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CAPÍTULO VII

LA FAMILIA EXTRANJERA

Había una vez una familia extranjera que vivía en Seúl, Corea. Estaban compuestos por John,
un ingeniero de software; su esposa Lisa, una profesora de inglés; su hija Emily; y su hijo
Michael. Llevaban una vida pacífica y feliz en la vibrante ciudad, hasta que un día todo cambió.

Un virus desconocido comenzó a propagarse rápidamente en Seúl, convirtiendo a las personas


en horribles criaturas sedientas de sangre. La ciudad se sumió en el caos y el pánico se apoderó
de las calles. Los medios informaban sobre una invasión zombie en toda la ciudad y las
personas estaban desesperadas por encontrar refugio.

La familia extranjera, al ver el peligro inminente, decidió barricarse en su apartamento y


prepararse para lo peor. John y Lisa improvisaron armas con objetos cotidianos, mientras Emily
y Michael buscaban provisiones y cualquier cosa útil que pudieran encontrar en la casa.

Pronto, las criaturas comenzaron a rodear el edificio. Los gritos y gemidos de los zombies
llenaban el aire mientras trataban de abrirse paso hacia el interior. La familia extranjera se
mantuvo en silencio, rezando para que su fortaleza improvisada los mantuviera a salvo.

Días pasaron y los suministros comenzaron a escasear. John tomó la difícil decisión de
aventurarse fuera del apartamento en busca de comida y agua. Con un corazón lleno de miedo,
se equipó con su arma improvisada y se adentró en las desoladas calles de Seúl.

John tenía manzanas en sus mejillas y una mirada de determinación en sus ojos mientras pasaba
por las calles desiertas, evitando a los zombies que se arrastraban en busca de su próxima
víctima. Finalmente, encontró una pequeña tienda de comestibles. Rápidamente, recogió lo que
pudo y corrió de regreso al apartamento.

A medida que los días pasaban, la situación se volvía cada vez más desesperada. Los
suministros se agotaban rápidamente y los zombies parecían más agresivos y numerosos. La
familia extranjera sentía el peso de la amenaza cada vez más cerca.

Una noche, mientras todos dormían, un grupo de sobrevivientes tocó frenéticamente la puerta
del apartamento. Eran ancianos, mujeres y niños que también habían estado luchando por sus
vidas en la ciudad. John y Lisa tomaron la difícil decisión de dejarlos entrar, a pesar del miedo a
que pudieran estar infectados.

Con la llegada de los nuevos sobrevivientes, la sensación de seguridad en el apartamento


aumentó. La familia extranjera y los recién llegados trabajaron juntos para reforzar las defensas
del edificio y buscar soluciones para encontrar más alimentos y agua.

Después de semanas de lucha y resistencia, la situación comenzó a cambiar lentamente. Las


fuerzas de seguridad finalmente lograron controlar la invasión zombie en algunos sectores de la
ciudad y establecieron zonas seguras. La familia extranjera y los demás sobrevivientes
decidieron arriesgarse y unirse al grupo de evacuación que los llevaría a un refugio seguro.

La despedida del apartamento y de la ciudad que habían llamado hogar fue emotiva y llena de
nostalgia. John, Lisa, Emily y Michael estaban agradecidos por haber sobrevivido, pero sabían
que el camino hacia la recuperación sería largo y difícil.

En el refugio seguro, la familia extranjera pudo reconstruir sus vidas poco a poco. Se unieron a
otros sobrevivientes en la comunidad, apoyándose mutuamente y luchando juntos contra las
adversidades que enfrentaban. Aprendieron nuevas habilidades de supervivencia y se
convirtieron en una gran fuerza de apoyo para los demás.

A pesar de los horrores que habían presenciado y las pérdidas que habían sufrido, la familia
extranjera encontró esperanza y un nuevo comienzo en medio del caos. Comprendieron la
importancia de la fortaleza, la unidad y el amor en tiempos de dificultad.

Su historia se convirtió en un símbolo de supervivencia y resiliencia en medio de la invasión


zombie en Seúl. A medida que la ciudad se recuperaba lentamente, la familia extranjera se
convirtió en una inspiración para otros y demostró la importancia de la valentía y la solidaridad
frente a la adversidad. Aunque Seúl nunca volvió a ser lo que era antes, la familia extranjera y
los sobrevivientes continuaron luchando, reconstruyendo y manteniendo viva la esperanza en el
corazón de la ciudad.

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