Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
#1 The Virgin Rule Book
#1 The Virgin Rule Book
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo
alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus
redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando a sus libros e
2 incluso haciendo una reseña en tu blog o foro.
Permíteme aclarar algunas cosas. No asistí a la boda con la intención
de bailar con el padrino, desafiarlo a mostrarme una foto muy sexy en su
teléfono, o besarlo accidentalmente en el ascensor del hotel luego de que la
recepción acabara.
Rules of Love #1
SINOPSIS 12 26
ÍNDICE 13 27
PRÓLOGO 14 28
1 15 29
2 16 30
3 17 31
4 18 32
4
5 19 EPÍLOGO
6 20 EPÍLOGO
7 21 OTRO EPÍLOGO
8 22 PRÓXIMO LIBRO
9 23 SOBRE LA
10 24 AUTORA
11 25 CRÉDITOS
Nadia
U
na mujer necesita tres cosas en su bolso cuando sale con sus
amigos por la noche: pañuelos de papel, lápiz labial y una
multiherramienta Leatherman.
Lo ideal para abrir la cerradura de la puerta de un baño si, por
ejemplo, tu mejor amiga se queda atrapada en el baño de mujeres en el hotel
The Extravagant justo antes del concierto con entradas agotadas que están
allí para ver.
6 El lado secreto.
Tengo el mío. Oh, diablos, vaya si lo tengo. Tengo un cajón lleno de
información clasificada sobre moi.
Y cuando se trata de citas, emparejamiento y otras formas de
asociación, rara vez comparto información secreta. Primera cita, segunda
cita, no recuerdo cuándo fue la última vez que tuve una tercera, nunca he
sido de las que derraman información privilegiada sobre el corazón, la mente
y el cuerpo de Nadia Harlowe.
Y así ha sido. Hasta la boda de mi hermano, cuando pedí ver la foto
del pene del padrino.
Con eso, mi secreto comienza a desvelarse, y una vez que lo hace, no
hay forma de volver a esconderlo.
Crosby
E
s oficial.
Soy radioactivo.
Los fiascos de mi relación se han vuelto tan malos que
pertenecen a una lista de los cinco mejores de BuzzFeed. De
hecho, tengo suerte de que ningún sabio haya hecho uno.
Enfrentado con la factura final de mi abogado, miro detenidamente
los resultados de mi último fracaso en el grupo de las citas. Mi prima Rachel
7 me presentó a Daria, una oradora motivacional que estuvo muy motivada
en vender una foto picante de mi parte favorita del cuerpo a una publicación
sórdida.
Bien, bien. No debería haberle enviado a Daria la foto sucia en primer
lugar, pero deberías haber visto la que ella me envió.
Junto con un desafío: La pelota está en tu cancha.
Y mis pelotas casi terminan en la corte como evidencia de su crimen.
Eso fue divertido.
Y costoso. Desde mi cómodo sofá, presiono enviar el pago a Bentley &
Cohen Partners y suspiro.
—Buen viaje, Daria —murmuro. Terminé esa aventura hace meses,
pero los restos tardaron todo este tiempo en limpiarse.
Rachel se culpa a sí misma por la debacle de Daria, y ha estado
enviando mensajes de texto a diario para preguntar cómo estoy o para
enviarme una foto de sus gatitos persiguiendo sus colas, o para reenviarme
una columna particularmente ingeniosa de mi sitio favorito de sátira
política.
Pero piensa que una nueva mujer compensará que la última fuera un
huevo podrido.
¿Qué tal Rosemary, la maestra de escuela? ¿Y Marisa, la dueña de la
boutique?
Y este último que acaba de llegar:
Rachel: ¿Puedo hacerte una cita con mi fabulosa amiga Sasha? ¡Ella
es enfermera! Le encanta el béisbol, rescatar animales y hacer caminatas en
Muir Woods, al igual que a ti. Además, es un amor.
Ha incluido una foto de su amiga, una hermosa pelirroja sonriendo en
la cima de una montaña que acaba de escalar, pero ni siquiera estoy
tentado.
De acuerdo, estoy un poco tentado. No estoy hecho de hierro, y la
compañera de senderismo de Rachel está muy caliente.
Pero estoy pasando una hoja nueva.
Me pongo de pie, agarro mis llaves y respondo mientras salgo a Pacific
Heights.
Crosby: Te quiero, Rach, pero me voy a la banca. Estoy fuera de la
8 carrera por citas, contactos, conexiones, situaciones o más.
Rachel: ¿En serio? ¿Estás diciendo eso? Lo juro, no se parece en nada
a Daria. Todavía me siento terrible.
Crosby: Está todo bien. Y sí, de verdad. Si seguía bateando en dobles
juegos o soy eliminado, mi manager me colocaría en la banca. Así que me
estoy haciendo lo mismo.
Rachel: ¿Ha habido alguna vez un momento en el que no pudieras usar
una analogía con el béisbol?
Crosby: La vida es béisbol.
Rachel: ¡Ah! Entonces, ¿qué pasa si pierdes la oportunidad de un
jonrón con esta mujer mientras estás en la banca?
Crosby: Esa es una oportunidad que tomaré. Tengo que correr, arreglo
de esmoquin con Eric en diez minutos.
Rachel: Pronto conocerás a alguien que será un encanto. ¡Lo sé! Mantén
la fe.
Respondo con una cara sonriente evasiva. Rachel es buena, pero está
completamente equivocada. No conozco encantos. Conozco chicas malas.
Me gustan las chicas malas. Y a las chicas malas les gusto.
Pero no han sido buenas para mí. Por lo tanto, es hora de un cambio.
Metiendo mi teléfono en el bolsillo de mis jeans, me abrocho mi
chaqueta de forro polar, San Francisco es jodidamente frío en febrero, y me
abro paso por Fillmore Street hasta Gabriel's Tuxedos, sintiéndome firme
con mi plan de citas.
El plan de citas cero.
En el béisbol, un jugador a veces necesita sentarse un par de entradas
para reiniciar. Y me imagino que si eso funciona en el béisbol, debe
funcionar para cualquier otra cosa, incluidas las citas.
Me encuentro con mi viejo amigo fuera de la tienda de esmoquin,
chocamos nuestros puños, luego me dirijo a los vestuarios en la parte de
atrás, donde Gabriel nos muestra los trapos de la boda.
Es mi proveedor habitual y también se ocupa de los muchachos de mi
equipo. Tengo mis propios esmóquines, todos los atletas profesionales los
tienen, pero a la novia de Eric le encanta el color azul, así que necesitaba
uno nuevo para sus nupcias.
16 Tengo una idea genial para evitar la tentación de los cupcakes. Pero
para lograrlo, necesitaré la ayuda de la hermana de Eric una vez más.
Nadia
¿Q
uién autorizó todo esto?
Estamos hablando de cajas, estantes, cajones,
bastidores y perchas sobre perchas de ropa. Pilas sobre
pilas de suéteres.
—Mis suéteres se han estado propagando por sí mismos. Esa es la
única explicación —declaro desde el medio de mi vestidor.
Scarlett estudia la escena, tarareando pensativamente antes de
17 responder:
—Es difícil discutir eso. —Encuentra mi mirada, sus ojos verdes
destellando signos de interrogación—. Pero ¿cómo sabes que tus suéteres
se están replicando y no solo se están apareando entre sí cuando no estás
mirando?
La señalo, chasqueando los dedos.
—Quizá sean ambas cosas —digo, señalando la ropa con un gesto
violento. Toda la ropa—. No puedo haber comprado tantas cosas. Es
imposible que comprara tantos zapatos.
Aunque la evidencia sugiere lo contrario: estantes del piso al techo
llenos de tacones, sandalias, zapatos planos, botas.
Mi corazón late más fuerte mientras miro a mis bellezas. ¿Hay algo
mejor que los zapatos?
Pero antes de perderme en la belleza de todos esos pares, tengo que
llegar al fondo de este armario endemoniado.
Toco mi barbilla.
—Recientemente, escuché un podcast sobre posibles desarrollos
científicos en nanotecnología involucrando máquinas, tubos, rayos y cosas
que permitirían que el ADN y el ARN se autorrepliquen. ¿Y si eso le pasó a
mi ropa? —Paso la mano por un cuello en V de cachemira rojo bombero que
usé en una reunión de diciembre del año pasado. Está doblado sobre un
twinset rojo cereza, sobre un cuello alto de color arándano, encaramado
sobre un cuello redondo de color burdeos—. Esto es evidencia, evidencia
clara. ¿Y si mi ropa está en la frontera de la experimentación?
—Sí, eso podría explicar tu armario —dice mi amiga, luego frunce los
labios como intentando contener una risa.
—¿Cierto? Pero eso no es todo. —Salgo del armario, llevando a Scarlett
conmigo. Señalo la pila de seda, lana y vellón ascendiendo al monte
Kilimanjaro de bufandas en mi cama: bufandas que arrojé allí antes
mientras empacaba. Apunto mi dedo ferozmente en dirección del montículo
ofensivo, enrollándome aún más, porque, oh mamá, estoy tan tensa en este
momento—. Tengo sesenta y siete bufandas. Simplemente no es posible que
comprara sesenta y siete bufandas. O se están replicando, o alguien ha
estado metiendo bufandas aquí para hacerme parecer una adicta a las
compras.
Querida Nadia,
Gracias nuevamente por tu participación. Ha sido un placer trabajar
contigo, y estoy encantada de haber tenido la oportunidad de buscar una
pareja para ti. Eres una maravillosa mujer inteligente y vivaz, y sé que algún
día encontrarás al hombre adecuado. Sin embargo, tu situación es
simplemente demasiado irritante, y creo que tendré que dejar de jugar a tu
Cupido. Eres bastante particular (¡como deberías ser!), pero simplemente
parece que no puedo encontrar un hombre que cumpla con tus criterios.
Eres un poquito directa, te gusta decir las cosas como son, y resulta que
tienes más dinero que la mayoría de los hombres a los que represento. Eso
tiende a asustar a los hombres. ¿Quizás consideres donar tus riquezas a la
caridad? Entonces, podría ser más fácil encontrar una pareja adecuada.
Te deseo todo lo mejor,
Samantha
24 ¿Digamos ocupada?
Quiero enorgullecer a mi padre. Cuando murió, dividió sus negocios
equitativamente, dejándolos a sus tres hijos: Eric dirige la firma de capital
privado, Brooke supervisa las propiedades inmobiliarias y yo tengo el
equipo.
Necesito ir a San Francisco lista para abordar el trabajo y eso es todo.
No necesito sesenta y siete bufandas para lograrlo.
O innumerables zapatos.
Necesito deshacerme de los recordatorios de mi falta de citas.
—Sabes, ¿qué? Al diablo con Samantha Valentine. No necesito un
hombre. Mi trabajo es llevar el Trofeo Lombardi a los Hawks —respondo
decididamente.
Scarlett agita pompones imaginarios.
—Dos, cuatro, seis, ocho, ¿a quién apreciamos? ¡Nadia!
Alzo una mano en el aire como una oradora.
—Me voy a San Francisco adoptando la soltería. He intentado tener
citas durante el último año, pero estoy siguiendo adelante. Tengo peces más
grandes que freír —declaro—. Y comenzaré con una recolecta de ropa.
—Bravo —dice Scarlett, aplaudiendo.
Envalentonada por su amistad y por mi determinación nueva, entro
tranquilamente en mi habitación, arrojo mi teléfono al borde de la cama y
luego me dirijo al armario, donde agarro un par de tacones negros.
—Los zapatos son solo una sublimación. Los zapatos son mejores que
los collares, mejores que los pendientes, mejores que el sexo, o eso he oído,
pero es hora de decir adiós.
Scarlett chasquea la lengua.
—Mmm. Voy a tener que estar en desacuerdo con eso último. Pero
independientemente, donemos ese par de tacones. —Hace un gesto hacia
un par de tacones plateados con una correa fina—. ¿Qué hay de esos
también? Parecen nuevos, pero estaba contigo cuando los compraste hace
un año. ¿Siquiera los has usado?
Cuadro mis hombros, enderezándome.
29
Crosby
C
hica salvaje.
Es difícil para mí llamarla de otra manera que no sea
el apodo que le di cuando éramos niños.
Desde que la conocí cuando estábamos en la escuela
primaria, Nadia Harlowe ha sido una demonio de Tasmania. Un torbellino
salvaje de energía, chispa y todo tipo de descaro.
Dos años más joven que yo, ella era la definición de las palabras
30 persona explosiva. Siempre se unía a Eric y a mí para hacer deporte en el
parque, balancear un bate o jugar a correr en un juego de fútbol americano
con banderas. En casa, le encantaba poner su música a todo volumen en
su dormitorio, fingir que estaba cantando con un cepillo para el cabello y
desafiarnos a cantar, generalmente Kelly Clarkson, Gwen Stefani o
Lifehouse. Llena de confianza e inteligencia, Nadia nunca se quedó callada
en la mesa. Mientras comía pollo y arroz, recitaba preguntas sobre el colegio
electoral, la igualdad salarial o científicas famosas.
Hizo de cada comida en la casa Harlowe un debate interesante y ese
espíritu ardiente también viajaba con ella fuera de la casa.
Un fin de semana cuando tenía diecisiete años y ella quince, su familia
me llevó a esquiar con ellos a Tahoe. Intrépida al máximo, Nadia corrió por
los senderos del Sugar Bowl en su tabla de snowboard, esquivando a los
magnates, doblando en las curvas y abordando todo tipo de terreno.
Siempre dispuesta a volver a hacerlo.
Por eso es la Chica Salvaje, el nombre que le di en mi teléfono.
Mientras camino por Fillmore, pasando por una boutique con
bufandas y chucherías en la ventana, mi teléfono suena y una foto de ella
aparece en la pantalla.
Es una foto de ella de la Gala de Premios LGO de Excelencia en
Deportes del año pasado. Ambos asistimos: ella para los premios de fútbol,
yo para los de béisbol. Cuando la vi en la gala, me acerqué a ella, la rodeé
mis brazos, la besé en la mejilla y le dije:
—Por favor, dime que me guardaste un lugar en tu tarjeta de baile.
Se rio, me devolvió el abrazo y dijo:
—Si alguna vez bailan en estos premios, me voy de aquí.
En su lugar, tomamos una copa, nos pusimos al día y brindamos por
el próximo año, ya que ninguno de los dos había ganado esa noche.
Pero maldita sea, se veía bien. Y me alegro de haber tomado esa foto
de ella ataviada con un vestido rojo rubí que adoraba sus curvas, su cabello
oscuro recogido en uno de esos elegantes moños y sus ojos viéndose
ahumados.
Sonrío cuando Nadia, con los ojos ahumados y un vestido rojo,
aparece en mi pantalla.
—Chica salvaje —digo, agradable y llevadero cuando respondo.
—Aspirante a All-Star —responde, usando su apodo para mí cuando
31 éramos más jóvenes y estaba lleno de esperanzas, sueños y bravuconería de
ojos enérgicos.
—¿Sabes que puedes llamarme All-Star ahora? Puedes dejar la parte
de “aspirante” —digo a la vez que ajusto el teléfono contra mi oído.
—Mmm. Pero me gusta mantenerte alerta. Si no lo hago, ¿quién lo
hará?
Teniendo en cuenta lo que acaba de pasar en casa de Gabriel, un
maldito equipo de hombres lo hará. Pero no quiero pensar en los chicos
mientras hablo con una mujer que hace que parezca que los vestidos rojos
se arrojan a sus pies y ruegan por la oportunidad de adornar sus curvas.
—Eres la única, Nadia. Así que sigue así.
—Hablando de los dedos de tus pies, ¿cómo van tus calcetines de la
suerte?
Me detengo en la esquina y los meneo en mis zapatos.
—Felices como perdices de estar en casa y a salvo con su cuidador.
Incluso me he puesto mis moradas hoy.
—¿Y es tu día de suerte?
Con una sonrisa que no puede ver, pero apuesto a que puede oír, le
digo:
—Estoy hablando por teléfono contigo. ¿Cómo no podría ser el más
afortunado?
—La respuesta perfecta, Señor Calcetines Morados —dice, su risa
flotando a través de la línea telefónica.
—Cuéntame algo —digo cuando cambia la luz del semáforo y cruzo la
calle—. ¿Estás emocionada de volver a San Francisco?
—Estoy contando los días —dice, pero su tono es contradictorio: un
poco demasiado alegre y un poco melancólico.
—Tonterías —digo mientras bajo la colina a grandes zancadas,
dirigiéndome al gimnasio a unas pocas cuadras de distancia—. Escucho un
poco de reticencia en tu voz.
—¿Y por qué crees que es así?
—Porque eres una mujer de Las Vegas —digo mientras mi mirada se
fija en el escaparate de la tienda de lencería por la que estoy pasando:
sujetadores de encaje rojos y combinaciones blancas y todo tipo de modelos
32 diminutos que se verían fabulosos en…
¡Vaya!
Para, cerebro. Deja de pensar en mujeres. Obligo a mi mente anfibia a
alejarse de la ropa interior bonita y las curvas encantadoras, de la piel suave
y el aroma de una mujer.
—Vas a extrañar Las Vegas, Nadia. Te encanta apostar. Te encanta el
neón y las vallas publicitarias. Te encanta ganar en la mesa de póquer.
—Eso es verdad. Soy muy buena en póquer. Tal vez solo tenga que
comenzar mi propio juego en San Francisco, abrir un casino, llevar a los
grandes apostadores allí.
Puedo ver eso perfectamente, puedo imaginarla haciendo
precisamente eso.
—Tengo todo tipo de compañeros de equipo a los que les encantaría
un juego de póquer de alto riesgo.
—Fantástico. Molly's Game será mi próximo trabajo —dice, luego
suspira, pero suena contenta—. Y a decir verdad, extrañaré a mis amigos
aquí, pero estoy emocionada de regresar al Área de la Bahía. Ha pasado un
tiempo, pero siempre es bueno estar en casa, aunque tenga mucho de lo que
ocuparme cuando llegue.
—Avísame si necesitas algo cuando llegues, ¿de acuerdo?
—Lo haré. Lo prometo.
—Voy a hacer que cumplas. Y será bueno tenerte aquí. Ha pasado
demasiado tiempo —digo.
—Por eso hice una locura. Llamé como respuesta a tu mensaje de
texto. ¿No es salvaje?
—Entre las muchas razones por las que eres la Chica Salvaje —digo—
. Quiero decir, diablos. ¿Quién hace eso? ¿Llamar en respuesta a un
mensaje de texto? Estás a punto de revolucionar las cosas.
—Esa soy yo —dice a la ligera, luego cambia su tono a un poco más
serio—. Pero cuéntame algo sobre esta solicitud de “hacerte compañía”. La
última vez que hablamos cuando estaba en París por negocios, dijiste que
no estabas seguro de llevar a alguien a la boda de Eric. ¿Cambió algo?
¿Le cuento o no? ¿Le hago saber que he renunciado a las mujeres?
—No voy a llevar a nadie —le digo, sin responder del todo, ya que no
33 estoy completamente seguro de qué decirle. En cambio, aprovecho la
oportunidad para molestarla—. Tenías que mencionar que estuviste en París
por negocios.
Se ríe.
—No solo lo menciono. Estuve realmente allí. Estoy tratando de
expandir más la NFL en Europa y tuve reuniones con especialistas en
marketing.
Tarareo apreciativamente mientras llego a la siguiente manzana.
—Es muy sexy cuando hablas de marketing y expandir los deportes a
otros lugares. Por favor, ¿puedes hacer eso con el béisbol también?
—Si tuviera un equipo de béisbol, lo haría —dice.
¿Tiene idea de lo sexy que es que sea dueña de un equipo? Eso es
calor al nivel del ecuador. Una mujer poderosa. Una mujer segura de sí
misma. Una mujer brillante. Nadia Harlowe lo tiene todo.
Espera.
Tampoco hagas eso, cerebro. No pienses así de la hermana de tu amigo.
Diablos, no pienses así de ninguna mujer ahora mismo. Estás en un tiempo
muerto con las damas.
—Entonces, compra un equipo de béisbol —digo, manteniéndome en
la conversación en lugar de ir por el camino de insinuaciones de director
que pasa por mi mente.
