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Benavent, Enric - Espiritualidad y Eduacion Social - Cropped
Benavent, Enric - Espiritualidad y Eduacion Social - Cropped
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Espiritualidad y
educación social
EDITORIAL UOC
Directores de la colección Educación Social: Jordi Planella y Segundo Moyano
ISBN: 978-84-9029-765-0
Depósito legal B. 24634-2013
Esta obra está sujeta a la licencia Reconocimiento - Compartir igual 3.0 España de Creative Commons.
Se puede modificar, distribuir y comunicar públicamente, incluso con un propósito comercial,
siempre que se especifiquen los autores y editores. La licencia completa se puede consultar en
http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/es/deed.es.
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Autor
Enrie Benavent
Licenciado en filosofía y en comunicación audiovisual. Diplomado en teología. Máster en sociedad
de la información y del conocimiento. Educador social habilitado. Ila trabajado de profesor de filo-
sofía y religión. Autor de diversos materiales didácticos sobre estas materias. Actualmente es pro-
fesor de la Facultad de Educación social y Trabajo social Pere Tarrés de la Universitat Ramon Llull.
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© Editorial UOC 7 Índice
Índice
Bibliografía.............................................................................................. 141
© Editorial UOC 11 La dimensión espiritual de la persona
Capítulo I
La dimensión espiritual de la persona.
Un cambio de mentalidad
Introducción
l. Antropología de la espiritualidad
El nuevo principio que hace del hombre un hombre, es ajeno a todo lo que pode-
mos llamar vida, en el más amplio sentido, ya en el psíquico interno o en el vital
externo. Lo que hace del hombre un hombre es un principio que se opone a toda
vida en general; un principio que, como tal, no puede reducirse a la «evolución
natural de la vida», sino que, si ha de ser reducido a algo, solo puede serlo al fun-
damento supremo de las cosas, o sea, al mismo fundamento de que también la
«vida,, es una manifestación parcial. Ya los griegos sostuvieron la existencia de tal
principio, y lo llamaron la «razón». Nosotros preferimos emplear, para designar
esta X, una palabra más comprensiva, una palabra que comprende el concepto de
la razón, pero que, junto con el pensar ideas, comprende también una determi-
nada especie de intuición, la intuición de los fenómenos primarios o esencias y,
además, una determinada clase de actos emocionales y volitivos que aún hemos
de caracterizar: por ejemplo, la bondad, el amor, el arrepentimiento, la veneración,
etc. Esa palabra es espíritu.
(Max Scheler, El puesto del hombre en el cosmos)
La aparición del ser humano añade a la historia del mundo una cuestión
primordial: la pregunta sobre el sentido y la capacidad de comprometerse.
El ser humano, a pesar de que, como cualquier ser viviente, tiene una clara
dependencia de la naturaleza, se manifiesta en el mundo de una manera pecu-
liar. Existe una forma singular de vivir esta condición de seres naturales que
capacita a los humanos para romper los círculos repetitivos que caracterizan la
vida animal eliminando de su horizonte cualquier destino de especie, huyendo
de la existencia meramente biológica. Cuando pensamos sobre el ser humano,
debemos tener en cuenta estas dos realidades, la innegable dependencia de la
naturaleza y, a su vez, la singularidad con que vive esta realidad natural.
© Editorial UOC 13 La dimensión espiritual de la persona
Max Scheler dice que lo que hace que el ser humano sea verdaderamente
ser humano es un principio que nada tiene que ver con la evolución natural.
No quiere vincularlo con el concepto de razón y busca otro concepto que sea
más genérico: el espíritu. Este concepto permite dar una explicación a tantos
juicios de la mente humana que se escapan de la racionalidad. La creatividad,
la libertad, la imaginación, el arte o la intuición son procesos humanos que no
se pueden reducir exclusivamente a los dominios de la racionalidad. En el ser
humano existe algo que lo hace emerger de las leyes de la naturaleza, distan-
ciarse de ellas y vivirlas con sentido.
Entre las distintas maneras de explicar esta singular forma de ser en el
mundo, está la que describe al ser humano como un «animal deficiente».
Arnold Gehlen es uno de los antropólogos que se inscribe en esta línea y habla,
en su obra El hombre, su naturaleza y su lugar en el mundo, de las carencias del
ser humano como punto de partida de su compleja realidad:
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Qo que se llama una razón para vivir es, al mismo tiempo, una excelente razón para
morir). Opino, en consecuencia, que el sentido de la vida es la pregunta más apre-
miante.
(A. Camus, 1985, p. 5)
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1.4. La voluntad de sentido según Viktor Frankl
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Dudo que haya ningún médico que pueda contestar a la pregunta sobre el sentido en
1, términos generales, ya que el sentido de la vida difiere de un hombre a otro, de un
día para otro, de una hora a otra hora. Así pues, lo que importa no es el sentido de la
vida en términos generales, sino el significado concreto de la vida de cada individuo
en un momento dado. Plantear la cuestión en términos generales puede equipararse
'1 a la pregunta que se le hizo a un campeón de ajedrez: «Dígame, maestro, ¿cuál es la
mejor jugada que puede hacerse?» Lo que ocurre es, sencillamente, que no hay nada
que sea la mejor jugada, o una buena jugada, si se la considera fuera de la situación
especial del juego y de la peculiar personalidad del oponente. No deberíamos buscar
un sentido abstracto a la vida, pues cada uno tiene en ella su propia misión que
cumplir; cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto.
Por tanto ni puede ser reemplazado en la función, ni su vida puede repetirse; su tarea
es única como única es su oportunidad para instrumentarla. Como quiera qué toda
situación vital representa un reto para el hombre y le plantea un problema que solo
© Editorial UOC 17 La dimensión espiritual de la persona
Este tercer camino fue el que Frankl desarrolló más ampliamente. Su expe-
riencia en los campos de concentración le llevó a reflexionar sobre la búsqueda
del sentido en situaciones límite. Cree que en estas situaciones es cuando el ser
humano se pregunta realmente por el sentido de la vida. Ante el sufrimiento
inevitable, el ser humano tiene la capacidad de tomar una postura u otra sobre
el dolor y su limitación. El ser humano es un ser sufriente y esta constatación
es importante para la antropología, porque nos lleva a pensar en el papel del
sufrimiento y de la conciencia de finitud de la vida de los humanos. El hecho
de no integrar el sufrimiento de la persona, y, por lo tanto, rechazar la posibi-
lidad de encontrar sentido al sufrimiento, conduce a la desesperación ante las
dificultades más pequeñas.
Los budistas tienen claro que el ser humano es un ser que sufre y que debe
trabajar para eliminar o evitar aquello que le causa sufrimiento. Experimentar
la limitación es un aspecto muy importante para el crecimiento de las personas.
Todo lo que nos provoca sufrimiento nos hace madurar: los obstáculos de la
vida ayudan al crecimiento personal. Es importante ver esta particularidad del
sufrimiento que, paradójicamente, nos lleva a la bondad. El dolor evidencia
la limitación humana, la imperfección. Una hipotética vida sin sufrimiento,
sin tensión, sin azar y con total seguridad, generaría un ser débil e inmaduro.
© Editorial UOC 20 Espiritualidad y educación social
2. Espiritualidad y religión
2.1. La espiritualidad
2.2. La religión
sis está vinculada con el poder que estas instituciones ejercen en determinadas
ocasiones. No se acepta que el mensaje religioso se traduzca en ningún tipo de
control social o político.
Las religiones, por otro lado, son la expresión de unas realidades muy sig-
nificativas para la vida de las personas. Todo esto ha originado, a lo largo de
los años, un legado cultural que incluye manifestaciones en todos los ámbitos
del arte y de la cultura. La sociedad es heredera de todo el patrimonio tangible
(edificios, obras de arte ... ) e intangible (tradiciones, fiestas ... ) y tiene el deber
de mantenerlo y transmitirlo a las futuras generaciones, independientemente
de la centralidad social que tenga la religión.
Así pues, la religión incluye la espiritualidad, una comunidad de personas,
una transmisión de tradiciones y una estructura. Las religiones son propuestas
concretas para vivir la dimensión espiritual comunitariamente y según unas
creencias, normas y tradiciones específicas. Religión y espiritualidad, pues, se
pueden considerar dos realidades distintas. La religión es una forma de expresar
y de vivir la dimensión espiritual de la persona pero no es obligatorio formar
parte de una comunidad religiosa para poder vivir y expresar esta dimensión.
Por lo tanto, es importante desvincular los dos conceptos.
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3. Necesidades espirituales
Hemos dicho muchas veces que cualquier propuesta para llevar a cabo con los mar-
ginados y excluidos debe partir del encuentro de sus necesidades. Necesidades no
quiere decir solo lo que ellos expresan, como pm ejemplo, no tener trabajo, no tener
casa, no tener familia, etc. Debemos preguntarnos si estas personas ya no serían
excluidas si tuvieran cubiertas estas necesidades indiscutibles. Nuestra experiencia es
que continuarían excluidas, porque detrás o debajo de las situaciones mencionadas
hay otras necesidades, como la falta de salud, el alcoholismo, etc.; pero sobre todo,
la cosa más grave que caracteriza a mucha gente de hoy en día es que la persona está
deteriorada, herida por el vacío existencial.
( ... )
Si las propuestas son acertadas, estas personas excluidas deben poder descubrir que
su existencia puede tener sentido, que su persona y su vida mejoran, que merece la
pena caminar por los caminos propuestos y encontrados, porque se sienten mejor
consigo mismas y con las que les rodean, están más contentas, intuyen que una vida
más feliz es posible para ellas.
