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PARROQUIA SANTA RITA DE CASIA

DIÓCESIS DE ECATEPEC A.R.

HORA SANTA PARA


PEDIR POR LA ASAMBLEA PARROQUIAL 2024
Hora Santa para pedir por la Asamblea Parroquial 2024
Se sugiere realizar esta Hora Santa con los participantes de la Asamblea parroquial, para
invocar la luz del Espíritu Santo, iluminados por la Palabra.

Comentarista:
Queridos hermanos: Venimos ante la presencia de Jesús, para poner en sus manos la
Asamblea Parroquial de este año. En ella buscamos mirar nuevamente los acontecimientos
de nuestra vida de fe comunitaria, deseamos evaluar las acciones pastorales que
programamos el año pasado, y decidir juntos el camino para realizar la misión
evangelizadora en nuestra comunidad. Abramos nuestro corazón al mensaje divino. Nos
ponemos de rodillas para recibir al Señor.
Se expone el Santísimo Sacramento como de ordinario, mientras se canta.
Canto
Invocaciones

V. En los cielos y en la tierra sea para siempre alabado.

R. El corazón amoroso de Jesús Sacramentado.

Padrenuestro. Avemaría. Gloria al Padre.

Luego, puestos todos de pie, el ministro los recibe con el saludo.

V. Hermanos, gracia y paz a ustedes,

de parte de Dios Padre y de Jesucristo, nuestro hermano,

que lavó nuestros pecados con su sangre derramada.

A Él la gloria y el honor por los siglos de los siglos.

R. Amén.

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Luego invita a la oración diciendo:

V. Oremos:

Y todos oran en silencio. Luego continúa

Dios nuestro, que por medio de tu Hijo

comunicaste a tus fieles el Fuego de tu Luz,

haz que al celebrar su presencia en el adorable Sacramento,

veneremos de tal manera los sagrados misterios

de su Cuerpo y de su Sangre,

que experimentemos su presencia

que ilumina a todas las naciones.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. Amén.

Todos se sientan para el himno. Este puede recitarse a dos coros, o bien, por un lector, o
por todos al unísono.

Coro 1:

Señor, tú me llamaste
para ser instrumento de tu gracia,
para anunciar la buena nueva,
para sanar las almas.

Coro 2:

Instrumento de paz y de justicia,


pregonero de todas tus palabras,
agua para calmar la sed hiriente,
mano que bendice y que ama.

Coro 1:

Señor, tú me llamaste
para curar los corazones heridos,
para gritar, en medio de las plazas,
que el Amor está vivo,

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Coro 2:

Señor, tú me llamaste

para sacar del sueño a los que duermen


y liberar al cautivo.
Soy cera blanda entre tus dedos,
haz lo que quieras conmigo.

Coro 1:

Señor, tú me llamaste
para salvar al mundo ya cansado,
para amar a los hombres
que tú, Padre, me diste como hermanos.

Coro 2:

Señor, me quieres para abolir las guerras,


y aliviar la miseria y el pecado;
hacer temblar las piedras
y ahuyentar a los lobos del rebaño. Amén.

Se hace la lectura de pie


Del Evangelio de Mateo 28, 16-20

Lector:
En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús
los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.

Entonces Jesús se acercó a ellos, y les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la
tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he
mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo
Palabra del Señor.

Sentados.

Comentarista:
Acojamos en silencio la Palabra que hemos escuchado. Repitamos varias veces en nuestro
interior:

Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las naciones.

Después de un tiempo adecuado, se continúa con la siguiente reflexión.

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Meditación

Lector:
Este Evangelio es una importante instrucción sobre la misión de la comunidad cristiana.

Ser discípulos de Jesús: El discípulo convive con el Maestro y aprende de él en la


convivencia cotidiana. Forma comunidad con él y lo sigue, tratando de imitar su modo de
vivir y de convivir. Discípulo es aquella persona que está siempre dispuesto a aprender.
Como el "siervo de Yahvé", el discípulo, él o ella, afinan el oído para escuchar lo que Dios
ha de decir (Is 50,4).

