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LITERATURA Y DOCENCIA JURÍDICA: CÓMO Y POR QUÉ

Ana Rodríguez Álvarez


Profesora Ayudante Doctora (acreditada a Contratada Doctora)
Universidad de Santiago de Compostela

1. LA LITERATURA EN LA ENSEÑANZA DEL DERECHO: RAZONES PARA IMPLEMENTARLA


En un mundo aquejado del más rampante utilitarismo, ávido en la búsqueda del
beneficio económico a toda costa −y, si se obtiene rápido, mejor−, detenerse a hablar de
Literatura podrá parecer a algunos una herejía. Más aún cuando el debate se pretende
entroncar con una formación universitaria en la que, cada vez más, se fomenta la
preocupación por cuestiones que mucho tienen que ver con la forma y poco con el
fondo. Una Universidad en la que los múltiples indicadores que componen un sistema
de calidad difícilmente pueden medir, en nuestra modesta opinión, el verdadero valor
de lo que se transmite dentro de un aula. Pese a ello, o precisamente por ello, en las
siguientes páginas nos ocuparemos de exponer algunos ejemplos acerca de cómo la
Literatura puede ser empleada en la enseñanza del Derecho.
Con todo, antes de explicar el cómo, quisiéramos detenernos muy brevemente en el
porqué. Si no lo hiciéramos, quizás podría llegarse a la conclusión de que la utilización
de este recurso responde a un entretenimiento superfluo o a un mero ejercicio de
erudición. Nada más lejos de la realidad. La razón última por la que acudimos a la
Literatura está vinculada, a la postre, con el papel que las Universidades –
especialmente las públicas– están llamadas a cumplir en una moderna sociedad
democrática: formar verdaderos ciudadanos con espíritu crítico, no meros
contenedores de información que repiten de manera pasiva y sin cuestionarse lo que se
les ha trasladado1. Y aunque es cierto que para la formación del espíritu crítico existen
muchos caminos, pocos se nos antojan mejores que la Literatura.
Expuesta la premisa de partida, huelga decir que una cuestión de tal calado no se
podrá abordar de manera profunda en el breve espacio de que disponemos. Sin
embargo, basten las siguientes líneas para mencionar algunas ideas que confiamos
puedan dar lugar a la reflexión y al siempre necesario debate.
La Universidad actual –en lo que a nuestro Estado respecta– ya no es, como en sus
orígenes medievales, una institución transmisora de cultura2. Antes bien, desde hace ya
algunas décadas se ha convertido en un lugar en el que se forman técnicos de las más
diversas materias, a los que no se exige durante sus años de carrera la adquisición de
una pátina −ni siquiera leve− de cultura general. Así las cosas, la Universidad forma
1
Con el riesgo de que repitan esta dinámica en su día a día y no se cuestionen nada acerca de la realidad
que les rodea. Sobre esta cuestión, véase NUSSBAUM, M. C., Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita las
Humanidades, Katz editores, Madrid, 2010.
2
Tal es así que, como explica RÁBADE OBRADÓ, M. P., Las universidades en la Edad Media, Arco Libros,
Madrid, 1996, p. 27, durante la Edad Media los estudios de la llamada facultad de Artes se consideraban
de carácter introductorio, necesarios para integrarse en las tres restantes (Derecho, Teología y Medicina).

1
individuos altamente especializados −en el mejor de los casos− en disciplinas como
Derecho, Farmacia, Medicina o Física, obviando la esencia misma de esta institución: la
universitas3.
Desde hace ya demasiado tiempo, las Humanidades están siendo víctima de una crítica
que, a fuerza de repetirse machaconamente, algunos han terminado por creerse: la de
su falta de utilidad. Ya de base, cabría cuestionarse el propio enunciado de este
reproche, toda vez que el concepto mismo de utilidad es relativo. Si utilidad significa
«provecho, conveniencia, interés o fruto que se saca de algo»4, ¿qué significa en
realidad que algo sea útil? ¿Para qué? ¿Para quién? Dependerá5.
Pero no nos engañemos. El origen de este juicio proviene de un hecho evidente, como
es que las Humanidades, en su esencia, escapan de la lógica del mercado, de lo que en
una sociedad capitalista se considera útil: el rendimiento económico puro y duro. Así,
poco a poco, estamos asistiendo a su progresivo destierro, el cual, desafortunadamente,
nos conducirá a «producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada,
acabará por perder el sentido de sí misma y de la vida»6.
Frente a esta tendencia, nos aferramos a la Literatura y abogamos por su uso en las
aulas universitarias como un acto de resistencia. Además, aunque el saber literario
constituye un fin en sí mismo, este tipo de conocimientos repercutirá de modo muy
positivo en nuestro alumnado. Y es que, difícilmente se podrá desempeñar con
excelencia una profesión jurídica, si se carecen de las nociones más elementales de lo
que conforma la base del saber humano7.
Si el Derecho puede ser definido como el conjunto de normas que rigen la vida de una
sociedad, una profunda comprensión del mismo no sólo exige conocer sus principios y
disposiciones más relevantes, sino también la propia cultura (entendida en el sentido
de Ortega y Gasset como el sistema de ideas imperantes en un momento dado 8) en que
éste opera. Las Humanidades en general y la Literatura en particular no son, por tanto,
un aditamento superficial, sino una exigencia imprescindible9.

