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abril 2024 - Nº10

Mondiacult y después.
El futuro de las políticas culturales
en América Latina
Barbalho, Alexandre
Mondiacult y después : el futuro de las políticas culturales en América Latina / Alexandre Barbalho ; Tomás Peters.
- 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : RGC Libros, 2024.
Libro digital, PDF - (Revista Gestión Cultural / Emiliano Fuentes Firmani ; Nicolás Sticotti ; Leandro Vovchuk ; 10)

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ISBN 978-987-8488-62-2

1. Estudios Culturales. I. Peters, Tomás II. Título


CDD 306.098

COORDINACIÓN DE ESTE NÚMERO


Alexandre Barbalho - Tomás Peters

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Coordinación editorial EN ESTE NÚMERO
Emiliano Fuentes Firmani, Hugo Achugar - Alexandre Barbalho
Nicolás Sticotti y Leandro Vovchuk Lia Calabre - Pablo Cardoso
Corrección María Elena Figueroa Díaz
Sebastián Spano María Adelaida Jaramillo González
Gloria María Lescano Méndez
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Begoña Ojeda - Rocío Ortega
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Editorial
Por Alexandre Barbalho y Tomás Peters

M
ondiacult 1982 definió gran parte del marco de trabajo global sobre po-
líticas culturales en las últimas cuatro décadas. En su declaración se
estableció la definición de cultura que la Unesco ha promovido desde
entonces y se generaron discusiones tan centrales como derechos, democratización,
democracia y diversidad cultural. Luego de cuatro décadas de esa convención se han
ampliado, por una parte, los esquemas teórico-analíticos de las políticas culturales
y, por otra, se ha acelerado la complejización de la sociedad contemporánea luego
de, por ejemplo, la pandemia por COVID-19. En efecto, en todos estos años no solo
se han radicalizado las históricas condiciones estructurales del campo cultural lati-
noamericano –precarización laboral de las/os trabajadoras/os culturales, reducción
de ingresos económicos, disminución de los presupuestos públicos en cultura, cierre
temporal y/o desaparición de espacios de circulación artística, desplazamiento de
las/os artistas hacia otras áreas más lucrativas, etc. –, sino también se han producido
cambios significativos en las lógicas de participación cultural por parte de la pobla-
ción. Las plataformas tecnológicas han gatillado un crecimiento inédito de formas
creativas y expresiones artísticas, pero, al mismo tiempo, como nunca en la historia
las/os artistas carecen de control de sus ingresos por sus trabajos “colgados” en la red.
La oferta digital de canciones, libros, fotografías, películas, documentales, presenta-
ciones de teatro y danza, entre otros bienes simbólicos, ha generado una economía

3
de la precarización general del trabajo artístico. Si bien hay mayor circulación, la
sostenibilidad futura del campo de producción cultural como la hemos entendido
durante el siglo XX se pone en duda.

El encuentro Mondiacult 2022 buscó, justamente, hacerse cargo de esas trans-


formaciones sociales y culturales. Realizada nuevamente en México, reunió a la
mayoría de los ministros de cultura de los países miembros de la Unesco y, en
su Declaración Final se establecieron los lineamientos mundiales para las próxi-
mas décadas sobre política cultural, economía creativa y desarrollo sostenible. Al
mismo tiempo, se revisaron experiencias globales y se buscó alcanzar un acuerdo
mundial sobre cómo reforzar el sector cultural de los diversos países miembros
de la Unesco a través del reconocimiento de que la cultura es un bien público
global/mundial.

Todo este escenario exige desplegar preguntas abiertas sobre el futuro de las polí-
ticas culturales en América Latina. El trabajo cultural cambia, las lógicas de acceso
a las artes también; el rol de los Estados se transforma y sus planes y programas se
reformulan en su función territorial/local/global; las formas creativas se adaptan a
los formatos digitales y el capitalismo global establece nuevas reglas de operativi-
dad. En fin, el futuro de las políticas culturales en América Latina es confuso y sin
un rumbo predecible. La trayectoria que venían dando pareciera no seguir un hori-
zonte administrable. Para redescubrir ese futuro, este número especial busca aportar
con diversas miradas de expertas/os de América Latina sobre políticas culturales.
Provenientes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Honduras, México,
Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay, estas/os autoras/es ofrecen lecturas especulati-
vas, pero con imaginarios situados; diagramas analíticos en construcción, pero con
gramáticas propositivas asentadas en contextos. En suma, este número especial se
propuso establecer una cartografía crítico-reflexiva sobre el devenir –futuro, proyec-
tivo, especulativo, inédito, residual– de las políticas culturales en América Latina en
el escenario post-Mondiacult.

4- [revista gestión cultural]


A lo largo de los textos se discuten críticamente los acuerdos y recomendaciones de
Mondiacult 2022, así como también la noción de cultura como bien público global/
mundial. No existe un consenso sobre la propuesta de la Unesco, sino más bien una
actitud de sospecha. De la misma forma, las/os autoras/es se introducen críticamen-
te a sus contextos y manifiestan las necesidades que en materia cultural han surgido
en los últimos años. En suma, cada uno de los diagnósticos nos introduce en nuevas
interrogantes y desafíos que continúan exigiendo nuevas voces reflexivas y diversas
formas de entender y atacar el problema de la desigualdad cultural en todas sus ma-
nifestaciones. Hay, en definitiva, muchos desafíos por delante.

Como equipo editorial queremos agradecer el trabajo profesional y dedicado de cada


una/o de las/os colegas latinoamericanos: sus textos son un verdadero aporte a la
discusión de las políticas culturales contemporáneas. Por otro lado, también quere-
mos señalar nuestra admiración y profundo respeto a las/os editoras/es de la Revista
Gestión Cultural. Su trabajo de circulación del conocimiento y la reflexión crítica es,
sin duda, uno de las mayores contribuciones al espacio intelectual latinoamericano
sobre gestión y políticas de la cultura.

Les deseamos a las/os lectoras/es que, a lo largo de este número especial, disfruten
de un gran viaje a través de los múltiples escenarios políticos y culturales de América
Latina contemporánea y que, además, sirva para ampliar el debate y la acción políti-
co-cultural en la región.

5 - Alexandre Barbalho y Tomás Peters


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La cultura, ahora
11 un bien público global.
México después de Mondiacult
111
¿Eslogan o proyecto político?
POR PABLO MENDES CALADO 2022: pensando porvenires

27 partirSobre
POR MARÍA ELENA FIGUEROA DÍAZ
cultura y naturaleza a
de Mondiacult 2022 (o las ¿Y cómo se paga la vida cultural?
posibilidades de “hacer mundo”)
POR ALEXANDRE BARBALHO Y
Financiación estratégica de
los sistemas de gobernanza de 125
LIA CALABRE la cultura como bien público
mundial

43 Mondiacult: notas de su devenir


en Chile en medio siglo
POR LÁZARO ISRAEL
RODRÍGUEZ OLIVA

143
POR TOMÁS PETERS
Pensar políticas para América

57 ¿Por qué fallan las políticas


públicas culturales? Un análisis
del Sur desde otras cartografías
POR ROCÍO ORTEGA
desde Colombia
POR MARÍA ADELAIDA
JARAMILLO GONZÁLEZ
Perú: el futuro es hoy
POR GLORIA MARÍA
159
79
LESCANO MÉNDEZ
Llamamiento a la acción
de Mondiacult 2022: estado Conversación acerca
de situación y desafíos para de las declaraciones
Ecuador de Mondiacult y sus incidencias

179
POR PABLO CARDOSO en Uruguay
POR BEGOÑA OJEDA Y

95 Políticas culturales y
Universidad: desafíos globales
HUGO ACHUGAR

para la acción local en Honduras


POR MARIO HERNÁN MEJÍA
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Financiamiento Patrimonios
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de la cultura pospandemia

Procesos locales de La gestión cultural


institucionalización latinoamericana
de políticas y en la Mondiacult
derechos culturales 2022
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Cultura viva Bárbaros. en la Argentina GUILLERMO son políticos
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CELIO TURINO de Fora do Eixo FIRMANI / GUERRERO JUAN IGNACIO
RODRIGO SAVAZONI JOSÉ TASAT (COORD.) MUÑOZ (COMP.)
8- [revista gestión cultural]
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9 - Alexandre Barbalho y Tomás Peters


10 - [revista gestión cultural]
La cultura,
ahora un bien público global.
¿Eslogan o proyecto político?
Por Pablo Mendes Calado

L
a Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (Unesco) ha sido la gran promotora y generadora de consensos
en el campo de las políticas culturales en nuestro continente. Aquello que
Zimermann y Plotkin denominaron “saberes de Estado” nos llegaron en forma de
recomendaciones, informes, convenciones, folletos, capacitaciones, conferencias
intergubernamentales. Justamente la conferencia intergubernamental realizada en
México en 1982, que pasara a la historia como Mondiacult 82, ha sido, probablemente
junto a las grandes convenciones, el instrumento de promoción y transferencia de
estos saberes más relevante en su historia. De allí la enorme expectativa que desper-
tara la reedición de este evento, la Conferencia Mundial de la Unesco sobre Políticas
Culturales y Desarrollo Sostenible o, como se popularizó, Mondiacult 2022, que se
esperaba que marcara la agenda de las políticas públicas culturales durante las próxi-
mas décadas.

Gracias a las gestiones de Revista Gestión Cultural tuve la oportunidad de participar


del evento (es por ello que pido permiso al lector, y asumo su concesión, de redactar
algunas frases que siguen de esta introducción en primera persona del singular y en

11
tono impresionista). Los documentos que tantas veces leyera y estudiara, la letra sin
rostro, tomaba entonces corporalidad, mayormente señores de trajes y señoras de
pollera plato por debajo de la rodilla, con algún traje típico dando la nota, jeques ára-
bes con unas túnicas blancas inmaculadas que arrastraban por el piso, las cuales uno
no podía dejar de imaginar que no lavaban por sí mismos. Los cuerpos estuvieron
presentes, pero el debate faltó a la cita.

En el Informe Final de 1982 se leen las discusiones que suscitó llegar a la famosa de-
finición de cultura o el recelo que todavía generaba vincular la cultura a cuestiones
económicas. Lia Calabre destacaba, en un encuentro que hicimos a posteriori de la
Mondiacult 2022, lo álgido y rico de las discusiones en la Conferencia Regional de
Bogotá en 1978. Es claro que aquellos eventos se dieron bajo la dirección de Amadou-
Mahtar M’Bow, el momento histórico en que el tercer mundo elevó su voz más alto en
el mundo, en un contexto de Guerra Fría. La Mondiacult de 1982 demandó doce días.
Con consultas y reuniones previas virtuales, su joven descendiente demandó tan solo
dos días y medio. Todos arribamos a México con el borrador de la Declaración Final
bajo el brazo, el cual no difiere de su versión final, con lo cual queda la pregunta: ¿A
cuenta de qué las sesiones plenarias en las que los ministros y secretarios hacían sus
exposiciones? La impresión que me dejara fue la de una teatralización en la que un
diálogo de sordos simulaba un foro de debate. Algunos delegados, los menos, tenían
algo particular para decir. Para los más, el relato de su gestión particular era el lugar
común.

Las “sesiones temáticas” en las que exponían los delegados por espacio de cinco
minutos cada uno tenían por títulos: “Políticas culturales renovadas y reforzadas”,
“Patrimonio y diversidad cultural en crisis”, “El futuro de la economía creativa” y
“Cultura para el desarrollo sostenible”. Ignoro cómo se las distribuyeron los minis-
tros, pero las exposiciones que pude escuchar no guardaban relación con esos pom-
posos títulos. Lo más destacable es que no creo que nadie se diera cuenta. Con la
excepción de una suerte de juego de “pegue al ruso”, en el que los países europeos

12 - [revista gestión cultural]


–recuérdese que Estados Unidos no es miembro de la Unesco– se turnaban para de-
nunciar las atrocidades cometidas por ese país en la guerra de Ucrania, el resto era
paz y armonía entre las naciones, un sólido consenso, o acaso desinterés, por lo que
estaba en juego. Reitero que se dieron excepciones, pero lo general fueron discursos
centrados en reseñas de sus propias gestiones o la reiteración de lugares comunes,
argumentos de estudiantes de primer año de políticas culturales, el speech Unesco.
De todos modos lo mismo daba. En una de las honrosas excepciones, Patricia Ariza,
entonces ministra de Cultura de Colombia1, bregaba por una cultura valorada por su
capacidad trasformadora, no por su valor de compra venta, mientras que el delegado
de Zambia apostaba a “monetizar las ceremonias”. Como en una escena discepoliana
todos eran aplaudidos por igual, por la misma gente y con la misma intensidad, y, sin
posibilidad de diálogo entre ellos, el show debía continuar. Así transitaron las “sesio-
nes temáticas”, con un marcado aire a pospolítica, de esos que revuelven el estómago
de Chantal Mouffe.

La Mondiacult 2022 nos dejó la persistencia de algunas luchas históricas: el reclamo


de los países víctimas del expolio imperialista por la devolución de sus patrimonios
culturales; algunas preocupaciones por todos compartidas: el cambio climático, la
pérdida de biodiversidad y la necesidad de vincularlos con el campo cultural; algu-
na “novedad” por todos conocida: la precarización laboral de los profesionales de la
cultura; una tarjeta de invitación: la periodización de las reuniones internacionales
cada cuatro años; una tarea para el hogar grupal: la incorporación de la cultura como
un Objetivo del Desarrollo Sustentable; y una tarea individual: saber qué es un bien
público global, y en eso he de centrarme en estas páginas.

Cuando llegué al imponente Auditorio Nacional para la Ceremonia y la Sesión


Plenaria de Apertura, lo primero que llamó mi atención fueron los enormes carteles
que en la entrada rezaban “La cultura como bien público global” y en mi cabeza reso-
nó la melodía y aquel verso de Alejandro Lerner, “volver a empezar”. Sucede que algo
que me obsesiona desde que me acerqué al campo de las gestiones y las políticas de

13 - Pablo Mendes Calado


La Mondiacult 2022 nos dejó la persistencia de algunas luchas históricas:
el reclamo de los países víctimas del expolio imperialista por la devolución de
sus patrimonios culturales; algunas preocupaciones por todos compartidas: el
cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la necesidad de vincularlos con
el campo cultural; alguna “novedad” por todos conocida: la precarización laboral
de los profesionales de la cultura; una tarjeta de invitación: la periodización de
las reuniones internacionales cada cuatro años; una tarea para el hogar grupal: la
incorporación de la cultura como un Objetivo del Desarrollo Sustentable; y una tarea
individual: saber qué es un bien público global.

las culturas fue la necesidad de clarificar, y criticar, nuestros bagajes conceptuales,


las palabras que circulan, muchas veces con significaciones planas, que perdieron su
espesura semántica en el camino. Cuando hace ya más de veinte años me formé en
este campo me dijeron que pertenecía a una casta de elegidos, aquellos que daríamos
por tierra con la cultura como un bien suntuoso y que, por el contrario, haríamos de
esta un factor estratégico del desarrollo. Y así comenzamos nuestra marcha por la
profesionalización, con tan loable bandera a la vanguardia, pero a poco de andar me
di vuelta, pedí perdón y pregunté tímidamente: ¿qué es el desarrollo? Y siguieron pre-
guntas similares sobre la exclusión social, la ciudadanía, la desigualdad, la pobreza, y
tantas otras cuestiones con las que acaso no intentáramos resolver nuestro complejo
de Cenicienta. Hoy hay un nuevo zapato para probarnos: los bienes públicos globales.

Problematizaciones en torno a la cultura


como bien público global
En lo que sigue intentaré clarificar algo la noción de bien público global, a la que la Unesco
propone sea incorporada la cultura. Comencemos por aclarar que consideraremos aquí

14 - [revista gestión cultural]


los sintagmas bienes públicos o bienes comunes como “conceptos gemelos”, tal como lo
sostiene la ONU (2021) y en ocasiones nos referiremos a ellos, tal y como suele hacerse
en la jerga especializada, simplemente como “los comunes”.

El problema de los bienes comunes es el de poder gestionar un patrimonio comparti-


do por un cierto número de agentes de forma que reditúe beneficios para todos y en
forma sostenida en el tiempo. No es en modo alguno un problema político reciente:
ya Aristóteles sostenía que “lo que es común para la mayoría es de hecho objeto del
menor cuidado” (citado por Ostrom, 2000, p. 27) y la historia antigua de esta discu-
sión no termina en él, pero no es este el lugar para tal estudio filológico. Desde di-
ferentes perspectivas disciplinares el tema tuvo un resurgir hacia la década de 1960,
momento de las primeras crisis del paradigma del desarrollo capitalista, de los tra-
bajos de los esposos Meadows que conociéramos a comienzos de los setenta como Los
límites del crecimiento, de las primeras preocupaciones ambientalistas y del desbocado
crecimiento poblacional. Tema, este último, que motivó al biólogo especializado en
genética2 Garret Hardin (1968) a escribir uno de los ensayos más renombrados en esta
temática: La tragedia de los bienes comunes.

En uno de los momentos históricos en que probablemente la ciencia y la técnica tuvie-


ran mayor popularidad, Hardin comienza su ensayo adhiriendo a la idea de que existen
problemas. Da como ejemplo el juego del ta-te-ti, que no tienen una solución científi-
co-técnica óptima y este es el tipo de problemas al que pertenece para nuestro autor la
gestión de los bienes comunes. Para demostrarlo propone el análisis de un campo de
pastoreo, uno de los casos típicos de bienes comunes. Distintos pastores comparten un
espacio para sus rebaños, todos ellos intentan maximizar su utilidad, es decir, sumar
un animal a sus rebaños cada vez que se pueda. Factores externos como enfermedades,
predadores, hurtos o cazadores furtivos, mantienen los rebaños en un número redu-
cido que evita la sobreexplotación del pastizal, el bien común. Sin embargo, si estos
factores dejaran de tener efecto y en tanto permanezca la función de maximización
para cada pastor, pronto comenzaría la sobreexplotación del pastizal y su consecuente

15 - Pablo Mendes Calado


merma de rendimiento. Como la tasa de rendimiento marginal por animal desciende,
cada pastor, “racionalmente”, decide sumar un animal para compensar la pérdida, pero
su decisión solo logra incrementar el problema de merma de los rendimientos margi-
nales del pastizal. El resultado es la pérdida del bien común. “La lógica inherente de los
bienes comunes genera, implacable, la tragedia”, nos dirá Hardin y nos clarifica que no
otorga a “tragedia” el sentido de “infelicidad” sino de “inevitabilidad del destino”. Las
únicas alternativas que Hardin avizora son la privatización del bien o la férrea regula-
ción de su explotación por una entidad superior: el Estado.

Por la misma época del ensayo de Hardin otras corrientes de pensamiento, como la
por entonces muy popular teoría de los juegos y en particular su dilema del prisionero,
llegaban a conclusiones similares. Sin embargo, sabemos que el contraejemplo refuta
la ley y las investigaciones empíricas desde diferentes campos disciplinares: la sociolo-
gía, la antropología, la economía y la ciencia política mostraron que existían casos de
gestión de bienes comunes exitosos. Hacia mediados de los años ochenta, la casuística
era cuantiosa en todos los continentes. Si bien originalmente esos trabajos respondían
a las diversas lógicas de sus pertenencias institucionales, disciplinares y teóricas, co-
mienza a tomar forma la conciencia de un objeto de investigación común y con ello el
campo de estudio de los bienes comunes. En esta historia tiene un lugar privilegiado
el Taller de Teoría Política y Análisis de Políticas Públicas, de la Universidad de Indiana
(USA), y dentro de este la figura de Elinor Ostrom (2000), politóloga de formación,
pero que en 2009 ganara el Premio Nobel de Economía por sus aportes, justamente,
al estudio de la gestión de los bienes comunes. Su obra de 1990, El gobierno de los bienes
comunes. La evolución de las instituciones de acción colectiva es, hasta el presente, la obra más
emblemática en este campo y que sin lugar a dudas amerita detenernos en ella.

El trabajo de Ostrom puede ser encuadrable dentro del neo-institucionalismo. Conocía


en profundidad la teoría de los juegos y entre sus principales preocupaciones estaba
la posibilidad de una nueva teoría de la acción colectiva que superara la que había

16 - [revista gestión cultural]


desarrollado Mancur Olson en la década del sesenta y que conducía a la misma conclu-
sión de la tragedia de los comunes o el dilema del prisionero. En los años de auge del
neoliberalismo privatista y en que la única opción alternativa parecía ser refundar el
Estado, Ostrom demuestra la viabilidad política de una tercera opción, la del gobierno
participativo de la cosa común. Lo que tal vez no se recuerda tanto, pero que la autora
no dejó de aclarar en toda oportunidad que pudiera, es que: a) el modelo al que cree
haber llegado para el gobierno de los bienes comunes se aplica a situaciones relativa-
mente acotadas, los numerosísimos casos analizados por ella van de 50 a 15.0003 indi-
viduos afectados a la gestión de un recurso de uso común; b) los casos tienen distintos
orígenes internacionales, pero todos ellos se desarrollan al interior de un único Estado
nación; c) con escasas excepciones, los bienes de uso común estudiados se tratan de
zonas de pesca, de pastoreo, usos de bosques, ríos y acuíferos; y d) así y todo el modelo
explica los casos exitosos, pero no puede asegurar que aun cumpliendo con todos sus
elementos el fracaso no sea una opción. Veamos entonces de qué trata su modelo.

Ostrom identifica ocho principios de diseño de instituciones, los cuales seguidos tra-
taremos de exponer coloquialmente evitando todo tecnicismo posible: 1) están clara-
mente definidos los límites entre quienes participan de la explotación del recurso (para

Si tal y como parece ser estamos a las puertas de un proceso de


reconocimiento de la cultura como un bien público global,
el presente trabajo tuvo por objeto aportar algunas pistas para acercarnos
al problema de los comunes. Puede que acaso estas pistas estén equivocadas,
pero aun así persiste un metarrelato aún más importante: necesitamos
imperiosamente conocer, problematizar y criticar las ideas, conceptos y
categorías con las que trabajamos.

17 - Pablo Mendes Calado


quienes es común) y quienes no lo hacen; 2) las reglas que guían la institucionalidad se
ajustan a la idiosincrasia local; 3) todos los individuos involucrados participan del di-
seño y posible reformulación de las reglas que los afectan; 4) los poderes exteriores por
lo menos respetan, cuando no apoyan, la autonomía de la comunidad que gestiona el
bien común; 5) los propios individuos involucrados son los principales efectores del po-
der de policía mediante mecanismos ad hoc; 6) se establece un sistema de sanciones por
todos acordado y conocido de penalizaciones graduales; 7) se establecen mecanismos
de resolución de conflictos de bajo coste; y 8) las actividades de gobierno del común
se realizan en una estructura organizacional ad hoc y que en caso de bienes de mayor
alcance pueden ser diversas y anidadas entre sí (Hess y Ostrom, 2016, p. 31).

Hacia mediados de la década de 1990 comienzan a multiplicarse investigaciones que


intentan aplicar el concepto de bien común al universo de los datos, la información y
el conocimiento, muy especialmente en los por entonces novedosos entornos digita-
les. Una década más tarde, en 2007, Charlotte Hess y Elinor Ostrom (2016) publican
el compilado Los bienes comunes del conocimiento. Sus editoras reconocían por enton-
ces que “la exploración de la información y el conocimiento como bienes comunes
se encuentra todavía en su tierna infancia” (p. 28). En tal sentido, al mencionar al
por entonces novedoso YouTube en su artículo, David Boller se ve en la necesidad de
aclarar de que se trata de “una página para compartir contenidos producidos por los
usuarios” (p. 63), mientras que, mayormente, los trabajos incluidos en el libro ana-
lizan al conocimiento como un bien común al interior del campo académico. En el
prólogo de la edición española, solo una década más tarde, Hess destaca el “ascenso
meteórico de las redes sociales de comunicación, que promueven potentes formas de
acción política y social colectivas” (p. 11). A mediados de la década del 2000, algunos
de los textos de Los bienes comunes del conocimiento aún respiran el espíritu anarco-
libertario que la web despertara en sus inicios y que hoy sabemos paulatinamente
fue siendo engullida por el mercado capitalista. Más aún, su lectura retrospectiva
deja la sensación de dos tiempos diferentes: el del campo académico y el del campo

18 - [revista gestión cultural]


tecnológico, un diferencial que provoca que las investigaciones difícilmente superen
“su tierna infancia”, como dicen Hess y Ostrom, pues sus objetos de estudio perecen
antes de que las investigaciones lleguen a la adolescencia.

El creciente interés por los comunes en el campo académico no pasó desapercibido


para los organismos multilaterales, particularmente para la Organización de Naciones
Unidas y su familia de organismos especializados, que cerraron el pasado milenio
incorporándolo a su repertorio de categorías en danza. Antes de detenernos en estas
instancias internacionales, detengámonos un instante en un interesante trabajo de
Igne Kaul, economista alemana que participó del campo académico cuando fue direc-
tora de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD. En su artículo “Los
bienes públicos globales y las Naciones Unidas” (2015), coescrito con Donald Blondin,
nos aportan algunas ideas que resultan muy interesantes para pensar este problema.
Un primer elemento contextual es que, a diferencia de Ostrom y quienes aportaron
a la construcción del campo de los comunes, Kaul y Blondin están ya planteando la
idea de bienes a escala planetaria. Un segundo elemento es que en tanto los primeros
analizaban casos de “consumo” de bienes comunes naturales, los últimos piensan ya
en la provisión global de ciertos bienes comunes. En su trabajo es solo una mención,
pero me interesa rescatar la noción de “externalidades transfronterizas”, esto es los
impactos que tienen, más allá de sus límites, las decisiones que los Estados nacionales
sostienen fronteras adentro, lo cual resulta relevante porque, contrariamente al ima-
ginario de que los problemas globales son situaciones fortuitas, estos son, justamente,
resultado de externalidades transfronterizas4. Esto conduce a otra idea interesante que
trabajan los autores y es la de soberanía responsable: “Los Estados deben compartir el
compromiso de actuar con responsabilidad, tanto respecto de sus propios territorios
y poblaciones, (…) como de otros Estados” (Kaul y Blondin, 2015, p. 100). Este es uno de
los puntos programáticos que los autores plantean para alcanzar un sistema viable de
gobernanza de los bienes públicos globales. El otro punto es la reforma de las Naciones
Unidas en tanto agente natural de esa necesaria gobernanza global. El tema aquí es

19 - Pablo Mendes Calado


que el organismo está pensado para Estados nacionales con reivindicaciones sobera-
nas plenas sobre, justamente como lo dicen los autores en la cita previa, sus “territorios
y poblaciones”. Sin embargo, las “externalidades transfronterizas” son hoy mucho más
numerosas y potentes que a mediados del siglo XX.

En el Informe del Secretario General de la ONU de 2021, el capítulo IV, “Naciones


grandes y pequeñas: un nuevo pacto global para suministrar bienes públicos globales
y hacer frente a los riesgos graves”, está justamente dedicado a este tema. Si bien el
informe comienza reconociendo los bienes públicos y comunes como “conceptos ge-
melos”, reserva la categoría bienes comunes globales para los cuatro ámbitos en los
que el derecho internacional niega la posible reivindicación nacional: la Antártida,
alta mar, la atmósfera y el espacio ultraterrestre. Si bien estos bienes comunes tienen
un reconocimiento como tal desde larga data, el caso para los bienes públicos globa-
les no es tan así. Por el contrario, este es un terreno en el que se están construyendo
los consensos y, en este marco, la ONU propone siete bienes públicos globales: salud,
información, economía, planeta sano, ciencia, paz y patrimonio digital, y deja reser-
vada la categoría “¿otros?” para nuevas postulaciones. La estrategia de gobernanza
para los bienes comunes es la protección, en tanto para los bienes públicos lo es su
suministro, habida cuenta de que se trata de bienes públicos globales y que, por tan-
to, “ningún Estado puede suministrarlos adecuadamente por sí solo” (ONU, 2021, p.
48). El informe pondera los riesgos mundiales que demandan una gobernanza glo-
bal, valora la acción multilateral, reconoce su limitación en función de la escasez de
recursos que proveen los Estados miembros, e insta a todos a buscar nuevos meca-
nismos de gobernanza. En definitiva y como lo dice taxativamente el propio informe:
“El sistema multilateral todavía no está en condiciones de lograr las estrategias, las
inversiones o la solidaridad necesarias” (ONU, 2021, p. 48).

Las referencias a la cultura como bien público global no son particularmente abun-
dantes en el ámbito de la Unesco o la ONU con anterioridad a la Mondiacult. De he-
cho, la Resolución 76/214 de la Asamblea General de las Naciones Unidas “Cultura

20 - [revista gestión cultural]


y desarrollo sostenible”, adoptada el 17 de diciembre de 2021, justamente declarado
Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible –probable-
mente el documento más importante con antelación a la Mondiacult 2022–, no tiene
tan siquiera una mención a la cultura como un bien público global.

El informe Re|pensar las políticas culturales para la creatividad de 2022 tiene justamente por
subtítulo, y a la vez título de su introducción, “Plantear la cultura como un bien público
global”, aunque tampoco allí abundan las referencias al tema. Ernesto Ottone, subdirector
general de Cultura de la Unesco, en el último apartado de la introducción (y de este en los
últimos párrafos) toma el guante del secretario general de la ONU de identificar nuevos
bienes públicos globales y pensar en la mejor forma de provisión y salvaguarda, y postula
a la cultura como uno de ellos. Es más, retoma las caracterizaciones de los comunes que
destacara Ostrom –principios de no exclusión y de no rivalidad del consumo– y a los efectos
de resaltar su carácter “global” agrega que: “Sus beneficios son casi universales en lo que
respecta a la cobertura geográfica, las personas (beneficia a todas ellas) y las generaciones
(tanto presentes como futuras)” (2022, p. 29). Ottone acierta cuando sostiene que reconocer
la cultura como un común “requiere una mayor reflexión a través de un diálogo sobre polí-
ticas”, lo cual coincide, por otra parte, con la cita anterior del secretario general de la ONU.
También está en lo cierto al decir que “la cultura no es solo una cuestión de instituciones
o de economía, sino también de imaginación individual y colectiva” (2022, p. 29), que es,
justamente, el punto central del argumento de Aníbal Mella que seguido comentaremos.

Como tantos otros espacios, la revista Cartografías del Sur de la UNDAV (Argentina)
dedicó su número del segundo semestre de 2022 a nuestro tema. Allí apareció el artí-
culo “Cultura como bien público global” de Aníbal Mella. La terna planteada por Ottone
para caracterizar la cultura, “instituciones”, “economía” e “imaginación”, coincide con
la propuesta de John Holden, y de la que parte Mella, de que la cultura posee valor
institucional, instrumental e intrínseco. Partiendo de un análisis del caso británico,
Holden concluye que las políticas culturales han buscado su legitimidad en los valores
institucional e instrumental en desmedro del intrínseco5, pero Mella nos recuerda que

21 - Pablo Mendes Calado


es justamente en este último donde reside el carácter público de la cultura, el cual es
vectorizado por las primeras; tal como analiza el autor para el caso coreano, donde el
vertiginoso desarrollo de las industrias creativas (por su valor instrumental, léase eco-
nómico) posibilitó la difusión internacional de elementos identitarios6.

A modo de balance
Lo que aquí hemos esbozado no ha sido sino recuperar de la retina la imagen de esos
enormes banners que flanqueaban la entrada a la Mondiacult 2022 –y su eslogan “Hacer
de la cultura un bien público global”– y girarnos hacia la biblioteca y ver qué tenía para
contarnos. Un dato, acaso anecdótico, pero que ilustra lo intrincado del tráfico interna-
cional de ideas en el que estamos inmersos: los textos de Elinor Ostrom y de Igne Kaul
estaban allí, en mi biblioteca, juntando polvo hace unos siete u ocho años. No es que lle-
gara a ellos por línea directa por mis estudios de políticas culturales: llegaron intentando
entender qué era el desarrollo, recordémoslo, un zapatito de Cenicienta cuya horma esta-
mos intentando amoldar a nuestro campo hace al menos cuatro décadas.

Este esbozo de revisión conceptual nos deja algunas pocas precisiones: las primeras
hebras del hilo de Ariadna de un territorio que, como el laberinto del Minotauro, nos
es ajeno a muchos que venimos del campo de las gestiones y políticas de las culturas,
y también algunas problematizaciones.

Los casos exitosos de gestión de comunes estudiados alrededor del mundo por diferen-
tes disciplinas eran acotados, locales. La Unesco, en cambio, habla de la cultura como un
bien global: es probable que ellos manejen información que nosotros aquí no (sería lo
esperable) o no (sería lo temible). La teoría de los comunes pone el acento en el principio
de no exclusión, de no parcelamiento. Sin embargo, venimos de un 2021 declarado Año
Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible, pero las industrias
creativas son caracterizadas como aquellas que tienen en su raíz misma un componente
creativo y que son, y este es el tema, generadoras de copyright, un mecanismo de exclusión.
Si Igne Kaul tiene razón, y creemos que así es, necesitamos de esa soberanía responsable

22 - [revista gestión cultural]


como condición de posibilidad de la gobernanza de los comunes globales, pero pese a
un siglo de impulso del principio de la cooperación internacional, la competencia entre
Estados parece dominar el escenario. Y podríamos continuar.

Si tal y como parece ser estamos a las puertas de un proceso de reconocimiento de


la cultura como un bien público global, el presente trabajo tuvo por objeto aportar
algunas pistas para acercarnos al problema de los comunes. Puede que acaso estas
pistas estén equivocadas, pero aun así persiste un metarrelato aún más importante:
necesitamos imperiosamente conocer, problematizar y criticar las ideas, conceptos
y categorías con las que trabajamos. Eventos como la Mondiacult tienen la particu-
laridad de dejar una cantidad de significantes flotantes y, como decía al principio, la
“tarea para el hogar” de nuestro lado de desentrañar sus significaciones y sentidos.
No asumir nuestra responsabilidad nos conduce a posibles situaciones sobre las que
Elinor Ostrom (2000) nos dejara ya su advertencia: “Los funcionarios públicos a ve-
ces no hacen sino evocar imágenes siniestras aludiendo brevemente a las versiones
popularizadas de los modelos” (p. 34).

Notas
1
Debo reconocer gratamente que de entre los 4
Durante los días de la Mondiacult 2022 se
discursos con un aporte particular por mí es- mencionó recurrentemente el vínculo entre
cuchados, buena parte de ellos provenían de calentamiento global y cultura. Se habló de lo
Latinoamérica y el Caribe, entre ellos los de las hermanados que los pueblos debemos estar
representantes de Bolivia, Colombia, Chile y Ja- ante esta adversidad común, pero nada se dice
maica, todas mujeres. de quienes han aportado y aportan a esta ad-
2
Se suele identificar a Garret Herdin como “ecó- versidad. La escena recordaba a las películas
logo”. Preferimos hacerlo como “biólogo espe- en que un asteroide viene a colisionar con la
cializado en genética” pues es así como el mismo Tierra, un problema común, pero sin respon-
se caracteriza en La tragedia de los bienes comunes. sable. La excepción fue la delegada de Jamaica
3
15.000 individuos pareciera ser un número que señaló que los Estados insulares padecen
considerable, pero sin dudas que es pequeño si las consecuencias del cambio climático en una
se lo compara con los 8 mil millones a conside- proporción mucho mayor de la que contribu-
rar para un bien público “global”. yeron a crearlo.

23 - Pablo Mendes Calado


5
Esta posición compartida por Ottone y Mella 6
Esto nos conduciría a la idea de diplomacia
nos remite al verbo “culturar”, acuñado por Hé- cultural, que también circuló por los pasillos de
ctor Olmos y Ricardo Santillán Güemes (2008). la Mondiacult 2022 y que creemos que también
Así como el aire limpio debe ser un bien público amerita al interior del campo de las políticas
para satisfacer el universal derecho de respirar, culturales un esfuerzo de conceptualización y
la cultura debiera serlo para satisfacer el de cul- problematización.
turar, condición misma de hominidad.

Bibliografía

Hardin, G. (1968). La tragedia de los bienes comunes. ONU (2021). Nuestra Agenda Común - Informe
https://www.redalyc.org/pdf/305/30541023.pdf del Secretario General. www.un.org/es/
content/common-agenda-report/assets/pdf/
Hess, Ch. y Ostrom. E. (Ed.) (2016). Los bienes
informe-nuestra-agenda-comun.pdf
comunes del conocimiento. Traficante de Sueños.
Ostrom, E. (2000). El gobierno de los bienes
Kaul, I. y Blondin, D. (2015). Los bienes
comunes. La evolución de las instituciones de acción
públicos globales y las Naciones Unidas. En J.
colectiva. Fondo de Cultura Económica.
A. Ocampo (Ed.), Gobernanza global y desarrollo.
Siglo XXI. Ottone, E. (2022). Introducción. Plantear
la cultura como un bien público global. En
Mella, A. (2022). Cultura como bien público
Unesco, Re|pensar las políticas para la creatividad.
global. Cerografías del Sur, 16, 25-40.
Plantear la cultura como un bien público global.
Olmos, H. y Santillán, R. (2008). Culturar: las
formas del desarrollo. Ciccus.

24 - [revista gestión cultural]


NOVEDAD

Un jardín de senderos
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CATÁLOGO COMPLETO ACÁ.


26 - [revista gestión cultural]
Sobre cultura y naturaleza a
partir de Mondiacult 2022 (o las
posibilidades de “hacer mundo”)
Por Alexandre Barbalho y Lia Calabre

No, el bosque no está muerto, como piensan los blancos.


Pero si lo destruyen, entonces sí, morirá.
Su aliento vital se escapará lejos.

Davi Kopenawa

L
a cuestión del desarrollo vinculado a las cuestiones culturales es un tema recu-
rrente en el ámbito de la Unesco y se actualizó con la celebración de Mondiacult
2022, que llevó el título oficial de Conferencia Mundial de la Unesco sobre
Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible, y cuya Declaración Final presenta “priori-
dades comunes y se plantea un programa de futuro que aprovecha plenamente el efecto
transformador de la cultura para el desarrollo sostenible” (cursivas nuestras) (Unesco, 2022).

Nuestra contribución a esta compilación se centra en este aspecto del debate más
amplio sobre las políticas culturales, es decir, la relación entre cultura y desarro-
llo. Partimos de la necesidad metodológica, propuesta por Pierre Bourdieu (1989),
de establecer, aunque sea mínimamente, la “historia social de los problemas, obje-
tos e instrumentos del pensamiento, es decir, del trabajo social de construcción de

27 - Alexandre Barbalho y Lia Calabre


instrumentos para la construcción de la realidad social” (p. 36). Esto significa com-
prender el surgimiento de esta relación y su progresiva constitución a través del tra-
bajo colectivo, dentro de la lógica del funcionamiento del campo cultural, hasta el
punto de convertirse en problemas legítimos producidos socialmente.

Así, nuestro capítulo se divide en tres momentos. En primer lugar, discutimos breve-
mente el concepto de “desarrollo”. En el segundo, exponemos cómo este debate se ar-
ticuló con “cultura”, desde un lugar privilegiado para la elaboración de discursos y sa-
beres sobre política cultural, la Unesco, y en particular Mondiacult 1982. Finalmente,
señalamos algunos elementos para un enfoque contemporáneo del tema, en la inse-
parable articulación entre cultura y naturaleza, colocando a Brasil como posible líder
en este debate.

I.