Se ríe.
—Reglas. La NFL las tiene. Si compro un equipo de béisbol, tiene que
ser en San Francisco, entonces, ¿quieres que compre tu equipo o los
Dragons?
Hago una mueca.
—Auch. No hables de comprar a mi rival local.
—¿Qué tal si solo regreso a San Francisco y dirijo el equipo de fútbol?
—Bien, hazlo de esa manera. Pero sabes que amas más el béisbol.
—Amo ambos deportes y me encantan las historias interesantes.
Entonces, ¿cuál es la historia para que de repente quieres que te haga
compañía? ¿Y vas a anotarme como una cita sustituta? ¿Es esto como el
34 comienzo de una comedia romántica en la que acordamos acompañarnos?
Ooh, ¿podemos llamar a nuestra historia Acompañando al Padrino?
—Vendamos los derechos de la película y hagamos una fortuna —
bromeo. Entonces respondo con sinceridad—. Sí, esperaba que pudieras
acompañar al padrino, ya que no voy a traer a nadie. De hecho, me estoy
tomando un descanso de las citas. Estoy oficialmente fuera del mercado
desde ahora hasta los entrenamientos de primavera. Probablemente
también después de eso.
Se ríe mientras me dirijo a la siguiente cuadra.
—Estoy segura de que hay una historia fabulosa detrás de eso. Pero
voy a esperar a escucharlo en persona.
—¿Ya estás encargando el entretenimiento que quieres de mí en la
mesa de la boda? Espero poder cumplir.
—Seguro que espero que puedas, Crosby.
—Estaré preparando todos mis mejores chistes para ti. Todas mis
mejores historias. Voy a ser exhaustivamente entretenido con mi esmoquin
azul. ¿Sabías que a Mariana le gusta el azul?
—¿Hola? Dama de honor aquí. Sí, lo sabía. Y tengo un vestido azul
listo para el evento. Mariana tiene muy buen gusto en vestidos de damas de
honor, y este es bastante bonito.
—También lo es mi esmoquin azul. Tiene algunos volantes rudos y
pantalones acampanados.
Hace un gruñido ronco en su garganta.
—Mmm. Detenme.
Parpadeo, procesando ese sonido. Nadia siempre sonaba así de…
¿sexy? ¿Quizás? Posiblemente. Demonios, se ve sexy, así que es lógico que
suene así también.
—Será difícil detener a alguien una vez que me veas con mis volantes
de boda —bromeo—. Considera esto tu aviso oportuno, porque me veo muy
guapo con él.
—Entonces, ¿crees que no podré apartar mis manos de ti? Porque no
creo que eso vaya a ser un problema —dice, un poco más coqueta de lo
habitual.
Pero tal vez estoy leyendo su tono, escuchando cosas que no deberían
35 estar ahí. Ella y yo siempre lo hemos pasado bien juntos. Siempre he
disfrutado de un ambiente coqueto y amistoso.
Eso es lo que somos. Nada más y nada menos.
—Supongo que tendremos que ver eso. Tal vez sea yo quien no pueda
apartar mis manos de ti —respondo y luego quiero darme un golpe mientras
me acerco al gimnasio.
Se ríe levemente, en una especie de tono desafiante, como si su risa
estuviera diciendo solo pruébame.
—Tendremos que verlo cuando llegue el gran día —dice.
—Supongo que veremos quién es mejor en mantener las manos
alejadas.
—Claro que lo veremos.
¿Por qué le hablo así? ¿Como si fuera a tocarla? No lo haré. Somos
amigos. Ella es la hermana de mi amigo. La conozco desde siempre. No la
voy a tocar. Jamás. Ella es mi acompañante a la boda de su hermano. Para
eso la necesito.
Llego a Total Body Fitness, un poco reacio a terminar esta
conversación. Es tan llevadero hablar con ella. Siempre lo ha sido.
—Oye —le digo con más suavidad.
—Oye tú.
—Me alegro de que vuelvas a la ciudad —digo, hablando desde mi
corazón, no mi necesidad de ser sarcástico—. Ha pasado un tiempo.
—Así es. Demasiado tiempo, Crosby —dice con voz cálida y tierna.
Y ahí vamos. Somos nosotros de nuevo. Como siempre lo hemos sido.
Dos buenos amigos. Un hombre y una mujer que se conocen desde siempre.
—Y aprecio que seas mi acompañante. Será bueno verte —digo.
—Y será bueno para mí evitar que tengas citas —dice.
—Cierto. Eso es cierto —digo con una sonrisa. Estoy a punto de abrir
la puerta del gimnasio cuando se me ocurre una idea—. ¿Puedo ver este
vestido azul de antemano? Ya sabes, si necesito conseguirte un ramillete.
—Es una boda. No es un baile de graduación. Pero un ramillete y una
flor en el ojal suenan un poco divertidos. —Espera un instante, tarareando—
36 . En realidad, a Mariana le encantan las flores. Ella siempre quiere que las
personas tengan las flores que más les gustan. Y estoy bastante segura de
que mi mamá dijo que las otras damas de honor las iban a tener y que
estaban eligiendo las suyas, así que sí, hagámoslo.
—Estoy en ello. Hagámoslo. Será mejor que me envíes una foto de tu
vestido para que sepa exactamente qué color conseguir cuando vaya a la
floristería —digo.
—Considéralo hecho.
Nos despedimos y me dirijo al gimnasio, más emocionado de lo que
esperaba para ir a la boda de mi mejor amigo.
Y no simplemente porque estoy feliz de ver a mi mejor amigo casarse.
Hay un salto en mi paso cuando imagino a su hermana con un vestido
azul.
Cómo podría hundirse entre sus pechos. Cómo podría balancearse en
sus caderas. Llegar a sus rodillas.
Pero eso es peligroso. No debería pensar en ella de esa manera.
Aun así, cuando una imagen aterriza en mi teléfono mientras estoy
trabajando mis cuádriceps, me quedo sin aliento.
El aire sale de mis pulmones.
Y no es por el peso extra. No se debe al entrenamiento.
Es por este maldito vestido y la forma en que se ve con él.
No se limitó a enviarme una foto de su vestido, artísticamente
colocado sobre la cama.
Me envió una foto de ella en una boutique en algún lugar de Las Vegas,
probándose el vestido. Es una selfi en el espejo y está super ardiente.
Nadia está arreglada, sus labios fruncidos como si estuviera a punto
de lanzar un beso y lleva un maldito vestido azul zafiro que se adhiere a su
esbelto y tonificado cuerpo.
Este vestido desafía cualquier idea del horrible atuendo de dama de
honor.
Este vestido es todo atractivo sexual y secretos.
Parece exactamente el tipo de vestido que me va a dificultar sentarme
37 junto a Nadia Harlowe.
Pero ese es el tipo de pensamiento que no puedo considerar.
En cambio, considero la máquina de tríceps y hago todo lo posible
para sacar de mi cabeza los pensamientos prohibidos de esta mujer.
Nadia
U
na semana después, Eric me recoge en el aeropuerto.
—Es el novio sonrojado —digo cuando salgo más allá
de la seguridad hacia un abrazo de hermano mayor.
—Sí, ese soy yo —dice, envolviendo su brazo
alrededor de mí y luego soltándome—. Estoy nervioso y ansioso antes de la
boda.
—Aww. —Le doy una palmada en el hombro—. ¿Quieres que me
38 asegure de que consigas que te froten los pies y te den un masaje antes del
gran día? ¿Así puedes relajarte? —le pregunto, colocando mi bolso en mi
hombro mientras él toma mi equipaje de mano y nos abrimos paso entre la
multitud.
—Eso suena perfecto. ¿Por qué no pasamos un día en el spa?
Hagamos nuestro cabello. —Desliza una mano por su cabello castaño
oscuro, del mismo tono que el mío—. Nos relajaremos y recibiremos
tratamientos con piedras calientes o algo así.
—Perfecto. Quiero asegurarme de que estés totalmente relajado antes
de caminar por el pasillo —digo, apretando su brazo en broma a medida que
atravesamos el aeropuerto de la SFO.
Niega con la cabeza, divertido.
—¿Sabes que Mariana va a ser la que camine por el pasillo hacia mí
en realidad?
—Dios mío, no tenía ni idea. Gracias por aclarármelo —agrego.
Eric levanta la mirada hacia el techo y luego dice, exageradamente
agraviado:
—Mi prometida, mi hermana mayor y mi hermana menor me hacen
pasar un mal rato todos los días.
—Claro que lo hacemos. Y no lo querrías de otra manera —digo,
golpeando su nariz.
—Hablando de caminar por el pasillo, Mariana quiere que tú y Crosby
caminen juntos.
Eso despierta mi interés.
Hace que mi piel hormiguee un poco.
Solo por la mención de su nombre.
Exactamente la reacción que no puedo tener.
—¿A qué se debe? —pregunto, centrándome en el plan de la boda, no
en el plan del hormigueo—. Crosby es el padrino principal y la hermana de
Mariana es la dama de honor.
Eric levanta un dedo para enfatizar.
—Pero el esposo de la hermana de Mariana es padrino, y Mariana
pensó que les gustaría caminar juntos, así que los reunió a ti y a Crosby.
39 Sonrío ampliamente.
—Lo que Mariana quiere, Mariana lo tendrá.
—Estoy bastante seguro de que ese es el secreto de un matrimonio
feliz. Pero —dice, su tono se vuelve serio cuando llegamos a la salida—, nada
de salir con él.
Me da un ataque de tos.
—¿En serio me acabas de advertir que no salga con tu mejor amigo?
¿No suele ser al revés?
Eric niega con la cabeza, sus ojos castaños oscuros son intensos.
—Crosby está en tiempo muerto en este momento. Estoy
personalmente a cargo de asegurarme de que todas las mujeres se
mantengan lejos, muy lejos de él.
Frunzo el ceño.
—No tengo ningún interés en salir con Crosby ni con nadie.
Esa es la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad.
—Bien. Porque es mi deber mantenerlo a flote. Nada de citas, nada de
mujeres, nada de nada.
—Créeme, no salir con Crosby será como… como siempre ha sido.
Crosby y yo somos amigos.
—Bien. Entonces harás tu parte para mantenerlo libre de mujeres
también —dice.
—Por supuesto —digo rápidamente, porque sin duda es un amigo, así
que sin duda estoy de acuerdo con el programa.
Mientras nos deslizamos en la limusina, me digo a mí misma que
prestar atención a la advertencia de Eric será tan fácil como un mariscal de
campo lanzando un pase a un receptor abierto.
Y el receptor lo ejecuta para un touchdown.
Excepto que no habrá puntuación con Crosby.
45
Nadia
¿E sos pañuelos que guardo en mi bolso para una noche de
chicas? No es nada comparado con lo que empaco para una
boda.
Las bodas me hacen llorar.
De acuerdo, bien. Más bien es un borboteo.
Puedo reponer los mares que están desapareciendo en las ceremonias
de boda.
46
Lloro cuando la música comienza, cuando el novio ve el rostro de la
novia, cuando se intercambian los votos.
Eso no es del todo sorprendente, considerando que lloro por los
comerciales de comida para perros. Uno de los mayores patrocinadores de
los Hawks es una compañía de alimentos orgánicos para perros, y cada vez
que veo a ese dulce collie moviendo pacientemente la cola mientras espera
ser adoptado por su persona para toda la vida, estamos hablando de cubetas
llenas de lágrimas.
Es por eso por lo que agarro un paquete extra al día siguiente, lo saco
de un cajón en el baño de mi nuevo ático en Cow Hollow, en la cima de una
colina con una hermosa vista del Puente Golden Gate, la Bahía de San
Francisco y el resplandeciente Océano Pacífico.
Llevo aquí una semana y ya me he mudado por completo. He estado
trabajando duro, yendo y viniendo a reuniones con la ciudad, entrevistando
a candidatos a gerente general.
Este fin de semana estoy libre, enfocada únicamente en las nupcias
de Eric.
Con un vestido azul zafiro también, mi hermana, Brooke, lee Percy
Jackson a su hija de ocho años, Audrey, que está convencida de que quiere
asistir al Campamento Mestizo, como los personajes. Están acurrucadas en
la esquina de mi nuevo sofá gris paloma, rodeadas de cojines morados.
Luego de que Brooke termina un capítulo y cierra el libro, menea un
dedo bien cuidado en mi dirección.
—Vi que solo empacaste dos paquetes de pañuelos, Nadia. Eso no será
suficiente para ti. No olvides que necesitaste una toalla en mi boda.
Su hija se ríe.
—¿Una toalla? ¿Por qué necesitaste una toalla?
Brooke acaricia a su hija con su nariz.
—Tu tía Nadia llora en cada evento. Lloró en mi graduación de
preparatoria. Estuve taaaan avergonzada —dice.
Me burlo de mi hermana mayor.
—Gracias por burlarte de mí por preocuparme de tu rito de iniciación.
Brooke me lanza una sonrisa maliciosa. Ella es particularmente
47 buena en devolver eso en mi dirección.
—Eso no fue nada comparado con lo mucho que lloraste en mi boda
—dice.
—¡Tenía dieciséis años! Estaba hiper emocionada. Mi hermana mayor
se casaba. Además, conoció a su esposo en China y él se mudó a los Estados
Unidos para estar contigo. Eso es asombroso —digo, luego arqueo una ceja
altiva—. O tal vez estaba feliz de que finalmente te mudaras de casa.
—Ouch —dice Brooke, haciendo una mueca de dolor—. Veo que
todavía tienes el espíritu de listilla, Nadia.
—Y veo que todavía tienes el espíritu aplastante de una hermana
mayor —bromeo.
Mi madre repiquetea sus zapatos en el suelo, poniendo una mano en
el hombro de Brooke, siempre la pacificadora.
—Y veo que ambas tienen el espíritu de amarse totalmente.
Señalo a Brooke.
—Sí, pero tengo un corazón hecho de bizcocho y el de ella está tallado
en hielo.
Brooke me lanza una mirada descarada.
—Solo llámame Elsa.
Audrey y Brooke comienzan a interpretar la famosa canción de Frozen,
luego ambas se ríen.
—Sabes que te amo. Y toda la esponjosidad de tu corazón de pastel —
dice Brooke.
Audrey salta del sofá, su liso cabello negro, gracias a los genes de su
padre, trenzado en su espalda.
—Estoy lista para ver a Mariana con su vestido de princesa y luego
comerme todo el pastel.
—Yo también —le digo, ofreciendo una mano para chocar los cinco
con mi sobrina. Ella devuelve el golpe—. El pastel es la mejor parte de las
bodas. Pero pastel de bodas de vainilla, no pastel de corazón.
—Y en esa nota, estamos de acuerdo. —Brooke inclina la frente hacia
la puerta—. Estaré abajo en la limusina con David. Nos vemos allí en unos
minutos.
Se va con su hija para reunirse con su esposo, y solo para estar
48 segura, agarro un paquete más de pañuelos de papel y se lo entrego a mi
mamá.
—Uno más para el camino para mí.
—Toma uno extra para mí también, cariño —dice mi madre en un
susurro confesionario.
—No eres una llorona —le digo con sospecha. Mi madre no es una
mujer fría, pero es más férrea y firme.
Papá siempre fue el llorón. Duro como roca en los negocios y todo un
malvavisco cuando se trata de familia.
Fue quien tuvo lágrimas rodando por sus mejillas cuando acompañó
a Brooke por el pasillo hace nueve años.
Fue quien tuvo un labio inferior tembloroso cuando mi madre recibió
un premio por todo su trabajo filantrópico en San Francisco.
Fue a quien se le quebró la voz cuando Eric le dijo hace dos años que
acababa de conocer a la mujer con la que se iba a casar.
—¿Lo extrañas? —le pregunto a mi mamá.
Ella asiente con la voz tensa.
—Lo extraño.
—Lo querías aquí hoy —digo, y es una declaración, no una pregunta.
—Mucho. Estaría tan orgulloso de Eric. Todo lo que quería para su
hijo era que se enamorara.
—Quería que Eric tuviera lo que ustedes dos tenían —digo, frotando
su brazo.
Tiene los ojos llenos de lágrimas y la atraigo hacia mí para darle un
abrazo.
—También lo extraño mucho —le digo cuando la dejo ir—. Pero sé que
es más difícil para ti. Fue tu único amor verdadero.
Ella retrocede, dándome una sonrisa triste.
—Lo fue. Pero también creo que podemos tener más de un amor
verdadero.
Inclino la cabeza, sorprendida. Ella siempre ha parecido tan vivan las
almas gemelas.
49 —¿Lo crees?
—No estoy buscando ahora, pero amaba el amor. Me encantaba estar
enamorada. Y solo tengo sesenta y cinco. Me gustaría pensar que todavía
me quedan por delante algunos de mis mejores años. Y no me importaría
volver a enamorarme.
Mi corazón se enciende con ese pensamiento. Ante la idea de alguien
que perdió al hombre con el que estuvo casada durante más de treinta años
tiene un corazón lo suficientemente abierto como para volver a amar.
Es un pensamiento inesperado, pero que tiene perfecto sentido ahora
que lo ha expresado.
—Apuesto a que encontrarás a alguien —digo.
Se ríe dubitativa.
—¿Crees que es fácil a los sesenta y cinco?
—Bueno, es difícil a los veinticinco —digo.
Niega con la cabeza.
—Cariño, estoy ganando esta batalla. No hay nada tan difícil como
tener una cita a los sesenta y cinco.
—Bien. Ganas, pero, por otra parte, no sabría cómo son las citas a los
veinticinco. O veinticuatro, o veintitrés.
—Nunca has estado realmente enamorada, ¿verdad?
Me encojo de hombros, agarrando mi bolso plateado mientras nos
dirigimos hacia la puerta.
—Me pareció que era amor unas cuantas veces. Pero recordándolo,
no. Me gustaron mis novios de preparatoria, pero no fue amor. Y al estar en
una universidad para chicas, nunca conocí a nadie de quien me enamorara.
Honestamente, no creo que haya ido lo suficientemente en serio con nadie
como para sentirme así. Quizás por eso lloro en las bodas. Todo se siente
maravilloso, mágico y de alguna manera muy lejano.
Ella aprieta mi mano.
—No siempre se sentirá muy lejano.
50
Pero no importa si mi tiempo está cerca o lejos.
Hoy no se trata de mí. Se trata de mi hermano.
Cuando llegamos al Hotel Luxe en la cima de Nob Hill, encuentro a
Eric en la suite al lado del salón de baile, jugando con su pajarita, los otros
padrinos de boda dando vueltas en el pasillo.
—Para un hermano, te ves fantástico —digo con una sonrisa.
—Para una hermana, te ves decente —dice.
Cuando nos vamos y nos dirigimos hacia los padrinos de boda, Eric
baja la voz y dice:
—No olvides lo que dije el otro día. Sobre Crosby.
Mi frente se frunce.
—¿Por qué me lo recuerdas ahora mismo?
Me lanza una mirada que dice que sabes por qué.
—Has estado un poco enamorada de él, ¿no es así?
Mi mandíbula se abre. Niego con la cabeza en rotunda negación.
Enérgica negación.
—No. Por supuesto que no. Para nada. Ni un poco.
Una ceja dudosa se arquea.
—Nadia, vi cómo lo mirabas cuando eras más joven.
Gruño.
—Debes estar confundiéndome literalmente con todas las demás
mujeres que se cruzaron en su camino.
Eric se encoge de hombros y se alisa las solapas.
—Quizás lo estoy recordando mal. —Frunce el ceño, como si estuviera
tratando de recordar algo. Inclina la cabeza—. ¿O tal vez él estaba
enamorado de ti?
Parpadeo, deteniéndome en seco, mientras el suelo imita un
torbellino. Él no dijo eso.
—¿De qué estás hablando?
—Parecía así cuando éramos más jóvenes —dice Eric, como si esta
51 deliciosa pepita estuviera al mismo nivel que recordar un examen de tercer
año en el que obtuvo una A. Algo mundano y ordinario, cuando en realidad
es todo lo contrario. Es grande y fascinante—. Pero, ¿qué diferencia hace
ahora? —pregunta Eric filosóficamente—. De todos modos, ya no está en el
mercado y me aseguraré de que siga así. Le prometí que lo haría.
