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Revolución Industrial
Índice Puntos clave Ficha

Te explicamos qué fue la Revolución Industrial y


cuáles fueron sus características. Además, las
causas y consecuencias de este proceso.

La Revolución Industrial comenzó a mediados del siglo XVIII.

Escuchar 6 min. de lectura

¿Qué fue la Revolución Industrial?

La Revolución Industrial fue un proceso


histórico de transformaciones económicas y
sociales que tuvo lugar aproximadamente entre
1760 y 1840, y que desencadenó cambios sin
precedentes en las sociedades occidentales y
luego en todo el mundo. Para diferenciarla de
otros procesos de industrialización posteriores se
la suele llamar Primera Revolución Industrial.

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Este proceso se caracterizó por el uso de nuevas


tecnologías aplicadas a la producción a gran
escala y la concentración de fábricas en
ciudades. La invención más importante del
período fue la máquina de vapor, cuyo
combustible era el carbón mineral y cuyo uso
aumentó la producción y el transporte a niveles
sin precedentes. También fueron importantes
otros inventos, como las máquinas hiladoras y el
telar mecánico, que permitieron producir más
textiles en menor tiempo.

La Revolución Industrial comenzó en


Inglaterra, donde habían confluido una serie de
condiciones económicas, políticas, sociales y
tecnológicas favorables a este gran cambio. A lo
largo del siglo XIX, se extendió a otros países de
Europa occidental, así como a Estados Unidos y
Japón.

Ver además: Industrialismo

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Características de la Revolución
Industrial

Entre las principales características de la


Revolución Industrial, se destacan:

La producción industrial a gran escala,


especialmente textil, metalúrgica y de
alimentos (gracias a la llamada “revolución
agrícola”).

El reemplazo de talleres artesanales y


sistemas domésticos de producción de
manufacturas, por el sistema fabril
(mecanizado y concentrado en fábricas).

La migración masiva de población del campo


a las ciudades.

El enriquecimiento de la burguesía (industrial,


comercial y financiera) y su creciente dominio
sobre la economía y la política, en detrimento
de la nobleza.

El surgimiento de una nueva clase social: el


proletariado.

El desarrollo de innovaciones tecnológicas


(como la máquina de vapor) y de industrias
mecanizadas, como la textil, la metalúrgica,
la siderúrgica (hierro y acero) y la minera.

La progresiva sustitución del hierro por el


acero, una aleación de hierro y carbono más
dura y resistente que adquirió más
importancia durante la Segunda Revolución
Industrial.

El desarrollo del comercio a nivel mundial,


debido a la gran capacidad de producción y a
las innovaciones en el transporte terrestre y
marítimo.

El predominio del capitalismo británico, que


se benefició del comercio internacional
gracias a su poder marítimo y al acceso a
materias primas baratas, especialmente el
algodón del sur de Estados Unidos y de la
India.

Origen de la Revolución Industrial

La Revolución Industrial comenzó


aproximadamente en 1760 en Inglaterra. La
burguesía comercial pujante, enriquecida gracias
a la superioridad naval británica, tenía el control
del comercio colonial y, además, poseía otras
condiciones económicas y políticas que le
permitieron invertir su capital en invenciones
tecnológicas y en la instalación de fábricas.

El sistema de fábricas, orientado a aumentar la


productividad, cambió la organización del
trabajo. Este cambio fomentó el crecimiento de
grandes ciudades industriales, como Manchester,
Birmingham, Liverpool o Sheffield.

Esta primera etapa de innovaciones productivas


concluyó aproximadamente en 1840 y apenas tres
décadas después comenzó la siguiente etapa del
proceso de industrialización, que suele ser
llamada Segunda Revolución Industrial.

Primeras industrias de la Revolución


Industrial

Las máquinas hiladoras y el telar mecánico revolucionaron la


industria textil.

La Revolución Industrial se originó en algunas


industrias principales:

La industria textil. Antes de la Revolución


Industrial, la producción textil ya era muy
importante en Gran Bretaña y funcionaba
principalmente mediante el sistema “putting-
out”, por el que un empresario entregaba las
herramientas y la materia prima (lana o
algodón) a familias campesinas que se
encargaban de producir textiles en sus
hogares. La Revolución Industrial introdujo
máquinas como la lanzadera volante, la
hiladora Jenny, la máquina de hilar de
Arkwright y el telar mecánico. Estas
innovaciones permitieron el nacimiento del
sistema fabril de trabajo, por el que la
producción se concentraba en fábricas
equipadas con grandes máquinas y amplios
grupos de trabajadores asalariados. La
industria textil alcanzó una escala sin
precedentes.

