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MATERIA
DERECHO CIVIL III
GRUPO
PANDER 3-23
TRABAJO
TRABAJO final
POR
DONALD WILLIAMS
INTRODUCCIÓN
En el ámbito contractual, la inclusión de cláusulas penales es una práctica común para
garantizar el cumplimiento de las obligaciones pactadas entre las partes involucradas.
Estas cláusulas, diseñadas para disuadir el incumplimiento, establecen consecuencias
específicas en caso de que una de las partes no cumpla con sus compromisos. En este
contexto, es crucial comprender el alcance y las implicaciones de las obligaciones con
cláusula penal.
Además, es esencial abordar los conceptos de daño material y daño moral, que son
consecuencias directas del incumplimiento contractual o de otras acciones ilícitas. El
daño material comprende tanto el daño emergente, que son los perjuicios directos y
cuantificables sufridos por la parte perjudicada, como el lucro cesante, que representa
la pérdida de ganancias o beneficios que la parte perjudicada esperaba obtener de
haberse cumplido el contrato o evitado la acción ilícita.
Por otro lado, el daño moral refiere a las lesiones emocionales, psicológicas o
reputacionales sufridas por la parte perjudicada como consecuencia del incumplimiento
contractual o de otros actos ilícitos. Este tipo de daño puede ser difícil de cuantificar
monetariamente, pero puede ser compensado en función del sufrimiento
experimentado y el impacto en la calidad de vida de la persona afectada.
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Para evitar un doble pago o compensación por la parte incumplida, la ley indica que no
se puede exigir al acreedor la obligación principal y la pena, o la pena y la
indemnización ordinaria de perjuicios, salvo que así se haya estipulado de manera
expresa, o que la pena convenida sea de naturaleza moratoria, pues en estos casos sí
resulta jurídicamente viable acumular ambos pagos.
Contrario a la anterior, otra postura sostiene que, más allá de la sanción de retardo que
se materializa en el cobro de intereses de mora, para efectos de la indemnización por
el incumplimiento de la obligación, debe estarse a lo dispuesto en el artículo 867 del
Código de Comercio, que dispone expresamente que cuando la prestación principal
esté determinada o sea determinable en una suma cierta de dinero, como lo son las
obligaciones dinerarias, la pena no será superior al monto de aquella, por lo que ante
un incumplimiento el acreedor podrá solicitar una suma que corresponda hasta el
monto total de la prestación inicial, en línea con lo regulado en el artículo 1601 de
nuestro Código Civil Albiez DoHrmann , K. K. ( 1993).
Como señala Kemelmajer (1981), para cierto sector de la doctrina, la cláusula penal
está exclusivamente destinada a limitar el resarcimiento de los daños que puedan
originarse por el incumplimiento de la obligación. Opera a la manera de tope
convencional y anticipado de los daños, como liquidación de su cuantía. Este autor
precisa que la indemnizatoria sería la función principal que desempeñaría la cláusula
penal (Kemelmajer, 1981, pp. 6-7). Este criterio es compartido por Emiliani Román
(1980, pp. 294-296) y Martínez (1997, pp. 161-162), quienes señalan que la función
indemnizatoria que cumpliría la cláusula penal es la predominante en el derecho
moderno, porque mediante su fijación las partes determinan con antelación el monto
que deberá pagar el deudor en caso de incumplimiento. En opinión nuestra, la función
indemnizatoria de la cláusula penal es, sin duda, relevante. Es verdad que la cláusula
penal tiene una evidente e insustituible función indemnizatoria. Sin embargo,
apreciamos que dicha función debe verse en sí misma separada de la idea de evitar la
probanza ulterior de los daños y perjuicios ocasionados por el deudor ante el
incumplimiento de sus obligaciones contractuales, o de limitar los daños y perjuicios
que eventualmente se causen en el futuro. Como consecuencia de lo expresado, la
función indemnizatoria debe ser apreciada única y exclusivamente como el avalúo
anticipado de los daños y perjuicios que el incumplimiento pudiera causar. Esto
equivale a decir que, en teoría, es la penalidad convenida –y no los daños y perjuicios
realmente causados– la que deberá considerarse como monto indemnizatorio por
pagar. Cabe destacar que la penalidad pactada por las partes no siempre representará