(R. Fortuny y J. J. Genovard, 1997, p. 172)
© Editorial UOC 28 Espiritualidad y educación social
Tal y como dice Maslow (1991, p. 90), las necesidades superiores requieren
mejores condiciones externas para llevarlas a cabo y las personas que han con-
seguido satisfacer las necesidades superiores e inferiores, dan más valor a las
superiores que a las inferiores. Las personas que viven en situaciones de necesi-
dades básicas deberán tener un apoyo externo para avanzar en la consecución
de necesidades superiores, propias del ser humano. Muchos de los niveles que
propone Maslow no se pueden superar sin la implicación del entorno social.
une a la persona con el «yo» más profundo, es decir, con todo aquello
que ha construido en el día a día. La identidad tiene un factor personal
y otro colectivo. Las comunidades y los pueblos tienen la necesidad de
sentir que se respeta su identidad. Esta necesidad está vinculada a aspec-
tos sociales y psicológicos pero en definitiva su razón de ser se encuentra
en el núcleo más íntimo de la persona. Se trata de ser reconocido y res-
petado por aquello que conforma tu ser.
• Necesidad de orden: el orden es sinónimo de seguridad, de algo cono-
cido y previsible. Cuando la vida provoca desorden interior se genera la
necesidad de restablecer las prioridades. Las personas pueden tener las
necesidades básicas cubiertas pero, a pesar de todo, tener la necesidad
de establecer orden en su interior. El desorden interno lleva a la vulne-
rabilidad, el dolor y la frustración. Es en estos momentos cuando las
personas sienten esta necesidad espiritual de tener una mirada diferente,
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• Necesidad de la verdad: en un mundo caracterizado cada vez más por la
incertidumbre, la necesidad de conocer la verdad es cada vez más impor-
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tante. La verdad, a pesar de su componente subjetivo, es uno de los
puntales de una vida equilibrada, a pesar de que esta pueda ser subjetiva.
La persona necesita ir hacia la verdad y por esto es importante que siga
los pasos y el camino correctos. Cuando alguien está en contacto con un
profesional social debe basar esta relación en la confianza y la verdad.
El profesional debe gestionar bien la comunicación con el usuario. El
ritmo, el tiempo, lo que se debe comunicar y la capacidad para asumir
las verdades son elementos esenciales para afrontar esta comunicación
en situaciones comprometidas con respeto a la espiritualidad del otro.
• Necesidad de libertad: esta necesidad es más amplia de lo que, de entra-
da, asociaríamos con la autonomía o la capacidad para hacer cosas.
Frankl dijo que la libertad es lo último que le podrían robar en el campo
de concentración. Esta dimensión de libertad interior que permite que
el individuo tome decisiones importantes para dar sentido a su propio
destino, es decir, para sentirse protagonista de su propia historia perso-
nal, es la que vinculamos con la espiritualidad. Las personas que sufren
situaciones de dependencia, de enfermedad o de riesgo de exclusión
merecen ser tratadas desde una perspectiva liberadora. Poner atención
a las necesidades espirituales quiere decir que se debe dar una respuesta
a la necesidad de libertad en el sentido de liberación. Una práctica de
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4. La inteligencia espiritual
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© Editorial UOC 35 La dimensión espiritual de la persona
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La inteligencia interpersonal consiste en la capacidad de comprender a los demás:
cuáles son las cosas que más les motivan, cómo trabajan y la mejor forma de coo-
perar con ellos. Los vendedores, los políticos. Los maestros, los médicos y los diri-
gentes religios~ de éxito tienden a ser individuos con un alto grado de inteligencia
interpersonal. La inteligencia intrapersonal, por su parte, constituye una habilidad
correlativa -vuelta hacia el interior- que nos permite configurar una imagen exac-
ta y verdadera de nosotros mismos y que nos hace capaces de utilizar esa imagen
para actuar en la vida de un modo más eficaz.
(Citado en D. Goleman, 1996, p. 73)
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© Editorial UOC 36 Espiritualidad y educación social
que las otras se conserven. Esta independencia permite asegurar que el hecho
de no tener un nivel alto en inteligencia matemática, por ejemplo, no impide
tenerlo en inteligencia musical. La visión multidimensional de la inteligencia
aporta una imagen mucho más rica de la persona y de sus capacidades, y repre-
senta una gran novedad respecto a la medida de la inteligencia que se hacía
mediante el coeficiente intelectual.
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La realidad nos muestra que cualquier rol que se lleve a cabo en la vida es
fruto de la combinación de diversas inteligencias, por tanto, es conveniente
mirar a las personas como una colección de aptitudes más que como poseedo-
res de una única capacidad. Puede darse el caso incluso de que una persona no
sea excelente en ninguna de las inteligencias pero que la combinación de todas
ellas le posibilite tener éxitos importantes en la vida.
Así pues, según Damásio, los sentimientos y las emociones son indispensables
para la toma racional de decisiones ya que nos orientan hacia la dirección más
adecuada para sacar el mayor provecho de las posibilidades que nos ofrece la
razón lógica.
Ante las múltiples posibilidades que la vida ofrece, el aprendizaje emocional
ayuda a discernir algunas y a destacar otras. Las emociones son importantes
para el ejercicio de la razón ya que guían a cada instante las decisiones, traba-
jando junto con la mente racional. Hay, pues, dos tipos diferentes de inteli- 1.
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gencia: la racional y la emocional, y la vida cotidiana normalmente está regida
por las dos.
Son muchos los caminos que llevan hacia el éxito en la vida. Nuestra socie-
dad tradicionalmente ha dado mucha importancia al conocimiento y a la
habilidad técnica, pero indudablemente este no es el único camino. Hay una
clara evidencia de que las personas que saben manejar bien sus emociones y
sus sentimientos, y que a su vez saben interpretar y relacionarse bien con los
sentimientos de los demás, tienen U:{J.a situación de ventaja en todos los domi-
nios de la vida, tanto en las relaciones personales más íntimas como a la hora
de adaptarse y comprender el funcionamiento de un grupo de personas en el
ámbito laboral o de las organizaciones. Las personas que no saben controlar
su vida emocional están constantemente en luchas internas que no les dejan
pensar con claridad y acaban dañando su capacidad de trabajo.
Hay una fuerza que brota desde el interior más profundo de la persona y es
la necesidad de dar sentido a la vida. Vivir con dignidad, poder sentirse prota-
gonista de la propia historia, dando valor y comprometiéndose con lo que se
considera valioso, se trata de lo más característico de la peculiar forma de ser
que tiene el ser humano. Hay una innegable vinculación entre la vida emocio-
nal y la vida espiritual. El equilibrio emocional está más vinculado al sentido
que se da a la vida que al logro de los objetivos personales.
Mientras que la inteligencia emocional nos habla de cómo poder controlar
las emociones pero no capacita ni ética ni moralmente, la inteligencia espiri-
tual es la que da capacidad de trascender, de dar sentido a las acciones coti-
dianas, de plantearse finalidades y motivaciones, y de pensar en el significado
profundo de las cosas. La felicidad está relacionada con el logro de los objetivos
que se marca, pero el sentido, además, implica tener objetivos que considera-
mos valiosos, se satisfagan o no.
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11; Es en estos puntos donde religiones y espiritualidades, disciplinas de maduración
y escuelas humanistas se ponen de acuerdo, y donde los análisis neurofisiológicos
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Resumen
Capítulo 11
La acción social y la espiritualidad.
Reconociendo la importancia de la dimensión espiritual
Introducción
La atención supone un darse cuenta de lo otro, de los otros, del mundo que no
soy yo y que, de alguna manera, existe al margen de mi yo. El mundo descubierto
por la atención no forma parte de mis propiedades, ni de mi dominio, y, al tenerlo
realmente en cuenta, corregimos nuestros impulsos egoístas. Por eso la verdadera
atención es la consideración de lo otro como tal, al respeto.
O, M. Esquirol, 2006, p. 120)
El educador social actuará en interés de las personas con las que trabaja y respetará
su autonomía y libertad. Este principio se fundamenta en el respeto a la dignidad y
en el principio de profesionalidad descrito en este Código.
(ADESES, 2007)
Actuar en interés del otro implica conocer bien quién es ese otro que tene-
mos delante. Su complejidad incluye también la diversidad espiritual o religio-
sa, y este es un aspecto que fácilmente puede quedar olvidado o escondido. La
diversidad religiosa o espiritual afecta a varios aspectos de la vida de los indi-
viduos: su manera de ver el mundo, su relación con la enfermedad o el dolor,
sus costumbres, su vida familiar, la vida sexual y, por tanto, puede afectar a
la viabilidad de algunas intervenciones socioeducativas que se propongan. La
relevancia de las tradiciones religiosas o espirituales es aún mayor cuando se
trabaja con grupos minoritarios y con gente mayor.
© Editorial UOC 46 Espiritualidad y educación social
Para muchos estudiosos del hecho religioso, el reencantamiento del mundo pone de
manifiesto que la esencia de la condición humana es religiosa. Las nuevas espiritua-
lidades son una prueba de la pervivencia del sagrado a pesar de la crisis provocada
por la secularización. El mismo Marce! Gauchet, a pesar de defender la teoría del
© Editorial UOC 47 La acción social y la espiritualidad
Una de las acciones que está llevando a cabo este organismo es la publica-
ción de varias guías para el respeto a la pluralidad de opciones religiosas, que
surgen de la necesidad de algunos profesionales que trabajan con población
cada vez más diversa en cuanto a su trasfondo cultural y religioso. Como se
explicita en la introducción:
A pesar del creciente interés por las cuestiones espirituales y religiosas que
está mostrando nuestra sociedad, es una realidad que los profesionales de la
educación social, del trabajo social y, en general, de las profesiones que acom-
pañan a personas presentan serias dificultades personales y competenciales
para identificar y responder de manera apropiada a las necesidades religiosas o
espirituales de los usuarios.
