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MISA EN LA BASÍLICA DE SANTO DOMINGO

EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO


15 de octubre de 2022

Agradezco a los padres dominicos y a los responsables laicos de estas fiestas del
Rosario en la Basílica Menor de Santo Domingo la invitación para presidir esta eucaris-
tía. En esta homilía quiero reflexionar sobre la primera parte del avemaría. Esa oración
la repetimos cincuenta veces en el rezo diario del santo rosario. Está formada por dos
frases: una procede del saludo que el ángel Gabriel le dirigió a la Virgen María en la
anunciación y la otra frase procede del saludo que santa Isabel le dirigió a la Virgen Ma-
ría en la visitación. La segunda parte del avemaría es creación de la Iglesia que la invoca
como Madre de Dios y le suplica su intercesión ahora y en la hora de nuestra muerte.
El avemaría comienza con estas palabras: “Dios te salve, María, llena eres de gra-
cia, el Señor es contigo.” Si leemos el pasaje en la traducción al español que ofrecen
nuestras Biblias, vamos a encontrar que el ángel saluda a la Virgen con estas palabras:
alégrate, llena de gracia. ¿Cómo pasamos de ese alégrate de nuestras Biblias al Dios te
salve de nuestra oración?
El evangelio fue escrito en griego, y su autor, san Lucas, escribió este encuentro
entre el ángel Gabriel y la Virgen como si se hubiera dado en esa lengua. Cada idioma
tiene su modo de saludar. Seguramente el ángel le habló a la Virgen en arameo y le diría
šelam, que quiere decir “paz, salud, salvación”. En griego la gente se saludaba diciendo
“jaire”, que literalmente significa “alégrate”, pero con la idea “que estés contento, que
estés bien, que estés en paz, que tengas salud”. Cuando se tradujo el evangelio del griego
al latín, los traductores utilizaron la expresión usual en latín para saludar: “ave”. Esa ex-
presión en el fondo significa: ¡salud, saludo! Del latín viene el nombre de la oración:
“avemaría”. Nosotros saludamos con el deseo de “buenos días” o con la palabra “hola”.
Cuando hace siglos esa oración se tradujo al español, los traductores no quisieron utilizar
nuestros saludos: hola o buenos días o cosa parecida. Sonaba quizá muy trivial. Enton-
ces recurrieron al verbo “salvar” que en el siglo XII significaba también “saludar”. Es
bueno recordar que las palabras tienen historia y las palabras salvar y saludar tienen un
mismo origen. Entonces aquellos traductores del saludo del ángel al español escribieron:
“Dios te salve, María”, con el significado: “Dios te saluda, María”. Pero recordemos que
saludar significa desear salud, desear salvación. Por lo que la expresión del ángel suena
también así: Dios es tu Salvador. Por lo tanto, el ángel Gabriel invita a la Virgen a la ale-
gría porque la salvación está cerca, para ella y para toda la humanidad. La Virgen María
se hará eco de estas palabras del ángel cuando en su cántico diga: Proclama mi alma la
grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador.
Luego en el avemaría nosotros decimos: “llena eres de gracia”. El ángel introduce

 Mario Alberto Molina, O.A.R.


Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán
con esa palabra un lenguaje que penetra el misterio de lo que va a suceder. Dios, en su
soberano designio, cuando quiso, como quiso, en quien quiso, eligió a esa desconocida
mujer de una aldea perdida de Galilea para la misión de darle existencia humana a su
Hijo eterno, Dios de Dios, Luz de Luz. La Virgen María se hará eco de este favor inme -
recido cuando después, en su cántico diga que Dios ha mirado la humillación de su es-
clava. Por una parte, la expresión “llena de gracia” alude al hecho de que lo que Dios le
va a proponer a María por medio del ángel Gabriel es ejercicio de la voluntad salvadora
únicamente de Dios. María no se presentó nunca de candidata a ser Madre de Dios; nun-
ca le pidió a Dios ese privilegio; nunca mereció esa distinción. Por otra parte, la expre-
sión “llena de gracia” también significa que esa elección libre y soberana de Dios, sin que
ella lo supiera ni se diera cuenta, ha tenido en María la consecuencia de que ella ha sido
santificada desde el primer momento de su concepción. María ha sido preservada, por los
méritos de Cristo, del pecado original y de todo otro pecado propio de la condición huma-
na. Llena de gracia expresa la voluntad de Dios de dar un nuevo inicio de salvación a la
humanidad pecadora y ese inicio es María.
La tercera frase del avemaría es “el Señor es contigo”. En vez del verbo “está”,
utilizamos el verbo “es”. En el original griego no hay verbo. Dice literalmente: “el Se-
ñor contigo”. Esa frase es otra forma de saludo. La utiliza el sacerdote en la misa cuando
dice: “El Señor esté con ustedes”. En el original latín es “Dominus vobiscum”, a la letra:
“El Señor con ustedes”. ¿Qué es lo que quiere decir el ángel? ¿Por qué la oración en
español dice “El Señor es contigo” cuando lo más normal y propio sería “el Señor está
contigo”? A veces hay que forzar el idioma para que exprese las honduras del misterio
de Dios y de su salvación. Cuando uno tiene la compañía de un amigo usamos el verbo
“estar”: mi amigo está conmigo, eso dura un rato, uno no está siempre con él. Ahora
estoy con mi amigo, pero mañana ya no. El verbo “estar” expresa temporalidad. Cuando
el sacerdote saluda en la misa: “El Señor con ustedes” expresa un anuncio, una bendición.
Dios permanecerá contigo siempre, estará a tu lado, no te dejará. Cuando el ángel le dice
a María: “el Señor es contigo” le anuncia la gracia de la presencia continua del Señor con
ella, le asegura su protección y asistencia. La elección de Dios no es para un rato, sino
para siempre. “El Señor es contigo”. La Virgen María dirá en su cántico: el Poderoso
ha hecho obras grandes en mí, su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de
generación en generación. Con la palabra “el Señor” podemos entender a Dios Padre,
pero también podemos entender a Jesucristo, el Señor. María quedará para siempre unida
al misterio de Cristo. De ella el Hijo de Dios tomó su humanidad y esa humanidad des -
pués de padecer, resucitó. La humanidad resucitada de Jesucristo remite a la encarna-
ción, cuando la Palabra de Dios se hizo hombre en el seno de la Virgen María. El Señor
Jesús permanece vinculado a María y María a él, y por eso María nos conduce siempre a
Jesús. El Señor es contigo, María, desde siempre y para siempre.
Luego la oración del avemaría sigue con las palabras de santa Isabel: “bendita tú

 Mario Alberto Molina, O.A.R.


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entre las mujeres”. En cierto modo, Isabel se hace eco de las palabras del ángel: llena
eres de gracia. María ha sido bendecida por Dios que la eligió para ser la Madre de nues-
tro Señor. La maternidad divina de María es un privilegio único, exclusivo, de la Virgen.
Ella no solo es bendita entre las mujeres, sino también entre los hombres y entre toda la
humanidad. Sin embargo, debemos recordar una advertencia de san Agustín. María con-
cibió a Jesús primero por su fe en su mente y luego por la acción del Espíritu Santo en su
vientre. Esa maternidad física es exclusiva de ella; pero la maternidad de la fe es común
a todos los creyentes. Cuando aquella mujer exclamó en alabanza: Dichoso el seno que
te llevó y los pechos que te amamantaron (Lucas 11,27), Jesús le replicó: Más bien, di-
chosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica (11,28). Primero Ma-
ría, y después y con muchas imperfecciones, también nosotros.
Finalmente, el avemaría concluye su primera parte: “bendito es el fruto de tu vien-
tre, Jesús”. Esas son también palabras de Isabel, que de ese modo reconoce la dignidad
singular del hijo que María lleva en su vientre. De esa expresión nace el título con que
honramos a María: Madre de Dios. Ese título surgió en cierto momento en el siglo V
cuando un obispo llamado Nestorio negó que la criatura que María llevaba en su vientre
era ya el Hijo de Dios. María habría llevado en su vientre solo la humanidad de Jesús, de
modo que solo después de nacer, por ejemplo, en su bautismo en el Jordán, Jesús habría
llegado a ser también Dios. Expresiones como esa de Isabel mostraron que lo que María
llevó en su seno, desde el momento de su concepción, era ya el Hijo de Dios. Dios cuan-
do se hizo hombre, asumió todas las etapas de la existencia humana desde la concepción
hasta la profundidad de la muerte y la resurrección que él mismo estableció como destino
de la humanidad creyente. Si el fruto del vientre de María fue Dios desde su concepción,
entonces también tenía dignidad humana. Esto nos enseña de rebote, y para quien tenga
dudas, que desde la concepción lo que una mujer lleva en su vientre es un ser humano, y
destruirlo es asesinarlo.
Es mi deseo que esta explicación ayude un poco a captar los significados del salu-
do del ángel y de Isabel a María y que constituyen la primera parte de la oración con que
la saludamos y la invocamos. Que ella interceda por nosotros. Que la celebración del
mes de la Virgen nos llene de gozo y sea anticipo de la salvación plena que esperamos.

 Mario Alberto Molina, O.A.R.


Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán

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