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En estos últimos años podemos observar nuevos elementos que nos demuestran
el gran avance de la tecnología. Estoy hablando de los famosos y actuales
DRONES. Estos elementos pueden parecer un juguete para adolescentes o
adultos, pero en la realidad son aeronaves no tripuladas que están sujetas a una
normativa determinada cuyo uso, además de suponer un avance vanguardista,
también conlleva ciertos riesgos. Por este motivo es por el cual todo consumidor
que adquiera un dron también debe tener en cuenta una serie de aspectos de los
que conviene estar bien informado. Por tanto, en el desarrollo de este post
veremos cómo estamos ante algo más que un mero juguete.
Bajo mi punto de vista, para entrar en materia debemos atender al destino de uso
del dron. Aquí lo podemos dividir en dos grandes categorías: 1.- De uso
profesional. Y 2.- De uso recreativo.
Como toda actividad regulada, el uso del dron se limita a personas que cumplan
con una serie de requisitos que hay que saber. Es decir, el usuario profesional de
drones debe ser mayor de edad y tener suscrito un seguro de responsabilidad civil
específico para aeronaves. Igualmente debe tener realizado un curso de piloto
profesional de drones –nivel principiante– y un certificado médico en vigor. Hay
que destacar que el usuario profesional siempre es responsable del dron, de la
operación de vuelo y de cumplir la normativa.
Hasta ahora hemos observado cuáles son los requisitos para un usuario
profesional de dron y, como observamos, no es un mero juguete. Prueba de ello
es un detalle muy importante a tener en consideración, un detalle que no debe
pasar desapercibido, y es que el usuario profesional del dron no puede poner en
peligro o molestar a terceros (otras aeronaves, personas y bienes de tierra). Esta
limitación debe ser el punto de referencia inicial de todo usuario para realizar un
buen uso del dron.