La industria minera. A partir del siglo XIX, el


carbón vegetal que provenía de la madera
fue sustituido por el carbón de coque o
mineral. El carbón era especialmente
importante porque era el combustible
empleado en las máquinas a vapor para el
transporte (por ejemplo, el ferrocarril y el
barco a vapor) y para la producción en
fábricas (especialmente para alimentar los
hornos de las industrias metalúrgica y
siderúrgica). Esto impulsó la industria de la
minería, que supuso la introducción de un
sistema de ventilación y rieles para
vagonetas, al mismo tiempo que incrementó
los niveles de explotación de mano de obra y
promocionó el trabajo infantil (debido a los
estrechos caminos que conducían hacia el
interior de las minas).

Las industrias metalúrgica y siderúrgica.


El hierro y el acero fueron las principales
materias primas de la época, que se
utilizaron para la producción de herramientas
agrícolas, máquinas textiles, locomotoras,
rieles de ferrocarril y barcos. Era posible
trabajar el hierro y el acero debido al uso de
hornos industriales que funcionaban a muy
altas temperaturas gracias al combustible del
carbón mineral. El procesamiento del acero
se desarrolló inicialmente en las acerías de
Sheffield (Inglaterra) en 1740, aunque su
despegue se dio a mediados del siglo XIX y
durante la Segunda Revolución Industrial.

La industria del transporte. Hasta el siglo


XVIII, el sistema de transporte se basaba en
medios de tracción animal o navegación a
vela. En el siglo XIX, se pasó del transporte
con caballos al ferrocarril, gracias al
surgimiento de la máquina de vapor y al
desarrollo de la industria siderúrgica que
permitió elaborar las locomotoras y los rieles.
El ferrocarril revolucionó el comercio y el
transporte de personas. También se
desarrolló el barco a vapor.

La expansión comercial. La Revolución


Industrial generó un crecimiento comercial sin
precedentes que impactó en todo el mundo.
La invención del ferrocarril y el barco a vapor
facilitó el transporte de materias primas a los
centros de producción, así como el traslado
de los productos fabricados a mercados
internos y externos, a veces en países
lejanos. De este modo, el comercio
internacional se expandió y favoreció a los
sectores burgueses (especialmente de Gran
Bretaña) dedicados a la industria y el
comercio.

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Causas de la Revolución Industrial

El proletariado industrial debía trabajar en las fábricas a cambio


de un salario.

La Revolución Industrial se produjo por la


interacción de una serie de factores que
tuvieron lugar inicialmente en Inglaterra. Las
causas principales de la Revolución Industrial
fueron la revolución agrícola (que aumentó la
productividad en el campo), el crecimiento
demográfico, el traslado de población rural hacia
las ciudades, la disponibilidad de materias primas,
el ascenso político de la burguesía y las
innovaciones tecnológicas (como la máquina de
vapor).

La revolución agrícola
Hasta el siglo XVIII, la actividad agrícola era muy
similar a las prácticas de la Edad Media. Se
empleaba el trabajo manual y la tracción animal,
existían tierras comunales (pertenecientes a la
colectividad para obtener leña o pastos) y el nivel
de producción era modesto debido al sistema de
“barbecho” (que consistía en dejar descansar la
tierra luego de la cosecha, para que se
regeneraran los nutrientes del suelo).

La revolución agrícola introdujo cambios que


ampliaron la disponibilidad de recursos
alimenticios y promovieron el movimiento de la
población hacia las ciudades:

Comenzó a utilizarse maquinaria para el


trabajo de la tierra, y, una vez iniciada la
industrialización, se incrementó esta
mecanización.

Los campos se convirtieron en propiedad


privada acumulada por grandes
terratenientes mediante cercamientos, lo que
provocó que campesinos sin tierras se
convirtieran en obreros urbanos.

Se reemplazó el viejo sistema de cultivo por


el “sistema de rotación Norfolk”, que consistía
en rotar las variedades de cultivos, de modo
que no se saturaran siempre los mismos
nutrientes del suelo.

El crecimiento demográfico
Debido a los cambios en la alimentación, a partir
del siglo XVIII se experimentó un importante
incremento de población. Cuando comenzó la
Revolución Industrial, esta población se
concentró cada vez más en las ciudades
industriales.

La Revolución Industrial introdujo, a su vez,


cambios que impactaron en el crecimiento de la
población, como la disminución de la mortalidad
(debido a la mayor producción de alimentos), el
mayor desarrollo de la medicina (por ejemplo, el
invento de las vacunas) y el consecuente
incremento de la tasa de natalidad.

La disponibilidad de recursos
Inglaterra contaba con dos ventajas que explican
que fuera en este país donde comenzó la
industrialización. Por un lado, el suelo inglés
contaba con recursos como el carbón mineral
y el hierro, indispensables para la transformación
productiva.

Por otro lado, gracias a sus vínculos coloniales y


a la posición dominante en el comercio mundial,
los ingleses accedían a materias primas
fundamentales para la industria textil,
especialmente el algodón de la India y el sur de
Estados Unidos.