Se hace una pausa y se entona un canto. Luego continúa la reflexión:

Hacer discípulos es el trabajo de nuestra comunidad parroquial. Significa llevar a las


personas a un encuentro personal con Cristo, de ojos abiertos y de corazón palpitante.
Implica también acompañarlos en su proceso de evangelización permanente; hacerles
participar de su doble condición como bautizados: son discípulos de Jesús, pero también
deberán ser misioneros, que transmitan la fe y lleven a otros a Jesús por su testimonio de
vida; deberán ser apóstoles (columnas), que ayuden a soportar la fe de los más pequeños.
Hacer discípulos es un proceso que nunca termina. Para hacer discípulos, se necesita de
misioneros que saben que Jesús los ha elegido para esta misión.

Preguntas para la reflexión


Un Lector hace las siguientes preguntas, de manera pausada:
¿Nuestra comunidad parroquial sabe hacer discípulos nuevos?
¿Nuestra comunidad es una comunidad misionera, en salida, que lleva a las personas al
encuentro con Cristo?
Se guarda un tiempo para meditar en las preguntas. Luego se hace oración con el canto id
y enseñad.
La voz del Pastor

Comentarista:
Escuchemos ahora, la voz del Papa Francisco:

En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de «salida» que Dios


quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva
(cf. Gn 12,1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: «Ve, yo te envío» (Ex 3,10), e hizo salir
al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Ex 3,17). A Jeremías le dijo: «Adondequiera que
yo te envíe irás» (Jr 1,7). Hoy, en este «ir» de Jesús, están presentes los escenarios y los
desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados
a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el
camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la
propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del
Evangelio.

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Se guarda un momento de silencio; luego continúa:

La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión


«esencialmente se configura como comunión misionera». Fiel al modelo del Maestro, es
vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas
las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el
pueblo, no puede excluir a nadie. Así se lo anuncia el ángel a los pastores de Belén: «No
temáis, porque os traigo una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo» (Lc
2,10). El Apocalipsis se refiere a «una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a
los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo» (Ap 14,6). (Evangelii
Gaudium, 20 y 23).

Se guarda un momento de silencio; luego continúa con el canto Cristo está conmigo

Preces

Todos se ponen de pie. El celebrante dice:

Elevemos nuestras súplicas al Padre del Cielo, en nombre de Jesucristo, Templo vivo que
nadie podrá destruir. Despues de cada petición digamos: R. Por amor a tu Hijo,
escúchanos, Padre.

- Para que la Iglesia extendida a lo largo y a lo ancho de la tierra, a la que hace- mos
presente en este recinto sagrado, viva en constante actitud de penitencia y conversión,
bajo la guía del Papa y de los obispos. Oremos.

- Para que la Virgen María, san José, los ángeles y santa Rita intercedan por nuestra
comunidad, a fin de que hagamos del templo "casa de salvación y de gracia". Oremos.

- Para que las comunidades y ministerios de nuestra parroquia, en esta asmablea


parroquial, fomentemos la comunión y seamos para nuestra gente motivo de esperanza y
de consuelo. Oremos.

- Para que cuantos nos reunimos en esta hora santa acojamos la Palabra de Dios y
celebremos el encuentro vivo con Cristo que nos anima a la misión y a la caridad con los
más pobres. Oremos.

- Para que todos aquellos que, a lo largo de los años, han formado parte de esta
comunidad parroquial, y ya han fallecido, sean acogidos por el Padre en la morada eterna.
Oremos

Dios y victorioso de entre los muertos, escucha bondadosamente las súplicas de los que
confesamos que Jesucristo es Señor y lo reconocemos como único Maestro. Por Jesucristo,
nuestro Señor. R. Amen.

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El celebrante dice:

Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo sus divinas enseñanzas, nos atrevemos
a decir.

Padre Nuestro

La Bendición se hace como de ordinario. Se entona un canto de adoración.

V. Les diste pan del cielo.

R. Que contiene en sí todo deleite.

V. Señor, la ofrenda que tu Iglesia te presenta,

desborda de alegría nuestros corazones

proclamando la presencia de tu Hijo Jesucristo,

que bajo el misterio del pan y del vino,

se convierte en luz de todos los pueblos.

R. Amén.

Se hace la bendición. Después, siguen las invocaciones:

Bendito sea Dios.


Bendito sea su santo nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.

Se hace la reserva del modo acostumbrado, mientras el pueblo canta: Hazme un


instrumento de tu paz.

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