Algunas nociones y conceptos, como “desarrollo”, aportan una pluralidad de signi-


ficados resultantes tanto de su uso en diferentes disciplinas (sociología, antropo-
logía, ciencias políticas, economía, por nombrar algunas), como de su apropiación
por parte de las políticas públicas, de los medios periodísticos, y del sentido común.
Como afirma Raymond Williams (2003), los términos “desarrollar”, “desarrollo”,

Javier Cuéllar informa que la Década Mundial del Desarrollo Cultural


(1988-1997), lanzada por la Unesco, surgió de la constatación del fracaso
de muchos de los proyectos de desarrollo, fracaso resultante de la
indiferencia hacia el factor humano y cultural local. Esto no significa
necesariamente que nuevos proyectos que tengan en cuenta este factor se
elaboren de común acuerdo con las poblaciones nativas.

28 - [revista gestión cultural]


“desarrollado”, “subdesarrollado” y “en desarrollo” sujetan en su aparente sencillez
a cuestiones políticas, económicas, sociales y culturales de difícil solución. Y reco-
mienda atención ya que es en el análisis de las prácticas implementadas bajo esta
noción donde se puede llegar a un reconocimiento más específico y, por tanto, más
necesario y posible de su significado.

Guy Hermet (2002) afirma que en el siglo XIX no se hablaba de “desarrollo” sino de
“progreso” y “civilización”. En realidad, estos términos tienen un significado muy
parecido. Según Williams (2003), las palabras desarrollar (develop) y desarrollado (de-
veloped) surgieron en el idioma inglés a mediados del siglo XVII y sus orígenes se
remontan a la palabra del francés antiguo desvoleper, que significaba lo contrario de
“involucrar”, “conectar”, de donde viene “desarrollar”, “desplegar”.

En el siglo XVIII, el uso metafórico de la palabra se identifica en el sentido de “desa-


rrollar las facultades de la mente humana”, pero su “primera gran expansión” se pro-
dujo junto con la “nueva biología, en estrecha relación con las ideas de la evolución
(Williams, 2003, p. 99). Esta perspectiva biológica es incorporada por el pensamiento
económico del siglo siguiente en el sentido de que las sociedades evolucionan hacia
su desarrollo progresivo. En la escala evolutiva que establece el desarrollo guiado por
una lógica comercial e industrial, las sociedades pueden ser desarrolladas, punto
final del proceso, o encontrarse en una de sus etapas: no desarrolladas, atrasadas o
subdesarrolladas o en desarrollo. Es en esta “trama verbal”, como la llama Williams
(2003), donde la generosidad de la ayuda de los países “desarrollados” a los países “en
desarrollo” se confunde con prácticas de supresión de las identidades de “otros” (los
que están “en desarrollo”) y con la imposición de procesos económicos dirigidos al
mercado mundial controlado por los “desarrollados”.

Como señala André Frankovits (2005), el “desarrollo”, en el sentido definido por


Williams, fue promovido después de la posguerra por bancos multilaterales, como el
Banco Mundial, a partir del Plan Marshall, que inicialmente apuntaba a reconstruir

29 - Alexandre Barbalho y Lia Calabre


Europa, pero que luego sirvió de base para políticas aplicadas en África, Asia y
América Latina. Esa “asistencia al desarrollo” tenía como objetivo ayudar a estabilizar
las estructuras económicas y políticas de las naciones necesitadas, oponiéndose al
entonces modelo de crecimiento comunista.

Sin embargo, este modelo tradicional de “desarrollo” fue criticado por diversos sec-
tores de las universidades y de la sociedad civil, así como por sectores progresistas de
la burocracia de países africanos, asiáticos y latinoamericanos. La principal objeción
está en relación con lo que Frankovits (2005) llama el “modelo trickle-down”1 de com-
bate contra la pobreza que sostiene que el crecimiento económico inevitablemente,
en el largo plazo, beneficiará a las clases menos favorecidas. Solo en ese momento
estarán dadas las condiciones para el “desarrollo social y político”. Este fue el pará-
metro, por ejemplo, del “milagro económico” del régimen militar brasileño, ejempli-
ficado por el lema “primero hay que hacer crecer el pastel y luego dividirlo”, acuñado
por el entonces ministro de Economía, Delfim Neto.

Este modelo, a pesar de ser muy criticado, sigue influyendo en los paradigmas desa-
rrollistas, al punto de que sus críticos crearon el término mal desarrollo para, según
Frankovits (2005), “describir un proceso intervencionista, plagado de condiciones
impuestas a los países en desarrollo, que somete a poblaciones enteras y, en su mayor
parte, beneficioso para América del Norte y Europa” (p. 80)2.

Es innegable, sin embargo, que la noción de desarrollo se está transformando a


través de la crítica de su lógica economicista. El Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD), por ejemplo, ha desarrollado y adoptado la noción de “de-
sarrollo humano sostenible” desde 1990, así como el Índice de Desarrollo Humano
(IDH), dada la insuficiencia de criterios y datos económicos para revelar la calidad
de vida de los ciudadanos de los “países en desarrollo”. Como señala Guy Hermet
(2002), desde mediados de esa década varias instituciones, como el Banco Mundial,
el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización Internacional del

30 - [revista gestión cultural]


El desarrollo cultural también se asocia frecuentemente a la noción de
progreso, de evolución, que en el ámbito cultural es muy discutible, ya que
no es viable hablar, en términos sincrónicos, de que una cultura sea superior
a otra, o, en una perspectiva diacrónica, dentro de una misma cultura,
identificar un período más evolucionado que otro.

Trabajo (OIT), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el


PNUD y la Unesco, promovieron encuentros y documentos afirmando la importan-
cia de la cultura como “recurso” en la lucha contra la pobreza (Yúdice, 2004). El BID,
por ejemplo, celebró en 1999 el foro Desarrollo y Cultura, que prestó especial atención
al contexto latinoamericano.

Javier Cuéllar informa que la Década Mundial del Desarrollo Cultural (1988-
1997), lanzada por la Unesco, surgió de la constatación del fracaso de muchos
de los proyectos de desarrollo, fracaso resultante de la indiferencia hacia el
factor humano y cultural local. Esto no significa necesariamente que nuevos
proyectos que tengan en cuenta este factor se elaboren de común acuerdo con
las poblaciones nativas. Es el propio Cuéllar quien revela que el “desarrollo hu-
mano” implica el “proceso de ampliación de las opciones ofrecidas a un pueblo”
(Cuéllar, 1997, p. 11, cursivas nuestras), es decir, no necesariamente creadas por
ese mismo pueblo.

Guy Hermet (2002) observa, en el caso específico de América Latina, que incluso los
proyectos reformistas de desarrollo, vigentes entre los años 1940 y 1970, que apuntaban
a profundas transformaciones sociales como la reforma agraria, fueron elaborados por
élites intelectuales y políticas sin la participación de las “masas”, vistas como apáti-
cas, ignorantes o enojadas. Esta realidad no ha cambiado con el “giro neoliberal” desde

31 - Alexandre Barbalho y Lia Calabre


la década de 1980. En cualquier caso, como previamente la Comisión Mundial sobre
Medio Ambiente y Desarrollo había sido constituida e influenciada por ella, la Unesco
creó, en el ámbito de la mencionada Década Mundial, la Comisión Mundial de Cultura
y Desarrollo. Esta empezó a defender la cultura no como un obstáculo o un medio favo-
rable al desarrollo, sino en tanto el desarrollo económico es parte del proceso cultural.

Es a partir de este estado de relaciones entre cultura y desarrollo que llegamos al


término “desarrollo cultural”. En sentido estricto, según Teixeira Coelho (1997), el
término significa:

El resultado de programas organizados que buscan la implementación de innovaciones en la pro-


ducción y, sobre todo, en la recepción cultural dirigidas o realizadas por públicos específicos (jóve-
nes, barrios o regiones desfavorecidas, etc.) a través de un proceso de amplificación y coordinación
de las iniciativas culturales de los diferentes socios. (p. 147)

Sin embargo, Coelho es enfático en señalar el carácter polémico de tal noción, ya que
está fuertemente asociada a la idea de “crecimiento”, es decir, al ámbito cuantitati-
vo. Esta perspectiva tiende a perder de vista la dimensión cualitativa de la cultura,
es decir, sus prácticas, que son difíciles de medir. Prácticas entendidas aquí en el
sentido que les atribuye Michel de Certeau (1995, 2000), es decir, como producción
diseminada por todo el socius, de formas alternativas de emplear, en la vida cotidiana,
la cultura legitimada, ya sea erudita, de masas o incluso “popular”. Estas fabricacio-
nes están dispersas, silenciosas, casi sin dejar huellas, de ahí la dificultad de situarlas
bajo el dominio de la ciencia del Estado, es decir, de la estadística. Si las prácticas co-
tidianas y sus fabricaciones culturales son difíciles de ver a través de indicadores, es
posible acceder a ellas utilizando otras estrategias teórico-metodológicas de carácter
más cualitativo.

El desarrollo cultural también se asocia frecuentemente a la noción de progreso, de


evolución, que en el ámbito cultural es muy discutible, ya que no es viable hablar, en
términos sincrónicos, de que una cultura sea superior a otra, o, en una perspectiva

32 - [revista gestión cultural]


diacrónica, dentro de una misma cultura, identificar un período más evolucionado
que otro. Ciertamente, tales asociaciones del “desarrollo cultural”, tanto con el cre-
cimiento cuantitativo como con la perspectiva evolutiva, llevan consigo las huellas
del origen del término “desarrollo”, visto anteriormente. Así, como sostiene Coelho
(1997), lo que queda de la noción es el aumento cuantitativo de la producción y el
consumo culturales y su medición en términos estadísticos, sin que esto pueda nece-
sariamente dar cuenta de la dinámica cultural.

II.

A partir de este debate podemos situar la celebración de la Conferencia Mundial sobre


Políticas Culturales (Mondiacult) en la Ciudad de México en 1982, así como su prepa-
ración, que involucró preconferencias regionales en varios continentes. De este modo,
en 1978 se celebró en Bogotá la Conferencia Intergubernamental de América Latina y el
Caribe. El objetivo central de la conferencia fue elaborar una noción de política cultu-
ral que sería adoptada por los participantes, en función de las cuestiones y problemas
específicos que estaban experimentando los Estados miembros de la región. Esta de-
bería dialogar con las dinámicas culturales locales, apuntando a construir estrategias
de desarrollo cultural, en las que la cultura y las políticas culturales sean incluidas en el
proyecto de desarrollo de los países en su conjunto (Unesco, 1978).

En la Declaración de Bogotá, sin embargo, es posible identificar una fuerte


preocupación por garantizar la autonomía de las culturas locales. La resolución
busca, de alguna manera, crear estrategias de resistencia a los procesos de
dominación cultural, de domesticación de los imaginarios presentes en la
difusión de productos culturales extranjeros, especialmente los que circularon
(y aún circulan) a través de los medios masivos de comunicación.

33 - Alexandre Barbalho y Lia Calabre


En las discusiones y síntesis de los resultados de la Conferencia de Bogotá, vemos
el choque de las dos posiciones ideológicas antagónicas que marcan la historia de
la conquista, colonización y desarrollo de los países que conforman América Latina
y que siguen vigentes: los que ven como positivo el proceso de conquista europea
de las tierras americanas y los que denuncian y condenan la masacre de los pueblos
originarios. En resumen, los debates presentados en el documento pueden dividirse
en dos posturas. La primera ve al proceso de conquista como una “empresa de alta
cultura”, como una acción civilizadora y positiva –que acaba apoyando la subalter-
nización y muchas veces el exterminio de las culturas locales– y la segunda clasifica
las conquistas como una ruptura trágica, que acabó destruyendo y haciendo desapa-
recer muchas de las valiosas contribuciones intelectuales y materiales de los pueblos
precolombinos (Unesco, 1978).

Cuatro décadas después, la primera postura sigue muy vigente en el continente y sirve
de base para el avance sobre los recursos naturales de los países, liderado por una élite
depredadora que actúa dentro de la lógica del neoliberalismo y termina generando in-
mensos e intensos conflictos con los pueblos originarios que aún habitan los pequeños
porcentajes de áreas ricas en recursos naturales, con flora y fauna en riesgo de extin-
ción. A esto se suma el intento de no reconocer los derechos de los descendientes de
africanos esclavizados que ocupan tierras conocidas como quilombolas en Brasil.

En la Declaración de Bogotá, sin embargo, es posible identificar una fuerte preocu-


pación por garantizar la autonomía de las culturas locales. La resolución busca, de
alguna manera, crear estrategias de resistencia a los procesos de dominación cul-
tural, de domesticación de los imaginarios presentes en la difusión de productos
culturales extranjeros, especialmente los que circularon (y aún circulan) a través de
los medios masivos de comunicación. El documento finaliza su primer grupo de
consideraciones afirmando que el objetivo principal de todos los esfuerzos debe
ser garantizar la libertad humana, ya que es el principio inalienable de la vida. Es
importante señalar que en la década de 1970, muchos países de América Latina

34 - [revista gestión cultural]


todavía estaban bajo regímenes dictatoriales, con una fuerte presencia de la cen-
sura y la represión.

En las propuestas y debates celebrados en Bogotá se reforzó la importancia de la


dimensión cultural del desarrollo. En el documento se afirma que “para ser eficaz
y éticamente valioso, el desarrollo debe inspirarse y reafirmarse en la cultura, cuya
dimensión cultural le es esencial” (Unesco, 1978, p. 23). Entre las recomendaciones
figura el reconocimiento de que “el desarrollo cultural es una de las alternativas más
válidas para combatir la marginalidad, el desarraigo, la transculturación obligatoria
y la dependencia” (p. 27). La declaración también enumera lo que se consideraban
elementos constitutivos e inseparables del desarrollo cultural, tales como: el avance
del proceso de mejora global de la vida de los pueblos; que la identidad cultural es la
vida de los pueblos, que se origina en el pasado y se proyecta hacia el futuro; que las
exigencias de la vida actual exigen una reconciliación entre los fundamentos tradi-
cionales y las exigencias de la vida moderna; que la política cultural debe convocar
a una participación amplia, responsable y democrática de los medios de comunica-
ción, entre otros (Unesco, 1978).

Las discusiones preliminares para Mondiacult duraron más de una década, con
iniciativas llevadas a cabo en prácticamente todos los continentes, creando posibi-
lidades para un intenso intercambio de información y conocimiento entre los países
miembros. La Declaración Final buscó producir una síntesis de las discusiones y
presentar propuestas y principios que puedan guiar las acciones de todos los paí-
ses miembros. En el primer grupo de consideraciones realizadas, encontramos el
establecimiento de un concepto de cultura que pretende permitir la construcción de
políticas culturales democráticas, contribuyendo al desarrollo humano y sostenible
(Unesco, 1982). Este concepto comenzó a utilizarse en varios otros documentos y
estudios patrocinados por la Unesco y también aquellos producidos por los estados
miembros.

35 - Alexandre Barbalho y Lia Calabre


Cuatro décadas después de la primera Mondiacult, podemos decir que se ha
realizado un mapeo significativo de los problemas que viven todos los países
latinoamericanos. Parte de lo pensado, discutido y propuesto por la Unesco
se fue implementando lentamente en las décadas siguientes, por caminos
que a veces avanzaron en el proceso de construcción de políticas culturales,
y otras veces retrasaron las iniciativas construidas, en la búsqueda de la
implementación efectiva de políticas democráticas e inclusivas.

Entre sus consideraciones iniciales, la Declaración de México (1982, p. 3) enumera un


conjunto de principios que deben regir las políticas culturales, de los cuales destaca-
mos algunos de los relacionados con la dimensión cultural del desarrollo.

• La cultura constituye una dimensión fundamental del proceso de desarrollo y


contribuye a fortalecer la independencia, la soberanía y la identidad de las na-
ciones. A menudo se ha concebido el crecimiento en términos cuantitativos,
sin tener en cuenta su necesaria dimensión cualitativa, es decir, la satisfac-
ción de las aspiraciones espirituales y culturales del hombre. El auténtico de-
sarrollo persigue el bienestar y la satisfacción constante de todos y cada uno.

• Es esencial humanizar el desarrollo. Su fin último es la persona, su dignidad in-


dividual y su responsabilidad social. El desarrollo presupone la capacidad de cada
individuo y de cada pueblo de informarse y aprender a comunicar sus experiencias.

• El hombre es el principio y el fin del desarrollo.

• Cualquier política cultural debe recuperar el sentido profundo y humano


del desarrollo. Se necesitan nuevos modelos y es en el ámbito de la cultura y
la educación donde se encontrarán.

Las relaciones entre cultura y desarrollo, a lo largo de décadas, han ocupado la agen-
da de la Unesco, desplazando la discusión anteriormente centrada únicamente en la

36 - [revista gestión cultural]


cuestión específica del desarrollo de políticas culturales (Rocha et. al., 2022). Esto dio
lugar a acciones como la ya mencionada Década Mundial del Desarrollo Cultural, la
Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales para el Desarrollo (1999),
la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural (2001) y la Convención sobre la
Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (2005).

III.
Cuatro décadas después de la primera Mondiacult, podemos decir que se ha realiza-
do un mapeo significativo de los problemas que viven todos los países latinoamerica-
nos. Parte de lo pensado, discutido y propuesto por la Unesco se fue implementando
lentamente en las décadas siguientes, por caminos que a veces avanzaron en el pro-
ceso de construcción de políticas culturales, y otras veces retrasaron las iniciativas
construidas, en la búsqueda de la implementación efectiva de políticas democráticas
e inclusivas. Las acciones de la Unesco contribuyeron a la entrada más efectiva del
tema de las políticas culturales en el campo de los estudios académicos y a la intro-
ducción de la cultura en los más diversos organismos nacionales que producen infor-
mación e indicadores para el campo de las políticas públicas.

Las discusiones fueron intensas y las formas de abordar los temas a menudo apunta-
ban a caminos que efectivamente fueron seguidos por algunos países (como se expresa
en los capítulos de esta edición especial). También son evidentes las dificultades que
se enfrentan en la construcción de proyectos de valorización de las culturas locales,
especialmente las comunitarias, la ampliación efectiva de los derechos culturales y la
elaboración de políticas y proyectos que se basen, de hecho, en la democracia cultural.

Pensando en la realidad brasileña, vemos que uno de los mayores desafíos a enfrentar
en todo el país es la formación de agentes públicos capaces de comprender y operar
con el concepto ampliado de cultura, que reconozcan y valoren la diversidad cultural,
insertando efectivamente la cultura en el ámbito de las políticas públicas, operando

37 - Alexandre Barbalho y Lia Calabre


con la dimensión cultural del desarrollo con el objetivo de construir una sociedad
menos desigual y más democrática.

La lucha por el reconocimiento de los derechos culturales y la valoración de la diver-


sidad cultural pueden llevarnos a superar los problemas causados ​​por siglos de do-
minación cultural, permitiendo así una visualización más clara de las dimensiones
culturales del desarrollo social, humano y económico. Cuando nos proponemos fijar
metas para el futuro, es importante revisitar las experiencias previas con una especie
de lupa para buscar, localizar y comprender los obstáculos que se interpusieron en
el camino y nos llevaron tanto a tropiezos como a un completo desvío de las rutas
originalmente trazadas.

Los firmantes de Mondiacult 2022 incluso reconocen este desafío mostrándose “pre-
ocupados por la repercusión de los desafíos contemporáneos relacionados con el pa-
norama mundial, así como por las crisis múltiples, prolongadas y multidimensionales
–vinculadas especialmente a las dramáticas consecuencias del cambio climático y la
pérdida de biodiversidad, los conflictos armados, los peligros naturales, las pandemias,
la urbanización incontrolada y los modelos de desarrollo insostenibles– que conducen,
particularmente, a un aumento de la pobreza, al retroceso de los derechos fundamen-
tales, a la aceleración de las migraciones y la movilidad, así como a la exacerbación de
las desigualdades, en lo que concierne a la brecha digital” (Unesco, 2022).

Uno de los caminos a seguir para superar estos innumerables desafíos contempo-
ráneos planteados por décadas desarrollistas, incluso si en algún momento toca la
dimensión cultural, es superar la distinción naturaleza/cultura. Como afirma Bruno
Latour (2020), con esta distinción lo que se busca, al menos en la tradición hegemó-
nica occidental u occidentalizada, como la brasileña, es expresar que “lo humano es,
ante todo un ser cultural que debe escapar o de cualquier manera distinguirse de la
naturaleza” (p. 33). Sería entonces necesario, siguiendo al autor, introducir una opo-
sición entre, por un lado, el binomio naturaleza/cultura y, por el otro, un término

38 - [revista gestión cultural]


La lucha por el reconocimiento de los derechos culturales y la valoración
de la diversidad cultural pueden llevarnos a superar los problemas causados ​​
por siglos de dominación cultural, permitiendo así una visualización más
clara de las dimensiones culturales del desarrollo social, humano y económico.
Cuando nos proponemos fijar metas para el futuro, es importante revisitar las
experiencias previas con una especie de lupa para buscar, localizar
y comprender los obstáculos que se interpusieron en el camino y
nos llevaron tanto a tropiezos como a un completo desvío de las rutas
originalmente trazadas.

que los incluya como un caso particular, que propone llamar “hacer mundo”, que se
define “como lo que se abre, por un lado, a la multiplicidad de personas existentes y,
por el otro, a la multiplicidad de formas en que existen” (p. 66), evitando así centrarse
en la diversidad de culturas solamente.

Esto plantea la pregunta sobre el lugar, por ejemplo, de las expresiones culturales sub-
alternizadas brasileñas, como los pueblos indígenas y las comunidades quilombolas, y
cómo “hacen mundo”; cómo se aquilomban mutuamente y ponen bajo el microscopio
un concepto como el de desarrollo; cómo llevan adelante, a través de sus prácticas y ela-
boraciones teóricas, la crítica a la biocolonialidad (Beltrán-Barrera, 2022); finalmente,
cómo implementan políticas culturales que crean desacuerdos con las impulsadas por
el Estado (Barbalho, 2020; Rancière, 1996).

Es conocida la magnitud de este desafío para el tercer gobierno de Lula iniciado


en 2023, especialmente con los pasivos negativos que heredó de la administración
anterior, tanto en el ámbito cultural como ambiental. Y Brasil, donde se concen-
tra el bioma más diverso del planeta, la Amazonia, tiene que asumir un papel de
liderazgo en este proceso de cambio global, en este giro existencial. El hecho de

39 - Alexandre Barbalho y Lia Calabre


que los recreados Ministerio de Cultura y Ministerio de Medioambiente y Cambio
Climático ocupen el mismo edificio en Brasilia y la creación del Ministerio de los
Pueblos Indígenas en el actual gobierno, son signos prometedores, aunque las
fuerzas que se oponen a las innovaciones que estos ministerios pueden aportar son
muy fuertes3.

Recientemente, el economista y ecologista Timothy Parrique lanzó el libro Ralentir ou


périr: L’économie de la décroissance (Lento o perecer: La economía del decrecimiento), donde
defiende la reducción del crecimiento en los países ricos. En una entrevista con el pe-
riódico Folha de São Paulo, señaló que “la expansión macroeconómica de las regiones
ricas del mundo actúa como un vacío gigante que trata al Sur global y a la naturaleza
como un ‘come todo lo que puedas’, y es necesario liberar al Sur global del ‘modo de
vida imperial’ de las naciones ricas y el consumo excesivo” (2023). El cambio del creci-
miento imperialista a lo que él llama decrecimiento convivial parece converger con lo
que señala Latour y, claramente, exige una nueva visión de hacer mundo.

Concluimos con lo que sostiene el pensador indígena brasileño Ailton Krenak (2022):
“El desarrollo humano dentro del bosque es posible con otras tecnologías, con otros
horizontes de vida social, con muchas alternativas dentro del bosque” (p. 13).

Notas
1
Algo así como “goteo hacia abajo” para indicar 3
Ejemplar, en este sentido, fue el vaciamiento
que la riqueza viene de arriba, poco a poco, dis- de funciones y poder de decisión que sufrieron
tribuyéndose hacia la base de la sociedad. los Ministerios de Medioambiente y Pueblos In-
2
Traducción libre nuestra. En el original: “To dígenas al inicio del gobierno debido a las pre-
describe a process which is at once interventionist, rid- siones de sectores vinculados al agronegocio y
dled with conditions imposed on developing countries, sus representantes en el Congreso Nacional, la
disenfranchising of entire populations, and beneficial llamada “bancada ruralista”.
in the main only to North America and Europe”.

40 - [revista gestión cultural]


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41 - Alexandre Barbalho y Lia Calabre


42 - [revista gestión cultural]
Mondiacult:
notas de su devenir en Chile
en medio siglo
Por Tomás Peters

E
l dispositivo Mondiacult se ha inscrito en la historia de las políticas culturales
como un proveedor de conceptos y declaraciones performáticas. Desde su
primera versión hasta la más reciente se han desplegado una serie de temas
y problemas que han configurado la discusión sobre el binomio política y cultura en
los Estados miembros de la Unesco y más allá. Es indudable reconocer que, en sus
documentos, foros e informes, se han establecido convenciones que han servido no
solo para mantener un diálogo común mundial sobre el rol de la cultura en la socie-
dad, sino también exigido una sincronización compleja y acelerada de los Estados
por sumarse a estos acuerdos generales. La influencia de la Unesco en este último
medio siglo ha sido clave para entender las percepciones, expectativas y horizontes
de trabajo de las diversas instituciones gubernamentales dedicadas al ámbito cultu-
ral, así como también de los discursos que agentes, artistas y gestores/as culturales
de la sociedad contemporánea realizan en su trabajo diario. No hay duda de que las
diversas declaraciones y convenciones de la Unesco han servido para forjar una ar-
quitectura mundial para diseñar, implementar y evaluar las políticas culturales del
presente.

43 - Tomás Peters
En Chile este fenómeno es evidente. En sus setenta años de trabajo común —Chile es
país miembro de la Unesco desde el 7 de julio de 1953—, se han desarrollado cientos
de encuentros, asesorías y grupos de trabajo que han diagramado la institucionalidad
cultura y educativa del país. Es más, Chile ha firmado la mayoría de los acuerdos, con-
venciones y declaraciones emitidas por el organismo internacional y, actualmente, la
sede regional de la Unesco está en Santiago, su capital, lo que ha reforzado aún más su
vínculo de influencias. La participación de Chile en las dos versiones de Mondiacult
debe entenderse bajo esta lógica de mutua cooperación y entendimiento. Estar ahí
implicó un alto interés gubernamental y político tanto para la dictadura como para el
actual gobierno de Gabriel Boric, ya que en las dos ocasiones la instancia sirvió como
plataforma de rendición y difusión de las políticas culturales implementadas y proyec-
tadas por el país en ambos contextos. En este sentido, los textos que Chile presentó a
Mondiacult pueden ser pensados como actos de enunciación que buscaron situar e inscri-
bir un modelo “en construcción” de institucionalidad cultural nacional.

Mondiacult 1982: hacia una política cultural implícita


por la identidad nacional
La participación de Chile en Mondiacult 1982 es heredera de un proceso histórico mayor.
Antes de ese hito, el país ya había firmado y ratificado su adhesión al Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966, la “Convención sobre las me-
didas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y
la transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales” de 1970, la Conferencia
Intergubernamental sobre los Aspectos Institucionales, Administrativos y Financieros
de las Políticas Culturales de 1970 (celebrada en Venecia), la Convención sobre la
Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de 1972, la “Recomendación re-
lativa a la participación y la contribución de las masas populares en la vida cultural” de
1976, el Convenio de Berna para la Protección de las Obras Literarias y Artísticas de 1979
y la Recomendación Relativa a la Condición del Artista de 1980, entre otros encuentros

44 - [revista gestión cultural]


de similares características en el resto del mundo. A pesar del golpe de Estado de sep-
tiembre de 1973 y la instalación de la dictadura militar, Chile no dejó de ser parte de la
Unesco. Como queda de manifiesto, el país participó en estos encuentros y envió tanto
representantes como informes locales de cada aspecto discutido. Todos estos insumos
sirvieron como base para la elaboración del informe nacional que Chile presentó en la
Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales (Mondiacult) celebrada entre el 26
de julio y el 6 de agosto de 1982 en Ciudad de México.

Redactado por el Área Cultural de la Comisión Nacional de Cooperación con la Unesco


—organismo compuesto por trabajadores del Ministerio de Educación Pública, así
como también empleados de la Biblioteca Nacional de Chile— y en cooperación con
cuatro grupos de reflexión y trabajo ad hoc para el informe —aunque, según señala
el historiador Matías Alvarado (2022), con poca participación real— este documento
avanza en una serie de discusiones centradas en siete capítulos: el concepto de cultura,
patrimonio cultural, participación cultural, identidad cultural, dimensión cultural del
desarrollo, cultura como un servicio público y políticas culturales. El informe “contiene
numerosas reflexiones acerca de la cultura como expresión dinámica y vital del indi-
viduo y de la colectividad, así como una apretada síntesis de experiencias y avances
de la nación chilena en los múltiples aspectos que integran el fenómeno cultural, en el
periodo 1970-1980” (p. 3). Considerando la cultura como un eje transversal o ingredien-
te insoslayable del desarrollo de la sociedad chilena —o como esencia del espíritu de la
nación—, este informe va trazando y exponiendo las diversas decisiones y proyectos
que el país ha definido desde 1970 en materia de institucionalidad cultural. Como se
advierte, el informe incluye lo hecho durante la Unidad Popular de Salvador Allende y
termina en los años posteriores a la promulgación de la Constitución Política de 1980.

El informe aborda variados elementos difíciles de sintetizar aquí. Sin embargo, hay
algunos aspectos que vale la pena destacar y que servirán para marcar una diferencia
con el envío de Chile en 2022. En primer lugar, la cultura es tematizada en el informe
como una característica propiamente humana y concebida por Dios al hombre. Esto

45 - Tomás Peters
tendrá como correlato, por ende, que la cultura es entendida como una fuerza moral
que no solo ayudará a alcanzar el desarrollo y el progreso social del país, sino tam-
bién reforzará los valores propios de la raza chilena, su identidad, homogeneidad
y unidad nacional. La trayectoria histórica de la nación, en este sentido, debía ser
reconocida y protegida en toda política cultural. Para ello, se debía reforzar lo que
Bauman (2002) ha denominado como “la noción diferencial de cultura” y que señala
que existen elementos no-humanos, como los geográficos, climáticos y naturales,
que construyen el carácter social e individual de los habitantes de un territorio. En
base a ello, “lo chileno” estaba marcado en parte por su “fortaleza contra las vicisitu-
des” naturales y su capacidad de solidaridad entre sus miembros, elementos que se
protegían al fomentar y cuidar el patrimonio cultural del país.

En segundo lugar, esta política cultural debía ser implícita, es decir, no existir como po-
lítica concreta, porque aquello significaría un “dirigismo cultural”. El texto lo señala así:

Algunas naciones como Chile han optado, tras madura y prolongada reflexión, y de no pocas y
entusiastas iniciativas, por no llegar a fijar una política cultural, oficial, propiamente dicha, sino
más bien a la lenta pero constante tarea de crear conciencia en todos los niveles ciudadanos, del
extremo valor que debe asignarse a la cultura, como expresión del ser nacional, para la necesaria
inclusión de las diversas políticas sectoriales dentro del ámbito cultural chileno. (p. 7)

Proponer una política cultural bajo esta lógica significaba establecer un plan de tra-
bajo coordinado institucionalmente, pero sin un marco general explícito que defi-
niera estrategias, metas y medios de verificación identificables. Como señala la lite-
ratura sobre el tema (Ahearne, 2009), las políticas culturales implícitas son muchas
veces imperceptibles, pero duraderas en sus efectos. Y, ciertamente, así lo pensaba el
régimen dictatorial. En efecto, la principal política cultural que ya se había fraguado
en Chile era la promulgación de la Constitución de 1980: el marco cultural, político
y social más importante del último medio siglo, y cuyas consecuencias culturales las
seguimos viviendo.

46 - [revista gestión cultural]


Como señala la literatura sobre el tema (Ahearne, 2009), las políticas
culturales implícitas son muchas veces imperceptibles, pero duraderas
en sus efectos. Y, ciertamente, así lo pensaba el régimen dictatorial. En
efecto, la principal política cultural que ya se había fraguado en Chile era la
promulgación de la Constitución de 1980: el marco cultural, político y social
más importante del último medio siglo, y cuyas consecuencias culturales las
seguimos viviendo.

En tercer lugar, y relacionado con el punto anterior, el documento establecía que toda
política cultural debía construirse en base al reconocimiento constitucional del prin-
cipio de subsidiariedad del Estado chileno. Esta propuesta promovía un rol más ac-
tivo y clave de la empresa privada en el ámbito cultural y artístico, lo que significaba
que el Estado solo intervendría donde los primeros no tuvieran interés de inversión.
De esta forma, el Estado chileno promovía la llegada de la oferta cultural global —la
industria masiva— siempre y cuando no friccionara los valores nacionales, la con-
vivencia interna del orden público y las buenas costumbres locales. Aun cuando el
Estado le daba la bienvenida a los bienes y servicios culturales extranjeros, existía
un resquemor a lo global o a todo aquello que podía deformar lo nacional. Junto con
promover las artes cultas —el ballet, la poesía, la música clásica, la lectura, etc.— y el
folclore nacional, el documento señala explícitamente su vocación por el fomento de
la cultura de masas de la oferta global, aunque el Estado debe estar “atento a liberar a
su pueblo de todo intento de colonización espiritual o material que afecte su derecho
soberano a exigir respeto a su identidad y dignidad como nación” (p. 44).

Bajo ese esquema, y en cuarto lugar, el informe nacional para Mondiacult reconoce
que la vocación del régimen es que todos los chilenos pudieran disfrutar de los be-
neficios de las artes y el patrimonio común. Abrazando la idea de democratización

47 - Tomás Peters
cultural —aunque sonara contradictorio proviniendo de una dictadura militar—, el
documento refuerza constantemente lo realizado por el Estado en esa dirección. Así,
por ejemplo, enumera la cantidad de bibliotecas públicas creadas durante el régi-
men, así como también los esfuerzos realizados por “llevar la cultura” a las diversas
zonas geográficas del país. Así, el rol del Departamento de Extensión Cultural del
Ministerio de Educación debía procurar las instancias para aumentar el acceso —
extensión cultural— y así acrecentar la cultura del mayor número de personas. Si
bien el informe señala separadamente las ideas de “democratización” y “democracia”
cultural, no siempre es fácil identificar cómo el régimen entendía la idea de la última:
es más, su uso difuso y superficial se entrelaza con la idea de democratización en
gran parte del texto. El único vínculo con la idea de democracia cultural más clara
es su relación con las desigualdades existentes en el acceso cultural en el país. Sin
embargo, la noción misma desparece y aparecer antojadizamente.

Ahora bien, ¿qué instancia estaba llamada a implementar estos principios? Bajo una
lógica enunciativa, el informe nacional señalaba que la pronta creación del Ministerio
de Educación y Cultura sería la encargada de resolver los problemas culturales del
país. Sin embargo, esta institución nunca llegó a existir. Pero esto no importaba.
Como queda de manifiesto en la última parte:

Respecto de Chile, es dable señalar que su política de orden cultural comprende todo un sistema
de acciones y de estímulos destinados a la creación de un ámbito adecuado al desarrollo de todas
las condiciones potenciales de su pueblo, que puede dar satisfacción a sus anhelos espirituales y
materiales, de acuerdo con los principios humanistas y cristianos que corresponden a su tradición
como nación. (p. 43)

Bajo este esquema de trabajo, es claro advertir que la postura de Chile frente al mun-
do fue reforzar un esquema cultural esencialista, localista, elitista y neoliberal. Quizá
por ello su participación en Mondiacult 1982 pasó casi inadvertida. Se sabe quién fue,
pero se conoce muy poco sobre qué hicieron en la instancia. No existen archivos ni

48 - [revista gestión cultural]


imágenes de sus intervenciones, así como tampoco sus efectos locales. Sin embargo,
el informe nacional logró sintetizar el actuar de la dictadura en el ámbito cultural y
ha tenido fuerte influencia hasta el presente: no solo el paradigma de la democra-
tización cultural siguió reforzándose en las siguientes décadas, sino también el rol
subsidiario del Estado chileno en el sector cultural por medio de la concursabilidad
de fondos. En suma, y a pesar de cambios conceptuales, políticos y programáticos,
gran parte de los actos de enunciación que Chile emitió en 1982 al mundo definieron
las bases de la institucionalidad cultural durante la democracia. Sin embargo, en el
último Mondiacult, ¿se vislumbran quiebres a esta herencia?

Mondiacult 2022: hacia una política cultural explícita


por la democracia cultural
Ha pasado medio siglo desde el golpe de Estado a Salvador Allende. Desde enton-
ces, Chile ha sufrido una serie de transformaciones complejas a nivel social, polí-
tico, económico y, evidentemente, cultural. A pesar de los esfuerzos por erradicar
la herencia de la dictadura militar, esta aún persiste en muchas dimensiones de la
sociedad chilena. Los movimientos sociales de mediados de la década de 2000 y,
posteriormente, el movimiento estudiantil de 2011, hicieron remover ciertos pilares
del neoliberalismo local. Sin embargo, el mayor acontecimiento histórico fue el deno-
minado “estallido social” —o revuelta— de octubre de 2019. Desde ese día la sociedad
chilena estableció uno de los mayores cortes históricos con la herencia de la dicta-
dura y la administración política y social de los gobiernos democráticos. Son cientos
los diagnósticos que han narrado las causas, circunstancias y efectos de ese proceso
revolucionario (Del Valle, 2021). Lo cierto es que desde esa interrupción histórica se
desataron nuevas líneas de fuga político-culturales. En efecto, y a pesar de la pan-
demia y su crisis global, la sociedad chilena decidió iniciar un proceso destituyente
del poder político de la Constitución de 1980. Luego de un plebiscito, se creó un pri-
mer proceso para la escritura de una propuesta de nueva constitución. En paralelo,

49 - Tomás Peters
asumió la presidencia de Chile uno de los políticos más jóvenes del mundo, el exlíder
estudiantil de 2011, Gabriel Boric. Los signos que surgieron a partir del nuevo gobier-
no y la convención constituyente dieron nuevas esperanzas de cambio: emergieron
nuevos conceptos, lineamientos políticos y horizontes de futuro inéditos para la so-
ciedad chilena. Sin embargo, Chile “rechazó” esa propuesta. Un fracaso que, hasta la
fecha, resulta complejo de procesar.

En esta coyuntura política y social, Chile redactaba un nuevo informe nacional para
Mondiacult 2022. Titulado “Mondiacult, renovar y fortalecer las políticas culturales”,
este documento sirvió de base para trazar los planes, programas y proyecciones que
el nuevo gobierno de Chile —representado por la ministra Julieta Brodsky— presen-
taría a los países miembros de la Unesco cuarenta años después de la primera reu-
nión en la Ciudad de México. Al igual que el documento anterior, este se comprende
como un dispositivo de enunciación. En él se presentan los conceptos guía de las nuevas
políticas culturales comprometidas, así como también los encuadres futuros de la
institucionalidad cultural local. En efecto, en el primer párrafo se manifiesta con cla-
ridad que, en el contexto global, la “cultura importa”, que no es un ámbito secundario
de la política, sino uno central. A diferencia de otras sociedades, refuerza el texto, el
presidente Boric ha manifestado un compromiso activo con la cultura.