—Yo también estoy fuera del mercado —digo, ya que necesito recordar
eso. Necesito subrayarlo, ponerlo en negrita, resaltarlo.
—Bien. Solo me aseguraba. Ambos tienen demasiadas cosas en sus
vidas para que suceda algo. Pero ahora estás de vuelta en la misma ciudad
y sé que días como hoy hacen que la gente haga locuras. Conocí a Mariana
en una boda, así que sé lo que pasa en las bodas.
Pongo los ojos en blanco. Luego los pongo en blanco una vez más
hasta la parte posterior de mi cabeza.
—No va a pasar nada en tu boda —susurro.
Repito ese mantra cuando comienza la ceremonia.
Lo digo un par de veces cuando Eric camina por el pasillo hasta el
frente del salón de baile.
Lo imprimo en mi cerebro varias veces.
Cuando comienza la música para la fiesta nupcial, aprieto algunos
pañuelos estratégicamente alrededor de mi ramo, lista para secarme los
ojos.
Pero resulta que no tengo ganas de llorar cuando veo a Crosby fuera
del salón de baile.
Ocurre lo contrario cuando se acerca a mí, ofreciéndome un ramillete
y luego las palabras:
—Para ti.
Las rosas azules forman brillantes capullos y las desliza en mi
muñeca, junto a mi reloj. Mi respiración se entrecorta cuando sus dedos
rozan mi piel.
No va a pasar nada en la boda.
Sin embargo, mi piel parece sentirse de otra manera, toda iluminada
y eléctrica con el más mínimo toque.
—Precioso —susurro mientras miro las rosas, luego mi anillo de rubí,
que parece captar su reflejo. Aparto la mirada para tomar la botonera
52 decorativa a juego y pegarlo en su solapa. Mis dedos están firmes, pero mis
sentidos son radares frenéticos y fuera de control que se vuelven locos
mientras deslizo el alfiler a través de la parte posterior de la botonera. Un
leve indicio de su loción para después del afeitado llega a mi nariz, el aroma
amaderado y limpio, y revuelve mi cerebro, enviando esas neuronas salvajes
a hiper velocidad.
Huele tan tentador.
Y parece que pertenece a la portada de una revista debajo del título
“Atleta fuerte típicamente norteamericano”.
El traje, la sombra de las cinco, los ojos brillantes.
Todo.
Simplemente todo.
Doy un paso atrás.
—Excelente elección de flores —digo, haciendo todo lo posible por
sonar amigable.
—Me alegra que lo apruebes.
Ofrece su brazo y me empapo de su vista una vez más.
Mi libido ruge, se levanta, me golpea el hombro y susurra como la
diabla que es en mi oído: Se ve increíblemente sexy, ¿no?
Sí, Crosby Cash se ve increíblemente delicioso con ese esmoquin azul
sin volantes y sin pantalones en forma de campana que abraza sus
músculos y muestra su vientre plano y me dan ganas de treparlo como un
árbol.
Se ve increíble con su cabello oscuro que exige que le pasen los dedos,
con su barba que pide que unas manos lo recorran.
Y esos ojos…
Esos ojos que simplemente dicen que se está imaginando a una mujer
desnuda.
Me mira con esos ojos en este mismo segundo.
Mi piel se calienta por todas partes.
Querido Dios, mi conejo va a trabajar horas extras esta noche.
Especialmente cuando Crosby me muestra su sonrisa. Esa sonrisa
53 despreocupada en su rostro estúpidamente hermoso.
Cuando une sus brazos conmigo, un escalofrío recorre mi piel, late
entre mis piernas.
Se inclina más cerca y susurra:
—Ese vestido.
Eso es todo lo que dice.
Dos palabras que si las escribes, si las colocas en el medio de un
póster en una pared, no parecerían intrínsecamente un cumplido sexy y
lujurioso.
Pero de su boca, en este momento, con calor en sus ojos, se sienten
como la cosa más sexy que alguien haya dicho.
Mientras caminamos por el pasillo del brazo, no me siento amigable.
Siento algo completamente diferente. Algo que no he sentido en años.
Quizás nunca.
Un deseo peligroso.
Crosby
D
os semanas.
Mi experimento de apagar-el-reactor-nuclear-de-mi-
vida-amorosa lleva catorce días firme y no le he enviado un
mensaje a una ex ni he mostrado interés.
Demonios, asesiné mi cuenta de Tinder.
Eliminé toda la información de contacto de mis ex de mi teléfono.
60 —Maldita sea.
—Sin embargo, buen intento, de intentar vencerme —dice en una
burla sexy.
—¿Pero “taradas”' es realmente una mala palabra?
—¿Lo dirías en una sala de juntas? —replica—. Esa era la lógica de
mi padre. Si no lo dirás en una sala de juntas, no lo digas.
—Ah, no voy a salas de juntas. Vestuarios para este tipo.
—Y salas de juntas para esta chica. Entonces son “nueces”, “podrido”
e “hijos de un buzón” para mí —dice, dándose golpecitos en el pecho—. En
lugar de “hijos de ya-sabes-qué”.
—Eso es perfecto, los hombres de Las Vegas son hijos de buzones.
Ella se acerca más, bajando su voz a un susurro conspirador.
—¿O has considerado que los espanto con mi perfume anti-hombre?
—¿Como repelente de mosquitos pero para hombres? —pregunto,
como si estuviera procesando este nuevo desarrollo. Metiendo la mano en el
bolsillo delantero de los pantalones de mi traje, agarro mi teléfono, hago clic
en mi aplicación de Amazon y luego hablo—. Alexa, busca repelente anti-
hombre.
La voz fríamente robótica pregunta si quiero repelente de mosquitos.
Nadia niega con la cabeza, sacudiendo su dedo.
—Tienes que pedirle repelente anti-hombre con descuento. ¿No
quieres una ganga?
Asiento, grande y largamente.
—Sí. Me conoces muy bien. —Me aclaro la garganta y hablo más
despacio—. Alexa, enséñame tus Ofertas del Día de repelente anti-hombre.
—No entendí. Por favor, repita esa solicitud —suena la voz de mi
teléfono.
—Espera. Me encargo de esto. —Nadia se inclina más cerca—.
Enséñame repelente de bollos despreciables.
El teléfono permanece en silencio durante unos segundos, luego Alexa
habla.
—Aquí están los resultados para bolas regurgitadas de ganso.
61 Hago una mueca, me estremezco.
Nadia se une a mí, al estilo de una película de terror.
—¿Quién compra bolas regurgitadas de ganso?
—¿Y son para el ganso o el devorador de ganso? —pregunto.
—¿Son incluso orgánicos?
—Batidores de huevos de ganso orgánicos. Aquí hay más resultados
—interviene la voz del teléfono, recogiendo las palabras que ambos dijimos.
Nadia se dobla y se ríe a carcajadas.
—Me niego a creer que eso exista.
—Alexa lo dijo. No puedes discutir con Alexa —digo, apagando la
aplicación y metiendo el teléfono en mi bolsillo.
—Puedo, y lo haré —responde Nadia—. Especialmente porque Alexa
no puede encontrar el perfume anti-hombre que claramente compré en
Subscribe & Save hace unos meses. Quiero decir, ¿de qué otra manera se
puede explicar mi terrible suerte?
—¿Quieres que pruebe tu perfume? ¿Ver si funciona?
—¿No te preocupa que pueda asustarte? —Su voz baja, a un tono que
sugiere que estaría en peligro si mi nariz se acerca a ella.
—Me encargo de esto. Sostén mi cerveza —digo, entregándole una lata
imaginaria.
Respiro hondo, sacudo los brazos y estiro el cuello, preparándome
como si fuera a una batalla.
Menea sus dedos a la altura de su cuello y levanta la barbilla,
dándome espacio. Esa es una imagen hermosa: ella inclinándose, ofreciendo
su cuello.
Poniendo una mano sobre la piel desnuda de su brazo, me felicito por
encontrar una excusa para acercarme a ella.
Pero aun así, todo esto es diversión y juegos.
No importa lo sexy que sea, solo somos amigos pasándolo bien.
Pasándola jodidamente bien.
Sigo mostrando un estado de ánimo bromista, acercándome más. Mi
nariz roza levemente su piel. Mis ojos se cierran. Un gruñido sube por mi
garganta y mis sentidos se vuelven locos.
62
Mis fusibles se disparan, mis nervios se crispan como un cable
eléctrico a punto de romperse.
Nadia Harlowe huele mejor que cualquier fantasía que haya tenido.
Y no quiero que este sueño termine.
Así que me entretengo allí, mi nariz rozándose a lo largo de la delicada
piel de su garganta, drogándome con su olor.
Como un día de verano, pero con un toque floral debajo.
Como una flor tropical después de una tormenta de verano, el tipo de
lluvia vespertina que deja gotas de agua adheridas a tu piel, vagando sobre
la carne suave y húmeda.
Así es cómo huele ella.
Como si llevara un bikini y un pequeño pareo, como si hubiéramos
estado vagando por los jardines verde esmeralda de Kauai, robando besos
en un día caluroso mientras el sol cae y buscamos sombra.
Mi mente está oficialmente en otra parte. Está de vacaciones con
Nadia. Está en Villa Lujuria. En Arena de la Fantasía.
¿No es este el problema? ¿No es esta mi kriptonita? ¿La cuestión que
prometí detener en la tienda de esmoquin?
Por otra parte, tal vez no lo sea.
Porque Nadia y yo no somos el problema.
Ella no es el tipo de mujer a la que necesito resistirme. Ella no es una
ex, no es una mala noticia, no es un problema.
Es todo lo contrario.
Una amiga.
Una muy buena.
Y puedo ser amigo de una mujer sexy como el pecado. No significa que
este cediendo.
De hecho, estoy bien con mi dieta.
Claro, mi amiga huele increíblemente delicioso. Pero no le voy a dar
las llaves de mi auto, el código de mi cuenta bancaria o cualquier parte de
mi corazón.
Y bum. Listo. Salgo de un trance inducido por Nadia así como así.
63 Concentrándose en la amistad. Sigo así, haciendo mi mejor impresión de un
gato vomitando una bola de pelo, al estilo del Gato con Botas en Shrek.
Falsas arcadas, me estremezco como si me repugnara su olor.
—Sí, eso es todo. Claramente eres un anatema para los hombres.
Golpea mi hombro con su ramo. Pero soy un hijo de puta rápido.
Reflejos, los tengo.
Atrapo su muñeca, la que no tiene el ramillete, rodeándola con los
dedos. Mientras mi mano se curva, su respiración se entrecorta. Traga
saliva.
Ah, diablos.
Eso es demasiado difícil de resistir. Incluso para un amigo.
Le planto un beso en la muñeca. Suave, gentil y tal vez con un toque
de mis fantasías tropicales.
Luego la miro a los ojos.
—Mi diligencia debida está hecha.
—¿Y qué has decidido? —pregunta, un poco entrecortada, muy sexy.
Sin soltar su hermosa mirada de ojos marrones, le doy mi honesta
evaluación.
—Los hombres de Las Vegas han logrado las mejores calificaciones en
el campo de imbecilidad. Y por la presente, te doy la bienvenida a San
Francisco en nombre de todos los hombres de la ciudad, como yo, que fueron
educados para apreciar a las mujeres inteligentes, seguras de sí mismas,
extrovertidas, fuertes y hermosas.
Un rubor recorre lentamente su piel y sube por su pecho, extendiendo
puntos gemelos de color rosa por sus mejillas.
—Gracias, Crosby. Necesitaba eso. En realidad, lo aprecio eso —dice
ella, su voz cálida y afectuosa. Luego toma un respiro, pareciendo centrarse
en sí misma. Cuadra sus hombros, y lo tomo como una señal para soltar su
muñeca.
Golpea mi pecho con las flores.
—Y no te olvides, me debes historias. Quiero estar completamente
sumida en tus cuentos durante la recepción. Necesito saber todo sobre tu
descanso de las citas. Somos compañeros.
Exactamente.
64
Somos compañeros.
Ella lo entiende. Yo lo entiendo. Está todo bien.
La saludo.
—Listo para entretenerte —digo, luego su hermana entra en mi línea
de visión, agita su mano, al estilo de tierra-a-Nadia, luego nos lanza una
mirada—. Vamos, tortolitos. Es la hora de las fotos —dice Brooke, con su
esposo y su hija unos metros detrás de ella.
—Tortolitos —le susurro a Nadia, agregando una burla.
—Eso es tan ridículo como bolas regurgitadas de ganso.
Nos unimos a la fiesta de bodas y, cuando el fotógrafo toma la primera
foto, deslizo mi brazo alrededor de su cintura.
Encaja perfectamente en la curva de sus caderas. Tan perfectamente
que no quiero dejarla ir.
En absoluto.
Ni un poco.
Y la bola de demolición de lo obvio golpea mis entrañas.
Me atrae locamente la hermana menor de mi mejor amigo.
Pero el resultado de eso es que no va a resultar absolutamente en
nada.
Estoy de acuerdo con esto.
Estoy de acuerdo con esto.
Juro que estoy de acuerdo con eso.
65
Crosby
M
e dirijo a la recepción cuando una voz brama a la vuelta
de la esquina.
—Número veintidós. Una palabra.
Eso es todo lo que obtengo antes de que una
chaqueta cubra mi cabeza, unos brazos se envuelvan alrededor de mi torso
y mi mundo se oscurezca.
Soy empujado a lo que presumiblemente es una sala de conferencias
66 en el hotel, pero las luces permanecen apagadas y la cubierta permanece
puesta, incluso después de que me lleva a una silla para sentarme.
—¿Qué tienes que decir a tu favor?
La pregunta surge como si un sargento de instrucción estuviera
hablando, pero conozco la voz. Ese es Holden, que juega para el otro equipo
de la ciudad. Conozco a este tipo desde hace un par de años, y aunque solo
fue presentado al resto de nuestro equipo cuando se mudó aquí a San
Francisco para unirse al equipo rival de la ciudad, los llamados enemigos,
encaja perfectamente. Es un compañero loco por los entrenamientos, ya que
está jodidamente organizado con estricta regularidad. En el campo, no toma
prisioneros en el plato, y lo cuenta como es a la prensa. Para mí también—
. Estás jugando con fuego, veintidós —brama Holden.
Otra voz interviene, tranquila, afable. El timón firme de los Cougars.
—Démosle al hombre la oportunidad de explicarse —interviene Grant,
el tranquilo entre los dos—. Podría haber una explicación perfectamente
razonable para todo ese coqueteo. Como que tal vez Crosby haya sido
reclutado para enseñar un curso para amigos que están en tiempo fuera
pero quieren coquetear. ¿Verdad, Crosby? ¿No es así?
Grant es el receptor de los Cougars. El tipo en el que todos los
lanzadores confían detrás del plato, el que siempre está mirando el lado
positivo de las cosas. Cada vaso está medio lleno para Grant, incluso cuando
está lleno de sarcasmo. Como ahora.
—De hecho, hay algo de eso. Amigos es la palabra clave —digo.
—¿Piensas que nos vamos a creer eso? Eres un Colbert normal —dice
Holden.
—Es la verdad —digo con un encogimiento de hombros casual,
recostándome en mi silla como si esto no fuera nada importante, mi cabeza
cubierta con una de sus chaquetas, sujeto a esta inquisición masculina.
Pero necesito convencerlos de que entendieron esto al revés.
Porque así lo hicieron.
Nos están leyendo mal a Nadia y a mí. Creen que mi inofensivo
coqueteo con ella es algo de lo que preocuparse.
Cuando no lo es.
Seguirá siendo inofensivo. No importa lo bien que ella huela.
70
Crosby
C
ulpo a las semillas de chía.
Y col rizada.
Los arándanos sin duda también son responsables.
Me convirtieron en el monstruo orgánico que soy cuando se
trata de comida.
No obstante, mi mamá es la razón más importante, ya que me
alimentó con todo eso antes de que pudiera caminar. Fue y es la reina de
71 todo lo orgánico, y comenzó su propio café orgánico en San Rafael cuando
yo estaba en la escuela primaria.
Cuando el camarero pasa con el plato principal de pollo, mi reacción
instintiva es hacer la pregunta habitual.
—¿El pollo es orgánico?
Con una ligera inclinación de cabeza, responde:
—Sí, lo es, señor.
Cuando deposita los platos frente a los otros invitados, Nadia me da
una palmada en mi hombro.
—Estás a salvo aquí, Crosby. Te conocemos a ti y a tu corazón amante
de mango.
—Los mangos y yo somos así —digo, cruzando los dedos índice y
medio—. De todos modos, viejos hábitos —digo encogiéndome de hombros
y sonriendo, porque de esto es de lo que estoy hablando: Nadia y yo nos
conocemos, hasta nuestras familias y el meollo de nuestras preferencias
alimenticias.
Nadia inclina su frente en dirección a mi mamá, a unas pocas mesas
de distancia, su cabello rojo rizado cayendo por su espalda.
—¿Cómo está Sunny? —pregunta.
Mi mamá está ubicada junto a la mamá de Nadia, escuchándola con
atención.
Esa es mi mamá. La única forma en que sabe escuchar es con
atención.
El universo nos dio una boca y dos oídos, le gusta decir.
—Ella y Kana abrieron un noveno local de Green Goddess —digo,
luego hago un gesto a la mujer junto a mi madre, una dama de aspecto regio
que viene de Japón, con el cabello negro y liso. Han sido algo importante
desde hace algunos años y están tomadas de la mano en la mesa—. Y va
bien.
—¿Y eso también va bien, supongo? —Su tono dice que está
preguntando por el interés romántico de mi madre.
Ver a mi mamá feliz de nuevo enciende una sonrisa en mi rostro y
calidez en mi pecho.
72 —Oh, sí. Gran momento. Sigo diciéndole a Sunny que ate el nudo,
pero ella insiste, “Todo sucede de acuerdo con su propio calendario lunar” —
digo, imitando a mi mamá y su tono tranquilizador para dispensar adagios.
Lo que más le gusta servir, junto con col rizada y quinoa.
—Eso suena exactamente como tu mamá. Tiene un mantra para todo
—dice Nadia después de darle una probada a su plato de pollo.
—Lo tiene. Y absolutamente se me pegó. Soy un gran admirador de
los mantras —digo, porque los mantras me están ayudando a atravesar esta
dieta de chicas en este momento. Con respecto a eso último, tal vez debería
empezar a pensar en Nadia como azúcar. Y pastel. Y galletas.
Todas las golosinas prohibidas que no tocarán mis labios.
Resístete a las galletas. Resístete a Nadia.
Allí. Perfecto.
Levanta su copa de vino y toma un trago, frunciendo el ceño como si
estuviera sumida en sus pensamientos.
—¿Es difícil acostumbrarse a ella con otra persona?
Niego con la cabeza.
—Nah, está feliz. Si soy honesto, está tan feliz como cuando estaba
con mi papá —digo, ya que mi mamá siempre ha sido una persona cariñosa.
Fue así con mi papá antes de que muriera cuando me encontraba en la
universidad después de una rápida batalla contra el cáncer de páncreas.
—¿Te sorprendió? ¿Que se haya enamorado de una mujer?
Recuerdo la noche en que mamá nos contó a mi hermana y a mí. En
su forma habitual, Sunny fue franca, directa. No se aclaró la garganta y dijo,
tengo un anuncio que hacer. Simplemente nos invitó a cenar a Haley y a mí
después de un juego de la tarde y nos dijo que se había enamorado de Kana
y que estaba feliz de que Afrodita le hubiera vuelto a sonreír.
—Tal vez durante unos dos segundos —digo—. Pero cuando Sunny
dijo que era pansexual, simplemente tuvo sentido.
Nadia sonríe mientras ensarta otro trozo del ave de corral.
—Puedo ver eso en ella. Sabiendo cómo es con la gente y cómo siempre
pareció más atraída por los corazones que cualquier otra cosa.
