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La creatividad se hace visible después de concienzudos procesos cognitivos previos, no siempre

observables directamente. Esto es lo que se quiere reflejar en las taxonomías de objetivos


educativos de índole cognitiva cuando se asume que el objetivo de la síntesis (entendida como
producción de una obra única u original) implica el dominio de procesos previos de información,
comprensión, aplicación y análisis.

La escuela puede ser un gran laboratorio de aprendizaje de la creatividad y de innovación. Ahora,


más que nunca, desde la evaluación de los sistemas sociales y tecnológicos se está demandando
que las escuelas sean eficaces y respondan inteligentemente a las necesidades actuales y futuras
de la persona y la sociedad.

Transformar la educación desde la creatividad supone reconocer las posibilidades creativas que
tienen los actores, construir espacios para crear y resolver problemas, y propiciar interacciones
con otros sujetos y con los objetos culturales. Es necesario crear una nueva forma de mirar la
educación y generar innovaciones que atiendan a estos nuevos enfoques sobre lo educativo, las
personas y los procesos de construcción de conocimientos en diferentes contextos culturales.

Es importante una mirada creativa de la educación, al menos, por tres motivos, por el impacto
positivo que la creatividad tiene en la vida de las personas, por las posibilidades que generan de
innovaciones educativas y, fundamentalmente, por la significatividad social de promover la
creatividad en diferentes contextos, niveles y situaciones.

Las personas no aprenden ni son creativas solas, siempre se desarrollan con otros y a partir de
interacciones con conocimientos y objetos construidos culturalmente (Rinaudo, 2014).

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