3
No olvidemos que, desde un punto de vista etimológico, universitas significa conjunto de todas las cosas.
4
Según el Diccionario de la Real Academia.
5
De imprescindible lectura resulta ORDINE, N., La utilidad de lo inútil, Acantilado, Barcelona, 2013. A través
de este manifiesto, el Profesor Ordine sale en defensa de todos aquellos saberes alejados de cualquier
finalidad utilitarista y destaca la importancia de las Humanidades para nuestra formación como
individuos y para la sociedad.
Cfr. también las lúcidas reflexiones contenidas en ORDINE, N., Clásicos para la vida, Acantilado, Barcelona,
2017, pp. 11-48.
6
Así se sostiene muy acertadamente en ORDINE, N., La utilidad de lo inútil, op. cit., p. 25.
7
De ahí que fuera tan acertado el consejo que Felix Frankfurter, magistrado de la Corte Suprema
estadounidense, le dio al joven Paul Claussen allá por 1954: si quería prepararse durante sus años
preuniversitarios para estudiar Derecho, debía leer novelas, escuchar música y contemplar grandes obras
de Arte. Véase la carta con la respuesta de Frankfurter en RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A., «La enseñanza del
Derecho Procesal a través de la Literatura: El honor perdido de Katharina Blum, de Heinrich Böll», REJIE.
Revista Jurídica de Investigación e Innovación Educativa, núm. 9, 2014, p. 3.
8
ORTEGA Y GASSET, J., Misión de la Universidad, Alianza Editorial, Madrid, 1982, p. 62: «cultura es el sistema
de ideas vivas que cada tiempo posee. Mejor: el sistema de ideas desde las cuales el tiempo vive».
9
En esta línea, QUINTERO OLIVARES, G., La enseñanza del Derecho en la encrucijada. Derecho académico, docencia
universitaria y mundo profesional, Civitas Thomson Reuters, Cizur Menor (Navarra), 2010, pp. 131-133, alude
a la necesidad de devolver la dimensión humanística a los estudios de Derecho. Además, apunta que «el