el monto de lo que ellas juzguen como eventuales daños y perjuicios, pues resulta
evidente que, aun cuando se estime como tales una cantidad determinada, podría
pactarse –con la finalidad de cumplir otras funciones propias de la cláusula penal– un
monto mucho mayor o incluso sustancialmente menor que el previsto para efectos del
incumplimiento. Por su parte, Martínez (1997), según el artículo 1341 del Código Civil
peruano, señala La cláusula penal cumpliría una función exclusivamente indemnizatoria
y no compulsiva, pues afirma que esta última función tiene lugar en aquellos
ordenamientos que se han inclinado por la inmutabilidad de la cláusula penal. Esto
quiere decir, por el hecho de que luego de pactado su monto no puedan discutirlo
judicialmente, principio que no ha sido consagrado por nuestro ordenamiento, según el
artículo 1346 del Código Civil. Agrega que este precepto, por el contrario, señala la
mutabilidad parcial de la cláusula penal, es decir, que la pena puede ser reducida por el
juez cuando a solicitud del deudor resulte manifiestamente excesiva. (p. 163) Debemos
subrayar que los sistemas jurídicos en los que se recoge la mutabilidad de la pena –
entre los cuales se encuentra el Código Civil peruano de 1984– relativizan
notoriamente la función indemnizatoria de la cláusula penal, aunque no la llegan a
eliminar, tal como apreciaremos en su oportunidad. Así pues, por lo expuesto,
consideramos que el Código Civil peruano de 1984, en el artículo 1341, define los
rasgos característicos de la cláusula penal, pues alude claramente a su finalidad
indemnizatoria, sin descartar otras funciones que, como veremos, también puede
cumplir. Dicho razonamiento se sustenta, adicionalmente, por lo expresado en la propia
Exposición de Motivos del Código Civil, cuando se señala que este sistema “está
destinado a asegurar al acreedor que ve incumplida la obligación por dolo o por culpa
del deudor, la cobranza del íntegro de la penalidad, que constituye el resarcimiento
fijado anteladamente” (Osterling, 1988, p. 583). 2.1.1 Pautas de la función
indemnizatoria de la cláusula penal Kemelmajer (1981) señala tres pautas de las cuales
surge la función indemnizatoria como predominante de la cláusula penal: En primer
término, se refiere al hecho de que la pena entraría en lugar de la indemnización de
perjuicios e intereses. En segundo lugar, cabría la posibilidad de reducir la cláusula
penal, lo que vendría a ser un efecto de su carácter indemnizatorio. Dicha disminución
sólo será aplicable en aquellos sistemas donde la ley faculte al juez a reducir el monto
de la penalidad establecida por las partes, ya sea de oficio o a solicitud del deudor
(propio del Derecho peruano). Bento soaresd, M.A. Ramos, M. (1986).
Debemos subrayar que los sistemas jurídicos en los que se recoge la mutabilidad de la
pena –entre los cuales se encuentra el Código Civil peruano de 1984– relativizan
notoriamente la función indemnizatoria de la cláusula penal, aunque no la llegan a
eliminar, tal como apreciaremos en su oportunidad. Así pues, por lo expuesto,
consideramos que el Código Civil peruano de 1984, en el artículo 1341, define los
rasgos característicos de la cláusula penal, pues alude claramente a su finalidad
indemnizatoria, sin descartar otras funciones que, como veremos, también puede
cumplir. Dicho razonamiento se sustenta, adicionalmente, por lo expresado en la propia
Exposición de Motivos del Código Civil, cuando se señala que este sistema “está
destinado a asegurar al acreedor que ve incumplida la obligación por dolo o por culpa
del deudor, la cobranza del íntegro de la penalidad, que constituye el resarcimiento
fijado anteladamente” (Osterling, 1988, p. 583).
2.1.1 Pautas de la función indemnizatoria de la cláusula penal
Kemelmajer (1981) señala tres pautas de las cuales surge la función indemnizatoria
como predominante de la cláusula penal: En primer término, se refiere al hecho de que
la pena entraría en lugar de la indemnización de perjuicios e intereses. En segundo
lugar, cabría la posibilidad de reducir la cláusula penal, lo que vendría a ser un efecto
de su carácter indemnizatorio. Dicha disminución sólo será aplicable en aquellos
sistemas donde la ley faculte al juez a reducir el monto de la penalidad establecida por
las partes, ya sea de oficio o a solicitud del deudor (propio del Derecho peruano).