Los aspectos centrales que destaca el documento se pueden sintetizar en los siguien-
tes: en primer lugar, rápidamente se delinea la inclusión estratégica de dos conceptos
clave en las políticas culturales de Chile, la democracia cultural y el desarrollo soste-
nible. Por una parte, y reconociendo la histórica presencia y rol de la democratización
cultural en el país, el documento aborda qué entiende por democracia cultural:

Para transitar hacia una democracia cultural no equivale a dar por superados los desafíos que
han marcado el trabajo de períodos anteriores, sino actualizar sus sentidos. Implica diseñar e
implementar políticas culturales centradas en la participación activa de las personas y comunida-
des, entendiéndolas como sujetos de derechos y productores de sentido. Apunta, en definitiva, a

50 - [revista gestión cultural]


garantizar el ejercicio pleno del derecho a la diversidad, la identidad y la diferencia de los pueblos y
comunidades que conforman la nación, a través del despliegue de la vida artística. (p. 1)

Reforzando la noción simbólico-antropológica del concepto de cultura, esta propuesta


de democracia cultural significaba reconocer “la equivalencia de los diferentes sistemas
simbólicos” y reforzar la importancia de las formas locales en su diversidad y singulari-
dad. A diferencia del informe de 1982, aquí se refuerza el valor de la diversidad cultural,
se distancia de la democratización cultural y se aleja de las nociones elitistas del arte. Es
más, los territorios y comunidades asumen un rol inédito y se les reconoce su partici-
pación cultural como un derecho cultural fundamental. Para este caso en particular, la
medida directa de acción es la sincronización con experiencias latinoamericanas como
los Puntos de Cultura y, en general, la cultura viva comunitaria.

El desarrollo sustentable, por otra parte, es otro de los conceptos clave en el informe
nacional. Más allá de comprender la noción de desarrollo desde un aspecto económi-
co o productivo, en el documento se refuerza la idea que el apellido “sostenible” pone
en el centro el bienestar de las comunidades y personas, sin poner el riesgo el futuro
de las generaciones por venir. En este sentido, las dimensiones de justicia territorial,
medioambiente, inequidad socioeconómica y de género, entre otras, cumplen una

A diferencia del informe de 1982, aquí se refuerza el valor de la diversidad


cultural, se distancia de la democratización cultural y se aleja de las nociones
elitistas del arte. Es más, los territorios y comunidades asumen un rol
inédito y se les reconoce su participación cultural como un derecho cultural
fundamental. Para este caso en particular, la medida directa de acción es la
sincronización con experiencias latinoamericanas como los Puntos de Cultura
y, en general, la cultura viva comunitaria.

51 - Tomás Peters
función estratégica en el plan local. Para el nuevo gobierno, pensar el vínculo entre cul-
tura, democracia y desarrollo sostenible, conjugaba un “círculo virtuoso” para enfren-
tar los conflictos sociales, fortalecer la deliberación pública y mejorar la vida común.
En este sentido, las políticas culturales se comprendían como caminos de apoyo para
alcanzar un futuro que proteja tanto el ecosistema cultural como el ambiental.

En segundo lugar, el informe nacional menciona la creación explícita de Políticas


Culturales 2023-2028. Continuando con las políticas quinquenales iniciadas desde
la creación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en 2003 —y que dieron
paso a la primera política 2005-2010 y luego a las de 2011-2016 y 2017-2022, la última
de las cuales coincidió con la creación del Ministerio de las Culturas, las Artes y el
Patrimonio—, esta nueva pone en el centro de su estrategia la democracia cultural.
De esta forma, esta nueva etapa no solo se plantea como eje de trabajo el enfoque
territorial y local, sino también una lógica intersectorial, donde el trabajo de cultura
se haga en coordinación con los ministerios de Educación, Obras Públicas, Interior,
Vivienda y Salud, entre otros. Incluir el trabajo cultural en fenómenos como la crisis
migratoria, el conflicto de la zona sur (mapuche) y la recuperación de los espacios
públicos, servía como ejemplo de ese trabajo ampliado.

El fortalecimiento institucional del Ministerio de las Culturas, las Artes y el


Patrimonio era otro de los ejes centrales del gobierno. Y lo era no solo en un nivel
orgánico interno, sino también para mejorar su trabajo hacia el ecosistema cultu-
ral a nivel general. Para ello, en el plan de gobierno del presidente Boric se propuso
incrementar el presupuesto del país en cultura en un 1% (actualmente es de, aproxi-
madamente, un 0,4%). Este incremento presupuestario, evidentemente, ayudaría a
paliar el déficit institucional —en dotación de trabajadores y condiciones generales
de infraestructura pública—, así como también a distribuir mejor los recursos al in-
terior del mundo cultural por medio del Estatuto Laboral del Trabajador Cultural y
la creación del Sistema Nacional de Financiamiento Cultural, dos innovaciones pro-
puestas por el actual gobierno.

52 - [revista gestión cultural]


El último aspecto destacable del documento preparado para la participación de Chile
en Mondiacult fue su visión política y posicionamiento global. Además de destacar la
importancia de la discusión global sobre cultura, el documento refuerza la necesidad
de una acción coordinada entre los países de Latinoamérica. Situando la importancia
de la diversidad cultural y el resguardo de las formas de vida, el documento hace un
llamado a que se asuma un fuerte compromiso por incluir la dimensión “cultura” o
de “políticas culturales” en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Sumado a ello, el
rol que Latinoamérica puede hacer en ello es central: un diálogo común permanente
serviría para establecer nuevas líneas y horizontes de trabajo común.

En base a estos elementos, el documento cierra apoyando la propuesta de la Unesco


de que la cultura es un bien público global. Sumándose a la declaración de los países
miembros —cuyo borrador ya había circulado previamente al encuentro—, Chile no
solo se incluyó en la búsqueda general por situar a la cultura como un eje estratégico
para el desarrollo sostenible mundial, sino también a los desafíos del presente para
el ecosistema cultural. Como queda de manifiesto en la declaración unánimemente
adoptada —aunque no sin polémica entre algunos de los países debido a la invasión
de Rusia en Ucrania—, se abordaron una serie de temáticas fundamentales, como
los derechos culturales contemporáneos, la lucha contra el tráfico ilícito de bienes
culturales, la regulación del sector digital, los derechos sociales y económicos de los
artistas, y el derecho de las comunidades indígenas a salvaguardar y transmitir sus
conocimientos ancestrales, entre otros. En suma, la declaración pareció establecer
nuevas hojas de ruta para las políticas culturales locales y globales. Sin embargo, es-
tos debates, al parecer, siguen estando al interior de los organismos internacionales y
ciertas cúpulas ministeriales, pero poco en el día a día de las sociedades de los países
miembros.

En Chile la recepción de la declaración de Mondiacult 2022 tuvo poco entusiasmo. Algo


similar a lo acontecido en 1982. Salvo algunos reportajes periodísticos, fue poco el im-
pacto que han tenido estos debates en el sector cultural del país. Pareciera ser un tema

53 - Tomás Peters
de expertos. Es más, con la salida de la ministra Brodsky en marzo de 2023 pareciera que
estos debates incluso desaparecieron de la agente ministerial. Hoy se habla poco de la
democracia cultural y los programas anunciados en el último informe nacional han ido
perdiendo fuerza e interés institucional. Al parecer, el entusiasmo inicial del gobierno de
Boric por la cultura cedió a los problemas contingentes y pasó al segundo plano de la his-
toria. Así ha sido evidente con la designación de nuevos ministros que saben poco de po-
líticas culturales y menos aún de los debates elaborados en Mondiacult. Probablemente el
debate más “teórico” se ha centrado en la idea de que la cultura es un bien público global:
en efecto, los focos locales se han vertido en la traducción al español del vocablo inglés
“global” como “mundial”, situando así una resistencia latinoamericana a lo “global”, más
cercano al proceso de globalización neoliberal. Al sustituir el término global por mundo
se comprender mejor el fenómeno de la cultura con la idea de estar en un mundo —o que
constituimos un mundo común, una existencia compartida—. Por otra parte, la noción
de “bien público” también situó un interrogante local: ¿qué es un bien público? ¿Por qué
un bien y no un derecho? ¿En qué medida lo público desplaza lo común?

El último año en Chile ha sido difícil en términos culturales. Más allá de las políticas
culturales como política pública, lo que hemos sido testigos es de un retorno a debates
y propuestas culturales pensadas en el informe nacional de 1982. Luego del “rechazo” a
la primera propuesta constitucional el 4 de septiembre de 2022, se produjo un quiebre
histórico-simbólico en Chile. Se descartaba un proyecto constitucional con cambios
sustantivos, como pasar de un Estado subsidiario a uno de derechos sociales. O asumir
que somos una sociedad plurinacional y que pensamos en el futuro protegiendo nues-
tra naturaleza. Gran parte de los sueños y horizontes de expectativas de la “izquierda
cultural” —un término confuso, aunque sintético para expresar una complejidad cul-
tural progresista— se vieron derrumbados esa tarde de septiembre. Luego de ello, y al
formar una nueva convención constitucional —un segundo intento—, el escenario se
revirtió totalmente: la nueva propuesta constitucional será escrita por grupos ultra-
conservadores y nacionalistas. Para muchos, un retroceso inédito e inesperado.

54 - [revista gestión cultural]


Y este fenómeno cultural se vio especialmente reforzado con la conmemoración de
los cincuenta años del golpe de Estado en Chile. Variados grupos sociales —eviden-
temente de derecha— emergieron promoviendo un triste e inexplicable negacio-
nismo a la evidencia histórica sobre la violación a los derechos humanos ejercida
durante la dictadura militar. A pesar de los delitos comprobados de lesa humanidad
perpetrados contra miles de chilenas y chilenos, sectores de la población pusieron
en duda el, creíamos, incuestionable “nunca más”. Si bien la conmemoración contó
con símbolos, encuentros y nuevos compromisos históricos —siempre insuficientes
para un quiebre histórico así—, los riesgos de ver y pensar que la democracia puede
resquebrajarse nuevamente siguen presentes. Para ello, la institucionalidad cultural
tiene un gran desafío: reforzar que su trabajo no es simplemente enfocarse en las
artes, sino en el todo social. La democracia y la cultura son inseparables, se refuerzan
mutuamente. Si una decae, la otra pierde fuerza. Y en eso Mondiacult 2022 ofrece
ciertos caminos, pero no todos. Su declaración es un instrumento que sirve para de-
fender los valores y principios que forjan una sociedad democrática que no podemos
perder como presente y futuro.

Bibliografía

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Santiago de Chile.

55 - Tomás Peters
56 - [revista gestión cultural]
¿Por qué fallan las políticas
públicas culturales?
Un análisis desde Colombia
Por María Adelaida Jaramillo González

E
n medio de la movilización desplegada en América Latina y el mundo, a par-
tir de la celebración de la Conferencia Mundial de la Unesco sobre Políticas
Culturales y Desarrollo Sostenible en la ciudad de México en septiembre de
2022, en la que se propuso declarar la cultura como bien público global, este artícu-
lo se propone analizar diversos aspectos que problematizan la gestión pública de la
cultura y su incidencia en la crisis de políticas culturales en América Latina, la cual
hizo eclosión con la pandemia de COVID-19, además de otros fenómenos de tipo es-
tructural que han hecho mella en las precarias condiciones de existencia y sostenibi-
lidad de los actores e instituciones culturales, así como en el ejercicio de los derechos
culturales de la ciudadanía en su conjunto.

Dicha crisis arrastra problemas de vieja data no resueltos que, como muestra el caso
colombiano, se evidencian en una gobernanza cultural deteriorada por la desconfian-
za creciente entre el sector, la sociedad y el Estado; las afectaciones a los rituales de
las comunidades y su cohesión social debido a las violencias y las guerras; la escasa
comprensión del valor y de una agenda pública que ponga en el centro de las preo-
cupaciones gubernamentales los problemas culturales públicos1; las afectaciones y la

57 - María Adelaida Jaramillo González


destrucción del patrimonio cultural material e inmaterial; la precarización del trabajo
cultural y artístico; el déficit de los recursos públicos asignados al sector; el cierre tem-
poral o definitivo de espacios para la creación, la producción y la circulación cultural;
los fenómenos de exclusión cultural (xenofobia, homofobia, transfobia, entre otros); la
escasa inclusión del arte y la cultura en los sistemas educativos; la insuficiente creación
de conocimiento desde la investigación sobre políticas públicas culturales, además de
la débil información existente que soporte la toma de decisiones públicas.

Dichos fenómenos se agudizaron en los últimos años y las soluciones planteadas pa-
recieran no haber contribuido a resolverlos de forma sostenible, lo que insta a mirar-
los desde nuevas ópticas para tratar de proponer algunas recomendaciones.

Ruta metodológica
El presente artículo se realiza mediante un proceso investigativo exploratorio y cualita-
tivo para identificar algunos conceptos clave que permitieran acercarse críticamente a
la noción de la cultura como bien público global propuesta por la Unesco en 2022 y sus
implicaciones para el desarrollo de las políticas culturales en América Latina, identifi-
cando algunos problemas desde la literatura existente sobre políticas culturales desde
la perspectiva latinoamericana, para avanzar, desde la noción de política pública, y en
particular, desde la teoría de los fallos de implementación, en la comprensión de algu-
nos problemas que permitan la superación de la crisis de las políticas culturales.

Para ello, se realizó un rastreo documental y se tomaron como referentes para el análisis
de los fallos de implementación, los diagnósticos con alcance nacional realizados durante
el desarrollo de las Mesas Regionales de Cultura promovidas por el Ministerio de Cultura
de Colombia, con apoyo de la Universidad de Antioquia entre 2011 y 2012, y en el proceso
de formulación del Plan Nacional de Cultura 2022-2032: Cultura para la Protección de
la Vida y el Territorio, del Ministerio de Cultura, desde los cuales se realizó un ejercicio
de comparación en el tiempo para identificar continuidades y discontinuidades en los

58 - [revista gestión cultural]


problemas identificados, triangulando la información y realizando un análisis inductivo
que permitiera llegar a unas conclusiones para el ámbito regional.

Un contexto necesario
Desde finales del siglo XX, la reconfiguración de las constituciones nacionales en va-
rios países de América Latina dio lugar a la creación o transformación de organismos
culturales de orden nacional en ministerios de cultura, al tiempo que se reconoció la
diversidad cultural como un asunto esencial que demarcaría el horizonte de las polí-
ticas en los años subsiguientes. Igualmente, se amplió la mirada sobre el patrimonio
cultural para incluir las expresiones de las culturas vivas, surgieron diversas formas
de fomento y estímulo para el arte y la cultura, se fortalecieron sectores como el cine,
el libro, las artes escénicas y la música, entre otros, y emergieron sectores como el de
la cultura viva comunitaria, además del despliegue de flujos importantes de crea-
ción, producción y circulación de bienes y servicios culturales aupados por diversas
iniciativas de cooperación cultural.

La Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales Mondiacult 1982 redefinió la


noción de cultura desde la mirada antropológica y, aunque no definió el concepto
de política cultural como tal, planteó sus principios rectores centrados en la afirma-
ción del valor de la identidad cultural; el reconocimiento de la dimensión cultural
del desarrollo; la democratización cultural; la preservación del patrimonio cultural;
las relaciones entre cultura, educación, ciencia y comunicación; la planificación, ad-
ministración y financiación de las actividades culturales, y la cooperación cultural
internacional (Unesco, 1982).

Posteriormente, la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales para el


Desarrollo, celebrada en Estocolmo en 1998, abrió el panorama para la participación
de la cultura en la economía de los países y el foco de lo político-cultural empezó a
abrirse en su dimensión económica para profundizar en temas como los consumos o el

59 - María Adelaida Jaramillo González


comercio de productos culturales, además de la libertad de expresión y la gobernanza
participativa. Para entonces, la Secretaría Ejecutiva del Convenio Andrés Bello-SECAB
tuvo un papel relevante en la promoción de los estudios de economía y cultura, lo que
aportó al reconocimiento de la contribución de la cultura al PIB y la posterior insta-
lación de la economía creativa y cultural como eje de políticas culturales en la región
(Unesco, 1998).

La Declaración Mundial sobre la Diversidad Cultural y Creativa (2001), por su parte,


dejó sentadas las bases para la promoción de las relaciones entre cultura y desarro-
llo, las cuales, sin embargo, no tuvieron el eco deseado dada la no inclusión de la
cultura en los Objetivos del Milenio (ODM) 2015 y posteriormente, en los Objetivos
de Desarrollo Sostenible (ODS) 2030. Y a pesar de los amplios debates académicos
y documentos internacionales producidos sobre el particular, aún se evidencia una
brecha profunda en la comprensión de la cultura como factor clave en el desarrollo
sostenible de los países y su consideración como un renglón relevante en las priori-
dades políticas y presupuestales de los países (Unesco, 2001).

En el panorama global, en tanto, se agudizaron crisis como la del cambio climático2,


el crecimiento acelerado de la pobreza3, el desplazamiento forzado4, el crecimiento
urbano desmedido5, y fenómenos como la homofobia, la transfobia, la xenofobia, la
etnofobia y la discriminación como resultado de las migraciones entre países de Sur,
Centro y Norte América, crecen de manera exponencial en nuestro continente. Unido
a ello, la crisis sanitaria originada por el COVID-19 que desató, en el ámbito específico
del sector cultural, diversas consecuencias como el cierre de espacios culturales6 y la
afectación a las industrias culturales y creativas7, al tiempo que limitó la movilidad de
las personas, y los espacios de socialización, diálogo y encuentro se vieron reducidos a
las pantallas de los ordenadores, con efectos en la limitación a las fuentes de ingreso de
creadores y gestores que en muchos casos llegaron al estado de pobreza e incluso de po-
breza extrema, revelando las características estructurales de informalidad del sector8.

60 - [revista gestión cultural]


Los resultados de las limitaciones al ejercicio de los derechos culturales de
los ciudadanos y ciudadanas están aún por valorarse, y aunque la oferta
cultural creció exponencialmente en las diversas formas de la creación,
producción y circulación de contenidos digitales, también es cierto que
se afectaron los rituales de las comunidades, los espacios de encuentro,
la cohesión social, la convivencia en los espacios íntimos expresada en
el incremento de las violencias intrafamiliares especialmente contra las
mujeres, el abuso sexual a niños, niñas y adolescentes9, entre otros.

Los resultados de las limitaciones al ejercicio de los derechos culturales de los ciuda-
danos y ciudadanas están aún por valorarse, y aunque la oferta cultural creció expo-
nencialmente en las diversas formas de la creación, producción y circulación de con-
tenidos digitales, también es cierto que se afectaron los rituales de las comunidades,
los espacios de encuentro, la cohesión social, la convivencia en los espacios íntimos
expresada en el incremento de las violencias intrafamiliares especialmente contra las
mujeres, el abuso sexual a niños, niñas y adolescentes9, entre otros.

Hoy, después de la declaración del cese de la pandemia global del COVID-19 por parte de
la OMS, las expectativas de recuperación del sector cultural en América Latina parecen
ser inciertas, y la pregunta por el papel que la cultura tiene en nuestros países parece ha-
berse diluido en las necesidades legítimas de un sector que, como en el caso de Colombia,
demanda una atención cada vez más creciente por parte del Estado, en un diálogo plaga-
do de desconfianza de la ciudadanía frente a los gobiernos, en medio de amplias movili-
zaciones del sector que no logran incidir en la agenda pública para abrir el debate sobre el
presente y el destino de los países y el aporte cultural al bienestar de la sociedad.

Es importante señalar, de otra parte, el papel de los organismos multilaterales, es-


pecialmente la Unesco, que si bien ha permitido posicionar en el debate mundial las

61 - María Adelaida Jaramillo González


políticas culturales, las relaciones entre cultura y desarrollo y la diversidad cultural,
entre otros temas, también es cierta la pérdida creciente de su liderazgo en la di-
plomacia internacional que dio como resultado la no inclusión ya expresada de la
cultura en los ODS 2030, con sus implicaciones en la marginalidad de la cultura en
las agendas gubernamentales, lo que deja en evidencia la brecha creciente entre los
conceptos y la gestión, y entre las políticas y sus resultados.

Entre la teoría y la práctica de las políticas culturales:


encuentros y desencuentros
El debate latinoamericano sobre las políticas culturales ha tenido epicentro en las
ciencias sociales, especialmente desde las miradas antropológicas, de la comunica-
ción, la gestión cultural o los estudios culturales, entre otros; dichas miradas han
sido enriquecidas desde los estudios económicos de la cultura y su papel en el de-
sarrollo (cadenas de valor, consumos y mediaciones, empleo cultural, entre otros).

Dichos debates han estado acompañados con las decisiones de políticas públicas
que han orientado a los países del área y han instaurado en su gestión diversos
procesos encaminados a dar respuesta a los retos de cada momento. Así, pasamos
de las políticas de la democratización cultural en América Latina, a las del recono-
cimiento de la diversidad y el desarrollo de la democracia cultural fundada en el
ejercicio de los derechos culturales, enfoque que luego se trasladó a las políticas de
la economía creativa y cultural y, por tanto, centradas en las cadenas de valor del
sector cultural. El giro político hacia la izquierda en varios gobiernos de América
Latina, hizo emerger de nuevo la noción de lo tradicional y de lo popular para en-
fatizar en las artes las culturas y los saberes originarios y comunitarios, como es el
caso de Bolivia y Colombia.

En lo que compete a las discusiones de política cultural, estas se centraron después


de 2019 en la supervivencia del sector cultural y en lo que Lacarrieu (2022) llama los

62 - [revista gestión cultural]


“lugares comunes de la cultura”, es decir, la ausencia de la cultura en los ODS 2030,
la diversidad y la identidad cultural, las relaciones cultura-desarrollo, la participa-
ción comunitaria, el papel de la cultura en la cohesión social, la ampliación de los
canales de creación y circulación de la producción cultural y artística, entre otros. Sin
embargo, nuevas preguntas sobre otras maneras de vivir la cultura, nuevas formas
de gobernanza cultural, el papel de la cultura en relación con la paz, el medioam-
biente, la ciencia y la tecnología, la educación, la salud, entre otros, no encontraron
un correlato en las instituciones públicas de la cultura, que continúan ancladas en
propósitos, estructuras y formas de gestión incapaces de responder a los retos del
acelerado cambio cultural y social.

Lacarrieu (2022) afirma al respecto que la crisis de las políticas culturales tiene re-
lación con la permanencia de las estructuras institucionales, considerando la hege-
monía de un sistema cultural inercial que apuesta a una temporalidad del pasado,
así como con la distancia entre los avances conceptuales académicos y la política
cultural, la brecha entre los conceptos complejos de la cultura, y la “concepción an-
tropológica” asumida como cambio en el marco de las políticas y la práctica, llevando
al dilema entre la política cultural como intervención estatal “descotidianizada” y la
política cultural ampliada “cotidianizada”, lo que refleja igualmente la matriz colo-
nial y hegemónica desde la que se han construido las políticas culturales y que tiende
a omitir las desigualdades pretendiendo una igualdad cultural que desconoce las
diversas perspectivas de participación en la vida cultural.

Desde otra perspectiva, Per Mangset (citado por Nivón Bolán, 2020), afirma que el fin
de las políticas culturales está cerca por su incapacidad de adaptarse a los procesos de
transformación de las sociedades contemporáneas en temas como la democratiza-
ción, el apoyo gubernamental a entidades obsoletas, la pobreza de los artistas a pesar
de los incentivos de apoyo público, el alcance nacional de las políticas culturales en un
contexto de producción y distribución que es global, el estancamiento de las finanzas
públicas y la burocratización de la gestión pública cultural, entre otros.

63 - María Adelaida Jaramillo González


Lo anterior permite evidenciar que las rupturas entre las nociones y conceptos de-
sarrollados desde la academia y los organismos multilaterales se van acrecentando,
en la medida en que la obsolescencia de las instituciones culturales tradicionales se
acrecienta, y las brechas entre estas y las necesidades creadas por los problemas glo-
bales y la transformación cultural se aceleran, dejando por fuera nuevas formas de
crear, producir, apropiar y disfrutar la cultura.

Unido a ello, la compleja red de relaciones con los demás sectores del desarrollo eco-
nómico, político y social en áreas como ambiente, educación, ciencia e innovación, co-
municación, salud, deporte, justicia, defensa, turismo, vivienda, comercio, relaciones
exteriores, entre otros, no es suficientemente aprovechada, lo que amplía los desfases
entre las capacidades del Estado para atender las necesidades culturales de la sociedad
y las demandas de los sectores creativos y culturales, y de la sociedad en general.

La cultura ¿un bien público mundial?: una mirada


desde las políticas públicas
Detengámonos en la reciente reunión de la Unesco, Mondiacult 2022 para compren-
der que los retos de hacer de la cultura un “bien público mundial” no pueden pasar
solo por políticas que favorezcan la protección y promoción de la diversidad cultu-
ral o por la generación de “ecosistemas creativos capaces de contribuir a un mundo
sostenible”, sino que transitan por la transformación de problemas estructurales no
resueltos en el ámbito de las políticas culturales, que han hecho que persistan proble-
máticas a lo largo de los años.

El concepto de Bien Público Mundial, tal como lo refiere la misma Unesco (2022), se
refiere a:

“Bienes y servicios que se prestan y benefician a toda la sociedad, (...) que ningún Estado puede su-
ministrar adecuadamente por sí solo y [que] afectan al bienestar de la humanidad en su conjunto”,
como la salud, la información, la economía, la ciencia, el desarrollo digital o la paz (Unesco, 2021).
Los bienes públicos globales se caracterizan por los principios de no exclusión y de no rivalidad del

64 - [revista gestión cultural]


consumo. Además, sus beneficios son casi universales en lo que respecta a la cobertura geográfica,
las personas (beneficia a todas ellas) y las generaciones (tanto presentes como futuras). (p. 31)

Dicha noción está antecedida por la noción de “bien público” desarrollada por
Musgrave (1939), quien se sustentó a su vez en el concepto de “bienes colectivos”
planteado por Lindahl y Wicksell, y el modelo de provisión de bienes públicos de
Samuelson (1954), según indica (Braña, 2004), teorías todas ellas puestas en cuestión
por su centralidad en un Estado omnisciente, proveedor único de los bienes públi-
cos, que excluye el aporte cooperativo, lo cual fue replanteado por Amartya Sen al
reconocer la existencia de comportamientos basados en el compromiso como en el
caso de las negociaciones colectivas, y por autores como Stiglitz, quien habla de la
búsqueda de consensos como garantes de la gobernabilidad. Asimismo, se critica
que los bienes públicos puros sean una noción muy estricta de la que pocos ejemplos
se encuentran en la vida real (Braña, 2004).

Plantea, igualmente, que en la producción de bienes públicos, “una cosa es que la pro-
visión tenga que ser pública, lo que podemos hacer equivalente a que la financiación
sea pública, y otra muy distinta que la producción sea también pública”, lo que abre la
noción de bien público no solo a aquellos bienes que se caracterizan por la no exclusión
y la no rivalidad, dado que pueden ser producidos por particulares con interés de renta
y creación de capital, por lo que pueden ser excluibles y generar rivalidad en el acceso
y consumo (Braña, 2004, p. 6). Adicionalmente, y no menos importante, la territoria-
lidad de los bienes públicos determina diferentes formas de comprensión y abordaje
práctico desde lo local, regional, nacional o global, sin que exista una institución con
poder político y cohesionador con capacidad para proveerlos o financiarlos, en un es-
cenario global con grandes afectaciones económicas sobre el planeta (Braña, 2004, p.7).

Declarar la cultura como un bien público implica comprender que, al ser un bien que
puede ser comercializable y por tanto excluyente, como en el caso de los bienes y ser-
vicios asociados a la economía creativa y cultural, deben tomarse medidas que per-
mitan construir una responsabilidad compartida de todos los ciudadanos, el Estado,

65 - María Adelaida Jaramillo González


Sin embargo, nuevas preguntas sobre otras maneras de vivir la cultura, nuevas
formas de gobernanza cultural, el papel de la cultura en relación con la paz, el
medioambiente, la ciencia y la tecnología, la educación, la salud, entre otros, no
encontraron un correlato en las instituciones públicas de la cultura, que continúan
ancladas en propósitos, estructuras y formas de gestión incapaces de responder a
los retos del acelerado cambio cultural y social.

las organizaciones civiles, las empresas privadas, los sectores culturales y los demás
sectores del desarrollo económico, político y social, para superar el enfoque utilitarista
de la cultura y avanzar en la solución de los problemas estructurales en materia cultu-
ral. De allí que sea relevante el papel de la sociedad desde la cooperación para el logro
de los fines públicos y del sector cultural mismo, no solo como beneficiarios de la acción
del Estado sino como co-creadores y co-productores de políticas públicas y, por tanto,
corresponsables de las transformaciones y cambios que se pueden operar con miras al
logro del bienestar común de la sociedad en su conjunto.

La coproducción y co-construcción de políticas públicas hace referencia, según


Vayllancourt (2014), a la participación de los actores sociales y del mercado tanto en la
formulación de las políticas públicas y la identificación de sus orientaciones generales,
como en su implementación mediante la gestión y prestación de servicios, lo que coad-
yuvaría a la democratización de las políticas públicas mediante formas de gobernanza
participativa que hacen de los ciudadanos actores con responsabilidad en lo público.

El sentido que cobra aquí la noción de política pública es fundamental, pues más
allá de las múltiples formulaciones de la noción de política cultural que, como resu-
mió García Canclini (1987) hace ya 36 años, respondían hasta entonces a los llama-
dos “paradigmas de la acción cultural” como el de mecenazgo liberal, el tradicio-
nalismo patrimonialista, el estatismo populista, la privatización neoconservadora,
la democratización cultural y la democracia participativa, los cuales se asentaron

66 - [revista gestión cultural]


en modelos burocráticos, eurocéntricos, generalmente concebidos con un carácter
más enunciativo del deber ser; hoy se hace necesario ampliar las perspectivas de
análisis para poder desentrañar por qué las políticas culturales, a pesar de los avan-
ces en los conceptos y programas de acción estatal, no han logrado transformar los
problemas estructurales del desarrollo cultural para hacer de la cultura un sector
realmente considerado como estratégico en el bienestar de la sociedad, con políti-
cas capaces de responder a los desafíos de su cambio permanente y a los problemas
del contexto.

Con respecto al concepto de política pública, Aguilar Villanueva (1996) plantea que
ella responde a: a) al diseño de una acción colectiva intencional, b) el curso que efec-
tivamente toma la acción como resultado de las muchas decisiones e interacciones
que comporta y, en consecuencia; c) los hechos reales que la acción colectiva produce.
La política pública es vista, desde esta perspectiva, como un proceso o un curso de
acción, con resultados desde la acción colectiva que deben ser evidenciados.

Para Grau (2002), las políticas públicas “son el conjunto de acciones, de procesos, de
interacciones e intercambios entre actores que tienen lugar en los ámbitos del poder
político. Así, y a pesar de que existe cierta tendencia a pensar que el ámbito de las
políticas públicas es el ámbito de la tecnicidad, las políticas públicas y su estudio
suponen entrar en el análisis de lo que, de acuerdo con Lasswell, es el poder político:
quién obtiene qué, por qué y cuándo” (p. 34). Esta perspectiva de las políticas, vista
desde los actores que intervienen, configura una tensión que permite comprender el
motivo del fracaso de muchas políticas e intervenciones públicas, al entrar en juego
diversos intereses, agendas y poderes y su influencia en el proceso.

Lo anterior es reafirmado por Subirats (1998), para quien las políticas “implican op-
ciones de fondo enraizadas en valores, paradigmas e ideas. Trasladan, de forma más
o menos explícita, concepciones, referentes normativos e intereses a la esfera de la
decisión colectiva. Y todo ello en un marco de entramados institucionales por donde
transitan las interacciones concretas entre actores políticos. La estructura de oportu-
nidades y límites que ofrecen las instituciones, así como las estrategias y habilidades

67 - María Adelaida Jaramillo González


de negociación de los actores, serán también variables a tener en cuenta como deter-
minantes de cada resultado decisional” (p. 14).

Así las cosas, más que declaraciones sobre el deber ser de la cultura en la definición
de las políticas culturales, es importante señalar la relevancia de mirar lo cultural
desde la óptica de los problemas públicos, de forma que se puedan visualizar otras
formas de comprender las instituciones, los actores, los procesos y las políticas cul-
turales mismas no solo desde su diseño, sino especialmente desde las dificultades de
su implementación. De acuerdo con Londoño y Bolaños (2018), “la implementación
de políticas públicas es el paso de los discursos, intenciones y decisiones a los he-
chos concretos o reales que materializan la acción de gobierno”, para lo cual se hace
necesario identificar los llamados “fallos de implementación” que, como veremos a
continuación, permitirían allanar el camino.

Los fallos en la implementación de las políticas públicas culturales


Para encontrar el por qué persisten los problemas a pesar de las múltiples teorías
y conceptos desarrollados, y de las nuevas prácticas de la gestión pública cultural,
apelaremos a los “fallos de implementación de las políticas públicas”, los cuales res-
ponden, según Londoño y Bolaños (2018) a “una distancia, diferencia o disparidad
entre los resultados obtenidos y los objetivos previamente estipulados”.

Las teorías de los fallos de implementación obedecen en su definición a diversos


enfoques planteados por múltiples autores10 que tienen en cuenta el papel de las au-
toridades, las relaciones entre actores, grupos sociales e instituciones para la toma
de decisiones, los procesos de construcción de las agendas públicas (mediante las
cuales los problemas de política pública adquieren atención pública), las estructuras
institucionales, los sistemas jurídicos, las construcciones narrativas y discursivas, y
el papel regulador o no regulador del Estado, entre otros.

Para efectos del presente artículo, nos centraremos en las tres categorías causales
de análisis, que, de acuerdo con Londoño y Bolaños (2018), permiten integrar las

68 - [revista gestión cultural]


perspectivas de análisis que derivan de los enfoques enunciados, para realizar un
análisis de por qué fallan las políticas culturales, a partir del caso colombiano so-
portado en los diagnósticos culturales que hicieron parte del desarrollo de las Mesas
Regionales para el fortalecimiento del Sistema Nacional de Cultura convocadas en
2011-2012 por el Ministerio de Cultura de Colombia con el apoyo de la Universidad
de Antioquia (Universidad de Antioquia, 2012) y los encuentros realizados en 2022
por el mismo ministerio para la formulación del Plan Nacional de Cultura 2022-2032
“Cultura para la protección de la vida y el territorio” (Ministerio de Cultura, 2022) con
el fin de proponer, a partir de allí, algunas recomendaciones.

Dichas causas corresponden, según Londoño y Bolaños (2018) a: a) causas adminis-


trativas, que incluyen “factores procedimentales, operacionales, técnicos y de gestión
que pueden generar dificultades en el proceso de implementación y fallas que limitan
el cumplimiento de los objetivos, así como el posterior fracaso”; b) causas políticas, re-
lativas a la “acción o actividad política, en la cual se enmarcan los conflictos de poder,
el debate y la disputa, y que por tanto son causas de un nivel meso, ya no de carácter
individual, sino relacional, producto de la interacción entre actores, sus intercambios,
consensos y diferencias”; c) y causas institucionales, las cuales se relacionan con “facto-
res más estructurales, del funcionamiento político-institucional donde se encuentran
las reglas, normas y valores que inciden en factores subjetivos como la aceptabilidad y
legitimidad de las acciones emprendidas por los gobiernos, así como el funcionamien-
to y accionar particular que se vincula a un sendero institucional y por ende a una lógi-
ca particular de actuación que puede contribuir a generar choques entre las diferentes
políticas públicas, obstaculizando la consecución de los objetivos”.

El análisis de los diagnósticos permitió identificar los fallos de implementación du-


rante el periodo 2012-2022, de acuerdo con los tipos de causas enunciadas, lo que
hizo evidente su continuidad a pesar de contar con un amplio marco político-cultu-
ral, un marco constitucional, legal y normativo que ha sido reconocido incluso inter-
nacionalmente. Los fallos identificados fueron los siguientes:

69 - María Adelaida Jaramillo González


Tabla 1. Fallos de implementación de las políticas culturales en Colombia

Causas y fallos de Fallos persistentes en las políticas culturales en


implementación Colombia, periodo 2012-2022

Administrativas • Debilidad en la elaboración pertinente de problemas culturales


públicos que permitan identificar soluciones adecuadas mediante
el establecimiento de teorías causales válidas.
• Tradición en el diseño de planes, estados del arte o diagnósticos
culturales no asociados a políticas públicas que los respalden, lo
que convierte los instrumentos de implementación en la política
misma.
• Selección de instrumentos de política pública inadecuados u
obsoletos para la solución de los problemas públicos culturales.
• Escasa gestión gubernamental en cuanto a la implementación,
monitoreo, seguimiento y evaluación de las políticas culturales,
y discrecionalidad de los implementadores a la hora de su
ejecución.
• Recursos insuficientes y no sostenibles para el desarrollo de
políticas, planes, programas y proyectos culturales, tanto
administrativos como técnicos, económicos, de talento humano,
infraestructura, conocimiento, información, etc.
• Escasa comunicación pública sobre los procesos y acciones en
todos los niveles de gobierno (local, regional, nacional), así como
debilitamiento de la comunicación comunitaria en los territorios.
• Escasa investigación de las políticas culturales con enfoque de
políticas públicas y poco interés en el desarrollo de capacidades
para la utilización de la información y análisis de datos en la
construcción de soluciones y la toma de decisiones por parte de
los actores culturales que intervienen en procesos participativos.
• Débiles capacidades locales para el agenciamiento de los
problemas culturales de los territorios en los municipios más
pequeños y con mayor grado de pobreza e inequidad.
• Escasa infraestructura y dotación tecnológica para garantizar la
conectividad y asegurar la apropiación y uso de las tecnologías en
la implementación de las políticas públicas culturales.

70 - [revista gestión cultural]


Causas y fallos de Fallos persistentes en las políticas culturales en
implementación Colombia, periodo 2012-2022

Políticas • Gobernanza cultural debilitada por sistemas de participación


poco legitimados. La dispersión y falta de consenso entre actores
culturales de diversos sectores no permite contar con una agenda
pública adecuada.
• Escasos niveles de confianza de los ciudadanos en las
administraciones públicas y en el sector mismo.
• Las veedurías ciudadanas para el control social en la gestión de
los asuntos públicos de la cultura son limitadas.
• El marco legal y normativo es vertical, jerárquico y atomizado,
crea confusión en los objetivos y excede las posibilidades de
gestión de los organismos gubernamentales.
• Las políticas existentes no establecen con claridad los
responsables y sus compromisos en la implementación.
• El papel del Ministerio de Cultura en relación con otros
organismos gubernamentales intersectoriales del orden nacional
es de carácter subsidiario y no estratégico, lo cual se repite en los
órdenes departamental y municipal, y no se cuenta con agendas
intersectoriales que establezcan mecanismos de acuerdo para la
implementación de políticas y programas conjuntos en ámbitos
como educación, ambiente, salud, ciencia y tecnología, comercio,
turismo, etc.
• Cambios gubernamentales generan cambios burocráticos que
afectan la sostenibilidad de los procesos culturales.
• Escasa coordinación entre el gobierno nacional, los gobiernos
departamentales y municipales, así como de manera horizontal
entre organismos públicos, organizaciones sociales y culturales y
empresas privadas, entre otros.
• Desconocimiento del marco constitucional, legal y normativo por
parte de los actores culturales y una escasa formación política que
asegure una participación y agenciamiento de políticas públicas
adecuado.