2
Yendo más allá, nos aventuramos a afirmar que los conocimientos jurídicos no bastan,
ni siquiera cuando van unidos a saberes de otra índole. Necesitamos, además, lo que la
filósofa Martha Nussbaum denomina imaginación narrativa. Esto es, «la capacidad de
pensar cómo sería estar en el lugar de otra persona, de interpretar con inteligencia el
relato de esa persona y de entender los sentimientos, los deseos y las expectativas que
podría tener esa persona»10. La Literatura coadyuva, fuera de toda duda, a lograrla.
Pocas muestras hay mejores que el íncipit de El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald.
En él, Nick Carraway –el narrador–, recuerda un consejo que, siendo niño, le había
dado su padre y que desde entonces nunca había dejado de tener presente: «Cada vez
que te sientas inclinado a criticar a alguien –me dijo– ten presente que no todo el
mundo ha tenido tus ventajas...».
En definitiva, se trata de cultivar la comprensión, algo imprescindible en una sociedad
cada vez más polarizada, en la que hemos perdido de vista a los demás y en la parecen
existir únicamente dos grupos: ellos frente a nosotros.
Por supuesto, esto no quiere decir que los lectores voraces sean, per se, mejores y más
bondadosos. Parafraseando a George Steiner, una persona puede leer por la tarde a
Goethe o Rilke, escuchar a Bach o a Schubert y, por la mañana, acudir a su trabajo en
Auschwitz. Pero, siendo conscientes de esta realidad, lo cierto es que, en general, la
lectura fomenta una capacidad determinante en la vida ciudadana: la de la empatía,
que nos permitirá situarnos en el lugar del otro y tratar de comprender, aunque no las
compartamos, sus acciones y actitudes11.
Recientes investigaciones así lo demuestran12. Por ejemplo, en el ámbito de la
Psicología se llevó a cabo un experimento con un grupo de estudiantes universitarios
en el que a una parte de ellos se entregaba el capítulo de una novela. En dicho
fragmento se narraban las difíciles condiciones de vida de una mujer argelina. A otros,
por el contrario, se les daba un texto de no ficción sobre los derechos de las mujeres en
Argelia. El resultado fue que, aquellos a quienes se había entregado el texto de ficción
se mostraron después menos proclives a aceptar las normas argelinas que regulan las
relaciones entre hombres y mujeres: habían empatizado más con su sufrimiento,
encarnado en la protagonista de la novela13.
Una conclusión de este tipo no resulta extraña a quienes amamos los libros. A través de
ellos, nos asomamos a las vidas de otros y a realidades diversas. Nos convertimos en
turistas encerrados en una página. Y, del mismo modo que cuando viajamos, nuestro

estudio del derecho como conjunto de principios y normas positivizadas […], está ligado a un mínimo
conocimiento de la historia y la cultura de cada sociedad […]».
10
NUSSBAUM, M. C., Sin fines de lucro..., op. cit., p. 132.
11
A este respecto, afirma SHECAIRA, F. P., «A importancia da Literatura para juristas (sem exageros),
Anamorphosis. Revista Internacional de Direito e Literatura, vol. 4, núm. 2, 2018, p. 358: «Talvez a literatura
não faça de nós pessoas melhores, mas ela incrementa a nossa capacidade de perceber a complexidade de
questões morais que merecem reflexão cuidadosa».
12
Explica OATLEY, K., Such stuff as dreams. The psychology of fiction, Wiley-Blackwell, Chichester (United
Kingdom), 2011, p. 20, que las resonancias magnéticas realizadas en el marco de estudios científicos
demostraron que, cuando entendemos una frase, no sólo se activan las áreas del cerebro relacionadas con
la escucha y el lenguaje, sino también aquellas que tienen que ver con la acción que dicha oración describe.
13
OATLEY, K., Such stuff as dreams..., op. cit., pp. 172 y 173.

3
mundo y nuestra visión se ensanchan, haciéndonos mejores juristas y, lo que es más
importante, mejores ciudadanos14.
Si, pese a lo apuntado, hay quien sigue pensando que la Literatura únicamente tiene
valor en el mundo del Derecho en la medida en que reporte alguna utilidad práctica,
señalaremos un par de aplicaciones.
La primera tiene que ver con una de las destrezas que los juristas más necesitan en su
quehacer diario: la de escritura. Huelga decir que, como regla general, cuanto más se
lee, mejor se redacta. De este modo, acumular lecturas mejorará nuestros escritos. Unos
escritos que en el ámbito del proceso, por cierto, se configurarán en ocasiones como
verdaderos relatos (piénsese en los relatos de hechos de las demandas, en los de hechos
probados de la sentencia, etc.)15.
La segunda aplicación enlaza con la denominada jurisprudencia literaria. No podemos
detenernos en esta sede a explicar pormenorizadamente en qué consiste 16. Pero baste
señalar que con dicha expresión nos referimos a aquellas sentencias que aluden en su
argumentación a obras literarias, ya sea a través de citas literales, ideas extraídas de su
lectura, mención a sus personajes... Esto es, se trata de resoluciones que utilizan la
Literatura como una herramienta al servicio de la Justicia. Así las cosas, quienes
conozcan las referencias literarias −no sólo los jueces, también abogados, fiscales, etc.−,
podrán emplearlas como recurso argumentativo en la práctica forense. Que no se diga
que la ficción no puede ser útil.

2. MODOS DE LLEVARLO A CABO: ALGUNAS PROPUESTAS


A pesar de que la Literatura puede introducirse en las aulas de Derecho de maneras
muy diversas −que no se agotan, desde luego, en las que a continuación se expondrán−,
quisiéramos ofrecer tres ejemplos prácticos: la denominada «lección cero» del
programa, el proyecto «Una semana, un libro» y la Literatura como pórtico de la
cuestión jurídica.