Por otro lado, el lucro cesante hace referencia a las ganancias que la persona deja de
percibir como resultado de un evento ilícito, siendo una pérdida futura y estimable.
En ciertas hipótesis, la indemnizabilidad del lucro cesante puede ser conectada con la
doctrina del enriquecimiento injustificado.
Se trata aquí de una acción restitutoria que, por cierto, prescinde de un eventual
reproche requerido en las acciones indemnizatorias; y es dirigida en contra de quien
está en poder de la atribución patrimonial impropia (en la responsabilidad contractual
podrá ser el otro contratante o un tercero).
Se recordará que, en su desarrollo, para configurar la acción restitutoria, la que puede
ser llamada doctrina tradicional (la más exigente) junto al enriquecimiento y la ausencia
de causa exige un empobrecimiento y la llamada correlatividad (entre el
empobrecimiento y el recíproco enriquecimiento); en cambio, la postura actual (a la que
hemos adherido en un estudio desenvuelto para el Derecho chileno) prescinde de estas
dos últimas exigencias, y requiere sólo el enriquecimiento y la ausencia de causa
aceptable en Derecho. Betti, E,. (1955). Blanca, M./ Scalfi ( 1985).
Pues bien, aun instalados en la tesis más exigente, en aquellas aludidas ocasiones
llega a concretarse una situación de enriquecimiento injustificado (con visible presencia
de la correlatividad).
En las situaciones propuestas surgen, pues, dos acciones paralelas que, en la práctica,
pueden ser propuestas en el tribunal una en subsidio de la otra: una indemnización por
lucro cesante y, en subsidio, una restitución por enriquecimiento injustificado. O
viceversa.31
En fin, que se presenten simultáneamente es ampliamente explicable, pues el núcleo
substantivo de la controversia es el mismo: si ante determinados hechos u omisiones
desplegados por un sujeto, corresponde o no que pague (sea indemnizando o sea
restituyendo) cierto valor a otro.
La acumulabilidad ha sido discutida y es, por cierto, una dificultad grave (sobre el
supuesto de que cada una reúna sus requisitos). Puede sostenerse que son
compatibles y la víctima tiene derecho, por una parte, a la reparación del daño causado
por el incumplimiento del contrato (o por el hecho dañino) y, además, a la restitución de
la ganancia obtenida por el incumplidor (o hechor) que le pertenece porque fue con el
incumplimiento del contrato o el hecho dañino con lo que obtuvo esa ganancia (desde
luego, es evidente que sería la ganancia neta, descontados los costos que,
habitualmente, son indispensables). En contra puede postularse que esa ganancia es
del autor del único hecho (incumplimiento del contrato o hecho dañino) y que en cuanto
incumple indemniza al otro contratante, con lo cual el otro contratante debe quedar
satisfecho, y la ganancia que por otra parte obtiene es del incumplidor (o hechor),
porque fue él quien desplegó la actividad; además, rara vez es suficiente un hecho (que
provocó el incumplimiento) para obtener la ganancia, y es necesario otras actividades
para obtenerla. En fin, en este sentido de rechazar la acumulación y admitir sólo la
opción (la alternativa de demandar una u otra), se ha entendido que, al demandar la
restitución de la ganancia, la víctima está consintiendo (purificando) el ilícito (el que
hasta ahora era ilícito).Cafrarena Laporta, J, (2022).
Parece que es difícil solucionar el problema con una regla única abstracta. Y en el
objetivo de avanzar en la solución, estimamos que en la casuística son más las
hipótesis que conducen al rechazo de la acumulación. Son infrecuentes las situaciones
en las que un escueto hecho provoca simultáneamente el incumplimiento y la ganancia;
generalmente habrá un incumplimiento (incluso a veces sin un “hecho” y más bien sólo
con una “actitud”) al cual el incumplidor agrega otros hechos, actitudes, iniciativa,
destrezas, experiencia, talento, con los cuales conquista la ganancia; entonces, ahí se
fortalece la conclusión de que la ganancia pertenece al incumplidor, debiendo
indemnizar al otro contratante por el daño que le causó con el incumplimiento (sea
mayor o menor que la ganancia obtenida). Camara Lapuente, S, 2003.
7.2.- La correlatividad.
