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LECTIO DIVINA

Invocación al Espíritu Santo

Con motivo de la Solemnidad de Pentecostés se propone recitar la Secuencia


que acompaña las Liturgia de la Palabra de la Misa en honor al Espíritu Santo:

Ven Espíritu Santo, envía tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don,
en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro
trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta
en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos. Mira el vacío del
hombre si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías
tu aliento.

Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el
sendero.

Reparte tus Siete Dones según la fe de tus siervos. Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito; salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.

Amén.

Lectio

Una vez seleccionado el texto, éste se lee varias veces tratando de


memorizarlo.
20«19Cuando estaba oscuro, el día aquel, el primero de la semana y habiendo
sido cerradas las puertas donde estaban los discípulos por miedo a los judíos,
20
vino Jesús y se presentó en medio y dijo a ellos: “paz a vosotros”. Y
diciendo esto les mostró las manos y el costado. Entonces se alegraron los
21
discípulos viendo al Señor. Entonces les dijo Jesús nuevamente: “paz a
vosotros. Como me envió el Padre, así os envío a vosotros”. 22Y diciendo esto
23
sopló y les dijo: “Recibid Espíritu Santo. A cualquiera que perdonéis los
pecados les quedan perdonados, a cualquiera que retengáis les quedan
retenidos»1.

Meditatio

En el segundo momento de la lectio, el texto se debe continuar leyendo de


forma pausada, tratando de comprender «qué dice el texto».

Contexto inmediato

Todo el capítulo 20 narra los sucesos de una semana: tras el día en el sepulcro,
despunta la aurora del primer día de la semana. Jesús se muestra a María
Magdalena. A la tarde del mismo día, cuando los discípulos están reunidos
con las puertas cerradas, nuevamente se muestra Jesús. Y después de ocho
días se repite la misma escena, pero ahora con la presencia del Apóstol
Tomás. Es una estructura cronológica que ordena muy bien todo el capítulo.

El texto seleccionado sucede al atardecer del primer día, el mismo día de la


Resurrección.

1
La traducción es personal. El texto griego está tomado de la edición crítica de E. NESTLE y
K. ALAND, Novum Testamentum Graece, Stuttgart 201228.
El Cenáculo

La tradición cristiana ubica esta escena en el mismo lugar donde Jesús comió
la Cena Pascual con sus discípulos. Ellos se han reunido allí y están con las
puertas cerradas por miedo a los judío. Jesús se hace visible en dos ocasiones,
la primera, al atardecer del día de la Resurrección (sin la presencia del Apóstol
Tomás) y la segunda, ocho días después (con la presencia del Apóstol Tomás).

Palabras y signos

El Resucitado pronuncia, en dos ocasiones, el tradicional saludo hebreo: «Paz


a vosotros» (vv.19.21). Esta paz es el «estado pleno» que los discípulos
experimentarán una vez reciban el Don del Espíritu. El temor, representado
por las puertas cerradas del lugar, será reemplazado por la presencia del
Espíritu Santo que impulsará a los discípulos a la misión. Este saludo viene
acompañado de los signos de la muerte en cruz: «les mostró la manos y el
costado» (v.20). El mismo que fue crucificado y traspasado por la lanza, es el
que ha resucitado. Aunque Jesús ha pasado de la muerte a la vida, sin
embargo, su cuerpo glorificado conserva las señales de la muerte, es el mismo
cuerpo pero glorificado.

Tres regalos: paz, alegría y Espíritu Santo

Los discípulos reciben el deseo de la paz en dos ocasiones (vv.19.21); se


alegran al ver al Señor pues se dan cuenta que está vivo (v.20). Pero el don
más importante es el del Espíritu Santo (v.22), pues Este es una Persona
Divina y su presencia en los discípulos les permite hacer lo que Jesús hizo en
su ministerio público «perdonar los pecados», pero el nuevo perdón que se
dará, fruto de la presencia del Espíritu Santo en los discípulos tiene una
novedad y es que Jesús ya venció definitivamente el pecado con su muerte en
la cruz. Es ese el perdón que los discípulos darán a quienes crean en el Señor.

La misión

El texto es un claro envío a la misión. Jesús fue enviado por el Padre, ahora,
Él envía a sus discípulos. El contenido de lo que se debe comunicar y hacer en
la misión está representado por el signo del «soplo», pues tras el aliento va la
efusión del Espíritu Santo y, como consecuencia de dicha presencia, el poder
de perdonar los pecados. El «soplo» recuerda aquel momento de la creación
del hombre en el que Dios insufló en la nariz de Adán aliento de vida (Gn
2,7); también en la literatura profética se describe la acción de Dios al insuflar
el Espíritu de vida sobre unos huesos secos que recobran vida (Ez 37,3-5).
Jesús está realizando una nueva creación de la que él es protagonista.

Oratio

El tercer momento de la lectio lleva a confrontar la vida con la Palabra. Es el


momento para preguntarse «qué me dice el texto».

«Como el Padre me envió también yo los envío»

Los discípulos, aunque sabían que el sepulcro estaba vacío y habiendo


recibido el anuncio de María Magdalena, todavía no se habían encontrado con
el Resucitado. Es necesario que tengan esta experiencia. Hay que llegar al
encuentro con Él. El capítulo 20 represente, de un modo gradual, el camino de
la Pascua. Es, ante todo, buscar a Jesús en el sepulcro vacío (v.1); es
contemplar las señales de su cuerpo ausente, ver su significado y creer en Él y
en sus palabras (vv.2-10); luego viene el encuentro, el abrazo y el envío para
anunciarlo (vv.11-18). Ahora es su regreso definitivo con el don del Espíritu,
que nos hace creaturas nuevas, capaces de amar como Él ha amado (vv.19-
23).

Sin el Don del Espíritu Santo nos hubiéramos quedado todavía en el encierro
de nuestros temores y para que podamos cumplir la misión, nos comunica su
Soplo Vital: la vida de Dios viene a ser también vida nuestra. A partir de esta
experiencia Jesús crea su comunidad, primicia de la nueva creación. La
comunidad se fortalecerá con la Eucaristía, de allí que el ambiente de la
experiencia con el Resucitado tenga alusiones eucarísticas: el lugar es el
Cenáculo, donde Jesús anticipó la entrega de sí mismo; el tiempo es la tarde,
cuando la comunidad se reúne para hacer memorial del Señor; el que vive está
en el centro y muestra las heridas de su pasión; la paz y la alegría que brotan
de allí son el fruto del Espíritu, que capacita a los discípulos para su misión de
reconciliación. El cuerpo de Jesús, crucificado y resucitado, forma el cuerpo
de la Iglesia: es la fuente abierta en Jerusalén2.

Contemplatio

La lectio siempre lleva a poner en práctica la Palabra, a encarnarla en nuestra


vida.

Práctica personal: hacer una buena confesión para celebrar dignamente la


Solemnidad de Pentecostés. Y, siguiendo la sugerencia que se encuentra en el

2
Silvano Fausti, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, Bogotá 2014, 609-611.
Directorio Homilético, n.56, comulgar en la Misa de este domingo: «Para los
fieles, la participación en la Sagrada Comunión en este día, se convierte en el
acontecimiento de su Pentecostés».

Práctica comunitaria: participar de la Misa de la Vigilia de Pentecostés en la


comunidad parroquial.

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