Hay muchas razones por las que se puede justificar la necesidad de que los
profesionales sociales desarrollen su comprensión y su toma de conciencia
hacia los asuntos relacionados con las creencias y la espiritualidad. La realidad
es que esta dimensión de la persona solo es tenida en cuenta, de una manera
más bien informal, por parte de aquellos profesionales que en su vida personal
ya viven la propia espiritualidad. La poca conciencia de su importancia, unida
a la falta de formación y de herramientas y estrategias para abordar este tema,
hacen que en la práctica profesional haya quedado relegada.
Los educadores sociales están comprometidos con el respeto por todas las
comunidades y grupos, y para trabajar desde la igualdad y la no discriminación,
y esto pide tener una actitud de apertura mental y de capacidad reflexiva y crí-
tica. A la vez, es imprescindible un conocimiento de todos aquellos aspectos de
la persona que pueden influir o ayudar en la relación socioeducativa.
Dos profesores de la Universidad de Bradford, en el Reino Unido, Philip
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Gilligan y Sheila Furness, han desarrollado una herramienta que ayuda a los
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profesionales a evaluar la importancia de la religión o de las creencias espi-
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rituales tanto en ellos mismos como en los usuarios de los servicios sociales.
¡:111 Consideran que los profesionales que están poco acostumbrados a reflexionar
·. I' sobre los propios valores relativos a su dimensión religiosa o espiritual están
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'l.111 poco preocupados por atender esta dimensión personal en los demás. Hoy se
debe considerar que, más allá de las propias creencias, un profesional de la
acción socioeducativa, si quiere dar un buen servicio, debe poder entender
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puedan presentar.
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© Editorial UOC 51 La acción social y la espiritualidad
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2.1. Dimensión espiritual y bienestar
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das personales es uno de los que hay que tener en cuenta a la hora de hablar .í
Para muchas personas, la religión, las creencias personales y la espiritualidad son una
fuente de consuelo, bienestar, seguridad, sentido, sensación de arraigo, finalidad y
fuerza. En cambio, algunas personas tienen la sensación de que la religión tiene una
influencia negativa en su vida. La formulación de las preguntas permite que salga a
relucir ese aspecto de esta faceta.
(OMS, 1998)
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© Editorial UOC 54 Espiritualidad y educación social
1
• Esperanza y optimismo
• Propósito y sentido de la vida
• Más autoestima
• La adaptación al duelo
• Más apoyo social y menos soledad
• Menores tasas de depresión y recuperación más rápida de una depresión
• Menores tasas de suicidio y actitudes menos favorables hacia el suicidio
• Menos ansiedad
• Menos psicosis y menos tendencias psicóticas
• Menores tasas de consumo de alcohol y abuso de drogas
• Menos delincuencia y actividad criminal
• Mayor estabilidad y satisfacción en la pareja
Llegamos a la conclusión de que, para la gran mayoría de las personas, el beneficio
de las creencias y prácticas religiosas es probablemente mayor que los riesgos.
(H. Koenig y cols., 2001)
Las diferentes actitudes que se pueden tener ante la pérdida pueden ser
debidas a diversas causas, ya sea referidas a la magnitud de la pérdida como
la estructura psicológica del sujeto, a la influencia de experiencias infantiles
(especialmente de educación religiosa) en el entorno personal que lo acompaña
y, sobre todo, a la motivación interior.
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© Editorial UOC 56 Espiritualidad y educación social
Una de las personas que más ha trabajado sobre esta cualidad de la persona,
Stefan Vanistendael, propone establecer una relación entre la espiritualidad y la
resiliencia. Es cuando profundizamos en las realidades de la vida que llegamos
a la espiritualidad, entendiendo este término en un sentido no estrictamente
religioso. La resiliencia normalmente pide un cambio de mirada sobre la vida,
invita a salir de esquemas clásicos para reconstruir la propia vida.
Las actitudes o las vidas resilientes son una gran prueba de la fuerza de
la libertad interior de cada persona. Aunque es innegable que el patrimonio
genético es un marco !imitador de posibilidades, también es cierto que dentro
de este marco de contingencia la persona puede vivir su vida con múltiples y
diversas posibilidades. El mal no se transmite automáticamente de una gene-
ración a otra. La resiliencia nos muestra la posibilidad de romper la visión
determinista que tantas veces dominan los análisis de las relaciones sociales y
personales.
Las personas que se aferran a la vida en naufragios o en otras situaciones muy extre-
mas de supervivencia hacen todo lo posible para conservar un vínculo positivo entre
su vida y la vida en el mundo, a pesar de que las desgracias que les pasan presionen
la ruptura de este vínculo. (... ) Por eso la supervivencia se identifica con el sentido
de la vida. Con esta conducta, estas personas transforman una situación a priori
desesperada en una situación de supervivencia.
...
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Las personas que ven un sentido y una coherencia en lo que sucede a su vida mues-
tran más resiliencia que otras.
(S. Vanistendael, 2003, p. 35)
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© Editorial UOC 58 Espiritualidad y educación social
Otras profesiones que hace más tiempo que trabajan sobre estos temas,
como es el caso de la enfermería, han incorporado la dimensión espiritual de
la persona como un elemento clave en su formación, conscientes de que esta
aproximación es esencial en el acompañamiento de los enfermos.
Aún así, todavía hay conciencia de que están poco desarrollados tanto
el conocimiento como las formas de evaluar y abordar los problemas de
índole existencial o espiritual de los enfermos. La espiritualidad puede ser
a la vez un recurso que dé fortaleza o algo que perturbe la paz del enfermo.
En cualquier caso, desde la enfermería o la medicina es claro que se trata de
un aspecto de la persona que puede influir en el correcto desarrollo de un
determinado tratamiento y, por tanto, la espiritualidad debe ser considerada
como una parte intrínseca de este. Dejar de lado esta dimensión es ignorar
aspectos importantes de cómo los enfermos asumen su enfermedad y afron-
tan el sufrimiento.
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© Editorial UOC 62 Espiritualidad y educación social
Una mirada desde la dimensión espiritual ofrece una visión del ser humano
que no se reduce a su dimensión física, y permite así descubrir la esperanza, la
capacidad de sobreponerse que surge de una vida con sentido.
A veces utilizamos la analogía del cuerpo humano para describir a las comunidades
donde vivimos. Los activistas o políticos decimos que son la «voz» de la comunidad.
Algunas personas pueden ser descritas como los «ojos y oídos» de la comunidad
debido a su conocimiento local y la atención que tienen a los detalles. Los parques
y los jardines decimos que son «los pulmones» de la comunidad. Continuando con
esta analogía, me gustaría sugerir que «el corazón» de la comunidad es su espiritua-
lidad, estos aspectos de la comunidad que hacen que sea vibrante y saludable y estas
relaciones que la hacen latir.
(1. Mathews, 2009, p. 43)
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¡.:! Para las personas recién llegadas, las comunidades religiosas, en algunos
casos, sustituyen el papel de la familia o de la comunidad de amigos. Algunas
comunidades que, vistas desde fuera, podrían parecer excesivamente exigentes
t: hacia sus propios miembros con respecto al vínculo que deben mantener con
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la comunidad, ejercen una cálida vigilancia hacia sus miembros. Las personas
li recién llegadas que aquí no tienen a nadie que se preocupe por ellas, encuen-
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tran en la comunidad ese punto de referencia personal que hace que sientan
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ser alguien, con nombres y apellidos.
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~ 4.2. Expresiones comunitarias de la espiritualidad
:ji.''.'.,¡ Todas las comunidades humanas tienen elementos con una clara finalidad
!ij espiritual, los más evidentes son los centros de culto o los líderes religiosos. Hay
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otros elementos que en los últimos años han ido apareciendo y la importancia
de los cuales está relacionada con las necesidades espirituales, por ejemplo los
memoriales que encontramos en los arcenes de carreteras como recuerdo ·de
alguna persona que ha muerto en accidente de tráfico.
Desde hace unos años, un movimiento de ciclistas americanos de San Luis
(Misuri) popularizó una forma de homenajear a los ciclistas muertos en acci-
dente de tráfico. Se trata de las bicicletas blancas o también conocidas como
bicicletas fantasma (www.ghostbikes.org). Verlas es como pasar por delante de
un accidente; invita a pensar, aunque sea durante el tiempo que dura el trán-
sito del rojo al verde de un semáforo. Es una reacción ante la inseguridad y la
fragilidad de la vida. Este sentimiento de incertidumbre es el que ha desenca-
r © Editorial UOC 65 La acción social y la espiritualidad
Todo lo dicho hasta ahora tiene un trasfondo claro ya que todos vivimos en
comunidad y las comunidades son muy importantes para el bienestar indivi-
dual, y la espiritualidad tiene un papel importante en el buen funcionamiento
de las comunidades. Podemos matizar y discutir muchos de estos aspectos, dar-
les un sentido u otro, pero lo que está claro es que cuando un educador social
trabaja en el ámbito comunitario y desde un trabajo comunitario debe poder
comprender y tener presentes estas dinámicas espirituales que se dan en el seno
de cualquier grupo humano.
5. Ritos y rituales
-Es algo también demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea
diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Mis cazadores, por ejemplo,
tienen un rito. El jueves bailan con las jóvenes del pueblo. ¡Entonces el jueves es un
día maravilloso! Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores bailaran en cualquier
momento, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
(A. de Saint-Exupéry, El Principito, cap. Xx1)
Una de las maneras que los grupos de personas o comunidades tienen para
expresar su espiritualidad son los ritos. La vida de los humanos está llena de
ritos y rituales que tienen finalidades diferentes, una de las principales es la de
protegerse ante la imprevisibilidad de la vida. Los rituales son complejas accio-
nes de culto formadas por ritos diversos.
