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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

Facultad de Artes Visuales

Principios Socio históricos del arte


2.4 Archivo artístico lationoamericano

Nombre: Peralta Cepeda Danna Paola


Matrícula: 2021316 Grupo: 117
Miranda Teresa Burga

Nació en Iquitos en 1935 porque a su padre, lo destacaron allá. Empezó el colegio en aquella
ciudad y lo terminó en Lima, en el Raimondi. Postuló para estudiar arquitectura e ingresó a la
UNI, pero dejó la carrera al segundo año porque “los profesores eran muy rígidos”. Ser
secretaria, en los albores de los años 60, tampoco era su principal sueño.

“No quería estudiar nada. Un día,


caminando por la Plaza Francia, vi una
escuela de artes plásticas que estaba allí.
La gente solo pintaba y conversaba. ¡Eso
quiero! me dije”. –Palabras de Miranda
Teresa.

Teresa Burga estudió arte en la católica y fue la alumna no aplicada de Adolfo Winternitz. Ella
cuenta que el maestro les enseñaba a pintar con óleo y ella lo odiaba porque se consideraba
muy mala para hacer combinaciones en colores. Su obra “Uchuraccay”, de mediados de los
sesenta, es un testigo de esa época expresionista. La pintura está situada en la sala de su
departamento de San Isidro. Experiencia pop “No me daban espacio. Ni la católica, ni los
otros grupos, ni las galerías. Postulé a la beca Fullbright y me la llevé”, recuerda la artista, que
tentó la oportunidad bajo el planteamiento de que sus esquemas y trazos sobre papel. En
1968 Teresa Burga se fue a la escuela del Art Institute of Chicago y le dijeron que lo que hacía
era arte conceptual. Hacía unos años que el Pop Art había llegado a Estados Unidos y artistas
como Andy Warhol y Roy Lichtenstein destacaban con sus exposiciones. A la artista peruana
la catalogaron dentro de ese grupo. “Al regresar de Estados Unidos [dos años y medio
después] ya me di cuenta de que el arte me gustaba”, confiesa la artista.
La internacionalización Miguel A. López y Emilio Tarazona, dos investigadores peruanos que
se escandalizaron en el tema del arte no objetual, rescataron del olvido la obra de Burga,
organizando una primera muestra el 2007. A esta siguió otra, el 2010, que fue tan grande que
ocupó dos salas: la del ICPNA de Miraflores y de San Miguel. Fue donde la artista inició su
salto a la escena internacional.

“Un brasileño vino al Perú para ver la


obra de una serie de artistas. De mí ni
pío, nadie me conocía. Él venía del
aeropuerto y vio en la Av. La Marina el
anuncio de mi muestra. Era mi boca.
Paró a mirar y me eligió a mí”
Cuenta aquella boca de sensuales labios rojos –recuerda- la dibujó sobre un papel de Aduanas.
Burga lo tomó, dibujó con bolígrafos negro y rojo, lo selló y firmó. “La secretaria que estaba allí
me dijo: no vaya a ser que termine en Louvre”, dice divertida. Aquel personaje era Adriano
Pedrosa, quien llevó sus trabajos a la 12 Bienal de Estambul. En aquella cita Burga conoció a
Bárbara Thumm, quien es ahora su representante. “Luego me invitaron a Stuttgart. Ese fue el
éxito, más que Estambul, porque mi exposición quedó como una las 10 mejores en Alemania”.
Totalmente maravillada.

Siempre en casa

De Teresa Burga recibimos noticias buenas el 2015. Aquel fue un buen año para ella: Participó
en la Bienal de Venecia. La TATE Modern de Londres incluyó una obra suya en la muestra “The
World Goes Pop”. El Hamburger Kunsthalle de Viena la incluyó en la exposición “The Feminist
Avant-garde of the 1970s”. El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires-Malba montó
“Teresa Burga: Estructuras de aire”, muestra que estuvo acompañada de un gran libro que es
un homenaje a su trayectoria. En su pequeño estudio tiene un librero y una computadora.
También una mesa que parece de arquitecto, llena con decenas de plumones de punta fina que
hoy usa para dibujar. Nos dice que elige los colores al azar, y que lanza sus trazos sobre
cualquier “papelito” que esté a su alcance. Así fue siempre. Artista en libertad. Fueron otros
quienes la catalogaron, atribuyendo a su obra la categoría de un movimiento artístico que ella ni
sabía que existía. Aquella muchacha solo quería ser libre. Se podría decir que ni siquiera la
pintura la apasionaba; sí buscaba plasmar sobre cualquier soporte. Eran los años sesenta, y
desde entonces muchas cosas han pasado. En la historia de la plástica nacional, la obra de
Teresa Burga nunca formó parte de museos ni del circuito gal erístico local, salvo contadísimas
excepciones. Hoy es considerada pionera del arte conceptual peruano. Cuando cumplió 80
años, la feria Perú Arte Contemporáneo, le rindió un homenaje por iniciativa del Museo de Arte
Latinoamericano de Buenos Aires, difusores de una obra que muchos peruanos recién
empezamos a conocer.

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