Por cierto, por la decisiva influencia del “mercado” en este ámbito, con sus
complejidades por los elementos que lo integran y sus cambios a veces intensos y
sorpresivos, los estudios allí desenvueltos para determinar naturaleza y monto han
llegado a ser sofisticados, con directa incidencia de premisas económicas (incluyendo
cálculos matemáticos) y es de donde en gran medida parte la elaboración de métodos
para precisarlo (con comparaciones antes y después del hecho anticompetitivo,
descuentos de costos de producción y financieros, impuestos, etc. y aun con
restricciones fundadas en el fin o interés protegido por las normas, de modo que es
indemnizable el daño que deriva de la actividad ilícita pero sólo en cuanto afecta el fin
por el cual la norma dejó ilícita cierta actividad o práctica). Algunos de sus hallazgos o
postulados pueden ser útiles por aplicables a casos (llamémoslos) individuales (fuera
de ese ámbito de la libre competencia). (Correia. F. y Mesquita, H ( 1985).
La temática del daño moral es quizás una de las más escabrosas y difíciles de tratar,
más aún difícil lo constituye tratar de elaborar algún criterio sobre la forma en que debe
valorarse el mismo. Este pequeño esfuerzo tan solo pretende lograr aclarar el
concepto de que la determinación el daño moral es una tarea de naturaleza
objetivamente subjetiva; pues como se podrá observar al ir develándose ante
nosotros la temática tratada, nuestros jueces y magistrados diariamente se enfrentan a
la encomiosa y controvertida labor de calcular una «indemnización en dinero» a un
daño al que la doctrina califica como un daño de naturaleza no patrimonial,
entendiéndose con esto que no es susceptible de valoración económica.
Como podrán imaginarse, este cálculo no será posible realizarlo como diría Aurelio
Baldor, «por simple inspección», sino que tenemos necesaria y forzosamente ingresar
en conceptos que no son de dominio total y completo del juez, elementos que tan sólo
en la rama de Psiquiatría forense pudiésemos encontrar.
«Por daño moral se entiende la afectación que una persona sufre en sus
sentimientos, afectos, creencias, decoro, honor, reputación, vida privada, configuración
y aspectos físicos o bien en la consideración que de sí mismas tienen los demás».
Creemos, que antes de saber cómo pueden valorarse estos daños, tendremos que
especificar qué son y cómo pueden afectarse.
Sin embargo, el autor Vallejo Nájera, nos muestra en su tratado de psiquiatría, que
desde el punto de vista práctico y clínico deben separarse dos grupos de fenómenos
afectivos los cuales son:
Para nosotros, sin querer mayormente con los psiquiatras y psicólogos, esta
distinción es innecesaria ya que ambas forman parte del complejo concepto del daño
moral, y si se nos permite, habría una relación de género a especie de acuerdo con
lo que podemos observar de la siguiente clasificación de sentimientos psíquicos
de Schneider:
1. Sentimientos de Situación:
Los de autovaloración son los que se refieren, como dice el Código, a la consideración
que tiene la persona sobre si misma; estos a su vez pueden ser afirmativos como la
fuerza, el orgullo, la vanidad, la dignidad, la superioridad, el triunfo, el consuelo; o
bien pueden ser negativos como la vergüenza, la culpabilidad, etc.
Los sentimientos de exovaloración son aquellos que atañen a la consideración que los
terceros tienen sobre una persona y también se clasifican en afirmativos como el amor,
confianza, compasión, interés, justicia, nobleza; y en negativos como el odio, la
repugnancia, desprecio indignación etc. Decíamos entonces que se trata de una
relación de género a especie en donde los sentimientos son los géneros y los afectos
sentimentales la especie.
III. LA DETERMINACIÓN DEL DAÑO MORAL:
Ubicado el objeto central del daño, es decir, enmarcándonos en estos conceptos
de que es lo que se «daña moralmente» tendremos ahora que recalcar, el hecho
de que debe probarse que la acción antijurídica ha producido un daño moral y
además que solo se indemniza cuando este daño causado se resarce.
En nuestro humilde criterio, el daño moral sólo puede ocurrir cuando exista un daño de
naturaleza psicológica que afecte alguno los sentimientos que hemos ya descrito. Hay
quienes no comparten este criterio y se esfuerzan por tratar de diferenciar un daño
psicológico de un daño moral, el argentino Juan Xavier Vehils Ruiz, en un artículo
sobre el daño moral que me encontré navegando por la Internet, y citando a Hernán
Daray, establece diferencias entre el daño moral y el daño psicológico basado en tres
criterios a saber:
b. Legitimación Activa: Nos dice que el daño moral está (para la legislación
Argentina) al artículo 1078 de su Código Civil, estableciéndose que esta legitimación
activa corresponde tan solo a los herederos forzosos de la víctima o al damnificado
directo y que cualquier persona tiene acción para reclamar un daño psicológico Beale,
V, A ( 1987 ).