71 - María Adelaida Jaramillo González


Causas y fallos de Fallos persistentes en las políticas culturales en
implementación Colombia, periodo 2012-2022

Institucionales • Situaciones de violencia en contextos urbanos y rurales afectan y


ponen en riesgo la garantía básica de los derechos culturales y la
implementación de las políticas públicas culturales.
• Asimetrías en las relaciones Estado-Mercado y sector cultural
inciden en la precarización laboral del sector y en la débil oferta
laboral.
• Estructuras institucionales gubernamentales, apegadas a
modelos tradicionales, con inercia para adaptarse a los retos del
presente, y aprovechar las transversalidades y perspectivas inter y
transdisciplinares que enriquecen la cultura.
• Concentración de las capacidades y condiciones para el desarrollo
de la cultura, así como de la oferta cultural en los centros urbanos
y grandes ciudades.
• Las capacidades institucionales de las instancias públicas del
sector cultural en los territorios son limitadas y afectan la
continuidad de los procesos, políticas, programas y proyectos
culturales desarrollados.
• La legitimidad de la acción gubernamental se ve afectada por la
desconfianza entre los actores.

Fuente: elaboración propia a partir de Londoño y Bolaños (2018), Ministerio de Cultura


(2022) y Universidad de Antioquia (2012).

El ejercicio realizado permitió validar la persistencia de los fallos de implementa-


ción identificados en el periodo 2012-2022 que afectan la implementación de las
políticas culturales a lo largo del ciclo de su formulación, implementación, moni-
toreo, seguimiento y evaluación, la construcción de una agenda pública legitimada
por los actores, los recursos para la implementación efectiva de las políticas, los
conflictos entre actores, la escasa legitimación de los procesos, la limitada infor-
mación y conocimiento como soporte para la toma de decisiones en políticas cul-
turales, entre otros.

72 - [revista gestión cultural]


Recomendaciones para nuevos tiempos. A modo de conclusión
Con el fin de proponer algunas alternativas para avizorar nuevos escenarios en el
fortalecimiento de las políticas culturales, proponemos algunas recomendaciones
que contribuyan a mejorar el papel de los Estados en su comprensión y ejercicio de
la gestión pública de la cultura, así como a un nuevo papel del sector cultural y sus
relaciones con la ciudadanía y demás sectores del desarrollo sostenible:

1. Ampliación del horizonte de sentido de las políticas públicas culturales: asumir


las políticas públicas culturales como un asunto que trasciende las culturas he-
gemónicas tradicionales centradas en las bellas artes, el patrimonio o la econo-
mía creativa; que sean menos antropocéntricas, que reconozcan las relaciones
de la cultura y el cuidado de la vida en todas sus formas; capaces de leer las
realidades particulares derivadas de la diversidad cultural y de los territorios,
el reconocimiento de las diversas formas de comprender, vivir la cultura y trans-
formarla en el tiempo, así como de articularse de manera holística con los demás
frentes de la vida económica, política, social y ambiental.

2. Tratamiento de las políticas culturales como políticas públicas: el diálogo entre


las ciencias humanas y las ciencias políticas permitirá comprender las políticas
culturales como un proceso en el tiempo, que parte desde la definición y estruc-
turación de problemas públicos incluidos en la agenda pública, es decir, como
preocupación del Estado, con la identificación de sus causas y efectos, la defi-
nición de soluciones de acuerdo con los recursos y tiempos disponibles, la par-
ticipación y definición de roles de los diversos actores en la cocreación y copro-
ducción de las políticas, y su monitoreo, seguimiento y evaluación mediante la
medición de metas e impactos, así como mediante el diseño de los instrumentos
requeridos para su implementación efectiva, y su actualización o reorientación.

3. Reconsideración del foco de las políticas culturales: la formulación de políticas


culturales, derivadas hoy más de decisiones gubernamentales directas que de

73 - María Adelaida Jaramillo González


políticas públicas, supone avanzar de la creación de marcos legislativos y nor-
mativos centrados en el sector cultural y en las cadenas de valor de los subsecto-
res para poner el foco en la ciudadanía, sus derechos y necesidades culturales.
Hacer de las políticas públicas de la cultura un asunto que esté en el centro de las
preocupaciones de cualquier ciudadano y no solo en las del sector, es fundamen-
tal para lograr esa anhelada valoración social y pública de la cultura, más allá del
interés de los expertos.

4. Gobernanza cultural capaz de poner los problemas culturales en la agenda


pública: es preciso construir un acuerdo social con legitimidad, desde la
construcción de confianza entre los actores, para ser capaces de encontrar
en el diálogo respetuoso las salidas a los problemas que son de todos y que no
responden únicamente a intereses particulares. Por ello es importante que la
cultura sea parte del sistema político en su conjunto, que se integre con las
demás políticas del desarrollo sostenible y deje de ser un tema marginal, lo-
grando avanzar en la creación de una nueva cultura política que transforme
las formas tradicionales de ejercer la política y de gestionar lo público desde
las relaciones clientelares, los intereses particulares y la desconfianza entre
actores.

5. Construir valor público desde las capacidades de los gobiernos: construir valor
público implica el “uso legítimo de los activos, mediante las capacidades opera-
tivas para gestionar públicamente la entrega de resultados”, según Moore (cita-
do por Leyva y Olaya, 2022). Para ello, es indispensable que se dé la provisión de
servicios necesarios y de alta calidad, se obtengan resultados para el logro de los
fines previstos, y se cree y mantenga un alto nivel de confianza entre los ciuda-
danos y el gobierno, lo que demanda una gestión pública basada en resultados, y
contar con instituciones públicas abiertas al cambio, capaces de leer los tiempos
y adaptar sus estructuras a los nuevos desafíos.

74 - [revista gestión cultural]


6. Políticas públicas sustentadas en conocimiento e información para la toma de
decisiones: un vacío esencial en los procesos de diseño, gestión, monitoreo,
seguimiento y evaluación de políticas públicas es la carencia de información y
conocimiento aplicado para la toma de decisiones de política pública cultural.
Se requiere avanzar en la ampliación del compromiso de los sectores académico
y cultural que permitan consolidar la gestión de conocimiento como soporte de
las políticas culturales.

7. Inversión en lo cultural para el cierre de brechas en el acceso y participación en


la vida cultural: la inversión pública en países donde los recursos públicos son
cada vez más exiguos para atender las necesidades crecientes del sector y de la
sociedad, debe tener en cuenta la necesidad de cerrar brechas tecnológicas, de
conocimiento, infraestructura, entre otros, generando capacidades y condicio-
nes para la participación cultural no solo en las grandes ciudades, sino también
en los ámbitos rurales.

8. Innovar para asegurar la sostenibilidad de las políticas públicas culturales: si


bien es evidente que ha habido importantes avances en América Latina y en el
mundo en lo que respecta a los debates culturales, la ampliación de las nociones
de cultura, o la conformación de redes culturales, entre otros, es necesario que
en materia de políticas públicas exista una mejor y más innovadora capacidad
de responder a las soluciones de los problemas públicos, dada la prevalencia de
problemas que han profundizado la vulnerabilidad de los actores culturales y,
por ende, de los procesos que favorecen el ejercicio de los derechos culturales
ciudadanos, lo que demanda una mayor corresponsabilidad y cooperación entre
estados, sectores, organizaciones, actores y comunidades.

Quizás, desde allí, puedan subsanarse las dificultades de valoración que lo cultural sigue
enfrentando en las sociedades actuales para lograr, por fin, en la práctica, hacer de la cul-
tura factor fundamental en la transformación social y el buen vivir en América Latina.

75 - María Adelaida Jaramillo González


Notas articles/cultura-y-pandemia-cuanto-impac-
to-la-crisis-en-las-industrias-creativas
1
Los problemas de política pública se entienden 7
Según la Unesco, “a causa del COVID-19, el va-
como “una situación de interés público, una ne- lor añadido bruto de las industrias culturales y
cesidad, un valor o una oportunidad de mejora creativas disminuyó 750.000 millones USD en
que es susceptible de intervención guberna- 2020”. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/
mental” (Leyva y Olaya, 2022, p. 242). pf0000382082_spa
2
El Reporte del Estado del Clima en América 8
Según el estudio “Evaluación del impacto del
Latina y el Caribe 2020 de la Organización Me- COVID-19 en las industrias culturales y crea-
teorológica Mundial indica que “los eventos re- tivas”, realizado por Unesco, Mercosur, BID,
lacionados con el clima y sus impactos cobraron SEGIB y OEI, “La mitad de los trabajadores y
más de 312.000 vidas en América Latina y el Ca- empresas estimó en un 80% de pérdida en in-
ribe y afectaron a más de 277 millones de perso- gresos/ventas. Las actividades vinculadas con
nas entre 1998 y 2020”. https://news.un.org/es/ el patrimonio, las artes escénicas, la formación
story/2021/08/1495582 y la música fueron las más afectadas, con caí-
3
De acuerdo con la CEPAL, “en 2021 la tasa de das superiores al 20% en la generación de Valor
pobreza de América Latina alcanzó el 32,3% Agregado Bruto. Al menos unos 71.817 espacios
de la población total de la región (una dismi- o equipamientos de las ICC han sido afectados
nución de 0,5%respecto a 2020), mientras que por la pandemia: entre ellas, 21.928 bibliote-
la tasa de pobreza extrema fue de 12,9% (0,2% cas, 11.304 centros culturales, 7516 museos y
menos que en 2020)”. https://www.cepal.org/ 6908 teatros cerraron durante 2020”. https://
es/comunicados/tasas-pobreza-america-lati- www.unesco.org/es/articles/cultura-y-pande-
na-se-mantienen-2022-encima-niveles-pre- mia-cuanto-impacto-la-crisis-en-las-indus-
pandemia-alerta-la trias-creativas
4
Según el informe de ACNUR (2022), “el 20% de 9
Según la Sociedad Colombiana de Pedia-
los desplazamientos forzados en todo el mundo tría, hoy en Colombia cada hora dos niños y
en 2021 ocurrieron en la región de las Améri- niñas son víctimas de abuso sexual. https://
cas”. https://elpais.com/mexico/2022-06-16/ www.radionacional.co/actualidad/violen-
latinoamerica-una-region-que-huye.html cia-sexual-contra-menores-en-colombia-ci-
5
“Con todo, el éxodo rural ha continuado y con fras-y-acciones-de-prevencion
este la urbanización, llevando a la región (Amé- 10
Dichos enfoques son: Top down desde el Es-
rica Latina), a índices del 80% de población tado, Botton up desde la ciudadanía, corrientes
urbana en la actualidad”. https://www.resear- múltiples, institucional, neoinstitucional, cog-
chgate.net/publication/340290821_Crecimien- nitivo, gobernanza, régimen político, coalicio-
to_urbano_y_movilidad_en_America_Latina nes promotoras o redes de implementación,
6
En 2020, según la Unesco (2022), cerraron entre otros.
6908 teatros. https://www.unesco.org/es/

76 - [revista gestión cultural]


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77 - María Adelaida Jaramillo González


78 - [revista gestión cultural]
Llamamiento a la acción
de Mondiacult 2022: estado de
situación y desafíos para Ecuador
Por Pablo Cardoso

L
a Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
–la Unesco por sus siglas en inglés– es parte del sistema de Naciones Unidas
(ONU). Desde la segunda mitad del siglo XX, la Unesco actúa como agencia es-
pecializada en estos ámbitos con el objetivo de contribuir a la paz, la seguridad y el
desarrollo sostenible, y ha sido la institución de referencia en el multilateralismo de las
políticas culturales a nivel global con 193 países miembros y 11 asociados.

La gestión patrimonial ha sido uno de los principales ámbitos en los que la Unesco ha im-
pulsado el desarrollo normativo e institucional en el país. Así también ha jugado un rol ac-
tivo en el manejo de diferentes patrimonios mundiales. En el caso de las islas Galápagos,
la acción de la Unesco influyó, por ejemplo, en la inclusión en la lista de patrimonio en
peligro entre los años 2007 y 2010. Esto obligó al Gobierno nacional –en coordinación con
diversas agencias de cooperación internacional– a tomar medidas que les permitieran a
las islas salir de la lista. Sin embargo, no ha significado necesariamente una mejoría real
en el largo plazo de las condiciones sociales y ambientales del archipiélago.

La Unesco combina entonces esta posibilidad de ser a la vez un espacio de discusión


de ideas y de enunciar postulados que guíen políticas públicas y acciones concretas

79 - Pablo Cardoso
sobre el desarrollo de la cultura en los territorios. Por lo cual, su responsabilidad de
actualizar debates y establecer consensos es primordial. En esta búsqueda es que
se instala la convocatoria de la Conferencia Mundial de la Unesco sobre Políticas
Culturales y Desarrollo Sostenible Mondiacult 2022, cuarenta años después de la pri-
mera Mondiacult, que se presenta como una plataforma mundial para la discusión
en torno a iniciativas gubernamentales sobre cultura.

A partir de los postulados de la reciente cumbre de la Mondiacult 2022, analizare-


mos cómo estos pueden contribuir para enfrentar la situación adversa en la cual se
desenvuelve el campo cultural en Ecuador, que en la actualidad atraviesa la mayor
crisis de violencia e inseguridad de su historia republicana. Nos enfocaremos en dos
aspectos que hemos rescatado como puntos principales en la Declaración Final de la
Mondiacult: a) la declaración de cultura como bien público global, y b) la pertinencia
en abordar al trabajo cultural desde la transversalidad y las economías creativas.

La cultura como un bien público global: definiciones


conceptuales y correspondencias en la legislación nacional
De acuerdo a la principal postura de Unesco (2022) difundida y posicionada como
idea-fuerza previamente y durante la Mondiacult 2022, “Nos comprometemos en fa-
vor de un multilateralismo reforzado, que reconozca la cultura como un bien público
mundial con un valor intrínseco para facilitar e impulsar el desarrollo sostenible” (p. 6),
resulta clave mencionar que esta conceptualización tiene al menos dos dimensiones:
primero, ubica en un escenario global la discusión sobre la apreciación del valor de la
cultura como elemento fundamental para el desarrollo; y luego establece la necesidad
de desarrollar estrategias para su gestión de manera coordinada entre distintos paí-
ses. Esta necesidad apunta necesariamente a reconocer nuevamente la importancia
que tiene la diversidad cultural como un recurso de la humanidad, tema que la Unesco
ha impulsado con fuerza desde la Convención sobre la Protección y Promoción de la

80 - [revista gestión cultural]


Diversidad de las Expresiones Culturales (2005). En este sentido, surge el imperativo
de diseñar políticas coordinadas/complementarias que promuevan el desarrollo de
ecosistemas creativos, respetando la heterogeneidad del tejido cultural.

La discusión teórica que se establece al plantear esta definición, la de bienes públicos


globales, no es menor, es de gran actualidad y corresponde a un interesante debate
de categorización conceptual que se ha abierto en el ámbito de las ciencias sociales
–en especial en los campos de la economía y de la política– en torno a la necesidad
de definir la naturaleza de un bien –de mercado, público o común– para a partir de
ello determinar las formas, las estrategias y las herramientas más adecuadas para su
gestión, conservación y aprovechamiento.

En las recientes décadas se han planteado varias alternativas que abandonan la fi-
gura del mercado como único dispositivo asignador de recursos, en este caso como
lugar de encuentro de la oferta y demanda de bienes y servicios culturales. Las asi-
metrías de acceso a los diferentes mercados del arte son testimonio de la necesidad
de replantear las formas y sistemas de producción, pero sobre todo reformular las
dinámicas excluyentes en el acceso y el consumo cultural, muchas veces ligados a una
errónea interpretación de ciertos principios de la propiedad intelectual privatizada.

La responsabilidad de la gestión del recurso reside en los Estados, quienes


a partir de acciones coordinadas deben “garantizar el acceso de todos a la
cultura”, que es la base del concepto de bien público: la no exclusión y la no
rivalidad en su acceso como característica de base. Esto es ciertamente una
tarea complicada en un escenario global capitalista en el que el acceso a la
cultura es inequitativo, variando de gran manera en relación a la ubicación
geográfica, el nivel socioeconómico, la infraestructura física y digital, las
políticas gubernamentales y otros factores socioculturales.

81 - Pablo Cardoso
Una interpretación revolucionaria en el campo fue abierta por la nobel de economía
Elinor Ostrom al aplicar su desarrollo teórico sobre los bienes comunes al ámbito del
conocimiento (Hess y Ostrom, 2005), en la que se sustenta la necesidad de transfor-
mar los marcos de gobernanza de los bienes ligados al conocimiento, como son los
culturales en este caso, para favorecer el reconocimiento de su producción colectiva y
favorecer su libre acceso y circulación irrestricta.

En este sentido, posicionar a la cultura como bien público mundial tiene connotacio-
nes teóricas particulares, a diferencia de los bienes comunes que establecen una res-
ponsabilidad compartida entre Estado, comunidades y actores privados, en este caso
la preeminencia de la acción gubernamental, e implican principalmente establecer
“una acción global y concertada por parte de la comunidad internacional”. Es decir,
la responsabilidad de la gestión del recurso reside en los Estados, quienes a partir de
acciones coordinadas deben “garantizar el acceso de todos a la cultura”, que es la base
del concepto de bien público: la no exclusión y la no rivalidad en su acceso como ca-
racterística de base. Esto es ciertamente una tarea complicada en un escenario global
capitalista en el que el acceso a la cultura es inequitativo, variando de gran manera en
relación a la ubicación geográfica, el nivel socioeconómico, la infraestructura física y
digital, las políticas gubernamentales y otros factores socioculturales.

Los desafíos conceptuales, nos llevan, por un lado, a plantear el problema de la diver-
sidad cultural en el contexto de un avasallador predominio de la cultura mainstream a
escala global, como la transmisión de fenómenos culturales hegemónicos vía medios
de comunicación tradicionales (Martel, 2010). De ahí que el desarrollo de medios di-
gitales y redes sociales es un campo donde actualmente predominan las expresiones
del mainstream global, a pesar de que en algunos casos también pueden ser una vitri-
na de exposición de manifestaciones culturales diversas.

¿Cómo traducir los postulados genéricos de la Mondiacult a acciones concretas desde


la política pública para establecer regulaciones antimonopolio en infraestructuras de

82 - [revista gestión cultural]


distribución de contenidos? ¿Qué perspectivas pueden tener los Estados nacionales
para impulsar un proceso de educación digital y alfabetización mediática que pro-
mueva una formación de públicos con capacidad de discernimiento y con libertad de
elegir fenómenos artísticos y culturales diferenciados?

En el caso ecuatoriano, hay que señalar que desde una perspectiva dogmática se
cumplen los principios establecidos por la Mondiacult para la consideración de la
cultura como bien público global: primero, por los postulados constitucionales que
desde su primer artículo enuncian a la plurinacionalidad y a la interculturalidad
como principios fundamentales de la nación. De igual manera, el principio de Sumak
kawsay, el cual es un vector estructurante de la Constitución del 2008, se corresponde
con los desafíos derivados de la implementación de políticas y acciones de los bienes
públicos globales, pues reconocen por un lado la cultura en su diversidad y por otro
plantean el cumplimiento de los derechos culturales.

Si bien esta alineación conceptual podría configurar un escenario alentador, lamen-


tablemente la otra arista, la del paso de los preceptos dogmáticos a la ejecución de
políticas públicas, tiene una deuda grande en el Ecuador. Ni siquiera la aprobación
de una Ley Orgánica de Cultura en el año 2016 (tras más de cinco largos años de de-
bate) y la definición de un Sistema Nacional de Cultura (SNC) en el cual se establecía
una matriz de competencias a distintos niveles gubernamentales, ha posibilitado
una coordinación y un trabajo mancomunado para el desarrollo de la cultura.

En cuanto a la institucionalidad del sector, lo acontecido desde la expedición de la Ley


Orgánica de Cultura no es alentador: las crisis que ha atravesado el Ecuador en los úl-
timos años –económica, sanitaria y de seguridad– han sido la excusa para provocar
una innecesaria inestabilidad institucional. Resulta muy decidor lo acontecido con
la estructura de institutos de fomento para la cultura: el Instituto de Cine y Creación
Audiovisual (ICCA) y el Instituto de Fomento de las Artes y la Innovación (IFAIC) se
fusionaron en mayo de 2020 vía Decreto Ejecutivo 1039 durante el gobierno de Lenin

83 - Pablo Cardoso
¿Cómo traducir los postulados genéricos de la Mondiacult a acciones concretas
desde la política pública para establecer regulaciones antimonopolio en
infraestructuras de distribución de contenidos? ¿Qué perspectivas pueden
tener los Estados nacionales para impulsar un proceso de educación digital
y alfabetización mediática que promueva una formación de públicos con
capacidad de discernimiento y con libertad de elegir fenómenos artísticos y
culturales diferenciados?

Moreno. El propósito de esta acción fue reducir costos para el Estado, pero el sector
audiovisual lo recibió como una afrenta al ya debilitado aparato institucional. Por
este motivo, impusieron demandas que permitieron, en julio de 2023, la restitución
del ICCA –y por default, el IFAIC– tras la firma del Decreto 812 firmado por el pre-
sidente Guillermo Lasso. Sin embargo, a nivel presupuestario no se prevén incre-
mentos que permitan repotenciar a ambas instituciones, solamente una división
patrimonial al estilo de un divorcio.

De hecho, la no concreción de un Sistema Nacional de Cultura articulado y que tra-


baje, incluso a escala nacional, abordando a la cultura como un bien público, limita
las posibilidades del sector cultural de trascender falsas fronteras autoimpuestas y
posicionarse como un sector transversal con impactos y sinergias en otros sectores
fundamentales para el desarrollo del país.

Economías creativas y transversalidad de la cultura: expandir


fronteras para la sostenibilidad
Una interpelación explícita en la declaración final producida tras la realización de la
Mondiacult 2022, reconoce la necesidad de concretar una mayor aglutinación de sectores

84 - [revista gestión cultural]


alrededor del sector cultural, de manera que contempla “al cambio progresivo hacia una
mayor transversalidad de la cultura en las políticas públicas, que facilita, entre otras
cosas, la elaboración de políticas culturales inclusivas y participativas, que implican a
múltiples agentes: gobiernos, autoridades locales, organizaciones de la sociedad civil, or-
ganizaciones intergubernamentales, sector privado y comunidades (Unesco, 2022, p. 2).

Al menos desde dos aristas el discurso de la Mondiacult busca construir posibilida-


des para la efectivización de esta apertura del sector cultural: la transversalidad de la
cultura y las economías creativas.

En efecto, una de las misiones de la “transversalidad” a la que se alude, implica


que el Estado diseñe mecanismos para integrar a una mayor cantidad y diver-
sidad de actores culturales en el entramado de gobernanza de lo cultural. Así
sería posible erradicar las prácticas que han tendido a “folklorizar” la cultura, o
relegarla al último eslabón de las planificaciones gubernamentales o, peor aún,
instrumentalizarla como moneda de cambio político en negociaciones/coalicio-
nes gubernamentales.

Quizás, es este antecedente el que abre un desafío para revalorizar / volver tras-
cendente el rol de la cultura para la política y las economías nacionales, y ahí es
donde la transversalidad toma sentido para, por un lado, asentarse en el discur-
so de las economías creativas que han sido definidas como un eje primordial de
acción para el fortalecimiento de la cultura en el siglo XXI, y, por otro lado, para
discutir sobre la transversalidad desde una perspectiva más amplia en la cual la
se involucran dimensiones esenciales y relevantes para aportar al bienestar –o al
Sumak kawsay desde la perspectiva de la Constitución ecuatoriana–, que puede
incluir la cultura desde lo comunitario, la problematización y las estrategias des-
de lo cultural para enfrentar la violencia, las acciones y mensajes urgentes que
desde el arte se pueden activar para abordar el cataclismo ambiental contempo-
ráneo, entre varios temas.

85 - Pablo Cardoso
Economías creativas en el Ecuador: la victoria de la perspectiva
empresarial
El 2021, en medio de las olas de una pandemia global, fue declarado por la Unesco
como el de las economías creativas para el desarrollo sostenible. La discusión sobre
las economías creativas también –al igual que la de los bienes públicos globales– está
atravesada por tensiones que oponen distintos modelos y posibilidades económicas
para la utilización de la creatividad como recurso.

Por un lado, tenemos la afincada expresión “industrias culturales” cuyos productos


normalmente están protegidos por propiedad intelectual y pueden tomar la forma
de bienes o servicios de una u otra forma estandarizados/producidos en serie. En
ese sentido, el abanico que enlaza a industrias culturales, industrias creativas o in-
dustrias de contenidos se amplía progresivamente1, debido al rol determinante que
juega la creatividad como mecanismo de innovación y fuente de generación de valor
agregado en el marco del capitalismo global contemporáneo, en nuestros términos
capitalismo cognitivo.

En el caso del Ecuador, el desafío de la transversalidad en las economías creativas ha


sido abordado en los últimos dos periodos gubernamentales (2017-2021 y 2021-2023)
desde un mismo enfoque: la priorización de políticas que busquen el involucramien-
to de actores privados en el desarrollo de la cultura, en lo que puede ser visto, prime-
ro, como una apuesta por generar nuevos modelos de mecenazgo a nivel local, y lue-
go, como la aplicación del discurso neoliberal del “emprendedurismo” como remedio
mágico a los problemas estructurales de empleo. En efecto, primero a partir del Plan
Ecuador Creativo2, lanzado en 2019 –en el marco del gobierno de Lenin Moreno y con
la participación de su segundo ministro de Cultura Juan Fernando Velasco–, se in-
augura la primera política pública de corte emprendedor en ámbitos de cultura. Este
plan buscó incentivar el ecosistema cultural a través de varias medidas que instaura-
ban facilidades tributario-arancelarias y crediticias para incentivar las posibilidades

86 - [revista gestión cultural]


de producción de la cultura, principalmente a partir de la reducción de costos de
producción. El plan fue truncado por la pandemia del COVID-19, por lo cual resulta
difícil establecer una evaluación objetiva al respecto de sus resultados.

En el siguiente gobierno que corresponde al presidente Guillermo Lasso se sostendrá


esta mirada empresarial sobre la cultura que incidirá en el diseño y ejecución de sus
políticas. Esto se realizará principalmente a través de tres iniciativas: la primera bus-
ca mayor inversión del sector privado en la cultura a través de la política de incentivos
de reducción del 150 % de impuesto a la renta para financiamiento de actividades
culturales, que intenta generar nuevos mecenazgos para la cultura y que podría ser
origen de un mayor involucramiento desde el sector privado –principalmente corpo-
rativo, en la apuesta del gobierno– en el desarrollo del sector cultural.

La segunda iniciativa gubernamental, cuyo interés era propiciar la transversalidad, fue


un programa enunciado desde el inicio del periodo, pero sin una real concesión o accio-
nes que trasciendan el ámbito de lo discursivo: el desarrollo de un clúster de las indus-
trias creativas3, iniciativa liderada por el Ministerio de la Producción, Comercio Exterior,
Inversiones y Pesca. Este proyecto replica la idea de estimular las actividades productivas
a partir de propiciar condiciones para su desarrollo debido a estímulos económicos y
de concentración geográfica. Desde una perspectiva de encadenamientos productivos
multinivel, los clústeres permitirían que la producción cultural integre a nuevos actores
públicos y privados en torno a los potenciales de la creatividad. Sin embargo, a pesar de
los anuncios, sin medidas que le dieran continuidad a la propuesta, quedó truncada.

La tercera iniciativa se vincula con la Ley de Transformación Digital y Audiovisual.


Este cuerpo legal pretende atraer inversión extranjera proveniente de la economía
digital global, en otros términos, atraer a grandes capitales internacionales, en parti-
cular provenientes de Hollywood, para producciones cinematográficas en territorio
ecuatoriano. De ahí que proponen excepciones tributarias y hasta incentivos econó-
micos para impulsar este proyecto.

87 - Pablo Cardoso
En el análisis al respecto de las políticas de corte empresarial dentro del campo cultu-
ral en el marco de lo planteado por la Unesco en la Mondiacult acerca de la diversidad
cultural y de la inclusión amplia de actores, es preciso recalcar que varios segmentos
no formalizados y correspondientes a un modo de producción no capitalista pueden
quedar fuera de esta consideración. No se debe olvidar la alta informalidad del sector
cultural. Según el segundo Termómetro Cultural del Observatorio, el 38,6% de los
trabajadores del arte y la cultura labora de forma intermitente en el país y un 19,3% lo
hace sin percibir una remuneración.

Otro punto a tomar en cuenta es la declaración de la Mondiacult, en la cual “fo-


mentar el desarrollo de sectores culturales y creativos sostenibles para apoyar
la economía creativa en los Estados miembros” (Unesco, 2022, p. 6), está dentro
de sus prioridades. El apoyo se traduce en generar mecanismos que garanticen
los derechos laborales de los trabajadores del sector cultural, quienes tienen di-
ficultades para acceder al régimen de seguridad social. De acuerdo al segundo
Termómetro Cultural, 48% de los encuestados no cuenta con cobertura de seguro
médico.

Según los datos recopilados por la Cuenta Satélite Cultura, en Ecuador desde el
año 2007 hasta el 2020, hubo una primera etapa marcada por un pausado incre-
mento de la contribución de la cultura al PIB que vio su punto máximo en 2014
(2%). En adelante, la cifra se fue reduciendo hasta alcanzar el 1,73% en 2020. Es
decir que las expectativas de Juan Fernando Velasco, ministro de Cultura, de que
la economía creativa alcance el 3% del PIB en 2021 fueron tan solo un espejismo.
El decrecimiento del nivel de actividades que experimentó el sector supera las
afectaciones que tuvo la economía total del país. Este dato pone en evidencia la
vulnerabilidad del campo cultural si se compara con las otras áreas productivas
durante el tiempo de pandemia, y pone en duda la viabilidad de seguir la ruta
trazada por la Mondiacult.

88 - [revista gestión cultural]


La acción de la Unesco tras la Mondiacult, si bien busca establecer una hoja
de ruta para reencausar la política cultural, sin un trabajo de coordinación
que involucre a los actores locales y sin un seguimiento en los territorios,
corre el riesgo de no tener efectos tangibles en la transformación del sector.
La crisis política y la ola de violencia que atraviesa el país vuelven cada vez
más inasibles estos planes orientativos en materia de políticas culturales.

Territorios y comunidades: otras vías para pensar la


transversalidad de la cultura
La transversalidad de la cultura busca imbricar sus potencialidades en otros ámbitos en
favor del bienestar y del desarrollo. La transversalidad puede expresarse de diversas ma-
neras, siendo una de ellas a través de la acción gubernamental, como lo vimos en la parte
anterior de este ensayo. Ciertamente, la influencia de las políticas y la gestión pública de
la cultura en otros campos de acción gubernamental no ha destacado en las recientes
décadas, ni desde la creación del Ministerio de Cultura (2006), el cual aparece como un
actor aislado con poca capacidad de coordinar programas de gran envergadura con otras
carteras de Estado, ni desde la expedición de la Ley Orgánica de Cultura (2016) que man-
data acciones concretas para vincular el desarrollo del sector con otros sectores sociales.

Cabe destacar que otro de los desafíos para que la cultura se posicione como un
sector estratégico tiene que ver con que el Estado promueva un espacio de verdade-
ra participación, tomando en cuenta la asimetría de poderes que existen entre los
distintos miembros del ecosistema cultural. Aquí es ampliamente relevante aludir
al Movimiento Latinoamericano Cultura Viva Comunitaria, que se desarrolla en el
marco de las prácticas colectivas de comunidades en sus territorios y que también
busca el reconocimiento por parte de las diferentes estructuras gubernamentales
para incidir en la toma de decisiones.

89 - Pablo Cardoso
En Ecuador, su reciente Congreso Nacional se celebró en noviembre de 2022. Este en-
cuentro permitió conocer una de las demandas: lograr una articulación horizontal,
para lo cual se requiere la creación de consejos de cultura viva comunitaria en todos
los GAD municipales y cantonales. En esta línea, con base a los acuerdos para incidir
en la política pública, es importante que la vinculación se realice con la comunidad
de forma directa y no solamente a través de las entidades estatales. A la par, el Estado
debe garantizar la creación de una línea de fomento para potenciar los procesos de
cultura viva comunitaria. Esto, sin dejar de lado que las organizaciones deben darles
un aval a los gestores culturales comunitarios.

Únicamente a través de acciones coordinadas –dentro o fuera del Estado– se logrará


apuntar a los desafíos diversos que plantea la Unesco en la acción de transversalidad
de la cultura. Por ejemplo, la Unesco subraya el valor que tiene integrar educación
y cultura en la elaboración de políticas públicas. En el caso de Ecuador, parte de
los fines de la Ley Orgánica de Cultura incluyen “incentivar la descentralización
y desconcentración de la institucionalidad del sector cultural y fortalecer su
articulación con los sectores de educación, ciencia y tecnología, turismo, producción
y otros que se relacionen con el ámbito de la cultura” (artículo 3).

Un efecto de lo estipulado en la Ley Orgánica de Cultura se puede rastrear en la im-


plementación del Currículo de Educación Cultural y Artística, cuyo fundamento le-
gal reside en el artículo 16. Este hace referencia al Régimen Integral de Educación y
Formación en Artes, Cultura y Patrimonio, que entre sus fines considera “fomentar
el aprendizaje de destrezas artísticas, la formación de públicos críticos y al mismo
tiempo, potenciar los derechos culturales”.

Pero, así como esta dupla, se podría pensar en la relación entre cultura, ambiente, sa-
lud, turismo, seguridad. Las combinaciones no son restrictivas. Hay que tomar como
punto de partida que los beneficios de estas sinergias no serán únicamente económi-
cos, asimismo que la mirada transversal no debe descuidar las particularidades que

90 - [revista gestión cultural]


posee cada sector. El alto nivel de compromiso para generar acuerdos y la toma de
decisiones colectivas son el cuello de botella de esta metodología para entretejer lo
cultural en un país que tiene graves falencias operativas en la institución rectora de
la cultura y déficit de presupuestos.

Conclusiones, perspectivas y desafíos: ¿podemos ser optimistas?


El llamamiento a acciones de la Unesco en el foro de la Mondiacult aporta un nuevo
marco de referencia para las políticas públicas culturales desde distintas perspecti-
vas que engloban ejes conceptuales como el “bien público global” y la “transversalidad
de la cultura”. Con estos enfoques se responde a varias urgencias contemporáneas en
el plano de lo social y lo ambiental con miras a un desarrollo sostenible. Estos aspec-
tos enmarcados en lo normativo corresponden a varios de los principios faro que se
establecen en la constitución ecuatoriana como la plurinacionalidad/interculturali-
dad o como el Sumak kawsay. De igual manera, se relacionan con varios postulados de
la Ley Orgánica de Cultura como la diversidad cultural, el fomento de las actividades
artísticas y la salvaguarda de los patrimonios como requisito para el cumplimiento
de los derechos culturales de los ciudadanos. En ese sentido, los aportes dogmáticos
de la Mondiacult constituyen una afirmación a los postulados que se erigieron como
base de la corriente política progresista que gobernó el Ecuador por una década entre
2006 y 2017.

El cumplimiento de estas premisas ha sido parcial, en especial por la no consolida-


ción del Sistema Nacional de Cultura –que es el espacio de coordinación y acciones
multifactoriales y multinivel– y por un sistemático decrecimiento de los presupues-
tos asignados por el gobierno central para el sector. Esto, sumado a una constatada
debilidad regional con respecto a sus procesos de integración y de coordinación entre
países, no permite ser optimistas en torno al manejo de la cultura como un bien pú-
blico global.

91 - Pablo Cardoso
En efecto, si a esto le sumamos el giro que han tomado las políticas públicas a nivel
nacional hacia una visión liberal y empresarial de la gestión de la cultura, el resul-
tado es la priorización de la producción de cultura formalizada que se sustenta en
incentivos parafiscales y la generación de un nuevo mecenazgo local. Esta constata-
ción,también matiza las posibilidades de pensar en el desarrollo de un sector cultural
diverso y transversal a las grandes urgencias contemporáneas que aquejan al país: la
convivencia social frente a la violencia, la sensibilidad frente a los desafíos ambien-
tales cada vez más presentes, la falta de condiciones favorables para los trabajadores
que persiste desde la crisis pandémica del COVID-19, entre otras.

La acción de la Unesco tras la Mondiacult, si bien busca establecer una hoja de ruta
para reencausar la política cultural, sin un trabajo de coordinación que involucre a
los actores locales y sin un seguimiento en los territorios, corre el riesgo de no tener
efectos tangibles en la transformación del sector. La crisis política y la ola de violen-
cia que atraviesa el país vuelven cada vez más inasibles estos planes orientativos en
materia de políticas culturales.

Notas
1
Si bien esta definición es útil para dimensio- que aún conservan un nervio cultural. Desde
nar los aportes que la creatividad puede hacer a esta visión la cultura no estaría en el margen de
diferentes sectores de la economía, lo que pro- los sistemas económicos, sino en su corazón.
pone el australiano David Throsby con el mo- 2
Para más referencias al Plan Ecuador Creativo
delo concéntrico para las industrias culturales revisar el artículo “Economía naranja a la
muestra una nueva perspectiva sobre cómo las ecuatoriana: pistas de lectura al Plan Ecuador
industrias culturales se insertan en el mode- Creativo”. https://journal.universidadean.edu.
lo económico e industrial de un Estado. Hacia co/index.php/revistai/article/view/2731
el centro se ubican la literatura, la música, las
3
En esta web se pueden consultar los distin-
artes escénicas y visuales, donde “se forman las tos proyectos de clústeres impulsados por el
ideas creativas: en el sonido, en el texto, en la Ministerio de Producción y sus fases de desa-
imagen, en la actuación” (2012, p. 57), mientras rrollo. http://clusterec.produccion.gob.ec/?pa-
que en los círculos más externos hay otras dis- ge_id=2334
ciplinas con una vocación más comercial, pero

92 - [revista gestión cultural]


Bibliografía Unesco (2022). Conferencia Mundial de la Unesco
sobre las Políticas Culturales y el Desarrollo
Hess, C. y Ostrom, E. (2005). A Framework Sostenible Mondiacult 2022. Declaración Final.
for Analyzing the Knowledge Commons: a https://www.unesco.org/sites/default/files/medias/
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Unesco (2022). Re|pensar las políticas para la
Martel, F. (2011). Cultura mainstream. Cómo nacen creatividad. Plantear la cultura como un bien público
los fenómenos de masas. Santillana Ediciones global. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/
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Throsby, D. (2012). Cultura, economía y desa- Unesco (2022). La cultura es un bien público
rrollo sustentable. En Cultura y economía I. Chile: mundial. El correo de la Unesco, 5-7.
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Vacas, F. (2016). La cultura en Unasur: el intento
Unesco (2020). Indicadores Cultura 2030. de construcción de una ciudadanía e identidad
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pf0000373570 Revista Electrónica Iberoamericana, 1-17.

93 - Pablo Cardoso
94 - [revista gestión cultural]
Políticas culturales y Universidad:
desafíos globales para la acción
local en Honduras
Por Mario Hernán Mejía

L
a Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales Mondiacult (México
1982) y la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Culturales para el
Desarrollo, (Estocolmo 1998), convocadas por la Unesco, constituyen dos hitos
trascendentales de la comunidad internacional para el diseño de políticas públicas de
cultura articuladas a los procesos de desarrollo. Los objetivos de Mondiacult en 1982
fueron pasar revista a los conocimientos y experiencias adquiridos en materia de po-
líticas y usos culturales desde la Conferencia Intergubernamental sobre los Aspectos
Institucionales, Administrativos y Financieros de las Políticas Culturales celebrada
en Venecia (1970).