2.1. La «lección cero» del programa de Derecho Procesal


Un primer acercamiento a esta cuestión puede producirse a través de una lección
introductoria al Derecho Procesal. Esto es, el primer día de clase, en lugar de abordar el

14
Por su parte, OATLEY, K., Such stuff as dreams..., op. cit., p. 158, utiliza la metáfora del metáfora del
simulador de vuelo. El simulador permite que, quienes están aprendiendo a pilotar, se enfrenten a un
amplio espectro de experiencias. De este modo, si alguna de ellas se produjera en la vida real, el piloto
sabrá cómo reaccionar, pues, aun salvando las distancias, no será la primera vez que la afronte. Algo
similar acontecería con lo que leemos.
15
Sobre la configuración narrativa del proceso véase TARANILLA GARCÍA, R., La Justicia narrante. Un estudio
sobre el discurso de los hechos en el proceso penal, Thomson Reuters Aranzadi, Cizur Menor (Navarra), 2012.
En cuanto al uso de la narración en la docencia del Derecho Procesal, cfr. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A., «El
proceso es un cuento: el storytelling en la docencia del Derecho procesal», Reduca (Derecho). Serie Derecho
Procesal, vol. 5 (1), 2014.
16
Para profundizar en esta cuestión, nos remitimos a nuestro trabajo RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A.,
«Jurisprudencia literaria: ¿hacia una justicia poética?», en BUJOSA VADELL, L. M. (Dir.), Derecho y lingüística.
La lengua jurídica al alcance del ciudadano, (en prensa).

4
tema uno del programa de la asignatura que corresponda, puede ofrecerse al
alumnado una panorámica de todos los lugares –entre ellos, la Literatura–, en los que
se pueden encontrar con manifestaciones y muestras del objeto de nuestra disciplina.
De ser posible, esta «lección cero» debería impartirse en Introducción al Derecho
Procesal.
El objetivo de esta primera lección es que el alumnado aprenda algo muy relevante
que, paradójicamente, no se encuentra en los programas: que el Derecho Procesal no
sólo está en los manuales, en las leyes y en los tribunales, sino en todas partes.
Para que puedan comprobar esta afirmación, se destina esta primera clase a poner
ejemplos que permiten corroborar la premisa de partida. Es recomendable empezar por
los más obvios como los medios de comunicación, para seguir el recorrido en un
constante in crescendo: Cine, series, Literatura (tanto narrativa como poesía), Arte y
Música. Tratando de huir de los ejemplos más manidos y paradigmáticos, podría
hablarse de películas como La dama de oro o Harry Potter y la orden del fénix; de las series
Juego de Tronos o Los Simpson; de novelas como Muerte de un silencio, de Clémence
Boulouque; del poema «El traidor», de Benjamín Prado; del cuadro El auto de fe, de
Francisco de Goya; de la pintora Artemisia Gentileschi 17; y de canciones como Juro que,
de Rosalía18.
Tras efectuar este recorrido a lo largo de la clase y, para finalizar, se debería reflexionar
con el alumnado acerca de la importancia del Derecho Procesal, más allá de las razones
obvias (superar el examen, afrontar el ejercicio profesional, etc.): conocer el Derecho
Procesal es relevante porque, en último término, forma parte de la vida y, por ende, les
permitirá comprender mejor el mundo que les rodea.

2.2. El proyecto «Una semana, un libro»


Otra de las opciones que permitirían emplear la Literatura en la docencia jurídica es a
través del que hemos venido a denominar «Proyecto Una semana, un libro», actividad
inspirada en la obra Clásicos para la vida, de Nuccio Ordine.
En este libro, Ordine recoge una antología de textos clásicos a los que acompaña de un
breve comentario19. Como él mismo explica, se trata en realidad de los fragmentos que
emplea en sus propias clases. Y es que, dejando a un lado la explicación del programa,
todos los lunes el profesor Ordine se adentra por unos minutos en algunas obras que
considera imprescindibles.