La gran mayoría de ritos que podemos analizar encajan con lo que el antro-
pólogo Amold van Gennep caracterizó como «ritos de paso», que son elemen-
tos decisivos para la estructuración y organización de la vida ya que ofrecen
pautas de comportamiento y actitudes válidas para avanzar en una nueva etapa
de la vida. Los ritos de paso más significativos son los relacionados con el naci-
miento y con el fallecimiento. Nacimiento y muerte sitúan al individuo en
relación con un antes y un después indeterminados. Pero a lo largo de la vida
se dan muchos cambios en la persona que podemos entender como pequeñas
muertes y pequeños nacimientos, que generan en el individuo una ruptura de
nivel, es decir, un cambio sustancial en su vida. Muchos de estos momentos
van acompañados también de ritos de paso. La transición ritual es una forma
de expresar la gran importancia social que tienen ciertos momentos de cambio
en la vida de las personas.
Este rito de paso -como rito iniciático- constituye una práctica socio-cultural de
transformación de los individuos que consiste en resituarlos en un estado diferente
© Editorial UOC 69 La acción social y la espiritualidad
al que tenían antes de partir, pero dentro de una sociedad que garantiza su propia
estabilidad. Por ello, estas transacciones -individuales o de grupo- afectan e impli-
can a toda la comunidad o sociedad en la que se desarrollan.
(F. Checa, 1997, p. 109)
El viaje en patera empieza con una fase prerritual que tiene como centro la
decisión de emigrar y que normalmente se lleva en secreto, especialmente de
cara a la familia. El final de esta fase comienza cuando el inmigrante inicia la
recolecta de dinero y, por lo tanto, hace pública su decisión. En el momento
en que se produce el abandono del hogar para dirigirse hacia la costa se inicia
la fase de los ritos de separación, en los que el inmigrante pasa varias pruebas
como la soledad, el alejamiento de la familia o el hecho de vivir en una ciudad
desconocida.
El viaje en sí mismo constituye la fase liminar o de margen, es el momento
de máxima irreversibilidad, y en: la persona del inmigrante tiene lugar un pro-
ceso de deconstrucción -con la separación de la sociedad y de la familia- y de
reconstrucción -con la integración en_ un pequeño grupo de iguales-. La llega-
da a la costa europea es el inicio de una nueva vida social en la que la persona
vuelve a su individualidad. El viaje en patera ha representado un cambio de
estatus social. Este análisis del hecho migratorio como rito de paso seguro que
da herramientas para comprender mejor a las personas y las comunidades.
sión de aspectos que forman parte del núcleo de la vida de las personas.
Las diferentes tradiciones religiosas y espirituales tienen un amplio abanico
de símbolos, mitos y actos rituales que han servido de guía en las diversas tran-
© Editorial UOC 71 La acción social y la espiritualidad
siciones vitales que una persona experimenta. Si el educador social mira con
simpatía las historias de dichas tradiciones, sin los prejuicios de la modernidad,
puede aprender las grandes enseñanzas de amor, de fuerza para recuperarse del
duelo, de hacer frente a la desesperanza, que contienen. Los mitos y los ritos,
bien entendidos, contribuyen a cultivar la actitud que ayuda a hacer frente a la
soledad y a la ausencia de sentido.
Hay una amplia gama de cuestiones importantes que pueden crear dilemas a los edu-
cadores sociales por sus creencias religiosas, o en las entidades para las que trabajan
debido a su orientación religiosa. También hay una amplia gama de comportamien-
tos que piden respuestas apropiadas por parte de los compañeros, gerentes y empre-
sarios, o por parte de los financiadores. Las cuestiones pueden ser muy variadas
dependiendo de los individuos y de sus comunidades, pero deben incluir respuestas
a las grandes cuestiones que se plantean.
(S. Furness y P. Gilligan, 2010, p. 153)
los obispos de las diócesis catalanas en el que se establece que habrá un servicio
de asistencia religiosa católica, vinculado a la dirección o gerencia del centro;
que este servicio dispondrá de capilla, despacho y vivienda para residir; que
será financiado con los fondos pertinentes aportados por el Estado, y que las
entidades competentes en la gestión de los centros hospitalarios podrán optar
por estipular un contrato laboral con el personal del servicio de asistencia reli-
giosa católica o por un convenio con el obispo o arzobispo del lugar.
En 1992 se establecieron acuerdos de cooperación entre el Estado español y
las confesiones religiosas declaradas de notorio arraigo: religiones evangélica,
islámica y judía. En todos se prevé el derecho de estas comunidades a ejercer
la asistencia religiosa en los centros hospitalarios públicos dentro del marco
de la Ley orgánica de libertad religiosa, dejando claro que en todos los casos
los gastos de este servicio van cargo de la comunidad religiosa. A partir de
estos acuerdos estatales, la Generalitat de Cataluña ha firmado acuerdos con
las comunidades religiosas para concretar estos servicios en el ámbito catalán.
El año 2001, en la revisión de los acuerdos precedentes con la Iglesia católica,
la Generalitat de Cataluña incluyó que en el convenio entre cada hospital y
el obispado correspondiente exista el compromiso por parte del obispado de
«facilitar la asistencia oportuna a los pacientes y acompañantes de otras confe-
siones religiosas que libre y espontáneamente lo soliciten».
il.
© Editorial UOC 74 Espiritualidad y educación social
Si, corno hemos visto, algunos ámbitos dedicados a la atención a las per-
sonas tienen prevista y regulada la atención de las necesidades religiosas y
espirituales de sus usuarios, en el marco de los servicios sociales este aspecto
no está previsto ni regulado. La dimensión religiosa o espiritual de las personas
no es tenida en cuenta de forma explícita y en todo caso queda relegada a la
sensibilidad y las habilidades del profesional que esté atendiendo a la persona
en ese momento. Solo si los servicios los ofrecen entidades de carácter religioso
se puede asegurar que la dimensión religiosa será tenida en cuenta. En realidad,
en muchos de los servicios que gestionan entidades relacionadas con la Iglesia
católica (que atienden a un 90 por ciento de las personas en situación de exclu-
sión severa) se tiene presente la dimensión espiritual o religiosa del usuario con
un estilo abierto y respetuoso.
© Editorial UOC 75 La acción social y la espiritualidad
Resumen
Cada vez se ve más claro que la aproximación a la persona desde las profe-
siones de ayuda debe ser más global que parcial. La influencia de las emociones
en determinadas enfermedades, la incidencia de los valores personales en el
cuidado de la propia vida, la relación entre el tejido social de una persona y las
posibilidades de superar algunas situaciones de dificultad ... Hoy nadie niega
que la persona es un complejo sistema interrelacionado.
Por otra parte, cada vez se habla más claramente de un resurgimiento de la
espiritualidad o de una nueva espiritualidad muy influida por la religiosidad
oriental, es decir, más basada en los aspectos emocionales que en los raciona-
les, que da mucha importancia a la vida interior y la búsqueda de uno mismo.
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© Editorial UOC 76 Espiritualidad y educación social
Capítulo III
Intervención socioeducativa y espiritualidad.
Más allá de las creencias personales
Introducción
• Tener una base segura: poder tener un vínculo seguro con al menos una
persona, tener experiencias de afecto, ser valorado por lo que uno es.
• Educación: asistir a la escuela ofrece muchos elementos básicos para
construir la resiliencia (los aprendizajes, los momentos de juego y las
relaciones sociales).
• La amistad: los buenos amigos pueden ayudar a llevar mejor las situacio-
nes difíciles, ofrecen oportunidades de poner en práctica las relaciones
sociales.
• Intereses y talentos personales: son esenciales en la autoestima.
• Valores positivos: una mirada positiva hacia uno mismo y hacia los
demás, una actitud pro social, poder ver el ejemplo de otros o recibir
mensajes de los adultos en este sentido.
• Competencias sociales: autonomía, autocontrol, buen carácter.
La convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (1989)
dice, en el Artículo 27.1:
Los Estados Partes reconocen el derecho de todo niño a un nivel de vida adecuado
para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social.
Es decir, reconoce que para tener un nivel de vida adecuado no basta con
tener las necesidades materiales cubiertas. Las necesidades espirituales no son
un lujo para nadie, más bien son un derecho, y su desarrollo no puede dejarse
al azar.
En la conmemoración del vigésimo aniversario de esta convención, un
grupo de entidades que trabajan en el ámbito de la infancia se reunieron para
redactar lo que se ha llamado Manifiesto de Montserrat: las necesidades no materi-
ales de la infancia, fundamento de su protección. El documento, que intenta llenar
un vacío en la reflexión sobre temas de infancia, comienza así:
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© Editorial UOC 84 Espiritualidad y educación social
actividad a favor de la infancia. Ahora bien, por su naturaleza menos tangible, las
necesidades no materiales pueden parecer difíciles de presentir y de identificar. Esto
reclama que los adultos, que son referentes del niño, tengan una especial conciencia,
reflexión, disposición y voluntad para promover acciones con el objetivo de satisfa-
cerlas y estimularlas.
(Manifiesto de Montserrat)
Las necesidades no materiales de las personas son tan relevantes como las
necesidades materiales, y sería un error priorizar unas sobre otras. Las personas
que tienen carencias materiales a la vez sienten que la vida es pesada, les falta
esperanza. Preocuparse solo de las necesidades materiales es atender única-
mente a una parte de la situación. Las necesidades no materiales son lo que
configuran los derechos espirituales que toda persona, en cualquier momento
de su vida, ha de poder ejercer.