En Mondiacult 1982, además de redefinir la noción de cultura –incluyendo en ella no


solo las artes y las letras, sino también los modos de vida, los derechos fundamen-
tales del ser humano, los sistemas de valores, tradiciones y creencias–, aportó una
nueva definición del patrimonio cultural que engloba las obras materiales e inmate-
riales a través de las cuales se expresa la creatividad de los pueblos. En el cónclave se
afirmó que el patrimonio abarca todos los valores de la cultura tal y como se expresan
en la vida cotidiana, y se señaló la importancia cada vez mayor de las actividades

95 - Mario Hernán Mejía


destinadas a sostener los modos de vida y las formas de expresión por los que se
transmiten esos valores. Esta fue una de las primeras ocasiones en que se utilizó ofi-
cialmente la expresión “patrimonio inmaterial”.

La Conferencia Mundial de la Unesco sobre Políticas Culturales y Desarrollo


Sostenible Mondiacult 2022 celebrada en la Ciudad de México en septiembre de ese
año, constituyó un reconocimiento a los cuarenta años de la histórica reunión de
1982. La segunda reunión se caracterizó por la apertura de espacios de diálogo y re-
flexión a fin de propiciar la participación de agentes del sector, creadores, académi-
cos, universidades y las comunidades a través de variados mecanismos de consulta y
diálogo implementados meses previos a la reunión intergubernamental.

Los aportes de esta segunda reunión se manifiestan desde los resultados obteni-
dos entre diciembre de 2021 y febrero de 2022 en la consulta regional realizada en
América Latina y El Caribe (Unesco, 2022) y que colocó en perspectiva las principales
tendencias sobre el estado actual de las políticas culturales en la región.

Una de las primeras constataciones es que la mayoría de los países han formulado
políticas culturales centrándose especialmente en el fortalecimiento de los marcos
institucionales, políticos y jurídicos –leyes, nuevas secretarías de Estado, planes, de-
claratorias especiales, etc.– y en menor grado acciones programáticas, transversales
y estrategias para su financiamiento.

Entre otros aspectos relevantes la consulta mostró la necesidad de adoptar un enfoque


multisectorial que aborde los vínculos de la dimensión cultural en otras esferas de la so-
ciedad como el cambio climático, la reducción de riesgo de desastres, la prevención de
la violencia, la planificación urbana mediante estrategias claras para el desarrollo de la
creatividad, intervención en espacios públicos, potenciar el papel educativo de los mu-
seos y el uso social/económico del patrimonio como fuente de identidad y prosperidad.

El concepto andino del buen vivir como fuente de inspiración para las políticas cul-
turales que promuevan el bienestar, se plantea como un marco de referencia para

96 - [revista gestión cultural]


articular la diversidad cultural y la diversidad biológica mediante políticas participa-
tivas e inclusivas en cuanto a género, territorios, pueblos, ciudades y culturas.

En cuanto a la promoción de los derechos culturales para reducir los impactos ne-
gativos del legado de esclavitud y la colonia, los países de la región coinciden en un
mayor acceso equitativo a bienes y servicios culturales, favorecer el diálogo interge-
neracional, la inclusión social en especial de los jóvenes, los pueblos indígenas, los
afrodescendientes, los migrantes y los desplazados internos.

Un resultado relevante manifestado en la consulta fue otorgar carácter prioritario al


fortalecimiento de la propiedad intelectual, con el fin de frenar el uso indebido del
patrimonio inmaterial y el tráfico ilícito de bienes culturales. La misma relevancia se
otorga a la implementación de políticas y mecanismos que fortalezcan los derechos
individuales y colectivos de artistas, su remuneración justa y protección social.

Una recomendación importante de la región de América Latina y El Caribe para


Mondiacult 2022, posteriormente adoptada por el pleno de los estados miembros de
la Unesco, contribuye a la construcción de un nuevo paradigma para las políticas cul-
turales: la cultura como un bien público mundial que enfatice su efecto transformador
en la sociedad.

La región centroamericana, a pesar de sus diferentes niveles de desarrollo en térmi-


nos institucionales, jurídicos y de financiamiento, presenta retos y desafíos comunes
expresados en instrumentos de planificación en el seno de la Coordinadora Educativa
y Cultural Centroamericana (CECC), una de las secretarías técnicas del Sistema
de la Integración Centroamericana (SICA). La Política Cultural de Integración
Centroamericana se concreta en una hoja de ruta a través de la Estrategia de Cultura
como Palanca de la Integración formulada con la participación de la Oficina Multipaís
de la Unesco en San José, Costa Rica.

Los seis ámbitos de intervención reflejan las prioridades de la política cultural en


cada uno de los países: la protección y promoción del patrimonio, la diversidad

97 - Mario Hernán Mejía


Un desafío que tienen las políticas culturales es atender la vinculación entre
cultura, arte y sostenibilidad, lo que requiere de acciones interinstitucionales
concertadas entre todos los agentes involucrados propiciando programas
integrales que reflejen los impactos de las políticas culturales en las
necesidades locales, con participación de las universidades.

cultural de la región, la interculturalidad, la economía e innovación, la ciudadanía,


y el fortalecimiento institucional. Entre las acciones que se desarrollan actualmente
destaca la protección y promoción del patrimonio cultural inmaterial con énfasis en
el legado afrodescendiente a fin de confeccionar planes de salvaguardia que impac-
ten en el desarrollo económico, social y ambiental. La protección, uso y revitalización
de las lenguas indígenas constituye otra línea de trabajo con similares objetivos.

Universidad, gestión cultural y del conocimiento


Un segundo referente para el análisis en el presente trabajo, son los resultados de
la reunión internacional “Las universidades del mundo: políticas culturales y el de-
sarrollo sostenible de los países”, celebrada los días 26 y 27 de septiembre de 2022
en la sede la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México y convocada en
coordinación con la Secretaría de Cultura y la Oficina Unesco de México en el marco
de la segunda reunión de Mondiacult.

Los académicos y representantes de universidades, instituciones de educación supe-


rior, centros de investigación y colegios a nivel mundial debatieron aspectos críticos
orientados a posicionar a las universidades del mundo en el desarrollo sostenible.
Entre los aspectos discutidos subrayamos la interculturalidad, la diversidad cultural,
los derechos culturales, la interacción entre los sectores de la cultura con la educación,

98 - [revista gestión cultural]


la ciencia y la comunicación, la cultura, la inclusión social y la equidad de género, la cul-
tura de paz, la preservación ecológica, la protección del patrimonio cultural, y funda-
mentalmente cómo reivindicar el papel central de la cultura en la consecución integral
de los objetivos establecidos en la Agenda 2030 (Universidad Iberoamericana, 2022).

Los tres ejes temáticos de discusión académica fueron: 1) las políticas culturales ne-
cesarias en el contexto civilizatorio actual de sus regiones y países, así como su con-
tribución al desarrollo sostenible; 2) la función transversal de la cultura como eje para
el trabajo de las universidades y su impacto/incidencia en el desarrollo sostenible y
la vida social; y 3) Universidad y políticas culturales para una educación incluyente y
de calidad hacia el 2030.

El rol de la academia y su contribución al logro de los objetivos de desarrollo estri-


ba en su propia naturaleza como espacio para la producción científica y gestión del
conocimiento en asuntos claves de las políticas culturales y el desarrollo. Un aspecto
a resaltar fue la afirmación que las universidades deben asegurar la formación de
profesionales acorde a las necesidades sociales, políticas, económicas y culturales
además de facilitar marcos de referencia que sustenten la gestión institucional pú-
blica, sus políticas y programas.

En el primer eje de análisis, las principales conclusiones apuntan a estimular políti-


cas que propicien mayor participación ciudadana para generar narrativas acordes a
la realidad cultural y ambiental de cada contexto local, y a la diversidad demográfica
de cada país, y también legislaciones que protejan las contribuciones artísticas e in-
telectuales de los pueblos indígenas. Un resultado esperado de la apertura de espa-
cios de diálogo, difusión y convivencia es una ciudadanía activa, consciente de sus
derechos y obligaciones como miembro de una sociedad determinada que incluye la
relación ser humano/naturaleza.

Un desafío que tienen las políticas culturales es atender la vinculación entre cultura,
arte y sostenibilidad, lo que requiere de acciones interinstitucionales concertadas

99 - Mario Hernán Mejía


entre todos los agentes involucrados propiciando programas integrales que reflejen
los impactos de las políticas culturales en las necesidades locales, con participación
de las universidades. Entre los asuntos cruciales está la relación entre la diversidad
biológica y la diversidad cultural y sus mecanismos de gestión, innovadores y parti-
cipativos. La atención a los asuntos de equidad de género, el estímulo a la creación
artística y sus necesidades de mayor protección social, son centrales en este primer
eje de análisis.

El segundo eje de análisis centró sus esfuerzos en hacer visible no solamente la


vinculación entre cultura y sostenibilidad sino el papel de las acciones propias de
la gestión cultural emprendidas en varios territorios en los cuales las universidades
son un puente clave entre la visión global institucional y las perspectivas locales. Una
estrategia es desarrollar en los estudiantes la conciencia de su responsabilidad social
con una perspectiva tanto científica como artística y cultural que haga evidente las
relaciones entre el poder político, económico y el patrimonio cultural en una pers-
pectiva de sostenibilidad.

Con lo anterior en mente encontramos una doble responsabilidad de las universi-


dades en materia cultural: promover el fortalecimiento de las políticas culturales y
su impacto social al mismo tiempo que ejercer la crítica sobre cómo se generan tales
políticas. Otros aspectos centrales del análisis es el papel de las universidades en el
fortalecimiento de una cultura de paz, promoción de la interculturalidad y de prácti-
cas docentes y de investigación innovadoras e inclusivas que permitan a las universi-
dades contribuir al cumplimiento cabal de los derechos humanos y el rechazo a toda
forma de violencia de género.

En el tercer eje de análisis se enfatiza aún más el rol de las universidades en el


contexto de las políticas culturales mediante su atención a una educación inclu-
yente que valore la interculturalidad y la diversidad de contextos locales fren-
te a las perspectivas globalizantes, al igual que la defensa de los patrimonios

100 - [revista gestión cultural]


culturales y ecológicos. Lo anterior requiere la configuración de procesos de en-
señanza-aprendizaje verdaderamente inclusivos en los cuales la dimensión cul-
tural esté presente en las funciones sustantivas de las universidades de manera
integral y transversal.

En las resoluciones finales de la reunión internacional se hizo un llamado “para que


las universidades diseñen y desarrollen proyectos interdisciplinarios con impacto en
las políticas culturales. Las universidades tienen una misión en la cultura y las artes
hacia la activa participación de sus comunidades y de la diversidad de prácticas, las
cuales deben contribuir a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Agenda
2030” (Universidad Iberoamericana, 2022, p. 2).

En el caso de Honduras, la Constitución de la República delega en la Universidad


Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) la responsabilidad de tutelar el desarrollo
de la educación superior. En lo específico de la difusión, dice que la UNAH “contri-
buirá a la investigación científica, humanística y tecnológica, a la difusión de la cul-
tura y al estudio de los problemas nacionales. Deberá programar su participación en
la transformación de la sociedad hondureña” (artículo 160).

La Ley Orgánica de la UNAH, vigente desde el 17 de febrero de 2005, profundiza su


proceso de reforma y transformación integral a partir de su propia naturaleza públi-
ca, nacional, educativa y autónoma, además como ente responsable de conducir la
educación superior en el país.

El Plan General de la Reforma Universitaria, en términos de transformación uni-


versitaria y frente a sus retos, consideró que era necesario asumir una dimensión
fundamental plasmada en el programa número uno de la reforma universitaria de-
nominado Lo Esencial de la Reforma, que alude a los cambios en las personas tanto
en lo individual como en lo colectivo con todas sus potencialidades, aspiraciones,
necesidades y derechos. El programa plantea que la ley, los reglamentos, la estruc-
tura, el trabajo académico y el gobierno universitario son solamente los medios, los

101 - Mario Hernán Mejía


instrumentos y las estrategias para alcanzar ese objetivo mayor. El programa da ori-
gen a la actual y vigente política cultural universitaria.

La Política Cultural de la UNAH, aprobada por el Consejo Universitario el 27 de oc-


tubre de 2017 y publicada en el diario oficial La Gaceta el martes 30 de octubre de
2018, se propone como el instrumento normativo que permitirá establecer las coor-
dinaciones y articulaciones necesarias para hacer de la gestión cultural una función
académica estratégica. El sentido de la Política Cultural de la UNAH es estructurar
esta función de manera transversal con las tres funciones sustantivas reconocidas:
docencia, investigación y vinculación universidad-sociedad.

La UNAH, como institución del Estado hondureño, busca contribuir a evidenciar


cómo la cultura es un medio y fin del desarrollo, un eje transversal para la solución
de problemas de gobernabilidad, exclusión social, deuda social, equidad y respeto de
los derechos humanos, al tiempo que la universidad se constituye en un referente en
la vida cultural del país.

Honduras: políticas culturales en vías de desarrollo


En Honduras, las políticas culturales se han expresado a lo largo del siglo XX en nor-
mativas jurídicas, en disposiciones constitucionales, ratificación de convenciones y
tratados internacionales, que reflejan la posición del Estado en diversos asuntos re-
lativos a la cultura, el patrimonio, los derechos de autor, las artes, entre otros. Desde
el siglo XIX, el país registra acciones positivas en asuntos culturales si consideramos
que en 1845 Copán Ruinas fue declarada propiedad de la nación iniciando así la pri-
mera legislación emitida por el estado de Honduras para proteger el sitio arqueoló-
gico (Urquía, 2010, p. 203).

El marco jurídico moderno de la cultura en Honduras inicia con las disposiciones


de la actual Constitución de la República vigentes desde 1982, que contienen alusio-
nes a temas propios de los derechos culturales que, si bien no se mencionan como

102 - [revista gestión cultural]


tal, están contenidos en sus artículos (3, 108-176) con referencias indirectas sobre los
derechos culturales. De igual manera, la normativa jurídica vigente como la Ley de
Visión de País y Plan de Nación (2010-2038) hace mención de tales derechos en asun-
tos centrales como: a) el idioma oficial de Honduras es el español; b) los derechos
de autor, protección de inventos para gozar de la propiedad exclusiva de su obra; c)
la educación como función exclusiva del Estado para la conservación, el fomento y
difusión de la cultura; d) impulsar la educación por medio de bibliotecas, centros
culturales; e) preservar la riqueza antropológica, arqueológica, histórica y artística
de Honduras; f) preservar las culturas nativas, su folklore y artesanías; g) promover la
producción de autores nacionales en el desarrollo del país; h) proteger los derechos e
intereses de las comunidades indígenas y su cultura.

El Estado de Honduras ha ratificado importantes normas internacionales relacio-


nadas con la cultura, entre las que destacamos el Pacto Internacional de Derechos,
Económicos, Sociales y Culturales (suscrito por Honduras el 19 de diciembre de 1966 y
ratificado el 17 de febrero de 1981). En el seno de la Unesco, Honduras es Estado-parte
de la Convención del Patrimonio Mundial (1972), la Convención para la Salvaguardia
del Patrimonio Cultural Inmaterial (2003), la Convención para la Protección del
Patrimonio Cultural Subacuático (2006) y, de manera particular, la Convención sobre
la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (2005), que
reafirma la importancia del vínculo existente entre la cultura y el desarrollo.

En 2003 el país promulga la Ley de Ordenamiento Territorial (2003), que muestra


un avance en términos legales al reconocer los capitales intangibles de las diferentes
regiones del país como un recurso: “Son principios de la planificación nacional y or-
denamiento territorial, los siguientes: 1) El fortalecimiento y la preservación de los
fundamentos de la nación, sus identidades, valores, trascendencia histórica, com-
promisos y legados con las generaciones futuras” (artículo 4).

La ley en mención centra sus principios y fundamentos en el fortalecimiento y po-


tenciación de los capitales tangibles e intangibles del territorio según el artículo 69

103 - Mario Hernán Mejía


de su respectivo reglamento, que reconoce los valores intrínsecos de todos los grupos
sociales, particularmente de los grupos étnicos como actores clave para la planifica-
ción del ordenamiento territorial y el desarrollo regional.

La Ley Visión de País/Plan de Nación 2010-2038 incorpora aspectos claves para im-
pulsar el desarrollo de los sectores culturales y creativos en Honduras a partir de es-
trategias que incrementen la vida cultural de los ciudadanos mediante el acceso y la
participación y el respeto a las expresiones propias de la diversidad cultural con el pa-
trocinio del Estado y la sociedad. La referida ley establece que las políticas estatales
procurarán favorecer el establecimiento de iniciativas como parte de los programas
de responsabilidad social empresarial y que las empresas privadas colaboren con los
esfuerzos del gobierno para el fomento y la difusión del arte y la cultura.

La Propiedad Intelectual está regulada en Honduras por la Ley de Propiedad


Industrial y la Ley del Derecho de Autor y de los Derechos Conexos, que en esen-
cia protegen las creaciones humanas en el campo de la industria y el comercio, así
como en lo artístico y literario. La primera Política Pública en Derechos Humanos y
Plan Nacional de Acción en Derechos Humanos fue promulgada en 2013 y contiene
un apartado relativo a las obligaciones del Estado frente al derecho a la cultura, así
como una regionalización del país con criterios culturales, e incorpora una serie de
elementos relativos a la ampliación de las oportunidades de las personas, el disfrute
de sus libertades culturales y ampliación de sus oportunidades.

San Pedro Sula es la segunda ciudad en importancia de Honduras y es reconocida


como la “capital industrial” del país en donde se genera más del 60% del PIB. Los
procesos de industrialización, el crecimiento demográfico con una población en gran
porcentaje joven y altos índices de violencia, criminalidad y desplazamiento forzado
llevó a las autoridades locales, el Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los
Refugiados (ACNUR) y Children International, a implementar una estrategia piloto
de protección comunitaria que busca responder a la necesidad de mitigar los riesgos
de estigmatización y diversos tipos de violencia en dos comunidades de alto riesgo

104 - [revista gestión cultural]


El estudio refleja una amplia brecha entre el sur del continente y
Centroamérica. En esta parte de la región el consumo cultural es bajo en
casi todas las opciones: cine, música, teatro o visitas culturales. Quienes
ven menos películas en las salas son los nicaragüenses (82%), hondureños
(80%), guatemaltecos (77%) y salvadoreños (70%) (Organización de Estados
Iberoamericanos, 2013).

del Sector Rivera Hernández de la ciudad. El programa Arte Comunitario compuesto


por talleres artísticos y culturales dirigido a doscientos jóvenes ha beneficiado indi-
rectamente a aproximadamente 2500 personas del sector. El programa realizó una
acción de incidencia a partir de la cual se promulgó en 2021 la Política Municipal de
Arte y Cultura para la Inclusión Social.

Un valor especial de esta política es la consideración de los Indicadores Temáticos


para la Cultura de la Unesco en la Agenda 2030, a fin de recopilar información sobre
sus impactos en diversas áreas del desarrollo humano. De igual manera toma como
referencia la hoja de ruta impulsada por la CEEC-SICA con la Estrategia de Cultura
como Palanca de la Integración hacia el 2030, que facilita la cooperación en torno a
una plataforma supranacional que refuerza las capacidades de los países centroame-
ricanos para la rendición de cuentas sobre las buenas prácticas culturales y creativas
alineadas a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

En cuanto a la participación en la vida cultural y hábitos de consumo de la población


hondureña, tomamos los datos disponibles y más recientes incluidos en la Encuesta
Latinoamericana de Hábitos y Prácticas Culturales (Organización de Estados
Iberoamericanos, 2013), la cual revela que el acceso a las artes crece en América
Latina y al mismo tiempo pide a los gobiernos más inversión pública. El informe
indica que casi seis de cada diez personas consideran la importancia creciente del

105 - Mario Hernán Mejía


arte y la cultura en la vida social. Los datos arrojan que la música, el video y la lectura
son los hábitos favoritos de la mayoría de la población latinoamericana debido a la
facilidad de acceso y en muchos casos a la gratuidad.

Los datos en el caso de Honduras revelan que el 80% de los hondureños jamás ha ido
al teatro y tres de cada cuatro afirman que nunca han visitado un parque histórico o
cultural. La encuesta detalla además que el hondureño está entre los ciudadanos de
Centroamérica que ven más televisión. Los resultados indican un promedio de 4,5
horas de lunes a viernes frente al televisor.

El estudio refleja una amplia brecha entre el sur del continente y Centroamérica. En
esta parte de la región el consumo cultural es bajo en casi todas las opciones: cine,
música, teatro o visitas culturales. Quienes ven menos películas en las salas son los
nicaragüenses (82%), hondureños (80%), guatemaltecos (77%) y salvadoreños (70%)
(Organización de Estados Iberoamericanos, 2013).

A partir de este breve resumen observamos que las acciones emprendidas en


Honduras relacionadas a las políticas culturales se orientan a fortalecer los marcos
institucionales, políticos y jurídicos. La normativa legal relativa a la promoción de la
cultura, la diversidad de sus expresiones, el estímulo a la creatividad y su impacto so-
cial y económico, constituye un marco propicio para su crecimiento. Sin embargo, no
se observan políticas públicas nacionales, programas y acciones de incentivo a crea-
dores y artistas que incrementen la vida cultural y estimulen procesos sistemáticos
que mejoren sus condiciones de trabajo y los retos que suponen las nuevas formas
de producción y consumo cultural como resultado de la transformación tecnológica.

Si bien el enfoque de derechos culturales está presente en la legislación


de Honduras, hay mucho camino por recorrer en cuanto a instrumentos,
programas y acciones que promuevan el acceso a bienes y servicios culturales
y alienten la participación ciudadana.

106 - [revista gestión cultural]


Si bien el enfoque de derechos culturales está presente en la legislación de Honduras,
hay mucho camino por recorrer en cuanto a instrumentos, programas y acciones que
promuevan el acceso a bienes y servicios culturales y alienten la participación ciuda-
dana. Las diversas intersecciones que produce la articulación entre la creatividad, el
arte, la ciencia y la tecnología constituyen una oportunidad para estimular ecosiste-
mas creativos integrados por científicos, tecnológos, administradores de negocios,
diseñadores, artistas que incorporan innovadoras soluciones a través de nuevos bie-
nes y servicios basados en la creatividad y la propiedad intelectual.

La creatividad y la cultura como recursos para el desarrollo es un tema por explo-


rar en Honduras considerando la productividad del empleo creativo/cultural para la
generación de riqueza mediante la explotación de la propiedad intelectual. La eco-
nomía creativa tiene el potencial de ser motor de innovación, factor de cohesión e
inclusión social cuando confluyen el interés público y el privado.

El acceso equitativo a la cultura es fundamental para garantizar que todas las perso-
nas disfruten de sus bienes y servicios. Es precisa la inversión en el fortalecimiento de
la educación artística, más equipamientos básicos y estrategias para el conocimiento
y disfrute del patrimonio cultural a fin de contribuir a superar barreras económicas,
geográficas y sociales que limitan las oportunidades de las personas para adquirir
competencias necesarias en la economía del conocimiento, como las habilidades di-
gitales y las nuevas tecnologías.

Los procesos de mediación, intervención propios de la gestión cultural, claves para el


impulso de prácticas artísticas y/o proyectos con objetivos de transformación social,
son amplios y diversos en América Latina al igual que sus metodologías y abordajes
con múltiples enfoques que van desde el desarrollo local, incremento del capital so-
cial, reducción de la violencia o los desplazamientos forzados, salud, medioambien-
te, entre otros.

La creciente digitalización y el uso de nuevas tecnologías plantean desafíos y oportu-


nidades para las políticas culturales. Es necesario adaptarse a estos cambios y encon-
trar mecanismos efectivos que se traduzcan en beneficios para la promoción de las

107 - Mario Hernán Mejía


artes, la difusión del patrimonio y ampliación de audiencias. Las políticas culturales
en países en vías de desarrollo precisan de reconocer y medir los impactos de los
sectores culturales y creativos en el desarrollo humano y sostenible a fin de contribuir
al logro de mejores niveles de bienestar.

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108 - [revista gestión cultural]


110 - [revista gestión cultural]
México después
de Mondiacult 2022:
pensando porvenires
Por María Elena Figueroa Díaz

E
n 2022 se celebró en México la Conferencia Mundial de la Unesco sobre
Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible Mondiacult. Cuarenta años
antes, este país también fue sede del evento. Como afirma Fuentes (2022),
aquella conferencia de 1982 fue un “mito fundante de la historia de las políticas cultu-
rales contemporáneas”. Antecedida por la Conferencia Intergubernamental sobre los
Aspectos Institucionales, Administrativos y Financieros de las Políticas Culturales
(Conferencia de Venecia, 1970) y precedida por la Conferencia Intergubernamental
sobre Políticas Culturales para el Desarrollo (Conferencia de Estocolmo, 1998), fue un
parteaguas en la concepción de la cultura y en el abordaje de las políticas culturales
a nivel mundial. Sobra decir que los lineamientos internacionales en materia de cul-
tura (como en otros temas) tienen un impacto real y fundamental en la elaboración
de políticas locales y nacionales, y que en este caso fue así. Es por ello que resulta
indispensable su reflexión. A partir de la intención expresa de la Mondiacult 2022,
el presente texto intenta hacer una reflexión basada en algunas evidencias, sobre los
retos a los que las políticas culturales se enfrentan en México, país que, a pesar de
haber sido sede de la conferencia, se encuentra sumergido en un panorama difícil y
complejo, con logros, pero también con muchos desafíos.

111 - María Elena Figueroa Díaz


Hace cuatro décadas, además de asumir que la cultura abarca rasgos tanto materia-
les, afectivos, intelectuales y espirituales de toda comunidad humana, así como sus
formas de vida, la Mondiacult 1982 enfatizó “que la cultura da al hombre la capacidad
de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente
humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos” (Unesco, 1982). De este
modo, se sentaron las bases para entender la cultura y ejercer las políticas públicas
asociadas a ella en términos que, si bien ya se venían cristalizando, aún eran mar-
ginales frente a una noción restringida y elitista de la cultura. Ahí se estableció una
definición amplia de cultura, más antropológica, centrada en los modos de vida, las
creencias y los valores, de lo que se deriva una valoración de las expresiones cultura-
les de todos los pueblos. Asimismo, se hizo un énfasis en la necesidad de fortalecer
el hecho de que los seres humanos no solo somos receptores, sino también creadores
y transmisores de bienes simbólicos, de cultura. Desde este paradigma, somos seres
intrínsecamente culturales, capaces de otorgar sentido a lo que hacemos. Más aún,
se estableció la importancia de la dimensión cultural del desarrollo (entendido como
algo más que mero crecimiento económico), se discutió la relación entre cultura y
democracia, se puso en la mesa el tema de la necesidad de planificar y financiarlas
actividades culturales, y de la importancia de la cooperación internacional. El im-
pacto que este posicionamiento tuvo en las políticas culturales de muchos países es
incuestionable.

En 1998, en la Conferencia de Estocolmo, se enfatizó la necesidad de trabajar para


lograr enfoques integrados y con perspectiva cultural a la hora de llevar a cabo pro-
yectos de desarrollo. Se aludió a las dificultades intrínsecas a la realidad de la diver-
sidad cultural y a la necesidad de insistir en el diálogo como generador de sentidos
comunes y de acuerdos. También se afirmó que las políticas culturales tienen que
responder a nuevos escenarios y a problemáticas emergentes. En dicha conferencia
se plantearon dos temas que anunciaban el futuro inmediato: por un lado, el hecho
de que “el surgimiento de la sociedad de información y el dominio general de las

112 - [revista gestión cultural]


técnicas de información y comunicación constituyen una importante dimensión de
la política cultural” (Unesco, 1998) y, por otro lado, la urgencia de que las políticas
culturales promuevan “la creatividad en todas sus formas, facilitando la accesibilidad
a las prácticas y experiencias culturales para todos los ciudadanos, sin distinción de
nacionalidad, raza, sexo, edad, incapacidad física o mental, enriquecer el sentimien-
to de identidad y plena participación de cada individuo y cada comunidad, y apoyar-
les en su búsqueda de un futuro digno y seguro” (Unesco, 1998).

Cuarenta años después, en 2022, la Mondiacult parte de un escenario global distinto


al de 1982 y al de 1998, más complejo y con más retos. En esta reciente conferencia se
tocaron temas centrales, tales como el desarrollo sostenible, la diversidad cultural, el
impacto del cambio climático en la cultura patrimonial, la digitalización y la brecha
digital. Se estableció que la cultura es un bien público mundial, que implica la defen-
sa de la diversidad, el patrimonio y los derechos fundamentales de las personas. Se
enfatizó la necesidad de fortalecer la inversión en formación profesional y empleo
en el campo cultural, y se insistió en el papel de la cultura como constructora de paz.
Incluso se hizo la solicitud de que sea considerada como cuarto pilar del desarrollo
sostenible, y se plantee como un Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS).

Desde ese lugar, en 2022, se asumen los logros previos, pero con la conciencia de los
embates del neoliberalismo a nivel mundial; la complejidad creciente de las socieda-
des atravesadas cada vez más por las tecnologías digitales y la brecha concomitante a
ellas; la crisis y la precarización laboral a nivel mundial (y en concreto en los sectores
culturales, artísticos y creativos); la aparición de movimientos sociales emergentes
con nuevas demandas y reclamos; la disminución del presupuesto público destinado
a programas sociales y culturales y, en particular, la cada vez más paradójica y a ratos
insostenible función tradicional de los Estados en materia de cultura. Es por ello que
la Mondiacult 2022 intentó encarar más desafíos en un mundo en el que aún per-
sisten desigualdades e injusticias que las conferencias previas intentaron visibilizar
y exhortar a resolver. Y, desde este lugar, como dice Eduardo Nivón Bolán (2022),

113 - María Elena Figueroa Díaz


Cuarenta años después, en 2022, la Mondiacult parte de un escenario global
distinto al de 1982 y al de 1998, más complejo y con más retos. En esta reciente
conferencia se tocaron temas centrales, tales como el desarrollo sostenible, la
diversidad cultural, el impacto del cambio climático en la cultura patrimonial,
la digitalización y la brecha digital. Se estableció que la cultura es un bien
público mundial, que implica la defensa de la diversidad, el patrimonio y los
derechos fundamentales de las personas.

se hace necesario ajustar las políticas culturales no solo a la nueva realidad sino, en
concreto, a la cultura contemporánea, que es cada vez más diversa, más compleja y
está más explícitamente entrelazada con otras esferas de la vida.

Partimos de que las políticas culturales, en todos los países, presentan una naturaleza
paradójica, que tiene que ver con la intención de gestionar y administrar la cultura,
cuando esta es una dimensión del mundo de la vida, perteneciente a las comunidades,
intrínseca a cada ser humano, que en realidad escapa a toda administración y a toda
gestión, pero que, a la vez, es susceptible de control, de supresión, de enajenación, tal
como Bonfil Batalla (1991) lo expresó. Y justo por ello se trata de una dimensión con
sustratos y elementos que hay que proteger, cuidar, y ayudar a que se preserven y que
se desarrollen. La posible resolución a tal paradoja de las políticas culturales apunta a
la reconfiguración del papel del Estado y de otros actores relevantes, y a la manera de
ejercer la política cultural en términos de qué esperar que tales actores hagan. Lo que
se logre, desde la participación de diversos actores (y no solo de Estados y grandes em-
presas) será decisivo para que lo cultural florezca de la mejor manera, es decir de modo
equitativo, democrático, respetuoso de la diferencia, incluyente, partiendo de la idea
de que la política cultural “se refiere a los soportes institucionales que canalizan tanto
la creatividad estética como los estilos colectivos de vida” (Yúdice y Miller, 2004, p. 11).

114 - [revista gestión cultural]


En América Latina, las políticas culturales, al centrarse en la cultura en tanto dimen-
sión simbólica de lo social (Giménez, 2005), históricamente se han vinculado a la es-
fera política (en la consolidación de los Estados nacionales, por ejemplo) y a la esfera
económica (desde la asunción, posterior en el tiempo, de que la cultura es fuente de
riqueza y desarrollo). A estas dos esferas se le añade, de diversos modos, la dimen-
sión social, que parte de la idea de la cultura como generadora de paz, de seguridad,
de inclusión y de reconstrucción del tejido social. Aun en la actualidad, los Estados
siguen siendo los personajes principales de la construcción y la puesta en acción de
las políticas culturales. Sin embargo, se están sucediendo cambios en el modelo de
política cultural centrado en el Estado gestor y decisor, que parten de la evidencia
de que tal modelo se sostiene con cada vez más dificultades. La salida a tal situa-
ción no es su desmantelamiento o su disminución, sino su redefinición, que pasa
necesariamente por la inclusión real de diversos actores sociales, bajo la regulación
y la vigilancia de aquel. En otras palabras, se trata de que los Estados sean garantes,
más que interventores, en materia de cultura. Si bien este proceso ya está en marcha
desde hace varias décadas, urge su consolidación.

En México, desde los inicios del siglo XX hasta la fecha, se ha pasado por cuatro
grandes etapas en materia de política cultural. A una primera etapa constructora del
Estado nacional en la que la cultura homogeneizadora jugó un papel central en su
consolidación, siguió una segunda etapa institucionalizadora, que coincide con los
acuerdos internacionales de 1982, en la que se asumió una concepción amplia de cul-
tura y en la que florecieron programas que atendían a diversos grupos. Una tercera
etapa, de corte neoliberal, centró sus esfuerzos en el desarrollo de empresas cultura-
les, recortó presupuestos y enfatizó el papel de la cultura en el desarrollo económico.
El tema de las tecnologías de la información y la comunicación, así como el de la
economía creativa, fueron muy importantes en esta fase.

En la actualidad surge una cuarta etapa, de inclusión social que, sin dejar de lado
las tendencias previas –en un efecto acumulativo y, por lo tanto, contradictorio–,

115 - María Elena Figueroa Díaz


ha añadido una intención equilibradora en la dotación de servicios culturales a la
población por parte del Estado. Esto último ha permitido, por ejemplo, la reconfigu-
ración de la población objetivo de las políticas culturales, que ahora son, fundamen-
talmente, los grupos sociales que se encuentran en mayor desventaja. Asimismo,
ha habido una importante visibilización de las poblaciones afrodescendientes vivas
(que se añaden a los pueblos originarios, pero desde un esfuerzo de respetar su espe-
cificidad). También ha habido una consolidación mayor de la concepción amplia de
cultura, que ha dado lugar a la aparición central del programa Cultura Comunitaria.

Sin embargo, las acciones en materia cultural han hecho que haya un descuido, incluso
una desvalorización, de otras manifestaciones culturales que se consideran elitistas, y
un cierto abandono de la comunidad artística y creativa del país. Paradójicamente, se
ha hecho una costosa inversión en el Complejo Cultural Chapultepec, en la ciudad de
México, capital del país, que no beneficia a la mayoría de la población. Por otro lado,
los resultados de la evaluación del programa Cultura Comunitaria no son los mejores,
y se han cancelado apoyos a la investigación y al desarrollo de la actividad de artistas e
intelectuales (Ochoa Sandy, 2022). Si bien hay claros esfuerzos por generar un mayor
impacto social de la cultura, y aun cuando esta ha cobrado mayor importancia en la
agenda pública, no se ha podido erradicar la noción de que se trata de una dimensión
accesoria, marginal y no sustantiva. Además, no se ha establecido aún como un dere-
cho inalienable y un sustrato que posibilita la vida en sociedad. Digamos que no se ha
trascendido una cierta concepción instrumental de la cultura. La idea de que esta es
valiosa porque sirve para algo (consolidación de la nación, riqueza y desarrollo, demo-
cracia e inclusión social) es poderosa y deriva de la visión difundida por los instrumen-
tos (conferencias, agendas, informes, declaraciones) internacionales.

En esta cuarta fase de inclusión social, se observa el papel de la cultura de una manera
compleja, diversa y estructurante. Por un lado, hay una vuelta a la visión de la cultura
como legitimadora de un sentido de Nación, contrapuesta a las tendencias globales,
que ubican el eje dinamizador del flujo de los bienes simbólicos en el consumo del

116 - [revista gestión cultural]


Sin embargo, se están sucediendo cambios en el modelo de política cultural
centrado en el Estado gestor y decisor, que parten de la evidencia de que tal
modelo se sostiene con cada vez más dificultades. La salida a tal situación
no es su desmantelamiento o su disminución, sino su redefinición, que
pasa necesariamente por la inclusión real de diversos actores sociales, bajo
la regulación y la vigilancia de aquel. En otras palabras, se trata de que los
Estados sean garantes, más que interventores, en materia de cultura.

bien-mercancía, y que, sin embargo, también están presentes en las políticas cultu-
rales de este periodo presidencial. Por otra parte, la cultura también se plantea en su
noción amplia, como reconstructor del tejido social. Todo menos la noción restringida
de cultura, que ha sido poco apoyada. La contradicción entre la cultura nacionalista y
la cultura mercantil es la característica central de la política cultural de esta etapa. A la
vez, se busca contar con políticas culturales más incluyentes y participativas que impli-
quen múltiples agentes (gobiernos, autoridades locales, organismos de la sociedad ci-
vil, instituciones intergubernamentales, sector privado, comunidades). Ha habido una
importante intención de mejorar el equilibrio geográfico en la dotación de servicios
culturales, así como de colocar nuevamente a México en el escenario mundial.

Además, paradójicamente, se sostiene la coexistencia de dinámicas distintas, de


formas opuestas de hacer política cultural. Por un lado, vemos la voluntad y la de-
terminación del Estado de reorientar las acciones culturales hacia espacios inéditos,
pero por otro, se refuerza la idea de que sigue marchando la reducción del papel del
Estado en ciertos ámbitos. La ausencia de intervención estatal deja abierta la posi-
bilidad de una intervención sin regulación de la iniciativa privada, lo que representa
una suerte de continuidad de la gestión neoliberal de la cultura, sobre la cual no pa-
rece haber una postura crítica o, por lo menos, una oposición activa.

117 - María Elena Figueroa Díaz


Por otro lado, resulta evidente que, durante el siglo XX, se vivió en el país una ten-
sión entre el proyecto de cultura popular impulsado por el Estado y “la búsqueda de
espacios independientes en los que los creadores, inicialmente, pero también otros
actores –grupos étnicos, movimientos sociales y distintas expresiones de la socie-
dad civil– impulsaron la necesaria autonomía o independencia de la cultura” (Nivón
Bolán, 2017). Esta tensión ha dado lugar, en los últimos tiempos, a una gradual, pero
irreversible transformación en el ámbito de la sociedad y la cultura mexicanas, que
ha obligado a repensar las políticas culturales.

Después de la Conferencia Mondiacult 2022, ¿qué necesitamos en México? ¿Qué


proponer en el filo de la evidencia, pero también de la imaginación, incluso desde
la esperanza sin optimismo (Eagleton, 2016), que parecería ser la mejor manera de
encarar el futuro? Aquí planteo diez puntos, a partir de la reflexión y de la incorpora-
ción de propuestas de especialistas mexicanos sobre políticas culturales, que podrían
ser considerados:

1. Redefinir el papel del Estado. Este tiene que seguir siendo regulador, garante,
eje de una labor que exige con cada vez mayor fuerza la incorporación de dis-
tintas voces, miradas, conocimientos. Su papel debe seguir siendo central en
la coordinación de diversos esfuerzos, sin que por ello siga siendo la instancia
que decida las prioridades y los mecanismos para generar política pública en
materia de cultura. El Estado debe ser uno entre varios agentes generadores de
política cultural.

