables...
P.A.
Sobre el autor:
• Esta Revista no esta obligada a publicar toda colaboración que nos envíen.
Pero se tratará en lo posible de atender la mayoría de los trabajos, teniendo en
cuenta, ciertos criterios de calidad y originalidad para satisfacer el interés de
nuestros lectores.
Paolo Astorga
Director de la Revista Literaria Remolinos