Tal y como dice el Manifiesto de Montserrat:
Los derechos espirituales, que no son los derechos religiosos -también recogidos en la
Convención-, están relacionados con la vida y son humanamente universales, hacen
referencia a unas capacidades humanas innatas. Los derechos religiosos se refieren
a unas opciones humanas. La espiritualidad hace referencia a lo que es impalpable,
íntimo y personal, a lo más profundo de la persona, a cuestiones emocionales,
morales y cognitivas: discernimiento, crecimiento moral, sentido ético en el sentido
más amplio (haciendo distinción entre el sentimiento ético y las diferentes morales
específicas que forman parte de las creencias). La espiritualidad se relaciona con los
valores y el crecimiento de la persona y determina su manera de vivir. El espíritu
implica anticipación y conciencia; toca la identidad de la persona que lo es en la
medida que incorpora a su ser el sentido de lo trascendente.
• La posibilidad de maravillarse.
• Vivir experiencias personales de alegría.
• Poseer un sentimiento de serenidad interior que propicie, cuando sea
necesario, la elaboración de los sentimientos de dolor y pérdida.
• Ser consciente de la relación con los demás.
• Predisponer a crear vínculos con los seres humanos e incluso con las
cosas.
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© Editorial UOC 85 Intervención sociocducaliva_y_espiritualidad
El educador debe aprender a escuchar al niño tal como es, sin idealizaciones,
respetando su ritmo, atendiendo a sus inquietudes. Las necesidades no mate-
riales aparecen ligadas a las materiales y en el proceso de detectar unas existe
la posibilidad de detectar las otras, con una mirada atenta. Jordi Cots escribía,
en un artículo titulado «La formación espiritual del niño»:
Sabemos que existe este espacio interior que es lo que nos hace más personas, pero
dudamos de penetrar, de estar, de hacerlo vivo en nuestros hijos o nuestros alum-
nos. Podemos llegar a considerarlo un bien inalcanzable, incluso implantcable, para
los niños marginados, los cuales tienen que contentarse con lo que llamamos las
necesidades básicas.
(J. Cots, 1987)
Sentir y descubrir las raíces para pod~r acabar conectando con el verdadero yo, para
poder quedar interiormente desnudos ante nosotros y los demás, para darnos cuen-
ta, como decía V. Frankl, de que en realidad solo nos pueden quitar nuestra ridícula
vida desnuda. La fortaleza de alma, de espíritu, la libertad ... son siempre nuestros,
y no nos los pueden quitar si cuidamos de ellos y los educamos. Es un proceso que,
como educadores, debemos acompañar, dándole la importancia que tiene, porque es
parte de esta formación integral que permitirá que las futuras generaciones tengan
las herramientas suficientes para enfrentarse a la vida, para no derrumbarse ante
cualquier nimiedad. Hay que ayudar a los niños y jóvenes a entrar en la propia
conciencia.
(A. Carbonen, 2012, p. 29)
Reconocer que los niños y los adolescentes tienen su vida espiritual, y que
hay que ayudar a que se desarrolle, no hace que hablar de espiritualidad sea
fácil. Por un lado, el entorno de una sociedad capitalista donde el discurso
basado en que tener dinero y posesiones es la base de la felicidad, y, por otro,
una mentalidad científico-técnica según la cual la autoridad de la tradición es
sustituida por la razón y la ciencia, hacen que la espiritualidad sea un tema que
socialmente se considere un tabú y que los niños eviten tratar en sus conversa-
ciones e incluso se sientan incómodos cuando se les pide que lo hagan.
Es importante que los adultos que acompañan a los niños y adolescentes no
eviten abordar los aspectos espirituales cuando están con ellos y que den posibi-
lidad de expresar sus sentimientos en torno a aquellas grandes cuestiones sobre
la vida y sobre la muerte que en algún momento puedan preocupar. Los niños
que pasan por situaciones de exclusión, de pobreza, de rotura de relaciones sig-
nificativas, igual que los adultos, pueden mostrar necesidades espirituales básicas
relacionadas con la búsqueda de la propia identidad, de sentirse queridos o valo-
rados por lo que son, de alimentar la esperanza o el sentimiento de pertenencia.
Un estudio cualitativo llevado a cabo por la profesora irlandesa Muireann
Ní Raghallaigh, el año 2010, con niños y jóvenes refugiados concluye que la
religiosidad es una forma relativamente accesible y relativamente convincente
para menores no acompa:ñ.ados en busca de asilo, para hacer frente a circuns-
tancias difíciles.
Estos menores no acompañados tienen ante sí múltiples retos, con una
situación relacional muy peculiar: separados de los padres, de la familia y de
los amigos, viviendo en centros con apoyo de trabajadores sociales, con amis-
tades de personas iguales a ellos y también de menores irlandeses, con ciertas
dificultades para confiar en los otros ... en todo este marco de referencia Dios
es representado como una presencia que ama y cuida de sus vidas. En las con-
versaciones con los menores las referencias a la confianza en Dios aparecían a
menudo y no específicamente cuando trataban el tema religioso. Así es como
se expresaba un chico musulmán de los que participaron en la investigación:
El único, único, único amigo en quien yo confío siempre es Dios. (... ) No tengo más
amigos en los que confíe más que en Dios, no lo creo. Sabes por qué, Dios siempre
nos conoce mejor que nadie. Y Dios te ayudará siempre.( ... ) Dios siempre ayuda.
© Editorial UOC 87 Intervención socioeducativa y espiritualidad
El hogar es mucho más que el techo que nos cobija. Encontramos en él el afecto, la
comprensión, la tolerancia ... el perdón. De techos hay muchos, pero nos hace falta
el que acoge nuestra intimidad, nuestros amigos. Cuando nos vamos de casa lleva-
mos en la maleta la experiencia que hemos vivido. Pero si marcharse es consecuencia
de una rotura fuerte con los que se supone que amas y te aman, la maleta empieza
a pesar. A algunos, tal vez demasiado.
(Arrels Fundació, 2004)
El interior más íntimo de cada persona constituye lo que muchos han lla-
mado el yo. En este espacio de interioridad, de intimidad, es donde se encuen-
tra la esencia, lo más valioso de la persona, lo que le identifica, es la fuente
de su libertad, es un espacio dinámico y positivo. Roma Fortuny y Bartomeu
Bennassar (1996, p. 19), prestan atención a varios rasgos que rodean este yo
positivo y personal en las personas que viven situaciones de exclusión social
o marginación. Los cuatro rasgos que se pueden identificar más claramente en
estas personas son el miedo, la soledad, la negatividad y la culpa.
T
© Editorial UOC 88 Es iritualidad y educación social
Las personas que viven en la calle pasan por estas fases, normalmente con
un ritmo muy personal y no de forma lineal y ordenada. Acompañar, en este
caso, querrá decir estar muy atento al momento que vive cada persona en
relación con su proceso de reconstrucción interior. Solo poniendo énfasis en la
recuperación de estos aspectos menos externos, y con una mirada acogedora y
muy respetuosa por los procesos personales, podemos llegar a trabajar para la
recuperación de la persona en su integridad.
Este aspecto intangible que anima a la persona desde la realidad más íntima
de su yo es lo que todo ser humano necesita para sentirse plenamente persona.
© Editorial UOC 90 Espiritualidad y educación social
Se puede ser feliz sin la referencia a un Dios, pero creemos que no se puede alcanzar
la felicidad sin la referencia a su propia vida interior y a la valoración de la interio-
ridad de los demás.
(R. Fortuny, 1997, p. 167)
Las personas que viven en situación de exclusión social, como hemos dicho,
tienen dificultades serias para adentrarse en su propia interioridad, y por eso es
importante tener cuidado de esta dimensión esencial de la persona, y ayudarles
a encontrar caminos para descubrir una espiritualidad arraigada en la propia
existencia que les permita expresar anhelos, que les posibilite dar respuesta a
la pregunta por el sentido.
Trabajar con personas que están en situación de exclusión social, personas
que a menudo tienen un grado de desestructuración personal importante por
el hecho de no tener hogar y de haber roto los lazos familiares, reclama poner
atención a sus necesidades materiales y espirituales a la vez. Acompañar
a estas personas en el proceso de reconstruir su dignidad personal requie-
re poder encontrar espacios donde sientan valorada y apreciada su propia
identidad, donde puedan ser reconocidas por su nombre. El sentimiento
de pertenencia que quizá hace tanto tiempo que tienen olvidado se debe
poder reconstruir. Sentirse formando parte de un conjunto, de una realidad
compartida, es uno de los elementos básicos de la espiritualidad, una de las
cosas que más ayuda a dar sentido a la vida. Además, para personas que están
acostumbradas a recibir, es muy conveniente que su pertenencia a un grupo,
a una comunidad, pueda tener espacios donde su presencia y su aportación
sean claras e indispensables. Un espacio de participación donde la persona
pueda aportar alguna cosa es primordial para la recuperación y la alimenta-
ción positiva del yo interior.
Lo que da sentido a la vida no es tanto lo que hacemos, sino la calidad de
los vínculos que establecemos en el proceso de vivir. No es tan importante
adónde vas de viaje como con quién vas, qué conversaciones y qué relaciones
has mantenido con las personas que te han acompañado. El acompañamien-
to de personas en situación de exclusión social no puede quedar reducido a
acciones, proyectos o programas, a cosas que hacer. Para poder ayudar a estas
personas a realizar un proceso de reconstrucción espiritual, de recobro del
sentido vital, es necesario poder generar vínculos de calidad, ya que son estos
vínculos los que les darán fuerza interior para poder emprender un proceso
personal de cambio.
© Editorial UOC 91 Intervención socioeducativa y espiritualidad
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© Editorial UOC _ _ _ _ _ _9_2_ _ _ _~.~iritualidad y educación social
4. Espiritualidad e inmigración
lidación de estos colectivos de personas que, inmigradas, llevan con ellas otras
cosmovisiones y, por lo tanto, otros-símbolos, ritos y tradiciones. Esta realidad
está generando un interesante debate en torno a cuál debe ser el referente sim-
bólico predominante en una sociedad, cómo se articulará la convivencia entre
diferentes colectivos que aportan tradiciones culturales y religiosas diferentes.