Siempre hay que probar los daños que se nos han ocasionado producto de una
situación en la que seamos las víctimas, lo que es un poco más difícil en el daño
moral es determinar cuánto valen estos daños, y normalmente se fija en un
criterio jurisprudencial que nuestros Tribunales han creado a partir de una sentencia
de 1982, en la que se establece que «ahora bien, sabido es que no hay parámetro
para cuantificar el daño moral por la especial naturaleza de los mismos. Sin embargo
nuestra más alta corporación de justicia ha establecido una suma determinada para
estos casos, fijándola en (US $ 3,000) bajo las siguientes consideraciones:
Este punto de vista equitativo sin entrar al análisis actuarial ni las operaciones
matemáticas correspondientes, lo resuelve la Sala mediante el enunciado práctico de
que el quantum del daño moral siempre ha sido fijado jurisprudencialmente en la suma
de US$ 3,000.00 y no hay razones para variarlo ahora. Sentencia de 27 de julio de
1982 registro judicial de julio de 1982, Pág. 66
Partiendo de la base de que todo daño moral que se causa es de naturaleza psíquica,
su determinación puede resolverse por los medios ordinarios de pruebas y
entonces una vez determinado, debemos entonces cuantificarlos.
Hemos de emprender esta tarea no sin antes recordar que siendo los sentimientos
sujetos de una universalidad de estímulos, habrán tantos daños morales como
situaciones que los causen ya que algunos de estos conceptos se pueden dañar y es
necesario reparar este daño.
Haremos entonces un recorrido por los daños morales que se solicitan más
comúnmente para esbozar un criterio de valoración lo más acorde con la sana crítica
Antunes Varela ( 1997).
La norma ofrecida en el artículo 1644 del Código Civil patrio establece con
claridad que el monto de la indemnización moral lo determinará el juez, tomando en
cuenta los siguientes factores:
2. El grado de responsabilidad
Veamos entonces cada uno de los parámetros con los que el juez debe reponer un
valor pecuniario al daño moral.
En el análisis del criterio del daño moral que causa la muerte de un padre pudiera
sugerirse el criterio de valorar una indemnización moral con el doble de la
indemnización probada en la parte material; es decir dotar a la familia con los recursos
que este, el padre, les hubiera proveído, dentro de las posibilidades económicas que
manejaba la familia al momento del fallecimiento.
Toda vez que la mayoría de las personas no cambiarían su vida por dinero, no
podemos pensar en que la indemnización moral sea infinita, aunque esa
indemnización no «repare» en el término estricto de la palabra, ya que jamás se podría
resucitar al fallecido.
La limitante que encuentra esta tesis que intentamos exponer, es qué ocurre si el
fallecido no trabaja al momento de fallecer. Con los índices de desempleo tan
altos, no es raro que algunos fallecidos en accidentes automovilísticos no
reporten ingreso alguno, y no por esto su vida no tiene valor, decir esto, es tanto como
partir del supuesto de que la persona que ha muerto «no tenía ninguna utilidad del
hecho de vivir Benet, V. A., ( 1987).
2. El Grado de responsabilidad:
De los criterios, este nos parece el más objetivo de todos. Sin embargo, esta
situación no es como la del obligado a dar alimentos, en la que al alimentista se
le considera en gran parte su situación económica, la afectación de algunos de los
grados de nuestra vida afectiva, a nuestro juicio no tienen en nada que ver con la
posibilidad económica del demandado, sin embargo al no tener en la vía civil medios
de compeler al insolvente, es tal vez un criterio práctico adecuado ya que de nada
sirve establecer una cuantía de un millón de dólares de daño moral a alguien que no
los puede pagar, sin embargo nada impide que utilizando los criterios esbozados con
anterioridad, se pueda llegar a esa suma de dinero ( benjamin, P. (1960 )
Este criterio nos sugiere la imposición de la sana crítica por parte del juez al
momento de la valoración de las pruebas del caso que se le presente.