17
Cfr. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A., «Artemisia Gentileschi: un primer y brevísimo apunte sobre su proceso
por violación» (pendiente de publicación).
18
Una explicación más detallada de esta propuesta puede leerse en RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A., «El Derecho
Procesal en el Arte, el Cine, la Literatura y la Música: una primera lección para neófitos», Italian Society for
Law and Literature Papers, vol. 10, 2017. Disponible en:
http://amsacta.unibo.it/5723/2/Rodriguez_ISLL_Papers_2017.pdf
19
Existe una segunda parte, sin traducir todavía al castellano: O RDINE, N., Gli uomini non sono isole. I classici
ci aiutano a vivere, La nave di Teseo, Milano, 2018.

5
Aunque sin duda con menor éxito y maestría, a través de esta experiencia hemos
tratado de emularlo. Al igual que él, destinábamos el tramo final de una de las clases
de la semana a hablar de una obra literaria vinculada con algún aspecto de la materia.
Comenzábamos con la lectura de un fragmento, al que seguía un breve comentario. En
dicho comentario se ofrecía una sinopsis del libro (por supuesto, sin desentrañar la
trama) y se mencionaban las cuestiones jurídicas más destacadas.
A pesar de que esta actividad se podría articular de muchas maneras distintas, en
nuestro caso, la lectura de las obras no era obligatoria. No queríamos que el alumnado
se viese compelido a leerlas, sino que libremente, en función de su tiempo y de sus
inquietudes, se acercase a las recomendaciones que más le interesasen.
Una de las preguntas que surgen cuando se desarrollan este tipo de experiencias es qué
libros escogemos. Por supuesto, los clásicos siempre son una gran opción y la lista aquí
es infinita: El proceso, de Kafka; Los hermanos Karamazov, de Dostoievski; Matar un
ruiseñor, de Lee; La casa lúgubre, de Dickens; El mercader de Venecia, de Shakespeare, y
un largo etcétera.
Sin embargo, en nuestra opinión, no debemos abusar de ellos. Con esto no queremos
trasladar la idea de que debamos relegarlos. Simplemente consideramos que no
deberíamos centrar todas nuestras actividades y referencias en torno a ellos. Parte de
nuestro alumnado quizás no tenga el hábito de la lectura y, aludir única y
exclusivamente a obras señeras puede que no les incentive mucho a acercarse a alguna
de las recomendaciones.
Además, creemos que también es conveniente que con esta actividad ampliemos
nuestro abanico de lecturas y descubramos obras nuevas. Si sólo recurrimos a los
clásicos, no lo lograremos: los hayamos leído o no, todos conocemos en mayor o menor
medida su trama.
A modo de ejemplo, podríamos servirnos de novelas como El adversario, de Emmanuel
Carrère; La ley del menor, de Ian McEwan; El lector, de Bernhard Schlink; Laëtitia o el fin
de los hombres, de Iván Jablonka; Sostiene Pereira, de Antonio Tabucchi; El teatro de la
memoria, de Leonardo Sciascia; Elisa y Marcela. Amigas y amantes, de Narciso de Gabriel;
Los muertos de aquel verano, de Carlos Casares y, de nuevo, un largo etcétera.
Así las cosas, el proyecto «Una semana, un libro» hace que el alumnado se acerque al
Derecho Procesal desde una óptica distinta a la tradicional, la cual le permite, a su vez,
descubrir nuevas lecturas. En nuestra opinión, la experiencia ha sido satisfactoria para
ambas partes. De hecho, varios alumnos y alumnas no sólo se han animado a leer
algunas de estas obras, sino que, lejos de adoptar un papel pasivo, ellos mismos
comenzaron a hacer recomendaciones de libros, series, películas, etc. de gran interés. Se
creó, en definitiva, una sinergia más que positiva. Quién sabe si, quizás, el siguiente
paso debiera ser conformar un club de lectura…

2.3. La Literatura como pórtico de la cuestión jurídica


Como tercera propuesta, la Literatura puede emplearse como punto de partida a la
hora de abordar los distintos temas del programa. De este modo, la clase podría