2. Repensar qué es la sociedad civil. Esta tarea requiere dejar de pensar en la so-
ciedad civil como sinónimo del sector privado o del sector con poder económico.
Sin duda este puede tener un papel importante, pero siempre subordinado a
mecanismos que garanticen la equidad, la pluralidad, la preservación del pa-
trimonio, entendido en un sentido amplio y construido “desde abajo”. Pensar
en otros términos la sociedad civil implica incorporar plenamente a diversos

118 - [revista gestión cultural]


actores que representen la pluralidad constituyente de la sociedad. Por supuesto
que no se trata de una tarea fácil ni tersa, pero sí necesaria.

3. Generar mecenazgos, becas y otras formas de apoyo y financiamiento. Ante la


disminución de recursos públicos en el ramo, y ante las dificultades para sos-
tener un Estado que subsidie las actividades culturales, es necesario pensar
en formas creativas de generar financiamientos. Inventar e incentivar formas
legítimas de mecenazgo, otorgamiento de becas, apoyos a la creación, subven-
ciones tanto públicas como privadas. Que el sector privado aporte recursos,
sin que por ello tenga injerencia en la orientación o los resultados de las acti-
vidades apoyadas. Aquí el Estado tendría un papel importante como garante
de la autonomía del creador o la creadora. Véase Eduardo Cruz Vázquez (2017)
al respecto.

4. Otorgar mayor presupuesto a la cultura a partir de repensar su impacto a largo


plazo sobre las sociedades. Para que esto suceda es indispensable dejar de pen-
sar en la cultura como un sustrato residual, accesorio, menor, de la actividad
societal. En esa línea, sería conveniente contar con mayores incentivos fiscales
para promover el apoyo al campo de la cultura. Si de verdad se comprendieran
los beneficios de la cultura (desde la perspectiva de la instrumentalidad inevi-
table de la misma) en la vida individual y colectiva de nuestras sociedades, se
invertiría más en ella.

5. Lograr un mayor equilibrio entre el modelo dirigista y el modelo consumista


(Miller, 2012). Se tendría que lograr un balance entre el ineludible ejercicio de
la cultura dentro de la lógica del mercado (vía la comercialización del arte y la
cultura, generando economías alternativas a partir de la creación artística), su
ejercicio como educador y cohesionador social, y la dimensión del arte y la cul-
tura en tanto pertenecientes al mundo de la vida. Asimismo, como señala Ejea
Mendoza (2012), es indispensable ampliar la noción de consumo para asumirlo

119 - María Elena Figueroa Díaz


como recepción, en circuitos de producción, circulación y consumo, que pueden
ser comerciales, comunitarios o artísticos.

6. Descentralizar la toma de decisiones, la gestión y la dotación de recursos en el


ámbito cultural. Se deben fortalecer las capacidades de gestión cultural de esta-
dos y municipios (Cruz Vázquez, 2017). Esto pasa por fortalecer la gestión desde
las localidades, a partir de necesidades sentidas y problemas detectados, y de
frenar impulsos que traten de llevar soluciones desde el centro. Incluso, habría
que dejar de pensar desde ese “centro” que ve a lo otro como “periferia”. Más aún,
habría que inventar nuevas figuras que garanticen dicha descentralización, y la
autogestión podría contribuir a lograrlo.

7. Dejar de pensar dicotómicamente. En el campo cultural es necesario observar


que la propuesta de las políticas culturales suele plantearse de forma dicotó-
mica, separando el apoyo a la alta cultura, dirigida a clases educadas, común-
mente privilegiadas económicamente, del apoyo a la cultura popular residual/
emergente, tanto de grupos étnicos, como de sectores marginados, general-
mente ubicados en las grandes metrópolis del país o en sus periferias. Con ello,
se ignora la diversidad de necesidades culturales de una población heterogénea
y diversa, que muchas veces no responde a ninguno de los dos grupos que suelen
determinarse. La sociedad no es dicotómica. En este punto, trabajar más a fon-
do para el efectivo ejercicio de la ciudadanía cultural es fundamental.

8. Pensando en esa sociedad heterogénea y diversa en identidad, demandas, ne-


cesidades, cosmovisiones, urge una ardua tarea para terminar con prejuicios,
que no solo se manifiestan en segregación y racismo, sino también en asumir
como normal la asimetría en la dotación de recursos culturales. Hay prejuicios y
estereotipos que se traducen en infraestructura, cartelera, procesos educativos,
calidad de los bienes simbólicos y recursos asignados, de acuerdo con asimetrías
derivadas de la racialización, la clase y el género. No se trata de cubrir a amplios

120 - [revista gestión cultural]


sectores, sino de hacerlo con calidad, sin tomar decisiones bien intencionadas,
pero que parten de simplificaciones y de estereotipos. Y mucho menos generar
mecanismos de dotación de recursos culturales de manera unilateral.

9. Resulta indispensable reconstruir los vínculos (históricos, pero ahora rotos) en-
tre educación y cultura, así como desarrollar un arduo trabajo en la formación
de artistas, desde las infancias y las adolescencias, y fomentar la formación de
públicos. A través de la educación, es importante seguir fortaleciendo procesos
de ciudadanía cultural, que hagan efectivos los derechos culturales.

10. Además de trabajar para aminorar la brecha digital (que no solo es un problema
transgeneracional o etario), habrá que imaginar e inventar maneras para poder
apoyar y retribuir a la comunidad artística, cultural y creativa ante los riesgos
que ha significado la digitalización del arte y la cultura. Es indispensable empe-
zar a fomentar el hábito de pagar por lo digital, ya sea de manera directa (desde
el consumidor individual) o por medio de mecanismos de apoyos institucionales
que equilibren, al menos temporalmente, el fuerte desbalance que ha contribui-
do (entre otros factores), sobre todo en tiempos pandémicos y pospandémicos, a
la precarización de dicha comunidad.

Resulta fundamental reconocer que la capacidad de las políticas culturales, a


pesar de sus paradojas y sus dificultades, y de su fuerza como mecanismo de
ejercicio de poder, derivado de su capacidad para decidir qué se apoya y qué
no se apoya, también tiene una contraparte virtuosa, por su posibilidad de
garantizar la protección de los significados que preservan y expanden el bien
común, y de dar espacio a la expresión de la diversidad, sobre todo de aquellas
manifestaciones de grupos sociales en desventaja con respecto a otros.

121 - María Elena Figueroa Díaz


Conclusión
A manera de conclusión, podemos decir que, actualmente, las políticas culturales
están en un proceso de transformación en el que, poco a poco y cada vez con mayor
fuerza, la cultura se asume como poseedora de un potencial simbólico, generador
de sentido, constituyente de identidades dinámicas, de procesos formativos, de
desarrollo de espíritus críticos. La cultura es fuente inagotable de sentidos que
requieren ser protegidos, respetados, visibilizados y apoyados. Contribuye a la
convivencia, al ejercicio de la democracia, a la construcción común, a la creación
de posibilidades, a la preservación de lo colectivamente valioso. Pero también es
una arena de disputas, de inequidades, de lucha por espacios, por contar con una
voz y una versión de la propia historia. Hay que abordar de manera sensible, res-
ponsable e inteligente la realidad de la desigualdad, y no solo de la diferencia. Por
ello nunca será suficiente insistir en seguir fortaleciendo los derechos culturales y
la ciudadanía cultural.

Resulta fundamental reconocer que la capacidad de las políticas culturales, a pesar


de sus paradojas y sus dificultades, y de su fuerza como mecanismo de ejercicio de
poder, derivado de su capacidad para decidir qué se apoya y qué no se apoya, tam-
bién tiene una contraparte virtuosa, por su posibilidad de garantizar la protección
de los significados que preservan y expanden el bien común, y de dar espacio a la
expresión de la diversidad, sobre todo de aquellas manifestaciones de grupos socia-
les en desventaja con respecto a otros. Las políticas culturales pueden promover un
orden social más equitativo y participativo. Estas nunca podrán tocar en su totalidad
la cultura como sustrato del mundo de la vida, fuente incesante de significados y de
creaciones, pero sí pueden tratar de ser mejores salvaguardas de ella.

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123 - María Elena Figueroa Díaz


124 - [revista gestión cultural]
¿Y cómo se paga la vida cultural?
Financiación estratégica de los
sistemas de gobernanza de la
cultura como bien público mundial
Por Lázaro Israel Rodríguez Oliva

L
a aplicación del enfoque de derechos culturales, la conciencia de la diversi-
dad de formas de expresión cultural, la digitalización como amplificación de
las opciones en que se producen circulan y consumen los bienes y servicios
culturales, ha dejado aún más corta la talla con que la institucionalidad cultural
viste al sector cultural. Para atender estos desafíos, se realizó Mondiacult 2022, la
Conferencia Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (Unesco) sobre las políticas culturales y el desarrollo soste-
nible, la “mayor conferencia mundial dedicada a la cultura en los últimos cuarenta
años” en la que participaron 2600 personas, incluidas 135 autoridades de alto nivel
del sector (Unesco, 2022a). Durante varios años, la preparación del evento supuso
una esperanza, tanto para politizar el discurso sobre las formas en que se aborda
la cultura, como para poner en común, además de los desafíos, los formatos en que
se debería dar la transformación. Sin embargo, lejos de ofrecer metodologías con-
sensuadas claras, una nueva narrativa de la “cultura como bien público mundial”1
agregó confusión en las declaraciones de lo que se esperó que fuera el parteaguas
de la gobernanza cultural en estos tiempos. ¿De dónde viene el interés por este
enfoque? ¿Cuáles serían las implicaciones del giro para los sistemas de gobernanza

125 - Lázaro Israel Rodríguez Oliva


y financiación? ¿Con qué instrumentos contamos hoy para orientar las políticas
culturales?

El 28 de marzo de 2023, la 216a reunión del Consejo Ejecutivo de la Unesco destacó los
esfuerzos de la directora general para:

Promover el reconocimiento de la cultura como bien público mundial, reconoce el llamamiento

dirigido al secretario general de las Naciones Unidas para que integre la cultura como objeti-

vo específico por derecho propio en la agenda para el desarrollo después de 2030 e invita a los

Estados miembros a que recaben apoyos en favor de este objetivo, en la Unesco y en el contexto

más amplio de las Naciones Unidas, con miras a posicionar firmemente la cultura en el periodo

previo a la Cumbre del Futuro de 2024, en particular mediante la transmisión al secretario gene-

ral de las Naciones Unidas de una nota de políticas específica sobre la cultura como bien público

mundial a fin de contribuir a la reflexión de los Estados miembros sobre las perspectivas de

futuro en materia de desarrollo sostenible después de 2030 (Unesco, 2023a, p. 16).

En resumen, se refuerza la narrativa de la cultura como bien público mundial. Se


conmina a celebrar cada cuatro años un Foro Mundial sobre las Políticas Culturales,
y se acuerda elaborar un informe sistémico sobre las políticas culturales y un moni-
toreo la agenda de Mondiacult 2022. Este proceso será crucial para entender qué tipo
de políticas culturales podrían emerger en América Latina de la mano de la Unesco,
la instancia multilateral a más alto nivel de consenso, autoridad técnica, cooperación
y financiación cultural.

Este artículo aborda estas cuestiones desde una experiencia situada como con-
sultor externo de Unesco por una década, facilitando la operacionalización de las
narrativas y metodologías multilaterales en la realidad de los sistemas culturales
de gobernanza públicos, privados y de la sociedad civil de la región. Tras participar
como observador independiente en Mondiacult 2022, reflexiono sobre cómo abor-
dar este enfoque sistémico, amplio y de derechos que implica la cultura como un

126 - [revista gestión cultural]


bien público global, que se enlaza con mi preocupación de que en la realidad de las
políticas culturales en América Latina, apenas se cuenta con instrumentos actua-
lizados de formulación de políticas culturales que tengan comprensiones sistémi-
cas. Para esto, comparto una posible agenda de reenfoque de cómo debe abordarse
la financiación estratégica (economía creativa) de los bienes públicos, basándome
en el que considero el único instrumento sistémico con que se cuenta hoy para la
generación de evidencia de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible: los
Indicadores Temáticos de Cultura de Unesco (en adelante, Indicadores Culturales
2030) (Unesco, 2020). Más allá de lo especulativo, estas propuestas se basan en dos
experiencias pilotos de formulación: una estrategia regional de cooperación cul-
tural en Centroamérica, y otra asistencia técnica de Unesco y la Unión Europea al
Estado panameño para la formulación de su política pública de economía creativa
con enfoque sostenible.

La cultura como bien público y la financiación de la vida cultural:


trazando el origen y el propósito
150 Estados adoptaron por unanimidad la Declaración Final de Mondiacult 2022 tras
diez meses de negociaciones, un consenso sobre las prioridades en políticas cultura-
les que Unesco debe impulsar y que se resumen en (Unesco, 2022a):

• El asentamiento de “la cultura como bien público mundial”: con el propósito de


su integración “como objetivo específico en sí mismo en la agenda para el de-
sarrollo más allá de 2030”, para lo cual la directora general de la Unesco debe
convocar una “amplia consulta en la que participen los Estados miembros, la
sociedad civil, el mundo académico y el sector privado, sobre la repercusión
multidimensional de la cultura en nuestras sociedades como bien público mun-
dial, y que fortalezca la labor de promoción para la inclusión de la cultura en la
Cumbre del Futuro de las Naciones Unidas, prevista para 2024” (Unesco, 2022b).

127 - Lázaro Israel Rodríguez Oliva


• Un “anclaje sistémico de la cultura en las políticas públicas”: mediante la adap-
tación de las estrategias y los marcos de desarrollo, en los planos internacional,
regional, subregional, nacional y local, así como dentro de las políticas de otros
fondos y programas pertinentes de las Naciones Unidas, como vector y motor de
resiliencia, inclusión social y crecimiento económico, desde la educación, el em-
pleo –especialmente para las mujeres y los jóvenes–, la salud y el bienestar emo-
cional hasta la reducción de la pobreza, la igualdad de género, la sostenibilidad
ambiental, el turismo, el comercio y el transporte, y fomentando al mismo tiempo
modelos de desarrollo económico y social pertinentes para cada contexto”. Este
enfoque sistémico tiene la intención de hacer más eficiente la aplicación de los
compromisos de los países con la aplicación de las convenciones y recomenda-
ciones, con la intención de mejorar “la financiación de la cultura con el objetivo a
medio plazo de asignar un presupuesto nacional que aumente progresivamente
para satisfacer las nuevas necesidades y oportunidades del sector cultural”.

• Un enfoque de los derechos culturales como eje de construcción de política


pública: la declaración comprometió a los países con garantizar “el respeto y el
ejercicio de todos los derechos humanos, en particular los derechos culturales,
individuales y colectivos, en todos los ámbitos de la cultura, desde el patrimonio
cultural hasta los sectores culturales y creativos, incluido el entorno digital, con
el fin de construir un mundo más justo y equitativo y reducir las desigualdades,
en concreto por lo que respecta a las mujeres, los jóvenes, los niños, los pueblos
indígenas, los afrodescendientes, las personas con discapacidad y los grupos
vulnerables”. Para ello, coincidieron en apoyar el “acceso inclusivo a la cultura y
la participación en la vida cultural y sus beneficios como imperativo ético, social
y económico”, lo cual deja abierto el gran desafío de cómo se van a financiar los
mecanismos de garantía. También se apostó por el fortalecimiento de “los dere-
chos económicos y sociales de los artistas, los profesionales y otros agentes de la
cultura, facilitando su movilidad y defendiendo su condición, entre otras cosas,

128 - [revista gestión cultural]


reforzando la propiedad intelectual”. Se incluyeron también aspectos que con-
ciernen a la protección y fomento de la diversidad de los contenidos culturales,
la diversidad lingüística, la aplicación de marcos jurídicos y de políticas públicas
que defiendan los derechos de los pueblos y comunidades a su identidad, con
énfasis en los pueblos indígenas y la protección y restitución de bienes cultura-
les malversados o apropiados de forma indebida.

• La integración del patrimonio cultural y la creatividad en los debates internacio-


nales sobre el cambio climático: “habida cuenta de su repercusión multidimensio-
nal en la salvaguardia de todas las formas de patrimonio y expresiones culturales,
y del reconocimiento de la función de la cultura para la acción climática, especial-
mente mediante los sistemas de conocimientos tradicionales e indígenas”.

Hay varios conceptos que están planteados de forma general y traen consigo enor-
mes desafíos conceptuales y operativos. Primero, la “cultura como bien público mun-
dial”. No podría hablarse hoy de una definición específica. Incluso, el concepto ha
ido evolucionando con respecto a aquel primer llamado de concebir la “cultura como
bien común de acceso universal” (Ottone, 2021). Esta reflexión se dio especialmente
en el contexto de la pandemia, cuando se aseguró que “ha llegado el momento de
que juntos exijamos que la cultura sea considerada como un bien común de acceso

Durante varios años, la preparación del evento supuso una esperanza,


tanto para politizar el discurso sobre las formas en que se aborda la cultura,
como para poner en común, además de los desafíos, los formatos en que se
debería dar la transformación. Sin embargo, lejos de ofrecer metodologías
consensuadas claras, una nueva narrativa de la “cultura como bien público
mundial”1 agregó confusión en las declaraciones de lo que se esperó que fuera
el parteaguas de la gobernanza cultural en estos tiempos.

129 - Lázaro Israel Rodríguez Oliva


universal”, reconociendo que “la crisis generada por el COVID-19 nos ha brindado
una oportunidad inédita de redefinir la gobernanza cultural, sobre todo en lo que
respecta a la protección de los artistas y los creativos, a través de programas y po-
líticas públicas que garanticen un mayor apoyo económico en tiempos de crisis y
promuevan el desarrollo de incentivos y marcos propicios que permitan a los artistas
continuar desarrollando su creatividad de manera sostenible”.

En este posicionamiento, se usan indistintamente “cultura como bien común” y


“cultura como bien público” como sinónimos, aunque el desarrollo conceptual en-
tre bienes públicos y bienes comunes tienen un abordaje anterior en otros ámbi-
tos que los diferencia. El posicionamiento más explícito que decanta la opción de
cultura como bien público fue el informe global de Unesco Re|pensar las políticas
para la creatividad: plantear la cultura como un bien público global, publicado en 2022
y vinculado con la matriz de seguimiento de la Convención sobre la Protección
y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (2005). Esta edición
diferenció entre políticas culturales y políticas para la creatividad, como antesala
del próximo informe global que integrará otras convenciones e instrumentos de
cooperación cultural de Unesco. Plantear la cultura como un bien público global
significa hoy para Unesco una prioridad. En el prólogo, Audrey Azoulay se refiere a
la “cultura, en toda su diversidad” como “un verdadero bien común” (Unesco, 2022c,

El patrimonio cultural con valor universal, la libertad de expresión, los


derechos culturales o la diversidad cultural, pueden ser ejemplos. A diferencia
de bienes y servicios culturales –que están regidos por normas de propiedad
intelectual– no pueden ser propiedad de nadie porque son compartidos por
todos. Un ejemplo claro son las lenguas como expresiones culturales, o las
competencias interculturales que permiten la construcción de una cultura de
paz y no violencia.

130 - [revista gestión cultural]


p. 5), y Ottone refuerza su pertinencia de los bienes públicos en la lógica del sistema
multilateral, cuando el secretario general de la ONU llamó a debatir “cuáles son
los ‘más esenciales y valiosos’ y cuáles son ‘las mejores maneras de garantizar su
provisión’” (ONU, 2021, p. 48). Sobre el uso indistinto de bienes comunes y bienes
públicos, la misma publicación afirmaba que “los bienes comunes globales y los
bienes públicos globales son dos conceptos gemelos utilizados en diversos contex-
tos y ámbitos, como el derecho y la economía. Aunque no se ha llegado a un acuerdo
sobre su definición, resultan útiles como punto de partida para examinar con rigor
la situación en que nos encontramos” (p. 29).

Para Naciones Unidas, los bienes comunes globales se refieren “a aquellos recursos
naturales o culturales que comparte la humanidad y que benefician a todas las perso-
nas”. Un ejemplo es la alta mar y la atmósfera. Por bienes públicos globales, bienes y
servicios que se prestan y benefician a toda la sociedad. Por ejemplo, a nivel nacional,
el alumbrado público, o el agua limpia. Siguiendo está lógica, Unesco a través de la
voz de Ottone, define qué entiende por bien público:

La cultura engloba todas estas características, ya que la creatividad es una fuente inagotable, en

la que participan sociedades y personas individuales de todo el mundo, y la creatividad de hoy

es el patrimonio del mañana. La cultura no es solo una cuestión de instituciones o de economía,

sino también de imaginación individual y colectiva. Garantizar el derecho de todas las personas a

participar en la vida cultural es un requisito básico y una libertad fundamental para contribuir al

desarrollo sostenible de las sociedades. La promoción y protección de la diversidad de las expre-

siones culturales es, por tanto, uno de los objetivos comunes vitales de los que depende nuestro

bienestar y, de hecho, nuestra supervivencia en cuanto raza humana. (ONU, 2021)

Al resumir los beneficios de la cultura para el desarrollo sostenible, se eleva su impor-


tancia estratégica a la hora de protegerse y promoverse como otros bienes públicos.
Desde un enfoque de la convención de 2005, el mandato de promover y proteger la
cultura como bien público se interpreta en los siguientes términos que resume Ottone:

131 - Lázaro Israel Rodríguez Oliva


Garantizar una integración más visible
y eficaz de la cultura en las políticas y
estrategias de desarrollo económico, Garantizar que todos los géneros disfru-
social y medioambiental a todos los ten de igualdad de acceso y oportunida-
niveles, y movilizar recursos adicionales des para contribuir a la vida cultural y
para el desarrollo, también mediante participar en ella, así como de oportuni-
mecanismos innovadores de financiación dades para liderar y ocupar puestos de
pública y privada. toma de decisiones.

Cultura
como bien
público global

Promover la creación de capacidades, Favorecer de forma activa la aparición


cuando proceda, a todos los niveles, para de mercados locales de bienes y servicios
desArrollar sectores culturales y creativos culturales y facilitar el acceso tangible
dinámicos, en particular fomentando la y lícito de dichos bienes y servicios a
creatividad, la innovación y el espíritu los mercados internacionales, teniendo
empresarial; apoyando el desarrollo de las en cuenta la gama cada vez mayor de
instituciones culturales y de los sectores producción y consumo cultural y las
culturales y creativos; proporcionando disposiciones de la convención. Promover
formación técnica y profesional a quienes la diversidad y el acceso a las expresiones
trabajan en la cultura; y aumentando las culturales en el entorno digital.
oportunidades de empleo en los sectores
culturales y creativos a fin de generar
un desarrollo y crecimiento económico
sostenidos, inclusivos y equitativos

Elaboración propia a partir de Ottone (Unesco, 2022c).

Para responder a estos desafíos, dentro de la lógica multilateral de la Unesco, reco-


miendo una mirada a con qué instrumentos integradores contamos hoy para pensar
en sistema la respuesta programática que exige un concepto tan amplio y difícil de
compartimentar.

132 - [revista gestión cultural]


La urgencia sistémica en el seguimiento e innovación
de las políticas culturales
No debe resultar casual que justo la operacionalización de la cultura como bien públi-
co en la Unesco haya venido de la mano del marco de seguimiento de la convención de
2005, actualizado en el informe global de 2022. Una metodología clara de visión de
sistema de gobernanza que, además, incluye dimensiones relevantes como el desa-
rrollo sostenible y los derechos humanos y resulta de un ejercicio de mejora de moni-
toreo, que responde a los propósitos específicos de la convención, como la protección
y promoción de la diversidad cultural en áreas específicas como la gobernanza, las
industrias culturales, la cooperación internacional, el género y la libertad artística.
Con ese marco, el secretariado de la convención de 2005 tiene un mecanismo de ex-
pertos y expertas que ha permitido la asesoría permanente a los países y también la
generación de instrumentos específicos que concretan el mandato, incluida la elabo-
ración de los informes globales (Unesco, 2023b). Recientemente, en el llamado a re-
novar este mecanismo, se ha incluido también otro mecanismo de Unesco que, bajo
la supervisión de otra área, buscó la creación del sistema de Indicadores Culturales
en la Agenda 2030. Esta movida administrativa augura un enfoque más integrador
de los indicadores en la toma de decisiones y en la definición de medidas específicas
para cumplir con los compromisos de los países con Unesco.

Eso, de alguna manera, lo intuíamos cuando en Centroamérica, y de forma pione-


ra, empleamos los Indicadores Culturales 2030 en dos experiencias de formulación
de políticas culturales. En 2020, con la Estrategia de Cultura como Palanca de la
Integración del Sistema para la Integración Centroamericana, donde se usaron los
indicadores como instrumento de gobernanza. Y en 2022, el proyecto Política Pública
de Economía Creativa, de Panamá, anunciado en Mondiacult (Ministerio de Cultura,
2022a) y que resultó de una asistencia técnica de la Unesco al país (Ministerio de
Cultura, 2022b), entendió la “economía creativa como financiación estratégica” en un

133 - Lázaro Israel Rodríguez Oliva


ejercicio de ampliar la comprensión de los procesos económicos de la cultura como
asuntos solamente de empresas, industrias y clústeres. Como parte de este proceso,
el Ministerio de Cultura publicó la nota técnica “Economía creativa, cultura como
bien público y desarrollo sostenible: intersecciones en las políticas culturales”, para
explicar el valor de los Indicadores Culturales 2030 (Unesco, 2020) como pautas de fi-
nanciación. Esta propuesta no tiene la pretensión de la exhaustividad, sino de conec-
tar los instrumentos metodológicos de Unesco con los procesos de innovación en las
políticas culturales. De ahí que los considere útiles para el diálogo post-Mondiacult
2022 (Rodríguez Silva, 2023), porque los indicadores fueron utilizados como un mar-
co para la formulación, seguimiento y evaluación, hasta entonces inexplorado en el
ámbito de las políticas públicas de economía creativa a nivel global. Economía crea-
tiva entendida, a su vez, en un sentido amplio, como todos los recursos económicos
necesarios para financiar ámbitos estratégicos que, de forma sistémica, podrían ga-
rantizar la salvaguardia, protección y promoción de la cultura como un bien público”.

El resultado fue una identificación de qué hace falta financiar en políticas cultura-
les para que la cultura incida en el desarrollo sostenible, como un punto de partida
para encontrar cómo se financiaría. Y aquí es donde viene el mayor potencial de los
indicadores porque seguirían marcando una ruta que aplica los instrumentos del
desarrollo sostenible (la Agenda, los Objetivos de Desarrollo Sostenible y las metas,
los sistemas de seguimiento de las convenciones, las recomendaciones, entre otros).

Hacia una agenda de áreas de financiación de la cultura


como bien público
En el presente acápite, se explora el vínculo de economía creativa y cultura como bien
público para alumbrar zonas oscuras del financiamiento, y seguir pensando cómo
nuestras institucionalidades van a migrar para atender el desafío ético, económico,
social, medioambiental y programático de gestionar la cultura como bien público.

134 - [revista gestión cultural]


Medioambiente y resiliencia
• Apoyo de la investigación para definir y gestionar el patrimonio como bien pú-
blico global.
• Ampliación y mejora de los gastos públicos y privados dedicados a la preserva-
ción, protección y conservación del conjunto del patrimonio cultural y natural.
• Financiación de la participación de la sociedad civil en la gestión de bienes pú-
blicos patrimoniales.
• Desarrollo de nuevos instrumentos de gestión sostenible del patrimonio como
bien público tomando en cuenta la regulación de las industrias culturales basa-
das en la propiedad intelectual.
• Financiar acciones de mejora de acceso al patrimonio como bien público que tengan
en cuenta las implicaciones para la naturaleza de su producción a escalas mayores.
• Apoyar acciones ejemplares de cómo se usa el patrimonio como bien público en
su vínculo con otros bienes públicos medioambientales, en particular en la lucha
contra el cambio climático.
• Desarrollar nuevos equipamientos culturales y espacios abiertos y modelos de
gestión innovadores que garanticen el acceso a la cultura como bien público, to-
mando en cuenta que este enfoque se centra en la disponibilidad de los bienes
para todas las personas.

Prosperidad y medios de vida


• Desarrollo de nuevas metodologías de medición que enfoquen la economía
creativa de los bienes públicos, esto es, el impacto y la implicación económica de
la garantía de derechos culturales.

• Creación de empleos productivos y empresas orientadas a garantizar bienes pú-


blicos globales, con condiciones dignas y financiar eslabones de las cadenas de
valor que son clave para mejorar el acceso.

135 - Lázaro Israel Rodríguez Oliva


• Promoción de inversiones extranjeras y las exportaciones de bienes públicos para
promover la circulación de una mayor diversidad de bienes y servicios culturales.

• Distribución de apoyo al acceso a la vida cultural para los hogares menos favore-
cidos, como canastas básicas o vouchers.

• Aumento del gasto público directo e indirecto dedicado a actividades culturales


y creativas entendidas como bienes públicos globales.

• Diseño de un marco de gobernanza (políticas gubernamentales, marcos regu-


latorios y mecanismos institucionales) para apoyar la economía creativa de los
bienes públicos, especialmente para la optimización de los recursos públicos y
mejora de la vida cultural.

Conocimientos y competencias
• Financiación de programas educativos que integren contenidos culturales y
creativos entendidos como bienes públicos globales que fomentan la diversidad
cultural, el espíritu creativo, la solidaridad y la ciudadanía global.

• Desarrollo de contenidos y procesos culturales como bienes públicos globales,


en especial los conocimientos tradicionales y comunitarios.

• Protección y desarrollo de las lenguas originarias, minoritarias y el multilin-


güismo en la enseñanza sobre el valor de la cultura como bien público global,
así como financiar la traducción de calidad para ampliar el acceso a los bienes
públicos globales.

• Fomento del “deseo de cultura” y los valores de la cultura como bien público entre
los jóvenes, particularmente en la educación cultural en los dos primeros años
de la escuela secundaria.

• Formación en cultura como bien público global en la enseñanza postsecundaria


y superior.

136 - [revista gestión cultural]


Inclusión y participación
• Desarrollo de las competencias interculturales y el diálogo intercultural como
vehículo de cooperación y coproducción cultural como bien público global.

• Garantía de la equidad de género y erradicación de la violencia contra las muje-


res a través de promoción de cultura como bien público con enfoque inclusivo y
no discriminatorio.

• Reforzamiento del rol de la cultura como bien público para la cohesión social a
través de acciones sostenibles y de impactos locales.

• Promoción de la libertad artística como bien público global.

• Inversión en infraestructuras culturales accesibles para todas las personas,


a través espacios, equipamientos y soportes culturales y creativos, con la fi-
nalidad de atender y reducir la desigualdad social en el acceso a la cultura
como bien público.

• Impulso de plataformas digitales accesibles para garantizar el efectivo acceso a


la vida cultural como un bien público.

• Ampliar los mecanismos de participación ciudadana en los procesos de defini-


ción e implementación de la cultura como bien público global.

En cuanto a los aspectos transversales, es necesario garantizar la participación y el


liderazgo de las mujeres en todos los procesos, acciones y beneficios económicos y
simbólicos relacionados con la financiación de la cultura como bien público. Definir
algo como bien público global es para llamar la atención sobre la necesidad de re-
forzar la cooperación y mejorar la participación amplia y representativa de actores
e instituciones en los procesos, acciones y beneficios económicos y simbólicos rela-
cionados con la financiación de la cultura como bien público, e incentivar las alianzas
públicas, privadas y de la sociedad civil.

137 - Lázaro Israel Rodríguez Oliva


Apuntes finales
La cultura como bien público global implicaría la consideración de su valor como un
interés común para toda la humanidad. Las expresiones culturales son resultados de
las interacciones humanas y por tanto, subjetivas y específicas. El camino de definir
cómo y qué cultura (entendiendo como expresión y proceso) debe ser atribuida a bien
público global, apenas comienza. El patrimonio cultural con valor universal, la liber-
tad de expresión, los derechos culturales o la diversidad cultural, pueden ser ejem-
plos. A diferencia de bienes y servicios culturales –que están regidos por normas de
propiedad intelectual– no pueden ser propiedad de nadie porque son compartidos
por todos. Un ejemplo claro son las lenguas como expresiones culturales, o las com-
petencias interculturales que permiten la construcción de una cultura de paz y no
violencia. El caso de las lenguas también es polémico porque, si bien es imposible que
alguien impida a otra persona hablar, sí puede crear condiciones para que otros no
puedan hablar su lengua originaria. Con esto, el hecho de que los bienes públicos no
son excluyentes exige una atención detallada en su aplicación cultural.

Sobre el tema de la rivalidad, o sea que el uso o consumo de un bien público global
por parte de una persona no reduce su disponibilidad o beneficio para otras perso-
nas, tiene limitaciones a la hora de entender el acceso al patrimonio cultural material
o inmaterial, natural o cultural. De las externalidades de bienes públicos culturales
se ha hablado mucho aunque convencido poco, sobre todo a decisores y financistas,
pero este enfoque puede ayudar a una mejor comprensión.

Demostrar que la cultura es un bien público global es la tarea más difícil y será
el punto de giro de las políticas culturales tal como las conocimos hasta ahora.
Aunque muchos gestores culturales y personal de la propia Unesco critican su
burocratización, elitismo, eurocentrismo, desfinanciación y los más críticos “su
decadencia”, lo cierto es que nunca antes como ahora es necesaria una platafor-
ma de consenso multilateral que logre activar los mecanismos de protección legal

138 - [revista gestión cultural]


internacional y nacional, y que las políticas culturales soberanas tengan un refe-
rente desde consensos mínimos porque la protección de la diversidad cultural y el
diálogo intercultural, por ejemplo, como bienes públicos globales, en los escenarios
actuales de desinformación, exclusión, guerras culturales y polarización, tienen
que ser protegidos y promovidos como nunca.

Notas
1
También traducido como global y los usaremos como sinónimos a pesar del debate.

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140 - [revista gestión cultural]


141 - Lázaro Israel Rodríguez Oliva
142 - [revista gestión cultural]
Pensar políticas para América del
Sur desde otras cartografías
Por Rocío Ortega

Hoy por hoy debemos tener en claro la idea de que existen otras visiones del mundo que
hay que compartir, ver y analizar. El primer paso en esa dirección es estar muy atentos a la
diversidad del mundo, que es inagotable. Y esa diversidad es cultural.
Pero, lo que es nuevo en nuestro tiempo, a inicios del siglo XXI, es que lo cultural también
es económico y político.

Boaventura de Sousa Santos

El evento

L
a realización por parte de la Unesco de la segunda edición del enorme encuen-
tro denominado Mondiacult puede considerarse un hecho auspicioso para el
devenir del diálogo en torno a las políticas culturales mundiales. Asistieron
150 delegaciones oficiales representando a sus Estados. Por segunda vez la sede fue
México, uno de los puntos más importantes –al lado de Perú quizás– de la histo-
ria precolombina de nuestro continente. Hoy los Estados Unidos Mexicanos es uno
de los Estados latinoamericanos que cuenta con un sistema de políticas culturales

143 - Rocío Ortega


vigoroso. También está entre los cinco primeros en inversión pública para tales po-
líticas. Así que no es casualidad que por segunda vez haya sido sede del Mondiacult.

El periodo trascurrido desde la realización de la primera Mondiacult hasta el se-


gunda, cuarenta años, cuatro décadas, es demasiado. Imagínense un mundial de
fútbol cada cuarenta años. Si bien es sabido el enorme esfuerzo que implica llevar
a cabo un evento así, las asambleas de la Unesco constituyen un escenario similar
y su frecuencia anual imprime una dinámica efectiva a la implementación de las
directrices de las distintas convenciones. Al respecto, una de las decisiones más im-
portantes a las que se arribó fue definir un calendario para la realización del próximo
Mondiacult. El desafío será hacerlos cada cuatro años.

La segunda Mondiacult fue convocada desde cuatro ejes: cultura para la paz, diversidad
como mayor riqueza de la humanidad, valorización del patrimonio cultural como bien
de la humanidad, y defensa y ejercicio de los derechos culturales. Luego, todo el diálogo
reconoció como base teórica los principios de la Mondiacult 1982, las declaraciones de
la Conferencia de Estocolmo de 1998, el concepto de cultura definido por la Unesco, la
declaración sobre diversidad cultural y el rol de la diplomacia cultural.

El documento de declaración de la Mondiacult 2022 tiene un preámbulo de ocho


puntos y luego llama a la acción señalando doce sesgos desde los cuales proyectar
políticas culturales. El documento se encuentra disponible en la web.

El pretexto: el basamento teórico de la Unesco


Uno de los grandes corpus legislativos construidos en la segunda mitad del siglo XX
está formado por las definiciones teóricas, los documentos jurídicos y todo el anda-
miaje elaborado en torno a los derechos culturales. Cabe recordar el contexto en que
nace la Unesco, como parte de la Organización de Naciones Unidas en 1945, en un
momento en el que, terminada la Segunda Guerra Mundial, los organismos interna-
cionales buscaban fortalecer su rol como espacio de diálogo de los países.

144 - [revista gestión cultural]


En estas instancias los países debían ponerse de acuerdo en la atención de ciertos
asuntos internacionales. En primer término, por supuesto, los abusos cometidos
contra la vida humana llevaron a una reflexión sobre la necesidad de construir un
compromiso colectivo que fuera un punto de inflexión en la protección internacional
de los derechos humanos. Los países consensuaron un nuevo “orden mundial” a par-
tir de ciertos valores comunes. Surgió así la Declaración de los Derechos Humanos
del 10 de diciembre de 1948.

Otro de los temas que cobró importancia fue la cuestión de los bienes culturales, el
tráfico ilícito de bienes culturales y el respeto al patrimonio cultural en escenarios de
conflicto armado. No debemos olvidar las amenazas al patrimonio histórico cultural
de Europa a lo largo de las dos guerras mundiales y, sobre todo, la destrucción de ex-
presiones del patrimonio edilicio en distintas ciudades. Aún hoy deliramos de pavor
al imaginar qué habría sido de la historia de Occidente si Von Choltitz ejecutaba la
orden de Hitler de destruir París.

Mediante el abordaje de aquellos temas, surgieron los primeros instrumentos nor-


mativos que generaron políticas públicas internacionales, ya que se estableció un
código compartido por más de cien Estados miembros de la Unesco en el seno de la
ONU. En la Convención para la Protección de Bienes Culturales en caso de Conflicto
Armado, adoptada en La Haya en 1954, y la “Convención sobre las medidas que deben
adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia
de propiedad ilícita de bienes culturales”, de 1970, la definición de “bienes patrimo-
niales” comprende bienes muebles e inmuebles: monumentos arquitectónicos ar-
tísticos e históricos, sitios arqueológicos, obras de arte, manuscritos, libros y otros
objetos de interés artístico, histórico y arqueológico así como colecciones científicas
de todo tipo cualquiera sea su origen o propiedad.