La influencia política de la burguesía


Tras la Revolución Gloriosa de 1688, en Inglaterra
se estableció una monarquía parlamentaria que
limitó el poder del rey y de la nobleza, al tiempo
que concedió una creciente capacidad de
intervención política a la burguesía.

A partir de este hecho, se impulsaron medidas


que favorecieron a los comerciantes y
banqueros, incluida la creación del Banco de
Inglaterra. En otros países europeos, la toma del
poder político por parte de la burguesía liberal
comenzó recién hacia fines del siglo XVIII,
mediante hechos más dramáticos, como la
Revolución francesa, que algunos historiadores
incluyen en el grupo de las revoluciones
burguesas.

La Revolución Industrial dependió en gran


medida de la acumulación de capitales de la
burguesía inglesa, pero también de ciertas leyes
de liberalización económica que la favorecieron.
Esto permitió la creación de emprendimientos y la
circulación del capital, el desarrollo de la industria
mediante la defensa de la propiedad privada, la
innovación tecnológica y el comercio (muchas
veces respaldado por el poder naval británico).

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Consecuencias de la Revolución
Industrial

El uso de combustibles en las fábricas contaminaba el aire.

La Revolución Industrial supuso un cambio


notable en la forma de producir, en la
organización del trabajo y en las condiciones
de vida de la población. Algunas de las
consecuencias de la Revolución Industrial fueron
la mecanización del trabajo en las fábricas, el
crecimiento de las ciudades, la contaminación
ambiental, la división social en dos clases
(burguesía y proletariado), el auge económico y
político de la burguesía, la organización obrera y
sindical y la aceleración de las comunicaciones y
el transporte.

La mecanización en las fábricas


El trabajo manual en talleres fue mayormente
reemplazado por el trabajo mecanizado en las
fábricas. Este cambio aceleró los tiempos de
producción, redujo los costos y mejoró el
rendimiento de las empresas.

Al mismo tiempo, los artesanos fueron


reemplazados por obreros industriales que
trabajaban para el dueño de la fábrica a cambio
de un salario. A principios del siglo XIX, algunos
artesanos descontentos, llamados luditas, se
dedicaron a destruir máquinas como protesta
contra el reemplazo de la mano de obra artesanal.
Sin embargo, el trabajo en las fábricas continuó y
se expandió.

El auge de la burguesía
La Revolución Industrial provocó una inmensa
generación y acumulación de riqueza,
generalmente concentrada en los sectores
burgueses que tenían la propiedad de las
fábricas o se dedicaban al comercio y las
finanzas. Este cambio también influyó en las
posteriores innovaciones tecnológicas y
productivas que expandieron el capitalismo a nivel
mundial.

El crecimiento de las ciudades


A raíz de la Revolución Industrial, los grandes
conglomerados urbanos multiplicaron su
población y se produjo una notable separación
entre la ciudad y el campo. Si bien las
innovaciones técnicas y científicas promovieron
avances médicos o sanitarios que ayudaron al
crecimiento poblacional, la concentración de la
población facilitó la transmisión de enfermedades
infecciosas, especialmente en los barrios obreros.

La contaminación ambiental
La vida urbana provocó la concentración de
contaminantes propios de las ciudades: residuos
orgánicos y contaminantes atmosféricos
provenientes de las estufas. Tanto en la primera
etapa de la industrialización como en la llamada
Segunda Revolución Industrial, la producción en
fábricas dependió en gran medida del uso de
combustibles, con la consecuente contaminación
del aire. Por otro lado, la producción masiva de
manufacturas aceleró la producción de residuos.

La división del trabajo y la organización


obrera
La Revolución Industrial introdujo una división
laboral basada en dos clases sociales:

la burguesía, dueña de las fábricas y otros


medios de producción, se dedicaba tanto a la
industria como al comercio y las finanzas;

el proletariado, proveniente de la ciudad o


del campo, vendía su fuerza de trabajo en las
fábricas a cambio de un salario.

Antes de que se conformaran las organizaciones


obreras dedicadas a la defensa de los
trabajadores (como los sindicatos), no existían
leyes que regularan el trabajo del proletariado.

Dado que había un amplio sector de la población


sin empleo ni recursos económicos, muchas
personas aceptaban trabajos en condiciones muy
desfavorables. Las jornadas laborales eran tan
largas que se tornaban insalubres, y estaba
permitido el trabajo infantil (muchas veces
preferido por los dueños de las fábricas, porque a
los menores de edad se les pagaba un menor
salario).

A lo largo del siglo XIX, esta situación fomentó la


organización obrera y la legislación del trabajo,
así como el surgimiento de nuevos movimientos
políticos e ideologías (socialismo, anarquismo,
comunismo) que impulsaron cambios en estas
condiciones. Sin embargo, muchos de los
problemas laborales surgidos con la Revolución
Industrial persistieron en mayor o menor grado
hasta comienzos del siglo XX.

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Industrial

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