—Exactamente —digo, deseando que Nadia lo entienda de una
73 manera que pocos otros lo han hecho. Cuando Daria conoció a Sunny el año
pasado, no podía imaginarse que mi mamá había estado con mi papá
durante un par de décadas antes de enamorarse de una mujer. Daria no es
la única novia que he tenido cuya expresión se tornó toda arrugada y
confusa cuando conocieron a Sunny—. Eso fue lo que Haley y yo nos dijimos
la noche que Sunny nos lo contó. Nos miramos el uno al otro y dijimos: “Sí,
tiene mucho sentido. Pásame los arándanos”. —Le doy un bocado al pollo,
mastico y luego pregunto—: ¿Qué hay de ti?
Nadia se lleva una mano al pecho y frunce el ceño con confusión.
—¿Soy pansexual?
Me rio, negando con la cabeza. Entonces lo pienso mejor.
—¿Lo eres? Supongo que asumí por nuestra conversación anterior
que no lo eras, pero tal vez lo seas. Trato de operar bajo la suposición de
que no asumo la orientación de nadie en absoluto; no me corresponde a mí
tratar de averiguar a quién ama la gente.
Niega con la cabeza.
—Me gustan los hombres, a pesar de los pocos hijos de buzones.
—Los tarados —digo, ya que ella no lo dirá—. O como se podría decir,
las lentejas.
Una sonrisa se extiende agradable y tranquilamente por su rostro.
—Lo entiendes.
—Entonces, ¿ya terminaste con los hombres?
—Hora de la confesión —dice en un susurro—. Probé una
casamentera en Las Vegas y fue un desastre. Estamos hablando de un nivel
de huracán categoría cinco.
—¿Eso significa que fuiste atrapada en el ojo de una tormenta de
hombres?
Riendo, niega con la cabeza.
—Quizás esa fue la analogía equivocada. Más como un agujero negro.
El vacío del espacio profundo. De hecho, no pudo encontrar a nadie para mí
—dice, con un suspiro de qué le puedes hacer.
Pero eso me sorprende muchísimo. Nada de suspiros por aquí. Solo
una caída de mandíbula.
A
mo el champán.
Me hace sentir que puedo… flotar.
Tan efervescente.
Como si todo estuviera cubierto de un brillo cálido y delicioso.
Los brillos son geniales. Absolutamente, oficialmente genial.
Me gustaría encargar un resplandor que me rodee donde quiera que
76 vaya.
Esta noche estoy radiante después de la ceremonia, después de los
brindis, después del pastel que Crosby no tocó, por supuesto.
Después del momento en el pasillo antes, cuando pasó su nariz por
mi cuello, como si estuviera bebiendo mi olor, y luego, después de esa
fantástica charla de conocerte-aún-mejor en la mesa.
Ahora estamos bailando, junto con el resto de la fiesta de bodas.
—Prometiste historias. Necesito los cuentos —digo.
Arquea una ceja.
—¿Estás segura de que puedes manejarlos?
—Oh, estoy segura. Me encantan los cuentos anti-hadas.
—Eso es todo lo que tengo cuando se trata de romance —dice,
haciéndome girar en un círculo y luego acercándome de nuevo, pero no
pegados uno contra el otro. La música es lo suficientemente rápida como
para menearnos, pero lo suficientemente lenta como para que mantenga las
manos sobre sus hombros.
Traducción: no estamos haciendo ese baile lento de fundirnos uno
contra el otro.
Sus labios se curvan en esa deliciosa sonrisa torcida que luce tan
bien. Esa despreocupada y alegre.
—Empecemos por Alabama.
—¿Como en el estado?
—Como en el nombre.
—¿Su nombre era Alabama?
—Sí, ciertamente. Alabama Venus.
Sonrío.
—¿Dónde conociste a Alabama Venus? Suena como un nombre de
stripper —digo, luego niego con la cabeza, pensándolo mejor. Me llevo los
dedos a los labios, como si me estuviera callando—. Finge que no dije eso —
susurro.
Sus ojos azules brillan de alegría.
—Oh, lo dijiste, Chica Salvaje. Lo escuché. Y espero que no insinúes
77 que solo las strippers tienen nombres de estados. O que hay algo de malo
en salir con una stripper.
Le doy una palmada en el hombro juguetonamente.
—No tengo problemas con las strippers. De hecho, te haré saber que
dirigí una campaña para asegurarme de que las trabajadoras de los clubes
de striptease calificaran para el seguro médico en Las Vegas.
—Vaya, mírate, señorita Progresista.
—Pero el nombre suena… deliberadamente sexy —explico a la vez que
pasamos junto a otras parejas en la pista de baile, incluido mi hermano,
quien nos da esos ojos de te estoy mirando, como Robert De Niro le hizo a
Ben Stiller en La Familia de mi Novia.
Crosby y yo nos reímos del novio.
Amigos, vocalizo.
Compañeros, agrega Crosby.
Se siente bastante cierto por ahora.
—Sí, su nombre suena abiertamente sexy —dice Crosby—. Y supongo
que tenía tendencias stripper, como aprenderás, pero en realidad era una
adivina.
Suelto una carcajada.
—¿Le pediste que mirara en tus bolas… de cristal?
El brillo de sus ojos se convierte en un brillo travieso.
—Sigue con eso. Me gusta tu lado atrevido.
Lo curioso es que a mí también.
Puedo decirle cosas a Crosby que normalmente no les digo a los
hombres. Quizás porque no he tenido la oportunidad, ya que mi vida
amorosa ha sido anémica, ir a una universidad para mujeres y luego ir
directamente a un programa de maestría donde todo lo que haces es
estudiar, estudiar, estudiar, puede hacerle eso a una mujer que busca
hombres.
Pero tal vez sea el champán aflojando mis labios.
La otra opción es… que sea él.
83
Crosby
E
so no era lo que esperaba oír de Nadia.
Para nada.
Me está sorprendiendo de muchas maneras esta
noche, pero, por otra parte, tal vez no debería
sorprenderme, porque siempre ha sido audaz.
Pero, ¿sobre esto? ¿Sobre apretarme el culo y ver mi pene?
N
o me gustan las fotos de penes.
No se debe a que sea una mojigata. Y no se debe a
que todavía tenga mi tarjeta V. se debe a que cuando veo
porno, y lo veo, muchas gracias, en modo incógnito, no me
interesa simplemente el pene.
Quiero saber qué hace el hombre con él. Cómo hace sentir a la mujer.
Pero también cómo parece sentirse cuando él hace otras cosas por ella.
90 Practicándole sexo oral, besando sus senos, adorando su cuerpo.
Entonces, ¿por qué mi cerebro sigue plantando imágenes de cómo se
vería el pene de Crosby?
No es útil.
Como no es útil permanecer como más uno.
Especialmente porque él está en una dieta de citas.
Quizás necesito asegurarle que no soy una especie de pervertida que
se muere para que él saque su anaconda para la cámara.
Que soy su amiga. Que apoyo su cruzada anti-citas.
A medida que el ascensor nos sube a mi piso, ya que reservé una
habitación para pasar la noche, pongo mi mano en su brazo.
—Solo quiero que sepas, mientras nos embarcamos en el más uno con
el padrino, que me comportaré como tu amiga como planeamos. No habrá
tomas deliberadas o incluso accidentales de fotos de penes, y no habrá
preguntas deliberadas o incluso accidentales sobre ellas. Y nunca intentaría
venderlas.
Se pasa una mano por la frente en un gesto de alivio.
—Porque vivo con la creencia de que los amigos no deben pedirles
fotos de penes a sus amigos. Y ellos tampoco deberían tomarlas —digo,
levantando mi dedo para expresar mi punto.
Se ríe.
—Creo que he visto eso en una calcomanía de parachoques en alguna
parte. Junto con Los amigos no les piden a sus amigos que los follen y los
amigos no les piden a sus amigos fotos de senos —dice cuando el ascensor
se detiene en mi piso. Salimos y, mientras caminamos por el pasillo, me
rodea con un brazo, al estilo de un amigo—. Además, te dije que averiguaría
si decías “pene”. Estoy bastante seguro de que puedo hacer que digas “follar”
ahora.
Pongo mi mano sobre mi boca, al estilo Bette-Boop, interpretándola.
—¡Oops! Dije… —Me tomo mi tiempo, haciéndolo esperar, antes de
terminar con—, ¿pene?
Se lame los labios y gruñe sexualmente.
—Mejor que “berenjena”. Pronto estarás diciendo “polla”.
No tengo nada en contra de polla.
91 Demonios, no tengo para nada algo en contra de las pollas.
Algún día me gustaría disfrutar de una polla contra mí.
Pero como no digo esas palabras en la sala de juntas, y como no he
tenido la oportunidad de decirlas en el dormitorio, lo que siento en mi lengua
es un territorio verdaderamente virgen.
—Nunca se sabe —digo con un coqueto encogimiento de hombros—.
Por ahora, alégrate de que haya dicho “pene”, ya que es mucho mejor que
“foto de salchicha”.
—¿Qué tal “foto del palo”?
—Oh, esa es buena. Pero qué hay de… “foto del miembro”?
Se golpea la barbilla, murmurando su aprobación.
—Me gusta ese porque es muy eufemístico, la cantidad perfecta de
insinuaciones.
—Es una foto de miembro —declaro, golpeando un mazo imaginario.
—Puedes pedirme accidentalmente que te muestre una foto de
miembro en cualquier momento —dice con una risa, luego la risa se
desvanece cuando meto la mano en mi bolso de mano, sacando la tarjeta de
acceso cuando llegamos a mi puerta.
Se encuentra con mi mirada. Sus irises son ricos en posibilidades.
—Sabes, si esto fuera Más uno con el padrino, esta sería la escena en
la que accidentalmente él le muestra una foto de un miembro, se doblan de
la risa, ella se tropieza hacia adelante y él la atrapa —dice.
El rollo de película de ese momento se despliega ante mis ojos.
Y me gusta.
Me gusta mucho.
El calor me atraviesa, un fósforo encendido.
—Me pregunto cómo se vería eso. La parte del tropiezo.
—Y la parte de la captura —añade.
—Y lo que sea que venga después —digo con voz más suave.
Como si ambos estuviéramos tentando al destino.
Probando posibilidades.
92 —En una situación de más uno, es importante saber esas cosas —
dice, su voz ronca, una pizca de anhelos y deseos.
—Definitivamente me gustaría saber —digo, tomándome mi tiempo
con cada palabra.
Sus ojos azules brillan. La vena de su cuello palpita. Sus labios se
separan y mira hambriento los míos.
—Me imagino que después de que ella tropieza, hay un beso
accidental.
Esas palabras.
Beso accidental.
Encienden una revuelta en mi pecho. Envían ráfagas de chispas a
través de mi piel. Encienden mis entrañas.
Mi corazón late como un tambor salvaje.
—Me pregunto cómo se verá eso.
Levanta una ceja, su voz es toda ahumada.
—O cómo se sentirá.
—¿Se parece mucho a un beso de verdad? —pregunto, mi estómago
dando un vuelco.
Hay una carga entre nosotros. Los iones y los átomos se autorreplican,
se multiplican a un ritmo exponencial y esa electricidad me acerca a él.
—Pero tal vez deberíamos probarlo para estar seguros. Después de
todo, probamos el apretón accidental de glúteos —digo.
Por unos segundos, me pregunto quién es esta mujer atrevida dentro
de mí. Quién es esta mujer que está tratando de tener un beso con este
hombre. ¿Es el champán? ¿Es él? ¿Soy yo? Y, sobre todo, ¿me arrepentiré
de esto por la mañana? Pero no me arrepiento del baile, no me arrepiento
de hablar, y definitivamente no me arrepiento del apretón de trasero. Eso no
fue en absoluto accidental, sino totalmente deliberado.
Y como en serio no creo en los accidentes, creo en hacer las cosas a
propósito, decido hacer precisamente eso.
Si hemos pasado esta noche como amigos que coquetean, como
amigos que aprietan, como amigos que bromean y juegan, entonces
seguramente podremos resistir un beso.
Dando un paso, finjo tropezar.
93
Crosby me atrapa, equilibrándome. Pasa sus manos por mis brazos,
me quita el cabello del hombro y luego presiona el beso más sexy y tierno
en el hueco de mi garganta, murmurando:
—Hueles tan bien. Toda la noche. Has estado en mis sentidos.
Mis ojos se cierran y mi cuerpo grita, tócame.
Susurro:
—Definitivamente estás en los míos.
Sus labios viajan suavemente a lo largo de mi cuello, más cerca de mi
mandíbula, rozando allí y haciéndome temblar. Acuna mi mejilla.
—Así es como se ve un beso accidental en las películas —dice.
Luego pasa sus labios por los míos.
Me derrito.
Estamos hablando de hormigueo por todas partes.
A lo largo de mis brazos, bajando por mi pecho, entre mis piernas.
Hormigueos de deseo y nostalgia mientras me besa en un beso que
acaba con todos los besos.
Es un beso que ilumina el cielo. Un beso que te da ganas de anotar
cada detalle, imprimir cada segundo, grabarlo en tu mente para toda la
posteridad, para que luego puedas recordar lo que se siente al ser besada
así.
Se siente como besar debería ser.
Un delicioso y decadente beso de buenas noches.
Sus labios rozan los míos suavemente al principio, un susurro de un
beso. Su respiración es suave, una exhalación necesitada, como si hubiera
deseado esto toda la noche.
Y Dios mío, yo también.
Lo he estado anhelando mientras lo negaba, pero no quiero negar
nada ahora.
No el tierno movimiento de sus labios, no la deliciosa exploración, no
la forma en que desliza su lengua por la comisura de mi boca.
Mmm, ese momento tentador envía un escalofrío salvaje a través de
94 mis células.
Nos demoramos en el beso, labios y bocas tomándose su tiempo,
conociéndose. Saboreando cada segundo exuberante.
Sus labios son mágicos.
Hacen que mi cuerpo realice todo tipo de trucos, como el acto de
desaparición de mi fuerza de voluntad.
Ha desaparecido, desaparecido como un conejo dentro de un
sombrero.
Y no me importa.
Este beso se extiende desde el centro de mi pecho hasta la punta de
mis dedos. Me excita de la cabeza a los pies.
Me hace desearlo desesperadamente.
Luego lo deseo aún más cuando me besa profundamente.
Ávidamente.
Dándome exactamente el tipo de beso que necesitábamos probar esta
noche. Como si supiera que este es el único tipo de beso que deberíamos
tener.
Una promesa.
Pero es más que una promesa. Esto abre un nuevo mundo de
posibilidades.
Y termina antes de que lo dejemos ir demasiado lejos.
Por eso, también estoy agradecida.
Pasa su mano por mi brazo, dándome una sonrisa tonta.
—Para que lo sepas, me gustan los besos accidentales incluso más
que los apretones de trasero accidentales.
Sintiéndome envalentonada, acerco una mano y aprieto su trasero
una vez más.
—Lo mismo aquí, pero me gustan ambos.
Su sonrisa es torcida.
No me puedo resistir. Inclinándome, dejo un beso rápido en sus labios
95 y luego me doy la vuelta. Deslizo la tarjeta de acceso por el lector, abro la
puerta y entro. Pero antes de que la puerta se cierre, vuelvo a asomar la
cabeza, necesitando tranquilidad.
—Seguimos siendo amigos, ¿verdad?
Pone los ojos en blanco como si fuera la cosa más loca que alguien
haya dicho jamás. Toca mi mejilla, deslizando un pulgar por mi mandíbula.
—Absolutamente somos amigos, aunque me gustaría mucho besarte
deliberadamente de nuevo.
Mi corazón martillea.
Mi cuerpo late.
Oh sí, quiero todos los besos deliberados.
En todas partes.
Y estoy bastante segura de que eso es lo que se llama amigos con
beneficios. Porque soy el tipo de mujer que dice lo que piensa, a la que le
gusta la claridad, eso es lo que hago.
—Ese fue un tipo de beso de amigos con beneficios, ¿verdad?
—Y fue un muy buen beneficio de nuestra amistad, ¿no crees?
No puedo dejar de sonreír.
—Definitivamente diría que sí.
Esta vez me despido de verdad, cierro la puerta, suspiro muy feliz,
apoyo la cabeza contra la pared y cierro los ojos.
Acabo de besar al padrino.
Y fue espectacular.
96
Nadia
D
ejándome caer en el suave sofá, con un brazo colgando de un
lado, no puedo dejar de sonreír.
Simplemente no es posible. Esta sonrisa parece no
poder borrarse.
Pasando mi dedo por mi labio inferior, dejé que el carrete se
reproduzca ante mis ojos una vez más.
La forma en que pasó su pulgar sobre mi mandíbula, sostuvo mi
97 rostro, exploró mis labios.
Con un suspiro de satisfacción, saboreo las secuelas del beso
demoledor con el hombre del que he estado enamorada desde que era
adolescente.
Me hormiguea la piel y, cuando cierro los ojos, la pantalla de cine me
muestra Un beso con Crosby una y otra vez.
Es una fantástica función doble.
105 —Parece que así es. Cada día que hablamos, se asegura de hacerme
saber lo disgustada que está —dice, luego se encoge de hombros,
siguiéndolo con un suspiro.
—Lamento oír eso —digo, una pizca de culpa clavándose en mí—. Me
siento responsable.
—No lo sientas. Elegí mudarme. Además, debería estar con alguien
que apoye tu carrera en lugar de frenarla. —Pasa un instante, sus labios se
curvan en una sonrisa—. ¿No es eso lo que te dije el año pasado cuando
pasaste por tu desfile de hombres horribles?
—Hijos de buzones de correo —digo con una sonrisa, pensando en el
dicho de Crosby.
Matthew frunce el ceño.
—Por favor, dime que no es un nuevo dicho estadounidense que
necesito aprender. Apenas he llegado a un acuerdo con “hacerse bola”,
“enfríate” y “fue asesino”.
—Es algo que Crosby dijo para referirse a los hombres de Las Vegas.
Arquea una ceja.
—¿Crosby Cash? ¿El jugador de béisbol?
—Sí. Fuimos juntos a la boda de mi hermano.
—Oh, ¿así que fueron juntos? —Sus cejas se disparan hasta la línea
de su cabello.
—Somos amigos —digo, pero trato de controlar la sonrisa que lo
acompaña.
—Claro. Seguro.
—Lo juro —digo, aunque el beso no se sintió en absoluto amistoso—.
Y vamos a ir a la gala de premios esta semana.
—Interesante —dice, parecido a un gato una vez más—. Muy
interesante.
Muevo un dedo.
—No te hagas ideas sobre nosotros.
Pero a decir verdad, todas las ideas sobre Crosby son mías.
Ideas deliciosas y tentadoras.
E
nviar al corredor a home.
Ese es el objetivo.
Pongo una mano sobre el hombro de Jacob mientras
él clava la punta del botín en la tercera base.
El bateador en el plato de home hace un par de golpes de práctica.
—Si él se conecta, simplemente vas. ¿Entendido? El juego está en la
107 cuerda floja.
Jacob me da un asentimiento breve y ansioso.
—Entendido, entrenador Cash.
Me rio.
—Crosby. Solo Crosby.
Jacob me muestra una sonrisa.
—Entrenador Cash.
Al otro lado del diamante, Grant se encarga de la primera base,
mientras nuestro lanzador de cierre, Chance, espera junto a la caseta,
observando la acción en el out final de la entrada final.
Es lanzador contra bateador, mano a mano. El feroz y poderoso
alumno de cuarto grado prepara su lanzamiento y lanza una perversa bola
rápida, enviándola directamente a través del plato. El bateador de diez años
conecta en el primer golpe, lanzando una sarta de gritos.
Mi pulso se acelera.
—¡Ve, ve, ve, ve, ve!
Pero Jacob apenas necesita mi dirección. Está derribando la tercera
línea de fondo, empeñado en cruzar el plato de home. La pelota grita más
allá del campocorto, deslizándose por el césped, mientras Jacob va
pateando. Pongo mis manos delante de mi boca.
—¡Lo tienes! ¡Lo tienes! ¡Solo ve, ve, ve!
Jacob cruza el plato con la carrera ganadora, victorioso mientras el
resto de su equipo sale de la caseta justo cuando el bateador aterriza en
primera base.
Grant le da al bateador un choque de puños. Troto hacia el plato de
home, y cuando los niños se separan de su fiesta de vítores, Jacob se dirige
directamente hacia mí, con una brillante sonrisa en su joven rostro.