ACCIÓN PAULIANA
La acción pauliana es una herramienta que la ley otorga a los acreedores para obtener
la revocación de los actos de su deudor, que a pesar de ser reales, han sido
celebrados de mala fe deteriorando su patrimonio, llevandolo al punto de la
insolvencia, en perjuicio de los derechos de sus acreedores. Se denomina acción
pauliana por tener su origen en el derecho romano y atribuida al pretor Paulus, aunque
tambien puede referirse a ella como acción revocatorian Bento Soares, M, A. Ramos
( 1986).
Los bienes presentes y futuros del deudor, excepto aquellos que la ley declara
inembargable estan afectos al pago de las obligaciones del mencionado deudor. De
tal forma que los acreedores pueden perseguir la aprehención y venta de esos bienes
hasta concurencia de su crédito(cc, art 2488). Sin embargo, esta “garantía general” no
priva al deudor de la libre adminsitración de sus bienes mientras no se encuentre
sometido a proceso concursal. Ahora bien, si haciendo uso de esta libre adminsitración
el deudor realiza actos fraudulentos que lo ponen en estado de insolvencia o agraven
tal estado, esto es que sus bienes no sean suficientes para cubrir el monto de sus
deudas, los acreedores se encontrarán legitimados para buscar la revocatoria de dicho
negocio jurídico. El código Civil se refiere a esta acción en el artículo 2491:
“En cuanto a los actos ejecutados antes de la cesión de bienes o a la apertura del
concurso, se observarán las disposiciones siguientes:
1. Los acreedores tendrán derecho para que se rescindan los contratos onerosos, y las
hipotecas y [garantía mobiliarias] que el deudor haya otorgado en perjuicio de ellos,
siendo de mala fe el otorgante y el adquirente, esto es, conociendo ambos el mal
estado de los negocios del primero Amunategui, C. ( 1993)
En ese orden de ideas lo acreedores deben probar que el acto jurídico es perjudicial,
en el sentido de colocar en estado de insolvencia al deudor o agravar ese estado. así
mismo, como excepción de mérito la parte demandada puede proponer la discusión de
bienes que se encuentra dirigida a establecer que los activos patrimoniales que aun
conserva el deudor después de la realización del acto impugnado son suficientes para
cubrir las deudas de aquel. (Ospina Fernández, 2020, p. 169).
1) Actos que pueden revocarse
La acción revocatoria busca reconstruir el patrimonio del deudor que ha traspasado
sus bienes o ha gravado fraudulentamente su patrimonio en perjuicio de sus
acreedores hasta traspasar el punto de la insolvencia. En ese sentido pueden
revocarse mediante esta acción cualquier acto oneroso o gratuito que genere el
perjuicio señalado a los acreedor. Dentro de estos actos encontramos la compraventa,
la donación, permuta, legado, constitución de hipoteca o garantía mobiliaria.
Una de las principales diferencias consiste en que la acción del Código Civil solo
beneficia a los acreedores que demandan la revocatoria, mientras que si se trata de la
acción revocatoria concursal se beneficia a la masa de acreedores reconocidos en ese
proceso. Claro esta que a título de recompensa se reconoce un porcentaje del valor
del bien recuperado al acreedor(es) que presenta(n) la pretensión. En el caso del
proceso de insolvencia de comerciantes la recompensa corresponde al 40% del valor
del bien y en el de persona natural no comerciante es equivalente al 10% de ese
valor. (ley 1116, art 74, parágrafo y CGP, art 572-9).
Habiendo aclarado esto, es preciso señalar que el código civil previó dos situaciones
distintas, una, la del deudor que realiza un acto o negocio perjudicial antes de entrar en
proceso de insolvencia (art, 2491 CC, acción revocatoria ) y la otra, la del deudor que
estando en proceso de insolvencia realiza un acto de disposición sobre sus bienes.
Sobre el particular se refiere el artículo 2490 del CC: “Son nulos todos los actos
ejecutados por el deudor relativamente a los bienes de que ha hecho cesión, o de que
se ha abierto concurso a los acreedores.” El deudor que se encuentra en este tipo de
procedimiento pierde la libertad de administración y disposición de sus bienes (CC, art
1504). En concreto el acto se encuentra viciado por falta de capacidad. Conformé
dispone el artículo 1741 del CC, al no esta incluida expresamente esta circunstancia
como causal de nulidad absoluta, debe entenderse que se predica de ella nulidad
relativa.