Una primera mirada hacia la religiosidad del inmigrante está llena de este-
reotipos y prejuicios que muchas veces no dejan dar el paso para descubrir los
puntos de contacto que hay entre las culturas y las formas de vivir la espiritua-
lidad. A menudo ha preocupado más etiquetar que acceder al problema vital
que hay dentro de la persona. Si el diálogo intercultural se queda situado en el
margen, los respectivos y particulares horizontes de comprensión son una mera .1'
ilusión. Para poder avanzar hacia un lugar común hay que partir de las propias
tradiciones culturales, religiosas o espirituales y de los propios horizontes de
comprensión.
Para muchas personas, la religión es lo que ha estructurado el centro de sus
vidas y lo que ha definido las relaciones con las personas que las rodean. Muchas
de las que han tenido que inmigrar encuentran en la religión lo único que les
ayuda a articular el sentido de su vida, aunque no siempre lo sepan expresar así.
Es conveniente pensar sobre esta imposibilidad para expresar lo que consti-
tuye uno de los pilares de la vida de la persona y ver si se trata de una falta de
conciencia de su importancia o bien si es cuestión de falta de habilidades de
los profesionales para hacer emerger estos aspectos.
La vivencia de la religión, para muchas personas inmigrantes, ayuda no solo
a centrar su vida personal, sino también su vida comunitaria. Poder ir juntos
a rezar, celebrar las festividades en compañia. La religión se convierte en una
actividad incorporada a la vida que ocupa un tiempo y un espacio. Esto, para
una persona que se encuentra sola viviendo en un mundo culturalmente tan
diferente del suyo, es muy importante.
© Editorial UOC 96
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teniendo en cuenta la dimensión interior o la espiritualidad significa poder
trabajar estos aspectos:
contenido de sus oraciones puede ser de pedir ayuda así como de agradeci-
miento y siempre está vinculado a hechos básicos de su vida. La oración, en
muchos casos, los ayuda a marcar los tiempos, los ritmos vitales. Además de la
dimensión personal, existe la dimensión comunitaria de la oración que, para
personas con poca estructuración social, acaba siendo una praxis que tiene un
gran valor. Encontrarse con los amigos en la oración acaba siendo algo más
que ir a rezar.
La religión, además de ser la forma de vivir la espiritualidad, es, para muchos
inmigrantes, una actividad que les ayuda a estructurarse en un entorno perso-
nal que carece de las estructuras más primordiales que toda persona necesita
para vivir en paz. La vivencia de la religión es vida, es mundo, es realidad, es
fundamento moral.
Para muchas personas inmigradas la religión moldea y hace inteligible el
sentido de su vida, es el vínculo con su pasado, con su infancia, con su familia.
La religión muchas veces es lo que los vincula más claramente con su cultura
y con su identidad.
Además de esta mirada basada en un modelo médico, hay quien interpreta los
comportamientos anormales o los pensamientos inusuales que caracterizan a la
enfermedad mental como una dificultad, un término de gran ambigüedad que
además implica aplicar el concepto de normalidad a los comportamientos open-
samientos. Esta mirada psicológica nos viene a decir que dichos comportamien-
tos provienen de malos aprendizajes o de situaciones traumáticas o frustrantes.
En contraste con estos dos modelos, la mirada social nos lleva a pensar en
las causas de la angustia mental yendo más allá del individuo. Sin menospre-
ciar las posibles causas médicas, se trata de poner el énfasis en el papel de los
factores sociales y ambientales. La enfermedad mental no es vista como una
cuestión de vulnerabilidad genética, sino que puede haber sido causada o agra-
vada por algunas condiciones sociales o experiencias personales.
Las alteraciones psíquicas son la consecuencia de un conglomerado de
situaciones y las tres miradas anteriormente descritas, conjuntamente, deben
ayudar a entender la situación. La línea que separa la salud de la enfermedad
mental es muy fina y fácil de traspasar.
Otra mirada sobre el tema nos lleva a afirmar que la enfermedad mental es
una crisis espiritual causada por una pérdida o un desajuste de algunos aspectos
de la vida que alimentan y refuerzan el espíritu humano. A veces un determi-
nado incidente vital, como puede ser la muerte de la pareja o de una persona
estimada, puede llevar a una crisis espiritual profunda, otras veces quizá serán
diversos acontecimientos vividos durante un período de tiempo, como abusos
sexuales o violencia doméstica, los que pueden llevar a una crisis sobre el senti-
do de la vida. Después de todo, lo que ha quedado dañado en todos estos casos
es el espíritu de la persona y su capacidad de prosperar como tal. Si situamos
la dimensión espiritual como uno de los pilares que configuran el ser humano,
cualquier dafio que se haga al espíritu provocará una reacción. Esta reacción
adversa es la que etiquetamos como enfermedad mental.
La conocida teoría de Abraham Maslow sobre la jerarquía de las necesidades
humanas debería ser pensada de nuevo cuando la aplicamos a las sociedades
acomodadas. Maslow proponía que en la jerarquía de necesidades las más bási-
cas son las de subsistencia y las más ~levadas son las de autorrealización y sen-
tido. En una sociedad como la nuestra, en la que las necesidades básicas están
normalmente cubiertas, esta pirámide se debería invertir, ya que el bienestar en
nuestra sociedad está más bien relacionado con la autorrealización y el sentido
que con la subsistencia.
Sabemos que hoy en día los seres humanos son, por definición, criaturas de signi-
ficado y valor (es decir de autorrealización). Necesitamos un sentido, una finalidad
para nuestras vidas. Sin ellos acabamos enfermos o muertos.
(D. Zoar y l. Marshall, 2001, p. 17)
Esta reflexión sobre la pirámide de Maslow nos hace tomar conciencia que
muchas personas que viven en condiciones básicas muy precarias encuentran
en su vida espiritual la fuerza que les permite seguir viviendo y sentirse bien.
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J.i enmascarados. Además, hay que considerar que la mayoría de las personas en
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un momento u otro de la vida pasan por una situación de depresión sin tener
que acudir a un profesional para poder superarla. Estos datos ya indican que
nos encontramos ante una enfermedad socialmente importante que en ningún
caso hay que confundir con la tristeza o el desánimo.
Algunos estudios han mostrado que hay niveles más bajos de depresión
entre personas adultas con práctica religiosa activa, ya que, según parece, esta
práctica ayuda a hacer frente a las situaciones de estrés. Furness y Gilligan
(2010, p. 116) mencionan una investigación de carácter cualitativo llevada
a cabo en el Reino Unido con personas, pertenecientes a cinco comunidades
religiosas, que sufrían depresión o bien esquizofrenia y que identificaban la
religión, y en especial la oración, como elementos que las ayudaban tanto o
más que la psicoterapia o la medicación.
Jordi Font (1999) aborda en su libro la relación que se puede establecer entre
psicopatología y religión. Ante la pregunta, que también Freud había plantea-
do, sobre si la experiencia religiosa es en sí misma una expresión psicopatoló-
gica de la mente humana, Font afirma que en el mundo moderno se detecta
patología con manifestaciones de carácter religioso no solo en los individuos,
sino también como fenómeno social. En momentos de catastrofismo social, la
visualización de la amenaza social en forma de «fuerzas del mal» propicia la
aparición de patologías que oscilan entre la rigidificación paranoide y la ideali-
zación de un ser supremo que salva prodigiosamente. En momentos marcados
por el racionalismo, creyentes y ateos se dedican a mostrar la razonabilidad de
sus posturas evitando entrar en el núcleo de la creencia religiosa, que no es otro
que la relación entre Dios y la persona.
En la posmodernidad, la vivencia de la religión socialmente se manifiesta
en dos direcciones:
a) Psicosis:
- Experiencias delirantes pseudomísticas de carácter profético, catastró-
fico o mesiánico.
- Actitudes de exaltación, maníacas e hipertróficas de carácter expansi-
vo'. Son algunos de los trastornos que entran a formar parte de fundamentalis-
mos, fanatismos, dogmatismos o sectarismos. ·
- Depresiones graves melancólicas.
b) Trastornos de la personalidad:
----------------------------====----- .- . ···~;-=····=··==--
Una persona con buena salud mental es capaz de hacer frente y disfrutar de
las relaciones de trabajo, familiares y sociales, de disfrutar de la vida y sobre-
vivir al dolor, a la decepción y a la tdsteza. Se trata de un sentido positivo de
bienestar y de una creencia subyacente en nuestra propia valía y a la dignidad
y al valor de los otros Las necesidades relacionadas con la salud mental corres-
ponden a diversas situaciones de la vida cotidiana que tienen lugar en casa, en
el trabajo, en el barrio, en la comunidad religiosa, en la cárcel, en el hospital.
Una situación positiva para la salud mental depende de si la persona de
siente respetada, incluida y segura, o bien marginada, atemorizada y excluida.
Hay una variedad de factores que pueden influir en nuestro bienestar mental:
la herencia genética, las experiencias de la infancia, los acontecimientos de la
vida, la capacidad del individuo para hacer frente a las situaciones y los niveles
de apoyo social.
Otros factores socioeconómicos y culturales también influyen en la salud
mental, por ejemplo una vivienda adecuada, empleo, seguridad financiera,
acceso a atención médica adecuada. Género, etnia, clase social y edad también
son cruciales para la salud mental. Además, el racismo, la homofobia y otras
formas de discriminación pueden ser una causa subyacente de los problemas
de salud mental.