La idea que entiende al patrimonio cultural como “bien material” deviene de aque-
lla situación de posguerra y se traslada a la Convención sobre la Protección del

145 - Rocío Ortega


Patrimonio Mundial Cultural y Natural. Ahí se propuso considerar a esta conven-
ción como el primer instrumento normativo de políticas culturales internacionales,
ya que definió las expresiones culturales que cada Estado debía proteger a través de
políticas e inversión pública, a la vez que instauró mecanismos precisos para la cata-
logación de los bienes culturales conformantes del patrimonio de una nación. Esta
convención fue adoptada por la Conferencia General de la Unesco en su XVII reunión
realizada en París el 16 de noviembre de 1972. Desde entonces, 186 países la han ratifi-
cado. En su texto se funda el concepto de “patrimonio material” en expresiones de la
naturaleza o construidas por el ser humano. En sus artículos 1 y 2 se define lo que se
considerará patrimonio cultural y patrimonio natural1.

La valoración de objetos que expresan las identidades culturales de un país empieza


por entender a estos objetos como “bienes culturales”, pues contienen la particulari-
dad expresiva de la sociedad que los creó. Con la inauguración del sistema universal
de protección de los derechos humanos también surge la importancia de los objetos
que un colectivo humano crea para su identificación ante los otros. Las premisas
abordadas en aquellos documentos internacionales fueron tomadas principalmente
de conceptos desarrollados en Europa.

La historia de Occidente narra que desde la Edad Media hasta finales del 1800, el
concepto de “bellas artes” definía el estatuto artístico de los objetos, y hasta hoy cons-
tituye el sentido con el que los Estados y las academias entienden a las artes, organi-
zando los objetos en colecciones y exhibiéndolos en conocidos museos como depo-
sitarios de la memoria. Este concepto, que dota a cierta producción simbólica con
la categoría de “arte”, se basa en los fundamentos de las academias, principalmente
europeas, herederas del concepto clásico griego que define con criterios específicos
las disciplinas que pueden ser denominadas artísticas. Así, el concepto de arte y el de
belleza van de la mano: el objeto que se considera artístico también es considerado
bello, y esta mirada viene definida por el sentido de belleza de cuna grecorromana,
dejando fuera de consideración otras maneras de ver lo bello.

146 - [revista gestión cultural]


La valoración de objetos que expresan las identidades culturales de un
país empieza por entender a estos objetos como “bienes culturales”, pues
contienen la particularidad expresiva de la sociedad que los creó. Con la
inauguración del sistema universal de protección de los derechos humanos
también surge la importancia de los objetos que un colectivo humano crea
para su identificación ante los otros.

En la década del sesenta emergen signos de cambios que se venían incubando en varios
ámbitos de las sociedades, en la filosofía, en las artes de las vanguardias figurativas, en la
consolidación de la psicología como disciplina autónoma, en el reclamo por los derechos de
la mujer y por las reivindicaciones obreras. Distintos movimientos sociales irían generando
sinergia para el reconocimiento de otras maneras del sentipensar de la humanidad.

Treinta y un años después de la convención de 1972, la Unesco comprendió y recogió la


necesidad de un nuevo orden conceptual para entender las expresiones patrimonia-
les de continentes como África o América, que no tuvieron la construcción material
de las ciudades del medioevo, los estilos arquitectónicos del renacimiento europeo o
las construcciones dinásticas de Oriente y Oriente Medio. Con la Convención para la
Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial (2003), los Estados miembros de la
Unesco intentaron abordar y salvaguardar las expresiones culturales de otras formas
civilizatorias con desarrollo cronológico propio. En el texto Definiciones de esta con-
vención se lee: “El concepto de patrimonio inmaterial incluye tradiciones y expresiones
en uso heredadas y/o recreadas, como ser: narrativas orales, artes del espectáculo, usos
sociales, rituales, actos festivos, ceremonias, conocimientos y prácticas relativas a la
naturaleza y el universo, saberes, técnicas vinculadas a las artesanías tradicionales”.

La convención atendió las discusiones intelectuales del ámbito académico sobre teo-
rías culturales iniciadas en la década del cincuenta. Se podrían señalar los estudios de

147 - Rocío Ortega


la Escuela de Frankfurt, que reflexionan sobre una nueva forma de entender lo cultural,
incluyendo la comprensión de que un objeto (bien patrimonial) es generado a partir
de un uso, de una idea que proyectó su necesidad y que a la vez sostiene y expresa un
hábito. Así, tanto las obras del arte europeo como los instrumentos ceremoniales de
pueblos indígenas de América del Sur nacen a partir de cosmovisiones, contienen sen-
tidos y constituyen signos de las culturas que las crearon. Con este concepto empieza
la valoración de expresiones de grupos culturales históricamente excluidos, como los
pueblos indígenas, los pueblos de cultura afro, entre otros.

En el artículo 2 de las Definiciones se señalan las expresiones culturales que se


entenderán como patrimonio inmaterial, refiriéndose a los usos, costumbres, co-
nocimientos, espacios culturales, entre otros, e intentando remitir a los procesos
culturales que se contienen y expresan en estas manifestaciones. Tarea por demás
compleja, ya que la histórica separación entre el aspecto material y el inmaterial
de las expresiones de la cultura había generado dificultades de comprensión, pues
ambas dimensiones se dan generalmente en un mismo momento. Por ejemplo, un
ritual religioso consta de aspectos materiales en sus soportes –objetos, arquitec-
turas, etc.– y dimensiones inmateriales en cuanto a lo simbólico, lo estético, o el
sentido religioso que contiene ese objeto y su uso específico en una escena, que lo
hace aparecer de determinadas y distintas maneras. Fue justamente esta parcela-
ción entre la expresión material de un objeto y el campo simbólico que comporta y
manifiesta en su uso, lo que determinó por mucho tiempo una manera de entender
y valorar las expresiones de las culturas.

La dicotomía material/inmaterial o tangible/intangible se basa en el principio


filosófico occidental por el cual se separó materia y espíritu. Las fiestas rituales
por ejemplo, no son intangibles (sean indígenas o no), están repletas de tex-
turas, formas materiales, etc. La apertura debe apuntar a la consideración de
toda conformación cultural, incluyendo las diferentes, de origen no occidental.
De todas maneras se ha convenido en mantener esta división, ya que en ella se

148 - [revista gestión cultural]


han apoyado las formas legales que sostienen los nuevos derechos de la diver-
sidad cultural.

En 2006 se hizo la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de


las Expresiones Culturales, que constituyó un nuevo paso conceptual en la normativa
internacional de políticas culturales. Los términos “inmaterial” y “diversidad” ten-
sionan la anterior idea hegemónica de “patrimonio material”, generando un trecho
conceptual donde colocar y desde donde comprender las expresiones culturales de
los pueblos anteriormente considerados subalternos.

Las diversas estéticas se ponen en escena: oriental, occidental, de Medio Oriente,


del nuevo mundo, etc., y necesitan de medidas de protección que comprometan su
origen y garanticen un desarrollo propio, lo que generaría obligaciones a los Estados
como ser la elaboración de un inventario de sus bienes culturales como medida pre-
ventiva. El mundo se configura en cartografías estéticas, como inscripciones territo-
riales de los diversos mundos simbólicos. La aplicación de estas políticas por parte de
los Estados nacionales puede iniciar otro capítulo en esta historia.

El contexto: el desafío de la diversidad


para los Estados nacionales
Actualmente la ONU está integrada por 193 países, constituyéndose en la mayor
organización internacional que atiende asuntos de la paz, el orden y el derecho in-
ternacional. Por ello sus acciones en coyunturas que atañen a sus países miembros
fueron varias veces cuestionadas.

Todo Estado miembro de la Unesco que haya suscrito las diversas convenciones inte-
gra los mandatos de estas a su corpus legislativo, comprometiéndose a generar polí-
ticas culturales, con su correspondiente inversión pública, en los sentidos señalados
en cada convención. Las convenciones de la Unesco, entendidas como instrumentos
jurídicos internacionales, generan obligaciones a los Estados signatarios ante la co-
munidad internacional.

149 - Rocío Ortega


El modelo de Estado desarrollado por los caudillos libertadores contenía
estrategias del colonialismo español y portugués, proyectadas
en instituciones que organizaban los colectivos humanos según los valores
europeos de la época. Sin percatarse demasiado, los hijos mestizos
de las tierras sudamericanas seguirían reproduciendo parámetros sociales de
descalificación y exclusión de las diversidades culturales
propias de sus raíces híbridas.

Fuera de la sinergia de la Unesco, cada región o continente, cada territorio cultural


del mundo tiene sus propias lógicas y desafíos a resolver. Estas características son
forjadas por una historia. El presente texto se limita a los Estados de América del Sur.
Si bien podría decirse que casi toda Latinoamérica comparte una historia, América
Central tiene algunos sesgos propios.

La historia muestra que las primeras constituciones nacionales de los países inde-
pendientes de Sudamérica del siglo XIX llevan impregnadas las premisas de defensa
territorial y distinción de una sociedad nacional a manera de asegurar la entonces
reciente declarada soberanía. Nada podía distar más de una actitud de integración
y reconocimiento que esa postura de afirmación de singularidad y fragmentación.

El modelo de Estado desarrollado por los caudillos libertadores contenía estrategias


del colonialismo español y portugués, proyectadas en instituciones que organizaban
los colectivos humanos según los valores europeos de la época. Sin percatarse dema-
siado, los hijos mestizos de las tierras sudamericanas seguirían reproduciendo pará-
metros sociales de descalificación y exclusión de las diversidades culturales propias
de sus raíces híbridas. Las constituciones modernas que pretendían funcionar como
contratos sociales unificadores, se convertirían en un corsé demasiado apretado para

150 - [revista gestión cultural]


el nuevo ser social sudamericano, cuya identidad cultural continuaba en ciernes. Este
modelo de Constitución, proveniente de Europa, había emergido como resultado de
siglos de resoluciones raciales, diálogos culturales y tensiones políticas entre las so-
ciedades europeas, cobrando formas y cortes precisos para abarcar las necesidades
evolutivas de la Europa del siglo XVIII. Puesto a contener la movediza coyuntura
social del nuevo mundo, arrojaría demasiadas imprecisiones.

El sentido civilizatorio hegemónico lo seguía señalando el viejo mundo, que, abocado a


la construcción de naciones durante el siglo XIX, indicaba los pasos a seguir para la arti-
culación social, la construcción de instituciones y su consecuente basamento legislativo.
De hecho, los primeros modelos territoriales de organización política en Sudamérica co-
rrespondieron a sistemas instalados en la última época administrativa de la colonia. Eran
mapas simplemente calcados y sutilmente renombrados sobre la organización territorial
de los virreinatos y las capitanías portuguesas. Para finales del siglo XIX la conciencia de
un ser social sudamericano quedaría en el desvarío de construir un Estado nación.

El concepto liberal de Estado nación demandaba la unificación cultural y territorial,


es decir la sociedad nacional debía responder a una misma identificación cultural,
en un espacio geográfico definido por las fronteras nacionales, cuando territorio y
soberanía política son apenas dos dimensiones de una nación, según la teoría clásica
del Estado. Por eso hoy se señala enfáticamente que el Estado nación es monocul-
tural, las constituciones como cartas magnas de regulación de la vida en colectivo
no son más que la proyección y la cristalización del pensamiento autocrático de las
monarquías invasoras y colonialistas de los siglos anteriores, que desde sus certezas
absolutistas salieron por otros rumbos a aplacar diferentes culturas.

Las cartas magnas como contratos sociales surgen en Europa de la necesidad de regular
la vida en colectivo, de solucionar diferencias venidas del oriente, de los nórdicos, de los
turcos, de los moros, etc., de controlar las transacciones en el mercado, de establecer
parámetros para el crimen y el castigo, de normar las conductas para vigilar y castigar.

151 - Rocío Ortega


El Estado se declaró católico apostólico romano para controlar hasta el pensamiento
místico. Las disposiciones de los tratados de paz firmados en Westfalia emitían dispo-
siciones para tres aspectos organizacionales: territoriales, políticos y religiosos.

Pasada la colonización quedaba la colonia, un aparato montado y sus mecanismos


represivos funcionando intactos. Solo había cambiado el operario, uno nacido
bajo el sol sudamericano pero guiado con las mismas ideas que sus abuelos euro-
peos. El criollo mestizo seguiría en la tarea de extinguir lo indígena para instalar
la ilustración, tirar las semillas para colocar el óleo, sin tomar en cuenta que la
yerba mate ya había dado sabor a su paladar cotidiano. Intentando olvidar a su
madre indígena y emulando a su padre europeo, en el delirio de una identidad eu-
ropea, seguiría reproduciendo hábitos políticos sexistas y racistas de exclusión e
intolerancia, de confrontación con el vecino y de no reconocimiento de su propia
diferencia indoamericana. Las leyes traducían estos derechos desiguales, injustos,
excluyentes. Los Estados nacionales sudamericanos construían su idea de nación
sobre la discrepancia entre una memoria extranjera y unos hábitos locales, inven-
tando mitos fundantes de una nacionalidad diferenciada de sus nuevos vecinos,
antiguos connacionales que quedaron –por disposición de tratados coloniales
primero y guerras intestinas después– del otro lado de las nuevas fronteras geopo-
líticas. Era absolutamente necesaria la separación distintiva de los pueblos para
el buen gobierno de un grupo de ellos –con memoria escindida– en un territorio
determinado.

Acabadas las guerras sudamericanas del 1800 (diez en total que confrontaron a todos
los países sudamericanos con sus vecinos) las poblaciones locales quedaron diez-
madas. Esta situación fue coincidente con una ola de migración de campesinos y
obreros europeos –expulsados por una mala coyuntura económica en sus países–, lo
cual fue aprovechado para un nuevo tratamiento sobre la memoria y la conformación
social de los pueblos sudamericanos. Los grupos de migrantes europeos reconfigura-
ron el tejido de las sociedades nacionales.

152 - [revista gestión cultural]


En el transcurso de las primeras décadas del 1900, las élites intelectuales y políticas
de la región estaban a tientas, discutiendo aún las guerras del siglo anterior y los
basamentos de las nacionalidades. La mitad del siglo los sorprendió en medio de
rebrotes de autoritarismos, prácticas políticas adolescentes y un nivel de industria-
lización bastante dispar entre los países. Así llegaron los vientos de la Guerra Fría a
los escenarios sudamericanos, aumentando la sospecha hacia toda manifestación
de alteridad. El denominado Plan Cóndor puede ser entendido como un mecanis-
mo para crispar las diferencias en el seno de una sociedad y fragmentarla, y de
hecho dividió las sociedades nacionales en dos bandos precisos: los detractores de
los gobiernos (en general de signo totalitario, recuérdese las dictaduras militares
de Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Stroessner en Paraguay, Castelo Branco
en Brasil, por citar algunos) y el resto de la población que permanecía callada por
diversas razones.

El mencionado plan implementaría mediante las dictaduras militares sistemas de


represión social, uno de ellos lo constituiría lo que el autor argentino O’Donnell (1982)
conceptualizaría como el “Estado burocrático autoritario” (EBA). El EBA como ma-
quinaria serviría a las dictaduras militares para oprimir y disciplinar a las emergen-
tes voces sociales cuestionadoras, y a través de ello demostrar al resto de la sociedad

En este sentido, cabe analizar el modelo de Estado sobre el cual se asientan


las intenciones de las convenciones de la Unesco. Desde ahí y finalmente,
la pregunta que aparece en el horizonte de la lógica sería: ¿Cómo un Estado
monocultural de sesgo autoritario burocrático (siguiendo las reflexiones
de De Sousa Santos y el concepto de O’Donnell) podría implementar
efectivamente políticas culturales que fomenten el reconocimiento a la
diversidad cultural y aseguren una cultura para la paz?

153 - Rocío Ortega


el comportamiento dócil y obediente que debía guardar, desapareciendo toda posibi-
lidad de participación democrática o respeto a la diferencia de opiniones.

Si hoy bajamos la lupa y revisamos las formas y procedimientos de las instituciones


estatales en los países afectados por el Plan Cóndor, nos llevaremos la sorpresa de que
poco se han modificado, casi todo sigue con el mismo sentido opresor y discrimina-
tivo de las diferencias. El único Estado nacional que se ha revisado, desmontado y re-
montado desde la lógica decolonial señalada por el autor portugués De Sousa Santos
(2008) ha sido Bolivia, que adoptó en el 2009 la forma de “Estado plurinacional”.

Para fines de la década del ochenta América del Sur ya había depuesto todas las dic-
taduras militares. La última en caer fue la de Alfredo Stroessner en Paraguay en 1989.
En las postrimerías del siglo XX cayó el Muro de Berlín, símbolo de una era de divi-
siones y conflictos, y los vientos del siglo XXI trajeron un nuevo orden al mundo: la
integración pacífica de las naciones, según expresara el cometido de la ONU desde su
fundación a inicios de la segunda mitad del siglo XX.

Sobre una historia de divisiones políticas y distinciones sociales, sobre siglos de


guerras intestinas, los países del sur de América pretendían la integración mediante
la fundación de varios organismos: Asociación Latinoamericana de Libre Comercio
(ALALC, 1960), Pacto Andino (Comunidad Andina de Naciones, 1969), Asociación
Latinoamericana de Integración (ALADI, 1980), Sistema Económico Latinoamericano
y del Caribe (1975), Mercado Común del Sur (Mercosur, 1991), Organización del
Tratado de Cooperación Amazónica (1995), Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América - Tratado de Comercio de los Pueblos (2004), Unión de Naciones
Suramericanas (2008), Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (2011),
Alianza del Pacífico (2012).

El cometido de la integración –aún en términos comerciales– como telón de fondo


demandaría antes la revisión de varias construcciones, de las cuales aparecen como
sustantivas dos: una constituye la narrativa histórica de los enfrentamientos entre

154 - [revista gestión cultural]


los países sudamericanos, desmontando viejas querellas que proyectan hasta hoy
rencores sociales, y la otra remite al sentido de los Estados nacionales, de sus ins-
tituciones y sus cartas magnas, que todavía guardan dispositivos colonizadores de
fragmentación y un fuerte sesgo autoritario. Bastaría revisar los estilos de los pro-
tocolos de Estado, los regímenes de funcionamiento de las instituciones estatales,
los contenidos de la educación formal desarrollada por los Estados y sus formas de
enseñar la historia de Sudamérica, entre otros aspectos.

También se inscribe como urgencia trabajar sobre la memoria de los pueblos de los
países que integran la región, teniendo en cuenta que es la voluntad de los pueblos
la que da sentido a su rumbo y a su accionar colectivo. El autor brasilero Amín (2012)
habla de un fantasma del autoritarismo que ronda y guía las sensibilidades de los
pueblos de Sudamérica. Resuenan las manifestaciones “verdeamarela” de escenarios
urbanos brasileños, que en el 2015/16 gritaban “fora Dilma” y pedían la vuelta de los
militares al gobierno del poder político.

En este sentido, cabe analizar el modelo de Estado sobre el cual se asientan las in-
tenciones de las convenciones de la Unesco. Desde ahí y finalmente, la pregunta que
aparece en el horizonte de la lógica sería: ¿Cómo un Estado monocultural de sesgo
autoritario burocrático (siguiendo las reflexiones de De Sousa Santos y el concepto
de O’Donnell) podría implementar efectivamente políticas culturales que fomenten
el reconocimiento a la diversidad cultural y aseguren una cultura para la paz?

Notas
1
Artículo 1: Los monumentos: obras arquitectó- universal excepcional desde el punto de vista de
nicas, de escultura o de pintura monumentales, la historia, del arte o de la ciencia. Los lugares:
elementos o estructuras de carácter arqueológi- obras del hombre u obras conjuntas del hombre
co, inscripciones cavernas y grupos de elemen- y la naturaleza así como las zonas incluidos los
tos, que tengan un valor universal excepcional lugares arqueológicos que tengan un valor uni-
desde el punto de vista de la historia, del arte o versal excepcional desde el punto de vista histó-
de la ciencia. Los conjuntos: grupos de construc- rico, estético, etnológico o antropológico.
ciones aisladas o reunidas, cuya arquitectura, Artículo 2: Los monumentos naturales construi-
unidad o integración en el paisaje les dé un valor dos por formaciones físicas y biológicas o por

155 - Rocío Ortega


grupos de esas formaciones que tengan un va- lor universal excepcional desde el punto de vista
lor universal excepcional desde el punto de vista estético o científico. Los lugares naturales o las
estético o científico. Las formaciones geológicas zonas naturales estrictamente delimitadas, que
y fisiográficas y las zonas estrictamente deli- tengan un valor universal excepcional desde el
mitadas que constituyan el hábitat de especies punto de vista de la ciencia, de la conservación
animal y vegetal amenazadas, que tengan un va- o de la belleza natural.

Bibliografía

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De Sousa Santos, B. (2008). La reinvención del
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desde 1780. https://dedona.files.wordpress. La Cebra.

156 - [revista gestión cultural]


NOVEDADES

Cultura, desarrollo
y madesarrollo
Ensayos sobre políticas culturales,
problemáticas sociales
y emancipación social
PABLO MENDES CALADO

Comunicación,
cultura y políticas
culturales
ANTONIO ALBINO CANELAS RUBIM

COLECCIÓN REFLEXIONES
Reflexiones es una colección diseñada para
difundir el trabajo de las investigaciones sobre los
procesos culturales contemporáneos. Instituciones,
movimientos, agentes y políticas culturales son
abordados desde las ciencias sociales para contribuir
al debate y la confrontación de ideas.

Catálogo completo ACÁ.


157 - Rocío Ortega
158 - [revista gestión cultural]
Perú: el futuro es hoy
Por Gloria María Lescano Méndez

C
omo resultado de la Mondiacult 2022, los Estados miembros de la Unesco se
comprometieron a favor de “reconocer a la cultura como un bien público glo-
bal con un valor intrínseco para facilitar e impulsar el desarrollo sostenible”
(Unesco, 2022). Este artículo busca reflexionar sobre la proyección de los compromi-
sos de Mondiacult en Perú, centrándose en un análisis coyuntural respecto a las po-
líticas culturales que, en un contexto de pospandemia y una profunda crisis social y
política, vislumbra un futuro no solo de estancamiento, sino también de retrocesos y
transgresiones al ejercicio de los derechos culturales. ¿Qué decir sobre el Mondiacult
y la cultura como un bien público global desde un país que aún llora a 67 compatrio-
tas muertos en las recientes movilizaciones sociales?1 ¿Qué decir sobre Mondiacult
y la cultura como un bien público global desde un país ad portas de enfrentarse a los
estragos del fenómeno de El Niño, producto del cambio climático? ¿Qué decir sobre
el Mondiacult y la cultura como bien público global desde el cuarto país más desigual
del mundo? ¿Qué decir sobre el Mondiacult y la cultura como un bien público global
desde un país en el cual el 63% de las mujeres ha sido víctima de violencia familiar
alguna vez en su vida? ¿Qué decir sobre Mondiacult y la cultura como un bien público
global en un país que en un año perdió más de 6 mil millones de dólares a causa de la

159 - Gloria María Lescano Méndez


corrupción? ¿Qué decir sobre la cultura y su rol en medio de la crisis que atravesamos
como país?

Tal vez, si identificamos que la mayoría de los levantamientos sociales y, por ende,
de las 67 vidas perdidas en las últimas protestas sociales, pertenecen a comunidades
históricamente discriminadas racial y culturalmente, como los pueblos indígenas y
las comunidades campesinas del Perú, podamos comprender que la crisis social es
también de índole cultural.

Quizá, si entendemos que los modos en que explotamos los recursos naturales, que
han llevado al país y al planeta a un estado crítico, responden a valores y patrones
culturales como el consumismo, el desprecio por la naturaleza y la subestimación de
lo tradicional, ancestral y artesanal, podamos comprender que la crisis climática es
también cultural.

Posiblemente, si reconocemos que la pobreza y la desigualdad son el resultado de una


cultura que estructura nuestros vínculos desde una lógica de mercado, en la cual estamos
reducidos a ser un costo o un beneficio, se nos nombra como bienes, productos o servi-
cios, y donde la cultura del individualismo, la explotación y la acumulación se ha hecho
carne, podremos comprender que la desigualdad es también un problema cultural.

Acaso, si comprendemos que la violencia de género y el machismo son productos de una


cultura patriarcal que discrimina a las mujeres en su diversidad, que objetiviza y explota
el cuerpo de las mujeres, que abusa del trabajo de las mujeres, que desprecia la vida de las
mujeres y que también limita, exige y estructura la expresión de la masculinidad, podre-
mos comprender que la violencia de género es también un problema cultural.

A lo mejor, si nos damos cuenta de que la corrupción está cimentada en gran parte en
una cultura del desprecio por lo público, de la desvalorización y precarización del tra-
bajo, en la exaltación del goce del privilegio privado, en el aprovechamiento del poder
para el beneficio particular y en la noción de impunidad, podremos comprender que
la corrupción es también un problema cultural.

160 - [revista gestión cultural]


Ensayo estas respuestas y observo la necesidad de afirmar la urgencia de hablar
de la cultura en tiempos de crisis. La necesidad de subrayar que las problemáticas
que venimos atravesando tienen una dimensión cultural, casi siempre ignorada.
La premura de diseñar estrategias que consideren una esfera simbólica, subjetiva,
lúdica, sensible y con memoria para enfrentar los desafíos que tenemos como na-
ción. Una dimensión que permita a lo técnico y científico asentarse en un cambio
de paradigma colectivo que acompañe y facilite la sostenibilidad de las salidas que
aún buscamos.

Ensayo estas respuestas e inmediatamente vienen también a mi mente experien-


cias artísticas y culturales que desde la autogestión han apostado por ese camino.
Recuerdo a Yarita Lizeth, cantante folclórica de Juliaca, la provincia que recibió una
de las más violentas represiones durante las movilizaciones sociales del 9 de enero
del 20232, que proclama con orgullo “antes de ser artista, soy aimara”. Reconozco
también a Renata Flores, Wendy Sulca, Naysha, Milena Wharton, todas artistas jó-
venes que fusionan las lenguas indígenas, los géneros musicales contemporáneos y
la música tradicional. Cada una cuenta con miles de reproducciones en Spotify y han
manifestado abiertamente su oposición a la discriminación histórica y estructural
sufrida por los pueblos andinos y amazónicos del Perú.

La necesidad de subrayar que las problemáticas que venimos atravesando


tienen una dimensión cultural, casi siempre ignorada. La premura de diseñar
estrategias que consideren una esfera simbólica, subjetiva, lúdica, sensible
y con memoria para enfrentar los desafíos que tenemos como nación. Una
dimensión que permita a lo técnico y científico asentarse en un cambio de
paradigma colectivo que acompañe y facilite la sostenibilidad de las salidas
que aún buscamos.

161 - Gloria María Lescano Méndez


Entonces, ¿qué decir sobre Mondiacult y la cultura como un bien público
global en medio de la crisis por la que estamos atravesando? Que es clave el
compromiso global de diseñar políticas para defender el valor de la cultura y
su carácter público con el fin de facilitar e impulsar el desarrollo sostenible.

Salta a mi memoria Killa Vive Verde3, una empresa social que preserva las técnicas
ancestrales de teñido y pintado de las comunidades amazónicas Yanesha, al mis-
mo tiempo que protege el bosque y su biodiversidad. Esta iniciativa colabora con
la asociación de artesanas de la comunidad Loma Linda (Oxapampa, Pasco), en la
co-creación y confección de vestimenta que incorpora iconografía tradicional, utili-
zando plantas locales y siguiendo principios de producción circular. A través de estas
acciones consiguen revalorar el papel fundamental de las mujeres como portadoras
del patrimonio cultural inmaterial de sus comunidades, al tiempo que se fomenta la
creación de productos ecológicos y se promueven estilos de vida sostenibles, sobre la
base de la convivencia armónica con el frágil ecosistema de la selva.

Arriba a mi pensamiento la labor que lleva a cabo el proyecto Warmis Sikuris4, que
fortalece las identidades, el liderazgo y potencia los vínculos entre mujeres y disi-
dencias de género sikuris5 y lakitas6 del Perú y Latinoamérica, visibilizando su con-
tribución y colaborando en la discusión y comprensión de temas fundamentales,
como el empoderamiento de mujeres, adolescentes y niñas, así como de la población
LGBTIQ+ mediante la música tradicional.

Encuentro el trabajo del Colectivo Presencia y Palabra: Mujeres Afroperuanas, un


colectivo de mujeres afrofeministas diversas, que han encontrado en los tambores
y la percusión colectiva un camino para fortalecer sus vínculos, visibilizar su voz y
poner el cuerpo en procesos de incidencia y demanda por los derechos humanos y
culturales de las mujeres afroperuanas.

162 - [revista gestión cultural]


Aparece el trabajo de Violeta Quispe, Venuca Evanán, Olinda Silvano, Chonon Bensho
y Lastenia Canayo, artistas plásticas reconocidas a nivel nacional e internacional que
conjugan técnicas contemporáneas con conocimientos tradicionales y ancestrales,
como las tablas de Sarhua o el diseño kené. Todas son trabajadoras del arte que inci-
den en romper la exclusión de las mujeres indígenas, su cosmovisión, conocimientos
y prácticas en el ámbito de las artes y en la sociedad peruana.

Viene a mi mente el trabajo de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas


Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP) y de la Federación Nacional de Mujeres
Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú. Estas organiza-
ciones promueven la participación de las mujeres indígenas y el cumplimiento de sus
derechos individuales y colectivos. Organizan, representan, empoderan y brindan
cobertura legal a las mujeres de las áreas rurales de todas las regiones del Perú.

Entonces, ¿qué decir sobre Mondiacult y la cultura como un bien público global en
medio de la crisis por la que estamos atravesando? Que es clave el compromiso global
de diseñar políticas para defender el valor de la cultura y su carácter público con el fin
de facilitar e impulsar el desarrollo sostenible.

Que es necesario cuestionar, replantear y asumir compromisos para transformar el


sistema imperante. La crisis que vivimos en Perú pone en evidencia el fracaso del
modelo capitalista, colonial, racista y patriarcal que opera en la actualidad. Así, es
imperativo generar acuerdos para lograr un cambio y avanzar en el fortalecimiento
del poder de la cultura para evidenciar las falencias del modelo actual, imaginar ese
otro mundo posible y movilizarnos con esperanza y trabajo colectivo hacia ese nuevo
rumbo común. Experiencias y aprendizajes existen, hace falta el compromiso global.

Que es vital reconocer el trabajo de las mujeres en la confrontación de los desafíos


del país. Gran parte de la batalla está siendo asumida por diversas organizaciones de
mujeres. El futuro de las políticas culturales debe priorizar, fortalecer y facilitar estos
procesos. Estas experiencias no deben ser viables a costa del sacrificio, explotación y
precarización del trabajo de las mujeres. Deben generarse las condiciones para que
puedan desarrollarse con seguridad, cuidado y dignidad.

163 - Gloria María Lescano Méndez


En la Declaración Final de Mondiacult 2022, los Estados miembros acordaron una
serie de Lineamientos de Acción, entre los que destaco los siguientes:

• Fomentar un entorno propicio para el respeto y el ejercicio de todos los derechos


humanos, en particular los derechos culturales.
• Abogar por un anclaje sistémico de la cultura en las políticas públicas.
• Fortalecer y adaptar las políticas culturales a los desafíos contemporáneos.
• Preservar y fortalecer la financiación de la cultura.
• Potenciar las sinergias entre la cultura y la educación.
• Proteger el patrimonio cultural material e inmaterial.
• Integrar a la cultura en los debates sobre el cambio climático.
• Luchar contra el tráfico ilícito de bienes culturales.
• Dialogar para el retorno y la restitución de los bienes culturales a los países de origen.
• Fomentar el desarrollo de los sectores culturales y creativos sostenibles.
• Aprovechar la transformación digital del sector cultural.
• Garantizar los derechos sociales y económicos de los artistas y los profesionales
de la cultura.

Asimismo, los ministros de Cultura de los Estados miembros instaron a las Naciones
Unidas a integrar a la cultura como objetivo específico en la agenda para el desarrollo
post 2030. En el mismo sentido, se pidió a la Unesco poner en marcha un diálogo
internacional multisectorial sobre la cultura como bien público global que fortalezca
la labor de promoción para la inclusión de la cultura en la Cumbre del Futuro de las
Naciones Unidas, prevista para 2024.

Al analizar los acuerdos establecidos por los países miembros de la Unesco en la de-
claración de Mondiacult, resuenan los recientes retrocesos y ataques al ejercicio de
los derechos humanos y culturales en el Perú. Al examinar los compromisos aproba-
dos a nivel global, se develan automáticamente hechos recientes de vulneración de
los derechos culturales en el país producto de la precariedad institucional, la crisis

164 - [revista gestión cultural]


del sistema político y la ola del conservadurismo y autoritarismo que domina las ins-
tituciones más poderosas del país hoy en día.

Con relación al acuerdo de “respetar y propiciar el ejercicio de los derechos humanos,


en especial los derechos culturales”, la situación en el Perú es crítica. No únicamente
porque, como en muchos países de Latinoamérica, los derechos culturales no están
identificados ni son una prioridad en la agenda pública, sino porque los derechos
humanos están en riesgo. Si el respeto fundamental a la dignidad, libertad y vida de
las peruanas y peruanos no está garantizado, ¿qué podemos esperar del ejercicio de
los derechos culturales?

El informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Situación


de los derechos humanos en el Perú en el contexto de las protestas sociales, indica: “Durante el
marco de observación de la CIDH, tuvieron lugar numerosas y masivas manifesta-
ciones pacíficas en el país. Además, se registraron complejas situaciones de conflic-
tividad social con un lamentable saldo de decenas de personas fallecidas y cientos
heridas. Entre los hechos acaecidos, el presente informe da cuenta de presuntas
violaciones de derechos humanos como consecuencia del uso desproporcionado de
la fuerza en casos concretos, incluso de forma indiscriminada contra la población;
ataques a periodistas; así como detenciones masivas de personas manifestantes”
(CIDH, 2023).

Ante esta situación, la CIDH recomienda un conjunto de estrategias que incluyen el


establecimiento del diálogo, la reparación y atención a las víctimas de violaciones de
derechos, la lucha contra la impunidad, el fortalecimiento de la institucionalidad de-
mocrática y el respeto a la libertad de expresión, reunión y asociación (CIDH, 2023).

En este contexto y de manera contraria a dichas recomendaciones, el Ministerio


de Cultura difundió a través de sus redes sociales una reunión sostenida por la
Asociación Civil La Resistencia. Este grupo ha sido identificado por la CIDH como
un presunto transgresor del derecho a la libertad de prensa y a la defensa de los

165 - Gloria María Lescano Méndez


derechos humanos a través de actos vandálicos y agresiones físicas (CIDH, 2023).
Además, sobre esta organización pesan diversas investigaciones fiscales por delitos
contra la tranquilidad pública y contra la libertad personal, discriminación y acoso.
Posteriormente a diversos pronunciamientos condenatorios por parte de la sociedad
civil y líderes de opinión y a la renuncia de funcionarios del Ministerio de Cultura, el
gobierno reconoció este hecho como un error. Sin embargo, estas acciones sientan
un precedente y quebrantan el compromiso establecido en Mondiacult de “generar
un entorno propicio para el respeto y el ejercicio de todos los derechos humanos (…)
en todos los ámbitos de la cultura” (Unesco, 2022).

Asimismo, es importante resaltar que la Mondiacult especifica que una de las


estrategias para garantizar los derechos humanos y culturales es “proteger y
promover la libertad artística y la libertad de expresión”. Esta afirmación trae
el eco de la denuncia realizada por el reconocido artista cusqueño César Aguilar
“Chillico”, quien declaró recibir presiones por intermedio de la Universidad
Nacional de Arte Diego Quispe Tito del Cusco para ofrecer disculpas por la crea-
ción de la escultura La descarada durante el mes jubilar por el Inti Raymi en Cusco.
“La escultura La descarada generó gran impacto (...) ya que sería una alegoría a
la presidenta y la expresión de la represión contra las organizaciones sociales”
(Vega, 2023). Posteriormente a su negativa a disculparse por considerarlo un
atentado a la libertad de expresión, la obra fue desaparecida y el artista procedió
a denunciar el hecho de manera pública.

La visibilización de este hecho es fundamental, dado que, como lo establece la Unesco en


la Recomendación relativa a la Condición del Artista, aprobada en 1980, y en la Convención
sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales, aprobada
en el 2005, “el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales, como la
libertad de expresión, información y comunicación, es una condición indispensable para
la protección y promoción de la diversidad cultural” (Unesco, 2020).

166 - [revista gestión cultural]


Con respecto al acuerdo de “abogar por un anclaje sistémico de la cultura en las po-
líticas públicas”, observo la precariedad de los gobiernos locales como una de las ne-
cesidades más urgentes de atender dentro de la institucionalidad cultural en el Perú.
Una reciente publicación del Ministerio de Cultura del Perú, realizada con asistencia
técnica de la Unesco Perú, analiza la gestión pública cultural de algunos gobiernos
locales. Se observa que “el 93% de las actividades desarrolladas tienen como organi-
zadores a los propios gobiernos locales, y únicamente el 7% son de apoyo a activida-
des realizadas por diversas organizaciones culturales del territorio” (Ministerio de
Cultura, 2021).

Además, de los 24 departamentos, 196 provincias y 1874 distritos del país, solo una
región (Junín), cuatro provincias (Huamanga, Huancayo, Tarma y Puno) y un distrito
(Barranco) han desarrollado un plan de cultura. Además, solo dos municipalidades
(Puno y Junín) disponen de un consejo de cultura que fomenta la participación del
sector cultural en la definición de las políticas culturales locales. Como resultado,
la sociedad civil no encuentra una institucionalidad cultural sólida que garantice la
atención a los derechos culturales en sus territorios.

Un claro ejemplo de esta situación se ha dado recientemente en la Gerencia de Cultura


de la Municipalidad Metropolitana de Lima, la capital del país, cuyo gobierno local es
el más grande del territorio nacional. El 14 de abril de 2023, mediante la Ordenanza
N° 2537, se eliminaron dos de sus tres subgerencias de cultura: la Subgerencia de
Artes Escénicas e Industrias Culturales y la Subgerencia de Promoción Cultural y
Ciudadanía dejaron de existir.

Es importante resaltar que esta última, la Subgerencia de Promoción Cultural y


Ciudadanía, era el área funcional responsable de la gestión de los programas que
vinculaban el ejercicio de la cultura con las temáticas ciudadanas urgentes como la
violencia de género, la crisis ambiental, la memoria, entre otras. Además, esta subge-
rencia tenía a su cargo la gestión del Programa de Cultura Viva Comunitaria, política

167 - Gloria María Lescano Méndez


pública que tiene por objetivo fortalecer a las organizaciones culturales con trabajo
territorial que aportan al ejercicio de los derechos culturales en la ciudad de Lima. Si
bien esta política no ha sido eliminada, despojarla de la estructura institucional que
permitía su gestión debilita su cumplimiento e impacto, evidenciando así su poster-
gación dentro de las prioridades de la política cultural municipal.

En la actualidad, queda únicamente en pie la Subgerencia de Patrimonio Cultural,


Artes Visuales, Museos y Bibliotecas. De esta manera, se concreta uno de los peo-
res retrocesos estructurales que ha recibido la principal instancia cultural a nivel de
gobiernos locales en el Perú. Esta involución implica un debilitamiento del alcance,
equipo y presupuesto de la Gerencia de Cultura luego de diez años de sostenibilidad
institucional, y evidencia una política pública contraria al posicionamiento de la cul-
tura como eje del desarrollo en la ciudad de Lima.