Conclusión
1.En conclusión, las obligaciones con cláusula penal representan una herramienta
fundamental en el ámbito contractual para garantizar el cumplimiento de los
compromisos pactados entre las partes. Esta cláusula establece consecuencias
específicas en caso de incumplimiento, proporcionando un incentivo adicional para que
las partes cumplan con sus obligaciones de manera oportuna y completa.
Sin embargo, es crucial que las cláusulas penales sean redactadas de manera clara,
precisa y justa, evitando la imposición de penalizaciones excesivas o
desproporcionadas que puedan ser consideradas abusivas. De esta manera, se
garantiza que la cláusula penal cumpla su función de disuadir el incumplimiento sin
generar injusticias o desequilibrios entre las partes.
2. El análisis del daño material, compuesto por el daño emergente y el lucro cesante,
revela la complejidad y la importancia de cuantificar y compensar los perjuicios sufridos
como resultado del incumplimiento contractual o de otras acciones ilícitas.
En conjunto, el daño emergente y el lucro cesante ofrecen una visión completa de los
perjuicios económicos sufridos por la parte perjudicada, proporcionando una base
sólida para determinar la compensación adecuada en casos de litigio o reclamaciones
judiciales.
A diferencia del daño material, el daño moral puede ser más difícil de cuantificar, ya que
no se traduce necesariamente en pérdidas económicas tangibles. Sin embargo, su
impacto en la calidad de vida, el bienestar emocional y la reputación de la persona
afectada puede ser significativo y profundo.
4. La acción pauliana, una figura legal con raíces en la protección de los intereses de
los acreedores, emerge como una herramienta esencial para prevenir y corregir
posibles fraudes o perjuicios perpetrados por deudores en perjuicio de sus acreedores.
Protege al acreedor: La cláusula penal actúa como una forma de compensación para el
acreedor en caso de incumplimiento por parte del deudor. Esto ayuda a mitigar los
daños sufridos por el acreedor debido al incumplimiento y le proporciona una forma de
recuperar parte de las pérdidas financieras.
Evita litigios: La presencia de una cláusula penal puede disuadir a las partes de recurrir
a procedimientos legales costosos en caso de incumplimiento. Al tener un mecanismo
preestablecido para resolver disputas por incumplimiento, las partes pueden evitar
litigios prolongados y costosos.
Reclamaciones legales: En caso de que surja una disputa que resulte en daños
materiales, ya sea por incumplimiento de contrato, negligencia u otra causa, es crucial
comprender cómo se calculan y cuantifican estos daños. Esto proporciona una base
sólida para la presentación de reclamaciones legales y la búsqueda de compensación
adecuada por parte de la parte perjudicada.
Respeto por los derechos humanos: Reconocer el daño moral en una demanda es un
reflejo del respeto por los derechos humanos fundamentales, incluido el derecho a la
dignidad, la integridad emocional y el bienestar psicológico. La compensación por daño
moral reconoce y valora estos derechos, lo que contribuye a promover una sociedad
más justa y respetuosa de los derechos individuales.
9. La acción pauliana. Como derecho auxiliar del acreedor, aparece la acción pauliana
como una de las acciones que tiene el acreedor para recuperar bienes que pertenecían
al deudor a efectos de garantizar el cumplimiento de su crédito. También se le conoce
como acción revocatoria, porque está destinada a revocar los actos del deudor que
buscan afectar al acreedor de manera fraudulenta. Frecuentemente y desde época
antigua se da el caso de deudores que se ven acorralados por los acreedores y
deciden realizar actos para liberarse de parte de sus activos, haciendo actos de mera
liberalidad, donación, a favor de sus parientes o amigos más cercanos, vendiendo a
precios irrisorios, cediendo créditos de forma gratuita, etc. Por esta razón desde la
antigüedad se ha concedido al acreedor o acreedores la facultad de impugnar estos
actos por ser fraudulentos en perjuicio de estos. Es así como apareció la llamada
acción pauliana.
10. Hay daño emergente cuando un bien económico (dinero, cosas, servicios) salió o
saldrá del patrimonio de la víctima; por el contrario, hay lucro cesante cuando un bien
económico que debía ingresar en el curso normal de los acontecimientos, no ingresó ni
ingresará en el patrimonio de la víctima.
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