—Gracias, entrenador Cash.
—No fue nada —digo, chocando cinco con el niño.
Pero no se trató de nada. Sé que el entrenamiento le importaba a
Jacob. A estos otros niños. Por eso estamos aquí. Estos estudiantes de
primaria han trabajado duro toda la temporada y lo lograron, ganando su
campeonato de la liga local.
118
Nadia
V
eré a Crosby en menos de cuarenta y ocho horas.
Definitivamente estoy contando las horas que quedan.
Ni siquiera voy a fingir que no lo hago.
Estoy contando y comprando.
Ya que me compré zapatos cuando las citas han salido mal, maldita
sea, voy a comprar zapatos antes de una que estoy segura de que irá
119 fantásticamente.
Bien, de acuerdo. No es una cita. Es un evento al que vamos a ir
juntos. Aun así, los eventos requieren zapatos.
Con un par de tacones rojos en la mano, mi madre se acomoda en un
lujoso cojín rosa en una silla en una de nuestras tiendas favoritas en Union
Street.
Mi madre y yo congeniábamos en muchas cosas, una de ellas las
compras. Porque ir de compras es genial para hablar y eso es algo que
siempre hemos hecho bien. Hablamos y compartimos.
—Más de una semana de vuelta al trabajo aquí en San Francisco.
¿Cuál es tu veredicto?
Miro por la ventana de la tienda.
—Es… neblinoso aquí.
Se ríe mientras se pone los zapatos.
Mis labios forman una O mientras reviso el calzado nuevo.
—Mi veredicto sobre esos zapatos es que debes comprarlos —digo,
señalando con decisión las bellezas de sus pies.
—Los amo —dice, frunciendo los labios mientras estudia la forma en
que encajan—. ¿Dónde los usaría?
—En cualquier lugar —digo, cuando la empleada de ventas regresa
con un hermoso par de zapatos de terciopelo color amatista para mí. Le doy
las gracias, luego continúo mi oda a los zapatos rojo cereza de mamá—. En
todos lados. Jardinería. Rompecabezas. Compras. Salir a tomar el té.
Diablos, usaría esos bebés caminando por la casa. Y me detendría y
admiraría mis pies en el espejo cada vez que pasara junto a uno.
Se da golpecitos en la barbilla.
—Todas buenas ideas. Me pregunto si debería hacerlo…
La bombilla se apaga.
—Espera. ¿Son para una cita?
Agacha la cabeza, su tímida sonrisa me da la respuesta que necesito.
Lo confirma con un asentimiento y un chillido suave, apenas audible.
Me siento a su lado, agarro los zapatos como una joya de la caja y
deslizo mi pie izquierdo en uno.
—Cuéntamelo todo, guardiana de secretos.
120
Levanta la cara, luciendo una sonrisa que no puede contener.
—Tengo una cita para cenar este fin de semana en Napa.
—¿Con quién? —pregunto, necesitando desesperadamente la
respuesta.
—La mamá de Crosby me arregló una cita con un hombre que conoce
—dice, al borde de la risa. Es la cosa más adorable que he visto en mi vida.
—¿Quién es? ¿Es un ciudadano respetable? ¿Recicla? ¿Tiene un
trabajo decente? ¿Fue a la universidad? —pregunto, acribillándola con el
mismo tipo de preguntas con las que me acribillaría a mí—. Y, lo más
importante, ¿le gustan los perros?
Abrocho la correa de los zapatos mientras espero sus respuestas.
—Es originario de Sídney. Es dueño de un par de viñedos.
Sonrío.
—Excelente. Entonces le gusta el vino. Punto a su favor.
—Hace una donación a un refugio de animales local. De hecho, es uno
de los mayores donantes.
Bien, apruebo silenciosamente.
—Vino aquí a la universidad. Fue a UCSF. Recicla y composta.
Suspiro soñadoramente.
—Y apuesto a que tiene un perro.
Levanta dos dedos.
—Ambos perros callejeros rescatados. Y le gusta la música en vivo.
Miro al techo, con las manos en alto, como si los ángeles hubieran
enviado a este hombre desde lo alto.
—Déjame adivinar. James Taylor, Melissa Etheridge y Jackson
Browne. ¿Estoy en lo cierto?
Le da un golpe mi pierna.
—No soy tan vieja.
—Tienes razón. Melissa Etheridge no es tan mayor como esos tipos.
—¿Pensaste que alguien de mi edad preferiría a Katy Perry?
—No. No eres una persona de Katy Perry. Pero eres una persona muy
121 de Jackson Browne. —Levanto un dedo para hacer un punto—. Y por lo
tanto eres exactamente muy vieja.
Pone los ojos en blanco.
—Bien, bien. Amo a Jackson Browne. Mi corazón de los 70 late con
fuerza. No puedo evitarlo.
—¿Te llevará al concierto de Jackson Browne este fin de semana?
Escuché que hay uno en el centro de Napa.
Me lanza una mirada de estoy muy impresionada.
—Sí, ahí es donde será nuestra cita. Lo sabes todo.
—Oye, es mi trabajo estar informada sobre todo lo relacionado con el
Área de la Bahía. Además, voy a hablar con varias personas para el trabajo
de gerente general y una a la que entrevisté esta semana vive allí, y mencionó
que él también irá.
—¿Cómo va la búsqueda de un gerente general?
Mientras me pruebo los zapatos, le hablo de los candidatos que he
conocido en lo que va de semana y de los que vendrán en las próximas.
—Quiero encontrar a alguien que pueda negociar los intercambios y
los cambios de personal que necesito para causar un gran impacto. Alguien
que sepa exactamente cómo devolver el Trofeo Lombardi a los Hawks. Quiero
estar a la altura de la reputación de papá.
Le da una palmadita a mi pierna, dándome una cálida sonrisa.
—Él estaría orgulloso de ti, defendiéndote en el trabajo. Has hecho un
gran trabajo los últimos años y seguirás haciéndolo.
Un nudo se forma en mi garganta.
—Gracias, mamá. Necesitaba escuchar eso. Algunos días son duros y
ajetreados. —Hago un gesto hacia los zapatos—. Pero los zapatos facilitan
los días difíciles. Necesitas comprar esos zapatos. De hecho, te los voy a
regalar como regalo para tu cita.
Sonríe.
—Gracias. Eso es muy dulce de tu parte. —Entonces su expresión
flaquea, su sonrisa se desvanece—. Nadia, ¿crees que es terrible que vuelva
a salir? ¿Estaría molesto?
Aprieto su hombro, negando con la cabeza rotundamente.
122 —Te amaba tanto. Querría que fueras feliz. No olvides la nota que
escribió.
Se lleva la mano a la boca. Una lágrima se desliza por su mejilla.
También se me llenan los ojos de lágrimas mientras un recuerdo
parpadea ante mí. El declive de mi padre fue rápido y furioso. En cierto
modo, eso fue lo mejor. No tuvo que sufrir por mucho tiempo. Cuando estaba
en el hospital con él, me pidió que lo ayudara a escribir una nota para su
esposa.
Quería que ella volviera a ser feliz. Quería que saliera y encontrara el
amor. Del tipo que habían tenido.
—No dejes que tu madre me llore por mucho tiempo. Ella es joven y
vibrante. Querrá volver a amar. Y debes seguir recordándole que eso es lo
que querría para ella —me dijo.
Escribimos un breve manual de instrucciones para que se lo diera a
cualquier hombre que saliera con ella después de su muerte. Aunque no en
una primera cita.
Instrucciones para salir con mi esposa: debes seguirle el ritmo, te deben
gustar los rompecabezas, disfrutar de la jardinería, reciclar todo lo posible,
poder bromear sobre las noticias, cocinar una comida de vez en cuando, pero
también llevarla a los mejores restaurantes de la ciudad, así como a un bar
de mala muerte ocasionalmente porque a ella le encantan. También ayuda si
puedes hornear, porque le encantan los dulces. Lo más importante es que
tiene el corazón más grande del mundo y, si lo rompes, te perseguiré para
siempre.
Memoricé cada hermosa palabra. Reproducirlas en mi cabeza trae una
oleada de emoción a mi corazón. Un nudo en mi garganta.
—Él no quiere tener que perseguir a este tipo —susurro, buscando en
mi bolso mis prácticos pañuelos para secar la amenaza de las lágrimas—.
Así que sí, mamá, estaría muy feliz.
Ella asiente un par de veces, una pequeña sonrisa jugando en sus
labios, reorganizando su ceño fruncido.
—Creo que él también lo estaría. —Se toma un momento para
recomponerse—. ¿Y tú y Crosby? Parecían disfrutar el uno del otro en la
boda.
Disfrutar por decir lo menos.
Lo saboreé.
123
Fantaseé con ello.
Me he corrido pensando en ello.
Pero no le voy a decir eso a mi mamá.
Me acerco a los asuntos prácticos de Crosby y yo.
—Iremos a los Premios de la Red Deportiva a finales de esta semana.
Estoy deseando que llegue —digo, tratando desesperadamente de mantener
una cara seria a pesar de que estoy vertiginosa de emoción al verlo en menos
de cuarenta y ocho horas.
Arquea una ceja irónica.
—¿Estás saliendo con él?
Ojalá fuera así.
Pero no hay espacio en mi vida para eso. Es lo mejor que él ya ha
erigido muros.
—Se está tomando un descanso de las citas. Estoy concentrada en el
trabajo. La verdad es que voy a ir como su amiga. —Amigos con beneficios
quizás, agrego en silencio, recordando a mis labios que no se curven en una
sonrisa traviesa mientras imagino algunos de los beneficios.
¿Más besos?
¿Más que besos?
¿Besos por todas partes?
Un escalofrío me recorre…
Juntando las palmas de sus manos, mi madre mira hacia el techo.
—Algún día podrías salir con él.
Le doy una palmada juguetonamente.
—No seas tonta. Solo dije que ninguno de los dos está buscando una
relación. Estoy ocupada con el equipo. Tiene entrenamiento de primavera y
luego, ya sabes, la temporada regular. Que dura seis largos meses.
—A eso le digo: bla, bla, bla.
Me rio.
—Me alegra que tengas tu propia opinión.
124 —Efectivamente. Y los he estado apoyando desde que te miró la noche
que fuiste al baile de graduación.
Echo la cabeza hacia atrás.
—¿Qué? ¿Cómo me miró?
—Como si él quisiera ser Charlie Duncan. —Se encoge de hombros,
un poco diabólicamente—. Vi algo en sus ojos entonces.
Me quedo inmóvil por un momento, recordando no hace ocho años,
sino hace unas noches. En la boda de Eric, Crosby mencionó a Charlie y su
corazón roto. ¿Mi madre tiene razón? ¿Crosby me miró como si quisiera
haberme llevado al baile de graduación hace ocho años?
Tan rápido como llegó, rechazo el pensamiento al instante.
Ese era el pasado.
Pero en el presente, ¿quiere más que nuestro más uno?
Dejamos la puerta abierta.
¿Quiere abrirla de una patada?
¿Quiero yo?
Mi estómago da un vuelco cuando imagino su mano en mi rostro de
nuevo, sus labios recorriendo los míos, nuestros alientos mezclándose.
Y más. Mucho más.
Vuelvo al presente.
—Y vi algo en tus ojos cuando miraste estos zapatos. —Señalo los
tacones rojos—. Vamos a comprarlos.
140
Nadia
E
s curioso, normalmente no le digo a un chico el estado de mi
tarjeta V en una segunda cita.
Tampoco en una tercera o cuarta cita.
Durante mucho tiempo, pensé que mi virginidad era un secreto
susurrado, una pequeña pepita de privacidad muy bien guardada. En este
momento, aquí mismo, lo veo como lo que es, no un secreto, sino un hecho.
Tener sexo o no tener sexo no dice nada sobre quién soy, qué quiero
141 como mujer o qué quiero en la cama.
Recuerdo mis elecciones con otros hombres.
Para cuando estaba lista para tener relaciones sexuales, los hombres
con los que salía eran aburridos. En la universidad, nunca salí con nadie el
tiempo suficiente como para querer darle las llaves. Luego, en mi programa
de maestría, me gustó bastante un chico, pero cuando me quitó los
pantalones por primera vez, me tocó como si fuera un pavo de Acción de
Gracias.
Me quitó las ganas.
No quise más con él ni con los demás.
Así que nunca les dije que era virgen.
Nadie se ha ganado el estado de necesita-saberlo todavía, porque
nunca he conocido a nadie con quien quisiera acostarme.
Hasta ahora.
Deseo al hombre de pie frente a mí con esmoquin.
Mi amigo.
Mi amigo con beneficios.
El mejor amigo de mi hermano.
Lo deseo, inequívocamente, apasionadamente, y muy jodidamente
pronto.
Me doy cuenta de esto de repente, como las luces encendidas en una
casa que ha estado a oscuras.
Interruptor.
Cada habitación iluminada.
Y sé sin lugar a duda que quiero tener sexo con él.
Y entonces, no voy a confesar mi virginidad. La estoy compartiendo.
Cuando las puertas del ascensor se cierran rápidamente, me
encuentro con la mirada de Crosby.
—Entonces, ¿todo lo que me acabas de decir: tomarme, tenerme, tener
sexo conmigo?
Sus ojos se abren de par en par, brillando con el deseo que he visto
en él desde que apareció en mi puerta esta noche.
142
—¿Sí? —Su voz está llena de anticipación.
Respiro hondo, pero encuentro que es muy fácil decírselo. Quizás
porque nos conocemos desde hace años, o porque somos amigos.
O quizás porque hemos sido sinceros sobre lo que somos.
Amigos con beneficios.
Termino el pensamiento.
—Deseo eso. En realidad, me gustaría tener sexo por primera vez. Y
tenerlo contigo.
Eso fue fácil.
Tan fácil como comprar zapatos, tan fácil como hablar con un amigo,
tan fácil como estar con la familia.
—Esta noche —agrego. Es un alivio decirlo porque lo deseo mucho. Lo
deseo con cada parte de mí y deseo tenerlo con él.
Pero Crosby está congelado.
Exhala. Inhala.
Bien, parpadea un poco.
Pero eso es todo.
Me rio, un sonido nervioso.
—Tal vez necesito un Leatherman para que hables. —Los nervios que
me faltaban antes ahora me golpean en la cabeza como un criminal que se
me acerca sigilosamente en un callejón, y cruzo mis dedos—. ¿Crosby? Di
algo, ¿no?
Eso es lo que pregunto.
Y luego espero, terriblemente, espantosamente preocupada por
haberlo roto.
143
Crosby
¿P or qué no me estoy volviendo loco por desflorar a la hermana
de mi mejor amigo?
Tal vez porque resistirse a Nadia nunca se ha tratado
de que ella sea la hermana de Eric. Es porque le pedí a Eric que fuera mi
padrino de abstinencia.
Pero Eric no está aquí.
Y estoy jodidamente agradecido porque no quiero parar.
144
Quiero decirle: Absolutamente, vayamos en este puto segundo.
Muy bien, su bomba de la verdad me deja sin aliento, y tengo que
recuperarlo antes de poder responderle. Está vibrando de nervios, y no
puedo dejarla así.
—Sí. —Golpeo un lado de mi cabeza, poniendo en marcha mi cerebro
paralizado por la conmoción—. Sí. Sí. Sí.
Sus hombros se relajan, y suelta una carcajada, perseguida con un
suspiro largo de alivio. Luego sonríe como una zorra sexy e inocente.
Eso es lo que más me sorprende. Nadia es un enigma.
—No esperaba que dijeras eso. Eres tan… —Tengo que buscar la
palabra correcta—. Audaz y confiada. Eres una mujer que se conoce a sí
misma. Eres tan… sexual. No esperaba que fueras virgen. No pareces
inocente.
Las puertas del ascensor se abren, y ella sale primero.
—Crosby, no soy inocente. Simplemente no tengo experiencia. Pero
nada es virginal aquí arriba. —Se da un golpecito en la sien.
Me encantaría conocer todos sus pensamientos sucios, y me muero
por saber si coinciden con los míos.
—¿Qué hay ahí, Chica Salvaje? Dime. Quiero saber cada cosa
obscena.
Su sonrisa es diabólica.
—¿La otra noche? ¿Cuándo me tomé un momento?
Asiento, mi cuello caliente, el cuello de mi camisa de repente
demasiado apretado.
—Sí, lo recuerdo perfectamente.
—Te imaginé contra mí, sobre mí, en mí. Quiero sentir todo eso
contigo.
Paso una mano por la parte posterior de mi cuello, dejando escapar
un gemido bajo, mi temperatura disparándose a niveles peligrosos. Con mi
otra mano en la parte baja de su espalda, la guío fuera del vestíbulo y dentro
de la limusina esperando. Le digo al conductor hacia dónde nos dirigimos y
luego levanto la partición de modo que estemos solos en el enorme asiento
trasero.
145 Tomo su mano, entrelazando mis dedos con los de ella.
—Maldición, te deseo tanto. Pero esto es grande. Esto es enorme. No
quiero que te arrepientas.
Frunce el ceño, bajando la mirada a nuestras manos unidas y luego
vuelve a subir.
—Lo que siento ahora no es arrepentimiento.
Me rio ligeramente.
—Tampoco yo. Pero no quiero que lo sientas más tarde.
Es curioso, cómo decirle a Nadia cómo me siento es mucho más fácil
que cualquier cosa que haya hecho con cualquier otra mujer, años luz más
fácil que hablar con cualquier otra persona.
—Quiero hacer todo contigo, por ti, para ti. Quiero que sea
espectacular para ti. Te lo mereces. Mereces sentirte increíble —digo.
Sus ojos brillan con lujuria y una cálida clase de felicidad. El tipo de
felicidad que viene de adentro, de que alguien te conozca, te comprenda.
—Me gustaría sentirme así —dice en un susurro tentador.
Dios mío, es mi perdición: tan dulce y atrevida a la vez.
Paso una mano por su brazo, disfrutando la forma en que tiembla. Mi
otra mano aprieta sus dedos con más fuerza, y no quiero dejar de tocarla.
No quiero romper esta conexión.
—Mereces sentirte como una reina siendo adorada. Un diosa siendo
venerada. Una mujer siendo consumida.
Sus ojos flotan hasta cerrarse, y se queda sin aliento. Cuando vuelve
a abrir esos grandes ojos color chocolate, resplandecen de deseo. Abre los
labios, su voz un poco más suave, inocente y esperanzada, cuando
pregunta:
—Crosby, ¿vas a consumirme?
—¿Lo haré? Eso ni siquiera es una pregunta —digo con voz ronca.
Cada centímetro de mí está ardiendo con una lujuria tan fuerte, tan
poderosa, que se siente como una locura.
Miro la curva sensual de su boca, la piel tentadora de sus hombros
sensuales, la parte superior de sus delicados pechos maravillosos. Quiero
tocarla, saborearla, complacerla. Pero deberíamos hablar de expectativas.
146 Paso un dedo por la parte superior de su mano.
—Primero establezcamos las reglas.
Agita una ceja.
—Ambos estamos en los deportes. Las reglas son buenas.
Mi sonrisa se torció.
—A esto lo llamaremos el Libro de Reglas de una Virgen.
—¿La regla número uno puede ser que tengamos sexo?
Me rio mucho.
—Sí, mujer. Pero establezcamos las menos obvias. Mira, somos
amigos, ¿verdad?
—Obviamente.
—¿Quieres que sigamos siendo amigos?
Pone los ojos en blanco.
—Por supuesto. Y no te interesan las citas, así que solo somos amigos
con beneficios. Estoy de acuerdo con eso. ¿Esa es la segunda regla?
¿Seguimos siendo amigos?
—Sí. Hagamos esa la regla número dos.
Hace una marca de verificación.
—Amigos con beneficios ahora. Amigos por siempre.
—Bien. Esa regla me gusta mucho. —Significa que no la perderé.
No arruinaré esto. Porque no puedo joder esto. No dejaré entrar a
alguien demasiado rápido, porque ella ya está dentro. Por lo tanto, esto que
se está gestando entre nosotros no cuenta como una recaída. Este no soy yo
engañando mi depuración.