En relación al acuerdo de “potenciar las sinergias entre la cultura y la educación”,


existen en el Perú problemáticas estructurales en todos los niveles y dimensiones del
sistema educativo. En la actualidad, resalto la afectación a las escuelas públicas de
arte como una acción clara que debilita la creación artística en el país.

En el documento “Hacia el diseño de un Plan de Recuperación al 2030: diagnóstico


sobre el impacto del COVID-19 en las industrias culturales y las artes”, el Ministerio
de Cultura afirma que “Las oportunidades de educación superior artística en el Perú
indican que en el país son 131 las instituciones que imparten carreras de la familia
artística, 21 de rango universitario. La mayor parte de las 131 son de carácter público
(73,3%)” (Ministerio de Cultura, 2020).

Asimismo, el mismo documento pone de manifiesto una tendencia en el crecimiento


de la demanda de la formación artística. “En los últimos años, la formación artística
evidencia una demanda creciente. El censo educativo con data de los años 2015 al
2018 indica que los estudiantes de artes pasaron de 2134 a 4047 estudiantes de edu-
cación artística y de 3065 a 4391 estudiantes de formación artística. Así, observamos

168 - [revista gestión cultural]


un incremento de 89,64% y 43,26% respectivamente, del 2015 al 2018” (Ministerio de
Cultura, 2020).

Sin embargo, en el mes de junio del presente año, la Escuela Nacional Superior
Autónoma de Bellas Artes, la Escuela Nacional Superior de Folklore, la Escuela Nacional
Superior de Arte Dramático y la Escuela Nacional Superior de Ballet del Perú emitie-
ron un pronunciamiento denunciando el recorte de más del 60% en la Asignación
Presupuestal Multianual 2024-2026 aprobada por el Consejo de Ministros el 31 de mayo
de 2023. Ante esta demanda, que tuvo como hito una movilización de la comunidad
de las escuelas de arte (a pesar de la negación de las garantías para la misma por par-
te del Ministerio del Interior), el Ministerio de Economía indicó que dicha asignación
se trataba de un presupuesto base y finalmente duplicó el presupuesto inicialmente
asignado. Sin embargo, como consta en un segundo comunicado de las instituciones
educativas, “en ninguno de los casos la suma del nuevo monto con la cifra inicial logran
cubrir el Presupuesto Institucional de Apertura del 2023. Es decir, el recorte presu-
puestal sigue vigente” (Escuela Nacional Superior de Bellas Artes del Perú, 2023).

Este golpe a la ya precaria situación de las escuelas de arte debilita aún más uno de los
eslabones de la cadena de valor de las artes en el país: la creación artística. Además,
dado que en dichas casas de estudio se imparten también carreras de pedagogía de
las artes, se afecta también la educación básica regular y la formación de públicos
en el país. Ambas necesidades claves identificadas en el Plan de Recuperación de las
Industrias Culturales y las Artes en el Perú al 2030. Así, se evidencia una política en
desmedro del fomento de la participación en la vida cultural.

Con relación a “fomentar el desarrollo de los sectores culturales y creativos soste-


nibles”, en Perú es importante resaltar como una de las principales problemáticas
el limitado uso de los espacios culturales y los espacios públicos. El Ministerio de
Cultura ha identificado esta problemática dentro de las prioridades a ser atendidas
por el Estado. “El Registro Nacional de Municipalidades (RENAMU) señala que para

169 - Gloria María Lescano Méndez


el 2017, el Perú contaba con un total de 837 espacios culturales a nivel nacional: 625
pantallas de cine, 107 casas de la cultura y 105 teatros y teatrines. Sin embargo, si
vemos la distribución territorial, solo el 11% del total de distritos en el país cuenta con
espacios culturales, cifra que es aún menor en el caso de pantallas de cine (1%), casas
de cultura (5,2%) y teatros y teatrines (4,9%)” (Ministerio de Cultura, 2021).

A pesar de estas brechas, en épocas recientes se han suscitado hechos que han pro-
fundizado el limitado acceso a la poca infraestructura cultural existente. El 28 de
marzo de 2023, el gobierno municipal del distrito de Miraflores clausuró temporal-
mente el Lugar de la Memoria, Tolerancia e Inclusión Social (LUM). Tras una visita
no programada de sus inspectores y debido a la falta de un certificado de inspección
técnica de seguridad, se procedió al cierre del espacio cultural. Estos hechos ocurrie-
ron después de declaraciones del alcalde de la ciudad de Lima, quien es presidente
del partido político al que pertenece el burgomaestre del distrito Miraflores. En estas
declaraciones expresó su rechazo al funcionamiento del LUM: “Basta ya de estos mu-
seos de la memoria y reconciliación que carecen de auténtica memoria y reconcilia-
ción. Allí se construye una narrativa en la cual los mismos guías faltan a la verdad de
manera descarada, presentando a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional como

En la actualidad, en el Perú existen 653 Puntos de Cultura que desarrollan


actividades culturales públicas en sus territorios, en muchos casos supliendo
el rol del Estado en sus comunidades. La gran mayoría de estas organizaciones
no cuenta con un espacio físico en dónde desarrollar sus prácticas culturales,
sin embargo, han logrado generar dinámicas socioculturales vivas en sus
calles, parques, plazas y canchas deportivas. De esta manera, no solamente
contribuyen al ejercicio de los derechos culturales, sino que también mejoran
la convivencia y revitalizan el espacio urbano.

170 - [revista gestión cultural]


si fueran las agresoras, cuando en realidad han actuado en defensa de la patria, que
es su misión” (Berríos, 2023).

El LUM operaba ininterrumpidamente desde el 17 de diciembre de 2015, ofre-


ciendo “actividades culturales, de aprendizaje, investigación y conmemoración
para dialogar en torno a temas de derechos humanos, enfocándose en el periodo
de violencia 1980-2000 en el Perú”. De acuerdo con un reportaje del portal de in-
vestigación periodística Ojo Público, “Ningún otro museo a cargo del Ministerio
de Cultura ha sido cerrado por no tener el certificado de Inspección Técnica
de Seguridad en Edificaciones (ITSE). De los 56 establecimientos del país, solo
nueve lo tienen. En Lima, doce instituciones no cumplen con la exigencia y, en
Miraflores, al menos seis museos públicos y privados siguen funcionando sin
tener este documento. Uno de ellos es el Museo de Sitio Pucllana, que es admi-
nistrado por la misma municipalidad” (Berríos, 2023). Además, es importante
mencionar que el día del cierre estaba programada la presentación del informe
anual 2022-2023 de Amnistía Internacional Perú, en donde se daría cuenta sobre
la situación de los derechos humanos en el mundo, con énfasis en lo ocurrido
en Perú, especialmente durante las movilizaciones sociales producto de la crisis
política y social iniciada en diciembre de 2022. Finalmente, después de diversos
pronunciamientos, que incluyeron un comunicado de la Embajada de Alemania
en Perú (país que financió la construcción del LUM), el 9 de abril de 2023 el LUM
fue reabierto y sigue en funcionamiento.

Las brechas en la infraestructura cultural han posicionado al espacio público como


uno de los pocos ámbitos que ofrece oportunidades para la participación en la vida
cultural. En la actualidad, en el Perú existen 653 Puntos de Cultura que desarrollan
actividades culturales públicas en sus territorios, en muchos casos supliendo el rol
del Estado en sus comunidades. La gran mayoría de estas organizaciones no cuenta

171 - Gloria María Lescano Méndez


con un espacio físico en dónde desarrollar sus prácticas culturales, sin embargo,
han logrado generar dinámicas socioculturales vivas en sus calles, parques, plazas
y canchas deportivas. De esta manera, no solamente contribuyen al ejercicio de los
derechos culturales, sino que también mejoran la convivencia y revitalizan el espacio
urbano.

Sin embargo, estas acciones enfrentan barreras impuestas por instituciones públi-
cas, agentes privados y, en ocasiones, incluso por la propia comunidad. Tal es el caso
de lo ocurrido nuevamente en la Municipalidad de Miraflores, donde en mayo de
2023 se inició el establecimiento de restricciones para el uso de los parques. Se anun-
ció que para hacer “picnics en los parques de su distrito (...) con más de 15 personas
se deberá presentar una solicitud, en la que se indique que no harán ruido”. Además,
el alcalde indicó que “la municipalidad empadronará a los instructores y profesores
de cursos y talleres relacionados con las actividades físicas y deportivas del distrito
(...) además de pagar un tributo para realizar la actividad” (Simon, 2023). Ante esto,
la ciudadanía se organizó para tomar los espacios públicos del distrito y desarrolló
un picnic masivo en protesta.

Esta vulneración al uso de los espacios culturales afecta negativamente el desarrollo


de los sectores culturales y creativos y pone de manifiesto una política cultural res-
trictiva que reivindica la imagen del buen espacio público como aquel que está vacío,
en silencio y únicamente destinado a la expectación y ornamentación. Dicho de otro
modo, una política cultural que reduce las oportunidades de encuentro, del fortaleci-
miento de los vínculos sociales, del protagonismo de la ciudadanía, y fomenta, por el
contrario, una cultura del aislamiento y del miedo, profundizando así la desconfian-
za entre ciudadanos en desmedro de la calidad de vida.

Si bien también existen problemáticas estructurales en relación a los demás linea-


mientos de acción planteados en Mondiacult, como la débil protección y promoción
del patrimonio cultural material e inmaterial, el insuficiente financiamiento para

172 - [revista gestión cultural]


la cultura, los escasos avances en relación con la transformación digital del sector
cultural, la desconexión entre las políticas ambientales y las culturales, y la precariza-
ción del trabajo cultural y artístico, he priorizado aquellos sobre los cuales ha habido
retrocesos y vulneraciones directas en los tiempos recientes.

Estos hechos no responden solamente a problemáticas históricas ni son acciones


aisladas. Son medidas que reflejan una política cultural restrictiva, autoritaria y re-
presiva. Una política cultural desconectada de los compromisos globales acordados
para abordar las múltiples urgencias que enfrenta la humanidad y el país.

Este artículo busca evidenciar el valor de los acuerdos de Mondiacult como una he-
rramienta para dar cuenta del peligro en el que se encuentra el futuro de las precarias
políticas culturales en Perú. Su objetivo es visibilizar la situación de riesgo y amena-
za que enfrentan los derechos culturales en nuestro país. Aspira a ser un llamado al
acompañamiento y vigilancia de los países del continente en aras de garantizar el
pleno ejercicio de los derechos humanos y culturales en nuestro territorio. Y espera
contribuir a la construcción de memoria en torno a los tiempos sombríos y desafian-
tes que vivimos, en favor de un futuro que esté a la altura de la fuerza y resistencia de
la diversidad cultural de nuestros pueblos.

Notas

1
El 7 de diciembre de 2022, el entonces presi- cional. En el ámbito interno, esa decisión fue
dente de la República, Pedro Castillo, tomó la denunciada como un golpe de Estado por par-
decisión, fuera de los procedimientos constitu- te de instituciones de los diferentes poderes y
cionales, de disolver el Congreso de la República fue objeto de pronunciamientos condenatorios
e intervenir en el Poder Judicial y el Ministerio por parte de distintos países de la región. Este
Público con el fin de reorganizarlos. Asimismo, hecho dio lugar a la captura en flagrancia e in-
anunció su decisión de gobernar por decreto. vestigación penal contra el expresidente Cas-
Ante ello, la CIDH condenó el rompimiento tillo, así como a una posterior declaratoria de
del orden constitucional y saludó, mediante vacancia presidencial. Según lo establecido en
un comunicado de prensa, la rápida actuación la Constitución del Perú, operó la sucesión pre-
de las diferentes instituciones del Estado para sidencial de quien hasta entonces fungía como
el pronto restablecimiento del orden institu- vicepresidenta electa, Dina Boluarte, razón por

173 - Gloria María Lescano Méndez


la que asumió el cargo de presidenta constitu- Hancco, de 22 años; Eder Jesús Mamani Luque,
cional de Perú. La crisis política desatada por de 37 años; Y.N.A.H., adolescente de 17 años;
estos hechos dio lugar a masivas protestas en Ever Mamani Arqui, de 40 años; Héctor Quilla
todo el país (CIDH, 2023). Mamani, de 38 años; Marcos Quispe Quispe,
2
En Juliaca, Puno, se realizaron multitudina- de 54 años; Eliot Cristhian Arizaca Luque, de
rias y pacíficas manifestaciones en horas de la 18 años; Raúl Franklin Mamani Apaza, de 20
mañana. Después del mediodía se reportaron años; y E.Z.L.H., adolescente de 16 años. Ade-
confrontaciones entre personas que participa- más, resultaron heridas más de cincuenta per-
ban en las protestas y fuerzas de seguridad en sonas. Asimismo, se reportó el fallecimiento de
las inmediaciones del aeropuerto, donde falle- una persona recién nacida en Chucuito, Puno,
cieron, según la información oficial aportada presuntamente como consecuencia del impedi-
por el Estado y la información de la Defensoría mento del paso a una ambulancia. También se
del Pueblo, las siguientes personas: Nelson Hu- registró el incendio de la vivienda de un congre-
ber Pilco Condori, de 22 años; Rubén Fernando sista en Ilave, Puno (CIDH, 2023).
Mamani Muchica, de 55 años; Giovani Gus- 3
www.killaviveverde.com
tavo Illanes Ramos, de 21 años; Gabriel Omar 4
www.warmisikuris.com
López Amanqui, de 35 años; Roger Rolando 5
Los sikuris son los músicos que tocan el siku,
Cayo Sacacá, de 22 años; Edgar Jorge Huaranca un instrumento de viento andino.
Choquehuanca, de 22 años; Reynaldo Hilaqui- 6
Lakita es un grupo musical conformado por
ta Cruz, de 19 años; Marco Antonio Samillan cuatro tipos de instrumentos musicales, sicus,
Sanga, de 29 años; Cristian Armando Mamani bombo, tambor y platillos.

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177 - Gloria María Lescano Méndez


178 - [revista gestión cultural]
Conversación acerca de las
declaraciones de Mondiacult y sus
incidencias en Uruguay
Por Begoña Ojeda y Hugo Achugar

A
dvertencia. Este es un ensayo que no tiene el formato usual de una revista acadé-
mica. No lo tiene porque deliberadamente elegimos compartir el diálogo entre
Begoña y Hugo, Hugo y Begoña, sobre la última declaración de la Mondiacult
(2022), después de cuarenta años de la icónica Declaración de México (1982).

Estamos a finales de 2023, en un año preelectoral. En doce meses tenemos las elec-
ciones, aunque ya se inició la campaña. Nos sentamos alrededor de una mesa rodea-
da de cuadros y plantas y nos disponemos a conversar con café y celular de por medio
para grabar y guardar los hilos de pensamientos que se van a tejer en torno a los
ejes previamente acordados. Conversar es una forma de alimentar la pregunta, como
señala Ribeiro et al. (2018), e incluso de salir diferente de cómo se entra. Es también
una construcción conjunta en “un modo de preguntar(nos) por eso que pasa y que
remite a su sentido, su deseabilidad y su posibilidad” (Porta, 2021, p. 60).

En estas páginas transcribimos la conversación de dos personas que se conocieron


durante el primer gobierno del Frente Amplio, cuando Hugo era director nacional de
Cultura y Begoña, coordinadora de Fondos Concursables para la Cultura.

179 - Begoña Ojeda y Hugo Achugar


El diálogo
Hugo: En doce meses tenemos las elecciones, pero ya comenzó la campaña. Empezó
no solamente lo que siempre comienza, en relación con temas de economía
y sociales, sino también con temas de cultura. En ese sentido creo, no sé qué
pensás tú, que uno de los ejes del debate en torno a las políticas culturales
es la llamada agenda de derechos culturales. Agenda que, en los gobiernos
anteriores del Frente Amplio, los últimos tres gobiernos del Uruguay, se
construyó y se defendió. Eso es además una consigna que viene desde la
Unesco, hay varios documentos que dan cuenta de ello.

Begoña: Son diversos los documentos de la Unesco que de alguna manera apuntan
o colocan en agenda todo lo que tiene que ver con los derechos culturales.

Hugo: Exacto, y también con la ciudadanía cultural.

Begoña: Sí, pero eso ha sido desarrollado fundamentalmente por las políticas imple-
mentadas en Uruguay y Brasil.

Hugo: Pero se llega a mencionar, quizás no en Unesco, pero sí en la Carta Cultural


Iberoamericana (2006).

Begoña: Pero no en la conferencia de mundial a la que nos estamos refiriendo.

Hugo: Eso, por un lado, y, por otro lado, uno de los aspectos que generalmente los
actores o los agentes, sobre todo vinculados a las prácticas artísticas, sienten
como más cercano es el tema del financiamiento, cómo el Estado apoya, qué
recursos implementa, etc. Y esto no es válido solamente para los músicos o
la gente de las artes escénicas, sino para distintas artes, pero también para
las industrias creativas. En este sentido, se han hecho cosas en Uruguay. A
su vez, en la Mondiacult, en la última declaración se apuesta a las industrias
creativas, que es algo que está sobre la mesa de discusión en los últimos diez
años fácilmente.

180 - [revista gestión cultural]


Begoña: Enfatizamos en que se han desarrollado acciones desde el gobierno del
Frente Amplio, pero cabe precisar desde el lugar que estamos hablando por-
que tanto tú como yo participamos de los gobiernos del Frente Amplio.

Hugo: Por supuesto, desde la Dirección Nacional de Cultura.

Begoña: Exacto y ahora estamos transitando otro gobierno, del cual no formamos
parte, pero en industrias creativas el actual gobierno está desarrollando ac-
ciones específicas en conjunto con los institutos artísticos. Considero que es
el énfasis en la política cultural que más ha desarrollado.

Hugo: Por supuesto, eso es clarísimo. Lo que no está claro es la sustentabilidad


del financiamiento de esas industrias creativas. Hay mucho escrito pero no
cosas concretas. Eso está en un discurso que se concreta en los millones que
se le da al cine o a las artes escénicas.

Begoña: Pero incluso en el caso del cine el actual gobierno lo ha sacado de la órbi-
ta del Estado, de lo público, puesto que se crea la Agencia y se elimina el
Instituto Nacional del Cine del Uruguay.

Hugo: Exacto, con lo cual lo de la sustentabilidad es uno de los problemas que no


se ha resuelto, pero que está sobre la mesa. Creo que el propósito nuestro es
hablar desde ese lugar, mirando una serie de aspectos de la realidad de las
políticas culturales en Uruguay, pero además con el eje de la declaración de
Mondiacult del pasado y del presente.

Begoña: Y visualizar también qué se ha hecho en Uruguay respecto a la declaración


de 1982 y cómo se ha transitado después de cuarenta años, así como qué ha
pasado con la declaración del 2022 en el poquito lapso que hay de tiempo,
que en realidad no da mucho para profundizar en el desarrollo de las políti-
cas culturales.

Hugo: Por lo menos no en Uruguay.

181 - Begoña Ojeda y Hugo Achugar


Begoña: En esta conversación que mantenemos deberíamos detenernos en algunos
aspectos de la declaración del 2022, como por ejemplo qué se entiende por
desarrollo sostenible, por bien público mundial, su relación con lo univer-
sal. Esto último tú lo has desarrollado mucho, de hecho, tenés un artículo
referido precisamente sobre los cuarenta años de la declaración de 1982 que
llamaste “Lo universal no puede postularse en abstracto por ninguna cultura
en particular. Mondiacult o los vaivenes de un proceso de larga duración”
(Achugar, 2022). Artículo que se editó previo a la declaración del 2022, don-
de desarrollaste aspectos que tienen que ver con esto mismo, así como con la
preocupación sobre la diversidad cultural y dónde están los límites. En este
sentido, tampoco queda clara esta noción que se coloca en la declaración
referida al bien público mundial.

Hugo: El bien público mundial. Quizás podemos empezar por ahí, junto con la
función de la cultura, porque me parece que están entretejidos. ¿Cuál es la
función de la cultura y cuál es la noción de bien público mundial? A mí me re-
sulta muy difícil hablar de cultura en singular. No solamente por diversidades
ideológicas, étnicas y culturales. Esto lo relaciono quizás con lo que pasó en
1975 con los derechos de la mujer en la Conferencia Mundial sobre la Mujer
que se realizó en México. Ahí estaba hablando la directora de la revista nor-
teamericana Mother Jones y en la platea estaba una líder boliviana, una chola
minera, Domitila Barrios. Ella se levanta y a esta señora, que estaba con un
traje muy refinado con una alhaja en la solapa, etc., le dice: “Perdón señora,
usted dice ‘nosotras las mujeres’, ¿qué tenemos en común usted y yo?”1. Dónde
está ese “nosotras las mujeres”, no hay una identidad única de la mujer, que no
es solamente étnica, sino que es social, económica, educativa.

Begoña: Y ontológica también, puesto que la percepción de mujer es totalmente diferen-


te en ese ejemplo. Coincido totalmente, no es una cultura, sino las culturas. Por
eso me cuesta pensar en la cultura como una función, ¿función de qué?

182 - [revista gestión cultural]


El bien público mundial. Quizás podemos empezar por ahí, junto con la
función de la cultura, porque me parece que están entretejidos. ¿Cuál es
la función de la cultura y cuál es la noción de bien público mundial? A mí
me resulta muy difícil hablar de cultura en singular. No solamente por
diversidades ideológicas, étnicas y culturales.

Hugo: Esto de la función de la cultura tiene que ver con cuáles son los escenarios.
La cultura funciona de manera diferente en escenarios diferentes. Es decir,
si la función de la cultura es entretener, estamos en un modelo, si la función
de la cultura es reforzar la identidad nacional o local, estamos en otro. Por lo
que hemos visto a lo largo del tiempo, la cultura ha funcionado como crea-
dora o reafirmadora de una identidad nacional sobre otras, por ejemplo. O
la hemos visto funcionar como “el bufón de la corte”. Además, está lo que
tiene que ver con las identidades, pero no identidades nacionales o globales,
sino identidades locales o particulares. Entonces, en ese sentido la cultura
siempre ha sido “un tira y afloje”, un campo de batalla, para ver qué se hace.

Begoña: Claro, y si se piensa también desde la alta cultura, desde las artes o lo artís-
tico predominante de un determinado grupo, sin pensar en las diversidades
de acceso en relación a los procesos creativos. Que es un poco la línea de las
políticas desarrolladas en la idea de ciudadanía cultural.

Hugo: Sí, pero además también hay una relación muy interesante que Alfonso
Martinell (2021) dijo recientemente en relación a que hay que revisar una serie
de institucionalidades2. Porque por ejemplo qué sentido tienen hoy los museos,
sobre todo después de la pandemia. ¿Qué función cumplen los museos? ¿Es la
misma que la del siglo XIX? ¿Es un espacio de educación? ¿Es un espacio de

183 - Begoña Ojeda y Hugo Achugar


construcción o de albergue de ciertos valores? Pero no me refiero solamente a
las artes visuales, estoy hablando de museos que pueden ser antropológicos,
históricos, historia natural, múltiples. Creo que estamos en un momento en que
no es claro cumplir con una función, y no creo que la declaración ayude en ese
sentido. Porque ese tema, dada la diversidad de funciones que cumple la cultu-
ra según escenarios diferentes, tiene que ser planteado y aclarado. A su vez las
nuevas tecnologías plantean desafíos a cómo vamos hacer funcionar la cultura,
qué queremos, cómo vamos a hacer para que el desarrollo sea sostenible. No se
puede ya no pensar en todas las plataformas digitales.

Begoña: Ya en sí misma se está constituyendo la cultura digital, ahora se nace con


una serie de aparatos con los que no nacimos nosotros.

Hugo: Y además pone en extinción ciertas cosas como los diarios o las revistas,
que supieron ser fuentes de construcción de la crítica y de defensa de ideas.
Ahora hay múltiples formas. Hay lo que se llama “influencer” o “youtuber”,
jóvenes básicamente, o no solamente jóvenes, que por fuera del sistema

184 - [revista gestión cultural]


educativo, de lo que plantean los Estados o las autoridades, salen a sugerir
sus ideas, sus gustos.

Begoña: Y a vender también.

Hugo: A vender, por supuesto, son agentes, son nuevas funciones que sacan del
juego a viejas funciones. El crítico de la obra de teatro o de libro compite
ahora con un mundo donde el acceso es mucho mayor, mucho más demo-
crático, pero también permeado por el mercado. Esa transformación me
parece que en la declaración de la Mondiacult no está tomada en cuenta o
está mencionada al pasar.

Begoña: Se menciona al pasar lo de la inteligencia artificial y la cultura digital. No se


profundiza sobre la implicancia que tiene en el desarrollo y cómo se puede
trabajar. De hecho, es un gran interrogante, que además con la pandemia
se acrecentó mucho más rápido. Y también la gente se aisló, la gente generó
una retracción del espacio público y de la construcción de relaciones socia-
les, sobre todo en los más jóvenes.

Hugo: Por más que hubo intentos en distintas cosas, como trabajar en redes, en
conjunto, por Zoom, y hacer obras creativas y demás, al mismo tiempo era
un problema de soledad y búsquedas afectivas y de construcción de otras
necesidades, que son necesidades psicológicas, sociales, culturales, etc.

Begoña: Eso con respecto al uso de las herramientas de inteligencia artificial que de al-
guna manera pueden ser mal aprovechadas, en el sentido de la alienación y que
no aportan al conocimiento de sí mismo. Esto va en sentido contrario de la de-
finición del 82 de cultura, entendida como un proceso de construcción de cono-
cimiento de sí mismo, lo que se ratifica en 2022, tal como figura en la segunda
parte de la definición. La primera define cultura desde el giro antropológico y
luego se vincula al conocimiento de sí mismo. En este sentido lo entiendo como
trabajar desde lo cultural para el relacionamiento con otros, pero también para el

185 - Begoña Ojeda y Hugo Achugar


conocimiento y crecimiento de sí mismo. Entonces, el uso de las nuevas tecnolo-
gías, en general, no permite potenciarse a sí mismo, hecho que va en detrimento
de la propia persona, de la propia individualidad y de los colectivos.

Hugo: Pero la declaración del 2022 corrige una cosa que antes era mencionada
como “las artes y las letras”, porque estaba muy anclada todavía en el para-
digma de las “bellas artes” y las “bellas letras”.

Begoña: Exacto, eso y el uso de la diversidad.

Hugo: Diversidad e indígenas, aunque en la declaración del 82 no hay mención de género.

Begoña: Pero en 2022 se corrige.

Hugo: Se corrige, pero no se menciona. En el artículo que mencionaste empiezo


expresando: “El movimiento feminista no tenía la fuerza de hoy en día –
nótese que el documento usa todavía la referencia tradicional de ‘hombre’
para referirse al conjunto de los seres humanos–, las luchas de indígenas y
afrodescendientes no tenían la visibilidad del presente” (Achugar, 2022).

Begoña: Esta es una diferencia fundamental que estás planteando en relación a la


categoría “hombre” como universal y donde no existen las diversidades,
mujer, indígena, afro, como lo mencionas en el artículo. Pero, aunque en la
declaración del 82 no aparece la mención de género, es una declaración más
clara. En la declaración del 2022 se comprometen a hacer algunas acciones
referidas al apoyo del acceso inclusivo, a fortalecer los derechos económicos
y sociales de los artistas, proteger la libertad artística, entre otras.

Hugo: Dice: “Incluido en el entorno digital, con el fin de construir un mundo más
justo y equitativo y reducir las desigualdades, en concreto por lo que res-
pecta a las mujeres, los jóvenes, los niños, los pueblos indígenas, los afro-
descendientes, las personas con discapacidad y los grupos vulnerables, en
particular”, pero eso es declarativo.

186 - [revista gestión cultural]


Begoña: Exacto, no profundiza. En lo particular hubiera esperado otra profundiza-
ción en esta declaración.

Hugo: Y no toma en cuenta cosas. Por ejemplo, con el desarrollo de la política cultu-
ral en la Dirección Nacional de Cultura lo dije siempre: hagan en las usinas3
lo que ustedes quieran, tienen libertad total, menos la pedofilia y el odio
racial, después por lo demás canten lo que les dé la gana. Esa es para mí la
libertad. La definición menciona los valores. ¿Qué valores?

Begoña: Se establece la reafirmación de la declaración del 82 de la cultura como siste-


ma de valores en una definición más volcada al giro antropológico, y además
se establece el valor intrínseco de la cultura, pero no qué valores.

Hugo: Pero ¿quiénes establecen el sistema de valor o los sistemas de valores?

Begoña: Esta es la referencia clásica de una definición de cultura en antropología,


la cultura como un sistema de valores y de creencias. En este sentido no es
quién establece, sino que es así.

Hugo: Sí, se da así, son sistemas de valores, por supuesto, pero cuándo aparece
como un bien público mundial.

Begoña: Ahí si hay una valorización.

Hugo: No es que todo vale, ya sabemos que hay límites, pero los límites se ponen
de manera diferente. Cada sociedad los pone de manera diferente. Y eso tie-
ne que ver con cosas que estamos mencionando. Estamos yendo y viniendo
entre los cuatros temas que seleccionamos porque están interrelacionados.
Todo esto obliga a redefinir cosas, redefinir conceptos y también consignas
u objetivos. La conferencia ya quedó atrás y a nivel mundial está la Agenda
2030, los ODS 2030, que van más allá de la cultura.

187 - Begoña Ojeda y Hugo Achugar


Begoña: De hecho, no está la cultura en los objetivos, siendo una de los aspectos que plan-
tea esta declaración del 2022, que se incorpore a la cultura en la Agenda 2030.

Hugo: Exacto. No ha ocurrido todavía. Los procesos culturales son de larga elabo-
ración, salvo catástrofes, y, por otro lado, estamos viviendo con el pie sobre
el acelerador a todo lo que da, la sociedad occidental por lo menos, y China
e India también. Este escenario de aceleración tiene sus virtudes, porque
permitiría eventualmente que más cantidad de gente pueda lograr mayores
capacidades expresivas, ejercer su derecho a la expresión cultural, la liber-
tad, etc. Pero al mismo tiempo, si no hay un acuerdo a nivel mundial y no
se precisa este escenario y se estudia a fondo, lo que va a pasa es el ahonda-
miento de grietas de desigualdad por el diferente acceso a las tecnologías.
Eso me parece que tiene que ver con el desarrollo sostenible, tiene que ver
con la función de la cultura y con qué queremos decir con la cultura como un
bien público mundial.

Begoña: Con respecto a la cultura como bien público mundial, pienso en la


relación de lo mundial con lo universal y la diferencia que hay con lo
particular o la diversidad o lo pluriversal. Tiene un valor que puede ser
intrínseco, como está planteado en la declaración, que se expresa como
un valor “natural”, saliendo del valor simbólico. Pero en relación a lo

Es el tránsito entre lo público y lo privado, pero lo privado en el sentido


de lo íntimo o de lo particular. Entonces me parece que situarnos en lo
mundial se asemeja a lo universal y a lo único, pero no somos únicos, hay
diversidades particulares propias de cada una de las culturas, por eso el
uso del plural y de cada una de las personas que transitamos en ellas.

188 - [revista gestión cultural]


público, me pregunto por qué no íntimo, en el sentido de pensar los
procesos creativos. Es decir, el tránsito de los procesos creativos en la
lógica de permitirse el conocimiento de sí mismo a través de la cultura.
Eso es un proceso íntimo. Es el tránsito entre lo público y lo privado,
pero lo privado en el sentido de lo íntimo o de lo particular. Entonces
me parece que situarnos en lo mundial se asemeja a lo universal y a lo
único, pero no somos únicos, hay diversidades particulares propias de
cada una de las culturas, por eso el uso del plural y de cada una de las
personas que transitamos en ellas. Esto a su vez, lo relaciono con el ace-
leramiento del que recién hablábamos y cómo se relacionan los cuatro
temas que elegimos para conversar. Aceleramiento, quizás por el uso de
las nuevas tecnologías, por el estar permanentemente bombardeados de
información fragmentada. Es la pobreza de la experiencia que plantea
Benjamin (1933), puesto que no hay experiencia, porque no paramos para
que suceda la situación de experiencia, no existe un proceso de interrup-
ción en que podamos dejar que la cultura nos transforme, o los procesos
creativos por los cuales estamos transitando. Entonces lo mundial me
separa de lo íntimo y creo que tendríamos también que pensar la cultura
desde lo íntimo, desde las particularidades.

Hugo: Sí y tiene que ver con algo que he estado leyendo ahora, que no lo descubrí yo,
que se llama la “teoría del afecto”. Esto que tú dices me hizo pensar en esos
planteos. Estoy de acuerdo, pero también está la experiencia de participar en
una cuerda de tambores en Uruguay. Las cuerdas son por barrios, hay cuer-
das de mujeres, de afros, cuerdas mezcladas. Son momentos de ejercicio de la
cultura. Es casi un rito, es una práctica idiosincrática que apela a la historia a
la defensa de un modo de ser, de participar y socializar, etc. Esos momentos
en que dura la cuerda de tambores, que a veces son dos horas y a veces muchas
más, la recorrida por los barrios, son un acto social y público. Pero también

189 - Begoña Ojeda y Hugo Achugar


creo que esto que tú decías, pensar la relación con lo íntimo, también ocurre
en ese momento, aunque no sea un tiempo de pensar. Quizás es un tiempo de
pensar con una concepción diferente, no la acepción cartesiana de pensar sino
de gozar y en el goce está involucrado mi yo, mi individualidad y además un
espacio que me distancia de la rutina cotidiana.

Begoña: Sí, el goce, el placer, el disfrute, todo lo que te provoca participar de una
experiencia artística.

Hugo: Artístico-cultural, ritual, lo que sea.

Begoña: Que te conecta contigo y con los demás. Estás tú en tu proceso, pero también
en relación con los otros. Eso te convierte en alguien que no está separado
desde la otredad, donde el otro me es ajeno.

Hugo: Sos un miembro de la tribu. Sos un miembro del grupo que te confirma en
tu identidad y elegís participar en eso, no te lo imponen, lo asumís porque
querés hacerlo. En ese sentido la aceleración coexiste con esto, no la borra.
La pandemia pudo ser un momento.

Begoña: Igualmente habría que pensar en las nuevas generaciones, preocupa qué
pasa con aquellos que fueron interrumpidos en sus cortas vidas en el rela-
cionamiento con otros.

Hugo: Es el gran desafío, porque todo esto tiene que ver con salud mental, es lo que
está sobre el tapete. La discusión, por lo menos en Uruguay, sobre el tema
de salud mental tiene un empuje enorme. Porque la cultura es transversal, la
cultura como acción, la cultura como goce, la cultura como política cultural,
la cultura en todas sus dimensiones tiene que ver con lo económico, con la
salud, en particular con la salud mental, tiene que ver con el ejercicio de una
socialización.

190 - [revista gestión cultural]


Begoña: Con el uso del espacio, con el medioambiente, con la educación.

Hugo: Por supuesto, con la educación y la tecnología. Porque además, y esto es una
síntesis de la conversación, no es solamente que estamos en Uruguay tra-
bajando en un texto para una revista sobre la realidad cultural en función
de la Mondiacult. Estamos en medio de una revolución tecnológica brutal.
Absolutamente brutal. Hoy me llegó en el celular una invitación para que
pagara una mensualidad para tener un Chat GPT-4 a mi disposición y pre-
guntarle todo lo que yo quisiera. Podría pedirle que escribiera el artículo
para la revista.

Begoña: Es un monstruo que estamos alimentando, porque permanentemente lo


estamos alimentando y dando información para mejorarse.

Hugo: Pero en este sentido, el bien público mundial, la función de la cultura, las
tecnologías en la cultura, son temas que están tratados en la declaración,
pero creo que exigirían una conferencia más focalizada para profundizar.
En este mundo en donde la aceleración es brutal, hay jóvenes que tienen en
sus vidas inteligencia artificial, jóvenes que tienen 15 años y ven un mundo
con un descubrimiento tecnológico que les cambia completamente la vi-
sión. Entonces, ¿qué hacer con ello?

Begoña: Qué hacer con la creatividad, con el hecho de dejar que escriba una máquina
en vez de uno mismo, lo que va en contra de tu propio proceso creativo en la
escritura o de tu propio desarrollo del pensamiento.

Hugo: Del desarrollo de una canción, de la composición de una sinfonía o de lo que


sea. Esto plantea problemas a muchos temas tradicionales que deberían ser
objeto de un próximo debate y de una próxima declaración.

191 - Begoña Ojeda y Hugo Achugar


Notas
1
Fue a partir de las intervenciones en este even- temporaneidad más real y directa” (Martinell, 2021,
to que la brasileña Moema Viezzer, en diálogo destacado suyo).
con la líder boliviana, posibilitó la publicación 3
Las usinas culturales forman parte de las po-
de Si me permiten hablar… en 1977 en la editorial líticas culturales impulsadas por el primer go-
Siglo XXI. bierno del Frente Amplio que se desarrollaron
2
“Quizás es el momento de provocar una crisis desde la concepción de ciudadanía cultural. Las
controlada de la institucionalidad cultural y de usinas cuentan con un componente musical a
los modelos de políticas culturales a escala lo- través de una sala de grabación y otro compo-
cal, nacional e internacional. Aprovechar el mo- nente audiovisual, “se ubicaron en territorios
mento para afrontar una ‘deconstrucción’ de formas de vulnerabilidad social en algunos casos, en
y principios tradicionales (o clásicos) para adecuarse otros, en espacios con acceso a bienes y servi-
a la realidad, con esfuerzos por una lectura de la con- cios culturales restringidos” (DNC, s/f).

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sites/default/files/medias/fichiers/2022/09/6.
Desarrollo Cultural para Todos. Ministerio de
MONDIACULT_ES_DRAFT%20FINAL%20
Educación y Cultura.
DECLARATION_FINAL_1.pdf

192 - [revista gestión cultural]


NOVEDADES

Sentarse a la mesa chica.


Cultura y gobiernos locales
PABLO MENDES CALADO Y
CHRISTIAN MORALES
(COMPILADORES)

Tramas de la política
cultural en Argentina
MARIANO MARTÍN ZAMORANO
(COMPILADOR)

COLECCIÓN PRAXIS

La gestión cultural es acción, práctica


y ejercicio. Una forma de ensayo
constante que permite afectar
sentidos e impulsar transformaciones,
pero que pocas veces da tiempo
de sistematizar los aprendizajes.
La colección Praxis busca intervenir
como un archivo analítico de esos
procesos a partir de las reflexiones
de gestoras y gestores culturales que
desarrollan programas, proyectos
e iniciativas en Iberoamérica.

CATÁLOGO COMPLETO ACÁ.

193 - Begoña Ojeda y Hugo Achugar


NOVEDAD

Don patrimonio
y la quebrada
Un recorrido por la patrimonialización
de la Quebrada de Humahuaca

CLARA MANCINI

Este libro investiga cómo se construyó


el valor patrimonial de la Quebrada
de Humahuaca a lo largo del siglo XX
mediante el estudio de las relaciones
tanto entre pasado y memoria, contextos
arqueológicos y sitios históricos como en su
correspondencia con las transformaciones
territoriales de las que estas trayectorias
históricas son subsidiarias. Así, devela
los diferentes procesos de selección y
activación patrimonial de sitios, objetos,
usos, costumbres y prácticas que terminaron
ocupando el lugar de portadores de
memoria.

194 - [revista gestión cultural]

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