© Editorial UOC 104 Espiritualidad y educación social
Lo espiritual se refiere a aquellos aspectos de la vida humana que tienen que ver con
experiencias que trascienden los fenómenos sensoriales. No es lo mismo que «reli-
gioso», aunque para muchas personas la dimensión espiritual de sus vidas incluye un
componente religioso. El aspecto espiritual de la vida humana puede ser visto como
un componente integrado junto con los componentes físicos, psicológicos o socia-
les. A menudo se percibe como vinculado con el significado y el propósito y para
© Editorial UOC 105 Intervención socioeducativa y espiritualidad
los que están cercanos al final de la vida, se asocia comúnmente con la necesidad de
perdón, reconciliación y afirmación de los valores.
(OMS, 1990)
Los cambios que experimentamos a lo largo de la vida nos hacen dejar atrás
algunas cosas y al mismo tiempo nos abren la puerta hacia situaciones total-
mente nuevas. Esta es la experiencia del crecimiento en cada etapa de la vida.
En la vejez no es diferente. Las personas mayores deben afrontar algunas crisis
propias de su momento vital:
• La persona, ¿tiene control sobre lo que le está pasando y sobre sus efectos?
• ¿Quién se ocupa de sus asuntos?
• ¿Dónde puede pedir ayuda y qué espera de los demás?
• ¿Qué importancia tienen sus creencias en este momento?
Si la empatía es una actitud que siempre hay que poner en práctica, cuan-
do el interlocutor es una persona frágil la escucha empática tiene una fuerza
impresionante ya que rompe la soledad y el aislamiento, integra en la comu-
nidad, ilumina los sentimientos de oscuridad y satisface la necesidad de ser
reconocido. La escucha empática genera salud espiritual en la persona.
De acuerdo con Bermejo, acompañar a una persona mayor desde una pers-
pectiva holística significa ayudarla a atender su salud física, a cuidar de su
cuerpo dentro de su precariedad, igualmente implica atender su salud mental,
su capacidad de decidir. La dimensión relacional de la persona también nos
interesa desde esta visión integral, y esta dimensión implica, de entrada, una
buena relación con uno mismo, con el propio cuerpo, que sea la base de una
buena relación con los demás, recon?ciendo el carácter interdependiente que
todos tenemos y que va más allá de la independencia y de la dependencia. La
dimensión emocional de la persona es especialmente relevante en momentos
de pérdida, por ello es importante acompañar también en la gestión y la expre-
sión de los sentimientos. Finalmente, es imprescindible tener en cuenta tam-
bién la dimensión espiritual, es decir, el conocimiento de los propios valores, la
pregunta por el sentido, la adhesión o no a una religión que dé una perspectiva
liberadora, alejada de fanatismos y moralizaciones.
Es muy importante no perder de vista estos recursos personales ligados a la
dimensión espiritual ya que son fortalezas que la persona puede poner en juego
a la hora de afrontar el tramo final de su vida. Conviene averiguar a través de la
misma persona o de familiares y amigos de qué manera alimenta su vida espi-
ritual. La música, el arte, la pertenencia a un grupo religioso, o innumerables
pequeñas cosas que dan sentido a la vida pueden ser elementos clave a la hora
de atender a una persona mayor.
Un estudio de Catalina Gago (2002) muestra que las personas ancianas
institucionalizadas recurren a la religión como estrategia para afrontar las difi-
cultades propias de la institucionalización. La investigación muestra cómo los
ancianos más serenos acuden menos a la religión que los que están en estados
más depresivos. Considera que la religiosidad debería tenerse en cuenta por
su carácter preventivo o protector en la planificación de actividades en las
instituciones. Del estudio que llevó a cabo, se puede concluir que a pesar de la
•
Resumen
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© Editorial UOC 113 Las tradiciones religiosas y la acción social
Capítulo IV
Las tradiciones religiosas y la acción social
Introducción
• Todo ser humano debe ser tratado de manera humana: respetar la vida,
la digriidad, la individualidad y la diferencia.
• Lo que no quieres que te hagan los demás, no se lo hagas tú.
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© Editorial UOC 114 Espiritualidad y educación social
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-¿Es verdad -preguntó Buda a sus discípulos- que este monje está enfermo?
-Sí, señor,
-¿De qué sufre?
-De mal de entrañas, señor.
-¿Hay alguien que lo cuide?
-No, señor.
-¿Por qué no tenéis cuidado vosotros?
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-Porque no nos sirve para nada, señor, es por eso que no tenemos cuidado.
-Monjes, vosotros no tenéis ni padre ni madre que cuiden de vosotros, si no tenéis
cuidado unos de otros, ¿quién cuidará de vosotros? Cualquiera de vosotros, monjes,
que quieta cuidar de mí, que cuide de su hermano enfermo.
(Extraído de J. Leita, 1991, p. 44)
1.2. La compasión
No niego que se nos puedan plantear verdaderos problemas cuando nos consagra-
mos al ideal de la compasión. En el caso del científico que no se atreve a continuar
la dirección que ha tomado su trabajo, el hecho de abandonarlo puede acarrear
graves consecuencias para él y para su familia. Igualmente, todos los que se dedican
a profesiones relacionadas con la asistencia-medicina, obra social, etc., o incluso
todo los que cuidan de algún familiar en casa, pueden sentirse tan agotados por la
responsabilidad que las circunstancias acaben por abrumarlos. La exposición cons-
tante al sufrimiento, junto con la sensación ocasional de no recibir ninguna aten-
ción por parte de los demás, puede provocar sentimientos de impotencia e incluso
de desesperación. O pueden llevar a cabo acciones generosas hacia los demás por
el hecho de hacerlas, ejecutando acciones necesarias como si nada. Cuando no se
pone remedio, esto puede provocar la insensibilidad hacia el sufrimiento. Llegado
este caso, lo mejor es distanciarse durante un breve período de tiempo y hacer un
esfuerzo deliberado para despertar de nuevo la propia sensibilidad.
(Dalai-Lama, 2000, p. 143)
1.3. El sufrimiento
Esto no significa que no podamos hacer nada para evitarlas. Ni tampoco pretendo
sugerir que no estén relacionadas con el tema de la disciplina ética. Es cierto que,
según el budismo y otras filosofías religiosas indias, el sufrimiento se considera
una consecuencia del karma. Sin embargo, es totalmente falso suponer -como hace
mucha gente, tanto orientales como occidentales- que esto significa que todo lo que
hacemos está completamente determinado. Y menos puede ser una excusa para no
sentimos responsables de cualquier situación que tengamos que afrontar.
(Dalai Lama, 2000, p. 150)
Nuestro mundo occidental a menudo tiene una visión del budismo que no
se corresponde con la realidad. Predomina la imagen de que el budismo es una
religión que da la espalda al mundo cotidiano para concentrarse exclusivamen-
te en la vida contemplativa o en prácticas internas sin relación ni con la vida
diaria ni con los problemas de la gente común.
Es verdad que durante muchos siglos el budismo ha sido una religión emi-
nentemente monástica. La práctica de la meditación y el estudio de los sutras y
de los ritos religiosos han sido reservados a los monjes en todas las tradiciones,
y en todos los países budistas asiáticos. La función de los laicos estaba determi-
nada por la práctica de los cinco preceptos, por las donaciones y la devoción a
la sangha (orden monástica), y poco más. Aunque la tradición de las escrituras
habla de cuatro tipos de practicantes budistas (monjes, monjas, laicos, laicas),
el ideal de vida ha sido tradicionalmente el monástico. La vida del monje que
vive en un monasterio separado del mundo, entre monjes o monjas del mismo
sexo, sin la presión de la subsistencia diaria, es muy diferente de la vida de los
laicos que tienen que luchar cada día con innumerables dificultades relativas a
la familia, al trabajo, a la situación social y política, etc.
Sin embargo, el propio concepto de «compromiso social», tal como lo
entendemos en Occidente, es ajeno a la tradición budista asiática tradicional.
Compromiso social significa compromiso de luchar por los derechos sociales
de los individuos. Y la noción de derechos individuales tiene su origen en la
Revolución francesa y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
que marca el fin de un feudalismo de facto y el comienzo de la modernidad
en Europa y en el mundo. En la mayoría de los países budistas asiáticos no
se ha producido todavía algo parecido a la Revolución francesa y, aunque la
Declaración de los Derechos Humanos es actualmente de validez universal, la
mayor parte de los países budistas asiáticos siguen viviendo de hecho en una
estructura social casi feudal. Las mismas órdenes monásticas budistas funcio-
nan también como estructuras feudales.
© Editorial UOC 119 Las tradiciones religiosas y la acción social
Hermanos míos, vosotros que creéis en nuestro glorioso Señor Jesucristo, no debéis
hacer diferencias entre unas personas y otras. Supongamos que estáis reunidos, y que
llega un rico con anillos de oro y ropa lujosa, y le atendéis bien y le decís: «Siéntate
© Editorial UOC 120 Espiritualidad y educación social
aquí, en el lugar de honor»; y que al mismo tiempo llega un pobre vestido de andra-
jos, y le decís: «Tú quédate allá, de pie; o siéntate ahí en el suelo», entonces estáis
haciendo diferencias entre vosotros mismos y juzgando con mala intención.
Queridos hermanos míos, oíd esto: Dios ha escogido a los pobres de este mundo para
hacerlos ricos en fe y para que reciban como herencia el reino que él ha prometido a
los que le aman. Vosotros, en cambio, los humilláis. ¿Acaso no son los ricos quienes
os explotan y quienes a rastras os llevan ante las autoridades? ¿No son ellos quienes
hablan mal del precioso nombre que fue invocado sobre vosotros? Haréis bien si de
veras cumplís la ley suprema, tal como dice la Escritura: «Ama a tu prójimo como a
ti mismo». Pero si hacéis diferencias entre unas personas y otras, cometéis pecado y
sois culpables ante la ley de Dios.