6
iniciarse con la lectura de un relato o de un fragmento literario que sirviera como
primer acercamiento a los contenidos que, a continuación, se pretenden explicar en el
aula.
Por ejemplo, tal y como expusimos más detalladamente en un anterior trabajo 20, el
relato «Un jurado de sus iguales», escrito por la estadounidense Susan Glaspell en
1917, constituye una introducción perfecta acerca de la necesaria inclusión de la
perspectiva de género en el sistema de Justicia. Partiendo de la lectura del texto de
Glaspell y tras la exposición del docente, el alumnado podría analizar y posteriormente
debatir, no sólo la situación pretérita en esta materia, sino también la actual y las
perspectivas de futuro. En este sentido, podrían ilustrar sus posicionamientos con
normas y sentencias que, aún a día de hoy, recurran a patrones e ideas androcéntricas.
Y, tras ello, podrían ofrecer versiones alternativas de esas normas y resoluciones
aplicando la perspectiva de género.
Por otro lado, el siguiente fragmento de la obra de teatro Terror, de Von Schirac,
serviría para reflexionar acerca del papel que el lenguaje desempeña en el proceso
judicial21 y, sobre todo, qué implica la acción de juzgar en la sociedad de nuestros días:
«En un proceso reproducimos los hechos, el tribunal es un escenario. Naturalmente, no
representamos una obra de teatro, a fin de cuentas no somos actores. Reproducimos los
hechos a través del lenguaje, es la forma que tenemos de comprenderlos. Es un método
que lleva mucho tiempo demostrando su eficacia. Cientos de años atrás, los jueces se
reunían en un lugar especial que se consideraba sagrado, el thing. Por aquel entonces
impartir justicia significaba volver a poner orden en el caos. Cuando sucedía una
desgracia —por ejemplo, el ataque de una tribu desconocida—, en ese lugar se discutía
sobre: ¿a qué mujer habían violado en el asalto?, ¿qué cabaña habían quemado?, ¿a qué
hombre habían asesinado? Nuestros antepasados sabían que de ese modo la maldad
dejaba de sembrar el terror. ¿Sucede lo mismo hoy en día? No estoy seguro. Pero
hemos de intentarlo. Un juez desconoce la categoría “maldad”. Sus sentencias no son el
infierno y la perdición, sino la absolución, la prisión o el internamiento preventivo.
Así pues, juzguen con calma y serenidad. Y sobre todo: recuerden que tienen ante
ustedes a un ser humano con los mismos sueños que ustedes, las mismas necesidades,
y que ansía, como ustedes, la felicidad. Por lo tanto, conserven su humanidad al
juzgarlo»22.

3. A MODO DE CONCLUSIÓN
El objetivo de estas páginas pasaba por resaltar algunas de las bondades del uso de la
Literatura en el marco de las aulas de Derecho, ofreciendo algunos ejemplos sobre
cómo implementarla.
20
Vid. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A., «Una jaula rota: la perspectiva de género en la Justicia a partir de “Un
jurado de sus iguales”, de Susan Glaspell», en A LONSO SALGADO, C. y OTERO CRESPO, M. (Dirs.), Innovación
docente e investigadora en Derecho, Colex, Madrid, 2019.
21
Sobre esta cuestión, vid. RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A., «Lenguaje jurídico y justo proceso», en ÁLVAREZ
ALARCÓN, A.; GARCÍA MOLINA, P. (Dirs.), Tendencias actuales del Derecho Procesal, Comares, Granada, 2019,
pp. 233-245.
22
VON SCHIRAC, F., Terror, Salamandra, Barcelona, 2019, p. 10.

7
Es cierto que una actuación de este tipo no supone más que un parche y que lo
realmente necesario sería repensar nuestro modelo de Universidad. Pero, mientras esos
cambios más ambiciosos −y necesarios− no se produzcan, podemos llevar a cabo
algunas pequeñas acciones en nuestros propios ámbitos. Podemos emplear la
Literatura, como apuntábamos, a modo de acto de resistencia, mostrando a su través la
función capital que la cultura cumple en una sociedad democrática: un papel de crítica,
de reflexión y de cambio al que el Derecho, como producto de esa sociedad, no puede
ni debe ser ajeno23.
Puede que las Humanidades no sirvan para ganar dinero, pero sirven, como señala
Nusbaum, para algo más valioso: «para formar un mundo en el que valga la pena
vivir»24.
Sin la Literatura, sin los libros, nos sentiríamos desde luego más solos, más perdidos;
nos haríamos menos preguntas, tendríamos menos respuestas y nos conoceríamos
peor. A ellos recurrimos y en ellos nos refugiamos. Los libros nos consuelan porque, a
fin de cuentas, comparten nuestra misma naturaleza: ellos, como nosotros, están
hechos de la sustancia de los sueños. Puede que nuestros alumnos ya sepan todo esto.
Pero, si no fuera así, nuestro deber es enseñárselo. Probablemente sea ésta y no otra la
lección más importante del programa.

