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VINCENT PRIESSNITZ, EL

GENIO DEL AGUA


Tanto creció su fama que enfermos y médicos de remotos lugares acudieron a su
establecimiento de baños para conocer sus métodos de curación

La historia de este hombre merece ser conocida por la enorme repercusión


que tuvo en el desarrollo de la hidroterapia o curación por medio del agua
en el siglo XIX.

Mas meritorio aún es el hecho de que nunca estudió medicina, ni siquiera


fue a la escuela, pues se crio en una familia de labradores y tuvo que
dedicarse a las labores del campo desde muy joven.

Sin embargo su enorme capacidad de observación le permitió aprender del


mundo animal el uso del agua fría como agente curativo, desarrollando y
perfeccionando la técnica en los seres humanos con el paso de los años,
hasta conseguir resultados increíbles con enfermos muy graves,
desahuciados por la medicina oficial de esa época.
Tanto creció su fama que enfermos y médicos de remotos lugares
acudieron a su establecimiento de baños para conocer sus métodos de
curación

En pleno auge de la medicina tecnológica en la que estamos inmersos,


resulta increíble descubrir como un hombre sin ningún conocimiento médico
supo curar patologías tan graves con el solo uso de remedios naturales
como el agua, el ejercicio y la alimentación sana.

La historia que sigue está basada en la lectura de varios libros, de los


cuales los más importantes son: Descubre el poder de la salud
Natural (Dr. Octavi Piulats. 2016) y El poder curativo del agua (Jorge
Sintes Pros.1978.Ed.Sintes S.A.).

El lector con ganas de más información puede recurrir a ellos.

Vincent Priessnitz fue el sexto y último hijo del matrimonio formado por
Franz Priessnitz y Teresa Happel, y vio la luz en 1799, en la localidad de
Grafenberg de los sudetes europeos, que por aquellos tiempos pertenecía al
imperio Austríaco y en la actualidad es parte de la república eslovaca.

Al nacer en una familia de campesinos, el destino del joven muchacho


apuntaba hacia el oficio de labrador y a una vida tranquila y anónima. Sin
embargo, Vincent sentía un amor enorme por la naturaleza, pasión que iba
acompañada por unas geniales dotes de observación para todo lo vivo, en
especial para los animales de su entorno. Así en una de sus escapadas al
bosque de su aldea, presenció un acontecimiento que iba a cambiar el
rumbo de su vida. Agazapado un día en las orillas de un estanque natural,
cuya agua se renovaba por medio de una cascada, observó de pronto la
aparición de un gamo herido. El animal, tras lamerse repetidas veces la
parte contusionada, penetró en la caída de agua y soportó el frio contacto
del líquido durante algunos minutos, luego se alejó. Durante varias
semanas estuvo el joven Priessnitz a la misma hora, pendiente de aquel
gamo que volvía repetidas veces al estanque del bosque para efectuar la
diaria” cura hidroterápica”. Al cabo de cierto tiempo, ya con perfecta salud,
el gamo abandonó definitivamente el paraje. Aquel muchacho amante de la
naturaleza había recibido su primera y más importante lección.

A partir de ese suceso, el joven empezó a seguir a los curanderos que


solían ser llamados por los lugareños cuando enfermaba algún animal de
labranza; Priessnitz observó que la mayoría de los éxitos de aquellos
sencillos veterinarios se apoyaban en las compresas de agua fría que
aplicaban sobre la piel de animales enfermos.
Pronto quiso hacer una prueba consigo mismo, habiéndose dislocado un
dedo, sumergió sistemáticamente el mismo en agua fría, y se curó.

Asimismo, se repuso de un grave accidente sufrido en el campo cuando las


ruedas de su carro le pasaron por encima produciéndole aplastamiento de
varias costillas y heridas abiertas. Fue llamado un cirujano para valorar sus
heridas y este decidió que no había solución posible a sus heridas salvo la
resignación ante la desgracia.

Pero Vincent no se rindió, el mismo debería ser el artífice de su salud,


poseía un valioso antecedente, la lección recibida un tiempo atrás del ciervo
herido que se había curado por medio del agua.

Tuvo que reponer las costillas en su lugar, lo consiguió después de varios


intentos echándose sobre una mesa, apretando el abdomen con todas sus
fuerzas y reteniendo el aliento todo lo posible, para poder dar extensión al
pecho. Una vez las costillas en su sitio, lavó las heridas con agua fría y
aplicó paños mojados en las partes lastimadas. Adoptó una dieta rígida y
frugal, buscó reposo y bebió agua en abundancia. A los diez días ya podía
hacer algún movimiento. Perseveró alentado por la mejoría que sentía
hasta que, al cabo de un año, pudo reanudar sus ocupaciones en el campo.

No tardó en coger fama entre sus vecinos a los que recomendaba


aplicaciones de agua fría para tratar dislocaciones, magullamientos y
heridas. Su fama se extendió al mismo tiempo que aumentaban sus éxitos.

Comenzó con agua fría, unos trapos y una esponja y fue perfeccionando su
método que muy pronto incluiría lociones, afusiones, duchas, baños,
envolturas húmedas o compresas, sudores, irrigaciones, ejercicios al aire
libre y alimentación sencilla y fortificante.

