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Había una vez un pato llamado Hugo que vivía en un estanque rodeado de altos árboles

y flores de colores brillantes. Hugo era un pato muy curioso y aventurero, siempre
ansioso por explorar más allá de los límites del estanque y descubrir nuevos lugares.

Un día, mientras nadaba por el estanque, Hugo notó un brillo extraño proveniente de
una cueva en la orilla opuesta. Intrigado, decidió acercarse para investigar. Cuando llegó
a la cueva, descubrió una antigua lámpara de aspecto misterioso.

Sin pensarlo dos veces, Hugo frotó la lámpara y, para su sorpresa, apareció un genio en
forma de pez dorado. El genio le concedió a Hugo tres deseos como agradecimiento por
liberarlo de su encierro en la lámpara.

Después de pensarlo cuidadosamente, Hugo decidió que su primer deseo sería volar
como los pájaros. En un abrir y cerrar de ojos, el genio lo transformó en un pato capaz
de volar por los cielos con la misma gracia y libertad que los pájaros.

Con sus nuevas alas, Hugo se aventuró más allá del estanque y descubrió paisajes
increíbles y lugares que nunca había imaginado. Voló sobre montañas cubiertas de
nieve, surcó valles verdes y se maravilló con la inmensidad del océano.

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, Hugo comenzó a extrañar su hogar en el
estanque y a sus amigos patos. Se dio cuenta de que, aunque volar era emocionante, su
verdadera felicidad estaba en su hogar y en las amistades que había dejado atrás.

Con su segundo deseo, Hugo pidió volver a su forma original de pato. Agradecido por la
experiencia de volar, decidió guardar su último deseo para otra ocasión y regresó al
estanque, donde fue recibido con alegría por sus amigos patos.

Desde entonces, Hugo siguió siendo un pato aventurero, pero ahora valoraba aún más
su hogar y la compañía de sus amigos. Y aunque guardó el secreto de su encuentro con
el genio, siempre recordó la lección de que, a veces, la verdadera magia reside en las
cosas simples y en las amistades que atesoramos.

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