4. BIBLIOGRAFÍA
BRUNER, J., La fábrica de historias. Derecho, Literatura y vida, Fondo de cultura económica,
Buenos Aires, 2003.
MIRANDA BOTO, J. M., «La lectura de los clásicos como refuerzo de la enseñanza del
Derecho. A propósito de Marianela, de Benito Pérez Galdós», Dereito: revista
xurídica da Universidade de Santiago de Compostela, vol. 18, núm. 2, 2009.
NUSSBAUM, M. C., Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita las Humanidades, Katz
editores, Madrid, 2010.
NUSSBAUM, M. C., El cultivo de la humanidad. Una defensa clásica de la reforma en la
educación liberal, Paidós, Barcelona, 2005.
NUSSBAUM, M. C., Justicia poética, editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1997.
OATLEY, K., Such stuff as dreams. The psychology of fiction, Wiley-Blackwell, Chichester
(United Kingdom), 2011.
ORDINE, N., Gli uomini non sono isole. I classici ci aiutano a vivere, La nave di Teseo,
Milano, 2018.
ORDINE, N., Clásicos para la vida, Acantilado, Barcelona, 2017.

23
De hecho, en ocasiones la Literatura ha permitido generar un encendido debate social en torno a
relevantes cuestiones jurídicas. Así, Bruner destaca la importancia que tuvo la novela La cabaña del Tío Tom,
de Harriet Beecher Stowe, en la lucha abolicionista. Según el autor, esta obra «no hizo menos que cualquier
debate parlamentario para que se precipitara la guerra civil estadounidense». Cfr. BRUNER, J., La fábrica de historias.
Derecho, Literatura y vida, Fondo de cultura económica, Buenos Aires, 2003, p. 23.
24
NUSSBAUM, M. C., Sin fines de lucro..., op. cit., p. 189.

8
ORDINE, N., La utilidad de lo inútil, Acantilado, Barcelona, 2013.
ORTEGA Y GASSET, J., Misión de la Universidad, Alianza Editorial, Madrid, 1982.
QUINTERO OLIVARES, G., La enseñanza del Derecho en la encrucijada. Derecho académico,
docencia universitaria y mundo profesional, Civitas Thomson Reuters, Cizur Menor
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igualdad, Tirant lo Blanch, Valencia, 2021.
RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A., «Lenguaje jurídico y justo proceso», en ÁLVAREZ ALARCÓN,
A.; GARCÍA MOLINA, P. (Dirs.), Tendencias actuales del Derecho Procesal, Comares,
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de “Un jurado de sus iguales”, de Susan Glaspell», en A LONSO SALGADO, C. y
OTERO CRESPO, M. (Dirs.), Innovación docente e investigadora en Derecho, Colex,
Madrid, 2019.
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estupenda», Italian Society for Law and Literature Papers, vol. 11, 2018. Disponible
en: http://amsacta.unibo.it/6037/
RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A., «El Derecho Procesal en el Arte, el Cine, la Literatura y la
Música: una primera lección para neófitos», Italian Society for Law and Literature
Papers, vol. 10, 2017. Disponible en:
http://amsacta.unibo.it/5723/2/Rodriguez_ISLL_Papers_2017.pdf
RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A., «El proceso es un cuento: el storytelling en la docencia del
Derecho procesal», Reduca (Derecho). Serie Derecho Procesal, vol. 5 (1), 2014.
Disponible en:
http://www.revistareduca.es/index.php/reduca-derecho/article/view/1848/1864
RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, A., «La enseñanza del Derecho Procesal a través de la Literatura:
El honor perdido de Katharina Blum, de Heinrich Böll», REJIE. Revista Jurídica
de Investigación e Innovación Educativa, núm. 9, 2014. Disponible en:
https://www.eumed.net/rev/rejie/09/derecho-procesal.html
SHECAIRA, F. P., «A importancia da Literatura para juristas (sem exageros),
Anamorphosis. Revista Internacional de Direito e Literatura, vol. 4, núm. 2, 2018.
TARANILLA GARCÍA, R., La Justicia narrante. Un estudio sobre el discurso de los hechos en el
proceso penal, Thomson Reuters Aranzadi, Cizur Menor (Navarra), 2012.
VON SCHIRAC, F., Terror, Salamandra, Barcelona, 2019.

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