(Carta de Santiago 2, 1-9)
Y dirá el Rey a los de su derecha: «Venid vosotros, los que mi Padre ha bendecido:
recibid el reino que se os ha preparado desde la creación del mundo. 35 Porque tuve
hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me
recibisteis, anduve sin ropa y me vestisteis, caí enfermo y me visitasteis, estuve en la
cárcel y vinisteis a verme.»
(Mt 25, 34-36)
Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes,
por mí mismo lo hicisteis.
(Mt. 25,40)
Acoger y cuidar a una de estas personas es como acoger y cuidar del mismo
Jesús. En la primera carta de Juan (I Jn 4, 20-21) también se afirma con contun-
dencia que no es posible amar a Dios a quien no se ve, si no se ama al herma-
no que tenemos al lado. El amor a Dios y a los hermanos, son, por tanto, dos
dimensiones inseparables de la fe cristiana y del seguimiento a Jesús.
© Editorial UOC 121 Las tradiciones religiosas y la acción social
El amor a los pobres se realiza mediante la lucha contra la pobreza material, y tam-
bién contra las numerosas formas de pobreza cultural, moral y religiosa. Las obras de
misericordia espirituales y corporales, así como las numerosas instituciones benéfi-
cas a lo largo de los siglos, son un testimonio concreto del amor preferencial por los 1
. 1
pobres que caracteriza a los discípulos de Jesús.
(Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, n. 520)
Tal como hemos leído en el discurso sobre el Juicio Final, el destino eterno
de cada persona se juega en la capacidad de acoger y de atender a las personas
necesitadas. Se trata, pues, de que con el reino de Dios llegue a los pobres el
mínimo necesario que Dios mismo ha puesto en la creación.
Jesús no solo habló de la preferencia de Dios por los pobres, sino que practicó
distintas acciones de liberación de los oprimidos: curaciones, expulsión de demo-
nios ... Con estos gestos, Jesús daba a entender que el mensaje de esperanza que va
implícito en el reino de Dios reclama una práctica para iniciarlo. Jesús se conmue-
ve ante el dolor humano, reaccionando de una manera salvadora. Compasión,
afectación y reacción caracterizan el estilo de la práctica de Jesús. Para él, la salva-
ción material se encuentra en el mismo nivel que la salvación espiritual.
La fe cristiana, en este sentido, es aceptar que Dios muestra una clara prefe-
rencia por los más débiles y que esta bondad divina debe triunfar sobre el mal.
Esta fe tiene un gran poder de transformación y de curación interior profunda.
En el caso de los pobres, es la fe en un Dios que hace creer en nuevas posibili-
dades que históricamente les han sido negadas.
2.4.1. Cáritas
Cáritas es un referente en la lucha cotidiana contra la pobreza, una lucha que enno-
blece la sociedad y que enseña cómo conjugar, desde un sentimiento fraternal, el
verbo «ayudar».
(Núria de Gispert, presidenta del Parlament de Cataluña, 2012)
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1
El año 1995, como respuesta a las necesidades detectadas entre las personas
que se encuentran privadas de libertad, se inició este ministerio con la finali-
dad principal de llevar a los reclusos el mensaje de esperanza y de libertad que
contiene la Biblia. Para hacer esto, un grupo de voluntarios entra regularmente
en los centros penitenciarios, con la autorización previa el Departamento de
Justicia y de la dirección del propio centro, para mantener encuentros con los
internos interesados y atenderlos en sus necesidades e inquietudes espirituales.
Todas las iglesias evangélicas tienen que ser lugares de encuentro, de acogi-
da y de integración para ejemplificar qué significa ser uno en Cristo. Por esto,
desde el Comité Evangélico para la Inmigración de Cataluña, se desarrolla un
proyecto que tiene por objetivo atender a los recién llegados. Con esta finali-
dad se hacen diversas actividades: encuentros de reflexión y debate, espacios
de intercambio de información y actividades lúdicas que favorezcan la relación
entre los diferentes colectivos de inmigrantes y entre estos y las comunidades
que los acogen.
Los que hayan creído y obrado bien, los que hayan hecho la azalá
y dado el azaque tendrán su recompensa junto a su Señor.
No tienen que temer y no estarán tristes.
(Corán 2, 277)
El islam enseña que todo el universo ha sido creado para el servicio y bene-
ficio del ser humano, por tanto todo es propiedad común de la humanidad.
Otro principio islámico dice que Dios ha concedido al ser humano un comple-
to campo de acción para el ejercicio de sus facultades y talentos y que todo ser
humano, por naturaleza, está dotado del espíritu de competición y del deseo
de aventajar a los otros en la carrera del progreso.
Dice el Corán:
Todos tienen una dirección adonde volverse. ¡Rivalizad en buenas obras! Dondequiera
que os encontréis, Alá os juntará. Alá es omnipotente.
(Corán 2, 148)
1) No puede haber propiedad absoluta sobre nada. Los pobres tienen dere-
cho sobre una parte de los bienes de los ricos.
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no solo a los herederos legítimos, sino también las necesidades de los pobres. Si
el difunto no lo hubiera tenido en cuenta a la hora de redactar el testamento,
la comunidad lo debe contemplar a posteriori.
Sea para los hombres una parte de lo que los padres y parientes más cercanos dejen;
y para las mujeres una parte de lo que los padres y parientes más cercanos dejen.
Poco o mucho, es una parte determinada. Si asisten al reparto parientes, huérfanos,
pobres, dadles algún sustento de ello y habladles con cariño. Quienes dejen menores
de edad y estén intranquilos por ellos, que tengan miedo. Que teman a Alá y digan
palabras oportunas. Quienes consuman injustamente la hacienda de los huérfanos,
solo fuego ingerirán en sus entrañas y arderán en fuego de la gehena.
(Corán 4, 7-10)
3.3.1. El zakat
El zakat, tercero de los cinco pilares del islam, obliga a todo musulmán a
dar una parte determinada de sus beneficios económicos anuales para satis-
facer las necesidades de las personas pobres. Así como medidas parecidas de
otras religiones pueden tener un carácter expiatorio, los musulmanes, por el
contrario, dan a este precepto un carácter claramente altruista en conjunto,
ya que promueve la justicia social con una redistribución de los beneficios ! ¡
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ll i 3.3.2. Waqf
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El waqf es una donación de carácter religioso, normalmente en forma de
i bienes, edificios, tierras, un hospital, una escuela, etc. Esta donación religiosa
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\¡ se puede llevar a cabo durante la vida del donante o de forma póstuma reco-
' giendo la voluntad en el testamento. En todos los casos se trata de una dona-
ción a perpetuidad, la propiedad del bien dedicado pasa a «manos de Dios», lo
que permite que estas propiedades se dediquen para siempre a usos caritativos.
Hay cuatro condiciones para que una donación pueda ser considerada waqf.
tiene que haber una declaración de intencionalidad, un donante, un bien y un
beneficiario. El beneficiario del waqfno puede ser el mismo que el donante.
3.3.3. Sadaqa
¿No saben que Alá es quien acepta el arrepentimiento de sus siervos y recibe las
limosnas y que Alá es el Indulgente, el Misericordioso?
(Corán 9, 104)
A quienes den limosna, ellos y ellas, haciendo un préstamo generoso a Alá, les devol-
verá el doble y les recompensará generosamente.
(Corán 57, 18)
Un valor básico del islam es que tanto la persona como la comunidad debe-
rían estar orientados hacia la voluntad de Alá, no debe haber separación entre
los ámbitos religioso y secular. La plenitud individual, la vida familiar y el
bienestar de la comunidad están todos relacionados con el seguimiento de los
preceptos de la ley islámica.
El islam pone énfasis en el papel de la consciencia como instrumento para
que la persona pueda hacer sus opciones como agente moral de la sociedad. A su
vez pone de relieve la importancia de la preocupación social y del compromiso
que a su vez lleva hacia la justicia social. El fundamento de la justicia social islá-
mica proviene del mismo Profeta, que ya promovió importantes reformas socia-
les en beneficio de las mujeres, de los niños y de los colectivos vulnerables. Los
creyentes islámicos consideran que Alá les ha encomendado la misión de crear
una sociedad justa para sus miembros, que pueda servir de modelo para los otros.
De forma ideal, debería haber una relación recíproca entre la libertad individual
y las obligaciones y responsabilidades con la comunidad.
Para los musulmanes, ir contra los principios generales de la sociedad y de
la religión es comportarse como un mal musulmán, una acusación muy seria.
Tanto la persona como la comunidad deberían estar orientadas siempre hacia
la voluntad de Alá. No debería haber tensión entre la responsabilidad social y
la inclinación individual. El islam evita el dualismo entre cuerpo y alma, entre
secular y religioso, entre iglesia y estado, entre política y moralidad o entre obli-
gación pública y creencia privada. El islam es al mismo tiempo una religión y
una ideología. El islam lo regula todo, también la ayuda social. El punto de vista
islámico de los servicios sociales pone énfasis en una relación complementaria
entre el bienestar individual y el bienestar social. El proceso de ayuda por sí solo
tiene un significado espiritual de relación entre las personas y también con la
divinidad. El Corán condena la explotación de los pobres, de las viudas, de las
mujeres, de los huérfanos y de los esclavos. Denuncia el abuso económico, como
los contratos falsos, el engaño, el acaparamiento de la riqueza y la usura.
i o por separado. Y, cuando entréis en una casa, saludaos unos a otros empleando
una fórmula venida de Alá, bendita buena. Así os aclara Alá las aleyas. Quizás, así,
comprendáis.
(Corán 24, 61)
Resumen
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