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CATEQUESIS DE JÓVENES

CAPILLA SAN FRANCISCO DE ASÍS

SALÓN: Santo Domingo de Guzmán | FECHA: 21 – 04 - 2024

DESARROLLO DEL ENCUENTRO DE CATEQUESIS

I. TEMA: Presentación de Dios Uno y Trino

II. OBJETIVO CONCRETO:


Que los jóvenes puedan reconocer a Dios como respuesta al anhelo del hombre, así como
también, identificar que son tres personas en un mismo Dios (Dios Padre, Dios Hijo y Dios
Espíritu Santo).

III. INTERIORIZACIÓN:
3.1. MOTIVACIÓN:
Se les presentará tres velas de las cuales se prenderá una y luego se prenderán las otras dos
velas de la primera vela prendida. Se les explicará que podemos distinguir las tres llamas por
separado, pero que si las unimos no se pueden distinguir, es decir que se unen para formar una
sola llama

3.2. ILUMINACIÓN BÍBLICA:


Juan 1,1 / Juan 14, 26 / Génesis 1 – 2, 1-4 / 1 Juan 4,8 / Mateo 1, 21 / 1 Corintios 12, 3

IV. METODOLOGÍA:
1. Dinámica de integración: “Globos saltarines”
Se dividirán en dos grupos y formarán un círculo tomándose de la mano, luego se les dará
un grupo a cada grupo donde no deben de dejar caer el globo y solo lo podrán tocar con
las piernas. Después se dará una breve reflexión para dar pase al tema.
2. Presentación de Dios Uno y Trino
3. Dios Padre: Creador y misericordioso
4. Jesucristo: Redentor
5. Espíritu Santo: Santificador
6. El dogma de la Santísima Trinidad
7. Conclusión del tema
8. Dinámica “Rompecabezas Trinitario”
Se dividirán en tres grupos y se le dará una imagen dividida que represente la Santísima
Trinidad en varias piezas para que lo puedan armar. Mientras completan el rompecabezas,
explícales cómo cada pieza representa una persona de la Trinidad, pero todas juntas forman
una sola imagen.

V. DESARROLLO DEL TEMA:


5.1. CONTENIDO DOCTRINAL:

Presentación de Dios Uno y Trino:


La Trinidad es una, no son 3 dioses, sino un Dios en tres personas, cada una distinta una de la
otra, cada una enteramente Dios, y que tienen entre sí un vínculo, una relación de
comunión de amor.
CATEQUESIS DE JÓVENES
CAPILLA SAN FRANCISCO DE ASÍS

Dios Padre: Creador y misericordioso:


"Creo en Dios": Esta primera afirmación de la Profesión de fe es también la más fundamental.
Todo el Símbolo habla de Dios, y si habla también del hombre y del mundo, lo hace por relación
a Dios.
Al designar a Dios con el nombre de "Padre", el lenguaje de la fe indica principalmente dos
aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad transcendente y que es al mismo
tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede
ser expresada también mediante la imagen de la maternidad que indica más expresivamente la
inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura.
Jesús ha revelado que Dios es "Padre" en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto Creador; Él
es eternamente Padre con relación a su Hijo único, que recíprocamente sólo es Hijo en relación
a su Padre: "Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel
a quien el Hijo se lo quiera revelar".
"En el principio, Dios creó el cielo y la tierra", con estas palabras solemnes comienza la sagrada
Escritura. El Símbolo de la fe las recoge confesando a Dios Padre Todopoderoso como "el
Creador del cielo y de la tierra", "de todo lo visible y lo invisible".
La verdad en la creación es tan importante para toda la vida humana que Dios, en su ternura,
quiso revelar a su pueblo todo lo que es saludable conocer a este respecto. Más allá del
conocimiento natural que todo hombre puede tener del Creador, Dios reveló progresivamente
a Israel el misterio de la creación.
Dios es Amor, como nos recuerda San Juan. Por amor creó el universo; por amor suscitó la
vida; por amor ha permitido la existencia del hombre; por amor hoy nos permite soñar y reír,
suspirar y rezar, trabajar y tener un momento de descanso.
Dios es misericordioso, capaz de olvidar el pecado, de arrojarlo lejos. "Como se alzan los cielos
por encima de la tierra, así de grande es su amor para quienes le temen; tan lejos como está el
oriente del ocaso aleja Él de nosotros nuestras rebeldías".

Jesucristo: Redentor:
Jesús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel
le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión.
Ya que ¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?', es Él quien, en Jesús, su Hijo eterno
hecho hombre "salvará a su pueblo de sus pecados”. En Jesús, Dios recapitula así toda la historia
de la salvación en favor de los hombres.
El designio divino de salvación a través de la muerte del "Siervo, el Justo” había sido anunciado
antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir, de rescate que libera a
los hombres de la esclavitud del pecado.
Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, "los amó hasta el
extremo porque nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos”.
Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto
de su amor divino que quiere la salvación de los hombres. En efecto, aceptó libremente su
pasión y su muerte por amor a su Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar: "Nadie me
quita la vida: yo la doy voluntariamente". De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando
Él mismo se encamina hacia la muerte.
CATEQUESIS DE JÓVENES
CAPILLA SAN FRANCISCO DE ASÍS

Espíritu Santo: Santificador:


Creer en el Espíritu Santo es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de
la Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al Hijo, "que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria”.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del designio de nuestra
salvación y hasta su consumación.
Jesús, cuando anuncia y promete la Venida del Espíritu Santo, le llama el "Paráclito",
literalmente “aquel que es llamado junto a uno".
El Espíritu Santo prepara a los hombres para atraerlos hacia Jesucristo, les manifiesta al Señor
Resucitado, les recuerda la palabra y abre su mente y les hace presente el misterio de Cristo,
sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos.
Los cristianos no sólo somos purificados del pecado; también somos regenerados y
santificados. Recibimos una nueva vida, pues somos hechos "participes de la naturaleza
divina"; somos ¡llamados hijos de Dios, y ¡lo somos!". Se trata de la vida de la gracia: el don
gratuito con que Dios nos hace participes de su vida trinitaria.

El Dogma de la Santísima Trinidad:


- La trinidad es una: Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada
una de ellas es eternamente Dios: “El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo
que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios
por naturaleza”.
- Las personas divinas son realmente distintas entre sí: “Dios es único, pero no solitario”.
“Padre”, “Hijo”, “Espíritu Santo”. Son distintos entre sí por sus relaciones de origen. “El
Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede”.
- Las personas divinas son realmente distintas entre sí: “A causa de esta unidad, el Padre
está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo: el Hijo está todo en el Padre, todo en el
Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el hijo”.

VI. CONCLUSIÓN:
6.1. COMPROMISO:
Se le invita la catequizando a que pueda reflexionar sobre lo que se ha desarrollado durante la
sesión y que pueda identificar en que momentos ha estado presentes la Santísima Trinidad en
su vida.

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