Todos los enfermos que eran atendidos a tiempo sanaban, esto


representaba una revolución en la época, un peligro para muchos, por eso
contra él se levantaron los ignorantes, los envidiosos y los representantes
de los intereses afectados. Fueron los médicos los que encabezaron la
oposición, seguidos de algunos habitantes del pueblo que pensaron que con
la afluencia de público iban a escasear los alimentos.

Se le denuncia por brujería y, meses más tarde cuando muere un paciente


tratado por él – el primero-, que había llegado a Grafenberg en muy mal
estado, se le denuncia por criminalidad.
La denuncia por brujería se apoyaba en el barro, al que los alguaciles
consideraban como una pócima mágica. Priessnitz decidió no volver a
usarlo.

La segunda querella fue más difícil de batir, no obstante el día de la citación


la sala se llenó de cientos de pacientes agradecidos que querían defender al
joven. El juez se vio obligado a pasar la denuncia a otras audiencias.

Mientras, Priessnitz continuaba su labor y decidía transformar su casa y sus


propiedades en un lugar destinado a la cura por el agua.

Al poco tiempo recibía la visita de cuatro doctores en medicina por la


Universidad de Viena, que el gobierno central había mandado con la misión
de zanjar definitivamente el “caso Priessnitz”. Aquellos hombres, que no
pertenecían a aquella provincia, libres de prejuicios, acompañaron a
Priessnitz en sus curas durante una semana, y al cabo de la misma
redactaron un informe absolutamente favorable a él.

El noble señor de Törheim, enviado a Grafenberg por el emperador para


controlar los hechos que ahí se producen así testifica:

“Priessnitz, dice, no es un hombre común y esto lo reconocen hasta sus


mismos enemigos. No es un charlatán, sino un espíritu animado del mas
grande afán humanitario para llevar a cualquier parte alivio cuando sea
posible. Sus sorprendentes aptitudes, su falta de pretensiones y sus
preocupaciones hasta el punto de olvidarse de si mismo lo inducen a
prestar ayuda al enfermo con infatigable actividad día y noche,
complaciente, sereno y consecuente con sus acciones”, grandes virtudes
para un médico.

Esta fue la última vez que Priessnitz tuvo problemas con la justicia y con
los médicos.

El relato hecho por el escritor inglés R.T. Claridge, nos da una idea del
tratamiento que se seguía en Grafenberg:

“Estaba preparado para cuando Priessnitz viniera a verme. La primera cosa


que hizo fue rogarme que me desnudara y fuese al gran baño frio donde
estuve dos o tres minutos. Cuando salí me dio instrucciones que ejecuté
como sigue; a las cuatro de la mañana mi criado me cubrió con una gran
manta con el objetivo de forzar la sudoración durante una hora, entonces
me trajo unos zapatos de paja y bajé al gran baño frio, en el cual estuve
tres minutos; luego me vestí y fui a tomar el desayuno, compuesto de
leche, pan, mantequilla y fresas; a las diez, fui a la ducha, donde estuve
cuatro minutos, retíreme a casa y tomé baños de asiento y de pies, cada
uno de quince minutos; comí a la una; a las cuatro fui a la ducha, a las
siete repetí el baño de asiento y el de pies, me recogí a las nueve y media,
habiéndome cubierto mis pies y piernas con vendajes fríos, mojados.
Continué este método durante tres meses y en este tiempo anduve más de
mil millas. Mientras estuve así, sujeto al tratamiento, gocé de más salud y
robustez que nunca en todo el tiempo anterior. A él le debo la total
desaparición de mi reumatismo”.

Se calcula que en los 25 años que dirigió personalmente su casa de salud,


atendió más de 40.000 enfermos, de los cuales solo fallecieron 45,
posiblemente recibidos muy graves, ya que es sabido que su sanatorio era
refugio de los desahuciados por la medicina oficial.

Muchos hombres notables, entre ellos cientos de médicos, fueron a


Grafenberg, algunos por curiosidad, otros por necesidad. Un caso que saltó
a la prensa de la época fue la curación por Priessnitz del catedrático jefe de
la Facultad de Medicina de Praga.

La pregunta que todos nos haríamos es la siguiente: ¿serían eficaces esos


tratamientos para curar los enfermos de nuestra época? Sin duda, no solo
trató con éxito gran número de enfermedades agudas (fiebres, erupciones
cutáneas, abscesos, heridas, fistulas, hemorroides, inflamaciones,
raquitismo, afecciones de los riñones y la vejiga etc.), sino gran número de
procesos crónicos como la neurastenia (hoy conocido como fibromialgia),
obesidad, tuberculosis, reumatismos….

Priessnitz no llegó a cumplir los 60 años, falleció en 1851 víctima de


tuberculosis pulmonar. Cuando falleció sus ideas y métodos se habían
extendido por toda Centroeuropa. Solo en Alemania se habían edificado
unos 80 establecimientos dedicados a la hidroterapia, dirigidos
generalmente por médicos que habían aprendido en Grafenberg o habían
sido pacientes allí.

Con respecto a la historia del naturismo moderno, la figura de aquel


campesino genial fue trascendental, sus teorías sobre la hidroterapia fueron
el punto de partida sobre el que trabajaron los naturistas posteriores.

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