Esto es todo lo contrario. Esto es seguro. Esto está bien. Esto está
mucho más que bien. Esta es una llamada al servicio.
Para servirla. Y no puedo negar mi deber.
—Esto es parte de todo el asunto de ser mi acompañante —digo.
—¿Eso es una regla, o más bien un apéndice?
147 —Es un apéndice.
—La cláusula de Amigos con Beneficios. —Su expresión es segura,
profesional. Probablemente de la misma forma en que se ve cuando está
negociando tratos.
—Pero la regla número tres es no tener sexo esta noche —le digo a
regañadientes.
Sobresale su labio inferior, frunciéndome el ceño.
—¿Por qué no?
Maldita sea, esto es duro.
Juego de palabras intencionado. Miro mi entrepierna. Mi polla está
más dura que el granito. Sí, esto es jodidamente duro. Pero no puede haber
dudas con esto.
Ella me importa. En diez años, seguiré siendo su primera vez. Y en
diez años, aún quiero ser su amigo.
—Me importas mucho. Eres tan jodidamente importante para mí. No
quiero nada más que follarte en este mismo segundo y hacerte el amor más
tarde esta noche, pero quiero asegurarme de que no te arrepentirás. Y quiero
que sea especial para ti —digo, mi mano vagando sobre su hombro y bajando
por su espalda.
Tiembla a su paso, luego asiente.
—Lo entiendo. Pero creo que te odio por tener razón, porque estoy tan
ridículamente excitada en este momento. —Sus dedos se entrelazan con los
míos aún más fuerte, su agarre tornándose más necesitado. Incluso,
desesperado. La mirada en sus ojos es completamente salvaje.
Un gemido sube por mi garganta.
—Tal vez podría hacer algo al respecto para que no me odies.
—¿Qué tienes en mente?
Bajo mi rostro, besando su hombro desnudo.
—Regla número cuatro. Puedo hacer que te corras. Mucho.
Jadea, temblando. Su voz es cargada, llena de nostalgia.
—Como en, ¿ahora mismo?
Gruño un sí.
153 Tomo su mano, la acerco a mí, la rodeo con los brazos y luego le doy
un beso en los labios.
—Eres impresionante, y ahora te quiero aún más.
—Es curioso cómo funciona eso. También te quiero más.
Le aparto el cabello de la cara, ayudándolo a alisarlo.
—Pero, tengo una pregunta para ti. Dijiste “nunca” cuando te estaba
tocando. ¿Nunca te habías corrido así?
Sonríe, después se encoge de hombros con picardía.
—Otros lo han intentado. Otros han fracasado. Esta fue otra novedad.
El orgullo me invade. Pero es más que orgullo.
Es algo completamente diferente.
¿Deleite?
No.
¿Felicidad?
Eso parece demasiado obvio.
Quizás simplemente estoy feliz de darle a esta mujer tantas primicias.
Sí, se las merece. Pero también me encanta que las esté
experimentando conmigo.
Encuentra un enjuague bucal en la limusina, un aplauso para el
conductor por estar bien provisto, y nos arreglamos plenamente y luego
salimos de la limusina, una vez más recompuestos.
En la calle, me mira de arriba abajo.
—Te ves bien, veintidós. Nadie sospecharía que hemos estado
haciendo algo.
—Exactamente. Solo que hemos estado siguiendo todas las reglas.
Se ríe como si tuviéramos una broma privada, y lo hacemos.
—Definitivamente hemos estado siguiendo nuestras reglas —susurra.
—Nuestras reglas son importantes —agrego.
Se gira para dirigirse al hotel y entonces gira nuevamente, su mirada
vagando por mi rostro.
—Espera —dice, deteniéndose para arreglar un mechón de cabello
154 errante en mi frente. Sus dedos rozan mi piel ligeramente. Su toque suave
se siente inesperadamente familiar, como si hiciéramos esto cada vez que
salimos, como si me arregla la corbata o alisa mi cabello, y como si hiciera
lo mismo por ella.
Así que lo hago, metiendo un rizo castaño detrás de su oreja.
Levanta la barbilla, sus ojos encontrándose con los míos. Una ráfaga
chisporrotea en el aire, pero esta vez no está llena de lujuria.
Está zumbando con… algo completamente diferente.
Me lanza una sonrisa suave.
—Te ves bien, Crosby —dice, y sus palabras envían un cosquilleo
inesperado por mi espalda.
Ese cosquilleo, no se siente sexual. Se siente… cálido, y tampoco sé
qué hacer con eso.
Así que, le ofrezco mi brazo, y ella lo toma. Cuando entramos juntos
a la gala, mi corazón late un poco más rápido. Un poco más duro.
Un ritmo que se parece menos a que somos amigos con beneficios y
más a esa otra cosa.
La que no sé cómo nombrar.
Pero se siente esperanzado.
Y se siente peligroso.
155
Nadia
U
n asistente se acerca corriendo, pidiéndome mi chal.
Un escalofrío privado me recorre: mi chal.
Mi regalo de Crosby.
—Gracias. —Se lo entrego mientras me da un tiquete, que dejo caer
en mi bolso.
Luego, una mujer con un vestido plateado y lindas gafas rojas se
156 acerca a nosotros con un iPad en la mano.
Solo puede ser una publicista.
—Hola, señorita Harlowe y señor Cash. Nos encantaría sacarles una
foto en la alfombra roja.
Crosby le lanza una sonrisa, luego a mí.
—Por supuesto.
—Eso sería estupendo —repito, aunque mis hombros se tensan
brevemente.
¿Cómo nos veremos juntos con las luces parpadeando?
En muchos sentidos, esta foto no es diferente a las fotos de la boda
del fin de semana pasado.
Y al mismo tiempo, es un universo aparte.
Acabamos de corrernos juntos en el auto.
Dejando a un lado el enjuague bucal y el cabello arreglado, ¿tengo un
aura de orgasmo a mi alrededor?
Quiero inclinarme cerca de Crosby y susurrar:
—¿Parezco… obvia?
Pero claro, tampoco estoy segura de querer decirle que aún estoy
flotando en una nube de polvo clímax.
Solo sonríe para la cámara.
La publicista sensata en lentejuelas plateadas nos guía por la
alfombra roja hasta un fondo salpicado con el logotipo de los premios
Deportes Network.
Un joven fotógrafo con el encanto de Russell Wilson nos saluda con
un saludo rápido y luego levanta su Nikon.
—Tomemos una de la mujer que nos traerá una victoria en el Super
Bowl.
Sonrío.
—Ese es el objetivo.
Toma algunas fotos mías.
—Fantástico. Y ahora uno de los Cougars más conocidos… —Se
detiene, le lanza una sonrisa maligna a Crosby y continúa—: Su pelota larga.
157 Crosby pone los ojos en blanco.
—Gracias, Leo.
El fotógrafo se encoge de hombros.
—Lo llamo como lo veo. Pero bueno, nadie lo vio. Es una pena.
—Ah, eres tan dulce, Leo. Te extrañé mucho —dice Crosby, sonriendo
para el chico que conoce claramente.
—¿Y ahora qué tal algunas de la bella y la bestia juntos?
Crosby señala a Leo.
—Es un Seinfeld normal.
—Oye, ¿qué pasa con las fotos de pollas? —pregunta el fotógrafo,
imitando al famoso cómico.
—No sé. ¿Por qué no te envío una más tarde? —responde Crosby, y
las bromas me deleitan, la forma en que hacen malabares como antorchas
encendidas.
—Que comience la cuenta regresiva —dice Leo, luego nos hace un
gesto para que nos acerquemos más—. Allí. Finja que le gusta, señorita
Harlowe. Actúe como si pudiera soportarlo.
Me acerco aún más, riendo.
No tiene idea de que no estoy fingiendo nada.
Snap, snap, snap.
—Perfecto. Solo una más. Pon tu brazo alrededor de su cintura,
Crosby. Lo siento, señorita Harlowe. Prometo que esto solo dolerá por un
segundo.
—Sin dolor no hay ganancia —digo mientras sonreímos para la
cámara.
Cuando termina, Leo nos hace señas.
—Necesito que vayas mucho más a menudo la próxima temporada.
Ayudaría a mis estadísticas de fantasía —le dice a Crosby.
—Leo, la fantasía y tú. Van de la mano —dice Crosby, luego le devuelve
el saludo al chico.
174
Nadia
B
rooke batea primero, con un mensaje de texto parpadeando
como un letrero de neón mientras me aplico el maquillaje a la
mañana siguiente.
Brooke: Lo sabía. Tortolitos. Como dije en la boda.
¿De qué está hablando?
Mientras el álbum nuevo de mi cantante favorito, Stone Zenith,
irrumpe en mi baño, dejo mi varita de rímel y abro la foto que envió Brooke.
175
Mi pecho aletea. Mis labios forman una sonrisa estúpida.
“The Guy in the Picture” inunda el baño, la canción de amor
resonando a través de las paredes de azulejos mientras miro una foto de
Crosby y yo de la alfombra roja publicada en la cuenta de Instagram de
Sports Network.
Hago zoom en la imagen, y me asaltan un aluvión de preguntas.
¿Su mano en serio estaba envuelta posesivamente alrededor de mi
cintura de esa manera?
¿Sus ojos me miraban como si fuera la única mujer para él?
¿Su sonrisa estaba telegrafiando lo mucho que deseaba seguir la regla
número uno? ¿Dormir conmigo?
Mi estómago se agita, luego hace una rumba. Quizás también una
samba. Demonios, podría estar tomando una clase de Zumba por lo que sé.
Esta foto es una pieza condenatoria de evidencia que muestra dos
personas que están interesados entre sí. En realidad interesados.
Porque lo miro como si fuera el único que quiero conmigo.
Anoche, esta noche, cualquier noche.
Mi corazón late más rápido y la música inunda mis oídos cuando
Stone llega al coro.
La canción se apodera de mis sentidos, se aloja en mi corazón y en mi
mente.
Algo está sucediendo entre Crosby y yo.
Algo que es más que amistad.
Y no sé qué hacer al respecto.
He intentado negarlo.
He jugado la carta de la lógica.
Pero la lógica se ha esfumado, y las emociones están ocupando ahora
el mazo.
Ese hombre simplemente me hace algo.
Algo que no es solo físico.
Por eso quiero verlo esta noche, por eso quiero tener sexo con él. No
176 porque esté cachonda, no porque sea su amiga, no porque me atraiga.
Me atrae porque me gusta.
El teléfono se desliza de mi mano y cae al suelo con estrépito.
Me tambaleo hacia atrás con un jadeo entrecortado, me aferro a la
pared y procedo a entrar en pánico.
Durante unos diez segundos. Luego me recompongo, levanto el
teléfono, bajo la música y llamo a Scarlett.
—Emergencia —digo al segundo en que responde.
—¿Qué es?
—Esto —le digo, luego le envío la imagen—. Revisa tus mensajes de
texto.
Unos segundos después, dice:
—Ohhhh. Eso parece complicado.
—Lo sé —digo, caminando hacia la bañera, sentándome en el borde y
dejando caer mi cabeza en mi mano—. Creo que algo se está gestando… No,
eso está mal —digo, corrigiéndome rápidamente.
Levanto la cara, inhalo profundamente y me apoyo en mi lado que uso
en las salas de juntas. La mujer que habla.
—No creo… lo sé. Me gusta mucho.
La admisión es tanto un alivio como una carga nueva.
Las palabras y el tono de Scarlett son amables.
—Entonces, ¿qué vas a hacer con este asunto de los amigos con
beneficios?
Es una gran pregunta. Mientras me imagino esta noche, él viniendo,
nosotros conectando, no veo un camino hacia la resistencia. No quiero
tomar uno. Una vez más, voy con toda la verdad.
—Supongo que me acostaré con él, y después me ocuparé si me duele
el corazón.
Puedo escuchar una sonrisa comprensiva en su rostro cuando dice:
—Al menos tienes los ojos bien abiertos.
Supongo que sí.
Me despido cuando llega un mensaje de texto nuevo a mi teléfono.
177
Mamá: Parece que te lo pasaste muy bien anoche.
Nadia: Lo hice. Absolutamente lo hice.
Mamá: ¿Ese algún día llegará pronto?
Cierro mis mensajes de texto, porque ¿cómo puedo responder si el
algún día de nosotros saliendo, el algún día que ella imagina, se acerca?
No tengo idea.
Termino de vestirme, luego me dirijo a un café cercano para
desayunar con Declan, donde nos ponemos al día sobre la vida y el amor en
Nueva York.
—Entonces, ¿qué hay de nuevo? ¿Algún hombre nuevo, caliente e
inteligente en tu vida que sacuda tu mundo? —pregunto mientras levanto
mi café con leche de canela y agito una ceja.
Él niega con la cabeza.
—Me he estado tomando un descanso.
Eso me sorprende. Siempre ha parecido un monógamo en serie.
—¿Un descanso? ¿De las citas en general?
—Sí. La última vez que vi a alguien fue hace más de un año.
No puedo no preguntar.
—¿Hay alguna razón para la ruptura?
—Solo intento hacer algunos cambios en mi vida.
Bueno, ahora en serio tengo que saberlo.
—¿Cambios buenos?
—Digamos que si fuera un tipo supersticioso estaría usando
calcetines de la suerte —responde con un brillo esperanzado en su
expresión.
Me rio.
—Es curioso, conozco a alguien así. —Me tomo un segundo, estudio
a mi amigo, intento leer sus ojos, y veo lo que pasa detrás de ellos—. Así
que, estos calcetines de la suerte hipotéticos. ¿Los estarías usando, si los
fueras a usar, con la esperanza de encontrar a esa persona especial?
Sonríe.
178
—Te estás acercando.
Y creo que sé por qué.
—¿No hubo una vez alguien especial? —pregunto. En otro tiempo tuve
la sensación de que se había enamorado de alguien. Sin embargo, nunca
había compartido los detalles, y no había fisgoneado. ¿Quizás esa es la razón
por la que se está tomando un descanso?
—Sí. —Su respuesta es enfática. Por un momento parece perdido en
el tiempo, luego regresa al aquí y ahora—. Alguien muy especial. Quizás lo
sea otra vez.
Una sonrisa se apodera de mi rostro.
—No hay nada como encontrar a alguien especial, ¿verdad?
—No podría estar más de acuerdo. —Levanta su café, toma un trago
y entonces pregunta pensativo—. ¿Y tú?
—No he tenido antes a nadie especial.
—¿Y ahora sí?
Una sonrisa baila en mis labios.
—Tal vez —contesto contra mi café con leche.
—Explícate —instruye.
No le doy los detalles sórdidos. No divulgo el nombre, el promedio de
bateo ni el número de uniforme. Declan también es un jugador de béisbol,
pero incluso si no lo fuera, no entregaría tal información personal.
Pero le doy suficiente.
—Espero que sea alguien especial —dice mientras se toma el resto de
su café.
—Ya veremos —digo, intentando ocultar la sonrisa que no se va.
180 —Algunas veces. Pero llámame loco, creo que es mejor que no
podamos leer la mente del otro.
Concuerdo, con una risa.
—No hay palabras más verídicas.
Me alegra que nadie más tenga acceso a mis pensamientos cuando
reviso mi teléfono un poco más tarde.
La anticipación me atraviesa cuando veo el nombre de Crosby en la
pantalla.
Simplemente vuela a través de mi cuerpo, iluminándome.
Crosby: No sé tú, pero me he pasado la mañana acosado por esa foto
que Leo nos tomó. Quiero decir, en defensa de los acosadores, ciertamente
parece que quiero devorarte. Así que, es justo. Quiero, y planeo hacerlo, y lo
haré esta noche. Antes de eso, necesito saber: ¿quieres pasta, tailandés o un
cuenco de cereales del café de mamá para esta noche?
Inclinándome hacia atrás en mi silla, sonrío como una tonta mientras
la lujuria ruge a través de mí.
Este hombre me enciende y me hace reír.
Ese es el problema.
Le respondo pidiendo el cuenco de cereales. Al menos eso es fácil.
181
Crosby
L
anzo la pregunta a mi sacerdote.
—¿Se supone que debo confesar?
Raj se toca la barbilla, frunciendo el ceño mientras
trabajo en la increíble cantidad de abdominales que me
ordenó hacer.
—En situaciones como esta, me pregunto: “¿Qué haría Kenneth?”
184
Nadia
C
amino por mi casa de un lado a otro.
Pongo mi mano en mi pecho.
Inhala, exhala.
Falta una hora para… ¿despedirme de mi himen?
Pero no, ese barco se fue hace mucho tiempo. Quiero decir, no lo sé
con certeza, pero mi familia de pequeños y grandes queridos seguramente
185 rompió mi virginidad hace mucho tiempo.
Uf.
Virginidad.
¿Quién dice “virginidad”?
A decir verdad, ¿quién dice “himen”?
Pero bueno, tal vez esas palabras ridículas me calmen.
—Virginidad, virginidad, virginidad —murmuro, pero aun así, la
palabra repetida no hace nada para estabilizar la sobremarcha de mi cuerpo.
Mi corazón da un vuelco.
Es como un conejo en mi pecho, corriendo en círculos, latiendo
frenéticamente.
Cálmate.
Me dejo caer en el sofá, dejo caer la cabeza entre mis manos, y trato
de respirar.
Mis pulmones no se llenan.
Mi respiración es corta, aguda.
Nada funciona.
Voy a arrancarme la piel. ¿Y por qué?
¿Por qué estoy tan nerviosa?
Quiero esto. Lo quiero a él. Estoy lista.
Pero dile eso a mis nervios que están martillando mis células.
Me dirijo al baño y abro el grifo de la bañera. De todos modos,
planeaba ducharme, pero tal vez lo que necesito es un baño.
Una pequeña sesión de relajación.
Me quito la ropa, pongo la temperatura a caliente, y arrojo una bomba
de baño con fragancia a isla tropical.
Cierro los ojos, dejando que el vapor se arremoline a mi alrededor
mientras la bañera de mármol se llena. Entro en la bañera cuando está casi
llena, bailando el hula oh-Dios-mío-esto-es-tan-caliente durante unos
segundos antes de sumergirme con cautela en el agua.
Y me quemo.
186
Estoy asándome.
¿De quién fue la idea de hacer esto tan jodidamente caliente?
Me levanto, salgo, agarro una toalla y envuelvo el material esponjoso
a mi alrededor.
Resoplo hacia el caldero.
Vaciando la bañera, me dirijo a la ducha, abro el agua para que esté
tibia, y luego me ducho.
Los baños oficialmente no son relajantes.
Cinco minutos después, salgo de la ducha, pero mi corazón aún está
intentando huir de mi pecho.
¿Música? ¿Necesito música?
¿Debería empezar a practicar un poco de yoga?
¿Quizás el champán funcionaría?
Esta noche, de camino a casa del trabajo, compré una botella.
Orgánico, naturalmente. Pero no puedo abrirla sin él.
Así que, mientras me unto loción, luego me visto con jeans y una blusa
rosa informal, en serio, de verdad intento descubrir lo que aliviará mis
nervios.
No es un baño caliente.
Ni una bebida.
Y no más tiempo de chicas.
Me miro en el espejo, estudiando mi rostro, haciendo las preguntas
difíciles.
¿Qué quieres? ¿Qué necesitas?
Quiero al hombre.
Y quiero saber que estamos bien. Quiero saber que tenemos esto.
Quiero hablar con él, o enviarle un mensaje de texto.
Así que levanto mi teléfono, abro nuestro hilo de mensajes, y le escribo
una nota.
Algo que creará el ambiente.
El ambiente de quiénes somos.
187
Nadia: ¿Recuerdas aquella vez que pedí ver la foto de tu pene?
Dejo el teléfono sobre la encimera del baño a medida que me aplico
un poco de polvo, rubor y luego rímel, ya sintiéndome un poco más
tranquila. Responde rápidamente, por lo que estoy agradecida.
Crosby: ¿Estás cambiando de opinión en cuanto a esta noche y quieres
una foto en lugar de lo real? SUPONGO que puedo vivir con eso. Pero la
pregunta más importante es: ¿aún quieres el tazón de cereal?
