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Lectura:

LAS SILLAS MÁGICAS

Esta mañana llueve en la ciudad donde


vive Bruno, conforme se va acercando
la tan deseada hora del recreo, los
niños miran por la ventana con tristeza
porque saben que, si no deja de llover
no podrán salir de clase para jugar con
sus amigos y no, no tiene pinta de dejar
de llover.

Cuando suena el timbre que marca la


hora de salir al recreo, la lluvia aún es
más intensa y los niños protestan
porque quieren salir a jugar con los
amigos de otras clases.

Aunque en clase están calentitos, no hay espacio para jugar y con lo único que pueden entretenerse
es leyendo un libro del rincón de la pequeña biblioteca y no es algo que les atraiga mucho después
de dar una clase de lengua con lectura incluida. Prefieren jugar al futbol, al escondite, al pillado…
y ninguna de esas cosas se puede hacer dentro de la clase, al menos eso piensan ellos.

Viendo la cara de aburrimiento de unos y harta de escuchar las protestas de otros, a María se le
ocurre una idea para que sus alumnos se diviertan un poco dentro del aula.

La maestra pide silencio y cuando ya todos se han callado, manda a un par de alumnos a por el
equipo de música a secretaria y al resto de niños a que aparten las mesas y pongan todas las sillas
en un círculo. Todas menos una.

-¿Qué vamos a hacer con tantas sillas? – pregunta un niño con curiosidad.

-Esperad que vengan vuestros compañeros y lo veréis.- dice María sonriendo.

Al instante, llegan los niños con el equipo de música y María comienza a explicar cómo se juega a
“Las sillas Musicales”. Con unas cuantas sillas, forma un circulo y pide a unos cuantos niños, entre
los que se encuentra Bruno, que se coloquen de pie alrededor de ellas.

Una vez colocados y enchufado el equipo, pide a otro niño que ponga el CD en marcha y comienza
a sonar la música. Siguiendo a la maestra, los niños comienzan a dar vueltas alrededor de las sillas
hasta que, a la señal de María, el niño detiene la música y al ver a María sentarse, el resto de los
niños hacen lo mismo, menos Bruno que se comienza a pelear con uno de los niños para que se
levante de la silla.

-¡Esa es mi silla, quítate de ahí!- le grita mientras le empuja para echarle de la silla.
– Bruno es un juego. Si te has quedado sin silla, tendrás que esperar a que terminemos de jugar
para comenzar de nuevo. Pídele perdón a tu compañero.- le pide María sorprendida por su
comportamiento.

-Pero es mi silla, el me la ha quitado. No le pienso pedir perdón.- dice el niño cruzándose de brazos.

-Muy bien, si eso es lo que quieres, ve a tu sitio y quédate ahí hasta que pienses si está bien lo que
has hecho y si merece la pena enfadarse por una tontería, en lugar de divertirte con tus amigos.- le
insiste María viendo la terquedad de Bruno.

Bruno obedece y se va a su sitio, pensando todavía que lo que están haciendo es perder el tiempo
haciendo tonterías con unas cuantas sillas. Pero a medida que ve a sus amigos jugando y riendo,
va cambiando su forma de pensar y siente hasta un poco de envidia al ver lo bien que se lo están
pasando.

Arrepentido por lo que ha hecho, Bruno mira de reojo al compañero al que ha intentado tirar de la
silla, pero su orgullo le impide ir a pedirle perdón. Nunca ha perdido en ningún juego y está enfadado
todavía por haber perdido en un juego al que él considera que es absurdo, pero con el que se están
divirtiendo el resto de los amigos.

María, que sigue jugando con los demás niños, ve que Bruno parece haberse calmado ya de su
enfado inicial y decide acercarse a razonar con el niño.

Mientras los demás niños siguen jugando a las “Sillas musicales” olvidándose de la lluvia que sigue
cayendo fuera, María habla con Bruno sobre lo que ha pasado y lo importante que es saber perder
sin enfadarse y los buenos momentos y amigos que se puede perder por comportarse así.

Bruno le pide si puede llamar a su amigo, le da mucha vergüenza pedirle perdón delante de todos
los compañeros después de cómo se ha comportado en la clase. María acepta con una sonrisa y
llama al niño con el que Bruno se ha peleado.

Ambos se disculpan y se dan un gran abrazo, al que los demás reciben con un aplauso. Como
todavía quedan unos minutos antes de que finalice el recreo, deciden volver a jugar con los demás
y Bruno le promete a sus compañeros y a María que no volverá a enfadarse cuando pierda en un
juego.

Preguntas de comprensión lectora.

1.- ¿Dónde pasan la clase de Bruno el recreo?

2.– ¿Qué les pide la Maestra de Bruno que traigan a la clase?

3.- ¿A qué juegan para divertirse dentro de clase?

4.- ¿Por qué se enfada Bruno?

5.- ¿Qué aprende Bruno de su comportamiento?


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