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Se decidió no recibir la categoría de los contratos reales, que se establecía en los arts.

1140,
1141 y 1142, del derogado Código Civil, lo que significa que se eliminan los contratos reales,
quedando consagrada la "consensualidad" como criterio general para concluir el contrato,
pero no se ha incluido una norma específica al respecto que así lo disponga, como lo hacía el
Proyecto 1998(82). Este cambio es, sin duda, el más importante en lo que respecta a la
clasificación de los contratos. La clasificación de contratos consensuales y contratos reales
tenía alcance normativo, es decir, la ley estaba indicando que para que un contrato real se
"perfeccione", produzca sus efectos, era necesario que además del consentimiento, se
verifique la tradición de la cosa(83).

Desde esa perspectiva podía afirmarse que los contratos reales eran una subespecie de los
contratos formales, en donde la formalidad se materializa en la tradición de la cosa para su
perfeccionamiento. Así, el Código Civil derogado establecía que eran contratos reales: el
mutuo, el comodato, el depósito, el contrato oneroso de renta vitalicia y la constitución de
prenda y anticresis.

La tendencia a la eliminación de la categoría de los contratos reales se afirmó en nuestra


doctrina con el Proyecto de 1998 que eliminó la categoría de los contratos reales.

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