Nadia: Quería decir que me alegra en secreto de que no me mostraras
la foto, porque me gustó experimentarlo en vivo anoche.
Crosby: Vaya. Entonces, ¿quieres el tazón de cereales y la salchicha?
Menos mal, porque voy de camino con los dos.
Nadia: Excelente. Estaré esperando con esto…
Me alejo del espejo, me desabrocho la camisa a un grado escandaloso
y luego le envío una foto.
De la parte superior de mis pechos.
Su respuesta es instantánea.
Crosby: ¿Escuchaste eso? Fue el sonido que hice al tropezar y caer de
bruces por tu SENSUALIDAD ARDIENTE. Espero que tengas una tirita para
mi nariz.
Nadia: Tengo tiritas con zorros. Sé que te encantan tus lindos calcetines
de animales, así que estos combinarán.
Crosby: Me conoces bien. Además, gracias por la foto más sexy del
mundo.
Nadia: Puedes verlos en vivo en unos minutos.
Crosby: Mujer Salvaje, tengo la intención de hacerlo. Tengo toda la
intención de verlos, tocarlos, sentirlos, lamerlos, besarlos y devorarlos.
Nadia: Mmmm…
Ya, mi pulso está desacelerando, el calor regresa a mis mejillas y mi
mente está tranquila, pero ansiosa.
Y como hablar con él parece calmar mis nervios, supongo que hacerlo
reír podría ser aún más eficaz, así que hago una búsqueda rápida en Google.
Luego le envío una foto de un gato descansando seductoramente sobre
una cama.
188
Nadia: Te mando una foto traviesa.
Segundos después, mi teléfono suena.
Crosby: ¡Miau! Además, te mando tu foto del falo.
Crosby: Quiero decir, te mando tu foto de la salchicha.
Me carcajeo cuando la foto de un perro salchicha llena la pantalla.
Estoy oficialmente relajada. Todo lo que necesitaba era esto. Esta
broma, esta conexión, esta diversión.
Cuando el reloj marca las ocho, envía un mensaje de texto diciendo
que está en el vestíbulo. Lo hago subir y, un minuto después, abro la puerta.
—Hola, tú —dice con una voz tierna que envía una ráfaga eléctrica por
mi columna vertebral.
—Hola, a ti también.
Aún estoy nerviosa.
Pero también estoy lista.
Ayuda el champán y la comida.
Mi pecho palpita ligero a medida que tomo otro bocado de la comida,
otro sorbo de champán.
—¿Sabías que esto es orgánico? —pregunto, sosteniendo mi copa.
Toma un bocado de su cena y luego sonríe, hablando cuando termina
de masticar.
—Es posible que lo hayas mencionado algunas veces.
—Oh, cierto —digo, agitando una mano. Pero aún estoy diciendo cosas
al azar sobre el champán—. Mira, cuando fui esta tarde a la tienda, quería
asegurarme de que funcionaría para ti. El champán. Está elaborado sin
sulfitos. Y tampoco tiene productos químicos. Además, está elaborado con
uvas sostenibles. Oye, ¿qué son las uvas sostenibles? ¿Hay uvas
insostenibles? ¿Qué hace que una uva sea insostenible?
Deja su tenedor y toma mi mano.
T
iembla al instante en que rozo mis labios sobre su calor.
Y gime.
Es el sonido más fantástico de todos los tiempos, el tipo
de ohhh que dice que los dedos de sus pies se están
enroscando.
Demonios, tal vez los míos también lo hacen.
200
A
diós virginidad. Hola, acción mejor que mi conejo.
Al menos, estoy bastante segura de que lo real será
mejor que la silicona. Sin embargo, en defensa de ese
material plástico, los fabricantes de juguetes sexuales
pueden moldear algunas salchichas muy realistas.
En cuanto a la circunferencia, mi conejo no está tan lejos de este
hombre, ni tampoco de su longitud. Lo que significa que sí, Crosby podría
205 ser un modelo de pollas.
El pensamiento me hace sonreír.
Pero la sonrisa desaparece cuando se acerca, acomodándose entre mis
piernas, haciéndolo todo mucho más real. Trago con brusquedad.
—¿Qué quieres que haga? —Mi voz se acelera, entrelazada con nervios
una vez más.
—Solo relájate, cariño. Iré lento. Probablemente dolerá un poco. Pero
me detendré cuando quieras, ¿de acuerdo?
Asiento un par de veces, mis manos curvándose sobre sus hombros.
—Está bien. —Trago pesado, tomando un respiro—. ¿Dejo mis manos
aquí?
—Eso es perfecto. Puedes poner tus manos en cualquier lugar, pero
los hombros funcionan —responde, después se acomoda entre mis piernas,
frota la cabeza de su polla contra mí, y salto.
Pero es un buen salto.
Un salto de placer.
Mi pulso se acelera, y mi corazón da un vuelco ante la sensación
intoxicante de su polla sobre mí, de dureza contra la humedad.
Respirando profunda y decididamente, dejo que el aire llene mis
pulmones, todo mi cuerpo. E imagino la relajación inundándome.
Mis piernas se abren de par en par mientras él continúa frotando la
cabeza contra mí. Me quedo mirándonos, hipnotizada, completamente
hipnotizada por la visión erótica, su gran mano enroscada alrededor de la
base de su polla, la lenta forma sensual en que frota la corona a través de
mis pliegues húmedos, luego cómo la presiona contra mi clítoris.
Una ráfaga de placer me golpea, y enrosco mis manos con más fuerza
alrededor de sus hombros fuertes, enterrando mis dedos en sus músculos,
su carne.
—Se siente tan bien —murmuro.
Una sonrisa curva sus labios.
—Maldita sea, puedes apostar que sí.
Sus ojos se oscurecen, la excitación apoderándose de ellos, pero
también la pasión, pasión por mí.
206 Lo siento.
Lo percibo.
Esto no solo es sexo.
No solo estamos follando.
Nos estamos conectando.
La anticipación enciende una oleada nueva de hormigueos por mi
columna vertebral. El placer me recorre a medida que empuja.
Mis muslos se tensan, apretándose por un segundo, agarrando sus
caderas. Luego me rio, dejándome ir.
—Hola.
—Hola —dice, apoyándose en las palmas de las manos—. ¿Se siente
bien?
—Muy bien —susurro a medida que engancho una pierna sobre la
parte posterior de su muslo, atrayéndolo un poco más cerca, un poco más
profundo.
Se hunde unos centímetros más, y me arqueo, saboreando de
inmediato la intoxicación total de él comenzando a llenarme al mismo
tiempo que contengo el ardor.
Él profundiza, y me estira.
Es bueno, pero también incómodo.
Tanta presión, tanto empuje, como una invasión.
Mis dedos se hunden. Necesito agarrarlo, y mientras lo agarro con
más fuerza, él gime, un largo sonido sensual y lento que envía una ola de
chispas calientes a través de mi piel.
De su reacción.
De su respuesta desenfrenada a hundirse en mí.
Sus ruidos me ayudan a relajarme, y relajarme me ayuda a asimilarlo.
Está a mitad de camino, tal vez más, y lo acomodo aún más
profundamente, mi muslo enganchándose con más fuerza alrededor de él
mientras aprieto los dientes momentáneamente.
Sus ojos se clavan en los míos.
207 —Nadia, te estoy lastimando. Puedo decirlo.
Sacudiendo la cabeza, inhalo, exhalo.
—Es un dolor bueno. Déjame sentirlo.
—¿Estás segura? —Su pregunta es desesperada, como sus ojos, como
su expresión.
Quiere esto tanto como yo. Él me quiere como yo lo quiero a él.
Y lo quiero.
En todos los sentidos.
En lo profundo de mis huesos, en lo profundo de mi corazón.
Gracias a Dios soy aficionada a los juguetes.
He hecho esto, he estado aquí.
Sí, lo real es diferente, pero puedo manejar esto y quiero hacerlo.
Lo quiero tanto. Envuelvo ambas piernas alrededor de él,
enganchándolas sobre su trasero firme, luego lo empujo más cerca para que
se hunda aún más en mí.
—Oh Dios —jadeo.
—Mierda, cariño —gime, luego aprieta los dientes, aprieta la
mandíbula.
Darme cuenta de que él está tan afectado, tan perdido, como yo me
deshace.
Me destroza y me desgarra.
Inhalo profundamente, deslizo mis manos por su cuerpo, cubro su
trasero y me agarro fuerte, cerrando los ojos a medida que él se hunde por
completo.
Todo. El. Camino.
Me tenso, tiemblo, me muerdo el labio ante una oleada de dolor.
Irradia en mi centro, una quemadura y una picadura a la vez.
Pero respiro a través de ello, una y otra vez.
Y pronto, el dolor cede, como una marea fluyendo hacia el mar y
dejando una calma suave a su paso.
Un empujón tierno, un tirón delicioso.
208
Y la sensación de estar llena, de ser uno.
Así es cómo me siento con Crosby.
Conectada.
Y también locamente excitada.
Levanto las caderas, lo busco, le pido más.
Él aprieta los dientes, una gota de sudor formándose en su frente. Se
retira, centímetro a centímetro, hasta que está casi completamente fuera,
luego gira las caderas y se hunde de nuevo en mí.
—¡Ah! —jadeo, arqueándome hacia él.
—Sí —gruñe, luego retrocede, hace una pausa y se desliza hacia
adentro, su eje rozando mi clítoris a medida que avanza.
Y eso de ahí es mejor que un conejito.
Más caliente que un delfín.
Y mucho más intenso que cualquiera de mis pequeños queridos que
funcione con pilas.
Envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, mis dedos jugando con
su cabello mientras mis piernas se deslizan por su cuerpo, mis muslos
aferrando su trasero.
Se inclina sobre sus antebrazos ondulados, sus músculos tensos. Su
expresión es tortura y felicidad a la vez, pero pronto se convierte en una
determinación sensual cuando encontramos un ritmo, seguimos un paso y
nos movemos juntos.
Gimo, retorciéndome debajo de él, agarrándolo, amando esto.
Saboreando esta conexión.
Lo que más amo es cuando sumerge su rostro, roza sus labios contra
los míos y luego suspira con un soñador suspiro necesitado, como si
tampoco pudiera tener suficiente de mí.
Todo mi cuerpo está cubierto de felicidad.
Espolvoreado en deseo.
No quiero que esto termine, pero anhelo desesperadamente la
explosión de un orgasmo épico.
Y creo que necesitaré un poco de ayuda para llegar allí.
209
Echo la cabeza hacia atrás, separo los labios y pido lo que quiero.
—¿Me tocas? ¿Juegas conmigo hasta que me corra?
—Mierda, sí —responde con voz ronca, luego empuja hacia arriba con
un brazo fuerte y desliza el otro por mi cuerpo, entre mis piernas.
Me acaricia.
Oh, Dios.
Sí.
Eso.
Sus dedos se deslizan por mi clítoris y me frota donde más lo deseo,
más rápido, luego más rápido aún, empujándome, presionando y
acercándome al borde.
Mientras gira sus caderas, mientras me folla más profundo, me frota
y lo agarro. En un instante, el placer crepita en mis venas, estalla como
brillantes luces de neón y luego se enciende todo a la vez.
Una brillante oleada caliente y poderosa dentro de mí.
Grito a medida que todo mi cuerpo sucumbe a la hermosa dicha recién
descubierta.
Corriéndome con el hombre del que me estoy enamorando.
Una parte de mí se siente como un cliché absoluto: la virgen
enamorándose del primer chico con el que se acuesta.
Otra parte se siente como la mujer más afortunada del mundo.
Y aún otra parte está completamente frustrada. No por el sexo, sino
por el absoluto inconveniente de estos sentimientos.
El terrible momento de mis emociones.
¿Por qué ahora?
En unos días más se va a los entrenamientos de primavera.
Está fuera del mercado.
Estoy hasta los lóbulos de mis orejas en responsabilidades.
Pero esas preocupaciones se desvanecen cuando estas sensaciones de
lujo se roban mis sentidos, y las dejo ir con mucho gusto.
210
Nadia
T
engo un millón de preguntas.
Pero solo una respuesta.
Solo hay una respuesta cuando la vida se vuelve
demasiado complicada.
Está bien, de acuerdo. Dos respuestas: zapatos y helado.
Pero como es tarde y las tiendas están cerradas, Crosby y yo estamos
211 en mi sofá, acurrucados en una manta, compartiendo helado de cintas de
caramelo salado de Salt & Straw después de que él corrió a la calle a buscar
una pinta.
Lo que ciertamente no me hace quererlo menos.
¿Debería dejar de quererlo? Cada parte lógica de mí dice que sí, y
todas las demás dicen que no quiero detener nada.
El problema es que, no estoy segura de hacia dónde vamos a partir de
aquí.
Desde estar cómodos en un sofá, comiendo un postre después del
sexo, hasta lo que sea que sigue.
Somos un torbellino. La boda de mi hermano fue hace solo una
semana. Caí en ese sentimiento derribada y pisoteada por Cupido,
rechazada incluso por la mejor casamentera de Las Vegas. Ahora estoy
pasando el mejor momento de mi vida con mi buen amigo y amante nuevo.
Esto es lo que quería: el verdadero asunto.
Quería esto con un amigo.
Y lo estoy teniendo.
Pero, ¿podemos confiar en algo que se encendió en una semana? ¿Una
semana en la que se suponía que íbamos a estar fuera del mercado?
Crosby hunde la cuchara una vez más.
—¿El mejor helado de todos los tiempos?
Considero el recipiente, y luego me quedo anonadada.
—Espera. ¿Esto es incluso orgánico?
Agita las cejas y se lleva un dedo a los labios.
—Shhh. Esta noche estoy rompiendo todas las reglas.
Quizás eso es lo que estamos haciendo. Rompiendo un poco las reglas,
luego volveremos a ser como éramos.
Pero cuando guardamos el helado, me acerca a él y pasa un brazo por
mi cintura.
—Pídeme que pase la noche contigo. Pista: diré que sí.
Sonrío desde lo más profundo de mi alma.
—Quédate a pasar la noche conmigo.
212 —Sí.
Me lleva a la cama, atrae mi espalda a su pecho y me pregunta si
quiero hacerlo otra vez.
—Oh, sí.
Esta vez se desliza por detrás de mí, engancha mi pierna sobre su
muslo y me penetra así, tomando la exuberante ruta escénica hacia el
placer. Me hace el amor mientras me sujeta desde atrás, hasta que me corro,
y él se corre, y se siente como si fuéramos nuevos amantes, viejos amantes,
verdaderos amantes.
Especialmente cuando me atrae más cerca después. Cuando enhebra
sus manos en mi cabello. Y cuando susurra:
—Me haces romper todas las reglas. Estoy bastante seguro de que la
regla número cinco era no enamorarse el uno del otro. —Se encoge de
hombros, sus labios curvándose en una sonrisa de qué le puedes hacer—.
Pero rompí esa.
Mi corazón da un salto sobre sí mismo. Mi sonrisa no se queda atrás.
—Supongo que también rompí esa.
El problema es que, las reglas no dicen lo que sucede ahora.
Por la mañana, sé que quiero que suceda mucho más de esto: comida
y orgasmos.
218
Crosby
A
hora sé tres cosas.
Estos huevos en Helen's Organic Café a la vuelta de la
esquina de la casa de Nadia provocan gemidos.
El té da vida.
Y la mujer frente a mí es posiblemente la razón por la que he elegido
a las mujeres equivocadas durante años.
228
Crosby
H
olden lanza la pelota en el plato de home, balancea y conecta
con ella, enviándola por la tercera línea de fondo.
Jacob la alinea perfectamente por centésima vez
consecutiva.
Le doy una palmada en el hombro.
—Amigo, sigue así. Tienes esto.
Cuando regreso a casa, estoy lista para escribir a los sitios de citas y
decirles lo que deben decir. Cómo lidiar con este bendito lío.
Enfréntalo al discutirlo.
Quiero la amistad.
Quiero el amor Quiero ser la chica guerrera y la mujer que se enamora
duramente del hombre. Quiero tenerlo todo. ¿Eso es tan loco?
Le envío una nota a Scarlett.
Nadia: ¿Es una locura pensar que de hecho podemos tenerlo todo?
237
Es tarde en París y no responde, pero está bien. Creo que conozco la
respuesta.
238 La respuesta es tan obvia como saber a quién quiero contratar para
director general.
Tan instintivo como elegir qué par de zapatos usar.
Tan simple como hablar con mi mamá.
Sé lo que quiero.
—Me enamoré de Crosby —confieso, con un nudo en la garganta—, y
creo que no es el momento adecuado.
—¿Pero crees que sería una tontería no intentar que funcione?
Una lágrima se desliza por mi mejilla.
—Sí. Quiero tenerlo todo. Y en realidad, ¿por qué ser tonta?
Ella levanta su taza y la choca con mi vaso.
Esa noche, cuando me deslizo en mi cama, dos mensajes se iluminan
en mi teléfono.
Uno es una respuesta de mi amiga en Europa.
Scarlett: Deberías tenerlo todo. Y si algo se interpone en tu camino,
averigua cómo deshacerte de él e ir a buscarlo todo.
Luego una nota de mi hermano.
Eric: Acabo de aterrizar. ¿Pasó algo interesante mientras estuve en las
Maldivas?
Paso mi pulgar sobre su mensaje. ¿Debería decirle? Bueno, no que
descubrí que me encanta cuando Crosby juega con mi trasero.
Pero ¿que estoy enamorada de su mejor amigo?
Recuerdo el mantra que me ha servido bien.
No tengas miedo de hablar.
Le respondo a Eric con tres palabras.
Nadia: Sí. Crosby sucedió.
239
Crosby
A
pagué el motor en el camino de entrada de mi madre,
agradecido de que se quedara despierta por mí. Subo los
escalones de su casa victoriana de color amarillo limón,
alineada entre las damas pintadas en Steiner Street, y al momento en que
llego arriba, abre la puerta con un silbido suave.
Se lleva un dedo a los labios, haciéndome saber que Kana está
dormida. Asiento y me quito los zapatos a medida que entro. Caminamos
silenciosamente hasta la terraza acristalada en la parte trasera de su casa,
240 al otro lado de los dormitorios.
La luz de las estrellas entra a raudales por las ventanas, me siento en
el sofá de mimbre y lanzo las llaves sobre la mesa. Mamá me da una palmada
en la pierna.
—¿Quieres un poco de té? ¿Un poco de mango en rodajas? ¿Sopa de
col rizada?
Riendo en voz baja, niego con la cabeza.
—No. Solo un buen consejo a la antigua.
—Ah, eso es un trozo de pastel de zanahoria —dice, luego vuelve a
palmear mi pierna—. ¿Supongo que se trata de Nadia?
—¿Cómo supiste? —pregunto, pero sinceramente, no me sorprende.
—Como dije la otra noche, han pasado años.
—Sí, ¿qué quisiste decir con eso?
Se humedece los labios, señal de que está pensando.
—Significa que siempre vi algo entre ustedes dos. Pero especialmente
en ti. Estabas tan… encantado con ella.
Mi corazón se calienta como el sol.
—Suena bastante acertado.
—Te encantaba escucharla contar historias, te encantaba hablar con
ella y era casi imposible alejarte de ella cuando estabas en su casa —agrega.
Gimo, dejando caer mi cabeza en mi mano.
—¿Qué voy a hacer?
Su risa suave llena la habitación.
—Supongo que, ¿dejar de ser tan supersticioso?
Levanto la vista.
—¿Por qué asumes que estoy siendo supersticioso?
—Porque te crie. Siempre te gustó tu rutina, todo en orden. Practica
en un momento determinado. Poniendo tanto trabajo. Usando tus calcetines
de la suerte. Si tuviste un mal juego, descubrías lo que hiciste de manera
diferente y tratarías de deshacerlo —dice, tranquila y consciente.
Lanzo una risa forzada.
243
Crosby
N
adia me envuelve como un koala, sus piernas alrededor de mis
caderas, sus tobillos enganchados uno sobre el otro detrás de
mi espalda, sus brazos alrededor de mi cuello.
No podría estar más feliz de que ella se volviera un marsupial conmigo.
Aun así, la inclino hacia atrás para poder mirarla. Se ve
absolutamente adorable con una sudadera con capucha color melocotón,
jeans y zapatillas Converse.
244 —¿Ibas a buscar un Lyft o algo así?
Ella asiente, riendo y sonriendo.
—Te dije que iba a verte. Y sí, será mejor que cancele el Lyft. Pero
primero solo quiero decir: la adultez apesta. —Deja caer un beso en mis
labios—. Y estoy enamorada estúpidamente de ti. No me importa el tiempo
o cómo se supone que suceden las cosas. No me importa tener citas de cierta
manera o en cierto orden.
La admisión hermosa escapa de sus labios a una velocidad fantástica.
Una prisa que hace que mi corazón truene, y mi felicidad alcance las
líneas rojas, saliendo de las listas.
—Estás sacando las palabras de mi boca, cariño. A mí tampoco me
importa. Estaba tan atrapado en mis viejos errores que no me di cuenta
hasta esta noche que dejar las cosas entre nosotros como amigos habría
sido el mayor error de todos.
—Estoy tan contenta de que estés aquí —dice, rodeando mi cuello con
sus brazos aún más fuerte—. También iba a perseguirte para decirte eso,
porque sería una tonta si te dejaba ir sin decir cómo me siento.
—No seamos tontos —digo en voz baja.
Besa la comisura de mis labios.
—No lo seamos. —Se echa hacia atrás, arqueando una ceja—. Pero
debería cancelar el Lyft.
La dejo en el suelo, saca el teléfono del bolsillo trasero y, unos pocos
toques más tarde, proclama:
—¡Listo! —Y estrella su cuerpo contra el mío, acurrucándose contra
mí. Santo infierno, amo el cariño de esta mujer. Me encanta cómo quiere
acercarse.
—Haz eso de nuevo —murmuro.
—Quiero hacerlo todo contigo. —Se presiona más fuerte contra mí,
luego me mira, su tono volviéndose vulnerable y completamente dulce—.
Esto es lo que comprendí este fin de semana: quería una relación como la
que tienen Eric y Mariana, o Brooke y David, o mis padres. Pensé que
teníamos que hacerlo de esa manera. Cómo ellos lo hicieron. —Hace una
pausa, toma aire y sonríe una vez más—. Pero tú y yo, podemos hacer las
cosas a nuestra manera.
245 —Seguro que podemos, cariño —le digo, zumbando con la posibilidad
mientras rozo otro beso en sus labios, saboreando el momento, el contacto,
la conexión—. Podemos hacer todo a nuestra manera. Y solo espero que me
perdones por ser tan estúpido ayer —digo, deslizando mis manos por su
espalda, sin querer dejar de tocarla.
—No hay nada que perdonar. También acepté ser una adulto al
respecto. Qué idea más ridícula —dice con la mirada más adorable.
Me rio.
—Tan ridículo. —Mi mano derecha se desliza por su cabello—. Dios,
amo tu cabello. Es tan suave y fantástico, y solo quiero tocarlo, tocarte,
besarte, probarte y hacerte el amor.
—Bueno, pasaste bastante rápido de “tan ridículo” a querer follarme
—dice, un poco descarada. O quizás mucho.
—Nadia, esa es la cosa —digo, apretando sus caderas—. Quiero todo
contigo. Quiero todas las cosas. Y no puedo creer que pensara que teníamos
que parar. Pero espero que sepas que la razón es que te amo muchísimo.
Mierda, tanto que estaba aterrorizado de estropear esto. —La observo,
asegurándome de que sepa que, aunque podemos divertirnos en cualquier
momento, ahora lo digo en serio—. Te dejé ir porque quería asegurarme de
que algún día pudiéramos tener algo. No quería arriesgarme a estropear lo
mejor que me ha pasado. —Levanto una mano, acariciando su mejilla—.
Eres lo mejor y me has estado pasando durante años.
Esta es la verdad que aprendí en la última semana con ella. Me atraían
las chicas incorrectas, pero solo porque me faltaba un pedazo de mi corazón
durante mucho tiempo.
Lo había entregado cuando esta mujer preciosa fue al baile de
graduación con otro hombre. Cuando sentí el primer indicio de celos por la
mera posibilidad de algo.
Desde entonces, he estado buscando ese algo en todos los lugares
equivocados. Pero desde que Nadia me miró con esos ojos abiertos y
vulnerables, supe que ella es el tesoro perdido que he estado buscando.
—También han pasado años para mí. —Toma mi cara, deslizando su
pulgar a lo largo de mi mandíbula. En esos iris marrones, veo mi larga
búsqueda reflejada en mí, todas mis esperanzas resonando—. Me di cuenta
en la cena de ensayo que he estado enamorada de ti durante mucho, mucho
tiempo. —Suena vertiginosa de felicidad. Sus ojos brillan con ello.
Levanto el pulgar, limpiando la insinuación de una lágrima.
246 —No llores, cariño.
—Es porque estoy feliz. Porque esto es una locura, asombrosa y
maravillosa. De eso me di cuenta en la cena: cuánto me preocupo por ti,
cuánto siento por ti. Y me he dado cuenta una y otra vez. Pero no tu ser
adolescente. Es quién eres ahora, el hombre al que he llegado a conocer en
la última semana. Es la forma en que me hablas, te ríes conmigo, me tomas
el pelo y me cuidas. Es la forma en que me tocas, me abrazas y me deseas.
Es la forma en que me entiendes.
Sonrío radiante desde lo más profundo de mi ser.
—Nadia, amo todo de ti. Y amo conocer a la mujer que eres ahora. Esa
es la mujer de la que estoy enamorado. Así que, lo último que quiero hacer
es subir a ese avión mañana por la mañana con nosotros en espera. No me
importa si me voy por un mes. Y sé que estoy mucho en la carretera, pero
quiero que seas mía y quiero ser tuyo, pase lo que pase.
Riendo, presiona otro beso en mis labios.
—Está el FaceTime, sexting y las llamadas telefónicas. Y luego,
cuando vuelvas a casa después de una semana en la carretera, está el sexo
súper caliente de bienvenida.
Gruño, entrecerrando los ojos, la lujuria atravesando mi cuerpo.
—Me encantan tus planes obscenos para nosotros.
—También tengo planes obscenos para nosotros esta noche.
Paso mis manos por su cabello.
—Pídeme que pase la noche contigo, y te diré que sí.
—Pasa la noche conmigo.
Es más una orden que un pedido, pero lo acepto.
252
Nadia
APROXIMADAMENTE UN MES DESPUÉS
A
quí está el otro problema que tengo con los sitios de citas.
En ninguna parte mencionan que las aventuras
amorosas a distancia son peores que los exámenes dentales.
Está bien, de acuerdo. Hay unos pocos beneficios. La
primera vez que tienes sexo por Skype es una locura.
253 Y está bien, la segunda, tercera, cuarta y quinta veces también son
incendiarias. Tengo una familia de pequeños y grandes queridos, y a Crosby
le gusta verme usarlos todos. Tal vez soy una descarada, o tal vez solo sé lo
que me gusta, pero esta lección oral me funciona junto con sus palabras
mientras me insta a seguir adelante, mientras me habla sucio y me envía
sobre el acantilado saltando con mi conejito.
Además, en su habitación de hotel al otro lado de la cámara, mi novio
se ve ardiente cuando toma su gruesa polla en su mano, desliza su puño de
arriba hacia abajo, y se mete hasta el final en su rol, diciéndome las cosas
que quiere hacerme cuando regrese a San Francisco.
No lo he visitado en Arizona. El tiempo no se ha alineado. Mi agenda
de trabajo preparándome para la próxima temporada ha sido una locura,
pero Matthew y yo contratamos al director general que queríamos, y Kim
está haciendo un trabajo fantástico.
Una noche, durante una cena tardía, mi amigo inglés y yo brindamos
por cómo estamos ganando fanáticos nuevos de manera lenta pero segura
incluso antes de que comience la temporada, gracias en parte al magistral
juego de ajedrez de Kim con los atletas y los acuerdos que firmó para una
estrella en ascenso nueva, un ala cerrada y un fantástico liniero defensivo,
entre otros.
—Admítelo, somos brillantes por contratarla —le digo, levantando mi
copa de vino.
—Somos los más brillantes —bromea Matthew.
—Y vamos a lograr una victoria en el Super Bowl, y luego imagínate,
no tendrás que tomar clases de vino y pintura para conocer mujeres nuevas
—digo, antes de tomar un trago de chardonnay—. Se arrojarán contra el
CEO de los Hawks.
Se ríe a carcajadas, luego deja su copa de vino tinto, su expresión
repentinamente seria.
—Tal vez no tenga que esperar hasta entonces para conocer a alguien
nuevo.
Mis ojos se abren del todo.
—Entonces, ¿eso significa que la historia de Phoebe termina
oficialmente? —Sabía que estaba terminando, al parecer cada día se
apagaba más. Pero aún no había escuchado que su relación estaba en la
254 tabla de cortar.
—No te veas tan feliz. Pero sí. A principios de esta semana dijo que
había tenido suficiente, pero a decir verdad, yo también. Odiaba mi trabajo.
Quería que lo dejara. —Suena práctico, pero sé que no es fácil.
Entrecierro los ojos, resoplando.
—Nunca te dejaré ir.
—Más te vale que no. Porque no quiero irme.
—Bien. Tendré que hacer que mi misión sea encontrarte una nueva
mujer fantástica en esta ciudad.
—¿De verdad crees que debería empezar a salir otra vez? —Suena
escéptico—. Estaba bromeando sobre todo sobre el tema del vino y la
pintura. Sinceramente, solo iría por mí.
—Entiendo por qué no querrías tener de nuevo una cita. Pero te
conozco. Te gusta estar con alguien. Cuando sea correcto, claro está.
—¿Y cómo sabría si es correcto?
Sonrío, respondiendo desde el corazón.
—Si se siente demasiado bien para ser verdad, pero es completamente
cierto.
—Suena como una película.
—Sí, y a veces historias como las de las películas se hacen realidad.
Si te vuelves a exponer ahí fuera.
Se toma un segundo, quizás considerándolo, luego asiente.
—entonces, tal vez lo haga.
Aplaudo una vez, feliz por mi amigo.
—Veamos. ¿Dónde conozco a una mujer soltera divertida, parlanchina
y de gran corazón?
Él ríe.
—En ninguna parte, porque no existen.
—Cállate. —Tarareo pensativa—. Quizás Crosby conozca a alguien.
Matthew se ríe dubitativo, con un brillo en sus ojos verdes.
—Estoy seguro de que tu novio estrella del béisbol conoce un montón
255 de mujeres solteras.
Tiene un buen punto. Excepto que, espera un segundo.
—Podría conocer a alguien. —Me inclino más cerca y susurro—:
Averiguaré si le gusta el vino y la pintura.
—Haz eso.
258 Me empujo sobre mis codos, haciéndole saber que estoy prestando
atención.
—Adelante.
Acaricia mi cabello y luego pasa su pulgar sobre mi mandíbula.
—Me dejas seguir amándote.
Beso sus labios, susurrando la única respuesta posible.
—Sí.
Luego, me levanto de la cama y agarro un regalo del escritorio.
Hundiéndome en el colchón, le doy un par de calcetines de ardilla.
—Para la temporada. Serán tus nuevos calcetines de la suerte.
Simplemente no los uses durante el sexo.
Se ríe a carcajadas.
—¿Por qué usaría calcetines de la suerte cuando ya tengo suerte?
Parece que tenemos un trato.
Holden
E
s una hermosa noche de abril cuando Crosby pasa y me recoge
para ir a un evento en la Legión de Honor. Chance también
está con él, así que nos dirigimos al cóctel en beneficio de
varias organizaciones benéficas locales.
En el camino, mi agente me llama para avisarme que los Dragones
finalmente contrataron a un gerente nuevo.
—Justo a tiempo. El día de apertura es solo… mañana.
259 —Más vale tarde que nunca —dice, luego me da detalles sobre el tipo.
Tiene un buen currículum y lo conocí una vez. Hizo un gran impacto.
Algo que me pesaba se convirtió en algo asombroso.
—Excelente elección —le digo a Josh.
Mientras me dirijo a la Legión de Honor con mis amigos, les cuento
todo sobre el gerente nuevo.
—Suena como el buda del béisbol —dice Crosby.
Estoy agradecido de haber hecho buenos amigos en la ciudad, y de
estar jugando para un equipo que está apuntando hacia arriba. Estoy
decidido a hacer todo lo posible para mantener el arduo trabajo. Nada puede
interponerse en mi camino.
Excepto que, una vez que me dirijo al evento, una silueta familiar
entra en mi línea de visión.
Ojos azules. Cabello rubio. Labios carnosos que conozco tan bien.
Labios que exploré tarde una noche hace casi dos años. ¿En serio es ella?
¿Mi mujer del qué pasaría si? En la que no he podido dejar de pensar. Doy
un paso más cerca. Ella se vuelve hacia mí. Nuestros ojos conectan. Mi piel
hormiguea. Es ella. En carne. En persona. En el mismo maldito pueblo una
vez más. Esto se siente como el comienzo de una segunda oportunidad.
La mujer que nunca he podido quitarme de la cabeza.
260
Crosby
UN AÑO DESPUÉS
H
a sido un año increíble y no me puedo quejar.
Ni siquiera necesité calcetines de la suerte para
hacer realidad esta temporada fantástica.
Aún uso mis ardillas, solo que ya no son el todo ni el
fin de todo. Son simplemente divertidos, algo que disfruto.
Calcetines de ardilla, calcetines de flamencos, calcetines de burro con
261 gafas (también conocidos como los “sabelotodo”)… Nadia me regala un par
nuevo cada mes. También le doy regalos.
Cada vez que vamos a un evento, le doy un chal nuevo.
Otras ocasiones requieren lencería de encaje.
Y a veces abre una caja de zapatos de mi parte, ya que soy bastante
bueno eligiendo tacones jodidamente sexis para que los use mi mujer.
Como, digamos, cuando la inclino sobre la cama, el sofá o la mesa.
La vida es buena. Hacemos un amplio uso de sus juguetes, sus
muebles y todos mis trajes de etiqueta, porque tenemos muchos eventos a
los que asistir.
Somos una de esas parejas conocidas. La dueña del equipo
multimillonario y su novio estelar. No me importa ser el segundo violín de
alguien tan influyente. Encuentro que el poder en una mujer es afrodisíaco.
Otros hombres podrían sentirse intimidados por el tamaño de su…
cartera.
No soy esos otros hombres.
Además, sé lo que le hago en el dormitorio, y fuera de él. Me deja
cuidar de ella en todos los sentidos, y eso es todo lo que quiero.
Esta noche, me pongo las ardillas con mi esmoquin para la ceremonia
de premiación donde se honrará a la directora general de Nadia. Nadia no
podría estar más orgullosa. Kim ha logrado mucho en el último año: registró
una temporada excelente, atrapó jugadores maravillosos y recuperó
toneladas de viejos fanáticos mientras gana nuevos.
Dejo mi teléfono en el bolsillo de mi chaqueta y me dirijo a la puerta
principal de su casa, recogiendo su bolso para ella mientras se apresura a
unirse a mí.
Me detengo en la puerta, luego me golpeo la frente, como si hubiera
olvidado algo.
—No podemos irnos sin que yo te dé el regalo que recogí para ti para
el evento de premios —le digo, todo mandón.
Está agitada, corriendo, con ganas de salir de aquí.
—Está bien. Pero, ¿puedo abrirlo en el auto?
Niego con la cabeza.
262 —No. Tienes que abrirlo ahora porque vas a querer usarlo para el
evento.
Ella ríe.
—Tienes razón —dice, mirando sus hombros desnudos—. Hace frío en
San Francisco y siempre me das los mejores chal.
—Efectivamente.
Pero no tengo un chal para ella esta noche.
En cambio, en su puerta, el mismo lugar donde la besé vorazmente la
noche que establecimos las reglas, me arrodillo, tomo su mano en la mía y
hablo desde el corazón.
—Nadia, ¿recuerdas esa noche hace un año cuando fuimos a los
Sports Network Awards?
Parpadea y susurra:
—Sí, lo hago. —Su voz tiembla y me encanta ese sonido, me encanta
la forma en que usa sus emociones de manera tan visible.
—Esa fue la noche en que en realidad nos juntamos —digo, con
vulnerabilidad en mi tono. Pero también certeza—. Esa noche comenzamos
a reconocer todo lo que estaba pasando entre nosotros dos —digo, mi pecho
se llena de calidez, con claridad—. Esa fue la noche en que admitimos que
sentíamos algo el uno por el otro, y no nos detuvimos. No permitimos que
cosas como las reglas o pautas se interpusieran. Creamos nuestras propias
reglas todos los días.
Con una sonrisa que podría iluminar la ciudad, aprieta mi mano.
—Seguro que hicimos nuestras propias reglas.
Respiro para estabilizarme.
—Quiero seguir inventando reglas y romperlas contigo. Quiero seguir
amándote y haciéndote feliz. Quiero que seas mi acompañante, mi pareja,
mi amiga, mi amante y mi esposa. ¿Quieres casarte conmigo?
Con lágrimas ya corriendo por su rostro hermoso, cae de rodillas,
envuelve sus brazos alrededor de mí y dice:
—Sí. He estado tan lista para casarme contigo durante mucho, mucho
tiempo.
263 —Bien —le digo, radiante, con la alegría llenando cada célula a medida
que saco la caja de mi bolsillo, la abro y disfruto de la forma en que ella mira
boquiabierta.
Es todo un anillo.
Es grande, brillante y contiene todo tipo de quilates.
Le queda bien.
Es una mujer de ciudad. Cuando va a reuniones, conferencias, cenas,
haciendo sus cosas rudas, quiero que todos sepan que la han cautivado a
lo grande.
La forma en que también me cautivó.
Solo ella.
Deslizo el anillo en su dedo y ella lo mira, asombrada.
—Entonces, ¿ahora seré la acompañante de mi prometido? ¿Esa es la
comedia romántica que Hollywood va a hacer sobre nosotros?
—Así es —digo—. Y alerta de spoiler, tiene un final feliz. Todos los días
y todas las noches, tiene un final muy feliz.
Justo como nosotros.
Fin
264
L
a mujer que quiero está tan
fuera de los límites como puede
ser.
Tuve una excusa hace dos
años cuando la conocí en el
campus. Me entrevistó para una historia
sobre las estrellas en ascenso de las grandes
ligas del béisbol y compartimos una caliente
noche apasionada que terminó demasiado
pronto, y sin mencionar quién era su padre.
Ahora sé que la mujer inocente pero
sexy en la que no puedo dejar de pensar es la
hija del entrenador.
265
Eso significa que su papá es el tipo que
determina si bateo cuarto en la alineación
titular en cada juego, o me quedo en la banca.
Razón de más para resistirme a la seductora, confiada e inteligente
Reese cada vez que me encuentro con la reportera convertida en publicista
deportiva.
Eso debería ser bastante fácil, hasta el momento en que confiesa que
todavía lleva su tarjeta V, y quiere canjearla desde el día que nos conocimos.
Mantenerse alejado de ella va a ser más difícil que resistir una bola
rápida por el medio.
Especialmente porque estoy bastante seguro de que ella es la que se
escapó, y dejar que se me escurra entre los dedos otra vez sería un error de
novato.
Rules of Love #2
266
Desde que autopublicó su primer romance CAUGHT UP IN US hace
tres años, Lauren Blakely ha vendido más de un millón de libros. Es
conocida por su estilo sexy de romances contemporáneos, llenos de calor,
corazón y humor.
Una devota fanática del pastel y los caninos, Lauren ha trazado
novelas enteras mientras caminaba con sus amigos de cuatro patas. Vive en
California con su familia. Con diez éxitos en ventas en Nueva York, sus
títulos han aparecido en las listas de libros éxitos en ventas de New York
Times, USA Today y Wall Street Journal más de cuarenta veces.
Rules of Love Serie:
1. The Rules of Friends with Benefits
2. The Virgin Rule Book
3. The Rules of Blind Dates
4. The Virgin Game Plan
5. The Virgin Replay
6. The Virgin Scorecard
TRADUCCIÓN
Flochi y LizC
267 DISEÑO
Tolola
268